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¿QUÉ ES UNA IMAGEN?

El término imagen proviene del latín imago que a su vez nos remite
a imitari (retrato o reproducción). El diccionario la define como” figura o
representación de una cosa” y por extensión como “representación
mental de alguna cosa percibida por los sentidos”. Frente a la palabra y
la razón que han sido consideradas históricamente la fuente del
conocimiento del mundo, la imagen ha quedado relegada a un segundo
plano y ha sido considerada como una forma de conocimiento menor
puesto que sólo alcanzaba la apariencia exterior de las cosas mediante
la mimesis (copia o imitación).

Hoy día podemos afirmar que la imagen es una forma y un proceso de


conocimiento, hasta el punto de que cuando aprendemos algo nuevo la
expresión común de “hacerse una idea de algo” es coloquialmente
equiparable a la de “hacerse una imagen de algo”. Como por
ejemplo, cuando después de una serie de explicaciones mediante las
que el profesor trata de enseñarnos algo comprendemos de pronto lo
Pienso, luego existo que nos quiere decir y de forma coloquial exclamamos “ah, si, ya
lo veo”. En este sentido ver también equivale a comprender.
Tener una imagen de algo equivale pues a tener el conocimiento de algo. Las personas invidentes pueden construir imágenes mentales a través del tacto
y la forma y textura de las cosas que tocan, imágenes que, al igual que las personas videntes le proporcionan un conocimiento acerca de.

Para Abraham Moles la imagen es un soporte de la comunicación


visual que materializa un fragmento del entorno óptico (del
universo perceptivo), y es capaz de transmitirlo. Es decir la imagen
que vemos al natural o que vemos representada en un cuadro o una
fotografía no es la realidad sino la forma que tenemos de representarla
para poder llegar a conocerla. La realidad es un conjunto de fenómenos
muy complejos que además transcurren en el tiempo y que no podemos
percibir de forma completa.
Si ante un árbol nos preguntamos cómo lo vemos y como vemos el mundo podremos apreciar que la imagen que de él tenemos está limitada por
nuestros sentidos y el conocimiento que actualmente tenemos de las cosas. Cuando miramos el árbol a cierta distancia además de su aspecto general,
sabemos que su copa está compuesta por hojas y ramas y que forma parte de un bosque y de todo un ecosistema. Además sabemos que si miramos más
de cerca, sus hojas por ejemplo, podremos apreciar las nervaduras y si lo hacemos mucho más aún, a través de un microscopio veremos los tejidos y
células vegetales. Es decir las imágenes son capaces de representar partes de esa realidad cambiante y compleja de las cosas pero no son las cosas
mismas.
Así, tenemos que distinguir la información puramente
visual, los datos ópticos que recibimos mediante nuestro
sistema visual, de la imagen mental que con ellos
desarrollamos. Por ejemplo si situamos frente a un árbol a
un niño pequeño, ya con su sistema visual
desarrollado, el niño recibirá los estímulos visuales que
llegan al ojo en forma de luz reflejada, percibirá un
conjunto de formas y colores pero ¿podríamos decir que
sabe que lo que está viendo es un árbol? Si nunca le han
mostrado uno, le han hablado de ello o le han dicho “esto
es un árbol” no habrá asociado esa serie de estímulos
visuales a esa serie de ideas y aún no tendrá en su cabeza
la imagen completa de un árbol. Es decir las imágenes no
solo son lo que vemos sino lo que nos enseñan a ver: son
también construcciones sociales y culturales.

Para comprobar esto podemos efectuar un sencillo ejercicio. Prueba a describir cualquier objeto de forma que otra persona tenga que adivinarlo o
dibujarlo, pero solo mediante sus cualidades puramente ópticas y visuales. Una pelota por ejemplo. “Es redonda o esférica, de diferentes materiales,
texturas y colores…cuando cae al suelo rebota y sirve para practicar diferentes deportes”. Observa que la última parte de la descripción “…cuando cae al
suelo rebota y sirve para practicar diferentes deportes” no describe cualidades puramente ópticas y visuales del objeto, y que sin esa parte la descripción
resulta muy vaga e imprecisa.
IMÁGENES, REALIDAD Y CULTURA
Si la cultura puede entenderse como un sistema de formas simbólicas por
medio de las cuales los grupos sociales se comunican, perpetúan y
desarrollan su conocimiento sobre el mundo y la vida, podría decirse
entonces que su función sería también la de dotar de sentido al mundo y
hacerlo comprensible. No comprendemos el mundo únicamente desde lo que
percibimos a través de nuestros sentidos sino también, siempre dentro de un
sistema social y cultural.

Existen casos de niños salvajes, niños que por diversas circunstancias crecieron fuera de la
civilización y cuyo desarrollo a nivel de representación simbólica del no está desarrollado al haber
vivido fuera de la influencia humana

Nuestra cultura se caracteriza por un predominio creciente de lo visual en todos los espacios de la vida cotidiana. Día a día nos exponemos a un
bombardeo de imágenes que en cierta medida se nos presenta como “natural”, cuando en realidad se trata de un fenómeno altamente codificado que ha
ido conformándose a lo largo del tiempo y que hemos ido aprendiendo.
¿Es posible entonces separar lo que vemos de lo que sabemos o
creemos? El historiador del arte E H Gombrich sostenía que no existe
mirada inocente, en el sentido de que no hay mirada independiente de
nuestra historia perceptiva y nuestra historia cultural. Esto significa que
la cultura en la que vivimos afecta el modo en que vemos: toda
experiencia de percepción se inserta en un marco más amplio que tiene
que ver, en la mayoría de los casos con el entorno, la cultura y las
experiencias. Nuestro ojo está cargado de un saber y unos esquemas
mentales previos. En la mirada se cuelan prejuicios: nos acercamos a las
imágenes con juicios previos personales, históricos, culturales. Nuestra
mirada es una mirada que está formada y conformada por la cultura, es
por eso que, volviendo a Gombrich, “no hay ojo inocente”.

Un ejemplo de ello es la idea de representación realista de las cosas. Decir que una foto o un cuadro se parecen a la persona o al objeto
representado es un hecho puramente cultural. La semejanza no es un hecho natural sino una relación construida, y es una relación construida que tiene
que ver con lo que se denomina, en la historia del arte, “realismo” o “código realista”. La confusión entre la imagen y su modelo original, entre la
representación y lo representado, esta todavía demasiado extendida en nuestra civilización como indicio de una deficiente comprensión y alfabetización en
materia de comunicación visual. El filósofo italiano Umberto Eco quien estableció, en relación a esta confusión entre significante y referente, que la
analogía del signo icónico no es con el objeto representado, sino con el modelo perceptivo del mismo.
Joseph Kosuth, Una y tres sillas. Esta es una versión de la famosa serie “One and Three (Uno y tres), donde Joseph Kosuth confronta tres situaciones lingüísticamente
vinculadas: una silla real, la foto de una silla y la definición de una silla

Sin embargo la apreciación, por ejemplo, de ese enorme parecido que podemos observar entre lo fotografiado y la fotografía no es natural ni innato. Si
mostráramos una fotografía a cualquier habitante de algún pueblo indígena, alejado lo más posible de la influencia de toda civilización, tendría que
aprender a leerla para poder identificar lo representado.
En su obra La traición de las imágenes 1926, el pintor René Magritte, ligado al movimiento surrealista, ya se planteaba la relación entre las imágenes y los objetos a los
que representan.

Podemos apreciar muy bien esta cuestión en la problemática tradicional del dibujo realista que podría resumirse de la siguiente manera. Cuando
intentamos dibujar algo de forma realista hemos de tratar de dibujar lo que vemos y no lo que sabemos. Es decir procurar mirar lo que queremos dibujar
aislando las percepciones ópticas y visuales puras (forma, color, tonos, etc.) de la idea o el esquema mental de lo que sabemos a cerca de ello.
Gran parte del poder de las imágenes reside precisamente en esta confusión entre la imagen mental (lo que sabemos) y lo que vemos. Las imágenes
son una representación de la realidad no la realidad. Ante un cuadro de Van Gogh podemos ver claramente que no trata de representar la realidad
tal y como la vemos, usando el poder de la representación trata de trasmitirnos más bien como él la ve y la siente. En este caso el poder de las imágenes
se usa para expresar, comunicar, llegar a otras personas.
Vincent Van Gogh- Noche estrellada Recreación realista de Noche estrellada

Pero este poder también puede usarse para a tratar de influirnos, engañarnos o confundirnos, como suele ser habitual en las imágenes publicitarias cuyo
último fin es incitarnos al consumo del objeto que nos están vendiendo. En la publicidad se juega con esa confusión entre imagen y realidad y al
interpretar como reales las imágenes idealizadas y perfectas de las cosas y servicios que nos ofrecen nos engañamos a nosotros mismos a cerca de su
realidad.
Al tomar como algo real lo que representa una imagen podemos llegar a creer que lo que nos muestra la imagen existe. En el caso de las y los modelos
de moda, la manipulación fotográfica mediante la iluminación, el maquillaje y los programas de retoque digital hace que las imágenes que vemos de
ellos representen un tipo de ideal de belleza que está muy lejos de la realidad.

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