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Economía informal

Se denomina economía informal o irregular a aquellas actividades comerciales o


mercantiles no declaradas, es decir, ocultas a las regulaciones fiscales y controles
administrativos. Junto con las actividades mercantiles ilegales, constituyen la llamada
economía sumergida. Por ejemplo: mendicidad, adivinación, piratería, artesanía.
La economía informal supone un factor problemático para la salud fiscal de las naciones,
no sólo por el lucro cesante tributario, es decir, por lo que deja de recibir el fisco, sino por
la competencia desleal y la falta de compensaciones sociales y jubilatorias que a la larga
conlleva.
Entre las causas comunes de la economía informal se encuentran la migración, los altos
índices de desempleo, las dificultades económicas y las bajas remuneraciones formales.
Ejemplos de economía informal
La buhonería. Se conoce con ese nombre a la venta informal de artículos de toda clase:
comestibles, manufacturados o semielaborados, sin contar con método alguno de
facturación ni control fiscal, ni condiciones de establecimiento (alquiler, salario, etc.). Este
tipo de ventas suelen regirse por la oferta y la demanda, cuando no por las leyes propias
del mercado negro, y son difíciles de regular dado su carácter semiclandestino.
La mendicidad. Si bien es difícil considerarla una actividad económica, forma parte de los
flujos mercantiles que acontecen en la ciudad, totalmente al margen de lo contabilizado o
de sistema alguno de regulaciones.
La adivinación. La lectura de cartas del tarot, el espiritismo, la adivinación por distintas
prácticas místicas o rituales, son también una forma de actividad económica al margen de
toda regulación fiscal del Estado.
Los espectáculos a la gorra. A menudo se producen formas espectaculares, musicales o
circenses de economía informal en los medios de transporte, semáforos o plazas públicas,
como una forma de cautivar al paseante y pedir su ayuda monetaria.
La piratería. En la época de las facilidades tecnológicas de Internet y los reproductores
musicales o de video, son muchos los que lucran a partir de la venta de filmes, música o
incluso libros ilegalmente reproducidos, aprovechando las tendencias en boga y sin ningún
tipo de retribución para los autores del material pirateado.
La prostitución. Si bien en algunos países se ha intentado legalizar este oficio y establecer
cierto marco regulatorio, en su gran mayoría se ejerce libre de todo tipo de controles y de
forma clandestina, cuando no ilegal.
La ayuda doméstica. Por lo general se llevan a cabo a través de acuerdos verbales y pago
diario en efectivo, sin que esta labor incurra en ninguna forma de protección social, pago
de impuestos o regulación estatal.
La artesanía. Estos productos elaborados se venden a espaldas de regulaciones estatales,
ya que su productor los hace sin incurrir sino a sus técnicas personales o ancestrales.
Las actividades culturales o educativas informales. Tales como talleres literarios, cursos
caseros de enseñanza y todo tipo de ejercicio educativo que no esté inscrito a institución
alguna ni sometido a ningún tipo de tributación.
Los mercados populares de revendedores. Por lo general pensados a partir de la ganancia
al detal de la mercancía mayorista, suelen tomar lugar en espacios públicos, con o sin la
venia de las autoridades locales, y movilizan importantes sumas de capitales sin declarar,
si bien es posible que en tanto colectividad realicen algún tipo de pago por alquiler del
espacio o rubros semejantes, también informal.
Los fruteros itinerantes. Por lo general provistos de un camión en el que transportar la
fruta estacionaria, realizan recorridos de venta informal por el corazón de las ciudades, sin
recurrir al sistema formal de economía en absoluto.
Los masajistas. Ubicados sobre todo en espacios playeros o termales, ofrecen a los
transeúntes algunos minutos de relajación a partir de un masaje de espalda, de cuello o
alguna técnica quiropráctica más o menos estudiada. El pago es inmediato y en efectivo,
tal y como el pago de la sesión.
Los vendedores de bienes infravalorados. Sobre todo de bienes inmuebles, a los que se
reduce el costo de venta formal, es decir, el que aparece en las actas y documentos
legales, movilizando el resto del valor del bien por fuera de los libros.
La siembra de subsistencia. Que ocurre cuando se siembra en pequeñas parcelas o
terrenos urbanos, con el fin de suplir la propia demanda familiar y, eventualmente, vender
el excedente a los vecinos o conocidos.
Las propinas. Ya sea como complemento de un servicio formal (como a los meseros de los
restaurantes) o como recompensa por labores mínimas desempeñadas (como los
empaquetadores de bolsas en algunos supermercados).
Los cuidadores de vehículos. O ayudantes de aparcamiento, “biencuidaos”, “trapitos” y
muchos otros nombres más, son personas que esperan una propina a cambio de la
supuesta vigilancia de los vehículos aparcados en la calle o la ayuda para salir de puestos
difíciles, etc.
Los limpiavidrios. Usuales en semáforos, talleres y otros contextos urbanos, ofrecen
limpiar el parabrisas de los conductores a cambio de alguna propina.
Fotógrafos turísticos. Comunes en zonas de mucha afluencia de temporadistas, venden
fotografías como souvenires de viaje.
Los gestores. Encargados de agilizar o de realizar trámites burocráticos -a menudo
gratuitos- por encargo, a cambio de un pago estipulado.
Otros servicios profesionales en negro. Se llama así a la prestación de servicios
profesionales puntuales de cualquier naturaleza, sin que ello incurra en facturación de
ningún tipo, sino se considere el “libre ejercicio de la profesión”.

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