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En esta oportunidad -y desde esa mirada- vamos a presentar los diferentes con-
trapuntos que atraviesa la relación entre TICs y Derechos Humanos.
Esto no quiere decir que creamos que todo lo que las TICs conllevan sea negativo,
simplemente aquí nos centramos en los aspectos que representan vulneraciones
a derechos ya consagrados e incluso institucionalizados, que sufren un retroceso
en el ámbito digital, sobre todo bajo su actual modelo de desarrollo: nuevas mo-
dalidades de vigilancia, de manipulación, explotación de datos y magnificación
de prácticas hegemonizantes.
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Pese a su importancia social, el modelo que se está configurando para las TICs,
pareciera que, lejos de construir sociedades inclusivas que tiendan a la igualdad,
a la justicia social, al desarrollo común, al respeto por los derechos humanos y a
la diversidad cultural, se asienta en la organización de las interacciones sociales
que valoran las jerarquías y la competencia.
Una de las consecuencias del uso masivo de Internet y de las TICs es la obser-
vable aceleración que se produjo en el desarrollo del mercado global, que no se
vincula con la profundización de la vigencia global de los derechos humanos.
Sin embargo, con Internet también han surgido aspectos emergentes relativos
a la libre circulación de información y expresión que permiten nuevas formas
de vigilancia de las comunicaciones. Un recurso, sobre el que se lanzaron mu-
chos Estados, que por su alcance masivo puede constituir una infracción grave
al derecho a la privacidad y afectar negativamente el disfrute de otros derechos
fundamentales, incluyendo las libertades de expresión, de asociación y de parti-
cipación política2. Las denuncias sobre el mal uso de las tecnologías por parte de
los Estados van desde la instalación de sistemas de reconocimiento facial masivo,
1 Article 19, «Intermediarios de internet: Disyuntiva por la atribución de responsabilidad civil y penal», Article 19.org, 29 de agosto de 2013.
2 OEA, «La Relatoría Especial expresa preocupación ante la adquisición e implementación de programas de vigilancia por parte de
Estados del hemisferio», 21 de julio de 2015, http://www.oas.org/es/cidh/expresion/showarticle.asp?artID=998&lID=2
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hasta la utilización de bases de datos estatales en campañas políticas o el cruce
de datos públicos para la persecución de disidencias.
El Estado debe ser el primero en garantizar la transparencia en el uso de las TICs, para
aprovechar su capacidad potenciadora como herramienta democratizante y operar
los mecanismos legales e institucionales que eviten convertirla en un instrumento de
opresión o control social.
Una parte creciente de la humanidad está atravesada por las Tecnologías de la Infor-
mación y Comunicación, que contribuyen de múltiples formas con la movilización de
la opinión pública y expresan sentidos que apelan a una experiencia de vida. En otras
palabras, lo que está en juego con las TICs son los procesos mediante los cuales las
personas y las comunidades construyen significados.
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imponen sus propios valores morales y políticos, generando en consecuencia proce-
sos de uniformización cultural y reducción de la diversidad.
Para profundizar:
La Relatoría Especial sobre libertad de expresión de la Comisión Interamericana
de Derechos Humanos estableció una serie de criterios-guía para facilitar la re-
solución de conflictos entre derechos en el ambiente digital. “Libertad de Expre-
sión e Internet - CIDH (01/07/2014)” https://youtu.be/GzPc8WnEdHw
El derecho a copia
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Las tecnologías digitales, las redes electrónicas distribuidas y la telefonía móvil au-
mentan en forma inédita las capacidades de producir valor intelectual por parte de
los usuarios, que pasaron a ser autores/creadores de bienes y obras intelectuales,
además de ser consumidores. Esta realidad global representa un cambio radical que
requiere discutir los paradigmas sobre los que se sustentan los derechos intelectuales,
las patentes de invención y los derechos patrimoniales de autores y titulares deriva-
dos. Por eso, una de las claves a discutir son las normas que regulan las posibilidades
para crear, copiar, producir, reproducir, compartir, liberar, comunicar al público, comer-
cializar o disponer de estos bienes y obras intelectuales a escala global.
Aquello que hasta hace pocos años recibía el nombre de “derecho de autor” está
siendo resignificado hacia un “derecho de autor y derecho a copia”. Una obra inte-
lectual no se crea de la nada, en el vacío cultural; está imbuida de una cultura, surge
en un tiempo y espacio social que se expresa creativamente en base a los bienes
intelectuales que allí circulan.
Desde los aspectos jurídicos constitutivos de este campo los usuarios-finales pue-
den dar un uso honrado, justo y libre4 a las obras intelectuales que están expresadas
en las leyes nacionales y tratados internacionales.
En las economías “clásicas” los bienes materiales son limitados, finitos, agotables,
compiten unos con otros en una economía de la escasez y son regulados por el ré-
gimen de la propiedad. Los bienes intelectuales desafían este modelo porque son
ilimitados, infinitos e inagotables, no entran en contradicciones entre sí y se basan
en una economía de la abundancia. Estos bienes están regulados por los derechos
intelectuales. Ambas relaciones económicas se encuentran en tensión frente al uso,
aprovechamiento y disponibilidad de los bienes intelectuales. Entre estos dos mode-
los emergen todo tipo de artificios y artefactos orientados a solidificar relaciones de
4 Vercelli, A. (2009) “Repensando los bienes intelectuales comunes”, Ed. Bienes Comunes. La llamada “regla de los tres pasos” consiste en un
dispositivo jurídico mediante el cual el derecho patrimonial de autor es limitado en casos que no atenten contra la explotación normal de la obra
ni causen un perjuicio injustificado a los intereses del autor o sus titulares derivados. Art. 9.2 del Convenio de Berna (1886), art.13 del Anexo 1 del
ADPIC de la OMC (1994), art. 10 del TODA (1996) y art. 16 del TOIEF (OMPI, 1996A).
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escasez sobre bienes abundantes. Se trata de una etapa del capitalismo global que
tiende a apropiar, privatizar e indisponer bienes intelectuales a través del control de
los soportes/servidores5.
Esto genera una enorme asimetría económica: hasta 2017, por cada centavo de
dólar que Google gastaba en una búsqueda en Internet, recibía cinco centavos
de ingresos por la publicidad relacionada con nuestros hábitos de búsqueda y
consumo; pero desde entonces estas ganancias crecieron el 50% cada año7. En
otras palabras, se trata de una economía basada en extraer el conocimiento y la
cultura de la humanidad, estableciendo una renta millonaria indirecta sobre el
bien común.
Muchas otras organizaciones han impulsado nuevos modelos que permiten a los
autores compartir los bienes y obras intelectuales con el prójimo sin renunciar a
sus derechos o bien dedicarlas al dominio público/común de la humanidad, como
por ejemplo el “copyleft” o el “Creative Commons”.
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Para profundizar:
Vercelli, A (2013, agosto) “El Derecho a copia”. Revista Chasqui, Nro. 123. https://
revistachasqui.org/index.php/chasqui/article/view/48
Interactuamos con Internet utilizando principalmente la web y eso hace que se con-
funda Internet con la web. Cualquier tecnología lo suficientemente avanzada es in-
distinguible de la magia, decía Arthur C. Clark, y ciertamente, la impresión que se tie-
ne de Internet es que es un sistema etéreo, inmaterial, donde la información circula
libremente de un punto del planeta a otro y donde las limitaciones que nos vendría a
imponer el mundo físico están finalmente saldadas.
El modo en que funciona Internet (el cómo) pasa a un segundo plano. Técnicamente,
Internet fue (y aún es) una red electrónica distribuida, abierta, de producción cola-
borativa entre pares; un sistema abierto en el que circulan paquetes de datos bajo el
principio del mejor esfuerzo y a través de la ruta menos costosa, empleando proto-
colos aceptados por todas las redes. No requiere de un centro que controle el flujo de
información. Los usuarios finales se suman en un pie de igualdad y pueden funcionar
como emisores o receptores de información (estructura p2p). Esto es posible gracias
a la tecnología de “conmutación de paquetes” de información (Packet Switching)8.
Sin embargo, la Internet en ningún momento fue una invención neutral. No lo es ac-
tualmente ni lo podrá ser en el futuro. Estados Unidos, a través de ARPANET9, creó la
red Internet y ésta fue incrementando su valor a medida que se conectaban nuevos
nodos (dentro y fuera de EEUU). La gestión de ciertos recursos críticos se trasladó de
diversas áreas del gobierno de los Estados Unidos a entidades no gubernamentales
(sujetas a regulaciones más flexibles, pero no por ello independientes del ecosistema
de la defensa y la seguridad nacional).
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consenso mínimo sobre los protocolos de conexión. A estos consensos se los conoce
como “gobernanza de Internet” y su modelo organizativo es denominado “multis-
takeholder”, es decir de “múltiples partes interesadas”; que no significa que por ser
“múltiples partes” estén en pie de igualdad.
Quienes transportan “paquetes” entre las redes, es decir, los dueños de los ca-
bles, son en su mayor parte corporaciones privadas. Entre sus principales clientes
figuran los propios Estados y otras corporaciones. No existen otros “clientes” que
tengan posibilidad de financiar los multimillonarios costos de infraestructura. Es-
tas corporaciones son las que imponen la agenda para decidir prioridades en la
administración de los recursos críticos de Internet. Las otras partes interesadas,
como organizaciones de la sociedad civil y los Estados menos industrializados
son en su mayoría espectadores de decisiones que otros toman.
Este episodio del ciclo “Distancia cero” de Canal Encuentro documenta la historia
de lnternet, desde sus comienzos como sistema de descentralización de datos en
el contexto de la guerra fría, hasta la gigantesca red casi omnipresente de hoy.
“Canal Encuentro: Distancia cero. La historia de Internet”. https://youtu.be/FOI-
1gLizJaM Acadeu (19/05/14)
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La desregulación de las redes no garantiza una justa distribución y participación
de las normas que regulan la red, sencillamente porque los intereses corporati-
vos son infinitamente más poderosos que los de la sociedad civil, e incluso el de
los propios Estados. Es decir, si estas empresas centran su actividad en el rédito
económico generado por el flujo de información y resulta redituable, vender las
trazas de nuestros datos e interacciones en línea ¿Qué se lo impediría en un te-
rritorio sin legislaciones y con jurisdicciones tan esquivas?
El panorama es complejo, pero cada día resulta más necesario que se empujen las
regulaciones en dos direcciones: gravar el negocio de los datos, mientras se trata de
recuperar para el usuario el control sobre el uso de sus datos. Estas regulaciones son
las que se solapan con la idea de neutralidad, para ser rechazadas.
En ese sentido, y sobre todo después del confinamiento por la pandemia mun-
dial, se puso sobre relieve el poder y la injerencia de las corporaciones de Internet
y la necesidad de brindar marcos normativos que contengan los avances sobre
nuestros derechos.
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Nadie será objeto de injerencias arbitrarias o ilegales en su vida privada, su familia, su
domicilio o su correspondencia, ni de ataques ilegales a su honra y reputación. Toda
persona tiene derecho a la protección de la ley contra esas injerencias o esos ataques.10
Los datos son una mercancía valiosa, más aún cuando el 48,53% de la humanidad
lleva consigo un dispositivo inteligente que transmite metadatos de nuestras accio-
nes en forma ininterrumpida11.
Hoy, el volumen de datos es tal que empresas ofrecen no sólo una comunicación
micro-dirigida de publicidad, sino también la posibilidad de crear una necesidad
donde no la había13. Estas prácticas ponen en jaque a los derechos humanos y a la
democracia en una encrucijada. Ya no es el Estado el único actor que establece y
fija las reglas de juego para la organización de la sociedad. Las empresas también
cumplen un rol para que los derechos humanos sean -o no- una realidad.
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Esta materia prima llamada datos personales, presuntamente anonimizada, se reco-
ge, se analiza y revende a anunciantes publicitarios para que “las personas correctas
reciban el mensaje correcto en el momento oportuno”.
Como pregona un eslogan de los años 70s “Si es gratuito, el producto es usted”. El
economista Dallas Smythe observó que toda persona absorbida por una pantalla es
un trabajador que se autoignora. A esta tarea se la denomina “digital labor” o “tra-
bajo digital”, se trata de la producción de datos que se realiza gratuitamente y es una
fuente que el capitalismo está monetizando con desesperación a escala global.
Los usuarios son objeto de una doble explotación, tanto como trabajadores, que
producen el contenido de las plataformas que se basan en sus prácticas e inte-
racción, como consumidores obligados a readquirir sus propios datos procesa-
dos, al tiempo que resigna parte de su privacidad y capacidad de determinar el
destino de su información.
Jaron Lanier, informático y gurú de la realidad virtual, sostiene que “desde el mo-
mento en que una persona contribuya por el medio que sea y por poco que sea a
una base de datos, debe recibir un nanopago proporcional a la magnitud de la con-
tribución y al valor resultante de ella. Esos nanopagos se acumularán y fundarán un
nuevo contrato social”.14
El gran hito se marcó con la creación del Big data que le brindó otra escala al negocio
de datos. La creciente interacción humana con la red, generaba datos en volumen,
variedad y velocidad, que no era posible tratar con los softwares tradicionales. Para
manejar y analizar este flujo incesante de datos y metadatos sobre la actividad hu-
mana la creación del Big Data, denominación genérica de todo lo que refiere al análi-
sis de enormes cantidades de datos, fue fundamental en el negocio de Internet.
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nente movimiento y sabe más sobre nosotros que nosotros mismos. Generalmente,
el proceso de análisis de los datos está totalmente automatizado con la ayuda de las
herramientas analíticas, el aprendizaje automático o la inteligencia artificial.
Otro aspecto a considerar es el exceso de confianza al que se arriba con el Big Data.
En muchos casos se utiliza para tomar ciertas decisiones que pueden afectar drás-
ticamente la vida fuera de línea de las personas, muchas veces sin entender de qué
proceso surge esa toma de decisión. Muchas veces la determinación sobre el otorga-
miento de crédito a una persona o su selección como candidata a un trabajo, quedan
en manos de algoritmos, que frecuentemente reproducen y multiplican los sesgos
discriminatorios de la realidad que los nutre.
Los sesgos algorítmicos están directamente relacionados con las bases de datos
a partir de las cuales aprende una inteligencia artificial. Acá se ve un claro ejem-
plo con el sesgo de género en un algoritmo que otorga puntaje crediticio.
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Este nuevo giro del sistema para la acumulación capitalista de riqueza a través del
extractivismo de datos es una nueva lógica económica, donde nuestra experiencia
humana se ha transformado en una materia prima gratuita de la que se pueden apo-
derar mediante procesos computacionales. El producto final es combinar esos datos
para hacer predicciones de comportamientos de consumo futuros. Si bien siempre
hay margen para la autodeterminación, cuanta más interacción con una plataforma,
mejores predicciones de conductas pueden realizarse y más herramientas se tienen
para poder programar o modificar un comportamiento o impeler a ciertas acciones.
Sin embargo, hay múltiples interpretaciones y lecturas teóricas sobre estas nuevas
formas de producción por partes de las redes y las plataformas. Se habla de Tec-
nofeudalismo16, de la inauguración del Tecnoceno17 o del Capitalismo de Platafor-
mas18. Nuevas formas de producción de riqueza, que vulneran en su operación, a
través y con las TICs, los derechos que analizamos a lo largo del curso. En algunos
aspectos representan una estocada al corazón mismo de la democracia: si pueden
programar mis hábitos de consumo ¿cómo no hacerlo extensivo a la elección de un
candidato o al apoyo de cierta medida económica?
Para reflexionar:
Los invitamos a leer esta breve e interesante entrevista al especialista en Big
data, Martin Hilbert, sobre la influencia del big data en las democracias:
HIlbert, M. “Obama y Trump usaron el Big Data para lavar cerebros”. The Clinic
Online. http://www.theclinic.cl/2017/01/19/martin-hilbert-experto-redes-digita-
les-obama-trump-usaron-big-data-lavar-cerebros/
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En términos de políticas públicas, el Big Data genera una tendencia a evitar dis-
cutir de qué manera el Estado debe estar presente en los territorios para proteger
derechos y asistir con sus obligaciones. ¿Quién puede hoy asegurar que los datos
procesados de la interacción en redes sociales estén debidamente anonimizados
y que se cumplan principios éticos y de derechos humanos en su tratamiento?
Y más interesante aún ¿Qué puede hacerse al respecto desde los Estados y la
sociedad civil?
Una serie de respuestas que se dieron en los últimos años y están prefigurando
estrategias de acción posibles. Todas ellas tienen características comunes: son
salidas colectivas, consensuadas y con perspectiva de Derechos Humanos, más
o menos explicitada.
Es necesario introducir ciertos cambios en los ejes orientadores de sus usos, para
que puedan incorporar una serie de valores fundamentales desde la perspectiva de
derechos humanos.
Fueron varios los Estados y regiones que tomaron medidas y sancionaron leyes
para la protección de los derechos humanos en el marco de Internet.
Sin embargo, no fue sino hasta el año pasado que no hubo una propuesta nor-
mativa universal que brindara un marco al avance de las tecnologías y la inteli-
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gencia artificial en función de los derechos humanos, cuando los Estados miem-
bros de la UNESCO adoptaron el primer acuerdo mundial sobre la ética en la
inteligencia artificial -núcleo de los principales problemas del negocio de datos-;
a partir del cual se construirá el andamiaje jurídico.
Resulta relevante que por primera vez haya acuerdos internacionales para la protec-
ción de derechos en los ambientes digitales -particularmente desde el surgimiento
de las inteligencias artificiales.
En Argentina
Leyes y normativas específicas de derecho y ciudadanía digital en nuestro país
https://www.argentina.gob.ar/justicia/convosenlaweb/derechos-y-ciudada-
nia-digital
19 UNESCO, “Primer acuerdo mundial sobre la ética de la inteligencia artificial”, (25/11/2021) https://es.unesco.org/news/estados-miembros-unes-
co-adoptan-primer-acuerdo-mundial-etica-inteligencia-artificial
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