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LAS GARANTÍAS

INDIVIDUALES
IGNACIO BURGOA O.
DOCTOR EN DERECHO Y MAESTRO EMÉRITO
DE L\ UNIVER-"iID,\D NACIONAL AlITÓNOMA DE MÉXICO

LAS GARANTÍAS
INDIVIDUALES
4 O" edici6n

EDITORIAL PORRÚA
AV. REPÚBLICA ARGENTINA 15
MÉXICO. 2008
Primera edición, 1944

Copyright e 2008 por


IGNACIO BURGOA
Belisario Domínguez :140, Coyoacán
México, DF

Esta edición y sus características son propiedad de la


EDITORIAL PORRÚA, SA de CV 2
Av. República Argentina 15 altos, col. Centro,
06020, México, D"~

Queda hecho el depósito que marca la ley

Derechos reservados

ISBN 970-07-7155-5

IMI'R~O EN MÉXICO
PRlNTEf) IN MEXICO
PALABRAS SOBRE LA TRIGÉSIMA NOVENA EDICIÓN

El Foro Nacional en su conjunto, toda la Academia Jurídica de México,


especialmente la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma
de México, sus seres queridos, muchos amigos y por qué no decirlo, este ama-
do país dio a Ignacio Burgoa Orihuela, mi señor padre y autor de este libro,
entre otros que todos conocemos, el postrer adiós la mañana del domingo
seis de noviembre de 2005.
Han transcurrido los meses dentro de un duelo multifacético que no pre-
tendo describir, hasta que llegó el día en que la nueva edición de esta obra
debía salir a la luz dando continuidad al afán permanente de su autor: man-
tenerla siempre vigente. Arrostré entonces como hijo obediente la responsa-
bilidad sublime de cumplir tal anhelo, máxime que este libro es uno de los
"hijos intelectuales" de Don Ignacio Burgoa Orihuela, y por ende es también
mi hermano.
El más sincero amor filial y un profundo respeto a la personalidad inmor-
tal de mi padre y maestro me llevan al convencimiento de que ni yo ni nadie
debe alterar ni un ápice el contenido y la estructura formal de ninguna de sus
obras que la posteridad recibe como un legado invaluable.
Tratando de cumplir con ambas premisas superiores e insoslayables, mi
modestísirna labor respecto a esta Trigésima Novena Edición ha consistido en
insertar las reformas y adiciones constitucionales que entraron en vigor des-
pués de la edición anterior, expresando los correspondientes comentarios
bajo mi más estricta responsabilidad, dejándolo indicado en el contexto de la
obra, a través de los señalamientos de impresión adecuados. De esta manera
el lector estudioso tendrá en sus manos un libro actualizado que cumpla con el
beneficio que tantas generaciones ha recibido.
Tales reformas y adiciones corresponden a los artículos 1°, 3", 14. 18,21,
22 Y26 constitucionales.
La memoria de Ignacio Burgoa Orihuela permanecerá brillando en el fir-
mamento de las ideas.
Ciudad de México, febrero de 2007.

IGNACIO BURGOA LLANO

VII
PREFACIO A LA SEGUNDA EDICIÓN

El conocimiento cotidiano del juicio de amparo a través de los múltiples y


muy diversos casos concretos en que se traduce su vida pragmática, suscita pa·
ralelamente variadas cuestiones que conciernen a las garantías individuales
(cuya denominación correcta debiera ser la de "garantías del gobernado").
por constituir ellas. según es bien sabido. la primordial materia de preser-
vación de nuestro medio de tutela constitucional. La experiencia jurídica que
en más de dos años y medio he adquirido como Juez Segundo de Distrito en
1 Materia Administrativa del Distrito Federal. cuyo cargo he venido desempe-
ñando desde el 7 de mayo de 1951, así como estudios de carácter teórico-es-

i
peculativo que sobre tópicos de Derecho Constitucional he realizado, implican
la fuente de las consideraciones que se contienen en esta segunda edición de
mi libro intitulado LAs GARANTIAs INDIVIDUALES, esperando que las ideas que
en ella se exponen sean acogidas por el Foro Nacional con la misma benevo-
lencia que ha dispensado a todas mis modestas y deficientes obras de investí-
gación jurfdica,
México, D. F., diciembre de 1953.

I IGNACIO BURGOA O.

PALABRAS PRELIMINARES SOBRE LA TERCERA EDICIÓN

Toda obra jurídica debe estar inexorablemente sometida a una constante


revisión. Su autor tiene la ineludible obligación intelectual de asumir una acti-
tud de redoblada vigilancia sobre la evolución y las transformaciones que, en
el devenir del tiempo, experimente la materia de derecho que constituya el
tema respecto del que haya emitido sus ideas, a efecto de renovarlas, actuali-
zarlas e, inclusive, rectificarlas.
Si entre las instituciones jurídicas y la realidad debe existir la mejor ade-
cuación posible para evitar que el Derecho se convierta en obsoleto y. por
ende, en inútil o hasta regresivo, la producción literaria sobre ellas debe tam-
bién observar un dinamismo periódico que impida que las obras jurfdicas sólo
conserven un valor histórico, sin proyección de actualidad.
Estas reflexiones siempre han estimulado y orientado mi modesta labor
autoral. Con base en ellas he procurado mejorar mis obras, al presentarse la
oportunidad de su re-edición. Vuelvo, pues, a someter mis Garantías Individua-
PREFACIO
2

les, a la sana crítica jurídica con motivo de esta nueva edición, en la que he trata-
do de superar las anteriores. Creo así cumplir el deber intelectual que he
mencionado, y para cuya observancia he escatimado, al arduo y absorbente
ejercicio profesional, los momentos deliciosos de la cátedra, del estudio y de la
meditación.
México, D. F., enero de. 1961.

IGNACIO BURGOA O.

ADVERTENCIA SOBRE LA CUARTA EDICIÓN

Siguiendo el propósito que ha animado a las ediciones anteriores, en la


que ahora sometemos a la opinión jurídica nacional hemos procurado actuali-
zar el presente libro mediante el tratamiento de las cuestiones que, en torno
al tema que comprende, se han suscitado por la jurisprudencia y la doctrina.
Además, considerando que nunca obra humana alguna es perfecta sino'
constantemente perfectible, hemos propendido en esta cuarta edición a mejo- '
rar y ampliar el examen de los tópicos que al contenido del presente estudio I
conciernen, siempre bajo la idea de su continua superación, estimulada por la
crítica constructiva y cuya formulación anticipadamente agradecemos.
México, D. F., diciembre de 1964.

IGNACIO BURGOA O.

PALABRAS DEL AUTOR SOBRE LA QUINTA EDICIÓN

Fieles a la tendencia anunciada con motivo de cada publicación de la pre-


sente obra, hemos procurado completarla y actualizarla en esta quinta edi-
ción. Todo autor tiene el ineludible deber de perfeccionar sus libros, de
corregirlos y superarlos mediante una minuciosa revisión de las conside-
raciones que informan el contenido de los variados temas que comprenden.
Ese deber es fruto del compromiso intelectual que contrae con los lectores y
estudiosos y nunca lo hemos eludido. Prueba de ello es que en esta edición in-
tentamos mejorar las anteriores, siempre acatando el 'principio que enseña
que toda obra humana es imperfecta aunque perfectible. Esperamos que así lo
juzgue la crítica benevolente y constructiva del lector.
México. D. F., noviembre de 1967.

IGNACIO BURGOA O.
PREFACIO
3

PALABRAS SOBRE LA SEXTA EDICIÓN

La constante vigilancia sobre los criterios que con cierta periodicidad sus-
tenta la Suprema Corte respecto de la temática y p~oblemática de las garan-
tías individuales y nuestra modesta pero contmua investigación en relación
con ellas, han originado que en esta sexta edición hayamos tenido la oportu-
nidad de complementar y de perfeccionar el contenido del presente libro: De
esta manera creemos cumplir con el imperativo intelectual que debe condicio-
nar la tarea .de todo autor de alguna obra jurídica que trate sobre instituciones
y conceptos que cotidianamente se aplican en la dinámica del derecho. Huelga
decir que esta sexta edición, como las anteriores, la sometemos gustosamente
a la sana crítica de los lectores, cuyos juicios constructivos siempre nos han
servido de aliento y de estímulo.
México, D. F., enero de 1970.

IGNACtO BURGOA O.

PALABRAS SOBRE LA SÉPTIMA EDICIÓN

La presente obra la hemos actualizado mediante la invocación y comenta-


rio sobre las tesis jurisprudenciales y ejecutorias de la Suprema Corte que con-
ciernen a diversas garantías y que se dietaron durante los años de 1970 y
1971. Además, no podríamos dejar de referirnos en esta edición al nuevo ar-
tículo 10 constitucional que atañe a la posesión y portaeión de armas, y cuyo
texto se publieó en el Diario Ofir-al de in Federación correspondiente al 22 de
octubre de 1971.
México, D. F., febrero de 1972.

IGNACIO BURGOA O.

PREFACIO A LA NOVENA EDICIÓN

Siguiendo la tendencia observada en lo que respecta a -la elaboraeión de


las ediciones anteriores de este libro, en la presente hemos procurado intro-
ducir a su contenido las innovaciones que hemos estimado más importantes.
Asimismo, actualizamos algunos temas como consecuencia ineludible de las
modificaciones que en materia de garantías individuales se han practicado a la
Constitución vigente. Por otra parte, considerando que una obra jurídica debe
contribuir al mejoramiento del derecho positivo en lo que a su temática y pro-
blemática concierne, en esta ocasión también sugerimos algunas reformas que
en nuestra opinión deben introducirse a ciertos preceptos constitucionales
que atañen a las garantías del gobernado.
4 PREFACfO

Por último, huelga decir que esta edición como las anteriores, la somete-
mos a la sana crítica del lector, del investigador y del estudioso, bajo la pro-
mesa de que enmendaremos los errores en que hayamos podido incurrir y
cuyo señalamiento agradeceremos cordialmente.
México, D. F., agosto de 1975.

IGNACIO BURGOA O.

NOTA PREVIA SOBRE LA DÉCIMA EDICIÓN

En esta edición hemos actualizado el presente libro mediante la aplicación


de las tesis jurisprudenciales y ejecutorias importantes que aparecen publica-
das en el Apéndice 1975 y en los Informes correspondientes a los años de 1975 y
1976, del Semanario Judicial de la Federación. Estimamos que esta actualiza-
ción contribuirá a incrementar la utilidad consultiva y de estudio de los dife-
rentes lemas que conforman el contexto de nuestra obra.
México, D. F., enero de 1977.

IGNACIO BURGOA O.

PREFACIO SOBRE LA DECIMOPRIMERA EDICIÓN

Es innecesario reiterar el deber que tiene todo autor, consistente en mejo-


rar permanentemente su obra. En la presente edición hemos tratado de cum-
plir ese deber mediante la ampliación de varios temas de carácter histórico
sobre la materia de "Garantías Individuales" y la actualización de las conside-
raciones que sobre ellos formulamos, al través de la invocación y del comenta-
rio de los últimos criterios jurisprudenciales y doctrinales. Abrigamos la
esperanza de que nuestro libro siga teniendo, para los estudiosos de tan im-
portante materia, la utilidad que benévolamente le han reconocido.
México, D. F., noviembre de 1977.

IGNACIO BURGOA O.

ADVERTENCIA SOBRE LA DECIMOSEGUNDA EDICIÓN

En esta edición hemos incluido un capítulo sobre un tema muy interesante


y debatido que se relaciona con el "derecho a In información", que es comple-
mentario del que estriba en la libertad de expresión del pensamiento previsto
en los artículos 6 y 7 constitucionales, habiendo actualizado nuestra obra, ade-
PREFACIO 5

más, con la invocación y el señalamiento de las tesis conducentes a su temática


publicadas en el Informe de 1978.
México, D. F., marzo de 1979.

IGNACIO BURGOA O.

PALABRAS SOBRE LA DECIMOTERCERA EDICIÓN

Dos han sido las reformas que en materia de garantías individuales se for-
mularon durante e! año de 1979, a saber: la que concierne a la elevación de la
autonomía uniuersuaria al rango constitucional y a la preservación de los menores.
Por ende, en la presente edición comentamos ambas brevemente para mante-
ner nuestro libro en permanente actualidad, señalando, por otra parte, las te-
sis jurisprudenciales y ejecutorias de la Segunda Sala de la Suprema Corte
aplicables a los temas respectivos y que se publican en el Informe de J979.
México, D. F., febrero de 1980.

IGNACIO BURGOA O.

PALABRAS PRELIMINARES RESPECTO


DE LA DECIMOCUARTA EDICIÓN

Durante el lapso comprendido entre la presente edición y la inmediata


anterior, el Congreso de la Unión adicionó la Ley Federal de! Trabajo con di-
versas disposiciones que regulan las relaciones laborales universilarías. Como uno
de los subternas de este libro concierne a la autonomía universitaria, hemos
asumido la obligación de aludir someramente a tales disposiciones, sin preten-
der estudiarlas a fondo por no corresponder este tópico al contenido de nues-
tra obra. Por otra parte, para dar mayor congruencia a la temática de la
misma, hemos colocado, en un capítulo final, el referente a las garantías socia-
les, royo tratamiento ampliamos con algunas breves consideraciones en tomo
a la idea de interés social. Con las ampliaciones a que acabamos de hacer refe-
rencia estimamos haber cumplido con el deber que tiene todo autor jurídico
de mantener siempre actualizados sus libros.
México, D. F., noviembre de 1980.

IGNACIO BURGOA O.

NOTA SOBRE LA DECIMOQUINTA EDICIÓN

Es lógico suponer que durante e! breve lapso entre la edición inmediata


anterior y la presente, no se registraron cambios importantes en la normación
PREFACIO
6

constitucional de las garantías individuales ni en la jurisprudencia respectiva.


La única reforma practicada en nuestra Constitución en relación a ellas, fue la
que suprimió la expresión "Consejo de Ministros" inserta en su artículo 29,
para sustituirla por la de "titulares de las Secretarias de Esta?o,. lo,~ departa-
mentos administrativos y la Procuraduría General de la Repubhca . Sm em-
bargo, hemos considerado ampliar los fundamentos doctrinales de algunos
ternas que en esta obra tratamos. para reforzar las consideraciones que a ellos
conciernen.
México, D. F., junio de 1981.

IGNACIO BURGOA O.

NOTA SOBRE LA DECIMOSEXTA EDICIÓN

Cumpliendo con el deber que tiene todo autor en el sentido de actualizar


sus obras, en la presente edición hemos introducido algunas ampliaciones res-
pecto de ciertos tópicos que abordamos en el presente libro y cuya incorpora-
ción a su texto hemos considerado pertinente no obstante el breve lapso que
media entre aquélla y la edición inmediata anterior.
México, D. F., marzo de 1982.

IGNACIO BURGOA O.

PALABRAS PREVIAS SOBRE LA DECIMOSÉPTIMA EDICIÓN

Por Decreto publicado en el Diario Oficial de la Federación corres-


pondiente al 3 de febrero de 1983 se introdujeron a la Constitución Federal
diversas adiciones y modificaciones, figurando entre ellas las que conciernen a
determinados textos normativos que se refieren a modalidades de las garan-
tias individuales o del gobernado. Por consiguiente, en esta edición aludire-
mos a tales adiciones y modificaciones; y como se estructuraron, como
preceptos nuevos, los articulas 25, 26 Y 28, en lo que atañe a la llamada "Rec-
toría Económica del Estado", agregamos un capitulo más a la presente obra que
lleva esta denominación. Huelga decir, por otra parte, que en esta ocasión in-
vocamos la tesis de la Suprema Corte que aparecen publicadas en el Informe de
I 982 Y que se relacionan con algunos tópicos que integran el contenido de
este libro.
México, D. F., junio de 1983.

IGNACIO' BURGOA O.
PREFACIO
7

NOTA SOBRE LA DECIMONOVENA EDICIÓN

Cumpliendo la obligación que todo autor asume, en esta ~dición hemos


seguido actualizando el presente libro conforme al Derecho POSItiVO,. a la doc-
trina y a la jurisprudencia. Además, exponemos y comentarnos el cnterio sus-
tentado por la Sala Administrativa de la Suprema Corte en relación al Derecho
a la Informaciim.
México, D. F., junio de 1985.

IGNACIO BURGOA O.

OBSERVACIÓN SOBRE LA VIGÉSIMA EDICIÓN

En esta oportunidad actualizamos el presente libro de conformidad con


los criterios de la Suprema Corte de Justicia de la Nación que se exponen en
el Apéndice de JurispnuInu:ia 1985, independientemente de abordar otros tópi-
cos jurídico-históricos con el afán de enriquecer el contenido de esta obra.
México, D. F., octubre de 1986.

IGNACIO BURGOA O.

PALABRAS SOBRE LA VIGÉSIMA PRIMERA EDICIÓN

Las disposiciones constitucionales que prevén las garantías individuales o


del gobernado suelen reformarse con relativa poca frecuencia. Por tanto, en la
presente edición nos referiremos a las modificaciones que se han introducido
a tales disposiciones durante el breve periodo que abarca la edición inmediata
anterior de este libro. Además, hemos estimado conveniente formular algunos
comentarios en torno a las garantías constitucionales en materia judicial penal
a que se refieren los artículos 18 y 19 de nuestra Ley Suprema.
México, D. F., mayo de 1988.

IGNACIO BURGOA O.

PREFACIO A LA VIGÉSIMA SEXTA EDICIÓN

Con fecha de agosto y septiembre de 1993, se publicaron en el Diario Ofi-


cial de la Federación reformas a diversos preceptos constitucionales vinculados
a las Garantías Individuales o del gobernado. Por consiguiente en esta edición
8 PREFAC10

nos referimos, aunque con someridad a tales reformas, ampliando y actuali-


zando con ello el presente libro.
México, D. F., abril de 1994.
IGNAGIO BURGOA O.

PALABRAS SOBRE LA VIGÉSIMA SÉPTIMA, VIGÉSIMA OCTAVA,


VIGÉSIMA NOVENA, TRIGÉSIMA, TRIGÉSIMA PRIMERA,
TRIGÉSIMA SEGUNDA Y TRIGÉSIMA TERCERA EDICIONES
En diciembre de 1994 se publicaron importantes reformas constitucionales
en el Diario Oficia! de la Federación. Entre ellas figuran las concernientes a su
artículo 21 estableciendo la impugnabilUúui jurisdiccionai de las decisiones del Mi-
nisterio Público de no ejercitar la acción penal y de desistirse de la misma. En la vigé-
sima séptima edición aludimos a dicha reforma, que también prescribe la
necesidad de normativizar la seguridad públua como función del Estado. Con
fecha 3 de julio de 1996 se adicionó el artículo 16 de la Constitución con un
párrafo para posibilitar jurídicamente la llamada "intervencián telefónica" como
medida para combatir la "delincuencia organiwda". En la Vigésima Octava y
Vigésima Novena ediciones aludimos a dicha adición, así como a las modifica-
ciones practicadas a los artículos 20, 21 Y22 constitucionales que se publicaron
en la última fecha indicada.
En la Trigésima Edición, formulamos algunas consideraciones sobre los
derechos humanos desde el punto de vista axiologico y dentológiJ;o tendientes a
precisar su naturaleza para distinguirlos de los derechos subjetivos generales
del gobernado.
Por lo que concierne a la Trigésima Primera Edición, Trigésima Segunda
y a la presente, nos referimos a las reformas que en 1999 y 2000 se practica-
ron a algunos preceptos constitucionales, tales como el 16, el 20, el 22, el 27 y
el 28, para mantener actualizada esta obra.
México, D. F., abril de 1995, agosLO de 1996, septiembre de 1997, agosto
de 1998, julio de 1999, mayo de 2000 y febrero de 200 J.
IGNACIO BURGOA O.

NOTA SOBRE LA TRIGÉSIMA CUARTA Y TRIGÉSIMA QUINTA


EDICIÓN
Mediante Decreto Congresional pubiicado el 14 de agosto de 2001 se adicio-
nó el artículo primero constitucional y se reformaron los artículos 2, 4 Y 18de
la Ley Fundamental, La referencia respectiva la hacemos en estas ediciones
para tener siempre actualizada la presente obra.
Cuidad de México, diciembre de 2001 y noviembre de 2002.
IGNACIO BURGOA O.
INTRODUCCIÓN

FUNDAMENTACIÓN FILOSÓFICA DE LAS GARANTÍAS


INDIVIDUALES

Sumario: l.-La persona humana. H.-La libertad humana. III.-El in-


dividuo, la Sociedad y el Derecho. IV.-Individualismo y Colectivismo.
V.-El Marx-leninismo. VI.-El bien común. VI l.-La Justicia Social.
VIIL-Conc1usión.

I. LA PERSONA HUMANA

Si analizamos sin ningún prejuicio ideológico los actos, las aspiraciones,


las inquietudes, las tendencias 'y, en general, la vida del hombre, podemos
observar claramente que todo ello gira alrededor de un solo fin, de un solo
propósito, tan constante como insaciable: superarse a sí mismo, obtener una
perenne satisfacción subjetiva que pueda brindarle la felicidad anhelada. Si
se toma en consideración esta teleología, inherente a la ·naturaleza huma-
na, se puede explicar y hasta justificar cualquier actividad del hombre,
quien, en cada caso concreto, pretende conseguirla mediante la realización
de los fines específicos que se ha propuesto y que se determinan, particular-
mente, de acuerdo con una vasta serie de causas concurrentes que sería pro-
lijo mencionar.
De esta guisa, podemos decir, sin salirnos de la normalidad, que los se-
res humanos, por más diversos que parezcan sus caracteres y sus tempera-
mentos, por más disímiles sus fines particulares, por más contrarias sus
actitudes, coinciden en un punto fundamental: en una genérica aspiración
de obtener su felicidad, que se traduce en una situación subjetiva consciente de
bienestar duradero, que no es otra cosa que una satisfacción íntima perma-
nente. Así, para el egoísta, la felicidad estribará en procurarse a sí mismo los
mayores beneficios posibles, aun en perjuicio de sus semejantes; para el al-
truista, para el filántropo, en cambio, la felicidad, que se revela, repetimos,
genérica y formalmente corno una satisfacción vital subjetiva de carácter du-
rable. consistirá en hacer el bien a sus congéneres, a su pueblo, a la sociedad
de que forma parte.
Con toda intención hemos señalado estos dos ejemplos, cuya materia la
constituyen precisamente dos tipos opuestos de individuos, para subrayar
la circunstancia indubitable y apodíctica de que todo hombre tiene un fin

9
10 LAS GARANTíAS INDMDUALES

supremo, al cual están subordinados, normalmente, todos los demás fines


concretos y sucesivos que se forje: conseguir su propia felicidad, apreciada
ésta en la forma ya anotada. Esta finalidad última del ser humano, esta
teleología genérica del individuo, se revela en cada caso concreto mediante
los propósitos privativos y particulares que cada quien conciba, y cuya pre-
tendida consecución determina los actos exteriores del sujeto, que en su
conjui.to constituyen el desenvolvimiento de l r personalidad humana.
Hemos dicho que todo hombre aspira a algo;' que todo ser humano con-
cibe determinados fines por realizar y que implican la manera de conseguir
su felicidad partieular; que normalmente es imposihle siquiera representarse
a un individuo que no tenga aspiraciones, propósitos y anhelos, hacia cuya
verificación encauza sus esfuerzos vitales, subjetivos y objetivos. Por con-
siguiente, debe colcgirse indubítablcmcntc que la teleología de la vida del
hombre normal es consubstancial a su propia índole y condición naturales.
En otras palabras, la vida humana misma es, en esencia, la propensión
de obtener la felicidad. Nadie actúa consciente y deliberadamente para ser
infeliz.' b" En la conducta inmanente y trascendente de todo hombre hay siem-
pre un "querer" o volición hacia la consecución de propósitos o fines que
denoten la felicidad, aunque ésta no se logre. De ahí que el vivir humano
tiene como causa determinante el deseo y como fin la realización de lo
deseado.
Recaséns Sic hes, citando a Ortega y Gasset, afirma que "la vida es in-
timidad con nosotros mismos", traduciéndose en "un hacer algo, determina-
do, positivo o negativo, un determinar qué :voy a hacer, por consiguiente,
en este sentido un hacer". Exponiendo el pensamiento del ilustre filósofo
español, concluye dicho autor que "la esencia del hacer, de todos los huma-
nos haccres, no está en los instrumentos corporales y psíquicos que intervie-
nen en la acción, sino en la decisión del sujeto. en Sil determinación, en un
puro querer previo al mismo mecanismo evolutivo";' t·
Para Santo Tomás de Aquino, la finalidad que toda persona debe per-
seguir estriba en la consecución riel bien, el cual es consubstancial a su na-
turaleza de ser racional. En otras palabras, parafraseando las ideas del
doctor Angélico, se puede afirmar que el objetivo vital del hombre estriba
en desenvolverse a sí mismo, en realizar su propia esencia y, por ende, e!1

1 Esta necesidad teleológica del hombre la expresa el ilustre jurisfilósofo alemán Rudol/
t'on Ihering en los siguientes términos: "Obrar y obrar por una finalidad son equivalentes;
una acción sin fin es un absurdo tal como un efecto sin causa". (El Fin en el Derecho,
Tomo 1, pág. 30).
1 bl,¡ Epicteto decía: "Libre {'S quien vive como desea; aquél que no puede ser coac-
cionado, impedido, violentado. .. ¿ acaso alguien quisiera vivir jamás sufriendo, temiendo,
suplicando, envidiando, deseando sin lograr satisfacciones, aspirando y cayendo? Nadie."
{Disertaciones, IV, t y 4~5. En El Pensamiento ÁlUiguo de Rodolfo Mondo1fo, pág. 195,
dr:l Tomo 11.)
1 {, Filoseiía del Derecho, P.$S, 70·71.
FUNDAMENTACION FILOSÓFICA DE LAS GARANTÍAS INDMOUALES II

actuar contarme a la razón; de ahí, la máxima del ilustre aquinatense que


prescribe "Obra de acuerdo con los dictados de Su naturaleza racional".
Sin embargo, independientemente de cuál sea el desiderátum deontoló-
gico del hombre, tema que corresponde a la axiologia, lo cierto es que, se-
gún aseveramos con antelación, el individuo humano propende hacia la
felicidad, revelada ésta formalmente como una situación subjetiva de sa-
tisfacción permanente originada por una serie de actos múltiples concate-
nados entre sí hacia el logro de un propósito vital fundamental. El contenido
de la mencionada situación subjetiva depende de diversos factores de índole
variada y de .caracteres eminentemente personales, los cuales están predeter-
minados, a su vez, por la acción que sobre el hombre ejerce el medio am-
biental social en que se desenvuelve, por lo cual éste es el que legitima el
aludido estado de satisfacción cuando su substratum no pugna con las ideas
morales, políticas y jurídicas socialmente sustentadas en una época y en un
lugar históricamente dados. Por ende, para que una determinada "felicidad"
individual sea socialmente permisible y consiguientemente, no susceptible
de impedición u obstrucción, debe incidir en un ámbito de normalidad
humana que autorice al sujeto a perseguir una finalidad que no sea exótica
a las dimensiones morales de la sociedad en que la persona se desarrolla.
Ahora bien, hemos aseverado que cada ser humano se forja fines o idea-
les particulares, que determinan subjetivamente su conducta moral o ética
y dirigen objetivamente su actividad social. Pues bien, en la generalidad
de los casos, el hombre hace figurar como contenido de su teleologia privada
la pretensa realización personal y objetiva de valores, esto es, cada sujeto,
en la esfera de su actividad individual interior y exterior, procura obtener
la cristalización en su persona de determinado valor, en el amplio y filosó-
fico sentido de este concepto.
Así, verbigracia, habrá individuos a quienes seduzca notable y relevante-
mente el valor belleza, cuya ansiada consecución engendraría su respectiva
conducta; existirán otros' a quienes les preocupe realizar el valor justicia,
y, por último, para no ser prolijos en la ejemplificación, no faltarán sujetos
cuya teleología consista en procurar la realización concreta de valores de
menor jerarquía y aun de valores negativos.
De todo y por todo lo expuesto, creemos haber demostrado otro supuesto
que, como el contenido en párrafos que anteceden, es inseparable de la
naturaleza humana, enunciándolo de la siguiente manera: al integrar su
propia finalidad vital, el hombre pretende realizar valores, independiente-
mente de que sean positivos o negativos.'

:! Al formular estas aserciones, hemos prescindido deliberadamente de toda considera-


ción do tipo ideológico para concebir, en cuanto a su contenido, la finalidad natural del
hombre. Dicho de otra manera) no pretendemos adscribir a esta finalidad ningún Mlh~tra.
tum eidético especifico, o lea, es ajena a nuestra intención toda cuestión que se re-lacione
con la jwtiflCaci6Jl o lctgitimaciQn reli..q~ moral o social de los fines a que la conducta
12 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

La circunstancia de que todo ser humano tenga o deba tener una "tcleo-
logía axiológica, e! hecho de que e! sujeto encauce su actividad externa e
interna hacia la obtención concreta de un valor o hacia su realización par-
ticular, ha provocado la consideración de la personalidad humana en su
sentido filosófico, esto es, ha suscitado la concepción del hombre como persona.
En efecto, se ha dicho que e! hombre es persona en cuanto que tiende
a conseguir un valor, a objetivarlo en actos y sucesos concretos e individua-
les, por 10 que de esta guisa, e! concepto de personalidad resulta de la re-
lación entre el hombre como ser real y biológico y su propia releología
axiológica, esto es, de! vínculo finalista que el ser humano, como tal, en-
table con el reino o esfera valoratíva o, como diría e! doctor Recaséns
Siches, "el criterio para determinar la personalidad es e! constituir una
instancia individual de valores, el ser la persona misma una concreta es-
tructura de valor", agregando: "El hombre es algo real, participante de
las leyes de la realidad; pero al mismo tiempo es distinto de todos los de-
más seres reales, pues tiene una conexión metafísica con el mundo de los
valores, está en comunicación con su idealidad."
Como 10 hace notar el mismo autor, "en Kant el concepto de persona
surge a la luz de una idea ética. Esto es, la persona se define no atendiendo
sólo a la especial dimensión de su ser (v. gr., la racionalidad, la individua-
lidad, la identidad, etc.), sino descubriendo en ella la proyección de otro
mundo distinto al de la realidad, subrayando que persona es aquel ente
que tiene un fin propio que cumplir por propia determinaewn, aquel que
tiene su fin en sí mismo y que cabalmente por eso, posee dignidad, a di-
ferencia de todos los demás, de las cosas, que tienen su fin fuera de sí, que
sirven como mero medio a fines ajenos y que, por tanto, tienen precio"."
Comentando e! pensamiento de [aoques Maritain, Recaséns Siches aña-
de: "Cuando decimos que e! hombre es persona, con esto significamos que
no es solamente un pedazo de material, un elemento individual en la na-
turaleza, como un átomo, una espiga de trigo, una mosca o un elefante.
Cierto que el hombre es un animal y un individuo; pero no como los de-
más. El hombre es un individuo que se caracteríza por la inteligencia y la
voluntad. No existe sólo de un modo biológico, antes bien, hay en él una
existencia más rica y más elevada; superexiste igualmente en conocimiento
y en amor."·

humana debe estar vinculada, ya que simplemente hemos reputado a la felicidad del
hombre como un objeto vital desde el estricto punto de vista formal, r-sto cs. como un
continente susceptible: de colmarse por variados contenidos.
11 Filolofl:a del 1Jnulw. págs. '103 y 209,
• Panorama del Pensamiento Jurídico t!'n et Siglo XX. Tomo H, pág-. lttl. Ed. 1963.
FUNDAMENTACIÓN FILOSÓFICA DE LAS GARANTiAs INDlVIDUALES 13

II. LA LffiERTAD HUMANA

Una de las condiciones indispensables, sine qua non, para que el individuo
realice sus propios fines, desenvolviendo su personalidad y propendiendo a
lograr su felicidad, es precisamente la libertad, concebida no solamente como
una mera potestad psicológica de elegir propósitos determinados y escogitar
los medios subjetivos de ejecución de los mismos, sino como una actuación
externa sin limitaciones o restricciones que hagan imposible o impracticable
los conductos necesarios para la actualización de la teleología humana. La
existencia sine quu non de la libertad, como elemento esencial dé! desarrollo
dc la propia individualidad, encuentra su sustrato evidente en la misma na-
turaleza de la personalidad humana.' nr Efectivamente, hemos hecho hincapié
en la circunstancia de que la persona tiende siempre a realizar su propia
finalidad, que por lo general se traduce en el anhelo de operar valores sub-
jetiva u objetivamente, según el caso. Ahora bien, la calidad y cualidad de
los fines particulares deben estar de acuerdo con la idiosincrasia y el tem-
peramento específicos del que los. concibe. Por ende, los fines o propósitos
deben ser forjados por la propia persona interesada, pues sería un contra-
sentido que le fueran impuestos, ya que ello implicaría no sólo un valladar
insuperable para el desenvolvimiento de la individualidad humana, sino
que constituiria la negación misma de la personalidad, porque la noción de
ésta "implica la de totalidad y la de independencia".'
Los anteriores asertos se robustecen con la estimación kantiana acerca
de la personalidad, en la que se la aprecia como un auto-fin humano, esto
es, que el hombre constituye un fin de sí mismo y no un mero medio para
realizar otros propósitos, que se suponen impuestos. Si el hombre, si la per-
sona human" estuvieran constreñidos a realizar ciertos fines determinados
de antemano sin intervención de su libre albedrío, se destruiria entonces la
personalidad, ya que en tal hipótesis, el sujeto sería empicado como un mero
medio de verificación de los propósitos materia de la aludida pre-determina-
ción, no constituyendo, por ende, un fin en sí mismo (auto-fin), en que
estriba su propia evolución. Sobre el particular, Juan Manuel Terán Mata,
en un interesante estudio sobre los valores jurídicos, se expresa así: "En su
valor positivo existiría la libertad en cuanto no se tenga un medio como
puro fin, porque en este caso, la conducta o el acontecer libre se encadena,
ya que lo condicionado, medio, se hace condicionante y a priori desaparece
la posibilidad de elegir fines que sólo se dan para el su¡eto en cuanto no se
subordina a un motivo limitado, a lo que debe ser medio, sino que aspira
4 bis Libertas est naturalis facultas eius, quod cuique lacere libet, nisi si quid vi, aut
jure proñibetur, (La libertad es una facultad natural de hacer aquello que a cada uno le
agrada, si no le está prohibido por alguna ley o lo impida la violencia.} (FLORENTINO,
Digesto, Libro l. Título Quinto y número 4.)
e O p. Cit.} la misma página.
14 LAS GARANTÍAS INDnnOUALES

a un infinito fin que es la idea de su propia personalidad. En consecuencia,


lo estimable de la libertad estriba en el orden de los medios y los fines, esto
es, de la voluntad misma. Pero cuando una voluntad déterminada obliga a
la persona exclusivamente a un objeto limitado, por dulces que los lazos
sean, el sujeto del querer está en tránsito de no ser persona, de no ser libre,
ya sea que la elecci6n de fines le está vedada al convertirse en mera cosa
condicionada en esclavitud."
De todo Jo asentado con anterioridad se desprende que la libertad de
elecci6n de fines vitales es una mera consecuencia no s610 l6gica y natural
del concepto de la personalidad humana, sino un factor necesario e impres-
cindible de su desenvolvimiento. Por eso Kant ha dicho: "personalidad es
libertad e independencia del mecanismo de toda naturaleza"," y Fichte se
ha expresado: "mí ser es mi querer, es mi libertad; s610 en mi determina-
ci6n moral soy dado a mí mismo como determinado".
Por otra parte, la escogitaci6n de medios o conductos para realizar di-
chos fmes debe obedecer al juego del libre albedrío del hombre, en cuya
práctica consiste la conducta humana, tanto interna (moral) como externa
(social). Se dice, entonces, que en este sentido la persona es "autónoma",
puesto que tanto desde el punto de vista subjetivo, en sus meras relaciones
morales, como desde el punto de vista objetivo, en la formulación de sus
propias normas que regulen su' actividad externa dirigida a la cristalizaci6n
de sus fines, su condueta respectiva siempre es normada por disposiciones,
reglas o ideas que ella misma se crea o forja, o, como diría el doctor Reca-
séns Siches, "la vida que tiene que hacerse, tiene que hacérsela el yo <¡ ue
cada uno de nosotros es; y su estructura es futurición, es decir, en cada mo-
mento lo que se va a hacer en el momento siguiente, es libertad. Pero una
libertad no abstracta, como absoluta e ilimitada indeterminación, sino li-
bertad encajada en una circunstancia, entre cuyas posibilidades concretas
tiene que optar",' agregando: "Por esencia, el hombre es independiente
y no siervo:' 8
La libertad social o externa del hombre, es decir, aquella que trasciende
de su objetividad, aquella que no solamente consiste en un proceder moral
o interno, se revela, pues, en una facultad autónoma de elección de Jos me-
dios más idóneos para la realización de la teleologia humana, o, como dice
Jorge Xijra Heras: "En último término, la libertad no es otra cosa que la
facultad de elección frente a un número limitado de posibilidades."· Esta

8 Crítica de la razón práctica~ pág. 105.


T Filosofía del Derecho, pág. 212.
~ Panorama del Pensamiento Jurídico en el Siglo XX. Tomo 11, pág. 833. Desde el
punto de vista ético, Séneca estimaba que "Libertad es colocar el alma por encima de las
injurias, y lograr transformarse a sí. mismo de tal manera, que sea posible extraer única-
mente de sí mismo las propias satisfacciones" (Cfr. El Pensamiento Antiguo, Tomo 11,
pág. 189, de ROOOLFO MONDOLFO).
11 CUTSO de Derecho Constitucional. Tomo 1, pág. 334.
FUNDAMENTACIÓN FILOSÓFICA DE LAS GARANTÍAS INDMDUALES 15

libertad existe, subsiste y es concebida como un elemento o condición sine qua


non de la actividad del hombre, tendiente a desenvolver su propia, persona-
lidad, como un factor inherente e inseparable de su naturaleza, por las razones
ya expuestas.
Esta libertad social o externa, conceptuada como una facultad genérica
de selección de medios o de escogitación de fines, en los casos o hipótesis en
que éstos sean objetivos y no simples exigencias éticas, se manifiesta cir-
cunstancialmente en diversas facultades o posibilidades de actuación espe-
ciales y tiene como supuestos irreductibles otros elementos de que ya habla-
remos.

Dichas posibilidades o libertades específicas, como las llamaremos, que en


su conjunto constituyen, repetimos, el medio general de realización de la teleo-
logía humana son, verbigracia, la libertad de trabajo, de comercio, de prensa,
etc., contenidas a título de derechos púbhcos individuales en la mayor parte
de los ordenamientos jurídicos de los .países civilizados y que, dentro de nues-
tra Constitución, encontramos en los artículos 5, 7 y 28, bajo el nombre de
garantías indiniduales.
En cuanto a los elementos o condiciones extrínsecas que mencionamos an-
teriormente necesarios para el desarrollo de la supradicha libertad social, son
aquellos sin los cuales ésta sería impracticable, o, al menos, muy difícil de des-
plegar. Así, verbigracia, tenemos ante todo los factores de igualdad y propie-
dad, que también están estatuidos en nuestra Ley Fundamental a título de
garantías individuales (arts. 1, 13, 29, Y en general a través de todos los pre-
ceptos que integran el capítulo respectivo, por lo que concierne a la igualdad,
por ser ésta un elemento de esencia de toda disposición legislativa, y 14,116 Y
27, por lo que atañe a la propiedad, aunque los dos últimos citados más bien
se refieren a la seguridad), y que son los supuestos lógicos índispensablee para
que exista una efectiva libertad con sus supradichas derivaciones específicas.
En efecto, por lo que toca a la igualdad) ésta es absolutamente necesaria
para que se opere una auténtica libertad social humana, puesto que de no exis-
tir, esto es, en la hipótesis de que el individuo no se encuentre en un rango o
situación equivalentes a los de sus semejantes, la actividad del que esté coloca-
do en un estado desventajoso desde todos los puntos de vista con los demás,
estaría coaccionada precisamente por todas aquellas circunstancias que compo-
nen la .posición favorable o desfavorable, según el lado desde el cual se haga
la consideración.: I '
En cuanto a la propiedad, y específicamente la privada, como condición
extrínseca del ejercicio de la libertad, también es un ~lemento o factor indis-
pensable para tal efecto, puesto que faculta a su titular para disfrutar de todo
aquello que le proporcione un medio material o inmaterial para realizar sus
fines mediatos o inmediatos, concomitantes e inherentes a la naturaleza huma-
na. Si no existiera la propiedad privada, si en l.Jn régimen estatal imperara sólo
un tipo de propiedad colectiva, cuyo titular fuese el Estado o el pueblo, se
destruiría el concepto de la personalidad humana, tal como 10 expusimos con
antelación, puesto que en esa hipótesis, al individuo s610 se reputaría como
un mero instrumento de trabajo para servir a una entidad distinta de él en la
detentación de "los objetos de propiedad, y, por ende, se le colocaría en la ca-
tegoría de simple, medio .al servicio de fines que le son impuestos nada menos
que por el propietario colectivo o social. Cuando el individuo se ve despojado
16 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

de su propiedad particular, cuando se excluye absolutamente la idea de que


pueda gozar de la pertenencia privativa de determinado bien, su actividad
económica desplegada en relación al objeto, materia de la propiedad, se realiza
ante algo que corresponde a una estructura social que está sobre él, la que por
consiguiente, lo emplea como un mero medio de obtención de fines que ella
misma forja, 10 cual implica, evidentemente, una negación de Ia libertad del
hombre, cuando menos en su aspecto económico. El individuo, ya Jo dijimos,
desempeña su conducta para lograr un objetivo que él mismo ha seleccionado
y, dentro de la esfera económica, la ejecuta para procurarse un bienestar co-
rrelativo. Cuando se le condena a no ser titular de ningún bien, sino que se le
constriñe a actuar en objetos que corresponden a la colectividad, su actuaci6n
deja de ser libre, desde el momento en que no sólo es un servidor de los fines
de ésta, sino un trabajador de los bienes que ella tiene como medios. Para co-
rroborar estas afirmaciones, no pretendemos referirnos a varias realidades socia-
les en las que el individuo no pasa de ser un mero instrumento, no ya digamos
de la colectividad o del pueblo, sino de aquellos audaces que se dicen sus ge-
nuinos representantes y paladines, abstenci6n que adoptamos con la convicción
de que aquéllas son bien conocidas. Tampoco pretendemos, al constatar que
la existencia de la propiedad privada es una de las condiciones extrínsecas del
ejercicio de la verdadera y completa libertad humana, colocarnos en una pos-
tura individualista, pues estimamos que ésta, como extremo contrario a aquella
que criticamos; es también falsa y absurda, por muchas causas que no son del
caso anotar, ya que nosotros en muchas ocasiones, y ésta es una de ellas, a
menudo nos remitimos al célebre aforismo aristotélico que establece que la ver-
dad está en el justo medio, en la armonía ecléctica. Si aludimos al régimen de
propiedad colectiva y lo desechamos cuando se pretende que sea el único que
exista en el Estado, con exclusión de cualquier otro, ello obedeció a que pro-
curamos reafirmar más nuestra idea en el sentido de que el hombre, para ser
o querer ser libre, económicamente al menos, debe disponer de algo que le sea
propio y que lo destine a la consecución de sus fines particulares y siempre que
éstos no sean incompatibles con el interés social o no lo lesionen.
Creemos pertinente enfatizar 1a idea de que, al considerar a la propiedad
privada como elemento necesario para el ejercicio de la libertad, no nos referi-
rnos al concepto estrictamente individualista de "propiedad", ni por ende, al
que ésta asumía en el Derecho Romano, según el cual su titular podía usar,
disfrutar y abusar de la cosa. La propiedad particular-- en este sentido, seria
siempre la causa que provocarla la prevalencia del interés individual del pro-
pietario sobre el interés colectivo, lo que es inadmisible. Dicho tipo de propie-
dad, para poder subsistir dentro de un orden socio-económico legítimamente,
debe implicar una funci6n social, es decir, ser susceptible de afectarse o, in-
clusive, de suprimirse en cada caso concreto, si constituye un obstáculo para el
bienestar de la sociedad, un impedimento para la satisfacción de las necesida-
des públicas o un elemento de damnificación colectiva.

En resumen, fácilmente se comprende, de lo que llevamos expuesto, la


.relación inextricable de identidad entre el concepto de hombre y de persona
y entre éste y el de libertad. Si el hombre es un ser esencialmente volitivo
y si su voluntad se enfoca invariable y absolutamente hacia la obtención
de su felicidad, es evidente que constituye, como lo concibe Kant, un ente
antoteleológico (persona). Por consiguiente, en función de la auto-teleolo-
FUNDAMENTACIÓN FILOSÓFICA DE LAS GARANTiA's INDIVIDUALES 17

gia, el hombre es naturalmente libre para concebir sus propios fines vitales
y para seleccionar y poner en práctica los medios tendientes a su realiza-
ción. De ahí que, filosóficamente, la libertad sea un atributo consubstan-
cial de la naturaleza humana, es decir, que el hombre, en su íntima esen-
cia, es libre por necesidad ineludible de su personalidad, o sea de su auto-
teleología, como elemento substancial de su ser.

111. EL INDMDUO, LA SOCIEDAD Y El. nERECHO

Expusimos que el ser humano es quien crea sus -propias normas que se
resuelven en juicios lógicos, para poner en juego los medios tendientes a la
cristalización de los fines que se proponga, por lo que se dice que la liber-
tad humana, en los términos genéricos en que la hemos concebido, esto es,
como facultad o posibilidad de forjación de fines y de cscogitación de los
medios idóneos respectivos, subjetivos y objetivos, es eminentemente autó-
noma, puesto que ella misma Crea sus propias reglas. Este es, pues, el pa-
norama que se nos presenta a la observación aislada y singular de la persona.
Sin embargo, el hombre es un ser esencialmente sociable, o, como dijera
Aristóteles, un zoon politikon, pues es imposible forjar siquiera su existencia
fuera de la convivencia con sus semejantes. La vida social del ser humano
es siempre un constante contacto con los demás individuos miembros de la
sociedad, equivaliendo, por tanto, a relaciones de diversa índole, sucesivas
y de reaparición interminable." Ahora bien, para que la vida en común
sea posible y pueda desarrollarse por un sendero de orden, para evitar el
caos en la sociedad, es indispensable que exista una regulación que encauce
y dirija esa vida en común, que nOnTIC las relaciones humanas sociales; en
una palabra, es menester que exista un Derecho, concebido formalmente

10 Refiriéndose a. las ideas .de Jacques Maritain, Recaséns Siches asevera: "La per-
sona es un todo, pero no un todo cerrado, antes bien, un todo abierto. Por naturaleza
la persona tiende a la vida social y a la comunicación. Es aSÍ, no s610 a causa de las..
necesidades y de las indigencias de la naturaleza humana, por raz6n de las cuales cada
uno tiene necesidad de los otros para su vida material, intelectual y moral; sino que es
así, también por razón de la generosidad radical inscrita en el ser mismo de la persona;
a causa de ese hallarse abierto a las comunicaciones .de la inteligencia y del amor, rasgos
propios del espíritu y que le exige entrar en (elación con otras personas. En términos
absolutos, podemos decir que la personalidad no puede estar sola. Así pues, la sociedad
se forma como algo exigido por la naturaleza, precisamente por la naturaleza humana,
como una obra realizada por un trabajo de la razón y de la voluntad, y libremente
concebida." Panorama del Pensamiento [urídíco en ..:1 Siglo XX. Tomo 11, pig. 833.
Edici6n 1963. Estas ideas siempre han predominado en el pensamiento sociol6gico y filosó·
Iico de todos los tiempos. pues independientemente de la concepción aristotélica del
hombre como zoon politikon J Marco AU'lelio afinnaba que "Los hombres han nacido los
unos para los otros", y modernamente lhering sostiene que "La naturaleza misma ha seña.
lado al ser humano el camino que debe tomar para ganar a otros para sus fines: es la
asociaci6n del propio fin con el interés ajeno" (Cfr. respectivamente El Pensamiento Anti.
euo, Tomo 11, pág. 205, y Op. cit .. Tomo 1, pig. 47).
18 LAS GARANrlAS INDIVIDUALES

cerno un conjunto de normas de vinculación buaterar, Imperativas) obligato-


rias y coercitivas.'? bis No carece de validez y verdad universal el proverbio
sociológico que dice: ubi homines societas; ubi societas, jus~ pues el Derecho
es inseparable de toda convivencia humana, que sin él sería imposible." el
Pues bien, debiendo tener necesariamente toda sociedad humana un or-
den jurídico que haga posible la vida en común y de la comunidad misma,
y cuyas disposiciones cstén colocadas sobre la voluntad de los miembros de
sociedad, de tal manera que se imponga a éstos como normas de conducta
en las relaciones sociales, ¿cómo se hace compatible esta circunstancia .con
la libertad de la personalidad del hombre? En otras palabras: frente a la
autonomía de la persona, ¿cómo operan la heteronomía y la imperatividad
del Derecho? Éste, en su sentido objetivo, como conjunto de normas legales
o consuetudinarias, impuestas heterónomarnente a la sociedad y a sus miern-
bros, inviolables (en la acepción quc Stammler da a este concepto), debe
necesariamente respetar la esfera de actividad del sujeto que concierne a
su libertad, en los términos ya apuntados. Puede el orden jurídico muy bien
limitar o restringir ese radio de acción del hombre en interés de los demás,
del Estado o de la sociedad; pero nunca imposibilitar el ejercicio de esa
facultad inherente a la personalidad humana: escogitación de fines vitales
y de medios para realizarlos.
En relación con esta cuestión, se nos presenta nuevamente la oportuni-
dad de citar los conceptos de Terán Mata acerca de la lihertad: " ... se
injuria notoriamente la libertad cuando la organización jurídica sanciona
deberes o facultades según las cuales es válido que los homhres sirvan como
medios o cosas ? otros hombres y nada más como medios en la cooperación
social, pues sólo se es libre cuando antes que todo en las normas se es tra-
tado como fin. Es decir, cuando la constitución juridica de la personalidad
no subordina de antemano unos hombres a los fines de otros exclusivamente.
Así. la libertad jurídica es la adecuación de los medios jurídicos a los fines
jurídicos"."

1(1 ti.,. Así, dentro de su concepción estatista del Derecho, lhering afinna que "La

coacción aplicada por el Estado en la ejecución constituye el criterio absoluto del derecho,
una norma jurídica sin coacción jurídica es una contradicción en sí, un fuego que no
arde, una luz que no ilumina" (Op. cít., Tomo 1, pág. 239).
10,' Prescindimos, para 11l~ efectos del tema que tratamos, de la cuestión tan intere-
sante cuanto comrovcrtida acerca de la existencia de un "derecho natural". Este tópico
pertenece al ámbito de la Pilosoña Jurídica, en la que destacan la.. ideas jusnaturalistas
de Santo Tomás de Aquino y Francisco Suáre.z. El primero afirma que "Toda Iey de
procedencia humana sólo es verdadera ley, en cuanto se deriva de la ley natural; y
no lo será sino más bien corrupción de la ley, si no es juvta o conforme con la razón
natural, cuya primera regla es la ley natural." Por su parte, Suárez sostiene que "La ley
natural no puede faltar ni mudarse, ni en lo universal ni en lo particular." {Citas in...cr-
tas en la monografía "Bree-e Filosofía del Derecho" del distinguido maestro qucrctano
Antonio PJu.t Atcocer.)
11 Op. cit.
FUNDAMENTACIÓN FILOSÓFICA DE LAS GARANTÍAS INDMDUALES 19

Dicho de otra manera, existen dos realidades sociológicas incontrovcr-


tibIes: la potestad libertaria de que cada sujeto es titular como factor indis-
pensable para que consiga su finalidad vital y la necesaria restricción, im-
puesta normativamente por el Derecho, como consecuencia dc la ineludible
regulación de las relaciones sociales que cada miembro de la comunidad
entabla con sUS semejantes. En otras palabras, esas dos realidades suscitan
el fenómeno de afrontación entre la autonomía de la persona humana, re-
velada en su capacidad natural de forjar' fines vrtales y de escogitar los me-
dios para su realización, .Y la heteronomía o imperatívídad def-orden jurí-
dico. En consecuencia, ¿cómo pueden coexistir la potestad libertaria del
hombre y el Derecho, que en esencia es norrnación, es decir, limitación de
la conducta humana?
La causa final pristina del orden jurídico en una sociedad estriba en
regular, como ya sc dijo, las muy variadas relaciones que se entablan en el
seno de la convivericia humana. Tal regulación se establece por modo im-
perativo, de tal suerte que las normas de conducta que la constituyen rigen
sobre o contra la voluntad de los sujetos a los cuales se aplican. Sin embar-
go, desde un punto de vista deontológico, .la capacidad normativa del De-
recho no es absoluta, esto es, el orden jurídico no está exento de barreras
'infranqueables al consignar las reglas de conducta humana que integran sus
diversos ámbitos de normación."
Ea regulación jurídica es indispensablc para la existencia, subsistencia
y dinámica de la sociedad en todos sus aspectos. Sin el Derecho, que im-
planta el orden normativo necesario para la vida social, ésta no podría
desarrollarse. La normatividad juridica es para toda colectividad humana
lo que el agua para los peces, o sea, que dichos elementos son imprescindi-
bles para la vida en sus respectivos casos. En toda comunidad, indepen-
dientemente de sus condiciones ternpo-espaciales, siempre ha funcionado
el, Derecho, cualesquiera que hayan sido sus modalidades orgánicas y teíeo-
lógicas, así como su fuente y su estimación axiológica.
Sin embargo, en la actualidad han surgido algunas corrientes, princi-
palmente entre economistas, sociólogos y "politólogos", que consideran que
el Derecho no sólo ~á en crisis, sino que es un obstáculo para los cambios
sociales. Tales corrientes y sus propugnadores parten del desconocimiento
de lo que es el orden jurídico en sí mismo considerado, es decir, con inde-
pendencia de su múltiple y variable contenido. El Derecho en si es una
estructura normativa susceptible de acoger dentro de la substancialidad dc
sus normas, principios, reglas o tendencias de diferentes disciplinas tanto cul-
turales como técnicas y cientificas. Además, el Derecho, coma orden norma-
tivo, debe reflejar en sus prescripciones fundamentales las transformaciones

12 Sin embargo, tales barreras, pese a los jusnaturalistas, no son a su vez jurídicas,
sino que se traducen en exigencias éticas Que hacen "que el Derecho Positivo no seacel
ínjustum jus de los romanos.
20 LAS GARA.""l'riAS INDMDUALES

sociales, económicas, culturales y políticas que se registren dentro de la vida


dinámica de las sociedades humanas, con el objeto de consolidar los resulta-
dos de dichas transformaciones y de regular imperativamente las relaciones
comunitarias conforme a ellos. Sin esta normación jurídica, ningún cambio
que opere en los diversos ámbitos vitales de la sociedad podria tener vigencia,
respetabilidad ni operatividad reales, ya que los postulados de dicho cambio
no podrían imponerse válidamente para regir a la colectividad, toda vez que
estarían apoyados exclusivamente en la fuerza. No tienen, pues, justificación
alguna para afirmaciones inconsultas contra el Derecho, puesto que éste no
sólo no es ningún óbice para el progreso social, sino el conducto por el que
necesariamente todas las transformaciones que experimente la sociedad deben
canalizarse.
En resumen, el Derecho como orden normativo de carácter imperativo
y coercitivo en sí mismo considerado, es decir, con abstracción de su varia-
do y variable contenido, no es ni infraestructura ni superestructura de la so-
ciedad, puesto que, en su dimensi6n formal, no está sujeto ni al tiempo ni
al espacio. Lo que cambia y debe cambiar constantemente en el Derecho
es su contenido, que no debe expresar sino los cambios sociales. Las críticas
contra el Derecho se han dirigido, y muchas veces con toda razón, contra
el .contenido de las normas jurídicas, sin que sea lógica ni realmente posi-
ble enfocarlas contra ellas, en cuanto tales, es decir, prescindiendo de su
contenido. Es más, todas las transformaciones sociales, políticas, económicas
y culturales tienen la tendencia natural de plasmarse en un orden jurídico
determinado, bien sustituyendo a uno anterior o modificando esencialmente
el existente. No se requiere cavilar mucho ni emprender enjundiosos ni
complicados estudios para evidenciar los anteriores asertos, pues la historia
de todos los países del mundo es el testigo fidedigno e inobjetable ·que los
confirma."

13 Según hemos aseverado, no han faltado deturpadores del Derecho, cuyas impug-
naciones se explican por su ignorancia o desconocimiento del fenómeno jurídico. Sin
embargo, lo que sorprende es que haya juristas o abogados que hagan causa común con
los enemigos de dicha disciplina cultural. Entre ellos figura Eduardo Nouoa Monrt:a1,
quien, en su libro intitulado <lEI Derecho como Obstáculo al Cambio Social", aparecido
en . marzo de 1975, sustenta apreciaciones que denotan ligereza y falta de fundamento
y que contradicen consideraciones muy importantes que él mismo formula en su propia
obra. Al criticar al Derecho comete el mismo error metodológico en que incurren sus
impugnadores, consistente en atacar el orden jurídico en sí mismo, tomando exc1ush-a~·
mente como base el contenido variable de sistemas de derecho. concretos históricamente
dados. La contradicci6n a que nos referimos resulta de las afirmaciones que Novoa Mon-
real hace en su mencionado libro, y que, en síntesis, son las siguientes: "Este cada vez
mayor alejamiento del Derecho de la realidad social y su renuencia a satisfacer lo que
toda sociedad alerta a sus propios fines espera de ~I, no es, sin embargo. su aspecto
negativo más saliente.
"A nuestro juicio la nota más deprimente reside en que los preceptos, esquemas y
principios jurídicos en boga se van convirtiendo .gradualmente no sólo en un pesado
lastre que frena el progreso social, sino que llega, en muchas ocasiones. a levantarse
como un verdadero obstáculo para éste.
FUNDAMENTACIÓN FILOSÓFICA DE LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES 21

Por otra parte y como ya se dijo, la ley o la costumbre, y principalmente


la primera debe necesariamente reconocer y respetar una esfera núnima de
actividad individual, permitiendo al sujeto el ejercicio de su potestad liber-
taria tendiente al logro de su felicidad. Sin esta restricci6n ética al impulso
jurídico de regulaci6n positiva, se eclipsaría totalmente la personalidad
humana como entidad auto-teleológica, para convertirla en un simple me-
dio al servicio del poder legal ejercitado por los órganos de autoridad en
quienes esté depositada la facultad de elaborar las leyes. Si el Derecho, como
puro conjunto normativo, no respetara la esfera mínima de actuación in-
dividual a que nos hemos referido, se entronizarla en la sociedad la autocra-
cia más execrable y el régimen más odioso de a-individualismo."
En síntesis, el contenido de la norma jurídica debe radicar precisamente
en la regulaci6n de las relaciones entre los hombres, esto es, debe encauzar
aquel aspecto de su actividad que implique relaciones y juego de intereses
recíprocos, bien de particulares entre si, o entre éstos y los sociales o vice-
versa, para establecer el orden correspondiente, respetando siempre un mi-
nimo de lioertad humana y haciendo invulnerables también los factores
"Desde hace años nos inquieta comprobar que el Derecho ha perdido la vitalidad
que debie-serle propia y que empieza a cargar como un peso muerto sobre el desarrollo
y avance de las estructuras sociales.
"En suma, a nuestro juicio, el Derecho se presenta y vale como un instrumento de
organización social, que debe Ser puesto al servicio de la sociedad y de los hombres que
la integran, para facilitar y permitir una forma de estructura y de relaciones sociales
que asegure a todos Jos individuos su más pleno desenvolvimiento humano, dentro de
una sociedad capaz de promoverlo y asegurarlo." (Op. cit., págs. 11 Y 14.)
Posteriormente el mismo Novoa Monrcal alude a las notas que caracterizan al De.
recho, y con cuyo- contexto estamos acordes mutatis mutandis, permitiéndonos transcribir
la forma como las presenta: "Las notas del Derecho que nos interesa destacar, tras el
examen realizado en Jos capítulos precedentes y que se desprenden de lo que en ellos
expusimos, son:
"a] el Derecho tiene por objeto esencial imponer en la sociedad un régimen deter-
minado de ordenación, el Derecho es en sí mismo un conjunto de reglas que fuerzan a
un orden dado de la sociedad y de sus miembros.
"b} el conjunto sistemá-tico de reglas' jurídicas obligatorias que el Derecho aporta
a la sociedad constituye sólo el medio para que se alcance un determinado orden social.
El Derecho, por consiguiente, es puramente instrumental y, por sí mismo, no se integra
con ni comprende los fines o las ideas sustanciales que inspiran la ordenación que está
encargado de sostener bajo amenaza de coacción.
"o} es la política, como ciencia y práctica del gobierno de Ja sociedad, que en esto
obra auxiliada por la economía y la sociología, la que señala las ideas directrices y
lineamientos que aspiran a conformar de una manera dada a la sociedad; el Derecho
solamente opera como apoyo formal de esas ideas y cumple la función de obtener que
los hombres observen una conducta que permita hacerlas realidad.
Ud) debido a lo anterior, al Derecho no le toca decidir sobre el sentido de las normas
que la política Je pide elaborar con el fin de realizar una cierta concepción de lo que
debe ser el gobierno, estructura y disposición interna de la sociedad y de sus miembros.
"e ) siendo así, no puede decirse que el Derecho se rija por principios absolutos, como
instrumento formal es eminentemente relativo y por hallarse al servicio de directivas
ajenas, su funci6n la sirve obteniendo que esas directivas sean efectivamente cumplidas
en la vida social. Para ello puede utilizar variados mecanismos, que serán correctos en
cuanto sean aptos _P-.<l!'~lo~ar ese obedecimiento.
22 LAS GARANriAS INDIVlDUALES

extrinsecos de su ejercicio: la igualdad y la propiedad, sin los que aquélla


seria nugatoria.
Cualquier régimen jurídico, social o político debe tener siempre pre-
sente en su implantación y en su funcionamiento ese mínimo de libertad
y los mencionados factores de ejercicio de ésta, si no se quiere degenerar
en la autocracia y gestar pueblos -serviles y abyectos, creando su orden jurí-
dico respectivo en atención a las condiciones históricas de cada Estado en
concreto. Asl, cualquier régimen estatal, liberal, socialista, etc., será respetable
y respetado, pues estaría basado en la dignidad y en la libertad de la persona
humana. Y no se diga que sobre ésta en particular existen entidades supe-
riores, como el pueblo, el Estado, la sociedad, la nación, etc., en aras de
cuyo beneficio el ser humano debe sacrificarse totalmente hasta el grado
"tl sobre esa base, no hay en el Derecho principios de fondo preestablecidos. Se opera
en él considerando las posibilidades que admite el ambiente social siempre cambiante y
usando habilidad para lograr la mayor eficacia de las normas con el IIÚnimO de esfuerzo
de los mecanismos sociales disponibles. Los criterios pr4cticos son los decisivos en- él.
N g) mucho menos hay preceptos o principios jurídicos inmutables. Las normas ju-
rídicas deben adaptarse constantemente a la evolución y cambios que experimenten las
ideas políticas directrices y a las variaciones continuas del ambiente social, que exigen
alterarlas para mejor cumplir esas ideas, aun cuando estas mismas permanezcan Inaltera-
bIes por un tiempo. El jurista debe estar, por ello, siempre alerta a la readaptacióq de
las normas; las fórmulas jurídicas tienen que ser dinámicas y hallarse en reelaboración
permanente, porque la sociedad y sus concepciunes políticas tienen la movilidad de los
organismos vivos." (Op. cit., págs. 80 Y 81.)
La contradicción que se advierte en la obra de Ncvoa Monreal radica en que, por
una parte, considera al Derecho "como obstáculo al cambio social" sin distingo ni sal-
vedad, y, por la otra, estima, como nosotros en cierto modo, que el Derecho es Indis-
pensable para la vida social y que las disposiciones que integran básicamente su orden
normativo deben constantemente renovarse y actualizarse conforme a las transformacio-
nes que vaya experimentando la colectividad humana, lo que no sólo no implica -el
"obstáculo" de que dicho autor chileno habla, sino la canalización jurídica de los pos-
tulados que resulten de los cambios sociales.
14 El Hbertícidío, o sea, la eliminación de la libertad humana dentro de un contexto
político, social y económico, ha sido un fenómeno que la historia 'registra con cierta fre-
cuencia. Su causación ha obedecido parad6jicamente a la tutela jurídica de la libertad
del hombre dentro de la sociedad, tutela que es uno de los atributos de todo régimen
auténticamen te democrático. Así, al amparo de esa protección jurídica, los enemigos
de la libertad se valen de ella para luchar por la entronización de sistemas autocráticos
y totalitarios. Con toda razón el pensamiento digno del hombre ha proclamado el prin-
cipio de que no puede haber libertad contra la libertad, condenando todas aquellas ten-
dencias, de variada ideología y hasta a-ideológicas, que, aprovechando abusivamente las
libertades jurídicas dentro de los regímenes democráticos, se empeñan en destruirlas
para implantar dictaduras dE; derecha o de izquierda. Al respecto, el maestro Luis Re-
caséns Síches advierte que "no debe permitirse el ejercicio de la libertad encaminado
a la supresión de la libertad" y que "cualquier conducta externa que se proponga Ia
supresión de las libertades básicas de la persona individual debe ser definida como tipo
de delito y castigada con severas penas, tiene una intrínseca validez y una plenaria jus-
tificación en todo miembro y en todo Jugar", agregando que "tal principio se ha actúa-
lizado con máximo relieve, Con perentoria urgencia en nuestros días, Jo mismo a modo
de necesidad práctica inesquivable, como también en tanto que problema que requiere
apremiantemente una plena justificación teórica". (Cfr. "El Delito de Ejercitar la Liber-
tad para Destruir la Libertad". Artículo publicado en la Revista Mexicana de Derecho
Penal, volumen correspondiente a noviembre de 1964.)
FUNDAMENTACIÓN FILOSÓFICA DE LAS. GARANriAS INDIVIDUALES

de renunciar a su propia libertad mínima, puesto que esta aseveración seria


no sólo paradójica, sino contradictoria consigo misma, ya que es imposible
que un todo tenga bienestar y felicidad, cuando sus partes son desdichadas
y están postradas en la abyección y en el seruilismo. Una cosa es armonizar
intereses sociales con particulares, establecer una adecuada relación jurí-
dica y social entre ellos, dar primacía a los primeros respecto de los segundos
en ciertos aspectos, y otra cuestión totalmente distinta es eclipsar a la per-
sona humana en toda su integridad, para convertirla en un mero engrane
de una gran maquinaria manejada oligárquica o autocrátícamente. En con-
cIusión, independientemente del régimen jurídico, social y político de que
se trate, todo sistema estatal debe respetar a la persona humana, abstenién-
dose de eliminar y hasta de vulnerar su mínimo de libertad en los términos
expuestos con antelación, si no se quiere incidir en la autocracia arbitraria
y despótica, de la que la historia es prolífica en ejemplos.

Para ilustrar las anteriores afirmaciones, recurramos a un ejemplo extraído


de nuestra legislación constitucional positiva, tomando como base una corrien-
te política que, dada su índole, podría suscitar la creencia de que el orden
jurídico no debe respetar el mínimo -de libertad a que hemos aludido: el inter-
vencionismo de Estado. Es evidente que nuestro artículo 123 fue la conse-
cuencia legislativa de una idea, de un propósito tendiente a procurar para la
clase trabajadora un mínimo de garantías sociales frente al otro factor rle
la producción: el capital. La amarga experiencia histórica que se había ad-
quirido con motivo de las consecuencias del liberalismo absoluto, derivado de
los postulados de la Revolución francesa, en el sentido de que la tán decantada
igualdad entre los hombres frente a la ley sólo tenía una existencia teórica, pues en
la realidad propiamente había una verdadera desigualdad y una notoria ine-
quidad, debida. a la diversidad de condiciones de hecho en que los individuos
se encontraban, hizo que el Estado se propusiera, unas veces obedeciendo a un
espíritu gracioso, corno en Alemania, y otras impelido por movimientos obreris-
tas, intervenir en favor de la clase social desvalida, de aquella que realmente
era la débil en las relaciones jurídicas y sociales. En esta virtud, no sólo se
consagraron garantías sociales en favor de la cIase trabajadora en general y
del trabajador en particular frente a la parte fuerte de la relación de trabajo,
sino que por actos de fiscalización diversos, que no son dél caso mencionar, se
procuró que las condiciones reales de la prestación del servicio implicaran la
ejecución concreta de Jos preceptos legales relativos, tal como sucede con nues-
tro artículo 123 y .eon la ley reglamentaria correspondiente o Ley Federa! del
Trabajo. .
Pues bien, ¿cuál es la causa final del supradicho precepto constitucional?
¿ Qué es lo que en realidad vienen a establecer sus disposiciones diversas, en que
se patentiza la intervención del Estado en la relación de trabajo? Ante todo,
el artículo 123 y la legislación sobre la materia fueron los remedios normativos
más idóneos para subsanar las condiciones de verdadera desigualdad y desequi-
librio que existían antes de la expedición de la Constitución de 1917 entre los
sujetos de la relación de trabajo. Los constituyentes de Querétaro, al formular
el artículo 123, quisieron sobre todo colocar a la {'arte débil, a! trabajador, en
una situación de igualdad frente al patrón, mediante la consagración. de un
mínimo de garantías, de tal ~anera .'l.Ut aquél no se viera_ya coaccionado en
24 LAS GARANTÍAs ~ INDIVIDUALES

la formación contractual por todas aquellas circunstancias que 10 impelían a


aceptar inicuas condiciones de trabajo. En otras palabras, al pretender instituir
el artículo 123 la igualdad de situaciones entre patrones y trabajadores, al pro-
curar establecer un equilibrio entre esos dos factores de la producción en la
creación de la 'relación de trabajo, propiamente quiso garantizar al obrero su
libertad, eliminando, o al menos suavizando, los escollos de hecho que lo coar-
taban, sin suprimir totalmente, por Jo demás, la libertad contractual entre am-
bas partes, pór razones que no son del caso indicar.
Hemos apelado a este ejemplo para demostrar que aun en regímenes de
intervencionismo de Estado como es el nuestro, cuando menos en materia de tra-
.bajo, no s610 se respeta el mínimo de libertad tantas veces aludido, sino que
se procura garantizarlo mediante el establecimiento de uno de los elementos
indispensables para su ejercicio que también ya hemos mencionado: la igualdad.

IV. INDIVIDUALISMO Y COLECTIVISMO [TOTALITARISMO]

Las anteriores elucubraciones han tenido como materia central al ele-


mento "persona humana" en relación con la sociedad y frente al orden ju-
rídico. Pero además de la entidad individual, existen en el seno de la con-
vivencia humana esferas de intereses que pudiéramos llamar colectivos, es
decir, intereses que no se contraen a una sola persona o a un número limi-
tado de sujetos, sino que afectan a la sociedad en generala a una cierta
mayoría social cuantitativamente indeterminada, Frente al individuo pues,
se sitúa el grupo social; frente a los derechos de aquél existen los derechos
sociales. Estas dos realidades, estos dos tipos de intereses aparentemente
opuestos reclaman, por ende, una compatibilización, la cual debe realizarse
por el propio orden jurídico de manera atingente para no incidir en extre-
mismos peligrosos como los que han registrado en la historia humana con-
temporánea diversos regímenes estatales.
A título de reacción contra el sistema absolutista, que consideraba al mo-
narca como el depositario omnímodo de la soberanía del Estado, como
réplica a la desigualdad social existente entre los hombres desde un punto
de vista estrictamente humano, los sociólogos y políticos del siglo XVIII en
Francia principalmente, tales como Rousseau, Voltaire, Diderot, etc., ob-
servando las iniquidades de la realidad, elaboraron doctrinas que preconi-
zaban la igualdad humana. Como contestación a la insignificancia del in-
. dividuo en un Estado absolutista, surgió la corriente jurídico-filosófica del
jus-naturaIismo (aun cuando en épocas anteriores, desde el mismo Aristó-
teles, a través de la filosofía escolástica, y hasta los pensadores del siglo XVIII,
ya se había hablado de un derecho natural) que proclamó la existencia de
derechos congénitos al hombre superiores a la sociedad. Tales derechos de-
berían ser respetados por el orden jurídico. y es más, deberían constituir el
objeto esencial de la. instituciones sociales, idea que prohijaron entre nos-
otros los Constituyentes de 1856-57. El jus-naturalismo, por ende, exaltó
FUNDAMENTACIÓN FILOSÓFICA DE LAS GARANrlAS INDIVIDUALES 25
a la persona humana basta el grado de reputada como la entidad suprema
en la sociedad, en aras de cuyos intereses debería sacrificarse todo aquello
que implicara una merma o menoscabo para los mismos. De esta guisa, los
diversos regímenes jurídicos que se inspiraron en la famosa Declaración de
los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789, eliminaron todo lo que
pudiera obstaculizar la seguridad de los derechos naturales del individuo,
forjando una estructura normativa de las relaciones entre gobernantes y go-
bernados con un contenido eminentemente individualista v liberal. Indivi-
oualísta porque, como ya dijimos, consideraron al íncnvíduo como la oase
y fin, esencial de la organización estatal; y liberal, en virtud de que el Es-
tado y sus autoridades deberían asumir una conducta de abstención en las
relaciones sociales, dejando a los sujetos en posibilidad de desarrollar libre-
mente su actividad, la cual sólo se limitaba por el poder público cuando el
libre juego de los derechos de cada gobernado originaba conflictos persona-
les. Fiel a la idea de no obstaculizar la actuación de cada miembro de la
comunidad, el liberal-individualismo proscribió todo fenómeno de asocia-
ción, de coalición de gobernados para defender sus intereses comunes, pues
se decía que entre el Estado como suprema persona moral y política y el
individuo no deberían existir entidades intermedias. Es más, la tesis indi-
vidualista pura, en su implicación estricta o rigurosa, ha tendido a repudiar
a la sociedad y al Estado Como realidades distintas de las entidades indivi-
duales. Por necesidad sociológica y jurídica el individualismo clásico no se
atrevió a proclamarse anti-social o anti-estatal, es decir, proscriptor de la
sociedad y del Estado, aunque su natural inclinación lo condujera al anar-
quismo, como expresión culminatoria de su postura. Según afirma Solages,"
"la sociedad no se le presenta (al individualismo), sino como una yuxtapo-
sición de individuos, una suma o un agregado. Nada hay en ella, por con-
siguiente, que sea fuente de unidad real".
Como toda postura extremista y radical, el liberal-individualismo inci-
dió en errores tan ingentes, que provocaron una reacción ideológica tendien-
te a concebir la finalidad del Estado en un sentido claramente opuesto. Los
regímenes liberal-individualistas proclamaron una igualdad teórica o legal
del individuo; asentaban que éste era igual ante la ley, pero dejaron de
advertir que la desigualdad real era el fenómeno inveterado que patente-
mente se ostentaba dentro del ambiente social. No todos los hombres esta-
ban colocados en una misma posición de hecho, habiéndose acentuado el
desequilibrio entre las capacidades reales de cada uno merced a la procla-
mación de la igualdad legal y del abstencionismo estatal. El Estado, obede-
ciendo al principio liberal del laissez [aire, laissez passer; tout va de lui-méme,
dejaba que los hombres actuaran libremente, teniendo su conducta ninguna

as Coleccíó a de EstudiosSociales. Persona y Sociedad. Traducción de Héctor Gonzá-


tez Uribe. "Editorial Jus", 1947, pág. 109.
26 LAS GARANmS INDIVIDUALES

o casi ninguna barrera juridica; las únicas limitaciones a la potestad liber-


taria individual eran de naturaleza eminentemente fáctica. De esta manera,
era más libre el sujeto qu6, gozaba de una posición real privilegiada, y me-
nos libre la persona que no disfrutaba de condiciones de hecho que le per-
mitieran realizar sus actividades conforme a sus intenciones y deseos. Al abs-
tenerse el Estado de acudir en auxilio y defensa de los fácticamente débiles,
consolidó la desigualdad social y permitió tácitamente que los poderosos
aniquilaran a los que no estaban en situación de combatirlos en las diversas
'relaciones sociales. Tratar igualmente a los desiguales fue el gravísimo error
en que incurrió elIiberal-individualismo como sistema radical de estructura-
ción jurídica y social del Estado.
Las consecuencias de hecho que de tal régimen se derivaron fueron apro-
vechadas para la proclamación de ideas colectivistas o totalitarias, al menos
en el terreno económico, manifestándose abiertamente opuestas a las teorias
individualistas y liberales. El individuo, según el colectivismo, no es ni la
única ni mucbo menos la suprema entidad social. Sobre los intereses del
hombre en particular existen intereses de grupo, que deben prevalecer sobre
los primeros. En caso de oposición entre la esfera individual y el ámbito
colectivo, es preciso sacrificar al individuo, que no es, para las ideas colecti-
vistas, sino una parte del todo social cuya actividad debe realizarse en bene-
ficio de la sociedad. Como ésta persigue fines específicos, los objetivos in-
dividuales deben ser medios para realizarlos, dejando de ser la persona
humana, por tal motivo, un auto-fin, para convertirse en un mero conducto
de consecución de' las finalidades Sociales, variables según el tiempo y el
espacio y 'de hecho impuestas por gobiernos ocasionales. Al individuo, por
ende, le está prohibido desplegar cualquier actividad que no sólo sea opues-
ta, sino diferente, de aquella que se estime en el totalitarismo como idónea
para lograr tales fines sociales específicos.
"Lo que caracteriza la forma sociológica de los regímenes totalitarios,
dice Solages," es que la colectividad anuncia la pretensión de regir toda la
actividad de los individuos, a la que subordina estrechamente en todos los
dominios. El poder que la misma reivindica no es solamente reglamentario,
sino, que quiere dirigir e inspirar hasta la actividad intelectual y moral de
los ciudadanos y obtener por la educación un conformismo general según
el tipo determinado de antemano." "Los individuos -y las diversas socie-
dades particulares a las que pueden pertenecer y de cuya trama se compone
la sociedad entera- son considerados, en estos sistemas, como las partes de
un todo y este todo es concebido como un organismo único en el que las
células no gozan de una autonomía verdadera. Estos diversos elementos le
están subordinados. Por consecuencia, las personas son para la sociedad
como las partes para el todo: están relegadas al rango de medio al servicio
del fin social."
.. Op. cit., págs, 119, 121 y 122.
l'UNDAYENTACIÓN l'ILOSÓl'ICA DE !,.AS GARANTfAs INDIVIDUALES 27

"Para el transpersonaiismo (como suele denominarse en la filosofía ju-


rídico-pclitica al totalitarismo estatal o colectivismo secial) , que se centra
axiológicamente en la colectividad, el individuo aparece como un producto
-efímero, de escasa o nula importancia: un sinnúmero de individuos vienen
y se van de la colectividad. En ella los individuos sólo están para ser sopor-
tes y agentes de la vida superior de la 'totalidad', para llevarla, promoverla
y elevarla, Desde el punto de vista de los valores, el individuo no viene en
cuestión: es mera materia de formaciones superiores. Sólo tienen importan-
cia los fines de la colectividad y el proceso de ésta. El individuo sólo adquiere
valor en la medida en que mueve ese proceso y sirve a 'esos fines de la 'tota-
Iidad'; su relevancia axiológica deriva únicamente del valor que represente
para la colectividad y para el proceso de la historia. Incluso las más grandes
personalidades tienen valor sólo por razón de la 'totalidad' colectiva. Se
ha llegado a decir por la concepción transpersonalista, que la colectividad
sólo soporta a los individuos cuya conducta se ajusta totalmente a los fines
de ella, debiendo destruir-a los inservibles y a los disidentes.""

V. EL MARX-LENINISMO

A. Su exposicién sucinta
Es de vital ímportancia conoce>' las tesis básicas de la llamada ideología
marx-leninista, que como bandera demagógica se tremola contra los regíme-
nes democráticos, para consolidar los principios que hemos expuesto en tor-
no a la persona humana y a sus relaciones con la sociedad, mediante una
sana y serena crítica de los postulados en que esa ideología se sustenta y
los objetivos que persigue. No está en nuestro ánímo formular una exposi-
ción exhaustiva del marx-leninismo, es decir, abordar el tratamiento de
todos y cada uno de sus aspectos, pues ello rebasaría los límites del presente
libro. Sólo nos interesa, en función del tema introductorio de esta obra. es-
tudiar la situación que te6ricamente ocupa la persona humana dentro de
su marco eidético y en la que se la colocaría en el supuesto de que el marx-
leninismo se ímplantara cabalmente en la realidad social. Aunque el marx-le-
ninismo tenga una base eminentemente socio-económica y represente una
tendencia politica, su repercusión en el campo del derecho es innegable, sin
que, por ende, deba pasar inadvertida para el jurista, máxime que, según
lo constataremos, en las diferentes etapas del desarrollo integral de dicha
corriente, la proscripción de lo jurídico es su signo característico.
Partiendo de la idea de que la sociedad burguesa, es decir, no comu-
nista, está constituida por dos clases: la de los explotadores o propietarios
dc los medios de producción- y la de los explotados, o sean, los obreros y
campesinos, Marx y Engels conciben al Estado y al Derecho como la "ma-
1'f RxCA9ÉNS SIeHES. Füosofla d~l Dereeho, pigs. 305 Y 306.
28 LAS GARANrtAs INDIVIDUALES

quinaria coercitiva destinada a mantener la explotación de una clase por


otra"." La aspiración -comanista, sostienen, consiste en destruir el Estado y
el Derecho "burgués" y substituirlos por la "dictadura del proletariado",
como etapa poIltica de transición, para llegar flnalmente a la "sociedad
comunista". "En el Manifiesto Comunista se lee, dice Kelsen, que el pro-
p6sito inmediato de los comunistas es derrocar el dominio de la burguesía,
conquistar el poder politico para el proletariado. El proletariado utilizará
su predominio político para arrancar paso a paso todo el capital a la bur-
guesía, para concentrar todos los medíos de producción en manos del Esta-
do, es decir, del proletariado organizado como clase dominante." ,.
Ahora bien, la dictadura del proletariado, o sea, la concentración del
poder político del Estado" en la clase social de los "explotados", no es sino
una situación "transitoria para lograr la finalidad única o definitiva de la
revolución comunista, que consiste en la consecución de una sociedad "sin
clases", o sea, de "una asociación en la cual el libre desarrollo de cada uno
es la condición del libre desarrollo de todos"'· y cuyo establecimiento sig-
nificará la extinción del Estado, pues como afirmaba Engels: "La sociedad
que organice nuevamente la producción sobre la base de la asocíacién libre
e igualitaria de los productores, colocará toda la maqninaria del Estado en
el lugar que entonces le corresponderá: el museo de antigüedades, al lado
de la rueca y del hacha de bronce." 21 En esa sociedad "sin clases", afirma-
ba Marx, "podrá ser sobrepasado por completo el estrecho horizonte del
derecho burgués, y sólo entonces inscribirá la sociedad en su bandera: de
cada uno según SU capacidad y a cada uno según sus necesidades." ..
La evolución gradual que, según Marx y Engels,· experimentará nece-
sariamente la sociedad humana a través de las tres etapas a que nos hemos
referido, se sustituye en el pensamiento de Lenin por la revolución violenta.
La clase social de los "aplotados" (obreros y campesinos) debe arrebatar
cruentamente el poder político a los "explotadores" (dueños de los medios
de producción y de la tierra), para establecer la "dictadura del proletaria-
do", dentro de cuyo régimen deben adoptarse y practicarse medidas drás-
ticas a efecto de consolidarla y de preparar el advenimiento de la "socíedad
perfecta", es decir, de la sociedad comunista, en la que, porIa desaparición
de "las clases, ya no habrá Estado, o sea, poder coactivo, pues la vida social
se compondrá espontáneamente mediante la observancia de "sus reglas ele-
mentales" surgidas de la costumbre.
"La dictadura del proletariado, afirma Lenin, produce una serie de res-
tricciones a la libertad en el caso de los opresores, de los explotadores, de

10 HANS KELSEN, 'TeorÚJ Comunuta d~1 D~'echo y del Estado, pág. 17.
,. Op. cit., págs. 49 Y 50.
20 KELSEI'O. Op. eit., pág. 52.
.. lbld. Pág. 57.
.. tu«. Pág. 59.
FUNDAMENTACIÓN FILOSÓFICA DE LAS GARANTÍAS INDMDUALES 29

los capítaustas, Debemos aplastarlos a fin de liberar a la humanidad de la


esclavitud del salario; su resistencia debe ser quebrada mediante la fuerza.
Es claro que donde hay represión hay también violencia; no hay libertad,
no hay democracia." "Bajo el capitalismo, agrega, tenemos un Estado en
el sentido propio del vocablo, esto es, una maquinaria especial para la re-
presión de una clase por otra... Durante la transición del capitalismo al
comunismo la represión es aún necesaria; pero es la represión de la minoría
de explotadores por la mayoría de los explotados. Todavía es necesario un
aparato especial, una maquinaria especial de represión, el 'Estado', pero se
trata ahora de un Estado transicional, no ya de un Estado en el sentido
usual ... " 23

Cuando la clase de los "explotados" haya conquistado violentamente el


poder político, cuando los "explotadores" hayan desaparecido completa-
mente de la sociedad, la dictadura del proletariado, es decir, el "Estado
socialista de transición", ya no tendrá razón de subsistir, pues habrá sido
reemplazado por la "sociedad comunista", cuya vida no necesitará de nin-
guna organización coactiva. "El proletariado, sostiene Lenin, arroja a un
lado, considerándola una mentira burguesa, la máquina llamada Estado.
Hemos quitado esa máquina a los capitalistas; la hemos tomado para nos-
otros. Con ella --o con un garrote- haremos pedazos toda clase de explota-
ción y -cuando ya no quede ninguna posibilidad de explotación en el
mundo, cuando ya no queden dueños de tierras o de fábricas, cuando ya
no se harten unos mientras los muchos padecen hambre- sólo entonces,
cuando ya no existan esas posibilidades, devolveremos esa máquina para
que sea destruida. No habrá entonces ni Estado ni explotación"," predi-
ciendo que la extinción del Estado obedecerá a que "liberado de la escla-
vitud capitalista, de los indecibles horrores, el salvajismo, los absurdos e
infamias de la explotación capitalista, el 'pueblo se acostumbrará gradual-
mente a observar las reglas elementales de la vida social, conocidas durante
siglos y repetidas durante miles de años en todos los textos escolares; se
acostumbrará a observarlas sin fuerza, sin compulsión, sin subordinación,
sin el aparato compulsivo especial que se llama Estado"."

B. Su critica
El marx-leninismo es una teoría que se autocalifica como revolucionaria
y que afirma preconizar una política revolucionaria. Su móvil es la aboli-
ción de la propiedad privada de los medios de producción, o sea, su socia-
lización. Por consiguiente, importa una ideología de contenido esencialmente
económico, para cuya implantación proclama dos objetivos: uno inmediato,
a saber. el establecimiento de la dictadura del proletariado, como situación
23 tu« Págs. 81, 82 Y 83.
2. KELSEN. Op. cit., pág. 85.
en tsu. Pág. 86.
30 LAS GARANTIAS INDIVIDUALES

política transitoria y otro mediato, es decir, la creación de la sociedad co-


munista como finalidad definitiva.
Para conseguir e! primero de estos objetivos adopta como táctica de lu-
cha la violencia, es decir, la conquista cruenta de! poder político para ani-
quilar a los dueños o detentadores de los medios de producci6n; y para
obtener e! segundo, predice y fomenta la educaci6n psicológica de! pueblo
para vivir dentro de las "reglas elementales de vida de la sociedad" (se
entiende bajo la concepción comunista), y cuya observancia será "natural
y espontánea" y no requerirá de poder coactivo alguno para hacerlas curn-
plír, vaticinando, por este motivo, la desaparici6n de! "Estado". Consiguien-
temente, para e! marx-leninismo la sociedad comunista o sociedad "perfec-
ta", en que ya no existirá ninguna "clase", ninguna explotaci6n del hombre
por el hombre, será una sociedad "sin Estado" y quizá "sin Derecho", pues
éste habrá sido reemplazado por esas "reglas elementales" de la vida social.
El cuadro ideológico del marx-leninismo no puede ostentar mayores abe-
rraciones que, proyectadas a la realidad social, se convierten en tan inons-
truosas atrocidades, que no s610 aherrojan la libertad del hombre y afectan
su dignidad, sino que propenden a alterar su naturaleza como individuo
y como ente social. La concepción marx-leninista de la sociedad humana
atenta contra su ser esencial, predestinándola a la condición de grupo o
masa gregaria que únicamente se da en el reino animal.
Estas afirmaciones, que podrían antojarse apasionadas o fruto de una
vehemente animosidad contra e! marx-leninismo, se deducen, sin embargo,
del análisis jurídíco-político y aun simplemente lógico de las tesis que pre-
coniza.
Es inconcuso que toda revolución se traduce en un movimiento violento
que persigue la destrucción de un determinado régimen para sustituirlo por
otro en que se realicen política, jurídica y socialmente los móviles que la
inspiran y los motivos teleológicos que la impulsan. La revoluci6n es por
ello formalmente. al mismo tiempo destructiva y constructiva. Bajo el pri
mer aspecto, la que proclama el marx-leninismo no tiene nada de censu-
rable, ya que su finalidad estriba en abolir el régimen capitalista para re-
emplazarlo por un sistema económico en que los medios de producción no
se concentren en ciertos grupos o clases, sino que su detentaci6n o posesi6n
y utilización Correspondan al pueblo. Sin embargo, si éste es su objetivo
económico definitivo o mediato, la revolución marx-leninista persigue un
fin inmediato, que a su vez es la manera sine qua non para implantar la so-
ciedad comunista, y que consiste en el establecimiento de la dictadura del
proletariado, la cual, organizada políticamente, es el "Estado socialista"
como aparato transitorio de coacci6n para suprimir las "clases explotado-
ras", para impedir su resurgimiento y para "educar" al pueblo en la vida
social comunista que se desarrollará "espontáneamente" sin la maquinaria
estatal.
FUNDAMENTACIÓN FILOSÓFICA D& LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES 31

Ahora bien, es en la implantación de esa dictadura donde radica una


de las más ingentes aberraciones del marx-leninismo, pues bajo la ficción de
que su ejercicio lo imputa al "proletariado", en el fondo arrastra a los
pueblos hacia el autocratismo o totalitarismo estatal absoluto. La sola exprc-
sión "dictadura del proletariado" es un contrasentido y únicamente puede
engañar con los fuegos fatuos que de ella se desprenden a los ingenuos o
ignorantes.
La dictadura," por esencia, entraña un régimen en que el poder po-
lítico se detenta por un sujeto o un grupo de sujetos que concentra todas
las funciones del Estado y que actúa sin sujeción a ninguna norma jurídica
pre-establecida, sino conforme a su irrestricta e irrestringible voluntad. La
dictadura, por tanto, implica un gobierno uni-personal u oligárquico en lo
ejecutivo, legislativo y judicial, ya-jurídico, pues aunque el dictador (in-
dividuo o grupo) suela expedir leyes, éstas, por una parte, no serán sino
expresiones de sus voliciones exclusivas, y, por la otra, siempre variables o
suprirnibles a su arbitrio. Todo dictador puede, en consecuencia, atribuirse
la frase célebre de Luis XIV que condensa su poder omnímodo: "El Estado
soy yo." 21
Frente a la implicación del concepto de "dictadura", ¿puede sostenerse
con validez y sentido común que haya "dictadura del proletariado"? Con
el nombre de "proletariado" se ha designado a la masa de "explotados", o
sea, de obreros y campesinos principalmente y que sin duda constituyen los
sectores humanos mayoritarios de un conglomerado social. ;Puede esa masa
de hombres, cuantitativamente enorme y cualitativamente heterogénea, di-
seminada en un vasto territorio, sin conciencia uniforme sobre sus proble-
mas, necesidades y conveniencias, ejercer un gobierno dictatorial? ¿Es ló-
gico aceptar que ese conjunto humano en su totalidad o los innumerables
individuos que lo componen, sean a la vez gobernantes y gobernados? ¿Es
admisible que el proletariado, o sea, la mayoría popular, ejerza la dictadura
sobre sí mismo, en el supuesto, preconizado por el marx-leninismo, de que
ya hubiesen sido destruidas las otras clases sociales?
La respuesta negativa a estos interrogantes está imbibita en su plantea-
miento. No puede haber ni política ni realmente "dictadura del proletaria-
do", locución que sólo ha servido de bandera demagógica al marx-leninismo
para atraer hacia la esclavitud y a la postración servil a los pueblos. La
mencionada dictadura es. de hecho. la de un hombre o de una oligarquía
26 No nos referimos a la dictadura como instituci6n jurídico-política que se proclama-
ba en Roma y en Grecia con motivo del surgimiento de una situación de emergencia que
obligaba a depositar las funciones del Estado en un gobierno uni-personal y que subsistía
transitoriamente mientras durara dicha situación.
21 El mismo Lenin sostenía que: "La dictadura es un Poder que se apoya directamen-
te en la violencia y no está sometido a la ley alguna", agregando: "La dictadura revolucio-
nana (sic) del proletariado es un Poder conquistado y mantenido por la violencia emplea-
dar por el proletariado contra-la burguesía, un Poder no sujeto a ley alguna." (V. I. LENIN~
Marx, Engels )' el marxismo, pág. 297. Ediciones Palomar. México, 1960.)
32 LAS GARANTÍAS INDMDUALES

mantenida mediante una maquinaria coercitiva que Marx, Engeís y Lenin


llamaban "Estado", y en la que el proletariado no es sujeto sino objeto de
gobierno, no es pastor sino rebaño.
Por otra parte, la dictadura equivale a la negación de la seguridad ju-
rídica, sin la cual la persona humana, independientemente de su condici6n
social específica, no puede conservar su naturaleza auto-teleol6gica ni, por
- ende, su hbertad dentro de la vida social, pues se convierte en instrumento
al servicio Ilimitado e ilimitable del gobemante dictatorial y en simple me-
dio de realización de su voluntad arbitraria, es decir, no sometida a ningún
régimen de derecho. En una dictadura, o el gobernado se resigna a esa
condición servil e indigna para poder sobrevivir o es eliminado. Tal es el
pavoroso dilema que afronta el hombrc dentro de un estado dictatorial,
con independencia ce la ideología que éste sustente o conforme a la cual
se haya organizado.
Además, las decisiones de un gobierno dictatorial son dogmáticas, es de-
cir, no susceptibles de crítica valorativa alguna dentro del régimen respecti-
vo. "Quod principii placuü, legis habet uigorem" es la máxima que recoge
el absolutismo político de los otrora Estados monárquicos y que se aplica
a cualquier dictadura de todos los tiempos como un alud que aplasta la
libertad de expresi6n del pensamiento. Censurar al dictador, aun con un
propósito constructivo, equivale al suicidio, al cautiverio o al destierro.
Ninguna revoluci6n auténticamente popular ha tenido como aspiraci6n
el establecimiento de un régimen dictatorial. Es más, las dictaduras de cual-
quier índole han provocado múltiples movimientos revolucionarios. La his-
toria político-social de la humanidad nos proporciona innumerables ejem-
plos que sería ocioso señalar. Las aspiraciones de un pueblo, sus ideas, su
designio de mejorar sus condiciones de vida, su querer, en una palabra, han
tendido a estabilizarse o' institucionalizarse en un orden jurídico, implantable
e implantado al triunfo dc la revoluci6n. Sería negar la historia y desfigu-
rar la teleología revolucionaria con el solo hecho de concebir a un pueblo
que quisiese vivir fuera de toda legalidad, es decir, que pretendiese abolir
un régimen jurídico-político sin substituirlo por otro mejor, o sea, que tra-
tase de entronizar la opresi6n renunciando a la libertad y depositando su
destino en un poder dictatorial. Sería francamente absurdo, ilógico y con-
trario a la dinámica natural de los pueblos, que, mediante una revoluci6n,
abdicaran de su condici6n de sociedades humanas para convertirse en masas
serviles con el único "derecho" de obedecer y callar ante la voz imperativa
de sus amos. Un pueblo que quiera, por propia voluntad, ser instrumento de
una dictadura, ser esclavo de sus gobernantes, no merece sino el repudio
de la historia y su rechazamiento por la conciencia libertaria universal. Un
pueblo soporta y padece la dictadura, pero jamás la desea; nunca puede
erigirla a la categoría de finalidad revolucionaria o evolutiva, aunque sea
con un carácter transitorio, pues basta que así la acepte como objetivo,
FUNDAMENTACIÓN FILOSÓFICA DE LAS GARANTiAS INDIVIDUALES 33

para que a si mismo se condene a sufrirla indefinidamente. Si revolución


implica progreso en todos o en cualquiera de loo órdenes de la vida popular
y si ese progreso aspira a institucionalizarse mediante el Derecho para ase-
gurar la respetabilidad y la observancia de sus resultados, toda tendencia
que se enfoque hacia la supresión de la normatividad jurídica significa ne-
cesariamente regresión. o lo que es lo mismo, contra-revolución.
Por ello, el marx-leninismo, al proclamar la "dictadura del proletariado"
como objetivo inmediato de la revolución que preconiza, es una tesis con-
trarrevolucionaria y regresiva, pues lejos de perseguir la liberación de los
obreros y campesinos mediante un orden jurídico que garantice sus con-
quistas en el campo socio-económico, los proyecta hacia la opresión guber-
nativa, es decir, los sujeta a un poder político omnímodo y arbitrario. Ya
.hernos dicho que la expresión "dictadura del proletariado" encierra un con-
trasentido desde el punto de vista conceptual o eidético e implica una fa-
lacia en el terreno de la realidad política con que se pretende deslumhrar
a la ingenuidad popular. El proletariado, o sea, el conglomerado de obreros
y campesinos no puede por sí mismo ejercer dictadura alguna. Ante esta
imposibilidad, .el gobierno dictatorial debe desplegarse, en su nombre o por
su delegación en el mejor de los casos, por un individuo o por un número
limitado de sujetos, que serían sus autoridades. De ello se colige, conforme
al pensamiento que animó a Marx y Lenin, que el pueblo quiere que lo
gobiernen dictatorialmente, es decir, fuera de todo orden jurídico y scgún
la sola voluntad de los que detentan el poder coactivo. Ese supuesto "que-
rer" entraña indiscutiblemente la abdicación popular de la libertad, la re-
nuncia a su condición de sociedad humana y su postración como masa ante
una voluntad gubernativa suprema e incontrolable. Estas implicaciones fu-
nestas de la tesis marx-leninista nos inducen a considerarla como ostensible-
mente anti-popular, pues no puede concebirse que un pueblo se traicione
a si mismo, desvirtuando su esencia humana colectiva, al degradarse deli-
beradamente a la situación de masa-instrumento de una dictadura o dc
campo de incidencia de Un poder dictatorial: si Marx tuvo la
osada ocu-
rrencia de afirmar que "la religión es el opio de los pueblos", en réplica
podríamos contestarle que su "doctrina" sobre la dictadura del proletaria-
do, reiterada por Lenin en sus virulentas arengas políticas, constituye la
inducción al suicidio popular.
Podría objetarse a las consideraciones expuestas que la dictadura del
proletariado es una situación transitoria o de "transición" entre la "sociedad
burguesa" y la "sociedad comunista", cuyo advenimiento prepara. Sin em-
bargo, se nos ocurre preguntar: lesa situación transitoria cuánto tiempo
dura? ¿Es posible, tomando en cuenta la naturaleza humana, establecer la
sociedad comunista como la concibe el marx-leninismoi "
2~ El mismo Lenin, al aludir a Ia "extinción" de la explotación de las masas. o sea.
_~ la creación de la sociedad comunista, afirmaba con notorio escepticismo que: UNo sabe-
34 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

La sociedad comunista, meta ideal de esta tesis, se caracterizaría por


lo siguiente: abolici6n de "explotadores" y "explotados" (sociedad sin cla-
ses, o sea, comunidad indivisa e indivisible); observancia de las "reglas
elementales de la vida social" (según expresión de Lenin); cumplimiento
de estas reglas sin compulsi6n, sin subordinación, es decir, sin el aparato
coactivo llamado "Estado'"; obligaciones sociales a cargo de cada individuo
"según su capacidad" y derechos de cada quien "según sus necesidades"; y
substitución del Derecho, como expresi6n normativa de la voluntad estatal,
por la acci6n espontánea del principio de justicia distributiva. Para lograr
estos objetivos que en conjunto configurarían la "sociedad comunista", el
marx-leninismo preconiza una. especie de "psicoterapia social" tendiente a
imbuir en las conciencias individuales las ideas que entrañan. Este método
"educativo" debe imponerse durante la etapa de la dictadura del proleta-
riado para que, una vez logrados sus resultados, se llegue al establecimiento
del tipo de sociedad mencionado.
Es obvio que la sola utilización de dicho método no únicamente coarta,
sino elimina, la libertad de expresi6n del pensamiento en todas sus mani-
festaciones, pues constriñe la mente humana a aceptar las ideas predeter-
minadas que constituyen su finalidad y coaccionan al hombre a comportar-
se de acuerdo con ellas sin posibilidad de apartarse del carnina que señalan.
De esta guisa, el ser humano se vería despojado de su natural condici6n
de ente auto-teleológico, arrebatándosele la potestad esencial que tiene para
concebir y realizar fines vitales y de escoger los medios para su consecución,
ya que dentro de la vida social no sería sino instrumento de una ideología
opresiva que ]0 convertiría en siervo de sus sostenedores.
Por otra parte, la sociedad comunista supone necesariamente una igual-
dad absoluta entre todos los miembros que la componen, pues sin ella no
podría ni siquiera concebirse. No nos referimos a la proporcionalidad eco-
nómica que como mero ideal y a través de la fórmula marxista de "cada
uno según su capacidad y a cada quien según sus necesidades", sí sería de-
seable o, al menos no censurable en términos generales. Aludimos a la igual-
dad o uniformación de todos los seres humanos desde el punto de vista si-
cológico, mental o moral. Asi, para que cada persona pudiese actuar dentro
de las "reglas elementales de la vida social" por modo espontáneo, o sea,
sin compulsión alguna, sería indispensable que prescindiera de su individua-
lidad, esto es, de todos aquellos elementos naturales, inherentes a su ser e
inseparables de él, que lo han conformado desde que por primera vez sur-
¡¡i6 en el mundo. a saber, instintivos, sentimentales. morales e intelectuales
mos con qué rapidez y graduación" se lograría ese resunaco, a.'Stegando " .. . tenemos dere-
che a hablar s61\) de la extinción inevitable del Estado, subrayando la prolongación de este
proceso (la dictadura del proletariado), su supeditación a la rapidez con que se desarrolle
la fase superior del comunismo, y dejando completamente en pie la cuestión de los plazos
o las formas concretas de la extinción, pues no tenemos datos para poder resolver estas
cuestiones". (Op. oit., págs. 267 y 273.)
~UNDAMENTACIÓN FILOSÓFICA DE LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES 35

¡ que condicionan ineludiblemente su conducta exterior. Borrar de la con-


ciencia del hombre su individualidad, suprimir esos elementos que la inte-
gran, uniformar a todos los seres humanos, equivaldría a transformar su na-
turaleza, lo que se antoja utópico, pueril y absurdo. El homhre "ese micro-
cosmos" de la Creación, como acertadamente lo concibió el pensamiento
griego, se comporta voluntariamente, sin compulsión heterónoma y en de-
terminado sentido o hacia cierta tendencia, cuando su proyección actuante
se conforma COn su individualidad; y como ésta varía en cada persona,
no es posíble imaginar conductas uniformes sin un poder. o fuerza quc den-
tro de la vida social las obligue a desplegarse de tal manera que se haga
viable la convivencia.
Es evidente la nobleza del propósito tendiente a suprimir la clase "ex-
plotadora" y la clase "explotada" en la vida económica de las sociedades
humanas; es muy loable el designio de lograr una justa y proporcional
distribución de la riqueza; es obvio quc a estas finalidades deben propender
los gobíernos de todos los pueblos del mundo; es ineluctable, además, que
conforme a la ideología cristiana, proyectada hacia el ámbito social, cada
persona tiene el deber de esforzarse subjetiva y objetivamente para quc del
seno de las comunidades desaparezcan las lacerantes desigualdades econó-
micas; pero también es incontestable que ninguno de estos objetivos puede
realizarse sin un poder jurídico-político que los establezca obligatoriamente,
que los preserve y fomente por modo coactivo y que constríña a los miem-
bros integrantes de la: colectividad a actualizarlos o, al menos, a no entor-
pecer o embarazar su actualizacíón. "Horno hominis lupus", dccla atinada-
mente Hobbes, y esta expresión, que refleja fielmente la naturaleza huma-
na inmodificable, se aplica puntualmente en cualquier tipo de sociedad, aun
en la "cornunista' utópica con que soñaron Marx. y Lenin. Por tanto, si
el hombre, .por su ambición natural de poder, por su congénita inclinación
de sojuzgar a los demás y ejercer sobre ellos una hegemonía, principalmente
en materia económica tiene la tendencia de sobreponerse a sus semejantes
y sujetarlos a su dominio, debe por necesidad existir en la sociedad un
orden jurídico-político de carácter compulsorio que, en beneficio de los in-
tereses comunes, límite o refrene las conductas individuales que los afecten
o exploten, pero respetándolas en aquellos aspectos en que no produzcan
este resultado. La explotación del hombre por el hombre, causa prístina'
determinante del marx-leninismo, y su definitiva proscripción, objetivo que
esta tesis supone realizable en la "sociedad comunista", sólo pueden abolir-
se y lograrse, respectivamente, por el poder estatal, encauzado mediante un
orden jurídico equilibrado y justo que no permita a ese poder provocar una
explotación quizá más grave: la del hombre por el Estado.
No sólo es utópico sino absurdo, que pueda existir una sociedad "sin
Estado", es decir, sin\gobierno, como ingenua o demagógícamente lo vatici-
nan Marx y Lenin, en cuyas opiniones se confunden ambos conceptos. Go-
36 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

bierno y Estado son esencialmente distintos, pues en tanto que e! primero


es e! conjunto de órganos de autoridad, e! segundo implica una persona
moral en que se organiza jurldica y políticamente un pueblo.
Ninguna sociedad humana puede subsistir sin gobierno, o sea, sin "Es-
tado" en la acepción a que esta idea adscribe e! marx-leninismo. aunque
su vida pueda- desarrollarse sin ningún orden juridlcolegal o consuetudina-
rio. En este último caso, el gobierno social quedará enmarcado dentro de
un régimen dictatorial. Por tanto, la suposición de que la "sociedad comu-
nista" pueda vivir "sin Derecho", es decir, sin normas jurídicas coercitivas
de carácter legal o consuetudinario, entraña la dictadura, abominada y re-
pudiada por todos los pueblos de la Tierra. Bien se advierte, en consecuencia,
lo aberrativo de la pretensión de Marx y Lenin, la cual implica necesaria-
mente, en el fondo, que su decantada "sociedad comunista", sin el aparato
coercitivo del Derecho, estaría encuadrada dentro de! marco dictatorial.
Más aún, e! conjunto de "reglas elementales de la vida social" que en
el pensamiento de Lenin serian las que e! pueblo observara gradual y es-
pontáneamente "sin compulsión", en esencia equivaldría a verdaderas nor-
mas jurídicas, pues su violabilidad sería siempre sancionable por el gobierno
social (Estado), ya que es imposible imaginarse su libre y absoluto cumpli-
miento dentro de la dinámica de la sociedad. Por tanto, esas "reglas", de
cuyo sentido y valor no nos habla e! seguidor de Marx, siempre requerirían
para su eficacia real de un poder politico que las hiciera respetar en el caso
de que no se acataran individual o colectivamente."
Hay utopías que no por traducir las más sorprendentes fantasías que la
imaginación humana pueda concebir, carecen de cierta lógica en su estruc-
tura y desarrollo explicativo, en cuyo caso merecen respeto o suscitan asom-
bro; pero cuando una tesis Como la marx-leninista, no sólo es incompatible
con la naturaleza social e individual de! hombre, sino contradictoria consigo
misma y, por ende, aberrativa, lo que menos debe provocar es su rechaza-
miento combativo para impedir que, mediante sus nefastos espejismos, se
apodere de los destinos de la humanidad.

VI. EL BIEN COMÚN

Las tesis extremistas que propugnan ideas orientadas de la finalidad


de! Estado y del orden jurídico, como el liberal-individualismo y el colec-
tivismo (transpersonalismo o totalitarismo), basadas en la observación par-
cial de la realidad social, necesariamente incuban una ideología sintética a

ce Cegado por la pasión, Lenin aíirmaba: " ... sólo el comunismo suprime ~I~. absoluto
la necesidad del Estado, pues bajo el comunismo no h¡;¡y nadie a quien reprimir -(?), nadie
en el sentido de ciase, en el sentido de une ¡".-:!:::. sistemática centre. determinada parte de
la población-o Nosotros no somos utopistas (?) v no negarnos, en modo alguno, que es posi-:
FUNDAMENTACIÓN FILOSÓFICA DE LAS GARA>'ITiAS INDIVIDUALES 37

la manera hegeliana que, admitiendo y rechazando respectivamente los


aciertos y errores radicales de la tesis y de la antítesis, se integra con un
contenido ecléctico que atingentemente explica y fundamenta la posición
de. las entidades individual y social como elementos que deben coexistir y
ser respetados por el Derecho. Descartado el liberal-individualismo clásico
como ideología político-jurídica, que erigia al gobernado particular en el
objeto esencial de tutela por parte de las instituciones de derecho y vedaba
a la acción gubernativa toda injerencia en las relaciones sociales que no
tuviera como finalidad evitar pugnas o conflictos entre las actividades li-
bres de los individuos, desconociendo eorrelativamcnte otras esferas reales
que no se resumiesen en la personalidad humana específica; eliminado
también el colectivismo que, .como tesis opuesta a la anteriormente mcn-
clonada, despojaba al sujeto de sus fundamentales prerrogativas como ser
humano para convertirlo en un conducto de realización de los fines sociales
o estatales generalmente impuestos- por la inclinación política de gobiernos
perecederos, en la actualidad, dentro de los sistemas democráticos, sc va
perfilando la doctrina del Bien Común, que, como veremos, no es sino la
adecuada y debida sintesis entre la postura liberal-individualista y la colee-
tivista.
El concepto de Bien Común no es, sin embargo, de elaboración reciente.
Ya Aristóteles y Santo Tomás de Aquino lo empleaban en sus doctrinas po-
líticas, estimándolo el doctor Angélico como el fin a que dcbian tender
todas las leyes humanas. No obstante, el Bien Común se ha revelado como
una idea inexplicada en el pensamiento político de todos los tiempos, dán-
dose por supuesto sin definirse 0, al menos, sin explicarse. Es cierto que el
ilustre estagirita consideraba como "bien" aquello que apetece el hombre;
pero esta consideración, más propiamente formulada en el terreno moral
que en cI social, no nos resuelve el problema político que estriba en fijar
el alcance de dicho concepto y de su actualización como finalidad de la
convivencia humana,
El Bien Común, como idea lógica y como meta .ética del orden jurídico
estatal y de la política gubernativa, puede ser ponderado partiendo de un
doble punto de vista o adoptando un doble criterio: el formal y el material,
a lOS cuales nos referiremos sucesivamente.

A. Criterio formal

El Bien Común es, ante todo, un concepto sintético, o sea, implica la


aceptación eidética armoniosa de los aciertos de la tesis y de la antitesis
Ole e mevitabte que algunos individuos cometan excesos, como tampoco negamos la nc-
cesidad de reprimir tales excesos. Pero. en primer lugar, para esto no hace falta de una
'néquina especial (normas iuridicas y tribunales Que las apliquen. decirnos nosotros}. un
38 LAS GARANTiAS INDIVIDUALES

"teleológica del Estado. Por ello, no se fundamenta ni en el" individualismo


ni en el colectivismo excluyentemente, y como fin verdadero de la organiza-
ción y funcionamiento estatales, debe atender a las dos esferas reales que
ineluctablemente se -re[¡lStran en la sociedad: la particular y la colectiva o
de grupo. Con vista al carácter sintético del Bien Común, tanto como ente de
razón como bajo el aspecto ético-político, aquél necesariamente debe abar-
car, en una pretensión de tutela y fomentación, a las entidades individuales
y a las sociales propiamente dichas, implicando una concordancia entre los
desiderata de ambas. Ahora bien, ¿cómo se revela dicha síntesis?
a) Hemos afirmado anteriormente que el hombre está dotado de una
capacidad natura! para procurar su felicidad, cuyo contenido se integra con
fines vitales que él mismo se forja, seleccionando libremente, en consecuen-
cia, los conductos que repute idóneos para la consecución de éstos. Siendo
la libertad bajo tales auspicios un factor consubstancial a la personalidad
del hombre, el orden jurídico debe reconocerla o, al menos, no afectarla
esencialmente a través de sus múltiples derivaciones especificas. Por tanto,
para pretender realizar el Bien Común, el Derecho debe garantizar una
esfera mínima de acción en favor del gobernado individual. De esta guisa,
el Bien Común se traduce, frente al individuo, en la permisión que el
orden juridico de un Estado debe establecer en el sentido de tolerar al go-
bernado el desempeño de su potestad libertaria a través de variadas mani-
festaciones especiales que se consideran como medios indispensables para la
obtención de la felicidad personal: libertad de trabajo, de expresión del
pensamiento, de reunión y asociación, de comercio, etc. De esta suerte, las
diferentes facetas de la libertad individual natural, de simples fenómenos
fácticos, se erigen por el Derecho Objetivo y en acatamiento de principios
éticos derivados de la naturaleza del ente humano, en derechas públicas
subjetivas.
b) Ahora bien, tal permisión no debe ser absoluta, ya que, según ase-
veramos con antelación, el Derecho, como esencialmente normativo, al re-
gular las relaciones sociales, forzosamente limita la actividad de los sujetos
de dicho vinculo. Por ende, para mantener el orden dentro de la sociedad
y evitar que ésta degenere en caos, la norma debe prohibir que la desen-
frenada libertad individual origine conflictos entre los miembros del todo
social y afecte valores o intereses que a éste corresponden. Tal prohibición
debe instituirse por el Derecho atendido a diversos factores que verdadera-
mente y de manera positiva la justifiquen. En consecuencia, todo régimen
jurídico que aspire a, realizar el Bien Común, al consigna! la permisión de
un mínimo de actividad individual, correlativamente tiene que establecer

aparato especial de represión, esto lo hará el mismo pueblo armado (linchamiento, agrega-
rnos) con la misma sencillez y facilidad COn que un grupo cualquiera de personas civilizadas
l ?), incluso en la sociedad actual, separa a los que están peleando o impide que se mal-
trate a una mujer ... 1>. (Op. cít., págs. 269 y 270.)
FUNDAMENTACIÓN FILOSÓFICA DE LAS GARANTiAS INDiVIDUALES 39

limites o prohibiciones al ejercicio absoluto de ésta para mantener el orden


dentro de la sociedad y preservar los intereses de la misma o de un grupo
social determinado, En este sentido, pues, el Bien Común se ostenta como
la tendencia esencial del Derecho y de la actividad estatal a restringir el
desempeño ilimitado de la potestad libertaria de! sujeto.
e) Pues bien, además de las esferas jurídicas individuales existen ám-
bitos sociales integrados por los intereses de la colectividad, por lo que cI
sujeto no es ni debe ser el único y primordial pupilo del orden jurídico. El
individuo debe desempeñar su actividad, no sólo enfocándola hacia el logro
de su felicidad personal, sino dirigiéndola al desempeño de funciones so-
ciales. El hombre no debe ser la persona egoísta que exclusivamente vele
por sus propios intereses. Al miembro de la sociedad como tal, se le impone
el deber de actuar en beneficio de la comunidad bajo determinados aspec-
tos, imposición que no debe rebasar en detrimento del sujeto ese minimo
de potestad libertaria que sea cI factor indispensable para la obtención del
bienestar individual. Es inconcuso que el orden jurídico ha salido ya de los
estrechos límites que le demarcaba el sistema liberal-individualista, y ello
se revela patentemente en el concepto y función de la propiedad privada.
En efecto, ésta ya no es un derecho absoluto bajo la idea romana, según
la cual el propietario estaba facultado para usar, disfrutar y abusar de la
cosa, sino un elemento que debe emplear e! dueño pasa desplegar una fun-
ción social, cuyo no ejercicio o indebido uSO origina la intervención del Es-
tado traducida en diferentes actos de imposición de modalidades o, inclusive.
en la expropiación.
Por tanto, bajo este tercer aspecto, el orden jurídico que tienda a con-
seguir e! Bien Común puede válidamente imponer al gobernado oblígacione,
que Duguit denomina individuales públicas, puesto que las contrae cI sujeto
en favor del Estado o de la sociedad a que pertenece. Es evidente que la
imposición de tales obligaciones debe tener como limite ético cI respeto a
la esfera mínima de actividad dcl gobernado, a efecto de no imposibilitar
a éste para realizar su propia finalidad vital, pues si la tendencia impositiva
estatal fuese irrestrícra, se despojaría a la persona de la categoría de ente
auto-teleológico y se gestarían regimenes autocráticos que necesariamente
generan la desgracia de los pueblos, al hacer incidir a sus componentes in-
dividuales en la infelicidad.
d) Según aseveramos con antelación, la verdadera igualdad que debe
establecer el Derecho se basa en el principio que enuncia un tratamiento
igual para los iguales y desigual para los desiguales. El fracaso de! liberal-
individualismo -clásico, tal como se concibió en la ideología de la Revolución
francesa, obedeció a la circunstancia de que se pretendió instaurar una
igualdad teórica, desconociendo las desigualdades reales, lo que originó en
la práctica el desequilibrio social y económico, que incrementó a las' corrien-
tes colectivistas, conforme lo hemos expresado. Pues bien, como e! estable-
40 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

cimiento de una igualdad real es un poco menos que imposible de lograr,


la norma jurídica debe facultar al poder estatal para intervenir en las re-
laciones sociales, principalmente en las de orden económico, a fin de prote-
ger a la parte que esté colocada en una situación de desvalimiento. Tal
acontece, por ejemplo, en el ámbito obrero-patronal, en el que el Estado
tiene injerencia, a través de variados aspectos, para preservar a la parte
débil en la relación de trabajo, situándola en una posición de verdadera
igualdad real a través de las denominadas garantías sociales.
El desiderátum consistente en implantar la igualdad real en la sociedad,
no debe ser otra cosa que uno de los fines del orden jurídico estatal y una
de las metas de la actividad gubernamental. Por ello, si se pretende lograr
el Bien Común en un Estado, es menester que tal objetivo se consume si-
multáneamente con los demás que hemos apuntado, de lo que se concluye
que un régimen de derecho que merezca ostentar positivamente el calificati-
vo de verdadero conducto de realización del Bien Común, no debe fundarse
o inspirarse en una sola tendencia ideológica generalmente parcial y, por ende,
errónea, sino tener como ideario director todos aquellos postulados o prin-
cipios que se derivan de la observación exhaustiva de la realidad social y
que tienden a exaltar, en una adecuada armonla, tanto a las entidades in-
dividuales como a los intereses y derechos colectivos.
e) De lo brevemente delineado con anterioridad, podemos inferir que
el Bien Común es una síntesis teleológica del orden jurídico estatal y, por
tanto, de la actividad gubernativa, 'condensándose en varias posturas éticas
en relación con diferentes realidades sociales. Asl, frente al individuo, el
Bien Común se revela como el reconocimiento o pérmisiÓ'Tl de las prerro-
gativas esenciales del sujeto, indispensables para el desenvolvimiento de su
personalidad humana, a la par que como la prohibición o limitación de la
actividad. individual respecto de actos que perjudiquen a la sociedad o a
otros sujetos de la convivencia humana, imponiendo al gobernado determi-
nadas obligaciones cuyo cumplimiento redunde en beneficio social. Por otra
parte, frente a los intereses colectivos, el Bien Común debe autorizar la in-
tervención del poder público en las relaciones sociales para preservar los
intereses .de la comunidad o de los grupos desvalidos, con tendencia a pro-
curar una igualdad real, al menos en la esfera económica. Claro está que
esta síntesis teleológica, que no implica sino la necesaria armonía de dife-
rentes y concurrentes imperativos éticos del orden jurídico estatal y de la
misma actividad del Estado, debe establecer siempre el justo equilibrio entre
sus finalidades parciales, de tal manera que no se menoscabe esencialmente
ninguna de las esferas cuya subsistencia y garantía se preténda. Cuando di-
cha justa armonía no se logra, el régimen del Estado degenera en extremis-
mos absurdos e inicuos que envilecen y prosternan en la miseria a los pue-
blos o, al menos, imposibilitan la realización del Bien Común en los térmi-
nos ya anotados. Así, verbigracia, si se desconocen los intereses colectivos,
FUNDAMENTACIÓN FILOSÓFICA DE LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES 41

si se considera, como lO rnzo el liberal-individualismo, que el hombre en


particular es el objeto y apoyo de las instituciones sociales, se sientan las
bases para la gestación de una desigualdad portentosa, a la par que, por
el contrario, si se erige a la entidad social o a la nación en el fact6tum de la
teleología jurídica, se consolida la autocracia más tiránica por virtud de una
supuesta y casi siempre fanática representación del Estado en un solo in-
dividuo que recibe distintas denominaciones (totalitarismo autocrático).
De todo lo aseverado con antelación, la conclusión que se evidencia es-
triba en que el Bien Común no consiste exclusivamente en la felicidad de
los individuos como miembros de la sociedad, ni s610 en la protecci6n y fo-
mento de los intereses y derechos del grupo humano, sino en una equili-
brada armonía entre los desiderata del hombre como gobernado y las exi-
gencias sociales o estatales."

B. Criterio material

Como el Bien Común se presenta bajo diferentes aspectos concurrentes


que denotan una síntesis de diversas tendencias del orden jurídico y de la
política gubernativa de un Estado, se suscita la cuestión consistente en de.
terminar los límites de operatividad de cada una de aquéllas. En otros tér-
minos, surge el problema de precisar el alcance y contenido de las distintas
exigencias en que se condensa el Bien Común, con mira a las realidades
sociales d~_'lu."_y_a hablamos.

80 La implicación simplista del "bien común" en la equilibrada armonía a que acaba-


mos de hacer alusión, plantea, sin embargo, la interesante cuanto complicada cuesti6n filo-
s6fico-sociológica de si el individuo es para la sociedad o si ésta es para aquél. Abordar el
estudio de dicha cuestión rebasaría los limites del presente libro. No obstante, Y. atendien-
do a que se trata de un problema en cuya solución atingente estriba el destino político,
jurídico y social de la Humanidad, no podemos eludir la formulaci6n de algunas someras
consideraciones sobre el particular.
Así como no es posible concebir al hombre aislado, sin la convivencia entre sus seme-
jantes, tampoco es dable imaginarse a la sociedad sin hombres. Es más, el litado social"
es, en esencia, un conjunto de individuos unidos por relaciones de diferente especie, parti-
cipes de análogas necesidades y aspirantes a Ios mismos objetivos generales. De ahí que la
sociedad, como "totalidad humana", sea el summum unitario de los individuos que la com-
ponen, en cuya virtud la teleología social se integra con el cúmulo de fines particulares de
todos y de cada uno de sus miembros. Ahora bien, si la tendencia natural del hombre con-
siste en obtener su felicidad, ésta debe constituir evidentemente el objetivo mismo de la
sociedad, es decir, para que una sociedad sea feliz) es menester que sus miembros compo-
nentes lo sean, ya que denotada una insalvable aberración la circunstancia de que el
"todo" tuviese una teleología no sólo diferente, sino opuesta a la.de las partes que lo forman.
Precisamente por la imposibilidad de que el hombre aislado, sin nexos permanentes
con sus,semejantes, realice sus fines vitales, o sea, se desenvuelva como persona a través de
múltiples aspectos, ha surgido la soc,iedad como expresión de solidaridad y reciprocidad
entre los individuos. De esta guisa, lo~ llamados "fines sociales" no son sino la convergencia
de los fines particulares de los miembros de la comunidad e implican, por ende, la pro-
pensión hacia el logro del bienestar cclectíve, o sea, de todos y cada uno de los individuos
42 LAS GARANTfAS INDIVIDUALES

Determinar hasta qué punto debe el orden jurídico Iímitar la actividad


y esfera de los particulares y hacer prevalecer frente a éstos los intereses y
derechos sociales, es un problema asaz complejo que no es posible resolver
a priori. S610 nos es dable afirmar, no a guisa de contestación, sino como
mera orientaci6n para posibles soluciones a tal cuestión, que la demarca-
ci6n de las fronteras entre los diferentes objetivos de! Bien Común, cuya
realizaci6n produce una sinergia de factores individuales y colectivos; nunca
debe rebasar una órbita mírnma de subsistencia y desenvolvimiento atribui-
da a las realidades individual y social. Dicho de otra manera, en e! afán de
proteger auténticos intereses de la sociedad, bajo el deseo de establecer en
el seno de la misma una verdadera igualdad real mediante un intervencio-
nismo estatal en favor de los grupos desvalidos, no se debe restringir a tal
grado el ámbito de actividad de la persona humana, que impida a ésta
realizar su propia felicidad individual.
Ahora bien, como los intereses sociales, como las exigencias privativas
de cada Estado, como las deficiencias, vicios y errores que se deben corregir
en cada régimen hist6ricamente dado para procurar el bienestar y el pro-
greso de un pueblo, varían por razones temporales y espaciales, es evidente
que no puede aducirse un contenido universal de Bien Común a través de
cada uno de los aspectos sintéticos que éste presenta. Por ende, para fijar
dicho contenido hay que atender a una multitud de factores propios de
cada nación, tales como la idiosincrasia del pueblo, la tradición, la raza, la
problemática social, económica, cultural, etc., pero siempre respetando, sin
embargo, la 6rbita mínima de desenvolvimiento libre en favor de las enti-
dades individuales y colectivas a efecto de no degenerar en extremismos que
no conducen sino a la desgracia o infelicidad individual y social.

componentes de la sociedad. En otras palabras, no puede concebirse que la sociedad, COmo


conjunto, persiga fines diversos de los que importan los objetivos particulares de sus miem-
bros integrantes. Por consiguiente, al hablarse de "intereses" o "derechos" sociales, en esen-
cia se alude a los intereses y derechos individuales conjuntivos de los miembros. de la
sociedad. En estas condiciones, la oposición entre un interés o derecho individual y un
interés o derecho social, en el fondo equivale a la contraposición entre lo singular y lo
plural o entre lo particular y lo general, es decir, entre lo minoritario y lo mayoritario,
ya que la sociedad, como una entidad ficticia, deshumanizada, no es concebible, ni tam-
poco imaginable COn "derechos" o "intereses" ajenos a los que corresponden .a todos sus
miembros o a la mayoría de ellos. De lo que brevemente hemos expuesto se infiere que la
"equilibrada armonía" a que hicimos mención. en substancia denota la compatibilizacíón
entre los intereses o derechos .de los pocos con los intereses o derechos de los muchos, o
sea, entre las singularidades y las pluralidades o entre las minorías y las mayorías dentro
de un conglomerado humano.
Este mismo pensamiento lo comparte el maestro Anlonw Pérez .n.1c;..,...." al afinnar
que "El bien del individuo exige el bien del cuerpo social, pero a condición de que éste
haga posible la libre integración de las personas, y tampoco podrá decirse que alguna
persona podrá integrarse alguna vez, si no reconoce que necesita de la comunidad y
pertenece a ella por naturaleza y. por lo mismo, debe aportar a ella, en la medida de
:;u) posibilidades y capacidades, lo que dicha comunidad necesita para su desarrollo y
su progreso," rOpo cit., pág. 68.)
FUNDAMENTACIÓN FII.OSÓFlCA DE LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES 43

De la exposición que acabamos de hacer acerca de 10 que, en nuestro


concepto, debe ser e! Bien Común, se infiere que el elemento central que
debe ser tomado en cuenta por e! orden jurídico estatal a propósito de la oro
ganización o estructuraci6n de la entidad política denominada "Estado" y
de la nonnaci6n de las relaciones que dentro de ella se entablan, es nada
menos Que la persona humana, el individuo que, en concurso" con sus serne-
jantes, forma la sociedad o los grupos seciales. Es por ello por lo que cuan-
do se tutela jurídicamente al sujeto particular, en las proporciones anterior-
mente apuntadas, se preserva por igual a las entidades seciales, pues éstas
no están compuestas sino por personas individuales, de lo que se colige que,
procurando la felicidad de cada una de las partes -individuos- se pre-
tende obtener el bienestar de! todo -seciedad o pueblo."
Desgraciadamente, la historia nos otrece múltiples ejemplos de regíme-
nes políticos y sociales en los que no sólo no se respetó la libertad' human á,
sino que se escarneció vilmente al hombre, tratándolo algunas veces como
una verdadera bestia, Lejos de corresponder a su naturaleza deontológica,
que hemos delineado en párrafos anteriores, muchos Estados históricamente
dados menospreciaron los derechos fundamentales del individuo, coartando'
considerablemente su libertad, ccn especialidad en las monarquías absolu-
tas, en las que la voluntad del rey era la suprema ley y en las que imperaba
la arbitrariedad más completa, que en la mayoría de las veces no se desple-
gaba por senderos de equidad y justicia, sino teniendo como guías los ca-
prichos más depravados, fundado todo ello tal vez en el concepto erróneo
de! origen divino de la seberanía en favor del monarca. Ejemplos sobre
este particular abundan en la historia, en especial en las épocas de! absolu-
tismo monárquíco imperante en diferentes países y en diversas épocas.
Transcurrieron casi dieciocho siglos de la Era Cristiana sin que los pue-
blos exigieran al Estado o a sus autoridades e! reconocimiento de sus dere-
chos fundamentales, dentro de los que descuella la libertad humana. Bien
es cierto, como después veremos, que en Inglaterra se suscitaron algunos
incidentes tendientes a restringir la autoridad real mediante e! reconocimien-
to de ciertos derechos en favor de determinadas clases sociales y políticas;
que en e! sistema jurídico español existían diversas limitaciones a' la activi-
dad del rey y sus autoridades delegadas y que en los Estados Unidos se
inici6 cl constitucionalismo quc ensalzó Tocqueville en su obra La Democra-
cia en América; mas fue menester que el suelo de Francia se ensangrentara
con tilla revoluci6n cruenta y despiadada para que el hombre; el individuo,
encontrara sus derechos fundamentales cristalizados en preceptos legales,
miciándose así una nueva etapa política, secial y jurídica en la historia: e!
liberalismo e individualismo, cuyos postulados cundieron universalmente y
se plasmaron en la mayor parte de las leyes fundamentales de muchos paí-
ses, principalmente de! nuestro. Es a partir del célebre año de 1789 cuando
31 Véase la nota inmediata anterior.
44 LAS CARANTIAS INDIVIDUALES

en Jos regímenes estatales se autolirriitan la acción y el poder de las autori-


dades por ellos creadas, en el sentido de oponer un dique a la arbitrariedad
y al abuso: los derechos del hombre, en especial, la libertad del sujeto.
Hist6ricamente, en forma clara y definida, surge de la Revolución francesa
Un orden juridico estatal que responde al deber-ser, a la deontología de
todo orden de derecho, como ya habíamos indicado: respetar un mínimo
de libertad humana, erigiéndola en derecho. público individual, tal como
pasó después a muchas legislaciones.
El reconocimiento que el orden juridico estatal hace respecto de ese
mínimo eje libertad humana y de sus lógicas y naturales derivaciones, así
como de otros factores o circunstancias imprescindibles para el desenvolví-
miento de la personalidad del hombre, es, pues, lo que constituye los dere-
chos /Júblicos indioiduales, que en nuestro sistema constitucional reciben el
nombre de garantías indiuiduaies, contenidas en los veintinueve primeros
articulos de nuestra Constitución. Pero, además de que los derechos pú-
blicos individuales se consideran como un reconocimiento en los términos
ya anotados, expresado por el orden jurídico de un Estado, equivalen tam-
bién a una autolimitación de la actividad de los órganos o autoridades de
éste en favor de los individuos o de sus miembros en general, o sea, que
el Estado, en ejercicio de la soberanía, como poder social supremo, se im-
pone a sí mismo cortapisas o diques a su actuación, que no son sino los de-
rechos fundamentales del hombre. En nuestro régimen constitucional, el re-
conocimiento de la libertad del individuo, de sus derivaciones específicas y
de sus elementos de ejercicio, está expresado por nuestra Ley Fundamental
en la declaración contenida en el articulo primero, que además encierra un
principio general de igualdad, corroborado por el artículo 29, y que, como
ya dijimos, es una condición sine qua non del desempeño efectivo de la li-
bertad. Sin embargo, dados los términos en que está redactado dicho artícu-
lo primero, parece ser que las disposiciones relativas a los derechos públicos
individuales no son recognoscitivas de los mismos, sino constitutivas, al pre-
ceptuarse que: "En los Estados Unidos Mexicanos todo individuo gozará
de las garantías que otorga esta Constitución ... " El sentido de este
primer precepto constitucional contrasta evidentemente con la indole del
correspondiente de la Constitución de 1857, en la que las disposiciones con-
cernientes a las garantías individuales se revelan no sólo cqmo un reconoci-
miento que hace el Estado Mexicano de éstas, sino que además contienen
como teleología primordial la protección del individuo al estatuir que: "El
pueblo mexicano reconoce que los derechos del hombre son la base y el ob-
jeto de las instituciones sociales... " y comentando este artículo, el licen-
CIado JOsé Maria Lozano, dice: "Notemos que nuestro articulo constitucio-
nal no dice que el pueblo mexicano declara o establece, sino que reconoce.
Anterior; pues. a la Constitución e independiente de ella, es el hecho que
se limita simplemente a reconocer como tal. Los derechos del hombre. son
FUNDAMENTACIÓN FILOSÓFICA DE LAS GARANTiAS INDMDUALES 45

la base de las instituciones sociales y son al mismo tiempo su objeto. Una


institución en que se desconozca como base los derechos de la humanidad,
es decir, del hombre, será viciosa." ea
Sea lo que fuere, independientemente de la concepción y la forma en
que se establezcan constitucionalmente los derechos públicos individuales,
lo cierto es que en nuestro régimen jurídico estatal éstos se estatuyen con
claridad y precisión, de tal suerte que en nuestro país se cumple, aunque
sólo sea teóricamente en muchos casos, desde un mero punto de vista normati-
vo, con el deber-ser de todo orden de derecho: respetar la personalidad huma-
na, mediante la erección en garantías individuales de los medios indispensa-
bles para su desenvolvimiento.

VII. LA JUSTICIA SOCIAL

La justicia social, cuyo logro constituye el objeto primordial de la Re-


volución mexicana de 1910, no equivale sino al mismo Bien Común del
que hemos tratado en el parágrafo que antecede. Por ende, comprendién-
dose ambas ideas dentro de un solo concepto esencial, la justicia social no es
sino la síntesis deontológiéa de todo orden jurídico y de la política guber-
nativa del Estado. Etimológicamente, la expresión "justicia social" denota
la "justicia para la sociedad"; y como ésta se compone de individuos, su
alcance se extiende a los miembros particulares de la comunidad y a la
comunidad misma como un todo humano unitario.
Ya hemos afirmado que los derechos e intereses sociales implican, en
substancia, los derechos e intereses de todos y cada uno de los sujetos in-
tegrantes de la sociedad, pues suponer que ésta tenga derechos e intereses
per-se, es decir, con independencia de sus miembros individuales componen-
tes, equivaldría a deshumanizarla, o sea, a considerarla como una mera
ficción. No debe olvidarse, además, que antes que el hombre fuese cam-
pesino, obrero, empresario, profesionista, etc., es y sigue siendo un ser huma-
no, cuya personalidad como tal no se altera por pertenecer a determinada
clase social o económica.
La justicia social entraña un concepto y una situación que consisten en
una sintesis armónica y de respetabilidad reciproca entre los intereses so-
ciales y los intereses particulares del individuo. Sin esa esencia sintética no
puede válidamente hablarse de justicia social, ya que al romperse el equi-
librio que supone, se incide fatalmente cn cualquiera de estos dos extremos
indeseables, que son: el totalismo colectivista y el individualismo que sólo
atiende a la esfera particular de cada quien.
Si un régimen jurídico se estructura tomando exclusivamente en cuenta
ios intereses de los grupos mayoritarios de la sociedad sin considerar los
82 Los Derechos del Hombre. pág. 586.
46 LAS GARANTfAS INDIVIDUALES

intereses individuales de todos y cada uno de sus miembros componentes, la


persona humana, en todos los aspectos de su entidad, se diluye dentro de
un contexto social sin tener más significaci6n y valía que las de una simple
pieza de una gran maquinaria o las de un mero instrumento al servicio
insoslayable de objetivos que se le imponen coactivamente y se mantienen
con la represión gubernativa. Por otra parte, si los intereses sociales, públi-
.cos, nacionales o generales se marginan por el derecho y por el gobierno,
se entroniza y fomenta e! individualismo que a su vez origina graves y de-
sastrosos desequilibrios socioecon6micos en detrimento de grandes mayorías
humanas.
Fácilmente se comprende que ninguna de las dos posturas extremistas
que se han esbozado involucra la justicia social, pues e! olvido y la despro-
tecci6n de los intereses sociales o de los intereses particulares, es decir, la
marginación. de grupos mayoritarios de la sociedad o la degradación de
la persona humana, en cuanto tal, a la situación de instrumento servil, im-
plican situaciones suhstancialmente injustas.
La libertad de! hombre es uno de los valores sin los cuales el ser huma-
no se convierte en un ente servil y abyecto, pero no hay que olvidar que el
hombre vive en sociedad, que está en permanente contacto con 1"" demás
miembros de'la colectividad a que pertenece, que es parte integrante de
grupos sociales de diferente indole y que se encuentra en relaciones conti-
nuas con ellos. La indudable existencia y la innegable actuación de los in-
tereses particulares y de los intereses sociales en toda colectividad humana,
plantean la necesidad de establecer un criterio para que unos y otros vivan
en constante y dinámico equilibrio dentro de un régimen que asegure su
mutua respetabilidad y superaci6n. Precisamente en la implantación de ese
equilibrio y de esa respetabilidad estriba la justicia social.
En muchas ocasiones, tanto en la cátedra, en la conferencia o en la
obra escrita, hemos aseverado que la libertad tiene sus imprescindibles li-
mitaciones que la demarcan como un derecho dentro del contexto social, y
qu~ sin tales limitaciones degeneraría en libertinaje que es de suyo negativo
y perjúdicial, Ahora bien, dichas limitaciones no deben extenderse a tal
grado que se elimine la libertad del hombre, o sea, que se establezca un
régimen totalitario en que la persona humana no significa sino un simple
número. También debe considerarse, por otra parte, que las citadas limi-
taciones .no deben ser tan reducidas o leves que auspicien la marginación
de importantes intereses sociales de diferente contenido. Ante este dilema
hemos procurado brindar algunos criterios para lograr la ya mencionada
sintesis en la que, según nuestra opini6n, estriba la justicia social. Los alu-
didos criterios los hemos condensado en las hip6tesis restrictiva. o dernar-
cativas de la libertad humana dentro de la vida social y que son las siguientes:
a) Todo acto que realice el individuo y que dañe los derechos e inte-
reses de otra persona incide fuera de la libertad y, por ende, de la justicia.
FUNDAMENTACIÓN FILOSÓFICA DE LAS CARANTÍAS INDIVIDUALES 47
!» Es evidente que sobre los intereses particulares de cada quien están
los intereses colectivos, que se resumen dentro del concepto genérico de "in-
terés social", el cual, a su vez, presenta diversas implicaciones demográficas,
que se expresan en el "interés público", el "interés comun", el "interés na-
cionai", el "interés general" o el "interés mayoritario", Atendiendo a la
indiscutible hegemonía del interés social sobre el interés particular, a nadie
le debe estar permitido desplegar su conducta mediante actos quc lesionen
o perjudiquen dicho interés en sus variadas manifestaciones. Por ende, el
ejercicio de la auténtica libertad excluye la realización de dichos actos le-
sivos.
c) Si la prevalencia del interés social sobre el interés particular impone
a todo miembro de la sociedad la obligación negativa de no comportarse
nocivamente en detrimento de la colectividad. toda persona, merced al inob-
jetable principio de solidaridad humana, debe desempeñar su conducta en
beneficio de losgrupos mayoritarios que forman la sociedad." b l a Dicho prin-
cipio impone a todos los
mdiViduos diversos deberes sociales que no. entrañan
meras abstenciones, sino actos, funciones o conductas de beneficio colectivo.
Por consiguiente, si, a pretexto de desempeñar su libertad, el sujeto incum-
ple los debefes sociales a su cargo, la actuación seudo libertaria en que tal
incumplimiento se traduzca caerá fuera de la verdadera y auténtica libertad.
Las tres hipótesis limitativas que hemos esbozado, al preverse jurídica-
mente y al aplicarse con toda atingencia en la realidad política, social,
económica y cultural de un país, son las que expresan lo que debe enten-
derse por justicia social que tiene como principal" exigencia la consideración
del hombre romo persona, con todos los atributos naturales y esenciales que
a esta calidad corresponden. Por consiguiente, despojar a la persona humana
de estos atributos para diluirla dentro del todo social y convertirla en ins-
trumento servil del gobernante, importaría negar la justicia social, ya que
el más grave atentado que pueda cometerse contra la sociedad sería privarla
de su condición de comunidad de hombres para transformarla en un sim-
ple conjunto de siervos.
Por otra parte, si la justicia social es incompatible con la explotacron
y degradación del hombre por el Estado (en puridad conceptual debe de-
cirse "por .J gobierno del Estado"), una de sus más importantes finalida-
des estriba además, en eliminar la explotación del hombre por el hombre
dentro de la vida comunitaria. La abolición de ambos tipos de explotacio-
nes, en cuya consecución radica la esencia teleológica de la justicia social, se
3.21>15 La prevalencia 'del interés social sobre el interés particular la reitera IheTing
expresando al efecto las siguientes ideas: "El Interés de la sociedad, sin embargo, tiende
no sólo a lo que conviene al individuo, sino a lo que conviene a todos, en lo que todos
pueden existir, y esto, como lo he advertido más arriba ya, no es otra cosa que la jwticia.
Ella está por encima de la l!J1ettad. El individuo no existe sólo para sí, sino también para
el mundo - por eso la libertad: lo que conviene al individuo. debe subordinarse a la
justicia, que conviene a todos." (Op. cit., T. 1, pág. 117.)
48 LAS GARANTIAS INDIVIDUALES

persigue, respectivamente, mediante la instituci6n de "garantias individua-


les o del' gobernado" y de "garantlas sociales", debiéndose ambas com-
prender dentro de un ordenamiento jurídico unitario y coordinado y que
en armoniosa síntesis autorice al Estado, por una parte, para intervenir en
la vida-socio-económica del pueblo a efecto de impedir la explotaci6n del
hombre por el hombre y obtener el mejoramiento de las mayorías humanas
dentro de la sociedad, y le prohíba por la otra, convertir a la persona en
su instrumento servil.
Las anteriores ideas se corroboran tomando en consideraci6n que el hom-
bre, como ente social, se encuentra colocado simultáneamente en dos posi-
ciones diversas. Como miembro de la sociedad y con independencia de la
clase social o económica a que pertenezca, asume el carácter de "gobernado"
frente a cualouier autoridad del Estado. Dentro de esta situaci6n, los ór-
ganos estatales realizan frente a él múltiples actos de autoridad de diferente
.índole, los cuales, en un régimen de derecho, deben estar sometidos a nor-
ma. jurídicas fundamentales que establecen las condiciones básicas e inelu-
dibles para su validez y eficacia y demarcan su esfera de operatividad. El
conjunto de estas normas jurídicas fundamentales, consignadas en el orde-
namiento constitucional, implica las garantlas individuales o del gobernado
y de las quc goza todo sujeto moral o físico cuyo ámbito particular sea
lJ1ateria de un acto de autoridad." Consiguientemente, si uno de los obje-
tivos de la justicia social estriba en evitar la explotación del hombre por el
Estado, o mejor dicho, por el gobierno del Estado, el orden jurídico que
en ella se inspire y la política gubernativa que tienda a realizarla deben
prever y observar, respectivamente, las citadas garantías.
Sin perjuicio de su condici6n de gobernado, la persona humana puede
pertenecer a cualquier clase socio--económica que no sea la poseedora de los
medios de producción, como sucede principalmente con la clase obrera y
campesina que constituye la mayoría de la población. Atendiendo a su si-
tuación de desvalimiento, o sea, tomando en cuenta que el obrero o el cam-
pesino ~r lo general sólo disponen de ~u energía laboral como fuente eco--
nómica de subsistencia, en las relaciones que entablan con los sujetos que
integran la clase social minoritaria de los poseedores de los medios de pro-
ducción, representan la parte débil, siempre en riesgo de ser explotada. Ahora
bien, para impedir esta posibilidad de explotación y sancionarla en los ca-
sos en que se actualice, el orden jurídico debe establecer un conjunto de
normas que consignen un régimen de preservación a favor de la clase labo-
rante y, por ende, de todos y cada uno de sus elementos individuales com-
ponentes. Más aún, ese orden tiene como exigencia deontológica fijar las
bases conforme a las cuales .los órganos del Estado puedan realizar una ac-
tividad tendiente a elevar el' nivel de vida de los sectores, humanos mayo-
33 Véase sobre esta cuesti6n el capitulo 11 de esta obra.
FUNDAMENTACIÓN FILOSÓFICA DE LAS GARANTiAS INDMDUALES 49

ritarios de la población a efecto dc conseguir una existencia decorosa para


sus miembros integrantes en todos sus aspectos. El conjunto normativo que
se estatuya bajo esos objetivos .,,10 que se denomina garantías socuues."
cuyo establecimiento, protección y ampliación es otra de las finalidades in-
herentes a la justicia social, radicando su esencia teleológica en las tenden-
cias coordinadas siguientes: a) institución y observancia de las "garantías
del gobernado", y b) consagración, efectividad coactiva y ampliación pero
manente de las "garantías sociales". Por ende, ningún orden jurídico ni
ninguna política del Estado que no' actualicen armónica y compatiblemente
las dos tendencias apuntadas, pueden entrañar un régimen de justicia social."

VIII. CONCLuStÓN

Aplicando las ideas anteriormente expuestas a nuestro régimen cons-


titucional, y por lo que concierne a las garantías individuales que expresa-
mente se contienen en los veintinueve primeros preceptos de la Ley Funda-
mental, se puede llegar sin duda a la conclusión de que ésta cumple con la
deontologia de todo orden jurídico, la cual consiste, según dijimos, en ar-
monizar, en conjugar o hacer compatibles las diferentes tendencias del de-
recho positivo. En efecto, si analizamos cualquier garantía en la forma 'en
que ésta se concibe en nuestra· Constitución, se puede constatar no sólo
la consagración que aquélla implica respecto de las potestades naturales
de todo ser humano, sino la limitaci6n que al ejercicio de ellas debe con-
signarse para no dañar intereses individuales o intereses sociales, pues el
desempeño de cualquier actividad particular del gobernado' s6lo está pero
mitido por la Ley Suprema en tanto que no afecte una esfera individual
ajena o no lesione a la sociedad o comunidad misma, Además, nuestro
ordenamiento político impone al gobernado obligaciones que Duguit llama
"públicas individuales", es decir, servicios o prestaciones que deben realizar-
".. El concepto respectivo lO tratamos en el caprtuto 1V de este hbro.
35 El antiguo profesor de la Facultad de Derecho, don Josi Rivera Pérez Campos, sus-
tenta un pensamiento análogo al que hemos expresado, demarcando con toda precisión la
situación que la persona humana, como ente social. ocupa dentro del Estado. destacando
la _posición arménica y compatible que debe existir entre aquélla y éste. posición Que, según
hemos aseverado. denota la verdadera y auténtica justicia social. Dicho protesor afirma,
en efecto que u ... hasta d6nde es legítimo el mando y hasta dónde la obediencia es virtud,
antes-de-que el hombre caiga en la degradación, la servidumbre o la" renuncia a su propio
destino. Por ello hablamos de libertad humana; la libertad del hombre-persona, no como
fin del Estado, sino como condición que haga posible el fin propio de este último ; libertad
del Estado-entidad, tampoco como fin del hombre, sino como condición que propicie a
éste último la captación o la realizaci6n de los valores a que propende; en resumen, liber-
tad del hombre-hombre, que significa: su libertad Como individuo, en cuanto no dañe con
su ejercicio la consecución del valor del Estado j su sumisión al Estado, en cuanto contribuye
a realizar el valor de éste; la libertad de acción y mando del Estado, en cuanto no impide
la realización de valores por la persona; la sumisión por la autolimítación jurídica del poder.
sufrida por el Estado. en cuanto contribuye con su auspicio y fomento a la realización de
50 LAS GARANTÍAS ~PnDUALES

se para beneficio común sm dejar de tomar en consideración que nuestra


misma Ley Fundamental consigna un régimen de intervencionismo de Es-
tado cuya finalidad primordial estriba en tutelar a la propia colectividad
mediante la regulación, bajo múltiples aspectos, de las conductas individuales.
Es más, independientemente de las garantías individuales o del gober-
nado, de su demarcación con vista a intereses o derechos particulares o
colectivos y de la imposición de las mencionadas obligaciones públicas a car-
go del sujeto individual, nuestra Constitución vigente consagra garan/las
sociales, cuya implicación general hemos expuesto con antelación. Por con.
siguiente, puede afirmarse, sin falsos ni apasionados nacionalismos, que la
Ley Suprema de 1917 es el ordenamiento jurídico fundamental en que se
recoge preceptivamente la justicia social o Bien Común, sin que se le pueda
adjudicar ningún calificativo exclusivo ni excluyente, pues -no es ni indivi-
dualista o liberal ni estatista o colectivista, sino que expresa una verdadera-
síntesis armoniosa de los primordiales imperativos -de carácter filosófico,
político, social y económico que deben condicionar a todo derecho positivo
básico para conseguir la felicidad de un pueblo mediante la protección y
desenvolvimiento progresivo de todos y cada uno de sus miembros integran-
tes, como hombres singularmente considerados y como sujetos pertenecientes
a las clases mayoritarias de la población.

los valores de la persona". La Libertad Humana Valor del Estado. Articulo pubncado
en la Reoista de la Escuela Nacional de Jurisprudencia. Volumen correspondiente a enero-
~o de 1946. .
Por otra parte, es interesante observar que la justicia social abarca Jo que, siguiendo
a Aristóteles. se llama justicia conmutativa, distributiva y legal. Así don Antonio Pirez
Alcacer sostiene -que "Los hombres, por naturaleza, somos miembros de una sociedad
organizada en Estado. De aquí que podamos considerar a Jos miembros de una sociedad,
en sus relaciones, de tres maneras: de parte a parte, de todo a parte y de parte a todo
y, por lo mismo, hay tres especies de justicia: conmutativa, distributiva y legal. La pri-
mera se refiere a las relaciones entre individuos y comprende las relaciones de derecho
privado. Si 'A' celebra un contrato en virtud del cual debe a 'B' cierta cantidad, aquél
está obligado a pagar a éste dicha cantidad, ni más ni menos. Si paga menos, comete
injusticia; si paga más. y el acreedor la recibe a sabiendas, es él quien la comete. La jus-
ticia que se refiere a las relaciones entre todo y parte es la justicia distributiva; se trata
de las relaciones entre el Estado y sus miembros, de una justicia no de igualdad sino de
proporcionalidad. El Estado distribuye las cargas públicas, según la capacidad de cada
quieñ, -según su situación económica, y los puestos públicos según la preparación y la
aptitud de cada miembro de la sociedad, así como los honores y distinciones. La justicia
legal es la que se refiere a la conducta de los miembros del Estado respecto de éste.
Todos somos deudores de lo que es necesario para la conservación, la dignidad y la pros-
peridad del Estado al que pertenecemos: prestar servicios de orden militar, no violar las
leyes, no cometer delitos. dar aportaciones a la cultura, exigir a los gobernantes el cumpli-
miento de sus obligaciones y elegirlos de acuerdo con nuestras convicciones." (Breve
Fílosoiía d.t Derecho. Págs. 22 Y 23.)
FUNDAMENTACIÓN FILOSÓFICA DE LAS GARANTlAs INDMDUALES 51

IX. Los DERECHOS HUMANOS


A. Su positividad normativa
De las consideraciones expuestas en los parágrafos que anteceden se
concluye que los derechos humanos se traducen en imperativos éticos emana-
dos de la naturaleza del hombre que se traducen en el respeto a su vida, dig-
nidad y libertad en su dimensión de persona o ente autoteleológico. En otras
palabras tales derechos "nacen de la naturaleza que la conciencia interpreta
iluminada por la razón", como dijera Georges BUTdeu. 3Sbi, No provienen de la
ley positiva sino de lo que Cicerón reputaba como "nata lex" y pertenecen al
mundo del Derecho Natural en concepto de los pensadores cristianos enca-
bezados por Santo Tomás de Aquino. Son anteriores y superiores a la "sripta
lex" que los órganos legislativos del Estado crean, los cuales tienen el deber
ético-político de reconocerlos como fundamento de la vida pública y social.
Ahora bien, como imperativos de carácter moral y filosófico, los dere-
chos humanos asumen positividad a virtud de dicho reconocimiento. Esta
asunción les otorga obligatoriedad jurídica al convertirlos en el contenido de
los derechos subjetivos públicos que son un elemento esencial integrante de las
garantías individuales o del gobernado. Por consiguiente, merced a tal con-
versión adquieren coercitividad que se proyecta sobre la actuación de los ór-
ganos del Estado y la cual, por esta razón, se torna coercible. De estas
afirmaciones se infiere la relación que existe entre los derechos humanos, los
derechos subjetivos públicos y las citadas garantías. Los primeros, por su impera-
tividad ética, condicionan la previsión constitucional de los segundos que a
su vez se implican en las garantías del gobernado.
La susodicha relación se descubre claramente en el texto y espíritu del
artículo primero de la Constitución mexicana de 1857. Así, según este pre-
cepto, los derechos humanos o derechos del hombre "son la base y el objeto
de las instituciones sociales", por lo que "todas la leyes y todas las autorida-
des del país deben respetar y sostener las garantías que otorga la presente
Constitución". Por ende, el objeto de preservación de estas garantías estri-
ba en los consabidos derechos humanos ya convertidos en derechos subjeti-
vos públicos de todo gobernado como elementos inherentes a las propias
garantías.
En México, desde 1857 al menos, los derechos humanos se encuentran sustantiva-
mente reconocidos y protegidos por el orden constitucional frente a todos los actos de
autoridad en que se ejerce el poder público del Estado. Su protección, además, se
reiteró mediante la creación de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, establecida
por Decreto presidencial de 6 de junio de 19903!k y en cuya exposición de motivos se
alude a la citada relación al afirmarse que "es obligación del Estado mexicano preser-
var el orden, la paz y la estabilidad social del país, salvaguardando el pleno de ejerci-
cio de las garantías individuales y la vigencia del principio de legalidad en la ejecución
de las atribuciones de los óganos de gobierno", agregando que "la definición de políti-
35bis Tratado d~ Ciencia Poluica, Tomo l. Volumen l. pág. 49 Edición UNAM-Escuela Na-
cional de Estudios Profesionales Acatlán.
35c Este decreto lo reproducimos en el ApindK~ del presente libro.
lAS GARANTíAS INDIVIDUALES
52
eas en materia de derechos humanos se encuentra históricamente contenida en la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos como garantías individuales y
garantías sociales", La mencionada Comisi6n no en.lraila al fa~noso "omln.ldsman" es-
candinavo. Así lo sostiene el doctor Jorge Carpizo, qUien fue designado presidente de la
misma. aunque ambas instituciones presenten similirudcs.t'"
La citada Comisiónvv fue elevada a rango constitucional mediante una adi-
ción que se practicó al artículo 102 de la Ley Suprema como apartado "B"
del mismo. la cual se publicó en el Diario Oficial de la Federación corres-
pondiente al 28 de enero de 1992. Tal adición dispone:
"B. El Congreso de la Unión y las legislaturas de los Estados en el ámbito de sus
respectivas competencias. establecerán organismos de protección de los Derechos Hu-
manos que otorga el orden jurídico mexicano. los que conocerán de quejas en contra
de actos u omisiones de naturaleza administrativa provenientes de cualquier autoridad
o servidor público, con excepción de los del Poder Judicial de la Federación, que vio-
len estos derechos, Formularán recomendaciones públicas autonómas, no vinculatorias
y denuncias y quejas ante las autoridades respectivas.
"Estos organismos no serán competentes tratándose de 'asuntos electorales, labora-
les y jurisdiccionales.
"El organismo que establezca el Congreso de la Unión conocerá de las inconfor-
midades que se presenten en relación con las recomendaciones. acuerdos u omisiones
de los organismos equivalentes de los Estados."
Del texto transcrito se advierte claramente que la creación de la referida
Comisión y de los organismos similares debe establecerse en la Ley Federal
que reglamente la disposición constitucional invocada. Esta ley se expidió
con fecha 23 de junio de 1992 y la reproducimos en el Apéndice VI de la pre-
sente obra.
B. Su dimensión axiológica y deontológica
Diariamente y con insistencia oímos hablar de los "derechos humanos"
en todos los medios de información. En círculos políticos y en conversacio-
nes cotidianas se hace mención de ellos y se imputa su violación a múltiples
autoridades de diversa categoría. materia y competencia. Existen en México.
como es notoriamente sabido, una Comisión Nacional y varias comisiones es-
tatales encargadas de su preservación. Las leyes que organizan a estos cuer-
pos, y que heterodoxamente se denominan con impropiedad "ombudsman",
en casi todo su articulado aluden a derechos tales.
Sin embargo, pese a su profusa referencia, no se tiene un concepto da-
ro. jurídico-filosófico, axiológico y deontológico, de lo que implican. Esta
omisión nos ha impelido a formular los comentarios que a continuación ex-
ponemos.
¿Qué son, en esencia. los derechos humanos? ¿Todos los derechos subje-
tivos de la persona son derechos humanos? ¿Estos son ilimitados y corres-
ponden a cualquier individuo? mi lo mismo el individuo que la persona
:l!"l Cfr. Artículo publicado en "Exdlsíor" de 25 de julio de 1990.
~.'..., 1..:1 Ley Orgánica de dicha Comisión la insertamos en el Apéndice VI de esta edición.
FUNDAMENTACiÓN FILOSÓFICA DE I.AS GARANTÍAS INorvmUALES 53

humana? -Todo ser individual es hombre? De la respuesta que se dé a estas


y otras varias cuestiones depende la demarcación de los derechos humanos y
de su titular.
Prima [acie, históricamente los derechos humanos son, con evidencia, los
derechos naturales del hombre proclamados por el jusnaturalismo que sur-
gió. con Diderot y D'Alambert, durante e! siglo XVIII como corriente filosófi-
ca que recogió la famosa y ecuménica Declaración france sa de 1789. Según
la doctrina sostenida por el pensamiento jusnaturalista, tales derechos son
inherentes a la persona humana. es decir, su naturaleza los ostenta como an-
teriores y superiores al Estado constriñéndolo éticamente a respetarlos y a
establecer. en e! orden jurídico positivo. normas que aseguren sustantiva y
adjetivamente su observancia, objetivo que en nuestro país se alcanza con las
garantías individuales y e! juicio de amparo. En atención a los atributos de
anterioridad y superioridad mencionados, los derechos humanos no emanan
de la ley positiva ni de ningún hecho o acto concreto que se registre en cual-
quier ámbito de la vida social. puesto que existen por sí mismos con e!
hombre. siendo. en consecuencia, inalienables e imprescriptibles. Esta inex-
tricable vinculación no permite. por ende. calificar como derechos humanos
a los derechos personales que no sean narurales al hombre, o sea. que ema-
nen de la ley positiva. de algún acto contractual, administrativo o judicial. o
de cualquier hecho jurídico.
Ni la Constitución ni la legislación secundaria de México han formulado
ninguna definición, o al menos catalogación, de los derechos humanos.
Tampoco la encontramos en la jurisprudencia. Sin embargo. se encuentran
imbíbitos en las garantías individuales o del gobernado a título de "derechos
subjetivos públicos" enfrentables al poder del Estado. Esta involucración, no
obstante. no excluye la necesidad de tipificarlos y el único documento que
puede servir para este objetivo es la Declaración Universal de Derechos Huma-
nos proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de diciem-
In-e de 1948 y que nuestro país suscribió. En su preámbulo se considera que
"la libertad. la justicia y la paz en el mundo tienen por base e! reconoci-
miento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de
todos los miembros de la familia humana". Dentro de esta genérica concep-
ción se coloca primordialmente el derecho a la vida, a la libertad y a la segu-
ridad de la persona humana en cuanto que nadie puede ser arbitrariamente
detenido, preso ni desterrado y de que todo hombre se debe presumir ino-
cente mientras no se pruebe su. culpabilidad. Además, en e! rango de dere-
chos humanos tal Declaración sitúa diversas libertades específicas que tutela
nuestra Constitución a guisa de garantías individuales y sociales, así como
fundamentales derechos políticos del ciudadano. enfatizando que ninguno de
sus preceptos "podrá interpretarse en e! sentido de que confiere derecho al-
guno al Estado. a un grupo o a una persona. para emprender y desarrollar
actividades o realizar actos tendientes a la supresión de cualquiera de los de-
rechos y libertades proclamados en la propia Declaración" (Art. 30).
Por otra parte. siguiendo los planteamientos formulados, debemos ad-
vertir, pecando de tautológicos, que los derechos humano. son derechos de!
hombre. no de cualquier individuo en su sola dimensión sicosomática. El ser
54 LAS GARANTÍAS INDIVI DUALES

huinano, es decir, la persona, no debe confundirse con el mero ente indivi-


dual. El hombre rebasa con mucho esta simple entidad pues es un sujeto
axiológico. Así lo ha considerado el pensamiento filosófico de todos los tiem-
pos. Para Santo Tomás de Aquino, cuyas Ideas fundamenta en Aristóteles~ la
finalidad que toda persona humana debe persegurr estriba en la consecución
del bien, que es consubstancial a su naturaleza de ser racional. En otras pala-
bras, se puede afirmar que el objetivo vital del hombre estriba en desenvol-
verse a sí mismo, en realizar su propia esencia y, por ende, en actuar
conforme a la razón; de ahí, la máxima del ilustre aquinatense que prescribe
"Obra de acuerdo con los dictados de tu naturaleza racional",
La circunstancia de que todo ser humano tenga o deba tener una releo-
logía axiológica, el hecho de que el sujeto encauce su actividad externa e
interna hacia la obtención concreta de un valor o hacia su realización partí-
cular, ha provocado la consideración de la personalidad humana en su senti-
do filosófico, esto es, ha suscitado la concepción del hombre como persona.
En efecto, se ha dicho que el hombre es persona en cuanto que tiende a
conseguir un valor, a objetivarlo en actos y sucesos concretos e individuales,
por lo que de esta guisa, el concepto de personalidad resulta de la relación en-
tre el hombre como ser real y biológico y su propia teleología axiológica,
esto es, del vínculo finalista que el ser humano, como tal, entable con el rei-
no o esfera valorativa o, como diría el doctor Recaséns Siches, "el criterio
para determinar la personalidad es el constituir una instancia individual de
valores, el ser la persona misma una concreta estructura de valor", agregan-
do: "El hombre es algo real, participante de las leyes de la realidad; pero al
mismo tiempo es distinto de todos los demás seres reales, pues tiene una co-
nexión metalisica con el mundo de los valores, está en comunicación con su
idealidad".
Como lo hace notar el mismo autor, "en Kant el concepto de persona
surge a la luz de una idea ética. Esto es, la persona se define no atendiendo
sólo a la especial dimensión de su ser (v.gr. la racionalidad, la individuali-
dad, la identidad, etc.), sino descubriendo en ella la proyección de otro
mundo distinto al de la realidad, subrayando que persona es aquel ente que
tiene un fin propio que cumplir por propia determinación, aquel que tiene
su fin en sí mismo y que cabalmente por eso, posee dignidad, a diferencia
de todos los demás de las cosas, que tienen su fin fuera de sí, que sirven
como mero medio a fines ajenos y que, por tanto, tienen precio". (Filosofía
del Derecho, págs. 203 y 209).
Comentando el pensamiento de Jacques Maritain, Recaséns Siches aña-
de: "Cuando decimos que el hombre es persona, con esto significamos que
no -es solamente un pedazo de material, un elemento individual en la natu-
raleza, como un átomo, una espiga de trigo, una mosca o un elefante. Cierto
que el hombre es un animal y un individuo; pero no como los demás. El
hombre es un individuo que se caracteriza por la inteligencia y la voluntad.
No existe sólo de un modo. biológico, antes bien, hay en él una existencia
más rica y más elevada; superexiste igualmente en conocimiento y en amor".
(Panorama del Pensamiento Jurúlil:o en el SigÚJ XX. Tomo Il, pág. 833. Ed,
1963).
FUNDAMENTACiÓN FIlOSÓnCA DE lAS GARANTíAS INDIVIDUALES 55

Fácilmente se comprende que el hombre, como zoon politikon, según lo


concibe Aristóteles, es un sujeto de imputación de derechos y deberes frente
a la sociedad o colectividad a que pertenece. En otras palabras, esta dualidad
imputativa, en si misma indisoluble, le impone la obligación social de ejercer
sus derechos y de cumplir sus deberes. Desde el punto de vista élICO este
cumplimiento valida tal ejercicio. Nadie está legitimado para exigir el respe-
to de sus derechos si elude sus deberes. Moralmente esta c1usión merma la
condición de hombre y llega hasta extinguirla si la conducta del individuo es
antisocial. Seria un contrasentido vulnerante de la justicia si a éste se le reco-
nocieran sólo sus derechos y no Se le obligase compulsivamente a no dañar a
la sociedad o a reparar el daño que a ésta haya causado su conducta. Esta
hipótesis se actualiza en el caso de la llamada "delincuencia organizada".
¿Podría sostenerse válidamente, desde el punto de vista ético, que los jndivi-
duos que la componen y que hacen del delito su modus vivendi, sean verda-
deros y auténticos hombres titulares de derechos humanos no obstante la
grave damnificación social que haya causado y cause su conducta pretérita o
futura? Prescindiendo de meros formulismos normativos que conciernen al
ámbito de la scripta lex, y sustentando un criterio superior de justicia los ta-
les delincuentes "organizados", inadaptables a la vida social y en permanente
peligrosidad contra la colectividad, no merecen ser sujetos de derechos hu-
manos aunque la Constitución y la ley no hagan este distingo. Sin embargo,
pese a esta omisión, debe interpretarse la idea de "individuo" que utiliza el
articulo 10 de nuestra Ley Fundamental, desde un punto de vista ético y
axiológico conforme a las breves consideraciones que anteceden, prescin-
diendo de la connotación meramente formal y gramatical de dicha palabra.
Reconocemos que esta interpretación no está exenta de cuestionamientos y
objeciones que puedan basarse en la falta de precisión de lo que deba enten-
derse por "delincuentes organizados", circunstancia omisiva que podría con-
ducir a injusticias considerativas en el ámbito de la concreción, hipótesis
viable que, sin embargo, no desvirtúa las observaciones filosóficas y ético-so-
ciales que hemos formulado en un terreno estrictamente especulativo.
En resumen, la validez filosófica, ética y social de los derechos humanos
está condicionada a la conjunción de los siguientes factores: a) Que su titula-
ridad corresponda al hombre en su carácter de "zoon politikon"como cen-
tro de imputación de deberes sociales; b) Que la conducta humana no
traduzca el incumplimiento permanente y reiterado de estos deberes; e) Que
dicha conducta. por su desempeño habitual, no sea contraria a los intereses
de la sociedad, contrariedad que ostenta la llamada "delincuencia organiza-
da". La insatisfacción de estos requisitos excluye la integración. en el indivi-
duo que no los observe, de los derechos humanos aunque su goce se derive,
"erga omnes'', de la mera normatividad jurídica positiva.
CAPÍTULO PRIMERO

BREVE RESE~A ACERCA DE LA SITUACIÓN DEL INDIVIDUO


COMO GOBERNADO EN LOS PRINCIPALES REGIMENES
POLfTICO-SOCIALES HISTÓRICAMENTE DADOS

Sumario: l.-Tiempos primitivos. Il.-Los Estados orientales. IlI.-Grecia.


IV.-Roma. V.-Edad Media. VI.-España. VIl.-Inglaterra. VIlI.-
Francia. IX.-Colonias Inglesas de América. X.-Estados U nidos. XI.-
U.R.S.S. XIl.-República' Popular China. XIlI.-Cuba. XIV.-México
(Generalidades). XV.-La Declaración de los Derechos Humanos de di-
ciembre de 1948 (somera referencia).
Hemos llegado, en el desarrollo de nuestra exposición, a la ocasión de tra-
tar sucintamente la evolución que ha experimentado, en el decurso de la
mutación de la humanidad, la situación del hombre como gobernado; en
otras palabras haremos una narración somera respecto de las diferentes
formas reales o teóricas dadas en la historia sobre las relaciones entre go-
bernantes y gobernados.
El tema histórico apuntado lo acotaremos de la siguiente manera: en
primer lugar, nos vamos a referir a las principales formas políticas reales
dadas históricamente en cuanto a la situación del gobernado frente al poder
público, con el fin de constatar si en algunas de ellas el hombre o la per-
sona era titular de garantías índividuales o de derechos y prerrogativa
establecidos por el orden jurídico estatal legal o consuetudinario y obligato
rias para los órganos gubernamentales; en segundo término, el problema
dc la mencionada situación del gobernado lo enfocaremos, ya no en cuanto
a la existencia real de las garantías individuales o derechos del hombre
dentro de un régimen social determinado, sino en lo que atañe a las teorias
o ideales que se han sustentado en el pensamiento filosófico-político respecto
de las relaciones jurídicas entre gobernantes y gobernados. Naturalmente
que la referencia histórica que vamos a hacer bajo los dos aspectos anota-
dos, versará sobre la situación general que ha ocupado la persona humana
frente a las autoridades, pues los antecedentes históricos de cada garantía
individual o derecho del hombre en particular los trataremos al abordar el
estudio de cada prerrogativa del individuo consignada constitucionalmente,
con especialidad por nuestro orden jurídico supremo y fundamental."
86 Del desarrollo del tema que comprende este capítulo excluiremos el estudio de las
instituciones jurídicas que implican o pudieran implicar antecedentes histéricos de nuestro
58 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

l. TIEMPOS PRIMITIVOS

Es inconcuso que en los tiempos primitivos no es posible hablar no sólo


de la existencia de los derechos del hombre considerados éstos como un
conjunto de prerrogativas del gobernado de observancia jurídicamente obli-
gatoria e imperativa para los gobernantes, sino ni siquiera de potestades o
facultades de hecho de que pudiera gozar el individuo dentro de la comu-
nidad a que pertenecía y que constituyesen una esfera de acción o actividad
propia frente al poder público. En los regímenes matriarcales y patriarca-
les, en efecto, la autoridad de Ja madre y del padre, respectivamente, era
omnímoda, sin que encontrara un dique, ya no jurídico, sino fáctico a su
desarrollo imperativo. La madre, y posteriormente el padre, como jefes de
la socieda~ familiar, cuyo conjunto componía la tribu, disfrutaba de ab-
soluto respeto por parte de sus subalternos, sobre los cuales, en muchos ca-
sos, tenían derechos de vida o muerte. Además, como fenómeno consubs-
tancial a Jos regímenes sociales primitivos, se observa invariablemente la
existencia de la esclavitud, la cual presupone, al menos en el orden a la li-
bertad e igualdad humanas, una negación de los derechos del hombre o
garantías individuales, como se denominan éstos entre nosotros. La sanción
a la rebeldía justa o injusta contra los mandatos supremos e inapelables
de los patriarcas y jefes de tribu, consistía en el destierro de la comunidad,
sin que el afectado por este acto tuviese ningún derecho que hacer valer
frente a tal decisión."

H. LOS ESTADOS ORIENTALES

En los regímenes sociales orientales, los derechos del hombre o garan-


tías individuales no solamente no existieron como fenómenos de hecho,
producto de una especie de tolerancia por parte del poder público, sin
obligatoriedad recognoscitiva o de respeto para éste, sino que la libertad del
hombre, del individuo como gobernado, fue desconocida o, al menos, me-
nospreciada, a tal grado que reinaba en aquéllos el despotismo más acabado.
El individuo, el particular miembro de la comunidad o de la sociedad, tenía
como consigna en algunos Estados orientales obedecer t callar, máxime que
los mandamientos que recibía eran conceptuados como provenientes del
juicio de amparo o que ofrecen o puedan ofrecer semejanza con éste, por no corresponder
estos tópicos al contenido propio del presente libro y los cuales, por otra parte, los trata-
mos en nuestra obra respectiva, El Juicio de Amparo, capítulos 1 y H.
aa Las anteriores apreciaciones se corroboran por el maestro Antonio Caso al afir-
mar que: "El patriarca rige la vida social, familiar y política y, al desaparecer, Jejas de que
mengüe su acción, preside la vida moral de su pueblo. O es jefe o es dios. Todo se le su~
bordina, inevitablemente, en el pasado, el presente y el porvenir de la comunidad." Socio-
logia, cuarta edici6n, pág. 301.
SITUACIÓN DEL GOBERNADO EN LA HISTORIA 59

representante de Dios sobre la Tierra, es decir, del gobernante ungido como


tal por la voluntad divina, de la cual derivaba su investidura. Por este mo-
tivo, las arbitrariedades autoritarias del poder en los pueblos orientales de
la antigüedad, eran acatadas por los súbditos al amparo de la conciencia
que éstos abrigaban, en el sentido de ser aquéllos emanaciones o designios
de ·una voluntad sobrenatural expresada por el gobernante. Esta creencia
acerca del origen del poder y de la autoridad reales estaba generalizada de
tal manera, que podemos afirmar que casi todos los regímenes de gobierno
de dichos pueblos eran teocráticos, como el egipcio, el hebreo, etc., máxime
si se, toma en cuenta que el derecho y la religión se confundían en un con-
junto de prácticas sociales indiferenciadas.
"La forma general del Estado en el mundo oriental, afirma Gettel, fue
la de una autocracia o monarquía despótica, teniendo por sanción de su
autoridad la religión o la conquista. Los monarcas fueron venerados como
dioses, tal es el caso de Egipto, o considerados como agentes de los dioses,
según en Persia y Asiria." 38
Además, puede afirmarse que todas las legislaciones primitivas tuvieron
un origen divino (revelación) y por ello su aplicación se encomendó a una
casta privilegiada que las interpretaba y proveía a su observancia (sacer-
docio). Las disposiciones que las integraban eran excesivamente minuciosas,
pues no sólo regulaban los actos externos de los individuos, en sus relaciones
sociales, sino su conducta privada cotidiana, llegando a prescribir lo que
se debía comer y vestir, no desde un punto de vista puramente biológico
o convencional, sino religioso.
En los Estados orientales, el hombre estaba cercado por una multitud
de prohibiciones no únicamente de índole fáctica sino de carácter jurídico,
inherentes al régimen teocrático en que, por lo general, estaban organiza-
dos. La desorbitada reglamentación legal o consuetudinaria aprisionaba en
normas rígidas y estáticas la actividad humana, manteniendo al individuo
en la ignorancia por la falta casi absoluta de libertad y de iniciativa per-
sonal, así como por la sujeción incondicional del gobernado al gobernante,
cuyo poder, consignado en las leyes reveladas, era ilimitado.
Bien es verdad que en algunos de los pueblos del Oriente antiguo, como
el hebreo, la actividad de los gobernantes se hallaba restringida por normas
religiosas teocráticas, en las que implícitamente se reconocían ciertos dere-
chos a los súbditos, pues se suponía que dichas normas, como las de Jehová,

38 RAVMOND G. GETTEL, Historia de las Ideas 'Polítícas, tomo 1, pág. 63. Refiriéndose
específicamente a Egipto, CÉSAR CANTÚ exponía: "Mas, no obstante los elogios prodiga-
dos a los egipcios, ¿ qué _pensar de un gobierno en d que un faraón medita los medios de
oprimir sabiamente á un pueblo refugiado y que, no pudiendo diezmado imponiéndole
enormes trabajos, ordena la degollación de todos los recién nacidos? ¿ Qué pensar de un
país donde hay de un lado dominadores instruidos y del otro siervos ignorantes y embrute-
cidos, 10 cual es peor aún que vencidos y vencedores?" (Historia Universal, torno 11,
pág. 34.)
60 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

eran producto de un pacto entre Dios y el pueblo, cuyas disposiciones debían


ser inviolables," mas también es cierto que, en primer lugar, esas restric-
ciones eran muy débiles y la apreciación de su extralimitación quedaba al
arbitrio de los propios gobernantes que eran sus intérpretes y, en segundo
término, no exima ninguna sanción para sus posibles contravenciones.
En estas condiciones, los regímenes gubernamentales, basados en tales
principios o creencias, evidentemente pugnaban con toda idea de libertad
humana, y más aún, con su reconocimiento, por lo que no es posible aseve-
rar que en los pueblos orientales de la antigüedad existiera tal derecho y
mucho menos un medio de preservarlo, pues cama ya dijimos, el individuo
estaba relegado a un plano ínfimo, si no es que había incidido en la escla-
vitud.
Sin embargo, como una notable excepción al régimen político y social
oriental, existe la circunstancia de que la India no estaba dotada de un
gobierno teocrático. El Estado temporal era independiente de la religión y
los sacerdotes no debían tener injerencia en la vida política, sino consa-
grarse exclusivamente a su cometido religioso." Descartado el principio
89 Las leyes mosaicas, contenidas principalmente en el Decálogo y en el Levítico, des-
cansaban sobre el principio de la igualdad religiosa. Todos los hebreos eran iguales ante
Jehová, según lo proclamó Moisés, y tenían el derecho de intervenir en las asambleas po-
pulares, de las que no estaban excluidas las mujeres. Los privilegios se acordaban en favor
de los miembros de la casta sacerdotal, o sea, a los "servidores de Dios". La omnipotencia
divina, que alentaba el pensamiento mosaico, explica por qué éste no preconizó un monarca
absoluto, pues para Moisés "el reyes Iehové".
Estas ideas, que fueron observadas por mucho tiempo en el pueblo hebreo, se refren-
daron en las palabras del profeta Samuel, al reprochar la tendencia para implantar la mo-
narquía. Así, dirigiéndose a los hebreos, decía: "Vosotros queréis un rey. Ahora bien, he
aquí el derecho del monarca que os gobernará: Tomará a vuestros hijos para conducir sus
carruajes; los hará gente de a caballo y los hará correr delante de su carro; hará de vues-
tras hijas cocineras y panaderas; tomará lo mejor de vuestros campos, viñas y olivares y lo
dará a sus criados; tomará a vuestros jóvenes, a vuestros criados y criadas y a vuestros asnos
y Jos hará trabajar para él. .. " (Cfr. "Los Reyes". Libro 1, capítulo VlIL Antiguo Tes-
tamento.)
Pese a las ideas políticas de Moisés.y a la profecía de Samucl, el pueblo hebreo se
constituyó en una monarquía, en cuyo régimen el poder del rey estaba atemperado por la
casta sacerdotal. Sus miembros, a pretexto de interpretar y ejecutar la voluntad dc Dios, se
erigieron en verdaderos tiranos. Como se sabe. la tiranía sacerdotal fue la causa perma-
nente de las guerras civiles que provocaron el desmembramiento del Estado de Israel. Su
bandera fue la oposición tenaz al sistem-a hereditario en la sucesión dc las dignidades
sacerdotales. sistema que el propio Moisés había reservado a la tribu dc Levl.
Además, y según hemos dicho. en el pueblo hebreo, como en todos los de la antigüedad,
existía la institución de la esclauitud, proscriptora en sí misma de la igualdad jurídica y,
-'por ende. de la libertad para los que yacían en esa inhumana situación, y que ni el pro-
pio Moisés pudo abolir, aunque sí mitigar con algunas atinadas disposiciones de derecho
civil y penal que se consignaron en el Levítico y en el Deuteronomio .
.fQ Quizá la separación entre el poder sacerdotal y el civil haya obedecido a la falta de

unidad religiosa de la India. impidiendo fa formación de un régimen teocrático. En efecto.


entre el pueblo indio había. y existen en la actualidad, numerosos grupos de profesan tes
de diversas religiones. tales como el brahmanismo. el budismo, el islamismo. el judaísmo e,
inclusive, el cristianismo, teniendo eada una de ellas diferentes concepciones y orígenes.
Así, el brahmanismo tiene como fundamento el naturalismo de Jos Vedas y el deísmo,
SITUACIÓN DEL COBERNADO EN LA HISTORIA 61

teocrático del poder público, el pensamiento hindú se reveló marcadamente


democrático y liberal; los pensadores de la India no reputaban al régimen
estatal como la realización del ideal humano de convivencia ante el cual las
personalidades individuales palidecían; antes bien afirmaban que en un
principio el hombre vivía en un estado de naturaleza, tal como lo consideró
Rousseau, y que, para evitar las injusticias que en su desenfrenado liber-
tinaje cometían los fuertes en detrimento de los débiles, fue necesario cons-
tituir el Estado, no como una forma de perfeccionamiento humano, sino
como una urgencia de protección mutua. Para hacer prevalecer el orden
dentro de la sociedad, producto de dicha necesidad, debería existir una
autoridad o poder social, superior a las voluntades individuales, encargado
de implantar el equilibrio entre las conductas desiguales de los hombres.
Dicho poder debería ejercerse por el monarca, a quien no era lícito actuar
arbitrariamente, esto es, sin sujeción a normas preestablecidas, sino que
estaba obligado a obrar de acuerdo con un sentido de justicia y equidad,
asesorado por las personas más cultas. Ya en lo tocante a los derechos del
hombre o garantías índividuales, el pensamiento hindú abrigaba la tenden-
cia a respetar la personalidad humana, principalmente por lo que ve al
derecho específico de libertad,
Las corrientes políticas doctrinales en China asumen caracteres análo-
gos a los de aquellas que tuvieron lugar en la India. Los más destacados
filósofos chinos, talcs como Confucio, Mencio, Moh.ti y Lao Tse, predica-
constituido por una especie de trinidad compuesta de Brahma, el Creador, de Vichnú, el
conservador y de Siva, el destructor. Por su parte, el budismo establecido por Siddharta
el Buda, es decir, el sapiente por excelencia, reconoció en un principio la" religión brahmá-
nica, pero posteriormente le introdujo fundamentales modificaciones, mismas que provo-
caron un movimiento religioso de reivindicación del brahmanismo, cuyos adeptos lograron
expulsar de la India a 105 budistas, quienes se refugiaron en China, en Japón, en Java y
en otras regiones del Asia Meridional. El mahometismo o islamismo también hizo prosé-
litos en dicho país, en donde sus preceptos fueron observados con menos rigor que en el
Asia Occidental, habiendo originado, sin embargo, a una especie de faquires y monjes
mendicantes, que aún se pueden observar en nuestros días. El judaísmo esté también repre-
sentado en la India por un cierto número de judíos dispersos en su vasto territorio, quie-
nes han conservado las prescripciones mosaicas y las tradiciones del Talmud. Por 10 que
respecta al cristianismo, se introdujo desde tiempos remotos entre diferentes sectores del
pueblo indio, merced a los incesantes esfuerzos de las misiones.
Como se ve, presentando la India el aspecto de un mosaico religioso, era imposible la
constitución de un régimen teocrático, que se basa principalmente en la unidad de la fe,
circunstancia que viene a explicar la causa de que dicho país haya significado una notable
excepción, en cuanto a su forma de gobierno. frente a las demás naciones o pueblos del
Oriente.
Por otra parte, la población india estaba dividida en castas, cuyo establecimiento reco-
nocía un origen divino, es decir, emanadas de la voluntad de Brahma. Cada una de dichas
castas estaba colocada en una situación de desigualdad religiosa, jurídica y social, habiendo
existido entre ellas una especie de jerarquía, a saber: la de los brahmanes (a quienes, den-
tro de los privilegios de que gozaban, les estaba reservado el" sacerdocio, la judicatura y la
medicina); la de los chatriás (compuesta por los guerreros); la de los varias (integrada
por los comerciantes, labradores y artesanos); la de los sudras (que implicaba una forma
de esclavitud), y la de los parias (que constituía la "casta vitanda", proscrita de la comu-
nidad y de todo trato con los individuos pertenecientes a las demás).
62 LAS GA~ÍAS ~DnnDUALES

ron la igualdad entre los hombres, sostuvieron la democracia como forma


de gobierno y abogaron por el derecho legítimo del gobernado para rebe-
larse contra los mandatos desp6ticos y arbitrarios del gobernante, circuns-
tancia ésta que ya barrunta una idea, aunque vaga, de los derechos del
hombre o garantías individuales, tal como jurídica y filosóficamente se con-
ciben.?
Por otra parte, el ambiente jurídico, político y social propicio para la
institución de tales derechos o garantías, o sea, el democrático, se proclamó
en el pensamiento de Moh-ti y de Mencio, quienes respectivamente sos-
tenían la fraternidad universal y que "el elemento más importante de un
Estado es el pueblo; después, la religíón de los dioses y, en último término,
el monarca" y que "satisfaciendo las aspiraciones populares cumplimos la
voluntad del Cielo"."

III. CRECIA

En Grecia, el individuo' tampoco gozaba de sus derechos fundamentales


como persona reconocidos por la polis y oponibles a las autoridades, es
decir, no tenia derechos públícos individuales. Su esfera jurídica estaba
integrada casi exclusivamente por derechos políticos y civiles, en cuanto
que intervenía directamente en la constitución y funcionamiento de los ór-
ganos del Estado y en cuanto que tenía una situación protegida por el de-
recho en las relaciones Con sus semejantes, mas no gozaba de ninguna
prerrogativa frente al poder público."
~l Es interesante recordar las máximas morales de Coniucio, muy similares a las cris-
tianas, y cuya observancia trascendente u objetiva condensaba su pensamiento político. "Lo
que yo os enseño, decía, podríais aprenderlo por vosotros mismos haciendo un uso legítimo
de las facultades de vuestro espíritu. Nada tan natural y sencillo como los principios de la
moral, cuyas saludables máximas procuro inculcaros. Todo lo que yo predico ha sido prac-
ticado ya por vuestros sabios j y esta práctica se reduce a tres leyes fundamentales de rela-
ciones entre súbditos y reinantes, entre padre e hijo, entre marido y mujer; y al ejercido
de las cinco virtudes capitales: la humanidad o sea el amor a todos Jos hombres sin distin-
ci6n; la justicia que da a cada uno Jo que le corresponde; la observancia de las ceremonias
'Y dtJ los usos establecidos" a fin de que todos los que viven según una misma norma parti-
cipen de las mismas ventajas e incomodidades; la rectitud de ánimo y de corazón que hace
buscar y desear en todas las cosas 10 verdadero-sin engañarse a sí ni engañar a los demás;
y la sinceridad, esto es un corazón franco, que excluye todo disimulo en los hechos o en las
palabras." (Cita contenida en la obra de César Cantú, Historia Universal, tomo IV,
pág. 130.)
u GETTEL. Historia de las Ideas Políticas. Tomo J, pág. 69.
45 Según Fuste! de Coulanges, en las ciudades del mundo griego de la antigüedad
imperaba una especie de totalitarismo estatal que colocaba a la persona humana, en su
carácter de gobernado, en una situaci6n de completa sumisi6n al poder público de la
polis. "La dudad, dice tan distinguido autor, se fundó sobre una religi6n y se constituyó
como una iglesia. De ahí su fuerza; de ahí también su omnipotencia y el imperio ah-
soluto que ejerci6 sobre sus miembros. En una sociedad establecida sobre tales principios,
la libertad individual no podía existir. El ciudadano quedaba sumiso en todas las cosas
y sin ninguna reserva a la ciudad: le pertenecía todo entero. La religión, que habla
SITUACIÓN DEL GOBERNADO EN LA HISTORIA 63

Más aún, en Esparta habla una verdadera desigualdad social, estando


dividida la población en tres capas, que eran: los ilotas o siervos que se
dedicaban a los trabajos agricolas; los periecos o clase media, quienes des-
empeñaban la industria y el comercio; y, por último, los espartanos pro-
piamente dichos que constituían la clase aristocrática y privilegiada. Ante
esta jerarquía social, es inútil hablar de la existencia de derechos del hombre
o garantías individuales como conjunto de potestades juridicas oponibles coer-
citivamente al poder público, en vista de que no existia la situación iguali-
taria que presupone todo derecho público individual. Siendo el Estado en
Esparta una estructura superhumana a la cual todo miembro de la comu-
nidad debla una natural sumisión, el gobernado como tal no tenia ningún
derecho frente. al poder público, frente a las autoridades. Su esfera juridica
se integraba exclusivamente por derechos políticos y civiles, como ya dijimos,
esto es, por potestades que lo hadan participar activa o pasivamente en los
destinos sociales como elector o funcionario, y por factores juridicos en las' re-
laciones de coordinación con sus semejantes.
Sin embargo, Esparta no estaba constituida en un estado autocrático.
Como en casi todas las ciudades griegas, su forma de gobierno se asentaba
sobre bases democráticas. Lo que pudiéramos denominar "función admi-
nistrativa" estaba encomendada a dos reyes llamados arqueguetas, cuyas
facultades estaban muy restringidas, pues propiamente se reducían a recibir
a los embajadores extranjeros y a presidir el Senado o Consejo de Ancianos.
Además, los monarcas espartanos eran una especie de sumoa sacerdotes que
celebraban las ceremonias religiosas y designaban a los prelados inferiores.
En tiempo de guerra, "los reyes dirigían personalmente el ejército y mar-
chaban al combate en el primer puesto"."
La actividad gubernativa en Esparta se depositó en el Senado o Con-
sejo de Ancianos, llamado Gerusia, el cual desplegaba también funciones
judiciales, decidiendo en última instancia los negocios importantes en que
el Estado tuviese interés. Sobre el Senado, la asamblea del pueblo, com-
puesta exclusivamente por los espartanos, ejercía una especie de control, ya
que debla someterse a su aprobación cualquier asunto.
Una magistratura singular fue la de los éforos quienes "velaban sobre
la educación de la juventud, convocaban las asambleas populares, presidian
los juegos y los festines, trataban con los enviados del extranjero e ínter-
venían en las controversias de carácter privado. Podían pedir la acusación
y destitución de los magistrados, incluso de los reyes, cuando ciertos fenó-
menos sobrenaturales indicaban, de acuerdo con su propia interpretación,
engendrado al Estado, y el Estado, que conservaba la religi6n, sostenianse mutuamente
y s6lo formaban una: estos dos poderes asociados y confundidos' formaban una fuerza
casi humana, a la que alma y cuerpo quedaban esclavizadas." Agrega dicho tratadista
que "Nada había en el hombre que fuese'"1indepcndiente. Su cuerpo pertenecía al Estado
y estaba consagrado a su defensa.'" (La Ciudad Antigua. Edición 1908. Pág. 307.)
« DE VEDIA y MITRE, MARIANO, Historia de las Ideas Políticas. Tomo 1, pág. 15.
64 LAS GARANTÍAS INDlVIDUALES

que los dioses no estaban satisfechos con el gobierno." "Su autoridad les
permitia condenar a muerte a cualquier ciudadano sin explicar los motivos
de la sentencia:" 405
En Atenas la situación social era diferente de la que prevalecía en Es-
parta. No existía esa diferenciación jerárquica entre tres clases sociales
diversamente colocadas ante el derecho y en la realidad; había, es verdad,
cierta desigualdad entre los hombres, aunque no tan marcada como en el
régimen espartano. El ateniense gozaba de una libertad fáctica frente al po-
der público; podia libremente actuar ante éste y aun impugnar o criticar
su proceder en las asambleas cuando fuere contrario a su criterio; mas esa
libertad sólo tenia una existencia de hecho, sin que significara, por tanto,
una obligación para la autoridad estatal su respeto; en una palabra, la li-
bertad del ateniense, manifestada en diversos actos concretos, no implicaba
un derecho público individual, esto es, una exigencia juridica frente al Es-
tado con obligación ineludible de parte de sus autoridades en el sentido
de acatarla.
Se atribuye a Sol6n la estructuración legislativa de la polis ateniense.
Narran los historiadores que su obra fue tan trascendental, que las más
importantes instituciones juridicas de Atenas derivaron de su genio corno
estadista. Según acontecía por lo general en los pueblos de la antigüedad,
la organización estatal no se compendiaba en una constitución unitaria, sino
que se establecia en diferentes cuerpos legales aislados, cuya materia de
regulación era diferente. Asi sucedió en Atenas, en que. la labor de Solón
no se tradujo en la confección de un solo ordenamiento juridico, sino en la
expedición de diversas leyes especiales. La historia nos ha legado, sin em-·
bargo, las normas básicas que a modo de principios latían en esa legislación
diversificada.
Según afirmamos anteriormente, la desigualdad social en Atenas no
presentaba los caracteres tan marcados que ostentaba en Esparta, no obs-
tante lo cual no es posible aseverar. que en el sistema juridico de la gran
polis ateniense se haya proclamado la igualdad legal entre todos los miem-
bros componentes de su población. Así, y desde los remotos origenes de
Atenas, los individuos se agrupaban en clases sociales diferenciadas unas
de otras por razón de la sangre; y este criterio, sobre el que descansaba la
desigualdad social, se substituyó, en la obra de Solón, por el que se fundaba
en una diferencia plutocrática. De esta guisa, el pueblo ateniense se dividió,
durante la época de ese célebre legislador, en cuatro clases, colocadas je-
rárquicamente en atención a los bienes de fortuna que cada una de ellas
poseia. Los ciudadanos componian la clase social superior, dotada de todos
los derechos políticos y formada 'por los individuos de mayor poderlo eco-
nómico; los caballeros integraban la segunda clase social y aunque gozaban
de tales derechos, éstos sólo los habilitaban para ocupar magistraturas in-
~5 Op. cit., pág. 17.
SITUACIÓN DEL GOBERNADO EN LA HISTORIA 65

feriares dentro de la polis; la tercera clase social estaba compuesta por los
zeugitas, entre quienes se reclutaban los soldados; y por último, eran los tetes
los que componian la clase social más baja en Atenas, habiendo estado
privados de derechos políticos.
El régimen plutocrático de Atenas, que substituy6, según dijimos, a la
primitiva aristocracia, fue evolucionando hacia el sistema democrático di-
recto, cuya implantaci6n se consuma dehnitivamente bajo el gobierno de
Pericles y durante el cual culminó el esplendor político y cultural ateniense.
Una de las conquistas logradas fue la consistente en el establecimiento de
la isonomla o igualdad ante la ley. Además, se implant6 una especie de "ga-
rantía de legalidad", implicada en la circunstancia de que todo acle público
y toda norma legal deberían estar de acuerdo con la costumbre jurídica.
De esta guisa, se crearon importantes funcionarios que recibían el nombre
de nomotetas o "guardianes de las leyes", y cuya primordial misi6n estri-
baba en impugnar ante la asamblea las normas legales inadecuadas. o im-
pertinentes. Merced a la gestión impugnativa de los "nornotetas", las asam-
blcas de ciudadanos revisaban sus propias leyes con el objeto de constatar
lo que suele llamarse su "causa final", es decir, su idoneidad desde el punto
de vista social, económico o político en aras de los intereses de Atenas.
Sin embargo, fuera de ese control o equilibrio ejercido por la asamblea
ateniense, que era el 6rgano supremo del Estado, no existía dentro del ré-
gimcn jurídico de la luminosa polis griega ninguna instituci6n que hubiese
establecido derechos en favor del gobernado frente al gobernante, circuns-
tancia que no fue sino la consecuencia de la concepci6n política dominante
de la época, en el sentido de que s610 a través de la organizaci6n estatal
el individuo encontraba su verdadera perfecci6n, por lo que el poder del
Estado no tenia límites, pudiendo inclusive injerirse hasta en los detalles
más nimios de la vida privada.
En resumen, cI individuo como gobernado no era titular de ningún de-
recho frente al poder público, o sea, en las llamadas relaciones de supra a
subordinaci6n o de gnbierno propiamente dichas. Su personalidad como
hombre se diluía dentro de la polis. S610 valía o tenía alguna significaci6n
en la medida en que, como ciudadano, intervenía en la actividad estatal
como miembro de los diferentes órganos de gobierno, tales como las asam-
bleas y los tribunales. En Atenas, el pueblo (demos) lo era todo. A él in-
cumbia la e1aboraci6n de las leyes y la administraci6n de justicia, misma
que impartiaconstituyéndose en el célebre tribunal de los heliastas. El signo
transpcrsonalista y estatista que caracteriz6 al régimen jurídico-politice de
Atenas y, en general, de las demás ciudades griegas, trajo como consecuen-
cia la minimizaci6n de la persona humana como tal, esto es, en su calidad
de gobernado; y si el ateniense pudo escalar las más alta. cúspides del pen-
samiento y de la expresi6n artística y cultural, fue debido a la actitud de
tolerancia y de respeto extrajurídicos que los g-obernantes asumianfrcnte
66 LAS GARANTiAS INDIVIDUALES

a la libertad natura! del hombre, que no se erigió a la categoría de derecho


público subjetivo. '
Los sofistas reaccionaron contra estas concepciones. Afirmando que "el
hombre es la medida de todas las cosas" y que, por ende, ninguna verdad
o supuesta verdad tiene validez universal, puesto que su sentido depende
de cada sujet?, llegaron a presuponer a la anarquía como la situación na-
tural del individuo. Por tal motivo, no se ocuparon de la cuestión relativa
a los derechos del hombre o garantías individuales como prerrogativas ju-
rídicas de éste frente a la autoridad estatal, ya que para ellos ésta no deberla
existir, aun cuando, ante la realidad que vivían, explicaban al Estado como
el fruto de un pacto socia!, sin que esta explicación significara la justifica-
ción de su existencia.
Para apoyar su tesis anarquista, los sofistas, a través de las ideas de Hip-
pías y Alcidamas, sostenían la existencia de los derechos del hombre, pero
no a título de prerrogativas que el gobernado dentro del Estado o polis de-
biera tener frente a la autoridad, como ya sc dijo, sino reputándolos como
elementos inseparables de la persona humana en un estado de naturaleza,
en que nadie está supeditado a nadie y en que todos son libres e iguales,
situación que significa para los discípulos de H erádiio el ideal de la huma-
nidad que se alcanzarla al suprimir la organización estatal."
S6crates impugnó las ideas sofistas, aun cuando su pensamiento coinci-
día en muchos aspectos con el contenido de éstas. Estimaba que el hombre
había nacido en un plano de igualdad con sus semejantes; proclamó el
principio de la racionalidad en todos los actos de la vida individual y públi-
ca, llegando hasta sostener que el gobernado debía obedecer los imperativos
de su razón con preferencia a las leyes positivas estatales injustas e irracio-
nales, pretendiendo que toda la actuación humana, social o particular, se
sujetase a una norma ética de validez universal. Para Sócrates, la razón
era el factor omnideterminante de la vida, por lo que es dable presumir,
de acuerdo con su .pensamiento, que el gobernado deberla tener todas aque-
llas prerrogativas que estuvieren fundadas racionalmente frente a las arbi-
trariedades y despotismos de la autoridad del Estado.
Si bien es verdad que Platón siguió en términos generales los linea-
mientos de la doctrina de su maestro Sócrates, en muchos puntos las ideas
de ambos discrepan profundamente, en especial por lo que concierne a la
situación del individuo como gobernado frente a las autoridades. En efecto,
Platón justificaba la desigualdad social, propugnando la sumisión de los
mediocres respecto de los mejores, a quienes debía encomendarse la direc-
ción del Estado. En estas condiciones, se puede fácilmente concluir que en
la doctrina platónica estaban proscritas las ideas de derechos del individuo
frente a! poder público, pU,esto que éste se suponia desempeñado por per-
sonas capacitadas intelectual y culturalmente, a las cuales el gobernado de-
46 ENRIQUE ROMMEN, Derecho Natural, ed. 1950, pág. 18.
SITUACIÓN DEL GOBERNADO EN LA HISTORIA 67

bia sumisión. Platón llegaba hasta el extremo, en s'el concepclOn ideal del
Estado, de considerar a éste como la realidad non plus ultra que debía ab-
sorber toda la actividad individual. Fue por esto por lo que la te;'ría pla-
tónica en materia política proponía la abolición de la propiedad privada
y de los lazos familiares para asegurar la unidad orgánica del Estado.
Arist6teles, discípulo del anterior, no obstante que en lineamientos ge-
nerales adopta la teoría política de su maestro, se muestra liberal, por asi
decirlo, en cuanto al problema de la situación del individuo frente al po-
der público. Según el estagirita, para que el hombre pueda alcanzar un
grado de perfección, que' no se lograba tuera de la convivencia social, era
menester gozar de cierto radio de libertad, el cual implicaba, correlativa-
mente, ciertas limitaciones al poder estatal. Sin embargo, a esa esfera de
libertad individual, Aristóteles no la colocaba en el rango de derecho pú-
blico del gobernado, oponible obligatoriamente al Estado; según la tesis aris-
totélica sobre el particular, las autoridades deberian asumir el papel de
tolerancia o consenso frente a una determinada actividad libre del ciuda-
dano, pero nunca se deberían ver obligadas a respetarla como si se tratara
de un verdadero derecho. Por lo que ve a la igualdad, Aristóteles la pros-
cribia al justificar la esclavitud y la existencia de clases sociales completa-
mente diversas, en vista de lo cual es inconcuso que en la doctrina política
del ilustre estagirita no podemos vislumbrar ninguna concepción respecto
a los derechos públicos individuales ni, consiguientemente, por lo que con-
cierne a ningún medio jurídico de protección a los mismos."
No obstante, ello no implica que para Aristóteles no existiera una le}
natural anterior a las leyes positivas de la polis, ya que para él éstas debe-
rían corresponder a la "justicia" quc deberia integrar su contenido. De ahí
que, cuando no existiese esa correspondencia, incumbía al juzgador, me-
diante la equidad, resolver en justicia cualquier caso concre.to que se pre-
sentase. Sin embargo, las ideas de Aristóteles sobre la supervivencia de una
ley natural sobre las leyes positivas, deben sólo considerarse como un pen-
samiento tímido quc cede a la concepción vigorosa de la polis, considerada
por el estagirita, siguiendo a su maestro Platón, como el estado en que el
individuo encuentra su perfección, de lo que concluye Rommen que, contra
la polis, según las ideas aristotélicas, "no podía prevalecer, propiamente
hablando, ningún derecho natural subjetivo del ciudadano"."
41 Es evidente que Aristóteles, al preconizar la existencia de diferentes clases sociales
dentro del Estado. combatió la "isonomla", es decir, la mera igualdad te6rica ante
la ley. Conforme al pensamiento aristotélico, la verdadera igualdad consiste en el trata-
miento "igual para los iguales" y "desigual para los desiguales". pues sólo así puede obte-
nerse el equilibrio social. es decir, la justicia. Por consiguiente, ésta, según las ideas del
célebre estagirita. únicamente se consigue por la.s leyes positivas si el legislador atiende, al
elaborarlas. a las desigualdades reales existentes, adoptando las medidas idóneas para esta-
blecer entre ellas la armonía, que no es sino el supuesto ineludible de la paz pública
y de la felicidad de los pueblos.
48 ROMMEN, op. cit .• pág. 27.
68 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

IV. ROMA

En Roma, la situación del individuo y, por ende, de su libertad como


derecho exigible y oponible al poder público,· era parecida a la que privaba
en Grecia. Bien es verdad que el civis romanus tenia como elemento de su
personalidad juridica el status libertatis, pero esta libertad se refería a sus
relaciones civiles y políticas, ya que, repetimos, no' se concebía como un de;
recho intocable y recognoscible por el orden jurídico. El status libertatis
más bien se reputaba como una cualidad en oposición a la condición del
senrus, o sea, como una facultad de actuar y comportarse pqr propia vo-
luntad y determinación. Además, puede afirmarse que la libertad en el ré-
gimen romano 'estaba reservada a cierta categoría de personas, como el
pater-familias, quien gozaba de amplio poder sobre los miembros de su
familia y sobre los esclavos.
En las relaciones de derecho privado, el ciudadano, romano estaba ple-
namente garantizado como individuo, al grado que el Derecho Civil en
Roma alcanzó tal perfección, que aún hoy en día constituye la base jurídica
de gran parte de las legislaciones, principalmente en los pueblos de extrae-
ción latina. Análogamente a lo que sucedía en Grecia, el romano, el homo
liber, disfrutaba también del derecho de votar y ser votado, de la facultad
de intervenir en la vida pública, integrando los órganos de autoridad y
teniendo injerencia en Su función amiento. Por esto, en el Derecho R¿mano
tanto la libertad civil como la libertad politica alcanzaron gran incremento,
mas en el campo de las relaciones entre el poder público y el ciudadano
romano, no como depositario de una cierta actividad política, sino como
mero particular, como simple individuo, la libertad humana como derecho
público era desconocida.
En síntesis, la libertad del hombre como tal, conceptuada como un de-
recho público individual inherente a la personalidad humana, oponible al
Estado en sus diversas manifestaciones y derivaciones no existía en Roma,
pues se disfrutaba como un hecho, sin consagración jurídica alguna, res-
petable y respetada sólo en las relaciones de derecho privado y como facultad
de índole politíca,
La única garantía del pueblo frente a las arbitrariedades posibles de la
autoridad radicaba en la acusación del funcionario cuando expiraba el tér-
mino de su cargo, lo cual de ninguna manera implicaba un derecho
público individual, pues éste es un obstáculo juridico, cuyo titular es el gober-
nado, frente al poder público, que siempre tiene que respetarlo, mien-
tras que la mencionada acusación era el acto inicial de una especie de jui-
cio de responsabilidad iniciado en contra de la persona flsica que encarnaba
a la autoridad y nunca un dique a la actividad de ésta, la cual, en dicha
hipótesis, se presumía ya desplegada. Además, el juicio de responsabilidad
tiene como finalidad esencial sancionar al funcionario público y nunca im-
SITUACIÓN DEL GOBERNADO EN LA HISTORIA 69

plica una verdadera protección del gobernado frente al gobernante, como


es la garantía individual.
Independientemente de que, según acabamos de indicar, la libertad en
Roma, como atributo esencial del estatuto personal, era de carácter civil
y político, sin registrarse como contenido de un verdadero derecho público
subjetivo, la desigualdad jurídica fue lo que peculiariz6 al derecho pú-
blico romano durante las tres etapas hist6ricas de este gran pueblo.
Durante la época de los reyes, la población de los hombres libres se
dividia en dos primordiales clases sociales: .la de los patricios y la de los
plebeyos. Aquéllos gozaban en plenitud de su libertad civil y política; éstos,
en cambio, estaban privados del disfrute de la segunda. Las funciones del
Estado romano se depositaron durante cl periodo de los reyes en tres cuer-
pos políticos que eran el pueblo, constituido exclusivamente por los patricios,
el senado, que era un órgano aristocrático y el rey. Entre dichos cuerpos
políticos no existía una verdadera diferenciaci6n funcional, pues las activi-
dades gubernativas de cada uno de ellos se interferían.
La célula primaria de la clase patricia era la familia, cuyos miembros
componentes estaban colocados , bajo la autoridad omnímoda y hasta des-
pótica del patero Éste era el único libre e independiente (sui juris) y su
poder era tan monstruosamente ilimitado, que podía, inclusive, privar de
la vida no sólo a sus esclavos sino a sus hijos. Ante esta situación, es incon-
cuso que dentro del sistema del jus quiritum, rigorista y esencialmente for-
malista, que reconocía esa tremenda potestad al paterfamilias, no es po-
sible hablar siquiera de derechos de la persona humana oponibles a una
verdadera autoridad que sc depositaba en el jefe de la familia patricia,
Como basc de la organización social de Roma en la época monárquica.
La ciudadanía en Roma estaba constituida exclusivamente por los pa-
tricios que componían el gmpo político en quien residía el gobierno del
Estado, formando una porción minoritaria de la población, En situación
de inferioridad se encontraban numerosos sectores humanos integrados por
los vencidos, los extranjeros, los libertos y los clientes de familias patricias
extinguidas. Todos ellos eran la plebe (plebs) y sus individuos estaban pros-
critos de los derechos civiles y políticos, sin poder unirse matrimonialmente
a los patricios, aunque frecuentemente eran utilizados como soldados, como
sucedi6 bajo el gobierno de Servio Tulio.
En la República romana, los plebeyos lograron mejorar su situación
política dentro del Estado, conquistando ciertos derechos y prerrogativas
que antes estaban reservadas a los patricios." De esta manera, la plebe ya

49 Es bien conocida la lucha' de clases emprendida por la plebe contra los patricios, y
cuyo hecho más sobresaliente consistió en el retiro de los plebeyos armados al Monte Sacro
en actitud hostil, ante la cual el Senado les envió al célebre Menenio Agrippa, quien, va-
tiéndase de la metáfora de lilas miembros y el estómago", demostró que los patricios y
plebeyos componían un solo organismo en la sociedad romana Con tareas y funciones espe-
cíficas pero coordinadas que en concurrencia lo mantenían vivo y actuante.
70 LAS 'GARANTÍAS INDIVIDUALES

pudo participar en las funciones gubernativas, puesto que podía concurrir


a las asambleas populares y oponeroe a las leyes que afectaran sus intereses
a través de un funcíonario denominado tribunus plebis. La Ley de las Doce
Tablas, expedida durante la época republicana, consagró algunos princi-
pios muy importantes que significaron una especie de seguridad jurídica
de los gobernados frente al poder público. Así, la Tabla IX consignó el
demento generalidad como esencial de toda ley, prohibiendo que ésta se
contrajese a un individuo en particular. Esta prohibición significa e! antece-
dente jurídico romana del postulado constitucional moderno que veda que
todo hombre sea juzgado por leyes privativas. Además, y en la propia Ta- '
bla, se estableció una garantía competencial, en e! sentido de que los co-
micios por centurias eran los únicos que tenían la facultad de dictar deci-
siones que implicasen la pérdida de la vida, de la libertad y de los derechos
de! ciudadano.
Las instituciones juridicas romanas, al menos en lo que concierne al de-
recho público, y que alcanzaron su plenitud durante la república, sufrieron
una notoria decadencia en la época de los emperadores. Al emperador se
le divinizó; el pueblo degeneró en una muchedumbre indolente, que con-
templaba impasible los desmanes y las arbitrariedades de! césar; e! senado
se convirti6 en un órgano incondicional de éste y la preponderancia política
recay6 en las manos de los militares' que, con la fuerza de las armas y la
violencia, deponían a su capricho al jefe del Estado. Por tanto, si durante
la etapa republicana se puede vislumbrar un intento vago y tímido para
asegurar la situación del gobernado, según se advierte en la Ley de las Doce
Tablas, en el periodo imperial y hasta antes de la adopci6n del cristia-
nismo por e! emperador Constantino, el gobernado, independientemente de
la clase social a la que hubiese pertenecido, qued6 a merced del poder pú-
blico, personalizado en el César, cuya investidura, haciéndose ficticiamente
derivar de los designios de los dioses, se apoyaba en la soldadesca.
Durante toda su historia, los romanos hicieron siempre una radical dis-
tinci6n jurídica y política entre el civis o ciudadano y el que no tenía esta
calidad, a pesar de ser hombre libre. Dentro de los no ciudadanos se con-
taban los peregrinos, los enemigos y los bárbaros. Si bien ninguno de estos
tres tipos era reputado como esclavo, tampoco gozaba, por el contrario, de
libertad civil ni de libertad politica, como substratum de un derecho sub-
jetivo. El peregrino era el extranjero radicado dentro de los confines del
Estad" romano, sin gozar de ninguna prerrogativa política ni civil. Su
discriminación de la vida pública de Roma llegó a tal extremo, que los tri-
bunales ordinarios estaban impedidos para impartirle justicia, habiendo sido
necesaria la creación de un funcionario judicial especial que se encargara
de ventilar y dirimir los conflictos en que era parte (praetor peregnnus).
El enemigo (hostis) era el extranjero que aún no se había sometido a la
dominación romana; y el bárbaro era el sujeto que se hallaba fuera del
SITUACIÓN DEL GOBERNADO EN LA :HISTORIA 71

ámbito de la civilización de Roma y de los confines geográficos del Estado


romano.
En síntesis, la existencia de dos clases sociales diferentes, como eran los
patricios y los plebeyos; la esclavitud como ínstitución del Derecho Romano;
y la diversidad de sujetos que carecían de la ciudadanía, nos orillan a afir-
mar que dentro del régimen jurídico" político romano, la desigualdad huma-
na y social fue su signo característico durante las tres etapas de su historia.
Sin embargo, frente a la realidad jurídica y política de Roma, se yergue
el pensamiento de Cicerón, Marco Aurelio y Epicteto, quienes adoptaron la
tesis estoica sobre la existencia de una ley universal aplicable por igual a
todos los hombres. Específicamente Cicerón proclamó la igualdad humana,
afirmando que existen normas naturales que rigen la vida del hombre y de
la sociedad, basadas en los principios del Derecho y de la Justicia y que,
por el hecho de estar investidas con un carácter supremo, debían prevalecer
sobre la.. leyes positivas que se les contrapusiesen. De esta manera, Cicerón
reconoció, aunque tácitamente, la existencia de derechos propios de la per-
sona humana superiores al ordenamiento estatal, el cual carecía de validez
en cuanto vulnerara las normas relativas a la' naturaleza del hombre."
Para el célebre orador romano, el Derecho está fundado en la naturale-
za del hombre y no sólo se le encuentra en la sctipta lex, sino en la nata lex.
De ahí que todo ordenamiento jurídico positivo que vulneraba esa "ley
natural", afectando los "derechos" que conforme a ella tiene toda persona,
sería a todas luces ínjusto, de lo que concluye Cicerón: "Si todo lo que
ha sido instituido en virtud de una decisión de los pueblos, de un decreto
de los príncipes y de una sentencia de los jueces, fuese el derecho, en tal
caso el robo, el divorcio, los testamentos falsos, con tal de que estén firma-
dos, serían derecho, desde el momento en que hablan sido admitidos por el
consentimiento y la decisión de la multitud." 50
La concepción del hombre y del Estado dentro de la filosofía política y
jurídica de la antigüedad, y concretamente de Roma, recibió el formidable
impacto de una nueva ideología filosófico-religiosa, cuyo advenimiento mar-
có nuevas rutas en la historia de la humanidad. Nos referimos al Cristianis-
mo que. brotado como doctrina de la fuente luminosa del Evangelio, trans-
formó el régimen juridico-politico del imperio romano." trí a El politeísmo pa-
:;0 Citado nor ROMMEN. op. cit .. pá~ 30.
/lO bis"El cristianismo, dice Eugenio Pelleton, rompió la ley de-desigualdad y de res-
tricción. Midió indistintamente a cada hombre su parte de inmortalidad. Dios había en-
trado por la comunión en el cuerpo del cristiano. Este cuerpo santificado vibraba con
nueva esperanza. El más humilde de espíritu senda, al salir del santuario, la inmensidad
de su destino. Llevaba en sí como en un tabernáculo al Dios vivo. Una gloria imperece-
dera iba unida a cada uno de sus pensamientos, a cada una de sus acciones. Podía ser
más que un héroe, más que Un genio; podía ser un santo, un elegido. Vivía frente a la
eternidad, la eternidad estaba presente a la mera deliberación de la conciencia, a la menor
victoria de la buena sobre la mala voluntad. La eternidad bajaba entera. a él, día por
día en santificación. El cristianismo enseñó al hombre a vigilar y a guiar su pasión, su
72 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

gano, que se manifestaba en la legendaria y ficticia existencia de múltiples


dioses, con poderes específicos y tareas determinadas, fue substituido por la
precorúzaci6n de un solo Dios, que mediante la asunci6n de la naturaleza hu-
mana en la persona de Jesucristo, señal6 el fin último y definitivo del hombre.
Este, en las ideologías religiosas del paganismo, era simplemente un sujeto
de placer y de bienestar material; su vida no trascendía de la efímera y
mezquina existencia mundana. Al indicarse por el cristianismo que el hom-
bre tiene un destino ultraterreno, que se realiza como substrátum de la in-
mortalidad del' alma, las concepciones de la antigüedad dejan de constituir
el fundamento y la justificaci6n del Estado. El principio de que todo poder
emana de Dios, originó la idea de que el gobernante no es sino un simple
depositario de la potestad divina en el orden temporal, con la obligación
moral y religiosa de conducir a los gobernados hacia la consecución de su
felicidad como-criaturas, De ahí que si éstas son hijas de Dios" sin distinci6n
de ninguna es~cie, la igualdad de todos los hombres fue el principio ideo-
lógico que se opuso como réplica a las desigualdades sociales existentes.
La historia jurídica, política y religiosa de Roma experimentó en el si,
glo rv de nuestra era una radical transformación mediante la adopción por
el emperador Constantino de la religión cristiana. Esta adopción, en lo que
a la organización del Estado romano respecta, operó cambios radicales en
su derecho público, preparando el terreno propicio para la gestación de los
pueblos cristianos que comenzaron a formar Estados independientes al des-
membrarse el vasto imperio romano de Occidente, con la invasión de las
tribus germánicas, que el egocentrista espíritu de Roma calificaba con el
epíteto despectivo de "bárbaras".

V. EDAD MEDIA

Al tratar de la situación del individuo en la Edad Media y, por ende,


de su libertad como derecho público subjetivo, excluiremos de las conside-
raciones que hagamos en el presente apartado aquellas que conciernen a
los regímenes jurídicos medievales de España e Inglaterra, cn virtud de
que hemos dedícado un estudio especial a ellos. En consecuencia, nos re-
feriremos de manera general a la Edad Media, en relación con el tema
propuesto.
A este propósito, Mariano Azuela distingue tres periodos que compren-
den el medievo, a saber: el de, las invasiones, el feudal y el municipal, en

voluntad. - Le dio - sobre si mismo derecho de justicia, derecho de remuneración. Le hizo


implícitamente su propio juicio, su propio maestro. Nos dio a cada uno la obra de nuestra
grandeza, de nuestra vida futura. Eternizó, en fin, en nuestra alma toda la parte de
eternidad que mezcló a nuestra existencia. Hizo al hombre más eterno, si puedo expre-
sanne así. Dio prueba otra vez de la fe en el progreso." (La Profesión de Fe del Si.
glo XIX. Págs. 262, 263 Y 26f.)
SITUACIÓN DEL GOBERNADO EN LA HISTORIA 73

cada uno de los cuales era diversa la situación del individuo en cuanto a
sus' derechos fundamentales, principalmente el de la libertad.
La época de las invasiones, en la que los pueblos llamados bárbaros no
estaban aún delineados perfectamente en su formación, pues por lo general
estaban constituidos por tribus dispersas y _aisladas, se caracterizó por el
predominio de la arbitrariedad y el despotismo sobre la libertad humana,
que ni siquiera estaba reglamentada jurídicamente en sus relaciones priva.
das, como sucedía en Grecia y Roma, pues existía lo que se conoce con el
nombre de "vindicta privata", en la que cada quien podía hacerse justieia
por su propia mano. En estas condiciones, es inútil hablar de la existencia
de la libertad del individuo como derecho público subjetivo y mucho me-
nos del medio de proteeción correspondiente,
La época feudal se caracteriza por el .dominio del poseedor dc la tierra,
dueño de ella. respecto de aquellos que la cultivaban, cuyas relaciones die-
ron ongen a la msntucion medieval de la senndumbre, La propiedad tern-
torial confería a su titular un poder no sólo de hecho, sino de derecho, sobre
los que la trabajaban, quienes rendían homenaje y juraban obediencia al
terrateniente o señor feudal. El régimen de la servidumbre ·otorgaba a éste
un poder soberano sobre los llamados siervos o vasallos, pudiendo disponer
de su persona casi ilimitadamente." e En esta virtud, no tue posible concebir
siquiera un orden de derecho que garantizara la libertad del hombre como
elemento o factor inherente a la personalidad humana frente a los aetas
arbitrarios y muchas veces despótieos del señor feudal, quien no encontraba
otro límite a su actividad que su propia conciencia en relación con sus ser-
vidores y un vasallaje, nada más simbólico la mayoría de las veces, en cuanto
al monarca o emperador. .
Cuando las ciudades libres de la Edad Media fueron desarrollándose,
cuando los intereses económicos de las mismas fueron adquiriendo impor-
tancia, los citadinos supieron imponerse a la autoridad del señor feudal,
exigiéndole salvoconductos, cartas de seguridad, etc., y en general el reco-
nocimiento de ciertos derechos que integraron una legislación especial (derecho
cartulario). Se creó en esta forma, durante este tercer periodo medieval, o
sea, el municipal, un régimen de legalidad que limitaba y sometía la auto-
ridad del señor feudal en beneficio de los habitantes de las ciudades. El
incremento económico y político que fueron paulatinamente· adquiriendo
las poblaciones medievales, fue la causa de que los gobernantes respetaran
los compromisos que habían contraído con 'sus moradores, mas la posibili-
. d~d de contravención y las violaciones mismas no tuvieron ninguna sanción
50 e uEI día que la invasión bárbara rompió la ciudad antigua y esparció los restos
por el campo, trasladó por el mismo golpe la acción social de la ciudad al castillo. El cas-
tillo fue el centro del gobierno, la capital dispersa -y múltiple donde el señor reinaba,
juzgaba, acuñaba moneda y echaba impuestos. El feudalismo transformó por este cambio
la esclavitud en servidumbre." (EUGENIO PELLETAN: La Pro/esi6n de Fe del Siglo XIX,
pág. 243.)
74 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

jurídica en favor de los afectados. Por este motiva no es posible encontrar


en esta época un precedente histórico del juicio de amparo, no obstante la
implantación de, un régimen de legalidad.
Tal era la situación que guardaba el individuo a título de gobernado
frente al Estado y a los detentadores del poder público. Como corriente
moral y humanitaria, a principios de la Edad Media y al finalizar la época
antigua, el Cristianismo pretendió suavizar las ásperas condiciones de des-
igualdad que prevalecían en el mundo pagano. Declaraba que los hombres
eran iguales, al menos ante Dios; que todos estaban regidos por una ley
universal basada en los principios de amor, piedad y caridad. Aun cuando
Cristo concretó su doctrina al terreno religioso propiamente dicho, esto es, a las
relaciones entre el Creador y las criaturas, su insuperable e insuperada tesis
moral insinuó a los gobernantes un trato humanitario hacia sus gobernados,
pugnando porque la actuación pública de aquéllos se ajustase a las nor-
mas de la justicia universal. Partiendo de la idea incontrovertible de que
todo hombre es igual a sus semejantes, y considerando a todos los sujetos
humanos hijos de Dios, independientemente de su condición social o reli-
giosa, de la doctrina de Jesús se desprende la tolerancia de credos, siempre
y cuando los diversos profesantes los sustentasen de buena fc. El Cristia-
nismo, por consiguiente, dulcificó y trató de atenuar las desigualdades so-
ciales que prevalecían en los tiempos del paganismo y de atemperar el
-despotismo que se observaba por los gobernantes respecto de los gobernados,
Sin embargo, cuando Constantino declaró como religión oficial del Estado
la doctrina cristiana, las pecularidades de ésta, en cuanto a sus preceptos
fundamentales, fueron subvertidas y hasta contradichas por las ideas que
se adoptaron por la Iglesia. Ésta asumió una actitud de intolerancia res-
pecto de los demás credos religiosos, dogmatizando el cristianismo e im-
poniendo una serie de prácticas cultuales, cuya inobservancia se sanciona-
ba con el anatema de la perdición eterna. Estas amenazas con que la Igle-
sia acostumbraba revestir sus prédicas, constituyen la negación evidente del
principio de tolerancia que permanece imbíbito en el espíritu del auténtico
y genuino Cristianismo emanado de los inmaculados labios del Divino
Maestro. Esta situación de intolerancia, que hacia nugatoria la libertad huma-
na, cuando menos en el aspecto religioso, perdura en los Estados católicos
europeos a través de la época medieval hasta la Revolución francesa, en
cuya Declaración de 1789 se consideró la profesión de cualquier credo
religioso como un derecho inherente e inalienable de la persona humana,
intocable por el orden jurídico estatal y por el poder público."

~1 "Cuando el Cristianismo (mejor dicho los cristianos) era tan s610 una secta perse-
guida, afirma Gettel, abogaba por la transigencia y la tolerancia" y defendía el carácter vo-
luntario de los lazos religiosos; cuando se ve favorecido posteriormente con la protección
del Estado, abandona este punto de vista. Las divisiones religiosas constituyen un. peligro
para la unidad del Estado! en el aspecto polític~; por otra p"arte, sólo se logra la salvación
SITUACIÓN DEL GOBERNADO EN LA HISTORIA 75

La situación real, positiva, que guardaba cI individuo como gobernado


en la Edad Media, que se traducía en una plena supeditación de la perso-
na al poder público, pese al derecho cartulario de las ciudades libres ale-
manas e italianas, no excluyó la circunstancia de que en la patristica y, sobre
todo, en la escolástica, principalmente con Santo Tomás de Aquino, se
preconizara la existencia de un "derecho natural" fincado en la índole
misma del ser humano. Así, el aquinatense, según indicamos en otra oca-
sión,52 partiendo de la idea de que el hombre está hecho a semejanza de
Dios y propendiendo su razón práctica a la obtención del bien, al desarrollo
cabal de su propia esencia, es decir, a la plenitud de su ser, proclama la
existencia de una ley natural que debe regir precisamente la. conducta de
la criatura racional hacia la obtención de sus fines vitales fundamentales,
reputando contra naturam toda norma positiva que no respetase este desi-
derátum del hombre, ideas que, desfavorablemente, no cristalizaron en
ninguna institución jurídica medieval." bis
Antes que el doctor Angélico, los primeros padres de la Iglesia, siguien-
do las enseñanzas de los apóstoles, proclamaron la igualdad entre los hom-
bres como situación deontológica derivada puntualmente del innegable hecho
de que todos son hijos de Dios. Aunque en un orden estrictamente cris-
tiano dicha igualdad es en esencia religiosa o espiritual, el principio en
que se apoya sirvió como idea directriz a la política de los gobernantes para
atemperar, al menos, el trato arbitrario con que se conducían frente a sus
gobernados, en propensión a cumplir así la obligación moral que a aquéllos
imponían los postulados primordiales del Cristianismo."

de las almas por medio de la Iglesia; con estas creencias comienza la actuación de una
política coactiva y dominante y se entroniza firmemente la actitud del dogmatismo e into-
lerancia que caracteriza el periodo medieval. Durante un periodo de mil años se esclaviza
a la razón, se detiene el progreso científico y se persigue con dureza a cuantos disienten
de las creencias ortodoxas. En estas condiciones era imposible que pudieran florecer
verdaderamente las teorías políticas." (Historia de las Ideas Políticas, tomo 1, págs. 149
y 150.)
na Véase introducción.
~2 ut a " ••• toda ley humana en tanto es ley en cuanto se deriva de la ley natural.
Mas si en algún caso una ley se contrapone a la ley natural ya no es ley, sino corrup-
ción de la ley', dice Santo Tomás, agregando que "la ley escrita no da su fuerza a la
ley natural, ni tampoco le puede por tanto quitar o disminuir su fuerza. porque ni siquiera
la voluntad del hombre es capaz de cambiar la naturaleza. Por tanto, si la ley escrita
contiene algo contrario al derecho natural, es injusta, y por tanto no tiene fuerza obli-
gatoria. Pues el derecho positivo sólo tiene lugar en aquellas cosas que de suyo son
indiferentes al derecho natural. Por tanto, las leyes escritas ni siquiera pueden llamarse
leyes, sino más bien corruptelas de la ley, como ya lo hemos dicho. Por tanto, no se ha
de juzgar según ellas". (Tratado de la Ley de la Justicia, págs. 35 y 145. Edición "Sepan
Cuantos". Editorial Porrúa.)
:;3 Para San Agustín (yen este punto coincide con Cicerón) la justicia de las leyes
humanas deriva de su adecuación .a la ley natural, que no es sino el reflejo de la "ley eter-
na", o sea, de "aquella en virtud a la cual es justo que todas las cosas estén perfectamente
ordenadas", ya que es "la razón en la mente de Dios que dirige todo lo creado hacia sus
76 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

Realmente, el pensamiento jurídico-político medieval, en términos ge-


nerales, se desarrolló en torno a cuestiones y problemas de carácter religioso
y teológico, con el propósito primordial de explicar y justificar, en sus res-
pectivos casos, las dos posturas antagónicas que se disputaban la hegemonía
politica, a saber: la supremacía del poder del papado o la de los reyes. A
esta fundamental preocupación se debió el hecho de que en la ideología
de la Edad Media no se hubiese planteado ni definido la situación del go-
bernado frente al gobernante ni se haya intentado crear o reconocer los
derechos del hombre en los regímenes jurídico-políticos del medievo, ya
que éstos, generalmente, descansaban sobre la concepción de que el poder
público, ejercido en el orden temporal por los monarcas y en el espiritual
por la Iglesia, emanaba de Dio~ y de que las autoridades que lo detentaban
eran sus representantes en la Tierra.
Sin embargo, ya en el siglo xv de nuestra era, es decir, en las postrime-
rías de la Edad Media, comienzan a desenvolverse teorías jurídicas, politicas
y filosóficas muy importantes tendientes a substituir el concepto de la so-
beranía real por el de la soberanía popular. Esta tendencia se acentuó con
la aparición de las corporaciones o gremios dentro de la vida económica
de las ciudades medievales y se pretendió hacerla extensiva al elemento
humano mismo de los estados. Los juristas del siglo xv construyeron una
jerarquía normativa para concluir que el gobernante no debía ser sino un
servidor del pueblo, estando obligado a observar los principios del Derecho
Natural (obra de Dios a través de la razón humana), del Derecho Divino
(fruto de la revelación) y del Derecho de Gentes (conjunto de reglas apli-
cables a todas las naciones y derivadas del Derecho Natural). De esta ma-
nera se preparó el terreno eidética donde posteriormente habría de brotar
el pensamiento que reivindicó la dignidad de la persona humana y sus
derechos y prerrogativas frente al Estado.

VI. ESPAÑA

La nación española, antes de su formación social y politica definitiva,


vivió una larga etapa de su historia en periodos de acomodamiento y adap-
tación entre los diferentes pueblos que habitaron su territorio, tanto durante
la dominación romana como después del desmembramiento del imperio
romano de Occidente en el siglo v de la era cristiana. A los celtas y latinos
asentados en la peninsula ibérica, antigua provincia llamada Hispania, se
sumaron con la invasión de los bárbaros, los vándalos, suevos, alanos y go-

propios fines", (Citas contenidas en el artículo "La Filosofía [urídica en la Patrística" en


la Escolástico" de Leandro Azuara Pérez, publicado en el tomo XVI, núms. 63 y 64, de la
Revista de la Facultad de Derecho de México.) A su vez, San Isidoro afirmaba que
"la ley debe escribirse no para el in terés de algún particular, sino para el bien de la ('O~
munidad" (Etimologías, Libro V, Cap. 21).
\.

SITUACIÓN \ DEL GOBERNADO EN LA HISTORIA 77

dos, de raza: germánica, que conservaron sus respectivas costumbres y entre


los cuales no existía ninguna unidad jurídica o política. De los diversos
pobladores de España antes de la integración de los distintos reino> que al
andar del tiempo debían constituirla, los más importantes desde el punto.
de vista de la historia jurídica de aquel país fueron sin duda los visigodos,
es decir, los godos de Occidente, pues de ellos surgieron las primeras institu-
.ciones de derecho escrito o codificado que substituyeron a las viejas costum-
bres jurídieas, considerándose a Eurico como el primer legislador de aquel
tiempo y de quien se afirma fue una especie de compilador de antiguos
hábitos y usos. Las llamadas "leyes de Eurico", que sólo regían a los godos
con exclusión de cualquier otro pueblo, fueron perfeccionadas y ampliadas
a los galos y españoles por el Breviario de Aniano, en el que se adoptaron
algunas leyes y principios del Derecho Romano. Posteriormente, no faltaron
intentos de algunos soberanos godos, cómo Recaredo, Chindasvinto y Re-
cesvinto, para establecer una legislación unificada; pero el ordenamiento
que mayor significación tiene en la historia jurídica de España durante la
época visigótica fue indudablemente el famoso fuero Juzgo, también deno-
minado Libro de los Jueces o Código de los Visigodos, originariamente re-
dactado en latín y algunos siglos después traducido al antiguo castellano.
Acerca de la época en que dicho estatuto legal haya sido elaborado existen
entre los historiadores del Derecho Español profundas discrepancias, pues
mientras unos sostienen que fue expedido en el año Glll por el Cuarto
Concilio de Toledo ante la presencia del rey Sisenando, otros afirman que
se formó en los Concilios Séptimo y Octavo convocados respectivamente
por Chindasvinto y Recesvinto, no faltando quien asevere que fue creado
bajo los reinados de Egica y Witiza.··
El. Fuero Juzgo fue, pudiéramos decir, un ordenamiento normativo que
comprendía disposiciones telativas a múltiples materias jurídicas, tanto de
derecho público como de derecho privado. Así, en el libro primero de los
doce de que se componía, se contienen diversos preceptos concernientes al
autor (fazedor) de las leyes y a la naturaleza de éstas, consagrándose en
el título preliminar del mencionado ordenamiento un notable principio que
traduce la limitación natural que desde el punto de vista ético-político debía
tener la autoridad real en la función legislativa y de. justicia, así como un
indice de legitimidad del monarca, en el sentido de que sólo será rey, si
hiciere derecho, y si no lo hiciere, no será rey." Esta limitación al poder
real, por otra parte, se había registrado antes de que la consignase el Fuero

54 Códigos españoles. Introducción al tomo 1 por don Joaquín Francisco Pacheco, 1847.
5:> Posiblemente,"esta -eIúáÜca·-declar~ciÓn ~'e-¡n-!pir6en jas ideas de San Isidoro, ar-
zobispo de Sevilla, que recogieron- eCproverbio de Horacio, concebido en estos ténninos:
"Rey que no rige y corrige en justicia, o se aparta de lo recto, pierde el nombre de rey."
Considerando al pensamiento teológico-político de San Isidro como el antecedente de
las Cortes medievales españolas, Ismael Diego Pire;: sostiene que sus teorías sobre el gc..
bierno de los pueblos "se fundamentan en la garantía para el_ rey y para los súbditos".
/

78 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

Juzgo, pues "la monarquía goda en su primer periodo hasta Teodoredo y


en su segundo periodo hasta Leovigildo, fue completamente ilimitada y ab-
soluta", pero "desde Recaredo en adelante los concilios y el poder epis-
copal, si no de derecho, de hecho la limitaron"." El libro segundo del Fuero
Juzgo regula los "juicios y causas", ordenándose en los demás, cuestiones
de derecho civil (casamientos, filiación, contratos, patronazgo y clientela), de
derecho penal (delitos diversos, penas, tormentos, etc.) y de derecho ru-
ral y militar (división de tierras entre godos y romanos, arrendamiento
de tierras, peculio de los siervos, división de heredades, servieío militar oblí-
~atorio y penas por eludirlo o por encubrir su evasión).
Otro muy importante estatuto que integraba el derecho escrito español
era el Fuero Viejo de Castilla, el cual, como ordenamiento compilador de
diversos fueros y disposiciones anteriores, fue publicado en 1356, compo-
niéndose de cinco libros. El primero de éstos trata de cuestiones de derecho
público, tales como las relativas a los derechos y deberes de los fijosdalgo
de Castilla, a las cosas que pertenecen al señorío de! rey, a la facultad real
para desterrar a los nobles y a los derechos de los desterrados, a los quebran-
tamientos de las heredades de los fijosdalgo, etc. En e! libro segundo
se regulan tópicos de derecho penal; en e! tercero, los procedimientos ju-
:Iiciales en e! orden civil, y en el cuarto y quinto, instituciones de derecho
civil.
En cuanto a las Leyes de Estilo, también conocidas con el nombre de
Declaraci6n de las Leyes del Fuero, no constituyeron una legislación pro-
piamente dicha, sino un conjunto de reglas establecidas por los tribunales
a manera de jurisprudencia que vinieron a definir y aclarar, mediante la
interpretación adecuada, disposiciones contenidas en diversos ordenamien-
tos anteriores sobre diferentes materias jurídicas.
Una de las legislaciones que en forma singularmente marcada contri-
buyó a la unidad de! derecho español y antecedente inmediato de las famo-
sas Siete Partidas de! rey don Alfonso X, el Sabio, fue el Fuero Real de
España debido al "noble rey" don Alfonso IX. Este fuero se compone de

agregando: "y da entrada (San Isidoro) al poder moderador de la facu1Í:ad real, que
puede ser anatematizada o limitada por el Consejo o Concilio de los primates del reino."
(Presencia Universal de España, pág. 101.)
56 Op. cit., introducción al tomo 1, pág. XXIX. Los citados "concilios" fueron desde
sus albores reuniones de eclesiásticos de diferentes jerarquías o categorías que se celebraban
en diversas ciudades españolas. siendo las más connotadas por dicho motivo las de Sevilla.
Zaragoza y Toledo. Los asuntos-que en tales reuniones se trataban eran primeramente de
carácter religioso, pero más tarde se abordaban y resolvían cuestiones de tipo político y
jurídico laico; y prueba de ello es que de algunos concilios, principalmente de los de To-
ledo. convocados y presididos en general por los mismos reyes visigodos, emanaron no sólo
restricciones al poder real. sino verdaderas normas de organización del reino, así como dis-
posiciones de derecho de diferente Iedole, sobre todo en materia civil y penal. Fue así ccurc,
según tesis generalmente aceptada, de los concilios de Toledo surgió el Fuero Juzgo como
la legislación más completa e importante que se expidió en España durante la época
visigótica.
\
SITUACI~ DEL GOBERNADO EN LA HISTORIA 79
.\
cuatro libros en
..
los, que se norman diferentes cuestiones de derecho, prin-
cipalmente en el civil y en el penal.
Por otra' parte, el Ordenamiento de Alcalá, expedido por don Alfonso
XI en el año de 1348 en Alcalá de Henares en los treinta y dos títulos que
comprende, regula como los otros cuerpos legales diferentes' cuestiones ata-
ñederas a diversas ramas juridicas principalmente en lo que concierne al
derecho civil, penal y procesal.
La unificación del derecho estatutario de los reinos dc Castilla y León
se realiza con la expedición de Las Siete Partidas, elaboradas bajo el go-
bierno del rey don Alfonso X, llamado con justicia el Sabio por el gran
acervo cultural que poseía. Puede afirmarse; sin hipérbole, que dicho mo-
numental ordenamiento constituye una de las obras más geniales que el
pensamiento humano haya producido en pleno medievo por lo que respecta
al derecho positivo, habiéndose no sólo codificado en él bajo un sistema
normativo unitario múltiples disposiciones contenidas en cuerpos legales an-
teriores, incluyendo a las de los diversos fueros municipales, -sino adoptado
principios prevalentes de la filosofía política de la época y del Derecho Ro-
mano oue parecía haberse olvidado en Iegislaciones precedentes."
Así, en la Primera Partida se explica Jo que debe entenderse por "de-
rccho natural", por el de gentes (jus gentium), por leyes, usos, eostumbrcs
y fueros, prescribiéndose el carácter realista quc debe tener toda legislación,
en el sentido de que ésta debe amoldarse a las necesidades que vayan sur-
giendo en la vida de los pueblos y experimentar todos los cambios y rnodi-
ficaciones que aconseje la realidad social.
En la Segunda Partida se comprende el derecho político, cuyo principio
de sustentación lo constituyen las ideas que en la Edad Media imperaban
sobre la radicación de la soberanía, o sea, que ésta residía en la persona del
monarca por "derecho divino", reputándose al rey como "vicario de Dios"
con poder sobre sus súbditos "para mantenerlos en verdad y en justicia
cuanto en lo temporal" (ley quinta) _ En otras disposiciones de dicha Par-
tida se consigna el régimen monárquico absoluto, pues siendo el rey el re-
presentante de Dios sobre la Tierra en lo concerniente a los asuntos no es-
pirituales, entre aquél y sus gobernados no debía existir ningún límite que
restringiera la actividad real que no fuese la propia conciencia del monarca
encauzada por reglas de tipo religioso y moral que preconizaran un trata-
miento humanitario, .píadoso y caritativo para los súbditos. Es por ello por
lo que. la mencionada Partida, aunque haya instituido un régimen monár-

31 Por no corresponder al tema del presente libro, no está en nuestro ánimo formular
una crítica exhaustiva de las Siete Partidas, pues la labor correspondiente incumbe a los
historiadores del Derecho .Universal, sin que dejemos de recomendar el importante estudio
Que sobre dicho ordenamiento ha elaborado el ilustre iurisconsulto español don Pedro
Gómez de la Serna, y que se contiene a guisa de mtroducción en el tomo II de -la compi':'
laclén llamada Códigos EiPaiíoles, edici6n 1849.
!

80 LAS GARANTÍAS- INDivmuALES


,
!
quíco absoluto, condenaba la tirania en sus aspectos brutales y totalmente
despóticos, al atemperar con máximas morales e! poder irrestricto del rey.
Las demás Partidas regulan cuestiones de derecho procesal; cívíly penal,
cuya refereucia rebasa los límites propios de! presente libro, por lo que omi-
timos su tratamiento.
A pesar del designio real para que las Siete Partidas ímplicasen un cuer-
po dispositivo unificador de! derecho estatutario español derramado en di-
fercntes ordenamientos, lo cierto fue que subsistió la diversidad de cuerpos
legales multiplicada por infinidad de fueros generales, provinciales y mu-
nicipales. En e! decurso de la vida jurídica de España y hajo la idea de
establecer una unidad legislativa, en diferentes épocas se expidieron diver-
sos ordenamientos, tales como e! Espéculo (considerado por el mismo rey
don Alfonso el Sabio como el "espejo de todos los dercchos'ó[, y las Or-
denanzas Reales de Castilla, que fue una especie de compilación de varias
leyes dispersas o contenidas en los antiguos códigos, como e! Fuero Real, las
Leyes de Estilo y el Ordenamiento de Alcalá, formulada por e! jurisconsulto
Alfonso Diaz de Montalvo y que en realidad no formó parte de! derecho
positivo español por no haber, obtenido la sanción real.
En el año de 1505 e! rey don Fernando e! Católico, después de! falle-
cimiento de su consorte la reina Isabel, ordenó la publicación de las llama-
das Leyes de Toro, denominadas así porque se expidieron por las Cortes
celebradas en la villa de ese nombre. Sin embargo. no se logró la unifica-
ción de la legislación española, habiendose urgido en el año ce 1523 al
emperador Carlos y para que procediese a la expedición de un ordenamien-
to que se aplicasejridistintamente en todo e! reino y que concluyese la anar-
quía que en el orden' legal existía. Años más tarde, y después de reiteradas
reclamaciones formuladas por las Cortes, se nombró a varios jurisconsultos
para que emprendiesen la tarea unificadora mediante la expedición de un
ordenamiento que viniese a resumir a los múltiples y variados cuerpos lega-
les dispersos, y fue así como en el año de 1567, bajo e! reinado de Felipe I1,
se publicó un importante código que se conoce con el nombre de Recopila-
cwn de las Leyes de España, dividido en nueve libros. Dicha Recopilación,
según lo afirma Díaz y Mendoza," era incongruente, contradictoria y poco
práctica, pues su aplicación en la realidad ofrecía muchas dificultades. Fue
preciso que la autoridad real, a través de las consultas despachadas por su
Consejo, aclarase múltiples dudas y limase muchos inconvenientes que la
mencionada Recopilación presentaba al ser aplicada en la práctica; y e!
conjunto de todas esas consultas, a las que se dio e! nombre de Autos Acor-
dados, propiamente constituyó una especie de jurisprudencia explicativa de
diferentes disposiciones contenidas en e! citado código.
Esta situación subsistió en España hasta lilaS en que file promulgado
el ordenamiento denominado Novísima Recopilaci6n de Leyes .Be España
sa Códigos españoles, tomo VII. Introducción, por F.' de P. Dlaz y Mendoza.
\
SITUACIÓN DEL GOBERNADO EN LA HISTORIA 81
\
bajo el reinado de Carlos IV, implicando una regulación minuciosa y deta-
liada de diferentes materias jurídicas, por lo que no se la puede considerar
exclusivamente como un código procesal, ni civil, ni penal, ni de comercio,
sino que Hes todo ello a la vez" ,69
En efecto, el ordenamiento a que acabamos de aludir, a través de sus
cinco tomos o partes, trata sobre la Santa Iglesia y sus derechos (tomo
primero); sobre el rey y su casa y corte, su jurisdicción por conducto del
Supremo Consejo de Castilla, Chancillerías y Audiencias (tomo segundo);
sobre los vasallos y los pueblos (tomo tercero); sobre las ciencias, artes y
oficios, comercio, moneda y minas (tomo cuarto) y sobre contratos, obli-
gaciones, testamentos, herencias, juicios civiles, delitos y juicios criminales
(tomo quinto).
La somera reseña que acerca de los principales ordenamientos que in-
tegraron el derecho positivo español hemos brevemente delineado, nos con-
duce a la conclusión de que en éste, hasta antes de la Constitución de Cádiz
de marzo de 1812, no se consagraron, a titulo de derechos subjetivos pú-
blicos, las fundamentales potestades libertarias del gobernado frente al po-
der público radicado en la persona del rey y emanado de su autoridad. En
otras palabras, si el súbdito carecia de un verdadero derecho oponible a
la actividad de las autoridades y si éstas, por tanto, no teman a SU cargo
obligaciones propiamente jurídicas en favor de los gobernados que les haya
impuesto alguno de los estatutos sucintamente comentados, es lógico inferir
que en los diferentes reinos que en el decurso del tiempo formaron el Es-
tado español, no descubrimos antecedentes históricos de nuestras garantías
individuales.
Sin embargo, no debe creerse que, por no haberse consagrado derechos
individuales públicos en beneficio del gobernado en los distintos ordena-
mientos que hemos mencionado, el poder del monarca debiese ser tiránico
o despótico, pues, según afirmamos anteriormente, a pesar de que en ellos
se registra la institución de un régimen absoluto, el derecho natural, con-
cebido con un contenido ideológico cristiano, no dejaba de ser la norma
suprema que regia la actuación real. Tan es así, que en la Ley 31 del TItulo
18 de la Tercera Partida de don Alfonso el Sabio se disponía que "Contra
derecho natural non debe valer privillejo, nin carta de Emperador, rey nin
otro señor. E si la diere non debe valer", además de que, como se decía en
el Fuero Juzgo, sólo legitimaba al monarca su conducta conforme a derecho
y justicia. .
Pero independientemente de los códigos que hemos reseñado, el derecho
positivo español se localizaba en múltiples tueras o estatutos particulares que
. en los distintos reinos de la península ibérica y en diferentes épocas expedían
los reyes, tanto en favor de los nobles o "fijosdalgo" (fueros nobiliarios)
como en beneficio de los moradores de las villas o ciudades (fueros muni-
lHlldem.
82
/
LA~ GARANTIAS INDIVrnUALES
/
I
cipales ), El otorgamiento de estos últimos obedecía a diversos motivos, bien
de carácter militar o bien de índole política, pues para recompensar las
hazañas de los habitantes citadinos en las campañas de reconquista contra
los moros principalmente, o para menguar e! poderío que los señores feu-
dales ejercían sobre los pobladores de sus dominios, e! rey concedía a unos
o a otros determinados privilegios que solemnemente juraba cumplir y hacer
cumplir. Entre otras prerrogativas, en e! derecho foral se descubren las que
atañían a la seguridad personal de los villanos o ciudadanos frente a posi-
bles desmanes de los poderosos, así como a cierta especie de autonomía gu-
bernativa de la comunidad municipal. La tutela de los fueros, por otra
parte, estaba encomendada a un alto funcionario judicial, denomínado Jus-
ticia Mayor, tanto en Castilla como en Aragón especialmente, quien debía
velar por su observancia en favor de las personas que denunciasen alguna
contravención a las disposiciones forales."
No debemos olvidar, por otra parte, e! Pacto Político-civil acordado en
las cortes de! reino de Leán e! año de 1188. En dicho documento se con-
tienen diversas disposiciones sobre materias distintas de carácter civil, penal,
político y administrativo, y entre ellas las concernientes a la inviolabilidad
del domicilio por e! rey (art. 6) y a la garantfa de audiencia (art, 13)."
Uno de los fueros que más significación tiene para la antecedencia his-
pánica de algunas de nuestras garantías individuales, es sin duda el llamado
Privilegio General que en e! reino de Arag6n expidió don Pedro 111 en e!
año de 1348, estatuto que ya consagraba derechos fundamentales en favor
de! gobernado oponibles a las arbitrariedades de! poder público en lo que
concierne a la libertad personal. Las garantías de seguridad jurídica que di-
cho fuero general contenía en beneficio dc ésta se hacían respetar a tra-
vés de distintos medios procesales que él mismo instituía y los cuales se
conocen con e! nombre de "procesos forales", constituyendo algunos de ellos
verdaderos antecedentes o precedentes hispánicos de nuestro juicio de am-
paro y cuyo estudio no abordamos por no corresponder al presente libro."
La limitación de las funciones reales encontró en España su consagra-
ción definitiva en la Constituci6n de 1812, que contiene ya declaraciones
terminantes que involucran sendas garantías individuales, tales como las
relativas a la de audiencia (art. 287), a la de inviolabilidad del domicilio
(art. 306), a la de protección a la propiedad privada (art. 4), a la de
libertad de emisión de! pensamiento (art. 371), proscribiendo, en cambio,
la religiosa, al disponerse en su articulo 12 que la religión oficial de España
será la católica, apostólica y romana, y que e! ejercicio de cualquier otra
debería prohibirse por las leyes.
GO Véase nuestro libro El Juicio de Amparo. en que tratamos acerca de dicho funcio-
nario judicial.
1<1 El mencionado Pacto se reproduce en 1" importante obra de Carlos Lépea de Haro
intitularla La Constitur.i6n v LibeTtar{~1 de Aragón, págs. 200 a 204.
IJZ véase nuestra obra El JuiCIO de Amparo.
\
srrUACIóN DEL GOBERNADO EN LA HISTORIA 83

Los lineamientos generales de la Constitución de 1812 se conservaron


en la que se expidió en 1837, por lo que toca a la consagración de los de-
rechos individuales de todo español frente al poder público, así como en el
estatuto constitucional de 1845, cuya vigencia se vio suspendida por los su-
cesos militares de 1854 a propósito de los pronunciamientos de los generales
Dulce y O'Donnell. En 1869 se promulgó una nueva Constitución, en cuyo
preámbulo se declara que el deseo de los constituyentes consiste en afianzar
la justicia, libertad, seguridad y propiedad, de cuantos vivan en España,
conteniendo en su articulado un verdadero catálogo de derechos.
Al surgir el movimiento republicano. en España en 1873, se elaboró un
proyecto de constitución que substituía el régimen monárquico implantado
y estructurado en los estatutos constitucionales anteriores por un sistema
político federal en el cual el Estado español asumía la forma de república,
Además de reiterarse en dicho proyecto la declaración de derechos indi-
viduales implicada en la Constitución monárquica de 1869, se pretendió
proclamar la libertad religiosa y la separación de la Iglesia y el Estado.
El mencionado proyecto, que nunca llegó a cristalizar en Constitución, fue
condenado por las tendencias monárquicas que lograron restaurar la dinas-
tía borbónica con Alfonso XII, habiendo expedido las Cortes en 1876 la
última Constitución monárquica española, en la que, al igual que en las
anteriores, se contiene una declaración de los derechos fundamentales de
los españoles. En lo que respecta a la libertad religiosa, el código político
de 1876 prescribía que "nadie sería molestado en territorio español 'por sus
opiniones religiosas ni por el ejercicio de su respectivo culto, salvo el respeto
debido a la moral cristiana" (art. 11).
Por último, en abril de 1931 se implanta el régimen republicano en
España mediante la Constitución de ese año, y en la que, además de con-
tenerse un catálogo de garantías individuales, se instituyen medios para su
protección y cuya referencia hacemos en nuestra ya citada obra." La men-
cionada Constitución tuvo una vigencia efímera, como es bien sabido, en
atención al golpe de Estado que se produjo-en 1936 y a consecuencia del
cual se entronizó la dictadura franquista. El mismo Franco, con fecha 17
de julio de 1945, expidió un ordenamiento denominado "Fuero de los Espa-
ñoles", el cual fue modificado por la Ley Orgánica del Estado Español del
10 de enero de 1967. En dicho fuero se declararon distintos "derechos"
de los españoles, estando tan limitados," principalmente en lo que atañe a las
libertades del hombre, que en realidad sus limitaciones hacen nugatorio su
ejercicio.es bis

63 El Juicio de" A'mparo.


63 bis El deceso de Franco, ocurrido en noviembre de 1975, significó la remoción
del obstáculo para que España tratase de encauzar su vida dentro de las instituciones
constitucionales. Se ha observado, en efecto, una inusitada actividad de democratizaci6n
en la Madre Patria, traducida en la adopción de diferentes medidas gubernativas ten-
dientes a garantizar la libertad política de los españoles con independencia de su ideología
/
i
J
84 LAS GARANTÍAS JNDIVIDUALES
I
I
VII. INGLATERRA

Es en Inglaterra donde la consagración normativa de la libertad humana y


su protección jurídica alcanzaron admirable grado de desarrollo. El régi-
men juridico inglés lue evolucionando lentamente desde los más oscuros
origenes de los pueblos que habitaron la Gran Bretaña, como los anglos
y los sajones, y es fruto de sus costumbres y de su vida misma. El derecho
inglés es la consecuencia de largos años de gestación social, de la sucesión
incesante de fenómenos y hechos que fueron surgiendo dentro de la colec-
tividad, basados en el espíritu y temperamento anglosajones, que siempre
se distinguieron por ser amantes y defensores vehementes de la libertad del
pueblo británico.
Como efecto paulatino de la costumbre social, de la práctica constante
de la libertad, de los acontecimientos históricos en los cuales se revelaron
los intentos de defensa de los derechos fundamentales del inglés, surgió la
constitución inglesa, no como un cuerpo conciso, unitario y escrito de pre-
ceptos y disposiciones legales, sino como un conjunto normativo consuetu-
dinario, implicado en diversas legislaciones aisladas y en la práctica juridica
realizada por los tribunales. Podemos decir que es Inglaterra el Estado tipico
dotado de una constitución en el sentido lógico-formal del concepto, o sea,
como agrupación preceptiva creada y consolidada por la costumbre social,
fundamentada en la idiosincrasia popular y que no tiene como antecedente
ninguna norma legal, sino que se produce _espontáneamente. Por eso, don
Emilio Rabasa ha dicho que la constitución inglesa es el prototipo de la cons-
tituci6n espontánea, a diferencia de la impuesta que no surge espontánea-
mente de la costumbre jurídico-social, sino que su obligatoriedad depende
de un acto legislativo.
Pues bien, la consagración y protección jurídica en Inglaterra de la li-
bertad, no aparecieron en forma súbita, repentina, como producto de un
estudio teórico previo, como efecto de un proceso de imitación, sino que
a través de varios acontecimientos históricos se fueron gestando y reafir-
mando. Como sucedía por lo general en las primeras épocas de la Edad
Media, prevalecía el régimen de la uindicta privata en los comienzos de la
sociedad inglesa. Sin embargo, con posterioridad se introdujeron limitacio-
nes a esa práctica social, considerándose que en determinados periodos no

personal. El proceso de democratización culminó con la implantación de la Consti-


tución monárquica española, aprobada por el referéndum popular que se efectuó en
diciembre de 1978. En este ordenamiento se declaran las diversas garantías en favor
de los españoles y de los gobernados en general, según se advierte de su Capítulo JI
que se denomina "De las Libertades Públicas". en cuyo articulado se prevén diferentes
potestades libertarias, tales como la expresión de pensamiento, la de reunión y asociación,
así como la de igualdad jurídica y la de seguridad en el derecho. Como no abrigamos la
intenci6n de comentar dicha Constitución ni de analizar los derechos públicos subjetivos
que consagra, nos Jimitamos simplemente a mencionar los primordiales.
\

SITUACIÓN DEL GOBERNADO EN LA HISTORIA 85

podía ejercerse violencia alguna, en aras del rey, quien paulatinamente fue
instituyendo nuevas prohibiciones a su ejercicio. El conjunto de estas res-
tricciones recibía el nombre de "la paz del rey", que, como dice Rabasa,
"comenzó por limitarse al respeto de su residencia o su presencia y fue
extendiéndose poco a poco a las cosas reales como los caminos públicos, a
la ciudad, a distritos señalados, etc.". En esta forma cl régimen de la ven-
ganza privada fue extinguiéndose paulatinamente y las violencias en que
se traducía fueron desapareciendo con el tiempo. Así se crearon los prime-
ros tribunales que eran el "Witan" o consejo de nobles, el tribunal del
Condado y el Consejo de los Cien, que se concretaban a vigilar cl desarro-
llo de las ordalias o juicios de Dios. Con posterioridad, y en vista de la im-
'posibilidad material del monarca para impartir justicia en todos los lugares
del reino, se estableció lo que se llamó la "Curia Regis" o Corte del Rey,
con atribuciones varias, que éste le había delegado. En esta forma, los di-
versos tribunales de los distintos pueblos que habitaban Inglaterra fueron
sometiéndose a la autoridad judicial central, quien respetó siempre sus cos-
tumbres y tradiciones jurídicas, aunque después éstas tuvieron que ceder.
Así, en toda Inglaterra se fue extendiendo lo que se llamó el common lato,
que fue y es un conjunto normativo consuetudinario, enriquecido y com-
plementado por las resoluciones judiciales de los tribunales ingleses, y en
particular por la Corte del Rey, las cuales constituyeron, a su vez, prece-
dentes obligatorios no escritos para casos sucesivos." .En otras palabras, y
como afirma Blackstone, el common law o derecho no escrito, "se encuentra
en el hecho de que su institución original y autoridad primitiva no revis-
tieron forma escrita, como las leyes del Parlamento, sino que su poder obli-
gatorio y su fuerza legal devinieron a través de usos inmemoriales y pro-
longados ·en el Reino";"
A! decir de Rabasa, el common lato, o derecho común en Inglaterra,
"se formó y desenvolvió sobre dos principios capitales: la seguridad personal
y la propiedad". Sus normas se extendieron y se impusieron a la autoridad
real, quien debía acatarlas, por lo que de esta guisa la libertad y propiedad
en Inglaterra se erigieron .ya en derechos individuales públicos, oponibles
al poder de las autoridades, o, como asienta Rabasa, "el common law se
impuso en la conducta de la vida pública, marcando un límite a la autori-
dad real que no podía traspasarlo sin provocar rebeldia y hostilidad". En
conclusión, podemos decir que en Inglaterra existía, a virtud del common
lato, una supremacía consuetudinaria respecto del poder del monarca y en

64 La obligatoriedad de los precedentes judiciales "resulta del principio conocido con


el nombre de slare decisis, conforme con el cual los jueces deben resolver sus casos de
acuerdo con 10 decidido por jueces de la misma jurisdicción, de mayor o igual jerarquía
judicial, en casos previos de naturaleza similar". (Julio Cueto Rúa. El Common Laxu,
págs, 31 y 32.)
55 Commentaries on the Laws 01 Engl,!-nd. Tomo I, página 66. Citado en la obra

, anterior.
señalada en la nota
86 LAS GARANTÍAs INDMOUALES

general de cualquiera autoridad inferior, cuyo contenido eran la seguridad


personal y la propiedad.
Sin embargo, la costumbre jurídica, interpretada y definida por los tri-
bunales, es decir, el common law, en varias ocasiones se vio contravenida
por el rey, quien confiando en su autoridad, se Creyó lo suficientemente
poderoso para sustraerse a sus imperativos. La resistencia real a los man-
datos del derecho consuetudinario y la consiguiente oposición a las resolu-
ciones judiciales provocaron en Inglaterra no pocas conmociones, que sirvieron
para que el pueblo obtuviera nuevos triunfos sobre el monarca, consolidando
así sus conquistas libertarias mediante "bills" o "cartas", que eran docu-
mentas públicos obtenidos del rey, en los que se hacía constar los derechos·
fundamentales del individuo.
Así, a principios del siglo XIII los barones ingleses obligaron al rey Juan
Sin Tierra a firmar el documento político de los derechos y libertades en
Inglaterra y origen remoto de varias garantías constitucionales de diversos
países, principalmente de América. Nos referimos a la famosa Magna
Charla, "en cuyos setenta y nueve capítulos hay una abundante enumera-
ción de garantías prometidas a la Iglesia, a los barones, a los [reemen y a la
comunidad, todos Con el valor jurídico para el presente que corresponde
a fórmulas que se han transmutado en las libertades modernas; pero de
las cuales algunas sólo han modificado las palabras y viven en los princi-
pios de las constituciones actuales".66
El precepto más importante de la Charta Magna inglesa es el marcado
con el número 46, que constituye un antecedente evidente de nuestros ar-
tículos 14 y 16 constitucionales y del artículo 5 de las reformas y adiciones
a la Constitución americana. Dicho artículo estaba redactado en latín y
decía textualmente: "Nullus liber homo capiatur vel imprisionetur, aut dis-
seisietur . " de liberatatibus vel de liberis consuctudinibus suis, aut ultra-
getur aut aliquo modo destruatur; nee super eum ibimus, nee super eum
mittemus, nisi per legalem judieium parium suorum vel legem terrae, Nulli
uendemus, nulli negabimus aut differemus reetum aul juslitiam." En sín-
tesis, esta disposición contenía una verdadera garantía de legalidad, pues
establecía que ningún hombre libre podía ser arrestado, expulsado o priva-
do de sus propiedades, sino mediante juicio de sus pares y por las leyes de
la tierra. En efecto, el concepto de "ley de la tierra" equivalía al conjunto
dispositivo consuetudinario imperante en Inglaterra, es decir, al eommon
law, que, como ya dijimos, estaba fundamentado en una tendencia jurídica
de proteceión a la libertad y a la propiedad. La expresión, pues, de que
ningún hombre podria ser privado de su libertad y propiedades, sino de
acuerdo con la ley de la tierra, implicaba una garantía de legalidad en el
sentido de CJE.e dicha privación sólo podria efectuarse mediante una causa

66 R.ABASA, El Juicio Oonstituoíonal, pág. 86.


srruxcióx DEL GOBERNADO EN LA HISTORIA 87
jurídica suficiente permitida por el derecho consuetudinario. Pero, además, la
Charta Magna requería que la afectación a los derechos dc libertad y pro-
piedad individuales se realizara no sólo de conformidad con la les terree,
sino mediante juicio de los pares. Con esta idea, no sólo se otorgaba al hom-
bre la garantía de audiencia, por la que pudiera ser oído en defensa, sino
que se aseguraba también la legitimidad del tribunal que había de encar-
garse del proceso, pues se estableció que no cualquier cuerpo judicial podría
tener tal incumbencia, sino precisamente los pares del interesado, es decir,
órganos jurisdiccionales instalados con anteríoridad al hecho de que se tra-
tase. Fue así como el articulo 46 de la Charta Magna inglesa reconoció
al hombre libre, al [reeman, la garantía de legalidad, de audiencia y de
legitimidad de los funcionarios o cuerpos judiciales, constituyendo un claro
antecedente de nuestros artículos 14 y 16, en especial del primero, cuyo
segundo párrafo expresa más pormenorizadamente las garantias insertas en
el precepto anglosajón, que inspiró asimismo la enmienda quinta a la Cons-
titución americana, la que englobó los términos legales de las mencionadas
garantías en la expresión "debido proceso legal" -due process of law-,
cuya generalidad, amplitud y vaguedad hacen a dicha disposición inferior
a la norma correspondiente de nuestro artículo 14 constitucional.
La Carta Magna inglesa no era una constitución dentro del concepto
moderno respectivo, puesto que, por una parte, no estructuró jurídica ni
políticamente a Inglaterra, y, por la otra, no se contrajo a establecer los
principios dogmáticos y orgánicos del Estado. El expresado documento,
como sucedía análogamente con los diversos ordenamientos que integraron
el derecho estatutario español, contenía la regulación sobre distintas ma-
terias jurídicas, incluyendo entre ellas, según lo hemos afirmado, la concer-
niente a la consagración o reconocimiento de las prerrogativas básicas del
súbdito inglés frente al poder público.
La mencionada Carta no significó un estatuto transitorio que sólo obli-
gara a Juan Sin Tierra, sino que este monarca, al jurar solemnemente su
obediencia, extendió su acatamiento obligatorio a sus sucesores en el trono, al
declarar que dicho cuerpo normativo quedaba confirmado "por nosotros
y nuestros herederos para siempre".
Mediante la Gran e arta elaborada bajo el reinado de Enrique III y
confirmada por Eduardo 1, se reiteró la vigencia de la Carta Magna de
1215, reproduciéndose en sus preceptos las disposiciones de este último do-
cumento, específicamente las que se referían a las garantías de audiencia
y de legalidad (capítulos I y XXIX).
A pesar de que por la expedición de diferentes estatutos jurídicos que
se incorporaron al derecho común inglés, la autoridad del monarca se fue
paulatinamente restringiendo y de que el parlamento iba concentrando ma-
yores facultades de gobierno, no faltaron sucesos políticos a través de los
cuales el rey cometía verdaderos desmanes en detrimento de sus gobernados,
88 LAS GARANTfAS INDIVIDUALES

con patente infracción a los derechos consignados nonnativamente en favor


de ellos. Esta situación de facto originó diversas protestas de carácter pa.
cifico que se elevaron ante los soberanos arbitrarios; y entre ellas ocupa un
lugar destacado en la historia jurídica de Inglaterra la famosa Petiiion 01
Rights, redactada por el célebre sir Edward Coke. En este importante docu-
mento se invocaron los estatutos y las normas del common law para solicitar
y exigir su respeto a Carlos 1, aludiéndose a diversas arbitrariedades come-
tidas bajo su reinado en perjuicio de sus súbditos. La Petición de Derechos
significó una enérgica reclamación al rey por las violaciones y desmanes
cometidos, constriñéndolo a jurar que las arbitrariedades diversas que dieron
motivo a dicha exigencia, no volverían a realizarse. El rey, en respuesta a
dicha petición, manifestó que se hiciera justicia "según las leyes y costum-
bres del reino; y que los estatutos se pongan en debida ejecución, para que
sus súbditos no' tengan motivo de quejarse de ningún agravio u operación,
en contra de sus justos derechos y libertades, a cuya conservación se con-
sidera obligado en conciencia y como de su prerrogativa". 67
Lo que hizo asumir el carácter jurídico obligatorio a la famosa "Petición
de Derechos", fue la intervención del parlamento inglés haciéndola suya en
una exhortación que dirigió al rey cn junio de 1628 para que la cumpliera.
Fue así como la simple solicitud de que se confirmaran y respetaran los
derechos y libertades del pueblo inglés, se convirtió en una decisión parla.
mentaria, que vino a incorporarse al common lato, como un acto público
de refrendo a los estatutos normativos anteriores.
Cuando fueron exaltados al trono el prlncipe Guillermo de Orange
y la princesa María, después del movimiento revolucionario que derrocó a
Jacobo II, el parlamento impuso a los nuevos monarcas en 1639 un estatuto
que ampliaba las garantías individuales que ya se habían reconocido en
las legislaciones anteriores, insertando nuevas como la libertad de tribuna,
de portación de armas, etc., y que puede considerarse como el más corn-
,plelo de todos. El mencionado estatuto fue el célebre Bill 01 Rights, que en
"expresiones breves y vigorosas, declarando la ilegalidad de muchas prác-
ticas de la corona, prohíbe la suspensión y la dispensa de las leyes, los juicios
por comisión, las multas o fianzas excesivas, así como el mantenimiento
de ejércitos en tiempo de paz y la imposición de contribuciones sin permi-
so del Parlamento; se reconoce, además, el derecho de petición al rey, el de
portación de armas, la libertad de tribuna en el Parlamento y la libertad
en la elección de los comunes't."
Por otra parte, no hay que pasar inadvertidas las ideas de Oliverio
Cromwell acerca de lo que debía repu_tarse como gobierno constitucional

67 FRANCISCO LtEBER,.La Libertad Civil. tomo I1J pág. 208.


68 El Juicio CoñweUClOnat. pag. "tl/. Las" prmcipares ceciaracrones contenidas en el
mencionado documento eran las siguientes: El rey no podía suspender las leyes ni su eje-
cuci6n sin el consentimiento del Parlamento; ilegalidad de los impuestos decretados por
srrUACIóN DEL GOBERNADO EN LA HISTORIA 89
y que cristalizó en su célebre Instrument o{ Government, del año 1653, en
cuyo documento se instituy6 una especie de separación o divisi6n de poderes
para proscribir la arbitrariedad del poder público en beneficio. fundamen-
talmente de los gobernados. El pensamiento de Cromwell, expresado no
sólo a través de dicho instrumento político, sino en sus fogosos discursos
parlamentarios, deja entrever claramente el principio de supremacía cons-
titucional, coincidiendo en este punto con las ideas del famoso juez inglés
sir Edward Coke, a quien debe considerarse como un precursor del chie]
justice John Marshall en lo tocante a la declaraci6n de dicho principio.
En resumen, la situaci6n jurídica del gobernado en Inglaterra se gest6
y se defini6 de manera espontánea y natural dentro de la vida evolutiva
del pueblo británico. La costumbre, como práctica social reiterada y constante,
fue suministrando los hechos que la prudente interpretaci6n de los tribuna-
les ingleses, a través del decurso de los años, convirti6 en normas de derecho,
inte:grando así el common lato, complementando en forma trascendental por
los diversos ordenamientos escritos a que hemos aludido y configurando lo
que se llama la constituci6n inglesa. El espiritu jurídico de los anglosajones
ha sido siempre más bien pragmático que te6rico o especulativo. De ahi
que las instituciones del derecho inglés no hayan obedecido a teorías o doc-
trinas, como sucedi6 diversamente en Francia. Esta afirrnaci6n no significa
que en Inglaterra no hayan existido pensadores que hubiesen contribuido
al desarrollo del derecho político universal; pero la labor de esos pensadores,
dentro de la historia jurídica de Inglaterra, tuvo menos influencia que la
vida misma del pueblo en la estructuraci6n del derecho positivo, en especial
por lo que concierne a la definici6n y consolidación normativa de los dere-
chos del gobernado frente al poder estatal. Puede sostenerse, por tanto, que
las teorías de los juristas, polítícos y filósofos ingleses, como Juan Locke
principalmente, tuvieron mayor repercusión fuera de Inglaterra, pues este
pais estructurado secularmente en torno a un espiritu conservador y tradi-
cional, jamás fue ni ha sido campo propicio para las innovaciones súbitas
provenientes de doctrinas propugnadoras de reformas sociales inspiradas, las
más de las veces, en concepciones ideales o deontol6gicas, distantes o incom-
patibles con la realidad.

VIII. FRANCIA

No obstante que ya se perfilaba el jus-naturalismo como corriente po-


litica para fijar las relaciones entre el poder público y los gobernados, en

la Corona; derecho de petición en favor de los súbditos; prohibición para "levantar y


mantener" ejércitos permanentes en tiempo de paz, a no ser con la autorización del Par-
lamento; libertad de posesión de armas ; de expresión del pensamiento y de "hablar" en
el Parlamento; prohibición de exigir fianzas e imponer multas excesivas, así como de
infligir "penas crueles y desusadas".
90 LAS GARANrlAS INDIVIDUALES

el sentido de que aquél debe siempre respetar y consagrar en el orden ju-


ridico las prerrogativas inherentes a la persona humana, como la libertad,
la propiedad, la seguridad juridica, etc., la realidad política presentó una
notable oposición al pensamiento teórico. El despotismo y la autocracia si-
guieron imperando principalmente en Francia, cuyo régimen gubernamen-
tal se cimentaba en un sistema teocrático, puesto que se consideraba que la
autoridad monárquica tenía su origen y fundamento en la voluntad divina,
por lo que se reputaba a aquélla como absoluta, esto es, sin ninguna limita-
ci6n en Su ejercicio. Los reyes cometieron, bajo estas condiciones, arbitrarie-
dades sin fin, gravando inicuamente al pueblo con impuestos elevadisimos
para poder mantener el boato y subvenir a los gastos exorbitantes de la corte
real y de la podrida y degenerada nobleza, que contribuía a la extorsión
popular.
Ante esta triste realidad, surgen en Francia importantísimas corrientes
políticas en el siglo XVIII, las cuales pretendían proponer medidas y reformas
para acabar con el régimen absolutista, pugnando por el establecimiento
de sistemas o formas de gobierno más pertinentes y adecuadas para conjurar
el mal público. Así aparecen en el pensamiento político los fisiócratas, quie-
nes abogaban por un marcado abstencionismo del Estado en lo concerniente
a las relaciones sociales, las cuales debcrian entablarse y desarrollarse libre-
mente, sin la injcrencia oficial, obedeciendo al ejercicio de los derechos na-
turales del gobernado (principio de "laissez faire-laissez passer"). Por su
parte, Voltaire, propugnando una monarquía ilustrada y tolerante, proclama
la igualdad de todos los hombres respecto a los derechos naturales de liber-
tad, propiedad y protección legal. Los enciclopedistas, principalmente con
Diderot y D' Alembert, pretendieron reconstruir teóncamente el mundo, sa-
neándolo de sus deficiencias, errores y degradaciones, pretensión en la que
pugnaban vehementemente por la consagración definitiva de los derechos
naturales del hombre. Esta -última cuestión apenas se vislumbra en la teoria
de 'M ontesquieu, cuya finalidad especulativa fundamentalmente tiende a
elaborar un sistema de gobierno que garantizara la legalidad y descartara
la arbitrariedad o despotismo de las autoridades, habiendo formulado para
ello su famosa teoria de la división de poderes, dotando a cada uno de éstos
de atribuciones especificas y distintas de las que correspondiesen a los otros,
para el efecto de que imperase un régimen de frenos y contrapesos recíprocos,
Pero el pensador que sin duda alguna ejerció mayor influencia en las
tesis jurídico-políticas llevadas a la práctica por la Revolución francesa,
fue Rousseau con su famosa teoria del Contrato Social, que ya antes había
sido formulada por varios teóricos. Afirmaba Rousseau que el hombre en
un principio vivía en estado de naturaleza, es decir, que su actividad no
estaba limitada por ninguna norma, que desplegaba su libertad sin obs-
táculo alguno; en una palabra, que disfrutaba de una completa felicidad
para cuya consecución, según dicho pensador, no operaba la razón, sino
SITUACIÓN DEL GOBERNADO EN LA HISTORIA 91

el sentimiento de piedad. Con el progreso natural, se fueron marcando


diferencias entre los individuos antes colocados en una posición de verda-
dera igualdad, y es entonces cuando suceden divergencias y pugnas entre ellos.
Para evitar estos conflictos, los hombres, según Rousseau, concertaron un pacto
de convivencia, estableciendo de esta manera la sociedad civil, limitándose ellos
mismos su propia actividad particular y restringiendo en esta forma sus
derechos naturales. Al crearse la sociedad civil, en oposición al estado de
naturaleza, se estableció un poder o una autoridad supremos, cuyo titular
fue y es la comunidad, capaz de imponerse a los individuos. A este poder
o autoridad la llama Rousseau voluntad general, a la cual considera sobera-
namente omnímoda, esto es, sin limitación alguna. Sin embargo, y contra-
diciéndose con esta consideración, dicho pensador asienta que los individuos,
al formar la sociedad civil, recuperan sus derechos naturales con las consi-
guientes restricciones, los cuales deben ser respetados por el poder o autori-
dad públicos. Consiguientemente, en la teoría rousseauniana tenemos, por
un lado, la "volonté générale" como suprema, como soberana, y de otro, a
los derechos fundamentales del hombre, inalienables y respetables necesa-
riamente. Entonces si se acepta esta última consideración, la "volonté gé-
nérale" no es omnímoda Como 10 sostiene Rousseau, sino que está limitada
por los derechos naturales del hombre; por el contrario, si se admite que
dicha voluntad general es omnímoda y absolutamente soberana, entonces
no deben existir los derechos naturales del individuo frente a ella. Esta
contradicción entre el jus-naturalismo y la concepción soberana del poder
estatal se ha evitado en las modernas teorías de la soberanía a través
del concepto de autolimitaci6n, por virtud de! cual, siendo e! poder del Es-
tado soberano, esto es, no existiendo sobre él ningún otro, se impone a si mis-
mo, en e! orden jurídico, limitaciones de derecho, es decir, obligatorias, siendo
parte de esas limitaciones las garantías individuales o derechos fundamen-
tales del individuo o gobernado que reconoce (como en la Constitución de
1857) o crea (como en la Constitución vigente). En las teorías actuales
respecto de la soberanía, los derechos del hombre ya no existen como superes-
tatales, sino que, o bien su validez depende de su reconocimiento por parte
del orden jurídico del Estado (como sucedía en la Constitución de 57, que,
sin embargo, adoptó la tesis jus-naturalista}, o bien se crean o establecen
por dicho orden (como acontece en nuestra Constitución vigente, lo cual es
más lógico y racional).
A diferencia de Inglaterra, en donde el constitucionalismo surge pau-
latina y sucesivamente merced a distintos hechos históricos, en Francia de
manera súbita y repentina se destruye el régimen monárquico absolutista
y se implanta uno nuevo, democrático, individualista y republicano. Si las
garantías individuales, si el respeto a la Iibert~d surgieron en Inglaterra por
impulsos propios del pueblo, sentidos y experimentados por su misma idio-
sincrasia, en Francia, en cambio, fueron producto de elaboraciones doctri-
92 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

narias, de corrientes te6rlcas, propias y ajenas, que encontraron en el pueblo


francés un amplio y propicio campo de desarrollo y realizaci6n, y cuya
precaria situaci6n contribuy6 no poco a ello. Fue así como el pueblo, enar-
decido por la desgracia de la opresi6n, del favoritismo y de la iniquidad
ejercidos por el gobierno, rompi6 los moldes jurídicos y políticos de la Fran-
cia absolutista, negativa de libertades, en completa incompatibilidad con
los anhelos populares de liberaci6n.
La libertad humana fue, en efecto, terriblemente mancillada por los go-
biernos monárquicos absolutistas. A través de 6rdenes secretas, denominadas
lettres de cachet, se sometia a prisi6n a los individuos sin expresarse la causa
o el motivo de su detenci6n, que se prolongaba indefinidamente sin inter-
venci6n alguna de autoridad judicial. Este clima verdaderamente vejatorio
de uno de los más caros derechos del hombre, auspició que en la realidad
política de Francia fructificara la ideología revolucionaria que tendía a trans-
formar los arcaicos cimientos filosóficos sobre los que se erigía el sistema
absolutista, en que la actividad del Estado se identificaba con la voluntad
del monarca, a tal punto que Luis XIV, el rey sol, solía decir "el Estado
soy yo" .68 bis
La Revoluci6n francesa se provoc6, consiguientemente, por la conver-
gencia de diferentes factores, a saber: el pensamiento filos6fico político del
siglo XVIII, el constitucionalismo norteamericano que se difundi6 en Francia
mediante la circulaci6n profusa de las constituciones particulares de los Es-
tados que forroaron la Uni6n Americana y de la Constituci6n federal, así
como la realidad política y social que acusaba tiranía, despotismo, arbitra-
riedad y graves afrentas a la dignidad humana.
El documento más importante en que cristaliz6 el ideario de la Revolu-
ci6n francesa fue la famosa Declaraci6n de los Derechos del Hombre y
del Ciudadano de 1789. Su expedici6n fue precedida de importantes sucesos
políticos que se desarrollaron desde la convocaci6n a los llamados estados
generales por el rey, hasta el juramento de la mencionada declaraci6n en
la Asamblea Nacional. No corresponde al tema del presente libro el estudio
de todos los acontecimientos histórico-políticos que antecedieron y dieron
forroa preceptiva al citado documento público. Bástenos recordar que en su
redacci6n y en su discusi6n tomaron parte activa los más egregios políticos
de Francia, contándose entre ellos a Mirabeau, a Robespierre, Mounier,
Torget, Lafayette, etc. Es importante subrayar algunos de los conceptos
08 bis "En Francia particularmente, dice Carpentíer, nadie ignora que las 'Iettres de
cachet', podían ser arbitrariamente expedidas bajo el antiguo régimen sin la intervención
de la autoridad judicial", agregando que esta circunstancia hizo decir a Malesherbes ante
el mismo rey Luis XVI que "Sire: ningún ciudadano en vuestro reyno está seguro de no
ver su libertad sacrificada a una venganza, porque nadie es demasiado grande para estar
al abrigo del odio de un ministro, ni demasiado pequeño para no ser susceptible del de
un simple comisionado de granjas" (Repertoire de Droít Francais, tomo XXVI, pág. 438).
Es curioso observar, por otra parte, que ni el mismo Voltaire estuvo exento de ser víctima
de la arbitrariedad real instrumentada en las "Iettres de . . .cachet". Así, dicho célebre persa-
SITUACIÓN DEL GOBERNADC EN LA HISTORIA 93

emitidos por este último al formular en julio de 1789 un proyecto de De-


claraci6n de Derechos, pues en ellos se condensa la esencia del pensamiento
revolucionario en lo que respecta a la implicación jurídica, filosófica y po-
lítica dcl hombre. "La naturaleza ha hecho, deeía Lafayette, a los hombres
libres e iguales; las distinciones necesarias para el orden soeíal no se fundan
más que en utilidad general. Todo hombre nace con derechos inalienables
e imprescriptibles, como son la libertad de todas sus opiniones, el cuidado
de su honor y de su vida, el derecho de propiedad, la disposici6n entera de
su persona, de su industria y de todas sus facultades, la expresión de sus
pensamientos por todos los medios posibles, procurarse el bienestar y el de-
recho de resistencia a la opresión. El ejercicio de los derechos naturales no
tiene más limites que aquéllos que aseguran su goce a los otros miembros
de la sociedad. Ningún hombre puede estar sometido sino a leyes consentidas
por él o sus representantes, anteriormente promulgadas y legalmente apli-
cadas."
Se ha afirmado que la Declaraci6n de Derechos del Hombre de 1789
tuvo su fuente de inspiración en la doctrina del Contrato Social de Juan
Jacobo Rousseau. [ellinek, por su parte, refutando esta consideración, ase-
gura que el origen de dicha Declaración se descubre en las constituciones
coloniales norteamericanas, y principalmente la federal, o sea, la que creó
la federaci6n de los Estados Unidos del Norte, ya que, según dicho autor,
los forjadores del código fundamental francés tuvieron como modelo los
mencionados ordenamientos, lo cual se desprende de la notable similitud
que entre éstos y aquél existe. Nosotros estimamos que no es debido atri-
buir a la Declaración francesa un origen exclusivo, ya, que más bien ésta
surgi6 predeterminada por una variedad de factores de diversa índole, a
saber, políticos, doctrinales, sociales, hist6ricos, etc.

Respecto a esta cuestión, o sea la consistente en establecer cuál fue el origen


o fuente de inspiración de la Declaración francesa de 1789, el licenciado Fer-
nando Salís Cámara formula interesantes consideraciones, a las cuales nos ad-
herimos y que nos permitimos transcribir: 69 "jellinek, en su estudio sobre la
Declaración francesa de los Derechos del Hombre, traza perfectamente los
naje fue encerrado en la Bastilla en dos ocasiones a saber: la primera de ellas como
consecuencia de una composición poética que intituló "Yo he visto", y la cual fue una
sátira en que se enumeraban todos los crímenes y las faltas de Luis XIV, así como sus
actos de despotismo, de prodigalidad y de inhumanidad; y la segunda con motivo de
baber escrito un epigrama contra el caballero Rohan-Chabot, "quien consideró que podía
obrar a su antojo con un plebeyo, y dio lisa y llanamente a seis de sus criados la orden
de esperar a VoItaire a la puerta de su casa y de molerlo a palos. El poeta escapó de Ios
asesinos y se dirigió a Versalles, donde se encontraba el caballero, a quien envió un cartel
de desafío. Roban, para quien era más sencillo mandar apalear que batirse con un
hombre de valor, llevó la provocación escrita al Ministro del Departamento de París,
y Voltaire fuc aprehendido por segunda vez, y llevado a l~ Bastilla el 28 de marzo
de 1726". (Historia de la Bastilla. Publicación 'de Ignacio Cumnlido. nág , 155.)
69 Origen '1 Eooíucum en América de las Lnstuuciones Políticas Anglosajonas, pági-
nas 83-92.
94 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

orígenes de la historia de este memorable documento. Comienza por negar la


opinión vulgarmente admitida como cierta ... según la cual la Declaración se
basa en los principios de Juan J. Rousseau. Su argumentación puede conden-
sarse en los siguientes términos: 'El contrato social se reduce a una sola cláu-
sula, a saber: la alienación completa de todos los derechos del individuo a la
comunidad.' El individuo no conserva para sí un solo átomo de derechos a
partir del momento en que entra en el Estado. Todos los derechos que el in-
dividuo de hecho tiene) los recibe de la voluntad general que determina sus
límites, pero no debe ni puede ser restringida por ningún poder; ni la propie-
dad pertenece al individuo si no es por virtud de una concesión del Estado, el
contrato social hace al Estado señor de todos los bienes de sus miembros, que
continúan poseyéndolos solamente 'como depositarios del bien público'. La
libertad cívica consiste simplemente en lo que queda al individuo después de
la determinación de sus deberes cívicos. S610 la ley puede dictar estos deberes;
según el Contrato Social, las leyes deben ser iguales para todos los ciudadanos;
éste es para el poder soberano, que lleva en sí mismo sus garantías, el único
límite, límite que brota de su propia naturaleza. La concepción de un estado
original que el hombre transportara a la sociedad y que se presentara como
una limitación jurídica del soberano es expresamente rechazada por Rousseau.
'11 n'a pas de loi fondamentale qui puisse lier la communauté, pas mérne le
contrat social.' Ahora bien, como la Declaración de Derechos pretende trazar
entre el Estado y los individuos, la línea de demarcación eterna que el legislador
debe tener siempre ante los ojos como límite que, una vez por todas, le es
impuesto por los derechos naturales, inalienables y sagrados del hombre, es evi-
dente que las teorías de Rousseau, lejos de ser la base, son contrarias a la De-
claración de los Derechos del Hombre. Esta argumentación es perfectamente
exacta. La idea de Rousseau es la misma que la de Napoleón y la de Luis XIV:
la omnipotencia del Estado; en tanto que la Declaración de Derechos no es
otra cosa que la consagración del más absoluto individualismo. En ella el Es-
tado apenas se deja ver. Rousseau prestó a la Dectaracron ciertas fónnulas de
dicción, ejerció alguna influencia sobre el estilo del documento; pero los orí-
genes de éste, según jellinek, hay que irlos a buscar en la revoluci6n americana.
Sin duda el documento francés no es más que la traducción de las decleracio-
nes de los varios Estados que forman la Unión Americana, y particularmente
del Estado de Virginia. Basa su argumentación el distinguido publicista alemán
en la similitud de las declaraciones americanas y francesas, en la circunstancia
de haber sido el general Lafayelle quien, en la Asamblea Constituyente pro-
puso la anexión de tal documento a la Constitución francesa. Pero el ilustre
profesor parece no tener en cuenta que antes de la proposición de Lafayette
existía ya un proyecto de Constitución y un dictamen de Mounier sobre él. En
este dictamen se decía: 'Para los derechos del hombre y que los proteja evi-
dentemente.' La verdad es que entre las dos grandes revoluciones existió una
considerable conexi6n, un cambio constante y recíproco de ideas y de prin-
cipios. De la misma manera que la proyección de la luz sobre un mismo cuerpo
en lugares opuestos produce inmediatamente por el cruzamiento de los rayos
luminosos dos siluetas, cada una de las cuales se encuentra colocada al lado
opuesto al foco de que depende, así la corriente filosófica europea y el adrni-
rable adelanto político del pueblo americano pudieron crear recíprocamente
la Revolución americana y la Revolución francesa: las dos grandes revoluciones
no vinieron a ser otra cosa que siluetas magnificas del alma humana que se
producían bajo la reflexión de la luz vivísima que el pensamiento europeo y
el progreso político del pueblo americano arrojaban a torrentes sobre los de-
SITUACIÓN DEL GOBERNADO EN LA HISTORIA 95
rechos y libertades de la humanidad. Las dos revoluciones deben la vida a la
luz, y sólo desaparecerán y se borrarán de la historia cuando se haya ofusca-
do para siempre la inteligencia humana. La semejanza de las declaraciones de
derechos promulgadas en Europa y en América no reconoce por causa propia-
mente el que aquéllas hayan sido traducidas de éstas. Los franceses no se hubic-
ran apropiado de las declaraciones americanas si éstas no hubiesen estado de
acuerdo con las ideas, los principios y los fines de la naciente Revolución fran-
cesa. Detrás de la razón aparente está la verdadera causa: la comunidad de
las ideas se tradujo en la similitud de las leyes. Por tanto, es necesario recono-
cer que ambos acontecimientos obraron poderosamente el uno sobre el otro. La
Revolución americana sobre la francesa, por su éxito y por la aplicación prác-
tica de las teorías; la francesa sobre la Revolución americana, por sus antece-
dentes, es decir, por las doctrinas de los filósofos y moralistas, en su mayor
parte franceses, que la hicieron nacer."
Coincide con nuestro distinguido compatriota el célebre tratadista francés
de Derecho Político Georges Burdeau, profesor de la Universidad de París,
en 10 que concierne a la influencia indiscutible que sobre la Declaración de 1789
ejercieron los teóricos del siglo XVIII en cuanto a la formulación de los principios
fundamentales que dicho documento proclama y que se acogieron en la mayo-
ría de las constituciones del siglo XIX, entre ellas nuestra Ley Suprema de 1857.
Dicho prestigiado autor, al hablar de las fuentes de la mencionada Declaración,
se expresa de la siguiente manera: HLa Declaración de Derechos se remonta al
movimiento filosófico del siglo xvrn, Pero este movimiento en sí mismo no es sino
un aspecto en el que se expandió la doctrina individualista derivada del Cristia-
nismo por los teólogos de la Edad Media y que, a través de las doctrinas reli-
giosas de la Reforma, y después por la intromisi6n de los libertinos del siglo XVII,
llegó a cristalizarse, más o menos reformado y enriquecido, en un cierto número
de principios que los filósofos políticos del siglo XVIU recibieron como axiomas.
De este edificio doctrinal que no es un sistema que hubiese aportado base pro~
- pia aljnma;- sería en vano investigar lo que cada uno de ellos pudo aportar por
su cuenta. De todas maneras, se debe destacar el papel capital que juega la
idea de que el hombre es titular de derechos inherentes a.síi" persona y, por con-
siguiente, anteriores y superiores al Estado. Esta idea es la que proclaman 1(1)
representantes de la escuela del Derecho Natural y de Gentes: Grotius, De jure
belli ac pacis (1625), Puffendorf, De jure naturae et gentium (1670), Wolff,
Droit de la nature traité suiuant la méthode scientifique (1740), Vattel, Droit
de Gens O" principes de la loi naturelle (1758), esta creencia, Rousseau des-
pués de Locke, la dedujo del contrato social que hizo admitir como el punto
de partida de toda reflexi6n política. De Rousseau igualmente los autores dc
la Declaración tomaron la definición de la ley, expresión de la voluntad general,
pero el mismo Rousseau procedía de la filosofía anterior, lo mismo que Montes-
quieu, de quien la declaración adopta la regla de la separación de 'POderes,
lo que no era sino la sistematización de las instituciones inglesas y los puntos
de vista de Locke.
"Se ve que en realidad la Declaración es ante todo la expresión de un
estado de espíritu más que la consagración de una tesis particular. Es por esto
por lo que, sin minimizar la influencia que pudieron tener las declaraciones
colocadas algunos años antes a la cabeza de las constituciones de los Estados
particulares de la Unión Americana, se debe comprender que, aunque este pre~
cedente no haya. existido, nuestra Declaración, sin embargo. pudo ser redactada.
96 LAS GARANriAS INDMDUALES

Jamás se tuvo conciencia de una manera tan clara del nacimiento de un mundo
nuevo; para ello la Declaración era el programa necesario." 6'9 bll

La Declaración de 1789 instituyó la democracia como sistema de go-


bierno, afirmando que el origen del poder público y su fundamenta! sustrato
es el pueblo o, para emplear su propio lenguaje, la nación, en la que se
depositó la soberanía. Así, el articulo 3' establecía: "El principio de toda
soberanía reside esencialmente en la nación. Ningún individuo o corpora-
ción puede ejercitar autoridad que no emane expresamente de ella", pre-
cepto que posteriormente inspiró sobre este punto a la mayor parte de las
constituciones universales. La democracia siempre supone la igualdad ju-
rídica y politica de los gobernados, por lo que el articulo 6' se referia a
dicho elemento a! disponer: "La leyes la expresión de la voluntad general.
Todos los ciudadanos tienen derecho de concurrir a su formación personal-
mente o por representantes. Debe ser la misma para todos, sea que proteja
o sea que castigue. Todos los ciudadanos, siendo iguales a sus ojos, son
igualmente admisibles a todas las dignidades, cargos o empleos públicos,
según su capacidad, sin otra distinción que la de su virtud o su talento."
Además, la Declaración francesa de 1789 contenía un principio netamen-
te individualista y liberal. Individualista, porque consideraba al individuo
como el objeto esencial y único de lit protección del Estado y de sus ins-
tituciones juridicas, a tal grado de no permitir la existencia de entidades
sociales intermedias entre él y los gobernados particulares. A este propósito,
establecía el articulo 2' lo siguiente. que revela una concepción notable-
mente jus-naturalista: "El objeto de toda asociación política es la conser-
vación de los derechos naturales e imprescriptibles del hombre. Estos derechos
son la libertad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión"
que es semejante, en cuanto' al principio en él involucrado, a!. primer
precepto de nuestra Constitución de 1857, que dice: "El pueblo mexicano
reconoce que los derechos del hombre son la base y el objeto de las institu-
ciones sociales."
Consagraba también la Declaración francesa el principio liberal, porque
vedaba al Estado toda injerencia en las relaciones entre particulares que no
tuviese por objeto evitar que el libre desarrollo de la actividad individua!
perjudicara o dañara los intereses de otro u otros individuos, concibiendo a
aquél como un mero policia, acerca de cuyo régimen ha hecho Duguit se-
veras y justificadas criticas. A este respecto, decia el articulo 4' de la Decla-
ración: "La libertad consiste en poder hacer todo aquello que no dañe a
otro; por lo tanto, el ejercicio de los derechos naturales de cada hombre
no tiene más limites que aquéllos que aseguren a los demás miembros de
la sociedad el goce de los mismos derecbos. Estos límites no I pueden ser

69 bis Drois Constitutíonneí el Institutions Potiüques. Decimaséptima edición lS76,


páginas 287 y 288.
SITUACIÓN DEL GOBERNADO EN LA HISTORIA 97

consignados más que por la ley." En síntesis, desde el punto de vista estric-
tamente jurídico-pelítico, la Declaración francesa de 1789 contenía eri sus
diversos preceptos los siguientes principios: democrático, individualista y li-
beral, basados estos dos últimos en una concepción netamente jus-natu-
ralista.
La doctrina de la existencia de los derechos naturales imprescriptibles
e inalienables del ser humano encontró acogida en la tesis de Kant y Fichte,
quienes, aunque contrayendo su pensamiento fundamental a cuestiones me-
ramente filosóficas, en el aspecto de la ciencia política afirmaban que el
Estado debería respetar los derechos substanciales del sujeto, otorgando a
éste su protección en el caso de que se viesen vulnerados y absteniéndose de
intervenir en todas aquellas relaciones de los gobernados que no impertasen
esa vulneración, consideración que corresponde a una pestura netamente
individualista y liberal.
El sistema de mención y definición Icgal y eserita de los derechos del
hombre instituido en la Declaración francesa de 1789, fue adoptado por
casi la totalidad de los países de Occidente, principalmente per México, desde
que nació a la vida jurídica como Estado independiente, a través de los
diversos cuerpos constitucionales que rigieron en nuestro país. Asimismo, la
posición individualista y liberal que adoptó el Estado mexicano en algunos
ordenamientos fundamentales, principalmente en la Constitución de 1857,
tiene su origen en dicha Declaración, posición que implicaba que el fin del
Estado estribaba en proteger al individuo en el goce y disfrute de los dere-
chos connaturales a su personalidad y en abstenerse de tener injerencia en
las relaciones entre los gobernados en caso de no impedir o remediar un
conflicto de intereses particulares.
Por lo que concierne a las garantías o derechos fundamentales del indi-
viduo, la Declaración francesa proclamaba como principales los siguientes:
la libertad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión [art. 29 ) ,
y como derivados, aquéllos que se refieren a la materia penal y que son aná-
logos a los contenidos en los artículos 19, 20 y 21 de nuestra Constitución
consignados en los preceptos 79 , 89 Y 99 , que decían: "Ningún hombre pue-
de ser acusado, detenido o preso más que en los casos determinados per
la ley y según las formas prescritas en ella. Los que soliciten, expidan, eje-
cuten o hagan ejecutar órdenes arbitrarias, deben ser castigados; pero todo
ciudadano llamado o detenido en virtud de la ley, debe obedecer al instante,
haciéndose culpable per su resistencia" (art, 79 ) . "La ley no debe establecer
sino penas estrictas y evidentemente necesarias, y nadie puede ser castigado
sino en virtud de una ley establecida y promulgada anteriormente al hecho
(garantía de la no retroactividad de las leyes) y legalmente aplicada" (art,
8 9 ) . "Siendo todo hombre presunto inocente, hasta que sea declarado cul-
pable, si se juzga indispensable SU detención, la ley debe reprimir severa-
mente todo rigor que no sea necesario para asegurar su persona" [art, 99 ) .
98 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

Además de esas garantías en materia penal, la Declaración francesa con-


signaba otras, en sendos artículos, tales como la libertad de pensamiento, de
expresión del mismo, de religi6n y la de propiedad, respecto de la cual estable-
cía la procedencia de la expropiación, siempre y cuando mediara previa y
justa indemnización que se pagara al afectado. En efecto, las disposiciones con-
ducentes del citado c6digo indicaban que "Nadie debe ser molestado por sus
opiniones aun religiosas, con tal que su manifestación no trastorne al orden
público establecido por la ley" (art. 10). "La libre comunicación de los pen-
samientos y de las opiniones es uno de los derechos más preciosos del hombre:
todo ciudadano puede hablar, escribir o imprimir libremente, pero debe res-
ponder del abuso de esta libertad en los casos determinados por la ley" (art.
11). "Siendo la propiedad un derecho inviolable y sagrado, nadie puede ser
privado de ella sino cuando la necesidad pública, legalmente comprobada, lo
exija evidentemente y bajo la condición de una justa y previa indemnización"
(art. 12).
La célebre Declaraci6n propiamente no fue un ordenamiento de tipo
constitucional, puesto que no organizó al Estado francés mediante la crea-
ci6n de órganos de gobierno y la distribuci6n de su competencia, sino que
representa un documento de singular importancia que sirvi6 de modelo irre-
basable a los diferentes códigos políticos que rigieron la vida institucional
de Francia a partir del año de 1791, en que se expide la primera Consti-
tuci6n, que en realidad instituy6 una dictadura popular atendiendo a los
poderes omnímodos con que se invisti6 a la asamblea nacional corno ór-
gano representativo del pueblo. Contiene el mencionado estatuto constitu-
cional un catálogo de los derechos fundamentales del hombre y del ciudada-
no, capitulo que se refrenda en los siguientes ordenamientos políticos que
se fueron poniendo en vigor a partir de 1793, en que se promulga una. nueva
Ley Fundamental substitutiva de la anterior
Durante ei siglo XIX Francia cont6 con diversos códigos políticos con
efímera vigencia, circunstancia que revela la inestabilidad de las ideas que su-
cesivamente se fueron sustentando y que sirvieron de motivo a la expedici6n
de tales estatutos. Así, durante el término de escasos setenta y cinco años
rigieron en dicho país no menos de siete ordenamientos constitucionales, es
decir, las constituciones del año 111; del año VIII, que instituyó el Con-
sulado, así como un medio de protecci6n del orden por ella establecido
confiado al llamado "Senado conservador";" la Carta de 1814, que supri-
mi6 la libertad religiosa declarando a la religi6n cat6lica, apostólica y ro-
mana como profesi6n de- fe estatal; la Ley Constitucional de 1815 patroci-
nada pqr Napoleón 1 a su regreso de la isla de Elba; el estatuto de 1830,
que orglmiza a Francia en una monarquía; la Constitución de 1848, en que
se vuel~e a instituir la República; el ordenamiento constitucional de 1852,
en que al Senado se le atribuyen funciones de guardián de sus disposiciones,
y las Leyes Constitucionales de 1875, que en realidad no formaron un es-

10 Véase nuestra obra El Juicio de Amparo.


SITUACIÓN DEL GOBERNADO EN LA HISTORIA 99

tatuto unitario, sino que estructuraron a Francia mediante la regulación de


diferentes materias políticas.
En octubre de 1946, y aprobada por un referéndum popular, se expide
la Constitución de la República francesa que la organizó a raíz de la ter-
minación de la última guerra mundial, conteniéndose en dicho documento
jurídico-político un preámbulo en que se reitera la Declaración de los De-
rechos del Hombre y del Ciudadano de 1789, la cual hemos comentado
anteriormente.
Esta' última Constitución fue substituida por la que se promulgó el 4
de octubre de 1958 y es la que actualmente rige en Francia. La Constitución
vigente en este país introduce a su sistema jurídico-político importantes in-
novaciones, cuyo tratamiento rebasaría los límites del presente libro. Sólo
debemos recordar que en dicha Ley Fundamental "El pueblo francés procla-
ma solemnemente SU adhesión a los derechos del hombre y a los principios
de la soberanía tal como fueron definidos por la Declaración de 1789, con-
firmada y completada por el preámbulo de la Constitución de 1946."

IX. COLONIAS INGLESAS DE AMÉRICA

Al fundarse las colonias inglesas en América, los emigrantes llevaron


consigo toda la tradición jurídica de Inglaterra, recogida en el common
lata, y en la que sobresalía el espíritu de libertad. La opresión reinante en
la metrópoli hizo que los colonos vieran en tierras americanas el lugar pro-
picio para el desarrollo de la libertad humana. Sin embargo, no todos los
emigrantes eran perseguidos políticos; había quienes acudían 'a América en
busca de fortuna y con el propósito de fundar empresas explotadoras. Así,
una compañía obtuvo de la corona inglesa la autorización para fundar una
colonia en Virginia, habiéndose establecido posterior y sucesivamente otras
en la misma forma. Poco a poco, la colonización en Norteamérica se fue
extendiendo, y de esta manera surgieron las colonias de Massachusetts, Rhode
IsIand y Connecticut, y otras que se fueron creando después.
Las autorizaciones que otorgaba el rey para fundar y organizar colonias
en América recibieron el nombre de cartas, que eran documentos que fija-
ban ciertas reglas de gobierno para las entidades por formarse, concedién-
doles amplia autoridad y autonomía en cuanto a su régimen interior. Dichas
cartas reconocían la supremacía de las leyes de Inglaterra y de su consti-
tución consuetudinaria, teniendo, sin embargo, el carácter de Ley Fundamen-
tal en eada colonia (common laui), de tal suerte, que sus autoridades no
podían actuar sino ciñéndose estrictamente a sus disposiciones. En esta for-
ma, el constitucionalismo de Inglaterra se trasplantó a sus .colonias en Amé-
rica, organizadas ya políticamente por sus cartas de fundación, otorgadas
por la corona.
100 LAS GARANTÍAS INDMDUALES

Por acontccirmentos históricos que no son del caso relatar, consistentes


en violaciones a las concesiones que la metrópoli había mercedado a sus
COIOlrlas americanas, éstas se soliviantaron contra aquélla en defensa de! re-
conocimiento de sus derechos. Aun antes de emanciparse totalmente de In-
glaterra, ya diversas colonias habían erigido sus respectivas cartas en consti-
juciones, en las que se destacaba claramente su au~onomia gubernativa,
'basada en conceptos científicos, de derecho, que en la metrópoli aún se
traducían en vida juridica práctica. En dichas constituciones particulares
de las colonias inglesas se implantó e! sistema de la división de poderes como
garantia para el gobernado, confiriendo el ejecutivo al gobernador, e! le-
gislativo a una asamblea y e! judicial a los tribunales.
Al decir de Jellinek, n las Cartas de Connecticut y Rhode Island, de
1662 y 1663, respectivamente, "son las más antiguas constituciones escritas,
en el sentido que actualmente se atribuye al término". En 1776, la antigua
colonia de Virginia adopta su constitución particular, que fue una de las
más completas de todas y que inspiró a la misma Constitución federal
norteamericana. El autor alemán invocado sostiene que e! célebre Madison
"ejerció una decisiva influencia en su redacción definitiva". Lo más im-
portante de la Constitución particular del Estado de Virginia consiste en
e! catálogo de derechos (Bill 01 Rights) que contenía, y en e! que se con-
sagraron las fundamentales prerrogativas de! gobernado frente al poder pú-
blico. Fue precisamente dicha Constitución, a través de la declaración de
derechos que consagraba, la que sirvió de modelo o fuente de inspiración
al famoso documento público francés de 1789, en concepto de Jellinek,
según hemos dicho."
Las demás colonias británicas de Norteamérica, que formaron los prí-
mitivos Estados integrantes de la Unión Norteamericana, también tenían,
como hemos afirmado, sus respectivas constituciones. Asi, la de Pennsylvania
fue de 28 de septiembre de 1776; la de Maryland, de 11 de noviembre de
1776; la de Carolina de! Norte, de 18 de diciembre de 1776; la de Ver-
mont, de 8 de julio de 1777; la de Massachusetts, de 2 de marzo de 1780;
la de New Hampshire, de 31 de octubre de 1783.
En las referidas constituciones, principalmente en la de Virginia, como
ya dijimos, se encuentran disposiciones que consagran derechos fundamen-
tales de! individuo, as! como la declaración de la igualdad legal entre los
hombres. Además de tales derechos, en los Estados particulares de la Unión
Norteamericana se practicó e! habeas corpus desde la época colonial, insti-
tución que fue respetada por la Constitución federal de los Estados Unidos
de América.

71 La Declaración de los Derechos del Hombre)' del Ciudadano, pág. 40.


72 Ldem,
SITUACIÓN DEL GOBERNADO EN LA HISTORIA 101

X. ESTADOS UNIDOS

Podemos decir que los Estados Unidos surgieron como nación unitaria,
con vida jurídica independiente, organizados en una federación, con la pro-
mulgación de un documento importante: los Artlculos de Confederaci6n
y Uni6n perpetua. En su lucha por la independencia, las colonias inglesas
tuvieron que reunir sus pocos recursos y combinar sus esfuerzos en una
acción conjunta en contra de Inglaterra. Consumada ya la ruptura del
vinculo de dependencia entre la metrópoli y las colonias, éstas no se sin-
tieron lo suficientemente fuertes, por sí solas, aisladas unas de otras, para
defender su autonomía recién conquistada en caso de cualquier intento de nue-
va sojuzgación. Permanecieron, pues, unidas, atendiendo a los dictados de la
prudencia. Para que esa unión fuese más estable, se expidieron los men-
cionados "Artículos", cuyas- signatarias eran trece colonias, que más tarde
fueron entidades federativas de la Unión Americana.
El aludido cuerpo normativo no estableció aún la federación como en-
tidad jurídica y política distinta de los miembros componentes, aunque ya
consignaba una liga entre ellos, inspirada en la mutua defensa de sus pro-
pios intereses, para lo cual cada Estado se despojó de ciertas facultades in-
herentes a su soberanía, cuyo ejercicio depositó en un organísmo que se
llamó "Congreso de los Estados Unidos", siendo su autoridad meramente
eonsultiva, pues como dice Rabasa, "no había un poder ejecutivo central
investido de fuerza para hacer cumplir los mandatos supremos"."
Como el sistema de unión entre los Estados norteamericanos fracasó, se
propuso una revisión de los "Artículos", para cuyo efecto se verificó una
convención en Filadelfia, encargada de reformarlos. Después de prolongados
debates y de la tenaz reticencia de los Estados a formar parte de una Ie-
deración, es decir, dc una entidad política superior, con facultades y órganos
gubernativos propios, se formuló el proyecto de Constituci6n Federal, que
fue sometido a la consideración de los Estados particulares en convenciones
locales, a las que concurrieron los delegados que por ellos fueron nombrados.
Por fin se logró que la Constitución federal fuese aceptada por las entidades
particulares, que en número de trece fueron las que originariamente integraron
la naci6n norteamericana, no sin que durante mucho tiempo después sur-
gieran intentos separatistas, a los que el célebre "chief justice" Marshall dio
el golpe mortal, contribuyendo así a consolidar y robustecer el régimen fe-
deral."

" O~. riI.


n Es "natural suponer que hi ·ConstÍtUci6n federal hubiese encontrado resistencia y re.
pulsi6n de parte de algunos Estados, ya que la creación de la nueva entidad superior a
ellos con órganos de gobierno propios, significó la restricción evidente de su soberanía. La
posibilidad de que el flamante régimen federal se destruyera mediante la reasunción de
102 LAS OARANTfAS INDIVIDUALES

Es curioso observar que la Constitución de los Estados Unidos no con-


tuvo, al ser promulgada en 1787, ningún catálogo o capitulo destinado, a
la enumeración de los derechos del gobernado. Esta omisión se explica en
virtud de que sus autores abrigaron como propósito primordial convertir
el régimen confederal en federativo mediante la creación de una nueva en-
tidad jurídica y política con personalidad distinta de la de los Estados miem-
bros. Además, los derechos o prerrogativas de la persona humana ya se en-
contraban consagrados en las constituciones locales, según hemos indicado,
por lo que se consideró que dicha cuestión debía ser, como 10 había sido
históricamente, de la incumbencia interior de los Estados. Sin embargo, al
poco tiempo de que la Constitución federal entró en vigor, surgió la nece-
sidad de elevar al rango de garantia nacional, algunos de los mencionados
derechos; y fue así como se le introdujeron varias enmiendas, es decir, re-
formas o adiciones.
Durante el periodo de vigencia de la Constitución de los Estados tJni-
dos, que ya abarca casi dos centurias, se le han practicado veintidós en-
miendas aproximadamente. Entre ellas, como acabamos de decir, se encuen-
tran algunas que se refieren a la consagración de ciertos derechos del gobernado
o garantías individuales, a saber: la 1", que establece la libertad religiosa;
la 2' concerniente a la libertad de posesión y ponacion de armas; la 4", que
instituye la garantfa de legalidad frente a actos que lesionen el domicilio y
la persona del gobernado; la S', que consigna la garantía de audiencia y de
una justa indemnización en materia expropiatoria, estando concebida en los
siguientes términos: "A nadie se le privará de la vida, la libertad o la pro-
piedad, sin el debido proceso legal; ni se ocupará la propiedad privada para
USG público sin una justa indemnización." Estas enmiendas fueron pro-
puestas y aprobadas en 1791; y al terminar la guerra de secesión con el

la independencia de los Estados, y el designio de defenderlo frente a esta amenaza, fueron


los factores que determinaron la aparición en la literatura jurídica norteamericana de la
época, de una importante publicación conocida con el nombre de El Federalista, en la que.
bajo el seudónimo de "Publio", escribieron diversos articulos tres célebres políticos y
juristas contemporáneos de la Constituci6n: Alejandro Hamilton, Santiago Madison y Juan
lay. El Federalista, cuya lectura recomendamos ampliamente, no sólo tuvo el propósito
pragmático de refutar las opiniones anti-federalistas que partían de los círculos políticos
de algunos Estados de la Uni6n Norteamericana y de detener las corrientes separatistas
que prohijaron, sino que aún en la actualidad representa un indiscutible interés para la
interpretaci6n de la Constitución estadounidense, ya que sus autores eran voceros autén-
tiros de la gestación parlamentaria de este trascendental documento. Inclusive, la literatura
y doctrina norteamericanas de Derecho Constitucional y la jurisprudencia de la Suprema
Corte de los Estados Unidos reconocen en El Federalista una fuente cognoscitiva de ge-
nuinidad indisputable. Es más, los artículos de esta publicaci6n han servido a los doctri-
narios del Derecho Constitucional de los países latinoamericanos, incluyendo al nuestro,
para fijar el sentido y alcance de importantes disposiciones de las Constituciones respec-
tivas que han tenido como modelo las correspondientes de la Ley Fundamental de la
U nién Americana.
srrUACIÓN DEL GOBERNADO EN LA HISTORIA 103
triunfo de los Estados del Norte, abolicionistas de la esclavitud que preva-
lecía en los del Sur, se incorporaron a la Constitución las enmiendas que
instituyen la igualdad humana, estando concebidas en los siguientes térmi-
nos: "Ni en los Estados Unidos ni en cualquier lugar sujeto a su jurisdicción,
habrá esclavitud ni trabajo forzado, excepto como castigo de un delito del
que el responsable haya quedado debidamente convicto" (enmienda 13-1865) ;
"Todas las personas nacidas o naturalizadas en los Estados Unidos y so-
metidas a su jurisdicción son ciudadanos de los Estados Unidos y de los
Estados en que residen. Ningún Estado podrá dictar ni dar efecto a cual-
quier ley que limite los privilegios o inmunidades de los ciudadanos de los
Estados Unidos; tampoco podrá Estado alguno privar a cualquier persona
de la vida, la libertad o la propiedad sin el debido proceso legal; ni negar
a cualquier persona que se encuentre dentro de sus límites jurisdiccionales
la proteccióIÍ de las leyes, igual para todos" (enmienda 14-1868). Como
se ve, esta última enmienda reitera la garantía de audiencia contenida en la
quinta, imponiendo su observancia a toda autoridad estatal.
Se ha afirmado con insistencia y muchas veces contumazmente, que nues-
tro orden constitucional ha sido producto de la imitación de las instituciones
jurídicas norteamericanas consagradas en la Constitución federal de los Es-
tados Unidos. Es cierto que nuestras Leyes Fundamentales, principalmente
las de 1824 y de 1857, tuvieron como modelo la Constitución estaduni-
dense. Esta circunstancia dc ninguna manera implica baldón alguno en la
historia jurídica de nuestro país, pues bien es sabido que las instituciones de
un pueblo nunca SOn absolutamente aut6ctonas, es decir, jamás se generan
sin la influencia exterior. El mismo Derecho Romano se inspiró en el an-
tiguo derecho de las polis griegas, repercutiendo, a su vez, en la formación
de las instituciones jurídicas de los países europeos. El derecho de éstos, prin-
cipalmente el de España y de Inglaterra, se trasplantó a América, en cuyo
continente los paises que reconocen como madre patria a dichos dos grandes
Estados, han estructurado su régimen jurídico conforme al modelo de la me-
trópoli.
Es indiscutible y sensatamente cierto que nuestro orden constitucional,
Como el de varios países latinoamericanos, si no es que todos, se inspiraron
en la Constituci6n federal norteamericana. Si adoptamos los principios
jurídico-políticos consignados en este documento, ha sido por el convenci-
miento propio de la bondad que encierran. Dichos principios, además, per-
tenecen al pensamiento jurídico universal y son patrimonio cultural de todas
las naciones que pretenderi realizar la justicia dentro de sus respectivos
derechos positivos. Por consiguiente, al acoger México. en su orden constitu-
cional los citados principios, no se apropi6 de algo que no le correspondía,
pues, repetimos, aquéllos han sido el producto del pensamiento jurídico, po-
litieo-social y filos6fico de la humanidad.
104 LAS GARANTIAS INDIVIDUALES

Por otra parte, dentro de la idea de que la Constituci6n americana fue


modelo de, nuestras Constituciones, éstas han superado a la Carta funda-
mental estadunidense en lo que concierne a la consagraci6n de los derechos
del gobernado frente al poder público. En efecto, según se habrá podido
advertir, tales derechos se incorporaron al estatuto federal de los Estados
Unidos mediante enmiendas que se le introdujeron en diferentes épocas.
Estas enmiendas no s6lo se refieren a los citados derechos, sino que tienen
como contenido otras materias constitucionales. Además, las garantías de
libertad e igualdad que por ese procedimiento se consagraron en la Cons-
tituci6n federal norteamericana, ya se encontraban instituidas con antelaci6n
en nuestros c6digos politicos. Estas circunstancias conducen a la conclusi6n
de que en lo que atañe a los derechos del gobernado, las constituciones
mexicanas han superado en tiempo y en metodología a la estadunidense,
a pesar de que ésta haya sido una de las fuentes de inspiraci6n de nuestro
constitucionalismo.

XI. LA EXTINTA U. R. S. S.

La Constituci6n de la Uni6n de Repúblicas Socialistas Soviéticas acoge


en sus primordiales aspectos preceptivos las declaraciones básicas del marx-
leninismo, contra cuyas tesis fundamentales en materia política hemos en-
focado' nuestra crítica.' El citado documento organiza a la U. R. S. S. dentro
de la segunda etapa qne previene dicha corriente ideol6gica, o sea, la lla-
mada "dictadura del proletariado", declarando que su "base política" son
"los soviets de diputados de los trabajadores, que se han desarrollado y for-
talecido como consecuencia del derrocamiento del poder de los terratenientes
y capitalistas y de la conquista de la dictadura del proletariado" (art. 2).
El régimen econ6mico de dicho país, según el articulo 4 de su constitu-
ci6n, es "el sistema socialista de economía y la propiedad socialista sobre los
instrumentos y medios de producción", reconociendo, sin embargo, la pro-
piedad privada o particular respecto de ciertos bienes de uso en favor de
los trabajadores del campo y de las empresas industriales, tales como "una
hacienda auxiliar, vivienda, ganado de renta, aves de corral, pequeños ape-
ros de labranza" (arts. 7 y 9), así 'como "los ingresos y ahorros procedentes
de su trabajo", "objetos de uso doméstico, de consumo y de comodidad
personal", estableciendo el derecho hereditario en relaci6n con esas bienes
(art. 10).
Considerando al trabajo como "un deber y una causa de honor", la Cons-
tituci6n de la U. R. S. S. adopta la máxima de Marx que prescribe que:
"De cada cual según su capacidad y a cada cual según su trabajo" (art, 12),
disponiendo en su articulo 118, no sin cierta incongruencia con la anterior
declaraci6n, que todo ciudadano tiene "derecho" a "obtener un trabajo
garantizado y remunerado según su cantidad y calidad".
srrUACIóN DEL GOBERNADO EN LA HISTORIA 105

Establece, además, el mencionado documento la igualdad jurídica, eco-


n6mica, cultural, social y política entre el hombre..y la mujer (art, 122),
así como por razón de "nacionalidad y raza" (art. 123). Proclama la
"libertad de conciencia, de culto y de propaganda antírreliziosa", fundán-
dola en la separación de la Iglesia y del Estado (art. 124); y aunque
reconoce la libertad de expresión del pensamiento por medios orales y es-
critos (art. 125), este reconocimiento lo supedita a la "conformidad" o al
"acuerdo" entre las ideas que se emitan y "los intereses de los trabajadores"
y la "consolidación del régimen socialista". Esta supeditación, evidentemen-
te, destruye la mencionada libertad, pues cuando la emisión del pensamien-
to humano se condiciona inexorablemente al respeto de ciertos principios
o fines pre-establecidos, o sea, si éstos no se pueden contrariar con la expre-
sión eidética, tal libertad no existe. Es bajo este aspecto que la Constitución
de la U. R. S. S. instituye la "dictadura del proletariado" principalmente,
o sea, el gobierno dictatorial, ya que constriñe a todo ciudadano a hablar,
escribir y a realizar cualquier manifestaci6n cultural o artística de conformidad
con "los intereses de los trabajadores y a fin de consolidar el régimen socia-
lista" (art. 125) obligándolo, además, a "respetar las -reglas de convivencia
en la sociedadsocialísta" (art. 130), es decir, aquella que fijan sus auto-
ridades.
El señalamiento de las orientaciones generales conforme a las que ejerce
en la U. R. S. S. la "libertad" de expresi6n del pensamiento, incumbe al
Partido Comunista Soviético, cuya misi6n toral consiste, siguiendo el oráculo
de Marx y Lenin, en implantar el comunismo universalmente, es decir, en
el fondo y en realidad, la dictadura del proletariado. Estas consideraciones
se corroboran por los mismos juristas rusos A. Denisov y M. Kiricñenko,
quienes, al aludir a la libertad de palabra y de imprenta en su país, sos-
tienen que "Dirigidos por el Partido Comunista, . los trabajadores combaten
las perniciosas y peligrosas tendencias a la presunci6n y embriaguez por los
éxitos obtenidos y las manifestaciones de placidez y ostentosos alardes, ponen
de manifiesto las causas de los defectos y los fallos (sic) en el trabajo", agre-
gando que "Asimismo (o. sea, bajo la dirección de dicho partido) fustigan
los fenómenos negativos en la vida social y proponen caminos y medios para
aclarar con ellos," te
Por otra parte, aunque el artículo 127 de la Constitución de la U. R. S. S.
dispone que nadie puede ser detenido "sino por decisión del Tribunal o
con sanción del fiscal" (Ministerio Público), no señala, sin embargo, los
casos y las condiciones en que proceda la detenci6n, es decir, no establece
ninguna garantía de seguridad juridica para la libertad personal. Esta omi-
si6n se compagina con lo que se suele llamar el "principio de legalidad
.socialista" y que en substancia contradice su denominación. -En efecto,' el

1li Derecho Constitucional Soviitieo, pág. 323.


106 LAS GARANTíAS INDIVIDUALES

juez soviético carece de libre arbitrio para·interpretar y aplicar las normas


juridicas y éstas, a su vez, quedan sin observancia frente a las ideas direc-
trices que emanan del Partido Comunista, sustentadas en las tendencias de
la ideología marx-leninista. El juzgador en la U. R. S. S. debe adecuar sus
decisiones a su "conciencia revolucionaria" y ésta debe excluir cualquier
idea que no haya sido expuesta, a guisa de orientación general, por dicbo
partido. "En el ámbito del derecho comunista, dice Edouard Zellweger, la
interpretación de las leyes está determinada, en último término, por el par-
tido. Ante los imperativos establecidos por el partido, ha de inclinarse in-
cluso el juez, siendo as! que éste, en el mundo occidental, suele interpretar
las normas juridicas con arreglo a su libre convicción.""
Hemos afirmado en la introducción de esta obra que la libertad del hom-
bre consiste en la facultad que tiene para elegir fines vitales y escoger los
medios idóneos tendientes a realizarlos. Se atenta indisputablemente contra
la libertad de emisión del pensamiento cuando se constriñe al sujeto a ex-
presar sus ideas dentro de un marco pre-establecido, reconociéndole 8610 la
potestad de elegir los medios para lograr los fines que en ese marco ya están
fijados de antemano. Este fenómeno se advierte en el régimen politico en
que está organizada la U. R. S. S., pues la libertad del gobernado única-
mente se ejerce en cuanto a la selección de los modos de expresión eidética
para difundir y consolidar la ideologia del Estado, condicionándola a la.
directrices _generales ql!e provienen del Partido Comunista, cuyo d~cato
o apartamiento, a través de cualquier obra de externación del pensamiento,
no 8610 rebasan los limites de esa libertad, sino que provocan la repulsa,
traducida en múltiples medidas coactivas, de la "sociedad socíalista"." bl.
La Constitución soviética de 1936 a que brevemente nos hemos referido,
se sustituyó por la que se aprobó por el Soviet Supremo de la U. R. S. S. el
7 de octubre de 1977. Este último documento sigue los lineamientos generales
del anterior, estableciendo en su articulo 6 que "La fuerza dirigente y orien-
tadora de la sociedad soviética y el núcleo de su sistema político, de las
organizaciones estatales y sociales es-el Partido Comunista de la nión_ So- _y
78 El Principio de Legalidad Socialista. Publicado en la Revista de la Comisión Inter-
nacional de Juristas, vol. V t . núm. 2. invierno, 1964'. En el mismo artículo aparece una cita
de W. M. Sawizkij, que asienta: "La garantía más eficaz para la observancia de la legali-
dad socialista en la labor realizada por las formaciones socialistas de personas legas en mate-
ria política es indudablemente el control ejercido por los 6rganos del Partido. Los 6rganos
del partido dirigen la actuación de 10s tribunales de camaradas con respecto a los comités
locales de sindicatos y a los comités ejecutivos de los soviets comarcales. Los sindicatos
desempeñan a estos efectos el papel más importante ... Están obligados a revisar las reso-
luciones de los tribunales de camaradas en cuanto a su conformidad a derecho y modificar
aquellas que se hallen en contradicción de los hechos, con la ley o con otras fonnas
jurídicas ..• n
16 bl s Las anteriores apreciaciones se corroboran vur la simple lectura del Código
Penal Soviético. que contiene la tipificación como delitos de diversas conductas de expre-
sión de pensamiento que tiendan a debilitar el régimen socialista de URSS. Así" el
artículo 6 de dicho ordenamiento establece que: "Se reputa socialmente peligrosa toda
SITUACI6N DEL GOBERNADO EN LA HISTORIA 107

viética", el cual, "pertrechado por la doctrina marxista-leninista, determina


la perspectiva general del desarrollo de la sociedad, la línea de la política
interior y exterior de la U. R. S. S., dirige la gran actividad creadora del
pueblo soviético e imprime un carácter sistemático y científicamente funda-
mentado a su lucha por el triunfo del comunismo".
La base del sistema económico de la U. R. S. S. es la propiedad socialista
de los medios de producción, según lo dispone el artículo 10 de la Constitu-
ción de octubre de 1977. Esa propiedad socialista se integra con la propiedad
del Estado, que es patrimonio de todo el pueblo, la propiedad de los koljoses
y de otras organizaciones cooperativas, así como de los sindicatos. El artícu-
lo 13 de la citada Constitución reconoce, sin embargo, la propiedad privada
en favor de los ciudadanos de la Unión Soviética sobre los utensilios de menaje
y uso cotidiano, los bienes de consumo y comodidad personal, los objetos de
la hacienda doméstica auxiliar, la vivienda y los ahorros procedentes de tra-
bajo.
Por lo que concierne a los derechos públicos subjetivos, la mencionada
Constitución consigna la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley, sean
mujeres o varones (arts. 34, 35 Y 36); concede el derecho de asilo a los
extranjeros perseguidos por defender los intereses de los trabajadorcs y la
causa de la paz (art, 38); establece el derecho a elegir profesión y el deber
de trabajar (art. 40); consigna diversos derechos de carácter laboral y de
previsión social (arts. 41, 42 Y 43); también prevé el derecho a la vivienda,
a la instrucción y a disfrutar dc los adelantos de la cultura (arts. 44, 45
Y46) ; asimismo, otorga a todo ciudadano el derecho de petición y de critica
respecto de los "defectos en el trabajo" (art, 49); Y por lo que atañe a la
libertad de expresión de pensamiento y de las ideas bajo distintas formas.
los artículos 47 Y 50 del referido documento público los proclama pero con
la insuperable limitación de que su ejercicio debe estar de acuerdo con los
"fines de la edificación comunista" ;V con la tendencia a "fortalecer y des-
arrollar el régimen socialista". Es inconcuso que esta limitación hace nuga-
toria la mencionada libertad, al constreñir a pensar, escribir y manifestarse
culturalmente en consonancia con una determinada ideología impuesta dog-

acción u omisión dirigida contra la estructura del Estado Soviético o que infrinja el
orden jurídico establecido por el régimen de obreros y campesinos para el periodo de
transición al régimen comunista." Sería demasiado prolijo citar múltiples preceptos del
aludido código para confirmar la anterior idea, siendo suficiente, a este efecto, transcribir
su artículo 58·10, que dice: "La propaganda o la agitación que contengan una Incita-
ción para abatir o debilitar el Poder Soviético o para la ejecución de tino de 105 delitos
contrarrevolucionarios (art. 58, 2-58j 9 del presente código), así como la difusión, fabrica-
ción o conservación de escritos de igual contenido, determinarán la privación de libertad
por un plazo no inferior a seis meses.
"Si los mismos actos se llevasen a cabo durante desórdenes colectivos o mediante la
explotación de los prejuicios religiosos o nacionales de las masas o en estado de guerra
o en las localidades donde se haya declarado ese estado, darán lugar a la aplicación de las
medidas \de defensa social indicadas en el artículo 58, 2 del presente código ... (6 de
junio de 1927)."
108 LAS GARANTÍAS INDnnnUALES

máticamente, que es la comunista, y que no tolera ninguna otra que le sea


adversa o diferente.

XII. REPÚBLICA POPULAR CHINA

Es interesante observar que, pese a la opmion muy generalizada que se


sustenta, la Constitución de la República Popular China expedida en 1954
(o China Roja o Comunista como suele también designarse a ese país), no
establecía un verdadero régimen dictatorial. Aunque se inspira en el marx-
leninismo, que se estima en su exposición de motivos como una "verdad
universal", y a pesar de que instituía una situación económica y política "de
transición» entre la "sociedad capitalista" y la "sociedad socialista" de que
hablaran Marx y Lenin, en varios importantes aspectos preceptivos presenta
indudables similitudes con nuestra Ley Fundamental de 1917 en 10 que a
los derechos del gobernado atañe. Es más, dentro de esa institución "tran-
sitoria" que consagraba y regulaba, se advierten claros perfiles de los con-
ceptos de "Bien Común" y "Justicia Social" de que hemos precedentemente
tratado.
Entre los tipos de propiedad: privada que conservaba, se encontraba la
de los trabajadores individuales y la de los "capitalistas" (art. 5), recono-
ciendo a los campesinos y a los capitalistas el derecho respectivo sobre la
tierra, los medios de producción y "otros capitales" (arts. 8 y 10). Sin em-
bargo, estos tipos de propiedad particular no los acogía la Constitución
china como definitivos, puesto que los consideraba gradualmente transfor-
mables en propiedad colectiva o "del pueblo" mediante la política que en
forma 'paulatina fuese desplegando el Estado para lograr este objetivo.
"Nuestra experiencia ha confirmado ya --decía el Informe sobre el pro-
yecto constitucional- que en las transformaciones socialistas tanto en la
agricultura como en la industria artesana y en la industria y el comercio
capitalistas puede haber formas de transición y que la utilización de estas
formas transitorias, flexibles y variadas es absolutamente indispensable", agre-
. _gán(lo~: "Daremos a los capitalistas el tiempo necesario para que, bajo la
dirección del Estado y de la clase obrera, acepten poco a poco las trans-
formaciones," 11
Reconociéndose la propiedad privada sobre la tierra y medios de pro-
ducción dentro de la situación transitoria que establecía la Constitución
china, su uso y disfrute se limitaba en aras del interés público, o sea, del
bienestar nacional y de la prosperidad del pueblo (art. 10) y se la colocaba,
además, dentro de un marco ele seguridad jurídica en el sentido de que los
bienes que la constituyen sólo podían expropiarse con vista a dicho interés.

11 LUI SHAo-CI. Informe sobre el Proyecto de Constitución de la República Populstr


China. Ediciones en-Lenguas Extranjeras. Pekín, 1956. -
SITUACIÓN DEL GOBERNADO EN LA HISTORIA 109

mediante la correspondiente indemnización y "de acuerdo con las condi-


ciones determinadas por la ley" (art. 13).
Por lo que concierne a las libertades fundamentales del hombre, dicha
Constitución las reconocía como derechos de todos los ciudadanos de la Re-
pública, previniendo que el Estado debe garantizarlas y dar "las facilidades
materiales necesarias" para su ejercicio (art. 87). Esas libertades específicas
(de palabra, de prensa, de reunión, de asociación y de participar en pro-
cesiones o manifestaciones, así como la de conciencia) se consagraban sin
limitación alguna; y por lo que toca a la libertad de expresión científica,
literaria, artística o cultural en general, no sólo no la sometia a ninguna
condición ni la sujetaba a restricción, sino que obligaba al Estado a estimu-
larla (art. 95).
No es nuestra intención hacer un comentario exhaustivo sobre la Cons-
tituci6n de la República Popular China de 1954. Nos hemos concretado a·
señalar en forma muy general la posición que guardaba el individuo como
gobernado dentro de su estructura normativa básica, subrayando la idea de
que, lejos de proclamar la dictadura del proletariado, se asemejaba en varios
aspectos a las constituciones del llamado "mundo occidental" y destacada-
mente a nuestra Ley Fundamental de 1917 en lo que concierne a esa posi-
ci6n. Prima [acie, y a reserva de corroborarlo o desmentirlo mediante un
estudio de derecho comparado, podria suponerse que la Carta de Querétaro,
en cuanto al tópico apuntado, inspiró a la Constituci6n china mencionada,
pues ambas instituyen un equilibrio entre los derechos de la persona huma-
na y los de la sociedad, equilibrio en que debe ineIuctablementc manifestarse
el Bien Común o la Justicia Social. A nuestro entender, aunque la Cons-
titución china y la rusa hayan tomado como bandera común los principios
del marx-leninismo, por lo que respecta a la normaci6n de las relaciones
entre gobernantes y gobernados y al régimen de propiedad que establecen,
entre ambas se advierten discrepancias esenciales, a tal punto notables, que
nos inducen a sostener que corresponden a dos estructuras politicas diferen-
tes, al menos en lo tocante a la "segunda etapa" de la transfonnaci6n so-
cialista que predijeran Marx y Lenin, pues en tanto que la Constitución
de la U. R. S. S. conforma un verdadero régimen dictatorial, la de la
República Popular China instituía un innegable régimen de derecho, más
de acuerdo con el pensamiento cultural de Occidente que con la ideología
marx-leninista.

La Constitución china que brevemente hemos comentado, expedida, según


también dijimos, en el año de 1954, fue sustituida por la que Se adopt6 el 17
de enero de 1975 por la Cuarta Asamblea Popular Nacional de la República
Popular China. Sin el deseo de examinar detenida ni exhaustivamente a esta
nueva Constitución, solamente destacaremos algunos de sus más importantes
preceptos en lo que a la situación del gobernado respecta y cuyo texto se explica
por sí mismo.
110 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

"Art. 5. En la República Popular China existen principalmente, en la


etapa actual, dos tipos de propiedad sobre los medios de producci6n: pro-
piedad socialista de todo el pueblo y propiedad colectiva socialista de las masas
trabajadoras.')
El Estado permite que los trabajadores individuales no agrícolas, según dis-
posiciones coordinadas de cada organización vecinal en las ciudades y poblados o
cada equipo de producci6n de las comunas populares rurales, se dediquen al
trabajo individual sin explotar a otros y dentro de los limites admitidos por
la ley. Al mismo tiempo, se les debe conducir paso a paso a tomar el camino de la
colectivización socialista.
"Art. 6. El sector estatal de la economía constituye la fuerza dirigente de
la economía nacional."
Son propiedad de todo el pueblo los yacimientos minerales, las aguas y
aquellos bosques, tierras vírgenes y otros recursos pertenecientes al Estado.
El Estado puede expropiar mediante indemnización, tomar en usufructo
o nacionalizar tierras y otros medios de producción en la ciudad y en el campo
en las condiciones que determine la ley.
"Art. 7. La comuna popular rural es una organización que fusiona en sí
el poder de base y la administraci6n econ6mica.
En la etapa actual, en la economía de propiedad colectiva en la comuna
popular rural se adopta, por lo general, el sistema de propiedad a tres niveles
con el equipo de producción como base, es decir, propiedad a los niveles de
comuna, brigada de producción y equipo de producción, con este último como
unidad básica de contabilidad.
Con la condici6n de que se aseguren el desarrollo y el predominio absoluto
de la economía colectiva de la comuna popular, los comuneros pueden culti-
var una pequeña cantidad de tierra para uso personal y dedicarse a limitadas
ocupaciones secundarias domésticas YJ en las zonas ganaderas, pueden poseer
a título personal un reducido número de cabezas de ganado.
"Art. 9. El Estado pone en práctica el siguiente principio socialista: 'El
que no trabaja no come' y 'de cada uno, según su capacidad; a cada uno,
según su trabajo'."
El Estado protege el derecho de propiedad con los ciudadanos sobre sus
ingresos obtenidos mediante el trabajo, sus ahorros, sus casas y otros medios de
subsistencia.
"Art, 11. Los organismos y trabajadores estatales deben estudiar a concien-
cia el marxismo-leninismo pensamiento Mao Tse-tung, colocar firmemente al
mando la política proletaria, combatir el burocratismo, mantener estrechos
vínculos con las masas y servir de todo corazón al pueblo. Los cuadros a todos
los niveles deben participar en el trabajo colectivo de producción."
Todo organismo estatal debe atenerse al principio de estructura simple y
eficaz. Su cuerpo dirigente debe ser una triple integraci6n de cuadros de edad
avanzada, de edad mediana y j6venes.
"Art. 12. El proletariado debe ejercer una dictadura omnimoda sobre la
burguesía en la superestructura, incluidos todos los dominios culturales. La
cultura, la educación, la literatura, el arte, el deporte, la sanidad pública y
la investigación científica deben servir a la política proletaria; servir a los obre-
ros, campesinos y soldados y combinarse con el trabajo de producción.
"Art. 13. La plena manifestación de las ideas, franca exposición de las opi-
niones, grandes debates y empleo de los dazibao son una nueva forma creada
SITUACIÓN DEL GOBERNADO EN LA HISTORIA 111

por las masas populares para hacer la revolución socialista. El Estado garantiza
a las masas populares el derecho a emplear esta forma para crear una situación
política en la que haya tanto centralismo como democracia, tanto disciplina
como libertad, tanto unidad de voluntad como satisfacción mora! individual y
vivacidad, en interés de la consolidación de la dirección del Partido Comunista
de China sobre el Estado y de la consolidación de la dictadura del proletariado.
"Art. 14. El Estado defiende el régimen socialista, reprime toda actividad
traidora y contrarrevolucionaria y castiga a todos los vendepatria y contrarre-
volucionarios."
El Estado, de acuerdo con la ley, priva de los derechos politicos por deter-
minado plazo a los terratenientes, campesinos ricos, capitalistas reaccionarios
y demás elementos nocivos, dándoles al mismo tiempo una salida para ganarse
la vida, de modo que en el trabajo manual sean transformados en ciudadanos
que acaten la ley y vivan de su propio trabajo.
"Art. 26. Los derechos y deberes básicos de los ciudadanos son: apoyar la
dirección del Partido Comunista de China, apoyar el régimen socialista y obe-
decer la Constitución y las leyes de la República Popular China."
Es noble obligación de todo ciudadano defender la patria y oponer resis-
tencia a la agresión. Cumplir el servicio militar según la ley constituye un hon-
roso deber de los ciudadanos.
"Art, 27. Todos los ciudadanos desde los dieciocho años de edad tienen
derecho a elegir y ser elegidos. Se exceptúa a las personas privadas de este de-
recho por la ley."
Los ciudadanos tienen derecho a! trabajo y derecho a la instrucción. Los
trabajadores tienen derecho al descanso y derecho a la asistencia materia! en
la vejez y en caso de enfermedad o de pérdida de la capacidad de trabajo.
Los ciudadanos tienen derecho a presentar ante los organismos del Estado
a 1 s distintos niveles acusaciones, escritas o verbales, contra cualquier traba-
jador estatal que haya contravenido las leyes o incumplido sus deberes, y nadie
debe crearles dificultades, ponerles trabas o tomar represalias.
La mujer goza de iguales derechos que el hombre en todos los aspectos.
El matrimonio, la familia, la maternidad y la infancia son protegidos por
el Estado.
El Estado protege los derechos e intereses legítimos de los chinos residentes
en el extranjero.
"Art. 28. Los ciudadanos tienen libertad de palabra, de correspondencia,
de prensa, de reunión, de asociación, de desfile, de manifestación y de huelga,
y tienen libertad de profesar creencias religiosas y de no profesarlas y propagar
el ateísmo.
..La libertad personal y el domicilio de los ciudadanos son inviolabies. Nin-
gún ciudadano puede ser detenido sin decisión de un tribunal popular o san-
ción de un organismo de seguridad pública."

La proscripción de la libertad de emisión del pensamiento se deduce cla-


ramente de lo que la Constitución china de 1975 establece en su articulo 2,
en el sentido de que "El marxismo-leninismo-pensamiento M ao Tse-tung cons-
tituye la base teórica que gula el pensamiento de nuestro país" (del chino).
Fácilmente se comprende que quien se atreva a expresar ideas contrarias
a dicho pensamiento se hará acreedor a graves sanciones como si se .tratase
de traición a la patria. Verdaderamente monstruoso es el artículo 12 de la
112 LAS GARANTÍAS INDMDUALES

aludida Constitución (?), ya que su contenido aherroja toda actividad cultu-


ral que no tienda a servir la dictadura de! proletariado y e! aplastamiento
de la burguesía, convirtiendo a la persona humana en un simple agregado de
una inmensa masa dirigida como si se tratase de un auténtico rebaño. Si bien
es verdad que el articulo 13 de tal documento proclama la "plena mani-
festacíón de las ideas", también es verdad que éstas no deben expresarse
sino "en interés de la consolidaci6n de la direcci6n del Partido Comunista
de China sobre el Estado y de la consolidaci6n de la dictadura del proleta-
riado" .
No está en nuestro ánimo invocar otros muchos preceptos del indicado
documento, que indebidamente lleva e! nombre de "constitución", para enfa-
tizar que en la actual República Popular China la persona humana como
tal, su dignidad y sus libertades están a merced de la oligarquía o del aut6-
crata que dirige el Partido Comunista Chino, organismo que, incluso, se
encuentra sobre todos los 6rganos estatales, incluyendo al Parlamento o Asam-
blea Popular. La impresión que se siente con motivo de la lectura de dicha
seudo-constitución, consiste en que su expedición fue totalmente inútil, ya
que ella misma se encarga de proclamar la dictadura y la autocracia, signi-
ficando este hecho una tremenda regresión hacia los regímenes tiránicos den-
tro de los que el hombre, como ente social, no tenía más derecho que el
de obedecer y callar.

XIII. CUBA

Entre e! pueblo de este país y e! nuestro siempre han existido estrechos


lazos fraternales, ideales comunes y unidad en su respectivo destino histórico.
Sin embargo, el régimen cubano, estructurado bajo las tesis marxistas-leninis-
tas, diverge esencialmente de! de México, pues aquél entraña una dictadura
implantada por Fidel Castro Ruz y plasmada en su orden jurídico.
Así, la Constitución cubana, expedida en febrero de 1976, elimina la
libertad política al implantar e! sistema unipartidista, negativo de toda demo-
cracia, considerando al Partido Comunista de Cuba, como "la vanguardia
organizada marxista-leninista de la clase obrera, fuerza dirigente superior de
la sociedad y de! Estado, que organiza y orienta los esfuerzos comunes hacia
los altos fines de la construcción del socialismo y e! avance hacia la sociedad
comunista" (art. 5).
En cuanto a las expresiones artísticas prohíbe todas aquellas que sean
"contrarias a la Revolución" (art. 38, inciso d), y por lo que atañe a la li-
bertad de palabra y prensa, sólo la permite a los ciudadanos si su ejercicio
se despliega "conforme a los fines de la sociedad socialista" (art, 52).
Suprime la libertad religiosa al declarar que "es ilegal y punible oponer
Ii'. fe o la creencia religiosa a la Revolución, a la educación o al cumplimien-
SITUACIÓN DEL GOBERNADO EN LA HISTORIA 113

to de los deberes de trabajar, defender la patria con las armas, reverenciar


sus símbolos y los demás deberes establecidos por la Constitución" (art, 54),
convirtiéndose en documento francamente liberticida al declarar que "nin-
guna de las libertades reconocidas a los ciudadanos puede ser ejercida contra
la existencia y fines del Estado socialista, ni contra la decisión del pueblo
cubano de construir el socialismo y el comunismo" estimando punible la trans-
gresión a esta prohibición (art. 61).
Por último, y para no ser demasiado prolijos en la referencia a los aspec·
tos antidemocráticos, oligárquicos y dictatoriales de la Constitución cubana
castrista, bástenos aludir a la subordinaci6n en que coloca a los tribunales
frente a la Asamblea Nacional del Poder Popular y al Consejo del Estado y
a la obligación que impone de "mantener y reforzar la legalidad socialista"
(arts. 122 y 123).
Fácilmente se advierte, por la semblanza anterior, que la situaci6n dcl
gobernado en el régimen castrista denota Una plena supeditación a la volun-
tad autocrática y arbitraria de los 6rganos del Estado y especialmente del
Primer Ministro que los encabeza, al proscribirse en el documento constitu-
cional brevemente comentado las fundamentales libertades humanas a las
que hemos hecho referencia.

XIV. MÉXI<JO (Generalidades)

Los antecedentes mexicanos de nuestras actuales garantías individuales


los estudiaremos cuando analicemos cada una de ellas por separado. En
consecuencia, en esta ocasión sólo nos referiremos por modo general a la
situaci6n del gobernado en nuestro país a través de las tres etapas funda-
mentales en que suele dividirse su historia, a saber: la frrehispánica, la co-
lonial y la independiente.

A. No es dable descubrir en la época precolombina y en los pueblos


que habitaron el territorio que comprende actualmente la República Mexi-
cana ninguna institución, consuetudinaria o de derecho escrito, que acuse
una antecedencia de las garantías individuales que se consagraron, con di-
versas modalidades, en casi todas las Constituciones que nos rigieron a par-
tir de la consumación de la independencia. En efecto, los regímenes sociales
en que estaban estructurados los principales pueblos prehispánicos se vacia-
ron en formas primitivas y. rudimentarias, y conforme a las cuales la autori-
dad suprema, con facultades omnímodas, era el rey o emperador, nombre
que, por una especie de proyecci6n conceptual política, se ha estilado ads-
cribir a los jefes máximos de tales pueblos. El derecho público, entendiendo
por tal conjunto de normas que organizan a un Estado y que definen y
regulan las relaciones entre las. diversas autoridades estatales y entre éstas
114 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

y los gobernados, en los regimenes precoloniales se traducía en un cúmulo


de reglas consuetudinarias que establecían la manera de designar al jefe
supremo (designación que se llevaba a cabo generalmente por elección in-
directa, siendo los electores los mismos jefes secundarios o los ancianos} así
como en una especie de conciencia juridica que, atendie¡{do sobre todo a
factores religiosos, consideraba al soberano investido de un poder ilimitado.
Bien es cierto que en algnnos pueblos existían consejos de ancianos y sacer-
dotes que aconsejaban al jefe supremo en las cuestiones trascendentales para
la vida pública; pero también es verdad que éste no estaba constreñido u
obligado coactivamente a acatar las opiniones en que dicha función con-
sultora se manifestaba. Tales circunstancias nos inducen a creer que en los
regímenes políticos y sociales primitivos el gobernado no era titular de nin-
gún derecho frente al gobernante, resultando aventurado tratar de descubrir
en ellos algún precedente de nuestras actuales garantías individuales. Esta
afirmación, desde luego, no implica que entre los pueblos que vivieron en
el territorio nacional antes de la conquista no haya habido ningún derecho
consuetudinario, pues, por el contrario, existia entre ellos un conjunto de
prácticas que regulaban las relaciones propiamente civiles entre los miem-
bros de la comunidad y fijaban cierta penalidad para hechos considerados
como delictuosos, quedando la observancia de tales prácticas, en el terreno
contencioso, al criterio o arbitrio del jefe supremo, a quien en la adminis-
tración de justicia ayudaban diversos funcionarios en cuya actuación al-
gunos historiadores, entre ellos Francisco Pimentel, Alfredo Chauero, /Vi-
cente Riua Palacio y José María Vigil, estiman encontrar un régimen de
protección al gobernado semejante al que caracterizaba las funciones del
Justicia Mayor en Castilla y Aragón."

B. En Ia Nueva España el derecho colonial se integró con el, derecho


español propiamente dicho en sus formas legal y consuetudinaria, y por las
costumbres indígenas, principalmente. Al consumarse la conquista de Méxi-
CO Y al iniciarse la colonización de las tierras recién dominadas, la penetra-
ción jurídica española se encontró con un conjunto de hechos y prácticas
sociales aut6ctonas, las cuales, lejos de desaparecer y quedar eliminadas por

18 Véase nuestra obra El Juicio de Amparo. No faltan autores como Ignacio Romero..
vargas Yturbide (Organizacit5n Política de los Pueblos de Anáhuac~ 1957), que han exage-
rado el origen precolombino de nuestras instituciones jurídicas, creyendo encontrar en la
organización política y administrativa de los pueblos que habitaron el territorio nacional
"antes de la conquista, el germen de las primordiales instituciones de derecho constitucional
de nuestros tiempos. No está en nuestro ánimo ni corresponde al tema del presente libro,
hacer alusi6n a tales opiniones, hiperbólicamente índigeniatas ; s610 nos permitimos afirmar,
como Jo hemos hecho, que dentro de Jos regímenes sociales que precedieron a la CoJorna,
no se pueden descubrir antecedentes de nuestras go.rantins individuales, por mAs que se
haya exagerado la importancia del derecho consuetudinario precortesiano, principalmente
el de los pueblos del An&h_~. -
SITUACIÓN DEL GOBERNADO EN LA HISTORIA 115
el derecho peninsular, fueron consolidadas por diversas disposiciones reales
y posteriormente por la Recopilación de Leyes de Indias de 1681, que au-
torizaba SU validez en todo aquello que no fuesen íncompatíhles con los
principios morales y religiosos que informaban al derecho español." Así,
pues, en la Nueva España estuvo vigente en primer término la 1egislaci6n
dictada exclusivamente para las colonias de América, dentro de la que
OCupan un lugar preeminente las célebres Leyes de Indias, verdadera sín-
tesis del derecho hispánico y las costumbres jurídicas aborígenes. Por otra
parte, las Leyes de Castilla tenían también aplicación en la Nueva España
con un carácter supletorio, pues la Recopilaci6n de 1681 dispuso que en
todo lo que no estuviere ordenado en particular para las Indias, se aplicaran
las leyes citadas."
En el orden político, la autoridad suprema en las colonias españolas de
América era el mismo rey de España, quien -estaba representado por virre-
yes o capitanes generales, según la importancia de la colonia de que se
tratase. El monarca español, como sucede en todos 106 regímenes absolutos,
concentraba en su persona las tres funciones en que se desarrolla la actividad
integral del Estado, pues además de ser el supremo administrador público,
era legislador y juez. Todos 106 actos ejecutivos, todas las leyes y los fallos
Se desempeñaban, _expedían y pronunciaban en nombre del rey de España,
quien, en- el- ámbito jiidicial, delegaba sus atribuciones 'propias inherentes
a su soberanía en tribunales que él mismo 'J0mbraba."
E! derecho español positivo y, sobre todo, el colonial, tenía la pretensión
de ser eminentemente realista. Ninguna ordenanza debía expedir el mo-
narca sin estar debidamente enterado acerca de su conveniencia objetiva, de
tal suerte que lo que debía determinar la promulgación de cualquier ley,~~

19 En efecto, en cl libro II, título 1, de la mencionarla recopilación se contiene fa


orden expedida por el Emperador Don Carlos el 6 de agosto de 1555, que establecía: "Orde-
namos y mandamos, que las leyes y buenas costumbres que antiguamente teman los indios
para su buen gobierno y policía, y sus usos y costumbres observadas y guardadas después
que son Christianos, y que no se encuentran con nuestra Sagrada Religión. ni con las leyes
de este libro, y las que han hecho y ordenado de nuevo se guarden y executen; y siendo
necesario, por la presente las aprobamos y-confirmamos, con tanto, que Nos podamos añadir
10 que fuéremos servido, y nos pareciere que conviene al servicio de Dios nuestro Señor, y al
nuestro, y a la conservación y policía christiana de los naturales de f aquellas provincias, no
perjudicando a lo que tienen hecho, ni a las buenas y justas costumbres y estatutos suyos."
80 Por orden real del mismo Emperador Don Carlos, que consta en el libro 1I, titu-
lo 1 de. la aludida recopilación, se dispuso: "Ordenamos y mandamos, que en todos los
casos, negocios y pleytos en que no estuviere decidido, ni declarado lo que se debe proveer
por las leyes de esta Recopilación, o por Cédulas, Provisiones, u Ordenanzas dadas, y no
revocadas pata las Indias, y las que por nuestra orden se despacharen, se guarden las leyes
de nuestro Reyno de, Castilla, conforme a la de Toro, así en quanto a la substancia, resc-
lución y decisión de los casos, negocios y pleytos, como a la forma y orden substanciar."
81 Así, en la Nueva España la función jurisdiccional, que correspondía originariamente
al rey, se desempeñaba por diferentes funcionarios judiciales que, según la competencia que
se les asignaba en diversas disposiciones reales, conocían en primera instancia de los asun-
tos contenciosos que se sometían a su decisión, tales como los corregidores, los alcaldes
116 LAS GARANTiAS INDMDUALES

inclusive su abrogación, era una motivación integrada por elementos y fac-


tores propios de la realidad social para la que estaba destinada o que fuesen
incompatibles con ella. Bajo estos auspicios, y con el fin primordial de ga-
rantizar el realismo jurídico, se creó el llamado Consejo de Indias, organis-
mo que, aparte de las funciones propias que se le adscribieron en lo tocante
a todos los asuntos de las colonias españolas en América, actuaba como
consultor del rey en las cuestiones que a éstas interesaran.
Persiguiendo el objeto de unificar todas las disposiciones q~e bajo dis-
tintas formas preceptivas se dictaron para los dominios españoles en Amé-
rica; el rey Carlos II, en 1681, y por sugestión de dicho Consejo, ordenó
la conjunción de ellas en un código que se conoce con el nombre de Reco-
pilaci6n de Leyes de Indias, cuyo contenido normativo versa sobre múlti-
ples y variadas materias que sería prolijo mencionar. A través de las diversas
ordenanzas, cédulas, pragmáticas, etc., que en tal Recopilación se involu-
craron, se observa la tendencia permanente de proteger a la población in-
dígena contra abusos y arbitrariedades de los españoles, criollos y mestizos
principalmente, así como el designio invariable de evangelizarla, refren-
dándose a este respecto el testamento de la reina Isabel la Católica. La
legislación de Indias fue, por tanto, eminentemente protectora del indio, y
este afán tutelar llegó al extremo de considerar al elemento indígena sujeto
a un verdadero régimen de capitis deminutio, restrictor de su capacidad
jurídica en muchos aspectos, según lo podemos constatar al examinar la
antecedencia histórica de nuestras actuales garantías individuales en la época
colonial.
En un régimen jurídico-político como el español y, por extensión, como
el de Nueva España, en el que la autoridad suprema del rey descansaba
sobre el principio del origen divino de la investidura soberana de los mo-
narcas, sería inútil descubrir en el sistema de derecho que lo estructuraba
alguna institución que proclamase las prerrogativas inherentes al goberna-
do como contenido de una potestad jurídica. Sin embargo, el absolutismo
de los reyes de España, en cuanto al ejercicio de sus funciones gubernativas
en las Indias, y a pesar de que su propia naturaleza político-jurídica traduce
ausencia de barreras legales que detuviesen la actuación del soberano ftente
a sus súbditos, siempre se vio suavizado por los principios morales y religiosos
derivados de los postulados cristianos, pues bajo el designio de cumplir con
las enseñanzas evangélicas, los monarcas españoles generalmente se inspira-
ron en móviles humanitarios y piadosos para desempeñar su función legis-
lativa, y prueba de ello es que en múltiples prescripciones de las Leyes de

ordiñarios, los jueces de la Casa+--de Contratación de Sevilla, etc. Las sentencias dictadas
en dicha instancia, tanto en asuntos civiles como criminales, eran conocidas en alzada por
las Audiencias, contra cuyos fallos, en algunos casos, procedía el recurso de suplicación
ante. el rey, así como ante el Consejo de Indias cuando el 6rgano judicial a quo hubiere
sido la Casa de Contrataci6n de Sevilla.
SITUACIÓN DEL GOBERNADO EN LA HISTORIA 117

Indias se encuentra esa tendencia en beneficio del aborigen, y la cual, al


adoptar formas preceptivas en un sistema legal, produjo como resultado, a
través del 'tiempo, una especie de psicosis de inferioridad en la población
indígena que, a pesar de haber estado jurídicamente protegida, en la rea-
lidad era vejada de diferentes maneras por españoles, criollos y mestizos.
Es en las Leyes de Indias donde podemos encontrar la fuente primordial
del derecho neo-español, pues en ellas están recopiladas las disposiciones
reales quc bajo distintas formas rigieron múltiples aspectos de la vida colo-
nial hasta 1681. Siguiendo la usanza de la generalidad de los ordenamien-
tos españoles, a dichas leyes, compiladas por orden delrey Carlos II, se las
debe reputar como un código omni-comprensivo, o sea, como un cuerpo
Icgal regulador de variadas materias jurídicas, tanto de derecho público
como de derecho privado, tales como las concernientes a la Santa Fe Ca-
tólica, al patrimonio real, a los tribunales del santo oficio, a los colegios y
seminarios, al Consejo de Indias, a las Audiencias, a los virreyes, al comer-
cio, a los juicios, etc. En el cúmulo dc disposiciones sobre tan diversas
cuestiones, se pueden descubrir prevenciones reales que revelan la situación
de los gobernados durante el régimen neo-español y a las cuales tendremos
oportunidad de referimos cuando estudiemos cada una de nuestras actuales
garantías individuales a propósito de su antecedencia histórica en la época
colonial de México."

C. La emancipación política de la Nueva España comenzó a prepa-


rarse varios años antes de que don Miguel Hidalgo y Costilla lanzara el
grito de insurgencia en el pueblo de Dolores. La invasión napoleónica de
España y los sucesos políticos que ella produjo, entre los que destaca la ab-
dicación de Carlos IV, por una parte, y la indiscutible influencia que sobre
el pensamiento jurldico-filosófico de la época ejercieron los principios que
se sustentaban en el ideario de la Revolución francesa, sobre todo los que con-
ciernen a la soberanía popular, por otro lado, suscitaron en la Nueva
España la tendencia a establecer entre las colonias españolas de América
y la metrópoli una situación política igualitaria. Así, bajo el gobierno del
virrey Iturrigaray, en 1803, el -regidor del Consejo Municipal de México,
licenciado Francisco Primo Verdad, interpretando las ambiciones políticas
de la burguesía criolla, propugnó la reunión de las Cortes españolas con la
idea de que en ellas tuvieran representación política las colonias americanas,
principalmente la Nueva España, Iturrigaray aceptó el plan que bajo los
propósitos del licenciado Verdad le propuso dicho Consejo y ordenó la re-
unión de una junta en la que.. se diséutiría la _convocatoria de las Cortes.

82 En relación con algunas instituciones o ciertos recursos existentes en el derecho


neo-español y en los cuales algunos -historiadores creen descubrir antecedentes hispánicos
de nuestro juicio de amparo, véase nuestra ya citada obra.
118 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

Dicha junta, compuesta por el arzobispo, los oidores, los procuradores del
rey, nobles, burgueses y regidores, tuvo como finalidad principal establecer
un gobierno provisional en la Nueva España mientras las Cortes determina-
ran el régimen político conforme al cual se estructurasen España y sus
dominios. El citado virrey estuvo dispuesto a sostener las decisiones de la
junta con todos los elementos materiales de que disponía, pero fue traicio-
nado por el propio encargado de ejecutar el plan, Gabriel J. Yermo, y
encarcelado, conduciéndosele después a España bajo la acusación por crimen
de alta traición. Por su parte, el licenciado Verdad, una vez aprehendido,
fue ejecutado, conceptuándolo México como uno de sus héroes a titulo de
precursor de la independencia de nuestro país,
Sin embargo, pese a tales sucesos, la tendencia a establecer la igualdad
política entre España y sus colonias no sólo no se extinguió sino que trajo
como resultado en octubre de 1810, cuando apenas se había iniciado el
movimiento insurgente, que las Cortes extraordinarias y generales expidiesen
un decreto en el que se declaraba que los naturales de los dominios españo-
les de ultramar eran iguales en derechos a los de la peninsula y que un
mes después, en noviembre del citado año, se reconociese por las mismas
Cortes la libertad de imprenta en materia política.
El ambiente que se iba gestando para la expedición de la Constitución
española en 1812 acusaba ya una franca evolución jurídica en el pensamien-
to político español, y prueba de ello es que antes que rigiera dicho ordena-
miento, las mencionadas Cortes declararon en sendos decretos la igualdad
de los americanos y europeos para actividades agrícolas e industriales, la
abolición de la tortura y otras "prácticas aflictivas", la extinción de algunos
estancos, la prohibición de la pena de horca y la habilitación de los oriun-
dos de Mrlca para ser admitidos en las universidades, seminarios y demás
centros educativos."
El 18 de marzo de 1812 se expidió por las Cortes Generales y Extra-
ordinarias de la Nación Española la primera Constit,:,ci6n Monárquica de
España y cuyo ordenamiento puede decirse que estuvo vigente en México
hasta la consumación de su independencia registrada el 27 de septiembre
de 1821 con la entrada del llamado "Ejército Trigarante" a la antigua capital
neo-española. Dicho documento suprimió las desigualdades que existian
entre peninsulares, criollos, mestizos, indios y demás sujetos de diferente ex-
tracción racial, al reputar como "españoles" a "todos los hombres libres
nacidos y avecinados en los dominios de las Españas", o sea, en todos los
territorios sujetos al imperio de España (arts, 1, 5 y lO). La Constitución
española de 1812, que representa para México la culminación del régimen
jurídico que lo estructuró durante la época colonial, es indice inequívoco
de un indiscutible progreso, que España fue impotente para atajar, bajo la

8S Decretos de 9 de febrero y 22 de abril de 1811 y de 17, 24 y 29 de enero de 1812.


SITUACIÓN DEL GOBERNADO EN LA HISTORIA 119

influencia de la corriente constitucionalista que brotó principalmente de


la ideología revolucionaria francesa.
Durante la vigencia de dicho ordenamiento constitucional, las Cortes
españolas expidieron diversos decretos para hacer efectivos algunos de sus
mandamientos en la Nueva España, tales como el que abolió los servicios
personales a cargo de los indios y los repartimientos, el que suprimió la
Inquisición estableciendo en su lugar a los llamados "tribunales protectores
de la fe", el que declaró la libertad fabril e industrial, etc."
Como se ve, el régimen jurídico-político de la Nueva España experi-
mentó un cambio radical con la expedición de la Constitución de Cádiz de
1812, confeccionada, sin lugar a dudas, bajo la influencia de las corrientes
ideológicas que dejaron un sello preceptivo indeleble en la Declaración fran-
cesa de 1789. Fue así como en la primera carta constitucional española
propiamente dicha, se consagraron los principios torales sobre los que se
levantó el edificio del constitucionalismo moderno, tales como el de sobera-
nía popular, el de división o separación de poderes y el de limitación nor-
mativa de la actuación de las autoridades estatales. Por tanto, a virtud de
la Constitución de 1812, España deja de ser un Estado absolutista para
convertirse en una monarquía constitucional; al rey se le despoja del ca-
rácter de soberano ungido por la voluntad divina, para considerarlo como
mero depositario del poder estatal cuyo titular es el pueblo, reduciendo su
potestad gubernativa a las funciones administrativas, y diferenciando cla-
ramente éstas de las legislativas y jurisdiccionales, que· sc confiaron a las
Cortes y a los tribunales respectivamente.
Esta transformación política repercutió evidentemente en la Colonia, pues
la Nueva España devino una entidad integrante del nuevo Estado monár-
quico constitucional, regido por los principios fundamentales, ya enunciados.
Suele afirmarse, y no sin razón, que la Constitución Española de 1812,
acogida con júbilo por los grupos políticos avanzados de la época, fue el
documento que originó una de las tendencias ideológicas que se desarrolla-
ron durante las postrimerías de la Colonia y que iba a disputar a la corriente
absolutista representada por Iturbide, la estructuración juridico-constitucio-
nal del México IndependienteP
Con el movimiento insurgente iniciado en septiembre de 1810, la his-
toria juridica de la Nueva España se bifurca. En efecto, la ideología de
nuestros principales libertadores, entre los que descuella el insigne Morelos,
concibió y proyectó importantísimos documentos de ·carácter constitucional
que sirvieron como índices de estructuración político-jurídica para el caso

84 Decretos de 9 de noviembre de 1812, 22 de febrero de 1813 y de 8 de. junio del


propio año. .
8lS Sin embargo, el expresado documento, a pesar de su trascendencia, no tuvo la sufi.
ciente fuerza en el ánimo de Jos forjadores de nuestro primer ordenamiento constitucional
para que éste ño hubiese tenido que inspirarse en la Constituci6n federal norteamericana.
120 LAS GARANTiAS INDIVIDUALES

de que México hubiese logrado su emancipaci6n. Por tanto, la historia de


nuestro país, en lo que a dicha materia concierne, se desenvuelve en dos
direcciones que, aunque coincidentes en muchos puntos, conservaron sin
embargo su separación durante el periodo comprendido entre 1810 y 1821.
Asi, la Constituci6n monárquica de 1812 y los diferentes decretos que con
apoyo en ella se expidieron por las Cortes Españolas para la Nueva España,
implicaron el derecho público de ésta desde el punto de vista del gobierno
virreinal; la insurgencia, por su parte, y sobre todo en su segunda etapa,
procuró organizar juridica y políticamente a lo que sería con posterioridad
la Naci6n Mexicana, de acuerdo con las bases constitucionales que ella
misma elabor6. En efecto, a pesar de que el movimiento iniciado por don
Miguel Hidalgo y Costilla en sus albores parecía dirigirse contra "el mal
gobierno" proclamando a Fernando VII como gobernante legitimo, a me-
dida que se fue extendiendo adquiri6 impulsos legislativos, que, no obstante
su desarticulaci6n, es decir, aunque no se hayan traducido en un documento
unitario y sistemático, tuvieron como resultado la expedici6n de diferentes
decretos o bandos que denotaron una manifestaci6n clara de las tendencias
ideológicas de los insurgentes. Entre ellos, sin duda alguna el más impor-
tante fue el que declaró abolida la esclavitud y suprimida toda exacci6n
que pesaba sobre las castas expedido por Hidalgo el 6 de diciembre de
1810. Por SU parte, don J05é María Morelos y Pav6n, a quien este mismo
design6 su "lugarteniente" y cuya personalidad como político alcanza ma-
yores alturas que la muy venerable del antiguo profesor del Colegio de San
Nicolás en Valladolid (Morelia), no sólo continu6 la lucha emancipadora
que dejó trunca el cura de Dolores, sino que pretendi6 hacerla culminar
en una verdadera organizaci6n constitucional. Así, bajo los auspicios del
gran cura de Carácuaro se form6 una especie de asamblea constituyente,
denominada Congreso de Anáhuac, que el 6 de noviembre de 1813 expidi6
el. Acta Solemne de la Declaraci6n de la Independencia de América "Sep-
tentrional, en la que se declar6 la disoluci6n definitiva del vinculo de de-
pendencia con el trono español. Cerca de un año después, el 22 de octubre
de 1814, el propio Congreso expide un trascendental documento juridico-
político llamado Decreto Constitucional para la Libertad de la América
Mexicana, conocido comúnmente con el nombre de Constituci6n de Apat-
zíngan, por haber sido 'en esta poblaci6n donde se sancionó. Como no ro
rresponde al terna del presente libro formular un estudio acerca de este
trascendental documento juridico-político, seria suficiente para subrayar-su
importancia el hecho de que en él se encuentran plasmados los fundamen-
tales principios de. la ideología insurgente y de que si en varios aspectos

Puede decirse, en consecuencia, que el derecho político positivo del México independiente
reitero la ruptura de la tradición jurídica española que ya había operado la Constitución
de 1812, y fue influenciado por las doctrinas derivadas del ideario de la "Revolución fran-
cesa, inspirándose. además, en el sistema constitucional de los Estados Unidos.
SITUACIÓN DEL GOBERNAOO EN LA HISTORIA 121

sigue los lineamientos demarcados por la Constitución española de 1812,


diverge radicalmente de ésta en cuanto que tendió a dotar a México de
un gobierno propio, independiente de España, corno no lo.isoñé Hidalgo."
La Constitución de Apatzingán contiene un capítulo especial dedicado
a las garantías individuales. En su artículo 24, que es el precepto que en-
cabeza el capítulo de referencia, se hace una declaración general acerca de
la relación entre los derechos del hombre, clasificados a modo de la De-
claración francesa, y el gobierno. De la forma corno está concebido dicho
artículo, podernos inferir quc la Constitución de Apatzingán reputaba a los
derechos del hombre o garantías individuales corno elementos insuperables
por el poder público, que siempre debla respetarlos en toda su .integridad.
Por ende, el documento constitucional que comentarnos, en relación con el
terna concreto que ha suscitado nuestra atención, influido por los principios
jurídicos y filosóficos de la Revolución francesa, estima que los derechos
del hombre son superiores a toda organización social, cuyo gobierno, en
ejercicio del poder público, debe considerarlos intangibles, pues su protec-
ción no es sino la única finalidad del Estado.

En tal sentido está concebido el mencionado artículo 24 de la Constitución


de Apatzingán, que textualmente dice: "La felicidad del pueblo y de cada uno
de los ciudadanos, consiste en el goce de la igualdad, seguridad, propiedad y
libertad. La íntegra conservación de estos derechos es el objeto de la institución
de los gobiernos y el único fin de las asociaciones políticas."
En los preceptos subsecuentes, dicho documento constitucional consagra va-
rias garantías individuales específicas, siguiendo la clasificación general con-
tenida en el transcrito anteriormente, la que, como ya dijimos, es de procedencia
francesa. Dentro de dichas garantías, que por lo demás se encuentran en el
capítulo respectivo combinadas indebidamente con disposiciones de otra índole
a que sería prolijo aludir, figuran varias, como la contenida en el artículo 31,
que son, desde el punto de vista del pasado jurídico, derivaciones histéricas de
análogos antecedentes registrados "en - Inglaterra, Francia y en el derecho foral
español, y que, por lo que concierne al futuro, precedentes de las que después
fueron consagrando nuestros códigos politicos. Tal es, efectivamente, la "ga-
rantía de audiencia", que, junto con otras, se involucran en nuestro articulo
14 constitucional, cuya historia e importancia ya tendremos oportunidad de
abordar. El precepto en cuestión de la Constitución de Apatzingán, dice: "Nin-

8G La Constitución de Apatzingán tiene como antecedentes inmediatos dos importantes


documentos jurídico-políticos, a saber, los Elementos Constitucionales de Rayón y los Senti-
mientos de la Naci6n del mismo Morelos. En ambos se proclama la prohibición de la escla-
vitud, la supresión de las desigualdades provenientes del "linaje" o de la "distinción de
castas", y la abolición de la tortura. En el primero de dichos documentos se declara "la
absoluta libertad de imprenta en puntos puramente cientificos y políticos, con tal que
estos últimos observen las miras de ilustrar y no zaherir las legislaciones establecidas"
(art. 29); y en el segundo se advierte ya una cierta tendencia social, al disponer que las
leyes que dicte el Congreso "deben ser tales que obliguen a constancia y patriotismo, mode-
ren la opulencia 'Y la indigencia, 'Y de tal suerte se aumente el jornal del pobre, que mejore
sus costumbres, aleje la ignorancia, la rapiña 'Y el hurto" (art. 12), previendo así una espe-
cie de intervencionismo de Estado.
122 LAS GA¡<ANTÍAS INDIVIDUALES

guno debe ser juzgado ni sentenciado, sino después de haber sido oído legal-
mente", expresi6n que equivale a las dicciones "debido proceso legal" y "ley
de la tierra y juicio de los pares", de la enmienda V de la, Constitución ameri-
cana de 1787 y del articulo 46 de la Magna Charta inglesa, respectivamente."

El movimiento insurgente parecía haberse sofocado definitivamente. a


consecuencia del fusilamiento de Morelos acaecido el 22 de diciembre dc
1815 en San Crist6ba1 Ecatepec. Los principios político-juridicos sobre los
que descansaba la ideología de la independencia nacional adoptados en el
Acta de emancipaci6n de 1813 y en la Constituci6n de Apatzingán, des-
graciadamente no fueron proclamados, de la manera enfática y categ6rica
como se consagraron en dichos documentos, por los continuadores de los
movimientos libertarios posteriores, pues la audaz y heroica aventura dc
Francisco Javier Mina en 1817 realmente se tradujo en una lucha fracasa-
da contra el gobierno de Fernando VII y no contra la dominaci6n española
en México, y la tenaz y erguida resistencia que don Vicente Guerrero opuso
a las autoridades virreinales en el sur de la Nueva España no representaba
la pujanza suficiente para lograr un triunfo definitivo sobre sus adversarios
que hubiera producido como, efecto inmediato la emancipación de nuestro
país y su organización Como Estado soberano.
Dada la situaci6n de hecho que a la sazón prevalecía en México, no
podia preverse la posibilidad de que la independencia se consumase por el
impulso propio de los auténticos insurgentes que entonces aún quedaban,
tales como el-mismo Guerrero y Pedro Ascencio; y de no haber sido por la
intervención -de don Agustín de lturbide en los hechos históricos que se
desarrollaron, en el sentido de explotar para su exclusivo provecho la mi-
sión pacificadora que le encomend6 la famosa Junta de la Profesa, a la que
traicionó, puede decirse que la emancipaci6n política de la Nueva España
no se hubiese conseguido, al menos en la época en que se registr6 este acon-
tecimiento. En efecto, se afirma que el virrey Apodaca recibió una carta de
Fernando VII en la que éste expresaba sus deseos de gobernar a la Nueva
España como Estado independiente para sustraerse a las limitaciones que
al poder real imponía la Constitución de 1812 que se vio constreñido a
jurar y con la esperanza de convertirse en el soberano absoluto de la nueva
nación. En dicha misiva, Fernando VII sugiri6 algunas bases políticas para
el gobierno independiente de la Nueva España fincadas en la unión entre
mexicanos y peninsulares y en la adopción de la religi6n católica como

87 Acerca de esta Constitución el licenciado Hilario Medina, ex ministro de la Suprema


Corte de Justicia de la Nación, constituyente en el Congreso de 1916-17 y antiguo profesor
de Derecho Constitucional, ha emitido un 'certero juicio concebido en los términos que en
seguida transcribimos: UNo busquemos en la Constitución de Apatzingán el"cuadro comple-
to de una. organización política perfecta, porque no er~ éste su objeto primario: era ante
todo un instrumento de lucha, la oposici6n armada, la antítesis política. Contra la manar.
.quía,Ja república; contra el despotismo, la libertad; contra la sujeción, la independencia;
SITUACIÓN DEL GOBERNADO EN LA mSTORIA 123

religión estatal. Apodaca con todo sigilo convocó a diversos personajes de


gran influencia a una reunión que dej>ería celebrarse en la Profesa para
dar cuenta a los asistentes con los designios reservados del rey, y con el
objeto de poner en práctica los planes de pacificación que las citadas bases
entrañaban, se comisionó a Iturbide, quien, habiendo logrado la aquiescen-
cia de don Vicente Guerrero (no sin cierta reticencia por parte de éste),
proclamó el Plan de Iguala cuyas prescripciones principales eran las siguicn-
tes: unión entre mexicanos y europeos, la conservación de la religión católica
sin tolerarse ninguna otra y el establecimiento de una monarquía moderada
que debiera intitularse "Imperio Mexicano", para cuyo gobierno se lla-
mana a Fernando VII, pero que si éste no se presentaba a fin de prestar
juramento a la Constitución que se expidiese, serían invitados al trono di-
versos miembros de la casa reinante de España por orden sucesivo. Como
se ve, dichos principios, a pesar de importar la emancipación política de la
Nueva España, auspiciaban la creación de un régimen monárquico cor
tendencias absolutistas que repugnaban a la verdadera ideologia insurgente
sustentada por el movimiento libertario del insigne Morelos y consignada
en el Acta de Independencia de 1813 y en la Constitución de Apatzingán.
El virrey Apodaca no aprobó el Plan de Iguala, y comprendiendo que
Iturbide actuaba por cuenta propia movido por ambiciones personales de
poder, se aprestó ingenuamente para combatirlo, ya que había puesto a su
disposición y bajo su mando todas las fuerzas armadas con que contaba el
gobierno virreinal para obtener la rendición de Guerrero y lograr la pacifi-
cación del país. Inerme e impotente frente al ex jefe militar realista, Apo-
daca fue depuesto violentamente dc su cargo por sus mismos y escasos par-
tidarios, pues estimaron, no sin razón, que él era el principal responsable
de la situación desesperada en que se encontraba el gobierno virreinal, hablen-
do colocado en su lugar a don Francisco Novella. Por otra parte, como es
bien sabido, durante el mes de agosto dc 1821 llegó a Veracruz el que iría
a ser gobernante de la Nueva España, don Juan O'Donojú, quien ni un
solo momento pudo ejercer las funciones del cargo que se le había confe-
rido, pues en la ciudad de Córdoba fue entrevistado por Iturbíde para im-
ponerle la firma del tratado que lleva el nombre de esta, población y en el
cual se confirmó el Plan de Iguala, con la adición de que, si Fernando VII
o algún miembro de su familia no aceptaban el trono del "Imperio Mexi-
cano", en su lugar debería designarse a la persona que las "cortes imperia-
les" nombraran. Dominada la situación por Iturbide y rota la inútil y débil

contra 'la conquista, la reivindicación; contra el derecho divino, la soberanía; contra la


sucesi6n de la corona por nacimiento, la elección democrática. En una palabra, la conde-
naci6n más enérgica de la conquista y del régimen virreinal, un nuevo tipo de organización
provisional destinada a preparar las instituciones definitivas. Muchos de los artículos no
son mandamientos, sino postulados de derecho natural y político que tienden a combatir
los principios básicos del régimen virreinal. No importa Que haya tenido DOCa o ninguna
124 LAS GARANTÍAS INDlVIOUALES

resistencia que aún osó oponer Novella.: e! 27 de septiembre de 1821 pe-


netró triunfalmente en la antigua capital neoespañola e! ejército de las Tres
Garantías, es decir, el sostenedor de los tres principios respectivos proclama-
dos en e! Plan de Iguala (unión, religión e independencia), significando
tal hecho la consumación de la independencia nacional.
Los acontecimientos que se desarrollaron a raíz de este significativo fe-
nómeno histórico revelan claramente, por su gestación y finalidad, las inten-
ciones de Iturbide en e! sentido de convertirse en emperador de México.
Así, la Junta Provisional Gubernativa que se había constituido para preparar
la organización jurídico-poIítica de! nuevo Estado, expide e! 6 de octubre
de 1821 la llamada Acta de Independencia del Imperio Mexicano, en la
que, además de declararse la emancipación definitiva de la nación mexicana
respecto de la antígua España, se previó la estructuración de nuestro país
"con arreglo a las bases que en el Plan de Iguala y tratados de Córdoba
estableció sabiamente e! primer jefe del Ejército Imperial de las Tres Ga-
rantías ... ". Congruente con dicha declaración de independencia, la men-
cionada Junta, por decreto de 17 de noviembre del citado año, lanza la
convocatoria a Cortes, es decir, para integrar una asamblea constituyente
del proyectado imperio, la cual se declaró instalada e! 24 de febrero de
1822. En e! decreto de instalación se estipuló que dicha asamblea o con-
greso representaba a la nación mexicana y que en este cuerpo residía la
soberanía nacional; que la religión estatal debía ser la católica, apostólica,
romana, con exclusión de cualquier otra; que México adoptaba para su
gobierno "la monarquía moderada constitucional con la denominación de
imperio mexicano"; y que se llamaría al trono imperial "conforme a la vo-
Imitad general, a las personas designadas en el Tratado de Córdoba"; con-
sagrándose, además, el principio de separación o división de poderes, radi-
cando e! ejecutivo por modo interino en la regencia designada por la Junta
Provisional Gubernativa, el legislativo en la propia asamblea constituyente
y e! judicial en los tribunales que a la sazón existían (es decir, en los co-
loniales) o en los que posteriormente se establecieran.
Así las cosas, tres meses después, e! 19 de mayo de 1822, un sargento
de nombre Pío Marcha, encabezando a una soldadesca tumultuosa, desfiló
por las calles de la ciudad de México gritando "vivas" a "Agustín Primero,
el emperador" y, ocupando e! local donde se encontraba reunido e! congreso
constitucional, hizo presión para que este cuerpo declarara que 1turbide

aplicación, si debemos juzgarla como es, es decir, como el documento mi! completo de la
polémica entablada sobre" la independencia, en un terreno meramente político, o instru-
mento de lucha. Es, pues, inútil hacer un análisis de ella; pero basta decir que es una
constituci6n republicana, democrátiea, central, representativa y congresional que estaba
destinada a desaparecer tan pronto como terminara la lucha, para dar lugar a la reuni6n
de. un congreso constituyente que dictara la Constituci6n definitiva." (Fragmento de un
articulo publicado en El Universal, el 27 de octubre de 1948.)
SITUACIÓN DEL GOBERNADO EN LA HISTORIA 125

era llamado por la voluntad del pueblo a Ocupar el trono imperial, decla-
ración que se formuló por una mayoría sorprendida contra los votos de
quince diputados.
El gobierno imperial de lturbide tuvo una efímera duración, pues el
citado congreso constituyente, por decreto de 31 de marzo de 1823, declaró
que el Poder Ejecutivo existente desde el 19 de mayo del año anterior ce-
saba en sus funciones, estableciendo que dicho poder lo ejercería provisio-
nalmente un cuerpo compuesto por tres miembros (designándose para tal
efecto a Nicolás Bravo, Guadalupe Victoria y Pedro Celestino Negrete) y
que debería denominarse "Supremo Poder Ejecutivo". Depuesto Iturbide,
quien en un gesto de dignidad manifestó al Congreso que abdicaba de la
corona, esta asamblea, mediante decreto de 8 de abril siguiente, dispuso
que siendo su coronación "obra de la violencia y de la fuerza, y nula de
derecho, no había lugar para discutir sobre dicha abdicación", y que queda-
ban insubsistentes todos los actos que con el carácter de emperador hubiese
realizado, así como el Plan de Iguala, los tratados de Córdoba y el decreto
de 24 de febrero de 1822.
Por decreto de 21 de mayo de 1823, el Congreso Constituyente Mexi-
cano lanzó una convocatoria para la formación de un nuevo congreso, dan-
do las bases para la elección de los diputados que lo fuesen a integrar
el 17 de junio siguiente, en la inteligencia de que, de acuerdo con ellas, el
cuerpo legislativo por crearse debería quedar instalado a más tardar el día
31 de octubre del citado año.
El nuevo Congreso Constituyente se enfrentó al dilema de si había de
organizarse a México como república federal o como república centra!. Fue
así como en dicho congreso se perfilaron dos corrientes de estructuración
político-jurídica bien demarcadas y opuestas: el centralismo, cuyo principal
sostenedor fue fray Servando Teresa de Mier, y el federalismo, por el que,
entre otros muchos, pugnaba el joven diputado yucateco, que después se
convertiría en el creador del juicio de amparo, don Manuel Crescencio
Rej6n. El argumento básico que esgrimían los centralistas para que Méxi-
co adoptara la forma de una república central, sc apoyaba en la tradición
política de nuestro país, que según ellos, acusaba un régimen de centraliza-
ción, arguyendo, por tanto, que la implantación del federalismo vendría
a dividir lo que antes estaba unido, mediante la creación artificial de es-
tados federados, con mengua para la potencialidad y progreso de la .patria.
Sin embargo, podemos afirmar que la tan decantada unidad política de
la Nueva España, era un tanto cuanto figurada, pues si se toma en cuenta
el hecho de quc había vastísimas regiones abandonadas y sin límites precisos,
resultaba que la acción del gobierno en ellas nunca se dejó sentir, quedando
a merced de pueblos y tribus autóctonos refractarios a la sumisión; por otra
parte, aunque parezca paradójico, en la Nueva España existía una verda-
dera descentralización administrativa en lo que atañe al sistema municipal,
126 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

ya que los munIcIpIOs de población española y los indigenas, gozaban dc


autonomía en lo que toca a su régimen interno, tal como acontecía en la
metr6poli. Ahora bien,' si se toma en cuenta la enorme extensión que el
territorio nacíonal tenia al consumarse la independencia de México, las muy
variadas regiones desde el punto de vista mesológico que lo componían, las
necesidades notoriamente divergentes de los pobladores de las mismas, etc.,
es obvio que esos tan disimiles elementos o factores no eran susceptibles dc
gobernarse desde el centro por autoridades que, como sucedió e" el virrei-
nato, muchas veces ignoraban las distintas realidades en las que, a través
de funciones diferentes, iban a desarrollar su acción gubernativa.
Atendiendo, pues, a la falta de compenetración entre el medio y el go-
bierno, determinada por, hasta entonces, insuperadas dificultades geográ-
ficas, estimamos que la implantación del régimen federal en la Constitución
de 182+, no fue del todo desacertada, siempre que se le considere como una
medida de distribución competencial en orden a las tres funciones de la
actividad del Estado para el mejor gobierno de un extensisimo territorio y
de poblaciones tan distintas unas de otras, distribución de competencia que
en México sólo podia establecerse mediante la creación artificial de "Estados
federados", pues únicamente se contaba, como ya se dijo, con regiones enor-
mes y desarticuladas carentes de sustantividad politica y jurídica.
Por otra parte, la adopción del régimen federal en los primeros docu-
mentos constitucionales de México, no carece de fundamentación ni dc
justificación histórico-politica. 'En efecto, y como lo hace notar con toda
claridad Nettie Lee Benson;" a las provincias de la Nueva España se les
reconoció por la Constitución española de 1812 una verdadera autonomía
o autarquía, para manejar sus asuntos interiores a través de sus órganos
popularmente representativos, como eran las "diputaciones provinciales". El
funcionamiento de estas diputaciones comenzó a adquirir caracteres defini-
dos durante el periodo postrimero de la época colonial en nuestro país en
que estuvo en vigor la importante Carta de Cádiz. Fueron las diputaciones
provinciales las que tenazmente lucharon para que en el régimen jurídico-
politico del México independiente se les reconociera su autonomía en cuan-
to a los negocios internos de las respectivas provincias que representaban, Y
no es aventurado suponer que la proclamación del régimen federal en el
Acta Constitutiva de la Nación Mexicana de 31 de enero de 1824, haya
obedecido a las tendencias autárquicas de los mencionados organismos pro-
vínciales."

88La Diputación Provincial j' el Federalismo Mexicano.


89En un articulo que a invitación del Gobierno de la República nos permitimos re-
dactar y que se contiene en la importante obra México, Cincuenta Años de Revolución~
1960, estudiamos los orígenes, evolución y destino del federalismo en México, bajo el título
de "Evolución de la Idea Federalista". Las consideraciones que en dicho artículo expone-
mos, las reiteramos y ampliamos en nuestra obra Derecho Constitucional Mexicano (Cfr.
Capítulo quinto).
SITUACIÓN DEL GOBERNADO ~N LA HISTORIA 127

El triunfode las ideas federalistas cristalizó primeramente en el Acta


Constitutiva de la Federación decretada el 31 de enero de 1824. Este do-
cumento jurídico-político reviste gran interés, en virtud de que en él ya se
consagraron los fundamentales príncipios de todo régimen constitucional
federal de naturaleza democrática. En efecto, en dicha acta se declara que
la soberanía reside "radical y esencialmente" en la nación y que por 10 mis-
mo a ésta pertenece con exclusividad "el derecho de adoptar y establecer
por medio de sus representantes la forma de gobierno y demás leyes funda-
mentales que le parezca más conveniente para su conservación y mayor
prosperidad ... " (art. 3); que el poder supremo de la federación se divide
para su ejercicio en legislativo, ejecutivo y judicial y que jamás podrán
reunirse dos o más de dichos poderes en una corporación o persona, ni
depositarse el legislativo en un individuo (art. 9); y que las constituciones
particulares de cada Estado federado no podrán oponerse a dicha acta
(art. 24).
Los lineamientos generales del Acta Constitutiva de la Federación se
adoptan por nuestra primera Ley Fundamental, la Constitución Federar
de 4 de octubre de 1824. Este importantisimo documento jurídico-político,
cuyo estudio cabal rebasaría los límites del presente libro, representa una
obra metódica y sistematizada, en que las diferentes instituciones constitu-
cionales que establece y regula están organizadas preceptivamente con lógi-
ca ilación. Varias expresiones normativas que se contienen en dicha Cons-
titución se incorporaron en las Leyes Supremas Federales de 1857 y de
19l 7, lo que da una idea de la atingencia conceptual de aquéllas. Confor-
me a ella, el Poder Legislativo Federal se deposita en un congreso general
compuesto de dos cámaras, la de diputados y la de senadores (art. 7); el
Poder Ejecutivo se encomienda a un individuo llamado "Presidente de los
Estados Unidos Mexicanos", y en caso de que la persona que encarne este
alto cargo se encontrare imposibilitada "física o moralmente" para desem-
peñarlo, las funciones respectivas las asumirá el vicepresidente de. la Repú-
blica (arts. 74 y 75). En cuanto al Poder Judicial de la Federación, la
Constitución de 1824 lo deposita en una Corte Suprema de Justicia, en
los tribunales de circuito y en los jueces de distrito (art, 123). Bajo el tí-
tulo de "Reglas generales a que se sujetará en todos los Estados y Territo-
rios de la Federación la administración de justicia", se comprenden diferentes
garantias de seguridad jur/dica en favor del gobernado, tales como la pro-
hibición de penas trascendentales, la de confiscación de bienes; los juicios
por comisión, la aplicación retroactiva de las leyes, la abolición de los tor-
mentos y la de la legalidad para los actos de detención y de registro de
casas, papeles "u otros efectos de los habitantes de la República" (arts,
145 a 156).
Puede afirmarse que la Constitución Federal de 1824 representa la cris-
talización, en una normación positiva, del pensamiento jurídico-político
128 LAS GARANTiAS INDIVIDUALES

avanzado de la época; y si bien es verdad que dicho documento público


tuvo indudablemente como modelo la Constitución de los Estados Unidos
de América, también es cierto que presenta varias modalidades preceptivas
que inducen a creer que no fue una obra de mera emulación extranje-
rista como pretenden sus antipatizadores. En efecto, la Constitución norte-
americana, como la mayoría de las leyes anglosajonas, son documentos
eminentemente pragmáticos en los que se contienen reglas generales des-
tinadas a regir con un sentido práctico la realidad misma. El espíritu ju-
rídico de los anglosajones no es muy afecto a las definiciones conceptuales,
sobre todo si éstas entrañan teorías filosóficas o políticas; lo que al anglosajón
interesa no es tanto resolver una cuestión doctrinal, especulativa, cuanto
encontrar una solución a los problemas que afronta la diaria vida de los
pueblos. Por eso sus leyes y constituciones, como se dijo con antelación, son
fundamentalmente pragmáticas y en ellas no se descubren con facilidad
preceptos que impliquen definiciones conceptuales, tales como la de sobe-
ranía y de libertad. En cambio, el espíritu jurídico latino es idealista o, al
menos, ideólogo; se preocupa por las hondas cuestiones que atañen a la
Ciencia del Derecho, a la Política, a la Sociologia y, en general, a las cien-
cias culturales y pretende elaborar fórmulas que pudieren entrañar su so-
lución satisfactoria; y cuando expide una normación positiva, en ésta plasma
como definición o, al menos, como descripción, las ideas respectivas. Asi
aconteció en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano
de 1789 en que se expuso un concepto sobre libertad; y de la misma pro-
pensión participaron la Constitución de Apatzingán y la Española de 1812
a propósito de la idea de soberanía, No se justifica, pues, la aseveración de
que nuestra Ley Fundamental de 1824 y el Acta Constitutiva de la Fe-
deración Mexicana que le precede, hayan imitado servilmente a la Cons-
titución norteamericana, porque si ésta implicó la fuente de inspiración de
aquéllas, no por ello se le debe considerar como su origen exclusivo, ya
que si en el pensamiento jurídico-político de una determinada época exis-
ten ciertas ideas o principios, es obvio que la ideologia respectiva se pro-
yecta análogamente sobre todas las tendencias de formación jurídica que
pretenden consagrarlo en una normación positiva, sin que las diversas
legislaciones que bajo tales auspicios se elaboren puedan reputarse modelos
o copias según el orden de su aparición, sino producto de un mismo modo
de pensar aunque con modalidades especificas diferentes.

Aludiendo a los aspectos propios de nuestro derecho constitucional en for-


mación que no encuentran su antecedente eidética en la Constitución estaduni-
dense, aunque tampoco sean originalmente mexicanos, don Isidra Montiel "
Duarte hace referencia especial al concepto de "soberanía" que no se define
en el código supremo norteamericano, contrariamente a su implicaci6n en
nuestros primeros documentos constitucionales. Dice al respecto el citado juris-
ta: "La Constituci6n de Apatzingán, a prop6sito de la soberanía, había dicho
srrUACIóN DEL GOBERNADO EN LA HISTORIA 129

que la facultad de dictar leyes y establecer la forma de gol>ierno, es lo que


constituye la soberanía; que ésta, por su naturaleza es imprescriptible, inaje,
nable e indivisible j que como el gobierno no se instituye por los intereses y
particulares de ninguna familia, de ningún hombre ni clase de hombres, sino
para la protección y seguridad general de todos los ciudadanos, unidos volun-
tariamente en sociedad, éstos tienen derecho incontestable a establecer el go-
bierno que más les convenga, alterarlo, modificarlo y abolirlo completamente,
cuando su felicidad lo requiera; que por consiguiente la soberanía reside ori-
ginariamente en el pueblo y su ejercicio en la representación nacional, com-
puesta de diputados elegidos por los ciudadanos, bajo la forma que prescriba
la Constitución."
"Un poco antes había dicho la Constitución de 1812 muy lacónicamente:
"«La soberanía reside esencialmente en la nación, y por lo mismo, pertene-
ce a ésta exclusivamente el derecho de establecer sus leyes fundamentales»."
"Ahora bien, supuesto el deber que hay de comparar nuestro derecho cons-
titucional con el americano, debemos decir que en la Constitución de los Estados
Unidos de Norteamérica, no hay nada que se parezca a los artículos que van
citados."

No obstante quc México contaba con una Constitución, Como la federal


de 1824, que podría haber enorgullecido a cualquier país de avanzada
cultura jurídica, su expedición no fuc obstáculo para que durante su vi-
gencia comenzara la trágica etapa de los pronunciamientos militares, fruto
de las ambiciones personales de poder de los personajes que se consideraron
"hombres fuertes" de la época. El periodo presidencial era de cuatro años,
y al llegar a su término el gobierno de don Guadalupe Victoria, hubo dos
candidatos para sucedcrlo: los generales Gómez Pedraza y Vicente Guerre-
ro. El primero ocupó la presidencia merced al apoyo oficial que sc le dis-
pensó, pero inconformes sus adversarios, hicieron estallar diversos pronun-
ciamientos, bajo cuya presión el Congreso se vio obligado a declarar nulas
las elecciones y designar como presidente al antiguo insurgente, quien tomó
posesión de este alto cargo el primero de abril de 1829. Durante el gobierno
de Guerrero se registró el desembarco del brigadier español Isidro Barradas,
quien Con un ejército de cuatro mil hombres bien pertrechados intentó
reconquistar a México para someterlo nuevamente a la dominación hispana.
Guerrero confirió a don Antonio López de Santa Anna la misión de com-
batir a Barradas, habiendo derrotado al jefe español, obligándolo a- recm-
barcarse. Este hecho concitó indirectamente antipatías a Guerrero, cuyo
gobierno, merced a ese sonado triunfo, adquiría popularidad, por una par-
te, y era víctima dc la traición dc parte de uno de sus importantes compo-
nentes, el general Anastasio Bustamante, quien, en su carácter de vicepre-
sidente de la República asumió el Poder Ejccutivo después de haber obtenido
la declaración de nulidad de la elección del presidente. Al gobierno de
Bustamante se achaca uno de los actos más bochornosos y viles que registra
nuestra historia: la celada que por su cuenta tendió a Guerrero el genovés
Pícaluga para entregarlo a un piquete de tropas gobiernistas a fin de que
130 LAS GARANTfAS INDIVIDUALES

posteriormente se le fusilara, hecho éste que ocurrió en Cuilapa el 14 de


febrero de 183i.
A la caída de Bustamante, que se debió, según se afirma, a que él mis-
mo en los llamados Tratados de Zavaleta reconoció que era un usurpador,
las elecciones que se celebraron llevaron a la presidencia de la República
a Santa Anna y a la vicepresidencia a don Valentín Gómez Farías, quien
asumió el Poder Ejecutivo el primero de abril de 1833 en vista de que el
primero se retiró, como acostumbraba hacerlo frecuentemente, a su hacienda
de Manga de Clavo, y de conformidad con lo dispuesto por la Constitu-
ción de 1824. Gómez Farías, quien en mayo de 1822 pugnó porque el
entonces Congreso Constituyente del Imperio Mexicano, proclamase sin dis-
cusión a.Tturbíde como emperador, en su carácter de vicepresidente de la
República y en ejercicio del Poder Ejecutivo Federal, se ostentó como un
gobernante de ideas avanzadas, a tal grado que se le considera COmo el
precursor 'de la Reforma en unión del doctor José Luis Mora. Enemigo
del clero, que en aquella época representaba a la clase económica prepotente
y cuya situación le atribuía indiscutible dominio político, Gómez Farías
expidió diversos decretos en que prohibió a las autoridades eclesiásticas tra-
tar cuestiones de gobierno civil; declaró la cesación de Ia obligación jurídica
de pagar diezmos; suprimió la coacción civil para el cumplimiento de los
votos monásticos; secularizó las misiones de las CaIifornias, vedó todas las
ventas, imposiciones y redenciones en bienes y fincas de regulares del Dis-
trito Federal a los prelados o ecónomos de sus conventos; y ordenó la subs-
titución de la Real y Pontificia Universidad de México por una Dirección
General de Institución Pública."
Tales medidas, que tendieron a debilitar la pujanza económica del clero
y a restringir su intervención en la vida politica y cultural de México y de
cuya atingencia o desacierto no trataremos en esta ocasión, produjeron la
violenta- reacción de los grupos politicos que eran decididos partidarios de
los privilegios eclesiásticos y enemigos de las tendencias reformistas del go-
bierno de Gómez Farías demostradas por los drásticos decretos menciona-
dos. Puede afirmarse que las medidas adoptadas por éste y su impugnación
cruenta e ideológica, originaron en nuestra historia dos corrientes políticas
opuestas, el liberalismo y elconservatismo, cuyas pugnas, que regaron la
vida pública de México con la sangre de sus hijos, quedaron prácticamente
liquidadas con el fusilamiento de MaxirniIiano en junio de 1867. El libe-
raIismo se significó como un movimiento político-jurídico sostenedor de una
ideología nueva que pugnaba principalmente por la abolición de los fueros
y privilegios de las clases sociales que entonces detentaban el poder políti-
co y económico (el clero, el ejército y los grupos económicamente fuertes)
y por la separación de la Iglesia y del Estado, - confinando a aquélla a los
so Decretos de 6 y 8 de junio; 20 de agosto; 21 y 27 de octubre; 8 y 20 de noviembre
'1 2 de diciembre del año de 1833.
SITUACIÓN DEL GOBERNADO EN LA HISTORIA 131

estrictos límites de su misión espiritual. Los llamados conservadores, en


realidad, no tenían una ideología perfectamente definida, pues simplemente
se ostentaron como opositores a toda tendencia reformadora del liberalismo,
tratando de impedir que éste lograra las finalidades que perseguía. Frente
al querer positivo renovador de los liberales, los conservadores asumieron
un querer negativo: evitar la implantación política, jurídica y económica
de las ideas abrigadas por sus adversarios mediante el mantenimiento del
estado de cosas que por aquéllas pudiera afectarse. El conservatismo trató
de defender lo que ya existía; no fue, por tanto, un movimiento regresivo;
en cambio, el liberalismo pretendió transformar lo existente, reemplazán-
dolo por lo que creyó justo desde el punto de vista político, social yeco-
nómico. Ambas tendencias, hay que reconocerlo, procuraban de buena fe
el bienestar y la felicidad de México, aunque en la conducta de algunos
personajes que representaban a una y a otra se hayan advertido actos an-
tipatrióticos que no es del caso relatar.
Las medidas gubernativas de Gómez Farías provocaron el levantamiento
que se Conoce con el nombre de "Religión y Fueros", por cuyo motivo
Santa Anna se hizo cargo del Poder Ejecutivo. Bajo la presión de los gru-
pos conservadores que ya comenzaban a tomar cuerpo, el sistema federal
establecido en la Constitución de 1824 se substituyó por el régimen central,
expidiéndose en diciembre de 1835 las llamadas Siete Leyes Constitucionales,
ordenamiento que, a pesar de haber cambiado la forma estatal de México,
conservó el principio de la división de poderes (hecho nugatorio por la
creación de un cuarto poder denominado Supremo Poder Conservador) 01
e instituyó diversas garantías en favor del gobernado.
La Constitución centralista de 1836 es hija espuria de un congreso que,
no obstante que emanó de la Constitución de 1824, se erigió en "constitu-
yente" violando con todo descaro el ordenamiento que le dio vida jurídica.
Para constatar la ilegitimidad de "Las Siete Leyes Constitucionales" nada
más pertinente que citar las palabras del licenciado F. Jorge Gaxiola, quien
afirma: "Si el Jefe del Ejecutivo rompía sus títulos legitimes y se rebelaba,
cn el fondo, contra su propia administración, el Congreso.no podía guardar
una actitud ponderada; el mal ejemplo cundió y la asamblea legislativa
declaró que en ella residían "por voluntad de la nación, todas las facultades
extraconstitucionales necesarias para hacer en la Constitución de 1824,
cuantas alteraciones crea convenientes, en bien de la misma nación, sin las
trabas y moratorias que ella prescribe". La asamblea tuvo el inútil pudor
de limitar sus funciones, y después de desconocer prácticamente la Cons-
titución de 1824, que, al margen de la misma iba a reformar, quiso respetar
uno solo de sus preceptos, el 171, que prohibía terminantemente cualquier
enmienda sobre la libertad e independencia del país, su religión, forma de
91 El estudio de dicho "poder" aparece en la obra El Juicio de Amparo, del autor de
este libro.
132 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

gobierno, división de poderes, o que atacase la libertad de imprenta. Pero


este proceder pareció tímido y el Sexto Congreso consideró p""ferible de-
clararse por sí y ante sí en verdadero constituyente, "con amplias facultades
para variar la forma de gobierno y constituir a la nación de nuevo".
"La asamblea destruyó en esta forma el principio que sustentaba su
propia legalidad. Dio un original 'golpe de Estado parlamentario', que por
lo demás fue calificado, en aquel entonces, como 'la única navecilla que
por ahora puede salvar a la nación de un naufragio' (palabras del diputado
Pacheco pronunciadas el 29 de abril de 1835) Y de aquí salieron las lla-
madas Siete Leyes, que formaron la Primera Constitución centralista del
país, y que, del año de 1836 al de 1841, habían de ser el estatuto funda-
mental de nuestra organización política,"
La primera de las Siete Leyes Constitucionales de 1836 se refiere a los
derechos' y obligaciones de los mexicanos y habitantes de la República y en
sus preceptos se contienen diversas garantfas de seguridad jurldica, tanto
en relación con la libertad personal como con la propiedad, al disponerse
que nadie podía ser detenido sin mandamiento de juez competente y que
la privación de los bienes de una persona, de su libre uso y de su aprovecha-
miento sólo podría llevarse a cabo cuando lo exigiera la pública utilidad.
Además, en la propia Primera Ley se consagra la libertad de emisión del
pensamiento, prohibiéndose la previa censura para los medios escritos de
expresión, así como la libertad de traslación personal y de bienes fuera del
país."
El cambio de la forma de Estado que se operó en virtud de la Consti-
tución centralista de 1836, no puso fin al padecimiento endémico de nues-
tra vida pública: los pronunciamientos, "cuartelazos" y levantamientos
militaristas. Contra el gobierno de Bustamante, emanado de dicha Cons-
titución, se suceden los famosos "planes", que no eran, en la mayoría de
los casos, sino la careta con que se disfrazaban frente a un pueblo carente
de opinión las ambiciones personalistas de poder. La implantación del ré-
'02 La sustitución del régimen federal por el régimen central que operó el documento
constitucional a que nos referimos, originó que Yucatán reasumiera su soberanía convir-
tiéndose en auténtico "Estado libre y soberano". Al organizarse jurídica y políticamente con
este carácter, su asamblea constituyente expidió la famosa Constitución de 1840. obra pri-
mordialmente del ilustre don Manuel Crescencio Rejón. en la que este patricio plasma su
ideario sobre las trascendentales funciones del Poder Judicial dentro de un régimen de dere-
cho en el que impere el principio de supremacía constitucional. Como es bien sabido, de ese.
ideario brotó la concepción del juicio de amparo que se instituye en la mencionada Ley
Fundamental Yucateca, misma que analizamos en nuestra obra respectiva a propósito de la
creaci6n de nuestro glorioso juicio de garantías. Por lo que concierne a la situación del
gobernado frente al poder estatal dentro del sistema establecido en la Constitución de 1840
este ordenamiento reconoció en su favor las potestades naturales inherentes a la personali-
dad humana, convirtiéndolas en garandas individuales, tales como las que atañen a la li-
bertad de pensamiento, de imprenta, etc., instituyendo por primera vez en México la
religiosa. Además, en la propia Constitución se consagran garantías de seguridad jurídica
en favor de la libertad personal y en lo que respecta a los juicios penales, análogamente
a las consignadas en los artículos 16, 19 Y 20 de nuestra Ley Fundamental vigente.
SITUACIÓN DEL GOBERNADO EN LA HISTORIA 133

gimen central fue la causa, o al menos el pretexto, para que Tejas exigiera
su independencia. Por su parte, Yucatán, molesto porque el centralismo
lo degradó al convertirlo en un simple departamento, opta por separarse
de la República Mexicana. Estos hechos, que revelaban el peligro de un
paulatino desmembramiento de nuestro país, provocaron la reacción de los
partidarios del federalismo para restaurar el imperio de la Constitución de
1824-. Sería prolijo relatar los múltiples levantamientos que bajo diversos
"programas salvadores" se registraron en la etapa más caótica de nuestra
historia: la que comprende la vigencia de las Siete Leyes Constitucionales.
La República presentaba el aspecto de un gran teatro, en que el pueblo
espectador, sin tomar realmente partido en favor de ninguna de las faccio-
nes, presenciaba diversos escenarios de mutación constante (los cargos de
presidente) en que los actores se sucedían unos a otros en el paroxismo del
poder (los diferentes pronunciados), ambicionado a la vez por Santa Auna,
Bustamante, G6mez Pedraza, Bravo, Á1varez y otros muchos "patriotas".
El antiguo vencedor del español Barradas, tras una serie interminable de
peripecias, escaramuzas y ardides, proclama el tristemente célebre Plan de
T acubaya, en que apoyara posteriormente su descarada dictadura, decla-
rando la cesaci6n de todos los poderes existentes en virtud de la Constitu-
ci6n de 36, exceptuando al judicial (al que después manej6 a su antojo)
y previniendo que se nombrara por el "jefe de la revoluci6n" una junta
que debiera designar "con entera libertad" a la persona que se hiciese
cargo del Poder. Ejecutivo, entretanto un "congreso constituyente" organi-
zara a la naci6n." El primer paso dado "libremente" por dicha junta fue
la declaración a favor de don Antonio L6pez de Santa Anna como Pre-
sidente de la República, cargo que en esta ocasi6n ocup6 por sexta vez.
En 10 de diciembre de 184-1 Santa Anna lanza la convocatoria prevista
en el Plan de Tacubaya para un Congreso Constituyente, el cual debería
quedar instalado el primero de junio de 184-2. Del seno de este congreso
se designa a una comisi6n compuesta por siete miembros encargada de
elaborar un proyecto constitucional. Dicha comisi6n, a su vez, se dividió
en dos grupos, estando el minoritario integrado por don Mariano Otero,
Espinosa de los Monteros y Muñoz Ledo, quienes formularon un proyecto
de naturaleza federalista, a diferencia del que elabor6 la mayoría, el cual
tendia a reiterar el régimen central de la Constitución de 1836. Sin em-
bargo, el Congreso Constituyente no pudo discutir tales proyectos, porque
por decreto expedido el 19 de diciembre de 184-2 por don Nicolás Bravo,
a la sazón Presidente de la República merced a la "designaci6n" que en
su favor hizo Santa Arma, se nombro una Junta de Notables "compuesta
de ciudadanos distinguidos por su ciencia y patriotismo", encargada de for-
mar las bases para organizar a la naci6n....
98 Dicho plan fue expedido el 28 de septiembre de 1841. en cuyas bases primera a
séptima se establecieron los anteriores puntos.
94 Entre, los ochenta miembros que componían la expresada Junta se encontraban el
134 LAS GARANTIAS INDIVIDUALES

Al efecto, el 13 de junio de 1843, "el general don Antonio López de


Santa Anna, benemérito de la patria y Presidente provisional de la Repú-
blica", anunci6 la expedici6n, por la Junta de Notables citada, de las llama-
das Bases de Organización Política de la República M exicana, Este orde-
namiento, cuya ilegitimidad es notoria, reiteró e! régimen central implan-
tado por la Constituci6n de 1836. Adopt6 el principio de la separaci6n o
división de poderes, depositando el legislativo en dos cámaras, una de
diputados y otra de senadores (estos últimos e!egibles por las asambleas
departamentales, por la cámara de diputados, por e! Presidente de la Re-
pública y por la Suprema Corte de Justicia) (art. 32); el ejecutivo en un
magistrado (Presidente de la República) cuyas funciones durarían cinco
años; y e! judicial en una Suprema Corte de Justicia, en los tribunales su-
periores y jueces inferiores de los departamentos.: Por lo que concierne a
las garantfas del gobernado, las Bases Orgánicas de 1843 superaron a las
Constituciones de 1824 y de 1836, al contener en un capitulo explicito y
de manera más completa que en estos dos últimos ordenamientos, un cua-
dro general de los derechos "de los habitantes de la República" (arts.
7 a 10).
El 2 de enero de 1844 vuelve a ser designado Presidente de la República
por e! Congreso Nacional y de acuerdo con las citadas Bases Orgánicas e!
general Santa Auna, quien, pretextando motivos de salud, manifiesta no
poder tomar posesi6n de dicho cargo el primero de febrero siguiente, en
cuya virtud se nombr6 presidente interino a don Valentin Canalizo. En 4
de junio de! propio año, Santa Auna asume la presidencia, cesando en sus
funciones Canalizo, quien vuelve al interinato presidencial tres meses des-
pués a consecuencia de otro de los acostumbrados retiros de! "benemérito
de la patria" a SUS fincas en e! Departamento de Veracruz, Hastiado el
Congreso por los frecuentes retiros de Santa Anna, que más bien significaban
huidas estratégicas de la Presidencia de la República cuando alguno de los
muchos problemas que aquejaban a la naci6n se avecinaba, por decreto
de 17 de diciembre de 1844 lo desconoci6 como Jefe del Ejecutivo nacional,
"por haberse sublevado contra e! orden constitucional", ya que no pidi6
permiso al' Congreso para acudir a sofocar e! levantamiento de Paredes
Arrillaga en Jalisco y en vista de que no reconoci6 al gobierno de don
José Joaquin '<le Herrera, a la sazón designado presidente interino en subs-
tituci6n de Canalizo. Este fracaso político oblig6 a Santa Auna a desterrar-
se, embarcándose rumbo a La Habana en junio de 1845.
Bajo e! gobierno de Herrera, a mediados del año de 1846 se declar6
el estado de guerra con los Estados Unidos, única manera decorosa de
responder a la vileza que entrañ6 la anexi6n de Tejas a la Uni6n Ame-
ricana.
general Valentín Canalizo. don Manuel Dublán, los licenciados José Urbano Fonseca, Fer-
nando Ramírez, Andrés Quintana Roo, el general Mariano Paredes Arrillaga y otros.
SITUACIÓN DEL GOBERNADO EN LA HISTORIA 135

Nuestro país, en plena bancarrota económica, desorganizado, infectado


con el virus de los pronunciamientos que lo dividian interiormente y lo
debilitaban para repeler la injusta y aleve agresión del poderoso país vecino,
se aprestó, sin embargo, para defenderse a sabiendas de su impotencia y
de su fatal y desgraciada derrota. El Presidente Herrera dispuso la defen-
sa de la República, poniendo bajo el mando del general Paredes Arrillaga
los elementos militares con que escasamente contaba el gobierno. Las am-
biciones mezquinas de Paredes por conquistar el poder triunfan sobre el de-
ber que como militar le incumbía para proteger a la patria contra el invasor
extranjero y en vez de combatir a las tropas norteamericanas, se levanta
en San Luis Potosí, logrando que el Congreso lo designe presidente interino.
La gueITa contra los Estados Unidos significó una magnifica oportuni-
dad para los federalistas, no en el sentido de demostrar su patriotismo de-
fendiendo a México, sino de soliviantarse contra el gobierne¡ centralista. Así, el
4 de agosto de 1846, el gcneral Mariano Salas formuló un plan en la Ciu-
dadela de México desconociendo el régimen centralista y pugnando por la
formación de un nuevo congreso "compuesto de representantes nombrados
popularmente, según las leyes electorales que sirvieron para el nombramien-
to del de 1824". En dicho plan se invitó a don Antonio López de Santa
Anna para que se sumara al movimiento que implicaba, "reconociéndolo
desde luego como general en jefe de todas las fuerzas comprometidas y
resueltas a combatir porque la nación recobre sus derechos y asegure su
libertad y se gobierne -por sí misma". Conforme a la convocatoria que dos
días después lanzó el propio Salas en su carácter de "jefe del ejército liber-
tador republicano en ejercicio del supremo Poder Ejecutivo", el Congreso
a que aludía el Plan de la Ciudadela debería quedar instalado el 6 de di,
ciembre de 1846, en la inteligencia de que mientras se expedía una nueva
Constitución, regiría la federal de 1824 (decreto de agosto 22 del men-
cionado año). Uno de los primeros actos del nuevo Congreso consistió en
designar presidente interino de la República a Santa Anna y vicepresidente,
a don Valentín Gómez Farías (decreto de 26 de diciembre de 1846), Y
seguidamente, en 10 de febrero de 1847, restauró la vigencia de la Cons-
titución de 1824, reimplantándosc así el régimen federal. Este ordenamiento
'constitucional evidentemente urgía modificaciones para adaptarse al estado
de cosas que prevalecían en 1847, y en tal virtud, el 18 de mayo de este
año, se expidió el Acta de Reformas, cuyo preámbulo afirmaba lo siguiente':
"En nombre de Dios, Creador y Conservador dc las sociedades, el congreso
extraordinario constituyente, considerando: Que los Estados mexicanos, por
un acto espontáneo de su propia e individual soberanía (lo que no es- ver-
dad) y para consolidar su independencia, afianzar su libertad, proveer a
la defensa común, establecer la paz y procurar el bien, se confederaron en
1823, y constituyeron después en 1824 un sistema político de unión par",
su gobierno general, bajo la forma de República popular representativa, que
136 LAS GARANTIAS INDIVIDUALES

aquel pacto de alianza, origen de la primera Constitución y única fuente


legítima del poder supremo de la República, subsiste en su primitivo vigor,
y es y ha debido ser el principio de toda institución fundamental; que ese
mismo principio constitutivo de la Unión Federal, ni ha podido ser con-
trariado por una fuerza superior, ni ha podido ni puede ser alterado por
una nueva Constitución; y que para más consolidarle y hacerle efectivo,
son urgentes las reformas que la experiencia ha demostrado ser necesarias
en la Constitución de 1824, ha venido en declarar y decretar, y en uso de
sus amplios poderes, declara y decreta: ... "
Las prescripciones más importantes del Acta de Reformas de 1847 fue-
ron las siguientes: declaración de que una ley secundaria fijarla las garan-
tias de libertad, seguridad, propiedad e igualdad en favor de todos los habi-
tantes de la República (art, 5'); supresión de la vicepresidencia (art. 15);
establecimiento del principio de facultades expresas para los poderes de la
Unión, sin que se entendieran permitidas otras por falta de expresa restric-
ción (art. 21); institución del juicio de amparo para proteger a cualquier
habitante de la República, en el ejercicio y conservación de los derechos
concedidos constitucional y legalmente contra todo ataque de los poderes
legíslativo y ejecutivo de la Federación o de -los Estados (art. 25); potestad
para el Congreso General o las legislaturas locales, a fin de que pudiesen
declarar anticonstitucionales, respectivamente, las leyes de las entidades fe-
derativas. o las federales (arts, 23 y 24).
La eficacia juridica de las garantías individuales declaradas simple-
mente en el Acta de Reformas se supeditó a la expedición de una ley cons-
titucional que las instituyera de manera específica, adoptando en este punto
la idea de don Mariano Otero expuesta en su célebre "voto particular" de
cinco de abril de 1847.
Al respecto, el ilustre jalisciense decía: "Entiendo que la Constitución actual
debe establecer las garantías individuales, y sobre bases de tal manera estables,
que ninguno de los hombres que habiten en cualquier parte del territorio de
la República, sin distinci6n de nacionales y extranjeros, tengan que extrañar
sobre este punto las mejores leyes de la Tierra. Dominado por este pensamiento,
propongo que la Constitución fije los derechos individuales y asegure Su in-
violabilidad, dejando a una ley posterior, pero general y de un carácter muy
elevado, el detallarlos."
De manera distinta opinaban los señores Fernando Agreda, Manuel Cres-
cencio Rejón, José Maria del Río y Manuel Buenrostro, diputados designados
por el Distrito Federal, pues para ellos en la Constitución debían especificarse
las garantías individuales, sin dejar su institución a la legislación secundaria,
aunque tuviese el rango elevado que pretendía Otero. Redactaron al efecto un
documento, fechado el 29 de noviembre de 1846, en que proponían la inser-
ción dentro del texto constitucional- de diversas garantías, figurando entre ellas
las relativas. -a la preservación de la libertad personal frente a detenciones ar-
bitrarias y a la incomunicación, a la de legalidad, a la protección de la propiedad
privada, a la libertad de industria y de reunión, al derecho de petición y a la
seguridad del domicilío.
SITUACIÓN DEL GOBERNADO EN LA HISTORIA 137

Desventuradamente, el voto de Otero y la proposición de los mencionados


diputados, encabezados por Rejón, no se enfrentaron en el seno del Congreso,
ya que éste, en ausencia del egregio yucateco, adoptó el punto de vista del
jalisciense. Ello se debió a que, según explican Carlos A. Echánove y Trujillo
y Santiago Oñate, "En la discusión y votación del voto particular faltó la
polémica entre Rejón -jefe de la mayoría de la comisión- y Otero", falta
que obedeció a que "el 19 de abril (de 1847) llegó a México un periódico
de Washington, el Commercial Advertiser, en el que se daba la noticia de que
llegaría a México el mayor general Benton, provisto de todos los secretos di-
plomáticos, y con tres millones de dólares disponibles para concluir un tratado.
El periódico afirmaba que Benton entablaría "comunicaciones con el señor
Rejón inmediatamente". En la sesión de ese mismo día Rejón rechazó con
energia el cargo que se le hacía, pero a pesar de ello una multitud enardecida
por la derrota de Cerro Gordo, atacó al diputado Rejón y trató de lincharlo.
Rejón se considero sin libertad ni garantías y desde entonces dejó de concurrir
a las sesiones del Congreso" .9lS
Con el objeto de hacer efectivas las garantías de libertad, seguridad, pro-
piedad e igualdad que proclamaba el artículo 5 del Acta de Reformas, el dipu-
tado José Maria La/ragua presentó un proyecto de ley constitucional el 3 de
mayo de 1847 que no fue aprobado por el Congreso. A su vez, el 29 de enero
de 1849, los senadores Otero, Robredo e lbarra formularon otro proyecto de
"Ley Constitucional de Garantías Individuales" que corrió la misma suerte
que el anterior.P" Puede sostenerse, en consecuencia, que bajo la referida Acta
las garantías del gobernado s610 se declararon teóricamente, pues su especifica-
ción y, por ende, su eficacia jurídica se sujetaron a una ley que no lleg6 a
expedirse. Pese a esta omisión legislativa, y según relata Santiago Oñate, el 13
de agosto de 1849 se pronunci6 en México la primera sentencia de amparo, en
cuyo caso el quejoso fue Manuel Verástegui y don Pedro Zámano el Juez de
Distrito que "le dispensó" la protecci6n solicitada contra el gobernador del
Estado de San Luis Potosí. El fallo respectivo se fundó substancialmente en el
artículo 25 del Acta de Reformas (que instituyó el juicio de amparo), no obs-
tante que este precepto tampoco fue reglamentado."
Después de que se suceden en la Presidencia de la Rcpúhlica Manuel
de la Peña y Peña y José Joaquín de Herrera, la Cámara de Diputados
del Congreso General, COn fundamento de los artículos 84 y 85 de la Cons-
titución federal, declaró como Jefe del Ejecutivo al general Mariano Arista,
uno de 105 pocos hombres bien intencionados de la época y que trató de
desarrollar su actividad gubernativa por cauces realmente constructivos. Sin
embargo, la moralización que pretendió imprimir a su .'gobierno afectó mu-
chos intereses creados, imposibilitándolo para continuar digna y honesta-
mente en el poder, por lo que se vio obligado a presentar su renuncia como
'presidente de la República que el Congreso aceptó el 6 de enero de 1853,
Justamente dos años después de que asumió dicho alto cargo. Para substi-
~5 "El Acta de Refo~mas· de 1847". Estudio publicado en la obra D-erechos del Pueblo
Mexicano - México a través di sus Constituciones, editada en 1967 por la XLVI Legisla-
tura de la Cámara de Diputados, tomo II, pig. 26. .
!.lO En atención a la importancia que para la historia de las garantías individuales en
México tienen di~os dos proyectos, los reproducimos"COmo A~iñdic~s 111 y"iv
(l~ lbíd. Págs. 39 a 43.
de esta ob~a.
138 LAS GARANTIAS INDMDUALES

tuir a Arista, la Cámara de Diputados de dicho cuerpo legislativo nombró


a Juan B. Ceballos, quien venía ocupando la Presidencia de la Suprema
Corte de Justicia. Mediante un clásico golpe de Estado, indigno de un ex
representante del Poder Judicial Federal, Ceballos decretó la cesación del
Poder Legislativo de la República (19 de enero de 1853), ordenando se
convocara a un Congreso extraordinario para reformar la Constitución
entonces vigente (la de 1824), con e! pretexto de que el Congreso ordinario
no estaba facultado para introducir en dicho ordenamiento las modificacio-
nes que reclamaba la "voluntad" del pueblo expresada a través de diversos
pronunciamientos habidos en diferentes lugares del teritorio nacional y a
los cuales se había adherido la guarnición de la ciudad de México.
Roto el orden constitucional en virtud de la supresión de la asamblea
legislativa, se apodera de la Presidencia de la República, sin más titulo que
mediante uno de los incontables pronunciamientos que por desgracia han
caracterizado a las época. más aciagas de nuestra historia, Manue! Maria
Lombardini, quien por decreto de 17 de marzo de 1853 y con apoyo "en
e! articulo 5 del convenio acordado en 6 de febrero anterior entre el jefe
de la división de Jalisco y Estados adheridos al Plan de Guadalajara, e!
jefe de la división Robles y los señores comisionados por la división Lom-
bardini", declaró Presidente de la República a don Antonio López de Santa
Anna y a consecuencia de una curiosa "elección" celebrada en el salón de
la Cámara de Diputados (sin diputados) que se verificó por el insólito
procedimiento de abrir unos misteriosos "pliegos" conteniendo los "votos"
respectivos.
El gobierno -del veleidoso Santa Anna, emanado de los anteriores acon-
tecimientos, constituyó uno de los más afrentosos Impactos contra la digni-
dad política del pueblo mexicano. Fruto de un golpe militar que embozaba,
como tantos otros, ambiciones mezquinas de poder respaldadas por la actitud
oprobiosa de un ex presidente de la Suprema Corte, su ilegitimidad era
notoria. Sin ninguna norma juridica que rigiera sus actos, pues el orden
constitucional había desaparecido; frente a un pueblo que carecía de con-
ciencia cívica e indiferente, por desgracia, a los nefastos pronunciamientos;
y en ausencia de toda ideología politica que no fuese la suya personal, Santa
Anna hizo de su gobierno la más execrable de todas las dictaduras. Bajo
la forma meramente verbalista de "Presidente de la República", el astuto
mutilado encarnó a un sátrapa, de cuya caprichosa voluntad dependia toda
la vida pública de México. En su persona se concentraron todas las fun-
ciones estatales: dictaba leyes, las ordenaba cumplir y organizaba a discre-
ción los tribunales. A falta de todo fundamento más o menos juridico que
pudiese aparentemente justificar sus actos gubernativos ante el pueblo, tuvo,
sin embargo, un gesto de falsa pudicia para tratar de legitimar su conducta:
la invocación constante de "facultades que le confirió la nación" como si
SITUACIÓN DEL GOBERNADO EN LA HISTORIA 139

ésta hubiese estado constituida por los ambiciosos y descarados militares que
10 llevaron al poder.

Son numerosísimos los decretos que expidi6 Santa Anna sobre las distintas
materias que comprendía la vida pública de México; y s6lo con el objeto de
dar una idea de lo omnímodo de su gobierno dictatorial, nos permitiremos
aludir a varios de ellos. Legisl6 sobre las facultades que en su personal concepto
debían tener los gobernadores de los Estados (decreto de 11 de mayo de 1853) ;
dict6 una ley para el arreglo de lo contencioso-administrativo (Dec. de 25 de
mayo de 1853); sujet6 a los ladrones a la jurisdicci6n militar (Dec. de mayo
20 de 53); restableci6 las alcabalas (Dec. de 2 de junio de 63); expidi6 una
ley penal para los empleados de Hacienda (Dec. de 28 de junio); orden6
uniformar a los miembros de la Suprema Corte (Dec. de julio 5) j cre6 una
ley expropiatoria (Dec. de 7 de julio) y otra sobre traidores a la patria (Dec.
de 9 de julio); derog6 el decreto de la legislatura de Oaxaca que sancion6
el C6digo Civil del Estado (Dec. de julio 27); expidi6 una ley sobre cons-
piradores tratando de afianzar su gobierno contra sublevaciones, pronuncia-
mientos o cualquier otro acto que afectara a su régimen (Dec. de primero de
agosto); delimit6 la jurisdicci6n del Tribunal Mercantil [Dec. de 12 de sep-
tiembre) ; expidi6 una ley orgánica sobre lo, tribunales y juzgados de Hacienda
(Dec. de 20 de septiembre); determin6 que los Estados de la República se
llamasen Departamentos (Dec. de 21 de septiembre); derog6 las leyes del
Estado de Veracruz de 10 de febrero y de 15 de marzo de 1849 sobre trata-
miento (Dec. de 24 de octubre); estableci6 una contribuci6n sobre posesi6n
de perros (Dec, de 2 de noviembre); declaró nulas las enajenaciones de te-
rrenos baldíos hechos por los Estados (Dec. de 25 de noviembre); expidi6 una
ley sobre el arreglo de la administraci6n de justicia (Dec. de 16 de diciembre) ;
ordenó la cesaci6n de los fueros de los diputados (Dec. de la misma fecha) ;
cre6 una ley sobre extranjería y nacionalidad (Dec. de 30 de enero de 1854) y
sobre nacionalidad de las sociedades comerciales (Dec. de 16 de. febrero) ;
prohibi6 la introducción en la República de impresos que atacaran o censu-
raran al gobierno (Dec. de 16 de marzo); declar6 milos varios decretos de las
legislaturas de los Estados (Dee. de 31 de mayo); expidi6 un C6digo de Co-
mercio, cuyo autor fue don Teodosio Lares, ordenamiento que, no obstante
su vicio de origen, significó un indudable adelanto en la evolución jurídica
de México (Dec. de 16 de mayo).

Un pueblo puede tolerar por algún tiempo las vejaciones reiteradas de


que lo hagan víctima sus autoridades; puede padecer pacientemente la más
indignante opresión de su gobierno; pero llega un momento en que hombres
decididos a romper el oprobio lo sacan de su letargo y lo tornan en furibun-
do reconquistador de sus derechos. Ello aconteci6 el primero de marzo de
1854, en que un grupo de militares, procediendo de manera contraria a
como habían actuado muchos de sus colegas eri ocasiones anteriores, lanzó
por todos los ámbitos de la República y desde la pequeña población de
Ayuda una estruentosa proclama de libertad, formulando un plan reivin-
dicador cuyo objetivo fundamental consisti6 en reorganizar jurídicamente
a nuestro país bajo la forma republicana, representativa y popular y sobre
la base del respeto a las garantías individuales. A dicho grupo, por invita-
140 lA') GARANTÍAS INDIVIDUALES

ción del coronel don Florencio Villarreal que lo encabezaba, se adhirió en el


puerto de Acapulco el día 11 siguiente, otro conjunto de militares de diversas
jerarquías (entre los que se encontraba don Ignacio Comonfort), que COn al-
gunas modificaciones suscribió gustoso el Plan de Ayutla, y cuyas tendencias
básicas se analizarán posteriormente. Su Alteza Serenísima, confiado en la so-
lidez de su poderío, en un principio no dio importancia al movimiento que se
alzaba contra su dictatorial gobierno; pero como la sublevación cundía por
diferentes regiones del territorio nacional, se decidió a combatirla. Sin embar-
go, el apoyo militar con que contaba Santa Anna se iba mermando gradual-
mente y el 8 de agosto de 1855, con el pretexto de "atender personalmente el
restablecimiento del orden" marchó al Departamento de Veracruz, abando-
nando pocos días después el territorio de la República, adonde no regresó
hasta febrero de 1874, víctima de la indiferencia pública, para morir dos años
más tarde, olvidado por todos.
La proclamación del Plan de Ayutla se revela en la historia de nuestro
país como un acontecimiento iniciador de una auténtica revolución que cul-
minó con la expedición de la Constitución Federal de 1857, rectora jurídica
de los destinos patrios hasta los trágicos hechos de febrero de 1913, merced
a los cuales la usurpación gubernativa de Victoriano Huerta desencadenó el
movimiento revolucionario de restitución del orden constitucional emanado
del famoso Plan de Guadalupe formulado principalmente por don Venustia-
no Carranza.
La motivación del Plan de Ayuda se tradujo no sólo en el designio de
suprimir la dictadura de Santa Anna, sino en la tendencia para estructurar a
México de una manera estable desde el punto de vista jurídico y político. No
se pretendió, a través de él, simplemente substituir un gobierno por otro
mediante un mero cambio de los detentadores del poder (fenómeno éste
que abunda en nuestra historia), sino establecer un orden constitucional que
garantizara la permanencia de la vida institucional de la República. Claro
está que dicha pretensión se descubre en las finalidades de diversos planes
anteriores, que, o se vieron frustrados por la realidad histórica, o sólo signifi-
caban estratagemas para engañar al pueblo y encubrir ambiciones personales
de poder. El Plan de Ayuda como mero acto de preparación revoluciona-
ria y como medio para instituir un régimen constitucional, habría estado
condenado al fracaso, como tantos otros" en el supuesto de que no hubiesen
concurrido dos circunstancias fundamentales: el triunfo del partido liberal-
republicano que se logró con definitiva hasta la liquidación del imperio de
Maximiliano sostenido por las fuerzas francesas de intervención y por los
conservadores, y la legitimación de la Carta Política de 1857 en la conciencia
de gobernantes y gobernados. De no haber mediado esas dos circunstancias
primordiales, el Plan de Ayuda sólo hubiera significado en nuestra historia
política lo que denotó la Constitución de Apatzingán, a saber, un mero do-
cumento de interés histórico en que se plasmaran las ideas libertarias de un
grupo de hombres que con patriotismo y buena fe deseaban el progreso y
bienestar del pueblo mexicano conforme a una ideología política determinada.
El Plan de Ayuda y las modificaciones que se le introdujeron en Acapul-
co fueron obra exclusiva de un grupo de militares. cuyos designios no eran
SITUACIÓN DEL GOBERNADOR EN LA HISTORIA 141

otros que los de invitar a la nación a organizarse como mejor le conviniese


mediante la integración de un Congreso Constituyente. Como protesta espontá-
nea contra la dictadura de Santa Auna, no propendió a la imposición de
ningún sistema político, pues aunque en él se contiene la profesión de fe re-
publicana y liberal, se dejó la posibilidad en favor de la voluntad mayoritaria
de la nación para que se le hiciesen las modificaciones que ésta acordara y
las que serían acatadas "en todo tiempo" por sus suscriptores. 98
Es evidente que el Plan de Ayuda desató dos importantes movimientos
armados que comprenden sendas etapas en la guerra civil que provocó: el
que culminó con la eliminación del gobierno dictatorial de Santa Auna y
el que terminó con el triunfo del partido liberal, sostenedor de los princi-
pios, instituciones y leyes que de dicho documento se derivaron. En efecto,
los objetivos inmediatos del mencionado plan, una vez satisfechos los propó-
sitos de derrocamiento de la dictadura santanista, consistieron en la designa-
ción de un presidente interino investido con amplias facultades "para
reformar todos los ramos de la administración pública, para atender a la se-
guridad e independencia de la nación y para promover cuanto conduzca a
su prosperidad, engrandecimiento y progreso". Dichas facultades no tenían
otra restricción que la de "respetar inviolablemente las garantlas individuales", de-
biendo su titular "convocar a un Congreso extraordinario conforme a las ba-
ses de la ley que fue expedida con igual objeto en 10 de diciembre de
1841". La desaparición de Santa Auna de la vida pública de México no bastó
para pacificar al país, pues la obra fundamental de dicho Congreso, la Cons-
titución Federal de 1857, y las leyes y decretos reformadores que los gobier-
nos emanados del Plan de Ayutla fueron expidiendo, originaron la cruenta
resistencia de los grupos políticos conservadores que se oponían a la implan-
tación del nuevo estado de cosas. Por ello nos hemos atrevido a afirmar que
la trascendencia revolucionaria del Plan de Ayuda no radica en su mera pro-
clamación, sino en las consecuencias políticas e históricas que de él se deriva-
ron, es decir, en la legitimación ante la conciencia mayoritaria del pueblo
mexicano del Código Político de 1857 y de las llamadas "Leyes de Reforma"
que a la postre sólo fueron y han sido repudiadas por grupos minoritarios,
así como en la derrota definitiva infligida al partido conservador hasta junio
de1867.
Sin embargo, a pesar de que el Plan de Ayuda fue por sí solo insuficien-
te como causa directa e inmediata de la victoria del liberalismo y de la Re-
forma en nuestro país, tiene indiscutiblemente el mérito de haber sido un
documento genuino de preparación revolucionaria, ya que los motivos que

98 Es obvio que la "voluntad nacional mayoritaria" que respaldó el Plan de Ayuda y la


obra fundamental derivada de él, o sea la Constitución de 1857, no se externo mediante ningún
plebiscito ni referéndum, sino que se reveló en la aceptación tácita de las ideas y principios que
en ambos documentos se contuvieron; pues una vez sofocado para siempre el movimiento con-
servador, los sucesos históricos posteriores a 1867 no manifestaron tendencias contrarias al régi-
men republicano, representativo y federal; y si hubo inconformidades contra la transformación
social y política que se operó en virtud de dicha Constitución y de la legislación secundaria co-
nexa, tal hecho debe estimarse sólo imputable a minorías ridículas integradas por clases sociales
que por su posición económica o sus ideas simpatizaban con el ideario conservador.
142 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

determinaron su proclamación y los objetivos que persiguió lo colocan en


ese rango. En efecto, refiriendo a dicho plan los diferentes atributos que pe-
culiarizan a toda revolución y la distinguen de cualquier movimiento altera-
dor de un statu-quo, se llega a la conclusión que se acaba de apuntar por las
siguientes consideraciones:
l. El Plan de Ayuda propendió a derrocar violentamente la dictadura
santanista, es decir, un gobierno de facto, espurio y oprobioso. Así lo declaró
en su base primera al expresar que "Cesan en el ejercicio del poder público,
el excelentísimo señor general don Antonio López de Santa Anna y los de-
más funcionarios que como él hayan desmerecido la confianza de los pue-
blos." (Primer atributo.)
2. Tuvo como propósito establecer la "igualdad republicana" mediante la
abolición de "órdenes, tratamientos y privilegios" abiertamente opuestos a
ella, así como la frustración de "tendencias al establecimiento de una monar-
quía ridícula y contraria a nuestro carácter y costumbres". (Segundo atributo.)
3. Pugnó por la organización "estable y duradera" del país mediante el
establecimiento de un orden constitucional "bajo la forma de república, re-
presentativa y popular" y sobre la base del "respeto inviolable" de las garan-
tías individuales, disponiendo la formación de un gobierno provisional para
que promoviera "la prosperidad, engrandecimiento y progreso" de la patria,
así como la convocación a un Congreso extraordinario que expidiera para
México una Constitución. (Tercer atributo.)
4. Hizo surgir con perfiles ideológicos perfectamente marcados al par-
tido liberal que sostuvo con las armas la Constitución de 57 y las Leyes de
Reforma, y cuyos ordenamientos, una vez logrado el triunfo por sus propug-
nadores sobre sus adversarios, adquirieron carta de legitimidad en el pueblo
mexicano, pues no sólo fueron aceptados por éste sin reticencias cruentas,
sino invocados posteriormente por los gobernados contra las arbitrariedades
del poder público." (Cuarto atributo.)
Las Guerras de Reforma, desde el punto de vista de su significación nacio-
nal, están a la altura de las luchas insurgentes. Ambos fueron verdaderos
movimientos revolucionarios, coincidentes en su motivación y teleología for-
males, aunque divergentes en sus causas y objetivos materiales. La insurgen-
cia, sobre todo durante la epopeya de Morelos, pugnó por la emancipación
política de nuestro país, por su conversión en un Estado independiente y so-
berano, luchando contra las fuerzas que sostenían al gobierno colonial. La
revolución reformista, originada en el Plan de Ayuda y continuada por el
partido liberal, estalla contra una dictadura asfixiante, proclama el régimen
republicano, combate por el establecimiento de una igualdad legal individua-
lista frente a los privilegios clasistas de una pseudo-aristocracia, intenta des-
pojar al clero de la preeminencia política y económica que siempre tuvo en
la vida pública de México, obligándolo a replegarse dentro del ámbito fun-

99 Respecto de la idea de "legitimidad constitucional", véanse las ideas que sobre dicho tó-
pico exponemos en nuestro libro Derecho Constitucional Mexicano y las cuales son perfectamente
aplicables al caso de la Constitución de 57.
SITUACIÓN DEL GOBERNADOR EN LA HISTORIA 143

cional que le demarca su cometido espiritual. Estas tendencias se basan en


los siguientes principios de la ideología liberal: el republicanismo, el federa-
lismo, la igualdad individual ante la ley, el respeto a los derechos de la per-
sona humana, la limitación del poder público frente a los gobernados, la
formación democrática del gobierno y la separación de la Iglesia y el Estado;
principios que se consagran en la Constitución de 57 y en las Leyes de Re-
forma. Desde el punto de vista humano, deontológico-jurídico y aun cristia-
no, el ideario liberal no tiene nada de censurable, pues, por el contrario,
refleja el pensamiento jurídico-político a que en su época había llegado la
evolución eidética de la humanidad. Es por ello por lo que México pudo or-
gulloso exhibir ante todas las naciones civilizadas su Constitución de 1857
como uno de los ordenamientos más avanzados del mundo dentro de sus
contemporáneos, como una obra jurídica producto de las más preclaras inte-
ligencias mexicanas. Desde el punto de vista puramente ideológico, como sis-
tema de principios, nada tiene de vituperable el liberalismo; y si el derecho
positivo fundamental que de él emanó fue susceptible de no acoplarse a la
realidad nuestra o impotente para conjurar definitivamente nuestros males
inveterados, no por ello dejó de representar un avance decisivo en el desen-
volvimiento político-jurídico de México. Se ha dicho que el derecho debe
siempre reflejar la realidad, que por modo necesario debe reconocer las si-
tuaciones sociales que pretenda regular so pena de no aplicarse, de resultar
letra muerta o de no expresar sino un romántico e ingenuo deseo de sus
forjadores; pero si tan triste y desairado papel se atribuyera en forma abso-
luta al derecho, principalmente a toda Constitución, en nuestro régimen
jurídico existirían aún las encomiendas, las incapacidades raciales, los privile-
gios de ciertas clases sociales, los títulos de nobleza, el poder gubernativo abo
soluto, la censura en la emisión del pensamiento, la capitis tieminutio del
indio, los fueros personales, la hegemonía política y económica del clero y,
en general, todas las situaciones contrarias al progreso social, económico y
político. Es cierto que la Constitución de 57 y las Leyes de Reforma pudie-
ron no sólo no adaptarse a la realidad mexicana, sino aun contradecirla;
pero precisamente en estas circunstancias radicó su mayor mérito, pues
cuando una realidad social está plagada de iniquidades, vicios y errores que
la sumergen en la injusticia más indignante, el ordenamiento jurídico que se
le enfrenta es altamente plausible, máxime que, como en el caso de los
principios fundamentales de la legislación liberal, surgió su indiscutible
legitimación popular. En efecto, después de la Constitución de 57 y una vez
destruido el fracasado imperio de Maximiliano en junio de 1867, équé movi-
miento revolucionario anti-republicano, anti-federal y anti-popular se hace
estallar? ¿Quién pugnó ideológicamente por la supresión de las garantías indi-
viduales, por la restauración de las dictaduras, por la reimplantación de los
fueros personales y los privilegios de clase o por la reivindicación de la hege-
monía política y económica del clero? Es obvio que durante la vigencia de la
Constitución de 57 nuestra realidad social, por desgracia, fue refractaria a
la observancia positiva de los principios jurídicos y políticos que en aquélla
se consagraron; pero ello no es de ninguna manera un baldón para el
pensamiento liberal que forjó dicho ordenamiento, sino para todos aquellos,
144 lAS GARAm1As INDMDUALES

gobernantes y gobernados, que pretendieron desconocerlo en su conducta


práctica, aunque no en sus ideas primordiales. 100
Durante el periodo de sesiones del Congreso Constituyente de 1856-57.
don Ignacio Comonfort, en su carácter de presidente sustituto de la Repúbli-
ca Mexicana. expide, en mayo de 1856, el "Estatuto Orgánico Proinsumal" en
el que se consignan diferentes garantías individuales de seguridad. propie-
dad e igualdad (arts. 30 a 79).
En su exposición de motivos, contenida en comunicación de 20 de mayo
de 1856 dirigida al Congreso por el ministro de Gobernación Lafragua, se
asienta que la sección quinta de dicho estatuto "es la ofrecida Ley de Garan-
tías Individuales. y en general está tomada del acuerdo aprobado por el últi-
mo Senado constitucional.w' Como en esa Cámara fue escrupulosamente
discutido el proyecto, el gobierno cree haber acertado, adoptándolo con las
modificaciones que han parecido necesarias y que son la consecuencia de los
principios de progreso y de justicia proclamados por la administración. La
libertad, la seguridad. la propiedad y la igualdad. están suficientemente ga-
rantizadas. y los ciudadanos pueden vivir tranquilos bajo la égida de la ley,
que imponiendo reglas al Poder Supremo asegura a la sociedad contra los
avances del despotismo y pone freno a las pasiones. que muchas veces visten
con su vergonzosa librea los actos que deben ser únicamente fruto de la ra-
zón y de la justicia. En esta sección se proclama la abolición de la esclavitud.
se establecen bases para el servicio personal, se declara la libertad de ense-
ñanza. se prohíben todos los monopolios. las distinciones. los privilegios per-
judiciales, las penas degradantes y los préstamos forzosos; se restringe la
pena de muerte, ya que. por desgracia, no se puede aún decretar su aboli-
ción completa; se establecen las penitenciarías. se respeta la propiedad, y en

100 Al afirmar que la Constitución de 57 quedó legitimada en la conciencia de gobernantes


y gobernados pretendemos significar que. una vez restaurada la República en 1867 con el triun-
fa de las armas que la sostenían sobre el llamado imperio de Maximiliano, ningún movimiento
político se levanta contra ella y sus principios. Esto no denota, sin embargo. que su legitimación
hubiese equivalido a su puntual observancia ni que. en el campo especulativo. no hubiese sido
objeto de critica. Según asevera Daniel Cosía Villegas: "El Congreso Constituyente de 1856 y su
obra. la Constitución del año siguiente, han tenido pocos apologistas a cambio de numerosos
-, crülcos. Los más de éstos fueron. y lo son, la Iglesia católica y el partido conservador". agregan-
do "del campo liberal surgieron sus mejores críticos" y señala como los más destacados a don
Justo Sierra y a don Emilio Rabasa. Ambos convergen en un mismo propósito: justificar el go-
bierno y la política de don Porfirio Díaz y en un solo medio: introducir reformas a la Constitu-
ción para normatlvizar a ese gobierno y a esa política; el uno actúa como periodista y el otro
procede como escritor. Sierra expone sus ideas en el periódico LA Libertad Y a distancia de va-
rios lustros, en 1912. Rabasa publica su obra LA Constilucilm y la Dictadura. No está en nuestro
ánimo hacer un examen de las ideas de tan distinguidos críticos, pues este tema rebasa los lími-
tes de la presente obra, recomendando la lectura del profundo y brillante opúsculo de Cosía Vi-
llegas, LA Constuución di 1857 Y sus Crituos, en que su autor trata substanciosa y amenamente el
estudio sobre el pensamiento de ambos personajes respecto del tópico anotado.
101 Seguramente. la mencionada sección quinta del estatuto tuvo como antecedente inme-
diato el proyecto de Ley Constitucional de Garantías Individuales presentado al Senado por
Otero. Robredo e Ibarra ei 29 de enero de 1859, pues como sostiene Santiago Oñate "ejerció
influencia considerable en el Estatuto Orgánico de Comonfort y en la Constitución Federal de
1857". (op. cu., pág. 33.)
SITUACIÓN DEL GOBERNADOR EN LA HISTORIA 145

suma, se hacen efectivos los principios de libertad, orden, progreso, justi-


cia y moralidad que el gobierno proclamó desde el instante primero de su
instalación".102
La Constuuácm de 1857 implanta el liberalismo e individualismo como re-
gímenes de relaciones entre el Estado y sus miembros. Puede afirmarse,
pues, que dicha Constitución fue el reflejo auténtico de las doctrinas impe-
rantes en la época de su promulgación, principalmente en Francia, para las
que el individuo y sus derechos eran el primordial, si no el único, objeto de
las instituciones sociales, que siempre debían respetarlos como elementos
superestatales.
Más que regímenes de gobierno propiamente dichos, más que sistemas
de organización política y jurídica, el individualismo y el liberalismo impli-
can las posturas que el Estado, como entidad superior, debe adoptar frente a
sus miembros en las constantes relaciones entre ambos. Dichos regímenes
traducen, pues, como todos los demás que son adversos o diversos (socialis-
mo, intervencionismo estatal, etc.), la esfera de actividad, de competencia del
Estado en sus relaciones con los gobernados, demarcando la injerencia de
sus órganos en el ámbito de conducta de aquéllos.
Si bien en un orden jurídico estatal determinado el individualismo y el
liberalismo coexisten, complementándose el uno con el otro, ambos presen-
tan, no obstante, profundas diferencias en su concepción política y filosófica.
En efecto, puede decirse que el individualismo constituye un contenido
posible de los fines del Estado, o sea, que éste opta por la realización de
un objetivo, que estriba precisamente en la protección y conservación de la
personalidad individual, en aras de la cual precisaría sacrificar cualquier otro
interés, naturalmente con las consiguientes salvedades. Por el contrario, el li-
beralismo implica la actitud que el Estado adopta o asume por conducto de
sus órganos frente a la actividad particular, en el sentido de garantizar a ésta
un amplio desarrollo mientras no provoque el desorden dentro del medio
social. Por eso es por lo que el régimen liberal puro, tal como surgió de los
postulados fundamentales de la Revolución francesa, conceptúa al Estado
o, para hablar con más propiedad, al gobierno del Estado, como un mero
vigilante de las relaciones entre los particulares, en las cuales solamente tie-
ne intervención cuando puedan provocar manifiestos desórdenes en la vida
social.
Pues bien, ambas posturas estatales, individualista y liberal, derivan cla-
ramente del articulado de la Declaración de los Derechos del Hombre de
1789 y se encuentran plasmadas en nuestra Constitución Federal de 1857,
cuyo artículo primero dice a la letra: "El pueblo mexicano reconoce que los
derechos del hombre son la base y el objeto de las instituciones sociales. En
consecuencia, declara que todas las leyes y todas las autoridades del país de-
ben respetar y sostener las garantías que otorga la presente Constitución."
Efectivamente, de la simple lectura del precepto que acabamos de transcribir

102 La comunicación a que nos referimos aparece inserta en la obra de don Felipe Tena
Ramlrez, LeytS Fundamentales de Mhico, págs. 517 a 525, pudiendo también consultarse en el De-
Techo Público Mexicano, de don Isidro Montiel y Duarte.
146 lAS GARANTíAs INDIVIDUALES

se desprende que el Código Político de 1857 consideró, fiel a la tesis indivi-


dualista, que los derechos del hombre no sólo son el objeto de las institucio-
nes jurídicas, sino su base misma. Los autores de dicha Constitución,
además, implícitamente se declararon partidarios del jusnaturalismo en ma-
teria de derechos del hombre, tal como puede colegirse de la exposición de
motivos respectiva, que en su parte conducente dice: "Persuadido el Congre-
so de que la sociedad para ser justa, sin lo que no puede ser duradera, debe
respetar los derechos concedidos al hombre por su Creador, convencido de que las
más brillantes y deslumbradoras teorías políticas son torpe engaño, amarga
irrisión, cuando no se aseguran aquellos derechos, cuando no se goza de li-
bertad civil, ha definido clara y precisamente las garantías individuales,
poniéndolas a cubierto de todo ataque arbitrario. El acta de derechos que va
al frente de la Constitución, es un homenaje tributado en vuestro nombre,
por vuestros legisladores, a los derechos imprescriptibles de la humanidad.
Os quedan, pues, libres, expeditas, todas las facultades que del Supremo re-
cibisteis para el desarrollo de vuestra inteligencia, para el logro de vuestro
bienestar."
Pero, además, la Constitución de 1857 no sólo adopta una posición fran-
camente individualista en los términos ya apuntados, sino que implanta tam-
bién el liberalismo como régimen de relaciones entre el Estado y los
gobernados.
En efecto, de la segunda parte del artículo primero se desprende que
toda autoridad debe respetar y sostener las garantías individuales, y en la ex-
posición de motivos relativa se expresa: "El Congreso estimó como base de
toda prosperidad, de todo engrandecimiento, la unidad nacional; y, por tan-
to, se ha empeñado en que las instituciones sean un vínculo de fraternidad,
un medio seguro de llegar a establecer armonías, y ha procurado alejar cuanto produ-
cir pudiera choques y resistencias, colisiones y conflictos", lo cual viene a indicar,
sin dejar lugar a dudas, que al Estado se reputó como un mero vigilante de
las relaciones entre particulares, cuya injerencia surge cuando el desenfrena-
do desarrollo de la libertad individual acarrea disturbios en la convivencia
social.
El artículo la de nuestra Ley Fundamental de 1857, como se ve, contiene
una declaración de carácter dogmático, en el sentido de que los derechos del
hombre son la base y el objeto de las instituciones sociales, ruando así según
dijimos, el fin del Estado. Ahora bien, esa declaración dogmática, consecuen-
cia evidente del jusnaturalismo, es el antecedente lógico ineludible de la se-
gunda parte del precepto que comentamos, en la que se indica que es
precisamente la Constitución la que otorga garantías que deben respetar y sos-
tener todas las autoridades del país, incluyendo a las legislativas. De la exé-
gesis de dicho artículo 10 se concluye que la Constitución de 57 no declaró
cuáles eran los derechos del hombre específicamente considerados, sino que,
dándolos por supuestos como una verdad incontrovertible, se contrajo a
enunciar las garantías, concedidas al individuo, para asegurarlos. Por tanto,
al mencionar en sus veintinueve primeros preceptos dichas garantías, por si-
multaneidad lógica reconoce los primordiales derechos humanos, estable-
ciendo así una identidad entre éstos y aquéllas. Sin embargo, no se debe
SITUACIÓN DEL GOBERNADOR EN LA HISTORIA 147

dejar de advertir que varias de las garantías consignadas en tales preceptos


no corresponden a un auténtico "derecho del hombre", según la idea respec-
tiva del jusnaturalismo, o sea, a un derecho anterior y superior a la sociedad,
sino a un "derecho del ciudadano", esto es, a un derecho que el hombre tie-
ne, no en su calidad de tal, sino como miembro de la colectividad y dentro
de cuyo concepto se comprenden, por lo genera!, las llamadas "garantías de
seguridad jurídica". Es importante subrayar que esta distinción la hacía en el
fondo la Declaración francesa de 1789, a! referirse a los "derechos del hom-
bre y del ciudadano", como conceptos jurídico-políticos diferentes.103
En torno a la concepción filosófica de los derechos del hombre se suscitó una inte-
resante polémica entre don Ignacio Ramírez; por un lado, y don Le6n Guzmán y don
Ponciano Amaga por el otro. Ramírez no era jusnaturalista, pues para él los derechos
humanos nacen de la ley y asevera que "antes de decir que los derechos del hombre
son la base de las instituciones sociales se debe averiguar y definir cuáles son esos de-
rechos", preguntándose si son los que concede la misma Constitución, los que derivan
del Evangelio o del derecho canónico o los que reconocieron el derecho romano y las
partidas. sin dejar de observar que el proyecto constitucional olvida los derechos socia-
les de la mujer. de los niños, de los huérfanos y de los hijos naturales. Guzmán, por vía
de refutación. proclama que el hombre es un ser eminentemente libre y social, que al
reunirse los hombres en sociedad "convienen en sacrificar un poco de su libertad natu-
ral, para asegurar la de los demás, y que esta parte de libertad que se reserva a todos
los individuos, es lo que constituye el derecho del hombre en sociedad, y asegurar ese
mismo derecho, debe ser el fin de las constituciones y de todas las leyes", concluyendo
que por estas razones la Comisión ha acertado en afirmar que los derechos del hom-
bre son la base y el objeto de las instituciones sociales. Corroborando estas ideas,
Arriaga sostuvo que los derechos no emanan de la ley, sino que son anteriores a ella y
que el ser humano nace con ellos. "El derecho de la vida, el de la seguridad, etc., dice,
existen por sí mismos y a nadie ha ocurrido que se necesite una ley que conceda a los
niños el derecho de mamar, y a los hombres todos el de alimentarse y el de vivir." Fá-
cilmente se advierte que al discutirse el tema de los multicitados derechos se enfrenta-
ron dos corrientes opuestas, a saber, el positivismo juridico, representado por don
Ignacio Ramírez, y el jusnaturaUsmo cuyos voceros fueron en esa ocasión don León
Guzmán y don Ponciano Arriaga. Esta última tesis fue compartida por la mayoría de
los diputados constituyentes al aprobar por setenta votos contra veintitrés el artículo
primero de la Constitución.tw

103 La interpretación que nos hemos permitido sustentar sobre el artículo 1° de la Constitución
de 57, se corrobora por la gestación parlamentaria misma de dicho precepto. a través de los de-
bates ocurridos en las sesiones del Congreso Constituyente, efectuadas los días 10 Y 11 de julio
de 1856 y en los que se destacaron Arriaga, Ramlrez, Guzmán, vallarta y Mata. (Consúltese His-
torio. del Congreso ConstiJuytnle, de don Francisco Zarco, tomo 1, págs. 683 a 690: y Derecho Público
Mexicano de don Isidro Montiel y Duarte, tomo IV, págs. 161 a 166.) Además, este último juris-
ta. en un estudio prolijo y bien documentado que publicó en el afio de 1889. establece Con cla-
ridad la distinción entre los "derechos del hombre" y las "garantías individuales", aseverando
que los primeros "están fundados en la ley natural" y que éstas "son creaciones de la ley positiva
encaminadas a asegurar el goce de tales derechos por medios que los hagan efectivos" y agrega
que "aun cuando no hubiere ninguna ley positiva. habría sin embargo derechos del hombre que
son anteriores a toda institución social, pero no habrá garantías individuales" (Revista tk úgisla-
ci6nyJurisprudtncia. Volumen correspondiente a enero a junio de 1889, págs. 164 y 165).
104 ZARCO. Historia tkl Congreso ConstiJuyenh, tomo 1, págs. 683 a 690.
148 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

Hemos hecho las anteriores digresiones alrededor del artículo primero


de la Constitución de 57 para comparar este precepto con el relativo de
nuestra Constitución vigente y poder así constatar la diferente ideología polí-
tica que en materia de garantías individuales se contiene en ambos ordena-
mientos fundamentales.
En cuanto a los derechos individuales públicos específicos, la Constitu-
ción de 57 proclama los mismos que la Constitución vigente, dentro de los
cuales sobresalen por su singular importancia los contenidos en los artículos
14 y 16 constitucionales, a los cuales nos referimos posteriormente, haciendo
un estudio histórico de ellos, y que tan trascendentales son para la vida jurí-
dica pública del país.
La Constüucum vigente se aparta de la doctrina individualista, pues a dife-
rencia de la de 57, ya no considera a los derechos del hombre como la base
y objeto de las instituciones sociales, sino que los reputa como un conjunto
de garantías individuales que el Estado concede u otorga a los gobem.adns.
El individualismo, adoptado en el ordenamiento constitucional próximo
anterior, establece que los derechos del hombre, inherentes e inseparables
de su personalidad, son supraestatales, es decir, que están por encima de
todo orden creado por el Estado, el que, por ende, debe siempre respetarlos
y convertirlos en el objeto y base de sus instituciones. Contrariamente a la
tesis individualista, nuestra Constitución de 1917 ya no hace figurar a los de-
rechos del hombre como el exclusivo contenido de los fines estatales, sino
que, considerando que el pueblo constituido políticamente en Estado es el
único depositario del poder soberano, ha expresado en su artículo primero
que las garantías individuales son instituidas o creadas por el orden jurídico
constitucional. Dice textualmente el mencionado precepto: "En los Estados
Unidos Mexicanos todo individuo gozará de las garantías que otorga esta
Constitución, las cuales no podrán restringirse ni suspenderse sino en los
casos y con las condiciones que ella misma establece." Por consiguiente,
nuestra Constitución de 17 resuelve la manifiesta contradicción que teórica-
mente surge entre la concepción superestatal e irreductible de los derechos
del hombre y la soberanía, como poder máximo, sobre el cual nada existe
humanamente.
Lejos de sustentar nuestra actual Ley Fundamental la tesis individualista,
se inclina más bien hacia la teoría rousseauniana, que asevera que las garantías
de que pueden gozar los individuos frente al poder público son otorgadas a
éstos por la propia sociedad, única titular de la soberanía, en virtud de la re-
nuncia de sus prerrogativas, hecha por sus miembros, las cuales son poste-
riormente restituidas al sujeto, pero no como una necesidad derivada de una
imprescindible obligatoriedad, sino como una gracia o concesión. La volun-
tad de la nación es, pues, para Rousseau, el elemento supremo en que con-
siste la soberanía, sobre la cual ningún poder existe y a la cual todos deben
sumisión.
Ni en el Proyedo de Rejormas a la Cllll.<titw:Wn de 1857 elaborado por don
Venustiano Carranza y presentado al Congreso de Querétaro el 10 de di-
ciembre de 1916, ni en los debates habidos en éste, se formulan conside-
raciones expresas para cambiar el texto y espíritu del arúculo primero de la
SITUACiÓN DEL GOBERNADOR EN LA HISTORIA 149

mencionada Ley Fundamental. No se puso en duda, sin embargo, que el


hombre tiene derechos y que esos derechos deben ser garantizados por la
Constitución; pero entre esta irrefutable concepción y la de que tales dere-
chos debieran ser el objeto y la base de las instituciones sociales, hay un in-
menso abismo. Seguramente, tanto Carranza como los constituyentes de
16-17, tuvieron en cuenta que, al introducirse garantías de carácter social en la
Constitución, al no ser ya el individuo el sujeto de protección preferente por
parte del Estado, al otorgar a éste mayor intervención en la vida social, la
declaración individualista de la Carta de 57 resultaba incongruente con el
contenido ideológico de la nueva Ley Fundamental. Por ende, al transformar
ésta la actividad estatal, atribuyéndole un radio de acción más amplio, forzo-
samente se tuvo que adoptar otro principio general respecto a las garantías
individuales, que se conceden u otorgan constitucionalmente para asegurar y
proteger los llamados derechos humanos.
La variación del artículo primero de la Constitución de 57 no supone
evidentemente el desconocimiento o rechazo de los derechos del hombre
por parte de los forjadores de nuestra Ley Suprema vigente. Lejos de ello,
según acabamos de decir, la existencia de tales derechos y su necesario
reconocimiento por el orden jurídico eran supuestos ineludibles para la
construcción legislativa. La exposición de motivos del Proyecto de Reformas
Constitucionales y las ideas emitidas al discutirse su artículo primero en el
Congreso Constituyente así lo demuestran. Sería prolijo hacer las transcrip-
ciones respectivas donde dichas apreciaciones encuentran su respaldo, bas-
tando para este efecto, citar las palabras del diputado don José Natividad
Macias, uno de los más distinguidos constituyentes: "La conclusión a que se
ha llegado es que el hombre tiene un derecho fundamental, que es el dere-
cho a la vida, y en este derecho está comprendido el derecho a la libertad,
el cual se traduce por el derecho a todas las necesidades naturales del indivi-
duo. Hay que rehuir cuidadosamente todas estas discusiones filosóficas que
no sirven más que para hacer confusión de las ideas e inducir a errores
que siempre son petjudiciales para los pueblos, y venir a una cosa práctica y
positiva. Las constuucumes no necesitan declarar cuáles son los derechos; necesitan
garantizar de la manera más completa y más absoluta todas las manifestaciones de la
libertad. Por eso deben otorgarse las garantías individuales, y esto es lo que
se ha hecho en el artículo que está a discusión. lOS
Según hemos afirmado, a diferencia de la Constitución de 1857, que
únicamente consagraba garantías individuales como medios recognoscitivos y
protectores de los derechos del hombre, la Constitución vigente consigna,
además, las llamadas garantías sociales, o sea, un conjunto de derechos otor-
gados a determinadas clases sociales que propenden a consolidar su situa-
ción económica primordialmente. Esos derechos sociales se contienen sobre
todo en los artículos 27 y 123 constitucionales, preceptos que cristalizan las
aspiraciones revolucionarias fundamentales, consistentes en resolver, en be-
neficio de las masas desvalidas, los problemas obrero y agrario.
Por otra parte, y sobre todo en materia de propiedad privada, parece

105 Diario de los Debous, tomo 1, núm. 24. Sesión de 13 de diciembre de 1916.
150 lAS GARANT1As INDMDUALES

ser que nuestra actual Ley Suprema, junto a los derechos fundamentales del
individuo o garantías individuales, adopta el concepto correlativo, o sea, el
de obligaciones individuales públicas, que tiene la implicación opuesta a la
idea de "derechos públicos individuales". La obligación pública individual,
desconocida en la Constitución de 57, con exclusión de las fiscales y milita-
res, es aquella que el Estado impone al individuo, al sujeto, constriñéndolo a
obrar o a hacer uso de sus bienes en beneficio de la sociedad. En este senti-
do, podemos decir que la obligación pública individual es el reverso del de-
recho correlativo, en términos abstractos, y que si el Estado, por medio del
orden constitucional, ha concedido en favor del individuo determinadas ga-
rantías, cuyo ejercicio y respeto son indispensables para el desenvolvimiento
de la personalidad humana, también le ha impuesto el deber, en algunos ca-
sos, de utilizar esas garantías en beneficio de la colectividad a que pertenece.
La idea de obligación pública individual, concebida por Duguit, se ha
plasmado, en efecto, en el artículo 27 constitucional, que considera a la pro-
piedad privada, a la vez que como un derecho público individual para su ti-
tular, como una funci6n social, con el correspondiente deber de utilizarla o
emplearla para el bien general. .
Es en la conservación y efectividad de las garantfas sociales a que nos refe-
ríamos, y que respecto de cada particular se traducen en sendas garantías
jurídicas frente al Estado, donde se puede palpar con mayor evidencia el ré-
gimen de interoenaonalismo estatal que establece nuestra Constitución vigente,
al menos en los aspectos que vamos a indicar. Se ha estimado a dichas ga-
rantías sociales como un conjunto de derechos inalienables e irrenunciables
en favor de las clases económicamente débiles frente a las poderosas.
Así, verbigracia, el artículo 123 constitucional instituye las bases mínimas
generales, conforme a las cuales se debe formar la relación de trabajo y de-
terminar sus consecuencias jurídicas, bases que no pueden ser materia de
modificación desfavorable para el trabajador. Pues bien, para hacer efectivas
en la realidad esas bases constitucionales, interviene oficiosamente el Estado en
beneficio de la clase débil, con el fin de hacerlas respetar en la relación jurí-
dica entre trabajador y patrón, sancionando los actos que las contravengan
con la nulidad, o bien con medidas más severas, según el caso.
En la solución del problema agrario también se manifiesta con claridad
la intervención que al Estado da la Constitución en las relaciones sociales.
Así.vpor ejemplo, las disposiciones del artículo 27 constitucional que se refie-
ren a las dotaciones y restituciones de tierras yaguas, particularmente, eri-
gen al Estado, por conducto' de sus órganos autoritarios respectivos, en
verdadero agente no sólo en los procedimientos correspondientes, sino en la
organización y formación del nuevo régimen de propiedad agraria, hipótesis
en las que la oficiosidad de la actuación del poder público es manifiesta, has-
ta tal punto de oponerse a la voluntad de los mismos beneficiados, como
acaece en un sinnúmero de caSOS prácticos, que sería prolijo mencionar.
Pero es más, la vida del Estado mexicano se ha ido desarrollando con
miras a nacionalizar las actividades económicas fundamentales del país, sus-
trayendo de su esfera de acción a los particulares. Ello ha acontecido pri-
mordialmente con el petróleo y con los productos derivados de esta vital
SITUACIÓN DEL GOBERNADOR EN LA HISTORIA 151

sustancia para la economía nacional. Al expropiarse en marzo de 1938 todos


los bienes de las compañías petroleras. el Estado se convirtió en el explota-
dor exclusivo de los yacimientos petrolíferos; y con el objeto de evitar que
las actividades relacionadas con el petróleo reincidieran en la órbita particu-
lar. se adicionó el artículo 27 constitucional con la prohibición absoluta de
que se otorguen las concesiones respectivas. La adición a que nos referi-
mos. que se introdujo a dicho precepto en noviembre de 1940. establece ca-
tegóricamente que 'Tratándose del petróleo y de los carburos de hidrógeno
sólidos. líquidos o gaseosos. no se expedirán concesiones... "'06
Bastan. pues. estas breves digresiones para demostrar que en el régimen
jurídico instituido por la Constitución de 17 opera el sistema de mteruencio-
nismo de Estado, alternando con el liberal-individualista en cuanto a varias de
las garantías del gobernado. Se ha criticado acremente a nuestra actual Ley
Fundamental. porque se asemeja. según sus impugnadores, a un mosaico hí-
brido de tendencias contrarias y. en ciertas hipótesis. contradictorias. Noso-
tros no estamos de acuerdo con esa crítica, pues un ordenamiento básico que
regula la vida misma de un Estado. de aspectos tan múltiples y diversos.
debe atender a la realidad íntegramente y normar diferentemente sus distin-
tos sectores, aun cuando en esa normación global se impliquen principios
pertenecientes a regimenes sociales y políticos contrarios. como sucede con
nuestro caso concreto.
Los fracasos que en la realidad han experimentado los ordenamientos
legales se han debido primordialmente al deseo de querer aplicar un solo
principio político-social a un ambiente compuesto de elementos y circunstan-
cias tan disímiles unos de otros, que reclaman diversa consideración jurídica.
¿Qué sucedería. en efecto. si se implantara en nuestro medio únicamente el
socialismo, o el liberalismo puro cabalmente? La respuesta no se haría espe-
rar: o se mataría definitivamente la iniciativa privada. que es la base del pro-
greso de un pueblo, o se degeneraría en la explotación más inicua de la
parte débil. como sucedió en Francia a raíz de la Declaración de 1789 y de
las constituciones emanadas de ella.
En síntesis. mientras que la Constitución de 1857 reputa los derechos
del hombre como elementos superestatales, la Constitución vigente los consi-
dera como una concesión por parte del orden jurídico del Estado. Además.
en ambos ordenamientos constitucionales el Estado adopta distinta postura
frente a los gobernados. ya que en la Constitución de 57 son los principios
liberales los que regulan las relaciones respectivas. y en la vigente. los postu-
lados pertenecientes a diversas tendencias político-jurídicas.
Hemos aseverado anteriormente'v? que el Bien Común o Justicia Social
es un concepto que se integra con dos ideas fundamentales conjugadas ar-

106 Más aún, por iniciativa presidencial de 20 de octubre de 1960 se adicionó al mismo ar-
tículo 27 constitucional la declaración enfática de que "Corresponde exclusivamente a la nación
generar, transformar, distribuir y abastecer energía eléctrica que tenga por objeto la prestación de
servicio público. En esta materia no se otorgará concesiones a las particulares y la nación aprovecha-
rá los bienes y recursos naturales que se requieran para dichos fines."
107 Véase introducción, parágrafos VI y VII.
152 lAS GARANT!As INDIVIDUALES

rnónicamente, a saber: el respeto a la personalidad humana del gobernado y


la protección y mejoramiento de los sectores mayoritarios de la población.
Proyectar un orden jurídico exclusivamente hacia una u otra de tales ideas
significa incidir en la injusticia social. Pues bien, nuestra Constitución de
1917, al recoger en sus preceptos y espíritu los ideales de la Revolución
de 1910 Yal convertirlos en garantío.s sociales, paralela o simultáneamente rei-
teró el respeto a la persona humana y la tutela a sus atributos naturales o
esenciales, que eran los objetivos ideológico-políticos fundamentales de la
Carta de 57. Al proceder en esta forma, la Constitución actual ha realizado
normativamente el Bien Común o la Justicia Social, estableciendo una verda-
dera síntesis entre el individualismo y el colectivismo mediante una clara y
definida demarcación entre las fronteras de ambos, asegurada por el inter-
vencionismo de Estado. La tesis de que el hombre, como ente social, sólo es
susceptible de ser preservado por el orden jurídico en la medida en que su
conducta no dañe a otro, no perjudique a los intereses de la sociedad o no
se oponga al mejoramiento colectivo, es uno de los primordiales aspectos te-
leológicos que configuran el espíritu de nuestra Ley Suprema vigente. El
otro aspecto, de igual importancia que el anterior, se traduce en la tendencia
a elevar constantemente el nivel de vida de la sociedad, en mejorar las con-
diciones de existencia de los grandes grupos humanos que la componen; y
este objetivo lo señala y lo hace posible la Constitución de 17 a través de los
tres criterios limitativos de la conducta individual que hemos mencionado.
En ocasión precedente afirmamos que la Justicia Social se condensa
en esta máxima: "Suprimir la explotación del hombre por el hombre y del
hombre por el Estado." Los dos objetivos que concurren en este desiderátum
los realiza en conjunción armoniosa nuestra Ley Fundamental vigente. Di-
vorciarlos, conceptuándolos como finalidades excluyentes de un orden cons-
titucional, implicaría regresión, o al individualismo egoísta o a la dictadura
estatal totalitaria como situaciones extremas indeseables de las que precave a
México su Carta de Querétaro.

XV. LA DECLARACIÓN UNIVERSAL DE LOS DERECHOS HUMANOS


(SOMERA REFERENCIA)

Basándose en la naturaleza inespacial e intemporal del hombre como ser


que ha sido y es la causa, el medio y el objeto del devenir histórico de todos
los países del orbe en sus múltiples manifestaciones, se concibió la nobilísima
idea de protegerlo en su calidad de persona y de ente socio-político con in-
dependencia del Estado concreto a que pertenezca. Esa idea, sustentada por
la U.N.E.S.C.O. (Organización Educativa, Científica y Cultural de las Nacio-
nes Unidas), cristalizó en el trascendental documento internacional que se
llama Declaracilm Universal de los Derechos Humanos, aprobado por la Asam-
blea General de las Naciones Unidas ellO de diciembre de 1948 en el Pala-
cio de Chaillot de París.
La Comisión designada para elaborar las bases teóricas sobre las que
descansaría la referida Declaración, después de obtener las valiosas opi-
niones de filósofos, escritores y juristas de prestigio internacional, tales como
SITUACiÓN DEL GOBFRNADOR EN LA HISTORIA 153

Benedetto Croce, Haro/d]. Laski, Salvador de Madariaga y otros, dio cima a su


importante cometido en julio de 1947, En el estudio que al efecto formuló
se proclama la tesis de la universalidad de los derechos del hombre sin dife-
rencias de raza, sexo, idioma o religión, A estos derechos no sólo les asigna
un contenido puramente civil y político, sino económico y social, entendien-
do bajo el concepto de "derecho" "aquella condicián de vida sin la cual, en cual-
quier fase histórica dada de una sociedad, los hambres no pueden dar de si lo mejor
que hay en ellos como miembros activos de la comunidad, porque se ven privados de
los medios para realizarse plenamente como seres humanos",
Adoptando un método pragmático, es decir, prescindiendo de conside-
raciones de tipo filosófico-político respecto a la fundamentación de los dere-
chos humanos, tema éste en que abundan las opiniones más diversas,
contrarias y contradictorias, la Declaración preconiza los que deben ser reco-
nocidos al hombre para lograr su respetabilidad como persona y su desarro-
llo vital dentro de la comunidad. Por tanto, los derechos declarados no son
exclusiva ni estrictamente individuales sino sociales, es decir, corresponden a
lo que dentro de nuestro orden constitucional son las "garantías individua-
les" y las "garantías sociales". Puede México legítimamente ufanarse, en con-
secuencia, de que en su Constitución de 1917 se encuentren consagrados los
derechos humanos bajo los dos aspectos anotados, con mucha antelación a
su proclamación en la Declaración Universal de diciembre de 1948,108 y 109

XVI. CONVENCIÓN AMERICANA SOBRE DERECHOS HUMANOS

Esta Convención, conocida también como ''Pacto de San José", entró en


vigor en julio de 1978 y contiene la declaración sobre los derechos siguien-
tes: derecho de reconocimiento de la personalidad jurídica, derecho a la
vida, derecho a un trato humano, incluyendo el derecho a no ser sometido a
tratos o castigos crueles, inhumanos o degradantes, prohibición de la escla-
vitud, derecho a la libertad personal, derecho a ser oído por un tribunal
competente, derecho a no ser condenado con aplicación retroactiva de leyes

108 En el Apéndice de este libro se transcribe la mencionada Declaración, cuyo cotejo con
nuestra Ley Suprema vigente corroborará la anterior aserción en cuanto a la correspondencia
general entre ambos documentos.
109 La mencionada Declaración. durante el tiempo que lleva de haber sido formulada, ha
sido objeto de múltiples estudios y comentarios elaborados por distinguidos juristas nacionales y
extranjeros. Para no pecar de prolijos en la mención respectiva, bástenos citar aRmé Cassm;
profesor honorario de la Facultad de Derecho de París y miembro de la Comisión de Derechos
Humanos de las Naciones Unidas; a Sean Macbritk, Secretario General de la Comisión Interna-
cional de Juristas; a Louis B. Sohn, profesor de Derecho Internacional de la Universidad de Har-
vard; a [ustino Jiménez. de Aréchaga, profesor Emérito de Derecho Constitucional de la Facultad
de Ciencias y Humanidades de Montevideo, Uruguay. y participante en la redacción de la aludi-
da Declaración Universal; a Héaor Cuadra, catedrático de la Universidad Nacional Autónoma de
México, quien ha producido la importante obra "La Proyección Internacional de los Derechos
Humanos"; a Cabino Fraga, Héaor Fix Zamudio, Alfonso Noriega, Sergio Carda Ramirez y Guillermo
Floris Margadant entre los autores mexicanos, cuyos artículos y monografias pueden consultarse
en la obra intitulada "Veinte Años de Evoluci6n de los Derechos Humanos", publicada en el año
de 1974 por el Instituto de Investigaciones jurídicas de la UNAM.
154 lAS GARANTÍAS INDMDUALIS

penales, derecho a indemnización en caso de haber sido condenado por


error judicial, derecho a la vida privada de la persona, libertad de conciencia
y religión, libertad de pensamiento y de expresión, derecho de rectificación
o respuesta por informaciones inexactas o agraviantes, derecho de reunión,
libertad de asociación, derecho a la protección de la familia, derecho al
nombre, derecho del niño, derecho a la nacionalidad, derecho a la propie-
dad privada, derecho de circulación y residencia, derecho a participar en el
gobierno, derecho a igual protección de la ley, derecho a protección judicial
contra violaciones de los derechos fundamentales.
CAPITULO SEGUNDO

LAS GARANTíAS INDIVIDUALES


(Aspecto general)

Sumario: 1.-Introducci6n. n.-Diversas acepciones del concepto "garan-


tía". lIJ.-Elementos, concepto y naturaleza de ,las garantías individuales:
A.-Sujetos. B.-Objeto. C.-Fuente. D.-Concepto de "garantía indivi-
dual". E.-Principios constitucionales que rigen las garantías individuales.
F.-Extensión de las, garantías individuales en cuanto·a su consagración
constitucional. C.-Origen formal de las garantias individuales por lo. que
toca a su consagración por el orden jurídico estatal. IV.-Clasificaci6n de
las garantías individuales. V.-La extensión de los derechos públicos sub-
jetivos derivados de las garantías individuales y la reglamentación de éstas.

I. INTRODUCCIÓN

Sea que nos declaremos adictos a la tesis aristotélica elemental en ma-


teria política, es decir, aquella que asienta que el hombre es un ser esencial-
mente sociable (zoon poiitikon}, o sea que aceptemos la: doctrina de Rous-
seau, para quien la existencia aislada e individual del ser humano precede
a la formación social, lo cierto es que no se puede concebir al sujeto fuera
de la convivencia con sus semejantes. La vida común es, pues, un hecho
y un supuesto indiscutible. Ahora bien, haciendo abstracción de la actividad
moral o meramente subjetiva del hombre, cuya identidad constituye en ella
los dos extremos de las relaciones que se formen al respecto, externamente,
el?- su constante y continuo contacto con sus semejantes, la persona siempre
está en relación con éstos. Por ende, podemos decir que la vida en común,
que la convivencia humana, son 'sinónimos de relaciones sociales entre los
miembros de una determinada sociedad.
Pues bien, lógicamente, para que sea dable y posible el desarrollo de
esa vida en común, para que puedan establecerse las relaciones sociales,
para que, en una palabra, pueda existir la sociedad humana, es menester
que la actividad de cada quien esté limitada en tal forma, que su ejerci-
cio no ocasione 'el caos y el desorden, cuya presencia destruyen la convi-
vencia. Esas limitaciones a la conducta particular de cada miembro de
la comunidad en sus relaciones con los demás sujetos que la integran,
se traducen en la aparición de exigencias y obligaciones mutuas o recí-
procas, cuya imposición no sólo es natural, sino necesaria, obra del Derecho,
156 LAS GARANTiAS INDIVIDUALES

que sociológicamente responde como el medio imprescindible de satisfacer


esa necesidad de regulación.
El contenido normativo del Derecho, bien plasmado en disposiciones
legislativas expedidas por órganos determinados, o bien como substratum
de una práctica social constante y con fuerza de obligatoriedad, forzosa-
mente debe estar garantizado, en cuanto a su imperatividad, por un po-
der superior a la voluntad de cada individuo, de tal suerte que la apli-
cación de lo juridico no quede supeditada al arbitrio de éste. Ese poder,
que también recibe el nombre de autoridad, considerado este concepto no
en su acepción de órgano estatal dotado de funciones de ejecución y deci-
sión, sino como actuaci6n suprema, radica en la comunidad misma, en el
propio grupo social, y es ejercido por entidades creadas a posteriori, a las
cuales expresamente se les ha conferido esa facultad.
La autoridad de un Estado (el cual constituye la forma de organización
política y juridica de una sociedad humana, pueblo o nación), en la con-
notación que hemos atribuido al concepto respectivo, implica, pues, un
poder, o sea, un conjunto de facultades y actos tendientes a garantizar el
orden de derecho mediante su idónea aplicación contra posibles contraven-
ciones por parte de los individuos de la comunidad, asegurando así el or-
den social (aun cuando su atribución indebida en muchas hipótesis, hist6-
ricamente dadas, sirva de medio a la arhitrariedad despótica).
De la importante misión que tiene que realizar ese poder social, cuyo
titular es el Estado como organización formal juridico-política de la socie-
dad humana y cuya depositaria es ésta (de acuerdo con las doctrinas actua-
les generalmente aceptadas), se desprende con evidencia una de sus carac-
terísticas fundamentales, a saber: la de ser soberano.
La soberania, cuyo término deriva de la conjunción "super-omnia", o
sea sobre-todo, es un atributo del poder del Estado, de esa actuación supre-
ma desarrollada por y dentro de la sociedad humana, que supedita todo
lo que en ella existe, que subordina todos los demás poderes y actividades
que se desplieguen en su seno.
Pues bien, el Estado, como forma en que se organiza un pueblo o una
sociedad humana, al adquirir sustantividad propia, al revestirse con una per-
sonalidad juridica y política sui generis, se convierte en titular del poder
soberano, que, sin embargo, como ya dijimos, permanece radicado en uno
de sus elementos, que es la comunidad. Por consiguiente, podemos decir que
la soberanía (entendiendo ya por tal no sólo un atributo del poder estatal,
sino el poder mismo) reside jurídica y políticamente en el Estado, en virtud
de su personalidad propia, artificial; y real y socialmente, en la sociedad
o pueblo, entendido éste en su acepción jurídica, na sociológica, o sea, como
conjunto de individuos con derechos .civicos activos y pasivos,
La soberanía popular, llamada así porque es en el pueblo en quien efec-
tivamente radica, según las doctrinas modernas, es, como dijera [ellinek,
LAS GARANTiAS INDIVIDUALES ASPECTO GENERAL 157

aquella potestad suprema "que no reconoce ningún otro poder superior a


si; es el poder supremo e independiente". De esta concepción de soberania
podemos derivar dos de sus características principales; en primer lugar, la
consistente en la imposibilidad de que exista un poder superior a ella dentro
del Estado, y en segundo, la de que exteriormente no depende de ninguna
otra potestad. Estas dos notas fundamentales de la soberanía implican que
el Estado, su titular jurídico y político, es autónomo, es decir, capaz de
darse sus propias normas para rcgir su vida interior, e independiente, en
cuanto que, en sus relaciones con los demás, no está supeditado a ellos.
Sin embargo, la soberanía, como potestad suprema del Estado, no es
ilimitada, sino que está sujeta a restricciones; mas éstas no provienen de
una imposición, de un poder ajeno y extraño a ella, sino que obedecen a
su propia naturaleza. En efecto, el pueblo, siendo el depositario real del
poder soberano, en ejercicio de éste decide desplegar su actividad suprema
dentro de ciertos cauces jurídicos que él mismo crea y que se obliga a na
transgredir, en una palabra, se autolimita. Además, existiendo la necesidad
de que su vida adopte la forma que más le convenga, selecciona él mismo
la manera de constituirse y el sistema de su funcionamiento, es decir, se auto-
determina. Los atributos de auto-limitación y auto-determinación son in-
herentes a la soberanía e implican la negación misma de la arbitrariedad,
al traducirse en la creación de un orden de derecho.
La soberanía, en cuanto a sus notas de titularidad y radicación, y por
lo que concierne a sus implicaciones de autonomia (auto-limitación y auto-
determinación) e independencia, históricamente no aparece la misma en
los distintos regimenes sociales y políticos que se han sucedido. Durante la
Edad Media, no solamente no consta de los caracteres ya apuntados, sino
que ni siquiera era referible a los estados temporales, puesto que en forma
casi absoluta éstos estaban sometidos al poder espiritual y material del
pontífice romano. Posteriormente, cuando los jefes del Estado quisieron re-
asumir su soberanía perdida, logrando recuperarla, surge ésta con atributos
distintos de los que actualmente la constituyen en todas las naciones de-
mocráticas. En aquella época, llamada del absolutismo, se desconocieron
fundamentalmente las notas de radicación popular y de auto-limitación dc
la soberanía, al haberse hecho residir en el monarca, cuyo capricho y an-
tojo eran la ley del Estado (quod principii placuit, legis habet uigorem),
Con la Revolución francesa, principalmente merced a la repercusión de
la tesis de Rousseau, la soberanía se deposita en el pueblo o en la nación,
mas originariamente sin estar dotada del atributo de auto-limitación. La
concepción de la soberanía como poder ilimitado, exento de restricciones
de ninguna especie, pronto se vio en notoria pugna con la corriente jusna-
turalista de los derechos del hombre. ¿Cómo salvar, entonces, la antítesis
entre la idea de la "volonté générale" como suprema, ilimitada, y el con-
158 LAS GARANTÍAS IN'DIVIDUALES

cepto de derechos del homhre anteriores a toda organización política y


respetables por toda entidad y ordenamiento?
Varias legislaciones constitucionales, entre ellas la nuestra de 1857, ad-
mitieron la doctrina jus-naturalista en detrimento de la concepción domi-
nante de la soberanía, como se deduce del articulo primero, que en otra
ocasión comentamos.
Doctrinalrnente, pues, urgía solucionar la cuestión, el conflicto suscitado
entre ambas concepciones contradictorias. Fue entonces cuando se elaboró
el concepto de "auto-limitación" para significar que, si bien el poder so-
berano del Estado no reconocia a ningún otro superior a él, en cambio, se
imponía a sí mismo ciertas restricciones en beneficio de los individuos. Fue
así como, abandonando la idea jusnaturalista, individualista y liberal, por
cuanto se refiere a los derechos del sujeto, nuestra Constitución vigente, que
es el ordenamiento que cristaliza directamente la autodeterminación popu-
lar, consignó en su artículo primero, como declaración general, el principio
de la autolimitación, al instituir en favor del individuo las garantías que en
los preceptos sucesivos otorga. No se trata ya, pues, de reconocer derechos
superestatales del hombre, sino de autolimitarse, otorgando a éste las ga-
rantías debidas para el desarrollo integral de su personalidad.
El concepto de soberanía, tal como lo forjan los autores modernos como
Jellinek, Posada, etc., se encuentra en todos sus términos en nuestra Cons-
titución de 1917. En efecto, al constituirse el pueblo mexicano en Estado,
al darse una organización estatal, el poder o actividad supremos, inherentes
a él, los refirió a la entidad jurídica y política que creó con sustantividad y
personalidad propias, reservándose, no obstante, para sí, la fundamenta-
ción real de la soberanía. Al surgir el Estado mexicano con personalidad
jurídica y política propias, como mera forma de creación artificial (como
lo es el concepto de la entidad política "estado" en general), necesariamente
se le tuvo que atribuir autoridad, esto es, el poder indispensable para la
consecución de sus fines específicos y para el mantenimiento del orden 'in-
terior, análogamente a lo que sucede cuando Se forman sociedades civiles
o mercantiles dotadas de propia personalidad. Al nacer el Estado mexicano,
lógicamente el pueblo o elemento humano que lo integra devino un factor
de su naturaleza, conservando, sin embargo, el poder o actividad social
suprema de que es depositario. En el terreno lógico (no en el histórico, que
muchas veces es contrario al primero), un elemento real, el pueblo o la
nación, al que como tal corresponde un determinado poder o actividad so-
beranos, cedió la titularidad de ese poder o actividad a la entidad artificial
que 'creó, dotándola de sustantividad o personalidad propias. Por consi-
guiente, podemos decir que la soberanía o poder soberano corresponde al
Estado mexicano (forma política y jurídica artificial) por atribución que
de ella le hizo el pueblo o nación mexicana, en los cuales subsiste su funda-
mentación real. Implicando, por ende, el Estado una forma jurídica y po-
LAS GARANTiAS INDIVIDUALES ASPECfO GENERAL 159

lítica como persona moral de Derecho Público, al igual que las personas
morales de Derecho Privado, en sus respectivos casos de consideración ju-
rídica, resulta que, como éstas, es titular de una actividad o poder que en
realidad corresponde a sus miembros humanos, o sea, e! pueblo.
Pues bien, la fundamentación real de la soberanía, como poder social
supremo, que ficticiamente se imputa al .Estado, que es la forma en que
se organiza política y jurídicamente una sociedad humana, se atribuye por
el artículo 39 constitucional al pueblo mexicano, atribución que reproduce
las consideraciones l6gicas que acabamos de hacer. En efecto, dice e! citado
precepto textualmente: "La soberanía nacional reside esencial y originaria-
mente en e! pueblo. Todo poder público dimana de! pueblo y se instituye
para beneficio de éste. El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable de-
recho de alterar o modificar la forma de su gobierno." Fácilmente se des-
prende de! contenido de tal artículo, que la primera parte alude a la fun-
damentaci6n o radicaci6n populares de la soberanía, principalmente cuando
emplea los adverbios esencial y originariamente. El primero de ellos implica
que la soberanía es consubstancial y concomitante al pueblo, o sea que éste
tiene como atributo de esencia el ser soberano, que está dotado de potestad
suprema. Por otra parte, la palabra "originariamente" significa que es el
pueblo quien, en principio y de manera esencial, es el único sujeto real de
la soberanía, pero que, en atención a circunstancias de índole práctica, no
puede desempeñarla dentro de la organización estatal por sí mismo, por
lo que se ve en la precisión de delegar su ejercicio en órganos por él creados
expresamente, los cuales despliegan el poder soberano popular en forma de-
rivada. En estos términos, pues, debe interpretarse e! artículo 41 de la Cons-
tituci6n de 17, que a la letra dice: "El pueblo ejerce su soberanía por
medio de los Poderes de la Uni6n, en los casos de competencia de éstos, y
por los de los Estados, en lo que toca a sus regímenes interiores, en los
términos respectivamente establecidos por la presente Constituci6n Federal
y las particulares de los Estados, las que en ningún caso podrán contra-
venir las estipulaciones de! Pacto Federal."
La segunda parte de! artículo 39 constitucional implícitamente contiene
la atribución que de la soberanía hace el pueblo en favor de la entidad
Estado por él creada. Efectivamente, al establecerse que "todo poder pú-
blico dimana de! pueblo", sc está sobreentendiendo que dicho poder, o sea
la actividad del Estado, es fruto de una imputaci6n que hace a éste el pue-
blo, pues no ótra es la interpretaci6n que debe darse al término "dimana",
que equivale a la circunstancia de que e! poder público con que está in-
vestida la entidad estatal procede precisamente de su sustrato humano real,
que es el pueblo, o, como dijeran los revolucionarios franceses de 1789,
entre ellos Sieyés, la nación.
La tercera parte del artículo que comentamos expresa el carácter de
inalienabilidad de. la soberanía, es decir, considera a ésta como inseparable
160 LAS GARANTÍAS INDMDUALES

del pueblo, inherente a éste, de lo que se concluye la imposibilidad de dele-


gación de la potestad soberana en cuanto tal, pues lo que se confiere a los
órganos autoritarios es su ejercicio, como ya dijimos.
Las facultades de autodeterminación y de autolimitación, que son las
capacidades siempre coexistentes del concepto de soberanía popular y que
participan, por ende, de su carácter de inalienabilidad, también están im-
plicadas en nuestro orden constitucional. En efecto, siendo la Constitución
la Ley Fundamental que establece primordialmente la organización del Es-
tado y el funcionamiento, atribuciones, etc., de los órganos O autoridades
supremos de que está compuesto su gobierno, resulta que toda ella, por
si misma, traduce en normación positiva la facultad de autodeterminación
del pueblo investido de soberanía, lo que se corrobora por el contenido dis-
positivo del articulo 40, que dice: "Es voluntad del pueblo mexicano cons-
tituirse en una República representativa, democrática y federal, compuesta
de Estados libres y soberanos en todo lo que concierne a su régimen interior;
pero unidos en una federación establecida según los principios de esta ley."
En cuanto a la facultad de autolirnitación, ésta se encuentra prevista,
a modo de declaración inicial general, en el articulo primero constitucional
que contiene el otorgamiento de garantías individuales que el pueblo hace
a los habitantes del Estado mexicano por medio de la Constitución. Con-
siguientemente, son los derechos públicos individuales los factores o elemen-
tos en que se concreta la autolimitación popular, al reputarlos como diques
u obstáculos a la actuación arbitraria e ilegal de los 6rganos autoritarios,
por conducto de los cuales se desempeña la soberanía del pueblo. Además,
dentro de un régimen de legalidad como es o pretende ser, al menos teórica-
mente, el nuestro, la autolirnitaci6n se contiene en todo el Derecho Positivo, que
es el que complementa o secunda las garantías constitucionales, clasificadas'
.generalmente en garantías concernientes a la libertad, a la igualdad, a la
propiedad y a la seguridad, la que propiamente equivale a la de legalidad,
por significar el conjunto de medios jurídicos de preservaci6n de las anterio-
res, dentro de los cuales descuella la existencia de la ley.no
La autolirnitaci6n, que es una de las capacidades propias de la sobera-
roa, implica una restiiccián a la actividad del Estado introducida por el
orden jurídico. Ahora bien, como el Estado carece de sustantividad psico-
física, no estando dotado, por tanto, de una voluntad biológica, necesaria-
mente tiene que actuar mediante representantes o agentes que se llaman au-
toridades, establecidas por la norma jurídica y cuyo conjunto integra el
gobierno estatal. Las autoridades, pues, representan al Estado; son los 6r-
ganes de desempeño de su actividad: por ende, una autoridad, cualesquiera
que sean sus atribuciones. independientemente de la índole de sus funcio-

no Esta autolimitaci6n es, desde luego, temporal o relativa, puesto que la obligación
de observarla por parte del Estado subsiste en tanto que el pueblo, depositario real de la
soberanía, no decida modificar el orden jurídico en que aquélla se expresa.
LAS GARANTiAs INDIVIDUALES ASPECTO GENERAL 161

nes, nunca obra "motu pr(Jprio", sino siempre en representaci6n del Esta-
do como persona jurídica y del pueblo como realidad social o en ejercicio
debido o indebido de una funci6n estatal. En consecuencia, ninguna en-
tidad autoritaria es depositaria o titular del poder soberano; a ella sólo le
corresponde su ejercicio de acuerdo con el ámbito de competencia que la
ley le impute.
Pues bien, si es el propio Estado el que se autolimita en cuanto al poder
que le es inherente para cumplir sus fines, evidentemente que esta auto-
limitación se traduce en una serie de restricciones jurldicas impuestas a la
actividad de las autoridades estatales. Por tal motivo, la soberanía, por lo
que ve al Estado, implica una autolimitación en los términos ya indicados,
y por lo que concierne a las autoridades, una limitaci6n a su actividad
desplegada en ejercicio del poder estatal.
Por otra parte, e independientemente dc las consideraciones anteriores,
las garantías individuales, que con mejor denominación deben llamarse
"garantías del gobernado", denotan esencialmente el principio de seguridad
jurídica inherente a todo régimen democrático. Dicho principio no es sino
el de juridicidad que implica la obligación ineludible de todas las autorida-
des del Estado en el sentido de someter sus actos al Derecho. Siguiendo
esta idea, puede afirmarse que las invocadas garantías son la expresi6n
fundamental y suprema de los dos principios aludidos, sin cuya consagración
se propicia y estimula la entronizaci6n de la autocracia, de la dictadura o
de la tiranía. No es posible, en efecto, concebir siquiera ningún sistema
juridico sin la seguridad que entrañan las garantías en favor de todo go-
bernado, por lo que su institución es el elemento indispensable para im-
plantar y mantener el orden jurídico en cualquier país, con prescindencia
de la estructura socio-eeon6mica y política que cada uno de los pueblos del
orbe adopte. La abolición o la no consagraci6n de, las mencionadas garan-
tías significaría la destrucción de todo el Derecho, fenómenos que, a su vez,
atentan contra la libertad y la justicia, como aspiraciones permanentes de
todas las naciones del mundo.

11. DIVERSAS ACEPCIONES DEL CONCEPTO "GARANTÍA"

Parece ser que la palabra "garantía" proviene del término anglosajón


"warranty" o "warantie", que significa la acción de asegurar, proteger, de-
fender o salvaguardar (to warrant), por lo que tiene una connotación muy
amplia. "Garantía" equivale, pues, en su sentido lato, a "aseguramiento"
o "afianzamiento", pudiendo denotar también "protección", "respaldo", "de-
fensa", "salvaguardia" o "apoyo". Jurídicamente, el vocablo y el concepto
"garantía" se originaron en el derecho privado, teniendo en él las acep-
ciones apuntadas.
162 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

En el derecho público, según afirmaci6n de Sánchez Viamonte,'" "la


palabra garantía y el verbo garantizar son creaciones institucionales de los
franceses y de ellos las tomaron los demás pueblos en cuya legislación apa-
rece desde mediados del siglo XIX".
El concepto "garantía" en derecho público ha significado diversos tipos
de seguridades o protecciones en favor de los gobernados dentro de un es-
tado de derecho, es decir, dentro de una entidad política estructurada y or-
ganizada jurídicamente, en que la actividad del gobierno está sometida a
normas pre-establecidas que tienen como base de sustentaci6n el orden cons-
titucional. De esta guisa, se ha estimado, incluso por la doctrina, que el
principio de legalidad, el de divisi6n o. separaci6n de poderes, el de respon-
sabilidad oficial de los funcionarios públicos, etc., son garantías jurídicas
estatuidas en beneficio de los gobernados; afirmándose también que el mis-
mo concepto se extiende a los medios o recursos tendientes a hacer efectivo
el imperio de la ley y del derecho.
Ideas semejantes emite don Isidro M ontiel y Duarte'" al aseverar que
" ... todo medio consignado en la Constituci6n para asegurar el goce de un
derecho se llama garantia, aun cuando no sea de las individuales".
La doctrina no se ha podido poner de acuerdo en la acepci6n estrictg
y específica que debe tener el concepto de "garantía" en el derecho públi-
co y, especialmente, en el constitucional. La diversidad de definiciones o de
opiniones sobre lo que debe entenderse por "garantía" obedece a que sus
autores toman la idea respectiva en su sentido amplio o lato, es decir, con
la sinonimia a que nos hemos referido, sin contraerla al campo donde es-
pecíficamente debe ser proyectada, o sea, al de las relaciones entre gober-
nantes y gobernados. Además, dentro de la amplitud del término "garantía",
los doctrinarios enfocan la definición de este concepto desde diferentes pun-
tos de vista, sugiriendo ideas confusas o demasiado generales.
Suele hablarse, en efecto, de "garantías institucionales" como medios de
protecci6n de "ciertas instituciones" establecidos por la "regulación consti-
tucional" para hacer imposible su supresión en la vía legislativa ordinaria.'"
Esta idea identifica a la garantía con la Constitución misma o, al menos,
con los preceptos constitucionales protectores de "ciertas instituciones", lo
que es inadmisible, ya que no se trata de desentrañar lo que es "garantía en
general", sino de definir lo que denota el concepto específico de "garantía
individual o del gobernado".
] ellinek clasifica las "garantías del derecho público" en garantías so-
ciales, tales como la religión, las costumbres, las fuerzas culturales y, en
general, los elementos diversos que se dan en la dinámica de la sociedad;

1.11 Los Derechos del Hombre en la Revoluci6n Francesa. Edición de la Facultad de


Derecho de México, pág. 7.
112 Estudio sobre Garandas Individuales. Edición 1873, pág. 26.
ll~ CARL SCHMITT. Teoría de la Constitución, págs. 197 y sigs.
LAS GARANTiAS INDIVIDUALES ASPECI"O GENERAL 163

garantfas polIticas, dentro de las que comprende la organizaci6n misma del


Estado y el principio de división de poderes; y jurldicas que se traducen
en 'Ios sistemas de fiscalización de los 6rganos estatales, de responsabilidad
oficial, de jurisdicci6n y de los medios para hacer efectivas las normas de
derecho objetivo.v" Fácilmente puede notarse que esta c!asificaci6n tiene
como base la idea general de garantía y que por modo indistinto puede
aplicarse a cualquiera de los tipos enunciados, lo que no aporta ninguna
luz para precisar el concepto de garantia individual o del gobernado.
Don José Natividad M acias, distinguido diputado constituyente al Con-
greso de Querétaro, habla de garantías distintas de las individuales, tales
como las "sociales" y las "políticas", afirmando que estos tipos se encuen-
tran dentro de la estructura y el funcionamiento de los poderes del Estado.
Al efecto, sostiene que: "La nación tiene el derecho electoral, la nación tiene
la manera de decir cómo y en qué fonna expresa su voluntad soberana, para
instruir a los mandatarios que han de ejercer el poder, y ésta es una garantía so-
cial, es. una garantía enteramente política, no constitucional y esta garantía po-
lítica no está protegida por el amparo. Esta garantía se protege por la ilustración
del pueblo; un pueblo que no tiene ilustración o un pueblo que no tenga
valor, es un pueblo indigno, que no merece las garantías politicas.rporque no
tiene valor para defenderlas o porque no tiene el conocimiento bastante, la ilus-
tración suficiente para ejercitar sus derechos. Ésta es otra garantía enteramente
distinta de la garantía individual y esta garantía politica no está defendida por
el derecho de amparo, como lo están las garantías individuales... Hay otro de-
recho, otra garantía, que es la que la nación tiene para influir sobre el gobierno;
la opinión pública, la prensa, son los órganos de oposición, las asociaciones, las
confederaciones, uniéndose con el objeto de obligar al gobierno a que siga de-
terminada politica o con el objeto di' imponer al gobierno que cumpla sus deberes
con .la nación. De manera es que la nación soberana tiene su manera de imponer-
se. En los Estados Unidos, en Suiza y en Inglaterra se ha establecido otra garantía
social, y esta garantía social o nacional es un derecho para que no pueda haber
ley alguna que no esté sujeta a la resolución suprema de la nación." tU

Kelsen alude a "las garantias de la Constituci6n" y las identifica con


los procedimientos o medios para asegurar el imperio de la Ley Fundamen-
tal frente a las normas· juridicas secundarias, es decir, para "garantizar el
que una norma inferior se ajuste a la norma superior que determina su
creaci6n o su contenido" .no Huelga decir que tampoco la opini6n del fa-
moso jurista vienés se dirige hacia la definici6n del tipo especifico de ga-
rantía que nos interesa, pues no habla de las garantías del gobernado sino
de los medios o sistemas para "garantizar" o asegurar la prevalencia de
las normas jurídicas superiores sobre las de menor categoria.
Fix Zamudio sostiene que "s610 pueden estimarse como verdaderas ga-
rantias los medios jurídicos de hacer efectivos los mandatos constituciona-
114 Teoría General del Estado, págs. 637 y sigs.
11.5 Diario de los Debates. Tomo 1, págs. 428 y 429.
116 Teoría General del Derech~ , del Estado, págs. 280 y sigs.
164 LAS GARANTIAS INDIVIDUALES

les",''' aclarando inmediatamente que para él existen dos especies de ga-


rantías: las fundamentales (individuales, sociales e institucionales) y las de
la Ccmstituci6n ("para los métodos procesales, represivos y reparadores,
que dan efectividad a los mandatos fundamentales, cuando son desconoci-
dos, violados o existe incertidumbre respecto de su forma o contenido,,).na
Acudiendo a la ejemplificaci6n, agrega dicho autor que "garantías funda-
mentales son las establecidas por los primeros veintiocho artículos de nues-
tra Carta Fundamental, las cuales, unas tienen el carácter de individuales,
otras pueden estimarse sociales, y finalmente también están reguladas
determinadas instituciones y entre estas últimas merecen destacarse las es-
tablecidas por los artículos 14 y 16 que pueden designarse genéricamente
como u garantía de justicia JJ • "Por el contrario, continúa, las garantías de
la Constituci6n mexicana son los procesos establecidos por los artículos 103
y lO? (amparo), 105 (conflictos entre los Estados y la Federaci6n, o los
estados entre sí) Y 111 (proceso de responsabilidad de funcionarios), que
ya SOn normas estrictamente procesales, de carácter represivo y repara-
dor" .11.9
Como se ve, Fix Zamudio, tomando en cuenta la noción muy amplia y
general de "garantía" y aglutinando en su opini6n las de los tres autores
ya citados, no explica la consistencia jurídica de lo que, a su juicio, sean
las "garantías fundamentales", pues se concreta a exponer lo que, según
él, comprenden. La mera demarcación del alcance de un concepto no equi-
vale a su desentrañamiento, cuesti6n ésta que deja sin tratar nuestro es-
tudioso jurista; y por lo que concierne a las "garantías de la Constitución",
que identifica con los diferentes "procesos constitucionales", debemos decir que
implican una idea completamente distinta de la de "garantía individual o
del gobernado" y cuya fisonomía jurídica es precisamente lo que preten-
demos describir.
El distinguido maestro de nuestra Facultad, don Alfonso Noriega C.,
identifica a las garantías individuales con los llamados "derechos del hom-
bre", sosteniendo que estas garantías "son derechos naturales, inherentes a
la persona humana, en virtud de su propia naturaleza y de la naturaleza de
las cosas, que el Estado debe reconocer, respetar y proteger, mediante la
creaci6n de un orden jurídico y social, que permite el libre desenvolvimiento'
de las personas, de acuerdo con su propia y natural vocaci6n, individual y
social" ,120

Discrepamos de esta concepci6n, pues aun aceptando la idea de que


existan "derechos naturales" del ser humano y no meras potestades naturales
del hombre que al reconocerse por el orden jurídico positivo se convierten
[uicio de Amparo. edición 1-964, pág. 58.
].1'1'
Ibíd.
111l
U. Ibíd,
'120 La Naturaleza de las Gar-antías Individuales en la Constitución de 1917. Ed. 1967
(UNAM - Coordinaci6n de Humanidades). pág. 111.
LAS GARANTiAS INDIVIDUALES ASPECTO GENERAL 165

en derechos públicos subjetivos (que es nuestra opinión), esos derechos se


asegurarían o preservarían por las garantías establecidas por la Constitu-
ción o por la ley. De ahí que no es lo mismo el elemento que garantiza
(garantía) que la materia garantizada (derecho humano). Además, según
veremos, las garantías denominadas impropiamente "individuales" no se
consignan únicamente para el hombre o persona física, ni sólo protegen sus
"derechos", sino que se extienden a todo ente jurídico, distinto del ser
humano en cuanto tal, que se encuentre en la situación de gobernado. La
identidad que proclama el maestro Noriega deja fuera del concepto de "ga-
rantía individual" las que la Constitución implanta para las personas mo-
.eales de diferente índole, que en substancia no son hombres, aunque estén
formadas por ellos.
En atención a las diversas acepciones del vocablo y de la idea "garan-
tía" dentro del campo del derecho, nosotros prescindiremos dc los múltiples
significados que tienen, para contraer el concepto respectivo a la relaci6n
jurldica de supra a subordinaci6n de que vamos a hablar, y de la que surge
el llamado "derecho público subjetivo" del gobernado y que equivale, en
cierta medida, al "derecho del hombre" de la Declaración francesa de 1789
y de nuestra Constitución de 1857.
En otras palabras, desde el punto de vista de nuestra Ley Fundamental
vigente, las "garantías individuales" implican, no todo el variado sistema
jurídico para la seguridad y eficacia del estado de derecho, sino lo que se
ha entendido por "derechos del gobernado" frente al poder público. La
relación entre ambos conceptos, "garantía individual" y "derecho del go-
bernado", se deduce de la gestación parlamentaria del artículo primero de
la Constitución de 1857. Como ya lo hemos advertido, los constituyentes
de 56-57, influidos por la corriente jusnaturalista, consideraron que los de-
rechos del hombre son aquellos que éste recibe de Dios (o como dijera
Mírabcau, "los que la justicia natural acuerda a todos los hombres"), y
que, dada su amplitud y variedad, no era posiblc enmarcar dentro de un
catálogo. Por ello, dichos constituyentes se concretaron a instituir las "ga-
rantías" que aseguraran el goce de esos derechos, de tal suerte que al con-
sagrar las propias garantías, en el fondo se reconoció el derecho respectiva-
mente protegido o asegurado por ellas, estableciéndose· así la relación de
que hemos hablado.
A nuestro entender, sin embargo, no puede identificarse la "garantía
individual" con el "derecho del hombre" o el "derecho del gobernado",
como no se puede confundir el "todo" con la "parte", lo que creemos de-
mostrar por las consideraciones que informan este capítulo. m
121 No dejamos de reconocer que la denominaci6n de "garantía individual o del gobcr-
nadan no es muy adecuada para denotar su ser jurídico, sin que se haya logrado, empero"
sustituirla ventajosamente por otro nombre. Ya hemos dicho que "garantizar" equivale a
166 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

IJI. ELEMENTOS, CONCEPTO Y NATURALEZA DE LAS GARANTÍAS


INDIVIDUALES

La autolimitaci6n y, por ende, las limitaciones o restnccrones a la con-


ducta de las autoridades, se establecen por todo el orden juridico del Esta-
do, independientemente de la índole jerárquica de las distintas normas que
lo integran, siguiendo diferentes criterios y frente a diversos factores que no
son del caso mencionar. Ahora bien, directa y primariamente, frente a los
miembros singulares del Estado o gobernados, la autolimitaci6n estatal y las
limitaciones jurídicas a la actuaci6n de las autoridades se revelan en las ga-
rantlas individuales. Por tanto, éstas se traducen juridicamente en una re-
laci6n de derecho existente entre el gobernado como persona Física o moral
y el Estado como entidad jurídica y politica con personalidad propia y
sus autoridades, cuya actividad en todo caso se desempeña en ejercicio del
poder y en representaci6n de la entidad estatal. En realidad, los sujetos
inmediatos y directos de la relaci6n juridica que implica la garantía indi-
vidual están constituidos por el gobernado, por una parte, y las autoridades
del Estado, por la otra, puesto que es la conducta de estas mismas la que
está limitada o restringida de modo directo por dicho vinculo de derecho;
sin embargo, como una autoridad no debe ser reputada como entidad o
funcionario per se, esto es, que traduzca una voluntad propia en cuanto al
desempeño de su actuaci6n pública, sino que siempre se la debe considerar
como representante del Estado, a quien se encomienda el ejercicio del po-
der de éste, hablando con propiedad las limitaciones que comprende la
relaci6n juridica que entraña la garantía individual, y que inmediata y
directamente se imputan a la conducta autoritaria, repercuten en la potestad
del Estado, ya que la primera no se traduce sino en el ejercicio o desempe-
ño de ésta.
En la vida de cualquier estado o sociedad existen tres fundamentales
tipos de relaciones, a saber: las de coordinaci6n, las de supraordinacián y
las de supra a subordinaci6n.
Las relaciones de coordinaci6n son los vínculos que se entablan merced
a una gama variada de causas entre dos o más sujetos fisicos o morales
dentro de su condición de gobernados. Esas relaciones pueden ser de índole
privada o de carácter socio-económico. En el primer caso, cuando están
previstas y reguladas por las normas [uridicas, el conjunto de éstas consti-
tuye lo que suele denominarse "Derecho privado"; y en el segundo, si las
citadas normas las imponen y rigen, su agrupamiento integra lo que se llama
"asegurar", "proteger", "defender" o "salvaguardar". Consiguientemente, al otorgarse por
,la Constitución garantías en favor de todo gobernado, se asegura, protege, defiende o salva-
guarda a éste frente. al poder público, manifestado en multitud de actos de autoridad
provenientes de Jos órganos del Estado. De ahí que, a falta de una mejor y más id6nea
. designación. optemos por seguir empleando la citada denominaci6n.
LAS GARANTiAS INDIVIDUALES ASPECTO GENERAL 167

"Derecho social". En ambas hipótesis, según aseveramos, los sujetos de las


relaciones reguladas jurídicamente no son los órganos del Estado, ni entre
sí ni frente a los gobernados, pudiendo éstos ser, como también afirmamos,
simples particulares o entidades colectivas o los miembros individuales de
las mismas; y si en las propias relaciones puede intervenir algún órgano
estatal, como sujeto, no es su actividad de imperio la que se encauza.
Las relaciones de supraordinaci6n se establecen entre los diferentes ór-
ganos de poder o gobierno de un estado o sociedad, normando la actuación
de cada uno de ellos; y si esta normación se consagra por el derecho po-
sitivo, la rama de éste que la instituya configura tanto el Derecho Consti-
tucional como el Administrativo en sus aspectos orgánicos.
A diferencia de los dos tipos de relaciones que hemos mencionado, que
reconocen siempre una situación igualitaria o de paridad formal entre sus
sujetos (gobernados entre sí o autoridades entre sí), las relaciones de supra
o sub-ordinación descansan sobre una dualidad cualitativa subjetiva, o sea,
que surgen entre dos entidades colocadas en distinto plano o posición, es
decir, entre el Estado como persona jurídico-política y sus órganos de auto-
ridad, por un lado, y el gobernado, por el otro. En dichas relaciones, la
persona moral estatal y sus autoridades desempeñan frente al gobernado
la actividad soberana o de gobierno, o sea, actos autoritarios propiamente
dichos que tienen como atributos esenciales la unilateralidad, la imperativi-
dad y la coercitividad. En efecto, se dice que todo acto de autoridad es
unilateral, porque su existencia no requiere de la voluntad del particular
al que va dirigido o frente al que se realiza; que es imperativo, en virtud
de que se impone contra y sobre la voluntad en contrario del gobernado,
quien tiene la obligación de obedecerlo, y sin perjuicio, claro está, de que
lo impugne jurídicamente como corresponda; y que es coercitivo, atendien-
do a que, si no se acata por rebeldía u oposición de la persona contra quien
se pretenda ejecutar, puede realizarse coactivamente, incluso mediante la
fuerza pública, en detrimento de ella. La concurrencia de los tres elementos
indicados forma la índole propia del acto autoritario o de gobierno, de tal
manera que, faltando cualquiera de ellos, el acto que provenga de un ór-
gano estatal y que se realice frente a un particular no será de autoridad.
Ahora bien, cuando las relaciones de supra a subordinación se regulan por
el orden jurídico, su normación forma parte tanto de la Constitución como
de las leyes administrativas principalmente, implicando en el primer caso
las llamadas "garantías individuales". En consecuencia, éstas, de conformi-
dad con lo que se acaba de exponer, se traducen en relaciones jurídicas
quc se entablan entre el gobernado, por un lado, y cualquier autoridad
estatal de modo directo e inmediato y el Estado de manera indirecta o me-
dia/a, por el otro.
Pues bien, entre ambos sujetos pueden mediar diversas categorías de
relaciones jurídícas que, sin embargo, no son garantías individuales. Por
168 LAS GARANTfAS INDIVIDUALES

ende, si bien es verdad que éstas son siempre relaciones jurídicas entre el
gobernado y las autoridades estatales inmediatas y el Estado en forma me-
diata, no toda clase de vínculos de derecho entre tales extremos de la re-
lación denotan una garantía individual. Por tal motivo, para dejar precisado
el concepto de ésta, es menester especificar las características de la relación
jurídica en que se revela.

A. SUJETOS

a) Consideraciones generales
La relación jurídica de supra a subordinación en que se manifiesta la
garantía individual consta de dos sujetos, a saber, el activo o gobernado y
el pasivo, constituido por el Estado y sus Ó'Tganos de autoridad.
Las garantías individuales según la postura ideológica adoptada en las
Constituciones que rigieron a nuestro país durante el siglo pasado, se repu-
taron, en términos generales, como medios sustantivos constitucionales para
asegurar los derechos del hombre. Asl, inclusive, se estimaron por el artículo
primero de la Constitución de 1857, para cuyo ordenamiento tales derechos
implicaron la base y el objeto de las instituciones sociales, es decir, de la
teleología estatal expresada en éstas.
Es evidente que dentro de esa concepción, las garantías consignadas
constitucionalmente fueron establecidas para tutelar los derechos o la esfera
jurídica en general del individuo frente a los actos del poder público. Aten-
diendo al sujeto que como único centro de imputación de las citadas ga-
rantías se consideraba por los preceptos que las instituian, la denominación
o el adjetivo de "individuales" se justificó plenamente. Sin embargo, y aun
bajo la vigencia de la Constitución de 1857, surgió el problema jurídico
consistente en determinar si las llamadas personas morales podrían ser ti-
tulares de las garantías individuales, que según se dijo, se implantaron en
el mencionado ordenamiento supremo para asegurar los derechos del hom-
bre. El problema a que nos referimos se suscitó en torno a la cuestión de si
las personas morales o corporaciones, que evidentemente no son "individuos"
ni tienen "derechos del hombre", podian invocar, frente a cualquier acto
de autoridad, la violación que en su perjuicio éste cometiera a los precep-
tos en que las multicitadas garantías se consignaban. Se arguyó que de las
garantías individuales sólo podía gozar la persona física o individuo, pues
las personas morales, por carecer de sustantividad humana, no podían ser
titulares de derechos del hombre, que sólo a éste pertenecen, ni, por ende,
ser protegidas por los medios sustantivos de tutela de esos derechos.
El criterio certero y de gran hondura jurídica del ilustre don Ignacio
L. Vallarta resolvió el problema en el sentido de que, a pesar de que las
personas morales no eran seres humanos, sino ficciones legales, y de que, por
LAS G~S rNDnroDUALES ASPECTO GENERAL 169

ende, no gozaban de derechos del hombre, como entidades sujetas al im-


perio del Estado, sí podían invocar en su beneficio las garantías individua- ~;
,l>
les, cuando éstas se violasen por algún acto de autoridad, lesionando su .~
'.
esfera jurídica. .
En el pensamiento ·de Vallarta asoma un principio de extensión de las
garantías individuales desde el punto de vista subjetivo, es decir, en cuanto
al sujeto titular de las mismas. Ya en la idea de nuestro egregio jurista
apuntaba la tendencia a dejar de considerar a las multicitadas garantías
como exelusivamente individuales, para reputarlas susceptibles de disfru-
tarse por entes que no eran individuos, como las personas morales o ju-
rídicas.
La dinámica social, impulsora de las transformaciones evolutivas que
ha experimentado nuestro país en todos los órdenes a través de su historia,
amplió aún más el radio de disfrute o de titularidad de las llamadas gil-
rantías individuales. Esta ampliación se registró, por modo primordial, a
partir de la Constitución de 1917. En el ámbito económico y social apare-
cen sujetos o entidades distintas de las personas morales de derecho privado.
En la esfera de las relaciones de trabajo se reconoce la existencia de or-
ganismos o asociaciones laborales o patronales, que se convierten en centros
de imputación de normas jurídicas. En materia agraria surgen también,
como entidades ·propias, sui generis, las comunidades ejidales a las que ge-
neralmente se estiman como centros de referencia de los ordenamientos de
derecho. Pero es más y dentro del mismo derecho administrativo y merced
a la política económica del Estado, han ido surgiendo, con personalidad
propia, empresas de participación estatal y organismos descentralizados. Por
tanto, los sujetos, Como centros de/imputación de las normas jurídicas, bajo
la vigencia de la Constitución del 17 y hasta la actualidad, son los siguien-
tes: los individuos o las personas físicas; las personas morales del derecho ,
privado; las personas morales de derecho social, tales como los sindicatos
obreros y patronales o las comunidades agrarias; las empresas de participa-
ción estatal y los organismos descentralizados. Todos estos sujetos son ac-
tualmente, como ya dijimos, centros de imputación de la normatividad
jurídica en lo que atañe a las relaciones de coordinación y de supra a sub-
ordinación que se registran en la vida del Estado mexicano.
Pero es más, aun las mismas personas morales oficiales o' de derecho
público, dentro de los dos tipos de relaciones mencionadas, son sujetos de
derecho, independientemente de que también lo sean en las llamadas rela-
ciones de supraordinación.
Ya dijirnes que las relaciones de coordinacián son aquellas que se enta-
blan entre sujetos que, en el momento de establecerlas mediante actos o'
hechos' jurídicos de diversa naturaleza, no operan como entidades de im-
perio. Por tanto, tales relaciones, reguladas generalmente por el derecho
privado y el social, pueden' existir entre dos o más personas físicas; entre
172 •. ¡ LAS GARANTIAS INDMDUALES

público, bien sea el constitucional o el administrativo, principalmente, Pero


puede suceder que una institución pública centralizada o un órgano estatal
no despliegue frente a otro una conducta imperativa, o sea, no desempeñe
un acto de autoridad propiamente dicho, sino que se coloque en la situa-
ción de gobernado. En esta hipótesis, que se registra frecuentemente en la
realidad, dicha institución pública centralizada deja de ser autoridad, y
entre ella y el otro órgano del Estado que conserva su poder de imperio,
surge una relación de supra a subordinación, regida básicamente por los
preceptos constitucionales en que se declaran o instituyen las llamadas ga-
rantías individuales. El órgano estatal de imperio, por ende, puede violar
las disposiciones que norman dicha relación en perjuicio de la instituci6n
pública que, como gobernado, se encuentra frente a él por virtud de una
situaci6n especial.
Estas ideas condensan el fundamento teórico del artículo 9' de la Ley
de Amparo, que hace procedente el juicio de garantías en favor de las per-
sonas morales oficiales, cuando por algún acto emanado de otro 6rgano del
Estado, se lesionan sus intereses patrimoniales. En el caso contemplado por
dicho precepto se advierte, como subyacente, una relación de supra a sub-
ordinación entre la persona moral oficial, titular de la acción de amparo, y
el órgano estatal que comete el acto de autoridad lesivo.
Estas consideraciones son puntualmente aplicables al caso en que se tra-
te de un conflicto jurídico entre una instituci6n pública o persona moral
oficial, por un lado, y un particular, por el otro. Entre ambos sujetos del
conflicto existe una relaci6n de coordinaci6n, pues la instituci6n pública o
la persona moral oficial la ha entablado con el particular sin haber ejerci-
tado frente a éste el jus imperii, sino a consecuencia del jure gestionis, lo
que inclusive ha sido reconocido por la Suprema Corte a prop6sito de la
distinción entre la doble personalidad o doble actuaci6n del Estado. Ahora
bien, el conflicto de referencia debe. ser resuelto por otro órgano estatal, di-
ciendo el derecho en él, o sea, desempeñando la función jurisdiccional. Es
entonces cuando, entre el órgano jurisdiccional, por una parle, y los sujetos
del conflicto, por la otra, y dentro del procedimiento en que éste se vaya
a dirimir, surgc una relaci6n de supra a subordinaci6n. En esta relacián, la
institución pública o la persona moral oficial deja de ser autoridad para
sujetarse a la decisión del órgano jurisdiccional que va a resolver el con-
flicto suscitado entre ella y el particular. Ambos se colocari, por ende, y
dentro de dicho procedimiento, en la misma situación de gobernados frente
al órgano jurisdiccional, que es el único que despliega una funci6n .impe-
rativa mediante una serie de actos de autoridad, y. la cual desemboca en
la dicción del derecho expresado en la sentencia. De ahi se concluye que
dentro de un proceso, cualquiera que sea su carácter, en que la instituci6n
pública o la persona moral oficial sea parte, los actos que ésta realice no
LAS GARANTIAS INDIVIDUALES ASPECTO GENERAL 173

son de autoridad, sino que participan de la misma índole que los que des-
empeña SU contraparte.
Conforme al principio de igualdad procesal, todos los sujetos que como
partes intervienen en un procedimiento jurisdiccional, tienen los mismos
derechos, traducidos en la capacidad de ofrecer pruebas, de alegar y, sobre
todo, de interponer los recursos legales pertinentes.
Cuando en un proceso las partes sean un particular y una institución
pública o persona moral oficial, ésta es titular de esos derechos, teniendo
la potestad de impugnar, por los medios jurídicos adecuados, los actos de
autoridad que realice el órgano jurisdiccional. Corrobora las anteriores ideas
la situación procesal que guarda la autoridad responsable en un juicio de
amparo. Al emitir ésta el acto reclamado, lo hace en desempeño del jus
imperii frente al agraviado; pero cuando el afectado por dicho acto deduce
la acción de amparo y se forma, como consecuencia de ello, el triángulo
procesal entre cI órgano de control, el quejoso y la autoridad responsable,
ésta es automáticamente despojada de su carácter de entidad autoritaria
o de imperio, para asumir la calidad de parte, sin poder desplegar; dentro
del proceso constitucional, ningún acto de autoridad, sino los que bajo esa
calidad, legalmente esté facultada para realizar. Las relaciones entre au-
toridad responsable y el órgano jurisdiccional que conoce del amparo con-
tra sus actos, no son de supraordinación, sino de supra' a subordinación, por-
que en ellos el único que desempeña actos de autoridad propiamente dichos
es el mencionado órgano, quedando supeditados a su voluntad decisoria la
autoridad responsable y el quejoso.
De las anteriores consideraciones se deducen las conclusiones siguientes:

l' Cualquier institución pública o persona moral oficial, esto es, cual.
quier órgano centralizado del poder, puede colocarse, frente a otro órgano
del Estado, en una relación de supra a subordinación.
2' En esa relación, la institución pública o la persona moral oficial
deja de ser entidad autoritaria, supeditándose a las decisiones del otro ór-
gano estatal, mismo que, frente a ella; desempeña el jus imperii.
3' El ejercicio del jus imperii frente a la institución pública o persona
moral oficial debe ajustarse a las exigencias constitucionales que se consig-
nan en los preceptos de nuestra Ley Fundamental que expresan las deno-
minadas garantías individuales.
4' La institución pública o persona moral oficial, dentro de esa rela-
ción de supra a subordinación, goza de los derechos establecidos en tales
preceptos constitucionales,
5' Cuando por cualquier acto de autoridad se violan dichos preceptos
en perjuicio de la institución pública o de la persona moral oficial, ésta
puede promover, por ende, el juicio de amparo.
174- LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

Expuestas como quedaron las variadas posibilidades de los sujetos que,


como gobernados, pueden ser titulares de las llamadas garantías individua-
les, nuestro estudio lo enfocaremos a cada uno de los tipos respectivos.

b) Sujeto activo. (Idea de "gobernado.) Este concepto está íntima-


mente ligado al de "acto de autoridad". En efecto, frente a cualquier per-
sona se pueden desempeñar diferentes actividades tanto por los particulares
como por los órganos estatales, formándose en el primer caso las llamadas
"relaciones de coordinación" ajenas a la garantía individual. Cuando el
acto que un órgano del Estado realice frente a una persona no sea unilateral,
imperativo ni coercitivo, es decir, cuando no sea de autoridad en los tér-
minos en que hemos expuesto esta idea, las relaciones respectivas que entre
ambos sujetos se entablan no son de supra a subordinación, esto es, de go-
bierno, sino también, como en la hipótesis anterior, de coordinación, pues
la entidad estatal, a través de dichos órganos, no opera imperativamente
(jus-imperii), sino como particular (jure-gestionis) buscando la colabora-
ción voluntaria de su ca-su jeto mediante la concertación de actos bilaterales
de diversa Indole.f" Por ende, en las relaciones de coordinaci6n que se for-
men entre el Estado y sus órganos, por un lado, y los particulares, por el
otro, éstos no tienen la calidad de gobernados, ya que esta condición supone
necesariamente una relaci6n de gobierno o de supra a subordinaci6n, la
cual se constituye por verdaderos actos de autoridad, es decir, por actos
emanados de tales órganos en ejercicio de las funciones estatales y que para
existir no requíeren el consentimiento de la persona frente a la que se des-
pliegan (unilateralidad), se imponen a la voluntad contraria de ésta (impera-
tividad) y la obligan coactivamente a obedecerlos (coercitividad). En con-
clusi6n, si para que una persona tenga el carácter de gobernado es menester
que respecto de ella se desempeñan actos de autoridad y si éstos generan las
relaciones de supra a subordinaci6n, tal carácter sólo existe en los mencio-
nados vínculos. Consecuentemente; por "gobemaqo" o sujeto activo de las
garantías individuales debe entenderse a aquella persona en cuya esiera
operen o vayan a operar actos de autoridad, es decir, actos atribuibles a
algún 6rgano estatal que sean de indole unilateral, imperativa y coercitiva.
Ahora bien, ya hemos dicho que la naturaleza de gobernado, a cuyo
concepto equivale la idea de "individuo" empleada en el artículo primero
de nuestra Constituci6n Federal, puede darse en diferentes tipos de entes
jurídicos, tales como las personas Ilsicas o individuos en sentido estricto, las
personas morales de derecho privado (sociedades y asociaciones), las de
derecho social (sindicatos y comunidades agrarias), las de derecho público
(personas morales y oficiales) y los organismos descentralizados.

122 La fundamentación doctrinal y jurisprudencial de la doble actuación del Estado


la tratamos en nuestra obra El Juicio d~ Amparo.
LAS GARANTIAS INDIV1DUALES ASPEcrO GENERAL 175

1. En el primer caso, el gobernado o sujeto activo de la garantía in-


dividual está constituido por todo habitante o individuo que viva en el te-
rritorio nacional independientemente de su. calidad migratoria, nacionalidad,
sexo, condición civil, etc. El término "individuo" que encarna al sujeto
gobernado cuando éste se revela en una persona física, equivale a ser huma-
no en su sustantividad biológica, con independencia, como ya aseveramos,
de sus atributos jurídicos o políticos. La mencionada equivalencia está con-
tenida implícitamente en el articulo primero de nuestra Constitución, que
dispone en su parte relativa que "En los Estados Unidos Mexicanos todo
individuo gozará de las garantías que otorga esta Constituci6n ... ", reve-
lándose nuestro ordenamiento fundamental en este aspecto más liberal que
muchos extranjeros que contraían la titularidad de las garantías individua-
les a los nacionales, excluyendo de su goce y disfrute a los que no tuvieren
esa condición. Tal liberalidad, que descubrimos en casi todos los códigos
políticos que han regido la vida pública de México, indica la asimilación
de las garantías individuales, como relaciones jurídicas entre gobernantes
y gobernados, a los derechos fundamentales del hombre, que se caracterizan
por su concomitancia universal con la naturaleza de todo ser humano, in-
dependientemente de su condición concreta y particular, a modo de potes-
tades necesarias para el desarrollo de la personalidad, como ya asentamos
en ocasiones anteriores.
2. Pues bien, existiendo al lado de las personas físicas o individuos las
personas morales, cuya sustantividad y capacidad de adquirir derechos y
contraer obligaciones las crea la ley, es evidente que cuando se ostentan como
gobernados, son titulares también de garantías individuales, aunque tal ti-
tularidad parezca un paralogismo. Interpretando literalmente los artículos
primeros de las Constituciones de 57 y de 17, puede uno resistirse a con-
siderar a las personas morales como sujetos activos de las garantías indivi-
duales, concluyendo que éstas sólo deben imputarse a las personas físicas.
Sin embargo, la garantía individual in-genere puede atribuirse también a las
personas morales como entidades sometidas al imperio autoritario, puesto
que bajo ciertos aspectos, constituidos por derechos o potestades que no
tengan un sustrato biológico (como la vida), dichas personas están coloca-
das por la ley en un rango semejante al que ocupan los individuos propia-
mente dichos. Por tal motivo, la titularidad de las garantías individuales ~
favor de las personas morales será lógica y realmente factible cuando no se
trata de garantías cuyo contenido esté integrado por potestades de natura-
Icza biológica, sino cuando la prerrogativa garantizada sea de índole pro-
piamente jurídica. La extensión de las garantías individuales en beneficio
de las personas morales ha sido corroborada constante e invariable-
mente por la jurisprudencia de la Suprema Corte, así como establecida in-
directamente por la Ley de Amparo al tratar la cuestión de la personalidad
y la representación en el juicio constitucional.
176 LAS GARANTÍAS ~nnDUALES

La cuestión de si las personas morales deben considerarse o no como


titulares de garantías individuales ha sido un tema sobre el que algunos de
nuestros más distinguidos juristas emitieron variadas y opuestas opiniones
al comentar el artículo primero de la Constitución Federal de 1857, que
disponía que "El pueblo mexicano reconoce que los derechos del hombre
son la base y el objeto de las instituciones sociales", adoptando una tesis
francamente individualista. Así, para Lozano y Esteva Ruiz " ninguna
persona moral, como tal, debía gozar de los derechos del hombre. Por su
parte, M areno COTa admitía la existencia de garantías para las entidades
morales, considerando Paliares que respecto de las llamadas de "interés pú-
blico" tales garantías eran inoperantes, pues en aquéllas "los socios abdican
absolutamente del dominio de los bienes que dedican a la obra, y lo abdican a
favor de ella y no a favor de los socios, ni de otra persona física determi-
nada".12< El eminente jurisconsulto don Ignacio L. Vallarta, a su vez, sostuvo
que las corporaciones tienen derechos civiles, propiedades y capacidad para
celebrar contratos, y que, a pesar de que solamente los individuos tienen
derechos naturales que gozan en su condición de hombres, las "compañías"
también pueden disfrutar de tales derechos, porque "esas personas morales
pueden ser juzgadas como .cualquier individuo, y sus propiedades están bajo
la protección de la ley constitucional, protección que necesitan contra los actos
arbitrarios, lo mismo que cualquier individuo".12~
Las opiniones sobre el otrora debatido tópico de si las personas morales
deben o no gozar de garantías individuales sólo representan en la actualidad
un mero interés histórico, pues tomando en cuenta que el concepto de "de-
rechos del hombre" (alrededor del cual se emitieron dichas opiniones) se
sustituyó en nuestra Constitución vigente por el de "garantías otorgadas" por
la propia Ley Fundamental, y que la persona física como tal no es ni debe
ser el único ente al que como gobernado pertenezca la titularidad de las
mencionadas garantías, las entidades morales de cualquier índole pueden
ser y son sujetos activos de la relación jurídica que éstas entrañan, según
hemos afirmado.
3. Pero no solamente la titularidad de las garantías individuales, es
decir, su subjetividad activa, corresponde a las personas físicas y a las mora-
les de derecho privado, sino que se extiende a las personas morales de derecho
social y aun a las de derecho público. En efecto, hemos dicho que el concepto
dc "individuo" a que se refiere el artículo primero constitucional equivale
a la idea de "gobernado", o sea, al de sujeto físico o moral cuya esfera ju-
128 Los Derechos del Hombre y estudio intitulado Las personas morales l gozan de
los derechos del hombre establecidos por la Constitución Federal Mexicana?, publicado
en la Revista de Legulaáón y jtJ.'f'isprudencia, tomo XX.IV, 1903. La misma idea la com-
parte Rodolfo Reyes, habiéndola sustentado en un interesante estudio que se publicó en la
Revista de Legislación 'JI Jurisprudencia, volumen correspondiente a los meses de enero a
junio de 1903, pál;ts. 301 a 348.
124, Obra citada en segundo lugar.
1.2li El Juicio'··de Amparo y el Writ 01 Habeas Corpus, págs. 108 a 110.
LAS GARANTÍAS INIlIVIDUALES ASPECTO GENERAL 177

ridica es susceptible de constituir el objeto total o parcial de actos de auto-


ridad imputables a los órganos estatales. Por tanto, si dicha esfera pertenece
a una persona moral de derecho social (sindicato, confederación sindical,
comunidad agraria), ésta asume el carácter de sujeto gobernado frente a los
actos autoritarios de afectación correspondientes, o sea, de "individuo" para
los efectos' de la titularidad activa de las garantías que expresamente con-
sagra la Constitución. Por otra parte, si las personas morales oficiales o
estatales pueden entablar la acción de amparo cuando los actos de autoridad
de que se trate lesionen sus intereses patrimoniales eonforme a lo dispuesto
por el artículo 9 de la Ley de Amparo, tales personas deben estimarse como
sujetos activos de la relación jurídica llamada "garantía individual" en lo
que atañe al ámbito formado por dichos intereses, pues en lo tocante a éstos
asumen la calidad de gobernadas.v" En cuanto a los organismos descentra-
lizados opera análoga conclusión, porque si su esfera jurídica es susceptible
de afectarse por algún acto de autoridad y, por ende, si merced a dicha
posibilidad de afectación pueden ostentarse como entidades gobernadas, son
también sujetos activos o titulares de garantías individuales atendiendo a la
equivalencia conceptual entre "individuo" y "gobernado" que implica el ar-
tículo primero constitucional.
4. En resumen, las garantías que con el título de "individuales" instituye
nuestra Constitución, propiamente se refieren a todo sujeto que tenga o
pueda tener el carácter de gobernado en los términos en que expusimos este
concepto. Consiguientemente, la denominaci6n "garantías individuales" que
se atribuye a las garantías que debe tener todo gobernado, no corresponde
a la verdadera indole jurídica de éstas y s610 se explica por un resabio del
individualismo clásico que no tiene raz6n de subsistencia en la actualidad y
que, por otra parte, ha sido objeto de críticas destructivas injustificadas pro-
venientes de ideologías socialistas o colectivistas que se sustentan en nuestro
medio, considerando a la Constitución de 1917, en lo que respecta a la con-
sagración de tales garantías, como un trasunto de regimenes politice-sociales
ya liquidados. Por tanto, para evitar dichas críticas, que sólo se basan en un
error puramente terminológico consistente en haber denominado a las multi-
citadas garantías con un adjetivo que únicamente traduce a uno de los sujetos
activos de la relación jurídica que implica (individuo O persona física), es del
todo indispensable que el nombre de "garantías individuales" Se sustituya
por el de garantías del gobernado, el cual se adecúa con justeza a su ver-
dadera titularidad subjetiva. Ahora bien, esta titularidad, por fundarse en un
concepto estrictamente jurídico, no está sometida a ideologías político-sociales,
pues si en cualquier régimen estatal deben existir como fenómenos ímpres-
126 La crítica de dicho precepto de la Ley de Amparo, asi como de la conclusi6n a
que llega la jurisprudencia de la Suprema Corte al interpretarlo, en el sentido de que en
el caso a que la propia disposición legal se refiere, las personas morales oficiales son titu-
lares de garantías individuales, la formulamos en nuestro libro El Juicio de Amparo, a cu-
yas consideraciones nos remitimos.
178 LAS GARANTÍAS INDIVlDUALES

cindibles las relaciones de supra a subódíriación entre gobernantes y gober-


nadas, las g-arantías que a éstos se otorguen como cauces normativos en que
aquéllos deban desplegar su actividad dentro de un estado de derecho, no
obedecerán a un criterio ideológico determinado, sino que se establecerán
sobre la idea de "ente gobernado", que puede involucrar sujetos de diferente
consistencia social, política y jurídica.
c) Sujeto pasivo. El sujeto pasivo de la relación jurídica que implica
la garantía individual está integrado, ya lo dijimos, por el Estado como en-
tidad jurídica y política en que se constituye el pueblo y por las autoridades
del mismo. Éstas, según también aseveramos, son las directamente limitadas
en cuanto a su actividad frente a los gobernados por las garantías indivi-
duales como manifestaciones de la restricción juridica del poder de imperio,
siendo el Estado el sujeto pasivo mediatoée 1" relación de derecho respectivo.
Por ende, el gobernado, titular de las garantías individuales, tiene el goce y dis-
frute de éstas inmediata o directamente frente a las autoridades estatales y
mediata e indirectamente frente al Estado, el cual, como persona moral
de derecho público que es, tiene necesariamente que estar representado por
aquéllas, quienes, a su vez, están dotadas del ejercicio del poder de imperio
en su distinta esfera de competencia juridica.
Surge la importante cuestión consistente en determinar si los organismos
descentralizados pueden ser sujetos pasivos de la relación jurídica en que se
manifiesta la garantía individual. Esta cuestión se vincula estrechamente con
otra que le es anexa y que estriba en la procedencia o improcedencia del
juicio de amparo contra los actos de tales organismos y cuyo tratamiento
lo abordamos en nuestra tantas veces citada obra.'" De las consideraciones
que formulamos al exponer este último tópico se deduce la conclusión de que
el organismo descentralizado puede ser sujeto pasivo de la mencionada rela-
ción jurídica cuando ésta sea de supra a subordinación, es decir, cuando
dicho organismo realice frente al partícular algún acto de autoridad, si la
legislación respectiva prevé esta posibilidad, tema éste que analizamos en
nuestro indicado libro."
B. EL OBJETO. La relación jurídica que existe entre los sujetos men-
cionados genera, para éstos, derechos y obligaciones que tienen un contenido
especial. En efecto, las garantías individuales se han reputado históricamente
como aquellos elementos juridicos que se traducen en medios de salvaguarda
de las prerrogativas fundamentales que el ser humano debe tener para el
cabal desenvolvimiento de su personalidad frente al poder público. En con-
secuencia, los derechos y obligaciones que implica Q genera la relación que
existe entre gobernados _y gobernantes o entre aquéllos y el Estado (en los
términos ya apuntados) tienen como esfera de gravitación esas prerrogativas
sustanciales del ser humano, cuyos fundamentos filosóficos expusimos en otra

127 El Juicio de AmparC'.


128 lbíd.
LAS GAllANTiAs INDIVIDUALES ASPECfO GENERAL 179

ocasión,':" considerándose como aquéllas la libertad, la igualdad, la segu-


ridad jurídica y la propiedad, respecto ele las cuales trataremos en sendos
capítulos,
a) Pues bien, desde el punto de vista del sujeto activo de la relación
jurídica en que se revela la garantía individual, ésta implica para dicho su-
jeto un derecho, esto es, una potestad jurídica que hace valer obligatoria-
mente frente al Estado en forma mediata y de manera inmediata frente
a sus autoridades, surgiendo para el sujeto pasivo, o sea, para estos dos ele-
mentos (autoridad y Estado) una obligaci6n correlativa. Siendo las prerro-
gativas fundamentales del hombre inherentes a SU personalidad, lo que
constituye el objeto tutelado por las garantías individuales principalmente,
el derecho quc se establece por la relación jurídica en que éstas se traducen
consiste en una exigencia imperativa que el gobernado reclama del sujeto
pasivo de la aludida relación (autoridades y Estado), en el sentido de que
se le respete un mínimo de actividad y de seguridad indispensable para el
desarrollo de la personalidad humana.
La potestad de reclamar al Estado y a sus autoridades el respeto a las
prerrogativas fundamentales del hombre, y que constituye la manera como
se traduce el derecho que para el sujeto activo de la relación jurídica multi-
citada o gobernado genera o implica esta misma, tiene la naturaleza de un
derecho subjetivo público."·
En efecto, dicha potestad es un derecho, esto es, tiene el calificativo de
jurídica, porque se impone al Estado y a sus autoridades, o sea, porque estos
UD Véase introducción.
130 Debemos advertir que el concepto de "derecho público subjetivo" no lo identifi-
camos con el concepto tradicional y clásico de "derechos del hombre" elaborado por el jus-
naturalismo. Para nosotros, y en ello reconocemos la influencia de Kelsen, la fuente del
derecho subjetivo es la norma -jurídica objetiva, sin la cual no puede existir. En cambio,
para los jusnaturalistas los derechos del hombre son anteriores y superiores a todo orden
jurídico positivo, o sea, pre y suprasociales y pre y supraestatales, por ser atributos Insepa-
rables de la persona humana. Lo que para el jusnaturalismo es un "derecho" del hombre,
para nosotros es una exigencia deontol6gica que se traduce en un ideal, fincado en la natu-
raleza humana, y que debe cristalizar en su reconocimiento jurídico normativo si el orden
de derecho objetivo pretende adecuarse a esa naturaleza. Ya hemos afirmado que, en nues-
tra opinión, al reconocer este orden las potestades libertarias naturales del hombre, las
erige a la categorla de "derecho subjetivo", por lo que lo "jurídico" de esas potestades, o
sea, su respetabilidad coercitiva e imperativa, deriva de la norma recognoscitiva y no de
ellas mismas.
Coincide con nuestro pensamiento Recaséns Siches, al aseverar que "Obviamente, cuan-
do se habla de los 'derechos del hombre' con este vocablo, "derechos' se piensa en otra
cosa y, sobre todo, en un plano diferente del Derecho positivo. Se piensa en una exigencia
ideal, la cual es formulada verbalmente diciendo 'todos los hombres tienen -por ejem-
pie-- derecho a la libertad de conciencia', lo cual no expresa un de'lecho subjetivo en el
sentido técnico de estos vocablos, sino que expresa que el. Derecho positivo, todo orden
jurídico positivo, por exigencia estimativa o axiol6gica, debe establecer y garantizar en sus
normas de libertad de conciencia. Cuando la doctrina filosófica habla de "derechos del
hombre', lo que hace es dirigir requerimientos al legislador, fundados en normas o en
principios ideales, en criterios estimativos, en juicios de valor, para que el orden jurídico
positivo emita preceptos que vengan a satisfacer esas exigencias." (Panorama del Pensa·
miento Jurídico en el Siglo XX. Ed. 1963. Tomo 1, pág. 535.)
180 LAS GARANTfAS INDIVIDUALES

sujetos pasivos de la relación que implica la garantía individual están obli-


gados a respetar Su contenido, el cual, como ya advertimos, se constituye
por las prerrogativas fundamentales del ser humano. En este sentido, la
potestad del gobernado de exigir a las autoridades estatales y, por ende,
al Estado, el mencionado respeto, la indicada observancia, no es un mero
hecho o una simple posibilidad de actuar del titular de la garantia individual
y cuyo cumplimiento o acatamiento podrían e1udirse. Por el contrario, dicha
potestad prevalece contra la voluntad estatal expresada por conducto de las
autoridades, la cual debe acatar las exigencias, los imperativos de aquélla,
por estar sometida obligatoriamente.
En segundo lugar, la potestad de referencia es un derecho subjetivo, por-
que implica una facultad que la ley (en este caso la Constitución) otorga al
sujeto activo (gobernado) para reclamar al sujeto pasivo (autoridades y
Estado) determinadas exigencias, ciertas obligaciones. En este particular,
la locución "derecho subjetivo" está empleada en oposición a la expresión
"derecho objetivo", que se identifica con el término "norma jurídica" abs-
tracta e impersonal.>"
Por último, la multicitada potestad es un derecho subjetivo público, por-
que se hace valer frente a un sujeto pasivo de esta índole, como son las auto-
ridades estatales y el Estado mismo, según ya quedó expresado anteriormente.
Ahora bien, el derecho público subjetivo no sólo es atribuible a los indi-
viduos o personas físicas, sino a todo ente que se halle en la situaci6n de
gobernado. Por consiguiente de tal derecho también son titulares las personas
morales privadas, las de índole social, las empresas de participación estatal,
los organismos descentralizados y excepcionalmente las entidades denomina-
das "personas morales oficiales", ya que todos estos tipos son sujetos activos
de la relación jurídica de supra a subordinación en que se traduce la "ga-
rantía individual" o garantía del gobernado. Es obvio que el contenido o la
materia de ese derecho, tratándose de los diferentes tipos de gobernado varía
en cada caso, pues si, en cuanto a las personas físicas o individuos ese con-
tenido o materia está implicado, según dijimos, en las prerrogativas funda-
mentales del hombre, por lo que respecta a las otras especies se manifestará
en su correspondiente esfera jurídica demarcada por el régimen normativo a
que su estructura y funcionamiento estén sometidos.
En cuanto a su existencia para el gobernado, los derechos subjetivos pue-
den ser originarios o derivados. En el primer caso, el nacimiento de los men-
cionados derechos opera per-se, esto es, sin la verificación de ningún acto o
hecho jurídico previo, bien porque sean inherentes a la personalidad humana, o
181 Por corresponder a la esfera de estudio e investigación de la Filosofía del Derecho
la determinación del concepto "derecho subjetivo", que tan diversamente se ha formulado
por los filósofos del Derecho como Windscheid, Ihering y del Vecchio principalmente, nos-
otros optamos por estimar tal idea como una facultad concedida a la persona por el orden
jurídico objetivo, estimaci6n que es suficiente para distinguir lo "jurídico subjetivo" de lo
"jurídico objetivo".
LAS GARANTfAs INDIVIDUALES ASPECrO GENERAL 181

bien porque se imputen directamente por la lcy a una persona o entidad.


Por el contrario, cuando se trata de derechos subjetivos derivados, Su causa-
ción proviene de un acto o de un hecho jurídico previo y necesario, como
sucede con los derechos que nacen de un contrato, de un testamento, de la
prescripeión adquisitiva o positiva, de una concesión, licencia, permiso oficial,
etcétera.
En otras palabras, los derechos subjetivos originarios son aquellos que
corresponden a una situación jurídica concreta, para cuya formación no es
menester el cumplimiento o la realización de un hecho o de un acto jurídico
particular y determinado, sino que resulta de la imputación directa que hace
la ley a una persona de una situación jurídica abstracta, imputación o refe-
rencia que personaliza o particulariza a ésta. A diferencia de los derechos
subjetivos originarios, los derivados pertenecen a una situación jurídica con-
creta que se crea por un acto o un hecho concreto y previo, el cual reproduce,
entre partes y sujetos determinados, una situación jutídica abstracta. Los
derechos· públicos subjetivos que nacen de la relación jurídica que implica
la garantía individual, son evidentemente originarios, puesto que existen para
el gobernado desde que éste nace, o se forma, o sea, desde el momento en
que es persona (física o moral) independientemente de sus condiciones o
circunstancias particulares. En otras palabras, la titularidad de los derechos
que integran el objeto de las garantías individuales surge por la imputación
inmediata y directa que hace la Constitución a los gobernados respecto de
las situaciones jurídicas abstractas que se contienen en los preceptos que las
instituyen.
Además, los multicitados derechos subjetivos públicos son absolutos en
cuanto a su exigibilidad y validez frente al sujeto de la obligación correlativa.
En efecto, existen derechos subjetivos relativos y absolutos. Los primeros son
aquellos que tienen un obligado particular, concreto y determinado (hic et
nunG, como dirían los escolásticos), pudiéndose solamente ejercitar contra
él. Por el contrario, un derecho subjetivo es absoluto cuando puede hacerse
valer frente a un número indeterminado de obligados, como acontece, verbi-
gracia, con el derecho dc propiedad, en el cual, de acuerdo con la doctrina
moderna del Derecho Civil, existe un obligado universal representado por
todos los hombres que tiene el deber de no vulnerar ese derecho. Las garan-
tías individuales evidentemente participan de este carácter absoluto, desde el
momento en que los derechos públicos subjetivos que dc ellas derivan pueden
hacerse valer contra cualquier autoridad del Estado que los viole o incumpla,
existiendo, por ende, un sujeto obligado universal que se traduce en todas
las autoridades del país.
Debemos recordar que no debe identificarse a la garantía individual o
garantía de gobernado con el derecho público subjetivo o "derecho funda-
mental del gobernado" como también suele llamársele. El derecho subjetivo,
que tan diversamente ha sido conceptuado por la doctrina desde distintos
182 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

puntos de vista '" reconoce siempre, con independencia de su implicación


filosófica, la existencia de una obligación correlativa a cargo de un sujeto
diferente de su titular. Un derecho subjetivo se tiene y se ejercita frente a
alguien, o sea, frente a un obligado que tiene el deber coercible de respetarlo
o ae comportarse vanadamente conforme a él. Por ende, ese derecho es coer-
citivo y la obligación concomitante coercible, y como uno y otra son correla-
tivos por necesidad, entre sus respectivos sujetos existe una relación prevista
por la norma jurídica objetiva y que en cada caso concreto se actualiza por
una variedad de causas que seria prolijo señalar. Es obvio que sin esa re-
.ación no puede haber ni derecho subjetivo ni obligación, ya que es ella la
que constituye la fuente de ambos. De ahí que la relación, como nexo que
vincula juridicamente a dos sujetos, genera para uno el derecho y para el
otro la obligación. Se concluye de ello que la relación comprende tanto
al derecho subjetivo como a la obligación correlativa a éste.
Las consideraciones someramente expuestas demuestran que la garantia
individual o del gobernado como relación juridica no puede confundirse con
e! derecho público subjetivo que en favor de éste surge de ella. La mencio-
nada garantía en su carácter de vínculo juridico establecido por la Consti-
tución impone una obligación a las autoridades de! Estado en beneficio de
todo gobernado. Esta obligación deriva de la juridicidad de la relación en que
dicha garantía se revela, misma que, por e! propio elemento, crea al derecho
subjetivo público. Sin la juridicidad, que no denota sino la previsión consti-
tucional de la citada relación, no habría ni derecho subjetivo ni obligación,
pues en esta hipótesis negativa los vínculos de supra a subordinación estarían
regidos por e! solo arbitrio de los gobernantes, sin que éstos asumiesen, por
tanto, ninguna obligación frente a los gobernados, quienes lógicamente tam-
poco serian titulares de ningún derecho subjetivo públíco.?" En conclusión,
si la garantía individual se traduce en una relación juridica de rango cons-
titucional entre el gobernado, por una parte, y las autoridades del Estado, por
la otra, y si involucra el derecho público subjetivo en favor de aquél
y la obligación correlativa a cargo de éstas, no es posible admitir la identi-
ficación de que hemos hablado, ya que no es dable confundir el todo con
ninguna de sus partes.
b) Si la relación jurídica que implica la garantia individual engendra
para el sujeto activo de aquélla o gobernado un derecho en los términos

1.82 Así, para Windscheid el derecho subjetivo es un poder de voluntad condicionado


por el derecho objetivo. Para Ihering tal derecho es un interés jurldicamente protegido, y
Jellinek, combinando el interés y la voluntad, lo considera como la potestad volitiva rece-
nacida y protegida por el orden jurídico "que tiene por objeto un bien o un interés".
138 Las ideas que acabamos de expresar nos reafirman en la tesis que reiteradamente
hemos postulado de que sin una obligación coercible por el derecho objetivo no puede
haber un derecho subjetivo, que es de suyo coercitivo como poder, voluntad o facultad.
Por tanto, Jos llamados "derechos naturales del hombre" no son tales derechos sino meras
concepciones ideales fundadas, eso 51, en las potestades naturales del ser humano, las cua-
les, mientras no sean reconocidas por el derecho objetivo, es decir, en tanto éste no les
LAS GARANTiAs INDIVIDUALES ASPEGTO GENERAL 183

que se acaban de anotar, para el sujeto pasivo, o sea, para las autoridades esta-
tales y para el Estado, genera una obligaci6n correlativa. Esta obligación se
revela en el respeto que el sujeto pasivo debe observar frente a los derechos
públicos subjetivos del gobernado derivados de la garantía individual.
El cumplimiento de dicha obligación, esto es, la observancia de dicho
respeto, puede llevarse a cabo, por el sujeto pasivo en términos generales, y
según el caso, mediante una abstenci6n o un no hacer o a través de una con·
ducta positiva. En el primer caso, la obligación que para el Estado y sus
autoridades genera la relación jurídica en que se traduce la garantía indivi-
dual, es de carácter pasivo, mientras que en la segunda hipótesis es de índole
activa. Ya al tratar el tema relativo a la clasificación de las garantías indi-
viduales tendremos oportunidad de vincular estos dos tipos de obligaciones
estatales y autoritarias con los preceptos constitucionales que las contienen.
Debemos observar que la obligación mencionada a cargo de todos los
órganos estatales tiene su fundamento directo en el principio de juridicidad,
que implica la ineludible subordinación de todos los actos del poder público
a normas jurídicas pre-establecidas. Ahora bien, si estas normas tienen ca-
rácter constitucional, como son las que establecen las garantías en favor de
todo gobernado, la citada obligación deriva puntualmente del deber general
que tienen todas las autoridades del Estado, consistente en cumplir y hacer
cumplir la Constitución. Ese deber, según fácilmente puede advertirse, no
sólo incumbe a las autoridades administrativas y judiciales, sino que también
atañe al legislador ordinario, en cuanto que las leyes que expida no deben
contrariar las invocadas garantías.t'"
e) De conformidad con lo que asentamos anteriormente, se deduce que
tal derecho a favor del gobernado y la obligación correlativa a cargo de las
autoridades estatales y del Estado mismo que surgen de la relación jurídica
en que se traduce la garantía individual, existen unilateralmente, es decir,
que no hay derechos u obligaciones reciprocas por parte de los sujetos activo
y pasivo del citado vínculo, Así, atendiendo a la naturaleza prístina de la
garantía individual, el sujeto activo o gobernado sólo es titular de un derecho
subjetivo público que enfrenta a las autoridades estatales y al Estado mismo,
sin que, a su vez esté obligado hacia el sujeto pasivo. Por lo mismo, y en

atribuya juridicidad para imponerse coercitivamente sobre los necesarios- sujetos obligados
que serían las autoridades del Estado, no rebasan la órbita de la' facticidad, de la ética
o de la filosofía.
1M Al respecto, Philippe Braud; profesor de la Facultad de Derecho y Ciencias Eco-
nómicas de París, afirma que "La sumisión de los poderes públicos a la carta constitu-
cional es un deber auténtico del Estado; incumbe sin excepción, a todos BUS órganos porque
la Constitución es precisamente la norma que funda la competencia de cada uno de
ellos. Ninguno puede librarse o librar a los otros de su observancia, porque las normas
expedidas por el legislativo son siempre de valor infra-constitucional, salvo que el 6rgano
legislativo y el 6rgano constitucional se encuentren exactamente confundidos." (La No ..
'ion de LibertA Publique en Droit Fran'dis. Pág. 169. Edici6n 1968. Biblioteca de De-
recho Público.)
184- LAS GARANTIAS INDMDUALES

vista del atributo de unilateralidad que hemos señalado, el Estado y sus auto-
ridades no tienen ningún derecho, ninguna facultad de imperio frente al
gobernado en la relaci6n que implica la garantía individual, pues s610 son
titulares de la obligaci6n que especificamos anteriormente. Por tal motivo,
podemos afirmar que de acuerdo con su Indole genuina, primaria y propia, la
relación jurídica en que se revela la garantía i,ndividual tiene el carácter dis-
tintivo de la unilateralidad en la causaci6n de los derechos y obligaciones
que de ella se derivan para ambos sujetos, carácter que equivale a la circuns-
tancia de que los derechos s610 se generan para el sujeto activo y las obliga-
ciones exclusivamente para el pasivo. :Ésta es, pues, la fisonomía que presenta
la naturaleza jurídica de la garantía individual, en un régimen individua-
lista y liberal.
Sin embargo, no considerándose ya a los intereses y derechos particulares
como el objetivo y la base de las instituciones sociales, no reputándose -exclu-
sivamente al Estado como el guardián de la esfera jurídica de actividad
privada, tal como acontecia en la Constituci6n de 57 que sigui6 una co-
rriente netamente jus-naturalista, las relaciones entre dicha entidad y los gober-
nados por lo que ve a las garantías individuales se transforman palpable-
mente. En efecto, el Estado y sus autoridades ya no son los tuteladores de los
derechos individuales exclusivamente; éstos ya no se estiman como supra-
estatales, sino como prerrogativas jurídicas que el orden de derecho crea o
instituye en favor de los gobernados para hacer factible su desenvolvimiento
dentro de la vida social. Fue por esta nueva concepci6n de las garantías indi-
viduales por lo que el Estado ya no se ve constreñido a reconocer o respetar
derechos intangibles por su poder de imperio, sino que, para procurar el bien-
estar y felicidad de sus miembros componentes, establece, en el orden jurídico
primario y fundamental como es la Ley Suprema, una esfera de actividad
para el gobernado inviolable por las autoridades y un régimen de seguridad
jurídica para el mismo. Bajo esta nueva concepci6n de las garantías indivi-
duales, que es la que acogió nuestra Constitución actual en su articulo prime-
ro, los derechos fundamentales del hombre ya no Se reputan pre-existentes
a la sociedad estatal, según la teoría jus-naturalista, sino como creaciones del
poder soberano del Estado plasmadas en el orden jurídico básico del mismo,
y que, por este solo hecho, significan una autolimitaci6n a la actividad es-
tatal, y, por ende, a la conducta de las autoridades."
1M Es pertinente insistir en que las anteriores consideraciones no excluyen la idea de
que todo hombre tiene potestades naturales inherentes a su personalidad, que se resumen
en la libertad natural. Ahora bien, tales potestades, mientras no se reconozcan por el orden
jurídico positivo, no deben ser reputadas como "derechos". El derecho, en su aspecto sub-
jetivo, siempre reclama la existencia de una obligación correlativa. Un "derecho" sin un
'sujeto frente a quien se ejercite O pueda ejercitar obligatoriamente, no merece el califica ..
tivc de tal. El derecho subjetivo, según dijimos, no es una simple "facultad" o "potestad",
sino una "facultad" o "potestad" obligatoria, imperativa y coercitiva. Estos atributos s610
los puede otorgar la norma jurídica, sin la cual cualquier potestad humana, por más na-
tural que se suponga, no es "derecho subjetivo". Nuestro pensamiento coincide con el [us-
LAS GARANTiAs INDIVIDUALES ASPÉGTO GENERAL 185

"La misma idea la desenvuelve Burgess en las siguientes palabras: 'Los re-
volucionarios del siglo xvm decían que la libertad era un derecho natural; que
pertenecía al individuo en cuanto ser humano, independientemente del Estado
o sociedad en que viviese o del gobierno que le rigiera. Pero fácil es ver que
ésa es una idea vana e irrealizable; porque, si ni el Estado, ni la sociedad, ni el
gobierno definen la esfera de la autonomía individual y señalan sus límites,
entonces se dejará que lo haga el individuo mismo, y eso es anarquía pura y
simplemente. Los ensayos que hizo la revolución francesa para traer a la prác-
tica la teoría de los derechos naturales, demostraron la fatalidad de esa conse-
cuencia. Tales ensayos indujeron a los espíritus más piadosos de aquellos días
a afirmar que la fuente de la libertad del individuo es Dios. As¡ se renovaba la
divisa de la Edad Media: Dieu et mon droit. Pero, ¿ quién debe interpretar
la voluntad de Dios respecto de la libertad individual? Si la interpreta el individuo
por sí mismo, llegaremos a la misma consecuencia anárquica de antes. Si la
interpretan el Estado, la Iglesia o el gobierno, el individuo pierde realmente
la fuente divina de su libertad, porque lo único que tiene un valor práctico es la
interpretación y declaraci6n legal de los derechos e inmunidades individuales.
Esas dos teorías eran una protesta natural y necesaria contra el régimen del
periodo prerrevolucionario que no reconocía al individuo más libertad que la
que el gobierno le otorgase. Pero una y otra rebasaron la medida, y provo-
caron una reacción en las ideas y en los hechos.'
"El momento presente es mucho más favorable para una inteligencia exacta
y científica de estas relaciones. El principio más moderno puede expresarse como
sigue: el individuo, tanto para su más elevado desarrollo como para el mayor
bien de la sociedad y del Estado en que vive, debe obrar libremente dentro de
cierta esfera. La tendencia a tal acci6n es una cualidad universal de la natura-
leza humana; pero el Estado, el soberano, es el único que puede definir los ele-
mentos de la libertad individual, limitar su esfera y garantizar su goce. Así, el
poder que crea y sostiene al gobierno, y dispone de su vida, defiende al individuo
en esa esfera contra el gobierno, y, mediante el gobierno, contra las intrusiones
de todos los demás. Pero contra ese poder no hay defensa: él da y quita. El in-
dividuo puede reclamar libertades que aquél no haya otorgado, y aun demostrar
hasta la evidencia que las ha menester; pero 10 seguro es que, mientras no se las
otorga, no las posee. La soberanía plena --el Estado- no puede ser limitada
ni por la libertad individual ni por las facultades gubérnativas; y lo sería, si la
libertad individual tuviese su fuente fuera del Estado. 'He ah¡ el único criterio
que puede armonizar la libertad con el derecho, y mantener su equilibrio." aee

Pues bien, al crear el Estado por conducto del orden jurídico las garan-
nas individuales en beneficio de los gobernados, en algunos casos correlati-
vamente impone a éstos determinados deberes que cumplir en aras de la
naturalismo en cuanto a que la persona nace libre y en que está colocada en una situaci6n
igualitaria natural Con sus semejantes, pues sería monstruosamente aberrativo que se negara
la libertad e igualdad naturales, como elementos consubstanciales de todo ser humano.
En lo que disentimos de tal corriente filosófica, es en que dicha libertad e igualdad sean
"derechos", pues en nuestro entender, siguiendo en este punto a Kelsen, esta calidad s610
puede derivar de la nonna jurídica objetiva. Por eso, cuando la Constitúci6n reconoce la
libertad e igualdad naturales del hombre, las erige en derechos públicos subjetivos, ya que,
a través de la relación llamada "garantía individual" O "garantia del gobernado", les
imputa los ingredientes esenciales de lo jurídico, que son, como hemos afinnado, la obli-
gatoriedad, la imperatividad y la coercitividad.
188 Ciencia Polltica y Derecho Constitucional Comparado, págs. 215 y 216.
186 LAS GARANTiAS INDIVIDUALES

sociedad. De esta manera surgió la idea o el concepto de obligaci6n individual


pública, que puede definirse como un conjunto de prestaciones positivas o
negativas impuestas al gobernado en favor del Estado. En nuestro sistema
constitucional encontramos, al lado de las garantías individuales propiamente
dichas, obligaciones individuales públicas que el gobernado contrae en bene-
ficio del Estado o de la sociedad. As1, por vía de ejemplo, el articulo S-
constitucional, al consignar la garantía individual de la justa retribución por
trabajos desempeñados, impone correlativamente al gobernado la obligación
de prestar los servicios militares, de jurados, etc., obligación que implica una
excepción a la libertad de. trabajo que consagra el precepto anteriormente in-
vocado. En conclusión, junto a las garantías individuales propiamente dichas,
nuestra Ley Fundamental, en múltiples casos que por ahora sería inoportuno
tratar, impone al gobernado determinadas obligaciones en favor del Estado
o de la sociedad y que se traducen genéricamente en prestaciones positivas o
en abstenciones, obligaciones de que ya trataremos al abordar el estudio de
cada una de las garantías individuales en particular.

C. LA FUENTE. Hemos afirmado que la garantía individual se traduce


en una relación jurídica que se entabla entre el gobernado como persona
física o moral, por un lado, y las autoridades estatales y el Estado, por el
otro. Ahora bien, la juridicidad de este vínculo y, por ende, de la garantía
individual, descansa en un orden de derecho, es decir, en un sistema norma-
tivo que rige la vida social. Ese orden de derecho, en cuanto a su forma,
puede ser escrito o consuetudinario. Por consiguiente, la fuente formal de las
garantías individuales puede ser, o bien la costumbre jurídica, o bien la legis-
lación escrita, como acontece entre nosotros. Sin embargo, no a toda ésta debe
reputarse como fuente de las garantías individuales, sino a una categoría
especial de normas, En efecto, los derechos públicos subjetivos, cuyo titular es
todo gobernádo, se instituyen en el ordenamiento fundamental o básico del
orden jurídico estatal, es decir, en la Constituci6n, según sucede en la genera-
lidad de los casos. Por ello, ésta es la fuente formal de las garantías indivi-
duales, que no son sino la relación jurídica de supra a subordinación de que
hemos hablado y de la que derivan los mencionados derechos. Es, pues, la
Ley Fundamental, esto es, el ordenamiento primario y supremo del orden
jurídico del Estado que obliga a gobernantes y gobernados y encauza el poder
público, la que regula dicha relación. Por ende, los derechos públicos subje-
tivos, que traducen uno de los elementos de la garantía individual o del
gobernado, son de creaci6n constitucional conforme al articulo primero de
nuestra Ley Suprema, sin que esos derechos se agotén en los llamados "dere-
chos del hombre" aunque sí los comprendan, pero únicamente con referencia
a un solo tipo de gobernado, como es la persona física O individuo.
Ahora bien, los derechos públicos subjetivos están preservados por un
cúmulo de condiciones que aseguran su goce y ejereicio en favor de su titular
LAS GARANTfAs INDIVIDUALES ASPECTO GENERAL 187

O gobernado, en el sentido de que aquéllos no pueden afectarse válidamente


por ningún acto del poder público sin que éste observe o acate tales condi-
ciones, cuyo conjunto integra la seguridad jurídica dentro de un régimen
de derecho.
D. CONCEPTO DE GARANTÍA INDIVIDUAL. Este concepto se forma, según
las explicaciones que preceden, mediante la concurrencia de los siguientes
elementos:
1. Relaci6n jurídica de supra a subordinaci6n entre el gobernado (su-
jeto activo) y el Estado y sus autoridades (sujetos pasivos).
2. Derecho público subjetivo que emana de dicha relaci6n en favor
del gobernado .(objeto) .
3. Obligaci6n correlativa a cargo del Estado y sus autoridades, consis-
tente en respetar el consabido derecho y en observar o cumplir las condiciones
de seguridad juridica del mismo (objeto).
4. Previsi6n y regulaci6n de la citada relaci6n por la Ley Fundamen-
tal (fuente).
De estos elementos fácilmente se infiere el nexo lógico-jurídico que media
'entre las garantías individuales o del gobernado y los "derechos del hom-
bre" como una de las especies que abarcan los derechos públicos subjetivos.
Los derechos del hombre se traducen substancialmente en potestades inse-
parables e inherentes a su personalidad; son elementos propios y consubstan-
ciales de su naturaleza como ser racional, independientemente de la posición
juridico-positiva en que pudiera estar colocado ante el Estado y sus autori-
dades; en cambio, las garantías individuales equivalen a la consagración
juridico-positiva de esos elementos, en el sentido de investirlos de obligatorie-
dad e imperatividad para atribuirles respetabilidad por parte de las autori-
dades estatales y del Estado mismo. Por ende, los derechos del hombre
constituyen, en términos generales, el contenido parcial de las garantías indi-
viduales, considerando a éstas como meras relaciones juridicas entre los sujetos
de que hemos hablado: gobernados, por un lado y Estado y autoridades,
por el otro.

E. PRINCIPIOS CONSTrrUCIoNALES QUE RIGEN A LAS GARANTÍAS INDIVI-


DUALES. Siendo nuestra Constitución la fuente de las garantías individuales,
o sea el ordenamiento en el cual éstas se consagran, formando, por ende, parte
de la Ley Fundamental, es 16gico y evidente que están investidas de los prin-
cipios esenciales que caracterizan al cuerpo normativo supremo respecto de la
legislaci6n secundaria. Por consiguiente, las garantías individuales participan
del principio de supremacia constitucional (consignado en el artículo 133 de
la Ley Suprema), en cuanto que tienen prevalencia sobre cualquier norma o
ley secundaria que se les contraponga y primacía de aplicaci6n sobre la
misma, por lo que las autoridades todas deben observarlas preferentemente
a cualquier disposici6n ordinaria. Por otra parte, las garantías individuales,
188 LAS GARANTfAS INDIVIDUALES

que forman parte integrante de la Constitución, están, como ésta, investidas


del principio de rigidez constitucional, en el sentido de que no pueden ser
modificadas o reformadas por el poder legislativo ordinario (o sea, por el
Congreso de la Unión como órgano legislativo federal y para el Distrito
Federal, y por las Legislaturas de los Estados), sino por un poder extraordi-
nario integrado en los términos del articulo 135 de la Ley Fundamental.'"

F. EXTENSIÓN DE LAS GARANmS INDIVIDUALES EN CUANTO A SU CONSA-


GRACIÓN CONSTITUCIONAL. La cuestión relativa a la extensión de las ga-
rantías individuales en cuanto a su consagración constitucional equivale a
la formulación de la siguiente pregunta: ¿Las garantías individuales, sólo
están comprendidas por la Constitución en sus veintinueve primeros articu-
las que integran el capitulo respectivo, o por el contrario, abarcan otros pre-
ceptos constitucionales distintos? A don Ignacio L. Vallarta le preocupó tal
cuestión, habiéndola resuelto en el sentido de que por garantías individuales
no deben entenderse únicamente los, veintinueve primeros artículos de la
Constitución, sino que aquéllas podían hacerse extensivas a otros preceptos
de la Ley Fundamental que signifiquen una explicación, ampliación o re-
glamentación de las normas que expresamente las prevén.f"
A nuestro parecer, y no obstante la crítica que a esta tesis del insigne
V allarta hace Rabasa, estimamos que es correcta la apreciación del célebre
constitucionalista, máxime si se tiene en consideración que el concepto de
"garantías individuales" no es restrictivo, sino por el contrario, extensivo, es
decir, no se debe identificar a las garantías individuales con los veintinueve
primeros articulas de la Constitución, pues éstos solamente las enuncian en
forma más o menos sistemática, sino referirlas a todos aquellos preceptos
constitucionales que por su espíritu mismo vengan a complementar, en di-
versa manera, las primeras veintinueve disposiciones, toda vez que la decla-
ración contenida en el articulo primero es lo suficientemente amplia para
inferir que es a través de toda la Constitución como se consagran las garan-
tías individuales o del gobernado. Por via de ejemplo citaremos un caso:
el articulo 123, que no se encuentra dentro de los veintinueve primeros ar-
tículos constitucionales, está indiscutiblemente vinculado al articulo 5 de la Ley
Fundamental, precepto, que se refiere a garantías relativas a la prestación de
servicios. Las fracciones JI, JII, etc., del mencionado articulo 123 fijan las
condiciones del desempeño del trabajo y, cuando alguna autoridad las viole
en perjuicio de una persona, evidentemente, y a nadie se le ocurriría lo
contrario, procede el amparo, no obstante que la supuesta violación se ca-
mete contra un precepto constitucional no comprendido dentro de los vein-
1.S1 En relación con los principios constitucionales a que aludimos, véase nuestro libro
Derecho Constitucional Mexicano. obra en la que abordamos su estudio con el debido de-
tenimiento y la pertinente amplitud.
188 Véase sobre el particular nuestra obra El Juicio de Amparo, en relación con los
Votos, de Vallarta.
LAS GAIlANTIAS INDIVIDUALES ASPECTO GENERAL 189

tinueve primeros artículos, pero que en sí mismo importa una complemen-


tación y extensión sociales del artículo 5, que consigna expresamente sendas
garantías individuales.
G. ORIGEN FORMAL DE LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES POR LO QUE TOCA
A SU CONSAGRACIÓN POR EL ORDEN JURÍDICO ESTATAL. Por origen formal
de las garantías individuales entendemos aquella manera o forma como el
Estado o sociedad política organizada incorporó en el orden jurídico cons-
titucional los derechos públicos subjetivos cuyo contenido lo constituyen las
prerrogativas fundamentales del gobernado, o sea, el acto por virtud del
cual dichos derechos se establecieron en la Constitución.
Existen diversas teorias para solucionar esta cuestión. Sin embargo, en
su mayoría no son sino variantes de alguna de estas dos tesis opuestas, a
saber, la jusnaturalista y la estatista. La primera sostiene que, siendo los
derechos del hombre inseparables de su naturaleza y consubstanciales a su
personalidad, y por ende, superiores y pre-existentes a toda organización
normativa, el Estado debe respetarlos, teniendo la ineludible obligación de
incorporarlos a su orden juridico. Esta idea se preconiza por la doctrina
francesa clásica representada por Esmein, Barthélemy, Le FUT y Hauriou,
entre otros, quienes, siguiendo las concepciones que inspiraron a la Declara-
ción de 1789, afirman que el hombre nace con "derechos naturales", los
cuales deben condicionar necesariamente a todo orden jurídico positivo por
tener un carácter "supra-constitucional".
La teoría estatista parte de un criterio opuesto al sustentado por la doc-
trina jusnaturalista. En efecto, se afirma que sobre el poder del pueblo o
la nación (volonté générale en la tesis rousseauniana) no existe ninguna
potestad individual. Por ende, el sujeto particular no tiene ningún derecho
que oponer al Estado, que es la forma política y jurídica en que se organiza
el pueblo. Pero, para obtener la felicidad y el bienestar de la comunidad, es
menester procurar que sus partes integrantes, los individuos, sean dichosos.
y por ello es que el Estado, en ejercicio del poder soberano cuyo titular es
el pueblo, otorga, crea o concede a los gobernados determinadas prerrogati-
vas que lo coloquen al amparo de los desmanes, arbitrariedades e iniquida-
des dc las autoridades que obran en representación de aquél (tesis del otor-
gamiento o creaci6n de las garantlas indiuiduales), En conclusión, según
esta solución, el establecimiento de las garantías individuales constituye parte
integrante de la finalidad general del Estado determinada por postulados
éticos, como SOn los concernientes a la procuración del bienestar de la so-
ciedad por medio de la obtención de la felicidad de sus miembros individua-
les, para cuya consecución se otorga a éstos ciertos derechos o prerrogativas
fundamentales.
Según la tesis estatista los derechos públicos subjetivos derivan de la auto-
limitaci6n del poder del Estado en el orden jurídico positivo. Su existencia
no precede a este orden puesto que dimanan de él y se instituyen por él en
190 LAS oARANniAs ~nnnUALES

favor de los gobernados, ya que, como asevera Laband, "los derechos de


libertad o derechos fundamentales son reglas que se da a sí mismo el poder
del Estado; constituyen barreras que limitan los poderes de las autoridades,
aseguran al particular su natural libertad de acci6n en un circulo determi-
nado, pero no establecen derechos subjetivos de los ciudadanos del Es-
tado ... " 180
En Kelsen y en Duguit la teoría estatista llega hasta el extremo de negar
la existencia de derechos subjetivos.

Para el jurista vienés, éstos se diluyen en el derecho objetivo. "Fundamental..


mente considerado, dice, el derecho objetivo no es otro que el derecho positivo. 1.0
que surge frente al derecho positivo como un derecho subjetivo esencialmente
diverso del derecho positivo, por ser irreductible a éste, es un orden jurídico
diferente. El derecho (subjetivo) no es diverso del (objetivo) más que si es
independiente de él, si no deriva de él su validez, si -c-como enseñan a veces
incluso algunos positivistas--- le precede temporalmente y -en grado mayor
o menor- no puede ser desconocido o negado por el derecho objetivo. En
principio, la teoría enlaza esta idea con la noción de derecho subjetivo. Es la
idea de los derechos innatos e indestructibles y de los derechos (adquiridos)
del individuo, idea que siempre ha surgido con la pretensión de señalar lími-
tes absolutos al derecho positivo. En el dualismo de derecho objetivo y sub-
jetivo se oculta, pues, el viejo dualismo de derecho positivo y derecho justo o
natural. Es verdad que este último suele ser con frecuencia (minimizado),
reducido a un límite externo que no puede ser sobrepasado por el derecho
positivo con perjuicio del individuo. La idea de un derecho subjetivo contra-
puesto al objetivo equivale a la idea de libertad, la cual no puede ser limitada
más allá de cierto grado por el derecho objetivo. Y aquí tiene una de sus raíces
la polifacétiea antítesis en que el Derecho se coloca frente al Estado.
"A medida que se fortalece el positivismo, se volatiliza esta significación
originaria del derecho subjetivo, si bien subsisten aún abundantes huellas de
la misma j así, por ejemplo, cuando algunos defienden la teoría de que es pre-
ciso que el orden jurídico objetivo reconozca a los sujetos individuales de De-
recho (es decir, garantice derechos subJetivos), puesto que de otro modo nos
hallaríamos en presencia de una comunidad de esclavos, pero no de una co-
munidad jurídica. Y así podrían citarse otros casos. Pero en el momento en
que se reconoce como postulado metodológico la necesidad de (derivar) el
derecho subjetivo del objetivo -<:on 10 cual' el primero adopta la significación
de un interés protegido o de una voluntad garantizada por el derecho positi-
vo-- aparece, en lugar del dualismo de dos sistemas de normas, el dualismo
del sistema del Derecho y del sistema de la naturaleza. El derecho objetivo
(como norma y deber ser) se contrapone al derecho subjetivo (considerado
como 'ser' del desear y del querer psíquicos). y con esto se ha dado un avance
decisivo hacia la superación del' dualismo de derecho objetivo y subjetivo." 140
Por lo que concierne a la opini6n de Duguit, Xifra Heras afirma que: "La
negaci6n aparentemente más radical de los derechos subjetivos se encuentra en
la obra de Duguit, para quien no hay más derecho que el objetivo, al que todo
el mundo -gobernados y gobernantes- está scmetido. El derecho subjetivo,

189 Citado por Xifra Heras. Op. cít., pág.t356, tomo l.


HO Teoría General del Estado, págs. 77 y 78.
LAll GARANTiAs INDIVIDUALES ASPECI"O GENERAL 191

concebido como el poder de una voluntad a imponerse sobre otras, es algo


inexistente, es una quimera. No hay más que situaciones jurídicas, o sea, re-
glas objetivas que se aplican al individuo: éste está sólo situado activa o pasiva-
mente con respecto a la regla de Derecho." l.U

A nuestro entender, la negaci6n de los derechos subjetivos privados o


públicos arranca de una confusi6n, como en Kelsen, y de una falta de sin-
déresis como en Duguit. Kelsen concibe que tales derechos pre-existen al
derecho objetivo colocándolos en el mundo de! ser y no en e! de! deber
ser. Según nuestro pensamiento, los derechos subjetivos no son anteriores
al derecho objetivo, a la norma jurídica general, impersonal y abstracta;
antes bien, son creados por ésta al proyectarse o referirse ella misma a los
casos concretos, estableciendo, dentro de ellos, una re!aci6n entre dos o más
sujetos. De esta relaci6n, ya lo hemos afirmado, surge una potestad coactiva
en favor de uno de tales sujetos y una obligaci6n coercible a cargo de! otro
u otros. Esa potestad es precisamente el derecho subjetivo, que a pesar de
que esté regulado por la norma jurídica objetiva, no puede confundirse o
identificarse con ella. Duguit, por su parte, al hablar de situaciones jurídicas
que se aplican al individuo, se desentiende o no advierte que esta aplicaci6n
genera para e! sujeto una potestad de exigir, en su favor, el cumplimiento
o la observancia de las normas objetivas que establecen dicha situaci6n
frente a otros sujetos, y esa potestad, repetimos, es el derecho subjetivo.
En nuestra historia constitucional la tesis jus-naturalista se adopt6 fran-
ca y claramente por e! C6digo Político Federal de 1857, al declararse con
énfasis en su articulo primero que "el pueblo mexicano reconoce que los
derechos del hombre son la base y el objeto de las instituciones sociales".
Comentando este precepto, don José María Lozano sustentaba con pasi6n
dicha tesis al afirmar: "Notemos que nuestro artículo constitucional no dice
que e! pueblo mexicano declara o establece, sino que reconoce. Anterior,
pues, a la Constituci6n e independiente de ella, es e! hecho que se limita
simplemente a reconocer como tal. Los derechos del hombre son la base de
las instituciones sociales y son al mismo tiempo su objeto. Una instituci6n
en que se desconozca como base los derechos de la humanidad, es decir, de!
hombre, será viciosa." Además, el insigne tratadista extremaba su acendra-
da devoci6n por los derechos humanos a tal punto, que lIeg6 a considerarlos
superiores al interés general, aseverando al respecto que: "En e! conflicto
entre el interés social y e! interés individual hay que sacrificar éste; pero
en el que puede haber entre el interés general y el derecho de un solo hombre,
guardémonos de creer que en algún caso sea lícito sacrificar el derecho in-
dividual, el derecho de un hombre, por más que se trate del último, del
más oscuro y miserable de los habitantes de la República." '"
141 Op. cit., tomo 1, págs. 336 y 337.
HZ "Los Derechos del Hombre" (Estudio del Derecho Constitucional Patrio), págs.
586 y 587.
192 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

Ahora bien, como consecuencia del reconocimiento de los "derechos del


hombre", es decir, de IJ)S que todo ser humano tiene por el hecho de ser el
tal, inseparables de la personalidad y anteriores a todo ordenamiento posi-
tivo (según la teoría jusnaturalista), la Constitución de 57 otorgaba, o sea,
institula garantías en favor del individuo, las cuales significaban limitaciones
impuestas al poder público para asegurar el goce de tales derechos (art.
primero, segunda parte). Como se ve, dicho código constitucional estable-
cía una marcada distinción entre "derechos del hombre" y "garantías indi-
viduales", reputando a aquéllos inherentes a toda persona humana por
haberle sido concedidos "por su Creador", y estimando a éstas como restric-
ciones consignadas en la propia Ley Fundamental a la actividad de las au-
toridades del país con la finalidad de proteger y hacer efectivos los citados
derechos. Sin duda alguna, y dentro de un proceso rigurosamente lógico,
congruente con la postura individualista que asumió la Constitución de 57,
la doctrina mexicana consideró que sólo el individuo como tal poseía "de-
rechos del hombre", sin perjuicio de que las personas morales disfrutasen
de ciertas garantías otorgadas por dicho ordenamiento compatibles con su
naturaleza jurídica.
Por el contrario, nuestra Constitución vigente, al abandonar la tesis jus-
naturalista, ya no establece la distinción que fijó el Código Político de 57
entre "derechos del hombre" y "garantías individuales". La actual Ley Su-
prema, según lo declara en su articulo primero, otorga garantías al indivi-
duo, pero no como consecuencia de "derechos naturales" que éste pudiera
tener en su carácter de persona humana, sino en su calidad de "goberna-
do", es decir, como sujeto cuya esfera sea ámbito de operatividad de actos
de las autoridades estatales desempeñados en ejercicio del poder de impe-
rio. De esta guisa, para la Constitución de 1917 los derechos del gobernado
no equivalen a los derechos del hombre, esto es, no son anteriores a ella ni
necesaria o ineludiblemente recognoscib1es por ella, sino derivados de la
relación juridica en que se traduce la garantía individual establecida y re-
gulada por sUS propios mandamientos.

IV. GLASIFICAGIÓN DE LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

Para clasificar en términos generales las garantías individuales dispone-


mos de dos criterios fundamentales: uno que parte del punto de vista de la
Indole formal de la obligaci6n estatal que surge de la relación jurídica que
implica la garantía individual, y otro que toma en consideración el con-
tenido mismo de los derechos PÚblicos subjetivos que de la mencionada
relación se forman en beneficio del sujeto activo o gobernado.
No hay que confundir la clasificación de las garantías individuales pro-
piamente dichas, y a la que nos referimos en esta ocasión, con la división
que de las garantías en general ha elaborado Jellinek. En ambas clasifica-
LAS GARANTiAs INDIVIDUALES ASPECTO GENERAL 193

ciones el objeto es diverso, puesto que en la que formularemos, éste se cons-


tituyc por las garantías individuales como relaciones jurídicas existentes
entre el gobernado como sujeto activo y las autoridades estatales y el Es-
tado como sujetos pasivos con los elementos y notas que ya hemos indicado;
en cambio, el objeto de la clasificación hecha por Jellinek versa, no sobre
las garantías individuales propiamente dichas, sino respecto de los medios
que establecen un control o una salvaguardia al régimen de derecho en
general y a los derechos de los gobernados en particular. Según dijimos
en otra ocasión, Jellinek afirma que hay tres especies de garantías (o me-
dios de preservar el orden jurídico): las sociales, las polfticas y las propia-
mente jurídicas. Las primeras están constituidas por aquellos factores cultu-
rales, por todas aquellas ideas religiosas, tendencias sociales, económicas,
etcétera, que forjen, en el ánimo de los gobernantes o legisladores, la creación
de un orden de derecho determinado, el cual, de esta guisa, se reputa como
un mero producto cultural. Tales factores, ideas, tendencias, etc., cuando
reflejan ideales éticos, significan una influencia en la voluntad de los for-
jadores del orden de derecho, en el sentido de proscribir las arbitrariedades,
iniquidades e injusticias legislativas, administrativas y judiciales. Las garantías
políticas equivalen para Jellinek a un sistema o régimen de competencias
y de limitación de poderes entre las distintas autoridades del Estado, de
tal suerte que cada entidad autoritaria o cada funcionario se ve cons-
treñido a actuar dentro de su órbita competencial creada por la ley. Por
último, las garantías jurídicas se traducen para el citado autor en todos
aquellos medios de derecho de que el gobernado dispone para proteger sus
derechos frente a los gobernantes o autoridades, tales como el juicio de res-
ponsabilidad, las instituciones de fiscalización, los recursos legales ante la
jurisdicción, etc.m
A. Hemos afirmado anteriormente que la obligación estatal que surge
de la relación jurídica en que se traduce la garantía individual puede con-
sistir desde el punto de vista formal en un no hacer o abstención, o en un
hacer positivo en favor del gobernado por parte de las autoridades del Es-
tado. El respeto quc éste, por conducto de sus autoridades todas, debe ob-
servar frente al gobernado, se puede manifestar en una mera abstención o
no hacer o en la realización de una conducta positiva. Consiguientemente,
desde el punto de vista de la naturaleza formal de la obligación estatal que
surge de la relación jurídica que denota la garantía individual, ésta puede
ser negativa (en tanto que impone al Estado y a sus autoridades un no
hacer, una abstención, una conducta pasiva de no violar, de no vulnerar,
de no prohibir, etc.), o positiva (en tanto que las autoridades estatales y el
Estado, por la mediación representativa de éstas, están obligados a realizar
en beneficio del titular del derecho subjetivo público o gobernado una serie
de prestaciones, hechos, actos, etc., o sea, a desempeñar un comportamiento
1.-48 Véase el parágrafo 11 de este capítulo.
194 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

activo, tal como la observancia de ciertos requisitos o formalidades, e! des-


arrollo de un procedimiento previo para poder privar a una persona de la
vida, de la libertad, etc.).
Teniendo en cuenta las dos especies de obligaciones a que hemos aludi-
do, las garantias que respectivamente las impongan al Estado y sus auto-
ridades, se pueden clasificar en garantias materiales y garantias formales.
Dentro de! primer grupo se incluyen las que se refieren a las libertades es-
pecíficas del gobernado, a la igualdad y a la propiedad, comprendiendo el
segundo grupo las de seguridad juridica, entre las que destacan la de au-
diencia y de legalidad consagradas primordialmente en los articulas 14 y
16 de nuestra Constitución. En las garantías materiales, los sujetos pasivos
(Estado y autoridades estatales) asumen obligaciones de no hacer o de abs-
tenci6n (no vulnerar, no prohibir, no afectar, no impedir, etc.), en tanto
que respecto a las garantías formales, las obligaciones correlativas a los de-
rechos públicos subjetivos correspondientes son de hacer, o sea, positivas,
consistentes en realizar todos los actos tendientes a cumplir u observar las
condiciones que someten la conducta autoritaria para que ésta afecte con
validez la esfera de! gobernado.
B. Tomando en consideración el segundo punto de vista a que aludi-
mos con antelación, esto es, el consistente en e! contenido del derecho sub-
jetivo público que para el gobernado se deriva de la relación jurídica en
que se manifiestan las garantías individuales, éstas pueden ser: de igualdad,
de libertad, de propiedad y de seguridad juridica. En efecto, todo derecho
subjetivo tiende a exigir o reclamar algo del sujeto obligado frente a su ti-
tular. Este "algo" constituye, pues, el contenido de exigencia de! derecho
subjetivo (verbigracia, la entrega de una cosa, de una suma de dinero, la
transmisión de! uso de un bien, etc.). Ahora bien, ¿cuál es el contenido de!
derecho subjetivo público que emana de la garantía individual? ¿Cuáles
son las prestaciones que Por medio de su ejercicio e! gobernado puede exi-
gir de las autoridades estatales? Si recorremos e! articulado constitucional
que consagra las garantías individuales y que está compuesto por los vein-
tinueve primeros articulas de la Ley Fundamental, se llegará a la conclu-
sión de que e! gobernado tiene varias esferas jurídicas oponibles y reclama-
bIes contra las autoridades del Estado. Estas órbitas o esferas juridieas con-
ciernen al respeto de su situación de igualdad con sus semejantes, al de su
libertad en todas sus manifestaciones, y al de su propiedad y a la observan-
cia de determinadas formalidades, requisitos, medios, condiciones, etc., por
parte del poder público para que la actuación de éste sea constitucionalmen-
te válida en la causación de determinada afectación al gobernado, circuns-
tancias que implican una seguridad juridica para éste. Por ende, el con-
tenido de exigencia de los derechos públicas subjetivos que emanan de la
relación en que se traduce la garantia individual consiste precisamente en
oponer a las autoridades estatales el respeto y la observancia de esas dife-
LAS G~S ~UALES ASPECTO GENERAL 195

rentes esferas jurídicas. En conclusi6n de acuerdo con el contenido de los


mencionados derechos, las garantías individuales se clasifican en garantías
de igualdad, de libertad, de propiedad y de seguridad jurídica, clasificación
que adoptaremos al abordar el estudio de cada una de ellas en nuestro sis-
tema constitucional.
La c1asificaci6n anterior ha sido adoptada por diferentes documentos
jurídico-políticos. En la Declaraci6n francesa de 1789 se estableci6 que los
derechos naturales e imprescriptibles del hombre "son la libertad, la pro-
piedad, la seguridad y la resistencia a la opresión" (art. 2), y aunque no
menciona expresamente dentro de estos tipos a la igualdad, su articulo pri-
mero hace alusión a ella como condici6n humana natural.
En México, la Constitución de Apatzingán, de 22 de octubre de 1814,
clasifica las garantías o derechos del ciudadano en garantías de igualdad,
seguridad, propiedad y libertad, según se advierte en su capitulo V. En el
Proyecto de la M ayorfa de 1842 también se acoge dicha c1asificaci6n en el
artículo 7, así como en el de la Minoría del propio año dentro de lo que
lImaba "Sección Segunda", bajo el título de "De los derechos individuales",
En el Proyecto posterior que los grupos mayoritario y minoritario elabora-
ron en noviembre de 1842 se reitera la citada c1asificaci6n en el título III,
con el rubro de "Garantías Individuales". Por último en el Acta de Reformas
de 1847 se establece que "para asegurar los derechos del hombre que la
Constituci6n reconoce," una ley fijará las garantías de libertad, seguridad,
propiedad e igualdad de que gozan todos los habitantes de la República y
establecerá los medios de hacerlas efectivas". (Art. 4.)
Como hemos afirmado, aunque ni la Constitución de 1857 ni la de
1917 consignan expresamente los mencionados cuatro tipos de garantías,
todas las que respectivamente se contienen en ambos documentos se pueden
adscribir a cada uno de ellos, en atención, según también indicamos, al
contenido del derecho público subjetivo correspondiente.
1-H Ya dijimos en un capitulo precedente que la Constituci6n federal de 18241 a la que
indiscutiblemente se remitía el Acta de Reformas de 1847, no involucro ningún catálogo
o capitulo destinado a enumerar, enunciar o consagrar las garantías del gobernado ni los
llamados derechos del hombre. Sólo en preceptos aislados estableció algunas garantías de
seguridad jurídica, por lo que la citada acta Incurrió en el error de declarar, en el pre-
cepto que transcribimos, que la Ley Fundamental mencionada "reconoció" tales derechos.
Por otra parte, los autores de la propia Acta de Reformas-cometieron la aberración de no
consagrar en ella las garantías que simplemente apuntaron en su articulo 4', dejando
a una ley secundaria su establecimiento.
Según hemos dicho, sobre esta última cuestión, Santiago Oñate hace notar que el 29
de enero de 1849 se presentó al Senado de la República un proyecto de "Ley Constitucio-
nal de Garantías Individuales" elaborado por los senadores Mariano Otero, Manuel Ro.
bredo y Domingo Ibarra, presumíéndose fundadamente que su único autor fue el primero
de los nombrados. Sin embargo, dicho proyecto no fue elevado a la categoría de ordena.
miento legal, por 10 que se debe concluir, reiterando la consideración anterior, que desde
1847 hasta 1857, México no tuvo ningún documento jurídico-constitucional que instituyese
por modo expreso, sistemático y exhaustivo las garantías que todo gobernado debe tener
frente al poder público.
196 LAS GARANTÍAS INDIVIDUAI,ES

V. LA EXTENSIÓN DE LOS DERECHOS PÚBLICOS SUBJETIVOS DERIVAlXJS


DE LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES Y LA REGLAMENTACIÓN DE ÉSTAS

A. Extensién de los derechos PÚblicos subjetivos derivados de las ga-


rantlas individuales. Hemos dicho que la garantia individual se manifiesta
en la regulación de las relaciones de supra a subordinación o de gobierno
por la Ley Fundamental. En otros términos, cuando tales relaciones se nor-
rnan juridicamente por la Constitución, se erigen en garantias del goberna-
do, es decir, en vinculas de derecho que instituyen, a favor de éste, derechos
públicos subjetivos y a cargo de las autoridades estatales las obligaciones
públicas correlativas. Ahora bien, dentro de la relación juridica llamada
garantía individual, tales derechos no son absolutos en el sentido de estar
consignados irrestrictamente en la norma constitucional reguladora, pues
ésta, al consagrarlos, les fija una determinada extensión. La demarcación
de los derechos públicos subjetivos, por otra parte, se justifica plenamente
por imperativos que establece la naturaleza misma del orden social, ya que
no es posible suponer que dentro de la convivencia humana el Derecho
que la organiza y encauza autorice a todo ente gobernado desplegar ilimi-
tadamente su actividad, pues ello convertiria a la sociedad en un caos aus-
piciando su propia desintegración. Al abordar el tema concerniente a la
fundamentación filosófica de las garantias individuales, dijimos que en la vida
social, que registra múltiples relaciones de diferente tipo entre los com-
ponentes del conglomerado humano, la conducta del particular debe ne-
cesariamente limitarse por la norma juridica para hacer posible la existencia
de la sociedad, permitiendo al gobernado el desempeño de una cierta ac-
tividad que, por una parte, implique un minimo indispensable de potestades
libertarias para que la persona trate de obtener su finalidad vital, y, por
la otra, no dañe a otro sujeto y no lesione los intereses o derechos sociales.
En consecuencia, sin las limitadones que a la actuación del ente gobernado
impone el desiderátum de mantener el orden social, éste no podria no sólo
subsistir, sino ni siquiera concebirse.
Ahora bien, al consagrar las garantias individuales, es decir, al erigir
en juridicas las relaciones de supra a subordinación que inexorablemente se
entablan dentro de la sociedad o del Estado entre gobernantes (autorida-
des) y gobernados, la Constitución, como hemos afirmado, fija la extensión
de los derechos públicos subjetivos que en favor de éstos involucran tales
vínculos jurídicos; y esa fijación entraña, a título de limitaciones naturales
inherentes a la vida social, determinadas prohibiciones que se imponen a
la actividad del gobernado a efecto de que, mediante el ejercicio de ésta,
no se lesione una esfera particular ajena ni se afecte el interés o el derecho
de la sociedad. Esas limitaciones las consignan las diversas normas consti-
tucionales que regulan las diferentes garantías individuales, y basta para
demostrarlo las restricciones que la propia Ley Fundamental establece al
LAS GARANTtAs INDIVIDUALES ASPI!CI"O GENERAL 197

derecho público subjetivo emanado de cada una de ellas. Así, verbigracia,


al declarar el articulo 5 de nuestra Constitución que a nadie podrá impe-
dirse que se dedique a la profesión, industria, comercio o trabajo que le
acomode, sujeta esta potestad o facultad juridica libertaria a la condición
de que la actividad en que se despliegue sea licita, de lo cual se infiere que
el derecho público subjetivo correspondiente no comprende al trabajo ilí-
cito, pues éste no sólo entrañaría una lesión a la esfera de otro sujeto, sino
una afectación al interés social que radica precisamente en la conservación
y defensa de la moralidad pública. Lo mismo acontece tratándose de la
libre emisión del pensamiento, la cual sólo tiene el carácter de derecho pú-
blico subjetivo cuando no ataque derechos de tercero o no afecte la moral,
no provoque algún delito o perturbe el orden público (art. 6' constitucio-
nal), ya que causándose alguno de dichos fenómenos no existe la obligación
pública correlativa consistente en no inquirir judicial ni administrativa-
mente la manifestación de las ideas.
Además, si se toma en cuenta que el individuo forma parte de la socie-
dad, si a ella se debe, si en ella vive y se desenvuelve y si tiene la obligación
moral, o por mejor decir, cristiana, no sólo de no dañar a sus semejantes,
sino de procurarles un beneficio, las limitaciones que impone a su conducta
la convivencia social no únicamente deben fundarse en designios negativos
(no lesionar a otro ni a la sociedad), sino en exigencias positivas que recla-
ma la solidaridad común. En otras palabras, el hombre no sólo debe tener
derechos como gobernado dentro de la vida social, sino obligaciones que
cumplir en favor de la colectividad de que forma parte; y la imposición de
tales deberes, que se han dado en llamar con Duguit obligaciones públicas
individuales, comprende otra restricción a los derechos públicos subjetivos,
o sea, que éstos se extienden hasta donde aquéllas comienzan. Así, nuestra
Constitución vigente, que repudió la idea de que el hombre, como simple
individuo, era el ser predilecto, si no el único, para la tutela jurídica, como
lo declaraba la Ley Fundamental de 1857, impone al gobernado obligacio-
nes sociales, y la consignación de éstas en la norma constitucional viene a
restringir el derecho público subjetivo involucrado en ciertas garantías in-
dividuales. Tal sucede, por ejemplo, en lo que se refiere a la potestad ju-
ridica de no poder ser constreñido a prestar trabajos personales sin la justa
retribución y sin el pleno consentimiento del que los realice, pues en lo to-
cante al servicio de las armas, a los cargos concejiles y a los de elección
popular directa o indirecta, la actividad individual respectiva debe desem-
peñarse sin el consenso particular, as! como la que atañe a los servicios
profesionales de índole social; y en lo que concierne a las funciones electo-
rales y censales, el gobernado no sólo está obligado a desplegarlas, sino a no
obtener ninguna remuneración por ello (art. 5' constitucional).
La demarcación de los derechos públicos subjetivos, o sea, la fijación
de las limitaciones que les impone la situación del gobernado como ente
198 LAS GARANTfAS INDIVIDUALES

social, únicamente debe consignarse en los preceptos constitucionales que


establezcan o regulen la garantía individual correspondiente o en otras dis-
posiciones de la propia Ley Fundamental, pues siendo tales derechos de
carácter constitucional, dentro de un sistema normativo organizado en una
jerarquia de leyes, como el nuestro, en el que el ordenamiento supremo es
la Constituci6n Federal, no es posible admitir que cuerpos legales secun-
darios, cualquiera que ellos sean, puedan alterar, reduciéndolo, el ámbito
regulador de los mandamientos de ésta. Por tanto, a ninguna norma no
constitucional, independientemente de su naturaleza formal (ley o regla-
mento) o de su alcance imperativo espacial (federal o local), le es dable,
sin quebrantar el principio de supremacia del C6digo Politico de la Fcde-
raci6n consagrado en su artículo 133, establecer restricciones a los derechos
públicos subjetivos derivados de alguna garantía individual, so pena de vio-
lar las disposiciones fundamentales en' que ésta se consigne o regule, pues
suponer lo contrario equivaldría a subvertir el orden implantado por la
Constituci6n al permitirse que cualquier ley secundaria pueda impunemente
modificarlo.
Es más, el artículo primero constitucional, al otorgar garantias a todo
individuo, es decir, a todo sujeto moral o físico que esté en la situaci6n de
gobernado, establece categ6ricamente que no podrán restringirse ni suspen-
derse, sino en los casos y condiciones previstos en la misma Ley Fundamen-
tal. Esta terminante declaraci6n evidencia que ninguna autoridad estatal,
incluyendo obviamente a la legislativa, puede limitar el ámbito normativo
de los preceptos constitucionales en que las referidas garantías se contienen,
y sin perjuicio, claro está, de que éstos se reformen o adicionen conforme
al articulo 135 de la Ley Suprema para restringir los derechos públicos
subjetivos correspondientes, restricci6n que sólo se iegitima en funci6n de
un auténtico interés social.
B. La reglamentacién de los preceptos constitucionales que instituyen
o norman las garan/Ias individuales. Si bien, como acabamos de afirmar,
ninguna ley secundaria debe limitar las disposiciones constitucionales rela-
tivas a cualquier garantía individual bajo la sanci6n de carecer de validez
jurídica en los preceptos restrictivos, ello no implica que los ordenamientos
no constitucionales no puedan reglamentar los mandatos de la Ley Suprema
concernientes a algún derecho público subjetivo. Ahora bien, la reglamen-
taci6n, por su misma indole, sólo significa pormenorizar o detallar la norma
superior de que se trate, a fin de procurar su mejor aplicaci6n u observan-
cia. La potestad reglamentaria, por ende, tiene sus límites naturales fijados
por el alcance o extensi6n de la disposici6n reglamentada. En otras pala-
bras, el ordenamiento reglamentario no puede bajo ningún aspecto variar
el ámbito 1lormativo de las disposiciones que regllLmente, y como éste se
traduce en una determinada situaci6n abstracta, impersonal y general, iden-
tificada por un conjunto de modalidades o supuestos que forman el con-
LAS GARAN"I'tAS IND[YIDUALES ASPECTO GENERAL 199

tenido de dicha situación, la reglamentación únicamente debe tender a por-


menorizarla sin introducir elementos preceptivos que en el expresado ám-
bito no se prevean. Por tanto, un precepto reglamentario desvirtúa su pro-
pia índole jurídica cuando se excede de la norma reglamentada abarcando
su regulación materias o supuestos que no se comprendan en la situación
general abstracta contemplada en dicha norma. De ello se deduce que nIn-
guna reglamentaci6n de una garantla individual puede establecer limita·
ciones al derecho público subjetivo que de ésta se deriva y que no estén
comprendidas en el precepto constitucional que las regule o en otro de la
misma Ley Fundamental.
Ahora bien, la reglamentación de las garantías individuales puede tener
dos origenes formales en atención a la fuente normativa que establezca la
potestad reglamentaria, a saber: el constitucional y el legal. En el primer
caso es la misma Constitución la que autoriza la reglamentación, es decir,
cuando los preceptos que consignan o regulan la garantía individual de que
se trate prevén su pormenorización por la legislación secundaria federal o
local. Asi, verbigracia, el segundo párrafo del artículo 5 constitucional (que
consigna la libertad de trabajo) establece que: "La ley determinará en
cada Estado cuáles son las profesiones que requieran título para su ejercicio,
las condiciones que deban llenarse para obtenerlo y las autoridades que han
de expedirlo." Como se desprende de esta disposición constitucional, así
como de otras varias que podrian citarse, es nuestra Ley Fundamental la
que en forma originaria e inicial prevé la reglamentación de un derecho
público subjetivo derivado de una garantía individual, remitiendo la espe-
cificación de las condiciones y términos de ella a la legislación secundaria
u ordinaria, surgiendo de esta manera las leyes reglamentarias de garantfas.
En cuanto a la reglamentación puramente legal, su fuente exclusiva es
la ley ordinaria, sin que tal reglamentación esté prevista en la Ley Funda-
mental. Ahora bicn, en relación con esta cuestión surge el problema de la
constitucionalidad de aquellas leyes en sentido material (federales generales,
federales de garantías, locales, reglamentos, etc.), que contengan dicha re-
glamentación. Este problema no debe resolverse a priori, sino a posteriori,
es decir, tomando en consideración el caso especial de cada ley que reglamente
un derecho público subjetivo emanado de la garantía individual de que
se trate, y, reiterando lo que ya aseveramos, podemos aducir como criterio
general para constatar si una ley secundaria en sentido material rcglamen-
taria de una garantía individual, pugna o no con el precepto constitucional
en que ésta se consagra, la estimación de que, si una disposición legal or-
dinaria, al reglamentar el derecho público subjetivo correspondiente, hace
nugatorio el ejercicio de éste, de tal manera que lo descarte o niegue, aun-
que sea en hip6tesis o circunstancias determinadas, dicha disposición será
inconstitucional. Por el contrario, SI la ley secundaria que reglamenta una
garantía individual no altera substancialmente el derecho público subjetivo
200 LAS GARANTIAS INDIVIDUALES

emanado de ella, sino que sólo establece ciertas condiciones o requisitos


para su ejercicio, entonces dicha norma no será inconstitucional. Como
dijimos anteriormente, el problema de la constitucionalidad o inconstítu-
cionalidad de una ley secundaria que reglamente una garantía individual
no debe resolverse in abstracto, sino atendiendo a cada caso concreto si-
guiendo e! criterio general que esbozamos, e! cual, si bien no deja de ser
vago e impreciso, sí puede contribuir, en cambio, a elucidar tal cuestión,
que reviste vital importancia.
En conclusión, y corroborando nuestro punto de vista por lo que con-
cierne al posible aspecto inconstitucional de la legislación ordinaria regla-
mentaria de las garantías individuales, una ley adolecerá de ese vicio cuando
no se concrete a normar los derechos subjetivos públicos que derivan de
aquéllas, sino que los haga nugatorios, en todo o en parte, alterándolos
substancialmente, circunstancias que no pueden constatarse a priori, sino
a posteriori, en atención a cada hipótesis particular que Se presente.
Autoridades competentes para reglamentar las garantías Individuales.
En e! caso de que sea la propia Constitución la que prevea la reglamenta-
ción de cualquier precepto que establezca una garantía individual, eviden-
temente que la autoridad a la que incumbe la facultad reglamentaria será
la señalada en la Ley Fundamental. Ahora bien, cuando en ésta se emplee la
locución "ley" como medio para dicha reglamentación, indiscutiblemente
que e! ordenamiento reglamentario deberá ser un estatuto legal en sentido
material y formal, es decir, un acto jurídico creador de situaciones abstrac-
tas, generales e impersonales realizado por algún 6rgano legislativo (Con-
greso de la Unión o legislatura local, según e! caso) .'" Por otra parte, si
la Constitución sujeta e! goce de un derecho público subjetivo a las dispo-
siciones que se contengan en algún "reglamento", o sea, en un estatuto que
carezca de! aspecto formal de una ley, la reglamentación de la garantía
individual correspondiente ~ que tal sujeción equivalga, incumbe al órgano
investido con la facultad correlativa, es decir, al Presidente de la República
o a los gobernadores de los Estados.
Fácil es, pues, determinar a qué autoridad compete la reglamentación
de una garantía individual cuando la misma Constitución establece e! con-
ducto normativo correspondiente (ley o reglamento); pero e! problema que
abordamos se complica en e! caso de que la Ley Fundamental sea omisa
sobre ese particular. En otras palabras, ¿puede e! Presidente de la República
reglamentar motu proptio un precepto de la Constitución que contenga una
garantía individual, o la potestad reglamentaria incumbe en todo caso al
Congreso de la Unión? La reglamentación de una disposición constitucio-
nal traduce evidentemente una facultad legislativa, y como dicho alto fun-

Hli Tal sucede, verbigracia, con los articules 5 y 27, fracción VI, párrafo segundo,
constitucionales, repectivamente, a propósito de la reglamentación del ejercicio profesio-
-nal y de la ocupaci6n de la propiedad privada por causa de utilidad pública.
LAS GARANTIAs INDIVIDUALES ASPECTO GENERAL 201

cionario sólo puede expedir reglamentos para proveer en la esfera admi-


nistrativa a la exacta observancia de las leyes (art. 89, frac. 1), y para
regular la extracción y utilización de las aguas del subsuelo y las dc pro-
piedad nacional (art. 27, párrafo quinto), resulta que en ausencia de un
ordenamiento legal que reglamente una garantía individual, la reglamenta-
ción de ésta no debe formularla el Presidente de la República, sino que
es de la competencia de los órganos a quienes esté encomendada la facul-
tar de legislar.
Ahora bien, dentro de nuestro sistema federal, ¿son competentes las le-
gislaturas locales o e! Congreso de la Unión para expedir leyes reglamen-
tarias de las garantías individuales a falta de prevención expresa que al
respecto contenga la Constitución? Para solucionar esta cuestión hay que
atender a la materia o esfera en la que incidan los derechos públicos sub-
jetivos de que se trate, es decir, a la órbita dentro de la cual se ejercitan
o puedan ejercitarse. Así, si dicha materia o esfera pertenece a la compe-
tencia legislativa de! Congreso de la Unión, este organismo será e! facultado
para reglamentar, dentro de aquélla, la garantía individual correspondiente;
por el contrario, si el ámbito del goee o ejercicio del derecho público sub-
jetivo no está considerado como materia de normación a favor de! Poder
Legislativo Federal, sino de las legislaturas locales (lo que se puede decidir
sin dificultad observando 10 dispuesto por e! artículo 124 constitucional),
éstas son las autorizadas para expedir leyes reglamentarias de las garantías
individuales. Sobre este tópico, la Suprema Corte ha establecido que la
facultad respectiva "está subordinada a la naturaleza de la materia sobre
la cual versen las garantías (las que se reglamenten), según 10 previene e!
artículo 124 de la misma Constitución, y, por tanto, la reglamentación de
dichas garantías corresponderá al Congreso Federal, cuando se trate de ma-
terias que atañen a la jurisdicción federal y a las legislaturas locales en
caso contrario",'1" y 147

H6 Semanario Judicial de la Federación, Quinta Epoca, tomo XL, pág. 3,327.


'l4T Es cierto que durante una época, a raíz de que la Constituci6n de 17 entró en
vigor (primero de mayo de 1917), el Congreso de la Unión tuvo la facultad. expresa de
reglamentar legalmente las garantías individuales, o sea, durante el periodo ordinario de se-
siones transcurrido entre el primero de septiembre al treinta y uno de diciembre del propio
año, según lo preceptúa el artículo 16 transitorio de nuestro Código Supremo.
Sin embargo. después de ese periodo. el citado organismo legislativo dej6 de tener la
mencionada facultad. por Jo que. concluida la situación transitoria prevista en el precepto
que se acaba de indicar. la cuestión competencia! planteada debe resolverse en los térmi-
nos anotados.
CAPITULO TERCERO

LA SUSPENSIÓN DE GARANTtAS INDIVIDUALES

Sumario: l.-Introducción. n.-La suspensión de garantías individuales:


a) Causas; b) Autoridades; c) Modalidades jurídicas de la suspensión.
nl.-El régimen suspensivo de garantías individuales en la situación bélica
próxima pasada. IV.-Las facultades extraordinarias. V.-Las leyes de
emergencia. Vl.-El control jurisdiccional de la legislación de emergencia.
Vn.-Inconstitucionalidad del decreto congresional de cesación del ré-
gimen suspensivo de garantías individuales: A.-El destino de las leyes de
emergencia. B.-El decreto de 28 de septiembre de mil novecientos
cuarenta y cinco.

l. INTRODUCCIÓN

Un estado de derecho como es el nuestro, se caracteriza porque su or-


ganizaci6n y funcionamiento como entidad política soberana se establecen
y encauzan por senderos normativos, por disposiciones jurídicas, cuyo con-
junto constituye el orden legal integro, emanado de las potestades de auto-
determinaci6n y autolimitaci6n estatales.
El orden jurídico, que es uno de los elementos substanciales que com-
ponen el ser del Estado, si bien es creado por éste en ejercicio de dichas
potestades o facultades distintivas de su actividad soberana, una vez que
adquiere el carácter de vigente, se reviste de imperatividad y somete a sus
mandatos al poder estatal mismo. Éste, en consecuencia, no obstante ser el
elemento causal inmediato del orden de derecho, se convierte en el objeto
regulado por las normas constitutivas de los diversos ordenamientos que
integran el sistema o régimen legal, cuya obligatoriedad y cocrcitividad
general Se manifiestan en diferentes y numerosos cuerpos jurídico-normativos.
Ahora bien, entre los distintos conjuntos reguladores que someten in-
mediata o mediatamente la actividad del Estado (como sucede, respectiva-
mente, con las normas de Derecho Público y con las de Derecho Privado),
desarrollada por las diversas autoridades quc componen el gobierno integral
de la entidad política dentro de su concerniente ámbito de competencia,
existe una jerarquía de validez y aplicabilidad normativas, ocupando la
Constitución en tal gradaci6n, el sitio preeminente y fundamental. Dicho
ordenamiento, por virtud de esta circunstancia, está investido de suprema-
204- LAS GARANTIAS INDIVIDUALES

cía respecto de todos los demás cuerpos legales, como se advierte en sus
artículos 41 y 133.
En un ambiente de normalidad, cuando ningún acontecimiento social
o político extraordinario ocurre, cuando ninguna hecatombe general y co-
lectiva se produce, el Estado y las autoridades que a nombre de éste realizan
la actividad de imperio, deben someterse primaria y fundamentalmente a los
mandatos constitucionales, y secundaria o derivativamente a las disposicio-
nes de los diferentes cuerpos legales vigentes, cuya fuerza normativa o im-
perio regulador están condicionados al principio de que el contenido y
forma de las prevenciones jurídicas que encierran no se opongan a lo es-
tatuido en la Ley Suprema.
En un régimen de Derecho, pues, rige como elemento inseparable de
su esencia y naturaleza el principio de juridicidad in genere, el cual implica
que el Estado, a través de sus distintas autoridades, sólo debe realizar lo que
el orden jurídico general le permite o faculta que haga, sin que a ningún
funcionario público o miembro de cualquier organismo autoritario le sea
dable ejecutar algún acto cuya comisión no le esté expresamente otorgada
por la ley, la que, además, debe regular el ejercicio de la facultad con-
cedida.
El principio de juridicidad in genere, que impone a todas las autoridades
estatales el deber u obligación de actuar con previa permisión del orden de de-
recho y de sujetar a éste el desarrollo de las atribuciones que jurídicamente les
son otorgadas, se bifurca en dos principios in specie, como son el de constitucio-
nalidad y el de legalidad stricto sensu, cuya diferente calificación se esta-
blece atendiendo a la naturaleza y jerarquía del conjunto preceptivo que
consigna la obligatoriedad normativa. Así, el principio de constitucionali-
dad implica que todas las autoridades del Estado deben someter su con-
ducta a los mandatos de la Ley Fundamental a pesar de las disposiciones
legales que en contrario existan, denotando el principio de legalidad stricto
sensu la situación de observancia en que toda autoridad se encuentra para
acatar las prevenciones de las normas no' constitucionales o secundarias en
general (leyes federales, constituciones locales, leyes locales, reglamentos,
etc.).
En un ambiente de normalidad, la organización y el poder autoritarios
estatales deben observar, en primer término, como ya dijimos, la Constitu-
ción, y en segundo lugar, dentro de una jerarquía normativa, las leyes fe-
derales y las constituciones y leyes locales ordinarias que integran la llamada
legislación secundaria o no constitucional federal.
Tanto la Constitución como la legislación secundaria imponen al Es-
tado y a las autoridades integrantes de su gobierno una serie de requisitos,
condiciones y prohibiciones, de cumplimiento u observancia inaplazables, a
fin de que su poder, su actividad, surta válidamente sus efectos en la esfera
jurídica o fáctica hacia la cual está destinada a operar. Ese conjunto de
\
LA SUSPENSIÓN DE GARANTiAS INDIVIDUALES 205

condicionJ, requisitos o prohibiciones constituye lo que se denomina ga-


rantias de seguridad jurldica, instituidas originaria y primariamente en la
Ley Fundamental y reglamentadas o pormenorizadas en la legislación se-
cundaria. .
Sin embargo, desgraciadamente, los Estados como las personas físicas
están propensas a salirse del cauce normal de su vida. Cruentos aconteci-
mientos políticos o sociales internos c internacionales suelen turbar la exis-
tencia tranquila y habitual de las naciones, creando un ambiente de peli-
grosidad para sus instituciones fundamentales e independencia. Es entonces
cuando el gobierno se ve en la imperiosa necesidad de hacer frente a la
situación anómala provocada por multitud de sucesos, a fin de preservar
al Estado de sus funestas consecuencias. En tales circunstancias surge, pues, la
urgencia de que las autoridades desarrollen una actividad inusitada, anor-
mal, empleando todos aquellos medios o conductos que se juzguen idóneos
para hacer frente en forma eficaz al ambiente de emergencia.
Ahora bien, la actuación gubernativa tendiente a prevenir o remediar
los trastornos públicos inherentes a la situación anormal de peligro que
puede darse en la vida de un Estado o de la sociedad, debe desplegarse de
manera efectiva, expedita y pronta para que pueda conseguir los objetos
cuya realización la inspira. Hemos dicho, por otra parte, que la actividad
autoritaria toda del Estado se debe normar por la Constitución y las leyes
secundarias que no se opongan al ordenamiento fundamental, normación
que impone a las autoridades la observancia de requisitos, condiciones, pro-
cedimientos, etc., para que su conducta pública produzca válidamente los
efectos apetecidos en las distintas esferas jurídicas o fácticas cn las que
vaya a operar. Pues bien, si la actuación que el gobierno estatal tiene que
desempeñar para remediar la situación anormal de peligrosidad que se pre-
senta se desarrollase dentro de los cauces normatiuos ordinarios, esta circuM-
tancia uendría a restar la e[ectiuidad y rapidez necesarias para hacer frente
al mal, preuiniéndolo y conjurándolo. Por ende, atendiendo al estado de
emergencia, las normas constitucionales y legales que impongan a las auto-
ridades la observancia necesaria de requisitos o condiciones que signifiquen
un menoscabo a las características que debe reunir la actividad del gobierno
para prevenir o remediar los trastornos públicos inherentes a la situación
anómala, deben cesar en su uigencia en forma temporal y transitoria mien-
tras tal estado de cosas subsista:"
14.8 El estado anómalo y la cesación de la vigencia del orden jurídico en aquellos aspec-
tos que signifiquen un obstáculo para poner en juego los remedios tendientes a conjurar
los males propios de la situación extraordinaria, fueron ya previstos por Montesquieu,
quien afirmaba: "La práctica seguida por los pueblos más libres de Ia Tierra, me ha hecho
creer que hay casos en que es preciso poner por un momento un velo sobre la libertad, a
la manera como los antiguos cubrían en ciertas circunstancias las estatuas de sus dioses."
Por su parte, Hcurioú se expresa en términos análogos a los que expusimos, al afirmar
que: "La moderación del poder político, obtenida por la separaci6n de poderes, produce
una cierta debilitación del poder. Esta dcbilitaci6n no ofrece peligros en los periodos tren-
206
J
LAS GARANTÍAS INDIVIDUAl,ES

.Esta cesación normativa constitucional y legal no se opera antijurldica-


I
mente, como a primera vista podría suponerse. En efecto, los propios or-
denamientos fundamentales, como el nuestro, instituyen, previendo un estado
de emergencia, diversas facultades o atribuciones en favor de las autorida-
des estatales superiores a fin de que éstas puedan desarrollar una actividad
adecuada para precaver o conjurar los males públicos connaturales a la
situación de anormalidad. El uso o ejercicio de tales facultades tiene que
implicar, fundamentalmente y primariamente, la cesacion de vigencia o im-
perio normativo de todas aquellas disposiciones constitucionales o legales
que entorpezcan la funci6n autoritaria de emergencia o que la excluyan
plenamente de la incumbencia competencial de determinados 6rganos del
Estado, impidiendo el desarrollo expedito de la actuación gubernativa ten-
diente a hacer frente en forma eficaz a los problemas causados por los
fenómenos que surjan dentro del ambiente anómalo.v"
El proceso jurídico constitucionalmente autorizado para investir al go-
bierno estatal con el swnmum de poderes necesarios para enfrentarse a la

quilos y -normales, pero si en los periodos de agitación debidos a una guerra extranjera
o a una revolución interior. Se ve entonces en el gobierno una tendencia a concentrarse
para revestirse de energía, aun a riesgo de convertirse en tiránico. Se prescinde más o
menos de la separaci6n de poderes, y éstos se concentran en una asamblea legislativa o en
un jefe ejecutivo. A esto se llama suspensi6n de garantías constitucionales." (Derecho pú.
blico " Constitucional, pág. 121.)
1:f9 La permisión jurídica para el desempeño de la actividad gubernamental de emer-
ge~cia, fue objeto de alusión hace algún tiempo por un ilustre jurisconsulto español, don
Vicente Santamotía de Paredes, quien en un interesante libro, intitulado Derecho Político,
aseveraba: "El estado de salud, diremos nosotros, no puede confundirse con el estado de
enfermedad, y así como fuera absurdo privar del alimento al hombre sano, sería sumamente
perjudicial dárselo al hombre enfermo. De igual modo, la libertad, que es el alimento im-
prescindible para la vida de los pueblos, pudiera en ocasiones poner en peligro su existen-
cia, cuando atraviesan periodos anormales en que el derecho de la fuerza se sobrepone a la
fuerza del Derecho. En estas razones se funda la 'suspensión de garantías constitucionales',
sin que para justificarla sea preciso abdicar de los principios que se profesan con referencia
a la vida política normal, porque lo normal y lo anormal son estados completamente dis-
tintos de la vida, y porque cuando el imperio de la fuerza tiende a usurpar el imperio de
la ley, el Derecho autoriza el empleo de la fuerza para rechazar toda agresión ilegitima;
vis vi repellere íícet, dijeron ya los jurisconsultos romanos." Pero la suspensión de las ga-
rantias constitucionales ha de verificarse bajo ciertas condiciones y dentro de ciertos lími-
tes, para que sea racional y justa. Únicamente podrán suspenderse aquellas garantías cuya
práctica por parte de los individuos o de las autoridades sirva de rémora u obstáculo al
mantenimiento del orden público, dada la rapidez, reserva o energía con que es preciso
obrar en situaciones anormales ... (Derecho Político, págs. 431 y 432, edición de 1883.)
La situación jurídlco-constituclonal que se produce a consecuencia de la cesación par-
cial del orden de derecho originada por fenómenos sociales y políticos anormales, ha reci-
bido el nombre de estado de sitio en diversos regímenes extranjeros, como los de Francia
y Argentina. Según Hauríou, dicho "estado" es una "institución legal preparada de antema-
no, que, con el fin de asegurar la paz pública, organiza el robustecimiento del poder
ejecutivo, transfiriendo de la autoridad civil a la militar una parte de los poderes de poli-
cía y una parte del poder represivo sobre la población civil. Este robustecimiento tendrá
lugar en caso de peligro inminente resultante de guerra extranjera o de insurrecci6n arma-
da, y en virtud de decisiones declarando el estado de sitio, el cual, llegado el caso, se le-
vantará mediante decisiones de igual naturaleza". (Op. cit., pág. 122.)
LA SUSP~SI6N DE GARANTiAS INDIVIDUALES 207
situación an\rmaI que surge en la vida del Estado, se desenvuelve a través
de dos fases'fundamentales QUC son: a) cesación de oigencia de las normas
conslitucionaies y legales quc de alguna manera condicionen en general o
prohíban a u'na autoridad el ejercicio de la actividad de emergencia, y b)
otorgamiento de facultades extraordinarias sobre las bases establecidas en la
propia Constitución en favor de uno de los tres poderes que componen el
gobierno estatal, y que generalmente es el Ejccutivo, el cual, por razón de
sus propias funciones normales, es el más indicado para enfrentarse a la
sin.ación anómala de peligro público. Estas dos fases se encuentran en una
auténtica relación de dependencia causal; en otras palabras, en tanto no
se produzca, por los medios-y en la extensión previstos en la Constitución,
la cesaci6n de vi{;encia o imperio normativo de las disposiciones legales o
constitucionales a que antes aludlamos, las facultades extraordinarias no
pueden válidamente concederse, ya que tanto su otorgamiento como su
ejercicio implicarían una transgresión manifiesta al orden. constitucional o
legal en aquellos aspectos que fijen y delimiten competencias entre los tres
poderes, que consignen requisitos condicionantes de la actividad autorita-
ria, o que prohíban el desempeño de cierta actuaci6n por determinadas
autoridades, en sus respectivos casos.
Ahora bien, el desarrollo de las funciones extraordinarias en el ámbito
legislativo implica o trae como consecuencia la expedici6n de lo que se
llama leyes de emergencia, cuya validez y alcance, como veremos posterior-
mente, están en raz6n directa COn los dos fen6menos juridicos mencionados
con antelación, a saber: a) con la cesaci6n de vigencia constitucional y
legal a que nos reieriamos, y b) con la extensi6n constitucional de las fa-
cultades extraordinarias, la cual, a su vez está limitada por dicha cesación.
Así, entre nosotros el artículo 29 de la Constituci6n Federal previene:
"En los casos de invasi6n, perturbaci6n grave de la paz pública o cualquier
otro que ponga a la sociedad en grande peligro o conflicto, solamente el
Presidente de la República Mexicana, de acuerdo con el Consejo de Mi-
nistros y con aprobaci6n del Congreso de la Unión, y en los recesos de éste,
de la Comisión Permanente, podrá suspender en todo el país o en lugar
determinado las garantfas que fuesen obstáculo para hacer frente rápida y
fácilmente a la situación; pero deberá hacerlo por un tiempo limitado, por
medio de prevenciones generales y sin que la suspensi6n se contraiga a de-
terminado individuo. Si la suspensión tuviese lugar hallándose el Congreso
reunido, éste concederá las autorizaciones que estime necesarias para que
el Ejecutivo haga frente a la situación, Si la suspensión se verificase en
tiempo de receso, se convocará sin demora al Congreso para que las acuerde."
Este precepto es el que habilita y legitima al Ejecutivo Federal para que
pueda desempeñar la actividad de emergencia, a fin de enfrentarse rápida
y fácilmente al peligro que entraña la situaei6n anómala. Las disposiciones
involucradas en el artículo 29 constitucional implican no sólo la base, el
208 LAS GARANriAS INLUALES

fundamento, de todos los actos autoritarios (legislativos, ejec1vos y ju-


diciales) tendientes a prevenir o remediar los problemas y calattudades pro-
pios de un estado de emergencia, sino la pauta restrictiva de posibles extra-
limitaciones del poder público dentro de la misma situación de, anormalidad,
como después veremos. Es, por tanto, de dicho precepto (en relación Con
el artículo 49 constitucional) de donde emanan las facultades extraordina-
rias con que se inviste al Presidente de la República para enfrentarse rápida
y fácilmente a la situación de emergencia, constituyendo paralelamente la
disposición que marca los linderos del ámbito y objetivo de la actividad
autoritaria extraordinaria.

El artículo 29 de nuestra actual Constitución tiene su antecedente inmediato


en el precepto que con el mismo número corresponde a la Constituci6n de
1857. En este último ordenamiento, la suspensión de garantías podía com-
prender a todas c~:m excepción "de las que aseguran la vida del hombre". Esta
salvedad obedeció. al espíritu hostil a la pena de muerte que alentaba en el
Congreso Constituyente de 1856-57. Don Ponciano Arriaga, en la memorable
sesión de 21 de noviembre de 1856, en que se discutió el artículo 29 del pro-
yecto constitucional, manifestó, en defensa de la mencionada salvedad, que
"la democracia es la caridad, es el amor a la humanidad, es el Evangelio, es la
ley de Dios que dijo: 'No matarás' sin hacer excepciones, y así cualquiera que
mata o contribuye a la matanza, falta al precepto divino".Uio
. Bajo la Constitución de 57 se expidieron por el Congreso varias leyes sus-
pensivas de garantías. Bástenos citar la del 7 de junio de 1861 que suspendió
la libertad de trabajo, en el sentido de que cuando el interés público 10 exigiere,
se podía obligar a toda persona a prestar trabajos "mediante una justa retribu-
ción"; la de imprenta; la de asociación; la contenida en el artículo 13 constitu-
cional, primera parte; la de legalidad establecida en el artículo 16; limitándose
las consagradas en los artículos 18, 19, 21 Y 26 de la Ley Fundamental. Se
declaró, además, la vigencia de la Ley de Conspiradores de 6 de diciembre
de 1856, expedida por Comonfort, y que, entre otras penas, establecía la de
muerte. La ley suspensiva a que nos referimos tuvo una duración de seis meses,
a cuyo término, el mismo Congreso, por decreto de 11 de diciembre de 1861,
prorrogó indefinidamente la suspensión de garantías y la autorización conce-
dida al Ejecutivo para legislar en múltiples materias, es decir, hasta treinta
días después de que el propio Congreso se reuniese (art. 3 del citado decreto).
El estado suspensivo a que aludimos se levantó hasta enero de 1868, en que se
declaró restableciendo el orden constitucional.
Con apoyo en el mencionado decreto suspensivo de garantías individuales,
Juárez expidió la célebre ley de 25 de enero de 1862, que previó y sancionó
delitos contra la nación, el orden y la paz pública. Conforme a sus prescrip-
ciones fue juzgado y sentenciado Maximiliano de Habsburgo y los generales
conservadores Miguel Miram6n y Tomás Mejía. Es interesante traer a colación
estos hechos históricos porque brindaron la oportunidad a los defensores del
archiduque, licenciados Eulalia María Ortega y Jesús María Vázquez, para
argumentar en favor de su defensa sobre la incanstitucianalidad de la citada
ley en lo que respecta a su oposición con el artículo 29 de la Constitución
de 1857, el cual, según dijimos, estableció la suspendibilidad de todas las ga-
160 ZARCO. Congreso Constituyente. Tomo II, pág. 569.
LA SUSPE16N DE GARANTIAS INDIVIDUALES 209

rantías individuales con excepci6n de las que "aseguran la vida del hombre".
Dichos letradca argüían que la pena de muerte decretada en ese ordenamiento
secundario de -emergencia se contraponía al invocado precepto constitucional,
sosteniendo qué. "ni aun en los casos extremos a que se refiere (la Constiru-
ci6n), autoriza la suspensión de las garantías que aseguran la vida del hombre,
pues están en él (art. 29) expresamente exceptuadas, y de esta clase son las
contra que peca 'la ley de 25 de enero de 1862. Ella, por lo mismo, ní aun en
virtud de facultades extraordinarias otorgadas con suspensión de garantías
individuales pudo 'dictarse válidamente'U'"
La suspensión' de garantías o "estado de sitio" también se previó, aunque
no en forma tan clara ni con la debida amplitud, en la Constitución española
de 1812, en cuyo artículo 308 se disponía: "si en circunstancias ordinarias la
seguridad del Estado exigiese, en toda la monarquía o eti parte de ella, la sus-
pensión de algunas de las formalidades prescritas en este capítulo (el que se
refería a la administración de justicia en lo criminal), para el arresto de los
delincuentes, podrán las Cortes decrctarla por un tiempo determinado".
Ni en el Acta Constitutiva de la Federación Mexicana de 31 de enero de
1824 ni en la Constitución -Federal de 4 de octubre del propio año, se previ6
la suspensión de garantías en casos anormales y de peligro para la vida del
país, Es más, según lo hace notar don Isidro Montiel y Duarte, el principio
tajante de la división o separación de poderes que en ambos documentos se
consignaba, hizo imposible el fenómeno suspensivo indicado, que para desarro-
llarse reconoce necesariamente el depósito de la función legislativa en el ór-
gano encargado del Poder Ejecutivo, al que se conceptúa más id6neo para reme-
diar una situación de cmergencia.v"
No obstante que ninguno de los dos ordenamientos acabados de citar es-
tatuy6 la posibilidad de que en casos excepcionales se otorgaran facultades
extraordinarias al Ejecutivo para legislar, es decir, para expedir las leyes que
reclamase una situación emergente, durante la vigencia de la Constitución
Federal de 1824 se crearon diferentes decretos confiriendo dichas facuItades
al Presidente de la República, decretos que, por las razones invocadas, resul-
taban inconstitucionales. Así, el 25 de agosto de 1829 se autorizó al Ejecutivo
de la Federación "para adoptar cuantas medidas fueran necesarias a la con-
servación de la independencia, del sistema federal y de la tranquilidad pública";
y como se abusara del ejercicio de dichas facultades, el Congreso, por ley de
15 de febrero de 1831, aclar6 y dej6 sín valor varias providencias que el Eje-
cutivo había tomado en ocasión del desempeño de las propias facuItades. Como
la situación política y militar interna de México hacía difícilmente aplicable la
Constitución de 1824 en lo que concernía, sobre todo, al principio de división
o separación de poderes, el Congreso expidi6 una ley el 8 de octubre de 1832
otorgando facultades extraordinarias al Poder Ejecutivo, mismas que se reitera-
ron por sendas leyes en los años de 1833 y de 1834.
Como se ve, los autores del Acta Constitutiva de la Federación y los Cons-
tituyentes. de 1824 no previeron el surgimiento de casos anormales dentro de
la vida del país, para instituir la posibilidad jurídica de que se invistiese al
Poder Ejecutivo con facultades extraordinarias tendientes a conjurar o evitar
los trastornos inherentes a toda situación de emergencia. Por ello, es decir, en
atención a dicha omisión constitucional, todas las leyes a través de las cuales
"!'_ E~taron las mencionadas facultades. estuvieron en abíerta puzna con el
20'1 Reseña Histórica. de don Juan de Dios Arias, obra en la que se encuentra repro-
ducido íntegramente el proceso contra Maximiliano, Miram6n y Mejía (pág. 413).
'l~2 Estudio sobre Garantías Individuales, edición 1873, págs. 536 a 540.
210 u.s GARANTÍAS¿DIVIDUALES
I
principio de división o separación de poderes que en forma categórica e inexcep-
cional se consagró en dicha acta y en la Constitución de 1824. I
La Constitución Centralista de 1836 también fue omisa en lo que respec-
ta a la suspensión de garantías individuales y al otorgamiento de facultades
extraordinarias para legislar en favor del Ejecutivo. Al declarar enfáticamen-
te en su artículo 4º que "El ejercicio del supremo poder nacional continuará
dividido en legislativo, ejecutivo y jucicial y que no podrán reunirse en nin-
gún caso ni por ningún pretexto" evitó ambos fenómenos jurídico-constitu-
cionales. Es más, en el artículo 45, fracción V, de la tercera ley, dicha
Constitución dispuso que el Congreso General no podía "... suspender a los
mexicanos de sus derechos declarados en las leyes constitucionales".
En cambio, en las llamadas Bases Orgánicas de 1843 ya se contenía la pre-
visión, en favor del Congreso, para suspender o "minorar" las garantías indi-
viduales en circunstancias extraordinarias cuando la seguridad de la nación
lo exigiere en toda la República o parte de ella, "para la aprehensión y de-
tención de los delincuentes" (arts. 67 frac. IV y 198).
La suspensión de garantías individuales es, pues, un fenómeno que, con
más o menos variantes ha sido acogido en nuestro Derecho Püblíco.!» pu-
diendo decirse. en general. que reconoce como antecedente remoto la institu-
ción de la dictadura en el Derecho Romano, en cuyo sistema correspondía al
Senado la designación del dictador atendiendo a las situaciones de peligro
que se presentaban en la vida del Estado, designación que debía ser aproba-
da por los cónsules.

II. lA SUSPENSIÓN DE GARANTlAs INDIVIDUALES

La suspensión de garantías individuales es un fenómeno jurídico-consti-


tucional que tiene lugar como antecedente necesario para que la actividad
gubernativa de emergencia pueda válidamente desarrollarse. Sin que previa-
mente se decrete la suspensión mencionada por los medios y autoridades a
que alude la Ley Fundamental, la labor del gobierno estatal tendiente a pre-
venir o remediar los males públicos inherentes a la situación anormal, sería
jurídicamente inválida, teniendo el gobernado el derecho de oponerse a ella
a través de los conductos que, como el juicio de amparo, la Constitución le
brinda. En consecuencia, antes "''' las autoridades del Estado estén en condiciones
de hacer frente a la situación de emergencia, deben suspender las garantias indivi-
duales que constituyan un obstáculo al desarrollo rápido y e.fU:az de la actividad esta-
tal-autoritaria de prevención o remedio.
Ahora bien, éen qué estriba la suspensión de garantías individuales? Esta
implica la cesación de vigencia de la relación jurídica que importa la garantía
l!i:i Sobre la antecedencia legislativa del régimen jurídico de suspensión de garantías indi-
viduales en nuestro país. consúltese la obra Derechos cht Ptublo Mtxicano. Mh.Uo a travis th sus Cons-
titud.m~, editada por La XLVI Legislatura de la Cámara de Diputados en 1967. (Torno V, págs. 99
a 127.)
\
lA .sUSPENSIÓN DE GARANTlAs INDMDUALES 211

individual, o\ea, la paralización de la normatividad de los preceptos con.sti-


tucionales que la regulan. Consiguientemente, a virtud de la suspensión
de garantías individuales, tanto Ios derechos públicos subjetivos co.mo las
obligaciones est,atales que se denvan o em~an. de la relación )~~dica .que
aquéllas entrañan, dejan de tener eficacia, eJercltabil~dad o exigibilidad Jurí-
dicas. Por ende,'ni el gobernado o sujeto acnvo de dicho vínculo puede eJer-
citar los mencionados derechos de que es titular, ni el Estado y sus
autoridades están' obligados a observarlos o cumplirlos. La cesación de vigen-
cia de las garantías individuales importa también la de sus limitaciones o re-
glamentaciones legales o constitucionales, puesto que siendo éstas accesorios
normativos, por así decirlo, de las primeras, siguen la suerte del objeto limi-
tado o reglamentado. En síntesis, pues, a consecuencia de la suspensión de
garantías individuales, tanto los preceptos constitucionales que las consagran
como las leyes reglamentarias u orgánicas respectivas dejan de estar vigentes.
¿QJté diferencia existe entre la suspensitm de garantías mdioiduales y su regla-
mentación? La reglamentación, como su nombre lo indica, es un conjunto de
reglas o disposiciones que norman en detalle, con cierta minuciosidad, una
declaración legal general, estableciendo las bases y criterios para su aplica-
ción, interpretación, alcance, etc.
Por ende, la reglamentación de las garantías individuales forma parte in-
tegrante de su estructura legislativa. Integra, junto con los preceptos consti-
tucionales que consagran a dichas garantías, su normación jurídica completa.
Por tal motivo, la reglamentación constitucional o legal de las garantías indi-
viduales tiene, como éstas, el carácter de permanencia en cuanto a su vigencia
en el tiempo.
La suspensión de garantías individuales, por otra parte, importa la cesación
de vigencia temporal y espacial de las mismas. Mientras que la reglamenta-
ción de una garantía individual no debe hacer nugatorios los derechos subje-
tivos públicos y las obligaciones estatales que en ésta se comprenden, ni
alterarlos substancialmente, so pena de ostentar el vicio de inconstitucionali-
dad, la suspensión, por el contrario, la despoja de su imperio normativo.
Además, obedeciendo la suspensión de garantías individuales a una situación
anómala, de emergencia, su duración tiene que estar en íntima correlación con
la persistencia de ésta, por lo que dicha suspensión es de carácter transitorio.
¿Cuál es la manera como se realiza la suspensión de garantías individua-
les prevista por el artículo 29 constitucional? Para sistematizar este punto, se-
ñalaremos las causas de la suspensión indicada, las autoridades que en su
producción intervienen y las diversas modalidades juridicas que en dicho fenó-
meno constitucional concurren.
a) Causas
El artículo 29 de la Constitución menciona como causas específicas que
originan el estado o situación de emergencia que provoca, a SU vez, la sus-
pensión de garantías individuales, las siguientes: invasión (o sea la penetra-
ción en territorio nacional de fuerzas armadas extranjeras), perturbación grave
de la paz públü;a (es decir, alteración de la vida normal del Estado O de la
212
/
LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

sociedad mediante motines, revoluciones, asonadas, rebeliones!etc. l, o cual-


quier otro caso que ponga a la sociedad en f'a1UÚ! peligro de conflicio (guerra, epI-
demias, etc.).15~hi, Como se ve, el señalamiento de las causas especIales
originadoras de la suspensión de garanLÍas individuales no está eXl'resado en
forma limitativa o taxativa, sino enunciativa, puesto que deja al arbitrio y ?IS-
creción de las autoridades a que vamos a aludir a continuación, la estimaCIón
de la índole y gravedaá de una situación de hecho susceptible de provocar la
cesación de vigencia' de las garantías individuales.
bl Autoridades
En cuanto a las autoridades constitucionalmente competentes para de-
cretar la suspensión de dichas garantías. existe una colaboración [uncio-
nal entre los diversos órganos estatales que tienen tal incumbencia. En
efecto, de acuerdo con el artículo 29 de la Constitución, solamente el Presi-
dente de la República,"" de conformidad con el Consejo de Mínistros''!> (o sea,

153hi, En este caso debe incluirse la delincuencia organizada habitua.l. por 110 decir cotidiana,
que constantemente lesiona a la sociedad generando la inseguridad, la zozobra y alarma colectivas
y el pánico en las personas que la integran, así como otros muchos fenómenos en los distintos ám-
bitos de la vida comunitaria.
l~ Ao;( lo ha establecido la Suprema Corte en una tesis (Informe correspondiente al año
de 1943, pág. 7I. Segunda Sala).
¡55 El empleo del vocablo "ministros" es indebido dentro de nuestro orden administra ti-
ve-constitucional, que establece un régimen presidencial, en el que el Poder Ejecutivo Federal se
deposita en un individuo, llamado Presidente de la República (art. SO). Los secretarios de Estado
son auxiliares de éste en los diferentes ramos de la administración pública. es decir. siempre ac-
túan en nombre de él, sin tener potestades per-se. En otras palabras, la función administrativa de
la Federación es unitaria y constitucionalmente se confía al Presidente de la República, quien es
responsable de los actos de sus coadyuvantes, denominados "secretarios de Estado". En nuestro
país no existe, como en los sistemas parlamentarios, la desconuntraci6n funcional del gobierno ad-
ministrativo, conforme al cual los ministros asumen responsabilidad oficial por los actos que reali-
zan dentro de su correspondiente ramo, ante la asamblea legislativa. Por lo tanto, es impropia la
locución que utiliza el artículo 29 constitucional. o sea, la de "consejo de ministros", pues de
acuerdo con nuestro régimen jurídico-constitucional y administrativo. tal "consejo" no es sino la
simple reunión de los diferentes auxiliares del Presidente de la República. esto es. de los secreta-
rios de Estado a que se refiere el artículo 90 de la Constitución.
Por otra parte, al afirmar que el régimen de gobierno administrativo en México es p1"esi-
dendal, mismo que se caracteriza por la concentración de las funciones inherentes en el Pre-
sjdente de la República, no suponemos que los secretarios de Estado no sean responsables
por modo absoluto de sus actos. Estos funcionarios asumen responsabilidad oficial pero ante
su superior jerárquico, cual es el Presidente. sobre todo al refrendar los reglamentos, decre-
tos y órdenes de él (art. 92); pero esa responsabilidad no la contraen ante un poder distinto,
como es el legislativo, con el que no guardan ninguna vinculación, salvo el caso de que sean
llamados a informar sobre la situación, del ramo administrativo bajo su cuidado (art. 93).
Además, tam poco estas consideraciones entrañan la idea de que los secretarios de Estado no
sean responsables penalmente por los delitos comunes y oficiales, que cometan. pues el concep-
to de "responsabilidad" lo hemos empleado en un sentido estrictamente administrativo-consti-
tucional.
La errónea expresión "Comejo de Ministros" que U contenía en el artículo 29 omstimcumal fue
sustituida correctamente con tI siguiente texto involucrado en dicho precepto: '". .de acuerda con los titu-
\
LA SUSPENSIÓN DE GARANTÍAs INDIVII>UALES 213
\
con los secretarios de Estado, jefes de Departamentos autónomos y Procu-
rader de la República) ,'" 'lo tiene la facultad de tomar la iniciativa para sus-
pender las garantías individuales, la cual, para que produzca el acto juridico
suspensivo propiamente dicho, y por ende, para que surta sus efectos legales,
requiere la aprobación del Congreso de la Unión o, en los casos dc receso
de éste, de la Comisión Permanente. Como se ve, en un decreto de sus-
pensión dc garantías individuales tienen injerencia el Ejecutivo Federal
como autoridad a quien exclusivamente compete la iniciativa, y el Congreso
de la Unión, injerencia que se traduce en la realización de dos actos di-
ferentes imputables a cada uno de dichos poderes, a saber, al primero, la
formulación de los términos jurídicos en que operará la suspensión, y al se-
gundo, la aprobación de los mismos y de la iniciativa correspondiente pro-
piamente dicha. En cada uno de esos dos actos en que se revela el proceso
de la expedición del decreto de suspensión de garantias individuales, tanto
el Ejecutivo Federal como el Congreso de la Unión gozan de amplias fa-
cultades discrecionales para calificar la existencia y gravedad del estado de
emergencia que sea la causa de la situación suspensiva.

e) Modalidades juridicas de la suspensi6n

En nuestro orden constitucional, la suspensión de garantías individuales


se caracteriza por varias modalidades juridieas importantes. En primer lu-
gar, el acto que instituye la mencionada suspensión debe ser materialmente
legislativo, conteniendo prevenciones generales, o sea, sin que el fenómeno
suspensivo se contraiga a ningún individuo o individuos determinados. Con-
siguientcmente, un decreto o "ley", que no contenga dicha caracteristica
de generalidad, sino que suspenda las garantías individuales en relación
con una sola persona moral o física o con un grupo determinado de suje-
tos, seria inconstitucional a todas luces en primer término, porque violaria
los artículos primero y 29 constitucionales y, en segundo lugar, debido a
que tendria la naturaleza de una ley privativa, cuya aplicación está pro-
hibida por el articulo 13 de la Ley Suprema.
Por lo que concierne al alcance espacial o territorial de la suspensión
de garantías individuales, ésta puede ser nacional, o sea, tener vigencia en
toda la República, o bien regir solamente en un Estado o región determi-
nados (local). Tal podria suceder, verbigracia, en el supuesto de que se
tratara de la perturbación de la paz pública en una sola entidad federativa,
en la que, para dar fin a la situación anómala, se suspendieran las garan-
tías individuales, sin que tal suspensión se hiciese extensiva a otros Estados
del país en los que no existiese dicha alteración.
lores eh las Secretarias de Estado, los Departamentos Administrativos y la Procuraduría General de la Repú.
blica... ", sustitución que se practicó por reforma publicada en el Diario Oficial el21 d, abril de 1981.
l!í5hi~ Véase la parte final de la nota inmediata anterior.
214- LAS GARANTfAs INDIVIDUALES

Otra de las modalidades jurídicas de la suspensión de garantías indi-


viduales que se desprende del articulo 29 constitucional consiste en que el
acto o la situación suspensivos tienen un carácter temporalmente limitado o
transitorio, rigiendo únicamente mientras subsista el estado de emergencia
que los motivó. En relación con la cesación de vigencia de la suspensión
de garantías individuales se presenta un problema que no deja de tener
importancia: esa cesación ¿se produce ipso iure, una vez desaparecido el
estado de emergencia que provoca la mencionada suspensión, o bien se
requiere para ello la expedición de un decreto derogatorio expreso? Estima-
mos que la suspensión de garantías individuales opera ipso iure una vez
desaparecida la causa que la determinó, puesto que ni el Ejecutivo ni el
Legislativo, ni cualquiera otra autoridad estatal tienen facultad para re-
tardar dicha cesación (lo cual acontecerá si se requiera una ley o un decre-
to derogatorios expresos), máxime que la Constitución prolúbe tal posible
demora al establecer en el artículo 29 que la suspensión de garantías in-
dividuales debe decretarse por tiempo limitado, entendiéndose por tal el lap-
so durante el cual subsista la situación que originó dicha suspensión.
Además, la suspensión de garantías individuales no necesariamente debe
versar sobre todas las que instituye el ordenamiento fundamental, sino que
puede contraerse a aquellas que impliquen un óbice a la actividad guber-
nativa tendiente a hacer frente rápida y fácilmente a los peligros que en-
traña el estado de emergencia, independientemente de los derechos públicos
subjetivos que involucren. A diferencia del alcance que puede tener el acto
o situación suspensivos de garantías individuales en nuestro actual sistema
constitucional, en la Constitución de 1857 no eran susceptibles de suspen-
derse las garantías que asegurasen la vida del hombre. Esta imposibilidad
de suspensión implicaba evidentemente la nugatoriedad de las facultades
con que debían estar investidas las autoridades superiores del país para
hacer frente a los trastornos inherentes a una situación de emergencia.
Fue por ello por lo que los Constituyentes de 1916-17 suprimieron la
prohibición de que las garantias que asegurasen la vida del hombre fuesen
susceptibles de suspenderse, al considerarse que "cuando se apruebe por el
Ejecutivo en consejo de ministros, y por el Congreso, una medida tan grave
como la suspensión de garantias, es evidente que la exigiría la salvación
pública; para que tal medida produzca el efecto deseado, será indispensa-
ble dejar a los poderes que la decretan, libertad para que ellos mismos fijen
el alcance de aquélla en vista de las circunstancias. Casos habrá, y ya se
han visto ejemplos prácticos, en que si la suspensión de garantías no com-
prende también las que protegen la vida, no producirá aquella medida otro
resultado que poner en descubierto la impotencia del poder público para
garantizar la seguridad social"."6

Uf Diario de los Debates, tomo H, pág. 260.


LA SUSPENSIÓN DE GARANTiAS INDIVIDUALES 215

En virtud del estado de guerra que prevaleció entre nuestro país, por un
lado, e Italia, Alemania y el Japón, por otro, ha tenido su aplicación real el
artículo 29 constitucional, conteniéndose la suspensión de garantías individuales
en el decreto de 2 de junio de 1942, reglamentado por la Ley de Prevenciones
Generales relativa del día 13 del propio mes y año, o-rdenamientos ambos que
constituyeron los conjuntos normativos orgánicos o reglamentarios del men-
cionado precepto constitucional, así como las reglas fundamentales que some-
tieron la actitud estatal-autoritaria de emergencia.U •T

III. EL RÉGIMEN SUSPENSIVO DE GARANTIAS INDIVIDUALES EN LA SITUACIÓN


BÉLICA PRÓXIMA PASADA

A fines del mes de mayo de 1942, el Presidente Avila Camacho con-


vocó a todos los miembros de su gabinete, integrantes del Consejo de Minis-
tros, para una sesión memorable con el fin de discutir y aprobar las medidas
que habrian de tomarse frente a la doble ofensa que se perpetró a nuestra
soberanía, habiéndose acordado unánimemente tres puntos fundamentales:
primero, declarar el estado de guerra entre la República Mexicana por una
parte, y Alemania, Italia y el fap6n por la otra; segundo, suspender la vi-
gencia de garantías individuales que fueren obstáculo para hacer frente,
rápida y fácilmente, a la situaci6n, y tercero, solicitar en favor del Ejecutivo
Federal facultades extraordinarias para legislar.
Estando en receso el Congreso de la Unión, la Comisión Permanente
convocó a los miembros de éste a un periodo extraordinario de sesiones,
en el cual serian tratados únicamente los puntos acordados por el Ejecutivo,
de conformidad con el Consejo de Ministros, y que hemos señalado con
antelación, tal como lo prevé e! artículo 79 constitucional en su fracción
IV, convocatoria que en forma de decreto fue publicada en e! Diario Ofi-
cial e! 27 de mayo de 1942.
Por su parte, el Congreso de la Unión, en sesión extraordinaria cele-
brada el día 30 de mayo de! propio año, y una vez que e! Presidente de
la República hubo reforzado con sólidos y convincentes argumentos su pe-
tición respecto de los tres puntos fundamentales anotados, aprob6 la ley
que faculta al Ejecutivo conforme áI artículo 89, fracción VIII, de la Cons-
titución Federal, para declarar el estado de guerra entre nuestro país y las
naciones del Eje (ley que se publicó en e! Diario Oficial e! 2 de junio de
1942), declaración que en forma de decreto presidencial fue publicada en
dicho periódico en la misma fecha.
13f La t6nica que presentan dichos ordenamientos y las ideas que los sustentaron,
configuran un verdadero estado de derecho de la situación de emergencia en que
se vio colocado nuestro pals ; y aunque su estudio reviste en la actualidad un mero interés
histórico, el análisis de sus disposiciones no es de ninguna manera superfluo, ya que &tas
pueden constituir el antecedente para el evento, no deseado ni deseable, de que México,
por circunstancias aleatorias, tenga que acogerse al régimen previsto en el artículo 29
constitucional. Esta razón nos-impulsa a reiterar, en la presente edición, el aúIisis referido.
216 LAS GARANTIAS INDIVIPUALES

El 2 de junio de 1942 salió publicado también e! Decreto de Suspen-


si6n de Garantlas Individuales expedido por el Congreso de la Unión de
acuerdo con los articulas 29 y primero constitucionales, habiéndose faculta-
do e! Ejecutivo Federal para formular la reglamentación respectiva (articu-
lo 3 de dicho decreto).

A. Carácter y naturaleza del Decreto de Suspensi6n de Garantias


Individuales
En primer lugar, e! mencionado Decreto, as! como su Ley Reglamen-
taria, publicada en e! Diario Oficial e! 13 de junio de 1942, eran de carác-
ter general. La generalidad de los citados ordenamientos se traducía en la
circunstancia de que la suspensión de garantías individuales que establecían
afectaba a todo individuo o habitante de la República Mexicana, indepen-
dientemente de su condición particular. En segundo lugar, la suspensión
instituida por dichos cuerpos normativos era de Indole nacional, supuesto
que afectaba a todo e! territorio de! país. Los caracteres de generalidad en
cuanto a los sujetos afectados y de vigencia nacional, por 10 que toca a su
aplicación territorial de que estaba investido e! Decreto de Suspensión, es-
taban corroborados por e! texto mismo de sus prevenciones contenidas en
e! articulo primero, que decía:
"Se aprueba la suspensión de las garantías individuales consignadas en los
articulos 4, párrafo primero del 5, 6, 7, 10, 11, 14, 16, 19, 20, 21 párrafo tercero
del 22 y 25 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos que
acordó el C. Presidente de la República, previa conformidad del Consejo de
Ministros, para todo el territorio y para todos los habitantes de la República."
Otra nota substancial y constitucional de! aludido decreto era la tran-
sitoriedad de! mismo, o sea, su vigencia limitada en cuanto al tiempo. Esta
vigencia limitada perduraría siempre y cuando subsistiesen los motivos que
originaron la expedición de! multicitado decreto, tal como 10 declaraba
éste en su articulo 2, que decía:
"La suspensión a que se refiere el artículo anterior, durará todo el tiempo
en que México permanezca en estado de guerra con Alemania, Italia y el
Japón, o con cualquiera de estos países, y será susceptible de prorrogarse, a jui-
cio del Ejecutivo, hasta treinta días después de la fecha de cesación de las
hostilidades."

B. Alcance del Decreto de Suspensi6n en cuanto a las garantías


individuales
El articulo 29 de la Constitución establece que la suspensión versará
respecto a aquellas garantías constitucionales que "fueren obstáculo para
LA SUSPENSiÓN DE GAI<ANTIAS INDIVIDUALES 217

hacer frente rápida y fácilmente a la situación". Pues bien, de acuerdo con


esta prevención de la Ley Suprema, el Decreto de Suspensión en su artículo
primero mencionaba, como ya advertimos, todas aquellas disposiciones que
contienen las garantías suspendidas, una vez que se hizo la consideración por
el Congreso de la Unión, en el sentido de que la vigencia de las mismas
podrían constituir un obstáculo para hacer frente al estado de guerra en que
se encontraba México.
De conformidad con esta prevención, involucrada en el artículo primero
mencionado, fácil es inferir el alcance del decreto en cuestión por 10 que con-
cierne a la suspensión en él contenida, así como las facultades y potestades
que, como consecuencia de tal suspensión de garantías individuales, tenían las
autoridades del país en los términos a que nos referiremos posteriormente.
Sin embargo, atendiendo al contenido de la Ley Reglamentaria del multici-
tado decreto y a la reglamentación formulada respecto del artículo primero
de dicha ley, la suspensión de garantías individuales tuvo una extensión mu-
cho más restringida que aquella que se desprende del primer precepto del
decreto mencionado.

C. Aplicabilidad y vigencia efectivas del Decreto de Suspension

De acuerdo con la amplitud con que el mencionado decreto consignaba


la suspensión de determinadas garantías individuales, éstas, en toda su exten-
sión y sin salvedad alguna, debieron haber sido relevadas de su vigencia, máxi-
me si se atiende a la declaración categórica del artículo 2 transitorio del alu-
dido decreto, que decía:

UEn esa misma fecha (o sea, en aquella en que entr6 en vigor dicha preven..
ción: 2 de junio de 1942) empezará a surtir sus efectos en todo el país y para
todos sus habitantes la suspensión de garantías materia del presente decreto, sin
que se requiera la reglamentaci6n a que se contrae el artículo 3."

La suspensión absoluta de las garantías individuales señaladas en el artículo


primero del aludido decreto, tuvo lugar en forma muy efímera, esto es, en el
lapso comprendido entre el 2 de junio de 1942 y el 13 del propio mes y año,
es decir, hasta antes de la expedición de la Ley Reglamentaria respectiva que
prevenía el artículo 3. Durante ese término, en virtud de que la suspensión
de garantías individuales, a la.que el artículo primero del multicitado decreto
aludía, era absoluta, el juicio de amparo por violación a las mismas era com-
pletamente improcedente, dado que habían sido despojadas de su vigencia.
Afortunadamente (y empleamos este adverbio porque de haber subsistido
tal situación, que implicaba la desaparición transitoria, pero casi absoluta del
medio garante de la legalidad, habría sobrevenido el caos o, al menos, se
habrían cometido serios abusos por parte de las autoridades), el 13 de junio
218 LAS GARANTÍAS INDMOUALES

de 1942 sali6 publicada en el Diario Oficial la Ley de Prevenciones Gene-


rales relativas a la suspensi6n de garantias individuales, que contenía .reglas muy
atingentes reveladoras del criterio y capacidad juridicos de los autores del pro-
yecto correspondiente. La citada Ley Reglamentaria vino, en primer lugar, a
especificar el alcance, sentido y aplicaci6n práctica del Decreto de Suspensi6n,
y en segundo término, como consecuencia de esta finalidad, a hacer renacer la
confianza y la tranquilidad públicas, que en cierto modo se vieron amenaza-
das por el hecho de haber sido suprimidas de manera absoluta las garantias
individuales a que aludía el articulo primero del supradicho decreto.
La Ley Reglamentaria del Decreto de Suspensi6n de Garantías Indivi-
duales o Ley de Prevenciones Generales respectiva, contenía declaraciones
fundamentales importantísimas, tanto en su texto normativo propiamente
dicho, coma en su exposici6n de motivos, y que vinieron a corroborar el régi-
men de legalidad.
a) En primer lugar, el orden jurídico general. del país no se vio alterado
en sus lineamientos abstractos; todo el sistema de derecho mexicano, en sus
distintos y variados aspectos, subsisti6, y s610 en aquellos casos especiales que
requirieron acuerdos de emergencia operaba la suspensi6n de garantías indi-
viduales.

Asi lo asent6 el Ejecutivo Federal en la exposición de motivos de la Ley de


Prevenciones Generales, al establecer que "el régimen no puede hacer abandono
del deber de cuidar, antes que cualquiera otro aspecto, el de que no pierda su fiso-
nomía de régimen de derecho; y por tales causas ha solicitado la implantación de
las nonnas que la propia Ley Fundamental señala para afrontar las situaciones
de peligro sin romper los cauces de legalidad".

La subsistencia del régimen jurídico general estaba corroborada por el


articulo 4 de dicha Ley Reglamentaria, que decia:

"Tedas las autoridades federales, locales y municipales conservan su compe-


tencia y atribuciones que les corresponden, en los estrictos términos de las leyes
federales o locales que normen sus actividades. En consecuencia, fuera de los
casos expresamente previstos por esta ley y por la legislación de emergencia que
en lo sucesivo se dictare, ninguna autoridad federal, local o municipal puede
realizar acto alguno que no le esté permitido por las leyes ordinarias expedidas
con sujeción estricta a los' mandatos de la Constitución."

Esta consideración legal fue confirmada por la Suprema Corte en resolución


de fecha 15 de marzo de 1945, recaída al recurso de revisión impuesto por el
licenciado Víctor Velázquez, como defensor del licenciado Carlos A. Madraza,
contra el auto de sobreseimiento dictado por el C. Juez Segundo de Distrito en
material penal del Distrito Federal en el amparo promovido por dicho profesio-
nista, a nombre de su defenso, contra el auto de formal prisión pronunciado en
contra de éste por el C. Juez Primero de Distrito en materia penal del Distrito
Federal por el delito de traición a la patria, entre otros.
LA SUSPENSIÓN DE GARANTÍAS INDIVIDUALES 219

Dice así la paIle conducente de la resolución de la Corte: "si las leyes de


emergencia restringen las garantías individuales teniendo en cuenta el estado
de guerra que existe en nuestra nación y las que forman el Eje, esa restricción de
garantlas no puede afectar el orden constitucional, que descansa precisamente en
la división de los poderes públicos, ni menos puede limitar las facultades propias
de cada uno de dichos poderes, pues rompería el equilibrio que debe existir en las
funciones interdependientes de los órganos del Estado . ..", agregando posterior-
mente rt • • • es indiscutible y fuera de toda duda, que una ley de emergencia, que
como se dijo anteriormente tiene el propósito de restringir determinadas garantías
individuales de los particulares, no puede afectar por ningún concepto el orden
constitucional".

La mencionada resolución de la Suprema Corte, para fundar sus apreciacio-


nes respecto del alcance de las leyes de emergencia, transcribe algunas ideas que
sobre el particular ha sustentado el tratadista argentino Juan A. González Calde-
rón en su obra intitulada Derecho Constitucional, y que a la letra se expresa de la.
siguiente manera:

"El estado de sitio (de emergencia) no suspende los privilegios parlamenta-


rios. Aunque no hubiera en nuestra jurisprudencia alguna decisión concluyente
en este sentido, sería evidente el principio de que el estado de sitio no suspende
los privilegios parlamentarios. La Constitución crea tres poderes para ejercer el
gobierno supremo de la nación, y cada uno de ellos es absolutamente autónomo
dentro de la esfera de las atribuciones que le están asignadas. La existencia inde-
pendiente de los tres poderes gubernamentales es necesaria para que el sistema
constitucional sea una realidad positiva y no una vana quimera, de modo que nin-
guno de ellos debe obstruir o suprimir el funcionamiento de los otros dos. Si el
Poder Ejecutivo no respetara los privilegios parlamentarios durante el estado de
sitio, el Congreso no podría existir, o existiera solamente aquelia parte del mismo-
que mansamente se sometiera a sus caprichos."

Además de que, como hemos visto, el sistema competencial de todas las


autoridades subsistió frente al estado de suspensión de garantías individuales,
éstas siguieron vigentes, pues si bien es verdad que la Ley de Prevenciones
Generales mencionada restringió O limitó aquellas a que se refería el Decreto
de Suspensión, tales restricciones O limitaciones atañían a casos particulares de
modalidades especiales que en el propio ordenamiento se especificaban.

Así se afirmó en la exposición de motivos al decirse que "el Ejecutivo estima


que las prevenciones generales que debe dictar en cumplimiento de las atribucio-
nes que le señala el artículo 29 constitucional, además de satisfacer los requisitos
que este precepto establece, deben referirse a fijar por ahora limitaciones sólo a
aquellos derechos del hombre cuya restricción sea ineludible como consecuencia
inmediata y directa del estado de guerra decretado",

b) Por otra parte, la aplicación concreta o general de las limitaciones


a las garantías ináividuaJes que contenía la Ley de Prevenciones Generales,
s610 pudo llevarse a cabo. por el Ejecutivo Federal y únicamente a través de sus
colaboradores inmediatos, como son los secretarios de Estado, Procurador Ge-
220 LAS GARANrlAS INDIVIDUALES

neral de la República y jefes de Departamentos autónomos. De acuerdo con


esta declaraci6n, ninguna autoridad del Estado que no haya sido el Presidente
de la República o los funcionarios antes mencionados, cuando éstos actuaran
con la expresa autorización del Ejecutivo, pudo aplicar las disposiciones limi-
tativas o restrictivas de las garantlas individuales a que se referia dicho orde-
namiento reglamentario, a no ser que las facultades correspondientes le hayan
sido expresamente otorgadas por las leyes de emergencia o por la legislación
ordinaria, tal como se desprendía de los artículos 1 y 2 de la Ley Reglamen-
taria del articulo primero de la de Prevenciones Generales, publicada (la
primera) en 12 de septiembre de 1942.
En síntesis, la situaci6n legal de emergencia que se desprendia de la Ley
de Prevenciones Generales, así como del ordenamiento reglamentario de su
articulo primero, en relaci6n con la vigencia de las garantias individuales,
se puede resumir en estos términos: a) Las garantías individuales, cuya
suspensi6n fue instituida por el decreto respectivo publicado en 2 de ju-
nio de 1942 sólo estuvieron limitadas en la forma, términos y modalidades
que mencionaba la Ley de Prevenciones Generales de 13 de junio del propio
año, la Ley Reglamentaria del artículo primero de este ordenamiento o las
diversas leyes de emergencia que haya dictado el Presidente de la República
en uso de las facultades extraordinarias que le fueron conferidas por el Poder
Legislativo con apoyo en el artículo 49 constitucional, leyes que a su vez de-
bieron estar condicionadas, según después veremos, por el artículo 29 de la
Ley Suprema y por su precitado cuerpo legal reglamentario; por ende, fuera
de dicha forma, términos y modalidades consignados por las normas que
mencionamos, las garantias individuales subsistieron en vigor integramente;
b) Las limitaciones o restricciones a las garantías individuales s610 pudieron
crearse por el Ejecutivo Federal, y únicamente a través de sus colaboradores
inmediatos que señalamos con antelaci6n; consiguientemente, ninguna otra
autoridad del Estado, haya sido local o federal, pudo promover por sí misma
restricciones o limitaciones a las garantías individuales. Esta circunstancia,
claro está, no excluy6 la posibilidad de que las autoridades inferiores auxiliasen
a los mencionados funcionarios en la realizaci6n práctica de las limitaciones a
las garantias individuales, pero careciendo en todo caso de iniciativa propia,
pues solamente se debi6 contraer su actuaci6n a ese respecto a cumplir fiel-
mente las disposiciones, acuerdos, prevenciones, etc., del Jefe del Ejecutivo
Federal; c) La aplicaci6n concreta de las limitaciones o restricciones a las
garantías individuales que establecía la legislaci6n de emergencia en general,
así como la de ésta, s610 incumbla a las autoridades federales o locales que
expresamente tuvieran tal facultad conferida por la ley de que se tratara;
por consiguiente, cualquiera autoridad del Estado a la cual la ley de emer-
gencia correspondiente no otorgaba en forma expresa la facultad de aplicarla
concretamente, no podía llevar a cabo dicha aplicación, Por otra parte, en
ejercicio legal de ésta, la autoridad respectiva debía ceñirse a los términos
LA SUSPENSIÓN DE GARANTÍAS INDIVIDUALES 221

del otorgamiento de dicha facultad (arts. 1 y 2 de la Ley Reglamentaria del


artículo primero de la de Prevenciones Generales relativas a la suspensión
de garantías individuales).
Tales son, a nuestro parecer, los puntos fundamentales que caracterizaron
la situación jurídica general de emergencia que prevalecía en nuestro país
con motivo del estado de guerra en que éste se encontraba. Como se ve, las
modalidades que hemos apuntado no sólo no infringieron el principio de lega-
lidad en la actuación de las autoridades estatales, sino que lo corroboraron.
Por lo que respecta a las limitaciones o restricciones a cada una de las
garantías individuales afectadas por e! Decreto de Suspensión de 2 de junio
de 1942, y que se enumeraban en el artículo primero del mismo, nos remi-
tirnos al texto de las disposiciones que las consignaban, tales como las conte-
nidas en la Ley de Prevenciones Generales de 13 del propio mes y año, en la
reglamentaria del artículo primero de este último ordenamiento o en las diver-
sas leyes de emergencia que se dictaron y las cuales debieron sujetarse a lo
establecido por el artículo 29 constitucional y a las disposiciones de la indicada
Ley Orgánica de este precepto.

IV. LAS FACULTADES EXTRAORDINARIAS

Una vez suspendidas las garantías individuales, el gobierno estatal tiene


que estar investido del cúmulo necesario de facultades para decretar las me-
didas convenientes e indispensables a fin de prevenir O remediar los trastornos
públicos y sociales propios de una situación anormal provocada por los suce-
sos a que alude el artículo 29 constitucional.
Percatándose de la necesidad de que e! gobierno del Estado actúe dentro
de un radio de actividad lo suficientemente amplio para cumplir en forma
cabal con su trascendental y difícil cometido, consistente en afrontar la situa-
ci6n de emergencia, e! Constituyente de 16-17 previ6 la posibilidad de otor-
gamiento de "facultades extraordinarias" por parte del Poder Legislativo
Federal en favor de! Ejecutivo de la Urti6n.

Así, e! artículo 49 constitucional, en su forma prístina, es decir, tal como


fue elaborado por e! Congreso Constituyente de Querétaro, establecla: "El
Supremo Poder de la Federación se divide, para su ejercicio, en Legislativo,
Ejecutivo y Judicial. No podrán reunirse dos o más de estos poderes en una
sola persona o corporaci6n, ni depositarse el Legislativo en un individuo, salvo
e! caso de facultades extraordinarias al Ejecutivo de la Urti6n, conforme a lo
dispuesto en el artículo 29."

Dicho precepto fuc adicionado posteriormente en agosto de 1938, con la


declaraci6n categ6rica de que: "En ningún otro caso se otorgarán al Ejecu-
222 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

tivo facultades extraordinarias para legislar", y la cual obedeció al deseo de


corroborar la intención y espíritu de los autores de la Constitución de 1917,
en el sentido de que, fuera de los casos extraordinarios a que alude el artícu-
lo 29 constitucional, no se debería conceder facultades exorbitantes al E je-
cutivo Federal por el Poder Legislativo, prohibición que en múltiples ocasio-
nes fue abiertamente infringida, habiéndose expedido, como fruto de viola-
ciones al sistema ordinario de división de poderes, numerosos ordenamientos
de variada índole por el Ejecutivo de la Federación "en uso de facultades
extraordinarias" que le fueron delegadas por el Congreso de la Unión fuera
de los casos a que se refiere el artículo 29 de la Ley Suprema."
El otorgamiento de facultades extraordinarias al Poder Ejecutivo Federal
implica evidentemente una excepción, entre las varias que existen en nuestro
sistema constitucional, a la clásica división de poderes tal como la concibió
Montesquieu. Ahora bien, de conformidad con el artículo 49 de la Constitu-
ción, el Poder Legislativo Federal no es absolutamente libre para delegar
parte de su potestad legislativa en el Jefe del Ejecutivo; en otras palabras, el
Congreso de la Unión no puede proceder ad libitum en el otorgamiento
de facultades extraordinarias para legislar en favor del Presidente de la Re-
pública. La Constitución, a través del multicitado articulo 49, sólo hace posi-
ble la concesión de dichas facultades en los casos y en los términos previstos
en el articulo 29 constitucional, fuera de los cuales la delegación legislativa no
es válida. Por ende, únicamente en los casos de invasi6n, perturbocién grave
de la paz pública o de cualquiera otro que ponga a la sociedad en grande
peligro o conflicto y previa suspensi6n de las garantias individuales que impli-
quen un obstáculo para que la acci6n gubernativa pueda hacer frente rápida
y fácilmente a la situaci6n an6mala provocada por dichos acontecimientos, el
Poder Legislativo Federal tiene autorización constitucional para conceder
al Ejecutivo de la Unión facultades extraordinarias.'"

Ahora bien, pero no solamente en lbs casos a que se refiere el artículo 29


constitucional pueden otorgarse al Ejecutivo Federal facultades extraordina-
Ui8 Por reforma publicada en el Diario O/icia,l de la Federaci6n el 28 de marzo de
1951, se estableció la posibilidad en el artículo 49 constitucional de que se otorguen fa-
cultades extraordinarias al Ejecutivo de la Unión, en los casos a que se refiere el segundo
párrafo del artículo 131 de la Ley Suprema, o sea, "para aumentar, disminuir o suprimir
las cuotas de las tarifas de exportación e importación expedidas por el propio Congreso
(el de la Uni6n), y para crear otras; así como para restringir y para prohibir las im-
portaciones, las exportaciones y el tránsito de productos, artículos y efectos, cuando lo
estime urgente, a fin de regular el comercio exterior, la economía del país, la estabilidad
de la producci6n nacional o de realizar cualquier otro propósito (sic) en beneficio del
país". Si se interpreta extensivamente esta última expresión, se podría originar el que-
brantamiento del principio de división o separación de poderes en el ámbito económico,
pues atendiendo a ella, el Ccageeso de la Unión podría investir con facultades extraordi-
narias al Presidente de la República para expedir todas las leyes que éste considerase perti-
nentes a efecto de "realizar cualquier propósito en beneficio del país", finalidad que, dada
su enorme amplitud, abre dilatadas perspectivas al intervencionismo estatal.
1ti9 Véase la nota anterior.
LA SUSPENSIÓN DE GARANTÍAS INDIVIDUALES 223

rias para legislar, sino que el artículo 49 de nuestra Ley Fundamental dispone
que dicho otorgamiento también es dable en el caso a que alude el segundo
párrafo de su artículo 131 y cuyo sentido expresamos en las notas que ante-
ceden. Por tanto, el alcance o la extensión de las facultades mencionadas debe
demarcarse mediante una recta y sana interpretación jurídica del invocado
artículo 49. Del texto de este precepto se inficre que su contenido involucra
las siguientes disposiciones: a) La que se refiere a la consagración del prin-
cipio clásico de la división o separación de poderes; b) La que alude a la
prohibición de que se reúnan dos o más de los poderes en que se desarrolla
la actividad estatal en una sola persona o corporación; c) La de que el Poder
Legislativo no puede depositarse en un solo individuo, y d) La que estriba
en que dicho Poder Legislativo puede depositarse en un solo individuo en el
caso de facultades extraordinarias al Ejecutivo de la Unión, conforme a lo
dispuesto por el articulo 29 constitucional y al segundo párrafo del artículo
131 de la Ley Suprema.
La simple prohibición de que cl Poder Legislativo se deposite en un indi-
viduo, no es sino una mera declaración constitucional dogmática, de la que
no se deduce lógicamente facultad alguna, ya que prohibir escuetamente, sin
aditivos, algún fenómeno, no implica autorizar el contrario. El concepto de
"Poder Legislativo" a que se refiere el citado artículo 49 constitucional equi-
vale al de "potestad legislativa", es decir, a la facultad de elaboración de leyes
y no al organismo bicameral al que dicha facultad corresponde normalmente,
puesto que, según el artículo 50 dc la Constitución Federal, el mencionado
poder "se deposita" en un Congreso General que se divide en dos Cámaras,
una de diputados y otra de senadores, entendiéndose por "depositar", "en.
tregar o confiar", de acuerdo con el Diccionario de la Lengua Castellana. Por
ende, el "poder legislativo", cuyo "depósito" en un individuo prohibe el aro
tículo 49 constitucional, se traduce en la "actividad legislativa", o sea, en la
función creadora o elaboradora de leyes, sin referirse, por el contrario, al "orga-
nismo legislador" (Congreso de la Unión), puesto que a éste no lo considera
el artículo 50 de la Ley Suprema como "integrante o componente" de dicho
Poder, sino como depositario del mismo. En otras palabras, al establecer el
citado artículo 50 que el Poder Legislativo se deposita en un Congreso de la
Unión, claramente indica que a este organismo se entrega o confía la función
estatal legislativa, ya que no es lógico ni real depositar, entregar o confiar a
alguna persona o entidad lo que ésta ya tiene como constitutivo o integrante
de su propio ser orgánico.
De lo anteriormente expuesto se colige que la prohibición de "depositar"
establecida en el artículo 49 constitucional tiene como materia la función,
actividad o potestad legislativa (Poder Legislativo del Estado Mexicano) y
no al organismo que dicha función, actividad o potestad se deposita (Con-
greso de la Unión), como erróneamente lo estimó don Ignacio L. VaUarta
en una tesis que más que jurídica es política, el interpretar el artículo 50 de la
224 LAS GARANTIAS INDIVII)UALES

Constituci6n de 57 (correspondiente ..al 49 de la Constituci6n vigente), que-


brantando la l6gica jurídica al no atribuir e! alcance debido a los articulos
51, 75 Y 90 de la Ley Fundamental de 1857, preceptos que equivalen a los
articulos 50, 80 Y 94 constitucionales en vigor.
Afirmaba al respecto el .ilustre jurista: "¿Es aceptable la interpretaci6n ab-
soluta y rígida que dan a la parte final del artículo 50 los defensores de la teoría
que combato? ¿Es cierto, ya sea ante el derecho positivo constitucional, ya ante
la filosofía del derecho político, que nunca, jamás, en ningún caso, ni por mo-
tivo alguno se pueden reunir dos o más poderes en una sola persona o corpora-
ci6n, ni depositarse el legislativo en un individuo? No lo creo yo así, y para sos-
tener mi opinión, diré desde luego que si se concede al Presidente de la República
autorizaci6n para legislar sobre milicia, por ejemplo, reteniendo el Congreso la
suprema potestad legislativa, ni se reúnen dos poderes en una persona, ni se depo-
sita el legislativo en un individuo, ni se infringe por consecuencia el artículo 50.
Yo creo que ese artículo prohíbe que en uno de los tres poderes se refundan los
otros dos, o siquiera uno de ellos, de un modo permanente, es decir, que el Con-
greso suprima al Ejecutivo para asumir las atribuciones de éste, o que a la Corte
se le declare Poder Legislativo, o que el Ejecutivo se arrogue las atribuciones
judiciales. Así sí habría la reunión de poderes que el repetido artículo 50 prohíbe,
con raz6n. En este sentido' interpreto yo ese texto constitucional.":160

Como se ve, V allarta confundió el concepto de "poder" que, según se ha


dicho, implica funci6n, potestad o actividad, con la idea de "6rgano u orga-
nismo", al pretender que la prohibici6n contenida en el artículo 50 de la
Constituci6n de 57 s6lo se transgredía cuando acaeciera e! fen6meno de la "su-
presi6n" del Legislativo (Congreso), para que las funciones de éste las asu-
miera íntegramente e! Ejecutivo, lo cual ya no s6lo supondría la violaci6n a
dicho precepto, sino e! quebrantamiento total de! orden constitucional al en-
tronizarse la dictadura presidencial, supresi6n que, por otra parte, nunca puede
registrarse constitucionalmente, aun en e! caso del otorgamiento de facultades
extraordinarias al Presidente de la República conforme a los articulos 29 y 131,
párrafo segundo, de la Ley Suprema, puesto que el Congreso de la Uni6n
o la Comisi6n Permanente de éste no desaparecen como organismos al ínves-
tirse al Ejecutivo con atribuciones legislativas, en virtud de que conservan su
capacidad para desplegar la actuaci6n que la Constituci6n les encomienda,
inclusive para retirar la concesión de facultades extraordinarias. En conclu-
si6n, si en la "supresión" del Legislativo hace estribar V allarta la única posible
contravención del artículo 50 de la Constituci6n de 57, Y si dicho fenómeno
no puede darse jurídicamente dentro de! mismo orden constitucional, es obvio
que conforme a estas ideas la declaración dogmática involucrada en dicho
precepto hubiera sido superflua o inútil, al prohibir un hecho imposible dentro .
de! propio régimen normativo fundamental.
Según lo hemos afirmado, el Congreso de la Uni6n no puede ad líbitum
otorgar facultades extraordinarias para legislar en favor del Presidente de la
100 Cuestiones Constitucionales (Votos). Tomo JJ págs. 235 Y 236.
LA SUSPENSIÓN DE GARANTÍAS INDIVIDUALES 225

República, sino sólo en los dos casos distintos a que aluden los artículos 29
y 131, segundo párrafo, de la Constituci6n, fuera de los cuales dicho otorga-
miento es víolatorio de su artículo 49.

Estas consideraciones se robustecen por las ideas contenidas en la exposición


de motivos del Proyecto de la Constitución vigente presentado .1 Congreso de
Querétaro por don Venustiano Carranza al sostenerse que: "Tampoco ha tenido
cumplimiento y, por lo tanto, valor positivo apreciable, el otro principio funda-
menta! claramente establecido por la Constitución de 1857, relativo a la división
del ejercicio del poder público, pues tal división, sólo ha estado, por regla general,
escrita en la ley, en abierta oposición con la realidad, en la que, de hecho, todos
los poderes han estado ejercidos por una sola persona, habiéndose llegado hasta
el grado de manifestar, por una serie de hechos constantemente repetidos, el
desprecio a la Ley Suprema, dándose sin el menor obstáculo al Jefe del Poder
Ejecutivo la facultad de legislar sobre toda clase de asuntos, habiéndose reducido a
esto la función del Poder Legislativo, el que de hecho quedó reducido a delegar fa-
cultades y aprobar después lo ejecutado por virtud de ellas, sin que haya llegado a
presentarse el caso, ya no de que reprobase, sino al menos de que hiciese obser-
vación alguna." 361 Por su parte, la Comisión Dictaminadora del articulo 49 en
el seno del Constituyente de 1916-17 participó en análogos puntos de vista al ase-
verar que: "Las mismas razones por todos conocidas, que desde hace siglos se
han dado para la división de dichos poderes, implican la prohibición más absoluta
de la reunión, en una sola persona, de dos de ellos. La conveniencia de la deli-
beración, discusión y representación de las diversas tendencias de un país en la
elaboración de sus leyes, circunstancias aquéllas que suponen una colectividad
que ejerce el Poder Legislativo, forzosamente impone la prohibición de que dicho
poder resida en un solo individuo. Las dos últimas reglas tienen una excepci6n
y son el conjunto de casos de que habla el artículo 29, porque en ellos puede
otorgarse a! Ejecutivo la facultad de expedir algún decreto para el establecimiento
de una penalidad especial, o bien para el de tribunales también especiales y pro-
cedimientos propios para la situación normal a que dicho artículo se refiere; tam-
bién en este caso, el artículo 29, puede suceder que los tribunales especiales re-
feridos se constituyan para la muy expedita y rápida aplicación de la ley, por
autoridades auxiliares del Poder Ejecutivo. Y en todos estos casos vienen, por la
fuerza de Ias circunstancias, a reunirse en el personal de un poder dos de ellos,
si bien esto sucede bajo la reglamentación estricta del artículo 29, la vigilancia
de la Comisión Permanente y por un tiempo limitado. Pero la simple posibi-
lidad de que exceda, es bastante para ameritar la excepción al principio general
que antes se ha establecido".

La interpretaci6n restrictiva del artículo 49 constitucional en lo que con-


cierne al otorgamiento de facultades extraordinarias al Ejecutivo Federal para
legislar, se corrobora por las ideas sustentadas en la exposición de motivos
de la adici6n que en el año de 1938 se introdujo al mencionado precepto por
iniciativa del Presidente Cárdenas, adición que consistió en declarar enfáti-
camente que fuera de los casos previstos en el artículo 29 no podrían conce-

181 Diario de 101 Debatel~ tomo 1, pág. 261.


226 LAS GARANTIAS INDIVIDUALES

derse tales facultades. La exposicton de motivos citada expresa: "Ha sido


práctica inveterada que el Presidente de la República solicite del H. Congreso
la concesión de facultades extraordinarias para legislar sobre determinadas
materias o ramos, facilitándose así la expedición de leyes que se han estimado
inaplazables para regular nuevas situaciones y para que la actividad del Es-
tado pudiera desenvolverse en concordancia con las necesidades del país. La
administración que presido estima que la continuación indefinida de esa prác-
tica produce el lamentable resultado de menoscabar las actividades del Poder
Legislativo, contrariando en forma que pudiera ser grave al sistema de go-
bierno representativo y popular establecido por la Constitución, puesto que
reúne, aunque transitoria e incompletamente, las facultades de dos poderes
en un solo individuo, lo cual independientemente de crear una situación jurí-
dica irregular dentro del Estado mexicano, ya que la división en el ejercicio
del poder es una de sus normas fundamentales, en el terreno de la realidad va
sumando facultades al Ejecutivo con el inminente peligro de convertir en dic-
tadura personal nuestro sistema republicano, democrático y federal. Cree el
Ejecutivo de mi cargo que solamente en los casos de invasión, perturbación
grave de la paz pública o de cualquiera otro que ponga a la sociedad en grave
peligro o conflicto, mencionados en el artículo 29 constitucional, se justifica
debidamente la concesión de facultades extraordinarias."
En conclusión, suponer que fuera de los casos previstos en los artículos
29 y 131, párrafo segundo, constitucionales, el Congreso de la Unión pudie-
se delegar sus facultades o poderes legislativos al Presidente de la República
o a cualquier otra autoridad, significaría admitir la posibilidad de que cons-
tante y reiteradamente se quebrante la Ley Fundamental, con menoscabo y
desprecio del principio de supremacía constitucional consagrado en su ar-
tículo 133, al considerar que a los órganos legisladores fuese dable alterar
caprichosamente su órbita de facultades y proyectarla hacia el Ejecutivo en
alguna, en varias o en todas las materias legislables, propiciándose con
ello el tremendo absurdo en Derecho Constitucional de que un órgano crea-
do por la Constitución pudiese válidamente desconocer la fuente misma de
su existencia y de su actividad.

Este mismo criterio lo comparte [. Ramón Palacios Vargas, cuando afirma


que: u •.. si el Ejecutivo pudiese ejercer facultades legislativas sin invasión, guerra
o calamidad pública, sin suspensión de garantías y sin relaci6n de causa a efecto
entre un estado real, no ficticio, de guerra y las normas que decrete, entonces
respecto de estos actos legislativos el Congreso ha transferido, ha cedido su fun-
ción, y como Rabasa expresa, para que existiese la constitucionalidad de la dele-
gación de funciones legislativas, era preciso que la Constitución depositara en el
legislativo esa facultad delegante, la cual no aparece en ningún precepto de 1as
dos Constituciones mencionadas" (la de 57 y la de 17).m
1'62 La; facultades extraordinarias al Ejecutivo. Ed. 1965, págs. 63 y 64. Es inconcuso
que las ideas transcritas 5910 deben referirse al caso contemplado por el articulo 29 cona-
titucional, pero no tienen aplicación en el previsto por el párrafo segundo del articulo 131
LA SUSPENSIÓN DE GARANTÍAS INDIVIDUALES 227

No obstante dicha conclusi6n, que se apoya en la interpretaci6n recta


y jurídica del artículo 49 constitucional, sustentada no sólo en las ideas que
dominan la gestación parlamentaria de dicho precepto sino en la índole
misma de nuestro orden normativo supremo que se peculiariza, entre otros,
por el principio de división o separaci6n de poderes, la jurisprudencia de
la Suprema Corte de Justicia, como resultado posible de una indigna do-
blegaci6n ante el Ejecutivo Federal, adopta la anti-jurídica teoría de Va-
llarta para sostener que el otorgamiento de facultades extraordinarias al
Presidente de la República en todo caso no es infractor de la disposici6n
constitucional señalada. Sobre este particular, la tesis jurisprudencial res-
pectiva asienta: "Si bien es cierto que la facultad de expedir leyes corres-
ponde al Poder Legislativo, también lo es que, cuando por circunstancias
graves o especiales no hace uso de esa facultad, o de otras que le confiere
la Constitución, puede concedérselas al Ejecutivo, para la marcha regular
y el buen funcionamiento de la administración pública, sin que se repute
anticonstitucional el uso de dichas facultades por parte de aquél; porque
ello no significa, ni la reuni6n de das poderes en uno, pues no pasan al úl-
timo todas las atribuciones correspondientes al primero, ni tampoco una
delegaci6n del Poder Legislativo en el Ejecutivo, sino más bien una coopera-
ci6n o auxilio de un poder al otro." , ..

V. LAS LEYES DE EMERGENCIA

Las facultades extraordinarias que otorga el Legislativo Federal al Eje-


cutivo de la Uni6n en los términos ya indicados, versan sobre la potestad
legislativa; en consecuencia, el Presidente de la República, en uso de las
mismas, expide lo que se llama leyes de emergencia cuando se ejercitan en
los casos señalados por el articulo 29 de la Constitución.':" tstas, por el
hecho de implicar disposiciones legales, participan del carácter material de
toda ley, esto es, son creadoras, modificativas o extintivas de situaciones
jurldicas abstractas, sin que su imperio regulador se pueda contraer a una
sola persona física o moral o a un grupo numéricamente determinado de
ellas, pues de lo contrario se violarían los articulas primero y 29 constitucio-
nales por razones obvias.
de la Constituci6n, ya que en relaci6n con éste sí existe la facultad deJegativa en favor del
Congreso de la Unión, en cuanto que este organismo sí puede autorizar al Ejecutivo Fcde-
ral para legislar, según lo declara expresamente el artículo 49. En otras palabras, las fa-
cultades extraordinarias pueden otorgarse en dos casos diferentes, a saber: cuando exista
previamente una situación de emergencia y previa suspensión de garantías (art. 29) y para
legislar en las materias señaladas en el segundo párrafo del artículo 131 constitucional en
cuya hipótesis no deben existir los presupuestos a que alude Palacios Vargas. '
163 Semanario Judicial de la Federación, Apéndice al tomo CXVIII, tesis 477.
• ~&4 Es importante subrayar que las leyes que expide el Ejecutivo Federal, previa auto-
rizacién del Congreso, en los casos a que se refiere el segundo párrafo del artículo 131
constitucional, no son de emergencia.
228 LAS GARANrlAS INDIVIDUALES

Por otra parte, la posibilidad de expedición y la validez de las leyes de


emergencia no son absolutas; en otras palabras, el Ejecutivo Federal no está
autorizado constitucionalmente para crear disposiciones legales de tal Indole
en forma irrestricta. En efecto, siendo la potestad legislativa de emergencia
una consecuencia o, mejor dicho, el contenido general mismo de las facul-
tades extraordinarias, aquélla debe tener el alcance y extensión de éstas. Por
consiguiente, las leyes de emergencia deben tener por objeto, exclusivamen-
te, desde el punto de vista constitucional, prevenir o remediar en forma
directa o indirecta, y previa la suspensión de las garantEas individuales que
tiendan a afectar, los males y trastornos públicos y sociales propios de la
situación anormal creada por los acontecimientos a que alude el articulo
29 de la Ley Suprema, precepto que en su parte conducente dice:

"Si la suspensión tuviere lugar hallándose el Congreso reunido, éste concederá


las autorizaciones que estime necesarias para .que el Ejecutivo haga frente a la
situación.n

Ahora bien, en el estado de guerra en que México se encontraba con


los países del Eje, ¿cuál fue el proceso jurídico-constitucional cuya culmi-
nación entrañó la legislación de emergencia que el Ejecutivo expidió? Con
antelación afirmamos que el Congreso de la Unión aprobó la suspensión
de las garantías individuales que implicaron un óbice para hacer frente rá-
pida y fácilmente a la situación anómala proveniente de dicho estado bélico,
aprobación que estaba contenida en el articulo. primero del Decreto de
Suspensión de 2 de junio de 194-2, y que en otra ocasión transcribimos. Por
otra parte, el propio Poder Legislativo en el articulo tercero del aludido
decreto facult6 al Ejecutivo Federal para formular la reglamentación a la
suspensión de garantías individuales, habiendo expedido el Presidente de
la República, con apoyo en tal autorización, la Ley de Prevenciones Gene-
rales relativa a dicha suspensión con fecha de 13 de junio de 194-2, según
también aseveramos. Este ordenamiento, juntamente con la reglamentación
de su articulo primero formulada con fecha 12 de septiembre del mencio-
nado año, c<mstituyó la legislación orgánica del articulo 29 constitucional,
en la que se contenían los términos y modalidades suspensivos y restrictivos
de los preceptos de la Constitución que involucran las garantías suspendi-
das, así como una verdadera distribución de competencias entre las autori-
dades a las que estuvo encomendada su aplicación.
Al mismo tiempo, en los artículos 4- y 5 del Derecho de Suspensión men-
cionado, el Congreso de la Unión otorgó facultades extraordinarias al Eje-
cutivo Federal "para imponer en los distintos ramos de la Administración
Pública todas las modificaciones que fuesen indispensables para la eficaz
defensa del territorio nacional, de su soberanía' y dignidad y para el man-
tenimiento de nuestras instituciones fundamentales", así como para "legislar
en los distintos ramos de la Administración Pública", con sujeción a la an-
LA SUSPENSIÓN DE GARANTIAS INDIVIDUALES 229

terior facultad, o sea, para dictar leyes tendientes a defender eficazmente


el territorio nacional, su soberania y dignidad, asi como mantener nuestra.
instituciones fundamentales. Los articulos 4 y 5 del precitado Decreto de
Suspensi6n involucran, pues, el otorgamiento de facultades extraordinarias
en favor del Presidente de la República, conforme a los articulos 29 y 49
constitucionales, los cuales, como ya dijimos, debieron tener por objeto la
defensa eficaz del territorio nacional, de Su soberanla y dignidad, y el man-
tenimiento de nuestras instituciones fundamentales. Por ende, todas las dis-
posiciones legales que haya expedido el Ejecutivo Federal con apoyo en
dichas facultades extraordinarias que constitucionalmente le fueron conce-
didas, debieron tender a la consecución de cualquiera de dichos objetivos
que limitativamente fij6 el Congreso de la Uni6n en acatamiento a los
artículos 29 y 49 de la Constituci6n, por lo que solamente una ley emanada
del Presidente de la República que hubiese perseguido tal finalidad, 'tenia
el carácter de ordenamiento de emergencia con plena validez y obligatorie-
dad. Por el contrario, cuando el Ejecutivo haya expedido un mandamiento
general (ley o decreto) cuya teleologia normativa no hubiere estado circuns-
crita a la obtención de dichos fines, sino que pretendiese conseguir otros
diversos desvinculados de la defensa del territorio nacional, de la soberanía
y dignidad del país o del mantenimiento de nuestras instituciones funda-
mentales, tal acto autoritario no habría implicado una ley de emergencia
con obligatoriedad constitucional, pudiendo los afectados por su dictado o
ejecución haber acudido a la Justicia Federal en vía de amparo por viola-
ción de la garantía de competencia constitucional consagrada en el articulo
16 de la Ley Suprema.
En sintesis, las facultades extraordinarias sólo fueron otorgadas al Eje-
eutivo de la Uni6n en los términos de los articulos 4 y 5 del Decreto de
Suspensión de 2 de junio de 1942 y en consonancia con los artículos 29
y 49 constitucionales, por lo que únicamente las leyes y decretos que expidió
el Presidente de la República en ejercicio de las mismas ostentaban el ca-
rácter de actos autoritarios de emergencia jurídicamente válidos y eficaces,
debiendo, además, haberse sujetado a la reglamentación de la suspensión
de garantías individuales involucrada en la Ley de Prevenciones Generales de
13 de junio de 1942 y en la Orgánica de su articulo primero de 12 de sep-
tiembre del propio año. En conclusión, las leyes o decretos de emergencia
tuvieron estas dos limitaciones jurídicas importantes, que a su vez implican
sus caracteres distintivos: a) Que se hubiesen expedido por el Ejecutivo
de la Uni6n para satisfacer los fines que se mencionan en los articulos 4
y 5 del Decreto de Suspensián de 2 de junio de 1942,. y b) Que, llenado
tal objetivo, se hubiesen apoyado o no hubieran violado las disposiciones de
la Ley de Prevenciones Generales de 13 del propio mes y año y de la re-
glamentaci6n de su articulo primero. En caso de que cualquier ley o de-
creto expedido por el Presidente de la República no haya reunido ambos
230 LAS GARANTÍAS ~nnDUALES

caracteres, el alectado por tales actos tenía expedita la vía de amparo para
impugnarlos por violación al artículo 16 constitucional, en virtud de que el
Jefe del Ejecutivo no era autoridad competente desde el punto de vista de
la Constitución para actuar fuera de la órbita de facultades extraordinarias
que le demarcó el Congreso de la Unión en el decreto de 2 de junio de
1942, acatando lo dispuesto por los artículos 29 y 49 de nuestra Ley Su-
prema.

VI. EL CONTROL JURISDICCiONAL DE LA LEGISLACIÓN DE EMERGENCIA

Hemos afirmado anteriormente que la legislación de emergencia (cons-


tituida por todos aquellos ordenamientos legales dictados por el Ejecutivo
de la Unión en uso de las facultades extraordinarias de que era titular
conforme a los artículos 29 y 49 constitucionales, de acuerdo con los tér-
minos y modalidades de la suspensión de garantías individuales introducidos
por la Ley de Prevenciones Generales de 13 de junio de 1942 Y por la
reglamentación de su artículo primero de 12 de septiembre de dicho año),
era un orden de excepci6n en el sentido de que sólo regía para aquellos
cases expresamente comprendidos en ella, implicando, por tanto, en rela-
ci6n a éstos, una cesación de vigencia de las disposiciones constitucionales
o legales que se opusieran a sus prevenciones o determinaciones. Téngase
en cuenta que tal cesación de vigencia debió ser producto de una auténtica
ley de emergencia, es decir, de un ordenamiento que haya sido tal consti-
tucionalmente, o sea, cuando reuniese los dos reqnisitos o condiciones a que
nos referíamos con antelación, a saber: que haya sido dictado por el Jefe
del Ejecutivo Federal dentro de la extensión y alcance de las facultades
extraordinarias que se le otorgaron en los términos limitativos del artículo
29 constitucional; y que se hubiese ajustado o no hubiese contravenido las
disposiciones de la Ley de Prevenciones Generales relativas a la suspensión
de garantías individuales y de la reglamentación de su artículo primero,
que eran los conjuntos orgánicos o reglamentarios del precitado artículo 29.
Por el contrario, cuando cualquier ley o decreto que se decía de emergencia
no haya reunido los dos requisitos antes mencionados, puede decirse que
propiamente no ostentaba tal carácter, por lo que desde un punto de vista
deontológíco-constitucional o jurídico carecía de validez y de fuerza obli-
gatoria.
Ahora bien, con motivo de la violación o no observancia de cualquiera
de las dos condiciones apuntadas con antelación, pudieron surgir diversas
hipótesis de extralimitación autoritaria al orden jurídico que debe preva-
lecer en un estado de emergencia, planteándose en esa ocasión el problema
de la intervención de la Justicia Federal para controlar la actividad de las
autoridades estatales productoras de esa transgresión. A efecto de abordar y
LA SUSPENSIÓN DE GARANTiAS INDIVIDUALES 231

resolver tal cuestión, se debe tener en cuenta que la competencia constitu-


cional de los Jueces de Distrito y de la Suprema Corte subsistió en términos
generales frente a la legislación de emergencia; en otras palabras, tal como
lo asentó el Presidente de la República en la exposición de motivos de la
Ley de Prevenciones Generales de 13 de junio de 1942, todas las autorida-
des del país conservaron su competencia constitucional y legal, sin excluir,
claro está, a los Tribunales de la Federación, pudiéndose afirmar que éstos,
como todos los demás órganos autoritarios federales y locales, solamente se
vieron privados de sus [acultades competenciales ordinarias en los casos en
que así lo hubiese dispuesto una auténtica ley de emergencia, es decir, un
ordenamiento que haya reunido conjuntamente los dos requisitos o condi-
ciones a que antes aludimos.

Así lo previó la Ley de Prevenciones Generales mencionada en su artículo lB a


propósito de la improcedencia del juicio de amparo en los casos en que tal pre-
cepto se refería, el cual textualmente decía: UNo se dará entrada a ninguna de-
manda de amparo en que se reclame alguna disposición de las leyes de emergencia
o algún acto derivado de las ~ismas." '1ll1!'

Sin embargo, para que un Juez de Distrito y, consiguientemente, la Su-


prema Corte se hubieran visto inhibidos de conocer de un juicio de amparo
dentro de su respectivo grado jurisdiccional en los casos a que se refería
el mencionado artículo 18, el acto o los actos reclamados debieron ser, o
bien una genuina y constitucional ley o decreto de emergencia, o bien un
acto autoritario que por su naturaleza misma haya estado comprendido
dentro de sus disposiciones. Ahora bien, para que un juiáo de amparo fuese
desechado o sobreseido según el artículo 18 indicado, la autoridad judicial
federal que de él hubiese conocido debió examinar en forma previa estas
dos situaciones: a) si la ley o decreto que se reclamara era verdaderamente
de emergencia, o sea, si fue dictada o dictado por el Ejecutivo de la Unión
dentro de la extensión y alcance de las facultades extraordinarias que le fue-
ron concedidas por el Poder Legislativo en los términos y para los fines
señalados en el articulo 29 constitucional, y si, además, sus disposiciones no
contravengan los mandatos de este propio precepto y de los contenidos en
la Ley de Prevenciones Generales de 13 de junio de 1942 y en la ley re-
glamentaria de su articulo primero; b) si el acto o los actos reclamados, por
su naturaleza misma, encuadraban dentro de una verdadera ley de emer-
gencia, concebida ésta en las condiciones antes apuntadas.
Para imprimir mayor claridad a nuestras consideraciones, examinare-
mos diversas situaciones reales de expedición o aplicación de leyes de emer-

165 La Invocación que hemos hecho de tal precepto, así como las referencias que con
posterioridad formularemos, son sin perjuicio de poner en relieve, tal como después lo hare-
mos, la inconstitucionalidad del mismo.
232 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

gencia que solían presentarse y que podían o no provocar la intervención


de la Justicia Federal a través de! juicio de amparo; es decir, constatar la
aplicabilidad, en cada hipótesis que mencionemos, del articulo 18 de la Ley
de Prevenciones Generales, haciendo abstracción del vicio de inconstitucio-
nalidad que dicho precepto ostentaba y que demostraremos en su debida
oportunidad, por virtud de involucrar disposiciones que no podían concep-
tuarse como de emergencia dentro de los estrictos términos constitucionales
y legales.

A. Podía suceder que el Presidente de la República expidiese una ley,


atribuyéndole el carácter de ordenamiento de emergencia, pero excedién-
dose de las facultades extraordinarias que conforme a los artículos 49 y 29
constitucionales le fueron conferidas por e! Poder Legislativo Federal. Tal
hipótesis podía acaecer, verbigracia, en e! caso de que la ley o el decreto
expedidos no tuvieran como finalidad defender la soberanía, integridad o
dignidad de México o el mantenimiento de nuestras instituciones funda-
mentales, objetivos especiales que a su vez implicaban la limitaci6n cons-
titucional y legal de la actividad autoritaria. de emergencia cristalizada en
las leyes de esta especie (arts, 49 y 59 del Decreto de Suspensi6n de Ga-
rantias Individuales de 2 de junio de 1942). En este caso, pues, la men-
cionada ley o el indicado decreto, a los que el Ejecutivo hubiese dado in-
debidamente la denominación de ordenamientos de emergencia, propiamen-
te no habrían sido tales, ya que, como aseveramos con antelación, no
habrían cumplido con el requisito consistente en que su creación fuese un
acto que estuviera comprendido dentro del ámbito de las facultades extra-
ordinarias, las cuales tenían las limitaciones constitucionales y legales a que
respectivamente se refieren los articulas 29 de nuestra Ley Suprema y 4 y 5
del aludido Decreto de Suspensión. Por ende, tratándose de una ley o un
decreto a los que indebidamente se les haya atribuido e! calificativo de
emergentes, y que implican sendas transgresiones a la demarcación legal
y constitucional de las facultades extraordinarias, no era aplicable el ar-
tículo 18 de la Ley de Prevenciones Generales de 13 de junio de 1942,
desde e! momento en que tales actos no eran de emergencia, habiendo pro-
cedido, entonces, la protección de la Justicia Federal en favor de la persona
por ellos afectada, por violación a la garantía de competencia constitucional
autoritaria consagrada en e! artículo 16 de nuestra Ley Suprema, y que,
por otra parte, no se encontraba ni restringida ni suspendida, según se des-
prende de los artículos 12 y 13 de! ordenamiento orgánico o reglamentario
del articulo 29 constitucional a que antes aludimos.

Esta incompetencia constitucional del Ejecutivo Federal fue declarada por la


Sala Administrativa de la Suprema Corte en una ejecutoria recaída a la revisión
número 7,385-1943-1', con feeba 6 de diciembre de 1944, y cuya parte conducente
dice: HEI Ejecutivo Federal es autoridad incompetente para expedir con apoyo en
LA SUSPENSIÓN DE GARANTÍAS INDIVIDUALES 233

el artículo 5. del decreto de l. de junio de 1942, leyes que no estén limitadas a los
fines que esa misma disposici6n, relacionada con el artIculo 4' del propio orde-
namiento, señala:"

B. También podía acontecer en la realidad que el Presidente de la Re-


pública, sin excederse de las facultades extraordinarias que le fueron con-
cedidas por el Congreso de la Uni6n conforme a los astlculos 29 y 49 cons-
titucionales, expidiese una ley o un decreto violatorios de algunas de las
normas contenidas en la Ley de Prevenciones Generales relativa a la sus-
pensión de garantías individuales. En la presente hipótesis, tal ley o decreto
tampoco ostentaría el carácter de ordenamiento o acto de emergencia, ya
que esta calidad, según afirmamos anteriormente, se establece cuando existe
la circunstancia jurídica de que el conjunto regulador de que se trate no
se oponga ni contravenga la precitada legislación orgánica o reglamentaria
de! articulo 29 del Código Supremo, que fue precisamente la que porme-
norizó el régimen de suspensión de las garantías individuales y que encauzó
primaria y fundamentalmente, tal como se asentó en su misma exposición
de motivos, la actividad gubernativa de emergencia. Es más, el carácter de
no emergencia con que estaría investida una ley o un decreto del Ejecutivo
de la Unión que violara o no se ajustara a la expresada Ley de Prevenciones
Generales de 13 de junio de 1942, se constataría a través del propio párrafo
segundo del artículo 2 de tal ordenamiento.

En efecto, según la disposición legal respectiva, use entiende por legislación de


emergencia la dictada por el Ejecutivo Federal, en usó de las facultades que le con-
fiere el artículo 3. del decreto de l. de junio de 1942", es decir, de las consistentes
en reglamentar la suspensión de garantías individuales.

Ahora bien, ¿cómo va a reputarse "ley de emergencia" un ordenamiento


que no sólo no reglamenta sino que contraviene positivamente o por omisión
las bases generales de la suspensión mencionada, como sería e! conjunto
dispositivo legal o el decreto que violara la Ley de Prevenciones Generales
o que dejara de ceñirse a sus mandatos imperativos? Evidentemente que
en tales circunstancias los indicados actos emanados del Presidente de la
República no serían "actos de emergencia", no siendo aplicable, por con-
siguiente, el artículo 18 de la multicitada Ley de Prevenciones Generales,
habiendo procedido la acción de amparo contra los mismos por violación
de la garantía de legalidad consignada tanto en la primera parte del articu-
lo 16 constitucional, a través del concepto "causa legal del procedimiento
fundada y motivada", como en los párrafos segundo y cuarto del articulo
14 de nuestra Ley Suprema por conducto de las expresiones respectivas de
"conforme a leyes (la de Prevenciones Generales) dadas con anterioridad
al hecho" (decreto o ley contraventores de este ordenamiento) y de "con-
forme a la letra o interpretación jurídica de la ley" (la de Prevenciones
234 LAS GARANriAS INDIVIDUALES

Generales), disposición constitucional (la del cuarto párrafo) aplicable por


analogía a los actos administrativos.
C. Podía acontecer también que cualquier autoridad estatal distinta del
Presidente de la República, expidiese motu proprio una ley o decreto a
que diese el carácter de disposición de emergencia. En este caso, dicha ley
y decreto, además de importar sendas violaciones a los articulos 14 y 16
constitucionales por los motivos indicados en el párrafo que antecede, desde
el momento en que su expedición contrariaría las disposiciones de la Ley
de Prevenciones Generales relativas a la suspensión de garantías individuales,
que conferla la facultad de creación respectiva únicamente al Ejecutivo Fe-
deral, según se desprendía de la exposición de motivos correspondientes, con-
travendría asimismo la garantía individual no suspendida consistente en la
competencia constitucional con que debe estar investida toda autoridad para
llevar a cabo un acto de molestia en los bienes jurídicos a que alude el
articulo 16 de nuestra Ley Suprema. Por ende, cuando una autoridad es-
tatal, que no haya sido el Presidente de la República, dictaba una ley o
decreto motu proprio, no estimamos aplicable el artículo 18 de la Ley de
Prevenciones Generales, puesto que tales actos en realidad no se habrían
reputado como medidas de emergencia desde el punto de vista formal-cons-
titucional, en vista de que la Ley Fundamental sólo hace factible su adop-
ción por el Jefe del Ejecutivo Federal en los términos de sus articulos 29
y 49.

D. Como afirmamos en una ocasión anterior, el orden jurídico de emer-


gencia no sólo no descartó el principio de legalidad que debe regir la acti-
vidad autoritaria estatal, sino que lo confirmó, según se deduce de diversas
disposiciones de la Ley de Prevenciones Generales relativas a la suspensión
de garantías y especialmente de su artículo 4, que impedía que cualquier
autoridad federal o local desempeñase acto alguno "que no le esté permitido
por las leyes ordinarias expedidas con sujeción estricta a los mandatos de
la Constitución". Por ende, tanto las autoridades federales como las locales
debieron ajustar su actuación a los estrictos términos de su competencia
legal ordinaria y, tratándose de la actividad desplegada dentro y con motivo
del estado de emergencia, realizar exclusivamente las facultades que les
hubiesen conferido, bien la multicitada Ley de Prevenciones Generales, o
bien las diferentes leyes extraordinarias que conforme a los postulados cons-
titucionales respectivos haya dictado el Jefe del Ejecutivo Federal.
Pues bien, en la realidad pedía suceder que las autoridades del Estado
que careciesen de competencia legal, según la Ley de Prevenciones Genera-
les, la Ley Reglamentaria del articulo primero de ésta y la legislación de
emergencia en general (cuyo contenido debió respetar las disposiciones
de los dos ordenamientos primeramente citados), para aplicar o ejecutar las
disposiciones de tales cuerpos legales, afectasen la esfera jurídica o fáctica
\,
LA SUSPENSIÓN DE GARANTIAS INDIVIDUALES 235

de los gobernados, aun ciñéndose a los mandatos respectivos. Ahora bien,


no habiendo sido dichas autoridades las legalmente competentes para apli-
car motu proprio la legislaci6n de emcrgencia in genere, ¿qué defensa
habría tenido e! particular afectado en su persona, domicilio, papeles, po-
sesiones, propiedades, derechos, etc.?
Desde luego, e! artículo primero, fracci6n III, de la Ley Reglamentaria
del artículo primero de la de Prevenciones Generales establecía que, en los
casos en que haya sido la autoridad federal la que aplicara las limitaciones
a las garantías individuales o la legislaci6n de emergencia en general sin
haber tenido competencia legal para ello, e! afectado debía ocurrir al su-
perior inmediato de la autoridad incompetente para que éste hiciese cesar la
extralimitaci6n o sus efectos. Si a su vez el superior inmediato no reparase
e! acto o no lo impidiese, e! agraviado tema derecho, a nuestro parecer, de
enderezar en contra de la decisi6n por aquél emitida la acci6n de amparo,
ya que la improcedencia de ésta s610 surgía o tenia lugar en los términos
de! artículo 18 de la Ley de Prevenciones Generales cuando las autoridades
estatales actuasen dentro de los estrictos términos de los ordenamientos de
emergencia. Por otra parte, cuando las autoridades incompetentes para apli-
car las limitaciones a las garantías individuales hayan sido locales, o cuando
hubiese existido de parte de ellas una extralimitaci6n a la competencia res-
pectiva que la ley les concedía expresamente para tal efecto, e! afectado
debla ocurrir a la autoridad federal que correspondiese para que ésta hiciese
cesar e! acto aplicativo indebido o que entrañara dicha extralimitación (art.
2, frac. III, de la Ley Reglamentaria del articulo primero de la de Preven.
ciones Generales). A nuestro parecer, si la autoridad federal se negaba a
hacer cesar e! aludido acto, procedía el juicio de amparo contra ella por
la misma razón que adujimos en el caso precedente.
No obstaban para la procedencia de! juicio constitucional en los casos
apuntados las disposiciones contenidas en e! artículo 18 de la Ley de Pre-
venciones Generales de 13 de junio de 1942. En efecto, hemos dicho que
las leyes de emergencia deberian ceñirse a los mandatos del expresado or-
denamiento, el cual Se reputaba orgánico o reglamentario del articulo 29
constitucional. Ahora bien, si la precitada Ley de Prevenciones Generales
no suspendió ni restringió la garantía individual de competencia constitu-
cional autoritaria consagrada en el artículo 16 de la Ley Suprema, aquélla
debía considerarse como intactamente subsistente y con plena fuerza regu-
ladora. Pues bien, por extensión, debe estimarse que la competencia de
autoridades consagrada en la Ley de Prevenciones Generales y en la Regla-
mentaria de SU artículo primero, era una competencia constitucional, desde
e! momento en que tales ordenamientos teman e! carácter de orgánicos de!
artículo 29 de nuestra Ley Fundamental. Por ende, al no actuar las autori-
dades dentro de la esfera competencial establecida en los multicitados or-
denamientos de emergencia, violaban la garantía individual antes aludida,
236 LAS G~S n{D~UALES

la cual, repetimos, no estaba ni suspendida ni limitada o restringida en tér-


minos generales, por lo que e! articulo 18 de la Ley de Prevenciones Ge-
nerales, que tenía aplicabilidad únicamente en los casos de excepcioñ que
se hubieren contraído a actos legislativos o ejecutivos de emergencia, esto
es, que hubieran presupuesto necesariamente una suspensién o limitaci6n
previas de garantías individuales, no podía ni debla aplicarse en tales con-
diciones.

E. Podía acontecer, aamismo, que una ley de emergencia, concebida


ésta en los términos que hemos apuntado, se aplicara o haya pretendido
aplicarse a un caso concreto que no estuviese comprendido en sus disposi-
ciones, o, en otras palabras, que la situación particular, respecto de la cual
se tratara que tal ley surtiese sus efectos normativos, no estuviese involucrada
dentro de la situación jurldica abstracta correspondiente legalmente de-
terminada.
En esta hipótesis, estimamos que e! articulo 18 de la Ley de Prevenciones
Generales era inaplicable, es decir, que contra e! acto aplicativo mencionado
procedía e! juicio de amparo, sin que el Juez de Distrito, ante quien se
hubiese interpuesto la demanda respectiva, debiera sobreseerlo.
a) Efectivamente, según se desprende de la letra y espíritu mismo de!
,aludido precepto, sus disposiciones tenían aplicabilidad cuando el acto o los
actos reclamados se derivaban de una ley de emergencia. A contrario-sensu,
si las autoridades estatales de que se tratara hubiesen pretendido aplicar una
norma de emergencia a un caso concreto que no haya estado comprendido den-
tro de e!la, tal acto aplicativo en realidad no emanaba de una ley de emer-
gencia, toda vez que ésta s610 autorizaba aquellos actos autoritarios que
hubiesen sido id6neos· para afectar una situación particular prevista por ella
misma al determinar el ámbito abstracto de su regulaci6n. Por ende, no
podía decirse que un acto de autoridad haya derivado de una ley de emer-
gencia si producía o intentaba producir una afectación en una situación
concreta no prevista por dicha norma, ya que en tal caso e! indicado acto
realmente no se apoyaba en la regla misma que pretendía aplicar, sino
en la arbitrariedad más completa, cuyo régimen queda eliminado no sólo
dentro de un ambiente político y social normal, sino aun tratándose de cir-
cunstancias anormales, como fueron las que prevalecieron en nuestro país,
b) Por otra parte, siendo una ley de emergencia, conceptuada ésta en
la forma en que lo hemos hecho, una norma de escepcién, tal como se des-
prende de la exposición de motivos y del articulado mismo de la Ley de
Prevenciones Generales que constituyó o debla constituir su fundamento y
directriz, resulta evidente que sus disposiciones solamente debían aplicarse a
los casos expresa y limitativamente previstos en ella, regla ésta unánimemente
aceptada por la doctrina jurídica y que se encuentra contenida en e! articu-
lo 11 de nuestro Código Civil.
\
LA SUSPENSióN DE GARANTiAs INDIVIDUALES 237

Pues bien\ cuando alguna autoridad pretendía aplicar una ley de emer-
gencia (norma de excepción) a un caso no previsto en ella, violaba tal
principio, por lo que su actuación sobre el particular no estaba autorizada
o no derivaba de la indicada norma, ya que ésta, como precepto de excep-
ción, únicamente confería al poder autoritario facultades de aplicación o
ejecución ejercitables para afectar situaciones expresamente determinadas
cn sus prevenciones. Por todo eIJo, resulta que, también por esta clara con-
sideración, el articulo 18 de la Ley de Prevenciones Generales era inapli-
cable a la hipótesis de que estamos tratando.
e) No habiendo autorizado ninguna ley, de emergencia un acto de au-
toridad tendiente a producir una afectación en un status particular y con-
creto no comprendido dentro de la situación abstracta y general legalmente
determinada; en otras palabras, no fundándose dicho acto en ningún pre-
cepto legal, es evidente que la autoridad que lo desempeñaba o pretendía
desempeñar violaba el artículo 16 constitucional, al infringir la garantia
de legalidad que este precepto consagra a través de los conceptos de "fun-
damentación" y "motivación" de la "causa legal del procedimiento" (o
sea, del o de los actos autoritarios mencionados), y los cuales explicaremos
posteriormente.
Por ende, un acto autoritario que haya aplicado o intentado aplicar una
disposición de emergencia a un caso no comprendido dentro de la situación
general y abstracta que preveía, carecía de causa legal fundada y motivada,
ya que, en primer lugar, al afectar al status concreto de que se trataba, no
se basaba en ninguna norma que autorizara dicha afectación (falta de fun-
damentación), y, en segundo término, a pesar de que hubiese invocado una
ley de emergencia, el caso afectado no habría estado previsto en ésta (falta de
motivación) .
De las ideas anteriormente sustentadas se infiere que el articulo 18 de
la Ley de Prevenciones Generales no regia en la hipótesis en que se tratase
de la aplicación de una norma de emergencia a un caso no comprendido
dentro de la situación general y abstracta en ella prevista, ya que en primer
lugar, tal acto aplicativo (potencial o actual) no emanaba la dicha norma,
y, por otra parte, porque éste carecía de causa legal fundada y motivada,
vioIándose de esa guisa la garantia de legalidad consagrada en el artículo
16 constitucional y la cual no se encontraba suspendida ni restringida.

F. Otra hipótesis que en la práctica solía presentarse a propósito de


las cuestiones que estamos tratando es la siguicnte: podía acontecer que la
autoridad encargada legahnente de aplicar una norma de emergencia a Un
caso comprendido dentro de la situaci6n general y abstracta en ella preuista
y regulada, realizara el acto aplicativo correspondiente en forma indebida,
esto es, sin ceñirse estrictamente a la disposici6n relatiua. ¿Procedía en este
caso el amparo contra la indebida aplicación de una ley de emergencia a
238
I
LAS GARANriAS iNDIVIDUAJ.ES

una situaci6n concreta comprendida dentro de sus términos ~enerales?


conformidad con el artículo 18 de la Ley de Prevenciones Generales, ¿debía
De

desecharse la demanda de amparo que contra tal acto se enderezase o


sobreseerse el juicio respectivo una vez que se hubiese iniciado?
Si interpretamos literalmente las disposiciones involucradas en dicho pre-
cepto, llegaremos a la conclusi6n de que, derivándose dicho acto aplicativo
de una ley de emergencia (suponiendo que ésta haya sido tal en los términos
en que la hemos conceptuado), el juicio de amparo sería improcedente, por
lo que los Jueces de Distrito ante los que se promoviese debían sobreseerlo
o desechar la demanda respectiva.
Sin embargo, la cuesti6n planteada no es de tan fácil soluci6n. En rea-
lidad, con motivo de ella, se suscit6 un problema arduo que estrib6 en de-
tenninar la validez normativo-constitucional del artículo 18 de la Ley de
Prevenciones Generales, pudiéndose formular esta pregunta: ¿dicho precep-
to era válido constitucionalmente como una auténtica disposici6n de emer-
gencia? De la respuesta que se dé a esta interrogaci6n depende la considera-
ci6n sobre la improcedencia o procedencia de la acci6n de amparo contra
actos de la autoridad legalmente competente que se hubiesen traducido en
una inexacta o indebida aplicaci6n de una disposici6n de emergencia a un
caso concreto comprendido dentro de la situaci6n abstracta y general pre-
vista.
a) Un argumento que puede esgrimirse en pro de la improcedencia
del juicio constitucional en tales casos es éste: la función que se desplegaría
a fin de constatar si la autoridad aplicó debida o indebidamente una norma
de emergencia a un caso concreto en ésta involucrado, implicaría evidente-
mente un control de legalidad sobre los actos autoritarios que de ella deban
derivar. Ahora bien, una ley de emergencia, en cuanto tal, es soberana por
lo que concierne a su imperio normativo, y si bien se fundamenta o encuen-
tra su origen en la Constituci6n, implica la cesación de vigencia de las dis-
posiciones conducentes de ésta en los casos generales expresa y excepcional-
mente regulados por aquélla y autorizada por la propia Ley Fundamental
a través de sus articulos 29 y 49. Es verdad que tanto el orden constitucional
como el legal normal y ordinario mantienen su imperio normativo frente
a la legislación de emergencia; mas tal autoridad reguladora subsiste en
aquellos casos que constitucionalmente no son objeto de normaci6n por los
ordenamientos extraordinarios, los cuales tienen plena y exclusiva vigencia
en aquellos ámbitos abstractos y generales para los que expresa y excepcio-
nalmente fueron expedidos, de acuerdo, claro está, con la Ley Suprema.
Siendo la legislación de emergencia soberana en los términos anteriormente
indicados, es evidente que ella es la única que debe establecer cuándo pro-
cede o no un control sobre su aplicación, por lo que, si la Ley de Prevenciones
Generales (que era la ley de emergencia primaria y fundamental), vedó la
intervenci6n jurisdiccional a través del juicio de amparo en los casos a que
\
LA SUSPENSIÓN DE oARANTiAs INDIVIDUALES 239

se re f erí a su \ artícu Io Hl, tal medio


.constítuciona
. . 1 d e impugnacion
. ., era im-
.
procedente rai:a determinar si se aplicó debida o indebidamente una norma
de emergencia!a un caso concreto comprendido dentro de la situación pre-
vista en ella. "
b) Sin embargo, la conclusión a que se llega por medio del anterior
argumento se puede desvirtuar por este otro razonamiento, que nos parece
más sólido: Una ley de emergencia, según hemos aseverado con antelación,
debió necesariamente tener como antecedente la suspensión o limitación de
la garantía individual que se tratara de afectar en la realidad, en los tér-
minos establecidos por la Ley de Prevenciones Generales, ya que solamente
con vista a este estado suspensivo o limitativo son constitucionalmente vá-
lidas las normas extraordinarias de acuerdo con los articulos 29 y 49 de la
Ley Suprema. En otras palabras, una ley de emergencia es tal cuando no
viola o no se extralimita de los términos y extensiones legales en que opera
la suspensión o restricción a las garantías individuales correspondientes.
Ahora bien, al declarar improcedente el juicio de amparo contra leyes de
emergencia o contra actos autoritarios derivados de las mismas, el artículo
18 de la Ley de Prevenciones Generales propiamente contravino o trans-
gredió el articulado mismo de dicho ordenamiento y, por ende, el artículo
29 constitucional, puesto que el alcance normativo de dicho precepto fue
más allá del sistema demarcado y definido de la suspensión o restricción a
las garantías individuales, invadiendo un terreno intocable por una disposi-
ción de emergencia, como es el concerniente a la esfera competencial del
Poder Judicial Federal consagrada en los artículos 103, 104, 105, 106 y 107
de la Ley Fundamental. En otras palabras, como el artículo 18 de la Ley de
Prevenciones Generales no se contrajo a reglamentar, como los demás pre-
ceptos de dicho ordenamiento, el régimen de suspensión de garantías indi-
viduales, que constituye el antecedente necesario y el plano irrebasable de
toda ley de emergencia, según hemos afirmado, sino que inhibió de la fa-
cultad jurisdiccional, en los casos a que el indicado precepto se refería, a
los Tribunales de la Federación para conocer el juicio de amparo, violando
los artículos 103 y 107 constitucionales, en realidad las disposiciones en él
contenidas no debieron reputarse de emergencia dentro del concepto res-
pectivo que hemos expuesto, habiendo carecido, por tanto, de validez normati-
va, ya que no estaban ajustadas al objetivo consignado en el artículo 29 consti-
tucional y en la ley orgánica correspondiente (Ley de Prevenciones Genera-
les). Estimamos, en consecuencia, que el Ejecutivo Federal, al declarar
improcedente el juicio de amparo en los casos que se mencionaban en el
artículo 18 de la Ley de Prevenciones Generales, se excedió de las facultades
extraordinarias que conforme a los artículos 29 y 49 constitucionales se le
confirieron por el Congreso de la Unión, ya que legisló sobre un punto que
no puede involucrarse dentro de tales preceptos, como es el consistente en
alterar la órbita competencial de la Justicia de la Unión, al restringir a ésta
240
!
LAS GARANrlAS lNDMDUALES

I ...
su función jurisdiccional ejercitada a través del conocimiento del JUICIO de
amparo. I
Considerando at -aludido articulo 18 de la Ley de Prevenciones Gene-
rales como carente de validez normativa por el hecho de ostentarse como
inconstitucional, es evidente que los Jueces de Distrito y la Suprema Corte
conservaron la competencia que les otorga la Constitución para controlar
los actos de las autoridades facultadas legalmente para desempeñar una ac-
tividad de emergencia y por virtud de los cuales hubiesen aplicado indebida
o inexactamente una disposición extraordinaria a un caso concreto com...
prendido dentro de la situación general y abstracta en ella prevista."

G. Otro de los aspectos inconstitucionales que presentaba el articulo


18 de la Ley de Prevenciones Generales se contiene en su segundo párrafo,
que decia:

"Cuando se hubiese admitido alguna demanda (de amparo) en que se


dé apariencia diversa al acto reclamado, deberá sobreseerse el juicio tan lue-
go como se tenga conocimiento, a virtud de informe de autoridad federal,
de que tal acto se encuentra fundado en la presente ley (la de Prevenciones
Generales). En tal caso, si se hubiese dictado auto de suspensión provisional
o definitiva, se revocará de plano y sin recurso alguno."

De acuerdo con la interpretación letrista que se solía sustentar respecto


de tal disposición, el juicio de amparo que se hubiese promovido contra un
acto al que el quejoso haya dado una apariencia distinta de "acto de emer-
gencia", debería sobreseerse tan pronto como se rindiese por autoridad fe-
deral (no dice cuál, pero suponemos que es la responsable que haya sido
parte en dicho juicio) el informe respectivo, en el sentido de que tal acto
se encontraba fundado en la Ley de Prevenciones Generales. Según la letra
de este segundo párrafo del articulo 18, bastaba dicho informe para que se
sobreseyera el juicio de amparo promovido. Esta disposición nos parece
absurda por las siguientes consideraciones:
a) En primer lugar, tal prevención era inconstitucional, porque no im-
plicaba sino la consecuencia preceptiva de la norma contenida en el párrafo
primero del mencionado articulo 18, a la cual reputamos con todo funda-
mento contraria a la Ley Suprema, por excederse, en cuanto a su alcance
regulador, del ámbito limitado que toda disposición de emergencia debe
tener de conformidad con el articulo 29 constitucional. En efecto, el pri-
mer párrafo del precepto citado involucraba la declaración general y ca-
1C6 Creemos pertinente hacer la advertencia de que la consideración de invalidez nor-
mativa del artículo 18 de la Ley de Prevenciones Generales, fundada en las razones expuestas
anteriormente, viene a aunarse a los argumentos que en ocasiones precedentes hemos esgri-
mido para demostrar la procedencia del juicio de amparo en las diversas hip6tesis que
solían presentarse en la práctica con motivo de la actuación autoritaria de emergencia.
\
LA SUSPENSIÓN DE GARANTÍAS INDIVIDUALES 241

,. d e que\era
tegorrca \ .
improc ed ente el JUICIO
Iuiclo de garan tiras contra I de emer-
eyes
gencia o actos derivados de las mismas, sancionando la disposición conteni-
da en el segundo, la hipótesis en que se haya dado entrada a la demanda
de amparo correspondiente. Por tanto, al referirse el Presidente de la Repú-
blica a dicha hipótesis, en lógica concordancia con la prohibición implicada
en el párrafo primero del articulo 18, decretó como sanción respectiva el
sobreseimiento del juicio de amparo ya iniciado. En conclusión, si este me-
dio de impuguación no era improcedente, según demostramos anteriormen-
te, la sanción de sobreseimiento establecida en el segundo párrafo del articu-
lo 18 de la Ley de Prevenciones Generales citado era inoperante, partici-
pando del vicio de inconstitucionalidad que afectaba a la disposición legal
de la cual era accesoria o consecuente.
b) En <segundo lugar, por el hecho de que el mencionado segundo
párrafo del articulo 18 de la Ley de Prevenciones Generales estimase sobre-
seíbles, a consecuencia del solo informe de autoridad federal en el sentido
de que el acto reclamado se encontraba fundado en el expresado ordena-
miento, los juicios de amparo correspondientes, se violaba abiertamente el
artículo 107 constitucional, cuyas normas no se encontraban privadas de
vigencia (ni podrian estarlo jurídicamente), desde el momento en que su
posible relevación de autoridad normativa, rebasarla los límites constitucio-
nales de la esfera dentro de la cual debía desplegarse la actividad autori-
taria de emergencia, toda vez que ésta debía tener como objetivo la satis-
facción de los fines indicados en los articulos 4 y 5 del Decreto de Suspen-
sión de 2 de junio de 1945 y que se desprenden del articulo 29 de la Ley
Suprema, y de ninguna manera alterar los procedimientos judiciales de
amparo.
Ahora bícn, la fracción IX del artículo 107 constitucional, que instituía
la competencia de los Jueces de Distrito en materia de amparo (y que eran
los funcionarios judiciales de conocimiento de los juicios de garantías que
se hubiesen promovido contra leyes o actos de emergencia), consiguaba un
procedimiento determinado a través del cual se sustanciaban los juicios de
amparo indirectos o bi-instanciales, destacándose por su importancia proce-
sal, la audiencia de pruebas y alegatos. Pues bien, si el párrafo segundo del
artículo 18 de la Ley de Prevenciones Generales eliminaba dicha audiencia,
obligando a los jueces de Distrito a no someterse al procedimiento instituido
en la mencionada disposición constitucional y constriñendo a dichos fun-
cionarios a decretar el sobreseimiento de los juicios de amparo respectivos
sin ulterior recurso, una vez que la autoridad federal (?) hubiese informado
que los actos reclamados se encontraban fundados en la Ley de Prevencio-
nes Generales, es evidente que tal precepto era inconstitucional por contra-
venir f1agrantemente la fracción IX del artículo 107 de la Ley Fundamen-
tal. Por ende, los Jueces de Distrito, y en .general las autoridades que hubiesen
conocido de los jnicios de amparo que se entablaran contra actos que la
242 LAS GARANTfAS/rNDIVJDUALES

autoridad responsable estimara de emergencia, no debían LbreseerlOS ba-


sándose exclusivamente en e! informe en cuestión, sino continuar e! proce-
dimiento hasta pronunciar la sentencia pertinente, previo examen concienzudo
de las pruebas que las partes aportasen en la audiencia correspondiente.
e) Además, la disposición contenida en e! segundo párrafo de! men-
cionado artículo 18 de la Ley de Prevenciones Generales era contraria a
la técnica jurídica de! juicio de amparo. En efecto, en el procedimiento
constitucional, la autoridad responsable no está investida con poderes de impe-
rio; sus decisiones o determinaciones no son actos autoritarios, esto es, coerciti-
vos y obligatorios; por el contrario, está colocada en la situación de parte o
sujeto procesal adverso al quejoso contra cuyos actos éste dirige la acción de
amparo. De la posición que ocupa la autoridad responsable en un juicio
de garantías se infiere que sus peticiones, sus instancias, no tienen fuerza obli-
gatoria, precisamente por e! hecho de no ser actos autoritarios; sólo cuando el
Juez de Distrito o la autoridad que conozca del juicio constitucional sancione
la actividad que la autoridad responsable despliegue dentro del procedi-
miento respectivo, los actos de ésta se revisten de obligatoriedad.
De todo lo anterior resulta que, habiendo sido el informe a que aludía
el párrafo segundo del multicitado articulo 18 de la Ley de Prevenciones
Generales una instancia de la autoridad responsable,'" es decir, un acto no
autoritario sino proveniente de una de las partes en el procedimiento res-
pectivo, es evidente que el Juez de Distrito o el órgano judicial que cono-
ciese del juicio de garantías correspondiente, no estaba obligado a proceder
conforme a los designios y consideraciones implicadas en el informe de
referencia sin analizar la legalidad y la pertinencia jurídica de éste.
Es más, las aseveraciones que formula la autoridad responsable en un
juicio de amparo no tienen el carácter de apodicticidad, esto es, no son in-
controvertibles o incontestables; implican simples asertos de una de las- par-
tes en un juicio; por ende, para que se decretara el sobreseimiento a que
aludía el multícítado párrafo del articulo 18 de la Ley de Prevenciones
Generales, era menester que el juez de Distrito, por sí mismo, y en la
oportunidad procesal debida, es decir, en la audiencia de pruebas y alegatos
respectiva, resolviese si había lugar o no a sentenciar en tal sentido, me-
diante el examen de probanzas aportadas por todos los sujetos de la relación
jurídico-procesal.

161 Suponemos que la referencia vaga e imprecisa que hacía el citado párrafo al "in-
forme de autoridad federal", aludía al informe de la autoridad responsable en el juicio de
amparo que promovía el afectado por un acto al que éste "le haya dado un carácter distin-
to de acto de emergencia", ya que en tales casos sería la autoridad federal la que lo
habría desempeñado, por haber sido legalmente competente para ello, atendiendo a que
las autoridades locales propiamente figuraban como auxiliares de aquélla en lo tocante
a la realización de la actividad extraordinaria.
\
LA SUSPENSION DE GARANTiAS INDIVIDUALES 243

VII.
\.
INCONSTlTUCIONALIDAD DEL DECRETO OONGRESIONAL DE CESACIÓN
-
DEL ESTADO SUSPENSIVO DE GARANTiAS INDIVIDUALES FECHADO EL
VEINTIOCHO DE SEPTIEMBRE DE 1945
\
A. El destino de las leyes de emergencia
Un problema jurídico que afecta a todos los habitantes del país es el
que concierne a la cesaci6n de vigencia de las leyes de emergencia, el cual
plantea, entre otras, las siguientes cuestiones fundamentales: - ¿C6mo opera
dicha cesaci6n? ¿Las facultades estatales y autoritarias, los derechos y las
obligaciones de los gobernados y, en general, las situaciones creadas por los
ordenamientos extraordinarios dejaron de existir, de tener validez, por modo
automático una vez terminadas las hostilidades con el Japón, para que se
hubiera realizado ipso jure la restauraci6n del orden jurídico normal en
aquellos aspectos afectados por la legislaci6n de emergencia; o bien fue
posible que se adoptasen por el gobierno medidas transitorias que de ma-
nera paulatina y gradual hubiesen encauzado la conversi6n del estado de
derecho anormal en el régimen constitucional y legal ordinario?
El articulo 2 del decreto de l' de junio de 1942, que instituyó el régi-
men jurídico suspensivo de las garantías individuales y facult6 1egislativa-
mente al Presidente de la República para expedir todas aquellas leyes "in-
dispensables para la eficaz defensa del territorio nacional, de su soberanía y
dignidad, y para el mantenimiento de nuestras instituciones fundamentales",
es lo suficientemente explícito para elucidar tal problema, ya que establecía
que la suspensi6n de tales garantías frente al Estado y sus autoridades "du-
raría todo el tiempo que México permaneciese en guerra con Alemania,
Italia y el Japón, o con cualquiera de estos paises", habiendo sido suscep-
tible de prorrogarse, a juicio de Ejecutivo, "hasta treinta días después de la
cesaci6n de las hostilidades". En consecuencia, por el solo hecho de haber
transcurrido dicho plazo, que se estableci6 en el artículo primero del De-
creto Presidencial de 14 de agosto de 1945 (mediante el cual el Presidente
de la República ejercitó la facultad que le fue concedida por el Congreso de
la Uni6n en los términos ya transcritos), toda la legislaci6n de emergencia,
esto es, todos los ordenamientos que en uso de facultades extraordinarias
expidió el Jefe del Ejecutivo Federal dejaron totalmente de estar vigentes,
lo que evidentemente import6 la subsistencia de las situaciones en ellos pre-
vistas y, por ende, la eliminación de las atribuciones estatales l! -autoritarias
inherentes a éstas y de los derechos y obligaciones correlativas de los gober-
nados. Estimamos, por consiguiente, que, dada la manera en que estaba
redactado el articulo 2 del Decreto de Suspensi6n de Garantías Individua-
les de l' de junio de 1942, la cesación del régimen legal que instituy6 y
de la legislación de emergencia en general, oper6 ipso jure, una vez des-
aparecida la causa que los dctermin6 o tan luego como transcurri6 el plazo
244
I
LAS GARANTÍAS INDMDUALES
I
de treinta días a que tal precepto se refiere, puesto que ~i el Poder Eje-
cutivo, ni el Legislativo, ni cualquiera otra autoridad estatal, tuvieron fa-
cultad para retardar dicha cesación, máxime que la Constitución prolúbe
toda posible demora sobre el particular, al establecer en el articulo 29 que
la suspensión de garantías indíviduales debe decretarse por tiempo limitado,
entendiéndose por tal el lapso durante el cual subsista la situación anómala
que hubiere originado dicha suspensión.

El anterior punto de vista también 10 sustenta el maestro M ario de la Cueva


al afirmar que "La suspensión de garantías, las autorizaciones administrativas
y las facultades legislativas terminan al cesar la emergencia para la que fueron
concedidas. La proposición no necesi ta demostrarse, pues deriva del texto mis-
mo del artículo 29 y, por fortuna, está en todas las leyes que han dictado los
Congresos _mexicanos al suspender las garantías." "El levantamiento del estado
de suspensión de garantías es automático; se concluye con la terminación del
estado de guerra, a menos que, en ese momento, resuelva el Presidente de la
República prorrogarlo por 30 días más. Pero cualquiera que sea la solución
que dé el presidente al problema, el levantamiento de suspensión de garantías
es automático." HA partir de ese momento, rige otra vez la vieja Constitución;
las modificaciones introducidas por la Ley de Suspensión de Garantías, dejan
de tener vigencia. También a partir de ese momento, ninguna ley o acto, de
ninguno de los poderes, puede lesionar las garantías consignadas en la vieja
Constituci6n. Todo lo que en ese momento lesíone las garantías constituciona-
les, debe desaparecer." "La suspensión de garantías es la medida principal y al
terminar concluyen, igualmente, las autorizaciones administrativas y facultades
legislativas otorgadas al Presidente de la República. El Presidente regresa a
su antigua competencia} cesa la mayor amplitud de acción administrativa y
todo acto que vaya más allá de la antigua competencia del presidente es nulo.
y también terminan las facultades legislativas del presidente, lo que significa
que cualquiera ley que pretendiera dictar después de que ha concluido el
estado de suspensión de garantías", es nula. La facultad legislativa torna al
Con~so de la Unión, cuerpo que deberá actuar dentro de los limites de
la VIeja Constitución.":lBS

Por otra parte, debe recordarse que el mismo Presidente de la Repú-


blica advirtió en su decreto de 14 de agosto de 1945 la posibilidad de que
algunas leyes de emergencia se transformasen en cuerpos dispositivos nor-
males. ¿Cómo debió operarse la incorporación de algunos ordenamientos
extraordinarios al orden juridico ordinario?
Dentro de la llamada "legislación de emergencia" existieron leyes cuya
validez y fundamento se derivaron del régimen suspensivo de. garantías in-
dividuales instituido por la Ley de Prevenciones Generales publicada en el
1.-<18 Estudio publicado en el tomo VII, números 25, 26, 27 Y 28 de la Revista de
la Escuela Nacional de Jurisprudencia. Sobre el mismo tema consúltense los artículos
que en la misma. publicaci6n aparecen' insertos y cuyos autores son los maestros Antonio
Martínez Bdez, Fdipe Tena Romtres, Gustavo R. Velasco y José Aguilar y Maya, quie-
nes. en uni6n del maestro De la Cueva, participaron en los Cursos de Invierno organiza-
dos por nuestra referida Instituci6n bajo el rubro "Curso Colectivo sobre Suspensión de
Garantías y Legislación de Emergencia". en el mes de enero de 1945.
\
LA SUSPENSIÓN DE oARANTiAs INDIVIDUALES 245
i
\
Diario Oficial·el 13 de junio de 1942. Por otra parte, el Presidente de la
República expidió, "en uso de las facultades extraordinarias" que le fueron
conferidas por el Congreso de la Unión en el decreto de l' de junio del
propio año, otros conjuntos normativos que no estuvieron basados en el ré-
gimen jurídico de la suspensión de garantías individuales y que en estricto
derecho no ostentaron el carácter de "leyes de emergencia" conforme al
artículo 3 de la Ley de Prevenciones Generales y a la opinión sustentada
al respecto por la Suprema Corte.
Por ende, atendiendo a esos dos grupos de leyes que el Jefe del Ejecutivo
Federal expidió durante el tiempo en que México se encontraba en estado
de guerra con los países del Eje, la incorporación de los ordenamientos lla-
mados de emergencia al sistema jurídico normal se debió llevar a cabo di-
versamente.
En efecto, como los ordenamientos anormales basados en el régimen
jurídico de suspensión de garantías individuales implicaron una alteración
al ámbito normativo de éstas, y en virtud de que, con motivo de la cesación
de hostilidades, el orden constitucional se restableció íntegramente por el
solo hecho de haber transcurrido el término a que aludía el artículo primero
del decreto presidencial de 14 de agosto de 1945, para incorporar aquéllos
al sistema jurídico ordinario debió haber sido absolutamente necesario e
ineludible que se hubiera procedido con antelación a reformar la Ley Fun-
damental en los aspectos en que su obligatoriedad se suspendió, mediante
el procedimiento consagrado en el artículo 135 constitucional. De lo con-
trario, es decir, sin modificar previamente los preceptos constitucionales
para acoplarlos al sentido del régimen jurídico de suspensión de las garantías
individuales, las leyes de emergencia que en éste se fundamentaron, una vez
controvertidas en ordenamientos legales normales, serían notoriamente in-
constitucionales por razones obvias.
Por otro lado, si dicha conversión se operó respecto de leyes extraordi-
narias que no se fundamentaron en el expresado régimen, o sea, en normas
que hubieren entrañado una cesación parcial de la vigencia de la Consti-
tución, la incorporación a que nos referimos pudo haberse realizado válida-
mente a través del proceso constitucional de elaboración legislativa, sin ne-
cesidad de alterar previamente la Ley Fundamental.
Pues bien, mientras la incorporación a que aludimos no se hubo reali-
zado constitucionalmente, la legislación de emergencia en toda su integridad
dejó de estar vigente por el solo hecho del transcurso del plazo de treinta
días a que se contrae el artículo primero del decreto presidencial de 14 de
agosto de 1945, habiendo quedado totalmente insubsistentes las situaciones
consignadas en los ordenamientos extraordinarios y, por ende, sin ninguna
eficacia jur!.dica las facultades estatales y autoritarios- inherentes, así como
los derechos y obligaciones correlativas a los gobernados al haberse restable-
cido incontinenti el orden de derecho normal en sus aspectos constitucional
}
I
, ¡
24-6 LAS GARANTlAS INDIVIDUALES

y legal. No debió ser un óbice para la producción automática de tares fe-


nómenos de derecho, la posible desorientación que pudo haber sobrevenido
con motivo de la cesación de vigencia de las leyes de emergencia en lo que
concierne a las situaciones jurídicas y fácticas que se crearon bajo su am-
paro, ya que en un estado de derecho, como es e! nuestro, la observancia
de sus reglas y principios debe constituir e! imperativo más poderoso ante
e! cual deben ceder consideraciones de índole diversa.

B. El decreto de cesación del estado suspensivo de garantlas indioiduales

Pues bien, e! restablecimiento de todo el orden jurídico normal imperan-


te con anterioridad al estado bélico, se realizó e! día 15 de septiembre de
194-5, es decir, una vez transcurrido e! plazo de treinta días multicitado,
habiendo surtido sus efectos la restauración mencionada hasta e! 30 de dí-
cho mes, ya que a partir de! día 19 de octubre siguiente entró en vigor e!
decreto de! Congreso de la Unión fechado e! 28 de septiembre de! propio
año, que convirtió en leyes ordinarias díversos cuerpos legales de emergen-
cia que en su texto se mencionan.
Dicha conversión, tal como se operó en e! indícado decreto, ¿fue cons-
titucional ?
a) 1. Como hemos dícho, e! artículo 29 constitucional previene la cau-
sación de dos fenómenos jurídícos importantes, como son: la suspensián de
garantlas indioiduales y e! otorgamiento de las autorizaciones que e! Con-
greso de la Unión estime necesarias para que e! Ejecutivo Federal haga
frente a la situación de emergencia provocada por los acontecimientos a que
alude dícho precepto, dentro de los cuales se conceptúa el "estado de guerra".
Ahora bien, como se desprende del texto y espíritu mismos de! artículo
29 constitucional, las mencionadas autorizaciones deben ir precedidas de
la suspensión de garantías individuales en la generalidad de los casos, cuan-
do éstas impliquen un óbice a la adopción de las medidas extraordinarias de
emergencia basadas en las expresadas autorizaciones.
Como quiera que sea, debiendo tener o no como antecedente la suspen-
sión de garantías individuales, las autorizaciones a que se refiere e! artículo
29 constitucional en su última parte, previstas precisamente para afrontar
un estado anémolo proveniente de los hechos a que tal precepto se refiere,
necesariamente deben traducirse en la adopción de medidas temporalmente
idóneas, limitadas o transitorias, 0010 eficaces constitucionalmente durante
la época en que perduren las condiciones extraordinarias constitutivas de la
situación de emergencia.
Si se analiza el espíritu que animó al Constituyente de 1917 para in-
sertar en e! artículo 29 constitucional la posibilidad de concederse autoriza-
ciones al Ejecutivo Federal por el Congreso de la Unión para hacer frente
a una situación de emergencia, no se llega a una conclusión diferente de la
LA SUSPENSIÓN DE GARANTIAS INDIVIDUALES 247

formulada en el párraIo que antecede. En efecto, dichas autorizaciones tie-


nen como causa final, que les otorga validez constitucional, la consistente
en que tiendan a prevenir o remediar los males o conflictos propios de una
situación anormal; en otras palabras, dichas autorizaciones solamente pue-
den concederse, desde el punto de vista del articulo 29 de nuestra Ley Fun-
damental, cuando persigan como objetivo esencial hacer frente a una situa-
ción de emergencia. Por consiguiente, cuando la situación en que deben
operar tales autorizaciones desaparece, éstas dejan de tener validez consti-
tucional por ausencia del ámbito donde debe desarrollarse su objetivo leg~.
Estas consideraciones están corroboradas por las ideas sustentadas al res-
pecto por Felipe Tena Ramfrez, quien asevera: "Dichas autorizaciones pre-
suponen necesariamente la existencia de la situación anormal que como
premisa rige el contenido todo del artículo 29. Pueden consistir en dar al
Ejecutivo una mayor amplitud en la esfera administrativa o en transmitirle
facultades legislativas, pero en uno y en otro caso las autorizaciones deben
estar regidas por las mismas reglas de la relatividad que señorean todo el
articulo 29, puesto que al igual que la suspensión de garantías, las autoriza-
ciones son simples medios para hacer frente a un estado de necesidad.i'"
2. Ahora bien, el decreto expedido por el Congreso de la Unión con
fecha 28 de septiembre de 1945, en sus articulas diversos, ratificó diferentes
medidas legislativas que el Presidente de la República adoptó en uso de las
autorizaciones o facultades que se le confirieron en los artículos 4 y 5 del
Decreto Congresional de l. de junio de 1942.
En virtud de lo anterior, ¿cuál es el alcance de dicha ratificación?, ¿qué
consecuencias se derivan de tal acto? La ratificación no es sino la confirmación
o corroboración por parte del Legislativo Federal de los ordenamientos de
emergencia que en citado decreto de 28 de septiembre de 1945 se mencio-
nan, y que implican medidas legislativas extraordinarias que adoptó el Pre-
sidente de la República en ejercicio y uso de las facultades y autorizaciones
que conforme a los artículos 29 y 49 constitucionales le fueron conferidas a
través de los artículos 4 y 5 del Decreto Congresional de l° de junio de 1942.
Pues bien, atendiendo a que la validez constitucional de los ordenamientos
de emergencia dependió de la subsistencia de la situación bélica en que nuestro
país se encontraba; en otras palabras, en vista de que de acuerdo con el ar-
ticulo 29 constitucional el Presidente de la República solamente está facultado
para ejercitar las autorizaciones que le confiere el Poder Legislativo Federal
mientras el objetivo o causa final de las mismas exista, y siendo las leyes de
emergencia efecto del desempeño de tales autorizaciones, como el mismo
Ejecutivo de la Unión lo menciona en los considerandos respectivos, es evi-
dente que dichos cuerpos legales fueron despojados de su vigencia y validez
normativas por el hecho de que cesó el estado de guerra en que nuestro país

169 D~'t!eho Constitucional M~xicano, pág. 194.


248 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

se encontraba con las naciones del Eje y de que transcurrió el plazo de treinta
días a que se refieren el Decreto Congresional de l' de junio de 1942 y el
presidencial de 14 de agosto de 1945.
Al consignar la ratificación de las leyes de emergencia a que alude el
decreto de fecha 28 de septiembre de 1945, el Congreso de la Unión declaró
subsistentes, en forma indefinida, unas medidas legislativas que, por provenir
de autorizaciones de validez y ejercitabilidad transitorias conforme al artículo
29 constitucional, debieron ser despojadas de su imperio normativo al des-
aparecer el ámbito hacia el cual estaban destinadas a operar, como es el estado
de guerra. En consecuencia, por virtud de dicha ratificación, el Poder Legis-
lativo Federal violó las garantías de seguridad jurídica que otorga el expresado
artículo 29 constitucional, consistentes en que las medidas que se adopten por
el Presidente de la República en ejercicio de las facultades o autorizaciones
previstas en los artículos 29 y 49 de la Ley Suprema, deben ser válidas y efi-
caces mientras subsista la situación de emergencia en la que deben operar.
b) Por otra parte, independientemente del anterior vicio de inconstitu-
cionalidad que afecta al Decreto de Cesación del estado suspensivo de garan-
tías individuales, el Congreso de la Unión, al ratificar las leyes de emergencia
que en dicho cuerpo normativo se expresan, infringió también la garantía de
competencia constitucional consagrada en la primera parte del artículo 16
de la Ley Fundamental.
En efecto, de acuerdo con dicha garantía individual, y conforme lo ha
establecido la jurisprudencia de la Suprema Corte, la competencia constitu-
cional de una autoridad está integrada con todas aquellas facultades que la
Ley Fundamental le otorga. Ahora bien, el Poder Legislativo Federal no tiene
competencia constitucional para ratificar leyes u ordenamientos elaborados
por el Ejecutivo de la Unión, entendiéndose por ratificación, la corroboración
o confirmación de normas ya existentes.
Bien es cierto que el artículo 73 constitucional faculta al Congreso Federal
para expedir diversas leyes en las materias que el propio precepto menciona;
mas también es verdad que una cosa es la expedición de una ley y otra la
ratificación de la misma, ya que en el primer caso se crea, se da nacimiento,
se elabora un ordenamiento, a iniciativa de cualquiera de las autoridades o
funcionarios que cita el artículo 71 de nuestra Ley Suprema, mientras que
en el segundo se confirma, se convalida un ordenamiento que vive ya jurídi-
camente, que ya está investido de validez y fuerza obligatoria.
Siendo la expedición y la ratificación de una ley dos actos jurídicos dis-
tintos y diferentes, es evidente que el Congreso de la Unión carecia de facul-
tades para ratificar ordenamientos expedidos por el Ejecutivo de la Unión
en uso de las facultades extraordinarias que le fueron conferidas durante la
situación de emergencia, por lo que, a través del decreto de 28 de septiembre
de 1945, el Poder Legislativo Federal contravino la garantía de competencia
LA SUSPENSIÓN DE GARANTÍAS INDIVIDUALES 249

constitucional consagrada en la primera parte del articulo 16 de la Ley


Fundamental.
e) No teniendo facultades para ratificar leyes de emergencia expedidas
por el Presidente de la República, el Congreso de la Unión, al expedir el
decreto de 28 de septiembre de 1945, no se fundamentó en ley alguna, por
lo que tal acto careció de causa legal, habiendo sido, por tanto, violatorio
de la garantla individual de legalidad consignada en el artículo 16 cons-
titucional.
d) Por otra parte, dicho decreto y los ordenamientos por él ratificados
y convertidos, éstos, consiguientemente, en leyes ordinarias, tienen un notorio
vicio de retroactividad, que alteran fundamentalmente los derechos de los
afectados, por lo que implican una flagrarrte violación a la garantía corres-
pondiente consignada en el primer párrafo del articulo 14 constitucional, y
cuya demostración es fácil de establecerse.
e) Las anteriores consideraciones demuestran diversos aspectos incons-
titucionales del Decreto Congresional de 28 de septiembre de 1945, existien-
do, además, otras circunstancias que denotan tal vicio y que sería prolijo
mencionar, por lo cual nos abstendremos de aludir a ellas. En consecuencia,
contra de dicho ordenamiento y de las leyes de emergencia que éste convirtió
en cuerpos normativos ordinarios por virtud de la aludida ratificación, pro-
cedía con evidencia el juicio de amparo, el cual pudo haberse intentado con
éxito contra tales conjuntos legales en su aspecto auto-aplicativo y aun pro-
moverse con análogo resultado en ocasión" a los actos concretos de aplicación
respectivos, en caso contrario.
CAPÍTULO CUARTO

GARANTíAS DE IGUALDAD

Sumario: l.-Idea jurídica de igualdad. H.-La igualdad como garantía


individual: A.-Concepto. B.-Antecedentes históricos. HI.-Garantías es-
pecíficas de igualdad: análisis de los artículos 1', 2', 4', 12 Y 13 constitu-
cionales. A.-Artículo primero. B.-Articulo segundo. C.-Artículo cuarto.
D.-Artículo 12. E.-Artículo 13.

l. IDEA JURÍDmA DE LA IGUALDAD

Jurídicamente la igualdad se traduce en CJ,ue varias personas, en número


indeterminado, que se encuentren en una determinada situaci6n, tengan la
posibilidad y capacidad de ser titulares cualitativamente de los mismos de-
rechos y de contraer las mismas obligaciones que emanan de dicho estado.
En otras palabras, la igualdad, desde un punto de vista jurídico, se mani-
fiesta en la posibilidad y capacidad de que varias personas, numéricamente
indeterminadas, adquieran los derechos y contraigan las obligaciones deri-
vados de una cierta y determinada situación en que se encuentran.
La igualdad está, pues, demarcada por una situación determinada; por
ende, puede decirse que dicho fenómeno sólo tiene lugar cn relación y en
vista de un estado particular y definido. Para ilustrar nuestras anteriores
apreciaciones, recurramos a la ejemplificación. El arrendatario, el mutua-
rio, el comerciante, etc., tienen en términos abstractos una situación jurídica
determinada y específica establecida por el orden de derecho correspon-
diente. Pues bien, un comerciante, un arrendatario, un mutuario, persona-
lizados, individualizados, gozan de los mismos derechos y responden de las
mismas obligaciones que todas aquellas personas que tienen su misma situa-
ci6n jurídica de comerciantes, arrendatarios o de mutuarios. Por ende, ésta
constituye el presupuesto, el campo de operación, del fenómeno de igualdad
jurídica, que se revela, repetimos, en la posibilidad y capacidad que tiene
una persona individualmente considerada de ser titular de derechos y con-
traer obligaciones que corresponden a otros sujetos numéricamente indeter-
minados que se encuentren en una misma situación jurídica. Por exclusión,
no puede entablarse una relación igualitaria entre la posición concreta que
guarde una persona colocada en una situación jurídica determinada, con la
252 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

que tiene un individuo perteneciente a otro estado de derecho particular


diferente. El criterio que sirve de base para constatar si existe o no igualdad
desde un punto de vista jurídico es, pues, la situación de derecho deterrnina-
da en que dos o más personas se hallen.
Ahora bien, el individuo, como persona jurídica, es susceptible de ser
estimado por el orden de derecho bajo diferentes aspectos. Estas distintas
maneras de estimación del sujeto por el Derecho se establecen por una mul-
titud de factores imputables a relaciones de diversa índole, Asi, una persona,
que entabla con otra una relación jurídica a virtud de la cual la energía
de esta última está bajo la dirección y dependencia de la primera a cam-
bio de una retribución determinada, será considerada como patrón en esta
situación especial. Por otra parte, esa misma persona, reputada como pro-
pietaria o poseedora jurídica de determinados bienes inmuebles, es suscep-
tible de ser causante del impuesto predial respectivo que paga al Estado.
y así sucesivamente, toda persona, según la índole de las relaciones jurí-
dicas que haya entablado o con la que se hayan formado, goza de diferentes
situaciones de derecho determinadas (como patrón, trabajador, causante,
etc.). Podemos afirmar, en consecuencia, que la persona jurídica, en su
aspecto integrál y completo de derecho, es susceptible de colocarse en tantas
situaciones jurídicas determinadas como relaciones o actos pueda entablar
o realizar. En vista de esta multiplicidad de situaciones de derecho deter-
minadas que puede ocupar una persona, ésta puede ser objeto de una es-
timación igualitaria también variada, formulada en atención a los demás
sujetos que estén colocados en un parecido estado.
La existencia de esas diferentes situaciones jurídicas determinadas en que
una persona puede hallarse, obedece a un slnfin de factores, elementos y
circunstancias (sociales, económicos, jurídicos, etc.), que el orden jurídico
estatal toma en cuenta para regular las diversas relaciones que de las pri-
meras se derivan, originándose en esta forma los distintos cuerpos legales,
cuyo contenido lo constituye precisamente esa regulación. Todo ordena-
miento, específicamente considerado, tiene como campo o ámbito de nor-
mación un conjunto de relaciones entre dos o más personas numéricamente
indeterminadas que se encuentren en una determinada situación jurídica
o en dos estados de derechos correlativos (patrón-trabajador; donante-do-
natario; arrendador-arrendatario, etc.). Pues bien, al imponer un ordena-
miento los mismos derechos y las mismas obligaciones a cualquier persona
colocada en una determinada situación juridica por él regulada, que los que
establece para otros sujetos que en ésta se hallen, surge el fenómeno de
igualdad legal. Ésta se traduce, por ende, en la imputación que la norma
de derecho hace a toda persona de los derechos y obligaciones que son
inherentes a una situación determinada en que ésta pueda encontrarse.
No hay que confundir la igualdad con la proporcionalidad, pues son dos
conceptos distintos. La primera se traduce, dijimos, en la posibilidad o ca-
GARANTÍAS DE IGUALDAD 253

pacidad que tiene una persona de adquirir los mismos derechos y las mismas
obligaciones de que es titular todo sujeto que se encuentre en una deter-
minada situaci6n abstracta legalmente establecida. Por consiguiente, la igual-
dad se refiere a la calidad o naturaleza de los derechos y obligaciones pro-
pios de un estado jurídico especifico. Por el contrario, la proporcionalidad,
que supone siempre la igualdad, implica la fijación de derechos y obligacio-
nes para una persona desde un punto de vista cuantitativo dentro de una
misma situaci6n jurídica. Verbigracia, todo propietario o poseedor juridico
de bienes inmuebles está colocado frente al Estado, desde el punto de vista
fiscal, en una determinada situaci6n jurídica, consistente en ser el causante
de un cierto impuesto que recibe el nombre de predial. Todo propietario
o poseedor jurídico, pues, está obligado, por el hecho de tener la condición
de tal, a pagar ese impuesto, el cual se establece. por la índole, cualidad o
naturaleza de su situaci6n determinada. Esta obligación, que se extiende
a todo poseedor jurídico o propietario de un bien inmueble, implica, pues,
igualdad por el hecho de referirse a todo sujeto que ostente la condici6n de
tal independientemente del monto o cuantía de sus posesiones o propieda-
des. Ahora bien, como no todos los propietarios o poseedores de inmuebles
(igualdad) están colocados en una misma situación económica respecto a
la propiedad o posesi6n de éstos, los que tengan fincas o predios más exten-
sos, mejor situados o en mayor número, pagarán un impuesto más elevado
que los que estén en una posición contraria, circunstancia que no es otra
cosa que la proporcionalidad, la cual se establece atendiendo al quantum
de los objetos del impuesto que detente cada uno de los causantes.
La igualdad (o equidad) y la proporcionalidad de todo impuesto son
las caraeteristicas que a éste imprime la Ley Fundamental en el articulo
31, fracci6n IV, que dice: "Son obligaciones de los mexicanos: IV. Con-
tribuir para los gastos públicos, así de la Federaci6n como del Estado y
Municipio en que residan, de la manera proporcional y equitativa (igua-
litaria) que dispongan las leyes." Según este precepto, un impuesto, para
que no sea inconstitucional, debe ser igual o equitativo, es decir, decretarse
para todo individuo que se encuentre en la situaci6n determinada que aquél
grava. Por ende, no seria equitativo un impuesto que debiese pagar una
persona que no se encuentre en la situaci6n especifica para la que fue crea-
do. (Por ejemplo, si se exigiere a un arrendatario el pago de contribuciones
prediales que se reclaman al propietario o poseedor originario.) Además
del requisito de igualdad que' debe tener todo impuesto, y, por consecuencia,
toda ley que lo cree, éste debe ser proporcional, o sea, establecido en aten-
ción a la especial situaci6n económica gravable de cada causante, consti-
tuida por sus ingreses, capital fijo, etc. Seria desproporcionado un impuesto
y, por ende, inconstitucional en el caso de que todos los causantes, indepen-
dientemente de su posici6n econ6mica gravable, estuviesen obligados a pa-
gar una misma suma por tal concepto.
254 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

En síntesis, la igualdad desde un punto de vista jurídico implica la po-


sibilidad o capacidad que tiene una persona de adquirir derechos o contraer
obligaciones, cualitativamente, propios de todos aquellos sujetos que se
encuentren en su misma situación jurídica determinada.
Por otra parte fácilmente se deduce de las ideas esbozadas, que el con-
cepto de igualdad jurídica que mediante ellas hemos expuesto. no corres-
ponde al concepto abstracto, deshumanizado e irreal que proclamó e! liberal-
individualismo. En la vida de ningún pueblo puede existir la igualdad
juridica absoluta entre sus variadísimos componentes, pues la ley jamás
debe prescindir de las diferentes situaciones generales determinadas que se
registran en la realidad social para normarlas diversamente, Este imperativo
fue soslayado por e! expresado régimen, ya que, adoptando una postura
francamente quimérica O utópica, consideró que todos los hombres debían
ser iguales ante la ley sin tomar en cuenta las posiciones desiguales en que
realmente están colocados. En suma, la igualdad juridica debe siempre
acatar e! principio aristotélico que enseña "tratar igualmente a los iguales y
desigualmente a los desiguales", e! cual, proyectado hacia la vida de las socie-
dades humanas, genera la justicia social?" bis Es obvio que ese tratamiento debe
desembocar en la implantación juridica de garantias sociales en favor de los
grupos o clases económica y cu1turalmente desvalidos de! conglomerado
humano para asegurar la libertad de todos y cada uno de sus integrantes
en la compleja y variada vida social. De ahí que la igualdad jurídica, según
nuestra opinión, sea e! resultado de un proceso de igualaci6n socio-econá-
mica que debe suministrar e! contenido a la ley para que ésta se adecúe
a los diferentes sectores reales que deba regir.

lI. LA IGUALDAD COMO GARANTÍA INDIVIDUAL

A. Concepto. Hemos dicho que la igualdad sólo debe tener lugar,


como relación comparativa, entre dos o más sujetos pertenecientes a una
misma y determinada situación juridica, la cual se consigna por e! orden de
derecho mediante diversos cuerpos leg-ales, atendiendo a factores y circuns-
tancias de diferente índole: económicos, sociales, propiamente jurídicos, etc.
Ahora bien, ¿cómo se revela la igualdad a título de garantía individual?
Ésta, según aseveramos en un capítulo precedente, se traduce en una rela-
169 bl8 Al efecto, el ilustre Estagirita afinnaba: «La desigualdad entre iguales, )1 la
disparidad entre pares es contraria a la naturaleza: " ninguna cosa contraria a la natura-
leza es honestA,JI
Así, la igualdad parece y es justa; pero no entre todos, sino, más bien, entre iguales.
También parece justa la desigualdad, y en efecto, lo es, pero no entre todos, sino entf'e
desiguales. Quien suprime lo siguiente: "entre qué personas", juzga mal, también. Y eso
sucede porque juzgan en causa propia, y casi todos son malos jueces de las causas propias ...
Efectivamente, algunos, sí son desiguales en algo (por ejemplo, en las riquezas) creen ser
desiguales en todo; otros si son iguales en algo (por ejemplo, en libertad), se creen iguales
en todo. Pero no dicen lo que es esencial.". (Política VII. 3, 1325 Y III, 5, 1280.)
GARANTÍAS DE IGUALDAD 255

ción jurídica que media entre el gobernado por una parte y el Estado y
sus autoridades por la otra, constituyendo el primordial contenido de los
derechos subjetivos públicos que de dicho vinculo se derivan, las prerroga-
tivas fundamentales del hombre, o sea, aquellos elementos indispensables
para el desenvolvimiento de su personalidad y el logro de su felicidad.
Una de las condiciones sine qua non para conseguir estos fines es la igual-
dad jurídica. tomada ésta como conjunto dc posibilidades y capacidades
imputables al sujeto, en el sentido de que esté en aptitud de adquirir los
mismos derechos y contraer las mismas obligaciones, desde un punto de
vista cualüatioo, que corresponden a otras personas colocadas en idéntica
situación determinada. Pues bien, el criterio que sirve de base para definir
dicha situación, en que campea la igualdad jurídica como garantía indivi-
dual, está integrado por la propia personalidad humana en su aspecto uni-
uersal abstracto, eliminando toda diferencia entre grupos humanos e indi-
viduos desde el punto de vista de la raza, nacionalidad, religión, posición
económica, etc. El concepto jurídico de igualdad, como contenido de una
garantía individual, se traduce en un elemento eminentemente negativo:
la ausencia de distinciones y diferencias entre los hombres en cuanto tales,
provenientes de factor alguno. Consiguicntemente, la situación determinada
en que opera la igualdad, como substratum. de un derecho subjetivo público
emanado de una garantia individual, es muy amplia, pues no se establece
ni se demarca por un cierto factor contingente o accesorio, sino que se
forma por un fenómeno negativo inherente a la naturaleza del hombre en
si mismo considerado, en cuanto tal: ausencia de diferencias en las posibi-
lidades y capacidades jurídicas generales, debidas aquéllas a particularidades
étnicas, religiosas, biológicas, etc., que puedan ostentar varios individuos o
grupos humanos. La igualdad como garantia individual es, por ende, un
elemento consubstancial al sujeto en su situaci6n de persona humana frente
a sus semejantes todos, iodependientemente de las condiciones jurídicas par-
ciales y particulares que aquél pudiese reunir. En conclusión, podemos de-
cir que la igualdad como garantia iodividual, traducida en esa situación
negativa de toda diferencia entre los hombres, proveniente de circunstancias
y atributos originarios emanados de la propia personalidad humana particu-
lar (raza, religión, nacionalidad, etc.}, es el fundamento de la igualdad
jurídica que opera en cada una de las posiciones determinadas v correlativas
derivadas de los distintos ordenamientos legales.
La situación en que existe la igualdad como garantía individual no se
forma para el sujeto a virtud de la celebración de un acto jurídico previo
y necesario (contrato, verbigraeia), ni como resultado de una cierta posi-
eión económica o jurídica (propiedad, posesión, etc.), sioo surge concomi-
tantemente con la persona humana. Por tal motivo, la igualdad, como con-
tenido de la garantía individual, es una situación en que está colocado todo
hombre desde que nace.
256 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

Hemos afirmado que toda garantía individual, como relación jurídica


que es, crea para los sujetos de ésta sendos derechos y obligaciones, es decir,
para el gobernado y para el Estado y sus autoridades. ¿Cuáles son esos de.
rechos y obligaciones en la garan/la individual de igualdad? Desde luego, el
gobernado tiene el derecho o potestad juridica de exigir al Estado y a sus
autoridades el respeto de esa situación negativa en que se traduce la igual-
dad como garantía individual, consistente en la ausencia de diferencias )'
distinciones frente a los demás sujetos desde un punto de vista estrictamente
humano. En otras palabras, atendiendo a ese derecho público subjetivo, las
autoridades del Estado, y este mismo, tienen la obligación de considerar a
todos los gobernados, baJO et aspecto de ta personauaaa humana y psrunca
pura, situados en un mismo plano, sin atribuir distinciones y diferencias
por concepto de raza, religión, nacionalidad, etc. Claro que esta estimación
o concepción igualitaria de todos los gobernados por parte de las autorida-
des estatales, no excluye la posibilidad de que, bajo un criterio ya no pu-
ramente humano, sino de otra índole especial (político, económico, social,
etc. ), se repute a una cierta categoría de gobernados colocados en situacio-
nes juridicas determinadas diferentes respecto de otra clase de individuos,
pero siempre. conservando la igualdad de derechos dentro de ese estado
determinado, la cual debe estar imbíbita en todo ordenamiento legal que
lo instituya y regule.
En resumen, la igualdad como garantía individual tiene camo centro de
imputación al ser humano en cuanto tal, es decir, en su implicación de per-
sona, prescindiendo de la diferente condición social. económica o cultural
en que se encuentre o pueda encontrarse dentro de la vida comunitaria.
Puede afirmarse que esa igualdad se establece conforme a la situación más
dilatada en que se halla el gobernado, o sea, en su carácter de hombre, y
sin perjuicio de que simultáneamente esté colocado en situaciones específicas
o de menor extensión y en las cuales la igualdad juridica se traduce en el
mismo tratamiento normativo para todos los sujetos que dentro de cada
una de ellas se encuentren.

B. Antecedentes históricos de la igualdad como situación del indivi-


duo. La igualdad no siempre ha existido en el decurso de la evolución
de la humanidad, no ya digamos como derecho subjetivo público o como
garantía individual, esto es, consagrada jurídicamente desde un punto de
vista positivo, sino como fenómeno social o real. Eh efecto, desde los tiem-
pos más remotos de la Historia se palpan las profundas diferencias, con
variadas manifestaciones, que mediaban entre los diversos grupos humanos
pertenecientes a sociedades determinadas, habiéndose sancionado por la cos-
tumbre jurídica. Entre los pueblos de la antigüedad resalta la institución
de la esclavitud como índice negativo de la igualdad humana. La condi-
ción del esclavo era, principalmente en Roma, no un estado personal, o sea,
imputable a una persona, sino un estado real, esto es, referible a una cosa.
GARANTÍAS DE IGUALDAD 257

En efecto, el esclavo -servus- era conceptuado como un bien susceptible


de constituir el objeto material de la contratación jurídica. Y aun inde-
pendientemente de la esclavitud, la sociedad romana presentaba una pro-
funda desigualdad por lo que respecta a las dos clases que la componian:
los patricios y los plebeyos. Efectivamente, existían múltiples prohibiciones
jurídicas para los segundos, quienes, por ejemplo, no podían contraer ma-
trimonio con los primeros. Fue hasta la expedición de la Lex Canuleia
cuando se permitieron las nupcias entre individuos pertenecientes a dichas
dos clases sociales. El gobierno del Estado romano, por otra parte, era des-
empeñado únicamente por los patricios. Entre e! romano y e! extranjero
existían también grandes desigualdades. Éste no tenía ningún derecho den-
tro del Estado romano; estaba colocado en una situación de tacto sin pro-
tección jurídica. No fue sino hasta e! surgimiento del jus gentium cuando
al extranjero se le reconocieron determinados derechos, suavizándose de esta
manera las asperezas de la desigualdad en que otrora estaba colocado, o
sea, fuera de la órbita hermética de! estricto y formalista jus civile.
En la Edad Media, y no obstante la propagación dc los postulados cris-
tianos, la desigualdad era ostensible entre la sociedad humana, principal-
mente por lo que toca a la institución de la servidumbre, en la que los
siervos estaban supeditados a la voluntad del señol feudal y a la nobleza.
La desigualdad fáctica que prevalecia hasta antes de la Revolución fran-
cesa, se traducia en la consiguiente desigualdad jurídica, que no era sino
e! reconocimiento que hacia e! Derecho Positivo respecto de los privilegios,
potestades y prerrogativas de una clase social y económica sobre otra. Hasta
la administración de justicia, cuyo recto y debido dcsempeño debe tener
como supuesto fundamento la igualdad, se desarrollaba en planos de marca-
do sectarismo, revelado en la existencia de los diferentes "fueros".
La Revolución francesa, inspirada en su contenido fílosófico-juridico
por las doctrinas politicas de Rousseau y del jus-naturalismo, principalmen-
te, constituyó e! origen de la consagración jurídica de la igualdad humana
como garantía individual o prerrogativa del hombre oponible a las autori-
dades estatales. Ante la ley y para el Estado desaparecieron todos aquellos
factores que integraban la desigualdad entre los diversos gobernados. Sin
embargo, como ya advertimos en un capitulo precedente, la igualdad legal
abstracta se tradujo en la realidad económica, primordialmente entre el
capital y e! trabajo, en una profunda desigualdad. Ésta, no obstante, no se
manifestó como una negativa de la garantía individual de igualdad, sino
como un estado existente entre dos clases sociales y económicas determina-
das, o sea, entre dos sujetos sociales colocados en la misma situación de
gobernados, estado que se remedió mediante la consagración de las garan-
tias sociales, según aseveramos en otra oportunidad.
En conclusión, la Revolución francesa trajo consigo la consagración ju-
rídica definitiva de la igualdad humana como ¡;rarantía individual, subsis-
256 LAS GARANTÍAS INDlVmUALES

tiendo actualmente como tal en la mayoría de los ordenamientos constitu-


cionales de los paises civilizados contemporáneos.
En México, durante el régimen azteca y, en general, precortesiano, la
desigualdad del hombre, en cuanto a persona, era el estado natural dentro
de la sociedad. Ésta, en efecto, estaba dividida en varias clases con distinta
posición jurídica, económica y política cada una de ellas: la nobleza, el
sacerdocio y el pueblo propiamente dicho. Entre estas diversas capas se-
ciales mediaban grandes y notables diferencias de variado orden, princi-
palmente en el aspecto político y económico. Políticamente, los nobles y
sacerdotes tenían la facultad de nombrar al rey, acto en el cual no tenían
injerencia los individuos integrantes de la clase popular. Por tal motivo, el
régimen gubernamental azteca era eminentemente aristocrático y sacerdotal
en cuanto a la designación de su jefe. Además de la población libre pro-
piamente dicha, que estaba dividida en las mencionadas clases sociales,
entre los aztecas existía, corno en casi todos los pueblos de la antigüedad, la
esclavitud, la que, sin embargo, no presentaba los caracteres tan degradan-
tes y oprobiosos que entre los romanos. Las causas de la incidencia en la
esclavitud eran de tres órdenes: derivadas de la guerra, de la costumbre y
de la voluntad humana. En el primer caso, los esclavos procedentes del
cautiverio por motivos bélicos eran relativamente escasos, puesto que a los
prisioneros generalmente se los destinaba a los sacrificios, para lo cual no
sólo no se les vejaba o ultrajaba, sino que se les erigía en objeto de agasajos.
La costumbre jurídica entre los aztecas determinaba, por otra parte, cuáles
eran los delitos cuya sanción consistía en la pérdida de la libertad. Por úl-
timo, un deudor, por voluntad propia y para pagar el adeudo a su acreedor,
podía venderse a éste a título de esclavo, permaneciendo en esta situación
en tanto no solventaba su deuda. Para salir del estado de esclavitud, la
costumbre jurídica azteca era mucho más liberal que el Derecho Romano
en este aspecto; por otra parte, el esclavo no era considerado como una
mera cosa -res-, tal como sucedía entre los romanos, sino como deposi-
tario de cierta voluntad propia, de tal manera que para su venta se requería
su consentimiento.
En la época colonial la desigualdad del individuo corno persona huma-
na, era el estado normal del sujeto. No todos los hombres, conceptuados
como tales, tenían los mismos derechos o potestades jurídicas. Así, desde
el punto de vista político, los españoles propiamente dichos o peninsulares
eran los únicos capacitados para desempeñar los altos puestos gubernativos,
capacidad que se fue haciendo extensiva a los criollos después del derroca-
miento de la casa de Austria. Sin embargo, en términos generales, tanto el
criollo corno el mestizo estaban impedidos para ocupar cargos de gobierno
en la Nueva España. El indio, no obstante las múltiples medidas de pro-
tección dictadas en su favor por el gobierno de la metrópoli, inspiradas en
un auténtico y genuino espíritu cristiano, estaba colocado en una verdadera
GARANTÍ'\S DE IGUALDAD 259

situaci6n de desigualdad rayana en esclavitud, principalmente debido a la


famosa institución de la encomienda, cuya existencia y funcionamiento rea-
les se apartaban completamente de los designios que la crearon. Lejos de
mejorar su condición social y cultural, que era lo que constituia el meollo
de las causas inspiradoras de la formaci6n de las encomiendas como ins-
tituci6n accesoria a las mercedes reales en favor de los señores españoles. los
indios, por lo común, eran vilmente explotados por los encomenderos, a
pesar de las reiteradas instancias que, para poner coto a este mal, realiza-
ron insignes Y. piadosos frailes ante la corona de España. Por otra parte, si
bien los esclavos eran poco numerosos en la Colonia en comparaci6n con los
que había a la saz6n en otros lugares (en Estados Unidos, verbigracia), no por
ello la esclavitud estaba proscrita en nuestro país durante la época de la
dominaci6n hispana, aunque se haya contraído generalmente a los negros,
traídos ex profeso para desempeñar labores arduas para las que el indio
no estaba acostumbrado. Además, como negaci6n del principio universal
de que la administraci6n de justicia debe ser igual para todos en cuanto
a personas e impartida por los mismos jueces sin limitaciones competenciales
por raz6n de la Indole especial del individuo, en la Nueva España, como re-
flejo del estado de cosas que privaba en la metr6poli, existían múltiples
fueros personales, en virtud de los cuales un sujeto de cierta categoria pro-
fesional s610 podía ser juzgado por un tribunal integrado por sus iguales,
como acontecía COn los eclesiásticos y militares. La existencia de los indica-
dos fueros en materia jurisdiccional significa la desigualdad evidente
en la administraci6n de justicia, originando, por ende, toda especie de ini-
quidades, ya que las penas y sanciones que debían corresponder a un mismo
hecho delictuoso, verbigracia, variaban en cada individuo que lo realizaba,
no por gravedad del mismo, como debiera ser, sino por razón de la condi-
ci6n particular del delincuente. Esta situación traía como consecuencia, por
ejemplo, que si un civil cometía un determinado delito, la pena era mayor
que la que se imponía a un eclesiástico por haber ejecutado el mismo acto
delictivo, o viceversa. No hay que confundir los fueros personales Con los
reales o materiales, que constituyen un criterio o pauta para determinar la
competencia autoritaria. En los primeros, como ya dijimos, es la categoría
especial de la persona, del sujeto, lo que fija la competencia de una autori-
dad judicial para juzgarlo o para enjuiciarlo, independientemente de la
índole intrínseca del acto delictivo que ejecute o de la relación jurídica en
que se encuentra respecto a su demandante. En los fueros reales o materia-
les, para la determinaci6n de la competencia autoritaria, se toman en con-
sideraci6n diversos factores extrapersonales, tales como la naturaleza del
acto o hecho causante del proceso, el territorio, el grado, principios cons-
titucionales y legales, etc. De acuerdo con este conjunto de factores, una
persona es sometida a la jurisdicci6n de un tribunal determinado, no ya
por razón de su investidura o categoría especial (fuero personal), sino en
260 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

vista de un elemento objetivo, operante para todos los sujetos: matena


sustancial del acto que origina el proceso, cuantía del negocio, indole del
delito, relación juridica en general, etc. Los fueros personales (subjetivos),
propiamente hablando, presuponen una desigualdad manifiesta, porque por
un mismo delito, verbigracia, son juzgadas diferentemente las personas se-
gún la categoria especial que ostenten, pudiendo variar por ende, la grave-
dad de la pena, las garantías procesales, etc. Por el contrario, los fueros
reales o materiales (objetivos), no sólo no indican desigualdad, sino que
implican una clara y evidente igualdad juridica para todos los sujetos de
derecho, ya que, para establecer la competencia jurisdiccional y la aplica-
bilidad legal, no se atiende a la condición especial de la persona enjuiciada
o procesada, sino a la índole de múltiples factores extrapersonales, los que,
por ser tales, se pueden referir a toda clase de sujetos.
La abolición de la esclavitud en México sígmncó un marcado avance
hacia el establecimiento de la igualdad juridíca.t'" Desde que nuestro país
estaba sujeto a la dominación española, y precisamente en las postrimerias del
gobierno virreinal, se expidieron diferentes cédulas con tendencia expresa a su-
primir dicho estado inhumano. Muy elocuente es, por otra parte, la proclama
que el 6 de diciembre de 1810 dirigió al pueblo don Miguel Hidalgo y
Costilla, en la que se afirma que "todos los dueños de esclavos deberían
darles libertad dentro del término de diez dias so pena de muerte, la que se
aplicará por transgresión de este artículo". Además, la Constitución de Cádiz
de llll~ consagró la Igualdad juridica, proscribiendo la esclavitud; de la
misma manera, la Constitución de Apatzingán, obra de Morelos principal-
mente, declaraba categóricamente que "todos los nacidos en América se repu-
tan ciudadanos" (art, 13), y que "la felicidad del pueblo y de cada uno de
sus ciudadanos consiste en el goce de la igualdfld, seguridad, propiedad y
libertad" (art. 24). y así sucesivamente en todos los ordenamientos cons-
titucionales que estuvieron vigentes en nuestro país hasta el actual, con-
sagraron la igualdad juridica del hombre en SIL'l variados aspectos, tales
como la ausencia de fueros personales (art. 24 de la Constitución de 1824),
la abolición de la esclavitud (art. 7 de la Constitución Centralista de 1836;
arts, 4 y 5 del Proyecto de la Minoria del 42; arto 9, fracción I. de las
Bases Orgánicas de 181-3; arto 5 del Acta de Reformas de 1847, y arts, 1,
2, 12, 13 de las Constituciones de 1857 y vigente). Como se ve, desde los
albores de la independencia política mexicana se consagró la igualdad ju-
rídica de todos los hombres en sus diversas manifestaciones por todos los
ordenamientos constitucionales, no obstante el diverso carácter de la orga-
nízací/n política que instituían.
182 En Estados Unidos esa igualdad se implantó mucho después a consecuencia de la
guerra de secesión y mediante la enmienda número 13 que se introdujo a su Constituci6n
en el año de 1865. El hecho de que en México se hubiese consagrado con mucha anteriori-
dad la igualdad jurídica, al menos en lo que concierne a la supresión de la esclavitud,
significa un notable adelanto cultural y humano de nuestro país sobre Norteamérica en este
aspecto.
GARANTÍAS DE IGUALDAD 261

II!. GARANTiAs ESPECiFICAS DE IGUALDAD: ANÁLISIS DE LOS ARTICULOS 1, 2,


4, 12' y 13 CONSTIT1JCIONALES
A. Artículo primero constitucional
a) Pérrafo I"

Este precepto dice: "En los Estados Unidos Mexicanos todo individuo
gozará de las garantias que otorga esta Constitución, las cuales no podrán
restringirse ni suspenderse sino en los casos y con las condiciones que ella
misma establece." Consagra una garantía individual específica de igualdad,
puesto que considera posibilitados y capaces a todos los hombres, sin excep-
ción, de ser titulares de los derechos subjetivos públicos instituidos por la
propia Ley Fundamental.
El alcance personal o subjetivo de esta garantía especifica de igualdad
se extiende, como dice el artículo I Q constitucional, a todo individuo; es
decir, a todo ser humano independientemente de su condición particular
congénita (raza, sexo, etc.), o adquirida (estado jurídico o fáctico, pro-
veniente de la realización de un hecho o acto previo: estado de arrenda-
tario, casado, propietario, etc.). Así, pues, de acuerdo con nuestra Ley
Fundamental, toda persona tiene capacidad de goce y ejercicio (para em-
plear el lenguaje del Derecho Civil) de las diversas garantías individuales
específicas que consagra la Constitución en sus respectivos artículos. Esta
particularidad que presenta nuestro sistema constitucional en relación con
la titularidad o extensión subjetiva de las garantías individuales, revela evi-
dentemente una superioridad respecto dc aquellos ordenamientos funda-
mentales que contraen el goce y ejercicio dc las mismas a los nacionales
(v. gr., la Constitución española republicana de 1931). Por otra parte, la
titularidad de las, garantías individuales se entiende extensiva jurídica, legal
y jurisprudencialmente, a las personas morales de orden privado, y, cn casos
determinados a las oficiales -artículo 9 de la Ley de Amparo--, a través
de la procedencia del juicio constitucional a su favor,'" aSÍ Como a las per-
sonas morales de derecho social y a los organismos descentralizados, según
afirmamos en el capítulo segundo de esta obra.
Por lo que concierne a la extensi6n espacial de vigencia o imperio de
las garantías individuales, el artículo 1Q constitucional establece que su goce
y ejercicio prevalecerán para todo individuo en los Estados Unidos Mexi-
canos, esto es, en todo el territorio de la República (territorio continental,
insular, mar territorial, etc.).
Ahora bien, el propio artículo l' de la Constitución declara que las ga-
rantías individuales 8610 pueden restringirse o suspenderse en los casos y
bajo las condiciones que dicho ordenamiento supremo establece. ¿Cuáles
183 Esta cuesti6n la tratamos con la debida amplitud en El Juicio de Amparo, capí-
tulo VIII.
262 LAS GARANTiAS INDIVIDUALES

son los casos de restricción de garantías individuales? En el capítulo segundo


de este trabajo dijimos que las limitaciones o restricciones a las garantías
individuales sólo pueden establecerse por la misma Ley Fundamental y re-
glamentarse por ordenamientos secundarios, o sea, por la legislación ordi-
naria pe?' se. En este último caso aseveramos que la reglamentación de una
garantía individual será 'inconstitucional y, por tanto, carente de validez
jurídica, cuando la altere sustancialmente o la haga nugatoria, Por lo que
toca a los casos de suspensión de garantías individuales, ésta sólo puede
llevarse a cabo en los términos de! artículo 29 constitucional, que ya es-
tudiamos en e! capítulo tercero, remitiéndonos a las consideraciones que en
esa ocasión expusimos.
Se presenta e! problema de si las garantías individuales se pueden des-
pojar de su vigencia definitivamente, esto es, si es posible jurídicamente
hablando, derogar o abrogar los preceptos constitucionales que las contienen.
Interpretando literal y gramaticalmente el artículo 1Q constitucional, llega-
remos a la conclusión de que este precepto de la Ley Fundamental única-
mente autoriza la restricción y la suspensión de las garantías individuales,
mas no su derogación o abrogación. Por ende, de conformidad con dicha
interpretación, este acto no está permitido por la' Constitución a ninguna
autoridad estatal.
Sin embargo, se presenta una objeción a la anterior conclusión: la de-
rogación o la abrogación de una garantía individual presupone necesaria-
mente una reforma al precepto constitucional respectivo que la consigna.
Ahora bien, de conformidad con el artículo 135 constitucional, el Congreso
de la Unión y las legislaturas de los Estados, están capacitados para adi-
cionar o reformar la Constitución. ¿Pueden dichas autoridades legislativas
suprimir una garantía individual en ejercicio de la facultad reformativa de
la Ley Fundamental con que ésta las inviste? En otras palabras, ¿los men-
cionados órganos legislatívos federales o locales - a los cuales suele deno-
minarse, de acuerdo con algunos tratadistas, "Poder Constituyente Perma-
nente" sólo para el efecto de distinguirlos de! Poder Legislativo Ordinario
en sus respectivas funciones-- pueden ad libitum, sin ninguna restricción,
alterar totalmente la Constitución, cambiando los principios jurídicos Y so-
ciales que la inspiraron y que la informan, sustituyendo, verbigracia, un
régimen federativo por un centralista o uno republicano por un monárquico
o eliminando el sistema de garantías individuales?
De acuerdo con la interpretación gramatical que suele sustentarse res-
pecto del artículo 135 constitucional (127 de la Constitución de 57), se
desprende que, teniendo e! Congreso de la Unión y las legislaturas de los
Estados la facultad de "reformar" la Constitución sin restricción o salvedad
alguna, es lógico que pueden modificarla totalmente, desde el momento en
que una reforma, en el sentido amplio de la palabra, implica toda alteración.
GARANTÍAS DE IGUALDAD 263

Sin embargo, nosotros no estamos <le acuerdo con esta interpretación me-
ramente gramatical de los términos relativos del precepto constitucional alu-
dido, en primer lugar, porque la interpretaci6n de tal índole es la menos
id6nea de las interpretaciones y, en segundo, porque las conclusiones a que
nos conduce están desmentidas por diversas consideraciones, tanto de natura-
leza constitucional como doctrinal.
En efecto, el concepto de "reforma" implica necesariamente una modi-
ficaci6n parcial, puesto que si fuere total, se trataría de una sustitución o
transformación. Una reforma es algo accesorio o anexo a lo principal, que es
precisamente su objeto; por consiguiente, cuando se elimina lo principal, la
reforma no tiene raz6n de ser. Por tanto, la facultad reformativa que el ar-
tículo 135 confiere al Congreso de la Unión y a las legislaturas de los Es-
tados sólo equivale a una alteración parcial de la Constituci6n, por las
razones ya dichas. Una reforma implica la adici6n, la disminución O la modi-
ficación parcial de un todo, pero nunca su eliminaci6n integral, porque en-
tonces ya no sería reforma, ya que ésta altera, pero no extingue.
Por otra parte, el único soberano, el único capaz de alterar o modificar
la forma de gobierno o la posici6n general que adopta el Estado frente al
individuo (que serían los casos de alteraciones totales), es el pueblo como lo
dispone el artículo 39 constitucional en su norma respectiva, que textualmen-
te dice: "El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de modificar
o alterar la forma dc su gobierno." Interpretando los artículos 39 y 135 cons-
titucionales en la relación lógica que entre ambos existe, resulta que el segun-
do de ellos no se refiere a ninguna facultad de alterar el régimen gubernativo
que el pueblo ha elegido como depositario real del poder soberano, posibi-
lidad que concede el primero a la naci6n, por lo que debemos coneluir que
las atribuciones de modificar y reformar la Constitución con que están inves-
tidos el Congreso de la Uni6n y las legislaturas de los Estados, en manera
alguna involucran la de sustituir los principios políticos que informan a dicho
ordenamiento, los cuales en su conjunto integran la forma de gobierno, o
sea, la representativa, democrática y federal (art. 40).
Además, siendo propia de la soberania popular la facultad de alterar el
régimen de gobierno, y teniendo aquél1a por característica la inalienabilidad,
tal como lo declara el artículo 39 constitucional, es l6gico y evidente que el
pueblo no pudo haberse despojado o desposeído de el1a para eonfcrirla al Con-
greso de la Uni6n y a las legislaturas de los Estados, órganos que sólo son
titulares del ejercicio del poder soberano, limitado por la propia Constitución
y por la legislación ordinaria en general.'''
184 El actual articulo 135 constitucional corresponde al articulo 127 de la Constitución
de 57. El proyecto respectivo, en su artículo 125, establecía un verdadero referindum popu-
lar, operante en las elecciones de diputados, para ratificar O desautorizar las reformas o
adiciones constitucionales. Dicho artículo 125 disponía lo siguiente: "La presente Oonstitu-
ción puede ser adicionada o reformada. Mas para que las adiciones o reformas lleguen a ser
parte de la Constitución, se requiere: que un congreso por el voto nominal de dos terceras
264 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

Doctrinalmente, casi todos los autores están contestes en la idea de que las
atribuciones que la Ley Fundamental imputa a los poderes legislativos federal
y locales, en el sentido de llevar a cabo reformas y adiciones a la Constitución,
de ninguna manera equivalen a la posibilidad jurídica de alterar a ésta sus-
tancialmente en sus principios esenciales y caracterlsticos, y menos aún abro-
garla, pues siendo aquéllos entidades autoritarias engendradas por ella, es
ilógico y absurdo que la destruyan sin destruirse ellos mismos.
Asi, Recaséns Siches,"" refiriéndose a la cuestión que ocupa nuestra aten-
ción, sostiene que "el caso de reforma constitucional está limitado por barreras
infranqueables. La reforma, para que merezca la calificación de tal y no
caiga bajo el concepto de otra alteración totalmente distinta, no puede llegar
a cambiar la esencia de la Constituci6n, no puede comprender la modifi-
cación del supremo poder del Estado; esto es, por ejemplo, no puede trans-
formar un régimen democrático en un régimen autocrático, ni viceversa; tal
alteración no puede ser contenido de una reforma, sino que requiere un acto
primario del Poder Constituyente, uno, indiviso e ilimitado. Esto es, así, senci-
llamente por la siguiente consideración, harto clara y fundamental. El órgano
o poder autorizado para reformar la Constitución, es tal, porque recibe su
competencia de la Constitución: de ella, por consiguiente, podrá modificar
todo aquello que no se refiere esencialmente a la titularidad del supremo poder
(que es la soberanía, agregamos nosotros), pero de ninguna manera este
punto, pues en el momento en que tal hiciese, negaria la fuente de su propia
existencia y competencia, y lo que resultase representarla la fundación origi-
naria de un nuevo sistema jurídico, sin conexión ni apoyo en el anterior, aun-
que se produjese pacífica e incruentamente".
Por su parte, Le6n Duguit UG afirma que sobre la potestad reformadora
y legislativa de los poderes públicos, existen ciertas ideas, principios y tradi-
partes de sus miembros presentes acuerde qué artículos deben reformarse; que este acuerdo
se publique en los peri6dicos de toda la República tres meses antes de la elección del con-
'greso inmediato j que los electores al verificarla, manifiesten si están conformes en que se
haga la reforma, en cuyo caso lo harán constar en los respectivos poderes de los diputados;
que el nuevo congreso formule las reformas, y éstas se someterán al voto del pueblo en la
elección inmediata. Si la mayoría absoluta de los electores votare en favor de las reformas,
el Ejecutivo las sancionará como parte de la Constitución." Este precepto fue acalorada-
mente discutido en el seno del Constituyente de 1856-57. Sus principales impugnadores,
Zarco, Moreno y Prieto, sostuvieron que la apelación al pueblo para que aprobase o des--
aprobase las reformas o adiciones a la Constitución, desnaturalizaba el sistema representa-
tivo ya adoptado. "Dar al cuerpo electoral funciones legislativas, decía Zarco, es nulificar
al Congreso y llevar a la agitación y la discordia a todo el país", afirmando, por su parte,
don Guillermo Prieto, que "Consultar el voto de los electores ofrece gravísimos Inconve-
nientes". Fue el famoso "Fidel quien sugirió que en el proceso de reformas y adiciones
constitucionales tuviesen intervención las legislaturas de los Estados, idea que fue acogida
por la Comisión, la que present6 un nuevo proyecto concebido en los mismos términos que
el artículo definitivo de la Constitución de 57, precepto que fue aprobado por 67 votos
contra 14-." (Sobre la problemática que plantean las anteriores cuestiones, consúltese nuestra
obra Der-echo Ilonstitucional Mexicano, capitulo cuarto.)
185 Filosoffa det Derecho, pág. 159.
l.86 Manuel de Droit Constitutionnel, pág. 282.
CARANTfAS DE IGUALDAD 265
ciones jurídicas y sociales que no pueden ser vulneradas por las autoridades.
Se expresa así dicho autor: "Dondequiera que haya un legislador, incluso
en los países que no practican el sistema de constituciones rígidas, estará
siempre limitado por un poder supremo al suyo. En la propia Inglaterra,
donde la omnipotencia del Parlamento está considerada como un principio
esencial, hay ciertas reglas superiores que la conciencia misma del pueblo
inglés se resiste a dejar violar por el Parlamento."
Más claramente resuelve el problema que nos hemos planteado, el trata-
dista alemán Carl Schmitt 187 aseverando: "que la Constituci6n puede ser
transformada, no quiere decir que las decisiones políticas fundamentales que
integran la sustancia misma de la Constituci6n puedan ser suprimidas y susti-
tuidas por otras cualesquiera mediante el Parlamento (en nuestro Derecho
por el Congreso de la Uni6n y las legislaturas de los Estados). Los límites
de la facultad de reformar la Constituci6n resultan del bien entendido con-
cepto de reforma constitucional. Una facultad de "reformar la Constituci6n",
atribuida por una norma legal-constitucional, significa que una o varias re-
gulaciones legal-constitucionales pueden ser sustituidas por otras regulaciones
legal-constitucionales; pero sólo bajo el supuesto de que queden garantizadas
la identidad y la continuidad de la Constituci6n, considerada como un todo.
La facultad de reformar la Constituci6n contiene, pues, tan sólo la facultad
de practicar, en las prescripciones legal-constitucionales, reformas, adiciones,
refundiciones, supresiones, etc.; pero manteniendo la Constituci6n, no la fa-
cultad de dar una nueva Constituci6n, ni tampoco la de reformar, ensanchar
o sustituir por otro el fundamento propio de esta competencia de revisi6n
constitucional" .
En síntesis, implicando la abolición de las garantlas individuales una trans-
[ormacián radical del sistema jurldico estatal, puesto que se erigirla el Estado
en totalitario en el sentido actual del vocablo, el Congreso de la Uni6n y las
legislaturas de los Estados no tienen facultad para suprimirlas; pueden, sí,
modificarlas o restringirlas pero siempre conservando su finalidad tutelar
esencial.
Se presenta el problema de si los gobernados, sujetos activos de las ga-
rantías individuales, pueden renunciar en su propio y exclusivo perjuicio los
derechos públicos subjetivos que aquéllas les confieren. Ahora bien, siendo
la Constitución el ordenamiento supremo de eminente Derecho Público y
estando las garantías individuales que contiene en una situaci6n de orden
público, esto es, con prevalencia inviolable, la voluntad de los particulares,
por un lado, y la del Estado como sujeto de Derecho Internacional PÚ-
blico, por otro, deben acatar sus imperativos. De esta guisa, ni los particulares
entre sí, bajo la sanción de nulidad absoluta, pueden concertar pactos en que
renuncien en su exclusivo perjuicio a los derechos subjetivos públicos que erna-

1Jl1 'feorla de la Constituci6n, págs. 30 y 120.


266 lAS cARANT1As INDIVIDUALES

nan de las garantías individuales, ni el Estado mexicano está capacitado para


celebrar tratados ni convenios internacionales en los que se alteren dichas ga-
rantías. Así, la segunda parte del artículo 15 constitucional establece que "no
se autoriza la celebración de convenios o de tratados en virtud de los que se
alteren las garantías y derechos establecidos por esta Constitución para el
hombre y el ciudadano", disposición que viene a ser el complemento de la
contenida en el artículo 10 de la Ley Fundamental.re'
El artículo primero de la Constitución vigente y el correlativo de la Cons-
titución de 57 varían sustancialmente, no s610 en cuanto a su redacción, sino
también por lo que toca a su sentido mismo. Al tratar la cuestión relativa al
origen formal de las garantías individuales, por lo que toca a su consagra-
ción por el orden constitucional, estudiamos la diferente posición que adopta
el Estado en relación con ellas; por tanto, en obvio de repeticiones, reitera-
mos las consideraciones que al respecto formulamos en aquella oportunidad
en el capítulo segundo de este trabajo.
b) Párrafo 2'
Por otra parte, mediante adición publicada el 14 de agosto de 2001 se
agregó al artículo 10 constitucional un segundo párrafo con el texto del ar-
tículo 2 de la Ley Fundamental que establece:
"Está prohibida la esclavitud en los Estados Unidos Mexicanos. Los es-
clavos del extranjero que entren al territorio nacional, alcanzarán, por este
solo hecho, su libertad y la protección de las leyes." La esclavitud es, en tér-
minos generales, una situación en la que un individuo ejerce sobre otro un
poder de hecho ilimitado, en virtud del cual este último se supedita incondi-
cionalmente al primero. El esclavo, de esta guisa, no tiene ningún derecho
frente al amo; éste tiene sobre él una potestad omnímoda, cuyo ejercicio está
exento de condiciones, a tal grado que, como sucedía en el régimen romano,
el servus era conceptuado como una cosa u objeto del derecho y no como
una persona o sujeto del mismo.
¿Cuál es el derecho subjetivo público que se deriva de esta garantía
específica de igualdad y, por correlación, cuál es la obligación estatal y auto-
ritaria respectiva? Tal derecho estriba en exigir del Estado y de sus autorida-
des una estimación, un trato parejo para todos los hombres como tales; para
el individuo singular consistirá, por ende, en reclamar tal exigencia del Esta-
do y de sus autoridades, en una situación equivalente a la que guardan sus
semejantes, independientemente de cualquier género de condición accidental.

188 La prohibición constitucional a la que aludimos fue propuesta como adición al proyecto
del artículo 15 de la Constitución de 57 (igual al de nuestra Ley Suprema vigente), por don
Francisco Zarco, arguyendo que "tratados que se celebran con precipitación, y se discuten de la
misma suerte, suelen producir graves alteraciones en los derechos civiles y políticos de los ciuda-
danos de un país; por eso eminentes autores de derecho internacional recomiendan a los nego-
ciadores, que se abstengan de aceptar estipulaciones que modifiquen las leyes de la nación que
representan. Las grandes potencias tienden generalmente a influir en los negocios de los paises
débiles; las alianzas. los protectorados y las intervenciones, producen estos resultados. En virtud
de un tratado pueden. pues. perderse ciertos derechos políticos, o perderse otras libertades.
como la de comercio, la de tránsito. etc.''.
GARANTfAS DE IGUALDAD 267

Esta garantía específica de igualdad, que impone al Estado y a sus auto-


ridades la obligación negativa de no reputar a nadie como esclavo, sino
como persona jurídica, o sea, como sujeto capaz y susceptible de adquirir de-
rechos y contraer obligaciones, se extiende a todo hombre que habita el te-
rritorio nacional, abstracción hecha de su estado jurídico o fáctico particular.
Congruente con esta prescripción, el propio artículo 2 constitucional dispone
que todo hombre que haya sido esclavo en el extranjero, por el mero hecho
de entrar al territorio nacional, alcanza su libertad y la protección de las le-
yes. Sobre este particular, se presenta una cuestión que no deja de tener im-
portancia: ¿Para la adquisición de la libertad y protección legal, el sujeto que
haya sido esclavo en el extranjero debe entrar legalmente al país, de confor-
midad con la legislación migratoria y con la autorización de las autoridades
de la Secretaría de Gobernación, o bien, es suficiente que penetre al territo-
rio nacional sin reunir tales requisitos? Estimamos que el término "entre"
empleado en el artículo. 2 constitucional está utilizado en un sentido real.
Por ende, no hay necesidad de que el extranjero regularice su estancia en el
país, de acuerdo con la Ley General de Población, para que sea titular de la
garantía individual que consagra el mencionado precepto constitucional,
toda vez que esta última hipótesis se refiere más bien a la residencia o estancia
dentro de nuestro suelo y no al hecho de entrar o penetrar en él, que es la
condición que establece la Constitución para que un extranjero adquiera su
libertad y goce de la protección de las leyes de México.
Antecedentes hist6ricos de la esclaoitud. En los pueblos primitivos la esclavitud
era un fenómeno normal en su vida social y generalmente obedecía a moti-
vos de carácter bélico por virtud de los cuales los vencedores sometían a los
vencidos a su poder omnímodo, empleándolos en su servicio personal. Sin
embargo, no falta quien afirme, como Spencer, que la esclavitud era rara en
los pueblos cazadores, es decir, en los que se procuraban el sustento median-
te la caza, pues habiendo sido dichos pueblos generalmente nómadas, su ac-
tividad principal se desarrollaba indistintamente en diversos sitios o parajes
en los que, merced a una labor estrictamente personal, obtenían los elemen-
tos indispensables para la satisfacción de sus necesidades primarias, habien-
do sido inútiles los esclavos, máxime si se consideraba la facilidad de su
evasión por el recorrido constante que se tenía que realizar a través de gran-
des extensiones territoriales. No sucedía lo mismo con los pueblos sedenta-
rios que, por lo común, ya se dedicaban a la agricultura y a industrias
incipientes, y en los que, atendiendo a la permanencia en determinados lu-
gares, se facilitaba el trabajo personal que se encomendaba a los esclavos.
Igualmente, en los pueblos orientales, como la India y la China, así corno
en los del Medio Oriente, Egipto, Caldea y Babilonia, la esclavitud era una insti-
tución hondamente arraigada en la vida social, y que además de reconocer
como causas, motivos bélicos, obedecía a concepciones de tipo religioso. Así,
verbigracia, se ha afirmado que en la India la esclavitud surgió por el desti-
no divino que se deparó a determinada clase social, que era la de los sudra,
compuesta por individuos que se decía habían emanado de los pies de un gi-
gante primitivo llamado Purusha, según aparece en el himno XIX del libro X
del Rig-veda, el cual fue posteriormente reiterado por el C6digo de Manú, en
268 lA') GARAN-rtAS INDIVIDUALES

donde se encuentra la división de la sociedad hindú en cuatro castas, siendo


una de ellas la de los sudras o servidores, cuya obligación consistía en servir
a las demás.
Entre los pueblos he/mas también descubrimos la esclavitud, regulada por
diferentes libros sagrados, tales como el Levítico, el Génesis, el Exodo y el Deu-
teronomio, estableciéndose distintas modalidades a la situación del esclavo, la
cual no era tan ardua como en otros regímenes sociales primitivos y, ade-
más, asumía un carácter temporal, pues el individuo no podía permanecer
en estado de esclavitud por más de seis años, obligándose el amo, al libertar
al esclavo, a suministrarle algunos medios de sustento mientras consolidara
su estado de liberto.
Tampoco era desconocida la esclavitud en las diferentes ciudades griegas,
habiendo sido la causa general, que determinó dicho estado, la propia guerra,
que con frecuencia tenía por objeto obtener esclavos (dmóos), En casi todas
las polis, la sociedad estaba dividida en diversas clases, y así, en,Esparta, era la
de los ilotas a la que se conceptuaba reducida a la esclavitud. Esta llegó a ser
una importante materia de regulación por el derecho positivo. lo mismo que
en Romo, y cuyo estudio en realidad corresponde a la disciplina jurídica ci-
vil. 188 bis
Con el advenimiento del cristianismo se suavizó bastante la condición del
esclavo, y aunque la esclavitud no fue desgraciadamente abolida, merced a
sus enseñanzas, los postulados del Divino Maestro destruyeron la base de de-
sigualdad sobre la cual descansaba, al afirmar que todos los hombres estaban
colocados en la misma situación por la sola circunstancia de ser hijos de
Dios. Sin embargo, como a la esclavitud se la consideraba en la Edad Media
como una institución temporal y regulada en los diferentes pueblos por di-
versos ordenamientos positivos, el cristianismo, y en general la Iglesia, se
contrajeron a predicar un tratamiento generoso y humanitario en favor del
esclavo, cuya condición, sin embargo, no fue totalmente repudiada.
No fue sino ya muy entrada la Edad Moderna cuando en los diferentes
pueblos de Europa comenzó a observarse una tendencia abolicionista de
la esclavitud, subsistiendo, no obstante el inhumano y oprobioso comercio
de negros, quienes eran vendidos en los mercados públicos como si fue-
ran viles mercandas, desconociéndoles su condición de hombres. Inglaterra
y Francia fueron los países que a fines del siglo XVIlI y a principios del XIX
descollaron en ese tráfico execrable, que fue severamente condenado por la
Iglesia Católica, la cual, a través de León XIII y en la Encíclica In Plurimis,
declaró que la trata de negros contravenía de manera ostensible las leyes di-
vinas y humanas.
En México, como ya lo hemos hecho notar, en los pueblos precortesianos,
divididos en clases sociales, exisrfa también la condición de esclavo, aunque
no con los caracteres tan inhumanos con que se presentaba en Roma y en
otros países de la antigüedad. Durante la época colonial subsistió la esclavi-

188 bis En el pensamiento antiguo destacan las ideas de Séneca quien se mostró adversario
de la esclavitud, proclamando una especie de igualdad entre todos los hombres, en la que nadie
es amo ni siervo. (El Pensamiento Antiguo de Rodolfo Mondolfo, Tomo 11. pág. 191.
GARANTÍAS DE IGUAWAD 269

tud, de la cual estaban en casos generales expresamente excluidos los indios,


a quienes no sólo no se consideraba por el derecho neo-español como mate-
ria de propiedad, sino como objeto de cristianización, tal como lo dispuso en
su testamento la reina Isabel la Católica. Además, durante la Colonia, diver-
sas disposiciones reales pretendieron suavizar el tráfico de esclavos negros o,
al menos, impedir su abuso, al determinarse que éstos no deberían introdu-
cirse a las Indias sin licencia del rey, de la justicia y oficiales reales. (Leyes
de 21 de junio de 1595 y 17 de marzo de 1557, dadas por Felipe II, y que
aparecen compiladas en el título XVIII del libro VIII de la Recopilación de
Leyes de Indias.)
En cuanto a los indios, la tendencia que generalmente inspiró a la legislación neo-
espafiola, integrada por ordenanzas, cédulas reales y pragmáticas, se enfocó, según he-
mos dicho, hacia la exclusión de nuestros aborígenes de la esclavitud, sin que,
desafortunadamente, este infame e infamante estado haya sido abolido absolutamente.
Sobre este tópico es pertinente reproducir las palabras del doctor Silvio Zauala, quien
afirma: "La segunda Audiencia de México, nombrada en el afio de 1530, trajo. entre
otras instrucciones y cédulas reales, una que prohibía la esclavitud de los indios. Estaba
fechada en Madrid, el día dos de agosto de aquel afio; en su parte cxposiuva, el empe-
rador don Carlos y su madre doña Juana decían que, desde el principio del descubri-
miento de las islas y tierra firme del mar Océano hasta entonces, se permitió, si
algunos de los indios no querían admitir la predicación de la fe católica y resistían con
mano armada a los predicadores de ella, que se les hiciese guerra y los presos fuesen
esclavos de los españoles que los prendiesen.
'También se había dado licencia a los cristianos españoles para que pudiesen res-
catar y haber, de poder de los indios, los esclavos que éstos tenían, así tomados en las
guerras que entre si libraban, como hechos de acuerdo con sus leyes y costumbres.
"La codicia desenfrenada de los conquistadores y otras personas que procuraron
hacer guerra y cautivar a los indios, aunque estuviesen en paz, había causado gran
daño a la población de las Indias y a los naturales. que no hacian cosa alguna por don-
de mereciesen ser esclavos ni perder la libertad que de derecho natural tenían.
"visto en el Consejo de las Indias y consultado con el Emperador, fue acordado
para el remedio que, en adelante, hasta tanto que expresamente no se revocara o sus-
pendiera lo contenido en esta carta real, ninguna persona en tiempo de guerra, aun-
que justa y mandada hacer por la corona, fuese osada de cautivar a los indios ni
tenerlos por esclavos. Quedaban revocadas las licencias dadas anteriormente para
prender o cautivar indios.
"En cuanto al rescate de los esclavos que los indios tenían por tales, se prohibía
igualmente hacerlo en adelante...
"Esta cédula hería gravemente los intereses de los espafioles radicados en las In-
dias, y los cabildos y vecinos de Nueva España elevaron quejas clamorosas al Empera-
dor...
"La legislación de Indias era de naturaleza casuística, y así como los razonamien-
tos de los esclavistas impresionaron al rey y a su consejo cuando se expidió la cédula
de 1530, los argumentos presentados por los partidarios de la esclavitud dieron por
fruto que en Toledo, el 20 de febrero de 1534, CarlosV derogara la prohibición ante-
rior y autorizara de nuevo el cautiverio en guerra justa y el rescate de los indios escla-
vos, bajo ciertas reglas ...
"Habiendo considerado el Consejo de Indias una y otras razones, se resolvió y de-
cretó que en las guerras justas, hechas por mandato real o de las personas que tuvie-
ron poder para ello, los indios que se prendieran podían ser esclavos y contratarse
270 LAS GARANTÍAS INDMDUALES

como habidos en buena guerra, pero no habían de ser sacados a vender fuera de las
Indias. Las mujeres y los niños menores de 14 años no serian cautivados; servirían
como naborias en las casas y otras labores, como personas libres, recibiendo manteni-
miento y otras cosas necesarias.
"En lo tocante a los indios de rescate, se vería en los pueblos la matricula; serían
herrados los que resultaran legalmente esclavos, y se podrían rescatar y contratar, en
algunos casos aun sacándolos con destino a las islas y otras partes del continentc.T"
Por otra parte, en las postrimerías de la dominación española en Méxi-
co, las cédulas de 14 de abril de 1779 y de 25 de marzo de 180 I declararon
libre a todo individuo que entrase a España y sus dominios con el objeto de
recobrar su libertad. Es importante subrayar, además, como documentos
abolicionistas de la esclavitud, la proclama de don Miguel Hidalgo y Costilla
de 6 de diciembre de 1810; los "Elementos Constitucionales de don Ignacio
López de Rayón de 1811" (art, 24); la Constitución española de 1812 que
consideraba como españoles a "todos los hombres libres nacidos y avecinda-
dos en los dominios de las Españas, y los hijos de éstos" (art. 5); los "Sentí-
mientos de la Nación" de don José María Morelos de 14 de septiembre de
1813 (art, 15); la Constitución de Aparzíngán, que reputó como "ciudadanos
de América" a todos los nacidos en ella (art, 13); el Plan de Iguala de 24 de
febrero de 1821, que declaró que todos los habitantes de la Nueva España,
sin distinción alguna de los europeos, de africanos ni de indios, eran ciuda-
danos de la monarquía mexicana, con opción a todo 'empleo, según su méri-
to y virtudes; el "Reglamento Provisional Político del Imperio Mexicano" de
lO de enero de 1822, que consideró como mexicanos "a todos los habitantes
del imperio" sin distinción de origen (art. 7); el Decreto Congresional de 13
de julio de 1824, que abolió para siempre la esclavitud en México, prohi-
biendo el tráfico de esclavos y declarando que los individuos que en el ex-
tranjero hubiesen tenido esta condición, deberían quedar libres "con sólo el
hecho de pisar territorio mexicano"; los tratados entre México e Inglaterra
de 16 de diciembre de 1826, que sancionaron lo mismo; la ley de 15 de sep-
tiembre de 1829, expedida por don Vicente Guerrero, que, además de supri-
mir la esclavitud, reiterando así los documentos anteriores, puso a cargo del
erario la indemnización a favor de los muy pocos propietarios de esclavos
que existían; la ley de 5 de abril de 1837 que reafirmó la abolición de la es-
clavitud decretada en los ordenamientos que la precedieron; las Bases Orgá-
nicas de 1843, que en su artículo 9 establecieron que ninguno es esclavo en
territorio de la nación y que el que se introduzca quedará en clase de libre y
bajo la protección de las leyes; el Estatuto Orgánico Provisional de 15 de
mayo de 1856 expedido por don Ignacio Comonfort, que enfatizó que: "En
ningún punto de la República Mexicana se podrá establecer la esclavitud" y
que "los esclavos de otros países quedan en libertad por el hecho de pisar te-
rritorio de la nación".
La Constitución Federal de 1857, en su artículo 2, dispuso que "en la
República todos nacen libres. Los esclavos que pisen el territorio nacional

189 Irb1l.1'io di Vasco tU Quiwga. Págs. 11-15. Obra citada por Rubén Landa en su libro intitu-
lado Vasco de Quiroga. Págs. 60 y 61. Edición 1965.
GARANTlAs DE IGUALDAD 271

recobran. por ese solo hecho. su libertad. y tienen derecho a la protección de


las leyes". Este precepto difiere ligeramente en su redacción del artículo 2 de
nuestra Ley Fundamental vigente. mismo que. en sustitución del verbo "pisar".
emplea el de "entrar" que nos parece más acertado. pues tiene una acepción
más amplia y apropiada. comprendiendo el caso de penetración al mar terri-
torial que forma parte del territorio nacional en su implicación jurídica.
De la simple referencia a los documentos jurídico-políticos que suprimie-
ron en México la inhumana condición de esclavo. se advierte la invariable y
constante tendencia a establecer la garantía de igualdad de que tratamos.
Esta circunstancia coloca a nuestro país en una situación histórica de supe·
rioridad frente a los Estados Unidos de América. en que sólo hasta el año de
1865. y a través de la enmienda XIII que se introdujo a su Constitución. se
abolió la esclavitud. como consecuencia de la despiadada guerra civil de se-
cesión entre los Estados del norte y los sureños. que pugnaban por mantener
tan infame condición.!89 bis Debemos reconocer. además. que dicha supe-
rioridad no únicamente corresponde a México. sino a los países latinoarneri-
canos. los que coetáneamente a nuestro país. declararon en sus documentos
públicos respectivos la supresión de la esclavitud. en la época en que nacio-
nes europeas. como Francia e Inglaterra principalmente. se dedicaban al ig-
nominioso tráfico de esclavos.
Cabe concluir. por ende. que el segundo párrafo del artículo 1 constitu-
cional es trasunto de la tendencia humanista que siempre ha caracterizado al
constitucionalismo mexicano frente al infame tráfico de negros que varios paí-
ses. durante el siglo pasado. auspiciaban o toleraban. haciendo subsistir la es-
c1avitud.

IR9his Al comentar la situación del esclavo en diversos Estados integrantes de la Unión


Norteamericana antes de que se introdujese la citada enmienda XIII, el distinguido tratadista
francés, Eduardo lhoulayt, afirmaba: "Al mismo tiempo que tratan al esclavo como un bruto, no
pueden olvidar que tiene un alma que podría aspirar a la libertad; así es que no se limitan a
castigar al negro. sino que todas ellas tienden a anonadar su inteligencia, haciendo de él un ani-
mal tlmido y obediente.
"Si se encontraba un esclavo fuera de la colonia sin un permiso de su dueño, podía arres-
társele y castigársele en el acto, y si se resistía era permitido matarle. La razón de este rigor es
clara; el negro prófugo era un enemigo Común.
"Al recibirse una queja contra un esclavo, desde el hurto más insignificante hasta el asesina-
to, todo juez de paz debla arrestar al acusado y llevarlo ante un jurado, compuesto de algunos
propietarios de la vecindad. La ley ponía la vida del esclavo en manos de sus enemigos natura-
les, y bastaba la simple mayoría para aplicar la pena de muerte. Todo castigo menor quedaba a
arbitrio del jurado, el cual debla fijar la forma y la duración. En caso de muerte el mismo tribu-
nal debía señalar la clase de suplicio y podía proceder a la ejecución, con tal que se indemnizase
al propietario a expensas del público.
'Tal es el procedimiento sumario que aún hoy pone al esclavo en manos de sus verdugos.
De esta manera estos republicanos tan celosos de su libertad y tan envanecidos con su jurado
protegen la vida de un hombre y de un cristiano culpable tan sólo del color de su piel.
"Después de haber castigado el motín, era necesario prevenir el más extraño de los crtme-
nes, la fuga, es decir, el robo que el esclavo hacia de su propia persona, recobrando la libertad
que Dios le había dado. La muerte para el esclavo que intentaba abandonar la provincia, y la
misma pena para el cómplice que le ayudaba en su fuga.
272 LAS GARANTÍAS INDMDUALES

Las prohibiciones que e! precepto citado involucra deben conservarse


como principios que expresan dicha tradición a pesar de que en la actuali-
dad hayan dejado de ser operantes, pues hoy en día en ningún país de!
mundo existe la situación de esclavo.
Sin embargo, aunque ya no exista la esclavitud ni haya esclavos en e!
sentido ortodoxo del concepto y de la palabra, e! hombre desafortunadamen-
te se encuentra muchas veces en verdaderos estados de servidumbre de carácter
económico o político. Por consiguiente, estimamos que para actualizar dicho ar-
tículo segundo constitucional, se deben agregar dos párrafos a su texto vi-
gente al través de los cuales se declarara que en México no deberá existir la
mencionada servidumbre. Tales párrafos podrían estar concebidos en los si-
guientes términos:
En la República Mexicana tampoco habrá servidumbre econ6mica ni polftica.
'Todo hombre tendrá derecho a la protección de las leyes en materia de trabajo
en los términos que éstas dispongan y todo ciudadano mexicano podrá ejercitar libre-
mente sus derechos políticos y cumplir las obligaciones correlativas para con el Estado
que establecen esta Constitución y las leyes que de ella emanen.

c) Párrafo Tercero
También el 14 de agosto de 2001 se publicó una adición al artículo l°
constitucional que dispone: "Q;u1ÚL prohibida toda diJcriminación motioada por

'Todo esclavo que desaparecía durante veinte días por la primera vez, era pública y severa-
mente azotado. Si el dueño no aplicaba el castigo. cualquier juez de paz podía hacerlo a costa
de aquél.
"En caso de reincidencia, el fugitivo era marcado en el carrillo derecho con una R, pudien-
do todo juez de paz ordenar la marca. De lo contrario, el dueño incurría en una multa de diez
libras esterlinas. En la tercera ofensa, el esclavo perdía una oreja, y la cuarta era castrado. Todo
señor que dejaba pasar más de veinte días sin aplicar estos crueles castigos, perdía la propiedad
del esclavo, que correspondía a cualquiera que lo denunciase dentro de seis meses.
"Al simple aviso de la presencia de un negro cimarrón, todo oficial de la fuerza pública de-
bía en el acto perseguirlo, presentándolo vivo o muerto mediante una recompensa de dos a cua-
tro libras. El que era herido en una de estas expediciones. recibía una indemnización pública;
de suerte que se consideraba al fugitivo como una bestia salvaje de que era preciso librar a la
comunidad.
"Aún cuando no se temiese la resistencia o la fuga, la ley tomaba sus precauciones contra
todo lo que pudiera despertar en el corazón de estos desgraciados, sentimientos de humanidad.
La Ley de la Carolina. más cruel que la ley romana, prohibía al esclavo el peculio. No le era
permitido sembrar para él: trigo. ni arroz, ni poseer animales domésticos. Más severa todavía
.una acta de 1740, declaraba que los esclavos y sus descendientes permanecieran perpetuamente
en servidumbre. No sólo se quitaba toda esperanza al negro, sino que se privaba al señor del
derecho de manumitir aún a los hijos que hubiera tenido de alguna esclava. Esta disposición fue
admitida más tarde por una ley de Georgia. Hoy para manumitir se necesita autorización públi-
ca. Ahora, como según la ley, la nacencia de este rebaño humano pertenecía al propietario de la
madre, se llegaba gradualmente a este resultado por la unión de blancos y de las mulatas: que
había esclavos, cuya sangre era tan pura como la de sus mismos señores. IQué espectáculo más
triste que la venta pública de mujeres tan blancas como las criollas y esclavas; sin embargo. en
un país cristiano y civilizado!" (Historia tU los Estados Unidos. Tomo L Págs. 247 y 248. Traduc-
ción de don Manuel Dublán, 1870.)
GARA:\'TÍAS DE IGUALDAD 273

origen étnico o nacional, el género, la edad, las capacidades diferentes, 189 e la condi-
ci6n social, las condiciones de salud, la religi6n, las opiniones, las preferencias, el es-
tado civil o cualquier otra que atente contra la dignidad humana y tenga por objeto
anular o menoscabar los derechos y libertades de las personas". Esta adición C01TO-
bora pormenorizadamente las garantías de igualdad cuyo concepto hemos
definido con antelación.ls9 d

B. Artículo 2 constitucional
Este precepto, por virtud de la reforma publicada el 14 de agosto de 2001,
ya no se refiere a la prohibición de la esclavitud sino a los pueblos indígenas,
cuya normatividad es prolija y abarca varios aspectos de su vida, cultura,
costumbres, lengua y otras modalidades. En el Apéndice VII de esta obra re-
producimos tal normatividad. Su evaluación requiere profundos estudios so-
bre diferentes materias concernientes a los citados pueblos. Tales estudios
rebasarían el contenido de la presente obra. debiéndose realizar en una mo-
nografía especializada.

C. Artículo 4 constitucional
Tradicionalmente, desde que se expidió la Constitución Federal de
1917, este precepto había consagrado la libertad de trabajo y conforme a
este contenido lo analizamos en ediciones anteriores de la presente obra.
Por Decreto Congresional de 27 de diciembre de 1974, publicado en el Dia-
rio Oficial de la Federación correspondiente al día 31 del mismo mes y año,
el artículo 4 constitucional dejó de referirse a dicha libertad para instituir la
"igualdad jurídica entre el hombre y la mujer", habiéndose desplazado las nor-
mas relativas a la citada libertad, al artículo 5 de nuestra Ley Fundamental,
que examinaremos posteriormente.
El artículo 4 de la Constitución, según quedó concebido por el mencionado de-
creto, establece lo siguiente: "El varón y la mujer son iguales ante la ley. Ésta protege-
rá la organización y el desarrollo de la familia."
"Toda persona tiene derecho" decidir de manera libre. responsable e informada sobre el
nlÍmero y el espaciamiento de sus hijos."

De Tet
n Int a ::¡K,,::I¡¡lll¡¡¡¡:,"I.'",'
R).. e _~ eh <lpa':l e.s
IR9d La discriminación está tipificada como delito en el artículo 206 del Código Penal
del Distrito Federal cuyo texto es el siguiente: "Se impondrán de uno a tres años de prisión y
de cincuenta a doscientos días multa al que. por razón de edad. sexo, embarazo, estado civil.
raza. procedencia étnica, idioma, religión, ideología, orientación sexual, color de piel,
nacionalidad, origen o posición social. trabajo o salud: I. Provoque o incite alodio o a la
violencia; 11. Veje o excluya a alguna persona o gmpo de personas; o IIl. Nigue o restrinja
derechos laborales. Al servidor público que niegue o retarde a una pesona un trámite. servicio
o prestación al que tenga derecho, se le aumentará en una mitad la pena prevista en primer
párrafo del presente artículo. y además se le impondrá destitución e inhabilitación para el
desempeño de cualquier cargo, empleo o comisión públicos, por el mismo lapso de la privación
de la libertad impuesta. Este delito se perseguirá por querella.
274 lAS GARANlÍAS INDIVIDUALES

La disposición constitucional transcrita es justificadamente criticable por


diferentes razones que vamos a exponer a continuación:
a) La igualdad jurídica entre el hombre y la mujer ha existido en Méxi-
co desde hace varios lustros, por lo que su proclamación en la Ley Funda-
mental de la República resultó innecesaria. En efecto, desde el -punto de vista
civil. político, administrativo y cultural, la mujer ha tenido los mismos derechos
y obligaciones que el varón, bastando la simple lectura de diferentes ordena-
mientos concernientes a dichas materias para corroborar este aserto. En lo
que concierne a la materia laboral y penal, la legislación respectiva ha sido
protectora de la situación de la mujer en su carácter de trabajadora y de víc-
tima de los delitos llamados sexuales, tales como el estupro, la violación y el
rapto. Esa protección jurídica se ha implantado tomando en cuenta las dife-
rencias naturales de carácter sico-somático entre el varón y la mujer y las
cuales jamás deben ser desatendidas por el orden jurídico, que, por otra
parte, nunca puede variarlas ni eliminarlas.
Así, verbigracia. las condiciones físicas de la mujer como trabajadora que desem-
peña principalmente labores materiales, no le permiten la realización de tareas en las
que se requiere la fuerza y la destreza varoniles y una determinada capacidad de resis-
tencia para desplegarlas. Además, la mujer, durante cierto periodo del embarazo,
debe ser relevada del trabajo que desempeñe, mientras no se verifique el alumbra-
miento, relevación que también opera durante algún lapso prudente posterior a este
fenómeno natural. Por ello, tanto el artículo 123 constitucional como la Ley Federal
del Trabajo, consignan las garantías adecuadas para la protección femenina en las si-
tuaciones anteriormente apuntadas. De acatarse absolutamente la decantada "igualdad
jurídica" entre el hombre y la mujer, lógicamente se tendría que desembocar en cual-
quiera de estos dos extremos absurdos: o se protege al varón en los mismos casos se-
ñalados, lo que sería francamente inconcebible y descabellado, o se dejaría a la mujer
sin la referida protección, lo que se antoja injusto.
Desde el punto de vista penal, sería grotesco y ridículo que el varón pudiese ser
víctima del delito de estupro o que la mujer fuera agente del delito de rapto, de don-
de se colige que nunca puede existir ninguna igualdad jurídica absoluta e inexcepcional entre
ambos sexos por su diversidad natural sico-somátíca.
La declaración dogmática que contiene el artículo 4 constitucional en el
sentido de que el varón y la mujer "son iguales ante la ley", es contraria a la
condición natural de las personas pertenecientes a ambos sexos, pues como
se acaba de demostrar, la igualdad legal absoluta entre ellas no puede jamás
existir.
Por otra parte, lo innecesario de dicha declaración también se deduce
de la circunstancia de que tanto la mujer COllW el varón, en su carácter de gober-
nados, son titulares de las mismas garantías que consagra la Constitución, destacán-
dose entre ellas las de seguridad jurídica, como son las de audiencia y de
legalidad, que imparten su tutela a todas las materias susceptibles de nor-
marse por el Derecho.
b) La prescripción de que "Toda persona tiene derecho a decidir de ma-
nera libre, responsable e informada sobre el número y el espaciamiento de
sus hijos" merece también algunos importantes comentarios. El ejercicio
de ese derecho, es decir, la decisión que comprende, se desempeña de co-
1l1Ún acuerdo entre el varón y la mujer. Por ende, tal derecho no se desplie-
ga frente a ningún acto de autoridad, o sea, ningún órgano del Estado es,
GARANTiAS DE IG UALDAD 275

en puridad lógico-jurídica, el titular de la obligación correlativa. En efecto.


ya hemos afirmado que las garantías individuales entrañan en su motivación
y teleología diques, frenos o valladares que la Constitución opone al poder
público del Estado para asegurar una esfera en favor de todo gobernado
dentro de la que éste pueda actuar libremente. La mera repetición normati-
va de-lo que el hombre y la mujer puedan hacer desde el punto de vista flsi-
co y mental, no representa ninguna garantía en puridad jurídica. La
Constitución, en lo que atañe al régimen de garantías individuales que insti-
tuye no debe prescribir, como no prescribe, lo que los gobernados pueden
hacer, sino lo que las autoridades estatales no deben hacer o dejar de hacer
en su detrimento. Creemos, por consiguiente. que al redactarse el segundo
párrafo del artículo 4 constitucional que comentamos, no se tomó en cuenta
la implicación esencial de la garantía individual, por lo que indebidamente
se incluyó tal párrafo en el título correspondiente de nuestra Ley Suprema.
Si se hubiese advertido la naturaleza jurídica de las garantías del gobernado,
el texto del multicitado párrafo se habría concebido en los siguientes térrni-
nos: "No se podrá impedir a nadie el derecho a decidir de manera libre, responsa-
ble e informada sobre el número y espaciamiento de los hijos." Esta redacción. en el
supuesto no admitido de que los actos determinativos de dicho número y es-
paciamiento pudiesen ser materia legislable, hubiese adecuado, al menos
terminológicamente, el propósito de quienes alentaron el segundo párrafo
del actual artículo 4 constitucional, dentro del contexto de las garantías
individuales. 100
Prescindiendo de la redacción que debió darse a dicho segundo párrafo,
éste, en substancia, proclama la libertad de procreacián, imponiendo simultá-
neamente a los órganos del Estado la obligación pasiva de no determinar.
por ningún acto de autoridad. el número de hijos que desee tener la pareja
humana. La disposición que comentamos es la base constitucional de lo que
se llama planeacián familiar, la cual de ninguna manera entraña el desconoci-
miento de la aludida libertad. sino una política de persuasión que se debe
implantar y desarrollar legislativa y administrativamente por el Estado ten-
diente a infundir en el varón y la mujer una conciencia de responsabilidad
en cuanto a la procreación de los hijos con el objeto primordial de controlar
el crecimiento demográfico que tan graves problemas sociales, económicos,

190 Según Miguel Mora Bravo, el texto del multicitado segundo párrafo se inspiró en la
Declaración de los Jefes de Estado fechada el 10 de diciembre de 1966, así como en los acuer-
dos tomados en la Conferencia sobre Derechos Humanos celebrada en la ciudad de Teherán, al
verificar su sesión plenaria el 12 de mayo de 1968. Tales acuerdos fueron ratificados por resclu-
dón de la Organización de Naciones Unidas de diciembre de 1968. (Cfr.: "Control de la Natali-
dad y Plantación Familiar",) Debemos hacer notar, por otra parte, que con mucha anterioridad el
jesuita Tomás Sánche% en su obra "De Sancto Matrimonio", disculpó a los casados de la abstención
de tener hijos en el supuesto de que no pudieren subvenir a sus necesidades, al afirmar que
"cuando se teme que las facultades de los casados no alcancen a mantener un nuevo hijo, cuan-
do ya tienen varios a quienes será preciso desatender por el nuevo, es lfcito negarse a la soJu-
ción de la deuda matrimonial" (citado por don BiasJos! Gutibrt% en su importante obra ''Código
de la Reforma". Tomo 11, tercera parte, pág. 18).
276 lAS GARANTIAs INOMOUALES

sanitarios y ecológicos provoca"'''" y euyo estudio y pretendida solución han


originado diversos eventos de carácter internacional en los que nuestro país
ha participado. "",
e) Por iniciativa presidencial de 28 de noviembre de 1979 se agregó
un tercer párrafo al artículo 4° constitucional concebido en los siguientes
términos:
"Es deber de los padres preseruar el derecho de los menores a la satisfacción de sus musida-
des y a la salud fisUa y mental. La ley determinará los apoyos a la proteccifm de los menores. a
cargo de los mstiiucíones públials."I90d
Esta disposición consigna meras declaraciones cuya operatividad prác-
tica depende de la legislación secundaria que establezca la manera de
cumplir las obligaciones en favor de los menores a cargo de los padres y
de las instituciones especializadas. así como las sanciones que se pueden
imponer por su incumplimiento y por referirse a los derechos de los meno-
res, sí justifica su ranga constitucional camo declaración dogmática de carácter
social. La protección del menor ha sido la motivación y la teleología de
varios ordenamientos secundarios en cuanto a su situación civil. penal, edu-
cacional y laboral. por lo que, para revestirla con mayor fuerza y respetabili-
dad. se elevó al rango mencionado. Es más, en la exposición de motivos de
la iniciativa presidencial. origen de la declaración mencionada, se aducen di-
versos precedentes internacionales en que se determinó tutelar a los menores
jurídicamente.
En efecto, la aludida exposición de motivos sostiene que: "Ante la panorámica del
nacimiento y evolución de las garantías sociales en nuestro país. es de destacarse que el
artículo 4° constitucional está exigiendo que se le complemente con el señalamiento
del deber de los padres para preservar los derechos del menor y la protección subsi-
diaria que al mismo propósito presten las instituciones públicas. Ello debe ser así,
aceptando las declaraciones de carácter internacional que se han sucedido y que ha he-
cho propias el Estado Mexicano. En efecto, en 1924 la Sociedad de las Naciones se re-
firi6 a la necesidad de atender al ser más indefenso de la sociedad, como lo es el niño.
consideración nuevamente adoptada por la Organización de las Naciones Unidas al
proclamar el 20 de noviembre de 1959, su Declaración sobre los Derechos del Niño.
Después, a cerca de 20 años de distancia, y con el interés de subrayar los alcances de

190 bis Del mismo parecer es el doctor Alfonso Noríega al afirmar que "El precepto constitu-
cional contenido en el segundo párrafo del artículo 4°, en mi opinión, tiene el carácter doble de
crear un derecho individual en favor de las personas al reconocerles el derecho a planear su fa-
milia y, con ello, ponerlas a cubierto de cualquier acción del Estado que pretendiera imponer
un control coactivo de la natalidad, y, al mismo tiempo, crear un derecho social que impone al
poder público, además del respeto a la libertad de las personas, la obligación de otorgar a los
particulares prestaciones positivas de información, educación y servidos. Señala, con precisión,
el sentido y la finalidad de la política en materia de población del Estado Mexicano." (Prólogo
de la obra "El Derecho a la Plantación Familiar" de MIGUEL MORA BRAVO. Edición 1984.)
190c Cfr. op. cu.
190 d Este párrafo se convirtió en el quimo de dicho precepto por adiciones posteriores
que al articulo 4° constitucional se introdujeron y a las ~ales aludiremos.
GARANTIAs DE rGUALDAD 277

aquella Declaración, el 5 de agosto de 1976 la Asamblea General de las Naciones Uni-


das instituyó el de 1979 como el Año Internacional del Niño, y se solicitó a los países
miembros que revisaran las acciones internas, la estrategia establecida y las disposicio-
nes legales existentes, a fin de procurar nuevos programas a beneficio de la niñez, bus-
cando su mayor bienestar,"
"Atendiendo a la citada solicitud, se integró en México. con representantes de di-
versas Secretarías de Estado y de varias Instituciones Públicas y Privadas, la Comisión
Nacional para el Año Internacional del Niño, misma que surgió al Ejecutivo de mi car-
go el proyecto de adición al artículo 4° constitucional, que no he tenido inconveniente
en considerar para presentar esta iniciativa ante ese H. Congreso de la Unión, a fin de
lograr un franco progreso legislativo."
Esta noble tendencia cristalizó en la adición de los párrafos que transcri-
bimos al articulo 4 constitucional. "Los niños y las niñas tienen derecho a la satis-
faccüm de sus necesidades de alimentación, salud, educacum y sano esparcimiento
para su desarrollo integral.
"Los ascendientes, tutores y custodios tienen el deber de preservar estos derechos. El Estado
proveerá lo necesario para propiciar el respeto a la dignidad de la niñez y el ejercicio pleno de
susderechos.
"El Estado otargará facilidades a los particulares para que coadyuven al cumplimiento de
los derechos de la niñez."
d) El mismo articulo 4° constitucional contiene, además, la declaración
de que 'Toda familia tiene derecho a disfrutar de vivienda. digna Y decorosa", previ-
niendo que será la ley secundaria la que establezca "los instrumentos O apo-
yos necesarios a fin de alcanzar tal objetivo".
El derecho subjetivo que proclama tal declaración está subordinado, en
cuanto a su goce y ejercicio, a las condiciones económicas y sociales que per-
mitan su efectividad práctica, ya que sin ellas tal derecho se antoja onírico o
quimérico. A mayor abundamiento, la obligación correlativa a tal derecho es-
tará a cargo del Estado o de las entidades paraestatales que la legislación or-
dinaria determine, por lo que la declaración constitucional que comentamos
no deja de ser un mero sano propósito para mejorar los niveles de vida de
las grandes mayorías que integran la población mexicana.
e) Análogas consideraciones pueden formularse en lo que atañe a la de-
claración de que 'Toda persona tiene derecho a la protección de la salud", ya que
también el goce y ejercicio de este derecho subjetivo depende de las "bases y
modalidades para el acceso a los servicios de salud" que la legislación secun-
daria defina, tal como se indica en la misma disposición constitucional que
comentamos. 100 e

190 e El llamado "derecho a la protección de la salud" fue incorporado al artículo 4° de la


Constitución mediante Decreto publicado en el Diario Oficial de la Federación correspondiente
al 13 de febrero de 1983. La gestación parlamentaria de la iniciativa correspondiente. así como
las de los párrafosanteriores del artículo 4° constitucional se pueden consultar en la obra de MI-
GUEL MORA BRAVO. "El Derecño a la Pianeadlm Familiar"; así como en el libro de MIGUEL CARBo.
NELL titulado "Los Derechos Fundamentales en Mi.uo" (Págs. 813 a 936).
278 lAS GARANliAs INDIVIDUALES

j) T()(ÚL persona tiene derecho a un medio ambiente adecuado para su desarrollo


y bienestar. Este derecho es individual y grupal. Su protección está prevista en
la legislación ambiental integrada por diversos ordenamientos tales como la
Ley General del Equilibrio Ecológico y In. Protección al Ambiente y la Ley Forestal,
entre otros. Su estudio rebasaría el contenido de la presente obra, por lo que
nos contraemos a remitirnos a sus disposiciones.

D. Articulo 12 constitucional
Este precepto consigna otra garantía específica de igualdad al disponer
que "en los Estados Unidos Mexicanos no se concederán títulos de nobleza,
ni prerrogativas y honores hereditarios, ni se dará efecto alguno a los otor-
gados por cualquier otro país".
La prevención constitucional transcrita implica la negación de la diferen-
cia entre los individuos integrantes de la población mexicana preveniente
de una artificiosa jerarquía social. En México, en atención a tal precepto de
nuestra Ley Fundamental, ninguno es noble ni plebeyo; todos los hombres
están colocados en una situación de igualdad social. Todo individuo, como
persona humana, tiene los mismos derechos y la misma capacidad jurídica.
En la vida social, dentro de los usos y convencionalismos sociales, no existen
en nuestro país privilegios y prerrogativas para un grupo. Todo hombre, hu-
milde o potentado, es susceptible de ser objeto del mismo trato social. Por
tal motivo, el artículo 12, al prohibir la concesión del título de nobleza, táci-
tamente proscribe las prerrogativas y privilegios de que gozaban en otros
tiempos los individuos pertenecientes a un grupo social favorecido. Para el
orden jurídico mexicano todos los hombres son personas, colocadas en una
situación de igualdad como tales, es decir, todos los individuos, desde el
punto de vista de la personalidad humana, merecen el mismo trato, tanto en
las relaciones sociales propiamente dichas como ante las autoridades estata-
les. La ausencia de distinciones entre los individuos, proveniente de la prohi-
bición constitucional de conceder títulos de nobleza, prerrogativas y honores
hereditarios, en realidad establece la igualdad entre los hombres desde el
punto de vista eminentemente humano, esto es, con independencia de su po-
sición social. religiosa, económica, etc. La proscripción de la jerarquía social.
consiste en la existencia de dos o más capas dentro de la sociedad compues-
ta por sujetos pertenecientes a distinto origen desde el punto de vista estric-
tamente humano, es un fenómeno observado en los regímenes democráticos.
los cuales desde la Revolución francesa descartaron toda distinción entre no-
bles y plebeyos.
Antes de esta revolución, uno de cuyos postulados básicos fue la igualdad
humana. la sociedad estaba dividida en capas sociales desde el punto de vista
puramente humano. Independientemente de su posición económica. intelec-
tual. etc.• todo sujeto. por razón misma de su nacimiento. debía pertenecer a
cualquiera de esas categorías sociales: a la nobleza, a la púbe ("pueblo" en sen-
tido despectivo) o a la clase media, la cual se fue gestando entre las dos pri-
GARANTÍAS DE IGUALDAD 279

meras por causas y fenómenos propiamente económicos. La aparición o sur-


gimiento de la nobleza ruvo lugar, en sus orígenes, por la voluntad real. sub-
sistiendo y renovándose posteriormente por la transmisión hereditaria. En
efecto, por hazañas meritorias o por cualquier otro hecho digno de encomio,
el individuo generalmente era premiado por el monarca mediante la conce-
sión de un título que permanentemente indicara su gloria. En un principio,
pues, el título nobiliario presentaba el aspecto de una recompensa, de un ga-
lardón, en reconocimiento de obras de mérito. Sin embargo, dicho título era
transmisible por herencia a los descendientes del prócer mereciéndolo éstos
o no. Fue así como los títulos de nobleza dejaron de ser testimonio de re-
compensa por obras elogiables, para convertirse en elementos que denota-
ban una mera posición social creada por sucesivas transmisiones hereditarias.
De esta manera frecuentemente se daba el caso de que el poseedor de un tí-
tulo nobiliario era el menos noble de los mortales, el más protervo, deprava.
do y vil, sujeto, no obstante, de toda clase de privilegios y prerrogativas que
a su vez transmitía a sus descendíentes.iwr Como protesta racional contra la
existencia de la nobleza, y en vista de que lógicamente no había ningún mo-
tivo para considerar a un individuo noble y a otro no por el solo hecho de
tener padres diferentes, casi todos los pensadores que precedieron ideológi-
camente a la Revolución francesa proclamaron la igualdad humana. Los or-
denamientos jurídicos que se derivan de ese gran acontecimiento histórico
consideraron a todo hombre igual fren te a sus semejantes, frente a las auto-
ridades y frente a la ley. Por ende, la garantía individual que consagra el
artículo 12 constitucional implica la obligación para el Estado y sus autorida-
des de reputar a todo sujeto, en cuanto hombre, situado en la misma posi-
ción que los demás, sin que sea dable otorgar prerrogativas ni privilegios a
unos en detrimento de otros, o viceversa.
Claro está que la prohibición constitucional de conceder títulos de no-
bleza, honores y prerrogativas hereditarias a un individuo, no excluye la
posibilidad de que a un sujeto se le recompense por obras meritorias reali-
zadas, mediante el otorgamiento de menciones honoríficas de diversa ín-
dole. Lo que prohíbe la Constitución es que se haga distinción entre
grupos sociales o entre individuos de diferente origen social, y que esa dis-
tinción se prolongue a una descendencia indefinida; los títulos de nobleza,
prerrogativas y honores que no permite el artículo 12 constitucional son
aquellos que se atribuyen a un grupo social,.esto es, a una serie indeterminada
de individuos de análogo origen o extracción social. Por el contrario, los tiru-

190f Según relata don Arlemio tÚ Vallt Ariz.pt. don Victoriano Salado AlvaTt% emite esta opi-
nión de la llamada "nobleza mexicana"; ..... si bien creo en muchas cosas por la fe, no he podido
encontrar manera de creer por la fe en la nobleza mexicana. Prescindamos de si la nobleza es
buena o maja, justa o injusta; no quiero meterme en tales reconditeces, porque difícilmente sa-
boa salir de ellas. Pongámonos sólo en el caso de la nobleza mexicana. que es lo que niego, y
veamos cómo es un ente de sin razón que han inventado los vanidosos" (Cita en la obra La Gíu-
r4 Rodrigun. pág. 275).
LAS GARANTIAS INDIVIDUALES
280

los u honores que se confieren a- un individuo con carácter exdusiuamente


personal, esto es, sin susceptibilidad de transmisi6n a sus descendientes, y
cuyo otorgamiento obedezca a una obra meritoria, no están en manera al-
guna prohibidos por la Constitución. Tan es así, que el artículo 12 de la
Constitución de 57 contenía una prevención (que desgraciadamente por
omisión inexplicable no la incluye la Constitución vigente) en el sentido
de que "Sólo el pueblo legítimamente representado puede decretar recomo
pensas en honor de los que hayan prestado o prestaran servicios eminentes
a la patria o a la humanidad". Por otra parte, la posesión de un título
honorifico, en los términos acabados de indicar, no destruye la garantía
específica de igualdad que consagra el artículo 12 constitucional, puesto
que no reporta para su titular ningún privilcgío o prerrogativa frente a sus
semejantes, a la ley o a las autoridades, sino sólo implica un timbre de
gloria o galardón como testimonio de la realización de una obra meritoria.
El desconocimiento de los títulos de nobleza, de las prerrogativas y hono-
res hereditarios ha sido en nuestra historia constitucional la consecuencia
inherente al principio de igualdad ante la ley proclamado en casi todos los
documentos juridicos públicos de México. Así, en los "Elementos Consti-
tucionales de Rayón", de agosto de 1811 Y en "Los Sentimientos de la Na-
ción", de Morclos, de 14 de septiembre de 1813, se proscribió "toda clase
de linaje" y toda "distinción de castas" (arts. 15 Y 25, respectivamente).
De manera expresa, en la Constitución de Apatzingán de 22 de octubre de
1814 se declaró que "ningún ciudadano podrá obtener más ventajas que
las que haya merecido por servicios hechos al Estado" y que "Éstos no son
títulos comunicables ni hereditarios ... " (art. 25); el decreto de 2 de mayo
de 1826, que declaró extinguidos "para siempre los títulos de conde, mar-
qués, caballero y todos los de igual naturaleza, cualquiera que sea su origen",
habiendo ordenado que se destruyeran "por los dueños de edificios, coches
y otros muebles de uso público, los escudos de armas y demás signos que
recuerden la antigua dependencia o enlace de esta América con España; el
Estatuto Orgánico Provisional de la República Mexicana, de 15 de mayo
de 1856, prohibió los empleos y los cargos vendibles, hereditarios y los tí-
tulos nobiliarios (art. 76); el Proyecto de Constitución Federal de 1857,
elaborado en 16 de junio de 1856 por la comisión respectiva encabezada
por don Ponciano Arriaga, León Guzmán y José Maria Mata, entre otros,
consideraba en su artículo 2, antecedente inmediato del artículo 12 de di-
cha Constitución, iguales en derechos a todos los habitantes de la República,
sin distinción de clases ni de origen, declaración que fue aprobada unánime-
mente por los ochenta y siete diputados presentes en el Congreso Constituyente.
La comparación entre el artículo 12 de la Constitución de 57 y el ro-
rrespondiente a la Constitución de 17, nos inducen a algunas someras re-
flexiones. En aquélla, la declaración prohibitiva de títulos de nobleza, pre-
rrogativas u honores hereditarios era más categórica que en ésta, al haber
establecido que en México "no existen ni ~ reconocen". En cambio, el ar-
tículo 12 constitucional vigente simplemente veda la concesión futura de
GARANTiAS DE IGUALDAD 281

dichos títulos, prerrogativas y honores hereditarios, negando eficacia total


a los otorgados en el extranjero. Interpretando estrictamente el precepto
actual, se llega a la conclusión de que los títulos de nobleza, prerrogativas
y honores hereditarios concedidos en la República Mexicana con anteriori-
dad, no deben ser desconocidos ni ineficaces. Sin embargo, esta conclusión
sólo tiene validez aparente por derivarse de una inapropiada fórmula pre-
ceptiva, menos clara y enfática que la utilizada en el articulo 12 de la
Constitución de 57, pues la tendencia invariable y precisa de ambos orde-
namientos supremos en esta materia, auspiciada por la tradición jurídica de
nuestro país, se ha enf~cado siempre hacia el establecimiento de la igual-
dad a través de la prohibición de dichos títulos, prerrogativas y honores.

E. Articulo 13 constitucional
Este precepto contiene varias garantías específicas de igualdad, que son:
a) la de que nadie puede ser juzgado por leyes privativas; b) la de que
nadie puede ser juzgado por tribunales especiales; c) la de que ninguna
persona o corporación puede tener fuero; d) la de que ninl!una bersona o
corporación puede gozar de más emolumentos que los que sean compensa-
ción de servicios PÚblicos y estén fijados por la ley.
a) Para delimitar el alcance de la primera de las garantías de igual-
dad que comprende el artículo 13 constitucional, hay que precisar el con-
cepto fundamental que se emplea en su redacción: el de leyes privativas.
¿Qué es una ley privativa? Toda disposición legal desde el punto de vista
material, es un acto jurídico creador, modificativo, extintivo o regulador
de situaciones juridicas abstractas, esto es, impersonales y generales. Por
ende, el acto jurídico legislativo establece normas que crean, modifican,
extinguen o regulan de cualquier otro modo estados generales, impersonales,
es decir, sin contraerse a una persona moral o física particularmente con-
siderada o a un número determinado de individuos. Las características de
la ley son, pues, la abstracción, la generalidad y la impersonalidad o inde-
terminación individual o particular.
La doctrina ha caracterizado a la ley con los atributos que se acaban de
indicar. ASÍ, Duguit sostiene que: "La leyes una disposición establecida por-
vía general. Queremos decir con esto, que la ley constituye en sí misma una
disposición que no desaparece después de su aplicación a un caso previsto y
determinado previamente, sino que sobrevive a esta aplicación y que sigue
aplicándose mientras no se derogue, a todos los casos idénticos al previsto. Este
carácter de generalidad subsiste aun cuando de hecho no se aplique la ley más
que una sola vez. La disposición dictada por vía individual se establece, en cam-
bio, en atención a un caso determinado exclusivamente. Una vez apncada, desapa-
rece la ley, puesto que el propósito especial, concreto, exclusivo, para el cual se
dictara, se ha realizado o se ha logrado ya. La disposición de la ley dictada con
carácter general sobrevive a su aplicación a una o muchas especies determinadas.
Por ser general es, asimismo, abstracta; con lo que se da a entender, que al die-
tarse, no se tiene en cuenta especie. oJ>ersona alguna. La disposición por vía indi-
282 LAS GARANriAS INDIVIDUALES

vidual y concreta no es una ley en sentido material; será una ley en sentido formal
si emana del árgano legislativo. Desde el punto de vista material puede ser,
según las circunstancias, un acto administrativo o un acto jurisdiccicnal.vt'"
Por su parte, Kelsen sostiene que: "En la función legislativa, el Estado esta-
blece reglas generales, abstractas; en la jurisdicción y en la administración, desplie-
ga una actividad individualizada, resuelve directamente tareas concretas; tales son
las respectivas nociones más generales. De este modo, el concepto de legislación
se identifica con los de 'producción', 'creación' o 'posición' de derechos." 1112 •

Las earacterisucas" esenciales de" toda ley que hemos mencionado se han- pro-
clamado por la doctrina general del Derecho desde la Roma antigua. Así, los
jurisconsultos Marciano, Ulpiano y Papiniano, entre otros, sostienen que la ley
debe regir para todos, o sea, que debe responder al elemento universalidad (u ti
universi) y no para determinada persona o ciertos grupos de personas en número
limitado (uti singuli).1f.l2 hi!l
Ahora bien, puede suceder que una Horma legal cree, extinga, modifi-
que o de cualquiera otra manera regule _u_na situación abstracta determina-
da. Tal es e! caso de las llamadas leyes especiales. Éstas son, en efecto, con-
juntos dispositivos que se refieren a un estado jurídico determinado; normas
que crean, extinguen, modifican o regulan una posición general determi-
nada en la que las personas pueden estar colocadas. Por ejemplo, legisla-
ciones especiales son: e! Código de Comercio, la Ley de Sociedades Mercan-
tiles, la Ley de Instituciones de Fianzas, la Ley de! Impuesto sobre la Renta
etcétera. Cada. uno de estos ordenamientos tiene su campo de vigencia en una
situación determinada en cuanto tal, o sea, regula un conjunto de relaciones
que surgen entre sujetos que están situados bajo una condición jurídica
determinada o entabladas entre éstos y otras personas ajenas a la misma. Lo
que peculiariza a una ley especial es la circunstancia de que opera en una
situación jurídIca determinada. Pues bien, no por e! hecho de ser especial,
una ley de esta índole carece de los elementos característicos de toda dispo-
sición legal desde el punto de vista material, En efecto, la especialidad de
una ley se contrae a la determinación de una situación jurídica, la cual es
abstracta, general, impersonal y compuesta por individuos indeterminados
en número e indeterminables bajo este aspecto desde e! punto de vista de la fu-
turidad. Así, e! Código de Comercio, verbigracia, o la Ley de Sociedades Mer-
cantiles, o la de Instituciones de Fianzas o de Crédito, rigen, respectivamente,
para la situación especial del comerciante, de las empresas mercantiles en ge-
genarl, de las instituciones afianzadoras o de crédito. Esas situaciones jurídicas
J91 Manual de Derecho Constitucional, págs. 88, 90 y 91.
192 Teoría General del Estado, pág. 301. Por su parte, el jurisconsulto Papiniano
definía a la ley como "precepto común, decreto de varones prudentes, freno y castigo de Jos
delitos que se cometen por voluntad o ignorancia, y obligación común de la República".
{Les est commune praeceptum, virorum prudentum aonsultum, delictorum quae sponte
uel ignoran tia contrañuntur, coercitío, communis reipubíícae sponsio.) A su vez, Ulpiano
50S tenía que «las Jeyes no se establecen para cada persona en particular, sino generalmente
para todas", {lura non in singullJS personas, sed generaliter constituuntur}, (Digesto
Tomo I, Título 1lI.)
JD.2 bl" Cfr. Tratado de las Leyes)' su Aplicación, de don Isidro Montiey y Duarte,
páginas 11 a 13.
GAltANÚAS DE IGUALDAD 283
son, a su vez, abstractas y generales, porquc comprenden indistintamente a to-
das las personas que sean o puedan ser comerciantes, o a todas las entidades
morales, mercantiles presentes o futuras, o a todas las instituciones dc fianzas
o de crédito actuales o por constituirse, sin contraerse a un comerciante, a una
sociedad mercantil o a una institución afianzadora o de crédito individualmen-
te consideradas, o a varios comerciantes, sociedades mercantiles o instituciones
de fianzas o de crédito delimitadas numéricamente. Por el mismo motivo, la
ley especial no deja de ser impersonal, debido a que no regula, crea, modifica
o extingue una situación individual, esto es, imputable a una sola persona o
a un número limitado dc sujetos, sino quc se refiere a todo individuo o entidad
moral que se encuentre en la posición abstracta determinada que rige, por lo
que tampoco carece del atributo de indeterminación personal o particular.
Por el contrario, una ley privativa deja dc tener los elementos o carac-
terísticas materiales de toda ley, sea ésta general o especial. En vista de esta
circunstancia, una disposición legal privativa propiamente no es ley. En efec-
to, una ley privativa crea, modifica, extingue o regula una situación en re-
ladón con una sola persona moral o física o con varias en número -determi-
nado. De esta suerte, una ley privativa no es abstracta ni g-eneral, sino emi-
nentemente concreta e individual o personal, pues su vígencia está limitada a
una persona o a varias determinadas, careciendo, por tanto, de los atributos de
impersonalidad e indeterminación particular que peculiarizan a toda ley."
La jurisprudencia de la Suprema Corte ha definido con claridad la idea
de "ley privativa", a que se refiere el artículo 13 constitucional, al establecer
que: Es carácter constante de las leyes, que sean de aplicacián general y
abstracta (es decir, nue deban contener una disposici6n que no desaparezca
después de aplicarse a un caso previsto y determinado de antemano, sino que
193 No deja de tener importancia la distinción jurídica entre "ley" y "decreto", máxi-
me que' nuestra Constitución utiliza indistintamente estos conceptos al referirse a las reso-
luciones del Congreso (art. 70) y a la iniciativa y formación legislativas (art. 71). His-
tóricamente, ambas ideas se confundían y desde el punto de vista etimol6gico dentro del
vocablo "decreto" puede incluirse el de "ley", ya que equivale a "resolución", "determi-
nación" o "decisión", proviniendo la palabra "decretar" del verbo latino "decemere" J que
significa "decidir" o "fallar". Ante la imposibilidad de que la historia o la etimología
nos suministren un criterio certero para diferenciar la ley del decreto, el análisis jurídico
de ambos conceptos proporciona su recíproca distinción. La "ley", como ya Jo advertimos,
es un acto creador, modificativo o extintivo de situaciones abstractas, impersonales y ge-
nerales, sin que sus efectos normativos deban contraerse a un solo sujeto o a un número
determinado de sujetos. Por el contrario, el "decreto" carece de los elementos abstracción,
impersonalidad y generalidad, pues implica una resolución, decisión' u orden que se refiere
a una situación particular y perfectamente específica. En consecuencia, los actos legislativos
in genere, es decir, los que emanan del órgano legislador, pueden ser "leyes" o "decretos",
en la medida en que respectivamente ostenten o no los caracteres apuntados. En otras
palabras, aunque la ley y el decreto sean legislativos desde el punto de vista formal,
entre ambos existe una substancial diferencia por cuanto a su implicación intrínseca o ma-
terial. Confonne a estas ideas, podemos concluir que el concepto de "leyes privativas"
a que alude el artículo 13 constitucional equivale al de "decretos", que sólo pueden expe-
dir las autoridades estatales para casos o situaciones concretas y siempre que estén in-
vestidas con la facultad constitucional correspondiente.
284 LAS GARANTfAS INDMDUALES

sobrevivan a esta aplicacién, y se apliquen sin consideración de especie o de


persona a todos los casos idénticos al que previenen, en cuanto que no sean
abrogadas). Una ley que carece de estos caracteres, va en contra del prin-
cipio de igualdad garantizado por el artículo 13 constitucional, y aun deja de
ser una disposición legislativa, en el sentido material, puesto que le falta algo
que pertenece a su esencia. Las leyes pueden considerarse como privativas, tan-
to las dictadas en el orden civil como en cualquier otro orden, pues el carácter
de generalidad, se refiere á las leyes de todas las especies, y contra la aplica-
ción de leyes privativas protege el ya expresado artículo 13 constitucional.'''
Como se ve, la tesis jurisprudencial transcrita hace extensiva la prohibi-
ción constitucional de que se apliquen a una pelOona leyes privativas, a todos
los órdenes jurídicos, esto es, sin contraerla al judicial, como se desprendería
de la interpretación gramatical de la parte relativa del articulo 13 de la Ley
Suprema!" Por ende, tampoco las autoridades administrativas deben aplicar
en perjuicio de ningún sujeto una ley privativa en los términos apuntados con
antelación. Ahora bien, dada la redacción en que está concebida la dispo-
sición constitucional que contiene la garantía de igualdad de que estamos
tratando, así como el sentido de la jurisprudencia de la Suprema Corte
sobre el particular, se deduce que el mencionado precepto en su disposición
respectiva consagra una garantía de aplicación contra leyes privativas. Por
ende, la actividad legislativa está exenta de la prohibición constitucional de
expedir leyes de tal índole. Esta circunstancia, no obstante, en nada hace
nugatoria la garantía individual consistente en que nadie puede ser juzgado
pos disposiciones legales privativas, puesto que una norma jurídica, mien-
tras no sea aplicada, no afecta a nadie, a no ser que sea autoaplicativa, en
cuyo caso opera perfectamente la prohibición consignada por nuestra Ley
Fundamental en la parte inicial del articulo 13.
Se presenta el problema de si las llamadas leyes orgánicas propiamente
dichas pueden o no reputarse como leyes privativas. Según su misma de-
nominación lo indica, los ordenamientos orgánicos estructuran a una enti-
dad moral generalmente de tipo oficial o semi-oficial (dependencias guber-
nativas, organismos descentralizados o sociedades de participación estatal) y
regulan su funcionamiento, tanto por lo que respecta a sus diferentes cuer-
pos componentes entre sí, como por lo que concierne a sus relaciones exter-
nas. Si una ley orgánica tiene como sujeto de normación a una persona
moral o a una unidad gubernativa determinada, es decir, si exprofesamente
se expide para organizar y encauzar la actividad interna y externa de ésta,
194 Sem. JOO, tU la Fed., apéndice del tomo CXVIII, tesis 643. Tesis 17 de la Compikuián
1917-1965 y 76 del Apéndice 1975. Tesis 84 del Apindiu de 1985. Pleno. Idem, Tesis 222 del Apéndi-
ce 1995. Materia Constitucional.
195 Don José María Lozano consideraba que únicamente podían existir leyes privativas en
materia penal y no en la civil, al afirmar que "sóloen materia penal es propio decir que alguno es
juzgado. Si se trata de materia civil, no es la persona, sino la materia de la demanda lo que se juz-
ga; y debe suponerse que la ley constitucional se sirve de aquella palabra usándola en su sentido
técnico". (Tratado dt los Derechos del Hombre, páginas 69 y 7.0).
GARANTiAS DE IGUALDAD 285

¿puede sostenerse con validez que se trata de una "ley privativa"? En otras
palabras, ¿los estatutos orgánicos carecen de los elementos materiales de toda
ley, como son, según dijirnos, la abstracci6n, la generalidad y la impersona-
lidad? Para dar respuesta a estas interrogaciones deben distinguirse las fun-
damentales esferas dc normaci6n que comprende la regulaci6n integral con-
signada en una lcy orgánica, a saber: la que atañe a la creaci6n y organiza-
ci6n, la que corresponde al funcionamiento interior y la quc se refiere a las
relaciones externas dc la entidad de que se trate.
En el primer caso, las disposiciones dc una ley orgánica no establecen
realmente una vinculaci6n bilateral, es decir, no regulan la actividad de la
entidad respectiva frente a terceros, sino que se contraen a darle vida jurí-
dica (creacián ) y a instituir a sus 6rganos funcionales (organizaci6n). En
esta virtud, aunque tales disposiciones propiamente no contengan situaciones
abstractas, generales e impersonales, puesto que se refieren la individuali-
dad de la entidad creada y organizada, y a pesar de que, por esta causa,
pudieran considerarse privativas, no deben ser catalogadas dentro de la
prohibici6n consignada en el artículo 13 constitucional, porque si este prc-
cepto supone necesariamente una aplicación lcgal negativa (no ser juzgado),
es decir, una referencia normativa a un gobernado, tal referencia no puede
16gica ni realmente existir tratándose de prescripeiones que sólo conciernen
al ser y al modo dc ser de una entidad. En otros términos, la aplicaci6n de una
ley privativa reconoce como condici6n jurídica fundamental y, pudiéramos
decir, sine que non, a una relaci6n entre dos sujetos, a saber, la autoridad que
la aplica y el gobernado a quien se aplica (bilateralidad); y como las dispo-
siciones creativas y estructurales de una ley orgánica no son exteriormente vin-
culatorias, o sea, no son relacionales, carecen de posibilidad aplicativa exte-
rior, esto es, frente a sujetos distintos de la entidad creada y organizada.
A la misma conclusi6n puede llegarse en lo tocante a las normas de una
ley orgánica que rijan el funcionamiento interno de la citada entidad, co-
ordinando hacia sus finalidades u objetivos la diversa actuaci6n de sus di-
fercntes órganos, pues aunque aquéllas sí tienen un carácter relacional, su
ámbito regulador no trasciende a esferas externas, es decir, no entrañan
una vinculación exterior que habilite su aplicaci6n a sujetos que no sean
los propios componentes de la entidad dc que se trate. En resumen, ni las
disposiciones creativas y estructurales de una ley orgánica ni las que regulen
el funcionamiento interno de una entidad, no obstante que carezcan de los
elementos abstracci6n, impersonalidad y generalidad, pueden estimarse pri-
vativas desde el punto de vista de la prohibici6n que establece el artículo
13 constitucional, porque ésta sólo opera dentro de la posibilidad de que
una ley se aplique a un gobernado y ya hemos dicho que tal aplicaci6n no
puede registrarse tratándose de normas de la índole mencionada.
En cambio, cuando las disposiciones de una ley orgánica normen las re-
laciones externas de la entidad respectiva, o sea, las que ésta pueda entablar
286 LAS GARANTiAS INDIVIDUALES

con terceros, sí existe la posibilidad de que sean privativas para los efectos
prohibitivos del precepto constitucional que comentamos, en la hipótesis de
que el sujeto de la relación trascendente sea un solo individuo o se implique
en un número limitado de personas, pero no en el caso contrario.
Habiendo ya delimitado el concepto de "ley privativa", ¿en qué con-
siste la garantía individual que prohibe que alguien sea juzgado por ella?
Desde luego, el Estado y sus autoridades judiciales y administrativas tienen
la obligaci6n de no afectar a ningún gobernado bajo ninguna forma (por
procedimiento judicial --civil o penal- o administrativo o por actos auto-
ritarios aislados), mediante la aplicaci6n de disposiciones legales que creen,
modifiquen, extinguen o regulen situaciones jurídicas concretas para un su-
jeto o para un número determinado de personas, con exclusi6n de otras,
bien sean aquéllas jisicas o morales.
La garantía específica de igualdad consistente en que a nadie puede apli-
carse una ley privativa es de consagración y, principalmente, de vigencia real
relativamente reciente. En el decurso de la historia, durante las distintas
épocas de la vida de la humanidad, se observa a menudo la expedición de
leyes privativas dictadas en perjuicio de una o varias personas determina-
das, sobre todo en materia criminal. Bien es verdad que la Carta Magna
inglesa, en su artículo 46, establecerla que todo individuo debía ser juzgado
mediante la lex terree, que es, como dijimos en una ocasión anterior, la
norma legítima, esto es, la establecida con anterioridad al hecho que ori-
gíne el proceso y con carácter de generalidad. Sin embargo, el rey tenía
facultad de expedir leyes con marcado carácter privativo, principalmente
cuando trataba de "impedir a cualquiera de sus súbditos por medio de un
writ exeat regno" que viajara sin permiso o que abandonara el país. La
Declaración Francesa de 1789, en su artículo VI, al consagrar la igualdad
legal, propiamente desautorizaba la expedición de leyes privativas que vinie-
ran a desvirtuar esa igualdad; no obstante, en varias ocasiones los gobiernos
revolucionarios dictaban disposiciones legales para un solo individuo o un
grupo numéricamente determinado de personas, sobre todo en materia penal.
En México, en forma expresa no se consignó la garantía de la prohi-
bíción de ser juzgado por leyes privativas, sino hasta la Constitución de
1857, pues en los ordenamientos políticos anteriores sólo de manera tácita
se comprendía, al consagrarse las garantías de audiencia, de legalidad y de
irretroactividad legal y al declararse abolidos los fueros personales (arts. 274
y 347 de la Constitución española de 1812; 19 del Acta Constitutiva de
1824; 148 de la Constitución Federal de ese año; 2', párrafo quinto, de la
Primera Ley Constitucional de 1836; y en las Bases Orgánicas de 1843);
Es más, en nuestra historia abundan los casos en que las autoridades expe-
dían verdaderas disposiciones legales privativas, tales como las que declara-
ron fuera de la ley a Iturbide y a su familia, así como al general López de
Santa Arma. Aún a raíz de promulgada la Constitución de 1857, que ya
GARANTÍAs DE IGUALDAD 287

consagraba en forma expresa en su articulo 13 la garantía de igualdad a


que nos estamos refiriendo, se dictó en junio de 1861 una ley por las auto-
ridades liberales declarando proscritos a los generales conservadores Félix
Zuloaga, Leonardo Márquez, Tomás Mejia, etc.
b) Otra garantía específica de igualdad quc contiene el artículo 13
constitucional es la que estriba en que nadie puedc ser juzgado por tribuna-
les especiales. ¿Qué se entiende por tribunales especiales? Todos los órganos
jurisdiccionales y, en general, todas las autoridades estatales tienen fijada
su competencia legalmente, esto es, por una disposición general, abstracta c im-
personal. Todas las facultades de una autoridad, bien sea judicial, administra-
tiva o legislativa, quc integran su competencia, deben estar consignadas en una
norma legal. Por ende, autoridad competente es aquella que está facultada
expresamente por la ley para dictar o ejercitar cualquier acto, idea que ha sido
constantemente reiterada por la jurisprudencia de la Suprema Corte. La com-
petencia de una autoridad es, pues, sinónimo de su capacidad jurídica.
Ahora bien, toda autoridad, dentro de la órbita de su competencia, es
capaz para conocer de todos aquellos casos concretos, en número ilimita-
do, que se presenten y que encuadren dentro de la hipótesis o situación
jurídica abstracta en relación con la .cual la ley le atribuye ciertas faculta-
des decisorias o ejecutivas ejercidas y ejercitables conjunta o separadamente.
Toda autoridad tiene, dentro de su competencia legal que se establece en
razón de varios factores (territorio, materia, grado, etc.), una capacidad
permanente de conocer de casos concretos en número ilimitado. Por consi-
guiente, cualquier asunto o negocio particular que se pueda subSumir den-
tro de la situación general que origina la competencia de una autoridad,
puede ser tratado por ésta bajo las diversas maneras o funciones que procedan
(legislativa, judicial o administrativamente). Por lo que toca, pues, a los
tribunales, éstos están capacitados permanentemente para conocer, dentro
de su competencia diversa, de todos aquellos asuntos concretos que se pre-
senten. Lo que caracteriza a los tribunales propiamente dichos o generales
(en oposición a los especiales de que ya hablaremos), así como a cualquier
autoridad estatal desde el punto de vista de su capacidad juridica o com-
petencia en el conocimiento de un caso concreto, es la permanencia de sus
funciones ejecutivas o decisorias y la posibilidad de tener injerencia válida-
mente en un númerO indeterminado de negocios singulares que encajen
dentro de la situaci6n determinada abstracta constitutiva de su ámbito com-
petencial. El primer carácter implica que la competencia o capacidad de
una autoridad judicial, administrativa o legislativa no cesa cuando conclu-
ye el conocimiento íntegro de uno o varios casos concretos, sino. que se con-
serva ilimitadamente en tanto una ley no la despoje de sus atribuciones y
facultades. La segunda peculiaridad significa que la competencia o capa-
cidad autoritarias se extiende a todos 10/1 casos presentes y futuros que se
sometan o puedan someterse a la consideración del órgano estatal.
288 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

Pues bien, ninguna de estas dos caracteristicas ostentan los llamados


"tribunales especiales". En efecto, éstos no son creados por la ley que es-
tablece los órganos jurisdiccionales ordinarios o generales, sino instituidos
comúnmente mediante un acto mi generis (decreto, decisión administrativa
o legislativa formalmente hablando, etc.}, en el cual se consignan sus fi-
nalidades específicas de conocimiento o injerencia (juicios por comisión).
Precisamente en la delimitación de estas finalidades, un tribunal especial
sólo está capacitado para conocer de uno o varios casos concretos determi-
nados, objetivo para cuya consecución fue expresamente establecido. Por
consiguiente, cuando el conocimiento de estos negocios singulares y deter-
minados en cuanto a su número concluye cabalmente, el tribunal especial
deja de tener capacidad para seguir funcionando. De todo lo anteriormente
expuesto se colige que un tribunal especial, así como cualquier autoridad
estatal no judicial de la misma índole, 'por idénticas razones tiene una ca-
pacidad limitada y transitoria de conocimiento, esto es, contraida al negocio o
negocios concretos y numéricamente determinados para cuyo tratamiento fue
creado, de tal manera que, terminado éste, el órgano mencionado deja de ser
competente y capaz. La Suprema Corte ha sustentado un concepto análogo de
tribunal especial al que acabamos de esbozar, al expresar que "por tribunales es-
peciales se entienden aquellos que se crean exclusivamente para conocer, un
tiempo dado, de ciertos delitos o respecto de determinados delincuentes ... " ,..
Habiendo ya fijado las caracteristicas más relevantes de los tribunales
especiales; surge la cuestión de determinar el alcance de la garantía indi-
vidual que prohibe que una persona pueda ser juzgada por ellos. Desde
luego, estimamos que la obligación que surge de dicha garantía es impu-
table directamente al Estado y consiste en que el poder de éste no debe
enjuiciar a una persona, civil o penalmente, mediante órganos jurisdiccio-
nales que establezca exprofesamente para conocer de determinados casos
concretos numéricamente demarcados. La obligación que nace de dicha
garantía individual consagrada en el artículo 13 constitucional es referible di-
rectamente al Estado, porque impone la prohibición de que se instituyan auto-
ridades judiciales especiales; y como la entidad estatal no puede por sí misma
externar su voluntad hacia esa institución, la aludida prohibición debe conside-
rarse extensiva al órgano legislativo o administrativo a través de cuyos actos
(leyes, decretos, acuerdos, resoluciones, etc.), se establezcan tales autoridades.
En relación con ua extensión de la garantía individual de que venimos
tratando, se presenta una importante cuestión: la prohibición de que una
persona pueda ser juzgada por "tribunales especiales" ¿se refiere única-
mente a los órganos jurisdiccionales propiamente dichos o, por el contrario,
abarca a todas las autoridades estatales? Desde luego, estimamos que, en
virtud de .estar empleado el concepto "tribunales. especiales" en un sentido
---~.. _. - - - - -

Semanario Judicial de la Federaeión, Quinta tpoca, tomo XXVI, pág. 1,140; tomo
196
LI, pAg. 1,644-; tomo LV, pAg. 2,007.
GARANTÍAS DE IGUALDAD 289

material, es decir, comprendiendo dentro de él a toda autoridad que des-


empeñe normalmente una función jurisdiccional, la citada garantía indivi-
dual se puede hacer extensiva no sólo a los tribunales judiciales, sino a los
administrativos y del trabajo. Pero, cuando una autoridad estatal no es un
tribunal administrativo, judicial o del trabajo, por no ejercer normalmente
funciones jurisdiccionales, ¿la garantía multicitada prohibe también que cual-
quier órgano de carácter especial pueda afectar a alguna persona? Haciendo
abstracción de la interpretación gramatical del concepto de "tribunal" y
recurriendo a consideraciones jurídicas importantes, se puede llegar a la
.conclusión de que dicha garantía no es sino el corolario o la configuración
de la imposibilidad jurídica de que existan autoridades especiales en gene-
ral. En efecto, una autoridad estatal de esta naturaleza conoce exclusiva-
mente de determinados casos numéricamente prefijados. Pues 'bien, si fuese
dable que se estableciera una autoridad que conociese o tratase exproíesa-
mente de negocios singulares en número determinado y limitado, éstos se
sustraerían lógicamente de la competencia legal respectiva de las autorida-
des generales u ordinarias. Por ende, se subvertiría de esta manera todo el
sistema competencial de la totalidad de las autoridades del Estado al crearse
organismos especiales que eliminarían la competencia normal de las mismas
en casos eoncretos. De esta suerte, tanto las disposiciones constitucionales
como las legales sobre competencia de autoridades se verían constantemente
infringidas por todos aquellos actos que crearan o establecieran organismos
autoritarios especiales. Por todas estas razones estimamos que, si bien el ar-
tículo 13 constitucional, en la garantía individual de quc tratamos, men-
ciona expresamente a los "tribunales" especiales como objeto de la prohibi-
ción en que aquélla se traduce, las disposiciones de dicho precepto sobre ese
particular pueden hacerse extensivas a cualquier autoridad del Estado, si se
toman en cuenta las consideraciones muy atendibles que hemos esbozado.
En cuanto a los antecedentes históricos de la garantía especifica de igual-
dad consistente en que nadie puede ser juzgado por tribunales especiales,
podemos decir que aquéllos son relativamente recientes. En efecto, la histo-
ria de casi todos los pueblos de! mundo está preñada de casos en los que
se juzgaba a un individuo por comisiones exprofesamente nombradas para
ello. Don José María Lozano afirma que "en Inglaterra y España no han
faltado ejemplos de tribunales especiales. Sobre todo en la primera, en don-
de las comisiones creadas para juzgar a los pares, comisiones que cubrie-
ron de sangre e! parlamento, forman uno de los rasgos más sombríos que
caracterizan en la historia el célebre reinado de Enrique VIII" ... t Sin em-
bargo, y no obstante ese caso a que se refiere el licenciado Lozano, en In-
glaterra, en materia de justicia común al menos, estaban proscritos los tri-
bunales especiales, desde el momento en que la Carta Magna de Juan Sin
Tierra establecia que nadie podía ser privado de la vida o libertad, sino en

1D1 Derechos del Hombre, pág. 71.


290 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

virtud de un juicio de los pares del individuo, o sea, mediante un procedimien-


to previo seguido ante los órganos jurisdiccionales legítimos del acusado.
En México, la garantía de que nadie puede ser juzgado por tribunales
especiales se ha venido consagrando expresamente en casi todos los ordena-
mientos constitucionales que estuvieron vigentes desde que nuestro país con-
sumó su independencia política. Así, en la Constitución española de 1812
se estableció que "ningún español podrá ser juzgado en causas civiles ni
criminales por ninguna' comisión, sino por el tribunal competente, deter-
minado con anterioridad por la ley" (art. 24-7); el Acta Constitutiva de la
Federación Mexicana, de 31 de enero de 1824, dispuso que "ningún hom-
bre será juzgado, en los Estados o territorios de la Federación, sino por
leyes dadas y tribunales establecidos antes del acto por el cual se le juzgue.
En consecuencia, quedan para siempre prohibidos todo juicio por comisión
especial y toda ·ley retroactiva" (au, 19); la Constitución Federal de 1824
también prohibió todo juicio por comisión en su artículo 148, habiendo
formulado declaración semejante las Siete Leyes Constitucionales de 1836
en el articulo 2' de la Primera Ley; por su parte, el Proyecto de Reformas
Constitucionales de 30 de junio de 18ro establecía en su artículo 99 , fracción
IV, que es derecho del mexicano no poder ser procesado civil ni criminal-
mente, "sino por los tribunales y trámites establecidos con generalidad por
la ley, ni sentenciado por comisión, ni según otras \cyes, que las dictadas
con anterioridad al hecho que se juzgue"; el famoso Proyecto de la Minoría
de 1842, datado el 26 de agosto de ese año, dispuso en su articulo 59, frac-
ción XII, que "jamás podrán establecerse tribunales especiales, ni proce-
dimientos singulares que quiten a los acusados las garantías de las formas
comunes", declaración que fue ratificada por el Proyecto Constitucional de
2 de noviembre de 1842, el cual, como dijimos en otra ocasión, fue el do-
cumento transaccional entre los ·miembros que formaban la mayoría y la
minoria de la comisión del Congreso Constituyente del citado año (art. 13,
fracción VII); las Bases Orgánicas de junio de 1843 también consignaron
la garantía de igualdad de que tratamos al establecer en su articulo 99 ,
fracción VIII, que "Nadie podrá ser juzgado ni sentenciado en sus causas
civiles y criminales sino por jueces de su propio fuero, y por leyes dadas y
tribunales establecidos con anterioridad al hecho o delito de que se trate";
el Estatuto Orgánico Provisional de la República Mexicana prohibió asi-
mismo "todo juicio por comisión especial" (art. 58); fmalmente, la Cons-
titución de 57, en su articulo 13, consagraba también, como la vigente, la
indicada garantía, estatuida en el articulo 29 del proyecto respectivo, em-
pleando la misma fórmula contenida en nuestro articulo 13 actual, por
10 que todas las consideraciones que sobre este precepto expusimos son re-
feribles a nuestro ordenamiento constitucional próximo anterior.
c) Otra garantía específica de ignaldad que contiene el artículo 13
constitucional es la que estriba en que ninguna persona o corporaci6n puede
GARANTÍAS DE IGUALDAD 291

tener juero, ¿Qué se entiende por fuero a la luz del mencionado precepto
constitucional? El aludido concepto o término es multívoco, esto es, tiene
muchas acepciones. En efecto, bajo la palabra "fuero" puede entenderse
una compilación o reunión de leyes o disposiciones jurídicas, como el "Fue-
ro Juzgo", los famosos "Fueros de Aragón", etc. En segundo lugar, "fuero"
puede significar un conjunto de usos y costumbres jurídicos de observancia
obligatoria; también el concepto de "fuero" puede denotar una situación
delimitada de competencia o jurisdicción entre dos órdenes de tribunales
(como sucede, verbigracia, entre nosotros en el caso del "fuero federal"
--órbita de competencia de los tribunales de la Federación-e- y del "fuero
común" --esfera competencial de los tribunales locales--). Asimismo, el
concepto de "fuero" implica "carta de privilegios o instrumento de exen-
ciones de gabelas, concesiones de gracias, mercedes, franquezas y libertades" .'.8
¿Bajo cuál de estas varias acepciones está empleado el concepto de "fue-
ro" en el articulo 13 constitucional? Desde luego, conteniendo este precepto,
en la parte en que está involucrado dicho concepto, una garantía específica
de igualdad, traducida en la prohibición de existencia de "fueros", esta idea
corresponderá a la acepción que implique o denote una circunstancia anti-
igualitaria. Consiguientemente, el término "fuero" en el artículo 13 cons-
titucional significa todo privilegio o prerrogativa de cualquier especie y con-
tenido otorgado a alguna persona o corporaci6n (persona moral).
Habiendo expresado la connotación en que está empleada la palabra
"fuero" en el articulo 13 constitucional, ¿cómo se revela la garantía espe-
cífica de igualdad que prohíbe ser sujeto de fueros, tanto por lo que ve a
las personas físicas como a las morales? En primer lugar, dc acuerdo con
la citada garantía individual, el Estado y sus autoridades tienen la obliga-
ción pasiva (o abstención) de no otorgar-a ninguna persona moral o física
singularmente hablando, privilegio o prerrogativa alguna de cualquier índole
o contenido que sea. En segundo lugar, y en el caso de que un individuo o
una persona moral tuviere un fuero determinado, esto es, la titularidad dc
ciertos privilegios y prerrogativas particulares, éstas no tendrían ninguna vali-
dez, estando las autoridades estatales obligadas a no tomarlas en consideración.
Esta prohibición de existencia de fueros a título de privilegios o prerro-
gativas en favor de una persona tiene las consabidas salvedades constitucio-
nales, en el sentido de que ciertos altos funcionarios gozan de inmunidad
en determinados casos, consistente en quedar excluidos de la jurisdicción
común en materia penal mientras no sean "desaforados' mediante el pro-
cedimiento correspondíente.!"
198 Diccionario de Legislación y Jurisprudencia de don Joaquín Escriche.
199 Aunque no nos corresponde tratar en el presente libro acerca de Jo que se ha
llamado tuero constitucional con que están investidos primordialmente el Presidente de la
República, 10$ senadores y diputados al Congreso de la Unión, los ministros de la Suprema
Corte, los secretarios de Estado y el procurador general de la República, no podemos exi-
mimos de formular algunas breves consideraciones sobre él.
292 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

Ahora bien; parece ser que el propio artículo 13 constitucional consa-


gra una excepción a la prohibición de que ninguna persona o corporación
puede tener fuero, al declarar que "subsiste" el fuero de guerra para los de-
litos y faltas contra la disciplina militar. ¿Esta prevención constitucional
que declara subsistente el fuero de guerra es, en realidad, una excepción a
la garantía específica de igualdad que prohíbe la existencia de privilegios
o prerrogativas personales?
Para resolver esta cuestión hay que determinar la naturaleza jurídica

El fuero constitucional. en realidad se debe concebir bajo dos aspectos: el de inmu-


nidad y el de no procesabilidad ante las autoridades judiciales ordinarias federales o lo-
cales. En ambos casos dicho fuero opera diversamente, no s6lo en cuanto a sus efectos
jurídicos, sino por lo que atañe a los funcionarios en cuyo favor lo establece la Constitución.
a) El fuero como inmunidad, es decir, como privilegio o prerrogativa que entraña
irresponsabilidad jurídica, únicamente se consigna por la Ley Fundamental en relaci6n
con los diputados y senadores en fonna absoluta confonne a su artículo 61, en el sen-
tido de que éstos "son inviolables por las opiniones que manifiesten en el desempeño de
sus cargos sin que jamás puedan ser reconvenidos por ellas"; así como respecto del Pre-
.sidente de la República de manera relativa en los términos del artículo 108, párrafo segundo
constitucional que dispone que dicho alto funcionario durante el tiempo de su encargo
s610 puede ser acusado por traici6n a la patria y por delitos graves del orden común.
1. Tratándose de los senadores y diputados, dicha inmunidad absoluta sólo opera
durante el desempeño del cargo correspondiente, es decir, con motivo de las funciones Que
.realicen como miembros integrantes de la Cámara respectiva, pero no en razón de su
investidura misma. Dicho de otra manera, no por el hecho de ser diputado o senador,
la persona que encame la representación correlativa goza de la inmunidad prevista en el
articulo 61 constitucional, sino únicamente cuando esté en su ejercicio funcional, De esta
guisa, cualquier miembro del Congreso de la Unión, cuando emita opiniones fuera del
desempeño de su cargo, o sea, en el caso de que no esté en funciones no es inviolable,
pudiendo ser reconvenido poraquéllas, pues la inmunidad sólo se justifica por la Ji.
bertad parlamentaria que todo diputado o senador debe tener dentro de un régimen demo-
crático basado en el principio de división de poderes, sin que deba significar irrespon-
sabilidad por actos que realice en su conducta privada. Por otra parte, si las opiniones que
emita un diputado o senador eneldesempeño de su cargo configuran la incitación- a
algún hecho delictivo común u oficial o si su externaclén implica en sí misma un delito
de cualquier orden, opera la inmunidad mencionada en el sentido de que el opinante per-
manece inviolable y de que no puede ser reconvenido 'por tales opiniones, pero ello no
implica que contra él no se promueva el llamado "juicio político" que puede culminar
con su desafuero, a consecuencia del cual quedaría a disposición de las autoridades judi-
ciales penales que corresponda.
2. Otro caso de [uero-inmunidad que previene la Constitución es el que se refiere al
Presidente de la República y se traduce en que éste. durante el tiempo de su encargo (no
simplemente durante el desempeño de sus funciones, es decir, con motivo de su actuación
inherente a su alto puesto, como sucede con los diputados y senadores) s6lo puede ser acu-
sado por traición a la patria y por delitos graves del orden común [art-. 1~8 pfo. segundo},
gravedad cuya esnmacrón queda al criterio de la Cámara de Diputados (art. 109). Por
ende. durante su periodo funciona), el Presidente de la República goza de inmunidad res-
pecto a cualquier delito oficial, pudiendo presentarse la acusaci6n que proceda dentro
del año siguiente a la terminación de su encargo (art. 114). Nótese, sin embargo, que
dicha inmunidad no significa la irresponsabilidad absoluta del Jefe del Ejecutivo Federa)
por delitos comunes u oficiales que pueda cometer durante el tiempo y en ejercicio de su
puesto, sino que sólo equivale a que, en el periodo de su gestión gubernativa, únicamente
puede ser acusado por traición a la patria y por hechos delictivos graves del primer orden,
y dentro del término de un año siguiente a la conclusión de su mandato por los del se-
gundo tipo. Además. si la acusación por traición a la patria o por delitos graves del orden
común numese sido desestimada por la Cámara de Diputados al presentarse durante el
GARAi'ITÍAs DE IGUALDAD 293

de! fuero de guerra en cl sentido en que está empleada la idea respectiva


en el articulo 13 constitucional. Existen, desde cl punto de vista genérico,
dos especies de fuero: e! personal y el real o material.
El fuero personal está constituido por un conjunto de privilegios y pre-
rrogativas que se acuerdan en favor de una o varias personas determinadas.
Dichos privilegios y prerrogativas se establecen intuitu personae, esto es,
atendiendo al sujeto mismo. Por ende, los privilegios y prerrogartivas, que
pueden traducirse en una serie de exenciones y favores o ven rajas para sus
titulares, viven y mueren con las personas por ellos beneficiadas, por lo que
se dice que el fuero que los comprende es personal o subjetivo. Este fuero
excluye para sus titulares la imperatividad de la norma jurídica general;
el sujeto de un fuero personal se sustrae de la esfera jurídica establecida
para todos los individuos. Así, el que goza de un fuero de tal naturaleza
no puede ser juzgado por los tribunales ordinarios que conocen de los jui-
cios que se susciten entre las personas no privilegiadas; tampoco está obli-
gado a pagar ciertos impuestos, gabelas, etc., al Estado. En síntesis, e! fuero
personal o subjetivo es un conjunto de privilegios, prerrogativas o ventajas
que se acuerdan en beneficio exclusivo de una o de varias personas, con la
circunstancia de que éstas se colocan en una situación jurídica particular, sui
generis, diversa de aquella en que se encuentran los demás individuos. Di-
cha situación es invariable en cuanto que no se altera por la posición ju-
ridica individual de los no privilegiados frente a la competencia de los tri-
bunales, a sus semejantes y al Estado. Así, un sujeto titular de un fuero
personal no puede ser sometido a la jurisdicción del tribunal que conocería de

periodo presidencial, ello no implica que, una vez expirado éste, no se acuse ante el Mi-
nisterio Público que corresponda por tales hechos delictivos a la persona que haya tenido
el cargo de Presidente de la República, teniéndose en cuenta, claro está, las reglas sobre
prescripción de la acci6n penal.
b) El fuero que se traduce en la no procesabilidad ante las autoridades judiciales
ordinanas federales o locales no equivale a la inmunidad de los funcionarios que con él
están investidos y que señalan los artículos lOa y 110 de la Constitución. En otras palabras,
el fuero, bajo el aspecto que estamos tratando, no implica la irresponsabilidad jurídica abso-
luta como en el caso a que se refiere el artículo 61 de nuestra Ley Fundamental, ni la irres-
ponsabilidad jurídica relativa a que alude su artículo loa pfo. segundo y por lo que concier-
ne al Presidente de la República; es decir, en esta última hipótesis, a la imposibilidad de que
durante el tiempo de la gesti6n presidencial, pueda acusarse al Jefe del Ejecutivo Federal
por delitos oficiales o por los que sean diversos de Ja traición a la patria o de los graves
del. orden común. La no procesabilidad realmente se traduce en la circunstancia de que,
mientras no se promueva y decida contra el funcionario de que se trate el llamado juicio
político, los diputados y senadores al Congreso de la Uni6n, los ministros .de la Suprema
Corte de Justicia, los secretarios de Estado, el procurador general de la República y JO!l
demás funcionarios a que se refiere el articulo 111 constitucional, no quedan sujetos
a la potestad jurisdiccional ordinaria. El juicio político es de la incumbencia cognosci-
tiva y decisoria de la Cámara de Diputados o de la de Senadores, según se trate respec-
tivamente de delitos comunes u oficiales, y se sustancia conforme al procedimiento
establecido en los artículos 109 y 111 de la Constitución, a cuyo tenor nos remitimos,
pues, como afirmamos al principio de esta nota, su estudio no nos corresponde, aboTdar
en el presente libro, remitiéndonos a las consideraciones que sobre este tema formulamos en
nuestra obra Derecho Constitucional Mexicano.
294 LAS GARANTiAS tNDMDUALES

un determinado proceso por raz6n de la naturaleza del delito cometido, de la


índole del negocio jurídico, del grado en la instancia, etc.; 199 bla tampoco
está colocado dicho sujeto en una situaci6n igualitaria con las demás personas.
puesto que disfruta de ventajas respecto de éstas; carece asimismo en algunos
casos de la obligaci6n pública individual de contribuir a los gastos estatales
mediante el pago de un impuesto, dc prestar ciertos servicios sociales, etc.
Por el contrario, el fuero real, material u objetivo, no se refiere a una
persona determinada o a un número también determinado de sujetos. Dicho
fuero no implica un conjunto de ventajas o favores personales acordados
para uno o varios sujetos o un grupo de personas, sino que propiamente se
traduce en una situación de competencia jurisdiccional determinada por la
índole o naturaleza del hecho, acto o negocio que da origen a un juicio.
Así, en nuestro régimen jurídico existen los fueros federales y local que signi-
fican sendas esferas de competencia entre los tribunales de la Federaci6n y
los de los Estados, fijadas en raz6n de la naturaleza formal (federal o local)
de los actos, hechos o negocios que se someten a su conocimiento o que dan
origen al procedimiento que ante ellos debe ventilarse. Al fuero que se tra-
duce en órbitas de competencia jurisdiccional se le da el nombre dc real o
material, porque para su existencia se toma en consideración un elemento
ontológico, pudiéramos decir, constituirlo por hechos, actos o situ~ciones que
'19& bl e El sistema de los fueros personales en lo que a la jurisdicci6n atañe se esta-
bleció en la legislación española medieval y de los tiempos modernos. Así, la Novísima
Recopilación de las Leyes de España~ expedida en 1804, contiene en su Libro Segundo
diferentes disposiciones que consignan dicho sistema foral. Entre ellas se encuentra la
Ley IV mediante la que se prohibió a los jueces eclesiásticos "prender las perronas de los
lagos, y hacer ejecución en sus bienes, sin invocar la ayuda del brazo seglar", así como la
Ley x..xl V. cuyo texto es el siguiente: "Informado, por representación que me ha hecho
la Audiencia de la Coruña, de que el R. Obispo de Mondoñedo hizo arrestar a un Recep-
tor de aquel -Tribunal, con pretexto de haberle faltado al respeto al tiempo de notificarle
un auto de la misma Audiencia, para que pusiese en libertad a otro que había mandado
arrestar, también excediendo de sus facultades, "por ser lego; a fin de evitar en adelante
los perjuicios que de semejantes procedimientos Se originan a mi Real jurisdicción, he
mandado, que se advierta al R. Obispo haberse excedido en las prisiones del Receptor
r del otro lego, usurpando la [urisdicoíón ordinaria, e impidiendo el libre uso de la que
exerce la Real Audiencia; y se le prevenga, que en adelante se abstenga de semejantes
procedimientos, en 1 concpto de que tomaré sobre ello seria providenciai que no proceda
a la prisión de seglares en causas que no sean de fuero eclesiástico, y en tal caso imparta
el auxilio de la jurisdicción Real, que le deberán dar las Justicias en quanto proceda de
Derecho: que de ningún modo detenga ni arreste, para efecto de tomar declaración, a
ningún seglar. sino que despache exhorto a su Juez. Real, para que este le compela, o a otro
qualquiera acto de esta naturaleza, si "fuere justo: que a los Ministros subalternos de la
Real Audiencia los trate con la distinción que exige su encargo de cumplir las Reales provi-
siones; para cuya notificación, y otra qualquiera jurídica diligencia de la Real jurisdicción,
prevendrá la Audiencia a los Receptores y Escribanos, que en adelante con los RR. Obispos,
Provisores y demás Jueces eclesiásticos del reyno de Galicia solo usen la atención de dar
recado de urbanidad, antes de hacerles la notificación de los despachos, sin que proceda
papel, carta ni memorial, ni copia de la providencia o despacho; y que se les admita hacer
estas notificaciones sin causarles detención ni molestia, o dándoles hora, de cuya respuesta
pongan diligencia; y la Audiencia procederá contra los infractores por los medios estable-
cidos para contener a los Eclesiásticos en sus justos límites:' (Esta disposición fue dictada
por Carlos IU el 24 de febrero de 1764.)
GARANTiAS DE IGUALDAD 295
son extrapersonales y que pueden tener lugar en relación con cualquier su-
jeto, independientemente de la condición especial de éste. Por tal motivo,
al fuero real o material puede lIamársele oh¡etivo, porque se establece aten-
diendo a circunstancias, fenómenos, elementos, etc., trascendentes e inde-
pendientes de la índole intrínseca de una persona.
Lo que la Constitución prohíbe en su artículo 13 es la existencia de
fueros personales en los términos que hemos asentado con antelación, Por
ende, nuestra Ley Fundamental no excluye a los fueros reales, materiales
u objetivos. Pues bien, el fuero de guerra que permite la Ley Suprema es
eminentemente real u objetivo, puesto que se consigna en razón de la indole
del delito que da origen a un juicio. El fuero de guerra implica, pues, la
órbita de competencia de los tribunales militares, establecida, no atendiendo
a la persona de los sujetos que cometan un delito o cualquier acto o negocio
jurídico que dé nacimiento al procedimiento judicial, sino en vista de la
naturaleza del hecho delictuoso. Así pues, el fuero de guerra o esfera de
competencia jurisdiccional de los tribunales militares surge o tiene lugar cuan-
do se trata de delitos o faltas del orden militar. Como se ve, el fuero de
guerra tiene un carácter eminentemente objetivo y, por ende, distinto del
personal cuya existencia prohíbe la Constitución. Dicho fuero sería subjetivo
si consignara para los tribunales militares una especial competencia para
conocer de todo caso en que estuvieren inodados los miembros del Ejército.
Entonces, la esfera competencial se instituiría atendiendo a la condición parti-
cular y propia de la persona, 10 cual implicaría la negación de la garantía de
igualdad. Por todas las anteriores razones, estimamos que la parte del artículo
13 constitucional que declara subsistente el fuero de guerra no es excepción, ni
mucho menos contradice, a la garantía específica de igualdad que consiste en
la prohibición de privilegios o prerrogativas personales o fuero subjetivo.
d) Extensi6n jurisdiccional del fuero de guerra. Siendo, como hemos
aseverado, el fuero de guerra un fuero real, materíal u objetivo, traducido
en la especial esfera de competencia de los tribunales militares, su operati-
vidad obedece a un hecho extrapersonal, cual es la comisión de un delito
de carácter militar. Consiguientemente, el fuero de guerra tiene lugar u
opera cuando se trate de un delito de dicha naturaleza.
Ahora bien, ¿qué se entiende por delito militar? Desde luego, y dando
por sabido o supuesto el concepto de delito en general, un hecho delictivo
será militar cuando esté catalogado como tal por el Código de Justicia Mi-
litar. Así como el Código Penal define el delito en general como "todo acto
u omisión que sancionan las leyes penales" (art. 7), recurriendo a dicha de-
finición legal, un delito militar estará constituido por todo hecho activo o
pasivo que penen las leyes militares, esto es, el Código de Justicia Militar
la Ordenanza General del Ejército y demás ordenamientos especiales de tal
índole. Como se ve, la definición legal de delito militar, así como delito en
general, toma como criterio de calificación, la tipificación delictiva con-
tenida en el ordenamiento jurídico que corresponda.
296 LAS GARANTiAS INDMDUALES

El Código de Justicia Militar de 1933, que entró en vigor a partir del pri-
mero de enero de 1934, considera como delitos militares los siguientes: la trai-
ción a la partria (art. 203) ; espionaje (art. 206) ; delitos contra el derecho de
gentes (arts. 208 a 215); violación de neutralidad o de inmunidad diplomática
[arts. 216 y 217); rebelión (arts. 218 a 233); sedición (arts. 224 a 227); falsi-
ficación de documento militar (arts. 228 a 238); fraude y malversación de
haberes en materia militar (aro. 29 a 345); extravío, enajenación, robo y des-
trucción de 10 perteneciente al Ejército (arts. 246 a 254); deserción (arts. 225
y 275); inutilización voluntaria para el servicio (arts. 276 y 277) ~ insultos,
amenazas o violencias contra centinelas, guardias, tropa formada, salvaguar-
dias, banderas y ejércitos (arts. 278 a 280) ; ultraje y violencia contra la policía
cometidos por militares (art. 281); falsa alarma (art. 282); insubordina-
ción (arts. 283 a 292); abuso de autoridad cometido por un militar que trate
a un inferior de un modo contrario. a las prescripciones legales (arts. 293 a
3(0); abandono de servicio (art. 310); extralimitaci6n y usurpación de mando
o comisi6n (art. 323); maltratamiento a prisioneros, detenidos o presos y heri-
dos (art. 324); pillaje, devastación, merodeo, apropiación de botín, contrabando,
saqueo y violencia contra las personas (arts. 378 a 430) ; delitos cometidos en la
administración de justicia militar (arts. 421 a 433); Por lo que toca a las faltas
del orden militar, éstas son en general todas aquellas infracciones cometidas
contra los reglamentos militares, principalmente contra la Ordenanza General
del Ejército. Las faltas se distinguen de los delitos por la circunstancia de que,
por lo general, producen las primeras, consecuencias de menor gravedad que las
que originan los segundos, así como por el hecho de que las sanciones en am-
bas especies de infracciones legales son de diferente grado de severidad.
De acuerdo, pues, con e! artículo 13 constitucional, e! fuero de guerra
o esfera de competencia de los tribunales militares surge cuando se trata de
la comisión de un delito o falta calificados por la ley como pertenecientes
al orden militar. Por el contrario, cuando un hecho no tiene un carácter
delictivo militar, los competentes para conocer del proceso que a ese pro-
pósito se instruya serán los tribunales ordinarios (federales o locales, según
e! caso), aun cuando aquél haya sido realizado por un miembro del Ejército.
Así lo ha sostenído la Suprema Corte en una tesis que dice: "El fuero de
guerra no puede extenderse a conocer de delitos que, aunque cometidos por
militares, y relacionados con el servicio del Ejército, no son contra la disci-
plina militar. No quedan bajo la jurisdicción del fuero de guerra los delitos
del orden común que cometan los militares, cuando no estén en servicio de
armas." "El artículo 13 constitucional ha reservado el fuero de guerra para
los delitos contra la disciplina militar, debiendo entenderse como tales los
que, al cometerse, perturban, disminuyen O ponen en peligro el servicio mi-
litar, se oponen a los deberes que impone el ordenamiento general del Ejér-
cito, O realizan durante un servicio militar." :lOO Sin embargo, no basta que
exista dicha circunstancia para que opere e! fuero de guerra; es menester,
además, que un delito militar sea cometido por un miembro del Ejército
para que los tribunales militares puedan conocer de! juicio que de su co-
misión se derive. Éstos carecen de facultad para extender su jurisdicción a
200 Semanario Judicial de la Federación, Quinta Epoca, tomo XIV, pág. 1,788.
GARANTÍAS DE IGUALDAD 297

personas que no pertenezcan a nuestro instituto armado, aun en el supuesto


de que un sujeto no militar esté inodado en la ejecución de un delito o fal-
ta de esa naturaleza. Así 10 dispone el propio artículo 13 constitucional al
establecer que "los tribunales militares en ningún caso y por ningún motivo
podrán extender su jurisdicción sobre personas que no pertenezcan al Ejército".
Puede suceder, no obstante, que en la preparación y ejecución de un de-
lito del orden militar haya tenido injerencia un civil. En este caso, tal como
10 preceptúa nuestra Ley Fundamental en el propio artículo 13, conocerá
del juicio correspondiente el tribunal ordinario competente, esto es, el fe.
deral (Juzgado de Distrito que corresponda), ya que los delitos militares
tienen dicho carácter federal por implicar infracciones a disposiciones fe-
derales, como son las contenidas por el Código de Justicia Militar, la Or-
denanza General del Ejército, etc.
La jurisprudencia de la Suprema Corte ha delimitado con claridad la
extensión jurisdiccional del fuero de guerra al interpretar la parte relativa
del artículo 13 constitucional. Las tesis jurisprudenciales respectivas acr sin.
tetizan dicha extensión en los siguientes tres puntos: "a) el artículo 13 consti-
tucional prohíbe que los civiles sean juzgados por los tribunales militares, en
todo caso; b) manda que las personas que pertenezcan al Ejército deban ser
enjuiciadas ante los tribunales del fuero de guerra, cuando se trate de delitos del
orden militar; c) que cuando en la comisión de un delito militar concurran mi-
litares y civiles, la autoridad civil debe Conocer del proceso por lo que toca a los
civiles, y los tribunales del fuero de guerra al que se instruya a los militares".
En cuanto a los dos primeros puntos estamos de acuerdo con la Supre-
ma Corte, puesto que las conclusiones que encierran se desprenden lógica-
mente del contenido mismo del artículo 13 constitucional; mas por lo que
concierne al tercero, expresamos nuestra completa inconformidad con la ase-
veración en él involucrada. En efecto, tratándose del conocimiento de un
juicio O proceso derivado de la comisión de un delito militar perpetrado por
civiles y miembros del Ejército, la Suprema Corte consigna dos competencias:
una en favor de los tribunales ordinarios en cuanto al establecimiento de la
responsabilidad para los coautores civiles. y otra para los jueces militares por
lo que ve al enjuiciamiento de los coautores militares. Esta bifurcación de
competencia para conocer de responsabilidades provenientes de la realización
de un mismo hecho delictivo según la condición de sus autores. es notoria-
mente -indebida. Efectivamente, la Constitución, en su artículo 13, dispone
textualmente: "Cuando en un delito o falta de orden militar estuviese com-
plicado un paisano, conocerá del caso la autoridad civil que corresponda."
Como se ve, el conocimiento del caso, esto es, de la cabal situación provocada
por la comisión de un delito militar, lo imputa nuestra Ley Fundamental
a los tribunales ordinarios cuando en la ejecución del hecho delictivo men-
201 Ldem, tomo XXXIX, pég. 240, suplemento 33, pág. 1,195, tomo XL, pág. 1,392.
298 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

cionado haya intervenido un ciVil De acuerdo con la interpretación fiel de la


disposición constitucional "transcrita, el juicio proveniente de la perpetración
de un delito militar en la que haya estado inodada una persona civil, debe
ser ventilado ante los tribunales ordinarios quc corresponda, es decir, ante los
Jueces de Distrito en materia penal o mixtos, según aseveramos con antela-
ción. Por ende, estos jueces tienen facultad constitucional para establecer
la responsabilidad de todos los coautores de un mismo delito del orden militar,
sean éstos civiles o miembros del Ejército.
La bifurcación o dualidad de competencias que consigna la Suprema
Corte, repetimos, no sólo no está fundada legalmente, sino que pugna con los
términos claros e indubitables del texto constitucional. Además, de realizarse
dicha bifurcación o dualidad, se engendrarían consecuencias prácticas que
provocarían la inestabilidad judicial. En efecto, en la comisión de un hecho
delictuoso, las responsabilidades de los coautores están en íntima relación
de tal manera que la liberación de culpabilidad de unos aumenta o agrava
la de los otros, o viceversa. Tan es así, que en muchos casos prácticos los inte-
reses de los procesados coautores de un mismo delito están en pugna, lo que
hace que éstos mutuamente se imputen la responsabilidad penal. Pues bien,
para que un juez conozca cabalmente de una situación creada por la comi-
sión de un delito, debe deslindar perfectamente las responsabilidades de las
personas que concurrieron en su realización, con el fin de aplicar adecuada-
mente la pena que corresponda. Para conseguir este objetivo, es menester
que enjuicie simultáneamente, en un solo proceso, a los diversos coautores
de un delito. De lo contrario, no dispondría de datos y elementos suficientes
para delimitar las distintas responsabilidades penales. Por tal motivo, tra-
tándose de un delito militar, como de cualquiera otro, debe ser un mismo
tribunal el que enjuicie a todos los coautores del hecho, y si la Constitución
da competencia a los jueces ordinarios para conocer de un caso que verse
sobre la comisión de un delito militar en la que hubieren intervenido civiles
y miembrosdel Ejército, a ambas categorías de personas deben juzgar.
La tesis de la Suprema Corte sobre este particular, además de pugnar
abiertamente con el artículo 13 constitucional, es el presagio de consecuencias
prácticas tan tremendas como las consistentes en que no se aprecie íntegra-
mente la participación de los diversos coautores de un delito militar para la
fijación de la responsabilidad penal en que haya incurrido cada uno de ellos,
debido a que se parcializa, por así decirlo, el conocimiento judicial en virtud
ele la bifurcación de competencias, En efecto, si bien es cierto que el grado de
responsabilidad y la penalidad correspondiente deben ser distintas para el rm-
litar y el coautor civil en la comisión de un delito castrense por la diversa
situación personal especifica en que ambos están colocados, también es verdad
que, en cuanto a la apreciación de los elementos del corpus delicti, no deben
existir criterios contrarios y hasta contradictorios, lo que acontecería merced a
la bifurcación competellc~a! que sostiene la Suprema Corte. Así, verbigracia, el
!
, GARANTiAs DE IGUALDAD 299

Juez de Distrito podrá resolver, al conocer de la participación del civil en un


hecho delictivo de carácter militar, que los elementos materiales de éste
no quedaron comprobados, dictando, en consecuencia, un auto de libertad en
acatamiento de lo dispuesto por el articulo 19 constitucional; en cambio,
el juez militar, en cuanto al miembro del Ejército, podría decidir, en el pro-
veído de formal prisión que contra él pronuncie, que dichos elementos sí
fueron demostrados, lo que evidentemente originaria una dualidad contra-
dictoria de resoluciones judiciales sobre un mismo caso y en relación con un
mismo delito, el cual, con independencia de la responsabilidad de sus coauto-
res (militar y civil), debe ser estimado unitariamente en lo que atañe a sus
referidos elementos. Por todas estas consideraciones estimamos que, cuando
en la preparación o ejecución de un delito militar estén complicados tanto ci-
viles como militares, la competencia para conocer del proceso correspondiente
debe imputase a los tribunales ordinarios, esto es, a los Jueces de Distrito.
En resumen, el fuero de guerra es primordialmente un fuero de caráeter
real o material, implicando la competencia de los tribunales militares para
conocer de los delitos y faltas de tipo militar. Sin embargo, decho fuero no
deja de ser, paralelamente, de índole personal, pues para que se surta dieha
competencia, se requiere que el autor de un delito O falta militar sea miem-
bro del Ejército. Por tanto, debe concluirse que el fuero de guerra es mixto,
o sea, real, desde el punto de vista de la naturaleza del hecho que lo sustenta, y
personal, en cuanto que sólo es operante respecto de los militares por los
delitos y faltas que cometan contra la disciplina militar.
e) Breve referencia histórica respecto de los fueros personales en M éxi-
co. La abolición de los fueros personales es relativamente reciente. Princi-
palmente en España y, en consecuencia, en la Nueva España, subsistían sobre
todo los fueros eclesiásticos y militares. Estos fueros eran de los llamados privile-
giados, de carácter personalísimo, pues los sujetos que tenían la condición de
miembros de la Iglesia o de la milicia estaban substraidos de la jurisdicción
de los tribunales ordinarios, independientemente del hecho o situación que
originase el juicio o proceso correspondiente. Aparte del fuero eclesiástico y
militar, la administración de justicia en la época colonial de México y, en
general, de las Indias, se impartia por multitud de tribunales cuya compe-
tencia estaba determinada en razón de factores estrictamente personales sobre
los que se asentaban otros tantos fueros. Así, existía el fuero común, merced al
cual los alcaldes ordinarios, los alcaldes mayores o corregidores y las reales
audiencias conocían de los asuntos civiles y penales referentes a las personas
que, por su condición o rango profesional, no estaban comprendidas en los
demás fueros especiales. En cuanto a los negocios contenciosos en que inter-
venían los indios y los españoles existía el Fuero de Indios. Para las cuestio-
nes que concernían a los comerciantes había el fuero mercantil, "reglarnen-
tado por las Ordenanzas de Bilbao, y que estaba constituido por tribunales
de comercio, independientes de los tribunales ordinarios. compuestos de un
300 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES
\
prior y de cónsules elegidos por los mismos comerciantes en primera instancia,
y de un oidor en la apelación'V"
Sería prolijo mencionar siquiera los numerosos fueros especiales que, a
guisa de privilegios o prerrogativas para determinada categoría de sujetos
o para ciertas clases profesionales, existían en el derecho neo-español. Bástenos
citar, además de los ya mencionados, los de Minería, el de la Inquisici6n,
e! de la Santa Hermandad, etc., y en los cuales, sin embargo, la competen-
cia de los tribunales respectivos ya no se establecerla atendiendo a elementos
puramente subjetivos, sino a circunstancias objetivas atañederas a la índole
de los negocios que reclamaran la intervención jurisdiccional, teniendo en
consecuencia, e! carácter de fueros mixtos.
La Constitución española de 1812, no pudiéronse liberar de la tradición
jurídica que acusaba la existencia de una infinidad de fueros privilegiados o
personales, los dejó subsistentes en materia militar y eclesiástica (arts.
249 y 250). En la época en que tuvieron lugar los hechos de emancipación
politica de la Colonia y durante el México independiente, los diferentes orde-
namientos legales y constitucionales que se expidieron hasta antes de la Cons-
titución de 1857, no consignaron expresamente la supresión de los fueros
personales o privilegiados; antes bien, en la Constitución de 1824 se declara-
ron subsistentes los de! orden militar y eclesiástico, mismos que se reiteraron
en las Bases Orgánicas de 1843. No fue sino hasta la expedición de la Ley
Fundamental de 1857 (art. 13, correspondiente al arto 29 del Proyecto),
cuando se abolieron dichos fueros expresamente, conservándose únicamente
e! de guerra; pero no con el carácter de absolutamente personal o privilegiado,
sino como órbita o esfera de competencia de los tribunales militares en razón
de la índole del hecho causante de! juicio o proceso, sin que se hubiese con-
signado la prohibición de que dichos tribunales no podían extender su juris-
dicción a personas que no pertenecieran al Ejército, como ya lo establece e!
artículo 13 de la Constitución vigente, según dijimos.
Durante la gestación parlamentaria de dicho precepto en e! Congreso Cons-
tituyente de Querétaro, la comisión dictaminadora abundó en razones por las
cuales e! fuero de guerra debería operar únicamente respecto de los delitos
y faltas de carácter militar (fuero real u objetivo), sin extenderse a personas
que no fuesen miembros del Ejército (elemento personal o subjetivo en dicho
fuero). En la exposición de motivos del actual articulo 13 constitucional, la
comisión dictaminadora dijo lo siguiente: "El principio de la igualdad, base
de la democracia, es incompatible con la existencia de leyes privativas y
tribunales especiales, que implican privilegios de clases; condena éstos el ar-
tículo I3 del proyecto de Constitución en los mismos términos en que lo hace
la de 1857, dejando subsistente nada más el fuero de guerra; pero en el pro-

'2OZ Los Delitos de los Altos Funcionarios y el Fuero Constitucíonol, por Juan José
González Bwtamante, pág. 24.
GARANTíAs DE IGUALDAD 301

yecto se circunscribe más aún la jurisdicción de los tribunales militares, reti-


rándoles aquélla de un modo absoluto respecto de los civiles complicados en
delitos de orden militar. De esta suerte, el fuero militar, responde exactamente
a la necesidad social que hace forzosa su subsistencia; viene a constituir una
garantía para la misma sociedad, en lugar de un privilegio otorgado a la clase
militar, como fue en otro tiempo. Anteriormente a la Ley Juárez, el fuero mili-
tar era positivamente un privilegio de casta; gozaban de ese fuero los militares
en toda materia: en negocios del orden civil, en tratándose de delitos del
orden común y en los comprendidos en la ordenanza militar. La Ley J uárez,
al abolir todas las demás prerrogativas dejando sólo subsistentes los tribunales
especiales para los delitos militares, dio un gran paso en el camino demo-
crático; el artículo 13 del proyeeto de Constitución es el complemento de
aquella ley.'" 10 que obliga a conservar la práctica en que los militares sean
juzgados por militares conforme a leyes especiales, es la naturaleza misma
de la institución del Ejército. Estando constituido éste para sostener las ins-
tituciones, urge rodearlo de todas las precauciones dirigidas a impedir su des-
moralización y mantener la disciplina, que es su fuerza, porque un ejército
no deja de ser el sostén de una nación, sino para convertirse en azote de la
misma. La conservación de la disciplina militar impone la necesidad de.casti-
gos severos, rápidos, que produzcan una fuerte impresión colectiva; no pu-
diendo obtener este resultado de los tribunales ordinarios, por la variedad
de los negocios a que tienen que atender constantemente y por la impotencia
a que se ven reducidos en ocasiones, por diversas causas, es fuerza instituir
tribunales espeeiales que juzguen de los delitos del orden militar, si se quiere
obtener los fines indicados antes".204 1 205
f) La última garantía específica de igualdad que contiene el artículo 13
constitucional es la que se refiere a que ninguna persona o corporaci6n puede
gozar de más emolumentos que los que sean compensaci6n de servicios pú-
blicos y estén fijados por la ley. Esta garantía impide que el Estado, por
conducto de sus autoridades, pueda acordar en beneficio de algún sujeto o
persona moral una retribución económica, no 8610 sin que haya una contra-
2103 Probablemente se trata de la ley de 15 de septiembre de 1857, expedida no por
Juárez sino por Comonfort, en cuyo artículo primero se declaró subsistente el fuero de
guerra para los delitos y faltas en conexión con el servicio militar únicamente.
2(14 Diario de los Debates del Congreso Constituyente de 1916-17. págs. 205 y 206.

2(l5 El diputado constituyente Francisco J. Múgica, que formé parte de la citada co-

misión dictaminadora, fonnuló un voto particular propugnando la abolición total del fuero
de guerra en tiempo de paz, para el efecto de que fuesen los tribunales ordinarios (no
militares) los que conociesen de todos los casos en que se tratare de un delito de carácter
militar cometido inclusive por miembros del Ejército. Para Múgica, el fuero de guerra
sólo debía subsistir, como competencia de los tribunales militares, por delitos de este
tipo cuando la naci6n se encontrase en estado de guerra o cuando el Ejército se hallare
en campaña en determinada regi6n del país. (Véase la obra citada en la nota anterior,
páginas 206 y 207.) No obstante dicho voto y las objeciones que diferentes congresistas
formularon al" dictamen, se aprobó el articulo 13 constitudonal por 122 votos contra 61.
302 LAS GARANTÍAS JNDIVIDUALES

prestación de índole pública por parte del beneficiado, sino aun en el caso
de que, habiéndola, la remuneración correspondiente no esté fijada legal-
mente. Esta garantía prohíbe, por un lado, las "canonjías", que se pudieren
conceder a alguna persona y, por otro, el pago por servicios públicos que
no esté fijado por una ley."'"
Para los efectos de esta disposición constitucional, los servicios públicos
están constituidos por todas aquellas prestaciones otorgadas al Estado en be-
neficio del mismo o como colaboración para la realización de sus fines, tales
como las desempeñadas por los empleados o funcionarios públicos, o como
las ejecutadas por particulares para beneficio colectivo. Por ende, significará
una violación a esta garantía específica de igualdad el caso en que el Estado,
por conducto de las autoridades respectivas, autorice en favor de una persona
o corporación un pago que no sea retribución a alguna prestación que tenga
por objeto colaborar, en una esfera determinada, a la realización de los fines
estatales que genéricamente deben consistir en el logro del bienestar colectivo
y del mejoramiento social.
En la historia, y muy particularmente en México, se daban frecuentes
casos en que existía un emolumento acordado en favor de una persona o
de un grupo determinado de individuos, sin que mediara de parte de los
beneficiarios la prestación de un servicio público en los términos que acaba-
mos de indicar. Así, el licenciado Lozano afirma 207 que: "En otra época
ciertas personas y corporaciones tenían emolumentos que no eran. compen-
sación de un servicio público; tales eran los tributos y servicios personales
que los encomenderos, personas o corporaciones podían exigir de los pue-
blos que tenían en encomienda, y los diezmos y primicias que los cabildos
eclesiásticos estaban en posesión de percibir, con apoyo de la autoridad pú-
blica y de las leyes, hasta que la del 27 de octubre de 1833 derogó las que
imponían o autorizaban la coacción civil para hacer efectivas estas exaccio-
nes tan injustas como ruinosas."

::lO6 Constitucionalmente, cada año el Poder Ejecutivo debe presentar al Congreso Fe-
deral el "Presupuesto de Egresos", en el que están incluidas las partidas para pagar Jos
servicios públicos. debiendo el Legislativo examinar "no s610 la conformidad de las partidas
gastadas por dicho presupuesto, sino también la exactitud y justificación de las mismas"
(art, 73 constitucional, fracción XXVIII), estableciendo el artículo 126 de la Constitución
que no podrá hacerse pago alguno que no esté comprendido en dicho presupuesto o deter-
minado por ley posterior.
201 Los Derechos del Hombre, pág. 77.
I
,

CAPÍTULO QUINTO

GARANTíAS DE LIBERTAD
Sumario: l.-La libertad (Generalidades). H.-La libertad como garan-
tía individual. I11.-Garantías específicas de libertad: A.-La libertad de
trabajo (artículo 5. constitucional). a) Extensión y limitaciones cons-
titucionales a dicha libertad; b) Seguridades constitucionales relativas a
la libertad de trabajo; e) El trabajo como obligación individual pública;
d) Breve referencia histórica a la libertad de trabajo. B.-La libre expre-
sión de las ideas: a) Su extensión jurídica; b) Limitaciones constitucionales
a la libertad de expresión de las ideas; e) Breve reseña histórica de dicha
libertad. C.-La libertad de imprenta: a) Su extensión jurídica¡ b) Sus
limitaciones constitucionales; e) Seguridades jurídico-constitucionales de
la libertad de imprenta; d) Antecedentes históricos de dicha libertad.
D.-El derecho de petíción. E.-La libertad de reunión y asociación:
a) Su extensión jurídica; b) Limitaciones constitucionales a dicha liber-
tad; e) La libertad de asociación politíca y los partidos politicos; d)
Breve referencia histórica. F.-Libertad de posesión y portación de armas.
G.-Libertad de tránsito. H.-Libertad religiosa. l.-Libertad de circu-
lación de correspondencia. ¡.-La libre concurrencia. IV.-Consideracio-
nes sobre el artículo 39 constitucional. a) Somera referencia histórica;
b) Apreciaciones generales; e) La reforma de 1934; d) La reforma de
1946; e) La autonomía universitaria.

l. LA LIBERTAD (Generalidades)
Al abordar el somero estudio que hicimos respecto de la persona humana,
afirmamos que todo individuo tiene una teleologia que perseguir, que es
inherente a su ser. Dicha finalidad estriba, genéricamente hablando, en la ob-
tención de su felicidad o bienestar, que se traduce, en términos abstractos,
en una situación subjetiva de satisfacción permanente, con independencia del
estado real en que la persona se encuentre o de las circunstancias materiales
que la rodeen (v. gr., un pobre puede ser más feliz que un rico, no obs-
tante que éste está colocado en una mejor posición económica). Pues bien,
dijimos asimismo que cada pen;ona, al realizar o pretender realizar su propia
felicidad, se forja los fines II objetivos en que, según cada criterio individual,
puede estribar su bienestar, forjación que generalmente es la consecuencia
de un sinnúmero de factores de diversa indole que están presentes en cada
individualidad. Al concebir la persona sus fines vitales, en cuya obtención
hace radicar su especial y propia felicidad o bienestar, el individuo asimismo
crea o escoge los medios que estima idóneos para conseguir tal objetivo.
304 LAS oARANTfAs INDIVIDUALES

Tanto en la concepción teleológica como en la selección de los medios


tendientes a lograr los fines vitales personales, el individuo obra por sí mismo.
Nadie más que él conoce la indole de su propia felicidad; él solo es el único
que puede elegir el terreno o ámbito donde situar los fines que forja; él
también es el que sabe, con exclusión de cualquier otro sujeto, cuáles son los
conductos adecuados para realizar sus objetivos personales y, por ende, para
lograr su felicidad. Es a través de esta elección individual y exclusivista de
fines y medios vitales como filosóficamente se reputa a la persona humana
en su carácter de auto-fin, puesto que es ella misma el único o al menos el
principal sujeto de la felicidad que persigue, aun cuando la obtención real
o práctica de ésta redunde en beneficio ajeno (como acontece con el altruista,
v, gr., quien, al sentirse feliz haciendo el bien a sus congéneres, al mismo
tiempo beneficia a éstos con su conducta o comportamiento).
Ahora bien, es en la elección de [mes vitales y de medios para su realiza'
ción como se ostenta relevantemente la libertad. Esta es, en términos genéricos,
la cualidad inseparable de la persona humana consistente en la potestad que
tiene de concebir los fines y de escogitar los medios respectivos que más le
acomoden para el logro de su felicidad particular. Se dice, por ende, que
cada persona es libre para proponer los fines que más le convengan para el
desarrollo de su propia personalidad, así como para seleccionar los medios
que estime más apropiados para su consecución.
La libertad, traducida en esa potestad o facultad propia de la persona
humana de elegir fines y medios vitales, presenta dos aspectos fundamentales,
establecidos en razón del ámbito donde aquélla se despliega. En primer lugar,
la escogitación de objetivos vitales y de conductos para su reaIización puede
tener lugar inmanentemente, esto es, sólo en el intelecto de la persona, sin tras-
cendencia objetiva. En este caso, la potestad electiva no implica sino una liber-
tad subjetiva o psicológica ajena al campo del Derecho. En segundo término,
como el individuo no se conforma con concebir los fines y medios respectivos
para el logro de su bienestar vital, sino que procura darles objetividad, exter-
nándolos a la realidad, surge la libertad social, o sea, la potestad que tiene la
persona de. poner en práctica trascendentemente tanto los conductos como los
fines que se ha forjado. La libertad social, por ende, no se contrae al campo
de la inmanencia del sujeto, sino que trasciende a la realidad, traducida en
aquella facultad que tiene la persona humana de objetivar sus fines vitales me-
diante la práctica real de los medios idóneos para este efecto. Ésta es la liber-
tad que interesa fundamentalmente al Derecho, ya que la otra, es decir, la
subjetiva o psicológica, se relega al fuero intimo del intelecto o de la conciencia,
indiferente, en sí misma, a la regulación juridica.
La libertad social, que es la única que vamos a tomar en consideración,
se traduce, pues, en una potestad genérica de actuar, real y trascendente-
mente, de la persona humana, actuación que implica, en síntesis, la consecu-
ción objetiva de fines vitales del individuo y la realización práctica de los
GARANTiAs DE LIBERTAD 305

medios adecuados para su obtención. Pues bien, ese actuar genérico de la per-
sona, esa libertad abstracta del sujeto, se puede desplegar específicamente de
diferentes maneras y en diversos ámbitos o terrenos. Cuando la actuación libre
humana se ejerce en una determinada órbita y bajo una forma particular,
se tiene a la libertad especifica. :&ta es, en consecuencia, una derivación de la
libertad social genérica que se ejercita bajo ciertas formas y en una esfera
determinada (libertad de expresión de pensamiento, de trabajo, de comercio,
de imprenta, etc.), En otras palabras, las libertades específicas constituyen
aspectos de la libertad genérica del individuo, o sea, modos o maneras espe-
ciales de actuar.
La libertad social, traducida en la potestad del SUjeto para realizar sus
fines vitales mediante el juego de los medios idóneos por él seleccionados, y
la cual determina su actuación objetiva, no es absoluta, esto es, no está exenta
de restricciones o limitaciones. Éstas tienen su razón de ser en la vida social
misma. En efecto, la convivencia humana sería un caos si no existiera un
principio de orden. Si a cada miembro de la sociedad le fuera dable actuar
en forma ilimitada, la vida social se destruiría a virtud de la constante
violencia que surgiría entre dos o más sujetos. En la pretensión de hacer
prevalecer sus intereses propios sobre los de los demás, bajo el deseo de te-
ner primacía sobre sus semejantes, el individuo aniquilaría al régimen de
convivencia. Éste, por tal motivo, debe implicar limitaciones a la actividad
de sus componentes. La libertad objetiva, como ilimitada y absoluta actua-
ción, sólo puede tener lugar en el hipotético "estado de naturaleza" de que
hablara Rousseau, donde cada hombre, por el hecho de vivir aislado de sus
congéneres, desempeña su eonducta sin restricciones, de acuerdo con la capa-
cidad de sus fuerzas naturales, El principio de orden, sobre el que se basa toda
sociedad, toda convivencia humana, implica necesariamente limitaciones a la
actividad objetiva del sujeto; por ende, éste estará impedido para desarrollar
cualquier acto que engendre conflictos dentro de la vida social. Las limita-
ciones o restricciones impuestas por el orden y armonía sociales a la actividad
de cada quien, se establecen por el Derecho, el cual, por esta causa, se con-
vierte en la condición indispensable sine qua non, de toda sociedad humana.
Por eso el aforismo sociol6gico que expresa: ubi homines, societas, ubi societas,
jus, es de validez apodíctica, en el sentido de implicar, en primer lugar, la
índole eminentemente sociable del ser humano y, en segundo término, la im-
prescindible necesidad del orden juridico, bien sea consuetudinario o legal,
para que una sociedad exista y subsista. Claro está que el orden de derecho
. es el factor que fija las limitaciones a la libertad social del hombre desde un
punto de vista deontológico, ya que en la realidad hist6rica no faltan ni han
faltado casos en que aquéllas no son impuestas juridicamente, sino por la vo-
luntad autocrática del gobernante.
Las limitaciones o restricciones a la libertad social del hombre que esta-
blece el orden juridico tienen diversas causas. En los regímenes netamente
306 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

individualistas que se crearon a raíz de la Revoluci6n francesa, la libertad


humana no podia ejercerse sino cuando su desempeño no perjudicaba o da-
ñaba a otra persona. El interés particular, como posible objeto de vulneraci6n
de una desenfrenada libertad individual, era, pues, la barrera que a ésta se
oponía, La Declaraci6n Francesa de los Derechos del Hombre y del Ciuda-
dano claramente consignaba este criterio de limitaci6n a la libertad en su
artículo IV, que disponía: "La libertad consiste en poder hacer todo lo que
no dañe a otro. De aquí que el ejercicio de los derechos naturales del hom-
bre no tenga más limitaciones que los que aseguren a los otros miembros de la
sociedad el goce de esos mismos derechos: estos limites no pueden determi-
narse más que por la ley." Por tanto, como se puede colegir de la anterior
transcripci6n, dentro del más estricto individualismo, las únicas limitaciones
jurldicas a la libertad del hombre obedecían a una sola circunstancia, a saber:
cuando se causaran, mediante su ejercicio, daños a un interés privado.
El criterio que sirvi6 de fundamento a las limitaciones de la libertad se
transform6 y ampli6 con el tiempo. Entonces, la simple producci6n de un daño
a un particular ya no era ni el único ni el más importante dique al desarrollo
abusivo de la potestad libertaria. El Estado, como persona política y social,
podía ser también vulnerado por un desenfrenado ejercicio de la libertad. Fue
así como, al lado del factor limitativo ya mencionado, se declar6 que la li-
bertad del individuo deberla restringirse en aquellos casos en que su ejercicio
significara un ataque o vulneraci6n al interés estatal o interés social. Junto
a la limitaci6n de la libertad en aras del interés particular, se consagr6 la
restricci6n a la misma en beneficio del Estado o de la sociedad.
Ahora bien, ¿cuándo existe ese interés social o estatal como criterio limi-
tativo de la libertad del individuo? Ésta es una cuesti6n que no es posible
resolver a priori; es menester tomar en consideraci6n para tal efecto cada
caso concreto que se presente, o mejor dicho, cada libertad específica de que se
trate. Éste es el método que generalmente adoptan las constituciones en el esta-
blecimiento de las limitaciones a la libertad humana, o sea, el consistente en
consignar éstas en relaci6n a cada libertad específica que reconozcan. Es más,
por lo general, ni la Ley Fundamental ni las leyes orgánicas de garantías
indican en qué casos se está en presencia de un interés social, estatal, público,
general, etc., para limitar las diversas libertades específicas; en la mayoría
de las veees se concretan los ordenamientos jurídicos a mencionar simple-
mente el interés del Estado o de la sociedad como dique a la libertad humana
en sus distintas y correspondientes manifestaciones. Por consiguiente, toca a la
jurisdicci6n o a la administraci6n establecer en cada caso concreto cuándo
se vulnera el interés social o estatal por el desarrollo de una determinada li-
bertad eSpecífica.... .

:208 Así, v. gr.; el artículo 5° constitucional declara que "el ejercicio de la libertad de
trabajo, industria, comercio o profesión sólo podrá vedarse... cuando se ofendan los dere-
chos de la sociedad", sin especificar cuándo surge esa ofensa.
GARANTÍAs DE UBERTAD 307

No obstante, podemos afirmar que, si no se quiere degenerar en la absor-


ción del individuo por el Estado, como acontece en los regímenes totalitarios,
las limitaciones a la libertad en presencia del interés social o estatal, por un
lado, deben estar plenamente justificadas, y por el otro, ser de tal naturaleza,
que no impliquen la negación de la potestad humana que se pretende res-
tringir, según ya afirmamos en otra ocasión.
En síntesis, la libertad social u objetiva del hombre se revela como la po-
testad consistente en realizar trascendentalmente los fines que él mismo se
forja por conducto de los medios id6neos que su arbitrio le sugiere, que es en
lo que estriba su actuaci6n externa, la cual s610 debe tener las restricciones
que establezca la ley en aras de un interés social o estatal o de un interés
legitimo privado ajeno.""

II. LA LIBERTAD COMO GARANTÍA rNDIVIDUAL

La libertad, en los términos que acabamos de expresar, es una condición


sine qua non, imprescindible para el logro de la teleología que cada individuo
persigue. En estas circunstancias, la libertad se revela como una potestad inse-
parable de la naturaleza humana, como un elemento esencial de la persona.
En un plano deontológico, pues, la libertad se manifiesta bajo ese aspecto.
Ahora bien, en el terreno de las realidades sociales, ¿cómo se ostenta la
libertad del hombre? En otras palabras, ¿qué posición ocupa la potestad liber-
taria del ser humano dentro de la sociedad estatal? Las concepciones filosóficas
abstractas de la personalidad dentro de la cual sitúan a la libertad como un
elemento inherente a su naturaleza, han tenido repercusiones en la vida social.
La idea deontológica de la libertad tiende siempre a convertirse en realidad
ontológica.

20'9 La anterior concepción no tiene la pretensión de definir lo que es la libertad.


Atendiendo a los diferentes puntos de vista desde los cuales puede analizarse la idea res-
pectiva, nos hemos contraído a exponer su implicación tomando en cuenta la naturaleza
teleol6gica del hombre y su carácter de ente social. Quizá las dificultades que embarazan
la tendencia intelectiva para definir la libertad como concepto abstracto, unitario e in-
tegral (tendencia que peculieriza al espíritu filosófico latino y germánico), hayan origi-
nado que la mentalidad anglo-sajona, propensa al pragmatismo, no se hubiese preocupado
por analizarlo. Tan es así, que los documentos jurldico-politícos de Inglaterra y Estados
Unidos se han concretado a mencionar las diferentes libertades especificas del hombre,
insertándolas en catálogos (bills) declarativos. Como indica acertadamente Sánchez Via-
monte (Los Derechos del Hombre en la Revolución Francesa); el conceptualismo y la ter-
minología anglo-sajona distinguen la idea de "Iiberty", que corresponde al concepto abs-
tracto, integral y unitario de "libertad", de la de "freedom", que se aplica a las libertades
específicas reconocidas estatutaria y consuetudinariamente como "derechos del gobernado".
La idea de "Iiberty" ha sido deliberadamente inasequible para la conciencia jurídica de
los pueblos anglo-sajones, quienes se han conformado, en un afán utilitario, a emplear en
sus documentos públicos el concepto "Ireedom", desenvuelto en libertades específicas decla-
radas o reconocidas.
308 LAS GARANTfAs INDIVIDUALES

El hombre, considerado abstractamente como persona, está dotado de la


potestad libertaria. Pues bien, dentro de la convivencia humana, dentro del
conglomerado social, en las múltiples relaciones que surgen entre los miem-
bros de éste, la libertad como factor abstracto deontológico del hombre ha
pugnado por transmutarse en algo real. En síntesis, si filosóficamente el ser
humano como tal tiene que ser libre, realmente también debe poseer este
atributo.
Se suscita, entonces, una cuestión histórica por elucidar: las concepciones
abstractas y deontológicas de la personalidad humana ¿han correspondido a
las realidades sociales, o éstas a aquéllas? La libertad que todo hombre debe
poseer ¿prácticamente la ha tenido? La historia nos demuestra hasta la eviden-
cia que tal correspondencia ha faltado a menudo. Así, desde los tiempos más
remotos había una acentuada diferencia social entre dos grupos de hombres:
los libres y los esclavos. La libertad estaba reservada a una clase privilegiada,
a un sector que imponía su voluntad sobre el resto de la población constituida
por los esclavos. Éstas no eran personas, sino cosas, como sucedía principal-
mente en Roma. No era cierto que todo hombre, por el hecho de ser tal,
fuese libre; era falso que la libertad constituyera un atributo inseparable
de la naturaleza humana; la potestad libertaria se reservaba a una clase social
superior, privilegiada, que tenía todos lGS derechos sobre los seres no libres.
Esta negación de libertad a un grupo humano de la sociedad, esta desigualdad
inicua que imperaba entre dos clases sociales -hombres libres y esclavos--,
eran el signo invariable y característico de las realidades políticas de la an-
tigüedad. En la Edad Media y hasta los tiempos modernos, la libertad humana
no existía como atributo real de todo hombre. Los privilegios y la reserva de
libertad en favor de grupos sociales determinados subsistieron, a pesar de las
concepciones filosóficas propaladas en el sentido de que todos los hombres
sin distioción son igualmente libres. No fue sino hasta la Revolución fran-
cesa cuando se proclamó la libertad universal del ser humano; todo hombre, se
dijo entonces, por el hecho de ser tal, nace libre; la libertad se hizo extensiva
a todo sujeto, con independencia de su condición particular de cualquier
género y especie. Fue asi como todo individuo ante el Derecho se reputó colo-
cado en una situación de igualdad con sus semejantes, situación que en la
actualidad se ha proyectado al campo económico y social propiamente
dicho, dando origen a las llamadas garantias sociales que tratamos en otra
ocasión.
Pues bien, la libertad de que disfrutaron en la antigüedad, en la época
medieval y en los tiempos modernos los grupos prepotentes y privilegiados,
salvo algunas excepciones, no significaba una garantía individual (en el con-
cepto que expusimos oportunamente), esto es, no era una libertad pública, sino
una libertad civil o privada. El individuo gozaba de libertad dentro del campo
del Derecho Civil, esto es, en las relaciones con sus semejantes, como sucedía
principalmente en Roma y en Grecia. Sin embargo, frente al poder público
GARANTIAS DE LI1lERTAD 309

no podía hacer valer la libertad de que era sujeto. El Estado y sus autori-
dades estaban en la posibilidad de respetar la esfera de acci6n del gobernado,
mas no como consecuencia de una obligaci6n jurídica, sino a título de mera
tolerancia. El gobernante, según su arbitrio y discreción, podia o no respetar
la libertad de un individuo; mas no estaba obligado a acatarla. De ahí que el
Estado, sin tener barreras jurídicas que limitaran su actividad en beneficio
del gobernado, se tornaba cada vez más prepotente, invadiendo las órbitas de
la actuación del individuo en todos sus aspectos, como sucedía en los regí-
menes absolutistas, principalmente en Francia, en donde los monarcas eran
dueños de las vidas y haciendas de sus súbditos.
En sintesis, hasta antes de la Revolución francesa, y salvo excepciones
como las concernientes a los regímenes jurídicos inglés y español (este último
a virtud de los "fueros"), en los que la actividad gubernamental debía respe-
tar jurídicamente cierta esfera de acci6n del gobernado, el hombre libre, esto
es, el perteneciente a las clases sociales privilegiadas, s610 gozaba de una liber-
tad civil o privada frente a sus semejantes y en las relaciones con éstos, care-
ciendo de libertad pública o a titulo de garantla individual, es decir, frente a
los gobernantes.
Ante los desmanes y arbitrariedades cometidos en contra de los gober-
nados por el poder público, en vista de los abusos muy frecuentes de los
monarcas irresponsables y tiránicos ejecutados en perjuicio de sus súbditos,
el individuo exigió del gobierno, como sucedió en Inglaterra principalmente, el
respeto a sus prerrogativas como persona, dentro de las que ocupa un lugar
preeminente la libertad. Los hechos políticos arbitrarios por un lado y las
concepciones filosóficas jusnaturalistas sobre el ser humano, determinaron
la consagración jurídica de las prerrogativas fundamentales del hombre. Ésta,
sin embargo, tiene una fuente diversa en Inglaterra y en Francia. Entre los
anglosajones la costumbre jurídica era la que imponía al monarca el respeto,
la observancia de ciertas potestades fundamentales del gobernado; entre los
franceses, cuyo sistema jurídico estatal pre-revolucionario desconocía todo
derecho público escrito o consuetudinario que no emanara de la voluntad
real omnímoda, los derechos del hombre tuvieron su consagraci6n legislativa
por modo súbito, de manera repentina, al expedirse la famosa Declaración de
1789. Pero, independientemente de la forma en que se implantan jurídica-
mente las prerrogativas fundamentales de la persona como tal, lo cierto es
que, en el orden a la libertad del individuo, ésta ya no era simplemente un
atributo de la actuación civil del sujeto, esto es, de su proceder ante sus seme-
jantes en la vida social, sino un derecho PÚblico subjetivo, oponible y exigi-
ble al Estado.
La libertad individual, como elemento inseparable de la personalidad
humana, se convirti6, pues, en un derecho PÚblico cuando el Estado se obligé
a respetarla. Ya dicho factor no tenía una mera existencia deontolégica, sino
que se tradujo en el contenido mismo de una relaci6n jurídica entre la en-
310 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

tidad política y SUS autoridades, por un lado, y los gobernados, por el otro,
Esta relaci6n de derecho, que surgió cuando el Estado, por medio de sus
6rganos autoritarios, decidió respetar una esfera libertaria en favor del indivi-
duo como consecuencia de un imperativo filos6fico, creó para los sujetos de la
misma un derecho y una obligaci6n correlativa. Un derecho para el gobernado
como potestad o facultad de reclamar al Estado y a sus autoridades el respeto,
la observancia del poder libertario individual, concebido en los términos a que
aludíamos anteriormente. Una obligaci6n para la entidad política y sus 6rga-
nos autoritarios, consistente en acatar, pasiva o activamente, ese respeto. Es
entonces cuando la libertad humana se concibe como el contenido de un
derecho subjetivo pública cuyo titular es el gobernado, con la obligaci6n estatal
correlativa impuesta al Estado y a sus autoridades; en otras palabras, es en-
tonces cuando la libertad humana deontol6gica, basada en supuestos y prin-
cipios filosóficos propios de la índole de la persona, se convierte en una garantla
individual, engendrando un derecho subjetivo público para su titular, con-
sistente en su respeto u observancia, así como una obligación estatal y autori-
taria concomitante.
No dejamos de reconocer, por otra parte, que el ejercicio real de la libertad
humana Como contenido de un derecho público subjetivo en los términos
anotados, está sujeto a diversas condiciones objetivas que se dan en el am-
biente socio-económico. En otras palabras, el ejercicio libertario en sus distintas
manifestaciones no puede desplegarse sin dichas condiciones. Cuando éstas
faltan, la libertad y los derechos públicos subjetivos que contienen sus diferen-
tes especies, se antojan meras declaraciones teóricas formuladas en la Cons-
tituci6n frente a aquellos grupos humanos' que por su situación econ6mica
y cultural no pueden desempeñarlos en la realidad. Por ello, la concepci6n
clásica, tradicional de la libertad jurídicamente consagrada, ha sido atacada
con acritud por el pensamiento marxista, para el que una libertad que no
corresponda a la realidad socio-econ6mica es simplemente formal, desprovista
de contenido y de sentido, respecto de sujetos que no cuenten con medios para
ejercitarla. Esta apreciaci6n es correcta, pero no autoriza, ni mucho menos
justifica, la proscripci6n de los derechos públicos subjetivos de contenido li-
bertario. Tales derechos, según lo hemos afirmado reiteradamente, implican
obligaciones correlativas a cargo de' los órganos del Estado en cuanto que
éstos deben respetar las libertades específicas que aquéllos comprenden. A vir-
tud de los mismos, todo gobernado está en posibilidad de desempeñarlos sin
que los referidos 6rganos deban impedir su ejercicio. Ahora bien, si una perso-
na, por las circunstancias fácticas en que se encuentre dentro de la realidad
socio-económica y cultural en que viva, no está en condiciones de desplegar
su derecho libertario, no por ello debe dejar de ser un titular, pues sin este
derecho estaria a merced de las autoridades estatales, quienes podrían impedir
el desempeño de cualquier libertad aunque tales circunstancias cambiasen.
No debe confundirse el derecho público subjetivo con su ejercicio real, y si
GARANTÍAs DE LIBERTAD 311

para desplegarlo no existen las condiciones objetivas adecuadas, no por este


motivo debe dejarse al gobernado sin protecciónjurídica.
Siendo la libertad una potestad compleja, esto es, presentando múltiples
aspectos de aplicación y desarrollo, su implantaci6n o reconocimiento por el
orden jurídico constitucional se llevaron a cabo en relaci6n con cada facultad
libertaria específica. Éste es el método que se adopta por nuestra Constituci6n,
la cual no consagra una garantia genérica de libertad, como lo hacía la De-
claraci6n Francesa de 1789, sino que consigna varias libertades específicas
a titulo de derechos subjetivos públicos. Por esto es por lo que, siguiendo el
método que emplea nuestro sistema constitucional, procederemos al estudio
de cada uno de los preceptos de nuestra Ley Fundamental que contienen las
diversas garantías específicas de libertad.

IIl. GARANTIAS ESPECÍFICAS DE LmERTAD

A. La libertad de trabajo (articulo 5 constitucional) "'0

a) Extensi6n y limitaciones constitucionales a dicha libertad. La liber-


tad de trabajo es una de las garantias que más contribuyen a la realización
de la felicidad humana, que es, según afirmamos, en lo que se resuelve toda la
teleología del hombre dentro de un terreno de normalidad. En efecto, gene-
ralmente el individuo suele desempeñar la actividad que más esté de acuerdo
Con su idiosincrasia, con sus inclinaciones naturales e innatas, etc. Consiguien-
temente, la escogitaci6n de la labor que el individuo despliega o piensa ejer-
citar constituye el medio para conseguir los fines que se ha propuesto (fama,
riqueza, gloria, poder, etc.), Es por esto por lo que la libertad de trabajo,
concebida como la facultad que tiene el individuo de elegir la ocupaci6n que
más le convenga para conseguir sus fines vitales, es la manera indispensable
sine qua non, para el logro de su felicidad o bienestar. Cuando al hombre
le sea impuesta una actividad que no se adecúe a la teleología que ha selec-
cionado, no s610 se le imposibilita para ser feliz, para desenvolver su propia
personalidad, sino que se le convierte en un ser abyecto y desgraciado.
Fiel a tal prop6sito, que debe guiar a todo orden jurídico estatal, de
cualquier naturaleza que sea, consistente en procurar el bienestar social, que
se obtiene mediante la felicidad de los miembros dc un conglomerado humano,
nuestro articulo 5 constitucional consagra la libertad de trabajo en los siguien-
tes términos: "A ninguna persona podrá impedirse que se dedique a la pro-
fesión, industria, comercio o trabajo que le acomode, siendo lícitos."
210 Esta libertad sc regulaba por los artículos 4 y 5 de la Constitución. El contenido del
primero de estos preceptos fue trasladado al segundo según Decreto Congresional de 27 de
diciembre de 1974, publicado en el DiaTio Oficial de la Federación correspondiente al día
31 del mismo mes y año. Según tal decreto, y como ya lo hemos advertido, el articulo 4-
constitucional proclama la llamada "igualdad jurídica" entre el varón y la mujer.
312 LAS GARANTÍAs INDIVIDUALES

1. Como se colige de la simple lectura de esta disposici6n, la libertad de


trabajo (cuya connotación abarca la de la industria, profesi6n, comercio, etc.,
por ser sin6nima de libertad de ocupaci6n) tiene una limitaci6n en cuanto
a su objeto: se requiere que la actividad comercial, industrial, profesional, etc.,
sea licita. Por ende, todo aquel trabajo que es ilícito no queda protegido por la
garantía individual de que tratamos, habiéndolo considerado así la Suprema
Corte (Informe de 1970, Tribunal Pleno, pág. 291).
Ahora bien, ¿qué se entiende por licitud en los términos del articulo 5
constitucional? La ilicitud de un acto o de un hecho es una circunstancia que
implica contravenci6n a las buenas costumbres o a las normas de orden pú-
blico. En el primer caso, la ilicitud tiene un contenido inmoral, esto es, se
refiere a una contraposici6n con la moralidad social que en un tiempo y espa-
cio determinados exista;'" en el segundo caso, la ilicitud se ostenta como una
disconformidad, como una inadecuación entre un hecho o un objeto y una ley
de orden público.'"
¿Qué es una norma de orden público? Desde luego, no se deben confundir
las normas o leyes de orden público con las de Derecho Público. Éstas reciben
su correspondiente calificación en atención a la naturaleza del todo nor-
mativo del que forman parte, pudiendo tener singularmente un contenido
dispositivo de carácter privado. Así, por ejemplo, es una disposición de derecho
público la contenida en el articulo 130, párrafo IV, de la Constitución, que
dice: "La simple promesa de decir verdad y de cumplir las obligaciones que se
contraen, sujeta al que la hace, en caso de que faltare a ella, a las penas
que con tal motivo establece la ley." Es una disposici6n de derecho público,
porque pertenece a un todo normativo que tiene tal carácter eminentemente,
. como es la Constitución. Sin embargo, tal disposición, no obstante su carácter
constitucional, puede no ser de orden público en el caso de que solamente
regule intereses particulares, en el supuesto de que concretamente tenga apli-
cación a situaciones privadas, como acontece en la mayoría de las veces.
Por consiguiente, no toda norma o disposición de derecho público es nece-
sariamente de orden público. A la inversa, tampoco necesariamente toda
disposici6n de orden público pertenece al derecho público. Entonces, ¿cuál.
es la nota que caracteriza una disposición de orden público?
En las diversas situaciones que suelen darse socialmente, pueden existir
simples intereses privados o debatirse intereses públicos con los particulares.
Pues bien, cuando una disposición legal única y exclusivamente, de modo
directo, establece una regulación para los intereses privados en vista de una
situación juridica o fáctica determinada, se tratará de una norma de orden
211 No pretendemos abordar la cuestión del absolutismo o relativismo de la moral;
nos concretamos a afirmar que ésta es, socialmente relativa, o sea, que varía según la época
y el pueblo de que se trate.
212 Esta concepción de ilicitud la hemos derivado del articulo l,83Q del C6digo Civil,
que dice: "Es ilícito el hecho que es contrario a las leyes de orden público o a las buenas
costumbres."
GARANTÍAs DE LIBERTAD 313

- privado. Por el contrario, si una ley regula directamente, ante una situación
de hecho o de derecho determinada, los intereses que en ella tenga el Estado
como entidad soberana o la sociedad, se estará en presencia de una norma
de orden público. Por ende, para dilucidar la cuestión de cuándo se trata de
una disposición de orden público, hay que acudir al objeto directo de la regu-
lación que respectivamente establezcan ambos tipos preceptivos, integrados
por los intereses privados o públicos que nonnen.''''

2. De la disposición contenida en la primera parte del artlculo 5 cons-


titucional, en relación con el artículo primero de la Ley Fundamental, se
infiere que la libertad de trabajo se hace extensiva a todo gobernado, a todo
habitante de la República, independientemente de su condición particular
(sexo, nacionalidad, raza, edad, etc.), así como a todo sujeto que tenga dicha
calidad, en los términos en que con antelación explicamos el concepto res-
pectivo. Sin embargo, por lo que respecta al ejercicio del sacerdocio de cual-
quier culto, que la Constitución en su artículo 130, párrafo VI, equipara al
desempeño de cualquier profesión, existe una importante Iimitaci6n consti-
tucional. En efecto, el aludido artículo 130 de la Ley Fundamental, en su
párrafo VIII, dispone: "Para ejereer en los Estados Unidos Mexicanos el
ministerio de cualquier culto, se necesita ser mexieano por nacimiento", dispo-
sición que está corroborada por la Ley Orgánica correspondiente de enero
de 1927. Por ende, ningún extranjero o mexicano por naturalización puede
desempeñar el sacerdocio de algún culto, por prohibírselo así la Ley Suprema.
Es más, la misma disposición constitucional consigna otra limitación a
la libertad de trabajo por lo que el ejercicio del sacerdocio concierne, al
facultar a las legislaturas de los Estados para determinar el número máximo
de ministros de los cultos, "según las necesidades locales" (párrafo VIII).
Es evidente, en atención a este mandamiento, que la mencionada libertad,
bajo el aspecto indicado, queda al arbitrio de los organismos legislativos
estatales, los que, al fijar discrecionalmente la cantidad de ministros de cual-
quier culto, están en abierta posibilidad de vedar el desempeño del sacer-
docio a toda persona, bajo el pretexto de que las necesidades respectivas
de la entidad federativa de que se trate estén satisfechas.
Estas restricciones no se comprendían ni en la Constitución de 57 ni en
el Proyecto de Reformas a este ordenamiento elaborado por don Venustiano
Carranza. En la expresada Carta Fundamental, el artículo 123 simplemen-
te disponía que era de la incumbencia exclusiva de los poderes federales
ejercer la intervención "que designen las leyes" en materia de culto religioso
y disciplina externa.i'" El aludido proyecto, por su parte, propuso en su

218 Respecto del concepto "normas de orden público" y "normas de orden privado"J
véase nuestro libro El Juicio de Amparo, donde abordamos la cucsti6n relativa con la
amplitud que nos ha sido dable. (Capítulo XXI, parágrafo I1, apartado C.)
"214 Como este precepto temitía a la lcgislaci6n secundaria, con fecha 14 de diciembre
de 1874 y bajo el gobierno de don Sebastián Lerdo de Tejada se expidió su ley reglamen-
314 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

articulo 129 que se declarara enfáticamente el principio de separacíon entre


la Iglesia y el Estado. Ahora bien, el dictamen de la Comisión designada
por el Congreso de Querétaro, integrada por los diputados Paulino Macho-
rro Narváez, Arturo Méndez, Hilario Medina y Heriberto Jara, rompi6 el
principio de independencia entre la Iglesia y el Estado, proclamando la
supremacía de éste sobre "los elementos religiosos" y desconociendo abso-
lutamente la personalidad juridica a las corporaciones eclesiásticas. Se ar-
guy6 que la preconizaci6n de la separaci6n de la Iglesia y la entidad estatal
significaba el reconocimiento de la personalidad de aquélla, que fue 10 que
hicieron las Leyes de Reforma, circunstancia que origin6 que se dejara "a
las agrupaciones religiosas en una completa libertad para acumular elemen-
tos de combate que a su debido tiempo hicieron valer contra las mismas
instituciones a cuyo amparo habían medrado". Consecuentemente con la
idea de que el poder estatal debía tener primacía sobre el poder eclesiás-
tico, la Comisión propuso las limitaciones a la libertad de trabajo de que
hemos tratado en 10 que se refiere al ejercicio del sacerdocio.
No está dentro de nuestro ánimo ponderar tales limitaciones y las demás
prevenciones que en materia de culto religioso consigna el articulo 130
constitucional vigente, desde el punto de vista de su justificaci6n o injustifi-
caci6n. S610 nos contraeremos a apuntar que dicho precepto se antoja ana-
cr6nico en la actualidad, pues las normas que involucra ostentan un marcado
carácter obsoleto, cuya consagraci6n pudo haber ohedecido a una reac-
ci6n del Estado frente a la fuerza politica y econ6rnica del clero mexicano
que siempre se opuso a toda tendencia reformativa progresista, habiendo
provocado una situaci6n que ya se encuentra totalmente liquidada y que
pertenece a la historia. Si el articulo 27 constitucional, en su fracci6n JI,
establece la incapacidad de las asociaciones religiosas para adquirir, poseer
o administrar bienes raíces y para imponer capitales sobre éstos, y si el
propio precepto declara como propiedad nacional todos los templos des-
tinados al culto público y demás edificios y construcciones relacionados con
él y con la propaganda o enseñanza del mismo, las disposiciones contenidas
con el articulo 130 nos parecen no 0010 inútiles, sino peligrosas, pues aun
sin ellas, por una parte, el poder político y econ6rnico del clero no seria
reivindicable en atenci6n a las terminantes prohibiciones y declaraciones del
artículo 27; y con su aplicaci6n estricta, por la otra, se podria revivir un
conflicto entre la Iglesia y el Estado que actualmente s610 constituye una
página sangrienta de nuestro pretérito hist6rico.

3. Otra limitaci6n constitucional estahlecida por el articulo 5 constitu-


cional es la que consiste en que la libertad de trabajo s610 podrá vedarse por
teele, que proclam6 la separación de la Iglesia y el Estado y cuya materia normativa la
integran múltiples disposiciones sobre el culto religioso externo y sobre el estado civil de
las personas excluyendo de él, para fines jurídicos, la injerencia de las autoridades ecle-
siásticas.
GARANTÍAs DE UBERTAD 315

determinaci6n judicial cuando se ataquen los derechos de tercero. Más


bien se trata de una posibilidad de limitaci6n, la cual se actualiza por de-
terminaci6n o sentencia judicial recaída en un proceso previo en que se
cumplan los requisitos contenidos en el artículo 14 constitucional en favor
de aquel a quien se pretende privar de ese derecho libertario. ¿Qué alcance
tiene una determinaci6n judicial (que debe ser necesariamente una senten-
cia) que vede a una persona la libertad de trabajo cuando se ataquen los
derechos de tercero (es decir, de otra persona cuya posicion jurldica sea la
vulnerada por el ejercicio indebido de esta libertad?).'" De la redacción de
la citada disposici6n constitucional, se desprende que la determinaci6n ju-
dicial, que actualiza la mencionada posibilidad, prohíbe o veda la libertad
misma, esto es, intercede a un individuo la potestad que tiene de optar por
la ocupaci6n que más le acomode. Sin embargo, la sentencia judicial que
establezca esa prohibici6n no tiene el alcance que aparentemente se deriva
de la disposici6n constitucional transcrita, puesto que, de lo contrario, se
haría nugatoria dicha garantía individual en perjuicio de un sujeto. Lo que
el constituyente quiso fue no establecer la posibilidad de que un hombre
fuese privado de la libertad de trabajo considerada ésta como facultad del
individuo para dedicarse a cualquier oficio, profesi6n, comercio, etc., que
más le agrade, sino facultar al juez para prohíbir a una persona que con-
tinúe ejerciendo una actividad perjudicial para loo derechos de tercero. Pro-
piamente la Constituei6n en este caso no contiene una limitaci6n general
abstracta a la libertad de trabajo, sino una facultad otorgada al juez para
prohibir a un individuo que se dedique a una determinada labor cuando
el ejercicio de ésta implique una vulneraci6n a los derechos de otra persona
cualquiera, lo cual no obsta para que el sentenciado conserve la potestad
de elegir cualquiera ocupaci6n lícita, aun la misma que se le ved6, siempre
y cuando no produzca dicho efecto.

4. Una limitaci6n más a la libertad de trabajo que el propio artículo


5 constitucional contiene, consiste en que el ejercicio de la misma, s610
podrá vedarse por resoluci6n gubernativa, dictada en los términos que mar-
que la ley, cuando se ofendan los derechos de la sociedad. ¿Cuál es el al-
cance de esta limitaci6n constitucional a la libertad de trabajo? Desde lue-
go, la autoridad administrativa está facultada para restringir el ejercicio
de dicha libertad, siempre y cuando dicte una resoluci6n conforme a una
ley limitativa correspondiente y la cual tenga en cuenta el perjuicio que la
sociedad pudiese resentir con el desempeño de tal 'derecho. Por ende, la au-
toridad administrativa en general, independientemente de su jerarquía e
indole, no tiene facultad para restringir a un individuo el ejercicio de la

215 Se excluye pues, la posición de (acto, esto es, aquella que no está prevista o tute-
lada por el Derecho Objetivo.
316 LAS GARANTIAS INDMDUALES

libertad de trabaja sin sujetarse para ella a una dispasici6n· legal en eí sen-
tida material, esto es, creadora, extintiva, modificativa o reguladora de si-
tuaciones jurídicas abstractas e impersonales. Toda autoridad gubernativa,
pues, para limitar la libertad de industria, comercio, etc., en perjuicio de
una o más personas, debe apoyarse en una norma juridica que autorice
dicha limitación en los casos por ella previstos, en vista siempre de una po-
sible vulneración a los derechos de la sociedad.'" bU Por tanto, motu proprio,
la autoridad administrativa está impedida para decretar restricciones a la liber-
tad de trabajo, lo cual significarla, además de una contravención al artículo
5 constitucional, una violación al artículo 16 de la Ley Suprema a través
de la garantía de fundamentación legal.
Por otra parte, toda disposición legal en sentido material que limite di-
cha libertad, sin que en las casos en ella contenidos Se lesionen los derechos
de la saciedad ---eircunstancia que debe ser establecida a posteriori-c-, es
inconstitucional bajo el aspecto de ser violatoria del artículo 5 de la Ley
Fundamental.
Ahora bien, en relación con la limitación constitucional a la libertad
de trabajo de que venimos tratando, se presenta una cuestión que no deja de
tener importancia: el fundamento legal que toda resolución gubernativa
debe tener para limitar el ejercicio de dicha libertad, ¿puede consistir en
una disposición reglamentaria o en una ley desde el punto de vista formal,
esto es, expedida por el Poder Legislativo? En otras palabras, el término
"ley" que se emplea en el articulo 5 constitucional ¿alude tanto a los regla-
mentos administrativos como a las leyes propiamente dichas, o solamente
a éstas? Cuando una autoridad se apoya en reglamentos gubernativos (que
son leyes desde el punto de vista material) para vedar la libertad de trabajo
en determinados casos, ¿viola el articulo 5 constitucional? ¿Es menester que,
para no infringir este precepto, dicha autoridad se base en una ley desde
el punto de vista formal, o sea, en una disposición legal material dictada
por el Poder Legislativo Federal o por el local en sus respectivos casos? Si
se toma la palabra "ley" que emplea el artículo 5 constitucional en su sen-
tido material, intrinseco, es decir, como disposición creadora, modificativa,
extintiva o reguladora de situaciones jurídicas, abstractas e impersonales,
independientemente de la autoridad de que provenga, con evidencia que un
reglamento administrativo puede servir de fundamento a una resolución
gubernativa para limitar o prohibir la libertad de trabajo en determinados
casos. Sin embargo, nosotros estimamos que no con esa sola medida inter-
pretativa se soluciona la cuestión planteada, por lo que habrá que recurrir
a otras consideraciones.

2115 bis Este mismo criterio lo ha sustentado en su jurisprudencia el Primer Tribunal


Colegiado del Primer Circuito en Materia Administrativa (cfr. Informe de 1977, Sección
"Tribunales Colegiados", págs. 30 y 31).
GARANTfAs DE LIBERTAD 317

Los reglamentos administrativos tienen como autor al Presidente de la


República o a los gobernadores de los Estados, en sus respectivos casos.
Pues bien, al vedar el ejercicio de la libertad de trabajo, cuando ésta vulnere
los derechos de la sociedad, un reglamento administrativo determina los
casos generales en los cuales surge la posibilidad de tal. vulneración. Por
ende, las autoridades administrativas que lo expiden son las que reglamen-
tan la garantía individual de libertad de trabajo por lo que concierne a
esta limitación constitucional, desde el momento en que fijan las hipótesis
en que se pueden atacar los derechos sociales. En vista de esta circunstancia,
nosotros nos preguntamos: ¿las autoridades administrativas, con el Jefe del
Ejecutivo al frente, son constitucionalmente competentes para reglamentar
por si mismas, sin ningún antecedente legislativo, una garantia individual
como es la contenida en el artículo 5 de la Constitución? Si recorremos las
facultades que ésta atribuye al Presidente de la República en su articulo
89, no descubrimos ninguna que asigne a este funcionario competencia para
reglamentar las garantías individuales o, en otras palabras, para dictar dis-
posiciones legales reglamentarias de las mismas; tampoco a través de la
Ley Suprema encontramos investido al Jefe del Ejecutivo con la facultad de
legislar sobre garantías individuales. Por tal motivo, el Presidente de la Re-
pública y, consiguientemente, las autoridades administrativas inferiores, no
están facultadas constitucionalmente para reglamentar, por sí mismos, las
garantias individuales, que es a lo que equivaldría dictar disposiciones re-
glamentarias fijando los casos generales en los que el ejercicio de la libertad
de trabajo vulnere los derechos de la sociedad. A la luz de la Ley Funda-
menial, la atribución de señalar las hipótesis en que esta consecuencia se
produce o puede producirse con motivo del desempeño de dicha libertad,
en materia federal corresponde al Congreso de la Unión, de conformidad
con el articulo 73 constitucional, fracción XXX, a modo de facultad im-
plícita, máxime si se atiende a lo que dispone el artículo 16 transitorio de
la Constitución, que dice: "El Congreso Constitucional, en el periodo or-
dinario de sus sesiones. .. expedirá todas las leyes orgánicas de la Consti-
tución que no hubieren sido ya expedidas en el periodo extraordinario a
que se refiere el artículo 6 transitorio, y dará preferencia a las leyes relativas
a las garantías individuales..." En conclusión, los reglamentos administra-
tivos, si bien material o intrínsecamente pueden reputarse como leyes, for-
malmente son considerados como actos emanados del Poder Ejecutivo, por
lo que, no teniendo éste facultad constitucional para reglamentar las ga-
rantías individuales, no puede, por ende, motu proprio, señalar los casos
generales en que el ejercicio de la libertad de trabajo ataque los derechos
de la sociedad y, en consecuencia, limitar o prohibir ésta en determinadas
hipótesis. La incompetencia de las autoridades administrativas y, por ende,
la ineficacia de los reglamentos que éstas expidan para reglamentar las
garantías individuales, han sido deelaradas por la jurisprudencia de la Su-
318 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

prema Corte de Justicia, en especial por 10 que toca al artículo 5 constitucional"


en los siguientes términos: La facultad para reglamentar el artículo 4 constitu-
cional (actualmente 5) es exclusiva del Poder Legislativo de los Estados o de la
Uni6n y la reglamentaci6n que hagan las autoridades administrativas, es
anticonstiiucionalP" Por tal motivo, un reglamento administrativo no debe
reglamentar una garantía individual, en especial la relativa a la libertad de
trabajo, que es a lo que equivaldría la determinación de los casos en que
se vulneren los derechos de la sociedad y, por ende, la prohibición del ejer-
cicio de dicha .libertad en los mismos. En vista, pues, de la incompetencia
de las autoridades administrativas para llevar a cabo dicha reglamentación,
se llega a la conclusión, como lo ha hecho la Suprema Corte, de que sólo
los organismos legislativos tienen tal incumbencia, por lo que únicamente
una ley, desde los puntos de vista formal y material, pueden fijar los casos
generales en que el ejercicio de la libertad de trabajo lesione los derechos
de la sociedad, y constituir, en consecuencia, el fundamento legal de una
resolución gubernativa que lo vede.
Por otra parte, la facultad reglamentaria con que está investido el Eje-
cutivo, de conformidad con la fracción 1 del articulo 89 constitucional, debe
obedecer a una ley previa, por cuanto a su validez y eficacia se refiere. En
otras palabras, un reglamento no debe ser expedido (yen caso de haberlo
ya sido carece de validez) cuando no esté apoyado en una ley que porme-
norice o detalle. Por ende, un reglamento administrativo por sí mismo, en
ausencia de toda ley anterior, no puede reglamentar la libertad de trabajo
fijando los casos de limitación a la misma.

Estas consideraciones se encuentran corroboradas por el licenciado Lanz


DUTet~ quien asienta: "Pero sin necesidad de internarnos en discusiones abs-
tractas de legisladores y tratadistas sobre si el reglamento constituye o no una
función legislativa del órgano ejecutivo del Estado, bastará analizar el texto
expreso de nuestra Constitución, consignado en la fracción 1 del artículo 89,
para convencernos de que la facultad reglamentaria del Presidente de la Re-
pública constituye un simple acto de mera ejecución de las leyes, y que, por
lo tanto, cuando no existan éstas, es decir, disposiciones de carácter general
creadoras o reguladoras de relaciones jurídicas determinadas, no podrá -existir
el derecho del Ejecutivo para expedir reglamentos, pues esto sólo puede tener
por exclusivo objeto, como dice la Constitución, proveer en la esfera adrni-
nistrativa a la exacta observancia de las leyes dictadas por el Congreso. Por
consiguiente, queda establecido, conforme a la doctrina generalmente adop-
tada por países regidos por instituciones constitucionales semejantes a las nues-
tras, pero sobre todo por lo preceptuado de una manera categórica en nuestra
Constitución Federal, que la única significación y alcance de la facultad regla-
mentaria del presidente es proporcionar los medios o procedimientos de carác-
ter general para hacer cumplir la -legislación federal por todas las autoridades
y todos los habit.antes de la República. Por este motivo rienen, dentro de su
216 Semanario ]udicitJ1 de la Federación, Apéndice al tomo CXVU1, tesis 134. Tesis
24; 216 de la Compilación 1917-1965 )' 491 del Apendice 1975, Segunda Sala. Tesis 160
del Apéndice 1985. Novena Parte. Segunda Sala.
GARANTÍAS DE LIBERTAD ~19

competencia, la misma fuerza obligatoria y validez que las leyes, y debido a


esta circunstancia, los tribunales deben aplicarlos para dirimir las contiendas
entre partes o exigir a los particulares el cumplimiento de las obligaciones le-
gales que tengan para con el Estado, pues se trata de preceptos que deben
considerarse como complementarios de las leyes. Pero si todo esto es verdad,
ello mismo implica que el reglamento no puede salirse de los límites marcados
por la ley o la materia objeto de sus disposiciones, porque el Ejecutivo no tiene
mayor competencia legislativa por medio del poder reglamentario que la que
tuvo el Congreso para dictar las normas jurídicas objeto de la reglamentaci6n.
Por consiguiente, no es cierto que el Jefe del Ejecutivo posea en México, por
sus propias facultades gubernamentales y como poder soberano encargado de
ciertas funciones dentro del Estado, el derecho de legislar en asuntos sobre
los que no lo haya hecho el Congreso, ni con mayor amplitud, ni 'extendiéndose
a otros que estén fuera de los límites ejecutivos, que sólo por su íntima rela-
ci6n con los poderes constitucionales del Congreso, y por la forma que gene-
ralmente adopten para la reglamentaci6n, tienen toda la apariencia de legis-
lativos." 217

No obstante todas las anteriores consideraciones, y en oposición a la tesis


jurisprudencial que establece la incompetencia de las autoridades adminis-
trativas para reglamentar el artículo 5 constitucional, la Suprema Corte en
varias ejecutorias ha reputado a los reglamentos administrativos en general
como el fundamento legal de las resoluciones gubernativas que veden a un
individuo la libertad de trabajo.f"
De acuerdo con estas ejecutorias, una decisión administrativa que prohi-
ba o restrinja la libertad de trabajo en determinados casos en perjuicio de
una o más personas, no viola el artículo 5 constitucional si se basó en un
reglamento que estime que el ejercicio de ese derecho es perjudicial a los
intereses de la sociedad. Tácitamente, la Suprema Corte, a través de tales
ejecutorias y contradiciendo la jurisprudencia anteriormente citada, consi-
dera a las autoridades administrativas, autoras de los reglamentos corres-
pondientes, como competentes para reglamentar la garantía individual de
libertad de trabajo, que es en lo que se revela el señalamiento de los casos
generales en los que se aprecie que el ejercicio de tal derecho lesiona a la
sociedad.
Sin embargo, a un reglamento administrativo, para reputarlo contraven-
tor de la mencionada garantía, se le debe considerar bajo el aspecto de que
él mismo, sin apoyarse en una ley propiamene dicha, consigne los casos
en que el ejercicio de cualquier actividad lícita (pues la ilícita no constituye
el derecho público subjetivo derivado de la propia garantía individual)

217 Derecho Constituciona1~ págs. 278-279.


218Semanario Judicial de la Pederaoion, Quinta Época, tomo XLV, pág. 3,455; tomo
LXII, pág. 3,293; tomo LXIII, pág. 3,293. Sin embargo, la misma Suprema Corte ha reite-
rado posteriormente el criterio jurisprudencia! a que nos hemos referido, contrariando el
que se implica en estas ejecutorias, según es de verse de las tesis a que se alude en el tomo
XCVI, correspondiente al mes de junio de 1965 de la Sexta 1J:poca~ págs. 54 y siguiente,
Segunda Sala.
320 LAS GARANTfAS INDMOUALES

pueda dañar, perjudicar u ofender los derechos de la sociedad, por las ra-
zones que hemos expuesto. Ahora bien, si dicho reglamento no veda o
prohíbe el desempeño de tal actividad, sino que se contrae a establecer las
bases o requisitos para su desarrollo (como sucede, generalmente, con las
distintas regulaciones, administrativas de diversas actividades particulares con
vista a preservar el interés social o público y que tienen su fundamento legal
en la Ley Orgánica del Departamento del Distrito Federal tratándose de
esta entidad federativa, no puede afirmarse que sea violatorio del artículo 5
constitucional, porque no impide el ejercicio de la libertad de trabajo, sino
condiciona éste a ciertas exigencias, las cuales, una vez satisfechas, lo expe-
ditan. En otras palabras, una cosa es vedar alguna actividad, o sea, prohi-
birla por modo absoluto, lo cual sólo debe hacerse mediante una ley en
sentido formal y material cuando se ofendan o lesionen los derechos de la
sociedad, es decir, cuando se afecten los intereses públicos o sociales, y otra,
completamente distinta, reglamentar una libertad de trabajo especifica, esto
es, consignar los requisitos que deben colmarse para su desarrollo y estable-
cer la vigilancia o el control gubernativo sobre ella, así como las causas o
motivos de la impedición de su ejercicio porque tales requisitos dejen de
satisfacerse una vez llenados. La prohibición para que una actividad se
despliegue debe implicar el contenido de una situación legal absoluta con-
forme al artículo 5 constitucional, o sea, la consagración en una ley de los
casos generales en que ninguna persona, llenando o no requisito alguno,
puede desempeñarla por dañar los derechos de la sociedad o por lesionar
los intereses públicos; en cambio, la reglamentación respecto de dicha ac-
tividad no entraña su exclusión de la libertad de trabajo, sino la prohibición
relativa o contingente de que la persona concretamente considerada, que
no satisfaga o deje de satisfacer las exigencias reglamentarias, pueda des-
arrollarla. Por ende, al disponer el artículo 5 constitucional que el ejercicio
de la libertad de trabajo sólo puede vedarse "por resolución gubernativa
dictada en los términos que marque la ley cuando se ofendan los derechos
de la sociedad", establece claramente que la exclusión de cualquier activi-
dad del gobernado que provoque este último fenómeno, únicamente puede
consignarse en un ordenamiento legal expedido por el Congreso de la Unión
o las legislaturas locales, según sea la materia de regulación en que tal ac-
tividad se desempeñe, y que, con base en él, se emita la decisión prohibitiva
correspondiente. Y como la reglamentación del ejercicio de cualquiera li-
bertad especifica de trabajo no importa su prohibición absoluta, erga om-
nes, es decir, su exclusión de la conducta general del gobernado, el ordena-
miento que la instituya (reglamento que puede expedirse, según el caso,
por el Presidente de la República o por los gobernadores de los Estados)
no debe considerarse infractor del precepto que comentamos, a no ser que
los requisitos que imponga para el desempeño de la actividad partícular
de que se trate sean de imposible satisfacción absoluta (no concreta), en
GARANTÍAs m. UBERTAD 321

virtud de que esta imposibilidad realmente traduciría una verdadera pro-


hibición.
En resumen, estimamos que la fijación de los casos generales en los que
se determine que el ejercicio de la libertad de trabajo daña los intereses o
derechos de la sociedad, debe establecerse por una ley en sentido material y
formal, esto es, por un acto jurídico creador, modificativo o extintivo de
situaciones abstractas e impersonales emanado del Poder Legislativo, bien
sea local o federal, Por ende, las limitaciones a la garantía individual de
libertad de trabajo que se manifiesten en prohibiciones absolutas del ejer-
cicio de cualquier actividad lícita del gobernado, sólo de esa manera deben
llevarse a cabo.... La autoridad administrativa que dicte una resolución gu-
bernativa que vede a un individuo dicha libertad debe apoyarse en la ley
limitativa o prohibitiva correspondiente, la que a su vez, para no contrariar
el artículo 5 constitucional, debe determinar los casos generales de prohibi-
ción en los que realmente se estime que se ofenden o lesionan los derechos
o intereses de la sociedad, estimaci6n que, por otra parte, y en los juicios
de amparo que al respecto se promuevan, debe ser ponderada por la auto-
ridad judicial federal, pues suponer que el legislador pueda ad líbitum
señalar en las leyes que expida las hipótesis en que el ejercicio de alguna
actividad del gobernado dañe los derechos o intereses públicos, existiendo
o no verdaderamente, con criterio objetivo, la posibilidad de damnificaci6n
correspondiente, equivaldría a entronizar la dictadura legislativa, al colocar
bajo su exclusiva y excluyente potestad a la libertad de trabajo. Por otra
parte, la autoridad administrativa puede expedir reglamentos que regulen
esta libertad; pero siempre que exista la ley previa correspondiente, la cual
sería, hablando con propiedad, el objeto de la reglamentaci6n detallada o
minuciosa en ellos contenida. En vista de todas las consideraciones ya ex-
puestas, estimamos que los reglamentos administrativos que por sí mismos,
sin apoyarse en una ley preexistente, limitan la libertad de trabajo en el
sentido de prohibir SU ejercicio en ciertas actividades, son inconstitucionales

219 Duguit sustenta un criterio similar al afirmar que los límites a la libertad indi-
vidual para que la vida social sea posible sólo pueden ser determinados por la ley. Al
efecto afirma que: "Esto quiere significar, desde luego, que dichos límites no pueden ser
determinados sino por el órgano especialmente encargado de hacer la ley, Y. además, que
no pueden establecerse sino mediante una decisión tomada por vía general y abstracta,
sin consideración de- clase ni de persona, y en manera alguna por medio de una decisión
individual y concreta, adoptada con relación a una persona o a una clase determinada.
Finalmente, estas restricciones, impuestas a la libertad individual de cada uno en interés
de todos, deben ser las mismas para todos. Es la consecuencia directa del principio de
igualdad.
Sólo la ley puede hacer restricciones a las libertades individuales, bajo la condición
expresa de ser las mismas para todos y de que sean necesarias para asegurar el libre des-
envolvimiento de la actividad de cada Uno. Toda ley que estableciese restricciones de la
libertad individual excediéndose de este límite violaría el derecho, de la misma manera que
toda ley que limitase la libertad de unos en condiciones más rigurosas que la libertad
de otros." (M anual de Derecho Constitucional, pág. 211.)
322 LAS OARANriAS INDIVIDUALES

por dos motivos fundamentales: primero, porque la autoridad que los


expida, o sea, la administrativa, no está facultada por la Ley Suprema
para reg:lamentar dicha garantía, sino que esta atribución compete al Con-
greso Federal o a las legislaturas locales en sus respectivos casos; y, segundo,
porque una disposición materialmente legislativa que dicte e! Presidente de
la República (refiriéndose s610 a la materia federal o a la local para e!
Distrito Federal) tiene que fundamentarse en una ley formal previa, según
se desprende de la fracción 1 del artículo 89 de la Constitución, funda-
mento de! que carecerían los aludidos reglamentos.
Frente al principio de que la libertad de trabajo s610 puede vedarse por
una ley en sentido formal y material, es decir, prohibirse absolutamente
para todos en relación con una determinada actividad cuando se ofendan
los derechos sociales, se suscita e! problema de si los reglamentos autono-
mos, llamados también gubernativos, entrañan dicha prohibición cuando
sujetan la conducta del gobernado a ciertos requisitos sin cuyo cumplimien-
to no podría desempeñarse. Ya hemos afirmado que ningún reglamento
de ese tipo debe vedar o prohibir actividad alguna por modo absoluto;
pero esta prohibición, que comprende a la actividad 'en sí misma conside-
rada, no debe confundirse COn la fijación de las condiciones en que el go-
bernado puede ejercitarla, condiciones que se refieren a circunstancias de
variada índole dentro de las cuales se debe realizar su desempeño, tales
como la ubicación de! establecimiento comercial o industrial, requisitos de!
local respectivo, horario de labores, posesión de una licencia de funciona-
miento, etc. Conforme a esta consideración distintiva entre la prohibición
absoluta de una actividad y la sujeción de su ejercicio a ciertas condiciones,
se concluye que los reglamentos gubernativos, al consignarlas, no implican
la vulneración de la libertad de trabajo ni, por ende, se oponen al artículo
5 constitucional, ya que satisfechas tales condiciones, la actividad respectiva
puede desempeñarse.t" .,. Por otra parte, los requisitos a que está sometido el
ejercicio de una determinada conducta del gobernado se justifican plena-
mente en e! caso de que a esta conducta se vinculen los intereses de! público,
cuya protección importa la finalidad propia de los citados reglamentos.
5. Otra limitación constitucional a la libertad de trabajo es la conte-
nida en e! texto respectivo del artículo 5 de la Ley Suprema, que dice: "En
cuanto a los servicios públicos sólo podrán ser obligatorios, en los términos
que establezcan las leyes respectivas, e! de las armas y e! de los .jurados,
así como e! desempeño de los cargos concejiles y los de elección popular,
directa o indirecta. Las funciones electorales y censales tendrán carácter
oblig-atorio y g-ratuito, pero serán retribuidas aquellas que se realicen pro-
.:l19 bis La distinción entre los reglamentos autónomos y los heterónomos que breve-
mente hemos expuesto la ha formulado, en términos análogos, el Primer Tribunal Ooíe-
giado del Primer Circuito en Materia Administrativa. en su jurisprudencia. (Cfr. In-
forme de 1977, págs. 42 a 47 de la Secci6n "Tribunales Colegiados".)
GARANTÍAs DE UBERTAD 323

fesionalmente en los términos de esta Constitución y las leyes correspondien-


tes. Los servicios profesionales de índole social serán obligatorios y retribuidos
en los términos de la ley y con las excepciones que ésta señale." Esta preven-
ción constitucional implica una limitación a la libertad de trabajo porque
constriñe al individuo a desempeñar ciertos seroicios aun en contra de su propia
volunúul. Hemos afirmado que la libertad de trabajo es una facultad de la per-
sona consistente en poder escoger la labor que más le agrade y que estime
más idónea para el .logro de su felicidad o de sus aspiraciones. Pues bien, al
declarar la disposición constitucional transcrita como obligatorios los servicios
públicos de annas, de jurados, de cargos concejiles y de los de elección popular, las
actividades profesionales de índole social y las [unciones electorales y censales, descar-
tan la facultad que tiene el sujeto de rechazar o no optar por dichos trabajos,
desde el momento en que, aunque no lo desee, tiene que desplegarlos.
La obligación en el desempeño de los servicios y funciones públicas que
enumera el párrafo transcrito del articulo 5 constitucional se justifica ple-
namente. En efecto, si se analiza cada uno de dichos servicios o funciones,
se llegará a la conclusión de que su ejercicio tiene un gran interés nacional,
o, al menos, social, al cual ningún miembro del conglomerado debe ser aje-
no. Dicho interés está colocado sobre las voluntades particulares, por lo
que toda persona debe contribuir, en la medida de sus posibilidades y ca-
pacidades, a servirlo y protegerlo, sobre todo en la defensa del país. El
constituyente, previendo que la garantía de la libertad de trabajo en sus
términos absolutos podría implicar un obstáculo para la satisfacción de los
diferentes intereses sociales que se colman con los diversos servicios públicos
que enumera la disposición constitucional comentada, limitó atingentemente
tal derecho, declarando como obligatorias las prestaciones públicas de ar-
mas, de cargos concejiles, de jurados, de cargos de elección popular, los
que estriban en las funciones electorales y censales y los servicios profesio-
nales de índole social.
Si analizamos el sentido en que está concebida la citada prescripción cons-
titucional, se constatará que .timitativamente menciona determinados servi-
cios públicos como obligatorios. Por ende, cualquier servicio público, esto es,
cualquier prestación que el individuo desempeñe en beneficio del Estado,
que no esté comprendido dentro de los enumerados en el párrafo segundo
del artículo 5 constitucional, no será obligatorio, teniendo la persona la
potestad de desempeñarlo o no, según le convenga.
La obligatoriedad de los servicios públicos que indica dicha disposición
constitucional es meramente declarativa. En consecuencia, como en tal pres-
cripción se expresa, toca a la legislación secundaria federal o local, según
el caso, determinar las condiciones, circunstancias y demás pormenores en
que se deben desarrollar los servicios públicos obligatorios. Así, verbigracia,
la Ley del Servicio Militar Obligatorio, que entró en vigor por decreto de
31 de agosto de 1942, especifica con minuciosidad los términos en que se
324 LAS GARANTiAs INDIVIDUALES

debe prestar el se1"VlCIO público de las armas, el cual, siendo de carácter


federal, puesto que interesa a toda la naci6n, está regulado por una ley de
esa misma índole constitucional. Por su parte, la legislaci6n local de cada
Estado de la Federaci6n, de conformidad con la disposici6n transcrita del ar-
ticulo 5 constitucional, debe determinar las condiciones en que deben desem-
peñarse los servicios públicos de jurados que deban conocer de delitos del
orden común, los cargos concejiles, los de elecci6n popular dentro de la
entidad de que se trate, etc., por ser ellos del resorte competencial local,
de acuerdo con el artículo 124 de la Ley Suprema.
La Constituci6n de 57, también en su artículo S. redujo las limitaciones
de que tratamos a los servicios públicos de las armas, a las funciones elec-
torales y a los cargos concejiles y de jurado. La Ley Fundamental vigente,
antes de la reforma practicada en noviembre de 1942 a su artículo 5, agre-
g6 como obligatorios los cargos de elecci6n popular directa o indirecta; y
por virtud de dicha reforma, el texto actual del mencionado precepto exten-
di6 las restricciones a la libertad de trabajo, a las funciones censales y a los
servicios profesionales de índole social. Ello revela la tendencia evolutiva
justificada de limitar el derecho público subjetivo inherente a la citada li-
bertad, en aras de los intereses nacionales y sociales, que evidentemente
deben prevalecer sobre el interés particular del gobernado. De esta preva-
lencia ni siquiera pudo sustraerse la Constituci6n de 57, inspirada en una
ideología eminentemente individualista y liberal, pues se consider6 con toda
raz6n, al reformarse su artículo 5 el 25 de septiembre de 1883 y el 10 de
junio de 1898, que sobre la facultad optativa que involucra la libertad
de trabajo, se debía situar la obligatoriedad en el desempeño de servicios,
funciones y cargos públicos que siempre responden, por su naturaleza mis-
ma, a necesidades colectivas, cuya colmaci6n incumbe a todo miembro de
la sociedad, según hemos afirmado.
Como veremos más adelante, la libertad de trabajo está constitucionalmen-
te asegurada por la terminante declaraci6n, contenida en el mismo ar-
tículo 5, de que "Nadie podrá ser obligado a. prestar trabajos personales sin
la justa retribuci6n y sin su pleno consentimiento". Ahora bien, dentro de las
hipótesis limitativas a que se ha aludido, esta norma de seguridad deja de ser
operante. Así, el propio precepto, en el párrafo correspondiente que ya transcri-
bimos, impone la obligatoriedad, mas no la gratuidad, en lo que respecta a los
servicios públicos de las armas, de los jurados, de los cargos concejiJes y de
los de elecci6n popular directa o indirecta, así como a los profesionales de ca-
rácter social; pero por lo que concierne a las funciones electorales y cen-
sales, éstas deben desempeñarse obligatoria y gratuitamente, es decir, sin
o contra el consentimiento del gobernado y sin retribuci6n alguna."
fl'O La Cúmisi6n encargada de dictaminar sobre el artículo 5° en el Congreso de Que-
rétero, integrada por los diputados Múgica, Rcmán, Monzón, Recio y Cclunga, basándose
en un estudio del licenciado Aquiles ElorduyJ propuso que también se reputase como obli-
GARANTÍAs DE LIBERTAD 325
6. La limitación constitucional a que nos vamos a referir está conce-
bida en e! multi-invocado artículo 5 constitucional que dice: "La ley de-
terminará en cada Estado cuáles son las profesiones que necesitan título
para su ejercicio, las condiciones que deban llenarse para obtenerlo y las
autoridades que han de expedirlo." La limitación que involucra esta pre·
vención constitucional se traduce en la prohibición impuesta a aquellos in-
dividuos que no tengan el título correspondiente para ejercer las profesiones
en que este requisito se exija. Por ende, de acuerdo con esta limitación
constitucional a la libertad de trabajo, toda persona que desee dedicarse a
alguna actividad para cuyo desempeño se requiera e! título correspondiente,
debe obtener éste de la autoridad u organismo designados por la ley como
competentes para expedirlo.
De acuerdo con la disposición legal que comentamos, y tal como lo ha
asentado la jurisprudencia de la Suprema Corte, es a las diferentes entida-
des federativas a las que corresponde, por conducto del Poder Legislativo
local, señalar legalmente las profesiones que requieran título para su ejer-
cicio. Este señalamiento debe obedecer al criterio de la mayor o menor di-
ficultad que e! ejercicio de una profesión presente, así como al mínimo de
preparación cultural que se exija al profesor, determinando, como lo manda
el propio precepto constitucional, las condiciones para obtener la autoriza-
ción o título correspondiente, así como la autoridad o entidad competente
para su expedición, en la inteligencia de que tal título o autorización son
respetables y válidos en todos los Estados de la República, según lo precep-
túa e! artículo 121 constitucional, en su fracción V.
Atendiendo a la amplitud normativa dentro de la que opera la libertad
de traba jo, tratándose de! ejercicio de cualquier profesión los extranjeros
Se encuentran en la misma situación que los nacionales mexicanos. Esta si-
tuación contrasta con las limitaciones y prohibiciones que en varios países
se imponen al profesionista extranjero para proteger al profesionista na-
cional frente a competencias desleales y hasta ruinosas en e! desempeño de
gatorio "el servicio en el ramo judicial para todos los abogados de la República". El
dictamen y el texto del artículo 5'" sugerido por la Comisión, se discutieron apasionada-
mente, sobre todo en lo que atañe a las disposiciones relativas a la materia de trabajo,
habiéndose a la postre decidido que ésta se regulase en un capítulo especial de la Cons-
titución, dada la trascendencia de Su normación como una de las aspiraciones básicas de la
Revolución. Fue así como se incorporé a nuestra actual Ley Suprema el capítulo deno-
minado "Del Trabajo y de la Previsión Social", formado por el Famoso artículo 123, que
está fundado en un prolijo estudio formulado por los licenciados José Natividad Macias
y Luis Manuel Rojas, por encargo de don Venustiano Carranza. La separación normativa
de dos materias jurídicamente diferentes, como son las consistentes en la libertad de tra-
bajo en su carácter de garantía individual o del gobernado y las garantías sociales para
la clase trabajadora como lactar imprescindible de la producción, originó que la Comisión
antes referida eliminara del texto proyectado del artículo 5". las disposiciones concernien-
tes al trabajo en su aspecto de sevicio personal frente a los palrones o empresas, habién-
dose dejado de incluir, por otra parte. en dicho texto, la limitación a la libertad laboral II
ocupacional, consistente en la obligatoriedad. a cargo de los abogados de la República,
de prestar servicios en el ramo de justicia.
326 LAS GARANTiAS INDIVIDUALES

la actividad respectiva. La libertad profesional que proclama el artículo 5


constitucional en beneficio de todo extranjero ha propiciado en México la
formación de verdaderos consorcios extranacionales que, al través de "bu-
fetes", o "despachos", no sólo compiten ventajosamente con los profesionis-
tas mexicanos, sino que acaparan gran número de negocios y casos en los
que poderosas empresas transnacionales son protagonistas. La mencionada
libertad no ha podido ser restringida ni mucho menos suprimida en aras
del principio de igualdad y reciprocidad internacionales, precisamente por-
que su rango constitucional lo impide. Prueba de ello es la jurisprudencia
de su Suprema Corte que ha estimado contrarias al articulo 5 de la Ley
Suprema las prohibiciones establecidas en la legislación sobre la materia res-
pecto de profesionistas extranjeros, imposibilitando la protección jurídica
del profesionista mexicano.
La situación brevemente descrita ha sido estudiada en diversas ocasiones
por diferentes agrupaciones de juristas con el objeto de proponer el remedio
adecuado que asegure la preservación de los profesionistas nacionales frente
a la competencia extranjera. Así, en la Cuarta Convención de Barras Aso-
ciadas que se efectuó durante el mes de junio de 1972, se sugirió una adi-
ción al articulo 5 constitucional concebida en los siguientes términos:

"Con, excepción de los casos en que lo requiera imprescindiblemente el


fomento tecnológico o científico del país, cuando se trate de asilados políticos
o lo dispongan los tratados que se ajusten al principio de reciprocidad, s610 a
los mexicanos con título profesional expedido por las facultades o escuelas de
Derecho nacionales autorizadas para ello, o con título extranjero reconocido
por la Secretaría de Educación Pública, debidamente registrado, les será per-
mitido ejercer alguna profesión de las que conforme a la ley lo requieren."

Nosotros creemos, sin embargo, que debe dejarse en libertad al legisla-


dor ordinario para adoptar cualesquiera medidas tendientes a la finalidad
que la adición propuesta persigue a efecto de que, según las necesidades
sociales, culturales y económicas del país en materia profesional, se establez-
can normas jurídicas que puedan conseguir un justo equilibrio entre el
objetivo de tutelar al profesionista mexicano y los requerimientos de co-
operación profesional extranjera en favor de México, sin tener que modifi-
car periódicamente el aludido precepto de la Ley Fundamental. Por ende,
estimamos que la modificación que debe introducirse al artículo 5 constitu-
cional para los efectos indicados, debe concebirse en los siguientes términos:

"Tratándose de extranjeros, la ley establecerá las prohibiciones, limitacio-


nes y condiciones en general para el ejercicio de sus actividades profesionales."

Somera referencia a la Ley de Profesiones para el Distrito Federal. En


el Distrito Federal, con fecha 30 de diciembre de 1944, se expidió por el
Congreso de la Unión, fungiendo como legislatura de esta entidad federa-
GARANTÍAS DE UBERTAD 327

tiva, la Ley Reglamentaria de los artículos 4 y 5 constitucionales, que se


publicó en el Diario Oficial de la Federación. e! 26 de mayo de 1945. Ade-
más de obedecer al imperativo constitucional consignado en e! artículo 4
de la Ley Suprema (actualmente articulo 5) ·la expedición de! mencionado
ordenamiento respondió al designio de colmar una necesidad de profilaxia
social en e! ambiente profesional para dignificar e! ejercicio de las profesio-
nes, tratando de eliminar e! charlatanismo que desgraciadamente ha existido
en ellas como una verdadera plaga que de manera inveterada ha padecido
la colectividad. No obstante, a pesar de que los motivos y fines que inspira-
ron a la Ley Reglamentaria citada revelan indudablemente una loable
tendencia para preservar a la sociedad contra los usurpadores y suplanta-
dores de diversas profesiones (quienes, sin poseer los conocimientos cientí-
ficos y técnicos que presume juris tantum un título otorgado por alguna ins-
titución docente oficialmente autorizada o reconocida, han contribuido a
desprestigiar las actividades profesionales en sus diferentes ramas), varias de
sus disposiciones transitorias, así como ciertos decretos y acuerdos que con
base en ellas se fueron expidiendo, hicieron nugatorios tan saludables pro-
pósitos, al menos durante los primeros años de vigencia de! consabido or-
denamiento.
Así, verbigracia, e! artículo 11 transitorio de la citada ley considera vá-
lidos los títulos profesionales que se hubieran otorgado hasta la fecha de su
expedición (30 de diciembre de 1944) por las instituciones .mexicanas par-
ticulares o por las autoridades, a pesar de que tales títulos hayan carecido
de alguno de los requisitos fijados en e! propio cuerpo legal, y en e! supues-
to de que e! registro respectivo se hubiese hecho ante las autoridades facul-
tadas para ello (inciso a)). Esta disposición, como fácilmente se advierte
encubrió o solapó a los llamados profesionistas con "título colorado", expedido
comúnmente por gobernadores de los Estados (autoridades) o por escuelas
o universidades fantasmas carentes de solvencia moral e intelectual y aun
de existencia institucional o jurídica, al habilitar a aquéllos para obtener e!
registro de su título espurio en la Dirección General de Profesiones y para
dedicarse al ejercicio profesional correspondiente. Además, e! precepto men-
cionado otorgó a las personas que desempeñaban una profesión sin el título
respectivo e! derecho de regularizar su situación conforme a la ley citada
dentro de un plazo de cinco años, en e! caso de que durante los diez años
anteriores a la fecha de su expedición hubieran ejercido cualquier actividad
profesional (inciso b)). En consecuencia, conforme al invocado artículo 11
transitorio, los "profesionistas" sin título quedaron en posibilidad de ejer-
cer alguna profesión durante dicho lapso de cinco años; y para que esa
posibilidad se tradujese en una habilitación positiva, el mismo Congreso de
la Unión, por decreto publicado en el Diario Oficial e! 25 de enero de 1947,
dispuso que las personas que ejercieran una profesión sin tener el título co-
rrespondiente y que se encontraran en el caso de regularizar su situación
328 LAS GARANTÍAs INDIVIDUALES

conforme a la ley de la materia, podían obtener la autorización respectiva


(art. 3). Con apoyo en dicho Decreto Congresional, la Dirección General
de Profesiones, por acuerdo de 28 de junio de 1947, emitió una autorización
general para ejercer cualquier profesión en favor de todas las personas ca-
rentes de! título correspondiente con e! solo requisito de haber presentado
su solicitud de capacitación o regularización y mientras sus expedientes res-
pectivos se encontrasen en trámite, autorización que feneceria el 30 de no-
viembre de dicho año. Mediante acuerdos posteriores, la citada Dirección
expidió autorizaciones generales a los carentes de título para ejercer pro-
fesionalmente bajo los mismos supuestos contenidos en el acuerdo prece-
dente, prorrogando en diversas ocasiones el término del ejercicio profesional.
Esta complacencia con los "profesionistas" sin título contrasta con la
terminante exigencia establecida en e! articulo 6 transitorio de la Ley Re-
glamentaria de los articulos 4 Y 5 constitucionales (actualmente s610 de
este último), en e! sentido de que los poseedores de titulas profesionales
expedidos legalmente (es decir, por la Universidad Nacional Autónoma de
México, o por escuelas o instituciones técnicas o universitarias públicas o
privadas oficialmente reconocidas o autorizadas) con anterioridad a su vi-
gencia, deberían obtener e! registro correspondiente dentro del término de
un año, so pena de quedar impedidos para e! ejercicio profesional, y aun-
que dicho plazo fue prorrogado mediante diversos acuerdos de la Dirección
mencionada y decretos de! Congreso de la Unión, la situación de los pro-
fesionistas titulados y la de las personas que sin título legalmente obtenido
ejercieran alguna profesión, Se tradujeron en un estado de verdadera iniqui-
dad, pues, merced a las diversas autorizaciones generales que se emitieron
en ambos casos, unos y otros quedaron habilitados para desempeñar la
respectiva actividad profesional, circunstancia que vino a desvirtuar los pro-
pósitos perseguidos por la ley que comentamos.

No está en nuestro ánimo formular una critica exhaustiva de la Ley


Reglamentaria de! articulo 5 constitucional que rige en e! Distrito Federal;
mas independientemente de la desnaturalización de sus fines primordiales,
que ella misma propició a través de torpes preceptos, dando pie para que
se consumara por decretos y acuerdos posteriores, no podemos dejar de
referirnos a algunos aspectos de inconstitucionalidad que representa dicho
ordenamiento.
Según lo hemos afirmado en reiteradas ocasiones, cualquier cuerpo nor-
mativo reglamentario tiene una esfera de regulación irrebasable, demarcada
por los supuestos abstractos de la norma reglamentada. Éstos, es decir, las
situaciones jurídicas generales e impersonales contempladas por la disposi-
ción que se reglamente, no pueden ser alterados por la reglamentación. La
Ley Reglamenturia no es creativa, modificadora o extintiva de situaciones
jurídicas abstractas, sino pormenorizadora de las disposiciones mediante las
GARANTÍAs DE UBERTAD 329

que éstas se normen por la Ley Reglamentada, a fin de lograr SU mejor ob-
servancia y aplicación.
En el caso de! artículo 5 constitucional, la legislación de cada Estado
o entidad federativa debe tener por modo ineludible una limitación origina-
ria fijada por e! texto mismo de dicho precepto, el cual, en materia de
ejercicio profesional como manifestación especifica de la libertad- de trabajo,
s610 autoriza al legislador ordinario (Congreso de la Unión y legislaturas
locales) para señalar las profesiones que requieran titulo para su desempe-
ño, las condiciones que deban llenarse para obtenerlos y las autoridades
que han de expedirlo. Por ende, para ajustarse a su alcance constitucional,
cualquier Ley Reglamentaria únicamente debe consignar disposiciones que
tiendan a desarrollar o pormenorizar los tres supuestos del articulo 4 que he-
mos mencionado, sin establecer situaciones normativas que sean ajenas a
éstos. Sin embargo, no basta que una Ley Reglamentaria de un precepto
constitucional rebase e! ámbito regulador dc éste para reputarla contraria
a la Ley Fundamental, sino que es menester, además, que el extralimitarse,
o viole la disposición reglamcntada o contravenga alguna otra norma del
Código Supremo. .
Estas hipótesis de infracción constitucional se realizan en la Ley Regla-
mentaria sobre el ejercicio profesional a través de varios de sus preceptos.
Así, por ejemplo, su artículo 15 prohíbe de manera absoluta a cualquier
extranjero el desempeño de las profesiones que el propio ordenamiento se-
ñala. Dicha prohibición no sólo rebasa el ámbito en que e! articulo 4 cons-.
titucional autoriza la reglamentación por leyes locales del ejercicio profe-
sional, sino que significa una restricción a la garantía de libertad de trabajo
en detrimento de los profesionistas extranjeros fuera de los casos en que
pueden suspenderse las garantías individuales conforme a la misma Cons-
titución, de donde resulta que e! precepto ordinario citado viola el articulo
primero de la Ley Fundamental, que establece la titularidad activa de las
propias garantías en favor de todo gobernado independientemente de su
nacionalidad. Por otra parte, e! artículo 25 de la Ley Reglamentaria del
artículo 5 constitucional, al determinar en su fracción 1 que para ejercer
alguna profesión en el Distrito Federal Se requiere ser mexicano por nacimien-
to o por naturalización, reitera la violación constitucional expresada, además
de que coloca a la Dirección General de Profesiones en la situación de organis-
mo revisor, de los títulos que expide, verbigracia, nuestra máxima institución
de cultura, es decir, la Universidad Nacional Autónoma de México, por
cuanto que las personas que se hayan titulado en ésta, y a las que por este
motivo la propia universidad hubiere considerado aptas y habilitadas para
el desempeño de la actividad profesional respectiva, no pueden dedicarse a
la profesión que ampare el título sin la patente de ejercicio correspondiente
(fracción IU). Dicha situación de hegemonía equivale a la supeditación de
nuestra universidad a la mencionada dirección, cuyo arbitrio, al conceder o
330 LAS GARANriAs INDIVIDUALES

negar la citada patente, viene en realidad a constituir un factor de nugatorie-


dad para los títulos que aquélla otorga, en el sentido de que éstos, sin el re-
conocimiento de validez que la consabida dirección puede formular, no fa-
cultan a su poseedor para ejercer la profesión de que se trate en el Distrito
Federal. Además, debe tomarse en cuenta que el artículo 25 de la Ley Regla-
mentaria del artículo 5 constitucional, asi como otros preceptos de la misma
que seria prolijo citar, no traducen una verdadera reglamentación de las indi-
cadas disposiciones de nuestra Ley Suprema. En efecto, todo ordenamiento
que reglamente a los señalados preceptos constitucionales, principalmente el
artículo 5 en lo tocante a las actividades profesionales, sólo debe contener
normas que tiendan a determinar qué profesiones necesitan título para su
ejercicio, cuáles son los requisitos que deban satisfacer para obtener éste y
cuáles son las autoridades facultadas para expedirlo, pero no condiciones sine
quibus non del desempeño profesional mismo (como es el otorgamiento de
la "patente" que concede la Dirección mencionada), pues es evidente que
las únicas que pueden habilitar a una persona para ejercer una profesión
son las instituciones que determine la propia ley al expedir el título corres-
pondiente, ya que éste, en sí mismo, involucra la capacitación profesional.'"
Congruente con la necesidad ineludible de registrar un título profesional
para que su poseedor pueda ejercer en el Distrito Federal, el artículo 26
del ordenamiento reglamentario que comentamos establece la obligación
para las autoridades judiciales y las que conozcan de asuntos contencioso-
administrativos, de rechazar la intervenci6n de personas que se ostenten como
patronos o asesores técnicos de los interesados si no comprueban contar
con dicho registro en la Direcci6n General de Profesiones. Dicha obligaci6n
no existe tratándose de la representación juridica en materia obrera, agra-
ria y cooperativa, así como en negocios de carácter penal, en los que el
acusado o procesado puede nombrar como defensor a cualquier sujeto de
su confianza. Aunque la Ley Reglamentaria del artículo 5 constitucional
no excluye la ohligación de comprobar el registro de un título profesional
para que su poseedor pueda intervenir en los juicios de amparo como
autorizado para oir notificaciones por los quejosos y terceros perjudicados
con las facultades a que se refiere el artículo 27 de la ley respectiva, estima-
mos que en dichos juicios es inoperante la mencionada obligaci6n. En efec-
to, el artículo 27 de la Ley de Amparo establece que el quejoso y el tercero
perjudicado podrán autorizar a cualquier persona con capacidad legal para
oír notificaciones en su nombre, estando investida la persona autorizada con
atribuciones que realmente corresponden a un mandatario judicial o a un
'221 La jurispf'udencia de la Suprema Corte, participando deJas consideraciones formu-
ladas, ha reputado inconstitucionales los artículos 15 y 18 de la Ley de Profesiones, por
contener restricciones o limitaciones a la libertad de trabajo que, por una parte, no se
involucran en el artículo SO constitucional y, por la otra, tampoco se instituyen en ningún
otro precepto de la Ley Fundamental, contrariando, por estos motivos, su artículo primero
(Apéndice al tomo CXVIII, tesis 825).
GARANTfAS DE UBERTAD 331

asesor jurídico. Como se ve, dicho precepto no exige que el autorizado


para oir notificaciones en un juicio de amparo por el quejoso o por el ter-
cero perjudicado tenga titulo profesional de abogado o licenciado en De-
recho inscrito en la Dirección General de Profesiones, sino simplemente
que tenga capacidad legal. Ahora bien, ésta no equivale a la capacitación
técnico-científica, que presume la posesión de un titulo profesional, sino a
la no restricción de la personalidad juridica en cuanto al ejercicio per se
de los derechos de que se es sujeto (capacidad de ejercicio), según se infiere
de! articulo 23 de! Código Civil. Por ende, toda persona que no se encuen-
tre en estado de interdicción o de minoridad o en algún otro que la Ley
Civil considere como incapacidad, puede ser autorizado por e! quejoso o
e! tercero perjudicado en un juicio de amparo conforme al articulo 27 de
la ley de la materia, aunque no tenga titulo profesional de abogado o licen-
ciado en Derecho debidamente registrado en la Dirección General de Pro-
fesionales. Como se ve, e! precepto que acabamos de invocar contiene una
norma de excepción a la disposición general involucrada en e! articulo 26
de la Ley de Profesiones, por lo que tiene prevalencia aplicativa sobrc ésta, de
acuerdo con el principio general de derecho consagrado en e! articulo 11
de! Código Civil, interpretado a contrario sensu. Además, si e! expresado
articulo 27 de la Ley de Amparo no requiere que el autorizado para oír
notificaciones tenga titulo profesional registrado para desempeñar en los
juicios de garantías las facultades inherentes, es obvio que la obligación pre-
vista en e! articulo 26 de la Ley Reglamentaria de! articulo 5 cons-
titucional no existe en dicho caso excepcional, ya que e! primero de los
ordenamientos, por ser federal, tiene hegemonía sobre e! segundo, que es
local, aunque ambos sean orgánicos de los correspondientes preceptos de la
Ley Suprema (art. 133 de ésta).

7. Otras limitaciones constitucionales a la libertad de trabajo las in-


troduce el articulo 123 de nuestra Ley Suprema, como lo ha establecido
la jurisprudencia de la Suprema Corte. Bien es cierto que este precepto
constitucional contiene una serie de garantías sociales que. se manifiestan a
modo de relaciones juridicas existentes entre dos clases sociales y económicas
distintas y que por tal causa no regula ninguna garantia individual; sin
embargo, dicho articulo involucra varias limitaciones a la libertad de trabajo
en general, quc vienen a restringir e! alcance de este derecho individual
público. Así, una de esas limitaciones consiste en que un menor de dieciséis
años no debe desempeñar ninguna labor insalubre o peligrosa, ejercitar un
trabajo nocturno industrial o prestar sus servicios después de las diez de la
noche en establecimientos comerciales (fracción II del articulo 123 constitu-
cional). Por otra parte, y ya no como simple limitación a la libertad de tra-
bajo, sino como prohibición absoluta, la fracción II del propio precepto de
la Ley Fundamental dispone que los niños menores de doce años deberán rra-
332 L"S GARANTfAS INDMDUALES

bajar o ser sujetos de un contrato de trabajo. Todas estas prevenciones con-


tenidas en el artfculo 123 constitucional a modo de medidas de protección
para los trabajadores, redundan, no obstante, en limitaciones y prohibiciones
a la libertad de trabajo para preservar a cierta categoría de personas desde
el punto de vista higiénico y moral principalmente. Es en esta relaci6n entre el
artículo 5' constitucional y el 123 de nuestra Ley Fundamental donde 'per-
cibimos claramente la aplicación concreta de la tesis del insigne Ignacio L.
Vallarta relativa a la extensi6n normativo-constitucional de las garantías in-
dividuales, puesto que las disposiciones que acabamos de citar, involucradas
en el segundo de los preceptos aludidos, y el cual no está incluido en el título
de "Garantías Individuales", reglamentan, limitándola o prohibiéndola, la
libertad de trabajo consagrada como derecho subjetivo público en el primer
artículo citado.

8. La garantía específica de libertad de que tratamos tiene, pues, las


limitaciones constitucionales a que hicimos breve referencia. Estas restric-
ciones y prohibiciones, en su caso, se consignan por la propia Ley Suprema,
bien en forma regulativa o bien de manera simplemente declaratoria, es
decir, remitiendo a la legislación secundaria federal o local la especificación
o pormenorización de las mismas, la cual tiene que apegarse al texto cons-
titucional. Por ende, toda limitaci6n que establezca la ley ordinaria a la
libertad de trabajo, sin que se apoye en una declaración constitucional
respectiva, pugna con la Constitución, habiéndolo considerado as! la juris-
prudencia de la Suprema Corte, al referirse en especial a la libertad de
comercio, en los siguientes términos: "Las restricciones a la libertad de co-
mercio, sin que exista ninguna de las limitaciones prevenidas por el artículo
4 constitucional (actualmente 5), importa una violaci6n de garantías."
b) Seguridades constitucionales relativas a la libertad de trabajo. Bajo
este tema comprendemos el estudio de todas aqueIlas prevenciones que esta-
blece la Ley Fundamental para tutelar, bien al trabajo en si mismo con-
siderado, esto es, como prestaci6n o desarrollo de energias humanas con
determinada finalidad, o bien el producto de éstas, que generalmente se
traduce en un salario o sueldo.

1. La primera medida de seguridad para el trabajo que encontramos


en la Constitución es la contenida en el propio artículo 5 en los siguientes
términos: Nadie puede ser privado del producto de su trabajo, sino por
resolución judicial."""

.221 bil Esta prohibici6n ya se establecía en el Derecho Hebreo, en cuanto que el pa-
trón tenía la obligación de no retener el salario del trabajador o. como decía el Levítico:
"No estará detenido en tu poder el trabajo de tu jornalero hasta el día de mañana" (capí-
tulo XIX. vertículo 13), pues la paga o sueldo se entregaba caída la tarde antes de
ponerse el Sol, y concluidas todas las tareas y labores del día.
GARANTiAs DE UBERTAD 333

¿Cuáles son el sentido y alcance de esta disposición? En primer lugar


establece, como garantía para el producto del trabajo, la declaración ge-
neral de que aquél no puede ser objeto de privaci6n, de acuerdo con lo
cual ninguna autoridad estatal debe despojar a un individuo de la retribu-
ci6n que le corresponde como contraprestaci6n a sus servicios. La propia
disposici6n constitucional consagra sólo una excepci6n, consistente en que
e! único acto privativo del producto del trabajo humano sea precisamente
una Tesoluci6n judicial, traducida ésta, bien en un simple auto de ejecuci6n
(exequendo}, es decir, cuando se decreta un embargo como acto judicial o
prejudicial antes de decidir el negocio en que tiene lugar, o bien en un
proveído de! juez citado en ejecuci6n de una sentencia. De acuerdo, pues,
con esta única excepci6n a 'la garantía de no privaci6n del producto del
trabajo, solamente la autoridad judicial es la competente para decretar el
acto de privaci6n respectivo.
Sin embargo, si analizamos la disposici6n constitucional que comenta-
mos en la relaci6n jurídica que guarda con otras prescripciones dc la propia
Ley Fundamental, veremos que la excepci6n aludida tiene, en realidad, muy
restringida aplicabilidad. En efecto, generalmente e! producto de! trabajo,
esto es, la contraprestación que recibe el que lo desempeña, estriba en un
salario o sueldo, es decir, en la retribución que debe pagar el patr6n al
trabajador, por SU trabajo (arts. 84- de la Ley Federal del Trabajo de 1931
y 82 de la vigente). En la mayoría de los casos, pues, el producto del trabajo
es el salario que como contraprestación derivada de la relaei6n jurídica de
trabajo, debe pagar el que recibe los servicios personales, esto es, el patrón,
Pues bien, cuando e! producto del trabajo sea el salario, éste no podrá ser
objeto de privaci6n ni siquiera por la autoridad judicial, pues la fracci6n VIII
del artículo 123 constitucional establece que: "el salario mínimo quedará ex-
ceptuado de embargo, compensación o descuento". Parece ser que la Constitu-
ción en este caso sólo se refiere al "salario mínimo", o sea, a la cantidad Infíma
fijada por la ley "que se considere suficiente, atendiendo a las condiciones de
cada regi6n, para satisfacer las necesidades normales de la vida del obrero, su
educaci6n y sus placeres honestos, considerándolo como jefe de familia" (art.
123, fracci6n VI). Sin embargo, la ley y la jurisprudencia han hecho extensiva
la inembargabilidad del salario mínimo a todo salario percibido por el tra-
bajador, o sea, a toda retribución que obtiene una persona de otra respecto
de la cual la primera está colocada en una situaci6n de subordinaci6n. En
efecto, la Ley Federal del Trabajo de 1931 disponía en su artículo 95 quc:
"El salario es la base del patrimonio del trabajador, y como tal, no es sus-
ceptible de embargo judicial o administrativo, ni estará sujeto a compensa-
ci6n o descuento... " Por SU parte, la Suprema Corte, cohonestando este
precepto con la fracción VIII del artículo constitucional citado, ha asen-
tado que: "No es exacto que el artículo 95 de la Ley Federal del Trabajo
contrarie lo dispuesto por el artículo 123 de la Constituci6n Federal, que
334 LAS GARANrlAS lNDMDUALES

sólo exceptúa de embargo, compensación o descuento el salario mínimo,


pues si bien dicho artículo 95 va más allá del precepto constitucional citado
y prohíbe, en general, el embargo del salario del trabajador, en ello no
contraría el espíritu y la finalidad de la disposición constitucional, que tien-
de a asegurar un mínimo de elementos de vida, como base del patrimonio
inafectable del trabajador." 2" Como se puede deducir de la Constitución,
de la Ley Federal del Trabajo y de la tesis transcrita de la Suprema Corte,
el salario de un trabajador, como producto de su trabajo, es inembargable.
Por tal motivo, la excepción que consagra el articulo 5 constitucional, en
el sentido de que el producto del trabajo sólo puede ser objeto de privación
por resolución judicial, no tiene aplicaci6n cuando se trate de un salario
propiamente dicho, esto es, de una retribución que paga un patrón a un
obrero proveniente de la relación jurídica de trabajo que entre ambos exis-
ta, pues la cantidad en que dicha remuneración se traduce es inembargable
independientemente de su monto, tanto por jueces como por autoridades
administrativas, tal como lo consideran la ley y la Suprema Corte." No
obstante, sólo en un caso puede embargarse el salario por resolución judi-
cial, o sea, cuando se trata de hacer efectivo un crédito alimentario. Esta
salvedad, consignada en el articulo 544, fracción XIII, del Código de Pro-
cedimientos Civiles para el Distrito Federal,'" está confirmada por la Su-
prema Corte en los siguientes términos: "Como los artículos 123 constitucio-
nal y 91 Y95 de la Ley Federal del Trabajo (de 1931), protegen al trabajador
no sólo como individuo, sino como jefe de familia, no puede aceptarse que el
mismo esté exento de la obligación de suministrar a sus familiares los medios
para su subsistencia; razón por la que, cuando el trabajador se niega a cum-
plir con esta obligación, sus familiares tienen el derecho de solicitar y obtener
el embargo de la parte proporcional del salario de aquél, porque la prohi-
bición contenida en los artículos citados de la Ley Federal del Trabajo, se
refiere exclusivamente a las reclamaciones que pudieran presentar los pa-
trones y terceras personas; y seria, además altamente inmoral favorecer al
trabajador hasta colocarlo en el caso de negar alimentos a sus hijos, ponién-
dolo al abrigo de toda coacción para obligarlo al cumplimiento de su deber." '"
En conclusión, solamente en el caso de que se trate de hacer efectiva una
deuda alimentaria en contra de un trabajador, puede embargarse el salario

Tomo LXVII, pág. 176; tomo LXXI, pág. 1,405, Quinta Epoca.
222
Tomo XLIV, pág. 1,775. ldem.
2'23
2M Este precepto declara también que es embargable el salario de un trabajador PO!
concepto de responsabilidad proveniente de la comisión de un delito. Estimamos que, en
tanto no sea corroborada por la jurisprudencia de la Suprema Corte, mediante un J6gico
razonamiento interpretativo, como el que formula al referirse al caso de los créditos por
alimentos, tal disposici6n no debe aplicarse, puesto que sobre ella están la Ley Federal
del Trabajo y la Constitución corno ordenamientos jerárquicamente superiores, los cuales
no consignan dicha hipótesis como caso en que un salario sea. embargable.
2U Tomo XL, pág. 706; tomo XLVIII, pág. 1,517; tomo LXXII, pág. 2,178. Quinta
Época.
GARANTÍAS DE UBERTAD 335

de éste como producto de sus servicios, por lo que únicamente en tal caso
tiene aplicación de salvedad que establece el artículo 5 constitucional al pein-
cipio general de que nadie puede ser privado del producto de su trabajo, y
que consiste en que sólo la autoridad judicial puede ordenar dicha priva-
ción. Por ende, el salario, como prestación tipica proveniente de una relaci6n
de traba jo, puede ser embargado por un crédito alimentario y única-
mente por la autoridad judicial competente. Este supuesto está corroborado
por el artículo 112 de la Ley Federal del Trabajo actualmente en vigor, pre-
cepto que declara que los salarios de los trabajadores "no podrán ser embar-
gados", salvo cuando el embargo se decrete para asegurar pensiones alimen-
ticias que el trabajador deba pagar a su "esposa, hijos, ascendientes y nietos",
según lo dispone el artículo 110, tracci6n V, de dicha ley.
Por el contrario, cuando el producto del trabajo estriba en una retribu-
ción que no se ostente como prestaci6n derivada de una relaci6n de tra-
bajo, la privaci6n correspondiente sí puede ordenarse por una resoluci6n
judicial, como salvedad al principio de seguridad contenido en el artículo
5 constitucional.

2. Otra garantía de seguridad para la libertad de trabajo que viene a


investir a ésta de efectividad es la de que: "Nadie podrá ser obligado a pres-
tar trabajos personales, sin la justa retribución y sin su pleno consentimiento."
En primer lugar, esta disposici6n constitucional proscribe todo trabajo
gratuito, o sea, toda prestación de servicios que se realice sin la remunera-
ci6n correspondiente. En vista de esta garantía de seguridad, el Estado no
puede imponer al individuo ninguna labor que no sea retribuida, salvo
cuando se trate de las funciones electorales y censales, las cuales deben des-
empeñarse en forma gratuita, y cuya inejecuci6n, respecto de las primeras,
se sanciona en los términos de la fracción I del artículo 38 constitucional.
Además de exigir que todo trabajo personal sea remunerado, salvo la excep-
ci6n constitucional indicada, el artículo 5 de la Ley Suprema, en el párrafo
transcrito, establece que al individuo que lo desempeñe debe otorgársele
una justa retribución. Por tal se entiende toda remuneraci6n que esté de
acuerdo y en proporci6n con la naturaleza misma del servicio que se preste,
así como en consonancia con las dificultades de su ejercicio.
En materia de relaciones jurídicas de trabajo, la "justa retribuci6n" se
traduce en el pago del salario mínimo (fracci6n VI del artículo 123 cons-
titucional), así como en el salario remunerador, que es el que, debiendo ser
siempre superior al mínimo, se establece convencionalmente por patr6n y
trabajador atendiendo a diversos factores y circunstancias, como son la na-
turaleza intrínseca de la prestaci6n personal, la dificultad de su realizaci6n,
la capacidad econ6mica del sujeto que la recibe, etc. En conclusi6n,
todo trabajo personal no s610 no debe ser gratuito obligatoriamente para el
que lo desempeñe, sino tener una justa retribuci6n en los términos que
336 LAS GARANTfAS INDIVIDUALES

hemos esbozado, la cual se fija a posteriori, atendiendo a la índole de cada


servicio de que se trate.
Es evidente que ouando una persona, por si misma, de modo voluntario
y deliberado preste un servicio conviniendo en que sea gratuito, tal medida
de seguridad para la libertad de trabajo no tiene aplicación, como cuando
se trata, verbigracia, de cargos honoriiicos y culturales de diversa índole. Esta
renuncia a percibir una remuneración pecuniaria, es inválida e inoperante,
por lo demás, en lo que toca a la relación jurídica de trabajo propiamente
dicha, atenta lo dispuesto por el articulo 123 constitucional en su fracción
XXVII, inciso "h".
En segundo lugar, el articulo 5' constitucional, en la parte que transcri-
bimos, contiene otra garantía de seguridad para la libertad de trabajo que
es concurrente con la aludida anteriormente, en el sentido de que nadie
podrá ser obligado a prestar trabajos personales sin Su pleno consentimiento.
Mediante esta declaración, la Ley Suprema prolúbe todo trabajo forzado,
no dejando de tener, sin embargo, sus excepciones constitucionales. En pri-
mer término -y esta salvedad comprende también a la anterior garantia
de seguridad-, se exceptúa el caso en que un servicio se imponga como
pena por la autoridad judicial, ei cual, no obstante, "deberá ajustarse a lo
dispuesto en las fracciones 1 y II del articulo 123", es decir, a las condicio-
nes y prohibiciones que tales disposiciones consignan.. Ahora bien, ¿cuáles
son los casos o delitos en que la autoridad judicial puede imponer como
pena a un procesado un trabajo forzado? Desde luego, el Código Penal
para el Distrito Federal, que es también federal para los delitos de este
orden, no consigna como sanción expresa los trabajos forzosos, sino que,
en el señalamiento de sanciones, remite a lo que dispongan sobre el particu-
lar las diversas leyes especiales que prevean un delito y fijen una pena
(art. 24). Bien es verdad que dicho ordenamiento contiene un capitulo
denominado "Trabajo de los presos" (arts, 79 a 83); masJas disposiciones
en él involucradas de ninguna manera consagran una pena especifica que
deba imponer la autoridad judicial, sino que aluden a los trabajos obliga-
torios que los reclusos deben desempeñar mientras purgan una condena,
trabajos que no Son impuestos a título de sanción por la comisión de un
delito, sino como medida administrativa de regeneración social y moral.
Aparte de esta excepción constitucional a la medida de seguridad a la li-
bertad de trabajo, consistente en que nadie podrá ser obligado a prestar
servicios personales sin su pleno consentimiento, existe también, como sal-
vedad relativa, la de los servicios públicos y profesionales de índole social.
Así, el párrafo cuarto del articulo 5' constitucional establece:
"En cuanto a los servicios públicos, sólo podrán ser obligatorios, 'en los tér-
minos que establezcan las leyes respectivas, el de las armas y los jurados, así
como el desempeño de los cargos concejiles y los de elección popular, directa o
indirecta. Las funciones electorales y censales tendrán carácter obligatorio y.
GARANTÍAS DE LIBERTAD 337
gratuito, pero serán retribuidas aquéllas que se realicen profesionalmente en
los términos de esta Constitución y las leyes correspondientes. Los servicios pro-
fesionales de índole social serán obligatorios y retribuidos en los términos de
la ley y con las excepciones que ésta señale." (Reforma publicada el 28 de
enero de 1992.)
3. El párrafo quinto del artículo 59 constitucional en su primera parte,
que es análoga al párrafo tercero del artículo correspondiente de la Consti-
tución de 57, declara que: "El Estado no puede permitir que se lleve a
efecto ningún contrato, pacto o convenio que tenga por objeto el menoscabo,
la pérdida o el irrevocable sacrificio de la libertad del hombre, ya sea por
causa de trabajo, de educación o de voto religioso." :!~;; bís Como se ve, esta dis-
posición constitucional, para proteger la libertad en general, restringe una de
sus manifestaciones específicas: la libertad de contratación. En efecto, dicha
norma fundamental prohíbe la celebración de toda convención, de cual-
quier naturaleza jurídica que sea, por medio de la cual el individuo pierda
su libertad, bien provenga esta pérdida por causa de trabajo, de educación
o bien de votos religioso. Por ende, constitucionalmente está prohibida toda
relación de trabajo en la que un individuo esté ligado permanentemente
hacia otra persona para desempeñar una determinada actividad,. con impo-
sibilidad de ejercitar su potestad libertaría en diversos terrenos; tampoco
está permitido todo contrato a virtud del cual un sujeto, por la razón misma
de recibir una cierta enseñanza, renuncie a desplegar la libertad natural de
que es titular en sus diferentes manifestaciones, estableciéndose, asimismo,
la prohibición de todo pacto que se traduzca en votos religiosos y que ori-
gine semejantes consecuencias. Como se ve, la prohibición de contratación,
bajo los aspectos indicados, se consigna en razón del menoscabo o pérdida
definitivos de la libertad humana o de la irrevocabilidad de la renuncia a
su ejercicio. Atendiendo a estas circunstancias, e interpretando a contrario
sensu la disposición constitucional que comentamos, se llega a la conclusión
de que, desde el punto de vista del párrafo quinto del artículo 59 constitu-
cional, no está prohibido todo contrato, pacto o convenio, por causa de
trabajo, educación o voto religioso, que no engendre, por un lado, ni la
pérdida defmitiva de la libertad humana, sin que el sujeto la conserve
siempre como potestad en aptitud de desplegarse, ni por otro, la irrevoca-
bilidad de su decisión de supeditarse a determinado status reglamentario,
como sucede, verbigracia, en las instituciones educativas, en las que, si bien
los educandos están sometidos a ciertas normas disciplinarias que les impo-
nen algunas restricciones o prohibiciones a su libertad personal, no por ello
éstas subsisten perennemente, y en contra de la voluntad de ellos mismos
o de sus representantes legales. En síntesis, la contratación que proscribe la
disposición constitucional de que tratamos debe tener como consecuencia, o
bien el menoscabo o la pérdida definitivos e irreparables de la libertad, huma-
225 blll Esta disposición se modificó por reforma publicada el 28 de enero de 1992
y que en un apartado especial comentamos.
338 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

na, no susceptible de ser invalidados por la voluntad del interesado, o bien


la irrevocabilidad de la decisi6n por medio de la cual el sujeto ha admitido
voluntariamente dicho menoscabo o pérdida o formulado SU renuncia a la
potestad libertaria en sus diversas manifestaciones.
Como consecuencia de la anterior disposici6n constitucional, el articulo
59 prolúbe "el establecimiento de 6rdenes monásticas, cualquiera que sea
la denominación u objeto con que pretendan erigirse", prohibición que es-
taba también contenida en la Constituci6n de 57 en términos parecidos. Para
ser congruente con la índole especial de consecuencias que debe causar la con-
trataci6n proltibida por la disposici6n fundamental de que tratamos con
antelaci6n, dicha prohibici6n no debe reputarse como absoluta. En efecto,
un voto religioso, que es la condici6n que generalmente se exige al ingresar
a un claustro o monasterio, para que esté prohibido por la Constituci6n,
debe engendrar, en perjuicio del que lo hace, la pérdida o menoscabo de-
finitivos de la libertad o la irrevocabilidad de la renuncia 'voluntaria de
la misma. Ahora bien, cuando una orden monástica impone como condici6n
sine qua non de pertenencia a la misma un pacto, contrato o convenio que
implique un voto con los efectos apuntados, su existencia debe estar evi-
dentemente proltibida por implicar la anulaci6n de la libertad humana en
diversos aspectos (como sucede, verbigracia, con los votos religiosos perpe-
tuos). Por el contrario, si una orden monástica o claustral no impone a la
persona que desee ingresar a ella la condici6n insubstituible de la pérdida o
menoscabo defmitivos de su libertad ni la irrevocabilidad de la renuncia a
la misma, su implantaci6n y funcionamiento no deben estar prohibidos; es
más, la prohibici6n de tales 6rdenes significa una seria afrenta a la libertad
de trabajo. En efecto, la selecci6n de cierta actividad por parte del sujeto
implica el ejercicio de cierta profesión. Cuando el individuo, por raz6n mis-
ma de sus inclinaciones y vocaci6n misticas, decide consagrarse a determi-
nada actitud religiosa, imponiéndose a si mismo, por su propia voluntad,
ciertos sacrificios, evidentemente que está desempeñando I1n trabajo, to-
mando éste en el sentido de actividad u ocupación. Pues bien, al prohibirse
la existencia de 6rdenes monásticas, constituidas precisamente por personas
que se suponen partícipes de una misma vocaci6n místico-religiosa, se in-
terdice al sujeto la libertad que debe tener, consistente en seleccionar aque-
lla actividad moral que constituya el medio para realizar sus fines de felici-
dad. Por tanto, proltibir que un individuo se consagre a la vida monacal,
mediante la proscripci6n de las 6rdenes monásticas, es tanto como vedar
a una persona que ejerza determinada labor, puesto que la actividad místico-
religiosa, en sus aspectos interno y externo, equivale a una profesi6n, colo-
cada, desde el punto de vista de la libertad de trabajo, en el mismo rango
que las labores culturales, comerciales o profesionales propiamente dichas.
En conclusión, la proltibici6n de existencia de 6rdenes monásticas implica
una notable restricci6n a la libertad de trabajo consignada en el artículo 5
constitucional, así cerno una Iimitaci6n ostensible a la de asociaci6n.
GARANTÍAS DE LIBERTAD 339

Nosotros estamos, pues, de acuerdo en que no se prohíba al individuo


dedicarse a una labor místico-religiosa, siempre y cuando su escogitación
sea libre y espontánea; por ende, las órdenes monásticas, que son agrupa-
ciones de personas que abrigan las mismas tendencias de devoción y sacri-
ficio religiosos, deben estar permitidas, siempre que el ingreso y la pertenen-
cia de un sujeto a ellas no impliquen ni un menoscabo o pérdida definitivos
de la libertad humana, ni la irrevocabilidad de la renuncia a la misma en
sus diversos aspectos, esto es, que el individuo conserve para sí la potestad
de abandonar el cauce vital que había decidido seguir para emprender otras
actividades o asumir otras conductas. En sí mismo, el voto religioso no
equivale a la pérdida o renuncia de la libertad cuando no es perpetuo o
definitivo. Por consiguiente, la prohibición constitucional debe referirse a
aquellas órdenes monásticas que imponen a la perscna que a ellas pertenece,
la imposibilidad de que cambie su decisión inicial de desempeñar cierta ac-
tividad. Por otra parte, la disposición de la Ley Suprema que tal prohibi-
ción contiene se justifica plenamente ante la realidad, pues de hecho en
casi todas las órdenes monásticas existe el sistema de los "votos perpetuos",
cuya formulación implica la pérdida definitiva de la libertad humana en
muchas manifestaciones, así como la irrevocabilidad de las resoluciones to-
madas inicialmente por el que a ellas ingresa. Lo que impelió a los Cons-
tituyentes de 57, cuyas ideas fueron seguidas en este punto por los de 17,
para prohibir las órdenes monásticas, fue la observación de la realidad
misma en esta materia. En casi todos los conventos se priva al individuo de
su libertad, condenándolo a seguir una vida que, o le era impuesta, como
acontecía muchas veces, o pugnaba, posteriormente a su selección, con nue-
vas ideas que sustentara o nuevas decisiones que tomara. Tanto la Consti-
tución vigente como la de 57 no establecieron la prohibición de la existencia
de órdenes monásticas por un mero afán antieclesiástico o antirreligioso, ni
por una supuesta antipatía a todo lo que fuera clerical o tuviera un matiz
de tal; dicha prohibición no fue el fruto de una intención ciega y apasio-
nada de suprimir las asociaciones religiosas, consideradas como organismos
profesionales en sí mismas, sino que se debió a la apreciación del absurdo
y anticristiano sistema de condenar para siempre a sus miembros a una vida
estéril contra SU voluntad. Así interpretó el señor Zarco'" el espíritu del
Constituyente de 57 en relación con dicha prohibición, en los siguientes tér-
minos: ... "el artículo (del proyecto) no propone coacción ni en pro ni en
contra de los votos religiosos; consecuentemente con el principio de la liber-
tad de conciencia, para nada se mezcla en esta cuestión. Si"un hombre, cre-
yéndose movido por una fe ardiente o cediendo a una devoción que dege-
nere en pasión, cree servir a Dios encerrándose en un claustro y después se
encuentra sin fuerzas para cumplir sus votos, y cree puede servir mejor al
mismo Dios viviendo en sociedad, siendo útil a sus semejantes y amando a
su prójimo, la ley que fuera a reclamarle sus votos, que lo obligara a per-
226 ZARCO, El Congreso Constituyente, tomo II, pág. 724.
340 LAS GARANTfAS INDIVIDUALES

manecer en el convento y lo entregara a una entera desesperación, seria


una ley bárbara y tiránica, contraria a la libertad de conciencia ... ".
Por otra parte, las disposiciones de las Constituciones de 17 y de 57 so-
bre esta materia son de distinta naturaleza y de diversas consecuencias que
las que ya estaban vigentes con anterioridad. En 1833 se abolió la coacción
civil para los votos monásticos, sin proscribir la existencia de las órdenes
monacales. La ley de 8 de noviembre de dicho año prohibía que las per-
sonas que infringiesen un voto religioso fuesen obligadas a observarlo por
medio de la autoridad civil, sin vedar al individuo la facultad de dedicarse
a la vida claustral de acuerdo con sus aspiraciones y tendencias. Por su parte,
las Constituciones de 57 y vigente no sólo eliminan la coacción civil para
el cumplimiento de los votos monásticos, sino que prohiben la existencia
misma de las órdenes respectivas. Es en este aspecto bajo el cual nos parece
que los Constituyentes de 17 y de 57 fueron algo exagerados, pues la formu-
lación de un voto religioso y el ingreso a una orden monacal no implican
la pérdida irreparable de la libertad humana en todo caso, sino sólo cuan-
do, a virtud de dichos actos, se constriñe al sujeto a asumir una conducta
en contra de su voluntad y a no revocar su decisión inicial, que es lo ql'e sí
debe estar prohibido.
4. Limitando la autonomía de la voluntad o la libertad de contrata-
ción para proteger la libertad de trabajo y, en general, a la persona huma-
na, el párrafo cuarto del artículo 59 constitucional establece: "Tampoco
puede admitirse convenio en que el hombre pacte su proscripción o des-
tierro, o en que renuncie temporal o permanentemente a ejercer determina-
da profesión, industria o comercio."
De acuerdo con esta disposición, todas aquellas convenciones en que las
partes renuncien a desempeñar cualquier actividad en forma permanente
o por tiempo limitado, como sucede generalmente, verbigracia, en los con-
tratos de sociedad en los que los socios se comprometen a no hacer compe-
tencia individualmente a la entidad moral que forman, son inconstituciona-
les y, a la luz del sexto párrafo del articulo 59 de nuestra Ley Fundamen-
tal, carecen de validez en el punto en que dicha renuncia se estipule. Esta
medida de seguridad a la libertad de trabajo no la consagraba la Constitu-
ción de 57, pues únicamente prohibía la celebración de convenios en los
cuales una persona pactare su proscripción o destierro, es decir, el abandono
del solar nacional.
5. Los dos últimos párrafos del articulo 59 constitucional'" propia-
mente no se refieren a la libertad de trabajo como garantía individual. Más
221 Dichos párrafos dicen textualmente: "El contrato de trabajo sólo obligará a pres-
tar el servicio convenido por el tiempo que fije la ley, sin poder exceder de un año en
perjuicio del trabajador, y no podrá extenderse, en ningún caso, a la renuncia, pérdida o
menoscabo de. cualquiera de los derechos públicos y civiles," "La falta de cumplimiento
de dicho contrato por lo que respecta al trabajador, s6lo obligará a éste, a la correspon-
diente responsabilidad civil, sin que en ningún caso pueda hacerse coacción sobre su
persona."
GARANTIAS DE LIBERTAD 341
bien consagran sendas garantlas sociales, esto es, establecen una relaci6n
jurídica entre los miembros de dos clases econ6micamente diferentes -pa-
trones y obrerqs-, en virtud de la cual se consignan para éstos medidas de
protecci6n. Bien es verdad que el primer párrafo fija la obligaci6n para el
Estado y sus autoridades de no reconocer aquellos contratos de trabajo en
que la duraci6n del mismo exceda de un año en perjuicio del trabajador
y en los que exista renuncia, pérdida o menoscabo de cualquiera de los de-
rechos políticos o civiles; mas tal obligaci6n no resulta de una relaci6n o
vínculo directo e inmediato entre el gobernado y el gobernante, como suce-
de tratándose de una garantía individual, sino como supuesto indispensable
en todo régimen de Derecho, en el sentido de que las autoridades estatales
tienen que observar el orden jurídico. Ostentándose las prevenciones con-
tenidas en los dos últimos párrafos del artículo 5' constitucional como mo-
dalidades legales del contrato de trabajo o de la relaci6n jurídica de trabajo
propiamente dicha, con los caracteres que le imputa la ley de la materia,
creemos que indebidamente fueron incluidas en el capítulo de la Constitu-
ción denominado "De las Garantías Individuales", pues en realidad debe-
rían haberse involucrado en las disposiciones del artículo 123 constitucional,
que es el precepto que regula originalmente dicha relaci6n jurídica, por
más que pueda contener, como en muchos casos contiene, reglamentación a los
derechos del gobernado, principalmente en materia de libertad de trabajo.
Es por esto por lo que omitimos deliberadamente el estudio de dichos dos
últimos párrafos del articulo 5' constitucional, atendiendo, además, a la
circunstancia de que aquél corresponde a la disciplina jurídica denominada
"Derecho del Trabajo".
c) El trabajo como obligación individual pública. La garantía espe-
cífica de libertad de trabajo traduce la potestad o facultad jurídica que tiene
el gobernado de escoger la actividad que más le agrade, siendo lícita. La obli-
gación del Estado y de sus autoridades, que se deriva de dicha garantía
individual, estriba, pues, en no imponer al sujeto ningnna ocupación, en
respetar la que haya seleccionado libremente para el desarrollo de su perso-
nalidad, salvo los casos de excepciones constitucionales de que hemos hablado.
En síntesis, la libertad de trabajo consagrada en el artículo 5' se revela, como
derecho público subjetivo individual, en la facultad del hombre de poder
escogitar, entre la multitud de ocupaciones lícitas que existen, la que más le
convenga o agrade para el logro de su bienestar, y, como obligación estatal
y autoritaria correlativa, en la abstención por parte del Estado y de sus auto-
Estas prevenciones se conservaron en el artlcuJo .JY consntucroneí como resabios del
proyecto respectivo cuya tendencia principal consistió en normar diferentes cuestiones CO~-_
cernientcs a hlrelaci6n de trabaJo~ y las cuales, por su trascendencia, se comprendieron
en un capítulo especial de la Constitución de 1917, bajo el rubro "Del Trabajo y de la
Previsión Social" (art. 123), según se determinó con toda atingcncia por el Congreso
Constituyente de Querétaro al discutirse el citado proyecto, que pretendía. en su concep-
ción original, interferir indebidamente dos figuras jurídicas distintas: las garantías de
seguridad de la libertad de trabajo como derecho del gobernado y las que debe tener el
trabajador en la relación laboral, no frente al Estado, sino respecto del patr6n (garan-
tías sociales).
342 LAS GARAN11AS UNOnnOUALES

ridades, en el sentido de no imponer al gobernado el desempeño de una de-


terminada actividad y en respetar al mismo su esfera de selección.
Pues bien, no hay que confundir esa actitud de escogitación de trabajo,
entre las diversas labores honestas que existen, con la abstenci6n de parte del
individuo a trabajar. La garantía de la libertad de trabajo no faculta al hom-
bre para dejar de trabajar o no trabajar; antes bien, implícitamente, al
brindarle el derecho de opción por alguna labor lícita que le acomode y con-
venga, le impone el deber de trabajar, la obligación de desempeñar cualquier
actividad lícita. Por ende, el artículo 59 constitucional no s610 no garantiza
la vagancia sino que impone al sujeto la obligaci6n de trabajar, que es pública,
porque debe cumplirse en interés del propio Estado o de la sociedad. La orga-
nización política impone a todos sus miembros el deber de trabajar, de des-
arrollar una labor provechosa y útil para la sociedad, dejando al arbitrio de
cada quien su selección. La imposición de esa obligación obedece a un impe-
rativo inaplazable: la subsistencia misma de la convivencia social, la vida
misma del Estado. Es por esto por lo que el no ejercicio de ninguna labor sin
causa justificada se reputa como delito, que se castiga con prisión de dos a
cinco años (art, 225 del Código Penal).

La cuestión de la vagancia ha sido tratada en términos parecidos por el licen-


ciado José Maria Lozano, quien afirma: " ... los derechos del hombre, llamados
así con relaci6n a los demás hombres, son en realidad condiciones necesarias
de su naturaleza; si bajo este respecto creemos que la libertad de trabajo es un
derecho del hombre, en tanto cuanto a que, para cumplir con su destino, para
conservarse, desarrollarse y perfeccionarse, el trabajo es una condición indispen-
sable; es fácil comprender que importa un absurdo erigir la ociosidad en un
derecho del hombre, es decir, en una condici6n indispensable de su ser o natu-
raleza. De esto deducimos que la sociedad tiene derecho para exigir que todos
trabajen. Como cuerpo o ser moral tiene, como el hombre, destinos que cumplir,
tiene que procurar Su conservación, desarrollo y perfeccionamiento, y para con-
seguirlo, necesita, como el hombre, buscar en el trabajo de sus miembros la reali-
zación de esta condición indispensable. Una sociedad compuesta de bandidos :
o de piratas sería imposible. La ley internacional, el derecho de gentes, que no es
otra cosa que la ley natural aplicada a las naciones, autorizaría la destrucción
de un pueblo semejante. Pues bien, ese derecho es el mismo que tiene la so-
ciedad respecto de cada uno de sus miembros para obligarlo al trabajo, para
impedir que, como los zánganos, se mantengan y vivan los ociosos a expensas
del sudor de los demás j en una palabra, para perseguir la vagancia como' un
delito y como un vicio canceroso que enferma, debilita y degrada a los indivi-
duos y a los pueblos. Los ricos, los que han merecido los favores de la fortuna, o
los que han tenido la dicha de que sus antecesores trabajen por ellos, pueden
en buena hora vivir de sus rentas sin tomarse la menor pena. Harían bien bus-
cando un trabajo inteligente, en el empleo prudente y racional de sus riquezas
en alguno de los ramos de la industria humana, el acrecentamiento de su fortuna,
abriendo a los proletarios las fuentes bienhechoras del trabajo y contribuyendo
así a la riqueza y prosperidad de su patria; si no lo hacen, si prefieren a los
goces de una actividad productora los estúpidos placeres de la ociosidad, dejan
de hacer el bien que podían; pero no atacan los derechos de la sociedad en que
GARANTÍAS DE UBERTAD 343

viven como el que busca en la mendicidad o en los vicios los elementos de una
subsistencia envilecida y miserable. Por esta razón las leyes sólo ~"!' considerado
como vagos a los que no teniendo bienes de fortuna de qué vivir, no ejercen
alguna industriá, oficio o trabajo honesto" .228
d) Reforma de 1992. Esta reforma está concebida en los siguientes
términos: "El Estado no puede permitir que se lleve a efecto ningún con-
trato, pacto o convenio que tenga por objcto el menoscabo, la pérdida o el
irrevocable sacrificio de la libertad de la persona por cualquier, causa." Se
advierte que, mediante ella, se respeta la libertad humana en toda su dimen-
sión, al abolirse la prohibición del "voto religioso" a que se refería el pá-
rrafo quinto, ya modificado, del articulo 5' constitucional y que comenta-
mos críticamente en líneas anteriores. Tal abolición confirma, además, el
laicismo estatal que es un principio que rige las relaciones del Estado con
las diversas iglesias, primordialmente con la Iglesia Católica.
e) Breve' referencia histórica a la libertad de trabajo. En las épocas
primitivas de la sociedad humana debió haber existido la libertad de trabajo
por razón de la situación de igualdad en que los hombres se encontraban. Se ha
postulado la hipótesissociológica de que todos tenían a su disposición los bienes
que les ofrecía la naturaleza para poder subsistir; todos estaban en condi-
ciones de desempeñar el trabajo indicado para satisfacer sus necesidades eco-
nómicas, en virtud de que se supone que no habían aún surgido las diferencias
sociales. En los albores de la convivencia humana imperaba, pues, un comu-
nirmo primitivo absoluto que colocaba a todos los miembros de la sociedad
en una completa situación de igualdad, haciéndolos participes, por ende, de
los mismos derechos y posibilidades.
Sin embargo, este comunismo primitivo dejó de existir a medida que evo-
lucionaba la sociedad humana. La situación hipotética de igualdad inicial o
primaria fue desapareciendo para dar lugar al advenimiento de distinciones
sociales entre ciertos grupos que se fueron creando. Las guerras y pugnas entre
distintas tribus, entre diversos conglomerados humanos, fueron el factor prin-
cipal de la aparición de la esclavitud. Los vencedores, al sojuzgar a los venci-
dos, los hacían incidir en la situación de esclavos, la cual, por 10 general, se
perpetuaba hereditariamente. En esta forma surgen en-las sociedades humanas
dos grupos de sujetos desde el punto de vista de la titularidad de la libertad:
'el de los esclavos y el de los hombres libres, el cual se subdividia a su vez en
dos o más esferas sociales. Al esclavo le estaban vedados todos los derechos;
desempeñaba su trabajo obligado por su amo, el cual era a su vez su dueño.
Al esclavo, la actividad le era impuesta; no era, pues, titular de la libertad
de trabajo.
La esclavitud, como posición negativa de toda libertad, fue recrudecién-
dose con el tiempo. La culminación de las condiciones antihumanas del es-
clavo se operó en Roma, en donde el derecho lo reputaba como mera cosa-res,
en oposición a la situación de "persona" que se reservaba a los hombres libres.
228 Les Derechos del Hombre, págs. 625 a 627.
344 LAS GARANTÍAS INDIVIDUA,LES

La libertad de trabajo se imputaba Con exclusividad al hamo liber, en cuyo


ejercicio el romano optaba siempre por las actividades cívicas, desdeñando
las labores que no tuvieren ese carácter por conceptuarlas inferiores. Sin em-
bargo, en Roma, si bien es verdad que la libertad de trabajo existia de tacto,
no estaba consagrada como un derecho público subjetivo individual, esto es,
como una potestad jurídica del individuo con obligatoriedad para el Estado
y sus autoridades.
No obstante la propagación de los postulados cristianos de igualdad, las
diferencias sociales subsistieron con marcado arraigo en la sociedad medieval.
La instituci6n de la servidumbre colocaba a los siervos bajo la voluntad arbi-
traria del.señor feudal. A virtud de considerarse aquéllos como accesorios de
la tierra que cultivaban y que no les pertenecía, no podían realizar sus propias
decisiones. Por ende, para ellos la libertad de trabajo no existía; forzosamente
debían dedicarse a las labores agrícolas, para cuyo desempeño fatalmente ha-
bían nacido. S6lo mediante el permiso de su señor, el siervo podía abandonar
la tierra y relevarse de la obligaci6n de ejecutar las tareas que le eran impuestas.
Dentro de las ciudades medievales existían las corporaciones, cuyo fun-
cionamiento era incompatible con el libre ejercicio profesional. Ninguna perso-
na podía desempeñar ningún oficio si no pertenecía a la corporación o gremio
respectivo. El obrero que quería trabajar por su cuenta no lo podía hacer sino
después de haber sustentado un examen para obtener el grado de maestro, el
cual difícilmente se confería. La existencia de las corporaciones, si bien en un
principio obedeci6 a motivos de defensa y solidaridad profesionales, posterior-
mente se rcvel6 como un 6bice al progreso industrial y a la libertad de trabajo.
En vista de ello, fueron abolidas en Francia por Turgot, ministro de Luis XVI,
y con posterioridad prohibido su restablecimiento por Chapelíer mediante una
ley famosa que lleva su nombre, por considerarse que su funcionamiento impli-
caba una notable antítesis frente al postulado de la libertad de trabajo pro-
clamado por la Revoluci6n francesa y adoptado por la mayor parte de los
paises democráticos.
Otro panorama distinto se presenta en Inglaterra. En efecto, el derecho
común inglés "reconoció desde remotos días la libertad de trabajo y de profe-
siones, y si andando los tiempos se establecieron restricciones, fueron la con-
secuencia de leyes estatutarias o de la concesi6n a los gremios de artes y oficios
de los derechos de corporación. Mientras en las ciudades, según los regla-
mentos industriales de los Tudor, el ejercicio independiente de un oficio indus-
trial, fuera de los gremios, exigía siete años de aprendizaje, era absolutamente
libre en' los campos; y cuando las corporaciones de artes y oficios empiezan a
declinar y una ley de Jorge III declara la libertad de todas las industrias
fuera de las corporaciones, comienza una legislación restrictiva que cada día
aumenta, no en el sentido de prohibir, en general, actividad o trabajo alguno,
sino de cuidar de que su ejercicio, a todos abierto y permitido, se sujete a las
reglas necesarias para no causar daño a la sociedad o al Estado y para evitar
en lo posible los peligros contra la vida y la salud de los obreros. Fuera de
GARAl''lTiAS DE UBERTAD 345

esas limitaciones que la salud pública exige, la libertad de trabajo era. ya


completa antes que de ella hablaran las cartas francesas de fines del siglo XVIn.
La libertad general de la industria comercial, que los ingleses llaman trade, no
tiene más cortapisas que las impuestas por la seguridad y el orden públicos, y
el ejercicio de las profesiones era libre".'"
En México, durante el régimen azteca, podemos afirmar que existía la li-
bertad de trabajo entre los no esclavos. Todo hombre libre tenía la facultad
de dedicarse a la profesión que le conviniese: milicia, sacerdocio, etc. Una de
las actividades que sobresalía entre los antiguos mexicanos era el comercio, la
cual adquirió tal importancia, que las personas que la desempeñaban forma-
ron una casta especial, o sea, la de los "pochteca",
Durante e! régimen colonial, la libertad de trabajo, como potestad o fa-
cultad de escoger y desempeñar cualquier oficio lícito, tuvo marcadas restric-
ciones. Propiamente los únicos que gozaban de tal derecho eran los españoles,
es decir, los individuos de sangre española nacidos en la metrópoli. Los demás
grupos étnico-sociales que integraban la población de la Nueva España (indios,
mestizos, etc.), no podían ejercer libremente ningún oficio. En las ciudades
de la Nueva España existían las corporaciones establecidas según el modelo
europeo. Controlaban la producción, "dirigían la conciencia de! trabajador
hacia fines religiosos determinados">" Los maestros debían ser españoles,
según se estableció en la Ordenanza de 1700 relativa a los maestros de escuela.
Sin embargo, la prohibición de ejercer determinado oficio a los que no fueran
españoles no tenía lugar en algunas profesiones. Así, las ordenanzas de pa-
samaneros y fabricantes de ronzales del año de 1550 autorizaron a los indios
para dedícarse a las actividades respectivas; es más, los hacían objeto de al-
gunos privilegios, pues mientras que los individuos pertenecientes a otros grupos
étnicos debían pagar cierta cantidad al examinarse como maestros, los aborí-
genes sólo debían entregar la mitad de la suma asignada para tal efecto.'"
Fue en el campo donde la libertad de trabajo no existió en el régimen
colonial. En efecto, la institución de la encomienda, si bien inspirada en un
designio generoso y civilizador del monarca, consistente en la obligación que
tenía el señor feudal español de cristianizar e instruir a los indios que habita-
ban en los dominios mercedados, en la realidad degeneró en una verdadera
explotación del aborigen. El encomendado tenía la obligación de servir gra-
tuitamente al encomendero, estando colocado en análoga situación que el
siervo europeo de la Edad Media, esto es, como accesorio de la tierra que cul-
tivaba y sin ningún derecho.
Sin embargo, en las postrimerías de la época colonial se comenzó a des-
brozar_ercamino para instituir la libertad de trabajo. Así, las reales órdenes
229 Revista de la Escuela Libre de Derecho. tomo TI pág. 454.
230 TEJA ZABRE, Historia de México, pág. 201.
231. Ldem, pág. 198.
232 MONTIEL y DUARTE, Las Garantfas Individuales. pág. 204.
346 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

de 26 de mayo de 1790 y l' de marzo dé 1798 establecieron que todo hombre


tenía derecho para trabajar en su oficio o profesión, "con tal de haber acre-
ditado su pericia, y aun cuando no hubiera llenado los requisitos de aprendi-
zaje, oficialía o domicilio que exigían las ordenanzas de los gremios",'''
franquicia que se reiteró por las Cortes mediante decreto de 18 de junio de
1812 y por el monarca en las disposiciones de 29 de junio de 1815 y 29
de abril de 1818.
Siguiendo los ordenamientos constitucionales del M éxico independiente,
las prevenciones de la Declaración Francesa de 1789, casi todos ellos cense-
graron la libertad en general como derecho de! gobernado. Por ende, siendo la
libertad de trabajo una especie de! mismo, tácitamente se estableció en las leyes
fundamentales que rigieron en nuestro país desde que éste logró su emanci-
pación política de la Madre Patria. Es pertinente hacer alusión especial a la
Constitución de Apatzingán de 1814, que, si bien no tuvo una vigencia efec-
tiva por no haberlo permitido a la sazón las circunstancias reales que privaban
en México, es e! documento político en e! cual cristalizó e! auténtico pensa-
miento insurgente. Dicha Ley Fundamental, al consagrar las garantías indi-
viduales, expresamente se refirió a la libertad de trabajo bajo las menciones
de libertad de comercio e industria en su artículo 38, que disponía: "Ningún
género de cultura, industria o comercio puede ser prohibido a los ciudadanos,
excepto los que forman la subsistencia pública."
Los demás códigos políticos mexicanos posteriores. a la Constitución de
Apatzingán y anteriores a la Constitución de 57, no consignan en forma expresa
la libertad de trabajo como garantía individual, aunque podemos afirmar,
repetimos, qu~ tal derecho público subjetivo individual se encuentra contenido
en ellos, englobado en la libertad en general como prerrogativa de! gobernado
frente al poder público. Por lo que toca a la Constitución de 57, ésta ya esta-
bleció de manera expresa la libertad de trabajo como garantía individual es-
pecifica en su artículo 4', cuya redacción, conteniendo e! mismo espíritu
involucrado en e! precepto correlativo de la Ley Fundamental vigente, estaba
concebida en los siguientes términos: "Todo hombre es libre para abrazar la
profesión, industria o trabajo que le acomode, siendo útil y honesto, y para
aprovecharse de sus productos. Ni uno ni otro se le podrá impedir, sino por
sentencia judicial, cuando se ataquen los derechos de tercero, o por resolución
gubernativa, dictada en los términos que marque la ley, cuando ofenda los
de la sociedad."
Como se ve, e! artículo 4' de la Constitución de 1857 consagra dos pri-
mordiales derechos públicos subjetivos: e! de dedicarse a la profesión, industria
o trabajo que fueren honestos y útiles y el de aprovecharse de los productos
de las mencionadas actividades. El concepto de "honestidad", substituido en el
articulo 5' de la Ley Fundamental vigente por el de "licitud", denota un con-
tenido meramente moral, del que se excluye toda actividad quc no sólo sea
delictiva, sino contraria al sentimiento de moralidad social que en una época
determinada impere. Por ende, la libertad de trabajo como derecho del
GARANTÍAS DE LIBERTAD 347

gobernado no prohijó bajo el imperio de la Constitución de 57, ni baj? la


vigencia de la actual, las actividades contrarias a las buen~ costu.mbres m las
configurativas de un delito, el cual, dentro de su naturaleza intencional o dolo-
sa equivale a una figura legal que generalmente descansa sobre un supuesto
m:noral. La idea de "utilidad" que colocaba bajo la tutela de la libertad de
trabajo como derecho público subjetivo del gobernado a cualquier profesión,
maustna o trabajo (stncto-sensu) y que ya se empleó en el artículo 5' consti-
tucional vigente, expresaba un substratum eminentemente econ6mico, aunque
en su sentido lato solía equivaler al concepto de "provecho". Partiendo del
espíritu individualista que campeaba en la Constitución de 1857, las activi-
dades laborales, industriales y profesionales "útiles" debían sólo reportar be-
neficios para la persona que las desplegaba, sin que haya existido la posibilidad
de que su desempeño se impusiese al gobernado como obligaci6n social por
significar una utilidad o provecho para la colectividad. Por ende, la idea de
"utilidad" en el artículo 4' de la Constitución de 57 debe entenderse en un
sentido individualista como provecho econ6mico o de otra índole que obtuviese
el gobernado a consecuencia del ejercicio de algún trabajo, industria o pro-
Iesión, y cuyas únicas limitaciones podían provenir de la posibilidad de lesionar
derechos de tercero o de ofender los derechos de la sociedad. En este último
caso, al indíviduo podía prohibírsele el desempeño de cualquiera de dichas
actividades por sentencia judicial o por resoluci6n gubernativa dictada en
términos legales, sin que tal prohibici6n implicase la imposici6n de una verda-
dera obligaci6n positiva de desarrollar su conducta en beneficio social, pues
esta tendencia estaba proscrita en la Ley Fundamental de 1857 al considerar
que "los derechos del hombre (no de la sociedad) son la base y el objeto de las
instituciones sociales" (art. 1'), salvo raras excepciones, como los servicios
públicos obligatorios a que se referia el artículo 5', que ningún régimen cons-
titucional, por más individualista que se le suponga, puede dejar de consignar.
En el Congreso Constituyente de Querétaro, el proyecto del artículo 4'
(actualmente 5') suscitó un tormentoso debate en tomo al alcance del término
"licitud", No hubo discrepancia en cuanto a que éste denotara "honestidad";
pero algunos congresistas, entre ellos Ibarra y Andrade, al considerar, muy
subjetivamente por cierto, que la elaboraci6n del pulque, cl comercio de bebi-
das embriagantes y los juegos de azar, principalmente, eran actividades "ilí_
citas", pugnaron porque en dicho precepto se prohibiera su ejercicio expre-
samente. Estimando que la reglamentaci6n de tales actividades, e incluso su
prohibici6n bajo ciertas circunstancias que revelaran una verdadera ilicitud,
eran cuestiones que deberían reservarse a la 1egislaci6n ordinaria, y aduciendo
innumerables razones que seria prolijo reproducir, los defensores del proyecto
dcl artículo 4' constitucional, entre ellos el diputado Colunga, lograron que
fuese aprobado por una abrumadora mayoria de 145 votos contra 7, a fin
de que en dicho precepto no se enumerasen las actividades que, de acuerdo
con un criterio personalista y unilateral, sin tomar en cuenta factores objetivos,
se reputaran ilícitas".2Jl8
233 Además de las ya señaladas. el constituyente Ibarra calificaba como tales las CO~
~48 LAS GARANTÍAs INDIVIDUALES

B. La libre expresión de las ideas (artículo 6' constitucional}


Ésta es otra garantía especifica de libertad que consagra nuestra Consti-
tución en el artículo 6', que dice: "La manifestación de las ideas no será
objeto de ninguna inquisición judicial o administrativa, sino en el caso de
que ataque a la moral, los derechos de tercero, provoque algún delito o per-
turbe el orden público." '38 'Io La libre manifestación de las ideas, pensamien-
tos, opiniones, etc., constituye uno de los factores indispensables para el progreso
cultural y social. En efecto, es mediante la emisión eidética como se impulsa
la investigación científica, descubriéndose nuevos principios, sustentándose
teorías innovadoras, cohnándose lagunas en sistemas ya existentes, criticándose
vicios, defectos y aberraciones de los mismos, en una palabra, fincándose bases
para la construcción cultural. Siendo una derivación especifica de la libertad
en general, la libre manifestación de las ideas contribuye para el cabal desen-
volvimiento de la personalidad humana, estimulando su perfeccionamiento
y elevación culturales. La degradación del hombre proviene en gran parte del
silencio obligatorio que se le impone, esto es, de la prohibición de que externe
sus sentimientos, ideas, opiniones, etc., constriñéndolo a conservarlos en su
fuero íntimo. Y así un pueblo, integrado por individuos condenados a no mani-
festar SU pensamiento a sus semejantes, será siempre servil y abyecto, incapaz
de experimentar ningún progreso cultural. Los regímenes en los que impere la
libre emisión de las ideas, la libre discusión y la sana crítica, estarán siempre
en condiciones de brindar a la sociedad posibilidades de elevación intelectual;
por el contrario, cuando se coarta la manifestación del pensamiento, vedán-
dose las polémicas, conversaciones, los discursos, las conferencias, etc., en los
que suele traducirse, se prepara para la sociedad humana el camino de la
esclavitud espiritual que trae pareja su ruina moral.
La libertad de expresión del pensamiento es la amenaza que más temen
los autócratas y oligarcas de cualquier tipo contra el mantenimiento coactivo
rridas de toros y las luchas a puñetazos (box), importadas estas últimas a México "de
nuestros primos allende el Bravo". Diario de los Debates, tomo 1, págs. 543 a 554.
2SS bIs Por iniciativa presidencial presentada ante la Cámara de Diputados en el
mes de octubre de 1977, se sugirió una adición al texto del artículo 69 constitucional con
la expresi6n "El derecho a la información será garantizado por el Estado;' Tratándose del
derecho subjetivo público que tiene como contenido la libertad de expresión del pensa-
miento, se debe entender que el "derecho a la información" pertenece a todo gobernado,
el que, según hemos dicho, es 01 .titular de las garantías individuales. Si ese derecho es
claro no lo es así la obligación correlativa a cargo del Estado, pues no se determina, en
Ia adición propuesta, en qué forma o de qué modo tal obligación debe cumplirse. Se supo-
ne, por ende, que sea la legislación secundaria, reglamentaria de dicha disposición consti-
tucional, la que prevea el alcance del mencionado deber estatal y la mane~ de su acata-
miento en favor de todo gobernado. Sin embargo, al elaborarse el ordenamiento reglamen-
tario se debe proceder con suma cautela, ya que, a pretexto de proporcionar una informa-
ción 'correcta y veraz, se puede incurrir en serias vulneraciones a la libertad de manifestaci6n
de las ideas en detrimento de los órganos Informativos de cualquier índole, o sea, de la
prensa, de la radio y de la televisión. La iniciativa presidencial de referencia se elev6 a la
categoría" de adición constitucional mediante el procedimiento establecido en el artículo 135
de la Ley Suprema y se public6 f':" el Diario Oficial de 6 de diciembre de 1977.
En el Capitulo VIII de esta obra nos referimos brevemente al citado "derecho a la
información".
GARANrlAS DE LIBERTAD 349

y represivo del estado de cosas que se empeñan por conservar. Es evidente que
dicha libertad, factor imprescindible de la cultura, 0010 puede concebirse como
un derecho público 'subjetivo dentro de los auténticos regímenes democráticos.
Por ende, en aquellos sistemas en que a la estructura del Estado se da un único
contenido social, económico o político, la libre manifestación de las ideas no
puede desplegarse en la realidad ni preservarse por el Derecho. Desde el punto
de vista de la dignidad humana no puede admitirse que haya alguien, con
más o menos ilustración, que sea adversario de la citada libertad. Se ha dicho,
y con toda razón, que cuando las ideas se expresan por cualquier medio de
difusión, las dictaduras y tiranías de cualquier especie se aprestan para eliminar
a quien las expone y para mecanizar a las masas populares impidiendo que
tales ideas fructifiquen en sus conciencias.

Comentando el poder del pensamiento y de su expresión, el doctor Sigfredo


Orbegoso, profesor de Derecho Político de la Facultad de Derecho de la Univer-
sidad de Trujillo, ha acuñado en sólidas e incisivas frases, la repulsa a la negación
de la mencionada libertad .y a la represión de quienes la ejercen. USe ha dicho
que 'las ideas no se matan' pero sí se puede matar a quienes tratan de hacerlas
realidad", asevera el citado jurista, agregando: "Nunca a ningún tirano le inte-
resaron las ideas como tales. Esa ha sido siempre una preocupación de filósofos
u hombres de ciencia. Pero al tirano, a la camarilla o al grnpo dominante, es
decir a quienes ejercen un poder político, económico o social en general, les ím-
porta lo que se pueda hacer con esas ideas. Mejor dicho, lo que ellas sostienen,
descubriendo nuevas verdades, señalando falacias, indicando nuevos rumbos, mar-
cando derroteros. Si esas nuevas verdades j si esas ideas se apartan o contradicen
a las que sirven de base al orden establecido y a los intereses creados, entonces
qnienes detentan el poder político o social declararán la guerra a quienes sus-
tentan esos pensamientos. Y esto no por razones intelectuales, desde luego, sino
por causas del más puro interés económico-social de un orden cuya estabilidad se
siente amenazada y cuya defensa no puede detenerse en contemplaciones liberales.
De este modo, pues, la libertad de pensamiento se encuentra totalmente ligada
a la libertad de expresión en su sentido más amplio, es decir, utilizando todos los
medios desde la palabra oral y escrita hasta las formas más técnicas y evolucio-
nadas de comunicación y difusi6n (radio, televisi6n, cinemat6grafo, prensa, etc.).
y esta libertad supone otras libertades o derechos como la libre discusión, la tole-
rancia, sin la cual no es posible la libertad de pensamiento jurídicamente
entendida.
Entonces pues, en el pensamiento, las ideas adquieren un poder que puede
ser inmenso en la medida en que saliendo del cerebro de los pensadores e ideó-
logos y utilizando cualesquiera de los medios de expresión, pasan a formar parte
de la conciencia de las masas y colectividades.
Indudablemenete que entendida así la libertad de pensamiento, ésta sólo puede
subsistir en el grado en que se hagan efectivas las otras libertades. Reconocer el
derecho de pensar libremente, sin reconocer el derecho de expresarlo, equivaldría
a reconocer el derecho de adquirir alimentos, pero no el de ingerirlos." 234.

.23f Reoísta de Derecho y Ciencias Políticas y Sociales. Año IV, Núm. 11, noviembre
de 1968, págs. 243 y 244. Órgano de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas y So-
ciales de la Universidad Nacional de Trujillo, Pero.
350 LAS GARANTfAS INDIVIDUALES

a) Extensión juridica <le la libre expresión de las ideas. La garantía


individual consignada en el articulo 6' constitucional tutela la manifestación
de ideas. Puede haber dos formas de emitir o exteriorizar los pensamientos: la
forma escrita y la verbal. ¿A cuál de estas dos se refiere el aludido precepto
de nuestra Ley Fundamental? Armonizando los articulos 6' y 7', que se rela-
cionan expresamente con la libertad de publicar y escribir, se llega a la conclu-
sión de que la garantía individual contenida en el primero se contrae a la
manifestacwn o emisión verbal u oral de las ideas (pensamientos, opiniones,
etc.), la cual puede tener lugar concretamente en conversaciones, discursos,
polémicas, conferencias y, en general, en cualquier medio de exposición por
conducto de la palabra; refiriéndose dicha garantía igualmente a otros medios
no escritos de expresión eidética, tales como las obras de arte en sus diversas
manifestaciones musicales, pictóricas, esculturales, etc., así como a su difusión
bajo cualquier forma (por cinematografía, por televisión, por radiotransmi-
sión, etc.).
Siendo toda garantía indívidual una relación jurídica, según expusimos
en otra ocasión, genera para sus sujetos derechos y obligaciones. ¿Cuáles son
éstos tratándose de la garantía de la libre manifestación de las ideas? Desde
luego, el sujeto activo de la relación juridica en que se traduce dicha garantía
tiene, a virtud de ésta, el derecho público sujetivo de que el Estado y sus
autoridades respeten la expresión verbal de sus ideas, pensamientos, opinio-
nes, etc., formulada mediante los diferentes actos indicados (discursos, discu-
siones, conversaciones, conferencias, etc.), sin coartarla, salvo las limitaciones
constitucionales. De acuerdo con el articulo 6 de la Ley Fundamental, el
individuo tiene la potestad jurídica de hablar sobre cualquier materia susten-
tando cualquier criterio, sin que el Estado y sus autoridades le impidan o le
restrinjan ese derecho. Por consiguiente, la obligación estatal y autoritaria
que se deriva de dicha garantía individual, estriba en una abstencwn de parte
del sujeto pasivo de la relación jurídica respectiva, o sea en un no hacer, tra-
ducido en la no intromisión en la esfera del individuo cuyo contenido es la
libre expresión eidética. El articulo 6' sobre este particular establece que "la
manifestación de las ideas no será objeto de ninguna inquisición judicial o
administrativa". Por inquisición, se entiende toda averiguación practicada
con un determinado fin, el cual consiste, en el caso de esta garantía, en esta-
blecer cierta responsabilidad y en aplicar la sanción que a ésta corresponda.
De conformidad con la dispsición constitucional transcrita, ningún juez o
ninguna autoridad administrativa, de cualquier orden que sea, puede inquirir
sobre la expresión de las ideas del gobernado y, por ende, éste no puede ser
sometido a ninguna investigación para fijarle una cierta y supuesta responsa-
bilidad al formular tal manifestación y para imponerle la sanción corres-
pondiente, salvo los casos constitucionales de excepción de que ya hablaremos.
Como se ve, el artículo 6' constitucional prohíbe al Estado y sus autori-
dades judiciales o administrativas llevar a efecto alguna inquisición sobre las
GARANTÍAS nE UBERTAD 351

ideas manifestadas por el gobernado, o sea, una averiguación o investigación


con los fines aludidos. Por mayoría de razón nosotros concluimos que, si el
articulo 6· protege la libre expresión de las ideas contra un simple acto inqui-
sitivo o investigatorio, la debe también tutelar contra toda prohibición que las
autoridades administrativas o judiciales pudieran establecer, en perjuicio de un
individuo, respecto de la emisión verbal de su pensamiento en cualquier aspecto
en que ésta tenga lugar.
b) Limitaciones constitucionales a la libertad de expresián de ideas. La
manifestación del pensamiento tiene las siguientes limitaciones establecidas
por la propia Ley Fundamental, fuera de las cuales no debe existir ninguna
y, en el supuesto de que un ordenamiento secundaría instituya alguna otra
hipótesis limitativa, ésta sería inconstitucional. De acuerdo con las limitaciones
que la Ley Suprema consigna a la garantía de la libre emisión del pensamiento,
ésta es objeto de inquisición judicial o administrativa en los siguientes casos:
1. Cuando se ataque a la moral;
2. Cuando ataque los derechos de tercero;
3. Cuando provoque algún delito, y
4. Cuando perturbe el orden público.

La limitación a la manifestación de las ideas establecidas en las hipóte-


sis contenidas en los dos primeros casos y en el último nos parece peligrosa
por un lado y, por otro, inútil. En efecto, ni la Constitución, ni la legisla-
ción secundaría, ni la jurisprudencia brindan un criterio seguro y fijo para
establecer en qué casos la libre expresión del pensamiento ataca la moral,
los derechos de tercero o perturba el orden público. Por consiguiente, la es-
timación de tales consecuencias en cada caso concreto, que provoque la
manifestación de una idea, queda al arbitrio subjetivo y discrecional de las
autoridades judiciales y administrativas. Éstas, por tal motivo y en uso de
ese arbitrio, pueden procesar a un individuo so pretexto de que cierta con-
versación por él sostenida, cierto diseurso pronunciado, cierta conferencia
sustentada, etc., alteran el orden público, atacan los derechos de tercero o
pugnan contra la moral (¿de quién?). La limitación que se consigna a la
libre expresión de ideas de acuerdo con los criteríos apuntados puede dege-
nerar en la negación o proscripción de la garantía individual respectiva, ya
que, repetimos, es de la esfera de las autoridades administrativas o judicia-
les la determinación de cuándo se ataca la moral, los derechos de tercero
o se perturba el orden público, situaciones todas ellas demasiado vagas e
imprecisas.
Estos inconvenientes que presenta la redacción del artículo 6 9 constitucional
ya eran tomados en cuenta por el Constituyente de 57 al discutirse el precepto
relativo de la Constitución anterior, que es exactamente igual al de la Ley Fun-
damental actual y que corresponde al articulo 13 del proyecto. Así, el diputado
Barrera expresaba: "La restricción de no atacar el orden público es demasiado
352 LAS GARANTfAS INDIVIDUALES

vaga; como la conservación del orden público está encargada hasta los últimos .
funcionarios del orden administrativo, podría suceder que un alcalde multe al
hombre que dispute sobre materias religiosas, creyendo que esto altera el orden
público." 231S Por su parte, el diputado Prieto afirmaba: "Prohibir con mucha
generalidad atacar los derechos de un tercero, es coartar toda libertad, es in-
ventar un delito hasta cuando se censura o aconseja a un músico o a un pintor
dentro de los límites de la sana crítica y conforme a los preceptos del arte, pues
el pintor y el músico pueden decir que se les ataca en su fama, en su profe-
sión." 280

En conclusión, dadas las consecuencias que podría traer consigo en la


realidad la limitación a la libertad de expresión de ideas y que significaría
la nugatoriedad de ésta en muchos casos, estimamos que los tres criterios en
que tal restricción se apoya (ataques a la moral, a los derechos de tercero
y perturbación del orden público) son excesivamente peligrosos, sobre todo
sustentados por autoridades judiciales o administrativas deshonestas, incom-
petentes y de tendencias tiránicas.
Desgraciadamente, la Suprema Corte no ha definido los conceptos de
moralidad ni orden público; simplemente los ha aplicado por instinto en
diversas ejecutorias relativas a diferentes puntos jurídicos. En casos aislados
ha considerado oblicuamente la cuestión de cuándo se atacan los derechos
de tercero y se altera el orden público, consideración que, repetimos, sólo
se refiere a las hipótesis concretas que se sometieron a su conocimiento.
Así, en una ejecutoria dicho Alto Tribunal ha expresado: "Dentro de los
derechos del hombre, está el de poder juzgar la conducta de los funciona-
rios, con tal de que no se ataque su vida privada, aunque el juicio se emita
en términos desfavorables para esos funcionarios." aar Como se ve, para los
efectos del artículo 6' constitucional, en 10 que toca a la limitación de la
manifestación de las ideas cuando se ataquen los derechos de tercero, la con-
ducta pública de los funcionarios no está reputada como tal, por 10 que su
impugnación no está vedada por la Ley Fundamental. En otra tesis, la
Suprema Corte implicitamente considera al siguiente caso concreto como
no perturbador del orden público: "La manifestación de las ideas y la
libertad de expresarlas haciendo propaganda, para que lleguen a ser es-
timadas por la comunidad, no tiene otra restricción constitucional que los
ataques a la moral o la provocación a la comisión de un delito, asi como
la perturbación del orden público, por 10 que aquellas manifestaciones que
tiendan a hacer prosélitos para determinada bandería politica o ideológica,
no pueden constituir, en tanto no alteren el orden público, delito alguno, y
reprimirlas constituye una violación a las garantías individuales." 2"

'285 ZARco, Congreso Oonstitxrente, tomo IJ pág. 737.


• se Ídem., pág. 738.
U'l' Semanario ]udicialde la Federac.ú5n.1 tomo X, pág. 4-52 Y tomo VIf, pág. 791.
Quinta gpoca,
"aa Semanario Judicial de la Federación, tomo XXXVIII, pég.. 220. Ldem,
GARANTiAs DE UBERTAD 35~

Pero además de parecernos peligrosa la limitaci6n a la manifestaci6n


de las ideas provenientes de los ttes criterios apuntados, estimamos que la
misma es inútil en vista de la restricción que el propio articulo 69 constitu-
cional establece a ese derecho, y que consiste en que la autoridad judicial o
administrativa puede iniciar una inquisici6n cuando el ejercicio de la liber-
tad de expresi6n del pensamiento proooque algún delito. La inutilidad de
la limitaci6n impuesta de acuerdo con' los mencionados criterios se demues-
tra por las siguientes consideraciones: Cuando se ataca la moral pública,
generalmente se comete cualquiera de los delitos que consigna el C6digo
Penal en sus artículos 200 a 209. Por tal motivo, cuando un individuo
manifieste una idea que ataque la moral pública, está provocando cualquier
delito de los que establece el ordenamiento penal en los preceptos mencio-
nados (Icnocinio, corrupci6n de menores, etc.), por lo que su conducta en
tal sentido puede ser inquirida por las autoridades judiciales o administra-
tivas, al considerárselc como copartícipe de la comisi6n del hecho delictivo
de que trate. Por otra parte, cuando se atacan los derechos de tercero por
medio de la manifestación de una idea, en la generalidad de los casos se
cometen los delitos de injurias, amenazas, calumnias, difamaci6n, etc. Por
último, la expresi6n del pensamiento, al perturbar el orden público, puede
integrar las figuras. delictivas de conspiraci6n, rebeli6n, sedici6n, etc.; por
ello, la persona que exprese sus ideas tendientes a realizar tales actos, que
siempre importan, actual o potencialmente, la alteraci6n del orden público,
puede ser procesada,"..

239 Por decreto de 30 de octubre de 1941, publicado en el Diario Oficial el 14 de


noviembre siguiente, se crearon los llamados delitos de dísolucíón social, consignados en
el artículo 145 del C6digo Penal. Se ha discutido con mucha frecuencia si este precep-
to era o no contrario a la garantia de libre emisión del pensamiento, habiéndose perseguido
la tendencia, auspiciada por algunos grupos políticos, de propugnar su aboliei6n. Dada la
importancia de dicha cuestión constitucional, y sin pretender formular un estudio exhaustivo
sobre los mencionados delitos, tema que corresponde al Derecho Penal, no podemos eludir
la necesidad de hacer algunas consideraciones acerca de ella. El delito de disolución social
tema como elementos materiales los siguientes: a) La realización de propaganda política
entre extranjeros o entre mexicanos en forma hablada o escrita o por cualquier otro
medio; b) La difusión, por conducto de dicha propaganda, dc ideas, programas o normas
de acci6n de cualquier gobierno extranjero; c) La perturbación, a través de dichas ideas,
programas o normas de acción, del orden público o la afectación de la soberanía nacional;
d) La tendencia a producir rebelión, asonada o motín o sedición o a poner en peligro
la integridad territorial de México, a obstaculizar cl funcionamiento de las instituciones
legitimas del país o a propagar el desacato de los mexicanos a sus deberes cívicos. Como
es lógico suponer, todos los anteriores elementos deben concurrir para integrar el corpus
delicti de la llamada "disolución social"
Puede afirmarse que dentro del vago e impreciso concepto de "perturbación del orden
público" quedan comprendidos los dos últimos elementos citados, por lo que, tomando en
cuenta la excesiva duc:tiJidad de dicho concepto, el delito de disolución no era incons-
titucional, pues según dijimos, el expresado fen6meno entraña una de las limitaciones al
derecho públic:o subjetivo de la libre emisión eidética a que se refiere el artículo 6° de
nuestra Ley Suprema. Ahora bien, a pretexto de preservar el "orden público" y en vista
de que ni en la ley ni en la jurisprudencia se consigna una definición clara y terml-
nante de lo que tal concepto implica, la libertad de expresión del pensamiento se encuen-
LAS GARANTfAS INDIVIDUALES

En síntesis, implicando generalmente la manifestación de las ideas, cuan-


do se ataquen la moral pública o los derechos de tercero o se perturbe el
orden público, sendos delitos, bien como tentativas o como delitos consuma-
dos, y en cuya realizaci6n el sujeto de la infracci6n figura como autor in-
telectual o como coautor, habría bastado con que el artículo 69 constitucio-
nal consignase como restricci6n a ese derecho la de que se provocara un
delito mediante su ejercicio. Además, de esta guisa se evitarían los incon-
venientes de interpretaci6n y aplicaci6n que presentan los criterios de "ata-
ques a la moral y a los derechos de tercero" y "perturbación del orden
público" como generadores de sendas limitaciones a la manifestaci6n de
ideas. En efecto, sustituyendo dichos criterios limitativos por el que estriba
en "la provocaci6n de un delito", se despojarla a las autoridades judiciales
y administrativas del arbitrio de libre y amplia apreciaci6n de las causas
constitucionales restrictivas en cada caso concreto, puesto que la inquisici6n
del pensamiento expresado por un individuo s6lo tendría lugar cuando
tra en continuo riesgo, no s610 de ser restringida, sino aun de vulnerarse esencialmente. Ya
el constituyente de 57, Diaz González, al objetar el articulo 13 del Proyecto constitucional
que consagraba la mencionada garantía en iguales términos que nuestro actual artículo 60',
aseveraba que "Las palabras 'orden público' son también demasiado vagas; de ellas puede
abusarse horriblemente, y no hay que olvidar que el ministro que anunció en Francia en
la30, que reinaba el orden público en Varsovia, anunciaba la destrucción y ruina de esta
desdichada ciudad. Cuando se forjan conspiraciones, para satisfacer innobles venganzas, se
invoca el orden público". (ZARCO, Congreso Constituyente, tomo I, págs. 734 y 735.)
Confonne a las breves consideraciones que se acaban de formular, se concluye que la
tipificación legal como delito de la "disolución social" a través de los elementos que men-
cionamos en los incisos e) y d) que anteceden, no era contraria al articulo 6° constitucional,
pues, repetimos, dentro de la expresión "perturbación del. orden público" que este precepto
emplea, quedan comprendidos todos los hechos o actos en que tales elementos se traducen.
Sin embargo, sin dichos dos elementos, que peculiarizaban a la disolución social como
"delito de resultados", la inquisici6n de las ideas que por cualquier conducto se externen,
sin incitar la alteraci6n del orden público ni a la afectación de la soberanía nacional, sería
violatoria de la libertad de emisi6n del pensamiento garantizada por el artículo 6° cons-
titucional.. En otras palabras. la sola integración de los primeros elementos del delito de
disolución social, no podía configurar éste, pues los actos que tales elementos entrañan,
estimados en sí mismos, quedan protegidos por dicho precepto. No obstante, no es posible
escindir tajantemente cuándo una persona se contrae a exteriorizar sus ideas, y cuándo, al
expresarlas de cualquier modo, preconiza la tendencia -a perturbar el orden público y a
afectar la soberanía nacional, pudiendo sostenerse que la reiterada y sistemática propaga-
ción de pensamientos contrarios a Jos principios que sustentan a nuestro orden jurídico.
político y social, involucran la intención delictiva conforme al artículo 9' del C6digo Penal.
En resumen, el delito de disolución social, en si mismo considerado, no era inconsti-
tuclonal, pero dados los términos tan generales y vagos como se tipificaba en el orde-
namiento punitivo, otorgando amplio arbitrio al Ministerio Público y a las autoridades
judiciales para determinar, en cada caso concreto cuándo concurren sus elementos, se hizo
necesaria la reforma al artículo 145 que lo consagraba, para precisar con toda claridad los Ji.
mites del ejercicio del derecho constitucional a expresar el pensamiento, por una parte, y el
ámbito donde, a pretexto de él, se pudiere provocar la disoluci6n social, por la otra.
Lleg6 a sugerirse, para este efecto, que la ley penal sólo considerara como delito de diso-
luci6n social, los hechos materiales que actualizaran positivamente las ideas, programas o
nonnas de acción de un gobierno extranjero, tales como la rebelión, los motines, las aso-
nadas y la sedición, sin conceptuarse como autor de dicho delito al sujeto que se hubiese
concretado a expresarlas, sin provocar o incitar, en su exposici6n, tales hechos.
GARANTIAS DE UBERTAD 355

provocase algún delito, o sea un hecho calificativo como tal por la ley, a
cuyo tenor tendrían que ceñirse los órganos autoritarios para coartar a una
persona su libertad de expresión.
En conclusión, si hemos estimado como peligrosas, y hasta cierto punto
inútiles o redundantes, las limitaciones a la expresión de ideas provenientes
de los criterios "ataques a la moral y a los derechos de tercero" y "pertur-
bación del orden público", por el contrario estimamos atingente la restric-
ción a tal derecho que se apoya en la circunstancia de que el ejercicio de
éste provoque algún delito, por las razones ya invocadas.
c) Breve reseña histórica de la libertad de expresión de ideas. Desde
los más remotos tiempos de la humanidad, la expresión libre de las ideas
nunca tuvo consagración jurídica, sino hasta el advenimiento de la Revolu-
ción francesa, salvo casos verdaderamente excepcionales. La manifestación
del pensamiento se traducía en un mero fenómeno de {acto, cuya existencia
y desarrollo dependían de la tolerancia y condescendencia de los gobernan-
tes. Si durante las épocas históricas anteriores a dicha revolución al
hombre le fue dable emitir sus ideas bajo diversas formas, contribuyendo
así al progreso cultural universal, fue porque los gobiernos se mostraban
indiferentes o tolerantes en lo que toca a la expresión del pensamiento o
interesados en la manera y sentido de éste. Por el contrario, cuando la pro.
clamación de un postulado, la formulación de un principio, la sustentación
de una crítica afectaba directa o indirectamente a la estabilidad del gober-
nante en el poder, la expresión de ideas era acallada por una multitud de
procedimientos inicuos. Fruto de esta completa dependencia y subordina-
ción de la manifestación eidética a los gobiernos, a los detentadores del po-
der público, fue la Inquisición, institución, que por anticristiana y anti-
humana, constituye uno de los más graves baldones dc la Iglesia, habiendo
contribuido no poco a su desprestigio.
En síntesis, la manifestación de las ideas en las épocas históricas ante-
riores a la Revolución francesa, y salvo excepciones concernientes a algu-
nos regímenes sociales, no se perfilaba como un derecho público, como una
garantía individual creadora de obligatoriedad de observancia para el Es-
tado y sus autoridades, sino que se ostentaba como un simple fenómeno
fáctico, cuya existencia y desenvolvimiento estaban al arbitrio del poder
público. Si éste se mostraba tolerante con la expresión de una idea, por
serie ésta innocua o por convenir a su estabilidad y perpetuación, la ma-
nifestación del pensamiento se respetaba. Por el contrario, si mediante éste
se propendía a crear un ambiente hostil y peligroso para la subsistencia de un
régimen, a la persona que lo sustentaba o propagaba se le hada víctima
de toda clase de atropellos, no faltando incluso ocasiones en que se le pri-
vaba de la vida.
Sin embargo, la libre emisión del pensamiento en todas sus manifesta-
ciones siempre se ha registrado en el- decurso histórico de la humanidad,
356 LAS GARANTfAS INDMDUALES

pues siendo una potestad libertaria natural del hombre, su negación hubiera
equivalido a la negación de la misma personalidad humana. Para que di·
cha libertad haya producido los óptimos frutos que constituyen el impulso
constante de superación del pensamiento del hombre en todas las rama,
del saber humano, no fue necesario que se consagrase como derecho pú-
blico subjetivo; y prueba de ello es que antes de que jurídicamente se la
reconociese, la filosofia, las ciencias positivas y las artes en sus distintas ex-
presiones alcanzaron un gran desarrollo. Suponer que la libertad de externar
las ideas haya quedado sujeta a su estimación jurídica, seria tanto como
concebir la evolución cultural de la humanidad estancada durante largas
etapas en que dicho reconoclmiento todavía no se formulaba. Y es que la
actuación del espíritu humano no puede detenerse, como no es dable tam-
poco acallar las voces del pensamiento, pues mientras el hombre se conserve
dentro de la naturaleza de persona con que fue creado por Dios, es decir,
en tanto no abdique de sus atributos consubstanciales, seguirá desenvolvien-
do sus ideas y externándolas en diferentes expresiones filosóficas, científicas
o artísticas.
En la antigüedad clásica, principalmente en Grecia y en Roma, la libre
emisión del pensamiento cristalizó en imponderables escuelas, teorías y con-
cepciones filosóficas, jurídicas y políticas que han servido de luminaria in-
extinguible a la posteridad, a pesar de que dicha libertad, según lo hemos
afirmado reiteradamente, sólo se haya registrado como un mero fenómeno
fáctico sin obligatoriedad jurídica para el poder público. Durante la Edad
Media, que por ignorancia o por jacobinismo se la considera como una
etapa oscura de la humanidad, florecieron grandes sistemas filosóficos, des-
- callando entre ellos la escolástica, cuya metodología, basada por lo general
en los principios aristotélicos, no ha podido ser superada todavía. El Rena-
cimiento se caracterizó por el retorno al humanismo, sobre todo en lo que
respecta' a las actividades artisticas; y aun dentro de los Estados absolutos,
en los que el soberano no tenia ninguna barrera jurídica a su potestad gu-
bernativa por conceptuársele representante divino en los asuntos temporales
y ungido por Dios, como tal, no dejaron de elaborarse teorías filosóficas,
politicas y sociales que tendieron a quebrantar los principios sobre los que
descansaban dichas concepciones, principalmente en Francia dur ante los dos
primeros tercios del siglo xvm y antes de la Revolución francesa, donde
descubrimos a los grandes ideólogos revolucionarios, como Rousseau, Vol.
taire, los enciclopedistas, los jusnaturalistas, etc., que con sus ideas prepa-
raron un nuevo ambiente para la humanidad en lo que toca a las relaciones
entre gobernantes y gobernados. Además, aun bajo la época de la estricta
intolerancia religiosa, surgieron tendencias reformadoras de la estructura
eclesiástica y clerical en un impulso de retorno al cristianismo primitivo,
siendo sus principales exponentes Lutero y Calvino; y las mismas concep-
GARANTÍAS DE UBERTAD 3.17

ciones que en las incipientes ciencias positivas se abrigaban, resintieron los


impactos de tendencias innovadoras.
Las someras referencias que acabamos de exponer, traducen el innega-
ble rechazamiento de la idea de que la libre emisión del pensamiento en
sus variadas manifestaciones no se registró sino cuando se consagró por el
derecho positivo, principalmente después de la famosa Declaración de los
Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789. Por tanto, la garantía
individual de que .todo hombre es libre para externar sus ideas bajo distin-
tas formas, respondió al desiderátum de asegurar dicha libertad, para im-
pedir, en lo posible, que los gobernados fuesen objeto de violencias y desmanes
por parte de los gobernantes, cuando la exteriorización' de su pensamiento
fuese del desagrado de los detentadores del poder público, fenómenos de
los que desgraciadamente la historia nos proporciona innumerables testi-
monios. En síntesis, el reconocimiento por el derecho positivo de la libre
emisión de las ideas no ha perseguido como finalidad hacer posible que ésta
se desarrolle, pues con él o sin él siempre ha existido desde que el hombre
es hombre, sino que tiende a evitar las represalias de que pudiera ser. víc-
tima, por parte del poder público, cI gobernado que las conciba y externe.
Inglaterra ha sido el país que constituye una salvedad en el medio uni-
versal que privaba antes de la Revolución francesa en relación con la
libertad de expresión de ideas. En dicho país el "common lato" consagraba
ésta, no ya como simple hecho subordinado al parecer del gobernante, sino
como un derecho público oponible y exigible al Estado y sus autoridades.
El ejercicio de este derecho sólo tenía como limitación la que establecía la
"Iaw of libel", la cual prohibía su desempeño cuando se profirieran injurias
contra una persona o se la difamara.
No fue sino a partir del año de 1789 cuando la libre manifestación de
las ideas adquiere un carácter juridico público, incorporándose como ga-
rantía individual o derecho del hombre en la mayoría de las constituciones
de los paises democráticos. Considerando a la libre expresión de ideas como
un derecho inalienable e imprescriptible del ser humano, la famosa Deela-
ración francesa de 1789 establecía en sus artículos 10 y 11: "Nadie debe
ser molestado por sus opiniones, aun religiosas, Con tal que su manifestación
no trastorne el orden público establecido por la ley." -"La libre comuni-
cación de los pensamientos y de las opiniones es uno de los derechos más
preciosos del hombre; todo ciudadano puede hablar, escribir o imprimir
libremente, pero debe responder del abuso de esta libertad en los casos
determinados por la ley."
En México, desde la Constitución de Apatzingán, se reconoció al go-
bernado, como garantía individual, el derecho de manifestar libremente sus
ideas con ligeras limitaciones provenientes de "ataques al dogma" (es decir,
a la religión católica), "turbaciones a la tranquilidad u ofensas al honor
de los ciudadanos" (art. 40). La Constitución Federal de 1824, si bien no
358 LAS GARANTfAS INDIVIDUALES

se refería directamente a la manifestación verbal de las ideas, consignó como


garantía para la libertad de imprenta o expresión escrita de las mismas, la
obligación impuesta al Poder Legislativo consistente en "proteger y arreglar
la libertad politica de imprenta, de modo que jamás se pueda suspender
su ejercicio, y mucho menos abolirse en ninguno de los Estados ni territorios
de la Federación" (art. 50, frac. III). Por su parte, la Constituci6n centra-
lista de 1836 también consagró la garantía de la libre manifestación de las
ideas por medio de la imprenta en su artículo 2·, fracción VII, que dis-
ponía: "Son derechos del mexicano: VII: Poder imprimir y circular, sin
necesidad de previa censura, sus ideas políticas." Las Bases Orgánicas de
1843 también instituyeron dicha garantía en su artículo 9·, fracción I1, que
decía: "Ninguno puede ser molestado por sus opiniones; todos tienen dere-
cho para imprimirlas y circularlas, sin necesidad de previa calificación o
censura. No se exigirá fianza a los autores, editores o impresores." El Acta
de Reformas de 1847, que volvió a poner en vigor la Constitución Federal de
1824, reprodujo el articulado de este ordenamiento con las reformas o in-
novaciones inspiradas por la experiencia, por lo que en materia de libertad
de manifestación de las ideas remite a dicho código constitucional. Por úl-
timo, la Constituci6n de 1857 en su artículo 6·, consagró dicha garantía
individual, concibiéndola en los mismos términos que la Ley Suprema vi-
gente?ro

C. La libertad de imprenta (artículo 7' constitucional)


Esta libertad específica es uno de los derechos más preciados del hombre,
Por medio de su ejercicio no sólo se divulga y propaga la cultura, se abren
nuevos horizontes a la actividad intelectual, sino se pretenden corregir erro-
res y defectos de gobierno dentro de un régimen jurídico. La libertad de
imprenta es una conquista netamente democrática; su desempeño tiende a
formar una opinión pública en lo tocante a la forma de realización de las
actividades gubernativas; la libertad de imprenta no sólo es un medio de
depurar la administración pública para sanearla de sus despropósitos y des-
aciertos mediante una crítica sana, sino un estimulo para los gobernantes
honestos y competentes que deben ver en ella el conducto de la aquilatación
justa de su gestión.
La libertad de imprenta o de prensa, en los sistemas democráticos como
el nuestro, configura uno de sus postulados esenciales, constituyendo una
conditio sine qua non de su operatividad' efectiva y real. El buen funciona-
2W Además de los documentos jurídico-políticos que hemos citado, la antecedencia de
la libre emisi6n de las ideas en nuestro país se localiza en diferentes decretos, reglamen-
tos y proyectos que se mencionan en la obra Los Derechos del Pueblo Mexicano. México
a traoés de sus Constituciones (tomo III, págs. 518 a 527), editada por la XLVI Legisla-
tura de la Cámara de Diputados en 1967 y a la cual nos remitimos para no ser demasiado
prolijos en su referencia.
GARANTfAS DE UBERTAD 359

rio público la aplaude y la preserva; en cambio, el mal gobernante la teme


y, por esta causa la agrede. En las dictaduras, de izquierda o de derecha, se
la elimina, sustituyéndola por un periodismo servil dirigido por el autócrata
y sus corifcos, Como la tónica fundamental que debe tener la libertad de
prensa consiste en servir a la verdad y en difundirla en todos los aspectos
de la actividad humana, quienes la atacan y la persiguen son los perversos,
los hip6critas y los cobardes, sea cual fuere el nivel político, intelectual o
profesional en que se encuentren.
La libertad de imprenta, sin embargo, tiene sus necesarias limitaciones,
impuestas por su misma naturaleza, que la demarcan para que no degenere
en libertinaje publicitario. Dichas limitaciones se contienen en el artículo 7
de nuestra Constitución y estriban en que mediante el ejercicio de la men-
cionada libertad no se ataque la vida privada, la moral ni la paz pública.
Es cierto que en muchas ocasiones se trasgreden tales limitaciones; pero
debe decirse que es preferible que se abuse de la aludida libertad, a que se
restrinja de cualquier modo con base en el pretexto de que, por medio de
ella, se calumnia, se difama o se propicia la alteración del orden público.
México es uno de los paises del mundo en que la libertad de imprenta
se ha desempeñado ampliamente. Su ejercicio ya forma una tradición en
nuestro país que debemos conservar y defender -como la gema más preciada
del hombre que piensa. Renovamos fervientemente nuestros votos porque
dicha tradición continúe observándose indefinidamente y porque todos los
funcionarios públicos que atenten contra ella, enmienden o rectifiquen su
actitud en beneficio de la libre emisión del pensamiento, sin la cual el hom-
bre se convierte en abyecto instrumento y los pueblos en rebaños a los que
se les sustituye su dignidad por un pretendido bienestar material precario.

En una ejecutoria," la Suprema Corte ha hecho una justificada apología


de la libertad de imprenta en los siguientes términos: "Basadas las institucio-
nes republicanas en la voluntad popular, su mejor defensa estriba en la libertad
de prensa, que, aunque en algunos casos puede seguir caminos extraviados, no
debe ser reprimida, porque la lucha contra SU acción, por grave, dañosa y
perjudicial que se la suponga, no quedará justificada si se lleva a cabo matan-
do la fuente de energías 'l.ue trae consigo, porque mayores males resultarán
con el ahogamiento de las ideas, perenne origen de los abusos del poder. Por
esto, una de las garantías por las que más se ha luchado en nuestro medio
social, es la consignada en nuestro artículo 79 constitucional, complementada
con la que señala el artículo 69 de la Ley Fundamental. Su existencia ha sido
proclamada desde las primeras constituciones, y aunque sufrió opacamientos
durante los regímenes dictatoriales, su reintegración a la Constitución de 17
ha sido considerada como uno de los mayores y más prestigiados triunfos que
pudo alcanzar el pueblo mexicano en su evolución política. Por esto, toda ac-
titud de cualquiera autoridad inclinada a entorpecer la libre manifestación
de las ideas, es considerada como contraria a los ideales revolucionarios, que
buscan un régimen de más pura justicia social. Aun aceptando que los actos
241 Semanario [udícial de la Federación, Quinta Época, tomo XXXVII, pág. 941.
LAS GARANTiAS INDIVIDUALES

que tiendan a entorpecer la libre emisión del pensamiento, por medio de la


prensa, provengan de particulares, la violación de garantías por parte de las
autoridades es palmaria, si se tiene en cuenta que todas las del país están en el
deber de impedir las violaciones de esta índole, como consecuencia de la obli-
gación legal de cumplir y hacer cumplir la Constitución Política de la República,
pues la violación, entonces, si no consiste en actos directos de las autoridades, sí
consiste en actos de omisión."

La garantía de la libertad de imprenta está censagrada en el artículo


7' constitucional en los siguientes 'ténninos: "Es inviolable la libertad de
escribir y publicar escritos sobre cualquier materia. Ninguna ley ni autori-
dad puede establecer la previa censura, ni exigir fianza a los autores o im-
presores, ni coartar la libertad de imprenta, que no tiene más límites que el
respeto a la vida privada, a la moral y a la paz pública. En ningún caso
podrá secuestrarse la imprenta como instrumento del delito." Bajo esta ga-
rantía individual, tal como está concebida en la Constitución, se compren-
den dos libertades especificas: la de escribir y la de publicar escritos. En
realidad, desde el punto de vista mismo de la naturaleza jurídica de toda
garantía individual, que implica un valladar al poder público, hubiera
bastado con hacer mención a la segunda de dichas libertades, o sea, la re-
lativa a publicaciones sobre cualquier materia. En efecto, lo que la Cons-
titución pretende garantizar mediante la consagración de derechos públicos
individuales relativos a la libertad, es precisamente su ejercicio social, ob-
jetivo y trascendente. Tratándose de la libertad de pensamiento, instituyó
ésta como expresión, manifestación, exteriorización o emisión de ideas. Por
lo mismo, en lo que concierne a la libertad de imprenta, nuestra Ley Fun-
damental establece la garantía individual respectiva que atañe a la emisión,
expresión o exteriorización del pensamiento, por medios escritos (libros, pe-
riódicos impresos, etc.). En la mente del constituyente no estuvo la inten-
ción de tutelar jurídicamente el simple hecho de escribir, sino el deseo de
proteger la manifestación pública de lo que se escribe, que no es otra cosa
que su publicación o emisión. En consecuencia, hubiera sido suficiente que
el artículo 7' constitucional haya hecho referencia únicamente a la libertad
de publicar o de publicación, ya que ésta presupone la de escribir, la cual,
a su vez, sin la primera, es ajena al campo social, estando, por ende, sus-
traída al orden jurídico, cerno lo está la mera concepción de una idea que
no se exterioriza de ninguna manera.

a) Extensión jurídica de la libertad de imprenta o de publicación. Esta


garantía tutela la manifestación del pensamiento, de las ideas, de las opinio-
nes, de los juicios, etc., por medios escritos (libros, folletos, periódicos, revis-
tas, etc.), a diferencia del artículo 6' constitucional, que preserva la emisión
verbal, traducida en discursos, conferencias, conversaciones, radiotransmisio-
nes, así como cualquier expresión eidética, literaria o artística. Como de-
GARANTÍAS DE LIBERTAD 361

claración general inserta en e! artículo 7' de la Constitución, se contiene la


prevención de que todos los individuos que habiten e! territorio nacional,
independientemente de su condición particular, pueden escribir y publicar
escritos sobre cualquier materia. En consecuencia, la libertad de publicación
en 10& términos asentados es el contenido del derecho público subjetivo
individual que se deriva de la garantía implicada en el artículo 7' consti-
tucional. La obligación estatal correlativa consiste, por ende, en la absten-
ción que se impone al Estado y sus autoridades de impedir o coartar la
manifestación escrita de las ideas, traducida en la publicación o edición de
libros, folletos, periódicos, etc.
Es más, no sólo las autoridades de! Estado y este mismo no pueden im-
pedir o coartar, en términos generales, la libertad de expresión escrita del
pensamiento, sino que también tienen la obligación negativa consistente en
no establecer previa censura, esto es, estimar una publicación con e! fin de
constatar su conveniencia o inconveniencia tomando como base un deter-
minado criterio, así como en no exigir fianza a los autores o impresores. En
sintesis, la obligación negativa o abstención juridica que tienen a su cargo
el Estado' y sus autoridades (administrativas, legislativas o judiciales) se re-
vela en tres inhibiciones específicas: l' no coartar o impedir la manifesta-
ción de las ideas por medios escritos (libros, folletos, periódicos, etc.), salvo
las excepciones constitucionales de que ya hablaremos; 2' no establecer la
previa censura a ningún impreso, y 3' no exigir fianza (nosotros diríamos
garantía en general) a los autores o impresores de cualquier publicación.

b) Limitaciones constitucionales a la libertad de imprenta.

1. En primer lugar, establece el artículo 7' constitucional, mediante su


interpretación a contrario sensu, que la libertad de imprenta se podrá coar-
tar o impedir cuando su ejercicio implique un ataque o falta de respeto a
la vida privada. El criterio que sirve de base para consignar esta restricción,
nos parece demasiado vago, impreciso y lato, opinión que también abriga-
ron los Constituyentes de 1857. En efecto, la "vida privada" de una per-
sona puede tener tantos matices, puede extenderse a una tan variada gama
de actos, que propiamente cualquier escrito que criticase una de esas múl-
tiples modalidades estaria vedado por e! artículo 7' constitucional. La opi-
nión quc una persona pueda sustentar sobre cualquier materia, verbigracia,
es un acto imputable a su vida privada en su aspecto intelectual, por lo
que, atendiendo al criterio mencionado, aquélla no podrá ser objeto de
crítica o censura, aun cuando estas impugnaciones no constituyan una in-
juria, difamación o calumnia. En realidad, para evitar las prohibiciones a
la libertad de imprenta, que se derivarían prolijamente de! criterio "ata-
ques o falta de respeto a la vida privada", se deberían precisar los aspectos
362 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

de ésta que se consideren como objetos vulnerables, impeditivos para el ejer-


cicio del propio derecho.
La Suprema Corte no se ha ocupado del problema, pues únicamente en una
ejecutoria'" ha establecido la distinción entre la vida pública y la vida privada de
un funcionario público para los efectos de la constitucionalidad de la critica escrita
que contra la actuación de éste se dirija. Dice así la citada tesis: "La Constitución
establece en su artículo 7Q, entre las limitaciones a la libertad de imprenta, el res-
peto a la vida privada, debiendo entenderse por ésta las actividades del individuo
como particular, en contraposición a la vida pública, que comprende los actos del
funcionario o empleado en el desempeño de su cargo; de modo que, para determi-
nar si un acto corresponde a la vida privada o a la pública, no hay que atender al
lugar en que dicho acto se ejecutó, sino al carácter con que se verifica, pues de no
ser así, fácilmente se evitaría el castigo, atribuyendo a una persona acciones des-
arrolladas en un lugar público, aunque dañaran gravemente su reputación."
En relación al problema de delimitar en qué casos y contra qué aspec-
tos de la vida privada de una persona se debe vedar el ejercicio de la liber-
tad de imprenta, nosotros nos aventuramos a afirmar que este derecho pú-
blico subjetivo individual debe prohibirse en aquellos casos en que los ataques
a la vida privada de un individuo constituyan un delito contra las personas
en su honor, tales como la injuria, la difamación y la calumnia, en los tér-
minos en que estas figuras están concebidas por el Código Penal en sus
artículos 348, 350 Y 356, respectivamente.
El Congreso de la Unión, que es el organismo a quien la Constitución
facultó en su artículo 16 transitorio para. expedir leyes reglamentarias so-
bre garantías individuales, no se ha preocupado por delimitar e! criterio. de
"ataques o faltas de respeto de la vida privada" como limitativo o prohibi-
tivo de la libertad de imprenta. Seria conveniente y altamente importante
que se expidiera la Ley Orgánica o Reglamentaria de los artículos 6' y 7'
constitucionales, principalmente para eliminar la vaguedad, elasticidad y
demasiada amplitud que tiene la expresión "vida privada", así como algu-
nas otras, como la de "moral", empleadas en e! segundo de los preceptos
constitucionales indicados. De esa manera se pondría coto al abuso que las
autoridades pudieran cometer en detrimento de la libertad de imprenta, so
pretexto de que su ejercicio constituya una "falta de respeto a la vida pri-
vada" o un "ataque a la moral".
No obstante esta falta de reglamentación, en diciembre de 1934 se expi-
dió por el Congreso de la Unión un decreto por medio del cual se autoriza-
ba al Ejecutivo para reglamentar dichos preceptos. El Presidente de la Re-
pública nunca hizo uso de tal autorización. Por otra parte, dicho decreto
carece ya de validez constitucional, debido a que con posterioridad a su
expedición se adicionó e! articulo 49 de la. Constitución, en el sentido de
prohibir todo otorgamiento de facultades extraordinarias al Ejecutivo fuera
de los casos previstos ene! articulo 29 de dicho ordenamiento fundamental.
'In Semanario Judicial de la Federación, Quinta Epoca, tomo XXVI, pág. 975.
GARANTÍAS DE UBERTAD 363

Sin perjuicio de la ausencia de leyes reglamentarias de los artículos 6


y 7 constitucionales, circunstancia que ha sido puesta de manifiesto por
la Suprema Corte en varias ejecutorias, existe desde el 12 de abril de 1917,
en quc fue publicada, una legislaci6n prouisicmal, expedida por don Venus-
tiano Carranza, que delimita los criterios "falta de respeto a la vida priva-
da", "ataques a la moral" y "alteración de la paz pública", que sirven de
base a sendas limitaciones constitucionales a la libertad de imprenta. De-
nominamos a dicha legislación con el adjetivo de "provisional", porque fue
expedida "entretanto el Congreso de la Unión reglamentara los artículos
6 y 7 constitucionales". Aparte de esta nota que ostenta dicha legislación,
y no obstante que en la actualidad se sigue aplicando, estimamos que jurí-
dicamente hablando no debe tener vigencia. En efecto, dicha legislación
entró en vigor el día 5 de abril de 1917 (art, transitorio de la misma), esto
es, antes que la Constituci6n de 1917, cuyos artículo 6' y 7' pretende re-
glamentar. Este ordenamiento fundamental, que rige desde el primero de
mayo de 1917, propiamente es una ley posterior a la de abril de dicho
año, por lo que derogó a ésta. Además, una reglamentación, como es lo que
pretende establecer la Ley de Imprenta de don Venustiano Carranza, no
tiene razón de ser si no están vigentes los preceptos reglamentados o por
reglamentarse; y como éstos, es decir, los artículos 6 y 7 entraron en vigor
posteriormente, luego no pudieron haber sido objeto de una ley orgánica de
anterior vigencia.
Sin embargo, y pese al anterior argumento, que podría parecer una su-
tileza, suele sostenerse la vigencia actual de la Ley de Imprenta. Es muy
discutible esta postura por las razones que a continuación vamos a exponer.
Don Venustiano Carranza, en su carácter de Primer Jefe del Ejército Cons-
titucionalista y Encargado del Poder Ejecutivo Federal, expidió dicho orde-
namiento "en virtud de las facultades Con que se encontraba investido y
entretanto el Congreso de la Unión reglamentase los artículos 6 y 7 de la
Constitución de la República". Ya hemos dicho que esta reglamentación
no existe, por lo que podría suponerse que la Ley dc Imprenta se encuentra
en vigor. Ahora bien, el Congreso Federal sólo pudo crear leyes reglamen-
tarias de garantías individuales durante el periodo ordinario de sesiones que
comenzó el primero de septiembre de 1917 y concluyó el 31 de diciembre
del mismo año, según lo establece claramente el artículo 66 constitucional
(art. 16 transitorio que ya invocamos). Por consiguiente, transcurrido di-
cho periodo, el Congreso de la Unión ya no tuvo competencia para regla-
mentar garantías individuales, pues esta facultad no se la otorga la Cons-
titución. En estas condiciones, y con apoyo en lo previsto en el artículo 124,
de este ordenamiento supremo, incumbe a las legislaturas de los Estados la
reglamentación de las garantías individuales, entre ellas las que establecen
los artículos 6' y 7'. En ocasión anterior'" estudiamos la cuestión de si la
2'43 Véase capítulo II,.párraío IV.
364 LAS GARANTiAS INDIVIDUALES

expedici6n de leyes reglamentarias de las mencionadas garantías incumbe


a la potestad legislativa federal o a la local, y llegamos a la conclusi6n de
que, cuando la operatividad de una garantía incide en una materia cuya
normaci6n corresponda al Congreso de la Uni6n o a las legislaturas de los
Estados, es a aquél o a éstas a quienes compete la reglan¡entaci6n respec-
tiva. De esta apreciaci6n se colige que el Congreso Federal sólo tiene como
petencia secundum quid para 'reglamentar una garantia individual, es decir,
siempre que ésta opere en cualquier ámbito normativo que constitucional-
mente le ataña. Por ende, la reglamentaci6n per se de garantias individuales
no incumbe al Poder Legislativo Federal, sino a los poderes legislativos de
los Estados.
La Ley de Imprenta debe conceptuarse como un ordenamiento pre-
constitucional y su vigencia se ha conceptuado prolongada como consecuen-
cia de una apreciaci6n indebida de don Venustiano Carranza,· quien con-
sider6 que el Congreso de la Unión podía reglamentar los articulos 6 y 7
constitucionales después del primer periodo de sesiones que concluyó irremi-
siblemente el 31 de diciembre de 1917, pues si bien es cierto que durante
éste, dicho organismo tuvo la citada facultad reglamentaria, es verdad, por
otra parte, que a su transcurso dej6 de tenerla. Es evidente que la legisla-
ci6n revolucionaria o pre-constitucional no puede conservar su vigencia den-
tro del régimen definitivo establecido por la Constituci6n, a menos que ésta
la incorpore a su normaci6n o declare su subsistencia o faculte para decla-
rarla. Suponer que los ordenamientos anteriores a la Ley Suprema pueden
mantener su fuerza normativa sin que ésta la autorice, equivaldria a hacer
nugatorios e inaplicables los mandamientos constitucionales. Tratándose de
la Ley de Imprenta no existe ningún precepto transitorio de nuestra actual
Constituci6n que considere prorrogada su vigencia o que faculte al Con-
greso Federal para prorrogarla. Por esta raz6n, la indicada ley no puede
conceptuarse vigente desde un punto de vista constitucional estricto, pues
en primer lugar, fue expedida por Carranza antes de que la Ley Suprema
de 17 entrara en vigor, y en segundo término, porque su origen y su ám-
bito de regulaci6n como ordenamiento federal, son contrarios a los prin-
cipios en ella consagrados. ¿C6mo es admisible, en efecto, que bajo el im-
perio de la Constituci6n de 17 se repute vigente una ley que fue expedída
por quien, según los mandamientos constitucionales, ya no tuvo facultades
legislativas?
En resumen, si la Ley de Imprenta no debe estimarse vigente, la limita-
ci6n a la libertad que consagra el articulo 7 constitucional, y que estriba en
que mediante toda clase de publicaciones se respete la vida privada, se
traduce en las figuras delictivas de difamaci6n, injurias o calumnia, y cuyos
preceptos tipificativos han venido a substituir al articulo primero de la men-
cionada ley....
244 ConsúItese dicha ley en el Apéndice de este libro, donde se encuentra transcrita.
GARANTlAS DE UBERTAD 365

2. Otro de los caSOS en que la libertad de imprenta puede coartarse,


se refiere a la circunstancia de que e! ejercicio de este derecho importe un
ataque a la moral. Este criterio de Iimitaci6n a la libertad de escribir y
publicar escritos adolece de la misma vaguedad e imprecisi6n que las que
afectan al anteriormente tratado. La moral, por esencia misma, es tan re-
lativa, tan variable, que impropiamente puede constituir una pauta para
restringir un derecho subjetivo individual. Además, con criterios tan latos
y elásticos, como son los de "ataques a la vida privada y a la moral", a
una autoridad le sobrarían pretextos para coartar la libertad de imprenta.
La jurisprudencia de la Suprema Corte no se ha preocupado por deli-
mitar e! alcance de muchos conceptos que, ,como los anteriores, son de vital
importancia para la subsistencia misma de derechos e instituciones. En
varias ocasiones, al pretender establecer qué se entiende por moralidad pú-
blica, nuestro máximo tribunal se ha mostrado francamente tautol6gico y,
por ende, incapaz de elucidar dicho concepto. Ha afirmado que se ataca
a la moralidad pública "cuando existe un choque de un hecho con el sen-
timiento moral público" o "con e! estado moral público" o "con e! estado
moral contemporáneo de la sociedad" .2"
Es urgente que, o bien la jurisprudencia de la Suprema Corte o bien una
ley orgánica del artículo 7 constitucional, vengan a precisar los conceptos
de "ataques a la vida privada" y "ataques a la moral", con e! fin de evitar
los abusos 'y arbitrariedades que en su nombre suelen cometer las autorida-
.des, principalmente en los pequeños poblados de la República.
Don Venustiano Carranza, en su Ley de Imprenta expedida en abril de
1917, trató de fijar el alcance de! criterio "ataques a la moral". Así, en e!
artículo 2 de dicha ley se mencionan varios hechos que constituyen una
afrenta a la moral, sin dejar de ser su señalamiento vago e impreciso.

3. Como tercera limitaci6n general a la libertad de imprenta y como


prohibici6n de su ejercicio en los casos concretos comprendidos en aquélla,
tenemos el supuesto de que mediante el desempeño de ese derecho se altere
la paz pública. Este criterio limitativo o prohibitivo, a diferencia de los
otros dos, no es tan vago ni impreciso; antes bien, es aplicable con relativa
facilidad en el terreno de los hechos, precisamente porque se basa en un
fen6meno notorio: la paz pública, tomada ésta como sin6nimo de tranqui-
lidad, de inalteraci6n de! orden público en determinadas circunstancias y
bajo sus múltiples y variados aspectos. La Ley de Imprenta de abril de
1917, en su artículo tercero, indica aquellos hechos que pudieren constituir
un ataque al orden o a la paz públicos y que propiamente se revelan en
los delitos que el Código Penal consigna bajo la denominaci6n de traici6n
a la patria, rebelión, sedici6n, desórdenes: públicos, etc.

245 Tomo XXXIX, pá.g. 867. Quinta Epoca del S. J. de la F.


366 LAS GARANTfAS INDMDUALES

4. Una cuarta limitaci6n constitucional a la libertad de imprenta y que


ha sido reiterada por la jurisprudencia de la Suprema Corte, es la contenida
en el párrafo XIII del artículo l3D de la Ley Fundamental, el cual pres-
cribe: "Las publicaciones peri6dicas de carácter confesional, ya sean por
su programa, por su título o simplemente por sus tendencias ordinarias, no
podrán comentar asuntos políticos nacionales ni íoformar sobre actos de las
autoridades del país, o de particulares, que se relacionen directamente con
el funcionamiento de las instituciones públicas." A diferencia de otras limi-
taciones o prohibiciones a la libertad de imprenta que ya se contenían en
la Constituci6n de 57, ésta no se estableci6 sino en la Constituci6n vigente,
a modo de "prevención general", debiendo haber sido más correcto y 16-
gico incorporarla al texto mismo del artículo 7' constitucional, por concer-
nir directamente a la garantía íodividual que éste involucra.

5. En materia educativa existe la posibilidad, autorizada por el mismo


artículo 3 constitucional, para que a través de leyes o reglamentos se limite
la libertad de imprenta, sío que las limitaciones legales o reglamentarias
respectivas deban reputarse contrarias al citado derecho público subjetivo.
En efecto, conforme al mencionado precepto de nuestra Ley Fundamental,
la educaci6n que imparta el Estado en sus distintas personalidades juridico-
políticas -federaci6n, entidades federativas o municipios-, así como la que
se suministre en planteles particulares autorizados oficialmente, está sujeta
a determinadas exigencias teleol6gicas que denotan un cierto contenido ideo-
l6gico, tendientes a formar en el educando una conciencia civica y social
en tomo a la democracia, a la comprensi6n de la nacionalidad mexicana
y a la atenci6n y soluci6n de sus principales problemas y a la igualdad y
fraternidad que deben existir entre todos los hombres, independientemente
de sus condiciones étnicas o de su situaci6n económica, Ahora bien, si di-
chas fíoalidades deben perseguirse a través de libros de texto o de otras
publicaciones, resulta que la libertad de imprenta, cuando los medios es-
critos en que se ejercita están destinados a la educaci6n de la niñez y ju-
ventud mexicanas, tiene como restricci6n constitucional la de que mediante
su desempeño, no se desvirtúen, desnaturalicen o se hagan nugatorios los
objetivos a que propende dicha educación, Por ende, la legislaci6n ordíoa-
ria y las autoridades que en ella se apoyen, pueden prohibir o censurar
cualquier publicación que se destine a la lectura para niños y j6venes en edad
escolar y que, sío incidir en alguno de los actos de Iímitaci6n a la libertad
de imprenta que señala el artículo 7 constitucional, sean, no obstante, con-
trarias a las ideas que constituyen los fíoes perseguidos por la educaci6n
estatal o particular autorizada en los términos del artículo 3 de nuestra Ley
Fundamental. En conclusión, fuera de la materia educativa, la mencionada
libertad sólo debe tener las restricciones que establece el citado artículo 7;
y cuando se trate de medios escritos de expresi6n eidética que se destinen
GARANTÍAs DE LIBERTAD 367

a la lectura para la niñez y juventud en edad escolar, la propia libertad


adolece de las limitaciones que se derivan del artículo 3 constitucional.

c) Seguridades jurfdico-constitucionales de la libertad de imprenta.

1. La primera de ellas consiste en que en ningún caso podrá secuestrar-


se la imprenta como instrumento de delito (art. 7). El hecho delictuoso a
que se refiere esta prohibici6n está constituido por aquellos ataques que,
por medio de impresos en general, se dirigen en contra de la vida privada,
de la moral o de la paz pública. Tales hechos implican lo que sc llama
delitos de imprenta, que tipifica la ley relativa expedida por don Venus-
tiano Carranza, y para cuyo conocimiento es competente el Jurado Popular
Federal. El Código Penal, dentro del sistema de penalidad que establece,
consigna como sanci6n especifica la pérdida de los instrumentos del delito.
Pues bien, esta pena no se debe aplicar a los delitos de imprenta en vista
de la prohibici6n constitucional mencionada, la cual se justifica plenamen-
te, porque impide que se inutilice un aparato u objeto que tan necesario
es para la divulgaci6n cultural.

2. Otra garantía que en materia penal tiene la libertad de imprenta


por lo que respecta a los delitos que su ejercicio pueda motivar en los su-
puestos ya especificados, es la consistente en que en ningún caso se podrán
encarcelar, so pretexto de delitos de prensa, a los "expendedores, papeleros,
operarios y demás empleados del establecimiento donde haya salido el es-
crito denunciado, a menos que se demuestre previamente la responsabilidad
de aquéllos". En relación con esta garantía a la libertad de imprenta, la
Constituci6n impone al Poder Legislativo una verdadera obligaci6n posi-
tiva, que estriba en dictar disposiciones en las que se establezca dicha prohi-
bición de encarcelamiento.
La prevenci6n constitucional que encierra esta garantía está plenamente
justificada. Los delitos de imprenta son eminentemente intencionales, en el
sentido de que es la intenci6n dolosa la que atribuye el carácter delictivo
a los hechos que se traducen en ataques a la vida privada, a la moral o a
la paz pública. Pues bien, los expendedores y operarios en general de un
establecimiento editorial, que obedecen órdenes y ejecutan sus labores por
instrucciones que reciben de sus superiores y que no son, en la mayoría de
los casos, los autores intelectuales de los escritos "lesivos, no tienen responsa-
bilidad penal en la confecci6n de los mismos, ya que ésta se fija por la in-
tenci6n dolosa en ellos comprendida. Un operario, que únicamente elabora
materialmente un impreso, no es de ninguna manera sujeto de dicha inten-
ci6n, por lo que no debe ser penalmente responsable de los delitos que re-
sulten de la publicaci6n de un escrito en el que se ataquen la moral o la
vida privada o se altere la paz pública. Un operario, expendedor, etc., sólo
368 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

son responsables por la comisi6n de un delito de imprenta y, por ende, sus-


ceptibles de ser privados de su libertad por tal motivo, cuando no sólo no
se concreten a ejecutar el trabajo material de impresi6n o venta que les
está encomendado, sino que hayan impregnado en el escrito lesivo su in-
tenci6n dolosa bajo diversas expresiones. Esta responsabilidad penal en que
pueden incurrir los expendedores de una publicaci6n con carácter delic-
tuoso, los operarios del establecimiento editorial del que ésta haya salido,
etcétera, está delimitada en la Ley de Imprenta de Carranza, la cual, en sus
artículos 17 y 18 expresan los casos en que dichas personas, en los mencio-
nados eargos, son penalmente responsables.

d) Antecedentes histéricos de la libertad de imprenta. :esta ha corri-


do la misma suerte que la libre manifestaci6n de las ideas, con la circuns-
tancia de que ha sido víctima de mayores y más encarnizados ataques por
parte de los detentadores del poder, quienes, frente al ejercicio de tal de-
recho, observaban un inminente peligro para la estabilidad de su situación
como gobernantes. La libertad de imprenta, hasta antes de la Declaraci6n
Francesa de 1789, que en su articulo 11 la consignaba como un derecho
imprescriptible e inalienable del ser humano, no se manifestaba sino como
un mero fen6meno de hecho, cuya existencia y realizaci6n dependían del
arbitrio del poder público. :este no estaba obligado a respetar la mencionada
libertad especifica; simplemente toleraba en forma graciosa su desempeño
cuando juzgaba que no le afectaba o que le era benéfico para su subsis-
tencia.
Sin embargo, no por el hecho de que la libertad de imprenta no haya
sido antes de la Revolución francesa erigida a la categoría de derecho pú-
blico subjetivo en favor del gobernado, se debe sostener que haya existido
una escasa divulgaci6n cultural en Europa mediante el maravilloso invento
de Gutenberg. Asi, lo manifest6 Zarco en un brillante y erudito discurso que
pronunci6 en una memorable sesi6n del Congreso Constituyente de 1857.
"La imprenta, dijo, encontró durante mucho tiempo favor, protecci6n y
libertad, no de repúblicas, no de congresos compuestos de liberales, sino
de los pontifices, de los reyes absolutos, que se disputaban la honra de tener
en sus cortes a los tip6grafos famosos como los Aldo Manucio, los Gering
y los Elzevir." Entre los monarcas que más descollaron como protectores
de la imprenta, el ilustre congresista mencionado cita a Carlos VII, Luis
XI, quien fund6 la primera imprenta en Paris; Luis XII, Carlos VIII,
Francisco 1, y otros reyes de Francia, sin excluir al mismo Luis XVI, quien
"devuelve la libertad a los impresores encarcelados arbitrariamente" ....
Pero si la difusi6n de la cultura en todas sus manifestaciones y como
actividad meramente fáctica, es decir, sin consagraci6n jurídica, obtuvo la
tutela de la potestad real absoluta, no faltaron casos, según lo hemos aseve-
!He ZARco J Congreso Constituyente, tomo J, págs. 753 a 757.
GARANTíAS DE UBERTAD 369

rado, en que con fútiles pretextos o sin ningún subterfugio, se privaba de la


libertad a los editores e impresores, tratándose con ello de detener la circu-
lación de publicaciones que con un criterio estrecho y asaz subjetivo se con-
sideraban "perjudiciales para la paz pública", "inmorales" o "atentatorios
contra la religión y la Iglesia". La posibilidad de que en cualquier ocasión
se coartase la libertad de imprenta y dc que, por otra parte, se fomentase el uso
de este instrumento esencial para la difusión cultural, nos induce a pensar
que antes de que dicha libertad se erigiese en un derecho de gobernado, no
era sino un medio de control político sujeto al capricho de las autoridades,
quienes, para asegurarlo, instituyeron la censura, sobre todo en materia re-
ligiosa. Por tanto, la consagración jurídica de la libertad de imprenta ha
tenido como motivación fundamental y como primordial objetivo garanti-
zar su desempeño mediante la abolición de la censura, por una parte, y la
abstención obligatoria a cargo del poder público, por la otra, en el sentido
de no prohibir la impresión y circulación de publicaciones en que no Se
ofenda a la moral pública, no se injurie, difame o calumnie a una persona
ni se trastorne la paz social.
Inglaterra, que siempre se ha distinguido por haber sido un país celoso
de las libertades humanas, al menos dentro de su suelo, consideró a la im-
prenta como un derecho instituido por el "c<»nmon lato", que sólo tenía
como limitación los casos en que se causara injuria, calumnia o difamacién.
No obstante, a pesar de que el derecho común nunca autorizó la censura de
libros, varios gobernantes introdujeron por medio de diferentes ordenanzas
serias restricciones a la libertad de imprenta. Así, como afirma el licenciado
Ricardo R. Guzmán," "son célebres el estatuto de Eduardo I para rcpri-
mir la propagación de rumores y noticias falsas y el llamado de scandalo
magnato de Ricardo I contra la publicación de falsedades y mentiras mons-
truosas (monstruosities), Los Tudores dieron leyes severísimas contra la
palabra y la imprenta, que llevaban la vigilancia de la policia a los expen-
dios de libros y a las bibliotecas particulares y prescribían se sometiera todo
libro impreso a la censura del arzobispo de Canterbury y al obispo de Lon-
dres. Al que ofendía al rey se le aplicaba tormento y se le cortaban las
orejas; a veces perdía la mano el escritor o el impresor dc un libro repro-
bado, y los mismos jueces que consideraban ilegal la aplicación de una ley
sobre la materia al caso concreto, eran enviados a la Torre y destituidos.
Todo libelo contra un funcionario se consideraba bajo Jaime I como un
delito; admitía la ley el delito de injurias contra los muertos; e influía más
sobre la actitud de los tribunales la categoría de la persona ofendida, que
la verdad y justificación de los hechos que se le imputaban. Si se atacaba
a un funcionario, cualquiera persona que leyese el libro estaba obligada a
denunciarlo. La restauración puso en vigor nuevamente las ordenanzas de

247 "Apuntes de Historia Política", Revista de la Escuela" Libre de Derecho, tomo 1,


página 455.
370 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

íos Tudores, y una ley de 1666 reivindic6 el derecho del rey, bajo la forma
de la prerrogativa absoluta, de mandar lo que le plugiera acerca de la im-
presi6n de libros, y de que no se imprimiese libro alguno sin su permiso. El
término fijado por la vigencia de esta ley expiro en 1679, y una vez fenecido
se recurri6, a falta de otro medio, a la confiscaci6n de libros. Renovada
poco después por dos veces la misma ley de censura, la Cámara de los
Lores propuso al vencerse el plazo de la última renovaci6n, en 1695, una
ley nueva sobre la materia, que la Cámara de los Comunes desech6. Se
insisti6 dos años más tarde en que se expidiera, pero fue rechazada otra
vez terminando así definitivamente y para siempre el régimen de la censura
en Inglaterra".
Por lo que concierne a España, es pertinente recordar que durante varios
siglos existía jurídicamente consagrada la censura civil y eclesiástica para
toda clase de libros, publicaciones e impresos en general. Baste recordar las
ordenanzas que distintos monarcas expidieron estableciéndola, tales como la
ley expedida por los Reyes Católicos, el 8 de julio de 1502; la emitida por
Carlos V y el Príncipe Felipe en la Coruña el año de 1554; la procedente
del mismo Felipe y que en su nombre expidió la princesa doña Juana en
Valladolid el 7 de septiembre de 1558; la pragmática dictada por Felipe JI
en Madrid el 27 de marzo de 1569, etc. La censura española subsisti6 hasta
la Constituci6n gaditana de 1812 que proclam6 la libertad de prensa, hecho
que implic6 un gran impulso al movimiento insurgente en nuestro pais,
según es bien sabído.t" bis
En M éxico, la libertad de publicaci6n ha sido objeto de múltiples res-
tricciones y regulaciones jurídicas desde que se implantó la imprenta en la
Nueva España en el año de 1539. "Hacia el año de 1543 se encuentra
la Ley IV, expedida por Carlos V, cuyo resumen dice: "que no se consien-
tan en las Indias libros profanos y fabulosos" -"Porque de llevarse a las
Indias libros de romance que traten de materias profanas y fabulosas e
historias fingidas se siguen muchos inconvenientes: Mandamos a los Virre-
yes, Audiencias y Gobernadores que no los consientan imprimir, vender,
tener ni llevar a sus distritos y provean que ningún español o indio los lea."
-"En 1550 se encuentra la Ley V, relativa al registro de libros por la
Casa de Contratación de Sevilla con especial cuidado para los libros des-
tinados a las Indias." "Mandamos, dice, a nuestros presidentes, jueces y
oficiales de Contratación de Sevilla, que cuando se hubieren de llevar a las
Indias libros de los permitidos los hagan registrar específicamente cada uno
declarando la materia de que se trata y no se registren por mayor." "Tres
años más tarde, 1553, se dicta por el Consejo de Indias la orden para im-
primir libros nuevos y se recomienda muy especialmente el no otorgar li-
cencias para la impresión de obras inútiles." "Vienen después las leyes I y
241 blll Cfr. Novísima Recopilación de las Leyes de España. Tomo IV. Titulo XV
a título XVIII.
GARAN'IÍAs DE UBERTAD 371

VII del año de 1556. La primera ordena que no se imprima ningún libro
de Indias sin ser visto y aprobado por el Consejo. En la segunda se manda
que los prelados y Audiencias reconozcan y recojan los libros prohibidos
conforme' a los expurgatorios de la Inquisición." "La censura llegaba en
esta época a su grado máximo cuando se dicta la ley más severa que haya
existido en materia de imprenta. Es en 7 de septiembre de 1558 cuando
la princesa doña Juana, expide en Valladolid una larga pragmática en que
los requisitos para las impresiones eran casi los mismos de las leyes anterio-
res; pero en cuanto a infracciones se castigaba con pena de muerte y confis-
cación completa de todos los bienes a quien osara imprimir un libro sin las
licencias ordenadas." -"Siendo costumbre de la época conceder privilegios
a los monasterios y corporaciones religiosas, se hallan en 1574 y 1575 las
leyes VIII y X prohibiendo que no se llevase a las Indias libros de rezo
sin permiso del monasterio de San Lorenzo, al que se había otorgado el pri-
vilegio. A fines del siglo XVI, 1580, se nota una tendencia libertaria por
parte del virreinato; pero en seguida se le amonesta por el gobierno de Es-
paña para que se recojan los libros impresos sin licencia del Consejo, repi-
tiendo a este respecto las Reales Cédulas de 14 de agosto de 1560 y la del
7 del mismo mes del año 66." -"Leyes de igual tenor que las anteriores
se encuentran durante los años 10, 27 y 82 del siglo xvn y principios del
XVIn. A mediados de este último se encuentran dos leyes de criterio más
amplio y que fijan nuevas rutas en materia de imprentas. La primera es la
Real Cédula de 14 de noviembre de 1782, expedida por Carlos III y en la
cual se concedía absoluta libertad para la venta de libros sin la tasa pre-
venida anteriormente, excepción hecha de los libros que se llamaban de
primera necesidad, o sea, los indispensables para la instrucción." "La se-
gunda ley citada es la Real Orden de 22 de marzo de 1763, expedida en
Buen Retiro, en la que se repetían algunos artículos de la anterior y además
se suprinúa el oficio de Corrector General de Imprentas por ser gravoso
e inútil, así como el salario de los censores de libros que era exorbitante,
siendo este cargo completamente gratuito y honorífico. La tendencia de li-
bertad de impresión se acentuaba más cada dia hasta llegar al famoso
decreto de 10 de noviembre de 1810, dictado en la Real Isla de León y
en cuyo artículo 1 se consagraba completamente la libertad política de im-
prenta, por ser ésta, decía, "un freno de la arbitrariedad de los que gobier-
nan y un medio de ilustrar a ia nación". "Esta ley concedía a «Todos los
cuerpos y personas particulares de cualquier condición y estado que fuesen
la libertad de escribir, imprimir y publícar sus ideas políticas sin necesidad
de licencia, revisión o aprobación alguna anteriores a su publicación»." "Como
consecuencia natural se suprimían los Juzgados de Imprentas y la censura
política, siendo solamente responsables los autores o impresores por aquellos
escritos subversivos o difamatorios que serían juzgados por los tribunales
del orden común, una vez decretada la culpabilidad .por la Junta de la
372 LAS GARANTIAS INDIVIDUALES

Censura creada en el artículo XIII de la misma ley con objeto de asegurar


la libertad de imprenta y contener los abusos." -"Por desgracia esta ley
que se puso en vigor en varias ciudades, de América que ya poseían impren-
tas, no benefició a México por razones de orden político que el virrey Ca-
lleja expuso al Consejo de la Regencia en carta de 20 de junio de 1813,
pues declarada la guerra de Independencia dos meses antes de la expedi-
ción de la ley citada, creyóse que el conceder libertad de expresión seria
funesto para el gobierno virreinal." "La libertad de imprenta se consolidó
aún más en la Constitución española promulgada en Cádiz en 18 de marzo
de 1812 y declarada vigente por el Primer Congreso Mexicano", en el sen-
tido de que: "Todos los españoles tienen libertad de escribir, imprimir y
publicar sus ideas politicas sin necesidad de licencia, revisión O aprobación
alguna anterior a la publicación, bajo las restricciones y responsabilidades
que establezcan las leyes." - "Abolida la Constitución española en 1814,
la libertad de imprenta quedó circunscrita al artículo 40 del Decreto Cons-
titucional para la libertad de la América Mexicana, sancionada en Apatzin-
gán el 22 de octubre del citado año ... " ase
Independientemente de la censura civil existía en la Nueva España la
censura eclesiástica desempeñada por el "Santo Oficio" sobre publicaciones
en materia religiosa que, según ese oprobioso cuerpo, atacaran el cerrado
e inasequible dogma en que absurdamente, bajo varios aspectos, se altera-
ron los principios inconmovibles emanados de las divinas enseñanzas de
Jesucristo. Las prohibiciones decretadas se extendían a todos los impresos
y se sometía a sus autores al procedimiento inquisitorial que culminaba con
la imposición de penas gravemente infamantes. Los libros vedados eran los
de los heresiarcas, herejes, judios y moros, los que contenían comentarios
sobre el Talmud, los de los heterodoxos que tradujeran la Biblia, llegándose
hasta impedir la lectura de ésta en publicaciones que no fuesen católicas,"..
Como consecuencia de la Constitución española de 1812, que se juró so-
lemnemente en la Nueva España el 30 de septiembre del mismo año, y de
los decretos que las Cortes expidieron una vez que en marzo de 1820 se
restableció su vigencia, en el sentido de suprimir el tribunal de la Inquisi-
ción y reconocer la libertad de imprenta, la producción de publicaciones
se intensificó notablemente, sobre todo en materia política.
Dicha libertad, por otra parte, era una de las banderas que tremolaba
la ideologia insurgente, habiéndose declarado como garantía individual en
la Constitución de Apatzingán, con la sola limitación de que su ejercicio
no atacara el dogma, turbase la tranquilidad pública ni ofendiese el honor
de los ciudadanos (art. 40).
2*.8 Las transcripciones que nos pennitimos hacer conciernen a un interesante y minu-
cioso estudio de la señorita Luz García Núfiez, presentado con motivo del IV centenario
de la implantaci6n de la imprenta en México.
240 Julio Jiménez Rueda, Herejías " Supersticiones en la Nueva España} pág. XIII de
su Intrcduccíén.
GARANTiAS DE UBERTAO 373

La Constituci6n Federolde 1824 institUyó-también la libertad de im-


prenta, imponiendo como obligación positiva al Congreso General la de
"Proteger y arreglar la libertad política de imprenta de modo que jamás
se pueda suspender su ejercicio; y mucho menos abolirse en ninguno de los
Estados ni territorios de la Federación" (art. 50, fracción III). Por su par-
te, la Constituci6n Central de 1836, también llamada "Las Siete Leyes
Constitucionales", consagró como derecho de los mexicanos "Poder impri-
mir y circular sin necesidad de previa censura sus ideas" (art. 2, fracción
VII). En 1843, las Bases Orgánicas, también de tipo centralista, establecían
en su artículo 9 que "ninguno puede ser molestado en sus opiniones: todos
tienen derecho para imprimirlas y circularlas, sin necesidad de previa cali-
ficación o censura; no se exigirá fianza a los autores, editores o impresores."
El Acta de Reformas de 1847, que reimplantó la Constitución Federal de
1824 con algunas reformas e innovaciones, declaraba en su articulo 26:
"Ninguna ley podrá exigir a los impresores fianza previa para el libre ejer-
cicio de su arte, ni hacerles responsables de los impresos que publiquen,
siempre que aseguren en la forma legal la responsabilidad del editor. En
todo caso, excepto el de difamación, los delitos de imprenta serán juzgados
por jueces de hecho, y castigados sólo con pena pecuniaria o de reclusión."
La Constituci6n de 1857, por su parte, consagró la libertad de imprenta
en forma análoga a la manera como la concibe nuestra actual Ley Fun-
damental, con las limitaciones que se derivan de la circunstancia de que
su ejercicio pugue con la moral, ataque la vida privada o altere el orden
público.
La libertad de imprenta, cuya consagración fue propuesta en el articulo
14 del proyecto en los mismos términos en que se consignó en el artículo 7
de la Constitución de 57, fue objeto de acalorados debates en el seno del
Constituyente. Dividido en dos partes dicho artículo 14, la primera de
ellas, que estableció la inviolabilidad de la libertad de escribir y publicar
escritos sobre cualquier materia, fue aprobada por noventa votos contra
dos. La segunda parte, que fija las limitaciones a dicha libertad en aras
del respeto a la vida privada, a la moral y a la paz pública, fue objeto de
acres impugnaciones, principalmente por el ilustre don Francisco Zarco. No
podemos resistir la tentación de reproducir fragmentariamente el brillante
discurso pronunciado por dicho diputado constituyente en las memorables
sesiones de 25 y 28 de julio de 1856.

"Un célebre escritor inglés, decia Zarco, ha dicho: Quitadme toda clase de
libertad, pero dejadme la de hablar y escribir conforme a mi conciencia. Estas
palabras demuestran lo que de la prensa tiene que esperar un pueblo libre,
pues ella, señores, no 8610 es el arma más poderosa contra la tiranía y el des-
potismo, sino el instrumento más eficaz y más activo del progreso y de la civi-
lización." " ... en México jamás ha habido libertad de imprenta: los gobiernos
conservadores y los que se han llamado liberales, todos' han tenido miedo a
3.74 LAS GARANTfAS INDIVIDUALES

las ideas, todos han sofocado la discusión, todos han perseguido y martirizado
el pensamiento", "Veamos cuáles son las restricciones que impone el artículo.
Después de descender a pormenores reglamentarios y que tocan a las leyes
orgánicas O secundarias, establece como límites de la libertad de imprenta el
respeto a la vida privada, a la moral y a la paz pública. A primera vista esto
parece justo y racional; pero artículos semejantes hemos tenido en casi todas
nuestras constituciones; de, ellos se ha abusado escandalosamente, no ha habido
libertad, y los jueces y los funcionarios todos se han convertido en perseguido-
res: j La vida privada! Todos deben respetar este santuario; pero cuando el
escritor acusa a un ministro de haberse robado un millón de pesos al celebrar
un contrato, cuando denuncia a un presidente de derrochar los fondos públi-
cos, los fiscales y los jueces sostienen que cuando se trata de robo se ataca la
vida privada, y el escritor sucumbe a la arbitrariedad. i La moral! i Quién no
respeta la moral! i Qué hombre no la lleva escrita en el fondo del corazón!
La calificación de actos o escritos inmorales, la hace la conciencia sin errar
jamás; pero cuando hay un gobierno perseguidor, cuando hay jueces corrom-
pidos, y cuando el odio de partido quiere no sólo callar sino ultrajar a un es-
critor independiente, una máxima política, una alusión festiva, un pasaje
jocoso de los que se llaman colorados, una burla inocente, una chanza sin
consecuencia, se califican de escritos inmorales para echar sobre un hombre
la mancha de libertino. j La paz pública! j Esto es lo mismo que el orden pú-
blicoj el orden público, señores, es una frase que inspira horror; el orden
público, señores, reinaba en este país cuando lo oprimía Santa-Anna y los
conservadores, cuando el orden consistía en destierros y en proscripciones! ¡El
orden público se restablecía en México cuando el ministro Alamán empapaba
sus manos en la sangre del ilustre y esforzado Guerrero! j El orden público,
como hace poco recordaba el señor Díaz González, reinaba en Varsovia cuan-
do la colonia generosa y heroica sucumbía maniatada, desgarrada, exánime, al
bárbaro yugo de la opresi6n de la Rusia! j El orden público, señores, es a me-
nudo la muerte y la degradación de los pueblos, es el reinado tranquilo de
todas las tiranías! i El orden público de Varsovia es el principio conservador, en
que se funda la perniciosa teoría de la autoridad ilimitada! ¿Y romo se ataca
el orden público por medio de la imprenta? Un gobierno que teme la discu-
si6n, ve comprometida la paz y atacado el orden si se censuran los actos de
los funcionarios; el examen de una ley compromete el orden público; el re-
clamo de reformas sociales amenaza el orden público; la petición de reformas
a una constitución, pone en peligro el orden público. Este orden público es
deleznable y quebradizo y llega a destruir la libertad de la prensa, y con ella
todas las libertades". "Insisto en que las infracciones deben ser mejor definidas.
En vez de hablar vagamente de la vida privada, debiera mencionarse el caso
de injurias, como ha aconsejado el señor Ramírez, pues de lo contrario, señores,
llegará a ser un delito publicar que un ministro recibió de visita a un agiotista,
o que un diputado ha recibido dinero de la tesorería, cuando acaso sin que
el que tales hechos anuncie, sepa que el ministro y el agiotista hicieron un
contrato ruinoso, o que el diputado fue a vender su voto. Yo quisiera que
en lugar de hablar vagamente de la moral, se prohibieran los escritos obsce-
nos, pues con esto, y exigir la firma de los autores, estoy seguro de que ningún
hombre honrado que se respeta a sí mismo, se atrevería a ofender las buenas
costumbres en un libro o un periódico. La moral se siente y no se define, ha
dicho muy bien uno de los señores de la comisión: mayor peligro de juicios
arbitrario. En vez de hablar vagamente de la paz pública, yo quisiera que
terminantemente se dijera que se prohíben los escritos que directamente provo-
GARANTÍAS DE LIBERTAD 375

quen a la rebelión o a la desobediencia de la ley, porque de otro modo temo


que la censura de los funcionarios públicos, el examen razonado de las leyes
y la petici6n de reformar esta misma Constituci6n que estamos discutiendo, se
califiquen de ataques a la paz pública."
La prevenci6n del artículo 14 (7 de las Constituciones de 17 y de 57)
que consignaba las limitaciones a la libertad de imprenta, fuc aprobada por
sesenta y seis votos contra treinta y tres. En esta forma, según hemos dicho,
se coloc6 a tan preciado derecho en grave peligro de tomarse nugatorio
ante la imprecisi6n y ductilidad de los conceptos en que se fundan sus li-
mitaciones constitucionales.
Durante la vigencia de la Constitución de 57 se expidieron algunos de-
cretos reglamentando el artículo 7 de dicho ordenamiento, reglamentación
que versaba fundamentalmente sobre los llamados delitos de prensa. Por úl-
timo, en abril de 1917, Y antes que entrara en vigor la Constitución vigente
(primero de mayo de 1917), don Venustiano Carranza elaboró una Ley de
Imprenta, que es la que se aplica en la actualidad, y que tiene la pretensión
de ser reglamentaria de los artículos 6 y 7 constitucionales. Esta ley adolece
del gravísimo defecto formal de haber sido puesta en vigor antes que rigiera la
Constitución de 17 y, por ende, antes de que estuvieran vigentes los artículos
que pretende reglamentar. Propiamente, tal ley debi6 haber sido derogada por
la propia Constitución, desde el momento en que ésta, por ser posterior, inva-
lidó todas las disposiciones anteriores. Sin embargo, y no obstante ese vicio, la
Ley de Imprenta de Carranza sigue aplicándose en la actualidad a falta de ley
orgánica de los artículos 6 y 7 constitucionales....

D. El derecho de petici6n (articulo 8 constitucional)


Otra garantía específica de libertad es la que se conoce con el nombre
de derecho de petici6n, y que está consagrada en el artículo 8 constitucional
250 En prolongadas sesiones del Congreso Constituyente de Querétaro se discuti6 el
proyecto del articulo 7° constitucional que establecía que los'"delitos que se cometiesen por
medio de la prensa deberían ser juzgados por un jurado popular. Apasionados e intere-
santes debates suscit6 esta prevenci6n y sus impugnadores, entre los cuales descollaron por
la vehemencia de sus argumentaciones los congresistas Machorro Narváea, Martínez de Es-
cobar, Lizardi, Ram1rez ViIlarreal y otros, sostenían que el juicio por jurados implicaba
un tribunal especial proscrito de la propia Constituci6n en su artículo 13. Por su parte,
los diputados que respaldaron el dictamen de la comisi6n, en el sentido de que los
delitos de imprenta, deberían ser del conocimiento de un jurado popular, argüían que
éste era menos susceptible a las presiones políticas que un juez de derecho, citando casos
concretos de la vida periodística de México en que los juzgadores no ofrecían ninguna
garantía de justicia para los que indebidamente habían sido acusados y perseguidos por
dicho tipo de delitos. La supresión de la disposición a que aludimos se logr6 por una
votación de ciento un votos contra sesenta y uno, figurando entre la minoría los congre-
sistas Colunga, Múgica, Jara, Cravioto y otros, quienes denodadamente pugnaron por la
aprobación del proyecto elaborado por la Comisión, que consideraba, como ya se dijo,
que todos los delitos que se cometiesen por medio de la imprenta deberían ser juzgados
por un jurado popular.
376 LAS GARANTlAS INDIVIDUALES

en los siguientes términos: "Los funcionarios y empleados públicos respe-


tarán el ejercicio del derecbo de petici6n, siempre que ésta se formule por
escrito, de manera pacífica y respetuosa; pero en materia política 0010 podrán
hacer uso de ese derecho los ciudadanos de la República. A toda petici6n
deberá recaer un acuerdo escrito de la autoridad a quien se haya dirigido, la
cual tiene obligaci6n de hacerlo conocer en breve tiempo al peticionario."
La existencia de este derecho como garantía individual es la consecuencia
de una exigencia jurídica y social en un régimen de legalidad. En efecto, so-
ciol6gica e hist6ricamente el derecho de petici6n se revela como la exclusi6n
o negaci6n de la llamada vindicta privada, en cuyo régimen a cada cual le
era dable hacerse justicia por su propia mano. Cuando se estima que la tole-
rancia al hecho de que cualquiera persona, al sentirse vulnerada en sus de-
rechos, pudiera ella misma, sin la intervenci6n de autoridad alguna, reclamar
esa vulneraci6n exigiendo por su cuenta el respeto a su esfera jurldica y el
cumplimiento de los compromisos u obligaciones contraídos a su favor, signi-
ficaba un principio de caos y desorden en la vida social, el poder público se
invisti6 con la facultad de ser el garante del orden jurídico, manifestada en
actos de autoridad, los que, con el auxilio de la fuerza material, en casos
necesarios, harian efectivo el imperio del Derecho.
El régimen de venganza privada fue dejando paso al régimen de autori-
dad en la soluci6n de los conflictos y contiendas surgidos entre los miembros
de la sociedad humana. Por consiguiente, el individuo que veía menósca-
bados sus derechos por cualquier causa, ya no ejercía directamente represalias
contra aquél o aquéllos a quienes consideraba como autores de tal menoscabo
o afrenta, sino que ocurría a las autoridades, miembros del gobierno de la
sociedad a que pertenecía, para que por conducto de ellas se resolviera el con-
flicto suscitado.
Fue así como el individuo tuvo potestad de ocurrír a la autoridad para
que ésta, en ejercicio del poder soberano social, obligara al incumplidor o al
delincuente a realizar, en beneficio del ocursante, las prestaciones omitidas
o violadas o a reparar el daño producido y purgar una pena, respectivamente.
Esa mera potestad de solicitar la actuación autoritaria a poco se convirtió
en una terminante prohibición para el ofendido en general, en el sentido de
que no debía hacerse justicia por su propia mano; y más tarde en una obli-
gaci6n pública individual (empleando la terminologia de Duguit), tal como
se contiene en el artículo 17 de nuestra Constitución, con el correlativo dere-
cho de pedir o solicitar la actuación de los órganos del Estado (art. 8
constitucional) .
El derecho de pedir, contrario y opuesto al de venganza privada, elimi-
nado éste de todos los regimenes civilizados, es, por tanto, la potestad que
tiene el individuo de acudir a las autoridades del Estado con el fin de que éstas
intervengan para hacer cumplir la ley en su beneficio o para constreñir a su
coobligado a cumplir con los compromisos contraídos válidamente.
GARANTÍAS DE UBERTAD 377

La potestad jurídica de petición, cuyo titular es el gobernado en general,


es decir, toda persona moral o física que tenga este carácter, se deriva como
derecho subjetivo público individual de la garantía respectiva consagrada en
el artículo 8 de la Ley Fundamental. En tal virtud, la persona tiene la facul-
tad de ocurrir a cualquier autoridad, formulando una solicitud o instancia
escritas de cualquier indole, la cual adopta, específicamente, el carácter de
simple petición administrativa, acci6n, recurso, etc. El Estadoy sus autorida-
des (funcionarios y empleados), a virtud de la relación juridica consigoada
en el artículo 8 constitucional, tienen como obligación, ya no un deber de
carácter negativo o abstención como en las anteriores garantías individuales,
sino la ejecuci6n o cumplimiento positivos de un hacer, consistente en dictar
un acuerdo escrito a la solicitud que el gobernado les eleve. Dicbo acuerdo
no es sino el parecer que emite el órgano estatal sobre la petición formu-
lada, sin que ello implique que necesariamente deba resolver de conformidad
con los términos de la solicitud, circunstancia que ha sido corroborada por la
jurisprudencia de la Suprema Corte, la cual asienta que "las garantías del
artículo 8 constitucional tienden a asegurar un proveído sobre lo que se pide
y no a que se resuelvan las peticiones en determinado sentido"!" Por ende,
una autoridad cumple con la obligación que le impone el mencionado pre-
cepto de la Ley Fundamental, al dictar un acuerdo, expresado por escrito,
respecto de la solicitud que se le haya elevado, independientemente del sentido
y términos en que esté concebido. Claro está que en un régimen de derecho,
como lo es el nuestro, toda resolución de cualquiera autoridad debe estar
pronunciada conforme a la ley y, principalmente, de acuerdo con la Cons-
titución, por lo que si la petición está fundada legal y constitucionalmente,
debe ser obsequiada en cuanto a su contenido. No obstante, en caso de que el
acuerdo que recaiga a una instancia sea notoriamente ilegal o no esté fundado
en ley, la autoridad que lo dicta no viola el artículo 8 constitucional, puesto
que éste exige simplemente que exista una resolución y no que deba ser die-
tada legalmente, teniendo el perjudicado expeditos sus derechos de impugnarla
como corresponda. Así, incluso, lo ha considerado la jurisprudencia de la
Suprema Corte al establecer que: "La garantía que otorga el artículo 8 cons-
titucional no consiste en que las peticiones se tramiten y resuelvan sin las for-
malidades y requisitos que establecen las leyes relativas; pero sí impone a las
autoridades la obligación de dictar a toda petición hecha por escrito, esté
bien o mal formulada, un acuerdo también por escrito, que deba hacerse
saber en breve término al peticionario."'" De esta tesis jurisprudeneial se
concluye que, aun cuando toda autoridad estatal, dentro de un régimen
de derecho, debe observar el principio de legalidad, la violación de éste al
pronunciar un acuerdo escrito, no entraña la contravención al citado precepto

. 251 Apéndice al lomo. CXVIII. tesis '?6. Te.sU 187 <k. la Compilación 1917·1965 y 466 del Apén-
dlU 1975, Segunda Sala. Tesis 212 <kIAplndu;e 1985, Matma General. ldem, Tesis 1:-\0 del Apéndice
1995, Materia Administrativa.
252 Idem, tesis 768. Idem, tesis 189. kiem. tesis 465, respectivamente. Además, consúltese el
lnf~rm.e de 1976, p~gs. 81 y 82, Segunda Sala. Tesis 208 del APéndice 1985, Materia General. kiem;
Tesis 129 del Apindu;e 1995, Materia Administrativa.
378 LAS GARANTiAS INDIVIDUALES

constitucional, que sólo impone como obligaci6n e! dictado de dicho acuerdo,


independientemente del sentido en que se conciba.
La idea de breve término que emplea el artículo 8 de la Constituci6n
no ha sido delimitado cronológicamente, Sin embargo, la Corte ha estimado,
en su jurisprudencia, que dicha disposici6n se infringe si transcurren cuatro
meses desde que la autoridad haya recibido la petici6n escrita de! gobernado
sin que se hubiese contestado,".. Ahora bien, ese lapso no debe entenderse
como invariable, es decir, aplicable en todo caso, pues la misma Suprema Corte
ha considerado que e! "breve término" a que e! mencionado precepto cons-
titucional alude, debe ser "aquel en que racionalmente pueda conocerse una
petici6n y acordarse" ....
Pero es más; en diversas ejecutorias dicho alto tribunal ha consignado la
variabilidad de la duraci6n cronológica de la idea "breve término", ya que en
algunos casos ha estimado que éste puede consistir en cinco días y en otro
en diez días...•
Por nuestra parte creemos que no es posible demarcar aprioristicamente,
con carácter inmutable y absoluto, la dilaci6n temporal de! expresado con-
cepto, pues la extensi6n del lapso dentro de! que una autoridad debe dar
contestaci6n escrita a una petici6n de! gobernado, varía según el caso concreto
de que se trate, o sea, que dicha extensi6n debe ser aquella en que "racional-
mente deba conocerse una petici6n y acordarse", debiendo agregar que e!
funcionario a quien tal petici6n se dirija incurre en responsabilidad oficial
"si no da contestaci6n escrita a la misma dentro del plazo de un mes (art. 18.
frac. XXXVI. de la Ley de Responsabilidades de febrero de 1940).
Aunque el artículo 8 constitucional no lo indique, e! acuerdo escrito que
deba recaer a una solicitud de la misma índole, debe ser congruente con ésta.
A.si lo ha sostenido la jurisprudencia de la Suprema Corte, al asentar que "por
no dar congruente contestaci6n a la solicitud que se haga ante una autoridad,
se lesionan los intereses jurídicos de! ocursante, en virtud de que atento lo orde-
nado por e! artículo 8 constitucional, las autoridades tienen obligaci6n de
dictar a toda petición hecha por escrito, esté bien o mal formulada, un acuer-
do también por escrito, que se hará conocer en breve término al peticio-
nario" 256
253 Idem, tesis 767. Ldem, tesis 188. l dem, tesis 470. respectivamente. Tesis 214 del

Apindice /985, M". Gen.


26" Ampare en revisión 3,609/1957.-Genaro Sandi Cervantes. Boletín de Información
Judicial, 1958, núm. 6,162 e Informe de 1966, Segunda Sala, pág. 135. . ..
Amparo en revisi6n 3,316/1958.-Luis Gallndo Pi~a.-Boletln de ln!ormacfón [udicial,
1958, núm. 6,455. .
Amparo en revisi6n 2,269/1958.-Emilia Cervantes Vital.-Boletín de íniormación ju-
dicial, 1958, núm. 6,238. .
ZGO Amparo en revisión 6,023/1954.-María Servin de Peralta.-BoleHn ,de Iniormación
JudiCial, 1955, núm. 2 , 9 5 3 . , . .
Amparo en revisión 1,799/1955.-Luis Valencia Rojas.-Boletín de InformacHm [udi-
cial, 1955, núm. 3,286.
'266 Apéndice al tomo CXVIII. tesis 769. Tesis 193 de la Compilación 1917-1965 y
Tesis 471 del A/JéndíCeT9i5. Selliuid4 S~I~~Jtisis_~1J..Ae~A_~~!!dice 1~5, M~t ..ce«) Este
mismoCñterio se sostiene por el Primer Tribunal Colegiado en Matena Administrativa del
Primer Circuito. (Cfr. Informe de 1978, págs. 99 a 101, Secci6n "Tribunales Colegiados".)
GARANTÍAs DE UBERTAD 379

Pero no solamente debe pronunciarse un acuerdo escrito que deba recaer


toda solicitud de la propia naturaleza, sino que el 6rgano del Estado a quien
se dirija, tiene la obligaci6n de hacer del conocimiento del solicitante dicho
acuerdo, según también lo ha estimado nuestro máximo tríbunal."? y 201 bis
Por otra parte, el mismo articulo 8 constitucional limita el derecho de
petici6n en los siguientes términos: s6lo pueden ejercitarlo en materia polí-
tica los ciudadanos de la República, o sea, las personas que conforme a los
artículos 30 y 34 de la Ley Fundamental tienen el carácter de tales. En vista
de esta Iimitaci6n constitucional, todo extranjero o mexicano no ciudadano
que eleve a cualquier autoridad una solicitud de índole política, dcbe ser
desatendido, sin esperar que a su instancia recaiga un acuerdo escrito en los
términos del segundo párrafo del artículo 8.
Bajo el sistema de la vindicta priuaia, el derecho de petici6n, traducido
en la solicitud que dirige la persona al poder público para que éste inter-
venga en un caso concreto, no existía. Cada individuo se hacía justicia por su
propia mano. Cuando fue decayendo tal sistema, para dar paso al régimen
de autoridad, el gobernado se vio obligado a recurrir a las entidades públicas
con el fin de solicitar su intervenci6n en el caso partícular a que su instancia
se contraía. Sin embargo, las autoridades no estaban obligadas a dictar nece-
sariamente una resoluci6n a la petici6n que se les elevaba. Esta obligaci6n
pública no surge sino cuando se instituye el derecbo de petici6n como conte-
nido de una garantía individual, esto es, de una relaci6n jurídica entre el
gobernado por un lado y el Estado y sus autoridades por el otro.
En Inglaterra, el mencionado derecho subjetivo individual se reconoció
desde tiempo inmemorial, debiéndose ejercitar sin ofender o injuriar al fun-
cionario ante quien se desempeñaba. En la Constituci6n americana lo encon-
tramos consagrado Como garantía individual en el artículo primero de las

2:;7 Amparo en revisión 2,194/1956.-Enrique H. Herrera González.-Boletín de Infor-


mación Judicial, 1956, núm. 4,490. ldem, Informe de 1974, Segunda Sala, págs. 101 y
102, Y Sección "Tribunales Colegiados", pág. 50. ldem, tesis jurisprudencial 467 del
apéndice 1975, Segunda Sala. (Tesis 210 del Aflindice 1985, Mat. Gen.)
Amparo en revisión 721/1957.-Virginia Villalobos Vázquez.-Boletín de Informaci6n
Judicial, 1957, núm. 5,109.
Amparo en revisión 65/1956.-Agustín Angula Hernández.-BoletIn de Información
Judicial, 1957, núm. 5,275.
Amparo en revisión 1,527/1956.-Guillermo Lovera Galindo.-Boletln de Información
Judicial, 1956, núm. 7,251.
251 bis Estimamos interesante observar, por otra parte, que el Primero , el Tercer
Tribunal Colegiado .del Primer Circuito en Materia Administrativa han sustentado un
importante criterio interpretativo del artículo 8 constitucional frente a las órdenes de clau-
sura que suelen expedir las autoridades administrativas. Dicho criterio consiste "en sostener
que cuando éstas no han dictado ningún acuerdo escrito a la petici6n que de la misma
forma les haya elevado el particular con apoyo en el invocado precepto, para que se le
otorgue la licencia de funcionamiento que hubiese solicitado, la clausura del establecimiento
de que se trate no puede emitirse y si se ordena se viola el derecho que la mencionada
disposiei6n instituye (Cfr. Informe de 1977. Sección "Tribunales Colegiados", págs. 26,
61 y 187).
380 LAS GARANTÍAS ThfDIVIDUALES

Adiciones y Reformas a dicho ordenamiento en e! sentido de que "e! Con-


greso no dará ley alguna que prive al pueblo de dirigir peticiones al gobierno
para solicitar la reparación de algún agravio".
Entre nosotros desde la Constitución de Apatzingán se consignó la li-
bertad de petición según se lee del artículo 37 de dicho ordenamiento, que
dispone: "A ningún ciudadano debe coartarse la libertad de reclamar sus
derechos ante los funcionarios de la autoridad pública." Aunque no se encuen-
tra constitucionalmente consagrado el derecho de petición en los documentos
juridicos políticos posteriores y hasta antes del Acta de Reformas de 1847,
en la- realidad jamás se impidió que los gobernados elevaran solicitudes a los
órganos de gobierno, según acertadamente lo comenta don Isidro Montiel
y Duarte.f" En la mencionada acta se declaró que es derecho de los ciuda-
danos "ejercer el de petición", declaración que reconoce como antecedente
directo e inmediato e! "Voto" que en ese sentido formuló e! ilustre don Maria-
no Otero, a quien con justicia se reputa como el autor principal de tan im-
portante documento constitucional.
El derecho de petición fue corroborado expresamente por la Constitución
de 1857 en su artículo 8, que corresponde al artículo 19 del proyecto respec-
tivo. Como ya dijimos, los demás ordenamientos constitucionales que rigieron
en México, con excepción de la Constitución de Apatzingán y del Acta de
Reformas de 1847, no lo consagraron en forma categórica como garantia
individual o del gobernado, sino que lo suponían de manera tácita, al haber
instituido la garantía de libertad genérica.

E. Libertad de reunión y asociación (artículo 9' constitucional)

Este derecho está consagrado a titulo de garantía individual en. el artícu-


lo 9 constitucional, bajo los siguientes términos: "No se podrá coartar el de-
recho de asociarse o reunirse pacíficamente con cualquier objeto lícito."

a) Extensi6n de esta libertad específica.


1. La garantía individual mencionada se refiere a dos especies de liber-
tades: la de reunión y la de asociación. Por ende, hay que delimitar a ambas,
fijando sus características y diferencias. Por derecho de asociación se entiende
toda potestad que tienen los individuos de unirse para constituir una entidad
o persona moral, con substantividad propia y distinta de los asociantes, y
que tiende a la consecución de determinados objetivos, cuya realización es
constante y permanente. La libertad de asociación, al ejercitarse, engendra
las siguientes consecuencias: a) creación de una entidad con personalidad y
substantividad jurídicas propias y distintas de las que corresponden a cada
258 Estudio sobre las Garantías Individuales, págs. 285 a 291.
GARANTfAs DE LIBERTAD 381

mio de sus miembros individuales, y b) persecuci6n de fines u objetivos per-


manentes y constantes. Por el contrario, el derecho de reunión se revela bajo
una forma diversa. Cuando varias personas se reúnen, este acto no importa
la producci6n de una entidad moral en los términos apuntados; simplemente
se trata de una pluralidad de sujetos desde un mero punto de vista aritmé-
tico, la cual, por lo demás, tiene lugar a virtud de la realizaci6n de un fin
concreto y determinado, verificado el cual, aquélla deja de existir. Las conse-
cuencias que se derivan del ejercicio del derecho de reuni6n son diferentes
de las que produce el desempeño de la libertad de asociaci6n. En efecto, a
diferencia de ésta, la libertad de reuni6n, al actualizarse, no crea una entidad
propia con substantividad y personalidad diversa e independiente de la de
cada uno de sus componentes; además, una reuni6n, contrariamente a lo que
sucede con una asociación, es transitoria, esto es, su existencia y subsistencia
están condicionadas a la realizaci6n del fin concreto y determinado que la
motivé, por lo que, logrado éste, tal acto deja de tener lugar.
El derecho público subjetivo de asociaci6n, consagrado en el articulo 9
constitucional, es el fundamento de la creaci6n de todas las personas morales
privadas, llámense éstas asociaciones propiamente dichas (previstas por el
artículo 2,670 del Código Civil), sociedades civiles (ídem por el artículo 2,688
del propio ordenamiento), sociedades mercantiles (en los términos de la
ley de la materia), sociedades cooperativas, etc. Todas estas entidades espe-
ciales, cuya existencia y fundamento jurídicos arrancan del articulo 9 consti-
tucional, se organizan y regulan por los ordenamientos correspondientes y
que propiamente se ostentan como reglamentarios de dicho precepto de
nuestra Ley Fundamental. También la libertad sindical encuentra su apoyo
en el artículo 9 constitucional a titulo de garantla individual, o sea, como
derecho subjetiuo público de obreros y patrones, oponible al Estado y sus auto-
ridades. Por el contrario, dicha libertad, considerada ya no como garantia
individual emanada de la relación jurídica entre el gobernado y el Estado
y sus autoridades, sino reputada como garantla social, tiene su apoyo en el
artículo 123 constitucional, fracci6n XVI.
En resumen, la garantía consagrada en el articulo 9 constitucional se
refiere tanto a la libertad de asociacíóa como a la de reunión, concebidas
éstas en los términos que hemos apuntado.

2. Pues bien, dichas libertades específicas no están consiguadas en tér-


minos absolutos a titulo de derechos públicos individuales. En efecto, para
que la facultad de asociación y reuni6n sea tal, es menester, en primer
lugar, que su ejercicio se lleve a cabo paclficamente, esto es, exento de vio-
lencia. Por ende, una reuni6n o una asociaci6n que no se formen pacífica-
mente, o que los objetivos que persigan tengan extrínsecamente un carácter de
violencia o delictuoso, no estarán proetgidas por el articulo 9 constitucional.
El adverbio "pacíficamente" empleado en este precepto se contrae, o bien a
382 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

la manera de ejercitar dichas libertades, o bien al aspecto externo de ralizaci6n


de sus objetivos, los cuales, a pesar de ser lícitos, si se verifican con violencia,
no se tutelan por la Ley Fundamental.
En segundo lugar, para que la libertad de reuni6n o asociaci6n sea con-
tenido de la garantía individual prevista en dicho precepto, es menester que su
actualizaci6n persiga un objetivo lícito, constituido por aquellos actos que no
pugnen contra las buenas costumbres o contra normas de orden público.
Por consiguiente, cualquier asociaci6n o reuni6n que no tenga un objeto licito,
no sólo no está tutelada por el articulo 9 constitucional, sino que puede cons-
tituir la figura delictiva prevista en el articulo 164 del C6digo Penal, si sus
finalidades consisten en cometer hechos delictuosos....
3. El segundo párrafo del articulo 9 constitucional, dentro de la libertad
de reuni6n, instituye como derecho especifico el de poder congregarse "para
hacer una petici6n o presentar una protesta por algún acto a una autoridad,
si no se profieren injurias contra ésta ni se hiciere uso de violencia o ame-
nazas para intimidarla u obligarla a resolver en el sentido que se desee".
De acuerdo con esta disposici6n constitucional, ninguna autoridad estatal
puede disolver ninguna manifestaci6n, asamblea, etc., que tenga como fin
hacer pública una protesta por algún acto autoritario, impugnando éste;
derecho que tiene las limitaciones transcritas.
4. De la relaci6n jurídica que implica la garantia especifica de libertad
contenida en el articulo 9 constitucional se deriva para el sujeto activo de la
misma un derecho subjetivo PÚblico individua!, consistente en la potestad
o facultad que tiene el individuo de reunirse con sus semejantes con cual-
quier objeto licito y de manera pacifica (libertad de reuni6n), as! como de
constituir con ellos toda clase de asociaciones (lato sensu) que persigan un fin
licito y cuya realizaci6n no implique violencia de ninguna especie. De la men-
cionada relaci6n juridica se desprende para el Estado y sus autoridades la obli-
gaci6n correlativa, que estriba en no coartar las libertades de reuni6n y asocia-
ci6n garantizadas constitucionalmente bajo las condiciones indicadas.
La obligaci6n que tienen a su cargo todas las autoridades del país, en el
sentido de no coartar el derecho de asociaci6n y de reuni6n pacifica, así como
de no disolver ninguna asamblea o reuni6n conforme a lo dispuesto por el
segundo párrafo del articulo 9 constitucional, emana directamente de este
precepto. En consecuencia, el ejercicio del derecho público subjetivo corres-
pondiente, no debe estar condicionado a ningún requisito cuya satisfacci6n
quede a! arbitrio o criterio de la autoridad. En otras palabras, todo gobernado
puede, con apoyo en la disposici6n constitucional que comentamos, reunirse
con sus semejantes o celebrar con ellos una asamblea para hacer una petici6n
259 El proyecto de la comisión que se present6 a la consideración del Congreso
Constituyente de 1916-17, pretendi6 introducir la figura de la "ilegalidad" de una re-
unión, distinta de la "ilicitud» de la misma. La "ilegalidad" se establecía en relación con
los actos realizados dentro de una reunión, a diferencia de lo que sucede con la "ilicitud"
GARANTfAS DE LIBERTAD 383

o para protestar contra algún acto autoritario, sin que dicha potestad se su-
. jete a condición alguna. Por ende, la exigencia de un permiso o licencia para
efectuar una reuni6n o asamblea tendiente a dichos objetivos, es notoriamente
conculcatoria del articulo 9, puesto que significa coartar el derecho público
subjetivo mencionado, toda vez que la expedici6n de tal permiso o licencia
depende del criterio del 6rgano estata! que lo deba emitir, Ello importa evi-
dentemente la nugatoriedad del consabido derecho, a! someterse su ejercicio
al arbitrio autoritario.
Ahora bien, si ya en una asamblea o reuni6n, es decir, una vez ejercitado
el aludido derecho, se profieren injurias contra una autoridad o se registran
violencias y se lanzan amenazas contra ella "para intirnidarla u obligarla a
resolver en el sentido que se desee", dicha asamblea o reuni6n puede ser
disuelta, inclusive mediante la intervenci6n de la fuerza pública. Pero una cosa
es sujetar la celebraci6n de la asamblea o reuni6n a un permiso previo (lo que
es inconstitucional), y otra disolverla en los casos apuntados, mismos que 16-
gicamente no pueden juzgarse a priori, ya que se traducen en fen6menos que
por necesidad acaecen o pueden acaecer durante el desarrollo de la asamblea
o reuni6n de que se trate.
Ya el insigne don Manuel Crescencio Rej6n, en una circular que expidi6
el 10 de septiembre de 1846 cuando fungía como ministro de Relaciones
Interiores y Exteriores de México, afirmaba el derecho de los mexicanos para
"dirigir peticiones respetuosas a las autoridades", pudiendo ejercitarlo libre-
mente, "sin necesitar para ello de previo permiso de ningún funcionario pú-
blico" ..260
Es, pues, incontestable que desde el punto de vista constitucional y en
atenci6n a la esencia misma de los regímenes democráticos de derecho, la
libertad de asociaci6n y de reuni6n jamás debe estar supeditada al criterio
de las autoridades para determinar si otorgan o no el permiso o la licencia
correspondiente. El jurista norteamericano Story, citado por Isidro Montiel
de esta, la cual estriba en que su objeto sea contrario a las buenas costumbres o a las
normas de orden público. Así, en el citado proyecto, que respecto del consabido punto
1 sobre la "ilegalidad" de las reuniones fue rechazado por el Congreso Constituyente, se
decía 10 siguiente: "S610 podrá considerarse como ilegal una reunión convocada con
objeto lícito y ser, en consecuencia, disuelta inmediatamente por la autoridad, cuando en
ella se cometieren desórdenes que alteren o amenacen alterar el orden público por medio
de la fuerza o violencia contra las personas o propiedades) o por amenazas de Cometer aten-
tados) que puedan fácilmente ser seguidas de ejecución inmediata, o se cause fundada-
mente temor o alarma a los habitantes, o se profieran injurias o amenazas contra la autori-
dad o alguno o varios particulares) si la persona que preside la reunión o las que en
ella formaren parte) no redujesen al orden al responsable o lo expulsaren inmediata-
mente; o cuando hubiere en ella individuos armados, si, requeridos por la autoridad, no
dejaren las armas o no se. ausentaren de la reunión." Los argumentos principales que se
esgrimieron para rechazar tales prevenciones, se fundaron en que éstas podrían sugerir
a las autoridades múltiples pretextos para disolver una reunión que tuviese un objeto
lícito, Como fácilmente se advierte de los términos en que están concebidas.
260 Circular transcrita en el libro Estudio sobre Garantías Individuales, de Isidro
Montiel y Duarte, pág. 299.
384- LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

y Duarte,''' afirmaba: "El Congreso no puede tocar el derecho que tiene el


pueblo de reunirse pacíficamente y dirigir peticiones al gobierno para obtener
la reparación de sus ofensas. Parece que el derecho de libre asociación no
tenia necesidad de ser expresado en términos formales en una república, pues.
que él resulta de la naturaleza misma del gobierno y de sus instituciones. En la
práctica, este derecho no podrá ser contestado en tanto que la libertad no haya
desaparecido completamente y mientras que el pueblo no haya caldo en un
grado de bajeza que le haga incapaz de ejercer los privüegios de todo hom-
bre libre".·ea
Sin embargo, no debemos dejar de reconocer que el ejercicio del derecho
público subjetivo de libertad de reunión, traducida comúnmente en la cele-
bración de mltines y en la realizaci6n de manifestaciones públicas, está sujeto
a las circunstancias políticas variables que en un momento determinado
existan dentro de la vida del Estado. Atendiendo a ellas y con vista a prevenir
los desórdenes y trastornos a la paz pública que dichos actos puedan provocar
o entrañar, se suele supeditar el desempeño de tal derecho a un permiso gu-
bernativo previo, cuya denegación u otorgamiento quedan sometidos a la.
autoridades administrativas a quienes incumbe velar por el mantenimiento
del orden público. Tomando en cuenta las condiciones que prevalezcan en
una situación ambiental fáctica determinada y en prosecución de la finalidad
apuntada, el citado permiso puede concederse o negarse, prejuzgándose si los
mítines y las manifestaciones tienden o no a la alteración de la paz pública,
es decir, en el caso de nuestro articulo 9 constitucional, si en dichos actos o
mediante ellos se profieren injurias contra ciertas autoridades o se hace uso
de violencia o amenazas para intimidarlas y obligarlas a resolver "en el sen-
tido que se desee". Ya hemos aseverado que en puridad constitucional no se
debe exigir ninguna licencia previa para la celebración de toda clase de reunio-
nes privadas o públicas y que únicamente cuando durante la realización de
estas últimas se registren los hechos apuntados, las autoridades están faculta-
das para disolverlas. Ahora bien, la disolución de grupos que se reúnen públi-
camente en cualquiera de los dos actos mencionados se ejerce por las autori-
dades policiacas acudiendo inclusive, según el caso, a la fuerza pública, cuyo
empleo generalmente provoca reacciones de resistencia violenta. Para evitar
este enfrentamiento cruento se acostumbra someter, como ya afirmamos, el

Op. cit., pág. 305.


261
Las anteriores consideraciones han sido corroboradas por la Suprema Corte de Jos
262
Estados Unidos al afirmar que: "El derecho del pueblo de reunirse pacíficamente con
el objeto de solicitar del Congreso la reparación de las injusticias o cualquier otra cosa
relacionada con los poderes o los deberes del gobierno nacional, es un atributo de la ciu-
dadanta y como tal se encuentra bajo la protección de los Estados U nidos. La idea funda-
mental de la forma republicana de gobierno implica el derecho por parte de sus ciuda-
danos de reunirse pacificamente para discutir tos asuntos públicos y expresar los motivos
de queja ... " (Caso Estados Unidos vs. Oruik-Shank. Citado por Milton R. Konwitz en
su obra La Libertad en la Declaración de Derechos en los Estados Unidos, pág. 1-63,
edici6n 1959.)
GA~~S DE UBERTAD 385

ejercicio del derecho de reuni6n pública a la expedici6n del permiso respec-


tivo, lo cual, aunque pugne con la ortodoxia del artículo 9' de la Constitu-
ci6n, se justifica desde el punto de vista de la realidad fáctica, pues no debe
olvidarse que el desempeño de tal derecho está íntimamente vinculado a la
tranquilidad social, máxime cuando la realizaci6n de mítines y manifesta-
ciones masivas obedezca al propósito de alterarla por parte de individuos o
grupos contrarios al gobierno establecido, ya que, como afirma Duverger,
"las prohibiciones de manifestaciones dependen de la tendencia más o menos
liberal del gobierno y de la atm6sfera política general".'"
La jurisprudencia de la Suprema Corte, al aludir al derecho subjetivo
público de libertad de reuni6n, entre otros, ha precisado que su ejercicio
debe desplegarse dentro del marco de la legalidad sin provocar ningún delito
ni alteraci6n de la paz pública, ya que, como todo derecho, está delimitado
dentro del ámbito que señalan el articulo 9' constitucional y la legislaci6n
secundaria,
Al respecto nuestro máximo tribunal sostiene que "Los artículos 6, 7, 9
y 30 constitucionales consagran con el rango de garantías individuales
la libre manifestaci6n de ideas, la libertad de escribir y publicar escri-
tos sobre cualquier materia, el derecho de asociarse o reunirse pacíficamente
con cualquier objeto lícito y el inalienable derecho que tiene el pueblo de alterar
o modificar la forma de su gobierno; sin embargo, estas garantías no pueden ni
deben entenderse sino dentro del maTCO de la legalidad, O sea que pueden orga-
nizarse grupos políticos de las más diversas ideologías siempre y cuando su ac-
tuación la realicen dentro de las normas fijadas por el sistema jurídico que nos
rige, sin emplear la violencia ni atentar contar el orden establecido, porque en
el momento en que los integrantes de un grupo político organizado al amparo
de las garantías que establece la Constitución Política Mexicana actúan en con-
travención a los principios de la misma, se hacen acreedores a las sanciones que
corresponden a la ilicitud de su conducta, ya que aún cuando en estricta lógica
debe admitirse que cualquier grupo o partido político tiende a llegar al fondo
para implantar un gobierno acorde a su ideología, su actuación tendiente a esa
finalidad tendrá que encuadrarla forzosa y necesariamente dentro de los cánones
que señalan las leyes.263 bis

b) LimiJaciones constitucionales a la libertad de asociaci6n.

1. La primera limitaci6n que establece la Ley Fundamental a la men-


cionada libertad consiste en que "solamente los ciudadanos de la República
podrán ejercerla para tomar parte en los asuntos polfticos del pals". Estalimi-
ración se justifica plenamente. En efecto, las reuniones o asociaciones políticas
(que pueden o no ser partidos políticos, según veremos) tienden a integrar el
gobierno nacional con personas, que sean miembros de ellas, que sustenten de-
terminada ideología y que propugnen la realizaci6n de un cierto programa.
263 Droit Public. pág. 192.
216Jbll\ Apéndice /975. Primera Sala. Tesis 11/. {Tesis 92 del Apéndice 1985."
386 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

Pues bien, en vista de que el porvenir de la patria depende en gran parte de la


conducta pública de dichas personas, es evidente que éstas deben ser electas
y sostenidas por mexicanos, ya que de lo contrario, surgiría el peligro de
poner la formaci6n del gobierno en manos extranjeras con menoscabo de la
soberanía nacional y con posible pérdida de la independencia. Es por esto
por lo que los derechos políticos en sus aspectos pasivo y activo se reservan
a los ciudadanos de la República, calidad que presupone la nacionalidad
mexicana, según el articulo 34 constitucional. El Constituyente de 17, así
como el de 57, estuvieron muy acertados en privar a los extranjeros del dere-
cho o libertad de reunirse o asociarse con fines políticos, evitando de esta
manera la posibilidad de que individuos no mexicanos se inmiscuyan en
asuntos que s610 a los nacionales incumben, puesto que de ellos derive. la vida
independiente de la patria.

2. Otra limitaci6n al ejercicio de la libertad de reuni6n es la que estriba


en que cuando ésta es armada no tiene derecho a deliberar. El propósito del
legislador en este caso estimamos que consisti6 en evitar violencias peligrosas
que pudieran suscitarse entre varias personas armadas reunidas, con motivo
de discusiones. Además, esta restricci6n viene a corroborar el requisito o con-
dici6n de "no violencia" que exige el artículo 9 constitucional para conceptuar
a toda reunión o asociaci6n dentro del objetivo tutelar de la garantía indi-
vidual que consagra, impidiendo que este derecho pueda ejercitarse en forma
"no pacífica" mediante el empleo de las armas. Esta prohibici6n constitu-
cional, por otra parte, afecta al Ejército y demás instituciones armadas, como
la policía, verbigracia, por lo que los miembros de éstas, como tales y dentro
de ellas, no pueden discutir entre sí y conjuntamente ninguna cuesti6n, inde-
pendientemente de la naturaleza que ésta sea.

3. Una tercera Iimitaci6n constitucional a la libertad de asociación o


reuni6n la encontramos en el artículo 130, párrafo noveno, que dice: "Los
ministros de los cultos nunca podrán, en reuni6n pública o privada constituida
en junta, ni en actos del culto o de propaganda religiosa, hacer critica de las
leyes fundamentales del país, de las autoridades en particular o, en general,
del gobierno; no tendrán voto activo ni pasivo, ni derecho para asociarse con
fines políticos." La disposici6n constitucional transcrita, que está corroborada
por el artículo 9 de la Ley Reglamentaria del artículo 130 de la Ley Funda-
mental de enero de 1927, se justifica plenamente desde el punto de vista
de la realidad hist6rica. En efecto, la limitación que impone a la libertad de
asociaci6n y de reuni6n atañe al clero, imposibilitándolo para efectuar asam-
bleas, juntas, etc., en las cuales se critique al Estado en general en sus princi-
pales manifestaciones y a los componentes de su gobierno. Las prohibiciones
que se establecen por la mencionada disposici6n constitucional tienen como
inspiraci6n la amarga experiencia hist6rica de México, en donde el clero, para
GARANTÍAs DE LIBERTAD 387
mantener sus privilegios anti-igualitarios, abusando de la influencia moral
que ejercía sobre las masas populares, organizaba y fioanciaba levantamientos
espurios, patrocinando solapadamente a generales sio escrúpulos para atacar
militarmente a leyes e iostituciones progresistas y humanitarias. i Qué gran
responsabilidad pesa sobre el clero mexicano respecto de la turbulenta vida
política de nuestro país desde que se inici6 en la independencia! Seguramente,
si los innumerables levantamientos y asonadas militares que registra nuestra
historia no hubieren sido patrocioados económicamente por la Iglesia, empe-
ñosa en mantener su situaci6n anti-igualitaria y, por lo mismo, anticristiana,
México no hubiera tenido esa existencia tan efervescente, pues en cuántas
ocasiones los disturbios politices se debieron a la iofluencia clerical perversa.
4. Dos últimas limitaciones a la libertad de asociaci6n y de reuni6n des-
cubrimos en el párrafo XIV del artículo 130 constitucional. Una de ellas se
refiere al derecho de asociaci6n, en el sentido de prohibirse "la formaci6n
de toda clase de agrupaciones politicas, cuyo título tenga alguna palabra o
indicaci6n que la relacione con alguna confesión religiosa". Esta limitación
se contrae, pues, a la constituci6n de asociaciones y sociedades que tengan fines
polltieos, cuando su denominaci6n esté relacionada con alguna confesi6n re-
ligiosa, medida que, junto con las demás adoptadas a prop6sito de la misma
cuesti6n, tiende principalmente a quebrantar la perniciosa influencia que el
clero, sobre todo, ha ejercido en la vida social y polítíca del país por lo que
ve, al menos, a los negocios de carácter temporal. Por el contrario, la prohi-
bici6n eonstitucional iodicada no afecta a las asociaciones o sociedades que
ostenten algún nombre que las relacione con alguna confesi6n religiosa, y
que se formen para realizar fioes culturales de diversa índole, verbigracia.
La segunda limitaci6n a que se contrae el párrafo XIV del articulo 130
constitucional se refiere, ya no a la libertad de asociaci6n, sino a la de reunión,
en el sentido de que en los templos no podrán celebrarse reuniones o juntas de
carácter político, estando la autoridad facultada para disolverlas, en caso
de que se efectúen. (Artículo 17 de la Ley Reglamentaria del artículo 130
constitucional.) Esta prohibici6n nos parecc muy acertada, pues además de
implicar otra medida integrante de la tendencia general del Estado mexicano
a restar iojerencia al clero en asuntos políticos, constituye un medio tácito de
confinar a los templos dentro de su auténtico carácter: el de sitios públicos
destinados a la oraci6n religiosa y no lugares donde se traten cuestiones ajenas
a la religi6n, como son, evidentemente, los asuntos concernientes a la política.
Si los templos no se hubieren utilizado a modo de "ágoras", la historia de
México no hubiese registrado tantos trastornos políticos que constituyeron
un 6bicc para cI progrew general de la patria.i'"
c) La libertad de aSoeiaei6n polltiea y los partidos políticos. Ya hemos
dicho que los ciudadanos mexicanos tienen el derecho público. subjetivo de
formar asociaciones de índole política en los términos del artículo 9 consti-
tucional. Ahora bien, la legislaci6n electoral federal exige un conjunto de
• 21}..~ e Las consideraciones que formulamos en el anterior parágrafo deben estimarse
Insubsistentes en atención al nuevo artículo 130 constitucional expedido por Decreto Con-
388 LAS GARANTiAs INDIVIDUALES

requisitos para que se considere constituido un partido pouttco y entre ellos


demanda un mínimo de miembros. Por ende, se presenta la cuestión consis-
tente en determinar si tal exigencia coarta o no la libertad de asociación po-
lítica que instituye el precepto señalado.
Aparentemente, se ocurre pensar que este fen6meno inconstitucional acae-
ce, al establecer la legislaci6n electoral que los grupos políticos que se formen
'1610 podrán ser reputados como "partidos políticos nacionales" con todos los
derechos que ese ordenamiento consigna, si se satisfacen las condiciones que
éste fija. Sin embargo, creemos que dicha supuesta inconstitucionalidad no
existe por las consideraciones que a continuaci6n exponemos.
El articulo 54 de la Constitución, según qued6 concebido conforme a las
modificaciones que se le introdujeron en 1963 al crearse los llamados "diputa-
dos de partido", aludía a los "partidos políticos nacionales" estructurados de
acuerdo con la Ley Federal Electoral, como únicos capacitados para acreditarlos
ante la Cámara respectiva del Congreso de la U ni6n. Esta remisi6n a dicho or-
denamiento legal secundario entrañaba una complementación que la propia
Constituci6n establecía a la libertad de asociación que instituye su artículo 9.
La citada complementación estriba en que, para que una agrupación política
se conceptuara como partido político nacional, era menester que se formara y
organizara de conformidad con lo dispuesto en la invocada ley. En otras pala-
bras, todo ciudadano de la República tiene el derecho de asociarse para
tomar parte en los asuntos políticos del país, pudiendo o no asumir las agrupa-
ciones que al efecto se formen la naturaleza de partido político nacional,
según se estructuren o no de acuerdo con los ordenamientos respectivos secun-
darios. De ello se colige que, al amparo del articulo 9 constitucional, pueden
crearse múltiples asociaciones de tipo político, como de hecho sucede, posibi-
lidad que no restringía la Ley Federal Electoral. Es más, el invocado precepto
únicamente declara el derecho de los ciudadanos mexicanos para reunirse
pacíficamente o asociarse con el objeto de "tomar parte en los asuntos políti-
cos del país", pero de esta declaración no se infiere que el legislador ordina-
rio no pueda, respetando ese derecho, 'es decir, no impidiendo su ejercicio,
establecer la forma, términos o manera como deba desempeñarse en ciertos
casos, o sea, a través de partidos políticos nacionales cuya estructura se de-
termina en la legislaci6n que al efecto rija. .
Las reformas que en 1977 se introdujeron a la Constitución en materia
política 2" " se inspiraron en el mismo criterio para distinguir un partido polí-
tico de una asociaci6n política. Así, las adiciones que se practicaron al artículo
41 constitucional contienen normas básicas de caracterización de los partidos
políticos, declarando que "sen entidades de interés público", que tienen como
finalidad "promover la participaci6n del pueblo en la vida democrática", que
tienen el derecho de usar "en forma permanente" los medios de comunica-
giesional publicado el 28 de enero de 1992 y que analizamos en nuestro libro Derecho
Constitucional Mexicano.
268 e Su publicaci6n aparece en el DiarioO/icÚ1.1 correspondiente al 6 de diciembre

de 1977.
GARANTiAS DE UBERTAD 389

ción social y que deben "contar, en forma equitativa, con un mínimo de


elementos para sus actividades tendientes a la obtención del sufragio popu-
lar". Además, el artículo 54- de la Constitución, modificado por las aludidas
reformas, sólo da derecho a los partidos politicos para participar en la elec-
ción de los diputados por cl sistema de representación proporcional, figura
ésta que no nos corresponde estudiar en la presente obra, pues es un
tópico que abordamos en nuestro libro "Derecho Constitucional Mexicano".
De las anteriores consideraciones se infiere claramente la diferen-
cia que existe entre una simple asociaci6n política y un partido polltico.
Esta es indiscutiblemente una asociación en su sentido lato; pero no toda
asociación politica debe conceptuarse como un partido' político, distinción
que, más que fundarse en razones de orden juridico, se apoya en argumentos
de carácter histórico y en lo que a nuestro país atañe principalmente. En la
vida política de México han proliferado múltiples grupos que se formaban
en tomo a planes de gobierno para derrocar al presidente en turno y que
surgían al calor de las pasiones o de las ambiciones de poder del que pretendía
ocupar la Presidencia de la República. Generalmente esos grupos eran oca-
sionales, de existencia efímera o transitoria, desorganizados y sin tener una
ideología definida ni un programa constructivo de gobierno cuya realización
propendiera a solucionar los problemas nacionales. Brotaban acuciados por
ideas de tipo personalista de quien lanzaba una proclama, del que provocaba
un motín o del que pregonaba un plan desconociendo a un gobierno débil-
mente establecido. La exuberante ejemplificación que al respecto nos sumi-
. nistra la historia de México es la prueba más elocuente de estas aserciones.
Los incontables partidos que se formaron en nuestro país desde la consu-
mación de la independencia hasta los primeros lustros del siglo actual, aproxi-
madamente, no merecen, en general, el calificativo de verdaderos partidos
políticos. Un partido de esta índole, por su naturaleza orgánica y funcional,
es una asociación de ciudadanos que presenta diversas caracteristicas concu-
rrentes que la distinguen de un mero grupo político. Estas características se
manifiestan en los siguientes elementos: el humano, el ideo16gico, el progra-
mático y el de permanente, estructurados coordinadamente en una forma
jurídica.263 e
El elemento humano es el mismo grupo ciudadano cuyo número se debe
establecer normativamcntc atendiendo a la densidad demográfica para que
sea representativo de una importante corriente de opinión pública y no la
simple expresión del sentir y pensar de minorías ridiculas, más inclinadas
a la critica destructiva que a la labor constructiva.
El grupo ciudadano debe formarse en torno a principios ideológicos fun-
damentales en cuya postulación se contengan las bases para resolver los pro-

263e Estos elementos, según vimos. ya se contienen en el articulo 41 constitucional.


390 LAS GARANriAS INDIVIDUALES

blemas nacionales, para satisfacer las necesidades populares, para mejorar


las condiciones vitales del pueblo y para realizar sus aspiraciones.
Tales bases deben desarrollarse en reglas de actuación politica coordinadas
en un programa de gobierno adecuadamente planificado, en el que se-prevean
los medios para actualizar los principios ideológicos que proclame el partido
con vista a los distintos ámbitos donde sus finalidades deben conseguirse.
La realización de dicho programa de gobierno no debe contraerse a una
etapa o periodo politico determinado, sino asumir un carácter permanente,
pues los objetivos que debe perseguir un partido están vinculados con la vida
misma del pueblo cuyo bienestar se procura y no centrados en el solo propósito
de obtener el triunfo electoral de las personas que postule como candidatos.
Ahora bien, todas las anteriores características deben estar fijadas for-
malmente en una 'ley, de tal suerte que cualquier asociación de ciudadanos
que se constituya en ejercicio del derecho que otorga el articulo 9 de la Cons-
titución debe reunirlas para convertirse en un verdadero partido político, el
cual les dará el contenido que a su ideologia, programa y acci6n convenga,
pues lo único que la normaci6n jurídica debe establecer como requisito subs-
tancial, no formal, es el número mínimo de sus miembros componentes para
lograr con ello, y atendiendo a la densidad de poblaci6n, que su formación
responda a una respetable corriente de opini6n pública.
De las consideraciones que anteceden claramente se deduce la relaci6n
16gica, hermenéutica o sistemática que existe entre la libertad de asociaci6n
politica que preconiza el citado precepto constitucional y las exigencias legales
para la integraci6n de un partido politico nacional. En ejercicio de la men-
cionada libertad, los ciudadanos mexicanos pueden formar cualesquiera asocia-
ciones .de índole politica, cuya actuaci6n se circunscribirá a todos aquellos
asuntos que la legislaci6n secundaria no reserve a los aludidos partidos. Dichas
asociaciones pueden adquirir este carácter al satisfacer las condiciones que
señale la normaci6n jurídico-electoral, de donde se infiere que ésta no se opone,
sino complementa, la libertad especifica de que tratamos, con la finalidad de
lograr la estabilidad y permanencia de la vida democrática del país y que
no debe confundirse con la efervescencia anárquica que engendra la aparición
caótica de reducidos grupos politicos, auspiciados generalmente por meros
designios de agitaci6n.
El ejercicio de la libertad de asociaci6n origina, pues, la formaci6n de los
partidos politicos, cuya existencia y funcionamiento es una de las característi-
cas de la forma democrática de gobierno. Representan corrientes de opinión
de la ciudadanía sobre la problemática genera! de un pueblo y confrontan,
valorizan y censuran la conducta de los titulares de los órganos del Estado.
La vida democrática' no puede desarrollarse sin dichos partidos, los cuales,
cuando son "de oposici6n", representan un equilibrio entre Jos gobernantes
y los gobernados, o sea, fungen como controles del gobierno.
cARANTfAs DE LIBERTAD 391

Si se toma en cuenta que la elección de un funcionario obedece a la vo-


luntad mayoritaria del "pueblo político" o cuerpo electoral, los partidos
son las entidades al través de las que las minorías ciudadanas intervienen en la
cosa pública, y esta intervención, que se manifiesta de variadas maneras que
reconocen como fundamento la libertad dc expresión eidética, puede llegar
a ser un freno o contrapeso a la actividad gubernamental. Es más, los titu-
lares de los órganos estatales, al menos los primarios, surgen generalmente de un
partido político, cuyos principios, programas y normas de acci6n política,
social, económica y cultural ponen en práctica con motivo del desempeño de
las funciones públicas que el cargo respectivo les enccmienda. El partido
político, por ende, es el laboratorio donde se formulan las directrices de un
gobierno, cuyos funcionarios las desarrollan si, habiendo sido postulados por
él, obtienen la mayoría de sufragios. Sin los partidos políticos la vida demo-
crática estaría desorganizada y sujeta a la improvisación en la elección de los
referidos titulares. La postulaci6n de una persona como candidato a un puesto
de elecci6n popular es fruto de la selección que, entre sus miembros, haga un
partido, tomando en cuenta un conjunto de calidades que debe reunir para
ejercer atingentemente el cargo correspondiente. Desde el punto de vista
meramente electoral, el partido político es un ente de selección del candidato
y el pueblo político o ciudadanía, un cuerpo de elecci6n del funcionario. La
tarea selectiva que tiene a SU cargo un partido político debe obedecer, a su
vez, al proceso democrático "de abajo arriba", es decir, a la circunstancia
de que la voluntad mayoritaria de su membrecía intervenga en la selección,
ya que de otra manera, o sea, si dicha selección proviene de los "jefes" sin
que en ella participen todos los componentes de la citada entidad, se de-
genera en la oligarquía o en el autocratismo dentro del partido de que se trate.
Ahora bien, en una verdadera democracia debe haber pluralidad de par-
tidos políticos. El "partido único" es negativo de este sistema, pues coarta
o impide la libertad de asociaci6n política de los ciudadanos que no estén
afiliados a él. El partido único, en el fondo, es el "partido en el gobierno",
existiendo entre éste y aquél una identidad que evita el desarrollo democrático,
ya que no es posible la uniformización de la opini6n ciudadana. Si el gobierno
"piensa y actúa" como lo decide el partido del cual emana, se incide en la
demagogia política; y si el partido "piensa y actúa" como lo determina el go-
bierno, se entroniza la dictadura o la oligarquía, que tienen como trasfondo
el "culto a la personalidad" del llamado "jefe de Estado" o de los miembros
del grupo que detente el poder. Con toda razón Burdeau sostiene "que la
existencia de un partido único es inconcebible" porque "la libertad libe-
ral (sic) supone una posibilidad de escogitaci6n" y porque "la técnica guber-
namental es inseparable de la discusi6n" arguyendo más adelante que: "Sería
seguramente inexacto decir que la democracia gobernada (representativa)
es hostil a los partidos; los utilíza, por lo contrario, ampliamente para encua-
drar y canalizar la voluntad popular."
392 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

Por otra parte, y según hemos afirmado, es de suma importancia distinguir


un partido político propiamente dicho de una mera "asociación política". Es
indiscutible que un partido político es una asociación política en sentido lato;
pero no toda asociación política debe conceptuarse como partido político. La
asociación política, insistimos, es generalmente ocasional, de existencia efímera
o transitoria, sin tener una ideología definida ni un programa constructivo de
gobierno cuya realización propenda a solucionar los problemas nacionales. Se
forma acuciada por ideas de tipo personalísta de quien lanza una proclama,
del que provoca un motin o del que pregona un plan desconociendo a un
gobierno débihnente establecido. En cambio, un partido político, por su natu-
raleza orgánica y funcional, es una asociación de ciudadanos que presenta
diversas características concurrentes que la distinguen de un simple grupo
político. Estas características se manifiestan en los elementos que ya hemos
indicado: el humano, el ideológico, el programático y el de permanencia, es-
tructurados coordínalmente en una forma jurídica.
Dentro del orden constitucional mexicano, según se habrá observado,
pueden coexistir las asociaciones políticas, fundadas en el derecho públíco
subjetivo que declara el articulo 99 de la Ley Suprema y Fundamental de la
República, con los partidos políticos nacionales, organizados en los términos
de la legislación correspondiente al través de la integración de los diferentes
elementos que los caracterizan y que ya quedaron expuestos.
La compatibilidad entre la libertad de asociación política y la formación
de los partidos políticos nacionales ha quedado claramente establecida por
las reformas que en esta materia se introdujeron a la Constitución en el año
de 1977 y a las cuales hemos aludido someramente. Esa compatibilidad se
basa en la diferencia que existe entre una asociación política y un partido
político, tema éste que ya tratamos con antelación.
d) Breve referencia histórica de la libertad de reunión o asociación.
La libertad de asociación y de reunión, considerada como derecho subjetivo
público individual derivado de una relación jurídica entre gobernantes y go-
bernados, ha seguido en la historia la misma suerte que cupo a la libertad
genérica, esto es, la de haber sido, hasta antes de la Declaración Francesa, un
mero fenómeno fáctico sin consagración jurídica. El ejercicio de la libertad
de asociación y de reunión podía desenvolverse gracias a la tolerancia o con-
descendencia del poder público; pero éste no estaba obligado a respetarlo, a
abstenerse de invadirlo o vulnerarlo. Si en el decurso de la historia humana
descubrimos la existencia de asociaciones o sociedades culturales, comerciales,
políticas, etc., es precisamente porque la formación de tales entidades no era
impedida por los gobiernos, los cuales, por otra parte, tenían la potestad de
hacerlo, desde el momento en que no eran sujetos de ninguna obligación
pública, consistente en respetar, en no entorpecer, el ejercicio de la libertad
asociativa.
GARANTÍAS DE LIBERTAD 393

En la época medieval, y a principios de los tiempos modernos, encontra-


mos a las corporaciones como tipo de asociaciones fabriles y comerciales. La
existencia de estas agrupaciones podria hacer surgir la creencia de que éstas
constituyen la demostración de que, en tales etapas históricas, la libertad de
asociación era respetada por parte del Estado. Sin embargo, lejos de implicar
las corporaciones un índice demostrativo de un derecho subjetivo público
individual que no existía, dichos organismos se perfilaban como verdaderos
obstáculos al desempeño de esta facultad jurídica. En efecto, fuera de las
corporaciones, ninguna otra asociación industrial podía formarse, circunstancia
que por sí misma evidencia la negación del derecho de asociarse libremente.
Turgot, ministro de Luis XVI, quien observaba en dichas corporaciones una
rémora para el desenvolvimiento industrial y comercial de Francia, expidió
un decreto aboliéndolas, y más tarde, Chapelier hizo votar una ley que pro-
hibía la formación para el futuro de asociaciones profesionales, pues estimaba
erróneamente a éstas como un serio vaIladar al desempeño de la libertad de
trabajo, aberración de la que participó Vallarta en el Constituyente de 1857,
quien, por tal motivo, se opuso al otorgamiento de derechos a los trabajadores
para constituir sindicatos.
En cuanto a las libertades públicas, Inglaterra siempre se ha revelado
como una salvedad real al régimen opresor imperante en el resto de Europa,
circunstancia que también opera en relación con el derecho de asociación y
reunión, el cual se consagraba como tal por el common law desde tiempos
remotos, habiendo pasado a la Constitución americana, a la que se le incor-
poró mediante el artículo I de las adiciones a la misma.
En España existieron diversas ordenanzas reales que prohibieron el de-
recho de reunión y asociación desde finales del siglo XVI hasta las postrime-
nas del xvnr, sin que la Constitución de Cádiz de 1812, por su parte, con-
sagrara la respectiva libertad como potestad jurídica del gobernado.
La situación general que prevalecía en Europa respecto de la libertad en
todas sus específicas manifestaciones se reflejó en la vida colonial de México.
Por ende, la libertad de asociación no ostentaba el carácter de garantía indi-
vidual o, mejor dicho, de derecho público subjetivo individual enfrentable
al poder estatal, sino que se revelaba como un mero fenómeno fáctico, cuya
existencia y desarroIlo dependían de la tolerancia de las autoridades. Durante
la vida independiente de nuestro país, la libertad de reunión y asociación se
consagró expresamente hasta la Constituci6n Federal de 1857. En los orde-
namientos jurídico-políticos anteriores sólo se reconoció la libertad de reunión
para asuntos políticos. Así, en el artículo 2 del Acta de Reformas de 1847
se dispuso que es derecho de los ciudadanos reunirse para discutir los negocios
públicos, tal como lo había preconizado don Mariano Otero en su célebre
voto particular de abril de este año, prescripción que se reiteró en el artícu-
lo 10 del Estatuto Orgánico Provisional de la República Mexicana.
394 LAS GARANTÍAs INDIVIDUALES

F. Libertad de posesión y portaci6n de armas (artículo 10 constitucional)

a) El precepto original. Este precepto disponía: "Los habitantes de


10s Estados Unidos Mexicanos tienen libertad de poseer armas de cualquier
clase, para su seguridad y legitima defensa, hecha excepci6n de las expresa-
mente prohibidas por la ley y de las que la naci6n reserve para el uso ex-
clusivo del Ejército, de la Armada y Guardia Nacional, pero no podrán
portarlas en las poblaciones sin sujetarse a los reglamentos de policía.">"
Como se puede colegir de la anterior transcripci6n, tal disposici6n con-
tema dos garantias individuales distintas: la que concierne a la libertad de
posesi6n de armas y la que atañe a la libertad de portaci6n de" las mismas.
La posesi6n, para los efectos del articulo 10 constitucional, equivale, jurí-
dicamente hablando, a un poder de hecho que un individuo tiene sobre ciertos
objetos denominados "armas" (art. 790 del Código Civil). Este poder
de hecho es de carácter continuo, en el sentido de que opera independiente-
mente de que su titular tenga o no, en un momento dado, la tenencia, cap-
tación o aprehensión de la cosa. Asi, verbigracia, un individuo es poseedor
de un arma, aun cuando en determinadas ocasiones no la lleve consigo, pues
para conceptuarlo como tal, es suficiente que tenga potestad de conducirse
como dueño de ella, con la facultad de disposici6n que le incumbe. La pose-
si6n jurídica a que se refiere el articulo 790 del Código Civil, ejercida sobre
un objeto mueble, como es un arma, hace presumir en favor del poseedor de
ésta la propiedad de la misma, en atenci6n a lo que estatuye el artículo 798
del propio ordenamiento sustantivo civil.
La libertad de posesi6n de armas de cualquier clase para la seguridad y
legitima defensa de un sujeto, contenida en el original articulo 10 constitu-
cional a titulo de garantía individual, implicaba la obligaci6n para el Estado
y sus autoridades, consistente en respetar al poseedor de las mismas su pose-
sión, no despojándolo de dichos objetos. Esta libertad especifica tenia como
limitaci6n constitucional, consignada en vista de la indole material del objeto,
la de que el individuo no podia poseer aquellas armas que estuviesen destinadas
exclusivamente para uso del Ejército, de la Armada y de la Guardia Nacional
mediante una ley, esto es, por conducto de una disposición creadora, modi-
ficativa o extintiva de situaciones jurídicas abstractas e impersonales prove-
niente del órgano legislador. Por ende, si el uso de determinada arma no se
reservaba legalmente a cualquiera de dichos cuerpos sino que por un" acto
que no hubiese sido ley en el sentido material se acordaba, dicha limitaci6n
constitucional era inoperante y el individuo tenia el derecho público subjetivo
de poseer dicho objeto amparado por el articulo 10 constitucional.
264 El artículo correlativo de la Constituci6n de 1857. decía: "Todo hombre tiene dere-
cho de poseer y portar armas para su seguridad y legítima defensa. La ley señalará cuáles
son las prohibiciones y la pena en que incurren los que las portaren."
GARANTiAs DE LIBERTAD 395

La otra libertad específica que se consagraba en este precepto de la Ley


Fundamental es la que se refiere a la porlación de armas. Este acto implica
una tenencia concreta, circunstancial, de tales objetos. A diferencia de la
posesión, que es un fenómeno ocntinuo, la portacíón es un hecho disconti-
nuo, en el sentido de que 0010 tiene lugar cuando la persona capta, aprehende
una cosa y la retiene en su tenencia material o física. La portación de armas,
como libertad pública específica, no tenía limitación, como hecho en si
mismo considerado, cuando ocurría en lugares no urbanos o no poblados;
por el contrario, dicho acto, para que estuviese amparado por el artículo 10
constitucional, debía supeditarse a la condición de que se sujetara a los regla-
mentos de policia, en caso de que se realizara en poblaciones. Por ende, en
cada una dé éstas, las autoridades locales eran las que debían establecer
los requisitos, condiciones, etc., para la portación de armas, expidiendo
en cada caso la licencia correspondiente. Cuando un individuo portase una
arma sin la debida autorización gubernativa, se consideraba a éste como
autor de una [alta administrativa en caso de que tal objeto no se reputase
legalmente prohibido en cuanto a su uso. Por el contrario, si el arma que se
portaba era de las que ,prolúbe el C6digo Penal en su artículo 160, además
de haberse realizado dicha falta administrativa por la carencia de licencia
correspondiente, el infractor cometía el delito de portación de armas prohibi-
das, consignado en el indicado precepto de la ley substantiva penal.'"
b) El precepto vigente. En noviembre de 1967 se presentó una inicia-
tiva presidencial ante el Congreso de la Unión para modificar el artículo 10
constitucional en el sentido de federalizar el otorgamiento de autorizaciones
para portar armas, pretendiéndose que la legislación federal determinara los
casos, condiciones, requisitos y lugares en que la portación pudiera ejercerse

265 El artículo 162 del Código Penal, a cuyo tenor nos remitimos, consigna diferentes
figuras delictivas en relación con las armas prohibidas por el artículo 160 y con las armas
que no están prohibidas. En el primer caso, la tipificación delictiva a que se refieren las
fracciones 1 y III de dicho artículo 162, es perfectamente constitucional. Por el contrario.
los delitos específicos contemplados en las fracciones H, IV y V del mismo artículo 162,
estaban en abierta contraposición con el artículo 10 de la Constitución, en vista de que se
configuran por hechos que inciden dentro del derecho del gobernado que establecía el
mencionado precepto de la Ley Fundamental. Por esta razón) no era delito la venta de pis-
tolas o revólveres careciendo del permiso necesario, ni el acopio de armas sin el permiso
correspondiente, a pesar de que así Jo consideren las citadas fracciones I1, IV y V del
artículo 162 del Código Penal. Inclusive, la jurisprudencia de la Suprema Corte lo ha
sostenido así en la tesis 125 visible en el apéndice al tomo CXVIII del Semanario Judicial
de la Federación (22 de la Compilación 1917-1965~ y 24 del Apéndice 1975, Primera Sala),
tesis que, por interpretar el artículo 10 de la Constitución, era obligatoria para toda autori-
dad judicial federal o local. De ello se deriva la circunstancia de que, en acatamiento del
artículo 10 constitucional y de la citada tesis jurisprudencial, los jueces pusiesen en libertad
a las personas consignadas por el Ministerio Público en relación con la portación de armas
no prohibidas legalmente, en atención a la inconetitucionalidad de las fracciones 11, IV Y V
del artículo 162 del Código Penal, que no debla considerar como delito el ejercicio de un
derecho consignado expresamente en el precepto constitucional invocado.
396 LAS GARANTÍAS R{OnnDUALES

por los particulares. La exposición de motivos en que se apoya dicha iniciativa


y con cuyas consideraciones estamos de acuerdo, expresa lo siguiente:
"Las condiciones que prevalecían en el país durante el siglo pasado y
principios del actual, poco propicias para que las autoridades defendieran
eficazmente a los habitantes en contra del ataque violento a su vida o dere-
chos, determinó la necesidad de instituir como garantía individual la de poseer
y portar armas para la seguridad y legítima defensa que quedó consagrada
en el articulo 10 de las Constituciones Políticas de 1857 y 1917, respecti-
vamente.
"Es indiscutible que el valor tutelado por estos preceptos es el de la segu-
ridad personal y que, por consiguiente, la portación de armas sólo constituye
uno de tantos medios para lograrla, debiendo reconocerse que la tranquilidad
y la paz públicas son el fundamento mismo en que ha de apoyarse dicha
seguridad.
"La portación de armas debe quedar sujeta a las limitaciones que la paz
y la tranquilidad de los habitantes exijan y, en consecuencia, sólo se justifica
en aquellos casos y en los lugares en que las autoridades del país, no estén en
aptitud de otorgar a las personas una inmediata y eficaz protección.
_ "Las nuevas condiciones sociales y económicas creadas por los regímenes
revolucionarios, las modernas vías de comunicación, el funcionamiento de
cuerpos policíacos en todas las poblaciones de la República, así como el actual
nivel cultural de sus habitantes que trae consigo un mayor respeto a la vida
y a los derechos de los demás, han determinado que la inmoderada porta-
cién de armas, en lugar de favorecer la seguridad, resulte contraproducente
al propiciar la comisión de delitos, por la natural agresividad que se mani-
fiesta en los individuos armados.
"En la actualidad, en diversas regiones del país, se autoriza la portación
de armas, sin exigir del solicitante la satisfacción de condiciones mínimas
para garantia de la sociedad, lo que ha originado el fenómeno llamado 'pisto-
lerismo' que es necesario combatir en bien de la colectividad.
"La reforma del artículo 10 constitucional, es procedente a efecto de que
el Congreso de la Unión, mediante una ley acorde a las circunstancias impe-
rantes en el país, determine los casos, condiciones y lugares para los que
podrán otorgarse permisos de portación de armas, así como las autoridades
competentes para expedirlos.
"El otorgamiento de derechos a los individuos debe ser siempre correla-
tivo de las obligaciones que la mejor convivencia social requiera, ya que, en
última instancia, las normas jurídicas deben tender al establecimiento de me-
jores condiciones de vida para el hombre; de ahí que el permiso para portar
armas no debe en manera alguna implicar un peligro para la colectividad,
sino, por el contrario, crear circunstancias que propicien una mayor tran-
quilidad y una eficaz protección personal."
GARANTÍAs DE LIBERTAD 397

Mediante Decreto Congresional de 21 de octubre de 1971, publicado en el


Diario Ojicial de la Federación el día 22 siguiente, se declaró reformado
el artículo 10 de la Constitución, una vez que se observó el procedimiento
instituido en el artículo 135 de la Ley Fundamental, El texto vigente de aquel
precepto establece:
"Los habitantes de los Estados Unidos Mexicanos tienen derecho a poseer
armas en su domicilio, para su seguridad y legitima defensa, con excepción
de las prohibidas por la Ley Federal y de las reservadas para el uso exclu-
sivo del Ejército, Armada, Fuerza Aérea y Guardia Nacional. La Ley Federal
determinará los casos, condiciones, requisitos y lugares en que se podrá au-
torizar a los habitantes la portaci6n de armas;"
Como se ve, se redujo el derecho público subjetivo comprendido dentro
de la garantia consagrada en dicho precepto, a la posesión de armas, dis-
tintas de las que se prohiben por la "Ley Federal" y de las que se reservan
para el uso exclusivo de las corporaciones mencionadas. En 10 que atañe a la
portaci6n de armas, ésta dejó de tener el referido carácter juridico, toda vez
que el actual artículo 10 constitucional simplemente determina que tal acto
se podrá autorizar a los habitantes de la República.
La posesión de armas, para que sea un derecho público subjetivo de todo
gobernado, debe ejercerse en el domicilio de éste y tener por objeto su segu-
ridad y legítima defensa. El concepto de domicilio tiene varias acepciones y
estimamos que el significado en que lo emplea el citado precepto equivale
al mismo que el propio vocablo tiene en el artículo 16 constitucional que
comentarnos en el capitulo octavo de la presente obra y a cuyas considera-
ciones nos remitimos.
La posesión de armas en el domicilio de todo gobernado debe tener por
objeto, según se dijo, la seguridad y la legitima defensa de éste. Interpre-
tando por exclusión la disposición constitucional mencionada, se llega a la
conclusión de que la posesión de cualquier arma no prohibida que no pro-
penda al mencionado objeto, no es materia del derecho público subjetivo
correspondiente. La hipótesis respectiva se plantearía en el caso de que una
persona tuviese en su domicilio armas que por su propia naturaleza no fuesen
útiles para la seguridad y legitima defensa de su poseedor, sino que tuviesen
un mero valor histórico. Esta conclusión sería francamente absurda por
insensata; y aunque en los términos estrictos del artículo 10 constitucional
la posesión de un arma en el domicilio del gobernado que no persiga el
objeto indicado, rebase los limites del derecho público subjetivo derivado
de tal precepto, no por ello tal posesión deja de estar protegida constitucio-
nalmente, puesto que la tutelan las garantias instituidas en la primera parte
del artículo 16 de la Constitución Federal que en esta misma obra anali-
zamos. Consideramos que los legisladores que redactaron el texto actual del
referido artículo 10 incurrieron en la imperdonable ligereza de considerar
sólo Cama posesión jurídicamente protegida la ejercida sobre armas que el
398 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

gobernado tenga en su domicilio para su seguridad y legítima defensa, sin


haber extendido dicha protección al acto posesorio sobre tales objetos aunque
no se persiga la aludida finalidad.
Por otra parte, el mismo artículo 10, en su texto vigente, excluye de la
posesión constitucionalmente preservada a las armas "prohibidas" por la "Ley .
Federal", sin limitar el ámbito de dicha prohibitividad. En otras palabras, el
aludido precepto deja arbitrio irrestricto al legislador federal ordinario para
determinar las armas que con un criterio muy subjetivo, que puede rayar
en lo absurdo, estime prohibidas. De esta guisa, el actual artículo 10 consti-
tucional se traiciona a si mismo, colocando en riesgo evidente de nugato-
riedad al derecho posesorio que proclama, pues lo supedita a la legislación
federal ordinaria, cuyas normas podrían, inclusive, declarar prohibidas todas
las armas como objeto de posesión particular.
El mismo artículo 10 también excluye del derecho público subjetivo pose-
sorio sobre armas, a aquellas que se reserven "para el uso exclusivo del
Ejército, Armada, Fuerza Aérea y Guardia Nacional". No establece el propio
precepto que esa reserva se consigne legalmente, por lo que existe la posibili-
dad de que los jefes de dichas corporaciones o el Presidente de la República,
en meros decretos o acuerdos, señalen las armas materia de tal reserva, para
que a virtud de este señalamiento queden excluidas de la posesión juridica
particular, haciendo nugatorio el derecho subjetivo correspondiente.
Ya hemos afirmado que el artículo 10 constitucional vigente, contraria-
mente a lo que disponía el precepto original, no considera a la portacíón de
armas COmo derecho del gobernado, ya que ese acto lo sujeta al arbitrio de la
autoridad, sujeci6n que elimina todo derecho subjetivo, puesto que éste
no puede concebirse sin la obligación correlativa, la cual no la tienen los ér-
ganos del Estado en lo que a la referida portaci6n de armas concierne. Sin
embargo, si tal obligaci6n no surge directamente del artículo 10 constitucio-
nal, sí se consigna, en cambio, en la Ley Federal de Armas de Fuego y
Explosivos expedida el 30 de diciembre de 1971 y publicada en el Diario
Oficial de la Federación el II de enero de 1972. Así, en esta ley se obliga
a la Secretaría de la Defensa Nacional a expedir licencias particulares para la
portaci6n de armas, cuando el interesado satisfaga los requisitos que el mismo
ordenamiento consigna en los preceptos relativos, a cuyo texto nos remitimos."

266 La Ley Federal que acabamos de citar adolece de varios vicios de inconstítucionali-
dad que se traducen en violaciones a diferentes preceptos de la Ley Fundamental. Seña.
laremos algunos de esos vicios, sin que este señalamiento pretenda ser exhaustivo. Al
obligarse al poseedor de toda arma de fuego a manifestarla a la Secretaría de la Defensa
Nacional para que se inscriba en el registro respectivo, dicha ley se excede de los límites
normativos del artículo 10 constitucional [arta. 7 y 15) j al facultarse por el mismo orde-
namiento secundario a la mencionada Secretaría de Estado para determinar subjetivamente
qué annas "para tiro y cacería puedan poseerse" y en qué lugar o lugares, no sólo se vul-
nera el derecho posesorio instituido en el indicado precepto constitucional, sino que se
hace nugatorio, extendiéndose esta nugatoriedad hasta el extremo de que la posesión de
GARANTÍAS DE LIBERTAD 399

G. Libertad de tránsito (artículo 11 constitucional)

Esta libertad específica está consagrada en el artículo 11 constitucional,


que dice: "Todo hombre tiene derecho para entrar en la República, salir de
ella, viajar por su territorio y mudar de residencia, sin necesidad de' carta
de seguridad, pasaporte, salvoconducto u otros requisitos semejantes. El
ejercicio de este derecho estará subordinado a las facultades de la autoridad
judicial, en los casos de responsabilidad penal o civil, y a las de la auto-
ridad administrativa, por 10 que toca a las limitaciones que impongan las
leyes sobre emigraci6n, inmigraci6n y salubridad general de la República,
o sobre extranjeros perniciosos residentes en el país."
Como se ve, la libertad de tránsito, tal como está concebida en dicho pre-
cepto de la Ley Fundamental, comprende cuatro libertades especiales: la de
entrar al territorio de la República, la de salir del mismo, la de viajar dentro
del Estado mexicano y la de mudar de residencia o domicüio. El ejercicio de
estas libertades por parte del gobernado o titular de la garantía individual
de que se derivan, es absoluto, o mejor dicho, incondicional, en el sentido de
que para ello no se requiere carta de seguridad o salvoconducto (es decir, el
documento que se exige por una autoridad a alguna persona para que pueda
pasar de un lugar a otro sin reparo o peligro), pasaporte (o sea, el docu-
mento que se da en favor de un individuo y que sirve para identificarlo y
autorizarlo para penetrar a un sitio determinado) u otros requisitos seme-
jantes. En vista del contenido del derecho subjetivo público que emana de la
garantia individual que consagra el articulo 11 constitucional, y que está
constituido por la libertad de tránsito manifestada cn las supradichas cuatro
potestades o facultades, la obligaci6n que para las autoridades del Estado y
para este mismo se deriva de la indicada relaci6n jurídica, consiste en no
impedir, en no entorpecer la entrada y salida de una persona al y del terri-
torio nacional, el viaje dentro de éste o el cambio de su residencia y domi-
cilio, y en no exigir, además, ninguna condici6n o requisito.
Cabe advertir que la libertad de tránsito, que como garantía individual
instituye el precepto constitucional que comentamos, únicamente se refiere al
desplazamiento o movüizaci6n física del gobernado. Por ende, dicha libertad
no comprende la prestaci6n de ningún servicio (como el de transportes, ver-
bigracia, que está regido por la Ley de Vías Generales de Comunicaci6n
en el orden federal y por las leyes o reglamentos de tránsito en la esfera local)
ni excluye la potestad de las autoridades federales o locales, según el caso,

colecciones o museos de armas antiguas o modernas, se supedita al permiso que otorgue


tal secretaria (arts. 19 y 21).
Seria prolijo, como ya indicamos, exponer las violaciones que la referida Ley Federal
comete contra la Constituci6n de la República, absteniéndonos de patentizar otros vicios
de inconstitucionalidad, mismos que seguramente se plantearán en vía de amparo ante la
Justicia Federal al impugnar dicho ordenamiento en cada caso concreto.
400 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

para reglamentar los medios de locomocioa que la persona pueda utilizar para
su traslación dentro del territorio de la República. En efecto, la obligación
que a las autoridades impone el articulo 11 constitucional consiste en que no
impidan a ningún sujeto su desplazamiento o movilización personal dentro
del territorio nacional, pero no en dejarlo desplazarse o movilizar en cual-
quier medio de transporte. En otras palabras, la libertad de tránsito a que se
refiere dicho precepto sólo debe entenderse intuiiu personae, sin abarcar
la traslación en cualquier medio de locomoción, pudiendo las autoridades
federales o locales, conforme a las leyes o reglamentos respectivos, prohibir
que alguna persona se movilice en velúculos que no reúnan las condiciones que
estos ordenamientos establezcan.
El propio articulo 11 constitucional consigna las siguientes limitaciones
a la libertad de tránsito: en primer lugar, por lo que toca a las autoridades
judiciales, éstas están autorizadas por nuestra Constitución para prohibir a
una persona, verbigracia, que salga de determinado lugar o para condenar
a una persona a purgar una pena privativa de libertad dentro de cierto sitio
(pena impuesta como consecuencia de la perpetración de un delito: confi-
namiento, relegación, prisión, articulos 25 a 28 del Código Penal). En segundo
término, en cuanto a las autoridades administrativas, éstas pueden constitu-
cionalmente impedir a una persona que penetre al territorio nacional y se
radique en él, cuando no llene los requisitos que la Ley General de Pobla-
cián. exige, así como expulsar del país a extranjeros perniciosos de acuerdo
con el articulo 33 constitucional, o, por razones de salubridad, prohibir que
se entre, salga o permanezca en un sitio en el cual se localice un peligro
para la higiene pública, etc. Las facultades limitativas constitucionales con
que está investida la autoridad administrativa son ejercidas por el Presidente
de la República a través de la Secretaria de Gobernación, por lo que ve a las
cuestiones migratorias en general, y de la Secretaría de Salubridad y Asis-
tencia y del Consejo de Salubridad General, las cuales tienen la atribución
expresa, concedida por la Ley Fundamental, consistente en dictar las medidas
preventivas indispensables en caso de epidemias de carácter grave o peligro
de invasión de enfermedades exóticas en el país, así como en expedir dis-
posiciones generales relativas a cuestiones de salubridad pública (art. 73,
frac. XVI, incisos 2 y 3, de la Constitución).
La libertad de tránsito, en cuanto a su efectividad y ejercicio, dependió
siempre de las condiciones políticas de los Estados. Durante la Edad Media,
en que los principales países europeos estaban constituidos por el régimen
feudal, ninguna persona podía penetrar o salir de determinada círcunscrip-
ción territorial sin permiso otorgado por el gobernante. En la mayoría de
los casos se exigía el cumplimiento de este requisito, por lo que podemos
decir que en la época medieval la libertad de tránsito, que no era un derecho,
estaba considerablemente limitada como fenómeno fáctico, situación que
St\bsistió hasta la Revolución francesa. En Inglaterra, no obstante que el
oARANTfAS DE LIBERTAD 401

. comman laiu garantizaba al inglés la facultad de transitar libremente por


el país, no dejaba de haber casos en que los monarcas arbitrariamente retu-
vieran a un individuo en un lugar, como sucedi6 con Cromwell, a quien
Carlos I no dej6 salir de las islas británicas.
En el derecho colonial español se consignaron importantes limitaciones
a la libertad de tránsito respecto de los indios. En efecto, por disposiciones
reales de 4 de diciembre de 1852, 25 de septiembre de 1543 y 21 de sep-
tiembre de 1556 se ordenó que los indios no fuesen llevados a España,
imponiéndose penas pecuniarias de "cien mil maravedíes" al que violase
tales ordenanzas por traer o llevar naturales de las colonias a la metr6poli
con o sin el consentimiento de ellos; en la inteligencia de que si el incul-
pado "no tuviese bienes en qué ejecutar la pena pecuniaria referida", de-
berían dársele "cien azotes públicamente". Igualmente, en dichas disposi-
ciones se prohibía a los virreyes, presidentes, oidores, gobernadores y justicias
dar licencias para el traslado de indios a los reinos españoles peninsu-
lares, so pena de privaci6n de sus oficios. Además, por cédula real expedida
en Valladolid el 25 de noviembre de 1552 por el emperador don Carlos, se
mandó que se diese lo necesario a los indios que hubieren llegado a España
para que retomasen a sus lugares de origen. La citada cédula expresa en
su parte conducente lo que sigue: "Y Nos, teniendo lástima y compasión de
que anden pobres y mendigos (los indios), mandamos que todos los Indios,
e Indias, que hubiere, y vinieren a estos Reynos, y de su voluntad se qui-
siesen volver a sus naturalezas, pueden pasar libremente a ellas, y los Pre-
sidentes, y Jueces Oficiales de la Casa de Contratación de Sevilla les dén
licencia, y de penas de Cámara de la Casa se les dé, y pague lo necesario
para su flete, y matalotage, hasta volver a sus tierras, na constando quien
los traxo, porque en este caso ha de ser a su costa, de que tendrán particu-
lar cuidado los de nuestro Consejo de Indias."
Sin embargo, dentro del territorio de las Indias, los naturales podían
libremente desplazarse y cambiar de residencia, según se dispuso por el em-
perador don Carlos en cédula expedida en Valladolid el 3 de noviembre
de 1536, y la cual estableció que: "si constare que los Indios se han ido
a vivir de unos lugares a otros de su voluntad, no los impidan las Justicias,
ni Ministros, y déxenlos vivir, y morar allí, excepto donde por las Rcdiccio-
nes, que por nuestro mandato estuvieren hechas, se haya dispuesto lo contra-
rio, y no fueren perjudicados los Encomenderos." 2G1
A partir de la Declo.ración Francesa de 1789, podemos afirmar que im-
plícitamente se consideró la libertad de tránsito como derecho público sub-
jetivo individual, desde el momento en que se conceptuó como tal a la
libertad genérica, la cual, según dicho documento político, consiste en la fa-
cultad de hacer todo aquello que no dañe a otro.

207 Recopilaci6n de las Leyes de Indias, libro VI, título 1.


402 LAS GARANTiAS INDMDUALE~

En Méxica, tanto la Constiiucián Central de 1836, en su artículo 2,


fracción VI, como las Bases Orgánicas de 1843, en su artículo 9; fracción
XVI, consignaron expresamente la libertad de tránsito, en el sentido de que:
HA ningún mexicano se le podrá impedir la traslación de su persona y bíe-
nes a otro país, con tal que no deje descubierta en la República responsa-
bilidad de ningún género, y satisfaga por la extracción de sus intereses los
derechos que establecen las leyes." La Canstituci6n Federal de 1857, en su
artículo 11, consagraba dicha libertad en términos análogos a los estableci-
dos en el artículo correspondiente de nuestra Constitución vigente.

H. La libertad religiosa (articula 24 constitucional}

Una de las inquietudes más vehementes que desde los tiempos primiti-
vos ha experimentado el ser humano, consiste en el afán de explicarse el
origen de su propia vida y las causas determinantes del Universo. Y es que
el hombre, por SU misma índole racional, no se conforma con percibir sen-
sitivamente las cosas que lo circundan o los fenómenos que en su presencia
acaecen, sino que procura indagar la motivación de unas y de otros. Si de
manera diferente procediese, el individuo desvirtuarla su condición de ens
rationalis; si el conocimiento sensible constituyese el único medio del saber
humano, el hombre no habría rebasado los límites de la animalidad, lo que
equivale a decir que la actividad cultural en todas sus manifestaciones no
se habría registrado en el decurso de los siglos.
La cuestión fundamental que todo ser humano se ha planteado y que ha
tratado de solucionar de diferente manera a través de toda su evolución
hist6rica, se ha revelado en las siguientes interrogaciones: ¿Cuál es el ori-
gen de todo lo creado? ¿El destino del hombre se colma con su sola vida
terrenal o se proyecta más allá de su existencia en este mundo? La dilu-
cidación de estos importantlsimos y trascendentales problemas causales y
teleológicos ha motivado la forjación de múltiples doctrinas y escuelas fi-
losóficas y religiosas, y las cuales, en síntesis, pueden agruparse en dos co-
rrientes antagónicas, que respectivamente han aportado soluciones negativas
y positivas a dichos t6picos, a saber: el materialismo atea, que, al negar
a Dios, concibe a la Creación o Naturaleza producida por si misma, con
existencia per se, SÚl reconocer ninguna causa que la haya generado, y al
hombre sin ningún destino ultraterrenal, circunscrito a SU sola vida psico-
física en este mundo; y el tefsmo, que proclamando la existencia de un Ser
Supremo, necesario, inereado, eterno, sin principio ni fin, existente y subsis-
tente por sí mismo, como causa última, definitiva y primera de todo el Uni-
verso, incluyendo el propio ser humano, declara al hombre compuesto de
alma y cuerpo y, a través del primero de los elementos mencionados, dotado
de esencial supervivencia para cumplir su sino final en una vida ultraterrenal.
GARANrlAs DE LIBERTAD 403

Nó pretendemos en esta ocasi6n, por no corresponder al tema que abor-


damos, exponer los argumentos de carácter filosófico, sociológico y religioso
que de manera incontrovertible fundamentan la certeza del teísmo frente a
las posturas del pensamiento humano en que ha desembocado la corriente
opuesta, ni, por ende, formular la critica correlativa al materialismo ateo,
fuente de crisis, quebrantamiento y subversión de todos los valores humanos,
repudiado y desmentido por la humanidad entera desde los origenes de su
evolución histórica. Bástenos subrayar el hecho, para corroborar este último
aserto, de que el hombre nunca ha atribuido la producción de ningún fenó-
meno natural a la mera casualidad, al simple azar; lo aleatorio, coma factor
determinante de un acontecimiento o de un objeto, nunca ha complacido a
la inteligencia del ser humano; éste de ninguna manera ha aceptado la idea
de que todo lo creado se hubiese formado sin causa o sin razón, pues siem-
pre ha tratado de encontrar una motivación generatriz, la que, localizada
en un sinnúmero de causas eficientes constatadas por las ciencias positivas
naturales, inexorable y fatalmente culmina, en sus prístinos raigambres, en
una causa primera, origen y fuente de todo lo que existe, eterna, necesaria, e
inmutable, que es Dios.
El fenómeno religioso se ha revelado in genere como la actitud intelectiva
que el hombre ha asumido frente a las dos cuestiones fundamentales que cons-
tituyen la problemática toral que afronta su conciencia y que consisten pri-
mordialmente en atribuir la causaci6n de todo lo creado a un Ser Supremo
(Dios) yen considerar que el destino humano no se agota en la vida terrenal.
Por ello, toda religión implica un conjunto de creencias arraigadas en el es-
píritu del hombre en el sentido de que hay un solo Dios (religiones mono-
teístas) o varios dioses (religiones politeístas}, como entes causales de toda
la Creación, y respecto de los cuales el ser humano tiene obligaciones na-
turales que cumplir como criatura, a efecto de obtener en su favor la voluntad
divina y de preparar su destino supra-terrenal. En esta virtud, la religión no
sólo se traduce en profesi6n de creencias, sino en un conjunto de reglas que
determinan dichas obligaciones y norman su cumplimiento (culto),
Ahora bien, la creencia en Dios descansa y se alimenta con la fe, es decir,
con una vivencia espiritual por medio de la que se intuye al Ser Supremo
y se palpa su presencia en cada fenómeno de conciencia del hombre, como
factor determinante de la actuación humana. Pero independientemente de
la fe, la existencia de Dios puede constatarse por la raz6n l6gica mediante
argumentos de tipo filosófico, tales como, verbigracia, las irrefutables de-
mostraciones estrictamente siloglsticas formuladas por uno de los más egre-
gios pensadores de todos los tiempos, Santo Tomás de Aquino, fundadas en
los principios l6gicos y metafísicos del ilustre estagirita, Arist6teles. Además,
la existencia de Dios, sus atributos y mandamientos, se patentizan a través
de la Reuelacián, o sea, mediante documentos a los que se ha adscrito un
origen divino directo y que constituyen la base de las religiones contemporá-
LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

neas principales (Cristianismo, [udalsmo e Islamismo) y objeto de investiga-


ci6n y análisis de la teología.
Las breves apreciaciones que anteceden nos permiten determinar en qué
consiste la libertad religiosa. Ésta no es, en efecto, sino la potestad o facultad
que tiene todo hombre de experimentar una cierta vivencia espiritual por
medio de la que intuya y sienta a Dios (profesi6n de fe); de razonar lógica-
mente sobre su existencia; de interpretar los documentos en que se haya
traducido la revelaci6n divina (funci6n intelectual), y de asumir y cumplir
las obligaciones que haga derivar de los resultados o conclusiones a que lle-
gue a virtud de los procesos intuitivo e intelectivo mencionados (prácticas
culturales). Huelga decir, por otra parte, que la libertad religiosa comprende
no sólo dichas potestades o facultades que puede ejercitar el hombre dentro
de una postura teista, sino la posibilidad de colocarse en una posici6n ateísta.
Por ende, la intolerancia religiosa, proscriptora de dicha libertad, consiste en
la prohibici6n de abrazar una determinada fe distinta de la que se considere
como "la verdadera", de analizar racionalmente los postulados (dogmas) en
.que descanse una religi6n y de practicar un culto que no sea el de la per-
mitida.
Pues' bien, es inconcuso que la intolerancia religiosa se opone a la natu-
raleza humana, puesto que, al eliminar la potestad libertaria correlativa, obli-
ga al hombre a no actuar conforme a su fe, impidiéndole, al mismo tiempo,
la externaci6n de su pensamiento en cuestiones filos6ficas y teol6gicas tan
trascendentales, como son las concernientes a la existencia de Dios, a los
atributos divinos y á las obligaciones y deberes de la criatura para con Él, al
vedar la libre crítica de principios o postulados que se dan como supuestos
intangibles y la interpretaci6n de los documentos o hechos en que se haya
manifestado la Revelaci6n. En consecuencia, la libertad religiosa responde a
la indole consubstancial del Ser humano, y para coartarla no es razón vale-
dera la de que se considere a una determinada religi6n como la verdadera,
es decir, COmo la realmente instituida por Dios, como 10 es para nosotros la
cristiana, pues una fe religiosa no debe imponerse, so pena de que deje
de serlo para la persona a quien se imponga, sino infundirse a base de persua-
si6n y convencimiento, fen6menos éstos que abundan en la historia del cris-
tianismo vaticinándolo como la religi6n que, con el transcurso del tiempo, será
de profesi6n universal.

Estimamos pertinente invocar la concepción del ilustre Sim6n Bolívar sobre


la libertad religiosa, expresada en los siguientes términos: "En una Constitución
no debe prescribirse una profesión religiosa, porque según las mejores doctrinas
sobre leyes fundamentales, éstas son las garantías de los derechos políticos y
civiles, y como la religión no toca a ninguno de estos derechos, es de naturaleza
indefinible en el orden social y pertenece a la moral intelectual. La religión
gobierna al hombre en la casa, en el gabinete, dentro de sí mismo: Sólo ella
tiene el derecho de examinar su conciencia .íntirna. Las leyes, por el contrario,
miran la superficie de las cosas, no gobiernan sino fuera de la casa del ciuda-
GARANTfAs DE LmERTAD 40~

dano, Aplicando estas consideraciones, ¿podría un Estado regir la conciencia


de los súbditos, velar sobre el cumplimiento de las leyes religiosas y dar el
premio o el castigo cuando los tribunales están en el Cielo y cuando Dios
es el juez? La Inquisición solamente sería capaz de reemplazarlos en este mundo.
¿Volverá la Inquisición con sus teas incendiarias?
"La religión es la ley de la conciencia. Toda ley sobre ella la anula, porque
imponiendo la necesidad al deber, quita el mérito a la fe, que es la base de
la religión. Los preceptos y los dogmas sagrados son útiles, luminosos y de
evidencia metafísica. Todos debemos profesarlos, mas este deber es moral, no
político. Por otro lado, ¿cuáles son los derechos del hombre hacia la rcligión?
Estos están en el Cielo: Allá el tribunal recompensa el mérito y hace justicia
según el código que ha dictado el legislador. Siendo esto de jurisdicción divina,
me parece a primera vista sacrílego y profano mezclar nuestras ordenanzas con
los mandamientos del Señor." 261 bis

En nuestra Constitución vigente la libertad religiosa está consagrada como


garantía individual en su articulo 24, que establece: "Todo hombre es libre
para profesar la creencia religiosa que más le agrade y para practicar las
ceremonias, devociones o actos del culto respectivo, en los templos o en su
domicilio particular, siempre que no constituya un delito o falta penados por
la ley."
La libertad religiosa, según hemos dicho, comprende dos libertades pro-
piamente dichas: la de mera profesi6n de una fe o una religión como acto
ideológico de sustentación de determinados principios, ideas, etc., respecto de
Dios y de la conducta humana frente a tI, y la cultual, traducida en una
serie de prácticas externas que tienen como fin primordial la veneración di-
vina y el perfeccionamiento religioso-moral del individuo. La profesión reli-
giosa, Como simple conjunto de ideas, principios, etc., que una persona abriga
respecto de Dios en sus variados aspectos y manifestaciones, escapa al campo
del Derecho, en tanto que no se exteriorice en actos positivos y reales, puesto
que pertenece al terreno meramente subjetivo o inmanente del ser humano.
Por ello, la profesión religiosa, como concepci6n lisa y llana de ideas, postula-
dos, etc., no tiene limitaci6n alguna; es, por tanto, absoluta. En cambio,
cuando una ideologia religiosa se manifiesta exteriormente por diversos actos,
principalmente por los cultuales, éstos, constituyendo una actividad externa,
trascendente o social del individuo, caen bajo el imperio del Derecho. En vista
de ello, el articulo 24 constitucional se contrae a limitar ese aspecto ob-
jetivo de la libertad religiosa, que es precisamente el único susceptible de
regularse jurídicamente, pues el subjetivo, el que se revela como una mera
sustentación mental de ideas o. principios, es ajeno a la teleologia normativa
del Derecho.
El artículo 24 constitucional, además de declarar la libertad religiosa
como profesión de creencias (aspecto subjetivo o interno de la misma), con-

261 ete Cita inserta en la obra de Salom6n de la Selva intitulada "Ilustre Familia",
página CXXXIV.
lAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

sagra, como ya dijimos, la libertad cultual, en el sentido de poderse ésta


practicar en forma pública o de manera privada. El culto público es aquel
"acto al cual concurren o pueden concurrir, participan o pueden participar,
personas de toda clase, sin distinci6n alguna",'" según lo ha definido la
Suprema Corte, o aquella ceremonia de cualquier clase que sea, que se prac-
tique "fuera de la intimidad del hogar" (art. 10, último párrafo, de la
Ley Reglamentaria del articulo 130 constitucional). Por el contrario, culto
privado es aquel que está constituido por actos o ceremonias que se practican
dentro de una casa particular, y a los que s610 tienen acceso las personas
que autorice el dueño o poseedor de ésta.
Constituyendo la libertad religiosa, bajo sus dos aspectos, el contenido
de un derecho subjetivo público individual emanado de la garantia con-
signada en el artículo 24 de la Ley Fundamental, el Estado y sus autorida-
des tienen la obligaci6n, por una parte, de no imponer a ningún sujeto una
determinada idea ni inquirir a éste sobre su ideología religiosa, y por la
otra, de respetar o no entorpecer la práctica del culto correspondiente.
a) El aspecto objetivo, externo, de la libertad religiosa, a diferencia
del meramente subjetivo, está regulado y limitado por la Constitución.

J. Como primera limitaci6n constitucional a la libertad cultual exis-


te la consistente en que toda ceremonia es permitida, en tanto que su reali-
zación no constituya un delito. Por ende, todas aquellas prácticas religiosas
en las que tuvieren lugar actos privativos de la vida a ciertas personas (sa-
crificios humanos), verbigracia, están prohibidas por el artículo 24 cons-
titucional, y, en general, las que se desarrollen mediante actos que importen
una infracción penal.

2. Por lo que toca al culto público, la limitación constitucional consis-


te en que éste deberá celebrarse precisamente dentro de los templos (o sea,
dentro de los sitios destinados ex profeso para ello) y bajo la vigilancia de
la autoridad (art, 24 constitucional, segundo párrafo), en los términos
establecidos por el articulo 130 de la Ley Suprema y por la ley reglamen-
taria respectiva, la que en los párrafos segundo y tercero de su artículo 2
Corrobora las anteriores limitaciones constitucionales a la libertad cultual.
Por su parte, el párrafo décimo del articulo 130 constitucional dispone
que: "Para dedicar al culto nuevos locales destinados al público se necesita
permiso de la Secretaria de Gobernación, oyendo previamente al gobierno
del Estado. Debe haber en todo templo un encargado de él, responsable ante
la autoridad del cumplimiento de las leyes sobre disciplina religiosa, en
dicho templo, y de los objetos pertenecientes al culto." Otros actos <le vi-
gilancia autoritaria sobre el culto público están contenidos en el párrafo
undécimo del mencionado precepto constitucional, a cuyo tenor nos remi-
268 Semanario Judicial de la Federación, Quinta Época, tomo XXVII, pág. 819.
GARANriAS DE LmERTAD 407

timos, párrafo que corresponde a los artículos tu, 11, 12, 13 Y 14 de la Ley
Reglamentaria respectiva. Por su parte, la ley de junio de 1926, vigente
en la actualidad, de acuerdo con el artículo 3 transitorio del Código Penal,
establece los delitos y las penas sobre materia de cultos.
b) La libertad religiosa goza, por otra parte, de ciertas seguridades ju-.
rldicas constitucionales.
En primer lugar, la Ley Fundamental impone la prohibición termi-
nante al Poder Legislativo, en el sentido de que éste no podrá expedir ley
estableciendo o prohibiendo cualquier religi6n (art. 130, párrafo se-
gundo).
En segundo lugar, además, la regulación legal del culto público y dis-
ciplina externa sólo puede establecerse por los Poderes Federales, teniendo
únicamente las autoridades locales el carácter de auxiliares de éstos (art.
130, párrafo primero). Asimismo, "las legislaturas de los Estados única-
mente tienen facultad de determinar, según las necesidades locales, el nú-
mero máximo de ministros de los cultos." (1 dem, párrafo séptimo.)
A diferencia de otras libertades específicas, que durante varias épocas
históricas anteriores a la Revolución francesa se revelaron como un fenó-
meno fáctico, cuya idea misma dependía de la potestad pública, la libertad
religiosa ni siquiera existió como mero hecho; es más, la intolerancia en
materia de creencias era el principio que se entronizó durante varias etapas
de la historia, habiendo existido lo que denomina "religiones de Estado".
El régimen de intolerancia religiosa dio motivo a una multitud de con-
flictos armados, tales como la guerra de treinta años (1618 a 1648), así
como a actos verdaderamente inhumanos. La Inquisición, que tenia como
verdad aparente la "defensa de la fe", fue consecuencia de la imposici6n
religiosa. Ningún hombre era libre, salvo raras excepciones.t" para profesar
la creencia que juzgara más idónea y, mucho menos, para practicar actos
cultuales diversos de los oficiales autorizados. Aun la misma Inglaterra en
materia religiosa se ostentó francamente intolerante y, a pesar de que el
common law no conoció el delito de herejía, los tribunales eclesiásticos apli-
caban frecuentemente la pena de excomunión a las personas que no par-
ticipaban en la doctrina religiosa del Estado.
Este régimen negativo de la libertad religiosa subsistió hasta la Declara-
ción de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789, en cuyo articu-
lo X disporúa que ninguna persona podía ser molestada por sus opiniones,
aun de carácter religioso. No obstante, y principalmente en México, diversos
ordenamientos constitucionales conservaron el sistema de la "religión de Es-
tado", en contradicción abierta con la proclamación simultánea de otras
libertades públicas. Asi, desde la Constituci6n de Apatzingán hasta el Acta

269 En México, a raíz de la conquista, los indios gozaron de 'cierta tolerancia por parte
de los españoles para profesar sus propias creencias.
408 LAS GARANTÍAS INDMDUALES

de Reformas de 1847, se consideró a la religión cat6lica como oficial con


exclusión de cualquiera otra.
El artículo 15 del proyecto de la Constitución de 57 versaba sobre la
cuestión religiosa. La discusi6n de este precepto en el seno del Constituyente
de 1857 acusó una gran corriente de opiniones en contra de la tolerancia de
otros cultos que no fueran los cat6licos, so pretexto de que la profesión de di-
versas religiones rompería la unidad nacional. Después de fogosos discursos
pronunciados por los más destacados miembros del Congreso Constituyente,
tales como Lafragua, Castañeda, Mata, Zarco, etc., se declar6 sin votación el
artículo 15 del proyecto, habiéndose acordado, no obstante, que se discutirla
nuevamente tan pronto como la comisión lo presentara en otros términos, lo
que nunca aconteció."?
La consagración de la libertad religiosa, con las limitaciones concernien-
tes instituidas en el artículo 130 constitucional y su Ley Reglamentaría, fue
obra del Constituyente de 1917, el cual rompi6 con todos los antecedentes
legislativos que se registraron en nuestro país sobre ese particular. De esta
manera, la Constitución de 17 viene a contribuir normativamente para el
cabal desenvolvimiento de la personalidad humana al brindar al individuo
una libertad que antes le estaba vedada. Asimismo, al consignar varias
limitaciones al ejercicio del culto público, pretende poner un obstáculo a
los desmanes del clero en detrimento de la economía nacional principalmente,
pretensi6n que siempre abrigó el Constituyente de 17 al discutirse los artícu-
los 24 y 130 constitucionales (este último corresponde al 129 del proyecto
respectivo) .

:210 ZARCO, Congreso Constituyente, tomo 11, pág. 96. El artículo 15 del proyecto cons-
titucional afirmaba: "No se expedirá en la República ninguna ley, ni orden de auto-
ridad que prohíba o impida el ejercicio de ningún culto religioso; pero habiendo sido la
religión exclusiva del pueblo mexicano la católica, apostólica, romana, el Congreso de
la Unión cuidará, por medio de leyes justas y prudentes, de protegerla en cuanto no se
perjudiquen los intereses del pueblo, ni los derechos de la soberanía nacional." Este pre-
cepto se antoja incongruente y hasta contradictorio, pues por una parte, autorizaba la tole-
rancia religiosa, sin proclamar abiertamente la libertad de creencias y de culto, y por la
otra, tendia a preservar la religi6n católica, lo que en el fondo entrañaba una incipiente
prohibici6n de cualquiera otra religión. Según dijimos, el articulo 15 del proyecto desató
enconados y apasionados debates en el Congreso Constituyente (sesiones de 291 30 y 31
de julio y 1', 4 y 5 de agosto de 1856), sin que hubiere sido posible que se llegara a la
votación respectiva. Don Francisco Zarco, defensor del principio de libertad o tolerancia
religiosa, vaticiné que su consagración debía, con el tiempo, incorporarse a nuestro derecho
público; y asi sucedió, en efecto, pues en la ley de 4 de diciembre de 1860 y en las
adiciones y reformas de 25 de septiembre de 1873, se declaró definitivamente en México.
Es curioso observar, por tanto, que en una Constitución liberal que exaltó la digni-
dad y personalidad del hombre a través de todas sus manifestaciones individuales y socia.
les, como fue la de 1857, na se hubiera consignado la libertad religiosa, quizá por el temor
infundado de debilitar la unidad nacional que radica primordialmente en la unidad reli-
giosa del pueblo mexicano. La citada omisión, en que deliberadamente se hizo incurrir
a nuestra Ley Fundamental de 57, presenta a ésta, en lo que a la libertad de creencias
atañe, como un ordenamiento inferior a la Constitución yucateca de 1840, en la que por
primera vez en México, se reconoció dicha libertad (art. 74).
GARANTÍAS DE LIBERTAD 409

A propósito del primero de los preceptos mencionados, se desencaden6


en furibundos discursos la pasi6n jacobina de algunos diputados, no s610 en
contra del clero, sino de dos instituciones eclesiásticas, como son la confesión
auricular y el celibato de los sacerdotes católicos. En un voto particular el
constituyente Enrique Recio pugn6 porque en el artículo 24 constitucionai se
prohibiese tenninantemente dicha confesión, considerándola "inmoral', así como
porque se constriñese a los prelados a contraer matrimonio. Por reputarse
inefectiva tal pretendida prohibición e inconveniente dicha obligación, el ci-
tado voto particular no se incluyó en el texto del mencionado precepto ni en
el artículo 130 de la Constitución, la que, de haber acogido las pretensiones
del diputado Recio, hubiese quebrantado el principio de la separación entre
la Iglesia y el Estado al abordar dos cuestiones exclusivamente reservadas a
Jos cánones eclesiásticos, sobre todo la que concierne a la confesión auricular,
cuya justificación, desde un punto de vista estrictamente religioso (no políti-
co), puede o no establecerse mediante la recta y sana interpretación de los
Evangelios, tópico este último que nos abstenemos de tocar por no correspon-
der al tema de la presente obra.2 '11
Por otra parte, mediante Decreto congresional publicado el 28 de enero
de 1992 se modificó el artículo 24 constitucional para quedar en los siguien-
tes términos;
"Todo hombre es libre para profesar la creencia religiosa que más le agrade
y para practicar las ceremonias ,devociones o actos del culto respectivo, siempre
que no constituyan un delito o falta penados por la ley.
"El Congreso no puede dictar leyes que establezcan o prohíban religión
alguna.
"Los actos religiosos de culto público se celebrarán ordinariamente en los
templos. Los que extraordinariamente se celebren fuera de éstos se sujetarán
a la ley reglamentaria."

Debe advertirse que este nuevo texto no descarta los dos tipos de culto:
el privado y el público, a los cuales nos hemos referido con antelación. La
novedad importante que introduce estriba en la terminante y absoluta pro-
hibición de que el Congreso no puede dictar leyes que establezcan o prohi-
ban religión alguna, declaración enfática que garantiza, como derecho hu-
mano, la libertad de creencias y de culto. Además, prevé la posibilidad de
que el culto público se celebre extraordinariamente fuera de los templos,
según lo prescriba la ley reglamentaria correspondiente, eliminando así la
prohibición que el anterior artículo 24 contenía y quc ya hemos comentado
en párrafos anteriores.

l. Libertad de circulación de correspondencia (antes articulo 25


constitucional. Actualmente articulo 16 tercer párrafo) m '1,
271 Véase el Diario de los Debutes del Congreso Constituyente de 1916-17, pág. 743·
a 753 del tomo II. . . ,
271 bll! La incorporación del anterior artículo 25 constitucional al articulo 16 se
efectuó) previo el trámite formal previsto en el artículo .1,35 de !a Ley SuPren:ta,. por p.e-
creta de la Comisión Permanente del- Congreso de la Umon pubhcado en el Diario Oíicial:
de la Federación correspondiente al 3 de febrero de 1983.
410 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

Esta libertad está concebida por nuestra Constituci6n en los siguientes


términos: "La correspondencia que bajo cubierta circule por las estafetas
estará libre de todo registro, y su violaci6n será penada por la ley." Para
que la correspondencia de una persona esté exenta de todo registro o cen-
sura de parte de las autoridades, se requiere que circule por las estafetas,
es decir, por el correo ordinario, o sea, a virtud del servicio público de co-
rreo. De conformidad con esta garantía individual, toda autoridad tiene
la obligación negativa de no registrar, esto es, de no inspeccionar la corres-
pondencia de cualquier individuo y, por mayoría de raz6n, de no censu-
rarla o prohibir su circulación.
La disposici6n constitucional respectiva se encuentra corroborada por el ar-
ticulo 442 de la Ley de Vías Generales de Comunicaci6n, que es el ordena-
miento quc regula, entre otras, la materia de correos, y que derog6 al Código
Postal. Dicho precepto dispone: "La correspondencia que bajo cubierta
cerrada circule por correo, está libre de todo registro. La violaci6n de esta
garantía es un delito que se castigará de acuerdo con las penas que esta-
blecen esta ley y el Código Penal." La sanci6n que se impone cuando se
viola una cubierta cerrada la consigna el artículo 576 de la mencionada
ley, respecto de aquellas personas ajenas al servicio de correos, en los si-
guientes términos: "Se aplicará de un mes a un año de prisi6n, o multa
de cincuenta mil pesos, al que indebidamente abra, destruya o sustraiga
alguna pieza de correspondencia cerrada confiada al correo." En el caso
de que la violaci6n o apertura de una cubierta cerrada se cometa por un
empleado o funcionario de correos, la pena respectiva es más grave, con-
sistiendo en la privaci6n de la libertad de dos meses a dos años y destitu-
ci6n del cargo correspondiente (art.577).
Por violaci6n de correspondencia que circule por las estafetas, el Códi-
go Penal no consigna ningún delito, a pesar de que la Ley de Vías Gene-
rales de Comunicaci6n remite a dicho ordenamiento en el artículo 442 trans-
crito. En efecto, el articulo 175 del C6digo Penal dispone que en los hechos
que tipifica el articulo 173 como delictivos (apertura e interceptaci6n in-
debidas de una comunicación escrita que no esté dirigida a la persona que
las realiza) no está comprendida la correspondencia por correo ordinario.
La inviolabilidad de la correspondencia importa una seguridad jurídica
que ya se establecía en la antigua legislaci6n española, misma que fijaba
determinadas sanciones por interceptar una carta o pliego o por quebran-
tar o violentar cualquier efecto transportado por correo, habiéndose obli-
gado, inclusive, al "superintendente general de correos' a no abrir las car-
tas sino en los casos en que hubiere "alguna sospecha fundada". 212
21:2 "Así lo estableció, dice Montiel y Duarte, el rey D. Carlos IV en la ordenanza
del ramo, en el título 11 hasta el 21"; agregando que: "Las Cortes españolas declararon
en .15 de enero de 1811 que: 'deseando evitar los abusos que pueden resultar de la gene.
ralidad c~n 9':1.e_~ ha _~andado _!~ a..e..ertu~ ~~ _~~~J~..or el superintendente eeneral de
GARANTÍAS DE LIBERTAD 411

El artículo 9 del Proyecto de Constitución de 57 impedía el registro de


la "correspondencia privada y los demás papeles que circulaban por las
estafetas", pudiendo sólo detenerse su circulación "por grave interés de la
causa pública". Al discutirse esta última parte del precepto, se puso de ma-
nifiesto que a pretexto de salvaguardar los intereses públicos, las autori-
dades administrativas podrían hacer nugatoria la seguridad que representa
la inviolabilidad de la correspondencia, por lo que el artículo 25 de la
Constitución de 57 ya no consignó la referida limitación, así como tampoco
el artículo 25 de la Ley Fundamental vigente.

J. La libre concurrencia según el espíritu y texto


del artículo 28 constitucional
tal como este precepto se concibió por la asamblea Constituyente
de Querétaro
a) A nálisis del precepto. La libre concurrencia es un fenómeno eco-
nómico a virtud del cual todo individuo puede dedicarse a la misma ac-
tividad, perteneciente a un determinado ramo, que aquella a cuyo desem-
peño se entregan otras personas. La idea de libre concurrencia descarta
la del exclusivismo en una función económica, esto es, implica la prohibi-
ción de que una persona o un grupo de individuos determinados tengan
el privilegio o la prerrogativa de desplegar una cierta actividad, sin que
ésta sea susceptible de ejercitarse por otros sujetos.
En el terreno económico, la libre concurrencia es un hecho cuya realiza-
ción trae como consecuencia el estimulo, el afán de superación .y mejoramien-
to por parte de los individuos que compiten. Además, es bien conocido el fe-
nómeno de que, a virtud de la libre competencia, los precios bajan a la vez
que se intensifica la actividad económica nacional y particular.
La libre concurrencia es el efecto natural de la libertad de trabajo, pues-
to que ésta, estribando en la potestad que todo hombre tiene para dedicarse
a la ocupación lícita que más le agrade, coloca a todo sujeto en la situación
de poder desempeñar la misma función que otro u otros. Si se vedara la
libre concurrencia, en el sentido de prohibir a una persona que asuma una
actividad económica ejecutada por un grupo privilegiado, se haría nugatoria
la libertad de trabajo, debido a qjue se impediría que ésta se desplegara por
aquellas personas que no tuvieran prerrogativas exclusivistas.
El artículo 28 constitucional, al consignar la libre concurrencia como
derecho público subjetivo individual, derivado de la relación jurídica que
prevé y que existe entre el Estado y sus autoridades por un lado y los go-
bernados por el otro, no hace sino afirmar la libertad de trabajo. Por
ende, dicho precepto constitucional dispone que: "En los Estados Unidos
Mexicanos no habrá monopolios ni estancos de ninguna clase, ni exención
correos, decretaron que no se verifique dicha abertura eme ce aquenas cartas que haya
alguna fundada sospecha; haciéndose entonces por el admirador y oficiales que reúnan
la mayor confianza y sigilo con arreglo a lo prevenido en las ordenanzas de correos',"
(Estudio sobre Garantías Individuales. págs. 483 Y 484.)
412 LAS GARANTfAS INDIVIDUALES

de impuestos, ni prohibiciones a título de protección a la industria; excep-


tuándose únicamente los relativos a la acuñación de moneda, a los correos,
telégrafos y radiotelegrafía, a la emisión de billetes por medio de un solo
banco que controlará el Gobierno Federal, y a los privilegios que por de-
terminado tiempo se concedan a los autores y artistas para la reproducción
de sus obras, y a los que, para el uso exclusivo de sus inventos, se otorguen
a los inventores y perfeccionadores de alguna mejora."
1. Siendo la libre concurrencia un fenómeno social que se desarrolla
naturalmente merced al juego espontáneo de las fuerzas económicas, la Ley
Fundamental, para garantizarlo, no hizo sino establecer prohibiciones que
fungen como garantías constitucionales de dicha libertad respecto a todos
aquellos actos o situaciones que la impedirían o la entorpecerían, tal como
se colige de la anterior transcripción.
En primer lugar, el artículo 28 constitucional prohíbe la existencia de
monopolios o estancos. A virtud de la prohibición de los primeros, se vedan
la creación y el funcionamiento de entidades económicas (trusts, cartels),
que con exclusión de otra o de cualquier individuo, desempeñen una ac-
tividad económica, bien sea de producción, de consumo, etc., colocando a
todo sujeto en la posibilidad jurídica de dedicarse a cualquier ocupación,
circunstancia de la que surge la libre concurrencia como fenómeno natural. 273
Al impedir el artículo 28 constitucional, en segundo término, los estan-
cos de cualquier clase, elimina la prohibición de venta, compra, consumo,
circulación, etc., que pueda decretarse o que de hecho se establezca res-
pecto de cualquier mercancía, asegurándose de esta guisa su libre produc-
ción, comercio y consumo ..214
Otra medida constitucional para garantizar la libre concurrencia estri-
ba en la prohibición de exención de impuestos. Esta medida es una conse-
cuencia lógica que se deriva de la naturaleza jurídica de los impuestos.
Éstos son relevantemente generales, es decir, creados, modificados o suprimidos
por una ley en ~tido material, o sea, por un acto j ..':::idicoJ>roductor,
2f8 La Ley Orgánica del artículo 28 constitucional, de agosto de 1934. define los
monopolios de la siguiente manera en su artículo 3: "Para Jos efectos de la presente ley,
por monopolio se entiende toda concentración o acaparamiento industrial o comercial, y
toda situaci6n deliberadamente creada, que permite a una o varias personas determinadas
imponer los precios de los artículos o las cuotas de los servicios, con perjuicio del público
en general o de alguna cIase social." Además, dicho ordenamiento orgánico presume ;uris
tantum la existencia de monopolios en los siguientes casos: en toda concentración o aca-
paramiento de artículos de consumo necesario; en todo acuerdo o combinación de pro-r
ductores, industriales, comerciantes o empresarios de servicios, realizados sin autorización y'
regulación del Estado, que permita imponer los precios de los artículos o las cuotas de los
servicios; y, en toda situación comercial, industrial o de prestación de servicios creada
deliberadamente, que permita imponer los precios de los artículos o las cuotas de los ser-
vicios. {Art, 4'1 de dicha Ley Orgánica.) De dicha presunción [urís tantum se excluye a las
empresas de servicios públicos concesionadoa que funcionen conforme a las tarifas aproba-
das oficialmente y aquellas en que participe el Estado como accionista o asociado. (Art. 6'1)
2U La Ley Reglamentaria del artículo 28 constitucional considera como estanco "el
monopolio constituido en favor del Estado para procurar provecho al fisco". {Art. 2'1)
GARANTÍAs DE LmERTAD 413

modificativo o extintivo de situaciones de derecho abstractas e impresiona-


les. Por ende, un impuesto s6lo puede ser creado, modificado o suprimido
mediante una ley, tanto en el sentido material del concepto (expresado
en los términos ya expuestos), como en el formal, es decir, como acto
emanado de la actividad normal y fundamental del Poder Legislativo,
atento 10 dispuesto por la fracci6n VII del articulo 73 de la Constituci6n.
La exenci6n de impuestos de que se hiciera beneficiaria a una actividad
econ6mica o, mejor dicho, a los individuos o sociedades que la desplieguen,
vendría a pugnar con la índole misma del impuesto, ya que éste debe es-
tablecerse, modificarse o suprimirse no para un individuo o un grupo de
personas determinadas, sino p;;:"a todos aquellos sujetos físicos o morales
que en número indeterminado se encuentren en la situaci6n o hipótesis
jurídico-econ6mica prevista en la ley respectiva. Por otra parte, si se exi-
miese del pago de un impuesto a una persona o a un grupo de ellas nu-
méricamente determinadas, se colocaría a estos beneficiados en una posici6n
ventajosa, en la lid' econ6mica, respecto a sus competidores al evitarles a
aquéllos una erogaci6n que necesariamente tendrían que hacer éstos a vir-
tud del desempeño de su actividad. Con ello, a la vez que se menoscaba-
ría la libre concurrencia, se violaría el espíritu de igualdad que inspira a
un régimen constitucional como el nuestro.
La declaraci6n constitucional en el sentido de que en los Estados Uni-
dos Mexicanos no habrá prohibiciones a título de protecci6n a la industria,
involucra otra garantía a la libre concurrencia. En efecto, si no existiera
esa disposici6n constitucional, las autoridades, so pretexto de proteger una
determinada industria incipiente, podrían prohibir que otras actividades
econ6micas del mismo ramo se desarrollaran, mermando así la libre con-
currencia y violando la garantía de la libertad de trabajo consignada en
el artículo 5 de la Ley Fundamental.
Hemos afirmado que una garantía a la libre concurrencia que establece
la Constitución consiste en la prohibición de existencia y funcionamiento
de monopolios. Pues bien, esta prohibici6n tiene las siguientes excepciones:
las actividades relativas a la acuñaci6n de moneda, a los correos, telégrafos
y radiotelegraiía y a la emm6n de billetes de banco, están sustraídas de la es-
fera de actuaci6n econ6mica de los gobernados, según lo dispone el artícu-
lo 28 constitucional. Las mencionadas actividades, reguladas por leyes espe-
ciales (tales como la Ley Monetaria, la de Vías Generales de Comunicaci6n,
la Orgánica del Banco de México), son desarrolladas exclusivamente por
el Estado a través de los organismos autoritarios que corresponda (Secre-
taria de Hacienda, de Comunicaciones, etc.), constituyendo lo que se llama
monopolios estatales. Fuera de esas actividades excepcionales integrantes
de la monopolizaci6n del Estado, ninguna otra funci6n es susceptible de
constituir un monopolio desde el punto de vista constitucional. Por ende, el
414 LAS GARANTfAS INDMDUALES

Estado, única y exclusivamente en ejercicio de aquéllas, puede asumir el as-


pecto de monopolizador e impedir que cualquiera otra entidad o individuo
desempeñe las funciones que a él reserva la Ley Fundamental.
La exención de un impuesto, hemos dicho, es otra medida que la Cons-
titución toma para proteger la libre concurrencia. Pues bien, esta garantía
encuentra en el propio artículo 28 constitucional salvedades importantes.
De acuerdo con tal precepto, las autoridades pueden acordar, a título de
privilegio, verbigracia, la exención de impuestos por un tiempo determina-
do a los inventores o perfeccionadores de algún aparato o procedimiento
industrial, tal como sucede en la práctica, en la que el Ejecutivo suele
autorizar dicha exención a las actividades que sean totalmente nuevas o
necesarias para el fenómeno industrial del país, de conformidad con la legis-
lación secundaria respectiva.
Por otra parte, los privilegios que por determinado tiempo se conceden
a los autores y artistas, inventores y perfeccionadores, la Constitución los
instituye también como excepciones a la libre concurrencia. De acuerdo
con tales privilegios, consignados tanto en la Ley Federal Sobre el Derecho
de Autor, por lo que toca a la propiedad artística y literaria, como en la
Ley de Propiedad Industrial, por lo que a esta materia se refiere, constitu-
yen en realidad salvedades al principio general de la libre concurrencia,
debido a que imposibilitan o impiden a cualquier persona, que no sea el
autor, el artista, el inventor o el perfeccionador, realizar actividad alguna
en relación con las obras e inventos de que se trate, salvo los casos expre-
samente establecidos por los mencionados ordenamientos.

2. Además de las garantías antes citadas a la libre concurrencia, el


artículo 28 constitucional impone al Estado, por conducto de sus órganos
legislativos y no legislativos, la obligación de dictar y ejecutar disposiciones
y providencias tendientes a asegurar dicha libertad. Así, en el menciona-
do precepto de la Ley Fundamental se establece que "la ley castigará seve-
ramente y las autoridades perseguirán con eficacia: a) toda concentración
o acaparamiento en una o pocas manos de los artículos de consumo nece-
sario y que tenga por objeto obtener el alza de precios; b) todo acto o
procedimiento que evite o tienda a evitar la libre concurrencia en la pro-
ducción, industria o comercio, o servicios al público; e) todo acuerdo o
combinación, de cualquier manera que se haga, de productores, industria-
les, comerciantes y empresarios de transportes o de algún otro servicio, para
evitar la competencia entre sí y obligar a los consumidores a pagar precios
exagerados, y d) en general todo lo que constituya una ventaja exclusiva
indebida á favor de una o varias personas determinadas y con perjuicio
del público en general o de alguna clase social". El Código Penal, acatando
la .disposición constitucional que impone a las autoridades estatales la men-
cionada oblización zcnérica, traducida en los objetivos indicados. ha con-
GMV.NTÍAs DE LIDERTAD 415

ceptuado como delitos contra la economía pública en Su artículo 253 a


todo acaparamiento de artículos de primera necesidad o de consumo ne-
cesario con el objeto de obtener. un alza en los precios, su ocultaci6n, así
como la injustificada negativa para venderlos; todo acto o procedimiento
que dificulte o se proponga dificultar la libre concurrencia en la produc-
ci6n o en el comercio; la limitaci6n de la producci6n de un artículo de
consumo necesario, con el propósito de mantenerlo en elevado e injusto
precio; la exportación de artículos de primera necesidad sin permiso de la
autoridad competente, cuando éste sea necesario de acuerdo con la ley;
la venta de un artículo de primera necesidad con inmoderado lucro por
los productores, distribuidores, mayoristas o comerciantes en general; y todo
acto o procedimiento que de alguna manera viole las disposiciones del ar-
ticulo 28 constitucional.
A pesar de la obligaci6n que tienen las autoridades todas consistentes
en defender por leyes o actos concretos y diversos la libre concurrencia;
no obstante que el Código Penal considera como delito cualquier acto que
infrinja las disposiciones involucradas en el artículo 28 constitucional, lo
cierto es que en la realidad no han dejado de haber, por un lado, verda-
deros monopolios de hecho sobre algunos productos, y, por otro (lo que
es más grave), multitud de reglamentos administrativos que, al imponer
una serie de requisitos para el ejercicio de la actividad comercial o indus-
trial que regulan, hacen prácticamente nugatorias la libertad de trabajo
y la libre concurrencia. Afortunadamcnte, la actual Suprema Corte, al re-
solver varios juicios de amparo, ha considerado jurisprudenoialmente que
todas aquellas disposiciones gubernativas que fijan ciertas distancias indis-
pensables para el funcionamiento de los establecimientos comerciales del
mismo ramo, violan el principio de la libre concurrencia consignado en el
artículo 28 constitucional. Los fallos que nuestro máximo tribunal de jus-
ticia ha pronunciado en tal sentido y respecto del punto concreto indicado,
constituyen un índice alentador para la conservaci6n de la puridad de nues-
tra Ley Suprema."!

3. El artículo 28 constitucional, en su tercer párrafo, declara que: "No


constituyen monopolios las asociaciones de trabajadores, formadas para pro-
teger sus propios intereses." Esta declaraci6n nos parece superfIua, puesto
que evidentemente las agrupaciones de trabajadores, como organismos so-
ciales típicos, no constituyen ningún monopolio, tomando éste en su con-
cepto recto y estricto. En efecto, un monopolio implica la situaci6n en que
una persona o un grupo de personas se colocan para evitar que otros su-
jetos físicos o morales distintos de ellos desempeñen la actividad que se
2j5 Tesis 215 del Apéndice al tomo CXVIII del Semanario Judicial de la Federación.
Tesis 43 de la Compilación 1917~1965, y tesis 376 del Apindice 1975, Segunda Sala. (Tesis
360 del Apéndice 1985.)
416 LAS GARANTÍAS INDlVIDUALES

reservan, que acaparan. El fin de un monopolio consiste, pues, en el ejer-


cicio exclusivo y excluyente de una determinada función en beneficio de
un sujeto o de un grupo de sujetos determinados. Por el contrario, una
asociación profesional, bien sea de obreros o de patrones, no tiene ese fin,
esto es, no tiende a excluir a ninguna persona moral o física del desempeño
de ninguna actividad, sino que su objetivo esencial radica en defender o
proteger la situación económica y social de sus miembros mediante el me-
joramiento de sus condiciones.
El propio articulo 28 constitucional no reputa monopolios a "las aso-
ciaciones o sociedades cooperativas de productores para que, en defensa de
sus intereses o del interés general, vendan directamente en los mercados
extranjeros los productos nacionales o industriales que sean la principal fuen-
te de riqueza de la región en que se produzcan, y que no sean artículos
de primera necesidad, siempre que dichas asociaciones estén bajo la vigi-
lancia o amparo del Gobierno Federal o de los Estados, y previa autoriza-
ción que al efecto se obtenga de las legislaturas respectivas en cada caso".
La no conceptuación de dichos organismos como monopolios es también
evidente, si se atiende a la finalidad que persiguen y a las consecuencias
que se derivan de su funcionamiento y existencia. En efecto, las sociedades
cooperativas de producción tienen Como fin genérico y común la reparti-
ción equitativa y proporcional de los rendimientos y utilidades que su ejer-
cicio social produzca, eliminando la distinción entre patrones y trabajado-
res. El funcionamiento de una sociedad cooperativa no impide que cualquier
otra entidad moral o cualquier persona fisica se dedique a la misma ac-
tividad económica a la que dicho organismo jurídico se entrega; por tanto,
ni desde el punto de vista de la finalidad perseguida por las sociedades ca-
operativas, ni atendiendo a las consecuencias que su existencia y funciona-
miento engendran, puede afirmarse que constituyan un monopolio, ya que
el objeto y los efectos de éste son completamente diferentes de Jos que atañen
a las indicadas personas morales.

4. Por lo que concierne a su aspecto histórico, la libre concurrencia


ha experimentado una evolución paralela a la de la libertad de trabajo.
En vista de ello, sena superfluo reiterar lo que expusimos al hacer la refe-
rencia histórica a la segunda de dichas libertades especificas, por lo que
nos remitimos a las consideraciones que en aquella ocasión formulamos.
Debemos subrayar la circunstancia de que, no obstante que la libertad de
trabajo es el supuesto indispensable de la libre concurrencia Como fenómeno
económico, el desmedido y desenfrenado ejercicio de aquélla, a raíz de la
Revolución francesa, hizo en la realidad nugatoria a la segunda. Si bien
la libertad de trabajo estaba declarada en la ley como derecho del hombre
oponible a toda autoridad, en la práctica su desempeño dependía de con-
diciones reales de desigualdad en que los diversos grupos sociales y econ6-
GARANTfAS DE LIBERTAD 417

micos se encontraban. Todo hombre tenía la misma oportunidad juridica


de desempeñar cualquier trabajo que le acomodara; sin embargo, sólo los
poderosos, los detcntadores de los medios de producción, podían aprove-
charla. Si bien a principios del liberalismo e individualismo de hecho exis-
tió un régimen de libre concurrencia, merced a éste se fue eliminando de
la vida económica a los pequeños productores. La fábrica, que por su na-
turaleza misma de productividad gozaba de una situación favorable en los
mercados, fue aniquilando el taller. Desaparecidos los sistemas de pequeña
producci6n, se formaron los "trusts" o "cartels", que, si en un principio
tuvieron como cuna la libre concurrencia, acabaron por destruir a ésta, al
impedir que toda persona moral o física que no perteneciera a ellos, se
dedicase a la actividad que dsplegaban, Fue así como surgió el régimen
del absorbente capitalismo que colocó a los trabajadores asalariados, antes
pequeños productores, en deplorable condición económica. En síntesis, la
libre concurrencia, desarrollándose sin barrera alguna, sin previsión de al-
gunas de sus consecuencias necesarias, como los monopolios o la absorción
de los débiles por los fuertes, es un fenómeno que perjudica a la economía
nacional y particular. Por ello, estimamos del todo plausible las prohibí-
cioncs que para su forroación y funcionamiento establecieron las Consti-
tuciones de 57 y vigente en su respectivo artículo 28.

A manera de mera referencia de antecedentes debemos decir que en la No-


vlsima Recopilación de las Leyes de España se prohibieron "los conciertos, li-
gas y monopolios" entre personas para "no vender ni contratar aquellas cosas.
que son de su trato" sin que los recaudadores de las rentas reales les hicieran
reducciones en los impuestos (ley XII, título XII, que reprodujo la orden
de Felipe II dada el año de 1566); en la Constitución española de 1812 se pro-
hibió al rey "conceder privilegio exclusivo a persona o corporación alguna"
(art. 178, párrafo noveno); la Constitución Federal de 1824 otorgó al Con-
greso facultad para conceder "derechos exclusivos a los autores por sus res-
pectivas obras" {art. 50, frac. I); en las Bases Orgánicas de 1843 se estableció
como obligación del presidente "Conceder privilegios exclusivos conforme a
las leyes a los inventores, introductores o perfeccionadores de algún arte o in-
dustria útil a la nación" (art. 87, frac. XXVII).
b) Los servicios PÚblicos y el articulo 28 constitucional. Este pre-
cepto, según lo hemos afirmado, dispone que la ley castigará severamente
y las autoridades perseguirán con eficacia todo acto o procedimiento que
evite o tienda a evitar la libre concurrencia en los servicios al público. Se
presenta, pues, el problema de si la libre concurrencia debe operar jurí-
dicamente en los llamados servicios públicos, problema que, a su vez, plan-
tea otra cuestión presupuesta!, como es la consistente en determinar si es
lo mismo "servicio público" que "servicio al público".
Para dilucidar dichos tópicos es imprescindible que nos refiramos al con-
cepto o noción de "servicio público".
41B LAS GARANTfAS INDIVIDUALES

Doctrinariamente, la noción de "servicio público" ha suscitado diferen-


tes definiciones y conceptos entre los tratadistas de Derecho Administrativo.
Hay temías, como la de la escuela de Duguit, denominada realista, que
consideran como servicio público toda actividad del Estado cuyo, cumpli-
miento debe ser asegurado, reglado y controlado por los gobernantes.
[éze afirma que la administración, para satisfacer necesidades de carác-
ter general, emplea dos procedimientos: uno de derecho privado y otro de
derecho público. El primero es el que USan los particulares cuando dan sa-
tisfacción a las necesidades colectivas y el segundo, que expresa el servicio
público, se contiene en reglas jurfdicas especiales que tienen por objeto fa-
cilitar el funcionamiento regular y continuo de dicho servicio, dando lo
más rápida y completamente posible satisfacción a las necesidades de interés
general?"
Posada estima que el servicio público "contiene la nación más definida,
intensificada y dinámica del bien público, como cosa distinta del interés
particular, o como conjunto de necesidades públicas y en cuanto a la sa-
tisfacción de éstas se reputa función de la administración".'"
H auriou sostiene que el servicio público es "un servicio técnico prestado
al público de una manera regular y continua para la satisfacción de una
necesidad pública y por una organización pública".'"
Presutti asevera que el servicio público propiamente dicho es aquel que
desempeña un órgano del Estado directamente o por medio de concesiona-
rios, diverso del servicio que atienden los particulares para el uso de todos los
habitantes indistíntamente.?"
Bielsa señala como elemento del servicio público Su realizaci6n por la
administración pública directa o indirectamente .""
Vil/égas Basaoilbaso considera también como elemento del servicio pú-
blico su prestación directa o indirecta (mediante concesiones) por la ad-
ministración pública. "Este elemento, dice, excluye las actividades de los
particulares que satisfacen necesidades colectivas."'"
Paul Duez y Guy Debeyre asientan que: "Crear un servicio público es
decidir que la satisfacción de una necesidad renacida como de interés
general debe ser obtenida por el procedimiento de servicio público, que
implica la empresa administrativa de desempeñar al público las prestaciones
necesarias." 282
Fraga identifica los servicios públicos con las atribuciones del Estado,
al afirmar que: "El servicio público sólo habrá de referirse a formas espe-
ciales de org-anización para realizar una de las atribuciones del EstaÓXJ."·os
216 Les Príncipes Généraux du Droit Administratií, T. II, págs. 2 y siga.
2T'l Tratado de Derecho Administrativo, T. 1, págs. 268 y aigs.
218 Précís de Droit Administratif. pág. 44.
210 l stituzioni de Diritto Administrativo Italiano. T. 1, pág. 203.
280 Principios de Derecho Administrativo, págs. 42 y siga.
251 Derecho Administrativo, T. III, pág. 50.
282 Traité de Drois Administratíi, pág. 536.
283 Derecho Administrativo, Ed. 1934, pág. 15.
GARANTÍAs DE UBERTAD 419

De los diferentes conceptos que la doctrina ha elaborado sobre la noción


de "servicio público", se pueden deducir los siguientes elementos que in-
tegran su implicación o consistencia jurídica, a saber: a) La existencia de
una necesidad colectiva; b) Que esta necesidad se satisfaga, de manera
continua y regular, por la actividad del Estado, bien sea que éste la des-
empeñe directamente por conducto de sus órganos o bien indirectamente
a través de establecimientos públicos' creados por él (organismos descentra-
lizados, v. gr.), o de concesionarios particulares.
Tal como lo considera la doctrina, y entre ella la teoría de jeze sobre
todo, para la creación de un servicio público es menester una ley en senti-
do formal y material, que atribuya al Estado o a los órganos estatales la
facultad o la obligaci6n de desempeñarlo para la satisfacción de una ne-
cesidad social, previendo o no su concesibilidad. De esta guisa, por un acto
legislativo se segrega de la esfera de los .partículares la actividad que se
repute servicio público, adscribiéndola a la entidad estatal. De ello se in-
fiere que para estimar a una actividad como servicio público, se requiere
que su desempeño se impute legalmente al Estado, es decir, que éste realice,
directa o indirectamente (en este último caso mediante concesión) las pres-
taciones en que dicha actividad se traduzca. .
Por el contrario, cuando el desempeño de una actividad no correspon-
da normativamente al Estado, sino que sea susceptible de desplegarse por
los particulares, tal actividad no configura un servicio público propiamente
dicho, aunque tienda a satisfacer necesidades colectivas o a realizarse en
beneficio de la sociedad y de sus miembros componentes en número ilimi-
tado. En esta hip6tesis, se estaría en presencia de un caso de seruicio al
público, que es distinto del servicio público.
En nuestro régimen 'jurídico se diferencian con claridad el 8CfVlClO al
público o actividad de interés público, del servicio público estricto. Existe
un principio de derecho, erigido a la categoria de garantía constitucional
(art, 16), que enseña que los órganos estatales sólo pueden hacer lo que
la ley les autorice y que los particulares pueden desempeñar todo acto
que la ley no les prohíba. Por consiguiente, toda actividad que constitucional
o legalmente no. se atribuya por modo exclusivo al Estado, es susceptible
de realizarse por los gobernados, en ejercicio de la libertad de trabajo que
consagra el artículo 5 de nuestro Código Fundamental. Ahora bien, si esa
actividad se vincula con un interés social, el Estado debe regularla para
preservarlo, exigiendo determinados requisitos para autorizar. su desempeño.
De ahí que se distinga con nitidez la autorización, permiso o licencia para
una actividad, de la concesión para realizar un servicio público. En el pri-
mer caso, la actividad corresponde, por derecho propio y conforme a la
libertad de trabajo, al particular, estando su ejercicio condicionado al cum-
plimiento de ciertos requisitos que fija el Estado para que dicha actividad
no lesione los intereses sociales; en cambio, en el segundo caso, la acti-
4-20 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

vidad pertenece a la entidad estatal, pudiendo delegar su desempeño (con-


cesi6n) a los particulares.
En síntesis, hay servicio púhlico, cuando la actividad en que éste se
traduzca, se impute constitucional o legalmente al Estado para satisfacer
regular y continuamente una necesidad colectiva; por el contrario, no se
tratará de un servicio público, sino de un "servicio al público", en la hip6-
tesis de que la actividad respectiva no se atribuya por la Constituci6n o
por la ley al Estado, teniendo el derecho los particulares de realizarla en
ejercicio de la libertad de trabajo, cumpliendo los requisitos que al efecto
se señalen legal O rcglamentariamente.v"
De las consideraciones anteriormente expuestas, se llega a la conelusi6n
de que la prohibici6n de monopolios y, consiguientemente, la libre concu-
rrencia tratándose de servicios, 0010 son operantes en relaci6n con los lla-
mados "seroicios al. público", pero no en ]0 que 'respecta a los "seruicios
públicos" propiamente dichos. Éstos, como se desprende de las ideas an-
teriormente expuestas, son inherentes a la actividad del Estado, sin que los
particulares tengan, por sí mismos, y en su calidad de tales, la potestad
jurídica de desempeñarlos, lo que 0010 pueden hacer a través de un régi-
men de concesión.
c) Critica al precepto. El articulo 28 constitucional es uno de los
preceptos de nuestra Ley Fundamental que con más urgencia requiere una
reivindicaci6n filosófica y una revisi6n desde el punto de vista econ6mico y
social, pues su estricta observancia obstaculiza cualquier actividad guber-
nativa que en el orden legislativo y administrativo pudiera desplegarse para
prevenir o remediar los trastornos económicos que, como fenómenos natu-
rales, produce la libre concurrencia cuando se desarrolla irrestrictamente.
Dicho precepto no se justifica desde el ángulo fil0s6fico-jurídico en los térmi-
nos mismos en que está concebido; ni es id6neo, bajo el mismo aspecto, para
"constitucionalizar" -valga la expresi6n- o legitimar desde el punto de
vista constitucional la injerencia estatal en las actividades econ6micas de di-
ferente tipo que desplieguen los gobernados a prop6sito del ejercicio de la
citada libertad individual pública.
En efecto, la crítica -en el propio sentido del concepto-- que se en-
foque contra el articulo 28 constitucional plantea por modo lógicamente
previo la cuesti6n general que consiste en la dilucidaci6n del alcance o ex-
tensi6n normativos que debe tener todo precepto en que se consigne una
garantía individual frente a la persona humana, por una parte, y frente
a la sociedad o colectividad, por la otra. En otras palabras, siendo de la
esencia reguladora de la Constituci6n, como de cualquier ordenamiento,

2M El criterio de que una de las notas distintivas del servicio público es su prestación
por el Estado, ha sido acogido por la Suprema Corte, según se advierte de las ejecutorias
que aparecen publicadas en los tomos LXXXVI, pág. 2,090 Y LXXXIX, pág. 3,795, del
Semanario Judicial de la Federación, Quinta Época.
GARANTÍAS DE LmERTAD 421

normar las relaciones sociales, es decir, los múltiples y diversos vínculos que
se entablan dentro del seno de la convivencia humana, principalmente en-
tre dos de sus componentes primordiales, como son, el índividuo y la co-
lectividad misma, y existiendo la posibilidad, muy frecuente por cierto, de
que los intereses de ambos sean opuestos, ¿cómo debe la norma jurídica,
sín afectar substancialmente las respectivas esferas de dichas dos entidades
sociales, establecer entre ellas una ordenación adecuada que tienda a la
armonía o compatibilización de los expresados intereses? ¿Cómo debe con-
cebirse constitucionalmente una garantía individual para que el precepto
en que se instituya cumpla con el objetivo deontológieo de toda norma de
derecho?
Dando por supuesta la idea que comparten todos los espíritus dignos de
que el hombre es naturalmente libre, es decir, de que la libertad es un
elemento inseparable de la personalidad humana -lo cual demostramos
en otra ocasión_,2815 y tomando en consideración, por otra parte, la tesis
prolijamente aceptada desde Aristóteles hasta nuestros días, en el sentido
de que el individuo no vive aislado, sino en constante relación con sus se-
mejantes, con los cuales forma la sociedad, que a su vez tiene intereses
propios, diferentes y hasta opuestos a los de la persona en particular, surge
la importante cuestión que estriba cn determinar cómo debe el Derecho y
especialmente la Constitución, a través de sus-distintos preceptos, regular-
dichos dos órdenes de intereses, estableciendo entre ellos una verdadera ar-
monía y respeto recíproco, sin incidir en radicalismos peligrosos y exelu-
yentes que proclamen, como lo hacía la Ley Fundamental de 1857, al in-
dividuo como el fin de las instituciones sociales, o que exalten a la colectividad
como absorbente y aniquiladora de la persona humana.
Los problemas anteriormente apuntados los abordamos en la introduc-
ción de esta obra, permitiéndonos reproducir algunas consideraciones que
ya hemos expuesto.
Existen dos realidades sociales incontrovertibles: la potestad libertaria
de que cada sujeto es titular como factor indispensable para que consiga
su finalidad vital, y la necesaria restricción, impuesta normativamente por
el Derecho, como consecuencia de la ineludible regulación de las relaciones
sociales que cada miembro de la comunidad entabla con sus semejantes.
En otras palabras, esas dos realidades suscitan el fenómeno de afrontación
entre la autonomía de la persona humana, revelada en su capacidad de
forjar fines vitales y de escogitar los medios para su realización, y la hete-
ronomia o imperatividad del orden jurídico. En consecuencia, ¿cómo pue-
den coexistir la potestad libertaria del hombre y el Derecho, que en esen-
cia es nonnaci6n, es decir, limitación de la conducta humana?
La. causa final prístina del orden jurídico en una sociedad estriba en
regular las muy variadas relaciones que se entablen en el seno de la con-
2Sr, Véase la introducci6n.
422 LAS GARANTfAS INDIVIDUALES

vivencia humana. Estaregulaci6n se establece por modo imperativo, de (al


suerte que las normas de conducta que la constituyen rigen sobre o contra
la voluntad de los sujetos a los cuales se aplican. Sin embargo, desde un
punto de vista deontol6gico, la capacidad normativa del Derecho no es
absoluta, esto es, el orden jurídico no está exento de barreras infranquea-
bles al consignar las reglas de conducta humana que integran sus diversos
ámbitos de normaci6n, barreras que, pese a los jus-naturalistas, no son a
su vez juridicas, sino que se traducen en exigencias éticas o filosóficas que
hacen que el Derecho Positivo no sea el injustum jus de los romanos. Ahora
bien, la ley o la costumbre, y principalmente la primera, deben necesaria-
mente reconocer y respetar una esfera mínima de actividad individual, per-
mitiendo al sujeto el ejercicio de su potestad libertaria tendiente al logro
de sus fines vitales. Sin esta restricci6n ética al impulso jurídico de regula-
ci6n positiva, se eclipsaria totalmente la personalidad humana como entidad
auto-teleol6gica para convertirla en un simple medio al servicio del poder
legal ejercitado por los órganos de autoridad en quienes esté depositada la
facultad de elaborar las leyes. Si el Derecho, como punto conjunto norma-
tivo, no respetara la esfera minima de actuaci6n individual ha jo sus dis-
tintos aspectos, se entronizaría en la sociedad la autocracia más execrable
y el régimen más odioso de a-individualismo. En sintesis, el contenido de
la norma juridica fundamental debe radicar precisamente en la regulaci6n
de las relaciones entre los hombres, esto es, debe encauzar aquel aspecto de
su actividad que implique relaciones y juego de intereses reciprocas, bien
de particulares entre si, o entre éstos y los sociales, o viceversa. De esta guisa,
cualquier régimen estatal sería respetable y respetado, pues estaría basado
en la dignidad y en la libertad natural de la persona humana. Pero, además
de la entidad individual, existen en el seno de la convivencia humana
esferas de intereses que pudiéramos llamar colectivos, es decir, intereses que
no se contraen a una sola persona o a un número limitado de sujetos, sino
que conciernen a la sociedad en general o a una cierta mayoría social
cuantitativamente indeterminada. Frente al individuo, pues, se sitúa el gru-
po social; frente a los derechos de aquél, existen los derechos sociales. Estas
dos realidades, estos dos tipos de intereses aparentemente opuestos recla-
man, por ende, una compatibilizaci6n, la cual debe realizarse por el propio
orden jurídico de manera atingente para no incidir en extremismos peli-
grosos.
Esta tendencia deontol6gica del orden jurídico, que afortunadamente
se acoge por nuestra Constituci6n en diversos preceptos que instituyen sen-
das garantias individuales -y de los cuales debe excluirse el articulo 28
por las razones que más adelante expondremos--, se ha perfilado en la
evolución ideo16gico-politica de la humanidad. Asi, a titulo de reacción
contra el sistema absolutista, Que consideraba al monarca como el deposí-
GARANTiAS DE LIBERTAD 423

tario omnímodo de la: soberanía del Estado, los sociólogos y politicos del
siglo XVID, en Francia principalmente, tales como Voltaire, Rousseau, Di-
derot, etc., observando las iniquidades de la realidad, elaboraron doctrinas
que preconizaban la igualdad humana.. Como contestación a la insignifi-
cancia del individuo en un Estado absolutista, surgió la corriente jurídico-
filosófica del jusnaturalismo (aun cuando en épocas anteriores, desde el
mismo Aristóteles, a través de la filosofía escolástica y hasta los pensadores
del siglo XVII, ya se había hablado de un derecho natural) que proclamó
la existencia de derechos congénitos al hombre superiores a la sociedad.
Tales derechos deberían ser respetados por el orden jurídico, y es más,
deberían constituir el objeto esencial de las instituciones sociales, idea que
prohijaron entre nosotros los Constituyentes de 1856-1857. El jusnaturalis-
mo, por ende, exaltó a la persona humana hasta el grado de reputarla coma
entidad suprema en la sociedad, en aras de cuyos intereses debería sacri-
ficarse todo aquello que implicara una merma o menoscabo para los mis-
mos. De esta guisa, los diversos regimenes jurídicos que se inspiraron en
la famosa Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de
1789, eliminaron todo lo que pudiera obstruccionar la seguridad y eficacia
de los derechos naturales del individuo, forjando una estuctura normati-
va de las relaciones entre gobernantes y gobernados con un contenido emi-
nentemente individualista y liberal. Individualista, porque, como ya diji-
mos, consideraron al individuo como la base y fin esencial de la organiza-
ción estatal; y liberal, en virtud de que el Estado y sus autoridades deberían
asumir una conducta de abstención en las relaciones sociales, dejando a
los sujetos en .posibilidad de desarrollar libremente su actividad, la cual
sólo era susceptible de limitarse por el poder público cuando el libre juego
de los derechos de cada gobernado oríginara conflictos personales. Fiel a
la idea de no obstaculizar la actuación de cada miembro de la comunidad,
el liberal-individualismo proscribió todo fenómeno de asociación, de coali-
ción de gobernados para defender sus intereses comunes, pues se decía que
entre el Estado como suprema persona moral y política y el individuo, no
deberían existir entidades intermedias.
Como toda postura extremista y radical, el liberal-individualismo inci-
dió en errores tan ingentes, que provocaron una reacción ideológica ten-
diente a concebir la finalidad del Estado en un sentido claramente opuesto.
Los regímenes liberal-individualista proclamaron una igualdad teórica o
legal del individuo; asentaban que éste era' igual ante la ley, pero dejaron
de advertir que la desigualdad real era el fenómeno inveterado que patente-
mente se ostentaba dentro del ambiente social. No todos los hombres es-
taban colocados en una misma posición de hecho, habiéndose acentuado
el desequilibrio entre las capacidades reales de cada uno merced a la pro-
e1amación de la igualdad legal y del abstencionismo estatal. El Estado, obe-
deciendo al principio liberal clásico de laissez faire, laissez paser, tout va
424 LAS GARANTÍAS INDMDUALES

de lui-méme, dejaba que los hombres actuaran libremente, teniendo su


conducta ninguna o casi ninguna barrera jurídica; las únicas limitaciones
a la potestad libertaria individual eran de naturaleza eminentemente fác-
tica. De esta manera, era más libre el sujeto que gozaba de una posición
real privilegiada, y menos libre la persona que no disfrutaba de condiciones
de hecho que le permitieran realizar sus actividades conforme a sus inten-
ciones y deseos. Al abstenerse el Estado de acudir en auxilio y defensa de
los fácticamente débiles, consolidó la desigualdad social y permitió tácita-
mente que los poderosos aniquilaran a los que no estaban en situación de
combatir a éstos en las diversas relaciones sociales. Tratar igualmente a los
desiguales, que es la tendencia a la igualdad jacobina y, por tanto, falsa,
fue el gravísimo error en que incurri6 el liberal-individualismo como siste-
ma radical de estructuraci6n jurídica y social del Estado-.
Las consecuencias de hecho que de tal régimen se derivaron, fueron
aprovechadas para la proclamación de ideas colectivistas, al menos en el
terreno económico, manifestándose abiertamente opuestas a las teorías in-
dividualistas y liberales. El individuo, según el colectivismo, no es ni la única
ni mucho menos la suprema entidad social. Sobre los intereses del hombre
en particular existen intereses de grupo que deben prevalecer sobre los
primeros. En caso de oposición entre la esfera individual y el ámbito co-
lectivo, es preciso sacrificar al individuo, que no es, para las ideas colec-
tivistas, sino una parte del todo social cuya actividad debe realizarse en
beneficio de la sociedad. Como ésta persigue fines específicos, los objetivos
individuales deben ser medios para realizarlos, dejando de ser la persona
humana, por tal motivo, un auto-fin, para convertirse en un mero conducto
de consecuci6n de las finalidades sociales, variables según el tiempo y el
espacio y de hecho impuestas por gobiernos ocasionales. Al individuo, por
ende, le está prohibido. desplegar cualquier actividad que no sólo sea
opuesta, sino diferente, de aquella que se estima en el colectivismo como
idónea para lograr tales fines sociales específicos.
Las tesis extremistas que pretenden establecer ideas orientadoras de la
finalidad del Estado y del orden juridico, como el liberal-individualismo
y el colectivismo, basadas en una observación parcial de la realidad social,
necesariamente incuban una ideologia sintética a la manera hegeliana, que,
admitiendo y rechazando respectivamente los aciertos y errores radicales de
la tesis y de la antitesis, se integra con un contenido ecléctico que atin-
gentemente explica y fundamenta la posición de las entidades individuales
y de la social como elementos que deben coexistir y ser respetados recí-
procamente. En tal ideologia sintética estriba la deontología del orden ju-
rídico y, en especial, de los preceptos que consagran las garantías individuales,
las cuales, de esa guisa, se apartan de la tendencia liberal clásica, consistente
en concebirlas exclusivamente a través de los intereses puramente individua-
les. Ahora bien, ,cómo se revela dicha síntesis?
GARANTÍAs DE LIBERTAD 425

Es indiscutible que e! hombre está dotado de una capacidad natural para


procurar su felicidad, cuyo contenido se integra con fines vitales que él mismo
forja, seleccionando libremente, en consecuencia, los conductos que repute
id6neos para la consecuci6n de dichos objetivos. Siendo la libertad, bajo
tales auspicios, un factor consubstancial de la personalidad de! hombre, e!
orden jurídico debe reconocerla a través de sus múltiples derivaciones es-
pecíficas, garantizando una esfera mínima de acci6n en favor del goberna-
do individual. De esta manera, e! derecho, desde el punto de vista de su
deontología, significa la permisi6n, que su orden debe establecer, en el
sentido de tolerar al gobernado el desempeño de su potestad libertaria a
través de variadas manifestaciones especiales que se consideran como me-
dios indispensables para la obtenci6n de los fines vitales particulares: li-
bertad de trabajo, de expresi6n del pensamiento, de rcuni6n y asociaci6n,
de comercio, etc. De esta suerte, las diferentes potestades de la libertad in-
dividual natural, de simples fenómenos fácticos, se erigen, por el Derecho
Objetivo y en acatamiento de principios derivados de la naturaleza del ente
humano, en derechos públicos subjetivos.
Sin embargo, tal permisión no debe ser absoluta, ya que el Derecho,
como esencialmente normativo, al regular las relaciones sociales, forzosa-
mente limita la actividad de los sujetos de tales vínculos. Por ende, para
mantener la armonía dentro de la sociedad y evitar que ésta degenere en
caos, el orden jurídico debe prohibir que la desenfrenada libertad indivi-
dual origine conflictos entre los miembros del todo social y afecte valores
o intereses que correspondan a la colectividad, en la inteligencia de que tal
prohibición debe determinarse por e! Derecho, atendiendo a diversos fac-
tores que verdaderamente y de manera positiva la justifiquen. En conse-
cuencia, todo régimen jurídico, al consignar la pcnnisi6n de un mínimo
de actividad individual, correlativamente. tiene que establecer limites o res-
tricciones al ejercicio absoluto de ésta para mantener el orden dentro de la
sociedad y preservar los intereses de la misma o de un grupo social deter-
minado. En este sentido, pues, el orden jurídico debe propender a restringir
el desempeño ilimitado de la potestad libertaria del sujeto, siendo bajo esta
tesitura eminentemente prohibitiuo.
Pues bien, además de las esferas juridicas individuales existen ámbitos
sociales integrados por los intereses de la colectividad, por lo que el sujeto
no es ni debe ser el único y primordial pupilo del orden jurídico. El indi-
viduo debe desempeñar su actividad, no sólo enfocándola hacia el logro
de su felicidad personal, sino dirigiéndola al ejercicio de funciones sociales.
El hombre no debe ser la persona egoísta que exclusivamente vele por sus
propios intereses. Al miembro de la sociedad, como tal, se le impone el de-
ber de actuar en beneficio de la colectividad bajo determinados aspectos,
imposición que no debe rebasar, en detrimento del sujeto, ese mínimo de
potestad libertaria que sea el factor indispensable para la obtenci6n del
426 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

bienestar individual, Es inconcuso que el orden juridico ha salido ya de los


estrechos limites que le demarcaba el sistema liberal-individualista, y ello
se revela patentemente en el concepto y función de la propiedad privada, la
que ya no es un derecho absoluto bajo la idea romana, según la cual el
propietario estaba facultado para usar,· disfrutar y abusar de la cosa, sino
un elemento que debe emplear el dueño para desplegar una función social,
cuyo no ejercicio o indebido uso origina la intervención del Estado, tradu-
cida en diferentes actos de imposición de modalidades o, inclusive, en la
expropiación. Por tanto, bajo este otro aspecto, el orden juridico debe vá-
lidamente imponer al gobernado obligaciones que Duguit llama "indivi-
duales públicas", puesto que las contrae el sujeto en favor del Estado o de
la sociedad a que pertenece. Es evidente que la imposición de tales obliga-
ciones debe tener como límite ético el respeto de la esfera mínima de ac-
tividad del gobernado, a efecto de no imposibilitar a éste para realizar su
propia finalidad vital, pues si la tendencia impositiva estatal fuese irrestric-
ta, se rebajaria a la persona de la categoria de ente auto-teleológico y se
gestarían regímenes autocráticos que necesariamente generan la desgracia
de los pueblos, al hacer incidir a sus componentes individuales en la infe-
licidad.
Según aseveramos con antelación, la verdadera igualdad que debe es-
tablecer el Derecho se basa en el principio que enseña un tratamiento igual
para los iguales y desigual para los desiguales. El fracaso del liberal-indi-
vídualísmo clásico, tal como se concibió en la ideologia de la Revolución
francesa, obedeció a la circunstancia de que se pretendió instaurar una
igualdad teórica, desconociendo las desigualdades reales, lo que originó en
la práctica el desequilibrio social y económico que incrementó las ideas co-
lectivistas. Pues bien, como el establecimiento de una igualdad real es un
poco menos que imposible de lograr, la norma juridica debe facultar al
poder estatal para intervenir en las relaciones sociales, principalmente en
las de orden económico, a fin de proteger a la parte que esté colocada en una
situación de desvalimiento.
El desiderátum consistente en implantar la igualdad real en la sociedad
no debe ser otra cosa que uno de los fines del orden juridico estatal y una
de las metas de la actividad gubernamental. Para ello es menester que
dicho objetivo se consume simultáneamente Con los demás que hemos apun-
tado, de lo que se concluye que un régimen de derecho no debe fundarse
o inspirarse en una sola tendencia ideológica generalmente parcial y, por
ende, errónea, sino tener como ideario director todos aquellos postulados
o principios que se derivan de la observación exhaustiva de la realidad so-
cial y que tienden a exaltar, en una adecuada armonía, tanto a las entida-
des individuales como a los intereses y derechos colectivos.
Concretando las consideraciones que se acaban de exponer, podemos
afirmar las siguientes conclusiones que implican la deontología del orden
GARANTiAS DE UBERTAD 4-27

jurídico y, en especial, de los preceptos en que se consagran las llamadas


garantías individuales, a saber:
a) Frente al individuo, dicho orden debe reconocer o permitir las po-
testades naturales libertarias del sujeto en la medida indispensable para que
éste conserve su calidad de auto-fin, es decir, para que logre o pueda lo-
grar SUS fines vitales.
b) El orden jurídico debe prohibir o limitar la actividad individual en
aquellos aspectos que perjudiquen o dañen a la sociedad o a otros sujetos
de la comunidad.
c) Dicho orden debe imponer al gobernado dctenninadas obligaciones
cuyo cumplimiento redunde en beneficio social.
d) Frente a los. intereses colectivos el orden jurldico debe autorizar la
intervención del poder público en las relaciones sociales para preservar a
la comunidad o a los grupos desvalidos, con tendencia a procurar una igual-
dad real, al menos en la esfera económica.
Claro está que entre estas finalidades deontológicas del orden jurídico
debe imperar un justo equilibrio, de tal manera que no se menoscabe esen-
cialmente ninguna de las esferas reales cuya subsistencia y garantía se
pretenda. Cuando dicha justa armonia no se logra, el régimen del Estado
degenera en extremismos absurdos, pues si se desconocen los intereses co-
lectivos, si se considera, como lo hizo el liberal-individualismo, que el hom-
bre en 'particular es la base y el objeto de las instituciones sociales, se propicia
la--gcstaCión -de uña desigualdad portentosa; a la par que, por' el con-
trario, si se erige a la entidad social en el factótum de la teleología jurídica,
se desconocería al individuo su carácter de persona y se le colocarla en la
indigna e inhumana posición de célula incondicional de un organismo to-
dopoderoso.
Por otra parte, fijar hasta qué punto debe el orden jurídico limitar la
actividad y la esfera de los particulares y hacer prevalecer frente a éstos
los intereses y derechos sociales, es un problema muy complejo que no es
posible resolver a priori. Sólo nos es dable afirmar, no a guisa de contes-
tación, sino como mera orientación para posibles soluciones a tal cuestión,
que la demarcación de las fronteras entre los diferentes objetivos del orden
jurídico nunca debe rebasar una órbita mínima de subsistencia y desen-
volvimiento de la entidad individual y de la entidad social. Dicho de otra
manera, en el afán dc proteger auténticos intereses de la sociedad, bajo el
deseo de establecer en el seno de la misma una verdadera igualdad real
mediante un intervencionismo estatal en favor de los grupos humanos des-
validos, no se debe restringir a tal grado el ámbito de la actividad de la
persona individual que impida a ésta realizar sus propios objetivos vitales.
Ahora bien, como los intereses sociales, como las exigencias privativas de
cada Estado, como las deficiencias, vicios y errores que se deban corregir
en cada régimen históricamente dado para procurar el bienestar y el pro-
4-28 LAS GARATÍAS INDIVIDUALES

greso -de un pueblo, varían por razones temporales y espaciales, es evidente


que no puede aducirse un contenido universal o absoluto de las finalidades
específicas de! orden jurídico. Por ende, para fijar dicho contenido hay que
atender a una multitud de factores propios de cada nación, sobre todo a su
realidad social específica; pero respetando siempre, sin embargo, la órbita
mínima de desenvolvimiento libre de las entidades individuales y colectivas,
a efecto de no degenerar en extremismos que no conducen sino a la des-
gracia o infelicidad individual y social.
Como se advierte de la breve semblanza que acerca del artículo 28 de
la Ley Fundamental hemos hecho, su texto responde a la postura permi-
siva en que debe colocarse toda norma jurídica, principalmente la constitu-
cional, al reconocer en favor de todo gobernado, sea persona física o moral,
su potestad libertaria tendiente a concurrir, en la industria o en e! comer-
cio, con todos los sujetos que dentro de la sociedad desarrollen una misma
actividad económica. Pero, por otra parte, dicho precepto hace caso omiso
de los intereses auténticamente sociales que pudieren verse lesionados me-
diante e! ejercicio extremo, excesivo o desenfrenado de la libre concurren-
cia, ya que las garantías de seguridad jurídica que instituye, y a las cuales
hemos aludido, sólo propenden a preservar al illdividuo en particular en
e! desempeño de dicha libertad, al autorizar la remoción de lodos los obs-
táculos que pudieran impedirla o menoscabarla; y si en e! articulo 28
constitucional se emplea la locución "perjuicio del público en general o de
alguna clase social", es para indicar la tendencia de la legislación secun-
daria y de la actividad administrativa hacia la abolición de las "ventajas
exclusivas indebidas" a favor de una o varias personas que afecten, en de-
trimento de otras, la consabida libertad.
Para contestar a la pregunta de si el articulo 28 constitucional debe fa-
cultar al Estado para intervenir en e! libre juego de la concurrencia eco-
nómica, se debe responder previamente .a esta importante cuestión: ¿la
libre competencia, desarrollada ilimitadamente, es inocua :para lesionar a
la socíedad, o, por e! contrario, su ejercicio irrestricto puede causar daños
a los intereses sociales? De la solución que se brinde a este trascendental
problema dependen la conservación del articulo 28 de nuestra Constitución
en los términos en que actualmente está concebido o la reforma de su tex-
to; y si es suficiente considerar que el desempeño excesivo de cualquiera
libertad individual entraña una posibilidad de damnificación social, aun-
que los perjuicios inherentes no se causen por modo actual o positivo, debe
concluirse necesariamente que cualquier precepto constitucional, tomando
en cuenta dicha posibilidad, debe contener, al menos, la declaración de que
el ejercicio de una potestad libertaria por parte del gobernado sólo es per-
mitido y únicamente protegido por el Derecho, cuando no afecte el interés
social. Pues bien, dicha declaración no la involucra el artículo 28 consti-
tucional. La situación en Que este precepto coloca al Estado frente a la
GARANTÍAS DE LIBERTAD 429
libre concurrencia se traduce ---eso SÍ, con razón- en que éste sea un per·
seguidor y castigador de todo aquello que evite o merme dicha libertad,
sin otorgarle, en cambio, ninguna facultad para intervenir en el ejercicio
de la misma con miras a preservar a la sociedad, cuando su desempeño ex-
cesivo e ilimitado pueda producir trastornos en la economía pública. No es
lo mismo, por tanto, proteger el interés social mediante la tutela de la libre
concurrencia, que escudarlo contra el desarrollo desorbitado de ésta.
Rebasaría los límites de esta obra el tratamiento o estudio de los fenó-
menos económicos que trae aparejado el desempeño irrestricto de dicha li-
bertad; pero insistimos, si no se acepta la idea de que en todo caso, por
modo absoluto e inexcepcional, la libre concurrencia siempre sea benéfica,
o, al menos, no perjudicial, para los intereses auténticos de la sociedad, debe
concluirse que, admitiendo la posibilidad contraria, como ya se dijo, el
artículo 28 constitucional debe estar concebido en términos de previsi6n y
prevención y, en su caso, de remedio, para los males o trastornos que pu-
dieran ocasionarse por el hecho de permitir que todo individuo se dedique
a una misma actividad productiva, industrial o comercial, cuando las ne-
cesidades econ6micas que ésta tienda a satisfacer ya se encuentren colma-
das. Aun en épocas en que el liberal-individualismo enseñore6 a los regí-
menes políticos y jurídicos, no faltó quien, como el jesuita Mateo Liberatore, a
fines del siglo pasado, al referirse a las ventajas de la libre concurrencia,
manifestara que con éstas "se mezclan males gravisimos, los cuales excusan
la antipatía de muchos y dan motivo a pensar si, en vez de libertad sin
limitaciones, sea preferible para la buena economía política una libertad
templada por leyes que impidan sus perniciosos excesos y la dirijan al ver-
dadero fin del hombre", agregando que: "La libre concurrencia es sin
duda favorable a la profusa y rápida producci6n, pero no así a la equíta-
tiva distribuci6n. Sus defensores, procediendo de una manera abstracta, con-
sideran la riqueza por sí misma; pero olvidan al hombre a quien debe
servir la riqueza. Esa concurrencia libre tiende a acrecentar la fortuna del
rico, pero también a disminuir la suficiencia del pobre."'" Ahora bien,
concluirnos nosotros, como al Estado no le es dable intervenir en el juego
de la libre concurrencia para regular o equilibrar las exigencias de la eco-
nomía nacional con la capacidad productora de las distintas ramas de la
industria, principalmente, por vedárselo el artículo 28 constitucional, resul-
ta que todos los actos estatales, sean legislativos o administrativos, a través
de los cuales se pretenda obtener dicha regulaci6n o equilibrio, serian con-
trarios al texto mismo de la mencionada disposición, como acontece frecuen-
temente.
El ejercicio exagerado de la libre concurrencia puede provocar diversos
fen6menos económicos que seria preciso prevenir o remediar. Así, dicha Ii-
286 Principios de Economía Política, págs. 235 y 236.
430 LAS GARANTiAS INDIVIDUALES

bertad, al excluir con todo acierto los monopolios no estatales, tiene como
finalidad, según se dijo, colocar al gobernado en situaci6n de competir con
sus semejantes en cualquiera rama industrial o comercial, por lo que, con-
forme a ella, -a nadie puede vedarse que desempeñe una actividad econó-
mica que ya se esté realizando por otros sujetos. En tal virtud, puede
suceder que en un determinado sector de la economía haya excesivos co-
merciantes o industriales, circunstancia que, si bien es favorable en princi-
pio para los intereses del público consumidor al originar el abatimiento de
los precios de las mercaderías, a la larga generarla ciertas crisis de sobre
producción o sobrecomercio, las cuales, cuando afectan importantes secto-
res de la .economía nacional, redundarian indiscutiblemente en detrimento
de la sociedad, merced a la interdependencia que existe entre todos los fac-
tores económico-sociales, Por otra parte, la excesiva libre concurrencia pe>-
dria evitar que ciertos productos o materias primas se utilizaran en la fa-
bricaci6n de artículos que verdaderamente fuesen impulsores y vigorizadores
de nuestra economía, al suponerse fundamentalmente que' dichos productos
o materias primas sean empleadas en la elaboraci6n de mercancías que,
por SU propia naturaleza, no estén destinadas a la satisfacci6n de las nece-
sidades primarias del pueblo, como sucede, verbigracia, con los artículos
de lujo. Además, en el terreno crediticio, por ejemplo, la existencia excesi-
va de empresas afianzadoras podria provocar serios colapsos en perjuicio
del público que utilice los servicios de las mismas en una variada gama de
operaciones mercantiles. En efecto, conforme a la legislación sobre institu-
ciones de fianzas, para que una compañía opere en este ramo mercantil
se requiere la autorización que al respecto otorgue la Secretaria de Hacien-
da, previa la satisfacci6n, por parte de la sociedad peticionaria, de deter-
minados requisitos o condiciones, autorizaci6n que es concesible mediante
la facultad discrecional con que legalmente se inviste a dicha dependencia
federal. Podria darse el caso de que, contra la negativa a otorgar dicha
autorizaci6n, una o varias sociedades que pretendieran dedicarse a la expe-
dici6n de fianzas onerosas, acudieran a la vida de amparo alegando la
inconstitucionalidad del precepto de la ley correspondiente, por permitir
que la Secretaria de Hacienda discrecionalmente conceda o niegue la con-
sabida autorización con violación a la garantía de la libre concurrencia
consagrada en el artículo 28 de la Ley Fundamental, puesto que, a virtud
de la negativa que se combata, en realidad se estaria auspiciando un mo-
nopolio en favor de las instituciones afianzadoras ya existentes. Ahora bien,
aplicando estrictamente dicho precepto constitucional, se Ilegaria a la con-
clusión de que toda sociedad, cubriendo las condiciones señaladas en la ley
respectiva, debiera obtener la autorizaci6n para operar que pidiese a la Se-
cretaria mencionada; y de esta guisa, se podrian multiplicar indefinidamente
las empresas de fianzas, las cuales, para poder competir en el mercado co-
rrespondiente, tendrían que abatir las primas perceptibles con motivo de la
GARANTÍAs D~ UBERTAD 431

expedición de las pólizas de afianzamiento, mermando con ello sus ingresos


y, por ende, su solvencia y estabilidad económica, en las cuales descansa
primordialmente la solidez de sus operaciones frente al público, el cual, por
la causa ya anotada, se vena en riesgo de no poder obtener cabalmente el
cumplimiento de las obligaciones contraídas en tales documentos.
Debemos decir que no está en nuestro ánimo presentar, ni mucho me-
nos estudiar, todos los fenómenos económicos que, en detrimento de la so-
ciedad, pueda ocasionar un ejercicio ilimitado de la libre concurrencia, pues
nos basta para el logro del objetivo primordial del tema que abordamos,
consistente en patentizar la necesidad de una reforma al articulo 28 cons-
titucional, producir la convicción de que tal libertad, cuando carece de
barreras juridicas inspiradas en verdaderos móviles de beneficio colectivo,
puede causar serios daños a los intereses sociales. Por otra parte, ¿si toda
garantía individual tiene en sí misma sus propias limitaciones naturales
derivadas de los imperativos deontológicos del orden jurídico, según se ha
afirmado, en cuanto que quedan fuera del derecho público subjetivo corres-
pondiente aquellos actos del gobernado que afecten a la sociedad, como su-
cede, verbigracia, con la libertad de emisión del pensamiento, de trabajo, de
imprenta, etc., por qué no habrá de tenerlas, con análogos alcances, la libre
concurrencia?
En conclusión, con el objeto de que el articulo 28 constitucional cumpla
con la' exigencia deontológica de toda norma jurídica fundamental, en el
sentido de armonizar los intereses del particular con los intereses sociales,
dicho precepto debe ser materia de una importante adición, la cual, además
de consagrar en beneficio de todosy cada uno de los individuos la libre con-
currencia como derecho PÚblico subjetivo, declare que ésta podrá vedarse
cuando dañe a la sociedad. Ahora bien, en este último aspecto, el citado ar-
tículo 28 sólo debe ser facultativo o enunciativo, es decir, únicamente debe
'puntar la remisión a la legislación secundaria, que en este caso sería su
propia Ley Reglamentaria, para que en ésta se establezcan de manera limi-
tativa las situaciones objetivas en las cuales se considere, por modo general,
los casos en que el ejercicio abusivo o extremo de dicha libertad pueda
lesionar los verdaderos intereses sociales. Desde luego, al elaborar dicha legis-
lación, debe procederse con todo desinterés personal n de grupo, con patriotis-
mo y mesura, estudiando debidamente, con diligencia y detenimiento y
acudiendo al auxilio de la ciencia económica, principalmente, las situaciones
en que tal afectación pueda producirse, a fin de que, so pretexto de salva-
guardar a la sociedad contra los riesgos de una desorbitada libre concurrencia,
no se elimine o haga nugatoria esta libertad cuando sea ejercítable en sus
justos límites y adecuadas proporciones, ni se autoricen los funestos monopo-
lios encubridores de intereses mezquinos de que tanto ha padecido nuestro
sufrido pueblo. Es pertinente, por último, hacer hincapié en que la Ley Rezla-
432 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

mentaria del artículo 28 constitucional, que bajo dichos lineamientos generales


se elabore, no debe instituir en favor de las autoridades administrativas en-
cargadas de su aplicación, la mal entidad "facultad discrecional", rayana
en la arbitrariedad, cuando, por virtud de ella, el órgano del Estado a quien se
confiera pueda emitir su juicio contrariamente a elementos objetivos, o sea,
cuando haciendo caso omiso de éstos, dicha facultad no consista, como debiera
ser, en un régimen de derecho, en su apreciación subjetiva, prudente y lógica.
En resumen, y como corolario de las consideraciones que se acaban de ex-
.poner, estimamos que el texto del articulo 28 constitucional, conservan-
do sus propios términos, debe ser adicionado con la siguiente declaración:
"Toda persona puede concurrir libremente en la producción, industria o
comercio. El ejercicio de esta libertad sólo podrá vedarse, por las autoridades
que corresponda, cuando lesione el interés de la sociedad, en los términos que
marque la Ley Reglamentaria de este precepto." 286'"

IV. BREVES CONSIDERACIONES SOBRE EL ARTÍCULO TERCERO CONSTITUCIONAL

a) Somera referencia histórica. La educación pública en México ha


oscilado entre un régimen de libertad y un sistema de control estatal. Dentro
de la organización política y social de los aztecas existían dos instituciones
educativas, el Tepuchcali y el Calmecac; en las que respectivamente se impar-
tía enseñanza a los jóvenes pertenecientes a la clase media y a los mancebos
de la clase acomodada de la sociedad. Dichas instituciones, cuya estructura,
funcionamiento, métodos y formas educacionales no nos incumbe tratar') 287
estaban bajo la autoridad del Estado y a ellas tenían la obligación de ingresar
los varones que hubiesen rebasado la niñez y la adolescencia. Fácilmente se
comprende que en el régimen azteca la educación oficial era de tipo clasista,
ya que, como afirma Octavio A. H ernández, "La clase del pueblo, compuesta
de los llamados matzehuales, tenía que permanecer en la ignorancia, pues el
Estado) si puede llamarse así a la organización politica azteca, les negaba
las luces de la ilustración." zas
Durante la época colonial la educación estaba en manos de la Iglesia y del
Estado y tenía un contenido esencialmente religioso que proscribía toda liber-
tad de enseñanza. El control eclesiástico y civil se ejercía sobre los libros de
texto, los mentores y la didáctica en general y su principal finalidad consistía
2816 biB El artículo 28 constitucional que hemos analizado y comentado fue sustituido
por otro precepto substancialmente diferente. aunque con el mismo numeral, que estudiamos
en el Capítulo Décimo de esta obra, denominado "La Rectoría Económica del Estado",
2g7 Entre otros historiadores, don Alfredo Cbauera trata con minuciosidad el sistema
de enseñanza que se recibía en ambos planteles, las materias que en ellos se impartían, el
método, educativo que empleaban y demás modalidades que caracterizaron la educación
del joven azteca. (Véase México a Través de los Siglos, tomo l.)
288 La. Constituci6n de los Estados Unidos Mexicanos. tomo JI. oá2'. 27.

,
GA~S DE LIBERTAD 433

en la defensa de las doctrinas católicas que eran la base de la unidad polí-


tica de! Estado español.'"
En la Constitución de Cádiz (arts, 131 y 132) se pretendió planificar
la educación pública, sin reconocerse la libertad de enseñanza. La Carta de
Cádiz "estableció la obligación de crear e! número competente de colegios
y de universidades que se creyeren convenientes para la enseñanza de todas
las ciencias, de la literatura y de las bellas artes, sobre la base de una perfecta
uniformidad en todo el país y bajo la dirección de una junta compuesta de
personas nombradas por e! gobierno, a quienes se sometía la inspección de la
enseñanza pública.v?
Bajo la Constitución Federal de 1824, entre las facultades del Congreso
General figuraba la consistente en promover la ilustración mediante el esta-
blecimiento de colegios de marina, artillería e ingenieros, de institutos en que
se enseñaran las ciencias naturales y exactas, las políticas y morales, así como
las "nobles artes y lenguas", sin perjudicar, mediante todo ello, "la libertad
que tienen las legislaturas para el arreglo de la educación pública en sus
respectivos Estados" (art. 50, frac. I). Montiel y Duarte sostiene que
"desde el año de 1824 se abrieron establecimientos de instrucción pública,
bajo la dirección de franceses y francesas, que han contribuido poderosamente
a afrancesar nuestros hombres y literatura't.?"
Por Decreto de 21 de octubre de 1833 se suprimió la Universidad de Mé-
xico, creándose una Dirección General de Instrucción Pública para e! Distri-
to y Territorios de la Federación compuesta por el Vicepresidente de la Repú-
blica y seis directores nombrados por e! gobierno, habiéndose dispuesto que
tendría a su cargo "todos los establecimientos públicos de enseñanza, los depó-
sitos de los monumentos de arte; antigüedades e historia natural, los fondos
públicos consignados a la enseñanza, y todo lo perteneciente a la instruc-
ción pública pagada por el gobierno" (art. 3). Quedaba a cargo de dicha
dirección, además, designar "los libros elementales de enseñanza, proporcio-
nando ejemplares de ellos por todos los medios que estimara conducentes"
(art. 10) . En cumplimiento de! citado decreto se ordenó el estableci-
miento de una escuela normal y de enseñanza primaria para mujeres y para
niños y niñas, en cuyos planteles se debía enseñar a "leer, escribir y contar,
e! catecismo religioso y el politico".'" Respecto de esta reforma educativa,
don Valentln Gémez Farias, en e! informe que rindió al Congreso e! 31 de
diciembre de 1833, afirmaba: "Con la autorización concedida al gobierno
para la reforma fundamental de la instrucción pública, se ha dado a este
289 La religiosidad de la enseñanza abarcó hasta la universitaria. Así, antes de reci-
bir un grado universitario el interesado debía hacer profesión de la Santa Fe Católica
"que predica y enseña la Santa Madre Iglesia de Roma" (ley XIV, título XXII del libro I
de la Recopilación de Indias).
290 Isidro Montiel y Duarte. Estudio Sobre las Garantías Indiuíduoles, pág. 159, edi-
ción 1873. .
291 Op. cít., pág. 162.

2'9'2 Decreto de 26 de octubre de 1833.


434 LAS GARANTÍAS INDMnUALES

objeto de primera importancia el impulso que demandan las exigencias y


luces de nuestro siglo. Los establecimientos de enseñanza están ya abiertos,
y puesto en ejecución el plan de la Dirección General encaminado más bien a
generalizar entre el pueblo los conocimientos que necesite, según las diversas
profesiones y oficios a que se dedique, que a ostentar un vano aparato de
ilustración, incompatible con el estado de la sociedad naciente" ...•
Al reasumir Santa Auna la Presidencia, se suprimió el incipiente sistema
educativo implantado por G6mez Farlas, aboliéndose los planteles recién ins-
talados para restablecerse "al estado en que se haIlaban antes de la altera-
ción" que los decretos reformativos provocaron y volviendo a funcionar los
colegios de San Ildefonso, San Juan de Letrán, San Gregario y el Seminario
de Minería, En el bando de 2 de agosto de 1834 que ordenó dicho restable-
cimiento se adujo que: "La experiencia del tiempo que ha transcurrido, la
clase de autores que se han elegido para enseñar algunas facultades, y que
en la misma Europa, donde la civilización es casi general, se habían visto
con escándalo y como los maestros menos a propósito para instruir a la ju-
ventud, el poco o ningún adelanto que se observa en los alumnos de Jos
respectivos colegios, aún, sin embargo, de que en algunos de ellos hay direc-
tores y catedráticos de ilustración y probidad, y sobre todo el descontento
general en que han caído los nuevos establecimientos, y la necesidad de sus-
pender un método de educación y de enseñanza que no es favorable ni a las
letras ni a la virtud, han determinado a S. E. a dictar los artículos siguien-
tes ... " 2'H
. En abril de 1835 se creó una junta encargada de formular un plan ge-
neral de instrucción pública, habiendo figurado en ella, entre otros, don Lucas
Alamán, don José Bernardo Couto y don Francisco Manuel Sánchez de
Tagle; y por decreto de 26 de octubre de .1842, o sea, ya bajo Ja vigencia
de la Constitución centralista de 1836, Santa Auna confió la instrucción
primaria a la Compañia Lancasteriana de México "por el constante empeño
que ha manifestado por muchos años a beneficio de la instrucción de los
niños y de todos los que carecen de ella, y porque no limitándose últimamente
al recinto de esta ciudad (la de México), ha extendido sus trabajos a la mayor
parte de los departamentos" .... Es importante hacer notar que el citado de-
creto estableció la educación gratuita y obligatoria, constriñendo a los padres,
tutores y "protectores de huérfanos" para "mandar a Jas escuelas -que se
colocaban bajo la protección de María Santísima de Guadalupe- a todos
los individuos de uno y otro sexo, desde la edad de siete años hasta Ja de
Los Presidentes de México ante la Naoión, tomo 1, pág. 168.
298
Circular de la Secretaria de Relaciones de 31 de julio de 1834. Publicada en la
29.
Colección de Leyes, de Dublán y Lozano.
296 Dicha compañía adopt6 su denominación por haber implantado el sistema y mé-
todo educativos creados por el pedagogo inglés José Lanaaster, quien en América contó
COn la protección de Bolívar. El sistema y método lancasterianos consistían en que un solo
profesor impartiese educaci6n y enseñanza a un número crecido de alumnos mediante la
colaboraci6n de éstos.
GARANTiAs DE UBERTAD 435

quince", so pena de ser castigados alternativamente con una multa que no


debiera exceder de cinco pesos o con prisión de ocho días, sanciones que podían
aplicar los prefectos, subprefectos o los jueces de paz (art, 11) .no
Bajo la presidencia de Manuel María Lombardini se expidió el 31 de
marzo de 1853 un decreto que contenía "reglas que debían observarse en el
ramo de instrucción primaria", destacándose entre ellas la que se refería
a la obligaci6n ineludible de impartir educación religiosa, penando severa-
mente a los planteles que no acataran esa obligación (art. 1').
Durante la vigencia de la Constituci6n de 1857 existieron varios ordena-
mientos que regulaban la educación pública, permitiéndonos solamente men-
cionar algunos de ellos sin abrigar deliberadamente el propósito de comentarlos
so pena de rebasar los límites temáticos de· esta obra. Dichos ordenamientos
principales fueron los siguientes: decreto de 15 de abril de 1861; Ley Orgá-
nica de la Instrucción Pública en el Distrito Federal de 2 de diciembre de
1867; reglamento de esta misma ley expedido el 9 de noviembre de 1869
y decreto que lo reformó de 31 de enero de 1880; y Ley Sobre Instrucción
Primaria en el Distrito Federal de 25 de mayo de 1888.
b) Apreciaciones generales. El estudio del artículo 3 de nuestra Ley
Fundamental lo hemos colocado con toda intención en un lugar aparte, debi-
do a que, no obstante estar comprendido dentro del capítulo denominado
"De las ·Garantías Individuales", propiamente no contiene ningún derecho
subjetivo público en los términos asentados con anterioridad. En realidad, el
artículo 3 constitucional debe estar incluido en la Ley Suprema a título
de prevención general, como acontece, verbigracia, con el artículo 130; y si
actualmente permanece inserto dentro del referido capítulo, es por un resabio
histórico, pues efectivamente, bajo la Constitución de 57 y la de 17, hasta
antes de la reforma de diciembre de 1934, tal precepto contenía un derecho
público subjetivo individual, al consignar la libertad de enseñanza.
La garantía individual se manifiesta, según afirmamos, como una relación
jurídica que existe entre el Estado y sus autoridades, por un lado, y el gober-
nado, por el otro, a virtud de la cual surge para éste un derecho subjetivo
público, con la obligación estatal correlativa, la cual implica, o bien una abs-
tenci6n (respeto), o bien un hacer positivo. Si observamos, aunque sea so-
meramente, el contenido del artículo 3 constitucional, descubriremos que no
importa esa relación jurídica como generadora de ese derecho subjetivo
público para el gobernado ni de esa obligación estatal-autoritaria correlativa.
El mencionado precepto no consigna, en- efecto, ninguna libertad específica
como contenido de una posible potestad jurídica subjetiva del gobernado;
Z9B El mismo Santa Anna expidió el 28 de agosto de 1843, es decir, bajo la vigencia
de las Bases Orgánicas de ese año, un reglamento para la instrucción primaria en el De..
partamento de México, organizando las escuelas gratuitas para niños y niñas, las de adul-
tos para ambos sexos, las de las cárceles, hospicios y "otras casas de prisión y beneficencia",
las particulares de la Compañía Lancasteriana de Móxico y las de los conventos de reli-
giosos [arts. 26 a 46).
436 LAS GARANTfAS INDIVIDUALBS

antes bien, proscribe, dentro de un considerable ámbito educacional, la li-


bertad de enseñanza, a! imponer a ésta un determinado contenido.
Bajo la vigencia de la Constituci6n de 57, el articulo 3 evidentemente
comprendía una verdadera garantia individua! de libertad, puesto que sin
restricci6n alguna, declaraba que la enseñanza era libre, lo cual significaba
que todo individuo tenía la potestad de impartir toda clase de conocimientos,
sin que el Estado o sus autoridades pudieran obligarlo a adoptar determinado
método e ideario educativos. Naturalmente, la libertad de enseñanza, con la
amplitud que estaba consagrada en la Constitución de 57, ocasionaba el caos
en la vida social en materia educativa, puesto que su ejercicio podía ser
desenfrenado y dar origen, por tal motivo, a verdaderas charlatanerías revela-
doras de incultura. Estas consecuencias fueron las que se produjeron bajo la
vigencia de la Constituci6n de 57 en algunos casos, puesto que se permiti6
el establecimiento de cualquiera instituci6n educativa o pseudo-educativa, la
cual, sin el control gubernativo, sin estar sujeta a ningún método pedag6gico
y científico, funcionaba arbitrariamente. Es cierto que florecieron gloriosos
centros culturales de los que salieron verdaderos valores intelectuales y mora-
les; mas ello no obsta para suponer que había muchos establecimientos en los
que, en vez de impartirse verdadera educaci6n, se colmaba de prejuicios
a los educandos, impidiéndose de esta manera el progreso social.
En su afán de restar influencia al clero sobre las conciencias, con el pro-
p6sito de evitar que la educaci6n en manos de la Iglesia redundara en la
formaci6n de prejuicios en la mente de los educandos, el Constituyente de 17
ya no declar6 lisa y llanamente, como lo hizo el de 57, que la enseñanza es
libre, sino que consign6 para ésta importantes restricciones, modificando así
notablemente el proyecto de don Venustiano Carranza, que consagraba la
libertad de enseñanza en términos análogos a los empleados en el artícu-
lo 3 de nuestro ordenamiento constitucional anterior. Se dispuso en el aro
ticulo 3 constitucional, antes de la reforma de diciembre de 1934, que la
enseñanza sería laica en los establecimientos oficiales de educaci6n, es decir,
que en éstos por ningún motivo se impartiría educaci6n religiosa, así como
tampoco en las instituciones partículares de enseñanza primaria elemental y
superior. Se. prohibi6, además, que las corporaciones religiosas o los ministros
de algún culto pudieran establecer o dirigir escuelas de instrucci6n primaria.
Como se ve, bajo la vigencia del articulo 3 constitucional antes de la reforma
de 1934, la enseñanza era libre, mas no con la vastisima amplitud en que es-
taba concebida bajo la Constitución de 57, sino con restricciones importantes,
las cuales versaban exclusivamente sobre la educación primaria impartida en
instituciones particulares y sobre la oficial en general.
Por reforma constitucional publicada en el Diario Oficiol el 13 de di-
ciembre de 1934, se proscribi6 definitivamente la libertad de enseñanza. &la,
consagrada en forma ilimitada en la Constitución de 57 y con importantes
restricciones en la Ley Suprema de 17 hasta antes de la modificaci6n mencio-
GARANTiAS DE LIBERTAD . 437

nada, fue substituida por una educación estatal con un contenido ideológico
determinado. Los Constituyentes de 57 estimaban que la educación deberla
quedar en manos de los particulares; que cada padre de familia tenía el
derecho de educar a sus hijos de la manera que más conveniente le pareciera;
que el Estado deberla garantizar ese derecho, declarándolo en el ordenamiento
fundamental; que imponer determinado sistema educacional significaba un
ataque a la libertad genérica del hombre, la cual era sagrada. Estas estima-
ciones valorativas respecto de la libertad de enseñanza las descubrimos en
forma unánime en el decurso de los debates en el seno del Constituyente de 57.
El de 17 también participó, en términos generales, del criterio justificativo
de la libertad de enseñanza que sustentaban los forjadores de la Constitu-
ción de 57; sin embargo, y atendiendo a las consecuencias que tal derecho
engendraba en la realidad, traducidas principalmente en la influencia noto-
ria del clero en la educación, que modelaba un determinado tipo de inteli-
gencias inaccesibles a todo progreso, introdujeron los constituyentes en el
artículo 3 las restricciones a que acabamos de aludir, fuera de las cuales
el ejercicio de ese derecho era libre.
La evolución del Derecho Público fue imprimiendo concomitantemente
modalidades a las relaciones jurídicas entre el Estado y sus miembros. En la
tesis individualista-liberal pura, la entidad política no podía ni debía tener
intervención en las relaciones sociales, sino en el caso en que se suscitaran
conflictos. La esfera de actuación estatal era sumamente reducida; en cambio,
la órbita de conducta del gobernado se extendía a multitud de aspectos de la
vida social, dentro de los cuales se encuentra el relativo a la educación. Ha-
biendo la evolución del Derecho Público transformado las concepciones indi-
vidualistas y liberales puras, en el sentido de dejar de concebir al Estado como'
un mero policía vigilante de las relaciones sociales para erigirlo en agente
en las mismas., con determinados fines y atribuciones que cumplir, la ense-
ñanza dejó ya de incumbir a los particulares. Se díjo que el Estado tiene como
objetivo esencial forjar el tipo- de conciencia que convenga a su propia natu-
raleza; que para su subsistencia misma, el Estado debe inculcar, en la mente
de las generaciones nuevas, determinados principios, cuya realización efectiva
debe consolidar las bases jurídicas y sociales sobre las que descansa la orga-
nización estatal. Esta finalidad, esencial a la teleología genérica del Estado, no
puede ser lograda sino por este mismo, mediante un sistema de determinado
contenido, constituido por los principios jurídicos, sociales y económicos que
de la propia naturaleza estatal se derivan." Si dicha primordial función se
dejara en manos de particulares, si el Estado se desentendiera de cIIa, la exis-
tencia de la organización estatal, juridica, social y económica se colocaría
en un plano verdaderamente riesgoso, peligrando también la unidad nacional,
amenazada por el juego constante de principios contradictorios sustentados
297 Duguit COn toda claridad ha tratado esta cuesti6n, refiriéndose en especial a la
educaci6n pública como atribución esencial del Estado.
438 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

por diferentes grupos. El Estado debe, ante todo, velar por su propia exis-
tencia, proscribiendo todos aquellos peligros que acechen su estabilidad jurí-
dica, económica y social; para ello necesariamente debe asumir el papel de
regulador y encauzador de la educación de sus miembros, imbuyendo en la
conciencia de éstos los principios que de su organización y naturaleza se deri-
van. Por ello, la educación que para e! logro de este objetivo esencial imparta
el Estado, no debe consistir tanto en la suministración de conocimientos
cuanto en la formación de un espíritu social, altruista y clvico, mediante la
inculcación de los principios idóneos para ello.
La unidad de una nación, en efecto, debe ineludiblemente cimentarse
sobre el auto-conocimiento y la auto-crítica. De la misma manera que para
e! individuo e! principio socrático de nosce te ipsum significa e! fundamento
de su evolución moral e intelectual, para la superación y e! progreso de los
pueblos, e! conocimiento de su ser politico y social, que la historia va mode-
lando, es factor insubstituible. Por ello, la autoconciencia de una nación,
implicada en todos los principios que de su propia substantividad derivan, es la
condición sine qua non de su subsistencia y de la conservación de su persona-
lidad dentro del concierto internacional. Ahora bien, esos principios, cuyo
contenido ideológico es variado, deben transmitirse a las generaciones que se
suceden en la vida de un país; y es evidente que e! cumplimiento de esta
obligación excluye la llamada "libertad educativa", cuyo ejercicio, según
hemos dicho, importa un motivo peligroso de desunión, de relajamiento de la
solidaridad nacional.
A estos imperativos, México no se sustrajo antes de la Constitución de 57.
No existía en nuestro país la libertad educacional, situación que se adecuaba
lógicamente a la teleología política estatal anterior a la asunción del libera-
lismo e individualismo puros. La unidad de España y, por ende, de sus colo-
nias, se fincaba sobre la unidad religiosa, cuyo substratum era e! catolicismo.
La propagación y la defensa de la fe católica eran la tendencia esencial de la
educación, no en su aspecto de mera enseñanza o difusión de conocimientos,
sino romo formación moral del pueblo. Fue por esta razón por la que la edu-
cación durante el régimen colonial estaba en manos del clero, cuya hegemonía
en esta materia prevaleció, de hecho, hasta la Reforma.
La reivindicación de la enseñanza y educación pública en favor de! go-
bierno civil, Se apuntó en la Constitución española de 1812, que atribuyó
a las Cortes "la facultad de establecer un plan general de enseñanza en toda la
monarquía"." Análogos esfuerzos se asomaron en e! Acta Constitutiva de la
Federación Mexicana de 31 de marzo de 1824 y en la Constitución Federal
de ese año, en cuyos ordenamientos se consideró que era atribución legisla-
tiva de! Estado "promover la ilustración general" (arts. 13, frac. 11, y
50, frac. 1, respectivamente). Pese a esos intentos, en la realidad la educa-
ción pública continuó bajo e! poder de! clero en todos los estadios de la di-
fusión cultural en los establecimientos docentes. El precursor de la Reforma,
298 MONTIEL y DUARTE, Estudio sobre las Garantías Indiuiduales, pág._ 158.
GARANTiAS DE UBERTAD 439

don Valentin G6mez Parías, bajo la idea de que la materia educativa debería
constituir una obligaci6n estatal, desvinculada de la autoridad eclesiástica,
suprimi6 la Real y Pontificia Universidad de México, creando una Dirección
General de Educación como ya dijimos, según decreto de 21 de octubre de
1833, cuyo cometido se frustró por la implantaci6n del centralismo en las
Constituciones de 1836 y 1843 en que el espíritu conservador quc las alentó
era refractario a todo impulso renovador.
No obstante las tendencias constitucionales y legislativas que se registran
en el México independiente para que el Estado asumiese la obligaci6n de
impartir y organizar la enseñanza pública, ésta siguió siendo privilegio del cle-
ro; y si bien es cierto que la Constitución de 57, según aseveramos, estableció
en su artículo 3 la libertad absoluta en ese importante ramo, reconociéndola
como derecho de todo hombre, ello no impidi6 que la autoridad eclesiástica
continuase usufructuando la prerrogativa de injerirse directamente en la ma-
teria educativa, a pesar de los planteles oficiales que se instalaron, situaci6n
que, como lo proclamaron los Constituyentes de Querétaro, se incub6 bajo el
manto protector de la mencionada libertad.
Hemos reiteradamente expuesto que la educaci6n pública debe ser una
funci6n del Estado, con el fin de conservar las esencias vitales de la nación
que lo constituye, y que la libertad educativa, por el contrario, propende a
alterarlas o desfigurarlas. Ahora bien, estas afirmaciones no implican que
deba legitimarse la dictadura ideológica. La educación estatal, que no debe
confundirse con la mera transmisión de conocimientos culturales o científicos,
es el medio para la formación de la conciencia de la niñez y de la juventud en
torno al ser y modo de ser nacionales. Esta finalidad no excluye que el gober-
nado, fuera del ámbito en que dicha educaci6n se imparta, ejercite su libertad
de expresión eidética en todos sus aspectos y que abrace la fe religiosa que se
adecúe a su conciencia. La perfecta compatibilidad que debe existir entre
ambas libertades, por un lado, y la educación estatal como funci6n obligato-
ria, por el otro, se proclama en nuestra Constitución vigente, en cuyo espíritu
se conjugan armónicamente, el imperativo de conservar las esencias del pueblo
mexicano y el respeto a dos de las potestades libertarias más caras de la per-
sonalidad humana.
Ahora bien, en congruencia lógica con la anterior consideraci6n debemos
enfatizar que no por el hecho de que la educaci6n estatal esté sujeta a deter-
minadas tendencias y a ciertos principios proclamados en el artículo 3· cons-
titucional que sustentan el sistema educativo nacional, se excluya absoluta-
mente la libertad de enseñanza. Aunque ésta ya no se reconoce expresamente
por dicho precepto, su ejercicio es dable en nuestro país amparado por la
libertad de expresi6n del pensamiento que preconizan los artículos 6 y 7 de
la Constitución, pues es evidente que la transmisión de conocimientos sobre
cualquier materia y conforme a cualquier ideología es una de sus manifesta-
cionesinherentes. Por ende, todo gobernado, en el desempeño de la mencionada
libertad, es libre para enseñar y para recibir enseñanza. Además, la libertad de
440 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

asociación que consagra el articulo 9 constitucional legitima la formación


de planteles educativos con la organización y las finalidades que sus crea-
dores quieran darles. El artículo 3' de la Constitución no proscribe tales
libertades, ya que su ámbito normativo se contrae a la educación que imparta
el Estado a través de la Federación, de las entidades federativas y de los mu-
nicipios, sujetándola, según hemos aseverado, a la teleología y a los principios
que en él se declaran, sin prohibir que pueda ejercerse la libertad de ense-
ñanza y educación en la esfera privada bajo cualquier organización y sobre
cualquier ideología, como también dijimos. Es verdad que si los particulares
pretenden cooperar con el Estado en la educación pública, deben someterse
a las bases consignadas en el articulo 3' de la Ley Suprema y en la legislación
educativa secundaria; pero igualmente es cierto que, si no abrigan tal pre-
tensión, gozan de la libertad aludida a pesar de que los estudios que se cursen
en los institutos, planteles o escuelas que establezcan, no sean oficialmente
reconocidos ni se les dé efecto alguno.

e) La reforma de 1934. En diciembre de 1934 se introdujo la reforma


al articulo 3 constitucional, que imprimió a la enseñanza pública un deter-
minado contenido ideológico y una cierta finalidad, concebidos en los siguien-
tes términos: "La educación que imparta el Estado será socialista, además de
excluir toda doctrina religiosa, combatirá el fanatismo y los prejuicios, para
lo cual la escuela organizará sus enseñanzas y actividades en forma que per-
mita crear en la juventud un concepto racional y exacto del universo y de la
vida social." ¿Qué debía entenderse por educación socialista? Este adjetivo
se prestó a un sinnúmero de interpretaciones, y su aplicación real condujo a
toda clase de desmanes y errores por parte de maestros incultos y demagogos.
Se ha creído que la educación socialista implicaba la impregnación en la
mente de los educandos de ideas disolventes en materia social basadas en la crí-
tica insensata del capital; en la propagación del odio hacia los detentadores
de la riqueza y en las "conveniencias y ventajas" non plus ultra de la dic-
tadura del proletariado.... No pocos "educadores" de la niñez y juventud, en
efecto, sustentaron esa paradójica interpretación del concepto "educación
socialista", y la cual dio pábulo a toda especie de inmoralidades, insensateces
y demostraciones de ignorancia y de incultura. Nosotros estimamos que la
"educación socialista" no implicaba el ataque pasional, clasista y sectario
a la clase social poseedora del capital en el sentido económico de la palabra.
La educación socialista no 'debió considerarse como una medida demagógica
para pervertir a la niñez y a la adolescencia por conducto de prédicas disol-
ventes fundadas en el odio y en el resentimiento; lejos de ello, creemos que el
adjetivo "socialista" estaba empleado en el articulo 3 constitucional como
sinónimo de "altruista", "humanitario", denotando, por ende, una tendencia
Z9'9 La crítica a la "dictadura del proletariado" la formulamos en la Introducción de
esta obra.
GARANTÍAS DE LIBERTAD H-l'

a sobreponer el bien social, el interés del Estado, al bien o a! interés privado.


La educación socialista, en efecto, pugnaba por forjar en el niño y en el joven
educando un espíritu de solidaridad hacia la sociedad, de civismo para con la
patria, capaz de sobrevivir a las inclinaciones egoístas naturales del hombre.
El objetivo primordial que señalaba dicho precepto a la educación impar-
tida por el Estado consistia en la exclusi6n de toda doctrina religiosa y en la
lucha contra el fanatismo y los prejuicios. El primero de los aspectos en que
se revelaba el objetivo constitucional de la educación estatal nos parece plena-
mente justificado. En efecto, si el Estado, al impartir enseñanza, adoptara
determinado credo religioso e impusiera éste a los educandos, se violarla la
libertad de creencias que establece el articulo 24 constitucional. Además,
la enseñanza y propaganda de cualquier doctrina religiosa incumben exclu-
sivamente a las iglesias y organizaciones que con tal fin se constituyan. Por
otra parte, la religión, si bien contiene normas de conducta social, implica
esencialmente un conjunto dc reglas que regulan el comportamiento de la
criatura hacia el Creador, las que, en términos generales, son ajenas a la con-
vivencia social. Claro está que al haberse excluido dc la educación que impar-
tia el Estado toda doctrina religiosa, no se prohibía que cada educando en
particular profesase la creencia que más le conviniese o que le hubieran incul-
cado sus padres. La exclusión religiosa a que aludía el articulo 3 constitucional
sólo tenía lugar en el desarrollo de las funciones docentes. Por otra parte, la
tendencia a combatir los prejuicios y el fanatismo debió estribar en extirpar
de la mente de los educandos aquellas ideas que acusaren superstición con-
traria a la razón, y nunca consistir, como lo declaraba el articulo 17 de la Ley
Orgánica del precepto constitucional multicitado, en desarraigar una deter-
minada religión y sus ceremonias, devociones o actos cultuales, estando los
educadores impedidos para atacar las creencias o prácticas religiosas lícitas
de sus discípulos, ejercidas y ejercitables al amparo del articulo 24 de la Ley
Suprema (articulo 17 en relación con la fracción V del articulo 16 de la
Ley Orgánica de Educación de diciembre de 1941, abrogada por la vigente,
que se expidió el <.7 de diciembre de 1973,).
-La educación estatal, en sus aspectos de socialista y excluyente de toda
religión e impugnadora de prejuicios y fanatismos, constituía, por así decirlo,
el medio de formación moral del educando. El objetivo ético que se asig-
naba a la educación impartida por el Estado en el articulo 3 constitucional
estaba integrado por la creación, en la mente del niño y del joven, de un con-
cepto racional y exacto del universo y de la vida social. ¿Qué quería denotar
esta expresión? Evidentemente que la educación debía propender a formar
en la inteligencia del que la recibe un concepto racional acerca del cosmos
y de la sociedad,' es decir, elaborado por la razón, por los principios cientí-
ficos y filosóficos y no por las consejas o por la superstición. Estamos de
acuerdo, pues, en que la razón sea el vehículo menta! para el conocimiento
humano impartido por la educación estatal; mas no acertamos a comprender
· 442 LAS GARANrlAS INDIVIDUALES

por qué se insertó en el artículo 3 constitucional el adjetivo exacto. ¿Qué, en


realidad, hay alguien que tenga un concepto exacto del universo y de la vida
social? Ni los más egregios filósofos han estado de acuerdo en la concepción
del mundo; fruto de ese desacuerdo, producto de una constante investigación
analitica y sintética, son los varios sistemas filosóficos y científicos de diversa
índole que se han forjado a través de la historia del pensamiento humano.
¿Qué, acaso, los modestos y muchas veces ignorantes, insensatos e incultos
maestros de primaria y secundaria, poseen con exactitud un concepto del
universo y de la vida social que han tratado y aun están tratando de elaborar
los más ilustres genios del pensar? Y en el supuesto atrevido de que dichos
mentores tuviesen la gracia de abrigar en su íntelecto un "concepto exacto"
del universo y de la vida social, ¿tal idea la deberian imponer a sus educandos?
¿No con esta supuesta imposición se hubiera vuelto al desechado principio del
magister dixit, al obligar al aprendiz a sustentar las ideas del profesor por más
absurdas, paradójicas e ínsensatas que sean? Si bien estamos de acuerdo en
que la educación estatal, como toda educación, debe tender, en su aspecto
de propagación cultural, a crear ideas racionales, producto de la reflexión
científica, del "n?tlisis- filosófico, no estamos' conformes"" en que se la coloque
en la posibilidad de imponer un determinado principio, prejuzgado como
exacto o valedero, excluyendo toda investigación y raciocinio ulteriores. Per-
catándose de la aberración que se contenía en el articulo 3 constitucional,
consistente en la creación de un "concepto exacto" sobre el universo '/ la vida
social en la mente del alumno, los autores de la Ley Orgánica respectiva, de
diciembre de 1941, ya no volvieron aeÍnplear en este ordenamiento tal ob-
jetivo, posiblemente por las raiones que nosotros adujimos para impugnarlo.

d) La reforma de 1946. En diciembre de este año se reformó" el ar-


ticulo 3 constitucional, suprimiendo el calificativo de "socialista" que se había
atribuido a la educación impartida por el Estado. Puede afírmarse que el
actual articulo 3 de nuestra Constitución establece que la educaci6n estatal
debe administrarse con base en los principios pollticos, sociales y econ6micos
que sustentan al régimen implantado por nuestra Ley Suprema. En conse-
cuencia, es dable sostener que dicha educación es eminentemente nacionalista
o mexicanista; según se advierte de las diferentes disposiciones que íntegran
dicho precepto.

1. En efecto, México se ha caracterizado en su vida histórica por ser


respetuoso de la independencia de todos los países del orbe, habiéndose signi-
ficado, además, como entusiasta colaborador, en el concierto ínternacional, de
todos los esfuerzos y tendencias para resolver los problemas que afectan
al mundo o a un grupo determinado de naciones, bajo los principios de jus-
ticia, equidad y reciprocidad. Fiel a este ideario director de la política inter-
nacional de nuestro país, el actual articulo 3 constitucional establece que la
educación estatal, además de tender a desarrollar armónicamente todas las fa-
GARANTÍAs DE UBERTAD 443

cultades del ser humano, fomentará en éste el amor a la patria y la concien-


cia de la solidaridad internacional en la independencia :Y en la justicia (párrafo
primero).
Siguiendo el principio de la separaci6n entre la Iglesia y el Estado, el cita-
do precepto declara a la educación impartida por el Estado ajena á cualquier
doctrina religiosa, lo que no equivale a coartar la libertad de creencias consa-
grada en el artículo 24 constitucional, pues tal derecho público subjetivo
subsiste en toda su plenitud fuera del ámbito educativo estatal, en el sentido
de que cualquier gobernado puede abrazar y practicar la religión que más le
agrade (fracci6n 1 in capite).
Partíendo de la idea de que la educación debe tener una base científica
de sustentación, el articulo 3 constitucional declara que a través de ella se
luchará contra la ignorancia :Y sus efectos, contra las servidumbres, los fana-
tismos :Y los prejuicios. Sin embargo, a través de esta última propensión, puede
estimarse que dicho precepto es susceptible de auspiciar ataques y críticas
a las convicciones religiosas, ya quc deja la puerta abierta para considerar
como creencias fanáticas, supersticiones o prejuicios, lo que en realidad puede
constituir una auténtica fe basada en interpretaciones teológicas genuinas y
aun en la misma raz6n.
Desde el punto de vista político, la educación estatal debe impartirse sobre
principios democráticos, lo que' significa la exclusión de cualquier doctrina
que funde la soberanía del Estado y el gobierno de un pueblo en voluntades
autocráticas u oligárquicas (fracción 1, inciso a).
Dicha educación, además, es eminentemente nacionalista, en el sentido .
de que tiende a dar a conocer al educando todos los problemas de México
para que sean resueltos conforme a las posibilidades de nuestro país. Se des-
cubre además en el articulo 3 constitucional la tendencia de forjar en la
adolescencia y en la niñez un sentimiento de amor a la patria con la finalidad
de infundirles un espíritu de defensa y de aseguramiento de nuestra indepen-
dencia política y económica (fracción 1, inciso b)
En el aspecto social, la educación que imparta el Estado tiende a imbuir
en el educando principios de solidaridad para con la sociedad a efecto de
que se estime que el interés de ésta debe prevalecer sobre los intereses pri-
vados, sin que por ello se menosprecie la dignidad de la persona ni se afecte
la integridad de la familia. Además, a través de dicha tendencia, se preten-
den desarraigar ideas que sustenten privilegios raciales, sectarios O de grupos,
así como que conciernan a estimar desigualdades humanas por razón de
sexos (fracción 1, inciso c)).

2. Aparte del aspecto ideológico quc a la educación estatal adscribe el


actual artículo 3 constitucional, este mismo precepto establece la posibilidad
de que los particulares colaboren con el Estado en la función educativa, al
preverse la autorización oficial que al respecto puede otorgarse, en relación
con la educación primaria, secundaria y normal y con la de cualquier tipo
444 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

o grado destinado a obreros y campesinos. Igualmente, se dispone en el men-


cionado precepto que dicha autorización puede ser negada o revocada por las
autoridades competentes, sin que contra la negativa o revocaci6n correspon-
diente proceda juicio o recurso alguno, lo que implica evidentemente un caso,
por demás injusto, de improcedencia constitucional de! juicio de amparo
(frac. II).
Los particulares a quienes se haya concedido la mencionada autorización
tienen la obligación de ajustar la educación que impartan a los principios
ideológicos consignados en e! articulo 3 constitucional y de cumplir los planes
y programas oficiales de estudio (frac. III).
Acorde con la tendencia de que la educación primaria, secundaria y nor-
mal y la destinada a obreros y campesinos debe reputarse como una función
o un servicio público exclusivo en favor del Estado, e! artículo 3 de nuestra
Constitución prohibe de modo absoluto que las corporaciones religiosas, los
ministros de los cultos, las sociedades por acciones y las' entidades morales
ligadas con la propaganda de cualquier credo religioso, se dediquen a impartir
cualquiera de los citados tipos educacionales. Por ende, fuera de éstos, no
existe prohibición constitucional para que las referidas corporaciones, socie-
dades o asociaciones o los ministros de cualquier culto religioso se dediquen
a actividades educativas (frac. IV).
El artículo 3 constitucional, además, consigna la atribución en favor del
Estado para que, por conducto de las autoridades competentes, retire discre-
cionalmente, en cualquier tiempo, e! reconocimiento de validez oficial a los
estudios hechos en planteles particulares. Creemos, desde un punto de vista
estrictamente jurídico, que el ejercicio de dicha atribución no puede suponer
la aplicación retroactiva de la disposición constitucional en que se establece, en
virtud de que, según lo estudiamos en e! capítulo octavo de esta obra, al abor-
dar e! tema relativo a la garantía de la irretroactividad legal, ésta es inope-
rante frente a disposiciones de la Constitución, las cuales pueden referirse al
pasado lesionando derechos adquiridos, sin que tal referencia se repute retro-
activa (frac. V). No obstante, consideramos que la no retroactividad en
este caso sólo debe contraerse al retiro de la autorización oficial que se hubiere
otorgado a un plante! particular, sin extenderse a los estudios que en él se
hayan efectuado con anterioridad a dicho retiro. En otras palabras, e! desco-
nocimiento de la validez oficial de tales estudios únicamente debe afectar a las
instituciones docentes particulares pero no a las personas que en ellas ya
los hubiesen hecho, pues en e! supuesto contrario sí se estaría en presencia
de un indiscutible caso de retroactividad.
El: cuanto a la educación primaria, e! precepto constitucional que comen-
tamos declara su obligatoriedad, de lo que se desprende que toda persona debe
cursar los estudios inherentes a dicha educación; por otra parte, e! servicio
educacional que desempeña e! Estado, es decir, e! que concierne a la educación
GARAt''TfAS DE LIBERTAD 445

primaria. secundaria. normal y a la de los tipos que menciona la legislación


reglamentaria sobre dicha materia. debe ser gratuito (fracs. VI y VII).
Por último, el artículo 3 constitucional consigna una facultad legislativa
en favor del Congreso de la Unión para expedir las leyes necesarias "desti-
nadas a distribuir la función social educativa entre la Federación, los Estados
y los Municipios, a fijar las aportaciones económicas correspondientes a ese
servicio público y a señalar las sanciones aplicables a los funcionarios que no
cumplan o no hagan cumplir las disposiciones relativas. lo mismo que a todos
aquellos que las infrinjan". con el objeto de unificar y coordinar la educa-
ción en toda la República (frac. VIII).
e) La reforma de 1992. Esta reforma se implantó por Decreto Congresio-
nal publicado el 28 de enero de 1992. Declara que la educación que imparta
el Estado será laica y que se mantendrá por completo ajena a cualquier doc-
trina religiosa. Reitera los principios fundamentales conforme a los cuales la
educación estatal debe desarrollarse, mismos a los que ya hicimos alusión an-
teriormente.
Una de las innovaciones más importantes que dicha reforma establece
consiste en la abolición de la prohibición para que las corporaciones religio-
sas, los ministros de los cultos y las sociedades por acciones, así como las li-
gadas con la propaganda de cualquier credo religioso. intervengan en la
impartición de la educación estatal. La fracción IV del artículo 3° constitu-
cional, ya reformado, faculta a cualesquiera planteles particulares dedicados
a la educación primaria, secundaria, normal y a la destinada a obreros y
campesinos para colaborar en tan trascendental función pública respetando
los principios que el mismo precepto contiene, con el compromiso de cum-
plir los planes y programas oficiales. De estas disposiciones se infiere que las
iglesias de cualquier credo religioso pueden colaborar con el Estado en todo
tipo de educación que le incumba. con las salvedades a que se acaba de ha-
cer referencia.
• .f) La reJon/Ul fÚ 2002. Esta refor~a se implantó por Decreto Coi, greslo 2
nal de 15 de mayo de 2002. publicado en el Diario Oficial el 12 de noviembre
del propio año. Imprime una gran relevancia al Sistema Educativo Nacional
ya que deja de ser una mera declaración de principios para erigirse en una
verdadera garantía individual al señalar que "Todo individuo tiene derecho a reci,;,
bir educación", asignándoselo la correlativa obligación al Estado -Federación;
. ~stados, Distrito Federal y municipios-o De esta manera surge el derecho
subjetivo público (a recibir educación). derivado de la relación de su'
pra-subordinación en la que. ],ª~" !!!~~~iº;o_ad~l.~. entjg(1sJ~§. ,'p'ºlític_~~ .!!.<:l.º,!,á.t:l dé
ímpartirla. obligatoriamente,
=-~Jran es así, que surge el ~onZ~p'to'''de '''cducaciÓn-'L-ás1ca oblig;to;:ia" co~i
formada por la educación preescolar, primaria y secundaria. Debe resaltarse
que por vez primera se incluye dentro de estos niveles de escolaridad a la
~ducación preescolar, como loable y acertada conclusión a la que arribó
la Comisión 'Permanente del H. Congreso de la Unión en el proceso de rei
formas constitucionales. De manera prácticamente unánime, por la voluntad
P2E!-!!.~r.Y -cP21~.1q§_~Ú~,~_~§" ~2s:ialcs .E~<;:~~.~.~Ij2s.tJ_e~~!~ ~i.ndi§c:~~~.~ __ ~ l. ~e~<;fi<;ig
446 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

~e que los niños en edad preescoÍar se incorporen obWgatori'amente al sistei


Fa educativo nacional por razones evidentes que sería Erolijo reseñar. (Prijl
¡ner párrafoj ...._ ' " ...,. .. ----_,
~J'or otra parte, se incluye en la reforma que tratamos el concepto dd
rconciencia de la solidaridad internacional" como elemento integrante de l~
educación, en conÜerto y armonía con la realidad iel México del siglo xxI!
~SellUndo párrafo)
~~-.- _., . ----,---. ,. - . ~ __'o, .~ ". ~ - _. ._ -'._~ ; - " ._._ ~

_ ptro aspecto destacable de esta reforma lo constituye la facultad, amén


~e obligación a cargo del Ejecutivo Federal para determinar los "planes ~
programas de estudio" para toda la República, haciendo participar en esta,
trascendentes acciones a los gobiernos de las entidades federativas y del Dis
hito Federal, así como a 10.s sectores sociales iJlvplucrado.s en la educación;j

lfrat~b: l~lncT~arque po;-~irtud de'estas reformas, el Estado queda ~bí;l


~o a involucrar a la Educación inicial (sic) así como a la superior en todo
lo que se refi~ al desarrollo de!!, !}ación y los medios para .l2grarlo (frad
/Ción V)
g) Santera referencia a la autonomía universitaria. El artículo 3 constitucional
sólo se refiere a la educación que imparte el Estado a través de la Federación,
de las entidades federativas y de los municipios, sin aludir a la enseñanza uni-
versitaria que en nuestro país se desarrolla por instituciones autónomas que
jurídicamente asumen la forma de organismos públicos descentralizados
como la Universidad Nacional Autónoma de México. No sólo el citado pre-
cepto deja de hacer mención a las instituciones universitarias, sino que en
ninguna otra disposición constitucional se alude a ellas. Esta omisión implica
una situación de desprotección en que se encuentran las universidades del
país, primordialmente nuestra Casa de Estudios, por carecer de tutela consti-
tucional para el ejercicio de sus trascendentales funciones en el campo de la
cultura, de la ciencia y de la tecnología.
Consideramos .como una necesidad imperiosa el establecimiento de un
régimen normativo básico dentro de la Constitución que garantice la auto-
nornía universitaria, sin la cual las universidades dejarían de ser tales para
convertirse en centros al través de los males se desplegaría el dogmatismo
estatal, independientemente de la ideología política, social o económica que
sustente.
En efecto, sin la libertad de expresión de pensamiento, que se traduce
primordialmente en la libertad de docencia y de investigación, ninguna uni-
versidad puede realizar los altos fines que conforme a su naturaleza tiene
encomendados para beneficio del pueblo. A su vez, la mencionada libertad
no podría ejercitarse sin la indispensable autonomía de que deben gozar las
instituciones universitarias para autogobernarse en los distintos ámbitos den-
tro de los cuales ejercen sus actividades. En efecto, la autonomía no es sino
el derecho que éstas tienen para crear sus propias estructuras normatioas den-
tro de las cuales pueden señalar los diversos medios que estimen convenien-
tes para la consecución de sus fines de enseñanza e investigación en la
esfera de la cultura, de la ciencia y de la tecnología. Abara bien, la facultad
GARANTfAS DE LIBERTAD 447

de darse sus propias normas jurídicas quedaría incompleta y hasta desvir-


tuada, sin la potestad que deben tener las universidades para la elección, el
nombramiento o la designación de las personas que deban ocupar los pues-
tos directivos y docentes de todas y cada una de sus facultades, escuelas o
institutos. Asimismo, sin .Ia capacidad para manejar y administrar su propio
patrimonio, las universidades no podrían ejercer las actividades inherentes a
su propia naturaleza.
Estas reflexiones fundamentan la consideración de que la autonomía de
las universidades simultáneamente se manifiesta en el derecho que éstas tie-
nen para crear sus propias estructuras jurídico-normativas, para integrar el
elemento humano que desempeñe los cargos directivos y docentes y para la
administración y el manejo de su patrimonio, sin ninguna intervención ajena.
La preservación de la autonomía universitaria exige que se prohíba por
una norma constitucional que la garantice, cualquier intromisión en el régi-
men interno de las universidades por parte de personas, autoridades o gru~
pos, con el propósito de alterar, desvirtuar o desviar el ejercicio de las
potestades jurídicas en que dicha autonomía se revela y que ya quedaron se-
ñaladas.
A su vez, esa prohibición constitucional no debe implicar una mera de-
claración dogmática, sino que, para su eficacia, se requiere que la ley prevea
los hechos específicos en que la autonomía se lesiona y las sanciones que
deban aplicarse a sus autores intelectuales y materiales. Esta previsión es in-
dispensable, pues en la realidad se ha advertido claramente que se suele
trastornar y hasta impedir el funcionamiento normal de las universidades
por circunstancias ajenas a sus propias y naturales finalidades y actividades,
llegándose a presentar casos en que los recintos universitarios se toman
como refugio o asilo de personas contra las que se han dictado órdenes ju-
diciales de aprehensión por delitos del orden común. La violencia física y
moral con que generalmente se protege a tales personas y el pandillerismo
que desafortunadamente suele desplegarse dentro del seno de las universi-
dades para imponer un ambiente de terrorismo que impida a sus autorida-
des, profesores, alumnos y trabajadores el desempeño de las tareas que
respectivamente tienen encomendadas, son motivos justificados suficientes
para que en la misma legislación universitaria se tipifiquen con toda clari-
dad y sin menoscabo alguno de la autonomía, los hechos que constituyan
delitos contra este elemental principio y se fijen las penas que se deban im-
poner a quienes los perpetren.
Para la consecución de estos objetivos deben reformarse las leyes orgáni-
cas universitarias vigentes o expedirse nuevas por el Congreso de la Unión,
órgano que tiene expresa competencia para ello de conformidad con lo es-
tablecido en la fracción XXV del artículo 73 constitucional.
La garantía constitucional de la autonomía debe demarcar la extensión
natural de ésta; y como este propósito no podría realizarse sin las peligrosas
vaguedades, imprecisiones y ambigüedades de una definición que no la ex-
prese con exactitud, la norma jurídica que la establezca debe contraerse a
señalar sus elementos, mismos que derivan puntualmente de la índole teleo-
lógica de las instituciones universitarias.
448 LA') GARANTíAS INDIVIDUALES

Siendo la actividad universitaria la culminación cimera de la educación


pública, y refiriéndose a ésta el artículo 3° constitucional, la garantía para la
autonomía de las universidades debe proclamarse en este precepto, al que
habría que adicional un inciso, el B}, para que las disposiciones que atañen
a la educación no universitaria se agrupen dentro de otro inciso, el AJ, que
quedaría integrado con las prescripciones vigentes.
Por otro lado, es muy importante, para el aseguramiento de la autono-
mía universitaria, que constitucionalmente se obligue al Gobierno Federal a
otorgar los recursos económicos indispensables que implican la principal
fuente económica de las universidades que les permite desarrollar sus activi-
dades. Esta finalidad auspicia la adición constitucional pertinente a efecto de
que en ella se establezca dicha obligación, en el sentido de que se fije el; be-
neficio de las universidades un determinado porcentaje sobre el monto total
de los egresos que determinen en los presupuestos anuales respectivos y de
que, además, se puedan expedir leyes federales para la: misma finalidad.
Con fundamento en las consideraciones brevemente formuladas con an-
terioridad, se deben introducir a la Constitución Federal las adiciones perti-
nentes a su artf.culo 3°, al cual se agregarla un inciso, el B), que estaria concebido
en los siguientes términos:
a) Las universidades creadas o reconocidas /)Or la Federación o por los Estados gomrán de
plena autonomía en cuanto a su régimen interior para realizar sus actividades culturales, cientí-
ficas y tecnológicas sobre la base del principio de libertad de expresión e investigación, así como
para elegir, nombrar o designar a las personas que deban integrar sus órganos directivos, a su
personal docente, administrativo y de investigación, pudiendo igualmente administrar y manejar su
posrímonio COl1W lo estimen cGnVtmierlte para la c01lSecución (le sus objetivos propios y naturales.
b) Se /Jrohíbe por modo absoluto a toda autoridad estatal, grupo o personas físicas o rJlora-
les ajenas a las universidades, ínleruenir en su régimen interno para impedir que ejenan sus ac-
tividades docentes y de investigación en la cultura, la ciencia y la tecnología.
e) La legislación universitaria determinará los casos en que se afecte la autonomía de las
uniuersidades, señalando las sanciones que por este motivo deban imponerse a quienes perpetren.
los hechos en que tal afectacién se manifieste.
d) Es obligación del Gobierno Federal y de los tisuulos, en sus respectivos casos, otorgar a
la Universidad Nacional de México y a las universidades locales los recursos económicos necesa·
rios y suficientes para el desempeño de sus actividades. El monto de dichos recursos se cu.antifica-
rá en con base en el (?) por ciento sobre el total de egresos que se señale en los presupuestos
anuales respectivos, sin perjuicio de que, además, el Congreso de la Unión pueda establecer im-
puestos especiales destinados al sostenimiento de universidades, cuando el desarrollo de éstas lo
exija:
e) Las relaciones entre las universidades)' su personal administrativo, se regirán por la le-
gislación que expida el Congreso de la Unión, la cual respetará las siguientes norm.flS básicas:
1. /..JJS trabajadores universitarios tendrán derecho a formar asociaciones sindicales para el
mejoramiento de sus derechos e intereses comunes, sin que dichas asociaciones puedan afiliarse a
ninguna agrupacio» laboral de empresa o burocrática, prohibición que tiene por finalidad pre-
seroar la autonomía universitaria.
2. La a.wciación sindical única o masorííariu de ('I(J{mjw1ores universitarios, tendrá derecho a
celebrarcontnuos colectivos de trabajo que por objeto la elcvfUión de las prestaciones laborales de
que dichos trabajadores sean titulares siempre que la situllción económica de la universidad de
que se trate lo permita.
3. En los mencionados contratos colectivos no podrá pacta-se ninguna cláusula de exclu-
GARA..vríAS DE UBERTAD 449

síón, por ser ésta incompatible con la libertad de expresión de pensamiento, que es uno de los
principios básicos en que se funda toda estructura universitaria.
4. Los derechos individuales de los trabajadores universitarios nunca podrán ser inferiores
a los que establezca la legislación laboral.
5. Los trabajadores universitarios gOUlrán del derecho de huelga, la cual sólo será proce-
dente cuando se violen por modo general y sistemático sus derechos.
6. Los conflictos individuales y colectivos de trabajo entre las universidades y su personal
administrativo, serán dirimidos por un tribunal que se integrará con un representante de las au-
toridades universitarias, otro de los trahajadores y un tercero de los términos que establezca la
Leo Orgánica respectiva, la cual, además, fijará el procedimiento para substanciados y la efica-
cia jurídica de los¡illlos que se pronuncien.
La autonomia universitaria ha sido elevada al rango de declaración constitu-
cional fundamental mediante la adición de la fracción VII al artículo 3° de
nuestra Ley Suprema. Esta adición provino de la iniciativa presidencial de 10
de octubre de 1979, cuyo texto es el siguiente:
"Las universidades y las demás instituciones de educación superior a las que la ley
otorgue autonomía tendrán la facultad y la responsabilidad de gobernarse a sí mis-
mas; realizarán sus fines de educar, investigar y difundir la cultura de acuerdo con los
acuerdo con los principios de libertad de cátedra e investigación y de libre examen y
discusión de las ideas; determinarán sus planes y programas; ruarán los términos de
ingreso y permanencia de su personal académico; y administrarán su patrimonio. El
ejercicio de los derechos laborales tanto del personal académico como del personal
administrativo se realizará de acuerdo con las modalidades necesarias para hacerlo
compatible con la autonomía y con la libertad de cátedra e investigación."
En lo que concierne a las relaciones laborales entre el personal académico
y administrativo, por una parte, y las universidades, por la otra, la Cámara
de Diputados modificó el texto de dicha iniciativa en el sentido de que di-
chas relaciones se debieran norrnar por el Apartado "A" del artículo 123
constitucional "de manera que concuerde (se entiende tal normaci6n) con la
autonomía, la libertad de cátedra e investigación y los fines de las institucio-
nes a que esta fracción se refiere".
A su vez, el Senado, en lo que atañe a la misma cuestión, reformó la citada
modificación que la Cámara de Diputados aceptó, habiendo quedado redac-
tada la fracción VII del artículo 3° constitucional en los siguientes términos:
"Las universidades y las demás instituciones de educación superior a las que la ley
otorgue autonomía, tendrán la facultad y las responsabilidad de gobernarse a sí mis-
mas, realizarán sus fines de educar, investigar y difundir la cultura de acuerdo con los
principios de este artículo, respetando la libertad de cátedra e investigación y de libre
examen y discusión de las ideas: determinarán sus planes y programas; fijarán los tér-
minos de ingreso, promoción y permanencia de su personal académico; y administra-
rán su patrimonio. Las relaciones laborales, tanto del personal académico como del
administrativo, se normarán por el apartado A del artículo 123 de esta Constitución,
en los términos y con las modalidades que establezca la Ley Federal del Trabajo con-
forme a las características propias de un trabajo especial, de manera que concuerden
con la autonomía, la libertad de cátedra e investigación y los fines de las instituciones
a que esta fracción se refiere".
Fácilmente se advierte que la iniciativa presidencial a que hemos aludido
I

I
450 LAS GARANliAS INDlVIDUALES

y el texto de dicha fracción VII recogen los principios universitarios esencia-


les a que hicimos referencia y sin cuya observancia es inconcebible toda ver-
dadera y auténtica universidad. A propósito de la autonomía, el presidente
de la República expresa y enfáticamente hizo alusión a ella en la exposi-
ción de motivos de su mencionada iniciativa al afirmar que: "La autonomía
universitaria es una institución que hoyes familiar a la nación mexicana. Es
compromiso permanente del Estado respetar irrestrictamente la autonomía
para que las instituciones de cultura superior se organicen. administren y
funcionen libremente, y sean sustento de las libertades, jamás como fórmula
de enfeudamiento que implique un derecho territorial por encima de las fa-
cultades primigenias del Estado. Fortalecer esas instituciones arraigadas y
obligadas con la colectividad nacional e independientes entre sí, es requisito
indispensable para el cumplimiento de su objeto."
La cuestión medular que norma la invocada fracción VIII del artículo 3°
constitucional consiste en las relaciones laborales de las univer~dades con su
personal académico y administrativo. En este punto, la disposición condu-
cente expresamente prescribe que tales relaciones deberán. regularse por lo que
establece el apartado 'í!" del artículo J23 de la Constitw:ión. Sin embargo, esta
regulación no es absoluta, o sea, que los profesores y trabajadores administra-
tivos de las universidades gozan de todos los derechos que el indicado apar-
tado "A" consagra en favor de los prestadores de servicios laborales, salvo los
qU13 sean incompatibles con la autonomía, la libertad de cátedra e investigaci6n y los
fines de las instituciones universitarias. Esta incompatibilidad debe señalarse en
la Ley Federal del Trabajo dentro de cuyo ordenamiento debe considerarse
a la actividad del personal académico y administrativo de las universidades
como un "trabajo especial".
Utilizando el método de exclusión que preconiza la disposición constitu-
cional que comentamos, se debe llegar a la conclusión de que los derechos
subjetivos sociales que consagra el apartado "A" del artículo 123 de la Cons-
titución. que son incompatibles con los principios y fines universitarios, son
primordialmente, a nuestro entender, los que a continuación enunciamos:
a) El de participaci6n en las utilidades de las empresas a que se refiere la
fracción IX de dicho precepto, pues es evidente que las universidades no
tienen ningún carácter empresarial toda vez que sus fines no son lucrativos
ni económicos en general;
b) El de huelga previsto en las fracciones XVII y XVIII de dicho artículo
constitucional, puesto que las instituciones universitarias no son unidades co-
merciales o industriales, ni entidades económicas o empresariales y en su ac-
tividad, que es cultural, científica y tecnológica, no operan los llamados
"factores de la producción" como son el trabajo y el capital y a cuyo equili-
brio tiende el expresado derecho social. Además, admitir la procedencia de
la huelga en favor del personal académico y administrativo de las universi-
dades, implicaría también aceptar el absurdo de que éstas pudiesen decretar
"paros" en sus actividades como derecho patronal "cuando el exceso de pro-
ducción haga necesario suspender el trabajo para luantener los precios en
un límite costeable, previa aprobación de la Junta de Conciliación y Arbitra-
je". (fracción XVlll);
GARANTiAS DE LIBERTAD 451

c) El de formar sindicatos únicos, ya que se coartaría la libertad asociativa


de los profesores y trabajadores administrativos universitarios, que es un de-
recho derivado de la libertad de cátedra e investigación y, en general, de libre
expresión de pensamiento, que se afectaría gravemente por la obligación de
pertenecer a una organización sindical única. máxime si ésta pudiese tener
injerencia en cuestiones académicas y excluir a quienes no pertenezcan o
hayan dejado de pertenecer a ella.
Con fecha 20 de octubre de 1980 se publicó en el Diario Oficial de la Fe-
deración el Decreto Congresional que adicionó el Capítulo XVII al Título
Sexto de la Ley Federal del Trabajo en lo que concierne a la normación de
las relaciones laborales universitarias. En el expresado Decreto se consigna
el derecho de huelga para los trabajadores de las universidades autónomas en
términos análogos a los que caracterizan tal derecho respecto de las empre-
sas o unidades industriales. Creemos que la huelga, por sus naturales objetivos
consistentes en establecer el equilibrio entre los factores de la producción,
como son el capital y el trabajo, es no sólo contraria a la naturaleza y fines
de las instituciones universitarias, sino opuesta a lo que dispone la fracción
XVIII del artículo 123 constitucional. Sin embargo, pese a esta considera-
ción, el derecho de huelga, instituido ya en favor de los trabajadores univer-
sitarios, es irreversible, teniendo dichas instituciones como única garantía
frente a la suspensión ilegal de labores el procedimiento respectivo que pre-
viene la Ley Federal del Trabajo y la intervención, en él, de los órganos
competentes del Estado.
Por lo que atañe a las incompatibilidades que señalamos en los aparta-
dos a) y c) que anteceden, las disposiciones que el invocado Decreto Congre-
sional introdujo al citado ordenamiento las corroboran, especialmente las
que se refieren a la prohibición de que existe un sindicato universitario úni-
co, que vendría a ser una permanente amenaza para todas ·las casas de estu-
dio mexicanas.
Dada la importancia que dicho Decreto Congresional representa, nos
permitimos transcribir su texto íntegramente:

CAPÍTuLO XVIII
Trabajo en las Universidades e Instituciones de Educación
SuperiorAulónomo.s por Ley
"Artículo 353-j.-Las disposiciones de este Capítulo se aplican a las relaciones de
trabajo entre los trabajadores administrativos y académicos y las universidades e insti-
tuciones de educación superior autónomas por ley y tienen por objeto conseguir el
equilibrio y la justicia social en las relaciones de trabajo, de tal modo que concuerden
con la autonomía. la libertad de cátedra e investigación y los fines propios de estas
instituciones.
"Articulo 353-K.-Trabajador académico es la persona física que presta servicios
de docencia o investigación a las universidades o a las instituciones a las que se refiere
este Capítulo, conforme a los planes y programas establecidos por las mismas. Traba-
jador administrativo es la persona física que presta servicios na académicos a tales uni-
versidades o instituciones.
452 LA'; GARANlíAS INDIVIDUALES

"Artículo 353-L.-Correspondc exclusivamente a las universidades o instituciones


autónomas por ley regular los aspectos académicos.
"Para que un trabajador académico pueda considerarse sujeto a una relación labo-
ral por tiempo indeterminado, además de que la tarea que realice tenga esa carácter,
es necesario que se aprobado en la evaluación académica que efectúe el órgano com-
peteute conforme a los requisitos y procedimientos que las propias universidades o
instituciones establezcan.
"Artículo 353-M.-El trabajador académico podrá ser contratado por jornada com-
pleta o media jornada. Los trabajadores académicos dedicados exclusivamente a la do-
cencia podrán ser contratados por hora clase.
"Artículo 353-N.-No es violatorio del principio de igualdad de salarios la fijación
de salarios distintos para trabajo igual si éste corresponde a diferentes categorías aca-
démicas.
"Articulo 353-Ñ.-Los sindicatos y las directivas de los mismos que se constituyan
en las universidades o instituciones a las que se refiere este Capítulo, únicamente esta-
rán formados por los trabajadores que presten sus servicios en cada una de ellas y se-
rán:
"1. De personal académico,
"11. De personal administrativo. o
"Hj . De institución si comprende a ambos tipos de trabajadores.
"Artículo 353-0.-Los sindicatos a que se refiere el artículo anterior deberán regis-
trarse en la Secretaría del Trabajo y Previsión social o en la J unta de Conciliación y
Arbitraje que corresponda. según sea federal o local la ley que creó a la universidad o
institución de que se trate.
"Articulo 353-P.-Para los efectos de la contratación colectiva entre las universida-
des e instituciones y sus correspondientes sindicatos, se seguirán las reglas fijadas en el
Artículo 388. Para tal efecto el sindicato de institución recibirá el tratamiento de sindi-
cato de empresa y los sindicatos de personal académico o de personal administrativo
tendrán el tratamiento de sindicato gremial.
"Artículo 353-Q.-En los contratos colectivos las disposiciones relativas a los u-aba-
jadores académicos no se extenderán a los trabajadores administrativos, ni a la inver-
sa, salvo que así se convenga expresamente.
"En ningún caso estos contratos podrán establecer para el personal académico la
admisión exclusiva o la separación por expulsión a que se refiere el Artículo 395.
"Artículo 353-R.-En el procedimiento de huelga el aviso para la suspensión de la-
bores deberá darse por lo menos con diez días de anticipación a la fecha señalada
para suspender el trabajo.
"Además de los casos previstos por el Artículo 935, antes de la suspensión de los
trabajos, las panes o en su defecto la Junta de Conciliación y Arbitraje, con audiencia
de aquéllas, fijarán el número indispensable de trabajadores que deban continuar u-a-
bajando para que sigan ejecutándose las labores cuya suspensión pueda perjudicar
irreparablemente la buena marcha de una investigación o de un experimento en curse.
"Articulo 353-S.-En las Juntas de Conciliación y Arbitraje o en las de Conciliación
Permanentes, funcionarán J untas Especiales que conocerán de los asuntos laborales de
la universidades e instituciones de educación superior autónomas por Ley y se integra-
rán con el presidente respectivo, el representante de cada universidad o institución y
el representante de sus trabajadores académicos o administrativos que corresponda.
GARANTíAS DE LIBERTAD 453

"Artículo 353-T.-Para los efectos del artículo anterior, la autoridad competente


expedirá la convocatoria respectiva, estableciendo en ella que cada universidad o insti-
tución nombrará su representante, y que deberán celebrarse sendas convenciones para
la elección de representantes de los correspondientes trabajadores académicos o admi-
nistrativos.
"Artfculo 353-U.-Los trabajadores de las universidades e instituciones a las que se
refiere este Capítulo disfrutarán de sistemas de seguridad social en los términos de sus
leyes orgánicas, o conforme a los acuerdos que con base en ellas se celebren. Estas
prestaciones nunca podrán ser inferiores a los mínimos establecidos por la Constitu-
ción Política de los Estados Unidos Mexicanos y esta Ley".

"TRANSITORIOS

"Primero.-Los acuerdos o convenios que de conformidad con esta ley"sean mate-


ria de contratación colectiva, y hayan sido celebrados con anterioridad a la fecha de
expedición de este Decreto por las instituciones autónomas, se considerarán como
contratos colectivos para todos sus efectos, sin necesidad de ningún trámite, y serán
revisados conforme este Ley en la fecha que se haya pactado en los mismos, la cual no
podrá ser posterior a dos años a partir de aquélla en la que iniciaron su vigencia.
"Segundo.-La convocatoria para la elección de los representantes a que se refiere
el artículo 353-T, se llevará a cabo dentro de los treinta días siguientes a la fecha de
publicación del presente Decreto. En la misma se fijara la fecha en que se efectuarán
las convenciones respectivas que será anterior al IS de diciembre de 1980 Y se señala-
rá que los representantes que resulten electos durarán en su cargo hasta el 31 de di-
ciembre de 1982. A partir de esta fecha la designación de representantes se efectuará
conforme a las disposiciones generales de la Ley.
"Mientras se lleve a cabo el procedimiento de elección de representantes, los
asuntos seguirán siendo atendidos por las autoridades jurisdiccionales que hayan veni-
do conociendo de ellos.
"Tercero.-Este Decreto estará en vigor al día siguiente de su publicación en el
"Diario Oficial" de la Federación.
"México, D. F., 17 de octubre de 19S0.-/smael Orozco Lomo, D.P.-Nicolá.\" Reynez
Berezaluce, S.P.-Juan Maldonado Pereda, D.S.-Mano Carvallo Ramos, S.S.-Rúbricas."
CAPITuLO SEXTO

GARANTÍAS DE PROPIEDAD

Sumario: I.-Generalidades. H.-La propiedad privada: A. La propiedad


privada como derecho subjetivo civil. B. La propiedad privada como de-
recho público subjetivo (garantía individual): a) Referencias generales; b) Li-
mitaciones constitucionales a la propiedad privada como garantía individual;
imposición de modalidades en general; la expropiación por causa de uti-
lidad pública; expropiación en materia agraria; e) Incapacidades jurídico-cons-
titucionales respecto de la titularidad de la propiedad. III.-La propiedad
estatal.

I. GENERALIDADES

La fijación del concepto de propiedad en general ha sido una cuestión


dificil de solucionar. Las definiciones que al respecto se han formulado, re-
almente no han tomado como base el elemento esencial de la propiedad en
general, sino que han partido de la estimación de las consecuencias jurídicas
que de ella se derivan y de las modalidades aparentes como se presenta en
comparación con los derechos personales o de crédito. En efecto, los trata-
distas de Derecho Civil, cuyas consideraciones pueden hacerse extensivas a
la propiedad en general, o sea, a la privada y a la pública, por ser ambas
co-partlcipes del mismo concepto genérico, han reputado a aquélla como el
prototipo del derecho real, opuesto al personal o de crédito. La teoría tradi-
cional establecía que el derecho real (jus in Te) significaba una relación entre
una persona y una cosa y que, en cambio, el derecho personal (jus al! rem}
implica un vínculo entre dos sujetos singularmente determinados, en virtud
del cual uno de ellos, denominado acreedor, es titular de la facultad de exi-
gir del otro, llamado deudor, el cumplimiento de una prestación cualquiera
consistente en hacer, dar o en no hacer (concepto de obligación). El dere-
cho real, según la teoría clásica o tradicional, se ejerce directamente sobre la
cosa que constituye el objeto del derecho, esto es, sin ningún intermediario.
Por el contrario, en el derecho personal, el titular de éste no ejerce ningún
poder directo sobre una cosa sino indirectamente sobre todo el patrimonio
del deudor y cuya efectividad o ejercicio positivos dependen del comporta-
miento de éste en el cumplimiento de su obligación. Basándose en la cir-
cunstancia de que entre una persona y una cosa no puede existir ninguna
456 lAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

relación jurídica, sino que ésta opera solamente entre personas, se calificó
de absurda la idea de derecho real elaborada por la doctrina clásica. Para
distinguir al derecho real del personal, se dijo que si bien ambos consisten
en un vínculo jurídico, los sujetos pasivos (obligados) en cada uno de ellos
son diferentes. Así, la teoría moderna que reaccionó contra la clásica, asentó
que el derecho real (cuyo prototipo es el de propiedad) implica una rela-
ción entre un individuo determinado (sujeto activo) y un sujeto pasivo uni-
versal integrado por todos los hombres, el cual tiene el deber de respetar
ese derecho, absteniéndose de vulnerarlo o violarlo. Por el contrario, se afir-
mó, el derecho personal carece de ese obligado universal individualmente
indeterminado, puesto que se ejercita únicamente frente a una persona cier-
ta y concreta. Por ello se dedujo que el derecho real es absoluto, a diferen-
cia del personal, que es relativo.
Independientemente de que adoptemos la teoría clásica o la tesis mo-
derna respecto de los derechos reales y los personales, lo cierto es que la
propiedad en general se revela como un mOM de ofectacién jurídica de una cosa
a un sujeto, bien sea éste físico o moral, privado o público. En efecto, la idea
de propiedad que todo hombre abriga desde que comienza a tener uso de
razón, evoca la de imputación de un bien a una persona, o sea, que no se
concibe a éste aisladamente, sino siempre con referencia a un ser humano.
No es que entre la persona y la cosa exista una relación jurídica como quie-
re la doctrina clásica, sino simplemente que un bien se atribuya a un sujeto
cuando no se le considere en sí mismo. El concepto de relación jurídica im-
plica la causación de derechos y obligaciones correlativas o recíprocas (con-
tratos unilaterales y bilaterales, verbigracia) entre los sujetos de la misma; y
como una cosa no puede contraer obligaciones ni ser titular de derechos, es
obvio que, como lo consideró la teoría moderna, entre ella y una persona
no puede existir ningún vínculo jurídico. subjetivo. La afectación, imputa-
ción, referencia. atribución, etc., de un bien a un sujeto no se ostentan
como una relación jurídica entre aquél y éste, por lo que no sugieren el ab-
surdo que sirvió de fundamento a la crítica de la doctrina clásica sobre este
·punto. Al afirmar que una cosa se refiere, se imputa, se afecta a una perso-
na, no se supone y mucho menos se infiere, que aquélla esté obligada hacia
ésta o viceversa. Por ello es que nosotros creemos, sin que esta creencía
constituya la formulación de un concepto exacto y verdadero acerca de la
propiedad, que ésta se traduce en un modo específico de atribución de una
cosa a una persona.
Ahora bien, écómo se revela esa atribución? Los bienes se pueden atri-
buir a una persona de diferente manera, la cual engendra consecuencias ju-
rídicas diversas. Puede suceder que una cosa se refiera a un sujeto para el
solo fin de que éste la use o la disfrute, esto es, la emplee para la satisfac-
ción de sus necesidades o para apropiarse los frutos que produzca. Tal
acontece, verbigracia, con los bienes dados en arrendamiento o en usufructo,
GARANlÍAS DE PROPIEDAD 457

en cuya situación la persona a quien se imputa (arrendatario o usufructua·


rio) carece de la facultad de ejercitar sobre ellos actos de dominio. Por e!
contrario, cuando una cosa se atribuye o afecta a Un sujeto, en e! sentido de
que éste puede disponer de ella válidamente, es decir, realizar actos de do-
minio valederos, tenemos e! caso de la propiedad, cuya idea generalmente
se establece, como lo hicimos, atendiendo a las consecuencias jurídicas que
produce. Por ende, la propiedad en general, bien sea privada o pública, tra-
duce una forma O manera de atribución o afectación de una cosa a una per·
sona (fisica '0 moral, pública o privada), por virtud de la cual ésta tiene la
facultad jurídica de disponer de ella ejerciendo actos de dominio. Dicha fa-
cultad de disposición es jurídica porque implica, para su titular, la potestad
de imponer coercitivamente su respeto y acatamiento a todo sujeto (el suje-
to pasivo universal de la teoría moderna), y para éste la obligación inelu-
dible correlativa de abstenerse de vulnerarla o cntorpecerla.
Tal facultad de disposición no es absoluta, es decir, no en todos los casos
existe como consecuencia distintiva de una determinada referencia de un
bien o una persona, pues en algunas situaciones, que podrían ostentarse
como relativas a una hipótesis de propiedad, la ley expresamente la excluye
o veda. Esta circunstancia opera en lo que respecta a las cosas que forman
e! patrimonio familiar, ya que e! artículo 727 de! Código Civil declara que
son inalienables. Sin embargo, podernos decir que cuando no existe esa fa-
cultad de disposición, los bienes que se atribuyen a una persona no debe-
rían constituir e! objeto de la propiedad, sino de cualquier otro derecho.
Por ello no es dable afirmar que e! patrimonio familiar en realidad no está
integrado por bienes materia de la propiedad, sino por cosas objeto de otro
derecho como el de usufructo, consideración que está corroborada porel ar-
tículo 724 del Código Civil, al disponer que los miembros de la familia be-
neficiaria "sólo tienen el derecho de disfrutar de los bienes".
Nosotros no creemos que la propiedad sea un derecho natural e irn-
prescriptible del ser humano. Considerada como una forma de atribución
de un bien a una persona en los términos indicados, ese derecho, por ser
eminentemente actual, depende de factores y circunstancias trascendentes a la
personalidad de! hombre, como son, en resumen, los de que el bien tenga
una naturaleza material tal, que le permita ser objeto de. propiedad.ew En
cambio, es evidente que aquellas cosas de las cuales el ser humano no pue·
de disponer física o jurídicamente hablando, no pueden ser materia de pro·
piedad, por lo que ésta no opera en tal hipótesis.
No estimando nosotros que la propiedad tenga una existencia supra·
300 No hay que confundir el derecho de propiedad sobre un bien, que es siempre actual,
es decir, que sólo existe en tanto que éste es atribuido positivamente a una persona, con la facul-
tad que tiene todo individuo de llegar a ser sujeto de ese derecho. la cual es potencial. .
Este criterio se contiene en el artículo 830 del Código Civil que peculiariza a la propiedad
a través del elemento disponibilidad de una cosa.
LAS GARANTíAS INDIVIDUALES
458

jurídica, puesto que, siendo eminentemente actual y no potencial, sólo el


derecho positivo puede determinar cuándo debe tener lugar, llegamos a la
conclusión de que la facultad de disposición que la caracteriza depende de
la circunstancia de que la ley o la costumbre la consignen. Cuando no existe
esta consignación jurídica en ningún <:aso y para ningún sujeto, no puede ha-
blarse de propiedad respecto de los bienes no disponibles absolutamente.
En síntesis, no siendo la propiedad sino un derecho actual, hic el nunc,
como dirían los escolásticos, y cuya característica es la facultad de dispo-
sición válida de bienes, la cual es ruada por la ley, estimamos que ésta, en
cada caso o situación general que regule, es la que la determina. Por ende,
la existencia de la propiedad, como derecho actual, depende de la voluntad
de la ley, cuando ésta establece que un bien es susceptible de disposición en
general, aun cuando este acto se prohíba a determinada categoría de perso-
nas respecto de cierta especie de bienes. (Por ejemplo, ciertas cosas atribui-
das en propiedad al Estado no son susceptibles de apropiación y, por ende,
de disposición privada, no obstante que su titular, la entidad política, puede
ejecutar actos de dominio sobre ellas. Sólo cuando en forma absoluta se de-
clara que un bien no es disponible, no existe propiedad respecto de él.)
La propiedad se traduce, pues, en un modo o manera de atribución de
un bien a una persona. De la calidad o categoría de ésta depende la índole
de tal derecho. Así, cuando el sujeto a quien se imputa o refiere una cosa es
el Estado, como entidad política y jurídica con personalidad propia distinta
de la que corresponde a cada uno de sus miembros, la propiedad será públi-
ca, la cual es ejercida por conducto y a través de las autoridades. Los bie-
nes que se atribuyen al Estado como objetos de la facultad dispositiva de
éste, y que constituyen el patrimonio de la entidad estatal, se clasifican en
diferentes categorías, tales como bienes de dominio público o de uso co-
mún; bienes propios; bienes de propiedad originaria; bienes de dominio di-
recto y de propiedad nacional aprovechables mediante concesiones, cuyo
régimen jurídico está regulado por la Ley de Bienes Nacionales. Por el con-
trario, cuando la persona a quien se imputa una cosa con facultad de dispo-
sición sobre ésta, no es el Estado, sino un sujeto particular, privado, bien
sea fisico o moral, tendremos el caso de la propiedad privada. Existe un ter-
cer tipo de propiedad desde el punto de vista de su titular, integrado' por
bienes que podríamos llamar de propiedad social, en el caso de que el sujeto
de la misma sea una comunidad agraria O· un sindicato, que son agrupacio-
nes de naturaleza social, siendo susceptibles legalmente. de ser dueñas de co-
sas muebles en general y de inmuebles, en los términos' de las legislaciones
agraria y laboral, a cuyas prescripciones nos remitimos.
Por último, existe otra categoría de cosas excluyentes de propiedad. Ta-
les son aquellas cuya naturaleza fisica o material impide que sobre ellas se
ejerza un poder de disposición, recibiendo el nombre de res nullius o cosa
de nadie. No hay que confundir estas cosas no susceptibles por modo abso-
CARANTÍAS DE PROPIEDAD 459

luto de ser objeto de propiedad, con aquellos bienes que no tienen dueño
cierto, como son los vacantes tratándose de inmuebles y mostrencos: por lo que
ve a los muebles. (Arts. 774 a 789 del Código Civil.) Las cosas de nadie o
res nullius son aquellas sobre las que ninguna persona puede ejercer un poder
o facultad de disposición por impedirlo su naturaleza física (el' Sol, verbigra-
cia); por el contrario, si bien es verdad que tanto los bienes vacantes como
los mostrencos carecen de un propietario cierto, individual o privado, no por
ello dejan de tener otro dueño, el cual es el Estado. En efecto, cuando un
bien inmueble no tiene un propietario individual o particular cierto o cono-
cido (bien vacante), la propiedad originario. del mismo se imputa a la nación o
al Estado como forma política y jurídica de ésta, según el artículo 27 consti-
tucional en su primera parte. Tratándose de bienes mostrencos, o sean los
muebles abandonados y perdidos euyo dueño (se sobreentiende privado) se
ignore, por derecho de accesión pertenecen en propiedad 'originaria al Esta-
do. Efectivamente, si todas las tierras que forman el territorio nacional
corresponden originariamente a la nación o a la entidad política en que
ésta se constituye, los muebles que sobre aquélla se encuentren a modo de
accesorios y que no tengan dueño privado, lógicamente deben considerarse
.como objeto de propiedad estatal de manera originaria.

11. LA PROPIEDAD PRIVADA

A. La propieddll como derecho subjetivo civil


La propiedad privada presenta primordialmente dos aspectos, a saber,
como derecho civil subjetivo y corno derecho público subjetivo. En el primer caso,
la propiedad se revela como un derecho que se ubica en las relaciones jurí-
dicas privadas, esto es, en las que se entablan entre los individuos como ta-
les, como gobernados, como elementos de vínculos de coordinación. La
propiedad privada, en estas condiciones, es exclusivamente oponible a las
pretensiones de los sujetos individuales, o mejor dicho, a las de las personas
colocadas en el plano de gobernados o de derecho privado. En su aspecto
puramente civil, la propiedad es un derecho subjetivo que se hace valer
frente a personas situadas en la misma posición jurídica que aquella en que
se encuentra su titular. El Estado, en las relaciones de imperio, de autoridad
con los gobernados, es extraño a la propiedad privada en su carácter de de-
recho civil; no forma parte de las relaciones jurídicas en que ésta se puede
debatir; simplemente se ostenta como mero regulador de las mísmas.v»
La propiedad privada como derecho subjetivo civil engendra para su ti-
tular tres derechos fundamentales, que son: el de uso, el de disfrute y el de
3tll Esta consideración no excluye la hipótesis en que las relaciones jurídicas entre un par-
ticular y el Estado, cuando éste actúa en su aspecto de entidad no soberana. la propiedad privada
civil puede ser materia de las mismas en muchos casos.
460 LAS GARANTíAS INDIVIDUALES

disposición de la cosa materia misma. El primero se traduce en la facultad


que tiene el propietario de utilizar el bien para la satisfacción de sus pro-
pias necesidades; por medio del segundo, el dueño de la cosa puede hacer
suyos los frutos (civiles o naturales) que ésta produzca; el derecho de dispo-
ner de un bien, en tercer lugar, se manifiesta en la potestad que tiene el ti-
tular de la propiedad consistente en realizar, respecto de aquél, actos de
dominio de diversa índole (venta, donación, constitución <le gravámenes en
general, etc.). Es a virtud de este derecho de disposición de la cosa como se
distingue el derecho de propiedad de cualquier otro que una persona tenga
respecto de un bien, según ya advertimos anteriormente, y el cual figura
como elemento de definición del concepto de propietario que contiene el
Código Civil en su artículo 830.
Ahora bien, el derecho a disponer de una cosa no es absoluto, pues tie-
ne limitaciones establecidas por la ley, tal como lo declara el mencionado
precepto. La idea clásica de propiedad, que consideraba a ésta como un de-
recho absoluto que originaba para su titular la facultad de "abusar de la
cosa" (jus abutendi del Derecho Romano), ha sido abandonada tanto por la
doctrina como por la legislación. Aparte de las limitaciones propiamente ci-
viles de que adolece el derecho de propiedad y que están consignadas en
los artículos 839 y 840 del Código Civil, existen restricciones de derecho
público impuestas por el interés social o estatal. En esta virtud, el Estado,
por conducto de las autoridades que corresponda, puede ocupar, limitar y
aun destruir una cosa en aras del interés colectivo, o como dice el artículo
836 del ordenamiento civil, "para prevenir o remediar una calamidad públi-
ca, para salvar de un riesgo inminente a una población o para ejecutar
obras de evidente beneficio colectivo". Es más, no sólo el Estado puede limi-
tar la propiedad privada, sino imponer a su titular la obligación pública de
servirse de la cosa en interés social, para cuyo cumplimiento tiene aquél la
facultad expropiatoria. Este conjunto de condiciones que se imponen a la
propiedad privada, en el sentido de' que' su ejercicio no perjudique al inte-
rés social, o de que éste pueda preservarse o satisfacerse mediante la impo-
sición de modalidades 'e inclusive por conducto de la expropiación,
convierte a ese derecho en una función social.
Además de las limitaciones jurídicas a la propiedad privada, ésta adole-
ce de lo que los civilistas llaman desmembramientos, tales como las servidum-
bres, el usufructo, etc., que implican. grosso modo, restricciones a los derechos
específicos que de ella se derivan.
B. La propiedad privado como derecho público subjetivo
(garantia individual)
a) Consideraciones generales. Nos hemos referido a la propiedad privada
como derecho oponible por su titular ante las personas físicas o, morales, in-
cluyendo al Estado en su aspecto de entidad no soberana (jure gestionis), que
GARANTíAS DE PROPIEDAD
461

están colocadas en su misma situación jurídica de gobernado. Pues bien, la


propiedad privada presenta el carácter de derecho públil:o subjetivo, cuando
pertenece al gobernado como tal y es oponible al Estado y sus autoridades,
ya no bajo su índole de personas no soberanas, sino como entidades de impe-
rio, de autoridad, En este sentido, la propiedad privada se erige en el conte-·
nido de una potestad jurídica, fruto de una relación existente entre el
gobernado, por un lado, y el Estado y sus autoridades por el otro, consis-
tente en exigir de la entidad política y de sus órganos autoritarios su respe-
to y observancia. El Estado y sus autoridades, ante ese derecho subjetivo
público, cuyo contenido es la propiedad privada, tienen a su cargo la obliga-
ción correlativa que estriba en una abstención, es decir, en asumir una acti-
tud de respeto, de no vulneración, de no ejecutar acto lesivo alguno. Claro
está que esta obligación pasiva que se deriva para el Estado y sus autorida-
des de la garantía individual correspondiente, no excluye la posibilidad de
que la entidad política, en presencia de un interés colectivo, social o público
imponga a la propiedad privada restricciones y modalidades.
El fundamento constitucional de la propiedad privada inmobiliaria como
derecho subjetivo público se contiene en el primer párrafo del artículo 27
de la Ley Suprema, el cual dice: "La propiedad de las tierras yaguas com-
prendidas dentro de los límites del territorio nacional, corresponde origina-
riamente a la nación, la cual ha tenido y tiene el derecho de transmitir él
dominio de ellas a los particulares, constituyendo la propiedad privada. "'02
El concepto de propiedad originaria no debe tomarse como equivalente al
de propiedad en su connotación común, pues en realidad, el Estado o la
nación no usan, disfrutan o disponen de las tierras yaguas como lo hace un
propietario corriente. La entidad política soberana, en efecto, no desempeña
en realidad sobre éstas, actos de dominio, o sea, no las vende, grava, dona,
etc. En un correcto sentido conceptual la propiedad originaria implica el do-
minio eminente, que tiene el Estado sobre su propio territorio, consistente en
el imperio, autoridad o soberanía que dentro de sus límites ejerce. La pro-
piedad originaria de que habla el párrafo primero del artículo 27 constitu-
cional significa la pertenencia del territorio nacional a la entidad estatal
como elemento consubstancial e inseparable de la naturaleza de ésta. Un Estado sin
territorio sería inconcebible; por ello, todas las tierras nacionales forman
parte de la entidad estatal mexicana como porción integrante de la misma.
En realidad, es indebido hablar de la "propiedad originaria" que tiene .la
nación o el Estado mexicano sobre las tierras yaguas, ya que la propiedad
en general, según afirmamos con antelación. implica una referencia de algo
extrapersonal (como el bien o la cosa) a un sujeto y, como el territorio cons-
tituye un elemento esencial de la entidad estatal, es evidente que no puede
3(l;! E.~t.1. disposición puede hacerse extensiva a la propiedad mobiliaria. si se tiene en
cuenta el principio jurídico de la accesión.
LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES
462

haber entre ésta y aquél una atribución, ya que implican una unidad como
todo y corno parte respectivamente. .
En síntesis, el concepto de "propiedad originaria" empleado en el pn·
mer párrafo del artículo 27 constitucional equivale en realidad a la idea de
dominio eminente, o sea, a la de imperio, soberanía o autoridad que el Estado
como persona política y jurídica ejerce sobre la parte física integrante de ~u
ser: el territorio. Semejante consideración formula el Líe. M. G. Villers en
una interesante monografía sobre el artículo 27 de la Constitución, al asen-
tar que "el dominio originario" a que se refiere esta primera parte del aro
tículo 27 es el dominio eminente, tal como se reconoce en el Derecho
Internacional. es el ejercicio de un acto de soberanía de In nación sobre todo el
territorio en el cual ejerce actos de autoridad. El dominio originario que tie-
ne la nación, no es el derecho de usar, gozar y disponer de todas las tierras
yaguas existentes en el territorio nacional, sino facultad potencial o una fa-
cultad legislativa respecto de las tierras yaguas como objeto de los dere-
chos; es la facultad de ejercitar actos de soberanía sobre todo el territorio
nacional, con exclusión de cualquiera otra potencia extranjera, uno de los
cuales actos es transmitir a los particulares el dominio de las tierras y
aguas que no están sujetas a propiedad individual, pues respecto a las que
están constituidas en esta última forma, la nación tiene el deber de respetar-
las conforme a otros preceptos también de carácter constitucional't.w«
Sin embargo, se ha afirmado constantemente que el origen histórico de
la disposición contenida en el primer párrafo del artículo 27 constitucional
se implica en la famosa bula Iruer Coeteris del Papa Alejandro VI de 4 de
mayo de 1493, por medio de la cual otorgó a los soberanos españoles ver-
daderos derechos de propiedad sobre las tierras descubiertas al occidente de
una línea ideal trazada a cierta distancia de las Azores. Lógicamente no
puede decirse que el Sumo Pontífice romano confiriera propiedad algu.na a los
soberanos españoles y de Portugal; lo que hizo fue dirimir una contienda
posesoria surgida entre los monarcas de ambos países, en la que dichos go·
bernantes se disputaban el dominio de las tierras descubiertas, ocupadas por
la fuerza material de la conquista.
Sobre este particular, el licenciado VilIers dice: "La Bula de Alejandro VI 110 ha-
bla de transmisión del "dominio", ni es razonable que confiera dominio en la acep-
ción que se ha dado a este vocablo con el alcance de un derecho de propiedad,
puesto que aun sin discutir los derechos de Su Santidad para dictar la Bula de que se
trata, en derecho no parece admisible que haya tenido facultad para conceder un de-
recho de propiedad que no tenía, atento al principio jurídico de que nadie puede
transmitir lo que no tiene."
En las distintas pragmáticas de los reyes de España se encuentra con frecuencia
el concepto de que por virtud de haber transmitido a ellos "el dominio de las tierras
descubiertas", se abrogaron la facultad de otorgar mercedes, lo que da idea de que
aquellos soberanos interpretaron el alcance de la Bula de Alejandro VI en el sentido

sos El artículo 27 de la Constitudón Mexicana de 1917. Pág. 15.


GARANTÍAS DE PROPIEDAD 463

de que les había conferido un derecho de propiedad, y por eso transmitían derechos
de esa clase en las mercedes. Pero tomando en consideración la gran amplitud de fa-
cultades que tenían los reyes de España después del descubrimiento de México, no
permitía discutir la naturaleza de estos derechos. . "
A juzgar por los términos de la Bula y especialmente la razou o motivos .de su
expedición, que era resolver el conflicto entr~ España y Portugal sobr~ el límite de
las tierras descubiertas, seguramente que el objeto de la Bula fue confenr un derecho
de soberanía en favor de España con exclusión de Portugal. El conflicto entre España
y Portugal era de soberanía y de jurisdicción, y si resolver ese conflicto fue lo que se
sometió o sugirió al Sumo Pontífice, por el embajador de España en Roma, no es po-
sible admitir que el Papa haya conferido un derecho de propiedad que no era objeto
del conflicto. La naturaleza de las resoluciones que determinan los linderos entre Es-
tados, no es atributiva de propiedad, sino de soberanía o jurisdicción y lo mismo se
observa tratándose de Estados soberanos que de Estados comprendidos dentro de
una nación soberana. Por esto no puede admitirse que al emplear el vocablo "domi-
nio" en las cédulas pragmáticas de España, se haya podido significar "propiedad",
sino "soberanía", que se traduce en lo que actualmente se llama "dominio eminente"..
"La nación mexicana, al constituirse en forma independiente de España. .reasu-
mió su soberanía propia y surgieron sus derechos sobre el territorio nacional, pres-
cindiendo de lo que dispusiera el Sumo Pontífice al resolver el conflicto de límites
entre España y Portugal. El concepto de la soberanía no permite reconocer validez a
aquella disposición primitiva de Su Santidad; por el contrario, exige desconocer toda
autoridad extraña que menoscabe la soberanía del país y desvirtúe los derechos que
originariamente y en forma fundamental ha tenido la nación mexicana para consti-
tuirse y para dictar toda clase de leyes."
"Desde el momento en que se constituyó y se declaró independientemente, san-
cionó la nación implícitamente, que todos los derechos de ella como nación y como
Estado soberano e independiente, dimanan de su misma existencia y no de otro Es-
tado ni por acto de donación o enajenación que le hubieran hecho otros pueblos
igualmente soberanos u otras autoridades como Su Santidad, aunque entonces tuvie-
ran también poderes temporales."
"Si los derechos de la nación mexicana no están derivados de la voluntad papal,
ni derivados tampoco de los soberanos de España, debemos reconocer que el origen
de todos los derechos de la nación mexicana sobre las tierras yaguas proviene del
derecho de soberanía desde el momento en que se constituyó políticamente o aun
desde que se declaró independiente de España."
"El Acta Constitutiva de 31 de enero de 1824, en su artículo 2 previno que la
nación mexicana es libre e independiente para siempre de España y de cualquiera
otra potencia y que no es ni puede ser patrimonio de ninguna familia ni persona.
Por virtud de este artículo, la nación mexicana, uno de cuyos elementos es el territo-
rio con las tierras yaguas, al declarar que no podía ser patrimonio de ninguna fami-
lia ni persona, desconoció tácitamente la disposición de Su Santidad el Papa, quien
según los Reyes de España, había dado las tierras yaguas de Nueva España al patri-
monio de los soberanos ibéricos. Desde ese momento de dictarse el Acta Constitutiva
de 1824. no podían reconocerse ningunos derechos de regalía sobre tierras y
aguas de México, a favor de aquellos soberanos. El artículo 3 de la misma acta de
1824 declaró que la soberanía reside radical y esencialmente en la nación, y que por
lo mismo pertenece exclusivamente a ésta el derecho de adoptar y establecer por me-
dio de sus representantes, la forma de gobierno y dictar las Leyes Fundamentales
que le parezcan más convenientes para su conservación y mayor prosperidad, modifi-
cándolas o variándolas según lo crea conveniente. En virtud de esta declaración, la
nación mexicana, por efecto de su soberano, ha tenido perfecto derecho para dictar

D-.__
LAS GARANTfAS INDIVIDUALES
464

sus, propias leyes y. como c0!1secuencia. todas la~ leyes espa~olas qu~ ~stuvieran en
I

pugna con las leyes que se dictaran en la Re,:,ubhca. no podnan, subsistir por,~~e ha-
bría sido contrario al derecho de soberanía dimanado de ese articulo tercero. 3
No justificándose la atribución de la "propiedad originaria" de las tie-
rras yaguas en favor de la nación por la célebre bula pontificia lnter Coeterís
ni por el régimen jurídico que sobre el .particular existió durante la época
colonial, la más acertada explicación que puede darse al párrafo primero
del artículo 27 constitucional, desde el punto de vista de su gestación parla-
mentaria, consiste en suponer que los Constituyentes de Querétaro trataron
de fundar, en la declaración contenida en dicha disposición, la intervención
del Estado en la propiedad privada para solucionar, sobre todo, el proble-
ma agrario. En otras palabras, urgía establecer una base hipotética que le-
gitimase principalmente el fraccionamiento de los latifundios de acuerdo
con un principio teórico primario, el cual se tradujo en considerar que la
nación es la "propietaria originaria" de todas las tierras yaguas comprendi-
das dentro del territorio nacional, a fin de excluir todo derecho preferente
que sobre ellas alegasen los particulares. Ahora bien, según lo hemos dicho,
la propiedad "de origen" a 'J'U! alude el precepto constitucional citado rw es sino la
atribudón al Estado mexicano de todo el territorio 'J'U! integrá su elemento fisico
como ingrediente substancial de su ser y sobre el 'J'U! desarrolla su poder de imperio.
Con vista a la implicación del concepto "propiedad originaria", la pro-
piedad privada constitucionalmente deriva de una supuesta transmisión efec-
tuada por la nación en favor de los particulares de ciertas tierras y sus
aguas comprendidas dentro del territorio nacional. Pues bien, respecto de
las propiedades privadas ya existentes en el momento en que entró en vigor
el artículo 27 de nuestra Constitución, este mismo precepto, en sus fraccio-
nes VIII, IX Y XVIII, consignó declaraciones de nulidad plenarias en rela-
ción con actos, contratos, concesiones, diligencias judiciales. etc, que
hubieren entrañado contravención a la ley de 25 de junio de 1856'"; y que
se hayan celebrado u otorgado con posterioridad al primero de diciembre
de 1876; así como facultades de revisión, en favor del Ejecutivo Federal, so-
bre todos los contratos y concesiones hechos por los gobiernos que hubieren
actuado con anterioridad a la Constitución vigente y desde el mencionado
año de 18761 "que hayan traído por consecuencia el acaparamiento de tie-
rras, aguas y riquezas naturales de la nación por una sola persona o socie-
dad", pudiendo el Presidente de la República declarar nulos tales contratos
y concesiones "cuando impliquen perjuicios graves para el interés público".
Fuera de los casos de nulidad contemplados por el artículo 27 constitucional
en las disposiciones señaladas, nuestra Ley Suprema en realidad reconoció la
propiedad privada existente con antelación a su vigencia sobre tierras y

'''' Op. ca., pags. 9 a 14.


S05 Ley de Desamortización de Bienes expedida por Ccmonfort.
GARANTíAS DE PROPIEDAD 465

aguas no consideradas por dicho precepto como de propiedad nacional. Di-


cho reconocimiento, que es de naturaleza tácita, descansa sobre el supuesto
hipotético de que, perteneciendo la propiedad originaria de las tierras com-
prendidas dentro del territorio del Estado mexicano a la nación, ésta trans-
mitió su dominio a los particulares, constituyendo así la propiedad privada
respecto de ellas. Claro está que las propiedades de particulares que hayan
existido con anterioridad a la Constitución de 1917 y cuyos actos generati-
vos no sean nulos o anulables conforme a las prescripciones contenidas en
su artículo 27 (fracciones VIII, IX Y XVIII), para que puedan válidamente
subsistir, no deben entrañar ninguna de las incapacidades adquisitivas a que
el propio precepto se refiere (y a las cuales aludiremos brevemente con pos-
terioridad), pues de lo contrario la nación puede entablar las acciones judi-
ciales que le competen contra sus titulares para que los bienes respectivos
(tierras yaguas por lo general) ingresen al patrimonio nacional (art, 27
constitucional, frac. VI, último párrafo).
Huelga decir, por último, que si alguna persona física o moral afectada
por cualquiera incapacidad constitucional adquiere por transmisión privada los
bienes en relación con los cuales se establece dicha incapacidad, también
pueden ejercitarse tales acciones.
Equivaliendo la "propiedad originaria" de las tierras yaguas en favor de
la nación a la pertenencia que el Estado tiene respecto del territorio nacio-
nal como parte substancial de su ser, el goce, disfrute y disponibilidad de las mis-
mas los ha transferido, o mejor dicho reconocido, a los particulares,
surgiendo de esta guisa la propiedad privada. Al hacerse esta declaración en
el artículo 27 constitucional en ejercicio de su facultad auto-limitativa, el Es-
tado y sus autoridades están obligados jurídicamente a respetar la propie-
dad privada, Como consecuencia de la sumisión ineludible que se debe al
ordenamiento supremo. Naturalmente que ese respeto a la propiedad priva-
da, que esa intangibilidad a la misma, no son absolutos, según dijimos, pues
el Estado tiene la facultad de imponerle todas las modalidades que dicte el
interés público e inclusive hacerla desaparecer en cada caso concreto de que
se trate, facultad que debe ceñirse a las limuaciones constitucionales que la Ley Fun-
damental expresamente impone al mencionado derecho. Fuera de estas restriccio-
nes, el Estado y sus autoridades carecen de todo poder para vulnerar la
propiedad privada.
b) Limitaciones constitucionales a la propiedad privada como garantía. indivi-
dual. Hemos aseverado anteriormente que la propiedad privada ya no es un
derecho absoluto del individuo tal como existía en Roma, sino que está lla-
mada a desempeñar una función social. Por ello es que la Ley Suprema im-
pone a la propiedad particular importantes limitaciones, todas ellas
inspiradas en el interés estatal, nacional, público o social.
l. lmposicion de modalidades. El artículo 27 constitucional en su tercer pá-
rrafo expresa que "la nación (o el Estado mexicano como persona moral de
466 lAS GARAN"líAS INDIVIDUALES

derecho público en que ésta se organiza o estructura) tendrá en todo tiem-


po el derecho de imponer a la propiedad privada las modalidades que dicte
el interés público". La imposición de estas modalidades se traduce, bien en
restricciones o prohibiciones respecto del uso, disfrute o disposición de las
cosas (ocupación temporal, total o parcial o simple limitación de los derechos
de dominio de que habla el artículo 2 de la Ley de Expropiación), o bien
en el cumplimiento, por parte del dueño de éstas, de verdaderos actos posi-
tivos con motivo del aprovechamiento de las mismas. El establecimiento de
limitaciones' o prohibiciones a los derechos específicos emanados de la pro-
piedad, así como la obligación impuesta a su titular, consistente en realizar
actos positivos, deben tener como móvil, como causa final, la satisfacción MI
interés público, esto es de un interés general personalmente indeterminado. En vis-
ta de la prevención constitucional que acabamos de transcribir, el Estado o
la nación, por conducto de sus autoridades puede llevar a cabo actos limita-
tivos o prohibitivos de los derechos que de la propiedad se derivan para su
titular (uso, disfrute y disposición), así como imponer a éste el cumplimiento
obligatorio de un hecho positivo.
El alcance de la disposición constitucional que faculta a la nación para
imponer a la propiedad privada las modalidades que dicte el interés público
es, sin embargo, difícil de precisar. En otras palabras, para demarcar la ex-
tensión e índole misma del derecho consagrado en favor de la nación, es in-
dispensable determinar qué se entiende por modalidades a la propiedad
privada y, sobre todo, cuál es su implicación. Es obvio que la imposición de
modalidades a dicha propiedad no equivale a la abolición absoluta de la
misma en detrimento de su titular, pues ello significaría el egreso definitivo
del bien de que se trate de la esfera jurídica de una persona, lo cual confi-
guraría la expropiación como fenómeno diferente de aquél. Por tanto, la
imposición de modalidades a la propiedad privada se traduce necesariamen-
te en la supresión o en la limitación de alguno de los derechos reales inhe-
rentes y consubstanciales a ella, a saber, el derecho de usar de la cosa (jus
utendi), el de disfrutar de la misma (jus fnumdi) y el de disposición respec-
tiva (jus abuiendi). En consecuencia, sólo cuando se afecta supresiva o limita-
tivarnente alguno de tales derechos puede hablarse de imposición de
modalidades a la propiedad privada, en la inteligencia de que dicha afecta-
ción debe recaer en el mecho mismo de que se trate y rw en "la cosa O bien que
constituya la materia de su ejercicio o goce, ya que pueden existir afectacio-
nes a tal cosa o bien sin que éstas importen, a su vez, lesión al derecho de
propiedad en sí mismo considerado. Por ende, sólo a través de sus derechos
distintivos y esenciales puede existir la posibilidad de que se impongan mo-
dalidades a la propiedad privada, es decir, cuando se suprima o limite algu-
no de tales derechos y no cuando simplemente se afecte de cualquier
manera la cosa o bien que implique su materia de goce o ejercicio, pues
debe tenerse muy presente que no es lo mismo la materia de un derecho al
GARANTíJ\S DE PROPIEDAD
467

derecho en cuanto tal, de lo que resulta que la imposición de modalidades a


una cosa o bien no equivale a la imposición de modalidades a los derechos
reales que sobre dicha cosa o bien se tengan, sino sólo en la medida en que
éstos se limiten o supriman.w'
En rérminos semejantes a los que acabamos de exponer, Lucio Mendíeta y Núñez
concibe la idea "modalidades a la propiedad privada" al afirmar: "El derecho de pro-
piedad, en su expresión, tiene las tres características señaladas por el Derecho Roma-
no (uti, frui, abuti), esto es, implica el derecho de usar de la cosa, de obtener los
frutos de la misma y de disponer de ella. Cuando el propietario goza de estos atribu-
tos de su propiedad. tiene la propiedad privada perfecta. Pero en la práctica, y ya
desde el antiguo Derecho, puede ver limitado el ejercicio de sus derechos de propie-
dad en los atributos de la misma, unas veces por propia voluntad y otras por dispo-
sición expresa de la ley. Entonces se dice que su propiedad es imperfecta. Las
servidumbres son el ejemplo clásico de modalidades limitativas del derecho de pro-
piedad. La propiedad persiste mientras el propietario conserva el derecho de dispo-
ner de su propiedad vendiéndola o cediéndola a otra persona, aun cuando haya
perdido el derecho de usarla y de obtener sus frutos. En este caso se dice que tiene
la nuda propiedad. En consecuencia, la esencia del derecho de propiedad está en ese ~
derecho irreductible que se llama nuda propiedad. Con estos principios como base
podemos ya examinar el concepto de "modalidad" para diferenciarlo del de "expro-
piación". Si como hemos dicho, modalidad es la manera de ser de una cosa, habrá
modalidad en cuanto se conserve el ser, porque lo fundamental es el ser, después el
modo de ser, cualesquiera que sean las modificaciones que se impongan a los tres
atributos del derecho de propiedad, habrá modalidades y no expropiación mientras
el propietario conserve el ejercicio de estos atributos. La modalidad puede afectar el
derecho de libre disposición de la cosa, la nuda propiedad misma, como cuando or-
dena una ley que el propietario no podrá disponer libremente de ella, sino dentro
de condiciones determinadas: pero como no pierde totalmente el derecho de dispo-
ner de su propiedad, como ejerce el atributo de la manera impuesta por la ley, es in-
dudable que no hay expropiación sino modalidad. La modalidad puede afectar al
uso O al usufructo y sólo a la forma de gozar de los frutos de una cosa, siempre que
reconociendo el derecho del propietario para ejercer esos atributos de la propiedad,
se concrete a imponer la forma de expresión de tales atributos, el modo en que se-
rán ejercitados: explotación forzosamente colectiva de la tierra, como en ciertos casos
de la propiedad epdal, obligación de dedicar ciertas tierras precisamente a determi-
nadas cultivos para desarrollar planes agrícolas, obligación de vender en común los
frutos obtenidos, etc. "30;
Por su parte, la Suprema Corte ha establecido el criterio de que por
3(16 A~L verbigracia, si únicamente se obliga al propietario o constructor de un edificio a
fabricar éste de cierta manera, dicha obligación no importa "imposición de modalidades a la Prv-
piedad privada" en los términos del artfculo 27 corísritucional, porque no entraña ninguna afecta-
ción a los derechos derivados de la propiedad en s( mismos considerados. Por el contrario, si se
restringe o elimina el derecho de usar una cosa confonnc a los deseos de su dueño para destinarla a
fines que éstos no supongan; si se impide total o parcialmente que el propietario de un bien pueda
disfrutar de éste, o sea, percibir los frutos que produzca, o disponer del mismo imposibilitando su
enajenación o gravamen, indudablemente que se estará en presencia de sendas imposiciones de mo-
dalidades a la propiedad privada, al afectarse ésta a través de cualquiera de sus derechos reales escn-
ciales en cuanto tales.
307 Sistema Agrario Constitucional. segunda edición, págs. 96 a 98.
468 lAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

modalidad de la propiedad privada debe entenderse "el establecimiento de una


norma jurídica de carácter general y permanente que modifique esencialmente la for-
ma jurídica, de ese derecho". Agrega dicho Alto Tribunal que los elementos ne-
cesarios para que se configure la modalidad deben ser "el cará~ter general o
permanente de la norma que la impone y la modificación substancial del
derecho de propiedad en su concepción vigente".
"Por modalidad a la propiedad privada debe entenderse el establecimiento de
una norma jurídica de carácter general y permanente que modifique, esencialmente.
la forma de ese derecho. Son, pues, elementos necesarios para que se configure la
modalidad, primero, el carácter general y permanente de la norma que la impone y
el segundo. la modificación substancial del derecho de propiedad en su concepción
vigente. El primer elemento requiere que la regla jurfdica se refiera al derecho de
propiedad sin especificar ni individualizar cosa alguna. es decir, que introduzca un
cambio general en el sistema de propiedad y. a la vez. que esa norma llegue a crear
una situación jurídica estable. El segundo elemento implica una limitación o transfor-
mación del derecho de propiedad; así. la modalidad viene a ser un término equiva-
lente a limitación o transformación. El concepto de modalidad a la propiedad
privada se aclara con mayor precisión si se estudia desde el punto de vista de los
efectos que produce en relación con los derechos del propietario. Los efectos de la
modalidad que se imponga a la propiedad privada consisten en una extinción parcial
de los atributos del propietario, de manera que éste no sigue gozando, en virtud de
las limitaciones estatuidas por el Poder Legislativo. de todas las facultades inherentes
a la extensión actual de su derechov.w" bü
Ahora bien, la facultad de imponer modalidades a la propiedad privada
en aras siempre y exclusivamente de un interés público o social. compete al
Congreso de la Unión como organismo legislativo federal. En efecto, si confor-
me al artículo 27 constitucional dicha facultad se establece en favor de la
nación y equivaliendo este concepto a la idea de "Federación" o "Estado Fe-
deral" en el aspecto jurídico-político (aunque aquél tenga una implicación
sociológica que no viene al caso explicar), es evidente que el Poder Legisla-
tivo Federal puede expedir leyes en que se afecten cualquiera de los dere-
chos esenciales inherentes a la propiedad. Por otra parte, sin que existan
tales leyes, ninguna autoridad, incluyendo al mismo Presidente de la Repú-
blica, puede motu proprio imponer modalidades a la propiedad privada, so
pena de infringir la garantía de legalidad consagrada en el artículo 16 cons-
titucional y cuyo estudio abordamos en el capítulo siguiente. Pues bien. si
no se afecta en sí mismo, ninguno de tales derecbos, sino que simplemente
se establece una normación respecto de la cosa o bien que constituyan su
materia, la facultad legislativa correspondiente debe entenderse consignada
en favor de las entidades federativas. en virtud de que dicha normación no
implica "imposición de modalidades a la propiedad privada". según lo he-
mos afirmado. a no ser que.a través de ella se limite o suprima alguno de
los consabidos derecbos en cuanto a su propia consistencia.
1I(l7hi.~ Apéndice 1995, tesis 271, Maln'ia Constitucional.
GARANTíAS DE PROPIEDAD
469

Las anteriores consideraciones parecen, sin embargo, demasiado simplis-


tas. Mondando en la cuestión consistente en determinar a qué órgano legis-
lativo del Estado compete expedir las normas jurídicas abstractas, generales
e impersonales que establezcan las modalidades a la propiedad privada, es
decir, al Congreso de la Unión o a las legislaturas locales, es pertinente for-
mular las ideas que a continuación exponemos, El derecho que tiene la Na-
ción en todo tiempo para imponer tales modalidades que dicte el interés
público, y al que se refiere el párrafo tercero del artículo 27 constitucional,
implica el contenido de la declaración teórica respectiva. Esta declaración
debe estimarse congruente COII la de que la misma Nación ha tenido y tiene
el derecho de trasmitir el dominio de las tierras yaguas comprendidas den-
tro del territorio nacional a los particulares por corresponderle la propiedad
originaria de dichos elementos naturales. En otras palabras, tal declaración
no debe conceptuarse como atribución de competencia en favor de la Na-
ción para imponer las referidas modalidades a la propiedad privada. ya que
la Naeión no tiene competencia, la que únicamente corresponde a los órga-
nos del Estado. De esta consideración se deduce que el Congreso federal
tiene la facultad legal impositiva mencionada, a través de las leyes que expi-
da, si el interés público que legitima constitucionalmente la aludida imposición, inci-
de en alguno de los ramos o materias que formen el cuadro competencial de dicho
Congreso. Por el contrario, si tal ramo o materia incumben legislativamente a
los congresos de los Estados por virtud del principio contenido en el artícu-
lo 124 de la Constitución, las leyes que impongan modalidades a la propie-
dad privada pueden provenir de tales congresos.
Esta última conclusión se corrobora si se toma en cuenta lo que previe-
ne la fracción II del artículo 121 constitucional que consagra el principio lex
rei sitae, al disponer que "Los bienes muebles e inmuebles se regirán por la
ley del lugar de su ubicación". Es evidente que la propiedad es un derecho
real que se ejerce sobre un bien mobiliario o inmobiliario, sin el cual tal de-
recho sería inconcebible. Por ende, la imposición de modalidades a la pro-
piedad repercute necesariamente en su objeto constituido por dichos bienes
en cuanto a la manera o forma de usarlos, disfrutarlos y de disponer de
ellos. En conclusión, respecto de los bienes muebles o inmuebles que se ubi-
quen dentro de su territorio, las legislaturas locales pueden dictar las leyes
que regulen su uso, disfrute y disponibilidad, pero siempre y cuando el interés
público qu.e funde dicha regulación no concierna a ninguno de los ramos o materias
que sean de la competencia constitucional del Congreso de la Unión, integrada por
las facultades expresas e implícitas de dicho órgano legislativo federal.
2. t» expropiación
La utilidad pública. Otro fenómeno en que se manifiesta el carácter de
función social que ostenta la propiedad privada, está constituido por la ex-
propiación por causa de utilidad pública. La expropiación, pues, está vedada a
470 UIS cARANliAS INDIVIDUALES

los particulares. El acto autoritario expropiatorio consiste en la supresión


de los derechos de uso, disfrute y disposición de un bien decretado por el
Estado, el cual lo adquiere. Toda expropiación, para que sea constitucional,
requiere que tenga como causa final la utilidad públil:a. Ahora bien, équé se
entiende por tal?
El concepto de utilidad 'pública es eminentemente económico. La idea
de utilidad en general implica la relación entre una necesidad y un objeto sa-
tisfactor que a la misma deba aplicarse. Se dice, por ende, que hay utilidad
cuando el bien satisfactor colma una necesidad preexistente, para cuyo efecto
se requiere que entre aquél y éste haya una cierta adecuacién o idoneidad. Por
tanto, para que exista una causa o motivo de utilidad pública, se requiere
que haya, por un lado, una necesidad pública, esto es, estatal, social, o gene-
ral, personalmente indeterminada, y, por otro, un objeto susceptible econó-
micamente de colmar o satisfacer dicha necesidad.
Constitucionalmente, pues, la expropiación por causa de utilidad pública
exige el cumplimiento o existencia de estos dos elementos o condiciones: a),
que haya una necesidad pública; y b), que el bien que se pretende expropiar sea sus-
ceptible de producir la satisfaccUín de esa necesidad, extinguiéndola. No concurrien-
do dichas dos circunstancias, cualquier expropiación que se decrete respecto
de un bien, es evidente y notoriamente inconstitucional. Puede haber, en
efecto, una necesidad pública que satisfacer, pero si la cosa materia de la
expropiación es inadecuada para satisfacerla, no existirá utilidad pública y,
por tanto, el acto expropiatorio violará la Ley Suprema. La Corte, al resol-
ver juicios de amparo interpuestos contra decretos expropiatorios, no ha de-
limitado o definido el concepto de utilidad pública, sino que lo ha aplicado
simplemente por instinto en cada caso concreto, lo cual no deja de tener
sus peligros para la estabilidad de la propiedad privada. Por otra parte, ni
la misma Constitución ni la Ley de Expropiación actual (de noviembre de
1936) definen la idea de utilidad pública, que es el concepto central en ma-
teria expropiatoria. El ordenamiento secundario mencionado, en su artículo
primero, adopta un método enumerativo y caprichoso respecto del señala-
miento de las causas de utilidad pública, considerando como tales a algunas
actividades que pueden no presentar este carácter, lo que provoca un estado
de peligrosidad grave en detrimento de la propiedad privada. Así, verbigra-
cia, en la fracción IX del precepto indicado se considera como causa de uti-
lidad pública "la creación fomento o conservación de una empresa para
beneficio de la colectividad". Ciñéndose puntualmente al sentido de esta dis-
posición, resulta que todas las empresas serían constitucionalmente expropia.
bles, ya que no hay ninguna cuya actividad no produzca un beneficio a la
colectividad, pues ésta satisface sus necesidades mediante una multitud de
objetos elaborados o traficados por establecimientos económicos privados.
Siguiendo el criterio adoptado por la fracción IX del artículo primero de la
Ley de Expropiación, y atendiendo a la circunstancia de que las necesidades
GARANTÍAS DE PROPIEDAD 471

varias de la colectividad, como suma de individuos, se satisfacen mediante


los objetos múltiples elaborados por empresas particulares, todas éstas serían.
constitucionalmente expropiaciones so pretexto de proveer a "su fomento o
conservación".
Sin embargo, el fomento y conservación de una empresa sólo será causa
de utilidad pública que justifique su expropiación, si su funcionamiento bajo
la administración privada es. insuficiente o ineficaz para proveer a la satisfac-
ción de las necesidades colectivas a que está destinado. Por tanto, para que
éstas no queden sin colmarse, el Estado puede expropiarla sin contravenir
el artículo 27 constitucional. Esta idea se corrobora por el criterio que sobre
la mencionada cuestión específica ha sustentado la Suprema Corte, al afir-
mar que:
."La sola referencia a una empresa no es bastante para considerar que la expro-
piación tenga por objeto beneficiar o satisfacer una necesidad particular, pues la frac-
ción IX del artículo l. de la Ley de Expropiación de 1936. determina que la
empresa debe tener por objeto el beneficio de la colectividad. Esto se comprende
mejor si se atiende a los principios de la descentralización por colaboración, que son
el ejercicio de una función pública y la realización de esa función por un organismo
privado. En ese tipo de descentralización se combinan el beneficio de la colectividad
y la actuación de una empresa privada, como acontece cuando el objeto de la empre-
sa lo es la prestación de un servicio público mediante concesión. Por tanto, es inexac-
to que esta clase de empresas sólo tengan por fin el provecho exclusivo para sus
propietarios o accionistas, puesto que la razón de su existencia no es otra que la de
colaborar a la satisfacción de los fines propios del Estado, singularmente, la atención
de necesidades colectivas. En tal virtud, tratándose de empresas en que se satisfaga el
requisito de servir o beneficiar a la colectividad, como lo estatuye la fracción de refe-
rencia, es evidente que su creación, fomento y conservación, constituyen causas de
utilidad pública."3U8
Conforme a las consideraciones transcritas, la creación de una empresa de carác-
ter privado implica una causa de utilidad pública, si tal empresa, por la índole de su
objeto y actividad, debe cooperar con el Estarlo para la satisfacción de alguna necesi-
dad colectiva; y por lo que concierne al fomento y conservación de una ya existente.
estas finalidades también presentan ese carácter, tanto en el caso de que el acto ex-
prapiatorio afecte a la persona o entidad privada que la administre, como en el de
que la expropiación comprenda bienes necesarios para lograr dichas finalidades.
Estimamos, que la enumeración casuística de las causas de utilidad pú-
blica en materia expropiatoria es incorrecta y trae consigo graves consecuen-
cias en la práctica, además de que deja al capricho del Poder Ejecutivo
ordinario, federal o local, la expedición de decretos de expropiación, los
cuales en muchas ocasiones pueden no fundarse en una utilidad pública.
Por tal motivo, debe pugnarse porque la ley, al fijar las causas por las que
procede la expropiación, tome en consideración, mediante una declaración
general, el concepto de utilidad pública a que hemos hecho referencia, de
308 Stmanario Judi€ial tú la Ftckraciim. Sexta Época. Amparo en revisión 2,805/62. Fallado
el·22 de junio de 1965. Tomo XCVI. pág. 10, Segunda Sala.
LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES
472

tal manera que el Ejecutivo, al dictar un decreto expropiatorio concreto,


constate si, en el caso particular de que se trate, el bien es susceptible de
satisfacer una necesidad pública preexistente, lo que se sometería poste-
riormente a la consideración de la Justicia Federal en el juicio de amparo
que se enderezase contra dicho decreto, observándose el principio de defini-
tividad.
A pesar de que, según dijimos, el concepto de utilidad pública es emi-
nentemente económico y reconoce como presupuesto una necesidad pública
de la misma índole, su comprensión debe hacerse extensiva a la idea de in-
terés social, que no sólo puede tener contenido económico, sino de cualquier
otra naturaleza. El interés social se manifiesta en diversas hipótesis que sue-
len darse en la realidad dinámica de la colectividad humana, teniendo a
ésta como destinataria o beneficiaria, independientemente de su densidad
demográfica. Así, la primera hipótesis de interés social estriba en el designio
de satisfacer cualquier necesidad que padezca la comunidad; en otra hipótesis, di-
cho interés se revela en la evilación de todo daño que experimente o pueda sufrir
ínminentemerue la colectividad; asimismo, en una tercera hipótesis, el interés
social se manifiesta en la procuración de un bienestar .para la comunidad. en el
mejoramiento de las condiciones vitales de los sectores mayoritarios de la población, O
en la solucwn de los problemas socio-económicos y culturales que los afecten.
En cualquiera de las hipótesis anotadas puede operar la utilidad pública
como presupuesto de validez constitucional de la expropiación, ya que, re-
pelimos. el citado concepto debe estimarse como equivalente al de interés social inde-
pendieruemente de su contenido. 3(1\)

sos Mutatis mutandis, la Segunda Sala de la Suprema Corte ha sostenido un criterio seme-
jame, al afirmar qu~ no sólo se legitima constitucionalmente el acto expropiatorio con base en al-
guna causa de utilidad pública bajo el concepto ortodoxo y tradicional, sino también cuando está
de por medio el interés social.
Tal criterio se contiene en la ejecutoria que a continuaci6n transcribimos:
"Es equivocado el concepto de utilidad pública sostenido en la antigua jurisprudencia de
la Suprema Corte de Justicia. En efecto, de una recta comprensión del concepto de utilidad pú-
blica, en los términos relativos del artículo 27 constitucional, cabe deducir que es más amplio el
alcance de la facultad de expropiar, que el restringido que se sostuvo en la jurisprudencia cita-
da. Y se dice que es más amplio, porque comprende, además de los casos en que el Estado se-
substituye en el goce del bien expropiado, para establecer y explotar por sí mismo un servicio
público, o para emprender una obra que reportara una utilidad colectiva, aquellos en que los
particulares, mediante su autorización, fuesen los encargados de realizar estos objetivos en be-
neficio de la colectividad. la nueva concepci6n jurídica de la propiedad, que no la reputa ya
como un derecho absoluto, sino como una funci6n social, permite que la expropiación pueda
llevarse a cabo, no sólo por el antiguo concepto restringido de utilidad públUa, sino además. por mzenes
de interés social, ya que el individuo no tiene el derecho de conservar improductivos sus bienes,
ni segar las fuentes de vida. de trabajo o consumo, con menoscabo del bienestar general; ante
la inercia o rebeldía de! individuo para cumplir con este trascendental deber, el Estado, en su
carácter de administrador de los intereses públicos y de 6rgano destinado a satisfacer las impe-
riosas necesidades populares, tiene el deber indeclinable de intervenir. con la energía )' rapi-
dez que el caso reclama, a fin de impedir que la propiedad fecunda se vuelva estéril. que el
equilibrio econ6mico se rompa o que e! progreso nacional se estanque. La expropiación por
razones de utilidad social, se caracteriza por la tendencia a satisfacer de un modo directo o
CARANTIAS DE PROPIEDAD 473

Ahora bien, la determinación en cada caso concreto de la utilidad públi-


ca o del interés social para expropiar, está sujeta a diferentes requisitos y
condiciones que la autoridad expropiadora debe colmar previamente a la
expedición del decreto respectivo.
En efecto (ya hemos dicho que) la expropiación, según lo manda el aro
tículo 27 constitucional, sólo procede por causa de utilidad pública y me-
diante indemnización. En otras palabras, si no hay causa de utilidad pública,
el acto expropiatorio es abiertamente inconstitucional. Ahora bien, la H. Su-
prema Corte de Justicia de la Nación ha sustentado el criterio jurisjmuúmcial
IÚ que las autoridades expropíatorías no solamente deben invocar alguna causa de
utilidad pública para expropiar, sino que deben acreditar dicha causa en cada caso
concreto de que se trate. Dicho en otros términos, la declaratoria de utilidad
pública no debe basarse en una simple aseveración de la autoridad expro-
piante, sino que ésta tiene la obligación de demostrar y justificar que tal
causa opera en cada situación concreta en relación con la cual se expida o
haya expedido el decreto correspondiente.
El criterio jurisprudencial a que nos hemos referido se forma por las ejecutorias
publicadas en los siguientes tomos: XXXV, XCVI, XC, LXXIV, MCIII y LXXXIII del
S~nario Judicial de la Federación, Quinta Época, permitiéndonos extractar el sentido
medular de algunas de ellas.

inmediato las necesidades de determinada clase social, pero mediata o indirectamente las de la
colectividad, sin que los bienes expropiados dejen de continuar bajo el régimen de propiedad pri-
vada. As{ acontece, tanto en el fraccionamiento de los grandes latifundios o su colonización, en
beneficio de las clases campesinas, como en el fraccionamiento y urbanización de terrenos desti-
nadas a construir habitaciones baratas e higiénicas para obreros. En estos casos, es indudable. que
los directamente beneficiados son los individuos pertenecientes a estos dos grandes grupos socia-
les, pero a la postre, lo es la sociedad, por la interdependencia que la vida moderna ha establecí-
do entre ésta y aquélla. Finalmente, la facultad de expropiar, se basa también en razones de
interés nacional que abarca solamente a los Fines que debe cumplir el Estado de velar por la
paz pública y por el bienestar de la colectividad en caso de crisis, de trastornos graves, de epi.
demias o terremotos, con las proporciones o caracteres de una verdadera calamidad pública,
sino además en la imperiosa necesidad de proveer con toda eficacia a la defensa de la sobera-
nla o de la integridad territorial. Al establecer el artículo 27 constitucional que las expropia.
ciones sólo podían hacerse por causa de utilidad pública, adoptó como concepto básico de la
expropiación el de utilidad pública en su más amplio significado, es decir. el que abarca las
tres distintas modalidades que se han venido analizando." (Infarme de 1935. Segunda Sala. Págs.
45 a 47.)
"El criterio anterior se corroboró por la Segunda Sala de la Suprema Corte de Justicia en
la famosa ejecutoria de 2 de diciembre de 1939 que se dictó en el juicio de amparo promovido
por las compañías petroleras en contra de la Ley de 'Expropiación y del Decreto Expropiarorio
de 18 de marzo de 1938. En la mencionada ejecutoria el citado Alto Tribunal sostiene que: "ju-
ridirommte hablando no es dable establecer una difernlcia sustancial y precisa entre los conceptos 'utilidad
pública' e 'interés público', pues es incuestionable que la ejecucWn de un acto por parte del Estado que tiene
como causa determinante la utilidad que reporta al público, no viene a ser otra tosa que 1m acto en el
cual está interesada la colectividad..... "consistiendo esa utilidad pública en el interés social o colectivoen-
caminado a la ocupación de la propiedad privada sin que deba entenderse ese concepto en forma restringi-
da, sino que puede comprenderse como utilidad pública o interés social el que tiene determinada clase
social a la cual se trata de beneficiar pudiendo citarse como ejemplo las expropiaciones llevadas
a cabo en materia agraria".
474 l.AS GARANTíAS INDtvlDUALES

.....tratándose de una obra de utilidad pública, la autoridad, antes de decretar la .


expropiación, debe justificar esa utilidad, y s610.con esa justi~caci6n. es leg~1 la ocu-
pación de los bienes ajenos. ya que no basta la simple afirmación d~ la autoTld~d res-
ponsable, sin que esté apoyada en prueba alguna. y que SI las autoridades
responsables no demuestran que existe la causa de utilidad pública en que se basa la
expropiación. procede conceder el amparo contra ésta."
"El solo hecho de que la expropiación tienda a la realización de servicios de uti-
lidad pública no puede dar lugar a considerarla justificada." .
"La expropiación de un bien de particulares, sólo procede en los términos del
artículo 27 constitucional, cuando existe una causa de utilidad pública y mediante la
indemnización, y no es bastante para que la utilidad pública quede demostrada, el
hecho de que las autoridades responsables lo afirmen, sino que es indispensable que
se aduzcan o rindan pruebas que justifiquen esta utilidad, en el expediente de expro-
piación respectivo."
"En el caso de expropiación, corresponde a la autoridad respectiva justificar fe-
hacientemente la causa de utilidad pública en que se apoya para dictar el acto expro-
piatorio; por tanto no basta que dicha autoridad tenga en cuenta y mencione en su
resolución expropiatoria, los preceptos legales aplicables, si no se allegan suficientes
elementos de prueba para justificar la causa de utilidad pública que sirvió de base a
la expropiación."
"Esta Suprema Corte ha sostenido que la expropiación de bienes de particulares,
sólo procede, en los t.érminos del artículo 27 de la Constitución Federal cuando exis-
te una causa de utilidad pública y mediante !a indemnización, y que no es bastante
para que la utilidad pública quede demostrada, el hecho de que la autoridad res-
ponsable lo afirme, sino que es indispensable que se aduzcan o rindan pruebas que
justifiquen esta utilidad, en el expediente respectivo de expropiación."
Por otra parte, toda causa de utilidad pública debe ser concreta y específico
y operar o registrarse en la realidad. En otras palabras, dicha causa debe ser
objetiva, trascendente o real y no meramente subjetiva, o sea, que sólo se
afirme por la autoridad expropiadora sin que esté justificada realmente.
Ninguna causa de utilidad pública puede inventarse. Su invocación debe
estar demostrada en la situación concreta en que se pretende que opere. Di-
cho en otros términos, la autoridad expropiadora debe aplicar correctamen-
te la causa de utilidad pública que la ley prevea al caso concreto de que se
trate. Para lograr dicha concreta aplicación se requiere que en el decreto
expropiatorio se especifiquen, detallen o pormenoricen los hechos, circuns-
tancias y elementos que concurran en la situación concreta sobre la que
verse la expropiación, para constatar que tales hechos, circunstancias o ele-
mentos encuadran dentro del supuesto legal de la utilidad pública. Además,
en el propio decreto expropiatorio la autoridad que lo expida debe señalar
las pruebas o estudios que la hayan llevado al convencimiento de que en di-
cha situación concreta funciona la causa de utilidad pública que se invoque.
La indemnización. La expropiación, aunque sea un acto autoritario unila-
teral del Estado, tiene la apariencia de una venta forzosa. Por tal causa, dicho
acto no es gratuito, sino oneroso. Es decir, el Estado, al expropiar a un particu-
lar un bien, al adquirir éste, tiene que otorgar en favor del afectado una
contraprestación, la cual recibe el nombre de indemnización. A ella se refiere
GARANTÍAS DE PROPIEDAD 475

el artículo 27 constitucional al establecer que "las expropiaciones sólo po-


drán hacerse por causa de utilidad pública y mediante indemnización".
La importancia jurídica de la indemnización, además de ser una condi-
ción constitucional sine qua non del acto expropiatorio, se destaca como fac-
tor claramente distintivo entre éste y la confiscación, la cual consiste en el
apoderamiento, por parte del Estado, de bienes de particulares, sin otor-
gar a éstos ninguna contraprestación. la confiscación; que equivale a la incauta-
ción, está terminantemente prohibida por el artículo 22 de la Constitución,
salvo los casos en que se trate de la aplicación total o parcial de los bienes
de una persona, "hecha por la autoridad judicial, para el pago de la res-
ponsabilidad civil resultante de la comisión de un delito, o para el pago de
impuestos o multas".
Ahora bien, el término "mediante", que utiliza el artículo 27 constitucio-
nal, indica la forma o manera cronológica de otorgar la contraprestación in-
demnizatoria por parte del Estado en favor del particular afectado. Dicho
vocablo se ha prestado a muy diversas interpretaciones respecto a la época
en que debe pagarse la indemnización. Se ha afirmado, en efecto, que ésta
debe ser previa, anierior al acto expropiatorio, tal como lo consignaba la Consti-
tución de 1857 en su artículo 27; por otra parte, se ha dicho que la palabra
"mediante" implica simultaneidad entre dicho acto y la indemnización; por
último, se ha aseverado que el pago de. ésta puede ser posterior a la expro-
piación.
Los partidarios de la tesis que sostiene que la indemnización debe ser
anterior o previa al acto expropiatorio, esgrimen como argumentos los si-
guientes: que la Constitución de 1917, al emplear el término "mediante", no
ha variado el sentido de la disposición de la Constitución de 1857 que exi-
gía la previa indemnización, puesto que si hubiere introducido alguna varia-
ción en la época de pago de ésta, expresamente así lo hubiera establecido.
Se afirma, además, adoptando un método analógico, que si el artículo 14
constitucional, al hablar de "mediante juicio seguido" ordena que a una per-
sona sólo puede despojársela de sus bienes, posesiones, etc., previo procedi-
miento, lo mismo debe entenderse en materia de expropiación, en que la
palabra "mediante" es sinónimo de "previa".
La opinión que asegura que la indemnización debe prestarse simultá-
neamente a la realización del acto expropiatorio, sostiene que siendo éste
una venta forzada, tal venta supone, "a falta de cláusulas expresas, la simul-
taneidad en el cumplimiento de las obligaciones del vendedor y del compra-
dor".\\IO
/ Por último, la tesis que sostiene que el pago de la indemnización al
afectado por una expropiación puede ser a posteriori, esgrime como argu-
mento el siguiente: "no puede pensarse que la Constitución exija la indern-
310 FRA(:A, Derecho Administrativo, pág 340.
476 LAS GARANTíAS INDIVIDUALES

nización previa. aunque se trate de una venta forzada de bienes y aunque


haya otros textos constitucionales en que tenga un significado diferente la
palabra 'mediante', porque el cambio que al emplear esta palabra hizo del
término usado por la Constitución de 57 revela claramente que hubo el pro-
pósito de variar el requisito que dicha Constitución establecía no siendo por
lo mismo necesario que esa indemnización sea previa".!1I1
La jU1isprudencia de la' Suprema Corte no ha sentado un criterio firme
para interpretar los términos "mediante indemnización" empleados en el ar-
tículo 27 constitucional. En algunas ejecutorias se ha sostenido que ésta
debe ser por lo menos simultánea o que no quede incierta, es decir, que no
sea posterior al acto expropiatorio indefinidamente.m Sin embargo, dicho
alto tribunal también ha afirmado que el pago de la indemnización es un
procedimiento posterior a la declaración de expropiación.v>
Nosotros estimamos que, siendo la indemnización la contraprestación
que el Estado realiza en favor del afectado por un acto expropiatorio, debe
responder como tal, es decir, que la persona privada de algún bien debe re-
cibir el importe de éste. Ahora bien, como es el Estado quien por conducto
de las autoridades competentes realiza unilateralmente, en forma imperativa, la
expropiación, luego también fija las condiciones en que se debe prestar la in-
demnización en favor del afectado. Por eso la entidad política es la que, de
acuerdo con su situación económica, establece la época de pago de la in-
demnización. Dicha época, por otra parte, nunca debe ser aplazada o incier-
ta, puesto que entonces no habría contraprestación en favor del afectado
por una expropiación, debido a que éste nunca recibiría el importe del bien
expropiado.u- Por ello, la legislación secundaria, que es a la que compete,
según Fraga, delimitar la época de pago de la indemnización, debe fijar un
término máximo para que tenga lugar este acto, de tal manera que la auto-
311 Idem, pág. 341.
312 Apéndice al tomo CXVIII, tesis 462. Tesis 91 de la Compilación 1917·1965, y tesis 385 del
Apéndice 1975, Segunda Sala. (Tesis 365 del Apéndiu 1985.)
313 Apéndice al tomo XCVII, tesis 465.
314 Este criterio concuerda con el sustentado por la Suprema Corte en la tesis jurispruden-
cial número 467 visible en el Apéndice al tomo CXVIII (tesis 96 de la Compilación 1917-1965. y tesis
390 del Apéndice 1975, Segunda Sala y tesis 367 del Apén.dia 1985. 1dem) del SemanarioJudicial de la
Federación, que asienta: "Como la indemnización en caso de expropiación es, de acuerdo con el
artículo 27 constitucional, una garantía, para que ésta sea efectiva y aquélla llene su cometido, es
necesario que sea pagada, si no en el preciso momento del tuto posesorio, sí a -raiz <kl mismo. y de una ma-
nera que permita al expropiado disfrutar de ella, por lo que la ley quefije un término o plazo para cu-
brir la indemnización es oíolatoría de garantías." Sin embargo, en otra "tesis jurisprudencia!", integrada
por ejecutorias posteriores a las que constituyen la que se acaba de transcribir, se sujeta el mo-
mento del pago indemnizatorio a las posibilidades económicas del Estado cuando éstas no permitan
efectuar "de inmediato" dicho pago y en el c..11S0 de que la expropiación haya obedecido al propó-
sito "de llenar una función social de urgente realización" (tesis número 464 de dicho Apéndice.
equivalente a las tesis 93 de la citada Compilación, 387 del ApbuJiu 1915 Y366 del Apéndice 1985,
Segunda SalaJ. ldem, Tesis 62 del Apéndice 1995, Materia Administrativa.
GARANTÍAS DE PROPIEDAD 477

ridad que a nombre del Estado decreta la expropiación, no pueda aplazar el


cumplimiento de la mencionada contraprestación indefinidamente. Tal fi-
jación se consigna en la actual Ley de Expropiación, la cual, en su articulo
20, establece que los plazos en que la indemnización deba pagarse no po·
drá exceder de diez años, disposición que en cierto modo está contradicha
por el mandato contenido en el artículo 19 del propio ordenamiento, que
prevé que "el importe de la indemnización será cubierto por el Estado,
cuando la cosa expropiada pase a su patrimonio".
Respecto de la calidad del pago de la indemnización, esto es, de la mate-
ria misma de la contraprestación que el Estado tiene que cumplir en benefi-
cio del particular afectado, ni la Constitución ni la Ley de Expropiación
dicen nada. Sin embargo, la calidad del pago de la indemnización debe con-
sistir en dinero, que es el medio ordinario y legal usado en operaciones de
diversa índole, pudiendo estribar, bien en efectivo, o bien en títulos repre·
sentativos del mismo fácilmente negociables.
Por lo que concierne a la cuantía de la indemnización, la Ley Suprema
establece en su artículo 27, fracción VI, párrafo segundo, que el precio que
como tal se fije "se basará en la cantidad que como valor fiscal de la cosa
expropiada figure en las oficinas catastrales o recaudadoras, ya sea que este
. valor haya sido manifestado por el propietario o simplemente aceptado por
él de modo tácito por haber pagado sus contribuciones sobre esta base", dis-
posición constitucional que está corroborada por el artículo 10 de la Ley de
Expropiación. Puede surgir, no obstante, una controversia entre el particular
afectado y el Estado, por lo que toca al monto de la indemnización cuando
el valor intrínseco, efectivo y actual del bien expropiado no corresponda al
valor catastral o fiscal, bien porque éste sea menor o mayor que aquél en viro
tud de mejoras o deterioros respectivamente. En este caso, la Ley de Expro-
piación previene que la parte interesada, bien sea el particular afectado o el
Estado, según las circunstancias, ocurrirá al Juez que corresponda (o sea a
un Juez de Distrito), para que este funcionario resuelva respecto del monto
de la indemnización que deba pagarse, atendiendo al valor intrínseco, efecti-
va y actual que tenga el bien expropiado con posterioridad a la fijación del
valor catastral o fiscal, a virtud de mejoras o deterioros que a dicho bien ha-
yan sobrevenido. El procedimiento judicial observado sobre esta cuestión
está regulado por los artículos 11, 12, 13, 15, 16 Y 17 de la Ley de Expro-
piación, a cuyo tenor nos rernitímos.s» bis

Sin embargo. el último criterio que se acaba de invocar no ulnstituye tesis jurisJmulmcial, en
virtud de que las ejecutorias "Casa del Casino Cordobés" y "Santibáñez RafaeJ", publicadas, res-
pectivamente. en los Tomos XLIX, pág. 1804 Y LlII. pág. 247. del Semanario Judicial de la Fe-
deración, Quinta Época, no se refieren al contenido de dicho criterio, sino que, por lo contra-
rio, aluden a la obligación de pagar la indemnización dentro de un plazo razonable de modo
que el afectado pueda disponer del importe correspondiente,
31His En diciembre de 1993 se reformé el artículo 10 sustituyéndose el valor fiscal por ti
comercial.
478 lAS GARANTíAs INDIVIDUALES

El procedimiento expropiatorío y sus presupuestos. En materia de expropia-


ción, existe una intervención autoritaria sucesiva de los tres poderes constituciona-
les: e! ejecutivo, e! legislativo y e! judicial.
En efecto, la Ley Suprema en e! artlculo 27, fracción VI, párrafo segun-
do, otorga facultad al Poder Legislativo, bien sea local o federal, según e!
caso, para expedir el ordenamiento que fije las causas de utilidad pública.
Dicho ordenamiento puede tener el carácter de federal cuando se trate de
casos en que se tienda a alcanzar un fin cuya realización competa a la Fede-
ración conforme a sus facultades constitucionales, o bien ostentar una natu-
raleza local cuando los objetivos que se persigan mediante la expropiación
sean de la incumbencia constitucional de las entidades federativas. Como se
ve, en el régimen jurídico a que está sometida la actividad expropiatoria es-
tatal concurren los principios de constitucionalidad y z"g<}lidad en sentido
estricto. El primero se traduce en la circunstancia de que sólo la Ley Supre-
ma puede autorizar la expropiación como limitación a la propiedad particu-
lar mediante las condiciones y requisitos que fija (utilidad pública e
indemnización). La expropiación, pues, tiene su fuente exclusiva en la Cons-
titución, de tal manera que si ésta no la previniese, aquélla no sería válida,
pues su institución no es objeto de la legislación secundaria. El principio de
legalidad se manifiesta en el hecho de que, no obstante que la Ley Funda-
mental autoriza la expropiación, las autoridades estatales están impedidas
para llevar a cabo cualquier acto expropiatorio, si no se basan en una ley
ordinaria (federal o local, según el caso), que establezca las causas de utilidad
pública.s!- Los principios de constitucionalidad y de legalidad que caracteri-
zan al régimen jurídico al cual está sometida la conducta expropiatoria del
Estado, los consigna expresamente la Ley Suprema al establecer, en primer
lugar, a modo de declaración general, que la expropiación procede por
causa de utilidad pública y mediante indemnización (párrafo segundo de!
artículo 27) (principio de constitucionalidad) y, en segundo término, que "las le-
yes de la Federación y de los Estados en sus respectivas jurisdicciones deter-
minarán los casos en que sea de utilidad pública la ocupación de la
propiedad privada, y de acuerdo con dichas leyes la autoridad administrativa
hará la declaración correspondiente" (principio de z"galidad). Estos dos princi-
pios además, han sido reconocidos por la Suprema Corte al afirmar ésta
que: "La Constitución General, con objeto de prevenir que se cometan arbi-
trariedades e injusticias en la ocupación de la propiedad privada, por causa
de utilidad pública, ha dispuesto que las leyes de la Federación o de los Es-
tados determinarán los casos en que sea de utilidad pública, la ocupación de
la propiedad particular y que de acuerdo con esas leyes, la autoridad ad-
ministrativa hará la declaración correspondiente. De manera que es necesa-
1\15 La Ley de Expropiación para el Distrito Federal, que también es de carácter federal,
delimita las causas de utilidad pública en su articulo primero.
GARAlVIÍAS DE PROPIEDAD
479

rio: primero, la existencia de una ley que determine los casos genéricos en
que haya utilidad pública; y segundo, que el Ejecutivo, aplicando. esa ley,
decida en cada caso si existe o no esa necesidad, para que se venfique la
expropiación. Llevada a cabo sin que se cumplan las formalidades, importa
una violación de garantías.""·
La intervención del Pode>' Ejecutivo, local o federal, en materia de expro-
piación, consiste en la declaración concreta de cuándo procede, en un caso deter-
minado, la expropiación de un bien o su ocupación' temporal y en la
realización consiguiente de la actividad expropiatoria, todo ello de acuerdo
con la ley que previamente haya fijado las causas de utilidad pública y el
procedimiento correspondiente. La autoridad administrativa, pues, se con-
creta a aplicar a un caso particular las normas generales constitucionales y
legales que regulan la actuación expropiatoria del Estado, ejecutando los ac-
tos concretos jurídicos y materiales inherentes a dicha aplicación (declaración de
expropiación, ocupación de la propiedad privada, conocimiento del recurso
administrativo de revocación que se da a favor del afectado, etcétera).
Por último, la injerencia que tiene el Poder Judicial en materia de expro-
piación se reduce, por declaración constitucional, a conocer de los conflictos
que surjan entre las partes (el Estado y el particular), con motivo de la no
equivalencia entre el valor real, actual y efectivo del bien expropiado y el
valor catastral o fiscal de éste, en los términos indicados con antelación.".'"
Claro está que esta exigua intervención del Poder Judicial en materia de
expropiación no excluye la facultad que tiene la jurisdicción federal de co-
nocer de los diversos casos concretos que en dicha materia se presenten, a
través del juicio de amparo que se entable en contra de la resolución ad-
ministrativa que recaiga al recurso de revocación que haya interpuesto el
particular contra la declaración de expropiación y sus consecuencias.
El procedimiento expropiatorio instituido por la ley vigente, de noviembre
de 1936, es el siguiente: el Ejecutivo Federal, tanto cuando se trate de ma-
teria federal como local por lo que respecta al Distrito Federal, se encarga
previamente, por conducto del Departamento Administrativo o Secretaría de
Estado que corresponda, de formular un estudio acerca de si bien que se
pretende expropiar u ocupar temporalmente en cuanto a su dominio, efecti-
aro Tomo XI, pág. 685, Y tomo XXVI, pág. 2,269, de la Quinta Época y wisjurisprudemial
100 d, la Compilación 1917·1965. y 394 del Apindu. 1975. Segunda Sala. [Tesis 371 ¿,t ApéndU<
1985.) Tesis 69 del Apéndice 1995, Mate'l'ia Administrativa.
3lób;s L, Suprema Corte ha reiterado la exigOedad de la injerencia del Poder Judicial en el
procedimiento expropiarorio al aseverar que para emitir el decreto respectivo "el Estado no ejercita
ninguna acción ante algún tribunal, ya que tal decreto se dicta unilateralmente por la autoridad adminis-
tmtiva e incluso sin necesidad de otorgaraudiencia previa al propietario afectado", pues "lo único que de.
berá quedar sujeto a resolución judicial será el exceso de valor o el demérito que haya tenido la
propiedad particular por las mejoras o deterioros ocurridos con posterioridad a la fecha de la
asignación del valor fiscal" (lnforrru de 1982, tesis 14, Pleno). Este criterio se reafirma y explicita
en la Tesis jvruprudencial66 del Apéndice 1995, Materia Administrativa.
480 lJ\S GARANTÍAS INDIVIDUALES

vamente es útil para satisfacer una necesidad pública (utilidad pública) exis-
tente. En caso de que tal utilidad se constate, e! Ejecutivo de la Unión, a
través de la autoridad administrativa que sea competente de acuerdo con la
Ley de Secretarías de Estado, hace la declaración de expropiación, de ocu-
pación temporal o de limitación de dominio respecto de un determinado
bien, declaración que debe publicarse en el Diario Oficial de la Federación
(arts. 3 y 4 de la Ley de Expropiación). Esta publicación surte efectos de
notificación del decreto expropiatorio, si se ignora el domicilio del afeet<u/;}, es
decir, si no está señalado- ante la autoridad que haya substanciado el expe·
diente de expropiación. pues en caso contrario dicho decreto debe notificarse
personalmente.v? Si el propietario afectado no estuviere conforme con la de-
claración mencionada en cualquiera de sus tres fases, tiene derecho de in-
terponer dentro de quince días hábiles, contados a partir de la notificación
de la citada declaración, el recurso administrativo de revocación contra ésta, el
cual se deducirá ante la Secretaría de Estado, Departamento Administrativo
o de! Distrito Federal que haya tramitado e! expediente de expropiación, de
ocupación temporal o de limitación de dominio (arts. 5 y 6 de la indicada
Ley de Expropiación). Ahora bien, la Suprema Corte ha esbozado e! criterio
de que con motivo del recurso administrativo de revocación previsto en los
artículos 5 y 6 de dicha ley y dentro de su tramitación, los recurrentes timen
el derecho de ofrecer pruebas.318
Por su parte, e! artículo 7 de la citada Ley de Expropiación dispone:
"Cuando no se haya hecho valer el recurso administrativo de revocación a
que se refiere el artículo 5, o en caso de que éste se haya resuelto en contra
de las pretensiones del recurrente. la autoridad administrativa que corres-
ponda procederá desde luego a la ocupación de! bien de cuya expropiación
u ocupación temporal se trate, o impondrá la ejecución de las dispo-
siciones de limitación de dominio que procedan." La regla general en ma-
teria de procedimiento expropiatorio consiste en que la interposición del
recurso administrativo de revocación suspende la actividad expropíatoria, de ocu-
pación temporal del bien afectado o la limitación de S11 dominio, en tan lo no se re-
317 A<;[ lo ha considerado la jurisprudencia de la Suprema Corte en la tesis 98 publicada ell W.
Compilación 1917·1965, correspondiente a la tesis 392 del Apéndice 1975, Segunda Sala. (Tesis 369
del Apéndice 1985.) ldem, Tesis 67 del Apéndiu 1995, Materia Administrativa.
318 Tal criterio se contiene en las ejecutorias publicadas en el tomo LXXXIII, pág. 4,940 Y
pág. 3.562, cuyo sentido es el siguiente:
"Debe estimarse como tal (es decir. como recurso ordinario en materia de expropiación),
para los efectos de la improcedencia del amparo. el que concede el artículo 5°, de la Ley Fede-
ral de Expropiación, porque aun cuando no estén debidamente fijadas en él, las reglas para su
tramitación y ejercicio de UJs derechos de presentar pruebas, alegatos. ele .. señala la autoridad ante la
que debe interponerse y detiene el cumplimiento de la resolución combatida. hasta que sea
acordada en definitiva, lo que signifICa que la autoridad está obligada a agot01' un procedimiento que
ha de satisfacer las condiciones generales de todo recurso; porque ro otra forma. podria ser combatido en
amP.aro por inobservancia de las garantías de audiencia y tkfensa que conceden UJs artículos 14 )' 16
constitucionales."
GARANTíAS DE PROPIEDAD 481

suelva. Se exceptúan de dicha regla general los casos en que mediante la ex-
propiación, ocupación temporal o limitación de dominio, se pretenda: a) satis-
facer las necesidades colectivas en caso de guerra o trastornos interiores;
b) llevar a cabo el abastecimiento de las ciudades o centros de población, de
víveres o de otros artículos de consumo; c) combatir o impedir la propaga-
ción de epidemias, epizootias, incendios, plagas, inundaciones u otras cala-
midades públicas; d) obtener los medios empleados para la defensa nacional
o para el mantenimiento de la paz pública; y e) evitar la destrucción de los
elementos naturales y los daños que la propiedad pueda sufrir en perjuicio
de la colectividad (art. 8 de la Ley de Expropiación en relación con las frac-
ciones V, VI YX del artículo primero de este ordenamienroj.ns»
Por último, el artículo 9 concede al propietario afectado el derecho de
reclamar, dentro del término de cinco años, la reversión del bien expropiado
O la insubsistencia del acuerdo cuando haya sido ocupado temporalmente o
cuando su dominio haya sido limitado, siempre y cuando dicho bien "no
haya sido destinado al fin que dio causa a la declaratoria respectiva".
Antecedentes históricos de In expropiación. Afirma el licenciado Villerss!' que
Sl8bi< Tratándose de la suspensión en el juicio de amparo que se promueva contra algún decreto ex-
propiatorio, el Primer Tribunal Colegiado de Circuito en Materia Administrativa ha establecido en
una importante tesisjurisprudencíal la procedencia de dicha medida cautelar. en los siguientes tér-
minos: "Si las autoridades responsables no aportaron al incidentelos estudios socioeconómicos que fundaron
el derecho expropiotorio, ni algún elemento de convicción sobre la urgenciao necesidad inmediata de proceder
a la ocupación de los terrenos o a la ejecudón del decreto de que se trata, para satisfacer una necesidad pilblica
que no admitiera dilación, procede conceder la suspensión a la quejosa" (Informe de 1976, Sección 'Tribuna-
les Colegiados", tesis JJ. Este criterio jurisprudencial se corrobora por el mismo Tribunal Colegiado
de Circuito en la ejecutoria cuya parte conducente nos permitimos transcribir: "Para determinar
si la suspensión procede o no contra el desposeimiento derivado de un decreto expropiarorio. en
términos del artículo 124, fracción Il, de la Ley de Amparo, no basta adoptar un criterio simplista
y dogmático que prejuzgue que siempre y necesariamente el interés público exige que sea negada
la medida. En efecto, en primer lugar, se deben sopesar los daños que el interés público puede
sufrir con la demora del desposeimiento, mientras se falla el juicio, contra los daños que el par-
ricular puede sufrir con la ejecución de los actos reclamados. Y se debe notar que lo importante en
el incidente no es determinar si el interés público exige la expropiación. o no. sino la urgencia de
realizar los actos redomados, sin la demora de lo que pueda tardar en terminar el juicio de amparo.
En segundo lugar, se debe considerar que los quejosos pueden quedar obligados, cuando obtie-
nen la suspensión, a garantizar el pago de los daños y perjuicios que la demora cause. mientras
que es usual estimar que las autoridades no deben responder de los daños y perjuicios (patrimo-
niales o no) que causen con la ejecución de actos reclamados que luego son encontrados ilícitos e
inconstitucionales. Y se suele pemar (sin que aquí deba decidirse nada al respecto) que para resti-
tuir las cosas al estado que guardaban (artículo so de la Ley de Amparo) basta. por ejemplo, de-
volver al quejoso el terreno del que fue desposeído. sin pagarle los daños causados a las
construcciones o siembras que hubiera en dicho terreno. y, en tercer lugar. se debe considerar
que el interés social no sólo está en que se realicen ciertas obras. a menudo materiales. de benefi-
cio colectivo. sino que también hay un elevadísimo y nobilísimo interés social en que los goberna-
dos no pueden ser afectados en sus derechos. a menudo sin reparación satisfactoria en caso de
obtener el amparo, mediante actos inconstitucionales que puedan resultar violatorios de garantías
individuales" (Informe de 1976, Sección 'Tribunales Colegiados", págs. 96 y 97).
319 Op. cu., pág. 16.
482 lAS GARANTíAS INDIVIDUALES

en el Derecho Romano encontramos un precedente respecto de la expropia-


ción en el Digesto, libro VIII, título v, ley XIII, párrafo 1, en los siguientes
términos: "Si consta que en tu campo hay canteras, nadie, que no tiene de-
recho para hacer esto, puede extraer piedras contra tu voluntad, con título
ni privado ni público, a no ser que en aquellas canteras .haya tal costumbre,
para que si alguien quisiere extraer piedras de ellas, no lo haga de otro
modo que pagando antes por ello al dueño el tributo acostumbrado; pero
debe extraer las piedras, después que satisfaga al dueño de suerte que ni se
entorpezca el use de la piedra necesaria, ni al dueño con derecho se le qui-
te la propiedad de la cosa." En el Derecho Español, el mencionado autor
apunta otros antecedentes del derecho de expropiación, en los términos que
nos permitimos transcribir: "En el Fuero Juzgo, encontramos de este dere-
cho en bosquejo en la ley V, título 1, libro segundo; pero sin aparecer natu-
ralmente todos los caracteres genuinos del derecho de expropiación. Por el
contrario, la cita hecha por algunos autores de la disposición de don Alfinso
en Valladolid, el año de ) 325, ordenando "que si alguna carta emanare de-
saforada de la Cancillería o de cualquiera alcaldes o jueces en que manden
lisiar o matar, o prender alguna o algunas personas, o UtS tomar sus bienes, o
desterrar, o desheredar a alguna o algunas personas, o contra cosa desagui-
sada, que tales cartas no sean cumplidas", en cuya disposición también se
dispuso que "si por las dichas nuestras cartas mandáramos tomar a algunos
sus bienes o parte de ellos, que los oficiales recauden los dichos bienes, y los
pongan en fieldad en manos de hombres buenos y abonados"; esto, en mi
concepto (de Villers), no es el origen del derecho de expropiación en Espa-
ña, sino más bien el origen de la confiscación, porque el hecho de tomar los
bienes de una persona, prohibido al mismo tiempo que se prohibía matar o
prender, da la clave de que se trataba realmente de la pena de confiscación
inherente a los delitos". "Pero donde encontramos la materia de expropia-
ción ya precisada, es en las leyes siguientes: la ley segunda, título 1, partida
segunda, dice en lo conducente: 'otrosí dezimos, que cuando el Emperador
quisiese tomar heredamiento, o alguna otra cosa a algunos para sí o para
darlo a otros, como quiera que él sea Señor de todos los del Imperio para
ampararlos de fuerza, e para mantenerlos en justicia, con todo eso non pue-
de él tomar a ninguno lo suyo sin su plazer, si non fiziere tal cosa, porque
lo debiere perder segun la ley. E si por auentura gelo ouiesse tomar o por
razón que el Emperador ouiesse menester de fazer alguna cosa en ello. que
se tornase a pro comunal de la tierra, tenudo es por derecho de le dar ante
buen cambio, que vale tanto o más de guisa que el finque pagado a bien
vista de ames buenos. Ca maguer los romanos, que antiguamente ganaron
con su poder el Señorío del mundo, fiziessen Emperador, e le otorgasen
todo el poder, e el señorfo que hauían sobre las gentes para mantener e de-
fender derechamente el pro comunal de todos, con todo esso non fue su
entendimiento, de lo fazer señor de las cosas de cada vno, de manera que
GARANTÍAS DE PROPIEDAD
483

las pudiese tomar a su voluntad, sino tan solamente, por algunas de las ra-
zones que de susso son dichas. E este poder ha el señor, luego que es esco-
gido de todos aquellos, que han poderío de lo escoger, o de la mayor parte,
seyendo fecho Rey en aquel lugar, onde se acostumbraron a fazer antigua-
mente, los que fueron escogidos para Emperadores' ''. La ley XXXI del títu-
lo XVIII, de la partida tercera, dijo: "Contra derecho natural no deue dar
preuillejo, nin carta, Emperador, nin Rey nin otro Señor. E si la diere, non
deue valer; e contra derecho natural sería si diessen por preuillejo las cosas
de un ome a otro, non auiendo fecha cosa, por que las deuiesse perder
aquel cuyas eran. Fueras ende, si el Rey las ouiesse menester, por fazer de-
llas, o en ellas algunas lauor, o alguna cosa, que fuesse a pro comunal del
Reyno; assí como si fuesse alguna heredad, en que ouiessen a facer castillo,
o torre, o puente, o alguna otra cosa semejante destas, que tornasse a pro, o
amparamiento de todo, o de algún lugar señaladamente. Pero ésto deuen
fazer en una destas dos maneras: dándole cambios por ello primeramente O
compranddoselo según que valiere."
Durante el México independiente, la facultad estatal expropiatoria no era
desconocida; muy por el contrario, los diversos ordenamientos constituciona-
les que estuvieron vigentes, con excepción del Acta de Reformas de 47 que
reimplantó la Constitución Federal de 1824, se refieren a la expropiación
en los artículos que vamos a transcribir: "Ninguno debe ser privado de la
menor porción de las que posea, sino cuando lo exija la pública necesidad;
pero en este caso tiene derecho a la justa compensación" (art, 35 de la Cons•
. titución de Apatzingán de octubre de 1814). "El presidente no podrá ocupar
la propiedad de ningún particular ni corporación, ni turbarle en la pose-
sión, uso o aprovechamiento de ella, y si en algún caso fuere necesario,
para un objeto de conocida utilidad general. tomar la propiedad de un par-
ticular o corporación, no lo podrá hacer sin previa aprobación del Senado,
y en sus recesos, del consejo de gobierno. indemnizando siempre a la parte
interesada, a juicio de hombres buenos elegidos por ella y el gobierno" (art.
112, frac. 111, de la Constitucíán Federal de 4 de octubre de 1824). "Son dere-
chos del mexicano: No poder ser privado de su propiedad ni del libre uso y
aprovechamiento de ella ni en todo ni en parte. Cuando un objeto de pú-
blica utilidad exija lo contrario, podrá verificarse la privación, si tal circuns-
tancia fuere calificada por el presidente y sus cuatro ministros en la capital,
por el gobierno y junta departamental de los Departamentos; y el dueño,
sea corporación eclesiástica o secular, sea individuo particular, previamente
indemnizado a tasación de dos peritos, nombrado el uno de ellos por él y
según las leyes el tercero en discordia, caso de haberla. La calificación
podrá ser reclamada por el interesado ante la Suprema Corte de Justicia de
la capital, y en los Departamentos ante el Superior Tribunal respectivo. El
reclamo suspenderá la ejecución hasta el fallo" (art. 2º de la Primera Ley
Constitucional de 1836). "La propiedad es inviolable, sea que pertenezca a
I.AS GARANTíAS INDlVlOUALES
484

particulares o a corporaciones, y ninguno puede ser turbado ni privado en


el libre uso y aprovechamiento de la que le corresponda según las leyes y ya
consista en cosas, acciones O derechos, o en el ejercicio de una profesión o
industria que le hubiere garantizado la ley. Cuando algún objeto' de utilidad
pública exigiere su ocupación, se hará ésta, previa la competente indemniza-
ción, en el modo que disponga la ley" (art. 92 , frac. XIII, de las Bases Orgá-
nicas de 1843). Por último, la Constitución de 57 en su artículo 27 disponía:
"La propiedad de las personas no puede ser ocupada sin su consentimiento,
sino por causa de utilidad pública y previa indemnización. La ley determi-
nará la autoridad que deba hacer la expropiación y los requisitos con que
ésta haya de verificarse."
3. La expropiación agraria. Además de la expropiación genérica de que
puede ser objeto toda propiedad, existe una expropiación, que podríamos
denominar específica, que tiene lugar en materia agraria y que se traduce en
la afectación de los latifuridios en favor de los núcleos de población. Este
acto puede consistir en dos procedimientos específicos: el de restitución de
tierras yaguas, y el de dotación, a que se refieren las fracciones IX y X del
artículo 27 constitucional. Estos dos actos específicos, cuyo objetivo constitu-
ye a su vez la motivación de la Reforma Agraria iniciada desde el famoso
Plan de Ayala, se desarrollan conforme a procedimientos especiales previstos
en las fracciones VII y XVIII del artículo 27 de la Ley Suprema, que incor-
poraron al Código Fundamental las disposiciones de la ley de 6 de enero
de 1915, Y regulados por la legislación secundaria en materia agraria que
ha estado vigente desde 1917 hasta la fecha. Esos procedimientos dotatorios
y restitutorios, con los requisitos y elementos legales inherentes, son objeto
de estudio del Derecho Agrario, por lo que no nos corresponde abordar sus
análisis, concretándose únicamente a apuntar su carácter expropiatorio,
como limitación constitucional a la propiedad privada inmobiliaria rural.
Esta restricción instituida por la Ley Fundamental, revelada en las ex-
propiaciones por causa de restitución o de dotación de tierras yaguas, ope-
ra respecto de la gran propiedad rústica O rural llamada latifundio. Por ende,
la pequeña propiedad agraria, mya extensión máxima se fija en la fracción
XV del artículo 27 constitucional, no tiene la mencionada limitación o. en
otras palabras, no es objeto de expropiaciones dotatorias o restitutorias. Al res-
pecto, la fracción citada impone a las autoridades agrarias' la obligación de
no afectar la pequeña propiedad agrícola. Sin embargo, antes de la adición
que en 1946 se introdujo a dicha fracción XIV, el cumplimiento de la aludi-
da obligación por parte de las indicadas. autoridades quedaba al exclusivo
arbitrio de estas mismas, pues la jurisprudencia de la Suprema Corte estable-
ció en una época, interpretando indebidamente la fracción XIV del artículo
27 constitucional, que ni los grandes ni los pequeños propietarios rurales
afectados por resoluciones dotatorias o restitutorias de ejidos o aguas que se
hubieren dictado en favor de los pueblos, tenían el derecho de interponer
CARANTÍAS DE PROPIEDAD 485

el juicio de amparo contra dichas resoluciones, que es el medio jurídico de


poner coto a posibles y desgraciadamente reales arbitrariedades de las auto-
ridades agrarias.s"
c) Incapacidades jurídicas respecto a la titularidad de la propiedad. Además de
las limitaciones a la propiedad. privada a que nos hemos referido, el artículo
27 constitucional consigna incapacidades para ciertas personas fisicas y mora-
les respecto de la adquisición de determinada categoría de bienes y para su
disfrute. Así como las limitaciones a la propiedad particular a que hemos
aludido con antelación se establecen constitucionalmente en razón de facto-
res extrapersonales, traducidos generalmente en la satisfacción de una ne-
cesidad pública o en la preservación o fomento del bienestar colectivo, las
incapacidades de adquisición y disfrute se fijan por la Ley Suprema en aten-
ción a la índole jurídica de cierta clase de personas fisicas o morales tíntuuú
personoe).
1. La Constitución contiene como regla general tácita la de que toda per-
sano fisica tiene capacidad para adquirir y disfrutar las tierras yaguas de la
nación. Como salvedad expresa a dicha regla, la Ley Suprema declara que
por ningún motivo los extranjeros podrán adquirir el dominio directo sobre
tierras yaguas "en una faja de cien kilómetros a lo largo de las fronteras y
de cincuenta en las playas", declaración que corrobora la disposición de que
"sólo lós mexicanos por nacimiento o por naturalización y las sociedades
mexicanas" pueden ser titulares de tal derecho, así como del de "obtener
concesiones de explotación de minas, aguas o combustibles minerales en la
República Mexicana" (art. 27 constitucional. frac. J).
De acuerdo, pues, con las anteriores prevenciones constitucionales, la ca-
pacidad de adquisición del dominio directo (propiedad derivada, en oposi-
ción a la propiedad originaria que corresponde a la nación) se hace
extensiva a los siguientes sujetos: I. A los mexicanos por nacimiento. es decir, a
las personas físicas que nazcan en el territorio de la República, sea cual fue-
re la nacionalidad de sus padres, a las que nazcan en el extranjero de pa·
dres mexicanos, de padre mexicano y de madre extranjera, o de madre
mexicana y a las que nazcan a bordo de embarcaciones o aeronaves mexica-
nas, sean de guerra o mercantes (art. 30 const., apartado "A"); JI. A los me·
xicanos por naturalización, esto es, a los extranjeros que obtengan de la
Secretaría de Relaciones carta de naturalización, y a la mujer extranjera que
contraiga matrimonio con mexicano y tenga o establezca su domicilio den-
tro del territorio nacional (art. 30 const., apartado "B"); JB. A las sociedades
mexicanas. O sea, a las personas morales constituidas con arreglo a las leyes

32(1 En relación con la procedencia del juicio de amparo en materia agraria, véase nuestra
obra respectiva, en cuyo capítulo undécimo, abordarnos el estudio de- dicha cuestión, refiriéndo-
nos especialmente al caso en que mediante la acción constitucional se puede proteger a la pequc-
ña propiedad agrícola o ganadera. tema que además tratamos específicamente en el capítulo
XXVI de dicha obra.
486 LAS GARANTíAS INDIVIDUALES

mexicanas, que es lo que atribuye su nacionalidad. Ahora bien, puede suce-


der que en una sociedad mexicana figuren como socios uno o más extranje-
ros, los cuales mediatamente, a través de dicha persona moral, podrían
tener el dominio directo de tierras yaguas inclusive dentro de las extensio-
nes prohibidas por la Constitución. A este respecto, la Ley Orgánica de la
fracción I del artículo 27 constitucional, de enero de 1926, así como el re-
glamento correspondiente, establecen que el extranjero que quiera formar
parte de una sociedad mexicana que tenga o adquiera el dominio de tierras
yaguas y sus accesiones, tendrá que concertar un convenio con la Secretaría
de Relaciones Exteriores en el sentido de considerarse como nacional respecto
de la parte de bienes que le toca en la sociedad y de no invocar la protec-
ción de su gobierno por lo que concierne a dichos bienes, so pena de per-
der sus derechos sobre éstos dentro de la persona moral en beneficio de la
nación. Además, la propia Ley Orgánica y su reglamento consignan el crite-
rio de que cuando en una sociedad mexicana el cincuenta por ciento o más
del interés o capital social pertenezca a extranjeros, dicha persona moral
está incapacitada para adquirir tierras yaguas con sus accesiones.
La incapacidad absoluta de adquirir el dominio directo sobre tierras y
aguas, se imputa por la Constitución a los extranjeros en lo que respecta a
bienes que se encuentren comprendidos dentro de una faja territorial de
cien kilómetros a lo largo de las fronteras y de cincuenta a lo largo de las
playas, prohibición corroborada por el artículo primero de la Ley Orgánica
de la fracción I del artículo 27 constitucional. Interpretando a contrario sensu
esta disposición de la Ley Fundamental, se llega a la conclusión de que los
extranjeros están capacitados por dicho ordenamiento supremo para adquirir el
dominio directo de tierras yaguas no comprendidas dentro de las fajas territoria-
les mencionadas. Sin embargo, esta capacidad está supeditada a la condición
de que el extranjero interesado para adquirir el dominio de tierras yaguas
con sus accesiones fuera de las zonas de la prohibición absoluta, debe pr~­
viarnente convenir con la Secretaría de Relaciones Exteriores en conside-
rarse como nacional respecto de dichos bienes (tierras yaguas y sus
accesiones) y en no invocar, por lo mismo, la protección de su gobierno por lo
que se refiere a aquéllos, bajo pena, en caso de faltar al convenio, de perder
en beneficio de la nación los bienes que hubieren adquirido en virtud del
mismo (frac. I del artículo 27 constitucional, en relación con el artículo 20
de la Ley Orgánica respectiva y 30 del reglamento correspondiente).
Antecedentes históricos de la incapacidad jurídica de los extranjeros. En ningún
régimen jurídico el extranjero y el nacional han estado colocados en un pla-
no de igualdad por lo que se refiere a la capacidad jurídica en general.
En Roma, durante la época de vigencia estricta y rigurosa del jus citnle,
el civis ronumus era el único que tenía capacidad jurídica y, por ende, el úni-
co que era susceptible de ser sujeto de la propiedad. Sin embargo, bajo el
imperio del jus gentium a los extranjeros ya no se les excluyó totalmente de
GARANTÍAS DE PROPIEDAD 487

la vida jurídica del Estado romano, teniendo el derecho de ser propietarios


que les concedió la Constitución de Caracalla.
En la legislación española, por lo que respecta a la Nueva España, la ley
XII, título X, libro 5º de la Nueva Recopilación (ley XV, título 5°, libro III
de la Novísima) disponía: "Mandamos que de aquí en adelante ninguna
merced se haga a persona alguna de indios; y que ningún extranjero de
nuestros reynos, no trate en las Indias." De esta disposición se infiere que se
prohíba a los indios ser sujetos de propiedad, así como se vedaba a todo .ex-
tranjero cualquier acto jurídico que debiera verificarse en las Indias. Por
otra parte, la ley 1, título XXVII, libro IX de la Recopilación de Indias esta-
blecía: "Ordenamos y mandamos que ningún extranjero, ni otro cualquiera
prohibido por estas leyes, pueda: tratar y contratar en las Indias, ni de ellas
a estos reynos, ni otras partes, ni pasar a ellas, si no estuviese habilitado con
naturaleza y licencia nuestra; y solamente pueden usar de ella con sus cau-
dales, y no los de otros de sus naciones, así en particular como en compañía
pública, no secreta en mucha o en poca cantidad, por sí ni por interpósitas
personas, pena de perdimiento de las mercaderías que contrataren, y de to-
dos los demás bienes que tuvieren, aplicado todo por tercias partes a nues-
tra Real Cámara, Juez y Denunciador; y en la misma pena incurran los
extranjeros que habitaren en las Indias, y en ellas con estos reynos trata-
ren y contrataren sin nuestra licencia; y que asimismo incurren en la mis-
ma pena los naturales de estos nuestros reynos, que fueren personas
supuestas por los dichos extranjeros y trataren y contrataren en su cabeza,
y cnalquier de ellos. Y ordenamos al Presidente y Jueces 'Oficiales y Letra-
dos en la Casa de Contratación de Sevilla y al Juez Oficial de Indias de la
Ciudad de Cádiz, si fueremos servidos de permitir este Juzgado, y a los Vi-
rreyes, Audiencias y Justicias de las Indias e Islas adyacentes, que con muy
particular cuidado hagan guardar y cumplir todo lo contenido en esta ley, y
las demás que prohíben los tratos y contratos de extranjeros y ejecuten las
penas impuestas sin remisión." Como afirma el licenciado Villers, "conforme
a esta ley, todos los extranjeros, tanto españoles como de otras nacionalida-
des, quedaron incapacitados para celebrar contratos en las Indias, y como la
prohibición era general, abarca no sólo la minería, sino todos los demás
ramos del comercio e industria. Ésta parece ser la primera ley que permitía
a los extranjeros, mediante el requisito de la naturalización, incorporarse a
los nacionales para adquirir toda clase de bienes; y como se trataba de las
Indias sujetas al dominio español, la naturalización tenía que referirse forzo-
samente a la española; es decir, sólo que los extranjeros se naturalicen espa-
ñoles, podían adquirir bienes en Nueva España"."¡
Hasta antes de la Constitución centralista de 1836, la capacidad de los
extranjeros para adquirir bienes en la República era objeto de regulación de
321 VII.tERS.Op. cit.
488 LAS GARANTíAS INDIVIDUALES

la legislación secundaria: constituida por diferentes derechos, los cuales con-


signaban diversos criterios para autorizar a los extranjeros ser titulares de
derechos de propiedad urbana y rústica (vecindad o residencia durante un
determinado periodo dentro del territorio nacional, casamiento con mexica-
na, permiso del gobierno, etc.).'" En la Constitución de 36, el artículo 13 de
la primera Ley Constitucional disponía: "El extranjero no puede adquirir
en la República propiedad raíz, si no se ha naturalizado en ella, casarse con
mexicana y se arreglare a lo demás que prescriba la ley relativa a estas ad-
quisiciones." Con posterioridad a dicho ordenamiento constitucional la capa-
cidad de los extranjeros para adquirir bienes rústicos o urbanos en la
República Mexicana se rigió nuevamente por diferentes legislaciones secun-
darias, situación que subsistió hasta la Constitución de 17, pues ni la misma
Ley Suprema de 1857 norrnó dicha materia.
2. atto caso de incapacidad para adquirir, poseer o administrar bienes
raíces o capitales impuestos sobre ellos, es el que se refiere a las "asociaciones
religiosas denominadas iglesias, cualquiera que sea su credo" (frac. 11 del art.
27 constitucional).'"'''' Además de esta incapacidad absoluta de que en mate-
ria inmobiliaria están afectadas las asociaciones religiosas. existe el acto jurí-
dico de la nacionalización operado respecto de aquellos bienes que estén,
hayan estado o estuvieren en su poder. Podemos afirmar que la nacionaliza-
ción es una expropiación que obedece a una causa específica, cual es el de-
terminado destino que se atribuye a ciertos bienes, consistente en utilizarlos
para la administración, propaganda o enseñanza de un culto religioso. Por
medio de la nacionalización, los bienes afectados a los fines mencionados
pasan de pleno derecho a ser del dominio directo del Estado, es decir, por
el solo hecho de ser utilizados para la realización de objetivos de propaganda,
de administración o de enseñanza de un culto religioso. Sin embargo, la de-
claración constitucional de que dichos bienes por efecto de la nacionaliza-
ción pasan de pleno derecho al dominio directo de la nación, no implica
que no se observen determinadas prescripciones y se siga un cierto procedi-
miento para ello, instituidos por la actual Ley de Nacionalización de Bienes,
de diciembre de 1940, que derogó la de agosto de 1935. Dicho ordena-
miento, orgánico de la fracción 11 del artículo 27 constitucional, establece
una serie de presunciones, jure el de jure unas y jurís tantum otras, .para repu~
tar a un bien afecto al destino a que se ha hecho alusión, consignando, ade-
más, la situación jurídica en que, por virtud de la nacionalización, quedan
colocados los acreedores hipotecarios de los bienes nacionalizados.· Por lo
que toca al procedimiento de nacionalización instituido por la ley respectiva
vigente, éste se inicia por el ejercicio de la acción desplegado por el Minis-
:In Sobre el panicular. dicho autor, en su libro me..ncionado, estudia los diferentes decre-
tos en cuestión.
:I:l:lhi, Esta fracción se reformó por Decreto Congresional de 28 de enero de 1992 en los tér-
minos a que posteriormente aludiremos.
GARANTfAS DE PROPIEDAD
489

terio Público Federal, en representación de la Federación, teniendo como


objetivo la obtención de una sentencia judicial que cont~nga la declara-
ción de que un bien determinado es susceptible de nacionalizarse, resolución
que debe pronunciarse por un Juez de Distrito en materia civil. El propieta-
rio de un bien que el Ministerio Público Federal ha estimado como naciona-
lizable tiene derecho a defenderse ante el Juez de Distrito que conozca de
la acción entablada, defensa que se traduce en la contestación a la demanda
por escrito, ofrecimiento y desahogo de pruebas y alegaciones, para cuyo
efecto tiene lugar una audiencia, con posterioridad a la cual se dicta la sen-
tencia que corresponda, que es apelable en ambos efectos (arts, 16 a 26 de
la Ley de Nacionalización de Bienes). .
El establecimiento de la incapacidad constitucional absoluta de que está
afectada toda asociación religiosa para adquirir, poseer o administrar bienes
raíces o para imponer capitales sobre éstos, es una medida legislativa adop-
tada por la Ley Suprema para despojar al clero de su preeminencia y poder
económico, tan anticristiano como perjudicial para los intereses del Estado y
que en no pocas ocasiones sirvió para financiar movimientos armados que
por cerca de un siglo detuvieron o, al menos, demoraron el progreso político y
social de nuestro país. La nacionalización de bienes eclesiásticos no es un fe-
nómeno nuevo en la vida legislativa de México. Es sabido, en efecto, que
desde 1833 don Valentín Gómez Farías dictó una serie de disposiciones so-
bre el particular, cuyo sentido fue nuevamente puesto en vigor en las famo-
sas Leyes de Reforma, para cristalizar en la Constitución de 1857,
ordenamiento que en materia de incapacidad eclesiástica, en cuanto a la ad-
ministración, posesión y adquisición de bienes raíces, era menos radical que
la Ley Fundamental actual, pues permitía a las asociaciones o instituciones
religiosas tener en propiedad los inmuebles destinados directa o inmediata-
mente a su servicio u objeto.
La incapacidad constitucional de que tratamos y la nacionalización de los bienes
de la iglesia tienen como antecedente directo la Ley de Desamortización de 25 de junio
de 1856 expedida bajo el gobierno de don Ignacio Comonfort. Este ordenamiento susci-
t6, como era de suponerse fácilmente, multitud de comentarios y de críticas por par-
te de las autoridades eclesiásticas encabezadas por el arzobispo de México, quien en
un plan de altura polemizó, en torno a dicha ley, con don Ezequiel- Montes, Ministro
de Justicia y Negocios Eclesiásticos. En esa polémica se sostuvo cn diversos escritos
cruzados entre ambos personajes, en los que cada uno de ellos defendía sus respec-
tivos puntos de vista, o sea, el temporal o civil y el religioso o teol6gico. La principal
justificación que se adujo para apoyar el mencionado ordenamiento se encuentra en
la comunicación que Montes dirigió a dicho arzobispo con fecha 27 de agosto de
1856, en la que se destaca el siguiente pensamiento: "No puede ponerse en duda
que si atendemos al espíritu del Evangelio y a las doctrinas de los santos padres y
doctores que deseaban restituir a la iglesia a su santidad y pureza primitivas, los sa-
cerdotes de Jesucristo. contentos con el sustento preciso, no deben pretender acu-
mular bienes con perjuicio de la sociedad. No era este ciertamente el espíritu dcl
fundador del cristianismo cuando mandaba a sus discípulos que no tuvieran ni aún
dos túnicas, ni el del apóstol de las gentes, quc prefería mantenerse con el trabajo de
490 LAS GARANTíAS INDIVIDUALES

sus manos a ser gravoso a los fieles; pero prescindiendo de estas consideraci~:mes.
paso a tratar la cuestión bajo otro punto de vista, del cual aparece que el gobierno
usó de sus facultades al expedir el decreto de 25 de junio.
"Es un principio reconocido. que cuando lo exige la utilidad pública tiene el go-
bierno facultades expeditas para disponer de las propiedades de los particulares y
corporaciones. decretando la posible indemnización; si pues hace. tiempo existe moti-
vo poderoso; si es un hecho que estancada la propiedad territorial se abandona la
agricultura. y como consecuencia precisa se arruinan la industria, el comercio y todos
los elementos de prosperidad de una nación, dpodrá negarse a la autoridad civil la
competencia para remediar estos males? La ley indemniza a los propietarios antiguos
con cuantos medios están a su alcance.. sin ponerse en contradicción consigo misma,
10 que sucedería si concediese a las corporaciones el mismo derecho que el censualis-
ta tiene sobre el censuatario: por lo demás, V. S. ll1ma..conoce muy bien que no
debe imputarse a la ley lo que sucede fuera de su intención o de su espíritu; y es ver-
dad que la de 25 de junio no se propone, ni de manera alguna permite que los capi-
tales se pierdan en un concurso; podrá suceder por otras causas; a ellas, pues,
impútese 'la pérdida; pero no se diga que un decreto que deja a salvo sus derechos a
las corporaciones para conservar el dominio de sus capitales, las perjudica en este
punto.
"[esucristo autorizó a sus discípulos para adquirir lo necesario para su subsisten-
cia; ése dirá por esto que disminuyó en algo la potestad que tienen los soberanos para
decretar sobre los bienes temporales de sus súbditos? Pudo haberlo hecho corno due-
ño absoluto de la naturaleza, pero quiso limitarse a nuestra pequeñez, y obedeció a
los reyes de la Tierra en los asuntos del mundo, manifestando con sus palabras y con
su ejemplo, que no venfa a impedir la dominación de los soberanos, como ya vimos
que lo expresa el doctor San Agustín. No puedo comprender, IlImo. Sr., cómo podrá
decirse que una corporación está dispensada de las disposiciones que sobre bienes
temporales dicte la autoridad civil, tan sólo porque su fundador no le prohibió ad-
quirirlos. No sería esto el trastorno completo de toda sociedad? No juzgaba de esta
é

manera el Sumo Pontffice Nicolás 1, cuando nos enseña que Jesucristo, mediador en-
tre Dios y los hombres, rey y pontífice a la vez, con actos propios y dignidades distin-
tas, separó las obligaciones de ambas potestades de manera que los emperadores
necesitan de los pontífices a fin de conseguir la salvación eterna, y los pontífices res-
petarán las leyes de los emperadores, tan sólo para el manejo de las cosas tempera-
les; por lo cual, distando mucho los negocios espirituales de los asuntos del mundo,
el que sirve en la milicia de Jesucristo, de ninguna manera debe mezclarse en los ne-
gocios seculares, así como el que se orupa de ellos no debe .presidir en las cosas divi-
nas. Es cierto, pues, que la autoridad civil obra conforme a lo que dicta la justicia,
prefiriendo el bien de la sociedad al de determinados individuos; es igualmente una
verdad indisputable que al decretar sobre los bienes temporales de las corporaciones
tanto eclesiásticas como civiles, obra en el circulo de sus atribuciones; luego no hay
razón sólida que pueda alegarse para negarle la competencia al dictar la ley de 25 de
junio; no se opone a los preceptos de Jesucristo, puesto que no se niega a los sacer-
dotes el derecho que tienen de adquirir lo necesario para su subsistencia: y mucho
menos es contraria a la justicia interna, pues los Ministros del Evangelio forman par-
te de la sociedad, y serfa un absurdo suponer que estaban ligados con distintas obli-
gaciones que el resto de los ciudadanos. "322c .

3. Otra incapacidad constitucional en materia inmobiliaria es la que afecta


a las instituciones de beneficencia públi<:a o privcuUz "que tengan por objeto el
322c Cfr. Código tÚ la Reforma de don BiasJosé Gtttiirrez. Tomo 11, págs. 46 a 66.
r 491
GARANTÍAS DE PROPIEDAD

auxilio a los necesitados, la investigación científica, la difusión de la ense-


ñanza, la ayuda reciproca de los asociados (sociedades mutualistas) o cual-
.quier otro objeto lícito" (fracción III del artículo 27 consurucional).»> Esta
incapacidad, a diferencia de la que concierne a las asociaciones religiosas, 1W
es absoluta, pues no opera respecto de la adquisición de bienes raíces indis-
pensables para la consecución del objeto de las instituciones de beneficencia
pública o privada, sino que sólo atañe a los inmuebles que no tengan este
destino. Además, dichas ,instituciones de beneficencia tienen capacidad para
poseer, adquirir y administrar capitales impuestos sobre bienes raíces, siern-
pre que los plazos de imposición no excedan de diez años. (La organización
y funcionamiento de dichas instituciones están reguladas por la legislación
especial correspondiente.)
4. En cuanto a las sociedades mercantiles por acciones, estas personas mora-
les no tienen capacidad constitucional para adquirir, poseer o administrar
fincas rústicas, esto es, aquéllas que se encuentran fuera de zonas urbanizadas
(frac. IV del arto 27 constitucional). Estas mismas sociedades, sin embargo,
pueden poseer o administrar terrenos en la extensión que sea estrictamente
necesaria para realizar fines de diversa índole que no sean agrícolas (fabriles,
mineros, erc.), Interpretando a contrario sensu la disposición contenida en la
fracción IV del mencionado precepto constitucional, que establece la incapa-
cidad citada, se puede colegir que las sociedades anónimas pueden adquirir,
poseer o administrar fincas urbanas, pues la capacidad en Derecho Privado,
distinta de la competencia o capacidad autoritarias del Derecho Público,
siempre se presume y sólo deja de existir cuando la ley expresamente la
veda. 322e
La Ley Orgánica de las fracciones 1 y IV del artículo 27 de la Constitu-
ción, y a la que ya aludíamos con antelación, prevé y regula la situación en
que el cincuenta por ciento o más de las acciones de una sociedad anónima
esté en poder de extranjeros. En este caso, los accionistas deberán forrnali-
zar ante la Secretaría de Relaciones Exteriores un convenio en el cual re-
nuncien a su nacionalidad extranjera respecto de los bienes sociales y a
invocar la protección de sus gobiernos por lo que concierne a ellos, bajo
pena de perder en beneficio del Estado los derechos que tengan en la pero
sona moral que corresponda.
5. Respecto a la capacidad de los bancos para poseer, adquirir o ad-
ministrar bienes raíces, la fracción V del artículo 27 constltucional dispo-:
ne que dichas instituciones de crédito sólo tendrán esos derechos en
relación con los inmuebles enteramente necesarios para la consecución de
su objeto directo, estando facultados, por otra parte, para tener capitales
322d Véase la nora inmediata anterior.
322e Idem.
492 LAS GARANTÍAS INnJVmUALES

impuestos sobre propiedades urbanas o rústicas, según lo establezcan las le-


yes orgánicas respectivas.
6. Aparte de las instituciones de beneficencia pública o privada, de
las sociedades mercantiles por acciones y de los bancos en particular, ningu-
na corporación civil (sociedades o asociaciones en los términos de los articulas
2,670 y 2,688 del Código Civil) está constitucionalmente capacitada para te-
ner en propiedad o administrar por sí bienes raíces, salvo los edificios desti-
nados inmediata -o directamente al objeto de las mismas. Esta incapacidad
constitucional se extiende a la imposición de capitales sobre inmuebles, en
el sentido de que las sociedades civiles en general, distintas de aquellas ins-
tituciones a que se refieren las fracciones 111. IV Y V del artículo 27 de la
Ley Suprema, no pueden tener créditos que graven predios rústicos o urba-
nos. Esta doble incapacidad de que están afectadas las sociedades civiles en
general, puede hacerse extensiva a los sindicatos, los cuales, como lo esta-
blecen los articulas 247 y 374, fracciones I y 11, de la Ley Federal del Tra-
bajo de 1931 y de la vigente que entró en vigor el I Q de mayo de 1970,
respectivamente, sólo pueden adquirir los edificios destinados inmediata y
directamente al objeto de su institución, por lo que están incapacitados para
realizar cualquier otro acto adquisitivo, respecto de bienes inmuebles que no
tenga dicho destino, así como capitales sobre los mismos. Respecto a la pro-
piedad mobiliaria, los sindicatos tienen plena capacidad jurídica para adqui-
rir los bienes respectivos, según lo prescriben los citados preceptos.
7. Por último, el artículo 27 constitucional considera cuáles son los bie-
nes inmobiliarios y sus múltiples derivados naturales que son propiedad de la
nación O de su dominio directo. Dentro de este régimen jurídico se encuentran
"todos los recursos naturales de la plataforma continental y los zócalos sub-
marinos de las islas"; "todos los minerales y substancias que en vetas, man-
tos, masas o yacimientos, constituyan depósitos cuya naturaleza sea distinta
de los componentes de los terrenos", "los yacimientos de piedras precio-
sas, de sal de gema y las salinas formadas directamente por las aguas mari-
nas"; "los productos derivados de la descomposición de las rocas, cuando su
explotación necesite trabajos subterráneos; los yacimientos minerales u orgá-
nicos de materias susceptibles de ser utilizadas como fertilizantes; los com-
bustibles minerales sólidos; el petróleo y todos los carburos de hidrógeno
sólidos, líquidos o gaseosos; así como el espacio situado sobre el territorio
nacional, en la extensión y términos que ftie el Derecho Internacional" (pá-
rrafo IV).
Tamo los bienes del dominio directo de la nación a que alude el párra-
fo cuarto del articulo 27 constitucional, como los de propiedad nacional a
que se contrae el párrafo quinto de este precepto, están sujetos a un régi-
men jurídico de inalienabilidad e imprescriptibilidad. Sin embargo, su explota-
ción, uso o aprovechamiento pueden confiarse a personas físicas o a sociedades
constituidas conforme a las leyes mexicanas, mediante concesiones que puede
I GARANTÍAS DE PROPIEDAD 493

otorgar el Ejecutivo Federal, "de acuerdo co~ las reglas y condiciones que
establezcan las leyes" (párrafo VI). Es muy Importante subrayar, empero,
que tratándose de la explotación del petróleo, de los carburos de hidrógeno sólidos,
líquidos o gaseosos, está constitucionalmente proscrito el régir~len de co~c~sio­
nes y el contractual, pues es la nación la que debe realizar la actividad
correspondiente (ldem), misma que se despliega en la actualidad por el or-
ganismo descentralizado llamado "Petróleos Mexicanos't.w' y:~~N
d) La reforma de 1992. Por Decreto Congresional publicado el 28 de
enero de 1992 se introdujeron importantes modificaciones al artículo 27
constitucional, a las que someramente aludiremos.
l. Capacidad de las personas morales. Estos sujetos colectivos tienen capaci-
dad para adquirir, poseer o administrar los bienes que sean indispensables
para su objeto. En ese tipo se incluyen las instituciones de beneficencia, pú-
blica o privada, las sociedades mercantiles por acciones así como las entida-
des federativas y municipales. Así, dicho precepto, ya reformado, establece
lo siguiente:
"11. Las asociaciones religiosas que se constituyan en los términos del artículo
130 y su ley reglamentaria tendrán capacidad para adquirir, poseer o administrar,
exclusivamente, los bienes que sean indispensables para su objeto, con los requisitos
y limitaciones que establezcan la ley reglamentaria;
"111. Las instituciones de beneficencia, pública o privada, que tengan por objeto
el auxilio de los necesitados.da investigación científica, la difusión de la enseñanza, la
ayuda recíproca de los asociados, o cualquier otro objeto licito, no podrán adquirir
más bienes raíces quc los indispensables para su objeto, inmediata o directamente
destinados .1 él, con sujeción a lo que determine la ley reglamentaria;
"IV. Las sociedades mercantiles por acciones podrán ser propietarias de terrenos
rústicos pero únicamente en la extensión que sea necesaria para el cumplimiento de
su objeto.
"En ningún caso las sociedades de esta clase podrán tener en propiedad tierras
dedicadas a actividades agrícolas, ganaderas o forestales en mayor extensión que la
respectiva equivalente a veinticinco veces los límites señalados en la fracción XV de
este artículo. La ley reglamentaria regulará la estructura de capital y el número míni-
mo de socios de estas sociedades, a efecto de que las tierras propiedad de la sociedad
no excedan en relación con cada socio los límites de la pequefía propiedad. En este
caso. toda propiedad accionaria individual. correspondiente a terrenos rústicos, será
acumulable para efectos de cómputo. Asimismo, la ley señalará las condiciones para
la participación extranjera en dichas sociedades.
"La propia ley establecerá los medios de registro y control- necesarios para el
cumplimiento de lo dispuesto por esta fracción.

32\1 Del mencionadorégimen también ha quedado excluida la actividad que se traduzca en


generar. transformar. distribuir y abastecer energía tlitlrica que tenga por objeto la prestación de
servido público.
324 Nos hemos concretado a apuntar las disposiciones contenidas en los párrafos cuarto,
quinto y sexto del artfculo 27 constitucional. sin analizar lás materias y cuestiones que compren-
den, ya que su estudio pertenece al Derecho Administrativo en general y a las diferentes ramas
que de él se han derivado, en las cuales se examina la legislación secundaria respectiva. misma que
abarca diferentes leyes especiales.
\1
494 lAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

"VI. Los Estados y el Distrito Federal. lo mismo que los municipios de toda la
República, tendrán plena capacidad para adquirir y poseer todos los bienes raíces ne-
cesarios para los servicios públicos."
2. Materia agraria. En esta materia se reitera la prohibición de latifun-
dios y la protección de la pequeña propiedad. La novedad más importante
que la reforma de 1992 consigna consiste en otorgar a los ejidatarios y co-
muneros la libertad de asociación, reconociéndoles la propiedad sobre sus
parcelas. Igualmente el nuevo artículo 27 prevé la ·institución de tribunales
agrarios y suprime los procedimientos de dotación, aboliendo a las autorida-
des agrarias. y a las cuales se referían las fracciones XI y XIII del anterior
precepto. Para obviar inútiles repeticiones. nos permitiremos transcribir las
nuevas fracciones de dicho artículo 27.
''VII. Se reconoce la personalidad jurídica de los núcleos de población ejídales y
comunales y se protege su propiedad sobre la tierra. tanto para el asentamiento hu-
mano como para actividades productivas.
"La ley protegerá la integridad de las tierras de los grupos indígenas.
"La ley, considerando el respeto y fortalecimiento de la vida comunitaria de los
ejidos y comunidades. protegerá la tierra para el asentamiento humano y regulará el
aprovechamiento de tierras, bosques yaguas de uso común y la provisión de acciones
de fomento necesarias para elevar el nivel de vida de sus pobladores.
"La ley, con respeto a la voluntad de los ejidatarios y comuneros para adoptar
las condiciones que más les convengan en el aprovechamiento de sus recursos pro-
ductivos, regulará el ejercicio de los derechos de los comuneros sobre la tierra y de
cada ejidat.ario sobre su parcela. Asimismo establecerá los procedimientos por los
cuales ejídatarios y comuneros podrán asociarse entre sí, con el Estado o con terceros
y otorgar el uso de sus tierras; y, tratándose de ejidatarios, transmitir sus derechos
parcelarios entre los miembros del núcleo de población; igualmente fijará los requisi-
tos y procedimientos conforme a los cuales la asamblea ejidal otorgará al ejidatario el
dominio sobre su parcela. En caso de enajenación de parcelas se respetará el derecho
de preferencia que prevea la ley. .
"Dentro de un mismo núcleo de población, ningún ejidatario podrá ser titular
de más tierras que la equivalente al 5% del total de las tierras ejidales. En todo caso,
la titularidad de tierras en favor de un solo ejidatario deberá ajustarse a los limites
señalados en la fracción XV.
"La asamblea general es el órgano supremo del núcleo de población ejidal o co-
munal, con la organización y funciones que la ley señale. El comisariado ejidal o
de bienes comunales, electo democráticamente en los términos de la ley, es el órga-
no de representación del núcleo y el responsable de ejecutar las resoluciones de la
asamblea.
"La rest.itución de tierras, bosques yaguas a los núcleos de población se hará en
los términos de la ley reglamentaria.
"XV. En los Estados Unidos Mexicanos quedan prohibidos los latifundios.
"Se considera pequeña propiedad agrícola la que no exceda por individuo de
cien hectáreas de riego o humedad de primera o sus equivalentes en otras clases
de tierras.
"Para los efectos de la equivalencia se computará una hectárea de riego por dos
de temporal, por cuatro de agostadero de buena calidad y por ocho de bosque, mon-
te: o agostadero en terrenos áridos.
"Se considerará, asimismo, como pequeña propiedad, la superficie que no exce-
j GARANTÍAS DE PROPIEDAD 495

da por individuo de ciento cincuenta hectárc.3s cuando las tierras s~ dediquen. al cul-
tivo de algodón. si reciben riego; y de trescientas, cu~ndo .se des~men 3.1 ~uluvo del
plátano, caña de azúcar, café, henequén, hule, palma, vid, olivo, quma, vainilla, cacao,
agave. nopal o árboles frutales.
"Se considerará pequeña propiedad ganadera la que no exceda por individuo la
superficie necesaria para mantener hasta quinientas cabezas de ganado mayor o su
equivalente en ganado menor, en los térmínos que fije la ley. de acuerdo con la ca-
pacidad forrajera de los terrenos. .
"Cuando debido a obras de riego, drenaje O cualesquiera otras ejecutadas por .Ios
dueños o poseedores de una pequefia propiedad se hubiese mejorado la calidad de
sus tierras, seguirá siendo considerada como pequeña propiedad, 'aun cuando, en vir-
tud de la mejoría obtenida, se rebasen los máximos señalados por esta fracción, siem-
pre que se reúnan los requisitos que fije la ley.
"Cuando dentro de una pequeña propiedad ganadera se realicen mejoras en sus
tierras y éstas se destinen a usos agrícolas, la superficie utilizada para este fin no po-
drá exceder, según el caso, los limites a que se refieren los párrafos segundo y terce-
ro de esta fracción que correspondan a la calidad que hubieren tenido dichas tierras
antes de la mejora.
"XVII. El Congreso de la Unión y las legislaturas de los Estados, en sus respec-
tivas jurisdicciones.. expedirán leyes que establezcan los procedimientos para el frac-
cionamiento y enajenación de las extensiones que llegaren a exceder los limites
señalados en las fracciones IV y XV de este artículo.
"El excedente deberá ser fraccionado y enajenado por el propietario dentro de
un plazo de un año contado a partir de la notificación correspondiente. Si transcu-
rrido el plazo el excedente no se ha enajenado, la venta deberá hacerse mediante
pública almoneda, En igualdad 'de condiciones. se respetará el derecho de preferen-
cia que provea la ley reglamentaria.
"Las leyes locales organizarán el patrimonio de familia, determinando los bienes
que deben constituirlo, sobre la base de que será inalienable y no estará sujeto a em-
bargo ni a gravamen alguno.
"XIX. Con base en esta Constitución, el Estado dispondrá las medidas para la
expedita y honesta impanición de la justicia agraria, con objeto de garantizar la se-
guridad jurídica en la tenencia de la tierra ejidal, comunal y de la pequeña propie-
dad, y apoyará la asesoría legal de: los campesinos, y
"Son de jurisdicción federal todas las cuestiones que por límites de terrenos eji-
dales y comunales, cualquiera que sea el origen de éstos, se hallen pendientes o se
susciten entre dos o más núcleos de población; así como las relacionadas con la te-
nencia de la tierra de los ejidos y comunidades. Para estos efectos y, en general, para
la administración de justicia agraria, la ley instituirá tribunales dotados de autonomía
y plena jurisdicción, integrados por magistrados y propuestos por el Ejecutivo Fede-
ral y designados por la Cámara de Senadores o, en los recesos de ésta, por la Comi-
sión Permanente,
"La ley establecerá un órgano para la procuración de justicia agraria."

III. LA PROPIEDAD ESTATAL

a) Hemos aseverado que la propiedad en general o, mejor dicho, los


bienes objeto de la misma. pueden imputarse. desde el punto de vista de
ese derecho. a los particulares. a entidades sociales o al Estado como persona
496 l.AS GARANTíAS INDIVIDUALES

política y jurídica con substantividad propia en que la nación se encuentra


organizada. En el primero y segundo casos existe, respectivamente, la propie-
dad privada y la social y. en el tercero. la propiedad estatal o nacional.
Ahora bien, ésta no debe conceptuarse como propiedad original; en
otras palabras. la propiedad estatal. como rama de la clasificación antes cita-
da. no comprende la propiedad originaria, puesto que el concepto de am-
bas es diferente. En efecto. la propiedad originaria de las tierras yaguas a
que se refiere el primer párrafo del articulo 27 constitucional. es equivalente
a dominio eminente, es decir, se concibe. en cuanto a los bienes por ella com-
prendidos. como un elemento del ser mismo del Estado (territorio). como el
objeto sobre el cual éste despliega su poder soberano (imperio). Por el con-
trario. la propiedad estatal, considerada como imputación que de determi-
nados bienes se hace en favor del Estado. equivale al dominio directo,
traducido en la situación en que está colocada la entidad política soberana
para usar. disfrutar y disponer de ciertos objetos con exclusión de cualquier
persona moral o física. La propiedad estatal o nacional está constituida por
aquella atribución o afectación genérica que de determinados bienes se hace
al Estado o a la nación. quien tiene sobre ella la facultad de uso. disfrute y
disposición con exclusión de cualquier sujeto.
La propiedad estatal o propiedad del Estado, dentro de un sistema jurí-
dico federal como el nuestro. puede referirse. bien a la Federación (nación),
o bien a las entidades federativas. como personas morales de derecho público
con substantividad política y jurídica propia.
Ahora bien, ¿cuál es la norma que sirve de pauta para establecer la dife-
renciación entre bienes de propiedad estatal federal y bienes de propiedad
estatal local? De los objetos muebles e inmuebles que no son imputados a
los particulares, tanto la Ley Fundamental como la legislación secundaria
hacen una referencia tanto a la Federación (nación), como a las entidades
federativas. Así. la Constitución en su articulo 27. párrafos cuarto y quinto.
imputa en propiedad o dominio directo a la nación (Federación desde un
punto de vista jurídico-político) los bienes que las respectivas disposiciones
involucran; por su parte, la Ley General de Bienes Nacionalesm establece cuá-
les son los objetos muebles o inmueble~ que pertenecen a la Federación. Por
exclusión, un bien será de propiedad estatal local, cuando no sea objeto de
propiedad privada o social y no esté atribuido en dominio directo a la Fe-
deración. sea por la Constitución o por la legislación secundaria federal en
general. como lo es el ordenamiento indicado. A propósito de las someras
consideraciones que vamos a formular con respecto a la propiedad estatal,
trataremos exclusivamente de los bienes que son objeto de la federal. o sea.
de los que pertenecen a la Federación o Nación.
325 Desde el año de 1941 hasta la actualidad ha habido tres sucesivas Leyes de Bienes Na-
cionales. a saber: la que se expidió el)} de diciembre de 1941. la que se publicó el 30 de etl"O de
1969 Y la vigente publicada d8 de enero de 1982.
GARANTÍAS DE PROPIEDAD 497

b} La Ley General de Bienes Nacionales, clasifica los bienes de propie-


dad estatal federal en dos grandes grupos, a saber: en bWnes de dominio públi-
co y en bienes de dominio privado de la Federación.
Los bienes de dominio públi<o presentan varias características que los dis-
tinguen de los objetos de dominio privado federal.
En primer lugar, dichos bienes son inalienables, esto es, están fuera
del comercio jurídico, por lo que respecto de ellos es inoperante cualquier
acto que implique una transferencia de propiedad. Sin embargo, la inaliena-
bilidad de los bienes de dominio público, establecida por el mencionado
ordenamiento, no implica la ausencia absoluta de la facultad de disposición
que caracteriza a la propiedad, puesto que el Estado federal, como titular
de ese derecho, conserva respecto de los indicados bienes la potestad sobe-
rana de transformar o modificar el régimen jurídico a que están sujetos. Por
ende, si es cierto que, tratándose de bienes de dominio público, el poder de
disposición no existe en forma actual, en cambio potencialmente es operan-
te como capacidad jurídica de que está dotado el Estado federal para hacer-
los susceptibles de enajenación.
En segundo término, la categoría de bienes a que nos estamos refirien-
do tiene como característica la imprescriptibilidad, o sea, la de que éstos no
pueden salir del patrimonio del Estado por el mero transcurso de un lapso
(prescripción negativa de la propiedad estatal en favor de un particular) y
cuyo desarrollo deba apoyarse en ciertas y determinadas condiciones y cir-
cunstancias.
En tercer lugar, los bienes de dominio público no p""den ser objeto de Tei-
vindicación. Esta prohibición supone el hecho de que, cuando un bien haya
ingresado al patrimonio estatal mediante un acto jurídico imperfecto o me-
diante prescripción adquisitiva en favor de la Federación, el legítimo pro-
pietario no lo puede reivindicar desposeyendo de él al Estado, sin que
tampoco dichos bienes estén sujetos a ninguna acción de posesión definitiva
o provisional.
Por el contrario, los bienes de dominio privado de In Federación, están some-
tidos a un régimen jurídico semejante al que rige a los que son objeto de
propiedad particular. Dichos bienes son enajenables en los términos de los
artículos 58 y siguientes de la ley anteriormente mencionada y a cuyo texto
nos remitimos,
c) De acuerdo con la Ley de Bienes Nacionales, son bienes de dominio
público:
1. Los de uso común (art, 2, frac. 1), que a su vez comprenden: el espa-
cio situado sobre el territorio nacional, con la extensión y modalidades que
establezca el Derecho Internacional: el mar territorial hasta una distancia de
doce millas marftimas; las aguas marítimas interiores; las playas marítimas;
la zona marítimo-terrestre, o sea la faja de veinte metros de ancho de tierra
firme transitable, contigua a las playas del mar o a las riberas de los ríos;
498 W\S GARANTíAS INDIVIDUALES

los cauces de las corrientes y los vasos de los lagos, lagunas y esteros de
propiedad nacional, las riberas y zonas federales de las corrientes, los puer-
tos, bahías, radas y ensenadas; los caminos, carreteras y puentes que consti-
tuyen vías generales de comunicación; y demás bienes que señala el articulo
29 de la Ley de 1982, figurando entre ellos los monumentos artísticos e his-
tóricos y los arqueológicos.
2. Los señalados en los párrafos cuarto, quinto y octavo del articulo 27 y frac-
ción IV del artículo 42 de la Constitución (art. 2, frac. 11), esto es, los minerales
o substancias que en vetas, mantos, masas y yacimientos constituyan depósi-
tos cuya naturaleza sea distinta de los componentes de los terrenos, ete.; las
aguas de las lagunas y esteros de las playas,. las de los lagos inferiores de
formación natural que estén ligados directamente a corrientes constantes,
ete.'" Los mencionados bienes a que aluden los citados párrafos del articulo
27 constitucional, corresponden al dominio directo de la nación, la cual puede
otorgar concesiones a las personas físicas o morales mexicanas para su explo-
tación, otorgamiento que está regulado por diversas' leyes especiales, tales
como la de minas, petróleo, etc., y que s6lo nos concretamos a mencionar,
porque su estudio corresponde al Derecho Admmistratiuo, como ya dijimos.
3. Los enumerados en la fracción 11 del articulo 27 constitucional, con
excepción de los bienes raíces nacionales por haber sido o ser administrados
o poseídos por asociaciones religiosas llamadas iglesias.
4. El suelo del mar territorial y el de las aguas marítimas interiores.
5. Los inmuebles destinados por la Federación a un servicio público, los
propios que de hecho utilice para dicho fin y los equiparados a éstos con-
forme a la ley.
6. Los monumentos arqueológicos, históricos y artísticos, muebles e in-
muebles, de propiedad federal.
7. Los terrenos baldíos y los demás bienes inmuebles declarados por la
ley, inalienables e imprescriptibles.
8. Los terrenos ganados natural o artificialmente al mar.
9. Las servidumbres, cuando el predio dominante sea alguno de los an-
teriores.
10. Los muebles de propiedad federal que por su naturaleza no sean
normalmente substituibles, como los documentos y expedientes de las ofici-
nas y demás bienes que menciona la fracción XI del artículo 22.
11. Las pinturas murales, las esculturas y cualquier obra artística incor-
porada o adherida permanentemente a los inmuebles de la Federación o
del patrimonio de los organismos descentralizados cuya conservación sea de
interés nacional.
Tratándose de los bienes de uso co",ún, el artículo 30 de la ley que co-
mentamos establece el derecho en favor de todos los habitantes de la Repú-
aso Véase el parágrafo 7 inmediato anterior.
GARANTÍAS DE PROPIEDAD 499

blica para usarlos, "sin más restricciones que las establecidas por las leyes y
los reglamentos administrativos". Este derecho de uso corresponde a la co-
munidad o a los grupos humanos que la integran como entes colectivos. así
como a todos y cada uno de quienes componen a una y a otros, implicando,
en sus respectivos casos, un usO universal y un uso singular concomitante,
coincidente, simultáneo e innescindible, o como dice la doctrina de Derecho
Administrativo, un usus omnibus (uso para todos) y un usus singulis (uso para
cada uno).
Como no puede existir ningún derecho sin la obligación correlativa,
ésta, tratándose del derecho colectivo o singular de usar los bienes de uso
común, consiste en el respeto, en la obseroancia coercible del propio derecho a
cargo de todas las autoridades del Estado. El multicitado derecho es eviden-
temente por su propia índole coercitivo, ya que las autoridades estatales tie-
nen el deber ineludible de comportarse activa o pasivamente conforme a él,
toda vez que está previsto en la ley, según hemos afirmado.
El respeto y la observancia coercibles a que hemos aludido se traducen,
a su vez, en que las mencionadas autoridades no deben impedir, imposibilitar,
estorbar o alterar el uso público o singular de ningún bien de uso común, y en con-
servarlo bajo las condiciones y con los atributos que su misma naturaleza y destino
establezcan. Dicho de otra manera, ninguna autoridad puede, sin desacatar la
mencionada obligación, cambiar o variar tal naturaleza y destino, máxime
cuando se manifiesten en objetivos simultáneos respecto de ciertos bienes de
uso común.
Así por ejemplo, una avenida arbolada o un paseo no sólo tienen un destino
natural el de servir como vfas de tránsito de vehículos, sino fundamentalmente de
recreo y solaz de las personas, por lo que, si se elimina este último objetivo para
atender sólo al primero, se altera substancialmente dicho bien de uso común, impi-
diendo el derecho de usarlo conforme a su propia índole. El mismo fenómeno acae-
ce, verbigracia, si se convirtiese un parque o un jardín públicos, en un conjunto de
edificios para oficinas o para unidades habitacionales, o si se eliminase con el propó-
sito de construir estacionamientos para automóviles.

Por otra parte, es evidente que el mencionado derecho de uso colectivo


y singular está sujeto a diferentes limitaciones en cuanto a su ejercicio y que
los bienes de uso común pueden ser cambiados de destino, según lo exijan
las necesidades públicas de suyo tan variadas y variables. Sin embargo, toda
limitación o todo cambio deben tener como fuente exclusiva la ley o los reglamentos
administrativos, según lo determinan los principios jurídicos que hemos seña-
lado. Así lo ordena el artículo 30 de la Ley General de Bienes Nacionales y
el 768 del Código Civil, preceptos que no hacen sino reiterar el principio
de la legalidad que se instituye en el artículo 16 de la Constitución Federal,
primordialmente. En otros términos, ninguna limitación al citado derecho de uso
500 u.s GARANTíAS INDIVIDUALES

no vario.<wn alguna dé destino de cualquier bien de uso común deben obedecer a la


sola decisión de las autoridades administrativas. .
d) De conformidad con la Ley General de Bienes Nacionales vigente. los
objetos de dominio privado de la Federación son los siguientes:
1. Las tierras yaguas no comprendidas en el artículo 2º de la ley. que
sean susceptibles de enajenación a los particulares.'"

327 En 30 de diciembre de 1950 se promulgó por el Presidente de la República la Ley de


Terrenos Baldíos y Nacionales. Demosíos y Excedencias expedida por el Congreso de la Unión, habién-
dose publicado en el Diario Oficial de la Federación el día 7 de febrero de ~ 951. Hemos afirmado
que las tierras yaguas comprendidas dentro del territorio nacional que sean susceptibles de ena-
jenación a particulares forman parte de los bienes de dominio privada de la Federación. Pues bien,
dicho ordenamiento establece diferentes normas para la adquisición particular de los terrenos
que estén bajo dicho dominio, a los que clasifica como baldíos, nacionales y demasías (art. 3 9 ) . Los
primeros son aquéllos que sin haber salido del propio dominio por título legalmente expedido,
no hayan sido deslindados. Al deslindarse tales terrenos, éstos se convierten en nacionales, compren-
diendo también esta categoría a los que recobre la nación a consecuencia de la nulidad de los rüu-
los que respecto de ellos se hubieren otorgado (salvo en los casos de nulidad a que se refiere la
fracción XVIII del artículo 27 constitucional en que los predios correspondientes se reputan bal-
días), así como a los terrenos provenientes de demasías. es decir, los que abarquen una superficie
que exceda de la amparada por la titulación relativa y sólo en cuanto a la excedente (arts. 4, 5 Y
6). En sendos capítulos, a cuyo tenor nos remitimos. la citada ley consigna disposiciones relativas
a la adquisición de los terrenos propiamente nacionales y de los que se califican como "demasía s'': a
la enajenación gratuita de tierras nacionales y a su arrendamiento; a los deslindes. etc. Una de
las particularidades del mencionado ordenamiento, que se nos antoja inconstitucional, consiste en
el desconocimiento de la posesión en favor de los particulares sobre terrenos baldíos o nacionales,
pues su artículo 18, hábilmente redactado, al conceder a los poseedores cuya posesión está ampa-
rada "con títulos traslativos de dominio emanados de particulares o de autoridades no facultadas
para enajenarlos" y que sea mayor de cinco años si dichos terrenos han sido explotados o de diez
años en caso contrario, el derecho de preferencia para adquirirpor compra, privaba a tales poseedores
de su posesión, aunque ésta no se oponga a las incapacidades adquisitivas establecidas en el ar-
tirulo 27 constitucional ni se comprenda en las nulidades a que se refieren las fracciones VIII. IX
Y XVIII del propio precepto. Tal privación opera por el hecho de que el citado artículo 18 con-
signa la posibilidad de "adquirir por compra" de la nación los terrenos nacionales o baldíos poseí-
dos por particulares, posibilidad que indiscutiblemente supone que dichos predios se consideran
del dominio privado de la Federación. pues de otra manera ésta no podría venderlos a los mis-
mos poseedores conforme al principio jurídico que enseña que 1U!71W dat quud non habet, o sea. que
nadie puede enajenar lo que no tiene. La inconstirucionalidad del precepto secundario a que alu-
dimos se constata por la circunstancia de que, al desconocer la posesión particular sobre terrenos
baldíos o nacionales, no establece ningún procedimiento conforme al cual se oiga a los afectados
en defensa por las autoridades encargadas de su aplicación ni por ninguna otra antes de la priva-
ción que entraña dicho desconocimiento, infringiéndose as! la garantía de audiencia consagrada
en el arúculo 14. párrafo segundo. de nuestra Constitución. en la forma en que tiene eficacia jurl-
dica frente a las leyes conforme a la jurisprudencia de la Suprema Corte a que oportunamente
aludiremos. Además, dicho artículo 18 quebranta de manera ostensible el principio que rige tra-
tándose de los bienes que forman parte del dominio privado de la Federación, como SOIl los te-
rrenos baldíos y nacionales a que la citada ley ordinaria se refiere. consistente en que los
particulares pueden adquirir por prescripción, según lo establece, a su vez. la Ley General de Bie-
nes Nacionales, y de acuerdo con la 01411, si alguna persona ha poseído un predio de dicha natu-
raleza en los términos de las prevenciones conducentes del Código Civil Federal por un plazo
equivalente al doble de los lapsos consignados en este ordenamiento. tiene derecho a obtener la
declaración jurisdiccional de que su posesión se ha convertido en propiedad, sin tener. obviamen-
te, la obligación de "comprar" el inmueble de que se trate a la nación, contrariamente a lo que
GARANTíAS DE PROPIEDAD 501

2. Los nacionalizados conforme a la fracción II del artículo 27 constitu-


cional, que no se hubieren 'construido o destinado a la administración, pro-
paganda o enseñanza de un culto religioso.
3. Los bienes ubicados dentro del Distrito Federal considerados por la
legislación común como vacantes.v"
4. Los que hayan formado parte de corporaciones u organismos de ca-,
rácter federal, que se extingan.
5. Los bienes muebles al servicio de las dependencias de los Poderes de
la Unión, no comprendidos en la fracción XI del artículo anterior, y
6. Los demás inmuebles y muebles que por cualquier título jurídico ad-
quiera la Federación, es decir, compraventa, donación, herencia, etc.

establece el indicado artículo 18 de la Ley de Terrenos Bakltos y Nacionales. Claro está que esta
última consideración sólo es valedera respecte de las prescripciones consumadas con anterioridad
a la vigencia de dicho ordenamiento, ya que su artículo 86 declara que los terrenos baldíos. nació-
nales o las "demasía.';" no prescriben. precepto que no podría aplicarse a aquéllas sin violarse la
garantía de irretroactividad legal consagrada en el primer párrafo del artículo 14 constitucional.
~\21! . Los bienes vacantes son los inmuebles que no tienen dueño cierto y conocido (art. 785
del Código Civil). L1 carencia de dueño a que se refiere este precepto evidentemente se contrae
al caso en que los bienes considerados como vacantes no tengan un propietario particular y conocido.
pues de otro modo, esto es, si dicho carácter se refiriese a la falta de cualquier titular del derecho
de propiedad sobre elles. la disposición del Código Civil estaría contradicha por la norma rela-
tiva de la Ley de Bienes Nacionales. Para que un bien vacante sea conceptuado como objeto de
dominio privado de la Federación. es menester que esté ubicado dentro del Distrito Federal. pues
estando situado fuera de esta entidad, su propiedad corresponde al Estado federativo en donde se
encuentre.
CAPITULO StPTIMO

GARANTIAS DE SEGURIDAD JURIDICA

Sumario: Idea sobre la seguridad jurídica. El articulo 14 constitucional.


I.--Garantía de la irretroactividad de las leyes: A. Planteamiento del
problema. B. Distintas soluciones al problema: a) Teoría clásica; b) Tesis
de Savigny; c) 1dem de Aubry y Rau; d) Opínión de Bonnecasse; e)
Idcm de Capitant; f) Idem de Laurent; s) Tesis de Coviello; h) Opiniones
de Duguit y jeae ; e) Tesis de Paul Roubier; j) Opinión nuestra; k) Casos
especiales de retroactividad legal; 1) La jurisprudencia de la Suprema
.Jorte sobre la irretroactividad de las leyes-, C. La irretroactividad de las
leyes en el artículo 14 constitucional (alcance de 'la garantía). D. Breve
referencia histórica sobre la irretroactividad legal. H.-La garantía de
audiencia: A. El artículo 14 de la Constitución federal de 1857: a)
Argumento auténtico interpretativo del artículo 14 j b) Argumento gramati-
cal; c) Argumento llamado "constitucional"; d) Argumento de orden juridi-
co general; e) Comentario sobre la opinión de Vallarta. B. Análisis del segun-
do párrafo del artículo 14 constitucional vigente: a). Titularidad de la ga-
rantía de audiencia; b) Acto de autoridad condicionado por dicha garantía;
c) Bienes jurídicos tutelados por la garantía de audiencia; d) Garantías
de seguridad jurídica integrantes de la de audiencia; e) Algunas excep-
ciones a la propia garantía j tJ La garantía de audiencia frente a leyes;
g) Criterio de la Suprema Corte sobre el alcance de la garantía de au-
diencia. HI.--Garantía de la exacta aplicación de la ley en materia pe-
nal: a) Extensión de la garantía; b) Interpretación análoga y por mayoría
de razón. IV.--Garantía de legalidad en materia jurisdiccional civil: a)
Acto de autoridad condicionado por dicha garantía; b) Sentido y alcance
de la garantía: El articulo 15 constitucional: a) Implicación de las ga-
rantías que contiene; b) Alcance de la prohibición constitucional. El ar-
ticulo 16 constitucional. I.-Análisís de la primera parte de dicho pre-
cepto: A. Titularidad de las garantías que contíene. B. Acto de autoridad
condicionado. C. Bienes jurídicos tutelados. D. Garantía de competencia
constitucional: a) Tesís de don José Maria Iglesias; b) Tesís de don Ig-
nacio L. Vallarta; c) Estado actual de la cuestión. E. Garantía de legalidad:
a) Concepto de fundamentación legal; b) Concepto de motivación legal;
c) La motivación legal y la facultad díscrecional j d) Concurrencia de la
fundamentacíón y motivación; e) Hipótesis de actos de autoridad viola-
torios de dicha garantía. F. Garantía de mandamiento escrito. G. Refe-
rencia histórica, H.-Análisis de la segunda parte del artículo 16 consti-
tucional. III.-Idem de su tercera parte. IV.-Referencia a la últíma
parte de dicho precepto. El articulo 17 constitucional; El artículo 18 cons-
titucional; Los articulas 19 y 20 constitucionales; Los articulas 21, 22,
23 Y 26 de la Constitución.
504 LAS GARANTIAs INDIVIDUALES

IDEA SOBRE LA SEGURIDAD JURÍDICA

En las relaciones entre gobernantes, como representantes del Estado, y


gobernados, se suceden múltiples actos, imputables a los primeros, que tien-
den a afectar la esfera jurídica de los segundos. En otras palabras, el Estado,
en ejercicio del poder de imperio de que es titular como entidad jurídica y
política suprema con substantividad propia, desempeña dicho poder sobre
y frente a los gobernados por conducto de sus autoridades. El Estado, al des-
plegar su actividad de imperio, al asumir su conducta autoritaria, imperativa y
coercitiva, necesariamente afecta la esfera o ámbito jurídico que se atribuye a
cada sujeto como gobernado, bien sea en su aspecto de persona flsica o de en-
tidad moral. Todo acto de autoridad, emanado por esencia del Estado y de-
sempeñado por los diferentes órganos autoritarios estatales creados por el
orden de derecho, tiene como finalidad inherente, imbíbita, imponerse a al-
guien de diversas maneras y por distintas causas; es decir, todo acto de autori-
dad debe afectar a alguna persona moral o física en sus múltiples derechos:
vida, propiedad, libertad, etc.
Dentro de un régimen ju.ridico, esto es, dentro de un sistema en que impere
el derecho, bien bajo un carácter normativo legal o bajo un aspecto consuetu-
dinario, esa afectación de diferente índole y de múltiples y variadas consecuen-
cias que opera en el status de cada gobernado, debe obedecer a determinados
principios previos, llenar ciertos requisitos, en síntesis, debe estar sometida a
un conjunto de modalidades jurídicas, sin cuya observancia no sería válida
desde el punto de vista del derecho.
Ese conjunto de modalidades jurídicas a que tiene que sujetarse un acto
de cualquiera autoridad para producir válidamente, desde un punto de vista
jurídico, la afectación en la esfera del gobernado a los diversos derechos de
éste, y que se traduce en una serie de requisitos. condiciones, elementos, etc.,
es lo que constituye las garantfas de seguridiul juridica. Estas implican, en conse-
cuencia, el conjunto general de condiciones, requisitos, elementos o circunstancias pre-
vias a que debe sujetarse una cierta actiuidad estatal autorüaria para generar una
afectaci6n válida de diftrente Indole en la esfera del gobernado, integrada por el
summum de sus derechos subjetivos. Por ende, un acto de autoridad que afecte el
ámbito jurídico particular de un individuo como gobernado, sin observar dichos
requisitos, condiciones, elementos o circunstancias previos, no será válido a la
luz del Derecho.
La seguridad jurídica in genere, al conceptuarse como el contenido de va-
rias garantías individuales consagradas por la Ley Fundamental, se manifiesta
como la substancia de diversos derechos subjetivos públicos individuales del
gobernado oponibles y exigibles al Estado y a sus autoridades, quienes tienen
la obligación de acatarlos u observarlos. Esta obligación estatal y autoritaria es de
indole activa en la generalidad de los casos tratándose de las diferentes garan-
tías de seguridad jurídica, o sea, que el Estado y sus autoridades deben de-
sempeñar, para cumplir dicha obligación, actos positivos, consistentes en
realizar todos aquellos hechos que impliquen el cumplimiento de todos los re-
GARA!'ITÍAS DE SEGURIDAD JURlDICA 505

quisitos, condiciones, elementos o circunstancias exigidas para que la afecta-


ción que generen sea jurídicamente válida.
A diferencia de la obligación estatal y autoritaria que se deriva de la re-
lación jurídica que implican las demás garantías individuales, y que ostenta
una naturaleza negativa en la generalidad de los casos, la que dimana de las
garantías de seguridad jurídica es eminentemente positiva en términos generales,
ya que se traduce, no en un mero respeto o en una abstención de vulnerar,
sino en el cumplimiento efectivo de todos aquellos requisitos, condiciones, ele-
mentos o circunstancias, etc., cuya observancia sea jurídicamente necesaria
para que un acto de autoridad produzca válidamente la afectación particular,
en la esfera del gobernado, que esté destinado a realizar. Así, verbigracia, si a
una persona se la pretende privar de su libertad por un acto autoritario, se la
debe oír en defensa, de acuerdo con las formalidades esenciales del procedi-
miento, etc., requisitos o condiciones para cuya observancia la autoridad debe
desempeñar una conducta positiva.
La seguridad jurídica entraña el mismo estado de Derecho que es uno de los
más importantes elementos de todo régimen democrático. Se integra con la
imprescindible concurrencia del orden juridico y la función gubernativa real, mis-
ma que debe cumplir y hacer cumplir las normas constitucionales, legales y
reglamentarias en que tal orden se manifiesta, imperativo que es inherente al
principio de juridicidad, según el cual todo acto del poder público del Estado
debe someterse a ellas y aplicarlas a la realidad en todos los aspectos en que
ésta se revela, a saber, el polftU:o, cultural, econémico y social.

EL ARTíCULO 14 CONSTITUCIONAL

Este precepto reviste una trascendental importancia dentro de nuestro or-


den constitucional, a tal punto, que a través de las garantías de seguridad jurí-
dica que contiene, el gobernado encuentra una amplísima protección a los
diversos bienes que integran su esfera de derecho. Asimismo, en la historia de
nuestro Derecho Constitucional, el artículo 14 ha implicado la materia de muy
interesantes polémicas entabladas por los juristas más granados de nuestro
foro, tales como Vallarta, LoZIJno, Rabasa, Mejln, Vega entre otros.
El artículo 14 constitucional es un precepto complejo, es decir, en él se
implican cuatro fundamentales garantías individuales que son: la de la irre-
troactiindad legal (párrafo primero), la de audiencia (párrafo segundo), la de le-
galidad en materia judicial civil (lato sensu) y judicial administrativa (párrafo
cuarto) y la de legalidad en materia judicial penal (párrafo tercero).

r. GARANTÍA DE LA ¡RRETROACTIVIDAD DE LAS LEYES

Esta garantía está concebida en el primer párrafo del artículo 14 de la Ley


Suprema en los siguientes términos:
"A ninguna ley se dará efecto retroactivo en perjuicio de persona alguna."
506 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

A. Planteamiento del problema

Al interpretar dicha disposición constitucional, surge inmediatamente esta


pregunta: ¿cuándo una leyes retroactiva y, por ende, cuándo es inconstitu-
cional por causar un perjuicio (daño, afectación, lesión, etc.), a alguna
persona?
El problema de la retroactividad legal se Conoce también como con-
flicto de leyes en el tiempo, o sea, que se traduce en la cuestión consistente
en determinar, en presencia de dos leyes, una antigua, que se supone derogada
o abrogada, y otra nueva o vigente, actual, cuál de las dos debe regir a un
hecho, acto, fenómeno, estado, situación, etc. En otras palabras, la retro-
actividad legal importa por necesidad lógica esta otra cuestión: la super-
vivencia de la ley derogada o abrogada para regular la materia sobre la que
la ley nueva o vigente pretende operar. Por ende, la referencia hacia el pa-
sado de una ley actual. no en todo caso se ostenta como aplicación legal
retroactiva, sino sólo cuando se elimina dicha supervivencia de la norma
jurldica que debe seguir conservando su validez reguladora en determinadas
hipótesis concretas, no obstante su derogación o abrogación; o en ausencia
de una norma positiva anterior, cuando se altera un estado jurídico pre-
existente. .
La cuestión consistente en determinar cuándo y en qué casos una ley
adolece del vicio de retroactividad, es decir, cuándo y en qué casos se afecta
la supervivencia temporal de una norma anterior o se afecta dicho estado
jurídico, ha suscitado serios conflictos que aún no han sido resueltos satis-
factoriamente. Toda disposición legal tiene una vigencia determinada en
cuanto al tiempo. Desde que se crea, momento que se determina de acuerdo
con las prescripciones constitucionales relativas, hasta que se deroga o abro-
ga expresa o tácitamente por una norma nueva, está destinada a regular
todos los hechos, actos, situaciones, estados, fenómenos, etc., que tienen
lugar durante ese lapso limitado por esos dos instantes. Por tanto, toda ley,
a partir de su promulgación, o mejor dicho, del momento en que entra en
vigor, rige para el futuro, esto es, está dotada de validez de regulación res-
pecto de todos aquellos hechos, actos, situaciones, etc., que se suceden con
posterioridad al momento de su vigencia (faeta futura). Por ende, una dis-
posición legal no debe normar acontecimientos o estados producidos con
anterioridad al instante en que adquiere fuerza de regulación, ya que éstos
quedan sujetos al imperio de la ley antigua. La retroactividad consiste, pues,
en dar efectos reguladores a una norma jurídica sobre hechos, actos o situa-
ciones producidos Con antelación al momento en que entra en vigor, bien
sea impidiendo la supervivencia reguladora de una ley anterior, o bien alte-
rando o afectando un estado jurídico preexistente, a falta de ésta. Por el
contrario, el principio de la irretroactividad estriba en que una ley no debe
GARANTÍAS DE SEGURIDAD JUIÚDlCA 507

normar a los actos, hechos o situaciones que hayan tenido lugar antes de
que adquiera fuerza de regulaci6n. Todos los autores están contestes en que
toda ley rige para el futuro y no hacia el pasado.
Sin embargo, si el principio de la no-retroactividad de la leyes fácil de
enunciar, su aplicación real resulta complicada, pues en vista de multitud
de situaciones prácticas que en la vida jurídica pueden presentarse y de
hecho acaecen, es una cuesti6n no poco ardua determinar en qué casos una
norma legal es retroactiva.
Para constatar si una ley adolece del vicio de retroactividad o no, hay
que tomar en cuenta la naturaleza del objeto de regulación. Una norma
juridica es evidentemente retroactiva cuando se aplica 'a un hecho simple
y ya consumado con anterioridad a su vigencia, esto es, a un acontecimiento
que no genera consecuencias juridicas que tengan verificativo dentro del
periodo de normaci6n de la ley y que se ha realizado plenamente con an-
telación a éste (lacta praeterita), Sin embargo, un hecho juridico, bajo las
condiciones expuestas, rara vez acontece en la práctica. Por lo general, todo
suceso, aunque sea instantáneo en su realizaci6n plena, produce variados
efectos jurídicos que pueden realizarse durante la vigencia de una ley que
aún no regía en el momento en que aquél tuvo lugar (lacta pendentia).
Así, p?r ejemplo, puede suceder que un delito se cometa antes de la
vigencia de una ley que aumente la penalidad respectiva. En este caso, el
hecho (delito) se produjo antes que la norma de que se trata y la conse-
cuencia del mismo (penalidad), debe tener lugar durante el periodo de re-
gulación de aquélla. Si al hecho delictivo se imputara la penalidad estable-
cida por la nueva ley, ¿ésta seria retroactiva?
Por otra parte, hay multitud de actos juridicos que crean para los su-
jetos interesados en ellos una situación de derecho definida, que no es mo-
mentánea, sino que, por el contrario, se prolonga permanentemente durante
un lapso determinado. Puede acontecer que mientras subsista esa situaci6n
o estado jurídicos, entre en vigor una ley que los regule diferentemente a
la normación instituida por la ley anterior. ¿Seria la primera retroactiva
si se aplicase?
Puede suceder, además, que una norma legal no vigente al celebrarse un
acto jurídico, modifique, en cambio, las consecuencias naturales de derecho
que éste produzca o tienda a producir. Dicha norma ¿adolece del vicio de
retroactividad?
Los ejemplos podrían multiplicarse; nos concretamos a señalar las hipó-
tesis más relevantes en que respecto de un mismo acto en sus consecuencias
o efectos juridicos naturales o por lo que concierne a una situaci6n de dere-
cho permanente, no momentánea, pueden tener aplicaci6n dos leyes: la
antigua y la nueva y, por tanto, en que puede hablarse de retroactividad de
esta última.
508 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

B. Distintas soluciones al problema

a) Teorla clásica. Para brindar un criterio con el fin de determinar


cuándo una ley es retroactiva en las hip6tesis en que no se trate de hechos
o actos simples (sin consecuencias jurídicas de realización constante y rei-
terada) y ya consumados, la teorla clásica, que sobre el particular se ha
elaborado y cuyo principal exponente es Blondeau, parte de la distinción
entre los derechos adquiridos y las meras expectativas de derechos. Para esta
teoría, "los derechos adquiridos son los que han entrado en nuestro domi-
nio formando parte de él, y que no nos puede arrebatar aquel del que los
tenernos".
De acuerdo con este criterio, "el hombre que goza de un derecho sub-
jetivo reconocido por la ley, no puede ser privado de él por una ley nueva;
si no, la confianza en la protección social se desvanecería, el orden público
se vena amenazado. El legislador debe, pues, respetar los derechos adquiri-
dos a los particulares, y en caso de duda, cuando no lo diga expresamente,
hay que admitir que lo ha querido. Por el contrario, las simples esperanp¡s
(expectativas) no transformadas 'aún en derechos, no merecen la misma pro-
tección y deben incidir en el caso de modificación de la ley anterior" ...•
La teoría de los derechos adquiridos, más que resolver la cuestión de
establecer cuándo una disposición legal es o no retroactiva, desplaza el pro-,
blema, como acertadamente observa Capitaneo En efecto, no es tarea fácil
determinar en cada hipótesis concreta cuándo se está en presencia de una
mera expectativa o de un derecho adquirido, para inferir de ello si la ley
que los afecta es o no retroactiva. Además, si para la teoría clásica un de-
recho adquirido es aquel que ha entrado en nuestro patrimonio y que, por
ende, forma parte de él, ¿qué criterio debe sustentarse para precisar el mo-
mento en que se efectúa tal ingreso al dominio jurídico del sujeto? General-
mente dicha teoría acude a la ejemplificación para constatar si tal o cual
hipótesis entraña un derecho adquirido o una expectativa de derechos, mé-
todo que, por ser eminentemente casuista, no es idóneo para brindar bases
sobre las cuales fincar un criterio general y uniforme con el fin de resolver
la cuestión de la retroactividad de las leyes.'"

329 CAPITANT, Droit Civí13 pág. 54.


330 MERLíN 1destacado exponente de la teoría clásica, distingue entre "derecho adqui-
rido", "[acuitad" y "expectotino", "Derechos adquiridos, dice, son Jos que han entrado en
nuestro patrimonio, que hacen parte de él y de los que pueden despojarnos aquellos de
quienes los adquirimos". sosteniendo que las facultades, mientras no hayan sido ejercidas,
pueden ser revocadas. Por último, para dicho autor, "Las expectativas son las esperanzas
que se tienen provenientes de un hecho ya pasado o de un estado actual de cosas, de gozar
de un derecho cuando se realice" (Repertorio, Efecto Retroactivo, tomo V, párrafo 536.
Citado por Leopoldo Aguilar Carbajal en su monografía intitulada "La No Retroactividad
de la Ley en Materia Ciuii", publicada en la revista "El Foro", Órgano de la Barra Mexi-
cana de Abogados, volúmenes correspondientes a los meses de abril a diciembre de 1974).
GARANTÍAs DE SEGURIDAD JUIÚDlGA 509
Por otra parte, aplicando en su rigor las ideas sostenidas por la teoría
clásica, un derecho condicional, como lo hace notar Paul Roubier, siempre
sería afectado por una ley nueva, no vigente en el momento en que el acto
causal se hubiese celebrado, sin ser retroactiva. En efecto, los derechos con-
dicionales no son derechos adquiridos, obviamente, porque su existencia
depende de un acontecimiento futuro e incierto. (condición) no pudiendo
entrar, por mayoria de razón, al patrimonio de una persona mientras tal
condición no se realice, permaneciendo, por tanto, en la esfera de las meras
expectativas.
b) Savigny, que en principio es partícipe de la teoría clásica, sostiene
que las reglas aducidas por ésta para resolver el problema de la retroactivi-
dad legal deben aplicarse con distingos, debiéndose diferenciar, como él lo
hace, entre reglas relativas a la adquisici6n de derechos y reglas relativas a
la existencia de derechos. Bajo el nombre de "reglas relativas a la adquisi-
ción o pérdida de derechos", Savigny entiende las reglas que conciernen
"al vínculo que refiere un derecho a un individuo, o la transformación de
una instituci6n de derecho abstracta en una relación de derecho concreto".
Para dicho autor, estas reglas no deben ser retroactivas, como por ejemplo
"la ley que decide que la tradición es necesaria (o no es ya necesaria) para
la transmisión de la propiedad; la ley que decide que una donaci6n entre
vivos debe ser hecha bajo ciertas formas o puede ser hecha, en adelante, sin
formalidad alguna. '81 Por "reglas relativas a la existencia o modo de exis-
tencia de derecho" Savigny entiende "las leyes que tienen por objeto el
reconocimiento de una instituci6n en general o su reconocimiento bajo tal
o cual forma antes de que haya o surja la cuesti6n de su aplicaci6n a un
individuo, o sea, de la creación de una relaci6n jurídica concreta."'" Este
tipo de leves"no· puede _provocar r,¡- retroactiVidad, "porque cúand!i se su-
prímeri ínstítuciories generales (v, gr., la "esclavitud);" no se suprimen sólo
para el futuro".
c) Aubry y Rnu introducen nuevas modalidades a la teoria clásica de
los derechos adquiridos. Para ellos, los derechos que nacen por un hecho
del hombre, por su voluntad, no pueden ser afectados por una ley nueva, sin
que ésta adolezca del vicio de retroactividad. Por el contrario, afirman,
cuando se trata de derechos derivados inmediatamente de una ley, éstos son
susceptibles. de ser modificados por una ley nueva en sus efectos posteriores.
La critica que a estas ideas hace Roubier consiste en patentizar la contra-
dicci6n en que incurren Aubry y Rau al aceptar, por un lado y en términos
generales, la tesis de los derechos adquiridos, y al considerar, por otro, que
Las ideas de Merlín, que tienen la pretensión de ser definiciones de los tres conceptos alu-
didos, corroboran la imprecisión y vaguedad de los mismos y, por ende, la ineficacia de
la teoría clásica para solucionar atingentemente el problema de la no aplicación retroactiva
de las leyes.
SSt PAUL ROUBIER, Les conflits des loís dans le temps, págs. 303 y 304.
'32 Op, cít., pág. 307.
510 LAS GARANrlAS INDIVIDUALES

los derechos legales pueden ser afectados por una ley nueva sin que ésta
participe de! vicio de retroactividad, no obstante ser derechos adquiridos
conforme al criterio sustentado por la teoría clásica.
d) Bonnecasse aduce un criterio para resolver la cuestión de I~ retro-
actividad de las leyes, partiendo de su tradicional distinción entre situaciones
jurídicas abstractas y situaciones jurídicas concretas. Las primeras, como
meros estados de derecho objetivo, pueden ser modificadas o suprimidas
por una ley nueva, sin que, ésta sea retroactiva; por e! contrario, las segun-
das, que se traducen en los estados particulares de los individuos que se
hubieren colocado dentro de los extremos o hipótesis de las situaciones ju-
rídicas abstractas, no pueden ser afectadas por una ley posterior sin que
ésta sea retroactiva. Bonnecasse pretende resolver e! problema de la retro-
actividad legal por lo que respecta a los llamados "derechos condicionales",
que para la teoría clásica no eran sino meras expectativas, afirmando que
cuando una situación concreta está pendiente de formarse por e! no cum-
plimiento de una condición, antes de que ésta se realice, la ley nueva, mo-
dificativa o extintiva de la situación jurídica abstracta anterior, puede regir,
o inclusive impedir, la situación concreta por constituirse.
e) Capitant estima que "toda ley nueva se presume mejor que aquella
a la que reemplaza; porque, cuando e! legislador hace una innovación, no
lo hace sino con e! propósito de un mejoramiento y para corregir los abusos
existentes. Por tanto, es natural suponer que ha querido someter a su im-
perio no solamente los acontecimientos que podrían realizarse en e! futuro,
sino aun los hechos anteriores, en lo que ve a sus consecuencias que se pro-
ducirán y se desarrollarán después de su promulgación. Sería ilógico prolongar
hacía e! futuro los efectos de la ley abrogada y mantener en vigor, en de-
trimento de la regla nueva, las disposiciones que e! legislador ha juzgado
mejoradas. En consecuencia, se debe aplicar la ley reciente a todas las situa-
ciones jurídicas, a todas las relaciones de derecho existentes en el momento
de su promulgación y regular según sus disposiciones los efectos que pro-
duzcan para lo futuro. Tal es el principio al cual, según creemos, se debe
uno adherir. Conduce, según lo vemos, a rehusar toda supervivencia' a la
ley antigua".838
Como se puede advertir por la transcripción hecha, la posición que adop-
ta Capitant frente al problema de la retroactividad legal es aún más delez-
nable que la que ocupa la teoría de los derechos adquiridos, ya que mientras
que ésta pretende resolver tal cuestión aduciendo un criterio que desemboca
en el casuismo, dicho autor se contrae a desplazar e! problema, aseverando
que en todo caso debe aplicarse la ley nueva en detrimento de la antigua
por la presunción de mejoramiento que respecto de ésta contiene.
t) Por su parte, Laurent afirma que una ley que obre sobre e! pasado
no 'será retroactiva cuando vulnere simples intereses; por el contrario, ten-
a88 Droit Civil, pág. 55.
GARANTfAs DE SEGURIDAD JUlÚDlCA 511

drá el vicio de retroactividad cuando afecte derechos fundados en la norma


jurídica precedente. La tesis de este tratadista, ostenta el mismo defecto que
se imputa a la teoría de los derechos adquiridos, en el sentido de que no
sólo no resuelve la cuestión planteada, sino que la complica, al hacer surgir
el problema de determinar cuándo se está en presencia de un simple interés
y cuándo ante un derecho.?" blll
g) El autor que parece brindar, a nuestro entender, reglas menos de-
fectuosas que las que establecen las teorías precedentes, es Couiello. Para
éste, la retroactividad de la ley "significa que el juez no puede aplicarla a
hechos pasados, o desconociendo las consecuencias ya realizadas o quitando
eficacia o atribuyendo una diversa a las consecuencias nuevas sobre la única
base de la apreciaci6n del hecho pasado":" De esta afirmación de Coviello
podemos derivar tres proposiciones o hipótesis fundamentales en que una
ley es retroactiva: a) cuando se aplica a hechos realizados con anterioridad
<l su vigencia; b) cuando se aplica a las consecuencias nuwas (o sea, las que
se realizan bajo el imperio de la ley nueva) de un hecho anterior a su vi-
gencia, alterándolas, siempre y cuando en dicha aplicación se estimen dichas
consecuencias en raz6n de éste y no en si mismas consideradas, es decir, que
se aprecien en relaci6n causal con el hecho pasado que las genera.
Por ejemplo, la ley derogada establecia como edad núnima apta para
contraer matrimonio la de dieciséis años; la ley nueva fija dicha "edad mí-
nima en dieciocho años; uno de los cónyuges en el matrimonio celebrado
bajo la vigencia de la ley abolida se niega a suministrar alimentos al otro,
hecho negativo que se produce bajo el imperio de la ley nueva, alegando
nulidad del acto matrimonial por falta de la edad minima requerida por
la norma vigente. En este caso, la ley nueva no puede aplicarse al hecho
acaecido durante su vigencia (negativa de dar alimentos por supuesta nu-
lidad matrimonial), porque necesariamente se le debe apreciar, en cuanto
a su justificación o injustificación, partiendo del acto del cual deriva, o sea,
analizando a éste por lo que concierne a su validez.
En otras palabras, una ley será retroactiva cuando se aplique a un hecho
realizado .durante su vigencia, para cuyo examen de justificación o injusti-
ficación tenga que recurrirse al acto que le dio origen, el cual se supone
tuvo verificativo bajo el imperio de la ley anterior. Por el contrario, una ley
no será retroactiva cuando se aplique a un hecho realizado durante su vi-
gencia, para cuya justificación o no justificación no se tenga que acudir al
acto generador celebrado bajo el imperio de la norma abolida, sino que
pueda ser analizado independientemente de su causa jurídica.
Así, verbigracia, la ley nueva fija los veinticinco años para la obtención
de la mayoría de edad; la anterior disposición señalaba ésta a los veintiún
83.3 bis Cfr. Droít Civil Pranieis, T. 1, pág. 226, Tercera Edición, 1878.
3S ... Doctrina General de Derecho Civil, pág. 120.
512 LAS GARANTÍAS INDMOUALES

años; ef individuo que conforme a la segunda era mayor de edad pueae


ser reputado como menor de acuerdo con la primera, porque para juzgar el
hecho originador de la minoría (no tener veinticinco años cumplidos), no
es necesario acudir a ningún otro, ya que la circunstancia de haber cum-
plido veintiún años y ser mayor de edad bajo la ley precedente es ajena e
independientemente del objeto de regulación o aplicación de la norma vi-
gente (no haber cumplido los veinticinco años).
Aplicando las reglas generales mencionadas acerca de cuándo una ley
puede reputarse como retroactiva, Coviello consigna una especie de clasifi-
cación de diversos grupos de normas jurídicas por lo que concierne a su
aspecto de retroactividad cuando obran hacia el pasado.

Afirma, por ejemplo, que las leyes que modifican la capacidad en si


misma de las personas no serán retroactivas, porque tienden a regular un
hecho que necesariamente acaecerá durante su vigencia (cumplir determi-
nada edad), con absoluta independencia del regulado por la norma anterior.
Tampoco para CovielIo son retroactivas las leyes que alteren la condición
jurídica de las cosas, porque para aplicarlas a las nuevas modalidades de
los bienes, no es necesario acudir al régimen anterior de éstos. Por los mis-
mos motivos, el citado autor estima que no pueden ser retroactivas las leyes
que exigen· un medio especial de prueba respecto de. un acto celebrado
con anterioridad a su vigencia, o que excluyen algunos de los anteriormente
admitidos; las leyes concernientes al estado de familia; las que miran a la
naturaleza y duración de los derechos patrimoniales; y las leyes de proce-
dimiento. Por el contrario, CovielIo, siguiendo las reglas que formula, repu-
ta como retroactivas las leyes que alteren las condiciones intrinsecas de va-
lidez de un hecho, acto o situación jurídicos, así como a las que afecten la
forma de los mismos.
h) Duguit distingue entre situaciones jurldicas individuales y situacio-
nes legales u objetivas para brindar un criterio a fin de resolver el problema
de la retroactividad de las leyes. Las primeras se constituyen mediante ma-
nifestaciones individuales de voluntad y no pueden ser tocadas por la ley
nueva. Las segundas derivan, afirma Duguit, directamente de la norma
jurídica, y si bien nacen por un acto de voluntad, ésta no es la causa efi-
ciente de su formación sino la condición de su establecimiento. Estas situa-
ciones legales u objetivas siguen las transformaciones de la ley, por lo que
pueden ser afectadas por ésta sin retroactividad.
[éze, participando del criterio anterior, refuerza la distinción entre am-
bas situaciones jurídicas mediante los siguientes elementos: la situación ju-
rídica individual o subjetiva es particular; en cambio la legal u objetiva es
general; ésta es, además, permanente y aquélla, temporal.
i) Paul Roubier, que es el jurista que con mayor dedicación y acucio-
sidad ha estudiado cl problema de la retroactividad legal y que como fruto
GARANTiAS DE SEGURIDAD JURIDlCA 513

de sus esfuerzos ha brindado una maravillosa obra intitulada Les Conflits des
Lois dans le Temps, apunta como criterio genera! de solución a dicho pro-
blema el que consiste en la diferenciación entre el efecto retroactivo y el
efecto inmediato de la ley.
Se expresa así el mencionado autor: "La base fundamental de la cien-
cia de los conflictos de leyes en el tiempo, es la distinción entre efecto retro-
activo y el efecto inmediato de la ley. El efecto retroactivo es la aplicación
al pasado; el efecto inmediato es la aplicación a! presente. Si la ley pretende
aplicarse a hechos consumados ({acta praeterita}, es retroactiva; si preten-
de aplicarse a situaciones en curso (jacta pendentia) es necesario establecer
una separación entre las partes anteriores a la fecba del cambio de legislación,
que no pueden ser afectadas sin retroactividad, y las partes posteriores, para
las que la ley nueva, si debe aplicarse, no tiene sino un efecto inmediato;
en fin, frente a hechos futuros (facta futura) es claro que la ley nunca
puede ser retroactiva."
j) Opinión nuestra. Hemos expuesto las diferentes tesis y teorías prin-
cípales que en la literatura jurídica existen tendientes a proporcionar un
criterio de solución al arduo problema de la retroactividad de las leyes.'"
Los distintos autores que hemos señalado parten de diversos puntos de vista
para ta! efecto, tomando en cuenta múltiples elementos, cuya referencia
a las situaciones que suelen preesntarse en la vida jurídica es difícil de prac-
ticar con toda exactitud, puesto que las soluciones abstractas de dicha cues-
tión no se pueden acoplar sin tropiezos a los casos concretos que suministra
la experiencia jurídica.
En atención a la diversidad de soluciones dadas a! problema de la re-
troactividad legal, y tomando en cuenta que ninguna de tales soluciones es
apta para decidir, en la práctica, todos los casos concretos de conflictos de
leyes que se presentan, la actitud más razonable que se puede asumir, sin
que por ello deje de ser acomodaticia, sería la de invocar, con vista a cada
'cuestión real que se presente, la tesis o teoría que más se aproxime a la deci-
sión verdadera.
Sin embargo, estimamos que un problema tan complejo como el que
tratamos, por ser polifacético, por presentar tantos resquicios por donde nau-
fragan las soluciones lógicas más recias, por traducirse realmente en multitud.
de casos concretos que no pueden ser resueltos satisfactoriamente adoptando
alguna o a!gunas de las tesis formuladas, solamente puede ser afrontado,

33:i Es evidente que las tesis y teorías que hemos brevemente expuesto y comentado
no son las únicas que se han formulado para tratar de resolver el problema de la no aplica-
ción retroactiva de las leyes. Sería demasiado prolijo citar a Jos autores nacionales y extran-
jeros que se han ocupado diversamente y en distintas épocas de dicho problema. Nos con-
cretamos, por tanto) a recomendar con toda amplitud la importante monografía del maestro
mexicano Leopoldo Aguilar Carbajal intitulada "La No Retroactividad de la Ley en Mate-
Tia Civil" publicada en la revista "El Foro" Órgano de la Barra Mexicana de Abogado],
volúmenes correspondientes a los meses de abril a diciembre de 1974.
514 LAS GARANTiAS INDIVIDUALES

en la práctica, cen un espírilu de equidad. En efecto, el problema de la


retroactividad de las leyes únicamente surge en el orden de la aplica¡;íón
de las mismas; en otras palabras, la retroactividad no es un vicio o defecto
que interese a la norma jurídica en si misma considerada, sino que atañe
a su referencia práctica a cada caso concreto que se presente, ante cuya
presencia la autoridad administrativa o judicial que vaya a decidirlo tiene
que optar por la aplicación de las dos leyes en conflicto: la antigua o la
nueva, y cerno para ello no se dispone de ningún criterio uniforme, invaria-
ble o absoluto, hay necesidad de acudir a la equidad, para resolver las cues-
tiones conforme a ella, tomando en cuenta, de manera imparcial, todos los
factores que en ellas concurran, y sin dejar inadvertidas las ideas directrices
suministradas por la doctrina, obviamente.
Aun a riesgo de incurrir en las mismas insuficiencias que atribuimos a
las tesis anteriormente expuestas, no obstante nos permitiremos extemar
nuestra opinión acerca de cuál sería un criterio más o menos general sobre
el qué fundar la solución al problema de la retroactividad legal en cada
caso concreto que se dé en la práctica.
Es evidente, como lo sostiene Roubier, que los hechos plenamente con-
sumados antes de la vigencia de una norma jurídica no pueden ni deben
ser regidos por ésta, sino por la ley que hubiere estado en vigor en la época
en que hayan acaecido, según el principio tempus regit aclum. La hipótesis
de los facta praeterita, así como la de los facta futura no pueden contener,
dada su naturaleza, ningún problema de retroactividad, puesto que en ellas
no se suscita ningún conflicto de leyes, porque, sin lugar a dudas, o es la
antigua o es la actual la que debe aplicarse, respectivamente.
Por ende, es la hipótesis de los [acta pendentia la que provoca el pro-
blema de la retroactividad legal y la única en que debe localizarse, surgien-
do, consiguientemente, en el caso de que se trate de una situación o estado
jurídicos, nacidos durante la vigencia de una ley abrogada o derogada y
prolongados bajo el imperio de la ley nueva o actual.
Cuando no se trate' de actos simples o instantáneos, que se consuman
cabalmente en un momento preciso sin generar consecuencias jurídicas, sino
de actos o hechos llamados continuos o continuados, que originan una situa-
ción o un estado que subsisten durante un lapso determinado o indetermi-
nado o que durante éste producen consecuencias, hay que tomar en cuenta
dos elementos importantísimos, a saber: el .elemento causal y el elemento
consecuente para determinar la aplicabilidad de la norma que deba regirlos.
El elemento causal se traduce o puede estar constituido por el hecho, el
acto o la circunstancia que genera la situación, estado o consecuencias que
se realizan a través del tiempo, situación, estado o consecuencias que no son
obviamente sino el elemento consecuente.
Ahora bien, el elemento causal puede, por si mismo, sin la concurrencia
de otras circunstancias o concausas, generar al elemento consecuente o, por
GARANTiAS DE SEGURIDAD JURÍDICA 515

el contrario, éste, además de estar determinado ~ Por el primero, para que se


actualice, para que viva positivamente, requiere de otros factores (hechos,
actos o circunstancias) que se convierten en concausas. Tal sucede, v, gr.,
con los derechos condicionales, que están previstos en el acto causal (con-
trato), pero que para surgir, para existir jurídicamente, necesitan la pro-
ducción de un acontecimiento futuro e incierto (condición), distinto de
dicho acto.
Pues bien, suele darse el caso, muy frecuente en la realidad, de que el
efecto o la consecuencia de un acto causal se produzca bajo el imperio de
una ley distinta de la que regía en el momento en que éste se realizó. En-
tonces, ¿cuál de esas dos leyes, la del acto causal o la nueva, debe normar
la consecuencia o el efecto ocasionados por éste?
Es claramente indudable que el acto causal debe regírse por la norma
coetánea a él en cuanto a su integración, realización o formaci6n, sin que
la ley nueva lo afecte en su validez jurídica misma. Por lo que respecta a la
regulación de las consecuencias o efectos del acto causal, las cuales se su-
pone se producen durante la vigencia de la norma nueva, hay que hacer
una básica distinci6n, a saber:
1. Si el efecto o la consecuencia existen o se generan jurídicamente, sólo
en función del acto causal, es decir, sin la concurrencia de otras causa;,"
(hechos, actos, circunstancias), de tal manera que deriven inmediata o di-
rectamente del mismo, la ley aplicable será la del propio acto causal. En
otros términos, si a tales efectos o consecuencias Se aplicase la ley vigente
en el momento en que se produzcan, tal aplicaci6n sería retroactiva.
2. En cambio, si el efecto o la consecuencia, para existir jurídicamente,
requieren la realización de una concausa (hecho, acto o circunstancia) dis-
tinta del acto causal, se aplicará la ley nueva en caso de que dicha concausa
se produzca bajo su vigencia, siendo la ley antigua (ley del acto causal) la
que regule dicho efecto o consecuencia, si la concausa tiene lugar antes
de que la norma nueva entre en vigor.
k) Independientemente del criterio aducido con antelación, existen las
siguientes hipótesis generales, aceptadas pudiéramos decir némine discre-
pante por los juristas, en que una disposici6n legal es retroactiva:
1. Cuando se alteren las condiciones, requisitos o elementos de existen-
cia de un acto, hecho o situaci6n jurídica. En este caso, la ley nueva afecta
a un algo jurídico realizado con anterioridad a su vigencia, afectación que
puede operar directamente o bien mediante la regulaci6n de algunos de sus
efectos;
2. Cuando se alteren las condiciones, requisitos o elementos de validez
de un acto, Ull hecho o una situaci6n jurídica (forma, capacidad, ausencia de
vicios del consentimiento). En esta hipótesis, la retroactividad se establece
por los mismos motivos que en la anterior;
516 lAS GARANTíAS INDIVIDUAU.:s

3. Cuando se afecten los derechos o las obligaciones producidos du-


rante la vigencia de la ley nueva, derivados de actos, hechos o situacion~s
jurídicas existentes con anterioridad a la misma, siempre y cu~ndo la auton-
dad que aplique dicha norma, para declarar procedentes o Improcedentes
las causas legales de la afectación, deba recurrir a la apreciación de la causa
de! objeto o materia afectada (tesis de Coviello);
4. En los juicios ya iniciados y desarrollados hasta la fijación de la litis inclusi-
ve, cuando se alteren los requisitos y elementos esenciales de la acción ejerci-
da o se restrinja la defensa genérica del demandado, o sea, en e! caso de
que la ley nueva declare inoponibles ciertas excepciones;
5. En los juicios en general cuando se altere "la forma con arreglo a la
cual puede ser ejercitado un derecho precedentemente adquirido y siempre
que tal derecho haya nacido del pocedimiento mismo" (tesis jurispruden-
cial)."6
1) La jnrispnulencia de la Suprema Corte en materia de retroactividad ha
adoptado el criterio vago e impreciso de la doctrina clásica de los derechos
adquiridos; según puede verse de las siguientes tesis que a continuación trans-
cribimos:
"Para que una ley sea retroactiva se requiere que obre sobre e! pasado y
que lesione derechos adquridos bajo e! amparo de leyes anteriores, y esta úl-
tima circunstancia es esencial. "337
"La leyes retroactiva cuando vuelve al pasado para cambiar, modificar o
suprimir los derechos individualmente adquiridos ya, y según los tratadistas,
los derechos que se deriven directamente de un contrato, son derechos ad-
quiridos. ''''''
La misma Suprema Corte ha establecido una excepción importante en
lo que toca a la retroactividad de las leyes, dentro del mismo criterio de. los
derechos adquiridos, al asentar que, cuando éstos se encuentren en pugna
con e! "orden público" o con el "interés general", pueden ser afectados por
una ley nueva ses' Además, y tratándose específicamente de las leyes agrarias

~1l:6' Apéndice al tomo CXVIU, tesis 925 (tesis 164 de la Compilación 1917·1965, y 162 del
Apéndiu 1975. Materia General); Tesis 249 del Apéndice 1985 ..1dem), que asienta: "La retroactividad
de las leyes de procedimiento cabe cuando se trata de la forma con arreglo a la cual puede ser
ejercido un derecho precedentemente adquirido, pero no cuando ese derecho ha nacido del pro-
cedimiento mismo, derecho del que no puede privarse a nadie por una ley nueva y que hizo na-
cer excepciones que pueden ser opuestas por el colitigante; mas la tramitación del juicio debe,
desde ese punto, sujetarse a la nueva ley." (Cfr. lLsisjurisprudencial2090, pag. 1028,3 01 Sala. Edi-
ciones "Mayo"). Tesis 465 del Apé1ulice 1995. Materia Común.
Como se puede ver, esta tesis jurisprudencia! contiene la regla general de que las leyes
procesales pueden aplicarse hacia el pasado sin que su aplicación resulte retroactiva, salvo las
dos hipótesis que en ella se apuntan y a las que acabamos de aludir.
. 3S7 Apéndice al tomo L. págs. 226 y 227, en relación con 'la tesis jurisprudencial 921, in
fine, del Apéndice al tomo CXVlIl. (Tesis 162 de la Compilación 1917-1965, y 160 lÚI Apindice
1975, Materia General. Idem, tesis 247 del Apéndice 1985). Tesis )02 del Apéndice 1995, Materia
Constitucional.
sss Apéndice al tomo L, págs. 226 y 227.
Semanario Judicial de la Federación, tomo XIV, Quinta Época, pág. 691. Además,
'389
la misma Suprema Corte ha considerado en su jurisprudencia que "los particulares no
GARANTÍAS DE SEGURIDAD JURIDlCA :;17

la Sala Administrativa de dicho alto tribunal ha considerado que su aplica-


ción no adolece del vicio de retroactividad aunque lesione derechos adquiri-
dos o afecte situaciones creadas con anterioridad a tales ordenamientos.v" bis
Por otra parte, dicho Alto Tribuna!, en una tesis jurisprudencia!, ha
resuelto la cuestión de si los preceptos constitucionales deben o no aplicarse
retroactiuamente, en el sentido de que la retroactividad, como vicio aplica-
tivo de disposiciones de tal índole, es inoperante o no existe. Dicha cuestión
se suscitó a raíz de la promulgación de nuestra actual Ley Fundamenta!,
provocada por intereses afectados por la política de dotación de tierras y
aguas mediante el fraccionamiento de los latifundios, preconizada por el
artículo 27, Y dada la importancia de la aludida tesis jurisprudencial, nos
permitimos transcribirla:

"Las leyes retroactivas, o las dicta el legislador común, o las expide el cons-
tituyente al establecer los preceptos del Código Político. En el primer caso, no
se les podrá dar efecto retroactivo, en perjuicio de alguien, porque lo prohíbe
la Constitución; en el segundo, deberán aplicarse retroactivarnente, a pesar
del artículo 14 constitucional, y sin que ello importe violación de garantía al-
guna individual.
"En la aplicación de los preceptos constitucionales, hay que procurar ar-
monizarlos y si resultan unos en oposición con otros, hay que considerar los
especiales como excepción de aquellos que establecen principios o reglas ge-
nerales.
"El legislador constituyente, en uso de sus facultades amplísimas, pudo por
altas razones políticas, sociales o de interés general establecer casos de excepción
al principio de no retroactividad, y cuando así haya procedido, tales preceptos
deben aplicarse retroactivamente.P" e

pueden adquirir derechos que estén en pugna con el interés público; de suerte que cuando
una ley lesiona un derecho de esta clase, no hay retroaotioidad, aun cuando la existencia
del derecho sea anterior a la de la ley'. (Apéndice al tomo CXV.lII, tesis 922.)
339 bis Este criterio se expresa en los siguientes términos: uRETROACTIVIDAD DE
LAS LEYES AGRARIAS. Las disposiciones de orden constitucional o que afecten al inte-
rés general no pueden tener el carácter retroactivo prohibido por el artículo 14 constitucio-
nal, que sólo mira a la aplicaci6n de la ley, la que corresponde al juez y no al legislador.
Tratándose de las disposiciones agrarias y de resolver una situación económica creada con
anterioridad y que se estimó perjudicial para los intereses nacionales, puede el legislador,
al reglamentar preceptos constitucionales, afectar situaciones creadas sin violar la prohibi-
ción de la aplicaci6n retroactiva de la ley" (Informe de 1977, Segunda Sala, págs. 61 y 62).
33'9 e Este criterio coincide con la opinión de Lcurent, distinguido profesor que fue,
en el siglo pasado, de Ja Universidad de Gante, quien sostenía: "En nuestro régimen
constitucional hay que distinguir entre el poder legislativo y el poder constituyente. El
legislador está ligado por la constitución; no se puede pues decir, como los ingleses dicen
de su parlamento, que éste. puede hacer todo, salvo un hombre de una mujer. No puede
cambiar la constitución, no la puede derogar; de donde se deduce que no puede expedir
ninguna ley retroactiva que quite un derecho garantizado por la constitución. Pero lo que el
poder legislativo no puede hacer, el poder constituyente sí lo puede. La constitución
no es inmutable; puede ser abrogada, modificada por el poder constituyente. El poder
constituyente es absoluto, en el sentido de que los poderes establecidos por la constitución
le deben obediencia; no solamente el poder ejecutivo, no solamente el poder judicial, sino el
mismo legislador le está subordinado y debe obedecerlo. Una constitución nueva puede
518 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

"Para que una ley sea retroactiva, se requiere que obre sobre el pasado y que lesio-
ne derechos adquiridos bajo el amparo de leyes anteriores y esta última circunstancia
es esccncíal.">'? Tesis 302 del Apéndice 1995, en Mate-na Constitucional.

Sin embargo, el alcance del principio de no retroactividad en el sentido


de si se refiere sólo a las leyes ordinarias o si también abarca a las normas
constitucionales, no es una cuestión que deba resolverse sin distingo alguno.
Es evidente que cuando se cambia un conjunto de postulados básicos que
implican sendas declaraciones fundamentales de una Constituci6n en bene-
ficio del interés social, las nuevas disposiciones en que dicho cambio se ins-
trumente, sí pueden aplicarse a situaciones creadas bajo el amparo de las
normas constitucionales renovadas o substituidas, aunque con tal aplicación
se afecten derechos adquiridos conforme a las prescripciones reemplazadas.
En esta hipótesis la acción retroactiva de las normas sustitutas no adolece
de ningún vicio, pues por virtud del poder constituyente que corresponde
al pueblo y que éste ejerce al través de sus representantes, se pueden trans-
formar la substancia y el contenido de la Constitución, sin que pueda opo-
nerse ningún obstáculo jurídico al impulso transformativo. su
Ahora bien, cuando se trata de disposiciones que no proclamen los pos-
tulados fundamentales que caracterizan el esptritu econ6mico, social, poli-
tico y cultural de la Constitucion, su respectiva reforma sólo debe regir hacia
el futuro, sin que deban afectarse situaciones creadas y derechos adquiridos
conforme a las prescripciones constitucionales modificadas.
Hemos afirmado que generalmente la cuestión de la aplicación retro-
activa de las leyes entraña el conflicto entre una norma juridica anterior o
antigua y una norma jurídica posterior o nueva para regir un caso o una
situación concretos. Tanto la doctrina como las tesis jurisprudenciales a que
nos hemos referido así han enfocado dicho problema. Ahora bien, la Su-
prema Corte, a través de su Sala Administrativa, ha establecido un criterio
novedoso y muy interesante que introduce una importante modalidad al
planteamiento y resolución del tema concerniente a la determinación de
cuándo una ley se aplica retroaetívamente. Este criterio ya no se sustenta
quitar a los ciudadanos los derechos que les garantizaba la constituci6n antigua." (Droit
Civil FranfaÍJ. Tomo l. pág. 216. Tercera Edici6n, 1878,)
MO Apéndice al tomo CXVIII, tesis 9::!1. Tesis 162 de la Compilaci6n 1917.1965 y
.tesis 160 del Apéndice 1975. Materia General. Idem, tesis 247 del A.péndice 1985.
M1 Sobre este punto la Segunda Sala de la Suprema Corte se ha pronunciado en los
siguientes términos: ULa República Mexicana, como Estado Soberano, tiene el ilimitado
. derecho de darse, en todo tiempo, las bases constitutivas a la organización de su gobierno
y determinar las condiciones y prerrogativas de los ciudadanos y garantías individuales.
Siendo innegables estos derechos como inherentes a la soberanía, las reformas a la Cons-
tituci6n que vienen a establecer una nueva situación jurídica. aun cuando afecten situa-
ciones o derechos creados al amparo de una ley anterior, no son violatorias de garantías
individuales, ya -que éstas, que no tienen otra vida jurídica que la que les da la propia
Constituci6n, están sujetas a las restricciones que determine la propia Carta Magna) como
se expresa en el artículo 19 , mismo que proclama la existencia de las garantías del individuo.
{Lniorme de 1935. Segunda Sala, pág. 96.)
GARANTfAs DE SEGURIDAD JURÍDICA 519

sobre la base de presuponer que la consabida cuestión implica siempre un


conflicto de leyes en el tiempo, sino que, por lo contrario, no lo considera
como una hipótesis necesaria de su surgimiento.
La idea central que involucra tal criterio consiste en que, cuando el
gobernado haya estado desempeñando una actividad sin restricción o nor-
maci6n legal alguna y por efecto del principio que enseña que "los particu-
lares pueden hacer todo aquello que la ley no les prohíba o impida", la ley
que posteriormente se expida consignando esa restricción o normación, no
deberá aplicarse para afectar las situaciones creadas con motivo del desem-
peño de la conducta quc con anterioridad no se encontraba limitada, con-
dicionada o normada. De esta consideración concluye la Suprema Corte que
las leyes reguladoras de una actividad del gobernado, que con antelación a
ellas no eran materia de normación, sólo deben operar hacia el futuro, sin
afectar los actos de diversa índole quc hayan constituido tal actividad, ya
que la conducta del particular únicamente deberá adecuarse a sus normas
a partir del momento en quc éstas adquieran vigencia.
Este criterio, sustantivado ya en jurisprudencia, se expresa en los siguientes
términos:

"Es un error pretender que la circunstancia de que una ley ordinaria actúe
sobre el pasado no es contraria al artículo 14 constitucional al no existir una
ley anterior a aquélla, al amparo de la cual hayan surgido derechos que re-
sulten lesionados con la vigencia de la nueva ley. Efectivamente, si bien es
verdad que por regla general el fenómeno de la retroactividad se presenta
como un conflicto de leyes en el tiempo, como una controversia entre dos leyes
expedidas sucesivamente y que tienden a nonnar el mismo acto, el mismo
hecho o la misma situaci6n, también lo es que puede darse el caso de que los
mandatos de una ley sean retroactivos y lesivos al mencionado artículo 14
cuando rijan de manera originaria determinada cuestión, es decir, cuando ésta
sea prevista legislativamente por primera vez. En atención .a ese fenómeno com-
plejo que constituye la aparición del Estado, explicable por el principio de
soberanía en virtud del cual el pueblo adopta la forma de gobierno que le
place y se da normas que le permitan encauzar su vida social, surge una dife-
renciación entre gobernantes y gobernados que hace posible que quienes inte-
gren el Poder Legislativo estén en aptitud de regular normativamente la con-
ducta de los gobernados. Pero ello no significa que éstos hayan perdido su
Jibertad aun en lo nonnado y que sólo puedan realizar los actos que específica-
mente les sean autorizados, sino nada más que habrán de abstenerse de hacer
lo prohibido por la ley y de sujetarse a los lineamientos trazados por ésta en
las hipótesis previstas por el legislador. Consecuentemente, en aquellos casos
en que la conducta del gobernado no haya sido normada en forma alguna por
el Poder Legislatiuo, de manera que no pueda ser considerada prohibida ni
válida únicamente cuando se ciña a determinadas restricciones) su realizaci6n
constituirá el ejercicio de un «derecho», emanado precisamente de la ausencia
de una ley reguladora, y tutelado, por lo mismo, por el Orden Jurídico, en
cuanto éste, al dejar intacto el ámbito de libertad en que tal conducta es facti-
ble, tácitamente ha otorgado facultades para obrar discrecionalmente dentro
del mismo. Por consiguiente, la ausencia de normas limitadoras de la activi-
520 LAS GARANTÍAS INDMDUALES

dad del individuo configura un derecho respetable por las autoridades, aun
por el propio legislador, cuya vigencia desaparecerá hasta que surja una nor-
ma legislativa al respecto. Es decir, antes de la prevención legislativa, el dere-
cho estriba en poder obrar sin taxativas; después de ella, el derecho está en
obrar conforme a tal prevención, pues mientras las autoridades sólo pueden
hacer lo que la ley les faculta, el gobernado puede hacer todo lo que dicha ley
no le prohíbe. Estableciendo que la ausencia de normas legislativas configura
para el gobernado el derecho de obrar libremente, y que tal derecho también
es tutelado por el orden jurídico, porque todo lo no prohibido por las normas
legales ni sujeto a determinadas modalidades le está por ellas permitido, tiene
que admitirse que el surgimiento de una ley que regule una situoción hasta enlomes
imprevista Úigislativamente, sólo puede obrar hacia el futuro ya que de lo contrario es-
taria vulnerando el artículo 14 constitucional que estatuye que a ninguna ley se dará
efecto retroactivo en perjuicio de persona alguna .. .'~42

C. La irretroactividad de las leyes en el artículo 14 constítucional


La no retroactividad legal se ha consignado en nuestro artículo 14 constitu-
cional como contenido de un derecho público subjetivo derivado de la garantía
correspondiente. Ese derecho tiene como obligación estatal y autoritaria co-
rrelativa, la consistente en que tOlÚL auioridad del Estado está impedida para apli-
car una ley retroactivamente en perju.if;W de alguna persona. De la manera como
está concebida la disposición constitucional que contiene la garantía de la no
retroactividad de las leyes, colegimos que se trata de una garantía contra su
aplicación por las autoridades del Estado y no contra su expedición, tal como se
consagró en el artículo 14 de la Constitución de 1857. En relación con esta
diferencia de efectividad de la garantía de la no retroactividad de la ley, esti-
mamos que la prevención correspondiente involucrada en la Constitución vi-
gente es más operante que la contenida en la Ley Fundamental de 1857. En
efecto, en ésta, la prohibición constitucional atañía exclusivamente al Poder
Legislativo Federal o al local; por tanto, cuando no se tratare de leyes auto-
aplicativas, cualquier autoridad administrativa o. judicial podría aplicar una
disposición legal retroactivamente, ya que la garantía respectiva no se esta-
bleció contra su aplicación. En cambio, bajo la actual Ley Suprema, si bien el
Poder Legislativo Federal o local no está impedido para expedir leyes con
carácter retroactivo, ninguna autoridad estatal tiene facultad para aplicar ley
alguna retroactivamente en perjuicio personal. Por ende, bien puede haber
una ley que adolezca de ese vicio (10 que únicamente es dable tratándose de
leyes auto-aplicativas, como ya se dijo) y sea inocua si no se aplica a ningún
sujeto por prohibirlo así el artículo 14 constitucional en su primer párrafo.
Sobre este particular, la Suprema Corte ha asentado:

!W2 Semanario Judicial tU la Federación. Sexta Época. Tomo LIV, Segunda Sala, páginas 45 y
46, Las demás ejecutorias que integran el criterio jurisprudencia! expuesto son las siguientes: am-
paro en revisión 6,895/60, Cía. Minera San José y coags., volumen XLVIII, tercera parte, págs. 13
y 52; ídem número 2,054/60, vol. L, tercera parte. págs. 107 y 174; ídem número 2,550/61, vol. LI,
tercera parte. págs. 66y 106; ídnn número 3.032161, vol. Ll, tercera parte, pág. 106; ídem número
7,236/60, vol. LII, tercera parte, págs. 98 Y.l42, y ttsis jurispnuienciales 230 de la Compilación
1917-1965, 514 del Apéndu. 1975, Seg. Sala. Idem; tesis 409 <ktApéndiu 1985.
GARANTIAS DE SEGURIDAD JUR1DIGA 521

"Al establecer el artículo 14 constitucional como garantía del individuo, que a nin-
guna ley se dará efecto retroactivo en perjuicio de persona alguna. no debe entenderse
que la prohibición se refiere únicamente al legislador por el acto de expedir la ley,
sino que también comprende a la autoridad que hace la aplicación de ella a un C3S0
determinado, porque así permiten interpretarlo los conceptos mismos de la disposi-
ción constitucional que se comenta, ya que al igual que la primera de esas autoridades
puede imprimir retroactividad al ordenamiento mismo haciendo que modifique o
afecte derechos adquiridos con anterioridad, la segunda al aplicarlo hace que se pro·
duzca el efecto prohibido."",,'
Por último, para que la aplicación retroactiva de una ley implique la con-
travención a la garantía individual relativa, es menester que los efectos de re-
troacción originen un perjuicio personal. Por ende, interpretando a contrario
sensu el primer párrafo del articulo 14 constitucional, la prohibición en él con-
tenida no comprende los casos en que la aplicación retroactiva de una ley no
produzca ningún agravio o perjuicio a ninguna persona. Así lo ha conside-
rado la Suprema Corte en una tesis que indica:
"La retroactividad existe cuando una disposición vuelve al pasado. ruando rige o
pretende regir situaciones ocurridas antes de su vigencia retro-obrando en relación a
las condiciones jurídicas que antes no fueron comprendidas en la nueva disposición y
respecto de actos verificarlos bajo una disposición anterior. Ahora bien, la Constitución
General de la República consagra el principio de la retroactividad, que causa perjuicio
a alguna persona. de donde es deducible la afirmación contraria, de que puede darse
efectos retroactivos a la ley, si ésta no causa perjuicio, como sucede frecuentemente, tra-
tándose de leyes procesales o de carácter penal, sea que establezcan procedimientos o
recursos benéficos o que hagan más favorable la condición de los indiciados o reos de
algún delito, ya por elevados fines sociales o por propósitos de humanitarismo. "3H
Por otra parte se ha establecido el criterio por la Justicia Federal en el
sentido de que en materia penal si se puede aplica» retroactiuamente la ley si ésta be-
neficia al acusado o procesado. Tal criterio se consigna en las tesis que indicamos
en la nota al calce.334 a

D. Breve referencia histórica


El tema de la retroactividad legal, tanto como materia de investigación
científico-jurídica, como en su aspecto de prohibición normativa, tuvo un ma-
gro tratamiento en el Derecho Romano, y apenas se comenzó a esbozar por

313 Informe correspondiente al año de 1945, pág. 157


314 Semanario[udícial de la Federadén, tomo LXXI, pág. 3,496. "CEa del Puente de Nuevo
Laredo, SA", así como la tesisjuruprudnu:ial923 del Apéndice al tomo CXVIlI (tesis 163 de la citada
Compilación, y"ro 161 <hlApindue 1975, Materia General). (i<hm. les;" 248 del Apéndice 1985.)
344 a Caceta chl SemanarioJudirial de la Federación: Sexta época, primera sala, SemanarioJudi-
cial tú la Federación, t, Segunda parte, CI, p. 50.· T. 86-1, febrero de 1995, octava época, tribunales
colegiados de circuito, tesis XXI. 1°J/17, p. 55.- Octava época, tribunales colegiados de circuito, Gace-
ta del Semanario Judicialde la Federación, t. 68, agosto de 1993, tesis XIX. 1°.]16, p. 91.-Novena épo-
ca, Primer Tribunal Colegiado en Materia Penal del Primer Circuito, Semanario Judicial de la
Federación Y Su Gacela, t. XII, diciembre de 2000, tesis Llo.P.67 P, p. 1401.
522 LAS GARANTfAs INDIVIDUALES

Cicerón para convertirse, andando el tiempo, en objeto de ordenación en el


Código de Justiniano.
En efecto, según afirma Roubier, "No se encuentra ninguna decisión inte-
resante para el derecho transitorio, ni en la Ley de las Doce Tablas ni aun en
las leyes posteriores de la República Romana. Sólo un poco más tarde se des-
cubre una condenación muy enérgica de las leyes retroactivas en un discurso
de Cicerón contra Verres", agregando que la constitución de Teodosio 11 y
Valentiniano 111, del año 400, "contiene la afirmación del príncipe de que la
ley nueva no tiene acción sobre el pasado". Por otra parte : "En la obra legis-
lativa de Justiniano hay un gran número de diposiciones, en las que se descar-
ta expresamente toda aplicación de la ley nueva a hechos pasados."'"
Continuando la investigación histórica emprendida enjundiosamente
acerca de la cuestión de la retroactividad legal y cuyos resultados asienta en su
magistral obra Les Cunflits des Lois dans le Temps, Roubier afirma que en la Edad
Media "se encuentra la mencionada regla de la no retroactividad en ésta (la)
compilación de usos y de constituciones, que llegaron a convertise en una es-
pecie de derecho común feudal, bajo el nombre de Libri feudorum"". amén de
otros ordenamientos medievales y de los tiempos modernos que sería prolijo
mencionar y que estudia acuciosamente el citado autor en su aludido trata-
do. 547
En cuanto al antiguo Derecho Español, encontramos el principio de la irre-
troactividad de las leyes en casi todos los ordenamientos constitutivos de su
sistema jurídico positivo.
Así, en el Fuero Juzgo se contienen diversas disposiciones que estable-
cían que las leyes sólo debían "comprender los pleitos o negocios futuros y
no los que ya hubieren acaecido": "La ley 1, título 5, libro 4 del Fuero Real
quiere que el delincuente reciba la pena que debía haber en el tiempo de
la culpa y no en el de la sentencia; la ley 200 de Estilo declara del mismo
modo que no se entiende el fuero con el pasado, hecho y otorgado antes, y
sí sólo con lo futuro; la ley 15, título 14, partida 5, establece también que
cuando sobre algún contrato o delito hecho en tiempo en que sé juzgaba
por el fuero viejo, se pusiere demanda en tiempo de otro fuero nuevo con-
trario al primero, se debe probar y librar el pleito por el viejo y no por el
nuevo, "porque el tiempo en que son comenzadas et fechas las cosas debe
siempre ser catado, maguer se faga demanda en juicio en otro tiempo so-
brellas", finalmente, la ley 13, título 17, libro I O de la Novísima Recopila-
ción, supone el principio de la no retroactividad de las leyes, y con arreglo a
él se resuelve cierto caso que se sometió ala decisión del soberano, mandando

'" PAUL ROUBIER, op. ca.. págs. 63, 64 Y 67.


". Op, cu., pág. 90.
847 En aras del propósito que siempre hemos abrigado. de no ser meros transcriptores de
exposiciones contenidas en otras obras, por lo que toca a la antecedencia histórica de la retroacti-
vidad legal en su aspecto normativo y doctrinario. no tenemos más que recomendar ampliamente
la lectura del libro de Roubier ya citado, a cuyas enjundiosas y bien documentadas páginas sería
muy dificil agregar dato alguno distinto de los que sólo serían materia de reproducción.
cARANTfAs DE SEGURIDAD JURIDICA 523

al mismo tiempo que sU declaración se tenga por regla general, a fin de


evitar dudas y recursos de igual naturaleza." ...

En ei Derecho Anglo-Saj6n, a través de los diferentes estatutos que, en


unión del derecho consuetudinario, lo integran, descubrirnos también el
principio de la irretroactividad de las leyes.
Así, verbigracia, en la Constitución del Estado de M aryland (art.
XV) se establece que "Las leyes retroactivas, que declaren criminales o cas-
tiguen actos cometidos antes de la existencia de dichas leyes, son opresivas,
injustas e incompatibles con la libertad", agregando que: "En lo sucesivo
no deberán dictarse leyes ex post {acto", encontrándose esta misma prohi-
bición en la Constituci6n Federal norteamericana.

Por otra parte, en la Declaraci6n de los Derechos del Hambre y del


Ciudadano de 1789, sólo se encuentra el multicitado principio concretado
a la materia penal (art. VIII), en los siguientes términos:

"La ley no debe establecer sino las penas estrictamente necesarias y nin-
guno podrá ser castigado sino en virtud de ley establecida y promulgada
con anterioridad al delito y legalmente aplicada."

En 10 que atañe a México, el principio de la irretroactividad de las leyes


se consignó desde el Acta Constitutiva de la Félleraci6n de 31 de enero de
1824, en cuyo artículo 19 se prohibió "toda ley retroactiva", prohibición
que reiteró la Constituci6n Federal de 4 de octubre de ese año en su artículo
148. Por su parte, tampoco las Constituciones centralistas de 1836 y de
1843 dejaron de acoger dicho principio, según consta, respectivamente, de
la tercera ley constitucional (art. 45) Y de las Bases Orgánicas (arts.
9· y 8').
Como ya advertimos, en la Constituci6n Federal de 1857 la garantía de
irretroactividad legal se estableció frente al legislador, vedándose la expedi-
ción de "leyes retroactivas" en su artículo 14.
En su disposición conducente, este precepto ordenaba que: "No se po-
drá expedir ninguna ley retroactiva", habiendo sido su antecedente directo
e inmediato el artículo 4' del proyecto respectivo, que declaraba: "No se
podrá expedir ninguna ley retroactiva, ex post {acto, o que altere la natu-
raleza de los contratos."
Este precepto fue discutido en sesión del Congreso Constituyente el 15
de julio de 1856, habiéndose enfocado las principales impugnaciones al mis-

84.8 ESCRICHE, Diccionario de Legislación y Jurisprudencia, pág. 592. Consúltese igual.


mente la obra de Isidro Montiel y Duarte, Estudio Sobre Garantías Individuales. págs. 359
a 362, en la que este tratadista anota diversos antecedentes de la garantía de que trata-
mes dentro del Derecho Hispánico.
524 LAS GARANTÍAs INDIVIDUALES

mo, en torno a la redundancia que ofrecían las expresiones ex post (acto y


o que altere la naturaleza de los contratos con la primera de ellas, dentro
de cuyo alcance se comprendían perfectamente las hip6tesís que se pre-
tendían indicar en las otras dos. Fue por ello por lo que se decidi6 con-
servar únicamente la dicción "No se podrá expedir ninguna ley retroactiva",
que se incorpor6 al artículo 14 como disposici6n definitivamente aprobada...•
Según se ha advertido con antelaci6n, el sentido y alcance mismos de la
fórmula en que se consagró en la Constitución de 1857 la garantía indivi-
dual de la irretroactividad legal, se modificaron fundamentalmente en la
Constituci6n vigente. Como ya se dijo, en el primero de los ordenamientos
constitucionales mencionados, dicha garantía se consignó contra la expedi-
ci6n de leyes y, por tanto, era valedera frente a las autoridades legíslativas;
por el contrario, en el segundo, fue la aplicaci6n retroactiva de las disposi-
ciones legales lo que terminantemente se prohibió. En las actas de las se-
siones del Congreso Constituyente de Querétaro no se encuentra ningún
dato que revele algún antecedente que hubiese determinado la transforma-
ción de la fórmula normativa, ya que el artículo 14 del Proyecto de Cons-
titución enviado por el Primer Jefe del Ejército Constitucionalísta, don Ve-
nustiano Carranza, fue aprobado sin discusión alguna, precepto que, por
ende, se convirtió en definitivo bajo la mísma designación numeral...•

lI. GARANTÍA DE AUDIENCIA

La garantía de audiencia, una de las más importantes dentro de cual-


quier régimen jurídico, ya que implica la principal .defensa de que dispone
todo gobernado frente a actos del Poder Público que tiendan a privarlo de
sus más caros derechos y sus más preciados intereses, está consignada en el
segundo párrafo de nuestro artículo 14 constitucional que ordena:

"Nadie puede ser privado de la vida, de la libertad, de sus posesiones,


propiedades o derechos, sino mediante juicio seguido ante los tribunales pre-
viamente establecidos, en el que se cumplan las formalidades esenciales del
procedimiento y conforme a las leyes expedidas con anterioridad al hecho."
Como se puede advertir, la garantía de audiencia está contenida en una
fórmula compleja e integrada por cuatro garantías específicas de seguridad
jurídica, a las cuales posteriormente nos referiremos, y que son: a) la de
que en contra de la persona, a quien se pretenda privar de alguno de los
bienes jurídicos tutelados por dicha disposición constitucional, se siga un
juicio; b) que tal juicio se substancie ante tribunales previamente estableci-
dos; c) que en el mismo se observen las formalidades esenciales del procedi-
349 ZARCO, Congreso Constituyente, tomo 1, págs. 695 a 69B.
350 Diario de los Debates, tomo 1, pág. 595.
GARANTÍAS DE SEGURIDAD JURiotCA 525

miento, y d) que el fallo respectivo se dicte con~orme a las leycs cx~te~tes


con antelación al hecho o circunstancia que hubiere dado motivo al JUICIO.

A. El artículo 14 de la Constituci6n Federal de 1857

Este precepto, que se pretendió consagraba Ja garantía de audiencia, en


realidad, dada su fórmula normativa, consignó la garantía de la exacta
aplicacián de la ley, la cual suscitó una trascendental cuestión que trató de
resolver el insigne jurista mexicano, don Ignacio L. Vaüarta y a la que alu-
diremos posteriormente, habiendo sido su estudio materia de una interesan-
tisima monografía debida a la pluma del no menos ilustre don Emilio Ra-
basa, quien, con el admirable y certero espíritu lógico que lo caracterizaba,
brindó a la posteridad un enjundioso análisis crítico de tan significativo
precepto constitucional.F" Antes que Rabasa, empero, el jurisconsulto don
Miguel Mejfa,'" ya había emprendido un maravilloso estudio sobre el ar-
tículo 14, en el que enfoca una severa e inteligente crítica contra las opinio-
nes de Vallarta respecto del alcance e implicación de la garantía de la
"exacta aplicación de la ley". Por consiguiente, la "tesis vallartista" sobre
ese importantísimo tópico constitucional y que compartieron don José M a-
ría Lozano y don Antonio M artínez de Castro, tiene en Mejía y en Rabasa
sus más destacados adversarios, cuyas respectivas ideas, publicadas con una
diferencia cronológica de cuatro lustros, han venido a enriquecer la literatusa
jurídica nacional sobre la citada cuestión.

El artículo 14 de la Constitución de 57 decía:

. "No s~ pod~á expedir ninguna ley retroactiva. Nadie puede ser Juzgado
m ~entencIad.o sino por .leyes dadas c0O; anterioridad al hecho y exactamente
aplicadas a el, por el tnbunal que previamente haya establecido la ley'."

Este precepto procede de los artículos 21 y 26 del Proyecto Constitucio-


n.a1, .que en sm!csis involucraban el mismo sentido y perseguían análoga
finalidad, con diversa redacción, a saber:

"'Yt . 21: Naclie puede. ser despojado de sus propiedades o derechos, ni


p~oscnto) desterrado
? confmado! .smo por sentencia judicial pronunciada se-
gun las formas y bajo las condiciones establecidas en las leyes del país." asa

. "Ar!: 26: Na.die puede ser privado de la vida, de la libertad o de la pro-


piedad smo en VIrtud de ~~ntencia dictada por autoridad competente y según
las formas expresamente fijadas en la ley y exactamente aplicadas al caso."
351 El Articulo 14 publicado en el año de 1906.
·8~'2Errores' Constitucionales, obra editada en el año de 1886.
3153 Claramente se observa Ia marcada similitud que el texto de este precepto tiene
con el artículo XLVI de la Carta Magna inglesa.
526 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

Los debates en el Congreso Constituyente se suscitaron en torno de la


o

expresión "privado de la vida" que empleaba el articulo 26 del proyecto


y se iniciaron por el diputado Gamboa, a quien secundaron Oluera, Mata,
Arriaga y Guzmán. Como en el seno de la asamblea flotaba la tendencia
abolicionista de la pena de muerte y argumentándose por Gamboa que
"una vez aprobado el artículo en que se dice que nadie puede ser privado
de la vida sino con ciertas condiciones quedaría por sólo este hecho apro-
bada la pena capital", la Comisión redactora lo retiró para enmendarlo y
a cuyo efecto formuló una nueva disposición, que se convirtió, mediante
una votación casi unánime (ochenta y cuatro votos contra dos), en el ar-
tículo 14 de la Constitución de 57, alterándose inexplicablemente no sólo
los términos, sino el sentido mismo del precepto originalmente proyectado.

Como lo hace notar Rabasa}64, "La Comisión no reparó en que bastaba


posponer la discusión de este artículo (el 25) a la del 33'" para quitar toda
dificultad, y se declaró vencida; pero antes oyó al diputado Cerqueda, orador
que cerró el debate, y que expuso que pudiendo haber «casos de arbitrarie-
dad que no ataque precisamente la vida, .la libertad, ni la propiedad; propo-
nía se dijera que en materia civil o criminal no podría haber fallos sino con
las garantías propuestas por la Comisión (es decir, de autoridad competente
"y según las formas expresamente fijadas en la ley y exactamente aplicadas al
caso") ». Agrega dicho autor que la Comisión "retiró el artículo (el 26), Y
después de los pocos minutos que debió gastar un diputado en rendir su in-
forme, que de seguro fue breve, sin que conste que la sesión se suspendería
mientras la Comisión deliberaba, ésta volvió presentando su proyecto absoluta-
mente conforme con la indicación de Cerqueda: en vez .de las palabras «Nadie
puede ser privado de la vida, de la libertad o de la propiedad» el nuevo articulo
decía: «Nadie puede ser juzgado ni sentenclado.s En lo demás, el artículo con-
servaba en el fondo las «garantías propuestas por la Comisión», según frase de
Cerqueda".

La precipitación con que el Congreso Constituyente aprobó el nuevo


precepto proyectado dejó inadvertidas dos substituciones de conceptos que
alteraron substancialmente el primitivo precepto, o sea, el 26, cambiando
el alcance y el sentido jurídico de éste, el cual, en su redacción original,
contenía la garantía de audiencia.

La primera de esas substituciones estribó en reemplazar el acto de au-


toridad condicionado (priuaci6n de la vida, la libertad O la propiedad) por
el procedimiento judicial, supeditando las sentencias respectivas a la aplica-
ción exacta de la ley. De esta manera se abandonó desaprensivamente la
~4 Op. cit., págs. 14 y 15.
355 El articulo 33 del Proyecto decía: "Para la abolición de Ja pena de muerte, que.
da a cargo del poder administrativo establecer a la mayor brevedad el régimen peniten-
ciario. Entretanto, queda abolida para los delitos políticos y no podrá extenderse a otros
casos que al traidor a la patria, al salteador, al incendiario, al parricida y al homicida con
alevosía, premeditaci6n y ventaja."
GARANTiAS DE SEGURIDAD JURIDlCA 527
\
idea del artículo 26 del proyecto, en el sentido de consignar la garantía
de audiencia previa a todo acto de privación, para instituir una garantía de
legalidad exacta en materia judicial a través de la exprcsión: "Nadie puede
ser juzgado ni sentenciado."
La segunda substitución consistió en haber empleado el concepto leyes
por el de formas quc utilizaba el artículo 26 del proyecto constitucional,
circunstancia que trajo consigo graves consecuencias jurídicas de interpre-
tación. En efecto, al disponer el artículo 14 que era necesaria la existencia
de una ley para poder juzgar y sentenciar a un individuo, y no que simple-
mente se observaran las formas legales, se dedujo, con apoyo en su misma
redacción, que dicho precepto consagraba la garantía de la exacta aplicaci6n
de la ley, hecho del que se aprovecharon los postulantes para ocurrir a la
Justicia Federal en demanda de amparo contra sentencias dictadas en jui-
cios civiles o criminales en los que, se argumentaba, no se había aplicado
exactamente la disposición legal correspondiente. Por ende, esta interpreta-
ción vino a desvirtuar completamente el espíritu que animó los artículos 21
y 26 del proyecto constitucional, en los que sus autores pretendieron consa-
grar una verdadera garantía de audiencia en favor del gobernado frente
a actos privativos de sus más caros bienes jurídicos, ya que se sustituyó el
derecho de "ser oído" mediante determinadas formalidades judiciales, por
la exigencia de que todo fallo civil o penal debería contener la referencia
exacta, sin discrepancia alguna, de la ley "dada con anterioridad" al caso
concreto de que se conociese. Por ende, era suficiente, conforme a dicha in-
terpretación, que un hecho individual ofreciese alguna nota o modalidad
especial no prevista en el precepto legal aplicado en una sentencia judicial,
para que surgiera la posibilidad de impugnar ésta en la vía de amparo por
"violación a la garantía de la exacta aplicación legal". Así, en función de
esta garantía, cualquier juez, con afán de acatarla cumplida y rigurosamen-
te, hubiese dejado de resolver multitud de controversias civiles o penales que
se hubieren sometido a su conocimiento, si tropezaba con la dificultad de
no poder adecuar exacta y cabalmente el caso planteado o los hechos deba-
tidos, a alguna disposición de la ley.
Además, la garantía de la exacta aplicación legal produjo, como efecto
lógico, la desnaturalización del juicio de amparo y, consiguientemente, de
la actuación de la Suprema Corte como órgano de control del régimen cons-
titucional, al haber hecho surgir la posibilidad de que dicho Alto Tribunal
se convirtiese en revisor de los actos de todos los jueces federales y locales,
conociendo de los negocios que a ellos competen y en los que rara vez se
versaba un problema de indole constitucional.
Tanto Lozano como Vallarta se percataron claramente de la gravedad
de la situación que implicaba la degeneración del juicio de amparo, al
considerarse éste como un mero recurso de revisión o apelación, por lo que
528
í
LAS GARANTIAS INDIVIDUALES

/
pretendieron, sobre todo el segundo de los juristas nombrados, restringir el
alcance interpretativo del artículo J4. de la Constitución de 57, excluyendo
de la garantía de la exacta aplicaci6n de la ley a los juicios civiles y refi-
riéndola solamente a la materia penal. Con el fin de fundamentar sus apre-
ciaciones, Vallarta se valió de varios argumentos jurídicos de diversa índole
que se pueden designar con las denominaciones de auténtico-interpretativo,
gramatical, constitucional y de orden jurídico general.
a) Argumento auténtico-interpretativo del articulo 14. Corno su nom-
bre lo indica, este argumento, que esgrimió Vallarta para demostrar su tesis
en el sentido de que la garantía de la exacta aplicación de la ley sólo se
refería a los juicios penales y no a los civiles, se trató de basar en l~ inter-
pretación auténtica del artículo 14 de la Constitución de 57, o sea, en el
espíritu mismo que animó su formación en el seno del constituyente. Afir-
maba a este respecto el insigne jurisconsulto jalisciense:

"El artículo 26 (que fue uno de los antecedentes de dicho precepto en el


proyecto constitucional, según aseveramos) estaba colocado en el proyecto de
Constitución entre los que establecen las garantías de los acusados en los jui-
cios criminales (arts. 24, 25, 27, 28, etc.}. Él, sin embargo, estaba "redactado
en estos términos «Nadie podrá ser privado de la vida, de la ijbertad o de la
propiedad, sino en virtud de sentencia dicha por autoridad competente, y se-
gún las formas expresamente fijadas en la ley y exactamente aplicadas al
caso.» El Congreso no quiso aceptar esa redacción; no quiso que entre los ar-
tículos que se ocupaban de las garantías de los acusados, se hablase de la pro-
piedad; no quiso que lo civil estuviese sujeto a las reglas de lo criminal y la
Comisión tuvo que retirar el artículo para presentarlo en la misma sesión (20
de agosto) reformado en estos términos y de acuerdo con las observaciones que
se le hacían: «Nadie puede ser juzgado ni sentenciado sino por leyes dadas
con anterioridad al hecho y exactamente aplicadas a él por el tribunal previa-
mente establecido por la ley.»
"Si el artículo así aprobado hubiera conservado la colocación que en pro-
yecto tenía, es decir, después del artículo 24 que establece las garantías del
acusado en el juicio criminal (hoy 20 de la Constitución), después del 25 que
previene que nadie puede ser juzgado dos veces por el mismo delito (hoy 24
de la Constitución), nadie ni nunca habría podido creer que ese artículo 26, del
que se suprimió la palabra propiedad muy intencionalmente, podrá tener apli-
cací6n a lo civil. Esto me parece evidente. Pero el artículo de la minuta de la
Constitución perdió su lugar, se le colocó después del que era 4 que ahraza
lo civil y lo criminal, se formó con él el 14, y de esa nueva colocación ha na-
cido, y no de otra parte, la pretensión de aplicarlo también a lo civil y a lo
criminal.
"Fijándose en las circunstancias de que he hecho mérito, se adquiere el con-
vencimiento de que el Congreso restringió la aplicación de ese artículo 26 sólo
a lo criminal. Se trataba en esa parte del proyecto, de las garantías de los
acusados, y la razón de método, ya que no otras más graves, como de seguro
las hay, exigía que no se hablase de propiedad cuando se trataba de la vida
y de la libertad del hombre. La Comisión, que obraba impulsada por los más
vivos deseos de acierto y que oía las observaciones que se le hacían, no sólo
\
GARANTIAS DE SEGu'iUDAD JURíDlGA 529

en la tribuna sino en ~ confidencial, como yo tuve muchas veces la honra de


hacerlo, comprendi6 sin duda que la vida y la libertad del hombre son más
precicsos derechos a los ojos de la ley, que la propiedad, y que ellas son acre-
edoras a más garantías, si se puede hablar así, que ésta: comprendió sin duda
que exigir «la exacta aplicación de la ley» en lo civil, era sentar un principio
subversivo del orden social, destructor de la propiedad misma, y principio con-
denado por todas las legislaciones de los países cultos, y no sólo se conformó
con suprimir esa palabra «propiedad. del artículo, para referirlo s610 a lo
criminal, sino que hasta le dio una redacción que no puede extenderse a lo ci-
vil, sino forzando aun el sentido de las palabras." 356

El que con más tesón intelectual se opuso a la tesis de Vallarta, sosteni-


da también por Lozano y Martínez de Castro, según dijimos, fue don Mi-
guel M ejia, para quien la garantía de la exacta aplicación de la ley estable-
cida en el artículo 14 de la Constitución de 57 debía regir tanto en materia
penal como civil. Dada la fuerza de los argumentos esgrimidos por este
último, jurista para refutar el pensamiento obcecadamcnte sustentado por
el ilustre jalisciense y sus seguidores, no podemos relevarnos de la obligación
de condensar las ideas que en ellos se exponen.
Razonaba Mejía que "como no hay juicio civil que no verse más o menos
directamente sobre intereses mercantiles; ni intereses materiales que no impor-
ten una propiedad para los individuos, es claro, en opinión de aquel respeta-
ble jurisconsulto (Vallarta), que el juicio de amparo es procedente en todo
negocio civil por inexacta o pésima aplicación de las leyes. ¿ Y qué significa la
garantía del artículo 14 de la Constitución, sino el que se juzguen y sentencien
los negocios pOI" leyes exactamente aplicadas?
"Luego según la manera de discurrir del referido señor Vallarta, este pre-
cepto constitucional comprende evidentemente los negocios judiciales del orden
civil.
"0 de otro modo. El juez que desconoce la validez de los títulos de pro-
piedad, aplica inexactamente las leyes reguladoras de esa validez; luego pro-
cede el amparo por aplicación inexacta de esas leyes. La propiedad a que alude
el artículo 27 de la Constitución, no es, sin duda, la simple propiedad territorial.
Todos los derechos civiles que están en el dominio del hombre, son una pro-
piedad. Y si procede el amparo por inexacta aplicaci6n de las leyes regulado-
ras de la validez de los títulos de propiedad, procede evidentemente por inexacta
aplicación de la ley en todos los juicios civiles." aer

Continúa diciendo Mejía que: "A pesar del artificio con que los señores
Martínez de Castro y Vallarta han expuesto sus opiniones sobre que en la in-
tención de los constituyentes no estuvo referir el artículo 14 de nuestro Código
Fundamental a los negocios judiciales civiles, para proteger a los individuos
contra los abusos y arbitrariedades de los jueces en la administración de jus-
ticia, no hay fundamento alguno racional que apoye esa aserción. Por el con-
trario, hay pruebas evidentes de su completa falsedad.
"En primer lugar, ¿ quién nos autoriza a investigar la intención del legis-
lador, cuando los términos de la ley son claros, precisos y terminantes, y no
856 Cuestiones Constitucionales (votos), tomo 1, págs. 61 a 63.
857 Errores Constitucionales, pág. 137.
530 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

dan ni pretexto para dudar de ella? Nadie, si no es el prurito de invadir atri- -


buciones ajenas, de asaltar el poder público y de legislar, sustituyendo nuestras
propias extraviadas opiniones a los preceptos de la ley. La primera regla de
interpretación, la que está sobre todas, y a la que deben subalternarse todas,
es la condensada en estos términos: cum in verbis nulla ambiguitas est, non
debet admitti voluntatis quaestio; ubi verba non sunt ambigua, non est locus
interpretatione; ley 12, párrafo J, libro 9, título 40 del Digesto." S68

Como corolario de su argumentación, que apoya en las ideas de Lau-


rent, Savigny y Argentré sobre la interpretación de las leyes, concluye Mejía:
"Pues bien: si el texto de la segunda parte del artículo 14 de la Constitución
es claro, clarísimo, como el Sol que nos alumbra. Si está probado con' pruebas
irrecusables, que las palabras juzgado y sentenciado de ese artículo, se aplican, y
se han aplicado siempre por las leyes, por las Constituciones, por la doctrina y por
el usus loquendí, tanto a los negocios civiles como a los penales, ¿ quién nos auto-
rizó para meternos a investigar otra intención, otra voluntad, otro espíritu distin-
to del manifestado claramente por el legislador? Proceder así no es interpretar la
ley, sino defraudarla, insultando a la vez el buen sentido, pues nada hay que
indigne tanto como el empeño con que se pretende convencemos de que la ley no
dice lo que todo el mundo ve en ella; de que no contiene la garantía que clara-
mente establece.
"Así, pues el que no quiera hacerse sospechoso de tratar de burlar los propó-
sitos del legislador constituyente, no debe provocar ninguna discusión sobre el
espíritu de talo cual texto constitucional bastante claro en su redacción.
"Pero vamos a cuentas. ¿ En dónde hemos de buscar ese espíritu? ¿ En las
opiniones de la comisión de Constitución, formada de unos cuantos individuos?
¿En los discursos de algunos diputados? Unos y otras son fuentes muy inseguras
para la revelación de la voluntad de todo un Congreso. Cuando se elabora una
ley entre muchas personas, aunque todas estén de acuerdo en la redacción, no lo
están siempre en sus motivos y en sus alcances. A unos les parece buena por una
causa j a otros por otra, tal vez contraria. Quién la cree buena por demasiado
limitada; quién por muy liberal. Y estoy seguro, que si a cada diputado se le
pregunta el por qué de su voto, acaso no resultarán dos respuestas enteramente
iguales. No hay, pues, cosa más peligrosa, que tratar de buscar la razón de una
ley en las ideas aisladas de tales o cuales diputados." -359
b) Argumento gramatical. Éste consistía en que los términos "juzga-
do" y "sentenciado" empleados en el artículo 14 constitucional, aludían sólo
a los juicíos criminales, puesto que civilmente a una persona no se le puede
juzgar ni sentenciar, ya que en las contíendas respectivas el objeto material
de las mismas son el patrimonio y los derechos u obligaciones de los litigantes.
Consíguientemente, concluía Vallarta, el artículo 14 únicamente se refiere
a la materia penal, en la que sí pueden ser, y de hecho son, los hombres sen-
tenciados y juzgados. Para tener una idea cabal de la argumentacíón que
sobre este partícular esgrimió Vallarta, nada más conducente que transcribir
algunas consideraciones que al respecto formuló:

-358 lbíd., págs. 175 y 176.


... tu«, págs. 179 y 180.
GARANTÍAS DE SEGURIDAD JUIÚDICA 531
\
"En efecto", el pronombre «nadie» con que comienza el artículo, se refiere
siempre a las personas y nunca a las cosas: la frase de «juzgado y sentenciados
de que se sirve, en el lenguaje forense sólo se usa hablándose de causas crimi-
nales, y aun en estilo vulgar nadie dice que es alguien juzgado y sentenciado por
acciones civiles, sino por tal o cual delito. Y las palabras finales del articulo
«por el tribunal previamente establecido por la ley», se refieren con tal evidencia
sólo a Jo criminal, que extenderlas a lo civil sería traspasar los limites de lo
absurdo para llegar a lo ridículo."·

Como observa Rabasa, este argumento es deleznable, pues aparte de ser


gramatical, que es el más débil de todos, la interpretación que a los términos
"juzgado" y "sentenciado" da don Ignacio L. Vallarta es indebida y peca
contra los mismos antecedentes del precepto, ya quc el artículo 99 de las
"Bases Orgánicas de 1843" yel relativo de la Constitución española de 1812,
de los que procede, claramente refieren dichos vocablos a las causas civiles
y a las criminales. .
Además, agregamos nosotros, no es cierto, como lo sostuvo Vallarta, que
únicamente se juzgue y sentencie a una persona en los juicios penales, puesto
que en las causas civiles también se registran necesariamente dichos fenó-
menos procesales. En efecto, por "juzgar" a una persona se entiende emitir
respecto de ella algún juicio u opinión, los cuales pueden recaer sobre muy
diversos aspectos de su vida jurídica. Así, cuando se "juzga" penalmente a un
individuo, el "juicio" respectivo se establece tomando en consideración su
conducta delictiva; p'or otra parte, tal juicio puede emitirse acerca de un suje-
to por lo que concierne a su actividad civil. Así, verbigracia, cuando una
persona incumple un contrato, el juicio que respecto a ella se formula es en el
sentido de reputarla como "incumplidora" de sus obligaciones civiles y si ese
incumplimiento se hace valer y se comprueba ante los tribunales,. éstos deben
emitir su "juicio" en el fallo que recaiga al procedimiento correspondiente,
en términos de considerarla como tal. Por otra parte, el vocablo "sentenciado"
a que se refería el artículo 14 de la Constitución de 57, equivale sinónima-
mente a estos otros en sus respectivos casos: "condenado" o "absuelto", ya
que la condenación o absolución de un individuo se establece en una "sen-
tencia", es decir, en una resolución jurisdiccional culminatoria de un proce-
dimiento jurídico. ¿No acaso, cuando en contra o en favor de una persona
se pronuncia un fallo en un juicio civil, condenándola o absolviéndola res-
pecto a las prestaciones exigidas por su contraparte, se "sentencia" a aquélla?
Por estas someras razones podemos llegar a la conclusión dc que ni en cuanto
a la acepción lógica de los términos "juzgado" y "sentenciado" utilizados
en el artículo 14 de la Constitución de 57, se puede sostener con éxito la
tesis de Vallarta que expusimos.
En apoyo de nuestras consideraciones podemos volver a citar al incisivo y
elocuente don Miguel Mejía, quien, a propósito de la locución "juzgado y sen-
360 Op. cit., p!g. 63.
532 LAS GARANTÍAs INDIVIDUALES

tenciado" afirmaba: "Cuán lastimosamente se han engañado todos esos letrados


(Vallarta, Lozano y Martínez de Castro) respecto de la significación legal y
usual de las voces juzgado y sentenciado. Y cuán sensible es que al emitir sus
opiniones no hubiesen consultado el lenguaje que en esta materia han venido
empleando desde tiempos muy lejanos nuestros legisladores y nuestros juriscon-
sultos. Con un poco más de estudio, habrían descubierto que su error está conde-
nado abiertamente por la legislación, la doctrina y el uso común de hablar, en
cuyas fuentes de interpretación vemos que los litigantes, en negocios judiciales
civiles, son juzgados y sentenciados, del mismo modo que el acusador y el acusado
son juzgados y sentenciados en los procesos criminales; y no habrían invocado,
para verse derrotados con sus propias armas, las reglas de interpretación tan ufa-
namente citadas por ellos; pues precisamente el usus loquendi del legislador,
l'usage plus que l'étymologie, aplican los términos juzgado y sentenciado a las
personas de los litigantes en los juicios puramente civiles." 361

e) Argumento llamado "constitucional". Éste lo desenvolvía ValIarta


en los siguientes razonamientos: si se aceptase que el mencionado precepto se
refiere tanto a la materia penal como a la civil, se vulneraria la soberanía
de los Estados, al erigirse el Poder Judicial Federal en revisor de todas las
sentencias dictadas por los tribunales locales que no hubieren aplicado exac-
tamente la ley respectiva.
"Si so pretexto de juzgar si una ley civil está o no exactamente aplicada a un
caso, afirmaba, fuera lícito a los tribunales federales revisar los procedimientos
de los jueces locales, bastaría la demanda más temeraria de un litigante pidiendo
esa revisión con el nombre de amparo, para que se abriera luego el juicio que
hubiera de decidir de la aplicación exacta o inexacta de la ley al hecho, y esto no
s610 tratándose de sentencias definitivas, sino hasta de autos de mero trámite.
"No se necesita decir más para ver con evidencia c6mo en semejante sistema
la independencia del Poder Judicial de los Estados llega a ser una sangrienta burla.
"La soberanía de los Estados está restringida, es cierto, por la Constitución;
pero las facultades que a los poderes federales no están expresamente concedidas,
se entienden reservadas a los Estados. Se necesita, pues, un texto expreso que
conceda una facultad determinada, para que ésta se pueda llamar propia de los
poderes federales. Y ¿ cuál es ese texto que autoriza al Poder Judicial de la Fede-
ración para examinar la forma o el fondo de una causa civil de la competencia
de los tribunales locales? No la hay. En lo criminal, por el contrario, existen textos
que facultan a aquéllos para juzgar por la vía de amparo de los procedimientos
del juez local en cualquier estado del proceso; que los autorizan para inquirir
si el auto de prisión está pronunciado a su tiempo; si se decreta una prisión por
deuda civil; si se imponen penas inusitadas y trascendentales j si se juzga dos veces
por el mismo delito, etc., etc. Y en todos estos casos, ya se trate de sentencias
definitivas, ya de autos interlocutorios, el amparo es procedente y la soberanía
de los Estados, no se lastima, porque hay textos expresos en la Constitución que
facultan al Poder Judicial Federal para injerirse bajo ciertas condiciones en la
861 Errores Constitucionales, pág. 159. Para corroborar sus asertos, Mejía trae a ca-
Iación diferentes ordenamientos en los que los mencionados vocablos se utilizaban indistin-
tamente en materia civil y penal, tales como la Ley Primera, título 4, partida tercera; la
ley 32, título 2, partida tercera; la Constituci6n española de 1812 {art. 247); las Bases
Orgánicas de 1843 (arta, 8 y 9) Y la Constitución americana (art. 7 de las enmiendas),
principalmente.
GARANTÍAS DE SEGURIDAD JUIÚDICA 533

administración de la justicia criminal de los Estados; pero no puede suceder lo


mismo en lo civil desde el momento que falta un texto expreso constitucional que
conceda iguales facultades." 362-

No es verdad que no haya existido en la Constitución de 57 un "texto


expreso" para que el Poder Judicial Federal, por vía de amparo, revisase las
sentencias civiles de los tribunales locales. En efecto, si conforme a la fracción
primera del artículo 101 de dicha Ley Fundamental los tribunales de la Fcde-
ración tenían competencia para conocer de toda controversia que se hubiere
suscitado por leyes o actos de cualquiera autoridad que víolaran las garantías
individuales; y si dentro de éstas el artículo 14- consignó la de la "exacta
aplicación de la ley" sin distingos de ninguna especie, es obvio que el citado
poder sí estaba investido competentemente para conocer y decidir si el fallo
de algún juez estatal había o no atacado tal garantía, mediante la revisión de
la sentencia correspondiente.
Además, como atinadamente observa Rabasa, si el e1emcnto central de la
argumentación de Vallarta consistía en que se vulneraba la soberanía de los
Estados al revisar el Poder Judicial de la Federación, por vía de amparo,
las sentencias civiles que pronunciaran los tribunales locales, ello también
ocurriría en casos semejantes en materia penal, por lo que si el insigne jurista
jalisciense se hubiere apegado fielmente a la lógica, debió haber concluido,
por análogas razones a las que invoca en su argumento, que tampoco debe-
rían ser revisables por la jurisdicción federal las sentencias penales de los
jueces estatales.
d) Argumento de orden jurídico general. Éste estriba en aseverar que
la disposición que contiene la garantía de la exacta aplicación de la ley sólo
rige en materia penal, porque en ésta obra el principio de nulla poena, nullum
delictum sine lege, y no en materia civil, en la que conforme al artículo 20
del Código Civil (de 1884- y de 1870), los juicios se podían fallar de acuerdo
"con el sentido natural y espíritu de la ley", y que cuando no pudieren esta-
blecerse éstos, se decidirían "según los principios generales del Derecho, to-
mando en consideración todas las circunstancias del caso".
Para interpretar conforme a este argumento el artículo 14- constitucional,
don Ignacio L. Vallarta acude a la doctrina que establece la imposibilidad
para el juzgador de negocios civiles de aplicar en todo caso concreto una
disposición legal de manera exacta, por las necesarias lagunas que se encuen-
tran en todo ordenamiento positivo, que, como obra humana, no puede prever
toda situación particular que la experiencia jurídica pueda: configurar y que
no encuadre con precisión y justeza dentro de las situaciones abstractas nor-
mativamente instituidas. El ilustre jurisconsulto jalisciense, a consecuencia de
diversas consideraciones de derecho comparado, llega a la conclusión de que
en materia procesal civil desde el Derecho Romano hasta las legislaciones
vigentes a la sazón en diversos países, tales como Italia, Holanda, Austria,
302 Op. cis., págs. 76 a 79.
534 LAS GARANTIAS INDIVIDUALES

Inglaterra, etc., al juez se le concedieron facultades para resolver casos


especiales que no pudieren ser solucionados mediante la referencia exacta de
una nonna jurídica positiva, a través de un criterio de equidad orientado
y dirigido por los principios generales del derecho.
"Desde la legislación romana, decía Vallarta, hasta nuestro moderno Código
Civil, todas las legislaciones reconocen la insuficiencia de la ley civil para prever
y expresar todos los casos posibles y proclaman la necesidad de la interpretación
judicial como medio inexcusable de suplir las omisiones del legislador. Aprecian.
do el altísimo interés social de que ningún pleito quede sin fallo por falta de una
ley exactamente aplicable al caso, han encontrado la salvación de ese interés
en la interpretación judicial, que faculta a los tribunales para resolver los litigios,
aun cuando no haya ley que a ellos pueda aplicarse con exactitud." 363
En nuestra opinión, tal vez sea éste el argumento menos débil para inter-
pretar restrictivamente el artículo 14 de la Constitución de 57, no obstant.e
la crítica o refutación que formula Rabasa; sin embargo, siendo tal precepto
de índole constitucional, debe consiguientemente estar por encima de cual-
quier disposición de carácler secundario, en primer lugar; y en segundo tér-
mino, porque si el citado artículo 14 no distingue si alude a la materia civil
o la penal, no se debe tampoco contraer su alcance a sólo una de ellas, máxi-
me que SUS antecedentes históricos indican lo contrario, como ya dijimos.
Tampoco a propósito de este argumento concede razón Mejía a Vallarta,
pues sostiene que éste confundió la "aplicación exacta de la ley" con su "apli-
cación literal", concluyendo que tanto en materia civil como penal la norma
jurídica debe aplicarse "exactamente", so pena de que no se aplique.
"Aplicar exactamente la ley, afirmaba Mejía, no es, como lo entiende el señor
Vallarta, según su sistema de exagerar los extremos para abrir un abismo profundo
entre ellos, aplicarla según sus términos literales, sin tomar en cuenta jamás el
espíritu, la intención de11egislador; sino aplicarla, como he dicho, a todos los casos
y a sólo los casos en ella comprendidos; y comprendidos, no según el materialismo
de las palabras, sino como racionalmente aparezca habérnosla dado a entender el
legislador. Interpretar la ley, no es salir de los casos comprendidos en ella, sino
averiguar lo que el legislador quiere decir. Por esto, cuando la ley en sus términos
literales es bastante clara, no hay lugar a investigar otra intención del legislador
distinta de la que ha manifestarlo; así como cuando falta esa claridad se debe
buscar la intenci6n en los motivos de la ley, en las analogías, en las doctrinas
y demás fuentes de ilustraci6n; es decir, se debe interpretar; pero jamás hacién-
dola comprender casos para los cuales evidentemente no se ha dado. En resumen,
aplicar exactamente la ley, es aplicarla a s610 los casos y a todos los casos para
los que el legislador quiso darla, una vez que su inteligencia se ha fijado por los
medios antes indicados j pero nunca interpretándola en el sentido de hacerla
extensiva a casos que el legislador ni expresó, ni previó. Esto es lo que se observa
en lo criminal, y esto es lo que debe observarse en lo civil. Aplicar en esta ma-
teria una ley a casos para los que evidentemente no se expidió, aunque haya la
misma o mayor razón, es un abuso, una arbitrariedad." 364
&63 Op. cit., págs. 65 a 75.
.e.. Op. oí t., págs. 289 Y 290.
GARANTÍAS DE SEGURIDAD JURIDlCA 535

"Es, pues, evidente, continúa diciendo Mejia, por cuanto llevo dicho, que no
hay el menor antagonismo ni la menor incompatibilidad, como cree el señor Va-
lIarta, entre la exacta aplicación de la ley penal y la interpretación racional de la
misma ley. Por el contrario, tan bien hermanadas se hallan en la ciencia y en
la jurisprudencia, que sin la interpretación racional de la ley, sin fijar su verda-
dera inteligencia, nunca seria posible la exacta aplicación de ella. Aplicar las
leyes según el materialismo de las palabras, no es aplicarlas exacta sino estúpida-
mente, como si se dijera que no era ladrón el que robaba varias cosas ajenas
muebles, sin derecho y sin consentimiento de su dueño, por el motivo de que el
artículo 368 del Código Penal define el robo diciendo que se comete cuando algu-
no se apodera de alguna cosa ajena, etc. No sin razón se dice que obra en fraude
de la ley el que hace servir sus propias expresiones para burlar su sentido." 36G

e) No obstante lo criticable de sus argumentaciones, 10 cierto es que don


Ignacio L. Vallarta logró imponer, por su reconocido prestigio, su criterio
en la Suprema Corte cuando fungia como presidente de este alto tribunal, en
el sentido de considerar que el articulo 14 de la Constitución de 57 sólo con-
sagraba la garantia de la exacta aplicación de la ley en materia penal, habién-
dose desechado, por tal razón, todos los amparos que se promovían contra las
sentencias recaidas en juicios civiles por inexacta aplicación de la ley. Cuando
Vallarta abandonó la Suprema Corte, la jurisprudencia posterior admitió ya
los juicios de amparo interpuestos en materia civil por violación al articulo 14
constitucional, a pesar de que se limitó su procedencia para el caso de que se
tratara de notorias contravenciones o arbitrariedades.
Sin embargo de lo estéril de las argumentaciones de Vallarta, no por eso
debemos dejar de reconocer su profundo espíritu jurídico, al pretender resti-
tuir al juicio de amparo su telcologia propia y natural, cuando menos en ma-
teria procesal civil; mas dichos argumentos no son deleznables por carecer
de cierta razón lógica, sino por pretender algo menos que imposible: tratar de
remediar un mal que estaba imbíbito en el propio articulo \4 constitucional
por error inexplicable del Constituyente de 1857.
f) Intentando sanear o aliviar al juicio de amparo, en noviembre de
1896 la Secretaría de Gobernación dirigió a la Cámara de Diputados una
iniciativa sobre reformas de diversos artículos de la Constitución, dentro de
los cuales se encontraba el articulo \4. Conforme a esa iniciativa, este precepto
hubiera quedado concebido de la manera siguiente, en caso de que aquélla
se hubiere aprobado:
"Ninguna ley tendrá efecto retroactivo. Nadie puede ser juzgado ni sen-
tenciado sino por leyes dadas con anterioridad al hecho y aplicadas a él por el
tribunal que previamente haya establecido la ley. En materia civil, a falta
de ley expresa, se decidirá la controversia conforme a los principios gene-
rales del derecho."
36G Ibid., pág. 303. A su vez don León Guzmán también critica los argumentos de
VaIlarta en un interesante estudio sobre' el artículo 14 de la Constituci6n de 1857 que se
public6 en la Revista de Legislación y Jurisprudencia, Volumen correspondiente a los
meses de agosto a diciembre de 1889, págs. 286 a 315.
536 LAS GARANTfAS INDIVIDUALES

Como se puede observar, en la iniciativa en cuesti6n ya se pretendió eli-


minar la garantía de la exacta aplicaci6n de la ley en los juicios civiles, al
considerarse que éstos podían ser resueltos conforme a los principios generales
del derecho, mas desgraciadamente no fue ni siquiera discutida.
g) La implicaci6n juridica y el alcance de la garantía de la exacta apli-
caci6n de la ley siguieron preocupando al foro mexicano y varios de sus más
destacados exponentes contribuyeron Con sus ideas a dilucidar tan debatida
cuanto intrincada cuesti6n, sin tomar abierta y decididamente partido a favor
o en contra de las dos corrientes en que .di,::ersa y antagónicamente se pre.
tendi6 solucionar, a saber, de la "vallartista" y de la que simpatizaba con el
pensamiento de don Miguel Mejía, Así, aun después del proyecto de reformas
al artículo 14 de la Constituci6n de 57 a que nos acabamos de referir, varios
juristas mexicanos publicaron sesudos estudios sobre ese terna en la Revista
de Legislaci6n y Jurisprudencia, tratando de precisar el sentido substancial de
la citada garantía y proponiendo, en consecuencia, una redacci6n adecuada al
mencionado precepto constitucional.t"
h) Hasta la promulgaci6n de la Constituci6n vigente se suprimi6 la ga-
rantía de la exacta aplicaci6n de la ley en materia civil, al disponerse en el
párrafo cuarto (que en su oportunidad analizaremos) del artículo 14, lo
siguiente:
"En los juicios del orden civil, la sentencia definitiva deberá ser conforme
a la letra o a la interpretaci6n jurídica de la ley, y a falta de ésta, se fun-
dará en los principios generales del derecho."
Dicha garantía, no obstante, se reserv6 a la materia penal siguiendo fiel-
mente el principio de nullum delictum, nulla poena sine lege, al establecerse
en el párrafo tercero:
"En los juicios del orden criminal queda prohibido imponer, por simple
analogía, y aun por mayoría de raz6n, pena alguna que no esté decretada por
una ley exactamente aplicable al delito de que se trate."

B. Análisis del segundo párrafo del artículo 14 constitucional vigente


La garantía de audiencia se encuentra implicada en dicho párrafo que
textualmente dispone:
"Nadie puede ser privado de la vida, de la libertad, o de sus propiedades,
posesiones o derechos, sino mediante juicio seguido ante los tribunales previa-
mente establecidos, en el que se cumplan las formalidades esenciales del pro-
cedimiento y conforme a las leyes expedidas con anterioridad al hecho."

S6S Con el propósito de no ser demasiado prolijos en la referencia a las opiniones


de dichos juristas, deliberadamente nos abstenemos de comentarla. recomendando la lec.
tura de los articules que sobre tan discutida cuestión publicaron en l a mencionada Re-
vista don Julio Guerrero (número de enero a julio de 1901), don Fernando Vega (nú-
mero-de julio a diciembre deL.mismo año) y don José de Jesús Peña (número de enero
a junio de 1905).
GARANTÍAS DE SEGURIDAD JURIDlGA 537
El tenor de esta disposición constitucional, concebida en sus propios tér-
minos en el Proyecto de Constitución elaborado por don Venustiano Ca-
rranza y que fueron aprobados sin discusión en el Congreso de Querétaro,
corresponde a la fórmula norteamericana del "debido proceso legal", tal
como ha sido interpretada por la jurisprudencia de la Suprema Corte de los
Estados Unidos. 367
La garantia de audiencia en nuestro actual artículo 14 constitucional se
integra, según hemos afirmado, mediante cuatro garantías específicas de segu-
ridad jurídica, necesariamente concurrentes, y que son: el juicio previo al
acto de privación; que dicho juicio se siga ante tribunales previamente esta-
blecidos; el cumplimiento o la observancia de las formalidades procesales
esenciales; y la decisión jurisdiccional ajustada a la. leyes vigentes con ante-
lación a la causa que origine el juicio. Formándose la garantía de audiencia
mediante la conjunción indispensable de tales cuatro garantías específicas,
que posteriormente estudiaremos, es evidente que aquélla es susceptible de
contravenirsc al violarsc una sola, por lo que, merced a la íntima articulación
que existe entre ellas, el gobernado encuentra en el segundo párrafo del ar-
tículo 14 constitucional una verdadera y sólida protección a sus bienes jurídicos
integrantes de su esfera subjetiva de derecho.

a) Titularidad de la garantla de audiencia

El gocc de la garantía de audiencia, como derecho público subjetivo,


corresponde a todo sujeto como gobernado en los términos del artículo pri-
mero constitucional. No bajo otra acepción debe entenderse el vocablo "Na-
die", interpretándolo a contrario sensu. Por ende, los atributos accidentales
de las personas, tales como la nacionalidad, la raza, la religión, el sexo, etc.,
no excluyen a ningún sujeto de la tutela que imparte la garantia de audiencia,
y esta circunstancia, acorde con los principios elementales de la justicia y del
humanitarismo, hace de nuestro artículo 14 constitucional un precepto pro-
tector no sólo del mexicano, sino de cualquier hombre, salvo las excepciones
consignadas en la propia Ley Suprema, a las que después nos referiremos.
Ahora bien, siendo el titular de la garantía de audiencia todo sujeto como
gobernado, ¿qué se entiende por tal? El concepto "gobernado" es inseparable
y correlativo, por modo necesario, de la idea de "autoridad", de tal suerte
que no es posible la existencia del primero sin la de la segunda. El sujeto como
gobernado y la autoridad se encuentran en una relación de supra a subordi-
nación, que se traduce indispensablemente en multitud de actos de autoridad
que tienen, para ser tales, como ámbito de operatividad, la esfera del par-
367 Consúltese la obra La Constitución de los Estados Unidos de América. Editorial
Guillenno Kraft Ltda. Buenos Aires. Tomo 11, págs. 57 y 205 y sigs. (Enmiendas V y XIV),
así como el libro La Constituci6n Americana de C. Herman Pritchett, edición 1965,
Tipográfica Editora Argentina, S. A.
538 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

ticular. Por tanto, el gobernado es el sujeto cuyo estado jurídico personal es


susceptible de ser total o parcialmente objeto de actos de autoridad, cuyas
notas esenciales, sine quibus non, son: la unilateralidad, la imperatividad o
impositiuidad y la coercitividad, conceptos que explicamos en su debida opor-
tunidad al tratar e! tema relativo en el capitulo segundo de esta obra.
Con vista a tales consideraciones, debe, pucs, proscribirse la conclusión
a que podría llegarse mediante la interpretación literal de! articulo primero
constitucional, en el sentido de que cualquier individuo, para ser titular de
garantias individuales, debe necesariamente estar "en los Estados Unidos Mexi-
canos", es decir, dentro de su territorio, ya que, aun cuando físicamente no se
encuentre dentro del mismo, si su esfera jurídica total o parcialmente es sus-
ceptible de ser objeto de algún acto de autoridad, la persona goza de los
derechos públicos subjetivos instituidos en nuestra Ley Fundamental por tener
e! carácter de "gobernado", cuyo concepto no sólo comprende al de "indi-
viduo", sino a toda persona moral de derecho privado o social y a los orga-
nismos descentralizados.P'"

b) Acto de autoridad condicionado por la garantia de audiencia


(Concepto de "acto de privaci6n")
Dando por supuesta y sabida la idea genérica de "acto de autoridad",
que ostenta ineludiblemente los tres atributos ya apuntados y que sólo se da
en las relaciones de supra a subordinación, como se dijo anteriormente, ¿cuáles
son los elementos constitutivos del "acto de privación" y en qué se diferencia
éste del "acto de molestia" condicionado por las garantias de seguridad ju-
rídica implicadas en la primera parte del articulo 16 constitucional?
La privación es la consecuencia o el resultado de un acto de autoridad
y se traduce o puede consistir en una merma o menoscabo (disminuci6n)
de la esfera jurídica del gobernado, determinados por e! egreso de algún bien,
material o inmaterial (derecho), constitutivo de la misma {desposcsién o
despojo), así como en la impedición para ejercer un derecho.
Pero no basta que un acto de autoridad produzca semejantes consecuen-
cias en e! estado o ámbito juridico de una persona para que aquél se repute
"acto de privación" en los términos del segundo párrafo del articulo 14- cons-
titucional, puesto que para ello es menester que la merma o menoscabo men-
cionados, así como la impedición citada, constituyan el fin último, definitivo
y natural del aludido acto. En otras palabras, el egreso de un bien jurídico,
material o inmaterial, de la esfera del gobernado, o la impedición para ejer-
cer un derecho, pueden ser consecuencia o efecto de un acto de autoridad,
pero para que éste sea privativo, se requiere que tales resultados san, además,
la finalidad definitiva perseguida, e! objetivo último a que en si mismo tal acto
propenda, y no medios o conductos para que a través del propio acto de
autoridad o de otro u otros, se obtengan fines distintos. Por ende, cuando
S68 Véase el concepto de "gobernado" en el capítulo II de esteTibro.
GARANTíAS DE LIBERTAD 539

un acto de autoridad produce la privación (egreso de un bien o despojo de


un derecho o imposibilitación para ejercitarlo), sin que ésta implique el obje-
tivo, último, definitivo, que en sí mismo persiga, por su propia naturaleza, di-
cho acto, éste no será acto privativo en los términos del artículo 14
constitucional.
ASÍ, verbigracia, el auto de esequendc aparentemente podría considerarse como un
"acto de privación", puesto que, en la generalidad de los casos, trae como consecuen-
cia el egreso de algún bien de la esfera jurídica del ejecutado, por virtud del secuestro
y del depósito respectivos, suponiéndose que este último se constituya con un tercero
que el ejecutante designe. Si dicha consideración fuese debida y correcta, el auto de
excquendo, la diligencia del mismo y el precepto o preceptos legales en que el juez o
autoridad se hubiese basado para dictarlo, serían inconstitucionales, porque importa-
rían una privación en perjuicio del ejecutado o demandado antes de que éste intervi-
niese en el juicio correspondiente, ya que la oportunidad de defensa se le otorga
legalmente después de la traba, como es sabido. Pero el auto de cxcqucndo, si bien
origina una aparente privación, no tiende a realizar ésta como objetivo o finalidad úl-
timos o definitivos, puesto que el egreso del bien que se secuestre de la esfera del eje-
curado, no es sino el medio de que dicho auto se vale para asegurar, primeramente, las
prestaciones debidas al ejecutante, y mediata mente, para que por conducto de otros
actos procesales se obtenga el pago de las mismas a través de la adjudicación corres-
pondiente, en su caso. Por tanto, el auto de exequendo no es acto de privación en los
términos del artículo 14 constitucional y, consiguientemente, no debe estar condicio-
nado por la garantía de audiencia, sino por la de legalidad consagrada en la primera
parte del artículo 16 de la Constitución, ya que es un acto de molestia.
En conclusión, si la privación de un bien material o inmaterial, bajo los
aspectos indicados anteriormente es la finalidad connatural perseguida por
un acto de autoridad, éste asumirá el carácter de privativo; por el contrario,
si cualquier acto autoritario, por su propia Índole, no tiende a dicho objeti-
vo, sino que la privación que origina es sólo un medio para lograr otros
propósitos, no será acto privativo sino de molestia, como sucede con el auto
de exequendo por faltarle el elemento definitividad teleológica que ya hemos
mencionado.ses«

e) Bienes jurídicos tutelados por la garantia de audienciaxe e


Tales son, conforme al segundo párrafo del artículo 14 constitucional,
los siguientes: la vida, la libertad, la propiedad, la posesión y los derechos
del gobernado.
l. El concepto vida es muy difícil de definir, a tal punto, que el pensa-
miento filosófico se ha concretado a considerarlo como una idea intuitiva con-
traria a la de extinción o desaparición del ser humano de su ámbito terrenal.
Por ello, y principalmente por no incumbirnos, no osaremos tratar acerca
de él. Simplemente nos conformamos con afirmar que la vida humana se
540 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALE"S

traduce en el estado existencial del sujeto, entendiendo por existencia la rea-


lización de la esencia desde el punto de vista aristotélico. Por ende, a través
del concepto "vida") la g:arantía de· audiencia tutela la existenci_~_!!1.~sr:na del
gobernado frente a actos de autoridad que pretendan hacer de ella objeto
de privación; en otras palabras, mediante él, se protege al mismo ser hu-
mano en su substantividad psico-Iísica y moral como persona" a su propia
individualidad.
2. En cuanto a la libertad, ésta se preserva por la garantía de audiencia
como facultad genérica natural del individuo consistente en la Iorjación y
realización de fines vitales y en la selección de medios tendientes a conseguir-
los; y como tal facultad natural ostenta variados aspectos, constitutivos cada
uno de ellos de facultades o libertades especificas, podemos concluir que la
mencionada preservación constitucional se extiende a todas éstas, sin contraer-
se a la mera libertad física, con estricto apego al principio jurídico que reza:
"donde la ley no distingue, no debemos distinguir". Es por ello por lo que
todas las libertades públicas individuales, que como derechos subjetivos se
consagran en nuestra Constitución, están protegidas, a través de la garantía
de audiencia, frente y contra cualquier acto de autoridad que importe su
privaci6n y especiiicamente la libertad personal, física o ambulatoria.
3. La propiedad, que es el derecho real por excelencia, está protegida
por la citada garantía en cuanto a los tres derechos subjetivos fundamen-
tales que de ella se derivan, y que son: el de uso, el de disfrute y el de dispo-
sición de la cosa, materia de la misma. El primero se traduce en la facultad
que tiene el propietario de utilizar el bien para la satisfacción de sus propias
necesidades; por medio del segundo, el dueño de la cosa puede hacer suyos
los frutos (civiles o naturales) que ésta produzca; y el derecho de disponer
de un bien se revela como la potestad que tiene el titular de la propiedad,
consistente en celebrar, respecto de aquél, actos de dominio de diversa índole
(venta, donaci6n, constituci6n de gravámenes en general; etc. ). La propiedad,
Como se sabe, es una relación jurídica existente entre una persona, a quien se
imputan tales derechos especificos, y un sujeto pasivo universal que tiene la
obligación negativa de no vulnerar, afectar o entorpecer su ejercicio, distin-
guiéndose frente a terceros de la simple posesi6n originaria, en que el derecho
de propiedad está investido de una formalidad especial, respecto a bienes
inmuebles, consistente en su inscripci6n o registro público, los cuales, a nuestro
entender, son los únicos elementos que permiten diferenciar la propiedad de
una cosa de su simple posesión a título de dueño.
Ahora bien, únicamente por lo que atañe a dicha formalidad, podernos
afirmar que existen propiedades auténticas y falsas, legítimas o ilegítimas,
verdaderas o aparentes, aun cuando convenimos que la propiedad es una y,
por tanto, no admite variantes contrarias.
Surge, entonces, con vista a dichas propiedades posibles, la cuestión de
determinar qué alcance o extensión tiene la garantía de audiencia por lo que .
GARANTiAS DE SEGURIDAD JURÍDICA 541

respecta a la propiedad in genere, es decir, cabe preguntarse si dicha garantía


sólo protege la verdadera, legítima o auténtica (única) propiedad, o también
tutela la aparente, ilegítima o falsa propiedad.
La garantía de audiencia, como garantía de seguridad jurídica que es,
impone a las autoridades del Estado la obligación positiva consistente en obser-
var, frente al gobernado, una conducta activa y que estriba en realizar todos
y cada uno de los actos que tiendan a la observancia de las exigencias espe-
cíficas en que el derecho dc audiencia se revela. Por tal motivo, las autoridades
del Estado tienen prohibido por el artículo 14 constitucional privar a una
persona de los bienes materia de su propiedad, si el acto de privación no
está condicionado a las exigencias elementales quc configuran la garantía
mencionada, de cuya naturaleza misma se desprende que es cualquier tipo
de propiedad materia de la tutela que imparte, ya que a través del juicio de
amparo que se promueva por violación a la expresada garantía, sólo se cons-
tata, si, en detrimento del propietario quejoso, las autoridades responsables
incurrieron o no en dicha contravención, sin que la propia índole dc tal juicio
autorice, cn dicho caso, la posibilidad de que se califique la propiedad que
como supuesto afirme tener el agraviado. En efecto, el juicio de amparo no
es el medio jurídico pertinente para resolver cuestiones de dominio, o sea,
para decir el derecho en materia de propiedad, debiendo,cn cambio, proteger
a ésta no desde el punto de vista de resolver una controversia suscitada entre
dos o más sujetos quc sc disputen la titularidad de ese derecho, sino aten-
diendo a la circunstancia de que una persona, sea o no en realidad la propie-
taria de una cosa, no debe ser privada de tal carácter, falso o verdadero,
legítimo o ilegítimo, sin observarse previamente las condiciones que establece
el artículo 14 constitucional. En otros términos, el juicio de amparo, en sí
mismo considerado, no tiene por finalidad resolver jurisdiccionalmente una
cuestión de propiedad en el sentido de decidir quién es el propietario de un
bien, pues esta facultad es propia de la jurisdicción común, la cual la ejerce
según los procedimientos que rige la legislación ordinaria (juicios reivindi-
catorios, de nulidad, etc.). La sentencia de amparo s610 puede ocuparse de la
solución de cuestiones de dominio, diciendo el derecho en el sentido de esta-
blecer a cuál de los contendientes corresponde legítimamente la propiedad
de un bien, cuando esta cuestión ha sido previamente abordada y resuelta
por la jurisdicción común en una o dos instancias, según el caso. Es entonces
cuando, al interponer una de las partes el juicio de amparo contra la sentencia
definitiva pronunciada sobre la propiedad de una cosa por los tribunales
ordinarios, la jurisdicción federal puede tratar dicha cuestión, examinando
si la resolución reclamada se ajustó o no a la letra o interpretación jurídica de
la ley en ella invocada, convalidando o invalidando dicho acto procesal, es decir,
que dicha posibilidad de tratamiento s610 se consigna en raz6n de la violaci6n
a la garantia de legalidad, mas nunca en raz6n de la contravenci6n a la de
audiencia.
54-2 LAS GARANTÍAS INDMDUALES

Por otra parte, cuando la Justicia de la Unión, por infracción a la garan-


tia últimamente citada, ampara a un sujeto por haber sido privado de sus
propiedades por cualquier acto de autoridad, no dirime una cu~~t~ón_de domi-
nio, esto es, no decide sobre la titularidad legítima de la propiedad de una
cosa en favor del quejoso, sino simplemente se concreta a protegerlo como
propietario (legitimo o ilegitimo, falso o verdadero, real o aparente), si se le
ha privado o se le pretende privar del derecho respectivo sin observarse previa-
mente los requisitos o condiciones que se consignan en el segundo párrafo del
articulo 14 constitucional.
Las consideraciones anteriormente expuestas han sido acogidas por la juris-
prudencia de la Suprema Corte al tratar la cuestión relativa a la procedencia
del juicio de amparo para proteger la propiedad, cuyo tema lo abordamos en
nuestra obra rcspectiva.v"
4-. Por lo que se refiere a la posesión, el problema de su preservación
mediante la garantía de audiencia ha sido solucionado en forma análoga que
la cuestión precedente, atañadera a la propiedad.
Para demarcar con exactitud el alcance de dicha garantía respecto a
la posesión, hay que precisar los elementos que componen este concepto y
distinguirlo de la mera tenencia material que no está jurídica ni cons-
titucionalmente protegida, para cuyo efecto es menester recurrir al Derecho
Civil, del que expondremos algunas nociones.
Podemos decir en términos muy generales que la doctrina sobre la po-
sesión, en lo que atañe a la determinación de sus elementos constitutivos,
ha evolucionado del subjetivismo hacia el objetivismo. Así, en el Derecho
Romano, en los escritos de los glosadores y post-glosadores y en las opinio-
nes .del célebre jurisconsulto alemán Savigny, los elementos integrantes de
la posesión eran el corpus (tenencia material o poder fáctico de disposición
de una cosa) y el animus (intención de conducirse como dueño de la mis-
ma). Por ende, conforme a la temía subjetiva de la posesión, ésta no
existía si faltaba alguno de dichos elementos, y como e! animus domini
era muy dificil, si no imposible, de probar o de destruir por implicar una
mera intención de! que lo invocaba, se pretendió objetivarlo, como lo hizo
Savigny, en hechos o actos que lo presupusieran y que fueren imputables al
derecho de propiedad. En tal virtud, adoptando la teoría subjetiva, la sim-
ple tenencia material de una cosa o el poder dispositivo de hecho que sobre
ella se ejerciese, no estarían tutelados por la garantía de audiencia, precisa-
mente por no configurar ninguno de ellos una posesión, atendiendo a la
falta de animus domini, elemento de tan dificil demostrabilidad en cual-
869 Apéndice al tomo CXVIII, tesis 831, 834 Y 835 (tesis 273, 274 Y 275 de la Compila-
ción 1917-1965, y 287, 288 Y 289 del Apéndice 1975, Tercera Sala). (1dem, tesis 232, 233
y 234 det Apéndice 1985); y tomos XLII!, pág. 1,2+5, Hurtado, Leopoldo; XLIV, pági-
na 2,454; Garcia Vda. de Grande, Maria; LVI, poig. 111, C. de Venegas, Concepción;
LXVIII, pág. 920, Bustarnante, Luis Felipe; Y además la ejecutoria dictada en el amparo
en revisión 1,750/51, José Goicochea Guerra, resuelto el 30 de marzo de 1955 (Boletín de
Infonnación Judicial correspondiente al año de 1955, número 3,120).
GARANTÍAs DE SEGURIDAD JURÍDICA 543

quier sentido, aun dentro de la modalidad aducida por Savigny, que no


podía servir de índice indefectible para constatar la existencia o no exis-
tencia de un verdadero estado posesorio.
En la teoría objetiva, cuyo principal propugnador es 1hering y que aco-
ge nuestro Código Civil vigente (artículos 790 y 791), se abandona no
sólo por inútil, sino por perjudicial y equivoco, el mencionado elemento
intencional para explicar la integración jurídica de la posesión. En efecto,
ésta, para dicha teoría, se traduce en un poder de hecho ejercido sobre
una cosa por una persona, pero para que ese poder pueda considerarse
como posesión, se requiere que quien lo desempeña pueda ejercitar todos, al-
guno o algunos de los derechos normalmente atribuibles a la propiedad. De esta
manera, la posesión se revela como un speculum proprietatis, puesto que
no es sino un poder fáctico desplegado sobre una cosa, a través del cual,
quien lo ejerce, puede desempeñar, conjunta o separadamente, el jus fruen-
di, el ius utendi o el jus abutendi (disposición de la cosa).
Ahora bien, el poder de hecho que se ejerce sobre una cosa necesaria-
mente debe tener una causa, reconocer un origen (causa possessionis), Si
tal causa, por su propia naturaleza jurídica, es susceptible de .generar para
quien desempeña dicho poder fáctico, cualquier derecho normalmente atri-
buible a la propiedad, excluyendo el que estriba en la disposición de la
cosa, entonces se está en presencia de una posesum derivada. En cambio.
si la causa possessionis, por su misma indole, imputa al que ejercita el
poder de hecho, además del derecho de usar y de disfrutar del bien de que
se trate, la facultad de disponer de él (jus abutendi), el caso será de po-
sesi6n originaria.
Verbigracia, el contrato de arrendamiento, el de comodato, el de prenda,
etcétera, imputan al que ejerce el poder de hecho respectivo sobre la cosa (arren-
datario, comoclatario, acreedor prendario) uno o dos de los derechos normal-
mente atribuibles a la propiedad, es decir, el derecho de uso y de disfrute,
por lo que las posesiones de tales sujetos serán posesiones derivadas, recognoa-
citivas necesariamente de una posesión mejor (la del arrendador, del como-
dante o del deudor prendario). En cambio, si se trata de un contrato de
compraventa o de donación como causa generadora del poder de hecho,
éste se reputará posesión originaria, en virtud de que tales actos jurídicos, por
su propia naturaleza, son susceptibles de atribuir al que dicho poder ejerce,
además del derecho de usar y disfrutar de la cosa, el de disponer de ella.
De lo anteriormente expuesto se colige que la posesión puede ser ori-
ginaria o derivada en atención a la causa possessionis, o sea, a la causa
que da origen al poder fáctico que se despliega sobre un bien, diferen-
ciándose ambas en que en la primera concurren todos los derechos nor-
malmente referibles a la propiedad, mientras que en la segunda sólo el
jus utendi o cl [ruendi, conjunta o aisladamente.
Pues bien, no distinguiendo el segundo párrafo del articulo 14 de la
Constituci6n sobre si la garantía de audiencia tutela a la posesion origina-
ria Q a la posesián derivada, es 16gico concluir que protege a ambas, máxi-
544 LAS GARANTfAS INDIVIDlJALES

me que e! artículo 791 de! Código Civil, al que necesariamente remite


dicha disposición constitucional, considera como poseedores de la cosa tanto
al originario como al derivado.
La Suprema Corte de -Justicia ha corroborado la apreciación anterior,
en e! sentido de que tanto la posesión originaria como la derivada están
protegidas por la garantía de audiencia y, por ende, por e! juicio de am-
paro, sosteniendo las tesis respectivas 10 siguiente:

"De acuerdo con las disposiciones citadas (arts. 790 y 791 del Código Civil
vigente, en el Distrito y Territorios Federales), para considerar poseedora a
una persona, ya no se necesita que acredite la tenencia material y la inten-
ción de efectuar esa tenencia a título de propietario, como exigía la jurispru-
dencia de esta Suprema Corte de Justicia, sino que basta que justifique una
posesión de hecho sobre la cosa, y habiendo ya dos clases de posesiones, o sean,
la originaria, que es la que tiene el propietario, y la derivada, que es aquella
que se considera para quienes como el usufructuario, el arrendatario y el
depositario, les asiste el derecho de retener temporalmente la cosa en su po-
der, no puede considerarse aplicable aquella jurisprudencia, sino para las en-
tidades federativas en las que estén aún en vigor legislaciones que contengan
el concepto de posesión que en el sentido de la relacionada jurisprudencia
daba el Código Civil para el Distrito Federal y Territorios de la Baja Cali-
fornia de 1884." 370

Como se ve, la Suprema Corte, para concluir que la garantla de au-


diencia preserva ambas posesiones, la originaria (o a título de dueño) y
la derivada, se apoya en e! concepto de "posesión" a que alude e! Código
Civil para el Distrito Federal vigente (de 1928), ordenamiento que, como ya
se dijo, engloba en el concepto mencionado a ambos tipos posesorios. Por el
contrario, según se infiere de la tesis transcrita, si la legislación civil de alguna
entidad federativa reputa como poseedor únicamente al que lo sea a título de
dueño, la protección constitucional a través de la consabida garanúa, sólo se
imparte a éste con exclusión de la persona que posea una cosa sin ostentar
tal carácter.
Ahora bien, si cualquiera de las dos posesiones, la originaria- y la deri-
vada, como meros poderes fácticos que son, deben reconocer una causa
jurídicamente apta para imputar al sujeto que los desempeña alguno o to-
dos los derechos normalmente atribuibles a la propiedad, resulta que la
simple tenencia material de un bien, cuando falta dicha causa, no es po-
sesión, por lo que no está tutelada por la garantía de audiencia."!
87() Semanario Judicial de la Federación, Quinta Epoca, tomo LXIX, pág. 5,153, Sal.
daña, Jorge, y.en el mismo sentido, las tesis sustentadas en las ejecutorias siguientes: tomo
LXXVI, pág. 4-,536, Ornelas, Juan Nepomuceno; tomo LXXVII, pág. 211, Vega Iiménee,
Macario 'y coaga.¡ tomo XCVI, pág. 355, Ayala Hernández, Rosario; terno LIV, pág. 1,9-17,
Barragán Gutiérrez, Salvador.
871 Esta idea ha sido acogida por la Suprema Corte en una ejecutoria que establece:
"Para que exista posesi6n digna de ser protegida por el juicio de garantías, es necesario
y basta que se reúnan estos dos requisitos: 1) que haya tenencia; es decir, poder de hecho
GARANTÍAS DE SEGURIDAD JURÍDICA 545

Por otra parte, tratándose de conflictos posesorios, es de.~ir, de cues~io­


nes en que exista disputa de dos o más personas por la posesion de. un ~Jlcn,
la garantía de audiencia es efieaz para preservar cualquier posesum inde-
pendientemente del titulo o la causa conforme a la cual se haya constituido,
siempre que no se trate de actos notoriamente ilegítimos o delictivos que
por su propia índole jurídica son ineptos para origínar, en favor de! que ejer-
ce el poder de hecho, ningún derecho normalmente atrib~¡jble a la .pro-
piedad. En otras palabras, y tal como sucede con la propiedad, mediante
el juicio de amparo y por lo que toca a la violación de dicha garantía
constitucional, no se deciden cuestiones posesorias, esto es, controversias
entre sujetos que se disputan la verdadera posesión de una cosa, ya que
lo que en tal hipótesis persigue e! juicio de garantías, cs tutelar a cualquier
poseedor, con abstracción de la calidad de la causa possessionis que alegue
o que se impugne, contra actos de autoridad quc no hubieren observado
las condiciones o exigencias de la citada garantía individual. Así lo ha
establecido la jurisprudencia de la Suprema Corte de Justicia en las tesis
que nos permitimos transcribir y que estimamos atingentes, puesto que se
ajustan a la indole te!eológíca del amparo cuando éste se interpone por
violación al derecho público subjetivo de audiencía.?"
Lo anterior no implica, sin embargo, que en el juicio de amparo no
puedan abordarse cuestiones netamente posesorias, pero ello ocurre en e!
caso de que la acción constitucional se haya incoado contra una resolución
violatoria de la garantía de legalidad y no de la de audiencia, tal como
acontece, análogamente, tratándose de la propiedad, según aseveramos.
Por último, en lo que respecta al bien jurídico "posesiones" de que
venimos tratando, surge una importante cuestión que se plantea en la si-
guiente pregunta: la garantía de audiencia ¿protege tanto la llamada p()-
sesi6n per se como la denominada secundum. quid? La primera de ellas,
que es la verdadera posesión, es la que tiene directa y personalmente su
titular, esto es, e! individuo que por sí mismo ejerce e! poder de hecho
sobre la cosa; en cambio, la segunda es la que tiene una persona por re-
presentación o mandato de otra, como acontece, verbígracia, con e! alba-
cea, el síndico, el depositario, el mandatario, etc.
En realidad, la posesión secundum quid obedece a un acto o situación
jurídica por virtud de los cuales el poder fáctico se atribuyc a una persona
sobre la cosa; 2) que esa tenencia no constituya una mera ooupaaón materuü, SInO que
deba su origen a algún titulo que no sea notoria e indiscutiblemente ilegítimo. ni se haya
declarado nulo por la autoridad competente" (Revisión 6,906/47/h'J en relación con la
nún1.ro 4.082/41/2»
372 "Demostrado el hecho de la posesión, ésta debe ser respetada en acatamiento al
artículo 14 constitucional, sin que los jueces federales tengan facultad para decidir si esa
posesión es buena o mala." (Apéndice al tomo CXVIII, tesis 790.) (Tesis 254 de la
Compilaci6n 1917-1965, y tesis 267 del Apéndice 1975, Tercera Sala.) {Ldem, tesis 213
del Abéndice 1985,)
"Cuando el amparo se pide por violación de las garantías que la Constitución otorga
al poseedor, no es dable al juez, en la vía de amparo, estatuir nada sobre la legitimi-
dad de Jos títulos en que se funda la posesión." (Semanario Judicial de la Federación,
Quinta Época, tomo LXVII, pág. 2,370. Jiménez. Apolonio.)
546 LAS GARANrlAS INDMD16ALES

sobre bienes que constituyen la materia posesoria de otra, en cuya circuns-


tancia la verdadera poseedora originaria o derivada es ésta, por incumbirle
la titularidad de los derechos normalmente imputables a la propiedad. El
poseedor secundum quid (depositario, mandatario, sindico, albacea, etc.),
ejerce tales derechos alieni juris, esto es, a nombre de otro, de manera que
aquél no puede reputarse como sujeto activo de la garantia de audiencia
respecto de los bienes sobre los cuales en tales condiciones ejerce el poder
de hecho. Consiguientemente, los actos de autoridad que signifiquen priva-
ción de la posesión secundum quid no deben condicionarse a las exigencias
de la citada garantía individual, pues sería insensato que, por ejemplo, el
mandante, al revocar el mandato, deba entablar contra el mandatario un
juicio dotado de todos los elementos a que alude el segundo párrafo del
artículo 1f constitucional para obtener la entrega de los bienes que tenga
en su poder alíeni juris el apoderado.
Es más, las garantías individuales por modo absoluto son personalísimas,
o sea, que su titularidad corresponde siempre a la persona que tenga un
derecho propio, de tal suerte que no es posible admitir que cuando éste
se afecte por algún acto de autoridad, el individuo que lo ejercite a nom-
bre, en representación o por delegación de su titular, pueda en su propio
provecho invocar su violación. Así, verbig-racia, si una resolución judicial
o adminstrativa lesiona bienes o derechos pertenecientes a una sucesión o a
una quiebra, es inconcuso que el albacea o el sindico, respectivamente, no
pueden impugnarla despojándose de la representación que ostentan, esto
es atacarla por sí mismos, como si fueran los sujetos sui juris de tales bie-
nes o derechos.
Sobre este particular, y pese a lo evidente de las conclusiones apuntadas,
el criterio de la Suprema Corte ha sido veleidoso como en otras muchas
cuestiones. STa
La misma idea se encuentra sustentada en las ejecutorias de la Quinta Época a que en
seguida aludimos; tomo LXIX, pág. 1,329, Martíncz, Gustavo; tomo LXXII. pág. 473, Sau-
ceda, Gregaria; tomo LXXII. pág. 2.622. Villa. Cipriano; tomo XCVI. pág. 555. Maytorena
Pesqueíra, Carlos.
.sTa Así. en una tesis establece Jo siguiente: "El albacea no posee a nombre propio
los bienes de la sucesión. sino en Su calidad de albacea, por 10 cual, en caso de ser remo-
vido, no puede alegar que se le despoja de la posesión, sin que sea obstáculo para ello
que el removido alegue la propiedad exclusiva de los bienes hereditarios, porque las cues-
tiones de propiedad no deben tratarse ni resolverse en el juicio constitucional." (Semanario
[udioial de la Federación, tomo XXVII, pág. 1,582, Escobar, Agustina.)
En cambio, en una ejecutoria posterior, la Corte adopta el criterio contrario, desen-
tendiéndose de las razones jurídicas que hemos invocado y que apoyan con acierto la tesis
anteriormente transcrita. La ejecutoria a que aludimos declara: "El poseedor a título pre-
cario, o a nombre propio, no importa cuál sea el origen de esa posesión, tiene derecho
a defenderla de cualquiera que trate de detentada; la regla es aplicable, según la juris-
prudencia establecida, al simple depositario de unos bienes; y esa posesión no puede ser
arrebatada sino mediante juicio y llenando las formalidades esenciales del procedimiento,
y cuando esos requisitos no se han observado, es procedente el juicio de garantías... u
(Ldem; tomo XXXIII,_ pág. 1,569. "El ÁRuila", Cía. Mexicana de Petróleo.\
Es más, aun la misma junspruuencra es contradictoria sobre la cuestión que hemos
planteado. al referirse a Ia oosesíón del depositario. Así, en la tesis 343 del Apéndice al
GARANTÍAS DE SEGURIDAD JUIÚDICA 547

5. Es a través del concepto derechos como la garantía de audiencia


adquiere gran alcance tutelar en beneficio del gobernado, pues dentro de
su connotación se comprende cualquier derecho subjetivo, sea real o per-
sonal. Se ha definido a los derechossubjetivos como facultades concedidas
a la persona por el orden jurídico, de tal manera que mediante esta idea,
que no pretendernos ahondar por no correspondernos, se demarca con
claridad el ámbito de los mismos y la esfera de los simples intereses que no
estáo protegidos por la mencionada garantía constitucionaL
La definición del concepto "derecho subjetivo" ha dado lugar en la
Filosofía del Derecho a diversas teorías, tales como la de Windscheid, que
hace radicar la esencia del mismo en la voluntad, o la de lhering, expues-
ta por Del Vecchio, para quien el interés es el elemento substancial de
dicho concepto.
MOVIéndonos dentro de un terreno positivista, para el solo efecto de
explicar el alcance protector de la garantía de audiencia frente a los "de-
rechos" del gobernado en los términos del segundo párrafo del artículo 14
constitucional, nos concretamos a aceptar la tesis de que el derecho sub-
jetivo es una facultad concedida o preservada por la norma jurídica objc-
tiva, Si aplicamos al tema que estamos abordando la doctrina de Bonne-
casse, para quien existen dos tipos de situaciones juridicas, podemos expli-
car los derechos subjetivos como el cúmulo o summum de facultades o pre-
tensiones que adquiere una persona dentro de la situación jurídica concreta
en que se coloca, lo que equivale a considerar a la norma objetiva como la
fuente de los mismos.
En efecto, la situación jurídica concreta no es sino la actualización par-
ticular o individual de la situación juridica abstracta, es decir, de la hipó-
tesis general establecida en la norma de derecho objetivo. Ahora bien, ésta,
con vista a su abstracción e impersonalidad, instituye obligaciones y dere-
chos entre los sujetos, también abstractos, de las relaciones que consigna.
Por ende, en virtud de la referencia que al caso individual realiza la cir-
cunstancia actualizadora de la situación jurídica abstracta (hecno, acto,
etc.), los derechos y obligaciones imputados a los sujetos generaales de la
tomo CXVIll (tesis 142 de la Compilación 1917·1965, tesis 148 del Apéndice 1975. Tercera Sala)
(tesis 123 del Apéndice 1985) se asienta que: "El depositario puede pedir amparo s610 cuando se
trata. d,el ejercicio de s~s derechos personales o de funciones propias. que son las de guardián o
administrador de los bienes. Fuero de esos casos, o sea, cuando los actos quese reclaman afectan a la pro-
piedad y posesión de los bienes sujetos a depositaria, solamente el propietario o el acreedor, m sus respectivos
casos, son los que pueden ocurrir al juicio de garantías." Por el contrario, en las tesis 344 del mismo
Apéndice (/dem, tesis 143 de la Compilación 1917-1965 y tesis 149 del Apéncíe 1975) se establece
que: "Si bien es cierto que el depositario judicial no adquiere la posesión a nombre propio, s{ la
tiene a virtud de las funciones especiales que desempeña: y esta posesión la adquiere para tenerla
c?mo depositario él nombre de quien, en definitiva, venza en el juicio. o de quien adquiera la pro.
p~e~ad de esos. bi~l1e.s. por razón.del procedimiento que se siga en la vfa de apremio; en esta con-
dición e~ deposltar:o tiene perscnu;liJ!ad legal ~tt:-nu para en ejercido de SIlS funciones. ocurrir al amparo
con el objeto de ro-¡tar un desposeimiento que, SI bien no le afecta personalmente, sí es con menoscabo de sus
funciones de d~J:OSitario, y por consiguiente, en perjuicio de la persona de momento indeterminada, a quien
de modo definl~lVo habráde corresponder la indicada posesión." ({ciern, tesis 124 del Apéndice 1985). Tesis
200 del Apbu!tre 1995. Materia Civil.
54-8 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

norma objetiva, se convierten en derechos y obligaciones particulares, o sea,


subjetivos.
-Atendiendo a las cOnsideraciones apuntadas, la idea de derecho subjetivo
puede concebirse como la facultad que incumbe a un sujeto nacida de una
situación jurídica concreta establecida por la actualización del status normativo
abstracto y que importa a cargo de otra pe:'SOna obligaciones correlativas.
"El derecho subjetivo stricto sensu, dice Recaséns Siches,3T4t es aquella si-
tuación en que una persona se halla en una relaci6n jurídica, a virtud de la
cual se le atribuye por la norma la facultad de exigir de otra persona el cum-
plimiento de cierto deber jurídico. En este sentido se dice que una persona
tiene un derecho subjetivo stricto sensu o una "pretensión", cuando el último
grado de actualización de un deber jurídico de otra persona está a disposici6n
de la persona titular o activa. Es decir, según esta acepción estricta, existe un
derecho subjetivo a favor de una persona cuando ésta tiene la facultad de
exigir el cumplimiento de un deber correlativo de otra, o sea, cuando llegado
el momento tiene la facultad de impetrar el auxilio del aparato coercitivo."

De lo anteriormente expuesto se deduce que no cualquier facultad de-


rivada de la norma debe reputarse derecho subjetivo, sino sólo en la me-
dida en que de la situación jurídica concreta nazca o se origine una obli-
gación correspondiente, debiendo ésta preverse en la situación jurldica
abstracta legalmente estatuida. Por ende, cuando la norma de derecho objetivo
no consigna a cargo de uno de los sujetos abstractos respectivos ninguna
obligación a favor del otro, en el status individual no existirá derecho sub-
jetivo, ya que para que esto suceda es menester que la facultad personal
inherente a una situación concreta sea imperativa, obligatoria y coercitioa,
de tal suerte que el ca-sujeto de su titular deba inexorablemente cumpli-
mentar las pretensiones que mediante aquélla se persiguen.
Interpretando el alcance de la garantía de audiencia para tutelar los
derechos del gobernado, la Suprema Corte de justicia ha sostenido que cual-
quiera de ellos está protegidó por el artículo 14- constitucional."

d) Garantlas de seguridad jurldica integrantes de la de audiencia

Hemos afirmado que la garantía de audiencia se compone, en los tér-


minos del artículo 14- constitucional, de cuatro garantías específicas, nece-
su Filoso/ía del Derecho, págs. 187-188.
375 Dice al respecto una ejecutoria cuya parte conducente nos permitimos transcrí-
bir: "La posesi~n no e~ el. único derecho qu~ las personas extrañas a un juicio pueden
defe~der.en l~ vra constJtu~I~n.al, ya que el articulo 14 de la Carta Magna garantiza contra
l~ privación sm forma de JUI~IO, no sólo de Ia posesión, sino de cualquier derecho. y par-
tlcula~ente, cuando e! equejosc no pretende ser amparado en una posesión jurídica sino
más bien en Ja tenencia de Ia cosa que le compete a virtud de su derecho de arrenda-
mien.to." (Se,?anari.o Judicial de la F~deraci6n. tomo LVII, pág. 588, Grun, Salvador. En
el mismo sentido existen estas otras tesis: tomo XXXV, pág. 1,095, Gamboa Arjona José y
tomo XXXV. pág. 1,144, Brisefio, José Trinidad.) , ,
GARANTÍAS DE SEGURIDAD JURÍDICA 549
sariamente concurrentes, y que son: e! juicio previo a la privación; que
dicho juicio se siga ante tribunales establecidos con antelación; que en el
mismo se observen las formalidades procesales esenciales, y que el hecho
que diere origen al citado juicio se regule por leyes vigentes con anterio-
ridad.
1. La primera de las mencionadas garantías se comprende en la expre-
sión mediante juicio inserta en el segundo párrafo del artículo 14 de la
Constitución. El concepto de "juicio", que es de capital importancia para
fijar el sentido mismo de dicha garantía específica de seguridad, equivale
a la idea de procedimiento, es decir, de una secuela de actos concatenados
entre sí afectos a un fin común que les proporciona unidad. Ese fin estriba
en la realización de un acto jurisdiccional por excelencia, ° sea, en una reso-
lución que establezca la dicción del derecho en un conflicto jurídico que
origina el procedimiento al cual recae. Por ende, el concepto de "juicio"
empleado en el artículo 14 constitucional, segundo párrafo, es denotativo
de función jurisdiccional, desarrollada mediante' una serie de actos. articu-
lados entre sí, convergentes todos ellos, según se dijo, a la decisión del
conflicto o controversia jurídicos. En conclusión, conforme a la expresada
garantía específica, para que la privación de cualquier bien tutelado por
el artículo 14 de la Constitución sea jurídicamente válida, es menester que
dicho acto esté precedido de la función jurisdiccional, ejercida a través de
un procedimiento, en el que el afectado tenga plena injerencia a efecto
de producir su defensa.
Sin embargo, el concepto "juicio" a que nos referirnos, no necesaria.
mente supone un real y verdadero conflicto jurídico que deba ser resuelto
por una resolución jurisdiccional, en sentido material, sino que dicho con-
f1icto puede ser presuntivo o ficto o, por mejor decir, potencial. En efecto,
basta que en un procedimiento cualquiera se dé oportunidad a la persona
a la que se pretenda privar de algún bien jurídico para que se oponga al
acto de autoridad respectivo o a las pretensiones de! particular que trate
de obtenerlo en su favor, para que se establezca la posibilidad de que surja
una verdadera y positiva controversia de derecho. Por tanto, mientras esa
oportunidad no sea aprovechada en su duración cronológica por el pre-
sunto afectado mediante un acto de privación, el conflicto jurídico perma-
nece en estado latente o potencial, para actualizarse en e! momento en que
dicho sujeto formule su defensa o deduzca su oposición.
De las consideraciones expuestas se colige que el concepto de "juicio"
en que estriba el elemento central de la garantía específica de que tratamos,
se manifiesta o traduce en un procedimiento en el que se realice una fun-
ción jurisdiccional tendiente, como el término lo indica, a la dicción del
derecho en un positivo y real conflicto jurídico (resolución jurisdiccional,
fallo o sentencia), o en el que Se otorgue o haya otorgado ocasión para que
tal conflicto surja o hubiere surgido. Ambas hipótesis, por ende, pueden
550 LAs GARANTÍAS INDIVIDUALES

contigurar un JUICIO para los efectos a que se refiere el artículo 14 cons-


titucional en su segundo párrafo.
Ahora bien, desde el punto de vista de los efectos del acto de. priva-
ción, dicho procedimiento puede substanciarse ante autoridades material-
mente jurisdiccionales, o materialmente administrativas, o formal y ma-
terialmente judiciales. Entendemos por autoridad jurisdiccional material aque-
lla cuyas funciones primordiales y normales propendan a la dicción del de-
recho mediante la solución de los conflictos respectivos de acuerdo con la
competencia legal que tenga.
Así verbigracia, las Juntas de Conciliación y Arbitraje son autoridades ma-
teria1mente jurisdiccionales, aunque sean formalmente administrativas, porque
sus funciones primordiales o principales estriban en dirimir controversias ju-
rídicas en los casos constitutivos de su respectiva competencia legal y consti-
tucional.
En cambio, una autoridad administrativa material sólo por modo excep-
cional desempeña funciones jurisdiccionales, ya que su actividad general
y principal gira en tomo a la realización de actos substancialmente admi-
nistrativos.
Tal sucede, por ejemplo, con las autoridades fiscales, cuya primordial fun-
ción consiste en desempeñar actos materialmente administrativos, como son
la fijación, calificación y cobro de los tributos legalmente decretados, pero
que, sin embargo, tienen atribuciones para resolver las controversias o con-
flictos que se susciten con el causante, al deducir éste su oposición, antes de
promover el juicio respectivo propiamente dicho ante el Tribunal Fiscal de la
Federación.
Por último, una autoridad es formal y materialmente jurisdiccional,
cuando su actuación principal estribe en decir el derecho en los términos
ya expuestos y pertenezca al Poder Judicial local o federal.
Pues bien, desde el punto de vista de los efectos de la privación, el jui-
cio de que habla el artículo 14 constitucional en su segundo párrafo se
traduce en un procedimiento que válidamente puede desenvolverse· ante las
autoridades que indicamos en las siguientes hipótesis generales:
l' Ante autoridades materialmente jurisdicciona,les (aunque su índole
formal sea administrativa), cuando el bien materia de la privaci6n salga
de una esfera particular para ingresar a otra esfera generalmente también
particular (juicios civiles y de trabajo).
2' Ante autoridades materialmente administrativas, en caso de que el
bien objeto de la privaci6n ingrese a la estera del Estado o cuando dicha
privación tienda a satisfacer coercitiuamente una prestaci6n pública indivi-
dual nacida de relaciones de supra a subordinaci6n.
Ello acontece, por ejemplo, en materia fiscal o cuando se trate de hacer
efectivas sanciones principalmente pecuniarias por violación a leyes o regla-
GARANTÍAS DE SEGURIDAD JURIDlCA 551

mentos administrativos en que hubiere incurrido el particular, en cuyos casos


Jo. oposición de éste se suscita ante las propias autoridades de las que emana
el acto atacado o ante el superior jerárquico de las mismas, según se prevenga
por la norma correspondiente, pudiendo aquéllas o dicho superior resolver
la controversia respectiva, sin perjuicio de las acciones ordinarias que legal-
mente se concedan al afectado o inclusive de la constitucional de amparo.
De esta hipótesis o caso general se excluyen los conflictos que se susciten
entre el Estado y el particular, provenientes de las relaciones de coordina-
ción que entre ambos sujetos se bubieren entablado, o sea, cuando la en-
tidad estatal actúa en un plano de igualdad con el individuo realizando ac-
tos bilaterales (contratos); en otras palabras, cuando no se trate de la
actuación iure imperii del Estado, sino de la iure gestionis del mismo. En esta
situación el juicio o procedimiento a que alude el articulo 14 constitucional
debe substanciarsc, por referencia analógica, en los términos indicados en
la hipótesis que antecede, sin olvidar, claro está, la competencia rígida que
se consigna en favor del Poder Judicial Federal respecto a los casos condu-
centes a que se refieren los artículos 104, 105 y 106 constitucionales.
De lo expuesto se colige con claridad que, cuando se trate de un acto ad-
ministrativo de autoridad o imperio que importe la privación, en detrimento
del gobernado, de alguno de los bienes jurídicos tutelados por el artículo 14
constitucional, el juicio o procedimiento a que este precepto alude en su
segundo párrafo, es susceptible de ventilarse, de acuerdo con los ordena-
mientos legales aplicables, ante las mismas autoridades de las que provenga
dicho acto o ante sus superiores jerárquicos. Ahora bien, dicho procedi-
miento debe instituirse legalmente como medio para que el gobernado for-
mule su defensa antes de que se realice en su perjuicio el acto administrativo
de privación, ya que, según veremos, antes de éste debe brindarse la opor-
tunidad defensiva para cumplir con la garantía de audiencia consagrada en
el articulo 14 constitucional.
De esta manera, las leyes que regulen cualquier función administrativa,
para observar la mencionada garantia, deben instituir el citado procedi-
miento cuando prevean verdaderos actos de privación, en los términos en
que hemos explicado este concepto.
No debe confundirse la preexistencia de la oportunidad legal defensiva
al acto de privación, con la impugnabilidad de éste mediante recursos que
consignen las leyes normativas de dicho acto. En cl primer caso, es evidente
que se observa la garantía de audiencia; mientras que en el segundo, se deja
de acatar, en virtud de la anterioridad del acto privativo a la oportuni-
dad de defensa, la cual no se deduciría como previa, sino como posterior a di-
cho acto a través del medio de impugnación que legalmente se establezca.
En puridad constitucional, cuando una ley administrativa faculte a la autori-
dad que se trate para realizar actos de privación en perjuicio del gobernado,
sin consagrar un procedimiento defensivo previo, se estará en presencia de
552 LAS GARANTfAS INDMDUALES

una violación a la garantfa de audiencia, aunque la propia ley estatuya re-


cursos o medios de impugnación del mencionado acto.
En resumen, cuando se trate de actos administrativos de imperio que se
deban realizar frente al gobernado y que tiendan a privarlo de alguno de
los bienes juridicos protegidos por el artículo 14 constitucional, el "juicio"
a que este precepto alude, puede traducirse en un procedimiento legal que
se substancie ante la misma autoridad de la que emanen los citados actos
o ante su superior jerárquico como ya dijimos.
Conforme a estas ideas, no puede sostenerse válidamente que el "juicio"
en -la hipótesis que apuntamos, deba consistir necesariamente en un verda-
dero y auténtico proceso que se siga ante las autoridades judiciales. Si a los
órganos estatales administrativos incumbe legalmente desempeñar las fun-
ciones inherentes a los distintos ramos de la administración pública, la de-
fensa previa que el gobernado deba formular, debe enderezarse también ante
ellos, dentro del procedimiento que legalmente se instituya. Suponer que
dicha defensa deba esgrimirse ante una autoridad judicial, implicaría in-
cidir en un absurdo. En efecto, si el acto de privación va a emanar legal-
mente de una autoridad administrativa, seria notoriamente aberrativo que
fuese una autoridad judicial la que escuchase al gobernado en defensa pre-
via a un acto de privación que no va a provenir de ella. Además, ese ilógico
y antijurídico supuesto, significaría un desquiciante entorpecimiento de las
funciones administrativas, que suelen manifestarse en actos específicos de
privación, ya que la autoridad encargada de su ejercicio tendría que esperar
a que se substanciase un proceso ante autoridades judiciales, en el que, una
vez producida la defensa del gobernado, se pudiese realizar el acto privativo.

Las consideraciones anteriores no son novedosas dentro de la teoría cons-


titucional. Al tratar sobre la facultad económico-coactiva, el ilustre don Ig-
'lacio L. Vallarta sostuvo semejantes ideas, al referirse específicamente a las
obligaciones públicas individuales de carácter fiscal establecidas a cargo de
los gobernados conforme a los artículos 31, fracción JI y 33 de la Consti-
tución de 1857.

Afirmaba el insigne jalisciense que: "Del mismo modo que no es de la


competencia judicial apremiar al ciudadano a tomar las armas, formando de
su resistencia una cuestión contenciosa, tampoco lo es hacer efectivo el pago
del impuesto, ni aun en el caso que el deudor se oponga a verificarlo para
convertir así en judicial, negocio que por su esencia es administrativo", agre-
gando que: "El pago del impuesto no es una deuda nacida del contrato, que
la ley civil sancione: es el resultado de una necesidad política, que el Derecho
Público consagra. Ese pago no tiene ninguno de los caracteres que al contrato
distinguen: sin él, no sólo la existencia del Estado, sino la del mismo utópico
pacto social sería imposible; y la resistencia que se le oJ?one, no puede produ-
cir una contención de que juzguen los tribunales, porque no hay derecho que
esa resistencia legitime, porque no es posible excepción, que la acción social
GARANTÍAS DE SEGURIDAD JUIÚDlCA

enerve, porque la necesidad de los servicios públicos no se rige por las reglas
que determinan las obligaciones del contrato. Y no puede ser judicial el apre-
mio del impuesto, 10 diré viendo la cuestión por otra de sus fases, porque el
Poder Administrativo debe tener en su esfera de acción la suma de facultades
necesarias, los medios de autoridad indispensables para hacer efectivos los ser-
vicios públicos, sin necesidad de pedir auxilio extraño. Reputo tan correctas
estas teorías científicas, que sólo subvirtiendo los principios, podría intentarse
que en México fuera judicial una atribución, que en todos los países cultos es.
administrativa." S10

3' Ante autoridades judiciales que lo sean formal o materialmente


hablando, cuando el bien materia de la privaci6n sea la vida o la libertad
personal y, en general, cuando se trate de la materia penal, con apoyo en
lo previsto por el articulo 21, primera parte, de la Constituci6n.
La jurisprudencia de la Suprema Corte, a propósito de la cuestión re-
lativa a la implicación del concepto "juicio" a quc se refiere el segundo
párrafo del articulo 14 constitucional, ha establecido la tesis general en el
sentido de que por tal debe entenderse un procedimiento ante autoridades
judiciales, al negar a las autoridades' administrativas la facultad de "pri-
var de sus posesiones o derechos a los particulares" ,317
Sin embargo, en una ejecutoria posterior, la Corte admitió tácitamente
la posibilidad de que las autoridades administrativas puedan privar a al-
guna persona de sus propiedades, posesiones o derechos, estableciendo al
efecto:

"El artículo 14 constitucional, al garantizar la posesi6n, se refiere tanto a


las autoridades judiciales como a las administrativas; por 10 que éstas, lo mis..
mo que aquéllas, no pueden privar a nadie de sus propiedades, posesiones o
derechos, sin haberle oído previamente en defensa si así procede según el
ordenamiento aplicable ... " 378

Por otra parte, en otra ejecutoria posterior, la propia Corte corrobora


su antigua jurisprudencia, en el sentido de que las autoridades administra-
tivas no pueden realizar actos de privación en perjuicio de los particulares,
de lo que se concluye que, para este Alto Tribunal, el concepto de "juicio"
que hemos estado tratando, equivale necesariamente a un procedimiento
ante la autoridad judicial. En tal ejecutoria se 'sostiene: "Las autoridades
administrativas no son competentes para dirimir conflictos de posesi6n sus-
citados entre particulares, ni por consiguiente, para desposeer a unos a fa-
vor de otros." 379

316 Estudio sobre la constitucionalidad de la facultad económíoo-coactíoa, págs. 41 y 42.


317 Apéndice al tomo CXVIII, tesis 167. en relación con la 168. (Tesis 27 y 28 de la
Compilaci6n 1917-1965, Segunda Sala.)
318 Semanario Judicial de la Federación, tomo XX, pág. 33, Camus y Teja.
STO Semanario Judicial de la Federación, tomo LXXVII. pág. 211. Vega Jiménez.
Mecerlo.
554 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

Además, existe jurisprudencia que establece que ·Ias autoridades administra-


tivas "carecen de facultades para privar de sus posesiones o derechos a los par-
ticulares, lo que no puede hacerse sino por la autoridad judicial y en los términos
que la Constitución preoiene".... Sin embargo, esta terminante prohibición 0010
opera frente a dichas autoridades cuando éstas pretenden realizar algún acto
de privación en perjuicio del gobernado injiriéndose en la esfera de compe-
tencia que corresponde a los jueces para dirimir controversias entre particulares
sobre la propiedad, posesión o derechos según se infiere de las ejecutorias
que informan a la aludida tesis y que se dictaron por la Suprema Corte a
raíz de que la Constitución de 17 entró en vigor.
Coincidiendo con nuestro punto de vista emitido en la segunda hipótesis an-
terior, en el sentido de que el "juicio" a que alude el articulo 14 constitu-
cional, según párrafo, implica un procedimiento seguido ante autoridades
materialmente administrativas, cuando la privación tienda a hacer cum-
plir al afectado por ella alguna obligación pública individual, la jurispru-
dencia de la Suprema Corte ha sostenido lo siguiente, a prop6sito de la
facultad económico-coactiva, que culmina con un acto típico de privación
(adjudicación en favor del fisco o de algún postor en remate público del
bien o bienes secuestrados) :

"El uso de la facultad econ6mico-coactiva por las autoridades administra-


tivas no está en pugna con el artículo 14 constitucional." 381

En conclusión, el concepto de "juicio", que no ha sido explicado por


la Suprema Corte en términos claros y precisos para fijar su alcance como
primera garantía específica constitutiva de la de audiencia, según puede ob-
servarse de las transcripciones anteriormente hechas y que según nuestra
opinión debe traducirse en los diversos procedimientos a que se contraen
las distintas hip6tesis que apuntamos, debe significar, en su aspecto real y
positivo, un elemento previo al acto de privación. En efecto, la palabra
"mediante" utilizada en el segnndo párrafo del artículo 14 constitucional
es sin6nima de esta expresión: "por medio de". Ahora bien, el "medio",
en su acepción lógica, debe necesariamente preceder al fin, pues de otro
modo desvirtuarla su propia índole, Por tanto, si el "juicio" de que habla
dicho precepto es un medio para privar a alguna perscna de cualquier bien
jurídico (la vida, la libertad, las propiedades, posesiones o derechos), es
decir, si la "privación" es el fin, obviamente el procedimiento en que aquél
se traduce debe preceder al acto privativo, lo cual no amerita mayores co-
mentarios..a82

880 Apéndice al tomo CXVIII, tesis 167. (Tesis 27 de la mencionada Compilación.


Segunda Sala.)
381 Apéndice al tomo CXVIlI, tesis 746. (Compilación 1917-1965, tesis 104 y tesis 160
del Apéndice 1975, Segunda Sal.") (Tesis 227 del A~éndiu 1985.)
882 Esta idea ha sido acogida por la Segun-da Sala de la Suprema Corte, como se ad-
GARANTÍAS DE SEGURIDAD JUIÚDICA 555

2. A través de la segunda garantía especifica de seguridad jurídica


que concurre en la integración de la de audiencia, el juicio cuya connota-
ción hemos delineado anteriormente, debe seguirse ante tribunales previa-
mente establecidos. Esta exigencia corrobora la garantía implicada en e!
artículo 13 constitucional, en e! sentido de que nadie puede ser juzgado por
tribunales especiales (o por comisión), entendiéndose por tales los que no
tienen una competencia genérica, sino casuística, o sea, que su actuación
se contraiga a conocer de un determinado negocio para e! que se hubieren
creado exprofesamente. Por tanto, el adverbio "previamente", empleado en
e! segundo párrafo de! artículo 14 constitucional, no debe conceptuarse
como significativo de mera, antelación cronológica, sino como denotativo
de la preexistencia de los tribunales al caso que pudiese provocar la priva-
ción, dotados de capacidad genérica para dirimir conflictos en número in-
determinado,
Ahora bien, la idea de tribunales no debe entenderse en su acepción
meramente formal, o sea, considerarse únicamente como tales a los órga-
nos del Estado que estén constitucional o legalmente adscritos al Poder Ju-
dicial federal o local, sino que dentro de dicho concepto se comprende a
cualquiera de las autoridades ante las que debe seguirse el "juicio" de que
habla el segundo párrafo del artículo 14 de la Constitución, en las distin-
tas hipótesis que al respecto apuntamos.
De esta guisa, la garantía de audiencia no sólo es operante frente a los
tribunales propiamente dichos, es decir, frente a los órganos jurisdicciona-
les del Estado que lo Sean formal o materialmente hablando, sino en lo
tocante a las autoridades administrativas de cualquier tipo que normal o
excepcionalmente realicen actos de privación, en los términos en que hemos
reputado a éstos. La extensión de dicha garantía individual para proteger
al gobcrnado contra las at1toridades administrativas cuando se trate de pri-
vaciones, está corroborada por la Suprema Corte en una tesis que a con-
tinuación transcribimos:

"Las garantías individuales del articulo 14 constitucional se otorgan para


evitar que se vulneren los derechos de los ciudadanos sujetos a cualquier pro-
cedimiento, bien sea administrativo, civil o penal, por 10 que es errónea la
apreciación de que sólo son otorgadas para los sujetos del último." 888

La idea que se contiene en la tesis mencionada se ha corroborado por


la Scgunda Sala de la misma Suprema Corte, al sostener lo siguiente:

vierte de la ejecutoria que aparece publicada en el tomo LXI, pág. 64 y que se dictó con
fecha 20 de julio de 1961 en el amparo en revisión 6,840/61, Francisco Osorio Carrillo.
(Sexta Época del Semanario Judicial de la Federaoión.}
383 Semanario Judicial de la Federación, tomo L, pág. 1,552. La misma idea se contiene
en la ejecutoria dictada en el amparo en revisión 7,554/61, Delfino Islas. Tomo LXVII,
página 18, Segunda Sala. Scxta Epoca,
556 LAS GARANTÍAs INDIVIDUALES

"No es exacto que s6lo las autoridades judiciales son constitucionalmente


competentes para privar de sus propiedades y derechos a los particulares, en
los casos en que la ley aplicable asi lo prevenga. Si bien, el segundo párrafo
del artículo 14 constitucional exige para ello "juicio seguido ante los tribuna-
les previamente establecidos", es tradicional la interpretación relativa a que
los tribunales previamente establecidos no son exclusivamente los judiciales,
sino también las autoridades administrativas, a quienes la ley ordinaria con-
fiere competencia para ello, pero eso sí, respetando la previa audiencia, la
irretroactividad de la ley, las formalidades esenciales del procedimiento y la apli-:
cación exacta de la ley. Esta interpretación tradicional se debe a que por la
complejidad de la vida moderna sería imposible que el Estado cumpliera sus
funciones públicas con acierto, prontitud y eficacia, si tuviera siempre que
acudir a los tribunales judiciales para hacer efectivas sanciones establecidas en
las leyes." B84-

3. En cualquier procedimiento en que consista el juicio previo al acto


de privación deben observarse o cumplirse las formalidades procesales esen-
ciales, lo cual implica la tercera garantía específica integrante de la de
audiencia.
Las formalidades mencionadas encuentran su razón de ser en la propia
naturaleza de todo procedimiento en el que se desarrolle una función juris-
diccional, esto es, en el que se pretenda resolver un conflicto jurídico, bien
sea que éste surja positivamente por haberse ejercitado la defensa respec-
tiva por el presunto afectado, o bien en el caso de que se haya otorgado
la oportunidad de que se suscite. sin haberse formulado oposición alguna
(juicios o procedimientos en rebeldia), en la inteligencia de que, según
hemos afirmado, dicha función es de realización necesaria cuando se trate
de un acto privativo en los términos que expusimos este concepto con an-
telación.
Ahora bien, la decisión de un conflicto jurídico impone la inaplazable
necesidad de conocer éste, y para que el órgano decisorio (tribunal previa-
mente establecido) tenga real y verdadero conocimiento del mismo, se re-
quiere que el sujeto respecto del que se suscita manifieste sus pretensiones.
De esta manera, la autoridad que va a dirimir dicho conflicto, esto es, que
va a decir el derecho en el mismo, tiene como obligación ineludible, in-
herente a toda función jurisdiccional, la de otorgar la oportunidad de de-
fensa para que la persona que vaya a ser víctima de un acto de privación
externe sus pretensiones opositoras al mismo. Es por ello por lo que cual-
quier ordenamiento adjetivo, bien sea civil, penal o administrativo, que
regule la función jurisdiccional en diferentes materias, debe por modo ne-
cesario y en aras de la índole misma de esta función, estatuir la mencionada
oportunidad de defensa u oposición, lo que se traduce en diversos actos
procesales, siendo el principal la notificación al presunto afectado de las

884. Informe de 1969. Tribunal Pleno, pág. 216, primera parte.


GARANTiAS DE SEGURIDAD JUIÚDICA 557

exigencias del particular o de la autoridad, en sus respectivos casos, ten-


dientes a la obtenci6n de la privaci6n.
Además, como toda resoluci6n jurisdiccional debe decir el derecho en
un conflicto jurídico apegándose a la verdad o realidad, y no bastando para
ello la sola formaci6n de la controversia (litis en sentido judicial) mediante
la formulaci6n de la oposici6n del presunto afectado, es menester que a
éste se le conceda una segunda oportunidad dentro del procedimiento en
que tal funci6n se desenvuelve, es decir, la oportunidad de probar los hechos
en los que finque sus pretensiones opositoras (oportunidad probatoria).
Por ende, toda ley procesal debc instituir dicha oportunidad en beneficio
de las partes del conflicto jurídico y, sobre todo, en favor de la persona que
va a resentir en su esfera de derecho un acto de privaci6n.
Pues bien, cuando un ordenamiento adjetivo, cualquiera que éste sea,
consigna dos oportunidades, la de defensa y la probatoria, puede decirse
que las erige en formalidades procesales, las cuales asumen el carácter de
esenciales, porque sin ellas la funci6n jurisdiccional no se desempeñaría
debida y exhaustivamente. En sentido inverso, si una ley procesal s610 con-
signa como formalidad una de tales oportunidades, lo que ocurre muy
frecuentemente en varios ordenamientos positivos, ostentará indiscutiblemen-
te el vicio de inconstitucionalidad, al auspiciar una privaci6n sin establecer
la concurrencia necesaria de ambas ocasiones indispensables para la debida
culminaci6n de la funci6n multicitada.
En las diferentes leyes adjetivas, la oportunidad de defensa se traduce
en distintas formas procesales, tales como las notificaciones, el emplaza-
miento, el término para contestar o para oponerse a las pretensiones de
privaci6n o al pretendido acto privativo, ctc., y, consiguientemente, la con-
travenci6n a cualquiera de ellas significa simultáneamente la violaci6n a
la formalidad procesal respectiva, esto es, a la garantía de audiencia a tra-
vés de dicha garantía de seguridad jurídica.
Por lo que atañe a la oportunidad probatoria, ésta también se mani-
fiesta, en la normaci6n adjetiva o procesal, en diferentes elementos del pro-
cedimiento, tales como la audiencia o la dilación probatorias, así como en
todas las reglas que conciernen al ofrecimiento, rendici6n o desahogo y
valoraci6n de probanzas.
La inobservancia de alguna de las exigencias procesales cn que ambas
formalidades se ostentan, está considerada por los artículos 159 y 160 de
la Ley de Amparo como privaci6n de defensa en perjuicio del quejoso
(gobernado), tomándose el concepto de "defensa" en su sentido lato, o
sea, como comprensivo de la facultad de oposici6n (defensa en sentido
estricto) y de la probatoria. Tal consideraci6n, establecida respecto a los
juicios civiles y penales, puede hacerse extensiva por analogía a los juicios
o proeedimientos administrativos mediante los cuales se ejercite la fun-
ci6n jurisdiccional como condici6n sine qua non de todo acto de priva-
558 1M GARANTfAs INDIVIDUALES

ción, según se infiere de lo dispuesto por el párrafo segundo, fracción 11, del
artículo 114 de la Ley Reglamentaria de los artículos 103 Y 107 constitucionales.
Además de las formalidades esenciales del procedimiento. dentro de éste existen
ciertas formalidades llamadas "secundarias", cuya violación no importa contravención
a la garantía de audiencia, consistiendo en todos aquellos actos. elementos. formas o
requisitos procesales que no implican la sustentación normativa de las dos oportunida-
des mencionadas.
Así, verbigracia, la forma de un juicio, el auto que admite una demanda en de.
terminada vía, el proveído que establece la eficacia procesal de un recurso, etc., son
elementos de formalidad secundaria cuya existencia o realización contra legem no im-
porta necesariamente la infracción a la garantía de audiencia, como ya se indicó. Sobre
este particular, y refiriéndose concretamente al auto admisorio de una demanda, la Su-
prema Corte ha sostenido que: "El auto que admite la demanda en determinada vía,
no constituye violación substancial de las leyes del procedimiento, ya que no priva de de-
fensa al demandado, que tiene durante el transcurso del juicio amplio campo para de-
fenderse ."~85
4. Por último, la cuarta garantía específica de seguridad jurídica que
configura la de audiencia estriba en que el fallo o resolución culminatoria
del juicio o procedimiento, en que se desarrolle la función jurisdiccional,
deba pronunciarse conforme a las leyes expedidas con anterioridad al hecho, es de-
cir, al que constituya la causa eficiente de la privación. Esta garantía específica
corrobora la contenida en el párrafo primero del artículo 14 constitucional,
o sea, la de la no retroactividad legal y, por tanto, opera respecto a las nor-
mas substantivas que deban aplicarse para decir el derecho en el conflicto ju-
rídico, pues por lo que concierne a las adjetivas, éstas, en la mayoría de los
casos, pueden dotarse de eficacia retrospectiva sin incidir en el vicio de re-
troactividad, salvo las excepciones que apuntamos al estudiar el tema corres-
pondiente.
e) Algunas excepciones a la garantía de audiencia
Como toda garantía individual, la de audiencia no opera por modo ab-
soluto. Ello quiere decir que por regla general todo gobernado, frente a
cualquier acto de autoridad que importe privación de alguno de los bienes
jurídicos tutelados por el artículo 14 constitucional, goza del derecho público
subjetivo de que se le brinden las oportunidades defensiva y probatoria antes
de que se realice en su perjuicio el acto privativo. Sin embargo, con vista a
diversas razones de interés general, la Constitución consigna algunas excep-
ciones al goce de la garantía de audiencia, establecidas sobre la base de la
naturaleza de determinados actos de autoridad, excepciones que, dentro de
un terreno estrictamente jurídico, sólo es posible calificarlas, desde el punto
de vista de su justificación o injustificación, con un criterio axiológico o es-
trictamente sociológico (económico y político) y no a través de un ángulo ju-
!lBS Semanario Judicial de la Federaci6n, tomo XXI, pág. 986, Lacroix, Matilde, en relación
con la tesis jurisprudencial 325. dél Apéndice al tomo CXVlII. (Tesis 137 de la Compilación'
1917-1965, Y 143 del Apénd;a 1975, Tercera Sala.) (TtSis 119 del Apéndia 1985, Mal. Gen. ). TtSis
202 del Apéndice 1995. MaIn"ia Común.
GARANTlAs DE SEGURIDAD JURÍDICA 559

rídico-positivo, en virtud del principio de la supremacía constitucional, que


convierte a la Ley Fundamental en el ordenamiento sobre el cual nada existe
y bajo el cual existe todo en orden de la normación por el Derecho.
Ahora bien, las excepciones a la garantia de audiencia sólo deben consig-
narse en la Constitución, atendiendo a la circunstancia de que, por significar li-
mitaciones a los derechos públicos individuales del gobernado, la fuente
formal única de las mismas es la Ley Suprema.
Así, dentro de nuestro orden constitucional podemos apuntar las si-
guientes principales excepciones a dicha garantía:
1. La que se prevé en el articulo 33 de la Constitución, en el sentido de
que los extranjeros que juzgue o estime indeseables el Presidente de la Repú-
blica, pueden ser expulsados del país, sin juido preuio;
2. La que se desprende del artículo 27 constitucional en lo referente a
las expropituiones por causa de utilidad pública, conforme al cual el Presidente
de la República o los gobernadores de los Estados, en sus respectivos casos,
pueden, con apoyo en las leyes correspondientes, dictar el acto expropiatorio
antes de que el particular afectado produzca su defensa, la que, sin embargo,
puede ser previa, según lo consigne el ordenamiento que regule dicho acto
de autoridad, puesto que el párrafo segundo de la fracción VI de dicho pre-
cepto remite a la legislación secundaria federal o local "la determinación de
los casos en que sea de utilidad pública la ocupación de la propiedad priva-
da" y de acuerdo con la que "la autoridad administrativa hará la declaración
correspondiente". Esta excepción ha sido confirmada por la jurisprudencia
de la Suprema Corte en una tesis que asienta:
"En materia de expropiación. no rige la garantía de previa audiencia consagrada
en el artículo 14 de la Constitución federal, porque ese requisito no está comprendido
entre los que señala el artículo 27 de la misma Carta Fundamental. "386
Es evidente que el hecho de que el particular no goce de la garantía de
audiencia frente a actos expropiatorios, no significa que éstos no puedan im-
pugnarse jurídicamente mediante el juicio de amparo, el cual, como es ob-
vio, no procederá por violación a dicha garantía, pero sí en el caso de que la
expropiación contravenga la de legalidad consignada en la primera parte
del artículo 16 constitucional, al infringirse el propio articulo 27 mencionado
o la legislación secundaria respectiva. La excepción a la garantía de audien-
cia de que tratamos tiene, a su vez, una salvedad muy importante y que con-
siste en que, si dicha garan/fa se establece en materia expropiaunia por la ley
secundaria respectiva, los decretos de expropiadón que con base en ella se expidan,
deben acatarla, y si la infringen, por ende violan el segundo párrafo del articulo 14
constitucional. - rn,

386 Apéndice al tomo CXVIII, tesis 468. Tesis 97 de la Compilación 1917-1965 y 391 del
Apindiu 19". Segunda Sala. Informe de 1970. Tribunal Pleno, págs. 288 a 289. Tesis 33 del Apro-
dice 1985, Pleno. T"" 65 delApindU:e 1995. Materia Adminis'rativa.
386 bis Este último criterio ha sido sustentado por la Segunda Sala de la Suprema Corte al re-
ferirse específicamente al derecho de audiencia que previene el artfculo 344 de la Ley Federal de
Reforma Agraria. expresándose nuestro máximo Tribunal al respecto, en los siguientes términos:
560 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

La tesis jurisprudencial que hemos invocado ha sido ya cuestionada por


los mismos ministros de la Suprema Corte. Así, en un caso concreto se deba-
tió el tema de si tal tesis debe o no prevalecer. En el correspondiente debate
siete de ellos decidieron afirmativamente y cuatro negativamente. Sin embar-
go, todos ellos coincidieron en que la aludida tesis, independientemente de
su subsistencia o insubsistencia, concierne a las expropiaciones de bienes de propie-
dad privada y no a las de bienes ejidales o comunales que evidentemente no
tienen este carácter. Tanto el voto mayoritario como el minoritario sostuvie-
ron esta posición. El aludido debate y las intervenciones de los señores mi-
nistros se publicaron en un opúsculo titulado "Garantia de Audiencia en
Materia de Expropiacum" por la misma Suprema Corte en agosto de 1999. En
otras palabras dichos altos funcionarios judiciales federales, determinaron
que la tesis jurisprudencial que establece la inoperatividad de la garantía de
audiencia en materia expropiatoria s610 rige cuando los bienes afectados son de
propiedad privada, es decir, no de propiedad ejidal o comunal.
3. La Suprema Corte ha establecido otra excepción o salvedad a la ga-
rantía de audiencia en materia trdnuaria, en cuanto que antes del acto que fue
un impuesto, la autoridad fiscal respectiva no tiene la obligación de escuchar
al causante. También ha estimado, en congruencia con esta idea, que las le-
yes fiscales no deben necesariamente consignar ningún procedimiento para
que, conforme a él, se brinde oportunidad a los sujetos tributarios para dis-
unir los impuestos, derechos o aprovechamientos antes de que estas presta-
ciones se señalen en cada caso. El fundamento que se aduce a esta excepción
o salvedad consiste en consideraciones de política fiscal, basadas en la natu-
raleza misma de las prestaciones mencionadas.
Asienta la Corte al respecto que .....como el Fisco se encarga de cobrar los impues-
tos determinados por las leyes para el sostenimiento de las instituciones y de los servi-
cios públicos, es evidente que dicho cobro tiene que hacerse mediante actos ejecutivos
y unilaterales que si bien pueden ser sometidos a una revisión posterior a solicitud de
los afectados, no pueden quedar paralizados por el requisito de audiencia previa, porque
de esa manera podría llegar el momento en que las instituciones y el orden constitu-
cional desaparecieran por falta de los elementos económicos necesarios para su subsis-
tencia. Por tanto, en materia tributaria no rige la garantía de audiencia previa al grado
de que el legislador tenga que establecerla en las leyes impositivas". "No puede exigir-
se el establecimiento de una audiencia previa en beneficio de los afectados y en rela-
ción con la fijación de un impuesto. toda vez que esa fijación, para cumplir con los fines
de tributación) debe ser establecida unilateralmente por el Estado e inmediatamente
ejecutiva, ya que sería-sumamente grave que fuese necesario llamar a los particulares
afectados para que objetaran previamente la determinación de un impuesto. lo que pa-
ralizaría los servicios c;otTespo~dientes ..."lIB? .

"Cuando el legislador ordinario establece la garantía de audiencia previa a la expropiación. como


lo hizo en el artículo 344 de la.Ley Federal de la Reforma Agraria, tal requisito constituye una nonna
esencial del procedimieuto'y'su inobservancia se traduce en violación al articulo 14 de la.Constitud6n Pede-
ral. ttnfomu de 1976. Segunda Sala, págs. 39 y 40.)
lJ8? Semanario Judicial de la Federación. Sexta Época. Vol. XCVII. julio de 1965, Ejecutorias
del Pleno, págs. 28 a 44.ldem, tomo ev, págs. 85 Y 86 (marzo de 1966), y tomo LVI. pág. 136.
ídem, Tesis 79 del AphuJiu 1995, Materia C<mstituci<mal.)
GARANTÍAS DE SEGURIDAD JURíDICA 561

Este criterio ha sido ya adoptado por la jurisprudencia del Tribunal Pleno


de la Suprema Corte, cuya tesis respectiva establece que:
'Teniendo un gravamen el carácter de impuesto, por definición de la ley, no es ne-
cesario cumplir con la garantía de previa audiencia establecida en el artículo 14 constitucio-
nal, ya que el impuesto es una prestación unilateral y obligatoria y la audiencia que se
puede otorgar a los causantes es siempre posterior a la aplicación del impuesto. que
es cuando existe la posibilidad de que los interesados impugnen. ante las propias auto-
ridades, el monto y el cobro correspondiente. y basta que la ley otorgue a los causantes
el derecho de combatir la fijación del gravamen, una vez que ha sido determinado,
para que en materia hacendaria se cumpla con el derecho fundamental de audiencia,
consagrado por el artículo 14 constitucional, precepto que no requiere necesariamen-
te, y en todo caso, la audiencia previa, sino que, de acuerdo con su espíritu. es bastante
que los afectados sean oídos en defensa antes de ser privados de sus propiedades. po-
sesiones o derechos. "388
Puede inferirse fácilmente que el anterior criterio responde a las ideas
expuestas por Vallarta tendientes a estimar que la facultad económico-coacti-
va no es contraria al artículo 14 constitucional, atendiendo a la necesidad,
urgencia y premura con que el Estado debe proceder para fljar y recaudar
los impuestos, que entrañan obligaciones públicas individuales de carácter
económico y cuyo cumplimiento está directamente destinado a sufragar los
gastos públicos de muy variada índole, objetivo éste que no se lograría con la
ductilidad y prontitud que su consecución requiere; si se observara previa-
mente a tales actos la garantía de audiencia. Pero prescindiendo de estas
consideraciones, que estimamos atingentes, existe una razón de carácter es-
trictamente constitucional para apoyar la inoperancia de la garantía de au-
diencia' en el caso que tratamos. Ya hemos afirmado que el acto de
autoridad condicionado por la citada garantía es un acto de privación. Ahora
bien, la determinación de un tributo y su cobro no presentan esta naturaleza
en sentido estricto, puesto que se traducen en prestaciones de dar que se im-
ponen a los causantes sin que en sí mismas impliquen la desposesión de un
derecho o de un bien que se comprenda dentro de su esfera jurídica. Si esas
prestaciones no se realizan o hacen efectivas, la autoridad fiscal ejercita la fa-
cultad económico-coactiva, la cual culmina con el remate y adjudicación de
los bienes o derechos del causante que se hayan secuestrado administrativa-
mente para asegurar los intereses fiscales. Tales actos sí revisten el carácter
de actos de privación, pues mediante ellos se reduce O merma la esfera jurí-
dica del sujeto contra quien se hubiesen ejecutado. Por esta causa, antes de
que se efectúen sí debe otorgarse al causante que haya incurrido en impago
de las prestaciones fiscales, las oportunidades defensivas y probatoria en que
radica la esencia de la garantía de audiencia, sin que ésta deba ser observa-
ble con antelación al señalamiento del tributo y a su cobro, con el cual se
inicia el desempeño de la citada facultad. Esta aserción no implica que con
posterioridad a la ftiación de un impuesto o de cualquiera otra gabela fiscal,
el causante no tenga el derecho de impugnarla mediante los recursos ordi-
narios o medios de defensa legal procedentes, e inclusive. a través de la ac-

3.. llpindiu 1985, tesis 8, Pleno. klem; Apindiu 1995, tesis 79, Materia (;qi¡,liltu:ionlJi.
562 LAS GARANT\AS INDMDUALES

ción de amparo si esos recursos o medios legales no se establecen normativa-


mente. La misma Suprema Corte así lo ha considerado, al sostener que
"cuando se trata de contribuciones, la audiencia que se puede otorgar a los
causantes es siempre posterior a la fijación del impuesto, que es cuando existe la
posibilidad de que los interesados impugnen ante las propias autoridades el
monto y el cobro correspondiente, y basta que la ley otorgue a los causantes
el derecho de combatir la fijación de impuesto, una vez que ha sido determi-
nado por las autoridades fiscales, para que en materia hacendaria se cumpla
con el derecho fundamental de audiencia consagrado por el artículo 14
constitucional, precepto que no requiere necesariamente y en todo caso la
audiencia previa, sino que de acuerdo con su espíritu, es bastante, que los
afectados sean oídos en defensa antes de ser privados de sus propiedades,
posesiones o derechos" )189
4, Tampoco es observable la garantía de audiencia tratándose de órdenes
judiciales de aprehensión, salvedad que se deriva del mismo artículo 16 consti-
tucional, cuyo precepto, al establecer los requisitos que el libramiento de
aquéllas debe satisfacer, no exige que previamente a él se oiga al presunto
indiciado en defensa, pues únicamente determina que dichas órdenes estén
precedidas por alguna denuncia, acusación o querella respecto de un hecho
que legalmente se castigue con pena corporal, apoyada en declaración bajo
protesta "de persona digna de fe" o en otros datos "que hagan probable la
responsabilidad del inculpado", Así como la jurisprudencia de la Suprema
Corte ha estimado que la citada garantía no opera en los casos de expropia-
ción porque en e! procedimiento respectivo que señala e! artículo 27 de la
Constitución no se incluye la audiencia en favor del presunto afectado, con
e! mismo criterio debe concluirse que este derecho no está incorporado a las
condiciones sobre las que descansa toda orden judicial de aprehensión y que
ftia e! artículo 16 de la Ley Suprema.
Sin embargo, debemos advertir que la mencionada garantía sí se establece
en la fase inuestigatoria de los delitos, pues mediante reforma practicada al ar-
tículo 20 constitucional e! 2 de julio de 1996, el penúltimo párrafo de este
precepto dispone que e! indiciado o imputado gozará de las garantías previs-
tas en las fracciones 1, V, VII YIX de! mismo, de cuyo texto se infiere e! de-
recho de ser oído en defensa y de ofrecer y rendir pruebas.
5. Otra salvedad a la garantía de audiencia es la que concierne a la mate-
ria agraria, en cuanto que los propietarios o dueños de predios afectables
por dotación de tierras, bosques yaguas en favor de núcleos de población, no
deben ser escuchados en defensa por las autoridades respectivas antes de
que se dicte el mandamiento de posesión provisional del gobernador de la
entidad federativa de que se trate y se pronuncie la resolución presidencial
que decrete la dotación aludida. En otras palabras, las autoridades agrarias
no tienen la obligación constitucional de otorgar ningún plazo a tales pro-
pietarios o dueños para que éstos formulen sus defensas y aporten las prue-
bas pertinentes antes de que se realicen los mencionados actos de privación,

SS9 Véase la nota 387.


GARANTiAs DE SEGURIDAD jUlÚDlGA 563

atendiendo a la salvedad indicada, cuyo fundamento descansa en las consi-


deraciones jurídicas que a continuación exponemos.
Conforme a la fracción X del artículo 27 de la Constitución Federal,
"Los núcleos de población que carezcan de ejidos o que no puedan lograr su
restitución por falta de títulos, por imposibilidad de identificarlos o porque
legalmente hubieren sido enajenados, serán dotados con tierras yaguas sufi-
cientes para constituirlos, conforme a las necesidades de su población, sin
que en ningún caso deje de concedérseles la extensión que necesiten, y al
efecto se expropiará por cuenta del Gobierno Federal el terreno que baste a
ese fin, tomándolo del que se encuentre inmediato a los pueblos interesa-
dos." Fácilmente se advierte que la dotación a que se refiere la disposición
constitucional transcrita entraña un acto expropuuorio, por lo que respecto de
éste es perfectamente aplicable la jurisprudencia que establece que en mate-
ria expropiatoria no rige la gárantía de audiencia y a la cual aludimos en el
párrafo 2 que antecede.
A mayor abundamiento, de los párrafos primero y segundo de la frac-
ción XIV de dicho artículo 27 se infiere la misma conclusión, ya que las
prescripciones en ellos involucradas determinan que los propietarios afecta-
dos con resoluciones dotatorias o restitutorias de ejidos yaguas no tendrán
ningún derecho, sino sólo el de "acudir al Gobierno Federal para que les sea
pagada la indemnización correspondiente". La enfática locución "no tendrán
ningún derecho" excluye evidentemente el que atañe a "ser escuchado en
defensa", es decir, al derecho público subjetivo esencialmente inherente a la
garantía de audiencia.:589bis
Independientemente de las anteriores razones jurídicas, la salvedad de
que tratamos se apoya en la índole misma del procedimiento dotatorio de tie-
rras yaguas en favor de los núcleos de población que carezcan de estos ele-
mentos naturales, procedimiento que indiscutiblemente es de interés social, ya
que es el medio primario para realizar la reforma agraria en favor de las ma-
sas campesinas de México. Si las autoridades agrarias tuviesen la obligación
constitucional que impone la garantía de audiencia, en el sentido de escuchar
en defensa a los propietarios o dueños de los predios afectados por dotación
antes de decretar este acto, el consabido procedimiento, que de suyo es lento,
se demoraría indefinidamente en detrimento de los núcleos de población in-
teresados, ya que por cualquier irregularidad, vicio o defecto en la notificación
inicial, los mencionados propietarios o dueños estarían siempre en la posibili-
dad de dilatar, mediante maniobras legales, la finalización del mismo que cul-
mina con la resolución presidencial dotatoria.w?

389 bis Las fracciones aludidas se derogaron por Decreto Congresional de 2 de emro de 1992. publi-
cado ,t dfa 6 sigu;."u.
ssc El articulo 297 de la Ley Federol de Reformo Agrnria publicada en el Diario Ojiaa/ el 16
de abril de 1971 dispone que los propietarios que resulten presuntos afectados en los procedi-
mientos dotatorios "podrán ocurrir por escrito a las Comisiones Agrarias Mixtas exponiendo
lo que a su derecho convenga, durante la tramitación del expediente y hasta cinco días antes de
que aquéllas rindan su dictamen al Ejecutivo local", agregando que "Los alegatos y documen-
tos que con posterioridad se ofrezcan, deberán presentarse ante el delegado agrario en el plazo
a que se refiere el artículo 295 (30 días) para que se tomen en cuenta al hacerse la revisión del
564 LAS GARANTiAS INDnnDUALES

f) La garantla de audiencia frente a las leyes

El criterio sustentado por la Suprema Corte respecto a esta cuestión ha


sido en el sentido de considerar que la garantía de audiencia es efectiva aun
frente a las leyes, de tal suerte que el Poder Legislativo debe acatarla, ins-
tituyendo en las mismas los procedimientos en los que se conceda al gober-
nado la oportunidad de ser escuchado en defensa por las autoridades en-
cargadas de su aplicación, antes de que, a virtud de ésta, se realice algún
acto de privación autorizado normativamente. Las tesis en que tal criterio
se emite SOn lo suficientemente explicitas, consignándose con toda claridad
la fundamentación y alcance de la garantía de audiencia frente a las nor-
mas de derecho, por lo que nos permitiremos transcribir sus respectivas con-
sideraciones :
"Haciendo un análisis detenido de la garantía de audiencia de que se trata,
para determinar su justo alcance, es menester llegar a la conclusión de que si
ha de tener verdadera eficacia, debe constituir un derecho de los particulares
no sólo frente a las autoridades administrativas y judiciales -las que en todo
caso deben ajustar sus actos a las leyes aplicables y, cuando éstas determinen
en términos concretos la posibilidad de que el particular intervenga a efecto de
hacer su defensa-, sino también frente a la autoridad legislativa, de tal ma-
nera que ésta quede obligada, para cumplir el expreso mandato constitucional,
a consignar en sus leyes los procedimientos necesarios para que se oiga a los in~
teresados y se les dé oportunidad de defenderse, en todos aquello; casos en que
puedan resultar afectados sus derechos. De otro modo, de admitirse que la ga-
rantía de audiencia no rige para la autoridad legislativa y que ésta puede en
sus leyes omitirla, se sancionaría una omnipotencia de tal autoridad y se dejaría
a los particulares a su arbitrio, lo que evidentemente quebrantaría el principio
de la supremacía constitucional, y sería contrario a la intención del Constitu-
yente, que expresamente limitó, por medio de esa garantía, la actividad del
Estado en cualquiera de sus formas,"

Posteriormente, en las mismas tesis a que aludimos, la Suprema Corte


establece que la garantía de audiencia que todo gobernado tiene frente a
expediente", Este precepto no debe interpretarse en el sentido de que consagra la garantía de au-
diencia en favor de dichos propietarios, ya que únicamente les otorga la oportunidad de compa-
recer en el procedimiento dotatorio de primera instancia formulando alegatos y presentando
pruebas, oportunidad que no entraña la obligación, a cargo de las autoridades agrarias, en el sen-
tido de concederles necesariamente un plazo dentro del cual deban ser oídos en defensa y recibi-
das sus probanzas. La única obligación que dicho articulo 297 impone a las autoridades que
conozcan de dicho procedimiento en segunda instancia y específicamente al Presidente de la Re-
pública como suprema autoridad agraria, consiste en que tomen en cuenta las alegaciones y los
documentos que hubiesen formulado y exhibido dichos propietarios, obligación cuyo incumplí-
miento traducirla la violación a la garantía de legalidad instituida en el artículo 16 constitucional,
pero no a la garantía de audiencia, ya que, se insiste. tal precepto secundario no establece el de-
ber de escuchar ni de recibir pruebas en favor de los multicitados propietarios, sino que implica
una mera oportunidad para éstos en el sentido ya indicado.
GARANTÍAS DE SEGURIDAD JUiÚDlCA 565

las autoridades legislativas en los términos apuntados, no debe eonsignarse


legalmente con las solemnidades y formalidades de los procedimientos ju-
diciales propiamente dichos, sino que es suficiente que se prevea en las
leyes, en el sentido de otorgar a los particulares la oportunidad de ser oídos
y de formular sus alegatos contra el acto aplicativo que tienda a privarlos
de cualesquiera de los bienes jurídicos que menciona el artículo 14. Dice
así la parte conducente de dicha tesis:
"Esto no quiere decir desde luego, que el procedimiento que se establezca
en las leyes a fin de satisfacer la exigencia constitucional de audiencia del in-
teresado cuando se trate de privarlo de sus derechos, tenga necesariamente los
caracteres del procedimiento judicial, pues bien pueden satisfacerse los requisitos
a que se contrae la garantía mediante un procedimiento ante las autoridades
administrativas, en el cual se dé al particular afectado la oportunidad de hacer
su defensa y se le otorgue un mínimo de garantías que le aseguren la posibili-
dad de que, rindiendo las pruebas que estime convenientes y formulando los
alegatos que crea pertinentes, aunque no tenga la misma formalidad que en
el procedimiento judicial, la autoridad que tenga a su cargo la decisi6n final
tome en cuenta tales elementos para dictar una resolución legal y justa".

Congruente con las consideraciones anteriormente formuladas, la misma


Suprema Corte, en las- tesis a que nos referimos, llega a la conclusión de
que toda ley ordinaria que no consagre la garantla de audiencia en favor
de los particulares en los términos a que se ha hecho referencia con (interio-
ridad, debe declararse inconstitucional .... En otras palabras, toda ley que
no instituya las dos formalidades procesales esenciales a que en otra ocasión
anterior aludimos, es decir, la de defensa u oposición al potencial acto pri-
vativo y la probatoria, será evidentemente violatoria de las disposiciones
constitucionales implicadas en el segundo párrafo del artículo l4 constitu-
cional. La declaración de inconstitucionalidad de las leyes omisas de la ga-
rantía de audiencia puede hacerse por el Poder Judicial Federal a través
del juicio de amparo cuando no sólo examine si las autoridades responsa-
bles ajustaron o no el acto de privación a la ley aplicable (legalidad), sino
al constatar si ésta implanta alguna oportunidad de defensa y de prueba en
favor del afectado y si, por ende, el legislador acató la garantía de audien-
cia consignada en dicho precepto constitucional.
Por otra parte, las tesis de la Suprema Corte de que tratamos condicio-
nan la eficacia jurídica de la garantia de audiencia en materia legislativa
a tres supuestos, cuya exposición transcribimos en seguida: .

"El primero de estos supuestos, que viene siendo una condición sine qua non
(..,) el de que exista un derecho que se trate de privar al particular, ya que tal
es la hipótesis prevista por el artículo 14. Esto quiere decir, que cuando no
existe ningún derecho, no puede haber violación a la garantía de audiencia,
porque entonces falta el supuesto que condiciona la vigencia de la misma, y
891 De esta consideración se excluyen las leyes [uoales, según afirmamos.
566 LAS GARANriAS INDIVIDUALES

no pueden producirse las


conSecuencias que prevé el precepto constitucional
que la establece. Así sucede, por ejemplo, en aquellos casos en que el particu-
lar tiene un interés, pero no un derecho; es titular de lo que se llama inte-
reses simples, o sea, intereses materiales que carecen de tutela jurídica, pero
no tiene un derecho subjetivo que pueda hacer valer frente a las autoridades
y los demás particulares. Asi sucede también cuando los particulares están dis-
frutando del ejercicio de una facultad de soberanía, que corresponde al Estado,
y que éste les ha delegado temporalmente por estimar que de esa manera se
obtenía una mejor satisfacción de las necesidades colectivas que estaban a su
cargo, como pasa con facultades como las de policía sanitaria, transporte de
correspondencia y otras semejantes.
"Un segundo supuesto para que opere la garantía que se examina, es el de
que la audiencia sea realmente necesaria, que la intervención del particular en
el procedimiento que" puede culminar con la privaci6n de sus derechos, a fin
de hacer la defensa de sus intereses, sea en verdad indispensable. En efecto, la
audiencia de que se trata -que también ha sido llamada 'la colaboración
del particular' en el procedimiento-- consiste fundamentahnente en la oportu-
nidad que se concede al particular para intervenir con objeto de hacer su de-
fensa, y esta intervenci6n se concreta en dos aspectos esenciales: la posibilidad
de rendir pruebas que acreditan los hechos en que se finque la defensa y la de pro-
ducir alegatos) para apoyar, con las argumentaciones jurídicas que se estimen
pertinentes, esa misma defensa. Esto supone naturalmente la necesidad de que
haya hecho que probar y datos jurídicos que determinar con claridad para que se
proceda a la privación de esos derechos, porque de otra manera, cuando esa
privación se realiza -tratándose de procedimientos seguidos por la autoridad
administrativa- sobre la base de elementos claramente predeterminados en la
ley de una manera fija, de tal suerte que a la propia autoridad no le quede otro
camino que el de ajustarse a los estrictos términos legales, sin que haya margen
alguno en el que pueda verter su arbitrio, la audiencia resulta prácticamente
inútil, ya que ninguna modificación se podrá aportar."
En otras palabras, conforme a dicho supuesto la garantia de audiencia
en materia legislativa debe consignarse en las leyes cuando la aplicación de
las disposiciones de que se trate no sea automática o fatal, inexorable, es
decir, que para que se realice el acto de privación previsto legalmente en
la esfera jurídica de los particulares, se deba determinar previamente si
en el caso concreto de que se trate existen o concurren las causas generadoras
de la privación implicadas en la situación normativa abstracta.
"Un tercer supuesto para que entre en juego la garantía de- audiencia es el
de q~: las disposiciones del articulo 14 que ~a ~~onocen y consagran, no estén
modijicadas por otro precepto de la Constitución Federal (nosotros diñamos
ex~pciona?~), como aconte~e en el a;so de las expropiaciones por causa de
utilidad pública a que se r~fler~ e.l artIculo. 27 de la propia Constitución, en
las que, como se ha establecido jurisprudencialmente, no se requiere la audien-
cia del particular afectado." ·89.2
Por último, -debemos enfatizar que la garantia de audiencia frente a las
leyes no implica que 105 presuntos o posibles afectados deban tener oportu-
nidad de ser escuchados durante el proceso de formación legislativa por el
!l92 Las tesis cuyas consideraciones hemos transcrito y someramente comentado, se pueden
consultar en los siguientes Informes anuales: el de 1944, Segunda Sala, pág. 63; el de 1946, Segun-
da Sala, pág:. 61~ el de 1947, Segunda Sala, pág. 26 Yel de 1970, pleno, página 261. Idem.lnfor.
me de 1982, Fesis l , Pleno. Tesis 80 del Apindice 199J. Materia Constitucional.
GARANTIAS DE SEGURIDAD JUlÚDlCA 567

órgano legislador o sus comisiones y mucho menos por el Ejecutivo de quien


provenga la iniciativa correspondicntc.t'" b l s Si en algunas ocasiones y aten-
diendo a la importancia social, económica o cultural que revista alguna
iniciativa legal, se recaban las opiniones de los sectores vinculados a su
contenido, tal recabación no es consecuencia de ninguna obligación inhe-
rente a la invocada garantía constitucional, sino que denota la conveniencia
de recibir el parecer de los grupos interesados en los motivos y finalidades
del ordenamiento que se esté estudiando por los órganos legislativos.

g) Criterio de la Suprema Corte sobre el alcance de la garantfa de


audiencia

Hemos afirmado anteriormente que nuestro máximo tribunal ha esta-


blecido la tesis de que la garantía de audiencia es operante no sólo frente a
las autoridades judiciales y administrativas, sino también frente a las legis-
lativas, en el sentido de que éstas, en las leyes que expidan sobre cualquier
materia y que prevean actos de privación en detrimento de la esfera jurídica
de los gobernados, deben instituir un procedimiento por medio del cual los
órganos del Estado encargados de aplicarlas oigan en defensa a los presuntos
afectados y les reciban las pruebas atinentes a la preservación de sus derechos.
Ahora bien, la Suprema Corte, a través de su Segunda Sala, ha susten-
tado con posterioridad a la tesis que se acaba de exponer un criterio exten-
sivo de la garantía de audiencia que no sólo amplía su alcance tutelar, sino
que en cierto modo exime al gobernado de la obligación de impugnar en
vía de amparo alguna ley en que no se contenga el mencionado procedi-
miento y en la que se funden los actos de privación. A este respecto se
sostiene por el más alto tribunal de la República que, independientemente
de que la ley secundaria observe o nO la señalada garantía constitucional
en los términos que hemos dejado asentados, toda autoridad del pais, antes
de privar a algún gobernado de los bienes ;urídicos protegidos por la con-
sabida garantía, debe escucharlo en defensa y recibirle las pruebas que
rinda para apoyarla. El fundamento lógico-jurídico de esta consideración
estriba en la supremacía que tiene el artículo 14 de la Ley Fundamental
sobre .la legislaci6n ordinaria y de acuerdo con la declaración implicada
en el artículo 133 constitucional, por lo que, sin perjuicio de lo que pudieren
disponer las leyes secundarias sobre algún procedimiento defensivo, es deber
de todo órgano estatal acatar las exigencias instituidas en el citado artícu-
lo 14 y que configuran la garantía de audiencia.
Atendiendo a la im»ortañcia -que reviste este criterio extensivo trans-
cribimos la parte conducente de las ejecutorias en que se ha sustentado
y que ya constituyen jurisprudencia:
"No basta argumentar que la ley aplicable al caso no contenga determinacio-
nes o reglamentaciones para oír a los interesados cuando se trata de revocar o
modificar la situación jurídica creada en favor de ellos, para que las autoridades
392bis Este criterio se ha sustentado por la Suprema Corte./nfornu de 1984. Presidencia. tesis
15. Tesis juvisprudenciai 9 del Apbulic:e 198'. Pleno. Tesis 80 del Apbuliu 199', Materia ConstilucUmal.
568 LAS GARANTiAS INDIVIDUALES

administrativas no tengan que otorgar a los particulares la garantía de audiencia,


porque sobre cualquier consideración o determinación de leyes secundarias, existe
el mandato de imperiosa obligación contenido en el artículo 14 constitucional, que
obliga a cualquier autoridad a conceder dicha audiencia para afectar los derechos
de los particulares.s'"
"Las autoridades administrativas están obligadas a llenar los requisitos que se-
ñale la norma secundaria aplicable y, además, a cumplir las formalidades esen-
ciales del procedimiento, de tal suerte que, aunque la ley del acto no establezca,
en manera alguna, requisitos ni formalidades previamente a la emisi6n del acuerdo
reclamado, de todas suertes queda la autoridad gubernativa obligada a observar
las formalidades necesarias para respetar la garantía de previa audiencia que con-
sagra el artículo 14 constitucional. En estas condiciones, no es indispensable para
el quejoso atacar la insconstuucionalidad de la ley respectiva, puesto que, para al-
canzar el otorgamiento del amparo, basta que el mismo agraviado demuestre la
contradicción entre el acto combatido y la Carta Fundamental. Cierto es que, con
arreglo a la jurisprudencia- de la Suprema Corte de Justicia y a la del Pleno del
Tribunal Fiscal de la Federación, no tiene éste facultades para declarar la incons-
titucionalidad de una ley, pero tal tesis no impide que el propio Tribunal sea
competente para examinar y decidir si se ajusta o no a la Carta Magna un acto
administrativo que no tiene las características de una ley. 394
"Aunque una ley no marque el procedimiento que se deba seguir cuando con
su aplicación se prive de derechos a una persona, ello no debe obstar para que
se le oiga, ya que es obligación de las autoridades ajustar sus actos y decisiones
a lo que dispone la Constitución general, según lo manda el artículo 133 de
ésta, y por consiguiente, la violación de la garantía de audiencia no proviene
de la aplicación de la ley común, sino de la no observancia al aplicar esa ley, de
]0 que determinan los artículos 14 y 133 de la Constitución, no siendo imputable
tal omisión más que a la autoridad que aplicó aquella ley y no a la que la
expidió, y siendo esto así, no es preciso que se pida amparo contra la ley misma
o contra su expedición para que sea procedente el juicio que se promueve contra
el acto de aplicación, ni la circunstancia de no señalarse dicha le')' comu acto
reclamado, signifique consentimiento en que se aplique sin audiencia preuía" S9S
HEn los casos en que los actos reclamados impliquen privación de derechos,
existe la obligación por parte de las autoridades responsables de dar oportunidad
al agraviado para que exponga todo cuando considere conveniente en defensa de
sus intereses; obligación que resulta inexcusable aun cuando la ley que rige el
acto reclamado no establezca tal garantía, toda vez que el artículo 14 de la Cons-
393 Amparo en revisión 1,821/57. Inmobiliaria latina. S. A.. 8 de enero de 1959. Mayoría
de 3 votos. Ponente: Alfonso Feo. Ramfrez. Disidentes: Felipe Tena Ramírez y José Rivera P. C.
Sexta Época. Tomo XIX. Segunda Sala, pág. 47.
394 Amparo en revisión 2.125/59, Antonio Garda Michel. 23 de marzo de 1960.5 Votos.
Ponente: Felipe Tena Ramírcz. Sexta Época. Tomo XXXIII, Segunda Sala, página 37.
En el mismo sentido las ejecutorias siguientes:
Amparo en revisión 2, 655/6!, Veuancio López Fernández, 9 de octubre de 1961. 5 votos.
Ponente: José Rivera P. C. Sexta Epoca. Tomo Lit Segunda Sala, págs. lO}' 11.
Amparo en revisión 4,048/61, Rosalino Bañuelos Carreni. 5 de octubre de 1961. Unanimi-
dad de 4 \'0105. Ponente: Felipe Tena Ramírez. Sexta Época. Tomo LB, Segunda Sala, pág. 99.
ídem. tesis J'mspntdencial 314 del Apéndice 1975, Segunda Sala. Tesis 338 del Apénduc
1985. ldem. Tesis 2 del Apéndice 1995, Materia Administrativa.
GARANTÍAS DE SEGURIDAD JURfDlCA 569

Jitución federal impone a todas las autoridades tal obligación y, consecuente-


mente, su inobservancia dejaría a su arbitrio decidir acerca de los intereses de
Jos particulares, con violación de la garantEa establecida por el invocado precepto
constitucional." 300
"En materia administrativa en general, y especialmente en materia agraria,
la garantía de audiencia que establece el artículo 14 constitucional, debe inter-
pretarse en el sentido, no de la exigencia de un juicio previo ante los tribunales
establecidos, sino que las autoridades administrativas, previamente a la emisión
de cualquier acto que implique la privacU5n de derechos, respetando los procedi-
mientos que lo condicionan, tienen la obligación de dar oportunidad al agraviado
para que exponga lo que considere conveniente en defensa de sus intereses) aun
cuando la ley que rija el acto no establezca tal garantía) basta que sea consagrada
en la Constitución General de la República." 396 bis
"Los Jueces Federales están obligados a proteger la posesión y carecen de
facultades para decidir si es buena o mala. Contra la autoridad que ordena un
desposeimiento sin cumplir las formalidades esenciales del procedimiento, confor-
me a leyes expedidas con anterioridad al hecho, procede conceder el amparo
al quejoso para el efecto de que dicha responsable, antes de privarlo de la
extensión de tierra de la cual se ostenta poseedor, lo oiga) dándole oportunidad
de rendir pruebas y formular alegatos en defensa de sus derechos, resolviendo
posteriormente 10 que legalmente proceda." ,'La circunstancia de que la pose-
sión del quejoso sea indebida por provenir de una invasión de éste en perjuicio
del ejido tercero perjudicado según afirman las autoridades responsables, no las
releva de la obligación de cumplir con la garantía de audiencia, que deriva del
artículo 14 de la earta Magno.. JJ '396 e
"No basta que una persona sea llamada a determinado procedimiento para
considerar que con ello se respeta la garantía de audiencia sino que es necesario
que en el mismo se aprecien las pruebas aportadas y se tome en cuenta lo que
haga valer en defensa de sus derechos, aduciendo las razones concretas por las
cuales se desechan, en su caso, esas pruebas o se desestiman los argumentos he-
chos valer. H 396 d
También la Sara Administrativa de la Suprema Corte ha establecido el cri-
terio de que los hechos y datos en que la autoridad se base para iniciar un proce-
dimiento que puede culminar con la privación de algún derecho, deben hacerse
del conocimiento del presunto afectado) "lo que se traduce siempre en un acto
de notificación que tiene por finalidad que aquél se entere de cuáles son esos
hechos y así esté en aptitud de de fenderse't.s'" e
395 Amparo en revisión 2,128/52, Florencio Oonzález González. 13 de noviembre de 1958.
Unanimidad de 4 votos. Ponente: Franco Carreño. Sexta Época. Tomo XVII, Segunda Sala, pág.
29. Tesis }ttrispnuiencial314 del Apéndice 1975. Segunda Sala. Idem, tesis 338 del Apéndit:e 1985. Te-
sis 66 del mismoApéndice, Mal. Gen. Tesis 2 del Apéndiu 1995, Materia Administrativa.
396 Informe de 1971, Segunda Sala, pág. 86. Idem, Informe de 1974, Segunda Sala, pág.
25. Idem. tesis jzuispnuiendal339 del Apéndiu 1975, Segunda Sala. Este mismo criterio se sustenta
por dicha Sala en la ejecutoria publicada en el/nfOT77U de 1978, pág. 61. así como por el Primer
Tribunal Colegiado en Materia Administrativa del Primer Circuito. Idem, págs. 79 y 80.
396bi~ Informe de 1982. Tesis 110. Segunda Sala.
3~ Infame de 1977, Segunda Sala, págs. 27 y 28. Este mismo criterio lo ha sustentado el
Tercer Tribunal Colegiado del Primer Circuito en Materia Administrativa (Idem. págs. 197 y siguientes).
390d Infame de 1984, Segunda Sala. pág. 86. Idem, Informe de 1985, tesis 35.
ssee Informe de 1985. Segunda Sala, tesis jurísprudenciai I,
soor Los criterios anteriores se reiteran en las Tesis [urisprudencioles 95 y 96 del Apéndice
1995, Materia Común.
570 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

2. Por otra parte, la propia Suprema Corte, también por conducto de


su Segunda Sala, ha establecido el criterio de que las autoridades adminis-
trativas no pueden reconsiderar sus actos revocándolos en perjuicio del
gobernado a cuyo favor se hubiesen emitido, sin obsequiar la garantía de
audiencia.
Para mejor inteligencia de este criterio debemos formular algunas con-
sideraciones sobre la cuestión en relación con la cual se ha vertido.
Desde el año de 1935 se elaboró la tesis jurisprudencial de que las au-
toridades administrativas no tienen facultad para reconsiderar sus resolucio-
nes, revocándolas, en el caso de que decidan una controversia sobre apli-
cación' de las leyes que rijan en su ramo, creando derechos en favor de las
partes interesadas o de tercero, pues tales derechos no pueden ser desco-
nocidos por una resolución posterior dictada en el mismo asunto." Esta
tesis subsiste en la actualidad, en virtud de que se ha reiterado por la juris-
prudencia de la Suprema Corte....
Con posterioridad a las ejecutorias que informan la mencionada tesis
jurisprudencial, la misma Segunda Sala introdujo la modalidad de que las
autoridades administrativas sí pueden revocar los actos que hubiesen emi-
tido en favor de los particulares cuando tales actos no hayan estado fun-
dados en las leyes o reglamentos que los rijan, por lo que, al no otorgar
por este motivo ningún derecho, su revocación no es violatoria de garantías
constitucionales, ya que los mencionados actos "no engendran derechos ni
producen consecuencias jurídicas, sino, a 10 más, una aparente situación
legal, cuya destrucción no implica lo que en términos técnicos se denomina
privación de un derecho".899
Ahora bien, las ejecutorias que consignan la modalidad antes apuntada
han sido, a su vez, desvirtuadas por el criterio posterior de la mencionada
Segunda Sala que, al reafirmar la tesis jurisprudencial a que antes aludi-
mos ha sostenido que las autoridades administrativas no pueden reconside-
rar las resoluciones que hubieren dictado en favor de un gobernado, aunque
sean "imperfectas" desde el punto de vista de su legalidad, sin conceder al
presunto afectado la oportunidad para ser escuchado en defensa.
Dada la importancia que tiene dicho criterio, transcribimos las ejecu-
torias en que se contiene:

391 Apéndice al tomo XXXV del Semanario Judicial al: la -Pederaci6n, tesis 680.
(Quinta t;poca.)
398 Apéndice al tomo L. tesis 472; Apéndice al tomo LXIV. tesis 567; Apéndice al
tomo LXXVI. tesis 840: Apéndice al tomo XCVII. tesis 925. v Aoéndice al tomo CXVIII.
tesis ~14. (Quinta Bpoca.) (Tesis 228 de la Compilación 1917-1965; tesis 513 del Apéndi-
ce 1975. Segunda Sala.) (Tesis 408 dd Aplndu;~ 1985, Ldem.}
Tomo LXXI, pág. 3,089); y torno VII, pág. 65, Segunda Sala, amparo en revi-
• 399 Tomo LXXI, p~g. 3,089, Arroyo Satusnino y coags.; tomo LXXI, pág. 6,600, Golds-
mrr Gordon Mossa (Qwnta Epoca}¡ y tomo VII, pág. 65, Segunda Saja, amparo en revi-
sión. 1.515/57. Cía. Vinícola de Saltillo. S. A. (Sexta Epoca.)
GARANTiAS DE SEGURIDAD JUiÚD¡CA 571

"La garantía de referencia la establece el artículo 14 constitucional para


cualquier procedimiento en que las autoridades pretendan, con razón O equivoca-
damente privar de algún derecho a las personas. Es inadmisible que la autoridad
administrativa anticipadamente y sin .haber tenido en cuenta la defensa de los
intereses, establezca que se trata en determinados casos de actos administrativos
perfectos o ímperfectos.n-roo
"Es absurda la tesis consistente en que la garantia de audiencia debe conce-
derse tratándose de la revocaci6n de actos administrativos, siempre y cuando los
actos que se revoquen sean perfectos, porque si son imperfectos no procede oír
en defensa previamente al interesado. La garantía de referencia la establece el
artículo 14 constitucional para cualquier procedimiento en que [as autoridades
pretendan, con razón equivocadamente, privar. de algún derecho a las perso-
nas. Además, es inadmisible que la autoridad administrativa anticipadamente y
sin haber, tenido en cuenta la defensa de los -interesados, establezca que se 'trate
en determinado caso de actos administrativos perfectos o imperfectos." 4(11
"Una nueva resolución de autoridad administrativa que deja sin efectos la
que antes se había dictado y que había creado derechos en favor de la quejosa,
se traduce forzosa y necesariamente en violaei6n de los arls.culos 14 y 16 consti-
tucionales en perjuicio del tercero interesado, a quien se priva de la más ele-o
mental defensa, lo que amerita conceder la protección constitucional." 402
'Si la resolución dictada, debida o indebidamente, no es recu-rrida en forma
legal, no deja de causar estado, ya que fija determinadas circunstancias genera-
doras de derecho, que no pueden ser modificadas, sino siguiendo los procedimien-
tos que la ley autoriza; y si no hay ningún precepto legal que faculte a [a auto-
ridad para modificar la resolución y la modifica, es evidente que viola los artículos
14 y 16 constitucionales, en perjuicio de la parte interesada." 4(13
3. En perfecta congruencia con la interpretación que [a Segunda Sala
de [a Suprema Corte ha sustentado respecto del alcance obligatorio de [a
garantía de audiencia para [as autoridades administrativas, se ha conside-
rado que éstas tienen a su cargo [a obligación probatoria del cumplimiento
de las exigencias que constituyen a dicha garantía, por [o que, si no apor-
tan ninguna prueba que [o demuestre, el amparo debe ser concedido en
favor del sujeto que hubiese impugnado sus actos por [a correspondiente
violación constitucional,
Al respecto, nuestro maxuno tribunal sostiene jurisprudencialmente: "La
aseveración de la parte quejosa en el sentido de que no se le citó ni se le oyó
en defensa, que engloba una negativa, obliga .a las autoridades responsables a
. demostrar lo contrario, para desvirtuar la violación al artículo 14 constitucio-
'!lOO Amparo en reviSión 5,501/58. Laboratorios Doctomex, S. A. 23 de enero de 1959.
Unaninúdad de 4 votos. Ponente: Octavio Mendoza González. Sexta Epoca. Tomo XIX,.
Segunda Sala, págs. 47 Y 48. Tesis jurisprudencial 336 del Apéndice 1975, Segunda Sala.
'!IOl Amparo en revisión 2,988J59, Mead Johnson de México, S. A. (acumulados). 3 de-
febrero de 1960. Unanimidad de 4 votos. Ponente: Rafael Matos Escobcdo. Sexta Epoca:
Tomo XXXII, Segunda Sala, pág. 35.
41')2 Amparo en revisión, 5,715/60. Cia. Metalúrgica Asarcc, S. A. 21 de julio de
1961. Unanimidad de 4 votos. Ponente: Octavio Mendoza González. Sexta Época. Tomo.
XLIX, Segunda Sala, pág, 66.
"" '¡-os Revisión fiscal 31161, Nacional de Cobre, S. A. 12 de julio de 1961. Uaani-
midad de 4 votos. Ponente: Rafael Matos Escobedo. Sexta Época. Tomo XLIX, Segunda
Sala, 1>áK. 65.
572 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

nal, y por ello, si no se aporta la prueba requerida, debe concederse el amparo."


"Ante la negativa del quejoso, en quien la responsable fincó un derecho, la
autoridad debió demostrar que si oyó al agraviado para emitir la resolución
cancelatoria del derecho aludido, y si no se prueba tal situación, procede otor-
gar al ofendido la protección constitucional." ~

h) Algunos antecedentes históricos de la garantia de audiencia


1. Esta garantía ya se encontraba consignada en el Derecho Procesal
Penal Hebreo, que se caracterizaba por el principio de que todo miembro
del pueblo tenía el derecho de ser juzgado por el tribunal- supremo' lla-
mado el Sanhedrin, siguiendo las prescripciones juridicas reguladoras del
procedimiento que se instauraba a consecuencia de alguna acusación por
la comisión de cierto hecho delictuoso. Los miembros de dicho tribunal,
cuyo número ascendía a sesenta y que eran considerados como represen-
tantes judiciales de Jehová, en cuyo nombre dictaban sus 'fallos, podían
indistintamente fungir como acusadores, como defensores y como juzgadores.
Para poder imponer cualquier sanción de carácter penal, principalmente la
que estirbaba en la privación de la vida por delitos de carácter religioso que
eran reputados dc máxima gravedad, todo acusado, siendo hebreo, tenía el
derecho dc ser oído cn defensa y aportar las pruebas conducentes a ella
ante los jueces de Israel, defensa que podía asumir, según hemos .indicado,
cualquier miembro integrante del citado alto tribunal.
El procedimiento penal en el Derecho Hebreo estaba sujeto a diversas
reglas que garantizaban dicha defensa y las cuales se establecieron en el
Pentateuco que es uno de los libros que componen el Antiguo Testamento.
Así, los debates debían ser públicos (principio de publicidad), durante el dia
(principio de diurnidad} y en un lugar donde el pueblo pudiese reunirse
para escucharlos y para observar el comportamiento de sus jueces. El acu-
sado podía defenderse por sí mismo o por conducto de alguna persona de
su confianza, pudiendo presentar a sus testigos para que declarasen en su
favor, incluyendo, con esta calidad, a cualquier miembro del Sanhedrín.
La prueba testimonial, que era la más importante, debía consistir e(l las
declaraciones de dos o más testigos, pues la deposición de un solo no tenía
ninguna fuerza de credibilidad. Para garantizar la veracidad en las mani-
festaciones testimoniales, el Derecho Hebreo establecía muy severas sancio-
nes para quienes atestiguaran falsamente, consistiendo en que a los testigos
falsos el tribunal les debía imponer la misma pena con que se castigaba el
delito materia de la dolosa acusación.
404 Amparo en revisión 5,804157. Santiago Nieto y coags. 19 de febrero de 1958. Unanimi-
dad de 4 votos. Ponente: Alfonso Francisco Ramírez. Sexta Época. Tomo VIII, Segunda Sala. pág.
1.0. /nf()rme tk 1974, Segunda Sala, págs. 25 y 26. Idem. tesis jurisprudencial 338 del Apéndice
1975, Segunda Sala. Idem, Apéndice 1985, tesis 344. Tesis 16 del Apéndia /995, Materia Administrativa.
Amparo en revisión 2,821/61, Jorge Figueroa Nunés. 18 de enero de 1961. Unanimidad
de 4 votos. Ponente: Rafael Matos Escobedo. Sexta Época. Tomo XUII, Segunda Sala, pág. 14,
GARANTiAS DE SEGURIDAD JUiÚDlCA 573

Tratándose de controversias de carácter civil, los sujetos contendientes


podían designar de común acuerdo a un juez-árbirto, a quien se encomen-
daba la importante función de dirimirlas, siguiendo las reglas que los inte-
resadas podían libremente establecer, sin contrariar los postulados básicos
que garantizaban la igualdad entre las partes y, sobre todo, el derecho de
ser oído y de aportar pruebas ro< bl'
2. En el Derecho Inglés la garantía de audiencia, según hemos afirmado
en repetidas ocasiones, se estableció en el artículo 46 dc la Carta Magna
impuesta a Juan sin Tierra en el año de 1215 y estribaba en que níngún
hombre libre podía ser privado de su libertad, de su vida o de sus bienes
ni desterrado, sin el juicio emitido por un tribunal integrado por sus pares
o iguales socialmente hablando y de acuerdo con la ley de la tierra, es decir,
con el common law.
3. En el Derecho Español encontramos una norma muy importante en
la que en forma expresa y catcgórica el rey Don Juan ordenó en Valladolid
yen el año de 1448; que: "No se cumplan las reales cartas para desapoderar
a alguno de sus bienes) sin ser antes oído y uencido:"

USi acaeciere, dice la Ley VI, del TItulo III, de la Novísima Recopilación
de Leyes de España, que nos hubiéramos dado, o diéramos cartas para que algu-
nos sean despojados de sus bienes y oficios, y de ellos hiciéramos merced a otros,
nuestra merced y voluntad es, que las tales cartas sean obedecidas y no cumpli-
das: y no entendemos hacer mercedes de bienes, ni de oficios ni de personas
algunas, sin que primeramente sean llamadas y vencidas, y se guarde lo que las
leyes de nuestro Reyno en tal caso mandan ; las cuales mandamos que se guar-
den en todo y por todo, según y como ellas se contiene. Pero que si el maleficio
que alguno cometiere fuere notorio, seyendo Nos certificados de ello, las car-
tas que sobre ello fueren dadas, mandamos, que sean cumplidas. (Ley T. Tít. 13.
Lib. 4.R.)"ro< o

404 b l a Cfr. "La Pasión del Redentor" por JosA Pallés, tomo 11, págs. 66 y siguientes.
En esta interesante y fascinante obra su autor expone con elegancia y con sólidos funda-
mentos tomados del Antiguo y del Nueoo Testamento) el desarrollo del proceso que se
siguió a Cristo ante el Sanhedrin} y en el que se violaron todos los principios reguladores
del mismo, algunos de los cuales hemos indicado. En el mismo apasionante libro don
José Pallés alude al .s'Kundo proceso del Redentor, que se desenvolvió ante el procónsul
Poncio Pilato por el grave delito político de "sedición". Es obvio que recomendamos
ampliamente la lectura de la mencionada obra para quienes tengan interés por inves-
tigar desde el punte de vista jurídico, principalmente, los dos procesos que se siguieron
en contra del Salvador.
4o()-f e La precedencia histórica de la garantía de audiencia en el Derecho Español
se remonta, aún más, a las leyes 12 y 22, título 22 1 de la Partida Tercera al establecerse
que "non ha fuerza de juicio toda palabra o mandamiento que el Juez Caga en los pleytos:
é por ende decimos, que si alguno se querellara al Juez diciendo que le deve otro algu-
na cosa, si fl jugador le diere carta contra aquel de quien querella, que le de, o le
p~gue o le ent~egu~ aquello quel demandava, non emplarandole primeramente, nin sa-
hiendo la verdad. asr como de 5WO mostramos; tal mandamiento como este, non vale nin
574 LAS GARANriAS INDIVIDUALES

IIJ. GARANTÍA DE LA EXACTA APLICACIÓN DE LA LEY EN MATERIA PENAL


Párrafo tercero del artículo 14 constitucional)

Esta garantía de seguridad está concebida en los siguientes términos:

"En los juicios del orden criminal queda prohibido imponer, por sim-
ple analogía y aun por mayoría de razón, pena alguna que no esté decretada
por una ley exactamente aplicable al delito de que se trate."

a) Extensión de la garan.tia

Dicha garantia tiene como campo de vigencia la materia procesal pe-


nal e implica el tradicional principio de legalidad que se enuncia nulla
poena, nullum délictum sine lege. Este postulado establece la bifurcación
de la legalidad sobre dos elementos: los delitos y las penas. A virtud de
él, por consiguiente, un hecho cualquiera, que no esté reputado por la
ley en su sentido material como delito, no será delictuoso, o sea, suscep-
tible de engendrar una penalidad para el que lo comete. En el párrafo ter-
cero del articulo 14 constitucional, dicho principio de legalidad, en la es-
timación delictiva de un hecho humano, no se contiene expresa y directa-
mente. Sin embargo, por inferencia jurídica, a través de la interpretación
del concepto legal de "delito", podemos considerarlo involucrado en la
mencionada disposición constitucional. En efecto, de acuerdo con el articu-
lo 7 del Código Penal para el Distrito Federal, que tiene el carácter de
ordenamiento federal para los delitos de este orden, "delito es todo acto
u omisión que sancionan las leyes penales".. Por ende, para que un hecho
lato sensu (acto positivo u omisión) constituya un delito, es menester que
exista una disposición legal que establezca una pena para su autor, por lo
que cuando no exista aquélla, el acto o la omisión no tiene carácter de-
lictivo. El articulo 14 constitucional en su tercer párrafo, remite, a tra-
vés del término "de!\to", al _concepto legal de hecho delictivo contenido
en el artícul~l. del Código Penal, así como a los ordenamientos penales

ha fuerza de juicio". Sin embargo, cuando en España se entronizó el absolutismo monár-


quico. principalmente bajo el gobierno de Felipe n, la garantía de audiencia dejó de
observarse frente a las decisiones del rey. Así, a propósito del célebre proceso que por
homicidio en la persona de Juan de Escobedo se siguió en contra de Antonio Pérez, pri-
vado del citado monarca, algunos teólogos y juristas, entre ellos el padre Chávez, confesor
de don Felipe. afirmaba que "el Príncipe seglar que tiene poder sobre la vida de sus
súbditos y vasallos, como se la puede quitar por justa causa y por juicio formado, lo
puede hacer sin él, teniendo testigos, pues la orden en lo demás y tela de los juicios
es nada para sus leyes: en las cuales, él mismo puede dispensar". (Cfr. "Antonio Pérez"
de GREGORIO MARAÑÓN. Tomo 1, pág. 348.) Como se ve. la mencionada garantía de
audiencia resultaba ineficaz frente al principio "res legíbus solutus",
GARANTÍAs DE SEGURIDAD JURÍDICA 575

materiales de índole local, según el caso. En consecuencia, para que un


hecho determinado sea considerado como delito y como motivo de aplica-
ción de una pena a la luz de dicho precepto de la Constitución, es nece-
sario que exista una ley quc repute a aquél como tal, o sea, que haya una
disposición legal para que le atribuya una penalidad correspondiente. Se
violará, entonces, el mencionado artículo de la Ley Suprema en su tercer
párrafo, cuando se pretenda aplicar una sanción penal a un hecho que
no esté legalmente considerado como delito en los términos del artículo 7
del ordenamiento penal substantivo o de los códigos penales de los Estados
(principio de nullum crimen, nulla pena sine lege).
Pero además, el principio de legalidad en materia penal no sólo osten-
ta el aspecto indicado en cuanto a la concepción delictiva de un hecho,
sino que se refiere también a las penas. De conformidad con tal postulado,
bajo este segundo carácter, está prohibida la aplicación de una sanción
penal si no existe alguna disposición legal que expresamente la imponga
por la comisión de un hecho determinado. En otras palabras, para todo
delito la ley debe exproiesamente señalar la penalidad correspondiente,
principio que se encuentra consagrado en el multicitado párrafo tercero
del artículo 14 constitucional. Por ende, se infringirá este precepto, cuando
se aplique a una persona una pena que no se atribuya por la ley directa
y expresamente a un delito determinado. Puede suceder, verbigracia, que
un hecho esté catalogado o tipificado por una disposición lcgal como de-
lito; no obstante ello, si dicha disposición legal no consigna la pena que
ha de imponerse a su autor, la autoridad correspondiente no puede aplicar
ninguna sanción penal, ya que, mediante dicha aplicación se infringirá el
mencionado precepto de la Constitución. :liste es el sentido en que debe to-
marse el adverbio "exactamente" empleado en la disposición constitucional
que comentamos, es decir, como indicativo de la expresa correspondencia
fijada por una disposición legal entre un hecho delictivo y una determinada:
penalidad.

b) Interpretaci6n analágica y por mayoría de raz6n

Para asegurar la garantía de la "exacta aplicación de la ley" _. en ma-


teria penal, el párrafo tercero del articulo 14 constitucional prohíbe la irnpo-
sición de penalidad por analogía y por maynría de raz6n.
1. ¿ Qué se entiende por imposición analógica de una pena? ísste acto
es el producto de la ablicacián por analoeia de una cierta penalidad leg-al.

.f04. d En relación a este tema consúltese el estudio del licenciado Julio Guerrero inti-
tulado "La Aplicaci6n exacta de /a Ley" que se public6 en la Revista de Legislación )'
[urísprudenoía, Volumen correspondiente a los meses de enero a junio de 1901, págS.
79 a 93.
576 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

Toda ley tiene un determinado objeto de regulación, el cual está constituido


por el hecho, acto o situación jurídica que norma. Por virtud del carácter
de generalidad de una regla de derecho en sentido material, la normación
que ésta establece se extiende a todos aquellos casos concretos entre los cua-
les exista una relación de identidad, o mejor dicho, de semejanza absoluta.
Una ley se aplica, pues, a dos o más hechos, actos, relaciones o situaciones
exactamente iguales en substancia, sin que en esta aplicación pueda hablar-
se de analogía.
Pues bien, la regulación analógica que una ley establece, se traduce en la
circunstancia de _~'!.e ésta se hace extensiva a aquellos casos concretos que
no están en ella previstos, pero que presentan con las hipótesis expresamente
reguladas cierta similitud. Ésta no debe ser absoluta, puesto que si así fuese,
la ley que normara los actos, hechos, relaciones o situación respectivas, no se
aplicaría analógicamente, sino de manera exacta. La semejanza que debe
haber entre un caso expresamente regulado por una norma jurídica y otro
u otros que no estén previstos en ésta, es de índole relativa. En otras palabras,
la similitud entre dos casos reales debe existir en cuanto a ciertas y determi-
nadas modalidades comunes a ambos: causa, efectos, formalidades, capacidad
de los sujetos, etcétera. Por ende, la aplicación analógica de la ley tiene lugar
cuando a ésta se atribuyen efectos normativos sobre casos reales (actos, hechos,
relaciones o situaciones) que no están previstos en ella, fero que guardan con
las hipótesis expresamente reguladas no una semejanza absoluta (identidad)
sino una similitud relativa, o sea, en cuanto a ciertos aspectos o elementos
.comunes.
La semejanza o similitud que sirve de base a la aplicación analógica de
una ley, se encuentra entre dos o más casos reales, o mejor dicho, trascen-
dentes a la norma aplicada. En consecuencia, para poder aplicar analógi-
camente una disposición legal, hay que constatar previamente la similitud
entre la hipótesis prevista y el caso no previsto bajo diversos aspectos que se
establecen a posteriori o, como dice Von T hur, "la analogía consiste en hacer
aplicación de una norma jurídica a un caso que no hallándose comprendido
en la letra de la ley, presenta una afinidad jurídica esencial con aquel que la
ley decide". Por su parte, Francois Geny sostiene que la aplicación analógica
de una ley se basa en el principio que enseña ubi eadem ratio, idem jus.
Afirma que dicha aplicación "no consiste solamente en aplicar las reglas esta-
blecidas por la ley para una materia determinada o una situación dada, a
materias o situaciones vecinas. Más aún, Como lo ha demostrado R. Sobro,
el procedimiento dejaría de ser admisible, si se basara en una simple seme-
janza .de hipótesis, a efecto de inducir de ella una identidad de soluciones
aplicables. El (ese procedimiento) no es legítimo sino en la medida en que,
habiéndose descubierto la razón íntima y decisiva de la disposición legal, se
transporta su efecto y la sanción de los casos no previstos, en los que se en-
cuentren elementos idénticos a los que condicionan la decisión misma del
GARANTÍAS DE SEGURIDAD JURÍDICA 577
texto. Esto es, a decir verdad, la identidad de substancia jurídica que justi-
fica la extension" .""05
En otros términos, la aplicación analógica de una norma juridica consiste
en referir el consecuente de una ley a un hecho concreto que presenta simi-
litud o semejanza con el antecedente legal. En efecto, toda regla de derecho
es, en términos generales, un juicio lógico, compuesto de un antecedente
(hecho, relación o situación abstractos) (sujeto) y un consecuente (predi-
cado). Ahora bien, puede suceder que un caso concreto encuadre cabalmente
en el antecedente abstracto, esto es, que entre ambos exista una plena coinci-
dencia, tanto en substancia Como en accidentes naturales, siendo ésta la hipó-
tesis de la aplicación exacta de la ley. Cuando, por otra parte, la discrepancia
o divergencia entre dicho antecedente abstracto y el hecho particular sólo se
contrae a los accidentes naturales, manteniéndose la semejanza esencial o subs-
tancial, se estará en presencia de un caso de aplicación legal analógica, al
referirse el consecuente abstracto a tal hecho. Contrariamente, si la disimilitud
es absoluta, o sea, cuando estribe en una no correspondencia esencial y acci-
dental entre el antecedente legal y el c~o individual, a éste no podrá, de
ninguna manera, imputarse norrnativamente el consecuente de la ley, ya que
de hacerlo, ésta se aplicaría indebidamente.
El fundamento lógico de la aplicación legal por analogía es la ratio legis.
Ésta no es sino el conjunto de motivos y causas que se contienen en la norma
para establecer un determinado sentido de regulación en el hecho, acto o
situación abstractamente previstos. Cuando estos motivos o causas señalados
por la proposición lógica legal (antecedente), para prever la regulación
respecto de la hipótesis prevista en la norma (consecuente), se encuentran
en un caso afín a ésta, entonces Se concluye que el hecho, relación, acto o
situación no previstos deben regularse en el sentido establecido por la ley para
el objeto expresamente normado, idea' que se enuncia en el siguiente princi-
pio: ubi eadem. legis ratio, ibi eadem. dispositio (donde existe la misma razón
de la ley -motivos, causas o circunstancias tomados por ésta en considera-
ción [antecedente]-, debe existir la misma disposición) (cl mismo sentido
de regulación expresado en las conclusiones que la norma deriva de dichos
motivos, causas o circunstancias [consecuente]).
La imposición por analogía de una pena implica la aplicación, también
por analogía, de una ley que contenga una determinada sanción penal, a un
hecho quc no está expresamente castigado por ésta y que ofrece semejanza
substancial, pero discrepancia en cuanto a los accidentes naturales, con el
delito legalmente penado. Dicha imposición y aplicación analógica constituye
una oposición flagrante al principio de nulla poena sine lege involucrado en el

..(15 Méthode D'Interp,étation el SOUTets en Droit Privé Positif. Tomo 1, págs. 34 y 35.
Los jurisconsultos Juliano y Ulpiano también consideraron que la analogía es un método
necesario de interpretaci6n de las leyes, ya que éstas no pueden comprender en su texto
literal todos los casos que suscitan la realidad (Cfr. Digesto, Titulo 111).
578 LAS GARANTÍAS INDMDt4ALES

párrafo tercero delartícüro 14 constitucional. En efecto, según tal postulado,


no se debe aplicar ninguna pena que no esté expresamente decretada por una
ley para un determinado delito. Pues bien, la aplicaci6n por analogía de
una sanci6n penal supone la ausencia de una disposici6n legal exactamente
aplicable al hecho de que se trate, por lo que habría que recurrir a una norma
que, imponiendo cierta penalidad a un delito que presente semejanza bajo
cualquier aspecto esencial con el mencionado hecho, pudiera hacerse exten-
siva a éste. Entonces, la pena que se pretendiese imponer al hecho no penado
en la ley, no tendría una existencia legal previa, por lo que se violarla el
aludido principio.
2. Toda ley está motivada por muy diversos factores de variada indole
que en su conjunto constituyen su causa final, puesto que los elementos de su
misma motivación implican su objetivo. Asi, verbigracia, si mediante una ley
pretende resolverse un problema econ6mico, social o político, éste sería la causa
de su expedición, a la vez que su finalidad, ya que la tendencia normativa
propendería a su solución.
Pues bien, puede suceder que un caso concreto revele los atributos de los
factores de motivaci6n y de teleología de una ley, genéricamente considera-
dos, con mayores proporciones o mayor magnitud. Entonces, tomando en
cuenta la causalidad final de la norma jurídica con vista a tales atributos
y la presencia de éstos en el caso concreto, la regulaci6n legal puede impu-
tarse a éste, lo que implica una aplicaci6n por mayorfa de raz6n.
Por ejemplo, si un determinado hecho abstracto considerado legalmente
como delito está penado con una cierta sanción, obedeciendo la tipificación
y la penalidad respectivas a factores sociales, econ6micos, de peligrosidad,
etc., y si el hecho concreto, substancialmente diverso, traduce con mayor gra-
vedad, intensidad o trascendencia tales factores, a este último podría referirse,
por una parte, la estimación delictiva prevista en la norma y, por la otra, la
penalidad correspondiente, lo cual equivaldría a una aplicación normativa
por mayoría de razón.
Como se ve, la aplicación de una ley por mayoría de razón se finca en
elementos trascendentes o externos a la misma, los cuales concurren en la inte-
graci6n de su causa final, de tal manera que la existencia de ellos con mayores
proporciones en un caso concreto origina la referencia normativa a éste. En
cambio, la aplicación anal6gica se basa en elementos inmanentes o internos
de la norma, como son el antecedente y el consecuente abstractos a que se
aludi6, significando la proyección del consecuente legal al caso concreto que
presente semejanza substancial o esencial con el caso abstracto implicado en la
norma. En otras palabras, mientras la aplicaci6n por analogía exige la coinci-
dencia de la hipótesis legal general con el caso individual desde el punto de
vista de su esencia o substancia, pues de no ser así habría aplicaci6n indebida,
como ya se dijo, tratándose de la aplicaci6n por mayoría de razón tal coinci-
dencia no debe existir, siendo el hecho abstracto y el concreto totalmente
GARANTÍAS DE SEGURIDAD JURÍDICA 579
diferentes en si mismos considerados, tanto por lo que se ve al elemento subs-
tancial como a las notas o calidades accidentales principales. Por ende, basta
que haya una concordancia esencial entre el antecedente normativo y el caso
individual, con naturales discrepancias accidentales, para que no se trate de
aplicación por mayoría de razón, sino por analogía. En conclusión, al prohibir
el artí~ulo 14 c?nst!tuc!onal en su tercer párrafo la imposición de penas por
mayor.la de razon, impide que la ley que contenga la sanción penal se haga
extensiva a hechos que, aunque de mayor gravedad, peligrosidad o antiso-
cialidad, etc., que el delito previsto, no estén comprendidos en ella y sean
esencialmente diferentes de su antecedente abstracto, asegurándose mediante
tal prohibición la efectividad del principio nulla poena sine lege.

IV. GAR..AL~TÍAS DE LEGA1.IDAD EN MATERIA JURISDICCIONAL CIVIL


(Cuárto párrafo del articulo 14 constitucional)

Dicho párrafo establece:

"En los juicios del orden civil, la sentencia definitiva deberá ser conforme
a la letra o a la interpretación jurídica de la ley, y a falta de ésta, se fundará
en los principios generales del derecho."

a) Acto de autoridad condicionado


El acto de autoridad condicionado por la expresada garantía de legalidad
es la sentencia definitiva, o sea, la resolución jurisdiccional que dirima el
conflicto jurídico substancial o fundamental en un juicio. Sin embargo, por
extensión jurisprudencial, revelada en multitud de casos concretos cuyas ejecu-
torias sería prolijo mencionar, la Suprema Corte ha reputado como actos
procesales condicionados por la citada garantía no sólo a los fallos de fondos,
sino a las decisiones interlocutorias y demás autos o proveídos en un juicio.
Es más, tal extensividad se deriva del principio de legalidad genérico, en el
sentido de que todo acto de autoridad y, por tanto, toda resolución judicial,
a,unque no sea sentencia definitiva, debe fundarse en la norma jurídica apli-
cable.
Por otra parte, parece ser que, conforme a los términos literales en que
está concebida la garantía de legalidad involucrada en el cuarto párrafo del
artículo 14 constitucional, el acto de autoridad condicionado por ella, es decir,
la sentencia definitiva (o cualquier otra resolución que no sea tal), debe
versar sobre un juicio civil lato sensu, esto es, sobre juicios civiles stricto sensu,
y sobre juicios mercantiles. Sin embargo, tanto la Ley de Amparo en su ar-
tículo 158 como la jurisprudencia de la Suprema Corte en' innumerables
ejecutorias, han hecho extensiva dicha garantía a la materia procesal de
trabajo, en el sentido de que los laudos pronunciados por las Juntas de Conci-
580 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

liaci6n y Arbitraje (y, por extensi6n, cualquiera resolución no definitiva en


materia jurisdiccional laboral) deben dictarse de acuerdo con la letra o la
interpretación jurídica de la ley. Por lo que toca a las resoluciones adminis-
traiioas materialmente jurisdiccionales (pues las que no tienen este carácter
están condicionadas por la garantia de legalidad consagrada en la prímera
parte del articulo 16 constitucional), o sea, a las que recaen a procedimientos.
contencioso-administrativos, la Suprema Corte, a través del conocimiento
constante de los juicios de amparo que contra ellas se promueven, ha hecho
extensiva a las mismas la garantía consignada en el último párrafo del ar-
ticulo 14 constitucional.
En conelusión, podemos afirmar que dicha garantía de seguridad jurídica
rige a toda materia jurisdiccional, con excepci6n de la penal, traducida 'aquélla
en los diversos procedimientos contenciosos que se ventilan ante las autori-
dades judiciales propiamente dichas o ante órganos formalmente adminis-
trativos, como son las Juntas de Conciliaci6n y Arbitraje, el Tribunal Fiscal
de la Federación u otro organismo de la propia naturaleza que legalmente
ejercite normal o excepcionalmente la función jurisdiccional, tal como acon-
tece tratándose de la Dirección General de Aduanas, que, conforme a la ley
respectiva, conoce en segunda instancia de los juicios administrativos que se
ventilan ante los jefes de aduana, por infracción a dicho ordenamiento.

b) Sentido y alcance de la garantía

La garantía de legalidad consagrada en el cuarto párrafo del articulo 14,


cuyo acto de autoridad condicionado estriba en cualquier resolución jurisdic-
cional dictada en un procedimiento judicial civil (lato sensu}, administrativo
o del trabajo, establece como exigencia que debe cumplir la autoridad que la
pronuncie, la consistente en que tal decisión se ciña a la letra de la ley aplica-
ble al caso de que se trate o se base en la interpretación jurídica de la misma.
Esta prescripci6n constitucional excluye a la costumbre o al uso en cual-
quier materia como fuente de las resoluciones jurisdiccionales. Conforme a
ella, sólo en la ley escrita deben apoyarse, y, a falta de ésta, en los principios
generales del derecho. Por consiguiente, los ordenamientos secundarios que
remitan a la costumbre o a los usos como fuente de las decisiones jurisdiccio-
nales, independientemente de los conflictos o controversias en que éstas se
pronuncien, pugnan contra el cuarto párrafo del articulo 14 constitucional.
De ahí que nuestro sistema jurídico sea de derecho escrito, de acuerdo al cual,
como dijera Blondeau, únicamente la ley "debe y puede, merced a su inter-
pretación, bastar a todas las exigencias de la vida jurídica",40.
Ahora bien, la interpretación literal de la ley implica la extracción de su
sentido atendiendo a los términos gramaticales en que su texto está concebido.
Este método es válido si la fórmula legal es clara, precisa, sin que en este caso
-'06 Citado por Geny en su famosa obra mencionada en la nota anterior, tomo l. pág. 25.
GARANTÍAS DE SEGURIDAD JU!ÚDlCA 581

sea dable eludir su literalidad "bajo el pretexto de penetrar en su esplrítu".?"


Según asevera Geny, cn este supuesto "el papel del intérprete se reduce a dar
al texto todo el alcance que comporta su fórmula. y se dice que la interpre-
tación es esencialmente literal o gramatical, porque no se supone quc el
legislador, para expresar su pensamiento, se aparte de las reglas normales
y usuales del lenguaje. Conviene solamente, en caso de equívocos, tomar las
expresiones que emplea en la acepción técnica, adecuada al fin jurídico de la
disposición, más que en una acepción vulgar que traicionaría sus intencio-
nes" ;408
Si el texto de la ley es equívoco o conduce a conclusiones contradictorias
o confusas, su letra no debe Ser la fuente de las decisiones jurisdiccionales,
sino que éstas deben fundarse en su interpretacion jurídica, según lo ordena
el párrafo cuarto del articulo 14 constitucional. La interpretación de una
norma jurídica equivale a la determinación de su sentido y de su extensión
o alcance reguladores, objetivo éste que se obtiene utilizando métodos que
deben coordinarse dentro de un sistema hermenéutico. Estos métodos son el
16gico, el sistemático. el auténtico y el causol-teleolágioo.
El método 16gico consiste en buscar el sentido de la ley conforme a la
recta razón, prescindiendo o no de la acepción de los vocablos empleados
en su texto. Sin embargo, este método es por sí mismo insuficiente para des-
entrañar el sentido de una ley, pue sólo toma en cuenta a una o varias normas
específicas sin relacionarlas con las demás disposiciones que la integran. La
normación legal se compone de un conjunto de reglas jurídicas ordenadas
y sistematizadas que rigen una materia al través de sus distintos aspectos,
modalidades o instituciones. Un determinado precepto no existe solo en ningún
ordenamiento, por lo que el intérprete debe vincularlo, dentro de un trata-
miento lógico, con los demás para demarcar su respectivo ámbito normativo
mediante el señalamiento de los casos, supuestos o hipótesis generales que
comprende. Esta manera de proceder configura el método sistemático que con-
duce, no a la interpretación aislada de una sola disposición legal, sino a la
ubicación de su sentido dentro del conjunto perceptivo a que pertenece.?" b s í

La interpretaci6n auténtica se ha hecho consistir en el descubrimiento de la


voluntad del legislador contenida en una ley. Este método utiliza como instru-
mentos principales la exposición de motivos que precede a su expedición para
justificarla y el sentido de los debates surgidos a propósito de su discusión
en el seno de la asamblea legislativa. Entre nosotros el Congreso de la Unión
tiene la facultad de interpretar las leyes que expide dentro de su órbita com-
<\07 op. cit., tomo J, pág. 30.
eoe l dem, pág. 31. El jurisconsulto Cebo, a su vez, afirmó que "saber las leyes no es
entender sus palabras, sino penetrar el sentido y la mente de ellas" (Scireleges non hoc est,
uerba earum tenere, sed vim ac potestatem) (Digesto, Título 111).
• '08 bl~ Así, inclusive, "lo considero el jurisconsulto Cetso al afirmar que "Es conrra
derecho el juzgar o responder en vista de alguna parte de la ley, sin tenerla toda muy
presente" (Incivile est, nisi tota lege perspecta, una aliqua particula eius proposua iudicare,
1)el resbondere},
582 LAS GARANTiAS INDIVIDUALES

petencial, según se infiere del artículo 72, inciso f) de la Constituci6n, estable.


ciendo que en la interpretación de las leyes se deben observar los mismos
trámites que para su formaci6n. En este caso la interpretaci6n asume el carác-
ter de acto legislativo, es decir, se traduce en lo que se llama "leyes interpre-
tativas" y que, en el fondo, no son sino complementarias de las disposiciones
legales .ínterpretadas, pudiendo suceder que éstas se entiendan derogadas táci-
tamente en los aspectos en que aquéllas las contradigan o establezcan un
sentido normativo distinto. En estas dos hipótesis, las leyes interpretativas son
las que deben prevalecer sobre las interpretadas, quedando sujetas las prime-
ras, asu vez y en cada caso concreto, a la interpretaci6n jurisdiccional.
El método causal-teleológico estriba, como su nombre lo indica, en la in-
formaci6n sobre las causas y fines sociales, polhicos, económicos, culturales,
etcétera, de una ley y conforme a cuyos elementos se puede determinar su sen-
tido. Éste es un método eminentemente objetivo y de él deberá servirse el
intérprete con independencia de la voluntad del legislador, pues no hay que
olvidar que un ordenamiento, una vez que adquiere vigencia y se proyecta
en la realidad social, presenta vida propia como conjunto de normas de con-
ducta. La interpretaci6n que mediante él se formula adscribe a la ley un sentido
normativo per se, pues una vez expedida, como afirma Geny, su texto "se
desprende del pensamiento del legislador para vivir una vida propia e inde-
pendiente", pudiendo aun decirse "que el autor de la ley no ha querido tener
un concepto tan personal, que el contenido de una disposición no pueda ser
descubierto por la conciencia popular, interpretándola día con día"....
La garantia de seguridad juridica consagrada en el cuarto párrafo del
artículo 14 constitucional rige también en el caso de que una resoluci6n
jurisdiccional omita aplicar o invocar la norma aplicable a la cuesti6n que
soluciona o pretende solucionar, pues en virtud de tal omisi6n, no sólo dicho
acto no se conforma COn la "letra o interpretaci6n juridica de la ley", sino
contraría a esta misma, que impone a la autoridad la obligaci6n de obser-
var SUS prescripeiones.
Las anteriores exigencias en que se implica la garantia de legalidad con-
signada en el cuarto párrafo del artículo 14 constitucional, suponen necesa-
riamente la existencia de una ley que indique la soluci6n del conflicto ju-
rídico en sus aspectos procesal y substantivo, planteado en el procedimiento
al cual recae la solución condicionada. Ahora bien, la soluci6n de las con-
troversias de derecho en muchas ocasiones no pueden lograrse mediante la
invocaci6n de ninguna norma jurídica que prevea el caso concreto en de-
rredor del cual surge el conflicto. Esta situaci6n ha dado origen a uno de
los problemas más arduos con que se ha enfrentado la Filosofía Juridica y
se conoce con el nombre de lagunas de la ley. Previendo el surgimiento de
4.00 l dem, págs. 258 y 259. Kelsen, a su vez, sostiene que "Corno la ley sólo adquiere
existencia al completarse el procedimiento legislativo, esa 'existencia' no puede consistir en
la voluntad real de los individuos que pertenecen a la asamblea legisladora" (T eatía
General del Derecho)' del Estado, págs. 38 y 39, Edición "Textos Universitarios", 1979}.
GARANTÍAS DE SEGURIDAD JUIÚolCA 583
dicho problema, que de acuerdo con el sistema exegético sería irresoluble,
nuestra Constitución, en el cuarto párrafo de su artículo 14, otorga la fa-
cultad a la autoridad decisoria de un conflicto juridico para acudir a los
principios generales del derecho, a efecto de resolver la cuesti6n planteada,
cuando no exista ley aplicable al caso individual de que se trate.
El concepto de principios generales del derecho ha sido diversamente
elaborado por la doctrina jurídica. Asi, se ha afirmado que dicho concepto
equivale a los postulados que informan un determinado derecho positivo,
obtenidos mediante el análisis inductivo de sus principales instituciones; y
que a través de la extracci6n de las notas comunes y uniformes en ellas, se
elaboran reglas con aplicaci6n general. Otra corriente doctrinaria ha sos-
tenido que por principios generales del derecho deben entenderse los' del
Derecho Romano, idea ésta solamente valedera para los regímenes jurídicos
estructurados eminentemente por él, como acontecía en Alemania, en que
tal derecho era supletorio del nacional. En tercer lugar, se ha aseverado
que los principios generales del derecho son "los principios universalmente
admitidos por la Ciencia Jurídica", consideraci6n que supone una petici6n
de principio, ya que debe elucidarse, para su validez, la cuesti6n de cuáles
sean esos principios universales. Por último, se ha estimado que los prin-
cipios jurídicos generales SOn los que se derivan del Derecho Natural. Esta
tesis ha sido sustentada por Del Vecchio, quien afirma que por derecho na-
tural debe entenderse el conjunto de reglas o normas que emanen de la
naturaleza del hombre y que aspiren. a la realización de la justicia.
De las cuatro consideraciones apuntadas, la más aceptada en la actua-
lidad es la que estima como principios generales del derecho a las normas
que se obtienen inductivamente de uno o varios sistemas de derecho posi-
tivo, sistemas que a su vez están informados por múltiples factores cultura-
les de los que participan los pueblos que reconozcan un común origen bis-
t6rico. A nuestro parecer, esta tesis es la que se acerca más a la idea ver-
dadera de principios jurídicos generales. En efecto, un principio general, por
su propia indole, no tiene validez universal y, en consecuencia. su formula-
ci6n procede del examen de las instituciones juridicas hist6ricamente dadas
que autorizan a elaborar reglas comunes, de cuyo alcance escapan los sis-
temas de derecho que pertenezcan a tipos culturales diferentes. Es por ello
por lo que no estamos de acuerdo con la opini6n sustentada por el ilustre
jurista italiano, quien reputa como principios generales del derecho, según
ya se dijo, a las normas derivadas de la naturaleza del hombre y que aspiran
a la consecución de la justicia, pues siendo la persona humana idéntica a
si misma en todos los ámbitos espaciales y temporales en que se la suponga,
los postulados jurídicos que de su propia indole se establezcan no serfan
generales, sino universales.
Fieles a las ideas que hemos expuesto, nos permitimos concluir que por
principios g-enerales del derecho, como fuente de colmaci6n de las lagunas
584 LAS GARANTÍAS INDMDUALES

de la ley o como supletoria de la falta de ésta para resolver los conflictos


jurídicos en los términos del cuarto párrafo de nuestro artículo 14 constitu-
cional, deben entenderse las normas elaboradas por la mente investigadora
mediante el análisis inductivo del sistema jurídico mexicano y de los sis-
temas culturales afines, con vista a establecer, en juicios l6gicos en que de-
ben traducirse tales principios, las notas uniformes que rijan a todas las
instituciones integrantes de tales sistemas. Ahora bien, un principio general
del derecho, desde el punto de vista del citado precepto constitucional, na
debe estar acogido en ninguna disposioián escrita para considerarlo como
indice rector de las resoluciones juridicas, pues suponer lo contrario, equi-
valdría a aplicar la norma legal en que tal princioio se contuviera. dándose
la hipótesis primera, consignada en la prevenci6n constitucional a que nos
referimos.
La facultad establecida en el cuarto párrafo del artículo 14 constitucio-
nal a favor del juzgador, en el sentido de recurrir a los principios generales
del derecho para resolver un caso concreto de contenci6n a falta de ley
aplicable, vino a solucionar el serio problema que se suscit6 a prop6sito de
la interpretación del articulo 14 de la Constituci6n de 1857 y que tanto
preoeup6 al insigne jurista don Ignacio L. Vallarta, como ya se dijo. Por
virtud de tal facultad, en efecto, se proscribi6 la garantia de la exacta apli-
eaci6n de la ley en materia judicial civil y, por extensi6n, en materia ad-
ministrativa y de trabajo, al darse atribuciones al juzgador para resolver
las controversias que sobre tales materias se susciten con apoyo en los prin-
cipios generales del derecho. Sin embargo, no por ello se elimin6 la garantía
de legalidad condicionante de las resoluciones jurisdiccionales que se dicten
en los procedimientos civiles, administrativos o del trabajo, ya que dichos
principios sólo operan en nuestro sistema constitucional Como meras fuentes
supletorias de decisi6n, debiéndose pronunciar ésta, primariamente, en los
términos de las disposiciones legales aplicables o conforme a la interpreta-
ci6n jurídica de las mismas.

EL ARTICULO 15 CONSTITUCIONAL

Este precepto dispone: "No se autoriza la celebraci6n de tratados para


la extradici6n de reos políticos, ni para la de aquellos delincuentes del or-
den común que hayan tenido en el país donde cometieron el delito, la
condici6n de esclavos; ni de convenios o tratados en virtud de los que se
alteren las garantías y derechos establecidos por esta Constituci6n para el
hombre y el ciudadano."
GARANTÍAs DE SEGURIDAD JURÍDIGA 585

a) Implicaci6n de las garaniias que contiene

La prohibición que el transcrito artículo 15 establece, se decreta para


las autoridades del Estado que constitucionalmente deben intervenir en la
celebración 'de tratados o convenios internacionales, imponiéndoles, por ende,
obligaciones negativas o de no hacer. Conforme al artículo 89, fracción X,
de la Constitución el Presidente de la República tiene la facultad de celebrar
tratados con las potencias extranjeras, debiéndolos someter a la ratificación
del Congreso Federal. Esta disposición, sin embargo, está contradicha por
el artículo 76, fracción 1, de la propia Ley Suprema, ya que la aprobación
de los tratados internacionales incumbe exclusivamente al Senado, o sea, a
una de las Cámaras en que se deposita el Poder Legislativo Federal. Por
su parte, el artículo 133 constitucional, al declarar que los mencionados
tratados están investidos de supremacía, reitera la citada facultad exclusiva.
Si en la concertación y aprobación de un tratado internacional intervie-
nen respectiva y sucesivamente el Presidente de la República y el Senado, la
prohibición que se prevé en el artículo 15 de la Constitución rige para estos
órganos estatales, implicando una limitación a la conducta exterior del Es-
tado Mexicano.
El tratado, según concepción de los internacionalistas, es todo acuerdo
o pacto entre los Estados soberanos que forman el concierto internacional
para crear, modificar o extinguir entre eUos derechos y obligaciones. Por
consiguiente, el tratado debe tener los elementos de existencia de todo con-
venio (lato sensu}, es decir, el consentimiento (acuerdo o concurrencia de
voluntades) yel objeto (materia de las prestaciones pactadas). De ahí que
el tratado o convenio internacional sean esencialmente equivalentes, aun-
que a uno y a otro suele adscribirse una diferencia específica en cuanto
a su materia, pues se afirma que el primero es una convención de carácter
político entre dos o más Estados y el segundo un pacto (en el amplio sen-
tido de la palabra) de índole económica o administrativa.
Pues bien, la libertad que tiene el Estado Mexicano, externada por el
Presidente de la República ,y'el Senado, para concertar toda clase de trata-
dos o convenios-Inrcrnacionales,se' halla restringida por el artículo 15 cons-
titucional, en el sentido' de qué no se autoriza su celebración cuando se per-
siga cualquiera 'de los 'objetivos que 'este precepto limitativamente prevé.
Por ende, el quebrantamiento. de tal prohibición provoca la nulidad abso-
luta del convenio o tratado que, mediante este hecho, se hubiese celebrado;
y en el supuesto caso de que su aplicación afecte a cualquier gobernado,
éste puede impugnár en vía de amparo y por violación de la disposición
constitucional invocada, tanto e1 acto aplicativo como cl acto aplicado (con-
venio o tratado internacional). Conteniendo el artículo 15 de la Ley Su-
prema diversas garantías de seguridad juridica, traducidas en la prohibición
586 LAS GARANTIAS INDIVIDUALES

mencionada, y siendo el sujeto activo de las mismas todo ente que se en-
cuentre en la situación de gobernado, la invalidez constitucional de un tra-
tado o convenio que infrinja dicho precepto, sólo puede alegarse en cada
caso concreto en que se aplique y precisamente por el afectado particular,
mediante la acción de amparo (principio de la iniciativa o instancia de la
parte agraviada), y cuyo objeto una vez actualizado en la sentencia cons-
titucional, despoja al consabido tratado o convenio de su fuerza normativa,
pero únicamente respecto al quejoso y merced al principio de la relatividad
de los fallos que se dictan en el juicio de garantías."?

b) Alcance de la prohibicién constitucional

Por su objeto, son dos tipos de tratados o convenios internacionales cuya


celebración está prohibida, a saber, los que se refieran a la extradición y los
que impliquen alteración de las garantias del gobernado y de los derechos
del ciudadano.
1. La extradición es el acto por el cual un Estado hace entrega a otro
Estado que la reclama, de una persona a quien se imputa la comisión de
un delito dentro del territorio de la entidad reclamante, para juzgarla por
este motivo. Ahora bien, dicho acto no puede acordarse en ningún tratado
o convenio internacional si el delito, por el que se pretenda extraditar a su
autor, es de carácter politice.
Sin desconocer las dificultades que entraña la descripción conceptual
de "delito político", nos atrevemos a afirmar que éste es aquel que tiene
como finalidad substituir, mediante hechos cruentos o incruentos, las- insti-
tuciones gubernativas o el sistema de gobierno de un país, por otro régimen,
o derrocar a las personas que lo ejercen. Sin embargo, según lo acabamos
de observar, no es posible establecer con toda nitidez la frontera que separa
al delito politico del delito del orden común, pues aunque sus respectivas
finalidades pudieran ser claramente distinguibles, por lo que concierne a
los medios para cometer el politico se suele perpetrar el común. En otras
palabras, con frecuencia sucede que el medio para lograr un objetivo po-
lítico de índole delictiva, consiste en la comisión de uno o varios delitos de
carácter común.

Comentando el artículo 15 de la Constitución de 57, que substancialmente es


semejante al correspondiente de nuestra Ley Suprema vigente, don José María
Lozano expresaba: "Los delitos puramente políticos no tienen semejanza ni punto
alguno de contacto con los delitos comunes. Un ciudadano, de buena fe y animado
por un sentimiento noble de patriotismo, tiene el pensamiento de sustituir en su
patria las instituciones existentes por otras que a su juicio producirían el engran- .

410 Los dos principios a que hemos aludido tos estudiamos en el capítulo VIII denues..
tro libro El Juicio de Amparo.
GARANrlAS DE SEGURIDAD JURIDlCA 587

decimiento de la nación y la felicidad de sus habitantes¡ trata de trastornar el


orden público y prepara los trabajos y elementos que han de servir para subver-
tirlo, derribar 10 existente y poner en su lugar 10 nuevo. Ya adelantados estos
preparativos, el plan fracasa, los conjurados son descubiertos, el jefe principal y
algunos otros huyen, y traspasando las fronteras se refugian en un país vecino.
AIH están al abrigo de toda persecución, el orden público nada tiene ya que te-
mer, basta para evitar nuevas intentonas que la policía esté vigilante; y por lo
que respecta al país a donde los reos políticos se han refugiado, nada tiene que
temer de ellos; y antes por el contrario, el generoso sentimiento que inspira la
desgracia, procurará hacer menos amarga esta expatriación forzosa.
"Guardémonos, sin embargo, de confundir con los delitos políticos el robo, el
plagio, el incendio, el asesinato y todo ese funesto y asolador cortejo de crímenes
que se abriga bajo una bandera política. Si la circunstancia de proclamar un plan
político quitara a todos estos crímenes su carácter verdadero, su naturaleza propia,
nada más seguro que la impunidad. Dad una bandera política, haced finnar un
plan revolucionario a una cuadrilla de bandoleros que se propone vivir del asalto
en los caminos, y cuando sean aprehendidos y juzgados alegarán que son reos de
delito político. Es cierto que han robado, incendiado y matado, pero os contestarán
que éstas son consecuencias inevitables; que el orden público no se subvierte con
consejos y que la guerra no se hace con caricias. No, semejantes criminales deben
juzgarse y castigarse como todos los de su especie; si huyendo de la justicia de su
país se refugian en otro con quien la República tiene celebrado un tratado de
extradición, no hay que creer que la limitación constitucional de que tratamos,
impide que los criminales refugiados sean aprehendidos y entregados a las auto-
ridades de la República, si la extradición se pide en la forma de antemano con-
venida y con los requisitos también estipulados." 4U

Atendiendo a lo embarazoso de la tarea que estriba en distinguir el de-


lito político del delito común en una situación concreta determinada, el
uso internacional, a propósito de la celebración de tratados de extradición
ha aconsejado la adopción de un método pragmático, consistente en enume-
rar las figuras delictivas por las que dicho acto procede e inclusive en segre-
gar del delito político los del orden común que pudieren constituir medios
para su perpetración....
Sin embargo, aunque la determinación de los delitos por los que procede
la extradición queda al criterio de los Estados que celebren el tratado co-
rrespondiente por conducto de sus autoridades competentes (Presidente de
la República y Senado en lo referente a México), ello no impide que, al
impugnarse en vía de amparo dicho tratado por transgredir la prohibición
contenida en el artículo 15 constitucional, la Justicia Federal pueda, en cada
caso concreto, decidir si la figura delictiva de que se trate ostenta o no UDa
verdadera naturaleza política. Suponer que los Tribunales de la Federación
no deben tener esta facultad, sino que la apreciación de la índole de UD
delito (común o político) sólo obedece al arbitrio de los órganos que en

.11 Tratado de los Derechos del Hombre} págs. 103 y 104.


"12 Este método se ha empleado en Jos diversos tratados de extradición celebrados en-
trc nuestro país y algunos Estados extranjeros, tales como Bélgica (l939L El Salvador
(1912), España (1882), Estados Unidos de América (1899).
588 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

representaci6n del Estado mexicano celebren un tratado de extradici6n,


equivaldría a hacer nugatorio en la realidad el citado precepto constitucio-
nal y considerar como mera declaraci6n quimérica la terminante prohibi-
ción que involucra.
Por otra parte, la multicitada prohibici6n se justifica plenamente, pues
con independencia de los motivos políticos y humanitarios que la inspiran,
existe una raz6n de congruencia lógica para legitimarla. En efecto, el ar-
ticulo 22 constitucional veda la pena de muerte en lo tocante a los delitos
políticos que se suponen cometidos o perpetrables dentro del territorio na-
cional y contra las instituciones gubernativas mexicanas. Por tanto, seria
contradictorio que, si en un pais extranjero para esos delitos existiera la
mencionada pena, México pudiera celebrar con él tratados de extradici6n
de sus autores, a efecto de que se les aplicara una sanci6n penal proscrita de
nuestro orden constitucional para ese tipo delictivo.
2. El artículo 15 de la Constituci6n también prohibe los tratados de
9'tradici6n del delincuente del orden común que haya tenido la condici6n
de esclavo en el país donde hubiese cometido el delito. Mediante esta pro-
hibici6n se reafirma la proscripci6n de la esclavitud que preconiza el articulo
2 constitucional, en el sentido de que basta que un sujeto, que haya estado
en esa situación infamante e inhumana, entre al territorio nacional, para
que por ese solo hecho adquiera la libertad. Seria, pues, un contrasentido
si México celebrara con potencias extranjeras, que mantuvieran institucio-
nalmente la esclavitud, tratados de extradici6n de delincuentes comunes que
se encontrasen en semejante ignominioso estado, para que, una vez entre-
gados al pais reclamante, perdiesen la libertad obtenida por efecto constitu-
cional automático en nuestro territorio.
C'Un esclavo que se refugia en nuestro suelo, dice José María Lozano, adquiere
por ese mismo hecho la libertad: ¿podrán celebrarse tratados de extradición en
cuya virtud la República esté obligada a entregar al esclavo delincuente restitu-
yéndolo así al estado de esclavitud? Nuestros constituyentes pensaron que la li-
bertad humana es de tal manera inviolable y sagrada, que importaba más a la
causa de la humanidad conservarla, que el interés que hemos dicho que tienen
todas las naciones en que los delitos no queden impunes. ¿Qué importa en efecto,
que un hombre a quien contra las leyes sacrosantas de la Naturaleza se ha redu-
cido al estado de esclavitud quede impune? Acaso ha delinquido en un momento
en que sus sentimientos de hombre se sublevaron; acaso pensó que la sociedad,
manteniéndolo por la fuerza en esa situaci6n degradante y miserable, no tenía
derecho a sus consideracionea; que nada lo ligaba a sus leyes, que estaba fuera
del estado social y que le era lícito tomar venganza por su propia mano de tantos
y tan grandes ultrajes.".na

La prohibici6n de que tratamos se antoja ea la actualidad obsoleta, ya


que la esclavitud ha sido. eliminada en casi todos los paises del mundo como
instituci6n juridica, por lo que nuestro articulo 15 constitucional en ese
m Op. cit., págs. 104 Y 105.
I
,
i
GARANTÍAS DE SEGURIDAD JURÍDICA 589
aspecto prohibitivo obedece a un trasunto histórico, toda vez que su pre-
vención respondió a una época en que todavía existía en varios países ese
estado tan degradante e inhumano.
3. La tercera prohibición que eonsigna dicho precepto es la más exten-
sa. A través de ella se asegura la observancia de todas las garantías del
gobernado, haciéndolas invulnerables por la conducta contractual del Es-
tado mexicano en el campo internacional. Ningún tratado o convenio, sea
cual fuere su materia, es susceptible de celebrarse si mediante él se alteran
dichas garantías. Esta imposibilidad denota la hegemonía del derecho interno
de nuestro país sobre el derecho internacional, cuyas normas, en su aspecto
convencional, sólo pueden aplicarse dentro del territorio de la República
en tanto no pugnen con los mandamientos constitucionales, según se advierte
con claridad del articulo 133 de la misma Ley Suprema, corroborándose
su sentido por la prohibición que comentamos.
Es más, los tratados o convenios prohibidos no sólo son aquellos que al-
teren las garantías del gobernado, sino también los que afecten los "derechos
del ciudadano", entendidos éstos en su acepción política. Si el ejercicio de
tales derechos en sus fases activa y pasiva (art. 35 constitucional) es la
base del régimen democrático y representativo en que el pueblo mexicano
ha decidido organizarse con motivo del desempeño de la facultad de auto-
determinación inherente a su poder soberano, la tercera prohibición que
contiene el artículo 15 de la Ley Suprema implica, en el fondo, la garantía
de que ese régimen no puede variarse mediante la celebración de ningún
tratado o convenio internacional.

EL ARTíCULO 16 CONSTITUCIONAL
1. PRIMERA PARTE

El artículo 16 de nuestra Constitución es uno de los preceptos que im-


parten mayor protección a cualquier gobernado, sobre todo a través de la
garantla de legalidad que consagra, la cual, dadas su extensión y efectividad
jurídicas, pone a la persona a salvo de todo acto de mera afectación a su
esfera de derecho que no sólo sea arbitrario, es decir, que no esté basado
en norma legal alguna, sino contrario a cualquier precepto, independiente-
mente de la jerarquía o naturaleza del ordenamiento a que éste pertenezca.
Es por ello por lo que, sin hipérbole, se puede afirmar que el aleance am-
pliamente protector del artículo 16 constitucional, difícilmente se descubre
en ningún sistema o régimen jurídico extranjero, a tal punto, que nos es
dable aseverar que en ningún otro país el gobernado encuentra su esfera
de derecho tan liberalmente preservada como en México, cuyo orden ju-
rídico total, desde la Ley Suprema hasta el más minucioso reglamento
administrativo, registra su más eficaz tutela en las disposiciones implicadas
en_dicho precepto.
590 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES
\
La primera parte del artículo 16 constitucional, que es la que vamos a
analizar, ordena textualmente:

"Nadie puede ser molestado en su persona, familia, domicilio, papeles o


posesiones sino en virtud de mandamiento escrito de la autoridad competente,
que funde y motive la causa legal del procedimiento."

Como se ve, la disposición constitucional transcrita contiene varias ga-


rantias de seguridad jurídica; por ende, nos referiremos, siguiendo el orden
de exposición en que están consignadas, a cada una de ellas, una vez que
hayamos estudiado los supuestos de su operatividad, los cuales son: la ti-
tularidad de las mismas, e! acto de autoridad condicionado por ella' y los
bienes jurídicos que preservan.

A. Titularidad de las garantías consagradas en la primera parte del artículo


16 constitucional

El término "nadie", que es e! que demarca desde el punto de vista sub-


jetivo la extensión de tales garantías individuales, es equivalente a "ninguna
persona", "ningún gobernado". Por ende, interpretando a contrario sensu
la disposición constitucional en que se contienen las garantias involucradas
en e! artículo 16, el titular de las mismas es todo gobernado, es decir, todo
sujeto cuya esfera jurídica sea susceptible de ser objeto de algún acto de
autoridad:" abstracción hecha de sus atributos personales, tales como la
nacionalidad, la religión, la situación económica, etc. A través del concepto
"nadie", consiguientemente, y corroborando la extensión tutelar que res-
pecto a todas las garantías individuales origina e! artículo primero de la
Constitución al referir e! goce de ellas a todo individuo, e! precepto que
comentamos protege a toda persona, a diferencia de lo que sucede en al-
gunos sistemas constitucionales extranjeros, en que las disposiciones equi-
valentes sólo alcanzan a los nacionales. De esta guisa, la pretendida univer-
salización de las garantías de la persona frente al Estado y a sus autoridades
por la que pugna la "Declaración. Universal de 16s Derechos de! Hombre"
de diciembre de 1948, con mucha antelación y obedeciendo a un acendrado
espíritu humanitario, cristalizó en México en instituciones constitucionales
no sólo por lo que ve a la Carta de Querétaro, sino desde la Ley Funda-
mental de 1857.

414 Véase en el capítulo segundo de esta obra el concepto de "gobernado", como sujeto
activo de la relación jurídica de supra a subordinación que entraña la garantía individual.
Dentro de dicho concepto se comprende no sólo a la persona física o individuo, según diji-
mos, sino también a las personas morales de derecho privado, de derecho social y a los
organismos descentralizados y, excepcionalmente, a las mismas personas morales oficiales.
J GARANTIAS DE SEGURIDAD JURlnlGA 591

B. Acto de autoridad condicionado por las garantlas consignadas en la


primera parte del articulo 16 constitucional

El acto de autoridad que debe supeditarse a tales garantías consiste en


una simple molestia, o sea, en una mera perturbaci6n o afectaci6n a cual-
quiera de los bienes jurídicos mencionados en dicho precepto, cuyo alcance
protector, a través de ese elemento, es mucho más amplio que la tutela que
imparte al gobernado el artículo 14 constítueional mediante las garantías
de audiencia y de legalidad consagradas en sus párrafos segundo, tercero v
cuarto. En efecto, si la garantía de audiencia sólo es operante frente a actos
de privaci6n, es decir, respecto a actos de autoridad que importen una
merma o menoscabo a la esfera de la persona (disminución de la misma)
o una impedicíón para el ejercicio de un derecho, resulta que es ineficaz
para condicionar la actividad de las autoridades que no produzcan las alu-
didas consecuencias. Por ello, cuando no se trate de actos de privaci6n en
sentido estricto ni de actos jurisdiccionales penales o civiles (a los cuales se
refieren respectivamente los párrafos segundo, tercero y cuarto del artículo
14 constitucional), sino dc actos de mera afectaci6n de Indole materialmen-
te administrativa, las garantías condicionantes son las consagradas en la pri-
mera parte del artículo 16 de la Constituci6n.'" .,.
Ahora bien, por virtud de que todo acto de privación estricto y todo
acto jurisdiccional penal o civil (lato sensu) entrañan un acto de molestia,
ya que la implicaci6n l6gica de este último concepto es mucho más extensa,
es evidente que las garantías de seguridad jurídica involucradas en la pri-
mera parte del artículo 16 constitucional también condicionan a los prime-
ros. De esta manera, cuando se trate de actos privativos o de actos juris-
diccionales penales o civiles (que participan del concepto genético "acto
de molestia"), la validez constitucional de los mismos debe derivar de la
observancia de las garantías consignadas en los tres últimos párrafos del artículo
14 en sus respectivos casos, así como de las contenidas en el artículo 16.
En sintesis los actos de autoridad que necesariamente deben supeditarse
a las exigencias que establecen las garantías consagradas en la primera
parte del artículo 16 constitucional, son todos los posibles imaginables, pu-
diendo traducirse específicamente en los siguientes tipos:

a) En actos materialmente administrativos que causen al gobernado


una simple afectaci6n o perturbaci6n a cualquiera de SUS bienes juridicos,
sin importar un menoscabo, merma o disminución de su esfera subjetiva
de derecho ni una impedici6n para el ejercicio de un derecho (actos de
molestia en sentido estricto);

414 bis Asi lo ha sostenido la Segunda Sala de la Suprema Corte. Cfr. Iniorme de
1975, pltg. 88.
592 U\S GARANTÍAS INDIVIDUALES

b) En actos materialmente jurisdiccionales penales o civiles, comprendiendo den-


tro de este último género a los mercantiles, administrativos y del trabajo (actos de
molestia en sentido lato);
e) En actos estrictos de privación, independientemente de su índole formal o ma-
terial, es decir, en aquellos que produxcan una merma o menoscabo en la esfera jurí-
dica subjetiva de la persona o la aludida impedición (actos de molestia en sentido
lato).

Ahora bien, respecto del primer tipo indicado, los actos correspondientes
sólo deben sujetarse a las garantías implicadas en la primera parte del artículo
16 constitucional, mientras que los comprendidos en las otras dos especies se-
ñaladas, además de estar regidos por tales garantías, deben ajustarse a lo dis-
puesto en los párrafos segundo, tercero y cuarto del articulo 14 de la Ley
Suprema, en los casos relativos.
C. Bienes jurídicos preservados por las garantías consignadas en la primera parte del
artículo 16 constitucional.
El acto de molestia, en cualquiera de sus implicaciones apuntadas, puede
afectar a alguno o algunos de los siguientes bienes jurídicos comprendidos
dentro de la esfera subjetiva de! gobernado: a su misma persona, a su familia, a
su domicilio, a sus papeles o a sus posesiones.
a) A través de! elemento persona, el acto de molestia puede afectar no
solamente la individualidad psi<;o-fisi<:a del sujeto con todas las potestades na-
turales inherentes, sino su personalidad jurídica propiamente dicha. En efecto, el
concepto de "persona" desde el punto de vista jurídico, se establece en aten-
ción a la capacidad imputable al individuo, consistente en adquirir derechos
y contraer obligaciones, teniendo la personalidad jurídica así expresada,
como supuesto, la misma individualidad psico-física, En consecuencia, no
todo individuo es una persona desde el punto de vista del derecho, puesto
que, para adquirir esta calidad, se requiere que jurídicamente se le repute
dotado de la citada capacidad.

Lo anterior se corrobora con el mismo Derecho Romano, en que el escla-


vo no estaba considerado como persona, sino como simple- individuo, en vir-
tud de que se le negaba toda facultad de adquirir derechos yde contraer
obligaciones, negativa que lo situaba en la' condición de cosa (YeS).~: ",

Conforme al artículo 16 ;onstitucional, el act~ nlOle;ti~, ~Otldiciona­


de
do por las garantías que dicho precepto contiene, afecta a la persona jurí-
dica en caso de que l~ restrinja la mencionada capacidad, impidiéndole
adquirir los derechos que se atribuyan a la personalidad genérica por
modo abstracto Ó que sean inherentes a una determinada categoría general
de sujetos, dentro de la que e! particular se encuentre comprendido. Esta
hipótesis de afectación se patentiza tratándose de las personas morales y se
traduce en la circunstancia de que, por un acto de autoridad, se le reduz-
GARANTíAS DE SEGURIDAD JURíDICA 593

can las potestades inherentes a su ser jurídico, impidiéndole el ejercicio de las


facultades correspondientes.
En conclusión, el gobernado, a través de su "persona", es susceptible de
afectarse por un acto de molestia en sentido lato, en los siguientes casos:
1. Cuando se le restringe o perturba su actividad o individualidad psicofisica pro-
piamente dicha e inclusive su libertad personal;
2. Cuando tal restricci6n o perturbaci6n concierne a su capacidad jurídica de ad-
quirir derechos y contraer obliglUiones (libertad de contratación);
3. Tratándose de personas morales, al reducirse o disminuirse los facultades
inherentes a su entidad jurídica, impidiendo o limitando el ejercicio de su actividad
social.
4. Cuando se vulnere cualquier cualidad de la persona humana, como es
su honor, su nombre, su familia. su actividad y. en general, todo elemento. atributo, si-
tuación o derecho humano.vv e
b) Contrariamente a lo que a primera vista puede suponerse, la afectación
por un acto de molestia en perjuicio del gobernado a través de su familia, no
implica que la perturbación consiguiente se realice precisamente en alguno o
algunos de los miembros pertenecientes a dicho grupo, sino que opera en los
derechos familiares del individuo. En efecto, atendiendo a la índole del juicio de
amparo y a la naturaleza misma de las garantías individuales, cualquier acto
de autoridad que lesione a una persona sólo puede ser impugnado en la vía
constitucional por el sujeto a quien directa e inmediatamente le perjudique.
Es por ello por lo que la hipótesis de que el acto de molestia pudiese afectar a
alguno o algunos de los miembros de la familia del gobernado, para conside-
rar que a éste se le violan las garantías de seguridad jurídica consagradas en
el artículo 16 de la Constitución, debe terminantemente rechazarse. Por ende,
tal como lo hemos afirmado, el perjuicio que una persona puede experimen-
tar por un acto de molestia a través del elemento "familia", debe necesaria-
mente recaer en los derechos familiares del gobernado, entendiéndose por
tales todos los que conciernan a su estado civil, así como a su situación de pa-
dre, de hijo, etc., etc.
c) El domicilio del gobernado es uno de sus bienes que en las diversas insti-
tuciones jurídicas de distintos pueblos históricamente dados ha merecido la
mayor protección. Así, en el derecho anglosajón, el "home" del inglés' se consi-
deraba desde tiempos remotos con un "tabú" frente a las autoridades del Esta-
do, a tal punto que el mismo rey estaba impedido para afectarlo de cualquier
manera, si el acto correspondiente no se ceñía a las exigencias de la ley de la
tierra, es decir, el common law. En este sentido está concebido el artículo XLVI
de la Carta Magna Inglesa, que poscribía todo acto que lesionara los bienes
delfreeman sin ajustarse a lo previsto por la lex terree.

414 c; La amplitud conceptual de la personalidad comprende al ser humano en su totalidad de me.


dios. Por tanto, esta comprensión hace inntctsaria la reitmu:ión de éstos en tratados o convenios intemacio-
nales respecto a $U defensa; misma qtU se involucra en el artículo 16 constitucional desde la Ley
Fundamental d. 1857. .
594 LAS GARANTfAS INDIVIDUALES

Con vista a los antecedentes históricos de nuestro articulo 16 constitu-


cional, el "domicilio" del gobernado equivale a su propio hogar, es decir, a
su casa o habitación particular donde convive con su familia.
Sin embargo, podemos decir que la connotación de dicho bien jurídico
se refiere igualmente a los diversos lugares a que aluden los articulos 29 y
33 del Código Civil para el Distrito Federal, por lo que la afectación que a
través de dicho elemento puede experimentar el gobernado, es factible que
se realice en las distintas hipótesis que a continuación mencionamos:
1. En el sitio o lugar en que la persona tenga establecido su hogar,
esto es, su casa-habitación donde conviva con sus familiares, comprendién-
dose en él todos los bienes que se encuentren dentro de ella, Los cuales, por
tal motivo, pueden constituir la materia del acto de molestia;
2. En cuanto a las personas morales, el sitio o lugar donde se bolle es-
tablecida su administraci6n, conforme a lo dispuesto por el articulo 33 del
C6digo Civil.
Es evidente que para que el domicilio de un sujeto pueda reputarse
afectable por un acto de molestia en los términos del articulo 16 constitu-
cional, no debe traducirse en el domicilio legal propiamente dicho, que es
el lugar donde el individuo deba ejercer sus derechos y cumplir sus obliga-
ciones (art, 31 del ordenamiento indicado), sino en el domicilio efectivo, o
sea, en el sitio donde la persona resida realmente, es decir, donde tenga
establecida su casa-habitación, en cuyo caso la perturbación necesariamente
debe recaer en los bienes u objetos que dentro de ella se encuentren, según
ya se dijo.
Ahora bien, ¿pueden considerarse las oficinas de una persona física como
domicilio en los términos y para los efectos del articulo 16 de la Constitución?
Sobre este particular hay que hacer una básica distinción: si el individuo
carece de lugar de residencia definitiva (domicilio efectivo), entonces, apli-
cando el articulo 29 del Código Civil, es obvio que su despacho u oficina
debe reputarse como domicilio y, por ende, afectables por un acto de mo-
lestia todos los bienes que dentro de éste se hallen; por el contrario, y
conforme a dicho precepto, si el gobernado además de su despacho u ofi-
cinas, tiene domicilio efectivo, únicamente éste es susceptible de afectación
según el artículo constitucional invocado.
No desconocemos la dificultad que presenta, ya no digamos la enumera-
ción, sino la simple enumeración de los lugares que pueden estimarse o no
como "domicilio" desde el punto de vista del articulo 16 de la Ley Suprema;
pero lo cierto es que, si se toma en cuenta que los actos de molestia por lo
general tienen como materia de afectación los diversos bienes que dentro
de aquéllos se encuentren, resulta que la perturbación que tales actos ori-
ginen puede impugnarse a través del elemento "posesiones" a que se alude
en el citado precepto constitucional, independiente de que los objetos afec-
tados se hallen o no en un sitio domiciliario. Por tanto, estimamos que el
GARANTfAs DE SEGURIDAD JUlÚDlCA 595

término "domicilio" empIcado en el articulo 16 representa un trasunto rus-


tórico del afán de proteger lo que se ha considerado como más sagrado e
inviolable de la persona: su propio hogar, cuya preservación, por otra parte,
se establece amplia y eficazmente a través del elemento "posesiones", como
ya se afirmó.
d) Bajo la denominación de papeles a que se refiere el articulo 16
constitucional, se comprenden todos los documentos de una persona, es de-
cir, todas las constancias escritas de algún hecho o acto juridico. La raz6n
de ser de la tutela que a dicho elemento imparten las garantías de seguri-
dad juridica contenidas en el mencionado precepto, estriba en poner a salvo
de cualquier acto de molestia, especialmente de los cateas arbitrarios, la do-
cumentación del gobernado y que pueda servir de base a propósitos bas-
tardos e inconfesables para comprometerlo en cualquier sentido. Es por ello
por lo que los "papeles" de una persona gozan de un régimen propio de
preservación constitucional, al permitirse los cateos 0010 en los casos y en
los términos consignados por el artículo 16 de la Ley Suprema. Debe te-
nerse muy en cuenta que el acto de molestia que afecte a la documentación
del gobernado, únicamente debe consistir en la requisición o apoderamiento
de las diversas y variadas constancias escritas que la integren, mas nunca
extenderse a los actos o derechos que en las mismas se consignen, pues la
perturbación a estos últimos opera a través de otros bienes jurídicos preser-
vados por el artículo 16 constitucional. En consecuencia, nos es dable afir-
mar que la inserción del término "papeles" en la fórmula en que se concibe
dicho precepto, más que a una exigencia inaplazable de protección jurídica,
obedeció a una justificada reacción contra prácticas atentatorias y arbitra-
rias observadas en la realidad, al darse frecuentes casos en que impune-
mente las autoridades se apoderaban de la documentación de una persona
con el único fin de perjudicarla en diferentes sentidos, impulsadas muchas
veces por móviles espurios y de represalia, eomo históricamente puede com-
probarse con profusión.
e) Por último, todos los bienes muebles e inmuebles que se encuentren
bajo el poder posesorio de una persona se protegen frente a actos de mo-
lestia a través del elemento posesiones, concepto juridico que explicamos con
antelación," pudiendo ser el afectado tanto el poseedor originario como el
derivado, pero nunca el simple detentador. Análogamente a lo que acontece
tratándose de la contravención a la garantía de audiencia implicada en el
segundo párrafo del artículo 14 constitucional, la violación a las garantías
de seguridad jurídica consignadas en el articulo 16 de la Ley Fundamental,
cuando el acto de molestia afecta las "posesiones" del gobernado, 0010 debe
suscitar la cuestión de determinar si dicho acto de autoridad se ajustó o no
a las exigencias en que tales garantias se traducen, sin poderse discutir ni

4.15 Véase punto 4, inciso e) apartado B del estudio sobre la garantía de audiencia.
596 LAS GARANTÍAS mnrvrnuALEs

dirimir controversias que versen sobre la legitimidad o ilegitimidad, perfec-


ción o imperfección, realidad o apariencia de una determinada posesión
originaria o derivada, ya que el juicio de amparo, que por infracción al men-
cionado artículo 16 se promueva, no es el conducto idóneo para resolver
conflictos posesorios, como tampoco lo es cuando se entabla por inobservan-
cia de la garantía de audiencia, salvo que, como se dijo en otra. ocasión, el
acto violatorio consista en una decisión jurisdiccional culminatoria de un
procedimiento en que el presunto afectado haya tenido la debida injerencia
y que se hubiere emitido por una autoridad constitucionalmente incompe-
tente o contrariando la ley que deba determinar su sentido.

D. Garantía de competencia constitucional


La primera de las garantías de seguridad jurídica que condicionan eJ
acto de molestia consiste en que éste debe dimanar de autoridad compe-
tente. El estudio de la misma suscita, pues, la cuestión consistente en deter-
minar qué se entiende por "competencia" desde el punto de vista del artícu-
lo 16 de la Constitución.
El problema se presentó alrededor del año de 1874, al conocerse por la
Suprema Corte de Justicia de la Nación un amparo promovido por varios
hacendados del Estado de Morelos, patrocinados por el ilustre jurisconsulto
don Isidro Montiel y Duarte contra una ley de carácter fiscal que había
sido expedida por la legislatura de la mencionada entidad federativa, sin
haber estado dicho cuerpo colegiado legítimamente integrado, ya que el
diputado que completó eJ quorum había sido electo en contravención a la
Constitución local, así como promulgada por el gobernador Leyva, quien
había sido exaltado a la gubernatura reelectivamente no obstante que dicha
carta prohibía su reelección.
Las consideraciones jurídicas formuladas por el licenciado Montie! y
Duarte fueron acogidas por el entonces Presidente de la Corte, don José
Maria IgleSÜls, quien en un enjudioso estudio interpretativo del concepto
"autoridad competente" empleado en el artículo 16 de la Constitución Fe-
deral de 1857,." -llegó a la conclusión de que toda autoridad ilegitima es
originariamente incompetente, y por ende, sus actos violatorios de la expre-
sada garantía individual.
a) Tesis de Iglesias. Dada la importancia que ésta representa en la
historia interpretativa de nuestras garantías individuales, principalmente por
lo que concierne a la de "autoridad competente" consignada en el artículo
16 de la Constitución de 57, Y que sobrevive en la Ley Suprema vigente,
a continuación transcribimos algunos puntos sobresalientes del estudio de
don J osé Maria Iglesias a que hemos aludido, en los que este distinguido

4U Estudio Constitucional sobre las facultades de la Corte de Justicia, producido en


J'bril de 1874.
GARANTÍAS DE SEGURIDAD JUlÚDlGA 597

jurista mexicano pretende basar la conclusión que sostiene, en el sentido


de que la competencia de una autoridad equivale lógica y juridicamente a
su legitimidad (competencia de origen).

"La legitimidad de la elección de una autoridad o funcionario envuelve forzo-


samente su competencia o incompetencia 'para el conocimiento de un negocio y
para Su decisión, porque nunca pueden ser competentes si les falta la legitimi-
dad. Al referirse la Carta Fundamental en Su artículo 16 a la competencia de
las autoridades, se refiere a la vez a su legitimidad, implícita e indispensable-
mente. Cuando no cabe duda que una autoridad es legítima, su competencia
mira ya s610, en efecto, de una manera secundaria, a la órbita dentro de la
cual ella debe girar; pero si la legitimidad es dudosa, y con mayor raz6n si
la ilegitimidad es incuestionable la competencia mira entonces a la manera
con que la persona fue nombrada... Sería verdaderamente incomprensible
que los legisladores constituyentes de 1857 hubiesen querido considerar como
violación de las garantías individuales, por lo que cabe el recurso de amparo,
una simple extralimitación de facultades; y que no hubiesen estimado como
violación infinitivamente más grave de aquellas preciosas garantías, y como caso
en que cupiera el amparo, la falta absoluta de toda competencia, emanada del
ejercicio ilegítimo, usurpador, atentatorio, de una falta autoridad. Nunca como
en esta vez puede tener cabida el argumento que llaman los lógicos de minore
ad majus, para sostener que, si se concede el amparo por una falta tal vez
dudosa o cuestionable de competencia, con fundamento infinitamente más só-
lido debe otorgarse por la falta absoluta de legitimidad."
"Por el artículo 16 del propio código (la Constitución), está declarada
violación de las garantías individuales, la molestia que cualquier hombre sufra
en su persona, familia, domicilio, papeles y posesiones, a no ser en virtud de
mandamiento escrito de autoridad competente que funde y motive la causa le-
gal del procedimiento. Y patentizando con razones inconfesables, que no pue-
de ser autoridad competente la que carece de título de legitimidad, se saca de
ahí la consecuencia indeclinable de que el amparo procede con arreglo a los
artículos 16 y 101 de la Constitución, contra las leyes o actos de autoridades
que no son competentes por falta de legitimidad."
"No estará por demás contestar de paso la objeción de que la autoridad que
no es legítima, no es autoridad, y si no es autoridad, no puede pedirse contra
ella el amparo que sólo se da contra autoridad verdadera."
uAI expresarse que el amparo Se da contra las autoridades, 10 que notoria-
mente se ha querido decir, es que no procede contra los particulares, aunque
ataquen las garantías, habiendo contra esas faltas otros remedios. Ahora, para
que el amparo proceda contra las autoridades, basta que estén funcionando
como tales, aun cuando sea sin título legal. Precisamente el recurso de amparo
cabe y es el único que puede caber, para que las falsas autoridades, las ilegí-
timas; las usurpadoras, cesen en el ejercicio de las funciones que no fes com-
peten. De lo contrario, seguirían cometiendo sus atropellamientos, sin que na-
die pudiera irIes a la mano. Las garantías puestas bajo el amparo de la Justicia
Federal, aun en el caso de ser violadas por autoridades legítimas, quedarían
sin protección alguna bajo la tiranía de un usurpador. Por otra parte, como
toda autoridad, aun siendo legítima, deja de serlo cuando se propasa a hacer
10 que no es de su competencia, si la objeción enunciada fuera buena, nunca
habría lugar de amparo contra los abusos de las autoridades. De consiguiente,
si una Legislatura ~~ pusiera a fallar negocios de 'particul~res; si un Ejecutivo se
598 LAS GARANrlAS INDIVIDUALES

metiera a dar leyes o si un Tribunal se encargase de administrar la hacienda


pública, no habría lugar al amparo contra esos actos que violasen las garantías
individuales, por ser notorio que las autoridades relacionarlas carecerían de
legitimidad para ejercer funciones ajenas. No; el amparo procede precisamente
contra semejantes usurpaciones, debiendo examinarse en cada caso que se pre·
sente, si se cometen o no. La cuesti6n enunciada se renueva siempre bajo
distinto aspecto. 'El amparo cabe contra todos los actos de autoridad íncom-
petenie, cabe por lo mismo contra los actos de las falsas autoridades) de las
autoridades ilegítimas, a quienes su ilegitimidad quita toda competencia?"
b) Tesis de Vallarta. La teoría de don José María Iglesias que hemos
esquematizado en sus rasgos más generales en las transcripciones que an-
tecedcn, prevaleció durante algún tiempo en el seno de la Suprema Corte,
habiendo sido rebatida con éxito incuestionable por el insigne don Ignacio
L. Vallarta, quíen distinguía con toda nitidez dos cuestiones jurídicas fun-
damentales diferentes, a saber: la legitimidad, llamada "competencia de
origen" y la competencia propiamente dicha de las autorídades.
Al comentar el artículo 16 de la Constitución de 1857 a través del con-
cepto "autoridad competente", el jurista jalisciense afirmaba:

"Para entender ese artículo en el sentido de que él comprenda no sólo la com-


petencia, sino la legitimidad de la autoridad, ha sido preciso inventar una frase que
no tiene sentido jurídico, que no ha sido conocida en el Foro, sino hasta que se
empezaron a tratar los amparos como el de Morelos. Se ha dicho que donde no hay
legitimidad en la autoridad, tiene ésta incompetencia de origen. ¿ Qué quiere decir
esto en lenguaje forense? ¿En qué ley, en qué doctrina se habla de incompetencia
de origen? Trabajo costará citar un solo autor para quien fuera conocida esa in-
competencia ... Esa frase no tiene sino esta inteligencia que es a la vez su historia;
como el artículo 16 habla s610 de la competencia, y no de la legitimidad, cuando se
quiso juzgar de ésta, 10 mismo que de aquélla, se llamó a la ilegitimidad «incompe-
tencia de origen», creyendo así suplir el silencio del precepto constitucional y facul-
tar a los Tribunales Federales para revisar los títulos de las autoridades. Es conve-
niente no olvidar estas indicaciones históricas, para comprender el tormento que
se ha dado al artículo 16 con el fin de interpretarlo en un sentido que no tiene,
que no puede tener. Los que creen que para juzgar de la competencia de la autori-
dad necesitan remontarse hasta calificar su legitimidad, sostienen que faltando ésta,
no puede existir aquélla, porque toda autoridad ilegítima es, por el mismo hecho,
incompetente. De aquí nace en su concepto la necesidad de examinar la legitimi-
dad de la autoridad para juzgar su competencia. Voy a esforzarme en responder a
esta argumentación, base capital de la teoría que combato. La legitimidad,.. la
competencia son dos cosas distintas, 10 diré repitiendo las palabras del señor licen-
ciado Silíceo, cuando escribía contra la. sentencia de amparo de Morelos; ninguna
es mayor ni menor; ninguna es el todo y la otra la parte; ninguna es el género y la
otra la especie; ninguna es la causa y la otra el efecto j ninguna es la madre y
la otra la hija; son dos entidades independientes con existencias perfectamente
separadas aunque se encamen en una persona. El nombramiento, la elección
hecha en términos legales en persona 'que posca los requisitos necesarios, consti-
tuye la legitimidad de una autoridad; a la vez que su competencia no es más que
la suma de facultades que la ley da para ejercer ciertas atribuciones. La legiti-
midad se refiere a la persona, al individuo nombrado bara tal cargo público; y
GARANTÍAS DE SEGURIDAD JURÍDICA 599

la competencia se relaciona sólo Con la entidad moral que se llama autoridad,


y, abstracción hecha de las cualidades personales del individuo, no mira sino a
las atribuciones que esa entidad moral puede ejercer. Siendo esto aSÍ, bien se
comprende que hay autoridades legítimas que son incompetentes, como, por
ejemplo, un gobernador bien electo, aunque legítimo, es incompetente para pro-
nunciar una sentencia en un juicio civil; Y también, por el. extremo contrario,
hay autoridades ilegítimas que son competentes, como 10 sería un juez que no
tuviera la edad o el título que hoy requiere la ley, y que sin embargo podría
pronunciar esa sentencia. Tal juez, mientras por el superior que corresponda no
sea removido, tiene la suma de facultades que la ley da a la autoridad que re-
presenta, y sus actos, a pesar del vicio de ilegitimidad de su nombramiento, son
perfectamente válidos en ciertos casos. Creo que bastan los casos que he citado,
y que he procurado tomar de textos expresos de la Constitución, para dejar
demostrado que en eJ terreno científico constitucional, la teoría de que debe
ser una misma la autoridad que decida de la competencia y de la legitimidad,
nos llevarla a la confusión más completa de los poderes públicos, a la invasión de
unos en las atribuciones de los otros, a la subversión del orden constitucional. Aun-
que de la ilegitimidad surgiera como una consecuencia necesaria la incompetencia,
doctrina que yo no acepto por las razones que he expuesto, es una verdad evidente
que no es ni puede ser una misma autoridad que juzgue siempre de la ilegitimidad
y de la incompetencia. Esas diversas condiciones en que una autoridad puede en-
contrarse, según que sea legítima o ilegítima, competente o incompetente, no caen,
en nuestro sistema federal, bajo el imperio de un solo poder. La calificación de la
legitimidad de las autoridades locales, pertenece al régimen interior de los Estados,
en todo caso; y la de su competencia, por lo relativo al artículo 16 de la Consti-
tución, entra en la esfera de las atribuciones del Poder Judicial Federal. Por más
que se quiera considerar a la ilegitimidad y a la incompetencia como causa y efecto,
lo que no es cierto, porque la ilegitimidad en último extremo, produce la incapa-
cidad y no la incompetencia, el Poder Federal nunca puede llegar hasta explotar
la legitimidad para de ella deducir la competencia. No es, pues, caso de la compe.
tencia de la Corte, 10 diré, deduciendo esta consecuencia de mis anteriores demos-
traciones, juzgar de la ilegitimidad de las autoridades de los Estados; y no lo es,
sencillamente porque no tiene facultad expresa para ello, lo que basta para que tal
facultad sea de los Estados. Para sostener con éxito lo contrario, sería preciso que el
artículo 16 hablara no sólo de autoridad competente, sino también de autoridad
legítima."
Continúa posterionnenIe diciendo el licenciado Vallarta: "Este publicista (refi-
riéndose a Lozano) examina la cuestión sobre lo que el articulo constitucional
entiende por autoridad competente, y cree que en él se trata de la competencia
constitucional con relación a la materia u objeto del mandamiento expedido", para
deducir de esto que "cuando los Poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, obran
dentro de los límites constitucionales de sus funciones, son competentes". "Hablan-
do después sobre la competencia que llama jurisdiccional asienta, y con esta doctri-
na estoy enteramente conforme, que a ella no se refiere el artículo 16, porque toca
a los Estados en ejercicio de su soberanía determinar en sus leyes la jurisdicción de
sus propios jueces e interpretarlas y aplicarlas en cada caso, y porque es atribución
de la Suprema Corte, según el articulo 99 (106 de la Constitución vigente) de la
Constituci6n, dirimir las competencias suscitadas entre jueces federales o que no
tienen un superior común. En cuanto a la incompetencia de origen, sostiene el se-
ñor Lozano, que da motivo al amparo, cuando se ha verificado una elección en un
Estado contra el tenor ex¡;>reso de la Constituci6n Federal i pero no cuando la in-
,
600 LAS GARANTlAS INDIVIDUALES

fracción sea sólo de la Constitución o leyes particulares del Estado, porque en ese
caso 'importa una cuestión de régimen interior que, afectando de una manera
especial la soberanía del Estado, éste, por medio de sus autoridades, es el único que
puedc y debe resolver. En estos casos la intervención de la Justicia Federal impor-
ta un ataque a la soberanía de un Estado, y en consecuencia una infracción cons-
titucional'." 411

c) Estado actual de la cuestión. La teoría de Vallarta acerca de!


concepto en que está empleado e! término "autoridad competente" en el
artículo 16 constitucional, tanto de la Ley Fundamental de 57 como de la
vigente, ha sido confirmada por la jurisprudencia de la Suprema Corte,
sentada en las tesis que indicamos al calce >" y cuyo extracto dice textual-
mente:
"La competencia constitucional, o sea, la que se refiere a la órbita de
las atribuciones de los diversos poderes, es la única que está protegida por
medio de las garantías individuales." "La competencia jurisdiccional no
puede resolverse por medio de! juicio de garantías, sino en la forma esta-
blecida por la ley."
Por lo que concierne a la llamada incompetencia de origen, la Suprema
Corte ha sustentado el criterio de que no hace procedente el juicio de am-
paro, al asentar que: "La Corte ha sostenido e! criterio de que la autoridad
judicial no debe intervenir para resolver cuestiones polítícas, que incumben
constitucionalmente a otros poderes; en e! amparo no debe juzgarse sobre
la ilegalidad de la autoridad sino simplemente sobre su competencia; pues
si se declara que una autoridad señalada como responsable, propiamente
no era autoridad, el amparo resultaría notoriamente improcedente. Sostener
que el artículo 16 de la Constitución prejuzga la cuestión de legalidad de
las autoridades, llevarla a atacar la soberanía de los Estados, sin fundamento
constitucional y por medio de decisiones de un poder que, como e! judicial,
carece de facultades para ello, convirtiéndose en árbitro de la exigencia de
.poderes que deben ser independientes de él."
'11Cuestiones constitucionales, tomo J, págs. 139 y sigs.
'18Apéndice al tomo XCVII. tesis 223 y 239. Sin embargo, la jurisprudencia de la Su-
prema Corte ha experimentado una importante variaci6n en lo que respecta a la proceden.
da del juicio de amparo en materia competencial. Conforme a la tesis 223 citada, "La com-
petencia constitucional, o sea, la que se refiere a la 6rbita de las atribuciones de los diversos
poderes, es la única que está protegida por medio de las garantlas individuales", declarán-
dose terminantemente en la tesis 239 que: "La competencia jurisdiccional no puede, resolverse
por medio del juicio de garantías sino en la forma establecida por la ley." Ahora, bien la
primera de dichas tesis ya no se reprodujo textualmente en el Apéndice a! tomo CXVIJI,
en el que simplemente se asienta que: "La competencia constitucional puede ser reclamada
en la vla de amparo", sin indicarse que es la única susceptible de ser materia del juicio de
garantías (tesis 227). En cuanto a la improcedencia del amparo respecto de cuestiones
de competencia jurisdiccional, el criterio jurisprudencia! ha consignado una salvedad muy
importante, pues ha 'estimado que tales cuestiones si pueden estudiarse y deeidírse en el
juicio constitucional, cuando hubiesen sido dirimidas por la autoridad responsable e impli-
quen el contenido de un concepto de violaci6n (Apéndice a! tomo CXVIII, tesis 242). Tesis
65 v 67 de la Com/Jilaci6n de 1917-1965, tesis 64 y 74 del Apéndice 1975, Materia General.
ldem, Informe de 1977, Segunda Sala, págs. 73 y 74. Tesis 90 )' 103 del Apéndice 1985,
Materia General.
GARANTiAS DE SEGURIDAD JURÍDICA 60l

En conclusión, la garantía de la competencia autoritaria a que se re-


fiere el articulo 16 constitucional, concierne al conjunto de facultades con
que la propia Ley Suprema inviste a determinado órgano del Estado, de
tal suerte que si el acto de molestia emana de una autoridad que al dictarlo
o ejecutarlo se excede de la órbita integrada por tales facultades, viola la
expresada garantía, así como en el caso de que, sin estar habilitada constitu-
cionalmente para ello, causa una perturbación al gobernado en cualesquiera
de los bienes jurídicos señalados en dicho precepto. La garantía de compe-
tencia constitucional excluye, pues, la legitimidad o competencia de origen
de las autoridades, haciendo improeedente el amparo que contra actos rea-
lizados por órganos o funcionarios ilegalmente integrados, nombrados o
electos, se pretenda promover (amparo político en cierto aspecto). Ahora
bien, por cuanto a la llamada competencia ordinaria y especialmente a la
jurisdiccional, que se revela como el conjunto de facultades con que la ley
secundaria inviste a una determinada autoridad, conforme la jurispruden-
cia ya invocada de la Suprema Corte, no puede reputarse como garantía
de seguridad jurídica en los términos del artículo 16 de la Constitución.
Sin embargo, tal circunstancia no elimina totalmente la posibilidad de que
por actos contraventores de las normas concernientes a la competencia co-
mún de los jueces (y, por extensión, de las demás autoridades del Estado),
proceda el juicio de amparo, lo que ha sido admitido por nuestro máximo
tribunal.?"

E. Garantla de legalidad
La garantía que mayor protección imparte al gobernado dentro de
nuestro orden jurídico constitucional es, sin duda alguna, la de legalidad
consagrada en el artículo 16 de la Ley Suprema, a tal punto, que la ga-
rantía de competencia que hemos estudiado queda comprendida dentro de
ella, La eficacia juridica de la garantía de legalidad reside en el hecho
de que por su mediación se protege todo el sistema de derecho objetivo dc
México, desde la misma Constitución hasta el reglamento administrativo
más minucioso, según se demostrará a través de la exposición que a este
propósito elaboramos,
La garantía de legalidad implicada en la primera parte del artículo 16
constitucional, que condiciona todo acto de molestia en los términos en que
ponderamos este concepto, se contiene en la expresión fundamentación y
motivación de la caUSa legal del procedimiento.
Ahora bien, ¿qué se entiende por "causa legal del procedimiento"? Des-
de luego éste, o sea; el acto o la serie de actos que provocan la molestia en
la persona, familia, domicilio; papeles o posesiones de un gobernado, reali-
419 Tesis jurisprudencial 242, Apéndice al tomo CXVIIl del Semanario Judicial de la Federa.
ción. Tesis 75 de la citada Compilación, y tesis 74 del Apéndice 1975, Mát. General. (Tesis 103 del
Apéndice 1985.) Tesis 291 ddApéndia 1995. Materia Común.
602 LAS GARANTiAS INDlVIDUALE S

zados por la autorldad competente, deben no sólo tener una causa o ele-
mento determinante, sino que éste sea legal, es decir, fundado y motivado
en una ley en su aspecto material, esto es, en una disposición normativa
general e impersonal, creador;' y reguladora de situaciones abstractas.
a) Concepto de fundamentación. La fundamentación legal de la cau-
sa del procedimiento autoritario, de acuerdo con el espiritu del legislador
de 1857, que permanece imbibito en la Constitución actual, consiste en que
los actos que originen la'molestia de que habla el articulo 16 constitucional;
deben basarse en una disposición normativa general, es decir, que ésta
prevea la situación concreta para la cual sea procedente realizar el acto de
autoridad, que exista una ley que lo autorice. La fundamentación legal
de todo acto autoritario que cause al gobemardo una molestia en los bienes
jurídicos a que se refiere el artículo 16 constitucional, no es sino una conse-
cuencia directa del principio de legalidad que consiste en que las autorida-
des sólo pueden hacer lo que la .ley les permite, principio que ha sido aco-
gido por la jurisprudencia de la Suprema Corte/"? Es, más conforme también
10 ha establecido nuestro máximo tribunal, las autoridades deben gozar de
facultades expresas para actuar, O sea, que la permisión legal para desem-
peñar determinado acto de su incumbencia no debe derivarse o presumirse
mediante la inferencia de una atribución clara y precisa.
En efecto, la Suprema Corte ha afirmado que "las autoridades no tienen más
facultades que las que la ley les otorga, pues si así no fuera, fácil sería suponer
implícitas todas las necesarias para sostener actos que tendrían que ser arbitrarios
por carecer de fundamento legal." 421
La exigencia de fundar legalmente todo acto de molestia impone a las
autoridades diversas obligaciones, que se traducen en las siguientes condi-
cienes:
1. En que el órgano del Estado del que tal acto provenga, esté inves-
tido con facultades expresamente consignadas en la norma jurídica (ley
o reglamento) para emitirlo;
2. En que el propio acto se prevea en dicha norma;
3. En que su sentido y alcance se ajusten a las disposiciones normativas
que lo rijan;
4. En que el citado acto se contenga o derive de un mandamiento es-
crito, en cuyo texto se expresen los preceptos específicos que lo apoyen.
El criterio de la Suprema Corte ha corroborado las mencionadas condicio-
nes, según se advierte de las distintas ejecutorias que su Segunda Sala ha dicta-
do, y cuya parte conducente nos permitimos transcribir a continuación:
420 Apéndice al tomo CXVIII del Semario Judicial de la Federación. Tesis 166. Tesis 47, de la
Compilación 1917-1965; tesis 46 del Apéndice 1975, Materia General.
421 Semanario Judicial de la Federacum, Quinta Época, tomo XIH, pág. 51"!. Corroborando
este criterio, la Segunda Sala de la Suprema Corte ha sostenido que "Los actos de autoridades ad-
ministrativas que no estén autorizados por ley alguna, importan 1Iiolación de garantías". (Tesis 112 del 1n-
forme de 1982.) Además, lajurispn-tdencia afirma que "Las autoridades sólo putden hace!" lo que la ley les
permite", (Apéndice 1985, tesis 68, Materia General.) Tesis 100 del Apéndice 1995, Materia Común.
GARANTÍAS DE SEGURIDAD JURÍDICA 603

"Cuando el artículo 16 de nuestra Ley Suprema previene que nadie puede ser
molestado en su persona, sino en virtud de mandamiento escrito de autoridad com-
petente que funde y motive la causa legal del procedimiento, está exigiendo a las
autoridades no simplemente que se apeguen, según criterio escondido en la con-
ciencia de ellas, a una ley, sin que se conozca de qué ley se trata y los preceptos de
ella, que sirvan de apoyo al mandamiento relativo de las propias autoridades, pues
esto ni remotamente constituiría garantía para el particular. Por lo contrario, lo
que dicho artículo les está exigiendo es que citen la ley y los preceptos de ella
e~_ que se apoyen, ya q~e_~ _tra~ de 9~~.j~s!i.!.i9-uen legalmente sus .proveídos ,ha-
ciendo ver que no son arbitrarios. Forma de justificación tanto más necesaria,
cuanto que dentro de nuestro régimen constitucional las autoridades no tienen más
facultades que las que expresamente les atribuye la ley." 422
"El requisito constitucional de legal fundamentación estriba, no en la invoca-
ción global de un código o de un cuerpo de disposiciones legales, pues de ser esto
así, bastaría que los mandamientos civiles se fundamentaran diciendo 'con apoyo
en las disposiciones del Código Civil', las procesales penales 'con apoyo en las dis-
posiciones del Código de Procedimieritos Penales', etc.; lo cual evidentemente deja-
ría al particular en igual desamparo que si la garantía de fundamentación no exis-
tiera, así Como expuesto a los desmanes de la potestad pública, al no sujetarse ésta
al cauce institucional de dicha garantía." 4i23
"El requisito de fundamentaci6n que exige el artículo 16 constitucional, no se
satisface con la citación de la ley de la materia, en que se haya apoyado la autori-
dad responsable, sino que es indispensable, para que el acto pueda reputarse fun-
dado, que precise, en concreto, el precepto legal en que pretenda sustentarse." 424
"Es un contrasentido considerar que no es necesario que las resoluciones de las
autoridades estén expresamente fundadas y motivadas, sino que es suficiente con
que realicen sus actos de gobierno dentro del marco de la legalidad que tienen
señalada, ya que si la autoridad no indica cuáles son los dispositivos legales que
a su juicio le conceden la facultad para obrar en la forma que lo hace, se coloca a
los particulares en la situación de adivinar en qué preceptos legales pretendió
fundarse, 10 que de ninguna manera es el espíritu que informa el artículo 16 cons-
titucional, el cual exige expresamente que las autoridades responsables funden y
motiven sus resoluciones." 425
"El artículo 16 constitucional impone la obligación a las autoridades de fundar
y motivar expresamente su resoluci6n, por 10 que no es bastante para cumplir con
esa obligación el que las autoridades citen globalmente un cuerpo de ley, ya que
esta forma de proceder obligaría a los interesados a adivinar cuál fue el precepto
expreso de esa ley en que pretendieron fundarse las autoridades, lo que traería
como consecuencia la deficiencia en la defensa del interesado." 426
"Si en una resoluci6n no se cita ningún precepto legal que se hubiera tomado
en consideración para dictarla, procede conceder al quejoso el amparo y protección
42~ Amparo en revisión 1,259/59, Octavio Ramos E. y coags. 10 de agosto de 1959.
Unanimidad de .. votos. Ponente: José Rivera P. C. Tomo XXVI, Segunda Sala, págs. 13
Y 14. Sexta Epoca.
4ZS Amparo en revisión 5,079/58, Eduardo So115 Guillén. 30 de enero de 1961. Po-
nente: José Rivera P. C. Tomo XLIII, Segunda Sala, pág. 14. Sexta Época.
4U Amparo en revisi6n 1,645/60, Humberto Avilés Rocha. 16 de noviembre de 1960.
5 votos. Ponente: Felipe Tena Ramírez. Tomo LI, Segunda Sala, pág. 9. Sexta Época.
04Z6 Amparo en revisi6n 3,929/58, Gustavo Lassieur L. y coags. 27 de octubre de 1958.
5 votos. Ponente: José Rivera P. C. Tomo XVI, Segunda Sala, pág. 30. Sexta Bpoce.
;126 Amparo en revisión 183/58, Ludwig Bacbmenn. 8 de septiembre de 1958. Una-
nimidad de 4 votos. Ponente: José Rivera P. C. Tomo XV, Segunda Sala, pág. 16.
Sexta Epoca.
604 LAS GARANTÍAS INDMDUALES

de la JustiCia Federalque solicita, para el efecto de que la autoridad responsable


dicte la resolución que proceda, pero fundándola debidamente en ley." 427

b) Concepto de motivación. La motivación de la causa legal del pro-


cedimiento implica que, existiendo una norma jurídica, el caso o situa-
ción concretos respecto de los que se pretende cometer el acto autorita-
rio de molestia, sean aquellos a que alude la disposición legal fundatoria,
esto es, el concepto de motivación empleado en el artículo 16 constitucio-
nal indica que las circunstancias y modalidades del caso particular encua-
dren dentro del 'marco general correspondiente establecido por la ley.
Toda facultad que la ley atribuye a una autoridad para -desempeñar de-
terminado acto frente al gobernado, tiene límites necesarios que se estable-
cen en la propia norma jurídica y que son demarcativos de la extensión
del supuesto abstracto comprendido en ésta. Pues bien, si tal supuesto no
corresponde al caso concreto, o sea, si éste no enea ja dentro de aquél, el
acto de autoridad respectivo violarla la exigencia de la motivación legal,
por más que estuviese previsto en una norma, es decir, aunque esté le-
galmente fundado.
La motivación legal implica, pues, la necesaria adecuación que debe
hacer la autoridad entre la norma general fundatoria del acto de molestia
y el caso especifico en el que éste va a operar o surtir sus efectos. Sin dicha
adecuación, se violaría, por ende, la citada sub-garantia que, con la de
fundamentación legal, integra la de legalidad:'" bls
Ahora bien, para adecuar una norma jurldica legal o reglamentaria al
caso concreto donde vaya a operar el acto de molestia, la autoridad res-
pectiva debe aducir los motivos que justifiquen la aplicación correspondien-
te, motivos que deben manifestarse en los hechos, circunstancias y modali-
dades objetivas de dicho caso para que éste se encuadre dentro de los su-
puestos abstractos previstos normativamente. La mención de esos motivos
debe formularse precisamente en el mandamiento escrito, con el objeto de
que el afectado por el acto de molestia pueda conocerlos y estar en condi-
ciones de producir su defensa.

Así lo ha considerado la Segunda Sala de la Suprema Corte al sostener que:


"No basta que las responsables invoquen determinados preceptos legales para esti-
mar que sus acuerdos están debidamente fundados, sino que es necesario que los
preceptos invocados sean precisamente los aplicables al caso de que se trate" ü8 y
4.27 Amparo en revisión 2,316/61, Ricardo Méndez Zermeño. 6 de noviembre de 1961.
Unanimidad de 4 votos. Ponente: José Rivera P. C. Tomo LIII. Segunda Sala, pág. 41.
Sexta Época,
012"7 bis Este criterio ha sido corroborado por la Segunda Sala de la Suprema Corte

en la tesis 119 del Informe de 1"979. Ldem, Lniorme de 1980 J Tesis 192. Seg-unda Sala. Ldem.
Informe de 1981 J Tesis, 5 y 7 de la misma Sala.
.(28 Amparo en revisión :?l4 7~/58, Ignacio Negrete Hernéndez. 7 de mayo de 1959.
5 votos. Ponente: Franco Carreña. Tomo XXIII, Segunda Sala, pág. 9. Sexta Época..
GARANTÍAs DE SEGURIDAD JUIÚDlCA 605

que; Si la autondad responsable reconoce que por efundars debe entenderse la


expresión de los fundamentos legales o de derecho del acto reclamado, precisamen-
te por ello se concluye que la resolución reclamada no quedó debidamente funda-
da, si en ella no se contiene la expresión de ningún fundamento legal o de derecho.
y si, por otra parte, la propia autoridad responsable reconoce que por "motivar"
debe entenderse el señalamiento de las causas materiales o de derecho que hayan
dado lugar al acto reclamado, no puede admitirse que la motivación consista en la
expresión general y abstracta de que «por razones de interés público el Gobierno
Federal había decidido constituir por sí mismo y por sus propios medios el puente
a fin de operarlo en forma directa», ya que así la mencionada expresión no señala
en principio las causas materiales o de hecho que hubieren dado lugar al acto
reclamado." 429

C) La motivación legal y la facultad discrecional. La motivación legal


no siempre exige que la referida adecuación sea exacta, pues las leyes otor-
gan a las autoridades administrativas y judiciales lo que se llama facultad
discrecional para determinar si el caso concreto que vayan a decidir encua-
dra dentro del supuesto abstracto previsto nonnativamcnte. La mencionada
facultad, dentro de un régimen de derecho donde impera el principio de
legalidad, debe consignarse cn una disposición legal, pues sin ésta, aquélla
sería arbitraria, es decir, francamente conculcadora del articulo 16 consti-
tucional. La discrecionalidad entraña una potestad decisoria quc se mueve
dentro de supuestos generales consagrados en la norma jurídica. Por tanto,
la facultad discrecional se ostenta como el poder de apreciación que tiene la
autoridad respecto de un caso concreto para encuadrarlo dentro dc la hipó-
tesis normativa preexistente, cuyos elementos integrantes debe necesariamen-
te observar. En otras palabras, la facultad discrecional maneja estos elc-
mcntos para referirlos a la situación específica de que se trate, pero jamás
importa la potestad de alterarlos. La sola idea de que una autoridad pueda,
a pretexto de ejercitar dicha facultad, actuar sin ley o contra la ley, equival-
dría a subvertir todo el régimen de derecho mediante la vulneración al
principio de legalidad que lo sustenta.

En efecto, como afirma Juan Francisco Linaresrs" "si sólo el legislador es el


órgano estatal que crea derecho que los jueces y órganos administrativos aplican..
es claro que las atribuciones discrecionales no pueden fincar sino en ciertas cláusu-
las que el legislador incluye en la ley y que confieren una libre apreciación a tales
órganos ejecutivos. Así) cuando usan la expresión «poder discrecional», se refieren
a ciertas atribuciones que en las leyes se dejan al órgano de aplicación en forma
más o menos vaga mediante fórmulas elásticas -Geny las llama «fórmulas de
goma»- que confieren un más flexible arbitrio intepretativo. Tales por ejemplo
las fórmulas gramaticales «utilidad pública», «utilidad general», «utilidad común»,
«salud pública», «orden público», «moralidad pública», «moralidad». «moralidad

4~!l Amparo en revisión 2,248/61, Puentes Internacionales, S. A. de C. V. 19 de octu-


bre de 1961. 5 votos. Ponente: Rafael Matos Escobedo. Tomo LII, Segunda Sala, pág.
63. Sexta Época.
430 Poder discrecional administrativo, págs. 18 y 19.
606 LAS GARANTiAS INDIVIDUALES

media», «moral y buenas costumbres», «obsceno», «decoro», «bien general», etc.


Se trata evidentemente de «standards legales», de «fórmulas-valoraciones». A este
respecto debemos aceptarque no hay duda de que cuando el lgislador se propone
prever expresamente un caso dado, pero ese caso o situación, por su índole misma,
requiere que se deje al órgano estatal aplicador del derecho una gran latitud de
atribuciones, incluye, en la ley, términos gramaticales que entrañan fórmulas elás-
ticas integrantes de un tipo de «standard» jurídico. Ello ocurre frente a cierta
categoría de relaciones sociales que por su complejidad, variedad, sentido o posi-
ble variaci6n en el tiempo, exigen que, de ser reguladas por el derecho, se atribuya
al órgano intérprete y aplicador de la ley una cota de libertad amplia."

Hemos afirmado que la motivación legal implica la adecuación del caso


concreto en que opere el acto de molestia con la norma juridica fundatoria
del mismo, es decir, que los supuestos abstractos de ésta se den en dicho
caso. Esa adecuación constituye una obligación para la autoridad de la que
provenga el mencionado acto y cuyo cumplimiento debe precisamente rea-
lizarse en el mandamiento escrito correspondiente, en el sentido de que en
él deben aducirse las razones de aplicabilidad de los preceptos legales o re-
glamentarios pertinentes.
Ahora bien, cuando la norma juridica concede a la autoridad la potes-
tad de apreciar según su criterio subjetivo los hechos, circunstancias y mo-
dalidades en general del caso concreto para adecuarlo a sus disposiciones,
se está en presencia, como ya dijimos, de una facultad discrecional. El ejer-
cicio de esta facultad en principio no es susceptible de someterse a la revisión
o examen del poder jurisdiccional, siempre que la autoridad respectiva lo
haya desplegado lógica y racionalmente, sin alterar los elementos sujetos
a su estimación ni omitir los que se hubiesen comprobado. En cambio, la
indicada facultad deja de ser discrecional para convertirse en arbitraria, si se
desempeña en los supuestos contrarios, hipótesis en la cual los actos en los
que bajo tales condiciones se hubiese ejercitado, sí pueden controlarse ju-
dicialmente a través del amparo y en función de la garantía de motivación
legal consagrada en el artículo 16 constitucional.
Esta conclusión se deriva puntualmente del criterio sustentado por la
Suprema Corte en múltiples ejecutorias que ya forman jurisprudencia y
cuyo sentido establece en qué casos dicha facultad es respetable y en cuáles
otros es jurisdiccionalmente controlable, según se advierte de los fallos si-
guientes:

"Puede controlarse en el amparo el uso de las facultades discrecionales, cuando


las mismas se ejercitan en forma arbitraria y caprichosa, cuando la decisión de la
autoridad no invoca circunstancias de hecho, cuando éstas son alteradas, cuando el
razonamiento en que la resolución se apoya es ilógico."
"Si bien es cierto que, por 10 general, debe respetarse, dentro del juicio de
amparo, el correcto ejercicio que la autoridad administrativa haga de su poder
discrecional o de la libertad de apreciación que la ley le concede, también 10 es
que la calificación de la Secretaría de Economía es censurable en el juicio de
garantías, cuando parte de hechos irreales o no comprobados, cuando no contiene
GARANTiAS DE SEGURIDAD JUlÚDlGA 607

argumentaciones, o cuando los razonamiento que expresa- dicha secretaría son


contrarios a las reglas de la lógica o a las máximas de la experiencia, ya que, de
otra suerte, el juicio constitucional quedaría suprimido de modo absoluto, cuales-
quiera que fuesen las circunstancias de cada caso." 431. 432 Y 433

d) Concurrencia indispensable de la fundamentaci6n y de la motiuacién


legales. Ambas condiciones de validez constitucional del acto de molestia
deben necesariamente concurrir en el caso concreto para que aquél no impli-
que una violación a la garantía de legalidad consagrada por el artículo 16
de la Ley Suprema, es decir, que no basta que haya una ley que autorice
la orden o ejecución del o de los actos autoritarios de perturbación, sino que es
preciso inaplazablemente que el caso concreto hacia el cual éstos vayan a sur-
tir sus efectos esté comprendido dentro de las disposiciones relativas a la norma,
invocadas por la autoridad. Por consiguiente, razonando a contrario sensu, se
configurará la contravención al artículo 16 constitucional a través de dieha
garantía, cuando el acto de molestia no se apoye en ninguna ley (falta de
[undamentacién] o en el caso de que, existiendo ésta, la situación concreta
respecto a la que se realice dicho acto de autoridad, no esté comprendida
dentro de la disposición general invocada (jalta de motivaci6n).
La coexistencia de la fundamentación y de la motivación de un acto de
cualquier autoridad, que hace que éste no constituya una violación al articu-
lo 16 de la Ley Suprema (suponiendo que tampoco se contravengan las demás
4.31 Amparo en revisión 5,484/601 Daniel Fragoso Chapa. 23 de noviembre de 1960.
5 votos. Ponente: Felipe Tena Ramiree. Tomo XLI, Segunda Sala, pág. 37. Sexta Época.
Amparo en revisión 2.922/55, Electrolux, S. A. de C. V. 9 de noviembre de 1960.
4 votos. Ponente: Felipe Tena Ramircz. Tomo XLI, pág. 36. Segunda Sala. Sexta epoca.
~32 En el mismo sentido existen las ejecutorias cuyos datos a continuación señalamos
y que aparecen publicadas en la Sexta Época del Semanario Judicial de la Federación
Amparo en revisión 1,251/55, The Coca Cola Company. á de 'septiembre- de 1959.
Unanimidad de 4 votos. Ponente: Felipe Tena Ramírez. Tomo XXVII, Segunda Sala,
página 33.
Amparo en revisión 3,415/60, Narciso Mejía Robles. 4 de enero de 1961. Unanimi-
dad de 4 votos. Ponente: Felipe Tena Ramírez. Tomo XLIII, Segunda Sala, pág. 27.
Amparo en revisión 6,582/56, Fábrica Apelo, S. A. 5 de octubre de 1960. 5 votos.
Ponente: Felipe Tena Ramlrez. Tomo XL, Segunda Sala. pág. 44.
Amparo en revisión 1,969/58, José MI(l. Vázquez Alba. 9 de julio de 1958. Unani-
midad de 4 votos. Ponente: Felipe Tena Ramírez. Tomo XIII, pág. 15.
Amparo en revisión 152/61, Anastasia Miguel Cerda Muñoz. 19 de abril de 1961.
Unanimidad de 4 votos. Ponente: Felipe Tena Ramírez. Tomo XLVI, Segunda Sala,
página 29.
Amparo en revisión 6,489/55, Cía. de Fábricas de Papel San Rafael y Anexas, S. A.
16 de octubre de 1957. Unanimidad de 4 votos. Ponente: Felipe Tena Rernlree.
Tomo IV, Segunda Sala, pág. 120.
Amparo en revisión 3,167/56, Cía. Hulera Euskadi, S, A. 23 de octubre de 1957.
5 votos. Ponente: Felipe Tena Ramírez. Tomo IV, Segunda Sala, pág. 120.
Amparo en revisión 5,665/56, The Gillette Gompany. 22 de septiembre de 1961.
Mayoría de 3 votos. Ponente: Octavio Mendoza González, Disidente: José Rivera P. C.
Tomo LI, Segunda Sala, pág. 1L
Amparo en revisión 7,887/58, Tamm. y Cía, S. A. 6 de abril de 1960. 5 votos.
Ponente: Felipe Tena Ramírez. Tomo XXXIV, Segunda Sala. pág. 22.
608 LAS GARANTÍAS lNDIVIDUALES

garantías que dicho precepto consigna), está corroborada por la jurispruden-


cia de la Suprema Corte en las tesis que a contínuación transcribimos:
"De conformidad con el artículo 16 de la Constitución Federal, nadie puede
ser molestado en su persona, familia, domicilio, papeles o posesiones, sino en virtud
de mandamiento escrito de la autoridad competente, que funde y motive la causa
legal del procedimiento, por lo que es evidente, en atención a esta disposición
constitucional, que las autoridades están obligadas a expresar en sus resoluciones,
las razones y motivos que tengan para dictarla en determinado sentido, dándo-
selos a conocer al interesado, a efecto de que esté en aptitud de hacer valer sus
defensas contra la misma, ya que, de lo contrario, se le infieren molestias infun-
dadas e inmotivadas y, consecuentemente, se viola en su perjuicio la garantía
constitucional señalada." ...8.
"Este precepto (el arto 16) manda que nadie puede ser molestado en su
persona, familia, papeles, domicilio o posesiones, sino en virtud de mandamiento
escrito de autoridad competente que funde y motive la causa legal del procedi-
miento, pero el espíritu de dicho artículo no es que los proveídos respectivos
contengan los preceptos legales en que se apoyan, sino que realmente exista
motivo para dictarlos y exista un precepto de ley que los funde." 484
"Las autoridades administrativas no tienen más facultades que las que expre-
samente les conceden las leyes, y cuando dictan alguna determinación que no
está debidamente fundada y motivada en alguna ley, debe estimarse que es vio-
latoria de las garantías consignadas en el artículo 16 constitucional." "O
"Las autoridades administrativas, por una parte, sólo pueden hacer lo que la
ley les permite, y por otra, la sola existencia de una ley que no ha sído debida-
mente aplicada y citada en el acto administrativo que se reclame, no le da a
éste el carácter de constitucional, por lo que si no se le señala expresamente
como fundamento del acto, éste es inconstitucional, aunque la autoridad respectiva
alegue: que por tratarse del cumplimiento de leyes de orden público, la simple
omisión de una cita legal de una disposición administrativa, que tiene su apoyo
Amparo en revisión 7,184/59, Esteban Vinay Uribe y coag. 24 de febrero de 1960.
5 votos. Ponente: Felipe Tena Ramírez. Tomo XXXII, Segunda Sala, pág. 9.
Amparo en revisión 694/58, Nicholas Propietary Limited. 20 de octubre de 1959.
Unanimidad de 4 votos. Ponente: Felipe Tena Ramírez. Tomo XXVIII, Segunda Sala,
páginas 15 y 16.
Amparo en revisi6n 4,290/57, U. S. Rubber Mexicana, S. A. 3 de junio de 1959.
Unanimidad de 4 votos. Ponente: Felipe Tena Ramírez. Tomo XXIV, Segunda Sala,
oáainas 9 v 10.
Amparo en revisión 2,069/58, Posadas Travelodge, S. -A. -"iI de agosto de 1958.
5 votos. Ponente: José Rivera P. C. Tomo XIV, Segunda Sala, pág. 15.
Amparo en revisión 3,209/57, Cilag AktiengesellschaIt. 28 de julio de 1958. 5 votos.
Ponente: José Rivera P. C. Tomo XIII, Segunda Sala, pág. 47.
Amparo en revisión 545/58, Sirak M. Baloyan. 23 de julio de 1958. 5 votos. Ponen.
te: Alfonso Feo. Remlrez, Tomo XIII, Segunda Sala, pág. 42.
Amparo en revisi6n 5,350/56, The Maico Company Inc. 16 de junio de 1958. 5 vo-
tos. Ponente: Felipe Tena Ramírez. Tomo XII, Segunda Sala, pág. 91.
Amparo en revisión 1,672/60, Tbe Firestone Tire & Rubber Company. 6 de noviem-
bre de 1961. Unanimidad de 4- votos. Ponente: José Rivera P. C. Tomo LII, Segunda
Sala, págs. 15 Y 16.
4SS Tesis jurisprudencial102 de la Compilación 1917-1965, tesis 396 del Ap¿ndic~ 1975.
Segunda Sala. (Tesis 372 del APélldic~ 1985.) -
4-54- Semanario Judicial de la Federación, tomo XXXVIII, pág. 199.
eae Semanario Judicial de la Federación, tomo XXVI, pág. 252.
456 Semanario Judicial de la Federación. tomo XXIX, pág. 669.
GARANTíAS DE SEGURIDAD JURlDICA 609

en preceptos legales permanentes, no puede ser causa para que se perjudique


el interés público."437
"Las autoridades administrativas están obligadas conforme a los artfculos
14 y 16 de la Constitución Federal, a fundar y motivar sus actos, citando las
disposiciones legales aplicables al caso y las razones de su aplicabilidad, a efec-:
to de que los interesados puedan formular adecuadamente sus defensas; pues no
basta que citen alguna razón, máxime si ésta es inexacta o inadecuada; y cuando
no lo hacen así, infringen las garantfas que otorgan dichos artículos.",,"
"El artículo 16 de la Carta Magna, es terminante al exigir, para la validez
de todo acto autoritario de molestia, que el mismo esté fundado y motivado,
debiendo entenderse por fundamentación la cita del precepto que le sirva de
apoyo, y por motivación la manifestación de los razonamientos que llevaron a
la autoridad a la conclusión de que el acto concreto de que se trate encuadra
en la hipótesis prevista en dicho precepto. No basta, por consiguiente, con
que exista en el Derecho positivo un precepto que pueda sustentar el acto de
la' autoridad, ni un motivo para que ésta actúe en consecuencia, sino es indis-
pensable que se hagan saber al afectado los fundamentos y motivos del proce-
dimiento respectivo, ya que sólo así estará en aptitud de defenderse como
estime pertinente. "Por otra parte, la circunstancia de que el acto reclamado
satisfaga las garantías del mandamiento escrito y de autoridad competente, no
le libera del vicio de inconstitucionalidad consistente en la ya apuntada falta
de fundamentación, pues todas estas garantías son concurrentes y deben, por
lo mismo, ser respetadas por la autoridad en el mismo acto que ella emane."
"El artículo 16 de la Constitución Federal, exige que en todo acto de autori-
dad se funde y motive la causa legal del procedimiento. Para cumplir con este
mandamiento, deben satisfacerse dos clases de requisitos, 'mas de forma y otros de fon-
do. El elemento formal queda surtido cuando en el acuerdo, orden o resolu-
ción, se citan las disposiciones legales que se consideran aplicables al caso y se
expresan los motivos que precedieron su emisión. Para integrar el segundo
elemento, es necesario que los motivos invocados sean reales y ciertos y que,
conforme a los preceptos invocados sean bastantes para provocar el acto de
autoridad. "439
"De acuerdo con el artículo 16 de la Constitución Federal, todo acto de
autoridad debe estar adecuada y suficientemente fundado y motivado, enten-
diéndose por lo primero que ha de expresarse con precisión el precepto legal
aplicable al caso y, por lo segundo, que también debe señalarse, con precisión,
las circunstancias especiales, razones particulares o causas inmediatas que se
hayan tenido en consideración para la emisión del acto; siendo necesario,

13i Semanario Judicial de la Federación, tomo LXXI. pág. 5,812.


138 lnforme correspondiente al año de 1947, Segunda Sala. pág. 27.
139 Amparo en revisión 8,872161. José Horacio Septién. 21 de julio de 1961. 5 votos. Po-
neme: Felipe Tena Ramfrez. Tomo XLVIII, Segunda Sala, pág. 36. Sexta Época. Además, Informe
de 1968. Segunda Sala, pág. 126 (dos ejecutorias). Idem. Informe de 197J. pág. 87, Segunda Sala.
610 LAS GARANTíAS INDIVIDUALES

además, que exista adecuación entre los motivos aducidos y las nonnas aplicables,
es decir, que en el caso concreto se configuren las hipótesis normativas.Iw' .
La concurrencia de las garantías de fundamentación y de motivación lega-
les se corroboran en una adición introducida al artículo 16 constitucional con
el objeto de abrir un amplio espacio normativo para que la autoridad judicial
federal pueda autorizar la intervención en cualquier comunicación privada,
principalmente la telefónica. Dicha adición se contiene en los párrafos noveno
y décimo del invocado precepto. Su texto es el siguiente:
"Las comunicaciones privadas son inviolables. La ley sancionará penalmente cual-
quier acto que atente contra la libertad y privada de las mismas. Exclusivamente la au-
toridad judicial federal, a petición de la autoridad federal que faculte la ley ° del
titular del Ministerio Público de la entidad federativa correspondiente. podrá autorizar
la intervención de cualquier comunicación privada. Para ello, la autoridad competente,
por escrito, deberá fundar y motivar las causas legales de la solicitud, expresando ade-
más, el tipo de intervención, los sujetos de la misma y su duración. La autoridad judi-
cial federal no podrá otorgar estas autorizaciones cuando se trate de materias de
carácter electoral, fiscal, mercantil, civil, laboral o administrativo, ni en el caso de las
comunicaciones del detenido con su defensor.
Las intervenciones autorizadas se ajustarán a los requisitos y límites previstos en
las leyes. Los resultados de las intervenciones que no cumplan con éstos, carecerán de
todo valor probatorio."440b¡.~
e) Diversas hipótesis de actos violatarios de la garantía de legalidad. Hemos afir-
mado con antelación que cualquier acto de autoridad que implique una mo-
lestia en alguno de los bienes jurídicos del gobernado, independiente
mente de su índole formal o material, está condicionado por la mencio-
nada garantía. Ahora bien, la contravención a ésta se produce diversa-
mente según la distinta manera como se realiza dicho acto autoritario,
por lo que hemos estimado pertinente hacer referencia a varias hipóte-
sis en la infracción a la citada garantía puede manifestarse.
l. Puede suceder, en primer lugar, que el acto de molestia estribe en una
ley auto-ejecutiva, conforme al concepto respectivo que exponemos en nuestra
ya citada obra.« En este caso, la violación a la garantía de legalidad (que en
esta hipótesis debe considerarse de usuper_legaIUkulU) se origina por la contra-
vención que dicha ley produzca a cualquier precepto constitucional, a cuya ob-
servancia necesariamente debe estar sometida. De esta guisa, la mencionada

440 Informe eh 1970. Segunda Sala, pág. 100 (dos ejecutorias). Idem. Informe eh 1973. Se-
gunda Sala, así como el Informe de 1977, Segunda Sala, pág. 77. Además. también dicha Sala
ha establecido que las garantías de fundamentación y motivación legales de LOdo acto de
molestia deben cumplirse por toda autoridad en el mandamiento escrito y en lo. misma resolución
que lo contenga y no en documentos o acuerdo diferentes. aunque estén vinculados con aquél O
Con éste (informe 1979, tesis 112 y 120, Segunda Sala). Idem, tLJis jurisprudendal 153 del Apmdíce
1985, Materia General. Consúlúnse, además las tesis 260, 261, 262, 263 Y 264 del ApbuJice 1995, Mate-
ria Común.
440bis L1t publicación respectiva se. hizo en el Diario Oficial de la Federación correspondiente
al 3 de julio de 1995.
441 Véase ElJuicio de Amparo.
GARANTÍNi DE SEGURIDAD JURiDICA 611

garantía protege todo el orden establecido por la Constitución frente y contra


cualquier norma de carácter secundario.
Cuando no se trate de una ley en sentido formal, sino de un reglamento
auto-ejecutivo que supone la preexistencia de la norma u ordenamiento regla-
mentado conforme al artículo 89 constitucional, fracción 1, la contravención a
la mencionada garantía individual se consuma en caso de que dicho regla-
mento viole, por sí mismo, cualquier precepto de la Constitución, o revele al-
guna infracción a la ley que reglamente, ya que toda norma reglamentaria no
debe concretarse sino a especificar o detallar la disposición o disposiciones le-
gales correspondientes, sin rebasar su ámbito regulador.
2. En caso de que la ley o el reglamento afectados por los vicios de contra-
vención anteriormente aludidos no sean auto-ejecutivos. es decir, que su eficacia
normativa sobre la esfera del gobernado requiera su aplicación por algún acto
de autoridad concreto y específico, la violación a la garantía de legalidad se
produce al realizarse dicho acto aplicativo, de tal suerte que, a través de éste,
puede hacerse valer en la vía de amparo la citada infracción constitucional. En
consecuencia, todos los actos de autoridad que sean aplicativos de normas vio-
latorias de la Constitución o de disposiciones reglamentarias que contraven-
gan a la Ley Suprema por infringir con antelación lógica el ordenamiento
legal reglamentado, o que se apoyen en las mismas, deben reputarse inobser-
vantes de la garantía de legalidad, no siendo sino la ocasión necesaria para
que, por su conducto, se impugne la norma infractora que por ellos haya sido
referida a la situación concreta del gobernado, pudiendo revelarse específica-
mente en decisiones jurisdiccionales o administrativas.
3. La tercera de las hipótesis de que venimos tratando se traduce en los
llamados actos arbitrarios en el sentido jurídico del concepto, o sea, en actos
que no se apoyen en ninguna norma legal o reglamentaria (ausencia de fun-
damentación legal), en cuyo caso la violación a la garantía de legalidad es ob-
via y evidente.
4. La misma contravención se origina cuando se trate de actos infractores de
la norma que necesariamente deba regirlos, esto es, al realizar o producirse contra-
riamente a las disposiciones legales reglamentarias, y a mayor abundamiento
constitucionales, a las que deban estar sometidos (falta de fundamentación);
así como en el caso de que los actos de molestia refieran indebidamente a una si-
tuación particular o concreta, una norma jurúlica dentro <Ú! la que ésta no quede com-
prendida (falta de motivación).
5. Igualmente se viola la garantía de legalidad que consagra el artículo 16
constitucional, si en el mandamiento escrito que contenga o del que emane
acto de molestia no se citan los preceptos legales o reglamentarios específicos que lo
apoyen (falta de fundamentación) o tampoco se indiquen las razones para llevarlo a
cabo en el caso concreto en que opere o vaya a operar (falta de motivación).
6. Tratándose de las leyes, y por extensión de los reglamentos, no rigen las
garantías de fundamentación y de motivación en cuanto que en tales ordena-
mientos se expresen los motivos que justifiquen sus disposiciones. Así lo ha
sostenido la Suprema Corte en la tesis jurisprudencial que asienta:
612 LAS GARANTíAS INDIVIDUALES

"En el texto de la ley no es indispensable expresar la fundamentación y la motiva-


ción de un ordenamiento legal determinado, pues generalmente ello se realiza en la
exposición de motivos de la iniciativa correspondiente. Este Tribunal Pleno ha estable-
cido que por fundamentación y motivación de un acto legislativo. se debe entender la
circunstancia de que el Congreso que expide la ley, constitucionalmente esté facultado
p,U3 ello, ya que estos requisitos. tratándose de actos legislativos. se satisfacen cuando
actúa dentro de los límites de las atribuciones que la constitución correspondiente le
confiere (fundamentación), y cuando las leyes que emiten se refieren a relaciones sociales
que reclaman ser jurídicamente reguladas (motivación); sin que esto implique que todas
y cada una de las disposiciones que integran estos ordenamientos deben ser necesaria-
mente materia de una motivación específica. "4-Ubis

F. Garantía del mandamiento escrito


Esta garantía de seguridad jurídica, que es la tercera que se contiene en el
artículo 16 constitucional, equivale a la forma del acto autoritario de molestia,
el cual debe derivarse siempre de un mandamiento u orden escritos, Consiguien-
temente, cualquier mandamiento u orden verbales que originen el acto per-
turbador o que en sí mismos contengan la molestia en los bienes jurídicos a
que se refiere. dicho precepto de la Constitución, son violatorias del mismo.
Conforme a la garantía formal a que aludimos, todo funcionario sub-alterno o
todo agente de autoridad debe obrar siempre con base en una orden escrita
expedida por el superior jerárquico, so pena de violar la disposición relativa
de nuestra Ley Fundamental a través de la propia garantía de seguridad jurí-
dica, que, por otra parte, ha sido constantemente reiterada por la Suprema
Corte en numerosas tesis que sería prolijo mencionar.
Ahora bien, para que se satisfaga la garantía formal del mandamiento es-
crito no basta que éste se emita para realizar algún acto de molestia en alguno
de los bienes jurídicos que menciona el artículo 16 constitucional, sino que es
menester que al particular afectado se le comunique o se le dé a conocer. Esta co-
municación o conocimiento pueden ser anteriores o simultáneos a la ejecución
del acto de molestia, pues la exigencia de que éste conste en un mandamiento
escrito, sólo tiene como finalidad que el gobernado se entere de la fundamen-
tación y motivación legales del hecho autoritario que lo afecte, así como de la
autoridad de quien provenga.w
Por otra parte, debe advertirse que el mandamiento escrito debe COntener
la firma auténtica del funcionario público que lo expida, sin que la garantía res-
pectiva se satisfaga con lo que suele llamarse "firmas facsimilares". Este crite-
rio, cuya atingencia es indudable, ha sido sustentado por la Segunda Sala de
la Suprema Corte de Justicia al aseverar que la firma que calce cualquier or-
den escrita "debe ser siempre auténtica, ya que no es sino el signo gráfico con
el que, en general, se obligan las personas en todos los actos jurídicos en que
se requiere la forma escrita, de tal manera que carece de valor una copia facsi-

-14100 Informe de 1984. Pleno, págs. 312 y 313. Tesis jurisprudencíal 36 del Apéndice 1985,
Pleno.
<1-42 Este criterio se contiene en la ejecutoria dictada en la revisión 5,078/52, Antonio Ruiz
Abasca!.
GARANJiAs DE SEGURIDAD JURíDICA 613

milar, sin la firma auténtica del original del documento en que la autoridad
impone un crédito a cargo del causante, por no constar en mandamiento de-
bidamente fundado y motivado" .H";'
G. Breve referencia histórica
La observancia de la ley, que traduce esencialmente la garantía de legali-
dad, fue uno de los postulados básicos en la vida pública y privada del pueblo
hebreo. Esta sola circunstancia indica que la mencionada garantía de seguri-
dad jurídica tiene una antecedencia histórica muy remota. Así, cuenta la le-
yenda que el Decálogo fue entregado por Jehová a Moisés en el Monte Sinaí
y que este profeta mayor y su hermano Aarón asumieron el compromiso ante
el Señor de observar las prescripciones contenidas en tan importante legisla-
ción. Bien es sabido que en el pueblo hebreo y, en general, entre los pueblos
de la antigüedad, el derecho, la religión y la moral se encontraban confundi-
dos en un conjunto de normas que, aunque de contenido diverso, eran for-
malmente jurídicas. En estas condiciones, el Decálogo fue una especie de ley
[undamental y suprema en Israel, de la cual los legisladores de distintas épocas
de la historia del pueblo judío, derivaban las diferentes leyes que dispersamente
se encuentran en los diversos libros que integran el Antiguo Testamento, tales
como el Deuteronomio y el Pentateuco, entre otros.""2c
El artículo 16 constitucional, por lo que atañe a la garantía de legalidad,
encuentra otro antecedente en la Carta Magna inglesa del rey Juan Sin Tierra
del año de 1215, cuya disposición XLVI, establecía que ningún hombre libre
debía ser aprehendido, destruido, privado de sus posesiones, etc., sino con-
forme a la "ley de la tierra", es decir, según el common laur, exigencia que
proscribía la arbitrariedad de las autoridades.
Dicha garantía de legalidad fue corroborada en Inglaterra por diversos
ordenamientos estatutarios, dentro de los que destaca, por su cxhaustividad
en la enunciación de los derechos del gobernado, el famoso "Bill of Rights",
al cual nos referiInos en el capítulo primero de esta obra.
Por otra parte, siendo la consabida garantía de tan amplia extensión
tutelar, puesto que consagra el principio de legalidad mismo, podemos
afirmar, sin hipérbole, que se descubre en todos los ordenamientos escri-
tos o consuetudinarios históricamente dados, mediante los que se haya su-
jetado al poder público a determinadas normas de observancia obligatoria
en beneficio de los gobernados, por lo que no es exagerado sostener que,
a medida que los regímenes estatales evolucionaban hacia su estructura-
ción jurídica, la citada garantía se afianzaba insensiblemente hasta culmi-
nar su institución definitiva en reglas constitucionales. que dadas su
diversidad y variedad en el tiempo y en el espacio, sería un tanto prolijo
siquiera mencionar.
Así, en la enmienda cuarta a la Constitución Federal Norteamericana, para no
aludir sino a una de tantas reglas, se consignó la garantía de legalidad en los

442bi) Informe de 1982, Tesis JJ4, Segunda Sala.


H2c Cfr. "Deuteronomio", capítulo V y VI.
614 LAS GARANTiAS INDIVIDUALES

siguientes térrninos: "No se violará el derecho del pueblo que lo pone a cu-
bierto de aprehensiones y cateos arbitrarios en sus personas, habitaciones, pa-
peles y efectos; y no se expedirá ninguna orden sobre esto, sin causa
probable, que lo motive, apoyada en un jurament.o o afirmación, que designe
claramente el lugar que ha de registrarse, y las personas o cosas que hayan de
ser aprehendidas o embargadas."
En México, la multicitada garantía se consagró, con la misma fórmula ac-
tual, en nuestra Constitución Federal de 1857, habiéndose ya instituido desde
la Ley Fundamental de 1824, ordenamiento que en su artículo 152 disponía:
"Ninguna autoridad podrá librar orden para el registro de casas, papeles y
otros efectos de los habitantes de la República, si no es en los casos expresa-
mente dispuestos por la ley y en la forma que ésta determine".
El j1myecto de Constitución de 1917 no consagró la garantía de legalidad en
la forma expresa como se contenía en el art. 16 de la Constitución de 1857.
posiblemente debido a un inexplicable e injustificado afán de innovación, ha-
biéndose únicamente instituido un régimen de seguridad jurídica en lo que
c?ncierne a las órdenes de aprehensión, a los cateos y a las visitas domicilia-
nas.
Ahora bien, como el texto del artículo 16 del proyecto constitucional no
impartía. a juicio de los Constituyentes de 16-17, las debidas garamías al go-
bernado frente a actos arbitrarios, ya que los actos de autoridad condiciona-
dos por sus disposiciones no se comprendían en un concepto genérico. sino
en tipos específicos y diversos, después de prolongados debates, se opt.ó por
acoger en el precepto definitivo de la Constitución vigente la misma fórmula
implicada en la Ley Suprema de 1857, con lo que se logró situar al gobernado
dentro de un régimen de amplísima y segura protección frente a cualquier
acto autoritario.

11. SEGUNDA PARTE

El artículo 16 constitucional en su segunda parte establece: "No podrá li-


brarse orden de aprehensión sino por la autoridad judicial y sin que preceda
denuncia, acusación o -querella de un hecho determinado que la ley señale
como delito sancionado, cuando menos, con pena privativa de libertad y exis-
tan datos que acrediten el cuerpo del delito y hagan probable responsabilidad
del indiciado". Dicho precepto agrega que "La autoridad que ejecute una or-
den judicial de aprehensión, deberá poner al inculpado a disposición del juez,
sin dilación alguna y bajo su más estricta responsabilidad", en la inteligencia
de que "La contravención a lo anterior será sancionada por la ley penal" (Pá-
rrafos segundo y tercero del aludido precepto cuyo texto vigente se incorporó
a él mediante reforma constitucional publicada el 3 de septiembre de 1993).
Como se ve, el acto de autoridad condicionado por las diversas garant.ías
consagradas en esta segunda parle del artículo 16 constitucional (orden de
aprehensión), tiene como efecto directo la privación de libertad del sujeto '1/.0
derivada de u.na sente-ncia ju.dil:ial, O sea, la privación libertaria como un hecho
[neuenliuo.
GARANTíAS DE SECURIDAD JURfDlCA 615

A. Exégesis del precepto


a) La primera garantía de seguridad jurídica que encontramos en la se-
gunda parte del artículo 16 constitucional, es la que concierne a que la orden
de aprehensión o detención librada en contra de un individuo emane de la
autoridad judicial. Este concepto está contenido en el mencionado precepto en
su sentido formal, esto es, que por "autoridad judicial" debe entenderse aquel
órgano estatal que forme parte del poder judicial, bien sea local o federal, se-
gún el caso. Se presenta la cuestión de si la autoridad judicial que deba dictar
la orden de aprehensión o detención contra un sujeto, deba ser también com-
petente. Sobre este particular, e interpretando gramaticalmente la parte del
artículo 16 constitucional en que dicha idea se involucra, la Suprema Corte ha
sostenido en una ejecutoria que este precepto "no menciona, entre los requisi-
tos para que se dicte la orden de aprehensión, que la autoridad que la ordene
sea competente, sino sólo que sea judicial, sin perjuicio, naturalmente, de que,
durante el curso de la averiguación, se promueva lo que se estime pertinente
respecto de la competencia" .143
De acuerdo, pues, con el artículo 16 constitucional, toda orden de aprehen-
sión o detención debe emanar de una autoridad judU:ia1 en el sentido formal del
concepto. Existen, no obstante, dos excepciones o salvedades constitucionales a esta
garantía de seguridad jurídica que son las siguientes:
l. -{;aso de delito flagrante. Esta excepción consiste en que "En los casos
de delito flagrante, cualquier persona puede detener al indiciado poniéndolo
sin demora a disposición de la autoridad inmediata y ésta, con la misma pron-
titud, a la del Ministerio Público" (Pfo, 4 'del art. 16). Por delito flagrante o in
fraganti se entiende todo hecho delictivo cuya ejecución es sorprendida en el
preciso momento de estarse realizando o en el supuesto de que su autor sea
perseguido inmediatamente después de comererlo.ns his

44,\ Tomo XXXI. Quinta Época, pág. 1997.


44,\ hi, El artículo 193 de Código Federal de Procedimientos Penales. según reforma publica-
da el 8 de febrero de 1999, considera que existe flagrancia cuando:
1. El inculpado es detenido. en el momento de estar cometiendo el deliro:
11. Inmediatamente después de ejecutado el delito. el inculpado es perseguido material-
mente o
111. El inculpado es señalado como responsable por la víctima, algún testigo presencial de
los hechos o quien hubiere participado con él en la comisión del delito. o se encuentre en su
poder el objeto, instrumento o producto del delito. o bien aparezcan huellas o indicios que ha-
gan presumir fundada mente su participación en el delito; siempre y cuando se trate de un de-
lito grave, así calificado por la ley, no haya transcurrido un plazo de cuarenta y ocho horas
desde el momento de la comisión de los hechos delictivos, se haya iniciado la averiguación pre-
via respecr iva y no se hubiera interrumpido la persecución del delito.
En esos casos, el Ministerio Público decretará la retención del indiciado si están satisfechos
los requisitos de procedibilidad y el delito merece pena privativa de libertad, o bien ordenará
la libertad del detenido. cuando la sanción sea no privativa de la libertad o alternativa.
La violación a lo dispuesto en el párrafo anterior hará penalmentc responsable a quien
decrete la indebida retención y la persona detenida deberá ser puesta de inmediato en libertad.
De decretar la retención. el Ministerio Público iniciará desde luego la averiguación previa
correspondiente. si aún no lo ha hecho.
616 I.AS GARANTiAS INDIVIDUALES

Es muy importante enfatizar que el aprehensor tiene la obligación de


entregar al detenido sin demora a la autoridad inmediata, cualquiera que ésta
sea, pues su retención puede implicar el delito de privación ilegal de la
libertad.
2.-Caso urgente. El párrafo quinto del invocado precepto constitucional
establece que "Sólo en casos urgentes, cuando se trate de delito grave así calificado
por la Ú!)' Y ante el riesgo fundado de que el indiciado pueda sustraerse a la ac-
ción de la justicia, siempre y cuando no se pueda ocurrir ante la autoridad ju-
dicial por razón de la hora, lugar o circunstancia, el JiiIinisterio Público podrá,
bajo su responsabilidad, ordenar su detención, fundando y expresando los indicios
que motiven su proceder". Esta farultad está sometida a varias condiciones, sin
cuya colmación no debe operar. Así sólo es ejercitable tratándose de delitos
graves calificados por la ley,"" gravedad que puede determinarse por la pe-
nalidad con que estén sancionados. Además, el Ministerio Público debe fun-
dar y expresar los motivos indiciarios que demuestren la urgencia o
flagrancia. Estos motivos se traducen en las exigencias que toda orden judicial

44&: La gravedad de un delito ya no se establece, sin embargo, C0l110 debiera ser, por la pe·
nalidad respectiva. situación que deriva de sendas reformas practicadas al artículo 194 del Código
Federal de Procedimientos Penales. publiL;tuÚ:J.5 con fechas 13 de '00)'0 de 1996 Y 8 de febrero de } 999.
Su texto es el siguiente:
Se califican como delitos graves, para todos los efectos legales, por afectar de manera im-
portante valores fundamentales de la sociedad, los previstos en los siguientes artículos del Códi-
go Penal para el Distrito Federal en Materia de Fuero Común y para toda la República en
Materia de Fuero Federal: homicidio por culpa grave, previsto en el articule 60 tercer párrafo;
traición a la Patria, previsto en los articulas 123, 124, 125 Y 126; espionaje, previsto en los artícu-
los 127 y ]28; terrorismo, previsto en el artículo 139, párrafo primero; sabotaje, previsto en el ar-
tículo 140 párrafo primero, así como los previstos en los artfculos 142 párrafo segundo y 145;
piratería, previsto en los artículos 146 y 147; genocidio, previsto en el artículo 149 bis; evasión de
presos, previsto en los artículos 150 y 152; ataques a las vías de comunicación, previsto en los ar-
tfculos 168 y 170; uso ilícito de instalaciones destinadas al tránsito aéreo. previsto en el artículo
172 bis párrafo tercero; contra la salud, previsto en los artículos 194, 195, párrafo primero, 195
bis, excepto cuando se trate de los casos previstos en las dos primeras líneas horizontales de las
tablas contenidas en el apéndice 1, 196 bis, 197, párrafo primero y 198, parte primera del pá-
rrafo tercero; corrupción de menores, previsto en el artículo 201; trata de personas, previsto en el
artículo 205, segundo párrafo; explotación del cuerpo de un menor de edad por medio del comercio
carnal, previsto en el artículo 208; falsificación y alteración de moneda, previsto en los artículos
234, 236 Y 237; falsificación y utilización indebida de documentos velatiuas al crédito, previstos en el
artículo 240 bis, salvo el previsto en la fracción 111; violación previsto en los artículos 265, 266 Y
266 bis; asalto en carreteras o caminos, previstos en el artículo 286, segundo párrafo; homicidio,
previsto en los artículos 302 con relación al 307, 313, 315, 315 bis, 320 y 323; secuestro. previsto
en el artículo 366. salvo el antepenúltimo párrafo; robo calificado, previsto en el artículo 367. en
relación COII el 370 párrafo segundo y tercero, cuando se realice en cualquiera de las circuns-
tancias señaladas en los artículos 372, 381, fracciones VII, VIII, IX, X, XI, XIII Y XVI, Y
381 bis; robo, previsto en el último párrafo del artículo 371; los previstos en el artículo 377; ex-
torsión, previsto Cll el artículo 390 y operaciones con recursos de procedencia ilícita, previsto en
el artículo 400 bis; asf como los previstos en los artículos 83, fracción 111, 83 bis, salvo el previs-
to en la fracción I, 83 ter fracción 111, 84 Y 84 bis primer párrafo, de la Ley Federal de Anlw.s de
Fuego y Explosivos, tortura, previsto en los artículos 30. y 50. de la Ley Federal para Prevenir y
Sancionar la Tortura; ltáfu:o de indocumentados, previsto en el artículo 138 de la Ley General de
Población; y los previstos en los artículos 104, fracciones 11 y lI1, último párrafo y 105 frac-
ción IV <Id Código FisuJ d~ 14 Federaciáu
la tentativa punible de los ilícitos penales mencionados en el párrafo anterior. también se
califica como delito grave.
GARANTfAS DE SEGURIDAD JURÍDICA 617

de aprehensión debe satisfacer o sea, las de que existan datos que acrediten
los elementos que integren el tipo penal, y que revelen la probable respon-
sabilidad del indiciado.
Ahora bien, cuando haya sido el Ministerio Público el que, en los términos
anteriores, hubiese ordenado la aprehensión, el indiciado no puede ser rete-
nido por más de cuarenta y ocho horas, "plazo en que deberá ordenarse su li-
bertad o ponérsele a disposición de la autoridad judicial". Este plazo sólo
podrá duplicarse en los casos que la ley prevea como "delincuencia organizada",
es decir, cuando varios sujetos se ponen de acuerdo para ejecutar algún grave
delito.
Como rejerencía histórica debemos recordar que la garantía de seguridad jurídica
de que tratamos ya se encontraba consagrada en la legislación aragonesa, cuyas prcs-
cripciones en este punto fueron corroboradas por la Ley XII expedida por Felipe V
en 1743 y cuyo texto es el siguiente: "Prevenciones a los ministros de la Corte y Villa
en las prisiones que ocurran. Los ministros de Corte y Villa, y los alguaciles no han de
prender sin orden de los jueces a persona alguna, sino en los casos de hallada cometiendo al-
gún delito: y en éste, asegurados los reos en la cárcel, pasarán sin detención alguna a
dar cuenta a sus respectivos jueces, para que manden lo que se haya de hacer; y si
fuere de noche, cuando hicieren las prisiones, les avisarán al amanecer; y en caso de
haber sido maliciosa, se les castigará a arbitrio; y reincidiendo, queden privados de
oficio, y desterrados de la Corte y veinte leguas de su contorno, aumentando las pe-
nas según las circunstancias.
"Los alguaciles lleven los reos derechamente a la cárcel, y no los detengan en
otros sitios o casas, sino en el caso de tener orden de los jueces, o suceder algún acciden-
te que lo motive, de que sin dilación darán cuenta; y si no lo hicieren, serán castiga-
dos a arbitrio de los jueces, cuya,s órdenes no revelarán por sí, ni por otra persona,
pena de seis años de presidio de África, y de privación de oficio. (Cape. 4 y 5 del arr., 7,
tit. 23. lih. 4.R.)."'11~1

"b) Otra garantía de seguridad jurídica contenida en la segunda parte


del artículo 16 constitucional es la que consiste en que la autoridad judicial
nunca debe proceder de oficio al dictar una orden de aprehensión, sino que
debe existir previamente una "denuncia, acusación o querella de un hecho
determinado que la ley castigue con pena corporal". Esta garantía exige
que dicha acusación, denuncia o querella tengan como contenido un hecho
intrínsecamente delictivo, aunque la denominación técnica que el ofendido le
atribuya no corresponda a su propia naturaleza, tal como lo ha sostenido la
Suprema Corte jurisprudencialmcnte.i« Tal hecho, que debe ser reputado
como delito por la ley (principio de nullum delictum sine lege), debe, ade-
más, estar sancionado con pena corporal en los términos que establezcan las
normas penales generales o especiales de que se trate. Por consiguiente, la
autoridad judicial está impedida para dictar una orden de aprehensión o

<11M Novísima Recopdacíón de las Leyes de España. Libro IV, Tirulo XXX. páginas 333 y 334.
Edición 1805.
1H Tesis 722 del Apéndice al Tomo CXVIII. Tesis 197 de la Compilaci6n 1917-1965. tesis
205 .v 206 del Apéndice 1975, Primera Sala. Tesis 83 y 86 del Apéndice 1985, Novena Parte, Primera
Sala. Tesis 227 del Apéndice 1995, Materia Penal.
618 LAS GARANTíAS INDIVIDUALES

detención ruando tenga como antecedente una denuncia, acusación o querella


cuyo contenido sea un hecho delictivo que 1W sea punible con sanción corporal. '1"5
Esta garantía hay que cohonestarla con la disposición contenida en el ar-
tículo 21 constitucional que establece que la persecución de los delitos incum-
be al Ministerio Público y a la Policía Judicial, en el sentido de que el juez está
impedido por la Ley Suprema para dar curso a una denuncia, querella o acu-
sación de una persona, si no se ejercita previamente la acción penal correspon-
diente, cuyo titular es la institución mencionada. Esta circunstancia constituye
otra garantía de seguridad jurídica que condiciona las aprehensiones o deten-
ciones como actos prevenrívos.t«
e) Una tercera garantía de seguridad jurídica que descubrimos en la se-
gunda parte del artículo 16 constitucional y que condiciona, concurrentemen-
te con las anteriores, el acto de aprehensión o detención contra una persona,
consiste en que la acusación, querella o denuncia de un hecho delictivo san-
cionado legalmente con pena corporal, debe estar apoyada en una declaración
rendida por una persona digna de fe y bajo protesta de decir verdad o -disyuntiva-
en otros datos que hagan probable la responsabilidad del acusado. Estos datos no de-
ben ser de ninguna manera aquellos que comprueben el cuerpo del delito.w?
pues como lo ha asentado la jurisprudeucia de la Suprema Corte, no es necesa-
ria la comprobación de éste para que no sea inconstitucional una orden de
aprehensión o detención, sino que son suficientes, por una parte, indicios de
la existencia de un hecho delictivo, y por la otra, circunstancias que presUlnan
la probable responsabilidad de la persona contra la que se dirige el acto aprehen-
sivo, aun cuando dicha responsabilidad se desvanezca durante el juicio.r» El
Ministerio Público, por tanto, que solicita del juez, al ejercitar ante él la acción
penal, la orden de aprehensión contra un sujeto, no está obligado para ello a
comprobar el cuerpo del delito, el cual está integrado por los elementos mate-
riales del hecho delictivo, según se desprende de los artículos 115, 116, 117,
122 del Código de Procedimientos Penales para el Distrito Federal, y 168 del
Código Federal de Procedimientos Penales.ne»
B. Crítica a la segunda parte del artículo 16 constitucional.
Su necesaria reforma.
Este parágrafo lo elaboramos con mucha antelación a la reforma que se
practicó a dicho precepto publicada el 3 de septiembre de 1993 que ante-
riormente comentamos. Sin embargo, como las ideas que en él exponemos
pueden ser de algún interés, lo reiteramos.

445 Asf lo ha establecido lajurisprudmcia de la Suprema Corte en la tesis 741 del Apéndice
al Tomo XCVII y 727 del Apéndice al Tomo CXVIlI. Tesis 198 de la citada Compilación, tesis 208 del
Apéndice 1975, Primera Sala, y tesis 87 del Apéndice 1985, Novena Porte. Primera Sala.
446 Apéndice al Tomo CXVIIIlesis 721. Tesis 196 de la Compilación J9J7-J965, Tesis 205
del Apéndice J975, Primera Sala, y tesis 83 del Apéndice 1985, Novena Parte, Primera Sala.
147 Apéndice al Tomo CXVIII, tesis 720, Tesis 195 de la Compilación 1917-1965, tesis 205
del Apéndice 1975, Primera Sala y tesis 83 del Apéndice 1985, Novena PaJ1e, Primero Sala.
118 Idem,
118h¡~ La
declaración de persona digna de fe "bajo protesta de decir verdad" se eliminó mediante re-
forma publicada el 3 de septiembre de 1993.
GARANT(AS DE SEGURIDAD jURiDlCA 619

Siempre hemos sido reticentes a toda reforma constitucional, pues consi-


deramos que ningún precepto de nuestra Ley Fundamental debe ser alterado
sino en los estrictos casos en que la realidad social de México reclama impera-
tivamente y por modo inaplazable su modificación o adición. En otras pala-
bras. toda reforma a la Constitución debe tener una justa causa final. o sea. un
motivo y un fin que realmente responda a los imperativos sociales que la exi-
jan. Sin esta legitimidad. cualquiera modificación que se introduzca a la Cons-
titución no sería un mero subterfugio para encubrir. tras la apariencia de una
forma jurídica. todo propósito espurio. antisocial o demagógico.
La norma jurídica positiva traduce una forma o manera de regulación bi-
lateral, imperativa y coercitiva de múltiples situaciones dadas en el mundo on-
tológico. en la objetividad social. Por eso en el Estado existen dos órdenes
fundamentales: el fáctico y el jurídico. entre los cuales debe haber una leal
adecuación, una verdadera correspondencia, de tal suerte que el precepto no
sea sino el elemento formal de ordenación del hecho. Pero la norma de dere-
cho no sólo debe ser el continente de los muy variados aspectos de la realidad
social. sino que. dada su tendencia valorativa enfocada primordialmente hacia
la consecución de la igualdad y la justicia. debe asimismo consistir en un índi-
ce de modificación social con miras a un mejoramiento o a una superación de
las relaciones humanas dentro del Estado. Si no se atribuyere esa virtud a la
norma jurídica. ésta sería únicamente simple. reflejo de la realidad en la que
predominan las desigualdades y las injusticias. que. de esa guisa. serían san-
cionadas por el Derecho.
La normación está en razón directa con el objeto o la matería norma-
dos que indicen en distintos ámbitos de la realidad social. de tal manera que
siendo ésta por naturaleza cambiante, el Derecho tampoco ebe ser estático o
inmodificable. Por ende. uno de los atributos naturales de la leyes su refor-
mabilidad, pero para que una reforma legal se justifique plenamente, debe
propender hacia la obtención de cualquiera de estos dos objetivos: sentar las
bases o principios de un mejoramiento o perfeccionamiento social o brindar
las reglas según las cuales pueda solucionarse satisfactoria y eficazmente un
problema que afecte al pueblo o subsanarse una necesidad pública. Por el
contrario. si la alteración al orden jurídico no obedece a dichas causas finales.
que implican su auténtica motivación real, será patentemente injustificada y
sólo explicable como mera fórmula para encubrir o sancionar, con toda la
fuerza del Derecho, propósitos mezquinos y conveniencias de hombres o gru-
pos interesados.
La reforma del artículo 16 constitucional. en su segunda parte. importa
una necesidad social que exige. por un lado. la tutela de la libertad persoual
frente a las afectaciones autoritarias que no provengan de un orden judicial. y
por el otro. un término equitativo y razonable para que con el debido desaho-
go se pueden desarrollar las funciones del Ministerio Público en la investiga-
ción y persecución de los delitos. cuando sus reales o aparentes autores ya
hubiesen sido detenidos.
El propósito que en esta ocasión abrigamos consiste en sugerir un nuevo
texto para dicho trascendental precepto de nuestra Constitución. A su justifi-
cación propenden las consideraciones que formularemos.
La libertad del hombre, como atributo esencial de su naturaleza, se rcco-
620 l.AS GARANTÍAS INDIVIDUALES

noce en sus primordiales manifestaciones por nuestra Constitución. Pero el


simple reconocimiento de la protestad literaria natural, es decir, su elevación
a la categoría de derecho público subjetivo, del que es titular todo gobernado,
y la obligación correlativa necesariamente existente a cargo de las autoridades
del Estado. serían meras declaraciones constitucionales teóricas o ideales sin la
implantación, en la propia Ley Suprema, de las condiciones llamadas "Garan-
tías de Seguridad Jurídica". Estas encauzan coercitivamente la libertad perso-
nal, previniendo los casos en que dicha afectación es procedente. Por ello,
dentro del rágimen de derecho establecido por la Constitución, el gobernado
no sólo goza de su libertad natural erigida en derecho substantivo oponible al
poder público, sino que en un ámbito que le asegura que ese derecho no le
puede ser arrebatado ni restringido sino en las situaciones y mediante las exi-
gencias previstas en los mandamientos constitucionales.
Aludiendo específicamente a la libertad física del hombre, denominada
comúnmente libertad personal o ambulatoria y que se traduce en la situación
negativa de no estar impedido heteróneamente para movilisarse o desplazarse
según sus deseos, o sea, de no estar en cautiverio, nuestra Constitución la ase-
gura a través de diferentes disposiciones que consigan distintas garantías de
seguridad jurídica, para evitar, tanto su afectación arbitraria por parle de los
órganos del Estado, como su prolongada o indefinida restricción. De ahí que
la Ley Fundamental del país señale los casos en que la libertad personal pue-
de afectarse, las autoridades que únicamente pueden realizar los actos de afec-
tación y los plazos en que el sujeto puede permanecer detenido o aprehendido
en las diversas etapas en que se desarrolla el procedimiento originado por la
causa o motivo que provoca la detención o la aprehensión.
Así, la Constitución en su artículo 16, segunda parte, establece, como ya
dijimos, el principio general de que sólo la autoridad judicial puede librar una or-
den di! aprehensión o detención y siempre que exista denuncia, acusación o quere-
lla de un hecho determinado que la ley castigue con pena corporal y que
dicha denuncia, acusación o querella estén apoyadas "por declaración, bajo
protesta, de persona digna de fe o por otros datos que hagan probable la res-
ponsabilidad del inculpado".
Por su parte, el articulo 21 constitucional atribuye el monopolio de la per-
secución de los delitos al Ministerio Público y a la Policía Judicial, que debe
estar bajo su autoridad y mando inmediato; y es evidente que la función pero
secutoria entraña por modo ineludible la función investigatoria tendient.e a
constar la comisión del hecho delictivo y los datos o elementos que hagan pro-
bable la responsabilidad de su autor o autores, para el efecto del ejercicio de
la acción penal ante los tribunales.
Cohonestando los artículos 16 y 21 de la Constitución, es decir, patenti-
zando la vinculación lógico-normativa que entre ambos existe, las garantías de
seguridad jurídica que respectivamente prevén en favor de la libertad perso-
nal, se manifiestan en las siguientes condiciones para que ésta sea constitucio-
nalmente afectable: a) la formulación ante el Ministerio Público, de una
denuncia, acusación o querella sobre un hecho que configure un delito casti-
gable con pena corporal; b] la aportación a allegamiento de los elementos o
datos que hagan probable la responsabilidad del inculpado; c) la consignación
de las diligencias correspondientes a la autoridad judicial con pedimento de
GARANTfAS DE SEGURIDAD JURÍDICA 621

orden de aprehensión (ejercicio de la acción penal); d) liberamiento de esta


orden por dicha autoridad, y e) ejecución de la misma por la Policía Judicial.
La conjunción de las condiciones apuntadas demarca la situación constitu-
cional de la libertad personal frente a su posible afectación por el poder pú-
blico, suministrando los principios categóricos siguientes: a) sólo la autoridad
judicial puede ordenar la detención o aprehensión de un sujeto, es decir, nin-
gún órgano del Estado, distinto de ello, puede detener a aprehender a persona alguna;
b) únicamente el Ministerio Público y lo Policia Judicial que de él dependa, pueden
perseguir los delitos, o sea, desplegar lo [uncí/m investigadora de éstos y de sus autores
tendiente a determinar lo probable responsabilidad del inculpado en que necesariamente
debe basarse lo orden judicial de aprehensión o detención; e) el acto consignativo
ante los tribunales, en que se ejercita la acción penal contra una persona,
nada más incumbe al Ministerio Público, sin que éste pueda, motu propio. dete-
ner o aprehender a nadie.
Es evidente que la función investigadora de los delitos y de sus posibles
autores no está sujeta a ningún término, pues el Ministerio Público o la Policía
Judicial bajo su mando directo disponen de un tiempo indefinido para prepa-
rar debidamente la consignación judicial de una persona, sin que a dicha insti-
tucum social k sea doble restringir ni afectar lo libertad de nadie aunque se trate del
presunto responsable. De ahí que la práctica de formular una consignación ante
la autoridad judicial "con detenido", sea una corruptela contraria a los princi-
pios constitucionales que hemos enunciado, y sobre todo, al que preconiza que
la detención o la aprehensión únicamente debe provenir de dicha autoridad.
Sin ambargo, este último principio adolece de dos excepciones importan-
tes consignadas en el mismo artículo 16 de la Constitución.t-s
l. La primera de ellas atañe al caso del delito flogrante, o sea, aquél cuyo
autor es arrestado en el momento de estarlo cometiendo o perseguido mate-
rialmente después de haberlo perpetrado. En esta hipóteses. el precepto invo-
cado faculta a cualquier persona (particular o funcionario) para aprehender al
delincuente y a sus cómplices. con la obligación de ponerlos. sin demora. a
disposición de la autoridad inmediata. misma que, por virtud de sus funcio-
nes, debe ser el Ministerio Público, el cual, precisamente por tratarse de un
delito flagrante, cuyos autores o cómplices ya fueron detenidos. debe hacer

449 El precepto relativo de la Constitución de 57 establecía la posibilidad de que. tratando-


se de delito in fraganti, toda persona aprehendida al delincuente y a sus cómplices, "poniéndolos
sin demora a disposición de la autoridad inmediata."
El proyecto de reformas constitucionales de don Venustiano Carranza consignó las dos sal-
vedades distintas al principio de que toda aprehensión debe provenir de autoridad judicial. y a
las cuales va hemos hecho alusión.
La Comisión dictaminadora, encabezada por el general Francisco J, Múgica, propuso una
salvedad, () sea, la relacionada con el "delito flagrante", suprimiendo la que concierne al "caso
urgente",
Corno no prosperase el punto de vista de dicha comisión, se nombró una segunda. inte-
grada por el licenciado Paulina Machorro y Narvaéz, licenciado Hilario Medina y el general
Heriberto Jara, entre otros, que restauró las dos salvedades que al mencionado principio conte-
nía el proyecto de don Venusriano Carranza, habiendo formulado una proposición de la segun-
da parte del articulo 16 que también fue rechazada.
Por último, en la sesión del 13 de enero de 1917 se presentó un tercer proyecto que
fue aprobado por 147 votos contra 12. y que se convirtió en el actual precepto de nuestra
Constitución.
622 lAS GARANTIAs INDMDUALES

desde luego la consignación judicial respectiva, sin que bajo ningún pretexto deba
retener en su poder a los sujetos aprehendidos, Es obvio, en consecuencia, que en
este caso sí puede pacticarse dicha consignación "con detenido", para que el
juez resuelva su situación jurídica de acuerdo con el articulo 19 Constitucional.
2. La segunda de las excepciones señaladas estriba en que "solamente en ca·
sos urgentes, cuando no haya en el lugar ninguna autoridad judicial, tratándose
de delitos que se persiguen de oficio, podrá la autoridad administrativa, bajo
su más estrecha responsabilidad, decretar la detención de un acusado, po-
niéndolo inmediatamente a disposición de la autoridad judicial".
La fórmula constitucional que se acaba de transcribir abre un ilimitado
campo propicio al subjetivismo de las autoridades administrativas, incluyendo
dentro de su tipo funcional y orgánico al Ministerio Público, para atentar con-
tra la libertad personal de los gobernados. En efecto, la estimación de cuándo
se está en presencia de un "caso urgente" queda al arbitrio de cualquiera auto-
ridad que pretenda detener a una persona sin orden judicial. Bien es cierto
que el legislador ordinario, en el Código de Procedimientos Penales para el
Distrito Federal (artículo 268), estableció un criterio de calificación de la "ur-
gencia"; pero también es verdad que éste no sólo no eliminó al subjetivismo,
sino que lo reafirmó, al disponer que "existe notoria urgencia para la apre-
hensión del delincuente cuando por la hora o por la distancia del lugar en
que se practica la detención no hay ninguna autoridad judicial que pueda
expedir la orden correspondiente y existan serios temores de que el responsable se
sustraiga a la acción de la justicia". Por tanto, es suficiente que cualquiera autori-
dad administrativa abrigue estos temores en su insondable fuero interno, para
que por sí y ante sí estime que se trata de un "caso urgente" y proceda a dete-
ner a la persona que, en su concepto, sea la autora de un delito que se persiga
de oficio. Y esta consideración, que pudiere parecer una simple conjetura, se
refleja aguda y gravemente en la realidad, misma que registra con demasiada
frecuencia casos en que, sin orden judicial, se priva a una persona de su liber-
tad no sólo por funcionarios del Ministerio Público, sino por autoridades ad-
ministrativas a las que constitucional y legalmente no incumbe la persecución
de los delitos.
Esta situación real se antoja evidentemente injusta pero no inconstitucional,
pues el artículo 16 prohija el criterio subjetivo y hasta arbitrario de la autori-
dad administrativa para determinar la urgencia de un caso y ordenar, por
consecuencia, la detención de una persona, pudiendo afirmarse que, merced
a la salvedad de que tratamos, se vuelve nugatorio el principio general de
que sólo por decisión judicial procede la aprehensión. En otras palabras, al
establecer la excepción de "caso urgente", el artículo 16 constitucional se sui-
cida en lo que respecta al mencionado principio y prueba de ello es que en
la práctica abundan las consignaciones tardías "con detenido".
No es aventurado sostener que el caso de excepción a que nos referimos
entraña una seria amenaza para la libertad personal de los gobernados, im-
,poniéndose como necesidad inaplazable la reforma al artículo 16 constitucional
a través de la fórmula que lo contempla. Sólo eliminando de este precepto el
subjetivismo que preconiza, se puede conjurar esa amenaza. Las modificacio-
nes que se sugieren deben señalar limitativamente los casos en que una auto-
ridad administrativa, incluyendo al Ministerio Público, puede detener a una
GARANTlAs DE SEGURIDAD JURlDICA 623

persona sin orden judicial, substituyéndose con ese señalamiento la expre-


sión equívoca de "caso urgente". Además, al fijar los casos en que dicha de-
tención proceda, deben tomarse en cuenta solamente los delitos que dañen o
propendan a dañar a la economía del país, a las instituciones nacionales o a
los intereses de la colectividad, ya que su preservación es de tal manera impe-
riosa, que no debe aplazarse hasta que se expida una orden judicial de apre-
hensión contra los damnificadores.
3. Dentro de la hipótesis de "caso urgente", el artículo 16 constitucional
impone a la autoridad administrativa aprehensora la obligación de poner in-
mediatamente al detenido "a disposición de la autoridad judicial". Este adver-
bio excluye todo término, pues significa que tan pronto como se practique la
detención, se consigne al aprehendido ante el juez. Contrariando la lógica, ha
tomado carta de naturalización en nuestro ambiente jurídico la idea de que
la inmediatez a que alude dicho precepto se traduce en el plazo de veinti-
cuatro horas previsto en la fracción XVIII del artículo 107 constitucional. O
sea, que la autoridad administrativa que detiene a una persona debe ponerla
a disposición de la autoridad judicial transcurrido dicho plazo, lo que equivale
a afirmar que Su consignación no es inmediata a la aprehensión, sino una vez feneci-
do ese térmmos»
Ahora bien, conforme al propósito antes enunciado, en el sentido de que
el Ministerio Público puede detener a una persona sin orden judicial en los
casos que de manera específica debe consignar el artículo 16 constitucional,
es evidente que dicha institución estaría imposibilitada para investigar el de-
lito de que se trate y determinar la probable responsabilidad de su autor o
autores, si estuviese obligada a poner inmediatamente al detenido a disposición de la

450 El licenciado Rigoberto López Valdivia, a través del interesante estudio histórico-legal
que hace en su opúsculo "Ampliación del término de 24 horas a que se refiere la fracción XVIII
del anículo 107 de la Constitución", llega a la misma conclusión, sosteniendo que "el término de
24 horas establecido por el artículo 226 del Código de Procedimientos Penales de 1894 que reformó
el de 1880, consignado posteriormente en la fracción XVIII del artículo 107 de la Constitución,
no es un término impuesto a las autoridades que tienen que practicar una averiguación penal,
sino para aquellas otras cuya función consiste únicamente en aprehender al reo y ponerlo a dispo-
sición de las autoridades competentes", Pero independientemente de las razones que aduce tan
distinguido jurista para afirmar esta conclusión, lo cierto es que entre la fracción XVIII del artícu-
lo 107 constitucional y el artículo 16 de la Ley Suprema o existe una notoria contradicción o ambas
disposiciones tienen un sentido normativo distinto. Si se admite que la autoridad administrativa que de-
tiene a una persona "en casos urgentes" sin orden judicial debe ponerla "inmediatamente" a dis-
posición del juez, es obvio que esta obligación la tiene que cumplir "desde luego" que se realiza la
detención (art. 16) y no dentro dtl término máximo dt 24 Iwras (frac. XVIII del arto 107); o sea, que
dicha obligación, conforme al artículo 16, no está sujeta a ningún plazo, mientras que. de acuerdo
con la fracción XVIII mencionada. surge dtspués de fenecido el ciJado lapso de 24 horas (contradic-
ción), Por otra parte. el artículo 16 impone una terminante obligación a la autoridad administrati-
va aprehensora; en cambio. la fracción XVIII del artículo 107. simplemente indica que el que
realice una aprehensión "será consignado a la autoridad o agente de ella". para el único fin de
que se le castigue, si la retención del detenido por más de 24 horas configura algún delito. Ade-
más, dada la pésima redacción de la disposición constitucional últimamente invocada. parece ser
que la c""'ignacióna que alruk se refin" al parlicular que en caso de delilo flagrante haya .delnlido a su au-
tor o cómplices conforme al onículo 16. pues, équé sentido puede tener la expresión "el que no pusie-
re al detenido a disposición de un juez dentro de las 24 horas siguientes?"
624 LAS GARAmíAS INDIVIDUALES

autoridad judicial. Por tanto, las reformas a dicho precepto deben establecer
un término razonable y justo para que, en la hipótesis apuntada, el Ministe-
rio Público pueda cumplir debidamente su alto cometido constitucional y le-
gal en la efectiva persecución de los delitos, mediante la práctica de las
diligencias indispensables tendientes a asegurar, ya no el libramiento de una
orden judicial de aprehensión, sino un auto de formal prisión contra el in-
culpado o inculpados. Y es que, según se afirmó anteriormente, la tarea per-
secutoria que tiene encomendada la citada institución social, comprende no
sólo la determinación delictiva del hecho que ante ella se denuncia o de que
tiene conocimiento. sino el acopio de los datos o elementos que demuestren
la presunta responsabilidad del detenido, misma que será declarada en el
auto de procesamiento que dicte el juez ante quien se formule la consigna-
ción correspondiente. En apoyo de estas consideraciones es dable sostener
que la justicia penal empieza a impartirse en la actuación prejudicial del Mi-
nisterio Público, pues la misión constitucional que tiene asignado no lo convierte en
un obcecado y fatal acusador. Se ha dicho, y con razón, que el Ministerio Públi-
co es una institución de buena fe, y esta buena fe se finca en la capacidad
funcional que tiene para decidir si ejercita o no la acción penal, previa la de-
terminación del carácter delictivo de un hecho humano y de la presunta res-
ponsabilidad de su autor. En otras palabras, si en la actuación del Ministerio
Público palpita un indiscutible interés social, éste no sólo se manifiesta en el
ejercicio de la acción penal contra los autores de un delito, sino en la abs-
tención de entablarla cuando carezca de los datos o elementos que demues-
tren la presunta responsabilidad del inculpado. Sería una grave aberración
suponer que el Ministerio Público tuviese en todo caso y por modo absoluto
la obligación de consignar ante los tribunales a una persona, si el hecho
imputado a ésta no tuviese el carácter de delito y si no existiesen, aun pre-
suntivamente, circunstancias que revelaran su aparente o verdadera respon-
sabilidad. NOOie podria aceptar como válida desde el punto de vista de la justicia, de
la moral o del derecho, la hipótesis de que el Ministerio Público acusara a un inocen-
te o, al menos, a una persono cuya participación en un hecho delictivo no estuviese
demostrada, pUl!S dicha institución es perseguidora de delitos y no un árgano de ven-
ganza social o individual.
Estas someras reflexiones imponen la necesidad inaplazable de reformar
el artículo 16 constitucional en aquella parte que se refiere a la facultad que
tienen las autoridades administrativas para detener a una persona sin orden
judicial "en casos urgentes". Ya hemos dicho que, en lo que respecta a la es-
timación de la "urgencia", el citado precepto consigna un peligroso subjeti-
vismo autoritario que significa una constante amenaza para la libertad
personal; y por lo que concierne a la obligación de poner "inmediatamente"
al detenido a disposición de la autoridad judicial, es notoriamente imprácti-
co, desajustado de !a realidad y en esencia violable por los imperativos de la
función persecutoria a cargo del Ministerio Público. Por ello, el artículo 16
constitucional atenta contra la libenad de los gobernados, sujetando ésta al criterio de
la aiuoridad administratiua, e imposibilita el debido y eleuado ejercicio de las atribu-
ciones de dicha institución social. Ambos defectos deben corregirse para asegu-
rar, por un lado, la libertad personal y para permitir al Ministerio Público,
GARANTlAS DE SEGURIDAD JURfDlGA 625

por el otro, el desempeño desahogado de su misión persecutoria de delitos


cuando, en los casos que constitucionalmente se consignen como proceden-
tes, tenga en su poder al inculpado.
En otro aspecto, el artículo 16 constitucional, en lo que atañe a las órdenes
judiciales de aprehensión o detención, establece como requisitos para su libramien-
to los consistentes en que exista denuncia, acusación o querella de un hecho
que la ley castigue con pena corporal y que tal denuncia, acusación o querella
se apoyen en declaración, bajo protesta, "de persona digna de fe" o en otros
datos que hagan probable la responsabilidad del inculpado.
Las condiciones que dicho precepto consigna para la expedición de la
mencionada orden son susceptibles de satisfacerse con demasiada facilidad, en detri-
mento de la libertad personal del sujeto a quiense atrilmya algún delito, principalmente
de carácter patrimonial. La realidad ha demostrado que, merced a dicha facili-
dad, se pueden convertir en actos delictivos simples deudas de carácter civil,
con el objeto de que, mediante la presión del Ministerio Público, a quien los
acreedores acostumbran usar como instrumento, los acusados se vean compe~
lidos, bajo la amenaza de prisión, a cubrir créditos de naturaleza civil.
Las anteriores reflexiones nos sugieren la idea de que también en lo que
respecta a la disposición concerniente al libramiento de órdenes judiciales de
aprehensión el citado precepto constitucional debe enmendarse, en el senti-
do de agregar como requisitos la declaración del inculpado ante el Ministe-
rio Público tratándose de delitos de índole patrimonial, así como la oportunidad
para que dicho inculpado rinda las pruebas pertinentes tendientes a desvir-
tuar los cargos que se le lancen, con el objeto de que en su favor se obsequie
la garantía de audiencia y la referida institución social deje de servir como
agente de cobro de meras deudas civiles.
Por otra parte, la fracción XVIII del artículo 107 constitucional no debió
haberse insertado en este precepto, pues sus disposiciones no guardan rela-
ción ninguna con los principios que regulan el juicio de amparo. La sindére-
sis legislativa aconseja, por tanto, segregar del invocado artículo 107 la fracción
XVIII, adscribiendo sus prescripciones a los artículos 16 y 19 de la Constitución
respectivamente.
Nos permitimos, en consecuencia, sugerir el texto de los preceptos cons-
titucionales, que según las ideas anteriormente expuestas, deben ser modifi-
cados por necesidad imperiosa.
Articulo 16. Nadie puede ser molestado en su persona, familia, domicilio,
papeles o posesiones, sino en virtud del mandamiento escrito de autoridad
competente que funde y motive la causa legal del procedimiento.
No podrá librarse ninguna orden de aprehensión, o detención, a no ser
por la autoridad judicial, sin que preceda denuncia, acusación o querella de
un hecho determinado que la ley castigue con pena corporal, y sin que estén
apoyadas aquéllas por declaración, bajo protesta, de persona digna de fe o
por otros datos que hagan probable la responsabilidad del inculpado.
Tratándose de delitos de carácter patrimonioJ, el Ministerio Público, antes de
ejercitar la acción penal y durante la fase investigataria, citará al inculpado y le reci-
birá las pruebas que aporte para su descargo.
626 lAS GARA!'ITÍAS INDIVIDUALES

En los casos de flagrante delito, cualquiera persona puede aprehender al


delincuente y a sus cómplices, poniéndolos sin demora a disposici6n del Ministe-
rio Público, y a falta de éste, a la de la autoridad inmediata.
Solamente tratándose de delitos contra la seguridad exterior e interiorde la naci6n,
contra la seguridad pública, contra las uias generales de comunil:aci6n, y contra la sa-
lud públil:a y contra la vida de las personas, podrá laautoridad administrativa, bajo
su más estrecha responsabilidad, decretar la detenci6n de una persona poniéndola, den-
tro de las 24 horas siguientes a disposicum del Ministerio Público, quien en todo caso
deberá consignarla al juez competente en un término de 72 horas o en su defecto poner-
la en inmediata libertad.
La autoridad administrativa o el funcionario del Ministerio Público que retengan
en su poder al detenido una vez transcurridos los plazos señalados en el párrafo ante-
rior, incurren en las penas que legalmente se establezcan para el delito de abuso de la
autoridad, asi como cuando detengan sin orden judicia! a alguna persona fuera de los
casos que dicho párrafo prevé.
Artículo 19. A este precepto deben incorporarse los dos primeros párrafos
de la actual fracción XVIII del artículo 107 constitucional, mismos que debe-
rán concebirse en la siguiente forma:
Los alcaides y carceleros que no reciban copia autorizada del auto de for-
mal prisión de un detenido dentro de las setenta y dos horas que señala el ar-
tículo 19, contadas desde que aquél esté a disposición de su juez, deberán
llamar la atención de éste sobre dicho particular en el acto mismo de concluir
el término y si no reciben la constancia mencionada dentro de las tres horas
siguientes lo pondrán en libertad.
El incumplimiento a las disposiciones contenidos en el párrafo que antecede Mee
incurrir a sus infractores en las penas señaladas para el delito de abuso de autoridad
debiéndose consignar inmediatamente a la autoridad competente.
Artículo 107. En atención a que las disposiciones contenidas en su fracción
XVIII se deben incorporar respectivamente a los artículos 16 y 19, pues resul-
tan extrañas en un precepto que establece los principios básicos del juicio de
amparo, la mencionada fracci6n tiene que suprimirse.

III. TERCERA PARTE

El precepto constitucional que estudiamos dispone en su tercera parte


que: "En toda orden de cateo, que sólo la autoridad judicial podrá expedir
y que será escrita, se expresará el lugar que ha de inspeccionarse, la persona o
personas que hayan de aprehenderse y los objetos que se buscan, a lo que úni-
camente debe limitarse la diligencia, levantándose al concluirla un acta cir-
cunstanciada, en presencia de dos testigos propuestos por el ocupante del
lugar cateado o en su ausencia o negativa, por la autoridad que practique la
diligencia. "
El acto autoritario condicionado por las garantías dc seguridad jurídica
involucradas en esta tercera parte del artículo 16 constitucional, estriba en el
cateo, o sea, en el registro o inspección de sitios o lugares con el fin de descu-
GARANTIAs DE SEGURIDAD JURlOICA 627

brir ciertos objetos para evidenciar determinadas circunstancias. de aprehen-


der a algún sujeto o de tomar posesión de un bien.
a) La primera garantía de seguridad jurídica que condiciona el acto de ca-
teo estriba en que la orden respectiva debe emanar de autoridad judicial en el
sentido formal del concepto. es decir. de un órgano autoritario constitutivo del
Poder Judicial. bien sea local o federal.
b) En cuanto a su forma. dicha orden debe constar por escrito. por lo que
un cateo ordenado o dictado verbalmente es violatorio de esta tercera parte
del artículo 16 constitucional.
c) La orden de cateo nunca debe ser general. esto es. tener un objeto inde-
terminado de registro o inspección. sino que debe versar sobre cosas concreta-
mente señaladas en ella y. practicarse en un cierto lugar. Además. cuando la
orden de cateo lleve aparejado un mandamiento de detención o aprehensión,
la constancia escrita relativa debe indicar expresamente la persona o personas
que han de ser objeto de estos dos últimos actos.
d) Por último. la tercera parte del artículo 16 constitucional contiene, ya no
como meras garantías de seguridad jurídica a que se debe condicionar el ca-
teo. sino como obligociim impuesta a las autoridades que lo practican. el hecho de
que, una vez concluida la diligencia respectiva, se levantará "un acta circunstan-
ciada. en presencia de dos testigos propuestos por el ocupante del lugar catea-
do o en su ausencia o negativa por la autoridad" que verifique aquélla.

IV. CUARTA PARTE

Mediante reforma de 3 de julio de 1996 se incorporaron al artículo 16 cons-


titucional diversas disposiciones tendientes a legalizar la intervención de cual-
quier comunicación privada. La práctica de esta intervención. que entraña un
acto de molestia. no requirió, en sana lógica jurídica. la reforma mencionada.
pues la correcta inteligencia del primer párrafo de dicho precepto hubiese
conducido a la conclusión de que la aludida intervención sólo deberla autorizarse
en la legislación secundaria para satisfacer la garantía de fundamentación legal
que ya estudiamos. Sin embargo. pese a esta observación, nos contraeremos a
transcribir los párrafos en que tales disposiciones se contienen:
"Las comunicaciones privadas son inviolables. La ley sancionará penalmente cual-
quier acto que atente contra la libertad y privada de las mismas. Exclusivamente la au-
toridad judicial federal. a petición de la autoridad federal que faculte la ley o del
titular del Ministerio Público de la entidad federativa correspondiente. podrá autorizar
la intervención de cualquier comunicación privada. Para ello, la autoridad competente,
por escrito, deberá fundar y motivar las causas legales de la solicitud, expresando ade-
más, el tipo de intervención, los sujetos de la misma y su duración. La autoridad judi-
cial federal no podrá otorgar estas autorizaciones cuando se trate de materias de
carácter electoral, fiscal, mercantil, civil, laboral o administrativo, ni en el caso de las
comunicaciones del detenido con su defensor.
"Las intervenciones autorizadas se ajustarán a los requisitos y límites previstos en
las leyes. Los resultados de las intervenciones que no cumplan con éstos. carecerán de
todo valor probatorio."
628 lA5 GARANTfAS INDIVIDUALES

V. QUINTA PARTE

A. Análisis de las garantías que contiene


Independientemente de las visitas que pueden practicarse en el domicilio
de los gobernados provenientes de órdenes de cateo condicionadas por las ga-
rantías implicadas en la tercera parte del artículo 16 constitucional. este mis-
mo precepto faculta a las autoridades administrativas para realizar visitas
domiciliarias sin previa orden judicial. Es la práctica de estas visitas el acto que
está. condicionado por las garantías de seguridad jurídica contenidas en el úl-
timo párrafo del artículo 16 constitucional. que dispone: "La autoridad admi-
nistrativa podrá practicar visitas domiciliarias únicamente para cerciorarse de
que se han cumplido los reglamentos sanitarios y de policía; y exigir la exhibi-
ción de los libros y papeles indispensables para comprobar que se han acata-
do las disposiciones fiscales, sujetándose en estos casosa las leyes respectivas y
a las formalidades prescritas para los cateas."
La permisión constitucional de las visitas domiciliarias practicables por la
autoridad administrativa. se establece únicamente bajo la circunstancia de que
dichos actos tengan por objeto la constatación del cumplimiento o incumpli-
miento de los reglamentos de policía y buen gobierno por parte de los parti-
culares o del acatamiento o desobediencia de las disposiciones fiscales.
De conformidad con esta disposición de nuestra Ley Suprema. el Departa-
mento del Distrito Federal. dentro de esta circunscripción y las autoridades de
la administración local en las entidades federativas. están facultados para pe-
netrar a establecimientos industriales o mercantiles, y aun a domicilios par-
ticulares. sin orden judicial. con el fin exclusivo de cerciorarse de la aplicación
u observancia efectivas de los diferentes reglamentos que regulan las diversas
actividades económicas a que pueden dedicarse los gobernados. Por ende.
cuando dichas autoridades realicen o pretendan realizar visitas o inspecciones
domiciliarias sin que éstas tengan el fin específico precitado. surge una evi-
dente violación al último párrafo del artículo 16 constitucional. por cuanto
que se contraviene la garantía de la exclusividad en el objetivo de dichos ac-
tos, los cuales sólo en atención a éste están constitucionalmente permitidos.
Las autoridades fiscales, bien sea federales o locales, tienen facultad
constitucional para exigir la exhibición de libros y papeles con el fin también
exclusivo de comprobar el cumplimiento o el incumplimiento de las disposi-
ciones legales en materia tributaria, por lo que toda exigencia autoritaria que
carezca de dicha finalidad es inconstitucional.
Al llevarse a cabo por las autoridades administrativas tales actos de fiscali-
zación respecto de los reglamentos de policía y buen gobierno y leyes fiscales
en general. debe observarse el principio de legalidad, desde el momento en que
aquéllos no se deben realizar según el arbitrio de la autoridad inspectora, sino
de conformidad con las disposiciones legales respectivas (reglamentos admi-
nistrativos y leyes fiscales en general. según el caso).
Las visitas domiciliasias a que alude el artículo 16 constitucional y que equi-
valen a las inspecciones que puede practicar toda autoridad administrativa para
GARANTIAS DE SEGURIDAD JUIÚDlGA 629

constatar en cada caso concreto la observancia de los reglamentos gubernati-


vos o los ordenamientos de carácter fiscal, no sólo no deben estar precedidas
por orden judicial alguna, sino ni siquiera por ningún mandamiento escrito. En
efecto, éste implica una garantía formal en los términos de dicho precepto
de nuestra Constitución que condiciona, según lo hemos afirmado, todo acto de
molestia, o sea, toda afectación o perturbación que experimente un goberna-
do en los diversos bienes jurídicos que integren su esfera particular (persona,
domicilio, papeles, familia y posesiones). Ahora bien, la simple inspección o
visita domiciliaria no producen tal fenómeno, puesto que su objetivo única-
mente consiste en establecer si se cumplen o no las leyes tributarias o los re-
glamentos gubernativos, sin que por ello y por sí mismas causen agravio o
perjuicio alguno al gobernado cuyo negocio sea visitado o inspeccionado. Por
tanto, no siendo las consabidas inspecciones o visitas actos de molestia, no de-
ben supeditarse a la expresada garantía formal, en cuya virtud, sin previo man-
damiento escrito, pueden practicarse. Además de tener que sujetarse a los
ordenamientos que las rijan, tales visitas o inspecciones deben hacerse constar
en una "acta circunstanciada" o sea, en un documento en que se asienten to-
das las circunstancias o hechos pertinentes, de naturaleza objetiva o real, que
supongan o indiquen la inobservancia o el cumplimiento a la ley fiscal o al re-
glamento gubernativo de que se trate, en la inteligencia de que, sin la cons-
tancia de dichas circunstancias o hechos, las apreciaciones subjetivas de los
inspectores de la autoridad administrativa carecen de validez. Las actas de ins-
pección, por otra parte, deben levantarse en presencia de dos testigos propuestos
por la persona cuyo establecimiento o negocio se visite o inspeccione, testigos
que, debiendo firmar el documento respectivo, pueden ser designados por el
inspector en ausencia o por negativa del particular interesado, lo cual debe
asentarse en las mencionadas actas. Si la práctica de las diligencias de inspec-
ción administrativa arroja como resultado la infracción al reglamento guber-
nativo o a la ley fiscal de que se trate, la autoridad que corresponda debe
hacer cumplir tales ordenamientos mediante las decisiones o resoluciones que
procedan (multa, clausura del establecimiento, imposición de obligaciones de
hacer o de dar, etc.) y como dichos actos entrañan sendas molestias en cual-
quiera de los bienes jurídicos a que se refiere el artículo 16 constitucional en
su primera parte, deben estar condicionados a las garantías de seguridad jurí-
dica que ésta contiene y que ya hemos estudiado (mandamiento escrito dirigi-
do al particular afectado o que se le dé a conocer, competencia constitucional
de la autoridad que lo expida y expresión de los fundamentos legales que
apoyen el acto de molestia de que se trate, así como de los motivos de aplica-
ción respectivos).
Hemos afirmado que la visita domiciliaria en los términos de las disposi-
ciones conducentes del artículo 16 constitucional, no es un acto de molestia y,
en general, de autoridad, por lo que no debe estar condicionada a las garan-
tías que este precepto consagra en su primera parte. Ahora bien, en atención
al objetivo propio y natural que persiguen las visitas domiciliarias que practi-
can los agentes de la autoridad administrativa, con apoyo en los resultados
que arrojen se deben imponer al dueño o poseedores del lugar, comercio o
630 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

industria visitados las sanciones que prevean las leyes o reglamentos respecti-
vos y que pueden consistir, según dijimos, en multa o clausura del negocio de
que se trate, principalmente. Debiendo tener dichas sanciones como antece-
dente imperativo constitucional la visita domiciliaria correspondiente. el acta
en que ésta se haga constar debe satisfacer todos los requisitos que establece el
artículo 16 constitucional en su tercera parte. Por tanto, sin que la menciona-
da acta cumpla con tales requisitos, el acuerdo que con base en ella imponga
cualquier sanción, será violatorio del invocado precepto en virtud de estar
afectado por un vU:W inconstitucional de origen, aunque en sí mismo acate las
exigencias del mandamiento escrito, de autoridad competente y de la garantía
de legalidad que consagra el artículo 16 de la Constitución en su primera par-
te, que ya estudiamos.
La Suprema Corte, a través de su Segunda Sala, ha sostenido la anterior
consideración, pudiendo consultarse el criterio respectivo en las ejecutorias
que a continuación señalamos:
"La visita de inspección. en sí misma considerada es ineficaz para surtir efectos le-
gales. si dicha visita de inspección se realizó sin presencia de testigos como expresa-
mente lo exige el artículo 16 constitucional."451
"Aunque la Ley de Hacienda del Departamento del Distrito Federal no exige la
presencia de testigos en el levantamiento de actas de visitas domiciliarias. en los térmi-
nos del artículo 133 de la Constitución Federal de la República esta propia Constitu-
ción es la ley suprema de toda la Unión que por lo mismo debe ser acatada en todas
las funciones gubernativas."452
"Para que las actas de visitas domiciliarias practicadas por la autoridad administra-
tiva, con objeto de comprobar que se han acatado las disposiciones fiscales, tengan va-
lidez y consecuentemente eficacia probatoria en juicio es menester que, conforme a lo
dispuesto por el articulo 16 constitucional contengan los requisitos que señalan las le-
yes respectivas y además se levanten en presencia de dos testigos propuestos por el
ocupante del lugar visitado o, en su ausencia o negativa. por la autoridad que practi-
que la diligencia. "453
"El articulo 16 de la Constitución Federal de la República exige que las actas que
se levanten con motivo de visitas domiciliarias deben estar suscritas por dos testigos
que hubieran intervenido en tales visitas; en consecuencia, al carecer dichas actas del
requisito constitucional aludido. no tienen valor alguno, aunque se hayan levantado
por autoridad competente. "04
"Por mucho que en la Ley sobre Atribuciones del Ejecutivo Federal en Materia
Económica no se mencionen o precisen ningunos requisitos que deben llenar los ins-

451 Revisión fiscal 47/60, Leonor Carter Amaber. 7 de julio de 1960.5 votos. Ponente: Fe-
lipe Tena Ramlrez. Tomo XXXVII, Segunda Sala, pág. 128. Sexta Época. '
452 Amparo en revisión 6,012/50, Félix Rojas Mendoza. 17 de agosto de 1960.5 VOtos. Po-
nente: Felipe Tena Ramírez. Tomo XXXVIII, Segunda Sala, pág. 100. Sexta Época. En el mismo
sentido, la ejecutoria que aparece publicada en el tomo XXXIII, Segunda Sala, pág. 42, de la Sex-
ta Época.
45S Revisión fiscal 219/59, Maria Encarnación .Schultz. 12 de marzo de 1961.5 votos. Rela-
tor: Rafael Matos Escobedo. Tomo XLV, Segunda Sala, pág. 9. Sexta Época. En igual sentido. la
ejecutoria publicada en el tomo XUIJ. Segunda Sala, pág. 123, de la misma Sexta Epoca.
454 Revisión fiscal 429/59, Jesús Sánchez Rubio. 27 de octubre de 1961. Mayoría de 3 vo-
tos. Ponente: Octavio Mendoza González. Tomo LIJ. Segunda Sala, pág. 173. Sexta Época.
GARANTfAs DE SEGURIDAD JURlDICA 631

pectores relativos en las visitas de inspección que practiquen, ello es completamente


irrelevante. ante la circunstancia de que dicha ley, en sus disposiciones debe estar su-
peditada en todo a lo que establezca la Constitución General de la República, la que
en su artículo 16 prevé los requisitos que deben llenar las visitas de inspección. Si del
acta relativa no aparece que se hubiere dado cumplimiento a tales requisitos. resulta
que dicha acta es inepta para fundamentar una multa impuesta y confirmada por la
Dirección General de Precios, ya que esta multa' no se encuentra debidamente fundada
y motlvada."455
El criterio contenido en las ejecutorias invocadas se ha elevado a la ca-
tegoría de tesis jurisprudencia/, en las que se sostiene: "Para que las actas re-
lativas a las visitas domiciliarias practicadas por la autoridad administrativa
tengan validez y eficacia probatoria en juicio, es necesario que satisfagan la
exigencia establecida por el artículo 16 constitucional consistente en haber
sido levantadas en presencia de dos testigos propuestos por el ocupante del
lugar visitado o, en su ausencia o negativa, por la autoridad que practique la
diligencia. "156
Es más, la misma Segunda Sala de la Corte ha reiterado el anterior cri-
terio jurisprudencial mediante la tesis corroborativa que especifica clara-
mente cuáles son los requisitos constitucionales que debe satisfacer toda
visita domiciliaria, dicha tesis, que también es jurisprudencial, establece lo
siguiente:
"De conformidad con lo dispuesto por el artículo 16 constitucional las ór-
denes de visita domiciliaria expedidas por autoridad administrativa deben sa-
tisfacer los siguientes requisitos: l.-Constar en mandamiento escrito; 2.-Ser
emitida por autoridad competente; 3.-Expresar el nombre de la persona reS-
pecto de la cual se ordena la visita y el lugar que debe inspeccionarse; 4.-El
objeto que persiga la visita; y 5.-Llenar los demás requisitos que fijan las le-
yes de la materia. No es óbice a lo anterior lo manifestado en él sentido de
que las formalidades que el precepto constitucional de mérito establece se re-
fieren únicamente a las órdenes de visita expedidas para verificar el cumpli-
miento de las obligaciones fiscales pero no para las emitidas por autoridad
administrativa, ya que en la parte final del párrafo segundo de dicho artículo
se establece, en plural, .....sujetándose en estos actos a las leyes respectivas
y a las formalidades prescritas para los careos" y evidentemente se está refi-
riendo tanto a las órdenes de visitas administrativas en lo general como a las
específicamente fiscales, pues, de no ser así, la expresión se habría producido
en singular".4!S6 bis

455 Amparo en revisión 2.515/55. Industria Nacional Qufmico-Farmacéutica, S. A de C. V.


2 de marzo de 1960.5 votos. Tomo XXXIII, Segunda Sala. págs. 42 Y43. En el mismo senrido. la
ejecutoria que obra en el tomo LII, Segunda Sala, pág. 173. Sexta Época.
456 Cmnpikuión 1917·1965, tesis 265 y tesis 548 del Apbuliu 1975, Segunda Sala.
Esta tesis jurisprudencia! se reitera extensivamente en las que aparecen publicadas en los
números 217 y siguientes del Informe de 1981 de la misma Sala. Idem, tesis 420 del Apindiu
1985, Segunda Sala.
456 bis Informe de 1985, tesis JO, Segunda Sala.
632 lAS GARANTfAs INDIVIDUALES

B. Las visitas domiciliarias y los cateas


Aunque el artículo 16 constitucional establece, según hemos dicho, que las
visitas domiciliarias deben practicarse con sujeción a las formalidades prescritas
para los cateas, entre ambas figuras existen claras diferencias, que especifica-
mos a continuación.
l. El cateo y la visita domiciliaria tienen objetivos diferentes. Aquél tiene
por finalidad inspeccionar algún lugar, aprehender a alguna persona o buscar
algún objeto, debiendo la orden respectiva precisar el sujeto y la materia del
cateo. La visita domiciliaria es una diligencia que persigue únicamente el cer-
cioramiento de que "se han cumplido los reglamentos sanitarios y de policía",
así como "la exhibición de los libros y papeles indispensables para comprobar
que se han acatado las disposiciones fiscales" (párrafo undécimo de dicho pre-
cepto). .
2. La orden de cateo sólo la puede expedir un juez o tribunal, en tanto que la
autoridad administrativa puede decretar la visita domiciliaria.
3. En el ámbito fiscal, la visita domiciliaria únicamente tiende a que el visi-
tado (persona física o moral) exhiba, es decir, muestre, al visitador "libros y
papeles" que sean indispensables, esto es, rigurosamente necesarios, para demostrar
el cumplimiento de las disposiciones fiscales.
4. La orden de visita, que siempre debe ser escrita y.estar dirigida al visi-
tado, no puede decretar la exhibición de documentos de cualquier índole que
no se relacionen indispensablemente con el objeto constitucionol de dicha diligencia, sin
que tampoco pueda determinar la clausura de archivos, muebles, escritorios, etc., que se
ubiquen en el lugar visitado.
5. La referida orden no debe contener ningún despacho de secuestro o embargo
ni de "congelacum" o aseguramiento de cuentas, inversiones o depósitos bancarios o de
otra naturaleza.
6. El visitador debe contraerse a inspeccionar los papeles y libros que revi-
se en el lugar de que se trate, sin poder sustraerlos de éste, levantando un acta cir-
cunstanciada de la diligencia respectiva en la que tiene derecho a intervenir el
visitado.
7. Dicha acta debe ser firmada por dos testigos que el visitado propon-
ga y en caso de ausencia o negativa de éste, su nombramiento debe hacerlo el
visitador.
8. Con apoyo en la mencionada acta, la autoridad fiscal competente pue-
de tomar la decisión que corresponda frente al visitado, dictando la resolución
correspondiente que debe contenerse en un mandamiento escrito que se le di-
rija y en que se invoquen los preceptos legales que funden dicha decisión y se
expongan los motivos que justifiquen su sentido.
Las anteriores reglas no expresan sino el espíritu y la exégesis del artículo
16 constitucional en lo que a las visitas domiciliarias respecta. Cualquier ley
que conceda a la autoridad más facultades que las que ésta limitativamente
tiene conforme a dicho precepto, será inconstitucional, participando de este
vicio los actos aplicativos correspondientes y su ejecución.
GAIlANTÍAS DE SEGURIDAD JUR1DICA 633

VI. SEXTA PARTE

Por Decreto de la Comisión Permanente del Congreso de la Unión, publi-


cado en el Diario Oficial de la Federación el 3 de febrero de 1983, previo el
procedimiento formal instituido en el artículo 135 de la Constitución, el texto
del anterior articulo 25 constitucional se incorporó al articulo 16 de la Ley Suprema.
Dicho texto proclama la libertad de circulación de la correspondencia, misma que
estudiamos en el Capítulo Quinto de esta obra, a cuyas consideraciones nos
remitimos.

VII. SÉPTIMA PARTE

Mediante el mismo Decreto aludido, el anterior artículo 26 constitucional


se incorporó al artículo 16 de la propia Constitución, al que se agregó, con él,
el último párrafo, mismo que dispone que: "En tiempo de paz, ningún miembro
del Ejército podrá alojarse en casa particular, contra la voluntad del dueño, ni
imponer prestación alguna. En tiempo de guerra, los militares podrán exigir
alojamiento, bagajes, alimentos y otras prestaciones, en los términos que esta-
blezca la ley marcial correspondiente". Como se ve, esta disposición constitu-
cional contiene sendas garantías de seguridad jurídica para dos hipótesis
generales, a saber: para el caso en que exista la paz, esto es, para una situa-
ción normal, y para el caso en que México se vea envuelto en una guerra, sea
extranjera o intestina.
a) En el primer caso, se consigna como garantía la inviolabilidad del do-
micilio privado contra las autoridades militares que pretendan ocuparlo o
habitarlo, en el sentido de prohibir a éstas alojarse en él. Este precepto
confiere el derecho al gobernado de oponerse, si es posible por medio de la
violencia física, a cualquier intento de ocupación que hagan los militares res-
pecto de su casa particular. Por otra parte, dicha disposición de la Ley Supre-
ma, en el caso de que venimos tratando, corrobora la garantía de seguridad
jurídica contenida en el artículo 5 constitucional, párrafos primero y segun-
do, al impedir que cualquier miembro del Ejército, en tiempo de paz, obligue
a ninguna persona a prestar trabajos de cualquier especie, sin su voluntad.
Según Lozano, este precepto de la Ley Fundamental proscribe la práctica
de las "levas", que consistía en "enrolar" a gente en el Ejército sin su consen-
timiento.
La garantía de que en tiempo de paz ningún miembro del Ejército puede
imponer prestación alguna al gobernado, se encuentra complementada con
las disposiciones categóricas que contiene el artículo 129 constitucional. Según
este precepto, ''ninguna autoridad militar puede ejercer más funciones que las que
tengan exacta conexión con la disciplina militar". Este mandamiento implica que la
autoridad militar está impedida para desempeñar actos de gobierno, es decir,
imperativos y coercitivos, que no se relacionen directamente con sus atribucio-
nes inherentes y propias; de tal suerte que ninguna persona puede ser afecta-
da en sus bienes jurídicos por ningún órgano o miembro del Ejército, salvo
634 lAS GARANI1AS 'NDMDUALFS

que los actos de afectación respectivos incidan estrictamente dentro del ámbi-
to de la disciplina militar. Si en el orden jurisdiccional los tribunales militares
no pueden extender su competencia a sujetos que no pertenezcan al instituto
armado, conforme lo prevé el artículo 13 que ya estudiamos, en el orden ad-
ministrativo tampoco la autoridad militar tiene bajo su potestad de imperio a
las personas no militares. De ello se colige que, si cualquier miembro del Ejér-
cito, aprovechando la fuerza de que dispone, pretende realizar un acto de au-
toridad frente a un civil motu proprio, o proteger o auspiciar una situación que
no se vincule estrechamente con las funciones militares, no sólo actúa sin
competencia, sino cometiendo un delito de lesa Constitución.
Es, por tanto, el artículo 129, semejante al artículo 122 de la Constitución
de 57, el precepto que, en unión del 13 y del 16, último párrafo, ha venido a
proscribir de nuestro régimen jurídico el nefasto militarismo que por muchos
años padeció la Nación. Conforme a tales disposiciones constitucionales, el
Ejército ha quedado circunscrito a su esfera propia y natural: la de ser el guar-
dián de las instituciones políticas, jurídicas y sociales del país, el garante de la
paz pública y el defensor de la soberanía nacional, sin que pueda desempeñar
funciones de gobierno, que incumben a las autoridades civiles dentro de su
respectiva órbita competencial. "Cuidar de la paz y de la seguridad pública,
administrar la justicia y la hacienda, reprimir los crímenes y delitos; en fin,
gobernar la sociedad, decía el ilustre don Ponciano Aniaga, son atribuciones
de la autoridad que obra a nombre de la ley; la leyes la expresión de la vo-
luntad popular, y los juncionanos militares 1UUÚl tienen que hacer, por sí y ante sí, si
no es requeridos, mandados o autorizados por las potestades civiles, en todos los nego-
cios que no tengan íntima y directa conexión con In disciplina de obediencia que es su
primuiua ley. "456<
b) En el segundo caso, esto es, cuando se trate de tiempos de guerra, la
disposición que comentamos faculta a los militares para exigir de los gober-
nados ciertas donaciones (bagajes, alimentos) o prestaciones en general en
forma gratuita y aun en contra de la voluntad de los mismos. Sin embargo,
esta facultad no está exenta de garantías de seguridad jurídica establecidas
en el propio precepto constitucional. En efecto, la exigencia de las mencio-
nadas prestaciones o donaciones en favor de los militares, debe apoyarse y
normarse en y por una legislación especial que al efecto se dicte o se haya
dictado, es decir, la ley marcial, que constituye o constituiría parte integrante
de la legislación de emergencia en general, que el Ejecutivo Federal puede
dictar con fundamento en el artículo 29 de la Ley Suprema. Por ende, un
militar no puede motu proprio exigir el cumplimiento de prestaciones o dona-
ciones gratuitas y obligatorias a ningún gobernado civil en ausencia de nor-
ma alguna que lo faculte o sin sujetarse a lo que ésta disponga en caso de
que la hubiere, lo cual no es sino la confirmación del principio de legalidad
de los actos autoritarios, que aún rige en casos de emergencia tan graves
como es la guerra.

456 e Voto de 22 de enero de 1857. Inserto en la Crónica del Congreso Constituyente, de zarco.
GARAmiAs DE SEGURIDAD JURlDlCA 635

EL ARTÍCULO 17 CONSTITUCIONAL

Este precepto de nuestra Ley Fundamental encierra tres garantías de segu-


ridad jurúl~a que se traducen, respectivamente, en un derecho público subje-
tivo individual propiamente dicho, en un impedimento o prohibición
impuestos a los gobernados y en una obligación establecida para las autori-
dades judiciales. Evidentemente que en los dos últimos casos apuntados, tan-
to la prohibición decretada a los particulares como el deber impuesto a los
tribunales, se revelan correlativamente en sendos derechos públicos subjeti-
vos individuales para el gobernado, pero no consignados éstos en forma di-
recta como en la primera hipótesis, según veremos más adelante.
a) La primera garantía de seguridad jurídica que encontramos en el ar-
tículo 17 constitucional está concebida en los siguientes términos: Nadie puede
ser aprisionado por deudas de carácter puramente civil. Esta garantía no viene a
ser sino la corroboración o confirmación del principio jurídico de nullum de-
lidum, nulla poena sine tegeo En efecto, de acuerdo con él, solamente un hecho
reputado por la ley como delito puede ser considerado como tal y, en conse-'
cuencia, ser susceptible de sancionarse penalmente. Por ende, una deuda
proveniente de un acto o relación jurídicos civiles en sí mismos, esto es, no
estimados por la ley como delictuosos, no puede engendrar una sanción pe-
nal (como es la privación de libertad), ya que ésta se reserva a los delitos, es
decir, a los hechos reputados legalmente como tales. Bajo este aspecto, el ar-
tículo 17 constitucional viene a confirmar la garantía de la exacta aplicación
de la ley en materia penal, en el sentido de que sólo podrá aplicarse una
pena prevista expresamente por la ley para un determinado delito, o sea,
para un hecho calificado legalmente como tal.
La garantía de seguridad jurídica de que "nadie puede ser aprisionado
por deudas de carácter puramente civil" nació dentro de los regímenes de
derecho paralelamente a la implantación legal del principio nulla poena, nu-
llum delictum sine lege. En efecto, antes de que se considerara como delito el
hecho catalogado como tal por la ley, cualquier acto podía ser reputado
como delictivo; consiguientemente. en ausencia de la exigencia de su previa
y necesaria tipificación legal, cualquier hecho o sus consecuencias podían ser
sancionados penalmente, siendo muy frecuentes los casos registrados en la
historia jurídica en que deudas puramente civiles eran saldadas no sólo con
la privación de la libertad del deudor, sino aún con la muerte del mismo.
El carácter civil de una deuda, es decir, del aspecto pasivo de una obli-
gación, se debe fijar a posteriOTi en cada caso concreto de que se trate, aten-
diendo, sin embargo, al criterio general de que su origen o procedencia no
se atribuya a un hecho tipificado por la ley como delictivo. 456 d

456 d Existe un importante estudio publicado en la Revista eh Jurispnuknria y Legislación, Vo-


lumen correspondiente a los meses de enero ajunio de 1894, en el que se trata sobre la diferencia
entre los delitos y las deudas de carácter civil, adoptándose en él un criterio similar al que hemos
expuesto sobre dicho tópico. Por su parte, la Sala Auxiliarde la Suprema Corte ha sustentado un in-
teresante criterio de diferenciación entre el dolo civil y el tÚJlo penal, en relación con el incumplí-
miento de los contratos civiles al que frecuentemente suele considerarse como fraude. Dicha
Sala establece que cuando el contralo se oblenga medíamu engaño o aprovechamiento de cualquier error, el
636 LAS GARANTÍAS lNDMDUALES

De la garantía de seguridad de que tratamos, el gobernado deriva direc-


tamente un derecho subjetivo público, consistente en la facultad de oponerse
jurídicamente a cualquier autoridad estatal que pretenda privarlo de su li-
bertad a virtud de una deuda civil contraída a favor de otro sujeto. La obli-
gación que se establece para el Estado y sus autoridades, emanada también
de dicha garantía, estriba en la abstención que éstos contraen en el sentido de
no privar al titular del derecho subjetivo correlativo (gobernado) de su liber-
tad por una deuda que no provenga de un hecho calificado expresamente
por la ley como delictivo.
b) La segunda garantía de seguridad jurídica que descubrimos en el ar-
tículo 17 constitucional consiste en que "ninguna persona puede hacerse jus-
ticia por sí misma, ni ejercer violencia para reclamar su derecho". En
términos estrictos, esta disposición constitucional no contiene una garantía
individual propiamente dicha. En efecto, ésta, según aseveramos en otra oca-
sión,'57 se traduce en una relación jurídica existente entre el gobernado por
un lado y el Estado y sus autoridades por otro, en virtud de la cual se crea
.para el primero un derecho subjetivo público y para los segundos una obli-
gación correlativa, conceptos ambos que hemos explicado oportunamente.
Pues bien, la prevención constitucional de que tratamos, en realidad no sólo
no establece para el gobernado ningún derecho subjetivo ni para el Estado y
sus autoridades una obligación correlativa, sino que impone al sujeto dos de-
beres negativos: No hacerse justicia por su propia, numo y no ejercer violencia, para
reclamar su derecho. Además, de esta obligación negativa, el artículo 17 consti-
tucional, en la parte que comentamos, contiene tácitamente para los gober-
nados un deber positivo, anexo a aquélla, y que estriba en acudir a las
autoridades estatales en demanda de justicia o para reclamar sus derechos.
No comparte esta opinión el doctor Roberto L. Mantilla Molina, y aludiendo expre-
samente a nuestro pensamiento expone: "Y no es exacto que el artículo 17 por sí mismo
imponga a los gobernados dos deberes negativos; a lo menos, no se los impone con el
carácter de deberes jurídicos. Pues para que el hacerse justicia por propia mano aca-
rree una sanción, o para que ésta se imponga por el ejercicio de la violencia, es necesa-
rio una norma jurídica, diversa del precepto constitucional, que así lo establezca. Al
particular que, con el propósito de hacer valer un derecho, invada una propiedad aje-
na, o penetre sin el consentimiento del arrendatario en los locales que tiene arrenda-
dos, o tome por sí mismo el bien que había confiado en depósito y cuya restitución se
le niega, etc., se le impondrá una sanción no con base en el artículo 17 de la Constitu-
ción, sino con base en el precepto del Código Penal que castiga el despojo de inmue-
bies, el allanamiento de morada, el robo, las lesiones, etc. Por último, y aunque esto
quizá nos aleje de nuestro tema, debemos notar que tampoco es exacta la afirmación
de Burgoa de que además de esta obligación negativa el artículo 17 constitucional en la
parte que comentamos 'contiene tácitamente para los gobernados un deber positivo,
anexo a aquélla, y que estriba en acudir a las autoridades estatales en demanda de jus-

incumplimiento del mismo implica la consumación o continuación de la conducta fraudulenta; y


que, si no preexiste dicho engaño o aprovechamiento a_la celebracióndel contrato, su incumplí-
miento entraña una cuestión meramente civil, por euyo motivo el incumplidor no puede ser pri-
vado de su libertad conforme al precepto constitucional que comentamos. (Cfr. tesis 2. Sala
Auxiliar, Informe de 1985.)
457 Véase capítulo 11.
GARANT1AS DE SEGURIDAD JURIDlCA 637

licia o para reclamar sus derechos'. es evidente que el titular de un derecho puede abs-
tenerse de reclamarlo. y que la persona a quien la ley le da una acción en juicio. puede
abstenerse de ejercitarla, sin que ni en un caso O en otro pueda decirse que tiene el de-
ber positivo de reclamar su derecho o de ejercer su acción."458
Consideramos que nuestro impugnador na tiene razón. En efecto, de la relación
jurídica que entraña la garantía individual, según hemos aseverado reiteradamente, se
deriva en favor de todo gobernado un derecho subjetivo público, y a cargo de toda au-
toridad del Estado la obligación correlativa. La simple lectura del artículo 17 constitu-
cional nos advierte que la imposibilidad de "hacerse justicia por sí mismo" y de
"ejercer violencia para reclamar un derecho" no implica de ninguna manera un dere-
cho. sino una obligación negativa. es decir. de no hacer o de abstenerse de hacer. Esta
conclusión nos parece tan clara que no acertamos a comprender por qué Mantilla Mo-
lina sostiene lo contrario, o sea, que tal obligación "es un derecho", aseveración que
por sí misma viola el principio lógico de no contradicción. Por otra parte, si nadie,
esto es, ningún gobernado, debe desacatar dicha obligación negativa, es evidente
que, para obtener justicia y el respeto y observancia de sus derechos subjetivos, tiene que
acudir a las autoridades del Estado competentes para conseguir las mencionadas finali-
dades. En otras palabras, si alguna persona quiere ejercitar cualquier acción contra
otra, lo que depende de su voluntad, debe acudir a los tribunales, lo que implica ineluc-
tablemente un deber, que es precisamente al que nos hemos referido y que objeta
el citado jurista. Por último, el hecho de que el artículo 17 constitucional no prevea
ninguna sanción por infringir la obligación negativa que establece a cargo de todo go-
bernado, no excluye tal obligación, cuyo incumplimiento puede traducirse en la perpe-
tración de los delitos que señala Mantilla Molina. Sería contrario a la índole de la
Constitución que ésta previese las sanciones en que incurran quienes la ínobservasen,
ya que, en esta inadmisible hipótesis, saldrían sobrando todos los ordenamientos se-
cundarios, entre ellos, primordialmente, el Código Penal. Esta observación nos parece
tan obvia, que sería innecesario aducir diversos ejemplos de distintas disposiciones
constitucionales que establecen obligaciones y prohibiciones sin fijar expresamente
sanción o pena alguna para su incumplimiento o transgresión.
La obligación constitucional que incumbe a toda persona de ocurrir a las
autoridades del Estado que corresponda en petición de justicia o para hacer
respetar sus derechos, constituye el elemento opuesto a la llamada uíndicta pri-
vata imperante en los primeros tiempos de la Edad Media, bajo cuya vigencia
cualquier individuo, sin la intervención de ningún órgano estatal, podía recla-
mar por sí mismo su derecho a sus semejantes, haciéndose justicia por su pro-
pia mano.
No debe confundirse la prohibición constitucional de que tratamos con el
legítimo derecho a defenderse frente a una agresión. Dicha prohibición se
funda moral y socialmente en la ilicitud de la venganza privada y de la coac-
ción para reclamar un derecho efectivo o supuesto, así como el desiderátum de
mantener la paz dentro de la sociedad. El llamado "derecho del más fuerte" o
el "derecho de la fuerza", en el que se traduciría la contravención a la citada
prohibición, están absolutamente proscritos de toda comunidad civilizada. Por
tanto, el artículo 17 constitucional vigente, similar al artículo 17 de la Consti-
tución de 57, no hace sino atribuir el carácter de antijurídica a dicha ilicitud
moral y social, como consecuencia de la evolución de la humanidad.

4.58 Cfr, el artículo intitulado "Sobre el Artículo 17 Constitucional", publicado en la JUvista


tú la Faad/ad tú Derecño, tomo VlII. 31·32, págs. 141 a t59.julio-diciembre de 1958.
638 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALF.S

Por el contrario, el derecho a defenderse contra cualquier agresión, con-


siste en la potestad lícita y natural de todo hombre para repeler un ataque
que ponga en peligro su vida, es decir, "en afrontar con nuestros elementos
de fuerza individual y privada un peligro presente que amenaza nuestra per-
sona o nuestros intereses"."" Es más, ese derecho, ejercitado dentro y bajo
ciertas condiciones, configura una "excluyente de responsabilidad penal",
cuyo estudio rebasaría los lindes temáticos de esta obra.459bis
c) El propio artículo 17 constitucional dispone en tercer lugar que "los
tribunales estarán expeditos para administrar justicia en los plazos y térmi-
nos que fije la ley". La garantía de seguridad jurídica establecida en favor
del gobernado en este caso, se traduce en la imposibilidad que tienen las au-
toridades judiciales de retardar o entorpecer indefinidamente la función de
administrar justicia, teniendo, en consecuencia, la obligación de sustanciar y
resolver los juicios ante ellas ventilados dentro de los términos consignados
por las leyes procesales respectivas. La obligación estatal que se deriva de
esta garantía de seguridad jurídica es eminentemente positiva, puesto que las
autoridades estatales judiciales o tribunales tienen el deber de actuar en fa-
vor del gobernado, en el sentido de despachar los negocios en que éste in-
tervenga en forma expedita de conformidad con los plazos procesales. Es
más, el hecho de que un juez se niegue a despachar un negocio pendiente
ante él, bajo cualquier pretexto, aun cuando sea el de oscuridad o silencio
de la ley, constituye un delito de abuso de autoridad (fracción V del artículo
214 del Código Penal).
La última parte del artículo 17 constitucional consagra la manera gratuita
de desempeñar la función jurisdiccional. En vista de esta declaración, ninguna
autoridad judicial puede cobrar a las partes remuneración alguna por el ser-
vicio que presta, lo que traduce en la prohibici!m constitucional de las costas judi-
ciales. Esta manera gratuita de prestar el servicio público jurisdiccional no
siempre ha existido como garantía de las partes en juicio. Antiguamente los
jueces tenían el derecho de percibir honorarios por la función que desempe-
ñaban, tal como en la actualidad sucede con los árbitros, lo cual propiciaba
la mercantilización de la justicia, desnaturalizándola,
Las anteriores prescripciones constitucionales tienen un remoto antece-
dente, pues ya en el Deuteronomio se establecía lo siguiente: "Establecerás jue-
ces y maestros en todas tus puertas, que el Señor Dios tuyo te diere en cada
una de las tribus: para que juzguen al pueblo con justo juicio. Sin inclinarse
a alguna de las partes. No serás aceptador de personas, ni de dádivas: por-
que las dádivas ciegan los ojos de los sabios, y trastornan las palabras de los

459 MON11ll y DUARTE, Isidro. Esludio sol"., las Garantías lndividualts, pág. 401.
459bis Entre los hebreos. como es bien sabido, existía la "ley del talión", que se expresaba en
las siguientes f6nnulas: "ojo por ojo. diente por diente. mano por mano, pie por pie" y "Quebra-
dura por quebradura, ojo por ojo. diente por diente restituirá: cual fuere el mal que hubiere he-
cho, tal se le obligará a sufrir" (ÉxodfJ. Capítulo XXI, Versículo 24. LtvUuo. Capítulo XXIV.
Versículo 20). La ley del talión no significaba que el ofendido pudiese tomar venganza por sí mis-
mo contra el ofensor sin la intervención de ningún tribunal, sino que, a modo <le nonna jurídica,
prescribía las sanciones que los jueces debían imponer al que fuere acusado de algún delito que
hubiese producido daño corporal en los términos de los versículos que se acaban de citar.
GARANTlAs DE SEGURIDAD JUIÚDICA 639

justos. Administrarás. la justicia con rectitud; para que vivas y poseas la tie-
rra, que el Señor Dios tuyo te diere."45ge

EL ARTÍCULO 18 CONSTITUCIONAL
a) Este precepto dispone en su primera parte: Sólo por delito que mereua
pena corporal habrá lugar a prisión preventiva.
La disposición transcrita está en íntima relación con la segunda parte del
artículo 16 de la Constitución, que hace factible la orden judicial de apre-
hensión o detención sólo cuando se trate de un delito que se castigue legal-
mente con pena corporal.
La aprehensión o detención de una persona es e! acto que origina la
privación de su libertad. Esta privación se manifiesta en un estado o situa-
ción que se prolonga, bien durante e! proceso penal propiamente dicho, o
bien hasta la compurgación de la pena corporal impuesta por sentencia eje-
cutoria. En e! primer caso, el estado o situación privativos de la libertad per-
sonal se traduce en la prisión preventiva, la cual obedece, no a un fallo en el
que se haya estimado a una persona como penalmente responsable de la
perpetración de un delito, sino a la orden judicial de aprehensión o al he-
cho de que e! detenido o aprehendido quede a disposición de la autoridad
judicial, por una parte, o al auto de formal prisión que, como condición sine
qua non de todo juicio penal, prevé el artículo 19 constitucional, por la otra.
Aunque es este proveído el que estrictamente implica e! comienzo de la
prisión preventiva, ésta en realidad se inicia desde que la persona detenida o
aprehendida queda a disposición de! juez. Por ende, puede afirmarse que la
prisión preventiva comprende dos periodos, a saber: 1) aquél que empieza
en el momento en que e! sujeto queda bajo la autoridad judicial, bien sea
por efecto de la orden de aprehensión o de su consignación por el Ministe-
rio Público, y que abarca hasta e! auto de formal prisión o el de libertad por
falta de méritos; y 2) e! que comienza a partir de dicho auto de formal pri-
sión hasta que se pronuncie sentencia ejecutoria en el juició motivado por el
hecho delictivo de que se trate.
En síntesis, la prisión preventiva, en sus dos periodos indicados, se mani-
fiesta en la privación de libertad que sufre e! sujeto desde que es aprehendi-
do por mandato de! juez o puesto a disposición de éste, hasta que recae
sentencia ejecutoria en el proceso respectivo, duración que se refiere, natu-
ralmente, al caso en que se haya dictado auto de formal prisión, pues de lo
contrario dicha privación únicamente tendría lugar desde la aprehensión
hasta la resolución judicial de libertad por ausencia de méritos.
Generalmente, la prisión preventiva comienza, pues, con la aprehensión
de la persona proveniente de una orden judicial en los términos del artículo
16 constitucional. Consiguientemente, al hablar de la procedencia de la pri-
sión preventiva se debe constatar previamente la constitucionalidad de la or-
den de aprehensión y viceversa, es decir, ésta, además de reunir los
requisitos constitucionales que marca el artículo 16 de nuestra Ley Funda-
459 e Deuuronomío capítulo XVI, versículos 18 y 20.
640 lAS GARANTíAs INDIVIDUALES

mental, debe supeditarse a las condiciones exigidas por el artículo 18 de este


ordenamiento supremo, en el sentido de que sólo puede aprehenderse a un
sujeto cuando el delito que se le imputa sea sancionado con pena corporal. Así
lo ha establecido la jurisprudencia de la Suprema Corte en los siguientes tér-
minos: "Si el hecho que se imputa al acusado no merece pena corporal, la
orden de aprehensión que se libre en su contra, importa una violación al aro
tículo 16 constitucional" y "para que proceda una orden de aprehensión, no
basta que sea dictada por la autoridad judicial competente en virtud de de-
nuncia de un hecho que la ley castiga con pena corporal, sino que se requie-
re, además, que el hecho o hechos denunciados puedan realmente constituir
ese delito que la ley castigue con pena corporal; y el juez de distrito debe
hacer un estudio de las circunstancias en que el acto fue ejecutado, para di-
lucidar si la orden de captura constituye o no violación de garantías".'60
De acuerdo con esta última tesis jurisprudencial, que corrobora la cir-
cunstancia de que una orden de aprehensión, además de tener que reunir
los requisitos del artículo 16 constitucional, debe llenar el del artículo 18 de
la Ley Suprema, no es suficiente que a un determinado acto se le designe
bajo la denominación técnico-legal de un delito que sea castigado con pena
corporal para procederse a la captura de una persona, sino que es menester
que los hechos materiales realmente encuentren su tipificación delictiva como
infracción penal dotada de dicha sanción, para lo cual el juez de distrito tie-
ne facultad determinativa.
La pena corporal debe estar consignada exprofeso por la ley para el de-
lito de que se trate. Dicha consignación debe estar hecha en forma cunjuntiva
con otra u otras especies de sanciones. Por ende, cuando la ley asigne a un
hecho delictivo una pena alternativa, esto es, sin que la corporal se provea
conjuntamente con otra sanción de diversa índole, verbigracia, la pecuniaria,
no tiene lugar la prisión preventiva y, en consecuencia, no procede constitu-
cionalmente la orden de aprehensión en los términos del artículo 16 consti-
tucional, ya que faltaría el requisito establecido por el artículo 18 de la Ley
Suprema. Tratándose de penas alternativas, la jurisprudencia de la Suprema
Corte ha asentado que: "Si el delito que se imputa al acusado lo castiga la
ley con pena alternativa, pecuniaria o corporal, la orden de aprehensión que
se libre es violatoria del artículo 16 constitucional.t'wi
En síntesis, la prisión preventiva, su acto inicial que es la orden de priva.
ción de libertad en los términos del artículo 16 de la Ley Suprema, y el auta
de fonnal prisión, deben obedecer, en cuanto a su procedencia constitucional,
a la circunstancia de que la ley asigne al delito de que se trate una pena cor-
poral, bien aisladamente, o bien en forma conjuntiva con otra sanción.'62
460 Apéndice al tomo CXVII, tesis 742 y Apéndice al tomo CXVIll. tesis 723. Tesis 198 de
la Compilación 1917-1965, tesis 208 del Apéndice 1975, Primera Sala, klem, tesis 87, NOlJt7UJ Parle, del
Apéndice 1985.
•61 Apéndice al lomo CXVllI, tesis 727.1tkm, tesis 202 de la Compilaci6n y 211 del Apéndice
1975, Primera Sala. ídem, Apéndice 1985, Novena Parle, tesis 89. Tesis 230 del Apéndice 1995, Materia
Penal.
462 El estudio exhaustivo de la prisión preventiva configura una temática que rebasa los li-
mites del artículo 18 constitucional. Ene precepto, según lo hemos visto, s6lo declara su proce-
GARAmiAs DE SEGURIDAD JURlDICA 641

b) Como garantía de seguridad jurídica propia de la realización material


de la prisión preventiva. el artículo 18 constitucional establece que el sitio en
que ésta tenga lugar "será distinto del que se destinare para la extinción de
las penas", debiendo estar ambos lugares separados. La razón de esta dispo-
sición es evidente. puesto que la prisión preventiva y aquélla en que se tra-
duce la extinción de una pena privativa de libertad, obedecen a causas
distintas. En efecto, mientras que la prisión preventiva no es una sanción que
se impone al sujeto como consecuencia de la comprobación de su plena res-
ponsabilidad en la comisión de un delito. la privación de la libertad como
pena tiene como antecedencia sine qua non una sentencia ejecutoria en la que
dicha responsabilidad esté demostrada en atención a los elementos probato-
rios aportados durante el periodo de instrucción. La prisión preventiva. a di-
ferencia de la prisión como pena, no es sino una medida de seguridad
prevista en la constitución que subsiste en tanto que el individuo no sea con-
denado o absuelto por un fallo ejecutorio que constate o no su plena respon-
sabilidad penal. Por ende, atendiendo a la diversa naturaleza de ambas
privaciones de libertad, éstas deben ejecutarse en diferentes sitios, en los que
imperen distintas condiciones de reclusión.
e) El segundo párrafo del artículo 18 constitucional contiene una preven-
ción concerniente al objetivo de la imposición de las penas, en el sentido de
que éstas deben tender. en cuanto a la forma de extinguirlas por diversos
conductos. a la regeneración del delincuente, o sea, a su readaptación social
siguiendo en este punto la doctrina moderna del Derecho Penal y los princi-
pios de la criminología.«
Dice así el citado párrafo del articulo 18 constitucional: "Los gobiernos de
la Federación y de los Estados organizarán el sistema penal, en sus respecti-
vas jurisdicciones, sobre la base del trabajo, la capacitación para el mismo y
la educación como medios para la readaptación social del delincuente. Las
mujeres compugnarán sus penas en lugares separados de los destinados a los
hombres para tal efecto.?«

dencia general y fundamental. Por ello, nos abstenemos de examinar pormenorizadamente dicha
figura procesal penal, pues su tratamiento no corresponde al contenido de este libro. Recomen-
damos ampliamente la importante y bien documentada monografia del doctor Sergio Carda Romi-
Tez intitulada: "El Articulo 18 Consíinuional: prisión prromliva, sistema penitenciario, menores
infractores", publicada en el afio de 1967 por la Universidad Nacional Autónoma de México, Coor-
dinación de Humanidades.
463 Sobre estos temas, consúltese la obra de Garcla Ramírez ya señalada en la nota inme-
diata anterior.
464 El párrafo transcrito provino de la reforma que se practicó a consecuencia de una ini-
ciativa presidencial de 22 de septiembre de 1964 y a la que las Cámaras de Diputados y Senadores
introdujeron algunas modificaciones para quedar conforme al texto que reprodujimos, y previa su
aprobación por la mayoría de las legislaturas de los Estados de acuerdo con la prevención contenida
en el artículo 135 constitucional. El segundo párrafo de dicho artículo lB, antes de la mencionada
reforma, disponía lo siguiente: "Los Gobiernos de la Federación y de los Estados organizarán, en
sus respectivos terruorios, el sistema penal -c-colonias, penitenciarias o presidios- sobre la base del
trabajo como medio de regeneración." Como se ve, la reforma consistió en substituir el concepto
de "territorios" por el de 'Jurisdicciones", lo que desde el punte de vistajurídico es más acertado,
pues el "territorio" como base geográfica del "Gobierno de la Federación" comprende toda la
República, incluyendo, obviamente, a los diferentes "territorios" de los Estados. circunstancia que
642 lAS GARANTíAS INDIVIDUALES

d) El tercer párrafo del artículo 18 de la Constitución previene que: "Los


gobernadores de los Estados, sujetándose a lo que establezcan las leyes locales
respectivas, podrán celebrar con la Federación convenios de carácter general,
para que los reos sentenciados por delitos del orden común extingan su con-
dena en establecimientos dependientes del Ejecutivo Federal."..,
Esta disposición establece, no una obligación, sino una mera potestad para
los gobernadores de los Estados de celebrar los convenios a que alude, suje-
tando su ejercicio a la legislación de cada entidad federativa, cuya "soberanía"
o autonomía por este motivo no se lesiona. Atendiendo a la generalidad que
deben tener tales convenios, es decir, a la circunstancia de que no deben con-
traerse a un solo individuo ni a un grupo determinado de personas, puede
afirmarse que la disposición que comentamos encierra una verdadera facultad
legislativa en favor de los gobernadores de los Estados desde el punto de vista
material, o sea, que las convenciones que éstos concierten con la Federación
asumirán la naturaleza de ley, para formar parte de la legislación penal de
cada entidad federativa. Tomando en cuenta los supuestos constitucionales so-
bre los que dichos convenios pueden celebrarse, éstos no pueden pactarse en
relación con los procesados, o sea, con aquellos sujetos que aún no hayan sido
condenados por sentencia ejecutoria, es decir, jurídicamente inimpugnable, ni
respecto de delitos que no sean del orden común, como los oficiales o los po-
líticos, verbigracia. Debemos subrayar que por "reos sentenciados" debe en-
tenderse a aquellas personas contra las que ya se hubiese dictado un fallo de
la Justicia Federal, en vía de amparo directo, que les haya negado la protec-
ción contra la sentencia definitiva que les imponga una sanción penal privati-
va de libertad y que se hubiese impugnado por violaciones cometidas en ella
misma, decidiendo sobre la responsabilidad delictiva. Dicho de otra manera,
el "reo sentenciado" no es aquél contra quien ya se haya pronunciado una
sentencia que sea ejecutoria según la legislación adjetiva penal correspondiente,
sino el sujeto que, habiendo reclamado en juicio de amparo directo y por con-
travenciones de fondo el fallo definitivo dictado por las autoridades judiciales
respectivas, no hubiese obtenido la protección federal. Ahora bien, como tal
reclamación puede promoverse en cualquier tiempo, según jurisprudencia de la

se prestaba a innumerables equivocas: en cambio, la idea de 'Jurisdicción" equivale a la de "com-


petencia" entre las autoridades federales y las locales. sustentada sobre el principio proclamado
en el artículo 124 constitucional. Además. el trabajo como base de la readaptación social (regene-
ración) del delincuente. se agregaron la capacitación para el mismo y la educaci6n como medios
para lograr esta finalidad. adícionándose la disposición de que la compurgacién de las penas para
hombres y mujeres deberá realizarse en sitios separados. Las razones que justifican la reforma a
que nos referimos se expresan en los dictámenes que sobre la consabida iniciativa presidencial se
rindieron en ambas Cámaras legisladoras por las Comisiones de Puntos Constitucionales. Gober-
nación y Justicia, fechados los días 12 de octubre y 2 de noviembre de 1964. respecto de la Cáma-
ra de Diputados, y de 13 de noviembre del mismo año por cuanto a la de senadores. Como tales
razones inciden en el ámbito del Derecho Penal y de la criminología, es decir, rebasan la esfera
estrictamente jurídico-constitucional, nos remitimos a su exposición.
465 Este párrafo se adicionó en los términos a que nos referimos en la nota inmediata
anterior. '
GARAIvrfAS DE SEGURIDAD JURíDICA 643

Suprema Corte,"· resulta que en la práctica la posibilidad de celebrar los


convenios a que se refiere el tercer párrafo del artículo 18 constitucional, se
verá muy menguada o amenazada de inconstitucionalidad, pues basta que un
sujeto no haya interpuesto el amparo directo contra un fallo definitivo pro-
nunciado por algún tribunal local que lo hubiese condenado a sufrir una
pena privativa de libertad, para que no se le considere como "reo sentencia-
do", máxime que, por virtud de la suspensión que se le conceda contra la eje-
cución de dicho fallo, en el caso de que lo impugne, se le seguirá reputando
como" procesado".
Independientemente de los inconvenientes apuntados, estimamos del
todo acertada la disposición de que, merced a los multicitados convenios, los
reos sentenciados por delitos del orden común según fallo ejecutorio de las
autoridades judiciales de los Estados, compurguen su condena en estableci-
mientos penales federales. abundando razones de carácter social y económico
que la justifican plenamente." Es más, la propia disposición ha dejado sin
aplicación la tesis jurisprudencial que establece que los Ejecutivos locales no
pueden ordenar que los reos sentenciados por los tribunales de sus respecti-
vas entidades cumplan su condena fuera del territorio de éstas;t68 criterio que,
basado en el artículo 18 constitucional antes de la reforma a que aludimos, ha
significado un óbice para la consecución de las finalidades sociales a que aspira
el moderno Derecho Penal en lo que atañe a la readaptación del delincuente.
e) El cuarto párrafo del artículo 18 constitucional.ses acorde con el criterio
de los penalistas y criminólogos modernos, previene imperativamente que
tanto la Federación como los gobiernos de los Estados establezcan "institucio-
nes especiales para el tratamiento de los menores infractores", a quien psico-
lógica y socialmente no se les considera como delincuentes ni, por tanto,
sujetos al mismo régimen de readaptación que éstos. 47()
_-:JFLas reformas de 2005. Mediante Decreto Congresional de 8 de noviem!
bre de 2005, publicado en el Diario Oficial de la Federación correspondientd
~l 12 de diciembre del mismo año, se reformó el párrafo cuarto del artículd
~18 constitucional y se adicionaron sU§..p~!T~fQ~quil?_~o _y~",:to. res:.ºr!.~_éndos~
en su orden sus últimos dos párrafos!
-~';Yales reformas y adiciones introdl-,-ce-n-u-n-a-va-r""í-a-n"Cte-s-u'b-sC'ta-n-c""¡-aI;-e-nel régi1
~ de impartición de justicia a quienes tradicionalmente se les denominaba
~'menores infractores" para someterlos o sujetarlos a otro totalmente distinto'
J

Efectivamente, la nueva disposición constitucional implanta un llamado ".liste-JI


!na integral de justicia penal para adolescentes", entendiendo por éstos a toda per'l
~ona mayor de doce años y menor de dieciocho que haya cometido una
londucta tipificada como delito; tal sistema integral deberá ser establecidd
Ror la F"ed~raciófl!Jos estados y el Distrito Federal en eJ.Jmbito de sus re.wed

-166 Apéndice al tomo CXVIIJ del Semanario Judicial de la Federación. Tesis 31.
467 Consúltense los dictámenes a que aludimos en la nota 464.
468 Apéndice al tomo CXVIII del Semonario fudícial de la Federación. Tesis 590. Tesis 155
de la Compilación 1917-1965, Primera Sala.
469 Este párrafo fue adicionado en los términos que indicamos en la nota 464.
470 Las razones que justifican esta prevención constitucional se exponen en los dictáme-
nes que mencionamos en la nota 464. y a cuyo tenor nos remitimos.
644 lAS GARANTíAS INDIVIDUAl.ES

[was compet.encias sentando as(fas bases que permitan ei- posterior desanollJ
~e una legislación específica en esta materia, es decir que habrán de crearse
~nstituciones, t.ribunales y autoridades especializados en la procuración e ¡mi
partición de justicia para adolescentes, con procedimientos específicos, con la
rplicación de sancio!!..~urídicanlentedistintas de la~Bue.",se aplican en el si~~
!emlb~ea~~~:J~I~(~~stén;li;;-osgen';r~ies qu~· en ha; sido redactadasTa ref~
{na y adiciones que tratamos, puede observarse una especie de sobreproteci
ción a los menores de edad, al punto tal de utilizarse la expresión "interés
~uperior del adolescente", reconociéndole a éste garantías ya cOI.!~~'adas él
~u favor en los artículos 1°.• 4°. v 17 de la propia Constitución!
::]Podemos considerar que el origen de estas nuevas disposiciones-~onstTñi1
~(males en materia penal destinadas a los adolescentes puede encontrarse en
~iversos ordenamientos internacionales de los que destaca la "Convención soi
~re los Derechos del Niño", adoptada en Nueva York en 1989 y ratificada 1'01'
puestro país el 21 de septiembre de 1990 en los que se eropl!gna por una
tErotecciÓn integral ogarantista" en favor de !Qsmenores. 1

g) De la sinopsis del articulo 18 constitucional que se contiene en los


apartados que anteceden, se concluye que este precepto involucra garantías in-
dividuales o del gobernado y garantias sociales en materia penal. Las primeras. se-
gún dijimos, protegen al individuo en cuanto a su libertad personal mediante
la prohibición de la prisión preventiva por delitos que no merezcan pena cor-
poral; y por lo que atañe a su dignidad y respeto. cuando se trate de reos del
sexo femenino. al disponerse que los lugares donde compurguen las penas
deben estar separados de los destinados. al mismo efecto. para los reos varo-
nes. Las segundas se consignan como potestades y obligaciones de la Federa-
ción y de los Estados para procurar, a través de su ejercicio y cumplimiento,
la realización de las finalidades de beneficio colectivo que representan las ten-
dencias de readaptar al delincuente a la sociedad, de regenerarlo y educarlo
. dentro de un adecuado régimen penitenciario inspirado en la idea, no de se-
gregarIo de la vida social a título de castigo. sino de reincorporarlo a ella
como hombre útil; prescribiéndose, además. a cargo de las autoridades admi-
nistrativas federales y locales el deber social de implantar instituciones educa-
tivas para los menores infractores, con el objeto de evitar su incidencia en el
campo de la delincuencia.470bi§
Por último. debemos recordar que mediante reforrna publicada el 14 de agos-
to de 2001 se adicionó un párrafo al artículo 18 constitucional, cuyo texto es el
siguiente: "Los sentenciados, en los casos y condiciones que establezca la ley, podrán

470bisA fines del año de 1976 se aprobó por el Congreso de la Unión una iniciativa presiden.
dal tendiente a adicionar un quinto párrafo al artículo 18 constitucional, en los siguientes térmi-
nos: "Los reos de nacionalidad mexicana qut! se etlctumtrCll compurgando penas en países exmmjeros, podrán
ser trasladados a la Repúblicapara que cumplan sus condenas con base en los sistemas de readaptación so-
cial previstos en este artículo, y los reos de nacumaíídad extranjera seiuenoiados por delitos del ordenJederal
en toda la República, o delfuero común en el Distrito Federal, podrán ser trasladados al país de su origen o
residencia, sujetándose a los tratados íntemacumales que se hayan celebrado para eseefecto. Losgobernado-
res de los Estados podrán toíicííor al Ejecutivo Federal, con apoyo en las leyes locales respectivas, la inclu·
sión. de reos del orden común en dichos tratados. El traslado de Los reos sólo podrá efectuarse con su
consentimiento expreso. "
GARANTíAs DE SEGURIDAD JURíDICA 645

compurgar sus penas en los centros penitenciarios más cercanos a su domicilio, a fin de
propiciar su integración a la comunidad como forma de readaptación social."

EL ARTÍCULO 19 CONSTITUCIONAL
Una de las primordiales garantías de seguridad jurídica en materia pro-
cesal penal es el auto de formal prisión o de prisión preventiva que sólo puede
dictarse por delitos que se sancionen con pena corporal según lo preceptúa el
artículo 18 de la Constitución y al que hicimos referencia. La importancia de
dicho auto, que en puridad jurídica debiera llamarse "interlocutoría" porque
resuelve una controversia previa entre el iniciado y el Ministerio Público, es-
triba en que el proceso penal debe seguirse forzosamente por el delito o deli-
tos señalados en él como lo dispone el artículo 19 constitucional en su
segundo párrafo. Esta determinación enfática implica que la sentencia que en
dicho proceso se pronuncie no debe fundarse en hechos diferentes de los que
hubiesen integrado el corpus de los delitos por los que se haya dictado el auto
de formal prisión, aunque sí pueda variar la clasificación delictiva. En otras
palabras, la expresión "Todo proceso se seguirá forzosamente por el delito o
delitos señalados en el auto de formal prisión", se refiere a los hechos delic-
tuosos en él determinados pero no a su clasificación legal.
El auto de formal prisión, según se deduce el primer párrafo del artículo
19 constitucional, debe satisfacer requisitos de fondo y requisítos de forma. Así lo

La adición transcrita suscita varios problemas de carácter jurídico. cuya trascendencia y


gravedad la hacen impracticable. En efecto, en el caso de que se trasladaran al país a delincuen-
tes mexicanos que se encuentren compurgando alguna pena en el extranjero, se daría a las
sentencias condenatorias respectivas efectos extraterritoriales, para cuya ejecutividad habría
previamente que determinar si los delitos materia de la condena estuviesen tipificados como
tales en la legislación mexicana, y si durante el proceso respectivo se hubiesen observado las
garantías equivalentes a nuestras garantías constitucionales consagradas principalmente en los
artículos 14, 16, 18, 19,20 y 22. En el supuesto de que estas condiciones no se satisficiesen, el solo
hecho de que el reo condenado por tribunales extranjeros penelre al territorio nacional, pro-
duciría su inmediata libertad, pues no puede admitirse que ninguna persona purgue en México
una condena que se hubiese decretado contrariamente a nuestra Constitución y a nuestras leyes.
De análoga manera, como todo extranjero es titular de los derechos subjetivos públicos
derivados de las garantías individuales, resultada que si en el país de su origen y nacionalidad
no gozasen de similares derechos, al trasladarlo se violarían las mencionadas garantías.
Por otra parte, aunque el intercambio de reos se estableciese en algún tratado internacio-
nal, éste carecería de validez jurídica en el supuesto de que auspiciara o permitiera la citada
violación, tanto en perjuicio de los delincuentes nacionales como de los extranjeros. Así, el ar-
tículo 15 de la Constitución, que ya estudiamos en esta misma obra, prohíbe la celebración de
tratados o convenios internacionales en los que se afecten las garantías del gobernado, inde-
pendientemente de <lue sea delincuente o no. Por consiguiente, el extranjero condenado a
purgar una pena privativa de libertad por algún tribunal mexicano, podría deducir con éxito
. la acción de amparo en contra de su traslado; y a la inversa, si el delincuente mexicano que
haya sido sentenciado por alguna autoridad judicial extranjera es trasladado a nuestro país
para que en él siga compurgando la pena que le haya sido impuesta, también podría promo-
ver el juicio de amparo si en el caso concreto de que se trate no se satisfacen las condiciones
jurídicas ya apuntadas,
Por estas razones estimamos inútil, innecesaria e impráctica la adición que se pretende in-
corporar, como párrafo quinto, al artículo 18 constitucional, debiéndose recordar que las ga-
rantías constitucionales son irrenunciables, por lo que el consentimiento que los reos emitiesen
para su traslado no produce el efecto de evitar las violaciones a que hemos aludido.
646 LAS GARANTíAs INDIVIDUAU:S

ha considerado la jurisprudencia de la Suprema Corte al establecer que "Para


dictar un auto de formal prisión, son indispensables requisitos de fondo y
forma que la Constitución señala; y si faltan los primeros, esto basta para la
concesión absoluta del amparo; pero si los omitidos son los de forma, la pro-
tección debe otorgarse para el efecto de que se subsanen las diferencias relati-
vas".470<: Dicho alto tribunal hace consistir los elementos formales en la
expresión del delito que se impute al a<..usado y de sus elementos constituti-
vos, las circunstancias de ejecución, tiempo y lugar de los hechos delictivos y
de los actos que arroje la averiguación previa; y en cuanto a los de fondo, és-
tos deben traducirse en la comprobación del cuerpo del delito Y de la proba-
ble responsabilidad del acusado.'" d
Por otra parte, el mismo procepto invocado ordena que "Ninguna deten-
ción podrá exceder del término de setenta y dos horas sin que se justifique
con un auto de formal prisión". Esta prevención indica que nadie puede per-
manecer privado de su libertad, por más tiempo del citado plazo, si no se ha
dictado el mencional proveído judicial, cuya falta origina la liberación del de-
tenido en todo caso. 470 t'
Por último, consideramos que el término de setenta y dos horas de que
dispone el juez penal para dictar un auto de formal prisión es muy reducido y
sumamente angustioso para el indicado, quien, en atención a su corta dura-
ción, se encuentra imposibilitado para desvirtuar los hechos en que se haya
fundado el Ministerio Público para consignarlo ante la jurisdicción. Tal impo-
sibilidad provoca, en la mayoría de los casos, que se decrete la formal prisión
del indiciado, no obstante que no haya cometido delito alguno, obligándolo a
pernlanecer privado de su libertad personal durante la substanciación del
proceso, a no ser que se le haya puesto en libertad provisional bajo caución
conforme a la fracción 1 del articulo 20 constitucional. La situación de qua-
si-indeJensi6n que se deriva del aludido plazo debiera evitarse mediante una
reforma al artículo 19 de la Constitución, en el sentido de ampliar tan limita-
do término para que el indiciado pueda aportar las pruebas tendientes a de-
mostrar que los hechos que se le imputen no constituyen delito alguno y
pueda obtener su libertad en el auto judicial que al efecto se dicte.

EL ARTÍCULO 20 CONSTITUCIONAL
Las garantías individuales que están involucradas en este precepto de
nuestra Ley Fundamental se refieren al procedimiento penal comprendido desde el
auto judicial inicial hasta la sentencia definitiva que recaiga en el proceso res-
pectivo. Dichas garantías de seguridad jurídica se imputan, evidentemente, al
gobernado en su calidad de indiciado o procesado e imponen a la autoridad

470c Apéndice 1985, Vol. 61 1, que reproduce la tesis jusisprudmcial 40 del Apéndice 1975.
Primera Sala. Tesis 50 del Apéndice 1995, Materia Penal.
4700 Semanario Judicial de la Federación, Quinta Época, Tomo XXlX, pág. 1012; tomo
XXXV, pág. 618; Tomo XLV, pág. 3190, YTomo XLII, pág. 3010.
470 t' Así lo dispone, in fine, el primer párrafo del artículo 19 constitucional al establecer
que: "Los custodios que no reciban copia autorizada del auto de formal prisión dentro del plazo
antes señalado (setenta )' dos horas), deberán llamar la atención del juez sobre dicho particular
en el acto mismo de concluir el término}' si no reciben la constancia mencionada dentro de las
tres horas siguientes pondrán al inculpado en libertad".
GARA1"ITiAs OE SEGURIDAD JURfOlCA 647

judicial que conozca el juicio correspondiente diversas obligaciones y prohibi-


ciones a título de requisitos constitucionales que debe llenar todo procedi-
miento criminal.
Las garantías de seguridad contenidas en el artículo 20 de nuestra Ley
Fundamental son, a su vez, objeto de normación de los ordenamientos adjeti-
vos en materia penal;"" en otras palabras, tanto el Código Federal de Proce-
dimientos Penales como los diversos códigos penales procesales locales
reglamentan los mencionados preceptos.
Atendiendo a esta circunstancia, y por constituir las garantías insertas en
el artículo 20 de la Constitución elementos procesales en materia penal, en
realidad el estudio de su contenido desde los diferentes puntos de vista
doctrinal, exegético-legal, jurisprudencial e histórico, pertenece a la disciplina
jurídica denominada Derecho Procesal Penal. En vista, pues, de que no corres-
ponde al estudio que venimos realizando el análisis de dichos elementos o re-
quisitos del procedimiento penal, deliberadamente nos abstenemos de
abordar su examen.'" Sin embargo, no podemos soslayar una importante reforma
introducida a dicho artículo 20 publicada el3 de septiembre de 1993 en lo concer-
niente al derecho que todo indiciado tiene de obtener su libertad provisional
bajo caución. El precepto anterior exigía, para este efecto, que el delito no es-
tuviese castigado con una pena mayor de cinco años de prisión como término
medio aritmético. En cambio, por virtud de tal reforma ya no se exige este re-
quisito bastando, para obtener dicho beneficio, garantizar el monto estimado
de la reparación del daño y de las sanciones pecuniarias que puedan impo-
nerse al inculpado y no se trate de delitos en que por su gravedad la ley ex-
presamente prohíba otorgar la mencionada libertad.
Por reforma publicada el 3 de julio de 1996 se volvió a modificar dicho ar-
tículo 20 Constitucional en los términos en que nos permitimos transcribir.
..1. Inmediatamente que lo solicite, el juez deberá otorgarle la libertad provisional
bajo caución, siempre y cuando no se trate de delitos en que, por su gravedad, la ley
expresamente prohíba conceder este beneficio. En caso de delitos no graves, a solicitud

471 Entre los derechos constitucionales de todo acusado a que se refiere el artículo 20 de
la Ley Fundamental. figura destacadamente el que concierne a la libertad provisional bajo caución
previsto en la fracción 1 de este precepto. El estudio de dicha libertad lo ha emprendido con
todo acierto y exhaustividad Teodoro Escalona Bosada, en la monografta respectiva. publicada
en el año de 1968 bajo el rubro "La libertad Provisional Bajo Caudón", cuya consulta sobre dicho
terna recomendamos ampliamente, así como la dc la obra de Jesús Zamora Pierce, intitulada
Garantías y Proceso Penal, Segunda edición, publicada por Editorial POITÚa en 1987.
Dicha fracción f se reformó por decreto Congresional y de acuerdo al artículo 135 consti-
tucional. publicado en el Diario Oficial de la Federación correspondiente al 14 de enero de
1985. El texto de dicha reforma conserva, en substancia, la mencionada e importante garantía
de seguridad jurídica, y a cuyo contenido nos abstenemos de hacer referencia por rezones ya
expresadas.
472 La justificación de la inserción en el artículo 20 constitucional de garantías que con-
ciernen al indicado y al procesado. la pone de manifiesto con toda atingencia el doctor juventino
v. Castro, quien afirma: "La razón por la cual tanto nuestra Constitución como la de muchos
otros países mencionados principios fundamentales en materia penal. se debe -ya hemos insistí-
do suficientemente en elo-c-, al hecho de que esta disciplina está relacionada íntimamente con la
vida, la libertad, las propiedades y otros derechos vitales del individuo, los cuales en el pasado
fueron desconocidos por los soberanos. motivando el que las clases gobernadas materialmente
arrancaran reconocimientos protectores de tales derechos. empeñándose tales grupos en que se
plasman en la más alta disposición legal que rige en un país.
648 LAS GARMn iAS INOIVIl)UALES

del Ministerio Público, el juez podrá negar la libertad provisional, cuando el inculpa-
do haya sido condenado con anterioridad, por algún delito calificado como grave por
la ley 0, cuando el Ministerio Público aporte elementos al juez para establecer que la
libertad del inculpado representa, por su conducta precedente o por las circunstancias
y características del delito cometido, un riesgo para el ofendido o para la sociedad.
El monto y la forma de caución que se fije, deberán ser asequibles para el incul-
pado. En circunstancias que la ley determine, la autoridad judicial podrá modificar el
monto de la caución. Para resolver sobre la forma y el monto de la caución, el juez de-
berá tomar en cuenta la naturaleza, modalidades y circunstancias del delito; las carac-
terísticas del inculpado y la posibilidad de cumplimiento de las obligaciones procesales
a su cargo; los daños)' perjuicios causados al ofendido; así como la sanción pecuniaria
que, en su caso, pueda imponerse al inculpado.
La ley determinará los casos graves en los cuales el juez podrá revocar la libertad
provisional;"472 bis
La reforma a que acabamos de aludir incurre en el mismo vicio que la de
1993 en el sentido de suprimir el criterio de la penalidad para determinar la
gravedad de un delito, pues ambas propiciaron el subjetivismo legislativo en
cuanto al señalamiento caprichoso de calificar los delitos como "graves" y "no
graves". Tratándose del fraude, verbigracia, éste ya no se considera "grave"
por el monto de lo defraudado, aunque represente sumas muy cuantiosas.
Tal subjetivismo se reitera, por otra parte, y en cuanto a los delitos "no
graves", al dejarse al arbitrio del Ministerio Público y del juez la estimación
del "riesgo" en la conducta de su autor "para el ofendido o para la sociedad",
sin que esta impredecible facultad esté normada por la ley, lo que se antoja
contrario a la garantía de juridicidad instituida en la primera parte del artícu-
lo 16 constitucional que ya analizamos.
Por último, debemos agregar que por Decreto congresional publicado el 21 de
septiembre de 2000 se adicionó el artículo 20 constitucional con un apartado, el
R, que consagra diversos derechos a favor de la víctima u ofendido por un delito y
cuyo texto es el siguiente:
1. Recibir asesoría jurídica; ser informado de los del-echos que en su favor establece
la Constitución y, cuando lo solicite, ser informado del desarrolle el procedimiento penal.
ll. Coadyuvar con el Ministerio Público; a que se le reciban todos los datos o e1e-
mcnros de prueba con los que cuente, tanto en la averiguación previa como en el pro-
ceso, y a que se desahoguen las diligencias correspondientes.
Cuando el Ministerio Público considere que no es necesario el desahogo de la di-
ligencia, deberá fundar y motivar su negativa;
lJl. Recibir, desde la comisión del delito, atención médica)' psicológica de urgencia;
IV. Que se le repare el daño. En los casos en que sea procedente el Ministerio PÚ-

4721Ji. Sobre la naturaleza de la libertad provisional bajo caución la Primera Sala de la Su-
prema Corte ha establecido el siguiente criterio: "La libertad provisional bajo caudón establecida tm. el
artículo 20, fracción 1 de la Constitución Federal, es un derecho sustantivo o fundamental del gobenuulo, y
no una cuestión meramente adjetiva o procesal, porque además de estar consagrada COJIW tal en la Carta
Magna, involucra U1W de ws derechos sustantivos más preciados del hombre, como es su libertad, y la afecta-
ciÓII que produce su negativa, no es susceptible de ser reparada, (llmque el interesado obtuviera una senten-
cia absolutoria; y, por ende, le es aplicable la excepción contenida en el artículo 14 constitucional, en cuanto
a la aplicación retroactiva de la ley en beneficio del reo, en este caso, del indiciado, procesado o sentenciado;
lo que significa que al resolver sobre el derecho de referencia se debe aplicar la ley más benéfica para aquél,
)'fl sea fu vigente al momento en que se cometió el ilícito, si éstapermuía que se otorgara dicho beneficio, o
bien, la vigente en la época de emisión del acuerdo respectivo, si esta última le es másfaoorabíe. " (Tesis sos-
tenida el 24 de Enero de 2001).
GARAtVTíAS DE SEGURIDAD JURíDICA 649

blico estará obligado a solicitar la reparación del daño y el juzgador no podrá absolver
al sentenciado de dicha reparación si ha emitido una sentencia condenatoria.
La ley fijará procedimientos ágiles para ejecutar las sentencias en materia de re-
paración del daño.
V. Cuando la víctima o el ofendido sean menores dc edad, no estarán obligados a
carearse con el inculpado cuando se trate de los delitos de violación o secuestro. En
estos casos, se llevarán a cabo declaraciones en las condiciones que establezca la ley; y
VI. Solicitar las medidas y providencias que prevea la ley para su seguridad y auxilio.

EL ARTÍCULO 21 CONSTITUCIONAL
En este precepto descubrimos las garantías específicas de seguridad jurí-
dica siguientes:
a) La primera de ellas consiste en que la imposicurn de las penas es propia y
exclusiva de la autoridad judicial. Esta disposición constitucional asegura al indi-
viduo el derecho subjetivo en el sentido de que ninguna autoridad estatal, que no sea
la judicial, puede imponerle pena alguna, esto es, ninguna sanción de las que,
verbigracia, conceptúa como tal el artículo 24 del Código Penal. Esta garantía
de seguridad jurídica engendra para los órganos autoritarios formalmente ad-
ministrativos o legislativos la obligación negativa, en aras del gobernado, con-
sistente en no imponerle ninguna sanción que tenga el carácter de pena en los
términos de los diversos ordenamientos penales substantivos.
La imposición de las penas, o sea, de las sanciones que como tales están
reputadas en el artículo 24 del Código Penal para el Distrito Federal, así
como en los distintos cuerpos de leyes imperantes en las diferentes entidades
federativas sobre esa materia jurídica, es, pues, una función que está reserva-
da a las autoridades judiciales con exclusión de todo órgano autoritario de
cualquiera otra Índole.
Para los efectos del artículo 21 constitucional, se entiende por "autorida-
des judiciales" aquéllas que lo son desde un punto de vista formal, es decir,
constitucional o legal. En otras palabras, un órgano del Estado tiene el carácter
de judicial cuando integra o forma parte, bien del Poder Judicial Federal, de
acuerdo con la Ley Suprema y la Ley Orgánica respectiva, o bien del Poder
Judicial de las diferentes entidades federativas, de conformidad con las distin-
tas leyes orgánicas correspondientes. Por ende, no obstante que una autori-
dad formalmente administrativa desempeñe una función jurisdiccional (corno
sucede, verbigracia, con las Juntas de Conciliación y Arbitr'\ie), está impedida
para imponer pena alguna. por no tener el carácter de "judicial" en los térmi-
nos expresados con antelación.
Además de que el acto impositivo de una determinada pena debe emanar
de una autoridad judicial, esto es, reputada legal o constitucionalmente corno
integrante del Poder Judicial de la Federación o de los poderes judiciales lo-
cales, en sus respectivos casos, debe ser la consecuencia del ejercicio de lafun-
ci6n jurisdiccional desplegada por dichos órganos. En otros términos, las
autoridades judiciales deben imponer las penas una vez que hayan resuelto el
conflicto jurídico previo planeado ante ellas y aplicado, como consecuencia de
dicha resolución, la norma que contenga la sanción penal tjuris-dictio; dicción
del derecho). Naturalmente que el desarrollo de la función jurisdiccional por
las autoridades judiciales, que culmina con la imposición de una pena o con
la absolución dictada en favor del procesado, debe desplegarse conforme a las
650 LAS GARAN'ríAS INllJVmUALES

exigencias de las garantías de seguridad jurídica contenidas en el artículo 14


constitucional. El ejercicio de la función jurisdiccional, como medio procesal
para la aplicación de una sanción penal por las autoridades judiciales, ha sido
considerado como tal por la Suprema Corte en una tesis cuya parte condu-
cente dice: HA los jueces penales toca recibir las acusaciones, recoger las prue-
bas, calificar, en vista de ellas, el grado del delito, pesar las circunstancias
excluyentes, atenuantes o agravantes y examinar la responsabilidad de los
acusados. Si ellos se limitaran a aplicar las penas que solicita el Ministerio Pú-
blico, abdicarían de su facultad de juzgar: dejarían de ser ellos quienes impu-
sieran las penas que, como lo ha querido la Constitución, deben ser aplicadas
deliberada y conscientemente, y no de modo automático, como resultaría si,
por el solo pedimento del representante de la sociedad, el juez estuviera obli-
gado a decretar la pena solicitada. "473
En síntesis, la imposición de las penas está condicionada a dos requisitos
fundamentales: a) que sea llevada a cabo por la autoridad judicial concebida
ésta en los términos apuntados con antelación, y b) que sea el efecto o la con-
secuencia del ejercicio de la función jurisdiccional desplegado por dicha autori-
dad y traducido en "decir el derecho" en el caso concreto de que se trate,
mediante la resolución de un conflicto previo producido por el hecho delictivo.
b) La garantía de seguridad jurídica que estriba en que la imposición de
las penas es propia y exclusiva de la autoridad judicial, adolece de una im-
portante excepción constitucional, en el sentido de que Compete a la autoridad
administrativa la aplicacién. de sanciones por las infracciones de los reglamentos
gubernativos y de policía, las que únicamente consistirán en multa o arresto has-
ta por treinta y seis horas; pero si el infractor no pagare la multa que se le
hubiese impuesto, se permutará ésta por el arresto correspondiente, que no
excederá en ningún caso de treinta y seis horas. Si el infractor fuese jornale-
ro, obrero o trabajador, no podrá ser sancionado con multa mayor del impor-
te de su jornalo sueldo de un día. Tratándose de trabajadores no asalariados,
la multa no excederá del equivalente a un día de su ingreso.v> bis
Como se ve, las autoridades administrativas tienen facultad constitucional
para "sancionar" las infracciones que se cometan a los reglamentos gubernati-
vos y de policía, es decir, para imponer las sanciones pecuniarias y corporal a
que se refiere la disposición t.ranscrita de nuestra Ley Fundamental.
Puede suceder que las citadas infracciones tengan el carácter de flagrantes.
En este caso, los agentes de la autoridad administrativa deben concretarse a
presentar al infractor ante el órgano administrativo que corresponda, con el
objeto de que ése le imponga la sanción prevista en el reglamento infringido.
La autoridad administrativa debe respetar las garantías de audiencia y de le-
galidad que respectivamente se consagran en los artículos 14, segundo párrafo,
y 16, primera parte, de la Constitución, en el sentido de brindar al presunto
afectado la oportunidad de defenderse contra la imputación de los hechos in-
fractores y de presentar, si es posible, pruebas para desvirtuarlos, debiéndose
decretar la sanción con estricto apego al ordenamiento reglamentario de que
se trate y con base en tales hechos. La observancia de la garantía de audien-
cia, que indiscutiblemente no debe estar sujeta a los formalismos inherentes a

473 Apéndice al torno L, pág. 289.


473bis Texto actual por reforma publicada el 3 de febrero de 1983.
GARAiVTÍAS DE SEGURIDAD .JUR(DICA 651

un proceso propiamente dicho, se impone a toda autoridad administrativa


encargada de sancionar las infracciones reglamentarias, garantía cuyo acata-
miento es obligatorio sin excepción para todas las autoridades del país, según
lo ha establecido la Suprema Corte en las tesis que con anterioridad invoca-
mos; y por lo que atañe al cumplimiento de la garantía de legalidad instituida
en la primera parte del artículo 16 constitucional, el acto impositivo de la
sanción debe estar fundado en el reglamento cuya infracción se atribuya al
afectado y motivarse en los hechos materia de la infracción, pues la jurispru-
dencia ha sostenido que tales autoridades "deben fundar debidamente sus de-
terminaciones, citando la disposición municipal, gubernativa o de policía cuya
infracción se atribuye al interesado" y que "SI no cumplen con tales requisitos
violan las garantías consignadas en el artículo 16 de la Constitución't.s?"
Ahora bien, ¿qué se entiende por reglamento gubernativos y de pnlicEa? Es un
principio jurídico general el de que un reglamento tiene como antecedente
necesario una ley, la cual es precisamente el objeto de su pormenorización
preceptiva. En otras palabras, el reglamento es materialmente una ley, o sea,
un acto jurídico creador, modificativo o extintivo de situaciones abstractas e
impersonales, que expide la autoridad administrativa para dar bases detalla-
das conforme a las cuales deban aplicarse o ejecutarse las leyes propiamente
dichas. En estos términos, pues. el reglamento presupone la existencia de una
ley específica. La facultad reglamentaria con que está investido el Presidente
de la República por nuestra Constitución, se encuentra contenida en la frac-
ción 1 del artículo 89, que dice: "Promulgar y ejecutar las leyes que expida el
Congreso de la U nión, proveyendo en la esfera administrativa a su exacta ob-
servancia." Esta disposición constitucional, como se puede fácilmente colegir,
otorga al Ejecutivo Federal la facultad de expedir reglamentos tendientes a
hacer observar, dentro de la esfera administrativa, las leyes dictadas por el
Congreso de la Unión.
Sin embargo, existen otros reglamentos, los cuales ya no especifican o
pormenorizan las disposiciones de una ley pre-existente para dar las bases
generales conforme a las que ésta deba aplicarse con más exactitud en la rea-
lidad, sino que porsí mismos establecen una regulación a determinadas relaciones
o actividades. Ahora bien, aunque tales reglamentos no detallen las disposi-
ciones de una ley propiamente dicha, ésta debe autorizar su expedición para
normal' Jos casos o situaciones generales que tal autorización comprenda. En
otras palabras, si la ley establece una cierta normación a través de sus diferen-
tes disposiciones, al Presidente de la República incumbe la facultad reglamen-
taria para pormenorizar éstas mediante reglas generales, impersonales y
abstractas a fin de lograr en la esfera administrativa su exacta observancia en
los términos del artículo 89, fracción 1, de la Constitución. en cuyo caso se
está en presencia de los llamados reglamentos ñeteronomos, los que para tener
validez jurídica, no deben rebasar el ámbito de las prescripciones legales re-
glamentadas. Estos reglamentos, evidentemente, no son de policia ni gubernati-
vos, por lo que no están comprendidos dentro de lo preceptuado por el
artículo 21 constitucional.
Por otra parte, y según lo acabamos de decir, la ley puede por sí misma

474 Compilación 1917·1965, tesis 32: tesis 419 del APéndice 1975, Segunda Sala. ldem, tesis
380 del Apéndice 1985. APéndice 1995, Tesis 85 y 86, Materia Admínísmuíua.
652 LAS GARANlÍAS INDIVIDUALES

no establecer ninguna regulación, sino contraerse a señalar los casos genera-


les en que se faculte al Presidente de la República o a los gobernadores de los
Estados, dentro del Distrito Federal o de la entidad federativa correspondien-
te, para formular su reglamentación. Ésta, por ende, no se revela como por·
rnenorización de disposiciones legales preexistentes, sino como normacum per
se simplemente autorizada por la ley, normación que se implica en los llama-
dos reglamentos autónomos que son precisamente los de policía y gubernativos
aludidos en el citado precepto de nuestra Constitución.
Ahora bien, dhasta qué punto puede una ley autorizar la reglamentación
administrativa sin que haya delegación de facultades legislativas en favor del
Presidente de la República que sea contraria a los artículos 29 y 49 constitu-
cionales? En otros términos, ¿cuáles son las materias en que constitucionalmente
es dable que una ley se contraiga a autorizar los llamados "reglamentos autó-
IlOl110S", es decir, los gubernativos y de policía?
En el orden federal el Congreso de la Unión tiene facultades legislativas
expresas consignadas en la Constitución de la República para expedir leyes
en las diversas materias a que ésta se refiere. Por tanto, en tales materias es
dicho organismo el que debe establecer la norrnación correspondiente, sin
que pueda desplazarse esta facultad legislativa en favor del Presidente de la
República fuera de los casos contemplados por los artículos 29, 49 Y 131
constitucionales. Dicho alto funcionario está habilitado, conforme al artículo
89, fracción 1, de nuestra Ley Suprema, para pormenorizar la norrnación que
se contenga en las leyes expedidas por el Congreso de la Unión a través de
Jos regiamentos correspondientes, sin que éstos tengan el carácter de regla-
mentos de policía y gubernativos. Dicho de otra manera, cualquier reglamen-
tO sobre alguna materia que esté comprendida del ámbito legislativo federal
del Congreso de la U nión, no puede tener dicha naturaleza. En conclusión,
en el orden federal no pueden existir reglamentos gubernativas ni de policía, sino sólo
ordenamientos que traduzcan una pormenorización de las leyes expedidas
por dicho Congreso.s'" Suponer lo contrario equivaldría a admitir los siguien-
tes fenómenos inconstitucionales: a) delegación de facultades legislativas en
favor del Presidente de la República fuera de los casos previstos por los ar-
ticulos 29, 49 Y 131 de la Ley Fundamental (es decir, si el Congreso de la
Unión se abstiene de normal' por sí mismo las diferentes materias de su com-
petencia federal, autorizando simplemente a dicho funcionario para regular-
la); b) invasión por parte del Presidente de la República de la esfera
competencial del Congreso de la Unión con quebranto del principio de la se-
paración de poderes, en caso de que, sin estar autorizado por dicho organis-
mo, expida reglamentos sobre las materias Q1ya ordenación incumbe a éste;
e) usurpación de las facultades reservadas a las autoridades de los Estados con
violación al artículo 124 constitucional, en la hipótesis de que el Poder Ejecu-
tivo Federal reglamente por sí mismo materias cuya regulación no correspon-
da al Congreso de la Unión por no tener éste facultades expresas consignadas

475 De esta afirmación está excluido el caso a que se refiere el artículo 27 constitucional
en su párrafo quimo y conforme al cual el Ejecutivo Federal tiene facultad para reglamentar la
extracción y utilización de las aguas del subsuelo cuando lo exija el interés público, teniendo tal
reglamentación el carácter de autónoma, autorizada simplemente por la Ley Fundamental.
\
\
GARANTíAS DE SEGURIDAD JUR IDICA 6"3
J

en la Ley Suprem~y, en general, violación a la competencia constitucional


del mencionado alto funcionario.
En el orden local, por lo que respecta a los Estados de la República, a las
legislaturas correspondientes incumbe la normaci6n de las diferentes materias
que señalen las constituciones particulares de cada entidad federativa y que no
pertenezcan a la órbita competencial del Congreso de la Unión conforme al
artículo 124 de la Constitución Federal. Por tanto, los reglamentos de policía y
gubernativos que expida un gobernador sólo deben ser aquéllos que regulen
una materia que no esté incluida en la esfera de competencia legislativa de la
legislatura de que se trate ni, obviamente, en el ámbito que corresponda a
cualquiera autoridad federal según la Ley Suprema de la República.
Por lo que concierne al Distrito Federalv> bis el problema que hemos plan-
teado se complica, pues como para dicha entidad el Congreso de la Unión
tiene facultades legislativas de carácter reservado, o sea, para expedir leyes
sobre materias que no sean del orden federal, sin que la competencia local de
dicho organismo está fijada constitucionalmente, éen qué casos de norrnación
debe existir un ordenamiento legal propiamente dicho y en cuáles otros es
posible que se autorice la expedición de reglamentos gubernativos y de poli-
cía en favor del Presidente de la República como gobernador nato del Distri-
to Federal?
Conforme a la fracción VI, inciso primero, del artículo 73 constitucional.
"El gobierno del Distrito Federal estará a cargo del Presidente de la República,
quien lo ejercerá por conducto del órgano u órganos que determine la ley
respectiva." El concepto de "¡¡obierno" a que dicha disposición alude debe es-
timarse en su acepción funcional, es decir, como la acción o la potestad de
guiar o dirigir a la población que integra el elemento humano de dicha enti-
dad federativa para obtener su bienestar, para satisfacer sus necesidades o
para evitarle cualquier damnificación. La actividad gubernativa tiene como
sujeto teleológico a la comunidad misma o a los individuos que en número ili-
mitado la componen y debe desempeñarse con el objeto de preservar o de
beneficiar los intereses públicos o sociales. Dentro de esta finalidad, el gobier-
no se ejerce a través de diversas funciones específicas, a efecto de conseguir
tales propósitos en las diferentes materias que constituyan el ámbito de inci-
dencia de dichos intereses. Así, la acción gubernativa debe tender a evitar o
reprimir cualquier acto o situación que altere la paz o tranquilidad públi-
ca; a velar por la salubridad colectiva; a procurar la seguridad común en dife-
rentes aspectos; a proteger la moralidad de la población; a obtener y
conservar la belleza de las villas o ciudades; a facilitar los medios económicos
para el sustento de la comunidad tratando de aliviar las necesidades públicas
o haciendo posible su mejor satisfacción; y, en general, a impedir la causación
de un daño público, a colmar urgencias colectivas o a procurar un bienestar
común. Por tanto, el Presidente de la República, a cuyo cargo está el gobier-
no del Distrito Federal, es decir, su dirección o rectoría, puede lograr cuales-

475 bis Las consideraciones que subsiguen las formulamos como mero interés teórico-histó-
rico ya que se refieren a una situación que prevaleció en el Distrito Federal desde 1928 hasta
agosto de 1996, o sea, cuando el Presidente de la República era el gobernador nato de dicha en-
tidad federativa. Conforme a la nueva estructura del Distrito Federal, implantada en el actual ar-
tículo 122 constitucional, la facultad reglamentaria que incumbía al EJecutivo de la Unión se
imputó a la Asamblea legislativa de la mencionada entidad.
654
/
LAS GARAl\'TÍAS INDIVIDUALES
I
quiera de dichos objetivos mediante actos administrativos propiamente tales o
a través de actos rnateriahnente legislativos, o sea abstractos. generales e im-
personales, los cuales no son otros que los reglamentos gubernativos y de policía.
Estos, en consecuencia, tienen como materia de regulación cualquier activi-
dad o situación que esté vinculada directamente con alguno de los menciona-
dos objetivos gubernamentales. pudiendo establecerse, en la normación
reglamentaria, obligaciones o prohibiciones a cargo de los particulares. cuyo
no cumplimiento o cuya transgresión signifiquen sendos obstáculos para la
obtención de cualquiera de las citadas finalidades de interés colectivo. Que-
dan, por ende, fuera de la órbita material de los reglamentos gubernativos y
de policía y dentro de la esfera competencial del Congreso de la Unión en su
carácter de órgano legislativo para el Distrito Federal, los casos en que no se
trate simplemente de dirigir o encauzar la actividad gubernamental en conse-
cución de cualquiera de los referidos objetivos, y especialmente aquéllos que
conciernan a la normación de las relaciones de coordinación entre particula-
res, a la previsión y represión de los delitos del orden común, a la imposición
de tributos o contribuciones públicas y a la organización y funcionamiento de
la actividad jurisdiccional. Ahora bien, teniendo el Congreso de la Unión am-
plias facultades legislativas en lo que respecta al Distrito Federal, sobre mate-
rias que no compongan expresamente su esfera de competencia federal,
puede por sí mismo establecer la normaeión a cualquiera función gubernativa
expidiendo las leyes correspondientes, o contraerse a señalar los casos gene-
rales en que el Presidente de la República puede elaborar los reglamentos gu-
bernativos y de policía en los términos apuntados, sin que ello impida a dicho
organismo asumir, a su vez, la función legislativa sobre los propios casos.
En la actual organización del Distrito Federal, por lo que atañe a la fun-
ción administrativa, se acogen las ideas generales que someramente hemos
externado. En efecto, según la base segunda de la fracción VI del artículo 73
constitucional, el Congreso de la U nión debe determinar, a través de la ley
respectiva, el órgano u órganos mediante los cuales el Presidente de la Repú-
blica deba ejercer el gobierno en dicha entidad federativa. Pues bien, en cum-
plimiento de tal prevención de nuestra Constitución, el Congreso Federal
expidió la Ley Orgánica del Departamento del Distrito Federal.v" creando diferen-
tes órganos de gobierno mediante los cuales el Presidente de la República de-
sempeña la función gubernativa correspondiente, misma que se ejerce en los
casos señalados por el artículo 36 y por conducto de diversas dependencias
(Secretarías, Direcciones y Delegaciones) (arts. 29 a 37), euyo superior jerár-
quico es un funcionario llamado "Jefe del Departamento del Distrito Fede-
ral" . Ahora bien, el citado artículo 36, al determinar las materias de la función
gubernamental dentro de la mencionada entidad federativa, en algunas de sus
disposiciones establece expresamente que dicha función debe desplegarse
mediante reglamentos. Consiguientemente, es la mencionada Ley Orgánica la
que, al organizar y regular para el Distrito Federal la actividad gubernativa
que ejerce el Ejecutivo Federal, atribuye al Presidente la facultad de expedir
reglamentos, o sea, disposiciones de carácter general, abstracto e impersonal,
mediante las cuales desarrolla el gobierno de dicha entidad federativa. Tal fa-

476 Este ordenamiento, expedido el 27 de diciembre de 1970, derogó la Ley Orgánica del De-
partamemo del Distrito Federal de 1941, la que a su vez sustituyó a la de 31 de diciembre de 1928.
I
J

GARANTÍAS DE~RIDAD
\
JURÍDICA 655

cultad reglamentaria puede desempeñarse sin que previamente exista una ley que
por sí misma establezca la norrnación a las distintas materias gubernativas pre-
vistas en la Ley Orgánica del Departamento del Distrito Federal, por lo que
los reglamentos que con tal motivo se elaboren tienen una naturaleza autóno-
ma, pues sólo se autorizan en el indicado ordenamiento legal.
Según el artículo 21 constitucional, la autoridad administrativa tiene com-
petencia para sancionar la,s infracciones a los reglamentos gubernativos y de
policía. Dicha sanción únicamente debe consistir en sanciones pecuniarias (multas)
o corporales (arresto hasta por treinta y seis horas). Por tanto, cualquier regla-
mento de este tipo que provea una sanción distinta de las expresadas, como
la clausura del establecimiento en que dicho ordenamiento se infrinja, será
indiscutiblemente inconstitucional a través de la disposición o disposiciones
que establezcan un castigo diverso al pecuniario o del corporal, lo que, por lo
demás, acontece comúnmente.v"
Ahora bien, al imponer las únicas sanciones constitucionalmente permiti-
das por violación a un reglamento gubernativo o de policía, la autoridad ad-
ministrativa debe apegarse a lo que disponga éste, pues de otra manera, su
proceder contravendría la garantía de legalidad consagrada en el artículo 16,
primera parte, de nuestra Ley Fundamental. La obligación que tiene la auto-
ridad administrativa de apoyar legalmente la imposición de dichas sanciones
pecuniarias y corporal, ha sido sostenida por la jurisprudencia de la Suprema
Corte en los siguientes términos: "Si bien es cierto que la Constitución faculta
a las autoridades administrativas para castigar las infracciones a los reglamen-
tos gubernativos y de policía, también lo es que la imposición de tales casti-
gos, debe ser, no al arbitrio de quien los impone, sino con estricta sujeción a
ro que dispongan los mismos reglamentos u otra ley, en lo que no se opongan
al artículo 21 constitucional." "Las autoridades administrativas, si bien confor-
me al artículo 21 constitucional tienen facultades para castigar las faltas, tam-
bién lo es que deben fundar debidamente sus determinaciones, citando la
disposición municipal, gubernativa o de policía, cuya infracción se atribuya al
interesado, y si no cumplen con tales requisitos, violan las garantías consigna-
das en el artículo 16 de la Constitución. "478

477 El artículo 21 del proyecto de don Venustiano Carranza hablaba sólo de "reglamentos
de policía", y este concepto se utilizó en las discusiones habidas en el Congrcso de Qucrétaro en
torno a dicho precepto. Sin embargo. el diputado Enrique Colunga, mediante voto de 10 de
enero de 1917 y que fue aceptado en definitiva por la asamblea. hizo extensiva la facultad de
castigarestablccida en favor de la autoridad administrativa, a los reglamentos gubernativos. Esta
extensión reviste suma importancia, porque el castigo (pena o sanción), que conforme a dicho
artículo únicamente debe consistir en "multa o arresto hasta por treinta y seis horas" no sólo op-
era en relación a las infracciones de los reglamentos de policía. sino de los gubernativos. Ambos
tipos de reglamento son diferentes, pues mientras que los primeros tienen como finalidad
eminente el aseguramiento de la paz, tranquilidad y orden públicos principalmente dentro de las
poblaciones, los segundos organizan y encauzan las actividades de los particulares quc estén
vinculadas directamente con los intereses sociales. En consecuencia, y según lo hemos dicho, si
un reglamento gubernativo, es decir, autónomo. no heterónomo, en los términos ya explicados,
castiga o sanciona los actos que signifiquen contravención a sus disposiciones con penas diversas
de la pecuniaria o de la corporal supletoria prevista en el artículo 21 constitucional. su
contraposición a este precepto es evidente.
178 Apéndice al tomo CXVIlI, tesis 170 y 172. Tesis 30 y 32 de la Compilación 1917-1965;
tesis 417 y 419 del Apéndice 1975, Segunda Sala. Idem, tesis 378 y 380 del Apéndice 1985. Tesis 85 y
86 del Apéndice 1995, Materia Administrativa.
I
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656 LAS GARA~iAs INDIVIDUALF_'l
I
También la jurisprudencia de la Suprema Corte ha establecido que la esco-
gitación de la sanción pecuniaria o corporal por infracciones a los reglamen-
tos gubernativos o de policía, no deben quedar al arbitrio de la autoridad
administrativa, sino que el infractor tiene el derecho de optar por el pago de
la multa o por sufrir el arresto que establece el artículo 21 constitucional.
Así, la Suprema Corte ha sostenido que "el artículo 21 faculta a las autoridades
administrativas para castigar con multa o con arresto hasta de quince días,
pero es inconstitucional que desde luego impongan el arresto, sin dejar al agravia-
do, el derecho de optar entre la pena corporal y la pecuniaria't.v" Por ende,
de acuerdo con la Constitución y la jurisprudencia transcrita, solamente en el
caso de que el infractor no pague la multa impuesta por el órgano adminis-
trativo correspondiente, ésta se permutará por el arresto hasta de quince días
(actualmente de treint.a y seis horas).479 bis
Por último, el propio artículo 21 constitucional establece una garantía de
seguridad jurídica respecto del quantum máximo de la multa que se imponga
por las autoridades administrativas a los obreros O jornaleros, el cual no debe
exceder del importe de su jornalo sueldo de un día,""
c) OU'a garantía de seguridad jurídica que consagra el artículo 21 consti-
tucional es la consistente en que la persecución de los delitos incumbe al Ministerio
Público y a la Policía Judicial, la cual estará bajo la autoridad y mando inmediato de
aquél. 479 d De acuerdo con esta disposición. el gobernado no puede ser acusado
sino por una entidad autoritaria especial. que es el Ministerio Público. Consi-
guientemente, mediante esta garantía queda eliminado el proceder oficioso
inquisitivo del juez. quien no puede actuar, en el esclarecimiento de los delitos
y en la determinación de la responsabilidad penal de sus autores, sin previa
acusación del Ministerio Público. Asimismo, según tal garantía, el ofendido por
un delito debe ocurrir siempre a la institución del Ministerio Público, bien sea
federal o local en sus respectivos casos, para que se le haga justicia. esto es.
para que se imponga al autor del hecho delictivo la pena correspondiente y
se le condene a la reparación del daño causado al querellante,
En relación con la titularidad persecutoria de los delitos, que se imputa
con exclusividad por la Constitución al Ministerio Público. se presenta una
cuestión de cuya solución pueden derivarse tremendas consecuencias prácti-
cas, En efecto, siendo dicha entidad la titular exclusiva y excluyente de la
mencionada facultad. teniendo. por tanto. una potestad "soberana" en cuanto
a la pertinencia o improcedencia de su ejercicio, puede suceder que el Minis-
terio Público se abstenga ilegal e ilegítimamente de acusar a una persona
como autor de un delito, no obstante que éste y la presunta responsabilidad
de aquélla sean evidentes. El ofendido en este caso, según lo ha asentado la
Suprema Corte. no tiene ningún derecho para impugnar jurídicamente el

479 Apéndice al romo CXVIH, tesis 171. Tesis 31 de la Compilaciml y 41.8 M. Apéndíce 1975.
Segunda Sala. ldem, tesis 379 del Apéndice 1985.
479 bi~ Reforma publicada el 3 de febrero de 1983.
479 e hum.
479 d La expresión "Policía Judicial" se substituyó por la genérica "Policía", según reformo
publicada el3 de julio de 1996.
GARANrÍAS DE ~RIDAD JURíDICA 657

acuerdo del Minis~o Público en el sentido de no ejercitar la acción persecu-


toria, por 10 que la vida, honra, intereses, etc., de los sujetos pasivos de una
infracción penal queda al arbitrio de la citada institución. Como lo ha hecho
notar atingentemente ellicenciado Fernando de la Fuente, que fuera ministro
de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, la opinión de nuestro máximo
tribunal de justicia sobre la cuestión aludida, provoca en la realidad tremen-
das consecuencias prácticas. al erigir al Ministerio Público en dictador omní-
modo de la persecución de los delitos y del castigo de los delincuentes,
quedando a su capricho la reparación del daño experimentado por el ofendi-
do, quien vería impunemente lesionados sus intereses en caso de que dicha
institución no desplegase su facultad persecutoria en el supuesto de que se
desistiese de la acción penal ya intentada. Cuando el Ministerio Público ile-
galmente, contra toda disposición, se niegue a ejercitar su potestad persecuto-
ria, ninguna otra autoridad, ni el ofendido mismo, pueden hacer que el delito
cometido no quede impune, puesto que, según lo ha asentado la Corte al in-
terpretar el artículo 21 constitucional, dicha facultad es privativa de la indica-
da institución, cuyas decisiones sobre su no ejercicio son inimpugnables
jurídicamente por ningún medio ordinario o extraordinario, incluyendo la
acción de amparo. En opinión del ministro De la Fuente, misma que nosotros
acogemos por parecernos correcta, el ofendido debe tener el derecho de en-
tablar la acción constitucional contra el acuerdo del Ministerio Público en el
sentido de no ejercitar su facultad persecutoria, pues de esta manera dicha
institución y su jefe, que es el procurador, tendrían un dique a su posible ac-
tuación arbitraria de dejar impunes los delitos o irreparados los daños causa-
dos por éstos al ofendido. Si se determinase la procedencia de la acción de
amparo contra dichas decisiones del Ministerio Público, la Justicia Federal
tendría oportunidad de establecer, en cada caso concreto que se presentase a
su conocimiento, si la negativa por parte de dicha entidad de perseguir un
delito y acusar a su autor está o no legalmente fundada, pudiendo obligar a la
mencionada institución a ejercitar la acción penal en el caso de que se reunie-
ran los requisitos legales para el efecto. De esta manera. los derechos de los
ofendidos por un delito, quedarían substraídos o, cuando menos protegidos,
de un posible proceder arbitrario del Ministerio Público y, por ende, de las
supremas autoridades administrativas de los Estados principalmente (gober-
nadores), quienes son las que nombran al Procurador de Justicia en sus res-
pectivos Estados, el cual a su vez es el jefe de dicha institución.w'
Sea lo que fuere, de acuerdo con el artículo 21 constitucional, la persecu-
ción de los delitos incumbe al Ministerio Público y a la Policía Judicial,
disposición que está corroborada por el artículo 102 de la Ley Suprema, el
cual, al referirse en especial a las facultades del Ministerio Público Federal,
expresa en su párrafo segundo: "Incumbe al Ministerio Público de la Federa-
ción, la persecución, ante los tribunales, de todos los delitos del orden fede-
ral; y, por lo mismo, a él le corresponderá solicitar las órdenes de aprehen-
sión contra los inculpados; buscar y presentar las pruebas que acrediten la

480 Sobre la cuestión mencionada. consúlrense nuestras obras ElJuicio de Amparo y Derecho
Constitucional Mexicano.
/
,
658 I.AS GARANTÍAS INDIVIDUALES
I
responsabilidad de éstos; hacer que los juicios se sigan con toda regularidad
para que la administración de justicia sea pronta y expedita; pedir la aplica-
ción de las penas e intervenir en todos los negocios que la ley determine".
La persecución de los delitos se manifiesta en dos periodos: a) el denomi-
nado de averiguaciones o investigaciones previas, que está integrado por diligen-
cias de comprobación de los elementos consignados en el artículo 16
constitucional para el libramiento judicial de la orden de aprehensión, dili-
gencias que se llevan a cabo exclusivamente ante el Ministerio Público en forma
secreta, o, en su defecto, ante las autoridades que tengan facultades legales de
Policía Judicial, y b) aquél en que el Ministerio Público figura como parte en
el procedimiento judicial tendiente a la determinación de la pena correspon-
diente, procedimiento que se inicia con el ejercicio de la acción penal ante el
juez competente.
Tanto las diligencias de investigación como el ejercicio de la acción penal
y la facultad acusatoria, como ya dijimos, son propias y exclusivas del Ministe-
rio Público, de tal manera que los jueces que conocen de un proceso penal,
en la generalidad de los casos no pueden oficiosamente allegarse elementos
de prueba de un delito o de la responsabilidad del acusado, ni iniciar el juicio
sin el previo ejercicio de la mencionada acción, ni continuar el procedimiento
si ha habido desistimiento de ésta por parte de su titular constitucional o con-
clusiones de no acusación.
La jurisprudencia de la Suprema Corte ha sido sustentada en este sentido en varias
tesis que expresan: "Corresponde el ejercicio de la acción penal al Ministerio Público
y a la Policía, que debe estar bajo la autoridad y mando de aquél. U na de las más tras-
cendentales innovaciones hechas por la Constitución de 1917 a la organización judi-
cial, es la de que los jueces dejen de pertenecer a la Policía Judicial para que no tenga
el carácter de jueces y partes, encargados, como estaban antes de la vigencia de la
Constitución, de decidir sobre la responsabilidad penal y allegar, de oficio, elementos
para fundar el cargo." "El ejercicio de la acción penal corresponde al Ministerio Públi-
co; de manera que, cuando él no ejerce esa acción, o se desiste de ella, no hay base
para el procedimiento; y la sentencia que se dicte sin que tal acción se haya ejercitado
por el Ministerio Público, importa una violación de las garantías consagradas en el
artículo 21 constitucional"481 "La persecución de los delitos incumbe al Ministerio Pú-
blico y a la Policía Judicial, la cual quedará bajo la autoridad y mando de aquél; por
tanto, si el Ministerio Público no acusa, la resolución judicial que mande practicar
nuevas diligencias para el esclarecimiento de los hechos, importa una violación del ar-
tículo 21 constitucional."482 "El artículo 21 de la Constitución, al confiar la persecu-
ción de los delitos y el ejercicio de la acción penal al Ministerio Público, Jo hizo sin
trabas y sin distingos de ninguna especie; así, si el agente del Ministerio Público se de-
siste de la acción penal, violando la Ley Orgánica respectiva, esto será motivo para
que se le siga el correspondiente juicio de responsabilidad, mas no para anular su pe-
dimento, ni menos para que los tribunales se arroguen las atribuciones que son exclu-
sivas del Ministerio Público, y manden continuar el procedimiento, a pesar del
pedimento de no acusación, pues esto equivale al ejercicio
J
de la acción penal y a per-
seguir un delito violat.orio abiertamente el artículo 2l constitucional."483

481 Apéndice al tomo CXVlll, tesis 16 y 17. Tesis 5 y 6 de la Cmnpullcifm 1917·1965 y del Aphk
dice 1975, Primera Sala. ldem, tesis 5 Y 6 del Apéndice 1985. Tesis 6 del Apéndice 1995, Materia Penal;
482 Tomo XV, pág. 482.
483 Tomo XIX, pág. 1,038.
. DE \ SEGURlDAD JURlDICA
. GARANTIAS . 659

La titularidad ~clusivaen favor del Ministerio Público acerca de la facul-


tad investigadora de los delitos y de la acción penal, es relativamente reciente,
pues fue hasta el año 1903 cuando a dicha institución se le concibió bajo los
perfiles autónomos de la jurisdicción que actualmente ostenta y como entidad
de averiguación de los hechos delictivos y perseguidora de los delincuentes.
En México, antes de dicho año, y con posterioridad a 1869, el Ministerio Pú-
blico no era una institución unitaria, independiente de la administración de
justicia, con facultades propias y exclusivas, sino que estaba representado por
tres promotores o procuradores fiscales, quienes eran autónomos entra sí y
fungían como auxiliares de la jurisdicción. Durante la época colonial y hasta
antes de 1869, existían los llamados procuradores fiscales, cuyas facultades
originarias estribaban en defender, en los diversos juicios, el interés patrimo-
nial de la Corona, o del Fisco, sin que tuvieran la titularidad de la acción pe-
nal ni la facultad investigadora de los delitos'"
Sin embargo, pese a la adopción del Ministerio Público con anterioridad
a la Constitución de 17, es en este documento donde se le dio vida efectiva en
aras del principio acusatorio en materia judicial penal y en cuya observancia
se ha fincado la imparcialidad en la administración de la justicia criminal.
"Las leyes vigentes, tanto en el orden federal como en el común, han adoptado la
institución del Ministerio Público, pero tal adopción ha sido nominal, porque la fun-
ción asignada a los representantes de aquél, tiene carácter meramente decorativo para
la recta y pronta administración de justicia, Los jueces mexicanos han sido, durante el
periodo corrido desde la consumación de la Independencia hasta hoy, iguales a los
jueces de la época colonial; ellos 50n los encargados de averiguar los delitos y buscar
las pruebas, a cuyo efecto siempre se han considerado autorizados a emprender verda-
deros asaltos contra los reos, para obligarlos a confesar, lo que sin duda alguna desna-
turaliza las funciones de la judicatura. La sociedad entera encuentra horrorizada los
atentados cometidos por jueces que, ansiosos de renombre, veían con positiva fruición
que llegase a sus manos un proceso que les permitiera desplegar un sistema completo
de opresión, en muchos casos contra personas inocentes, y en otros contra la tranquili-
dad y el honor de las familias, no respetando, en sus inquisiciones, ni las barreras mis-
mas que terminantemente establecía la ley. La misma organización del Ministerio
Público, a la vez que evitará este sistema procesal tan vicioso, restituyendo a los jueces
toda la dignidad y toda la respetabilidad de la magistratura, dará al Ministerio Público
toda la importancia que le corresponde, dejando exclusivamente a su cargo la perse-
cución de los delitos, la busca de los elementos de convicción, que ya no se hará por
procedimientos atentatorios y reprobados, y la aprehensión de los delincuentes. Por
otra parte, el Ministerio Público, con la Policía Judicial represiva a su disposición, qui-
tará a los presidentes municipales y a la policía común la posibilidad que hasta hoy
han tenido de aprehender a cuantas personas juzgan sospechosas, sin más mérit.os que
su criterio particular. Con la institución del Ministerio Público, tal como se propone,
la libertad individual quedará asegurada; porque según el artículo L6, nadie podrá ser
detenido sino por orden de la autoridad judicial, la que no podrá expedirla sino en
los términos y con los requisitos que el mismo artículo exige."
Así se expresaba don Venustiano Carranza en el Proyecto de Reformas Consti-
tucionales que presentó al Congreso de Querétaro. Sin duda alguna, las razo-

484 Respecto de la historia del Ministerio Público, consúltese el interesante articulo de


don Isidro Mrmtiel y Duarte, publicado en el tomo correspondiente al semestre de enero a junio de
1890, de la Revista de Legislaci/m yjunspnulencia (págs. 9 a 24).
660 LAS GARAl\.rTIAS JNDlVIDUALES.
!
nes para convertir al Ministerio Público en institución constitucional son
evidentes e inobjetables, t.oda vez que tendieron a colocar a la judicatura en la
situación de imparcialidad y dignidad funcionales que le corresponde, pues
mientras al Ministerio Público no se le consideró como titular exclusivo de la
acción penal, previa la facultad investigatoria de los delitos, aquélla estaba en
manos de particulares. como acaecía en Roma, teniendo los jueces funciones
inquisitivas. circunstancias que desvirtuaban considerablemente su noble y
elevada misión de juzgar, constituyéndose a la vez en acusadores y sentencia-
dores de los inculpados, pudiendo hasta iniciar un procedimiento penal sin
que previamente se hubiese formulado la acusación correspondiente. Sin embar-
go, como advertimos con antelación, no estamos de acuerdo, por otra parte,
con la potestad soberana. inapelable, con que está investido el Ministerio PÚ-
blico. en el sentido de ser la única entidad competente para decidir si ejercita
o no la acción penal de que es titular o sobre si deja o no impune un delito
mediante una actitud abstencionista de persecución. pues esta situación lo eri-
ge en el verdadero dictador de vidas y haciendas en lo que toca a los ofendidos,
quienes. en caso de una negativa de dicha entidad para acusar al autor del
hecho delictuoso que lo agravia, se ven en la más completa imposibilidad de
obtener la reparación del daño de que fueron víctimas, con independencia
del juicio civil por responsabilidad extracontractual.
Por otra parte. a pesar de que nos hemos referido a la actuación del
Ministerio Público considerándola como "facultad". estimamos que en el
fondo entraña una obligación social muy importante a su cargo que le im-
pone el artículo 21 constitucional. Siendo una obligación de dicha institu-
ción la persecución de los delitos en las fases a que hemos aludido, debe
concluirse que su desempeño no debe quedar al irrestricto arbitrio de los
funcionarios que la componen, encabezados por los procuradores correspon-
dientes. Por consiguiente, si la existencia de un delito se comprueba durante
el periodo investigatorio respectivo y existen datos que demuestren la presun-
ta responsabilidad en su comisión, el Ministerio Público debe ejercitar la ac-
ción penal contra el presunto responsable ante el órgano judicial competente.
Este deber, derivado del mismo artículo 21 de la Constitución, excluye la fa-
cultad de abstenerse del ejercicio de la acción punitiva, ya que no perseguir
los delitos ni a sus autores, entraña una situación antisocial que pone a la co-
lectividad en permanente peligro, auspiciando la perpetración permanente o
periódica de hechos delictuosos bajo el signo de su impunidad.
Ahora bien, la obligación social a que bemos aludido no sólo la tiene di-
cha institución frente a la comunidad, sino que la asume. en cada caso con-
creto, frente a los sujetos que sean víctimas u ofendidos de un delito. Esta
obligación social individualizada nos lleva a la conclusión de que el artículo
21 constitucional, en lo que al Ministerio Público atañe. sí contiene una ver-
dadera garantía individual en favor de todas las personas que sean sujetos pa·
sivos de un becho tipificado legalmente como delito, asistiéndoles el derecho
correlativo consistente en exigir de la citada institución la invest-igación penal
correspondiente y el ejercicio de la acción punitiva ante los tribunales. Esta
consideración, a su vez, apoya la procedencia del juicio de amparo contra las
decisiones del Ministerio Público en lo que respecta al no desempeño de la
mencionada acción.
,
,
GARANTÍAS DE SEGUR,IDAD JURíDICA 661

Las anteriores ide~s son las que sustentó el brillante ministro de la Suprema Corte,
desafortunadamente ya extinto, don Te6filo Olea y Leyva, quien afirmaba: "...si es propia
y exclusiva de la autoridad judicial la facultad de imponer penas, lo es asimismo exclu-
siva la de absolver o de no imponerlas. La recíproca, por tanto, es cierta y es válida.
"Por contraposición, encontramos: que si se le incumbe al Ministerio Público la
persecución de los delitos, de incumbe asimismo la facultad de no perseguirlos a su
arbitrio? Aquí la recíproca no es cierta; porque si así fuera, el dejar de perseguir en
cualquiera de sus aspectos de no ejercicio o abstención o abandono de la acción penal
en todas sus formas, invadiría no sólo la función decisoria del juez, sino también la le-
gislativa que ha dado los presupuestos y condiciones de proccdibilidad y de punibili-
dad que una vez satisfechos, requieren el ejercicio de la acción penal. Esa exigencia
punitiva de la ley y la pretensión punitiva del querellante, radican en el principio de
legalidad que exige que se persiga el delito cuando estén satisfechos Los presupuestos
y condiciones de punibilidad y procesabilidad que en nuestra Carga Magna se encuen-
tran fijados en los artículos 16 y 19.
"Se dirá acaso, que el principio de oportunidad siempre obliga al Ministerio Público
a definir discrecionalmente si en cada caso se han llenado los requisitos constitutivos
de la acción penal, y esto es verdad; pero esta discrecionalidad del Ministerio Público
ni es infalible ni menos puede ser arbitraria, y, por ende, necesita sólo de uncontrol
interno de orden jerárquico a que obliga el principio de unidad e individualidad del Mi-
nisterio Público, muy deleznable y caprichoso, sin otro control que en países más afor-
tunados que el nuestro, se ha instituido; un control externo de la acción penal o sea el de
un órgano distinto ante el que puedan recurrirse los actos del Ministerio Público que
no ejercita o bien abandona la persecución de los delitos una vez iniciado el proceso.
"Ya hemos visto ante que la hermenéutica más clara del artículo 21, la interpreta-
ción histórica legislativa del Constituyente, y la técnica jurídica procesal condenan de
consuno, un arbitrio sin límites del Ministerio Público, que se manifiesta en posibilidad
permanente de arbitrariedad. Hemos palpado la necesidad de que exista un órgano ex-
terno e independiente del Ministerio Público en relación a su propio ministerio, que
autorice, o bien juzgue, la responsabilidad de la institución por el no ejercicio o aban-
dono en todas sus formas de la acción penal; y también encontramos que existió ese
control externo, aunque mínimo, en el amparo de garantías, concedido a la víctima o a
su representante, la parte civil, para garantía de sus intereses, como natural interpre-
tación del artículo 21 que hizo en el artículo 26, la Ley Orgánica del Ministerio Públi-
co del Fuero Común del año de 1919."485
El pensamiento del maestro Olea y Leyva anteriormente transcrito posi-
blemente haya influido para que, par reforma publicada el 31 de diciembre de
1994, se estableciera que las resoluciones del Ministerio Público negándose a
ejercitar ÚL acci6n penal y desistiéndose de ésta, sean impugnadas por la vía juris-
diccional "en los términos que establezca la ley", De esta reforma puede infe-
rirse la procedencia de la acción de amparo en favor del ofendido por un
delito en contra de dichas resoluciones, ya que, por virtud de la derogación
tácita del artículo 10 de la ley que rige nuestra materia, la restricción que este
precepto contiene se ha vuelto inoperante. Esta circunstancia implica eviden-
temente la consecuencia de que la jurisprudencia de la Suprema Corte decla-
rativa de la improcedencia de la acción de amparo en favor del ofendido por
un delito, ha quedado sin operatividad. Estas breves y someras ideas nos con-
ducen a pensar que no hay necesidad de que se expida una ley específica que

485 Cfr.: "El Artículo 21 Constitucional", publicado en la Revista de la Escuela Nacional de


jurisprudencia. Tomo VI, núms. 23-24,julio-diciembre de 1944.
662 LAS GARANTíAS INDMDUALES

consigne la vía jurisdiccional para impugnar las aludidas resoluciones del Mi-
n isterio Públicovaefecto..dequecontra ,.eJll.§".P.r.p,c.e.oarel iuicio den garan tías.,__ ~ __,
__, !Mediante Decreto de 4 de mayo de 2005, publicado en el Diario OficiaI
~e la Federación el 20 de junio del mismo año "Se adiciona un párrafo quinto al
9rtículo 21 de la Constitución Política de los Estados UnÍfÚJs Mexicanos, recorriéndos~
fn su orden l,0'i. actuales qUintO! s~xt'k..!l!!:E.P.asan a -'ersexto,'I..J1jJtllll{J,Jipra quelÚ¡n
como Sll!Ue ... L __ _._~__,._~_......... __
,~ ._~~ _.--. _ .,. . '__...,.--,
_ ,iPárrafo quinto: "El Fjecutivo Federal podrá, con la aprobación del Senado ~n
rada caso, reconocer la iurisdicd/m de la Corte Penal lnternacional":
__ .~_ ~Esta importante adición es una de las consecuencias de la
poTítica~ extc J
fiar de nuestro p~ís ejercida. en los últimos años, recono~~endo que los Estai
~os otorgan una importancra fundamental a la protección de los derechos
humanos y a la observancia de las normas del derecho internacional humani1
tario. En consonancia con una realidad inocultable que enfrenta la comunil
~ad int.ernacional, nos hace presenciar la comisión de graves delitos de lesa
humanidad, genocidio, guerra y agresión, atentatorios todos ellos de los dercl
~hos humanos, por lo que se establece la posibilidad de que el Presidente de
la República, con la aprobación del Senado, reconozca la jurisdicción de l~
~ort.e Penal Int.ernacional, creada a la sazón por el Estatuto de Roma, pul
f.iendo tal Tribunal ejercer su cQ!!!I:!e~encia rcspect9 a la .pre~unta comisióri
,(le los crímenes antes apuntadosfj ~ _'"~
JEn otro orden de ideas, la adición que comentamos de manera sucinta s~
trnltrac a establecer un simple principio genérico que sustente constitucional!
!nente la posibilidad de que México intervenga en tan importantes asuntos
penales internacionales a través de los órganos de gobierno que la propia adij
fión puntualiza, debiendo observarse que el mencionado principio no pued
fonsiderarse como una garantía individual, ya que no otorga I)in@n derecho 1
subjetivo público Que deba respetarse por el poder público! , "
Finalmeme, conviene referir el contenido de los dos últimos párrafos del
~rúculo 21 Constitucional que prevén, en su conjunto, la necesidad de estal
blecer un "sistema nacional de seguridad pública" que opere en consonancia:
ál principio federalista haciendo intervenir en él coordinadamente a la Fede1
~'ación, al Distrito Federal, a los estados y municipios, con el romántico deseo.
p'e que los cuerpos policíacos que deban hacerlo efectivo, actúen con ':l~g~
pad, eficiencia, profesionalismo V honradez" (sic)f ._,
~_lEvidentementeJ este texto constitucional se contrae a establecer una obli'i
gad6n a cargo de los distintos niveles de gobierno consistente en dar vida y;
operancia al "sistema" que prevé, a través de la Ley que en este sentido deb
~xpedirse, dejando de ser una garantía individual por las mismas razone
áducidas en los párrafos Erecedentes!

EL ARTÍCULO 22 CONSTITUCIONAL
En este precepto de nuestra Ley Fundamental se prevén dos garantías de
seguridad de las que vamos a tratar sucesivamente.
a) La primera de ellas está concebida en Ios siguientes términos: "Quedan
prohibidas las penas de mutilacum (cercenamiento de algún miembro del cuerpo
humano por la comisión de un delito) y de infamia (el deshonor, el despresti-
gio público), la marca, Ios azotes, los palos y el tormento de cualquier especie, la
GARANTÍAS DE SEGURIDAD jURíDlCA 663

multa excesiva (la sanción pecuniaria que está en desproporción con las posibi-
lidades económicas del rnultadoj.v la confiscación de bienes (la aplicación o ad-
judicación que de ellos hace a su favor el Estado por la comisión de un delito,
sin realizar ninguna contraprestación en beneficio del afectado) y cualesquiera
otras penas inusitadas y trascendentales. "487
Como se ve, esta disposición constitucional hace al principio una enumera-
ción de la clase de penas que están prohibidas, extendiendo posteriormente
dicha prohibición a cualquiera sanción penal inusitada y trascendental.
Ahora bien, iqué es una pena inusitada? Atendiendo a la acepción gramati-
cal del adjetivo, una sanción penal de esta índole es aquélla que está en desu-
so, que no se acostumbra aplicar, que no es impuesta normalmente, Sin
embargo, jurídicamente por pena inusitada no se entiende aquélla cuya im-
posición o aplicación están fuera de uso, sino que se traduce en aquella san-
ción que no está consagrada por la ley para un hecho delictivo determinado. En otras
palabras, una pena es inusitada desde el punto de vista del artículo 22 consti-
tucional, cuando su imposición no obedece a la aplicación de una norma que
la contenga, sino al arbitrio de la autoridad que realiza el acto impositivo.
Consiguientemente, la prohibición constitucional que versa sobre las penas
inusitadas confirma el principio de nulla poena sine lege consagrado en el ar-
tículo 14 de nuestra Ley Suprema.
Una pena es trascendental cuando no sólo comprende o afecta al autor del
hecho delictivo por ella sancionado, sino que su efecto sancionador se extiende
a los familiares del delincuente que no participaron en la comisión del delito.
En otros térrninos, la trascendencia de la pena se revela en la circunstancia de
que ésta impone directa o indirectamente también a personas inocente, uni-
das comúnmente por relaciones de parentesco con el autor de un delito. La
imposición trascendental de una pena pugna, pues, con el principio de la per-
sonalidad de la sancum penal, que consiste en que ésta sólo debe aplicarse al au-
tor, cómplices y, en general, a los sujetos que de diversos modos y en
diferente grado de participación hayan ejecutado un acto delictivo.w
La prohibición constitucional que se refiere a las penas mencionadas en
el artículo 22 de la Ley Suprema adolece de una excepción consagrada en el

486 La Suprema Corte, al través de su Sala Auxiliar, ha considerado que para determinar
cuándo una multa impuesta por autoridades administrativas es excesiva, se debe tomar en cuenta
la gravedad de la infracción que la motive, los perjuicios ocasionados a la colectividad, la
reincidencia en la comisión del hecho infractor y la capacidad económica de la persona multada.
(Informe de 1970, pág. 105.)
487 Varias de las penas abolidas tamo por la Constitución actualcorno por la de 57, eran
objeto de consagración .en la mayoría de las legislaciones antiguas, entre ellas la de las Partidas.
Así, tratándose de la pederastia. sus autores "debían ser castrados y entregados al obispo para que los
pusiera en cárceles separadas en donde hicieran penitencia, aplicándose sus bienes a sus
legítimos hijos. si aquéllos eran casados. y pudiendo casarse sus mujeres con quienes quisiesen (leyes 5 y
6, titulo V, Libro JII del FuerolUIgo). La ley 2, título IX, Libro IV del Fuero Real mandó que la
castradura fuese pública: que al tercer día de ella fuesen los culpables colgados de las piernas,
hasta que muriesen, y que nunca se les quitara del patíbulo" (citas contenidas en la importante
obra Código de la Reforma, tomo 11, tercera parte, pág. 20, cuyo autor es el distinguido
jurisconsulto ya desaparecido don Blan José Gutierrez, quien fue profesor de la Escuela Nacional
de Jurisprudencia).
488 En la historia se han dado casos legales muy frecuentes de penas trascendentales,
principalmente por lo que concierne a la confiscación de bienes, cuya aplicación dejaba en la
miseria a los parientes del autor de un delito.
664 lAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

propio precepto, la cual está concebida en e! sentido de excluir de! concepto


de pena de confiscación y, por tanto, de considerarla como vedada, "a la apli-
cación total o parcial de los bienes de una persona, hecha por la antoridad ju-
dicial, para e! pago de la responsabilidad civil resultante de la comisión de un
delito, o para e! pago de impuestos o multas, ni el decomiso de los bienes en
caso·de enriquecimiento ilícito en los términos del artículo 109".
De acuerdo con esta excepción constitucional, está permitida. en primer
lugar, la adjudicación que lleve a cabo la autoridad judicial respecto de los bie-
nes del autor de un delito únicamente para pagar el impone de la indemniza-
ción proveniente de la responsabilidad civil originada por el hecho delictivo.
En segundo lugar, también están permitidas la aplicación o la adjudica-
ción de los bienes de una persona en favor del Estado cuando dichos actos
tengan como objetivo el pago de créditos fiscales resultantes de impuestos o multas, y
para cuya realización las autoridades administrativas están provistas de la lla-
mada facultad económica-coactiva, cuyo fundamento constitucional, a nuestro
entender, se encuentra en el propio artículo 22 de la Ley Suprema, el cual
también delimita su procedencia (cobro de impuesto o Juultas).489
Tampoco implica confiscación de bienes el decomiso de los que pertenez-
can a los servidores públicos en los casos en que éstos resulten responsables
por enriquecimiento ilícito conforme a lo previsto en el artículo 109 constitucio-
nal. Este enriquecimiento se presume ruando dichos servidores del Estado, por
sí o por interpósita persona "aumenten substancialmente su patrimonio, ad-
quieran o se conduzcan corno dueños sobre ellos y cuya procedencia lícita no
pudiesen justificar" (párrafo tercero de la fracción III de dicho precepto), co-
rrespondiendo a la Ley Reglamentaria respectiva determinar la forma de
practicar el decomiso.sw bis

489 En nuestro Derecho Constitucional siempre se adoptó la tendencia humanitaria de


proscribir penas tan infamantes e injustas como las que prohíbe e! artículo 22 constitucional, que
sigue puntualmente las prevenciones de! artículo equivalente de la Constitución de 57, e! cual co-
rresponde al artículo 29 del proyecto respectivo. Desde la Constitución española de 1812 queda-
ron abolidas las penas de confiscación de bienes y las trascendentales, habiéndose eliminado
también el tormento (arts. 303, 304 )' 30S). Por decreto de las Cortes, expedido en el año de
181:3, se prohibieron igualmente los azotes. Análogas prohibiciones se contenían en las Constitu-
ciones de 1824, de 1836 y 1843, lo que revela que el artículo 22 constitucional vigente, así como
el similar de nuestra Ley Fundamental de 57, no hicieron sino recoger las ideas humanitarias y
de justicia que, en relación con la índole de las penas, alentaron el Derecho Mexicano.
489 bis Por reforma publicada el 3 de julio de 1996 se agregó que tampoco se considera como
confiscación de bienes el decomiso de los que sean "propiedad del sentenciado por delitos de los
previstos como de delincuencia organizada, o el de aquéllos respecto de los cuales éste se con-
duzca como dueño, si no acredita la legítima procedencia de dichos bienes".
Además, por reforma publicada el 8 de maruJ de J 999 e! texto del párrafo segundo del anfcu-
lo 22 constitucional quedó concebido en los siguientes términos:
"No se considerará confiscación la aplicación a favor del Estado de bienes asegurados que
causen abandono en los términos de las disposiciones aplicables. La autoridad judicial resolverá
que se apliquen en favor del Estado los bienes que hayan sido asegurados con motivo de una
investigación o proceso que se sigan por delitos de delincuencia ul15dni/.<'tda, cuando se ponga
fin a dicha investigación o proceso, sin que haya un pronunciamiento sobre los bienes asegurados.
La resolución judicial se dictará previo procedimiento en el que se otort,'ue audiencia a
terceros y se acredite plenamente el cuerpo del delito previsto pOI' la ley como de delincuencia
organizada, siempre y cuando se trate de bienes respecto de los cuales el inculpado en la in-
vestigación o proceso citados haya sido poseedor, propietario o se haya conducido como tales,
GARAi-.¡TÍAS DE SEGURIDAD JURÍDICA 665

b) La segunda garantía de seguridad jurídica consignada en el artículo 22


de la Ley Suprema se traduce, por un lado, en la prohibicion. absoluta de la im-
posición de la pena de muerte y, por el otro, en la exclusión de su aplicación
por lo que concierne a los delitos que no estén comprendidos en los enume-
rados en dicho precepto y a los que después nos referimos. .
l. Dicha prohibición absoluta consiste en que la pena de muerte en nin-
gón caso podrá imponerse a los autores de delitos políticos. ¿Qué es un delito
político? Todo hecho delictivo vulnera o afecta determinado bien jurídico
(vida, integridad corporal, patrimonio, etc.), Cuando la acción delictuosa pro-
duce o pretende producir una alteración en el orden estatal bajo diversas for-
mas, tendiente a derrocar a un régimen gubernamental determinado o, al
menos, engendrar una oposición violenta contra una decisión autoritaria o a
exigir de la misma manera la observancia de un derecho, siempre bajo la ten-
dencia general de oponerse a las autoridades constituidas, entonces el hecho
o los hechos en que aquélla se revela tienen el carácter político y, si la ley pe-
nal los sanciona, adquieren la fisonomía de delitos políticos. Nuestro Código
penal en su artículo 145 bis conceptuada como delitos políticos la rebelión, la
conspiración, la sedición y la asonada o motín, y la llamada "disolución só-
cial" ,490 a cuyos autores no podía imponerse la pena de muerte por prohibirlo
así el artículo 22 constitucional. Los delitos de carácter político, para que par-
ticipen de este atributo, deben tener como objetivo la afectación de fines
esenciales que a cada uno de ellos señala la ley penal al definirlos; por ende,
cuando a pretexto de un delito político, o sea, de un hecho determinado cali-
ficado legalmente como tal, se cometen otras acciones cuyos perfiles tipifi-
quen otra figura delictiva, éstas se castigarán con la pena que les corresponda.
Así lo establecía el artículo 140 del Código Penal, que decía: "Cuando en las
rebeliones se pusiere en ejercicio, para hacerlas triunfar, el homicidio, el
robo, el secuestro, el despojo, el incendio o el saqueo, se aplicarán las penas
que por estos delitos y el de rebelión correspondan segó n las reglas de la acu-
mulación."
2. El propio artículo 22 constitucional faculta a las autoridades federales
o locales (legislativas), según el caso, para sancionar con la pena de muerte
únicamente aquellos delitos que el mismo precepto enumera, y que son:
traición a la patria, o sea, el atentado cometido por un mexicano (por naci-
miento o por naturalización) contra la independencia de la República, su so-
beranía, su libertad o la integridad de su territorio (artículo 123 del Código
Penal), en lo que toca a este delito, sólo puede aplicarse a su autor cuando
el país esté en guerra; parricida, esto es, el homicidio de ascendientes en lí-
nea recta, sean legítimos o naturales, siempre y cuando el autor de aquel he-
cho conozca el mencionado parentesco (artículo 323 del Código Penal);
homicidio con alevosía, premeditación o ventaja, que son calificativas definidas
por los artículos 315, 316 y 319 del ordenamiento penal substantivo; actos
delictivos cometidos mediante el incendio, plagio o secuestro en los términos del ar-
tículo 366 del Código Penal; pirateria, la cual es definida en el artículo 146

independientemente de que hubieran sido transferidos a terceros, salvo que éstos acrediten
que son poseedores o adquirentes de buena fe."
490 Este deliro, que tantas polémicas y protestas provocó. fue suprimido por reforma de ju-
lio de 1970 a dicho ordenamiento.
666 LAS GARANTíAS lNDlVlDUALES

del propio ordenamiento; y los delitos graves del orden militar previstos en el

~~~~~d~:n~~sg~~~.~~I~:r;'d';-ño~ie~b-;'~;2005, (d,;s Jías después d~l-f;'¡


lIecimiento del Doctor Ignacio Burgoa Orihuela) publicado en el Diario Ofi]
fial de la Federación el 9 de diciembre del propio año se reforma el primef
pánafo y se deroga el cuarto párrafo del artículo 22 de la Constitución Polí~
~ica dc los Estados Unidos Mexicanos prohibiendo de manera categórica J
!nex~epcional la pena de muerte!
_,,_ ista prohibición es el resultadode -;;(,}tiples inici;'l~;'s provenientes d~
legisladores de diversos partidos políticos pertenecientes a la LlX Legislatur~
~el Congreso de la Unión e incluso del Ejecutivo Federal, observándose com9
i:ienominador común en las correspondientes exposiciones de motivos la ten..
t.e.ncia universal a su a.bolición,.la referencia y defen~a_ de lo~ derechos humCl~
os así como su inaplicabilidadreal en Mé~ico.t

EL ARTÍCULO 23 CONSTITUCIONAL
a) La primera garantía de seguridad jurídica contenida en dicho precepto
está concebida en los siguientes términos: Ningún juicio criminal deberá tener
más de tres instancias. ¿Qué se entiende por instancia? Esta se revela como un
procedimiento, o sea, como un conjunto de actos procesales. que se inicia en
el momento en que la acción se ejercita y que concluye cuando el órgano ju-
risdiccional pronuncia la resolución que decide la cuestión planeada en la litis
por el actor y el demandad. La sentencia que establece dicha decisión, es
pues, el acto culminatorio de una instancia procesal. Pues bien. cuando dicha
resolución jurisdiccional es impugnable mediante algún recurso ordinario,
que generalmente es la apelación, se abre un nuevo procedimiento. una nue-
va instancia, que comienza con el acto de interposición de! medio procesal de
impugnación y termina con la decisión que emite el órgano ante el cual éste
se interpone, confirmando. modificando o revocando la sentencia atacada.
Para que pueda hablarse de una segunda o tercera instancia (que surge en
caso de que la resolución confirmatoria, modificativa o revocatoria de la deci-
sión de primera instancia sea a su vez impugnable mediante algún recurso or-
dinario). es necesario observar si en el procedimiento que se desarrolla a
consecuencia de la interposición del recurso. se conservan los elementos y ob-

491 Únicamente nos concretamos a hacer alusión de dichos delitos castigables con larena
de muerte, ya que su estudio corresponde a otra disciplina jurídica, cual es el Derecho Pena. Sin
embargo no podemos dejar de formular la observación de que la ejecución de la pena de muerte,
como sanción autorizada jurídicamente por el Estado, se ha llevado a cabo en la historia de dis-
tintos países del orbe por medios diferentes de crueldad. Así, en el Derecho hebreo se previó la
lapidación, y la incineración en vivo; entre los griegos se acostumbraba la horca, la extnmgulacíón, la
decapuacíón y el ve1Umo (cicuta): en Roma prevaleció la ejecución al través del jus giadium, sin des-
cartarse el despeñamiento (recuérdese al respecto la famosa roca Tarpeya), así como la cnu:ifixión
misma que se aplicó a Cristo; en el Derecho Germánico antiguo se acostumbraba el ahorcamiento
y el ahogamiento. así como también la muerte por azotes o palos; los mayas solían acudir al apíasa-
mienta de la cabeza mediante piedras pesadas. Serta prolijo hacer referencia a diferentes regímenes
socio-jurídicos históricamente dados para señalar simplemente los medios ejecutivos de la pcna
de muerte hasta llegar al fusilamiento. que es el menos cruel, sin descartar la asfixia por gases leta-
les o por elearocutacíón quc se emplean en diversos estados de la Unión Norteamericana. La
GARANTÍAS DE SEGURlDAD JURíDICA 667

jetivos esenciales del primer o segundo proceso en sus respectivos casos, prin-
cipalmente en lo que respecta a los términos de la litis contestatio. En efecto,
cuando se interpone el recurso ordinario en contra de la sentencia que pone
fin al primer procedimiento (primera instancia), la secuela procesal que surge
como consecuencia de la interposición de aquél, tiene como objetivo revisar
la resolución impugnada mediante la solución del debate o litis planteada ini-
cial u originalmente, por lo que los sujetos procesales, con excepción del ór-
gano jurisdiccional, son los mismos (actor y demandado). La segunda o
tercera instancia, en sus correspondientes casos, no sonjuicios nuevos, distintos
del procedimiento primero o primera instancia, sino estadios de un solo pro·
ceso, el cual conserva en éstos sus elementos subjetivos (actor y demandado) y
teleológicos esenciales (solución del debate o litis planteados originalmente).
En síntesis, para saber si un determinado procedimiento que se desarrolle
como consecuencia de la interposición de un recurso contra una sentencia.
tiene el carácter de segunda instancia, hay que atender a los elementos sub-
jetivos y teleológicos procesales, que son los mismos en cualquiera de las
instancias o estadios de un solo juicio. Por ende, cuando la interposición de
un recurso (lato sensu) da origen a un procedimiento que no tenga los mismos
elementos subjetivos y objetivos de la instancia en que se dictó la resolución
impugnada, entonces aquél no tiene el carácter de segunda instancia, sino de
un juicio nuevo, distinto y autónomo, como sucede con eljuicio de amparo.f"
Al disponer el artículo 23 constitucional que "ningún juicio criminal de-
berá tener más de tres instancias", establece la imposibilidad de que la resolu-
ción recaída en el procedimiento desarrollado por la interposición del
recurso ordinario contra la sentencia de segunda instancia, sea a su vez ataca-
ble por un medio ordinario creador de un nuevo estadio del juicio. En otras
palabras, el artículo 23 de la Ley Suprema impide un cuarto estadio o instan-
cia en un juicio penal, o sea, que la resolución de tercera instancia recaída en
ésta, sea a su vez revisable por otro procedimiento ulterior dotado de los mis-
mos elementos subjetivos y objetivos que los anteriores.
La terminante prohibición constitucional de que tratamos implica una
restricción insuperable para los poderes legislativos de la Federación y de los
Estados, al vedarles la expedición de leyes procesales penales en que se insti-
tuya una "cuarta instancia". Ello obedeció al desiderátum de no prolongar in-
definidamente un juicio penal mediante la creación legal de múltiples
instancias, en las que quedada siempre subjudice la inocencia o culpabilidad
de un acusado, difiriendo inhumanitariamentc el pronunciamiento definitivo
sobre su condena o absolución.
En la actualidad. sin embargo. propia..mente no hay tercera instancia, tanto
en los juicios civiles como en los penales. Estos concluyen por sentencia ejecu-
toria (es decir, sin que ésta sea ya impugnable por recurso ordinario alguno
que es el que crea la nueva instancia) recaída en el procedimiento de segunda
instancia, cuando a favor de las partes existe el medio común de impugna-
ción respectivo (apelación) y si se ha hecho valer. Bien es verdad que la sen-
tencia ejecutoria de segunda instancia que confirma, revoca o modifica la
resolución dictada en el procedimiento de primera, es a su vez atacable por la

492 Respecto de la cuestión de si nuestro juicio de garantías es un recurso strícto sen.~u. o no,
y si da origen a una tercera instancia o es juicio autónomo. véase nuestra obra Eljuiáo de Amparo.
668 LAS GARANTÍAS INDrVIDUALES

acción de amparo, mas ésta no da origen a un nuevo estadio del juez de que
se trate, sino a otro completamente distinto y autónomo por constar de dife-
rentes elementos subjetivos y objetivos. aun en el caso de que tienda a esta-
blecer un control de legalidad, como sucede en la mayoría de las veces. Antes
de la reforma sufrida por el artículo 104 constitucional (que se operó en ene-
ro de 1934), el cual en su fracción 1 consignaba el recurso de súplica, y con
anterioridad a la supresión de los recursos de casación, las sentencias recaídas
en segunda instancia eran respectivamente "suplicables" o "casables" (permi-
tiéndose la expresión). circunstancia que originaba terceras instancias en los
términos en que las hemos concebido (identidad de elementos subjetivos
-con exclusión del órgano jurisdiccional- y objetivos procesales).
b) La segunda garantía de seguridad jurídica que encontramos en el ar-
tículo 23 constitucional está concebida de la siguiente manera: Nadie puede ser
juzgado dos veces por el mismo delito, ya sea que en eljuicio se le absuelva o se le con-
dene (principio de non bis in idem). ¿En qué casos opera esta garantía indivi-
dual? Para solucionar esta cuestión hay que determinar previamente lo que se
entiende por "ser juzgado" o "haber sido juzgado". A este respecto, la juris-
prudencia de la Suprema Corte ha establecido que "por juzgado se entiende a
un individuo que haya sido condenado o absuelto por una sentencia firme e
irrevocable. o sea, contra la que no procede legalmente ningún recurso, contra
la que sea ejecutoria legal o dedaratioamente; por tanto, si no existe aún senten-
cia en los términos apuntados, no hay obstáculo para que en contra del indi-
viduo se inicie nuevo proceso, no violándose el artículo 23 constitucional que
manda que nadie puede ser juzgado dos veces por el mismo delito".'" En
conclusión, sólo cuando se haya pronunciado en un juicio penal una senten-
cia ejecutoriada en los términos establecidos por los ordenamientos penales
procesales, o una resolución que tenga su misma eficacia jurídica (auto de so-
breseimiento de la causa), no puede ser nuevamente enjuiciado por el delito
que haya motivado el acto jurisdiccional ejecutorio definitivo.
La imposibilidad de un nuevo enjuiciamiento contra una misma persona
y por el mismo delito no surge cuando el tribunal que haya dictado la ejecu-
toria respectiva hubiese sido incompetente por razón del fuero de que se tra-
te .. En otras palabras, si dicha ejecutoria emana de un órgano judicial local y
el proceso en que haya recaído debió haberse substanciado ante algún tribu-
nal federal, éste puede abocarse al conocimiento del mismo proceso, sin que
sea obstáculo la garantía constitucional que comentamos.
En este semido se ha sustentado el criterio de la Suprema Corte que consta t:n las
ejecutorias cuya parte conducente transcribimos. "Si una autoridad local conoce de un
delito federal y pronuncia resolución. no por ello debe considerarse que un tribunal
federal está imposibilitado parajuzgar a la persona a quien se imputa el hecho delictivo
correspondiente, porque entonces no existe cosa juzgada para la jurisdicción federal.
ni menos un derecho individual público derivado de ella en favor de un procesado.
toda vez que el derecho local, así como los actos de las autoridades de las Entidades
Federativas apoyados en éste. no pueden impedir. en ningún caso, que los Poderes de
la Unión ejerzan sus atribuciones constitucionales. y además. porque tampoco puede
existir cuando la resolución dictada está viciada de invalidez O nulidad por haber ema-

493 Tomo XXVIII, pág. 4,039; tomo XXXII, pág. 1,397; tomo XLIV. pág. 4,039 Y tomo
XXVIII, pág. 504.
GARAt"ITfAS DE SEGURIDAD JURíDICA 669

nado de un tribunal constitucionalmente competente para ello. pues como expone


Mariano Coronado. en su obra: Elementos de Derecho Constitucional Mexicano (páginas 88
y 89), no se entiende que se juzga dos veces a un individuo cuando obtiene amparo y
queda a disposición de otro juez para que se le procese conforme a la ley; ni en gene-
ral, cuando un juicio o determinados procedimientos son nulos. pues entonces hay
que reponerlos sin que esto importe el abrir nuevo juicio. La Suprema Corte ha decla-
rado que, aun cuando el artículo 24 de la Constitución (la de 1857) previene que na-
die puede ser juzgado por el mismo delito dos veces, esto debe entenderse cuando el
primer juicio es válido, y no entenderse cuando el primer juicio es anticonstitucional y
nulo; porque en este caso, según los principios constitucionales, hay que reponer las
cosas al estado que tenían antes de violarse la Constitución, quedando expedita la ju-
risdicción del juez competente para hacer la reposición del proceso, como queda la de
los jueces comunes, en las causas civiles, declarada la nulidad, cuyo efecto es reponer
el juicio al estado que tenía antes de causarse ésta. En consecuencia, la Justicia de la
Unión debe amparar y proteger al quejoso para el efecto de que sea juzgado por un
tribunal federal."
"La Constitución establece que nadie puede ser juzgado dos veces por el mis-
mo delito, consagrando así el antiguo principio non bis in idem; mas ello debe enten-
derse de acuerdo con el régimen federal marcado por la propia Ley Fundamental, la
cual señala a los Estados miembros las facultades no conferidas en forma expresa a
la Federación; por ende, la cosa juzgada sólo puede operar cuando se pronuncia por
una entidad federativa, o por la autoridad judicial federal competente, una resolución
irrevocable; pero si la sentencia dictada por un Estado adolece de nulidad, no existe
impedimento alguno para que los tribunales federales competentes, juzguen al incul-
pado. Ya esta Suprema Corte de Justicia ha expresado que si bien la Constitución pre-
viene que nadie puede ser juzgado dos veces por el mismo delito, esto se entiende
cuando el primer juicio es válido y no anticonstitucional y nulo, porque en este caso
hay que volver las cosas al estado que guardaban antes de la violación constitucional,
quedando expedita la jurisdicción del juez competente para hacer la reposición del
proceso.wse bis

Es pertinente advertir que el "delito" por el cual ninguna persona puede


ser procesada dos veces, no debe consistir en la tipificación legal de un hecho
humano, sino en este mismo. De esta manera, aunque se haya pronunciado
un fallo condenatorio o absolutorio considerando a un hecho bajo determina-
do carácter delictivo, este mismo hecho, observado a través de una estimación
delictiva diferente, no puede originar un segundo juicio, a pesar de que el
"delito", en su configuración puramente jurídico-legal, sea distinto.
e) La tercera y última garantía que encontramos en el artículo 23 constitu-
cional, y que, corno las anteriores, se refiere a la materia penal, es la consis-
tente en que queda prohibida la práctica de absolver de la instancia. ¿Qué se
entiende por tal? Todo juicio del orden penal tiende a condenar o absolver al
procesado, atendiendo a la existencia o no existencia de su responsabilidad
en la perpetración de un delito. La culminación fatal, necesaria, de un proce-
dimiento penal, está constituida por una sentencia condenatoria o absoluto-
ria, salvo casos excepcionales, o sea, verbigracia, cuando muere el reo durante
el juicio o el Ministerio Público se desiste de la acción penal o formula con-
clusiones no acusatorias, pues entonces el proceso se sobresee. La absolución
de la instancia es un fenómeno que consiste en que un proceso penal deter-

493bi~A"í lo ha sostenido el criterio de la Suprema Corte. Cfr. S.J.F. Quinta Época. Tomo
XXXII, pág. 2081; YTomo CXVIII, pág. 305.
670 lAS GARANTíAS INDIVIDUALES

minado no concluye con una sentencia absolutoria o condenatoria, fuera de


las hipótesis apuntadas, sino que queda en suspenso mientras no aparezcan
nuevos elementos para continuarlo.
Como afirma don José Marro Lozano:
"Antiguamente, cuando de la investigación resultaba que no había datos suficien-
tes para condenar al acusado, pero que existían algunos que hacían presumir con un
fundamento racional su culpabilidad, se absolvía de la instancia, es decir, se dejaba
abierto el proceso para continuarlo luego que hubiera mejores datos. Esta práctica
equivalía a no sentenciar al acusado; el fallo no establecía su criminalidad, pero tam-
poco reconocía su inocencia; su conducta quedaba dudosa, y pendiente sobre su cabe-
za la espada de Damocles, que en el momento menos esperado podría venir a herirle,
arrebatándole a los goces de una libertad incierta y precaria. Con mucha razón esta
práctica ha quedado abolida: el acusado debe ser absuelto o condenado, pero lo uno o
lo otro; es preciso fijar con toda claridad su situación y su suerte. Si la justicia tiene
dudas, la razón y la equidad exigen que se pronuncie en favor de la inocencia, porque
es un principio de justicia, que todo mundo debe reputarse inocente, mientras una-
sentencia ejecutoria no 10 declare culpable; y es también un principio de equidad na-
tural, de que en caso de duda debe absolverse al acusado. "494
En síntesis, de acuerdo con la garantía de seguridad jurídica que consiste
en la prohibición de absolver de la instancia, toda autoridad judicial que co-
nozca de un proceso penal tiene la obligación de pronunciar en éste una sen-
tencia absolutoria o condenatoria, según las constancias de autos y los
principios jurídicos-legales en materia penal, pronunciación que debe tener
lugar dentro de los términos establecidos en la fracción VIII del artículo 20
constitucional. 495

494 Los Derechos del Hombre, pág. 2.14. A su vez, el constítucionalista don José Ma. del Castillo
Velasco afirma que "Absolver de la instancia, como se verificaba antiguamente, y no absolver del
cargo, era dejar expuesto al acusado a ser juzgado de nuevo y tantas y cuantas veces el juez
estimara que se ofrecían nuevos datos para el esclarecimiento de la verdad. Situación tan
molesta y peligrosa era todavía más penosa que una verdadera pena determinada, porque ésta
tiene un término fijo y la absolución de la instancia dejaba al acusado durante toda su vida con
la calidad de procesado y con la restricción de la libertad otorgada bajo la fianza u otra
caución análoga". (Reuísta dejurisprudencía y Legislación. Volumen correspondiente a los meses de
enero a junio de 1894, pág. 15.)
495 El precepto que comentamos corresponde al artículo 24 de la Constuucíón de 57, cuyo
texto es puntualmente coincidente con el artículo 23 constitucional vigente. En la Constitución
española de 1812 'Se prohibió toda instancia ulterior a la tercera, pero en negocios civiles (arlo
285), habiéndose dispuesto, en relación con los penales, que: "Las leyes arreglarán la administra-
ción de justicia en lo criminal, de manera que el proceso sea íormado con brevedad y sin vicios, a
fin de que los delitos sean pmltuabnente castigados" (art. 286). La Constitución centralista de 1836 es-
rablecla en el artículo 34 de su Quinta Ley, que en ningún juicio criminal ni civil podía haber
más de tres instancias. disposición que se reiteró en el artículo 183 de las Bases Orgánicas de 1843.
CAPÍTULO OCTAVO

EL DERECHO A LA INFORMACION

Sumario: I.-Considcraciones previas. n.-Implicación de la informa-


ción; III.-Riesgos de la reglamentación autónoma sobre la información.
IV.-Incompetencia del Congreso Federal para reglamentar el derecho a
la información por medio de la prensa. V.-Conclusiones.

I.-COl\'SIDERACIDNES PREVIAS

Según lo indicamos en la nota 233 his., se adicionó el artículo 6 9 consti-


tucional con una declaración en el sentido de que el derecho a la información
será garantizado por el Estado. Esta declaración y su pretendida reglamen-
tación legal han suscitado un apasionado debate entre quienes se oponen a
tal reglamentación y quienes la consideran indispensable por estimar que tal
derecho debe asumir perfiles de carácter social. Ante esa discrepancia de crite-
rios y atendiendo a que el derecho a la información ha adquirido incremento
en el mundo de las ideas políticas, sociales y jurídicas del pensamiento con-
temporáneo, no podíamos abstenernos de emitir nuestras opiniones sobre tan
discutido tópico, máxime que su implicación forma parte del contexto de
las garantías del gobernado.

El derecho a la infonnación tiene su génesis en diferentes documentos na-


cionales e internacionales. Entre los primeros figura relevantemente la encíclica
Pacem in Terrís expedida por el papa Juan XXIII, en la que se declara que
"Todo hombre tiene derecho a una información objetiva". Como lo hace notar
José Cabrera Parrav" tal derecho se reafirma en un decreto sobre medios de
comunicación social proveniente del Concilio Ecuménico Vaticano 11, en el que
se afirma que "Existe en el seno de la sociedad humana el derecho a la infor-
mación sobre aquellas cosas que convienen a los hombres, según las circunstan-
cias de cada cual, tanto particularmente como eonstituído en sociedad", agre-
gando que "Es una dependencia del derecho natural". Según también lo
observa dicho publicista, en el mencionado decreto se establece que el recto

497 Estudio publicado en "Excelsior' con fecha 5 de enero de 1979.


672 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

uso del derecho a la información exige que ésta "sea siempre objetivamente
verdadera y, salvada la justicia y la caridad, íntegra; en cuanto al modo, ha de
ser, además, honesta y conveniente; es decir, que respete las leyes morales
del hombre' sus legítimos derechos v dignidad, tanto en la obtención de la
noticia como en su divulgación, pues no toda la ciencia aprovecha, pero la ca-
ridad es constructiva", añadiendo que "A las autoridades civiles corresponde
defender y tutelar una verdadera y justa libertad que la sociedad moderna
necesita enteramente para su derecho, sobre todo en lo que atañe a la prensa ...
la misma autoridad pública que legítimamente se ocupa de la salud de los
ciudadanos, está obligada a procurar, justa y celosamente, mediante la opor-
tuna promulgación y diligente ejecución de las leyes, que no se haga daño a
las costumbres y al progreso de la sociedad por un mal uso de estos medios de
comunicación".

En México, como lo demuestra el investigador citado, la proclamación


constitucional del derecho a la información se originó en uno de los postu-
lados del Plan Básico de Gobierno (1976-1982) elaborado por el Partido
Revolucionario Institucional, permitiéndonos reproducir la transcripción que
del texto respectivo hace Cabrera Parra en la publicación a que nos referi-
mos en la nota inmediata anterior.

"El derecho a la información significa superar la concepción exclusivamente


mercantilista de "los medios de comunicación, Significa renovar la idea tradi-
cional que entiende el derecho de infonnación como equivalente a la libertad
de expresión: es decir, libertad para el que produce y emite, pero que, se re-
ducirla, si ignora el derecho que tienen los hombres como receptores de la infor-
mación.
"La existencia de un verdadero derecho a la información enriquece el
conocimiento que los ciudadanos requieren para una mejor participación demo-
crática, para un ordenamiento de la conducta individual y colectiva del país
conforme a sus aspiraciones.
HLa información no puede concebirse como el ejercicio de una libertad
aislada, ni como medio al servicio de una ideología, sino como un instrumento
de desarrollo político y social; como una fuerza aseguradora de la interrelación
entre las leyes del cambio social y el cambio de las leyes que exige nuestra
sociedad.
"Frente a cualquier interpretación individualista o de simple complemen-
tariedad entre la libertad de información y la de expresión, el plan sostiene
que el derecho a la infonnaci6n es una condición de nuestra democracia, un
instrumento de liberación y no de explotación de conciencias alienadas con
fines de lucro o de poder; en suma, una prolongación lógica del derecho que a
la educación tienen todos los mexicanos."
"En consecuencia, el plan básico de gobierno propone que se realice una
revisión a fondo de la función social de la información escrita y la que genera
la radio, la televisión y el cine; así como una evaluación de los procedimientos y
formas de organización de las entidades públicas y privadas que la producen,
EL DERECHO A LA INFORMACIÓN 673

para que, al mismo tiempo que se refuerce y garantice la libertad o el derecho


de expresión de los profesionales de la información, se fomente también la
expresión auténtica, la confrontación de opiniones, criterios y programas entre
los partidos políticos, los sindicatos, las asociaciones de científicos, profesionales
y de artistas, las agrupaciones sociales y en general, entre todos los mexicanos.
"En fin, en materia de información, la acción pública de Jos próximos años
deberá orientarse a ensanchar la comunicación con la población a fin de hacer
de esta actividad un auténtico instrumento de contacto popular y democrático.
Un derecho a la información así concebido, evitará tanto el monopolio mer-
cantilista como la información manipulada, y coadyuvará con eficacia .para que
el pueblo, prosiguiendo por el camino de la Revolución Mexicana, edifique en 'su
integridad la democracia social."

En la iniciativa de Ley sobre la Reforma Política, fechada el 4 de octubre


de 1977, y al aludiese al derecho de usar los canales de televisi6n por los
partidos políticos, el Presidente de la República hizo referencia al derecho a la
información en los términos que nos permitimos transcribir:

HEI carácter de interés público que en la iniciativa se reconoce a los partidos


políticos, hace necesario conferir al Estado la obligación de asegurar las condi-
ciones para su desarrollo, y de propiciar y suministrar el mínimo de elementos
que estos requieran en su acción destinada a recabar la adhesión ciudadana."
"También se hace necesario garantizar (dice la iniciativa) en forma equi-
tativa a los partidos políticos nacionales, la disposición de los medios que les
permitan difundir con amplitud sus principios, tesis y programas, así como
los análisis y opiniones que formulen respecto de los problemas de la sociedad.
Para este fin, se estima conveniente establecer como prerrogativa de los
partidos políticos, su acceso permanente a la radio y la televisión, sin restrin-
girlo a los períodos electorales.
"Esta prerrog-ativa de los partidos políticos tiene el propósito de dar vigencia
en forma más efectiva al derecho a la información, que mediante esta inicia-
tiva se incorpora al artículo sexto constitucional, que será básico para el mejora-
miento de una conciencia ciudadana y contribuirá a que ésta sea más enterada,
vigorosa y analítica, lo cual es esencial para el progreso de nuestra sociedad.
"Siendo los partidos (sigue diciendo la iniciativa) entidades fundamentales
en la acción ideológica y política, el ejercicio de su derecho a difundir sus
ideas en los medios de comunicación social se traducirá en el mayor respeto
al pluralismo ideológico y cobrará plenitud la libertad de expresión y su corre-
lativo derecho a la información."

Un documento muy importante que habla del derecho a la informaci6n


es la Declaración Universal de los Derechos Humanos fechada el 10 de di-
ciembre de I.948 y que fue" signada por diferentes países, entre ellos México.
Al respecto, su artículo 19 establece que "Todo individuo tiene derecho a la
libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser moles-
674 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

lado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir. informaciones y


opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio
de expresión". Del texto transcrito se advierte que tal derecho es una faceta
o un aspecto del que tiene Como contenido la libertad de expresión del pen-
samiento, complementándolo y reafirmándolo. Por este motivo, no es de
extrañar que la proclamación del derecho a la información se haya agregado
al artículo 6 9 de nuestra Constitución, que se refiere, según es sobradamente
sabido, a la libertad de externar opiniones e ideas por medios escritos u
orales, según lo afirmamos en el capitulo sexto de esta misma obra.

II. IMPLICACIÓN nz LA INFORMACIÓN

Para demarcar la índole y la extensión del multicitado derecho público


subjetivo, es lógicamente imprescindible determinar qué se entiende por in-
formación, cuestión ésta que debe enfocarse desde distintos puntos de vista.

A. Conforme a su conceptuación idiomática, el vocablo "información"


tiene diversas acepciones. Así, en filosofía, y especialmente en la metafísica
aristotélico-escolástica, la información es el principio específico determinante
de la materia indeterminada, o sea, la idea inmanente que modela la estruc-
tura y las actividades de los seres.
En el derecho judicial o procesal, dicho concepto implica la averiguaci6n
de un hecho o un delito y la presentación de documentos o testigos que los
abogados de las partes realizan ante algún tribunal. En el mismo ámbito,
información implica ciertos procedimientos judiciales tendientes a la com-
probación de determinados hechos o derechos subjetivos, como la información
de dominio, verbigracia.
En su connotación más generalizada, información es el acto de enterar
o dar noticia de algún suceso, situación o persona. Antiguamente, informar
equivalía a educar o instruir. sin que en la actualidad esta equivalencia sea
nuy usual.
Es evidente que el "derecho a la información" previsto en el artícu-
lo 6 constitucional no se refiere a ninguna de las dos primeras acepciones
apuntadas, sino a cualquiera de las segundas. No existe ningún otro sig-
nificado de la palabra "información", a no ser que, contrariamente a su
denotación gramatical y conceptual, se le atribuya algún diverso sentido con
g-rave quebranto del idioma español.
De esta consideración se infiere lógicamente que, según !a disposición
constitucional invocada, el Estado, al garantizar el derecho a la inf-ormación,
debe asegurar el derecho de todo gobernado a "ser enterado" de cualquier
EL DERECHO A LA INFORMACIÓN 675

cosa o a "ser instruído o educado". En esta última hipótesis la pretendida


reglamentación al tal derecho es completamente inútil, pues la educación
que imparte el Estado ya está regida por el artículo 3 de la Constitución
y su Ley Orgánica. Ahora bien, si se pretende garantizar la información en su
sentido de instrucción a niveles universitarios, se' cometería un gravísimo aten-
tado contra las universidades mexicanas al afectarlas seriamente en su
autonomía.

B. Tomando en cuenta el contenido del artículo 19 de la Declaración


Universal de Derechos Humanos que ya quedó transcrito anteriormente, el
derecho a la información es complementario de un contexto de derechos
subjetivos públicos que convergen en la libertad de expresión del pensa-
miento por medios escritos u orales, pues corno dice José Maria Desantes,
tales derechos "pueden considerarse como integrantes de un derecho a la
información". Para este autor el invocarlo precepto involucra los siguientes
derechos específicos, a saber: el de no ser molestado a causa de las opiniones
que se emitan; el de investigar informaciones y opiniones; el derecho a in-
vestigar y recibir informaciones y opiniones y el derecho a difundirlas."

C. Fácilmente se advierte que el derecho a la información, en los tér-


minos del artículo 19 de la mencionada Declaración, es un derecho subjetivo
PÚblico individual que presenta la connotación ya referida. Sin embargo,
conceptuarlo tal derecho en su dimensión social, su ejercicio se traduce en lo
que Desantes denomina propaganda, noticia y opinián pública!"
La propaganda es la transmisión de una idea o de una ideología por
medios publicitarios, teniendo una reducida dosis de objetividad, según dicho
autor, pues está sujeta a la natural discrepancia de criterios por parte de los
sujetos receptores de dicha trasmisión.
La noticia, que consiste en dar a conocer públicamente un objeto, un
acontecimiento o un fenómeno real, es la que, como indica Desantcs, ostenta
un mayor grado de objetividad y es menos discutible, agregando cI aludido
tratadista que, dada su naturaleza, a la información noticiosa se debe exigir
la veracidad derivada de la circunstancialidad fáctica sobre la que versa.
La opinión, según el mismo investigador, "se encuentra en una situación
intermedia, ya que si el proceso de subsunción del hecho en la ideología
es correcto, tendrá cubierto el blanco de la noticia verdadera y, además de la
discutibilidad de la ideología que la ha prefigurado, tendrá' como discutible

498 Una Idea del Derecho a la Información. Edición 1974, Madrid. Págs. 35 y 36.
499 Op. cit. Pág. 47.
676 . LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

el modo de apreciar la aplicación de la premisa ideológica mayor a la pre-


misa fáctica menor". 500
La manifestación informativa más importante es la que consiste en la
noticia, en relación con la cual Desantes expresa ideas muy atigentcs que nos
permitimos transcribir a continuación:

:'EI derecho del ciudadano a la información, en el sentido de derecho a la


noticia, tanto para buscarla como para recibirla o difundirla, exige unas condi-
ciones en este objeto del derecho que constituyen determinaciones de aquella
cualidad que requería la noticia para ser tal y no ser corrupción de la noticia:
la verdad. La noticia ha de ser verdadera, lo que exigiría un análisis ontológico,
psicológico y metodológico de esta condición de veracidad que es imposible
llevar a cabo.
"Desde el punto de vista jurídico, y aparte de otras connotaciones que
obedecen a razones técnicas, la ncticia como objeto del derecho a la informa-
ción es una comunicación sobre hechos con trascendencia pública o, en otros
términos, publicables. Comunicación. que, pat:a ser verdadera, exige que sea
conforme con la realidad completa, asequible por igual a todos y rápida.
"La noticia se refiere a hechos relevantes. Esta nota excluye los hechos inti-
mos, referidos a la persona y que no trasciendan de ella. Pero incluye la
información política y la de aquellos asuntos que tengan relación, aún cuando
sea lejana, con la política, cuyo conocimiento es imprescindible para formar la
opinión. Dentro de estos hechos hay que incluir los que, constituyendo datos
o acontecimientos privados, tienen, sin embargo, trascendencia pública, ya que no
puede alcanzar a ellos la salvaguardia de la intimidad. Cuando no se refieren
a hechos personales, sino a datos o acontecimientos políticos cuya difusión puede
ser peligrosa, hay que interpretar esa peligrosidad en sentido muy, restrictivo.
Es más peligroso el "secreto'Óy la falta de información que la difusión de noti-
cias. Tan peligroso, que el secreto es nada menos que cegar la fuente misma
de la noticia y, por tanto, de la verdad. W 1
"El que los hechos sean de trascendencia pública, por otra parte, acentúa
más la obligación de publicidad y objetividad por parte de los que ostentan una
función o cargo público. Nada debe producirse por sorpresa. Los gobernantes,
en un sistema de participación sincera y efectiva, han de acostumbrarse a de-
cidir y a mandar de cara al público. En la duda hay que presumir la publi-
cabilidad de la noticia), la duda ha de actuar en favor del informante, a la
hora de exigirle responsabilidad por su divulgación, y del informado en todo
caso.
"La noticia ha de ser conforme con la realidad. Esto excluye las falsedades,
entre ellas, por definición, las calumnias y las injurias; los datos inexactos, exa-
gerados o simulados; la llamada mentira estadística; la presentación triunfalista;
10 ocultación o el disimulo. La verdad hay que agotarla sin miedo, guste o no
guste. La veracidad de la noticia exige así una completa independencia por
parte del informador. Y una absoluta garantía para el 'Público, que se da en
500 l dem., pág. 49.
501 Lo cursivo es nuestro.
EL DERECHO A LA INFORMACIÓN 677

forma de solicitud de aclaraciones, interpelaciones o complementos al informa-


dor o al Poder político; y en forma de sanción para el transgresor, sanción que
debe incluir al informador oficial y, en consecuencia, sólo puede establecerla
el poder legislativo y aplicarla el poder judicial. Otra cosa es medir el grado
posible de conformación con la realidad. La misma definición escolástica de
verdad era cauta -quaedam adecuatio rei el inte/lectus- porque tenía presente
las limitaciones humanas de percepción, a las que habría de añadir las dificul-
tades de formulación en forma de mensaje. Lo exigible deontológica y jurídica-
mente es la sinceridad del informante, sea o no sea profesional.
"La información ha de ser completa. Esta cualidad puede entenderse de
dos formas y ambas tienen relación con el objeto del derecho a la información.
Por una parte, quiere decir que la información ha de comprender todas las
noticias, sin omisión de ninguna por insignificante que parezca. Por otra parte,
la noticia ha de ser toda la noticia. Tiene que reseñar no solamente todo lo
sustantivo, lo que constituye su núcleo fundamental) sino también su contorno,
el conjunto de factores y de circunstancias que la han provocado, la han
rodeado, condicionado o determinado.
"La noticia tiene, en cuanto a verdadera, otras dos notas que, aunque son
también notas técnicas, nos importan ahora como constitutivas del objeto del
derecho. La noticia ha de ser asequible por igual a todos. La participación emana
de un concepto igualitario que no debe olvidarse en el momento de configurar la
información. Y ésta, independientemente de que ha de poder ser conseguida)
recibida y difundida, ha de tener unas condiciones materiales y formales obje-
tivas que le hagan asequible a la generalidad de los individuos del grupo. Tener
que leer entre líneas supone ya someter al lector a una discriminación. La noticia
ha de ser, finalmente, rápida. La rapidez como nota técnica ha sido muy es-
tudiada y ha determinado varias de las condiciones, naturales y adquiridas,
del informador. Pero desde el punto de vista jurídico, la importancia de la
rapidez se evidencia por estas dos consideraciones. El ciudadano ha de conocer
la noticia en el momento más inmediato posible a su nacimiento para poder
decir que está bien informado, pues cuanto mayor es el plazo que pudiéramos
llamar de vacación de la noticia, es decir, el espacio de tiempo transcurrido
desde el origen al conocimiento, más tiempo está el ciudadano sin informar.
La noticia atrasada puede estar completada, modificada o derogada por otra
más reciente, ]0 que produce un falso conocimiento de la realidad, no adver-
tibie por el ciudadano." 502

D. El derecho a la información, en cualesquiera de sus manifestaciones


-propaganda, noticia u opinión-, es un aspecto del ejercicio dc la libertad
de expresión de las ideas. Así, incluso, se le estima por los documentos ya
reseñados y por el mismo tratadista Desantes a quien hemos invocado fre-
cuentemente. Hasta la mera noticia entraña un juicio 'lógico, es decir, la
atribución de un predicado a un sujeto. Sin esta connotación, la actividad
noticiosa no podría ni siquiera concebirse, pues no tiene ningún sentido

502 Op. cit., págs. 51 a 55.


678 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

externar escuetamente vocablos sin calificación o -poñderación aiguna. Como


dicho autor apunta, e! juicio lógico debe ser verdadero, o sea, que tanto e!
sujeto como e! predicado correspondan a la realidad. Sin embargo, si aquél
pudiese ser real o existente, éste podría ser falso por ignorancia o dolo del
informador y alejarse, en ambos casos, de la verdad cuando ésta incida
en e! mundo fáctico, es decir, cuando el predicado pertenezca a él y pueda
constatarse sensitivarncnte. Por lo contrario, si la calificación del sujeto emana
de una apreciación del informador, esto es, de su criterio interpretativo) la
veracidad de la noticia toca e! ámbito de la subjetividad sin que pueda
precisarse nítidamente su certeza o falsedad. Es en esta hipótesis donde la
reglamentación es sumamente peligrosa para la libertad de expresión, pues
a pretexto de obligar a una información veraz, se pueden señalar criterios
derivados de! subjetivismo de! legislador que atente contra ella. Esta posi-
bilidad riesgosa nos induce a opinar que no se expida dicha reglamentación,
o sea, que no se fijen normas abstractas, generales e impersonales que pre·
tendan establecer pautas para calificar la verdad de la noticia, sino que en
cada caso concreto se la analice para determinar, conforme a sus propias
modalidades, su veracidad o incertidumbre. Estamos plenamente conformes
en que toda información debe ser verdadera, sin que, para atribuirle este
calificativo, se apliquen criterios subjetivos que imponga el legislador. No
,
existen verdades absolutas. Todo ser humano tiene el derecho de expresar
"su" verdad Como efecto de sus íntimas convicciones sustentadas de buena
fe.'" Recordemos al respecto la célebre frase de V oltaire: "Discrepo de tus
ideas, pero arriesgaría mi vida y libertad por defender el derecho que tienes
para expresarlas."
La verdad no es legislable. Es un valor al que aspira el entendimiento
humano y al que toda información debe propender con libertad y buena fe.
Al sujetarla a ciertos criterios se comete la injusticia de considerar falsos los
que no se adecúen a los que se establezcan, lo cual afecta la libertad de
buscarla y difundir la que se crea se haya alcanzado, imponiéndose, por la
eoercitividad del poder público del Estado, una "verdad oficial" que muchas
veces está preñada de falsedades.

E. Prescindiendo de la deontología de la información, en Su naturaleza


jurídica se implica una relación entre sus destinatarios)' sus productores;' o
sea, el binomio o la dicotomía informante-informado o informable. Por Janto,

Ml3 Decía Protágoras "El hombre es la medida de todas las cosas", antecediendo
así al filósofo de Koenisberg, Emonuel Kant, pum quien la realidad en sí (noúmeno) es
incognocible, siendo sólo susceptible de conocerse al través de la percepción (fenómeno),
del sujeto cognoscente condicionada a las categorías apriorisrícas del intelecto.
EL DERECHO A LA INFORMACIÓN 679
cI derecho a la información tiene como titular colectivo a la' comunidad y
como titular particularizado al sujeto individual que la recibe, siendo a cargo
del órgano que la proporciona la obligación correlativa, Haciendo abstrac-
ción de las informaciones particulares, que por lo general son intrascendentes,
la información colectiva se canaliza al través de 10 que se llama medios ma-
sivos de comunicación, como son la prensa, el cinc, la radio y la televisión.
La prensa, como se sabe está tutelada en México por la libertad de im-
prenta que garantiza sustantivamente el articulo 7 constitucional y que en
otra ocasión analizamos ;~O-l y por lo que concierne a los otros tres medios
comunicativos por la libertad de expresión de las ideas proclamada en el
articulo s de nuestra Ley Suprema que también hemos estudiado en esta
misma obra."?"
Ahora bien, aunque la prensa y, los otros tres medios de comunicación
masiva están protegidos por los preceptos constitucionales señalados, la libertad
de imprenta que sustenta a la primera no es susceptible de ser reglamentada
por modo absoluto, pues cualquier ley que al efecto se expidiese la coartaría
a pretexto de normar la, limitaciones que el mismo artículo 7 establece,
como son las que atañen al respecto a la vida privada, a la moral y a la paz
pública, conceptos éstos que son sumamente difíciles de definir, por lo que sólo
en cada caso concreto se pueden aplicar por las autoridades administrativas y
judiciales del Estado, cuyas decisiones son revisables al través del juicio de am-
paro. En cambio, la libertad de expresión de las ideas por conducto del cine,
la radio y la televisión sí es legislable por cI Congreso de la Unión mediante la
expedición de los respectivos ordenamientos ordinarios como son las leyes
federales correspondientes, c1al;oradas por el citado órgano estatal en ejercicio
de las facultades expresas que le confieren las fracciones X y XVII del ar-
tículo '73 constitucional.?" Por consiguiente, can base en las reformas y adi-
ciones que a tales ordenamientos se introduzcan, el Congreso Federal sí puede
reglamentar el derecho a la información que se prevé en el artículo 6 cons-
titucional para que se preserve el interés social, económico y cultural del
pueblo mexicano frente a posihles abusos de las empresas que manejan los me-
dios masivos de comunicación distintos de la prensa.

La posibilidad legislativa a que nos acabarnos de referir ha sido declarada


por la Justicia Federal en la ejecutoria que a continuación transcribimos: "Con-

504 Cfr. Capítulo Sexto. parágrafo IU. apartado C.


505 ldem .. apartado B.
506 Estas disposiciones las analizamos en el Capítulo Séptimo. apartado rv de nuestra obra
Derecho Constitucional MexKano.
680 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

forme al artículo' 6 constitucional, la manifestación de ideas no será objeto de


ninguna inquisición judicial o administrativa. Ello se deriva de que conforme
a la filosofía que inspira nuestra Constitución, el individuo tiene una esfera de
derechos que la autoridad no ' puede tocar, y esa esfera incluye la libertad
de expresión, de comunicarse ideas. La libre expresión es básica para que pueda
pensarse siquiera en la existencia de un sistema democrático, en el que la so-
beranía radica en el pueblo y en el que las autoridades sólo pueden hacer
aquello que el pueblo las ha facultado para hacer en ]a propia Constitución.
y la inclusión de un derecho en ésta no implica que el Estado lo haya con-
cedido a los ciudadanos, sino que éstos se lo reservaron y decidieron garantizar
su ejercicio mediante la inclusión expresa de ese derecho en la propia ley fun-
damental, pues la Constitución otorga la garantía, no el derecho (Artículos 1
y 39). Y esa libertad de expresar las ideas y de comunicarlas, incluye lógica-
mente también las ideas filosóficas, científicas, artísticas, religiosas, etc.' y todas
las formas y maneras como esas ideas y expresiones artísticas pueden difundirse,
lo que incluye la poesía, la música, etc ... Ahora bien, la libertad constitucional
de expresar ideas elebe incluir necesariamente la libertad constitucional de
utilizar libremente todos los medios de expresión, sean palabras o conductas,
en cuanto puedan difundir ideas. Y esto incluye necesariamente también los
medios masivos de difusión. Pues sería absurdo, en la sociedad contemporánea,
que sólo la_palabra hablada o escrita eiJ. forma individual estuviera constitucio-
nalmente protegida, dejando al arbitrio o monopolio de las autoridades el uso,
a su antojo, de los medios masivos de comunicación modernos, como son la
prensa, la radio y la televisión. Y así como sería tiránico pensar que la auto-
ridad legislativa secundaria o que la autoridad administrativa pudiesen limitar
el número de publicaciones en el país, o en una región del país, a título de
proteger económicamente a los empresarios de las publicaciones Iirnitativamente
permitidas, con 10 que se favorecería un monopolio de la información, así
también resulta contrario a la libertad constitucional, en principio, que se limite
el uso de los canales de radio y televisión con vista a proteger el interés mer-
cantil de las emisoras limitativamcnte permitidas. Sin embargo, como por las
características de estos medios de comunicación, el número de canales utilizables
tienen un límite técnico, es claro que el Congreso pueda reglamentar el uso de
esos canales, y concesionario, ya que se trata, además, del uso del espacio terri-
torial y del medio en que se propagan las ondas electromagnéticas, como lo
afirma el artículo }9 de la Ley Federal de Radio y Televisión. Y como esos
medios masivos de comunicación constituyen una actividad de interés público,
el Congreso y las autoridades administrativas deben vigilarla y protegerla, para el
debido cumplimiento de su función social. Pero, atento todo lo que se lleva
dicho, esa vigilancia y ese cuidado no deben tender a limitar el número de
canales en uso, con el objeto de proteg-er las utilidades mercantiles de quienes
han obtenido una concesión, sino que debe ejercerse de manera que puedan ser
utilizados todos los canales, independientemente de la conveniencia mercantil de
los primeros concesionarios, COn miras a que haya los máximos elementos posi-
bles de difusión de ideas por esos medios, lo cual redundará en beneficio de los
fines que se persiguen garantizando la libertad de expresión: una vida demo-
crática más plena, y también una vida más plena en los terrenos artístico, filo-
EL DERECHO A LA INFORMACIÓN 681

sófico, de simple diversión, etc ... y sólo cuando esos altos fines puedan resultar
afectados, es cuando se podrían limitar, razonando esto cuidadosamente, lor
canales utilizables. Lo que las autoridades deben combatir es el monopolio
monocromático de esos medios masivos de comunicación. Y la única razón
para prohibir el uso de nuevos canales, o para cancelar las concesiones y permi-
sas de canales en uso, será el evitar que se forme un monopolio que coarte la
libertad de expresión, o impedir que los canales utilizables queden en manos
de personas poco serias, que pudieran atacar indebidamente la moral o atacar
indebidamente la vida privada de las personas, cuando esas personas no sean
públicas y cuando los ataques no tengan justificación constitucional. Entender
de otra forma la intención de la ley en el otorgamiento de concesiones y per-
mises, sería darle un contenido contrario a las disposiciones del artículo 6
constitucional. Por otra parte, cuando Se va a otorgar una concesión, la Secre-
taría de Comunicacicnes y Transportes debe hacer los estudios pertinentes, que
deben referirse a los requisitos legales a satisfacer, a la seriedad de la instala-
ción y de su programación y funcionamiento, y sobre todo, a que na se cons-
tituyan monopolios monocromáticos de tan importantes medios masivos de
difusión, pues aún las estaciones comerciales difunden una ideología ciertamente.
de manera directa e indirecta, al través del contenido de sus programas y anun-
cios. Y ese estudio que formulen las autoridades debe darse a conocer íntegra-
mente a las personas e instituciones que pudieran resultar afectadas, para que
estén en oportunidad real de presentar sus objeciones, en términos del articu-
lo 19 de la Ley Federal de Radio y Televisión, en relación con el artículo 14
constitucional: se violaría la garantía de audiencia de esos posibles afectados
si tuviesen que formular sus objeciones a ciegas, sin conocer en su plenitud todos
los elementos del estudio hecho por las autoridades, Por último, sobre esas
objeciones las autoridades deben resolver en forma fundada y motivada, pues el
artículo 16 constitucional exige que se funden y motiven las resoluciones que
puedan causar alguna molestia a los gobernados, en sus derechos. O sea que aun-
que las autoridades deban resolver a su libre juicio, esto no quiere decir que
puedan resolver caprichosamente y derogando la garantía constitucional de
fundamentación y motivación, ni que su juicio quede exento del control consti-
tucional del "juez de amparo, en términos del artículo 103, fracción 1 de la
Constitución Federal. Y si las autoridades no formulan los estudios pertinentes,
o no los dan a conocer a los interesados, habrá que mandar reponer el procedi-
miento administrativo. Y si no fundan y motivan su resolución, incluyendo el
rechazo de las objeciones, de manera que se trate de una violación formal
(omisión absoluta de motivación o de fundamentación en ese aspecto), se deberá
mandar reponer la resolución reclamada." 507

La información por conducto de los medios de comunicación masiva coma


el cine, la radio y la televisión, tienen las limitaciones que a la libertad de
expresión de las idea, establece el artículo 6 constitucional que ya estudiamos

liM Informe de 1978, págs. 95 a 98, Sección "Tribunales Colegiados". Tesis del Pri-
mer Tribunal" Colegiado en Materia Administrativa del Primer Circuito.
682 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

en esta misma obra."" Independientemente de ellas, dicha información, por


estar estrechamente vinculada a la colectividad que la recibe, debe condi-
cionarse al interés social como prevalente sohre los intereses particulares de los
informadores y de quienes utilicen dichos medios Como propaganda o anuncio.
Aunque es difícil formular una definición del concepto de interés social, sí es
posible señalar diferentes hipótesis generales en que opera, según lo hemos
hecho en varias ocasiones. Dicho interés radica en evitar algún- daño o per-
juicio de cualquier índole a la comunidad, en procurar, para ésta, algún bene-
ficio, en resolver los problemas colectivos o en satisf,!cer cuaquier necesidad
pública. Con base en el interés social, localizable en cualquiera de estos su-
puestos, las leyes que rijan los citados medios de comunicación masiva pueden
canalizar o encauzar su manejo y proyección, de tal manera que con apoyo
en las disposiciones conducentes las autoridades del Estado pueden impedir
que su uso provoque alguno de los fenómenos que lesionen el interés social en
cualquiera de las hipótesis enunciadas, debiendo advertirse que las decisiones
que al efecto emitan son susceptibles de revisarse constitucionalmente al través
del juicio de amparo.

III. -RIESGOS DE LA REGLAMENTACIÓN AUTÓNOMA SOBRE LA INFORMACIÓN

Conforme al artículo 6 constitucional, "el derecho a la información será


garantizado por el Estado". "Garantizar" o "garantir" implica "asegurar" o
"proteger". Por ende, de acuerdo con dicho precepto, el Estado no asume
la obligación de informar, sino de garantizar, es decir, de proteger o ase-
gurar el derecho a la información.
Este derecho es indiscutiblemente subjetivo público, ya que se previene
como complementario o paralelo del que estriha en la libertad de manifes-
tación de las ideas, o sea, que forma parte del contexto de las llamadas ga-
rantías individuales instituídas en el capítulo prímero de .la Constitución.
Los titulares de las citadas garantías son todos los sujetos que se encuentren
en la situación de gobernados, independientemente de su condición especí-
fica, según lo dispone el artículo primero de nuestra Ley Suprema, la cual,
al través de su artículo 33, hace extensiva dicha titularidad a los extranje-
ros.:;09 Por consiguiente, conforme a los mandamientos constitucionales invo-
cados, toda persona física o individuo, toda persona moral de derecho privado
o social, toda entidad de índole política y, en general, todo sujeto que se
Cfr. Capítulo Sexto, III, B.
008
Sobre la idea de gobernado, véase el Capítulo Segundo, parágrafo III, inciso A,
11
apartado b) de esta misma obra.
EL DERECHO A LA INFORMACIÓN 683

halle en la posición dc gobernado, es titular del derecho público subjetivo


consistente en que el Estado garantice la información, incluyendo a los extran-
jeros, salvo que se trate de la materia política.
No puede existir ningún derecho subjetivo sin ninguna obligación corre-
lativa. Por tanto, el derecho a ser informado exige necesaria e ineluctable-
mente la obligación de informar. Ahora bien, como el Estado debc garantizar
el derecho a la información, esta garantía debe traducirse en la imposición de la
obligación informativa a cargo de los entes físicos, morales, privados, oficia.
les, paraestatalcs o de cualquier otra índole, que determine la ley reglamen-
taria del artículo 6 constitucional. En otras palabras, sin dicha imposición, el
consabido derecho sería francamente utópico o irrealizable, y si se hace gra-
vitar sobre los órganos de comunicación masiva, no gubernamentales (radio,
prensa y televisión), Se provocaría el riesgo de vulnerar, en su perjuicio, las
garantía, de libre expresión de las ideas .que consagran los artículos 6 y 7
constitucionales, al constrcñírseles a proporcionar la información según los cri-
terios que en 'el ordenamiento reglarnentario se prevean, a pretexto de una
"veracidad", de suyo tan relativa, que puede interpretarse tan diversa y contra-
dictoriamente.
Por otro lado, si el derecho a la información se contrajera a determinados
sujetos físicos o morales o a cierta índole de agrupaciones políticas, profesio-
nales, académicas, sindicales o sociales sin comprender a todos los gobernados,
incluso a los extranjeros, se violarían los artículos 1, 6 Y 33 de la Cons-
titución. A mayor abundamiento, según el principio que enseña que "donde
la ley no distingue no se debe distinguir", el derecho a la información debe
versar sobre cualquier materia conforme a la amplitud con que constitucio-
nalmente se establece. Por ende, si tal derecho se restringiese para hacerlo
operante sólo en ciertas cuestiones, la ley que lo limitara sería contraria al
mismo artículo 6 constitucional.
Son fácilmente previsibles los múltiples graves problemas de toda natura-
leza con que los legisladores se enfrentarían para reglamentar en una ley or-
dinaria el derecho a la información. El deseo de no ser demasiado prolijos
en su señalamiento, nos obliga simplemente a enunciar algunos de ellos cuya
ingencía y ominosidad son evidentes. ¿El derecho a la información debe cons-
treñir a revelar secretos de Estado, primordialmente en lo que concierne a
las relaciones internacionales de nuestro país? ¿Con motivo de su ejercicio
se deberían suministrar datos que comprometiesen la seguridad interior de
México en materia militar? ¿Cualquier extranjero en el ámbÍto no político,
podría pedir informes sobre las condiciones en que se fncuentren las finanzas
nacionales y la economía mexicana en sus diferentes aspectos? ¿Los órganos
publicitarios estarían .obligados a proporcionar noticias sobre hechos cuyo
68-4- LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

conocimiento público causara alarma en la población? ¿La información que


dichos órganos dieran estría sujeta al criterio de las autoridades estatales encar-
gadas de aplicar la ley reglamentaria que se expidiese? ¿El derecho a la
información se podría ejercitar al extremo de que se violara el secreto pro-
fesional? ¿La información que con base en dicha ley se suministrara ex-
cluiría toda la información disidente, opuesta o contraria? ¿Cuáles serían
las sanciones por no cumplir la obligación de informar o por no informar
en el sentido que determinen los órganos del Estado encargados de hacer
obedecer dicha ley?
Las anteriores cuestiones, y otras muchas que sería tedioso plantear, condu-
cen al dilema que los legisladores deberán dilucidar, a saber: o se respeta la
Constitución en lo que a la extensión del derecho a la información se refiere,
colocando al país en graves riesgos internos o externos, o para evitarlo se
restringe tal derecho, contrariando las disposiciones constitucionales ya seña-
ladas. Este dilema nos lleva a considerar que el citado derecho es sumamente
difícil de instrumentar normativamente, pues el equilibrio entre su ejercicio
dentro de un marco de seguridad para México y la observancia de la Cons-
titución es casi imposible de lograr. Ello nos induce -a meditar sobre la conve-
nienda de que no se expida ninguna ley reglamentaria del artículo 6 cons-
titucional, a efecto de que el multicitado derecho sólo se conserve como mera
declaración dogmática del Estado Mexicano sin proyección pragmática po-
sitiva alguna.
Los problemas a los que se enfrentaría la reglamentación del derecho a la
información se agudizarlan si se toma en cuenta el proceso informativo a que
se refieren los "comunic6logos". Este proceso se inicia con la noticia que pro-
porciona la "fuente" de información al "emisor" (estructurador de la noticia)
quien a su vez utiliza los medios de comunicaci6n (televisión, radio, cine,
prensa) para hacer llegar la noticia al receptor (público en contacto con los
medios informativos}, Como se ve, en el proceso al través del cual se desarrolla
la información concurren diferentes sujetos, quienes son simultáneamente los
que reciben y los que trasmiten la materia informativa. Por ende, en la regla-
mentación a que nos referimos se tendrían que señalar con precisión los dere-
chos y las obligaciones de cada uno de tales sujetos, y si a este intrincado
señalamiento se agrega la imposibilidad de comunicar noticias con absoluta
veracidad y con prescindencia de criterios subjetivos que la alteren, la Ley
Reglamentaria del artículo ,6· constitucional en lo que al derecho a la infor-
mación atañe, presentarla aspectos sumamente negativos y perjudiciales para la
libertad de expresión de las ideas.
EL DERECHO A LA INFORMACiÓN 685

IV. INCOMPETENCIA DEL CONGRESO FEDERAL PARA REGLAMENTAR EL DE-


RECHO A LA INFORMACIÓN POR MEDIO DE LA PRENSA.

A propósito de la pretendida reglamentación al derecho de información,


surge el problema consistente en determinar si el Congreso de la Unión tiene
o no facultades constitucionales para expedir la ley respectiva, Con e! objeto dc
dilucidar esta cuestión, es indispensable formular algunas consideraciones
de carácter jurídico. Dicho Congreso, como cucrpo legislativo federal, tiene dos
tipos de facultades conforme a la Constitución de la República, a saber, las ex-
presas y las implícitas. De acuerdo a las primeras, dicho órgano sólo puede
legislar en las materias que consigna, dentro de su órbita compctencial,
nuestra Carta Fundamental, según se indica en su artículo 124 que establece:
"La" facultades que no están expresamente concedidas por esta Constitución
a los funcionarios federales se entienden reservadas a los Estados". En ejer-
cicio de las segundas, o sea, de las facultades implícitas, e! aludido Congrcso
puede expedir todas las leyes que sean necesarias para hacer efectivas sus
facultades expresas y las que la misma Constitución conceda a los otros dos
Poderes de la Unión, es decir, al Ejecutivo o al Judicial Federales, según lo
previene la fracción XXX del artículo 73 constitucional, que dispone: "El
Congreso tiene facultad: para expedir todas las leyes que sean necesarias, a
objeto de hacer efectivas las facultades anteriores y todas las otras concedidas
por esta Constitución a los Poderes de la Unión". Si alguna materia no está
comprendida dentro del ámbito competcncial de! Congreso de la Unión demar-
cado por sus facultades expresas o implícitas, su normación corresponde a las
legislaturas de los Estados en los términos de! artículo 124 ya transcrito."?
Sentadas las anteriores premisas, cabe preguntarse si e! Congreso Federal
puede expedir, con vigencia espacial para toda la República, la ley que re-
gIamente el derecho a la información consignado en e! artículo 6 de la Ley
Suprema del país. Tal derecho, al menos por su ubicación preceptiva, implica
una garantía en favor de todo gobernado en el sentido de recibir o de difundir
cualquier información. Atendiendo a esta implicación, se plantea el problema
de si e! multicitado Congreso puede reglamentar los preceptos en que se insti-
tuyen las garantías del gobernado, impropiamente llamadas "individuales". Nin-
guna disposición constitucional confiere a dicho organismo esa facultad regla-
mentaria, careciendo, por ende, de competencia para expedir leyes que nonnen
tales garantías en sí mismas consideradas, Es verdad que el artículo 16 tran-
sitorio de la Constitución dispuso que el Congreso de la Unión debió expedir
"todas las leyes orgánicas de la Constitución que no hubieren sido ya expedidas
en el período extraordinario a que se refiere el artículo 6 transitorio, y dará

aro Cfr. nuestra obra Derecho Constitucional Mexicano, Cap. séptimo, IV.
686 LAS GARANlÍAS INDIVIDUALES

preferencia a las leyes relativas a garanúas individuales y arúculos 30, 32, 33,
35, 36, 38, 107 Y parte final del artículo III de esta Constitución"; mas tam-
bién es cierto que esta atribución sólo la tuvo durante una época, a raíz de
que nuestra Carta Fundamental actual entró en vigor, o sea, el 1°. de mayo
de 1917, es decir, únicamente durante el período ordinario de sesiones que
transcurrió entre el 1°. de septiembre y el 31 de diciembre del citado año,
según lo indica el invocado arúculo transitorio. Por consiguiente, después de
ese período, el mencionado organismo legislativo dejó de tener la consabida
facultad reglamentaria.
No obstante lo que se acaba de sostener, la reglamentación de dichas ga-
rantías sólo puede formularla el Congreso de la Unión, como legislatura fe-
deral, si el ámbito de incidencia de las mismas está constituido por alguna
materia sobre la cual el mencionado Congreso tenga facultad legislativa ex-
presa o implícita. Este criterio se ha sustentado, incluso por la Suprema Cor-
te al aseverar que la facultad de reglamentar las garantías individuales "está
subordinada a la naturaleza de la materia sobre la cual versen, según lo pre-
viene el artículo 124 de la misma Constitución y, por tanto, la reglamenta-
ción de dichas garantías corresponderá al Congreso Federal, cuando se trate
de materias que atañen a la jurisdicción federal y a las legislaturas locales en
caso contrario"..511

Tratándose del derecho a la información, éste puede ejercerse al través de


la prensa, de la cinematografla, de la radio o de la televisión, siendo estas dos, como
se sabe, vías generales de comunicación. En lo que atañe a las tres últimas mate-
rias. el Congreso de la Unión sí tiene facultades expresas para dictar las leyes
que las regulen según lo establecen las fracciones X y XVII del artículo 73 de la
Constitución. que disponen: "El Congreso tiene facultad: para legislar en toda la Re-
pública sobre hidrocarburos, minería, industria cinematográfica, comercio, juegos
con apuestas y sorteos, instituciones de crédito, energfa eléctrica y nuclear. para
establecer el Banco de Emisión Unico en los términos del articulo 28 y para ex-
pedir las leyes del trabajo reglamentarias del artículo 123." "El Congreso tiene fa-
cultad: Para dictar leyes sobre vías generales de comuniauión y sobre postas y
correos; para expedir leyes sobre el uso y aprovechamiento de las aguas de jurisdic-
ción federal." Sin embargo, si la información se realiza por medio de la prensa, el
mencion a do órgano legislativo carece de competencia para expedir cualquier ley que
la regule.

En conclusión, el multicitado Congreso como cuerpo legislativo federal,


sólo puede reglamentar el derecho a la infonnación cuando éste se ejercite POT los me-
dios masivos de comunicacion que consistan en la cinematografía, en la radio o en la
televisión, por tener facultades expresas para ello, sin que sea competente para expedir
ordenamiento alguno que norme los actos informativos al través de la imprenta, cuya
libertad no puede coartarse por ninguna ley según enfáticamente lo ordena
el arúculo 7 constitucional al disponer que "Es inviolable la libertad de escri-
bir y publicar escritos sobre cualquier materia. Ninguna ley ni autoridad puede

511 Semanario Judicial de la Federación. Quinta Época, Tomo XL, pág. 3327.
EL DERECHO A LA INFORMACiÓN 687

establecer la previa censura, ni exigir fianza a los autores o impresores, ni coartar la


libertad de imprenta, 'lu" no tiene más limües 'lU" el respeto a la vida prioada, a la mo-
ral ya la paz públua.""12

V. CRITERIO DE lA SUPREMA CORTE SOBRE EL DERECHO


A lA INFORMACiÓN

a) Antecedentes, Por escrito de veintiséis de enero de 1983 solicitamos


del Secretario de Hacienda y Crédito Público, con apoyo en los artículos 8 y
6, in fine, de la Constitución, que nos proporcionara diversos datos concer-
nientes a la deuda pública externa de México. Dicho ocurso persiguió la pri-
mordial finalidad de preparar, en el terreno estrictamente jurídico, la
coyuntura para que la Justicia Federal, en su oportunidad, demarcase la ín-
dole misma del llamado "derecho a la información", pues al través de su
ejercicio formulamos la mencionada petición a dicho Secretario de Estado, a
sabiendas de que no se iba a obsequiar, ya que su objetivo específico era un
tanto quimérico, Era, pues, fatal, que la información que solicitamos no se
nos suministrara, y así, dicho alto funcionario, por oficio de 12 de agosto de
1983, la negó.
Esta negativa fue la ocasión para que, en el juicio de amparo que contra
ella promovimos, se planteara ante la jurisdicción federal la tan debatida
cuestión sobre el derecho a la información. Del citado proceso de garantías
conoció en primera instancia el Juez Quinto de Distrito en Materia Adminis-
trativa en el Distrito Federal, habiéndonos negado el amparo por sentencia
de 28 de septiembre del mismo año; y por escrito de siete de noviembre si-
guiente interpusimos el recurso de revisión procedente, del que conoció en
segundo grado la Sala Administrativa de la Suprema CorteJ,I' 1', Este alto tri-
bunal, mediante fallo dictado el quince de abril de 1985, confirmó la senten-
cia impugnada y, por tanto, reiteró la negativa del amparo.su-
b) Consideraciones de la sentencia de la Corle. La Sala Administrativa
de este alto tribunal estimó que los agravios en revisión expresados "care-

512 Cfr. Capítulo sexto, 111, letra "C" de esta obra. Los diputados del Partido Acción Na-
cional, a propósito del Derecho a la Información, presentan una iniciativa de "Ley hckral M Co-
municación Social" como reglamentaria de los artículos 8 y 7 constitucionales, ante la Cámara de
Diputados. Su texto se publicó en el diario "Excélsior" con fecha primero de octubre de 1998.
512 !lis Con motivo de este importante caso publicamos un opúsculo a fines del año de 1983
intitulado "La Deuda Pública Externa. el Derecho a la InfOTmLJCÜ:rn y la Suprema Corte", en el que se
contiene la transcripción de las diversas actuaciones habidas en el expresado juicio de amparo
que se registró en primera instancia bajo el número 390/83 en el Juzgado Quinto de Distrito en
Materia Administrativa en el Distrito Federal, correspondiéndole al toca de revisión el número
10556/83.
512c Los ministros de dicha Sala que votaron la correspondiente ejecutoria fueron: Atanasia
GanuÍkz Martínez, Carlos tÚl Río Rodrfgtu~ ManlUl Gutihnz de Velasco y Carlos tU Silva y Nava.
688 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

cen de eficacia jurídica para revocar la resolución combatida", afirmando


que conforme al articulo 27 de la Ley General de Deuda Pública'" d la
Secretaría de Hacienda jurídicamente tiene la obligación de "a) Dar a co-
nocer o divulgar entre la colectividad los datos de la deuda pública; b) Ha-
cerlo ajustándose a etapas temporales que guarden períodicidad; y e) Con-
signar los datos que sean relevantes para su mejor entendimiento",
Los argumentos que se esgrimen en dicho fallo, para delimitar el derecho
a la información expresan:

"Lo antes precisado evidencia que, al negarse a acceder a la petición del


quejoso, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público no está dejando de cum-
plir con la disposición legal citada, pues el medio idóneo para dar a conocer
los datos de la deuda pública no es proporcionar la información a un particular;
además, si el precepto establece que esa publicidad deberá guardar cierto orden
en el tiempo, es claro que de proporcionar los datos al peticionario se rompería
esa obligación, pues se estaría sujetando a la voluntad del quejoso y no a la
de la ley.
"Los argumentos antes apuntados llevan a concluir que de la obligación
consignada en el segundo párrafo del articulo 27 de la Ley General de Deuda
Pública, no deriva una facultad que otorgue a un particular el derecho a ser
informado como lo solicita el quejoso ni ello implica que se le excluya de la
colectividad mexicana.
"En estas condiciones no se ha violado, en la especie, el derecho de peti-
ción consignado en el artículo octavo constitucional, pues a la solicitud elevada
recayó un acuerdo escrito de la autoridad a la que se dirigió la petición y se
dio a conocer al quejoso."
Tampoco se ha violado en perjuicio del quejoso el derecho de infonnación
consignado en el artículo sexto constitucional, en atención a las siguientes con-
sideraciones.
La adición al artículo sexto constitucional en el sentido de que el derecho
a la información será garantizado por el Estado, se produjo con motivo de
una iniciativa presidencial de cinco de octubre de mil novecientos setenta y
siete de reformas y adiciones a la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos, además del sexto, en sus artículos 41, 51, 52, 53, 54, 55J 60, 61,
65, 70, 73, 74, 76, 93, 97 y 115.
En la propia iniciativa se califica como "el primer paso de la Reforma Po-
lítica" y comprende cuestiones relativas a partidos políticos, procesos electo-
rales, integración V facultades de las cámaras, etc. En 1" referente al derecho
;1 la información. la iniciativo expresa: "también se hace necesario garantizar
en forma equitativa a los partidos políticos nacionales la disposición ele los me-
dios que les permitan difundir con amplitud sus principios) tesis)' programas.
así COIllO los análisis " opiniones que formulen respecto de los problemas de

5)2 el Este precepto obliga a la Secretaría de Hacienda a mantener "el registro de

las obligaciones financieras constitutivas de la deuda pública que asuman las entidades
(del sector público) J en el que anotarán el monto, características y destino de Jos recur-
sos captados en su forma particular y global", así como a "publicar en forma periódica
los datos de la deuda pública, consignando todos aquéllos que resulten significativos para
su mejor comprensión".
/.
i
EL DERECHO A LA INFORMACIÓN 689

la sociedad. Para este fin, se estima conveniente establecer como prerrogativa


de los partidos políticos, su acceso permanente a la radio y la televisión, sin
restringirlo a los periodos electorales. Esta prerrogativa de los partidos tiene el
propósito de dar vigencia en forma más efectiva el derecho a la inofnnaci6n,
que mediante esta Iniciativa se incorpora al artículo 6<;1, que será básico para
el mejoramiento de una conciencia ciudadana y contribuirá a que ésta sea
más enterada, vigorosa y analítica, lo cual es esencial para el progreso de nues-
Ira sociedad. Siendo los partidos políticos entidades fundamentales en la acción
ideológica y política, el ejercicio de su derecho a difundir sus ideas en los
medios de' comunicación social, se traducirá en el mayor respeto al puralismo
ideológico y cobrará plenitud la libertad de expresión y su correlativo derecho a
la información. Por otra parte. la diversidad de opiniones expresadas de ma-
nera regular por los partidos políticos. en medios tan importantes como son la
radio y la televisión. sumadas u las de otras fuentes generadoras de información,
contribuirán a que ésta sea más objetiva y a que la opinión pública, al contar
ron una mayor variedad de criterios y puntos ele vista, esté mejor integrada".

"El dictamen de las Comisiones Unidas de Estudios Legislativos y Primera


de Puntos Constitucionales de la Cámara de Diputados expresa, en lo condu-
cente: 'La iniciativa presidencial propone la modificación del artículo 69 cons-
titucional.' Este precepto dice: 'la manifestación de las ideas na será objeto
de ninguna inquisición judicial o administrativa, sino en el caso de ataque a
la moral, los derechos de tercero, provoque algún delito, o perturbe el orden
público'. A este texto, la iniciativa agrega: ' ... el derecho a la informaci6n será
garantizado por el Estado'. La historia de nuestro Derecho Constitucional ofrece
catorce antecedentes, desde el Decreto Constitucional para la Libertad de la
América Mexicana, hasta el Mensaje y Proyecto de Constitución de Don Venus-
tiano Carranza. De su estudio es válido concluir que siempre fue propósito de
los legisladores mexicanos, preservar como libertad política la libre manifesta-
ción de las ideas desde el punto de vista de quien las emite; sin considerar el
derecho de quien las recibe para no ser víctima de lo que actualmente conocemos
por 'manipulación informativa'. Que así haya sido, es perfectamente explica-
ble, porque la inofnnación propiamente dicha, producto de la sociedad moder-
na, ha venido a convertirse en factor de primera importancia en la modelación
de la opinión pública. Si no se disfruta de un grado aceptable de cultura general
a la vez que de educación política, y de posibilidad de consulta y comprobación
en las fuentes emisoras, la información cae en el ámbito de la deformación.
Como las condiciones apuntadas están muy lejos de pertenecer al común, surge
la necesidad de instituir el derecho a la informaci6n como una garantía social.
Lo escueto de la expresión: ' .. ,el derecho a la información será garantizado
por el Estado', puede originar la crítica de que no se precisa lo que debe enten-
derse por derecho a la información', ni a quien corresponde su titularidad, ni
los medios legales que hará valer el Estado para hacerlo respetar. No debe
olvidarse sin embargo, que la característica esencial de la Constitución debe
ser su máxima brevedad posible; y que, en rigor jurídico, sólo le corresponde
el enunciado y principios de las normas imperativas cuyas formas de operati-
vidad serán objeto y materia de la ley reglamentaria respectiva. De donde las
Comisiones dictaminadoras concluyen que es oportuna y pertinente la adición
al artículo 61) que propone en su iniciativa el depositario del Poder Ejecutivo."
"Tanto de la iniciativa como del dictamen aludidos se desprende lo si-
guiente:
690 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

"a) Que el derecho a la información es una garantía social, correlativa a


la libertad. de expresión, que se instituyó con motivo de la llamada 'Reforma
Política', y que consiste en que el Estado permita el que, a través de los diver-
SOS medios de comunicación, .se ... manifieste de manera regular la diversidad.
de opiniones de los partidos pollticos.
"b ) Que la definición precisa del derecho a la información queda a la
legislación secundaria; y
"e) Que no se pretendió establecer una garantía individual consistente en
que cualquier gobernado, en el momento en que lo estime oportuno, solicite
y obtenga de órganos del Estado determinada información.
"Esto no quiere decir que las autoridades se eximan de su obligación cons-
titucional y legal de informar en la forma y términos en que la Constitución
y la ley lo establezcan, pero tampoco supone que los gobernados tengan un
derecho frente al Estado para obtener información en los casos y a través de
sistemas no previstos en las normas relativas.
"En efecto, como se ha señalado, el derecho a la información no crea en
favor del quejoso la facultad de elegir arbitrariamente la vía mediante la cual
pide conocer ciertos datos de la actividad realizada por las autoridades, sino
que esa facultad debe adoptar el medio que al respecto se señale legalmente,
y, además, como se ha precisado, no es a través de un particular que la Secre-
taria de Hacienda y Crédito Público debe cumplir con el referido segundo
párrafo del artículo 27 de la Ley General de la Deuda Pública."

c) Comentarios al criterio de la Suprema Corte. En el juicio de amparo


ya citado, y con ocasión de los datos que pedirnos al Secretario de Hacienda
sobre la deuda pública externa de México, planteamos, como ya dijimos,
una de las cuestiones más controvertidas en los últimos años como es la
que atañe al direcho a la iniormacién previsto en el artículo 6 constitucio-
nal. Este planteamiento se traduce en las siguientes interrogaciones: ¿Todo
gobernado tiene efectivamente, en la realidad, ese dercho subjtivo público?
¿Los 6rganos del Estado tienen a SU cMgo la obligaci6n correlaiiua de in-
formar al peticionario de in[ormad6n? ¿Qué alcance tienen ese derecho
y esa obligecián? ¿Garan/iza el Estado el multicitado derecho o permite que
sus autoridades nieguen la información que lbs particulares les pidan con
apoyo en el invocado precepto de la Constituci6n? ¿Tiene la Nocián y todos
y cada un!' de ols mexicanos que la componemos el derecho de conocer,
como deudores, las empréstitos que en nombre de México se hayan cele-
brado y sus primordiales modalidades? ¿Si el pueblo y nosotros los gober-
nados en particular no tenemos ese derecho, qué objeto tiene su consagracián
constitucional?
El análisis del criterio de la Suprema Corte que se sustenta en la ejecu-
toria cuya parte conducente transcribimos, lleva a las siguientes conclusio-
nes: a) el citado derecho es una garantía social correlativa a la libertad de
expresión, para que los partidos políticos manifiesten sus opiniones a tra-
vés de los medios de comunicación; b) la legislación secundaria debe definir
tal derecho; c) el mencionado derecho a la información no es una garantía
I
I

EL DERECHO A LA INFORMACIÓN 691

individual en cuanto que cualquier gobernado, cuando lo estime oportuno,


pueda solicitar y obtener de los órganos del Estado determinada información;
d) los gobernados no tienen ningún derecho frente al Estado para obtener
información a través de sistemas no previstos en las normas relativas.
Las mencionadas conclusiones eliminan el derecho a la informaci6n
como garantía de todo gobernado en lo particular, pues a éste no lo reputan
titular del mismo, ya que su definición y ejercicio lo condicionan a la legis-
lación ordinaria, cuya ausencia lo hace totalmente nugatorio. Por consi-
guiente, la declaración implicada en el invocado precepto constitucional,
en el sentido de que el Estado garantizará ~ tal derecho, es francamente
utópica o ilusoria, pues ningún órgano estatal está obligado a informar
nada a ningún particular según la opinión de la Sala Administrativa de
la Suprema Corte.
Por otra parte, el derecho que tienen los partidos políticos para usar
permanentemente los medios de comunicación' social y que se prevé en
el artículo 41, párrafo cuarto, de la Constitución, no entraña absoluta-
mente ningún derecho a que tales partidos sean informados por cualquier
autoridad del Estado sobre las cuestiones que a éstas les pueden plantear,
sino que esencialmente importa la libertad de expresi6n que jurídicamente
pueden desempeñar al traoés de dichos medios comunicativos. En otras pa-
labras, los partidos políticos están autorizados constitucionalmente para in-
formar, pero no para recibir información, en cuya obtención estriba el tan
decantado derecho instituido en el articulo 6, in fine, de la Ley Suprema.
Tampoco puede sostenerse uálidmnente que el derecho a la informaci6n
sea una verdadera garantla social, pues ésta implica una relación vinculatoria
entre dos o más sujetos que genera obligaciones y derechos correlativos,
como sucede en materia obrero-patronal, No puede hablarse de garantía
social que no obliga a nadie, o sea, a ningún ente individual, colectivo o
público. Si el derecho a la información tuviese ese carácter, cualquier agru-
pación social sería titular del derecho a ser informada por el Estado acerca
de cualquier cuestión, tema, tópico o problema que a sus órganos les pueda
plantear, posibilidad que no existe. Podría pensarse que el pueblo o la
nación mismos tuviesen tal 'derecho, 10 que evidentemente no ocurre. No es
óbice a esta conclusión la circunstancia de que el Ejecutivo Federal esté
obligado constitucional y legalmente a rendir cuentas sobre su actuación
económica al Congreso de la Unión o a la Cámara de Diputados, ya que
dicha obligación emana de la misma Ley Fundamental y no del derecho
a la información que pudieren ejercer entidades distintas de tales órganos
legislativos y mucho menos individuos particulares.
En la ejecutoria que comentamos se asevera que la "definición precisa
del derecho a la información" debe quedar sujeta a la legislación secun-
daria. Sin dicha definición, agregamos, tal derecho no es sino una decla-
692 U\S GARANTfAs INOMOUALES

rtUilm carente de juridicidad, aunque se la haya reputado como complemento de


la libertad de expresión que proclama el arúculo 6 constitucional. Esta apre-
ciación se funda en que este precepto no obliga a nadie a informar. Por otro
lado, como ya aseveramos con antelación, reglamentar el consabido derecho
entraña muchos riesgos y dificultades que en páginas anteriores hemos ex-
puesto.

VI. CONCLUSIONFS

Las consideraciones que en los parágrafos precedentes hemos formulado


conllevan a las conclusiones siguientes:
a) El derecho a la información aparenta ostentar un aspecto complemen-
tario del derecho público subjetivo que tiene como contenido la libertad de
expresión del pensamiento por medios escritos, orales o por cualquier otro
signo de exteriorización de las ideas.
b) La información debe ser veraz, implicando este deber una obligación
moral y de sentido de responsabilidad para los órganos informativos, sin que
en ninguna ley secundaria se deban establecer criterios apriorísticos de vera-
cidad por el riesgo que representarían en cuanto que coartarían la libertad
de manifestación de las ideas.
e) Los medios de comunicación masiva como la radio, el cine y la televi-
sión deben estar subordinados al interés social, teniendo el Congreso de la
Unión facultades expresas para reglamentar su manejo y proyección en la le-
gislación secundaria correspondiente.
d) Dicho congreso carece de facultades constitucionales para reglamentar
la libertad de imprenta, como medio escrito de comunicación masiva.
e) Con fundamento en el articulo 7 constitucional, las autoridades del
Estado pueden aplicar, en cada caso concreto, las limitaciones que para la
mencionada libertad establece el invocado precepto, sin necesidad de que se
expida ninguna ley reglamentaria.
j) Según el criterio de la Suprema Corte, el derecho a la información no
es una garanúa individual sino social, requiriendo su "precisa definición" su
normación por la legislación secundaria.
g) Como se advierte de la t;jecutoria en que tal criterio se contiene, el "de-
recho a la información", sin su normación legal ordinaria, no es sino una mera
declaración utópica que solamente envuelve un simple propósito irrealizable.

VII. OBSERVACIÓN FINAL


Sobre el derecho a la información existen una vasta literatura y varios
criterios judiciales. Su estudio exhaustivo excederla el contenido de la pre-
sente obra. Por ello, recomendamos ampliamente el libro de Miguel Carbo-
nell que contiene dicho estudio.>l2.

512 e Los Dn-echos Fundammtale.s en Mhcieo. Págs. 591 a 621.


CAPÍTULO NOVENO

LAS GARANTíAS SOCIALES

Sumario: l.-Introducción histórica. I1.-Concepto y naturaleza de la


garantía social: a) sujetos; b) objeto; e) principios constitucionales de
las garantías sociales; d) situación y función del Estado en relación con las
garantías sociales. IH.-Las garantías sociales y las garantías individuales
no se oponen ni son incompatibles. IV.-Breve referencia a las garantías
sociales en materia agraria. V.-La garantía social y los interesas sociales.

1. l ntroduceión histórica. Como consecuencia del jus-naturalismo quc


proclama la consubstancialidad dc los derechos del hombre con su propia
personalidad y, por ende, su carácter supra-estatal, surgió a raíz de la Revo-
lución francesa y como derivación directa de la Declaración de 1789, el indio
oidualismo, el cual constituyó el fin del Estado y de sus instituciones jurídicas.
En consecuencia, el individuo y sus derechos erao el primordial, si no el
único, objeto de tutela de la organiiación estatal, postulado que acogió ple-
namente el Constituyente mexicano de 1857 y que plasmó en el articulo
primero de la Ley Fundamental de ese año. Como consecuencia de la postura
individualista quc normaba las relaciones entre gobernantes y gobernados,
imperó coetáneamente a ella el liberalismo, que implicaba una completa abs-
tención por parte del Estado en las relaciones sociales. Sólo tenían injerencia
en éstas las autoridades estatales, cuando el libre jucgo de los derechos de
cada gobernado originaba conflictos entre los individuos. En conclusión,
el individualismo prohibió toda idea de asociacionismo, de coalición de go-
bernados para defender sus intereses mutuos, pues se decla que entre el Estado
como suprema persona moral política y el individuo, no debía haber entidades
intermedias que no tuvieran como finalidad la protección de los intereses par-
ticulares. Fue por eso por lo que Chapelier en Francia, mediante la ley que
lleva su nombre, prohibió la formación de asociaciones profesionales, pues
estimaba que la existencia y el funcionamiento de éstas implicaba una seria
oposición a la libertad de trabajo. Por su parte, el liberalismo absoluto vedó
al Estado toda injerencia en las relaciones sociales que no tuviera como fin
resolver los conflictos que se suscitasen entre los gobernados con motivo del
libre ejercicio de SU actividad.
69+ LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

Tanto el liberalismo como el individualismo tenían su soporte en el con-


cepto de igualdad legal. Todo hombre es igual a todos a los ojos de la ley,
decían los revolucionarios franceses. Consiguientemente, ningún Estado podía
quebrantar esa igualdad legal favoreciendo a unos o a' otros. Sin embargo,
este "igualitarismo legal" correspondía realmente a una verdadera desigual-
dad social, puesto que olvidaba las diferentes situaciones materiales en que
dos individuos pudieren encontrarse. La abstención por parte del Estado en el
sentido de no intervenir en las relaciones sociales, con las salvedades indicadas,
trajo tremendas consecuencias para las clases desposeídas, lo que se palpaba
principalmente en las relaciones obrero-patronales.
Inmediatamente después de la Revolución francesa se crea en Francia
una reglamentación para el trabajo, pero no autónoma ni independiente de los
demás cuerpos de leyes que existian, sino diseminada en la Ley Chapelier,
en el Código Penal y en el CiviL No obstante que por un edicto de Turgot se
prohibieron las corporaciones, éstas siguieron viviendo hasta el año de 1791,
en que, en virtud de un decreto, quedaron totalmente abolidas, llegándose
hasta evitar para el futuro su reaparición. Sin embargo, se permitieron las
agrupaciones o corporaciones de indole mutualista, despojándolas de todo
carácter de monopolio del trabajo que era el que tenían dichos organismos
en la Edad Media. Chapelier, por su parte, no estuvo de acuerdo en que
siguieran funcionando dichas agrupaciones con carácter mutualista, suprimién-
dolas mediante la ley que llevó su nombre por haber sido él su autor. Es im-
portante subrayar esta disposición, porque fue la que en 1857 impidió que en
México se creara una legislación del. trabajo, como consecuencia de la adop-
ci6n de las ideas que privaban en Francia en el sentido de establecer la libertad
de trabajo por convenir a los ciudadanos y para cuya implantaci6n y desen-
volvimiento en la realidad, las asociaciones profesionales constituían un gran
obstáculo.
Más tarde, en Alemania surgió lo que se llama intervencionismo de Esta-
do, ideado por Bismarck en beneficio de los productores, revelado o traducido
en la regulaci6n de la producci6n o elaboración industriales. El segundo
aspecto de esa injerencia estatal en la vida económica de Alemania fue, el
que se refirió al establecimiento de una reglamentación de las relaciones
entre los empresarios y los trabajadores. Esta tendencia evidentemente con-
trastaba con las ideas liberales que imperaban en Francia a la sazón, consig-
nadas en la Ley Chapelier, pues mientras que el intervencionismo de Estado
trataba que éste tuviera una injerencia en la producción regulándola, el libe-
ralismo sostenía que debía dejarse a los productores y a todo individuo en
general en libertad absoluta.
Sin embargo, las ideas liberales confundian los dos aspectos del interven-
cionismo de Estado, considerando a ambos como obstáculo a la libertad de
trabajo, por lo que durante el predominio de ellas no se pensó siquiera en esta-
blecer una legislación que normara las relaciones obrero-patronales. Es evi-
LAS GARANTÍAS SOCIALES 695

dente que de tal confusión surgía un error, al pretender las teorías liberales
que, mediante la injerencia del Estado en cualquier aspecto de la actividad
individual, se menoscabaría enormemente el postulado de la libertad del hom-
bre, pues el hecho de que el gobierno interviniera como regulador de las
relaciones entre empresarios y trabajadores, en nada podría significar una vio-
lación a dicha libertad. Estas ideas trajeron como consecuencia, pues, una
completa falta de protección y abandono de los trabajadores, quienes, bajo
un régimen de libertad aparente, se veían en la mayoría de las veces a mer-
ced del patrón.
En una confusión y error análogos incurrió Vallarta en el Constituyente
de 57 al sostener que un plausible intervencionismo de Estado en la activi-
dad de los particulares significaría un ataque a las libertades individuales,
propugnando que el remedio de los males de que adolecía la clase trabajadora
fuera precisamente una completa abstención de parte del Estado en tener
o tomar injerencia en la vida privada.
Hemos dicho anteriormente que las condiciones en que se encontraban
los trabajadores en la época en que predominaban las teorías liberales en
Francia, se revelaban en tres ordenamientos legales, uno de los cuales era el
Código Penal Francés.
En efecto, este ordenamiento prevenía una severa sanción a los individuos
que se constituían en asociación profesional; condenaba acremente las huelgas
y los paros Y todo aquel acto que significara un ataque a la libertad de tra-
bajo, tipos de delitos que pasaron a nuestro Código Penal de 1871 bajo el
rubro de "ataques a las garantias individuales". Así, pues, tanto la Ley Cha-
pelier corno. el Código Penal Francés, hicieron imposible todo intento de
asociación de trabajadores. Triunfó, pues, a raíz de la Revolución francesa,
el individualismo, y como consecuencia de este acontecimiento, los trabaja-
dores se vieron aislados frente al poderío económico del patrón, que los obli-
gaba a prestar sus servicios mediante una retribución ínfima; las relaciones
de obrero a empresario estaban reguladas por un contrato individual de tra-
bajo formado sobre la base de una libre contratación.
Este principio de la libertad en la confección de los contratos individuales
de trabajo encontró su cristalización en el Código Civil Francés, inspirado en
ideas fuertemente individualistas. No obstante que el postulado de la libertad
de las partes para la celebración de todo acto jurídico constituyó la base de
dicha legislación, se fue violando paulatinamente dicho principio en benefi-
cio no del trabajador, como hubiera sido lo equitativo y justo, sino en pro-
vecho del empresario.
En el Código Civil la prestación de un trabajo se consideraba como un
arrendamiento bajo la idea romana. Este arrendamiento presentaba tres for-
mas en que se podía celebrar el contrato de trabajo: arrendamiento de
servicios (trabajo de domésticos y obreros libres), el contrato de transporte
y el contrato de empresa, que era el antiguo contrato de obras del Derecho
696 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

Romano. Para celebrar cualquiera de estos tres contratos regía la voluntad


de las partes, basada en una supuesta igualdad entre ellas. Era, pues, la in-
tención de los contratantes lo que determinaba las condiciones y cláusulas
del contrato. Respecto de los riesgos, la parte que debía responder de ellos era
distinta según se tratase de un contrato de arrendamiento de servicios o de
uno de empresa. Así, en el contrato de arrendamiento de trabajo, los riesgos
corrian a cargo del empresario, y en el de empresa, a cargo del trabajador.
Sin embargo, no obstante que en el Código Francés existían estas tres es-
pecies de contrato de trabajo, no había en dicha legislación un criterio firme
que estableciera las distinciones y características de ellas, sino que, para deter-
minar a qué categoría pertenecia un determinado contrato, se atendía exclu-
sivamente a la voluntad e intención de los contratantes.
La reglamentación francesa no se preocupó por las tres cuestiones básicas
del contrato de trabajo, a saber: el salario, la jornada de trabajo y la dura-
ción del mismo. No se establecia un tipo de salario fijo que el patrón es-
tuviera obligado a dar al trabajador, sino que aquél era estipulado por el libre
acuerdo de las dos partes. En caso de que el sueldo fuera exiguo y despro-
porcionado a la calidad y rudeza del trabajo, el obrero sólo podía ejercitar
la acción de rescisión del contrato, quedando, por consiguiente, excluida toda
posibilidad de elevación del mismo o de una compensación correspondiente.
Lo mismo sucedía respecto de la jornada de trabajo y la duración de éste; el
trabajador sólo podía pedir la rescisión del contrato cuando la jornada de
trabajo fuera muy larga o la duración muy prolongada.
Por otra parte, el contrato de trabajo no se redactaba nunca por escrito,
ni el patrón recibía comprobantes de lo que había entregado al trabajador por
concepto de salario. No existiendo, pues, un elemento que viniera a puntua-
lizar las condiciones en que cada una de las partes estaba. colocada respecto
del contrato de trabajo, se suscitaron muchas dificultades y conflictos entre
obreros y patrones, iniciándose de tal suerte infinidad de procesos, en los que
la iniquidad y la injusticia para el trabajador eran palpables.. En efecto, según
el articulo 1,781 del Código Civil Francés, el simple dicho del patrón era
estimado con un valor probatorio pleno respecto de los salarios, de su pago, etc.
El principio jurídico según el cual el que afirma está obligado a probar, era
completamente desconocido por la legislación civil en materia de trabajo. Este
precepto no pasó por fortuna a nuestro derecho, por lo que nuestro sistema
jurídico permaneció más fiel a los postulados de libertad e igualdad., que son
los que caracterizan al individualismo nacido de la Revolución francesa.
No fue sino hasta el año de 1865 cuando se suprimió en Francia este ar-
tículo, insólito en una legislación de tipo liberal.
Respecto del problema de la duración del trabajo, la legislación frsancesa
dispuso que no debía ser muy prolongada, consignando al efecto dos formas
según las cuales se podía celebrar el contrato: por tiempo indefinido y por
término forzoso. Si un patrón despedía a un trabajador, sin que hubiera ferie-
LAS GARANTÍAS SOCIALES 697

cido el término del contrato, en el caso de que éste se hubiera convenido fijo,
sólo estaba obligado a pagar al obrero el salario correspondiente el tiempo que
necesitaba para. encontrar nueva ocupación. Respecto de la materia procesal,
no había una justicia que se ímpartiera exprofesamente para los conflictos
nacidos de la relación de trabajo, pues aquélla era la civil, con sus consi-
guientes desventajas para el trabajador, es decir, la lentitud del procedimiento,
lo costoso de los gastos de la causa, etc.
Las consecuencias que se derivan de todo lo que hemos expuesto se pueden
resumir así: los principios del régimen individualista que imperó en Francia
en el siglo pasado fueron los de libertad e igualdad para todos. La relación de
trabajo durante este régimen resultaba de un libre acuerdo entre las partes
interesadas. La economía liberal, en consecuencia, impidió toda injerencia
del Estado en la vida de los particulares. El contrato de trabajo fue la ex-
presión de la intención y voluntad exteriorizada de las partes.
Ahora bien, las garantías sociales en materia de trabajo surgen en virtud
de dos circunstancias, que son: la profunda división que mediaba entre las
dos clases sociales, patrones y obreros, y la deplorable situación en que éstos se
encontraban frente a la burguesía. En Inglaterra, las diversas doctrinas eco-
nómicas, como el mercantilismo, la fisiocracia y el liberalismo, rompieron con
el antiguo sistema de las corporaciones. Efectivamente, el mercantilismo, carac-
terizado por una tendencia a acumular la mayor cantidad de oro y plata po-
síble y aumentar la producción con el objeto de que la exportación fuese
mayor que la importación, encuentra que la productividad del Estado, para
lograr dichos objetivos, debía romper los estrechos moldes de la economía
cerrada de las corporaciones. Por su parte, la fisiocracia, partidaria de las
leyes económicas naturales a consecuencia de la primacía que otorgaba a la
tierra como elemento de producción, pugnaba por una libertad absoluta
de trabajo, pretendiendo la desaparición de las corporaciones que coartaban
dicha libertad. Por último, la economía liberal, como su denominación lo
indica, tuvo como afán hacer ímperar el postulado de la libertad absoluta
del hombre en su actividad económica, excluyendo, por ende, todo interven-
cionismo del Estado.
Años después de la ímplantación del individualismo como régimen eco-
nómico y juridico, los politicos franceses se dieron cuenta de que los postu-
lados inmaculados de libertad e igualdad resultaban en la realidad puras
paradojas, pues la sociedad presentaba una desigualdad cada vez más marca-
da entre sus diversos componentes. Rousseau llegaba a la conclusión de que
dicha desigualdad social provenía precisamente de la propiedad privada, y
como consecuencia de esta idea, pugnaba por el establecimiento de una orga-
nización nueva. Sin embargo, la Convención desestimó estas ideas de Rous-
seau, creyendo que con el simple hecho de implantar los principios de igualdad
y de libertad se lograría una sociedad justa y equitativa. Por otra parte, ya
698 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

sabemos que las principales teorias que sirvieron de pauta a los revolucionarios
franceses no sólo no se realizaron, sino que, por el contrario, originaron una
enorme desigualdad entre las distintas clases sociales.
En un régimen de liberalismo, pues, el único libre es el patrón, quien dis-
pone de todos los medios y de todo el poderío que le confiere su privilegiada
situación económica para no verse coaccionado por aquellas necesidades que
coartan la libertad del obrero. Es falso, pues, que el contrato de trabajo,
tal como lo había concebido el liberalismo, sea un producto de la libre con-
tratación entre el empresario y el trabajador, pues en realidad esa libertad
sólo se encuentra del lado de una de las partes, como ya se dijo. Por lo demás,
no existía seguridad ni garantía alguna para el trabajador, pues el empresario
podía despedir en todo momento al obrero, si se trataba de un contrato de
trabajo por tiempo indefinido. Es verdad que los principales tribunales esta-
blecieron que ese despido fuese anunciado con ocho días de anticipación, pero
esta limitación a favor del trabajador podía fácilmente excluirse o eliminarse
con una simple cláusula contractual. Así, pues, los obreros estaban expuestos
a toda clase de arbitrariedades por parte del empresario y colocados en una
situación de desigualdad, condiciones todas que engendraban una verdadera
división social.
Este estado de desigualdad en que se encontraba el trabajador en el régi-
men liberal se va acentuando cuando la fábrica, la industria en grande,
absorbe a la pequeña, que paulatinamente va desapareciendo. Los poten-
tados industriales adquieren poderío merced a su riqueza; el obrero, en cam-
bio, se vuelve más miserable y pobre. Entre empresarios y obreros no existía
más relación que la de trabajo, a diferencia de lo que acontecía en las corpo-
raciones de la Edad Media, en las que había una especie de comunidad de
vida entre el maestro y el compañero.
Por otra parte, los salarios eran exiguos; la jornada de trabajo larga para
mujeres y niños, quienes vendían más barata su energia de trabajo que los
hombres. En atención a esta circunstancia, los empresarios se dan cuenta
que les es más costeable contratar mujeres y niños, empezándolos a colocar
en las fábricas con el consiguiente desplazamiento de los hombres. 'Éstos, a su
vez merced a la competencia que realizan las mujeres y 10s niños, se ven obli-
gados a reducir el monto de sus salarios,
La precaria situación de la clase trabajadora en Francia y en Inglaterra
fue la causa de varias revoluciones, como la de 1848, las cuales culminaron
con la creación de normas protectoras para los trabajadores frente al capital
y que no nos incumbe tratar por pertenecer su estudio a la historia del De-
recho del Trabajo. Dichas normas tutelares se establecieron por Bismarck
en Alemania como una concesión graciosa del Estado a favor de la clase
trabajadora, siendo en dicho país donde claramente se vislumbró el régiroen
de intervencionismo de Estado, que parece ser tiene su fundamento en la
LAS GARANTÍAS SOCIALES 699

doctrina de Hegel.F" Por último, fue en Alemania la Constitución de Weimar


de 1919 la que definitivamente consagró normas de protección para la e1ase
obrera o garantías sociales.
No obstante que en sus lineamientos generales la situación jurídica del
trabajador en M éxico era semejante a la que éste guardaba en Francia, en
nuestro país no se prohibió la asociaci6n profesional. El Código Penal esta-
blecia que era un delito realizar motines con el objeto de elevar los salarios,
disposición de la que se aprovechó el general Díaz para aplacar y aun desha-
cer las huelgas que se declararon bajo su gobierno, como sucedi6, por otra
parte, con la que hicieron estaliar los trabajadores de los establecimientos
fabriles militares del gobierno en la época de Carranza y que motiv6 la crea-
ci6n de una de las fracciones del artículo 123 de la Constitución vigente, que
ved6 a dichos obreros el derecho de huelga.
La legislaci6n mexicana fue más liberal que la francesa. En ésta, se con-
sideró al contrato de trabajo como un arrendamiento de servicios; y todavía
en la época actual los civilistas como Planiol, Manresa, etc., sostienen esta
concepción. EJ Código Mexicano estableció que el contrato de trabajo no era
un contrato de arrendamiento, el cual sólo se refiere a las cosas que son suscep-
tibles de apropiación. Por esta consideración, la legislación civil mexicana
excluy6 al contrato de trabajo de todo arrendamiento, estimando que, siendo
solamente las cosas que son susceptibles de apropiación objeto de un contrato
de arrendamiento, el trabajo del hombre no puede constituir ese objeto, ya
que no tiene esa posibilidad. El contrato de trabajo, dccía el código, no es
meramente patrimonial, sino que establece relaciones personales entre patrón
y trabajador de respeto y sumisión. En el Derecho Mexicano, mayores seme-
janzas ofrece el contrato de trabajo con el de mandato, junto al cual se le
pudo colocar y al que se le pudieron aplicar las disposiciones de este último.
El Código Civil de 70 colocó a trabajador y patr6n en la misma situación de
igualdad, a diferencia de la legislaci6n francesa, que establecía una serie
de prerrogativas y privilegios en favor de los empresarios. En nuestra legis-
laci6n civil, pues, encontramos las doctrinas del liberalismo e individualismo
aplicadas con más exactitud.
No obstante que tanto el trabajador como el patr6n se encontraban en
condiciones de igualdad ante la ley, no por eUo se mejoró la situación del obre-
ro, quien se hallaba a merced del empresario. La justicia civil se cerraba a los
trabajadores, pues la necesidad de la intervención del abogado y lo costoso
del pleito, hacían casi imposible que el trabajador obtuviera lo que recla-
maba en contra del patrón.

170 En efecto, Hegel consideraba al Estado como Ia situación suprema de! hombre y
de la familia. La sociedad, decía, está integrada por tres grupos: la clase desposeída o tra-
bajadora, la clase capitalista o burguesa, y el gobierno, que debía ser el regulador de las
relaciones entre Jos dos grupos anteriores. Blsmarck, inspirado en Ias tesis hegelianas, esti-
mó que el gobierno debía tener injerencia en las actividades privadas. regulando las rela-
ciones entre trabajadores y empresarios.
700 LAS GARANTíAS INDIVIDUALES

Poco se hizo después de 1870 en favor del obrero. El Código Civil de B4


reprodujo los mismos principios legales que la legislaci6n anterior. No hubo
sino dos intentos, uno en 1904- y otro en 1906 para introducir modificaciones
en dicha legislaci6n por lo que respecta a riesgos profesionales, cuya teoría en
Francia se basaba en un concepto de estrecha culpa. En este país, en 1899,
se habia dictado una ley sobre riesgos que, adoptada por diversos paises, se
estableci6 en el Estado de México por Vicente Villada, y que hizo responsa-
ble al patr6n por.los accidentes de trabajo, estipulando, sin embargo, una
indemnizaci6n muy reducida. Establecía, además, una prevenci6n a favor
del trabajador, en el sentido de que los accidentes ocurridos a aquél en el
desempeño de su trabajo, se entendían imputables al patr6n en tanto que no
se comprobara lo contrario.
Después de la ley de ViJlada, Bernardo Reyes expidi6 la ley sobre acci-
dentes de trabajo en el Estado de Nuevo León, Fue, puede decirse, la ley
más completa y perfecta del mundo, habiendo sido adoptada por casi todos los
Estados de la República, habiendo estado vigente hasta 1931, fecha en que fue
derogada por la Ley Federal del Trabajo. La ley de Bernardo Reyes se inspir6
en la legislaci6n francesa y la aventaja en algunos puntos. Estableci6 dicha
ley la diferencia entre accidentes y enfermedades de trabajo, diciendo que los
primeros son violentos, súbitos, de realizaci6n momentánea; en cambio, las se-
gundas son permanentes, requieren un lapso más o menos prolongado para
su gestaci6n y desarrollo. En atenci6n a estas diferencias que la ley de Reyes
estableci6 entre enfermedades y accidentes de trabajo, sus disposiciones se
concretaron a los accidentes y se aplicaban sólo al trabajo industrial.
Fuera de estos dos intentos, o sea, la ley Villada y la de Bernardo Reyes,
nada se hace durante el régimen porfirista. Las normas del Derecho Civil se
mantienen aplicables al trabajo.
En la época de Madero, se observ6 el intento de dictar una ley del trabajo,
sin lograrlo. En octubre de 1913, Agustin. Millán lanza un decreto estable-
ciendo el descanso dominical, siendo ésta la primera medida que adopta la
Revoluci6n Constituciona1ista.
Cándido Aguilar promulga la primera ley del trabajo en el año 1914,
estableciéndose en ella la jornada máxima de diez horas y salario mínimo
de un peso. Se dicta también una disposici6n en la misma ley por virtud de la
cual se declaraban extinguidas todas las deudas que tuvieran los trabajadores
con los patrones, habiendo sido los campesinos los que salieron más benefi-
ciados con ello. Contiene, además, la Ley de Cándido Aguilar un capitulo
sobre previsión social, en el que se obliga a los patrones a indemnizar a sus
obreros por los accidentes de trabajo. El trabajador tenia derecho a reclamar
la totalidad de su salario durante toda la vida. Se oblig6 a los empresarios a
sostener escuelas en beneficio de los trabajadores. La justicia obrera se separó
de la civil, conociendo de las demandas de los trabajadores contra sus pa-
LAS GARANTÍAS SOCIALES 701

trones las juntas de administración civil, como se llamaban los tribunales


encargados de administrarles justicia.
La Ley de Cándido Aguilar estuvo en vigor hasta 1917. En 1915 Millán
reconoce la asociación profesional, reconocimiento que se debió a la presión
ejercida por los trabajadores de Veracruz, en donde ya se habían fundado los
sindicatos gremiales, siendo dicha entidad el primer Estado en donde comen-
zaron a realizarse prácticamente las conquistas obreras, que posteriormente
tuvieron eco en Yucatán, en donde se establece el derecho más completo
sobre el trabajo, anterior a la Constitución de 1917.
Junto a estos distintos cuerpos dc leyes, existió un proyecto del licenciado
Zubarán y Capmany, quc es una reforma a la legislación civil y consta de
siete secciones fundamentales: disposiciones generales y relaciones principales
entre obreros y patrones, la jornada de trabajo, el salario mínimo, obligaciones
de los trabajadores, trabajo de las mujeres y menores de edad. Se sostenía en el
proyecto que si bien el Derecho Internacional no permitía que se empleara
a los menores de edad en algunos trabajos, en México dicho empleo era
menos perjudicial que dejarlos que se dedicaran a la vagancia. Este proyecto
es importante porque es el antecedente del articulo 123 constitucional, que es
producto de su autor y del licenciado José Natividad M acias.
La legislación del trabajo que va a nacer es una legislación de tipo especial.
Sólo existlan dos legislaciones que tenian un carácter autónomo e indepen-
diente, a saber, la de Australia y Nueva Zelanda, y que podemos decir tienen
un tinte fascista, análogo al que tuvieron en Italia y Alemania. Se pensó
que el individualismo era la causa de la división social, de la situación deplo-
rable de los trabajadores. Se hizo necesario crear un nuevo sistema en el cual.
se desterrase al individualismo, propugnándose la injerencia del Estado en las
relaciones obrero-patronales. Se consideraba en esas legislaciones que la huelga
y el paro son perjudiciales para los intereses de la nación, por lo cual se las
prohibió.
La legislaci6n de Y ucatán se construye sobre la base' de los tribunales de
trabajo. Se exigió la aparición de un cuarto poder, el de los tribunales de tra-
bajo, que tuviera características propias y que recibiera la denominación
de "Poder Social". Los tribunales de trabajo de Yucatán fueron los antece-
dentes directos de las Juntas de Conciliación y Arbitraje, integrándose en un
principio con representantes de obreros y patrones exelusivamente.
El gobierno no ten' a en ellas ninguna representación, pretendiéndose de
esta suerte la independencia y autonomía absoluta de los tribunales de trabajo.
La Junta Central de Conciliación y Arbitraje era el órgano revisor de las
juntas de conciliación. Se integraba con la reunión de los distintos miembros
de las Juntas de Conciliación municipales, instalándose en la ciudad de
Mérida y teniendo un presidente. La intervención del gobierno sólo se reali-
zaba cuando no había acuerdo entre los miembros de la Junta. Ésta era la
creadora de la legislación del trabajo, mediante la concertación de convenios
702 LAS GARANTÍAS INDMDUALES

industriales, que eran de doble tipo: o bien el convenio industrial podía


afectar a una sola empresa, o bien podía extenderse a una región económica
determinada, Este segundo aspecto coincide con las sentencias que dictan las
Juntas de Conciliación y Arbitraje en un conflicto económico determinado,
en cuanto a su naturaleza y efectos.
Mediante estos fallos del tribunal arbitral se fue formando en Yucatán la
legislación sobre el trabajo. Se pensó que no debía existir una constitución
rigida para el trabajo, sino que el derecho industrial se fuera formando paula-
tinamente, a medida que se fueran solucionando los conflictos obrero-patro-
nales que surgieran. La huelga y el paro quedaron suprimidos de la legislación
de Yucatán, siendo, pues, el arbitraje obligatorio el que venía a poner fin a los
conflictos. Se pensó que debía existir un minimo de garantías sociales para
los trabajadores. Esta idea reapareció en 1915, consignándose más tarde en la
Constitución de 1917 al través del artículo 123 y en la Constitución alemana
de Weimar.
La legislación de Yucatán era en aquel entonces la más perfecta, no en
cuanto a su redacción, sino más bien en cuanto al alcance de sus preceptos.
Se habla en ella de "salario minimo vital", que es aquel salario suficiente
para que el trabajador pueda subvenir a sus necesidades (artículo 85 de la
ley). Dicha legislación también contiene reglas sobre accidentes de trabajo,
sobre el trabajo de los menores, sobre protección a las mujeres y niños, etc.
Se estableció, además, en Yucatán, la sindicalización obligatoria, especial-
mente para los trabajadores, denominándoseles a esas uniones de obreros
"uniones industriales", que posteriormente formaron una central que se llamó
la "liga industrial de resistencia".
Después de la legislación de Yucatán, tenemos las leyes de Coahuila. En
1916, siendo gobernador Mireies, se dicta una ley que en muchos de sus as-
pectos sigue las ideas de Bernardo Reyes. Consigna la participación del obrero
en las utilidades de la empresa. Con esta legislación del Estado de Coahuila
termina la evolución del derecho de trabajo en México, antes de la Consti-
tución de 17.
Aunque don Venustiano Carranza tuvo el propósito de que se implan-
taran garantías sociales en materia de trabajo, el Proyecto de Reformas a la
Constitución de 57 que envió al Congreso de Querétaro el 19 de diciembre
de 1916 no contenía preceptos que las instituyeran. De su exposición de mo-
tivos se advierte la intención del Primer Jefe del Ejército Constitucionalista,
en el sentido de que, facultándose al Legislativo Federal para expedir leyes
sobre trabajo, éste consagraria enIa normación juridica secundaria las men-
cionadas garantías, y en la que "se implantarán todas las instituciones del
progreso social en favor de la clase obrera y de todos Jos trabajadores; con la
limitación del número de horas de trabajo, de manera que el operario no agote
sus energías y tenga tiempo para el descanso y el solaz, y para atender el cul-
tivo de su espíritu, para que pueda frecuentar el trato de sus vecinos, el que
LAS GARANTÍAS SOCIALES 703

engendra simpatías y determina hábitos de cooperacion para el logro de la


obra común; con las responsabilidades de los empresarios para los casos
de accidentes; con los seguros en los casos de enfermedad y de vejez; con la
fijación del salario mínimo bastante para subvenir a las necesidades primordia-
les del individuo y de la familia y para asegurar y mejorar su situación ... " 1n
En la Asamblea Constituyente de 1916-17 se discutió el proyecto del ar-
ticulo 5 constitucional que consignaba diversas garantías de seguridad jurídica
para el trabajo y su retribución. Sin embargo, la concepción de dicho articulo
na tendía a establecer verdaderas garantías sociales en materia laboral. De la
discusión que se suscitó en tomo a él surgieron tendencias para implantar
en la Ley Fundamental del país un régimen de garantías sociales en la citada
materia y que no debería ser incluido dentro del capítulo denominado "Ga-
rantías Individuales", porque su objeto de nonnación no debía regularse como
las relaciones estrictas entre gobernantes y gobernados, sino como relaciones
individuales y colectivas entre la clase patronal y la trabajadora y sus respec-
tívos miembros.
En los debates que se desarrollaron alrededor de los diferentes dictámenes
que se presentaron respecto del artículo 5 constitucional, se alzaron las voces
de diputados francamente obreristas que abogaron porque en su texto se
insertaran verdaderas garantías sociales en favor de la clase laborante, entre
ellas, las de Cándido Aguilar, H eriberto Jara, Rafael M artlnez y H éctor Vic-
toria; pero a la postre triunfó la idea de desprender del capítulo "Garantías
Individuales" las normas referentes a las mencionadas garantías sociales, las
quc sistematizadas y coordinadas se agruparon en un nuevo capítulo que se
designó con el título de "De! Trabajo y de la Previsión Social", integrando
e! articulo 123 de la Ley Fundamental de 1917.
El que sugirió la idea de regular la materia de trabajo en forma indepen-
diente de las garantías individuales fue Alfonso Craoioto, quien al concluir
su discurso se expresó con estas elocuentes palabras: ... "as! como Francia,
después de su revoluci6n, ha tenido el alto honor de consagrar en la primera
de sus cartas magnas los inmortales derechos del hombre, asi la República
Mexicana tendrá el orgullo legitimo de mostrar al mundo que es la primera
en consignar en ua C onstituci6n los sagrados derechos de los obreros." 170
El proyecto de! articulo 123 constitucional, suscrito por Pastor Rouaix,
Victoriano E. G6ngora, Esteban: Baca Calderón, Luis Manuel Rojas, Dioni-
sio Zaoala, Rafael de los Rlos y Silvestre Dorador, y al cual prestó su apoyo
un nutrido grupo de diputados constituyentes, se inspiró en el pensamiento'
de don José Natividad Macias, colaborador jurídico de don Venustiano-
Carranza. Macías y don Luis Manuel Rojas fueron comisionados por el

Diario de los Debates dd Congreso Constituyente. Tomo I, pág. 265.


],71
172Cita que aparece en el libro de Pastor Rouaix, Glnesis de los Articulas 27 , 123
de la Corutituci6n Política de 1917, pág. 72J Y que concierne al discurso que Cravioto
pronunció el 28 de diciembre de 1916. Diario de los Debates. Tomo IJ pá.g. 7.
704- LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

ilustre varón de Cuatro Ciénegas para elaborar un estudio sobre las con-
diciones sociales que deberían implantarse y regularse jurídicamente a efec-
to de garantizar al trabajador en la prestación de sus servicios frente al
patrón. Dicho estudio, que fue la base de la legislación social en materia de
trabajo, recogió las experiencias que sus autores obtuvieron de la observa-
ción de los regimenes que imperaban en los Estados Unidos, Inglaterra y
Bélgica, para adaptar los datos recabados a las necesidades de México y sus
problemas en lo tocante a las relaciones obrero-patronales.
Las someras consideraciones que anteceden no involucran la más ligera
intención de tratar acerca de la gestación del importantísimo precepto cons-
titucional antes señalado, pues este tema excedería los límites del presente
libro. La reseña que acabamos de formular nos autoriza a afirmar que en
nuestro país y siguiendo el pensamiento de don Venustiano Carranza, esbo-
zado en el Proyecto de Reformas Constitucionales que sometió al Congreso
de Querétaro, las garantías sociales en materia de trabajo se implantaron
en la Constitución de 17 por impulso legislativo al calor de los debates en
torno a un precepto que se hizo figurar dentro del régimen de garantías
individuales, pero que finalmente crista1iz6 en un capítulo autónomo de
nuestra actual Ley Suprema y que agregó, a su carácter político, su tónica
social.

II. Concepto y naturaleza de la garantía social. Al igual que la ga·


rantia individual, la garantía social también se revela como una relación
jurídica, mas los elementos distintivos de ambas difieren. De los anteceden-
tes históricos que acabamos de narrar, se advierte que determinadas clases
sociales, colocadas en una deplorable situación económica, exigieron del
Estado la adopción de ciertas medidas proteccionistas, de ciertos medios de
tutela frente a la clase social poderosa. Por ende, al crearse dichas medidas
por el Estado mediante conductos normativos, o sea, al establecerse las ga-
rantíassociales, que es como jurídicamente se denomina a estos medios
tutelares, se formó una relación de derecho entre los grupos sociales favore-
cidos o protegidos y aquellos frente a los que se implantó la tutela. En vista
de esta circunstancia, los sujetos del vinculo jurídico en que se traducen
las garantías sociales, son, por un lado, las clases sociales carentes del poder
económico o de los medios de producción y en general los grupos colocados
en situación precaria, y por otro, las castas poseedoras de la riqueza o si-
tuadas en bonacible posición económica. De lo anterior se deduce, pues,
que esta relación jurídica s610 se entabla entre sujetos colocados en una
determinada situación social, económica o jurídica, y entre los que existen
Iazos materiales determinados, establecidos principalmente en cuanto al pro-
ceso productivo (capital por un lado y trabajo por el otro). A diferencia
de la relación jurídica en que se revela la garantía individual, el vinculo de
derecho en que se manifiesta la garantía social únicamente puede existir
LAS GARANTÍAS SOCIALES 705

entre los sujetos cuya posición se caracteriza por modalidades especiales,


mientras que la primera puede entablarse entre cualquier persona física O
moral, independientemente de su condici6n juridica, social O económica, y
las autoridades estatales y del Estado, como ya se dijo.
a) Sujetos. En síntesis, los sujetos de la relaci6n juridica en que se
traduce la garantía social están constituidos, desde el punto de vista activo,
por las clases sociales desvalidas, esto es, carente de los medios de produc-
ci6n, en una palabra, por la clase trabajadora, es decir, por aquella que en
el proceso productivo tiene ínjerencia a través de su energía personal o tra-
bajo; y desde el aspecto pasivo, por aquel grupo social detentador de los
medios de producci6n o capitalista, o sea,. por aquel que en la producción
ínterviene, no con su labor personal, sino mediante la utilizaci6n de bienes
de que es poseedor o propietario.
Ahora bien, los sujetos de la relación que implica la garantia social bajo
su aspecto general, son los dos grupos sociales y econ6micos mencionados.
Sín embargo, la garantía social no sólo consta de estos sujetos genéricos y
sociales, sino que también existe entre indiuidUQs particulares, considerados
éstos como miembros pertenecientes a dichas dos clases En consecuencia, si
genéricamente la garantía social se concibe como una relaci6n jurídica en-
tre dos grupos sociales y económicos distintos, el trabajador y el capitalista,
particularmente se traduce en aquel vínculo de derecho que se entabla
entre un tra.bajador individualmente considerado y un capitalista o empre-
sario bajó el mismo aspecto.
b) Obfrt(). Como toda relaci6n jurídica, la garantía social implica la
existencia de derechos y obligaciones para sus sujetos. Dada la naturaleza
de la g=tia social, que consiste en que ésta es una medida juridica de
preservación de la clase trabajadora en general y de los trabajadores en
particular (bajo el concepto econ6mico de tales), los derechos que de la
relaci6n jurídica respectiva se derivan se originan a favor de los mencionados
sujetos activos. Asi, si se recorre, aunque sea someramente, el articulo 123
constitucional, que es el precepto que más relevantemente contiene garantías
sociales, se inferirá que los derechos que de éstas, se derivan se constituyen
a favor de los trabajadores y que, en consecuencia, las obligaciones se esta-
blecen a cargo de los capitalistas (en el sentido económico de la palabra).173
El calificativo que se atribuye a los derechos y obligaciones emanados de
la relación jurídica que entraña la garantía social, es el de sociales, por
corresponder a dos clases de la sociedad en general o a do; personas deter-
minadas pertenecientes a las aludidas clases en particular (trabajador y
patr6n).
1.'/'3 Lea derechos específicos, con sus obligaciones correlativas que se derivan de la rela-
ción jurídica. que implica la garantía social y que están consignados en el artículo 123 cons-
titucional, cuyo ordenamiento reglamentario es la Ley Federal del Trabajo, constituyen el
objeto det estudio de una disciplina jurídica autónoma como es el Derecho del Trabajo,
por.lo que no nos corresponde referirnos a ellos.
706 LAS GARANTÍAS INDIVIDlJALtS

c) Principios constitucionales de las garantías sociales. Estando consa-


gradas las garantias sociales por la Ley Fundamental, esto es, formando
parte del articulado de ésta, participan también de los principios constitu-
cionales de supremacía y rigidez.'"
d) Situación y función del Estado en relación con las garantías socia-
les. ¿Cuál es la posici6n del Estado frente a las garantías sociales? Jl.stas,
dijimos, implican una relaci6n jurídica entre dos clases sociales distintas
desde un punto de vista econ6mico, genéricamente hablando, o entre dos
o más sujetos individuales particularmente. Dichas garantías crean, según
ya aseveramos, derechos y obligaciones para los sujetos de la relación en
que se manifiestan, cuya consagraci6n normativa constituye la regulaci6n
legislativa de las .actividades recíprocas de aquéllos.
Pues bien, traduciéndose las garantias sociales en una relación jurídica
entre dos sujetos que, respecto del Estado y sus autoridades, están colocados
en una situaci6n de gobernados, éste y éstas intervienen en dicha relación
como reguladores, ejerciendo un poder de imperio, limitado, claro está, por
el orden jurídico estatal en sus respectivos casos. En otras palabras, ante
las garantias sociales y frente a los derechos y obligaciones que de ellas se
derivan, el Estado, por conducto de las autoridades que al efecto establece
la ley (Juntas de Conciliaci6n y Arbitraje, Secretaria del Trabajo, etc.,
por lo que se refiere a la materia del trabajo), vela por el cumplimiento de
todas las modalidades jurídicas y econ6micas de la relación de derecho en
que se ostentan las prerrogativas sociales.
Mediante esta injerencia que tiene el Estado en las relaciones específi-
cas entabladas entre los sujetos de la garantia social, se eliminan los prín-
cipios de la autonomía de la voluntad y de la libre contratación, en el sen-
tido de que las autoridades estatales, en ejercicio del poder imperativo, evitan
que se formen vinculas de derecho que impliquen una reducción o un me-
noscabo de los derechos que para la clase trabajadora en general o para
el trabajador en particular surgen de la garantía social consignada constitu-
cional y legalmente. Por el contrario, tales principios subsisten en cuanto a
la creación de vinculos jurídicos específicos entre los sujetos de la garantía
social que no 5610 no signifiquen una reducción o un menoscabo a los de-
rechos u obligaciones que de ésta surgen respectivamente para el obrero y el
patr6n, sino un mejoramiento de las condiciones de aquél.
Por otra parte, en caso de que los aludidos vinculas jurídicos específicos
ya se hubieren entablado con las consecuencias, primeramente señaladas, el
Estado interviene nulificándolos o anulándolos, evitando que produzcan
efectos de derecho (v. gr., cuando se celebran contratos de trabajo con vio-
laci6n del articulo 123 constitucional en sus diversas fracciones).

114. Sobre tales principios, véase nuestra obra Derecho Constitucional Mexicano, cepí-
tulo cuarto.
LAS GARANTÍAS SOCIALES 707

Además, para hacer cumplir las garantías sociales entre las partes o su-
jetos de las mismas, y principahnente para mantener en la realidad las
medidas legales protectoras del trabajador, el Estado adopta una posición
que origina una serie de facultades de fiscalización que sería prolijo men-
cionar.
Este conjunto de facultades impeditivas o preventivas (cn cuanto a
la formación de relaciones especificas entre los sujetos de la garantía social
que impliquen un menoscabo a los derechos y obligaciones legales de los
mismos en sus respectivos casos), sancionadoras (por lo que atañe a la nu-
lidad de pleno derecho de dichas relaciones en el caso en que ya se hubiesen
creado) y fiscalizadoras (por lo que respecta a la inspección de las citadas
relaciones especificas con el objeto de constatar si se ajustan o no a los
términos de la ley que consagra las garantías sociales y sus variadísimas
derivaciones), es lo que constituye la situación general que el Estado guarda
frente a las garantías secialcs, denominándose al régimen constitucional en
que tal situación impera con el calificativo de intervencioni<mo estatal,
como opuesto al que prevalece en un sistema exclusivamente liberal-indivi-
dualista, en el que dicha entidad política y sus autoridades asumen el papel
de meros vigilantes del desarrollo de la vida sccial sin intervenir positiva-
mente en ella, salvo cuando surgiere algún conflicto de intereses.

JIr. Las garantías sociales y las garantías individuales no se oponen nt


son incompatibles. Si nos hemos planteado el problema dc demostrar la
compatibilidad que existe entre las garantías individuales y las sociales, es
obedeciendo al imperativo que siempre nos ha guiado: defender nuestra
Constitución de las críticas y reproches que a menudo se le han dirigido. En
efecto, se ha afírmadu que nuestra Ley Fundamental es incongruente con-
sigo misma, puesto que, por una parte, consagra garantías individuales y,
por la otra, establece garantías seciales, conceptos ambos que muchas veces
se oponen, según se asienta, hasta el grado de que en varias ocasiones las
segundas hacen nugatorias a las primeras. Se ha dicho, en efecto, que el
artículo 123 constitucional en sus fracciones I1, V, etc., consigna no sólo
restricciones a la libertad de trabajo que consagra el artículo 5' de la
Constitución como garantía individual, sino verdaderas prohibiciones para
desempeñar cualquier labor bajo las circunstancias y condiciones que las
mencionadas fracciones establecen. Pero generahnente, se acude a! siguiente
caso para demostrar la aparente (para nosetros) contradicción u oposición
entre las garantías sociales y las individuales: la antinomia que existe entre
la libertad de trabajo como garantía individual y la Ley Federal del Tra-
bajo (arts. 49 de la de 1931 y 395 de la aprobada por el Congresc Federa!
en diciembre de 1969 y en vigor desde el primero de mayo de 1970), regla-
mentaria del articulo 123 constitucional. Se dice que de acuerdo con el artículo
5' de la Constitución todo hombre es libre para dedicarse a la industria, profe-
708 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

si6n, comercio o trabajo que le acomode, siendo lícito. Por su parte, la Ley
Federal del Trabajo impone a los patrones la obligaci6n de no admitir como
trabajadores a aquellas personas que no estén sindicalizadas, si es que esta con-
dici6n, que declara lícito tal ordenamiento, se ha concertado en los contratos
colectivos de trabajo. Esta prohibici6n se ha dicho que es una garantía social,
porque fortalece el sistema sindical al evitar que en una empresa determinada
presten sus servicios trabajadores libres cuya posible actuaci6n pudiera menos-
cabar la fuerza del sindicato y al impedir que en una negociaci6n haya obreros
que no pertenezcan a ninguna organizaci6n sindical. Se concluye, mediante
la comparaci6n de esas dos situaciones (libertad de trabajo por un lado e
imposibilidad de que éste lo preste un trabajador que no sea sindicalizado
a una empresa determinada, por el otro), que la mencionada garantía so-
cial implica una notable restricci6n a la mencionada garantía individual
en cuanto que la primera impone como requisito insuperable para que una
persona pueda laborar en una negociaci6n determinada, el consistente en
la necesaria pertenencia al sindicato respectivo.
Ante tal aparente oposici6n entre las garantías individuales y las so-
ciales, al menos en materia de trabajo, nos formulamos la siguiente cues-
ti6n: ¿son en realidad incompatibles las garantías individuales y las sociales?
¿Existe efectivamente oposici6n entre ambas?
Para elucidar tal problema evidentemente tenemos que recurrir a la na-
turaleza jurídica de ambas especies de garantías. Así, si dicha naturaleza
es completamente disímil, si implica situaciones de derecho diversas, si en-
traña hipótesis juridicas diferentes, entonces no son contradictorias ni opues-
tas, pues la contradicci6n y la oposici6n lógicamente s610 existen en el caso
en que las cosas entre las que aquéllas se observen, correspondan a un mis-
mo objeto o participen de caracteres comunes. Verbigracia, en estricta 16-
gica, no puede haber contradicci6n entre una situaci6n jurídica civil y una
penal, por ser ambas diferentes, por obedecer a finalidades legislativas di-
versas, por implicar intereses disimiles, por comprender relaciones cuyos
sujetos son distintos, etc.
Por lo tanto, la contradicción sólo surge cuando se afirma y niega al
mismo tiempo un predicado respecto de un", misma cosa, en relaci6n con
una semejante situaci6n; o cuando entre dos objetos, ideas, conceptos, etc.,
semejantes, se atribuye a uno un calificativo o una estimación determinados
y se niegan éstos respecto del otro, naturalmente dentro de un mismo punto
de vista o elemento lógico, común a ambos. (Por ejemplo, si se dice que
tanto el hombre como el animal son seres vivientes --elemento o predicado
común-, habrá contradicci6n cuando posteriormente se niegue a alguno
de ellos ese carácter y se afirme respecto del otro.) Cuando el predicado de
dos objetos, conceptos, etc., no lo constituye un elemento o atributo común,
no surgirá la contradicci6n, puesto que se ttatará de dos cosas diferentes
con peculiaridades también distintas.
LAS GARANTÍAS SOCIALES 709

Hemos hecho la anterior digresión precisamente para observar lo si-


guiente: si las garantías individuales y las garantías sociales son jurídica y
substancialmente semejantes en cuanto a sus elementos intrínsecos, existirá
evidentemente una contradicción entre ellas en determinados casos especi-
fícos, como en el ejemplo anteriormente aducido; por el contrario, si las
garantías individuales y las sociales implican relaciones de derecho diferentes,
si éstas están dotadas de &1 jetos también diversos, si constan de elementos
disímiles, entonces no habrá contradicción entre ellas, particularmente en
el caso especifico de la materia de trabajo, pudiendo, por lo tanto, coexistir.
Si analizamos los distintos elementos que concurren en la integración de
la substancia jurídica de ambas especies de garantías, se llegará a la evidente
conclusión de que difieren esencialmente. En efecto, la garantía individual
implica una relación de derecho entre dos sujetos que son, del lado activo,
los gobernados, y en el aspecto pasivo, el Estado y sus autoridades. Por el
contrario, la garantía social se traduce en un vínculo jurídico existente en-
tre dos clases sociales ,collómicamente diferentes desde un punto de vista
general e indeterminado, (J entre individuos particulares y determinados
pertenecientes a dichas clases. Por ende, en cuanto a los sujetos activo y pa-
sivo de ambas especies de garantías, entre éstas existe una notable disimili-
tud. Bien es verdad que, en lo que respecta a las garantías sociales, el Estado
tiene una injerencia en las relaciones existentes entre sus sujetos como re-
gulador oficioso e imperativo de las mismas; mas también es cierto que ni
e! Estado ni sus autoridades SOn los principales y directos obligados o su-
jetos pasivos en ellas, como sucede con las garantías individuales. Claro
está que la entidad estatal y sus autoridades todas tienen el deber de obser-
var las garantías sociales como todo el orden jurídico; pero dicho deber no
es impuesto como consecuencia de una obligación nacida inmediatamente
de una relación jurídica en que aquéllas sean sujetos pasivos, sino como
efecto de la constitucionalidad y legalidad que toda la actuación autoritaria
debe presentar.
Siendo la relación o vínculo jurídico diferente en las garantías indivi-
duales y en las sociales, los derechos y las obligaciones específicos que de
ellas se derivan son también diversos, teniendo su exigencia y cumplimiento
finalidades asimismo distintas. En efecto, las garantías individuales persi-
guen como objetivo proteger al sujeto como gobernado frente a las arbitra-
riedades e ilegalidades del poder público, frente a los desmanes de las au-
toridades depositarias de! ejercicio de la actividad estatal soberana; por
ende, la titularidad de las garantías individuales se hace extensiva a todo
individuo, a toda persona, independientemente de sus condiciones peculiares.
Por el contrario, las garantías sociales nacieron a título de medida jurídica
para preservar a una clase social económicamente inferior y a sus compo-
nentes particulares, ya no frente al Estado y sus autoridades como obligados
directos, sino ante otra clase social más pudiente, materialmente hablando,
710 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

y SUS miembros singulares. Por tal motivo, la titularidad de las garantías


sociales es mucho más restringida que la que corresponde a las garantías in-
dividuales, puesto que se circunscribe a una clase social y a sus miembros
determinados y particulares, que estén colocados en una cierta situaci6n
jurídica y econ6mica.
Bastan, pues, esas ligeras consideraciones para llegar a la conclusi6n
de que las garantlas individuales y las sociales no s" contradicen y que, por
el contrario, son compatibles en cuanto a su existencia simultánea, debido
a que entrañan figuras jurídicas distintas. Por tal motivo, no existe contra-
dicci6n entre la libertad de trabajo que pregona el artículo 5' constitucional
y la pertenencia forzosa a un sindicato como condición para ingresar como
obrero a una empresa de que habla la Ley Federal del Trabajo. En efec-
to, en el primer caso, la libertad de trabajo, como garantía individual que
es, se traduce en un derecho para el gobernado en general de poder exigir
que ni cI Estado ni sus autoridades le impidan dedicarse al oficio que más
le agrade y de poder evitar que éstos le impongan una actividad determina-
da (salvo las excepciones constitucionales), manifestándose, por ende, en
la obligación correlativa a cargo de la entidad estatal y de sus 6rganos au-
toritarios. Por el contrario, en el segundo caso, la condici6n que menciona
la Ley Federal del Trabajo no es una restricción a la libertad de trabajo
cuyo respeto es exigible al Estado y a sus autoridades, sino el requisito que
una persona debe reunir para poder ingresar como trabajador a una em-
presa determinada, y cuya carencia no engendra la imposibilidad de que
esa misma persona se dedique a la actividad que más le convenga.
Además, las garantías individuales y las sociales no sólo no se excluyen,
sino que en cierta forma las segundas vienen a reafirmar a las primeras,
desde el momento en que hacen efectivas la libertad y la igualdad en las
relaciones jurídicas que se entablan entre los miembros de las dos clases
sociales económicamente diferentes. En efecto, según hemos afirmado, nues-
tro artículo 123 fue la consecuencia legislativa de una idea, de un pro-
pósito tendiente a procurar para la clase trabajadora un mínimo de garan-
tías sociales frente a otro factor de la producción: el capital. La amarga
experiencia hist6riea que se había sentido con motivo de las consecuencias
del liberalismo absoluto derivado de los postulados de la Revolución fran-
cesa, en el sentido de que la tan decantada igualdad entre los hombres
frente a la ley sólo tenía una existencia teórica, pues en la realidad pro-
piamente había una verdadera desigualdad y una notoria iniquidad, debidas
a la diversidad de condiciones de hecho en que los individuos se encontra-
ban, hizo que el Estado se propusiera, unas veces obedeciendo a un espíritu
gracioso, como en Alemania, y otras impelido por movimientos obreristas,
intervenir en favor de la clase social desvalida, de aquella que realmente era
la débil en las relaciones juridico-sociales, En esta virtud, no sólo se consa-
graron garantías sociales en favor de la clase trabajadora en general y del
LAS GARANTÍAS SOCIALES 711

trabajador -en particular, sino que para actos de fiscalización diversos, que
no son del caso mencionar, se procuró que las condiciones reales de la pres-
tación del servicio implicaran la ejecución concreta de los preceptos legales
relativos, tal como sucede con nuestro artículo 123 y con la ley reglamenta-
ria correspondiente o Ley Federal del Trabajo. Pues bien, ¿cuál es la causa
final del supradicho precepto constitucional? ¿Qué es lo que en realidad
vienen a establecer sus disposiciones diversas en que se patentiza la interven-
ción del Estado en la relación de trabajo? Ante todo, el artículo 123 y la
legislación sobre la materia fueron los remedios normativos más idóneos para
eliminar las condiciones de verdadera desigualdad y desequilibrio que exis-
tían antes de la expedición de la Constitución de 1917 entre los sujetos de
la relación de trabajo. Los Constituyentes de Querétaro, al formular el
artículo 123, quisieron sobre todo colocar a la parte débil, al trabajador, en
una situación de igualdad frente al patrón mediante la consagración de un
mínimo de garantías, de tal manera que aquél no se viera ya coaccionado,
en la formación contractual, por todas aquellas circunstancias que lo impe-
lian a aceptar inicuas condiciones de trabajo. En otras palabras, al preten-
der instituir el artículo 123 la igualdad entre patrones y trabajadores, al
procurar establecer un equilibrio entre esos dos factores de la producción
en la creación de la relación de trabajo, propiamente quiso garantizar al
obrero su libertad, eliminando, o al menos suavizando, los escollos de hecho
que 10 coartaban, sin que, por otro lado, se suprimiera totalmente la libertad
contractual entre ambas partes, por razones que no son del caso indicar.
En conclusión, las garantías sociales y las individuales no son incompa-
tibles, porque ambas constituyen elementos y conceptos jurídicos diferentes
con diversas notas sustanciales. Además, no sólo existe entre dichas dos cla-
ses de garantías una perfecta compatibilidad, sino que las sociales vienen
a crear, en la realidad, una situaci6n en que la parte econ6micamente dé-
bil cn las relaciones jurídico-sociales puede efectivamente desempeñar su
libertad frente a los sujetos fuertes y poderosos, la cual antes tenía una
mera existencia te6rica-legal.

Un criterio parecido lo sustenta don Alfonso Noriega C. al afirmar no s6lo la


compatibilidad entre las garantías individuales y las sociales, sino la comprensión
de los derechos sociales dentro de los derechos inherentes a la persona humana.
"Los hombres, dice, no son sólo individuos aislados, abstractos, sino que los
hombres son personas humanas racionales y libres. Por tanto, el concepto cen-
tral del derecho no es la igualdad, sino otra actitud más verdadera: la nivela-
ción de las desigualdades que existen entre los hombres. La igualdad es una
meta, no un punto de partida, y por consecuencia, lo económico y lo social no
pueden entregarse al libre juego de las fuerzas privadas y el derecho público
debe imponerse y reglamentar campos que antes se consideraban reservados
al derecho privado, como por ejemplo, las relaciones obrero-patronales, la pro-
piedad rural, el régimen de los recursos naturales, la situación de los menores
de edad, de la familia, de los burócratas, etc., etc. En esta situaci6n, se infunde,
se confiere a los derechos objetivos públicos un contenido, que implica un
712 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

deber para el Estado y no una mera pretensión ética. Al lado de los antiguos
derechos del individuo, abstractos, vacíos, aparecen derechos con un contenido
expreso, que implican una actividad específica del Estado. Pero es fundamen-
tal descartar que no se trata de que hayan aparecido, surgido de improviso,
derechos diferentes de los derechos de la persona, y mucho menos, derechos
opuestos o contradictorios a los del individuo. En mi opinión, apoyada por
muy valiosas autoridades, se trata de los mismos derechos del hombre, de los
derechos de la persona humana, que le corresponden en tanto que se encuentra
vinculada a un grupo social determinado y que tienen un contenido específico:
un deber, una acción que se impone al Estado. Estos derechos fijan una polí-
tica económica o social que el Estado debe realizar en beneficio de la persona,
en tanto que, como he dicho, es miembro de un grupo, o una clase social
determinada. Se trata de derechos inherentes a la persona humana, pero en su
carácter de persona social ... " .115

1V. Breve referencia a las garantías sociales en materia agraria

1. Síntesis hist6rica. En esta materia, las garantias sociales se traducen


en un régimen jurídico constitucional y legal de preservaci6n, consoli-
dación y mejoramiento de las condiciones econ6micas y culturales de la clase
campesina de México. Dicho régimen ha tenido como causa final el pro-
blema agrario y su solución, es decir, el motivo determinante de las normas
constitucionales y legales que lo integran y la finalidad que éstas persiguen,
han consistido, respectivamente, en la injusta, desoladora e indignante si-
tuación en que se ha encontrado el campesino y la tendencia gubernativa
revolucionaria a remediarla.
El problema agrario en nuestro país se gest6 paralelamente a la historia
económica de México, Se incub6 en los albores de la época colonial al trans-
formarse los antiguos sistemas autóctonos de la propiedad rural o agraria
como consecuencia directa de la dominaci6n española; habiendo alcanzado
su agudeza y gravedad culminantes al estallar la Revoluci6n de 1910. Po-
demos afirmar, sin temor a equivocarnos, que el citado problema econó-
mico-social, secularmente padecido por nuestro país, reconoce como causa
generatriz primordial, la torpeza o la malevolencia de la política gubernativa
anterior a 1910, misma que se manifest6 sobre todo, en medidas legislativas
que empeoraron la situación de la clase campesina en aras de grupos pri-
vilegiados, de la plutocracia y del clero.
Una breve reseña hist6rica del régimen de la propiedad rural en México
confirma dichos asertos.
Entre los pueblos del Anáhuac había tres tipos de propiedad: la pri-
vada, que correspondía al rey, a los nobles y guerreros; la comunal, esto es,

11.5 La Naturaleza de las Garantías Individuales en la Constitución de 1917. Ed. 1967,


páginas 114 y 115. (Publicación de "Coordinación de Humanidades" de la UNAM.)
LAS GARANTÍAS SOCIALES 713

la de los calpuIli, o "barrios de gente conocida o linaje antiguo""" donde


habitaban grupos famillares que reconocían como jefe al miembro más ano
tiguo; y la pública que se destinaba a sufragar los gastos del culto y los que
reclamaba el sostenimiento del ejército.
Es inconcuso que no sólo este régimen de propiedad, sino la propiedad
misma de las tierras de los indios, desapareci6 a virtud de la Conquista.
Fundándose en la famosa bula de Alejandro VI, los reyes españoles con-
sideraron como cosa propia todas las tierras descubiertas, y sus descubrido-
res tomaban posesión de ellas en nombre del monarca, tal como se ordenó
en la ley XI, título H, libro IV, de la Recopilaci6n de Leyes de Indias.
Ahora bien, para recompensar a los conquistadores y descubridores de tie-
rras, los reyes les otorgaban determinadas extensiones, incluyendo en ellas
a los grupos de indios que las habitaban. El otorgamiento que los monarcas
hacían en favor de sus súbditos, que se habían distinguido en las campañas
de conquista y descubrimiento, recibían el nombre de mercedes reales, im-
poniendo, sin embargo, a los favorecidos por ellas, la obligaci6n de instruir
en la fc católica a los pobladores de las tierras mercedadas. Fue así como
surgi6 la instituci6n colonial de la encomienda, que debe su nombre al hecho
de que los reyes, al mercedar sus tierras, "encomendaban" a los que las re-
cibían el cumplimiento de la expresada obligaci6n en favor de los grupos
de indígenas que las habitaban. Las mercedes' reales y las encomiendas cons-
tituyen, puede decirse, e! origen de las grandes propiedades rurales a título
particular en México y de! inhumano "peonaje", que signific6 durante la
dominaci6n española y durante e! México independiente hasta antes de la Re-
voluci6n de 1910, una especie de servidumbre medieval.> "-
Independientemente de la propiedad rural privada que en esa forma se
gestó, existía en la época colonial una especie de propiedad comunal de los
pueblos españoles, compuesta por la extensión de tierra suficiente destinada
a cubrir los gastos comunes de la poblaci6n.
Como ya afirmamos, la ficticia atribuci6n que de las tierras descubiertas
se hizo en favor de los reyes españoles por la bula de Alejandro VI, y la
integraci6n consiguiente de la propiedad rural privada y de la propiedad
común de los pueblos de extracción hispánica que se fundaron en la .Co-
lonia, implicaban la absoluta desposesi6n de .las tierras de los indios. Sin
embargo, como se pretendiera tenaz e invariablemente por la política gu-
bernativa de los monarcas españoles la evangelización de los indios y su
instrucción secular y religiosa, estos propósitos no podían realizarse sin que
se agrupara a los indígenas; y fue así 'como se ordenó la formaci6n de pue-
bias de indíos y la preservaci6n de los ya existentes, adscribiendo a unos y'

'l76 AJonso de ZURITA, Breve y Sumaria Relación. En Nueva Colecci6n de Documen.


tos para la Historia de México, pág. 93. Citado por el doctor Lucio Mendieta y Nú-
ñez en su obra El Problema Agrario de México, pág. 15.
716 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

lidad jurídica. Desde entonces los pueblos de indios se vieron imposibilita-


dos para defender sus derechos territoriales y seguramente fue ésta una
nueva causa del problema agrario de México, puesto que favoreció el despojo
en forma definitiva." 18~
Por su parte, las leyes de colonización de 31 de mayo de 1875 y de 15
de diciembre de 1883, q.ue autorizaron la formación de comisiones o com-
pañias deslindadoras, contribuyeron a agravar el mencionado problema en
detrimento de la clase campesina y de los pequeños terratenientes, pues a
pretexto de deslindar los terrenos baldios, cometían toda especie de atro-
pellos que se tradujeron en verdaderas expoliaciones.
La génesis de la Revoluci6n mexicana de 1910 radicó, pues, en el an-
helo popular para remediar radicalmente la angustiosa situación de las
grandes masas campesinas de la República, mediante. una justa y equitativa
redistribución de las tierras, que, para llevarse a cabo, exigia por modo ine-
ludible el fraccionamiento de los latifundios en beneficio de los pueblos o
comunidades agrarias, despojadas, según dijimos, de personalidad jurídica
por el articulo 27 de la Constitución de 1857. Haciéndose eco del clamor
colectivo por resolver el problema del campo, el Plan de San Luis, de 5 de
octubre de 1910, declaró sujetas a revisión todas las disposiciones de la
Secretaria de Fomento y los fallos de los tribunales por medio de los cua-
les habían sido despojados de sus terrenos los pueblos indígenas principal-
mente. 'Más radical y de profundo espíritu agrarista fue el Plan de Aya/a
de 28 de noviembre de 1911, en que de manera expresa y categórica se
declaró que los pueblos debían entrar en posesión de los terrenos, montes
yaguas "que hayan usurpado los hacendados científicos o los caciques, a
la sombra de la tiranía y de la justicia' venal", ordenándose la expropiación
de las tierras monopolizadas por los "poderosos propietarios de ellas, a
fin de que los pueblos y ciudadanos de México obtengan ejidos, fundos le-
gales para pueblos o campos de sembradura o de labor". Por su parte, don
Venustiano Carranza, en el Plan de Veracruz de 12 de diciembre de 1914,
preconizó que se expedirían y pondrían en vigor, "las leyes, agrarias que
favorezcan la 'formación de la pequeña propiedad, disolviendo los latifun-
dios y restituyendo a los pueblos las tierras de que fueron injustamente pri-
vados". Conforme a esta proclamación, el 6 de enero de 1915 se expidió
por el ilustre varón de Cuatro Ciénegas la ley que fue bautizada con la
fecha de su creación, y cuyo autor fue don Luis Cabrera. Este importante
ordenamiento, indiscutible antecedente del articulo 27 de la' Constitución
actual en materia agraria, declaró nulas las enajenaciones de tierras comu-
nales de indios efectuadas en contravención de la ley de 25 de junio de
1856 (la de desamortización), así como todas las composiciones, concesio-
nes y ventas de esas.tierras hechas por autoridad federal a partir del' primero
~ _. r

180 l dem., págs. 128 y 132.


\
LAS GARANTÍAS SOCrALES 7'17'
\
dc diciembre de 1870~', y las diligencias de apeo y ~eslinde practicadas por
las compañías deslindadoras, ," :> ' -'. ,
La Ley Agraria de '6 de enero de 1915: fue incorporada al artículo 27
de nuestra Constitución actual; en sus firialidades y lineamientos generaleS.
De esta manera, el régimen' juridico agrario" implica"üiío de' los','áSpéétOs
fundamentales del orden constitucional mexicano, en'r"'eI que' se apunta con
claridad la solución a! ancestral problema de' la meqiiit:Üiva' distribu~ióh
de la riqueza rural, que durante cuatro siglosafcct6 la" economía agrícolade
México. La finalidad primordial perseguida por el articulo 27 "constittiéional
y por la legislaci6n secundaria de él derivada, 'consiste"en la exiinci6n; ra-
dical y definitiva de los latifundios,. estableciendo él sisteñl'a' ejidal y .con~
solidando la pequeña propiedad agrlcola y gtinadera eil\'explótaCi6Tl. •
• ~.!j' ...... ,~JJI''' .~~ "t
• t. ..... -.~ ''''. "
2. Breves comentarios crlticos. Desde' 1917 hastala actualidad, la' Re-
forma Agraria se ha enfocado hacia la consecución de 108 siguienteS 'objeti-
vos: a) el [raccionamiento de latifundios' para el desarrollo de ti" pequeña
propiedad agrícola en-explotación, para la creaci6n 'de~:nuevos' centros 'de
poblaci6n agrícola y para el fomento de la agricultura; b) "dotacióriJ"dk
tierras y aguas en favor de los núcleos de población qüe careZcañ de'ellas
o no las tengan en cantidad suficiente para 'satisfacer 'sus' iJ.ccesidades;' c)
restitución de tierras yaguas en beneficio de los' pueblos que hubiesen sido
privados de ellas; d) declaraciéwde nulidad de "pleno' derecho de tÓdós lOs
actos jurídicos, judiciales' o adini~isirativoS que'hubiesen tenido como'con-
secuencia dicha privaci6n; e)'nulificaci6n de idivisiones o' repartos viciados
o ilegítimos de tierras entre' vecinos de algún riúcleo de' población; f)' esta-
blecimiento de autoridades y órganos consultivos encargados "de ,intervemr
en la realizaci6n de las citadas finalidades, teniendo como ~ autoridad supre-
ma a! Presidente deIa República.vy g) instituci6n 'de'procedimientos dota.
torios y restitutorios de tierras yaguas. Estos obJetive:;,¡· Sé' eñcuén¡':aIÍ'p¡'~
vistos en el artículo 27 constitucional y se deseñ';';';eIven precéptívamente
por la legislación agraria cuyo~ estudio no" corresponde "a!' cóntenidó"de la
presente obra~l, , .... '.,r.~.~ 'd'··,. Y ~ '"''', -, it·~ ~\'i"; '" .
Ahora bien,' los consabidos objetivos, aisladamente"considerados ..o en
conjunto y una vez' obtenidos, ya no configuran/'en' sustancia"jurldica"'y
socio-econémica, ninguna garantía social: Esta; qúe' se tfaduce·reti..-t"wia~"'re­
laci6n, según dijimos, comprende, derechos y obligácionéS"de'coiiienidci'SO::
cia! y económico entre dos sujetos, los c'u~les, eh materia de" trabajo,' estári
representados por la clase rIaborante ',y la' patronal colectivamcnte.re mdi'
vidualmente por los miembros singulares de una y oo'a.' Desaparecida la
gran propiedad rural: por efecto de -la Reforma Agraria' y consumada ésta
integralmente a! implantarse de manera' cabal el' régimencjidal;' coexistente
con la auténtica pequeña propiedad, los núcleos deipoblación y/sus mdívi~
duos componentes se convierten en una especie' de propiéiariOs,"pc:iSeedoiéS
(

(
720 ./
LAS GARÁNTíAS INDIVIDUALES
.
de principios y normas de Indole constitucional en que se consagran dere-
chos sociales de variado contenido en favor de los campesinos con imperati-
vidad para el Estado. ,
Concebidas así 'las garantías sociales en materia agraria, es decir, como
relaciones jurídicas entre los núcleos de población y sus miembros singulares
componentes, por una parte, y la entidad estatal y sus autoridades, por la
otra, SU consagración constitucional importa una de las necesidades más
apremiantes para convertir en institución de derecho uno de los más elevados
ideales de la Revolución mexicana.
3. Falta de justicia agraria. Una de las más importantes garantías 'so-
ciales en materia agraria, como en cualquiera otra materia, estriba en la
recta, pronta y expedita impartición de justicia; Esta garantía no ha existido,
hasta la fecha, para los núcleos de población rural, ejidatarios, comuneros
ni pequeños propietarios agrícolas o ganaderos. Los procedimientos estable-
cidos y regulados por la legislación agraria, han adolecido del vicio consistente
en la falta de verdaderos tribunales encargados de la aplicación del Derecho
en cada caso concreto. La tan decantada reforma agraria no puede des-
arrollarse, y mucho menos realizarse cabalmente, sin que se implante un
sistema normativo, dentro del que deben descollar verdaderos órganos juris-
diccionales, según el cual se planteen y resuelvan las controversias que la
citada reforma necesariamente suscita. En otras palabras, es urgente la crea-
ci6n de Tribunales Agrarios, dotados de plena autonomía para dictar sus
fallos, sin que deban depender de ninguna Secretaria de Estado y ni siquiera
del Presidente de la República. La implantaci6n de dichos tribunales im-
plicará una s6lida garantía para la recta e imparcial aplicación del derecho
en todas las cuestiones contenciosas que surjan .en la respectiva materia.
A pesar de las seis décadas que han transcurrido desde que se inició la
reforma agraria a partir de la Ley de 6 de enero de 1915, los campesinos
de México, sean ejidatarios, comuneros o pequeños propietarios agricolas o
ganaderos, no han sido beneficiados con una verdadera justicia agraria, pues-
to que todos los COnflictos que se han suscitado en tan polifacética materia
se han resuelto. muchas veces, con un sentido de parcialidad política por
las mismas autoridades administrativas agrarias, asumiendo éstas, en múlti-
pies ocasiones, el papel de "juez y parte", que rompe con la imparcialidad
y respetabilidad que debe tener todo tribunal.
. . , Estas someras reflexiones nos inducen a sugerir que, al reestructurarse
la legislaci6n agraria, se implanten Jos imprescindibles Tribunales Agrarios
para establecer la seguridad jurídica en las actividades agricolas y ganaderas
de ejidos, núcleos de población, ejidatarios y comuneros en lo individual y
pequeños propietarios, con la finalidad primordial de impulsar la produc-
tividad de los campesinos de México.
, , - .
4. La rclorma de 1992. Las anteriores consideraciones las formulamos
con antelación a esta reforma, establecida por Decreto Congresional que
\
LAS GARANTfAS SOCIALES 72·1

se publicó el 28 de ~ero de 1992. Conforme a ella, y según lo hemos mani-


festado, se liberó a los ejidatarios de un sistema normativo cerrado que les
impedía disponer con' libertad de sus parcelas y les prohibía su facultad
asociativa en relación a sus bienes agrarios. Además, la propia reforma pres-
cribe la implantación de verdaderos tribunales agrarios que sustituyan a los
anácrónicos organismos administrativos que, según hemos afirmado, no im-
partían justicia en los conflictos inter ejidales o intercomunales ni en los
que se suscitaran entre los mismos ejidatarios y comuneros y los pequeños
propietarios. Por ende la instauración de tales tribunales y la liberalización
de los ejidatarios y comuneros para poder disponer de sus parcelas y para
poder asociarse, significa un avance muy importante en el logro de la justicia
agrarIa.

V. La garantia social y los intereses sociales

Hemos afirmado que la garantía social implica una protección jurídica


para los grupos mayoritarios de la sociedad. De esta consideración se desprende
que dicha garantía tutela, por medio del Derecho, los intereses sociales. Por
consiguiente, ambos conceptos, el de garantía social y el de interés social se
encuentran inextricablemente unidos. Esta vinculación implica que la garan-
tía social es la forma juridú:a de preseruar los intereses sociales, constituyendo
éstos el objeto de dicha preservación. Aplicando la concepción aristotélica sobre
la forma y la materia podremos afirmar que la garantía social equivale a la
primera y los intereses sociales a la segunda.
Si toda garantía social tutela un interés social es imprescindible, para pre-
cisar su substancialidad, determinar lo que, in genere, denota el concepto
respectivo. Por modo simplista y hasta tautológico puede decirse que el inte-
rés social es el interés de la sociedad, o sea, de la misma colectividad humana.
Sin embargo, esta sinonimia no conduce a la demarcación del concepto que
pretendemos exponer, puesto que en toda sociedad existen diferentes grupos
humanos que, a su vez, representan un conjunto de intereses de diferente
contenido. En efecto, el todo social no es monolítico, sino heterogéneo. En él
actúan diversas colectividades no sólo distintas sino en algunas ocasiones opues-
tas, teniendo cada una de ellas diversa implicación demográfica. Entre dichos
grupos existe una especie de gradación jerárquica en cuanto a la importancia
que cada uno de ellos representa, por lo que no puede en puridad hablarse
de un solo interés social sino de varios intereses sociales que operan en el
contexto de la sociedad misma.
Sentado lo anterior, y con referencia al orden juridico-politico mexicano,
podemos afirmar que existe una gama de intereses sociales que corresponden
a los distintos elementos humanos colectivos que integran la esfera federal, la
esfera local y la esfera municipal, primordialmente. En el ámbito federal,
es decir, tomando en cuenta al mismo Estado Mexicano en su equivalencia
722 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

conceptual de "Federación", el interés social se manifiesta en el interés nacio-


nal, o sea, en el interés de toda la nación o de todo el pueblo que forma el
elemento humano de la entidad estatal federal. Por ende, el supremo interés
social es el interés nacional, cuyo contenido, variado y variable, puede ser
económico, cultural o político principalmente.
Por otra parte, desde el punto de vista de la estructura política del Estado
Mexicano, éste comprende diversas entidades federativas, llamadas también
"estados", que, como perso.nas morales de Derecho Público tienen un ele-
mento humano, que es su respectiva población. En consecuencia, el interés
social también se localiza en el interés mayoritario de las colectividades huma-
nas que pertenecen a las entidades [ederaiiuas o Estados federados y cuya
importancia es evidentemente menor que el interés nacional, pudiendo tener
los distintos contenidos variables mencionados.
Ahora bien, dentro de la organización política y administrativa de los
Estados federados existe el municipio como estructura fundamental en los térmi-
nOS del artículo 115 de la Constitución del país. El municipio es también una
persona moral de Derecho Público y cuenta indispensablemente de un elemento
humano, que es la colectividad municipal. Por tanto, el interés mayoritario
de ésta implica también un interés social aunque de menor importancia que los
otros dos tipos que hemos mencionado, o sea, el interés nacional y el interés
mayoritario de la población de las entidades federativas.
Además, si tomamos en cuenta que dentro de cada municipio existen
ciudades y otros centros de población, el interés social también se revela en el
interés general de los grupos mayoritarios que integran los núcleos urbamos
y rurales que existen dentro de cada territorio municipal.
De las consideraciones brevemente expuestas se deduce que existen di/f-
rentes tipos demográficos de interés social dentro de una gradación jerárquica
en lo que atañe a su importancia y trascendencia, ubicándose en la cumbre el
interés naciona:! o interés de la nación o pueblo mexicano como elemento
humano del Estado Federal.
Por otra parte, el interés social puede manifestarse en un .interés PÚblico,
en un interés general o mayoritario o en un interés común que puede subsu-
mirse dentro de los diferentes niveles demográficos que hemos señalado.
Ahora bien, en cualesquiera de dichos niveles, ¿cómo se manifiesta el
interés social? Apriorísticamente podemos señalar las siguientes hipótesis en que
opera dicho interés:
a) Hay interés socia:! cuando al través de medidas legislativas o admi-
nistrativas se pretende satisfacer alguna necesidad de que adolezcan los grupos
mayoritarios de cualquier colectividad en las diferentes esferas que hemos
indicado. .
\
LAS GARANTiAS SOCIALES 723

fj) También o~ra el interés social cuando se trate de solucionar o de


evitar algún problema. de cualquier Indo/e que afecte o vaya a afectar a
dichos grupos. ',
e) Igualmente, habrá interés social en la propensi6n de mejorar las
condiciones vitales de dichos grupos.
Como se ve, la garantía social puede tener como contenido de preserva-
ci6n jurídica a cualquier tipo de interés social que hemos reseñado, siendo sus
títulares, en consecuencia, los diferentes grupos humanos que mayoritaria-
mente integran las colectividades dentro de loo diversos niveles demográficos
a que se ha aludido.

VI. Las gararuias sociales proclamadas en los articulos 4 y 21 párrafOS cuar-


to y quinto, constitucionales.

1. Tratándose de los pueblos indígenas dicho articulo 4 ordena que la


ley "protegerá y promoverá el desarrollo de sus lenguas, culturas, usos,
costumbres, recursos y formas especificas de organización social". garanti-
zando a sus integrantes "el efectivo acceso a la jurisdicción del Estado".
Estas declaraciones por sí mismas son ineficaces, pues se requiere la ex-
pedición de su ley reglamentaria para que los órganos legislativos, admi-
nistrativos y judiciales del Estado estén en condiciones de hacerlas
cumplir en beneficio de nuestros pueblos aborígenes y de sus miembros
individuales componentes. Sin dicha ley reglamentaria las garantías socia-
les a que tales declaraciones se refiere n, sólo significan buenos propósitos
y nobles intenciones.
2. El mismo artículo 4 de la Constitución prescribe que toda persona
tiene derecho a la protección de la salud, que toda familia dcbe disfrutar
de vivienda digna y decorosa y que los padres tienen el deber de preser-
var "el derecho de los menores a la satisfacción de sus necesidades y a la
salud fisica y mental". Respecto de estas declaraciones es obvio que debc
reiterarse la observación contenida en el parágrafo inmediato anterior.
3. Mediante reforma publicada en el Diario Oficial de la Federación
con fecha 31 de diciembre de 1994, se adicionó el artículo 21 constitucional
estableciendo como garantía en favor de toda la sociedad mexicana, la se-
guridad pública a cargo de la Federación, del Distrito Federal, de los Esta-
dos Y de los Municipios, en las respectivas competencias señaladas por la
Constitución. Se preconizó. además, quc "La actuación de las instituciones
policiales se regirá por los principios de legalidad, eficiencia. profesionalis-
mo y honradez".
Es evidente que la citada función pública requiere para su desempeño
un adecuado sistema normativo, pues sin él, las declaraciones ya apunta-
das no rebasarían los límites de los meros propósitos.
\ \,

CAPITULO DÉCIMO

LA RECTORIA ECONÓMICA DEL ESTADO

Sumario: l.-Introducción. lI.-El artículo 25 constitucional. lIl.-


El articulo 26 constitucional. IV.-El nuevo articulo 28 constitucional.
V.-Conclusiones.

1. Introducción: Puede causar extrañeza que en la presente obra agre-


guemos un capítulo referente a la rectoría económica del Estado. Tal extra-
ñeza deriva' de la vinculación que puede haber entre dicha rectoría y las
garantías individuales. Sin embargo, si se toma en cuenta la dualidad de las
dos primordiales esferas dentro de las que se mueve la vida socio-económica
de un país, o sea, la de los gobernados y la de las autoridades estatales o del
gobierno, la inclusión dcl presente capítulo en el contexto de este libro es
absolutamente necesaria, En efecto, la rectoría económica del Estado entraña
eoncomitantemcnte la limitación de las actividades económicas de las cntida-
des individuales o colectivas que dentro de él se hallen y funcionen; y como
dichas actividades implican el contenido de ciertos derechos subjetivos pú-
blicos que en favor de todo gobernado derivan de las citadas garantías,
la delimitación o restricción de los mismos concomitantes a la rectoría estatal,
es un tópico necesariamente abordable dentro del contenido de esta obra.
Por otra parte, los nuevos articulos 25, 26 Y 28 de la Constitución en
que se ha plasmado normativamente la rectoría económica del Estado, siguen
insertos indebidamente dentro del capítulo denominado "De las Garantías
Individuales" por un error de técnica legislativa, debiendo estar comprendi-
dos en un capítulo diferente de nuestra Ley Suprema, ya que, en puridad,
no instituyen ni proclaman ninguna garantía en favor del gobernado frente
a las autoridades del Estado, puesto que entrañan lineamientos básicos de la
política estatal en el área económica. La mencionada indebida inserción a que
nos referimos es otro motivo que nos ha impelido a agregar el presente
capítulo.
La rectoría económica del Estado entraña un conjunto de facultades en
favor de sus autoridades u órganos para dirigir la vida económica del país.
Dichas facultades, postuladas como principios en los nuevos preceptos cons-
titucionales señalados, han acrecentado considerablemente la ingerencia de
726 LAS GARANTiAs INDIVIDUALES

la entidad estatal en las actividades económicas que estaban reservadas a los


particulares individual o colectivamente considerados. Para tener una idea ge-
neral de lo que implica la rectoría económica estatal es menester recordar las
diversas posturas O actitudes que históricamente ha asumido el Estado en lo
que a dichas actividades concierne. Así, dentro de los regímenes liberal-indi-
vidualistas que florecieron en los siglos XVIII y XIX al Estado se le consideró
como una especie de mera entidad-policía pues por virtud del principio
"laissez [aire, laissez passerstoui va de lui meme", característico del libera-
lismo económico, las autoridades estatales sólo podían intervenir en las rela-
ciones económicas de toda índole cuando se 'Suscitaran conflictos o trastornos
que amenazaran la paz pública. En dichos regímenes, según ya lo hemos
expuesto en esta obra, se auspició la acentuación de la desigualdad econ6-
mica y, por ende, de la injusticia, entre las clases sociales económicamente
fuertes y las económicamente débiles, o sea, entre las detentadoras de los
medios de producción y las que no tenían otro patrimonio que el trabajo
individual de sus integrantes.
Con el objeto de atemperar dicha desigualdad y de eliminarla en lo posi-
ble, el Estado adoptó una nueva postura y asumió una nueva actitud frente a
las rc1aciones económicas. De esa adopción surgieron los regímenes de inter-
vencionismo estatal en los que el Estado se erigió en protector de las clases
trabajadoras y en impulsor de su mejoramiento económico y social mediante
la instauración de lo que se denomina "garantlas sociales" y a cuyo concepto
nos referimos en el capítulo inmediato anterior. El intervencionismo del Esta-
do convirtió a éste en una entidad de equilibrio y ajuste entre las diversas
clases sociales que al través de sus mismos componentes intervienen en las
actividades económicas que se desarrollan en un país, no como un simple
árbitro en los conflictos que con motivo de su desempeño se susciten, sino como
protector e impulsor coactivo del mejoramiento social, económico y cultural
de las clases débiles. La intervención estatal, sin embargo, no elimina por modo
absoluto la libertad económica, sino que la condiciona a la prosecución de
dichos nobles propósitos con la tendencia de eliminar la explotación del hom-
bre por el hombre, fenómeno éste que caracterizó a los regímenes liberal-in-
dividualistas.
La rectoría económica del Estado entraña una postura o una actitud
diferente a las dos anteriores, puesto que en ella ya no se trata de un inter-
vencionismo estatal propiamente dicho en las actividades económicas ni, por
mayoría de razón, de una mera vigilancia de dichas actividades, sino la asun-
ción de éstas por parte del Estado al través de las funciones legislativa y admi-
nistrativa. En efecto, "regir" significa "dirigir) gobernar o mandar", y estos
actos implican fundamentalmente la notoria limitación de la libertad econó-
mica hasta llegar a la exclusión de la misma. La rectoría estatal, por ende, se
manifiesta en la potestad para establecer normas directivas de las actividades
económicas y para aplicarlas en la realidad donde se desplieguen. Dichas
LA RECTORÍA ECONÓMICA DEL ESTAOO 727
normas pueden tener diferente alcance cuya extensi6n se demarca por las
leyes en que se contengan y conforme al solo arbitrio estatal. Por virtd de
ese alcance variable, la rectoría económica del Estado puede absorber cualquier
actividad econ6mica con el objeto de dirigirla y de excluir de su desempeño
a entes individuales o colcctivoes distintos de él, o permitir la concurrencia
de éstos en su desempeño, pero siempre bajo la dirección estatal.
Con motivo de los nuevos artículos 25, 26 y 28 constitucionales, que se
publicaron en el Diario Oficial de la Federaci6n el día 3 de febrero de 1983,
se cre6 un ambiente polémico entre los 6rganos de gobierno y los voceros
de la llamada "iniciativa privada". Cada uno de los exponentes de los cri-
terios favorables o adversos a la rectoría econ6ntica del Estado expusieron sus
argumentos para tratar de sostener sus respectivas ideas. Dichos argumentos
se expresaron en consideraciones de carácter socio-económico más que jurí-
dico y giraron en torno a la cuesti6n de si es conveniente o perjudicial para
nuestro país que el Estado asuma todas o casi todas las primordiales activi-
dades econ6nticas o que éstas continúen desarrollándose dentro del ámbito
de los particulares. Como esta obra es de contenido eminentemente jurídico,
deliberadamente nos abstendremos de aludir a los consabidos criterios encon-
trados entre el sector estatal y el sector privado, sin adherirnos en [orma
absoluta y tajante a ninguno de los dos, ya que ninguna tesis es totalmente
verdadera ni totalmente falsa. Por consiguiente, prescindiendo de toda eva-
luaci6n de carácter econ6mico y sociol6gico respecto de la rectoría econ6mica
del Estado, analizaremos su implicaci6n desde el punto de vista estrictamente
jurídico, tal como se expresa en los mencionados preceptos de nuestra COIl5-
titución, ~12 e

II. El nuevo artículo 25 constitucional. Este precepto contiene diversas


declaraciones sobre la política del Estado en materia econ6mica, mismas que
fundamentan su rectoría en la propia esfera. Así, en su primer párrafo, dicho
precepto previene que corresponde a la entidad estatal "la rectoría del des-
arrollo nacional para garantizar que éste sea integral, que fortalezca la sobera-
nía de la N aci6n y su régimen democrático ... ". Esta declaraci6n se antoja
un tanto cuanto superflua, pues es evidente que todo el poder públíco del
Estado, desarrollable al través de las funciones legislativa y administrativa
principalmente, debe perseguir dichos objetivos, que no son sino las metas que
dentro de todo régimen democrático debe trazarse su gobierno.

612 e En una compilación denominada "Nueoo Derecho Constitucional Mexicano",


publicada por "Editorial Porrúa'ten octubre de 1983, aparecen diversos artículos en torno
a la Rectoría Económica del Estado y cuyos autores coinciden en apoyarla. Entre ellos
figuran José Gamas Torruco, Diego Valadés, Jorge Sayeg Helú, Alfonso Noriega, José
Campillo Sáinz y otros. En la mencionada obra también se inserta la exposición de
motivos de las reformas a los artículos 25 y 26 constitucionales en que dicha rectoría
se estructura básicamente.
728 LAS GARANTIAS INDIVIDUALES

a) El mismo primer párrafo dispone que "mediante el fomento del cre-


cimiento económico y el empleo de una más justa distribución del ingreso
y la riqueza (se) permita el pleno ejercicio de la libertad y la dignidad de
los individuos, grupos y clases sociales, cuya seguridad protege esta Constitu-
ción". Es loable la tendencia que apunta la disposición transcrita; sin em-
bargo, el ejercicio de la libertad y la preservación de la dignidad humana
individual o colectiva no requiere necesariamente de medidas de carácter
econ6mico. Es cierto que la justa distribución de la riqueza y del ingreso
público posibilita el ejercicio de las libertades del hombre, sin que, no obs-
tante, constituya su causa determinante, ya que la libertad no depende de
condiciones econámicas necesariamente, toda vez que significa un valor
que puede alcanzarse aún dentro de situaciones fácticas adversas, como lo ha
demostrado la historia de los pueblos del mundo y las luchas de sus paladines.
Tampoco la dignidad humana se logra ni protege a través de medidas, pla-
nes y proyectos de índole econ6mica, puesto que entraña la estimaci6n de la
propia honra que se cimenta sobre elementos sicol6gicos y espirituales primor-
dialmente. En resumen, creemos que el segundo párrafo del actual articulo
25 constitucional que comentamos comete el ingente error de suponer que
mediante la política económica que prescribe se permita el ejercicio de la liber-
tad y se preserve la dignidad humana, toda vez que no advierte que estos
objetivos no necesariamente se alcanzan con medidas de carácter económico.
b) De acuerdo a lo que establece dicho precepto en su párrafo segundo,
"El Estado planeará, conducirá, coordinará y orientará la actividad econó-
mica nacional". En estos objetivos se traduce precisamente la rectoría eco-
nómica del Estado, pues en ella confluyen la planeaci6n, la conducci6n, la
coordinaci6n y la orientaci6n de la actividad económica nacional. Planear
significa "trazar o formar el plan de una obra"'; conducir implica guiar,
llevar o transportar, asi como dirigir; coordinar equivale a disponer cosas
metódicamente"; y orientar equivale a "dirigi« o encaminar una cosa hacia
un fin determinado"?" Fácilmente se advierte que los vocablos que emplea
la disposición constitucional que comentamos ostentan innegable redundan-
cia respecto de la función rectora, pues ésta normalmente se desempeña
en forma cabal mediante la planeación, la conducción, la coordinación
y la orientación. Por consiguiente, hubiese bastado con que dicha disposición,
desde el punto de vista lógico, se hubiese concretado a proclamar que corres-
ponde al Estado la rectoría de la actividad económica nacional, sin nece-
sidad de expresar los actos especificos en que ésta se desenvuelve.
c) Es muy importante enfatizar que dicha rectoría se traduce, conforme
a la prescripción constitucional que comentamos, en "La regulación y fo-
mento de las actividades que demanda el interés general en el marco de li-
bertades que otorga esta Constitución". Esta prevención consigna como lí-

613 Cfr. Enciclopedia del Idioma. Autor: Martin Alonso.


LA RECTORÍA ECONÓMICA DEL ESTADO 729

mite de la rectoría económica del Estado el respecto a las libertades de Jos


gobernados, evidentemente distintas de la libertad económica, que absoluta-
mente ha quedado subordinada a la función rectora estatal. En otras palabras,
los derechos subjetivos públicos que tienen como contenido las diferentes
libertades específicas diversas de la últimamente señalada, deberán ser obser-
vados por el Estado en el desempeño legislativo y administrativo de la recto-
ría económica que la Constitución le encomienda. Ese respecto y esa obser-
vancia excluyen la idea de que al través de la multicitada rectoria el Estado
mexicano se haya convertido en totalitario, pues por virtud de los expresados
limites constitucionales, no absorbe íntegramente todas las actividades libres
de los gobernados ni las elimína, sino que, por lo contrario, proclama su res-
petabilidad.
d) Es muy importante subrayar que e! tercer párrafo del invocado articu-
lo 25 constitucional prescribe la concurrencia, en e! desarrollo económico
nacional, del sector público, del sector social y del sector privado, "sin menos-
cabo de otras formas de actividad económica que contribuyan al desarrollo
de la Nación". La posibilidad de que estos sectores concurran en el desarrollo
económico nacional postula un principio democrático, que deberá ser cuida-
dosamente observado por la legislación secundaria que determine o norme
la citada concurrencia.
e) En su párrafo cuarto el aludido artículo 25 declara que "El sector
'público tendrá a su cargo, de manera exclusiva, las áreas estratégicas que se
señalan en e! artículo 28, párrafo cuarto, de la Constitución" y que el Go-
bierno Federal mantendrá "la propiedad y el control sobre los organismos
quc en su caso se establezcan". La primera de dichas declaraciones reitera
los llamados "monopolios de Estado" a los que posteriormente haremos refe-
rencia; y la segunda, como es lógico y natural, supedita a las decisiones del
Gobierno Federal a todas las entidades paraestatales que funcionen y se
formen para realizar la rectoría económica del Estado.
f) La concurrencia entre los tres sectores a que hemos aludido, se rea-
firma en e! párrafo quinto de! mencionado artículo 25, al determinarse que
e! sector público "podrá participar por si o con los sectores social y privado,
de acuerdo con la ley, para impulsar y organizar las áreas prioritarias de
desarrollo". Esta disposición corrobora la función rectora del Estado en
materia económica, pues abre la posibilidad de que legislativamente se deter-
minen esas "áreas prioritarias del desarrollo" según la discreción y el arbi-
trio de los órganos estatales encargados de la función y colaboración legisla-
tivas, como son el Congreso de la Unión y e! Presidente de la República.
Por virtud de esta posibilidad la esfera de libertad económica en favor de
los gobernados se coloca bajo una especie de "espada de Damocles", en el
sentido de que la determinación subjetiva de la mencionada prioridad, puede
desembocar en la asunción, por parte del Estado, de actividades económicas
distintas de las que constituyen los monopolios estatales a que se refiere el
artículo 28 de la Constitución.
730 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

g) Es muy importante destacar que el párrafo sexto del multieitado ar-


ticulo 25 apunta la obligaci6n del Estado para apoyar e impulsar "a las em-
presas de los sectores social y privado de la economía, sujetándolas a las mo-
dalidades que dicte el interés público y al uso, en beneficio general, de los
recursos productivos, cuidando su conservación y el medio ambiente". Dicho
apoyo e impulsi6n pueden significar el ensanchamiento de la rectoría econ6-
mica del Estado en relaci6n a múltiples actividades para someterlas a las mo-
dalidades que dicte el interés público y a los fines de conservaci6n a que la
disposición comentada alude.
h) Los párrafos séptimo y octavo del propio articulo 25 constitucional
confirman la posibilidad de ampliaci6n de la rectoría económica del Estado,
bajo la idea de facilitar, alentar y proteger las actividades econ6micas que
realicen los sectores social y privado, por lo que, en obvio de repeticiones
fatigosas nos concretaremos a reproducir su texto.
"La ley establecerá los mecanismos que faciliten la organización y la expan-
sión de la actividad económica del sector social: de los ejidos, organizaciones de
trabajadores, cooperativas, comunidades, empresas que pertenezcan mayoritaria
o exclusivamente a los trabajadores y, en general, de todas las formas de orga-
nización social para la producción, distribución y consumo de bienes y servicios
sociahnente necesarios."
"La ley alentará y protegerá la actividad económica que realicen los particu-
lares y proveerá las condiciones para que el desenvolvimiento del sector privado
contribuya al desarrollo económico nacional, en los términos que establece esta
Constitución."
nI. El nuevo articulo 26 constitucional. Este precepto alude a lo que
denomina "la planeaci6n democrática del desarrollo nacional", en la que pue-
den participar los diversos seetores sociales, previniendo que tal planeaci6n
"recogerá las aspiraciones y demandas de la sociedad para incorporarlos al
plan y los programas de desarrollo". Determina la elaboraci6n de un "plan
nacional de desarrollo al que se sujetarán obligatoriamente los programas
de la Administraci6n Pública Federal" es decir, los 6rganos centralizados
del poder y las entidades paraestatales.
Consideramos importante inquirir acerca de lo que deba entenderse por
"planeación democrática". Es bien sabido que el concepto de democracia 'H
ha sido expresado doctrinal, legislativa y jurisprudencialmente al través de
diferentes matices. Prescindiendo de la multiplicidad, diversidad y hasta con-
trariedad de ideas sobre la democracia, cabe recordar que según Aristóteles
y Santo Tomás de Aquino, democracia significa "el arte de gobernar para
el bien común". Dentro de la idea de bien común se conjuntan todas las
clases o grupos económico-sociales de la colectividad, pueblo o naci6n que
constituyen el elemento humano del Estado, En consecuencia, la planeaci6n
.(i14 Cfr. nuestra obra "Derecño Constitucional Mexicano" Capítulo Sexto. Parágra-
fo IV.
LA RECTORíA ECONÓMICA DEL ESfADO 731

democrática debe formularse y desarrollarse legislativa y administrativamen-


te para beneficio de todos los sectores queforman la sociedad. Dicha planeación no
sería democrática sino demagógica o populista en el sentido aristotélico del
concepto, si sólo se dirigiese a los sectores mayoritarios de la población sin
comprender a las minorías que también la integran. A su vez, tampoco os-
tentaría el carácter de democrática la planeación económica si se orientara
únicamente en beneficio de los sectores minoritarios detcntadores de los
medios de producción y de comercio, pues se degeneraría en lo que se lla-
ma "plutogogia". Es plausible que en el párrafo segundo de dicho artículo 26
constitucional se prevea la participación de los diversos sectores sociales en
la elaboración de los planes y de los programas de desarrollo, debiendo la
legislación secundaria prevenir y ordenar dicha participación plurisocial.
Sobre este último punto es pertinente observar que los párrafos tercero
y cuarto de dicho precepto determinan que "La ley facultará al Ejecutivo
para que establezca los procedimientos de participación y consulta popular
en el sistema nacional de plancación democrática y los criterios para la for-
mulación, instrumentación, control y evaluación del plan y los programas de
desarrollo". Igualmente, se dispone que en la legislación que expida el Con-
greso de la Unión sobre dichas materias, se "determinarán los órganos res-
ponsables del proceso de planeación y las bases para que el Ejecutivo
Federal coordine mediante convenios con los gobiernos de las entidades fe-
derativas e induzca y concierte con los particulares las acciones a realizar
para su elaboración y ejecución".
No es posible apriorísticamente evaluar la atingencia de las prevenciones
contenidas en el actual artículo 26 constitucional, pues sus resultados depen-
derán de la legislación secundaria que con base en ellas expida el Congreso
de la Unión, así como de la aplicación de la misma que realice el Ejecutivo
Federal o los órganos estatales que la propia legislación determine. Sin em-
bargo, debemos recordad que dicha legislación en todo caso debe respetar los
derechos públicos subjetivos de los gobernados derivados de las garuniias constitucio-
nales, primordialmente los que se refieren a las libertades específicas distintas de la
económica y a la seguridad juridica, mismas que con antelación hemos estudiado en
1~~~~~;a~reaDec~eto-deí6 dema~;(~-Je-2606, publicado en el Diario ()fil
hal de la Federación el 7 de abril del mismo año se adiciona un apartado B
al Artículo 26 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos;
por el cual se pretende dotar al Estado de un "Sistema Nacional de Infonna-;
eión Estadisuca y Geográfica", oficializándolo y tornándolo obligatorio para 10'
~os los niveles de gobierno de acuel:c1~..¿ ' 1 l l,ey__'l!l."..<:'.'. ega~. mat~~ia~
~"pl<JaeIS:'2!,gres.!Lcle ..la U nión.51~

514
bisrA esie respecto:~r~n:lsmoDecreto se refOlma la ft<Kcllm xxtx;» del artÍculo 7~
Consdtucfontll, facultando al Congreso "Para expedir leyes sobre planeaci6n nacional del desarrollq
~can6mico y social. así como fn masería de información estadística y geográfica de interés nacio1U1I"~
Decreto que en su articulado transitorio se establece la continuidad de vigencia de la Ley d~
Información Estadística y Geográfi.I.C'. asi.com .. 0. la. co..ntio.uidad .".0. el fur..lCií.ma..'.nien.to d. el Ins.. tiUlt.
f'l acional de Estad Isrica. .G~9gra(fa _ c. 1nfonn"~~~c;_a" ,(1N.E.Qn__~!~_r~~!1 ~v<?w_S,~~~pj9_~,!::t-. c2!!,~sp~O_f!d,~nt_
,m,l~aJey',~!:i_"~g_~,1._f!la.ten~_~
732 lAS GARANTIAs INDIVIDUALES

_'.. Est~ adición genera la necesidad d~ -~~e;U'--un -o~g~~ismo autÓnom~ ad


!LOC bajo cuya responsabilidad quedará el manejo y aplicación de! refcridJ
fis~ema, si.cndo, el Pres,idente de la República, con ,la ~prob~~t<ltl,_.d.~l _s.~n~cJgl
g~!n designará a los Integrantes de su [unta de Cobiemo. . ' _ .'-""1

Podemos observar claramente que esta reforma constitucional no contie-


re ni en su esencia ni en su forma ningún derecho subjetivo público que se:
otorgue a los gobernados, por lo que no debe ser considerada como una ga-;
[antía individual, aun cuando qued~Lill~~~'~':l,,ell <;1, Capj!!Ilg,. !,rim_~~ ..9~..J~
~~ S:t-:1IJ.~·~n~a. qlle. asf .~C:. q~~on~i!!ª~
IV. El nuevo artú:ulo 28 constitucional. Este precepto cambia esencialmente
e! espíritu y texto de! anterior artículo 28 tal como fue concebido por el
Constituyente de Querétaro. Suprime la proclamación de la libre concurrencia
por considerarla incompat.ible con la rectoría económica del Estado y en for-
ma incongruente dispone que "En los Estados Unidos Mexicanos quedan
prohibidos los monopolios, las prácticas monopólicas, los estancos y las
exenciones de impuestos en los términos y condiciones que fijan las le-
yes",514 e estimando también vedadas las prohibiciones "a título de protección
a la industria". Sin embargo, tolera la mencionada libertad en el ámbito de
las relaciones de coordinación en materia económica, en el sentido de que,
como consecuencia de la prohibición monopolística, toda persona puede
competir con otra en .la misma actividad. Esa tolerancia subsiste mientras los
órganos del Estado legislativa y administrativamente no decidan imputar él
esta entidad cualquier actividad económica para erigida en monopolio esta-
tal, según observaremos posteriormente.
a) Uno de los puntos novedosos que el nuevo artículo 28 aborda es el con-
sistente en declarar que las leyes "fijarán bases para que se señalen precios
máximos a los artículos, materias o productos que se consideren necesarios
para la economía nacional o el consumo popular" (párrafo tercero). disposi-
ción que corrobora la rectoría estatal en la consabida materia, misma que se
robustece por la permisión en favor del legislador federal ordinario "para
imponer modalidades a la organización de la distribución de esos artículos
materias o productos. a fin de evitar que intermediaciones innecesarias o
excesivas provoquen insuficiencia en el abasto, así como alza de precios".
También declara dicho precepto en su citado párrafo que "la ley protegerá
a los consumidores y propiciará su organización para el mejor cuidado de
sus intereses".
b) Incurriendo en una notoria contradicción, el párrafo cuarto del pre-
cepto invocado reserva al Estado por modo exclusivo diversas actividades econó-
micas, aunque sin considerarlas como monopolios (sic). Tales actividades son
la acuñación de moneda, correos, telégrafos, rndioteleprajia, In comunicocisn vía sa-

514 e A propósito de las exenciones tributarias la jurisprudencia ha considerado que su


prohibición sólo se refiere a la su situación de que, mediante la exención, se tienda "a favorecer
intereses de determinada o determinadas personas, y no cuando la exención de impuestos se
concede considerando situaciones objetivas en que se reflejan intereses sociales o económicos en
favor de categorías determinadas de sujetos". (Apéndice 1985, tesis 52, Pleno.)
LA RECTORíA ECONÓMICA DEL FSTADO 733

télite, la emisicm de billetes de banco, las relacionadas con el petróleo y los demás
hidrocarburos, la petroquímica básica, los minerales radiactivos, la generación de
energía nuclear, la electricidad y los ferrocarrileséw d
c) Por otra parte, la disposición contenida en dicho párrafo, que tiende a
suprimir absolutamente la libertad económica, indica que, además de las aetivida-
des monopolísticas estatales señaladas, se considerarán como funciones ex-
clusivas del Estado "las actividades que expresamente señalen. las leyes que expida
el Congreso de la Unión". Esta prevención faculta a este órgano legislativo y
evidentemente al Ejecutivo Federal como iniciador de leyes ante él, para
considerar como monopolio estatal cualquier aaioidad de los particulares aun-
que no tenga carácter económico, pues la disposición constitucional comen-
tada no emplea ese adjetivo. De esta manera, dichos dos órganos de
gobierno están facultados para concentrar en favor de la entidad estatal cua-
lesquiera actividades que tradicionalmente se han desplegado dentro de la
órbita jurídica de los gobernados o destinatarios del poder público, pudien-
do incluirse ominosarncnte en ellas hasta el ejercicio de cualquier profesión.
Sin embargo, aunque la interpretación aislada de la prevención invocada
conduzca lógicamente a la conclusión que se acaba de apuntar, la relación
sistemática entre ella y los preceptos constitucionales que proclaman las li-
bertades específicas en favor del gobernado dístintas de la económica, con-
duce a consideraciones diferentes. En efecto, lo que el nuevo artículo 28
previene al través de la consabida disposición es la facultad en favor del
Congreso de la Unión para expedir leyes que atribuyan exclusivamente al
Estado otras funciones de las expresamente reputadas como monopolios es-
tatales; pero esa facultad, que debe ser estimada como de estricta competen-
cia legislativa, no debe ejercerse al extremo de que tales leyes violen los preceptos de
la Constitución que proclaman diversas libertades específicas en favor de los goberna-
dos diferentes de la eamémica, tales como la profesional, la asociativa, la de
emisión de pensamiento y otras que ya hemos analizado en el capítulo quin-
to de esta misma obra. Dicho en otros términos, la facultad legislativa a que
nos referimos sólo es desempcñable tratándose de actividades económicas
estrictas sin comprender las que deben quedar in tocadas por las leyes que
en ejercicio de la propia facultad expida el Congreso de la Unión.
d) Un monopolio estatal muy importante que proclamaba el párrafo
quinto del nuevo artículo 28 era el que concierne a la prestacion del servicio
público de banca y de crédito, mismo que sólo era susceptible de prestarse por
el Estado "a través de instituciones en los términos que establezca la corres-
pondiente ley reglamenraria.sts la que también determinará las garantías

514 d En materia de servicio eléctrico el Presidente "Zedillo envió en febrero de 1999 al


Senado de la República una iniciativa para reformar los artículos 27 y 28 de la Constitución
estableciendo la concesibilidad de dicho servicio. Tal reforma no entraña la priuauzación del mismo,
puesto que en la iniciativa presidencial se reitera la rectoría del Estado con el objeto de que las
normas básicas que regulen las concesiones y permisos en cuanto a la industria eléctrica
concierne y su desarrollo, siguen perteneciendo a la Nación.
515 Esta Ley se publicó en el Diario Oficial el 31 de diciembre de 1982 y entró en vigor el
primero de enerQ de 1983.
734 lAS GARANTÍAS lNHlVIDUALES

que protejan los intereses del público y el funcionamiento de aquéllas en


apoyo de las políticas de desarrollo nacional". El mencionado servicio públi-
co se declaró inconcesionable a particulares, lo que corroboró en materia de
banca y crédito la absoluta rectoría estatal. Sin embargo esta rectoría dejo
de ejercerse al derogarse dicho parráfo quinto por reforma de 26 de junio de
1990.
El mismo precepto, por otra parle, previene la creación de entidades pa-
raestatales "para el eficaz manejo de las áreas est.ratégicas"516 a cargo del
Estado y para la concurrencia del mismo en actividades de carácter priorita-
rio con los sectores social y privado. Debe recordarse que dicha concurren-
cia, es decir, la participación del Estado con los mencionados sectores, debe
operar de acuerdo a las leyes que expida el Congreso de la Unión, órganos
que, por impulso del Ejecutivo Federal a t.ravés de las iniciativas cOlTespon-
dientes, contribuirá legislativamente a la reafirmación de la rectoría econó-
mica del Estado. misma que puede manifestarse en una notoria
hegemonía de éste dentro del sistema de economía mixta que la disposi-
ción constitucional que comentamos esboza.
e) Una disposición muy importante del nuevo artículo 28 es la conteni-
da en su párrafo noveno que prevé la concesibilidad de la prestación de los
servicios públicos a su cargo o de la explotación, uso y aprovechamiento de
bienes de dominio de la Federación. Es evidente que dicha concesibilidad
tiene C0I1l0 límites las prevenciones del mismo precepto que se refieren a
los monopolios estales que de ninguna manera puedes desplazarse en favor
°
de entes individuales colectivos distintos del Estado, como son las activida-
des o funciones ya señaladas.
j) Por último, otro matiz normativo novedoso del actual artículo 28
constitucional estriba en la prevención de que se puedan "otorgar subsidios a
actividades prioritarias, cuando sean generales, de carácter temporal y no
afecten substancialmente las finanzas de la Nación".
g) Hemos formulado una exégesis breve y somera del nuevo artículo 28
constitucional habiendo omitido deliberadamente la referencia a sus disposi-
ciones coincidentes en substancia con las del precepto abrogado que estudia-
mos en el capítulo quinto de este libro. Nos hemos contraído a destacar los
temas normativos novedosos que en aras de la rectoría económica del Esta-
do cont.iene el texto de dicho precepto, absteniéndonos de su evaluación so-
cio-económica, misma que, según 10 hemos afirmado ya, sólo puede
emprenderse a-posteriori con vista a los resultados positivos o negativos que
dicha rectoría produzca en la realidad económica de México.
h) Reforma publicada el 20 de agosto de 1993. Esta reforma primordial-
mente consistió en la creación de un banco central "que será autónomo en el
ejercicio de sus funciones y en su administración", estribando sus principales
funciones en "procurar la estabilidad del poder adquisitivo de la moneda

!i16. Esta expr-esión es conceptual)' terminológicamente incorrecta, )lue!> pur ..esu..«egta.. .


se entiende el "Arte de dirigir Las operaciones militares" o la "Habilidad para dirigir un asunto" (Cfr.
Enciclopedia del idioma de Martín Alonso) sin que ninguno de estos significados se relacione con la
idea de "área" qu~ emplea la disposición que comentamos.
LA RECrORfA ECONÓMlCA DEL rsrADO 735

nacional" y estando desvinculado de toda autoridad a la que prohibe orde-


narle "conceder financiamientos". Asimismo dicho banco central "regulará
los cambios, así como la intermediación y los servicios financieros. contando
ccm las atribuciones de autoridad necesarias para llevar a cabo dicha regulación y
proveer a su. observancia". En cuanto a la autonomía de la mencionada institu-
ción bancaria central, (muy relativa por cierto), la reforma aludida establece
-las siguientes bases de su organización: "La conducción del banco estará a
cargo de personas cuya designación será hecha por el Presidente de la Re-
pública con la aprovación de la Cámara de Senadores o de la Comisión Per-
manente. en su caso" y "sólo podrán ser removidas por causa grave y no
podrán tener ningún otro empleo, cargo o comisión, con excepción de
aquéllos en que actúen en la representación del banco y de los no remune-
rados en asociaciones docentes, científicas, culturales o de beneficiencia",
Por último, "las personas encargadas de la conducción del banco central,
podrá ser sujetos de juicio político conforme a lo dispuesto por el artículo
l l O de esta Constitución".
V. Resumen conclusivo. LiS ideas directrices que informan el contexto
de los actuales artículos 25, 26 Y 28 constitucionales encauzan la rectoría del
Estado en materia económica que la legislación ordinaria se encargará de
normal'. Dicha rectoría aparentemente admite sistemas de economía mixta
mediante la participación de los sectores públicos, social y privado en algu-
nas actividades que los mencionados preceptos apuntan. Sin embargo, e in-
dependientemente del notorio predominio del primero de tales sectores, el
órgano legislativo federal está facultado para normar de tal manera dichos
sistemas que los sectores sociales y privado pueden quedar reducidos a una
insignificante intervención en la vida económica de México. Es más, si se ex-
tremaran las facultades que se confieren al legislador secundario por las ci-
tadas disposiciones constitucionales, las leyes que en ejercicio de aquéllas se
pueden expedir absorberían en favor de la entidad estatal todas las activida-
des económicas aboliendo absolutamente la libertad de los gobernados co-
lectivos o individuales para desempeñarlas. En otras palabras, el régimen
que dichas disposiciones estructuran tiende a propiciar la implantación de
un completo totalitarismo de Estado en materia económica. Este totalitarismo,
en el fondo lo desempeñaría el gobierno estatal al través de la legislación
y administración pública federales, y en substancia, de conformidad con
nuestra realidad política, el Presidente de la República corno órgano ini-
ciador de leyes y administrador supremo del país. Esta "hipótesis entraña
el augurio de que la rectoría económica del Estado quedaría bajo la po-
testad unipersonal de ese alto funcionario, quien se convertiría en el úni-
co rector de la economía mexicana, situación indeseable que solo podría
evitarse si realmente el Congreso de la Unión ejerciese las facultades y
cumpliese las obligaciones de control que la Constitución establece, posi-
bilidad que depende de la integración humana del citado organismo, o
sea, de la condición sine qua non de que los diputados y senadores que lo
componen desempeñarán con dignidad y decoro democráticos sus impor-
tantes funciones sin obsecuencias serviles hacia el Ejecutivo Federal.
736 l.A5 GARANTÍAS INDIVIDUALES

Consideramos por otra parte, que ninguna institución, ningún sistema


económico, jurídico o social en sí mismos deben calificarse a-priori, es decir,
sin confrontarlos con la realidad en la que estén destinados a operar. Su
evaluación debe formularse a-posteriori, pues son los resultados positivos que
su funcionamiento objetivo pueda producir los que justifiquen su implanta-
ción. Por ello, la rectoría económica del Estado, que estructuran los preceptos
constitucionales brevemente comentados, está sujeta a sus propias conse-.
cuencias desde e! punto de vista de los beneficios que pueda generar en fa-
vor del pueblo. Si tales consecuencias, en la realidad y con e! tiempo, no
tienen esta eficacia, la aludida rectoría culminará en su misma frustración y
sólo se explicará (OlUO una medida política desacertada contraria a la eco-
nomía nacional y alejada de los propósitos que determinaron su adopción.
VI. Las entidades paraestatales y su privatización. Los preceptos constitu-
cionales que someramente hemos comentado previenen que el Estado puede
ejercer la rectoría económica mediante entidades paraestatales que pueden
ser organismos descentralizados o empresas de participación masoritaria estatal.
Dentro de estos dos tipos las escuadra la Ley Orgánica de la Administración
Pública Federal. Los organismos descentralizados, según el artículo 45 de
este ordenamiento "son las instituciones creadas por disposición del Congre-
so de la Unión, o en su caso por el Ejecutivo Federal. con personalidad jurí-
dica y patrimonio propios, cualquiera que sea la forma o estructura legal
que adopten". Dentro de esta categoría se encuentran setenta y ocho perso-
nas morales entre las cuales destacan Petróleos Mexicanos, el Instituto Mexi-
cano de! Seguro Social, la Lotería Nacional para la Asistencia Pública, e!
Instituto Nacional de Cardiología. e! Hospital Infantil de México, los Ferro-
carriles Nacionales de México, la Comisión Federal de Electricidad y otras
muchas cuya sola enumeración sería tediosa. Por medio de dichos organis-
mos descentralizados e! Estado desempeña múltiples funciones en diferentes
ámbitos económicos-sociales, según puede advertirse de la mención de los
que acabamos de indicar. Por su parte, las empresas de participación estatal
son las personas morales situadas en alguna de las hipótesis que consigna el
artículo 46 de la citada ley en los réminos que transcribimos para facilitar su
inteligencia:
"a) Que e! Gobierno Federal. el gobierno del Distrito Federal. uno O
más organismos descentralizados, una u otras empresas de participación es-
tatal, una o más instituciones nacionales de crédito ti organizaciones auxilia-
res nacionales de crédito, una o varias instituciones nacionales de seguros o
de fianzas, o uno o más fideicomisos a que se refiere la fracción 111, del ar-
tículo 3° de esta ley, considerados conjunta o separadamente, aporten o
sean propietarios de 50% o más del capital social.
"b) Que en la constitución de su capital se hagan figurar acciones de
serie especial que sólo puedan ser suscritas por el Gobierno Federal, o
"e) Que al Gobierno Federal corresponda la facultad de nombrar a la
mayoría de los miembros del Consejo de Administración, Junta Directiva u
Órgano de Gobierno, designar al presidente, al director, al gerente, o cuan-
do tenga facultades para vetar los acuerdos de la asamblea general de accio-
LA RECrORiA ECONÓMICA DEL ESrADO 737

nisras, del Consejo de Administración o de la Junta Directiva u Órgano de


Gobierno equivalente."
Las empresas de participación estatal directa o indirecta ascienden a la
sorprendente cantidad de cuatrocientas treinta y siete, figurando entre ellas
Teléfonos de México, Diesel Nacional, Talleres Gráficos de la Nación, Altos
Hornos de México, Restaurantes "El Presidente" y otras muchas cuya sola
enunciación sería prolija.etü bis Tales empresas se han estructurado como so-
ciedades anónimas regidas por la legislación mercantil correspondiente en
cuanto a su forma estructural.
La diferencia que existe entre las dos especies de entidades paraestatales
aludidas es jurídicamente muy clara, pues los organismos descentralizados
son instituciones exclusivas del Estado en tanto que en las empresas de par-
ticipación estatal pueden concurrir el gobierno representante del sector públi-
co, y los sectores privado o social, por lo que son sujetos colectivos de
economía mixta.
Es muy importante hacer hincapié en que las funciones exlcusivas del
Estado, que implican verdaderos y auténticos monopolios, y a las que se refie-
re el artículo 28 constitucional, sólo pueden desempeñarse por organismos
descentralizados. Esta afirmación es ineluctable, pues si en el ejercicio de las
mismas tuviesen injerencia los sectores privado o social, tales funciones evi-
dentemente dejarían .de ser exclusivas de la entidad estatal. Las actividades
monopólicas del Estado, según dicho precepto, consisten en la acuñación de
moneda, correos, telégrafos, radiotelegrafía, comunicaciones vía satélite,
emisión de billetes de banco, las relacionadas con el petróleo y los demás
hidrocarburos, la petroquímica básica, los' minerales radiactivos, la genera-
ción de energía nuclear, la electricidad y los ferrocarriles. Sin embargo, las
actividades que sólo el Estado puede desempeñar no impiden la creación de
organismos descentralizados que operen en diversos ámbitos de la dinámico
social y económica del país. Por medio de ellos el Estado las ejerce también
por modo exclusivo, ya que en la estructuración y el funcionamiento de un
organismo público descentralizado no pueden intervenir los mencionados
sectores, a diferencia de lo que sucede con las empresas de participación es-
tatal directa o indirecta, según se dijo.
La creación de entidades paraestatales en su carácter de empresas de
participación estatal directa o indirecta y por lo que atañe a las "áreas estra-
tégicas" distintas de los monopolios estatales, la prevé el mismo artículo 28
constitucional, permitiendo la participación en ellas de los sectores social y
privado, conforme a las leyes que expida el Congreso de la Unión "para im-
pulsar y organizar las áreas prioritarias del desarrollo" (Art. 25, párrafo
quinto), disponiéndose en el párrafo sexto del invocado artículo 28, que "el
Estado contará con los organismos y empresas que requiera para el eficaz
manejo de las áreas estratégicas a su cargo y en las actividades de carácter

516 bis La lista correspondiente aparece publicada en la Revista Mexicana de Derecho Penal,
Quinta Época, número 6, julio-diciembre de 1979.
738 l.AS GARAI\'TÍAS INDIVIDUALES

prioritario donde, de acuerdo con las leyes, participe por sí o con los secto-
res sociales y privado".
Las consideraciones que hemos expuesto revisten capital importancia
para evaluar jurídicamente la "privatización" de las entidades paraestatales
con independencia de los argumentos de índole socio-económica o de las
razones políticas que las apoyen o las rechacen. La aplicación de las ideas
involucradas en tales consideraciones a la cuestión de si deben o no "privati-
zarse" dichas entidades, es decir, desplazarse total o parcialmente hacia la
iniciativa privada, conduce a las conclusiones siguien tes:
Primera. Los organismos descentralizados que ejerzan alguna función
que la Constitución reserve exclusivamente al Estado, no pueden "privatizar-
se" por modo absoluto. Esta imposibilidad concierne a las actividades que
especifica el artículo 28 de la Constitución y que ya se han reproducido. La
"privatización" de alguna de ellas implicaría un acto anticonstitucional, pres-
cindiendo de sus consecuencias políticas, económicas o sociales, benéficas o
perjudiciales para la sociedad mexicana.
Segunda. Los organismos descentralizados por medio de los cuales el
Estado desempeña actividades económicas distintas de las funciones a que
alude la conclusión anterior, tampoco pueden "privatizarse", es decir, entre-
garse al sector privado, ya que, por virtud de este acto, tales organismos de-
,saparecerían. Sería absurdo que un organismos descentralizado del Estado
continuara operando con este carácter en poder de la iniciativa privada, de
cualquier grupo de trabajadores, o de ambos. Por consiguiente, si las men-
cionadas actividades, que no sean exclusivas del Estado, se pretenden "pri-
vatizar", se requerirá necesariamente la implantación legal de entidades
diversas de los organismos descentralizados, como serían las empresas de
participación estatal directa o indirecta o, incluso, personas morales en que
no participe el Estado como socio, pudiendo ser éstas organizadas conforme
a la legislación común.
Tercera. Las empresas de participación estatal mayoritaria del Estado di-
o
recta indirecta que prevea la legislación federal con la concurrencia de los
sectores social y privado en los términos del articulo 25 de la Constitución y
en lo que respecta a las llamadas "áreas prioritarias del desarrollo", sólo
pueden "privatizarse" si el ordenamiento legal respectivo autoriza estos ac-
tos, y en el supuesto negativo, la ley de que se trate deberá reformarse por
el Congreso de la Unión para que la "privatización" sea válida.
Debe advertirse que la determinación de las "áreas prioritarias y estraté-
gicas" a que se refieren los artículos 25 y 28 de la Constitución, únicamente
incumbe al Congreso de la Unión, pues se trata de espacios sujetos a la le-
gislación y no a la actividad administrativa por sí misma.
Cuarta. En ausencia de la ley a que se refiere la conclusión anterior, si el
Estado ha concurrido con los sectores social y privado en la creación de al-
guna empresa en que participe mayoritaria y hegemónicamente, es decir, si
tal empresa se formó mediante un contrato de sociedad con dichos sectores
o con alguno de ellos, como sucede con las cuatrocientas treinta y siete que,
L\ RECTOR fA ECONÓMICA DEL ESTADO 739

ruando menos, existían al finalizar el año de 1979, la "privatización" es pro-


cedente mediante la enajenación de las acciones o partes sociales cuyo titu-
lar sea el Estado y siempre que no exista disposición legal que prohíba tal
acto.
Quinta. La "privatización" de los organismos descentralizados y de las
empresas de participación estatal directa o indirecta que no desempeñen ac-
tividades en ninguna área prioritaria de desarrollo, debe ser no sólo proce-
dente, sino necesaria, pues por medio de dichas entidades el gobierno
ejerce una competencia desleal con los particulares o, incluso, con los gnl-
pos del sector social. Si se recorre la enorme lista de tales organismos y de
las referidas empresas publicadas, según se dijo, en el número ya citado de la
Revista Mexicana de Derecho Penal, se advertirá fácilmente que mediante unos
y otras el Estado se ha convertido en industrial y en comerciante a propósito
de tareas que de ninguna manera le incumben, como son las relativas a la
explotación del maguey, a la producción de semillas, a las industrias azuca-
rera, cafetera y cacaotera, al fomento de los deportes, a la compraventa de
bienes raíces, a la explotación de restaurantes y centras gastronómicos, a la
exhibición de películas cinematográficas y a otras muchas que sería prolijo
mencionar y que se indican en la referida lista.
El gobierno de la República, por conducto de sus diferentes órganos,
debe ejercer solamente las funciones que la Constitución le señala y tales
funciones evidentemente no se refieren a las actividades económicas que por
tradición y en goce de la libertad de trabajo han correspondido a los particu-
lares. El repliegue de la actividad gubernamental hacia sus propios cauces
constitucionales mediante la "privatización" de las entidades paraestatales a
que se ha hecho referencia, será un estímulo indudable para la inversión de
capitales en nuestro país, a efecto de que con ellos se abran fuentes de tra-
bajo y se pueda abatir el desempleo y subernpleo y atern perar la crisis eco-
nómica que sufre nuestro pueblo. Dicha "privatización" evidentemente
respetaría las funciones exclusivas del Estado a que alude el artículo 28
constitucional, así como su rectoría económica en las áreas prioritarias que
determinen las leyes conforme a los artículos 25 y 26 del Código Supremo
de México.
OBSERVACIONES FINALES

El 9 de diciembre de 1997 el presidente Ernesto Zedillo formuló ante el


Congreso de la Unión una iniciativa de reformas a los artículos 16, 19, 20,
22 Y 123, apartado B, de la Constitución con el propósito de lograr "el sus-
tancial mejoramiento del sistema de justicia en nuestro país". Tal iniciativa
contiene una extensa exposición de motivos tendientes a respaldar las mencio-
nadas reformas. No está en nuestro ánimo hacer ninguna referencia crítica a
las consideraciones que plantea el Ejecutivo Federal para apoyar esa tenden-
cia, toda vez que su ponderación se efectuará legislativamente, en los térrni-
nos del artículo 135 constitucional, antes de que las reformas propuestas se
incorporen al texto de los preceptos aludidos, mismos que, eón excepción
del artículo 123, ya han sido objeto de estudio en la presente obra. Solamente
realizaremos un parangón entre las disposiciones vigentes de tales preceptos
y las modificaciones que persigue la iniciativa presidencial aludida en rela-
ción con los artículos 16, 19, 20 Y 22 de nuestra Constitución.
Artículo 16. Se pretende legitimar las órdenes de aprehensión con la sola
acreditación de "la probable existencia" de los elementos objetivos del tipo pe-
nal del delito de que se trate. En el texto vigente de dicho precepto tal acre-
ditación no debe ser "probable", es decir, "verosímil", sino real y positiva. La
existencia "probable", o sea, no cierta sino contingente de los mencionados
elementos, abre la posibilidad de que se libre una orden judicial de aprehen-
sión por hechos que puedan no configurar ningún delito sino que simple-
mente propendan a su configuración, hipótesis que sería contraria a las
garantías proclamadas en los artfculos 17, 18 Y 19 constitucionales y atenta-
toria contra la seguridad jurídica de los gobernados.
Artículo 19. El texto vigente d~ este precepto requiere la comprobación
"por datos suficientes" de los elementos del tipo penal de un delito para dic-
tar un auto de formal prisión. La reforma respectiva pretende la acredita-
ción de la "plena existencia" de tales elementos. es decir, que éstos se
encuentren comprobados en su totalidad o exhaustividad, exigencia que se-
ría un óbice para dictar el susodicho proveído. La acreditación plena o total
de los aludidos elementos se reserva a la sentencia penal definitiva, sin que
deba ser condición de dicho auto, el cual, según el texto vigente del artículo
16 constitucional, debe basarse en "datos suficientes" para emitirlo y no en
"datos plenos".
En la misma reforma se sugiere agregar un segundo párrafo al artículo
19 de la Constitución y cuyo texto, en si mismo admisible, es el siguiente:

741
742 LAS GARANlÍAS INDIVIDUALES

"Este término (el establecido en tal precepto) podrá prorrogarse únicamente a pe·
tición del indiciado, en la forma que señale la ley. La prolongación de la detención en
su perjuicio será sancionada por la ley penal. La autoridad en donde s.e encuc.ntre in-
temado el indiciado, que dentro del término antes señalado no reciba copia auto-
rizada del auto de formal prisión o de aceptación de la solicitud de prórroga, deberá
llamar la atención del juez sobre dicho particular en el acto mismo de concluir el tér-
mino, y si no recibe la constancia mencionada dentro de las tres horas siguientes pon·
drá al indiciado en libertad."
Articulo 20. En' un párrafo que se pretende añadir a este precepto se es-
tablece que el proceso penal no se suspenderá si el inculpado se evade de la
acción de la justicia "en cualquier momento después de que haya rendido su
declaración preparatoria", debiendo entenderse las actuaciones procesales
personalmente con él y no a través de ningún representante. Estas actuacio-
nes conciernen a la petición de la libertad provisional bajo caución (frac. 1),
a los careos (frac. IV), al ofrecimiento y rendición de pruebas (frac. V). a la
información de sus derechos constitucionales y al nombramiento de defensor
(frac. IX). La exigencia de que las citadas peticiones se hagan personalmente
por el procesado nos parecen inútiles y restrictoras del derecho que tiene
para defenderse. Inútiles, porque en los casos previstos en las fracciones I y
II su intervención no puede desplazarse a su defensor o representante toda
vez que ésta es personalísima e intransferible, y restrictoras en virtud de que
en los casos que atañen a las fracciones V, VII Y IX puede intervenir a través
de dichos sujetos. Por tanto, si a éstos se les impide esta intervención, la de-
fensa del procesado se hace nngatoria.
Artículo 22. A este precepto, que ya comentamos en la presente obra, la
iniciativa presidencial aludida pretende incorporar un párrafo que dice:
"La autoridad judicial podrá resolver que se apliquen a favor del Estado los bienes
que sean instrumento, objeto o producto de aquellos delitos graves o previstos como
de delincuencia organizada, que señale la ley, cuando exista resolución que ponga fin
al proceso penal en la que no hubiere un pronunciamiento sobre dichos bienes; se en-
cuentre acreditada en autos la existencia de los elementos objetivos del tipo penal, y se
trate de bienes sobre los que el inculpado fuera poseedor, propietario o se conduzca
como tal, independientemente de que hubieran sido transferidos a terceros, salvo que
éstos acrediten que son poseedores o adquirentes de buena fe."
Estas disposiciones nos parecen redundantes respecto de lo que esta-
blece el mismo artículo 22 constitucional en su actual segundo párrafo que
dispone:
"No se considerará confiscación de bienes la aplicación total o parcial de los bie-
nes de una persona hecha por la autoridad judicial, para el pago de la responsabilidad
civil resultante de la comisión de un delito, o para el pago de impuestos o multas.
Tampoco se considerará confiscaci6n el decomiso que ordene la autoridad judicial de
los bienes, en caso de enriquecimiento ilícito, en los términos del artículo 109; ni el
decomiso de los bienes propiedad del sentenciado, por delitos de los previstos como
delincuencia organizada, o el de aquéllos respecto de los cuales éste se conduzca como
dueño, si no acredita la legítima procedencia de dichos bienes."
Como corolario de las anteriores someras observaciones debe concluirse
que las reformas constitucionales planteadas en la iniciativa presidencial de 9
OBSERVACIONES FINALES 743

de diciembre de 1997 frustran el propósito que las inspiró. pues son ineptas
para mejorar el sistema judicial en nuestro país. Son pobres e irrelevantes
para lograr este objetivo que requiere una nueva estructura orgánica. proce-
sal y humana del status normativo dentro del que se desenvuelve la adminis-
tración de justicia en materia penal y su procuración. Tal renovación implica
un imperativo insoslayable surgido del clamor social para que se implanten
esenciales modificaciones a dicho sistema a efecto de erradicar la delincuen-
cia llamada "organizada" que genera la inseguridad pública y privada y que
se estimula con la impunidad. la situación que estos mismos fenómenos han
provocado. desgraciadamente permanecerá incólume pese a las reformas
propuestas en la citada iniciativa y a su aprobación legislativa. Este presagio.
lamentablemente, operará en la realidad. Ojalá nos equivoquemos.
APÉNDICE

LEY DE IMPRENTA

VENUSTIANO CARRANZA, Primer Jefe del Ejército Constitucionalista y En-


cargado del Poder Ejecutivo de los Estados Unidos Mexicanos, en virtud
de las facultades de que me encuentro investido, y entretanto el Congreso de la
Unión reglamenta los articules 6' y 7' de la Constitución Ceneral de la Re-
pública, he tenido a bien expedir la siguiente:

LEY

ARTÍCULO 19 Constituyen ataques a la vida privada:

1. Toda manifestación o expresión maliciosa hecha verbalmente o por seña-


les en presencia de una o más personas, o por medio de manuscritos, o de la im-
prenta, del dibujo, litografía, fotografía o de cualquier otra manera que expuesta
o circulando en público, o transmitida por correo, telégrafo, teléfono, radiote-
legrafía o por mensaje, o de cualquier otro modo, exponga a una persona al
odio, desprecio o ridículo, o pueda causarle demérito en su reputación o en sus
intereses;
JI: Toda manifestación o expresión maliciosa hecha en los términos y por
cualquiera de los medios indicados en la fracción anterior, contra la memoria
de un difunto con el propósito o intención de lastimar el honor o la pública esti-
mación de los herederos o descendientes de aquél, que vivieren;
III. Todo informe, reportazgo o relación de las audiencias de los jurados o
tribunales, en asuntos civiles o penales, cuando refieran hechos falsos o se alteren
los verdaderos con el propósito de causar daño a alguna persona, o se hagan,
con el mismo objeto, apreciaciones que no estén ameritadas racionalmente por los
hechos, siendo éstos verdaderos;
IV. Cuando con una publicación prohibida expresamente por la ley, se
compromete la dignidad o estimación de una persona, exponiéndola alodio,
desprecio o ridículo o a sufrir daño en su reputación o en sus intereses, ya sean
personales o pecuniarios.

ARTÍCULO 29• Constituye un ataque a la moral:

l. Toda manifestación de palabra, por escrito o por cualqu.er otro de los


medios de que habla la fracción 1 del artículo anterior, con la que se defiendan
o disculpen, aconsejen o propaguen públicamente los vicios, faltas o delitos, o se
haga la apología de ellas o de sus autores;
746 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

11. Toda manifestación verificada con discursos, gritos, cantos, exhibiciones


o representaciones o por cualquier otro medio de los enumerados en la fracción 1
del artículo 29, con la cual se ultraje u ofenda públicamente al pudor, ~ la de-
cencia o a las buenas costumbres. o. se excite a la prostitución o a la práctica
de actos licenciosos o impúdicos teniéndose como tales, todos aquéllos que, en el
concepto público, estén calificados de contrario al pudor;
lJI. Toda distribución, venta o exposición al público, de cualquiera manera
que se haga, de escritos, folletos, impresos, canciones, grabados, libros, imágenes,
anuncios, tarjetas u otros papeles o figuras, pinturas, dibujos o litografiados de
carácter obsceno o que representan actos lúbricos.

ARTÍCULO 39 Constituye un ataque al orden o a la paz pública:


I. Toda manifestación o exposición maliciosa hecha públicarilente por medio
de discursos, gritos, cantos, amenazas, manuscritos o de la imprenta, dibujo, lito-
grafía, fotografía, cinematógrafo, ,grabado o de cualquier otra manera, que tenga
por objeto desprestigiar, ridiculizar o destruir las instituciones fundamentales del
país, o con los que se injurie a la Nación Mexicana, o a las entidades políticas
que la forman;
II. Toda manifestación o expresión hecha públicamente por cualquiera de
los medios de que habla la fracci6n anterior, con la que se aconseje, excite o pro-
voque directa o indirectamente al Ejército a la desobediencia, a la rebelión, a la
dispersión de sus miembros, o a la falta de otro u otros de sus deberes; se aconseje,
provoque o excite directamente al público en general, a la anarquía, al motín,
sedición, o a la desobediencia de las leyes o de los mandatos legítimos de la auto-
ridad; s~ injurie a las autoridades del país con el objeto de atraer sobre ellas el
odio, desprecio o ridículo; o con el/mismo objeto se ataque a los cuerpos públicos
colegiados, al Ejército o Guardia Nacional o a los miembros de aquéllos y ésta,
con motivo de sus funciones; se injurie a las ~aciones amigas, o a los soberanos
o jefes de ellas o 3. sus legítimos representantes en el país, o se aconseje, excite o
provoque a la comisión de un delito determinado;
III. La publicación o propaganda de noticias falsas o adulteradas sobre acon-
tecimientos de actualidad, capaces de perturbar la paz o la tranquilidad en la
República o en alguna parte de ella, o de causar el alza o baja de los precios
de las mercancías o de lastimar el crédito de la Nación o de algún Estado o muni-
cipio, o de los bancos legalmente .constituidos ;
IV. Toda publicación prohibida por la ley o por la autoridad, por causa de
interés público, o hecha antes de que la ley permita darla a conocer al público.

ARTÍCULO 49 En los casos de los tres artículos que preceden, se considera ma-
liciosa una manifestación o expresión cuando por los términos en que está conce-
bida sea ofensiva, o cuando implique necesariamente la intención de ofender.

ARTÍCULO 59 No se considera maliciosa una manifestación o expresión aunque


sean ofensivos sus términos por su propia significación, en los casos de excepción
que la ley establezca expresamente y, además, cuando el acusado pruebe que los
hechos imputados al quejoso son ciertos, o que tuvo motivos fundados para consi-
derarlos verdaderos y que los publicó con fines honestos.
ARriCULO 69 En ningún caso podrá considerarse delictuosa la crítica para un
funcionario o empleado público si son ciertos los hechos en que se apoya, y si las
apreciaciones que con motivo de ellas se hacen son racionales y están motivadas
por aquéllos, siempre que no se viertan frases o palabras injuriosas.
APÉNDICE 747
ARtiCULO 79 . En los casos de los artículos 19, 29, Y 39 de esta ley, las manifes-
taciones o expresiones se considerarán hechas públicamente cuando se hagan o eje-
cuten en las calles, plazas, paseos, teatros u otros lugares de reuniones públicas, o
en lugares privados, pero de manera que puedan ser observadas, vistas u oídas por
el público.

ARTÍCULO 8 9 Se entiende que hay excitación a la anarquía, cuando se aconseje


o se incite al robo, al asesinato, a la destrucción de los inmuebles por el uso de
explosivos o Se haga la apología de estos delitos o de sus autores, como medio
de lograr la destrucción o la reforma dcl orden social existente.

ARTÍCULO 9' Queda prohibido:

I. Publicar los escritos o actas de acusación en un proceso criminal, antes de


que se dé Cuenta con aquéllos o éstas en audiencia pública j
11. Publicar en cualquier tiempo, sin consentimiento de todos los interesados,
los escritos, actas de acusación y demás piezas de los procesos que se sigan por los
delitos de adulterio, atentados al pudor, estupro, violación y ataques a la vida
privada;
111. Publicar sin consentimiento de todos los interesados, las demandas, con-
testaciones y demás piezas de autos, en los juicios de divorcio, reclamación de pa-
°
ternidad, maternidad, nulidad de matrimonio, diligencia de reconocimiento de
hijos y en los juicios que en esta materia puedan suscitarse;
IV. Publicar lo que pase en diligencias o actos que deban ser secretos, por
mandato de la ley o por disposición judicial;
V. Iniciar o levantar públicamente subscripciones o ayudas pecuniarias para
pagar las multas que se impongan por infracciones penales;
VI. Publicar los nombres de las personas que formen un jurado, el sentido
en que aquéllas hayan dado su voto y las, discusiones privadas que tuvieren para
formular su veredicto;
VII. Publicar los nombres de los soldados o gendarmes que intervengan en
las ejecuciones capitales;
VIII. Publicar los nombres de los jefes u oficiales del Ejército o de la Armada
y cuerpos auxiliares de policía rural, a quienes se encomiende una comisión secreta
del servicio;
IX. Publicar los nombres de las víctimas de atentados al pudor, estupro o
violación ¡ .•
X. Censurar a un miembro de un jurado popular por su voto en el ejercicio
de sus funciones;
XI. Publicar planos, informes o documentos secretos de la Secretaría de Gue-
rra y los acuerdos de ésta, relativos a la movilización de tropas, envíos de pertrechos
de guerra y demás operaciones militares, así como los documentos, acuerdos o ins-
trucciones de la Secretaría de Estado, entretanto no se publiquen en el periódico
oficial de la Federación o boletines especiales de las mismas Secretarías;
XI!. Publicar las palabras o expresiones injuriosas u ofensivas que se vierten
en los Juzgados o tribunales, o en las sesiones de los cuerpos públicos colegiados.

ARTÍCULq 10. La infracción de cualquiera de las prohibiciones que contiene el


artículo anterior se castigará con multa de cincuenta a quinientos pesos y arresto
que no bajará de un mes ni excederá dc once.
748 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

ARTÍCULO 11. En caso de que en la publicación prohibida se ataque la vida


privada, moral o la paz pública, la pena que señala el artículo que precede se apli-
cará sin perjuicio de la que corresponda por dicho ataque.

ARTÍCULO 12. Los funcionarios y empleados que ministren datos para hacer
una publicación prohibida, sufrirán la misma pena que señala el artículo 10, Yse-
rán destituidos de su empleo, a no ser que en la ley esté señalada una pena mayor
por la revelación de secretos, pues en tal caso se aplicará ésta.

ARTÍCULO 13. Todo el que tuviere establecido o estableciere en lo sucesivo una


imprenta, litografía, taller de grabado o de cualquier otro medio de publicidad,
tendrá obligación de ponerlo, dentro del término de ocho días, en conocimiento
del presidente municipal del lugar, haciéndole una manifestaci6n por escrito en que
consten el lugar o lugares que ocupa la negociación, el nombre y apellido del em-
presario o de la sociedad a que pertenezca, el domicilio de aquél o de ésta, y el
nombre, apellido y domicilio del regente, si lo hubiere. Igual obligación tendrá
cuando el propietario o regente cambie de domicilio o cambie de lugar e~ estable-
cimiento de la negociación.
La infracción de este precepto será castigada administrativamente con multa
de cincuen ta pesos.
Al notificarse al responsable la imposición de esta corrección, se le señalará el
término de tres días para que presente la manifestación mencionada, y si no la
hiciera, sufrirá la pena que señala el articulo 904 del Código Penal del Distrito
Federal.
La manifestación de que habla este artículo se presentará por duplicado para
que uno de los ejemplares se devuelva al interesado con la nota de presentación
y la fecha en que se hizo, nota que deberá ser firmada por el secretario del pre-
sidente municipal, ante quien se presente.
La pena que señala este artículo se aplicará al propietario de la negociación
y si no se supiere quién es, al que apareciese como regente o encargado de ella, y
en caso de que no lo hubiere, al que o los que se sirvan de la oficina.
El procedimiento que establece este artículo para castigar al que no hace la
manifestación exigida por él, se repetirá cuantas veces sea necesaria, hasta lograr
vencer la resistencia del culpable.

ARTÍCULO 14. La responsabilidad penal por los delitos a que se refieren los
artículos 19, 29 y 39 de esta ley, recaerá directamente sobre los autores y sus cóm-
plices, detenninándose aquéllos y éstos conforme a las reglas de la Ley Penal Co-
mún ya las que establecen los artículos siguientes:

ARTÍCULO 15. Para poder poner en circulación un impreso, fijarlo en las pa-
redes o tableros de anuncios, exhibirlo al público en los aparadores de las casas de
comercio, repartirlo a mano, por correo, expreso o mensajero, o de cualquier otro
modo, deberá forzosamente contener el nombre de la imprenta, litografía, taller de
grabado u oficina donde se haya hecho la impresión, con la designaci6n exacta del
lugar en donde aquélla esté ubicada, la fecha de la impresión y el nombre del au-
tor, o responsable del impreso.
. La falta de cualquiera de estos requisitos, hará considerar al impreso como
clandestino, y tan pronto como la autoridad municipal tenga conocimiento del he-
cho, impedirá la circulación de aquél, recogerá los ejemplares de que él existan,
inutilizará Jos que no puedan ser recogidos por haberse fijado en las paredes o
tableros de anuncios y castigará al dueño de la imprenta u oficina en que se hizo
APÉNDICE 749

la publicación, con una multa que no bajará de veintiocho pesos 'ni excederá de
cincuenta, sin perjuicio de que si la publicación contuviere un ataque a la vida
privada, a la moral o a la paz pública, se castiguen con la pena que corresponda.
Si en el impreso no se expresare el nombre del autor o responsable de él, no
se impondrá por esa omisión pena alguna, pero entonces la responsabilidad penal se
determinará conforme a lo que dispone el artículo siguiente.

ARTICULO 16. Cuando el delito se cometiere por medio de la imprenta, lito-


grafia, grabado o cualquier otro medio de publicidad y no pudiere saberse quién
es el responsable de él ,como autor, se considerará con este carácter, tratándose de
publicaciones que no fuesen periódicos, a los editores de libros, folletos, anuncios,
tarjetas u hojas sueltas y, en su defecto, al regente de la imprenta u oficina en
que se hizo la publicación, y si no lo hubiere, al propietario de dicha oficina.

ARTÍCULO 17. Los operarios de una imprenta, litografía o cualquiera otra ofi-
cina de publicidad, s6lo tendrán responsabilidad penal por una publicaci6n delic-
tiva en los casos siguientes:
l. Cuando resulte plenamente comprobado que son autores de ella, o que
facilitaron los datos para hacerla o concurrieron a la preparación o ejecución del
delito, con pleno conocimiento de que se trataba de un hecho punible, haya ha-
bido o no acuerdo con el principal responsable:
JI. Cuando sean a la vez directores de una publicación periódica, o los
editores, regentes o propietarios de la oficina en que se hizo la publicación, en
los casos en que recaiga sobre éstos la responsabilidad penal;
IU. Cuando se cometa el delito por una publicaci6nclandestina y sean ellos
los que la hicieren, siempre que no presenten al autor, al regente o al propietario
de la oficina en que se hizo la publicación.

ARTicULO 18. Los expendedores, repartidores o papeleros s6lo tendrán respon-


sabilidad penal cuando estén comprendidos en algunos de los casos del artículo
anterior y cuando tratándose de escritos o impresos anónimos, no prueben qué
persona o personas se los entregaron para fijarlos en las paredes o tableros de
anuncios, o venderlos, repartirlos o exhibirlos.

ARTÍCULO 19. En las representaciones teatrales y en las exhibiciones de cine-


matógrafo o audiciones de fonógrafo, se tendrán como responsables, además del
autor de la pieza que se presente o exhiba, o constituya la audición, al empresario
del teatro, cinematógrafo o fonógrafo.

ARTICULO 20. En toda publicación peri6dica, además de las indicaciones del


artículo 15, deberá expresarse el lugar en que esté establecida la negociación o
administraci6n del peri6dico y el nombre, apellido y domicilio del director, admi-
nistrador o regente, bajo la pena de cien pesos de multa.
De la infracción de esta disposición será responsable el propietario del periódico
si se supiere quién es, y en su defecto, se aplicará 10 que disponen los artícu-
los 16y 17.

ARTÍCULO 21. El director de una publicaci6n periódica, tiene responsabilidad


por los artículos, entrefiletes, párrafos y gacetillas, reportazgos y demás informes,
relaciones o noticias que contuviere.
l. Cuando estuvieren firmados por él o cuando aparecieren sin firma, pues en
este caso se presume que él es' el autor;
750 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

11. Cuando estuvieren firmados por otra persona, sí contienen un ataque no-
torio a la vida privada, a la moral o a la paz pública, a menos que pruebe que
la publicación se hizo sin su consentimiento y que no pudo evitarla sin que haya
habido negligencia de su parte;
In. Cuando haya ordenado la publicación del artículo, párrafo o reportazgo
impugnado, o haya dado los datos para hacerlo o lo haya aprobado expresamente.
ARTÍCULO 22. Si una publicación periódica no tuviere director, o éste na hu-
biere podido asistir a la oficina por justo impedimento, la responsabilidad penal
recaerá en el administrador o regente y, en su defecto, en el propietario de dicha--
publicación, y si no fuere conocido, en las personas a cuyo cargo está la redacción
y si tampoco éstas aparecieren, se aplicarán las disposiciones de los artículos
16 y 17.
ARTÍCULO 23. Cuando el director de una publicación periódica tuviere fuero
constitucional, habrá otro director que no goce de éste, el que será solidariamente
responsable con aquél, en los casos previstos por la ley, así como también por los
artículos que firmaren personas que tuvieren fuero.
Si no hubiere otro director sin fuero, en los casos de este artículo, se observará
lo dispuesto en el artículo anterior.
ARTÍCULO 2f. Toda oficina impresora de cualquier clase que sea deberá guar-
dar los originales que estuvieren firmados, durante el término que se señala para
la prescripción de la acción penal, a fin de que durante este término pueda, en
cualquier tiempo, probar quién es el autor de dichos artículos. El dueño, director
o regente de la oficina o taller, recabará los originales que estén suscritos con
seudónimo, juntamente con la constancia correspondiente, que contendrá además
del nombre y apellido del autor, su domicilio, siendo obligatorio para el impresor
cerciorarse de la exactitud de una y otra cosa. El original y la constancia deberán
conservarse en sobre cerrado por todo el tiempo que se menciona en este artículo.
ARTICULO 25. Si la indicación del nombre y apellido del autor o su domicilio
resultare falsa, la responsabilidad penal correspondiente recaerá sobre las personas
de que hablan los artículos anteriores.
ARTÍCULO 26. En ningún caso podrán figurar como directores, editores o res-
ponsables de artículos o periódicos, Jibros y demás publicaciones, personas que se
encuentren fuera de la República o que estén en prisión o en libertad prepara-
toria, o bajo caución, por delito que no sea de imprenta.
La infracción de esta disposición se castigará administrativamente, con multa
de veinticinco a cien pesos, siendo responsable de ella el regente de la imprenta o
taller de litografía, grabado o de cualquier otra clase en que se hiciere la publi-
cación, el director, regente o propietario del periódico en que se cometiere la in-
fracción, sin perjuicio de la responsabilidad penal que pueda resultar por contra-
vención a las disposiciones de los artículos t 9, 29 Y 39 de esta ley.
ARTÍcuLO 27. Los periódicos tendrán la obligación de publicar gratuitamente
las rectificaciones o respuestas que las autoridades, empleados o particulares quie-
ran dar a las alusiones que se tes hagan en artículos, editoriales, 'párrafos, reportaz-
gos o entrevistas, siempre que la respuestas se dé dentro de los ocho días siguientes
a la publicación, que no sea mayor su extensión del triple del párrafo o artículo en
que se contenga la alusión que se contesta, tratándose de autoridades, o del doble,
tratándose de particulares; que no se usen injurias o expresiones contrarias al de-
APÉNDICE 751

coro del periodista, que no haya ataques a terceras personas y que no se cometa
alguna infracción de la presente ley.
o Si la rectificación tuviere mayor extensión que la señalada, el periódico tendrá
obligación de publicarla íntegra; pero cobrará el exceso al precio que fije en su
tarifa de anuncios, cuyo pago se efectuará o asegurará previamente.
Las publicaciones de la respuesta, se hará en el mismo lugar y con la misma
clase de letra y demás particularidades con que se hizo la publicaci6n del articulo,
párrafo o entrevista a que la rectificaci6n o respuesta se refiere.
La rectificación o respuesta se publicará al día siguiente de aquél en que se
reciba, si se tratare de publicación diaria, o en el número inmediato, si se tratare
de otras publicaciones periódicas. '
Si la respuesta o rectificación se recibiere cuando por estar ya arreglado el tiro
no pudiere publicarse en los términos indicados, se hará en el número siguiente.
La infracción de esta disposición.se castigará con una pena que no baje de un
mes ni exceda de once, sin perjuicio de exigir al culpable la publicación corres-
pondiente, aplicando, en caso de desobediencia, la pena del artículo 904 del Códi-
go Penal del Distrito 'Federal.

ARTÍCULO 28. Cuando se tratare de imprenta, litografía, talleres de grabado o


de cualquier otro medio de publicidad pertenecientes a una empresa o sociedad, se
reputarán como propietarios, para los efectos de esta ley, a los miembros de la
junta directiva o a sus representantes en el país, en el caso de que dicha junta
resida en el extranjero.

ARTÍCULO 29. La responsabilidad criminal por escritos, libros, impresos, gra-


bados y demás objetos que se introduzcan a la República y en que haya ataques a
la vida privada, a la moral o a la paz pública, recaerá directamente sobre las per-
sanas que los importen, reproduzcan o expongan o, en su defecto, sobre los que los
vendan o circulen, a menos que éstos pruehen qué personas se los entregaron para
ese objeto.

ARTICULO 30. Toda sentencia condenatoria que se pronuncie con motivo de


un deli to de imprenta, se publicará a costa del responsable, si así lo exigiere el
agraviado. Si se tratare de publicaciones periodísticas, la publicación se hará en
el mismo periódico en que se cometió el delito, aunque cambiare de dueño, caati-
gándose al responsable en caso de resistencia, con la pena que establece el artícu-
lo 904 del C6digo Penal del Distrito Federal, sin perjuicio de que se compela
nuevamente a verificar la publicación bajo la misma pena establecida, hasta lograr
vencer dicha resistencia.
En toda sentencia condenatoria se ordenará que se destruyan los impresos, gra-
bados, litografías y demás objetos con que se haya cometido el delito] y tratándose
de instrumentos públicos, que se tilden de manera que queden ilegibles las palabras
o expresiones que Se consideren delictuosas.

ARTÍCULO 31. Los ataques a la vida privada, se castigarán:

l. Con arresto dc ocho días a seis meses y multa de cinco a cincuenta pesos,
cuando el ataque o injuria no esté comprendido en la fracción siguiente; .
n. Con pena de seis meses de arresto a dos años de prisión y multa de cien
a mil pesos, cuando el ataque o injuria sea de los que causen afrenta ante la
opinión pública o consista en una imputación o en apreciaciones que puedan per-
752 LAS CARANTfAS INDIVIDUALES

judicar considerablemente la honra, la fama o el crédito del injuriado, o compro-


meter de una manera grave la vida, la libertad o los derechos o intereses de éste,
o exponerlo alodio o al desprecio público.

Aln;cuLo 32. Los ataques a la moral se castigarán:

l. Con arresto de uno a once meses y multa de cien a mil pesos en los casos
de la fracción I del articulo 29 ;
11. Con arresto de ocho días a seis meses y multas de veinte a quinientos pesos,
en los casos de las infracciones n ynI del mismo artículo.

ARTICULO 33. Los ataques al orden o a la paz pública se castigarán:

l. Con arresto que no bajará de un mes o prisión que no excederá de un


año, en los casos de la fracción 1 del artículo 39 ;
11. En los casos de provocación a la comisión de un delito, si la ejecución de
éste siguiese inmediatamente a dicha provocación, se castigará con la pena que la
ley señala para el delito cometido, considerando la publicación como circunstancia
agravante de cuarta clase. De lo contrario, la pena no bajará de la quinta parte ni
excederá de la mitad de la que correspondería si el delito se hubiere consumado;
FH. Con una pena que no bajará de tres meses de arresto, ni excederá de
dos años de prisión, en los casos de injurias contra el Congreso de la Unión o
alguna de las Cámaras, contra la Suprema Corte de Justicia de la Nación, con,tra
el Ejército, la Armada o Guardia Nacional o las instituciones que de aquél y éstas
dependan;
IV. Con la pena de seis meses de arresto y un año y medio de prisión y
multa de cien a mil pesos, cuando se trate de injurias al Presidente de la Repú-
blica, en el acto de ejercer sus funciones o con motivo de ellas;
V. Con pena de tres meses de arresto a un año de prisión y multa de cin-
cuenta a quinientos pesos, las injurias a los Secretarios de Despacho, al Proeurador
General de la República o a los directores de los Departamentos federales, a los
gobernadores del Distrito y Territorios Federales, en el acto de ejercer sus funcio-
nes o con motivo de ellas, o a los tribunales, legislaturas y gobernadores de los
Estados, a éstos con motivo de sus funciones;
VI. Con arresto de uno a seis meses y multa de cincuenta a trescientos pesos,'
las injurias a un magistrado de la Suprema Corte, o a un magistrado de circuito y
del Distrito Federal o de los Estados, juez de distrito o del orden común, ya sea del
Distrito Federal, de los Territorios o de los Estados, a un individuo del Poder
Legislativo Federal o de los Estados, o a un general o coronel) en el acto de ejer-
cer sus funciones o con motivo de' ellas, o contra cualquiera otro cuerpo público
colegiado, distinto de los mencionados en las cuatro fracciones anteriores, ya sea de .
la Federación o de los Estados. Si la injuria se verificase en una sesión del Con-
greso o en una audiencia de un tribunal, o se hiciere a los generales o coroneles
en una parada militar o estando al frente de sus fuerzas, la pena será de dos meses
de arresto a dos años de prisión y multa de doscientos a dos mil pesos;
VII. Con arresto de quince días a tres meses y multa de veinticinco a dos-
cientc spesos, al que injurie al que mande una fuerza pública, a uno de sus agentes
o de la autoridad, o a cualquiera otra persona que tenga carácter público y no
sea de las mencionadas en las cuatro fracciones anteriores, en el acto de ejercer
sus funciones o con motivo de ellas;
APÉNDICE 753

VIII. Con la pena de uno a once meses de arresto y multa de cincuenta a


quinientos pesos, en los casos de injurias a las naciones amigas, a los jefes de
ellas, o a sus representantes acreditados en el país,
IX. Con una pena de dos meses de arresto a dos años de prisión, en los
casos de la fracción III del artículo tercero.

-ARTÍCULO 34. Siempre que la injuria a un particular o a un funcionario pú-


blico se haga de un modo encubierto, o en términos equívocos, y el reo se niegue
a dar una explicación satisfactoria a juicio del juez, será castigado con la. pena
que le correspondería si el delito se hubiere cometido sin esa circunstancia. Si se
da explicación satisfactoria no habrá lugar a pen-a alguna.

ARTÍCULO 35. Se necesita querella de la parte ofendida para proceder contra


el autor del delito de injurias.
Si la ofensa es a la nación o a alguna entidad federativa, al Presidente de la
República, al Congreso de la Unión o a alguna de sus Cámaras, a la Suprema
Corte de Justicia, al Ejército, Armada o Guardia Nacional o a las instituciones
dependientes de aquél o-éstas, la querella será presentada por el Ministerio Público,
con excitativa del gobierno o sin ella. Si la injuria es a cualquier otro funciona-
rio, el Ministerio Público presentará también la querella, previa excitativa del ofen-
dido. Si la ofensa es a, una nación amiga, a su gobierno o a sus representantes
en el país, el Ministerio Público procederá también a formular la queja, previa
excitativa del gobierno mexicano. .
Cuando la ofensa se haga a cuerpos colegiados privados, su representante legiti-
mo presentará la querella correspondiente.

ARTÍCULO 36. Esta ley será obligatoria en el Distrito Federal y Territorios, en


lo que concierne a los delitos del orden común previstos en ella, y en toda la
República por lo que toca a los delitos de la competencia de los Tribunales Fe-
derales.

TRANSITORIO

Esta ley comenzará a regir desde el día quince del presente mes.
Por tanto, mando se imprima, publique, circule y se le dé él debido cumpli-
miento.
Dada en el Palacio Nacional de la ciudad de México, a los nueve días del 'mes
de abril de mil novecientos diez y siete.-V. CARRANZA. República.-Al ciuda-
dano licenciado Manuel Aguirre Berlanga, Subsecretario Encargado del Departa-
mento de Gobemaeión.-Presente.
APÉNDICE

II

DECLARACIÓN UNIVERSAL DE DERECHOS HUMANOS

Proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas


el 10 de diciembre de 1948

Considerando que la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base


el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienable!
de todos los miembros de la familia humana;
Considerando que el desconocimiento y el menosprecio de los derechos huma-
nos han originado actos de barbarie ultrajantes para la conciencia de la humani-
dad; y que se ha proclamado, como la aspiración más elevada del hombre, el ad-
venimiento de un mundo en que los seres humanos, liberados del temor y de la
miseria, disfruten de la libertad de palabra y de la libertad de creencias;
Considerando esencial que Jos derechos humanos sean protegidos por un régi-
men de Derecho, a fin de que el hombre no se vea compelido al supremo recurso
de la rebelión contra la tiranía y la opresión;
Considerando también esencial promover el desarrollo de relaciones amistosas
entre las naciones;
Considerando que los pueblos de las Naciones Unidas han reafirmado en la
Carta, su fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor
de la persona humana y en la igualdad de derechos de hombres y mujeres; y se
han declarado resueltos a promover el progreso social y a elevar el nivel de vida
dentro de un concepto más amplio de la libertad;
Considerando que los Estados miembros se han comprometido a asegurar, en
cooperación con la Organización de las Naciones Unidas, el respeto universal y
efectivo a los derechos y libertades fundamentales del hombre ~ y
Considerando que una concepción común de estos derechos y libertades es de
la mayor importancia para el pleno cumplimiento de dicho compromiso.

La Asamblea General

Proclama la presente Declaración Universal de Dereclios Humanos como ideal


común por el que todos los pueblos y naciones deben esforzarse, a fin de que tanto
los individuos como las instituciones, inspirándose constantemente en ella, pro-
muevan, mediante la enseñanza y la educación, el respeto a estos derechos y liber-
tades, y aseguren, por medidas progresivas de carácter nacional e internacional, su
reconocimiento y aplicación universales y efectivos, tanto entre los pueblos de los
Estados miembros como entre los de los territorios colocados bajo su jurisdicción.
756 LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

ARTICULO 1. Todos los seres humanos nacen libres, e iguales en dignidad y


derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse frater-
nalmente los unos con los otros.

ARTICULO 2. 1. Toda persona tiene todos los derechos y libertades proclama-


dos en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, reli-
gión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición
económica, nacimiento o cualquier otra condición.
2. Además, no se hará distinción alguna fundada en la condición política,
jurídica o internacional del país o territorio de cuya jurisdicción depende una
persona, tanto si se trata de un país independiente, como de un territorio bajo
administración fiduciaria, no autónomo o sometido a cualquier otra limitación de
soberanía.

ARTÍCULO 3. Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la se-


guridad de su persona.

ARTÍCULO 4. Nadie estará sometido a esclavitud ni a servidumbre; la esclavi-


tud y la trata de esclavos están prohibidas en todas sus formas.

ARTÍCULO 5. Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, in-


humanos o degradantes.

ARTÍCULO 6. Todo ser humano tiene derecho, en todas partes, al reconoci-


miento de su personalidad jurídica.

ARTÍCULO 7. Todos son iguales ante la ley y tienen, sin distinción, derecho a
igual protección de la ley. Todos tienen derecho a igual protección contra discri-
minación que infrinja esta Declaración y contra toda provocación a tal discrimi-
nación.

ARTÍCULO 8. Toda persona tiene derecho a un recurso efectivo, ante los tribu-
nales nacionales competentes, que la ampare contra actos que violen sus derechos
fundamentales reconocidos por la Constituci6n o por la ley.

ARTícULO 9. Nadie podrá ser arbitrariamente detenido, preso ni desterrado.

ARTÍCULO 10. Toda persona tiene derecho, en condiciones de plena igualdad,


a-ser oída públicamente y con justicia por un tribunal independiente e imparcial;
para la determinación de sus derechos y obligaciones o para el examen de cualquier
acusación contra ella en materia penal.

ARTícULO 11. 1. Toda persona acusada de delito tiene derecho a que se pre-
suma su inocencia mientras no se pruebe su culpabilidad, conforme a la ley y en
juicio público en el que se le hayan asegurado todas las garantías necesarias para
su defensa.
2. Nadie será condenado por actos ti omisiones que en el momento de come-
terse no fueron delictivos según el Derecho nacional o internacional. Tampoco se
impondrá pena más grave que la aplicable en el momento de la comisi6n del delito.

ARTÍCULO 12. Nadie será objeto de injerencias arbitrarias en su vida privada,


su familia, su domicilio o su correspondencia, ni de ataques a su honra O a su
APÉNDICE 757

reputación. Toda persona tiene derecho a la protección de la ley contra tales


injerencias o ataques.

ARTÍCULO 13. 1. Toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir


su residencia en el territorio de un Estado.
2. Toda persona tiene derecho á. salir de cualquier país, incluso del propio,
y a regresar a su país.

ARTÍCULO 14. 1. En caso de persecución, toda persona tiene derecho a bus-


car asilo, y a disfrutar de él, en cualquier país.
2. Este derecho no podrá ser invocado contra una acción judicial realmente
originada por delitos comunes o por actos opuestos a los propósitos y principios de
las Naciones Unidas.
ARTÍCULO 15. 1. Toda persona tiene derecho a una nacionalidad.
2. A nadie se privará arbitrariamente de su nacionalidad ni del derecho a
cambiar de nacionalidad.

ARTÍCULO 16. 1. Los hombres y las mujeres, a partir de la edad núbil, tienen
derecho, sin restricción alguna por motivos de raza, nacionalidad o religión, a ca-
sarse y fundar una familia; y disfrutarán de iguales derechos en cuanto al matri-
manía, durante el matrimonio y en caso de disolución del matrimonio.
2. Sólo mediante libre y pleno consentimiento de Jos futuros esposos podrá
contraerse el matrimonio.
3. La familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene de-
recho a la protección de la sociedad y del Estado.

ARTÍcuLO 17. 1. Toda persona tiene derecho a la propiedad, individual y


colectivamente.
2. Nadie será privado arbitrariamente de su propiedad.

ARTICULO 18. Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de


conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o
de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual
y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica,
el culto y la observancia.

ARTICULO 19. Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de ex-


presión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el
de investigar y recibir información y opiniones, y el de difundirla, sin limitacio-
nes de fronteras, por cualquier medio de expresi6n.

ARTICULO 20. 1. Toda persona tiene derecho a la libertad de .reunión y de


asociación pacíficas.
2. Nadie podrá ser obligado a pertenecer a una asociación.

ARTICULO 21. l. Toda persona tiene derecho a participar en el gobierno de


su país, directamente o por medio de representantes libremente escogidos.
2. Toda persona tiene el derecho de acceso, en condiciones de igualdad, a las
funciones públicas de su país.
3. La voluntad del pueblo es la base de la autoridad del poder público; esta
voluntad se expresará mediante elecciones auténticas que habrán de celebrarse pe-
758 LAS GARANTÍAS INDIVIDUAI"ES

riódicamente, por sufragio universal e igual y por voto secreto y otro procedimiento
equivalente que garantice la libertad del voto.

ARTÍCULO 22. Toda persona, como miembro de la sociedad, tiene derecho a la


seguridad social, y a obtener, mediante el esfuerzo nacional y la cooperación inter-
nacional, habida cuenta de la organización y los recursos de cada Estado, la satis-
facción de los derechos económicos, sociales y culturales, indispensables a su digni-
dad y al libre desarrollo de su personalidad.

ARTICULO 23. 1. Toda persona tiene derecho al trabajo, a la libre elecci6n


de su trabajo, a condiciones equitativas y satisfactorias de trabajo y a la protección
contra el desempleo.
2. Toda persona tiene derecho, sin discriminación alguna, a igual salario por
trabajo igual.
3. Toda persona que trabaja tiene derecho a una remuneración equitativa y
satisfactoria, que le asegure, así como a su familia, una existencia conforme a la
dignidad humana y que será completada, en caso necesario, por cualesquiera otros
medios de protección social.
4. Toda persona tiene derecho a fundar sindicatos y a sindicalizarse para la
defensa de sus intereses.

ARTícULO 24. Toda persona tiene derecho al descanso, al disfrute del tiempo
libre, a una limitación razonable de la duración del trabajo y a vacaciones perió-
dicas pagadas.

ARTÍCULO 25. 1. Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado


que le asegure, así como a su familia, la salud y el biénestar, y en especial la ali-
mentación, el vestido, la vivencia, la asistencia médica y los servicios sociales ne-
cesarios; tiene asimismo derecho a los seguros en caso de desempleo, enfermedad,
invalidez, viudez, vejez u otros casos de pérdida de sus medios de subsistencia por
circunstancias independientes de su voluntad.
2. La maternidad y la infancia tienen derecho a cuidados y asistencia especia.
les. Todos los niños, nacidos de matrimonio o fuera de matrimonio, tienen derecho
a igual protección social.

ARTICULO 26. 1. Toda persona tiene derecho a la educaci6n. La educaci6n


debe ser gratuita, al menos en lo concerniente a la instrucción elemental y funda-
mental.' La instrucción elemental será obligatoria. La instrucción técnica y profe-
sional habrá de ser generalizada; el acceso a los estudios superiores será igual para
todos, en función de los méritos respectivos.
2. La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad hu-
mana y el fortalecimiento del respeto a los derechos humanos y a las libertades
fundamentales j favorecerá la comprensión, la tolerancia y la amistad entre todas
las naciones y todos los grupos étnicos o religiosos; y promoverá el desarrollo de las
actividades de las Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz.
3. Los padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación que
habrá dc darse a sus hijos. .

ARTICULO 27. 1. Toda persona tiene derecho a tomar parte libremente en la


vida cultural de la comunidad, a gozar de las artes y a participar en el progreso
científico y en los beneficios que de él resulten.
A PÉ N DIe E 759

2. Toda persona tiene derecho a la protección de los intereses morales y mate-


riales que le correspondan por razón de las producciones científicas, literarias o
artísticas de que sea autora.

ARTÍCULO 28. Toda persona tiene derecho a que: se establezca un orden social
e internacional en el que los derechos y libertades proclamados en esta Declaración
se hagan plenamente efectivos.

ARTÍCULO 29. 1. Toda persona tiene deberes respecto a la comunidad puesto


que sólo en ella puede desarrollar libre y plenamente su personalidad.
2. En el ejercicio de sus derechos y en el disfrute de sus libertades, toda per-
sona estará solamente sujeta a las limitaciones establecidas por la ley con el único
fin de asegurar el reconocimiento y el respeto de los derechos y libertades de los
demás, y de satisfacer las justas exigencias de. la moral, del orden público y del
bienestar general en una sociedad democrática.
3. Estos derechos y libertades no podrán en ningún caso ser ejercidos en opo-
sición a los propósitos y principios de las Naciones Unidas.

ARTícULO 30. Nada en la presente Declaración podrá interpretarse en el sen-


tido de que confiere derecho alguno al Estado, a un gnIpo o a una persona, para
emprender y desarrollar actividades o realizar actos tendientes a la supresión de
cualquiera de los derechos 'y libertades proclamados en esta Declaración.
AP~NDICE

III

PROYECTO DE LEY CONSTITUCIONAL


DE GARANTIAS INDIVIDUALES
LIBERTAD
ARTícULO I ~ En ningún punto de los Estados Unidos Mexicanos se podrá
establecer la esclavitud; los esclavos de otros países quedan en libertad por el
hecho de pisar el territorio de la nación.

ARTÍCULO 2~ Ninguna ley civil podrá reconocer un contrato en que se


obligue a alg-uno a un servicio personal que oase de tres años. o de cinco en caso
de aprendizaje; ni en el que se transfiera a un particular el derecho de imponer
penas) el cual es privativo de la autoridad pública.

ARTÍCULO 39 A nadie puede privarse del derecho de escoger el lugar de su


residencia, de mudarlo cuando le convenga, y de transportar fuera de la Re-
pública su persona y sus bienes, salvo el derecho de tercero y el cumplimiento
de los deberes del empleo o encargo que ejerza.

ARTÍCULO 4? A nadie puede molestarse por sus opmlOnes. Su exposición


sólo podrá ser calificada de delito en el caso de provocación o algún crimen,
de ofensa de los derechos de un tercero, o la perturbación del orden público,
en cuyo último caso este delito se considerará como un delito contra la policía.
La libertad de imprenta se arreglará por la respectiva ley constitucional.

ARTÍCULO 5':' La correspondencia y los papeles privados sólo pueden ser


registrados por disposición de la autoridad judicial, y ésta no decretará el registro
en materia criminal, sino en el caso de que haya datos suficientes para creer
que en ellos se contiene la prueba de algún delito, y entonces el registro se veri-
ficará a presencia del interesado, a quien se devolverá su carta o papel en el
acto, dejando sólo testimonio de lo conducente: la parte interesada tiene dere-
cho de que en ese testimonio se inserte todo lo que ella señale. La correspon-
dencia escrita por las personas incomunicadas, y la que se aprehenda procedente
de algún punto enemigo, pueden ser registradas por la autoridad política y en
ausencia del interesado, sin violar el secreto de los negocios puramente privados.

ARTÍCULO 6':' Todo empleado del correo, convencido de haber violado la


seguridad de la correspondencia o auxiliado su violación, además de la pena
que la ley señale, sufrirá la de destitución e inhabilidad para obtener empleo.
762 LAS GARANTÍAS INDrvmuALEs

ARTÍCULO 7? Ninguno será aprehendido sino por los agentes que la ley
establezca o por las personas comisionadas al efecto, y en virtud de orden
escrita del juez de su propio fuero o de la autoridad política respectiva) y
cuando contra él obren indicios por los cuales se presuma -ser reo de detenni-
nado delito que se haya cometido.

ARTÍCULO 8? El delincuente in fraganti, el reo que se fuga y el ausente


que se exhorta por pregones públicos, pueden ser aprehendidos por cualquier
particular, quien en el acto los presentará a la autoridad política.

ARTÍCULO 9? La autoridad judicial puede librar órdenes para la aprehen-


sión de reos de otro fuero, siempre que aparezcan como cómplices de algún
delito de su conocimiento, poniendo al detenido dentro de 48 horas a disposición
del juez competente.

ARTÍCULO lO. La autoridad política deberá poner los detenidos a disposi-


ción del juez de la causa) dentro del mismo término. Pasado éste, el juez podrá
reclamar la entrega del detenido y de los datos que obren contra él; Y si no los
recibiere, dentro de 24 horas después de pedidos, dará la orden de libertad de
aquél la cual será obedecida por el encargado de la custodia del supuesto reo,
sin pponer pretexto alguno a no ser que antes haya recibido orden de dejar
al reo a disposición de algún juez.

ARTÍCULO 11. Nadie puede ser detenido por la autoridad judicial más de
tres' días, o de cinco si el juez de la causa fue el aprehensor, sin que provea
el auto motivado de prisión; para el cual se requiere que esté averiguado el
cuerpo del delito; que haya datos suficientes para creer que el detenido es res-
ponsable, y que se le haya tomado su declaración preparatoria,. impuesto de la
causa de su prisión y de quien es su acusador, si lo hubiese.

ARTÍCULO 12. En el = 0 de que se mande hacer la aprehensión de un


acusado que se ausente, luego que se verifique sin sacarlo del lugar donde fue
habido, la autoridad política, dentro de las 24 horas siguientes a la que se le
comunique la aprehensión, pondrá al acusado a disposición de la autoridad
judicial, remitiéndole todos los datos que obren contra él. Si ésta creyese que
debe continuar aquella providencia, dispondrá de la traslación del reo, cuando
más tarde al día siguiente de haber recibido los datos; y entonces deberá pro-
veer el auto de bien preso, dentro de 48 horas, contadas desde la en que el
reo llegare al lugar de la residencia del juez. Será de la responsabilidad de las
autoridades políticas, en el caso de que .este artículo trata, proporcionar los auxi-
líos necesarios para la conducción del reo con la prontitud conveniente para
que no sufra dilaciones vejatorias.

ARTÍCULO 13. El reo sometido a la autoridad judicial, que pasados los


términos legales no hubiese sido declarado bien preso, podrá ocurrir a la autori-
dad judicial superior, y ésta decidirá el recurso dentro de 24 horas.

ARTícULO 14. La detención que excede de los términos legales es arbitraria,


y hace responsable a la autoridad que la comete, y a la judicial que la deja sin
castigo. El funcionario público que por tercera vez sea condenado por detención
arbitraria, además de la pena que las leyes establecieren, sufrirá la de quedar
inhábil para todo empleo público.
APÉNDICE 763

ARTÍCtJLO L~. Se arreglarán las prisiones de manera que los deterudos estén
separados de los presos y que a ninguno se obligue a la comunicación con los
demás presos o detenidos; y ni a unos ni a otros podrá sujetarse a tratamiento
alguno que importe una pena. Las leyes fijarán los trabajos útiles a que puede
obligarse a los presos y los medios estrictamente necesarios para la seguridad de
las prisiones.

ARTícULO 16. En 105 delitos que 'las leyes no castiguen con pena- oorporat,
se pondrá al reo en libertad bajo fianza.

ARTÍCULO 17. La detención se verificará en el lugar de la residencia del


acusado; y después de declarado bien preso sólo podrá trasladarse al lugar de la
residencia de su juez. Por causa de inseguridad, de oficio o a petición de la res-
pectiva autoridad política, el juez de la causa podrá disponer la traslación
del reo a la cárcel segura más inmediata, quedando en todo caso el preso a las
exclusivas órdenes de su juez.

ARTÍCULO 18. En todo proceso criminal el acusado tiene derecho de que


se le hagan saber cuantas constancias obren contra él; de que se le permita el
careo con los testigos cuyo dicho le perjudique, y de que después de rendidas
las pruebas se escuche su defensa. Ninguna ley puede restringir ésta a determi-
nadas personas, ni a cierta clase de argumentos .

ARTÍCULO 19. Todas las causas criminales serán públicas, al menos desde
que concluya la sumaria; son excepción de los casos en que la publicidad sea
contraria a la moral pública.

ARTÍCULO 20. A nadie se tomará juramento sobre hecho propio en causa


criminal, quedando prohibido usar el tormento y de cualquiera otro género de
apremio para la averiguación de la verdad.

ARTÍCULO 21. Quedan prohibidas las marcas, la. mutilación, los azotes, la
infamia trascendental, y la confiscación de bienes. Los Estados establecerán
a la mayor. brevedad el régimen penitenciario. La pena de muerte no podrá
establecerse más que para el homicida con ventaja o con premeditación, para
el salteador, el incendiario, el parricida, el traidor a la Independencia, el auxiliar
de un enemigo extranjero. y el que hace armas contra el orden constitucional, y
para los delitos militares que fije la ordenanza del ejército.

ARTiCULO 22. Ni la pena de muerte ni ninguna otra grave puede impo-


nerse. sino en virtud de pruebas que acrediten plenamente la criminalidad del
acusado, ni ejecutarse sin la revisión de un juez de segunda instancia.

ARTÍCULO 23. A nadie puede imponerse una pena si no es por la autoridad


judicial competente, en virtud de una ley anterior al acto prohibido y previas
las formalidades establecidas por la misma para. todos los procesos, sin que
puedan establecerse tribunales especiales ni leyes retroactivas. La autoridad
pública sólo podrá castigar las faltas de su resorte, con las penas pecuniarias,
de reclusión y suspensión de empleo para que lo faculte expresamente la ley.
764 LAS GARANTÍAS lNDIYIDUALES

ARTÍCULO 24. El cateo de las habitaciones sólo podrá verificarse en virtud


de orden escrita de la autoridad política superior de cada lugar, o del juez del
fuero del dueño de la casa y mediante una información sumaria de la cual
resulten datos fundados de que en ella se encuentra algún criminal o las pruebas
o materia de algún delito.

PROPIEDAD
ARTícULO 25. Todo habitante de la República tiene libertad para emplear
su trabajo O capital en el giro o profesión honesta que mejor le parezca, some-
tiéndose a las disposiciones generales que las leyes establecen para asegurar el
buen servicio público; sin que pueda restringirse a cierto número el ejercicio
y enseñanza de las profesiones.

ARTícULO 26. A nadie puede privarse de su propiedad ni del libre uso y


aprovechamiento de ella, sea que consista en bienes, en derechos o en el ejer-
cicio de alguna profesión, si no es por sentencia judicial. Los empleos y cargos
públicos no pueden considerarse como la propiedad de las personas que los
desempeñan; sobre el tiempo de su duración y la manera de perderlos se estará
a lo que dispongan las leyes comunes.

ARTÍCULO 27. La ocupación por causa de utilidad pública sólo puede veri-
ficarse en el caso de que sea .indispensable para la realización de alguna obra
de interés general, y entonces deberá preceder la aprobación del Senado y en su
receso del consejo de gobierno si se decretase por el poder general, y de la autori-
dad que designe la constitución del Estado si se hiciere por algunos de éstos,
indemnizándose siempre a la parte interesada previamente ~a juicio de hombres
buenos, elegidos por ella y el gobierno. La discordia se dirimirá por un tercero
nombrado por ambos y en su defecto por el Tribunal Superior de Justicia.

ARTÍCULO 28. La ocupación de las armas y municiones, víveres, vestuarios


y bagajes que se necesitaren para el servicio urgente de una división militar,
se hará por medio de la autoridad judicial y con los requisitos que siguen:
l i? Deberá constar por el acuerdo de una junta de guerra que dichos objetos
son absolutamente precisos para el servicio y que no se pueden procurar por
medio de contratos; 2? Se deberá fijar la indemnización a juicio de peritos
antes de llevar al cabo la ocupación; 3i? Si su pago no pudiere hacerse al
contado, se entregará una constancia que así 10 acredite y que se recibirá como
dinero efectivo en. cualquiera oficina de la federación. En todo caso en que
haya lugar a este género de expropiación, se seguirá una causa con el fin de
averiguar si hubo exceso en la aplicación de esta ley y' de hacer efectiva la
responsabilidad del funcionario, por cuya culpa no se encontró la fuerza surtida
de los efectos que ocupó.

ARTICULO 29. Quedan prohibidas las contribuciones conocidas con el nom-


bre de préstamos forzosos y todas las que como ellas se impongan sobre personas
determinadas. Todo impuesto, sea sobre las personas o las propiedades, debe
establecerse sobre principios generales. Todos los habitantes del territorio están
igualmente obligados a contribuir para los gasteis públicos. Respecto de los
extranjeros, se respetarán las exenciones concedidas en los tratados, sin que
APtNDICE 765

en lo sucesivo puedan estipularse otras nuevas ni prorrogarse "las antiguas,


cuando por cualquier causa dejaren de tener valor.

ARTíCULO 30. No habrá otros privilegios que los concedidos a los autores o
perfeccionadores de alguna industria y éstos serán por determinado tiempo;
procurando la autoridad pública comprar para uso común los descubrimientos
útiles a la sociedad.

ARTícULO 31. Toda diferencia suscitada entre particulares, sobre asuntos de


intereses, será decidida o por árbitros que ellos elijan, o por los jueces y tribu-
nales establecidos con generalidad y por las leyes anteriores al hecho de que
proceda la obligación, sin que los poderes legislativos y ejecutivo puedan avo-
carse el conocimiento de una causa civil o criminal, abrirla de nuevo, ni mez-
clarse en su substanciación o decisión.

ARTÍCULO 32. Además, tanto los negocios civiles como los criminales obser-
varán las siguientes reglas: l~ Nunca podrá haber más de tres instancias; 2~ La
nulidad sólo procede de la falta de alguna de las solemnidades esenciales de
los juicios: se limita a la reposición del proceso y trae consigo la responsabilidad;
3~ Ninguno que haya sido juez en una instancia podrá serlo en otra; 4~ Todo
cohecho o soborno produce acción popular; 5~ Ningún juez puede con título
alguno representar ni defender los derechos de otro, a no ser que sea su hijo
o su padre; 6~ Todo juez de derecho es responsable.

IGUALDAD

ARTÍCULO 33. La ley, sea que obligue, que premie o castigue, debe hacerlo
con generalidad, salvo el derecho de conceder premios y recompensas personales.
los que hubieren hecho grandes servicios públicos.
ARTÍCULO 34. En ningún Estado, ni en la Unión; podrán establecerse nin-
gu.na clase de distinciones civiles ni políticas, por razón del nacimiento, ni del
ongcn o raza.

ARTÍCULO 35. Por ningún delito se pierde el fuero común.

ARTÍCULO 36. Se prohibe el establecimiento de los mayorazgos y vincu-


laciones.

ARTícULO 37. Nunca podrán establecerse empleos ni cargos vendibles, ni


hereditarios, ni título alguno de nobleza. Los tratamientos y consideraciones
decretados a los funcionarios, serán en razón del empleo y no podrán conce-
derse para después de haber cesado en sus funciones, a excepción de lo dispuesto
en la constitución sobre el fuero del Presidente y de los individuos de las
cámaras.

CASO DE EXCEPCIÓN
ARTÍCULO 38. En el caso de revolución interior bastante grave o de in-
vasión extranjera, el congreso general podrá decretar la suspensión de la garantía
convenida en el artículo 10, con las siguientes condiciones: 1~ Que sea por un
766 LAS GARA~TíAS INDIVmU~LES

tiempo fijo y que no palie de 3 meses; 2l,l Que se exprese el territorio en que
ha de ejercerse; 3~ Que quedan vigentes todas las otras garantías relativas a la
detención. En el caso de que la invasión o sedición tengan lugar repetidamente,
podrá decrctarsc la suspensión por las legislaturas de los Estados y por el consejo
de gobierno, con obligación de dar luego cuenta las primeras al congreso ge-
neral, y de convocarlo inmediatamente el segundo a sesiones extraordinarias
para que resuelva lo conveniente.

DISPOSICIONES GENERALES
ARTÍCULO 39. Estas garantías son generales: comprenden a todos los ha-
bitantes de la República, y obligan a todas las autoridades que existen en ella.
Únicamente queda sometido a,10 que dispongan las leyes comunes generales:
ll? El modo de proceder contra los militares en los delitos cometidos en el
servicio militar; 2~ Las reglas a que ha de someterse la entrada y permanencia
de los extranjeros en el país, y el derecho de éstos para el ejercicio de las
profesiones y giros, gozando en todo lo demás de las garantías que esta ley
consigna.

ARTÍcuLe 40. Cualquier atentado contra estas garantías de parte de los


funcionarios del poder ejecutivo o judicial, es causa de responsabilidad, pro-
duce acción popular y debe castigarse de oficio. Al efecto, en todo proceso o
expediente en que se advierta alguna infracción, deberá mandarse sacar copia
de lo conducente, y remitirse a la autoridad competente para que ésta proceda
a exigir la responsabilidad del que aparezca culpable: en estas causas no habrá
lugar al sobreseimiento.

ARTÍCULO 41. Para sólo efecto de la responsabilidad, el poder ejecutivo y


legislativo, podrán pedir copias de los procesos, y mandar que se visiten los
tribunales. La visita puede ser ' decretada para los tribuanles de circuito y
distrito, por el gobierno ° por la Suprema Corte de Justicia; para ésta, por
el gobierno o por la Cámara de Diputados, y para los tribunales de los Estados,
por las autoridades que designen las leyes respectivas de éstos.

Sala de Comisiones del Senado.-México, 29 de enero de 1849.-0Iero.-


Robredo.-Ibarra.
APÉNDICE

IV .

PROYECTO DE LEY DE GARANTIAS PRESENTADO POR rOS~ MA


LAFRAGUA AL CONGRESO CONSTITUYENTE, EN LA SESIÓN DEL
3 DE MAYO DE 1847
"El Congreso constituyente, en cumplimiento del artículo 4i? de la Ar.ta de
reformas a la Constitución Federal, decreta la siguiente ley constitucional:

ARTÍcuLO l s Todos los habitantes de la República son libres, y los esclavos


que pisen su territorio quedan en libertad por el mismo hecho.
2C? Ninguno puede ser molestado por sus opiniones y de conformidad con
el artículo 3,1 de la Acta constitutiva, todos pueden imprimirlas y publicarlas
sin necesidad de previa censura. No se exigirá fianza a los autores, editores o
impresores.
3~ Se abusa de la libertad de imprenta atacando la religión, la indepen-
dencia y la vida privada. En todo juicio sobre estos delitos intervendrán jueces
del hecho, que harán la calificación de acusación y de sentencia, advirtiéndose
que en estos casos no hay complicidad, y la responsabilidad es individual del
escritor o del editor) si no exhibiere la responsiva; una ley secundaria regla-
mentará el ejercicio de la libertad. de imprenta.
4~ Cualquier habitante de. la República tiene derecho de viajar por su
territorio) de mudar su residencia cuando le convenga) y transportar fuera de
ella su persona y sus bienes salvo en todo caso el derecho de tercero y cuando
quiera eludir las obligaciones que tiene de contribuir a la defensa y a los
gastos de la Nación.
5~ La leyes una para todos, y de ella emana la potestad de los que man-
dan y las obligaciones de los que obedecen. La autoridad pública no puede
más que lo que la ley concede, y el súbdito puede lodo lo que ella no le prolúbe.
6C? Por ningún delito se perderá el fuero común.
7~ Las leyes, sea que manden, premien o castiguen) deben hacerlo con
generalidad.
8? Queda prohibido todo privilegio para ejercer exclusivamente cualquier
género de industria o de comercio a excepción de los establecidos o que se
estableciesen en favor de los autores) perfeccionadores o introductores de algún
arte u oficio.
~ Quedan abolidos los monopolios relativos a la enseñanza y ejercicio de
las profesiones.
10. La enseñanza privada es libre, sin que el poder público pueda tener
más intervención que la de cuidar de que no se ataque la moral.
l l . Jamás podrán establecerse tribunales especiales ni procedimientos sin-
gulares que quiten a los acusados las garantías de las formas comunes.
768 LAS GARAl"'TÍAS INDMDUALES

12. Ninguno será aprehendido sino por los agentes o personas que la ley
establezca, y en virtud de orden escrita y firmada por juez de su propio fuero
o de la autoridad política respectiva, y cuando contra él obren indicios por
los cuales se presuma ser reo de un determinado delito que se ha cometido;
y no podrá ser detenido más de ocho días por la autoridad judicial, sin pro--
veer el auto de prisión ni más de 24 horas por la política, la cual lo entregará
dentro de ellas a su juez con los datos que tuviere.
l S. En caso de delito in [raganti, cualquiera puede- aprehender al delin-
cuente, debiendo entregarlo inmediatamente a la autoridad política o judicial
competente.
14. El edificio destinado a la detención debe ser distinto del de la pri-
mente a su disposición. Sólo en el caso la residencia del juez, y tanto el detenido
como el preso, quedarán exclusivamente a -su disposición. Sólo en el caso de
inseguridad por falta de edificio, podrá el juez señalar para la custodia de un
preso, uno que no esté en el lugar de su residencia.
15. El simple lapso de los términos fijados en el Art. 12, hace arbitraria
la detención y responsables a la autoridad que la comete y a la superior que
deja sin castigo este delito.
16. Nadie puede ser declarado bien preso~ sino por un auto motivado, del
que se dará copia al reo y a su custodio, y después de practicada una infor-
mación sumada, en la que se haya oído al primero y se le haya instruido de la
causa de su prisión, del nombre de su acusador, si lo hay, y de los datos que
contra él hubiere, de los cuales resulte que se cometió un delito determinado,
y que al menos hay una semiplena prueba para creer que el acusado 10 cometió.'
17. En cualquier estado de la causa en que aparezca que al reo no puede
imponerse pena corporal, será puesto en libertad, dando fianza.
18. Ni a los detenidos, ni a los presos, puede sujetarse a tratamiento al-
guno que importe una pena. Las leyes especificarán los trabajos útiles a que
los jueces pueden sujetar a los formalmente presos para su ocupación, y los
medios estrictamente necesarios para la seguridad de las prisiones.
19. Ninguno podrá ser estrechado por clase alguna de coacción para la
confesión del hecho por- que se le juzga.
20. En los procesos criminales, ninguna constancia será secreta para el
reo después del sumario, en cuyo estado todos los procedimientos serán públicos,
a excepción de los casos en que lo impidan la decencia y la moral. .
21. No será cateada la casa ni registrados los papeles de ningún individuo,
sino por el juez competente en los casos y fonna literalmente prevenidos en
las leyes, y cuando haya semiplena prueba de que esos actos pueden contribuir
al esclarecimiento del delito que se persigue.
22. Ninguna ley quitará a los acusados el derecho de defensa, ni los res-
tringirá a ciertas pruebas, ni a la elección de determinados defensores.
23. Al tomar la confesión al reo, se leerá íntegro el proceso, y si no cono-
ciere a los testigos, se le darán todas las noticias conducentes para que los
conozca.
24. La declaración preparatoria se recibirá por el juez dentro de los tres
primeros días que el reo esté a su disposición.
25. Quedan prohibidas la marca, los azotes, los palos y la mutilación.
26. Se establecerá a la mayor brevedad posible el régimen penitenciario.
27. Queda abolida la pena de muerte. Entretanto se establecen las peni-
tenciarías, podrá aplicarse únicamente al traidor a la independencia. al sal-
APÉNDICE 769
teador, ii incendiario, al parricida, y al homicida con alevosía, siempre que
haya una prueba de todo punto plena, y que no concurra ningua circunstancia
atenuante.
28. Para la instrucción de los procesos criminales se establece el juicio
por jurados en las 'capitales y demás pueblos que designen las Legislaturas
de los Estados. Una Ley general dictará las bases de esos juicios, y las legis-
laturas los reglamentarán.
29. La aplicación de las penas es propia de la autoridad judicial, y la
política sólo podrá imponer aquélla para que expresamente la faculta la ley,
y en los casos y modos que ella determine.
30. Cualquier falta de observancia en los trámites esenciales de un proceso,
produce la nulidad de éste y la responsabilidad del juez.
31. Toda prevariación por cohecho, soborno o baratería y las infracciones
de la Constitución y de las leyes constitucionales, producen acción popular
contra los funcionarios que las cometen.
32. Nadie puede ser privado de su propiedad, ni' turbado en el libre uso y
aprovechamiento de ella, ya consista en cosas, en acciones, en derechos o en el
ejercicio de alguna profesión o industria. Cuando algún objeto de utilidad pú-
blica exija la ocupación, el. interesado, será previamente indemnizado en los
términos que prevengan las leyes.
33. Las precedentes garantías son inviolables: cualquier atentado cometido
contra ellas hace responsable a la autoridad que lo ordena y al que lo ejecuta,
y debe ser castigado como delito común, cometido con abuso de la fuerza.
34-. Esta responsabilidad podrá exigirse en todo tiempo y a toda clase de
personas, y no podrán alcanzar a los culpados ni indulto, ni amnistía, ni cual-
quiera otra disposición, aunque sea del Poder Legislativo, que lo sustraiga de
los tribunales o impida que se haga efectiva la pena.
APE-NDlCE V

DECRETO POR EL QUE SE CREA LA COMISION NA(JIONAL DE DE-


RECHOS HUMANOS COMO UN ORGANO DESCON:CENTRADO DE
LA SECRETARIA DE GOBERNACION

CARLOS SAUNAS DE GORTARJ, Presidente Constisuoional de lo> Estados


Unidos Mexicanos, en ejercicio de la facultad que me confiere el artículo
89, fracción 1 de la C01IStitueión Polltica de lo> Estados Unidos Mexicanos
y cm fundamento en los artículo.> 17 y 27 de la Ley Orgánica de la Admi-
niJ/ración Pública F ederai,

CONSIDERANDO

Que el ,estado democrático moderno es aquel que garantiza la seguridad a


sus ciudadanos y aquellos extranjeros que se encuentren en su territorio, res-
peta y hacer respetar la ley, reconooe la pluralidad política y recoge la critica,
alienta a !a sociedad civil, evita que se exacerben los conflictos entre grupos y
promuevá la eficacia en sus relaciones con las diversas organizaciones políticas
y sociales.
Que es obligaci6n del Estado Mexicano preservar el orden, la paz y la esta-
bilidad social del país, salvaguardándo el pleno ejercicio de las garantías indi-
viduales y la vigencia del principio de legalidad en la ejecución de las atribucio-
nes de los órganos de gobierno,
Que es facultad del Poder Ejecutivo Federal de la determinación de las politl-
~as que aseguren la convivencia civilizada, el orden y la paz interna, bajo los prin-
cipios de respeto al Estado de Derecho y a lo. que garantizan la armonía y coope-
ración internacional.
Que la definici6n de políticas en materia de derecbos humanos se encuentra
hiatéricamente contenida en la Cons1ituci6n Política de los Estados Unidos Me-
xicanos, como garantías individuales y garantías sociales.
Que la observancia de políticas encaminadas al cumplimiento de los dere-
cho. humanos, requiere de la atención y respuesta al más alto nivel.
Que a la Secretaría de Cobernación le corresponde conducir la política inte-
rior que competa al Ejecutivo Federal, incluyendo la coordinaci6n y elecucíén
de acciones dirigidas a promover la salvaguarda de la. garantías individuales.
Que atendiendo a dichos ,planteafll:Ícntos se ha considerado conveniente crear
un órgano desconcentrado, adscrito al ámbito de competencia de la Secretaria
de Gobernación, con atribuciones en materia de derechos humanos, he tenido a
bien expedir el siguiente
772 LAS GARANTÍAS INDMDUALES

DECRETO

Artículo primero-s-Se crea la Comisión Nacional de Derechos Humanos


como un órgano desconcentrado de la Secretaría de Gobernación. La Comisión
estará adscrita directamente al titular de la dependencia.

Artículo segundo.-La Comisión Nacional de Derechos Humanos será el


órgano responsable de proponer y vigilar el cumplimiento de la política nacional
en materia de respeto y defensa a los derechos humanos. Con este propósito ins-
trumentará los mecanismos necesarios de prevención, atención y coordinación
que garanticen la salvaguarda de los derechos humanos de los mexicanos' y de
los extranjeros que se encuentren en el territorio nacional; esto último, en coor-
dinación con la Secretaría de Relaciones Exteriores.

Artículo tercero.-Para cumplir con las responsabilidades a que se refiere


el artículo anterior, la Comisión Nacional de Derechos Humanos tendrá las si-
guientes atribuciones: .
l. Proponer la política nacional en materia de respeto y defensa a los de-
rechos humanos ;
11. Establecer los mecanismos de coordinación que aseguren la adecuada eje-
cución de la 'política nacional de respeto y defensa a los derechos humanos;
111: Elaborar y ejecutar los programas de atención y seguimiento a los re-
clames sociales sobre derechos humanos;
IV. Elaborar y proponer programas preventivos en materia de derechos hu-
manes, en los ámbitos jurídicos; -educativo y cultural para la Administración
Pública Feleral;
V. Representar al Gobierno Federal ante los organismos nacionales y, en
coordinación con la Secretaria de Relaciones Exteriores, ante los internacionales,
en clestiones relacionadas con la promoción y defen-sa de los derechos humanos;
VI. Formular programas y proponer 'acciones que impulsen el cumplimiento
dentro del territorio. nacional de los tratados, convenios y acuerdos internaciona-
les signados por nuestro país.

Artículo cuarto.-La Comisión Nacional de Derechos Hwnanos estará a car-


go de un Presidente que será nombrado por el Titular del Ejecuetivo.

Artículo quinto.-El Presidente de la Comisión tendrá las siguientes facul-


tades:
l. Ejercer las atribuciones que este decreto confiere a la Comisión, coordi-
nándose, en su caso, con las demás autoridades que resulten competentes;
11. Coordinar los trabajos de la Comisión así como del Q~nseE..a que refiere
el áiticuio siguiente; .. . .
111. Instrumetnar, ejecutar y vigilar la aplicación de las poIlticas que se
establezcan en la materia ;
APÉND/J:E
773

IV. Definir las políticas y lineamientos para la coordinaci6n con las instan-
cias y organismos nacionales e internaoionaJes relacionados con 106 derechos
humanos;
V. Informar semestralmente al. Presidente de .la República sobre el desem-
peño de las funciones de la Comisi6n y, en general, de 106 resultados de las accio-
nes de protecci6n de 106 derechos humanos en el pala;
VI. Solicitar de acuerdo con las disposiciones legales aplicables a cualquier
autoridad del país la información sobre posibles violaciones de 106 derechos hu-
manos, que requiera para el eficaz desempeño de sus funciones;
VII. Hacer las recomendaciones y en su caso observaciones que resulten
pertinentes a las autoridades administrativas del país sobre violaciones a los de-
rechos humanos;
VIII. Las demás que le confieran expresamente otras disposiciones legales
y reglamentarias,

Artículo sexto.-Para el mejor desempeño de sus responsabilidades, la ea.


misión contará con un Consejo.
El Consejo estará integrado por aquellas personas que gocen de reconocido
prestigio en la sociedad y sean invitadas a tal efecto por el Ejecutivo Federal,
por conducto del Presidente de la Comisión, así como por aquellos servidores
públicos que determine el propio Ejecutivo.
El cargo de los' miembros del Consejo será honorario.
El Consejo será un cuerpo colegiado de examen y opinión de la problemá-
tica del respeto y defensa de los derechos humanos en el país y de los mexicanos
en el extranjero, con el propósito de proponer al Presidente de la Comisión las
directrices y lineamientos que se estimen pertinentes para su adecuada preven-
ción y tutela. .
Para la adecuada realización de sus responsabilidades, el Consejo se apoyará
en un Secretario Técnico designado por el Presidente de la República.

Artículo séptimo:-En el ejercicio de sus funciones el Presidente de la ea.


misi6n se auxiliará de un Secretario Ejecuticc que tendrá las siguientes funciones:
1. Someter a la consideración del Presidente de la omisi6n los programas
de trabajo del órgano;
11. Ejecutar y dar seguimiento a los acuerdos que dicte el Presidente de la
Comisión, así como a los que emanen del Consejo;
III. Proponer los mecanismos y procedimientos de coordinaci6n con los
poderes y los diferentes órdenes de ·gobierno que resulten necesarios para llevar
a cabo las funciones de la Comisión;
IV. Las demás que le señale el Presidente de la Comisi6n.

Artículo oclavo.-La Comisión Nacional de. Derechos Humanos contará asi-


mismo con un visíw.Ju.· que dependerá del Presidente de la Comisión y que
tendrá las siguientes funciones:
774 LAS GARANTÍAS INDMDUALES

l. Promover y fortalecer las relaciones de la Comisión con organismos pú-


blicos, sociales y privados, nacionales e internacíonales ; esto último en coordi-
nación con la Secretaria de Relaciones Exteriores;
11. Diseñar, proponer y desarrollar canales de comunicación y colaboración
con la sociedad Y" en las tareas de respeto y defensa de los derechos humanos;
IIl. Representar al Presidente de la Comisión en todos aquellos actos rela-
cionados con el desahogo de las funciones del 6rgano;
IV. Denunciar ante las autoridades competentes los actos de que conozca
que puedan comportar violaciones a los derechos humanos;
V. Las demás que le encomiende expresamente el Presidente de la Comisión.

TRANSITORIOS

Articulo primt'ro.-EJ presente decreto entrará en VIgor el día de su publi-


cación en el Diario Oficial de la Federación.

Artículo segundo.--Se" reforma el artículo 20. del Reglamento Interior de la


Secretaría de Gobernación, para quedar en los siguientes términos:
Artíc.ulo 20.- : .
Secretario.
Subescrctario de Gobierno y Desarrollo Político.

Artículo tercero.-Se deroga el artículo 15 del Reglamento Interior de la


Secretaría de Gobernación, así como las demás disposiciones que se opongan a
10 dispuesto por este decreto.

Artículo cuarto.-Los recursos con que actualmente cuenta la Dirección


General de Derechos Humanos de la Secretaria de Gobernación .pasarán a for-
mar parte del órgano desconcentrado que se crea por este ordenamiento.

Dado en la residencia del Poder Ejecutivo Federal, en la ciudad de México,


Distrito Federal, a los cinco días del mes de junio de mil novecientos noventa.-
Carlos Salinas de Gortan.-Rúbrica.-El Secretario de Gobernación, Fernando
Gutiérrez Barrios.-Rúbrica.-El Secretario de Relaciones Exteriores, Fernan-
do Solana Morales.-Rúbrica.
APtNDICE

VI

LEY DE LA COMISiÓN NACIONAL DE


DERECHOS HUMANOS!

CARLOS SALINAS DE CORTARI, Presidente Constitucional de los Estados Unidos


Mexicanos, a sus habitantes, sabed:
Que el H. Congreso de la Unión se ha servido dirigirme el siguiente

DECRETO:
"El congreso de los Estados Unidos Mexicanos, decreta:

LEY DE LA COMISiÓN NACIONAL DE


DERECHOS HUMANOS

TITuLO I

CAPITuLO ÚNICO

Disposiciones Generales
ARTIcuLO 12.-Esta leyes de orden público y de aplicación en todo el
territorio nacional en materia de Derechos Humanos, respecto de los mexi-
canos y extranjeros que se encuentren en el país, en los términos establecí-
dos por el apartado "B" del artículo 102 constitucional.
ARTICULO 22 .- La Comisión Nacional de Derechos Humanos es un or-
ganismo descentralizado, con personalidad jurídica y patrimonio propios que
tiene por objeto esencial la protección, observancia, promoción, estudio y
divulgación de los derechos humanos previstos por el jurídico mexicano.
ARTICULO 32.- La Comisión Nacional de Derechos humanos tendrá
competencia en todo el territorio nacional, para conocer de quejas relaciona-
das con presuntas violaciones a los derechos humanos cuando éstas fueren

I Publicada el 29 de junto de 1992 en el Diario Ofidal de la Federación.

775
776 1.AS GARANTíAS INorvmUAl.F..5

imputadas a autoridades y servidores públicos de carácter federal, con excep-


ción de los del Poder Judicial de la Federación.
Cuando en un mismo hecho, estuvieren involucrados tanto autoridades o
. servidores públicos de la Federación, como de las Entidades Federativas o Mu-
nicipios. la competencia se surtirá en favor de la Comisión Nacional.
Tratándose de presuntas violaciones a los Derechos Humanos en que los
hechos se imputen exclusivamente a autoridades o servidores públicos de las
entidades federativas o municipios. en principio conocerán los organismos
de protección de los derechos humanos de la Entidad de que se trate, salvo
lo dispuesto por el artículo 60 de esta ley.
Asimismo, corresponderá conocer a la: Comisión Nacional de Derechos
Humanos de las inconformidades que se presenten en relación con las reco-
mendaciones, acuerdos u omisiones de los organismos equivalentes de los
Estados de la Federación, a que se refiere el artículo 102, apartado "BU de la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
ARTíCULO 4º.-Los procedimientos que se sigan ante la Comisión debe-
rán ser breves y sencillos, y estarán sujetos sólo a las formalidades esenciales
que requiera la documentación de los expedientes respectivos. Se seguirán
además, de acuerdo con los principios de inmediato, concentración y rapi-
dez, y se procurará, en la medida de lo posible, el contacto directo con que-
josos, denunciantes y autoridades. para evitar la dilación de las comunicaciones
escritas.
El personal de la Comisión Nacional deberá manejar de manera confi-
dencial la información o documentación relativa a los asuntos de su compe-
tencia.

TÍTULO 11

INTEGRACIÓN DE LA COMISIÓN NACIONAL DE


DERECHOS HUMANOS

CAPITULO I

De la integración y facultades de la Comisión Nacional


ARTíCULO 5º.-La Comisión Nacional es integrada con un Presidente.
una Secretaría Ejecutiva. hasta 5 Visitadores Generales, así como el número
de visitadores adjuntos y personal profesional, técnico y administrativo nece-
sario para la realización de sus funciones.
La Comisión Nacional para el mejor desempeño de sus responsabilida-
des contará con un Consejo.
ARTíCULO 62.- La Comisión Nacional tendrá las siguientes atribuciones:
I. Recibir quejas de presuntas violaciones a derechos humanos;
11. Conocer e investigar a petición de parte, o de oficio, presuntas viola-
ciones de derechos humanos en los siguientes casos:
APÉNDICE 777

a) Por actos u omisiones de autoridades administrativas de carácter fe-


deral;
b) Cuando los particulares o algún otrO agente social cometan ilícitos con
la tolerancia o anuencia de algún servidor público o autoridad. o bien cuan-
do estos últimos se nieguen infundadamente a ejercer las atribuciones que
legalmente les correspondan en relación con dichos ilícitos. particularmente
en tratándose de conductas que afecten la integridad ñsíca de las personas;
III. Formular recomendaciones públicas autónomas. no vinculatorias y
denuncias y quejas ante las autoridades respectivas, en los términos estableci-
dos por e! artículo 102. apartado B. de la Constitución Política de los Esta-
dos Unidos Mexicanos;
IV. Conocer y decidir en última instancia las inconformidades que se
presenten respecto de las recomendaciones y acuerdos de los organismos de
derechos humanos de las Entidades Federativas a que se refiere e! citado ar-
úculo 102. apartado B. de la Constitución Política;
V. Conocer y decidir en última instancia las inconformidades por omisio-
nes en que incurran los' organismos de derechos humanos a que se refiere la
fracción anterior. y por insuficiencia en el cumplimiento de las recomenda-
ciones de éstos por parte de las autoridades locales. en los términos señala-
dos por esta ley;
VI. Procurar la conciliación entre los quejosos y las autoridades señaladas
como responsables, así como la inmediata solución de un conflicto plantea-
do, cuando la naturaleza de! caso lo permita;
VII. Impulsar la observancia de los derechos humanos en e! país;
VIII. Proponer a las diversas autoridades de! país. que en el exclusivo
ámbito de su competencia, promuevan los cambios y modificaciones de dis-
posiciones legislativas y reglamentarias, así como de prácticas administrativas,
que a juicio de la Comisión Nacional redunden en una mejor protección de
los derechos humanos;
IX. Promover e! estudio. la enseñanza y divulgación de los derechos hu-
manos ene! ámbito nacional e internacional.;
X. Expedir su Reglamento Interno;
XI. Elaborar y ejecutar programas prevenidos en materia de derechos
humanos;
XII. Supervisar el respeto a los derechos humanos en e! sistema peniten-
ciario y de readaptación social de! país;
XIII. Formular programas y proponer acciones en coordinación con las
. dependencias competentes que impulsen e! cumplimiento dentro de! territo-
rio nacional de los tratados. convenciones y acuerdos internacionales signa-
dos y ratificados por México en materia de derechos humanos;
XIV. Proponer al Ejecutivo Federal. en los términos de la legislación
. aplicable, la suscripción de convenios o acuerdos internacionales en materia
de derechos humanos;
XV. Las demás que te otorguen la presente ley y otros ordenamientos
legales.
778 LAS GARANTíAS INDIVIDUALES

ARTICULO 7 0.- La comisión Nacional no podrá conocer de los asuntos


relativos a:
I. Actos y resoluciones de organismos y autoridades electorales;
n. Resoluciones de carácter jurisdicción;
In. Conflictos de carácter laboral; y
IV. Consultas formuladas por autoridades. particulares u otras entidades,
sobre la interpretación de las disposiciones constitucionales y legales.
ARTICULO 8 0 .- En los términos de esta ley, sólo podrán admitirse o co-
nocerse quejas o inconformidades contra actos y omisiones de autoridades
judiciales. salvo las de carácter federal. cuando dichos actos y omisiones ten-
gan carácter administrativo. La Comisión Nacional por ninguna motivo po-
drá examinar cuestiones jurisdiccionales de fondo.

CApITULO II
Del nombramiento y facultades IÚI Presidente IÚ In Comisión
ARTICULO gO._EI Presidente de la Comisión Nacional de Derechos Hu-
manos deberá reunir para su designación los siguientes requisitos:
I. Ser ciudadano mexicano por nacimiento, en pleno ejercicio de sus de-
rechos políticos y civiles;
n. No tener menos de treinta y cinco años de edad, el día de su nom-
bramiento; y
In. Gozar de buena reputación y no haber sido condenado por delito
intencional que amerite pena corporal de más de un año de prisión; pero si
se tratare de robo. fraude. falsificación, abuso de confianza y otro que lasti-
me seriamente la buena fama en el concepto público, inhabilitará para el
cargo cualquiera que haya sido la pena.
ARTICULO IO.-El nombramiento del Presidente de la Comisión Nacio-
nal de Derechos Humanos. será hecho por el Presidente de la República y
sometido a la aprobación de la Cámara de Senadores, o en los recesos de
ésta, 'a la Comisión Permanente del Congreso de la Unión.
ARTICULO l l.-El Presidente de la Comisión Nacional de Derechos Hu-
manos durará en sus funciones cuatro años, y podrá ser designado exclusiva-
mente para un segundo período.
ARTICULO 12.-Las funciones del Presidente de la Comisión Nacional,
de los Visitadores Generales y de la Secretaría Ejecutiva, son incompatibles
con el desempeño de cualquier otro cargo, empleo o comisión de la Federa-
ción. los Estados, Municipios o en organismos privados, o con el desempeño
de su profesión, exceptuando las actividades académicas.
ARTICULO 13.-El Presidente de la Comisión Nacional y los Visitadores
Generales no podrán ser detenidos ni sujetos a responsabilidad civil. penal o
administrativa, por las opiniones y recomendaciones que formulen, o por los
APÉNDlCE 779

actos que realicen, en ejercicio de las funciones propias de sus cargos que les
asigna esta ley.
ARTICULO l4.-El Presidente de la Comisión Nacional podrá ser desti-
tuido y, en su caso, sujeto a responsabilidad, sólo por las causas y mediante
los procedimientos establecidos por el Título Cuarto de la Constitución Polí-
tica de los Estados Unidos Mexicanos. En ese supuesto, el Presidente será
substituido interinamente por el primer Visitador General, en tanto no se
designe nuevo Presidente de la Comisión Nacional.
ARTícuLO 15.-El Presidente de la Comisión Nacional tendrá las si-
guientes facultades:
I. Ejercer la representación legal de la Comisión Nacional;
11. Formular los lineamientos generales a los que se sujetarán las activi-
dades administrativas de la Comisión, así como nombrar, dirigir y coordinar
a los funcionarios y al personal bajo su autoridad;
111. Dictar las medidas específicas que juzgue conveniente para el mejor
desempeño de las funciones de la Comisión;
IV. Distribuir y delegar funciones a los Visitadores Generales en los tér-
minos del Reglamento Interno;
V. Enviar un informe anual al Congreso de la Unión al Titular del Po-
der Ejecutivo Federal sobre las actividades de la Comisión;
VI. Celebrar, en los términos de la legislación aplicable, acuerdos, bases
de coordinación y convenios de colaboración con autoridades y organismos
de defensa de los derechos humanos, así como con instituciones académicas
y asociaciones culturales, para el mejor cumplimiento de sus fines;
VII. Aprobar y emitir las recomendaciones públicas autónomas y acuer-
dos que resulten de las investigaciones realizadas por los visitadores;
VIII. Formular las propuestas generales conducentes a una mejor protec-
ción de los derechos humanos en el país;
IX. Elaborar el anteproyecto de presupuesto de egresos de la Comisión y
el respectivo informe sobre su ejercicio para presentar al Consejo de' la mis-
ma; y
X. Las demás que le señalen la presente ley y otros ordenamientos.
ARTICULO 16.-Tanto el Presidente de la Comisión, como los VISitadores
Generales y los visitadores adjuntos, en sus actuaciones tendrán fe pública
para certificar la veracidad de los hechos en relación con las quejas o incon-
formidades, presentadas ante la Comisión Nacional.

CAPITuLO '"
De la integracion, nombramiento y facultades del Consejo
ARTícuLO 17.-El Consejo a que se refiere el artículo 50. de esta ley, es-
tará integrado por diez personas que gocen de reconocido prestigio en la so-
ciedad, mexicanos en pleno ejercicio de sus derechos ciudadanos. y cuando
lAS GARANTÍAS INUIVIDUALES
780

menos siete de entre ellos no deben desempeñar ningún cargo o comisión


como servidor público.
El Presidente de la Comisión Nacional lo será también de! Consejo. Los
cargos de los demás miembros de! Consejo serán honorarios. A excepción de
su Presidente, cada año deberá ser substituido e! miembro del Consejo de
mayor antigüedad.
ARTICULO 18.-EI nombramiento de los miembros de Consejo será he-
cho por e! Titular de! Poder Ejecutivo Federal y sometido a la aprobación de
la Cámara de Senadores, o en los recesos de ésta, a la de la Comisión Pero
manente de! Congreso de la Unión.
El Consejo contará con un Secretario Técnico quien será designado por
el propio Consejo a propuesta del Presidente de la Comisión Nacional.'
ARTICULO. 19.-EI Consejo de la Comisión Nacional tendrá las siguientes
facultades;
1. Establecer los lineamientos generales de actuación de la Comisión Na-
cional;
11. Aprobar e! Reglamento Interno de la Comisión Nacional;
lIl. Aprobar las normas de carácter interno relacionadas con la Comi-
sión Nacional;
IV. Opinar sobre el proyecto de informe anual. que el Presidente de la
Comisión Nacional presente al Congreso de la Unión y al Titular del Poder
Ejecutivo Federal;
V. Solicitar al Presidente de la Comisión Nacional información adicional
sobre los asuntos que se encuentren en trámite o haya resuelto la comisión
Nacional; y
VI. Conocer el informe del Presidente de la Comisión Nacional respecto
al ejercicio presupuesta!.
ARTíCULO 20.-El Consejo funcionará en sesiones ordinarias y extraordi-
narias y tomará sus decisiones por mayoría de votos de sus miembros pre-
sentes. Las sesiones ordinarias se verificarán cuando menos una vez al mes.
Las sesiones' extraordinarias podrás convocarse por el Presidente de la
Comisión Nacional o mediante solicitud que a éste formulen por lo menos 3
miembros de! Consejo, cuando se estime que hay razones de importancia
para ello.

CAPITULO IV
Del nombramiento y facultades de la Secretaria Ejecutiva
ARTICULO 21.-EI Titular de la Secretaría Ejecutiva deberá reunir para
su designación. los siguientes requisitos:
1. Ser ciudadano mexicano en pleno ejercicio de sus derechos;
11. Gozar de buena reputación; y
111. Ser mayor de treinta años de edad, el día de su nombramiento.
APÉNDICE 781

ARTICULO 22.-La Secretaría Ejecutiva tendrá las siguientes facultades y


obligaciones: . . .,' ,
1. Proponer al Consejo y al Presidente de la Comisión Nacional, las poh-
ticas generales que en materia de derechos humanos habrá de seguir la Co-
misión Nacional ante los organismos 'gubernamentales y no gubernamentales,
nacionales. e internacionales;
Il. Promover y fortalecer las relaciones de la Comisión Nacional, con or-
ganismo públicos, sociales o privados, nacionales e internacionales, en mate-
ria de derechos humanos;
UI. Realizar estudios sobre los tratados y convenciones internacionales
en materia de derechos humanos;
IV. Preparar los anteproyectos de iniciativas de leyes y reglamentos que
la Comisión Nacional haya de entregar a los órganos competentes, así como
los estudios que los sustenten;
V. Colaborar con la Presidencia de la Comisión Nacional en la elabora-
ción de los informes anuales, así como de los especiales.
VI. Enriquecer, mantener y custodiar el acervo documental de la Comi-
sión Nacional; y
VII. Las demás que le sean conferidas en otras disposiciones legales y re-
glamentarias.

CAPITULO V

Del nombramiento y [aculsades de ros visitadores


ARTICULO 23.-Los Visitadores Generales de la Comisión Nacional debe,
rán reunir para su designación, los siguientes requisitos:
I. Ser ciudadano mexicano en pleno ejercicio de sus derechos;
Il. Ser mayor de treinta años de edad, el día de su nombramiento;
Hl. Tener título de Licenciado en Derecho expedido legalmente, y tener
tres años de ejercicio profesional cuando menos; y
IV. Ser de reconocida buena fama.
ARTIcULO 24.-Los Visitadores Generales tendrán las siguientes faculta-
des y obligaciones:
I. Recibir, admitir o rechazar las quejas e inconformidades presentadas
por los afectados, sus representantes o los denunciantes ante la Comisión
Nacional;
n. Iniciar a petición de parte la investigación de las quejas e inconformi-
dades que le sean presentadas, o de oficio, discrecionalmente aquélla sobre
denuncias de violación a los derechos humanos que aparezcan en los medios
de comunicación;
Hl. Realizar las actividades necesarias para lograr, por medio de la con-
ciliación, la solución inmediata de las violaciones de derechos humanos que
por su propia naturaleza así lo permita;
IV. Realizar las investigaciones y estudios necesarios para formular los
lAS GARANTíAS IN.DlVIDUALES
782

proyectos de recomendación o acuerdo, que se someterán al Presidente de la


Comisión Nacional para su consideración; y . .
V. Las demás que le .señale la presente ley y el Presidente de la Comí-
sión Nacional, necesarias para el mejor cumplimiento de sus funciones.
Los visitadores adjuntos auxiliarán en sus funciones a los Visitadores Ge-
nerales en los términos que fue el Reglamento y para tal efecto deberán reu-
nir los requisitos que establezca el mismo para su designación.

TITULO JII

DEL PROCEDIMIENTO ANTE LA COMISIÓN NACIONAL


DE DERECHOS HUMANOS

CAPíTULO I
Disposiciones ge1W"aks
ARTíCULO 25.-Cualquier persona podrá denunciar presuntas violaciones
a los Derechos Humanos y acudir ante las oficinas de la Comisión Nacional
para presentar, ya sea directamente o por medio de representante, quejas
contra dichas violaciones.
Cuando los interesados estén privados de su libertad o se desconozca su
paradero, los hechos se podrán denunciar por los parientes o vecinos de los
afectados. inclusive por menores de edad.
Las organizaciones no gubernamentales legalmente constituidas podrán
acudir ante la Comisión Nacional de Derechos Humanos para denunciar las
violaciones de derechos humanos respecto de personas que por sus condicio-
nes físicas, mentales, económicas y culturales, 0"0 tengan la capacidad efectiva
de presentar quejas de manera directa.
ARTícuLO 26.-La queja podrá presentarse dentro del plazo de un año,
a partir de que se hubiera iniciado la ejecución de los hechos que se estimen
violatorios, o de que el quejoso hubiese tenido conocimiento de los mismos.
En casos excepcionales, y tratándose de infracciones graves a los derechos
humanos, la Comisión Nacional podrá ampliar dicho plazo mediante una re-
solución razonada. No contará plazo alguno cuando se trate de hechos que
por su gravedad puedan ser considerados violaciones de lesa humanidad.
ARTíCULO 27.-La instancia respectiva deberá presentarse por escrito; en
casos urgentes podrá formularse por cualquier medio de comunicación elec-
trónica. No se admitirán comunicaciones anónimas, por lo que toda queja o
reclamación deberá ratificarse dentro de los tres dlas siguientes a su presen-
tación, si el quejoso no se identifica y la suscribe en un primer momento.
Cuando los quejosos o denunciantes se encuentren recluidos en un cen-
tro de detención o reclusos, sus escritos deberán ser trasmitidos a la Comi-
sión Nacional sin demora alguna por los encargados de dichos centros o
APÉNDICE
783

reclusorios o aquellos podrán entregarse directamente a los Visitadores Ge-


nerales o adjuntos.
ARTicULO 28.-La Comisión Nacional designará personal de guardia
para recibir y atender las reclamaciones o quejas urgentes a cualquier hora
del día y de la noche.
ARTicULO 29.-La Comisión Nacional deberá poner a disposición de los
reclamantes formularios que faciliten el trámite, y en todo caso orientará a
los comparecientes sobre el contenido de su queja o reclamación. Las quejas
también podrán presentarse oralmente, cuando los comparecientes no pue-
dan escribir o sean menores de edad. Tratándose de personas que no hablen
o entiendan correctamente el idioma español, se les proporcionará gratuita-
mente un traductor.
ARTÍCULO 30.-En todos los casos que se requiera, la Comisión Nacional
levantará acta circunstanciada de sus actuaciones.
ARTÍCULO 3 l.-En el supuesto de que los quejosos o denunciantes no
puedan identificar a las autoridades o servidores públicos, cuyos actos y omi-
siones consideren haber afectado sus derechos fundamentales, la instancia
será admitida, si procede, bajo la condición de que se logre dicha identifica-
ción en la investigación posterior de los hechos.
ARTIcULO· 32.-La formulación de quejas y denuncias, así como las reso-
luciones y Recomendaciones que emita la Comisión Nacional, no afectarán el
ejercicio de otros derechos y medios de defensa que puedan corresponder a
los afectados conforme a las leyes, no suspenderán ni interrumpirán sus pla-
zos preceptivos, de prescripción o caducidad. Esta circunstancia deberá seña-
larse a los interesados en el acuerdo de admisión de la instancia.
ARTIcULO 33.-Cuando la instancia sea inadmisible por ser manifiesta-
mente improcedente o infundada; será rechazada de inmediato. Cuando no
corresponda de manera ostensible a la competencia de la Comisión Nacio-
nal, se deberá proporcionar orientación al reclamante, a fin de que acuda a
la autoridades o servidor público a quien corresponda conocer o resolver el
asunto.
ARTIcULO 34.-Una vez admitida la instancia, deberá ponerse en conoci-
miento de las autoridades señaladas como responsables utilizando en casos
de urgencias cualquier medio de comunicación electrónica. En la misma co-
municación se solicitará a dichas autoridades o servidores públicos que rin-
dan un informe sobre los actos, omisiones o resoluciones que se les atribuyan
en la queja, el cual deberán presentar dentro de un plazo máximo de quince
días naturales y por los medios que sean convenientes, de acuerdo con el
caso, En las situaciones que a juicio de la Comisión Nacional se consideren
urgentes, dicho plazo podrá ser reducido.
ARTIcULO 35.-La Comisión Nacional, por conducto. de su Presidente y
previa consulta con el Consejo, puede declinar su competencia en un caso
LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES
784

determinado, cuando así lo considere conveniente para preservar la autono-


mía y autoridad moral de la institución.
ARTícuLO 36.-Desde el momento en que se admita la queja, el Presi-
dente o los Visitadores Generales o adjuntos y, en su caso, el personal técni-
co y profesional, se pondrá en contacto inmediato con la autoridad señalada
como responsable de la presunta violación de derechos humanos para inten-
tar lograr una conciliación entre los intereses de las partes involucradas,
siempre dentro del respeto de los derechos humanos que se consideren afec-
tados, a fin de lograr una solución inmediata del conflicto.
De lograrse una solución satisfactoria o el allanamiento del o de los res-
ponsables, la Comisión Nacional lo hará constatar así y ordenará el archivo
del expediente, el cual podrá reabrirse cuando los quejosos y denunciantes
expresen a la Comisión Nacional que no se ha cumplido con el compromiso
en un plazo de 90 días, Para estos efectos, la Comisión Nacional en el térmi-
no de setenta y dos horas dictará el acuerdo correspondiente, y en su caso,
proveerá las acciones y determinaciones conducentes.
ARTíCULO 37.-Si de la presentación de la queja no se deducen los ele-
mentos que permitan la intervención de la Comisión Nacional, ésta requerirá
por escrito al quejoso para que la aclare. Si después de dos requerimientos
el quejosos no contesta, se enviará la queja al archivo por falta de interés del
propIO quejoso.
ARTíCULO 38.-En el informe que deberán rendir las autoridades señala-
das como responsables contra las cuales se interponga queja o reclamación,
se deberá hacer constar los antecedentes del asunto, los fundamentos y moti-
vaciones de los actos y omisiones impugnados, si efectivamente éstos existie-
ron, así como los elementos de información que consideren necesarios para
la documentación del asunto.
La falta de rendición del informe o de la documentación que lo apoye,
así como el retraso injustificado en su presentación, además de la res-
ponsabilidad respectiva, tendrá el efecto de que en relación con el trámite
de la queja se tengan por ciertos los hechos materia de la misma, salvo prue-
ba en contrario.
ARTíCULO 39.-Cuando para la resolución de un asunto se requiera una
investigación, el Visitador General tendrá las siguientes facultades:
I. Pedir a las autoridades o servidores públicos a los que se imputen vio-
laciones de derechos humanos, la presentación de informes o documentación
adicionales;
Il. Solicitar de otras autoridades, servidores públicos o particulares todo
género de documentos e informes;
IIl. Practicar visitas e inspecciones, ya sea personalmente o por medio
del personal técnico O profesional bajo su dirección en términos de ley;
IV. Citar a las personas que deban comparecer como peritos o testigos; y
V. Efectuar todas las demás acciones que conforme a derecho juzgue
convenientes para el mejor conocimiento del asunto.
APtNDlCE 785

ARTICULO 40.-El Visitador General tendrá la facultad de solicitar en


cualquier momento a las autoridades competentes, .que se tomen todas las
medidas precautorias o cautelares necesanas para evitar la consumación Irre-
parable de las violaciones denunciadas o reclamadas, o. la producción de da-
ños de difícil reparación a los afectado, así como solicitar su modificación
cuando cambien las situaciones que las justificaron.
Dichas medidas pueden ser de conservación o restitutorias, según lo re-
quiera la naturaleza del asunto.
ARTICULO 4 l.-Las pruebas que se presenten, tanto por lo interesados
como por las autoridades o servidores públicos a los que se imputen las vio-
laciones, o bien que la Comisión Nacional requiera y recabe de oficio, serán
valoradas en su conjunto por el VIsitador General, de acuerdo con los princi-
pios de la lógica y de la experiencia, y en su caso de la legalidad, a fin de
que puedan producir convicción sobre los hechos materia de la queja.
ARTICULO 42.-Las condiciones del expediente, que serán la base de las
recomendaciones, estarán fundamentadas exclusivamente en la documenta-
ción y pruebas que obren en el propio expediente.

CAPtruLO II

De los acuerdos y recomendaciones autónomos


ARTICULO. 43.-La Comisión Nacional de Derechos Humanos podrá
dictar acuerdos de trámite, que serán obligatorios para las autoridades y
servidores públicos para que comparezcan o aporten información o docu-
mentación. Su incumplimiento acarreará las sanciones y responsabilidades
señaladas en el Título IV, Capítulo II de la presente ley.
ARTICULO. 44.-Concluida la investigación, el Visitador General formula-
rá, en su caso, un proyecto de Recomendación, o acuerdo de no res-
ponsabilidad en los cuales se analizarán los hechos, los argumentos y
pruebas, así como los elementos de convicción y las diligencias practicadas, a
fin de determinar si las autoridades o servidores han violado o no los dere-
chos humanos de los afectados, al haber incurrido en actos y omisiones ile-
gales, irrazonables, injustas, inadecuadas, o erróneas, o hubiesen dejado sin
respuesta las solicitudes presentada por los interesados durante un período
que exceda notoriamente los plazos fijados por las leyes.
En el proyecto de Recomendación, se señalarán las medias que procedan
para la efectiva restitución de los afectados en sus derechos fundamentales, y
si procede en su caso, para la reparación de los daños y perjuicios que se
hubiesen ocasionado.
Los proyectos antes referidos serán sometidos al Presidente de la Comi-
sión Nacional para su consideración final.
ARTICULO. 45.-En caso de que no se comprueben las violaciones de de-
rechos humanos imputadas, la Comisión Nacional dictará acuerdo de no res-
ponsabilidad.
786 LAS cARANTiAs INDMDUALES
¡
ARTICULO. 46.-La Recomendación ser~· pública y autónoma; no tendrá
carácter imperativo para la autoridad 0_ servidor público a los cuales se diri-
girá y, en consecuencia, no podrá por SI rmsma, modificar o dejar sm efecto
las resoluciones o actos contra los cuales se hubiese presentado la queja o
denuncia.
En todo caso, una vez recibida, la autoridad o servidor público de que se
trate informará, dentro de los quince días hábiles siguientes a su notifica-
ción, si acepta dicha Recomendación. Entregará, en su caso, en otros quince
días adicionales, las pruebas correspondientes de que ha.cumplido con la re-
comendación. Dicho plazo podrá ser ampliado cuando la naturaleza de la
Recomendación así lo amerite.
ARTICULO. 47.-En contra de las Recomendaciones, acuerdos o resolu-
ciones definitivas de la Comisión Nacional, no procederá ningún recurso.
ARTICULO. 48.-La Comisión Nacional no estará obligada a entregar
ninguna de sus pruebas a la autoridad a la cual dirigió una Recomendación
o a algún particular. Si dichas pruebas le son solicitadas, discrecionalmente
determinará si son de entregarse o no.
ARTlcuw. 49.-Las Recomendaciones y los acuerdos de no responsa·
bilidad se referirán a casos concretos; las autoridades no podrán aplicarlos a
otros casos por analogía o mayoría de razón. .

CAPtruw III
De las notifiau:Urnes y los informes
ARTICULO. 50.-La Comisión Nacional notificará inmediatamente a los
quejosos los resultados de la investigación, la recomendación que haya dirigi-
do a las autoridades o servidores públicos responsables de las violaciones res-
pectivas, la aceptación y la ejecución que se haya dado a la misma, así en su
caso, el acuerdo de no responsabilidad.
ARTICULO. 51.-EI Presidente de la Comisión Nacional deberá publicar,
en su totalidad o en forma resumida, las recomendaciones y los acuerdos de
no responsabilidad de la Comisión Nacional. En casos excepcionales podrá
determinar si los mismos sólo deban comunicarse a los interesados de acuer-
do con las circunstancia del propio caso.
ARTíCULO. 52.-El Presidente de la Comisión Nacional de Derechos Hu-
manos deberá enviar un informe anual, tanto al Congreso de la Unión como
al Titular del Ejecutivo Federal, sobre la. actividades que haya realizado en
el periodo respectivo. Dicho informe será difundido en la forma más amplia
posible para conocimiento de la sociedad.
ARTICULO. 53.-1..os informes anuales del Presidente de la Comisión Na-
cional deberán comprender una descripción del número y características
de las quejas y denuncias que se hayan presentado, los efectos de la labor de
conciliación; las investigaciones realizadas, las Recomendaciones y los acuer-
APÉNDICE 787

dos de no responsabilidad que se hubiesen formulado; los resultados obteni-


dos, así como las estadísticas, los programas desarrollados y demás datos que
se consideren convenientes.
Asimismo, e! informe podrá contener proposiciones dirigidas a las auto-
ridades y servidores públicos competentes, tanto federa!es, como locales y
municipales, para promover la expedición o modificación de disposiciones
legislativas y reglamentarias, así como .para perfeccionar las prácticas ad-
ministrativas correspondientes con el objeto de tutelar de manera más efecti-
va los derechos humanos de los gobernados y lograr una mayor eficiencia en
la prestación de los servidores públicos,
ARTíCULO. 54.-Ninguna autoridad o servidor público dará instrucciones
a la Comisión Nacional de Derechos Humanos, con motivo de los informes a
que se refiere e! artículo 52 de esta ley.

CApITuLO IV
De ÚJ.¡ inconfimnUUuJes
ARTICULO. 55.-Las inconformidades se substanciarán mediante los re-
cursos de queja e impugnación, con base en lo dispuesto por el artículo 102,
apartado B, de la Constitución Pública de los Estados Unidos Mexicanos y
de acuerdo con las disposiciones de esta ley. Se aplicarán supletoriamente
y en lo que resulte procedente, los preceptos de! Título lll, Capítulo 1, de
esta ley. Las resoluciones de la Comisión Nacional de Derechos Humanos so-
bre estas inconformidades no admitirán recurso alguno.
ARTICULO. 56.-El recurso de queja. sólo podrá ser promovido por los
quejosos, o denunciantes que sufran un perjuicio grave, por las omisiones o por
la inacción de los organismos locales, con motivo de los procedimientos que
hubiesen substanciado ante los mismos. y siempre que no exista Recomenda-
ción alguna sobre e! asunto de que se trate; y hayan transcurrido seis meses
desde que se presentó la queja o denuncia ante el propio organismo local.
En caso de que el organismo local acredite estar dando seguimiento ade-
cuado a la queja o denuncia, el recurso de queja deberá ser desestimado.
ARTICULO. 57.-El recurso de queja deberá ser presentado directamente
ante la Comisión Nacional de Derechos Humanos, por escrito, o en casos de
urgencia, oralmente o por cualquier medio de comunicación; en este supues-
to, la instancia deberá ser ratificada dentro de los tres días siguientes por e!
interesado. En dicho escrito o comunicación, deberán precisarse las omisio-
nes o la inactividad del organismo estatal respectivo; acompañado de las
pruebas documentales que lo sustenten. La Comisión Nacional, antes de pro-
nunciarse sobre la admisión de! recurso, podrá solicitar a los interesados las
informaciones o aclaraciones que considere necesarias, y podrá desecharlo
de plano cuando lo 'considere notoriamente infundado o improcedente.
ARTICULO. 58.-La tramitación será breve y sencilla. Una vez admitido
el recurso, la Comisión Nacional correrá traslado del mismo, al organismo
788 LAS GARANTíAS INDIVIDUALES

estatal contra el cual se presente, para que rinda un informe en un plazo no


mayor de diez días hábiles, el cual deberá acompañar con las constancias y
fundamentos que justifiquen su conducta. Si dicho informe no se presenta
dentro de dicho plazo, se presumirán ciertos los hechos señalados, salvo
prueba en contrario.
ARTÍcuLO. 59.-La Comisión Nacional deberá pronunciarse sobre la
queja en un término que no exceda de sesenta días, a partir de la aceptación
del recurso, formulando una Recomendación al organismo local, para que
subsane, de acuerdo con su propia legislación, las omisiones o inactividad en
las que hubiese incurrido; o bien declarar infundada la inconformidad cuan-
do considere suficiente la justificación que presenta ese organismo estatal.
Este deberá informar en su caso, en un plazo no mayor de quince días hábi-
les, sobre la aceptación y cumplimiento que hubiese dado a dicha Recomen-
dación.
ARTÍCULO 60.-La Comisión Nacional ante Un recurso de queja por
omisión o inactividad, si considera que el asunto es importante y el organis-
mo estatal puede tardar mucho en expedir su Recomendación, podrá atraer
esa queja y continuar tramitándola con el objeto de que sea este organismo
el que emita. en su caso, la Recomendación correspondiente.
ARTÍCULO. 6 l.-El recurso de impugnación procederá exclusivamente-
ante la Comisión Nacional y contra las resoluciones definitivas de los orga-
nismos estatales de derechos humanos o respecto de las ·informaciones tam-
bién definitivas de las autoridades locales sobre el cumplimiento de las
Recomendaciones emitidas por los citados organismos. Excepcionalmente
podrán impugnarse los acuerdos de los propios organismos estatales cuando,
a juicio de la Comisión Nacional, se violen ostensiblemente los derechos de
los quejosos o denunciante en los procedimientos seguidos ante los citados
organismos, y los derechos deban protegerse de inmediato.
ARTICULO. 62.-El recurso de impugnación deberá contener una des-
cripción concreta de los hechos y razonamientos en que se apoya, así como
las pruebas documentales que se consideren necesarias. A su vez, el organis-
mo estatal de derechos humanos deberá enviar con la instancia del recurren-
te un informe sobre la Recomendación que se impugna con los documentos
justificativos que considere necesarios.
ARTÍCULO. 63.-El recurso de impugnación interpuesto contra una Reco-
mendación de carácter local, contra la insuficiencia en el cumplimiento la
misma por la autoridad local, deberá presentarse por escrito ante el organis-
mo estatal de protección de derechos humanos que la hubiere formulado,
dentro de un plazo de treinta días naturales. contados a partir de que el re-
currente tuvo conocimiento de la propia Recomendación. El citado organis-
mo local deberá enviar el recurso ante la Comisión Nacional dentro de los
quince días siguientes.
ARTÍCULO. 64.-5610 quienes hayan sido quejosos en un expediente inte-
grado por un organismo estatal de derechos humanos, estarán legitimados
para interponer los recursos de impugnación, tanto contra las recomen-
APÉNDICE 789

daciones de dichos organismos como contra la insuficiencia de las autorida-


'des locales en el cumplimiento de ellas. .
ARTÍCULO. 65.-Una vez que la Comisión Nacional hubiese recibido el
recurso de impugnación, de inmediato examinará su procedencia y en caso
necesario requerirá las informaciones ""que considere necesarias del organis-
mo estatal respectivo, o de la autoridad correspondiente. Podrá desechar de
plano aquellos recursos que considere notoriamente infundados o improce-
dentes.
Una vez admitido el recurso, se correrá traslado del mismo a la auto-
ridad y organismo estatal contra el cual se hubiese interpuesto, según sea el
caso, a fin de que un plazo máximo de diez días naturales remita un infor-
me con las constancias y fundamentos que justifiquen su conducta. Si dicho
informe no se presenta oportunamente. en relación con el trámite del recur-
so se presumirán ciertos los hechos señalados en el recurso de impugnación
salvo prueba en contrario. .
De acuerdo con la documentación respectiva, la Comisión Nacional exa-
minará la legalidad de la Recomendación del organismo local, o de la con-
ducta de la autoridad sobre el cumplimiento de la que se le hubiese
formulado. Excepcionalmente y sólo cuando se considere que es preciso un
período probatorio, se recibirán las pruebas ofrecidas por los interesados o
por los representantes oficiales de dichos organismos.
ARTíCULO. 66.-Una vez agotada la tramitación, la Comisión Nacional
deberá resolver el recurso de impugnación en un plazo no mayor de sesenta
días hábiles en el cual deberá pronunciarse por:
a) Laconfirmación de la resolución definitiva del organismo local de de-
rechos humanos.
b) La modificación de la propia Recomendación, caso en el cual formula-
rá a su vez, una Recomendación al organismo local.
c) L~ declaración de suficiencia en el cumplimiento de la Recomenda-
ción formulada por el organismo estatal respectivo.
d) La declaración de insuficiencia en el cumplimiento de la Recomendación
del organismo estatal por parte de la autoridad local a la cual se dirigió, su-
puesto en el que la Comisión Nacional, formulará una Recomendación diri-
gida a dicha autoridad, la que deberá informar su aceptación y cumplimiento.

TITuLO IV

DE LAS AUTORIDADES Y LOS SERVIDORES PÚBLICOS

CAPITULO 1
Obligaciones y colaboracum
ARTÍcuLO. 67.-De conformidad con lo establecido en la presente ley,
las autoridades y servidores públicos de carácter federal. involucrados en
790 LAS GARANTíAS INDIVIDUALES

asuntos de la competencia de la Comisión, o por razón de sus funciones o


actividades puedan proporcionar información pertinente, deberán cumplir
en sus términos con las peticiones de la Comisión en tal sentido.
En los casos a que se refiere el segundo párrafo del artículo 30. de la ley
tratándose de las inconformidades previstas en el último párrafo del artículo
102 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, las autori-
dades locales y municipales correspondientes deberán proporcionar a la Co-
misión Nacional de Derechos Humanos la información y datos que ésta les
solicite, en los términos de la presente ley.
ARTICULO. 68.-Las autoridades o servidores públicos a los que se les so-
licite información o documentación que se estime con carácter reservado, lo
comunicarán a la Comisión Nacional y expresarán las razones para conside-
rarla así. En ese supuesto, los Visitadores Generales de la Comisión Nacional
tendrán la facultad de hacer la calificación definitiva sobre la reserva, y soli-
citar que se les proporcione la información o documentación que se maneja-
rá en la más estricta confidencialidad.
ARTICULO. 69.-En los términos previstos en la presente ley, las autori-
dades y servidores públicos, federales, locales y municipales, colaborar den-
tro del ámbito de su competencia, con la Comisión Nacional de Derechos
Humanos.
Sin perjuicio de las atribuciones legales que correspondan a los organis-
mos estatales de protección de ·los derechos humanos, la comisión podrá ce-
lebrar convenios o acuerdos con dichas autoridades y servidores públicos
para que puedan actuar como receptores de quejas y denuncias de compe-
tencia federal, las que remitirán a la Comisión Nacional por los medios más
expeditos.

CAPITULO 11

De la responsabilidad <k los autoridades y servidores públicos


ARTICULO. 70.-Las autoridades y los servidores públicos serán res-
ponsables penal y administrativamente por los actos u omisiones en que in-
curran durante y con motivo de la tramitación de quejas e inconformidades
ante la Comisión Nacional de Derechos Humanos, de acuerdo con las dispo-
siciones constitucionales y legales aplicables.
ARTICULO. 7 l.-La Comisión Nacional podrá rendir un informe especial
cuando persistan actitudes ti omisiones que impliquen conductas evasivas o
de entorpecimiento por parte de las autoridades y servidores públicos que
deban intervenir o colaborar en sus investigaciones, no obstante los requerí-
mientos que ésta les hubiere formulado,
La Comisión Nacional denunciará ante los órganos competentes los deli-
tos o faltas que, independientemente de dichas conductas y actitudes, hubie-
sen cometido las autoridades o servidores públicos de que se trate.
Respecto a los particulares que durante los procedimientos de la Comí-
APÉNDICE 791

sión Nacional incurran en faltas o en delitos. la misma lo hará del conocí-


miento de las autoridades competentes para que sean sancionados de acuerdo
con las leyes de la materia. .
ARTICULO. 72.-La Comisión Nacional deherá poner en conocimiento
de las autoridades superiores competentes. los actos y omisiones en que in-
curran autoridades y servidores públicos. durante y con motivo de las investi-
gaciones que realiza dicha Comisión. para efectos de la aplicación de las
sanciones administrativas que deban imponerse. La autoridad superior debe-
rá informar a la Comisión Nacional sobre las medidas o sanciones disciplina-
rias impuestas.
ARTICULO. n.-Además de las denuncias sobre los delitos y faltas ad-
ministrativas en que puedan incurrir las autoridades y servidores públicos en
el curso de las investigaciones seguidas por la Comisión Nacional. podrá soli-
citar la amonestación pública o privada. según el caso. al titular de la depen-
dencia de que se trate.

TtruLO V

DEL RÉGIMEN LABORAL

CAPITULO ÚNICO

ARTICULO. 74.-El personal que preste sus servicios a la Comisión Na-


cional de Derechos Humanos se regirá por las disposiciones del apartado B
del artículo 123 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos
y de la Ley Federal de los Trabajadores al Servicio del Estado. Dicho perso-
nal quedará incorporado al régimen del Instituto de Seguridad y Servicios
Sociales de los Trabajadores del Estado.
Todos los servidores públicos que integran la planta de la Comisión Na-
cional. son trabajadores de confianza' debido a la naturaleza de las funciones
que ésta desempeña.

TÍTULO VI

DEL PATRIMONIO Y DEL PRESUPUESTO DE LA


COMJSIÓN NACIONAL
ARTíCULO. 75.-La Comisión Nacional de Derechos Humanos contará
con patrimonio propio. El Gobierno Federal deberá proporcionarle los re-
cursos materiales y financieros para su debido funcionamiento.
ARTIcULO. 76.-La Comisión Nacional de Derechos Humanos tendrá la
facultad de elaborar su anteproyecto de presupuesto anual de egresos. el
cual remitirá directamente al Secretario de Estado competente. para el trá-
mite correspondientes.
792 l.AS GARANTíAS INDIVIDUALES

TRANSITORIOS
PRIMERO. La presente ley entrará en vigor al día siguiente de su publica-
ción en el Diario Ojiaal de la Federación.
SEGUNDO. Se derogan todas las disposiciones legales y reglamentarias
que se opongan al presente ordenamiento.
TERCERO. En tanto el Congreso de la Unión para el Distrito Federal y
las Legislaturas de los estados establezcan los organismos de protección de
los derechos humanos a que se refiere el primer párrafo del apartado B del
artículo 102 de la constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, la
Comisión Nacional de Derechos Humanos podrá seguir conociendo de las
quejas que deban ser de competencia local, de conformidad con lo estableci-
do por dicha Constitución Política.
La Comisión Nacional conocerá también de las quejas e inconformidades
que se presenten en relación con las Recomendaciones o acuerdos, del orga-
nismo de derechos humanos del Distrito Federal, así como de la insuficien-
cia en el cumplimiento de las mismas por parte de las autoridades a las que
sean emitidas.
CUARTO. Los recursos humanos, materiales y presupuestales con que ac-
tualmente cuenta la Comisión Nacional de Derechos Humanos como órgano
desconcentrado de la Secretaría de Gobernación, pasarán a formar parte de
la Comisión Nacional de Derechos Humanos como organismo descentraliza-
do que se crea en esta ley, preservándose los derechos adquiridos de los tra-
bajadores de la Comisión.
QUINTO. Los actuales funcionarios de la Comisión Nacional de Derechos
Humanos permanecerán en sus cargos hasta que se haga la designación
correspondiente, conforme a los dispuesto por esta ley.
SEXTO. Los actuales miembros del Consejo de la Comisión Nacional de
Derechos Humanos, permanecerán en el desempeño de sus encargos en di-
cho Consejo, el que realizará una insaculación para conocer el orden en que
serán substituidos de conformidad con el artículo 17, de esta ley.
SÉmMO. El Presidente de la República enviará a la Cámara de Senadores
o a la Comisión Permanente del Congreso dentro de los seis meses siguien-
tes a la Entrada en vigor de esta ley, y deberá ser publicado en el Diario Ofi-
cial de la Federación.
OCTAVO. El Presidente de la República enviará a la Cámara de Senado-
res o a la Comisión Permanente del Congreso de la Unión, en su caso, para
su aprobación, el nombramiento de Presidente de la Comisión Nacional de
Derechos Humanos, dentro de los noventa días siguientes a aquél en que
esta ley entre en vigor.
México, D. F., a23 de junio de 1992.--"--Sen. Manuel Aguikra Gémez, Pre-
sidente.-Dip. Jorge Alfonso Calderón Solazar, Presidente.i--Sen. Antonio Melgar
Aranda, Secretario.-Dip. Felipe Muñoz Kapamas, Secretario.-Rúbricas."
APÉNDICE 793

En cumplimiento de lo dispuesto por la fracción 1 del Artículo 89 de la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y para su debida pu-
blicación y observancia, expido el presente Decreto en la residencia del Po-
der Ejecutivo Federal, en la Ciudad de México. Distrito Federal. a los
veinticinco días del mes de junio de mil novecientos noventa y dos.-Carlos
Salinas de Gorlari.-Rúbrica.-El Secretario de Gobernación, Fernando Gruié-
rrez Ramos.-Rúbrica.
APÉNDICE

VII

REFORMAS CONSTITUCIONALES PUBLICADAS


EL 14 DE AGOSTO DE 2001 EN MATERIA INDÍGENA

ARTíCULO 2°.-La Nación Mexicana es única e indivisible.


La Nación tiene una composición pluricultural sustentada originalmente
en sus pueblos indígenas que son aquellos que descienden de poblaciones que
habitaban en el territorio actual del país al iniciarse la colonización y que con-
servan sus propias instituciones sociales, económicas, culturales y políticas, o
parte de ellas. .
La conciencia de su identidad indígena deberá ser criterio fundamental
para determinar a quiénes se aplican las disposiciones sobre pueblos indígenas.
Son comunidades integrantes de un pueblo indígena, aquellas que for-
men una unidad social, económica y cultural, asentadas en un territorio y
que reconocen autoridades propias de acuerdo con sus usos y costumbres.
El derecho de los pueblos indígenas a la libre determinación se ejercerá
en un marco constitucional de autonomía que asegure la unidad nacional. El
reconocimiento de los pueblos y comunidades' indígenas se hará en las constitu-
ciones y leyes de las entidades federativas; las que deberán tomar en cuenta,
además de los principios generales establecidos en los párrafos anteriores de
este artículo, criterios etnolingüísticos y de asentamiento fisico
A. Esta Constitución reconoce y garantiza el derecho de los pueblos y las
comunidades indígenas a la libre determinación y, en consecuencia, a la au-
tonomía para:
I. Decidir sus formas internas de convivencia y organización social, eco-
nómica, política y cultural.
11. Aplicar sus propios sistemas normativos en la regulación y solución
de sus conflictos internos, sujetándose a los principios generales de esta
Constitución, respetando las garantías individuales, los derechos humanos y,
de manera relevante, la dignidad e integridad de las mujeres. La ley estable-
cerá los casos y procedimientos de validación por los jueces o tribunales.
III. Elegir de acuerdo con sus normas, procedimientos y prácticas tradi-
cionales, a las autoridades o representantes para el ejercicio de sus formas
propias de gobierno interno, garantizando la participación de las mujeres en
condiciones de equidad frente a los varones, en un marco que respete el
pacto federal y la soberanía de los estados.
795
796 LAS GARANTíAs INDIVIDUALES

IV. Preservar y enriquecer sus lenguas. conocimientos y todos los ele-


mentos que constituyan su cultura e identidad.
V. Conservar y mejorar el hábitat Y preservar la integridad de sus tierras
en los términos establecidos en esta Constitución.
VI. Acceder, con respeto a las formas y modalidades de propiedad y tenen-
cia de la tierra establecidas en esta Constitución y a las leyes de la materia,
así como a los derechos adquiridos por terceros o por integrantes de la co-
munidad, al uso y disfrute preferente de los recursos naturales de los lugares
que habitan y ocupan las comunidades. salvo aquellos que corresponden a
las áreas estratégicas, en términos de esta Constitución. Para estos efectos las
comunidades podrán asociarse en términos de ley.
VII. Elegir. en los municipios con población indígena. representantes ante
los ayuntamientos.
Las constituciones y leyes de las entidades federativas reconocerán y re-
gularán estos derechos en los municipios, con el propósito de fortalecer la
participación y representación política de conformidad con sus tradiciones y
nonnas internas.
VIII. Acceder plenamente a la jurisdicción del Estado. Para garantizar
ese derecho, en todos los juicios y procedimientos en que sean parte, indivi-
dual o colectiva. se deberán tomar en cuenta sus costumbres y especificida-
des culturales respetando los preceptos de esta Constitución. Los indígenas
tienen en todo tiempo el derecho a ser asistidos por intérpretes y defensores
que tengan conocimiento de su lengua y cultura.
Las constituciones y leyes de las entidades federativas establecerán las ca-
racterísticas de libre determinación y autonomía que mejor expresen las si-
tuaciones y aspiraciones de los pueblos indígenas en cada entidad. así como
las normas para el reconocimiento de las comunidades indígenas como enti-
dades de interés público.
B. La Federación. los Estados y los Municipios, para promover la igualdad
de oportunidades de los indígenas y eliminar cualquier práctica discrimina-
toria. establecerán las instituciones y determinarán las políticas necesarias
para garantizar la vigencia de los derechos de los indígenas y el desarrollo
integral de sus pueblos y comunidades, las cuales deberán ser diseñadas y
operadas conjuntamente con ellos.
Para abatir las carencias y rezagos que afectan a los pueblos y comunida-
des indígenas. dichas autoridades, tienen la obligación de:
1. Impulsar el desarrollo regional de las zonas indígenas con el propósito
de fortalecer las economías locales y mejorar las condiciones de vida de sus
pueblos. mediante acciones coordinadas entre los tres órdenes de gobierno.
con la participación. de las comunidades. Las autoridades municipales deter-
minarán equitativamente las asignaciones presupuestales que las comunida-
des administrarán directamente para fines específicos.
II. Garantizar e incrementar los niveles de escolaridad, favoreciendo la
educación bilingüe e intercultural, la alfabetización. la conclusión de la edu-
cación básica. la capacitación productiva y la educación media superior y su-
perior. Establecer un sistema de becas para los estudiantes indígenas en
todos los niveles. Definir y desarrollar programas educativos de contenido
\
\
APtNDICE 797
\
regional que reconozcan la herencia cultural de sus pueblos. de acuerdo con
las leyes de la materia y en consulta con las comunidades indígenas. Impul-
sar el respeto y conocimiento de las diversas culturas existentes en la nación.
111. Asegurar el acceso efectivo a los servicios de salud mediante la am-
pliación de la cobertura del sistema nacional. aprovechando debidamente la
medicina tradicional, así como apoyar la nutrición de los indígenas mediante
programas de alimentación. en especial para la población infantil.
IV. Mejorar las condiciones de las comunidades indígenas y de sus espa-
cios para la convivencia y recreación, mediante acciones que faciliten el acce-
so al financiamiento público y privado para la construcción y mejoramiento
de vivienda. así como ampliar la cobertura de los servicios sociales básicos.
V. Propiciar la incorporación de las mujeres indígenas al desarrollo. me-
diante el apoyo a los proyectos productivos. la protección de su salud. el
otorgamiento de estímulos para favorecer su educación y su participación en
la toma de decisiones relacionadas con la vida comunitaria.
VI. Extender la red de comunicaciones que permita la integración de las
comunidades. mediante la construcción y ampliación de vías de comunica-
ción y telecomunicación. Establecer condiciones para que los pueblos y las
comunidades indígenas puedan adquirir operar y administrar medios de co-
municación. en los términos que las leyes de la materia determinen.
VII. Apoyar las actividades productivas y el desarrollo sustentable de
las comunidades indígenas' mediante acciones que permitan alcanzar la
suficiencia de sus ingresos económicos. la aplicación de estímulos para las
inversiones públicas y privadas que propicien la creación de empleos, la in-
corporación de tecnologías para incrementar su propia capacidad producti-
va, así como para asegurar el acceso equitativo a los sistemas de abasto y
comercialización.
VIII. Establecer políticas sociales para proteger a los rnígrantes de los
pueblos indígenas. tanto en el territorio nacional como en el extranjero.
mediante acciones para garantizar los derechos laborales de los jornaleros
agrícolas; mejorar las condiciones de salud de las mujeres; apoyar con pro-
gramas especiales de educación y nutrición a niños y jóvenes de familias
migrantes; velar por el respeto de sus derechos humanos y promover la difu-
sión de sus culturas.
IX. Consultar a los pueblos indígenas en la elaboración del Plan Nacio-
nal de Desarrollo y de los estatales y municipales y. en su caso. incorporar
las recomendaciones y propuestas que realicen.
Para garantizar el cumplimiento de las obligaciones señaladas en este
apartado. la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión. las legislaturas
de las entidades federativas y los ayuntamientos, en el ámbito de sus respec-
tivas competencias, establecerán las partidas específicas destinadas al cumpli-
miento de estas obligaciones en los presupuestos de egresos que aprueben,
así como las formas y procedimientos para que las comunidades participen
en el ejercicio y vigilancia de las mismas.
Sin peIjuicio de los derechos aquí establecidos a favor de los indígenas.
sus comunidades y pueblos, toda comunidad equiparable a aquéllos tendrá
en lo conducente los mismos derechos tal y como lo establezca la ley.
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799
800
/
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ÍNDICE

Págs.

PALABRAS SOBRE LA TRIGÉSIMA NOVENA EDICiÓN . . . VII


PREFACIO A LA SEGUNDA EIlICIÓN. . . . . . . . . . . . . 1
PALABRAS PRELIMINARES SOBRE lA TERCERA EDICiÓN. 1
ADVERTENCIA SOBRE LA CUARTA EDICiÓN. . . . . . . . 2
PALABRAS DEL AUTOR SOBRE LA QUINTA EDICiÓN. 2
PAlABRAS SOBRE LA SEXTA EDICIÓN. . . 3
PAlABRAS SOBRE LA SÉrTlMA EDICiÓN . . 3
PREFACIO A lA NOVENA EDICiÓN . 3
NOTA PREVIA SOBRE LA OtCIMA EDICiÓN 4
PREFACIO SOBRE LA OECIMOPRIMERA EDICIÓN . . 4
ADVERTENCIA SOBRE LA DF.CIMOSF.GUNDA EDICiÓN . 4
PALABRAS SOBRE lA DECIMOTERCERA EDICiÓN _ . . . 5
PALABRAS PRELIMINARES RESPECTO DE LA DECIMOCUARTA EDICIÓN 5
NOTA SOBRE LA DECIMOQUINTA EDIClÓN . . . . . . . . 5
NOTA SOBRE LA DECIMOSEXTA EDICiÓN. . . . 6
PALABRAS PREVIAS SOBRE LA DECIMOSÉPTIMA EDICiÓN 6
NOTA SOBRE: LA DECIMONOVENA EDICIÓN. . . . . . . 7
OBSERVACIÓN SOBRE LA VIGF..5IMA EDICIÓN , 7
PALABRAS SOBRE LA VIGÉSIMA PRIMERA EDICiÓN , 7
PREFACIO A LA VIGÉSIMA SEXTA EDICiÓN. . . . . . . . 7
PALABRA'i SOBRE LA VIGÉSIMA SÉpnMA, VIGÉSIMA ocrwx, VIGÉSIMA NOVENA. TRIGÉ-
SIMA, TRIGÉSIMA PRIMERA, TRIGÉSIMA SEGUNDA y TRIGÉSIMA TERCERA fo:mCIONES • 8
NOTA SOBRE LA TRIG~:SJMA CUARTA y TRIGÉSlMA QUINTA sorció» . 8

INTRODUCCIÓN

FUNDAMENTACiÓN FILOSÓFICA DE LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES


1. La persona humana . 9
11. La libertad humana . 13
III. El individuo, la sociedad y el Derecho 17
IV. Individualismo y colectivismo (totalitarismo) . 24
V. El marx-leninismo . . . . 27
A. Su exposición sucinta 27
B. Su crítica, ... 29
VI. El bien común 36
A. Criterio formal . 37
B, Criterio material 41

807
808 lAS GARANliAS INDIVIDUALES

VII. La justicia social . . . . 45


VIII. Conclusión .. 49
IX. Los derechos humanos 51
A. Su positividad normativa 51
B. Su dimensión axiológica y deomológica 52

CAPITULO PRIMERO

BREVE RESEÑA ACERCA DE lA SITUACIÓN DEL INDIVIDUO


COMO GOBERNADO EN LOS PRINCIPALES REGÍMENES
POLÍTICO-SOCIALES HISTÓRICAMENTE DADOS
1. Tiempos primitivos .. 58
11. Los estados orientales. 58
III. Grecia 62
IV. Roma . . . . 68
V. Edad Media 72
VI. España .. 76
VII. Inglaterra. . 84
VIII. Francia . . . 89
IX. Colonias inglesas de América 99
X.Estados Unidos . 101
XI.La extinta U.R.S.S . 104
XII.República Popular China 108
XIII.Cuba . 112
XIV México (Generalidades) 113
A. Época precolombina 113
B. Época colonial . . . 114
C. Época independiente 117
XV. La Declaración Universal de los Derechos Humanos 152
XVI. Convención Americana sobre Derechos Humanos 153

CAPiTULO SEGUNDO

LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES


(ASPECTO GENERAL)
1. Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 155
q. Diversas acepciones del concepto "garantía" . . . . . . . . . . . 161
III. Elementos, concepto y naturaleza de las garantías individuales 166
A. Sujetos 168
a) Consideraciones generales 168
b) Sujeto activo. 174
e) Sujeto pasivo. 178
B. Objeto. . . . . . 178
C. Fuente . . . . . 186
D. Concepto de garantía individnal 187
E. Principios constitucionales que rigen a las garantías -individuales . 187
F. Extensión de las garantías individuales en cuanto a su consagra-
ción constitucional 188
IN DICE 809

C. Origen formal de las garantías individuales por lo que toca a su con-


sagración por el orden juridico estatal . . . . . . . . . . . . . . . .. ¡ 89
IV. Clasificación de las garantías individuales. . . . . . . . . . . . . . . .. 192
V. La extensión de los derechos públicos subjetivos derivados de las garan-
tías individuales y la reglamentación- de éstas 196
A. La extensión . . . 196
B. La reglamenIación . . . . . . . . . . . . . . 198

CAPíTuLO TERCERO

LA SUSPENSIÓN DE GARANTÍAS INDIVIDUALES


1. Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . 203
11. La suspensión de garantías individuales 210
a) Causas . . . . . . .. . . . . . .. 211
b) Autoridades . . . . . . . . . . . . . 212
e) Modalidades jurídicas de la suspensión 213
111. El régimen suspensivo de garantías individuales en la situación bélica
próxima pasada . . . . . . . . . . . . .. . . . . . 215
A. Carácter y naturaleza del decreto de suspensión 216
B. Alcance de dicho decreto . . . . . . 2i6
C. Aplicabilidad y vigencia del mismo 217
IV. Las facultades extraordinarias . . . . . 221
V. Las leyes de emergencia . . . . . . . . 227
VI. Control jurisdiccional de la legislación de emergencia 230
VII. Inconstitucionalidad del decreto congresional de cesación del estado sus-
pensivo de garantías individuales fechado el 28 de septiembre de 1945 243
A. El destino de las leyes de emergencia . 243
B. El decreto de cesación 246

CAPíTULO CUARTO

GARANTÍAS DE IGUALDAD
1. Idea jurídica de igualdad . . . . . . . . 251
11. La igualdad como garantía individual. . . . . . . . 254
A. Concepto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 254
B. Antecedentes históricos de la igualdad como situación del individuo 256
111. Garantías especificas de igualdad: análisis de los artículos 1, 2. 4, 12
Y 13 constitucionales _ 261
A. Artículo primero constitucional. . . . . . . . . 261
B. Artículo segundo constitucional. . . . . . . . .. 273
Antecedentes históricos de la esclavitud . . . . 273
C. Artículo 4 constitucional (igualdad jurídica de la mujer) 273
D. Artículo 12 constitucional 278
E. Artículo 13 constitucional . 281
a) Las leyes privativas . . . 281
b) Los tribunales especiales 287
e) Los fueros . . . . . . . . 290
d) El fuero de guerra . . . 295
e) Breve referencia histórica de los fueros personales en México. 299
810 lAS GARA1".'TÍAS INDIVIDUALES

f) Emolumentos por compensación de servicios públicos 301

CAPíTULO QUINTO

GARANTÍAS DE LIBERTAD
l. La libertad (Generalidades) . . . . . . 303
11. La libertad como garantía individual . . . . . . . . . 307
IIl. Garantías específicas de libertad . . . . . . . . . 311
A. La libertad de trabajo (artículo 5 constitucional) 311
a) Extensión y limitaciones constitucionales a dicha libertad. 311
Somera referencia a la Ley de Profesiones para el Disrrito Federal. 326
b) Seguridades constitucionales de la libertad de trabajo 332
e) El trabajo como obligación individual pública 34]
d) Reforma de 1992 . .. 343
e) Breve referencia histórica de la libertad de trabajo, . 343
B. La libre expresión de las ideas (artículo 6 constitucional) 348
a) Extensión jurídica. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . - 350
b) Limitaciones constitucionales a la misma .. 351
e) Breve reseña histórica de la libertad de expresión de ideas 355
C. La libertad de imprenta (artículo 7 constitucional). 358
a) Su extensión jurídica . . . . . . . . . . . . 360
b) Sus limitaciones constitucionales. . . . . . 361
e) Sus seguridades jurídico-constitucionales. 367
d) Antecedentes históricos. . . . . . . . 368
D. El derecho de petición (articulo 8 constitucional). 375
E. Libertad de reunión y asociación (artículo 9 constitucional) 380
a) Extensión de dicha libertad específica . . . . . . . . . . . . 380
b) Limitaciones constitucionales a la libertad de asociación. 385
e) La libertad de asociación política y los partidos políticos 387
d) Breve referencia histórica de la libertad de reunión y asociación. 392
F. Libertad de posesión y portación de armas (artículo 10 constitu-
cional). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 394
G. Libertad de tránsito (artículo 11 constitucional). 399
H. La libertad religiosa (artículo 24 constitucional) 402
I. Libertad de circulación de correspondencia (antes artículo 25 cons-
titucional) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 409
J. La libre concurrencia (artículo 28 constitucional según el espíritu y
texto del constituyente de Qucrétaro) . . . . . . . . . . 411
a) Análisis del precepto. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 411
b) Los servicios públicos y el artículo 28 constitucional 417
e) Crítica al precepto . . . . . . . . . . . 420
N. Breves consideraciones sobre el artículo 3 constitucional. 432
a) Somera referencia histórica. 432
b) Apreciaciones generales 435
e) La reforma de 1934 440
d) La reforma de 1946 442
e) La reforma de 1992 445
j) La reforma de 2002 445
g) Sumen! referencia a la autonomía universitaria 446
Capítulo XV/l/. Trabajo en las Universidades e Instituciones de
Educación Superior Autónomas por Ley ' . . . . . . .. 451
íNDICE 811

CAPtruLO SEXTO

GARANTÍAS DE PROPIEDAD
I. Generalidades . . . . . . . . . . . . . . . . . . 455
n. La propiedad privada . . . . . . . . . . . . . . . . . 459
A. La propiedad como derecho subjetivo civil . . . 459
B. La propiedad privada como derecho público subjetivo 460
a) Consideraciones generales . . . . . . . . . . . . . . . 460
b) Limitaciones constitucionales a la propiedad privada 465
l. Imposición de modalidades 465
2. La expropiación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 469
La utilidad pública 469
La indemnización . . . . . . . . . . . . . . . . . . 474
El procedimiento expropiatorio y sus presupueslOs 478
Antecedentes históricos de la expropiación . . . . . 481
3. La expropiación agraria . . . . . . . . . . . . . . . 484
e) Incapacidades jurídicas respecto a la titularidad de la propiedad 485
Antecedentes históricos de la incapacidad jurídica de los
extranjeros . . . 486
d) La reforma de 1992 493
III. La propiedad estatal .. 495

CAPITULO SÉPTIMO

GARANTÍAS DE SEGURIDAD JURÍDICA


Idea sobre la seguridad jurídica . . . . . . . . . . . . 504
El artículo 14 constitucional . . . . . . . . . . . . . . 505
1. Garantía de la irretroactividad de las leyes. 505
A. Planteamiento del problema .. 506
B. Distintas soluciones al problema 508
a) Teoría clásica. . . . . . 508
b) Opinión de Savigny. . 509
e) Tesis de Aubry y Rau 509
d) Idem de Bonneeasse 510
e) Opinión de Capirant . 510
j) Idem de Laurent . : . 510
g) Tesis de Coviello . . . 511
h) Idea de Duguit y jeze 512
i) Criterio de Roubier . . 512
j) Opinión nuestra . . . . 513
k) Hipótesis generales de irretroactividad legal . 515
l) La jurisprudencia de la Suprema Corte sobre esa cuestión . 516
C. La irretroactividad de las leyes en el artículo 14 constitucional 520
D. Breve referencia histórica sobre la irretroactividad legal 521
11. Garantía de audiencia. . . . . . . .. 524
A. El artículo 14 de la Constitución de 1857. Su interpretación por
Vallarta . . . . . . . . . . 525
a) Argumento auténtico . . . . . . 528
b) Argumento gramatical . . . . . 530
e) Argumento constitucional. . . . 532
d) Argumento de orden jurídico general 533
812 lAS GARANTíAs INDMDUALES

B. Análisis del segundo párrafo del artículo 14 constitucional vigente 536


a) Titularidad de la garantía de audiencia 537
b) AClO de autoridad condicionado por la garantía de audiencia (Con-
cepto de acto de privación) . . . . , . , . . . . . . . . . 538
e) Bienes jurídicos tutelados por la garantía de audiencia. 539
l. La vida . . . . 539
2. La libertad . . 540
3. La propiedad 540
4. La posesión . 542
5. Los derechos. 547
d) Garantías de seguridad jurídica integrantes de la audiencia 548
e) Excepciones a la garantía de audiencia. . . . . . 558
j) La garantía de audiencia frente a las leyes. . . . 564
g) Criterio de la Suprema Corte sobre el alcance de la garantía de
audiencia 567
h) Algunos antecedente históricos de la garantía de audiencia. 572
III. Garantía de la exacta aplicación de la ley en materia penal (Párrafo
tercero del artículo 14 constitucional) . . . . . . . . . . 574
a) Extensi6n de la garantía. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 574
b} Interpretación analógica y por mayoría de razón . . . . . . . .. 575
IV. Garantías de legalidad en materia jurisdiccional civil (Cuarto párrafo del
artículo 14 constitucional) 579
a) Acto de autoridad condicionado. 579
b) Sentido y alcance de la garantía 580
El artículo 15 constitucional. . . . . . . . . . . 584
a) Implicación de las garantías que contiene 585
b) Alcance de la prohibición constitucional 586
El artículo 16 constítucíonal , . . . . . . . . . . . . . 589
I. Primera parte . . . . . . . . . . . . . . . . . . 589
A. Titularidad de las garantías consagradas . 590
B. Acto de autoridad condicionado (concepto de acto de molestia) 591
C. Bienes jurídicos preservados 592
a) La persona 592
b) La familia . 593
e) El domicilio 593
d) Los papeles 595
e) Las posesiones . 595
D. Garantía de competencia constitucional 596
a) Tesis de Iglesias 596
b) Tesis de Vallarta 598
e) Estado actual de la cuestión 600
E. Garantía de legalidad . . . . . 601
a) Concepto de fundamentación 602
b) Concepto de motivaci6n . . . 604
e) La motivación legal y la facultad discrecional 605
d) Concurrencia de la fundamentación y de la motivación 607
e) Diversas hipótesis de actos violatorios de la garantía de legalidad 610
F. Garantía de mandamiento escrito 612
G. Breve referencia histórica 613
II. Segunda parte. . . . . . . . . . . . . 614
íNDICE 813

Análisis de las garantías que en ellas se contiene. 614


A. Exégísis del precepto . . . . . . . . . 615
B. Su crítica y su necesaria reforma. 618
111. Tercera parte. 626
IV. Cuarta parte. . . . . . . . . . . . . . . . 627
V. Quinta part.e. 628
A. Análisis de las garantías que contiene. 628
B. Las visitas domiciliarias. 632
VI. Sexta parte . . . . . . 633
VII. Séptima parte. . . . . 633
El articulo 17 constitucional . 635
El articulo 18 constitucional _ 639
El artículo 19 constitucional. 645
El articulo 20 constitucional. 646
El artículo 21 constitucional. 648
a) Imposición de penas. 648
b) Facultades sancionadoras de las autoridades administrativas. Con-
cepto de "reglamento" gubernativo y de policfa. 650
e) Persecución de los delitos. 656
El artículo 22 constitucional . 662
El articulo 23 constitucional. . . . . . . . 663

CAPÍTULO OCTAVO

DERECHO A LA INFORMACiÓN
1. Consideraciones previas. .. 671
H. Implicación de la información. . . 674
IlI. Riesgos de la reglamentación autónoma sobre la información. 682
IV. Incompetencia del Congreso Federal para reglamentar el derecho a la
información por medio de la prensa . . .. .. . . . . . . . . . . 685
V. Criterio de la Suprema Corte sobre el derecho a la información. 687
a) Antecedentes. . . . . . . . . . . . . . . . . 687
b) Consideraciones de la sentencia de la Corte. 687
e) Comentarios al criterio de la Suprema Corte. 690
VI. Conclusiones. . . . . . . . . .. 692

CAPITULO NOVENO

LAS GARANTÍAS SOCIALES


r. Introducción histórica . . . 693
11. Concepto y naturaleza de la garantía social 704
a) Sujetos. . . . . . . . . . . . . . . 705
óJ Objeto. . . . . . . . . . . . . . . . 705
e) Principios constitucionales de las garantías sociales 706
d) Situación y función del Estado en relación con las garantías
sociales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 706
814 lAS GARANlÍAS INDIVIDUALES

Hl. Las garantías sociales y las garantías individuales no se oponen ni son


incompatibles. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 707
IV. Breve referencia a las garantías sociales en materia agraria. 712
l. Síntesis histórica . . . . . . . 712
2. Breves comentarios críticos. . . . . . . . 717
3. Falta de justicia agraria , 720
V. La garantía social y los intereses sociales. 721
VI. Las garantías sociales proclamadas en los artículos 4 y 21 párrafos cuarto
y quinto constitucionales , . . . . . . . . . . . . . . . . . 723

CAPíTULO DÉCIMO

lA RECTORÍA ECONÓMICA DEL ESTADO


1. Introducción . 725
11. El nuevo artículo 25 constitucional. 727
111. El nuevo artículo 26 constitucional. 730
IV. El nuevo artículo 28 constitucional. 732
V. Resumen conclusivo , 735
VI. Las entidades paraestatales y su privatización . 736
OBSERVACIONES .FINALES. . . • . . . . . . . . 741
Ley de Imprenta. . . 745
Declaración Universal de Derechos Humamos 755
Proyecto de Ley Constitucional de Garantías Individuales 761
Proyecto de Ley de Garantías presentado por José Ma. Lafragua al Congreso Cons-
tituyente, en la sesión del 3 de mayo de 1847. . , . 767
Decreto por el que se crea la Comisión Nacional de Derechos Humanos como un ór-
gano desconcentrado de la Secretaria de Gobernación . 771
Ley de la Comisión Nacional de Derechos Humanos . 775
Reformas con.stitucionales publicadas el 14 de agosto de 2001 en materia indígena 795
BmLIOGRMÍA . 799
Esta obra se terminó de imprimir
el día 14 de marzo de 2008. en los talleres de
CAStellanos Impresión; SA de CV
Ganaderos 149. col. Granjas Esmeralda.
09810, lztapalapa, México, DF

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