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Gloria Αηποηι

Autismo
infantil
Una clínica desde
el psicoanálisis
A n n on i, G loria
A u tism o infantil· una clínica d esd e el psicoanálisis.
- la e d . - Rosario; H o m o Sapiens E diciones, 2011.
216 p. ; 22x15 cm . - (Psicoanálisis)

ISBN 9 7 8 -9 5 0 -8 0 8 -6 3 3 -4

1. P sicoanálisis. 2. A ucism o. [. T ítulo


C D D 150.195

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Esta tirada de 500 ejemplares se term inó de im prim ir en marzo de 2011


en ART de Daniel Pesce y David Beresi SH. | San Lorenzo 3255
Tel: 0341 4391478 | 2000 Rosario \ Santa Fe | Argentina
índice

P r ö l o g o , Elsa C o ria t ................................................................................................. 7


A g r a d e c i m i e n t o s ...................................................................................................... π
I n t r o d u c c i ó n ..............................................................................................................is

C a p í t u l o I.
Estado actual del cuadro..................................................................... 19

C a p í t u l o II.
«En la huella de Lacan»....................................................................... 79

C a p ít u l o II I.
Nuestra propuesta de una clínica del autísmo
desde el p sicoan álisis......................................................................... I l l

C a p í t u l o IV.
A modo de co n clu sió n ......... -..........................................................199

B ib lio g r a fía g e n e r a l .............................................................................2 1 1

B ib lio g r a fía b As i c a ................................................................................213


Prólogo

P ara p o d e r u b icar la d im e n sió n que le a trib u y o al lib ro de G loria


A n n o n i, necesito com enzar por reco rd ar un pequeñísim o recorte de
m i p ro p ia h isto ria en relación al tem a.
H ace ya diez años — en ju lio de 1999— tuvo lugar la R eunión
Lacaniana de psicoanálisis de Rosario. Para esa op ortunidad, presenté
u n trab ajo titu lad o A utism o ai día de hoy, que co m enzaba diciendo:
«El autism o ya no es lo que era. H a quebrado su espléndido aislamiento
y hoy en día es posible encontrarlo por doquier». M e preguntaba enton­
ces a qué se 1c estaba em pezando a llam ar «autism o» en ese m o m en to
y para com enzar a trabajar la respuesta a esa pregunta m e dedicaba a
hacer un pequeño recorrido por algunas librerías para ver cuál era la biblio­
grafía que se ofrecía y qué se decía al respecto. En m i texto m enciono
los tres títulos dignos de ser nom brados en tanto representantes de las
posiciones clínicas en danza— psicoanálisis y/o Neuropediatría— , pero
lo que no llego a decir es la sorpresa que experim enté en ese m om ento
ya que, m ás allá d e los textos citados, ¡poco y n ad a era lo publicado
sobre au tism o a pesar de todo lo que esa palabra circulaba!
Yo n o lo sabía todavía, p ero com enzaba a sospecharlo: era un
m om ento de giro en la clínica en relación a los problem as del desarrollo
infantil; un giro que, en mi lectura y experiencia, n o viene im plicando
un avance sino un retroceso, un retroceso en la d iscrim inación diag­
nóstica «oficial» (q u iero decir, la que m ás se ha expendido en la cul­
tu ra del m o m en to ) y en las consecuencias clínicas que la acom pañan.
Diez años después, la falta de bibliografía de ese entonces h a sido
sustituida p o r una incontable cantidad de publicaciones.
Al día de hoy, si en algún buscador de la WEB (Google, Yahoo, etc.)
escribim os ya sea «autismo diagnóstico», ya sea m utism o tratamiento»,

7
nos en co n tram o s que casi dos m illones de lugares se refieren a cada
uno de esos tem as; sólo en El rincón del vago es posible e n c o n trar 41
cursos de autism o gratis (sic).
¿Por qué detenernos, entonces, a leer el Autism o infantil de Gloria
Annoni?
P o rq u e n o se trata de un libro hecho del co piar-pegar de nues­
tros tiem pos, ni siquiera en los párrafos de sus num erosas citas. Se trata
de u n libro que nos ofrece un panoram a com pleto de lo que el autism o
significa en nuestro días y de lo que los principales autores han escrito
sobre el teraas pero donde cada renglón de lo presentado ha sido selec­
cionado y elaborado desde num erosas décadas de experiencia de co n ­
sultorio pro p io y de experiencia institucional y de equipo, trabajando
con todas las edades y con to d o tipo de problem as. Específicam ente,
en lo que se refiere a au tism o y psicosis infantil, incluyendo a n iñ o s
con o tro tipo de patologías orgánicas agregadas, no m uchos son tos
profesionales en el m u n d o que hayan podido reco rrer una casuística
tan diversa, sosteniéndolo a lo largo de tantos años, m u y en especial
a través d e su participación co m o D irectora (y tran sfo rm ad o ra) del
C en tro de Día «Dr. L anfranco Ciam pi» (ex Escuela de A daptación).
C ada renglón ha sido escrito desde esa experiencia y desde una
experiencia docente que se inició com o m aestra en una escuelita rural
del Chaco — de donde la autora es oriunda— , pasando p o r la Facultad
d e P sicología d e R osario — d o n d e se recib ió de Psicóloga y d ictó
diversas m aterias— siguiendo en la Facultad de M edicina de Rosario
— d o n d e g an ó el c o n c u rso co m o profesora titu la r de la cáted ra de
P siquiatría N iños (¡ella!: m ujer, psicóloga y c h a q u e ñ a ...)— y, en u n
o rd en jerárq u ico , llegando a ocu p ar el lugar de P rim er D ecana de la
Facultad de Psicología de Rosario.
Paralelam ente — y desde hace casi dos décadas— , ha venido p ar­
ticip an d o co m o m iem b ro de la Escuela S igm und F reud de R osario,
d onde ha dictado sem inarios, trabajado en carteles, presentado tra b a ­
jos escritos y participado en todo tipo de trabajo de Escuela, incluyendo
su participación en C om isión Directiva.
M ultifacética Gloria A nnoni, su poblado currículum no term ina
de dar cu e n ta de sus enciclopédicos co n o c im ien to s ni de su cálida
sencillez. Hace falta escucharla personalm ente para distinguir cóm o la
sigue acom pañando su provincia de origen en la m odulación de su voz,
pero, b ajo o tra fo rm a, lo m ism o se p u ed e p e rc ib ir en los p árrafo s
m enos form ales que entretejen este libro y le dan su calor.

K
Lo que hoy se presenta com o libro fue originalm ente la tesis que
le p erm itió a G loria acceder al títu lo de D octora en Psicología, pero
para llegar a su form a actual, para llegar a ser un libro apto para todo
aquel q u e se interese en el tem a, ha sido largam ente trabajado, n o en
c u a n to a las ideas q u e tra n sm ite , q u e so n las m ism as, sin o en su
m an era de presentarlas, es decir, en su redacción.
Si bien el título com pleto es A utism o infantil Una clínica desde el
Psicoanálisis, u n o de sus m érito s principales es h acer p resen te que,
especialm ente para los niños con serios problem as en su constitución
com o sujeto, se hace necesario que el psicoanalista trabaje en una clí­
nica in terdiscjplinaria; clínica interdiscíplinaria que, a su vez, nece­
sita im prescindiblem ente de lo específico que el psicoanálisis, en espe­
cial a través de la presencia del psicoanalista, aporta.
Los psicoanalistas tenem os un sillón para sen tarn o s p o r detrás
del diván p ero 110 tenem os u n a toga que nos identifique cuando tra ­
bajam os en la extensión en general o con niños en particular. En esos
casos, tal vez se pueda reconocer a un analista p o r las m odificaciones
que provoca.
Este libro no cuenta con varita mágica: para p ro d u cir m odifica­
ciones requiere de un trabajo de lectura p o r parte del posible lector;
pero a diferencia de m uchos otros textos sobre el m ism o tem a, quien
efectivamente se tome el trabajo de leerlo, seguram ente, podrá com en­
zar a o p e ra r tran sfo rm acio n es so b re aquello que, para algunos, es
inm odificable p o r definición; el autism o infantil.

E lsa C o r ia t

9
Agradecimientos

La Tesis D o cto ral de la cual surgió el presente libro está dedicada in


memoriam a René Carlos A nnoni, ya que es m i principal y prim er refe­
ren te sobre el tema.
En innum erables atajos y encuentros con él a lo largo de mi an á­
lisis personal, puedo decir que, con algo angustiante y difícil de sobre­
llevar com o fue m i infancia, adolescencia y algunos años adultos con
un «herm anito diferente», lejos de convertirse en síntom a, se co n v ir­
tió en el pro y ecto y o b ra m ás q u erid o s, m ás apasio n an tes con cada
u n o de m is pacientes, y sobre todo, haber logrado que la tradicional
Escuela de A daptación d ependiente de la C átedra P siquiatría N iños
de la F acu ltad de C iencias M édicas de la U niversidad N acional de
Rosario, se transform ara, en base a m i Proyecto y fundam entación, en
el C en tro de Día «Lanfranco C iam p i» .1
Esto no hubiera sido posible de no contar con la co m p ren sió n y
apoyo de los m édicos profesores que conform aban c o n m ig o 2 el D e ­
partam ento M aterno Infantil, fundam entalm ente su Director: Profesor
A dalberto E nrique Palazzi, y el entonces D ecano Dr. Juan M arro, que
lam en tab lem en te hace años ya no está entre nosotros.

1. Lanfranco C ia m p i, psiquiatra italian o crea la cátedra citada en 1923, prim era en


el m u n d o , c u a n d o aú n la p siq u ia tr ía lu ch ab a p or sep ararse d e la n e u r o lo g ía .
El citad o catedrático crea las bases de una psiquiatría dinám ica y una clínica basada
e n la in terd iscip lin a . F unda ta m b ién el en to n c e s H osp ital d e A lien a d o s d e p e n ­
d ien te tam b ién de la Facultad que he citado.
2, S ien d o graduada en P sicología, h o y D octorad a en la m ism a d iscip lin a, o b tu v e el
cargo c o m o Profesora Titular O rdinaria de Psiquiatría N iñ o s en O ctubre de 1989
p or C o n cu rso A b ierto O ficial.

11
C onté tam b ién con el apoyo, pero sobre todo, con el trabajo in ­
cansable, entusiasta, tenaz, de la entonces P ro feso ra de E nseñanza
Especial y Profesora de Expresión C orporal M aría Isabel M alano, las
Profesoras de Enseñanza Especial A na R odríguez, M ónica Jaime, el
M aestro de C arp in tería, A urelíano F errero y fu n d a m e n talm e n te de
la P rofeso ra en A rtes V isuales N idia Elena H o ru lli, quien ha hecho
algo m u y especial con su trabajo, n o vacilando en la dram atización,
p ara lo cual in v itó , en los co m ienzos del m ism o , al acto r R aúl C a­
landra y, entonces vimos al niño «desmañado», indiferente al m undo,
em barcarse en insólitas m uestras o guiños de «prestarse algún instante
a estar con nosotros» p ara volver a dejarnos.
A las n o m bradas se sum an Susana Costa, Psicopedagoga y Psico-
m otricista, A na M aría D oulot, Fonoaudióloga, ios M usicoterapeutas
que se acercaron a la C átedra con el único interés de aprender, sobre
to d o E nrique Nicolaas.
A ellos se sum aron los psicoanalistas M arta Utges, C arm en Gómez,
R oberto Vinciarelli, H ugo Em ilio Avellaneda, H ugo M elñ y H oracio
A ndino.
Siem pre conté, con la m edida precisa de lo farm acológico, con la
atención de la Psiquiatra Infanto Juvenil Silvia Valongo, y fu n d am en ­
talm ente, de José García Riera, actual P rofesor T itular de la C átedra
citada, q u ien tu v o la p aciencia de hacerm e com prensibles los c o n ­
ceptos que puedo m anejar de quím ica cerebral y N eurología. En este
sen tid o , fue fu n d a m e n ta l trab a jar co n los m éd ico s P ro feso res de
N eu ro an ato m ía Julio César Jozam i B arreiro y José B arrovequio.
D ar cu en ta de todo este recorrido no hubiera sido posible sin la
fo rm ació n en psicoanálisis del inolvidable m aestro R aúl Sciarretta,
de m i pertenencia a la Escuela Sigm und Freud de Rosario, a mis alum ­
nos de dicha escuela, quienes, al pretender transm itirles, m e hicieron
eco p ro fu n d o de sus preguntas y dudas, du ran te m uchos años.
Pero, p ro fu n d izando en el tem a de este libro, fue m i guía, firm e,
clara, y p o r m o m e n to s el in te rlo c u to r jam ás so ñ ad o de largos d iá ­
logos sobre u n sesgo clínico, un gesto, Elsa C oriat, m aestra y amiga.
Los m om entos vividos con ella h an sido fecundos, certeros en el seña­
lam iento, rigurosos y, sin em bargo, cariñosos y am enos.
Por últim o, no puedo dejar de m encionar a m i m aestro de m uchos
años, H éctor Yankelevich, tan generoso tam b ién con su decir sobre
la constitución subjetiva y el autism o en particular, desde la óptica de
su clínica.

12
M erece m i agradecim iento y m i afecto M arcos Esnal, ex alum no,
legítim o relevo de m i enseñanza, la cual puede ser dejada en tan b u e ­
nas m anos com o las de este buen psicoanalista, com pañero de Escuela
de Psicoanálisis y profesor que se to m ó el trabajo de hacer la cu id a­
dosa corrección de la presente obra.
Finalmente, debo agradecer a mis nietos, M arina, por la ejecución
de todos los esquemas en program as especiales, y Fabricio, a mis sobri­
nos Lisandro y Em iliano, mis m aestros y consultores en com putación
en to d o m o m en to , sin lo cual este libro n o hubiera sido posible.

13
Introducción

Sobre el b anco de la escuela de piso de tierra, G arlitos m iraba com o


perdido, lento, a veces se quedaba dorm ido. A veces llegó al colm o del
desm ayo, nada aprendía, nada podía con el lápiz, nada parecía enten­
der a pesar de m is em peños de novel m aestra.
P ero yo quería que él estuviera con no so tro s, los otros chicos y
yo, ap ren d ien d o a leer, escribir, contar, can tar y dibujar. Él tam bién
quería. Pero n o podía.
Apelé a lo que, en esos tiem pos de m aestra «norm al», m e habían
enseñado: adm inistré unos tests de «nivel» que le adjudicaron a C ar­
litas un «retraso en su desarrollo»... ¿Pero cóm o era esto?... Si C arlitos
cuidaba a su abuela, cam inaba kilóm etros para llegar a la escuela, sabía
sem brar, participaba de la «carpida»3 y cosecha del algodón,
E ntonces acudí al m édico del pueblo, quien m e dijo: «Averigüe
con q ué se a lim e n ta .,. seguram ente a “sus chicos” les falta olla».
A verigüé... y eso es otra historia. H istoria de lo social, de la salud,
de la política, de los pobres, etc.
Desde esos años tan lejanos, desde esa práctica docente elem en­
tal, el hecho de que algunos niños se desem peñaran m ejor y m ás rápido
q u e otro s, hasta estos años plenos de práctica com o psicoanalista de
niños, tan to en el ám bito privado com o en el público de la salud, me
ha in teresado el n iñ o catalogado co m o «diferente» y, d e n tro de ese
cam po en paiticular, aquellos diagnosticados desde el discurso médico
p siquiátrico com o autistas.
El n iñ o así llam ado despierta u n a especie de fascinación.

3. N o m b r e p op u lar q u e se daba a la acció n d e sacar hierbas in d eseab les en el su rco


p rep arad o para !<i siem b ra d e alg o d ó n en el C h aco.

15
Ésta es d e un carácter tal que anim a el deseo a incursionar y des­
cifrar el enigm a que parece co m an d a r su «indiferente» paso p o r el
m u n d o d o n d e todos nos e n c o n tram o s pero que este n iñ o atraviesa
sin c o n ta r con n o sotros, casi tangencialm ente, con la «m irada» p er­
dida, lejos de los que los m iram os, com o m ás allá de la nuestra, com o
ángeles de otro s m u ndos.
A dem ás de esta situación un ta n to im presionista sobre el tem a,
es atractiva la posibilidad que brinda el psicoanálisis en la clínica con
n iñ o s de casi «descubrir» cóm o se va desplegando lo que llam am os
la estructura del sujeto desde esa perspectiva; cóm o se van cum pliendo
— o n o — las operaciones que van a culm inar en ese producto. Si éste
es u n o de los sucesos que hace a dicha tarea tan interesante, m ás ap a­
sio n an te se vuelve con estos niños, ya que su situ ació n psíquica no
parece responder al «arm ado» m odelo de subjetividad para el indivi­
du o c o m e n te de esta cultura.
Es por ello que m e he aventurado en los últim os seis años a escri­
b ir acerca de investigaciones realizadas sobre la situación psíquica de los
m ism os y los tratam ien to s posibles para lograr cam bios que les p er­
m itan alguna calidad de vida diferente a la existencia en que se encuen­
tran. Tarea que ocupó y ocupa mi vida a lo largo de cuarenta años.
Los ú ltim o s dieciocho, he ten id o la o p o rtu n id a d de estar en la
D irección de un C en tro de D ía d o n d e se atien d en estas patologías,
ya que dicho C entro de Día depende de la Cátedra de Psiquiatría Niños
de la F acultad de C iencias M édicas. P ero esto tien e su historia: h a ­
biendo ganado el concurso com o Titular de la m ism a en 1989, el C entro
citado era llam ado «Escuela de A daptación», p o r el creador de la C á­
ted ra m en cio n ad a, Lanfranco C iam pi, en el año 1923. C am biada ya
la realidad del trata m ien to de estas patologías, sobre todo, sus o b je­
tivos, y estos co n fo rm e a m i experiencia desde el psicoanálisis, logré
que, desde la perspectiva de los postulados del psicoanálisis y en in ter­
disciplina con otro s discursos, se creara, según m i proyecto presen ­
tado en el C onsejo D irectivo de la citada Facultad, el C entro de Día
«Lanfranco C iam pi», precisam ente el 29 de ju n io del año 2000.
Porque, desde aquel lejano C arlitas, aú n m e conm ueve que estos
niños «vengan» a estar en el m u n d o sim bólico, en la cultura.
Así, el autism o en la infancia tiene un estatuto en los cuadros de
la Psiquiatría Infanto Juvenil, es decir que tiene sus preceptos y reglas.
Λ 1.1 definit ion y descripción del cuadro, com o efecto de ellos, prescribe
los η ,ιΐ,ιιιlicnio.s, y se realizan m últiples investigaciones buscando su

i<.
causa genética o de estructuración de la arq u itectu ra cerebral o de su
quím ica, pero n inguna de ellas ha arribado a criterios tales com o para
darle u n a entidad etiológka al autism o infantil desde sus parám etros.
P ro p o n g o m o n ta r un estatuto posible desde las coordenadas de!
psicoanálisis para lo que llam am os autismo en la infancia. C oordenadas
que se organizan p or las operaciones lógicas de la constitución de la
subjetividad y de la particularidad del caso por caso.
M i experiencia y m i pertenencia al psicoanálisis, así com o la clí­
nica de los niños autistas atendidos p o r mí, m e han hecho reflexionar
sobre el hecho de que n in g u n o de los discursos tiene preem in en cia
sobre el otro a la hora de actuar para m ejorar la posición de cada niño
en particular, para ofrecerle la posibilidad de una m ejor calidad de vida.
M i deseo es que las luchas por la preeminencia de un discurso sobre
el o t r o — p o r ejem plo: tra ta m ie n to neurológico versus trata m ien to
psicológico y/o psicoanalítico — 110 pierdan de vista al llam ado «niño
autista» en toda su com plejidad. Al m enos, que ellas n o obstruyan la
posibilidad de en c o n trar cam inos para llegar al niño en su singulari­
dad subjetiva.
Aún m ás, que se com prenda que los niños con trastornos n eu ro -
lógicos y/o los que padecen graves deficiencias genéticas son p o si­
bles de tratar desde los postulados de las leyes de La constitución de la
estructura de la subjetividad. Leyes que pueden sufrir avatares para su
consecución cuando la realidad del cuerpo se im pone; desde esta afir­
m ación, m i posición es que así com o el psicoanalista no debe ignorar
los efectos de la realidad del cu erp o de la biología, el neu ró lo g o , el
psiquiatra, no deben ignorar que las leyes de constitución subjetiva se
cu m p len , a pesar de las realidades biológicas, a u n q u e tal vez u tili­
zando o tro tiem p o q u e el habitual.
Los en u n ciad o s en la in troducción planteando la posibilidad de
que se considere la pertinencia de la coexistencia del estatuto m édico-
p siq u iátrico para el a u tism o con el e n tra m a d o que el psicoanálisis
plantea para la constitución de la estructura subjetiva en un tratam iento
p o sible de esta afección en la niñez, son la afirm a ció n fu n d a n te de
este lib ro , fru to de m i tesis d o c to ra l, y se so stie n e n ta n to en una
p ráctica clínica co n secu en te d e m u ch o s años, co m o en sus re su lta ­
dos — que se p o n d rá n a consideración en el presente— .
T am bién se fu n d am en tan en el estado actual del cuadro, den tro
de las enferm edades m entales, que el discurso m édico psiquiátrico y
n eurológico llam an autism o en la infancia.

17
Ca pí t ul o I
Estado actual del cuadro

El discurso médico

Actualmente, y en nuestro m edio, el discurso m édico neurológico re ­


clam a desde sus co o rd e n a d a s biológicas y/o genéticas la etiología
exclusiva del cuadro del autismo en la niñez.4
Sin embargo, cuando en nom bre de sus leyes hace 'i descripción
del com portam iento de un autista para diagnosticar y planificar tra ­
tam ientos, tom a funciones de la conducta que pertenecen a tradicio­
nales conceptos y descripciones de la psicología.
Los campos de la conducta que toman para evaluar sus presuncio­
nes son: Juego, sociabilidad, afecto, lenguaje, cognición, m em oria y
atención. Lo notable es que, justamente, estas funciones han sido estu­
diadas p o r siglos desde la filosofía con descripciones más cercanas al
hacer de las personas que las conclusiones que estos neurólogos nos
brindan. También han sido notablemente observadas, medidas y expli­
cadas por Henri Wallon y Jean Piaget5 en el siglo XX tan reciente, y ellos
han dado tesis y postulados sobre la organización de estas funciones que
son claros, observables y ampliamente comprobados en distintas prác­
ticas del hacer sobre niños: la clínica, y la educación. Asimismo, parece
ignorarse nada m enos q u e lo que es el proceso de simbolización, del
cual se ocupan distintas disciplinas. Proceso de representar que justa­
m en te nos distingue d e las especies aním ales llam adas inteligentes.

4. Felizmente, aun desde este discurso, en otros m ed ios se acepta para el cuadro una
am bivalencia en su etio lo g ía y la interdisciplina para la clínica del m ism o.
5. H. W allon (18 7 9 -1 9 6 3 ), n eu rólogo y epistem ólogo francés. J. Piaget (1896-1980),
profesor en G inebra y en la Sorbona, ep istem ólogo y p sicó lo g o suizo.

19
Ocuparse del proceso de simbolización es insoslayable si hablam os
de funciones com o his que se enum eraron recientem ente.
Los postulados y leyes acerca de cóm o se instala este proceso cons­
tituyen sólidas teorías que se han com probado en la práctica y adem ás
coinciden en m uchos puntos con postulados de discursos más n o ta ­
bles de los últim os tiem pos como la psicología estructuralista y la lin­
güística. N in g u n o de estos últimos, por otra parte, ignoran las fu n ­
ciones y ciaro está, las localizaciones cerebrales. Saben que las m ism as
tienen su intervención; que están concernidas en las funciones. R ecor­
demos que H. W allon era un neurólogo notable.
Sobre el tem a no podemos ignorar tam poco la volum inosa obra
de un pensador e investigador de la talla de Lev Vigotsky.6
Sin em bargo, los trabajos últim os sobre auiismo desde el pensa­
miento neurológico ignoran casi doscientos años de estudios sobre el
tema desde otras disciplinas (tai la psicología en este caso) y casi obli­
gan a pensar q u e las funciones que la filosofía llamó «superiores» se
producirían o se conseguirían nada más que por un m ovim iento (que
no se explica) de transm isores q u ím icos y organizaciones n e u ro -
anatómicas.
Se m enciona el papel del ambiente, pero haré sobre esto una p ri­
mera consideración: no se explica qué variables entran en la definición
de semejante concepto, ignorando tam bién, ai menos desde lo bioló­
gico, lo que la m oderna etología entiende com o ambiente de los seres
vivos.
Pero, tratándose de la criatura hu m an a, en el llamado am biente
tampoco debiera ignorarse el proceso de socialización y de individua­
ción exhaustivam ente estudiados por las psicologías evolutivas desde
hace casi cien años.
Por últim o, debo decir que tam bién tiene cien años el concepto
o invento de Sigm und Freud llamado aparato psíquico y, hasta la fecha,
no hay ningún o tro postulado que baya superado la explicación tam ­
bién verificable en la clínica del tam bién neurólogo víenés acerca de
cóm o se organizan las leyes de los procedim ientos psíquicos que g o ­
biernan el com portam iento de los individuos. Tampoco Freud ignoró

6. L. Sen) i o no vieil Vigotsky ( 18% -1934), una de las figuras más importantes de la
escuela psicológica rusa. Hizo aportes a la psicología general, infantil, pedagógica
y genética.

20
el papel del Sistema Nervioso C entral — al cual llamó «Real Ich» en el
recién nacido—-, las leyes que m arcan el procedim iento de cóm o se o r­
ganiza n ad a m en o s que lo que llam am os la identidad y tantas o tras
funciones del pensamiento que no pueden explicarse tam poco si se re­
curre sólo a la quím ica.
Debemos adm itir que, por supuesto, sin Sistema Nervioso Central
no habrá su jeto , pero sólo con él, tam p p co . D ebem os a d m itir que
lo que llam am os «sujeto» surge de u n a intrincada articulación entre
los efectos de la «manera de vivir», que se im prim e en el cuerpo, pero
que, dicha'«im presión» está sujeta a los efectos de m últiples factores
que p odriántos colocar entre los am bientales, que van desde la «per­
cepción»7 que cada sujeto tiene del m undo que lo circunda (ambiente)
hasta lo in stru m en tal que debe proporcionarle su Sistema N ervioso
Central para que ello ocurra. Pero ello sucede en un intercam bio p ro ­
digioso d o n d e tenem os que estudiar todos los elem entos q u e co n tri­
buyen a que dicho intercam bio se realice.
N uevam ente nos encontram os aquí con la fascinación que des­
pierta el autista. Porque si el proceso que culm ina en un niñ o al que
catalogamos de norm al es fascinante, la incógnita que todavía queda
es cómo se cum ple — mejor dicho qué es b que no se cumple— en estos
com plejos p rocesos de articulación e intercam bio para q u e el p ro ­
ducto sea un autista, con lo cual la fascinación por el proceso posible
diría que au m en ta en grados superlativos, al menos en m í, que estoy
com andada p o r aquel viejo y renovado deseo de que «pueda estar con
nosotros».
Fascinación y deseo que parece suscitarse en todos aquellos que,
desde distintos sectores, se ocupan de la atención de estos niños.
No o b sta n te ello, su identidad com o cuadro en el c a m p o de la
psiquiatría es relativamente reciente. C oncretam ente es Leo K a n n e r\
psiquiatra am ericano, quien describe la sintom atología p o r prim era
vez recién en el año 1943, separándola de la psicosis infantil y del re ­
traso o «debilidad mental», cuadros clínicos con los que estuvo largos
años confundida.

7. La p ercep ció n es un fenóm eno largam ente estu d iad o por !a p sicología, que tam ­
p oco es to m a d o e» consideración p o r la neu rología al hablar de a u tism o.
8. L K anner fu e P rofesor Em érito de P siq u iatría Infantil en la U n iv ersid a d John
H opkins y D irector del Servicio de Psiquiatría Infantil en el Hospital John H opkins
de B altim ore, M aryland, Estados U n id os.

21
K anner le da el nombre de «autismo precoz», pasando a nuestros
días con el no m b re de «autismo precoz cîe Kanner»9. Para este psiquia­
tra «dinám ico»10 era un Síndrom e específico, en el cual 110 d a lugar
alguno a la posibilidad de la alteración genética, química o de la arqui­
tectura cerebral, Pero debe decirse que los descubrimientos de fino cali­
bre de los últim os años con respecto a las neurociencias no form aban
parte del conocim iento científico de la época en que K anner hace sus
descripciones.
A partir de este acontecimiento y durante los cincuenta y tres años
transcurridos, debemos decir, sin exagerar, que el campo del autism o
infantil es un cam po de controversias, en ei cual podría decirse que
cada uno de los actuantes com o terap eu ta de estos niños tien e una
teoría al respecto.
Esto o c u rre tanto del lado del discurso médico com o desde el
campo de los psicoanalistas. No obstante las distintas descripciones
y propuestas acerca de cómo se produce 1111 auttsta, hay algunos puntos
en com ún que serán puestos a consideración en este libro, ya que dan
apoyatura, precisamente, a la hipótesis de pretender otro estatuto para
el autismo infantil, cuando lo consideram os desde los supuestos del
psicoanálisis, en cuanto a la constitución de un sujeto.
Es necesario decir que antes de la descripción específica q u e h i­
ciera K anner y que da al cuadro una especificidad para los tiem pos
de la niñez, o tro s célebres psiquiatras, considerados m aestros de la
psiquiatría m oderna de comienzos del siglo XX, habían hecho com u­
nicaciones clínicas donde admitían que muchos de sus pacientes esqui­
zofrénicos ip eran desde la infancia. Hablo, nada menos, que de Emil
Kraepelin" y Eugen Bleuler1 .
D urante todo el siglo, a partir de los maestros, se dan las descrip­
ciones m ás variadas, abundando Jas clasificaciones y explicaciones de
síntomas. Se describen cuadros tales com o:

9, Más adelante, se dará un lugar a la d escripción d d Síndrom e tal c o m o el autor lo


presentara y las variaciones que se le han dado a sus pensam ientos y observaciones.
10. Se le daba el nom bre de «dinám icos» a aq u ellos que aceptaban el d in a m ism o de
lo «intrapsíquico» de las teorías freudianas.
11. E. Krapelm o Kraepelin (1856-1926), fam oso psiquiatra perteneciente a la Escuela
G erm ana d e M edicina, alumno d e W . W u n d t, autor d éla N osología Psiquiátrica
m ás co m p leta . Tom a el cuadro de M o reí d e «D ém ence précoce» d a n d o lugar a la
diferencia que luego se hizo de D em en cia Precoz.
12. E, Bleuler a cu ñ ó el térm ino «E squizofrenia» y señaló, por prim era vez, el fen ó ­
m en o de escisión riela m ente, in flu en ciad o por las ideas de Freud.

22
* Psicosis Simbiótica de M alher,
* A utism o Secundario Regresivo.
* Psicosis del niño M ayor.

Un n iñ o , a su vez, puede pasar de períodos autistas a psicóticos


según estas descripciones.
A sim ism o, las conductas q u e Kanner había descrito pueden pre­
sentarse en niños con dificultades sensoriales, lo cual constituiría otro
grupo específico, donde la característica autista es efecto de la noxa
in stru m en tal orgánica que el niñ o porta.
En éste grupo, conviene incorporar a niños sordos, hipotónicos,
ciegos o con visión parcial, con retraso profundo, y con lesión cerebral.
T am bién, a veces, a ios que se ha clasificado com o psicóticos y a los
estados de demencias infantiies, producidas por innum erables causas
orgánicas.
Todavía no hay acuerdo acerca de si estas características autistas
deben ser o no consideradas d en tro del cuadro cías ico que describiera
Kanner.
Entre los autores más actuales para consultar respecto del autismo,
tenem os a Barbara Fumeaux y Robers con su libro El niño autista, a Al­
fredo Jerusalinsky y su libro Psicoanálisis del Autismo y diversos artícu­
los de los Cuadernos de Desarrollo Infantil del Centro «Dra. Lydia Coriat».
Las descripciones contem poráneas siguen siendo tan disímiles y
con p u n to s en com ún, q u e h ac en más a la o scu rid ad del tem a en
cu a n to a d efin ir una entidad etiológica ciara, pero ad elan to las del
m edio psiquiátrico y del m edio neurológico más populares: tenemos
desde la Psiquiatría Infanto Juvenil más actual, que niega lo subjetivo,
hasta las de Julián de A ju riag u e rra13, considerado el ú ltim o de los
psiquiatras humanistas, ya que, no sólo profundizó la psicopatología
infantil, sino que ¡ncursionó en las patologías mentales de la geriatría,
en la genética, neurología y en el psicoanálisis. Filósofo, matem ático
am ante y conocedor de las letras y las artes. Se formó en Francia, donde
llegó a jefe del Hospital «H enri Rouselle», lo m ism o de la Clínica de
Bel Air en Ginebra, Profesor del Collège de France, de la Universidad
de París, Profesor déla Facultad de Medicina de Genova, Dr. Honoris
Causa del País Vasco y de Barcelona.

13. Julián d e Ajuriagucrra, 1911-2006. N a cid o en Bilbao, España.

23
Julián de Ajuriaguerra presenta en 1970, en su célebre M anual de
Psiquiatría Infantil u n a serie de distintas descripciones del Síndrom e
tales como:
•T rastornos PsicóticosPrecoces.
• Autism o Precoz en el sentido am plio del térm ino.
• D istorsiones Precoces de la Personalidad.
•T rasto rn o s de las relaciones con el exterior y trastornos del
com portam iento.
•T rastornos del curso del pensam iento.
• Estados prepsicólicos.

Pasaré a hacer algunas consideraciones sobre las afirmaciones de


los autores que son los que brindan en la actualidad dei discurso m é­
dico toda esta variedad sintom atológica. Además de los aportes del
ya mencionado de Ajuriaguerra, están los del profesor D. M arcelliN
cuando hace la revisión de la obra de éste para su actualización, lo m ismo
que Josep T o ro l5. A ellos se une Ana M aría M artínez González15. Justo
es decir que la obra origina! de De A juriaguerra cuenta a la fecha con
treinta y ocho años de su prim era publicación. A pesar del rem oza-
miento del que fuera objeto por parte de los profesores que acabo de
nombrar, esta obra sigue siendo, hasta el día de hoy, uno de los expo-
tientes que agrupa, en un solo cuerpo, todos los cuadros psiquiátricos
de la infancia y la adolescencia conocidos, al menos en lengua espa­
ñola. Las actualizaciones y/o descubrim ientos de algunos autores sólo
son publicaciones aisladas o noticias que aparecen en Internet.
La fundam entación para el agrupam iento de «conductas» que se
hace en el libro Psicopatología del n iñ o '1 se basa en el hecho de tom ar
aquellas que ostentan rasgos de «com portam iento en conjuntos más
o menos estables»1" porque, señalan, existe una gran riqueza te rm i­
nológica que enm ascara, a m enudo, realidades clínicas idénticas...

14. L). Marcelli es Profesor de Psychiatric d e l’Unlant et de l’Adolescent, coau tor del
libro Psicopatología del niño, M asson, B arcelona, 1996. Tercera ed ición .
15. J. Toro i Trallcro, Profesor Titular de Psiquiatría Infam o Juvenil de la facu ltad de
Medicina de Iíi Universidad de Barcelona y Jefe d e In Sección de Psiquiatría Infantil
luveníl del H ospital C linic i Provincial d e Barcelona.
16. Dra. en M ed icin a y Cirugía, Profesora A sociada de Psicología M édica del D ep to.
de Psiquiatría y Psícobiologta C línica de la U n iversidad de Barcelona, España.
17. Julián de Ajuriaguerra y I I. Marcelli, Psicopatología del niño, Masson, Barcelona, 1996.
IK. Ibid., p. 298.

24
Debo agregar, p o r mi parte, que no se aclara a qué realidad clínica se
refieren estos autores. De todas m aneras, es com pleta y rica la diver­
sidad de largas observaciones que osten tan , siendo valiosa la opinión
de que reconocen la ambigüedad deí repertorio nosográfico y, lo que
es más honesto aún, aceptan que, cuando se trata del aislam iento y o b ­
servación de un S índrom e19, se encuentran ante datos dispares y que
llegan a las conclusiones nosográíkas, a través de traducir las co n d u c­
tas observadas a las hipótesis de cada au to r, llegando a decir q u e se
encuentran confrontados a una especie de tautología en las que unas
explicaciones teóricas dan cuenta de un Síndrom e que ha sido aislado
a partir de tas prem isas de dichas teorías.
Vale la p ena m encionar la visión d e Alfredo Regó20 quien dice:

«A! profesor De Ajuriaguerra le cabe el h onor de ser el


prim ero que, en forma original, aborda la problem ática
biológica, psicológica y social del niño dentro de una
visión totalitaria cuyo m étodo es, por sí mismo, un plan­
te a m ie n to de estudio y una solución práctica d e ese
eclecticism o conformista hacia el que fácilmente tiende
la Psiquiatría. Este planteam iento ha sido posible gra­
cias a la experiencia del a u to r y a la sabiduría con que
ha re su elto la discusión científica, solapada a veces y
abierta en ocasiones, que han m an ten id o en el tra n s ­
curso de los últimos años la N eurología y la Psiquiatría.
A n o so tro s no nos cabe n in g u n a duda de que el c o m ­
portam iento del individuo desde su nacimiento depende
de un determ inado m odo de ser en razón de las relacio­
nes q u e se establecen y que, la enferm edad, desde la
óptica de las alteraciones de la form a y de la función bio­
lógica, se constituye a su vez en base determ inante de
una relación social patológica determinada»2'.

19. U tilizo el térm in o «síndrom e» en fidelidad a lo expuesto por lo s au tores y recor­


dando q u e la p rim era d escripción del cu a d ro de A u tism o In fan til la h ace Leo
K anner, u tiliza n d o el concepto de sín d ro m e
20. Autor del P refacio a la tercera edición esp añ ola del M a n u a l de Psiquiatría Infantil,
de D e Ajuriaguerra, M asson, Barcelona, i 99b. Esta edición tam bién fue revisada
por A. L óp ez-Z ea, Psiquiatra del D ep a rta m en to d e Terapéutica C on d u ct ista de
la C línica M en tal d e Santa Colom a d e C lan ian ct.
21. La cursiva es m ía.

25
Paradojas de las ciencias producidas por el «objeto» de su estudio:
cualquier cosa que afecte al sujeto. Éste se le sustrae, no pudiendo llegar
a una «clínica» tal que no arroje desigualdades en sus modos de expre­
sión al m odo de u n a enferm edad orgánica. Digo esto porque p o r lo
general la dolencia orgánica se m anifiesta de m anera más o m enos
uniforme, y las clínicas, para aliviarla, siguen esa uniform idad, m ien ­
tras que, si se tiene en cuenta al sujeto, en las afecciones psíquicas los
senderos que deben seguir las clínicas son m ucho más com plicados.
Julián De Ajuriaguerra y los profesores que he citado com o revi­
sionistas y actualizadores de su obra, reflexionando en este sentido,
adm iten que ta n to las hipótesis de M arg areth Malher de «Psicosis
Simbiótica», el «Autismo Regresivo» de F. Tustin, como la «Psicosis de
expresión D eficitaria» de Roger M ises son p u n to s de vista de cada
autor que subrayan algunos de los datos observados, ya sean sem io-
lógicos, evolutivos, y/o psicopatológicos, a fin de conferir al cam po
semíológico la coherencia de la que carece.
Justam ente, en el cam po médico es ésta la característica fu n d a­
m ental de las psicosis y autism o infantiles: no hay coherencia en su
semiología.
Este hecho hace que De Ajuriaguerra proponga un cuadro con las
conductas más características halladas en la patología psicótica infan­
til. Indicando al respecto que dicho agrupam iento, implica necesa­
riamente una cierta arbitrariedad que se explica en la clínica m ediante
ia multiplicidad de form as limítrofes.
insiste en lam en tar que, no ob stan te el agrupam iento logrado,
no es posible una equivalencia estricta, puesto que las referencias epis­
temológicas son diferentes o divergentes y, además, los mismos auto­
res indican form as interm edias en el seno m ism o de la clasificación.
Tom ando sobre todo a autores franceses, separan las psicosis pre­
coces de las de la segunda infancia. listas últim as son llamadas tam bién
psicosis de la lalencia o de la edad escolar aclarando que tom an el con­
cepto de latencia desde el punto de vista cronológico. Punto de vista
inexistente ya que sabemos que Freud, au to r del mismo, lo reservaba
para una fase libidinal específica y correlativa al llamado «Complejo de
Edipo», Esta situación es sólo una m uestra de las muchas apropiacio­
nes de conceptos del psicoanálisis por pai te del discurso m édico p si­
quiátrico, que no siem pre son tom ados con justicia.
En el cu ad ro anunciado, se agrupan com o psicosis precoces el
«Autismo Infantil Patológico» de M alher, el «Autismo P rim ario» y

26
el «Autismo Anorm al» de F. Tustin, el «Autismo Precoz» de Kanner, el
«Autismo Infantil Precoz» de D uche-Stork, y las «Psicosis Autistas»
de R. Mises.
En la patología descripta p o r M. M alher, se distingue del m e n ­
cionado «A utism o Infantil Patológico» a, las «Psicosis Sim bióticas».
En las teorizaciones de Tustin, se distinguen, además del «A utism o
Prim ario» y el «Autism o anorm al» q u e he consignado recién, el lla­
mado «Autismo Secundario Encapsulado», y el «Autismo Secundario
Regresivo».
Al «A utism o precoz» de D uche-S tork, Julián de A juriaguerra y
sus revisores agregan una «Psicosis de Desarrollo», a ías «Psicosis A u­
tistas» de M isés agregan la clasificación de «Psicosis de M anifesta­
ción Deficitaria» y la llam ada «D isarm onía Evolutiva de E structura
Psicótica»2*.
Las explicaciones de los «distintos» Autismos de la infancia apun­
tados se hacen to m an d o la epidem iología, ia clínica, y la evolución.
En este últim o ítem se da cuenta de conductas características del niño
afectado. N o se da cuenta de su causa.
Cabe d ec ir no obstante q u e ta n to M . M alher com o F. T u stin
tienen hipótesis sobre las causas desde coordenadas dei psicoanálisis
freudo-kleiniano, tom ando com o fu n d a n te de la patología la «rela­
ción m adre-niño» desde el com ienzo de la vida del bebé.
T am bién p o r la época de Leo K anner ( 1940 en adelante), otros
psiquiatras, inspirados ya por Freud, intentan dar una ubicación al a u ­
tismo en la infancia en !as diferentes formas de explicar el «desarrollo»23
del yo c o rre sp o n d ie n te al d eterio ro de dicho proceso, tales com o
M. Klein, L. Bender, M. M alher, C. Bradley y J. L. Despert.
Volviendo al discurso psiquiátrico, es preciso señalar que D. M ar-
celli y Julián de Ajuriaguerra dedican, en su libro Psicopatohgía del
niño, todo el capítulo 20 a consignar el problem a del discurso m édico
con respecto a la predictividad de estas afecciones titulándolo, m uy
adecuadam ente, «En las fronteras de la nosografía».
Me pareció atinente precisar que desde el discurso médico psiquiá­
trico, con respecto al autism o infantil no hay precisiones de las lla­
madas científicas o «clínica de la evidencia», com o lo atestiguan los

22. C uadros p resen tad os en op. cit., p. 299.


23. T o m a n d o las c o n c e p c io n e s freudianas al resp ecto, esp ecialm en te las d esa rro ­
lladas en «El y o y el ello».

27
autores recientem ente com entados, conocidos internacionalm ente,
y cuyos libros form an parte de ]a bibliografía clásica de la Psiquiatría
Infantil.
N o pasa lo m ism o desde el discurso de la neurología que reclama
para su cam po la etiología de) autism o infantil.
A este respecto, el Jefe de Servicio de N eurología de! Hospital de
Pediatría «Prof. Juan P. Garrahan» de Buenos Aires, Natalio Fejerman,
m uy conocido en el m edio p o r este tema, en su libro Fronteras entre
Neuropediatría y Psicología2*, dedica el capítulo oclio a la «Psicosis
Infantil» y al «Autismo». Sin embargo, dicho capítulo está escrito por
u n a psicoanalista: Emiisc Bleichmar. Fsta autora hace las siguientes
distinciones:
• Psicosis deí niño pequeño.
• Síndrom e Autista.
• Autismo Precoz de Kanner.
• Otras Psicosis tem pranas.
• Psicosis Atípicas de la infancia.

Cuando este autor dedica en el íibro, un capítulo al autismo en la


infancia, lo hace confiando el m ism o a una psicoanalista, corría el año
1987. Algo produce que en 199615 haga un giro tal que proponga sóio
una etiología orgánica para el autismo.
Sin embargo, com o se ha consignado anteriorm ente, cuando debe
describir las conductas que se le suponen características al autista lo hace
tom ando funciones de representación tales com o el juego, sociabilidad,
afecto, lenguaje, cognición, m em oria, atención, sistema m otor y sis­
tem a sensorio-perceptual.
Voy a proceder, antes de analizar cada uno de los ítems tom ados
por la neurología para describir la conducta de un autista, a analizar la
descripción que Natalio Fejerman da como etiología orgánica del mismo.
C uando proceda a analizar los ítems dados com o característicos
del autismo en la infancia, lo haré de manera general desde los postula­
dos del psicoanálisis para explicar la organización de lo que, desde
ese discurso, entendem os por sujeto y por estructura de la subjetividad.

24. N . Fejerman y E. F ernández Alvar ct., Fronteras entre N europediatría y Psicología,


N ueva V isión, Buenos Aires, 1987.
25. N . Fejerm an, M. M assaro y V. R uggieri, A u tism o in fa n til y otros trastornos del
desarrollo, Paidós, B u en os A ires, 1996.

28
Para proceder luego, en la segunda parte de este trabajo, a hacerlo de
m an era más m in u ciosa, ya que se p lantearán las hipótesis sobre el
autisnio en la infancia desde los postulados del discurso citado.
En el libro citado Natalio Fejerman dice que: «el Autismo no es u n a
enfermedad, no es una condición con un*ietiología bien definida (...)
del m ism o m odo que la dem encia, el A utism o es un Síndrome de dis-
función neuralógica que se manifiesta en-el área de la conducta». I n ­
m ediatam ente advierte que: «Un diagnóstico de Autismo o de dem en­
cia no dice nada de su causa o etiología. P ero im plica que un sistema
cerebral específico aún indefinido es disfuncional y que esa disfunción es
responsable de los síntom as clínicos que se tom an en cuenta para el
diagnóstico»26.
Luego, Fejerman insiste con que: «Aunque la com prensión de la
fisiopatología de la dem encia está progresando, continúa incompleta;
las investigaciones sobre autism o infantil se encuentran en un estado
aun anterior, con varias hipótesis patogénicas interesantes, pero pocos
hechos. Estas hipótesis n o van a ser revisadas aquí».
¿Entonces?,.. Me pregunto, si no van a ser revisadas las hipótesis
(n i enunciadas), si el caso del autismo en la infancia está en un p ro ­
greso muy anterior del que las neurodencias m ás actuales indican para
la D em encia... ¿Por q u é aparece latan rápida y contundente afirm a­
ción de que el autismo infantil es una disfunción de un sistema cerebral
específico, pero, que a la vez está aún indefinido? Tal vez deban reco­
nocerse, en estas idas y venidas, las dificultades q u e esta patología
presenta. Es por ello que m e pareció de utilidad describirías para con­
trib u ir a aclarar cam inos posibles de transitar p o r la interdisciplina.
Tránsito que, a su vez, no tiene otro propósito que el de elaborar
intervenciones clínicas posibles para m ejorarlas condiciones de cali­
dad de vida de estos niños.
Con ese propósito, coincido con Natalio Fejerman en relación a
que muchísimas noxus neurológicas y enfermedades genéticas no sólo
producen retraso sino tam bién conductas de las denom inadas «autis-
tas». Él mismo dice que m uchas lesiones del cerebro en desarrollo dan
com o resultado la em ergencia de una sintom atología autista pero en
niños que no son autistas.

26. N. Fejerman, op. cit., p. 16,

29
Estamos de acuerdo: desde el discurso m édico tam bién se puede
decir que una Esclerosis Tuberosa, un Síndrome de Lennox, una m al­
form ación cerebral y/o las consecuencias de una Rubéola pueden pro­
ducir conductas autistas pero éstas serán una sintomatología secunda­
ría al cuadro orgánico. P ero aún así, desde el discurso del psicoanálisis
ap u n to a la posibilidad de la constitución subjetiva en niños que pue­
d an padecer algunas de estas enfermedades según su grado de dete­
rioro del «desarrollo», según su edad, y según «el caso por caso».
Volviendo at au tor citado para la neurología, Natalio Fejerman, en
la parte en que habla de la epidemiología, debe adm itir que no exis­
ten ni siquiera desde ¡o biológico pruebas confiables para el diagnós­
tico de un autismo y que la m ayoría de las veces, el diagnóstico se basa
en la historia y en los síntomas.
La coincidencia a señalar es que, desde el discurso de! psicoanáli­
sis, la historia ha de tener un lugar de privilegio, y que también nosotros
carecen)os de coordenadas más o menos fijas para situar la condición
de autista. Es precisam ente esta situación la m otivación principal de
este libro junto con la propuesta de ciertas herram ientas clínicas dadas
de la teoría puesta a fu n c io n a r en este cam po del autism o que se ha
señalado. .
Iniciaré el análisis sobre los ítems que tom a la neurología para sin­
dicar la conducta autista y que enum erara oportunam ente.

Juego: se dice que el autista manipula los juguetes y, al mismo


tiempo, se consigna que cuando realizan algún juego im agi­
nativo, lo hacen por la repetición de un escenario aprendido
reiteradam ente.

Las conductas descriptas no tienen las condiciones que la psico­


logía y el psicoanálisis adjudican a Ja actividad de jugar.
Si m anipula, no juega, si repite, puede estar adiestrado, pero no
juega, y menos que m enos puede tener un juego imaginativo. Si logra
todo esto, y en la observancia del caso por caso, podem os arriesgar­
nos a decir que ha sorteado su condición de autista, porque para que
logre todo lo que acabam os de describir tienen que producirse una
serie de operaciones lógicas subjetivas tales com o que: el sujeto se reco­
nozca a sí m ismo y que reconozca objetos: para lo cual es necesario
fundam entalm ente q u e esté en condiciones de representar, proceso
que, com o e! de la sim bolización o el de la form ación del concepto,


necesita operatorias específicas para su organización, tiem pos lógi­
cos de Ja estructura subjetiva para el psicoanálisis.
El proceso de form ación del símbolo, desde el discurso de la psico­
logía, se organizará en etapas, estadios o fases.
Tal como se lia dicho al comienzo d ^este análisis, felizmente, en
la práctica clínica, es com ún el trabajo m ancom unado cié neurólogos
y psicólogos. Λ pesar d e esto, este discurso no siem pre aparece en las
consideraciones de hipótesis neurológicas y se dedican a consignar
estadísticas de C ociente Intelectual en grupos de observación de lla­
m ados «autistas» para señalar «progresos» en el área del juego.
Antes de pasar a las reflexiones sobre la «sociabilidad» de los autis­
tas, haré algunas consideraciones sobre lo que se consigna com o juego
imaginativo, cosa que se logra, según la cita, p o r «la repetición de un
escenario ap ren d id o» 11. Cuando no se ha constituido el sujeto y no se
tiene en cuenta dicha constitución para la llam ada «estimulación» — y
s¡ ésta no apunta a! sujeto— , se corre el riesgo d eq u e el niño en cuestión
aparezca «amaestrado» para realizar determ inadas acciones, lo cual no
quiere decir en lo absoluto que haya aprehendido, proceso que se inicia
con el prim er m ítico «tomar» un objeto de conocim iento para poderío
representar. Cuando esto sucede, es porque dicho objeto ha sido «m en­
tal izado»; si eso ocurre, es porque hay sujeto de la subjetividad capaz de
hacer metáfora, p o r lo cual las condiciones fundamentales que señalan
que estamos en presencia de un autista han desaparecido.
Por otra parte, la función del juego ha sido largam ente estudiada
p o r la psicología au n antes del siglo XX, T o m aré un solo exponente
de la época m uy conocido: Thèodule R ibotïfi, en Francia. Justam ente,
este estudioso buscaba una causa para esta actividad en la especie h u ­
mana, y es el prim ero en preguntarse por el papel que puede desem pe­
ñ ar en la misma lo instintivo, poniendo com o causa del juego la bús­
queda de placer p o r parte del sujeto.
Cuando un niño experimenta goce, alegría en el juego, estamos en
presencia de un sujeto de la metáfora, m uy, m uy lejos de la condición
del autista. Volveré sobre estas condiciones conceptuales para reali­
zar hipótesis desde el discurso del psicoanálisis.

27. N. Fejerman, op. cit., p. 20.


28. T, Ribol (1 8 3 6 -1 9 1 6 ), in iciad or de la psicología exp erim en tal en Francia. C itad o
por Federico Q ueyrat en io s juegos de los n iños. La im a g in a ció n creadora en los
niños, Daniel Jorro, M adrid, 1926.

31
Sociabilidad: se dice «que una sociabilidad deficiente puede
variar desde el más com pleto desinterés por las personas que
son ignoradas o tratadas com o objetos, hasta un m odo intru­
sivo de repetición de preguntas en un intento de m antener
la interacción social en m ovim iento»29. O tra vez aquí, se le
adjudica cierta intencionalidad al au t ist a que es m uy difícil de
sostener si él no lo expresa verba]mente, en el caso de que tenga
lenguaje, y lo utilice con intención de com unicarse; con lo
cuaï, también podem os pensar que su posición com o autista
lia variado.

T am b ién se sostiene que:

«los niños pueden ser distantes y evadir las m iradas o


entrom eterse en el espacio de otros, acercándose dem a­
siado, tocándolos inapropiadamente, besándolos u olién-
dolos. Es erróneo pensar que ningún niño autista tiene
la capacidad de expresar afecto: mientras que a algunos
los irrita el contacto físico y alejan a quien trata de abra­
zarlos, otros se cuelgan de las personas familiares o hasta
llegan a ser indiscrim inadam ente afectuosos con extra­
ños. Por lo general prefieren a los adultos en lugar de otros
niños, lo que quizás sea consecuencia de q u e aquellos
son más tolerantes con los com portamientos au listas».30

C oincidim os en la descripción en general desde el pu n to de vista


casi fenomenológico de que de esa m anera y de otras puede com por­
tarse un n iñ o llamado autista, pero de allí a adjudicarle intención y
preferencias, nos parece riesgoso realizar una generalización. íJor lo
cual, lo m ism o que cuando se habla de las características de un niño
sano de cualquier edad, debem os recurrir a pautas consagradas por
lo estadístico que no señalan la singularidad de cada sujeto.

Afecto: desde el discurso neurológico se describe que: «sólo


una parte de los niños autistas son nulos o severam ente ais­
lados afectivamente. F,1 entorpecim iento de la experiencia

2 9 .'Γ. R ib o t,op. crj.,p .2 l.


30. Ibid., p, 21.

32
afectiva puede deberse, en parte, al deterioro de sus im p u l­
sos com unicativos y a la decreciente efectividad de las pena­
lidades y premios que m odelan la conducta»51. En esta gene­
ralización se insinúa una causa: el deterioro de los im pulsos
com unicativos. Pero, ¿de qué se. trata el im pulso co m u n ica­
tivo? ¿Cuándo comienza? ¿Q ué lo deteriora?

■F,1 psicoanálisis tiene hipótesis al respecto y algunas de ellas pue­


den incluso articularse con algunas de las m odernas neurociencias
com o se explicará en la parte «Encuentros» de este trabajo. Pero antes,
debo decir q u e son muchas las disciplinas — psicología, pedagogía y
el psicoanálisis— que consideran q u e el prem io y el castigo sólo pue­
den «m oldear» la conducta de algunos anim ales y aun así el castigo
es condenado en nombre de los derechos que ¡os animales tienen desde
las agrupaciones que los protegen. Si de niños hablamos, si de h um a­
nos hablam os, la conducta se organiza desde com plejos procesos de
los que se dará cuenta en la segunda parte de este trabajo, procesos que
están dirigidos p o r el amor, tendencias pulsionales, el «apego»32 y no
el prem io y el castigo.
T am bién se afirma en el títuio de los afectos33 que «algunos niños
autistas son extrem adam ente ansiosos y tem en a objetos inofensivos
com o escaleras, rociadores de agua o determ inados juguetes. C on
frecuencia llevan como sostén — del cual se resisten a separarse— un
palo, un pedazo de tela o un hilo. La ansiedad puede ser tan extrem a
com o p ara im pedirles enfrentar lo inesperado o co o p erar en situa­
ciones que son amenazantes». Insistiendo en el caso por caso, el psico­
análisis hace, podríam os decir, pequeñas hipótesis de cada «caracte­
rística» que cada niño llamado aiitista presenta, porque no hay uno
«igual» a o tro . Sobre algunas conductas así caracterizadas es que des­
plegaré hipótesis posibles desde las coordenadas del cu erp o teórico
del psicoanálisis.
C on respecto al afecto, se c o n tin ú a diciendo que: «Éste es fre­
cuentem ente lábil, con lágrimas sin motivo, risa o irrupciones agresi­
vas. El n iñ o puede parecer feliz y so n reír m ientras to d o sea hecho en

31. T. R ibot, op. cit., p. 21. Las cursivas so n m ías.


32. S. L eb o v icí, El lactante, su m aître y el psico a n a lista , Segunda parte, A m orrortu ,
B u en os A ires, 19S8. Cita la «Teoría del A pego» de John Bowlby.
33. ib id ., pp. 21 y 22.

33
sus térm inos; sólo se producen berrinches, gritos o com portam ien­
tos autoagresivos si no se hacen las cosas a su m a n e ra ...» .31
H abría que ver, en to d o caso, cual es la situación subjetiva en la
estructura que produce los com portamientos señalados, a lo cual tam ­
bién nos dedicarem os en las hipótesis al respecto organizadas desde
otras coordenadas.
Subrayo «lágrimas sin m otivo», porque en su enigm ático com ­
p o rta m ie n to y no te n ie n d o el autista la palabra q u e com unica, no
podem os saber, (com o tantas otras cosas), el p o r q u é de su llanto. Si
no hallam os una concordancia aparentem ente lógica sobre el aconte­
cim iento y el llanto, por aiH, «algo» como algún efecto de sujeto puede
estar despuntando en esa manifestación emocional que, efectivamente,
para el observador puede descriptivamente no tener un motivo.

Lenguaje: se consigna en este título que la ausencia de len­


guaje es la principal causa de la consulta neurológica. Coin­
cidimos, M uchas veces la consulta no se realiza a ningún
campo de las profesiones de la salud hasta que, promediando
los dos años o m ás, el niño no habla. C uando lo hace, se con­
signa que la co m p re n sió n y la pragm ática del m ism o son
siempre deficientes. Entre las deficiencias es frecuente la eco­
lalia inm ediata, serias deficiencias en el procesam iento del
lenguaje, etc.3= Se destaca que los niños co n Síndrom e de
Asperger36hablan a tem prana edad, fluida y claramente, pero
sólo pronuncian repeticiones lentas, palabra por palabra de
oraciones que les han enseñado repetidam ente y fragmentos
de comerciales de televisión, por ejemplo.

1.a cuestión del lenguaje será am pliam ente tratada en la parte del
trabajo en que despleguem os las hipótesis del psicoanálisis.

Cognición: desde el discurso que estam os considerando, se


afirma que la cuestión del conocimiento en el llamado autista,

34. S. L ebovici, op. cit., p. 22.


35. Ibid., pp. 2 2 , 23 y 24.
36. El S ín drom e lleva el n om b re del m ed ico vienés H ans A sperger qutí lo describió
p o r prim era vez en 1940. Sin em b a rg o , se lo co n o ce o fic ia lm e n te recién en e!
M a n u íi/de Trastornas M entales (D S M IV) en el año 1995.

34
es una habilidad irreg u lar ya que, según dato s de Cociente
Intelectual, éste puede variar desde una capacidad superior
a una deficiencia «profunda», y coexistir un talento excep­
cional con una incom petencia m ental total, a lo que el dis­
curso médico ha llam ado «Síndrom e savant« .

P o r convención, este térm in o savantse ha dejado para aquellos


autistas q u e no son inteligentes p e ro m uestran so rp re n d e n te s habi­
lidades co m o adivinadoras de acertijos, calculadoras de calendarios,
m em o ristas, con especial ca p a c id a d para la m úsica, el dibujo, los
cálculos, y /o habilidades espacio-visuales38. T am b ién ensayarem os
nuestras hipótesis con respecto a estas situaciones desde los postula­
dos de la constitución subjetiva.
Si bien el creador del « S ín d ro m e cíe A utism o Infantil», ei Dr.
K anner, n o lom ó lo cognitivo co m o d eterm in a n te del cu ad ro , las
m ediciones a partir de los años cincuenta com ienzan a hacerse desde
ese parám etro:
En los años setenta U u tter39 m arca que el síntom a de lo cognitivo
no se excluye del cuadro original de Kanner y com ienza a guiarse por
el C.I para el diagnóstico del S índrom e'10.
Siguiendo con los autores de nuestro m edio, ellos destacan que,
según sus observaciones, es m ás frecuente que, en el p atró n de con­
ducta del cognitivismo, las capacidades verbales estén dism inuidas y
que sea la capacidad intelectual de habilidad no verbal la que tiene mejo­
res logros en las pruebas para ese fin. Al m ism o tiem p o , se consigna
que se em pobrece el p ro n ó stico para la posibilidad de logro escolar
cuando se suma la poca o nula habilidad en la percepción espacio-visual.
C on respecto a este «patrón de conducta» tam bién darem os cuenta
desde la perspectiva de la constitución subjetiva y sus distintos m om en­
tos operacionales.
T am bién el rango alcanzado por el niño en el aspecto de la capa­
cidad intelectual marca, para algunos autores, otro S índrom e — el ya

37. S. I.ebovici, op. cit., p. 25.


38. En m i o p in ió n , estos niños resp ond en m ás a la primera d escrip ción del Síndrome
A u lista hecha por L Kanner e n 1943.
39. R u tter citad o por N . Pejerm an, op. cit., p. 25.
40. C o n sig n a d o por 0 . V. ÎI. Liishop de) D p to. de P sicolog ía d e ¡a U n iversidad de
M anchester, F.stados U n id os, en el B riiiih journal o f Disorders o f C om m unication.
L n com rad o en: w w w .jaym ugs.d em oti.co.u k /b isliop , htm.

3S
m encionado de Asperger— , quedando en la ambigüedad acerca de
si se trata de o tro tipo de autismo o de u na variedad diferente a la des­
cripta p o r K aiiner.
Siguiendo con la descripción, con respecto a la capacidad in te­
lectual se dice adem ás que aun en los au tistas inteligentes (según
m ediciones), «hay u n déficit en la capacidad para im aginar io que
una persona está pensando y experim entando, y cómo su propio com ­
portam iento p o d ría ser percibido p o r otras personas»4'. C u an d o se
expongan las hipótesis desde el psicoanálisis, se verá que esta situación
es explicable p o r el fenóm eno de identificación estudiado por Freud,
C uando en el d iario quehacer clínico se trabaja desde la in terd isci­
plina, el aporte que ei psicoanálisis hace al respecto en el caso por caso
libra a las fam ilias de frustraciones inútiles en cuanto a las esp eran ­
zas de escolarización que suele señalar en m uchos medios y en dis­
tintas disciplinas el «ideal» de niño a esperar. Respetando los tie m ­
pos lógicos de su arm ado subjetivo, podem os dar noticias de cuándo
y cóm o esto es posible, siempre ateniéndonos al «caso por caso».
Pero, desde el discurso médico, esta situación otorgada al autista
de «no darse cuenta» del otro diferente a él, es llamada por O z o n o f
y otros, en el añ o 1991, «teoría de la m ente» (citado en el libro que
estoy co m en tan d o ); pero no puede saberse, dicen los autores, si la
m en tad a teo ría p u ed e p ro p o rcio n ar u n a explicación satisfactoria
del déficit que se está considerando, agregando que, en la llam ada
«teoría de la m ente», se sugiere que el m ism o podría deberse a defi­
cientes funciones del lóbulo frontal. P ero n o hay análisis suficientes
ni concluyentes al resp ecto 4*.
£ o m o no hay acuerdo respecto de las fronteras del Síndrom e, se
desconoce la distribución real del C.I. en ia población autista y cuando
los mismos m uestran conductas de cierta «inteligencia» no son inclui­
dos en las investigaciones médicas al respecto.

Memoria: se ba constatado, desde este discurso que estam os


considerando, que m uchos niños sindicados com o autistas
tienen una m em oria verbal y/o viso-espacial superior al niño
«com ún». A firm ación basada en la ecolalia retardada, la

41. L. Kanner, P siqu ia tría In fa n til, Siglo V einte, B u en o s Aires, 1989, Cuarta ed ición .
42. Ibid., p, 26.

36
repetición d e com erciales de televisión y la habilidad para
recitar el alfabeto, poi ejemplo, o para repetir historias pala­
bra por palabra.

Si bien al discurso m édico le sirven estas conductas del niño para


hablar de una « m em oria verbal superior», vuelven a constatar que,
sin embargo, no tiene la capacidad de comprender nada de lo que está
diciendo. En el lugar de exponer nuestras hipótesis, tam bién señala­
rem os, desdé las coordenadas del psicoanálisis, explicaciones posibles
del por qué.de esta conducta.
También estos niños tienen una inusual capacidad para recordar
caminos o lugares que han visitado o por los cuales transitan, pero ello
n o obsta para que no puedan retener absolutam ente nada de !o que
los educadores tratan de enseñarles, com o si «am bas memorias» estu­
vieran disociadas.

Atención: con respecto a esta conducta se señala que los niños


son altam ente perturbables, que m anipu lan los objetos uno
tras o tro sin hacer nada con ellos. A u n q u e se ha observado
que algunos parecen tener objetos y o actividades «favoritas»,
como, p o r ejem plo: «jugar» con una com putadora, estudiar
horarios y/o calendarios, o ver un program a de televisión una
y otra vez. C on la característica de rigidez e insistencia en la
repetición, más una marcada resistencia para cambiar de una
actividad a otra. Se dice, desde este discurso, que 110 se sabe si
estas dificultades son manifestaciones de ansiedad, o de aten­
ción sobrefocaiizada. Esta actitud está marcada por m uchos
estudiosos del Síndrom e desde las posiciones organícistas,
com o la clave del mismo, Pero ignoran la causa.

Sistema motor: el discurso médico señala que el déficit m o to r


no constituye un síntom a central del autism o ya que no está
invariablemente presente y difiere de un niño a otro. Sin em ­
bargo, se indica para las estereotipias un cierto lugar casi u n i­
versal, presente en algún m om ento de ia vida de! autista y/o
en todas las edades dando com o ejem plo que pueden mecerse
en la cama antes de dormir, aletear con las manos o tensionar
los m úsculos cuando se excitan, patear, balancearse de un pie
a otro, aplaudir, entrecruzar los dedos, m anipular una mecha

37
de cabello o pedazos de telas. Es frecuente que corran o giren
en circuios. Con respecto a estas actividades, se hipotetiza la
posibilidad de que cum plan una función de 'aíRoestimula-
ción, pero señalan q u e debiera investigarse la posibilidad de
que dichas estereotipias sean m anifestación de un trastorno
de ncurotransinisión en los ganglios basaíes, co m o se cree
que es el caso de los tics y conductas obsesivo-compulsivas
del Síndrome d eT o u rette·1’.

Fuera de las estereotipias señaladas, los niños llam ados autistas


desde el discurso que consideramos poseen buena coordinación, cami­
nan tem pranam ente, trepan con agilidad y algunos tienen la capacidad
de colocar adecuadamente las piezas de un rom pecabezas. Otros, por
eí co n tra rio , m uestran torpeza y algunos padecen de apraxia, (difi­
cultad de program ar actos com plejos). Dificultad que puede llegara
ser tan severa que no tienen idea de cóm o saltar, tocar sus pies o tomar
un lápiz. Area que se señala corno polém ica entre los estudiosos del
au tism o desde este discurso.
U n núm ero significativo de niños son hipotónicos. Desde el dis­
cu rso m édico se vuelve a señalar la posibilidad, no dem ostrada, de
anorm alidades de! cerebelo encontradas en autopsias y en imágenes
de resonancia magnética, pero el núm ero de casos no es significativo.
O tro s autistas cam inan en pu n tas de pie, lo que sugiere para ei
m édico la existencia de una diplegia espástica m oderada con hiperre-
flexia, pero, por lo general, no es encontrada. Otros han encontrado que
algunos autistas pequeños gatean con las manos y los pies enroscados.
Se concluye el tema del sistem a m otor conque los déficits m oto­
res severos son poco frecuentes sí no existe una patología cerebral
dem ostrable'"1.

Sistema Sensorio Perceptual: se consigna la frecuencia con que


los autistas presentan anorm alidades significativas en res­
puesta a estímulos sensoriales. Las m ismas, se dice, reflejan
déficit perceptual antes que sensorial prim ario (aunque hay

43. !.. K anner, ορ, η ί.,ρ . 26-31.


‘Ü . í.a cursiva es m ía para resaltar las h ip óles'» médicas n ecrológicas sob re distintas
co n d u cta s del n iñ o sindicado c o m o autista en la obra d e l't’ierrnan y otros que
v en g o con sid era ¡ido.

38
niñ o s que son autistas y sordos, autistas y ciegos). Se afirm a
que ello se debe a una disfunción cerebral pero no se dice de
qué d isfu n ao n se trata.

C om o el grado y características de este déficit son m uy variados,


se sugiere q ue no pueden tomarse com o índices centrales del Síndrome.
La observación de conductas en este plano indica que los niños
empican m ejor la modalidad visual que la auditiva. C om o ejem plo se
señala que la m em oria visual (com o se ha señalado) de cam inos y luga­
res puede ser, excelente y focalizan blancos invisibles, se fascinan con
ventiladores ó ruedas giratorias·15.
Algunos son capaces, incluso, de aprender el lenguaje a través de la
vista cuando no pueden hacerlo m ediante el oído. O tros tienen agno­
sia para caras o gestos y expresiones faciales de la com unicación no
verbal.
R esponden pobrem ente al so n id o (siem pre en el análisis, aun
desde este discurso, de la consideración de no todo niño).
Con respecto a los sonidos, han observado que responden al mismo
de una m anera tan deficitaria que a veces sugieren la existencia de un
deterioro del sentido auditivo. Sin em bargo, este m ism o n iñ o puede
m ostrarse intolerante a los ruidos fuertes llegando a taparse los oídos
para apaciguarlos. Lo mismo pueden hacer cuando se les habla. Al m é­
dico n o le qued a claro si esto se debe al sonido en sí o si se trata de
una incapacidad para manejar los estímulos breves en secuencia rápida
que codifica la fonología, F1 ritm o y m elodías propios del lenguaje que
hace al significado y proporciona ei ám bito de la com unicación de
intenciones entre los seres no son atendidos por el autista. Justamente,
es en este ám b ito donde tal vez m ayor sea el aporte q u e puede hacer
el psicoanálisis para la investigación de esta característica, que puede
ser ¡a más dcTmitoria para señalar la diferencia entre «un hablante» y
un niño que no lo es y que desde las consideraciones del discurso mé­
dico es llam ado autista.
Paradójicam ente a lo que se ha consignado con respecto a la sen-
so p ercepción desde el discurso m édico, m uchos autistas m uestran
predilección p or la música.

■15. Un el ir abajo «D on tic el hom bre tie la bestia se separa» que presenté en la Reunión
Lacanoam ericana tic Recife, Brasil, en 2 0 01, trabajé este tem a, pero d esd e las coor­
d en ad as del psicoanálisis.

39
O tra característica señalada es Ja reacción a ser abrazados y/o
acariciados que m uchos exhiben; a esta respuesta el m u n d o m édico
la llam a defensa táctil. Pero oíros n iñ o s de la misma condición diag­
nóstica se m uestran gustosos de ser lanzados, de jugar bruscam ente,
de q ue los alcen de un lugar a o tro , de que les hagan cosquillas. A
veces p arece q u e ro m p en o b je to s n ad a más que p ara co n o c e r su
textura.
O tra m odalidad notoria en algunos — sobre todo en aquellos que
no m u estran ninguna verbalizacíón— es el com portam iento auto-
destructivo que puede consistir en m orderse la mano y el brazo, aplau­
dir tan fuerte que les produce daño en las palmas de Jas m anos, sacu­
d ir la cabeza y/o golpearla hasta p ro d u c ir hinchazón e n (a sien o
pellizcarse hasta hacerse sangrar. El autor que estamos considerando
da dos explicaciones posibles. U na — en mi opinión p seudo socio-
psicológica-— supone que en algunos casos son respuestas a la «frus­
tración» o intentos de m anipular a padres o cuidadores. Si bien en el
capítulo en el que se desarrollarán las hipótesis del psicoanálisis voy
a ocuparm e de todas estas cuestiones, n o puedo dejar de señalar ahora
que se le atribuye aquí ai niño autista una intencionalidad totalm ente
«norm al» o de «neurótico», que está m u y lejos de presentar, debido
a una cuestión elementa! de una constitución psíquico-subjetiva de
la cual carece.
La otra explicación es desde los neurotransm isores. Para evitar
que el n iñ o se baga grandes daños físicos con estas autoagresiones, y
siguiendo la hipótesis de que puede tener niveles anorm alm ente altos
de endorfina endógena, se ha procedido al uso experimental de a n ta ­
gonistas opioideos.
Los niños sindicados como autistas tam bién pueden d ar respues­
tas atípícas a los olores y al gusto: algunos no sólo huelen regularm ente
la com ida, sino tam bién objetos y personas; otros chupan no sólo la
comida sino cualquier objeto no com estible. Los hay que com en una
variedad lim itada de alimentos. Para estas conductas, el discurso m é­
dico de nuestro medio que venimos trabajando concluye que el motivo
de estas conductas se desconoce.
He to m a d o este au to r p o r su p reem in en cia en n u estro m edio,
por su actualidad desde el discurso m édico, porque suele ser el refe­
rente de o tras disciplinas tales com o la fonoaudiotogía, la n e u ro lo ­
gía, la psiquiatría biológica, la pediatría, la pedagogía que se orienta
en el co n d u ctism o , etc. Siendo un referente conocido, m e parece

40
im portante analizar sus decires desde ia perspectiva subjetiva de m odo
que haya un posible puente entre disciplinas a fin de lograr una m ejor
im plem entación clínica para el llam ado niñ o autista.
Fundam entalm ente, porque brinda una actualización acabada y
m inuciosa d e la am plia gama de co n d u c ta s que los niños llam ados
autistas pueden exhibir. Por otro lado, hay una m arcada inclinación
en nuestro m edio hacia las llamadas clínicas de la evidencia, a p ro p o ­
ner como etiología posible la química o la arquitectura cerebral del lia-
mado «autism o». Ignorando, com o dije al com ienzo de este trabajo,
los aportes d e otras disciplinas.
Esto es peligroso no sólo para e! b ien estar de estos n iñ o s y sus
familias, sino q ue puede deslizarse una especie de falacia sobre espec­
taculares resultados, con el sólo uso de m edicamentos, que no son tales,
o llegar a una especie de «adiestram iento» del niño que logra a través
de ese medio realizar algunas conductas. Pero el sujeto com o tal no ha
advenido, p o r lo cual sigue en su incapacidad habiendo transcurrido
tiempos que se h ubieran utilizado de o tro m odo con alguna chance
de armado subjetivo que ha quedado vedada.
Por otra parte, sin saber de sus postulados, se habla del psicoaná­
lisis de m anera peyorativa, com o si el discurso del mismo fuera inútil
para el tratam ien to de estos niños, c u a n d o el m ism o puede m o stra r
una historia de aportes a la clínica de estos casos con logros acredita­
dos como los del m ism o Kanner, Bettelheim, Dolto, W innicott, M ahler,
Tustin, Ma m ío ni, etc.
En n u estro m edio, se ha ocupado de esta situación Elsa C orial,
en su libro El psicoanálisis en la clínica de bebés y niños pequeños*6.
Finalmente, tom an esta patología los llamados «DSM»: Manuales
íJr diagnóstico y estadística de ios trastornos mentales.
F,n la clasificación de la patología que venim os considerando, se
Kan tom ado en cuenta las evaluaciones y correcciones hechas en estos
Manuales en los últim os años.
Por la década del cincuenta, com ienzan a editarse Clasificaciones
de las Sociedades Psiquiátricas, Psicológicas y Psicoanaliticas A m erica­
nas tratando de establecer convenciones com o fruto de acuerdos para
describir los distintos síntomas de ías enferm edades mentales. A ellos
deben agregarse los M anuales sim ilares de la «M odalidad Europea»,

46. E. C oríat, F.l p sic o a n á lisis en la clínica d e bebes y n iñ o s p equeños, La O am p ali.i,


La Plata, 1996.

41
ios de la Organización Panam ericana db la Salud y los de la O rganiza­
ción M undial de ía Salud.
Estas clasificaciones tienen u n a historia y efectos sobre la seguri­
dad de la salud de las personas. P ero tJimbién tienen u n efecto, que
debe analizarse detenidam ente, sobre là determ inación de vina causa
etiológica, la descripción de síntom as y la correlación de éstos con un
tratam iento posible, porque en su afán de consensuar y generalizar no
dan cu en ta de las diferencias q u e cada hiño, con su singularidad, le
im pone a cada «cuadro». Este hecho tiéne consecuencias en los tra­
tam ientos y posibles resultados.
La prim era publicación se realizó eft e! año 1952 y fue hecha por
el C om ité de Nom enclatura y Estadística de la Asociación Americana
de Psiquiatría. Desde entonces se han piibiicado otras cuatro.
Se han popularizado con el noinbre'de sus siglas en inglés: «DSM
IV». La cu arta y últim a edición d e este Manual en español data del
año 1994,
Pese a las críticas que se le hacen es !¿t nomenclatura oficial en los
Estados Unidos, extendiéndose este criterio^ todos los países de América.
Esta cuarta edición se correlaciona alsu vez con la «Clasificación
Internacional de Enfermedades y Prohíenias Sanitarios Relacionados»
que hace la «Organización M undial d e lalSaiud» y que tam bién se ha
popularizado en l o s medios de salud m ental por sus siglas: CIE- JO (que
indica la décim a corrección). Es ei sistenii de clasificación oficia) en
Europa.
Estas clasificaciones intervienen en lot temas de Seguridad Social
(juicios, seguros, problem as ju ríd ic o s y laborales) con cierta clari­
dad para eí entendim iento o co m p re n sió n «de partes» de los m e n ­
cionados problem as, pero ninguno plantba, ni es su objetivo, h ip ó ­
tesis teóricas con respecto a las causas de lós problemas que enum era
y clasifica.
Sólo se pro p o ne presentar los triteriils diagnósticos específicos
para qida alteración mental en u m eran d o las características requeri­
das según el acuerdo convencional al cual sé ha llegado. Agrega a cada
afección en fo rm a sistem ática las m anifestaciones asociadas a la
misma, respecto de edad, sexo, c u ltu ra , jírevalcncia, incidencia y
riesgo, evolución, complicaciones, factores predisponentes, an tece­
dentes familiares y diagnóstico diferencial.
C uando m uchos de los trastornos específicos tienen caracterís­
ticas com unes, esta inform ación se m enciona en la in troducción de

•12
la sección. En cu an to a los hallazgos de laboratorio y los signos y sín ­
tom as del examen!físico se describen cu an d o son relevantes.
En cuanto al autism o, aun con el p ro p ó sito de'ácordar, se hace
dificultoso. Veamos: la Asociación A m ericana de Psiquiatría, en 1980,
reconoció la existencia de casos que se parecen al autism o, pero que
n o cum plen los criterio s de diagnôsticô p ara este tra sto rn o (así lo
llaman). Se tuvieron en cuenta las preocupaciones existentes al ab o r­
dar estos casos en la revisión del DSM-III, realizada en 1987. En el
DSM-lll-R (versión corregida del DSM), la entrada «trastornos gene­
ralizados deJ, desarrollo» incluye todos aquellos trastornos en los cu a­
les existí; un d eterioro cualitativo en el desarrollo de í ) la interacción
social recíproca, 2} la comunicación, (verbal y no verbal) y 3) Ja acti­
vidad imaginativ;!.
Siguiendo estis pautas, se describe al autism o com o un tip o de
«Trastorno generalizado del desarrollo severo» que aparece en la tem ­
prana infancia o én la infancia, en el cual una serie de discapacidades
sociales y com unicativas severas se asocian con un repertorio m arca­
damente restringido de actividades e intereses. Sin em bargo, se reco­
noce que puede darse un trastorno generalizado del desarrollo de una
forma menos severa y prototípica, en cuyo caso se aplica la etiqueta de
«Trastorno generalizado del desarrollo no especificado en otra parte».
A esta a ltu ra de las descripciones, m e parece útil recordar las
características que el autor del S índrom e que lleva su nom bre (Leo
Kanner) nos dice que concibió.
En su p rim era descripción del S ín d ro m e (1943), afirm ó que la
condición que describía «era substanciahnente diferente y única frente
a lo que se había descrito hasta el m o m en to » 1". En esta com unicación
clínica, no intentaba especificar criterios de diagnósticos estrictam ente
definidos, sino cjue presentaba historias detalladas sobre los casos de
ocho niños y tres ninas, anotando las siguientes características;
1. Incap acid ad para relacionarse con la g e n te — in clu y en d o
m iem brds de la propia familia del n iñ o — desde su nacim iento.
2. Fracaso para desarrollar el lenguaje, o bien uso del lenguaje
anorm all no com unicativo en su m ayor parte. Se observaba

47. Esto últim o según II. Kaplan y B. S í dock en el Miimiu! Je Psiquiatría, V o lu m en 11,
in term ed ia!, B u en os Aires, 1995.
48. L. K anner, op, fit., p. 737.

13
la inversion pronom inal en todos los niños que podían hablar
(ocho casos) y ecolalia, preguntas obsesivas y uso ritualista del
lenguaje en alguno de ellos.
3. Respuestas anorm ales frente a objetos y acontecim ientos a m ­
bientales, tales com o comida, ruidos altos y objetos m óviles.
Kanner consideraba que el com portam iento del niño estaba
gobernado p o r un deseo obsesivo y ansioso por m antener la
invarianzü del am biente, lo que im plicaba una lim itación en
la variedad d e la actividad espontánea.
4. Buen p o ten cial cognitivo con una m em o ria m ecánica exce­
lente y resultados normales en el test no verbal de Seguin.
5. N orm ales desde el punto de vista físico. Algunos niños eran
un poco «patosos» al andar, p ero to d o s tenían una b u en a
coordinación m uscular fina.

Muchos psiquiatras descubrieron que la imagen clínica descrita


p o r Kanner encajaba con casos asom brosos que habían visto en sus
propias clínicas, pero no se produjo un progreso continuado en la d o ­
cum entación y co m prensión de! autism o.
El propio K anner (1965) se quejó de la existencia de dos corrien­
tes relacionadas en la Psiquiatría Infantil. Algunos psiquiatras infan­
tiles no aceptaban que el autismo era un síndrom e distinto y sugerían
que era inútil trazar límites afinados entre éste y otros tipos de desarrollo
atípico. O tros aceptaban que el autismo era un síndrom e, pero ap li­
caban este diagnóstico de moda de form a dem asiado amplia. P or lo
que «se convirtió en un hábito el diluir el concepto original de autism o
ififantil diagnosticando com o tal a múltiples condiciones dispares que
m uestran uno u o tro síntom a aislado com o parte integrante del Sín­
d ro m e en su co n junto. Casi de un día para otro , parecía que el país
estaba poblado p or u n a m ultitud de niños a ut is tas».5*
W ing (1976) o b servó que otros profesionales interpretaban el
resum en de K anner sobre las características de su Síndrom e de un
m o d o dem asiado restringido, de tal m odo que no se diagnosticaba

49. S in ónim o en españ ol d e «pelm azo, cargante, pesado».


50. L. K anner c ita d o p o r el Dr. D. V. M. B ishop en: « A u tis m o , S ín d rom e d i A s­
perger y T ra sto rn o s s e m á n t ic o - pragma ticos: ¿ D ó n d e están los lim ites?», d el
Π ρ ίο . de P s ic o lo g ía d e ¡a U n iv ersid a d d e M a n c h e s te r . D is p o n ib le en :
w iw .ja y tm ig s.d cm o n .co .u k /b ish o p .h tn i.

■14
autism o a menos que el n iñ o no m ostrara ningún signo de concien­
cia de la existencia de otras personas, a pesar de q u e ninguno de los
casos de Kanner estaba tan severam ente afectado. Para añadir confu­
sión, había una discusión co n tin u a sobre si el autism o era una form a
tem prana de esquizofrenia, un debate al que no ayudaba nada el hecho
de que no hubiera consenso y que cuenta con seguidores en algunos
países. Por la misma época en que Kanner com unicaba su Síndrom e,
el Dr. Mans Asperger, hace lo m ism o con respecto a variaciones de
este trasto rn o . Pero no tie n e , en ese m o m en to , ia difusión que sí
obtiene Karjner. Recién se acepta «oficialmente» su descripción en el
DSM IV {*1995).
C om o, entre los casos a analizar más adelante, presento a niños
derivados desde la neurología con ese diagnóstico, m e referiré sucin­
tam en te al mismo:

Síndrom e de Asperger: se lo toma en los m anuales citados com o


un sublipo de los Trastornos Generalizados {o Profundos) del Desarrollo.
En el Reino U nido no se usa de m odo generalizado el diagnós­
tico de «Trastorno generalizado del desarrollo», habiéndose hecho
m uy popular el diagnóstico de «Síndrome de Asperger» para referirse
a individuos con algunos rasgos autistas, pero que no concuerdan con
todos los criterios del autism o (Tantam, 1988). La descripción de este
S índrom e por parte de A sperger fue realizada un año después que la
publicación original de K anner pero, com o hem os dicho, era m ucho
m enos conocida. Los niños descritos por Asperger se caracterizaban
p o r ser pedantes, p atosos, co n intereses obsesivos y un c o m p o rta­
m ien to social deficiente. W in g popularizó el trabajo de Asperger en
un artículo publicado en 19S !, y observó que existían m uchas sim i­
litudes entre el Síndrom e de Asperger y el de K anner, lo cual dificul­
taba el saber si estaban describiendo el m ism o S índrom e — con dife­
rentes grados de severidad— o trastornos distintos. El punto de vista
m ás popular parece ser que el «Síndrome de Asperger» es un sinónimo
del autism o de un tipo m enos severo (Schopler, 1985). Sin embargo,
parece que hay algunas ventajas en m antener esa denom inación.
En prim er lugar, todavía existe un debate de hasta qué punto se
solapa el Síndrome de Asperger con el autismo (Nagy y Szatmari, 1986;
Szatm ari, Bartolucci, Finalyson y Krames, 1986; R utter y Schopler,
1987). En segundo lugar, el pronóstico para el Síndrom e de Asperger
es considerablem ente m e jo r que para el a u tism o clásico. Por este

45
motivo, varios especialistas (por ejemplo. W ing, 1981; Howlin, 1987)
lian abogado en favor de usar el térm in o «Síndrom e de Asperger»,
aunque aceptando que las diferencias entre éste y el autismo pudieran
ser sim plem ente u n a cuestión degrado. T antam (1988) argum entó
que, sin esta categoría, se dejaba a estos niños en un lim bo diagnós­
tico y e n consecuencia sus problem as no eran reconocidos ni se íes
proporcionaban cuidados específicos, ya c]ue sus déficits no eran lo
suficientemente severos o extendidos com o para ser considerados con
el térm ino «autista». El núm ero de niños afectados no es despreciable:
Gillberg y Gillberg ( 1989) encontraron que el Síndrom e de A sperger
era cinco veces m ás frecuente que el mutismo. O tra razón práctica para
conservar el térm ino d e «Síndrome de Asperger» es que puede ser un
diagnóstico más aceptable para padres y profesionales, m uchos de los
cuales, tienen una visión estereotipada del autism o, basada en el c u a ­
dro clínico de niños pequeños (Wing, 1986).
Las anom alías del lenguaje constituyen un síntom a central del
autism o. Esto p lan tea la cuestión de cuál es la diferencia e n tre el
autism o y el trasto rn o de desarrollo del lenguaje. CtiurchiJI (1972)
propuso que no existía una diferencia cualitativa entre la «afasia de
desarrollo» y e! au tism o y que su única diferencia era el grado. W ing
( 1976} observó que m ientras que es bastante fácii reconocer a los níños
que tienen el S índrom e clásico descrito p o r Kanner y diferenciarlos
de los casos igualm ente clásicos de trasto rn o de desarrollo del le n ­
guaje receptivo, las zonas límite de estas condiciones no son claras.
«Si los niños con estos problemas pudieran ordenarse p o r series
regulares, em p ezan d o p o r los niños m ás autistas en un ex trem o y
extendiéndose basta el niño que más claram ente tuviera sólo un tras­
torno del desarrollo del lenguaje receptivo, el decir dónde estaba la
línea divisoria necesitaría de! juicio de S alom ón.»''
El buscado co n senso parece haberse logrado con los DSM que
hace unos m om entos describía, pero la búsqueda de la generalización
a ultranza ha generado otros excesos, otros efectos que deben an a li­
zarse detenidam ente en las diferencias sobre la determ inación de una
causa e(iológica, la descripción de síntomas y lo que es un tratamiento.

51. ß r . Bishop lJ.L). D isp o n ib le en: w ww.jaym Ligs. d em o n.co.nk/B is hop. h tm.

46
C o n c lu s io n e s m o m e n t á n e a s s o b r e lo e x p u e s t o
d e la s itu a c ió n d e la p a to lo g ía d e s d e e l d is c u r s o
m é d ic o a c tu a l

He consignado lo expuesto por el Dr. N atalio Fejerman, repre­


sentativo mi nuestro m edio del discurso-de la neurología, quien sos­
tiene una etiología exclusiva desde esas coordenadas para el autism o
infantil. Sin embargo, al m ism o tiempo afirma que «Gracias al desarrollo
de η Lievas tecnologías diagnósticas en las áreas de neurofisiología,
neuroquím jca, ne uro pato logia, genética y neuro-im ágenes se están
reconociendo alteraciones en el sistema nervioso centra! en un m ayor
tn'imero de pacientes autistas. No obstante au n q u e los resultados de
dichas investigaciones son negativos, no se descarta la existencia de
disfunción cerebral que 110 está psicológicam ente determ inada. ( ...)
Esta declaración de principios (...) consiste en entender los trastor­
nos del autism o infantil com o no determ inados por distorsiones en
la conducta de los padres sino por disfunciones originadas en el sis­
tem a nervioso central— »,53
Sigo preguntándom e entonces por el fundam ento dentro de) dis­
curso mismo de la ciencia de tan rotunda afirmación. También se des­
taca que no existen hasta la fecha pruebas confiables desde lo bioló­
gico para una etiología del autismo. Por lo tanto y hasta que esto no
aparezca fundam entado, m e manejaré en la presente exposición de
mi práctica con la idea de que la etiología del autism o, desde estas
coordenadas— neurología, biología y medicina— no está definida aún.
Por otra parte, para llegar al diagnóstico de autism o desde este
discurso, se analizan com portam ientos del llam ado autista y, tal com o
ya lo he planteado, analizan el campo de la conducta hum ana que es
objeto de estudio de ia psicología y no hacen m ención a los conceptos
cíe la misma, realizando así, en mi opinión, un salto conceptual n o
fu ndado entre funciones cerebrales y com portam iento. M uchas de
las conductas que se tom an desde el discurso de la psicología son con­
sideradas funciones cié representación.
T om ando los autores más clásicos y/o m ás actuales que se o c u ­
pan de dicho tema, diré quejas funciones de representación suponen
actividad mental. D ichas representaciones desde hace unas tres o

52. N , Fejerman y otros, op. cit., p. 15.

47
cu a tro décadas, ya no se to m an com o autónom as en su desarrollo,
sin o q u e se acuerda en que el am biente tiene en esas funciones un
papel preponderante.
A ntes de realizar un som ero análisis de lo afirm ado, es necesa­
rio estip u lar que representar es la culm inación de la posibilidad de
sim bolizar.
Es la condición necesaria para el inicio del llam ado «pensamiento
lógico o capacidad intelectual», el lenguaje, el juego y las relaciones
con el am biente. Esta posibilidad está articulada a la percepción.
La psicología define a la percepción com o la acción y efecto de la
aprehensión, en forma directa, de una situación objetiva. Es pites un
acto intelectual y se diferencia de la sensación, que es un acto sensible.
Más exactam ente, para la psicología actual, la percepción es la apre­
h en sió n d irecta de una situ ació n objetiva basada en sensaciones y
acom pañada de representaciones y a veces de juicios, form ando todo
ello un acto único cuyo análisis se puede descom poner en partes:
Percepción externa o propiam ente dicha.
Percepción interna

T am b ién se distingue este proceso de percepción de la apercep­


ción que es la conciencia de la percepción.
U na descripción clásica de la descom posición del proceso es la
siguiente:
El sujeto advierte la presencia del objeto.
El sujeto reconoce en el objeto una forma definida y precisa que
«le es conocida».

Se reconocen varias m aneras bajo las cuales el sujeto pasa de la


prim era a la segunda fase, pudiendo darse que el paso sea tan inm e­
diato que las dos fases se presenten y aparezcan com o una sola.
El sujeto «comprende» el significado de la c o s a ; se da cuenta de
lo que es.M
El sujeto encuentra el n o m b re del objeto presentado.

En general, puede decirse que la percepción es el acto de aprehen­


der, a través de la experiencia, los objetos, las esencias y las relaciones.

53. C o n cep to s extraídos de I?. Székelv, D iccionario Enciclopédico d e la P sique, volu ­


m en 111, C laridad, Hueuos Aires, 1958.

48
A p a rtir de los prim eros años de la vida, el sujeto no se lim ita a
registrar sim plem ente Jas sensaciones, ya que desde Jos inicios perci­
bim os las cosas más en térm inos d e lo que ellas nos sugieren q u e en
ios térm inos de cóm o se presentan ante nosotros.54
He to m ad o eJ proceso m ental de la percepción, apercepción, que
conlleva el de la representación, despojado de Ja concepción de n in ­
guna escuela psicológica en particular, con el objeto de librarlo de la
intencionalidad de pertenencia a alguna de ellas.
T anto J. Piaget como H. Wallon dan cuenta del proceso descripto
dentro de concepciones acerca de cóm o se inicia el m ism o form ando
parte dél p'siquismo del niño. W allon da cuenta de este proceso in ten ­
tando in teg rar lo orgánico y el am b ien te en una dialéctica e n tre la ­
zada, que dio p o r fruto una concepción de Ja organización de la p e r­
sonalidad q u e llam ó «psicología concreta». Su lógica estaba basada
en el m aterialism o dialéctico, en su objetivo de hallar explicaciones
m aterialistas p a ra los inicios del co n o cim ien to o del pen sam ien to .
Esto es, ten ien d o en cuenta lo orgánico, pero no dejando de d ar una
im p o rtan cia d eterm in an te al a m b ie n te del niño y a lo em o cio n al.
Del m ism o m odo, Piaget realizó innum erables investigaciones
acerca de cóm o se da el proceso recién descrito, y si bien tam bién le da
a lo biológico una importancia m ayor aún que la que le da W allon, no
lo planteó com o determinante, sino que llegó a una interpretación del
proceso q u e pued e considerarse psico-social, haciendo hincapié en
e] papel causal de las relaciones de los niños entre sí y con Jos adultos.
Es decir que el am biente toma im portancia sin subordinarse al m ero
desarrollo orgánico (más bien o cu rre Jo contrario).
El juego — que sirve cíe determ inante para las operaciones diag­
nósticas del discurso que estamos analizando— no deja de ser una de
las culm inaciones de ese proceso de re-presentar ya que es esencial­
m ente vin «com o si».
C om o dicen los niños de corta edad, «es de men tirita». Es decir que
el sujeto «sabe» que hay dos escenas en el juego, entrando y saliendo
con facilidad d é la s mismas55. P or ejem plo, un niñito que m o n tad o a
una escoba juega a que va m o n tad o a un cabaJJo m uestra la escena
que ha arm a d o en tanto «cowboy» o «caballero» y «lo que u n o ve»:

54. L,i cursiva es n á .


55. Se [Hiede ver el con cep to de «sim ulacro., y /o de «m etam orfosis» en el libro d e H .
W allon, D el a rto u l pensam iento, P sique, B u en os Aires, J977,

49
un n iñ o con una escoba. P or «com prometido» que esté el niño en su
rol de caballero y/o cowboy, si algo le llama la atención o es llamado,
inm ediatam ente «vuelve» a ser «Garlitos» o «luancito».
En conclusión y p o r el m om ento, ya que estas funciones volve­
rán a tom arse en la parte de desplegar las hipótesis desde el psicoaná­
lisis, pod em o s decir, desde el discurso de la psicología, que son las
funciones de representación las que organizan la posibilidad del len­
guaje, de! jugar, y de la socialización, de las cuales se desprende la
posib ilid ad de m em orizar, etc. El proceso de este «desarrollo» está
dado para el niño que podríam os llamar «estándar», «ideal», sin lesio­
nes neurológicas, sin secuelas de la desnutrición, el abandono y/o el
m altrato social, sin tener en cuenta lo emocional y/o lo subjetivo que
en algunos casos podría entorpecerlo y que, eu todos, le presta la sin­
gularidad que hace diferente a cada niño.
Concluyo, también momentáneamente, que para que este proceso
se cu m p la es necesario el am biente, es decir, otro diferente del niño,
que cu m p le un papel p re p o n d e ra n te —-cuando no determ inante—
en este «desarrollo».
He descrito como se lia utilizado el afecto com o variable de aná­
lisis diagnóstica del autism o infantil en e¡ discurso de la neurología
que estam os considerando. T am bién he de referirm e a éste desde las
concepciones del psicoanálisis. En tanto, veamos qué se quiere decir con
reacciones afectivas o ansiosas o de temores cuando de autistas se trata.
C ito: «la insistencia en la repetición y una m arcada dificultad para
cam b iar de actividad; se desconoce si estas son m anifestaciones de
ansiedad»56, y también: «pueden negarse a d orm ir solos o insistir en
hacerlo en la cama de sus padres, con frecuencia se atribuyen estos
trasto rn o s a la ansiedad o al tem or» w. También se habla de la «labili­
dad» del afecto, cuando se describe el sistema m otor cu el autista desde
el discurso médico.
Siguiendo d m ism o procedim iento de análisis que utilicé para
el tem a de la percepción, procederé a considerar el afecto. Aun en la
descripción más aséptica, se confunden el concepto de afecto y el de
em oción. Confusión que se da tanto en nuestra lengua com o en las
consideraciones de la psicología y/o de la psiquiatría. En nuestra len­
gua, aparece el afecto com o «cualesquiera de las pasiones del ánimo,

56. Referencia a la descripción del cuadro <.]ue hace el discurso ni cd ico


57. H. W allo n , op. cil.

50
especialmente am or o cariño» y en una acepción entre m uchas: «afec­
ción en relación a un achaque»5*. Fáci) es ver que una se refiere al ánimo
y la otra al cuerpo.
En el cam p o de la p siq u ia tría 59, se dice del afecto to siguiente:
«Reacciones psíquicas del individuo enfrente de situaciones provo­
cadas p o r la existencia. La afectividad es un fenóm eno ín tim o pero
tam bién social, de manera que se im pone tanto com o fenóm eno de
la psicología p u ra como de la social. Las em ociones representan los
grandes cam inos de la vida afectiva.»
Finalmente, en el Diccionario Enciclopédico de Psicología, de Székely
se sostiene que: «El afecto es m ás bien un estím ulo del sentim iento
que una concepción intelectual». O tros autores a los que acude Székely
lo describen com o la «tonalidad del sentimiento», «acom pañam iento
placentero o doloroso de una idea o de una representación m ental»,
diferenciándolo de la em oción. Al au to r le parece com o más acabada
la co n cepción que da M ac-Dugall, quien define al afecto com o «un
sistem a o rg an izad o de tendencias em ocionales a lre d ed o r de algún
objeto» y «que las emociones prim arias tienen por eje las predisposi­
ciones instintivas».
Estos antecedentes clásicos del concepto de afecto nos lo m ues­
tran com o un producto en el que interviene el psiquism o pero tam ­
bién el cu e rp o , ya que se habla d e afecciones y de predisposiciones
instintivas.
Finalm ente, desde el psicoanálisis se indica que:

«El co n cep to está to m a d o de la psicología alem a n a y


designa todo estado afectivo, penoso o agradable, vago
o p reciso , ya se p resen te en form a de una descarga
m asiva, ya como una to n alid ad general { ...). Según
Ereud, toda pulsión se m anifiesta en dos registros: el
del afecto y el de Ja representación. Siendo el afecto la
expresión cualitativa de la cantidad de energía pulsio-
nal y de sus variaciones.»^

58. D iccio n a rio Enciclopédico, to m o ], A /C O P . V ox, Bibliograf. D io . Editorial, Bar­


celo n a , 1977.
59. A. M eran i, Diccionario de Psicología y P siquiatría Infantil, G rijalbo, B u en os Aíres,
1983.
60.1, L a p la n d ie y J.-B. Pontalis, D iccionario de Psicoanálisis, Labor, B arcelona, 1977.

51
Com o so m era conclusión, sólo d iré q u e adjudicarle afecto al
autista sin especificar cóm o se con cep tu aliza el térm ino es, p o r lo
menos, simplista. Lo m ism o podría decirse del concepto de ansiedad.
En cuanto a la descripción que se hace de! lenguaje de un autista61,
coincidim os con la m ism a, lo m ism o cabe para lo que se dice de la
«m em oria», y volvem os a coincidir c u a n d o se dice que «No c o m ­
prende nada de lo que está diciendo».
Variables tales com o la «atención» y las condiciones del sistem a
m otor constituyen casi un desafio que, a am bos discursos—-el que pri­
vilegia lo subjetivo y el que privilegia lo biológico— , nos ofrece el autista.
Pero este últim o se convierte en un verdadero atolladero si se afirma,
por un lado, que su origen es una afección de alguna parte del cerebro,
y por otro, que aparece el desarrollo de la locom oción y la prensión fina
con una evolución más que excelente en la m ayoría de los casos.
Aún in v o can d o al m ism o H. W allon, neurólogo, ya ten em o s
argum entos para pensar que la subjetividad «moldea» la función del
«m apa orgánico», un argum ento del cual tam bién se sirven actu al­
m ente conocidos neurocientistas. Estos m ism os argumentos teóricos
pueden explicar la h ip o to n ía que a veces exhiben algunos autistas.
Se dice tam bién que, para algunos de jo s trastornos m otores que
a veces presentan, se lia llegado a pensar en diplegias, pero hasta hoy
nada se ha p odido dem ostrar por ese cam ino.
La variedad de conceptos para la sintomatología, las discrepancias
para generalizar los m odos de presentación del llamado «autismo», que
se explicitaron al comienzo de este libro, m e parece que, justamente, nos
indican como conveniente utilizar uno de los postulados de la clínica
del psicoanálisis: el caso por caso. Si cada au to r presenta «lo que vio»,
es porque así se presentó el niño que trató, m ostrándole, lógicamente
sin querer, la singularidad de cada sujeto de la especie humana, aún en
este cuadro tan enigmático. Por otro lado, este hecho muestra tam bién
nuevamente que, cuando de las modalidades del hombre se trata, las lla­
madas ciencias de «evidencia», pierden su «objeto de estudio».
AI respecto m e parece atinado tran scrib ir lo que afirma el Dr.
Jiishop“ :

61. C onsignado en L. Kanner, op. cit., p. 17.


62. Dr. Bishop, OPSI: C o m u n ica c ió n , pp. 28 y 3 0 . C ita s 38 y 48. D isp o n ib le en:
www. jay m u gs.d e m o n , co.uk/bishop.litm .

52
«¿Importa realm ente qué etiqueta Je ponem os a un niño?
Con toda seguridad, lo im portante es identificar los pro­
blemas y trabajar para solucionarlos. A ntes de analizar
varías categorías diagnósticas, es necesario responder a
estas preguntas y d a r alguna justificación del por qué
usar etiquetas. H a habido m uchas críticas sobre el
“modelo m édico” de aproxim ación a los trastornos del
desarrollo, considerándolo inútil en el m ejor de los casos
y contraproducente en el peor. Una vez que le ponemos
un a· etiqueta a un n iño, tendrem os probablem ente ex­
pectativas preestablecidas63 y podem os olvidar su indi­
vidualidad. Además, podemos considerar que la etiqueta
es una explicación,61 Una vez que hem os decidido que la
etiqueta de “a u tis ta ” se aplica a C hristopher·65 porque
tiene problem as para relacionarse co n los dem ás, nos
encontramos a nosotros mismos diciendo: “Christopher
no se puede relacionar con los demás p o rq u e es autista”.
Sin embargo, au n q u e estos inconvenientes sean reales,
el abandono de la utilización del diagnóstico supondría
una serie de peligros. Sin diagnóstico no podem os gene­
ralizar a p artir de la experiencia pasada para planificar
un tratam iento o d ar un pronóstico. Esto se ilustra bien
en un relato presen tad o en H ansard hace pocos años,
un M iem bro del Parlam ento, que in ten tab a presionar
para obtener m ás ayuda especial para los niños con difi­
cultades de lectura, preguntó a los poderes relacionados
con este tema cuántos niños eran disléxicos en su región.
“No creemos en las etiquetas para los niños, por lo tanto
no registramos estos datos” fue la respuesta que obtuvo.
Las categorías diagnósticas proporcionan asim ismo una
estructura para re u n ir inform ación en un entorno clí­
nico y son vitales si querem os investigar las causas p ro ­
bables y los m edios apropiados para trata r los distintos

63. La cursiva es mía.


64. Bien puede ser el caso d e ciertas op in ion es cerradas a cualq u ier discurso que no
sea el propio que su elen ten er sus exponentes en cu alq u ier disciplina.
65. Cristopher: n o m b re de] n iñ o que el Dr. Bishop p resen ta en su com u nicación de
p, 23, donde co in cid en la prim era descripción d el Prof. Dr. Leo Kanner y el Prof.
Dr. Bishop.

53
trastornos. Esto no quiere decir q u e debam os adoptar
una aproxim ación no crítica a las etiquetas que actual­
mente se usa ti. Debemos considerarlos com o un m odo
útil de resu m ir inform ación, p ero ten em o s que estar
alerta frente a la posibilidad de m ejorarlos. Argumentaré
que en el caso de trastornos com o el Autism o, puede que
sea necesario alejarse de una aproxim ación estrictamente
categórica basada en el Síndrome. P or últim o, debemos
estar en guardia frente a los diagnósticos com o concre­
ción de los trasto rn o s y no tratarlos com o conceptos
explicatorios.»

Tanto desde la docencia com o en práctica clínica en institucio­


nes públicas, he tratad o , justam ente, q u e las etiquetas que señaía el
Dr. Bishop y/o los m ism os Nom encladores nos den la referencia aco­
tada a so lu cionar p ro b lem as de p resu p u esto s económ icos para la
salud, juicios, m odos de encarar la problem ática de un niño, etc.
Precisam ente, en carar la p ro b lem ática de los niños llam ados
«autistas» y m uchas otras patologías exige la convocatoria a distintas
disciplinas de la salud mental.
Pero la intención generaiizadora, como único recurso, trae como
peligro que el sujeto, cotí sus singularidades, quede oculto y sólo sea un
objeto de y en la mirada de uri técnico.
Esto se torna m ás peligroso en una patología como la que estoy
considerando. Es p o r ello que me parece esencial la interdiscipiina
com o instrum ento y la concepción de sujeto desde los postulados del
psicoanálisis para considerar cualquier intervención.
Antes de pasar a considerar las hipótesis desde el discurso del psi­
coanálisis, expondré algunas consideraciones tie las llamadas «neu-
rociencias»66 que p o r un lado sirven de apoyo a la necesariedad de la
interdiscipiina y p or otro a plantear cóm o se articulan ambas estruc­
turas: la biológica y la subjetiva.
Sabemos que Freud, buscando explicaciones para la etiología de las
histerias, concluye con su tesis de lo que llam ó un «Aparato psíquico».
Respecto de las tesis freudianas con respecto a la pulsión, teniendo
ya bastante elaborada su idea de «Aparato psíquico», correspondería

66. M e referiré fun d am en talm en te al p en sam ien to del Dr. ). M oízeszowicz.

54
señalar que ya co m en zab a a escribir u n m o d e lo de la organización
subjetiva. Hay un cam bio o salto que Freud da desde su saber de n e u ­
rólogo a creador del discurso del psicoanálisis.
Justam ente en ese salto aparece el co n c e p to de pulsión. F reud
había partido del concepto de «cantidad» al hablar de energía, pero
cuando llega a explicarse los mecanismos, de las neurosis tiene la certi­
dum bre de «poder p en etrar de golpe desde los detalles de las n e u ro ­
sis hasta las condiciones mismas de la consciencia (...) los engranajes
ajustaban a la perfección y el conjunto sem ejaba una m áquina que de
un instante, al o tro podríase echar a andar sola»67. Esto decía cuando
comenteaKa a co n ceptualizar sobre su hipótesis de organización del
aparato neuronal en una carta dirigida a Fliess, cuando desarrollaba
el «Proyecto de una Psicología para neurólogos»68.
Hoy diría que, efectivam ente, la «m áquina» de la que hablaba
«andará sola», p ero si otro la pone en fu n c io n a m ie n to Mi in te n to
es ver cóm o los dos discursos, bioiógico-quím ico y subjetivo, m a r­
chan cada uno en su ruta, pero en algún m o m en to se trenzan y u n o
se pierde en el otro, justam ente el m om ento en que la «bestia deja al
hom bre»69.
C uando Freud hablaba de su m á q u in a a Fliess, buscaba, com o
estudioso hecho en la escuela fisicalista de Helm holtz, explicar la c o n ­
ducta hum ana en térm inos físico-químicos. Pero, entre esta m áquina
y La interpretación de los sueños'0, hay un acontecim iento fundante:
el autoanálisis de Freud. Pareciera que este hecho produce un corte,
que tam bién es epistem ológico, en el p en sa m ie n to científico freu-
diano, porque es a partir de allí que lo neurológico pasará a estar rele­
gado y Freud co m en zará a organizar un m u n d o teórico que ya n o
pertenecerá a la neurología. A tul) os mundos — neurológico y subjetivo—
coexistai, pero uno debe permanecer perdido y silencioso. La m áquina,
la bestia, son silen ciados para que advengan la vida fantasm ática,
los sueños, los recuerdos, la m etáfora. E ntonces el cuerpo ya no es

67. Carta de S. Preud a W , Fliess del 20 de O ctubre de 1895 (N ° 32), en S. Freud, O bras
Com pletas, to m o 111, B iblioteca Nueva. M adrid. 1973, p. 3522.
68. S. Freud, « P r o y e c to d e una P sico lo g ía para n e u r ó lo g o s » , obra del a ñ o 1 8 9 5 ,
Lomo Ï. p. 209.
69. G. A n n o n i, « D o n d e el h om b re de la bestia se separa», presentado en la R eu n ió n
Lacanoam ericana d e R ecife, Brasil, 2001.
70. S. Freud, La in te r p r e ta c ió n d e los su eñ o s, o b ra d el a ñ o 1900, to m o l, p. 3 4 3 .

55
organism o sino símbolo7'. En ese corte se constituye lo erógeno y su
red, tal «la lam inilla» lacaniana, q u e se extenderá cual tejido virtual
com o el dib u jo de otro m apa del cuerpo y que hará p erd er los con­
tornos del m apa material de lo biológico.
Para Freud, el estímulo en la m ateria viva producía significacio­
nes en lo que llama esencia de la pulsión: la decantación de la necesi­
dad en pu lsió n 72. Analicemos el térm in o «decantación», tratando de
que la traducción del alemán sea la más adecuada. Veam os entonces:
decantación, en alemán73 Schlämm en, significa «lavar, lim piar, agre­
gar». P ero tam b ién decantación p u ed e ser A bklären, q u e significa
«barrer, clarificar».
O bservem os que lo barrido, aclarado, limpiado, sufre un cambio,
pero con la característica siguiente: siendo ¡o mismo, ya no es igual.
Si tom am os el concepto de «decantar» en español, significa tras­
vasar de una vasija a otra. Es la m ism a sustancia, pero ha cambiado de
tugar, es y no es la misma. Está en o tro lugar.
En cualquiera de las acepciones que estoy usando, «decantar» es
verbo. Pongo com o hipótesis que esta acción de cambio, trasvasar de
una vasija a otra, necesita de alguien que la ejerza74.
Para fundam entar esta hipótesis, m e valgo de los conceptos que
vierte Freud en el ensayo «Pulsiones y destinos de pulsión» ya citado.
Allí dice que, antes de que la necesidad decante en pulsión, la sustan­
cia viva capaz de ser estim ulada y do tad a de energía circulante, tra­
baja sobre las leyes o principios q u e organizan la actividad de dicha
sustancia, a ta que toma ya com o Sistema Nervioso C entral (SNC) y/o
com o Real Ich: «yo real» del recién nacido .
En el «Proyecto de una Psicología para neurólogos», dirá que las
neuronas tienden a evacuar las cantidades de energía.

71. ]. y M . M o izeszo w icz, p siquiatra freu d ia n o y m iem bro de la l-'undación de


D ocen cia e Investigación P sicofan n acológica. ). y M. M o izeszow itz, Psicofarmii-
colegía y rincón freudiuno-T eoria y clínica de un abordaje interdisciplinario, Pnidos,
Barcelona, 2000, p. 26.
72. S. Freud, « P u lsio n es y d estin o s d e p u lsió n » , en Obras C o m p le ta s, to m o XIV,
A m orrortu, Buenos Aires, 1990, p. 116.
73. E. M a. A m ador. Diccionario M a n u a l A lem án-E spañol. M adrid, 1965.
74. H ip ó tesis que presenté en la p on en cia: ¿«A utism o, P sico sis...o m ejor enigm a?»,
ex p u esta en las Jornadas «L an fran co C iam p i» organizadas por la C átedra de
Psiquiatría N iñ o s d éla facultad de C ien cias Médicas de la U n iversidad Nacional
de Rosario, 7 d e D iciem bre de 1997.

56
A este principio del funcionam iento lo llamó «Principio de Inercia»,
lo cual precisaba el sentido económ ico del funcionam iento psíquico.
En M ás allá del Principio del Placer ” , tom a ei concepto de N irvana de
la filosofía h in d ú , utilizado p o r B árbara Low com o m etáfo ra. Este
concepto im plicaba una tendencia a la reducción de la excitación y a
la supresión de la excitación in tern a, am pliándose con ello la am bi­
güedad entre «Principio de C onstancia» y'«Tendencia al p u n to cero».
En la obra Tres ensayos para una teoría sexual16, de 1905, dirá que
un estado de no excitación es un objetivo de restitución, lo que dará
origen a la segunda teoría de las pulsiones, tal que la m eta del aparato
psíquico es'sustituir la sensación de excitación por un apaciguam iento
de la m ism a, si bien esto ya lo venía trabajando desde las prim eras
teorías sobre la pulsión.
Volviendo a los inicios del concepto, diremos con Freud que los
estím ulos van a plantearle al SNC exigencias; lo obligaran a activida­
des cada vez m ás complejas.
Si bien esta afirm ación freu d ian a es de com ienzos del siglo XX,
ahora la m antiene la actual n eu ro cien cia77, cuando en sus conceptos
acepta que la realidad orgánica va d an d o lugar al orden del deseo y ai
mapa erógeno com o dijimos. Es este últim o, el deseo, el q u e pone a
funcionar el circuito d élo representacional. En el síntom a conversivo
estudiado p o r Freud en su b ú sq u ed a de una causa para la histeria,
encuentra cóm o la escenificación neurótica recubre lo biológico es decir
com o el sín to m a som ático típico de la histeria es un recubrim iento
de lo subjetivo.
En esa m áquina que debió perderse para que nazca lo subjetivo,
Freud plantea dos ideas rectoras: 1) concebir lo que diferencia la activi­
dad del he reposo com o una q (cantidad) sometida a ia ley general cid
m ovim iento y 2) suponer com o partículas materiales a las neuronas.
Casi diez años después, con Freud ya enteram ente psicoanalista,
habiendo dejado de lado estas teorizaciones, Camilo Golgi y Santiago
Ramón y Cajal ganan el Prem io N obel confirmando que, ciertamente,
las n e u ro n a s m an tienen una in d iv id u a lid a d que p u ed en recibir y

75. S. Freud, «M ás allá del principio del placer», publicado por prim era v ez 1920, en
O bras C om pletas, tom o XVII l, A m orrortu , B u en os Aires, 1979, p. 1.
76. S. Freud, «Tres ensayos para una teoría sexual», en Obras C om pletas, to m o V il,
A m o rro rtu , B uenos Aires, 1993, p, 109.
77. ). y M . M oizeszow icz, Psicofarmacología y territorio freitdiano. Teoría y clínica de un
a bordaje interdisciplinario, Paidós, B u en o s Aires, 2000, p. 27.

57
procesar Ja inform ación, conectarse entre sí y em itir una respuesta de
m anera única, contradictoria, transitoria o perm anente.78
Para Freud, el organism o tien e com o principal objetivo prote­
gerse de Jas invasiones cuantitativas. Con respecto a lo cualitativo, decía
que estaba determ inado por una frecuencia particular del m ovimiento
n eu ro n al que no era hom ólogo al estím ulo, pero q u e m antenía con
él una cierta relación que p o r ese entonces aún no había encontrado.
La cantidad, que para F reud recorría la neurona y pasaba de lina
a o tra tal com o luego lo co n firm a ro n los ganadores del N obel y tai
com o lo dice hoy la neurociencia, es un concepto que, podría decirse,
sufrió m ás pro fu n dizaciones q u e cambios.
Freud hará una acotación con respecto al pasaje de la energía: dirá
que el desplazam iento de la energía psíquica se hará a lo largo de las
vías asociativas, pero que no quiere malos entendidos: aclara que de
ningún m odo está suponiendo que dichos caminos sean los sistemas
celulares de las neuronas y que aún en esos tiempos (1905) n o se conoce
com o pueden figurarse esos cam inos.
Freud está frente a su caja negra: funcionam iento neuronal y es­
tru ctu ra subjetiva. «Caja negra» que siguió sus derroteros en muchas
ciencias (m edicina, psicología) a lo largo del sigío XX.
Pero es Freud quien da un estatuto de seria hipótesis a la configu­
ración de ambos caminos y a cóm o se hace e! empalme entre Lino y otro,
es decir, cóm o se realiza ia transform ación entre cantidad y calidad.
O sea, cóm o se efectúa la decantación de necesidad a pulsión.
C ontem poráneos epistem ólogos de las neurociencias dicen que
ef cerettfo hum ano, en su arquitectura tiene dispositivos para m udar
la cantidad en cualidad, con lo cual aparece triunfante otra vez el viejo
principio de los primeros estudios freudianos sobre la tendencia origi­
naria del SNC acerca del ap artam ien to de la cantidad.
H1 «nudo» de pasar de un estado a otro, el que algo cam bie pero
continúe com o siendo lo m ism o, con lo cual jugué al hablar de los dis­
tintos significados de decantar, está dado por el concepto de pulsión.
Freud la define com o el concepto fronterizo entre lo aním ico y
lo som ático, com o un re p resen ta n te psíquico de los estím ulos que
p ro v ien en del in terior del c u e rp o y alcanzan el alm a, com o una
m edida de la exigencia del trab a jo que es im puesto a lo aním ico a

78. l . y M . M o izes/o w icz, op. cit., pp, 28-29,

58
consecuencia de su trabazón co n lo corporal. Los estím ulos prove­
nientes de la pulsión van a p lan tearle al SNC exigencias m ucho mas
elevadas que los estímulos externos, ellos son los genuínos m otores
que han elevado el progreso del m ism o.
Freud introdujo un postulado que nç siem pre m ereció una lec­
tura detenida por parte de sus prim eros seguidores: la existencia de una
conciencia originaria o prim aria, pero que no es aún un sistema del lia*
m ado aparato psíquico; ella sería u n derivado de la percepción como
fenóm eno de la organización del sistem a nervioso y luego se origina­
ría otra conciencia como derivación de ciertas huellas m ném icas o del
«esfuerzo p or expresar un pensam iento». Este sistema sensorial, cons­
ciencia, es an terior a lo psíquico, esta «sensoria» nos da la prim era
situación de calidad que son las sensaciones de «algo otro», dentro de
una gran diversidad de estím ulos; estas sensaciones están adscriptas
a un tercer tipo de neuronas om ega (to). Sus estados de excitación dan
por resultado e! primer orden de excitación. Así, adscribe a esta llamada
conciencia dos tipos de contenidos: el prim ero corresponde a las sen­
saciones de placer y displacer (placer y displacer que corresponden
al orden de los afectos) — y vem os que esto es com o dice Lacan en el
Sem inario de «La angustia»: es en el cuerpo, en el sentido de lo que lo
afecta— ; el segundo tipo de co n ten id o s correspondería a la serie de
cualidades sensibles, en cuanto a lo que se percibe. F ara esta conciencia
prim aria freu diana, existirían entonces dos situaciones externas o dos
exterioridades: la del cuerpo en cu an to a sus procesos som áticos y la
del m u n d o externo.
Las sensaciones de placer y displacer se vinculan con los montantes,
que son del orden de la energía. El displacer im plica el aum ento de
dicho m onto en la neurona impasadera psi™ pero que determ ina la sen­
sación en las neuronas de percepción omega; el placer sería la condi­
ción de la descarga.
En cuanto a la clínica que m e ocupa, pienso si este placer primero
de la descarga sensoria, en los inicios de la diferenciación neta del
cam bio de cantidad a calidad, n o es el que com anda algunas de las
actividades corporales de n iñ o s llam ados autistas, tales com o oler,
tocar, «atender» objetos en m ovim iento y manipulaciones varias. Algo
así com o un placer de descarga en este tiempo del funcionam iento de

79. A lu sió n a las neuronas que, segú n Freud, n o dejaban pasar energía. Las enum eró
según su fun ción ton letras griegas.

59
esta consciencia o rig in aria freudiana, previa a la constitución de la
subjetividad.
La neurociencia actual80 plantea que la transform ación del orden
cuantitativo en cualitativo es consecuencia de varios procesos.
El autor que vengo citando, Julio Moizeszowicz, consigna en p ri­
m er lugar, que existe u n a pantalla protectora para que los estím ulos
externos no perturben el sistema neuronal, esta acción perm itiría que
la atención se dirija hacia lo que podría llam arse «interioridad».
Aclarando este concepto, cita a David M aldavsky81, para quien
la función de esta pantalla protectora sería la condición para sobrein-
vestir el m undo pulsional, pero supone la existencia de dos pantallas
protectoras necesarias para ia formación aním ica que para este discurso
es e! afecto.
Una de estas pantallas sería de carácter quím ico, y su función se
ejercería ante ciertas sustancias que trabajan desde el interior del orga­
nismo. Son las que estarían ligadas a las defensas inmunitarias. H abría
otra que ejercería una desafectivización funcional que, a su vez, servi­
ría de freno a la in tru sió n afectiva.
Si ocurre que no existan estas pantallas de protección el p rim e r
efecto, sería la im posibilidad de la reducción cuantitativa. Esta reduc­
ción cuantitativa es imprescindible para el com ienzo del matiz afectivo.
Si no se diera esta reducción de lo cuantitativo, se perpetuaría el
principio de inercia, p o r lo cual se degradaría la energía pulsional,
quedando com o resultado una función del aparato reducida a la trans­
m isión quím ica y eléctrica. Se prolongaría en una continuidad este
estado que sitúa M oizeszowicz com o «pre-psíquico»*2.
La segunda pantalla protectora que enuncia Maldavsky corres­
pondería a la función del contexto de! bebé ν el vínculo primario madre-
niño. Ambos: contexto y este vínculo prim ario, son los encargados de
desplegar la tran sfo rm ació n de cantidad en cualidad oficiando de
segunda pantalla p rotectora del aparato.
Para estos autores que estoy considerando, en el enlace entre el
contexto y el ca rác te r del vínculo p rim ario m ad re-n iñ o se origina

80. ]. y M. M oizeszow icz, op. cit., p. 65.


8 1 . D . M aldavsky, T e o r ía y clínica de tos procesos tóxicos, adicciones y afeccio n es
p sico so m á tica s, ep ilep sia s, A in orrortu , B u en os A ires, 1992. Citado por ). y M .
M oizeszow icz, op. cit.
82. J. y M. M o izeszo w icz, op cit., p. 65.

60
el «sentim iento de sí». Se sostiene que para q u e este sentim iento se
constituya, matiz afectivo del proceso, es necesaria la captación83 de
la empatia, tern u ra y /o am o r de quienes están a cargo deí bebé.
l a presencia de este interlocutor recibe las expresiones de lo cuan­
titativo del sistema pre-psíquico del bebé y da a las mismas el soporte
cualitativo realizando, además, una devolución invertida de las mismas
(reverie). Este es un proceso im prescindible para que el bebé p u ed a
crear esa convicción con respecto a su existencia propia. Es lo que desde
el psicoanálisis decim os cuando el niño sabe q u e él es él.
Tanto Níoizeszowicz como Maldavsky atribuyen a la dism inución
de lo cuantitativo en el aparato psíquico — m ediando los procesos
que recién describía— la organización de las cualidades sensibles, fu n ­
damentalmente la percepción.
Además, m ediando la función m aterna, la dism inución cuantita­
tiva es cada vez m en o r, no tanto ya por descarga sino por los efectos
de la complejidad creciente de la función del aparato psíquico en estos
tiem pos iniciales de su organización, que ya intenta dom inar lo tra u ­
m ático en tanto in crem en to excitatorio a través de ligaduras.
Con la lectura de estos conceptos, asistim os a la com prensión de
conceptos freudianos sobre la organización del aparato psíquico desde
otro lugar que el del psicoanálisis.
Desde este discurso de las neurociencías tom ando conceptos freu­
dianos se afirma q u e lo cuantitativo perdura a ío largo de la vida y su
transform ación en cualitativo es a través del trabajo del aparato p sí­
quico, sin que haya n u n ca una cualificación com pleta.
Moizeszowicz plantea una semejanza e n tre la necesidad de liga­
duras psíquicas en lo cualitativo (para nosotros subjetivo) y la tarea
incesante e in d eclinable que tiene tam bién el ap arato neurona! de
crear continuam ente intersínapsis respondiendo a un program a pre-
diseñado.
Los primeros esquem as freudianos de las transcripciones que apa­
recen en la Carta 52 a Fliess hoy son explicados por las neurociencías:
las neuronas p h i (N ) son retenedoras de ca n tid ad y alterables por el
decurso de la excitación. Esta alteración constituye la memoria, que
implica inscripciones en lo inconsciente, que a su vez hacen tope a la
circulación cuantitativa. El m odelo neu ro n al q u e hoy tiene vigencia

83. La cursiva es m ía.

61
transita el camino a la representación, es decir debe dar los pasos ope­
rativos para que este m apa obre en silencio. El pasaje, puesto por Freud
casi m íticamente en la vivencia que llamó de satisfacción, cobra igual
vigencia que el concepto de energía en las actuales neurociencias.
Aparece en ellas el viejo principio de los prim eros estudios freu-
dianos sobre la tendencia originaria dei SNC acerca del apartam iento
de la cantidad.
Al respecto, p o r ejem plo, en los m ecanism os de neuroaprendi-
zaje existe el co n c ep to de kindling que se traduce com o encendido.
El kindling es lina de las formas de actividad córtico-límbica. Esta acti­
vidad córtico-lím bica puede ser inhibida p o r los psicofármacos lla­
mados tranquilizantes y los llamados anti-convuisivantes. El efecto
contrario, es decir, provocar su «encendido», lo hacen !os estim ulan­
tes quím icos tales co m o el alcohol, la cocaína, las anfetaniinas y . . .
psíquicos s\ Explica esto diciendo que recientem ente se ha establecido
que los com ponentes condicionados de la sensibilización o kindling
se relacionan con un aum ento de la liberación de dopam ina en el
núcleo accumbens*6. Pone com o ejemplo lo siguiente: «La exposición
repetida y subsecuente a factores estresantes increm enta la función
dopaminérgica», y tam bién que las crisis de pánico o depresivas facili­
tan descargas del sistem a límbico a través de estas crisis em ocionales
casi a la manera de descarga motora, que son la expresión de las c o n ­
vulsiones de las epilepsias. Cuando sucede la convulsión, cada neurona
se descarga eléctricam ente y puede «reclutar» a otras para que «apren­
dan» a hacerlo de la m ism a manera. Un fenóm eno sim ilar ocurre en
el kindling. En algunas neuronas tienen lugar descargas em ocionales
mínimas, pero que en la medida que se propagan a otras áreas son de
mayor intensidad y masividad por lo cual se le atribuye a este fenóm eno
de kit idling la posibilidad de que miedos y fobias menores γ /o d ep re­
siones aparezcan al cabo del tiempo con manifestaciones clínicas de
mayor intensidad.
Tanto es así que, recurriendo a los conceptos que Freud expresa en
el texto «Inhibición, síntom a y angustia», Moizeszowicz afirm a que

84. ). y M. M o izeszow icz, op. cit., p. 76.


SS. Ibid., p. 37. La d o p a m in a form a parte, jm ito co n la adrenalina y la noradrenalitia
de las llamadas «catccolam inas» que se originan en los am inoácidos y estaría rela­
cionada, para este discurso, con las reacciones de alarma, adaptación e in h ibición .
86. N úcleo visible en el cu erp o estriado derecho de lo s núcleos de ¡a base del cerebro.

62
la sola representación de un contenido que pueda rem itir a algo olvi­
dado traum ático provoca el funcionam iento del «encendido» de esta
actividad córtico-límbica.8/
Al recurrir a Freud y en el terreno de la representación, vem os que
ella, ya en el p u ro terreno subjetivo, provoça un cambio en la organi­
zación de los m ism os transmisores que ponen en funcionam iento una
actividad neu ro q u ím ica cerebral.
Moizeszowicz se pregunta hasta d ó n d e puede considerarse a la
subjetividad m aterna com o el factor coadyuvante con relación a esta
actividad n eu ro q u ím ica de producir cam bios y m odificaciones en
la estructuración de las funciones «pasaderas» (phi) e «impasaderas».
Es decir que lo que sostenemos desde el psicoanálisis, que la estruc­
tura subjetiva d e p e n d e de la función del o tro en función m atern a,
tam bién es constituyente de la estructura quím ica y cerebral para las
actuales neurocíencias.
Desde las m ism as Kreisler, Fain y S ouléÍS se señala que los signos
y señales recibidos p o r el bebé durante los prim eros meses de la vida
son informaciones que tienen en ese m o m en to carácter neurofisioló-
gico, pero que, de todas formas, en la situación madre-niño, no se puede
colocar en térm in o s excluyentes lo neuro-quím ico-fisiológico y las
operaciones subjetivas, ya que quien ejerce la función m aterna tom a,
en sutil percepción, las «señales» del bebé, reaccionando de m anera
singular ya que el bebé per se no intenta com unicar nada, ni dar señal
alguna. Es ia madre quien le da connotación de mensaje a estas señales.
La m adre ocu pa aquí, para los d en tistas que estoy com entando,
«el tugar de pantalla protectora y al m ism o tiem po presta su aparato
psíquico para la tram itación de las excitaciones. Préstam o que p o n ­
drá en juego la particular estructuración subjetiva que la m adre porta,
creando efectos tan to en la posibilidad cualitatoria de su hijo com o
en la única e irrepetible configuración que adquieran los procesos que
se cualifiquen»8í>
Y aquí coincidim os cuando, desde el psicoanálisis, decim os que
la función m aterna inviste libidinalm ente al bebé y es por ello que se
le hace un lugar en la cadena de significantes.

87. J. )' M. M oizeszow icz, op. cit., pp. 75 y 76. La cursiva es mía.
88. Ibid., p. 80.
89. Ibid., p. 83.

63
Porque la operatoria exitosa partirá de la castración de la madre,
del lugar que, a su vez, le dé al padre como facilitador de la «Metáfora
Paterna». Instancias claves de lugares ocupados según los puntos de
anclajes de la pulsión y sus objetos. Es esta operatoria la que cambiaría
este pasaje de cuantitativo a cualitativo.
La función m aterna tom ada com o «estímulo», al estar vehiculi-
zando la libido hacia su hijo, produce una excitación tal que se dife­
rencia de todas las excitaciones externas que recibe la «sustancia viva»
hum ana; la pulsión hace que sea diferente, porque no actúa como una
fuerza de impacto transitorio, sino que lo hace com o una fuerza cons­
tante que marca la paradoja de la imposibilidad de «satisfacer» la pul­
sión y de volver al nivel cero de la actividad del SNC.
La constancia de la pulsión que Freud llamó «de vida» se opondrá
a esa m eta ideal de re stitu ció n del nivel cero. P o n d rá en marcha el
m otor en excitaciones óptim as realizando el dicho del deseo materno:
«que viva», «que esté enterito», «que sea sanito».
Com o vemos, la cuestión de la pulsión está indefectiblemente arti­
culada a la constitución del sujeto en la concepción del psicoanálisis.
H e tom ado a lo largo de esta exposición lo que podría constituir
el paso de lo que se llam ó «necesidad» a pulsión y las prim eras defi­
n icio n es con respecto al concepto retom adas p o r la neurociencias
actuales.
C o n respecto al c o n c ep to de pulsión, se tra ta rá de m ostrar su
fu n ció n en el arm ado del llam ado «aparato psíquico» y en lo que
entendem os son las operatorias de lo que llam am os estructura de la
subjetividad. Pero para el tem a que nos viene ocupando es importante
detenernos sobre los conceptos de angustia y de afecto tal com o los
describiera Freud y com o los tom an las neurociencias.
F ti 1925 ^ Fretid plantea que ya en el n acim ien to se producen
sensaciones displacenteras, m ociones9' de descarga y sensaciones cor­
porales. En el psicoanálisis, durante largo tiempo estas sensaciones fue­
ron el m odelo para los efectos de peligro, el que luego se asimiló al
concepto de angustia. Textualm ente, Freud índica en un pasaje de la

9 0 . S. Freud, «C onferencia N ° 25», estrila en 1925, en O b m s C o m p le ta s, lo m o II,


Biblioteca Nueva, M adrid, 1973, p. 2369.
9 1. S. Freud, en «Proyecto de una Psicología para neurólogos», usa el concepto com o
estím ulo endógeno y lu ego, en 1915, en la obra «P ulsiones y d estin os de pulsión»,
lo utiliza en su expresión dinám ica.

64
C onferencia 25 sobre la angustia: «El enorm e increm ento de los estí­
mulos, sobrevenido al interrum pirse la renovación de la sangre (la res­
piración interna) fue en un m om ento la causa de la vivencia de angus­
tia; p o r tan to , la primera angustia fue una angustia tóxica. El nom bre
de an g u stia (angostam iento) destaca el ^asgo de la falta d e aliento,
que en ese m om ento, fue consecuencia i^e la situación real y hoy se
reproduce casi regularmente en el afecto».·*2 En el ensayo «Inhibición,
síntom a y angustia)» dirá que el peligro del nacim iento aú n no tiene
contenido psíquico.
D esde ese punto de vista fren diano tom ado por la neurociencia
actual, irru m p en una enorm e cantidad de estím ulos excitatorios del
SNC q u e no tienen contenido psíquico, irrupción que puede situarse
en tre el m o m en to del n acim ien to y la tensión de necesidad que no
tienen en consecuencia representación, lo cual le da a la angustia el
carácter de tóxica.
Este carácter tóxico de la angustia es la característica que tom an las
neurociencías para explicar, adem ás, una serie de situaciones clínicas.
Em pezando por el bebé «normal», dirán que el recién nacido no puede
regular gran parte de los estím ulos que recibe, es la m adre la que regula
las experiencias del bebé (com o se ha visto), de m anera tal que el SNC
puede en co n trar la homeostasis de los estímulos que recibe y que aún
no codifica en términos de representación.
Según las hipótesis freudianas del «Proyecto. . V -1, cantidades de
energía recorren el cuerpo de lo que más tarde será un sujeto. Esas canti­
dades «se acomodan» según el ritm o que la función m aterna les va dando.
Al respecto, René Spitz95 ya definía por la década del sesenta ías
categorías de signos y señales recibidas por el niño d u ra n te los p ri­
meros meses de vida: equilibrio, tensiones musculares y de otra índole,
posturas, temperatura, vibraciones, contactos, ritmos, gama tonal, etc.
Es la acom odación de todos estos signos y señales en representacio­
nes que organizarán lo que Freud llamó «Aparato psíquico» y que, en su
m om ento, veremos también cóm o se constituyen en lo que llamamos
«estructura subjetiva», que sería la culm inación de la organización de
los «estím ulos desconocidos» y/o sin representación q u e fundaban

92. S. Freud, inhibición, síntom a y a n g u stia . C onferencia 25,


93. S. Freut), op. cit., tom o 111.
94. S. Freud, op. cit., tom o I.
95. ¡Í. S p itz, D el nacim iento a la palabra. F! p rim e r año de vida, P uf, Paris, 1970.

65
an tes de ello la sensación de angustia tóxica co m o efecto de «algo
extraño» en las señales y situaciones de lo biológico, organización sub­
jetiva que hemos dicho teje una red, dejando al m apa del cuerpo en
lo oculto y desconocido, tal como debe ser en el sujeto que llamamos
«norm al».

Situación actual de la patología


desde el discurso del psicoanálisis

Desde el psicoanálisis han prestado su atención al autismo infantil


— insistiendo en los factores psíquicos para producirlo— conocidos
psicoanalistas, com o D onald W innicott, inspirados en la enseñanza
tan to de Sigmund Freud com o de Melanie Klein.
D entro de ese cam po, se encuentran D onald M eitzer, H erbert
Rosem berg, F. Tus ti n, etc.
Merece que nos detengam os en ella la teoría sobre el autismo que
ofrece Bruno Bettel he im ’6 por los añns sesenta y que cuenta con segui­
dores aún en la actualidad, fundamentándose en la hipótesis del trauma.
Tam bién son dignas de m ención ias preo cu p acio n es de Serge
Lebovici y René Diatkine por articular tesis del psicoanálisis con datos
neurobiológicos. Y, m uy actualmente, las hipótesis de J. Moizeszowicz
que ya he com entado.
Pero con el advenim iento de la enseñanza de Jacques Lacan en la
década de los setenta, sus discípulos com ienzan a dar testim onio de
la*concepciones de lo inconsciente organizado a la m anera de un len­
guaje, del concepto de registros de la realidad propios de la criatura h u ­
mana, para dar cuenta de las operatorias de constitución y de los pasos
que siguen éstas para producir un autista.
lint re los prim eros discípulos de esta enseñanza que se ocupan de
la atención de niños altam ente perturbados tanto en medios públicos
com o privados, tenemos a la célebre Françoise Dolto, a Fiera Aulagnier,
a Rosine y Robert Lefort, a Maud y Octave M annoni.
Destaco tam bién los libros y la labor clínica de A. Cordié.
A esta última autora, quien me honra con su amigable correspon­
dencia, he recurrido a lo largo de la elaboración de lo que constituyó
m i tesis doctoral sobre este tema y en el presente libro.

% . tí. Bettelheíin, La fo rta leza vacía, Gallimard, Paris, 1967.

66
Pero el psicoanálisis, en nuestro país, es rico en producción en el
cam p o del tratam iento de la psicosis y el autism o infantil.
P or esta razón, en el transcurso de este trabajo voy a basarme en
]a ubicación teórica sobre ei tem a que tiene R. C o riat y tam bién en
algunos conceptos que sostiene H. Yank^levich97,
T am bién me han guiado, en esta clínica, los conceptos de Alfredo
Jerusalinsky9* al punto que fueron en parte sus conceptos de esta clí­
nica los que fundam entaron e) Programa de la C átedra de Psiquiatría
N iños de la Facultad de Ciencias Médicas de la U niversidad de Rosa­
rio, de la cual fui Profesora T itular O rdinaria por el añ o 1989.
Estos últimos psicoanalistas que he nom brado tienen afinidad con
m i trabajo, justamente, por la experiencia de una clínica del psicoaná­
lisis en lo institucional. Q uiero destacar que, sin em bargo, este hecho
no cam bia la conceptualization del discurso del psicoanálisis; pero la
práctica en la Institución lo pone siempre a prueba.
Digo esto porque la com plejidad del trabajo con otros, trabajar en
equipo, desplegar m aniobras terapéuticas psicoa nal ¡ticas respetando,
conviviendo con las pautas institucionales, tener la hum ildad necesa­
ria para respetar eí discurso de otras disciplinas, es uno de los precios
a pagar para estudiar la situación de los llam ados autistas.
Esta complejidad aum enta en el hospital público donde la pobla­
ción asistente, además, pertenece a los sectores más em pobrecidos con
m uy poco acceso al m u n d o cultural y, a veces, aun a las riquezas de lo
sim bólico. En este punto, la dificultad mayor la tiene el universitario
de clase media. Generalm ente, suele deslizarse la identificación en las
desdichas que la miseria trae, lo asistencial «.. .o pcor»w: el goce.
Puede surgir tam bién, para paliar la angustia que causan situacio­
nes m uy tremendas, intentar dirigir o culpabilizar «sin saberlo». Todo
esto ha de poder m anejarse con una posición de psicoanalista que se
logra con el efecto del análisis personal y con la fidelidad ética de que

97. H. Yaukelevich alterna su práctica entre nuestro país y Francia, lo cual me ha per­
m itid o formar parte durante estos años ( ¡999-2003 y co n tin ú a ) d e sus Sem inarios
d e en señan za sobre P sicoan álisis y a la Clínica con A u tistas. F orm ó parte, a d e ­
m á s, de la C om isión A sesora en la Evaluación de m i tesis d octoral en la Facultad
d e P sicología de la U n iversidad d e Rosario, en el año 2005.
9 8. A . Jerusalínsky, Psicoanálisis d el A u tism o , Nueva V isió n , B u en os Aires, 1988 y A.
Jerusalinsky, «La clínica del A u tism o , su enseñanza p sicoan alítica», en A ctas d e
La F undación Europea p a ra ei psicoanálisis, Kliné, Paris. S ep tiem b re, 1992.
9 9. A lu sió n al título de un S em in a rio inédito de J. Lacan.

67
aún en estas situaciones la clínica psicoanalítica opera con significan­
tes que deben sostenerse en las intervenciones — cuyo acto varía desde
su efecto en los padres, en la estim ulación, o en el «cuerpo a cuerpo»
que a veces la atención del autista dem anda.
H aré un breve recorrido p o r Jos postulados esenciales para el
autismo desde dos autores previos al advenim iento de continuadores
de las tesis de Lacan: D. W innicott, B. Bettelheim y F. T ustin, p o r la
preeminencia de su pensamiento clínico, porque las hipótesis form u­
ladas guardan una consistencia lógica entre una práctica clínica con­
secuente y la teoría psicoanalítica desde el pensamiento de ese campo
en esas épocas, donde hay trabajo por articular. Principalm ente, los
ensayos freu d ian o s sobre el desarrollo de la instancia psíquica que
llamó «Yo» y los trabajos al respecto de M. Klein.
Tam bién guía mi elección considerar las coincidencias de los tres
sobre la d eterm in ació n del «am biente», ya tom ado explícitam ente
como «función m aterna», aunque term inam os de ver que neurocien-
tistas le dan un valor preponderante a dicha función en las regulaciones
de! SNC en los prim eros meses de vida, regulaciones que dejan m ar­
cas, afirmación coincidente cotí el discurso del psicoanálisis, pero que
pertenece tam bién a las neu roc iencias.
Tam bién tendrán consideración las variaciones del concepto de
objeto para la co n stitución deí p siq u ism o (fu n d am en talm en te de
W innicott y de T ustin) que utilizaré en el tratam iento de mis h ip ó ­
tesis clínicas con respecto al autism o.

D. W in n ico tt
SÍ bien en la obra de Freud el papel de los padres en la constitución
del psiquismo adquiere importancia en base a lo que bien podríam os
llamar un análisis correcto de lo que hasta ese m om ento no se había
sistematizado desde el discurso de la ciencia, el am or que funda la re­
lación con los pad res1“ , W innicott da a esa relación prim ordial un
carácter absolutam ente determ inante en la constitución de la instan­
cia psíquica del «self» o «sí mismo».
El n iñ o , en su lactancia, 110 es un individuo, sino que es una
diada o unidad lactante-cuidado m aterno. Estas partes son ínterde-
pendientes y 110 pueden separarse. No hay lactante, dice categórico,

l(X). En base a lo cual S. Freud organiza la prem isa del llamado «Com plejo d e Edipo».

68
sin cuidado m atern o. Estando el bebé entonces en una dependencia
absoluta, es el cu id ad o m aterno eí que va a establecer la salud m e n ­
tal de éste y desde ese estado ha de pasar al de una independencia nece­
saria para la ev o lu ción conveniente del «sí mismo.» Destaco de las
teorizaciones de W innicott, com o antecedente de las propuestas que
voy a hacer, la siguiente situación de esta «unidad bebé-m adre»: la
madre debe estar identificada a su bebé de un m odo tal que la lleve a
una sensibilidad devocional con respecto a él y que com o efecto ie
proporciona una experiencia de om nipotencia gracias a ¡a cual eí lac­
tante comienza a tener un sentimiento continuo de existir. Base para la
edificación de su salud mental.
La otra conceptualización útil de rem arcar para los fines que me
propongo es q u e el sentimiento continuo de existir en esos p rim eros
meses de la vida está am enazado por angustias primitivas que consis­
tirían en am enazas de aniquilación. El desarrollo sano ha de depender
del sosten que el cuidado m aterno haga. W innicott dice: «La función
principal del m edio que sostiene es reducir al máximo los choques ante
los cuales el lactan te debe reaccionar y q u e conducen a la an iq u ila­
ción de la existencia personal»101.
En base a sus premisas de las necesidades ineludibles para un bebé
en este m o m en to de la vida, W innicott hace una diferencia, ante la
falta o in adecuación de las m ism as, e n tre «la locura» y «la falta de
ser»como consecuencias posibles. Así nos dice: «La carencia de adap­
tación a la fase más precoz sólo produce la aniquilación del “sí-m ism o”
en el p eq u e ñ o .. .»lo:. Esta premisa tam bién ha de ser trabajada com o
antecedente de las propuestas que haré con respecto a la situación del
llamado autista desde los postulados de lo que hoy entendem os com o
estructura de la subjetividad.
Pero, según las hipótesis del autor que estoy considerando, el cui­
dado, que hace de sostén, armará la prim era organización del yo com o
efecto de que el bebé tiene recursos para recuperarse de las angustias
de aniquilación vivenciadas, poco a poco desarrolla sentim ientos de
confianza q u e van tran sfo rm an d o la dependencia absoluta en que
estaba en una dependencia relativa. En ese estado casi de transición, el
niño recién pu ed e descubrir lo exterior a él. Pero son las respuestas

lü i . D . W innicott, R e v u e française de Psychanalyse, enero-febrero de 196!, e «Inform e


al XXII C o n g reso Internacional de P sicoanálisis», tlel m ism o año.
102. Ibid.

69
de )a m adre las que hacen «creer» al bebé que él puede esto; es en su
om nipotencia, ilusionándose con u n a realidad exterior, que corres­
ponde a su capacidad de crear. M ediante este movimiento subjetivo,
siente que lo que «crea» existe realm ente, es así que reconoce al objeto
exterior investido. W innicott plantea aquí una paradoja que m erece
luego nuestra atención: se trata de un objeto creado, sí pero no hallado,
que, sin em bargo, para ser creado p o r el niño debe ser hallado. Son
los cuidados m aternos los que p erm iten crear el objeto al niñ o , que
en realidad está en condiciones de ser hallado (volveremos sobre esta
situación).
Entonces, en síntesis, el niño debe transitar desde una o m n ip o ­
tencia mágica a un enfrentamiento con la realidad exterior. Este hecho
da lugar al «objeto transicional», con u n a función reparadora y tran­
quilizadora que le permite soportar la separación necesaria para pasar
de la unidad de om nipotencia mágica a la realidad exterior, pero entre
ambos espacios se ha creado una «zona intermedia».
SÍ esto no ocu rre así — p o rq u e la identificación de la m adre al
niño no es la suficiente-—, el sí-m ism o se siente amenazado, y se cons­
tituye u n a organización defensiva para rechazar las am enazas. Este
falso sí-m ism o creado puede llevara Ja locura cuando predom ina en
él la angustia psicótica.
Bn este recorte que presento, ya que la obra de W innicott es pro-
lífica, puede decirse que, para este psicoanalista, la psicosis infantil y
adulta ten d ría n su origen en distorsiones del desarrollo afectivo de
los prim eros meses de vida, com o resultado de una mala adaptación
afectiva de la m adre. En base a estos postulados, desarrollará más tarde
los conceptos de angustia im pensable, de miedo al derrum be, de los
cuales no corresponde, a mi juicio, ocuparse en el presente trabajo.
Sí han de tom arse, com o anuncié, estas experiencias transictonales, la
concepción del objeto creado en base a la ilusión, la Jaita de ser y — criti­
camente— la cuestión de la función materna.

B. B ettelh eim
Uno de los pilares de las hipótesis de este psicoanalista, así como
los recursos clínicos para ¡as psicosis infantiles y el autismo, es su p ro ­
pia vivencia en los campos de concentración donde sufrió cautiverio.
En base a esa experiencia propia y de semejantes cautivos, crea el con­
cepto de «situación extrema» p o r la cual un individuo se deshum a­
niza, se retira del m undo. Bettel heim se pregunta si los niños autistas

70
no han ex p erim en tado situaciones parecidas que los h an llevado a
«retirarse del m undo».
Para este au tor, hay una especie de predisposición autista según
cóm o se desarrolle el deseo de ac tu a r deí Jactante y los avatares que
sufriría el m ism o relacionados a la percepción que pueda tener del
m undo que lo circunda.
Según mi lectura, encuentro que coincide con W innicott en cuanto
a que el m undo circundante del cual habla está determinado por la acti­
tud de la m ad re en el acto de am am antarlo. Así, el deseo del niño, e!
lenguaje corporal servirían de base al intercam bio m adre-hijo, estable­
cerían üná reciprocidad entre ambos necesaria y determ inante para el
surgim iento del yo corporal en la conceptual ización de am bos autores.
Centraliza su tesis acerca dei niñ o autista en el hecho de la gran
actividad que to d o bebé tiende a desplegar (bebé neurológicam ente
sano y no deprim ido al nacer, sin hipotonía, etc.) y que no es respon­
dida ni alentada por la madre; el autista sería aquel que no fue corres­
pondido en estos esfuerzos, las condiciones no le fueron favorables para
actuar, com o si ellas no despertaran efecto alguno, por lo cual las retira.
Como si hubiera experim entado una «situación extrema».
Basa estas observaciones en los conceptos psicoanalíticos que
describen al lactante considerando al m u n d o como fuente de las satis­
facciones de sus necesidades, com o sí el m u n d o estuviera sujeto a su
voluntad. Esto se puede verificar si sus acciones de tender los brazos,
m am ar con vigor, sonreír, son devueltas en la atención constante a
las mismas de la actitud maternal. Este hecho de devolución a sus ges­
tos le hace sen tir que él desempeña un papel importante en este mundo.
Si esto falla, puede ocurrir que el bebé experim ente al m u n d o com o
pura frustración, lo cual hará que retroceda o, directam ente, deje de
poner energía vital en ninguna búsqueda. Así, deja de intentar, deja
de actuar. A este últim o hecho, lo com para con el m arasm o infantil y
las consecuencias del hospitalism o descriptos por Spitz. Pero si bien
halla que la patogénesis de algunos au t is tas es semejante a estos estados,
en el niño autista hay diferencias.
Los niñ o s autistas serían aquellos cuyas necesidades esenciales
fueron satisfechas en medida suficiente com o para que el m u n d o no
se les vuelva d estru ctor pero que no tuvieron o p o rtu n id ad de c o m ­
probar la eficacia de sus actos.
Según. B ettelheim , el proceso de fru stració n del bebé serta el
siguiente:

71
«su convicción de q u e el m u n d o es suyo, com o habi­
tualm ente lo es e) pecho que lo alimenta. Lo que efecti­
vam ente pasa es que los placeres que codicia no están al
alcance de su m ano. P rim ero debe salir al exterior para
apoderarse de ellos ( ...) . P or otra parte, supongo que
hay un m om ento crítico para vivir el m undo com o frus­
tración. Si esta experiencia afecta al niñ o una vez que
está bien arraigada en él la convicción de que el m undo
es suyo, y si no lo afecta con demasiada fuerza en n in ­
gún m o m en to , e n to n c e s to d o m archa bien. P ero las
cosas pueden ponerse m uy mai si el m u n d o es viven-
ciado de m odo p re m a tu ro com o fund am en talm en te
frustrante».103

De m anera que, para el autor que estoy considerando, la causa ini­


cial del autismo sería ia interpretación correcta que el niño hace de los
efectos negativos d élas personas que lo rodean. C om o esta experien­
cia es dem asiado precoz, no puede ser com pensada ni dom inada. Es
aquí donde Bettelheim adjudica a esta experiencia la característica de
«extrema», base de su tesis p ara las reacciones esquizofrénicas obser­
vadas p o r él en los cam pos d e concentración.
Pero ia diferencia entre estas reacciones y e! niñ o autista es que,
para las personas que padecían las reacciones citadas, eran la conse­
cuencia de una realidad exterior de muerte inm inente y, para el niño
autista, se trata de una realidad interna.
La^xperiencia llam ada «extrema» puede ser que aparezca como
una reacción al medio que «no recibe» positivamente las acciones del
bebé y éste, en consecuencia, se frustra y pasa a tener una «reacción
extrema». Que se convierta en algo crónico dependerá d élas respues­
tas del medio, que com pensen o reviertan las frustraciones del niño.
Sin embargo, en varios lugares de su libro el au to r resalta que no
es ¡a madre quien provoca la conducta autista en el niño, sino reac­
ciones espontáneas y a u tó n o m as de éste ante diferentes situaciones
que haya vi vendado com o excesivamente frustrantes.
N o o b stan te llega a h ip o te tiz a r sobre el deseo posible de los
p adres de que el niño no exista, supone que puede haber rechazo e

103. B. Lk'ltellicim, op, cit., p. 46.

72
indiferencia no confesados de la m adre que pueden ser manifestacio­
nes de deseos inconscientes de m uerte.
Para Bettelheim el niñ o percibe, en consecuencia, algunas acti­
tudes m aternas com o deseo de que él no exista. Al respecto, trabaja
tam bién sobre la am bivalencia de los sentimientos, para concluir que
el agravam iento o cronificación de la reacción autista es la respuesta
a la m adre en su retraim iento prim ero, paro insiste en que el proceso
no ha sido provocado por ella. A unque el niño com ienza por frustra­
ción, al alejarse de ella term in a haciéndolo del m u n d o .
Ante esto la m adre puede reaccionar tanto con indiferencia como
con furia, lo cual aum entará el m ontante de angustia y frustración en
el n iñ o , accionando la p o sib ilid ad de que el niño interprete mal ¡as
señales de su madre o bien alterarlas para evitar la respuesta.m
En el m om ento en que tom e, en el presente trabajo, las posibili­
dades de abordaje clínico d e esta patología, re to m a ré las hipótesis
so b re la clínica del a u tism o d e este psicoanalista d e la década del
sesenta que alcanzara un gran predicamento en el cam po de la clínica.

F. T u s tin
En el año 1972, aparece el libro de esta psicoanalista inglesa Autismo
y psicosis in fantiles. En él plantea sus hipótesis de la causa de ambas pato­
logías y muestra su clínica desarrollada durante m uchos años en la con­
sulta privada y en ios m edios de salud pública105. Su clínica del autismo
ha estado en concordancia a sus hipótesis de las causas del mismo.
El trabajo de T ustin ha sido tam bién p ro lífico , dedicado casi
exclusivamente a estas enferm edades, ya que agregó dos nuevos libros
al nom brado: Estados antis tas en los niños y Barreras autistas en pacien­
tes neuróticosIWi, en el año 1986.
De sus teorizaciones basadas en su experiencia, m uy sintética­
m ente diré que, de m anera general, se basa en una evolución del pst-
q uism o tal que el autism o sería la fijación o fracaso'07 en un estadio

104. La cursiva m e pertenece, a fin d e analizar esta situación d esd e otras hipótesis del
d iscu rso psicoanalítico actual.
105. Trabajó en d Instituto para el D esarrollo del n iñ o d e la U n iversid ad de Londres,
en el Putnam C hildren’s C en ter d e lo s Estados U n id o s, en el H ospital de n iñ os
Grat O rm ond Street, etc.
106. F. T u stín , A u tism o y psicosis in fa n tile s, Paidós, Barcelona, 1994; y Barreras a u tis­
ta s t·>ι pacientes neuróticos, A m o rro rtu , Buenos Aires, 1989.
107. La cursiva es mía.

73
m uy arcaico del d esarrollo. El autismo patológico sería una deten­
ción en, o una regresión a, un estado m uy p rim a rio del desarrollo
donde el sujeto queda fijado.
El desarrollo considerado «normal» contendría una fase de «au-
tism o». Prefiere llam ar así a lo que el discurso freudiano considera
«narcisism o p rim ario » . En ese tiempo d e desarrollo, este autism o
«norm al» tiene com o función proteger al niño de u n choque dem a­
siado brutal con la realidad. Si el ambiente de cuidados al niño no hacen
de «barrera» a ese posible choque, si no son eficaces, ese estado autista
en función norm al de defensa podría m antenerse o atrofiar eí segui­
m iento del proceso de desarrollo.
La hipótesis de un autism o como fase del desarrollo es igual a
la de M. Malher y tiene semejanzas con el estadio esquizo-paranoide
de la propuesta kleiniana. En Tustin, dicho desarrollo sería el siguiente:
Al comienzo el niñ o tiene la ilusión (¿narcisista?) de que todo el
am biente circundante es prolongación de su cuerpo.
Sucede una ru p tu ra sentida particularm ente en la masa que for­
m aban lengua y pezón. En consecuencia, esta ru p tu ra term ina con la
ilusión de continuidad corporal.
Como consecuencia de lo anterior el niño tiene la vivencia de que
la separación 1c produce una pérdida de partes de su cuerpo y la inges­
tió n de objetos rotos.
La parte que vivencia que le falta, vivida com o «no más allí», deja
ver un agujero persecutorio.
La lucha en contra del agujero persecutorio lleva al niño a hacerse
la ilusión de que la co n tin u id ad corporal sigue, para buscar restable­
cer la unidad lengua-pezón.
Para lograr lo anterior, hace uso de procesos patológicos centra­
dos en el cuerpo y la utilización de «objetos autistas».
El proceso descrito de manera enum erada corre por mi cuenta
para perm itir un seguim iento claro del proceso que parece deslizarse,
no de manera sim ultánea, ya que algunos fenóm enos son consecuen­
cia de otros.

Pero he anunciado que a la cuestión del «objeto» voy a tom arla,


p o r un lado, desde el proceso de sim bolización (que he adelantado
en las «conclusiones m om entáneas» luego de las consideraciones del
autism o desde el discurso m édico) y, por otro lado, desde el punto de
vista de la estructuración subjetiva, según el psicoanálisis dentro de las

74
consideraciones de J. L acan, en el lugar del p resen te trabajo en que
despliegue mis posturas a] respecto.
La autora que estoy considerando pone especial relieve, en el p ro ­
ceso de desarrollo expuesto, en la relación m adre-niño. Aunque adm ite
que en el caso del autism o intervienen-factores constitucionales que
identifica a déficits sensoriales, se encarga de explicitar claram ente en
el últim o libro citado q u e se ha optado ■

«por considerar que el Autismo es un Síndrom e discreto,


irreversible, asociado a lesiones cerebrales a m enudo y
ia lina deficiencia cognitiva innata siem pre. N o ha sido
esa mi ex p erien cia105. Es indudable que algunos niños
autistas presentan lesión cerebral. Pero existen otros cuyo
Autismo parece ser de origen psicógeno. Estos últimos
han sido la fuente inspiradora de los descubrim ientos
que se exponen en este libro».109

Es ésta la posición de la autora que da, com o hem os visto, im por­


tancia a la carencia de la continuidad m adre-hijo; es allí que arraiga­
rían los procesos patológicos de ¡a dolencia que estamos considerando
y, consecuentem ente a ello, va a afirmar, apoyada en su clínica, que
las deficiencias em o cio n a le s y cognitivas del au tista son entonces
«adquiridas»110.
En cuanto al autismo patológico distingue diferentes organizaciones:
Autismo p rim ario anorm al.
Autismo secundario con caparazón.
Autismo secundario regresivo.

El prim ero sería una prolongación del autism o norm al según los
factores que se en u m eran a continuación:
Ausencia total de crianza norm al, con la consecuente ausencia
total de estímulos.
Ausencia parcial de lo anterior debido a deficiencias graves de las
figuras nutricias o a deficiencias del bebé (ceguera, sordera, deficiencia
m ental, lesión cerebral), factores que no posibilitarían la recepción

108. Experiencia que lleva m ás de 1res décadas.


109. F. Tustin, Barreras a u tista s en pacientes neuróticos, op. cit.
110. F, Tustin, A u tism o y psicosis infantiles, op. cit., p, 104,

75
de los cuidados m atem o s y privilegiarían las satisfacciones sensoria­
les externas. Am bos factores pueden conjugarse.
F. T ustin consigna lo que entiende p o r crianza insatisfactoria:
m ad re depresiva o insegura, con actitudes contradictorias (exceso
de com placencia, o falta de adaptación al m ism o, rigidez en el carác­
ter, rasgos obsesivos, crianza rígida) que hacen que el bebé viva antes
de tiem po la separación corporal con las consecuencias que se han
descripto.

Para el segundo caso de autismo, da com o causa el desarrollo de


defensas contra el pánico, el que despierta una separación corpora! que
ocasiona vivencias insoportables. Como consecuencia de ellas, eí bebé,
hace una especie de negación de los cuidados nutricios debido al tra u ­
m atism o de la separación así vivida. El proceso culm ina con una espe­
cie de encapsulam iento que lleva al niño a encerrarse en sí m ism o.111
Explica el encapsulam iento com o constitución de una «caparazón»,
com o protección del «no-yo», que es vivido com o aterrador.
Los llam ados «objetos autísticos» son vivencias corporales que
tienen que ver con las funciones del cuerpo, de allí que aparezcan, para
la autora, las conductas que se sindican com o características del a u ­
tismo: ecolalia, m utism o, m irada esquiva o «perdida», impresión de
vacío, im presión de sordera o envoltura, e tc.112
Para Tustin, estos «objetos» estarían al servicio de excluir al m undo
exterior que se vive com o aterrador.
Enumera una serie de factores «desencadenantes» posibles de este
tipo de autism o; algunos de ellos es com ún encontrarlos en la clínica
cotidiana. Veamos: separación geográfica de la m adre en el curso de
este estadio, donde ei bebé está manejando «objetos autísticos», enfer­
medades físicas de la prim era infancia, perturbaciones in-útero, in m o ­
vilización d é lo s m iem b ro s, inteligencia elevada, reacciones biper-
sensibles a los estím u lo s sensoriales, fallas en ei m an ten im ien to ,
depresión de la m adre, etc.

Por últim o, en lo q u e respecta al autism o secundario regresivo,


según Tustin, se trataría del caso de niños que tuvieron un desarrollo

111. P ersonalm ente, he trabajado este con cep to de «en cap su lam ien to» en d trabajo
presentado en el Laca una m en ean o de Recife, Brasil, en agosto del año 2 0 0 1.
112. F. Tustin, op. cit.

76
más o menos norm al pero con fundamentos inestables1'3, a consecuen­
cia de lo cual una parte de la personalidad del niño ha quedado autís-
tica y ha perdido p o r ello contacto con las atenciones maternales. Este
desarrollo frágil da lugar a un proceso que, según esta autora, es una
regresión al en v olvim iento m adre-hijo^Surge com o variable, c o m ­
probada en la clínica p o rT u stin , que el'n iñ o que ha entrado en esta
condición tiene serias posibilidades de com enzar a m ostrar c o n d u c­
tas que denom ina esquizofrénicas.
En apretada síntesis, de la postura de F. T ustin puede decirse que
da un papel im p o rta n te al manejo m a te rn o de las «señales» q u e un
bebé etnite. Sus a p o rte s a lo que p ara ella sería la «percepción» y
«representación d e la realidad» propia de estos niños guarda u n a
lógica con las coordenadas clínicas de d o n d e proviene: organización
tem p ran a del yo y m ecanism os de defensa concom itantes según el
discurso kieiniano. N o obstante, la autora ¡os ha recreado a la luz de
su clínica. C ito al respecto lo que expresa:

«sabemos que nunca entramos en contacto con una rea­


lidad últim a. Establecem os una su erte de análogo que
nos ayuda a funcionar con eficacia. U na parte im p o r­
tante del desarrollo cognitivo y em ocional es la creación
de más y más simulaciones viables y eficaces de la reali­
dad. En el desarrollo relativamente normal, sóbrela base
de su propio “plano” constitucional, el niño absorbe las
construcciones de su fam ilia y de la cultura en que vive.
En prim er lugar, esta absorción nace de interacciones con
los cuidadores primarios a través de los detalles menudos
del cuidado infantil. Por eso el estado espiritual del infante
y del cuidador tienen grandísima importancia para que se
desarrollen simulaciones viables, progresivas, y eficaces.
Por una diversidad de combinaciones de circunstancias
desafortunadas, los niños autistas se han atascado en simu­
laciones toscas nacidas de sus gestalts innatas y de sus pro­
pios procesos corporales. Su conducta se vuelve autom á­
tica y meca n ica».1N

113. La cursiva es mía.


1 14. F. T ustin, Barreras a u tista s en pacientes psicóticos, op. cit.

77
C onsidero que las conceptuafizaciones recién expuestas, funda­
m entalm ente las de W innicott y T u stin , nacieron de una práctica clí­
nica terapéutica operadora con los niños llamados «autistas», quienes
los llevaron a diferenciarse en m uchos aspectos teóricos de sus m aes­
tros. En ese aspecto, señalo conceptos tales com o el de «ilusión», m a­
nejado p o r W innicott, o este de «simulación» de Tustin. Me parece que
esta es una cualidad del discurso del psicoanálisis que perm ite a quie­
nes lo p ractican dejar conducir «la cura» por lo que la singularidad
del sujeto en proceso terapéutico prom ueve en cada uno de ellos.
D entro de las conceptualizaciones en el cam po del psicoanálisis,
el presente libro ha de desarrollar la puesta en práctica de la clínica a
partir de la enseñanza de J, Lacan teniendo como referentes a los psico­
analistas que abordaron desde éstas su clínica con niños autistas.
Haré u n a breve referencia a los más conocidos"5 para luego pre­
sentar mi postura personal com o psicoanalista con los referentes prin­
cipales que m e han aportado m uchísim o al respecto: fu n d am en tal­
mente E. C oriat.
A lgunos intercam bios epistolares y personales con A. C ordié y
clases y com unicaciones de H. Yankelevich.

115. N o m e referiré a lo d o s y a ios que m en cion aré será p on ien d o en relieve aquellas
co n cep cio n es t\ue pueden servir de an teced en te a algunas de m is propuestas.

78
C a p ítu lo II

«En la huella de Lacan))11S

A partir de la lectura que Lacan hace del legado teórico de S. Freud,


surge q u e el sujeto como tem a del psicoanálisis, desde estas nuevas
coordenadas, tendrá connotaciones diferentes a las teorizaciones al
respecto del m aestro Freud.
El co n cep to , largam ente trab ajad o por Lacan, te n d rá referen­
tes tales com o la filosofía, el discurso jurídico y la lingüística. Incluso
ap elará a la m atem ática y a la to p o lo g ía para sus m o stra c io n e s.
Surge allí o tro concepto clave, para afirm ar que el su je to del cual
habla, no está determ inado p o r ninguna «esencia» sino p o r su posi­
ción con respecto a los otros sujetos. Aquí juega fu n d am en tal papel
el proceso d e representación q u e Freud dejara; desde el cual y con
los re fere n tes de la lingüística, Lacan conceptualiza la n o ció n de
significante.
Esta no ció n es fundam ental en el concepto de estru ctu ra que a
partir de aquí se maneja en el discurso psicoanalítico. F.s que se trata
de estructuras en un análisis de las relaciones de un sujeto.
De aquí en más, cuando decim os, desde este referente, sujeto, no
nos referim os a características psicológicas de la p erso n a, sino a lo
que hem os llam ado sujeto del inconsciente.
Según las posiciones del sujeto en ese armado estructural con res­
pecto al O tro , surgirán las distintas estructuras clínicas: neurosis, per­
versión y psicosis.

116. T ítulo tom ado a Michel l.edoux, en C oncepciones psic o a n a lítica s d e la psicosis
in fa n til, P aidós, Buenos Aires, 1987, p. 94.

79
Para el arm ado de cada u n a de ellas, se cuenta con distintos esque­
m as hechos p o r L acan117, q u e d an cu en ta de los «m ovim ientos» su b ­
jetivos del sujeto que van m arcan d o posiciones distintas con respecto
a los significantes del lugar m atern o , p atern o , según su deseo.
Su perspectiva de la «realidad», en consecuencia, es siem pre su b ­
jetiva, p e ro tie n e registros de la m ism a c o n m o d alid ad es distin tas:
sim bólico, im ag in ario y real que se en c ad en an en la m o stració n del
llam ado « nudo b o rrom eo».
P ara el arm a d o d e cad a e stru c tu ra clínica, el sujeto debe pasar
p o r distin tas operaciones, dem ostrables c o n la lógica m atem ática y
que m arcan distintos tiem p o s118, llam ados lógicos, según su posición
con respecto a los otros com ponentes de la estru ctu ra citada.
Pero el arm ad o será posible a p a rtir de la eficacia de u n a m arca
prim era com o efecto del lenguaje sobre el cuerpo del infans, que Lacan
llam ó «rasgo u n ario » .119
M uy sucintam ente, en u n p rim er m o m en to m ítico, el bebé no es
aún sujeto d e lo inconsciente, sino ente de la especie hum ana en el sen­
tid o biológico, es u n cachorro de la especie.
En este tiem p o , depende enteram ente d e la m adre, dependencia
auspiciada p o r la in erm id ad e indefensión biológica p ro p ia del bebé,
Esta dependencia facilita la situación q u e Lacan llam ó de «aliena­
ció n fundam ental» y q u e es representable desde las m atem áticas con
los «círculos de Euler».
A esa situ ació n , le sucede u n a n ecesaria partición120 de ese o tro
diferente al niño, que en las m ostraciones lacanianas n o son m ás que
lugares significantes y escriturables, p o r lo cual n o hablam os de p e r­
sonas en sí.
En el instante de la partición, se constituye la pulsión (cam bio de
lo cuantificable a la calidad), el sujeto q u ed a para siem pre escindido,

1 1 7 . J. Lacan com ien za a trabajar estos esquem as en el Sem in ario 9 «de las Id e n tifica ­
c io n es» , y fu n d a m e n ta lm e n te , en el S e m in a rio « E l S ín to m a » , pp . 2 3 , 24 y ss.
V e rsió n C o p ias B iblio teca Escuela Sigm u n d F reu d de R o sario . Inéd itos.
1 1 8 . D. Po isso n n ier, La pulsión de muerte, N u eva V isió n , B uen os A ires, 19 9 8 . El au to r
elabora la cuestión del tiem po lógico con la pregu nta siguiente: ¿Es real el tiem p o
lógico?
1 1 9 . V o lv e ré sob re ello para dar u n a p o sición con respecto al autism o.
12 0 . T rab ajad o p o r L acan en el Sem in ario «La an gustia», in éd ito, 19 6 2 (versió n d es­
g rab ad a de la tra d u c c ió n — sin c o rrecc ió n del a u to r— de c irc u la c ió n in tern a,
Escuela Freu d ian a de B u en o s A ires).

80
dividido y, com o resto, el objeto «a» causa de deseo, objeto para siem ­
p re perdido. S ituación que p osiciona al sujeto en calidad de deseante
y lo h a h ech o e n tra r en el o rd e n sim bólico d e su c u ltu ra . T ien e las
co n d icio n es p a ra arm ar, desde estas o p eracio n es, lo q u e llam am o s
«fantasma».
En el llam ado «Estadio del espejo», el sujeto en constitución orga­
niza su yo co rp o ral y tien e la p ercep c ió n an ticip ad a de su to talid a d
corporal. Esto es posible si fue alojado y reconocido en el discurso del
p equeño o tro, lugar significante d e lo m aterno. El reconocim iento de
sí com ienza así en el otro. Este es u n «reconocim iento» diferente al de
todas las especies vivas, p o r lo cual no es el producto de las m eras orga­
nizaciones neuronales
Si bien he presentado m u y sucintam ente los tiem pos de la consti­
tución subjetiva, h ay una serie de cuestiones que conciernen a la m ism a
co m o la organización del objeto, las categorías d e la falta, el papel de
la pulsión, las identificaciones, la castración, la ley, deseo y goces.
D e este arm ado irem os to m an d o lo necesario para intentar expli­
car la cu estió n del autism o.
Lacan n o se o cu p ó específicam ente de la psicosis infantil ni del
au tism o en la infancia. Al respecto, hace algunas escuetas referencias
en algunos lugares de su obra.
P ero la cu e stió n d e la psicosis o c u p a u n lu g ar p re p o n d e ra n te .
En las o p eracio n es necesarias p ara p ro d u c ir u n sujeto, algo n o tiene
lugar y, com o consecuencia, la estru ctu ra será la p ro p ia de la psicosis.
Para explicitar esto, de los textos freudianos to m a el concepto q ue
h o y se conoce co m o forclusion. Q u e consistiría, esencialm ente, en u n
rech azo específico, fuera del u niverso sim bólico, de u n significante
fu n d a m e n tal, el N om bre del Padre. En consecuencia, n o hay acceso
del sujeto en cuestión al o rd e n sim bólico. D icho significante es el que
d eten ta la Ley, articu la la M etáfora Paterna.
La M etáfora P aterna supone la sustitución (de allí su carácter m e­
tafó rico ) del significante deseo d e la m ad re p o r o tro , el significante
n o m b re del padre. Esta m etáfo ra designa al m ism o tiem po el carác­
te r sustitutivo del C om plejo de Edipo. La función de esta m etáfora es
fu n d am en tal, de ella d ep en d en todas las significaciones.
En la e stru c tu ra c ió n d e esta m etáfo ra, q u e caracteriza el terc er
tiem p o del Edipo, hay o tro elem ento que circula: el falo. O bjeto im a­
g in a rio q u e circu la e n tre la m a d re y el n iñ o , q u e so n los o tro s dos
elem e n to s del triá n g u lo im ag in ario q u e co n stitu y e la llam ad a fase

81
preedípica, hasta q u e el p ad re in terviene co m o cu a rto té rm in o cas­
tra n d o al n iñ o , es decir im pidiéndole identificarse con el falo im agi­
nario, por lo cual tiene que optar entre aceptar su castración (aceptando
q ue él n o p u ed e ser el falo d e la m adre) o rechazarla.
C o m o falo im aginario, este elem ento circula entre la m ad re y el
n iñ o , co n stitu y en d o la dialéctica im ag in aria que p re p a ra el cam ino
q ue con d u ce a lo sim bólico.
El significante del p ad re sim bólico tien e que ver con el discurso
m a te rn o , c o n lo q u e este d iscu rso haga de la palab ra del P adre. En
c u a n to a su fu n ció n de Ley, el in fan til sujeto acep tará la castración
sim bólica y accederá al m u n d o sim bólico y al lenguaje. T endrá n o m ­
b re y lugar. La eficacia de la función de la M etáfora P aterna perm ite
al n iñ o liberarse de la fusión m adre-hijo, de lo imaginario que prim a
en este tiem p o lógico.
En la estructura neurótica, lo reprim ido h a sido reconocido, pero
en la psicosis todo sucede com o si n o hubiera reconocim iento, p orque
la forclusión n o conserva: elim ina y tacha, hay u n a ausencia d e juicio
sobre el hech o forcluído que concierne a u n d ato sim bólico prim ero.
E n síntesis, n i siquiera h u b o acceso a la sim bolización, m ientras
que, m ed ian te la represión, en la p rim era estructura, h u b o u n reco ­
n o cim ien to del elem ento a rep rim ir. Es este o rd e n sim bólico el que
perm ite re to m a r e integrar lo im aginario, m ientras que en el caso del
psicótico la ausencia de lo sim bólico crea u n vacío, u n hueco. Luego
los significantes rep udiados aparecerán en lo Real bajo la fo rm a alu-
cin ato ria, bajo la fo rm a d e u n a realidad m arc ad a p o r lo im aginario
pero privada de la d im en sió n sim bólica, significante.
D irá Lacan: «Es la ausencia del N om bre del P adre en ese lugar, el
lugar del O tro , lo que, p o r el hueco que abre en el significado, inicia
la cascada de adaptaciones del significante de d o n d e procede el desas­
tre creciente de lo im aginario, h asta que alcanza el nivel d o n d e signi­
ficante y significado se estabilizan en la m etáfora delirante».121
O tra referencia esencial en la cuestión de la psicosis en la o b ra de
Lacan, es el «Estadio del espejo». S ituación q u e co m ien za a los seis
meses de vida y concluye a los dieciocho, cuyo proceso es u n a espe­
cial relación en tre el cuerpo y su im agen, m o v im ien to fu n d am en tal

1 2 1 . J. L acan, «D e u n a cuestión p relim in a r a to d o tratam ien to po sib le de la psicosis»,


en Escritos, to m o II, Siglo X X I, B u en o s A ires, 19 8 7 , p. 559. T rad u cció n d e T o m ás
Segovia y colab oración de Ju a n D av id N asio ,

82
en el ser h u m an o y form ador, com o hem os dicho» del inicio de la ins­
tan cia psíquica llam ada «yo».
Lacan nos trae el hecho de que, dentro del período de edades seña­
lado, el bebé reacciona de m anera jubilosa ante su im agen en u n espejo.
«E xperim enta lú d icam ente la relación de los m ovim ientos asum idos
d e la im agen con su m edio am biente reflejado, y d e ese com plejo v ir­
tu al a la realidad que reproduce, o sea con su p ro p io cuerpo y con las
personas, e incluso los objetos, q u e se en cuentran ju n to a él».122
D icho reco n o cim ien to es la cu lm in ació n de un proceso dialéc­
tico q u e an ticip a im ag in ariam en te la ap reh en sió n , el d o m in io d e la
unidad de su cu erp o, que hasta ese m o m en to le faltaba. Proceso que
tien e operaciones de varias vertientes: desde lo biológico, cierta cu l­
m inación del proceso de m ielinización, desde lo subjetivo, la identifi­
cación al m o d o im aginario, que pasa p o r el p ro p io cuerpo, desde «el
am biente», id en tificación con el sem ejante q u e se h a prestad o ta m ­
bién al m o d o im aginario. El niñ o percibe, en dicha im agen, que c o m ­
pren d e la suya de m o d o especular, u n a form a, u n a «Gestalt» en la que
a n tic ip a la u n id a d c o rp o ra l q u e h asta ese m o m e n to n o h a b ía sid o
re co n o cid a. D e a h í su regocijo ya q u e, m e d ia n te este deseo, co lm a
u n a distancia, la b recha abierta en tre su cuerpo y su im agen exterior.
Esta experiencia es e stru c tu ra n te p o rq u e o p era com o u n p u n to
d e am arre identificatorio con el sentido pleno que «en psicoanálisis se
le da a ese proceso: transform ación que se produce en el sujeto cuando
asum e u n a im agen cuya p redestinación a ese efecto de fase se ve sufi­
cien tem en te señalada p o r el em pleo en la teoría del térm in o antiguo
d e im ago».123 Esta vivencia es fundam ental tam bién porque, hasta este
m o m e n to , el n iñ o tiene u n a vivencia fragm entada de su cuerpo.
Pero esta experiencia tan m arcada p o r el carácter im aginario inau­
gura lo engañoso, p orque el niño, al fin y al cabo, se identifica con una
im agen de él q u e n o es él m ism o p ero que le p erm ite reconocerse.
Así el «yo» se constituye com o im agen y es originariam ente otro.
E n este p u n to es co n v en ien te resaltar que el sujeto, desde esta v e r­
tiente, n o es el yo, y que este últim o, p o r otra parte, m ás que u n a rela­
ció n de síntesis de las funciones del organism o o algo asim ilable a la
p ercepción o a la consciencia, es u n a instancia im aginaria.

1 2 2 . J. L acan, «El estad io del espejo co m o fo rm a d o r del y o (je) tal co m o se nos revela
en la exp erien cia psicoan alítíca», en op. cit., to m o I, p. 86.
1 2 3 . J. L acan , op. cit., p.87.

83
P o r o tro lado, con respecto a la fu n ció n del «Estadio del espejo»
Lacan dice que: «establece los lím ites entre lo im aginario y lo sim bó­
lico en ese m o m e n to de ap rehensión»124.
Será psicótico el sujeto q u e queda en u n a p osición tal q u e surge
com o resultado de que el O tro no la h a significado m ás que en u n vacío
en lo que Lacan llam a el centro de su Ser, prisionero de alguna m anera,
al n o en co n trar apoyo en la cadena significante, tam p o co h a podido
so rtear con éxito el llam ado «Estadio del espejo».
A unque, según las tesis lacanianas, conform e a la estructura n eu ­
ró tica el sujeto tam b ién está aprisionado, p e ro en u n a re d de signifi­
cantes desde el m o m en to en que es hablado. «Si p u ed e parecer siervo
del lenguaje, el sujeto lo es todavía m ás de u n discurso en m ovim iento
universal, su lugar está inscripto desde su n acim iento, así sea bajo la
fo rm a de su n o m b re p ro p io » '25. 1
El ser h u m an o se inserta en el orden significante, en el orden sim ­
bólico. Es este orden el constituyente del sujeto. La suprem acía de este
o rd e n significante sobre el h o m b re ya está constituida antes del naci­
m ien to , son los sím bolos los que envuelven n u estra v ida con u n a red
to ta l a u n a aquellos q u e h a n e n g e n d ra d o al n iñ o . P o rq u e si b ie n lo
en g en d ran «en la carne» ap o rta n a su n acim ien to «el proyecto de su
destino, p ro p o rcio n an las palabras que h arán d e él u n fiel o u n ren e­
gado»126. «El sujeto se plantea com o operativo, com o h u m an o , com o
Yo (je), a p artir del m o m en to en que aparece el sistem a sim bólico»127.
T o d a la dialéctica intersubjetiva de las operaciones que se fueron
en u n c ia n d o , tam b ién son posibles d e esq u em atizar p a ra Lacan, en
el esq u em a q u e llam ó L, d o n d e m arc a que el inco n scien te es el dis­
curso del O tro .
Así el niño, desde el com ienzo de su vida, se sum erge en el m u n d o
sim bólico que precede su n acim ien to y q u e parece existir con pree­
m inencia (el cual está relacionado al lenguaje) y lo real. D e estos dos
polos p arte lo im aginario. Siendo o rd e n ad o r lo sim bólico.

12 4 . M ich el L edo u x, op. cit ., p. 89.


12 5 . J. L acan , «La in stan cia de la letra en el in con scien te o Ja razó n desde F reu d » , en
Escritos, op. cit., p. 4 7 5 ,
12 6 . ). Lacan, «Fu n ción y cam p o de la p alab ra y del len gu aje en p sico an álisis», citado
p o r M ich el L ed o u x en op. cit., p. 90.
12 7 . J. L acan , Seminario 2. «El yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica»,
P aid ós, B u e n o s A ires, 19 8 3, p. 84. T exto establecido p o r J.-A . M iller. T rad u cción
de Iren e A go ff.

84
Justam ente, es ese lím ite al q u e m ás recu rriré en m is p ro p ó sito s
d e señalar los lugares lógicos p robables p ro p io s d e la situ ació n q u e
p o d ríam o s llam ar «autism o».
C on respecto a estos esquem as y operaciones lógicas, Lacan hace
n o ta r q u e c u a n d o el p sicótico re co n stru y e su m u n d o , al iniciar ese
proceso, inviste las palabras, con lo cual inviste la categoría sim bólica.
En sus p rim e ro s S em inarios, concluye q u e la e s tru c tu ra p ro p ia del
psicótico p o d ría estar en u n irreal sim bólico o en u n sim bólico m a r­
cado p o r lo real.
P ero en la h isto ria del sujeto — constituyénd ose en la estru ctu ra
n e u ró tic a en fu n c ió n d e lo sim b ó lic o — p o d e m o s d e c ir q u e él va
to m a n d o im ágenes variables, fragm entadas, no constituidas.
Los laca n ian o s q u e tra b a ja ro n c o n n iñ o s, esp e cialm en te M .
M a n n o n i y F. D o lto, re to m a n y desarrollan am p liam en te en su clí­
nica estos tem as. P o r el a ñ o 1954, se ab o rd a en el tradicional sem ina­
rio de en señanza de Lacan el p ro b lem a de la psicosis infantil p re sen ­
tan d o frag m en to s del caso de u n a n iñ a ate n d id a p o r R osine Lefort,
diciendo de la m ism a que se había sum ido en un real sin funciones sim ­
bólicas n i im aginarias. Luego Lacan dirá que la psicosis en el n iñ o es
discutible, pero que sin duda no está estructurada del m ism o m odo que
en el ad u lto , confesando que, hasta ese m o m e n to (1955), no tenía su
grupo un a doctrina sobre el particular m . A u n q u e con esta afirm ación,
m e parece, inten tab a desalentar a quienes preten d ían «com prender»,
p o rq u e tal vez pensaba que el psicoanálisis de n iñ o s de M . Klein y de
A n a F reud h ab ía en trad o en u n «impasse».
C u an d o desarrolle m i posición, to m aré n u ev am en te la cuestión
del llam ado «Estadio del espejo», organización d e lo im aginario, p ero
o rien tad o s a m i p o sición con respecto al autista.
Seguiré con algunos de los psicoanalistas del cam po lacaniano m ás
conocidos p o r su trabajo en una clínica para el Mamado «autismo». O sea
que la afirm ación recién subrayada de Lacan de n o tener u n a d octrina
con respecto a la psicosis infantil n o arredró a sus seguidores.

P. A u la g n ie r
Son im portantes los aportes de esta psicoanalista, discípula de Lacan,
sobre la psicosis infantil, to m a n d o fu n d a m e n ta lm e n te el co n cep to

128. J. Lacan, «Sem inario I», «Los escritos técnicos de Freud» ED , Paidos. Buenos Aires.
A rg e n tin a. 1 9 8 1 . p. 16 6 y sigu ien tes. T e x to de la C lase del 2 d e feb rero de 19 5 5 .

85
de in co nsciente de la enseñanza lacaniana, organ izad o c o m o hem os
d ich o p o r significantes, p ero da al llam ado «Estadio del espejo» u n a
im p o rtan cia crucial p ara la organización de la p ato lo g ía citad a pero
n o com o plaza originaria de la m ism a. A l arribar a la m ism a se ten d ría
la co rro b o ració n de alguna d istorsión de la c o n stitu ció n subjetiva en
u n e sta d io a n te rio r al del espejo, en la o rg a n iz a c ió n fa n ta sm á tic a
m ad re-h ijo .
H ago m en ció n de este aporte, precisam ente, en ese posible punto
anterior de distorsiones que no estarían marcadas por el Estadio m ism o,
p a ra referirm e a ello c u a n d o p o n g a en co n sid eració n m i p ro p u e sta
p ara el au tism o .
A lo largo de su trabajo analiza, a la luz del pensam iento de Lacan,
tem as im p o rtan tes sobre los inicios de la estru c tu ra subjetiva, sobre
to d o c o n c ep cio n es so b re el c u e rp o y su s fu n c io n e s sen so ria le s en
cu an to a la relación c o n to d o lo llam ado «externo» o, co m o lo llam a
la au to ra, «exterior a sí», en tre lo «prim ario» de estas fu n cio n es y los
signos perceptibles d e la re alid ad 129.
A dem ás utilizaré, de P iera A ulagnier, algunas d e sus co n sid era­
ciones sobre los inicios de la representación y el llam ado discurso m a­
tern o , que pu ed e traer sustento a algunas de m is interrogaciones. Sus
pro p u estas to m ad as com o referencia h an sido el p ro d u c to de su tra ­
bajo clínico con la psicosis. N o obstante, creo que, com o se refieren a
los tiem p o s pre-co nstituyentes de la subjetividad, m e resu ltan útiles
p ara el caso del autism o, sobre to d o lo que h a elaborado con respecto
al fantasm a m ad re-n iñ o .
Al respecto, supone que la relación m adre-niñ o preexiste al parto,
p o rq u e la m a d re se re p resen ta al n iñ o , lo im ag in a co m p leto , u n ifi­
cado y a u tó n o m o . A través de esta relación, que califica co m o im agi­
n aria, ya reviste a ese cu erp o im ag in ad o del n iñ o , p re g u n tá n d o se si
allí n o le está p ro p o rc io n a n d o u n p rim e r d o n libidinal.
C o m o corolario de este supuesto, la m ad re del psicótico se p o n ­
dría en el lugar del significante de la ley sim bólica com o si «no hubiera
aceptado las reglas del juego», que es de varios térm inos: significante
d e la caren cia, F alo im a g in a rio , el n iñ o c o m o d o n e n c a rn a n d o el

12 9 . P . A u lagn ier, La violencia de la interpretación , A m o rtq rtu , B u en o s A ires, 19 7 5 , y


C lase N ° 19 del Sem in ario inéd ito «La identificación», tkie dicta ). L acan en 1 9 6 1.
Piera A u la g n ier ab an d o n a la Escu ela qu e L acan fu n d a ra , y o rga n iza el llam ad o
« C u arto G ru p o » en 1969,

86
« petit a», el A B arrado y la M etáfo ra P atern a q u e d e te n ta la Ley. En
los significantes del discurso inconsciente de esta m adre, n o precisa­
ría n in g ú n so p o rte sim bólico, n in g u n a n o rm a, las reglas estarían dis­
puestas sólo p o r ella. Las llam a tam b ién «m adre ha-históricas», dada
su m ala inserción en la ley. El n iñ o , en consecuencia, es representado
c o m o o b jeto o rg án ico (en la clase 19 del S em inario «La id en tifica­
ción» lo llam a objeto m etab ó lico ), con stitu y en d o , en consecuencia,
un significante n o simbolizable. El niño en esas condiciones n o es m ás
q u e p ro lo n g ac ió n del narcisism o de la m a d re te n ie n d o p re e m in e n ­
cia significante la o m n ip o ten cia de la m ism a. N iñ o investido a nivel
funcional, p ero n o del deseo, cu erp o hecho de fragm entos (no se lo
invistió co n cu erp o p ro p io ni a u tó n o m o ) vivirá p ara d ar testim o n io
co n stan te de la o m n ip o ten cia m atern a. A ese cu erp o n o reconocido
P iera A ulagnier lo llam ó cuerpo fantasm ado.
C o m o consecuencia de estas operaciones, cuando el n iñ o psicó-
tico se en cu en tre en el «Estadio del espejo», su «yo» ten d rá distorsio­
nes p o rq u e sólo verá lo que el O tro le h a organizado: sólo u n cuerpo-
c o n ju n to m u sc u la r y en fu n c ió n de so p o rte del deseo del O tro . Lo
cual hace q ue to d a relación im aginaria con el O tro sea im posible. H ay
v a d o libidinal, dice la au to ra, p o r lo cual, al n o h ab e r p o d id o re p re ­
sen tar los objetos com o dones y él separado, sigue en fusión a n iq u i­
lad o ra con ellos. La d em an d a m atern a n o h a dejado resquicio, p o r lo
q u e el n iñ o así «arm ado» n o tiene posibilidades, n o tiene pautas para
ello, de reconocerse y, p o r lo ta n to , tam p o co de n om brarse.
De alguna m anera, estos prim eros análisis escritos de la experien­
cia clínica h an sido referentes im p o rtan tes en la b ú sq u ed a de co n s­
truccio n es nuevas p a ra lograr cam bios en estos niños.

Maud Mannoni
T o m a n d o las enseñanzas de Lacan, M an n o n i las aplica a la psi-
copatología de la infancia. P odem os sintetizar en relación a ellas:130
1. U n a co n cepción del síntom a.
2. U n a con cep ción del lenguaje y el registro sim bólico.
3. El n acim ien to co m o sujeto del significante, el n iñ o en el fan ­
tasm a parental.

13 0 . El e n u m e rad o es m ío , lo m ism o qu e los c o m en tario s, pero to m o los títu lo s del


lib ro de M ich el L ed o u x, op. cit., p. 95 y ss.

87
4, C onsideraciones específicas en la psicopatología infantil de la
Ley, la situación trian g u lar del E dipo, la castración y el deseo,
5, E scucha del discurso parental.

1. C o n respecto al p u n to 1, dirá q u e el llam ad o «síntom a», en la


infancia, siem p re extrae su fu en te de o tro lad o que el n iñ o , n o sólo
del d iscurso colectivo sino q u e especialm ente; «El sín to m a del n iñ o
colm a, en el discurso familiar, el hueco creado en él p o r u n a verdad n o
dicha»131. Así, el síntom a tiene una función en el fantasm a de los padres
que casi siem pre sirve p ara enm ascarar algo. Adem ás, el síntom a debe
ser to m ad o b u scan d o lo que p u ed e estar significando el niñ o c o n él,
ya que es al m ism o tiem po u n a respuesta inconsciente en el com plejo
curso de lo d icho y n o dicho p o r el adulto.

2. C o n respecto al p u n to 2, le da u n lugar im p o rta n te e n su clí­


nica a las co ncepciones de Lacan con relación al registro sim bólico,
aplicándolas en las cuestiones llam adas «patológicas» en la niñez.
E n ta n to el sujeto, p ara ser tal, h a de p erten ecer a u n m u n d o de
lenguaje a ú n antes de estar en condiciones de ejercer el habla. E n ese
tiem p o , y apenas nacido, es b añ a d o p o r palabras que lo sitú an en el
fantasm a de los padres y de allí en el discurso colectivo. P u n to com ún
en A ulagnier y D olto y, a p a rtir de ellas, de todos los que hacem os clí­
nica co n n iñ o s desde las enseñanzas de Lacan.
M an n o n i d irá q u e c u a n d o el n iñ o to m a el lenguaje haciéndolo
p ro p io , realiza u n proceso d e d es-alien ació n del o tro , in ic ia n d o la
ru p tu ra de la c a p tu ra im ag in aria de la q u e fu e necesario q u e fuera
objeto, p ero q u e debe ten er u n corte.

3. El p u n to 3 se refiere a q u e el n iñ o n ac e rá o n o co m o sujeto,
según su integración en la cadena significante. Al principio, será objeto
de la cad en a significante en el discurso del O tro (ya está en el o rd e n
sim bólico), prim ero es situado ya que «La posición del deseo de hecho
n o se elige, el sujeto es víctim a del significante»132.
El su je to d el cu a l h a b la m o s n o p u e d e c o n s titu ir s e c o m o tal
fu era del O tro . Ese O tro debe re c o n o ce rlo en su deseo, es p o r ello

1 3 1 . M , M an n o n i, El psiquiatra, su loco y el psicoanálisis, Siglo XXl), B uen os Aires, 1 985.


1 3 2 . M . L ed o u x, op. cit., p. 10 2 .

88
q u e se b u scan las pistas del lugar q u e el n iñ o o cu p a en los fantasm as
de sus padres.
Esto es de im p o rta n c ia fu n d a m e n ta l en la o rie n ta c ió n clínica,
p o rq u e la au to ra n o descarta que, en el otro, u n deseo inconsciente de
m uerte convierta al niñ o en un objeto alienado, ya que, para que tenga
la chance de convertirse en sujeto, debe ser reconocido com o deseante
y a u tó n o m o . «Si la respuesta m a te rn a le d a al n iñ o la im p resió n de
ser rechazado com o sujeto deseante, quedará identificado com o objeto
parcial, o b jeto de la d em an d a m atern a» 133. C oncluye que elpsicótico
tiene vedado el acceso al deseo.
V olviendo a la cuestión del deseo en la constitución subjetiva, el
sujeto debe penetrar deseante en la dialéctica de la castración. Pero rei­
tera a lo largo de su obra que en esos pasajes fundantes el sujeto puede
tropezar con el deseo inconsciente de los padres que n o los facilitarían.

4. El p u n to 4 refiere a que el lugar que ocupa el n iñ o en el discurso


del p rim er O tro es fundam ental para la constitución de la subjetividad;
este p rim e r O tro , suele estar encam ad o en la m adre de la realidad, es
u n lugar engañoso en ta n to que está im puesto p o r el deseo del otro ,
es el lugar fantasm ático de u n a satisfacción m aternal, el niñ o está allí
com o significante de lo que a la m adre le falta. Así hay niños alienados,
dirá, en u n cuerpo parcial, obligados a serlo, si es que quieren m an te­
nerse d en tro del deseo m aterno. N iños que responden de este m o d o a
cierto equilibrio familiar. N iños que cum plen una función de cero antes
q u e de u n o en el o tro, porque, advierte M an non i, u n o exige dos.
El n iñ o , sigue diciendo, n o sólo h a sido objeto de «proyecciones»
sin o que, so b re to d o , sirve p ara enm ascarar n u e stra falta en ser.
C on respecto a que el n iñ o llena la falta de la m adre, se refiere a la
castración de la m ism a, a su posición con respecto al falo com o signifi­
cante de d icha carencia en la estructura subjetiva, en lo que M annoni
es fiel a las concepciones lacanianas. P or lo cual nos dice que la m adre
q u e h a aceptado ese lugar en su subjetividad se asum e com o lugar de
carencia p a ra que, justam ente, en cu an to tal, el n iñ o exista sólo p a ra
llen ar esa carencia.
El n iñ o real, nos dirá, sim boliza el falo p ara la m adre, significante
de la carencia de ella, y en ella o cupará u n lugar determ inado. El niño,

1 3 3 . M . M an n o n i, El niño, su enfermedad y los otros, op. cit.


prolongación fálica, h a de ser la plusvalía fálica y no el falo de la m adre,
es la m an era de n o quedar clavado al cuerpo m aterno, órgano de otro
(es fácil n o ta r su sem ejanza de teorización co n A ulagnier).
Lo que o rd e n a el sistem a es el N o m b re del Padre, P adre sim b ó ­
lico en fu n ció n estru c tu ra n te d e las operaciones a las que hacíam os
m en ció n , e n la fu n ció n de tercero. Sim boliza la relación m ad re-h ijo
al darle m ediación y al introducir el significante de esta función, arraiga
lo im aginario en lo sim bólico. El «yo» n o va advenir sin esta función
tercera que desaloja al n iñ o del h ueco en el que está ju n to a su m adre.
D ebe salir de u n a relación dual im aginaria p ara inscribirse en la rela­
ción trian g u lar y e stru c tu rar el Edipo.
La castración p o n e así al sujeto en el o rd e n significante, p e ro es
la función p atern a la que instala la ru p tu ra. A quí el deseo pasa a estar
bajo el im perio de la ley que p ro h íb e el incesto.
T odos los avatares posibles en estas operaciones p u ed e n desem ­
b o car en u n a psicosis o en u n autism o. M an n o n i hace h incapié en la
relació n del n iñ o c o n resp ecto a las p alab ras d e los p ad res. P a ra la
psicosis, su p o n e que en tiem pos m u y tem p ran o s el n iñ o fue en fren ­
tado a «palabras m ortíferas». Dichas palabras b ien pueden estar, para
ella, e n el discu rso p aren tal, antes d e que se diera el n ac im ien to del
n iñ o en cuestión, palabras que se im p rim en a nivel del cuerpo, im p i­
dien d o su acceso a lo sim bólico (propuesta sem ejante tam b ién a los
postulados de Aulagnier y de D olto). El niño psicótico queda entonces
p risio n ero de dicha d em an d a parental.

5. En cu an to al p u n to 5, M a n n o n i es u n a d e las p rim eras p sico ­


analistas lacanianas en ro m p er con la situación de trabajar sólo con el
niño en una clínica del psicoanálisis con los m ism os. Para ella es de vital
im portancia trabajar en la escucha de los padres. Fundam enta esta ope­
ratoria en todo lo que h a conceptualizado en relación a que el niño forma
p arte del fantasm a de los padres. En consecuencia, la escucha analítica
ten d rá com o objetivo esclarecer, e n lo posible, el lugar del deseo y del
n iñ o y su sobredeterm inación en los «decires» parentales. A p a rtir de
allí, se po d rá analizar p o r qué y cóm o padres e hijos se encuentran estan­
cados en su posición con respecto del deseo. Supone así que la cura del
niño afecta el p u n to donde el n iño está unido a( deseo de los padres y lo
desaloja del sitio que ocupa en lo real, que es el fantasm a m aterno.
Finalm ente, n o p uedo dejar de m encioñar 4 u e M an n o n i crea, en
1969, u n a In stitu ción abierta p ara el tra ta m ie n to de estas patologías,
o frecien d o u n a p o sib ilid ad d e tra ta m ie n to al n iñ o llam ad o autistA.
T oda la institución, «Bonneuil», se pensó com o m edio terapéutico fu n ­
dad o en el psicoanálisis sin que se hiciera, sin em bargo, psicoanálisis
individual. El objetivo terap éu tico p ara el autista era que, a p a rtir de
«haberse co n stitu id o co m o objeto ausente», se volviera sujeto.
E m pleó la co n stru cció n de esa posibilidad a p a rtir del juego del
«Fort-Da» ireudiano para iniciar o proveer de u n «afuera» y de u n «aden­
tro» y que el n iño p u d iera desprenderse de u n a captura fascinante.
El p roceso terap éu tico — m era m en te explicado— to m a b a p re ­
m isas del d iscu rso lacan ian o p e ro pu estas en la in stitu c ió n , d o n d e
ta n to el n iñ o com o la m ad re d ebían realizar el trayecto d e ap ren d er
la p érd id a de la ru p tu ra de la u n ió n en la q u e habían estado, lo cual
daba a cada u n o la posibilidad de m etaforizar su relación con el o tro.
En o tro libro en preparación, expongo los Program as Asistenciales
en el C e n tro de D ía «L anfranco C iam p i» , d o n d e se ap lica el tra ta ­
m ien to que se desp rende de m is posiciones, allí se p o d rá n cotejar las
sim ilitudes y diferencias con el m o d elo de B onneuil.
Pero n o puedo dejar d e m encionar que la obra y la producción de
M . M an n o n i nos inspiró, en b u en a m edida, a m u chos psicoanalistas
ya que, d u ran te décadas, fue la voz que se alzó para defender al «loco»,
a las m in o rías, a los excluidos, al p o d e r de la palabra. Justam ente en
u n a década inolvidable para los argentinos, de 1960 a los años setenta,
cu an d o to d o lo ap ren d id o en los sesenta h u b o que esconderlo en los
setenta, p o rq u e defender a las m inorías ya nos colocaba en el terren o
de la llam ada subversión.

F, Dolto
A dm irada y criticada, n o puede decirse que haya hecho u n cuerpo
conceptual. Sin em bargo, hay u n a serie d e form ulaciones q u e le son
p ro p ias y q u e so n del uso casi n a tu ra l d e cu alq u ier psicoanalista de
niños. A ntes de ex poner u n a síntesis de su enfoque p ara el autism o,
h aré u n a m ín im a exposición de ciertas ideas que le son propias y que
su sten taro n su clínica co n niños.
A p a rtir de la enseñanza de Lacan dio im p o rtan cia a:
1. Lenguaje y fu nción sim bólica.
2. D eseo y deseo de los otros.
'3. El nacim ien to, y lo que llam ó «prim eros significantes».
4. C u erp o a cu erpo y palabras.
5. Im ágenes del cu erp o y seguridad.

91
6. A vatar es y fallas de la p rim era infancia.
7. P ro h ib ició n y castración hum an izad o ra.

1. C om o p ara to d o lacaniano, la función sim bólica es fondam en­


tal, el su jeto es su jeto d e la tra m a in c o n sc ie n te del lenguaje. D el
S em inario «La identificación», d o n d e Lacan p o n e de relieve la fu n ­
ción estru ctu ran te del n o m b re en el proceso de identificación artic u ­
lad o al p ro ceso d e c o n stitu ció n subjetiva, to m a co m o in stru m en to ,
en su clínica, el o to rgam iento de un nom bre, n o sólo com o u n m ovi­
m ien to q ue in serta a la criatura h u m a n a en u n o rd e n social y sim bó­
lico, sin o co m o lo q u e p o n e al n iñ o en la cad en a de su linaje. P ara
D olto, ese n o m b re ten d rá articulaciones específicas del sujeto c o n el
Edipo de sus padres.

2. T am bién la cuestión del deseo es u n tem a de capital im p o rtan ­


cia en la co n stitu ció n subjetiva, p e ro p a ra esta psicoanalista el n iñ o
n o sólo es re c e p to r del deseo de los padres, especialm ente del d e la
m adre, sino que el lactante «hereda» la represión de los padres. En to d o
n iñ o q ue nace h ay u n im pacto del inconsciente parental.
Esto que recibe del inconsciente de los padres, lo recibe en form a
de fantasm as, deseos, palabras, y constituyen, p o d ría decirse en sus
térm inos, la infraestructura hum anizante!Wdel sujeto. La n o ta d istin ­
tiv a en c u a n to a este p ro c eso la p o n e D o lto c u a n d o asegura q u e el
bebé h u m ano, desde el nacim iento, es u n a fuente au tó n o m a de deseos.
Al respecto dirá; «Creo que su aparición viviente en el m u n d o al nacer
es sim bólica en sí m ism a, del deseo au tó n o m o de asum irse en ta n to
tercer sujeto de la escena prim itiv a y sujeto ú nico del cu m p lim ie n to
del deseo genital conjugado d e los padres, de q u ien es el significante
ún ico » 132. De m o d o que el ser h u m an o sería la encam ación sim bólica
de tres deseos: el de su padre, el de su m adre y el suyo. A pesar de estas
afirm aciones, el peso fantasm ático d e los padres no parece ta n d eter­
m in ista com o en los postulados d e M an n o n i.

3. P ara D o lto el n a c im ie n to d esp ierta cierta d in á m ic a lib id in al


en la cual la m a d re es u n continuum inconsciente,del n iñ o , siendo la
relación con ésta lo que hace que el sujeto se conozca com o ser hum ano.

13 4 . L a c u rsiv a es m ía.
1 3 5 . F. D olto, El caso Dominique, Siglo X X I, B u en o s A ires, 19 7 5 .

92
P ero siguiendo las enseñanzas lacanianas, en este p roceso es de vital
im p o rtan cia la fu n ció n del padre. A firm an d o q u e p ara q u e u n n iñ o
esté en el m u n d o sim bólico h ay que ser tres: u n deseo inco n scien te
del p adre para ser concebido, la luz verde del padre, la luz verde, roja
o am arilla de la m ad re y la luz v erde del n iñ o q u e desea encarnarse.
La p alab ra es consustancial al cuerpo: «El sujeto sobrevive sólo
en v irtu d de u n a dialéctica que los seres hablantes expresan m ediante
la palabra y los fantasm as subyacentes»136. T odos los psicoanalistas, a
p a rtir d e Lacan, tam b ién expresarán, com o D olto, que las prim eras
percepciones d e la interacción entre la m ad re y el n iñ o se registran y
con v ierten en signos, elem entos significantes a p a rtir de los cuales se
organiza u n sentido sim bólico. Pero a partir de estas prim eras aplica­
ciones de la enseñanza de Lacan a la clínica con niños y a la concepción
de cóm o se co n fo rm an los tiem pos «pre-constituyentes» de la subje­
tividad, las especulaciones teóricas se fueron «afinando» cada vez m ás
y volviéndose m ás cautelosas y m enos generalizadoras.
D o lto d irá q u e estas p rim era s p ercepciones, cu a n d o se to rn a n
«reconocibles» p o r parte del lactante, cobrarán u n valor sim bólico de
«agradable» o «desagradable» con referencia a esos «encuentros» con
la m adre.137 Am bos, dice, se inducen m utuam ente «gracias a las m o d u ­
laciones emocionales vinculadas con las variaciones de tensión de b ie n ­
estar y m alestar, su convivencia y la especificidad d e sus sep aracio ­
nes y en c u en tro s, o rganizan articu lacio n es de signos ( ...) . T o d o
e n c u en tro q u e p ro d u c e u n efecto de variación sensible en u n o rg a­
n ism o viviente y p o r consiguiente, de m odificación en el ám bito p re­
existente, se vuelve significante d e su existencia p a ra el viviente»138.
N o p u ed o dejar de hacer n o ta r que esta afirm ación realizada p o r
D olto en los com ienzos de la década de los años setenta p u ed e ad ap ­
tarse a las «nuevas» concepciones de las neurociencias q u e com enté
en este trabajo, concretam ente, a las form ulaciones de J. Moizeszowicz.
C o n respecto a esta im p o rta n te form ulación de D olto, concluye
con algo que tam bién tiene vigencia cuando afirm a que si el n iño queda
som etido a sus tensiones internas corre el riesgo de quedar fijado a ellas,
sin p o d e r d a r el paso a la vida sim bólica. C o n c re ta m e n te , h ab la de

13 6 . M . L ed o u x, op. cit., p. 1 1 1 .
13 7 . Si b ien sab em os ya Sigm u n d Freu d h ab ía con cep tu alizad o los con cep to s de p la­
cer y displacer.
13 8 . F. D o lto , El caso Dominique, citado en M . L ed o u x, op. cit., p. 1 1 2 .

93
m ortalid ad sim bólica p o r ausencia d e verdadera com unicación in ter­
h u m an a.

4. El n iñ o n o sólo n ecesitará c o n tin u id a d en la relació n c o n el


o tro , sino tam b ién palabras personalizadas139. El hecho de q u e el bebé
reciba las palabras para él significa que hay u n proceso en el q u e está
reco n o cid o p o r lo parental com o separado d e ellos, en el p roceso de
ser «autónom o», porque, fiel a Lacan, dirá que el n iñ o es u n ser de len­
guaje. C u an d o en este proceso es «visto» co m o a u tó n o m o , es p o rq u e
el discurso p aren tal tiene u n a im agen anticipada en el deseo del hijo
en cuestión. P ara m is especulaciones, com o antecedente, rescato que
el b e b é h u m a n o h a de in g resar al m u n d o sim b ó lico a través d e los
intercam bios con el otro sem ejante a p artir del olfato, vista, tacto, pero
q ue deben ser to m ad o s en la sanción, m ed ian te la palabra q ue el o tro
va p o n ien d o .
Al respecto, D olto acuña el concepto de «com plem entación sus­
tancial» a p a r tir d e los m o m e n to s vividos a través d e las n ec esid a­
des satisfechas p o r el o tro en cu an to a la alim entación, etc. P ero p ara
ella este o tro ya está presente p ara el n iñ o co m o el «dador» que satis­
face desd e la vida fetal a través d e los ritm o s m atern o s: latid o s del
co razó n , etc.
La separación d e necesidad a deseo para D olto se prom ueve en las
prim eras h o ras de la vida del bebé. C om ienzo azaroso que puede ini­
ciarse p o r cu alq u ier esp o n tan e id ad del bebé, ya q u e las expresiones
m ím icas, p u ed en aparecer independientes de to d a necesidad, ya que
la transm isió n de deseos entre seres dotados d e la posibilidad sim b ó ­
lica, lo p erm itiría. P ara ella, esta p o sib ilid ad p rim a en los p rim ero s
m o m en to s posteriores al nacim iento d o n d e ya pu ede inscribirse algo
co m o u n código interrelacional. (H o y d iríam o s que efectivam ente,
p ero de u n lado u n id ireccio n al, del lado del o tro , lu g ar significante
m aterno.)
A pesar d e su alin ea m ien to co m o d iscípula de Lacan, h ab la de
p rim eros m o m en to s de simbiosis para describir la diada m adre-niño.
D igo esto p o rq u e Lacan subraya que esta alienación fu n d a n te y p ri­
m era del sujeto a constituirse y la m adre ocupando el lugar del O tro no
es u n a sim biosis, sino que el lugar del n iño com o significante es el del

] 39. L a cu rsiva es m ía.

94
U n o de la p u ra diferencia, p ro d u c to d e la caída del objeto del goce
d e la m ad re . A fin de h ac er m ás clara esta co n c ep ció n , em p lea los
círculos de Euler p ara señalar q u e la lu n eta de intersección de am bos
círcu lo s d isip a, m e d ia n te o p eracio n es m atem áticas d e la teo ría de
los c o n ju n to s, to d a p o sib ilid a d de c o n c eb ir d ic h a situ ació n co m o
sim biótica.
A este m o m e n to de u n ió n con el o tro, D olto lo conceptualiza en
el sentido de q ue el bebé es objeto parcial de la m ad re (en lo que co in ­
ciden tanto Piera Aulagnier com o M . M annoni), y — en esa posición—
es que to m aría aq u í la figuración de u n a m asa. En este m o m e n to , el
b ebé es n o m b ra d o p o r D olto com o pre-sujeto, pre-Y o, pre-objeto, y
las relaciones sim bólicas se d arían entre pre-sujeto y pre-objeto.
Le da im p o rtancia al «despertar» de las zonas erógenas, facilitado
en este cu erp o a cu erpo del n iñ o con la m am á m asa, d an d o tam b ién
im p o rta n c ia a los efectos d e la ausencia-presencia de q u ien cum ple
la fu n ció n m atern a. Es in teresan te su p ostulado de que si la ausencia
es m u y p ro lo n g ad a, el n iñ o p u ed e llegar a estar cerca de la «m uerte»
sim bólica, p o rq u e perdería los p u n to s de referencia que encuentra en
la m adre. Según su in terp re tació n , cada vez que la m a d re regresa la
continuidad de ser en el bebé se renueva y le sigue d an d o recursos p ara
co n tin u a r c o n la vida. D ebo decir, a la luz de los avances en el p sico ­
análisis con niñ o s y construcciones al respecto actuales, que si esto su ­
cede, si el bebé «reanuda», es p o rq u e p u ed e que ya tenga alguna in s­
cripción q ue le perm ite dicho «reanudam iento del ser». D olto lo dice
de m anera original, ya que justam ente especula con que esos «encuen­
tro s» h acen h u ellas y dichas h uellas so n p u e n te s q u e «balizan» los
m o m en to s de a b an d o n o . Es decir que el sujeto en co nstitución se va
o rg an izan d o — p ara ella « hum anizando»— m ed ian te estos códigos
com partidos entre la m adre y el niño. C om partición posible p o rq u e se
v an estru c tu ran d o im ágenes que se m em orizan y se coordinan.
Ve al nacim iento com o u n a p érd id a p rim era que obligaría a u n a
p rim era castración, p o r lo cual aquí, para D olto, estaría la causa p ara
u n p rim e r duelo. D ebo decir q u e aparece, en esta conceptualización,
u n a especie d e acció n sim b ó lica c u a n d o a ú n n o está o rg an izad o el
inconsciente.
En m i opin ió n , con to d o el respeto que m e m erece el rico trabajo
clínico de m uchos años de F. D olto y su increíble creatividad, hay com o
u n constante tran spolar de acontecim ientos vitales con su correspon­
diente lectura de teorización. P ero tam bién es cierto que ella o p erab a

95
clínicam ente al m ism o tiem p o q u e Lacan co n stru ía su m o n u m en tal
edificio teórico, del cual a ú n nos servim os.

5. D o lto to m a el c o n c ep to d e n arcisism o fu n d a m e n ta l co m o
fo n d o im p rescin d ib le de la dialéctica m a d re -n iñ o que, m e d ia n d o
referencias sensoriales, c o n fig u ran lo q u e define co m o im agen del
cuerpo. Im agen q u e le viene de otro .
D ebem os decir al respecto q u e es lo q u e po stu la Lacan, precisa­
m en te, en el «Estadio del espejo». P ero diría que D olto le da su p e r­
sonal caracterización, ya que para ella en cada etapa de la vida el n iñ o
configura nuevas im ágenes de su cuerpo, en la m ed id a q u e su evolu­
ción lo hace ab an d o n ar figuras arcaicas del m ism o, lo cual constituye
u n a p érd id a y, co m o efecto de ésta, u n re tiro de la seguridad básica
que tenía.
Ella hace u n a diferencia entre im agen inconsciente del cuerpo y
el esquem a co rp o ral (siendo este ú ltim o concepto usado en la psico­
logía evolutiva).
La im agen inconsciente del cuerpo «está co n stitu id a p o r la a rti­
cu lació n d in ám ica de u n a im agen de base, u n a im agen funcional, y
u n a im agen de las zonas erógenas do n d e se expresa la tensión de las
pulsiones»140. Especula con q ue esa im agen se origina en lo fetal, pero
q u e su rep resen tació n aparece m u c h o m ás tarde, in tro d u c ie n d o las
dim ensiones de lo vivido y el tiem po. En estas vivencias, es fundam en­
tal to d o lo q u e al respecto se construye en relación co n la m adre.
Agrega a estos postulados que estas im ágenes del cuerpo p u ed e n
rep resentarse tan to en la gráfica com o en el m o d elad o q u e los n iñ o s
realizan.
C u ando considere la gráfica donde tiene asiento una parte de este
lib ro p o n d ré a co n sideración las po stu ras propias que h e elaborado
al respecto.

6. E ntre los avatares en los acontecim ientos del tiem po de la p ri­


m e ra in fan cia q u e p u ed e n o ca sio n a r psicosis o co n d u c ta s au tistas,
D olto señala el caso de los llam ados «niños abandónicos», que se p re­
cipitarían en las patologías señaladas p o rq u e h ab ría u n relajam iento
o u n a ru p tu ra de lo que ella conceptualiza com o sim biosis postnatal.

14 0 . F. D o lto, La imagen inconsciente del cuerpo, Paidós, B arcelo n a, 19 9 0 , p. 2 2 .

96
Las ausencias p ro lo n g ad as p o d ría n ac arrear asim ism o u n a p érd id a
de referencias y q u itarle al bebé el apetito p o r vivir. T am b ién podría,
este m ism o factor, ocasionar u n a p érd id a de la im agen corporal co n ­
seguida. Ig ualm ente, u n a espera m u y larga con respecto a la p re sen ­
cia de la m a d re p o d ría traer co m o consecuencia un agotam iento del
bebé que lo to rn aría pasivo ante el am b ien te (postulación que guarda
ciertas sim ilitudes co n las tesis de B. B ettelheim ).
C uando se prolonga dem asiado la satisfacción de cualquier nece­
sidad, las consecuencias son catastróficas porque, según D olto, p ro ­
voca la m uerte simbólica, com o si el bebé devorara lo que tiene de unión
con el cuerpo de la m adre — lo que conceptualizó com o «masa»— lo
cual lev a, además, al estallido de la im agen de lo que sería u n pre-«yo»,
u n a im agen del cuerpo residual de la experiencia fetal, antes de la ins­
talación del n arcisism o prim ario.
Si b ien m e he abocado a la b ú sq u ed a de situaciones de los tiem ­
pos pre-co n stitu y entes de la estru ctu ra subjetiva, todas estas h ip ó te­
sis de D olto sobre la posibilidad de alguna marca de algo en la vida fetal
no van a ser consideradas en el presente trabajo, pero m e parece nece­
sario decir q u e son m ás las investigaciones p o r el lado de las ciencias
de la experim entación q ue p o r el lado del psicoanálisis las que siguie­
ro n con estas cuestiones de lo prenatal.
De todos m odos, en el caso p o r caso, cierta lectura que puede hacer
u n p sicoanalista de acontecimientos previos a la vida de un bebé en el
decir de sus padres puede conducir a cam bios en la relación de los m is­
m o s con su n iñ o 141.
Siguiendo co n F, D olto, co n sid era q u e el ingreso a la vida sim ­
bólica está tam bién dificultado p o r la ausencia de sem ejantes que ejer­
zan u n afecto activo so b re el bebé: au sen cia de palabras, y caricias.
D espués de m uchos años, las neurociencias actuales to m an exac­
tam en te estas ausencias del afecto activo del sem ejante cu id ad o r del
bebé com o la causa del resquebrajam iento del sensorio tranquilizante
constituido p or los neurotransmisores. Señalando incluso que este hecho
tien e consecuencias no sólo en la organización biológica del lactante,
sino com o factor p redisponente p ara las enferm edades m entales cau­
sadas p o r estrés.

141. Se v olverá so b re el p a rticu la r, fu n d a m e n ta lm e n te c u an d o se p re sen te n casos clí­


nicos. Por este tem a el lector p uede rem itirse a los trabajos de E. C oriat y al reciente
lib ro de C . K olko, Los ausentes d e la memoria , H o m o Sapiens, R osario, 2001.

97
Si la ausencia d e la que h ab lab a D o lto se d a e n tre los tres m eses
d e edad y los doce, n o p erm itirá la instalación y la estabilización del
narcisism o p rim ario . Al m ism o tiem p o , ella im p id e el acercam iento
q u e el b eb é ten ía al m u n d o h u m an iza d o y sim b ólico a través de los
ritm o s del cuidado. Esta ru p tu ra constituye, para D olto, u n tra u m a ­
tism o q u e varía según cada n iñ o en p a rtic u la r y, del m ism o m o d o ,
variarían las consecuencias del m ism o. O tra vez en cu en tro sim ilitu ­
des con las hipótesis com entadas d e B runo B ettelheim .
En consecuencia, dados estos postulados teóricos, su clínica con
este tip o d e niños (autistas y psicótícos) estuvo o rien ta d a a restitu ir
lo p e rd id o m ed ian te activas o p eracio n es q u e in clu ían lo sensorial,
lo que llam ó «un cuerpo a cuerpo» niño-analista, para conseguir m iti­
gar la fa lta de ser en la que el niñ o se h ab ría quedado.
C uando el niñ o n o recibe elem entos del lenguaje para n o m b rar lo
q ue percibe, tam bién se daña lo sim bólico y term ina p o r «nom brar» en
soledad, sin la referencia del o tro sem ejante. Este h echo p ro d u c irá en
él pautas de lenguaje arcaico articuladas a percepciones sensoriales del
cuerpo: digestivas, m o to ras, percepciones, en to d o caso, extrañas al
lenguaje, debido según la autora, a que n o encuentra referencias signi­
ficantes en las personas que lo rodean.
Las referencias a esta cierta «com unicación» co n el cu erp o ta m ­
bién p u ed en asim ilarse a la experiencia clínica y elaboración concep­
tual d e F. T u stin q ue consideré an terio rm en te.

7. N o p u ed e dejarse de reco n o cer que c u a n d o to m a el tem a del


goce en estos tiem pos pre- constituyentes, la p ropuesta de D olto cobra
valiosísim a vigencia, si bien está caracterizada desde su interpretación
de la enseñanza lacaniana de ese tiem p o , sin to d o s los aportes que la
clínica hoy le ha hecho. D olto habla en térm inos de persona a p ersona
cuando supone que los goces que se otorgan al niño son nocivos. H oy
sabem os que el goce arranca co n la instauración de la estru ctu ra fu n ­
d an te m ism a que, justam ente, es destinatario del deseo, y que el lím ite
p ara este goce de la diada m ad re -n iñ o opera si es eficaz la castración,
com o operatoria en la estructura del parlêtre. Si bien ella habla de p ro ­
hibiciones necesarias en la vida del niño para hum anizarlo, para hacerlo
un ser de lenguaje, no evidencia allí la cuestión básica del arm ado sub­
jetivo incluyendo al Agente de dicha castración: elp ad re o sustituto del
m ism o en c u an to a función, p a ra que se constituya la llam ada M etá­
fora P atern a, co n d ició n de estru c tu ra p ara Lacan. H ace, en cam bio,

98
llamados a una especie de cuidado extem o de las actividades del cuerpo
infantil, que m arcarían la función castradora necesaria, según el tiem po
de la fase oral, anal y o edípica en que el n iñ o pudiera encontrarse.

A p artir de estos postulados salientes q u e hem os com entado b re­


vem ente, F. D olto nos da su posición con respecto a la psicosis infan­
til y al autism o.
C on respecto al autism o plantea que es una enferm edad de lo sim ­
bólico con respecto al en to rn o , debida a cualquiera de los elem entos
que hem os enum erado: separación, falta de referencias, u n m alenten­
dido o n o respuestas del o tro sem ejante con respecto al bebé. T am bién
incluye co m o causa posible u n gran sufrim iento físico del bebé en el
que n o haya ten id o consuelo de p arte de personas conocidas.
D ebem os decir que se adelanta, con estas afirm aciones, a todas las
causas q u e h o y exigen co m o in te rv e n c ió n clínica la llam ad a «esti­
m ulación tem prana», pero basada en los postulados del psicoanálisis142.
C o m o génesis del au tism o ten d ría m o s, según la au to ra, que los
acontecim ientos q ue hem os enum erado provocarían una ru p tu ra sim ­
bólica del narcisism o del sujeto p o r lo cual, a p a rtir de la m ism a, éste
se ap o y ará en u n a relación co n su p ro p io c u e rp o antes q u e co n los
dem ás. P ero tam bién nos deja en u n a suerte de confusión cuando nos
dice que estas ru p tu ra s, para d ar com o resultado u n autism o, deben
producirse antes de la instauración de la estructura narcisista del sujeto.
C o n lo cual, m e p reg u n to , si n o se instauró u n a estructura narcisista,
¿cóm o p u ed e p ro d ucirse u n a ru p tu ra de la misma?
C o n respecto a la psicosis, da im portancia al discurso inconsciente
de los padres, y cobra para ella u n a gran im p o rtan cia el p ro p io E dipo
de los m ism os en la causa de la constitución psicótica. Dirá: «U no de
los p adres del sujeto tien e q u e ten er u n a laguna en la estructuración
preedípica o edípica en u n o de los estadios de su evolución, y tiene que
haber encontrado en la estructura inconsciente de su cónyuge u na falla
análoga q ue tam b ién en él viene de u n o de sus pad res» 143. T am bién
dirá, en d m ism o libro, que para que se produzca una psicosis debe haber
p o r lo m en o s tres generaciones de n euróticos: dos generaciones de
abuelos y otra, la de los padres.

142. N os referirem os a la «estim ulación tem p ran a» c u an d o lleguem os a la p arte de m is


p ro p u e stas p a ra esta clínica d el autism o.
143. F. D olto, El caso Dominique, op. cit.

99
N o obstante los com entarios, F, D olto ap o rtó u n a en o rm e expe­
riencia al psicoanálisis con niños en las «huellas de Lacan» a to d o s los
psicoanalistas del m u n d o q u e hayan elegido el m ism o cam ino. El ex­
ten so legado q u e n o s hiciera de sus cu aren ta años de dedicación a la
clínica del psicoanálisis co n niños e n el m edio hospitalario es de una
im portancia fundam ental y sus escritos sobre dicha experiencia siguen
siendo u n a referencia p ara in terro g arn o s al respecto.

R. y R. L efort
En su libro N acim iento del O tro 144, dan cuenta de dos casos clíni­
cos de dos niñas pequeñas: u n a de 13 meses y otra de 30. Am bas se en ­
cu en tran , en el m o m e n to en que R osine L efort com ienza su apuesta
clínica en los años 1951-52 e n lo q u e h o y llam aríam os u n «H ospital
de día» en la « F ondation P arent-de-R osan» que p erten ecía al servi­
cio de Jenny A u b ry 145.
Ellos m ism o s explican q u e «se tra ta d e u n a in s titu c ió n asilar
d ependiente de la Asistencia Pública, al estilo de las q u e todavía exis­
ten para niñ o s de poca edad que esperan ser colocados, o en la m ayo­
ría de los casos, que h a n sido confiados tem p o ralm en te a ella du ran te
la e n ferm ed a d de la m adre» (to m a d o del prefacio del lib ro citado).
R osine L efort p lan tea q u e c u a n d o in icia su apuesta, carecía de
form ación psicoanalítica, pero que lo que operó en ella fueron los pasos
de su análisis personal. Observación a la que volveré cuando saque las
conclusiones finales d e este trabajo.
En la com unicación clínica de R osine Lefort, pueden seguirse sus
pasos, casi cronológicam ente, en los tratam ientos, q u e d u ra ro n unos
diez m eses. M u ch o s años después de estos aco n tecim ien to s, co n la
colaboración de R. Lefort, publica el libro que vengo citando con co n ­
clusiones y postulaciones de la teoría de Lacan acerca de los com ienzos
de la estructura subjetiva. En m i opinión, es u n intento que da u n salto
de avance de las teorizaciones en la clínica del psicoanálisis con niños
p eq u eñ o s en la d écada d e los o ch e n ta , fecha en q u e se p u b lican los
resultados d e sus especulaciones.

14 4 . R . L e fo r t, e n c o la b o r a c ió n c o n R . L e fo r t, N acim iento deti Otro, P a id ó s , B a r ­


c e lo n a, 19 8 3 .
14 5 . A raíz de preguntas de J. A u b ry es qu e Lacan escribe « D o s ró ta s sobre el niño», p u ­
blicadas en f. Lacan, In ten/endones y textos, to m o 2, M anantial, B uen os Aires, 19 9 1.

100
M i interés en estas teorizaciones radica en que, p o r u n lado, p a ­
sando los años, el relato de las sesiones constituye u n a palpitante com u­
n icació n clínica c o n la cual a ú n se p u ed e analizar m u ch ísim o «este
comienzo» de la estructura subjetiva, y p o r otro, el hecho de que rem i­
ten la experiencia clínica a referencias d e la n o ta c ió n topológica de
Lacan para dicha estructura. N o obstante, señalado este interés p o r las
especulaciones topológicas que hacen los autores, voy a utilizarlas crí­
ticam ente según m is propias observaciones, ya con referentes de psico­
analistas de la actualidad.
C on referencia al autism o, para los autores que estoy considerando,
n o habría a (semejante) n i A (gran O tro), p o r lo cual concluyen: el a u ­
tista no se ha estructurado (la cursiva es m ía). Justam ente, que se haya
estructurado o n o m arca u n a posición im portante en las hipótesis te ó ­
ricas de m i clínica del autism o in fa n til146.
C ontinuando con los Lefort, a partir de la conclusión de que el au­
tista n o está estructurado, sin a ni A hay ausencia Real. N o hay A, p o r­
que n o se ha inscripto. D icen, en consecuencia, q u e n o hay im agen,
p o r lo cual concluyen que la paciente está aplastada p o r ese Real.
O bservan que ese A o b ien n o está, o n o está perforado. Según
Ledoux, m u ch o s lacanianos h an afirm ado que el A está siem pre, p o r
lo cual n o podría haber «nacim iento del Otro». Entonces conviene p a r­
tir de u n A n o agujerado o de nacimiento para el A u?.
Según los Lefort, «si el agujero no está en el O tro, el cuerpo del niñ o
au tístico está ra d icalm en te perforado». D e esta m an era, la paciente
M arie F. n o puede inscribirse al nivel del cuerpo del A, el objeto sepa­
rable que p o d ría en c o n trar en él p ara o b tu rar el agujero de su p ro p io
cuerpo, q u ed an d o confinada a llenar sus agujeros (boca, ojos). A esta
altu ra de sus suposiciones, se p re g u n ta n si hay ausencia com pleta144
de significante o tal vez no, pero n o se produce la articulación de lo Real
y el significante. P ara ellos, el significante inicial está excluido, debido
a la cual n o hay sustitución m etafórica, p o r lo cual tam poco hay repre­
sió n prim aria.
P o r el tra ta m ie n to es que la n iñ a N a d ia — el o tro caso p re se n ­
tado— logra disociar a+A, ecuación en la que estaba sum ida, porque,
m e d ia n te la acción de la tera p eu ta, se lo g ró in tro d u c ir u n a p érd id a

14 6 . A l te rm in ar la síntesis de lo po stu lad o p o r R. y R, L efort.


14 7 . L a cu rsiva es m ía.
14 8 . L a cu rsiva es m ía.

101
en el A, p o r lo cual salió de la ad h esió n y /o fascinación en la que se
h allab a. La ac ció n te ra p é u tic a a la q u e apeló R osine (la te ra p e u ta )
fue nombrarla cada vez que N adia se en co n trab a frente al espejo p o r­
q ue, según ella, esta acción c u m p liría «après-coup» c o n la a firm a ­
ció n de Lacan: c u a n d o el su jeto es n o m b ra d o , re cib e u n a in tim a ­
ció n del A.
Sin m etáfo ra n o h a y m eto n im ia , siguen los autores, p o r lo cual
los objetos Reales n o en tran en la dim ensión im aginaria, y es p o r ello
que n o se h a dad o lo especular en estas niñas, y hay u n a om nipresencía
del A. La m etáfora Paterna puede, en estos casos, estar disuelta (cursiva
m ía) o faltar radicalm ente.
N o obstante, p u ed e ser — especulan— que, en el caso de N adia,
esté en u n tie m p o tal q u e el sig n ifican te co n serv a u n a b rech a, y es
d eb id o a ello q u e p u ed e caer lo Real d o n d e estaba su m id a, y p u ed e
com enzar a metaforizar. Real que cae, según los I .efort, cuando es n o m ­
b rad a frente al espejo.
H a c e n u n a in te re s a n te p o sic ió n del e sta d o del c u e rp o d e las
n iñ as estu d iad as según el estadio p o r el cual tra n sc u rre n antes de la
p o sib ilid ad de m etaforizar: así ubican a M arie F rançoise en lo m u s ­
cu lar, casi co n v u lsiv o , m ie n tra s q u e N a d ia esta ría y a en el c a m p o
escópico p ero p re-especular, c o n la p osib ilid ad del significante p re ­
existente.
Especulan con que cuando el agujero no está en el cuerpo del O tro,
el sujeto, en sus inicios, no p u ed e vivirse com o agujereado en su p ro ­
pio cu erp o , p o rq u e es rellenado co n stan te m e n te p o r los objetos del
cu erpo del A, ya que los agujeros del cuerpo son a través del A.
El to m a r al cu erpo co m o «la superficie del cuerpo ( ...) lugar de
la estru ctu ra del p u n to de p a rtid a de la vida»149 les p erm itió referen ­
cias a la topología lacaniana. La m ism a fue to m ad a desde el p u n to de
vista de la estructura inicial del sujeto que, para los autores, pasaría p o r
dos estadios: una estructura de superficie, Banda de M oebius y C uerpos
tórico s. P lan tean q u e antes debe darse lo especular, p e ro n o ub ican
entre cuales o d u ra n te cuales estadios de los enum erados.
H acen u n a in teresante descripción de lo que seríp. u n m o m e n to
pre-especular, p ero n o generalizan, lo adjudican a M arie Françoise.
La niña estaría, en este m om ento, en u n a relación con el otro m ediante

149. R. y R. Lefort, op. cit., p. 376 γ ss.

102
el espejo, a través de la im agen q u e él le devuelve, en la que sólo hay
adhesión, sin dim ensión de la pérdida, porque n o hay carencia de objeto
en A. Para ellos, hay una situación de ambivalencia, ya que habría h u e ­
llas de lo sim bólico.
Ya en lenguaje topológico, caracterizan, en consonancia al m ism o,
q ue M arie Françoise se en c o n trab a en u n a suerte d e ecuación a d h e ­
siva: α+Λ y la an alista p ro c u ró la representación de d ich a ecuación.
Las conclusiones están m editadas a p artir de estrictas observacio­
n es clínicas. En el capítulo titu lad o «C línica y topología» consignan:

«los e m b a d u rn a m ie n to s150, caca y papilla nos d aban la


clave de aquello de 1o que se trataba: lo que concernía al
in terio r del cuerpo, fuera caca o papilla, ella lo extendía
so b re la su p erficie e x te rio r, so b re la p iel. N a d ia n o s
d ecía así q u e las superficies de su cu e rp o , la in te rn a y
la ex tern a, se re u n ía n e s tru c tu ra n d o su c u e rp o co m o
superficie, y n o com o u n v o lu m en con u n in terio r y un
ex terio r separados.
¿Cóm o podíam os entonces n o referirnos a la to p o ­
logía, y n o definir a qué tip o de superficie p erten ece el
cuerpo del niño, ni reform ular las relaciones corporales
en tre el peq ueño sujeto y el O tro en térm in o s de su p er­
ficie y co rrelativam ente de agujeros?».

S iguiendo c o n estas especulaciones, su p o n en que la estru c tu ra


del cu erp o de N adia, al que colocan com o la «del peq u eñ o sujeto en
el alba d e la vida» (d o n d e ya g en eralizan ) p are c e ser u n a b an d a d e
M oebius.
Y en ese o rd e n , co n clu y en que « in icialm en te el c u e rp o del
pequeño está o b tu rad o n o p o r un objeto — com ida real— sino p o r un
objeto sacado del O tro, del cam po del O tro , es decir, u n objeto signi­
ficante. Esta estru ctura del cuerpo de la que hablam os es u n a estru c­
tu ra significante, y sólo puede existir en c u an to tal»151.
En el ú ltim o capítulo del libro, titulado «Elementos de topología»,
p lan tean que van a trata r de ilustrar m ediante im ágenes lo que les ha

15 0 . C o n d u c ta bastan te c o m ú n en lo s n iñ o s llam ad os autistas, p sicó ticos y con retra­


sos m e n tales se ve ro s c o m o secu ela d e en ferm ed a d es n e u ro ló g ic a s y gen éticas.
1 5 1 . R. y R . Lefort, op. cít, p, 36 2.

103
« im p u esto la clínica», lo cual p o d ría, según ellos, fo rm u larse d e la
m an era siguiente:

1. La estru c tu ra c o n la q u e el sujeto afecta su cu erp o es sólo u n


efecto del significante que se articula con lo Real del p ro p io cuerpo.
Sin articulación entre lo Real y el significante, cada u n o de ellos aislado,
p o r su c u e n ta , n o p u e d e fo rm a r u n a e s tru c tu ra , c o m o lo m u e stra
M arie Françoise. La psicosis es la a-estructura.

2. H em o s p o d id o d istin g u ir dos estadios de esa estructura: «una


estructura de superficie n o orientable, ilustrada p o r la cinta de M oebius;
el tránsito a través del espejo a una estructura d e superficie n o o rien ta­
ble, ilu strad a p o r el to ro » 152.

P ero advierten sobre la dificultad de dar cuenta topológicam ente


de cóm o sería el trán sito de u n a superficie n o orientable a u n a o rien ­
table. De u n a a otra, señalan q u e el trán sito es b idim ensional, lo que
im plica relaciones p o r adhesión y desprendim iento (pero el trad u cto r
llam a la atención sobre q ue los autores se refieren a los térm inos fran­
ceses «accotement» (ad-collum , cou: cuello, u n ió n p o r a d h e sió n ) y
«décollement» (desprendim iento, acción de despegarse, de colla: colle:
g om a de m ascar). Lo cual elim inaría u n a sim etría e n tre am bos sen ­
tidos, p ero lo que h an consignado les parece lo m ejor p ara n o p erd er
el significado que q uieren tran sm itir.
Es d ecir q u e la p acien te en cu e stió n n o está en u n a d im en sió n
tridim ensional.

O bservaciones sobre la apuesta


de Rosine y Robert Lefort

C o n las referencias d e p sico an a listas c o n te m p o rá n e o s, so b re


to d o los q u e h e citad o co m o p rin cip a le s referen tes: E. C o ria t, A.
Jerusalinskyy H . Yankelevich, m ás observaciones propias a p a rtir de
la clínica, h aré algunos señalam ientos q u e an ticip an c0nclusiones a
las que he llegado con respecto al au tism o en la infancia.

15 2 . R. y R . L efo rt, «Elem entos de to p o lo gía» , p. 3 8 1 .

104
C u a n d o los a u to re s c o m e n ta d o s p la n te a n q u e sin A h ay so la­
m e n te Real, m e p arece q u e deb iera h ab e r m ay o r precisió n e n tre lo
q u e llam am os realidad y el R egistro de lo Real. Ya q u e lo Real co m o
reg istro d e la su b jetividad va a surgir co m o tal p o r la in cid en cia del
len g u aje e n el c u e rp o , q u e h a sta ese in s ta n te es u n p u ro se n so rio
del q u e n o se tie n e co n o c im ien to , a ú n antes d e q u e se establezca lo
q u e F re u d lla m ó « y o -n o yo», d o n d e se esb o z a ría el c o m ie n z o de
« ad en tro -afu era» .
A hora n o voy a entrar a considerar (lo haré m ás adelante) qué sig­
nifica decir q u e algo existe realmente. P or el m o m en to , sólo m e parece
que p u ed o decir que hay una realidad continua no tocada por el lenguaje
pero que el sujeto, antes de ser u n sujeto de m etáfora, es un viviente de
la especie que n o tiene form a de dar cuenta de los resultados de sus sen­
saciones, a n o ser p o r m edio de m ovim ientos del cuerpo, que en to d o
caso so n «interpretados» p o r alguien de su am biente próximo.
C uando los autores dicen que es u n p u ro Real, tal vez tendrían que
hacer la especificación acerca de que se refieren a lo real del cuerpo.
Al decir que hay «un nacim iento del O tro», hay que recordar que,
en su m o m e n to , m uchos lacanianos afirm aro n que el A de u n n aci­
m iento p ara el bebé está siem pre; en consecuencia, debiera hablarse de
u n nacim iento para el Otro. Lo cual tam p o co da cuenta de lo q u e de­
biera considerarse. Ya que la estru ctu ra de la cual hablam os es en té r­
m inos del significante, por lo cual no es algo que pudiera definirse com o
«estable», tal co m o u n a nosografía. En consecuencia, cada vez que se
habla del O tro , debiera circunscribirse a qué o tro nos referim os: O tro
del lenguaje, O tro P rim ordial, etc.
En cuanto al «nacim iento» del sujeto de la m etáfora, del sujeto de
lo inconsciente, se debería considerar que, antes que esto suceda, de p ro ­
ducirse com o tal, están u n bebé y sus padres de la realidad, que to d a ­
vía n o en carn an n in g ú n significante.
El O tro es un lugar significante en u n a estructura conform ada p o r
los m ism os. Entonces, pregunto: ¿a qué se referirían con esto de q u e el
A está siem pre? P o d ría decir, p a ra ap ro x im arm e m ás al concepto de
estru ctu ra d ad o p o r Lacan, que, en to d o caso, p u d iera haberse dado
la posibilidad d e la inscripción significante del «Rasgo U nario», pero
si esta operación no ha sucedido, sólo puede haber quedado la marca de
u n O tro ya sim bólico, p ero sin eficacia. Y p o r o tro lado, pensar que
lo que está siem pre, precediendo al acontecimiento del nacer, es el O tro
de la cu ltu ra o el O tro del lenguaje.

105
M e llam a la aten ció n q u e n o se hable en este p u n to , en las espe­
culaciones de los autores, de la fu n ció n de corte, que, en m i o p in ió n ,
h ubiera arrojado m ás luz sobre este tem a, que n o deja de ser atractivo.
S egún los L efort, «el c u e rp o del A n o p e rfo ra d o c o rre sp o n d e a u n
cu erp o agujereado del sujeto» (se su p o n e q u e en co n stitu ció n ). P o r
lo tanto, m e parece que, prim ero, se transpola cuerpo m aterno al lugar
del O tro P rim o rd ial com o significante, que en cu an to tal no significa
nada. Segundo, ¿por qué el cuerpo del sujeto queda agujereado? Veamos:
creo que, a p a rtir de la lectu ra de las observaciones clínicas d el caso
que los llevó a estas especulaciones, hoy podríam os decir que los agu­
jeros del cuerpo no son m ás q u e agujeros desde lo anatóm ico, p o rq u e
si n o están erogeneizados p o r ese O tro P rim o rd ia l que va a c o n to r­
nearlos, precisam ente, el n iñ o n o tiene vivencia alguna de ellos. Es el
circu ito lib id in al q u e p o n e en m arc h a el O tro el q u e va a marcar los
agujeros co m o zo n a erógena.
En esa m ism a línea de análisis, se dice q u e «si el agujero n o está
en el O tro, el cuerpo del n iñ o autístico está radicalm ente perforado»153.
Al respecto, creo q u e si en la cadena significante del discurso sim b ó ­
lico del O tro n o h ay lugar p a ra el n iñ o , p o d ría m o s decir solam ente
en ese sen tid o q u e n o le ha p ro p o rc io n a d o « u n agujero d o n d e alo ­
jarse» y que, en consecuencia, los dos son «una sola m asa». Así, p o r
ejemplo, se p o d ría pensar en la boca del bebé y el pezón com o u n a m asa.
Q u e el bebé «puede te n e r la sensación» de que n o tiene cuerpo p ro ­
p io, p o rq u e en térm in o s de la teo ría de la e stru c tu ra de la subjetivi­
d ad n o h u b o co rte, n o h ay com ien zo del p ro c eso de o rg a n iz ar i(a)
p a ra q u e advenga «yo».
C uando dicen que M arie Françoise no puede inscribir al nivel del
cuerpo del A el objeto separable que podría encontrar en él para o b tu ­
ra r el agujero d e su propio cuerpo, pienso que q u ien debió alojarlo es
el o tro, que es q u ien com ienza la dialéctica del deseo en u n «set» nar-
cisístico. En los espacios que deje el discurso m aterno con sus ausencias,
es que el bebé, en vías de constitución de su subjetividad, buscando el
«objeto» perdido p o r esos cortes q ue p roporciona la ausencia, irá p ro ­
duciendo la serie de objetos, que surgen p o r el deseo de obtener aquel
p rim ero , el del goce.

15 3 . R. y R. L efort, op. cit., p. 285 y ss.

106
T am b ién p lantean que hay o b ien u n a ausencia com pleta del sig­
nificante o falta radicalm ente. Eso suscita interrogantes al día de hoy
con respecto a la situación, desde las coordenadas q u e estam os trab a­
jando» p o r lo cual, p o r el m o m en to , m e pregunto: ¿la presencia del sig­
nificante, p u ed e ser a medias? Esto, adem ás, m e recu erd a posiciones
actuales sobre, ju stam en te, en q u é po sició n se e n c u e n tra el au tista.
Frente a la falta de este significante prim ordial, ¿carece de estructura,
y es, en consecuencia, u n a a-estructura?
En este o rd e n de conceptualizaciones, p lan tea n tam b ién q u e lo
q u e n o se h a p ro d u c id o en el caso de M arie F rançoise es u n a artic u ­
lación entre lo Real y el significante donde, m e parece, se deja de lado
el p ro ceso d e M arca q u e azaro sa m e n te q u e d a (p o r la re p etició n ) a
m o d o de huella del acontecim iento, y que dará lugar al Rasgo U nario,
único m o d o de q u e se constituya U no y entonces sí, la posibilidad del
sujeto de la m etáfora.
Si dicen q u e n o h a h a b id o «represión originaria», n o h a h a b id o
c o rte , y es p o r eso q u e la p a c ie n te citad a p u e d e estar fo rm a n d o
«masa» con el o tro a m inúscula, p o rq u e la rep resió n del p rim e r sig­
n ifican te n o se h a p ro d u c id o . P odem os p en sa r q u e to d o el proceso
de in scrip ció n del m ism o n o tu v o lugar. Si es así, dich o significante
n o h a o p erad o .
P ara la pacien te N adia, s u p o n e n q u e se e n c o n tra b a a d icio n ad a
al O tro , p o r lo cu al m u e s tra n c o m o a d h e s ió n la fó rm u la d e a+A.
Pero, si es adhesión, debiera aparecer, en to d o caso, co m o a A, ya que
la su m a p o n e en tre am bos térm in o s el signo «+», que indica sep ara­
ción — la que los autores dicen que n o hay— , p ero el térm in o «adhe­
sión» in d ic a q u e h u b o dos e n tid a d e s separadas y q u e, p o r a lg u n a
razón, ap arecen adheridas, y en este caso, vuelvo a decir, que, es, en
to d o caso, u n a m asa d onde el significante SI n o tuvo lugar. H ay ta m ­
b ién , p o d ría m o s decir, el m u n d o , p ero n o h ay u n a escena a rm a d a
m a d re -n iñ o so b re el m u n d o , p o rq u e faltan los elem entos iniciales
de d ich o arm ad o .
E xponen que el éxito logrado en las operatorias clínicas de Rosine
L efort fue el p ro d u c to de su acción de N om brarla, lo que hizo q u e la
n iñ a p u d iera reprimir la im agen de la adhesión. Pienso que el efecto
exitoso se debió a que la analista, en su hacer, com o tal, efectuó la acción
de inscrib ir lo q ue no se había inscripto, el significante p rim ero , con
la eficacia del corte de su nombrar, en lo que hasta ese m om ento era u n a
sola m asa. E n cu a n to a que fue n o m b ra d a frente al espejo, d o n d e se

107
e n c o n tra b a co o p tad a , p ien so que p u d o h a b e r sido en u n a c o a p ta ­
ció n m u y p rim ig en ia del ver p asa n d o a m irad a. P o rq u e si n o había
separación, co rte, tam p o co había m irad a154.
Finalm ente, cuando to m an en la ú ltim a p arte del libro las figuras
de la topología, explicitan que la psicosis es la a estructura. Lacan explicó
largam ente la estructura psicótica com o u n a de las estructuras clínicas
del su jeto fren te al O tro , m a rc a n d o los efectos de la m ism a en el
esquem a de Schreber y en u n tipo específico de n u d o cuando trabaja
Joyce. A n o ser que los autores consideren que el autism o es u n a psi­
cosis, n o p o d ría entenderse esto de que la psicosis n o tiene estructura.
Seguidam ente, m u estran la posibilidad de dos estadios de esa estruc­
tura que acaban de decir que no lo es. A no ser que se suponga que n o es
la neurótica y que ésta últim a, además, sea la única estructura que deba­
m os considerar com o tal.
T o m a n d o los estadios de esta estructura que es pero no es, m a r­
can u n p rim e r estad io d e la m ism a ilu s trá n d o lo c o n la c in ta de
M oebius, q u e es u n a figura n o orientable. P ero si esto fuera así, c o n ­
sidero q ue ya hay u n com ienzo del sujeto de la m etáfora, p o rq u e h a
habido deseo de llegar al peq u eñ o o tro , p o r lo cual se p ro d u jo la to r­
sió n q u e caracteriza a la b a n d a . Y si h u b o to rsió n , hay agujero que
m arca la iniciación de la dialéctica de las separaciones, intervalos del
«a» co n el a (p eq u eñ o o tro sem ejante), b ajo la o rganización del sig­
nificante fálico, en este m o m e n to lógico, significante de la carencia.
El discurso m atern o tiene lugar p o rq u e el significante prim ero Rasgo
U n ario fue m arc ad o y en síntesis ha com enzado la dialéctica edípica
en el p u ro im aginario.
P o r to d o esto, m i p o sició n , que sirve de fu n d a m e n ta c ió n a m i
pro p u esta clínica, es que, en to d o caso, podem os in ten tar pensar que
se trata de una banda cilindrica pero no de M oebius, que es la propia del
sujeto en vías de ser sujetado, carente, deseante, parlétre, n ad a de lo
cual sindica al autista.
En cu an to al segundo estadio, se ilustraría, según los autores, en
u n to ro , pero confiesan la dificultad de pensar el pasaje de u n a figura
a la o tra .155

15 4 . Este tem a se am p liará p ara fu n d am en ta r la co n cep ció n posilSfe d é au tism o m ás


adelante.
1 5 5 . V o lv e ré al te m a cu an d o presen te m is sup uestos p a ra avalar m i p o stu ra so b re el
autism o.

108
N o o b stan te m is com entarios, la experiencia de R osine L efort y
sus conceptualizaciones son u n referente que a ú n b rin d a la posibili­
dad del estu d io y de la in terro g ació n en los enigm as del autista.
F u n d am en talm en te, m e p arece m u y rica la ap u esta de p o n e r a
p ru e b a las o p erato rias lógicas de la topología lacaniana m ed ian te la
clínica.
H acer que la clínica in terro g u e a la teo ría es u n hacer p ro p io de
los psicoanalistas, p o rq u e n o se tra ta de u n saber cerrado.
M e parece o p o rtu n o d estacar el v alor en la b ú sq u ed a q u e tien e
el deseo del analista, lo cual hace m ás n o tab le el trabajo de los a u to ­
res q u e he considerado.

109
C a p ít u l o III

Nuestra propuesta de una clínica


del autismo desde el psicoanálisis

P ara o rie n ta r en la clínica del au tism o in fan til desde co n cep to s del
psicoanálisis, seg ú n m i ex p erien cia en ella, h e te n id o en c u e n ta los
siguientes objetivos.
1. U b icar disposiciones d e la estru c tu ra subjetiva desde los c o n ­
ceptos del psicoanálisis que conform en u n estatuto para el lla­
m ad o « au tism o infantil», y q u e ellas c o n stitu y a n el a p o rte a
u n a clínica posible en el trabajo interdisciplinario
2. P resen tar operatorias clínicas teniendo en cu en ta lo m en cio ­
nad o en el p u n to 1.
3. C o n cep tu a liza r el au tism o desde las co o rd en ad a s del p sic o ­
an álisis y d esd e la in te rd isc ip lin a , lo cu al m a rc a rá alg u n as
posiciones con respecto a la gráfica, la estim ulación, la m usí
co terapia y otras actividades de los n iñ o s co n este diagnóstico
aten d id o s en el C en tro d e D ía «Lanfranco C iam pi»156.

L ograr dichos objetivos p o n d rá en consideración y a p ru e b a los


p o stu lad o s de có m o se constituye el sujeto desde las enseñanzas del
psicoanálisis, y los tiem pos lógicos de su realización. Esto traerá la p re­
gu n ta sobre los cruces inevitables de estos tiem pos lógicos con la dia-
c ro n ía de las fu n c io n e s de n iñ o s según la ed ad cro n o ló g ica q u e los
patrones de desarrollo m arcan desde la psicología, pero tam bién desde
los tiem p o s que el cerebro h u m a n o necesita p a ra la o rg an izació n y
cam bios en su arq u itectura.

15 6 . C e n tro de D ía « Lan fran co C iam p i» , dependiente de la C áted ra P siqu iatría N iñ o s


d e la Facu ltad de C ien cias M éd icas de la U n iversid ad N acio n a l de R o sario , en la
que fu i T itu lar O rd in aria γ D ire cto ra del C en tro m en cio n ad o desde 19 9 0 a 2007.

111
En cu an to a las leyes de la estru ctu ració n subjetiva, h a de to m a r
u n a im p o rtan cia vital el pasaje que el n iñ o p u ed a hacer p o r la situ a­
ción que J. Lacan describió com o «Estadio del espejo». Situación que,
en m i experiencia, m arc a u n a división n o ta b le e n tre el n iñ o q u e la
h a so rteado y el q u e n o lo h a logrado; los efectos son observables en
su situ ació n social co n los sem ejantes, en n iñ o s cro n o ló g ic am en te
m ayores a la edad a p ro x im ad a en la cual se dé el citado estad io 127, en
algunos co m p o rtam ien to s y a u n en la p ro d u cció n de trazado que no
alcanza el estatu to de lo que llam am os u n d ib u jo 158.

Sobre lo que entendemos por estructura subjetiva


desde el psicoanálisis 159

Se co m p ren d e que h ablam os de la estru ctu ra del sujeto p ero, en


cu an to a este u ltim o concepto, nos referim os a la diferenciación que
— ya p o r la década de los años cincuenta— hace Lacan entre sujeto y la
instancia psíquica que Freud llam ó «yo». Esta instancia, en las coorde­
nadas que guían el presente trabajo, form a parte del orden im aginario.
El sujeto del cual hablo es el sujeto del inconsciente. Q ue se p ro ­
d uzca este sujeto su p o n e u n proceso que Lacan expone incluso con
coordenadas m atem áticas, con el objetivo de darle a sus conceptualize -
ciones u n a p u e sta lógica q u e les d é consistencia. E specialm ente, al
d iscurso de su teo ría al respecto.
De dicho proceso tom aré los tiempos llamados «lógicos» del mismo,
p ara m arcar la referencia de lo que, en ese sentido, n o logra p ro d u c ir
u n sujeto en el m u n d o de lo sim bólico, sino u n autista.
Q u e se p ro d u z ca u n au tista lo digo en calidad d e hipótesis, t o ­
m an d o los referentes actuales porque, com o se h a d icho a lo largo de
este trabajo, n o hay u n consenso sobre dicho diagnóstico.
N o o b stan te lo a p u n tad o , tra to de d ar cu en ta del tem a.

15 7 . J. Ia c a n , sigu ien d o a H . W allo n , ubica este estad io entre los seis y los d iecio ch o
m eses d e edad.
15 8 . O b serv ació n q u e p resen taré co n el c o rresp o n d ien te m aterial p a ra u n a lec tu ra
po sib le de los tiem p os subjetivos probables en que pueden-liallárse algun os niños
sin dicados com o autistas.
15 9 . M u ch as d e las con sid eracion es desde este d iscu rso se fu e ro n d esarro llan d o a lo
largo de lo s c o m en tario s a la o b ra d e lo s psico an alistas en el C ap ítu lo Segun do .
«En las huellas de Lacan».

112
V eam os, entonces, có m o se su p o n e que surge el sujeto de lo in ­
consciente, to m an d o la línea lacaniana de su producción, en la m edida
en que lo ú n ico que soporta la existencia del m ism o es la existencia del
significante y sus efectos.
En cu an to al significante, todos tienen com o soporte un trazo que
desde el p u n to de vista lógico n o tien e c o n ten id o subjetivo alguno,
p o r lo cual es ú n ico y uno. D e esta u n icid ad es de la cual parte.
U n icid ad del Einziger Z u g U0 freudiano, so p o rte de la diferencia,
to m a el fu n d am en to (unido a los aportes de la lingüística) del signifi­
cante u n o : SI en busca d e co m p letam ien to en el significante S2,
En el intervalo q u e va del SI al S2, h a d e surg ir el sujeto q u e nos
ocupa: b arrad o y carente, en la b ú sq u ed a p erm a n en te de respuestas
en el O tro . Estas operatorias n o están dadas p o r tiem pos cronológicos
sin o e n su p u esto s de tiem p o s lógicos: al b u sca r siem p re en el o tro ,
pu ed e decirse que yo es otro. P ara que esto suceda, para que advenga
el significante u n o , necesitam os p o r lo m enos tres tiem pos:
1. De los m uchos acontecim ientos prim eros en la vida de u n bebé,
u n o se m arcó, dejan d o huella.
2. Esa huella debe sufrir u n b o rram ie n to .
3. E n lu g ar d e la h u e lla su rg e u n « re p re s e n ta n te -re p re s e n ta ­
tivo»141, q u e en térm in o s lacanianos es u n significante.

Así es la in tro d u cción del bebé al m u n d o sim bólico, pero h a sido


p rev ia la m arc a de in n u m e ra b le s ac o n te cim ie n to s q u e lo to m a ro n
com o objeto de las acciones de otro.
Las acciones del o tro son facilitadas p o r la in e rm id a d de la cría
h u m a n a , y p o r el a m o r en fu n c io n a m ie n to q u e p o n e el sem ejan te
p ró x im o al bebé en vías de constituirse co m o sujeto.
Estas acciones están m arcadas, en u n tiem p o p rim o rd ial, p o r lo
q ue llam am o s co n F reu d «experiencia d e satisfacción»162 y, en o tro

160. T érm in o alem án utilizado p o r Freud, que fue traducido al castellano com o «Rasgo
U n ario ».
1 6 1 . S. Freud llam ará «representante representativo» a un concepto equivalente a aque­
llo que, previam ente, en la «C arta 52» , u b icó co m o cada u n o d e los elem entos del
«segu n d o registro o tran sc rip ció n » (in co n scien te). V éase « C arta 5 2» , en Obras
Completas, to m o I, B ib lio teca N u e v a , M ad rid , 19 7 3 . T ra d u cc ió n de Lu is L óp ez
B allesteros y de T o rres.
16 2. Si bien puede decirse que S. Freud ya la describe en un «Proyecto de una Psicología
p a ra neu ró lo gos» , de 18 9 5 , en Obras Completas, to m o 1, op. cit., p. 209, recién va

113
tiem p o p o ste rio r, el juego del «Fort-Da» q u e p re se n ta en «M ás allá
del p rin cip io del placer»163.
E n la p rim e ra experiencia, que llam ó «de satisfacción», describe
cóm o ella va d an d o lugar a la situación en la q u e el niño, en la necesi­
d ad de alim entarse, sufre ten sió n , la cual hace que surja la catectiza-
ción co rrespondiente. Así, es catectizada la im agen de la persona que
acu d ió en ayu d a del bebé, lo que p ro p o rc io n a algo como el inicio de
la p ercep ció n p a ra Freud. Es decir q u e dicha im agen deja u n a huella
catectizada, es la huella m ném ica de este acontecim iento. En esta h u e­
lla es q u e el n iñ o h a rá las «llam adas sig u ien tes» , cada vez q u e se
en cu en tre co n la necesidad, p o rq u e ya hay u n a presencia virtual a la
que p o d em o s llam ar O tro (A).
F re u d d irá co n re sp e c to a esta ex p e rien cia q u e el a p a ra to p s í­
q u ico tie n e la p ro p ie d a d d e q u e el a p re m io d e la n ec esid ad lleva a
creer que percibe el objeto que calm ará la necesidad — de allí q ue grite
o llam e— .
En la o tra experiencia citada, la del «Fort-Da», el n iñ o sim boliza
en el juego de la ap arición y desaparición del carretel las presencias y
ausencias de la m adre, hace presente y ausente — im aginariam ente—
a la m ism a. En este acontecim iento, tam bién podem os entender cóm o
el objeto real se convierte en sim bólico, ya q ue éste, en tan to carretel,
deja de ser tal p ara convertirse en el m o v im ien to m ism o de la ap ari­
ción y desaparición, sólo señalado p o r los fonem as «Fort» y «Da»"'4
detrás de los cuales h a desaparecido el objeto carretel.
En las d o s experiencias se efectivizan el papel de la libido, fu n ­
ciones de corte, pero tam bién u n a oposición que m arca distintos tiem ­
pos de la ru p tu ra de la unificación entre el objeto y el significante, b o rra­
d u ra de la huella o corte entre representante representativo ( Vorstellung
y Vorstellungsrepräsentanz), a éste últim o concepto freu d ian o Lacan
lo trad u c e co m o los elem entos del inconsciente, p ero n o es ya el in ­
consciente organizado co m o tal.

en u n ciar el con cep to de « viven cia de satisfacció n» en «La in terp retac ió n d e los
sueños», d e 18 9 8 , en Obras Completas, to m o I, op. cit., p. 3 4 Í . J
16 3 . S. Freu d, «M ás allá d el p rin c ip io del placer», en Obras Completas, to m o X V III,
A m o rro rtu , B uen os A ires, 19 7 9 .
16 4 . F o n e m a s e n a le m á n q u e se tra d u c e n p o r « ¡S e fu e !» y « ¡A c á e stá!» , S. F r e u d ,
op. cit., p p . 14 y 1 5 .

114
P roducido éste últim o, el sujeto estará en condiciones de hacer su
entrada al m u n d o sim bólico, lo que le p erm itirá todos los juegos m e-
ton ím ico s y m etafóricos en el fu tu ro .
En los Esaitos, Lacan dirá con respecto al juego de presencia-ausen­
cia que su acción destruye el objeto que hace aparecer y desaparecer en
la provocación anticipadora de su ausencia y su presencia. Cito: «El sím ­
bolo se m anifiesta en prim er lugar com o asesinato de la cosa, p ero p er­
m ite m antener la identidad del objeto aunque no esté todavía al alcance
de la función sim bólica que nos p erm ite ad q u irir el lenguaje»165.
Agrego que, al proceso de la form ación del sím bolo, H . W allon lo
llam ó « p ensam iento interior» y es el que p erm ite fo rm ar conceptos.
Tal com o h a n repetido psicoanalistas del cam po lacaniano, desde
m u ch o antes del nacim iento del bebé y desde m u ch o antes de su co n ­
c e p c ió n , ex iste u n m u n d o d e le n g u aje d o n d e in c e s a n te m e n te se
co m b in an significaciones y códigos de to d o s los pró jim o s q u e van a
rodearle. En p rim era fila estará, p o r lo general, la m adre.
Ella ya está inscripta en lo simbólico (en este m odelo ideal que estoy
p re sen tan d o ). En este tiem p o lógico p re-co n stitu y en te, el n iñ o está
situ ado desde la lógica en los fantasm as de la m adre. P o r lo ta n to se
trata, casi, de la génesis de los prim eros intercam bios que van del n iñ o
a la m adre según u n eje de satisfacciones recíprocas: m am á que cuida
am and o y gozando y niño cuidado y am ado que goza de su m adre, en
tan to ella es u n sujeto deseante.
Pero es necesario tam bién que este goce no la conform e p o r m ucho
tiem p o , ya q u e su interés tam b ién está guiado p o r o tro vector: lugar
significante de lo que llam am os padre sim bólico, encarnado general­
m en te en el p ad re del bebé.
P o rq u e de entrada, en los inicios del inconsciente están estos dos
cam pos: el del sujeto y el del O tro . En éste ú ltim o se sitúa el S2, p ara
d ar origen a la cadena significante: «El O tro es el lugar donde se sitúa,
en la cadena del significante q u e rige to d o lo que, del sujeto, p o d rá
hacerse presente, es el cam po del viviente d o n d e el sujeto te n d rá que
aparecer. Y he dicho que, p o r el lado de ese ser viviente, llam ado a la
subjetividad, se m anifiesta esencialm ente la p u lsió n » 166.

16 5. J. Lacan, «Función y cam po de la palabra en psicoanálisis», en Escritos I, Siglo X X I,


B u en o s A ire s, 19 8 5 , p. 307.
166. J. Lacan , Los cuatro conceptos fundam entales del psicoanálisis, B arrai, B arcelo n a,
1977, p. 209.

115
U n tie m p o fu n d a m e n tal a n te rio r a la organización subjetiva lo
constituye el llam ado «Estadio del espejo», que se explicó en las c o n ­
sideraciones de los conceptos fu n d an tes de J. Lacan que he to m a d o
p ara este trabajo.
M e parece im portante, n o obstante lo ya explicado, consignar que
si el bebé nace prem aturo en cuanto a lo inacabado del proceso de mie-
linización, p o r ejemplo, podem os pensar que el prim er aparato de apre­
hensión y control del espacio sea anterior a la m otilidad, hablo del apa­
rato visual. En la co n stru c ció n del espacio visual, tien e im p o rtan cia
el aparato auditivo, pero la visión tiene u n a fuerza natural o u n valor
estructural que le es propio para la construcción de «un campo».
A esta co n stru cción, la hem os considerado absolutam ente anti-
cip ad o ra. H ab lo de lo que o cu rre d u ra n te el llam ad o «Estadio del
espejo», tiem p o al que p odem os considerar, entonces, com o o rgani­
zado p o r u n p rim e r aparato de control, de conexión y contacto con
el llam ado « m u n d o externo».
C o nviene aclarar que lo que o rien ta la organ ización del cam p o
que estam o s c o n sid e ra n d o es la im ag en m a te rn a q u e co n d e n sa, a
m an era de red, ciertas exigencias, dem andas, pedidos que se o rie n ­
ta n hacia este a-su jeto y cuyo origen p u e d e n re m o n ta rse lejos en la
h isto ria del deseo m a te rn o 167.
D iálogo sui generis entre esta m ad re que p u ed e decir «me quiere
decir algo» o «es co m o si m e quisiera hablar», etc., y que tan to estu ­
d ia ro n (y se sigue h ac ie n d o ) W in n ic o tt co m o Spitz (e n tre los m ás
conocidos).
De todos m odos, este ro n ro n eo del bebé con su m am á y las pala­
bras de ella tien en u n p u n to de apoyo en el ojo que lo m ira.
En este espacio óptico, se constituye u n espacio libidinal, y es lo
que se p u ed e llam ar tam b ién u n in tercam b io de fascinaciones recí­
procas. Así ten em o s entonces que p o d em o s asim ilar al ojo a u n o de
los ap arato s de co n tro l del m u n d o circ u n d an te al bebé, y tam b ién a
u n a p a ra to de a p re h e n sió n lib id in a l en u n a d im e n sió n in m e d ia ta
con la m adre. ,
Las conexiones an terio res a esta, de ojo a ojo, ten ían , p o d em o s
decir, u n a cierta m aterialidad. AI co nector concreto y c o n tin u o que
es el co rd ó n , al que le sucede el co n ecto r discreto pecho-boca. P ero

16 7 . D e im p o rtan cia fu n dam en tal en la clínica del psicoan álisis co n niños.

116
en «el ojo a ojo» ya n i siquiera está la m aterialidad de la leche, se trata
de u n a m aterialid ad im perceptible dada p o r el rayo óptico.
P o r lo ta n to , de ese rayo, lo ú n ic o reg istrab le so n sus efectos:
el ojo del Otro. P ero la consecuencia fu n d a m e n tal de este e n c u en tro
será la posibilidad de la mirada.
E n la en señanza de F reud, p o d em o s e n c o n tra r antecedentes de
lo que estam os p ro p o n ien d o , ya que en «Pulsiones y destinos de p u l­
sión» construye u n a secuencia que va desde la p ulsión visual (voyeu-
rism o -ex h ib icio n ism o), p asando p o r la p u lsió n oral, anal (sadism o-
m aso q u ism o ), h asta la fo rm a final de la organización de la pulsión:
a m o r-o d io . E n estas secuencias, es evidente la im p o rta n c ia del ojo
co m o o rg a n iz a d o r p u lsio n al, ya q u e es el p u n to de p a rtid a de u n a
serie de p ro c eso s cuyo re su lta d o será la c o n stru c c ió n de p ro c eso s
id en tificatorios.
P odem os resu m ir diciendo que el ojo se halla en la base de to d a
identificació n , que necesariam ente su p o n e siem p re la p resencia de
otro , p ero con to d o el valor de la función de la pulsión escópica en lo
que constituye la m irada.
En el «Estadio del espejo», p o r la m ira d a del o tro , se o rganiza
tam b ién , com o sabem os, el cuerpo; es el otro con su m irad a q uien lo
organiza.
La in teg ra ció n del c u e rp o frag m en tad o del b eb é será u n re su l­
ta d o de su c o o rd in a c ió n m o to ra y la anticipación que de la m ism a
realiza el fenóm eno óptico especular.
La frag m en tació n es resu ltad o de la p arcialid ad de la in fo rm a ­
ció n orgánica, p u esto que la in fo rm ac ió n que el cu erp o su m in istra
es n ecesariam en te focal; de ahí q u e sea precisable. P o r ejem plo: u n
d o lo r de m uelas es localizable p o r el «percipiens» en fu n ció n de que
las sensaciones son, pese al au ra que p u ed e en to rn a rlas, p u n tu ales.
El que u n sujeto p u ed a trascen d er esa parcialidad de la in fo rm ació n
co rp o ral es consecuencia directa de la co n stitu ció n de u n a «imago»
(im ago que se verifica au n en la psicología anim al, según trabajos del
etó lo g o L o re n z y o tro s) tal q u e p e rm ite u n ific a r en u n a «gestalt»
to d o s los elem entos puestos en juego. C on lo cual podem os decir que
la constitución del Yo es absolutam ente solidaria con la constitución de
una imago en la que intervienen redes de significaciones ajenas al «per-
ceptum » mismo, como es el caso de la exigencia m aterna en la fascina­
ción especular.

117
A sí, la p e rc e p c ió n es a b s o lu ta m e n te c o n g ru e n te c o n el fe n ó ­
m e n o de la ilusión, de d o n d e se in fiere q u e h a b la r de «im agen» en
psicoanálisis exige h ab lar d e u n a imagen producida, es decir, sobre-
determ in ad a.
C u an d o hablam os de «im aginario» hablam os de ilusión, p o rq u e
n o p o d em o s ten er garantías sobre la «verdad» de la im agen, ya que,
p o r ejem plo, decim os que «vemos» levantarse y ponerse el sol cuando,
en rigor, n o es verd ad n i lo u n o n i lo otro.
El re g istro im a g in a rio es la sede de lo s fe n ó m e n o s de ilu sió n .
E ntonces, la co n stitu ció n del yo es ab so lu tam en te solidaria con
la co n stitu ció n de u n a im ago, en la q u e intervien en redes de signifi­
caciones ajenas al «perceptum » m ism o, co m o es el caso de la exigen­
cia m a tern a en la fascinación especular.
Está sobredeterm inada, producida, p o r los m ovim ientos del sujeto
que m ira (el o tro especular), q u e m ira con a rro b am ien to , p ero ap a­
rece y desaparece, y el n iñ o lo sigue p ero em ergiendo d e la alienación
ab so lu ta de la presencia m aternal.
S up o n em o s a estos sujetos m a d re -n iñ o que llam arem os a y «a»
en «intercam bios» ¿Qué es lo que intercam bian? Al m enos en el cir­
cuito pecho-boca, m iradas m utuas. P o rq u e en el am am an tam ien to ,
ad em ás de la leche q u e allí circula, circu lan o tro s atrib u to s: dones.
P ara la m adre, p o r ejem plo, la importancia m ism a de ser m adrem .
Para la m adre, lo sepa o no, se juega tam bién un proyecto que no
es cualquiera, es el de hijo.
E n cu anto al niño, h a com enzado para él la posibilidad de la c o n ­
secu ció n de o b jeto s p o r ese re sq u icio q u e la m a d re deja c u a n d o lo
priva de su presencia.
Efectos, en cu an to a los esquem as lógicos de Lacan, de la in trin ­
cación y distinción de los registros im aginario y sim bólico, ejes nece­
sarios p ara el ser hablante.
P o r lo fu n d a m e n ta d o h asta aq u í, p ro p o n g o , en m i clínica del
psicoanálisis con n iñ os llam ados «autistas», que su situación de tales
es el efecto de un singular estado de los mismos en los tiempos pre-cons-
tituyentes de la estructura subjetiva, tiem p o s en q u e au n n o cuentan
los tiem p o s lógicos de la estructura, que sitúo antes de las operatorias
que dan lugar al Estadio del espejo.

16 8. Esto adquiere vital im po rtan cia en la clínica del psicoanálisis co n niñ os y aú n m ás


en los llam ad os discapacitados.

118
E n co n secu en cia, p ro p o n g o situ a r la «existencia» del llam ad o
«autism o» en u n estado «sensorio-m otor» sin investidura y sin haber
sido penetrado con eficacia por el lenguaje.
El lenguaje hace cortes discretos en la realidad, que, de lo c o n tra ­
rio , seria c o n tin u a . En c o n se cu en c ia , el c u e rp o to p o ló g ic o q u e le
co rre sp o n d e ría a la situ ació n au tista sería la b a n d a cilin d rica co m o
— la m etáfo ra va de m i p arte— B anda de M oeb ius antes de p ro d u ­
cirse la to rsió n 169. En ta n to que, p a ra la estructura m ism a del cuerpo,
sabem os q u e Lacan utiliza, p a ra su m o stració n , la superficie tórica,
q u e es o rien tab le, b ilátera y tien e u n agujero. P ero al ser orientable,
n o m e es ú til p ara el caso del autista, po rq u e, co m o m ostré, éste está
en u n a realidad co ntinua m ás p ro p ia de la b an d a cilindrica. T am bién
p o d ría p re sen tarse la situ ació n del n iñ o llam ad o au tista en su re a ­
lid ad c o n tin u a , co n la m o stració n lógica de co rresp o n d erle la p arte
esférica del «Cross cap» an tes del co rte , co m o si la situ ació n : antes
del corte en el autista, en lugar de u n a o p e ra to ria se tra n sfo rm a ra en
u n a «estación», q u e p ro d u c e el estad o au tista, de m a n e ra tal q u e se
tra n s fo rm a n o en u n m o m e n to tra n s ito rio sin o en u n a « estación
term in al» .
H ab lo apoyada en la clínica del «caso p o r caso» ya q u e «ningún
a u tista es igual», y creo q u e las variedades en q u e se p re sen tan p u e ­
d en deberse a d istin to s tiem pos, y/o m an eras de estar en la referida
* / / 170
«estación», según «causas y azares» .
A un salir de la m ism a p u ed e deberse a causas y azares. N o o b s­
ta n te , en la p a rte d e este lib ro referid a a la ap licación de la clínica,
m ediante fragm entos clínicos verem os que, com o las m adres, los psi­
coanalistas de n iñ o s de estas características som os pascalianos171. Es
decir, hacem os apuestas, lo cual es fundam ental.
V olviendo al corte en el «Cross cap» al que m e he referido, sabe­
m os q u e éste n o se realiza en cualquier lugar, sino en el lím ite preciso
e n tre la z o n a b ilátera — superficie h o m e o m o rfa — a u n a superficie
esférica y la z o n a u n ilá te ra h o m e o m o rfa a la B anda de M o eb iu s o

16 9 . G . A n n o n i, «D on d e el h o m b re de la bestia se separa», presentación en la R eu n ió n


L acan o am erican a de Recife, B rasil, agosto de 2 0 0 1, p u b licad a en «D ossier de tra ­
bajos presentados p o r los m iem bros de la Escuela S. Freud de Rosario». Septiem bre
de 2 0 0 1.
17 0 . E. C o riat. «Causas y azares», trabajo presentado en la R eu n ió n L acan o am erican a
de B ahia, B rasil, 2 7 al 30 de agosto de 19 9 7.
1 7 1 . E x p resió n de H . Y an k elevich , en el Sem in ario del 22/06/02.

119
región su p erio r que tiene la superficie esférica. El corte es eficaz en esa
zona para producir dos partes que no son topológicamente equivalentes.172
C om o efecto de dicho corte, y en esa región precisa, lo que queda
es un ilátero y lo que cayó (disco) es bilátero, coincide con la to p o lo ­
gía freu d ian a del ad e n tro y del afuera. D ivisión p rim e ra d e lo m ío y
de lo o tro .
El disco debe ser irrem ediablem ente perd id o para p o n er al sujeto,
ya entonces escindido y b arrad o , en el m u n d o d e lo sim bólico.
El disco desprendido h a dejado u n agujero, p ro d u cto y efecto del
ch o q u e de la p alabra del o tro que p en etró , socavó lo in m u ta b le de la
c o n tin u id ad de la esfera.

Unilatera Cros Cap


Homeomorfo
Con la banda
de Moebius

Bilatera

El n iñ o au tista ubicado desde la perspectiva topológica según lo


presentado, al n o haberse p roducido este corte, perm anece en la esfera,
en su c o n tin u a realidad, la realidad in m u tab le de los llam ados cu e r­
pos celestes d e m illones y m illones de años.
T o m an d o esto com o u n a situación ideal del autista, com o dem os­
trable desde la topología, p o d ría decir que este «cuerpo celeste» tendría
algo de asim ilable al cuerpo del autista con la diferencia, claro está, de
que se trata del cuerpo de u n a especie viva co n sus atributos de m ovi­
m ientos, etc. P ero está sólo c o n ellos, placer m ecánico, sin intención,
p u ro real sideral, sin que el lenguaje del o tro haya tenido o p o rtu n id ad
de hacer corte y cam bios tales com o p a ra p ro d u c ir al m enos Jel inicio
de u n acercam iento entre el aro del som a y el del le n g ir ’“173 1

17 2 . G . A n n o n i, op. cit., p. 18 .
17 3 . V e r esquem a de la recta al in fin ito p. 200 de este lib ro . M ás adelante se exp licarán
aú n m ás las operatorias del m ism o .

120
Para que ese acercam iento se produzca, es necesario que la libido
cum pla su función. Para aplicar este concepto a la clínica posible del psi­
coanálisis con el autista, es necesario tam b ién , co m o señala L acan174,
tan to que recordem os los cuatro térm inos enunciados p o r Freud para
la pulsión, la presión, la fuente, el objeto y el fin, como que ellos aparecen
disjuntos. Si bien la presión es identificada com o una sim ple tendencia
a la descarga, es im prescindible q ue haya un estímulo para que se logre
la p ro d u cció n de la tendencia y, com o he señ alad o 175 cu an d o descri­
bía algunos aportes de las actuales neurociencias, los estím ulos provie­
nen de las necesidades ham bre y sed. Pero Lacan, en su lectura de estos
textos freudianos, alerta claram ente acerca de que n o se trata d e estas
necesidades cuan d o habla de lo que ocurre en el Trieb. Para em pezar,
nos ha dicho que su satisfacción es paradójica176. El logro de esta satis­
facción va m arc an d o , a su vez, los desfiladeros p o r los cuales se va
abriendo paso el sujeto en su constítucionalidad subjetiva, desfiladeros
m arcados p o r lo im posible177: ningún objeto de la necesidad puede satis­
facer la pulsión.
Lacan m arca, justam ente, que lo Real aparece com o obstáculo al
principio del placer. P or lo cual la pulsión hace sus viajes, sus vueltas en
pos de los objetos posibles a satisfacerla. Conviene tom ar este «viaje», cir­
cuito de la pulsión, con el verdadero sentido del «tour» francés, ya que es
límite alrededor del cual se gira y se da el escamoteo. Su esencia es enton­
ces ya n o la necesidad, sino el trazado de u n acto — al que m e he referido
com o corte en la esfera— desde el punto de vista topológico, y tom ando
las consideraciones necesarias: lugar, tiem po lógico del corte, etc.
C u ando Lacan nos m u estra el circuito de la pulsión178, señala que
la m ism a tiene tres tiem pos. P ero lo esencial es q ue n o se da en el p rin ­
cipio del circuito u n sujeto de la pulsión, sino que lo nuevo es ver ap a­
recer u n su jeto que es propiam ente el otro. P ero éste aparece p ro p ia ­
m en te co m o tal si la pulsión h a cum plido co n su «tour», cerrando su
reco rrid o circular.179

17 4 . J. L acan, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, op. cit., p. 17 0 .


17 5 . Op. cit., p. 42.
17 6 . Ib id ., p. 17 2 .
17 7 . J. L acan utiliza p o r prim era vez en el psicoan álisis la categoría ló gica de lo im p o ­
sible in iciad a, co m o sabem os, p o r A ristóteles en la ló gica m odal.
17 8 . Op. cit., p. 18 3 .
17 9 . L a ilu stra ció n está to m a d a lib ro d e J. L acan , Los cuatro conceptos fundamentales
del psicoanálisis, op. cit.

121
Si la ap arició n del o tro n o se cum ple, no se realiza la función de
la pulsión.
H e afirm ad o q u e n o hay u n autista igual al otro , creo q u e algu­
nas diferencias pued en teorizarse según cóm o el posible sujeto a cons­
tituirse haya p o d id o iniciar — o no— el «tour» pulsional. P ero la q u i­
m era q ue hace m o v er al vehículo de este to u r es alcanzar lo deseable
q ue el lugar de lo m a te rn o — en este p u n to sim bólico y lenguaje—
invoque, excite y desee.
P u ed o im aginar en este tiem p o lógico al bebé com o alguien que
debe em p re n d er u n viaje q u e n o conoce y se le da u n m ap a de rutas
que n o están claram ente m arcadas, o son borrosas. Así, puede ser que
el circuito de la pulsión quede com o en últim o lugar, al n o haber seña­
les, o n o en te n d e r las q u e aparecen, p o r lo cual la libido n o tien e ni
cóm o n i p o r d o n d e «echarse a andar».
E n consecuencia, puedo decir que n o se h a constituido la aliena­
ción fu n d a n te . P ero sig u ien d o la clínica del caso p o r caso, a veces
e n c o n tram o s algunos aco n tecim ien to s de la «novela fam iliar» que,
resignificados p o r el analista, p erm iten considerar qué p u d o haberse
p ro d u cid o , p ero acontecim ientos p onderables — según cada n iñ o y
su contexto— h an hecho que el trazado y funció n de la m ism a haya
q u edado p erd id o .180
C onsidero q u e si esto h a o cu rrid o de esa m anera, la situación en
la q u e p u e d e q u e d a r el n iñ o p u e d e ser u n a especie de « estac io n a­
m iento» en cu a n to al posible arm ad o d e la estru ctu ra subjetiva; con

18 0 . C. K o lk o en su lib ro Los ausentes de la memoria , H o m o Sapiens, R o sario , 2 0 0 1.


T rad u cció n d e P. C an cin a, R . D íaz R o m ero y A . M an in o , m an eja hipótesis c lín i­
cas de este tip o .

122
la ventaja potencial de que, a veces, algo de esas m arcas borrosas p u e­
den co n to rn earse m ejor — ap u esta del analista m ediante— , p o rq u e
en esa p o sición posible el n iñ o qu ed a com o interesado a en tra r en la
necesidad de bu scar que otro lo convoque.
A p ro p ó s ito , h ace m u c h o s años R aúl S ciarreta — in o lv id ab le
m aestro de ta n to s de n o so tro s— decía q u e los «locos» que salen al
en cuentro de los que visitan los hospitales psiquiátricos lo hacen p o r­
que están com pelidos p o r la necesidad de que «el o tro los encuentre».
Desde Lacan, sabem os que el sujeto tiene vocación de significante,
con cep to so sten id o tam b ién desde la lógica, ya que C harles Sanders
Pierce decía: «El h o m b re n o es m ás q u e u n signo p ara o tro » 181.
En esa posición, es que algunos niños con el diagnóstico de autism o
q u ed an — desde los postulados que estoy considerando— en la tra n ­
sición de p o d e r salir de la esfera a q u ed ar solapados en el com ienzo
del arm a d o d e u n a psicosis. E n esta situ ació n , se p u e d e n to m a r los
círculos de Euler q u e utiliza Lacan p ara conceptualizar lo que llam ó
« alien ació n fu n d a m e n ta l» 182 p a ra decir q u e el n iñ o q u e llam am o s
autista no entró a ella. P or lo cual, en ese solape del que hablaba recién,
q u ed an com o al b o rd e de salir de la esfera p e ro sin la libidinización
correspondiente, y/o sin u n efecto eficaz de la m ism a. Si investido libi-
dinalm ente, qued a com o m ás listo a entrar al arm ado de la estructura
que responde a la psicosis.
Son num erosos los casos del Servicio A sistencia]183 en que, en esta
p o stu ra posible, aparecen a veces respondiendo a ciertas convocato­
rias y luego vuelven a eclipsarse, es el tipo de niños que solem os llam ar
«desconectados». Al respecto, hem o s pensado tam b ién que en estos
niños — en el caso p o r caso— , y p o r reconstrucción en el trabajo clínico,
p u d o h ab er h ab id o u n trazado de la «alienación fundam ental» en el
que, « p o r causas y azares», su m a rc ad o n o fue suficiente184 y quedó
perd id a de u n a m an era tal co m o si n o h u b iera existido, con las c o n ­
secuencias co rrespondientes. E ntre ellas ésta de estar p o r m o m en to s

1 8 1 . C o m u n ic ació n person al de H . Jaim e, ex p ro feso r de m atem áticas y to p o lo gía en


ia Escuela Sigm u n d Freu d de R o sa rio
18 2 . J. L acan , C a p ítu lo X V I d e Los cuatro conceptos fundam entales del psicoanálisis,
op. cit.
1 8 3 . C e n tro de D ía « L ia n fra n c o C ia m p i» d el S e rv ic io A s iste n c ia l de la C á te d ra de
P siqu iatría N iñ o s de la Facultad de C ien cias M édicas de la U n iv ersid a d N acio n a l
de R o sario .
18 4 . C . K o lk o , op. cit.

123
d esco n ectad o y o tras veces re sp o n d e r al o tro — co m o cu m p lien d o
con la vocación significante— sin p o d erla llevar a cabo con eficacia
— entran y salen— , sin poder quedarse con nosotros lo suficiente para
estar en la cu ltu ra y en la estru ctu ra de la neurosis.
En este «detenim iento», la «sonrisa social» típica de los cinco y/o
seis m eses q u e d a tro c a d a p o r u n rech azo al o tro im ag in ario del
com ienzo, abo rtad o de la alineación fundam ental. Tal vez p o r ello se
utiliza a este «otro-herram ienta»185, ya que n o se ha p odido des-pejar,
des-pegar u n cam po del o tro y arm ar u n o propio . T am bién, p o r esta
situación, los m ovim ientos corporales constituyen u n «placer» m ecá­
nico, despojados de libido.
Fijados en esta posición, la co n stru c ció n subjetiva n o sigue las
operaciones que debieron sucederse, qued an d o el n iñ o autista d ete­
n ido en los aspectos que señalam os, com o si tuviera cinco meses cro­
nológicos, sin figuras libidinizadas, p o r lo cual no está ni al m argen de
la neurosis n i al m argen de la psicosis. Este «lugar» le es propio.
C o n respecto al lenguaje, es o p o rtu n o reco rd ar aquí que es ta m ­
bién m ediante el llam ado «Estadio del espejo» que se entra a ese cam po.
El estadio le p erm ite al O tro o p erar con significantes. P o r ello es que
en el m ism o se da la fonación, claro está que voz m ediante, con lo cual
se van arm an d o y u n ien d o las redes significantes. El psicótico alcanza
a a rm a r esta red p ero n o a la m an era de u n n eu ró tic o 186. En el autista
sólo h an q u ed a d o m arcas q u e n o h an p o d id o alcanzar la categoría
significante.
C on respecto al arm ado de «imagos» sonoras, es im portante, desde
m i p u n to de vista, la o p o rtu n id a d q u e la m u sic o te ra p ia d a a estos
n iñ o s ya que con sus o p erato rias en la clínica les p ro p o rc io n a como
una puerta de entrada posible al arm ad o significante.187
P o r lo expuesto, p o d em o s g u iarn o s p a ra an alizar el p u n to de
tiem po lógico en el cual puede estar un niño al que se le ha dado el diag­
nóstico de autista p or «señales» tales que constituyen lo «necesario para
usar» y ob ten er la entrada al arm ado de la subjetividad neurótica.

18 5 . C o n d u c ta que h em o s señalado desde v ario s au tores sob re el tem a co m o u n a de


las llam ad as típicas de un autista. \
186 . J. L acan, «De u n a cuestión prelim in ar a to d o tratam iento posible de la psicosis»,
en Escritos, to m o 2, op. cit.
18 7 . U tilizaré algunos datos sobre estas operatorias cuando m e refiera a los tratam ien ­
tos que se realizan en el C en tro de D ía.

124
Estas «señales» serían:
1. La llam ada sonrisa social, tal com o la concibió R. Spitz188. Según
el cual ex istirían líneas de d esa rro llo que, en d ete rm in a d o s
m om en to s, se unifican y fo rm an nudos a los que llam a «orga­
nizadores del psiquism o». P ara él, el índice del prim er organi­
zador es la aparición de la respuesta de la sonrisa. Esta aparición
es sólo el síntom a visible de un conjunto de situaciones que cons­
tituyen y cu lm in an en este p rim e r o rganizador del desarrollo
del psiquism o. Este tiem p o de la sonrisa social qu ed ará com o
im p o rta n te an teced en te de la relación del infans co n el o tro
en u n tiem po en que todavía n o hay otro, es decir, en el que el
o tro es m eram en te u n agente.
2. En el decir de Spitz, la sonrisa social, en tanto organizador, in i­
cia u n segundo tiem p o en el arm ad o subjetivo.
3. A co ndición de que hayan tran scu rrid o s los tiem pos a n te rio ­
res, el n iñ o tiene franqueada la entrada al «Estadio del espejo»,
lo que co n stituiría el «tercer tiem po».
4. La «señal» decisiva q u e m a rc a ría la e n tra d a está d ad a p o r la
llam ad a «angustia de los o ch o m eses», o tro o rg a n iz ad o r del
desarrollo del psiquism o según Spitz.

Especifica co m o tal a la experiencia del n iñ o ta n to de angustia,


cu an d o se le acerca u n ro stro extraño, com o la de disgusto cuando la
m ad re lo deja m o m en tán eam en te. Es esencial, p ara n u estra co ncep­
ción de estructura, señalar que para Spitz, en este tiem po, ya está id en ­
tificad o y c o n s titu id o p a ra el n iñ o el objeto de su libido: la m ad re .
O b serv an d o que, tal vez, la reacció n de an g u stia an te u n a p e rso n a
ex traña se debe a que n o satisface su deseo de ver a la m adre, y c o m ­
p ara la cara extraña con la conocida de su m am á. Para que esto suceda,
p rev iam en te, en tre los tres y seis meses, el n iñ o reacciona con la lla­
m ad a «sonrisa social» a cualquier rostro hu m an o , incluso a u n a m ás­
cara fo rm ad a p o r ojos, nariz y frente, a condición de que tenga siem ­
p re algún m o v im ien to . Este m o v im ien to co nstituye u n a «Gestalt»,
señal del ro stro h u m an o . Señal tam b ién p a ra el a u to r del paso de lo
q u e c o rre sp o n d e a la p ercep c ió n in te rio r de la experiencia hacia la

18 8 . R . S p itz, Del nacim iento a la palabra. El prim er año de vida, P u f, P a ris, 19 7 0 .


F ic h a N ° 1 2 de la C áted ra «E vo lu tiva I», de 19 7 4 , E x Escuela de P sico lo gía de la
E x Facu ltad de F ilo sofía y Letras de la U n iversid ad de R o sario , sobre el libro.

125
percepción exterior de los estím ulos, lo que señalaría tam bién un ru d i­
m en tario com ienzo del «Yo», y el pasaje de la transición de la pasivi­
d ad a la activ id ad dirigida en la c o m u n ica ció n m a d re -h ijo so b re la
base afectiva del placer-displacer.
La angustia, p o r lo tan to , se puede experim entar a p artir de todas
estas operato rias de la observación de Spitz, m ás específicam ente en
la segunda m ita d del p rim er a ñ o de vida.
Estos cuatro tiem pos que h e señalado189 m arcarían para E. C oriat
posibilidades de la inscripción de la estructura subjetiva190.
1. Sonrisa social.
2. E n trad a al Estadio del espejo
3. A ngustia de los ocho meses.
4. P rim ero s m o m en to s de la salida del tiem p o anterior, co m ien ­
zos de reco n o cim ien to de la m ad re .191

Estos «tiempos» son insustituibles com o señales de tiem pos posi­


bles de la su b jetiv id a d p a ra te n e r en c u e n ta a la h o ra de c o m en z ar
o p erato rias clínicas en cu a lq u ie ra de las disciplinas in terv in ien tes,
p ara ten er la posibilidad de precisar, frente a enigm áticas situaciones
en la d e m a n d a de asistencia d e n iñ o s — p riv a d a o p ú b lica— , p ara
situar intervenciones basadas en el estadio en la que pudiera estar el niño,
indicadores de lo «que le falta», «no está», y/o «no se dio», en tan to se
nos presen ta sin dicado com o «desconectado» y/o «autista».
P ero desde n u estro discurso, sabem os que lo q u e ha o cu rrid o es
que n o h a h ab id o lugar p ara la inscripción de la estructura. .
T en ie n d o com o guía este po stu lad o esencial — inscripción de la
estructura subjetiva— ta n to p a ra el p ro p ó s ito clínico co m o p a ra la
tran sm isió n en la docencia, hace años que h an en c o n trad o lugar en
un h acer de coincidencias estas expresiones de E. C oriat:

«En m i Proyecto de N eurología para psicoanalistas, tra ­


b ajé estas cu e stio n e s d esd e la cara d e lo escrito q u e
n ecesariam en te hace b o rd e en lo orgánico. AJlí decía:
\
------- )
189. Surgen con el intercam bio acerca de este tem a con E. C o riat, certiunicaciones p er­
sonales, m arzo 2002.
19 0 . E. C o riat, op. cit., p. 224.
1 9 1 . P a ra q u e esta se c o n stitu ya en o tro im a g in a rio , h ace falta la en trad a d el p a d re
com o real.

126
El otro escribe en el cuerpo del irifans. Pero si hay escritura,
¿de qué está hecho el papel?, ¿de qué la tinta? Si tomamos
como papel la superficie corporal ésta funciona a la manera
del block maravilloso. Las extensiones periféricas del sistema
nervioso central se ocupan de llevar información al cere­
bro y allí queda instalado el registro definitivo. Las letras
del mensaje quedan escritas en código químico. La infor­
mación se transmite por vía química y eléctrica. Podríamos
decir que, si el psicoanálisis se ocupa de los efectos de lo
escrito la Neurología se ocupa del papel.»192

Esta feliz expresión de Elsa fue h echa h e rra m ie n ta a m i m an o , y


m e h a p erm itid o abrir puertas de fructíferos entendim ientos con n eu ­
rólogos, p siq u iatras, y genetistas en el trab a jo clínico co tid ian o del
C en tro de D ía, p ero tam bién en la preparación de la nueva C urricula
de fo rm a ció n acad ém ica del M éd ico G en eralista de la F acu ltad de
C iencias M édicas de la U niversidad de R osario.
R eto m an d o el te m a de la in scrip ció n , y en co n so n an cia c o n lo
q ue respecto a ésta p lan tea E, C o ria t193, m e parece q u e en esta cues­
tió n es d o n d e m ás se en trecru zan las disciplinas biológicas y co ncep­
tos del psicoanálisis, tan to desde el legado freu d ian o co m o desde la
enseñanza de Lacan, porque sabem os que — hasta ahora— sólo Freud
ha d em o strad o que los m otivos de las conductas, em ociones, sueños,
en fin, la subjetividad, com o ya he expresado194, con su singularidad,
n o d e p e n d e n d e h e re n c ia b io ló g ic a alguna. Si b ien , co m o h em o s
m an ifestad o 195, sin el aparato nervioso, sin cuerpo, n o p o d rían darse
las inscripciones de las cuales hablábam os, y tam b ién lo hem os visto
en las señales con que co n tam o s para verificar las operatorias en los
p rim eros m eses de vida196 que, si se producen, es p orque el bebé regis­
tra los estímulos del am biente p o r las funciones de su aparato p ercep ­
tivo. Luego irá artic u la n d o lo q u e ve, lo q u e to ca y escu ch a.197 C o n
este proceso, va «arm ando» el objeto de la pulsión.

19 2 . E. C o riat, op. cit., p. 228,


19 3 . Op. cit., p p . 2 2 4 a 2 37.
19 4 . E . C o r ia t , Psicoanálisis de bebés y niños pequeños, L a C a m p a n a , A v e lla n e d a ,
B u en o s A ires, 19 9 6 , p. 5.
19 5 . Op. cit., p. 7 7.
19 6 . Op. cit., p. 87.
19 7 . E. C o riat, op. cit., p. 230.

127
M e parece adecuado insistir aún, com o se h a hecho a lo largo de
este libro, q ue desde distintos autores del cam po del psicoanálisis se
ha subrayado que quien presenta este objeto es el otro.
Para que este proceso sea exitoso, tiene u n valor incalculable la voz
de este otro, que no sólo im p rim irá los significantes prim ordiales para
iniciar la cadena significante cuando el bebé tom e fonemas de las nu m e­
rosas inscripciones que los de los adultos que lo ro d ean «le van entre­
gando» cada vez q ue hacia él se dirigen. C on lo cual, el bebé — sí todo
está suficientem ente bien, diría W in n ico tt— iniciará su balbuceo que
presentará los fonem as de la lengua m aterna. P or eso dice E. C oriat que
«a partir de cierto m om ento, bastante antes de cumplirse el año, los bebés
franceses balbucean en francés, los chinos en chino, algunos p o rteñ o s
en lu n fard o » .198 Agrego q u e los bebés ro sa d n o s en rosarigasino199.
El n iñ o , fascinado, siguiendo y escuchando, p en d ien te del o tro ,
n o s in d ica su in iciació n en el tra n s ita r p o r el «Estadio del espejo»,
seg u n d a señal in dicativa d e los tiem p o s subjetivos q u e el b ebé debe
ten er «listos p ara usar» en la inscripción subjetiva que nos ocupa.
Es su m am en te útil e interesante lo que H . Y ankelevich200 dice al
respecto: «la huella m ném ica de F reud es posible con la condición de
q ue haya pasaje al falo ( ...) . C u an d o se hace traza ya no es in fo rm a­
ción o tran scrip ció n en la n e u ro n a sino sobre la superficie libidinal».
M e parece necesario recordar el proceso que m arca la enseñanza
de Lacan en cu an to al concepto de objeto en calidad de don.
Si b ien el concepto de objeto, co m o he señalado, tiene conside­
raciones im po rtan tes en to d a la historia del psicoanálisis, en esta oca­
sión m e parece im prescindible, p ara este tem a, ce n trar nu estra a te n ­
ción en el objeto com o h e citado recién: en su calidad de don y de cómo
adviene a la misma.
La idea de u n o b jeto c o rre sp o n d ie n d o d e m a n e ra a rm ó n ic a al
sujeto n o se d a en las experiencias del sujeto con el o tro desde la géne­
sis d e sus in tercam bios. Lo m arca F reud, cu an d o construye su h ip ó ­
tesis d e alu cin ació n del objeto: «H ay u n registro, u n a h ian cia, algo
que n o va»201. R em ontándonos a Freud, este objeto busca el sujeto

198. E. C o riat, op. cit., p. 2 32 .


199. Expresión usada p o r el p o p u la r actor cóm ico rosarino A. O lm edo y qu e quedó en
el decir popu lar.
200. Sem in ario personal, clases desgravadas sin corrección del autor. C lase del 10/8/02.
2 0 1 . J. Lacan, Seminario 4. «La relaríón de objeto y las estructuras freudianas», P aid ós,
B arcelo n a, 199 4, p. 27.

128
regido p o r el « P rin cip io del Placer» es u n o b jeto sie m p re p e rd id o ,
p o rq u e lo q u e an sia e n c o n tra r es el o b jeto real d e la experiencia de
satisfacción vivida, q ue qu ed ó m arcad a p o r el efecto d e la repetición
de las rutinas del am am an tam ien to . Esta situación coloca al infans en
la p o sició n de o c u p a r el vacío q u e deja el objeto n o e n c o n trad o , «el
lu g ar del té rm in o en relació n es o c u p a d o sim u ltá n e a m e n te p o r el
sujeto»202, dice Lacan, p o r lo cual u n o de los efectos de esta dialéctica
es la identificación.
En este tiem po casi de génesis de la identificación, la relación con
el o b jeto es im aginaria. La experiencia es real, p ero sujeta a las leyes
de lo im aginario, y va a co n d u cir al sujeto al fantasm a de la in c o rp o ­
ración fálica. Ya que si hablam os de relación de objeto, es im prescin­
dible ten er en cu en ta al falo com o u n o de sus co m p o n en tes en tan to
tercero de la tría d a im aginaria203.

La tríada imaginaria
Falo

Madre Niño

C u a n d o to m o a q u í el c o n c ep to de o b jeto real y de experiencia


real e n tre n iñ o -m a d re -fa lo , lo hago tal co m o lo in d ica Lacan en el
S em inario 4 de la «Relación de objeto», do n d e se encarga de esclare­
cer que lo u sa al m o d o del concepto de W irklich keit204 que utilizara
F reud en el caso del «H om bre de los lobos». P ero en cuanto al objeto
tal co m o lo estoy co nsiderando, su cin tam en te p o d ría decir q ue es el
lím ite de la experiencia, el lím ite de lo q u e m arca cualquier posibili­
dad de efecto.
E n el caso q ue n o s o c u p a (m /an s-o b jeto , lo q u e im plica: n iñ o -
m ad re-falo ), p ara que el efecto sea eficaz la m a d re debería in tro d u ­
cir, en el m o m e n to de la alu cin ació n del objeto p o r p a rte del n iño,

202. J. L acan , op. cit., p. 28.


2 0 3 . E s q u e m a to m a d o d el lib r o d e J . L a c a n , La relación de objeto y las estructuras
freudianas » P aid ós, B u en o s A ires, 19 9 2.
204. T é rm in o alem án qu e sign ifica «realidad».

129
el o bjeto real q ue h a de colm arlo y n o podem os, allí — dice Lacan— »
realizar u n a d istin c ió n n e ta e n tre la a lu c in a c ió n d el seno m a te rn o
su rg id a p o r el p rin cip io del placer y el e n c u e n tro c o n el objeto real
(el pech o de la m ad re ).205
E ntre «realidades» y la ilusión de los objetos, cual som bras, se van
o rg an izan d o los ante-pasados de la memoria, som bras d e estas esce­
nas p rim eras q u e d arán luego lugar a lo im p en etra b le de lo q u e ta n
b ien Lacan diera en llam ar «fantasm a».
D eb id o a esta situación, q u ien va co n d u c ie n d o al n iñ o a la d is­
tinción entre realidad e ilusión es el hacer materno, distinción que sólo
puede lograrse si la m adre introduce en la tensión inicial de la búsqueda
del b eb é la desilusión. F reud d iría que ya está som etido a los apremios
de la vida, p o rq u e lo cierto es que cada vez que esté tensionado, b u s ­
cando el objeto perdido, la realidad n o va a coincidir necesariam ente
con Ja alucinación surgida de su deseo. El problem a sería, precisam ente,
q u e suceda lo co n trario : q u e siem pre haya u n a inalterable ilusión de
coincidencia, lo q u e p ro d u c iría verdaderos estragos en el logro de la
consecución de las distintas operatorias de la co n stitu ció n subjetiva.
P o r lo ta n to , p ara la instalación de la subjetividad es im p rescin ­
dible que suceda to d o lo c o n trario : q u e el objeto falte, que haya falta
de objeto.
D icha falta va a in stau rar u n agujero, u n a falta que es real. P or lo
tanto, lo fu n dam ental es la falta de objeto y el agente que p roporciona
la falta.
En estos tiem p o s institucionales, dicho agente es la m adre, m e ­
diante su presencia y ausencia. Presencia-ausencia que el n iñ o articula,
ya q u e c u a n d o está la ausencia, él p ro d u c e «el llam ado», ap e la a la
p resen cia p o rq u e y a la h a re g istra d o . E scan sió n esencial206 — d irá
Lacan— , p o rq u e de ella h a de desprenderse to d o el o rd e n sim bólico.
P o r supuesto que no todo lo simbólico. Estam os en los tiem pos que
lo propician, ya que la experiencia de aceptar la desilusión p rep ara el
ca m in o d e la castración y la aceptación de la ley que, desde u n c o ­
m ienzo, está co n ten id a en lo edípico, X
La m adre, co m o agente de la falta p ro p iciato ria d e to d o este a r­
m ad o , m arca en estos tiem pos lógicos de la inscripción,''su poder: es

205. J. L acan , op. cit., p. 36.


206. J. L acan , op. cit., p . 68.

130
u n a p o te n c ia — capaz y eficaz— en el d a r y n o d ar, y es de ella que
depende el acceso del niño al m u n d o de los objetos. C uando este p ro ­
ceso culm in a, los objetos q u e estaban solam ente com o objetos de la
satisfacción to m a n o tra categoría. Se convierten, p o r la intervención
de la m ad re, en ta n to potencia, en don.
En este m om ento, la relación m adre-niño-falo cambia: la m adre
cae convertida en real y el objeto es simbólico, y a que ahora tiene el valor
de algo, el de don que proviene de la madre.
Esta posición inaugura la inscripción del sujeto en la alienación.
In stau rad a la alineación, com ienza a tener u n desem peño activo,
pasa al cen tro de la escena o tro elem ento esencial: el falo.
Desde los tiem pos en q ue Freud lo advierte en «Sobre las tran sp o ­
siciones de la pulsión, en particular del erotism o anal»207 y en la ecua­
ció n « p en e-d in ero -n iñ o -reg alo » , sabem os q u e u n o de los térm in o s
con los cuales la m ujer suple la falta del falo es el niño. Para éste, sujeto
a la alineación de ella, toda potencia le es fácil: querer eso que quiere ella
de él y, p o r ello, desea convertirse en el falo que ella no tiene. Situación
subjetiva facilitada tam b ién p o r experiencias cotidianas de cualquier
m ad re «suficientemente buena», en el decir de W innicott. Su hijo la sa­
tisface y calma p o r lo cual él suple co n co m o d id ad la falta del falo en
la m adre.208 Pero, en rigor y siguiendo a la autora, lo que sufre la m adre
en realidad, en este proceso, es una «diplopía», «es decir, que si bien su
hijo ocupa el lugar de falo im aginario, este hijo n o es para ella el falo en
lo real (en ese caso estaría psicótica), con lo cual, a ú n en los m o m e n ­
tos de m ay o r em beleso con su hijo, a la m ad re la falta algo m ás»209.
C o n ese deseo culm ina el p rim e r tiem p o del Edipo.
C o n respecto a la señal de que la inscripción subjetiva tuvo lugar,
lo in d iq u é en la llam ada «angustia de los seis meses». D ebem os decir
que la experiencia puede que n o se dé exactam ente en ese tiem po cro­
nológico, p ero lo q ue es im p o rtan te es que ocurra. ¿Por qué? P orque
m uestra que el n iño ha iniciado una incipiente articulación de los acon­
te c im ie n to s — d a d o q u e los a n tic ip a — , la m a m a d a , p o r ejem plo;
p o rq u e apela al llam ado cuando no está el objeto, com o dije, y porque,

207. S. Freu d, «Sobre las trasposicion es de la pu lsión , en p articu lar del erotism o anal»,
texto de 1 9 1 7 , en Obras Completas, to m o X V II, A m o rro rtu , B u en o s A ires, 19 7 6 .
208. S o b re la sig n ific a c ió n d el fa lo en la in s c rip c ió n su b je tiv a , véase de E . C o r ia t
«L eyen d o la sig n ific a c ió n del fa lo » , en N o hay relación sexual, H o m o Sap ien s.
R o sario , 19 9 3 .
209. E . C o riat, c o m u n icació n escrita a la suscrita, m ed iad o s del añ o 2008.

131
reconocida la madre potencia com o la dadora de los objetos que nece­
sita, sobreviene la angustia ante la posibilidad de que, n o estando, no
pueda tenerlos. Se afirm a su deseo de tenerla a ella y, con ella, los objetos
que le p ro p o rcio n a. Esto es lo que propicia tam b ién lo afirm ado m ás
arriba: el deseo de ser eso que la m adre quiere que sea.
Esto le d a u n a garantía según E. C oriat,210 com o si el bebé dijera:
«Si es lo que ella quiere, ella va a volver y m e va a seguir queriendo».
Pero la im agen del niñ o n o es necesariam ente idéntica a la im agen
del falo que u n a m ad re pueda tener. Desde los m ism os inicios, vem os
en to n ces el carácter «paradójico, desviado, errático, excentrado»211
del deseo h u m ano. Es lo que, p o r otra parte, lo distingue netam ente de
la necesidad.
D istin ció n que instaura, en el sujeto, el estatuto de la dem anda.
Ella siem pre se refiere a o tra cosa que a las satisfacciones que se recla­
m an , p ero inscribe — com o hem os señalado— la categoría del am o r
y del don.
Lo que el am o r sustrae a la necesidad crea la diferencia que llam a­
m os «deseo», con lo cual se m arca el fen ó m en o m ism o de la escisión
del sujeto.
A p a rtir de esta división, el sujeto q u ed a destinado en todas sus
fu n cio n es y m o v im ien to s a la c a p tu ra del significante. Q ue, co m o
hem os visto, tiene su origen en la pretensión de ser aquel p rim ordial y
privilegiado, el falo. Significante que en estos tiem pos institucionales
es el eje de la sustitución m adre-falo-niño y de la sustitución m adre real
p o r objeto do n . Significante de la razón del d e s e o 212 que colocará al
ho m b re para siem pre en la im posibilidad de cum plir con el espejism o
deseado de ser am ado por sí mismo. Pero al recibir esta marca, el incons­
ciente es lenguaje y el sujeto queda destinado a que, él, es otro, ya que
su deseo va a estar para siem pre en o tro lugar para lo cual ten d rá que
hacer los m ovim ientos que lo lleven a pertenecer a la cultura, al m u n d o
sim bólico, p ara p o d er estar con otros.
Es, justam ente, en la búsqueda im periosa del a m o r — dem anda—
y el ten er q ue so m eter el deseo a esa prueba, d o n d e el desarrollo del
niñ o tien e dirección y o rden. /

2 10 . E. C o riat, Leyendo la significación del falo, H o m o Sap ien s, R o sa rio , 19 9 3 , p. 56.


2 1 1 . J. L acan , «La sign ificación del falo», en Escritos II, op. cit., p. 670.
2 1 2 . J. Lacan, op. cit., p. 672.

132
El niño, para desprenderse de la captura edípica de la m adre, deberá
descubrir que, ciertam ente, ella no es todo para él, que m ás allá del falo
q ue ella desea se presentifica la figura del p ad re o q u ien o cu p e en la
estructura ese lugar. Tiene que dejar de ser efectivam ente el falo de la
m adre, para ir a buscar lo que desea en otra parte p o r su cuenta y riesgo,
lo cual significa la aceptación de la castración simbólica que m arca, para
el sujeto — niño o niña— su encuentro con el padre. C ulm inación del
Edipo p o r la cual el niñ o acepta su carencia de falo con las vicisitudes
de esta co n statació n, que serán diferentes co n respecto a cada sexo,
siguiendo el cam ino que m arca la ley en el N o m b re del Padre.
N o es esto lo que ocurre cuando el producto es u n n iño que se sin­
dica com o autista. N o se arm a la estructura subjetiva de u n neurótico.
P o r eso m i propuesta, en el desarrollo de m i posición de u n a clí­
nica de u n a figura topológica com o la presentada. P ara indicar, desde
los postu lad o s del psicoanálisis, la situación de existencia posible del
n iñ o llam ado autista.
C om o consecuencia de esa — no ubicación— en la estructura n eu ­
rótica, ten em o s en general u n a serie de consecuencias que m arcarán
diferencias entre los m ism os niños sindicados com o autistas. D iferen­
cias que — en m i o p in ió n — serán efecto de la situación en la cual se
«detuvieron» o «los detuvieron», sin saber, vuelvo a rep etir ju n to con
E. C oriat, p o r «causas y azares».
V oy a en u m erar — a p artir de m i observación clínica y orientada
desde el psicoanálisis— los lugares y/o dim ensiones d o n d e es posible
observar o registrar las consecuencias que la «detención» le im prim en
al n iñ o llam ado «autista»:
1. El cuerpo.
2. Del ver a la m irada. P ulsión escópica.
3. Lenguaje-significación.
4. T en d encia-pulsión.
5. El afecto.
6. El juego.
7. Las funciones y/o m ovim ientos del o tro .213

Al tratarlas, se irá desprendiendo y aclarando la situación del autista


con respecto al «Estadio del espejo» y a la «Alienación fundam ental».

2 1 3 . M e refiero al com p o rtam ien to de la m ad re con el n iñ o.

133
1. La cu e stió n del cu erp o e n el a u tista

C o m o he v en id o co n sid eran d o en el desarrollo de este lib ro , el


llam ad o au tista n o h a en tra d o ni en el «Estadio del espejo» ni ta m ­
poco en la «Alienación fundam ental». D ebem os considerar, en c o n ­
secuencia, que permanece en una situación que he considerado — -valién­
d o m e d e la to p o lo g ía— co m o u n a existencia d e superficie abierta:
b an d a cilindrica o superficie esférica cerrada.
Es que el cuerpo, según las figuras de la topología que h e consig­
nado, n o h a recibido sobre sí u n a acción del otro eficaz, ya sea para p ro ­
d u cir u n corte o u n a torsión.
Se en co n traría en la etapa que la psicología considera correspon­
diente a lo sen so rio -m otor, en la cual el co m p o rtam ien to corporal se
ciñe a c o n d u c ta s q u e n o so n id én ticas en n in g ú n b eb é — au tista o
no— , ya q ue la evolución de las estructuras y funciones cerebrales en
el p erio d o perin atal es rápida y explica la variabilidad diacrónica n o
sólo de los signos neurológicos si n o de las conductas. Y, si bien éstas van
u n id as a la m ad u ra ció n neurofisiológica, n o debe realizarse el sim ­
plism o de considerar que es el m ero resultado o fruto de sistemas n eu ­
rológicos sim plem ente yuxtapuestos en la evolución214.
N o o bstante, com o se h a consignado, p ara que m u ch as fu n cio ­
nes tengan lugar, incluso el «Estadio del espejo», es necesaria una m ie-
linización suficiente.
P ero es preciso re co rd a r q u e au n la evolución de lo an ató m ico
y n e u ro ló g ic o tie n e p e río d o s q u e le so n p ro p io s y q u e p ro d u c e n
efectos en lo d iacró n ico , que existen funciones de p ro g resió n suce­
siva h asta a d o p ta r fo rm as m ás o m en o s definitivas, a p a r tir d e las
cuales el p ro c eso vuelve a m o d ificarse p erfilá n d o se o m o d ifican d o
fu n cio n es.
P o rq u e ad em ás, e n el p ro ceso d e m a d u ra c ió n c o n c e rn ie n te al
desarrollo morfológico y fisiológico, desde el nacim iento hasta la m ad u ­
rez, debe distinguirse lo que son las m orfologías pro p iam en te dichas,
las form as y, p o r o tra parte, sus funciones, o sea los sistemas potencia­
les, lo q ue significa la posibilidad de su activación. J

2 1 4 . G . A n n o n i, «A lgunas reflexion es sob re el llam ad o A u tism o », trab ajo presentado


en las Seg u n d as Jo rn ad as « A u tism o -F sico sis», Su b jetivid ad -len gu aje, el 2 7 y 28
de septiem bre de 200 2, organizadas p o r el C o legio de P sicó lo go s y el C o legio de
F o n o au d ió lo go s de la C iu d ad de R o sario , Santa Fe, A rgen tina.

134
Sin embargo» fu n ció n y fu n cio n am ien to se m an tien en en niveles
de organización distintos y m a n tie n e n relaciones diferentes e n tre su
existencia co m o tales, y la aportación a m b ien ta l215, de u n a m an era tal
que las características de u n o son escasas e insuficientes para explicar
per-se las características del otro. En otras palabras: la m aduración an a­
tóm ica, con sus propias leyes, es condición necesaria para el desarrollo,
pero n o lo suficiente p ara explicar el co m p o rta m ien to y su evolución
en el tran scu rso del m ism o en el niño. Esto explicaría p o r qué n o hay
u n b ebé — autista o n o — de c o n d u c ta id én tica a o tro . El am biente,
«el otro», p o n e su im pronta, su m arca en lo real del cuerpo del infans.
El llamado potencial, la posibilidad defunciones que nacerán de la
combinación de la maduración biológica y la acción del otro, es lo que
alienta el inicio de la clínica con estos niños.
H e m o s señalado — p ara estos n iñ o s— u n a posición a n te rio r al
«Estadio del espejo»; pensam os que, al carecer de la im agen unificadora
del cu erp o que d icho Estadio les p ro p o rcio n a, su cuerpo se les haría
presente com o lo que Lacan denom inó «cuerpo fragm entado».216 Esto
explicaría, adem ás, la c o n tin u a actividad de m ovim ientos «sin in te n ­
ción» d e m u ch o s autistas, p ero n o m anejándose con fantasías al res­
pecto, sino con u n cuerpo p u ro real.
C o in cid o to talm en te con H . Yankelevich cu ando considera que
el n iñ o «no entra» a la m ad re a través d e fantasías, co m o sostenía M.
Klein, sin o p o r la fa lta de la madre. N o o b stan te esta afirm ación, ya
he considerado todo el valor del aporte clínico d e M. Klein, sobre todo
a psicoanalistas que, com o yo, iniciam os nuestra práctica sin conocer
au n la enseñanza de Lacan.
T am b ién p o d em os decir que otros autistas p u ed en estar en una
situación sólo de marca con respecto a la acción del otro y que n o h an
tenido la posibilidad de pasar a la categoría de significante, marca m uy
leve en algunos, que n o alcanza a d ar el paso a «Rasgo Unario». P o r lo
cual, co m o consecuencia, aparecen re p itien d o u n a y o tra vez cierto
«refregar» de su cuerpo sobre cualquier superficie o con cualquier ele­
m ento, com o si algo de la p u ra tensión de lo senso rio-m otor desnudo
y «sin m antelar», sin «lectura» de parte del otro, los pulsara a buscarla
sin saber dónde.

2 1 5 . G . A n n o n i, po n e n cia citada.
2 16 . J. Lacan, «De nuestros antecedentes», en Escritos, to m o I, Siglo X X I, B uen os A ires,
19 7 5 , p. 64.

135
Al respecto dirá E. C o ria t217: «Es cierto que los órganos de la p er­
cepción filtran los estím ulos en fu n ció n de su capacidad de registro,
pero esta capacidad de registro no sólo obedece a la inform ación con-
génita sino que m odula sus límites en fu n d ó n del uso que de ella se haga,
fu n d a m e n ta lm e n te en los p rim e ro s m eses de vida». C o m o h em o s
consignado en to d o lo analizado co n respecto a la función m aterna,
es ésta fu n ció n la q u e inscribe y m o d u la los lím ites, características y
form as de las funciones corporales para lo cual debe haber hecho ins­
cripción eficaz en lo real del cu erp o del niño.
P o r lo ta n to , en el au tista, pien so — c o m o ella— q u e no se h a
establecido «ία inscripción de u n sistema de marcas viables».2'6
En cam bio, en el niñ o considerado psicótico, algo de esta inscrip­
ción se h a po d id o m aterializar, pero no de tina m anera ordenada, por
lo cual los o tro s sistem as del llam ado a p a rato psíquico se d isp o n en
con u n a sobredimensión de la presencia del otro.
C o n resp ecto al cu erp o del autista y su articu lació n con el «Es­
tad io del espejo»219 p u ed e co n sid erarse q u e, a u n q u e c o n v e n ie n te ­
m en te m ielinizado, n o h a ten id o chances para en tra r en él.
Si se to m a n paso p o r paso las operaciones p ara organizar el «Es­
tadio» co m p leto , en el tiem p o lógico de pre-sujeto, para el bebé, su
cuerpo p erm anece oculto. P odem os decir q u e es en este tiem p o que
algunos autistas pueden p erm an ecer sin «ver-se» jam ás, p o rq u e en el
esquem a de Lacan es necesario q u e las im ágenes del espejo cóncavo
sean reflejadas p o r el espejo plano, es decir, q u e refleje las flores c o n ­
ven ientem ente o rdenadas sobre el jarró n , rep resen tan d o ellas la p u l­
sión, que es el investím ento necesario para que el artilugio funcione.
Si n o está el espejo p lano, es decir, el O tro e n c a rn a d o en la m adre,
queda la im agen en lo real sin im agen reflejada.
E n éstos tiem p o s instituyentes, es la m ad re qu ien hace de espejo
plano, p o rq u e n o sólo desea al bebé sino que lo necesita, p o rq u e es
su falta. Es necesario, no obstante, que n o o cu p e to d o el espacio para
la falta, po rq u e, de ser así, p u ed e precipitarlo en la alineación p e rm a ­
n en te de la psicosis. \
___ J
2 1 7 . E. C o r ia t, El psicoanálisis en la clínica de bebés y niños pequeños, L a C a m p a n a ,
La Plata, 19 9 6 , p. 220.
2 1 8 . E. C o riat, op. cit., p, 2 2 1.
2 19 . Esquem a sacado d e f. Lacan, Los escritos técnicos de Freud, Paidós, Barcelona, 19 8 1,
p. 1 9 1 .

136
En el autista, com o hem os venido analizando, no hay investimento.
De lo que pod em os inferir que no están las flores, p o r lo que, sólo
funciona el espejo cóncavo del artefacto lacaniano, según el cual, dicho
espejo rep resen taría la corteza cerebral.
P o r o tra p arte, Lacan d ibuja el cuerpo en lín ea llena, p o r lo cual
éste queda bajo el soporte m ism o. En consecuencia, el cuerpo p ro p io
es invisible, es pre-sujeto para el p ro p io sujeto, p o r lo que, desde m i
análisis, no h a y auto reconocimiento del cuerpo en la m ay o ría de los
niñ o s sindicados com o autistas.
H . Y ankelevich nos advierte m ás claram en te que, ciertam en te,
en d ich o esq u em a, Lacan designa al sujeto co n la letra s, sin b a rra r.
E n lo enigm ático y en la com plejidad de este proceso, este a u to r
señala además que, el niño al cual llam am os «autista», puede haber sido
parcialm ente libidinizado, si tom am os del «Estadio del espejo» sólo una
p arte del esquem a. P or ejem plo, los haces piram idales y, no obstante,
n o en trar al «Estadio». D iría que no se han puesto las flores en el jarrón
y la libidinización, en consecuencia, n o fue eficaz o n o fue suficiente.
Es que, adem ás, el espejo plano — función m aterna— n o debe ser
tran slú cid o 220. En la estructura subjetiva — para lo cual sirve el artilu-
gio q ue estoy an alizan d o — , esta co n d ició n es la q u e p erm ite q u e el
sujeto vea la im agen real com o im agen virtual, condición de la estruc­
tu ra subjetiva h u m a n a que n o s hace incapaces de diferenciar la im a­
gen en el fo n d o del espejo, ilusión de los objetos de la realidad, en el
registro de lo im aginario.
Es m ás, este registro — im aginario— y la realidad conform an una
superficie ú n ica, b o rd e, b a n d a de M oebius: el im aginario, en el que
coinciden im aginario y real.
Es la ficción de la vida que cada sujeto tiene, cual los versos fam o­
sos de C ald eró n de la Barca: «que la vida es p u ro sueño y los sueños,
sueños son»221.
Justam ente, si hay respuesta jubilosa del bebé ante la im agen, es
p o rq u e ya fu n cio n a la p u lsió n 222 y, adem ás, la e n tra d a al cu erp o del
len g u aje del o tro ya ha q u e d a d o establecida c o m o re su lta d o de la

220. H . Y an k elevich , Sem in ario , clase del 2 0 / 10 /0 1.


2 2 1 . P. C alderón de la Barca, «La vid a es sueño», en Antología Poética Universal, O rteils,
M ad rid , 19 9 2 .
2 2 2 . La hipótesis sob re los espejos y su p o sició n con respecto al autista la to m o de I I.
Y an k elevich , clase de su Sem in ario del 2 0 / 10 /0 1.

137
representación que el infans tiene de que es el objeto de am or — objeto
«a»— de q u ien cum ple la función m aterna. Está en pleno fu n cio n a­
m ien to el narcisism o q u e Freud llam ó p rim ario y funciona a pleno el
p rin c ip io de placer, lo que co n fig u ra adem ás que se establezca la
dem anda.
C o m o n a d a de esto ú ltim o sucede en el n iñ o au tista, n o p o d e ­
m o s d ecir co n rig o r q u e sus actos, m o v im ien to s y co n d u c ta s estén
signados p o r u n placer, enlazado al narcisism o. En la vida de plen o
sen sorio -m o to r en la que se encuentra, podem os plantear que la exis­
tencia de m ovim ientos continuos y/o interm itentes están en u n a «rea­
lid ad co n tin u a» de m o v im ien to s m ecánicos q u e o b edecen a lo real
del cuerp o n o investido, sin noción de espacio y tiem po, que son las
o tras d im en sio n es de las escenas de re p resen ta ció n q u e co m ien zan
con la del cuerpo propio.
C u an d o cu lm in a el tra n sita r p o r el «Estadio del espejo», qu ed a
co n stitu id a la im agen de sí m ism o que an o tam o s i(a), la «instalación
del yo» que p e rm ite q u e el lenguaje se vuelva sim bólico y el cu erp o
im ag in ario , si la estru c tu ra es co n v e n ie n te de m a n e ra tal p ara p ro ­
p o rc io n a r el pasaje del Falo c o n m ayúscula, p o r lenguaje }-· cuerpo,
cayendo com o real algo del cuerpo y algo del lenguaje.
M e p arece ac ertad a y o p o rtu n a la hipótesis de H . Y ankelevich,
q uien afirm a223 que antes de que la fu n ció n m atern a oficie de espejo
en el Estadio, ésta depende de la identificación prim ordial y este rasgo
n o es sin el falo sim bólico, es la condición p ara o b ten er la posibilidad
del n u d o . Ya que el falo que está considerando es equivalente a la falta
en el O tro P rim o rd ial, p o r lo que h ab rá «yo».
D e m an era que en este tiem p o — hipótesis com o h e dicho de H,
Y ankelevich— en el su jeto , la id en tificac ió n es al falo sim b ó lico y
h ab rá «yo» si h ay agujero en este Otro.
Ju stam en te, en la identificación p rim o rd ial, p rim e ro estarán el
cuerpo y el lenguaje, pero no anudados, sino encim ados el u n o sobre
el o tro .

2 2 3 . H . Y an k elevich , op. cit., p. 16 , desgrabación no corregid a p o r el autor.

138
E n c im a d o s

Siguiendo a Y ankelevich, digo que; la identificación es el pasaje


mismo de la recta al infinito que Lacan llama φ, que anuda cuerpo y len­
guaje. Este falo sim bólico, que Lacan escribe com o hem o s visto (φ),
es sim bólico en este tiem p o p o rq u e hace agujero en la m adre.
La re cta al in fin ito señala q u e va a llevar ad e la n te — a p a rtir de
esta o p eració n — la presencia de la m etáfora p atern a en la m adre, tal
co m o se explica en la fó rm u la d e la M etáfora P a te rn a la sustitución
de significantes. Es p o r esta su stitu c ió n y p o r esta o p eració n q u e el
infans tien e significación fálica p a r a la m ad re y es, en esa m edida, que
ello agujerea a la m adre com o O tro. Es en esa m edida tam b ién que el
n iñ o es desead o , ya q u e la falta d e la m a d re de la cual h ab lam o s es
sim bólica. C o m o sabem os, a la m ad re e n lo real n o le falta nada.

Esta o p eració n n o tien e lu g ar en el au tista, co in cid o a b so lu ta ­


m e n te e n m i e x p e rie n c ia clín ica co n H . Y ankelevich: n o h ay esta
trian g u lac ió n .
En la experiencia de H . Yankelevich, ésta operatoria, sin em bargo,
p u d o darse en sus célebres casos Jerom e y D ian a224.

224. H . Y an k elevich , clase citada.

139
D esde el p u n to de vista estrictam ente psicoanalítico, el registro
real del cu al h ab lam o s n o es previo al n u d o b o rro m e o , sin o q u e se
co n stitu y e ta l el in co n scie n te o rig in ario del cual h ab lab a F reud. Es
tam bién el in terio r del cuerpo — ese desconocido— el Real biológico,
pero lo Real es tam bién — ya en el n u d o llam ado bo rro m eo — el agu­
jero de cada cuerda,

2. D el v er a la m irad a. P u lsió n escópica

C o m o consecuencia de lo considerado en el p u n to an terio r, hay


re su lta d o s e n los q u e, desde d is tin to s d iscu rso s, se c o n sid e ra a la
«m irada» sin fijar, o m ás allá del in terlo cu to r, que exhibe el autista,
como característica, y tam bién cuando se observa que «siguen» objetos
en m o v im iento.
M i p o sició n 225 al respecto es que a estos «objetos» los to m em o s
com o estím ulos m ecánicos d e aquel «Yo Real» q u e F reud adjudicó al
recién nacido, situación de labilidad neurológica perinatal que he con­
signado. T iem p o an terio r a las operatorias de la estru ctu ració n su b ­
jetiva, p o r lo cual no hay objetos en cuanto objetos de representación.
En cu an to a ésta afirm ación, debo reconocer que estam os acos­
tu m b rad o s, p o r im pregnación im aginaria, a considerar al objeto sólo
en su calidad de representación. P o r lo cual, p u ed o pensar que lo que
para m í es objeto en m ovim iento constituye p ara el llam ado «autista»
u n estím u lo a su sen so rio sin q u e a ú n te n g a las co o rd e n a d a s p a ra
a rm a r u n a escena.
La situ ació n del au tista y el objeto q u e se m ueve tra n sc u rre sin
espacio n i tiem po, parece estar hecha de u n presente continuo, ya que
n o hay u n espacio trid im e n s io n a l p ro p io de la re p re se n ta c ió n y el
m o v im ien to se da en un tiem p o presente c o n tin u o po rq u e, precisa­
m ente, n o h ay corte.
D esde la perspectiva m atem ática226, cu an d o concibe los infinitos
n ú m e ro s reales, la realidad es co n tin u a. Es p o r e llo 'íp e el lenguaje,
que es discreto, co rta la c o n tin u id ad infinita de la realidad. O tra vez,
la m atem ática sirve p ara m o stra r esta existencia del autista h ech a de

2 2 5 . G . A n n o n i, «D on de el h o m b re d e la bestia se separa», op. cit.


226. C o m u n icacio n es personales y clases de m atem áticas p articu lar de H . Jaim e.

140
u n a «realidad co n tin u a» que solo va a dis-continuar si el Otro es efi­
caz para interrumpirla y porterai niño sujeto a su demanda, que le m a r­
cará los ritm o s de su existencia en los p rim ero s m eses de vida.
V olviendo a la situación d e la llam ada «m irada» del autista, diré
que, efectivam ente, ve, pero n o podem os decir — desde lo estipulado
p o r el psicoanálisis p ara las operatorias lógicas de la constitución sub­
jetiva— que haya mirada p orque, justam ente, el p rim er tiem po lógico,
el tiempo de mirar, tam poco se h a dado en el autista, salvo en algunos.
En m í experiencia, com o he dicho, hay como un punto fugaz de fijar la
mirada en o tro , com o u n rápido destello, «se prende» a veces, otras se
va, tal com o si estuvieran en el dintel del «Estadio del espejo», sin poder
e n tra r p o rq u e n o h a h ab id o «unos ojos q u e reflejen los ojos q u e los
m iran»227. Este tiem po de la m irada es el que tiende «los hilos» que m ar­
carán la escen a p ro p ia del m ira r del parlétre, las perspectivas de la
m ism a, que hacen que, cuando m iram os, estem os contenidos nosotros
en la escena. C am p o ya escópico — p ro p io del E stadio del espejo—
d o n d e la m irad a recorta, com o en u n a econom ía de bienes, espacios
determ inados, form as determ inadas.
C on el arm ad o de este cam p o se escinde el sujeto en u n a o p era­
ción imaginaria: recién se d a el «yo-no yo» en u n a relación de a m o r228.
Pero tam b ién es el tiem po inm ediato posterior al corte que o rg a­
niza en la superficie de la esfera el disco separable y la to rsió n en la
B anda de M oebius.
A rm ado este cam po, arm ada la escena del m u n d o que lo contiene,
se establecen las dem andas y se va recortando el A, O tro con m ayúscula
que pondrá al sujeto en un lugar y al lugar de la palabra en otro, escisión
del sujeto en la m o d alidad de lo sim bólico.
Es desde la instalación de estas operatorias y m odalidades q u e el
sujeto sí podrá «seguir» un objeto con la mirada. Además, se ha cum plido,
con esta instalación, con otra condición: tener la posibilidad de «rodear»
u n objeto, que tiene la función de «hacerlo aparecer», volverlo a p re­
sentar, representarlo, siendo el m o to r de estas operaciones la pulsión
escópica. En estas coordenadas, se instala la repetición propia del sujeto
del inconsciente que im pulsa los m ovim ientos y operaciones anteriores.

2 2 7 . G . A. B é cq u e r, «H abrá po esía», en Antología Poética Universal, A lfred o O rteils,


M ad rid , 19 9 2.
228. R. D íaz R o m e ro , com u n icacio n es en el S em in ario «La pro blem ática del su jeto y
el ú n ico in ven to de Lacan: el objeto “ a ” ». E s c u d a S. F reu d , R o sario , 199 2.

141
P uede verse entonces, en fácil deducción, que los llam ados «segui­
m ientos y repeticiones» del llam ado «autista» responden a otro estatuto
de existencia que es necesario diferenciar de las conductas y funciones
de u n n iño del que, p o r las mismas y p o r los puntos y señales que hem os
explicitado, se p resum e que está arm a n d o su en tram ad o subjetivo de
u n a m a n e ra q ue le p e rm itirá e n tra r al m u n d o sim bólico y cultural.
Si es posible que u n o s «ojos reflejen los ojos que los m iran», que
los devuelvan, es p o rq u e q uien p o rta los «ojos reflejadores» h a dejado
caer el o b jeto q u e lo colm aba c o n lo cual p ro d u c e el co rte Real que
causa la división del sujeto. C onstituye la m odalidad en lo real, siendo
este co rte la estru ctu ra del objeto.
P o r to d o lo expuesto, la co n d u c ta considerada típica del autista,
el percibir in m u tab le a objetos en m ovim iento, está en el percibir, en
el ver del org an ism o vivo de esta especie, según la com plejidad de su
arq u itectu ra n eu ro q u ím ica. P ero le hace falta la operación com pleta
de p asa r del « tiem p o del ver» c o m o re p re se n ta n te de su especie al
tiem p o de la mirada y ser mirado.
O stenta esta co n d u c ta de «ver» po rq u e, adem ás, n o h a co m p le­
tad o el circuito de lo que se llam a cam po escópico. Es decir que no da
las dos vueltas m ínim as necesarias que van a hacer el rodeo en la estruc­
tu ra m ínim a de las pulsiones parciales. Ya que cuando se term in an las
dos vueltas, recién allí, se completa el corte que producirá al sujeto barrado
y al objeto, en ese m ism o acto.
M i posición es que el niño llamado autista ha quedado, por algún azar,
detenido en esa primera vuelta, restringido a una tendencia interminable
sin intervalo para un empuje que lo impulse a terminar el circuito. D e allí
también que podamos pensar que aún libidinizado en parte, si no completa
este circuito, no ha de poder progresar en los tiempos institucionales del
Estadio del espejo.229
En cu a n to al o tro sem ejante, «a» m inúscula, que p o rta los «ojos
reflejadores», en el Estadio del espejo hace de espejo plano p ara sig­
nificar el carácter sim bólico del m ism o en este tiem p o lógico, es decir
que n o es la presencia en b ru to del O tro real. Si este O tro se redujera
a la p re sen cia en b ru to , n o h a b ría espejo230. E stadio po i- el cu a l ha
pasado to d o aquel que está en la estructura que Lacan propuso para el

229. H ipótesis p erson al fru to de investigación y clínica.


230. H . Y an k elevich , Sem in ario y clase citada.

142
neurótico. Son los significantes que la m adre — en esas condiciones—
le dirige los que convierten al niño en significante para ella, y es esta ope­
ratoria la q ue hará que él encuentre u n a im agen de sí m ism o.

Espejo
Cóncavo

Reitero: m i posición es q ue el n iño llam ado «autista» ha quedado,


p o r algún azar, d etenido en esa p rim era vuelta, restringido a una ten­
dencia interminable sin intervalo para un empuje que lo impulse a termi­
nar el circuito.
A p ro p ó sito , conviene re c o rd a r q u e en el pasaje de necesidad a
pulsión se deben considerar, p o r lo m enos, tres circuitos, hasta que se
afirm a la d e m an d a com o tal.
P ero , es im prescindible que el sujeto se separe del objeto — que
haya corte— de lo cual ya he hablado tam bién en los prim eros análisis
en este lib ro sobre lo q u e co n sid eram o s e stru c tu ra en psicoanálisis.
En este caso — el del autism o— , e n el n iñ o n o se h a realizado ese
p rim e r corte.
T am b ién es de fu n d am en tal im p o rtan cia considerar que, en el
autista, la cuestión está — podría decirse— en los inicios de las prim eras
inscripciones, que, com o tam bién he dicho, n o se h an p roducido en la
superficie libidinal, o la libidinización no ha sido suficiente para marcar.
P o r ejem plo, parece ser que Jero m e231 p u ed e leer algo d e los sig­
n os de goce que la m adre tiene al tenerlo com o hijo, al hablarle ella al
padre. P ero si ello es posible para el n iño, es p o rq u e tiene algo de goce

2 3 1 . C éleb re caso de H . Y an k elevich citad o en el Sem in ario . C lase del 22/06/02.

143
en el cu erp o p ro p io , con lo cual puede percibir el goce de la m ad re y
el padre. Es decir que p u ed e leer algo del goce fálico circulante entre
m ad re y p ad re232sólo con algo de goce fálico en el cuerpo propio.
C u ando dicha lectura «sigue» haciendo circuito, al m ism o tiem po
que m arca, ahueca, hace la topografía del goce en el cuerpo.
Son los signos de esta to p o g rafía del goce los q u e p e rm ite n la
tran sfo rm ació n de los m ism os en significantes.
T raza freudiana que ro m p e la «transcripción» o «inform ación»
de lo neu ro n al.
H aberm e fundado en este pasaje de necesidad a pulsión sirve para
explicar las pulsiones fireudianas de lo oral y lo anal, que — com o sabe­
m o s— se basan en la necesidad c o n c reta de la in c o rp o ra c ió n de lo
n u trie n te y su co n secuente expulsión.
P ero esta «lectura» del goce se basa ta m b ié n en o tras pulsiones
— las in tro d u cid as p o r Lacan— que n o tien en co m o fu en te la nece­
sid ad . H a b lo de la in v o c a n te y la escópica. ¿En q u é se b a sa n estas
dos? H e aq u í u n en igm a a d e se n tra ñ a r firm em e n te en a n cad o en lo
Real de los inicios del fa n ta sm a en ta n to real del o tro real. Y q u e —
co m o ya se h a d ich o — en el caso del au tism o , parece ser que el 0 no
ha atravesado los arcos real y simbólico para hacer posible el inicio del
nudo.233

3. L enguaje-significación en el au tista

H e co nsiderado lo co n cern ien te a la inscripción o tran scrip ció n


necesaria en el a p a rato n eu ro n al. P ero ta m b ié n h e afirm a d o que la
in scrip ció n de la cual h ab lam o s p ara el «parlétre» es en la superficie
libidinal, para lo cual es necesario que se hayan efectuado eficazm ente
las operaciones señaladas com o el paso del Falo sim bólico (<j>) identifi­
cación p rim o rd ial que proporcionará, a su vez, la entrada del «infans»
en la m adre y de la m adre en él.
C o m o he m arcado, lo que hay, cuando tenemds-^n niño llamado
autista, es el soma por un lado y el lenguaje por el otro. ^
------- y
2 3 2 . V e re m o s m ás adelan te q u e, ju stam en te, esto n o sucede en el caso «M aría», qu e
presentaré en este libro.
2 3 3 . Este p u n to será to m ad o nu evam en te en el p u n to siguiente sob re len gu aje y c o m ­
p ren sió n en el autism o.

144
A lgunos autistas, co m o v erem o s en frag m en to s clínicos, p a re ­
cen en ten d er lo que se dice tan to en la casa com o en el C entro de D ía
— d o n d e llevo adelante parte d e m i práctica clínica— p ero algo falta,
para que estén totalm ente del lado de lo sim bólico, en el m edio p ro p io
de u n h ab lan te «neurótico».
A quí m ás que n u n ca se im p o n e «el caso p o r caso» para explicar
por qué no entró en el lenguaje o «por qué está donde está».
C reo q u e u n a explicación m ás general o m ás am plía la tendrem os
cuando logrem os saber p o r qué entra el lenguaje en el sujeto y cómo.
El p sicoanálisis tien e sus p o stulados, co m o h em o s visto, de las
co n d icio n es de o p erato rias subjetivas im prescindibles p ara q u e ello
suceda. P ero estos postulados h acen trenza co n lo biológico.
T an to E. C o riat234 co m o H . Y ankelevich235 y yo m ism a n o s p re ­
gu n tam o s — d e diferentes m aneras— si n o h ay u n tiem po de algo así
com o una determ inada coordinación entre lo biológico y lo «am biental»
— com o fu n ció n de la lengua m atern a— que si n o se d a en el tiem p o
justo, se pierde. O si no habrá — se preguntaba Yankelevich en la clase
citada— o «cuál es el salto im posible de explicar neurológica o genéti­
cam ente au n q u e haya cam bios en el hom bre, se van a descubrir, de acá
a diez o cincuenta años ( ...) cuál es la pequeñísim a diferencia en algún
gen que da la ap titu d lingüística que n o es solam ente de aprendizaje».
M ientras, m e ocurre — com o a él u otros psicoanalistas que regis­
tram o s la p rim era palabra con «sentido» de algún paciente sindicado
co m o autista, m ás allá de la inefable co n m o ció n — q u e ello «cierra»
de algún m o d o en el registro típico psicoanalítico, luego de m uchas
operato rias p u estas en acción p o r la transferencia — con los padres,
con la m adre fundam entalm ente— , cuando intentam os poner al niñ o
en triangulación: terap eu ta-n iñ o -m a d re.
Si ten em o s la o p o rtu n id a d de q u e ello o cu rra, el n iñ o dice. Nos
habla. P ero de n in g ú n m o d o estam os en condiciones de generalizar.
Al resp ecto , sostengo, c o n E. C o ria t236, la p o sició n d e q u e si el
n iñ o autista llega a algún decir, si se reconoce en el espejo, si responde
al llamado por su nombre, ha dejado la situación de ta l Pero debo decir

2 3 4 . C o m u n ic a cio n e s person ales y trab ajo d e C artel « D escifran d o niños: o b stácu los
en tiem p o y estructura», años 199 8 a 2000, en la Escuela de Psicoan álisis S. Freud
de R o sario .
2 3 5 . H . Y an k elev ich , Sem in ario , desgrabación de la clase del 22/06/02, p. 3.
2 36 . E. C o riat, C artel citado y reu n ion es de análisis y trab ajo clínico.

145
q ue en m i experiencia, o se constituye en una psicosis, co n fuerte rem i­
niscencias del discurso del O tro , o queda co m o n iñ o u n tan to «raro».
M i p ro p u esta es que, p ara q u e advenga el lenguaje en tan to tal, el
n iñ o p rim e ro «lee», efectivam ente lee signos d e goce del O tro p ara
ten erlo s, cu al to p o lo g ía, en su cu e rp o . P o rq u e , ju sta m e n te , d ich o
cuerpo fue inscripto, leído p o r el O tro com o digno objeto de su goce.
Es m ediante este proceso com o el goce fálico se in troduce en el cuerpo
del niño.
Este significante fálico es, co m o sabem os, u na falta en la m oda­
lidad de lo Real.
C u a n d o ella se in tro d u c e d e esa m an era, en el c u e rp o del n iñ o
d estin ad o a ser — p o r esta o p erato ria— sujeto, se pro d u ce, tam b ién
co m o efecto u n desalojo o m e rm a del goce que dich o n iñ o ten ía en
el cu erp o .23'
A esta sustracción de algo del cuerpo, com o resultado del proceso
que vengo describiendo, ya la había in tu id o M. Klein cuando hablaba
de «deflección» de la pulsión y que Lacan co m p lem en ta m u y de o tro
m o d o 238. Cito: «Vuelvo en p rim er lugar al cuerpo de lo sim bólico que
de n in g ú n m o d o h ay q u e e n te n d e r c o m o m e tá fo ra . La p ru e b a es
q u e n ad a sino él aísla el cu erp o to m ad o en sentido ingenuo, es decir
aquél cuyo ser que en él se sostiene no sabe que es el lenguaje que se lo
discierne, hasta el punto de que no se constituiría si no pudiera hablar239».
«Q uién n o sabe el p u n to crítico del cual d atam o s en el h o m b re el ser
hablante. La sepultura, es decir d o n d e se afirm a de u n a especie q ue al
c o n tra rio de cu alquier otra, el cu erp o guarda lo q u e al viviente o to r­
gaba el carácter: cuerpo [corps]. C adáver [corpse] 240 queda, no se to rn a
ca rro ñ a , el cu erp o q u e h ab ita b a la p alab ra, q u e el len g u aje cada ve
riza 241 [corpsifiat] » ,242
El psicoanálisis, a partir de la obra de Lacan, to m a al cuerpo com o
el lugar p rim ero y ap ro p ia d o p ara llevar la m arca que va a o rdenarse
en series de significantes, significantes q u e este c u e rp o recibe p o r
m ed io del goce.

2 3 7 . Fu n d am e n to qu e se aclara co n los aportes d e H . Y an k elevich , S ario citado,


C lase del 22/06/02.
2 38 . J. L acan , Psicoanálisis. Radiofonía & Televisión, A n agram a, B arcelon a, 19 7 7 .
2 39 . La cu rsiva es m ía.
240. J. L acan , op. cit., en latín en el texto.
2 4 1. E n cu rsiva en la versio n citada.
242. J. L acan, op. cit., pp . 20 y 2 1 .

146
A p artir de este recibimiento» el cuerpo gozante h a de ser soporte
n ecesario, n o eventual, de la relación c o n el lenguaje y p o r lo ta n to
con el O tro.
C o m o he consignado a lo largo de estos desarrollos, este lenguaje
se recibe m ediante el goce fálico inscripto, que im pregna la palabra de
la m adre sobre el cuerpo del niño. El problem a, com o verem os cuando
trate la cuestión del otro en tanto semejante, es si la fu n d ó n de esta madre
en la palabra se presenta com o u n a «masa» entera, sin falta, para el hijo.
Esta o p erato ria lógica es im prescindible p a ra que el cu erp o del
n iñ o d estinado a ser sujeto sea lugar apto para el O tro .
La m adre debe ser portadora en su palabra de su goce fálico. E n sus
variables, p o r ejemplo, la m adre puede tener goce fálico y seguir siendo
esa «masa» entera a la que m e refería recién, al no aparecer con falta.
P ara q ue el proceso del cual vengo h ab lan d o se cum pla, en esta
to m a del cu erp o el n iñ o debe percibir la m irada de este otro diferente
a la función de ver243. Esto sucede recién cuando voz y m irada son inves­
tidos co m o objeto de «don».
Se produce el corte p orque hay pulsión escópica. Este «don» inves­
tid o de valor fálico hace que el n iñ o «quiera tener» «eso» que circula
e n tre sus p ad res q u e está, m ás cerca n am en te, en el cam p o del o tro
sem ejante. C om ienza a perfilarse u n a d em an d a desde el n iñ o p o rq u e
la m ad re h a logrado encajar la suya. Esta es la respuesta pulsional que,
con su cuerpo, el n iñ o da al decir — voz y m irada— del O tro.
Recién com o resultado de to d o esto va a hablar con el sentido de
co m u n icar — com o se dice en los m anuales d e psiquiatría actuales—
y p ara n o so tro s, psicoanalistas, va a estar en el m u n d o de lo sim b ó ­
lico co nvertido en parlétre.
T o d o p arte , en tonces, de esta sed u cció n p rim e ra q u e la m a d re
hace de su n iñ o , d o n d e el cuidado erógeno p o r excelencia es la pala­
bra, la voz.
D u ra n te m is p rim ero s años de psicoanalista co n niños, p o r esas
cuestiones azarosas de las instituciones — y p o r efectos del fantasm a
p ro p io — , en los dos p rim eros niños con quienes m e tocó trabajar m e
encontré con no tenían lenguaje. Y, com o suele ocurrir, según los p ro ­
fesionales d eriv a d o res d e estos casos, «algo n o fu n cio n ab a» en los
niñ o s en cuestión, p ero no se sabía qué.

2 4 3. Y a m e he referid o a este p ro ceso en el pu n to corresp on diente.

147
P o r esos años, yo tam p o co sabía de la im p o rtan cia del lenguaje
en la co n fo rm ació n de la estru ctu ra, Lacan recién desem barcaba en
n u e s tra p lay a de la m a n o de M assota. D igo de la m a n o , p o rq u e ni
siquiera ten íam o s alguna trad u c ció n de sus Sem inarios inéditos244.
B ien, a m í se m e o c u rrió (¿rem iniscencias en ese tie m p o aú n
recien te d e m is añ o s de m aestra de p rim e r grado? ¿Me pareció m ás
atractivo p a ra el niño? ¿Experiencias de m am á c u a n d o m i hija m u y
p e q u e ñ ita , p a ra c o m u n ic a rm e q u e te n ía frío decía: «M am á hace
m u ch o chuy»? N o lo sé, pero, todas estas cosas, sin duda, surgen del
am o r de transferencia de m i deseo puesto allí) nom brar a los animales
m ás conocidos p o r el niñoM5, preced id o s de la o n o m a to p e y a q u e los
caracteriza. R ecuerdo que com encé con el gato. El proceso era el si­
g u iente: yo e m itía la o n o m a to p e y a del m au llid o , decía ¡¡Miau!!
¡¡Miau!!, y dibujaba u n gato sim ple — com o los que hacía en la pizarra
para los chicos— . El n iñ o 246 en cuestión, pasado u n tiem po247, cuando
yo «m aullaba» m e alcanzaba el gato o in ten tab a d ibujar u n o (hacía el
garabato). Luego, con sólo n o m b ra r «gato», prescindiendo del m a u ­
llar, él lo dibujaba. Después vinieron los patos, los pollos, con sus cua,
a ta y ¡¡pió, pío!! D espués «m am á y papá con el nene», «m am á, Gloria y
el nene»... C o m o m e fue bien, seguí ensayando con m is ono m ato p e-
yas. A lgunos niños las tom an, otros no, pero ahora — ¡después de ta n ­
tos años!— en cu en tro una posición teórica que les h a dado sustento
— adem ás de m is ganas y deseos siem pre nuevos «de que estén en tre
nosotros»— . El «signo» m iau los llevaba al significante porque el miau
era m ás atractivo, p ara dejarm e q u e «Yo entre en ellos». A hora sé que
era m ás atractivo p o rq u e el sonido m iau, signo q u e escondía al gato,
era m ás inofensivo que la palabra. A hora puedo generalizar al respecto
d ed u cien d o que, si la palabra, la voz, es lo m ás seductor, es tam b ién

244. C o rría el p rin c ip io del año 19 7 0 .


2 45. Según decir de la m adre.
246. T e n ía dos añ os y m ed io , era atend id o en el ex TM IR (In stitu to M éd ico R o sario )
donde cream os, con el Dr. M anuel M o rra (Psiquiatra Infanta Juven il), un Servicio
de P sico lo gía en el Servicio de Pediatría. \
247. N o lo pu ed o precisar hoy, p ero no fu ero n m ás d e un p a r de m esesApuesto qu e el
p e d ia tra qu e lo h ab ía d e riv a d o , n e cesitab a u n d ia g n ó stic o p re s u n tiv o so b re
au tism o p o rq u e el n iñ o d e b ía ser so m etid o a u n a in te rv e n c ió n Q u irú rgica y le
im portaba y necesitaba saber de su situación em ocional. D esde un com ien zo más
o m en os, supe qu e autista no era: m e segu ía con la m irad a y la fijab a en los o b je­
tos q u e le llam ab an la aten ció n . M e reco n o c ía , y sab ía q u e él era él. P e r o ... no
hablaba.

148
lo m ás erótico y la dim ensión de lo erótico hasta ese tiem po, en estos
niños, h ab ía causado h o rro r p o r el h o rro r posible que lo erótico h u ­
b iera p o d id o causar en sus m a d re s248.
Esta explicación, hipótesis de H . Yankelevich, m e da la pista m ás
clara del p o rq u é del éxito obtenido con m i iniciativa, ya que los so n i­
dos de los anim ales aparecían p a ra estos n iñ o s — con la varian te que
da el caso p o r caso, en tan to s otros— , co m o inofensivos co n respecto
a la voz em itid a p o r el o tro sem ejante.249
¿Por qué puede sentir la palabra del o tro com o terrorífica? Porque
adem ás de lo ap u n tado, suponem os que aparece c o m o pura sensación
terrorífica si lo hace p ara el n iñ o fu era del tiem po lógico preciso, fo r­
m a n d o «gestalt» co n el m anipuleo, voz y co ntenido. Si estos elem en­
tos aparecen disjuntos, p ro m u ev en terror.
Se p u ed e d ed u cir que este proceso es algo «listo p a ra usar» p ara
q u e se co n stitu y a la p o sib ilid ad de e n tra d a al E stadio del espejo. Si
este p roceso de in te rn a liz a d o n de la «Gestalt» a p u n ta d a n o o cu rre,
es posible que sea tam b ién la causa p o r la cual m u ch o s autistas colo­
cados frente al espejo an te su im agen reflejada se ap arten a terro riza­
dos. P o rq u e la im agen reflejada les devuelve, en su realidad de p re e­
m in en cia de lo Real, la im agen que el O tro tiene de ellos.
Si el n iñ o autista habla, tiene algo así com o u n a jerga o su lenguaje
se reduce a u n a eterna ecolalia250, hay u n inicio de representación. O tro
in d icio de q u e p u ed e h ab er algo de la rep resen tació n es el h echo de
que com ience a hacer garabatos, dejando de m arcar sobre la superficie
dada. Si b ien esto puede in d icar q u e hay marca de signo de goce, esta
es insuficiente p ara p ro d u c ir u n objeto de representación.
A ese respecto, el n iñ o autista que h a com enzado a realizar estos
g arab ato s no da cuenta de ello diciendo, co m o el n eu ró tic o , «esto es
un pato», «el nene», etc.251
¿En qué existencia está cu an d o hace algún garabato?
Está — com o dije— en u n proceso que puede cam biar o no, según
el resultado exitoso de h aber in co rp o rad o u n signo de goce, pero que

248. H ip ó tesis d e H , Y an k elev ich , en el Sem in ario citado, C lase del 22/06/02 d esgra­
b ad a, p. 1 1 .
249. V o lv eré sob re este tem a cuando to m e las cuestiones del O tro.
250 . Se ve rá m u y especialm ente cuando presente el caso M aría.
2 5 1 . Se v e rá cu a n d o presen te m is hip ó tesis co n resp ecto a la p ro d u c c ió n g ráfic a del
autista.

149
a ú n n o le p e rm ite «tener» al «objeto de vuelta», c o m o o c u rre en el
juego de aparecer y desaparecer el carretel. H a y — tal vez— u n ¡Fort!
(aquí), p ero sin Da. O están a ú n en u n tiem p o m u y a n terio r incluso
aquel en el que se da el célebre juego observado p o r F reud en su nieto.
P ara q ue se dé el proceso del Fort-Da es preciso que se haya p ro ­
du cido el corte del cual he hablado al com ienzo del desarrollo de este
trab ajo , es decir, q u e el sujeto quede escindido del cam p o del O tro ,
p ro d u c id a la falta.
Es decir que para que haya habla, lenguaje en el cam po de lo sim ­
bólico, debe haberse constituido el sím bolo previo, que se inicia con el
signo perceptivo del cual hablaba F reud, u n o n o es sin el otro. C u m ­
pliéndose la fó rm u la m ás elem ental del sujeto según Lacan: SI -S2
R ecu rrien d o a clásicos neu ró lo g o s del lenguaje co m o A lfred A.
S trau ss252 n o s d irá que, en el lenguaje h u m a n o , los factores vocales
so n auxiliares de lo que considera el lenguaje p ro p iam e n te dicho. Lo
vocal proveerá la am p litu d de variedad de sonidos — según la lengua
m atern a— que con p o sterio rid ad se usarán com o secuencias con un
sen tido dado.
Los autores coinciden en considerar que co n cu rren u n a serie de
estructuras p ara que se culm ine en el lenguaje hablado. Para ellos, se
da p rim ero u n sistema auditivo253 de sím bolos — con lo que coincidi­
m os— , ya que, efectivam ente, p rim ero o cu rre este choque de la voz
h u m a n a que, co m o venim os diciendo, en el au tista p ro d u c e efectos
especiales, de u n a m ag n itu d tal que n o pasará al m u n d o de los sím ­
bo lo s de la cultura.
Siguiendo con los autores m encionados, este sistem a de sím bolos
auditivos se articu la al sistem a m o to r pasan d o recién a ser secu n d a­
rio el auditivo. El lenguaje re m ite fu n d a m e n talm e n te a significados y
símbolos25*.
El p ro c eso se describe c o n las secuencias a p u n ta d a s h asta lle­
g ar a esta artic u la ció n su p e rp u e sta de sistem as: p rim e ro a u d itiv o -
visual, luego m o to r. El b ebé h u m a n o pasaría p o r etapas que van del
llan to con sus distintas m odulaciones, h asta la em isión de gruñidos,

252. A. A . Strauss y otros, Púcopatología y educación del niño con lesión cerebral,jEudeba,
B u en o s A ires, 19 7 7 . T o m ad o de la Investigación d e los autores en la U n iversid ad
d e M ich ig an , Estados U n id os.
2 5 3 . Y o agregaría el visual.
254 . La cursiva es m ía.

150
ro n q u id o s, arru llo gorjeo, hipo, acciones todas fu ertem ente articula­
das, para los autores que vengo citando, con las funciones de respira­
ción, deglución. Para nosotros, psicoanalistas, ya se van insertando en
la génesis del «intercam bio» con el am biente. Sostienen que a p a rtir
de los cin co o seis m eses ya están las hab ilid ad es que el n iñ o usará
p ara h ablar, refiriéndose al b albuceo, al «juego vocal» p ro d u c ie n d o
elem entos fonéticos según su lengua.
Sin em b arg o , n o hay u n a co rresp o n d en cia de estas acciones en
el tiem p o en que el psicoanálisis las p ro p o n e, ya que el com ienzo del
«Estadio del espejo» se inicia a los seis m eses del p rim e r añ o de vida.
Lo q ue m ás m e interesa destacar de la posición de estos autores
es q ue p a ra ellos el lenguaje h u m a n o se da co m o el resu ltan te de u n
nivel de desarrollo de tres aspectos aparentem ente desligados: a) p e r­
cep ció n sen so rial, b) activ id ad p ercep tiv a y c) len g u aje sim bólico.
Estos elem en to s p ara ellos aparecen desligados. D esde el p sico ­
análisis, sabem os que es im posible establecer las diferencias en que se
d an los tiem p o s de organizar el signo perceptivo — «Gestalt» co n sti­
tu id a p o r lo visual-auditivo-sensorio an te el contacto— , de que de la
m ism a, se organice u n signo, y se b o rre d icha huella p a ra pasar a ser
significante que n o m b re las cosas del m u n d o , p o r lo cual, lo desligado
— al com ienzo— vem os que se organiza en «Gestalt». Precisam ente,
estas so n las «marcas» que, p o r distintas causas, en el niñ o autista, n o
son lo suficientem ente eficaces p ara que se p ro d u zca lo sim bólico en
lo que co in cid en los a u to re s255 con los cuales m i experiencia e h ip ó ­
tesis tien en m ay o r acuerdo, a pesar de las diferencias en el tiem p o en
q u e se v an d an d o los procesos, al m enos n o hablan de lo innato.
M e parece o p o rtu n o destacar tam bién que lo que desde los a u to ­
res q u e an alicé se señ ala c o m o m u e stra s p rim e ra s del p ro c e so de
desarrollo del lenguaje coincide con algunas de las señales necesarias
en los prim eros meses del bebé a tener en cuenta para sindicar luego si
ten em o s u n autista o no.
Si el b ebé «habla», es p o rq u e re-presenta. R epresenta al m u n d o
que lo rodea que fue n o m b rad o com o Ausessnwelt, p o r F reud, lo que
podem os llam ar «un catálogo de objetos, o m ejor de nom bres de obje­
tos org an izad o s desde siem pre p o r las ciencias en sistem as»256. P ara

255. E. C oriat y H . Yankelevich.


256. E. Lemoine-Luccioni, El sueño del cosmonauta, Paidós, Barcelona, 1982, p. 67.

151
llegar a designar las cosas p o r el n om bre, el bebé com ienza por el grito
h asta que éste se co n v ierta en llam ad o . P ara q u e esto suceda, debe
p o n erse en juego to d o el circuito pulsional. Q u ien em pieza el juego,
co m o hem os dicho, es el otro.
A quí se juega entonces la representación, co ncepto que desde el
psicoanálisis tien e que ver c o n la constitución d e la estructura subje­
tiva y sus tiem p o s lógicos. El sujeto es, en cu an to tal, cuando u n signi­
ficante lo representa, lo representa p ara otro significante. En su form a
m ás reducida, lo que u n SI es a u n S2. M e ha parecido lo m ás claro para
indicar lo que ocurre con el sujeto, según el psicoanálisis, en este tiem po
en que p u ed e representar, p o rq u e p u ed e rep resen tarse él, co m o tal,
acudir a la fó rm u la m atem ática q u e p ro p o n e Lacan257 del «Par o rd e ­
nado». C o n fo rm e a ella, articulo la con stru cció n del sujeto tal com o
dice la d efin ic ió n recién e n u n c ia d a y p ro p o n g o p a ra SI la le tra a y
p ara S2 la letra b, colocando a los elem entos d e la m an era siguiente:

a»b = [{a} ,{a,b}]

Esto sucede cu an d o se h a p ro d u c id o la identificación im ag in a­


ria m ed ian te las operaciones del «Estadio del espejo», p o r lo cual se
p ro d u c e i (a), co m o co n secu en cia de los c o rrim ie n to s de S2 q u e le
van d a n d o los sentidos. P ero el elem en to S2 co n tien e a 1, tal com o
aparece en la fó rm u la presentada, el segundo térm in o está fo rm ad o
con a y b.
U n o de los ejem plos m ás claros de que este p ar debe estar o rd e ­
n ad o según las m atem áticas lo po d em o s ver en que los térm in o s así
dispuestos n o son transm utables, es decir, que su ubicación sí altera
el producto, p o rq u e no es lo m ism o afirm ar que «A braham es el padre
de Isaac» que decir q ue «Isaac es el p adre de A braham ».
Es de esta fórm ula que surge el A, el cam po del O tro. C am po que
contiene, tal la fó rm u la m atem ática, al SI. Sujeto co n stitu id o com o
significante p ara el S2.
El b ebé p u ed e representar, hablar, p o rq u e está contenido e n este
cam po , q ue debe estar o rd en ad o . C u an d o ello n o ocurre, alguno de
sus térm in o s «faltó a la cita» y n o hay orden, el sujeto será «un débil

257. J. Lacan, Sem inario «De u n O tro al otro» (1968-1969), ficha de la Escuela de
Psicoanálisis S. Freud de Rosario. Inédito.

152
de discu rso » 258, c o n facilidad p a ra p asa r de ese ca m p o de d iscu rso
débil a la psicosis.
A rm ad o lo inco nsciente del sujeto com o significante p a ra o tro
significante, es q u e com ienza la posibilidad de la representación, ya
que el inconsciente es representante de la representación 2j9.
En el caso del autism o, según el caso por caso, los térm inos no están
o rd e n a d o s co m o p a ra q u e h ay a p o sib ilid ad d e re p resen ta r. P u ed e
h aber q u ed ad o su sp endido el p roceso en algún p u n to del m ism o de
m anera tal que n o perm ite la articulación significante. «El significante
p ro d ucién d o se en el cam po del O tro hace surgir el sujeto de la signi­
ficación. P ero sólo funciona co m o significante al reducir al sujeto en
curso a n o ser m ás que u n significante, al petrificarlo co n el m ism o
m o v im ien to q ue le requiere funcio n ar, a hablar, com o sujeto».260

4. Tendencia» p u lsió n

Según lo d esa rro llad o en el p u n to a n te rio r, p o r efecto del le n ­


guaje, el sujeto queda escindido de sí m ism o, irá siem pre a buscar sig­
nificado y realización en el cam po del O tro y tam p o co allí se en c o n ­
tra rá «entero». Esa b ú sq u ed a está p ulsada p o r el deseo. B úsqueda en
el O tro que está sostenida p o r la pulsión en la génesis del Edipo. P ero
tam bién de la pulsión en tanto que sexual, que era para Freud el am or.
La te rn u ra . De lo cual Lacan d ed u ce su p o sició n al respecto c o n su
teo ría de la «lam inilla», p artie n d o de to m a r el cu erp o erogeneizado
co m o u n a superficie.
En efecto, L acan habla de su teoría de «la lam inilla» y, si b ien la
tom a en varios lugares de su enseñanza, podría decirse que la «define»261
de la m an era siguiente: «La lam inilla es u n a cosa extra-plana q u e se
desplaza com o la ameba, solo que el asunto es u n poco m ás complicado.
P ero es algo q u e an d a p o r todas partes. Y com o es algo que está rela­
cio n ad o con lo q u e el ser sexuado p ierde con la sexualidad ( ...) Es la
libido com o p u ro instinto de vida (...) n o necesita de ningún órgano».

258. ]. Lacan, Los cuatro conceptos fundam entales del psicoanálisis, op. cit., p. 242.
259. Op. cit., p. 223.
260. Op. cit., p. 213.
261. J. Lacan, Los cuatro conceptos fun dam entales del psicoanálisis, de 1964, Paidós,
Buenos Aires, 1987, p. 205.

153
Y nos recu erd a que tam b ién F reud habla de u n a superficie:

«Se tra ta de esta red rep resentada p o r arcos, líneas que


u n e n p u n to s de ac u m u la c ió n , cuyo círc u lo ce rra d o
m arc a lo q u e tien e q u e conservarse de la hom eostasis
ten sio n al, de m e n o r ten sió n , de necesaria derivación,
de d ifu sió n de la excitación en m il canales — to d a vez
que en u n o de ellos p o d ría ser dem asiado intensa.
La filtració n de la estim u lació n a la descarga es el
ap arato, el casquete — a circunscribir en u n a esferas—
en el que se define, en p rim er lugar lo que llam a el esta­
dio del Real Ich.»262

Y tam bién: «A raíz de la indagación de las zonas erógenas hem os


descubierto q ue estos sectores de piel m u estran m eram en te u n a p a r­
ticular intensificación de u n tipo de excitabilidad que, en cierto grado,
es p ro p io de to d a la superficie263 de aquella».264
Según el caso p or caso, el niño autista parece haber quedado en esta
operatoria de A parato N ervioso Central: filtrar o no estímulos. Le falta
toda la configuración que le da el O tro según todas las operatorias lógi­
cas de las cuales he hablado. M e parece fundam ental, en este p u n to ,
h acer la diferencia que hace Lacan — siguiendo a F reud— en tre los
d istinto s m o m en to s del desarrollo del yo, si b ien lo he desarrollado
ya en o tra p arte de este trabajo. Según F reud, a ese casquete esférico
— descrito luego p o r Lacan— h ab ría que calificarlo de autoerótico,
p ero respecto del tiem p o de lo económ ico libidinal del yo placer, ya
que, al hacer la división entre objetos placenteros y los que n o lo son,
el bebé inicia el surgim iento de los objetos, com o objetos de la sensa­
ción que van a configurar lo que hem os llam ado «prim era marca». Pero
todavía n o hay m arca de funciones pulsionales, es pasivo registro del
m undo exterior. N o pasa, dirá Lacan, de la conservación. En ese m undo,
aunque se perciba, no hay sujeto en tan to lo consideram os surgido del
lugar en el O tro , com o se m o stró hace u n m o m en to en el «par o rd e ­
nado» m atem ático.

262. Op. cit., p. 19 5 .


26 3. L a cursiva es m ía.
264. S. F re u d , «T res en sayos de te o ría se x u a l y o tras o b ras» ( 1 9 0 1 - 1 9 0 5 ) , en Obras
Completas, to m o V II, A m o rro rtu , B uen os A ires, 19 9 3 , p. 18 3 .

154
E n el caso del autism o — sin que hayam os enco n trad o u n autista
idéntico a otro— , puede haberse iniciado el circuito de la pulsión pero
no se ha com pletado la vuelta al objeto «a», p o r lo cual, com o dije en el
p u n to «ver-mirada», tam poco ha com pletado u n a escena. Al contrario,
éstas p u ed en ser m otivo de sus terro res, ya que p u ed e n encontrarse
fo rm a n d o p a rte de esa im agen q u e la fu n c ió n m a te rn a le devuelve
com o real, tal com o fue explicado en el p u n to en que se desarrolló el
«Estadio del espejo».
T am bién puede suceder que, ante la posibilidad de encontrarse en
el cam po del O tro, para lo cual tiene que desaparecer (afanisis), esto le
cause terror. El proceso de desaparecer es el m ovim iento necesario para
convertirse en sujeto (fading del sujeto). A esa desaparición, Lacan la
h a llam ado letal. A lgunos psicoanalistas, com o C ontardo Calligaris265,
fo rm u la n co m o causa del au tism o hab erse q u e d a d o co m o «niño
m uerto» al no dar el fading crucial y necesario p ara ser sujeto parlétre.
D e m a n e ra sem ejante, y u tiliza n d o esa m ism a o p erato ria, A le­
jan d ro A rie l266 h abla de la posición del autista com o «m arca conge­
lada» que, com o tal, n o se inscribe en el O tro.
Esta m arca, así congelada, n o deviene falta, p o r lo cual n o habrá
despliegue posible para u n a carencia. C arencia que en el sujeto de la
estructura neurótica es del niño y de la m adre, y que intenta recubrirse
en la «alienación» ya que la carencia del n iñ o va a ser reencontrada en
el O tro — m adre potencia— m ediante los intervalos que ella ocasiona.
En ellos es q u e p u ed e filtrarse el deseo, p o rq u e el n iñ o lo encuentra,
c u a n d o el O tro n o re sp o n d e en to d o . C u a n d o el O tro n o aparece
com o com pleto.
D e este m o d o , el p rim e r objeto del deseo es el sujeto m ism o, ya
que en ese m o v im iento de afanisis se juega su m uerte, en tan to «cosa
llena» o p u ro SNC.
Lo fu ndam ental de este tiem po es, entonces, com o lo dice Lacan,
la no reciprocidad y la torsión del retorno. En el autista no hay torsión
po rque no hay retorno. Desde lo m aterno está, a veces, lleno y cubierto
(com o verem os en algunos fragm entos clínicos y en el punto «Variables
desde el cam p o del O tro» de este libro).

265. C om unicaciones personales en clases de Sem inarios de los que formé parte en
el año 1985.
266. A. Ariel, Las psicosis, H om o Sapiens, Rosario, 1993, p. 97.

155
El cuerpo del autista n o está conform ado desde la configuración
de la falta que prom ueve el deseo del O tro, p o r lo cual n o hay «lam ini­
lla» sino «casquete» esférico de registrar sensaciones y percepciones en
el p u ro real del cuerpo neuronal. Así aparecen com o «no viendo» ni
«escuchando» p o rq ue están fuera de la tem poralidad q ue se inaugura
en el tiem po de constituirse en el cam po del O tro , para lo cual, tienen
que haberse arriesgado a ir a buscar lo que les falta al cam po del O tro.
C onviene distinguir lo m ás claram ente posible, siguiendo tan to
a F reud com o a Lacan, lo q ue entendem os p o r pulsión y lo que en ten ­
dem os p o r tendencia porque ello proporciona p untos clave en la clínica
del n iñ o autista, en ta n to preten d em o s seguir los pasos que p u ed e ir
d an d o p ara salir de su «inm utable esfera».
R ecordem os lo que F reud entendía p o r «Drang» (presión). Sabe­
mos que la presión no es la pulsión, es en estos conceptos en que Freud
m u estra articulaciones con la fisiología, la física y la energética267. En
cam bio, lo q ue el m ism o F reud y los desarrollos posteriores del psico­
análisis en tien d en es que libido es una ficción, una convención.
El o tro señ alam ien to fu n d a m e n tal es q u e los té rm in o s co n c er­
n ien tes a la p u lsió n — tal co m o los en u n c ia F reu d — «Drang»: p re ­
sió n , «Quelle»: fu e n te , «Objekt»: o b jeto , «Z iel»268: fin, sólo pueden
aparecer disjuntos.
P o r lo tan to , p ara que la organización pulsional funcione, deben
estar artic u la d o s de aquella m a n e ra q u e L acan llam ó « m ontaje»269.
En el autismo este montaje no se ha completado o tam bién podem os
deducir, según el caso p or caso, que el circuito pulsional, que el «tour»
de la pulsión, n o se h a com pletado, o h a q uedado «congelado» en un
tiem p o d o n d e sólo fu n c io n a en el té rm in o d e la presión, e n ten d id o
éste com o sim ple tendencia a la descarga.
Esto q u iere decir que h ay estím ulos, excitación, p ero sólo en la
condición de suplem ento de energía que form a parte de la «superficie»
n eu ro n al del SNC. En d eterm in ad as condiciones, la p resión, co n ce­
b id a de esta m an era, p u ed e ser catectizada. P a ra ello, es necesaria la
acción del Otro, co m o h e m o s so sten id o en el p u n to «S obre lo q u e
en tend em o s p o r estru ctu ra subjetiva desde el psicoanálisis».

2 6 7. J. L acan, op. cit., p. 16 9,


268. S, Freud, Pulsiones y destinos de pulsion , en Obras Completas, tom o X IV , A m orrortu,
B u en o s A ires, 19 7 5 . Se m en cio n an los térm in os u sad o s p o r F reu d en alem án .
269. J. L acan , op. cit., p. 17 2 .

156
En el au tism o — esté el n iñ o en los com ienzos de la ten d en cia o
no— lo que n o hay es «objeto de la pulsion», ya q ue ella inicia su cir­
cuito de ida y vuelta alrededor del objeto «a» com o causa de deseo. Si
bien el deseo está im plicado en distintos niveles del organism o, es otra
cosa q u e el org an ism o en sí. Se tra ta de partes del organism o.
En to d o caso, son aquellas que se im plican convirtiéndose en las
zonas erógenas que nos enseñara Freud, y es en ellas, que fun cio n a la
pulsión. F u n ció n que ejerce en cu an to h a pasado — condición nece­
saria— por las redes significantes. Es decir, cuando el sujeto — en tan to
tal— h a h echo la en trad a al m u n d o de lo sim bólico.
En las consideraciones que Lacan hace con respecto a la pulsión,
to m a de Freud los conceptos de activo, pasivo y reflejo p ara señalar que
la pulsión se ínstala com o tal en el sujeto ju stam en te en su trayecto de
ir y volver.
Es en el tray ecto de ir y volver q ue la p u lsió n se estru ctu ra, co n
lo cual concluye en el carácter circular de la pulsión.
Este ca rác te r circ u la r señ ala los tres tie m p o s de la p u ls ió n en
d onde debe distinguirse — en sus vueltas— de lo que aparece y lo que
n o aparece en u n tercer tiem po. En este tercer tiem p o lo que se ve es
la aparición de u n nuevo sujeto. Sujeto que es el otro siem pre y cuando
la pu lsió n haya p o d id o cerrar su re co rrid o circular.
La función de la pulsión, p o r lo tan to , se realiza en tan to tal sólo
co n la ap arició n al nivel del otro.
El n iñ o sin d icad o co m o a u tista n o ha h ec h o el re co rrid o c o m ­
p leto n i el cierre de este c irc u ito — en ta n to q u e n o h a e n c o n tra d o
al o tro — .
Según el caso p o r caso, puede estar en u n com ienzo del recorrido
a p artir de alguna m arca inicial pero, p o r alguna razón, n o le h a dado
el em puje suficiente com o p ara seguir.270
P u ed e e n to n c e s q u e se h ay a q u e d a d o en lo q u e F reu d define
com o konstante K raft271: estado constante o, com o Lacan lo dice, ten­
sión estacionaria272. Este «estado constante» p u e d e ser el estado del
autista, p o r lo cual se retuerce, grita o se golpea sin o tro sentido que
n o sea la reacción de especie viva.

270. Hipótesis presentada para explicar los «seguimientos» que el autista hace de los
objetos
271. Se utiliza el térm ino en alemán.
272. J. Lacan, op. cit., p. 185.

157
A rticu lad a sólo en té rm in o s de ten sió n , h ay acefalía del sujeto,
ya q ue p ara q u e se instituya en tan to tal, el inconsciente debe in sta u ­
rarse, ju stam en te en los intervalos de la d istribución de las cargas de
tensión catectizadas, investidas, p o r lo cual la función del o tro es con­
dición necesaria.
Desde la dem ostración m atem ática, se trata del ro m b o que Lacan
coloca p ara señalar «el centro de to d a relación del inconsciente entre
la realid ad y el sujeto»273.
Según Lacan274, el «yo» del recién nacido, q u e F reu d llam ó «Real
Ich» está catectizado sin defensa p a ra los ascensos de la sexualidad.
Allí quedaría a veces estacionado, en m i opinión, el n iñ o autista, según
el caso p o r caso. Estacionamiento q u e le im p id e realizar lo que tan to
Freud com o Lacan describieron com o una represión en la presión cons­
tante para acceder a m antener el principio del placer, h acien d o la d is­
tinción: placer-displacer. Justam ente, cu an d o el bebé logra esta o p e­
ra to ria q u e F reu d llam a Á ufm erkasam keit (posibilidad de atención),
logra el p rogreso del aparato m ental.
Pero puede ser que, al estar sin defensas convenientem ente estruc­
turadas, p o r el tiem po p rim ordial de indefensión en el cual se encuen­
tra, an te la acción de la sexualidad del otro , no se instaure esta catexis
freudiana determ inante del progreso, que es n ad a m enos q u e la aten­
ción. Justam ente, lo que el niño autista no hace: atender.
E n ese m u n d o del Yo real, to d o existe alre d ed o r del m ism o, n o
hay sujeto p o rq u e el m ism o, se inicia en el cam po del O tro , en ta n to
cum plidos los tres tiem pos del circuito pulsional con su cierre corres­
p o n d ien te.
Es la relación con este O tro lo que va a p erm itir el nacim iento de
la «laminilla», p ero p ara ello, el viviente pierde. Esto es lo que el autista
no hace, no pierde, no arriesga, no gana la vida simbólica.

5. A fecto en el au tista

A p a r tir d e to d o lo ex p u e sto , fu n d a m e n ta lm e n te en el p lin to


a n te rio r — casi com o que fuera su co ro lario — , p u ed o decir q u^ las

2 7 3 . op. cit., p. 18 6 .
274 . op. cit., p. 18 9 .

158
co n d u ctas caratuladas com o «afectivas» de m an era tradicional — en
el d ecir de cualquier discurso en el cam p o de la Salud M ental— con
respecto al au tism o , se p u ed e n llam ar de esa m an era, según la p o si­
ción q ue el n iñ o ocupe en el circuito de la pulsión — p o r u n lado— y si
h a p o d id o s o rte a r u n p rim e r o seg u n d o tie m p o del «E stadio del
espejo», p o r o tro.
C oloco n u ev am en te estas posiciones según el caso p o r caso, en
el sentido de que, si bien la clínica m e indica una cierta generalización,
n o p u e d o h acer com o u n a afirm ación general, en u n sen tid o em p í­
rico, de q u e se va a cu m p lir en to d o niño.
En el caso señalado de la posición que o cu p a en el circuito de la
pulsión, sus conductas — llam adas afectivas— ten d rían m ás la carac­
terística de « tendencia» o de p rim e r tiem p o de la pulsión, en cu an to
a sentir la presión de determ inados estím ulos en sus sensaciones, regis­
tradas p o r el SNC, careciendo de lo que desde el psicoanálisis llam a­
m os conductas con la intencionalidad de dar o m ostrar amor. P orque
lo señalado com o tal es u n o de los factores que le conciernen a la pu l­
sión c u a n d o ya está investida p o r el a m o r del o tro y h a h echo efecto
eficaz la p alab ra del m ism o sobre el cu erp o del infans.
En c u a n to a la p o sició n posible d e e n c o n tra rse en u n p rim e r o
segundo tiem p o del «Estadio del espejo», n o les da todavía los in stru ­
m entos subjetivos de reconocerse a ellos m ism os com o p rim er objeto
id en tificad o , p o r lo cual n o h a n en tra d o a ú n en el ca m p o del O tro .
P u eden estar «listos para» p ero n o lo h an hecho, p o r lo cual sus c o n ­
ductas llam adas afectivas p u ed en ten er u n a cierta y discreta direccio-
n alídad hacia algunas p e rso n a s275.
En m i o p in ió n , deben co n sid erarse estos hechos en el caso p o r
caso co m o p a ra d ecir q u e son conductas afectivas co n el sen tid o en
que el lenguaje corriente las emplea: ofrecer o b rin d ar am o r a alguien.
C u an d o digo «am or», lo digo desde los conceptos del psicoaná­
lisis, am arse a través de o tro en pleno cam po narcisista.
Se trata del am o r en su esencia, juzgado p o r F reu d 276 com o pasión
sexual cu an d o se refiere a él, com o la culm inación del circuito de la

275. En m i experiencia clínica en el C entro de Día «Lianfranco Ciampi», puede suce­


der que un niño reconozca a su analista, o a u n m usicoterapeuta o a alguna de las
«Tallerístas».
276. S. Freud, «Introducción del Narcisismo», texto de 1914, en Obras Completas, tomo
II, Biblioteca Nueva, M adrid, 1973.

159
libido, cu an d o ya p u ed e colocarla en o tro , en ta n to objeto buscado
p a ra su satisfacción y co n su c o m p o n en te ligado a la tern u ra.
T am b ién e n tra el co n cep to de afecto, si en su co n sid eració n lo
entendem os com o aquel q u e n o engaña en tan to a n g u stia 277. C o n si­
derado así, está articulado tanto al «Estadio del espejo» com o a la «señal»
de la presencia de o tro , p o r lo tan to , el afecto desde n u estra perspec­
tiva de am or y percepción subjetiva de reconocimiento de sí y de otro, tiene
que ver con la constitución subjetiva de sujeto, en la cual no se encuen­
tra el autista.
P o r lo ta n to , si se h ab la d e afectos en u n n iñ o au tista, debem os
considerarlo en el orden de lo psico-fisiológico com o reacción al haber
registrado u n estím ulo.
En el psicoanálisis n o hay u n a diferencia en su génesis entre el acto
intelectual y lo afectivo. Tam poco la hay p ara H . W allon, desde el dis­
curso de la psicología.
P o r lo cual, debe entenderse que afectarse y co nocer c o m p re n ­
der, en el bebé, están dados en u n solo acto. Es esto lo que organiza las
p rim eras inscripciones de la estru ctu ra subjetiva.
C o m o p u ed e co m p re n d erse , desde el discu rso lacan ian o n o se
plan tea lo afectivo m ás allá de la p ro d u cció n del sím bolo. Cito:

«La intersubjetividad está d ad a an te to d o p o r la utiliza­


ción del sím bolo y esto desde el origen. T odo parte de la
p osibilidad de n o m b ra r278 que es al m ism o tiem p o des­
trucción de la cosa y pasaje de la cosa al plano sim bólico,
gracias a lo cual se instala el registro propiam ente hum ano.
A p artir de aquí, y de m odo cada vez m ás com plicado, se
produce la encarnación de lo sim bólico en lo vivido im a­
ginario. Lo sim bólico m odelará todas las inflexiones que,
en lo vivido del adulto, p u ed e a d q u irir el com prom iso
im aginario la captación originaria.»279

U bicado el n iñ o autista en situaciones tal vez anteriores a la c o n ­


fig u ra ció n d e la e s tru c tu ra su b jetiv a n e u ró tic a , q u e d a re d u c id o a

2 7 7 . J. L acan , S e m in a rio «La an gu stia» , v ersió n d esgrab ad a sin -revisar p o r el au to r,


Escuela Freu d ian a de B u en o s A ires, circu lació n intern a. Inédfto.
278 . L a c u rsiv a es m ía. )
279 . J. L acan , Los Escritos Técnicos de Freud, Paidós, B arcelo n a, I9ßl.

160
la m era resp u esta co n d u ctu al m ecánica de su cu erp o real; la capaci­
d ad afectiva, co m o se co m p re n d e desde los p o stulados del psicoaná­
lisis, le está vedada.

6. El juego

Antes de entrar a considerar esta actividad h u m an a desde los pos­


tu lad o s del psicoanálisis, m u y b re v em en te d iré que a fines del siglo
X I X ya se co n sid eraba a esta actividad com o u n a fu n ció n psicológica
q u e te n ía co m o objetivo descargar e n e rg ía 280 siem p re en el sen tid o
general evolutivo de adaptarse al m edio. En los com ienzos del siglo X X ,
se le da u n a finalidad de satisfacción in stin tiv a281 y com o antecedente
de F reu d se cita en los m ed io s académ icos a E d u ard o C lap are d e282,
quien consideraba que la actividad del juego perm itía al niño la realiza­
ción de su yo.
D esde el discu rso de la psicología, se considera la evolución de
esta actividad com enzando con los «juegos circulares» de la etapa sen­
sorio m o to ra de Jean P iag et283 , luego los juegos llam ados «sim bóli­
cos» h asta llegar a los llam ados «reglados». Así esta actividad aparece
fo rm a n d o p a rte de la estru c tu ració n psicológica co m o u n a m u estra
fu n cio n al de la m ism a.
H . W a llo n 284 — q u ien p ro p o n e u n a psicología co m p arad a en la
o b ra citada— , le da al juego, a u n en los anim ales m ás organizados285,
articulaciones estrechas co n el acto inteligente y ordenado con la c o n ­
currencia d eterm in an te de varios factores: lo instintivo, lo em ocional
y la ad a p ta ció n al am b ien te, co n clu y en d o q u e en los anim ales — en
el g ato , p o r ejem p lo — es el re su lta d o de la m a d u ra c ió n fu n cio n al
y n o de u n a m era im itación.

280. H . Sp en cer ( 18 2 0 - 19 0 3 ) citado p o r J. F e rra te rM o ra en el IV to m o de Diccionario


de Filosofía .E D Ariel. Sociedad Anónim a. Barcelona España. 1994. y po r B. Székely
en el Diccionario Enciclopédico de la Psique. Ed . C larid ad . B u en o s A ires, 19 58.
2 8 1 . F. Q ueyrat, Los juegos de los niños, D an iel Jo rro , M a d rid , 19 2 6 , p. 64 en adelante.
2 8 2 . E. C la p ared e ( 18 7 3 - 1 9 4 0 ) , p sicó lo g o y ped ago go suizo fu n d ad o r del In stitu to J,
J. R o u sseau . A u to r de Psicología del niño y La educación funcional.
283. J. Piaget y o tros, l o s estadios en la Psicología del niño, N u eva V isió n , B uen os A ires,
19 84 .
284. H . W allo n , Del acto al pensamiento, P siqu e, B u en o s A ires, 19 7 4 .
2 8 5 . H . W allo n , op. cit., p. 1 1 1 .

161
D esde el psicoanálisis» el juego en tra a fo rm a r p a rte de la activi­
d ad d e u n bebé cu an d o ya h a captado la presencia del o tro y la de él
m ism o com o tal. Es decir q u e el proceso de génesis d e la identifica­
ció n p rim o rd ia l al Φ sim b ó lico está eficazm en te in sc rip to , lo cual
p o sib ilitará — com o se h a explicado en el p u n to «V er-m irada»— la
configuración de los objetos» «lugar en la estructuración subjetiva en el
cual se instala el sujeto cu an d o el bebé p u ed e desarrollar la actividad
de “h acer aparecer y desaparecer” el carretel»286.
El n iñ o a ú n n o puede d ar cuenta del significado identificatorio de
su ju ego p e ro este será el origen de lo que en ten d em o s co m o objeto
«a», causa de deseo ya que h a iniciado, «sin saberlo», con su repetición,
en la m e to n im ia q u e «será el p re lu d io de la m etáfo ra» 287. P asaje al
m u n d o sim bólico.
El nifio autista, según haya com enzado a tran sitar o n o el p rim er
tiem p o del «Estadio del espejo», está antes del juego del Fort-Da.
E n el bebé que se está constituyendo a la m an era neurótica puede
h aber form as arcaicas del jugar com o u n a actividad destinada a captar
significantes para obtener u n a im agen del cuerpo p ropio a través de los
rasgos que va in co rp o ran d o d e «gestos» y form as del hacer del O tro.
O peración q ue se to rn a m ás eficaz cuando los gestos y form as le están
dirigidas especialm ente al bebé. Ejem plo de esto es la actividad com ún
de cu alq u ier m am á «jugando» con su bebé, em itie n d o sonidos, so n ­
risas, hablándole, tocándolo. C uando juega a «¿D ónde está mam á?» o
a «¡Qué lin d a m an ito que tengo yo!», y toda la variedad de juegos que
cada m am á in v en ta p a ra su bebé.
Este ju g ar espontáneo de la m am á contribuye a ese apropiarse de
significantes p o r p arte del bebé, con lo cual va co n stru y en d o la im a­
gen de sí que culm ina en el citado «Estadio del espejo».
El n iño autista n o to m a estos significantes del jugar posible de una
m am á p orque la im agen de ella, com o recortada de él, n o h a sucedido,
Al n o p ro d u c irse el corte eficaz, q u e desde la to p o lo g ía h e p r o ­
pu esto co m o el disco que cae del cu erp o de la esfera, p o r acción del
O tro .
D e tal de m an era q ue queda separado d e ella co m o otro .

286. S. F reud, M as allá del principio del placer, A m o iro rtu , B uenos'' :s, 1993,
p p . 14 y 15.
287. L. D onzis, fugar, dibujar, escribir. Psicoanálisis con niños, H o m o 1 ens, R o­
sario, 1998. /

162
Acción que desde n u estro discurso se la adjudicam os al p o d e r del
lenguaje so b re el cu erp o real del sujeto en constitución.
E n el n iñ o au tista, p u e d e h a b e r q u e d a d o la m a rc a de la acción
del O tro , p e ro la m ism a p erm a n ece congelada p o r d istin tas causas
posibles.288
D e b id o a lo recién señalado, es m u y difícil, en to n ce s, co n c eb ir
q u e el au tista ju eg a2®9, en to d o caso, m anipula su cuerpo y, a veces, en
el caso p o r caso, ciertas repeticiones de este m anipular tienen una posi­
ble lectura clínica desde su propia historia en el decir de los padres290.
El «jugar» d e los niños en los prim eros años d e vida a ú n coincide
justam en te con el in ten to de separar la so m b ra del O tro, tiem pos in s­
titucionales d o n d e la m arca de la fascinación de los tiem pos d e pleno
im ag in ario tien e todavía m u c h o p o d er. P o r lo cual, «el n iñ o in te n ta
en la rep etició n del juego b o rd e ar u n c o n to m o diferente»291. P ero en
el n iñ o autista n o es éste el fin de la actividad del jugar en sus esbozos,
ya q u e la plena captación del O tro del im aginario n o se ha producido.
C u an d o u n n iñ o autista hace algún corrim iento de esta posición puede
ingresar a u n co n o de b astantes so m b ras del O tro sobre él y m o stra r
co n d u ctas p ro p ias d e la psicosis. Es en el juego, p recisam en te d o n d e
p o d em o s leer características de este m al encuentro con el O tro292.
Es posib le q u e el au tista, en base a con sid eracio n es que h em o s
hecho en el p u n to c o rre sp o n d ie n te al lenguaje, haya te n id o «de e n ­
trada» u n m al en cuentro con el O tro, m al encuentro que tiene que ver
co n los efectos de lo erótico p ulsional del O tro. M al en cu en tro que es
a n te rio r a lo q u e e n ten d e m o s p o r escena p rim itiv a, p o r lo cual n o
p o d ría darse lo traum ático entendido com o agujero y/o corte en la red
d e significantes.
P o r lo cual en el autism o hay u n estado diferente com o consecuen­
cia de este m al encuentro que se debe a u n «factor letal» y que, en tanto
«letal», n o h a p e rm itid o el n ac im ien to de u n parlêtre y sólo h a q u e ­
dado u n ser viviente que resp o n d e a las funciones de su SNC.

2 88. Q u e se d esarrollarán en el pu n to relativo al O tro.


289. Y a se han p lan tead o en este lib ro algun as de las razo n es p o r las cuales el autista
n o está en el ju g a r y m u ch o m en os «im agin ativam en te».
290. E n el caso «D aiana» se p resen tará u na con clu sión al respecto.
2 9 1 . L. D o n zis, op. cit., p. 65.
2 9 2. Se p re se n ta rá n frag m en to s c lín ico s al respecto en la p a rte c o rresp o n d ien te a la
ac ció n del O tro.

163
7. Las fu n d o n e s y/o m o v im ien to s del O tro

«... Las estructuras de esta fam ilia se interiorizan en actitudes


y se reexteriorizan en prácticas mediante las cuales
el niño logra ser lo que de él hicieron.»193
Jean P au l Sartre

C uando trato el tem a del O tro, lo hago en los estrictos térm inos de
su conceptualización en psicoanálisis, sin que este O tro al cual m e refiero
sea la encam ación exacta de una m adre y/o u n padre de la realidad. Por
lo cual n o se trata de «tipificar» u n a m adre y/o padre que produzca autis­
tas u o tras situaciones patológicas en la p rim era infancia, sino que se
tra ta de señalar algunas situaciones de historias de vida que son m ás o
m enos propiciatorias de m alas o buenas circunstancias p ara la consti­
tu ció n subjetiva de u n n iñ o en los p rim eros meses de existencia.
D e la experiencia clínica en el C entro de D ía «Lanfranco Ciam pi»
o en la p ráctica p riv ad a consignaré algunas situaciones q u e p u ed en
ser p ro p iciato rias o p recipitadoras d e situaciones q u e en sus p rim e ­
ros m eses de vida y a u n d u ra n te su concepción colocan al n iñ o en la
dificultad de e n tra r en la estru ctu ra subjetiva que concebim os p ara el
neu ró tico .
Ellas p u ed e n ser:
1. E n ferm ed ad es graves de la m a d re d u ra n te el em barazo o en
los p rim ero s m eses de vida del bebé y/o enferm edades de éste
ú ltim o q u e requieren internaciones sucesivas.294
2. D uelos im p o rtan tes en la m adre.
3. Situaciones m u y íntim as, ocultas con respecto a su vínculo con
el p ad re del n iño.
4. Situaciones inconscientes co n respecto a u n a negación vaci­
lan te o explícita co n respecto al falo sim bólico. (Φ ).
5. Situaciones vitales de la pareja que involucran a la fam ilia con
respecto a cam bios im p o rtan tes en el h á b ita t295.

293. J. P. Sartre, El idiota de la familia, to m o II, T iem p o C o n tem po rán eo, B uenos Aires,
19 7 5 , p. 13 .
294. N o m e refiero aq u í a en ferm edades genéticas y/o n eu ro ló gicas q u é'suelen causar
luego conductas denom inadas desde el discurso m édico com o típicam ente autistas.
2 9 5 . C o m p re n d o p o r «hábitat» m o d o s de v id a , cam bios de lu gar de residencia, en el
g ru p o fam iliar, etc, J

164
Lo en u m erad o es u n a selección n o exhaustiva, que n o d a cuenta
de to d as las variables q ue se e n cu en tran en la clínica. Sólo tiene com o
objetivo pasar revista a los casos m ás co m u n es en el tra ta m ie n to de
estos niñ o s y q ue se suelen citar en el relato de fragm entos clínicos p o r
d istin to s au to res co incidentes co n m i experiencia. P o r o tra parte, el
o rd e n d e n u m e ra c ió n d a d a ta m p o c o refleja n in g u n a secu en cia en
im portancia para la gravedad ni la determ inación del «cuadro» llam ado
«autista», sin o q ue se b asa en la rep etició n de estas situaciones en el
«caso p o r caso.»
A dem ás, m u ch as veces estas situaciones surgen co m o direccio-
nales posibles en la m arc h a de u n a «cura» p o r la lectura que de estos
d a to s hace u n p sico an a lista. D ato s q u e p a ra los p ro ta g o n ista s —
m adre, padre— carecen de algún valor en sus relatos296. Sin em bargo,
es im p o rtan te consignar que se trata de cómo significan los protagonis­
tas b s hechos según la lectura clínica de un psicoanalista. En ese sentido,
hay p o r lo m en o s tres tie m p o s297:
1. El d ato «perdido» p ara los inform antes, o banal p ara ellos.
2. La cap tación que el psicoanalista hace del m ism o.
3. La m an io b ra posible con la cual este dato to m a o tra dim ensión
sig n ifican te en el discu rso d e los pad res y, en consecuencia,
o p era cam bios.

C o m o ejem plo de lo que he consignado, relataré el siguiente frag­


m en to clínico298: la m am á de Elias cuenta en la p rim era entrevista que
su n iñ o com en zó a aislarse y a n o h ab lar en tre el añ o y m edio y dos,
luego de u n a m u d an za a o tro lugar de la provincia. En el tran scu rso
de su p o rm en o riz ad o relato del cam bio de u n a ciu d ad a u n a zona de
q u in tas, si b ien hace h in cap ié en las co n d u ctas de su n iñ o , observo
sus ojos llenos de lágrimas, ciertas inflexiones en la voz q u e escucho
co m o de re sen tim ien to o b ro n c a contenida. Pienso: «M e cu e n ta de
Elias p e ro , ¿ella?... ¿Estaba fu rio sa c o n el m a rid o 299 o, al m ism o
tiem po, m u y m u y triste p o r to d o lo que había dejado?». Ya que si bien
p ara Elias y su h e rm a n o el traslad o era u n cam bio, p a ra ella signifi­
caría m u c h o d o lo r dejar la ciu d ad en la q u e h ab ía n acid o y se había

296. C . K o lk o , Los ausentes de la memoria, op. á t.


297. T ie m p o s en la con secu ció n po sib le de un tratam iento.
298. D e m i p ráctica p rivad a; lo s n o m b res son ficticios.
299. Se h ab ían traslad ad o p o r razones de trab ajo de él.

165
criado, su familia, amistades, etc. Pero esto, que yo pienso en el m om ento
de su relato, ella n o lo m e n c io n a en lo absoluto. A n te m i p regunta:
«¿Y usted co m o estaba?», n o sólo se so rp re n d ió sino q u e com enzó a
llo rar quedo, sin p o d e r p arar. E ntonces, digo algo así com o que, tal
vez, ella estaba m ás triste de lo que hasta hoy había supuesto. Sólo llora
y llo ra ...
A la sesión siguiente m e dice: «Recién en la entrevista c o n usted
m e di cuenta de lo d ep rim id a que estuve, de lo ausente que estu v e... »
E sta d e p re sió n , triste z a «olvidada», n o fu e sin co n se cu en c ia s
p a ra E lia s,..300.

1. E nferm ed ad es graves d e la m a d re d u ra n te el em b arazo


o en los p rim ero s m eses de v ida del b eb é y/o enferm edades
de éste

U n o de los casos m ás paradigm áticos en todos estos años de clí­


nica en el Servicio Asistencia! del C entro de D ía «Lanfranco Ciam pi»
ha sido la historia de Lina que reúne, ella sola, u n a serie de situaciones
y circunstancias que precipitan a diagnósticos de autism o y/o psicosis.
La n iñ a h a estado im plicada en u n a serie de problem áticas que,
cada u n a en sí m ism a, pu d iera co n trib u ir y a ú n determ inar la p o sib i­
lidad de los diagnósticos recién m encionados.
Sin em bargo, en la lectu ra clínica desde el psicoanálisis lo preci­
p ita n te a la p o sició n subjetiva en la q u e la recib im o s (aislada y con
conductas «extrañas» y agresivas) fue la «ausencia» subjetiva de la m adre
en los p rim eros m eses de su vida, p o rq u e la concibió padeciendo u n a
«Esclerosis en placa»301 — q u e fin alm en te la llevó a la m u erte— que
no le perm itió vincularse prim ordialm ente con la bebé, p o r u n lado, y,
p o r otro, la bebé fue para la familia m ás u n problem a que u na persona.
H aré u n listado de las afecciones de la n iñ a p o r las cuales sus p ri­
m eros m eses los pasó más en H ospitales que en los brazos de alguien,

300. R eto m aré este caso en el presente libro.


3 0 1 . «La E sclerosis en placa» es una en ferm ed a d de la p laca m o to ra n e u ro m u scu lar,
p ro d u cie n d o la desm ielización d e l tejido. E n consecuencia pro d u ce d iscap acid a­
des físic as. N o se p u e d e n p re d e c ir c o n p re c isió n su c u rso y su p ro n ó stic o .
C o n sid erad a com o u n a afecció n celular, se ign o ra aú n su caasa. C o m u n icacio n es
personales del Dr. P ro fesor A d ju n to de Psiqu iatría N iñ o s, J. G a r d a R iera Rjbgger,
M iem b ro A sesor del E q u ip o de P siqu iatría B io ló gica del C en tro de Did. ·

166
m ie n tra s la m a d re se ag ravaba cad a vez m ás d e la e n fe rm e d a d q u e
padecía.
a. N ació p re m a tu ra a los och o m eses de gestación.
b. P erm an eció en in cu b ad o ra 31 días (los padres ten ían acceso a
la sala p e ro n o la p o d ía n to c a r)302.
c. N ace con m alform aciones en el paladar, labio lep o rin o y u n a
h ip o acu sia bilateral.
d. I a in terv en ción qu irú rg ica de labio a los 35 días de nacida.
e. 2a intervención quirúrgica para acom odar el paladar a los cinco
años de ed ad (la m ad re hacía dos q u e h ab ía m u e rto ).
f. 3a intervención quirúrgica a los ocho años de edad para recons­
tru cció n del paladar.

C o m o co n se cu en c ia d e to d o lo a p u n ta d o , p e ro fu n d a m e n ta l­
m e n te p o r la h ip o acu sia, la n iñ a tien e severos tra sto rn o s del h abla.
Fácil es d e d u c ir q u e fue tra ta d a p o r fam iliares co m o la « re tra­
sada» y /o «tontita» y p o r profesionales co m o «autista.» A pesar q u e
la n iñ a trata b a d e hacerse en te n d e r p o r señas, n adie las in terp re tab a
com o intentos de comunicación, sino com o signos de «locura». El colm o
de esta historia es conocer el dato de q ue la hipoacusia recién se inves­
tigó cuando la n iñ a contaba con siete años de edad. Su familia — pobre
eco n ó m icam en te y de in fo rm ació n — n o se dio cu en ta de que p o d ía
ser so rd a y n u estro s Servicios P úblicos d e A sistencia, siem pre a p re ­
m iad o s p o r la urgencia y sobrepasados p o r el n ú m e ro de pacientes,
tam p o co .
Lo m ás n o tab le y d e te rm in a n te es que ese «no darse cuenta» de
la familia m ostraba para nosotros, psicoanalistas, el lugar subjetivo que
Lina o cupaba en u n g rupo fam iliar envuelto en el duelo de la pérdida
de la m adre. F u n d am en talm en te, el padre, q uien p o n e en ella to d o s
los tem o res de m u erte in m in e n te ya vividos con respecto a su m ujer.
A b ru m ad o p o r la certeza de que, p o r la m ala fo rm a ció n del paladar
de Lina, podía m o rir ahogada — a pesar de que ya esta anom alía se había
corregido— , perm anecía vigilante de la niña. G uiado p o r sus certezas,
do rm ía con Lina cuidando que su respiración fuera la correcta.

302. P o r prescrip ció n m édica qu e n o siem pre tiene un fu n d am en to claro y q u e ign o ra


la im p o rtan cia d e la presencia del o tro para la posibilidad de la con stitu ció n de la
estru ctu ra subjetiva.

167
La n iñ a quedó presa de los terrores y duelos de este grupo familiar,
cercada p o r los m ism os m ucho tiem po, sin salida hacia los otros, hacia
el m u n d o circu n d an te, a pesar de sus esfuerzos.
A dem ás, to d o s sus h erm a n o s le d o b lab an varias veces la edad y
co n stitu ía p a ra ellos m ás el resto m alformado viviente de la m u e rte de
la m ad re q u e u n a herm ana. Se p reguntaban, abiertam ente, si el naci­
m ien to de Lina n o h abía precipitado la m u e rte de la m adre.
N o p u ed o dejar de p o n e r en relieve el h echo d e q ue los prim eros
treinta y u n días de la existencia de Lina transcurrieron en una m áquina
— la in cu b ad o ra— sin co n tacto h u m an o alguno y que apenas sacada
de allí — a los cu atro días d e nacida— la so m eten a u n a intervención
q u irú rg ic a ...
C o m o dije al com ienzo, cada u n a de las lam entables circ u n sta n ­
cias de la existencia de Lina facilitaban su aislam iento y, c o n ello, la
p érd id a d e la o p o rtu n id a d única en sus tiem pos lógicos co n stitu y en ­
tes de establecer inscripciones fundantes.
Es im p o rta n te ta m b ién co n sig n ar q u e n o so tro s tu v im o s pocas
chances p a ra q u e u n tra ta m ie n to revirtiera m u c h o las cosas, ya que
la n iñ a fue derivada a n u estro C en tro en p len a adolescencia, después
de d ar vueltas p o r distintas instituciones p a ra «retrasados m entales».
N o o b stan te lo cual los logros de Lina nos llen aro n de satisfacción303.
Si bien todas las circunstancias que escuetam ente enum eram os podían
haberla hecho au tista304, dejó de serlo p o r la intervención clínica que,
aunque tardía, fue oportuna y correcta. Ayudó el deseo de Lina que siem ­
pre quiso estar con los otros. N adie acudía a sus llam ados que, p o r a n o ­
m alías del ap a rato fo n ad o r, era n extraños y guturales, pero eran lla­
mados q ue n o so tro s sí tom am os como tales y ap ren d im o s a leer e
in terpretar. F ue notable co m o la expresión gráfica de Lina fue d an d o
cu en ta de la m an era en que vivenciaba su cu erp o ya q ue al com ienzo
de su trata m ien to se d ib u jab a sin boca.305
P o r su p u esto , ten em o s m u c h o m ás p a ra decir d e Lina, p e ro lo
consignado h asta aquí refuerza la hipótesis sostenida del papel fu n ­
dante e instituyente que juega en la organización del sujeto la función

30 3. Se p re sen taran algun os in fo rm es c lín ico s del caso en algu n as h isto ria s clín icas
m ás adelante. ' \
304. Y a que era con sid erad a com o tal hasta su d eriva ció n al C en tro .
305. E n anexos sob re la p ro d u cció n d e los h isto riad os qu e aq u í se m en cio n an p resen ­
tarem os u n a breve retrospectiva de los d ibu jo s de Lina.

168
del o tro , el lu g ar q u e se le asigna, según los p o stu lad o s del psicoaná­
lisis y los q ue sostengo en m i p ráctica com o psicoanalista.
Veam os o tro fragm ento clínico. M argarita, m adre, carga con his­
torias de violencia y erotism o de sus padres (que n o cuenta, sino que la
desb o rd an ) llen an d o c o n ellas to d o s los espacios terap éu tico s o rg a­
nizados p ara su hijo. Es de consenso en los psicoanalistas del Servicio,
com o fruto de «Ateneos de discusión de los casos», contener a los padres
hasta que se p ro d u c e el ped id o p or parte de ellos de un espacio propio
para hablar de sus cosas. Pienso que si esto no se da, los padres, no escu­
chados en su sufrim iento, n o «largan» al niño, com ienzan los in c u m ­
p lim ie n to s d e asistencia, etc. C o m o dice u n a T allerista del C e n tro
su m am en te experim entada: «N osotros intentam os, pero la m ad re no
lo presta».306
V uelvo a M argarita, re firién d o m e ju stam en te a la sesión d o n d e
acepta to m a r entrevistas para ella, en o tro h o ra rio que las de su hijo.
Dice casi textualm ente: «U sted m e tiene que d a r garantías de q u e n o
m e va a volver a pasar», y relata que el lunes a la n o ch e se sintió m al,
que com enzó a guardar cosas m eticulosam ente en u n a caja (a las que
llam a «porquerías») al m ism o tiem po que hace com entarios, llorando,
d e có m o ella n o p u ed e estar b ie n p a ra sus hijo s c o n to d o lo q u e su
m ad re trab ajó p o r ellos (se refiere a ella y sus h erm a n o s). Q ue p e n ­
sando así, se fue p o n ien d o cada vez m ás nerviosa, se sentía u n a p o r­
quería, pero no puede dejar de hacerlo, com enzó a ahogarse, se le cru­
zaban solas las piernas y sentía que n o po d ía ab rir la boca, n o sabe p or
qué al m ism o tiem po pensaba «vos n o sos m i papá». Quería u n m édico,
p ero al m arid o le dan m ucha vergüenza estas cosas q ue a ella le pasan.
Puede decir que adem ás se excita sexualmente cuando se pone tan n er­
viosa y rem em ora escenas de peleas y encuentros sexuales de sus padres.
M argarita dice estar enferm a d e algo que no sabe lo que es y tiene
m iedo. P ero n o se tra ta de u n a enferm edad m édica com probable.307
Pensé en el m o m ento en que supervisaba este caso y ahora, rem e­
m o rá n d o lo , e n aquellas in c o m p re n d id a s p acien tes h asta q u e llegó
Freud. M argarita, tal com o alguna de ellas, parece sufrir de «ataques»
claram ente histéricos que — a veces— to m a n las form as que p u ed en

306. M . I. M alan o , P ro feso ra p ara n iñ o s Especiales y de E x p resió n C o rp o ral.


307. L os pacientes del Servicio y sus fam ilias so n rem itidos a los Servicios Asistenciales
de las distintas C átedras de la Facultad de C iencias M édicas en la que se encuentra
el C en tro.

169
confundirse con u n ataque epiléptico. Freud, para referirse a la confu­
sió n p o s ib le c o n ellos — en el en say o « D ostoy evski y el p a r r ic i­
dio»308— n o s dice que el célebre escritor ru so , creía sufrir d e epilep­
sia. Sin em bargo, F reud cree o tra cosa: «lo m ás pro b ab le es q u e esta
p re te n d id a epilepsia fu e ra ta n sólo u n s ín to m a de n eu ro sis, la cual
p o d ríam o s clasificar, en consecuencia, co m o histero-epilepsia; esto
es, co m o u n a h isteria grave».
A ctualm ente, en los efectores de salud públicos y au n en los p ri­
vados, a este tip o de m anifestaciones suele n o dársele m u ch a im p o r­
tan cia — salvo excepciones— p o r lo cual la in ten sid ad de la angustia
de los pacientes así tratados se acelera y au m en ta sus m anifestaciones
que los llen an de terror, p o rq u e creen tener algo terrible cuyo origen
n o se sabe. «Algo terrible de la cabeza», suelen decir, y q u e el m édico
n o les q u iere decir o n o se sa b e ...
El te m a es interesante, pero volviendo a lo que m e o cu p a en este
p u n to del libro, b función del otro primordial en estas m ujeres, debería
funcionar «marcando» y dando u n lugar al niño para que advenga sujeto.
E n los dos fragm entos presentados p odem os ver que, tratán d o se
tan to de u n a enferm edad orgánica com o de u n a enferm edad psíquica,
am bas o cu p a n a veces u n lugar ta n p ro m in en te en la subjetividad de
quien las p o rta que no hay lugar alguno para que el niño p u ed a e n tra r
co m o o b jeto fálico de las m ism as. Esto p e rm itiría al hijo e n tra r a la
triangulación edípica im aginaria prim era, p ara poder así ser sujetado
a otros significantes, para que funcione lo que hem os llam ado «N om bre
del Padre». Espacio que tam bién hace posible que, una vez instalado, en
él advengan otros espacios, creados p or los «no» de la m adre, haciendo
co rte al goce. P ero en estos casos se trata de n iñ o s que «están afuera»
de los significantes del discurso m aterno, n o h an sido registrados, sólo
está el d o lo r que las aqueja y en él en c u en tran el goce que las colm a;
p o r lo que, desde m i posición, sus hijos son sindicados com o autistas.
Veam os ahora qué ocurre en aquellos niños que han sido portado­
res de una enferm edad en los primeros meses de vida. 309

308. S. F reu d , «D ostoïevski y el p arricid io », en Obras Completas, to m o III, B iblio teca


N u eva, M ad rid , 19 7 7 , p. 30 0 5.
309 . E n este p u n to , d ejo de m o m en to de lad o las in n u m erab les histo rias clín icas de
n iñ o s co n trasto rn o s co n v u lsiv o s y sus efectos en la c o n stitu ció n p síq u ic a para
dedicarm e más adelante a describir fragm entos de casos con síndrom es más\actua-
les desde el d iscu rso m éd ico , ta l c o m o « Sín d ro m e de L en n o x G asto u d » yjotro s.

170
N o es ex cep cio nal que em pecem os a a te n d e r en el Servicio del
C en tro niñ o s que padecen la secuela de la sífilis d e alguno de los p ro ­
genitores q u e p erm an ece ig n o rad a p o r los m ism os. Los síntom as de
retraso psicomotriz y lenguaje, que los niños han presentado al com ienzo
de la vida, la enm ascaran. Al n o tener éxito escolar, son ráp id am en te
sin d icad o s c o m o « retrasad o s m entales» y p u esto s en las llam ad as
«Escuelas especiales», a lo que se agrega la falta d e u n a correcta explo­
ra ció n m é d ic a c o n los análisis debidos, q u e d e sc u b riría n el o rig en
o rgánico del retraso.
A m ed id a q u e los tiem pos sociales y económ icos de n uestro país
e n tra ro n a la terrib le crisis en la que nos encontram os, estas situacio­
nes e m p eo raro n , ya q u e las Escuelas Especiales y a u n la que todavía
llam am os «com ún» carecen del m édico escolar q u e poseían en o tro s
tiem pos.
T en em o s la v en taja de estar d esa rro llan d o n u e stra p rá ctica en
la F acu ltad d e C iencias M édicas, lo cual n o s p e rm ite realizar d e ri­
v aciones, p ero p o r lo general so n in terv e n cio n es tard ía s h asta que
el n iñ o llega a n u estro Servicio, p o r to d o el tie m p o de vida del n iñ o
q u e h a tra n s c u rrid o d e u n a in s titu c ió n a o tra, c o n pad res desespe­
rad o s en alg u n o s casos, o c o n la seren a ap a tía re sig n a d a del p o b re
que se in m oviliza a n te todos los inconvenientes de tran sp o rtes, tu r ­
nos p a ra exám enes, y cosas q u e n o c o m p re n d e y q u e se le p id e que
lleve a cabo.
Fue in o lv id ab le p a ra n o so tro s la situ ació n de u n n iñ o tra íd o al
Servicio y e n v iad o p a ra a d m isió n al C e n tro y del q u e, c o n la D ra .
Susana B aschera V icedirectora del m ism o, tratáb am o s de analizar el
origen del retraso, sobre el cual adem ás se h abía instalado la «ausen­
cia» y otras conductas que lo sindicaban com o autista en la derivación
a n o so tro s... La m adre repetía: «Doctora, y ¿no será que quedó así p o r
la fili?». H asta q u e u n día las dos al m ism o tiem p o dijim os: «La “fili”
de la que nos habla, ¿no será sífilis?». Susana com enzó la investigación
del caso con otras Cátedras y así fue n o más: era la «fili», la sífilis, recién
escuchada después de m ucho deam bular de esta m am á con u n discurso
de p o b re y h u m ild e que n o h abía hallado respuestas.
C u an d o el p rim er diagnóstico m édico n o es claro o no es en te n ­
d ido p o r los p adres, el n iñ o qu ed a a m erced de las ideas y/o fantasías
que los m ism os padres se hacen al respecto. Q uedan com o sentencias
o prescripciones verdaderas y eternas.

171
Este fue el factor d eterm inante — a m i entend er— en el caso que
procederé a relatar. Beto es derivado p o r O torrinolaringología porque
p resen ta retraso en la adq u isició n del lenguaje hablado, tien e cinco
añ o s de ed ad . T ien e u n a h ip o a c u sia leve, c o m en z ó con b alb u ceo
recién a los cu atro años. A ctualm ente n o se entien d e lo que dice.
Se alim entó con leche m aterna hasta los doce meses y com enzó la
m archa recién a los 16 meses. En el H ospital le dicen q u e tiene raqui­
tism o y que el sostén cefálico no era el que correspondía a su edad.
En el p rim er año de vida, estuvo internado p o r colitis a repetición,
bronquitis y otitis. A los nueve meses, es internado nuevam ente p o r una
enferm edad eruptiva. A los cuatro años, es intervenido quirúrgicam ente
p o r adenoides.
Es derivado a neurología, los estudios realizados n o dan cuenta de
anom alía alguna. Al ingresar al Jardín de infantes «no se adapta», según
el in fo rm e escolar. D o n d e consta q u e adem ás de re traíd o y aislado,
cu an d o los o tro s niños in ten tan acercarse a él, les pega.
A los tres años, el p ed iatra lo deriva a u n a fon o au d ió lo g a pero,
dice la m am á, «No avanzó».
En su re la to de los a n te c e d e n te s fam iliares e n el tie m p o de su
em barazo de Beto, su m am á com enta que, com o la h erm ana del niño
— q u e ah o ra cuenta 10 años de edad— tiene trasto rn o s convulsivos,
«no querían otro chico».
A dem ás, la m am á dice sentirse m u y sola con to d o esto que pasa
con Beto. El co m en tario de la terapeuta tratan te es q u e es u n a m ujer
m u y sufrida, que fue despedida de u n a fábrica donde trabajaba m ucho.
Se siente m uy m al p o rq u e dice n o tenerle paciencia a Beto, n o lo
en tien d e y exclam a: «Yo sabía que iba a te n e r u n chico loco»...
Para la escucha de u n psicoanalista, hasta podríam os decir que en
la p re h is to ria de B eto ya está d estin ad o a la lo cu ra tem id a p o r sus
padres.
Los d ato s sobre la evolución del n iñ o en los p rim ero s m eses de
vida, retrasos en la com unicación, lenguaje, etc., concuerdan con sus
largas estadías de internación. Puedo decir, adem ás, que dicho retraso
fue ag rav ad o p o r la n ec esid ad de tra b a jo d e los p a d re s q u e, m u y
angustiados p o r esa situación, es probable q u e n o estim ularan m ucho
al n iñ o recién llegado. Siendo la m am á u n a o b re ra cansada, disco n ­
fo rm e p o r intensas h o ras d e trabajo m al pago, n o p u d o estar coñ su
b eb é en las in tern a c io n e s del m ism o . P o d e m o s arriesg ar ta m b ié n
q ue, co n su ap atía y su te m o r al «niño loco», es p o co probable^que

172
lo h u b iera hab lad o y/o estim u lad o 310 en los p rim ero s tiem pos d e su
existencia.
N o o b stan te, q uiero dejar claro que — co in cid ien d o con lo que
plantea Elsa C oriat— no creo que los bebés entiendan lo que los padres
dicen, a u n q u e este decir esté d ire c ta m e n te d irig id o a ellos. Lo q u e
creo es que, cuan d o distintos problem as los ocu p an de m o d o tal que
el b ebé n o cu e n ta — co m o en el caso q u e he c o m e n ta d o — , el bebé
q u ed a relegado a ser u n problem a. Bien, p ero un problem a no es un
niño. Y, com o sabem os, en el desarrollo del m ism o co m o tal, lo que
esencialm ente sucede es u n in terc am b io y ac o m o d ació n del b ebé al
m ed io . M ed io en el cual están sus congéneres, especialm ente sus
padres, fo rm an d o parte de los objetos de este m u n d o . P ero si ellos no
se hacen notar — al n iñ o — d en o tarlo s, separarlos y percibirlos se le
hace m u ch o m ás difícil.
Es posible que en los tiem pos del funcionam iento n eu ro q u ím ico
cerebral haya m ecanism os que la ciencia todavía desconoce p ero que
son esenciales para que el intercam bio del cual hablo tenga lugar y posi­
bilite lo que nom brarnos desde el psicoanálisis «primeras inscripciones».
O tra situación similar a la presentada — pero con variables de la sin­
gularidad propias de cada sujeto, claro está— es la que voy a proceder a
presentar en algunos fragm entos significativos de la prim era entrevista.
En este caso, confluyen enferm edad orgánica de la m adre y enfer­
m edades del n iñ o . P ero tam bién el papel que el n iñ o o cu p a en el dis­
curso d e la m am á.
E n la entrevista la m adre com ienza diciendo: «Él trajo toda la des­
gracia de la fam ilia»... V em os que, desde el com ienzo, ya tenem os a
u n n iñ o p o rtad o r, cual E dipo d e estos tiem pos, de la m aldad p a ra la
fam ilia e n te ra ... C o ntinúa la m adre; «Me em baracé de él teniendo u n
cáncer en la g arg an ta..., yo lo p re s e n tía ...», y repite: «yo m e e m b a ­
racé de é l... y tam b ién estaba m u y angustiada p o rq u e había p erd id o
a m i herm ano p o r el m ism o tema». En su decir, el mismo tem a es el cán­
cer del cual m uere su herm ano y el em barazo y, a u n q u e fenom enoló-
gicam ente los hechos n o tienen relación alguna, parece que to d o está
ju n to para ella: cáncer, hijo y hermano, lo cual n o es sin consecuencias.

3 1 0 . V e r sobre E stim u lación el trab ajo d e E . C o riat, «Q u ién es el paciente en estim u ­


lación tem prana», presentado en el P rim er C o n greso N acio n a l sobre E d u cació n
E sp ecial, P sico m o tricid a d y E stim u la ció n tem pran a, C ó rd o b a , A rgen tin a, 2 2 al
2 4 de O ctu b re d e 19 9 8 , y «Los flam an tes bebés y el viejo psicoan álisis».

173
Sigue relatando que el em barazo fue n o rm a l p ero se le agravó «el
p ro b lem a de la garganta», a lo que se agregaron problem as de várices
en las piernas.
Juan M anuel, el n iñ o , n ació con m u y b ajo peso (n o se acuerda,
p ero era b ajo ) prosigue: « P o rq u e yo, algo sé, p o rq u e trab ajo en u n
H ospital. Sé q u e él tam bién estaba sufriendo p o rq u e el líquido n o era
igual q ue el de todos sus herm anos, pero, tuve todos los cuidados que
había q u e te n e r» ... C ontinúa: «Si yo h u b iera con ocido antes los sín ­
tom as del autism o, yo m e h u b iera d a d o c u e n ta ..., u n o se da cuenta
en el llo rar de u n b eb é » ...
C u an d o Ju an M an u el es traíd o al Servicio, cuenta ya con nueve
años de edad; presenta aislam iento, n o tiene lenguaje, etc. N o obstante
los saberes q u e p ro clam a la m ad re en su decir, co n c u rrió a m uchas
consultas sin resultado alguno para el progreso de Juan M anuel. Está
radicada en u n a población cercana a R osario p o r lo cual n u n ca se le
o c u rrió viajar h asta aquí, lo hace co m o ú ltim o recurso. T erm in a la
entrevista diciendo: «No tuve p a p á ... de todos los hijos que tuve éste
fue el d erru m b e de la fam ilia»...
¿Q ué le pasó a esta m am á d o n d e h asta el cáncer q u e padece apa­
rece e n su d ecir co m o u n percance casual de la vida? La m u e rte del
h erm an o con la m ism a enferm edad que ella padece parece n o desper­
tarle tem o r consciente, pero este hijo, Juan M anuel, es la causa de todos
los m ales. Pareciera que «al n o saber ella sobre autism o», este n iñ o osó
hacer algo q ue ella no había previsto, y a u n así, parece saberlo de ante­
m ano. C om o resultado de esta posición del saber en esta m am á, parece
com o si Juan M anuel hubiera hecho algo fuera d e program ación en las
casi certezas de ella... ¿Cóm o n o era su llanto co m o el de sus h e rm a ­
nos? P o rq u e si ella hubiera sabido lo que era autism o hubiera hecho lo
co rrecto ...
D estaco en todos los fragm entos presentados lo significativo de
la p rim e ra entrevista de la m ad re co n el terapeuta. En to d o s ellos, el
trabajo de intentar el viraje posible de la «mirada» tan especial de cada
u n a d e ellas a estos hijos en circunstancias de vida difíciles se im p o n e
co m o p aso necesario y p rio rita rio . Si b ien los n iñ o s in g resa n a los
P ro g ram as T erap éu tico s del C e n tro d e D ía segú n las evaluaciones
q ue surgen e n los llam ados A teneos Clínicos, do n d e cada profesional
o p in a sobre él, los datos de la p rim era entrevista, los discursos y sus
m aneras, etc., es con los padres y/o con la m adre con la que com ienza
el trabajo de u n psicoanalista, m u y especialm ente en estos casos.

174
2. D u elo s im p o rta n te s de la m a d re

Daniel es adm itido al C entro de Día a los 9 años de edad. Presenta


c o n d u c ta sin d icad a co m o «autista», n o posee len g u aje, etc. E n el
Servicio gen eralm en te p o n em o s co m o «D iagnóstico P resuntivo»: a
analizar311 o « T rastorno de la C o n stitu ció n subjetiva». H a d e a m b u ­
lado — com o la m ayoría de los n iñ o s q ue ingresan— p o r m uchas in s­
titu c io n e s . A ú n se sig u en c o n fu n d ie n d o , c o m o e n los tie m p o s de
E squirol312, las fallas posibles de la constitución subjetiva con «Retraso
m ental» en la m ayoría d e las Instituciones m édicas, hospitales, escue­
las especiales, de nivelación, etc.
P e ro el p ro p ó s ito d e re la tar este fra g m e n to clínico es d estacar
q ue, cu an d o la m am á de D aniel ten ía u n m es de em barazo, fallece su
padre. Ya en la prim era entrevista aparece com o el dato m ás destacado
p o r la m ad re al h ab lar de su hijo. Las p reguntas sobre el p arto , a m a­
m antam iento, quedan opacadas, perdidas en el «olvido» de esta m am á.
Lo reco rd ad o o, m ejor dicho, lo revivido al re m e m o rar esos tiem pos
es la m u erte del padre, pérdida con la cual, podem os presum ir, q u e n o
ha h ech o el trabajo d e duelo. T rabajo q u e lleva tiem p o lógico y que
depende de la estructura subjetiva de quien padece una pérdida. Es p o r
ello que, en realidad, el psicoanalista lee algo m ás que el «olvido»; tal
vez no hay registro en la m em o ria313 de las actividades del bebé que fue
Daniel. Todas sus energías están puestas en el padre ausente, por lo cual
pod em o s pen sar tam b ién que, o cu p a d a en dicho trabajo, n o h a in s­
cripto en sus significantes a este niñ o de m anera eficaz com o p ara que
él m ism o se constituya sujeto.
Daniel, olvidado, deam bula sin lenguaje, perdido, porque cuando
apareció n o parece ser q u e haya hab id o m a d re q u e h u b iera ido a su
en cu en tro .

3 1 1 . Sien d o un Servicio Asistencial P ú b lico estam os com p rom etid o s a elaborar h isto ­
rias clín icas c o n u na C a rá tu la u n ifo rm e qu e de c u en ta de los d ato s de filia c ió n
d el asistid o , a sí co m o a l uso de u n N o m e n c la d o r In te rn a c io n a l de T ra sto rn o s
M entales. D e co m ú n acu erd o con la ex D irecció n de Salu d M ental de la P ro vin cia
de Sa n ta Fe, se utiliza el C IE 9.
3 1 2 . Jean Etienne Dom inique Esquirol (17 7 2 -18 4 0 ), psiquiatra francés, discípulo de Pinel.
Fu e el prim ero en estudiar determ inantem ente las alucinaciones (creó el térm ino)
y en establecer la diferencia en la in fan cia entre retraso m ental y esquizofrenia.
3 1 3 . C . K o lk o , op. cit., trab aja este tem a con m u ch as coinciden cias c o n nuestras h ip ó ­
tesis, c o m o c o m p ro b a m o s a d em ás en p re se n ta c io n e s clín ica s q u e se h ic ie ro n
cu an d o la au to ra v isitara n u estro C en tro d e D ía en agosto del añ o 2 0 0 1.

175
E ncuentro que n o se produce bajo la determ inación de la voluntad
consciente de u n a m adre, sino p o r los efectos de la dirección pulsio-
nal propia de quien puede haber melancolizado su duelo. En ese estado,
su deseo n o está p u esto en el n iñ o sino en busca de lo p erd id o , que,
hab ien d o sido sustraído p o r la m u erte inapelable, n o le p ro p o rcio n a
n in g u n a chance p ara jugarse en colm ar pedidos del niñ o . C um ple de
m anera desm añada con cubrir las necesidades del pequeño, p ero estas
ap arecen b ajo el im p e rio de lo m elan c o liza n te de la m adre; jam ás
p u d iero n tran sfo rm arse en dem anda. Poco a poco — com o los niños
«aleteadores» de B ettelh eim ” '— , d ejará de d irig ir su m ira d a a la
m a d re ya q u e n o o b tien e respuesta alguna, y q u ed a rá «navegando»
alred ed o r de la «esfera» sin llegar a n in g u n a parte, con m ovim ientos
que n o están regidos ni dirigidos hacia n ada.315
Sacarlos de este largo letargo es n u estro desafio, n u estra apuesta.
U no de los m odos de llevarla a cabo se m uestra, aproxim adam ente,
en la síntesis de este in fo rm e clínico316: «Teniendo com o diagnóstico
p resu n tiv o u n “T ra sto rn o generalizado del desarro llo ” 317, en el cual
el trastorno estaría determ inado por una perturbación severa en la cons­
titu ció n subjetiva, se to m a en tratam ien to al n iñ o y a su m adre com o
u n to d o , ya q u e se p en só q u e n o h ab ía allí dos sujetos sino u n v ín ­
culo m ad re -h ijo p e rtu rb a d o , que im pedía o — en to d o caso— o b s­
tacu lizab a en alto grado, al h ijo en el acceso posible a las o p e ra c io ­
nes de subjetivación. En u n p rim e r tie m p o d e ab o rd aje, se decidió
tra b a ja r en sesiones con la m a m á y h ac er u n seg u im ien to del n iñ o
en los distintos espacios del P rogram a, p ro p o rcio n an d o u n a presen ­
cia, u n acercam iento con la terapeuta sin establecer u n requerim iento
de trabajo concreto con el m ism o, esperando el m o m en to o p o rtu n o ,
cuyo su rg im ien to estaría d ad o en el desarrollo de la relación tra n s­
ferencia! c o n la m adre. M o m e n to en q u e la m a d re h ab ilita el espa­
cio p a ra q u e la te ra p e u ta p u e d a to m a r la fu n c ió n de S uplencia del
O tro y, a través de situaciones de juego, p o d er ofrecer u n abanico de
se n tid o s d iv erso a aq u e llo s sig n ifican tes q u e lo sig n ifican d e u n a
m a n e ra única y cristalizada».

3 1 4 . B . B ettelheim , La fortaleza vacía, op. cit.


3 1 5 . C . K o lk o , op. cit., p. 94 y siguientes. ,
3 1 6 . A ñ o 2000. E l In fo rm e es de la D ra. S. B aschera, terap euta del n iñ o.
3 1 7 . D efin icio n e s del N o m en clad o r In tern acio n al p ara T rasto rn o s M en tales C IE 9 y
D S M IV .

176
Presentam os ahora el caso de F elipe318, otra variedad de situacio­
nes de duelo p o r las cuales un niñ o puede quedar relegado en tiem pos
cruciales p a ra la in stitu ció n de su arm ad o subjetivo. Este n iñ o nace y
tran scu rre su p rim era infancia en u n m o m en to en el q ue la fam ilia se
ve m arcada p or conflictos entre su padre y su media herm ana, que m o ­
tivan el alejam iento de ésta del hogar, aco n tecim ien to q u e es vivido
dram áticam ente p o r la m adre, quien se encontró com o im potente para
im pedirlo. Esto le originó u n a situación de duelo, con retracción libi­
d in al y u n a p ercep c ió n co m o alejada de la re alid ad q u e ella m ism a
verbaliza con esta frase: «estaba como en las nubes».
El bebé com ienza con sus reclam os expresados a través de p e rtu r­
baciones d e las funciones básicas del sueño y la alim entación. P e rtu r­
baciones que son encuadradas desde el discurso m édico com o resul­
ta d o de trasto rn o s orgánicos, diagnósticos que, a u n c u a n d o n o son
co n firm ados con los estudios solicitados — p o rq u e no los realizan—
so n su ficien tes p a ra p o sic io n a r al n iñ o e n el lu g ar de «enferm o» y
«dependiente.»
A p a rtir de allí, todas las conductas del n iñ o son pensadas com o
fenóm enos inherentes a su «enferm edad», de m an era tal que la fam i­
lia se presen ta com o incapaz de p ro p o n e r o su p o n er algún cam bio en
las m ism as. Esto últim o es sostenido fundam entalm ente p o r el padre,
q u ien a lo largo de las entrevistas sostenidas m antuvo u n discurso de
certeza.
H asta aquí, u n a síntesis de los acontecim ientos vividos en la re a­
lid ad q u e destacam os nosotros.
En el curso del tratam iento, a través de los despliegues efectuados,
se puede vislum brar una suerte de «congelamiento» del significante, sin
llegar a co n stitu ir u n holofraseo, que lo arroje a u n fuera d e discurso.
La m adre, d u ran te el tratam iento p u d o ir cam biando de posición
y sentirse involucrada en la problem ática de su hijo, de tal m o d o que
p u d ie ra p ro p o rc io n a r condiciones propicias p a ra la reco n stru cció n
de u n vínculo sano con el niño.
Felipe ac ep tó la p ro p u e s ta te ra p é u tic a , cuyo tra b a jo se c e n tró
en ofrecer significantes diversos a través del lenguaje que lo p u ed an
situ ar d e m an era diferente en el co ntexto de su historia, ab rie n d o la
p o sib ilid ad de hacer cadena. P ara esto, se p ro p ic ia ro n instancias de

3 1 8 . N o m b re ficticio del niñ o cu yo in fo rm e clín ico estam os presen tan d o.

177
juego q u e p erm itieron nuevas form as de «jugada» p o r p arte del sujeto
para ir accediendo a las operaciones sim bólicas de subjetivación.
P o r ejem plo, Felipe h a com enzado con los juegos de presencia-
ausencia, aún precarios, p ero que m arcan la antesala del Fort-Da, ope­
ración que le brin d ará el acceso al universo sim bólico. De igual form a,
ha co m enzado a usar el lenguaje con in ten ció n com unicativa, si bien
de u n a fo rm a lim itada en su despliegue.
Se h an m an ten id o entrevistas en fo rm a sistem ática con el padre,
quien, posicionado en el discurso de la certeza com o se expresó an te­
riorm ente, se m uestra poco proclive a aceptar posibilidades de cam bios
en sus actitudes.
C o m o u n a v arian te de este m ism o estado de cosas, ten e m o s el
caso de L eo n e l. La historia es ejem plar para m o strar distintas proble­
máticas clínicas del llam ado «autismo» y su paso — en algunos casos—
a la psicosis.
La m a d re de L eonel relata en la p rim e ra en trev ista que cu an d o
estaba em b arazad a del n iñ o , v iajando en colectivo, se e n te ró de la
m u e rte del p a rte ro q u e debía a ten d e rla. Ju sta m e n te viajaba e n esa
o p o rtu n id a d p ara contarle de su em barazo.
A p a rtir de esta n o ticia — en la lectu ra del p sicoanalista— 319, el
em barazo pasó a segundo plano y ella se sum ió en u n desconsuelo eter­
nizado, que hacía pensar que la figura del m édico había pasado a ocu­
par un lugar preponderante en la distribución de su libido. A nivel cons­
ciente, cu a n d o el n iñ o es a d m itid o en el Servicio, la m a d re relata
tam b ién que: «el sexo le da igual», q u e «el q u e quería ten er o tro hijo
era el m arido», p o rq u e ella estaba m ás entusiasm ada p ara ese e n to n ­
ces con re to m a r u n a carrera u niversitaria que había a b a n d o n ad o .320
Pero este últim o dato significativo ya nos lleva a otros tipos de funcio­
nes y/o m ovim ientos del otro — en tanto térm ino necesario en la cons­
titución subjetiva— , al que llamamos «situaciones m u y íntim as y ocul­
tas con respecto al vínculo co n el p ad re del niño».
Antes de c o n tin u ar d en tro de lo que he denom inado «Funciones
y /o m o v im ien to s del o tro » , voy a c o n sid erar algunas conclusiones
sobre el d u elo de los progenitores q u e cu m p len la fu n ció n «de otro»
del n iño.

3 1 9 . H . A vellan ed a, Psicoan alista in vitado al C en tro de D ía.


32 0 . R eto m arem o s este h isto rial en la P resen tació n de histo rias clín icas m u y rep re­
sentativas d e nu estro trabajo clínico.

178
C om o he dicho a lo largo de este libro, especialm ente en el p u n to
en que nos referim os a los psicoanalistas en «En la huella de Lacan»,
el tem a del d u elo ha ocu p ad o y o cu p a u n lugar p re p o n d e ra n te en la
clínica del psicoanálisis en general y del que se p ractica co n n iñ o s en
particular, p o r lo cual no creo — ni es m i intención— que el tem a quede
sald ad o , p ero m e parece, n o o b stan te, im p o rta n te co n sig n ar o tro s
aspectos generales sobre el m ism o.
H ab ía dicho que suponem os a estos sujetos m a d re -n iñ o q u e lla­
m arem o s a y a ’ en intercambios: ¿Qué es lo que intercam bian? Ya sea
en el c irc u ito p e c h o -b o c a , m ira d a s m u tu a s, en la “m a m a d a ” , p o r
ejem plo, adem ás de la leche q u e allí circula, circulan o tro s atrib u to s,
dones, p ara la m ad re la im p o rtan cia m ism a de ser m adre.
P ara la m ad re lo sepa o n o , se juega tam b ién un proyecto que n o
es cualquiera, es el de hijo.
P ero ese proyecto, sabem os, no siem pre es totalm ente consciente.
Es m ás, está h ab itad o p o r ideales, p o r co n ten id o s del fantasm a, p o r
lo real inaccesible del deseo que lo habita.
Deseos que datan de m u ch o antes de conocerse la posibilidad del
em barazo del bebé en cuestión. Al respecto, m e parece o p o rtu n o citar
a la psicoanalista C ristina Savid que dice: «En esta realidad m ítica, ese
h o m b re y esa m ujer, que d iero n origen a ese nacim iento ten d rá n que
extraer u n rasgo de ellos del cuerpo del hijo, este agregado es u n a p ri­
m era m arca de id en tidad en u n a nueva función co m o p ad re y m adre
diferente y co m p lem entaria al de h o m b re y m ujer».321
P ero esta o p erato ria im prescindible p ara la co nstitución de hijo
y p a ra el e n riq u e c im ie n to p erso n a l de los p ro g e n ito re s en ta n to el
h ijo es un bien, com o sabemos, acotado, n o siem pre se cum ple de una
m a n e ra tal que coloque a los protagonistas de la tríad a n iñ o -m ad re -
falo sim b ó lico en b u e n o s lugares o p eran tes en la estru c tu ra. Si ello
ocu rre, la po sició n del hijo p ara estar en la cultura, en lo sim bólico,
te n d rá u n b u en «despegue», ya que desde el lugar sim bólico q u e los
progenitores le p ro p o rc io n a n se ha de e stru c tu ra r tam b ién la tra n s ­
m isió n de legalidad y u n a heren cia filiatoria, u n lu g ar en la «novela

3 2 1 . C . Savid , « U n a C lín ic a d el D u elo », trab ajo p resen tad o en las P rim eras Jo rn ad as
C lín ic as c o n N iñ o s del C en tro de D ía « L an fran co C iam p i» , C áted ra P siqu iatría
N iñ o s, Facultad de C ien cias M édicas, en o ctu b re d e 2 0 0 1. P sico an alista in vitad a
al C e n tro d e D ía c o m o su p e rv iso ra c lín ic a , P r o fe s o r a A d ju n ta O rd in a r ia de
«Estructura P sico ló gica In d ivid u al del Su jeto II» d e la Facu ltad d e P sico lo gía de
la U n iversid ad N acio n a l d e R o sario .

179
fam iliar» . D ire m o s q u e este h e c h o es u n c o m p o n e n te m ás d e la
c u erd a de lo sim b ó lico de la estru c tu ra subjetiva que hace su efecto
so b re el infans.
D e m an era «natural», esto o cu rre to d o el tiem p o con cada n iñ o
que adviene a u n a fam ilia, con sus variantes y singularidades, p ero a
veces este trám ite está seriam ente dificultado, p o rq u e n o siem pre los
padres pueden «reconocerse» en el hijo recién llegado, con lo cual a éste
le resultará m u y difícil encontrarse, a su vez, en ellos. Esto tan co m ú n
en el aco n tecim ien to del n acer de u n n iñ o suele estar re-p resen tad o
en esos decires com o: «Tiene los ojos del papá, o del abuelo, del tío»,
etc., d o n d e se está colocando al niñ o com o p ertin ente y perteneciente
a la fam ilia y co m o «propiedad» co n esa «m arca registrada» que se h a
dicho. C o m o dice C ristina Savid: «El cuerpo del n iñ o es el escenario
d o n d e p o d rá n re-conocerse p u ed e n verse, en lo invisible, este verse
do n d e no son, verse ahí donde n o están, es el p ro m o to r de la construc­
ción de im ágenes, de enigm as, que an ticip an u n dev en ir en h ijo » ...
P ero sabem os que esta necesaria ap ro p iació n p rim e ra q u e faci­
lita la alienación fundam ental debe cortarse para que el n iñ o sea sujeto,
y luego deberá refrendar esa a u to n o m ía en los tiem pos de finalizar la
infancia.
El niño, entonces, deberá hacer el duelo de «los padres sin tacha»
u n a vez m ás, y los padres, a su vez, deberán «dejar m orir» al bebé p er­
fecto: «el n iñ o m aravilloso»322. P ero la co m p en sació n será q u e éste
— siendo el m ism o, pero otro— 323 seguirá a los progenitores en la saga
fam iliar.
Se juegan aquí tam bién los ideales que tienen la posibilidad cierta
d e e n c a rn a rs e , p rim e ro los de los p a d re s en el n iñ o , y lu eg o éste
en ellos.
T o d o este proceso de filiación, despegue y form ar parte al m ism o
tie m p o de lo q u e se despega, está d irig id o en g ran m e d id a p o r v a­
rian tes d e la libido narcisista en sus representaciones m ás prim arias.
T odos los cam bios que los protagonistas (niños en crecim iento y
sus padres) en cam an en sus distintas representaciones. Fatalm ente, no
puede dejan de hacerlo, p o rq u e en su condición de «hablantes» están,
en esa co ndición, abiertos a la inexorable pujanza del deseo.

3 2 2 , S. L eclaire, M atan a un niño. Ensayo sobre el narcisismo primario y la pulsión de


muerte, A m o rro rtu , B uen os A ires, 19 9 0 , p. 90.
3 2 3 . N o será el n iñ o m aravillo so so ñ ad o de m an era total.

180
P ero en las representaciones del narcisism o se juega, vehem ente,
la pulsión de m uerte. Creo que es ella la que funciona, dueña del cam po,
cuando el n iñ o destinado a maravillas en el núcleo del deseo m aterno,
n o h a p o d id o s e r... C reo que es la q ue com anda, en gran m edida, los
duelos d e los p ro g en itores — con la singularidad del u n o p o r u n o —
en estos casos d e n iñ o s q u e n o co n fo rm a n , a nivel in co n scien te, el
n iñ o id eal d esead o p o r su p re m a tu re z , p o r su d e fo rm id a d , p o r su
«im perfección».
De allí m e parece que se n os p resen tan m uchas de las frases sig­
nificativas en el discurso c o m ú n d e ciertas m ujeres tales com o: «Yo
sabía q ue iba a ten er u n hijo loco» o «él trajo to d a la desgracia a esta
fam ilia». En la escucha psicoanalítica resu en a este desen can to feroz
rep resen tan d o la pulsión de m u erte en el narcisism o, que n o deja de
repetirse, que suele hacerse, después del recorrido p o r tantas consul­
tas infructuosas, a un psicoanalista, en frases llenas de am argura y furor
Éste hecho constituye u n verdadero pozo ciego que debem os sor­
tear con discreto éxito en nuestra apuesta clínica. N o se trata m ás que
de conducir, a veces, u n trabajo de duelo, pero convengam os que n o se
trata de cualquier pérdida. Es más, la pérdida p o r m uerte de algún p e r­
sonaje de la vida fam iliar puede verse al fin jalonado p o r u n «m i padre
hizo sufrir m u ch o a m i m adre y a nosotros», o «era tom ador, pero nos
quiso m ucho», o «era trabajador», etc. El pero señalado ro m p e el odio,
el fu ro r, y se construye u n a im agen del que se fue con algunos rasgos
positivos, «el finadito» era b u e n o ... P ero el n iñ o con su enferm edad,
su diferencia, sigue, m ientras viva, siendo vivo testigo de lo q ue no fue.

3. S ituaciones m u y ín tim as, o cultas co n respecto


a su vínculo con el p a d re del niñ o

En la clínica con cualquier n iñ o , es c o m ú n q u e el psicoanalista


ten g a en cu e n ta q u e éste fo rm a p a rte del fa n ta sm a de los p ad res, o
que sea el vehículo fácil de los conflictos de los m ism os. «El n iñ o rea­
liza la p resen cia de eso q u e J. Lacan designa co m o el o b jeto a en el
fantasm a.»324

324. ). L acan , «D os notas sobre el niñ o». Según J-A M iller estas notas fu ero n en trega­
das m an u scritas p o r Lacan a J. A u bry.

181
E sta re a liz a c ió n n o es sin av atares div erso s que, o b v ia m e n te ,
suelen en carn ar los niños en el cam po de las neurosis, p ero tam b ién
se hace evidente en n iñ o s afectados p o r lo que llam am os «autism o».
Al respecto, m e h an sido su m am en te útiles las consideraciones
que hace H . Yankelevich en su libro Lógica del goce325.
En estas reflexiones que vengo haciendo sobre el «O tro P rim o r­
dial» generalm ente encam ado en la función de la m adre, se juega, com o
tam b ién hem o s consignado, su goce. P ero cabe p reg u n tarse si sólo el
acontecim iento del nacim iento de u n hijo coloca a la m ujer en esta fu n ­
ción de a « o tro c o n m inúscula» gozante, para pasar a ser luego, con
to d o su peso, u n O tro P rim ordial.
R ecu rrien d o a los postulados del psicoanálisis, debiéram os c o n ­
signar el tiem p o lógico, podríam os decir, en que la fem inidad da paso
a la m atern id a d en la vida de u n a m ujer.
En cualquier relato de la vida cotidiana, en las historias, novelas,
películas, se da cuenta de m anera protagónica a la m ujer hecha m adre.
E n ese p ro tag o n ism o se da cu en ta, p o r lo general, de sus goces
y b ie n a v e n tu ra n z a s . P ero p o r m u c h o s de los fra g m e n to s clín ico s
aquí considerados y en cualquier relato de «novela familiar» de cual­
q u ier an a liz a n te , sab em o s q u e en ese p ro ta g o n ism o n o so n to d a s
m ieles.
Los av atares del goce de u n a m u je r v en id a a m a d re p asan p o r
m últiples o peraciones lógicas d ep endientes de su p ro p io Edipo. De
m uchas de las cuales dependerá su posición frente al h om bre. Esto se
com plejiza cu an d o el h o m b re del cual se trata es aquél con el cual ha
concebido u n hijo.
M u ch as veces existen posicio n es subjetivas in co n scie n te s co n
respecto a ese h o m b re, tales co m o rivalidades, com petencias, celos,
que p u ed e n ser el resultado del proceso de castración p o r el cual ha
pasado esa m ujer.
Si no está reconocida su castración, su incom pletud en lo incons­
cien te, las re lacio n es c o n el h o m b re llev arán esa im p ro n ta , p o r lo
cual, sin q ue necesariam ente pertenezca a u n a estru c tu ra psicótica,
la « p re sen tació n » de su h ijo al p a d re estará afectad a de d istin ta s
m aneras.

3 2 5 . H . Y an k elevich , Lógica del goce, H o m o Sapiens, R o sario , 2002.

182
A un antes de este tiem po lógico, si ella no ha podido anudar su falta
fálica en tanto agujero erótico con el amor al hombre, no podrá ni siquiera
funcionar com o espejo plano para el hijo. Esto no será sin consecuencias
p ara el n iño.
N o es p o co c o m ú n que en los decires de las m ad res se deslicen
distintas form as que d an cu e n ta n que el a m o r al h o m b re — p ad re de
su hijo— es de u n déficit tal que podría estar dando cuenta de este genial
co n cep to de Y ankelevich que recién he consignado.
En el C en tro de Día «Lanfranco Ciam pi» reverberan historias de
m u jeres «que se tu v ie ro n que casar» p o rq u e se em b araza ro n y sólo
hay lugar en el relato de las entrevistas clínicas para la queja, el re p ro ­
che, etc., dejando fuera a quien, indudablem ente, tuvo u n papel fu n ­
d an te en la co n cep ció n del hijo. M ujeres cansadas, ab a n d o n ad as al
tedio del d u ro trabajo cotidiano, «perdidas» com o m ujeres entre tantos
hijos n o program ados. En ellas el sexo, lo erótico, que tuvo que ten er
lugar p ara que el hijo fecunde, aparece borrado en u n a «indiferencia»
histericoide. N o son pocos los casos donde los hijos vinieron p o r la fe
y/o m an d ato religioso que profesan, pero lo erótico hacia el p ad re no
aparece en el discurso y, cuando aparecen los padres en el m ism o, co ­
m ú n m e n te son «verdugos», «alcohólicos violentos,» «desocupados»,
«desinteresados p o r el h ijo » ... En fin, no amados al menos en el decir.
Si a este «no am ados» que consigno lo pensam os en su contrario: los
odiados, y/o renegados, podem os llegar a tener mensajes que den cuenta
de que algo del N o m bre del Padre en estas m ujeres no se com pletó y, si
así fue, el proceso dio com o resultado u n padre en tan to «hum illado»
o co m o re su ltad o de u n p roceso de casi «renegación».
H asta aq u í he consignado el proceso de la falta de am o r erótico
de la m u jer hacia el h o m b re — padre de sus hijos— que aparece en el
discurso sin q ue ella lo diga explícitam ente. P o r ejem plo, u n a m ad re
que dice: «En realidad yo n u n ca lo quise», refiriéndose al p ad re b io ­
lógico del hijo, que los aban d o n ó al año de h aber nacido el n iño, que
ya p resentaba dificultades de salud. D esde ese entonces, viven con la
abuela m atern a, la m a d re c o n tin ú a d icien d o que a veces en b ro m a
dice que su hijo es en realidad hijo de su m am á, n o de ella. Luego del
nacim ien to del n iño, al que llam arem os H éctor, nació o tra bebé, que
falleció a los catorce días, no sabe m u y bien p o r qué, cree que se ahogó.
D esde hace po co tiem po, tiene o tra pareja en convivencia, pero
ya h an com enzado las discusiones. «En realidad — dice— no m e sirve
p ara nada».

183
Las h isto rias de m ad res solteras co n m u ch o s hijos conviviendo
con la m adre, y con cam bios de parejas constantes, se repite en la co n ­
currencia al C entro de Día. Es notable que, con tantos cambios de h o m ­
bres (que m arcan — en acto— que sin hom bres n o pueden vivir m ucho
tiem po), es poco com ún que hablen bien de ellos. Los com entarios sue­
len ser del te n o r siguiente: «De los chicos n o se ocupa», «no le im p o r­
tan», «le gustan las m ujeres», «le gusta tom ar», «cuando to m a es vio­
lento», etc.
En m u ch o s casos, el «hablar mal» del h o m b re, p ad re de m uchos
de sus hijos, re tro trae al p ro p io p adre, p o r lo general tam b ién re co r­
dado p o r la violencia, el alcoholism o, los golpes y, en bastantes casos,
p o r las violaciones.
C o ntam os con varios casos en que el padre, adem ás de haber vio­
lado a la m ad re del niñ o historiado, es decir, a su hija, m an ten ien d o
relaciones sexuales con ella esporádicam ente, tam bién es sorprendido
teniendo relaciones con la n ie ta — hija de quien relata— , episodio que
se repite hasta que ésta — hija violada, m adre d e la n iñ a traíd a a c o n ­
sulta fru to de la violación— logra irse de su casa. Es decir, h a m a n te ­
n ido relaciones con la hija y con la nieta, p ro d u c to de la violación a su
hija, en la filiación «normal» sería nieta, pero es hija biológica tam bién.
M u ch as veces nos hem os p re g u n ta d o si la p ro m iscu id ad d e «la
villa»326 facilita y /o d eterm in a este tip o de variaciones de violencia,
prom iscuidad entre las relaciones familiares, las pérdidas de identidad
m asculina en cu an to a roles en la p roducción, con el avance feroz del
desem pleo en A rgentina d o n d e, a veces, es m ás c o m ú n que la m u jer
co nsiga alg u n a «changa» y n o el h o m b re . Lo ú n ico cierto desde el
psicoanálisis es que la libido, indom eñable, co m o sabem os, sólo halla
diques en los ideales culturales, y justam ente la población m ás n u m e ­
rosa asistida en el C entro es el despojo social de la m iseria en la que está
sum ergido el país desde hace décadas, p o r lo cual la cultura y la educa­
ción les está vedada o m u y dificultada.
Sobre este tem a, in terc am b ia m o s conceptualizaciones posibles
en la visita al C en tro con la cual nos h o n ra ra C ath erin e K olko en el
añ o 2001, p ero, p o r m ás disquisiciones sociales que po d am o s hacer,
nuestro análisis es siem pre del caso p o r caso y debem os hacer tam bién

326. N o m b re p o p u la r de asentam iento de viviendas de m aterial precario en los su b u r­


b ios de grandes ciudades en A rgen tina. \

184
la salvedad de que este repudio al hombre de parte de la m ujer (sea explí­
cito o n o ) con características distintas, obviam ente se da tam b ién en
clases sociales donde la pobreza n o form a parte de cotidianeidad alguna.
C o m o se dijo al com ienzo del tratam ien to de este tem a, tenem os
que rem itirn o s n o a las personas sino a la estructura subjetiva, que en
este caso serían las cuestiones del significante m atern o y sus p o sicio ­
nes con respecto al falo en ta n to significante.
U n a de las ex p eriencias q u e m ás re p re se n ta n o q u e c o n sid e ra ­
m o s p a ra d ig m á tic a en el Servicio A sistencial del C e n tro de D ía lo
constituye el caso de u n a n iñ a a quien llam arem os Julieta. Sintetiza la
cu estió n de u n a posición de su m adre, en ta n to m ujer, a quien, p o r
m o m en to s, en su actuar y e n sus decires, n o p o dem os sindicar com o
tal. Parece q u e a ú n n o se h a co nvertido en m u je r desde el p u n to de
vista subjetivo en tan to tiem p o s lógicos.
Julieta, su hija, es derivada a n u estro Servicio p o r la C áted ra de
N eurología, con el diagnóstico presuntivo b astante co m ú n — para los
que trabajam os en la Salud Pública— de «Trastorno G eneralizado del
Desarrollo» y el agregado de «conductas con características autistas»,
con el interrogante acerca de si n o se trataría de u n a «Psicosis infantil».
D u ran te u n tiem po quedam os, en la A dm isión del C entro, ancla­
dos an te la perspectiva diferente de «Psiquiatras Infanto Juveniles» y
«N eurólogos» en cuanto a la m edicación. P o r o tra parte, la m adre de
Julieta arb itra sobre la n iñ a según su parecer, indicaciones terap éu ti­
cas, m edicación, concurrencia al Servicio, etc. Se hacen — a pesar de
nuestras intervenciones— según su ritm o de vida y opinión al respecto.
C o m o observam os que la niña, en el C entro, se encontraba m ás o
m enos cóm oda y aceptando algunas consignas (no obstante sus «incum ­
p lim ientos), es ingresada a u n a serie de actividades en los Talleres del
C e n tro p a ra observar su desem peño. P o r esos tiem p o s co n tab a con
7 años de edad.
Según su ac o m o d a c ió n en los d istin to s Talleres, avanzó en, al
m enos, p o d er estar interesada y guardando en algunos una cierta p ru ­
dencia sin actos agresivos en las tareas grupales.
H ag o d e m o m e n to esta so m era d esc rip c ió n del q u e h a c e r de
Julieta según los Tallerístas y sus Terapeutas Psiquiatra Infanto Juvenil
y P sicoanalista p ara co n tra sta r la diferencia en tre la n iñ a q u e «veía»
y n o s p re sen tab a su m am á y la que se p resen tab a a los dem ás.

185
P rim er inform e de su actuación en el «Programa espacios para ser
jugando», año 1998.

«Ingresó al P ro g ra m a este añ o , n u n c a h ab ía sido escolarizada.


C u an d o llega n o observa n i responde a n in g u n a puesta de límite:
p atea, grita, c o rre p o r to d as p a rte s to c a n d o y tira n d o to d o . Los
“b errin ch es” q ue organiza son típicos de los 2 años y m edio de edad
ap ro x im ad am en te. N o obstante, p ro m e d ia n d o el año, su co m p o rta ­
m ien to fue cam biando, p o r lo cual se decidió que participara de todos
los Talleres.327 E n el T aller “D e los so nidos” es la in teg ran te que m ás
logra seguir u n ritm o, to m a iniciativas y es capaz de crear nuevos soni­
dos, canta canciones y aprendió a silbar. En el grabador reconoce su voz.
C o m p arte juegos, p ero prefiere a los adultos, a quienes acapara.
Siente celos cu an d o el adulto en cuestión es re q u erid o p o r o tro niñ o ,
según in fo rm a la Tallerista.
Si to m a algún elem ento para jugar, es difícil que lo cambie p o r otro,
y avanza con él durante toda la jornada de trabajo. Llega al Servicio inva­
riablem ente con ram itas y/o palitos que n o quiere soltar para alm orzar,
siem pre y cuando no encuentre otra cosa que le ocupe la atención. Pero
al irse, vuelve a buscar algún otro palito y/o ram ita para el viaje de vuelta.
Le cuesta cortar cualquier actividad p ara pasar a otra. A provecha
cualquier o p o rtu n id ad para transgredir las elem entales reglas de juego
que se le piden, sus transgresiones suelen ser sacar cosas de la m esa en
la que alm uerza, y/o levantarse después de cada bocado, sale corriendo
co m o hacia la nada y vuelve o tra vez a su lugar. P u ed e p ed ir lo que
quiere, reconoce a sus pares y a los adultos.
Reconoce colores. Al principio, sólo rayaba con las tém peras con
m u ch a fuerza, luego com enzó a pedirlas.
P u ed e a rm a r u n a escena y describirla con palabras.
In ten ta sacar y usar absolutam ente to d o el m aterial, to d o lo que
ve, y tam bién q uitar lo que tiene algún com pañero. C uando se le pone
u n lím ite grita, llora, y protesta en tercera persona repitiendo lo que uno
le dice a ella.
Se d ivierte m u c h o y ríe a carcajadas c u a n d o co n tam o s cu en to s
in fantiles m ín im a m e n te d ra m á tic o s, d o n d e im ita m o s voces de los

3 2 7 . Las prim eras observaciones se hicieron en las horas de «com edor», que es tom ado
tam b ién com o espacio clínico.

186
personajes acom pañadas de sus gestos. En general, es cariñosa con los
dem ás, a u n q u e a veces les pega, y, c u a n d o los ve llo ra r ella tam bién
llora con m ucha angustia.
En los paseos en grupo, en general se p o rta b ien , m ira con fasci­
nació n , m o strán d o n o s to d o con gritos y exclam aciones.
Le cuesta co m p artir juguetes y sobre to d o la ham aca del parque
de juegos. Le gusta disfrazarse, utiliza el espejo, puede m odelar y m a n ­
tien e la atención largo rato en el trabajo.
C u an d o logram os llevarla a la pileta, fue difícil conseguir q u e se
sacara la ro p a p ara p onerse la m alla, p ero al final del añ o , era u n a de
las pocas del grupo que se desvestía sola, se bañaba luego en la ducha de
las instalaciones e incluso su aspecto cam bió ya que, al com ienzo, la
m ad re la traía desgreñada y con el pelo sin arreglar. A fin de este año,
p o r su aspecto, parecía o tra nena.»328
H e señalado con cursiva los hechos que, cu an d o se analizó este
p rim er in fo rm e sobre la actuación de Julieta en el C en tro 329, nos die­
ro n pistas claras de q u e parecía h ab er tran sitad o desde las conductas
tip o auristas señaladas p o r la N euróloga a u n a posición que se acercaba
m ás al cam p o de la psicosis.
N u e stra ap u esta, a n te ta n halag ü eñ o s re su ltad o s o b te n id o s en
los distintos Talleres, finalizado el a ñ o de su ingreso, nos pareció verse
com pensada.
P ero, com o suele suceder con m uchos niños, luego de los m eses
de receso330 del C en tro de D ía pierden adquisiciones logradas.
Así se in fo rm a que, d u ra n te el a ñ o 1999, h u b o dos m o m en to s en
Julieta.
En el q u e llam aro n «prim ero», se in volucrab a en las tareas, res­
p etaba tiem p o s, to lerab a esperas, obedecía consignas y a u n p resen ta
iniciativas, com o, p o r ejem plo, p ro p o n e r algunos juegos y canciones,

3 2 8 . M . I. M a la n o , en cargad a de los T alleres T erap éu tic o s-ed u c ativ o s del P ro gram a


«Espacios p ara ser ju gan d o » al cual ingresó Julieta.
329. A unque había pistas en inform es parciales en los Ateneos Clínicos del Centro de Día.
3 3 0 . E l p resu p u e sto n o alcan za p a ra ten er p e rso n a l su p le to rio d u ran te el receso de
en ero y feb rero, tiem p o en q u e terapeutas y talleristas se repo n en del intenso tra­
b ajo. L os meses de receso en realidad en térm inos absolutos es el de enero, en que
la Facu ltad de Ciencias M édicas perm anece cerrada salvo para las urgencias. Pero
e l C en tro es un Servicio A m b u lato rio , el m es de diciem b re se u tiliza en an alizar
y elab o rar lo s in fo rm es de la tarea realizada y e l m es de febrero se utiliza p ara la
ev alu ació n de la ad m isió n po sib le de niños.

187
pero esto lo logra si u n adulto está con ella «pegado» de m anera exclu­
siva, sin q u e p u ed a alejarse, y d escubrim os ciertas actitudes que p u e ­
den to m arse com o de regresión: chuparse el dedo, acostarse en p o si­
ción fetal, llorar com o u n bebé (coincidiendo esto con el n acim ien to
de u n a so b rin a suya).
A diferencia del añ o pasado, en que le era inadm isible aparecer
sin alg u n a ra m ita y /o p alito , a h o ra com enzó a seleccionarlas co m o
«grande» y «chiquita». R econoce tam b ién alto y bajo. C om enzó sin
tem o r el juego de «aparecer y desaparecer», disfrutando de correr y de
q u e la b u sq u en . C o m o reconoce p o r n om bres a todos sus co m p añ e­
ros, sabe q u ién está ausente.
In au g u ró u n «juego» que es el siguiente: quiere ponerse las zapa­
tillas y/o zapatos de los dem ás. C uando alguien n o accede, hace grandes
berrinches, Leo en la supervisión clínica tal vez u n a necesidad au té n ­
tica de «estar en los zapatos de otro», de cam biar de m odelo, o sea de
salir del m olde único de la madre.
A unque su lenguaje es incom pleto, m em oriza canciones. Le causa
gran angustia q ue o tro n iñ o llore, insiste en consolarlo pero, si n o lo
logra, se p o n e furiosa y lo agrede.
Pasó al garabato dejando el p u ro rayar, p o n e nom bres y reconoce
p artes del cuerpo.
Si bien reconoce u n a m ayor cantidad de elem entos, no logra aún
representar to d o lo que reconoce.
Sus logros señalados com o p rim e r m o m en to en el com ienzo del
in fo rm e están op acados p o r el hecho de q u e n o hace n ad a sin estar
pegada a u n ad u lto siem pre. A este «pegam iento» es al que le dam os
el n o m b re de «otro m o m en to » , o «segundo m om ento».
C om enzó de u n a m anera m ás asidua el trabajo en m usicoterapia
en el año 1999. En el inform e de la m usicoterapeuta331 se repite la situa­
ción de n o entrar a la sala si n o es acom pañada del adulto que elige para
la ocasión. P ero lo gra luego qu ed arse en la sala, p e rm itie n d o q u e el
adulto p u ed a irse. Luego logró en trar sola. La m u sicoterapeuta centra
su trabajo d u ran te u n tiem po en que logre entrar, perm anecer y salir.
Pero cuan d o com ienza su tarea con los in stru m en to s m usicales,
rep ite el pegam iento: n o p u ed e «cerrar» con ellos: ya q u e in te n ta lle­
várselos y, com o no se accede, se tira al piso y vuelve a la rabieta.

3 3 1 . L icen ciad a N . C alógero .

188
P ero la m usico terapeuta logra p ro d u cir: u n principio, u n ahora,
u n fin y u n hasta la próxim a.
La terapeuta consigna que, durante estos tres m om entos que logró
establecer, trajo siem pre las ram as y/o palitos, n o soltándolos en n in ­
gú n m o m en to , ten ien d o to d o el tiem p o en u n a m an o el in stru m en to
m usical y en la o tra el p alito y /o ra m ita en cu estió n , u tiliza n d o éste
ú ltim o co m o b a q u e ta p a ra p e rc u tir el in s tru m e n to . En el ú ltim o
m o m en to , ya dejaba la ram ita y/o palito, sólo trabajaba co n el in stru ­
m en to y luego se la llevaba. Luego se la olvidaba en la sala: «cortó con
lo de la ramita», con la v arian te de que, lo q u e se dejaba en la sala de
m úsica era una ram a central, p o d ríam o s decir, a la q u e había d espo­
jado de todas las ramitas menores.
El trabajo terapéutico específico, desde los p ostulados del psico­
análisis, fue acceder a la exigencia de co m p añ ía en los Talleres h asta
ver si bien prendida podía des-prenderse, com o sucedió. Y en u n trabajo
de con ten ció n con la m adre p ara que pu d iera sostener el tratam iento
de la n iñ a c o n asid u id a d en la asistencia e ir d e s e n tra ñ a n d o de sus
decires el lu g ar de esta hija.
El paso de la co nducta autista fue hacia ciertas características psi-
cóticas q u e la m e n ta b le m e n te fu e ro n e m p e o ra n d o a m e d id a q u e el
discurso de la m ad re p u so en palabras historias de violencias y goces
de los q u e p o d em o s decir que, en la m ed id a en q u e ella las hablaba,
Julieta las actuaba, buscando siem pre unirse a u n O tro P rim ordial que
n u n c a la h ab ía registrado.
En el añ o 2000, debim os adjudicarle o tro terapeuta p orque el psi­
coanalista Angel H echen332 deja el Servicio.
En ese año la asistencia de Julieta fue m uy irregular. La terap eu ta333
q u e la to m a en tra ta m ie n to decide co m en z ar el tra b a jo sólo co n la
m ad re, con el p ro p ó sito n o sólo de lograr u n a m ay o r con ten ció n de
la m ism a, sino de sostener u n discurso q u e había com enzado a des­
plegarse con todos los que le ponían un poco el oído. De allí que se haya

3 3 2 . U n a dificu ltad es el cam bio de terapeutas que se da en el Servicio, siendo p ú b lico


y de fo rm ac ió n . E n este caso, p o r ejem plo , el p ro fesio n al en cuestión term in aba
su c o n cu rren c ia c o m o «P siq u iatra In fa n ta Ju ven il». Los cargos de con cu rren tes
n o están rentados; qu ed an co m o m érito de la Pasan tía, según la n o ta o bten id a.
A sí m u ch os quedan vario s años p ero ante la o ferta de algún trabajo pago dejan el
Servicio.
3 3 3 . P sico an alista en fo rm ac ió n Ps, C . Elicabe U rrio l.

189
decidido «ordenar» su discurso334 para ver si esto red u n d ab a en b en e­
ficio de Julieta, ya que la m adre, en acto, m ostraba sus dudas en ayudar
al v en ir y n o v en ir al Servicio.
En una de las prim eras entrevistas con la terapeuta, la m adre ocupa
to d a la sesión con lam entos y exclamaciones sobre la desgracia de tener
a u n a hija e m b a ra z a d a — adolescente de 17 años— , h erm a n astra de
Julieta. Al respecto exclama: «¡Otra vez voy a tener que pasar lo m ism o
p o r lo que pasé con Lorena!», haciendo alusión a que, adem ás de tener
que trabajar, debe cuidar de sus nietos n o program ados.
Aparecen entonces relatos con respecto a la historia de Julieta, com o
que «gateó m u y poco p o rq u e yo n o la dejaba ir al piso. N o quería que
se en su cie.. em pezó a cam inar a los dos años, yo tenía m iedo que se
golpeara». ,
A rgum enta en otras o p o rtu n id ad es: «M e p o n g o a pensar q u e es
inju sto , n o m e m erezco vivir re n eg an d o con Ju lieta» ..., o «C uando
m e enteré que estaba em barazada m e quería m o rir. Sufro cu an d o n o
estoy al lado de ella p ara ayudarla. P ero com o la atiendo a ella, n o m e
q u ed a tiem p o p ara m í. D esde q u e nació Julieta, estoy lu ch an d o , tra ­
b ajan d o . .. y yo m e privo de todo».
Julieta p arece o cu p ar en el discurso de la m ad re el lugar de u n a
carga que n o le deja espacio para realizaciones personales. Es evidente
q ue Julieta n o cu en ta com o tal. N o hay deseo d e hijo, po rq u e, co m o
vam os a ver m ás adelante, esta n iñ a es el testigo viviente de sus trági­
cos en cu en tro s co n el h o m b re ...
Llega en u n m o m en to a decir a la terapeuta: «Alguien ten d rá que
ocuparse de ella si yo m e m uero» o «si la cuido n o tengo tiem po para m í.
Si vuelvo a q u ed a r em barazada p refiero m orir».
La m am á d e Julieta parece, ella m ism a, n o h ab e r atravesado con
b u en tiem p o el Estadio del espejo, ya que aparece atrapada en lo m ás
m o rtífe ro de lo esp e cu lar n arcisista : es «ella» o la «otra», «vida o
m uerte», p o r lo cual, tam p o co p u ed e servir de m o d elo al hijo.
La hija es, en su decir, sólo la m u estra de to d o lo q u e n o anda, lo
q ue n o fu n cio n a bien. Es, para ella, sólo objeto de su queja.

3 3 4 . Es d e n o rm a o frecer u n e s p a d o terap éu tico a lo s p a d re s, s i bien to d o s lo s o p e ­


ran tes b r in d a n su escu ch a, y e xisten d o s « T alleres p a ra p ad res» q u e so n n a d a
m ás q u e p a ra e scu ch arlo s. L a m a m á d e Ju lieta se h a b ía m o strad o siem p re re a ­
cia a so sten er u n en cu en tro co n u n terapeuta. S ó lo se h ab ía d ed icad o a la q u eja
con stan te.

190
A h o ra co b ra «sentido» lo que Julieta, en la entrevillft d i i d t t l ·
sión, rep etía m o n o c o rd e : «Julieta n o ap ren d e, Julieta no apfCISátlIi
La m ad re , p o r o tra p a rte , le sacó los p añ ales de día, a lo· CÍA60
años de edad y dice en la entrevista, cu an d o relata el hecho: « Ju litti
n o en tendía. Julieta hace to d o m al. Ella n o se deja enseñar»,
A la p re g u n ta de la T erapeuta «¿Qué le gustaría enseñarle?» con­
testa: «A hora n ad a. H u b o u n tie m p o q u e quise en señarle a leer y u
escribir».
H asta que m ás confiada en la terapeuta, en u n a sesión, puede p o ­
ner en palabras lo siguiente: «Julieta n o es u n a chica buscada, con Julieta
m e quedé em barazada, y al principio no quería saber nada. T om é unos
yuyos pero n o pasó nada». Insiste: «Julieta n o es u n a chica buscada, que
nosotros tuviéram os con am or, con cariño. V ino p o r accidente. P or eso
n o pongo em p eñ o en eso. Por culpa de él, vino Julieta, sino no tendría
que existir, él m e insistía para tener relaciones.»^
El tra ta m ie n to de Julieta se desarrolla co n altibajos q u e h ab lan
de este disconform ism o de la m adre puesto en acto y en todo m om ento:
resistencia a las in d icaciones de psiquiatras y neurólogos, ausencias
prolongadas al S ervido, etc.
La tera p eu ta se m u estra aso m b rad a ante la calm a y n atu ra lid a d
con q ue la m am á de Julieta cuenta que su hija hace u nos cuantos días
que n o com e. La razón de ello es que, com o o b tien en com ida de u n
c o m ed o r p ú b lico , ella n o va, p o rq u e Julieta se p o rta m al. H a y algu­
nos p u n to s del re co rrid o h asta llegar al c o m e d o r q u e a Julieta la lle­
n a n d e p a v o r. Se p u e d e c a m b ia r el re c o rrid o , le dice la te ra p e u ta .
P ero la m a d re se niega, ya que usa el n o ir co m o castigo para q u e Ju­
lieta se corrija. D istintas m aneras de presentación de la especularidad
que las atrapa: «Yo a veces la odio y creo que ella m e odia a m í com o yo
la odio». «No p u ed o h acer n a d a p o rq u e m e está to d o el día encim a.»
«C on ella n o p u ed o hacer nada, p ero no p u ed o estar u n ra to sin ella,
n o la p u ed o dejar sola.»
Así se suceden situaciones de «errores», «olvidos», que incluyen hasta
a la m edicación, com o que u n a de las herm anas le da m ás pastillas de
las que debe to m a r, con lo cual estuvo co m o so n ám b u la varios días.

3 3 5 . N u n ca con vivió con el padre de Julieta, actualm ente n o se tratan. Las ayudó hasta
que Julieta cu m plió tres años. La m ad re dice que no le daba la hija, porque la m an­
daba a b u scar co n un sobrino. El p ad re dice que él n o iba p o rq u e cuando lo hacía
discu tían m u ch o , hasta que d ejó de ir.

191
T odas las distintas situaciones concluyen en largos intervalos sin que
Julieta venga al Servicio del C e n tro de D ía.
C uando Julieta está en el Servicio ya n o quiere participar de ningún
Taller y sólo quiere estar ham acándose, sin parar, en el p arquecito del
C en tro .
Es llamativa su cara de gozo que acom paña a esta actividad incesante.
En la supervisión clínica yo apuesto a que su goce cuenta ya con un
cierto tinte claram ente sexual, pero no es el de u n a n iña m asturbándose.
Se m e ocurre, al observarla, que re-vive un goce sexual que no es m era
su stitu c ió n del m ism o , co m o sería en el ham acarse m a stu rb a to rio .
N os p ro p o n e m o s ir «cortándoselo» cuidadosam ente, sin angus­
tiarla m u ch o , p ara que p u ed a ir pasando a otras actividades de las que
disfrutaba el a ñ o pasado. Si b ien Julieta h a dejado la infancia desde el
p u n to de vista cronológico, hay actividades program adas adecuadas a
su edad.
C u an d o estam os trabajando esta situación en el Equipo, recuerdo
q u e, en Las p rim era s entrevistas, e n las de ad m isió n , La m ad re h ab ía
dicho que fue objeto de la violación reiterada de su propio padre. Situa­
ción de violencia tal que, evidentem ente, co n trib u y ó a que en su es­
tru c tu ra subjetiva el Φ n o hiciera de m etáfo ra eficaz en los agujeros
de Real y Sim bólico. H aciéndola tam balear.
Casi al m ism o tiem po, esta pobre m ujer, en sus quejas, puede decir
a la te ra p e u ta q u e o d ia a Ju lieta p o rq u e el p a d re ta m b ié n ab u sa b a
sexualm ente de ella y la n iñ a se reía g o z a n d o ...
N o pued e en tender el goce de la niña, que carente de lo sim bólico
vive la sexualidad ta l co m o se le presenta: b ru ta lm e n te gozosa. E ran
estas escenas d e goce in efab le sin d iq u e a lg u n o las que, p ro b a b le ­
m ente, vivía largam ente en el ir y venir de la ham aca que deseaba fuera
in term inable.
A fines del año 2002, debim os d ar intervención a la «D efensoría
de m enores» de los Tribunales de Familia de la Provincia, p orque pasa­
das las horas de retiro de los niños del C entro de D ía la m am á de Julieta
n o volvió a buscarla: el h o ra rio es a las 17,30.
C uando nos preguntábam os que iba a ser de Julieta esa noche, que
clam aba p o r su m ad re336, ésta apareció siendo ya pasadas las 20 h.

3 3 6 . N o existe en la c iu d a d d e R o s a rio u n lu gar ad ecu ad o m ín im a m en te p a ra n iñ os


ab an d o n ad o s p o r su s p ad res y con características diferentes, las m ás de las veces
term in an en P o lic ía d e M en o res.

192
P u d o decirle a la D ra. Baschera: «Me fui al río, quería m a ta rm e ...
p o rq u e ten g o m ied o de m atarla a ella»...
Seguram ente estos fragm entos de terrible historia de sexo, pobreza
y lo cu ra dan p ara m u ch o s análisis pero, en este m o m en to , es el ejem ­
plo m ás te rm in a n te y radical de desprecio al h o m b re de p arte de u n a
m u jer pu esto en el fru to . F ru to que osaba gozar — en su locura— de
lo ú n ico q u e m ás p ro h ib id o tien e la m u jer: gozar ab ie rta m e n te del
acto incestuoso.
El hijo, fru to q u e to d a m u je r ofrece co m o o b ra de su m o m e n tá ­
n ea c o m p le tu d al p ad re, p a ra esta m a m á n o fue recib id o com o tal.
F u era d e Ley, Julieta n o e n c o n tró al p a d re de su m ad re , sino al
terrib le g o zad o r de la p rim itiv a h isto ria freudiana. N o se cum ple allí
n i el p ar o rd e n ad o q u e m arc a u n sujeto, ni falo Sim bólico que cu b ra
el agujero en tre Real y Sim bólico: Φ q u e ajuste am bos registros.
Al com ienzo del presente tem a, consignam os algo sobre la c o m ­
pleja o p erato ria q ue u n a m u je r debe hacer p ara cu m p lir con su fu n ­
ción, es decir, cóm o hace el pasaje de operatorias subjetivas de lo fem e­
n in o a la fu n ció n m aterna.
R ecordem os a qué podem os llam ar «lo fem enino» desde el psico­
análisis. D esde F re u d a n u e stro s días, en las elab o racio n es so b re la
fem inidad, se escapan las elaboraciones generalizadoras, com o si a los
psicoanalistas no s cupiera a ú n la p re g u n ta ¿Qué quiere la m ujer?
En consecuencia, G érard P o m m ie r337 p ro p o n e o to rg ar u n esta­
tu to d e excepción a lo fem enino.
Sin e n tra r en u n análisis exhaustivo de la cu estió n — q u e n o es
el tem a de este libro— , es necesario puntualizar, sin em bargo, algunas
situaciones que p erm itan u n análisis de esta problem ática para indicar
las posiciones que u n a m ujer debe tom ar en la estructura subjetiva para,
desde lo fem enino, p o d er to m ar posesión de la m aternidad.
S ab em o s q u e n o h a y s ig n ific a n te de La m u jer p o r lo cu al, en
ta n to tal, com o significante, no existe.33* Lo cual significa, h a b la n d o
desd e el p u n to de vista de la e stru c tu ra subjetiv a y del sim b o lism o
— según Lacan— , que n o hay u n sím bolo que represente al sexo fem e­
n ino. Ello se debe a que la m ujer n o tiene el m ism o m o d o de acceso a
la sim bolización del sexo q u e el ho m b re. T am p o co la m ism a fuente,

3 3 7 . G . P o m m ie r, La excepción fem enina. Ensayos sobre los impasses del goce, A lia n za
E stu d io , B u en o s A ires, 19 8 6 , p. 10 . y 1 3 5
3 3 8 . J. L acan, Sem in ario 3, p. 2 3 1 .

193
p ero es conveniente destacar que esta diferencia está dada p o r la c o n ­
d ició n de lo Im ag in a rio q u e p ro p o rc io n a u n a ausencia en la m u je r
siendo que, en la realidad, a ella n o le falta. Del lado m asculino sí existe
u n sím bolo m u y prevalente.
El proceso que se acaba de describir para am bos sexos es el resultado
de cóm o cada u n o transitó y culm inó el trayecto edípico. Es im portante
re co rd a r con respecto al trayecto del C om plejo de E dipo q u e h ay u n
tram o del m ism o que es idéntico tanto para la m ujer como para el varón.
A su vez, esta identidad está determ inada, p ara am bos sexos según
la prevalencia que lo im aginario da a la fo r m a del falo. Prevalencia
tomada a su vez del hecho de que, justamente, el falo es el elemento central
de la tríada edípica para am bos sexos. E n consecu encia, p a ra am b o s
sexos se juega, p o r este tram o , el C om plejo de C astración.
La C astración, a su vez, gira alrededor del Padre, ya que el falo en
tan to sím bolo n o tiene correspondiente n i equivalente. P o r lo cual, lo
que hace la diferencia entre hom bre y m ujer, lo que hace que el final del
sendero edípico sea diferente para la m u je r c o n respecto al h o m b re,
es la disim etría significante.
Para el tem a que nos ocupa, esta diferencia es fundam ental, nece­
saria p ara la vida m ism a p o rq u e la necesaria ausencia significante en la
m u jer hará que, en ese lugar fallante (im aginario, p ero preciso), el hijo
responda a la D em anda del am or materno.
Es así co m o ejerce la m u jer la función de lo m atern o co m o resul­
tado. Es decir que debe h ab e r u n lugar preciso de ausencia im aginaria
del falo que es ocupado p o r el hijo, éste debe ser objeto de la D em anda
de am o r y el hijo dem andado dispuesto a la respuesta a dicha dem anda,
se identifica al falo faltante.
P ara p o d e r lograr su ser, el n iñ o sólo tien e ese cam ino de id en ti­
ficación al falo.
Según P om m ier, la m adre no puede ser privada del falo sin que el
n iñ o desaparezca, p o r lo cual supone que el n iñ o n o puede percibir la
falta, la ausencia de p en e sin te m e r m o r ir 339, p o rq u e c u a n d o el n iñ o
percibe la falta, deja un agujero en su lugar que n o tiene ninguna corres­
po n d en cia a n ad a del o rd e n del saber, a n o ser u n a figura de m uerte.
P o r eso — m e parece— que en la clínica que nos ocupa la dem anda
d e a m o r h a sid o ta n escasa, a u s e n te o in e fic a z , q u e h a q u e d a d o

3 3 9 . G . P o m m ie r, op. cit., p . 1 1 .

194
p e rp e tu a d a en el n iñ o sindicado com o au tista la figura de la m u e rte
q u e lo deja in e rte en su im p o sib ilid ad d e ser. Ya q u e los cam in o s al
goce de su m a d re p erm anecen, p ara él, vedados.
E n el sujeto armado» el saber busca d efin ir el in stru m en to q u e el
goce exige. Y es el falo q u ien le presta n o m b re , pero el p en sam ien to
ig n o ra siem p re su ausencia y se desplegará in fin itam en te en la exclu­
sión de lo fem enino.
P o r eso, en esta m edida, la ignorancia es fem enina. D e esto se trata
la fem in id ad ; o sten tar ig n o ran c ia — n o del ó rg a n o — sino d e có m o
lograr el goce. El falo, in stru m en to del m ism o , está excluido del p e n ­
sam ien to co m o faltante.
El saber y el ser fe m e n in o — si p o d em o s decir así— es m o stra r
esa falta excluyéndose de la castración.
Es en ese agujero de sab er que el sín to m a viene a anudarse. P o r
lo cual, lo fem enino tiene articulaciones con la inscripción del N om bre
del P ad re y c o n ese agujero d e saber.
H em os dicho que hay u n trayecto idéntico del Com plejo de Edipo
p a ra am b o s sexos. D e ese id én tico tray ecto vam o s a señ alar hechos
fundantes p ara la estructuración subjetiva posible a advenir. Prim ero:
tan to para el n iñ o com o para la n iña lo sim bólico h a de venirle en p ri­
m e r lugar: es la incidencia de la lengua m a tern a en tan to regida p o r la
Ley p aterna. Segundo y tam b ién — casi siem pre— >del acto social de
n o m b rarlo : se le im p o n e u n apellido (se lo «anota») q u e p o r lo gene­
ral es del p adre. Tercero: el p rim e r lugar del goce fálico opera cu an d o
el bebé — n iñ o o n iñ a— se convierte en objeto de a m o r d e la m adre.
En este ú ltim o hecho, aparece la am bigüedad y la dificultad para
la niña, ya q u e d ebe afirm ar su identificación, debe buscar insignias
q u e la d eterm in en com o ser. Y entonces, p o r u n lado, el padre le ofre­
cerá acceso al falo, sien d o la m a d re ta m b ién en ese p rin c ip io fálica,
ya que, co m o bebé, le estaba d a n d o con su p ro p io cuerpo el falo fal­
ta n te en la tría d a p rim era de lo im aginario.
Ya en estos tiem pos, ta n p rim ero s, e n tra m o s a la m isterio sid ad
fem en in a, y a su am bigüedad, e n tra n d o al m ism o tiem p o a lo enig­
m ático de lo m aterno, que cree tener el falo, cuerpo del bebé m ediante.
Este tiem po lógico no aporta ninguna certidum bre a lo fem enino;
es p o r ello q u e la m u je r acude a la llam ada «m ascarada»340. P einado,

340. J. L acan , Escritos, Siglo X X I, B u en o s A ires, 19 7 5 , p . 674.

195
joyas, p erfu m es, in te n ta n b o rd e a r de ro p aje el agujero de ausencia,
p ero n o cesa de inscribirse lo que n o tien e solución: el vacío de ser y
q u e n o h ay sig n ifican te — c o m o h e m o s v e n id o a firm a n d o — p ara
n o m b ra r lo fem enino.
Así la m ujer encam a u n a falta doble: im aginaria y simbólica. Desde
lo im ag in ario , siendo lo que no es, y sin referente desde lo sim bólico.
E n el tiem po lógico en que ostente el M o, «lo tiene» cuando encam a
lo m atern o , está igualada a lo m asculino. P ero tam b ién «es el falo» en
ta n to significante del deseo del O tro . Así, es el falo si está ca p tu rad a
en el deseo de u n hom bre.
H ay u n té rm in o , el Φ , que es el ordenador de las m u tacio n es de
lo fe m e n in o y de lo m a te rn o , de las op eracio n es lógicas q u e recién
hem os consignado.
P o r alg u n a ev e n tu a lid a d , en la h isto ric id a d d e las o p e ra to ria s
subjetivas del o tro sem ejante destinado a en c am ar la función m aterna
p a ra el caso del n iñ o sin d icad o co m o autista, falló el o rd e n ad o r, n o
fue eficaz, n o estuvo, las m utaciones n o fueron suficientes, no tuvieron
lugar, etc., esto siem pre en el caso p o r caso.
Estos m o d o s sin g u lares del o tro , en sus po sib les pasajes de lo
fem en in o a lo m atern o n o están dados p o r la cultura, ni p o r sectores
socioeconóm icos diferentes, n o hace el am biente a esta cuestión deter­
m in an te del arm ad o de u n sujeto del inconsciente, sino que pasa p o r
la cuestión principal de si se inscribe o no. Y la inscripción se da según
todas las operatorias lógicas q ue hem os considerado del lado del otro,
q u e n o son pocas n i sencillas. Y tam p o co se d a n en cualquier tiem po,
la experiencia hace pensar q u e tienen u n tiem po, el preciso, p ara que
la situació n o cu rra y, co m o hem os estado co nsid erando, estos tie m ­
pos arran c an en la p ro p ia época edípica de cada m ujer.
P o r eso m e parece que, h asta ahora, la v entaja del psicoanálisis
p a ra p en sa r estas cuestiones es que posee o p erad o res m atem ático s-
lógicos que Lacan nos legara, y nos perm iten salir de lo anecdótico de
las h isto rias fam iliares y ta m b ién de aquello q u e los d etracto res del
discurso del psicoanálisis n o s objetan: culpabilizar a los padres.
C laro es que los o p erad o res están, pero n o to d o s accedem os a
«hacerlos trabajar», hay que hacer de ellos herram ientas a nuestra m ano
para la clínica. Es p o r ello q u e — m e parece— el resultado de in stru ­
m ento para la clínica posible del llam ado «autismo» que H. Yankelevich
logra con el Φ es de sum a u tilidad y tiene el valor del descubrim iento,
sig u ien d o las palabras del m aestro Lacan, «quien bu sca encuentra».

196
P o r ello los fragm entos singulares de historias q u e hasta ah o ra se
h a n presentado en este libro p u ed en responder y explicarse d en tro de
u n m arco de m ay o r rigurosidad em pleando este operador, el falo sim ­
bólico, q u e n o s regala Yankelevich.
C om o alum na de sus sem inarios, com encé a pensar los casos bajo
esta nueva perspectiva ya que, antes de que la desplegara, es cierto que
p o día decir, con cierta solvencia, de la castración en quien en carna la
fu nción de lo m atern o , o de los avatar es graves de su infancia, justo en
los tiem p o s de b ú sq ueda de com pletud en el padre, o padres n o cu m ­
p lien d o la fu n ció n de tales, P ero es co m p letam en te diferente, se sale
del personalizar, cu ando se puede co n tar con esta h erram ienta que, en
ta n to tal, n o s p e rm ite m a n e ja rn o s en la lógica m a te m á tic a del d is­
cu rso del psicoanálisis, co n categorías de sistem atización de m ay o r
rig o r disciplinario.
C o n fo rm e a ello es que trato las cuestiones siguientes

4. S itu acio n es in conscientes co n resp ecto a


u n a negación vacilante o explícita con respecto
al falo sim bólico

D e a c u e rd o a lo a p u n ta d o en el fin al del te m a a n te rio r, ya n o


hablam os de lo m al que u n a m ujer «se lleva» con el padre de sus hijos,
de las violencias ejercidas, de cóm o «se llevó» con la m adre o el p ad re
p ropio, etc. Sino que podem os decir que m u ch o de ello es el efecto de
su posición en la estructura con respecto al Φ o a las m utaciones de las
o p eratorias de lo fem enino a lo m atern o .
D ijim os que «lo propio» de lo fem enino es p o d er ostentar estruc­
tu ralm en te dos posiciones co n respecto al Φ : Ser el falo y tenerlo. Dos
posiciones, fru to de dos m utaciones o cambios que deben ser o p o rtu ­
no s a los tiem p o s lógicos y se p ro d u c en si p rim ero se h a aceptado la
existencia de falta, de agujero.
Esto ú ltim o le da a la m u je r la aspiración, la vocación a ir siem ­
p re m ás allá de c u a lq u ie r goce p o rq u e ella, en ta n to falo y goce, es
causa del deseo m asculino. P ero siendo causa de deseo p u ed e faltar,
p o r lo cual n u n ca ta n ú til, tal vez, la afirm ación lacaniana: «El c o m ­
plejo de castración tien e fu n ció n de n udo»341.

341, J, Lacan, op. cit., p. 665.

197
En sín tesis, d ire m o s q u e la m u jer, en re la c ió n a su lu g ar en la
estructura subjetiva, com o h em os visto, debe hacer u n a serie de m u ta ­
ciones estru ctu rales desde el tran scu rso de su p ro p io Edipo.
R eco rd em o s q u e, seg ú n F reu d , al e n c o n tra rs e d e sp ro v ista de
pene, acude p rim ero a la m adre, saliendo de esa posición con el c o n ­
vencim iento de que es la m adre la responsable de haberla hecho im per­
fecta, in co m p leta (registro im ag in ario ). C o n su in c o m p le tu d acude
al padre, de d o n d e saldrá c o n la certeza de q u e necesita resarcirse de
dicha incom pletud con u n hijo, com o sustitución de la misma. Es decir,
hijo com o su stitu ción del pene faltante en lo im aginario. P ero en este
discurrir desde el descubrim iento de su falta, ya está referida al N o m ­
b re del Padre.
P u ed e pasar d e lo fem en in o a lo m a te rn o si en to d as estas tra n s­
m u tacio n es d e su existencia co m o parlêtre y gozante, el falo verifica
el falso agujero de dos redondeles que n o están anudados entre sí, sino
u n o encim a del otro.342 Pero esta m etáfora, lam entablem ente, n o siem ­
pre se transm ite a los sujetos p o r venir. Es p o r ello que ahora puede ex­
plicarse claram ente p o r qué algunas m adres, en su condición de n e u ­
róticas, con las operaciones d e verificación del falo convenientem ente
realizadas, n o ob stante rechazan la tran sm isió n de la m etáfo ra m e n ­
cio n ad a a u n hijo y a o tro no.
Esta in c o rp o ra c ió n es u n a o p eració n real en la estru ctu ra, es la
in co rp o ració n cabal de la ley que, en tan to tal, en este tiem p o lógico,
está rep resen tad a p o r el falo real.
En el au tism o es esta o p eració n la que n o h a ten id o lugar.

342. H . Y an k elevich , Lógica del goce, op. cit., p. 13 9 .

198
C ap ítu lo IV
A modo de conclusión

M e parece acertad o , a esta a ltu ra d e m i exposición, e n tra r a analizar


q u e la e stru c tu ra lógica m atem ática m ín im a y elem ental q u e Lacan
p ro p u so p ara la estru ctu ra n eu ró tic a es el n u d o b o rro m e o .343
Si b ien ya hacía referencias con respecto al m ism o en sus Escritos,
recién en los añ o s setenta co m enzó a exam inarlos desde el p u n to de
vista de sus p ro p ied ad es topológicas p ero p u ed e decirse que n o hay
dudas sobre su in tención de usarlos com o in stru m e n to fundam ental
en el análisis clínico.
Lo paradójico es que, teniendo a la m an o tan valioso instrum ento,
n o siem pre se los utiliza para trabajar la clínica, sino que aún hay detrac­
to res d e su u so q u e le s u p o n e n a los n u d o s u n a especie de d iv e rti­
m en to del genio de Lacan.
C reo que — felizm ente, com o m uchos psicoanalistas— m u y p o r
el contrario, el uso m ás apropiado que de los n u dos podem os hacer es,
ju sta m e n te , en n u e stra clínica. In te rro g a r los pases y m o v im ien to s
posibles que nuestro analizante pueda hacer, q u e son descifrables tam ­
b ién en la escritura que de la presentación del n u d o b o rro m e o pueda
hacerse. Vaya u n a vez m ás con esta afirm ación m i h o m en aje y agra­
decim iento m ás sentido al m aestro que m e inició en el conocim iento
de los m ism os, dándoles el sentido que expongo, m e refiero al m aes­
tro R aúl Sciarreta.

3 4 3 . S í se desea con su ltar la h isto ria d e este co n cep to to p o ló g ico , se pu ed e con su ltar,
de E. R o u d in esco y M . P lon , el Diccionario de Psicoanálisis, Paidós, B u en o s A ires,
1998, p. 747; y de D. Evans, el Diccionario de introducción al Psicoanálisis Locaniano,
P a id ó s, B u e n o s A ires, 19 9 7.

199
D el m ism o m o d o , q u e c u a n d o Lacan p re se n ta b a sus n u d o s ya
creaba su uso analítico.
S abem os q u e el n u d o b o rro m e o re p re s e n ta la e s tru c tu ra m ás
elem ental del arm ado n eurótico y co m o estam os considerando el a u ­
tism o , d eb em o s p en sa r u n tie m p o lógico u b icad o antes del posible
arm a d o de d icho n u d o .344
Antes del arm ado del n u d o borrom eo, dem ostración de la estruc­
tu ra del sujeto neurótico, tenem os dos elem entos. El bebé h u m an o , en
ta n to cu erp o , y el lenguaje q u e lo rodea.
C u ando Lacan nos enseña la construcción del n u d o con la pro p ie­
d ad bo rro m eica, lo hace em pleando la recta al infinito, p o r sus c o n o ­
cim ien to s de la g eo m etría de G. D esargues.345

Al g enio del m a te m á tic o G eorg C a n to r346, le debem os la in c o r­


po ració n del concepto de infinito actual a las m atem áticas. C oncepto
al q ue re c u rre Lacan en el S em inario in é d ito «RSI»347 p a ra m o stra r
las fu n c io n e s d el n u d o b o rro m e o . A ntes d e seg u ir c o n lo a p ro v e ­
chable del n u d o en la cu e stió n del au tism o , deb o d ecir q u e al c o n ­
cep to de in fin ito se lo aplicam os a la clínica — sig u ien d o a Lacan—

3 4 4 D esde m i experien cia en la clínica del au tism o, así lo pen sé du rante m u ch os años,
p ero la tran sm isión de la enseñanza de H . Y an kelevich en sus Sem in arios m e p er­
m itiero n o rgan izar m e jo r esta con cep tu alización . L o m ism o p u ed o decir de los
Sem inarios del citado Raúl Sd arreta, de los de P u ra Cancina, Juan Alberto M anin o
y de R icard o D íaz R o m ero
3 4 5 . C lases d e to p o lo gía co n el P ro f. de M atem áticas y T o p o lo g ía H . Jaim e.
3 4 6 . G . C a n to r ( 1 8 4 5 - 1 9 1 8 ) filó s o fo y m a te m á tic o alem án . F u e c a ted rá tico de
M atem áticas e n la U n iv ersid a d de H alle. F u n d ad or de la teo ría de los con ju n to s,
con lo cu al fu n d am en tó las m atem áticas pu ras y la m o d ern a ló gica m atem ática.
347. J. L acan , Sem in ario in éd ito «RSI», dictad o en los años 19 7 5 - 19 7 6 . D esgrabació n
p a ra uso intern o de la Escuela F reu d ian a de B u en o s A ires. T rad u cc ió n de la v e r ­
sió n M . C h o llet y notas de trad u cció n d e R . R o d rígu ez Pon te.

200
c u a n d o hab lam o s del goce. P o r ejem plo, p o d em o s decir que el goce
en la psicosis es in finito.
M e p are c e im p o rta n te d estac ar ta m b ié n q u e, en el S em in ario
citad o 34®, Lacan aclara que: «sólo el n u d o es el so p o rte concebible de
u n a relación en tre cualquier cosa y cualquier cosa, que el n u d o , si es
abstracto p o r u n lado, debe ser pensado y concebido com o concreto».
Entonces, puede decirse que, tal com o lo indica su creador, es m ediante
el arm ad o posible del n u d o que desde el psicoanálisis p o d em o s p la n ­
tear de m an era consistente la in tro d u cció n de lo que llam am os signi­
ficante haciendo m arca en el cuerpo libidinizado del sujeto. Las varia­
bles del n u d o son la única m anera de «m ostrar» que estas operaciones
ocurren. De lo contrario, cuando las tenem os en la clínica, lo que pode­
m os descifrar de ellas son sólo sus efectos. Ya que, valiéndom e nueva­
m en te del S em inario citado, la posible «consonancia e n tre c u e rp o y
lenguaje» — que so n polos distintos— se realiza m ed ian te lo Real, lo
que perm ite el acuerdo entre am bos polos. C onsiderando q ue el posi­
ble acuerdo p rim ero se da en tan to el sujeto a constituirse, pu ed e p re­
guntarse qué p u ed e esperar de u n otro.
Esto tiene que ver tam bién con los distintos m odos en que lo Real
y el cu erp o se p re sen tan en dichas presentaciones, está p articip an d o
siem pre la lib id o y o c u p a en el n u d o b o rro m e o el lugar del agujero
en ta n to tam b ién p ertenece a lo Real.
C u an d o en el n u d o Lacan ubica el G oce del O tro b arrad o (J A),
afirm a que se trata del goce, que n o debe confundirse com o si fuera el
goce del O tr o 349, sino que al O tro , en ta n to S im bólico, n a d a le es
opuesto, es p o r ello que coloca a la gran A m ayúscula barrada e indica
de esta m an era que n o hay u n goce del O tro del O tro. «Desde en to n ­
ces, lo q u e re su lta de ello es q u e sólo re sta lo q u e se p ro d u c e en el
cam p o , en el cam po de puesta en el plano del círculo de lo Sim bólico
con el círculo de lo Im aginario que es el sentido, y que p o r o tra parte,
lo que aq u í está indicado, figurado, es la relación de lo Sim bólico con
lo Real en tan to que de ella sale el goce llam ado del falo.»350 En esta oca­
sió n , Lacan explica q ue este goce fálico n o tien e que ver co n el goce
pen ian o sino que es lo que adviene del goce del cu erp o en ta n to im a­
ginario, del goce del doble de la im agen especular. Es en ese p u n to de

348. J. L acan , op. cit., p, 25.


349. Y a q u e h a en u n ciad o m u ch as veces en su enseñanza q u e n o h ay O tro del O tro.
350 . J. L acan , op. cit., p. 4 1 .

201
conjunción de lo Im aginario con lo Real que se sitúa el goce fälico com o
estam os co n sid eran do.
Es en lo in co nsciente del parlétre que es posible conjugar el peso
del goce fálico que, en este sentido, lo experim enta com o parasitario351.
A nteriorm ente, consideram os el concepto de infinito que el psico­
análisis utiliza352. Vuelvo sobre él p ara insistir en lo esencial del n u d o
b o rro m e o , se tra ta de q u e su escritura com ienza, según la enseñanza
de Lacan, co n u n a recta al infinito, en ta n to la considera com o equi­
valente al círculo, siendo éste el p rin cip io del n u d o b o rro m eo , ya que
se o rig in aría de la co m b in ació n de dos rectas c o n u n círculo353. P ara
Lacan la recta in fin ita sería «la m ejo r ilu stració n del agujero»354. Así
lo enseña la topología, ya que, n o sólo indica q ue en u n círculo355 hay
u n agujero en el m edio, sino que la recta in fin ita lo tien e to d o alre­
d e d o r d e ella.
A p a rtir de esta conceptualización, Lacan le cam bia el so p o rte al
trazo U nario del cual había hablado en el Seminario «La Identificación»,
y en el S em inario «RSI» lo asim ila a la R ecta Infinita. Ella contiene la
p o sib ilid ad del a rm a d o del n u d o a p a r tir del cual te n d re m o s Real,
Im aginario y Sim bólico.
Lo fu n d am en tal del concepto de infinito, en lo que estam os p re ­
sentando, es que tam bién p o dem os decir que el goce fem enino es u n
goce infinito, al cual pone límite, com o hem os considerado, el goce fálico.
Volviendo al n u d o bo rro m eo , Lacan, en el Sem inario citado, dice
que el falo está en la potencia 2 del nudo, en el sentido que el significante
2 to m a su potencia desde el significante 1. U bica al falo, com o vem os,
n o en el inconsciente, sino que el falo es lím ite de la cadena significante
y es, adem ás u n lím ite jam ás alcanzado. El falo, de ese m o d o , p e rm a ­
nece fu era de la cadena significante, ex-siste al sujeto y se constituye
co m o falta. E n esto constituye el falo simbólico.
En cuanto al nu do, el falo está en lo real de lo Real. Podem os decir
entonces que así com o el falo ex-siste a lo Im aginario, el falo ex-siste
a lo Sim bólico. Sólo sabem os de él que, en el discurso A m o, funciona

3 5 1 . J. L acan , op. d t , p. 4 1 .
3 5 2 . M u y sucintam en te, a los fines d e exp licar las operatorias p rim eras del arm ad o d e
la estructura subjetiva.
3 5 3 . D eb e aclararse qu e el circu lo es h u ec o y la circu n feren cia com pacta.
354. J. Lacan, op. cit., p. 13 0 .
3 55 . P o r eso se trata de u n círcu lo y el ag u jero rod ea a la recta infin ita.

202
com o SI actu an d o com o o p erad o r el falo im aginario, HlUmÉIÉIjÉ
p ro p ie d a d , este falo co n m in ú sc u la sería la fu n c ió n im ftginivM N f
falo Sim bólico.
Lo im p o rtan te, p a ra la clínica del autism o, es que este falo Sim ­
bólico (Φ ) sim boliza la falta dada en la castración de la m ad re y, en
general, va a sim bolizar las faltas p a ra gozar, p o r ejem plo, la m am a,
las heces, voz, m irada.
N o se p u e d e tra n s m itir la m e tá fo ra de la e s tru c tu ra n e u ró tic a
c u a n d o ella n o está o rg a n iz ad a en la e stru c tu ra su b jetiv a de q u ien
encarna la función m aterna. D e allí la posibilidad de que dicha estruc­
tu ra n o se arm e y el p ro d u c to sea u n n iñ o autista.
Justam ente, cu an d o n o se h a in co rp o rad o el Φ , lo probable es la
p ro d u c ció n de u n n iñ o autista. P ara q ue esto n o ocurra, es necesario
q ue «el o bjeto co m o real p u e d a ser in co rp o ra d o , gracias al n o m b re
m o rd id o p o r lo sim bólico»356.
Lo que m e interesa destacar tam bién con respecto a la función del
Falo sim bólico, según la hipótesis de Yankelevich, es que cuando esta­
m os en la estructura de la psicosis, la forclusión del N om bre del Padre,
p o r ejem plo, n o co m porta u n a falta de investidura en el niño. Pero en
el caso del autism o, la ausencia de copulación del falo con el cuerpo y el
lenguaje, im piden al niño encontrarse como producto del plus gozar de
la madre.357
P ara c o n c lu ir este p u n to , d iré q u e to d o s los p u n to s an terio res
con respecto a las diferentes posiciones subjetivas y /o m o v im ien to s
del O tro P rim o rd ia l so n d istin tas variables de la e stru c tu ra b o rro -
m eica del m ism o, de sus fallas en el encaje del n u d o , de tiem pos lógi­
cos del «Estadio del espejo» de este O tro q u e vuelven a p o n e rse en
evidencia, frente al bebé in erm e a su arbitrio.
Las vivencias de duelo tam b ién h a n de dep en d er de los tiem pos
de arm ad o de la estructura subjetiva de q uien lo protagonice. P ero lo
m ás fu n d am en tal de las fallas de este O tro , para p ro d u c ir autism o, es
esta no-incorporación del Falo Sim bólico q u e, c o in c id ie n d o c o n la
hipótesis de H . Yankelevich, considero que obra com o identificación
p rim o rd ial p ara el sujeto a constituirse, a p a rtir de la cual sólo p u ed e
d arse el e n c a d e n a m ie n to sig n ific a n te y te n e r , e n c o n s e c u e n c ia ,

356 . H . Y an k elevich , op. cit., p. 13 9 .


3 5 7 . L a cu rsiva es m ía, p. 14 0 del lib ro citado.

203
las herram ien tas «listas para usar» p ara la configuración de la estruc­
tu ra n eu ró tic a m o strad a en la cualidad b o rro m e ic a del n u d o .
En el co n v en cim iento de la u tilid ad q u e la topología b rin d a a la
clínica del psicoanálisis, había propuesto en el desarrollo del presente
libro que el n iñ o sindicado com o autista se podía figurar com o estando
en u n a re alid ad c o n tin u a e n la p arte de la esfera antes del co rte que
organiza el Cross-cap. C on respecto a ello, haré algunas precisiones. En
p rim er lugar, esta afirm ación no se puede d em o strar de m an era co n ­
creta, con algún m aterial. M e refiero al corte q ue se realiza en el lím ite
en tre la superficie b ilátera h o m e o m o rfa y la z o n a u n ilá te ra q u e d a
lugar a la B anda de M oebius, porque son figuras que necesitan de otra
dim ensión.
C o m o ejem plo de lo afirm ado recién, h asta puede decirse que no
se pu ed e co n stru ir u n a verdadera circunferencia en la realidad, ya que
a u n el an cho de u n a línea trazable tien e grosor.
P ara co n struir u n a esfera debo p artir de u n plano proyectivo que,
de u n a m a n e ra sim ple, p u e d o definir com o org anizado p o r p u n to s
d iam etralm en te opuestos.
Si u n o los p u n to s d iam etralm en te opuestos, obtengo u n a esfera
c o n el g o rro cru zado o Cross-cap. P ero no divide el espacio en aden­
tro y afuera. Esta p o sib ilid ad la e n c o n tram o s en la teo ría freudiana,
cu an d o presenta el esquem a en «El yo y el ello»358, que a veces llam a­
m o s «la bolsa».

358 . S. F reu d , «El y o y el ello», en Obras Completas, to m o X IX , A m o rro rtu , B u en o s


A ires, 19 7 5 .

204
E n cam bio, en la enseñanza de Lacan, las figuras a las cuale· NSU·
rre transform an esabolsa en cuerpos que n o tienen n i exterior n i in tf·
rio r y n o div id en al espacio en dos regiones.

Plano Proyectivo

P o r lo cual surge u n a p rim e ra paradoja: ¿qué es frontera? D esde


la m atem ática, d ecim os que «es frontera» si cum ple la co n d ició n de
q u e es u n c o n ju n to de p u n to s q u e n o p erte n ece n n i al exterior n i al
in terio r. P o r lo ta n to , n o hay in te rio r n i ex terio r en «la bolsa» laca-
n ian a del g o rro cru zado. Ese c o n ju n to de p u n to s , que co nstituye la
esfera de Lacan, n o tien e fro n teras. D e allí m i id ea de u b icar to p o -
ló g ic a m e n te e n esa p o s ic ió n al n iñ o a u tis ta p o rq u e — c o m o he
d ic h o — sus m o v im ie n to s, su v er, ese c a m in a r o c o rre te a r sin ir a
n in g ú n lu g a r... se d eb en a q u e n o hay fro n te ra p a ra a rm a r escena
alg u n a dentro del m undo.
E n el cam po de la psicosis, es lo que estru ctu ralm en te p erm ite el
re to m o de lo Real, com o si procediera de «afuera» p ara el sujeto afec­
tad o p o r ella, y no desde su p ro p io arm ad o , p o rq u e ese afuera desde
lo subjetivo n o existe.
La to p o lo g ía p e rm ite a rm a r u n a esfera bilátera, es decir, d e dos
caras. P a ra lo cu al necesito de u n a su p erficie fo rm a d a p o r p u n to s
que n o sean d iam etra lm e n te opuestos, sino correspondientes. S ilo s
u n o , o b ten g o u n a «bolsa» a la m a n e ra fre u d ia n a co n u n a d e n tro y
u n afuera. É sta es p o sib le de co n stru ir, n o así la an terio r, p ero sí se
p u ed e pensar.

205
P o r o tra parte, el m ism o Lacan habla359 de su in ten ció n de in tro ­
d u cir u n a lógica de bolsa, p ero tam b ién d e cuerda.
Ya que, si n o hay cuerda, la bolsa-esfera n o está cerrada. P o r lo
cu al p ro p o n e q u e ten em o s que im ag in ar algo q u e está en u n p u n to
de la esfera y la an u da.
C u an d o las personas h ablan, relatan, hacen pases a la escritura,
lo hacen según el ajuste de la cuerda que arm ará el Cross-cap, al m ism o
tiem p o q u e el fantasm a.
N ada de esto tiene lugar en el caso del autism o, la cuerda que ajusta
la bolsa del Cross-cap no ha tenido lugar porque, com o se h a explicado,
dicha cuerda tiene origen en é ocho interior arm ado p o r las m arcas de
los p rim ero s en cu en tros entre el recién nacido y q u ien cum ple la lla­
m ada «función m aterna».
P o r lo ta n to , el fu n d a m e n to prin cip al d e este libro es señalar la
p o sició n to p o ló g ica del autista. Ú nica p o sib ilid ad de ubicación del
m ism o, ya que n o hay arm ad o de e stru c tu ra subjetiva.
La figura topológica del Cross-cap, sin ajustar, en su carácter de
bolsa y sin corte alguno, sería la ubicación m ás clara p ara u n análisis
del caso desde los postulados del psicoanálisis y lo que p erm itirá esta­
blecer posibilidades de operatorias clínicas según en qué posición haya
quedado el n iño en cuanto al arm ad o de dicha figura topológica.
Así, destacando las diferencias de posición que se fueron señalando
en el p resen te capítulo, de acu erd o a las m ism as, será el «hacer» del
psicoanalista; «clínica de cortes» opo rtu n o s o de ofrecim iento de obje­
to s hasta llegar a la característica de «dones, según el caso».
Siem pre se trata de contribuir a u n «armado» posible, observando
previam ente, y a cada paso, las «oportunidades» que p u ed an brindar.
N in g ú n caso se d a con «garantías».
N o salimos de la apuesta continua, p o r ello m e parecen oportunas
las palabras de José Saram ago: «Las letras gordas de la comunicación,
reclaman que estemos al centelleo múltiple de los subgestos que van detrás
del gesto como el polvo cósmico va detrás de la cola del cometa, porque los
subgestos, para recurrir a una comparación del alcance de todas las edades
y comprensiones, son como las letritas pequeñas del contrato, que cuesta
trabajo descifrar, pero están ahí. A u n q u e resguardando la modestia que

359 . J. L acan, «R SI», no editado c o p ia B ib lio teca Escuela S igm u n d Freu d de R o sario ,
p. 13 0 .

206
las conveniencias y el buen gusto aconsejan, nada nos sorprendería que,
en un fu tu ro m u y próxim o, el análisis la identificación y la clasificación
de los subgestos llegaran, cada uno por sí y conjuntamente, a convertirse
en una de las m ás fecundas ramas de la ciencia semiológica en general.
Casos más extraordinarios se han visto».360
En m i clínica cotidiana, n iñ o p o r n iñ o , to d o s los días estoy atis-
b ando, atenta, al m en o r subgesto que p u ed a ser to m ad o com o posible
señal p a ra p o d e r arm a r «algún co n trato » , a u n q u e sea p eq u eñ o , q u e
lo fije con algún interés al m u n d o de los sím bolos, sin contar n i con la
letrita m u y p equeña de los contratos a los que se refiere el au to r citado,
sino que se trata de armar alguna letra donde no la hubo o donde la marca
de la misma fu e tan frágil o débil como el calcado en papel finito que apenas
«se ve».
La co n sta n te d e esta activ id ad clínica es la ap a sio n a d a esp era a
que aparezca la o p o rtu n id a d de ese tiem p o lógico en que el h o m b re
debe separarse d e la bestia que ve in m u tab le las veleidades del vuelo
de u n a m arip o sa sin tiem po ni c o r te ... Yo vivo esperando, p ero h u r ­
gando, para saber esos secretos de estos «principitos», ocultos en estas
to rres red o n d as y singulares.

360. J, Saram ago , El hombre duplicado, A lfagu ara, B u en o s A ires, 200 2, p. 59.

207
B ib lio g ra fía g e n e r a l

A ctas d e la F u n d a c ió n E u r o pea par a el P sico an álisis (1994) La clí­


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