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MANUAL DE ESPUMAS

estudios, balances y
r e l e c t u r a s d e l a s va n g u a r d i a s
e n u n a d i m e n s i ó n t r a n s at l á n t i c a
M arisa M artínez Pérsico
(dir.)

MANUAL DE ESPUMA

E s t u d i o s , b a l ance s y
re l e ct u r a s d e l a s vanguard ias
en u n a d i m e n s i ó n t r ans atlán tica
© 2018 Marisa Martínez Pérsico

Primera edición: 2018

© de esta edición: calambur editorial s.l.


Calle Àngel Guimerà 46 Puerta 3

46008 Valencia

calambur@calambureditorial.com www.calambureditorial.com

calambureditorial.blogspot.com facebook.com/CalamburEditorial @EdCalambur

isbn: 978-84-8359-473-5

depósito legal: b-26115-2018


Índice

INTRODUCCIÓN 11
Una puesta al día en los estudios sobre las vanguardias en el centenario de su
irrupción. Marisa Martínez Pérsico (CONICET / Università di Macerata / Università
Guglielmo Marconi)

CAPÍTULO I 37
El furor hemerográfico. Exhumaciones documentales, recuperaciones y redes
intelectuales en el «espacio transatlántico» de revistas.
1. Un espacio transatlántico de revistas. La recepción de la vanguardia argentina en la 39
etapa española de Alfar (1922-1927). Bernat Padró Nieto (Universitat de Barcelona)
2. De esfinges y poetas: Meseta, DDOOSS y A la nueva ventura, tres revistas literarias de 63
vanguardia en Valladolid. Carlos Frühbeck Moreno (Università degli Studi di Enna Kore)
3. La vanguardia en Valencia (1917-1937): revistas, semanarios y otras propuestas 89
literarias. Sergio Arlandis (Universitat de València)
4. Imagen y vanguardia en Caras y caretas. María del Rocío Oviedo Pérez de 133
Tudela (Universidad Complutense de Madrid)
5. Andanzas de Caras y caretas. De Montevideo a Buenos Aires... Y una hermandad 149
mexicana. Almudena Mejías Alonso (Universidad Complutense de Madrid)

CAPÍTULO II 161
Vanguardias radicales y moderadas. El papel pionero de la poesía en la
consolidación identitaria de la literatura hispanoamericana del siglo XX.
1. Relecturas del movimiento martinfierrista: De Marechal y Girondo a la mirada 163
crítica de Contorno. Rose Corral (El Colegio de México)
2. «El viaje silencioso de los astros». México en Martín Fierro. Yanna Hadatty Mora 179
(Universidad Nacional Autónoma de México)
3. Un artista pionero del Estridentismo. Carla Zurián de la Fuente (Instituto Nacional 201
de Antropología e Historia de México)
4. Evar Méndez: el hombre detrás de la vanguardia. Carlos García (Editor y especialista 219
en vanguardias históricas – Hamburg)
CAPÍTULO III 229
Tensiones y convergencias interoceánicas. Procesos de autonomía y autonomización
implicados en la traducción lingüístico-cultural entre España, Italia, Francia y
América Latina durante las vanguardias: los discursos agónico y humorístico como
estrategias de descolonización.
1. La coda de un meridiano. La cultura italiana en Buenos Aires en 1928. Celina 231
Manzoni (Universidad de Buenos Aires)
2. Martín Fierro afrancesado: passeurs, traducciones y apropiaciones. Gersende 255
Camenen / Victoria Liendo (Université de Tours / Université Paris- Est-
Créteil)
3. Las lecturas europeas de Martín Fierro (1924-1927). El caso italiano: algunos límites 275
y equívocos de la vanguardia argentina y el futurismo (Jesús Dávila – El Colegio de
México / Harvard University)
4. Mariano Brull, traductor de Paul Valéry, y la poesía pura. Armando 293
Francesconi (Università di Macerata)
5. Martín Fierro, Nosotros y algunas discusiones sobre las categorías del humor en las 305
artes durante los años ‘20. Laura Cilento (Universidad Nacional de San Martín /
Universidad de Buenos Aires)

CAPÍTULO IV 323
Poéticas pendulares: dinámicas de la vanguardia entre pureza y compromiso, entre
la pirotecnia rebelde y la urgencia de una rehumanización. A propósito de las
letras españolas y de la solidaridad intelectual de ultramar.
1. La palabra política de Rafael Alberti. Luis García Montero (Universidad de Granada 325
/ Instituto Cervantes)
2. Jean Cocteau, Pablo Picasso y la «vuelta al orden». Antonio Jiménez 343
Millán (Universidad de Málaga)
3. La revista centroamericana Liberación y los tres viajes a España de Vicente Sáenz. 361
Jesús Cano Reyes (Universidad Complutense de Madrid)

CAPÍTULO V 379
Vanguardia inagotable. Apropiaciones, pervivencia y negociación estética entre
la preservación de señas locales y el cosmopolitismo de los ismos. Las propuestas
“híbridas” de Federico García Lorca, Alejandra Pizarnik, Felisberto Hernández,
Leopoldo Marechal y los invencionistas argentinos.
1. El reverso de la vanguardia. Continuidades, afinidades, rescates y distancias 381
entre la primera y la segunda oleada vanguardista en Argentina. Luciana Del
Gizzo (Universidad de Buenos Aires / CONICET)
2. Las configuraciones de la risa en la obra poética de Alejandra Pizarnik: ecos de la 393
segunda vanguardia en Argentina. Mara Donat (Universidad Nacional Autónoma
de México)
3. El fragmentarismo surrealista en El público de Federico García Lorca. Dóra 415
Faix (Universidad Eötvös Loránd)
4. ¿Dónde ubicar a Felisberto Hernández? Prosa de ficción y escritura epistolar entre 427
la preservación de los motivos localistas y los estímulos de las vanguardias. Giuseppe
Gatti Riccardi (Università degli Studi Guglielmo Marconi / Università della Tuscia)
5. Per-vivencias de la vanguardia en Leopoldo Marechal. Fernanda Elisa Bravo 451
Herrera (Universidad de Buenos Aires / CONICET)
Vanguardias radicales y moderadas 179

«El viaje silencioso de los astros»


México en Martín Fierro

(Yanna Hadatty Mora - Universidad Nacional Autónoma de México)

Méjico [sic…] ha podido llegar a plasmar en


su movimiento inicial toda una labor patriótica
de verdadero mérito. Desde Vasconcelos a
Rivera, literatura y pintura, una pléyade de
intelectuales se esfuerza por destacar […] los
valores imponderables que agitan el continente.

Serge Panine, «Acotaciones a un tema vital»

[…] desde acá advertimos con mirada fraternal


la intensa transformación que Méjico está
soportando para hacerlo digno de realizar una
parte del porvenir del mundo. […] Pero el
trabajo a realizar no tendrá actitudes violentas;
pues las grandes obras no han sido hechas
por los grandes esfuerzos sino por los grandes
hombres.

Pablo Rojas Paz, «Homenaje a Alfonso Reyes»

La presente reflexión sobre Martín Fierro a casi un siglo de sus ini-


cios parte de lo que varios críticos han señalado ya: la revista responde
mayormente a una vanguardia «moderada», calificativo con su matiz
que -no por casualidad sino por coincidencia- se ha aplicado también
180 Manual de espumas. Estudios, balances y relecturas de las vangardias en una dimensión transatlántica

al grupo de los Contemporáneos en México.94 Sin los estruendos y


militancias de las vanguardias radicales, a excepción quizá de su célebre
manifiesto, aglutinados en su identidad colectiva, los denominados mar-
tinfierristas constituyen una importante puesta al día de la escena cultural,
en tanto las páginas de la revista funcionan como espacio de divulgación
de la novedad en cultura y pensamiento, al tiempo en que permanecen
mayoritariamente imperturbables a los fuegos y pirotecnias de las vanguar-
dias en sus propios artículos, obras de creación, editoriales, diseños y com-
posiciones textuales. Si recordamos, en la medida en que lo permite y lo
exige la comparación aquí planteada, que en México se publican en 1923 la
estridentista Irradiador, y en 1928 la militante ¡30-30! Órgano de los pintores
de México, tendríamos quizá más claro en qué sentido utilizamos el adjetivo
‘moderado’: con ello más que enjuiciar una validez mayor o menor, se trata
únicamente de afirmar que Martín Fierro, como Ulises y Contemporáneos,
no responde a colectivos de militancia vanguardista, ni es órgano de difu-
sión de un movimiento político cultural de ruptura.95

94
Vale la pena señalar que, si bien Concepción Reverte Bernal utiliza el término cuando habla
de la coincidencia en la tónica de la Generación del 27 y los Contemporáneos, distinta a la del
Ultraísmo y los estridentistas, las perspectivas difieren. La distancia estriba sobre todo en que la
comparación en su caso se centra en México y España, si bien menciona como otras publicacio-
nes pares a la argentina Martín Fierro y a la cubana revista de avance (16) no utiliza la categoría
para las mismas. En su formulación, Reverte reconoce las ideas de Andrew P. Debicki de su
Antología de la poesía mexicana moderna (1977), que ella a su vez enuncia de esta manera: «Es
interesante también considerar que la generación de 1927 y los Contemporáneos encarnan en
sus respectivos países la segunda fase de la Vanguardia o Vanguardia Moderada: se ha consuma-
do ya la ruptura con el Modernismo, se han implantado bastantes novedades y ahora procede la
sedimentación y el perfeccionamiento que conducirá a los logros definitivos. La primera Van-
guardia española, que es el Ultraísmo, tiene su correlato en la primera Vanguardia mexicana, el
Estridentismo» (Reverte Bernal, 1998: 92).
Habría que añadir que, en contexto, su balance resulta favorable a estas segundas vanguardias y
contraria a la explosión estridentista. Una primera versión del asunto aparece una década antes,
en un artículo de la estudiosa, como ella reconoce al introducir el libro, como «Poetas andaluces
y los Contemporáneos (notas para un paralelo entre la generación de 1927 y los Contemporá-
neos» en José Bibiano Torres Ramírez, Andalucía y América en el siglo XX. Actas de las VI Jornadas
de Andalucía y América. Sevilla, CSIC, 1987.
95
Muy interesante y altamente complementario, para la postulación de esta lectura, resulta el
ángulo que presenta Mateo García Heymes, en su artículo de 2011 sobre Martín Fierro, en el
que, ante la emergencia de las industrias culturales, califica a la Revista como «una vanguardia
conservadora» (Heymes, 2011).
Vanguardias radicales y moderadas 181

En esta línea de apreciación, resulta natural observar cómo los escrito-


res mexicanos publicados por Martín Fierro, o comentados en sus páginas
-Alfonso Reyes, José Vasconcelos, Carlos Pellicer, Bernardo Ortiz de Mon-
tellano, Francisco Monterde, Xavier Villaurrutia, Genaro Estrada, Jorge
Cuesta- coinciden con los editores argentinos en su relación con las van-
guardias: comparten el interés por su conocimiento y su registro, así como
por muchas otras novedades intelectuales de su momento; algunos de ellos
ensayan en su turno una apropiación del estilo de estos movimientos de
ruptura en algún texto, o bien con actitud paródica, o bien lúdica y experi-
mental, sin asumirse por ello como vanguardistas; en definitiva, propician la
divulgación de las vanguardias y su crítica, inclusive no siempre un sentido
favorable. En el caso de los más radicales entre ellos, posiblemente Salvador
Novo y Enrique González Rojo, las muestras de su obra en Martín Fierro se
encuentran lejos del gesto de ruptura radical al que llegan en otros espacios;
semejante a lo que ocurre en el núcleo argentino con Oliverio Girondo.
Por contraposición, sería interesante comentar que los numerosos artistas
plásticos mexicanos que aparecen reseñados, presentados y cuya obra ilustra
la Revista, corresponden al aliento de diversos ismos y se adscriben a ellos al
menos en alguna etapa: Abraham Ángel, Julio Castellanos, Manuel Rodrí-
guez Lozano, Miguel Covarrubias, Diego Rivera, José Clemente Orozco,
Agustín Lazo, Jean Charlot. Esta comparación, sin embargo, excede los
objetivos de estas páginas, y queda por tanto solo enunciada.
Es justo señalar que este artículo es deudor de los postulados que en su
momento hicieran, por una parte, Rosa García Gutiérrez, acerca de la ad-
hesión al hispanismo literario y cultural de los Contemporáneos en Ulises;
y, por otra, Rose Corral, sobre cómo los vínculos argentinos de vanguardia
se establecen sobre todo entre Contemporáneos y martinfierristas (y no con
los estridentistas), con un saldo a favor de los argentinos en cuanto al inte-
rés por conocer y divulgar a sus pares.96

96
En su comparación de Ulises con Martín Fierro Rosa García Gutiérrez encuentra «un problema
común compartido: la relación de las literaturas de Hispanoamérica con Occidente, una vez
conseguida la independencia cultural, y muy especialmente, la relación con la literatura de la
antigua metrópoli» (García Gutiérrez, 1996: 410-411). Sostiene además que la posición cultu-
ral del grupo mexicano no se debe rastrear únicamente en Contemporáneos, pues la revista previa
del grupo «Ulises es también una publicación básica para situar correctamente y comprender un
182 Manual de espumas. Estudios, balances y relecturas de las vangardias en una dimensión transatlántica

La presente aproximación se propone revisar de manera central el


artículo «Carta al señor Guillermo de Torre», de autoría de Jorge Cuesta
(1903-1948), aparecido el 10 de julio de 1927, en la segunda página del
número 42 de Martín Fierro. El contexto de enunciación se indica clara-
mente: es la respuesta a una nota crítica de Guillermo de Torre publicada
cuatro meses antes, el 15 de marzo de 1927, en el número 6 de La Gaceta
Literaria, titulada «Nuevos poetas de México».97 Cuesta responde frontal-
mente y a título personal, por considerarlo insuficiente, parcial y errado.
Recordar el subtítulo de la publicación madrileña en cuestión,
«ibérica-americana-internacional», resulta importante a su vez como carta
de intención del poeta ultraísta al ocuparse de las letras mexicanas. Incumbe
a la Gaceta presentar la literatura en lengua española, como un fenómeno
común a ambos lados del Atlántico.98 De Torre (1900-1971), poeta y en-
sayista madrileño adepto al ultraísmo español e historiador temprano de
las literaturas de vanguardia, fundador de La Gaceta Literaria (1927-1932)
junto con Ernesto Giménez Caballero, era una voz célebre al momento
por haber iniciado inintencionalmente en abril de 1927 la polémica lite-
raria más importante de la época al firmar el artículo «Madrid, meridiano
intelectual de Hispanoamérica», aparecido en la misma publicación.
Volviendo a «Nuevos poetas de México», dice de Torre en el tercer
párrafo: «Hoy sólo pretendo […] agrupar en un friso monovalente varias
personalidades poéticas homogéneas de la nueva generación mexicana». Me
permito intervenir el texto con cursivas, para enfatizar lo desafortunado

aspecto poco estudiado dentro de lo que podría denominarse la ‘ideología cultural’ general del
grupo: su hispanismo […] circunscrito, eso sí, exclusivamente a la literatura o, como mucho, a
la actividad intelectual, cultural, de México, como complemento y alternativa al indigenismo
cultural en boga durante esos años» (ibid., pp. 408-409). Por su parte Corral anota: «Retrospec-
tivamente, parece que la fraternidad vanguardista de los primeros tiempos y la figura de Borges
y su contacto, efímero en realidad, con el movimiento estridentista, se han magnificado y han
opacado lo que en verdad ocurre y que resulta evidente cuando se recorre el periódico Martín
Fierro: son los Contemporáneos los que en realidad interesaron y los que publicaron en sus
páginas» (Corral, 2001: 518).
97
Para facilitar su inmediata consulta, «Nuevos poetas de México» se incluye como anexo a este
artículo.
98
Si bien es cierto que «La Gaceta Literaria […] desde su aparición en 1927 mostró un inusitado
interés por las letras hispanoamericanas que no correspondió en realidad con un conocimiento
efectivo de lo que se escribía al otro lado del océano» (García Gutiérrez, 1996: 414-415).
Vanguardias radicales y moderadas 183

del comentario, pues el peso de los adjetivos monovalente y homogéneas


predisponen no únicamente el absoluto rechazo de Cuesta, sino el de
cualquier lector que se asome a este periodo de la literatura mexicana.
En seguida se disculpa por presentar como representativa una muestra
que quizá no lo sea realmente; no a causa de su pretendido carácter
homogéneo, sino de lo incompleto del material del que dispone para
hacerla:

La jerarquización de valores será indecisa, y la sistematización acaso de-


ficiente, pero téngase en cuenta que la escopeta de mi curiosidad aún no
ha cobrado todas las piezas documentales necesarias. Que sólo poseo a mi
alcance unos cuantos libros -traídos a mis manos por la amistad o el azar-,
y que, barajando sus páginas, voy a intentar extraer de ellos algunos rasgos
fisonómicos de sus jóvenes autores, dejando para otra ocasión la delinea-
ción de sus perfiles completos (Cuesta, [1927] 1995: 352).

El madrileño ha recuperado de inicio el conocido artículo «La poesía de los


jóvenes de México», comentando que en él:99

Xavier Villaurrutia, desdoblado incidentalmente en crítico, […] nos ha


anticipado ya algunos escorzos de varios poetas de la última promoción,
que integran -según su certera frase- «un grupo sin grupo». ¿Quiénes son
estos afiliados sin contraseña y libres camaradas sin doctrina, sin el guion,
casi inconcebible, de un ismo funcional? […] Salvador Novo, Carlos
Pellicer, Jaime Torres Bodet, Enrique González Rojo, José Gorostiza, B.
Ortiz de Montellano y el mismo Xavier Villaurrutia (ibid., p. 352).100

99
Como es sabido, se trata originalmente de una conferencia impartida en 1924, que de Torre
seguramente había conseguido como separata, publicado por la Revista Antena el mismo año.
100
La parte omitida: «Pues varios poetas que, en un momento dado, cuando la elevación de Vas-
concelos al Ministerio de Educación pública, supieron desdoblarse en hombres de acción,
cooperando a su lado muy eficazmente en la extraordinaria labor cultural iniciada por aquel
pensador y aportando iniciativas audaces y valiosas que pronto se hicieron carne de decreto,
traducida en ediciones populares y gratuitas de los clásicos, en magníficos frisos murales de
Diego Rivera, en la creación de Academias de pintura al aire libre y en otras varias realidades
que, al tener ocasión de entreverlas, han inflamado nuestra admiración de lentos y burocrá-
ticos europeos». Reconoce también que los posteriormente llamados Contemporáneos son
184 Manual de espumas. Estudios, balances y relecturas de las vangardias en una dimensión transatlántica

A continuación, entronca a estos autores con la gran tradición de poesía


mexicana que celebrara desde el primer párrafo: Salvador Díaz Mirón, Gu-
tiérrez Nájera, «Manuel José Othon, Luis G. Urbina, José Juan Tablada,
Amado Nervo y Enrique González Martínez. ¡Luminosa constelación del
frondoso Parnaso mexicano! Probablemente, ningún otro país ultramarino
presenta en su haber lírico una tan valiosa suma de poetas y de obras que
han ido dejando fructuosa estela epigónica».
El mayor exponente de la misma en la nueva generación sería en su
opinión Jaime Torres Bodet:

Adviértase al punto que […] es, sin duda, el poeta más formado de to-
dos ellos. Prolonga sumisamente [mis cursivas, para marcar otro adverbio
aterrador] la línea de Amado Nervo, González Martínez, Luis G. Urbina.
No se inquieta, ni se encandila, ni se estremece en la pesquisa de normas
distintas. Como precisa sagazmente Villaurrutia, «su pensamiento conciso,
contenido, explica que no venga a romper nuestra tradición poética; an-
tes bien, a continuarla. La seguridad de su acento, su conciencia artística,
lo han afirmado personal trabajando dentro de normas arquitectónicas y
fuera de ellas». […] La poesía de Torres Bodet, como él mismo dice en un
poema liminar de sus libros, sólo aspira a tener «la fuerza de un pétalo de
rosa-capaz de sostener el perfume de un bosque» (ibid., p. 352).

Guillermo de Torre se detiene a comentar algunos versos de


Salvador Novo, Carlos Pellicer, Luis Quintanilla, Jaime Torres Bodet,
Xavier Villaurrutia, Enrique González Rojo y José Gorostiza, como
muestra representativa. Todos menos uno pertenecientes al grupo de
Contemporáneos, aún sin nombre, pero aglutinado ya para entonces en el
término «grupo sin grupo» con que los etiqueta Villaurrutia, pero sobre todo
a través de las páginas de sus publicaciones colectivas (antologías o revistas).

poetas cuyo desempeño político no ha contaminado su obra: «Pero –felizmente– nada en su


poesía transparenta esa dualidad. Su poesía es pura, absolutamente poética, sin mezcla alguna
de soflamas sociales. Su poesía participa de los mismos caracteres que posee la de sus ante-
cesores: claridad, limpidez y un sostenido sentimentalismo de tono medio. Las innovaciones
emprendidas por algunos de estos poetas radican únicamente en la técnica, en la estructura
verbal» (ibid., p. 352).
Vanguardias radicales y moderadas 185

La excepción la constituye Kin-Taniya, seudónimo de Luis Quintanilla,


presentado como: «poeta joven, al margen del grupo aludido (y más afín al
de los pasajeros estridentistas de Maples Arce y List Arzubide)»; a quien por
cierto elogia sólo a medias.
En cuanto al diseño de la página, tres retratos de los poetas Novo,
González Rojo y Villaurrutia, realizados por tres artistas plásticos próximos
a la selección, los mexicanos Roberto Montenegro y Agustín Lazo, y el
francés Jean Charlot, ilustran el artículo.
Por su parte, la respuesta de Cuesta abomina de los criterios ultraístas
que marcan al mencionado poeta español como rasero para tasar lo
novedoso y valioso de la poesía mexicana reciente, al grado de enseñarse
paródicamente con su modo de hacer crítica: la ultraísta sería entonces
«la única poesía que quiere usted poner dentro de la hora presente, cuyos
ejemplos clarísimos son sus propios poemas», le enoja la deferencia con
Kin-Taniya, corrige el tono y los ejemplos propuestos.
Leído en el contexto argentino de la polémica del meridiano intelectual
a la que obligadamente remiten las páginas de Martín Fierro en ese periodo
desde la misma disposición del número, pues las páginas 6 y 7 del mismo
número (356 y 357 de la numeración corrida) se ocupan en la polémica
del «Meridiano lírico», escapa que en realidad la carta de Cuesta está escrita
desde una postura pro hispanista: su autor busca remitir a los autores de
Contemporáneos a la raigambre de la gran tradición en lengua castellana,
para avalarlos. De Novo, por ejemplo, defiende la filiación con grandes
voces del XIX en lengua española: el Duque Job (Manuel Gutierrez Nájera),
Micrós, e incluso el español (Mariano José de) Larra; para demostrar cómo
resulta limitado entroncarlo únicamente con autores norteamericanos
modernos, como hace de Torre al aproximarlo a Ezra Pound, Sherwood
Anderson, Vachel Lindsay. A la opinión sobre Villaurrutia, en su ejercicio de
poesía corta, que de Torre valora como seguidora de la tradición de José Juan
Tablada del haiku; Cuesta argumenta que también Juan Ramón Jiménez y
Alberti y García Lorca tienen poemas cortos, y, concluye irónico: «¿esto
da derecho para tenerlos como buenos mexicanos y filiales tabladistas?»
Sobre Gorostiza, reclama, «el rigor lo tiene usted como un compromiso
inconveniente, la disciplina, el gusto estricto, dirigido a la mejor tradición
española, como una limitación peligrosa para su juventud». Finalmente
cierra, con orgullo, defendiendo el rechazo de los poetas reseñados a las
186 Manual de espumas. Estudios, balances y relecturas de las vangardias en una dimensión transatlántica

formas novedosas de los ismos, y haciendo un llamado a proseguir por ese


camino, pues esos «son los argumentos que nos inclinan cada vez más a
persistir en este mexicanismo que corre el riesgo de alejarse para siempre,
al caer dentro de las formas clásicas, de la atención que defiende usted con
sarcasmo tan afilado, cuando pudo dar la ilusión de que la entregaba con
desinterés afectuoso».101 Clasicismo y tradición, así se enarbola la bandera de
Cuesta. Una posición totalmente distante a la martinfierrista, que rechaza
a Madrid como norte literario, y proponer en su lugar calibrar las brújulas
poéticas a presente y a futuro hacia Buenos Aires.

Imagen 1. Nota de ilustración: Puesta en página de la «Carta al señor


Guillermo de Torre», Martín Fierro (IV:42), p. 352.

101
Esta actitud está emparentada, naturalmente, con el desdén con que Villaurrutia ve en su men-
cionado artículo, el «entremés estridentista», para recordar sus palabras.
Vanguardias radicales y moderadas 187

En cuanto a la puesta en página, las ilustraciones de la publicación


argentina corresponden a dos obras de José Clemente Orozco (1883-1949),
«La Chole» y un fragmento del mural «Soldaderas»; así como a un dibujo
de un rostro con los ojos cerrados firmado por Diego Rivera (1886-1957).
Según la reflexión aquí propuesta, las imágenes no se vinculan con el texto,
en todo caso, lo niegan. Más allá de su formato original, corresponden al
repertorio del arte de los muralistas mexicanos, para entonces ya equiparados
en un contexto internacional con la estética del nacionalismo de la
postrevolución. Quizá por ello el texto de Cuesta cambie automáticamente
de signo, desde su mismo momento de publicación, y se pierda el argumento
central de la defensa del hispanismo como tradición para la poesía nacional,
a causa de la decisión editorial de situarlo visualmente dentro del contexto
mexicano, y conceptualmente como parte de las confrontadoras respuestas
al mencionado meridiano lírico. El artículo es el único texto escrito de la
segunda página del número. Quizás una dedicatoria destacada al centro
en un recuadro, que explica además la centralidad del tema: «Martín
Fierro saluda a Alfonso Reyes y, con motivo de su presencia en Buenos
Aires, dedica estas páginas a México», explique el espacio compartido por
la colaboración escrita y las ilustraciones. La presencia mayor de noticias
culturales de este país hace que podamos llamarlo «el número mexicano»
de Martín Fierro (de doce páginas totales del número, tres páginas y media,
las iniciales, se dedican a México).
Se debe tener presente que la fecha de la publicación argentina corres-
ponde a los años de la curiosidad generalizada sobre México, enfocada en
el proyecto cultural vasconcelista. Es decir, que, en el imaginario de Martín
Fierro, como en muchas otras publicaciones de época, lo mexicano de ma-
nera general tiene un peso específico, presente ya en otros números, a ratos
más icónico que de personalidades individualizadas: México es el proyecto
cultural posrevolucionario. Un artículo del número doble 10-11, firmado
por Serge Panine,102 «Acotaciones a un tema vital», marca la primera

102
Posible seudónimo de Sergio Pinedo, que alude al protagonista de la novela de fines del siglo
XIX de Georges Ohnet, en opinión de María Pía López, «Nacionalismo y vanguardia: el labo-
ratorio de Martín Fierro», en Hacia la vida intensa: una historia de la sensibilidad vitalista (nota al
pie 14).
188 Manual de espumas. Estudios, balances y relecturas de las vangardias en una dimensión transatlántica

referencia importante al proceso mexicano, del que ya aprovechamos un


fragmento como epígrafe: «Méjico, que en esto marcha a la cabeza, ha
podido llegar a plasmar en su movimiento inicial toda una labor patriótica
de verdadero mérito. Desde Vasconcelos a Rivera, literatura y pintura, una
pléyade de intelectuales se esfuerza por destacar -y lo consigue- los valores
imponderables que agitan el continente» (Panine, [1924] 1995: 68). El
tono epifánico acompaña los gestos característicos de la vanguardia: el
anuncio de la nueva era, proclama común de arielistas y ateneístas, que se
prolonga en las vanguardias: «Estamos en vísperas de un renacimiento, y
las corrientes intelectuales de América entrarán en Europa depurando el
ambiente musgoso de la vejez inhábil» (ibid., p. 68).
Regresando al «número mexicano», la primera página está conforma-
da por el «Retrato de la señorita Esperanza Crespo» de Abraham Ángel,
tres colaboraciones de Alfonso Reyes, así como una nota crítica sobre Pi-
randello. Después de dos poemas -uno romántico y uno modernista- del
autor regiomontano, «Charca de luz» y «Conflicto», aparece un texto en
prosa postmodernista, en el que hace una semblanza lírica brevísima de su
derrotero:

Yo salí de mi tierra, hará tantos años, para ir a servir a Dios. Desde que salí
de mi tierra me gustan los recuerdos.
En la última inundación, el río se llevó la mitad de nuestra huerta y las
caballerizas del fondo. Después se deshizo la casa y se dispersó la familia.
Después vino la revolución. Después, nos lo mataron… (Reyes, [1927]
1995: 351).103

Llama la atención el uso de un tono tan moderado para el recuento de los

103
Termina el fragmento: «Después, pasé el mar, a cuestas con mi fortuna, y con una estrella (la
mía) en este bolsillo del chaleco.
Un día, de mi tierra me cortaron los alimentos. Y acá, se desató la guerra de los cuatro años.
Derivando siempre hacia el Sur, he venido a dar aquí, entre vosotros.
Y hoy, entre el fragor de la vida, yendo y viniendo -a rastras con la mujer, el hijo, los libros-,
¿qué es esto que me punza y brota, y unas veces sale en alegrías sin causa y otras en cóleras tan
justas?
Yo me sé muy bien lo que es: que ya me apuntan, que van a nacerme en el corazón las primeras
espinas» (ibid., p. 351).
Vanguardias radicales y moderadas 189

cruentos hechos revolucionarios y sus graves consecuencias en la vida per-


sonal; tan alejado además del tono vanguardista y fervoroso de la llamada
novela de la revolución, por ejemplo, puesta en el centro del campo cultural
a partir de 1925. Reyes, seguramente consciente de su conservadurismo de
perspectiva y de formato, titula a su prosa «Romance viejo». Quizás asom-
bra más el tono por compartir la portada del número con el artículo crítico
de Lamberti Sorrentino, «Pirandello», en el cual la apuesta vanguardista es
absoluta, quedando de manifiesto otra vez las tensiones de moderados y
radicales como alas extremas de una misma publicación.104
De manera conclusiva, quiero insistir en que el artículo de Cuesta
es susceptible de ser leído, por una parte, desde las tensiones de época
locales (estridentistas enfrentados a Contemporáneos, proyecto cultural
de la Revolución opuesto a libertad y cosmopolitismo), latinoamericanas
(la inscripción cultural de México fuera de sus fronteras, dentro de la
región, arte comprometido frente a arte autónomo), hispanoamericanas (la
acreditación intelectual de los autores americanos a partir del reconocimiento
del orbe hispánico y no del español; hispanismo y antihispanismo; las redes
intelectuales rastreables en las tres revistas implicadas: Martín Fierro-Uli-
ses-La Gaceta Literaria) y universales (qué arte hacer después de las van-
guardias; modernidad versus vanguardia); pero que definitivamente, y más
a la distancia, no se presta a una lectura militante en el sentido en el que
lo presentan los editores de la revista en su momento, es decir, como otra
adhesión fraterna en clave mexicana a la postura martinfierrista sobre la po-
lémica «del meridiano intelectual» (en la que, como demuestra Rosa García
Gutiérrez, los Contemporáneos no solo no apoyaron a los argentinos, sino
que dieron la razón a los españoles). Es decir, que resulta más justo leerla
desde todas las otras perspectivas mencionadas, y no desde la antihispanista,
que es como lo presentan en su momento frente a la discusión en boga los
editores de Martín Fierro, promovida durante el tramo final de la publica-
ción porteña.

104
«Y [¿]cuál sería el sobresalto de toda crítica frente a la escasez de producción definitiva sino la
confesión y la prueba de que este actual es un movimiento crítico destructivo revolucionario
y por eso no creativo? Preparamos el advenimiento a alguna cosa que llegará mañana, que no
podemos prever, de la cual acaso estamos en vísperas, que está en la esperanza de todos, pero
que por ningún punto del infinito horizonte se anuncia» (ibid., p. 351).
190 Manual de espumas. Estudios, balances y relecturas de las vangardias en una dimensión transatlántica

Por otra parte, dentro de la trayectoria de Jorge Cuesta como intelec-


tual y poeta, habría que recordar que un año después, en 1928, publicará
su propia Antología de la poesía mexicana moderna, en la que vuelve sobre
el tópico de la carta al ubicar en el centro de la lírica nacional a su grupo.
El poeta veracruzano dirigirá también una revista Examen años después, en
1932, seria y rigurosa, considerada con acierto como la última publicación
periódica relevante del grupo (Sheridan, 2011). Su adhesión a la tradición
lírica española se vuelve visible en su obra máxima, Canto a un dios mineral
(1942), silva en treinta y siete estrofas. No por única ocasión, aunque quizá
sí en la que resulta más emblemática, Cuesta se pronuncia públicamente en
medio de la llamada «polémica de 1932» sobre lo que considera la falacia
antihispánica que propugnan los defensores de una literatura nacionalista
en México:105
«La vuelta a lo mexicano» no ha dejado de ser un viaje de ida, una protesta
contra la tradición; no ha dejado de ser una idea de Europa contra Europa,
un sentimiento antipatriótico. Sin embargo, se ofrece como nacionalismo,
aunque sólo [se] entiende como tal el empequeñecimiento de la nacio-
nalidad. Su sentir íntimo puede expresarse así: lo poseído vale porque se
posee, no porque vale fuera de su posesión; de tal manera que una miseria
mexicana no es menos estimable que cualquier riqueza extranjera; su valor
consiste en que es nuestra. Es la oportunidad para valer, de lo que tiene
cada quien, de lo que no vale nada. Es la oportunidad de la literatura mexi-
cana (Cuesta, 1932: 7).

Por último, y como se reconoce de manera generalizada, el contacto de los


Contemporáneos con sus pares argentinos está mediado de manera deter-
minante por la misión diplomática y cultural de Reyes. Martín Fierro es
elocuente en su tributo a este cuando registra en fotos y crónica en el que
resulta ser su último número, el concurrido homenaje a Reyes, a quien se
califica de «hombre nuevo anheloso de hallazgos» en la pizzería «La nuova
stella de Posillipo»:

105
Sobre la polémica, se puede consultar Guillermo Sheridan, México en 1932: la polémica nacio-
nalista (1999) e Ignacio Sánchez Prado, Naciones intelectuales: las fundaciones de la modernidad
literaria mexicana (2009).
Vanguardias radicales y moderadas 191

[…] desde acá advertimos con mirada fraternal la intensa transformación


que Méjico está soportando para hacerlo digno de realizar una parte del
porvenir del mundo. Es usted Alfonso Reyes uno de sus espíritus mejores.
Pero el trabajo a realizar no tendrá actitudes violentas; pues las grandes
obras no han sido hechas por los grandes esfuerzos sino por los grandes
hombres. Es usted poeta; y el poeta es el hombre de la palabra oportuna.
Todo poema debe producir la emoción de una esperanza cumplida y tener
la justedad de la aurora que llega a tiempo y estar sujeto a la armonía total
que rige el viaje silencioso de los astros.
Señor Alfonso Reyes, que en sus palabras se concrete la esperanza del mun-
do. Martín Fierro junto a su pampa de horizontes tardíos se quita el som-
brero y lo saluda (Paz, [1927] 1995: 376).

La idea que se desprende de este discurso de homenaje de Pablo Rojas Paz,


revela de manera ejemplar la coincidencia entre las opiniones del grupo
de los Contemporáneos y Martín Fierro: la convicción de que no será la
violencia la que marque de manera decisiva el papel de México en el mo-
mento y hacia el futuro, sino la cultura, con la poesía a la cabeza (como
marca el modelo literario intelectual en los años ’10 más que en los ’20).
Poesía mexicana representada paradigmáticamente por el para entonces
poeta mexicano por antonomasia, Alfonso Reyes. Claro está que no se trata
de un poeta de estridencia o violencia vanguardistas (como quedó probado
en los tres textos conservadores del número previo), sino de aquel autor de
eco romántico, modernista o postmodernista, de decir mesurado y tono
menor, anclado en la tradición, íntimo y recoleto, que en prosa o verso
produce la emoción de la esperanza cumplida, y cuenta con palabra de «la
justedad […] que llega a tiempo», sujeta «a la armonía total que rige el viaje
silencioso de los astros». Esa es al parecer la obra mexicana que prefiere
Martín Fierro: la de un poeta que con gracia y mordacidad dice en unos
versos de sus mismas páginas: «[…]para cubista, / ¡me sobran tantas curvas
[…]!» (Reyes, [1927] 1995: 351).
192 Manual de espumas. Estudios, balances y relecturas de las vangardias en una dimensión transatlántica

Obras citadas

Cittadini, Gabriela, (2014), «La dualidad Florida y Boedo: el papel del


intelectual en la revista Martín Fierro (1924-1927)», Gramma, Vol. 1, 3.
Instituto de Investigaciones de la Facultad de Filosofía, Letras y Estudios
Orientales, Universidad del Salvador.
Corral, Rose, (2001), «El grupo de Martín Fierro y los poetas de
Contemporáneos», Caravelle, No. 76«-77, diciembre, pp. 517-525.
Cuesta, Jorge, (1932), «La literatura y el nacionalismo», El Universal,
México, 22 de mayo de 1932, pp. 3 y 7.
––––– ([1927] 1995), «Carta al señor Guillermo de Torre», Revista Martín
Fierro (1924-1927). Edición facsimilar, Buenos Aires, Fondo Nacional
de las Artes, p. 352.
García Gutiérrez, Rosa, (1996), «Ulises vs. Martín Fierro (notas sobre el
hispanismo literario de los Contemporáneos)», Literatura Mexicana, 2,
pp. 407-444.
García Cedro, Gabriela y Susana Santos, (selección y estudios críticos),
(2009), Arte, revolución y decadencia. Revistas vanguardistas en América
Latina (1924-1931). Buenos Aires, Editorial de la Facultad de Filosofía
y Letras, Universidad de Buenos Aires.
García Heymes, Mateo, (2011), «Una vanguardia conservadora: la revista
Martín Fierro ante la emergencia de las industrias culturales (1924-
1927)», Letras Históricas, 4, enero-junio, pp. 75-93.
Guillermo de Torre, «Nuevos poetas mexicanos», La Gaceta Literaria, año
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Hadatty Mora, Yanna, «Regimes of the Avant-garde: Colonialists, Stri-
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Rupture (1920–1950)», A History of Mexican Literature, Cambridge,
Cambridge University Press, 2016, pp. 246-259.
Hitz, R. (2006). «Martín Fierro: uno de los lados de la vanguardia argen-
tina», IV Jornadas Nacionales de Investigación en Arte y Arquitectura en
Argentina, La Plata, 2006.
López, María Pía, (2015), Hacia la vida intensa: una historia de la sensibili-
dad vitalista, Buenos Aires, Eudeba.
Paz, Pablo Rojas, ([1924] 1995), «Homenaje a Alfonso Reyes», Revista
Martín Fierro (1924-1927). Edición facsimilar, Buenos Aires, Fondo
Vanguardias radicales y moderadas 193

Nacional de las Artes, p. 376.


Panine, Sergio, ([1924] 1995), «Acotaciones a un tema vital», Revista Mar-
tín Fierro (1924-1927). Edición facsimilar, Buenos Aires, Fondo Nacio-
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Sheridan, Guillermo. (1999) México en 1932: la polémica nacionalista. Mé-
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––––– (2011), Malas palabras. Jorge Cuesta y la revista Examen, México,
Siglo XXI.
194 Manual de espumas. Estudios, balances y relecturas de las vangardias en una dimensión transatlántica

Anexo

N u e vo s p o e ta s m e x i c a n o s

(Por Guillermo de Torre)

Los intelectuales de toda la América Española preparan estos días un


homenaje en honor de Salvador Díaz Mirón. El autor de Lascas, con sus
tres cuartos seculares de vida, es no sólo el superviviente más añoso de la
poesía mexicana, sino acaso también el decano de la poesía contemporánea
en lengua española. Díaz Mirón, en unión de Gutiérrez Nájera, señala en
la lírica de aquel país, la liquidación de la era romántica y el alba de una
nueva época, considerada como la «edad áurea» de la poesía mexicana, y
que se extiende de 1880 a 1910. Época en que reverberan los nombres de
Manuel José Othon, Luis G. Urbina, José Juan Tablada, Amado Nervo y
Enrique González Martínez. ¡Luminosa constelación del frondoso Parnaso
mexicano! Probablemente, ningún otro país ultramarino presenta en su
haber lírico una tan valiosa suma de poetas y de obras que han ido dejando
fructuosa estela epigónica. Analizar sus calidades y discernir sus influencias;
delimitar el área alcanzada por la obra de poetas subsiguientes, como el ma-
logrado Ramón López Velarde y como José Juan Tablada –especialmente
este último, con referencia a la cohorte de jaiyines juveniles o cultivadores
del haikai, brotados a su zaga, como Rafael Lozano, Rubén Romero, Carlos
Gutiérrez Cruz y Francisco Monterde García Icazbalceta– y trazar, en suma,
el itinerario completo de la evolución de la poesía mexicana moderna, es
una empresa difícil, pero tentadora, que en alguna otra ocasión trataré de
llevar a cabo.
Hoy, no. Hoy sólo pretendo, más modesta y simplemente, trazar algu-
nos rasgos sumarios que pudieran bosquejar el capítulo final del pretenso
ensayo; agrupar en un friso monovalente varias personalidades poéticas
homogéneas de la nueva generación mexicana. La jerarquización de valores
será indecisa, y la sistematización acaso deficiente, pero téngase en cuenta
que la escopeta de mi curiosidad aún no ha cobrado todas las piezas do-
cumentales necesarias. Que sólo poseo a mi alcance unos cuantos libros
Vanguardias radicales y moderadas 195

-traídos a mis manos por la amistad o el azar-, y que barajando sus páginas,
voy a intentar extraer de ellos algunos rasgos fisonómicos de sus jóvenes
autores, dejando para otra ocasión la delineación de sus perfiles completos.

***

Uno de estos nuevos poetas, Xavier Villaurrutia, desdoblado inciden-


talmente en crítico, y al dibujar una tabla histórica de los valores poéticos
de su país, nos ha anticipado ya algunos escorzos de varios poetas de la últi-
ma promoción, que integran -según su certera frase- «un grupo sin grupo».
¿Quiénes son estos afiliados sin contraseña y libres camaradas sin doctrina,
sin el guion, casi inconcebible, de un ismo funcional? Pues varios poetas
que, en un momento dado, cuando la elevación de Vasconcelos al Minis-
terio de Educación pública, supieron desdoblarse en hombres de acción,
cooperando a su lado muy eficazmente en la extraordinaria labor cultural
iniciada por aquel pensador y aportando iniciativas audaces y valiosas que
pronto se hicieron carne de decreto –traducida en ediciones populares y
gratuitas de los clásicos, en magníficos frisos murales de Diego Rivera, en
la creación de Academias de pintura al aire libre y en otras varias realidades
que, al tener ocasión de entreverlas, han inflamado nuestra admiración de
lentos y burocráticos europeos. Salvador Novo, Carlos Pellicer, Jaime Torres
Bodet, Enrique González Rojo, José Gorostiza, B. Ortiz de Montellano y el
mismo Xavier Villaurrutia formaban en aquella falange de poetas políticos.
Pero –felizmente– nada en su poesía transparenta esa dualidad. Su poe-
sía es pura, absolutamente poética, sin mezcla alguna de soflamas sociales.
Su poesía participa de los mismos caracteres que posee la de sus antecesores:
claridad, limpidez y un sostenido sentimentalismo de tono medio. Las in-
novaciones emprendidas por algunos de estos poetas radican únicamente en
la técnica, en la estructura verbal. Enfrontémonos ya con ellos, empezando
por la obra de uno de los poetas que más han avanzado –relativamente– en
esas exploraciones. Por la obra de Salvador Novo. Dibujado en una pose de
cigüeña -con los ojos oblicuos- por Roberto Montenegro, aquí al frente de
su primer libro Ensayos. Ensayos, en la vulgar y primaria –y no doctoral o
macaulayesca– acepción del término. Ensayos de prosa y verso. Ejercicios,
flexiones, saltos vivaces que delatan la musculatura ágil de un buen atleta
de mañana. Hoy por hoy, su destreza se evidencia mejor en el trapecio de la
196 Manual de espumas. Estudios, balances y relecturas de las vangardias en una dimensión transatlántica

prosa que en las argollas del verso. A prueba: esa donosa y bien humorada
caricatura de drama ibseniano –cinco minutos, diez páginas– que intitula
«Divorcio». Sus prosas, ligeras y burlonas, de oriundez periodística, tienen
una especial sonrisa. Léanse estas palabras de la Venus de Milo, puestas
en una serie de «Confesiones de pequeños filósofos»: «¿Que cómo, en fin,
tenía yo los brazos? Verá usted; yo vivía en una casa de dos piezas. En una
me vestía y en la otra me desnudaba. Y siempre ha habido curiosos en ver y
en suponer. Ahora usted me querrá ver los brazos. Entonces, ellos querían
verme lo que usted ve. Y yo, en ese momento, trataba de cerrar la ventana».
En sus poesías hay un juego de cabriolas análogas. Así, en un canto
burlesco al mar, que comienza:

Post natal total inmersión


para la ahijada de Colón,
con un tobillo en Patagonia
y un masajista en Nueva York.
(Su apendicitis
abrió el Canal de Panamá).

Novo siente, en ocasiones, el yanquismo, la sugestión maquinística. Y an-


tes que las influencias francesas, habituales en todo poeta transmarino, se
transparentan en sus versos, las de Norteamérica, como evidencian algunas
traducciones y glosas de Vachel Lindsay. (Observación pertinente a Novo
y extensiva a sus cofrades: a partir del istmo de Tehuantepec las ambiciosas
odas francesas se pierden y en las antenas literarias mexicanas se posan con
más facilidad las palabras de los «speakers» norteamericanos: Ezra Pound,
Sherwood Anderson, Vachel Lindsay…)
Carlos Pellicer, que prologa jovialmente los versos de Ensayos, presen-
ta una fisonomía pareja a la de Salvador Novo. Pellicer, que en su primer
poema, Piedra de sacrificio, prologado por Vasconcelos, pulsaba una lira
indígena de amplitud ambiciosamente continental, después, en sus nuevos
libros rotulados extrañamente, Seis, siete poemas, Hora treinta, entra en
las estancias nuevas del lirismo intrascendente -pero lírico. «Inicia -según
Villaurrutia- la renovación del arsenal de imágenes, lográndolas, precisas,
nuevas, dinámicas. Rompe la media sombra y afirma -dionisíaco- el goce
del color, su embriaguez y su culto». Juicios generosos que sufren, sin duda,
Vanguardias radicales y moderadas 197

cierta merma al confrontarlos con los poemas que los suscitan. Pellicer,
cierto es, ha sabido asimilarse felizmente a la técnica imagista del día. Como
evidencian algunas de sus estrofas:

Flota en el cielo acuo


espuma blanca de jabón.
La ciudad se seca los rostros
con deshilados de neblina
y abre los párpados de acero.

Pero no logra armonizar totalmente los elementos del poema. Hay certeros
hallazgos de visión, igualmente en una serie suya de «Poemas aéreos»: visión
aviónica de Río de Janeiro, con loopings verbales arriesgados.
Más extremado en la forma, absolutamente desdeñoso de todo canon
tradicional e imantado por los primeros fuegos de artificio del apollinai-
rismo –hasta el punto de que llega incluso a «apropiarse» alguno de sus
caligramas– es Luis Quintanilla, poeta joven, al margen del grupo aludido
(y más afín al de los pasajeros «estridentistas» de Maples Arce y List Arzubi-
de) y a quien, sin embargo, creo de justicia mencionar aquí brevemente.
Kin-Taniya -así, con esta grafía inocentemente deformadora de su apellido
se firma- es autor de dos libros, Avión y Radio: libros mosaicos y aperso-
nales, fieles reflejos de las influencias de la época: repertorios de motivos y
sugestiones prevalecedoras de 1918-1920. Ignoro las posibles y sucesivas
evoluciones de Quintanilla, pero desearía que al haber ido asimilando y
desprendiendo influencias, simultáneamente, de su rostro, éste haya acaba-
do por adquirir una expresión personal.

***

Y henos aquí en la ribera opuesta. En la derecha de la extrema izquier-


da –digámoslo así por emplear un juego de expresión, introducido por el
autor de Le secret professionnel. O, más bien, en el punto medio y en la
confluencia de las líneas que trazan la joven poesía mexicana. Aludo a la
poesía de Jaime Torres Bodet, merecedora, sin duda, de este emplazamiento
equidistante entre los extremos disímiles que señalan Novo o Quintanilla,
por un lado, y Villaurrutia o González Rojo, por el otro lado.
198 Manual de espumas. Estudios, balances y relecturas de las vangardias en una dimensión transatlántica

Adviértase al punto que Torres Bodet es, sin duda, el poeta más for-
mado de todos ellos. Prolonga sumisamente la línea de Amado Nervo,
González Martínez, Luis G. Urbina. No se inquieta, ni se encandila, ni se
estremece en la pesquisa de normas distintas. Como precisa sagazmente
Villaurrutia, «su pensamiento conciso, contenido, explica que no venga a
romper nuestra tradición poética; antes bien, a continuarla. La seguridad
de su acento, su conciencia artística, lo han afirmado personal trabajando
dentro de normas arquitectónicas y fuera de ellas».
Poesía lúcida, serena, de paisajes diáfanos y remansados interiores,
contenida en metros tradicionales. Poesía sin peso y sin relieve, de neta
oriundez simbolista. En ello cifra su encanto apacible, ya que no –al menos
para mí– su seducción. La poesía de Torres Bodet, como él mismo dice en
un poema liminar de sus libros, sólo aspira a tener «la fuerza de un pétalo
de rosa-capaz de sostener el perfume de un bosque». Torres Bodet es, entre
todos los jóvenes, el poeta de obra más copiosa. Cinco libros que van de
1923 –Nuevas canciones– a 1925 –Biombo– y de los que ahora precisa-
mente acaba de darnos un florilegio Espasa-Calpe, en un menudo volumen
rotulado sencillamente Poesías. De ellas, sin duda, las mejores son las que se
clavan epigráficamente en nuestros ojos con ligereza de haikais:

«Palmeras
Con plumeros de esmeralda
Querían limpiar de nubes
El cielo de la mañana».

«Araucaria
Leímos su nombre un día
En una novela. Debe
Oler a melancolía».

Jaiyin, en algunas páginas, como buen mexicano y filial «tabladista», se


nos muestra asimismo Xavier Villaurrutia en algunas páginas, de su re-
ciente bello libro, Reflejos. Sus imágenes son, empero, siempre primarias y
simples: no alcanzan el necesario desdoblamiento que requieren nuestros
ojos –ya muy habituados a las duples y múltiples traslaciones– para sentirse
Vanguardias radicales y moderadas 199

seducidos. Predomina en los versos de Villaurrutia, lo mismo que en los de


Torres Bodet, un tono íntimo, confidencial. Claroscuro de sensaciones y de
imágenes. De vez en cuando, la sonrisa, la ironía que reconoce y absuelve
sus limitaciones:

«Este polvo blanco


–de luna, ¡claro!–
nos vuelve románticos».

En las poesías de Enrique González Rojo –tanto en su balbuciente libro


El Puerto [sic] como en los versos mejor acordados y personales que nos
brindara últimamente en Espacio– se revela siempre un auténtico tempera-
mento de poeta que posee una heredada habilidad expresiva, muy cerca de
la maestría. Siendo, como todos los anteriores, eminentemente subjetivo,
González Rojo, sin embargo, se diferencia de ellos porque su sensibilidad,
muy aguzada, vertida sobre el mundo exterior, sabe captar delicadamente
finos matices del paisaje circundante. Así, con preferencia a ciertos poemas
arquitecturados -como «Tierra de México»- yo prefiero para su relectura
algunos vivaces diseños impresionistas del tipo siguiente:

Portero, tú no entiendes
la diferencia entre un palacio,
una puesta de sol en el Janículo
y un monte, un río, un árbol.
Te doy mis cinco liras
por ver el Vaticano.
Por el mar, el viento, la luz,
yo nada pago.

Con José Gorostiza –último de los incluidos en este friso provisional– volve-
mos a los poetas de intención musical antes que imaginista. «El sentimiento
rítmico, de musicalidad –como apunta su compañero Villaurrutia– se so-
brepone en él a las quebraduras inarmónicas. Siempre somete su expresión
a una música, menos de los oídos que del espíritu». La poesía de Gorostiza
–como dice Torres Bodet en un poema epilogal de Canciones para cantar
200 Manual de espumas. Estudios, balances y relecturas de las vangardias en una dimensión transatlántica

en las barcas– es una poesía del mar y del viento. Elementos primarios de la
Naturaleza que Gorostiza acierta a reflejar en ritmos líricos de suave ondu-
lación. Cierta dulcedumbre elegíaca y una nostalgia de amplitud marina,
son los mejores atributos de esta poesía cándida, de lineamientos diáfanos,
pero demasiado cristalizada ya en su pequeña perfección para no temer
por las escasas posibilidades cambiantes –que siempre debieran permanecer
abiertas, en compromiso de superación frente al tiempo– de un poeta joven.

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