Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Autismo
infantil
Una clínica desde
el psicoanálisis
A n n on i, G loria
A u tism o infantil· una clínica d esd e el psicoanálisis.
- la e d . - Rosario; H o m o Sapiens E diciones, 2011.
216 p. ; 22x15 cm . - (Psicoanálisis)
ISBN 9 7 8 -9 5 0 -8 0 8 -6 3 3 -4
ISBN N ° 978-950-808-633-4
C a p í t u l o I.
Estado actual del cuadro..................................................................... 19
C a p í t u l o II.
«En la huella de Lacan»....................................................................... 79
C a p ít u l o II I.
Nuestra propuesta de una clínica del autísmo
desde el p sicoan álisis......................................................................... I l l
C a p í t u l o IV.
A modo de co n clu sió n ......... -..........................................................199
7
nos en co n tram o s que casi dos m illones de lugares se refieren a cada
uno de esos tem as; sólo en El rincón del vago es posible e n c o n trar 41
cursos de autism o gratis (sic).
¿Por qué detenernos, entonces, a leer el Autism o infantil de Gloria
Annoni?
P o rq u e n o se trata de un libro hecho del co piar-pegar de nues
tros tiem pos, ni siquiera en los párrafos de sus num erosas citas. Se trata
de u n libro que nos ofrece un panoram a com pleto de lo que el autism o
significa en nuestro días y de lo que los principales autores han escrito
sobre el teraas pero donde cada renglón de lo presentado ha sido selec
cionado y elaborado desde num erosas décadas de experiencia de co n
sultorio pro p io y de experiencia institucional y de equipo, trabajando
con todas las edades y con to d o tipo de problem as. Específicam ente,
en lo que se refiere a au tism o y psicosis infantil, incluyendo a n iñ o s
con o tro tipo de patologías orgánicas agregadas, no m uchos son tos
profesionales en el m u n d o que hayan podido reco rrer una casuística
tan diversa, sosteniéndolo a lo largo de tantos años, m u y en especial
a través d e su participación co m o D irectora (y tran sfo rm ad o ra) del
C en tro de Día «Dr. L anfranco Ciam pi» (ex Escuela de A daptación).
C ada renglón ha sido escrito desde esa experiencia y desde una
experiencia docente que se inició com o m aestra en una escuelita rural
del Chaco — de donde la autora es oriunda— , pasando p o r la Facultad
d e P sicología d e R osario — d o n d e se recib ió de Psicóloga y d ictó
diversas m aterias— siguiendo en la Facultad de M edicina de Rosario
— d o n d e g an ó el c o n c u rso co m o profesora titu la r de la cáted ra de
P siquiatría N iños (¡ella!: m ujer, psicóloga y c h a q u e ñ a ...)— y, en u n
o rd en jerárq u ico , llegando a ocu p ar el lugar de P rim er D ecana de la
Facultad de Psicología de Rosario.
Paralelam ente — y desde hace casi dos décadas— , ha venido p ar
ticip an d o co m o m iem b ro de la Escuela S igm und F reud de R osario,
d onde ha dictado sem inarios, trabajado en carteles, presentado tra b a
jos escritos y participado en todo tipo de trabajo de Escuela, incluyendo
su participación en C om isión Directiva.
M ultifacética Gloria A nnoni, su poblado currículum no term ina
de dar cu e n ta de sus enciclopédicos co n o c im ien to s ni de su cálida
sencillez. Hace falta escucharla personalm ente para distinguir cóm o la
sigue acom pañando su provincia de origen en la m odulación de su voz,
pero, b ajo o tra fo rm a, lo m ism o se p u ed e p e rc ib ir en los p árrafo s
m enos form ales que entretejen este libro y le dan su calor.
K
Lo que hoy se presenta com o libro fue originalm ente la tesis que
le p erm itió a G loria acceder al títu lo de D octora en Psicología, pero
para llegar a su form a actual, para llegar a ser un libro apto para todo
aquel q u e se interese en el tem a, ha sido largam ente trabajado, n o en
c u a n to a las ideas q u e tra n sm ite , q u e so n las m ism as, sin o en su
m an era de presentarlas, es decir, en su redacción.
Si bien el título com pleto es A utism o infantil Una clínica desde el
Psicoanálisis, u n o de sus m érito s principales es h acer p resen te que,
especialm ente para los niños con serios problem as en su constitución
com o sujeto, se hace necesario que el psicoanalista trabaje en una clí
nica in terdiscjplinaria; clínica interdiscíplinaria que, a su vez, nece
sita im prescindiblem ente de lo específico que el psicoanálisis, en espe
cial a través de la presencia del psicoanalista, aporta.
Los psicoanalistas tenem os un sillón para sen tarn o s p o r detrás
del diván p ero 110 tenem os u n a toga que nos identifique cuando tra
bajam os en la extensión en general o con niños en particular. En esos
casos, tal vez se pueda reconocer a un analista p o r las m odificaciones
que provoca.
Este libro no cuenta con varita mágica: para p ro d u cir m odifica
ciones requiere de un trabajo de lectura p o r parte del posible lector;
pero a diferencia de m uchos otros textos sobre el m ism o tem a, quien
efectivamente se tome el trabajo de leerlo, seguram ente, podrá com en
zar a o p e ra r tran sfo rm acio n es so b re aquello que, para algunos, es
inm odificable p o r definición; el autism o infantil.
E lsa C o r ia t
9
Agradecimientos
11
C onté tam b ién con el apoyo, pero sobre todo, con el trabajo in
cansable, entusiasta, tenaz, de la entonces P ro feso ra de E nseñanza
Especial y Profesora de Expresión C orporal M aría Isabel M alano, las
Profesoras de Enseñanza Especial A na R odríguez, M ónica Jaime, el
M aestro de C arp in tería, A urelíano F errero y fu n d a m e n talm e n te de
la P rofeso ra en A rtes V isuales N idia Elena H o ru lli, quien ha hecho
algo m u y especial con su trabajo, n o vacilando en la dram atización,
p ara lo cual in v itó , en los co m ienzos del m ism o , al acto r R aúl C a
landra y, entonces vimos al niño «desmañado», indiferente al m undo,
em barcarse en insólitas m uestras o guiños de «prestarse algún instante
a estar con nosotros» p ara volver a dejarnos.
A las n o m bradas se sum an Susana Costa, Psicopedagoga y Psico-
m otricista, A na M aría D oulot, Fonoaudióloga, ios M usicoterapeutas
que se acercaron a la C átedra con el único interés de aprender, sobre
to d o E nrique Nicolaas.
A ellos se sum aron los psicoanalistas M arta Utges, C arm en Gómez,
R oberto Vinciarelli, H ugo Em ilio Avellaneda, H ugo M elñ y H oracio
A ndino.
Siem pre conté, con la m edida precisa de lo farm acológico, con la
atención de la Psiquiatra Infanto Juvenil Silvia Valongo, y fu n d am en
talm ente, de José García Riera, actual P rofesor T itular de la C átedra
citada, q u ien tu v o la p aciencia de hacerm e com prensibles los c o n
ceptos que puedo m anejar de quím ica cerebral y N eurología. En este
sen tid o , fue fu n d a m e n ta l trab a jar co n los m éd ico s P ro feso res de
N eu ro an ato m ía Julio César Jozam i B arreiro y José B arrovequio.
D ar cu en ta de todo este recorrido no hubiera sido posible sin la
fo rm ació n en psicoanálisis del inolvidable m aestro R aúl Sciarretta,
de m i pertenencia a la Escuela Sigm und Freud de Rosario, a mis alum
nos de dicha escuela, quienes, al pretender transm itirles, m e hicieron
eco p ro fu n d o de sus preguntas y dudas, du ran te m uchos años.
Pero, p ro fu n d izando en el tem a de este libro, fue m i guía, firm e,
clara, y p o r m o m e n to s el in te rlo c u to r jam ás so ñ ad o de largos d iá
logos sobre u n sesgo clínico, un gesto, Elsa C oriat, m aestra y amiga.
Los m om entos vividos con ella h an sido fecundos, certeros en el seña
lam iento, rigurosos y, sin em bargo, cariñosos y am enos.
Por últim o, no puedo dejar de m encionar a m i m aestro de m uchos
años, H éctor Yankelevich, tan generoso tam b ién con su decir sobre
la constitución subjetiva y el autism o en particular, desde la óptica de
su clínica.
12
M erece m i agradecim iento y m i afecto M arcos Esnal, ex alum no,
legítim o relevo de m i enseñanza, la cual puede ser dejada en tan b u e
nas m anos com o las de este buen psicoanalista, com pañero de Escuela
de Psicoanálisis y profesor que se to m ó el trabajo de hacer la cu id a
dosa corrección de la presente obra.
Finalmente, debo agradecer a mis nietos, M arina, por la ejecución
de todos los esquemas en program as especiales, y Fabricio, a mis sobri
nos Lisandro y Em iliano, mis m aestros y consultores en com putación
en to d o m o m en to , sin lo cual este libro n o hubiera sido posible.
13
Introducción
15
Ésta es d e un carácter tal que anim a el deseo a incursionar y des
cifrar el enigm a que parece co m an d a r su «indiferente» paso p o r el
m u n d o d o n d e todos nos e n c o n tram o s pero que este n iñ o atraviesa
sin c o n ta r con n o sotros, casi tangencialm ente, con la «m irada» p er
dida, lejos de los que los m iram os, com o m ás allá de la nuestra, com o
ángeles de otro s m u ndos.
A dem ás de esta situación un ta n to im presionista sobre el tem a,
es atractiva la posibilidad que brinda el psicoanálisis en la clínica con
n iñ o s de casi «descubrir» cóm o se va desplegando lo que llam am os
la estructura del sujeto desde esa perspectiva; cóm o se van cum pliendo
— o n o — las operaciones que van a culm inar en ese producto. Si éste
es u n o de los sucesos que hace a dicha tarea tan interesante, m ás ap a
sio n an te se vuelve con estos niños, ya que su situ ació n psíquica no
parece responder al «arm ado» m odelo de subjetividad para el indivi
du o c o m e n te de esta cultura.
Es por ello que m e he aventurado en los últim os seis años a escri
b ir acerca de investigaciones realizadas sobre la situación psíquica de los
m ism os y los tratam ien to s posibles para lograr cam bios que les p er
m itan alguna calidad de vida diferente a la existencia en que se encuen
tran. Tarea que ocupó y ocupa mi vida a lo largo de cuarenta años.
Los ú ltim o s dieciocho, he ten id o la o p o rtu n id a d de estar en la
D irección de un C en tro de D ía d o n d e se atien d en estas patologías,
ya que dicho C entro de Día depende de la Cátedra de Psiquiatría Niños
de la F acultad de C iencias M édicas. P ero esto tien e su historia: h a
biendo ganado el concurso com o Titular de la m ism a en 1989, el C entro
citado era llam ado «Escuela de A daptación», p o r el creador de la C á
ted ra m en cio n ad a, Lanfranco C iam pi, en el año 1923. C am biada ya
la realidad del trata m ien to de estas patologías, sobre todo, sus o b je
tivos, y estos co n fo rm e a m i experiencia desde el psicoanálisis, logré
que, desde la perspectiva de los postulados del psicoanálisis y en in ter
disciplina con otro s discursos, se creara, según m i proyecto presen
tado en el C onsejo D irectivo de la citada Facultad, el C entro de Día
«Lanfranco C iam pi», precisam ente el 29 de ju n io del año 2000.
Porque, desde aquel lejano C arlitas, aú n m e conm ueve que estos
niños «vengan» a estar en el m u n d o sim bólico, en la cultura.
Así, el autism o en la infancia tiene un estatuto en los cuadros de
la Psiquiatría Infanto Juvenil, es decir que tiene sus preceptos y reglas.
Λ 1.1 definit ion y descripción del cuadro, com o efecto de ellos, prescribe
los η ,ιΐ,ιιιlicnio.s, y se realizan m últiples investigaciones buscando su
i<.
causa genética o de estructuración de la arq u itectu ra cerebral o de su
quím ica, pero n inguna de ellas ha arribado a criterios tales com o para
darle u n a entidad etiológka al autism o infantil desde sus parám etros.
P ro p o n g o m o n ta r un estatuto posible desde las coordenadas de!
psicoanálisis para lo que llam am os autismo en la infancia. C oordenadas
que se organizan p or las operaciones lógicas de la constitución de la
subjetividad y de la particularidad del caso por caso.
M i experiencia y m i pertenencia al psicoanálisis, así com o la clí
nica de los niños autistas atendidos p o r mí, m e han hecho reflexionar
sobre el hecho de que n in g u n o de los discursos tiene preem in en cia
sobre el otro a la hora de actuar para m ejorar la posición de cada niño
en particular, para ofrecerle la posibilidad de una m ejor calidad de vida.
M i deseo es que las luchas por la preeminencia de un discurso sobre
el o t r o — p o r ejem plo: tra ta m ie n to neurológico versus trata m ien to
psicológico y/o psicoanalítico — 110 pierdan de vista al llam ado «niño
autista» en toda su com plejidad. Al m enos, que ellas n o obstruyan la
posibilidad de en c o n trar cam inos para llegar al niño en su singulari
dad subjetiva.
Aún m ás, que se com prenda que los niños con trastornos n eu ro -
lógicos y/o los que padecen graves deficiencias genéticas son p o si
bles de tratar desde los postulados de las leyes de La constitución de la
estructura de la subjetividad. Leyes que pueden sufrir avatares para su
consecución cuando la realidad del cuerpo se im pone; desde esta afir
m ación, m i posición es que así com o el psicoanalista no debe ignorar
los efectos de la realidad del cu erp o de la biología, el neu ró lo g o , el
psiquiatra, no deben ignorar que las leyes de constitución subjetiva se
cu m p len , a pesar de las realidades biológicas, a u n q u e tal vez u tili
zando o tro tiem p o q u e el habitual.
Los en u n ciad o s en la in troducción planteando la posibilidad de
que se considere la pertinencia de la coexistencia del estatuto m édico-
p siq u iátrico para el a u tism o con el e n tra m a d o que el psicoanálisis
plantea para la constitución de la estructura subjetiva en un tratam iento
p o sible de esta afección en la niñez, son la afirm a ció n fu n d a n te de
este lib ro , fru to de m i tesis d o c to ra l, y se so stie n e n ta n to en una
p ráctica clínica co n secu en te d e m u ch o s años, co m o en sus re su lta
dos — que se p o n d rá n a consideración en el presente— .
T am bién se fu n d am en tan en el estado actual del cuadro, den tro
de las enferm edades m entales, que el discurso m édico psiquiátrico y
n eurológico llam an autism o en la infancia.
17
Ca pí t ul o I
Estado actual del cuadro
El discurso médico
4. Felizmente, aun desde este discurso, en otros m ed ios se acepta para el cuadro una
am bivalencia en su etio lo g ía y la interdisciplina para la clínica del m ism o.
5. H. W allon (18 7 9 -1 9 6 3 ), n eu rólogo y epistem ólogo francés. J. Piaget (1896-1980),
profesor en G inebra y en la Sorbona, ep istem ólogo y p sicó lo g o suizo.
19
Ocuparse del proceso de simbolización es insoslayable si hablam os
de funciones com o his que se enum eraron recientem ente.
Los postulados y leyes acerca de cóm o se instala este proceso cons
tituyen sólidas teorías que se han com probado en la práctica y adem ás
coinciden en m uchos puntos con postulados de discursos más n o ta
bles de los últim os tiem pos como la psicología estructuralista y la lin
güística. N in g u n o de estos últimos, por otra parte, ignoran las fu n
ciones y ciaro está, las localizaciones cerebrales. Saben que las m ism as
tienen su intervención; que están concernidas en las funciones. R ecor
demos que H. W allon era un neurólogo notable.
Sobre el tem a no podemos ignorar tam poco la volum inosa obra
de un pensador e investigador de la talla de Lev Vigotsky.6
Sin em bargo, los trabajos últim os sobre auiismo desde el pensa
miento neurológico ignoran casi doscientos años de estudios sobre el
tema desde otras disciplinas (tai la psicología en este caso) y casi obli
gan a pensar q u e las funciones que la filosofía llamó «superiores» se
producirían o se conseguirían nada más que por un m ovim iento (que
no se explica) de transm isores q u ím icos y organizaciones n e u ro -
anatómicas.
Se m enciona el papel del ambiente, pero haré sobre esto una p ri
mera consideración: no se explica qué variables entran en la definición
de semejante concepto, ignorando tam bién, ai menos desde lo bioló
gico, lo que la m oderna etología entiende com o ambiente de los seres
vivos.
Pero, tratándose de la criatura hu m an a, en el llamado am biente
tampoco debiera ignorarse el proceso de socialización y de individua
ción exhaustivam ente estudiados por las psicologías evolutivas desde
hace casi cien años.
Por últim o, debo decir que tam bién tiene cien años el concepto
o invento de Sigm und Freud llamado aparato psíquico y, hasta la fecha,
no hay ningún o tro postulado que baya superado la explicación tam
bién verificable en la clínica del tam bién neurólogo víenés acerca de
cóm o se organizan las leyes de los procedim ientos psíquicos que g o
biernan el com portam iento de los individuos. Tampoco Freud ignoró
6. L. Sen) i o no vieil Vigotsky ( 18% -1934), una de las figuras más importantes de la
escuela psicológica rusa. Hizo aportes a la psicología general, infantil, pedagógica
y genética.
20
el papel del Sistema Nervioso C entral — al cual llamó «Real Ich» en el
recién nacido—-, las leyes que m arcan el procedim iento de cóm o se o r
ganiza n ad a m en o s que lo que llam am os la identidad y tantas o tras
funciones del pensamiento que no pueden explicarse tam poco si se re
curre sólo a la quím ica.
Debemos adm itir que, por supuesto, sin Sistema Nervioso Central
no habrá su jeto , pero sólo con él, tam p p co . D ebem os a d m itir que
lo que llam am os «sujeto» surge de u n a intrincada articulación entre
los efectos de la «manera de vivir», que se im prim e en el cuerpo, pero
que, dicha'«im presión» está sujeta a los efectos de m últiples factores
que p odriántos colocar entre los am bientales, que van desde la «per
cepción»7 que cada sujeto tiene del m undo que lo circunda (ambiente)
hasta lo in stru m en tal que debe proporcionarle su Sistema N ervioso
Central para que ello ocurra. Pero ello sucede en un intercam bio p ro
digioso d o n d e tenem os que estudiar todos los elem entos q u e co n tri
buyen a que dicho intercam bio se realice.
N uevam ente nos encontram os aquí con la fascinación que des
pierta el autista. Porque si el proceso que culm ina en un niñ o al que
catalogamos de norm al es fascinante, la incógnita que todavía queda
es cómo se cum ple — mejor dicho qué es b que no se cumple— en estos
com plejos p rocesos de articulación e intercam bio para q u e el p ro
ducto sea un autista, con lo cual la fascinación por el proceso posible
diría que au m en ta en grados superlativos, al menos en m í, que estoy
com andada p o r aquel viejo y renovado deseo de que «pueda estar con
nosotros».
Fascinación y deseo que parece suscitarse en todos aquellos que,
desde distintos sectores, se ocupan de la atención de estos niños.
No o b sta n te ello, su identidad com o cuadro en el c a m p o de la
psiquiatría es relativamente reciente. C oncretam ente es Leo K a n n e r\
psiquiatra am ericano, quien describe la sintom atología p o r prim era
vez recién en el año 1943, separándola de la psicosis infantil y del re
traso o «debilidad mental», cuadros clínicos con los que estuvo largos
años confundida.
7. La p ercep ció n es un fenóm eno largam ente estu d iad o por !a p sicología, que tam
p oco es to m a d o e» consideración p o r la neu rología al hablar de a u tism o.
8. L K anner fu e P rofesor Em érito de P siq u iatría Infantil en la U n iv ersid a d John
H opkins y D irector del Servicio de Psiquiatría Infantil en el Hospital John H opkins
de B altim ore, M aryland, Estados U n id os.
21
K anner le da el nombre de «autismo precoz», pasando a nuestros
días con el no m b re de «autismo precoz cîe Kanner»9. Para este psiquia
tra «dinám ico»10 era un Síndrom e específico, en el cual 110 d a lugar
alguno a la posibilidad de la alteración genética, química o de la arqui
tectura cerebral, Pero debe decirse que los descubrimientos de fino cali
bre de los últim os años con respecto a las neurociencias no form aban
parte del conocim iento científico de la época en que K anner hace sus
descripciones.
A partir de este acontecimiento y durante los cincuenta y tres años
transcurridos, debemos decir, sin exagerar, que el campo del autism o
infantil es un cam po de controversias, en ei cual podría decirse que
cada uno de los actuantes com o terap eu ta de estos niños tien e una
teoría al respecto.
Esto o c u rre tanto del lado del discurso médico com o desde el
campo de los psicoanalistas. No obstante las distintas descripciones
y propuestas acerca de cómo se produce 1111 auttsta, hay algunos puntos
en com ún que serán puestos a consideración en este libro, ya que dan
apoyatura, precisamente, a la hipótesis de pretender otro estatuto para
el autismo infantil, cuando lo consideram os desde los supuestos del
psicoanálisis, en cuanto a la constitución de un sujeto.
Es necesario decir que antes de la descripción específica q u e h i
ciera K anner y que da al cuadro una especificidad para los tiem pos
de la niñez, o tro s célebres psiquiatras, considerados m aestros de la
psiquiatría m oderna de comienzos del siglo XX, habían hecho com u
nicaciones clínicas donde admitían que muchos de sus pacientes esqui
zofrénicos ip eran desde la infancia. Hablo, nada menos, que de Emil
Kraepelin" y Eugen Bleuler1 .
D urante todo el siglo, a partir de los maestros, se dan las descrip
ciones m ás variadas, abundando Jas clasificaciones y explicaciones de
síntomas. Se describen cuadros tales com o:
22
* Psicosis Simbiótica de M alher,
* A utism o Secundario Regresivo.
* Psicosis del niño M ayor.
23
Julián de Ajuriaguerra presenta en 1970, en su célebre M anual de
Psiquiatría Infantil u n a serie de distintas descripciones del Síndrom e
tales como:
•T rastornos PsicóticosPrecoces.
• Autism o Precoz en el sentido am plio del térm ino.
• D istorsiones Precoces de la Personalidad.
•T rasto rn o s de las relaciones con el exterior y trastornos del
com portam iento.
•T rastornos del curso del pensam iento.
• Estados prepsicólicos.
14. L). Marcelli es Profesor de Psychiatric d e l’Unlant et de l’Adolescent, coau tor del
libro Psicopatología del niño, M asson, B arcelona, 1996. Tercera ed ición .
15. J. Toro i Trallcro, Profesor Titular de Psiquiatría Infam o Juvenil de la facu ltad de
Medicina de Iíi Universidad de Barcelona y Jefe d e In Sección de Psiquiatría Infantil
luveníl del H ospital C linic i Provincial d e Barcelona.
16. Dra. en M ed icin a y Cirugía, Profesora A sociada de Psicología M édica del D ep to.
de Psiquiatría y Psícobiologta C línica de la U n iversidad de Barcelona, España.
17. Julián de Ajuriaguerra y I I. Marcelli, Psicopatología del niño, Masson, Barcelona, 1996.
IK. Ibid., p. 298.
24
Debo agregar, p o r mi parte, que no se aclara a qué realidad clínica se
refieren estos autores. De todas m aneras, es com pleta y rica la diver
sidad de largas observaciones que osten tan , siendo valiosa la opinión
de que reconocen la ambigüedad deí repertorio nosográfico y, lo que
es más honesto aún, aceptan que, cuando se trata del aislam iento y o b
servación de un S índrom e19, se encuentran ante datos dispares y que
llegan a las conclusiones nosográíkas, a través de traducir las co n d u c
tas observadas a las hipótesis de cada au to r, llegando a decir q u e se
encuentran confrontados a una especie de tautología en las que unas
explicaciones teóricas dan cuenta de un Síndrom e que ha sido aislado
a partir de tas prem isas de dichas teorías.
Vale la p ena m encionar la visión d e Alfredo Regó20 quien dice:
25
Paradojas de las ciencias producidas por el «objeto» de su estudio:
cualquier cosa que afecte al sujeto. Éste se le sustrae, no pudiendo llegar
a una «clínica» tal que no arroje desigualdades en sus modos de expre
sión al m odo de u n a enferm edad orgánica. Digo esto porque p o r lo
general la dolencia orgánica se m anifiesta de m anera más o m enos
uniforme, y las clínicas, para aliviarla, siguen esa uniform idad, m ien
tras que, si se tiene en cuenta al sujeto, en las afecciones psíquicas los
senderos que deben seguir las clínicas son m ucho más com plicados.
Julián De Ajuriaguerra y los profesores que he citado com o revi
sionistas y actualizadores de su obra, reflexionando en este sentido,
adm iten que ta n to las hipótesis de M arg areth Malher de «Psicosis
Simbiótica», el «Autismo Regresivo» de F. Tustin, como la «Psicosis de
expresión D eficitaria» de Roger M ises son p u n to s de vista de cada
autor que subrayan algunos de los datos observados, ya sean sem io-
lógicos, evolutivos, y/o psicopatológicos, a fin de conferir al cam po
semíológico la coherencia de la que carece.
Justam ente, en el cam po médico es ésta la característica fu n d a
m ental de las psicosis y autism o infantiles: no hay coherencia en su
semiología.
Este hecho hace que De Ajuriaguerra proponga un cuadro con las
conductas más características halladas en la patología psicótica infan
til. Indicando al respecto que dicho agrupam iento, implica necesa
riamente una cierta arbitrariedad que se explica en la clínica m ediante
ia multiplicidad de form as limítrofes.
insiste en lam en tar que, no ob stan te el agrupam iento logrado,
no es posible una equivalencia estricta, puesto que las referencias epis
temológicas son diferentes o divergentes y, además, los mismos auto
res indican form as interm edias en el seno m ism o de la clasificación.
Tom ando sobre todo a autores franceses, separan las psicosis pre
coces de las de la segunda infancia. listas últim as son llamadas tam bién
psicosis de la lalencia o de la edad escolar aclarando que tom an el con
cepto de latencia desde el punto de vista cronológico. Punto de vista
inexistente ya que sabemos que Freud, au to r del mismo, lo reservaba
para una fase libidinal específica y correlativa al llamado «Complejo de
Edipo», Esta situación es sólo una m uestra de las muchas apropiacio
nes de conceptos del psicoanálisis por pai te del discurso m édico p si
quiátrico, que no siem pre son tom ados con justicia.
En el cu ad ro anunciado, se agrupan com o psicosis precoces el
«Autismo Infantil Patológico» de M alher, el «Autismo P rim ario» y
26
el «Autismo Anorm al» de F. Tustin, el «Autismo Precoz» de Kanner, el
«Autismo Infantil Precoz» de D uche-Stork, y las «Psicosis Autistas»
de R. Mises.
En la patología descripta p o r M. M alher, se distingue del m e n
cionado «A utism o Infantil Patológico» a, las «Psicosis Sim bióticas».
En las teorizaciones de Tustin, se distinguen, además del «A utism o
Prim ario» y el «Autism o anorm al» q u e he consignado recién, el lla
mado «Autismo Secundario Encapsulado», y el «Autismo Secundario
Regresivo».
Al «A utism o precoz» de D uche-S tork, Julián de A juriaguerra y
sus revisores agregan una «Psicosis de Desarrollo», a ías «Psicosis A u
tistas» de M isés agregan la clasificación de «Psicosis de M anifesta
ción Deficitaria» y la llam ada «D isarm onía Evolutiva de E structura
Psicótica»2*.
Las explicaciones de los «distintos» Autismos de la infancia apun
tados se hacen to m an d o la epidem iología, ia clínica, y la evolución.
En este últim o ítem se da cuenta de conductas características del niño
afectado. N o se da cuenta de su causa.
Cabe d ec ir no obstante q u e ta n to M . M alher com o F. T u stin
tienen hipótesis sobre las causas desde coordenadas dei psicoanálisis
freudo-kleiniano, tom ando com o fu n d a n te de la patología la «rela
ción m adre-niño» desde el com ienzo de la vida del bebé.
T am bién p o r la época de Leo K anner ( 1940 en adelante), otros
psiquiatras, inspirados ya por Freud, intentan dar una ubicación al a u
tismo en la infancia en !as diferentes formas de explicar el «desarrollo»23
del yo c o rre sp o n d ie n te al d eterio ro de dicho proceso, tales com o
M. Klein, L. Bender, M. M alher, C. Bradley y J. L. Despert.
Volviendo al discurso psiquiátrico, es preciso señalar que D. M ar-
celli y Julián de Ajuriaguerra dedican, en su libro Psicopatohgía del
niño, todo el capítulo 20 a consignar el problem a del discurso m édico
con respecto a la predictividad de estas afecciones titulándolo, m uy
adecuadam ente, «En las fronteras de la nosografía».
Me pareció atinente precisar que desde el discurso médico psiquiá
trico, con respecto al autism o infantil no hay precisiones de las lla
madas científicas o «clínica de la evidencia», com o lo atestiguan los
27
autores recientem ente com entados, conocidos internacionalm ente,
y cuyos libros form an parte de ]a bibliografía clásica de la Psiquiatría
Infantil.
N o pasa lo m ism o desde el discurso de la neurología que reclama
para su cam po la etiología de) autism o infantil.
A este respecto, el Jefe de Servicio de N eurología de! Hospital de
Pediatría «Prof. Juan P. Garrahan» de Buenos Aires, Natalio Fejerman,
m uy conocido en el m edio p o r este tema, en su libro Fronteras entre
Neuropediatría y Psicología2*, dedica el capítulo oclio a la «Psicosis
Infantil» y al «Autismo». Sin embargo, dicho capítulo está escrito por
u n a psicoanalista: Emiisc Bleichmar. Fsta autora hace las siguientes
distinciones:
• Psicosis deí niño pequeño.
• Síndrom e Autista.
• Autismo Precoz de Kanner.
• Otras Psicosis tem pranas.
• Psicosis Atípicas de la infancia.
28
Para proceder luego, en la segunda parte de este trabajo, a hacerlo de
m an era más m in u ciosa, ya que se p lantearán las hipótesis sobre el
autisnio en la infancia desde los postulados del discurso citado.
En el libro citado Natalio Fejerman dice que: «el Autismo no es u n a
enfermedad, no es una condición con un*ietiología bien definida (...)
del m ism o m odo que la dem encia, el A utism o es un Síndrome de dis-
función neuralógica que se manifiesta en-el área de la conducta». I n
m ediatam ente advierte que: «Un diagnóstico de Autismo o de dem en
cia no dice nada de su causa o etiología. P ero im plica que un sistema
cerebral específico aún indefinido es disfuncional y que esa disfunción es
responsable de los síntom as clínicos que se tom an en cuenta para el
diagnóstico»26.
Luego, Fejerman insiste con que: «Aunque la com prensión de la
fisiopatología de la dem encia está progresando, continúa incompleta;
las investigaciones sobre autism o infantil se encuentran en un estado
aun anterior, con varias hipótesis patogénicas interesantes, pero pocos
hechos. Estas hipótesis n o van a ser revisadas aquí».
¿Entonces?,.. Me pregunto, si no van a ser revisadas las hipótesis
(n i enunciadas), si el caso del autismo en la infancia está en un p ro
greso muy anterior del que las neurodencias m ás actuales indican para
la D em encia... ¿Por q u é aparece latan rápida y contundente afirm a
ción de que el autismo infantil es una disfunción de un sistema cerebral
específico, pero, que a la vez está aún indefinido? Tal vez deban reco
nocerse, en estas idas y venidas, las dificultades q u e esta patología
presenta. Es por ello que m e pareció de utilidad describirías para con
trib u ir a aclarar cam inos posibles de transitar p o r la interdisciplina.
Tránsito que, a su vez, no tiene otro propósito que el de elaborar
intervenciones clínicas posibles para m ejorarlas condiciones de cali
dad de vida de estos niños.
Con ese propósito, coincido con Natalio Fejerman en relación a
que muchísimas noxus neurológicas y enfermedades genéticas no sólo
producen retraso sino tam bién conductas de las denom inadas «autis-
tas». Él mismo dice que m uchas lesiones del cerebro en desarrollo dan
com o resultado la em ergencia de una sintom atología autista pero en
niños que no son autistas.
29
Estamos de acuerdo: desde el discurso m édico tam bién se puede
decir que una Esclerosis Tuberosa, un Síndrome de Lennox, una m al
form ación cerebral y/o las consecuencias de una Rubéola pueden pro
ducir conductas autistas pero éstas serán una sintomatología secunda
ría al cuadro orgánico. P ero aún así, desde el discurso del psicoanálisis
ap u n to a la posibilidad de la constitución subjetiva en niños que pue
d an padecer algunas de estas enfermedades según su grado de dete
rioro del «desarrollo», según su edad, y según «el caso por caso».
Volviendo at au tor citado para la neurología, Natalio Fejerman, en
la parte en que habla de la epidemiología, debe adm itir que no exis
ten ni siquiera desde ¡o biológico pruebas confiables para el diagnós
tico de un autismo y que la m ayoría de las veces, el diagnóstico se basa
en la historia y en los síntomas.
La coincidencia a señalar es que, desde el discurso de! psicoanáli
sis, la historia ha de tener un lugar de privilegio, y que también nosotros
carecen)os de coordenadas más o menos fijas para situar la condición
de autista. Es precisam ente esta situación la m otivación principal de
este libro junto con la propuesta de ciertas herram ientas clínicas dadas
de la teoría puesta a fu n c io n a r en este cam po del autism o que se ha
señalado. .
Iniciaré el análisis sobre los ítems que tom a la neurología para sin
dicar la conducta autista y que enum erara oportunam ente.
3»
necesita operatorias específicas para su organización, tiem pos lógi
cos de Ja estructura subjetiva para el psicoanálisis.
El proceso de form ación del símbolo, desde el discurso de la psico
logía, se organizará en etapas, estadios o fases.
Tal como se lia dicho al comienzo d ^este análisis, felizmente, en
la práctica clínica, es com ún el trabajo m ancom unado cié neurólogos
y psicólogos. Λ pesar d e esto, este discurso no siem pre aparece en las
consideraciones de hipótesis neurológicas y se dedican a consignar
estadísticas de C ociente Intelectual en grupos de observación de lla
m ados «autistas» para señalar «progresos» en el área del juego.
Antes de pasar a las reflexiones sobre la «sociabilidad» de los autis
tas, haré algunas consideraciones sobre lo que se consigna com o juego
imaginativo, cosa que se logra, según la cita, p o r «la repetición de un
escenario ap ren d id o» 11. Cuando no se ha constituido el sujeto y no se
tiene en cuenta dicha constitución para la llam ada «estimulación» — y
s¡ ésta no apunta a! sujeto— , se corre el riesgo d eq u e el niño en cuestión
aparezca «amaestrado» para realizar determ inadas acciones, lo cual no
quiere decir en lo absoluto que haya aprehendido, proceso que se inicia
con el prim er m ítico «tomar» un objeto de conocim iento para poderío
representar. Cuando esto sucede, es porque dicho objeto ha sido «m en
tal izado»; si eso ocurre, es porque hay sujeto de la subjetividad capaz de
hacer metáfora, p o r lo cual las condiciones fundamentales que señalan
que estamos en presencia de un autista han desaparecido.
Por otra parte, la función del juego ha sido largam ente estudiada
p o r la psicología au n antes del siglo XX, T o m aré un solo exponente
de la época m uy conocido: Thèodule R ibotïfi, en Francia. Justam ente,
este estudioso buscaba una causa para esta actividad en la especie h u
mana, y es el prim ero en preguntarse por el papel que puede desem pe
ñ ar en la misma lo instintivo, poniendo com o causa del juego la bús
queda de placer p o r parte del sujeto.
Cuando un niño experimenta goce, alegría en el juego, estamos en
presencia de un sujeto de la metáfora, m uy, m uy lejos de la condición
del autista. Volveré sobre estas condiciones conceptuales para reali
zar hipótesis desde el discurso del psicoanálisis.
31
Sociabilidad: se dice «que una sociabilidad deficiente puede
variar desde el más com pleto desinterés por las personas que
son ignoradas o tratadas com o objetos, hasta un m odo intru
sivo de repetición de preguntas en un intento de m antener
la interacción social en m ovim iento»29. O tra vez aquí, se le
adjudica cierta intencionalidad al au t ist a que es m uy difícil de
sostener si él no lo expresa verba]mente, en el caso de que tenga
lenguaje, y lo utilice con intención de com unicarse; con lo
cuaï, también podem os pensar que su posición com o autista
lia variado.
32
afectiva puede deberse, en parte, al deterioro de sus im p u l
sos com unicativos y a la decreciente efectividad de las pena
lidades y premios que m odelan la conducta»51. En esta gene
ralización se insinúa una causa: el deterioro de los im pulsos
com unicativos. Pero, ¿de qué se. trata el im pulso co m u n ica
tivo? ¿Cuándo comienza? ¿Q ué lo deteriora?
33
sus térm inos; sólo se producen berrinches, gritos o com portam ien
tos autoagresivos si no se hacen las cosas a su m a n e ra ...» .31
H abría que ver, en to d o caso, cual es la situación subjetiva en la
estructura que produce los com portamientos señalados, a lo cual tam
bién nos dedicarem os en las hipótesis al respecto organizadas desde
otras coordenadas.
Subrayo «lágrimas sin m otivo», porque en su enigm ático com
p o rta m ie n to y no te n ie n d o el autista la palabra q u e com unica, no
podem os saber, (com o tantas otras cosas), el p o r q u é de su llanto. Si
no hallam os una concordancia aparentem ente lógica sobre el aconte
cim iento y el llanto, por aiH, «algo» como algún efecto de sujeto puede
estar despuntando en esa manifestación emocional que, efectivamente,
para el observador puede descriptivamente no tener un motivo.
1.a cuestión del lenguaje será am pliam ente tratada en la parte del
trabajo en que despleguem os las hipótesis del psicoanálisis.
34
es una habilidad irreg u lar ya que, según dato s de Cociente
Intelectual, éste puede variar desde una capacidad superior
a una deficiencia «profunda», y coexistir un talento excep
cional con una incom petencia m ental total, a lo que el dis
curso médico ha llam ado «Síndrom e savant« .
3S
m encionado de Asperger— , quedando en la ambigüedad acerca de
si se trata de o tro tipo de autismo o de u na variedad diferente a la des
cripta p o r K aiiner.
Siguiendo con la descripción, con respecto a la capacidad in te
lectual se dice adem ás que aun en los au tistas inteligentes (según
m ediciones), «hay u n déficit en la capacidad para im aginar io que
una persona está pensando y experim entando, y cómo su propio com
portam iento p o d ría ser percibido p o r otras personas»4'. C u an d o se
expongan las hipótesis desde el psicoanálisis, se verá que esta situación
es explicable p o r el fenóm eno de identificación estudiado por Freud,
C uando en el d iario quehacer clínico se trabaja desde la in terd isci
plina, el aporte que ei psicoanálisis hace al respecto en el caso por caso
libra a las fam ilias de frustraciones inútiles en cuanto a las esp eran
zas de escolarización que suele señalar en m uchos medios y en dis
tintas disciplinas el «ideal» de niño a esperar. Respetando los tie m
pos lógicos de su arm ado subjetivo, podem os dar noticias de cuándo
y cóm o esto es posible, siempre ateniéndonos al «caso por caso».
Pero, desde el discurso médico, esta situación otorgada al autista
de «no darse cuenta» del otro diferente a él, es llamada por O z o n o f
y otros, en el añ o 1991, «teoría de la m ente» (citado en el libro que
estoy co m en tan d o ); pero no puede saberse, dicen los autores, si la
m en tad a teo ría p u ed e p ro p o rcio n ar u n a explicación satisfactoria
del déficit que se está considerando, agregando que, en la llam ada
«teoría de la m ente», se sugiere que el m ism o podría deberse a defi
cientes funciones del lóbulo frontal. P ero n o hay análisis suficientes
ni concluyentes al resp ecto 4*.
£ o m o no hay acuerdo respecto de las fronteras del Síndrom e, se
desconoce la distribución real del C.I. en ia población autista y cuando
los mismos m uestran conductas de cierta «inteligencia» no son inclui
dos en las investigaciones médicas al respecto.
41. L. Kanner, P siqu ia tría In fa n til, Siglo V einte, B u en o s Aires, 1989, Cuarta ed ición .
42. Ibid., p, 26.
36
repetición d e com erciales de televisión y la habilidad para
recitar el alfabeto, poi ejemplo, o para repetir historias pala
bra por palabra.
37
de cabello o pedazos de telas. Es frecuente que corran o giren
en circuios. Con respecto a estas actividades, se hipotetiza la
posibilidad de que cum plan una función de 'aíRoestimula-
ción, pero señalan q u e debiera investigarse la posibilidad de
que dichas estereotipias sean m anifestación de un trastorno
de ncurotransinisión en los ganglios basaíes, co m o se cree
que es el caso de los tics y conductas obsesivo-compulsivas
del Síndrome d eT o u rette·1’.
38
niñ o s que son autistas y sordos, autistas y ciegos). Se afirm a
que ello se debe a una disfunción cerebral pero no se dice de
qué d isfu n ao n se trata.
■15. Un el ir abajo «D on tic el hom bre tie la bestia se separa» que presenté en la Reunión
Lacanoam ericana tic Recife, Brasil, en 2 0 01, trabajé este tem a, pero d esd e las coor
d en ad as del psicoanálisis.
39
O tra característica señalada es Ja reacción a ser abrazados y/o
acariciados que m uchos exhiben; a esta respuesta el m u n d o m édico
la llam a defensa táctil. Pero oíros n iñ o s de la misma condición diag
nóstica se m uestran gustosos de ser lanzados, de jugar bruscam ente,
de q ue los alcen de un lugar a o tro , de que les hagan cosquillas. A
veces p arece q u e ro m p en o b je to s n ad a más que p ara co n o c e r su
textura.
O tra m odalidad notoria en algunos — sobre todo en aquellos que
no m u estran ninguna verbalizacíón— es el com portam iento auto-
destructivo que puede consistir en m orderse la mano y el brazo, aplau
dir tan fuerte que les produce daño en las palmas de Jas m anos, sacu
d ir la cabeza y/o golpearla hasta p ro d u c ir hinchazón e n (a sien o
pellizcarse hasta hacerse sangrar. El autor que estamos considerando
da dos explicaciones posibles. U na — en mi opinión p seudo socio-
psicológica-— supone que en algunos casos son respuestas a la «frus
tración» o intentos de m anipular a padres o cuidadores. Si bien en el
capítulo en el que se desarrollarán las hipótesis del psicoanálisis voy
a ocuparm e de todas estas cuestiones, n o puedo dejar de señalar ahora
que se le atribuye aquí ai niño autista una intencionalidad totalm ente
«norm al» o de «neurótico», que está m u y lejos de presentar, debido
a una cuestión elementa! de una constitución psíquico-subjetiva de
la cual carece.
La otra explicación es desde los neurotransm isores. Para evitar
que el n iñ o se baga grandes daños físicos con estas autoagresiones, y
siguiendo la hipótesis de que puede tener niveles anorm alm ente altos
de endorfina endógena, se ha procedido al uso experimental de a n ta
gonistas opioideos.
Los niños sindicados como autistas tam bién pueden d ar respues
tas atípícas a los olores y al gusto: algunos no sólo huelen regularm ente
la com ida, sino tam bién objetos y personas; otros chupan no sólo la
comida sino cualquier objeto no com estible. Los hay que com en una
variedad lim itada de alimentos. Para estas conductas, el discurso m é
dico de nuestro medio que venimos trabajando concluye que el motivo
de estas conductas se desconoce.
He to m a d o este au to r p o r su p reem in en cia en n u estro m edio,
por su actualidad desde el discurso m édico, porque suele ser el refe
rente de o tras disciplinas tales com o la fonoaudiotogía, la n e u ro lo
gía, la psiquiatría biológica, la pediatría, la pedagogía que se orienta
en el co n d u ctism o , etc. Siendo un referente conocido, m e parece
40
im portante analizar sus decires desde ia perspectiva subjetiva de m odo
que haya un posible puente entre disciplinas a fin de lograr una m ejor
im plem entación clínica para el llam ado niñ o autista.
Fundam entalm ente, porque brinda una actualización acabada y
m inuciosa d e la am plia gama de co n d u c ta s que los niños llam ados
autistas pueden exhibir. Por otro lado, hay una m arcada inclinación
en nuestro m edio hacia las llamadas clínicas de la evidencia, a p ro p o
ner como etiología posible la química o la arquitectura cerebral del lia-
mado «autism o». Ignorando, com o dije al com ienzo de este trabajo,
los aportes d e otras disciplinas.
Esto es peligroso no sólo para e! b ien estar de estos n iñ o s y sus
familias, sino q ue puede deslizarse una especie de falacia sobre espec
taculares resultados, con el sólo uso de m edicamentos, que no son tales,
o llegar a una especie de «adiestram iento» del niño que logra a través
de ese medio realizar algunas conductas. Pero el sujeto com o tal no ha
advenido, p o r lo cual sigue en su incapacidad habiendo transcurrido
tiempos que se h ubieran utilizado de o tro m odo con alguna chance
de armado subjetivo que ha quedado vedada.
Por otra parte, sin saber de sus postulados, se habla del psicoaná
lisis de m anera peyorativa, com o si el discurso del mismo fuera inútil
para el tratam ien to de estos niños, c u a n d o el m ism o puede m o stra r
una historia de aportes a la clínica de estos casos con logros acredita
dos como los del m ism o Kanner, Bettelheim, Dolto, W innicott, M ahler,
Tustin, Ma m ío ni, etc.
En n u estro m edio, se ha ocupado de esta situación Elsa C orial,
en su libro El psicoanálisis en la clínica de bebés y niños pequeños*6.
Finalmente, tom an esta patología los llamados «DSM»: Manuales
íJr diagnóstico y estadística de ios trastornos mentales.
F,n la clasificación de la patología que venim os considerando, se
Kan tom ado en cuenta las evaluaciones y correcciones hechas en estos
Manuales en los últim os años.
Por la década del cincuenta, com ienzan a editarse Clasificaciones
de las Sociedades Psiquiátricas, Psicológicas y Psicoanaliticas A m erica
nas tratando de establecer convenciones com o fruto de acuerdos para
describir los distintos síntomas de ías enferm edades mentales. A ellos
deben agregarse los M anuales sim ilares de la «M odalidad Europea»,
41
ios de la Organización Panam ericana db la Salud y los de la O rganiza
ción M undial de ía Salud.
Estas clasificaciones tienen u n a historia y efectos sobre la seguri
dad de la salud de las personas. P ero tJimbién tienen u n efecto, que
debe analizarse detenidam ente, sobre là determ inación de vina causa
etiológica, la descripción de síntom as y la correlación de éstos con un
tratam iento posible, porque en su afán de consensuar y generalizar no
dan cu en ta de las diferencias q u e cada hiño, con su singularidad, le
im pone a cada «cuadro». Este hecho tiéne consecuencias en los tra
tam ientos y posibles resultados.
La prim era publicación se realizó eft e! año 1952 y fue hecha por
el C om ité de Nom enclatura y Estadística de la Asociación Americana
de Psiquiatría. Desde entonces se han piibiicado otras cuatro.
Se han popularizado con el noinbre'de sus siglas en inglés: «DSM
IV». La cu arta y últim a edición d e este Manual en español data del
año 1994,
Pese a las críticas que se le hacen es !¿t nomenclatura oficial en los
Estados Unidos, extendiéndose este criterio^ todos los países de América.
Esta cuarta edición se correlaciona alsu vez con la «Clasificación
Internacional de Enfermedades y Prohíenias Sanitarios Relacionados»
que hace la «Organización M undial d e lalSaiud» y que tam bién se ha
popularizado en l o s medios de salud m ental por sus siglas: CIE- JO (que
indica la décim a corrección). Es ei sistenii de clasificación oficia) en
Europa.
Estas clasificaciones intervienen en lot temas de Seguridad Social
(juicios, seguros, problem as ju ríd ic o s y laborales) con cierta clari
dad para eí entendim iento o co m p re n sió n «de partes» de los m e n
cionados problem as, pero ninguno plantba, ni es su objetivo, h ip ó
tesis teóricas con respecto a las causas de lós problemas que enum era
y clasifica.
Sólo se pro p o ne presentar los triteriils diagnósticos específicos
para qida alteración mental en u m eran d o las características requeri
das según el acuerdo convencional al cual sé ha llegado. Agrega a cada
afección en fo rm a sistem ática las m anifestaciones asociadas a la
misma, respecto de edad, sexo, c u ltu ra , jírevalcncia, incidencia y
riesgo, evolución, complicaciones, factores predisponentes, an tece
dentes familiares y diagnóstico diferencial.
C uando m uchos de los trastornos específicos tienen caracterís
ticas com unes, esta inform ación se m enciona en la in troducción de
•12
la sección. En cu an to a los hallazgos de laboratorio y los signos y sín
tom as del examen!físico se describen cu an d o son relevantes.
En cuanto al autism o, aun con el p ro p ó sito de'ácordar, se hace
dificultoso. Veamos: la Asociación A m ericana de Psiquiatría, en 1980,
reconoció la existencia de casos que se parecen al autism o, pero que
n o cum plen los criterio s de diagnôsticô p ara este tra sto rn o (así lo
llaman). Se tuvieron en cuenta las preocupaciones existentes al ab o r
dar estos casos en la revisión del DSM-III, realizada en 1987. En el
DSM-lll-R (versión corregida del DSM), la entrada «trastornos gene
ralizados deJ, desarrollo» incluye todos aquellos trastornos en los cu a
les existí; un d eterioro cualitativo en el desarrollo de í ) la interacción
social recíproca, 2} la comunicación, (verbal y no verbal) y 3) Ja acti
vidad imaginativ;!.
Siguiendo estis pautas, se describe al autism o com o un tip o de
«Trastorno generalizado del desarrollo severo» que aparece en la tem
prana infancia o én la infancia, en el cual una serie de discapacidades
sociales y com unicativas severas se asocian con un repertorio m arca
damente restringido de actividades e intereses. Sin em bargo, se reco
noce que puede darse un trastorno generalizado del desarrollo de una
forma menos severa y prototípica, en cuyo caso se aplica la etiqueta de
«Trastorno generalizado del desarrollo no especificado en otra parte».
A esta a ltu ra de las descripciones, m e parece útil recordar las
características que el autor del S índrom e que lleva su nom bre (Leo
Kanner) nos dice que concibió.
En su p rim era descripción del S ín d ro m e (1943), afirm ó que la
condición que describía «era substanciahnente diferente y única frente
a lo que se había descrito hasta el m o m en to » 1". En esta com unicación
clínica, no intentaba especificar criterios de diagnósticos estrictam ente
definidos, sino cjue presentaba historias detalladas sobre los casos de
ocho niños y tres ninas, anotando las siguientes características;
1. Incap acid ad para relacionarse con la g e n te — in clu y en d o
m iem brds de la propia familia del n iñ o — desde su nacim iento.
2. Fracaso para desarrollar el lenguaje, o bien uso del lenguaje
anorm all no com unicativo en su m ayor parte. Se observaba
47. Esto últim o según II. Kaplan y B. S í dock en el Miimiu! Je Psiquiatría, V o lu m en 11,
in term ed ia!, B u en os Aires, 1995.
48. L. K anner, op, fit., p. 737.
13
la inversion pronom inal en todos los niños que podían hablar
(ocho casos) y ecolalia, preguntas obsesivas y uso ritualista del
lenguaje en alguno de ellos.
3. Respuestas anorm ales frente a objetos y acontecim ientos a m
bientales, tales com o comida, ruidos altos y objetos m óviles.
Kanner consideraba que el com portam iento del niño estaba
gobernado p o r un deseo obsesivo y ansioso por m antener la
invarianzü del am biente, lo que im plicaba una lim itación en
la variedad d e la actividad espontánea.
4. Buen p o ten cial cognitivo con una m em o ria m ecánica exce
lente y resultados normales en el test no verbal de Seguin.
5. N orm ales desde el punto de vista físico. Algunos niños eran
un poco «patosos» al andar, p ero to d o s tenían una b u en a
coordinación m uscular fina.
■14
autism o a menos que el n iñ o no m ostrara ningún signo de concien
cia de la existencia de otras personas, a pesar de q u e ninguno de los
casos de Kanner estaba tan severam ente afectado. Para añadir confu
sión, había una discusión co n tin u a sobre si el autism o era una form a
tem prana de esquizofrenia, un debate al que no ayudaba nada el hecho
de que no hubiera consenso y que cuenta con seguidores en algunos
países. Por la misma época en que Kanner com unicaba su Síndrom e,
el Dr. Mans Asperger, hace lo m ism o con respecto a variaciones de
este trasto rn o . Pero no tie n e , en ese m o m en to , ia difusión que sí
obtiene Karjner. Recién se acepta «oficialmente» su descripción en el
DSM IV {*1995).
C om o, entre los casos a analizar más adelante, presento a niños
derivados desde la neurología con ese diagnóstico, m e referiré sucin
tam en te al mismo:
45
motivo, varios especialistas (por ejemplo. W ing, 1981; Howlin, 1987)
lian abogado en favor de usar el térm in o «Síndrom e de Asperger»,
aunque aceptando que las diferencias entre éste y el autismo pudieran
ser sim plem ente u n a cuestión degrado. T antam (1988) argum entó
que, sin esta categoría, se dejaba a estos niños en un lim bo diagnós
tico y e n consecuencia sus problem as no eran reconocidos ni se íes
proporcionaban cuidados específicos, ya c]ue sus déficits no eran lo
suficientemente severos o extendidos com o para ser considerados con
el térm ino «autista». El núm ero de niños afectados no es despreciable:
Gillberg y Gillberg ( 1989) encontraron que el Síndrom e de A sperger
era cinco veces m ás frecuente que el mutismo. O tra razón práctica para
conservar el térm ino d e «Síndrome de Asperger» es que puede ser un
diagnóstico más aceptable para padres y profesionales, m uchos de los
cuales, tienen una visión estereotipada del autism o, basada en el c u a
dro clínico de niños pequeños (Wing, 1986).
Las anom alías del lenguaje constituyen un síntom a central del
autism o. Esto p lan tea la cuestión de cuál es la diferencia e n tre el
autism o y el trasto rn o de desarrollo del lenguaje. CtiurchiJI (1972)
propuso que no existía una diferencia cualitativa entre la «afasia de
desarrollo» y e! au tism o y que su única diferencia era el grado. W ing
( 1976} observó que m ientras que es bastante fácii reconocer a los níños
que tienen el S índrom e clásico descrito p o r Kanner y diferenciarlos
de los casos igualm ente clásicos de trasto rn o de desarrollo del le n
guaje receptivo, las zonas límite de estas condiciones no son claras.
«Si los niños con estos problemas pudieran ordenarse p o r series
regulares, em p ezan d o p o r los niños m ás autistas en un ex trem o y
extendiéndose basta el niño que más claram ente tuviera sólo un tras
torno del desarrollo del lenguaje receptivo, el decir dónde estaba la
línea divisoria necesitaría de! juicio de S alom ón.»''
El buscado co n senso parece haberse logrado con los DSM que
hace unos m om entos describía, pero la búsqueda de la generalización
a ultranza ha generado otros excesos, otros efectos que deben an a li
zarse detenidam ente en las diferencias sobre la determ inación de una
causa e(iológica, la descripción de síntomas y lo que es un tratamiento.
51. ß r . Bishop lJ.L). D isp o n ib le en: w ww.jaym Ligs. d em o n.co.nk/B is hop. h tm.
46
C o n c lu s io n e s m o m e n t á n e a s s o b r e lo e x p u e s t o
d e la s itu a c ió n d e la p a to lo g ía d e s d e e l d is c u r s o
m é d ic o a c tu a l
47
cu a tro décadas, ya no se to m an com o autónom as en su desarrollo,
sin o q u e se acuerda en que el am biente tiene en esas funciones un
papel preponderante.
A ntes de realizar un som ero análisis de lo afirm ado, es necesa
rio estip u lar que representar es la culm inación de la posibilidad de
sim bolizar.
Es la condición necesaria para el inicio del llam ado «pensamiento
lógico o capacidad intelectual», el lenguaje, el juego y las relaciones
con el am biente. Esta posibilidad está articulada a la percepción.
La psicología define a la percepción com o la acción y efecto de la
aprehensión, en forma directa, de una situación objetiva. Es pites un
acto intelectual y se diferencia de la sensación, que es un acto sensible.
Más exactam ente, para la psicología actual, la percepción es la apre
h en sió n d irecta de una situ ació n objetiva basada en sensaciones y
acom pañada de representaciones y a veces de juicios, form ando todo
ello un acto único cuyo análisis se puede descom poner en partes:
Percepción externa o propiam ente dicha.
Percepción interna
48
A p a rtir de los prim eros años de la vida, el sujeto no se lim ita a
registrar sim plem ente Jas sensaciones, ya que desde Jos inicios perci
bim os las cosas más en térm inos d e lo que ellas nos sugieren q u e en
ios térm inos de cóm o se presentan ante nosotros.54
He to m ad o eJ proceso m ental de la percepción, apercepción, que
conlleva el de la representación, despojado de Ja concepción de n in
guna escuela psicológica en particular, con el objeto de librarlo de la
intencionalidad de pertenencia a alguna de ellas.
T anto J. Piaget como H. Wallon dan cuenta del proceso descripto
dentro de concepciones acerca de cóm o se inicia el m ism o form ando
parte dél p'siquismo del niño. W allon da cuenta de este proceso in ten
tando in teg rar lo orgánico y el am b ien te en una dialéctica e n tre la
zada, que dio p o r fruto una concepción de Ja organización de la p e r
sonalidad q u e llam ó «psicología concreta». Su lógica estaba basada
en el m aterialism o dialéctico, en su objetivo de hallar explicaciones
m aterialistas p a ra los inicios del co n o cim ien to o del pen sam ien to .
Esto es, ten ien d o en cuenta lo orgánico, pero no dejando de d ar una
im p o rtan cia d eterm in an te al a m b ie n te del niño y a lo em o cio n al.
Del m ism o m odo, Piaget realizó innum erables investigaciones
acerca de cóm o se da el proceso recién descrito, y si bien tam bién le da
a lo biológico una importancia m ayor aún que la que le da W allon, no
lo planteó com o determinante, sino que llegó a una interpretación del
proceso q u e pued e considerarse psico-social, haciendo hincapié en
e] papel causal de las relaciones de los niños entre sí y con Jos adultos.
Es decir que el am biente toma im portancia sin subordinarse al m ero
desarrollo orgánico (más bien o cu rre Jo contrario).
El juego — que sirve cíe determ inante para las operaciones diag
nósticas del discurso que estamos analizando— no deja de ser una de
las culm inaciones de ese proceso de re-presentar ya que es esencial
m ente vin «com o si».
C om o dicen los niños de corta edad, «es de men tirita». Es decir que
el sujeto «sabe» que hay dos escenas en el juego, entrando y saliendo
con facilidad d é la s mismas55. P or ejem plo, un niñito que m o n tad o a
una escoba juega a que va m o n tad o a un cabaJJo m uestra la escena
que ha arm a d o en tanto «cowboy» o «caballero» y «lo que u n o ve»:
49
un n iñ o con una escoba. P or «com prometido» que esté el niño en su
rol de caballero y/o cowboy, si algo le llama la atención o es llamado,
inm ediatam ente «vuelve» a ser «Garlitos» o «luancito».
En conclusión y p o r el m om ento, ya que estas funciones volve
rán a tom arse en la parte de desplegar las hipótesis desde el psicoaná
lisis, pod em o s decir, desde el discurso de la psicología, que son las
funciones de representación las que organizan la posibilidad del len
guaje, de! jugar, y de la socialización, de las cuales se desprende la
posib ilid ad de m em orizar, etc. El proceso de este «desarrollo» está
dado para el niño que podríam os llamar «estándar», «ideal», sin lesio
nes neurológicas, sin secuelas de la desnutrición, el abandono y/o el
m altrato social, sin tener en cuenta lo emocional y/o lo subjetivo que
en algunos casos podría entorpecerlo y que, eu todos, le presta la sin
gularidad que hace diferente a cada niño.
Concluyo, también momentáneamente, que para que este proceso
se cu m p la es necesario el am biente, es decir, otro diferente del niño,
que cu m p le un papel p re p o n d e ra n te —-cuando no determ inante—
en este «desarrollo».
He descrito como se lia utilizado el afecto com o variable de aná
lisis diagnóstica del autism o infantil en e¡ discurso de la neurología
que estam os considerando. T am bién he de referirm e a éste desde las
concepciones del psicoanálisis. En tanto, veamos qué se quiere decir con
reacciones afectivas o ansiosas o de temores cuando de autistas se trata.
C ito: «la insistencia en la repetición y una m arcada dificultad para
cam b iar de actividad; se desconoce si estas son m anifestaciones de
ansiedad»56, y también: «pueden negarse a d orm ir solos o insistir en
hacerlo en la cama de sus padres, con frecuencia se atribuyen estos
trasto rn o s a la ansiedad o al tem or» w. También se habla de la «labili
dad» del afecto, cuando se describe el sistema m otor cu el autista desde
el discurso médico.
Siguiendo d m ism o procedim iento de análisis que utilicé para
el tem a de la percepción, procederé a considerar el afecto. Aun en la
descripción más aséptica, se confunden el concepto de afecto y el de
em oción. Confusión que se da tanto en nuestra lengua com o en las
consideraciones de la psicología y/o de la psiquiatría. En nuestra len
gua, aparece el afecto com o «cualesquiera de las pasiones del ánimo,
50
especialmente am or o cariño» y en una acepción entre m uchas: «afec
ción en relación a un achaque»5*. Fáci) es ver que una se refiere al ánimo
y la otra al cuerpo.
En el cam p o de la p siq u ia tría 59, se dice del afecto to siguiente:
«Reacciones psíquicas del individuo enfrente de situaciones provo
cadas p o r la existencia. La afectividad es un fenóm eno ín tim o pero
tam bién social, de manera que se im pone tanto com o fenóm eno de
la psicología p u ra como de la social. Las em ociones representan los
grandes cam inos de la vida afectiva.»
Finalmente, en el Diccionario Enciclopédico de Psicología, de Székely
se sostiene que: «El afecto es m ás bien un estím ulo del sentim iento
que una concepción intelectual». O tros autores a los que acude Székely
lo describen com o la «tonalidad del sentimiento», «acom pañam iento
placentero o doloroso de una idea o de una representación m ental»,
diferenciándolo de la em oción. Al au to r le parece com o más acabada
la co n cepción que da M ac-Dugall, quien define al afecto com o «un
sistem a o rg an izad o de tendencias em ocionales a lre d ed o r de algún
objeto» y «que las emociones prim arias tienen por eje las predisposi
ciones instintivas».
Estos antecedentes clásicos del concepto de afecto nos lo m ues
tran com o un producto en el que interviene el psiquism o pero tam
bién el cu e rp o , ya que se habla d e afecciones y de predisposiciones
instintivas.
Finalm ente, desde el psicoanálisis se indica que:
51
Com o so m era conclusión, sólo d iré q u e adjudicarle afecto al
autista sin especificar cóm o se con cep tu aliza el térm ino es, p o r lo
menos, simplista. Lo m ism o podría decirse del concepto de ansiedad.
En cuanto a la descripción que se hace de! lenguaje de un autista61,
coincidim os con la m ism a, lo m ism o cabe para lo que se dice de la
«m em oria», y volvem os a coincidir c u a n d o se dice que «No c o m
prende nada de lo que está diciendo».
Variables tales com o la «atención» y las condiciones del sistem a
m otor constituyen casi un desafio que, a am bos discursos—-el que pri
vilegia lo subjetivo y el que privilegia lo biológico— , nos ofrece el autista.
Pero este últim o se convierte en un verdadero atolladero si se afirma,
por un lado, que su origen es una afección de alguna parte del cerebro,
y por otro, que aparece el desarrollo de la locom oción y la prensión fina
con una evolución más que excelente en la m ayoría de los casos.
Aún in v o can d o al m ism o H. W allon, neurólogo, ya ten em o s
argum entos para pensar que la subjetividad «moldea» la función del
«m apa orgánico», un argum ento del cual tam bién se sirven actu al
m ente conocidos neurocientistas. Estos m ism os argumentos teóricos
pueden explicar la h ip o to n ía que a veces exhiben algunos autistas.
Se dice tam bién que, para algunos de jo s trastornos m otores que
a veces presentan, se lia llegado a pensar en diplegias, pero hasta hoy
nada se ha p odido dem ostrar por ese cam ino.
La variedad de conceptos para la sintomatología, las discrepancias
para generalizar los m odos de presentación del llamado «autismo», que
se explicitaron al comienzo de este libro, m e parece que, justamente, nos
indican como conveniente utilizar uno de los postulados de la clínica
del psicoanálisis: el caso por caso. Si cada au to r presenta «lo que vio»,
es porque así se presentó el niño que trató, m ostrándole, lógicamente
sin querer, la singularidad de cada sujeto de la especie humana, aún en
este cuadro tan enigmático. Por otro lado, este hecho muestra tam bién
nuevamente que, cuando de las modalidades del hombre se trata, las lla
madas ciencias de «evidencia», pierden su «objeto de estudio».
AI respecto m e parece atinado tran scrib ir lo que afirma el Dr.
Jiishop“ :
52
«¿Importa realm ente qué etiqueta Je ponem os a un niño?
Con toda seguridad, lo im portante es identificar los pro
blemas y trabajar para solucionarlos. A ntes de analizar
varías categorías diagnósticas, es necesario responder a
estas preguntas y d a r alguna justificación del por qué
usar etiquetas. H a habido m uchas críticas sobre el
“modelo m édico” de aproxim ación a los trastornos del
desarrollo, considerándolo inútil en el m ejor de los casos
y contraproducente en el peor. Una vez que le ponemos
un a· etiqueta a un n iño, tendrem os probablem ente ex
pectativas preestablecidas63 y podem os olvidar su indi
vidualidad. Además, podemos considerar que la etiqueta
es una explicación,61 Una vez que hem os decidido que la
etiqueta de “a u tis ta ” se aplica a C hristopher·65 porque
tiene problem as para relacionarse co n los dem ás, nos
encontramos a nosotros mismos diciendo: “Christopher
no se puede relacionar con los demás p o rq u e es autista”.
Sin embargo, au n q u e estos inconvenientes sean reales,
el abandono de la utilización del diagnóstico supondría
una serie de peligros. Sin diagnóstico no podem os gene
ralizar a p artir de la experiencia pasada para planificar
un tratam iento o d ar un pronóstico. Esto se ilustra bien
en un relato presen tad o en H ansard hace pocos años,
un M iem bro del Parlam ento, que in ten tab a presionar
para obtener m ás ayuda especial para los niños con difi
cultades de lectura, preguntó a los poderes relacionados
con este tema cuántos niños eran disléxicos en su región.
“No creemos en las etiquetas para los niños, por lo tanto
no registramos estos datos” fue la respuesta que obtuvo.
Las categorías diagnósticas proporcionan asim ismo una
estructura para re u n ir inform ación en un entorno clí
nico y son vitales si querem os investigar las causas p ro
bables y los m edios apropiados para trata r los distintos
53
trastornos. Esto no quiere decir q u e debam os adoptar
una aproxim ación no crítica a las etiquetas que actual
mente se usa ti. Debemos considerarlos com o un m odo
útil de resu m ir inform ación, p ero ten em o s que estar
alerta frente a la posibilidad de m ejorarlos. Argumentaré
que en el caso de trastornos com o el Autism o, puede que
sea necesario alejarse de una aproxim ación estrictamente
categórica basada en el Síndrome. P or últim o, debemos
estar en guardia frente a los diagnósticos com o concre
ción de los trasto rn o s y no tratarlos com o conceptos
explicatorios.»
54
señalar que ya co m en zab a a escribir u n m o d e lo de la organización
subjetiva. Hay un cam bio o salto que Freud da desde su saber de n e u
rólogo a creador del discurso del psicoanálisis.
Justam ente en ese salto aparece el co n c e p to de pulsión. F reud
había partido del concepto de «cantidad» al hablar de energía, pero
cuando llega a explicarse los mecanismos, de las neurosis tiene la certi
dum bre de «poder p en etrar de golpe desde los detalles de las n e u ro
sis hasta las condiciones mismas de la consciencia (...) los engranajes
ajustaban a la perfección y el conjunto sem ejaba una m áquina que de
un instante, al o tro podríase echar a andar sola»67. Esto decía cuando
comenteaKa a co n ceptualizar sobre su hipótesis de organización del
aparato neuronal en una carta dirigida a Fliess, cuando desarrollaba
el «Proyecto de una Psicología para neurólogos»68.
Hoy diría que, efectivam ente, la «m áquina» de la que hablaba
«andará sola», p ero si otro la pone en fu n c io n a m ie n to Mi in te n to
es ver cóm o los dos discursos, bioiógico-quím ico y subjetivo, m a r
chan cada uno en su ruta, pero en algún m o m en to se trenzan y u n o
se pierde en el otro, justam ente el m om ento en que la «bestia deja al
hom bre»69.
C uando Freud hablaba de su m á q u in a a Fliess, buscaba, com o
estudioso hecho en la escuela fisicalista de Helm holtz, explicar la c o n
ducta hum ana en térm inos físico-químicos. Pero, entre esta m áquina
y La interpretación de los sueños'0, hay un acontecim iento fundante:
el autoanálisis de Freud. Pareciera que este hecho produce un corte,
que tam bién es epistem ológico, en el p en sa m ie n to científico freu-
diano, porque es a partir de allí que lo neurológico pasará a estar rele
gado y Freud co m en zará a organizar un m u n d o teórico que ya n o
pertenecerá a la neurología. A tul) os mundos — neurológico y subjetivo—
coexistai, pero uno debe permanecer perdido y silencioso. La m áquina,
la bestia, son silen ciados para que advengan la vida fantasm ática,
los sueños, los recuerdos, la m etáfora. E ntonces el cuerpo ya no es
67. Carta de S. Preud a W , Fliess del 20 de O ctubre de 1895 (N ° 32), en S. Freud, O bras
Com pletas, to m o 111, B iblioteca Nueva. M adrid. 1973, p. 3522.
68. S. Freud, « P r o y e c to d e una P sico lo g ía para n e u r ó lo g o s » , obra del a ñ o 1 8 9 5 ,
Lomo Ï. p. 209.
69. G. A n n o n i, « D o n d e el h om b re de la bestia se separa», presentado en la R eu n ió n
Lacanoam ericana d e R ecife, Brasil, 2001.
70. S. Freud, La in te r p r e ta c ió n d e los su eñ o s, o b ra d el a ñ o 1900, to m o l, p. 3 4 3 .
55
organism o sino símbolo7'. En ese corte se constituye lo erógeno y su
red, tal «la lam inilla» lacaniana, q u e se extenderá cual tejido virtual
com o el dib u jo de otro m apa del cuerpo y que hará p erd er los con
tornos del m apa material de lo biológico.
Para Freud, el estímulo en la m ateria viva producía significacio
nes en lo que llama esencia de la pulsión: la decantación de la necesi
dad en pu lsió n 72. Analicemos el térm in o «decantación», tratando de
que la traducción del alemán sea la más adecuada. Veam os entonces:
decantación, en alemán73 Schlämm en, significa «lavar, lim piar, agre
gar». P ero tam b ién decantación p u ed e ser A bklären, q u e significa
«barrer, clarificar».
O bservem os que lo barrido, aclarado, limpiado, sufre un cambio,
pero con la característica siguiente: siendo ¡o mismo, ya no es igual.
Si tom am os el concepto de «decantar» en español, significa tras
vasar de una vasija a otra. Es la m ism a sustancia, pero ha cambiado de
tugar, es y no es la misma. Está en o tro lugar.
En cualquiera de las acepciones que estoy usando, «decantar» es
verbo. Pongo com o hipótesis que esta acción de cambio, trasvasar de
una vasija a otra, necesita de alguien que la ejerza74.
Para fundam entar esta hipótesis, m e valgo de los conceptos que
vierte Freud en el ensayo «Pulsiones y destinos de pulsión» ya citado.
Allí dice que, antes de que la necesidad decante en pulsión, la sustan
cia viva capaz de ser estim ulada y do tad a de energía circulante, tra
baja sobre las leyes o principios q u e organizan la actividad de dicha
sustancia, a ta que toma ya com o Sistema Nervioso C entral (SNC) y/o
com o Real Ich: «yo real» del recién nacido .
En el «Proyecto de una Psicología para neurólogos», dirá que las
neuronas tienden a evacuar las cantidades de energía.
56
A este principio del funcionam iento lo llamó «Principio de Inercia»,
lo cual precisaba el sentido económ ico del funcionam iento psíquico.
En M ás allá del Principio del Placer ” , tom a ei concepto de N irvana de
la filosofía h in d ú , utilizado p o r B árbara Low com o m etáfo ra. Este
concepto im plicaba una tendencia a la reducción de la excitación y a
la supresión de la excitación in tern a, am pliándose con ello la am bi
güedad entre «Principio de C onstancia» y'«Tendencia al p u n to cero».
En la obra Tres ensayos para una teoría sexual16, de 1905, dirá que
un estado de no excitación es un objetivo de restitución, lo que dará
origen a la segunda teoría de las pulsiones, tal que la m eta del aparato
psíquico es'sustituir la sensación de excitación por un apaciguam iento
de la m ism a, si bien esto ya lo venía trabajando desde las prim eras
teorías sobre la pulsión.
Volviendo a los inicios del concepto, diremos con Freud que los
estím ulos van a plantearle al SNC exigencias; lo obligaran a activida
des cada vez m ás complejas.
Si bien esta afirm ación freu d ian a es de com ienzos del siglo XX,
ahora la m antiene la actual n eu ro cien cia77, cuando en sus conceptos
acepta que la realidad orgánica va d an d o lugar al orden del deseo y ai
mapa erógeno com o dijimos. Es este últim o, el deseo, el q u e pone a
funcionar el circuito d élo representacional. En el síntom a conversivo
estudiado p o r Freud en su b ú sq u ed a de una causa para la histeria,
encuentra cóm o la escenificación neurótica recubre lo biológico es decir
com o el sín to m a som ático típico de la histeria es un recubrim iento
de lo subjetivo.
En esa m áquina que debió perderse para que nazca lo subjetivo,
Freud plantea dos ideas rectoras: 1) concebir lo que diferencia la activi
dad del he reposo com o una q (cantidad) sometida a ia ley general cid
m ovim iento y 2) suponer com o partículas materiales a las neuronas.
Casi diez años después, con Freud ya enteram ente psicoanalista,
habiendo dejado de lado estas teorizaciones, Camilo Golgi y Santiago
Ramón y Cajal ganan el Prem io N obel confirmando que, ciertamente,
las n e u ro n a s m an tienen una in d iv id u a lid a d que p u ed en recibir y
75. S. Freud, «M ás allá del principio del placer», publicado por prim era v ez 1920, en
O bras C om pletas, tom o XVII l, A m orrortu , B u en os Aires, 1979, p. 1.
76. S. Freud, «Tres ensayos para una teoría sexual», en Obras C om pletas, to m o V il,
A m o rro rtu , B uenos Aires, 1993, p, 109.
77. ). y M . M oizeszow icz, Psicofarmacología y territorio freitdiano. Teoría y clínica de un
a bordaje interdisciplinario, Paidós, B u en o s Aires, 2000, p. 27.
57
procesar Ja inform ación, conectarse entre sí y em itir una respuesta de
m anera única, contradictoria, transitoria o perm anente.78
Para Freud, el organism o tien e com o principal objetivo prote
gerse de Jas invasiones cuantitativas. Con respecto a lo cualitativo, decía
que estaba determ inado por una frecuencia particular del m ovimiento
n eu ro n al que no era hom ólogo al estím ulo, pero q u e m antenía con
él una cierta relación que p o r ese entonces aún no había encontrado.
La cantidad, que para F reud recorría la neurona y pasaba de lina
a o tra tal com o luego lo co n firm a ro n los ganadores del N obel y tai
com o lo dice hoy la neurociencia, es un concepto que, podría decirse,
sufrió m ás pro fu n dizaciones q u e cambios.
Freud hará una acotación con respecto al pasaje de la energía: dirá
que el desplazam iento de la energía psíquica se hará a lo largo de las
vías asociativas, pero que no quiere malos entendidos: aclara que de
ningún m odo está suponiendo que dichos caminos sean los sistemas
celulares de las neuronas y que aún en esos tiempos (1905) n o se conoce
com o pueden figurarse esos cam inos.
Freud está frente a su caja negra: funcionam iento neuronal y es
tru ctu ra subjetiva. «Caja negra» que siguió sus derroteros en muchas
ciencias (m edicina, psicología) a lo largo del sigío XX.
Pero es Freud quien da un estatuto de seria hipótesis a la configu
ración de ambos caminos y a cóm o se hace e! empalme entre Lino y otro,
es decir, cóm o se realiza ia transform ación entre cantidad y calidad.
O sea, cóm o se efectúa la decantación de necesidad a pulsión.
C ontem poráneos epistem ólogos de las neurociencias dicen que
ef cerettfo hum ano, en su arquitectura tiene dispositivos para m udar
la cantidad en cualidad, con lo cual aparece triunfante otra vez el viejo
principio de los primeros estudios freudianos sobre la tendencia origi
naria del SNC acerca del ap artam ien to de la cantidad.
H1 «nudo» de pasar de un estado a otro, el que algo cam bie pero
continúe com o siendo lo m ism o, con lo cual jugué al hablar de los dis
tintos significados de decantar, está dado por el concepto de pulsión.
Freud la define com o el concepto fronterizo entre lo aním ico y
lo som ático, com o un re p resen ta n te psíquico de los estím ulos que
p ro v ien en del in terior del c u e rp o y alcanzan el alm a, com o una
m edida de la exigencia del trab a jo que es im puesto a lo aním ico a
58
consecuencia de su trabazón co n lo corporal. Los estím ulos prove
nientes de la pulsión van a p lan tearle al SNC exigencias m ucho mas
elevadas que los estímulos externos, ellos son los genuínos m otores
que han elevado el progreso del m ism o.
Freud introdujo un postulado que nç siem pre m ereció una lec
tura detenida por parte de sus prim eros seguidores: la existencia de una
conciencia originaria o prim aria, pero que no es aún un sistema del lia*
m ado aparato psíquico; ella sería u n derivado de la percepción como
fenóm eno de la organización del sistem a nervioso y luego se origina
ría otra conciencia como derivación de ciertas huellas m ném icas o del
«esfuerzo p or expresar un pensam iento». Este sistema sensorial, cons
ciencia, es an terior a lo psíquico, esta «sensoria» nos da la prim era
situación de calidad que son las sensaciones de «algo otro», dentro de
una gran diversidad de estím ulos; estas sensaciones están adscriptas
a un tercer tipo de neuronas om ega (to). Sus estados de excitación dan
por resultado e! primer orden de excitación. Así, adscribe a esta llamada
conciencia dos tipos de contenidos: el prim ero corresponde a las sen
saciones de placer y displacer (placer y displacer que corresponden
al orden de los afectos) — y vem os que esto es com o dice Lacan en el
Sem inario de «La angustia»: es en el cuerpo, en el sentido de lo que lo
afecta— ; el segundo tipo de co n ten id o s correspondería a la serie de
cualidades sensibles, en cuanto a lo que se percibe. F ara esta conciencia
prim aria freu diana, existirían entonces dos situaciones externas o dos
exterioridades: la del cuerpo en cu an to a sus procesos som áticos y la
del m u n d o externo.
Las sensaciones de placer y displacer se vinculan con los montantes,
que son del orden de la energía. El displacer im plica el aum ento de
dicho m onto en la neurona impasadera psi™ pero que determ ina la sen
sación en las neuronas de percepción omega; el placer sería la condi
ción de la descarga.
En cuanto a la clínica que m e ocupa, pienso si este placer primero
de la descarga sensoria, en los inicios de la diferenciación neta del
cam bio de cantidad a calidad, n o es el que com anda algunas de las
actividades corporales de n iñ o s llam ados autistas, tales com o oler,
tocar, «atender» objetos en m ovim iento y manipulaciones varias. Algo
así com o un placer de descarga en este tiempo del funcionam iento de
79. A lu sió n a las neuronas que, segú n Freud, n o dejaban pasar energía. Las enum eró
según su fun ción ton letras griegas.
59
esta consciencia o rig in aria freudiana, previa a la constitución de la
subjetividad.
La neurociencia actual80 plantea que la transform ación del orden
cuantitativo en cualitativo es consecuencia de varios procesos.
El autor que vengo citando, Julio Moizeszowicz, consigna en p ri
m er lugar, que existe u n a pantalla protectora para que los estím ulos
externos no perturben el sistema neuronal, esta acción perm itiría que
la atención se dirija hacia lo que podría llam arse «interioridad».
Aclarando este concepto, cita a David M aldavsky81, para quien
la función de esta pantalla protectora sería la condición para sobrein-
vestir el m undo pulsional, pero supone la existencia de dos pantallas
protectoras necesarias para ia formación aním ica que para este discurso
es e! afecto.
Una de estas pantallas sería de carácter quím ico, y su función se
ejercería ante ciertas sustancias que trabajan desde el interior del orga
nismo. Son las que estarían ligadas a las defensas inmunitarias. H abría
otra que ejercería una desafectivización funcional que, a su vez, servi
ría de freno a la in tru sió n afectiva.
Si ocurre que no existan estas pantallas de protección el p rim e r
efecto, sería la im posibilidad de la reducción cuantitativa. Esta reduc
ción cuantitativa es imprescindible para el com ienzo del matiz afectivo.
Si no se diera esta reducción de lo cuantitativo, se perpetuaría el
principio de inercia, p o r lo cual se degradaría la energía pulsional,
quedando com o resultado una función del aparato reducida a la trans
m isión quím ica y eléctrica. Se prolongaría en una continuidad este
estado que sitúa M oizeszowicz com o «pre-psíquico»*2.
La segunda pantalla protectora que enuncia Maldavsky corres
pondería a la función del contexto de! bebé ν el vínculo primario madre-
niño. Ambos: contexto y este vínculo prim ario, son los encargados de
desplegar la tran sfo rm ació n de cantidad en cualidad oficiando de
segunda pantalla p rotectora del aparato.
Para estos autores que estoy considerando, en el enlace entre el
contexto y el ca rác te r del vínculo p rim ario m ad re-n iñ o se origina
60
el «sentim iento de sí». Se sostiene que para q u e este sentim iento se
constituya, matiz afectivo del proceso, es necesaria la captación83 de
la empatia, tern u ra y /o am o r de quienes están a cargo deí bebé.
l a presencia de este interlocutor recibe las expresiones de lo cuan
titativo del sistema pre-psíquico del bebé y da a las mismas el soporte
cualitativo realizando, además, una devolución invertida de las mismas
(reverie). Este es un proceso im prescindible para que el bebé p u ed a
crear esa convicción con respecto a su existencia propia. Es lo que desde
el psicoanálisis decim os cuando el niño sabe q u e él es él.
Tanto Níoizeszowicz como Maldavsky atribuyen a la dism inución
de lo cuantitativo en el aparato psíquico — m ediando los procesos
que recién describía— la organización de las cualidades sensibles, fu n
damentalmente la percepción.
Además, m ediando la función m aterna, la dism inución cuantita
tiva es cada vez m en o r, no tanto ya por descarga sino por los efectos
de la complejidad creciente de la función del aparato psíquico en estos
tiem pos iniciales de su organización, que ya intenta dom inar lo tra u
m ático en tanto in crem en to excitatorio a través de ligaduras.
Con la lectura de estos conceptos, asistim os a la com prensión de
conceptos freudianos sobre la organización del aparato psíquico desde
otro lugar que el del psicoanálisis.
Desde este discurso de las neurociencías tom ando conceptos freu
dianos se afirma q u e lo cuantitativo perdura a ío largo de la vida y su
transform ación en cualitativo es a través del trabajo del aparato p sí
quico, sin que haya n u n ca una cualificación com pleta.
Moizeszowicz plantea una semejanza e n tre la necesidad de liga
duras psíquicas en lo cualitativo (para nosotros subjetivo) y la tarea
incesante e in d eclinable que tiene tam bién el ap arato neurona! de
crear continuam ente intersínapsis respondiendo a un program a pre-
diseñado.
Los primeros esquem as freudianos de las transcripciones que apa
recen en la Carta 52 a Fliess hoy son explicados por las neurociencías:
las neuronas p h i (N ) son retenedoras de ca n tid ad y alterables por el
decurso de la excitación. Esta alteración constituye la memoria, que
implica inscripciones en lo inconsciente, que a su vez hacen tope a la
circulación cuantitativa. El m odelo neu ro n al q u e hoy tiene vigencia
61
transita el camino a la representación, es decir debe dar los pasos ope
rativos para que este m apa obre en silencio. El pasaje, puesto por Freud
casi m íticamente en la vivencia que llamó de satisfacción, cobra igual
vigencia que el concepto de energía en las actuales neurociencias.
Aparece en ellas el viejo principio de los prim eros estudios freu-
dianos sobre la tendencia originaria dei SNC acerca del apartam iento
de la cantidad.
Al respecto, p o r ejem plo, en los m ecanism os de neuroaprendi-
zaje existe el co n c ep to de kindling que se traduce com o encendido.
El kindling es lina de las formas de actividad córtico-límbica. Esta acti
vidad córtico-lím bica puede ser inhibida p o r los psicofármacos lla
mados tranquilizantes y los llamados anti-convuisivantes. El efecto
contrario, es decir, provocar su «encendido», lo hacen !os estim ulan
tes quím icos tales co m o el alcohol, la cocaína, las anfetaniinas y . . .
psíquicos s\ Explica esto diciendo que recientem ente se ha establecido
que los com ponentes condicionados de la sensibilización o kindling
se relacionan con un aum ento de la liberación de dopam ina en el
núcleo accumbens*6. Pone com o ejemplo lo siguiente: «La exposición
repetida y subsecuente a factores estresantes increm enta la función
dopaminérgica», y tam bién que las crisis de pánico o depresivas facili
tan descargas del sistem a límbico a través de estas crisis em ocionales
casi a la manera de descarga motora, que son la expresión de las c o n
vulsiones de las epilepsias. Cuando sucede la convulsión, cada neurona
se descarga eléctricam ente y puede «reclutar» a otras para que «apren
dan» a hacerlo de la m ism a manera. Un fenóm eno sim ilar ocurre en
el kindling. En algunas neuronas tienen lugar descargas em ocionales
mínimas, pero que en la medida que se propagan a otras áreas son de
mayor intensidad y masividad por lo cual se le atribuye a este fenóm eno
de kit idling la posibilidad de que miedos y fobias menores γ /o d ep re
siones aparezcan al cabo del tiempo con manifestaciones clínicas de
mayor intensidad.
Tanto es así que, recurriendo a los conceptos que Freud expresa en
el texto «Inhibición, síntom a y angustia», Moizeszowicz afirm a que
62
la sola representación de un contenido que pueda rem itir a algo olvi
dado traum ático provoca el funcionam iento del «encendido» de esta
actividad córtico-límbica.8/
Al recurrir a Freud y en el terreno de la representación, vem os que
ella, ya en el p u ro terreno subjetivo, provoça un cambio en la organi
zación de los m ism os transmisores que ponen en funcionam iento una
actividad neu ro q u ím ica cerebral.
Moizeszowicz se pregunta hasta d ó n d e puede considerarse a la
subjetividad m aterna com o el factor coadyuvante con relación a esta
actividad n eu ro q u ím ica de producir cam bios y m odificaciones en
la estructuración de las funciones «pasaderas» (phi) e «impasaderas».
Es decir que lo que sostenemos desde el psicoanálisis, que la estruc
tura subjetiva d e p e n d e de la función del o tro en función m atern a,
tam bién es constituyente de la estructura quím ica y cerebral para las
actuales neurocíencias.
Desde las m ism as Kreisler, Fain y S ouléÍS se señala que los signos
y señales recibidos p o r el bebé durante los prim eros meses de la vida
son informaciones que tienen en ese m o m en to carácter neurofisioló-
gico, pero que, de todas formas, en la situación madre-niño, no se puede
colocar en térm in o s excluyentes lo neuro-quím ico-fisiológico y las
operaciones subjetivas, ya que quien ejerce la función m aterna tom a,
en sutil percepción, las «señales» del bebé, reaccionando de m anera
singular ya que el bebé per se no intenta com unicar nada, ni dar señal
alguna. Es ia madre quien le da connotación de mensaje a estas señales.
La m adre ocu pa aquí, para los d en tistas que estoy com entando,
«el tugar de pantalla protectora y al m ism o tiem po presta su aparato
psíquico para la tram itación de las excitaciones. Préstam o que p o n
drá en juego la particular estructuración subjetiva que la m adre porta,
creando efectos tan to en la posibilidad cualitatoria de su hijo com o
en la única e irrepetible configuración que adquieran los procesos que
se cualifiquen»8í>
Y aquí coincidim os cuando, desde el psicoanálisis, decim os que
la función m aterna inviste libidinalm ente al bebé y es por ello que se
le hace un lugar en la cadena de significantes.
87. J. )' M. M oizeszow icz, op. cit., pp. 75 y 76. La cursiva es mía.
88. Ibid., p. 80.
89. Ibid., p. 83.
63
Porque la operatoria exitosa partirá de la castración de la madre,
del lugar que, a su vez, le dé al padre como facilitador de la «Metáfora
Paterna». Instancias claves de lugares ocupados según los puntos de
anclajes de la pulsión y sus objetos. Es esta operatoria la que cambiaría
este pasaje de cuantitativo a cualitativo.
La función m aterna tom ada com o «estímulo», al estar vehiculi-
zando la libido hacia su hijo, produce una excitación tal que se dife
rencia de todas las excitaciones externas que recibe la «sustancia viva»
hum ana; la pulsión hace que sea diferente, porque no actúa como una
fuerza de impacto transitorio, sino que lo hace com o una fuerza cons
tante que marca la paradoja de la imposibilidad de «satisfacer» la pul
sión y de volver al nivel cero de la actividad del SNC.
La constancia de la pulsión que Freud llamó «de vida» se opondrá
a esa m eta ideal de re stitu ció n del nivel cero. P o n d rá en marcha el
m otor en excitaciones óptim as realizando el dicho del deseo materno:
«que viva», «que esté enterito», «que sea sanito».
Com o vemos, la cuestión de la pulsión está indefectiblemente arti
culada a la constitución del sujeto en la concepción del psicoanálisis.
H e tom ado a lo largo de esta exposición lo que podría constituir
el paso de lo que se llam ó «necesidad» a pulsión y las prim eras defi
n icio n es con respecto al concepto retom adas p o r la neurociencias
actuales.
C o n respecto al c o n c ep to de pulsión, se tra ta rá de m ostrar su
fu n ció n en el arm ado del llam ado «aparato psíquico» y en lo que
entendem os son las operatorias de lo que llam am os estructura de la
subjetividad. Pero para el tem a que nos viene ocupando es importante
detenernos sobre los conceptos de angustia y de afecto tal com o los
describiera Freud y com o los tom an las neurociencias.
F ti 1925 ^ Fretid plantea que ya en el n acim ien to se producen
sensaciones displacenteras, m ociones9' de descarga y sensaciones cor
porales. En el psicoanálisis, durante largo tiempo estas sensaciones fue
ron el m odelo para los efectos de peligro, el que luego se asimiló al
concepto de angustia. Textualm ente, Freud índica en un pasaje de la
64
C onferencia 25 sobre la angustia: «El enorm e increm ento de los estí
mulos, sobrevenido al interrum pirse la renovación de la sangre (la res
piración interna) fue en un m om ento la causa de la vivencia de angus
tia; p o r tan to , la primera angustia fue una angustia tóxica. El nom bre
de an g u stia (angostam iento) destaca el ^asgo de la falta d e aliento,
que en ese m om ento, fue consecuencia i^e la situación real y hoy se
reproduce casi regularmente en el afecto».·*2 En el ensayo «Inhibición,
síntom a y angustia)» dirá que el peligro del nacim iento aú n no tiene
contenido psíquico.
D esde ese punto de vista fren diano tom ado por la neurociencia
actual, irru m p en una enorm e cantidad de estím ulos excitatorios del
SNC q u e no tienen contenido psíquico, irrupción que puede situarse
en tre el m o m en to del n acim ien to y la tensión de necesidad que no
tienen en consecuencia representación, lo cual le da a la angustia el
carácter de tóxica.
Este carácter tóxico de la angustia es la característica que tom an las
neurociencías para explicar, adem ás, una serie de situaciones clínicas.
Em pezando por el bebé «normal», dirán que el recién nacido no puede
regular gran parte de los estím ulos que recibe, es la m adre la que regula
las experiencias del bebé (com o se ha visto), de m anera tal que el SNC
puede en co n trar la homeostasis de los estímulos que recibe y que aún
no codifica en términos de representación.
Según las hipótesis freudianas del «Proyecto. . V -1, cantidades de
energía recorren el cuerpo de lo que más tarde será un sujeto. Esas canti
dades «se acomodan» según el ritm o que la función m aterna les va dando.
Al respecto, René Spitz95 ya definía por la década del sesenta ías
categorías de signos y señales recibidas por el niño d u ra n te los p ri
meros meses de vida: equilibrio, tensiones musculares y de otra índole,
posturas, temperatura, vibraciones, contactos, ritmos, gama tonal, etc.
Es la acom odación de todos estos signos y señales en representacio
nes que organizarán lo que Freud llamó «Aparato psíquico» y que, en su
m om ento, veremos también cóm o se constituyen en lo que llamamos
«estructura subjetiva», que sería la culm inación de la organización de
los «estím ulos desconocidos» y/o sin representación q u e fundaban
65
an tes de ello la sensación de angustia tóxica co m o efecto de «algo
extraño» en las señales y situaciones de lo biológico, organización sub
jetiva que hemos dicho teje una red, dejando al m apa del cuerpo en
lo oculto y desconocido, tal como debe ser en el sujeto que llamamos
«norm al».
66
Pero el psicoanálisis, en nuestro país, es rico en producción en el
cam p o del tratam iento de la psicosis y el autism o infantil.
P or esta razón, en el transcurso de este trabajo voy a basarme en
]a ubicación teórica sobre ei tem a que tiene R. C o riat y tam bién en
algunos conceptos que sostiene H. Yank^levich97,
T am bién me han guiado, en esta clínica, los conceptos de Alfredo
Jerusalinsky9* al punto que fueron en parte sus conceptos de esta clí
nica los que fundam entaron e) Programa de la C átedra de Psiquiatría
N iños de la Facultad de Ciencias Médicas de la U niversidad de Rosa
rio, de la cual fui Profesora T itular O rdinaria por el añ o 1989.
Estos últimos psicoanalistas que he nom brado tienen afinidad con
m i trabajo, justamente, por la experiencia de una clínica del psicoaná
lisis en lo institucional. Q uiero destacar que, sin em bargo, este hecho
no cam bia la conceptualization del discurso del psicoanálisis; pero la
práctica en la Institución lo pone siempre a prueba.
Digo esto porque la com plejidad del trabajo con otros, trabajar en
equipo, desplegar m aniobras terapéuticas psicoa nal ¡ticas respetando,
conviviendo con las pautas institucionales, tener la hum ildad necesa
ria para respetar eí discurso de otras disciplinas, es uno de los precios
a pagar para estudiar la situación de los llam ados autistas.
Esta complejidad aum enta en el hospital público donde la pobla
ción asistente, además, pertenece a los sectores más em pobrecidos con
m uy poco acceso al m u n d o cultural y, a veces, aun a las riquezas de lo
sim bólico. En este punto, la dificultad mayor la tiene el universitario
de clase media. Generalm ente, suele deslizarse la identificación en las
desdichas que la miseria trae, lo asistencial «.. .o pcor»w: el goce.
Puede surgir tam bién, para paliar la angustia que causan situacio
nes m uy tremendas, intentar dirigir o culpabilizar «sin saberlo». Todo
esto ha de poder m anejarse con una posición de psicoanalista que se
logra con el efecto del análisis personal y con la fidelidad ética de que
97. H. Yaukelevich alterna su práctica entre nuestro país y Francia, lo cual me ha per
m itid o formar parte durante estos años ( ¡999-2003 y co n tin ú a ) d e sus Sem inarios
d e en señan za sobre P sicoan álisis y a la Clínica con A u tistas. F orm ó parte, a d e
m á s, de la C om isión A sesora en la Evaluación de m i tesis d octoral en la Facultad
d e P sicología de la U n iversidad d e Rosario, en el año 2005.
9 8. A . Jerusalínsky, Psicoanálisis d el A u tism o , Nueva V isió n , B u en os Aires, 1988 y A.
Jerusalinsky, «La clínica del A u tism o , su enseñanza p sicoan alítica», en A ctas d e
La F undación Europea p a ra ei psicoanálisis, Kliné, Paris. S ep tiem b re, 1992.
9 9. A lu sió n al título de un S em in a rio inédito de J. Lacan.
67
aún en estas situaciones la clínica psicoanalítica opera con significan
tes que deben sostenerse en las intervenciones — cuyo acto varía desde
su efecto en los padres, en la estim ulación, o en el «cuerpo a cuerpo»
que a veces la atención del autista dem anda.
H aré un breve recorrido p o r Jos postulados esenciales para el
autismo desde dos autores previos al advenim iento de continuadores
de las tesis de Lacan: D. W innicott, B. Bettelheim y F. T ustin, p o r la
preeminencia de su pensamiento clínico, porque las hipótesis form u
ladas guardan una consistencia lógica entre una práctica clínica con
secuente y la teoría psicoanalítica desde el pensamiento de ese campo
en esas épocas, donde hay trabajo por articular. Principalm ente, los
ensayos freu d ian o s sobre el desarrollo de la instancia psíquica que
llamó «Yo» y los trabajos al respecto de M. Klein.
Tam bién guía mi elección considerar las coincidencias de los tres
sobre la d eterm in ació n del «am biente», ya tom ado explícitam ente
como «función m aterna», aunque term inam os de ver que neurocien-
tistas le dan un valor preponderante a dicha función en las regulaciones
de! SNC en los prim eros meses de vida, regulaciones que dejan m ar
cas, afirmación coincidente cotí el discurso del psicoanálisis, pero que
pertenece tam bién a las neu roc iencias.
Tam bién tendrán consideración las variaciones del concepto de
objeto para la co n stitución deí p siq u ism o (fu n d am en talm en te de
W innicott y de T ustin) que utilizaré en el tratam iento de mis h ip ó
tesis clínicas con respecto al autism o.
D. W in n ico tt
SÍ bien en la obra de Freud el papel de los padres en la constitución
del psiquismo adquiere importancia en base a lo que bien podríam os
llamar un análisis correcto de lo que hasta ese m om ento no se había
sistematizado desde el discurso de la ciencia, el am or que funda la re
lación con los pad res1“ , W innicott da a esa relación prim ordial un
carácter absolutam ente determ inante en la constitución de la instan
cia psíquica del «self» o «sí mismo».
El n iñ o , en su lactancia, 110 es un individuo, sino que es una
diada o unidad lactante-cuidado m aterno. Estas partes son ínterde-
pendientes y 110 pueden separarse. No hay lactante, dice categórico,
l(X). En base a lo cual S. Freud organiza la prem isa del llamado «Com plejo d e Edipo».
68
sin cuidado m atern o. Estando el bebé entonces en una dependencia
absoluta, es el cu id ad o m aterno eí que va a establecer la salud m e n
tal de éste y desde ese estado ha de pasar al de una independencia nece
saria para la ev o lu ción conveniente del «sí mismo.» Destaco de las
teorizaciones de W innicott, com o antecedente de las propuestas que
voy a hacer, la siguiente situación de esta «unidad bebé-m adre»: la
madre debe estar identificada a su bebé de un m odo tal que la lleve a
una sensibilidad devocional con respecto a él y que com o efecto ie
proporciona una experiencia de om nipotencia gracias a ¡a cual eí lac
tante comienza a tener un sentimiento continuo de existir. Base para la
edificación de su salud mental.
La otra conceptualización útil de rem arcar para los fines que me
propongo es q u e el sentimiento continuo de existir en esos p rim eros
meses de la vida está am enazado por angustias primitivas que consis
tirían en am enazas de aniquilación. El desarrollo sano ha de depender
del sosten que el cuidado m aterno haga. W innicott dice: «La función
principal del m edio que sostiene es reducir al máximo los choques ante
los cuales el lactan te debe reaccionar y q u e conducen a la an iq u ila
ción de la existencia personal»101.
En base a sus premisas de las necesidades ineludibles para un bebé
en este m o m en to de la vida, W innicott hace una diferencia, ante la
falta o in adecuación de las m ism as, e n tre «la locura» y «la falta de
ser»como consecuencias posibles. Así nos dice: «La carencia de adap
tación a la fase más precoz sólo produce la aniquilación del “sí-m ism o”
en el p eq u e ñ o .. .»lo:. Esta premisa tam bién ha de ser trabajada com o
antecedente de las propuestas que haré con respecto a la situación del
llamado autista desde los postulados de lo que hoy entendem os com o
estructura de la subjetividad.
Pero, según las hipótesis del autor que estoy considerando, el cui
dado, que hace de sostén, armará la prim era organización del yo com o
efecto de que el bebé tiene recursos para recuperarse de las angustias
de aniquilación vivenciadas, poco a poco desarrolla sentim ientos de
confianza q u e van tran sfo rm an d o la dependencia absoluta en que
estaba en una dependencia relativa. En ese estado casi de transición, el
niño recién pu ed e descubrir lo exterior a él. Pero son las respuestas
69
de )a m adre las que hacen «creer» al bebé que él puede esto; es en su
om nipotencia, ilusionándose con u n a realidad exterior, que corres
ponde a su capacidad de crear. M ediante este movimiento subjetivo,
siente que lo que «crea» existe realm ente, es así que reconoce al objeto
exterior investido. W innicott plantea aquí una paradoja que m erece
luego nuestra atención: se trata de un objeto creado, sí pero no hallado,
que, sin em bargo, para ser creado p o r el niño debe ser hallado. Son
los cuidados m aternos los que p erm iten crear el objeto al niñ o , que
en realidad está en condiciones de ser hallado (volveremos sobre esta
situación).
Entonces, en síntesis, el niño debe transitar desde una o m n ip o
tencia mágica a un enfrentamiento con la realidad exterior. Este hecho
da lugar al «objeto transicional», con u n a función reparadora y tran
quilizadora que le permite soportar la separación necesaria para pasar
de la unidad de om nipotencia mágica a la realidad exterior, pero entre
ambos espacios se ha creado una «zona intermedia».
SÍ esto no ocu rre así — p o rq u e la identificación de la m adre al
niño no es la suficiente-—, el sí-m ism o se siente amenazado, y se cons
tituye u n a organización defensiva para rechazar las am enazas. Este
falso sí-m ism o creado puede llevara Ja locura cuando predom ina en
él la angustia psicótica.
Bn este recorte que presento, ya que la obra de W innicott es pro-
lífica, puede decirse que, para este psicoanalista, la psicosis infantil y
adulta ten d ría n su origen en distorsiones del desarrollo afectivo de
los prim eros meses de vida, com o resultado de una mala adaptación
afectiva de la m adre. En base a estos postulados, desarrollará más tarde
los conceptos de angustia im pensable, de miedo al derrum be, de los
cuales no corresponde, a mi juicio, ocuparse en el presente trabajo.
Sí han de tom arse, com o anuncié, estas experiencias transictonales, la
concepción del objeto creado en base a la ilusión, la Jaita de ser y — criti
camente— la cuestión de la función materna.
B. B ettelh eim
Uno de los pilares de las hipótesis de este psicoanalista, así como
los recursos clínicos para ¡as psicosis infantiles y el autismo, es su p ro
pia vivencia en los campos de concentración donde sufrió cautiverio.
En base a esa experiencia propia y de semejantes cautivos, crea el con
cepto de «situación extrema» p o r la cual un individuo se deshum a
niza, se retira del m undo. Bettel heim se pregunta si los niños autistas
70
no han ex p erim en tado situaciones parecidas que los h an llevado a
«retirarse del m undo».
Para este au tor, hay una especie de predisposición autista según
cóm o se desarrolle el deseo de ac tu a r deí Jactante y los avatares que
sufriría el m ism o relacionados a la percepción que pueda tener del
m undo que lo circunda.
Según mi lectura, encuentro que coincide con W innicott en cuanto
a que el m undo circundante del cual habla está determinado por la acti
tud de la m ad re en el acto de am am antarlo. Así, el deseo del niño, e!
lenguaje corporal servirían de base al intercam bio m adre-hijo, estable
cerían üná reciprocidad entre ambos necesaria y determ inante para el
surgim iento del yo corporal en la conceptual ización de am bos autores.
Centraliza su tesis acerca dei niñ o autista en el hecho de la gran
actividad que to d o bebé tiende a desplegar (bebé neurológicam ente
sano y no deprim ido al nacer, sin hipotonía, etc.) y que no es respon
dida ni alentada por la madre; el autista sería aquel que no fue corres
pondido en estos esfuerzos, las condiciones no le fueron favorables para
actuar, com o si ellas no despertaran efecto alguno, por lo cual las retira.
Como si hubiera experim entado una «situación extrema».
Basa estas observaciones en los conceptos psicoanalíticos que
describen al lactante considerando al m u n d o como fuente de las satis
facciones de sus necesidades, com o sí el m u n d o estuviera sujeto a su
voluntad. Esto se puede verificar si sus acciones de tender los brazos,
m am ar con vigor, sonreír, son devueltas en la atención constante a
las mismas de la actitud maternal. Este hecho de devolución a sus ges
tos le hace sen tir que él desempeña un papel importante en este mundo.
Si esto falla, puede ocurrir que el bebé experim ente al m u n d o com o
pura frustración, lo cual hará que retroceda o, directam ente, deje de
poner energía vital en ninguna búsqueda. Así, deja de intentar, deja
de actuar. A este últim o hecho, lo com para con el m arasm o infantil y
las consecuencias del hospitalism o descriptos por Spitz. Pero si bien
halla que la patogénesis de algunos au t is tas es semejante a estos estados,
en el niño autista hay diferencias.
Los niñ o s autistas serían aquellos cuyas necesidades esenciales
fueron satisfechas en medida suficiente com o para que el m u n d o no
se les vuelva d estru ctor pero que no tuvieron o p o rtu n id ad de c o m
probar la eficacia de sus actos.
Según. B ettelheim , el proceso de fru stració n del bebé serta el
siguiente:
71
«su convicción de q u e el m u n d o es suyo, com o habi
tualm ente lo es e) pecho que lo alimenta. Lo que efecti
vam ente pasa es que los placeres que codicia no están al
alcance de su m ano. P rim ero debe salir al exterior para
apoderarse de ellos ( ...) . P or otra parte, supongo que
hay un m om ento crítico para vivir el m undo com o frus
tración. Si esta experiencia afecta al niñ o una vez que
está bien arraigada en él la convicción de que el m undo
es suyo, y si no lo afecta con demasiada fuerza en n in
gún m o m en to , e n to n c e s to d o m archa bien. P ero las
cosas pueden ponerse m uy mai si el m u n d o es viven-
ciado de m odo p re m a tu ro com o fund am en talm en te
frustrante».103
72
indiferencia no confesados de la m adre que pueden ser manifestacio
nes de deseos inconscientes de m uerte.
Para Bettelheim el niñ o percibe, en consecuencia, algunas acti
tudes m aternas com o deseo de que él no exista. Al respecto, trabaja
tam bién sobre la am bivalencia de los sentimientos, para concluir que
el agravam iento o cronificación de la reacción autista es la respuesta
a la m adre en su retraim iento prim ero, paro insiste en que el proceso
no ha sido provocado por ella. A unque el niño com ienza por frustra
ción, al alejarse de ella term in a haciéndolo del m u n d o .
Ante esto la m adre puede reaccionar tanto con indiferencia como
con furia, lo cual aum entará el m ontante de angustia y frustración en
el n iñ o , accionando la p o sib ilid ad de que el niño interprete mal ¡as
señales de su madre o bien alterarlas para evitar la respuesta.m
En el m om ento en que tom e, en el presente trabajo, las posibili
dades de abordaje clínico d e esta patología, re to m a ré las hipótesis
so b re la clínica del a u tism o d e este psicoanalista d e la década del
sesenta que alcanzara un gran predicamento en el cam po de la clínica.
F. T u s tin
En el año 1972, aparece el libro de esta psicoanalista inglesa Autismo
y psicosis in fantiles. En él plantea sus hipótesis de la causa de ambas pato
logías y muestra su clínica desarrollada durante m uchos años en la con
sulta privada y en ios m edios de salud pública105. Su clínica del autismo
ha estado en concordancia a sus hipótesis de las causas del mismo.
El trabajo de T ustin ha sido tam bién p ro lífico , dedicado casi
exclusivamente a estas enferm edades, ya que agregó dos nuevos libros
al nom brado: Estados antis tas en los niños y Barreras autistas en pacien
tes neuróticosIWi, en el año 1986.
De sus teorizaciones basadas en su experiencia, m uy sintética
m ente diré que, de m anera general, se basa en una evolución del pst-
q uism o tal que el autism o sería la fijación o fracaso'07 en un estadio
104. La cursiva m e pertenece, a fin d e analizar esta situación d esd e otras hipótesis del
d iscu rso psicoanalítico actual.
105. Trabajó en d Instituto para el D esarrollo del n iñ o d e la U n iversid ad de Londres,
en el Putnam C hildren’s C en ter d e lo s Estados U n id o s, en el H ospital de n iñ os
Grat O rm ond Street, etc.
106. F. T u stín , A u tism o y psicosis in fa n tile s, Paidós, Barcelona, 1994; y Barreras a u tis
ta s t·>ι pacientes neuróticos, A m o rro rtu , Buenos Aires, 1989.
107. La cursiva es mía.
73
m uy arcaico del d esarrollo. El autismo patológico sería una deten
ción en, o una regresión a, un estado m uy p rim a rio del desarrollo
donde el sujeto queda fijado.
El desarrollo considerado «normal» contendría una fase de «au-
tism o». Prefiere llam ar así a lo que el discurso freudiano considera
«narcisism o p rim ario » . En ese tiempo d e desarrollo, este autism o
«norm al» tiene com o función proteger al niño de u n choque dem a
siado brutal con la realidad. Si el ambiente de cuidados al niño no hacen
de «barrera» a ese posible choque, si no son eficaces, ese estado autista
en función norm al de defensa podría m antenerse o atrofiar eí segui
m iento del proceso de desarrollo.
La hipótesis de un autism o como fase del desarrollo es igual a
la de M. Malher y tiene semejanzas con el estadio esquizo-paranoide
de la propuesta kleiniana. En Tustin, dicho desarrollo sería el siguiente:
Al comienzo el niñ o tiene la ilusión (¿narcisista?) de que todo el
am biente circundante es prolongación de su cuerpo.
Sucede una ru p tu ra sentida particularm ente en la masa que for
m aban lengua y pezón. En consecuencia, esta ru p tu ra term ina con la
ilusión de continuidad corporal.
Como consecuencia de lo anterior el niño tiene la vivencia de que
la separación 1c produce una pérdida de partes de su cuerpo y la inges
tió n de objetos rotos.
La parte que vivencia que le falta, vivida com o «no más allí», deja
ver un agujero persecutorio.
La lucha en contra del agujero persecutorio lleva al niño a hacerse
la ilusión de que la co n tin u id ad corporal sigue, para buscar restable
cer la unidad lengua-pezón.
Para lograr lo anterior, hace uso de procesos patológicos centra
dos en el cuerpo y la utilización de «objetos autistas».
El proceso descrito de manera enum erada corre por mi cuenta
para perm itir un seguim iento claro del proceso que parece deslizarse,
no de manera sim ultánea, ya que algunos fenóm enos son consecuen
cia de otros.
74
consideraciones de J. L acan, en el lugar del p resen te trabajo en que
despliegue mis posturas a] respecto.
La autora que estoy considerando pone especial relieve, en el p ro
ceso de desarrollo expuesto, en la relación m adre-niño. Aunque adm ite
que en el caso del autism o intervienen-factores constitucionales que
identifica a déficits sensoriales, se encarga de explicitar claram ente en
el últim o libro citado q u e se ha optado ■
El prim ero sería una prolongación del autism o norm al según los
factores que se en u m eran a continuación:
Ausencia total de crianza norm al, con la consecuente ausencia
total de estímulos.
Ausencia parcial de lo anterior debido a deficiencias graves de las
figuras nutricias o a deficiencias del bebé (ceguera, sordera, deficiencia
m ental, lesión cerebral), factores que no posibilitarían la recepción
75
de los cuidados m atem o s y privilegiarían las satisfacciones sensoria
les externas. Am bos factores pueden conjugarse.
F. T ustin consigna lo que entiende p o r crianza insatisfactoria:
m ad re depresiva o insegura, con actitudes contradictorias (exceso
de com placencia, o falta de adaptación al m ism o, rigidez en el carác
ter, rasgos obsesivos, crianza rígida) que hacen que el bebé viva antes
de tiem po la separación corporal con las consecuencias que se han
descripto.
111. P ersonalm ente, he trabajado este con cep to de «en cap su lam ien to» en d trabajo
presentado en el Laca una m en ean o de Recife, Brasil, en agosto del año 2 0 0 1.
112. F. Tustin, op. cit.
76
más o menos norm al pero con fundamentos inestables1'3, a consecuen
cia de lo cual una parte de la personalidad del niño ha quedado autís-
tica y ha perdido p o r ello contacto con las atenciones maternales. Este
desarrollo frágil da lugar a un proceso que, según esta autora, es una
regresión al en v olvim iento m adre-hijo^Surge com o variable, c o m
probada en la clínica p o rT u stin , que el'n iñ o que ha entrado en esta
condición tiene serias posibilidades de com enzar a m ostrar c o n d u c
tas que denom ina esquizofrénicas.
En apretada síntesis, de la postura de F. T ustin puede decirse que
da un papel im p o rta n te al manejo m a te rn o de las «señales» q u e un
bebé etnite. Sus a p o rte s a lo que p ara ella sería la «percepción» y
«representación d e la realidad» propia de estos niños guarda u n a
lógica con las coordenadas clínicas de d o n d e proviene: organización
tem p ran a del yo y m ecanism os de defensa concom itantes según el
discurso kieiniano. N o obstante, la autora ¡os ha recreado a la luz de
su clínica. C ito al respecto lo que expresa:
77
C onsidero que las conceptuafizaciones recién expuestas, funda
m entalm ente las de W innicott y T u stin , nacieron de una práctica clí
nica terapéutica operadora con los niños llamados «autistas», quienes
los llevaron a diferenciarse en m uchos aspectos teóricos de sus m aes
tros. En ese aspecto, señalo conceptos tales com o el de «ilusión», m a
nejado p o r W innicott, o este de «simulación» de Tustin. Me parece que
esta es una cualidad del discurso del psicoanálisis que perm ite a quie
nes lo p ractican dejar conducir «la cura» por lo que la singularidad
del sujeto en proceso terapéutico prom ueve en cada uno de ellos.
D entro de las conceptualizaciones en el cam po del psicoanálisis,
el presente libro ha de desarrollar la puesta en práctica de la clínica a
partir de la enseñanza de J, Lacan teniendo como referentes a los psico
analistas que abordaron desde éstas su clínica con niños autistas.
Haré u n a breve referencia a los más conocidos"5 para luego pre
sentar mi postura personal com o psicoanalista con los referentes prin
cipales que m e han aportado m uchísim o al respecto: fu n d am en tal
mente E. C oriat.
A lgunos intercam bios epistolares y personales con A. C ordié y
clases y com unicaciones de H. Yankelevich.
115. N o m e referiré a lo d o s y a ios que m en cion aré será p on ien d o en relieve aquellas
co n cep cio n es t\ue pueden servir de an teced en te a algunas de m is propuestas.
78
C a p ítu lo II
116. T ítulo tom ado a Michel l.edoux, en C oncepciones psic o a n a lítica s d e la psicosis
in fa n til, P aidós, Buenos Aires, 1987, p. 94.
79
Para el arm ado de cada u n a de ellas, se cuenta con distintos esque
m as hechos p o r L acan117, q u e d an cu en ta de los «m ovim ientos» su b
jetivos del sujeto que van m arcan d o posiciones distintas con respecto
a los significantes del lugar m atern o , p atern o , según su deseo.
Su perspectiva de la «realidad», en consecuencia, es siem pre su b
jetiva, p e ro tie n e registros de la m ism a c o n m o d alid ad es distin tas:
sim bólico, im ag in ario y real que se en c ad en an en la m o stració n del
llam ado « nudo b o rrom eo».
P ara el arm a d o d e cad a e stru c tu ra clínica, el sujeto debe pasar
p o r distin tas operaciones, dem ostrables c o n la lógica m atem ática y
que m arcan distintos tiem p o s118, llam ados lógicos, según su posición
con respecto a los otros com ponentes de la estru ctu ra citada.
Pero el arm ad o será posible a p a rtir de la eficacia de u n a m arca
prim era com o efecto del lenguaje sobre el cuerpo del infans, que Lacan
llam ó «rasgo u n ario » .119
M uy sucintam ente, en u n p rim er m o m en to m ítico, el bebé no es
aún sujeto d e lo inconsciente, sino ente de la especie hum ana en el sen
tid o biológico, es u n cachorro de la especie.
En este tiem p o , depende enteram ente d e la m adre, dependencia
auspiciada p o r la in erm id ad e indefensión biológica p ro p ia del bebé,
Esta dependencia facilita la situación q u e Lacan llam ó de «aliena
ció n fundam ental» y q u e es representable desde las m atem áticas con
los «círculos de Euler».
A esa situ ació n , le sucede u n a n ecesaria partición120 de ese o tro
diferente al niño, que en las m ostraciones lacanianas n o son m ás que
lugares significantes y escriturables, p o r lo cual n o hablam os de p e r
sonas en sí.
En el instante de la partición, se constituye la pulsión (cam bio de
lo cuantificable a la calidad), el sujeto q u ed a para siem pre escindido,
1 1 7 . J. Lacan com ien za a trabajar estos esquem as en el Sem in ario 9 «de las Id e n tifica
c io n es» , y fu n d a m e n ta lm e n te , en el S e m in a rio « E l S ín to m a » , pp . 2 3 , 24 y ss.
V e rsió n C o p ias B iblio teca Escuela Sigm u n d F reu d de R o sario . Inéd itos.
1 1 8 . D. Po isso n n ier, La pulsión de muerte, N u eva V isió n , B uen os A ires, 19 9 8 . El au to r
elabora la cuestión del tiem po lógico con la pregu nta siguiente: ¿Es real el tiem p o
lógico?
1 1 9 . V o lv e ré sob re ello para dar u n a p o sición con respecto al autism o.
12 0 . T rab ajad o p o r L acan en el Sem in ario «La an gustia», in éd ito, 19 6 2 (versió n d es
g rab ad a de la tra d u c c ió n — sin c o rrecc ió n del a u to r— de c irc u la c ió n in tern a,
Escuela Freu d ian a de B u en o s A ires).
80
dividido y, com o resto, el objeto «a» causa de deseo, objeto para siem
p re perdido. S ituación que p osiciona al sujeto en calidad de deseante
y lo h a h ech o e n tra r en el o rd e n sim bólico d e su c u ltu ra . T ien e las
co n d icio n es p a ra arm ar, desde estas o p eracio n es, lo q u e llam am o s
«fantasma».
En el llam ado «Estadio del espejo», el sujeto en constitución orga
niza su yo co rp o ral y tien e la p ercep c ió n an ticip ad a de su to talid a d
corporal. Esto es posible si fue alojado y reconocido en el discurso del
p equeño o tro, lugar significante d e lo m aterno. El reconocim iento de
sí com ienza así en el otro. Este es u n «reconocim iento» diferente al de
todas las especies vivas, p o r lo cual no es el producto de las m eras orga
nizaciones neuronales
Si bien he presentado m u y sucintam ente los tiem pos de la consti
tución subjetiva, h ay una serie de cuestiones que conciernen a la m ism a
co m o la organización del objeto, las categorías d e la falta, el papel de
la pulsión, las identificaciones, la castración, la ley, deseo y goces.
D e este arm ado irem os to m an d o lo necesario para intentar expli
car la cu estió n del autism o.
Lacan n o se o cu p ó específicam ente de la psicosis infantil ni del
au tism o en la infancia. Al respecto, hace algunas escuetas referencias
en algunos lugares de su obra.
P ero la cu e stió n d e la psicosis o c u p a u n lu g ar p re p o n d e ra n te .
En las o p eracio n es necesarias p ara p ro d u c ir u n sujeto, algo n o tiene
lugar y, com o consecuencia, la estru ctu ra será la p ro p ia de la psicosis.
Para explicitar esto, de los textos freudianos to m a el concepto q ue
h o y se conoce co m o forclusion. Q u e consistiría, esencialm ente, en u n
rech azo específico, fuera del u niverso sim bólico, de u n significante
fu n d a m e n tal, el N om bre del Padre. En consecuencia, n o hay acceso
del sujeto en cuestión al o rd e n sim bólico. D icho significante es el que
d eten ta la Ley, articu la la M etáfora Paterna.
La M etáfora P aterna supone la sustitución (de allí su carácter m e
tafó rico ) del significante deseo d e la m ad re p o r o tro , el significante
n o m b re del padre. Esta m etáfo ra designa al m ism o tiem po el carác
te r sustitutivo del C om plejo de Edipo. La función de esta m etáfora es
fu n d am en tal, de ella d ep en d en todas las significaciones.
En la e stru c tu ra c ió n d e esta m etáfo ra, q u e caracteriza el terc er
tiem p o del Edipo, hay o tro elem ento que circula: el falo. O bjeto im a
g in a rio q u e circu la e n tre la m a d re y el n iñ o , q u e so n los o tro s dos
elem e n to s del triá n g u lo im ag in ario q u e co n stitu y e la llam ad a fase
81
preedípica, hasta q u e el p ad re in terviene co m o cu a rto té rm in o cas
tra n d o al n iñ o , es decir im pidiéndole identificarse con el falo im agi
nario, por lo cual tiene que optar entre aceptar su castración (aceptando
q ue él n o p u ed e ser el falo d e la m adre) o rechazarla.
C o m o falo im aginario, este elem ento circula entre la m ad re y el
n iñ o , co n stitu y en d o la dialéctica im ag in aria que p re p a ra el cam ino
q ue con d u ce a lo sim bólico.
El significante del p ad re sim bólico tien e que ver con el discurso
m a te rn o , c o n lo q u e este d iscu rso haga de la palab ra del P adre. En
c u a n to a su fu n ció n de Ley, el in fan til sujeto acep tará la castración
sim bólica y accederá al m u n d o sim bólico y al lenguaje. T endrá n o m
b re y lugar. La eficacia de la función de la M etáfora P aterna perm ite
al n iñ o liberarse de la fusión m adre-hijo, de lo imaginario que prim a
en este tiem p o lógico.
En la estructura neurótica, lo reprim ido h a sido reconocido, pero
en la psicosis todo sucede com o si n o hubiera reconocim iento, p orque
la forclusión n o conserva: elim ina y tacha, hay u n a ausencia d e juicio
sobre el hech o forcluído que concierne a u n d ato sim bólico prim ero.
E n síntesis, n i siquiera h u b o acceso a la sim bolización, m ientras
que, m ed ian te la represión, en la p rim era estructura, h u b o u n reco
n o cim ien to del elem ento a rep rim ir. Es este o rd e n sim bólico el que
perm ite re to m a r e integrar lo im aginario, m ientras que en el caso del
psicótico la ausencia de lo sim bólico crea u n vacío, u n hueco. Luego
los significantes rep udiados aparecerán en lo Real bajo la fo rm a alu-
cin ato ria, bajo la fo rm a d e u n a realidad m arc ad a p o r lo im aginario
pero privada de la d im en sió n sim bólica, significante.
D irá Lacan: «Es la ausencia del N om bre del P adre en ese lugar, el
lugar del O tro , lo que, p o r el hueco que abre en el significado, inicia
la cascada de adaptaciones del significante de d o n d e procede el desas
tre creciente de lo im aginario, h asta que alcanza el nivel d o n d e signi
ficante y significado se estabilizan en la m etáfora delirante».121
O tra referencia esencial en la cuestión de la psicosis en la o b ra de
Lacan, es el «Estadio del espejo». S ituación q u e co m ien za a los seis
meses de vida y concluye a los dieciocho, cuyo proceso es u n a espe
cial relación en tre el cuerpo y su im agen, m o v im ien to fu n d am en tal
82
en el ser h u m an o y form ador, com o hem os dicho» del inicio de la ins
tan cia psíquica llam ada «yo».
Lacan nos trae el hecho de que, dentro del período de edades seña
lado, el bebé reacciona de m anera jubilosa ante su im agen en u n espejo.
«E xperim enta lú d icam ente la relación de los m ovim ientos asum idos
d e la im agen con su m edio am biente reflejado, y d e ese com plejo v ir
tu al a la realidad que reproduce, o sea con su p ro p io cuerpo y con las
personas, e incluso los objetos, q u e se en cuentran ju n to a él».122
D icho reco n o cim ien to es la cu lm in ació n de un proceso dialéc
tico q u e an ticip a im ag in ariam en te la ap reh en sió n , el d o m in io d e la
unidad de su cu erp o, que hasta ese m o m en to le faltaba. Proceso que
tien e operaciones de varias vertientes: desde lo biológico, cierta cu l
m inación del proceso de m ielinización, desde lo subjetivo, la identifi
cación al m o d o im aginario, que pasa p o r el p ro p io cuerpo, desde «el
am biente», id en tificación con el sem ejante q u e se h a prestad o ta m
bién al m o d o im aginario. El niñ o percibe, en dicha im agen, que c o m
pren d e la suya de m o d o especular, u n a form a, u n a «Gestalt» en la que
a n tic ip a la u n id a d c o rp o ra l q u e h asta ese m o m e n to n o h a b ía sid o
re co n o cid a. D e a h í su regocijo ya q u e, m e d ia n te este deseo, co lm a
u n a distancia, la b recha abierta en tre su cuerpo y su im agen exterior.
Esta experiencia es e stru c tu ra n te p o rq u e o p era com o u n p u n to
d e am arre identificatorio con el sentido pleno que «en psicoanálisis se
le da a ese proceso: transform ación que se produce en el sujeto cuando
asum e u n a im agen cuya p redestinación a ese efecto de fase se ve sufi
cien tem en te señalada p o r el em pleo en la teoría del térm in o antiguo
d e im ago».123 Esta vivencia es fundam ental tam bién porque, hasta este
m o m e n to , el n iñ o tiene u n a vivencia fragm entada de su cuerpo.
Pero esta experiencia tan m arcada p o r el carácter im aginario inau
gura lo engañoso, p orque el niño, al fin y al cabo, se identifica con una
im agen de él q u e n o es él m ism o p ero que le p erm ite reconocerse.
Así el «yo» se constituye com o im agen y es originariam ente otro.
E n este p u n to es co n v en ien te resaltar que el sujeto, desde esta v e r
tiente, n o es el yo, y que este últim o, p o r otra parte, m ás que u n a rela
ció n de síntesis de las funciones del organism o o algo asim ilable a la
p ercepción o a la consciencia, es u n a instancia im aginaria.
1 2 2 . J. L acan, «El estad io del espejo co m o fo rm a d o r del y o (je) tal co m o se nos revela
en la exp erien cia psicoan alítíca», en op. cit., to m o I, p. 86.
1 2 3 . J. L acan , op. cit., p.87.
83
P o r o tro lado, con respecto a la fu n ció n del «Estadio del espejo»
Lacan dice que: «establece los lím ites entre lo im aginario y lo sim bó
lico en ese m o m e n to de ap rehensión»124.
Será psicótico el sujeto q u e queda en u n a p osición tal q u e surge
com o resultado de que el O tro no la h a significado m ás que en u n vacío
en lo que Lacan llam a el centro de su Ser, prisionero de alguna m anera,
al n o en co n trar apoyo en la cadena significante, tam p o co h a podido
so rtear con éxito el llam ado «Estadio del espejo».
A unque, según las tesis lacanianas, conform e a la estructura n eu
ró tica el sujeto tam b ién está aprisionado, p e ro en u n a re d de signifi
cantes desde el m o m en to en que es hablado. «Si p u ed e parecer siervo
del lenguaje, el sujeto lo es todavía m ás de u n discurso en m ovim iento
universal, su lugar está inscripto desde su n acim iento, así sea bajo la
fo rm a de su n o m b re p ro p io » '25. 1
El ser h u m an o se inserta en el orden significante, en el orden sim
bólico. Es este orden el constituyente del sujeto. La suprem acía de este
o rd e n significante sobre el h o m b re ya está constituida antes del naci
m ien to , son los sím bolos los que envuelven n u estra v ida con u n a red
to ta l a u n a aquellos q u e h a n e n g e n d ra d o al n iñ o . P o rq u e si b ie n lo
en g en d ran «en la carne» ap o rta n a su n acim ien to «el proyecto de su
destino, p ro p o rcio n an las palabras que h arán d e él u n fiel o u n ren e
gado»126. «El sujeto se plantea com o operativo, com o h u m an o , com o
Yo (je), a p artir del m o m en to en que aparece el sistem a sim bólico»127.
T o d a la dialéctica intersubjetiva de las operaciones que se fueron
en u n c ia n d o , tam b ién son posibles d e esq u em atizar p a ra Lacan, en
el esq u em a q u e llam ó L, d o n d e m arc a que el inco n scien te es el dis
curso del O tro .
Así el niño, desde el com ienzo de su vida, se sum erge en el m u n d o
sim bólico que precede su n acim ien to y q u e parece existir con pree
m inencia (el cual está relacionado al lenguaje) y lo real. D e estos dos
polos p arte lo im aginario. Siendo o rd e n ad o r lo sim bólico.
84
Justam ente, es ese lím ite al q u e m ás recu rriré en m is p ro p ó sito s
d e señalar los lugares lógicos p robables p ro p io s d e la situ ació n q u e
p o d ríam o s llam ar «autism o».
C on respecto a estos esquem as y operaciones lógicas, Lacan hace
n o ta r q u e c u a n d o el p sicótico re co n stru y e su m u n d o , al iniciar ese
proceso, inviste las palabras, con lo cual inviste la categoría sim bólica.
En sus p rim e ro s S em inarios, concluye q u e la e s tru c tu ra p ro p ia del
psicótico p o d ría estar en u n irreal sim bólico o en u n sim bólico m a r
cado p o r lo real.
P ero en la h isto ria del sujeto — constituyénd ose en la estru ctu ra
n e u ró tic a en fu n c ió n d e lo sim b ó lic o — p o d e m o s d e c ir q u e él va
to m a n d o im ágenes variables, fragm entadas, no constituidas.
Los laca n ian o s q u e tra b a ja ro n c o n n iñ o s, esp e cialm en te M .
M a n n o n i y F. D o lto, re to m a n y desarrollan am p liam en te en su clí
nica estos tem as. P o r el a ñ o 1954, se ab o rd a en el tradicional sem ina
rio de en señanza de Lacan el p ro b lem a de la psicosis infantil p re sen
tan d o frag m en to s del caso de u n a n iñ a ate n d id a p o r R osine Lefort,
diciendo de la m ism a que se había sum ido en un real sin funciones sim
bólicas n i im aginarias. Luego Lacan dirá que la psicosis en el n iñ o es
discutible, pero que sin duda no está estructurada del m ism o m odo que
en el ad u lto , confesando que, hasta ese m o m e n to (1955), no tenía su
grupo un a doctrina sobre el particular m . A u n q u e con esta afirm ación,
m e parece, inten tab a desalentar a quienes preten d ían «com prender»,
p o rq u e tal vez pensaba que el psicoanálisis de n iñ o s de M . Klein y de
A n a F reud h ab ía en trad o en u n «impasse».
C u an d o desarrolle m i posición, to m aré n u ev am en te la cuestión
del llam ado «Estadio del espejo», organización d e lo im aginario, p ero
o rien tad o s a m i p o sición con respecto al autista.
Seguiré con algunos de los psicoanalistas del cam po lacaniano m ás
conocidos p o r su trabajo en una clínica para el Mamado «autismo». O sea
que la afirm ación recién subrayada de Lacan de n o tener u n a d octrina
con respecto a la psicosis infantil n o arredró a sus seguidores.
P. A u la g n ie r
Son im portantes los aportes de esta psicoanalista, discípula de Lacan,
sobre la psicosis infantil, to m a n d o fu n d a m e n ta lm e n te el co n cep to
128. J. Lacan, «Sem inario I», «Los escritos técnicos de Freud» ED , Paidos. Buenos Aires.
A rg e n tin a. 1 9 8 1 . p. 16 6 y sigu ien tes. T e x to de la C lase del 2 d e feb rero de 19 5 5 .
85
de in co nsciente de la enseñanza lacaniana, organ izad o c o m o hem os
d ich o p o r significantes, p ero da al llam ado «Estadio del espejo» u n a
im p o rtan cia crucial p ara la organización de la p ato lo g ía citad a pero
n o com o plaza originaria de la m ism a. A l arribar a la m ism a se ten d ría
la co rro b o ració n de alguna d istorsión de la c o n stitu ció n subjetiva en
u n e sta d io a n te rio r al del espejo, en la o rg a n iz a c ió n fa n ta sm á tic a
m ad re-h ijo .
H ago m en ció n de este aporte, precisam ente, en ese posible punto
anterior de distorsiones que no estarían marcadas por el Estadio m ism o,
p a ra referirm e a ello c u a n d o p o n g a en co n sid eració n m i p ro p u e sta
p ara el au tism o .
A lo largo de su trabajo analiza, a la luz del pensam iento de Lacan,
tem as im p o rtan tes sobre los inicios de la estru c tu ra subjetiva, sobre
to d o c o n c ep cio n es so b re el c u e rp o y su s fu n c io n e s sen so ria le s en
cu an to a la relación c o n to d o lo llam ado «externo» o, co m o lo llam a
la au to ra, «exterior a sí», en tre lo «prim ario» de estas fu n cio n es y los
signos perceptibles d e la re alid ad 129.
A dem ás utilizaré, de P iera A ulagnier, algunas d e sus co n sid era
ciones sobre los inicios de la representación y el llam ado discurso m a
tern o , que pu ed e traer sustento a algunas de m is interrogaciones. Sus
pro p u estas to m ad as com o referencia h an sido el p ro d u c to de su tra
bajo clínico con la psicosis. N o obstante, creo que, com o se refieren a
los tiem p o s pre-co nstituyentes de la subjetividad, m e resu ltan útiles
p ara el caso del autism o, sobre to d o lo que h a elaborado con respecto
al fantasm a m ad re-n iñ o .
Al respecto, supone que la relación m adre-niñ o preexiste al parto,
p o rq u e la m a d re se re p resen ta al n iñ o , lo im ag in a co m p leto , u n ifi
cado y a u tó n o m o . A través de esta relación, que califica co m o im agi
n aria, ya reviste a ese cu erp o im ag in ad o del n iñ o , p re g u n tá n d o se si
allí n o le está p ro p o rc io n a n d o u n p rim e r d o n libidinal.
C o m o corolario de este supuesto, la m ad re del psicótico se p o n
dría en el lugar del significante de la ley sim bólica com o si «no hubiera
aceptado las reglas del juego», que es de varios térm inos: significante
d e la caren cia, F alo im a g in a rio , el n iñ o c o m o d o n e n c a rn a n d o el
86
« petit a», el A B arrado y la M etáfo ra P atern a q u e d e te n ta la Ley. En
los significantes del discurso inconsciente de esta m adre, n o precisa
ría n in g ú n so p o rte sim bólico, n in g u n a n o rm a, las reglas estarían dis
puestas sólo p o r ella. Las llam a tam b ién «m adre ha-históricas», dada
su m ala inserción en la ley. El n iñ o , en consecuencia, es representado
c o m o o b jeto o rg án ico (en la clase 19 del S em inario «La id en tifica
ción» lo llam a objeto m etab ó lico ), con stitu y en d o , en consecuencia,
un significante n o simbolizable. El niño en esas condiciones n o es m ás
q u e p ro lo n g ac ió n del narcisism o de la m a d re te n ie n d o p re e m in e n
cia significante la o m n ip o ten cia de la m ism a. N iñ o investido a nivel
funcional, p ero n o del deseo, cu erp o hecho de fragm entos (no se lo
invistió co n cu erp o p ro p io ni a u tó n o m o ) vivirá p ara d ar testim o n io
co n stan te de la o m n ip o ten cia m atern a. A ese cu erp o n o reconocido
P iera A ulagnier lo llam ó cuerpo fantasm ado.
C o m o consecuencia de estas operaciones, cuando el n iñ o psicó-
tico se en cu en tre en el «Estadio del espejo», su «yo» ten d rá distorsio
nes p o rq u e sólo verá lo que el O tro le h a organizado: sólo u n cuerpo-
c o n ju n to m u sc u la r y en fu n c ió n de so p o rte del deseo del O tro . Lo
cual hace q ue to d a relación im aginaria con el O tro sea im posible. H ay
v a d o libidinal, dice la au to ra, p o r lo cual, al n o h ab e r p o d id o re p re
sen tar los objetos com o dones y él separado, sigue en fusión a n iq u i
lad o ra con ellos. La d em an d a m atern a n o h a dejado resquicio, p o r lo
q u e el n iñ o así «arm ado» n o tiene posibilidades, n o tiene pautas para
ello, de reconocerse y, p o r lo ta n to , tam p o co de n om brarse.
De alguna m anera, estos prim eros análisis escritos de la experien
cia clínica h an sido referentes im p o rtan tes en la b ú sq u ed a de co n s
truccio n es nuevas p a ra lograr cam bios en estos niños.
Maud Mannoni
T o m a n d o las enseñanzas de Lacan, M an n o n i las aplica a la psi-
copatología de la infancia. P odem os sintetizar en relación a ellas:130
1. U n a co n cepción del síntom a.
2. U n a con cep ción del lenguaje y el registro sim bólico.
3. El n acim ien to co m o sujeto del significante, el n iñ o en el fan
tasm a parental.
87
4, C onsideraciones específicas en la psicopatología infantil de la
Ley, la situación trian g u lar del E dipo, la castración y el deseo,
5, E scucha del discurso parental.
3. El p u n to 3 se refiere a q u e el n iñ o n ac e rá o n o co m o sujeto,
según su integración en la cadena significante. Al principio, será objeto
de la cad en a significante en el discurso del O tro (ya está en el o rd e n
sim bólico), prim ero es situado ya que «La posición del deseo de hecho
n o se elige, el sujeto es víctim a del significante»132.
El su je to d el cu a l h a b la m o s n o p u e d e c o n s titu ir s e c o m o tal
fu era del O tro . Ese O tro debe re c o n o ce rlo en su deseo, es p o r ello
88
q u e se b u scan las pistas del lugar q u e el n iñ o o cu p a en los fantasm as
de sus padres.
Esto es de im p o rta n c ia fu n d a m e n ta l en la o rie n ta c ió n clínica,
p o rq u e la au to ra n o descarta que, en el otro, u n deseo inconsciente de
m uerte convierta al niñ o en un objeto alienado, ya que, para que tenga
la chance de convertirse en sujeto, debe ser reconocido com o deseante
y a u tó n o m o . «Si la respuesta m a te rn a le d a al n iñ o la im p resió n de
ser rechazado com o sujeto deseante, quedará identificado com o objeto
parcial, o b jeto de la d em an d a m atern a» 133. C oncluye que elpsicótico
tiene vedado el acceso al deseo.
V olviendo a la cuestión del deseo en la constitución subjetiva, el
sujeto debe penetrar deseante en la dialéctica de la castración. Pero rei
tera a lo largo de su obra que en esos pasajes fundantes el sujeto puede
tropezar con el deseo inconsciente de los padres que n o los facilitarían.
F, Dolto
A dm irada y criticada, n o puede decirse que haya hecho u n cuerpo
conceptual. Sin em bargo, hay u n a serie d e form ulaciones q u e le son
p ro p ias y q u e so n del uso casi n a tu ra l d e cu alq u ier psicoanalista de
niños. A ntes de ex poner u n a síntesis de su enfoque p ara el autism o,
h aré u n a m ín im a exposición de ciertas ideas que le son propias y que
su sten taro n su clínica co n niños.
A p a rtir de la enseñanza de Lacan dio im p o rtan cia a:
1. Lenguaje y fu nción sim bólica.
2. D eseo y deseo de los otros.
'3. El nacim ien to, y lo que llam ó «prim eros significantes».
4. C u erp o a cu erpo y palabras.
5. Im ágenes del cu erp o y seguridad.
91
6. A vatar es y fallas de la p rim era infancia.
7. P ro h ib ició n y castración hum an izad o ra.
13 4 . L a c u rsiv a es m ía.
1 3 5 . F. D olto, El caso Dominique, Siglo X X I, B u en o s A ires, 19 7 5 .
92
P ero siguiendo las enseñanzas lacanianas, en este p roceso es de vital
im p o rtan cia la fu n ció n del padre. A firm an d o q u e p ara q u e u n n iñ o
esté en el m u n d o sim bólico h ay que ser tres: u n deseo inco n scien te
del p adre para ser concebido, la luz verde del padre, la luz verde, roja
o am arilla de la m ad re y la luz v erde del n iñ o q u e desea encarnarse.
La p alab ra es consustancial al cuerpo: «El sujeto sobrevive sólo
en v irtu d de u n a dialéctica que los seres hablantes expresan m ediante
la palabra y los fantasm as subyacentes»136. T odos los psicoanalistas, a
p a rtir d e Lacan, tam b ién expresarán, com o D olto, que las prim eras
percepciones d e la interacción entre la m ad re y el n iñ o se registran y
con v ierten en signos, elem entos significantes a p a rtir de los cuales se
organiza u n sentido sim bólico. Pero a partir de estas prim eras aplica
ciones de la enseñanza de Lacan a la clínica con niños y a la concepción
de cóm o se co n fo rm an los tiem pos «pre-constituyentes» de la subje
tividad, las especulaciones teóricas se fueron «afinando» cada vez m ás
y volviéndose m ás cautelosas y m enos generalizadoras.
D o lto d irá q u e estas p rim era s p ercepciones, cu a n d o se to rn a n
«reconocibles» p o r parte del lactante, cobrarán u n valor sim bólico de
«agradable» o «desagradable» con referencia a esos «encuentros» con
la m adre.137 Am bos, dice, se inducen m utuam ente «gracias a las m o d u
laciones emocionales vinculadas con las variaciones de tensión de b ie n
estar y m alestar, su convivencia y la especificidad d e sus sep aracio
nes y en c u en tro s, o rganizan articu lacio n es de signos ( ...) . T o d o
e n c u en tro q u e p ro d u c e u n efecto de variación sensible en u n o rg a
n ism o viviente y p o r consiguiente, de m odificación en el ám bito p re
existente, se vuelve significante d e su existencia p a ra el viviente»138.
N o p u ed o dejar de hacer n o ta r que esta afirm ación realizada p o r
D olto en los com ienzos de la década de los años setenta p u ed e ad ap
tarse a las «nuevas» concepciones de las neurociencias q u e com enté
en este trabajo, concretam ente, a las form ulaciones de J. Moizeszowicz.
C o n respecto a esta im p o rta n te form ulación de D olto, concluye
con algo que tam bién tiene vigencia cuando afirm a que si el n iño queda
som etido a sus tensiones internas corre el riesgo de quedar fijado a ellas,
sin p o d e r d a r el paso a la vida sim bólica. C o n c re ta m e n te , h ab la de
13 6 . M . L ed o u x, op. cit., p. 1 1 1 .
13 7 . Si b ien sab em os ya Sigm u n d Freu d h ab ía con cep tu alizad o los con cep to s de p la
cer y displacer.
13 8 . F. D o lto , El caso Dominique, citado en M . L ed o u x, op. cit., p. 1 1 2 .
93
m ortalid ad sim bólica p o r ausencia d e verdadera com unicación in ter
h u m an a.
94
U n o de la p u ra diferencia, p ro d u c to d e la caída del objeto del goce
d e la m ad re . A fin de h ac er m ás clara esta co n c ep ció n , em p lea los
círculos de Euler p ara señalar q u e la lu n eta de intersección de am bos
círcu lo s d isip a, m e d ia n te o p eracio n es m atem áticas d e la teo ría de
los c o n ju n to s, to d a p o sib ilid a d de c o n c eb ir d ic h a situ ació n co m o
sim biótica.
A este m o m e n to de u n ió n con el o tro, D olto lo conceptualiza en
el sentido de q ue el bebé es objeto parcial de la m ad re (en lo que co in
ciden tanto Piera Aulagnier com o M . M annoni), y — en esa posición—
es que to m aría aq u í la figuración de u n a m asa. En este m o m e n to , el
b ebé es n o m b ra d o p o r D olto com o pre-sujeto, pre-Y o, pre-objeto, y
las relaciones sim bólicas se d arían entre pre-sujeto y pre-objeto.
Le da im p o rtancia al «despertar» de las zonas erógenas, facilitado
en este cu erp o a cu erpo del n iñ o con la m am á m asa, d an d o tam b ién
im p o rta n c ia a los efectos d e la ausencia-presencia de q u ien cum ple
la fu n ció n m atern a. Es in teresan te su p ostulado de que si la ausencia
es m u y p ro lo n g ad a, el n iñ o p u ed e llegar a estar cerca de la «m uerte»
sim bólica, p o rq u e perdería los p u n to s de referencia que encuentra en
la m adre. Según su in terp re tació n , cada vez que la m a d re regresa la
continuidad de ser en el bebé se renueva y le sigue d an d o recursos p ara
co n tin u a r c o n la vida. D ebo decir, a la luz de los avances en el p sico
análisis con niñ o s y construcciones al respecto actuales, que si esto su
cede, si el bebé «reanuda», es p o rq u e p u ed e que ya tenga alguna in s
cripción q ue le perm ite dicho «reanudam iento del ser». D olto lo dice
de m anera original, ya que justam ente especula con que esos «encuen
tro s» h acen h u ellas y dichas h uellas so n p u e n te s q u e «balizan» los
m o m en to s de a b an d o n o . Es decir que el sujeto en co nstitución se va
o rg an izan d o — p ara ella « hum anizando»— m ed ian te estos códigos
com partidos entre la m adre y el niño. C om partición posible p o rq u e se
v an estru c tu ran d o im ágenes que se m em orizan y se coordinan.
Ve al nacim iento com o u n a p érd id a p rim era que obligaría a u n a
p rim era castración, p o r lo cual aquí, para D olto, estaría la causa p ara
u n p rim e r duelo. D ebo decir q u e aparece, en esta conceptualización,
u n a especie d e acció n sim b ó lica c u a n d o a ú n n o está o rg an izad o el
inconsciente.
En m i opin ió n , con to d o el respeto que m e m erece el rico trabajo
clínico de m uchos años de F. D olto y su increíble creatividad, hay com o
u n constante tran spolar de acontecim ientos vitales con su correspon
diente lectura de teorización. P ero tam bién es cierto que ella o p erab a
95
clínicam ente al m ism o tiem p o q u e Lacan co n stru ía su m o n u m en tal
edificio teórico, del cual a ú n nos servim os.
5. D o lto to m a el c o n c ep to d e n arcisism o fu n d a m e n ta l co m o
fo n d o im p rescin d ib le de la dialéctica m a d re -n iñ o que, m e d ia n d o
referencias sensoriales, c o n fig u ran lo q u e define co m o im agen del
cuerpo. Im agen q u e le viene de otro .
D ebem os decir al respecto q u e es lo q u e po stu la Lacan, precisa
m en te, en el «Estadio del espejo». P ero diría que D olto le da su p e r
sonal caracterización, ya que para ella en cada etapa de la vida el n iñ o
configura nuevas im ágenes de su cuerpo, en la m ed id a q u e su evolu
ción lo hace ab an d o n ar figuras arcaicas del m ism o, lo cual constituye
u n a p érd id a y, co m o efecto de ésta, u n re tiro de la seguridad básica
que tenía.
Ella hace u n a diferencia entre im agen inconsciente del cuerpo y
el esquem a co rp o ral (siendo este ú ltim o concepto usado en la psico
logía evolutiva).
La im agen inconsciente del cuerpo «está co n stitu id a p o r la a rti
cu lació n d in ám ica de u n a im agen de base, u n a im agen funcional, y
u n a im agen de las zonas erógenas do n d e se expresa la tensión de las
pulsiones»140. Especula con q ue esa im agen se origina en lo fetal, pero
q u e su rep resen tació n aparece m u c h o m ás tarde, in tro d u c ie n d o las
dim ensiones de lo vivido y el tiem po. En estas vivencias, es fundam en
tal to d o lo q u e al respecto se construye en relación co n la m adre.
Agrega a estos postulados que estas im ágenes del cuerpo p u ed e n
rep resentarse tan to en la gráfica com o en el m o d elad o q u e los n iñ o s
realizan.
C u ando considere la gráfica donde tiene asiento una parte de este
lib ro p o n d ré a co n sideración las po stu ras propias que h e elaborado
al respecto.
96
Las ausencias p ro lo n g ad as p o d ría n ac arrear asim ism o u n a p érd id a
de referencias y q u itarle al bebé el apetito p o r vivir. T am b ién podría,
este m ism o factor, ocasionar u n a p érd id a de la im agen corporal co n
seguida. Ig ualm ente, u n a espera m u y larga con respecto a la p re sen
cia de la m a d re p o d ría traer co m o consecuencia un agotam iento del
bebé que lo to rn aría pasivo ante el am b ien te (postulación que guarda
ciertas sim ilitudes co n las tesis de B. B ettelheim ).
C uando se prolonga dem asiado la satisfacción de cualquier nece
sidad, las consecuencias son catastróficas porque, según D olto, p ro
voca la m uerte simbólica, com o si el bebé devorara lo que tiene de unión
con el cuerpo de la m adre — lo que conceptualizó com o «masa»— lo
cual lev a, además, al estallido de la im agen de lo que sería u n pre-«yo»,
u n a im agen del cuerpo residual de la experiencia fetal, antes de la ins
talación del n arcisism o prim ario.
Si b ien m e he abocado a la b ú sq u ed a de situaciones de los tiem
pos pre-co n stitu y entes de la estru ctu ra subjetiva, todas estas h ip ó te
sis de D olto sobre la posibilidad de alguna marca de algo en la vida fetal
no van a ser consideradas en el presente trabajo, pero m e parece nece
sario decir q u e son m ás las investigaciones p o r el lado de las ciencias
de la experim entación q ue p o r el lado del psicoanálisis las que siguie
ro n con estas cuestiones de lo prenatal.
De todos m odos, en el caso p o r caso, cierta lectura que puede hacer
u n p sicoanalista de acontecimientos previos a la vida de un bebé en el
decir de sus padres puede conducir a cam bios en la relación de los m is
m o s con su n iñ o 141.
Siguiendo co n F, D olto, co n sid era q u e el ingreso a la vida sim
bólica está tam bién dificultado p o r la ausencia de sem ejantes que ejer
zan u n afecto activo so b re el bebé: au sen cia de palabras, y caricias.
D espués de m uchos años, las neurociencias actuales to m an exac
tam en te estas ausencias del afecto activo del sem ejante cu id ad o r del
bebé com o la causa del resquebrajam iento del sensorio tranquilizante
constituido p or los neurotransmisores. Señalando incluso que este hecho
tien e consecuencias no sólo en la organización biológica del lactante,
sino com o factor p redisponente p ara las enferm edades m entales cau
sadas p o r estrés.
97
Si la ausencia d e la que h ab lab a D o lto se d a e n tre los tres m eses
d e edad y los doce, n o p erm itirá la instalación y la estabilización del
narcisism o p rim ario . Al m ism o tiem p o , ella im p id e el acercam iento
q u e el b eb é ten ía al m u n d o h u m an iza d o y sim b ólico a través de los
ritm o s del cuidado. Esta ru p tu ra constituye, para D olto, u n tra u m a
tism o q u e varía según cada n iñ o en p a rtic u la r y, del m ism o m o d o ,
variarían las consecuencias del m ism o. O tra vez en cu en tro sim ilitu
des con las hipótesis com entadas d e B runo B ettelheim .
En consecuencia, dados estos postulados teóricos, su clínica con
este tip o d e niños (autistas y psicótícos) estuvo o rien ta d a a restitu ir
lo p e rd id o m ed ian te activas o p eracio n es q u e in clu ían lo sensorial,
lo que llam ó «un cuerpo a cuerpo» niño-analista, para conseguir m iti
gar la fa lta de ser en la que el niñ o se h ab ría quedado.
C uando el niñ o n o recibe elem entos del lenguaje para n o m b rar lo
q ue percibe, tam bién se daña lo sim bólico y term ina p o r «nom brar» en
soledad, sin la referencia del o tro sem ejante. Este h echo p ro d u c irá en
él pautas de lenguaje arcaico articuladas a percepciones sensoriales del
cuerpo: digestivas, m o to ras, percepciones, en to d o caso, extrañas al
lenguaje, debido según la autora, a que n o encuentra referencias signi
ficantes en las personas que lo rodean.
Las referencias a esta cierta «com unicación» co n el cu erp o ta m
bién p u ed en asim ilarse a la experiencia clínica y elaboración concep
tual d e F. T u stin q ue consideré an terio rm en te.
98
llamados a una especie de cuidado extem o de las actividades del cuerpo
infantil, que m arcarían la función castradora necesaria, según el tiem po
de la fase oral, anal y o edípica en que el n iñ o pudiera encontrarse.
99
N o obstante los com entarios, F, D olto ap o rtó u n a en o rm e expe
riencia al psicoanálisis con niños en las «huellas de Lacan» a to d o s los
psicoanalistas del m u n d o q u e hayan elegido el m ism o cam ino. El ex
ten so legado q u e n o s hiciera de sus cu aren ta años de dedicación a la
clínica del psicoanálisis co n niños e n el m edio hospitalario es de una
im portancia fundam ental y sus escritos sobre dicha experiencia siguen
siendo u n a referencia p ara in terro g arn o s al respecto.
R. y R. L efort
En su libro N acim iento del O tro 144, dan cuenta de dos casos clíni
cos de dos niñas pequeñas: u n a de 13 meses y otra de 30. Am bas se en
cu en tran , en el m o m e n to en que R osine L efort com ienza su apuesta
clínica en los años 1951-52 e n lo q u e h o y llam aríam os u n «H ospital
de día» en la « F ondation P arent-de-R osan» que p erten ecía al servi
cio de Jenny A u b ry 145.
Ellos m ism o s explican q u e «se tra ta d e u n a in s titu c ió n asilar
d ependiente de la Asistencia Pública, al estilo de las q u e todavía exis
ten para niñ o s de poca edad que esperan ser colocados, o en la m ayo
ría de los casos, que h a n sido confiados tem p o ralm en te a ella du ran te
la e n ferm ed a d de la m adre» (to m a d o del prefacio del lib ro citado).
R osine L efort p lan tea q u e c u a n d o in icia su apuesta, carecía de
form ación psicoanalítica, pero que lo que operó en ella fueron los pasos
de su análisis personal. Observación a la que volveré cuando saque las
conclusiones finales d e este trabajo.
En la com unicación clínica de R osine Lefort, pueden seguirse sus
pasos, casi cronológicam ente, en los tratam ientos, q u e d u ra ro n unos
diez m eses. M u ch o s años después de estos aco n tecim ien to s, co n la
colaboración de R. Lefort, publica el libro que vengo citando con co n
clusiones y postulaciones de la teoría de Lacan acerca de los com ienzos
de la estructura subjetiva. En m i opinión, es u n intento que da u n salto
de avance de las teorizaciones en la clínica del psicoanálisis con niños
p eq u eñ o s en la d écada d e los o ch e n ta , fecha en q u e se p u b lican los
resultados d e sus especulaciones.
100
M i interés en estas teorizaciones radica en que, p o r u n lado, p a
sando los años, el relato de las sesiones constituye u n a palpitante com u
n icació n clínica c o n la cual a ú n se p u ed e analizar m u ch ísim o «este
comienzo» de la estructura subjetiva, y p o r otro, el hecho de que rem i
ten la experiencia clínica a referencias d e la n o ta c ió n topológica de
Lacan para dicha estructura. N o obstante, señalado este interés p o r las
especulaciones topológicas que hacen los autores, voy a utilizarlas crí
ticam ente según m is propias observaciones, ya con referentes de psico
analistas de la actualidad.
C on referencia al autism o, para los autores que estoy considerando,
n o habría a (semejante) n i A (gran O tro), p o r lo cual concluyen: el a u
tista no se ha estructurado (la cursiva es m ía). Justam ente, que se haya
estructurado o n o m arca u n a posición im portante en las hipótesis te ó
ricas de m i clínica del autism o in fa n til146.
C ontinuando con los Lefort, a partir de la conclusión de que el au
tista n o está estructurado, sin a ni A hay ausencia Real. N o hay A, p o r
que n o se ha inscripto. D icen, en consecuencia, q u e n o hay im agen,
p o r lo cual concluyen que la paciente está aplastada p o r ese Real.
O bservan que ese A o b ien n o está, o n o está perforado. Según
Ledoux, m u ch o s lacanianos h an afirm ado que el A está siem pre, p o r
lo cual n o podría haber «nacim iento del Otro». Entonces conviene p a r
tir de u n A n o agujerado o de nacimiento para el A u?.
Según los Lefort, «si el agujero no está en el O tro, el cuerpo del niñ o
au tístico está ra d icalm en te perforado». D e esta m an era, la paciente
M arie F. n o puede inscribirse al nivel del cuerpo del A, el objeto sepa
rable que p o d ría en c o n trar en él p ara o b tu rar el agujero de su p ro p io
cuerpo, q u ed an d o confinada a llenar sus agujeros (boca, ojos). A esta
altu ra de sus suposiciones, se p re g u n ta n si hay ausencia com pleta144
de significante o tal vez no, pero n o se produce la articulación de lo Real
y el significante. P ara ellos, el significante inicial está excluido, debido
a la cual n o hay sustitución m etafórica, p o r lo cual tam poco hay repre
sió n prim aria.
P o r el tra ta m ie n to es que la n iñ a N a d ia — el o tro caso p re se n
tado— logra disociar a+A, ecuación en la que estaba sum ida, porque,
m e d ia n te la acción de la tera p eu ta, se lo g ró in tro d u c ir u n a p érd id a
101
en el A, p o r lo cual salió de la ad h esió n y /o fascinación en la que se
h allab a. La ac ció n te ra p é u tic a a la q u e apeló R osine (la te ra p e u ta )
fue nombrarla cada vez que N adia se en co n trab a frente al espejo p o r
q ue, según ella, esta acción c u m p liría «après-coup» c o n la a firm a
ció n de Lacan: c u a n d o el su jeto es n o m b ra d o , re cib e u n a in tim a
ció n del A.
Sin m etáfo ra n o h a y m eto n im ia , siguen los autores, p o r lo cual
los objetos Reales n o en tran en la dim ensión im aginaria, y es p o r ello
que n o se h a dad o lo especular en estas niñas, y hay u n a om nipresencía
del A. La m etáfora Paterna puede, en estos casos, estar disuelta (cursiva
m ía) o faltar radicalm ente.
N o obstante, p u ed e ser — especulan— que, en el caso de N adia,
esté en u n tie m p o tal q u e el sig n ifican te co n serv a u n a b rech a, y es
d eb id o a ello q u e p u ed e caer lo Real d o n d e estaba su m id a, y p u ed e
com enzar a metaforizar. Real que cae, según los I .efort, cuando es n o m
b rad a frente al espejo.
H a c e n u n a in te re s a n te p o sic ió n del e sta d o del c u e rp o d e las
n iñ as estu d iad as según el estadio p o r el cual tra n sc u rre n antes de la
p o sib ilid ad de m etaforizar: así ubican a M arie F rançoise en lo m u s
cu lar, casi co n v u lsiv o , m ie n tra s q u e N a d ia esta ría y a en el c a m p o
escópico p ero p re-especular, c o n la p osib ilid ad del significante p re
existente.
Especulan con que cuando el agujero no está en el cuerpo del O tro,
el sujeto, en sus inicios, no p u ed e vivirse com o agujereado en su p ro
pio cu erp o , p o rq u e es rellenado co n stan te m e n te p o r los objetos del
cu erpo del A, ya que los agujeros del cuerpo son a través del A.
El to m a r al cu erpo co m o «la superficie del cuerpo ( ...) lugar de
la estru ctu ra del p u n to de p a rtid a de la vida»149 les p erm itió referen
cias a la topología lacaniana. La m ism a fue to m ad a desde el p u n to de
vista de la estructura inicial del sujeto que, para los autores, pasaría p o r
dos estadios: una estructura de superficie, Banda de M oebius y C uerpos
tórico s. P lan tean q u e antes debe darse lo especular, p e ro n o ub ican
entre cuales o d u ra n te cuales estadios de los enum erados.
H acen u n a in teresante descripción de lo que seríp. u n m o m e n to
pre-especular, p ero n o generalizan, lo adjudican a M arie Françoise.
La niña estaría, en este m om ento, en u n a relación con el otro m ediante
102
el espejo, a través de la im agen q u e él le devuelve, en la que sólo hay
adhesión, sin dim ensión de la pérdida, porque n o hay carencia de objeto
en A. Para ellos, hay una situación de ambivalencia, ya que habría h u e
llas de lo sim bólico.
Ya en lenguaje topológico, caracterizan, en consonancia al m ism o,
q ue M arie Françoise se en c o n trab a en u n a suerte d e ecuación a d h e
siva: α+Λ y la an alista p ro c u ró la representación de d ich a ecuación.
Las conclusiones están m editadas a p artir de estrictas observacio
n es clínicas. En el capítulo titu lad o «C línica y topología» consignan:
103
« im p u esto la clínica», lo cual p o d ría, según ellos, fo rm u larse d e la
m an era siguiente:
104
C u a n d o los a u to re s c o m e n ta d o s p la n te a n q u e sin A h ay so la
m e n te Real, m e p arece q u e deb iera h ab e r m ay o r precisió n e n tre lo
q u e llam am os realidad y el R egistro de lo Real. Ya q u e lo Real co m o
reg istro d e la su b jetividad va a surgir co m o tal p o r la in cid en cia del
len g u aje e n el c u e rp o , q u e h a sta ese in s ta n te es u n p u ro se n so rio
del q u e n o se tie n e co n o c im ien to , a ú n antes d e q u e se establezca lo
q u e F re u d lla m ó « y o -n o yo», d o n d e se esb o z a ría el c o m ie n z o de
« ad en tro -afu era» .
A hora n o voy a entrar a considerar (lo haré m ás adelante) qué sig
nifica decir q u e algo existe realmente. P or el m o m en to , sólo m e parece
que p u ed o decir que hay una realidad continua no tocada por el lenguaje
pero que el sujeto, antes de ser u n sujeto de m etáfora, es un viviente de
la especie que n o tiene form a de dar cuenta de los resultados de sus sen
saciones, a n o ser p o r m edio de m ovim ientos del cuerpo, que en to d o
caso so n «interpretados» p o r alguien de su am biente próximo.
C uando los autores dicen que es u n p u ro Real, tal vez tendrían que
hacer la especificación acerca de que se refieren a lo real del cuerpo.
Al decir que hay «un nacim iento del O tro», hay que recordar que,
en su m o m e n to , m uchos lacanianos afirm aro n que el A de u n n aci
m iento p ara el bebé está siem pre; en consecuencia, debiera hablarse de
u n nacim iento para el Otro. Lo cual tam p o co da cuenta de lo q u e de
biera considerarse. Ya que la estru ctu ra de la cual hablam os es en té r
m inos del significante, por lo cual no es algo que pudiera definirse com o
«estable», tal co m o u n a nosografía. En consecuencia, cada vez que se
habla del O tro , debiera circunscribirse a qué o tro nos referim os: O tro
del lenguaje, O tro P rim ordial, etc.
En cuanto al «nacim iento» del sujeto de la m etáfora, del sujeto de
lo inconsciente, se debería considerar que, antes que esto suceda, de p ro
ducirse com o tal, están u n bebé y sus padres de la realidad, que to d a
vía n o en carn an n in g ú n significante.
El O tro es un lugar significante en u n a estructura conform ada p o r
los m ism os. Entonces, pregunto: ¿a qué se referirían con esto de q u e el
A está siem pre? P o d ría decir, p a ra ap ro x im arm e m ás al concepto de
estru ctu ra d ad o p o r Lacan, que, en to d o caso, p u d iera haberse dado
la posibilidad d e la inscripción significante del «Rasgo U nario», pero
si esta operación no ha sucedido, sólo puede haber quedado la marca de
u n O tro ya sim bólico, p ero sin eficacia. Y p o r o tro lado, pensar que
lo que está siem pre, precediendo al acontecimiento del nacer, es el O tro
de la cu ltu ra o el O tro del lenguaje.
105
M e llam a la aten ció n q u e n o se hable en este p u n to , en las espe
culaciones de los autores, de la fu n ció n de corte, que, en m i o p in ió n ,
h ubiera arrojado m ás luz sobre este tem a, que n o deja de ser atractivo.
S egún los L efort, «el c u e rp o del A n o p e rfo ra d o c o rre sp o n d e a u n
cu erp o agujereado del sujeto» (se su p o n e q u e en co n stitu ció n ). P o r
lo tanto, m e parece que, prim ero, se transpola cuerpo m aterno al lugar
del O tro P rim o rd ial com o significante, que en cu an to tal no significa
nada. Segundo, ¿por qué el cuerpo del sujeto queda agujereado? Veamos:
creo que, a p a rtir de la lectu ra de las observaciones clínicas d el caso
que los llevó a estas especulaciones, hoy podríam os decir que los agu
jeros del cuerpo no son m ás q u e agujeros desde lo anatóm ico, p o rq u e
si n o están erogeneizados p o r ese O tro P rim o rd ia l que va a c o n to r
nearlos, precisam ente, el n iñ o n o tiene vivencia alguna de ellos. Es el
circu ito lib id in al q u e p o n e en m arc h a el O tro el q u e va a marcar los
agujeros co m o zo n a erógena.
En esa m ism a línea de análisis, se dice q u e «si el agujero n o está
en el O tro, el cuerpo del n iñ o autístico está radicalm ente perforado»153.
Al respecto, creo q u e si en la cadena significante del discurso sim b ó
lico del O tro n o h ay lugar p a ra el n iñ o , p o d ría m o s decir solam ente
en ese sen tid o q u e n o le ha p ro p o rc io n a d o « u n agujero d o n d e alo
jarse» y que, en consecuencia, los dos son «una sola m asa». Así, p o r
ejemplo, se p o d ría pensar en la boca del bebé y el pezón com o u n a m asa.
Q u e el bebé «puede te n e r la sensación» de que n o tiene cuerpo p ro
p io, p o rq u e en térm in o s de la teo ría de la e stru c tu ra de la subjetivi
d ad n o h u b o co rte, n o h ay com ien zo del p ro c eso de o rg a n iz ar i(a)
p a ra q u e advenga «yo».
C uando dicen que M arie Françoise no puede inscribir al nivel del
cuerpo del A el objeto separable que podría encontrar en él para o b tu
ra r el agujero d e su propio cuerpo, pienso que q u ien debió alojarlo es
el o tro, que es q u ien com ienza la dialéctica del deseo en u n «set» nar-
cisístico. En los espacios que deje el discurso m aterno con sus ausencias,
es que el bebé, en vías de constitución de su subjetividad, buscando el
«objeto» perdido p o r esos cortes q ue p roporciona la ausencia, irá p ro
duciendo la serie de objetos, que surgen p o r el deseo de obtener aquel
p rim ero , el del goce.
106
T am b ién p lantean que hay o b ien u n a ausencia com pleta del sig
nificante o falta radicalm ente. Eso suscita interrogantes al día de hoy
con respecto a la situación, desde las coordenadas q u e estam os trab a
jando» p o r lo cual, p o r el m o m en to , m e pregunto: ¿la presencia del sig
nificante, p u ed e ser a medias? Esto, adem ás, m e recu erd a posiciones
actuales sobre, ju stam en te, en q u é po sició n se e n c u e n tra el au tista.
Frente a la falta de este significante prim ordial, ¿carece de estructura,
y es, en consecuencia, u n a a-estructura?
En este o rd e n de conceptualizaciones, p lan tea n tam b ién q u e lo
q u e n o se h a p ro d u c id o en el caso de M arie F rançoise es u n a artic u
lación entre lo Real y el significante donde, m e parece, se deja de lado
el p ro ceso d e M arca q u e azaro sa m e n te q u e d a (p o r la re p etició n ) a
m o d o de huella del acontecim iento, y que dará lugar al Rasgo U nario,
único m o d o de q u e se constituya U no y entonces sí, la posibilidad del
sujeto de la m etáfora.
Si dicen q u e n o h a h a b id o «represión originaria», n o h a h a b id o
c o rte , y es p o r eso q u e la p a c ie n te citad a p u e d e estar fo rm a n d o
«masa» con el o tro a m inúscula, p o rq u e la rep resió n del p rim e r sig
n ifican te n o se h a p ro d u c id o . P odem os p en sa r q u e to d o el proceso
de in scrip ció n del m ism o n o tu v o lugar. Si es así, dich o significante
n o h a o p erad o .
P ara la pacien te N adia, s u p o n e n q u e se e n c o n tra b a a d icio n ad a
al O tro , p o r lo cu al m u e s tra n c o m o a d h e s ió n la fó rm u la d e a+A.
Pero, si es adhesión, debiera aparecer, en to d o caso, co m o a A, ya que
la su m a p o n e en tre am bos térm in o s el signo «+», que indica sep ara
ción — la que los autores dicen que n o hay— , p ero el térm in o «adhe
sión» in d ic a q u e h u b o dos e n tid a d e s separadas y q u e, p o r a lg u n a
razón, ap arecen adheridas, y en este caso, vuelvo a decir, que, es, en
to d o caso, u n a m asa d onde el significante SI n o tuvo lugar. H ay ta m
b ién , p o d ría m o s decir, el m u n d o , p ero n o h ay u n a escena a rm a d a
m a d re -n iñ o so b re el m u n d o , p o rq u e faltan los elem entos iniciales
de d ich o arm ad o .
E xponen que el éxito logrado en las operatorias clínicas de Rosine
L efort fue el p ro d u c to de su acción de N om brarla, lo que hizo q u e la
n iñ a p u d iera reprimir la im agen de la adhesión. Pienso que el efecto
exitoso se debió a que la analista, en su hacer, com o tal, efectuó la acción
de inscrib ir lo q ue no se había inscripto, el significante p rim ero , con
la eficacia del corte de su nombrar, en lo que hasta ese m om ento era u n a
sola m asa. E n cu a n to a que fue n o m b ra d a frente al espejo, d o n d e se
107
e n c o n tra b a co o p tad a , p ien so que p u d o h a b e r sido en u n a c o a p ta
ció n m u y p rim ig en ia del ver p asa n d o a m irad a. P o rq u e si n o había
separación, co rte, tam p o co había m irad a154.
Finalm ente, cuando to m an en la ú ltim a p arte del libro las figuras
de la topología, explicitan que la psicosis es la a estructura. Lacan explicó
largam ente la estructura psicótica com o u n a de las estructuras clínicas
del su jeto fren te al O tro , m a rc a n d o los efectos de la m ism a en el
esquem a de Schreber y en u n tipo específico de n u d o cuando trabaja
Joyce. A n o ser que los autores consideren que el autism o es u n a psi
cosis, n o p o d ría entenderse esto de que la psicosis n o tiene estructura.
Seguidam ente, m u estran la posibilidad de dos estadios de esa estruc
tura que acaban de decir que no lo es. A no ser que se suponga que n o es
la neurótica y que ésta últim a, además, sea la única estructura que deba
m os considerar com o tal.
T o m a n d o los estadios de esta estructura que es pero no es, m a r
can u n p rim e r estad io d e la m ism a ilu s trá n d o lo c o n la c in ta de
M oebius, q u e es u n a figura n o orientable. P ero si esto fuera así, c o n
sidero q ue ya hay u n com ienzo del sujeto de la m etáfora, p o rq u e h a
habido deseo de llegar al peq u eñ o o tro , p o r lo cual se p ro d u jo la to r
sió n q u e caracteriza a la b a n d a . Y si h u b o to rsió n , hay agujero que
m arca la iniciación de la dialéctica de las separaciones, intervalos del
«a» co n el a (p eq u eñ o o tro sem ejante), b ajo la o rganización del sig
nificante fálico, en este m o m e n to lógico, significante de la carencia.
El discurso m atern o tiene lugar p o rq u e el significante prim ero Rasgo
U n ario fue m arc ad o y en síntesis ha com enzado la dialéctica edípica
en el p u ro im aginario.
P o r to d o esto, m i p o sició n , que sirve de fu n d a m e n ta c ió n a m i
pro p u esta clínica, es que, en to d o caso, podem os in ten tar pensar que
se trata de una banda cilindrica pero no de M oebius, que es la propia del
sujeto en vías de ser sujetado, carente, deseante, parlétre, n ad a de lo
cual sindica al autista.
En cu an to al segundo estadio, se ilustraría, según los autores, en
u n to ro , pero confiesan la dificultad de pensar el pasaje de u n a figura
a la o tra .155
108
N o o b stan te m is com entarios, la experiencia de R osine L efort y
sus conceptualizaciones son u n referente que a ú n b rin d a la posibili
dad del estu d io y de la in terro g ació n en los enigm as del autista.
F u n d am en talm en te, m e p arece m u y rica la ap u esta de p o n e r a
p ru e b a las o p erato rias lógicas de la topología lacaniana m ed ian te la
clínica.
H acer que la clínica in terro g u e a la teo ría es u n hacer p ro p io de
los psicoanalistas, p o rq u e n o se tra ta de u n saber cerrado.
M e parece o p o rtu n o d estacar el v alor en la b ú sq u ed a q u e tien e
el deseo del analista, lo cual hace m ás n o tab le el trabajo de los a u to
res q u e he considerado.
109
C a p ít u l o III
P ara o rie n ta r en la clínica del au tism o in fan til desde co n cep to s del
psicoanálisis, seg ú n m i ex p erien cia en ella, h e te n id o en c u e n ta los
siguientes objetivos.
1. U b icar disposiciones d e la estru c tu ra subjetiva desde los c o n
ceptos del psicoanálisis que conform en u n estatuto para el lla
m ad o « au tism o infantil», y q u e ellas c o n stitu y a n el a p o rte a
u n a clínica posible en el trabajo interdisciplinario
2. P resen tar operatorias clínicas teniendo en cu en ta lo m en cio
nad o en el p u n to 1.
3. C o n cep tu a liza r el au tism o desde las co o rd en ad a s del p sic o
an álisis y d esd e la in te rd isc ip lin a , lo cu al m a rc a rá alg u n as
posiciones con respecto a la gráfica, la estim ulación, la m usí
co terapia y otras actividades de los n iñ o s co n este diagnóstico
aten d id o s en el C en tro d e D ía «Lanfranco C iam pi»156.
111
En cu an to a las leyes de la estru ctu ració n subjetiva, h a de to m a r
u n a im p o rtan cia vital el pasaje que el n iñ o p u ed a hacer p o r la situ a
ción que J. Lacan describió com o «Estadio del espejo». Situación que,
en m i experiencia, m arc a u n a división n o ta b le e n tre el n iñ o q u e la
h a so rteado y el q u e n o lo h a logrado; los efectos son observables en
su situ ació n social co n los sem ejantes, en n iñ o s cro n o ló g ic am en te
m ayores a la edad a p ro x im ad a en la cual se dé el citado estad io 127, en
algunos co m p o rtam ien to s y a u n en la p ro d u cció n de trazado que no
alcanza el estatu to de lo que llam am os u n d ib u jo 158.
15 7 . J. Ia c a n , sigu ien d o a H . W allo n , ubica este estad io entre los seis y los d iecio ch o
m eses d e edad.
15 8 . O b serv ació n q u e p resen taré co n el c o rresp o n d ien te m aterial p a ra u n a lec tu ra
po sib le de los tiem p os subjetivos probables en que pueden-liallárse algun os niños
sin dicados com o autistas.
15 9 . M u ch as d e las con sid eracion es desde este d iscu rso se fu e ro n d esarro llan d o a lo
largo de lo s c o m en tario s a la o b ra d e lo s psico an alistas en el C ap ítu lo Segun do .
«En las huellas de Lacan».
112
V eam os, entonces, có m o se su p o n e que surge el sujeto de lo in
consciente, to m an d o la línea lacaniana de su producción, en la m edida
en que lo ú n ico que soporta la existencia del m ism o es la existencia del
significante y sus efectos.
En cu an to al significante, todos tienen com o soporte un trazo que
desde el p u n to de vista lógico n o tien e c o n ten id o subjetivo alguno,
p o r lo cual es ú n ico y uno. D e esta u n icid ad es de la cual parte.
U n icid ad del Einziger Z u g U0 freudiano, so p o rte de la diferencia,
to m a el fu n d am en to (unido a los aportes de la lingüística) del signifi
cante u n o : SI en busca d e co m p letam ien to en el significante S2,
En el intervalo q u e va del SI al S2, h a d e surg ir el sujeto q u e nos
ocupa: b arrad o y carente, en la b ú sq u ed a p erm a n en te de respuestas
en el O tro . Estas operatorias n o están dadas p o r tiem pos cronológicos
sin o e n su p u esto s de tiem p o s lógicos: al b u sca r siem p re en el o tro ,
pu ed e decirse que yo es otro. P ara que esto suceda, para que advenga
el significante u n o , necesitam os p o r lo m enos tres tiem pos:
1. De los m uchos acontecim ientos prim eros en la vida de u n bebé,
u n o se m arcó, dejan d o huella.
2. Esa huella debe sufrir u n b o rram ie n to .
3. E n lu g ar d e la h u e lla su rg e u n « re p re s e n ta n te -re p re s e n ta
tivo»141, q u e en térm in o s lacanianos es u n significante.
160. T érm in o alem án utilizado p o r Freud, que fue traducido al castellano com o «Rasgo
U n ario ».
1 6 1 . S. Freud llam ará «representante representativo» a un concepto equivalente a aque
llo que, previam ente, en la «C arta 52» , u b icó co m o cada u n o d e los elem entos del
«segu n d o registro o tran sc rip ció n » (in co n scien te). V éase « C arta 5 2» , en Obras
Completas, to m o I, B ib lio teca N u e v a , M ad rid , 19 7 3 . T ra d u cc ió n de Lu is L óp ez
B allesteros y de T o rres.
16 2. Si bien puede decirse que S. Freud ya la describe en un «Proyecto de una Psicología
p a ra neu ró lo gos» , de 18 9 5 , en Obras Completas, to m o 1, op. cit., p. 209, recién va
113
tiem p o p o ste rio r, el juego del «Fort-Da» q u e p re se n ta en «M ás allá
del p rin cip io del placer»163.
E n la p rim e ra experiencia, que llam ó «de satisfacción», describe
cóm o ella va d an d o lugar a la situación en la q u e el niño, en la necesi
d ad de alim entarse, sufre ten sió n , la cual hace que surja la catectiza-
ción co rrespondiente. Así, es catectizada la im agen de la persona que
acu d ió en ayu d a del bebé, lo que p ro p o rc io n a algo como el inicio de
la p ercep ció n p a ra Freud. Es decir q u e dicha im agen deja u n a huella
catectizada, es la huella m ném ica de este acontecim iento. En esta h u e
lla es q u e el n iñ o h a rá las «llam adas sig u ien tes» , cada vez q u e se
en cu en tre co n la necesidad, p o rq u e ya hay u n a presencia virtual a la
que p o d em o s llam ar O tro (A).
F re u d d irá co n re sp e c to a esta ex p e rien cia q u e el a p a ra to p s í
q u ico tie n e la p ro p ie d a d d e q u e el a p re m io d e la n ec esid ad lleva a
creer que percibe el objeto que calm ará la necesidad — de allí q ue grite
o llam e— .
En la o tra experiencia citada, la del «Fort-Da», el n iñ o sim boliza
en el juego de la ap arición y desaparición del carretel las presencias y
ausencias de la m adre, hace presente y ausente — im aginariam ente—
a la m ism a. En este acontecim iento, tam bién podem os entender cóm o
el objeto real se convierte en sim bólico, ya q ue éste, en tan to carretel,
deja de ser tal p ara convertirse en el m o v im ien to m ism o de la ap ari
ción y desaparición, sólo señalado p o r los fonem as «Fort» y «Da»"'4
detrás de los cuales h a desaparecido el objeto carretel.
En las d o s experiencias se efectivizan el papel de la libido, fu n
ciones de corte, pero tam bién u n a oposición que m arca distintos tiem
pos de la ru p tu ra de la unificación entre el objeto y el significante, b o rra
d u ra de la huella o corte entre representante representativo ( Vorstellung
y Vorstellungsrepräsentanz), a éste últim o concepto freu d ian o Lacan
lo trad u c e co m o los elem entos del inconsciente, p ero n o es ya el in
consciente organizado co m o tal.
en u n ciar el con cep to de « viven cia de satisfacció n» en «La in terp retac ió n d e los
sueños», d e 18 9 8 , en Obras Completas, to m o I, op. cit., p. 3 4 Í . J
16 3 . S. Freu d, «M ás allá d el p rin c ip io del placer», en Obras Completas, to m o X V III,
A m o rro rtu , B uen os A ires, 19 7 9 .
16 4 . F o n e m a s e n a le m á n q u e se tra d u c e n p o r « ¡S e fu e !» y « ¡A c á e stá!» , S. F r e u d ,
op. cit., p p . 14 y 1 5 .
114
P roducido éste últim o, el sujeto estará en condiciones de hacer su
entrada al m u n d o sim bólico, lo que le p erm itirá todos los juegos m e-
ton ím ico s y m etafóricos en el fu tu ro .
En los Esaitos, Lacan dirá con respecto al juego de presencia-ausen
cia que su acción destruye el objeto que hace aparecer y desaparecer en
la provocación anticipadora de su ausencia y su presencia. Cito: «El sím
bolo se m anifiesta en prim er lugar com o asesinato de la cosa, p ero p er
m ite m antener la identidad del objeto aunque no esté todavía al alcance
de la función sim bólica que nos p erm ite ad q u irir el lenguaje»165.
Agrego que, al proceso de la form ación del sím bolo, H . W allon lo
llam ó « p ensam iento interior» y es el que p erm ite fo rm ar conceptos.
Tal com o h a n repetido psicoanalistas del cam po lacaniano, desde
m u ch o antes del nacim iento del bebé y desde m u ch o antes de su co n
c e p c ió n , ex iste u n m u n d o d e le n g u aje d o n d e in c e s a n te m e n te se
co m b in an significaciones y códigos de to d o s los pró jim o s q u e van a
rodearle. En p rim era fila estará, p o r lo general, la m adre.
Ella ya está inscripta en lo simbólico (en este m odelo ideal que estoy
p re sen tan d o ). En este tiem p o lógico p re-co n stitu y en te, el n iñ o está
situ ado desde la lógica en los fantasm as de la m adre. P o r lo ta n to se
trata, casi, de la génesis de los prim eros intercam bios que van del n iñ o
a la m adre según u n eje de satisfacciones recíprocas: m am á que cuida
am and o y gozando y niño cuidado y am ado que goza de su m adre, en
tan to ella es u n sujeto deseante.
Pero es necesario tam bién que este goce no la conform e p o r m ucho
tiem p o , ya q u e su interés tam b ién está guiado p o r o tro vector: lugar
significante de lo que llam am os padre sim bólico, encarnado general
m en te en el p ad re del bebé.
P o rq u e de entrada, en los inicios del inconsciente están estos dos
cam pos: el del sujeto y el del O tro . En éste ú ltim o se sitúa el S2, p ara
d ar origen a la cadena significante: «El O tro es el lugar donde se sitúa,
en la cadena del significante q u e rige to d o lo que, del sujeto, p o d rá
hacerse presente, es el cam po del viviente d o n d e el sujeto te n d rá que
aparecer. Y he dicho que, p o r el lado de ese ser viviente, llam ado a la
subjetividad, se m anifiesta esencialm ente la p u lsió n » 166.
115
U n tie m p o fu n d a m e n tal a n te rio r a la organización subjetiva lo
constituye el llam ado «Estadio del espejo», que se explicó en las c o n
sideraciones de los conceptos fu n d an tes de J. Lacan que he to m a d o
p ara este trabajo.
M e parece im portante, n o obstante lo ya explicado, consignar que
si el bebé nace prem aturo en cuanto a lo inacabado del proceso de mie-
linización, p o r ejemplo, podem os pensar que el prim er aparato de apre
hensión y control del espacio sea anterior a la m otilidad, hablo del apa
rato visual. En la co n stru c ció n del espacio visual, tien e im p o rtan cia
el aparato auditivo, pero la visión tiene u n a fuerza natural o u n valor
estructural que le es propio para la construcción de «un campo».
A esta co n stru cción, la hem os considerado absolutam ente anti-
cip ad o ra. H ab lo de lo que o cu rre d u ra n te el llam ad o «Estadio del
espejo», tiem p o al que p odem os considerar, entonces, com o o rgani
zado p o r u n p rim e r aparato de control, de conexión y contacto con
el llam ado « m u n d o externo».
C o nviene aclarar que lo que o rien ta la organ ización del cam p o
que estam o s c o n sid e ra n d o es la im ag en m a te rn a q u e co n d e n sa, a
m an era de red, ciertas exigencias, dem andas, pedidos que se o rie n
ta n hacia este a-su jeto y cuyo origen p u e d e n re m o n ta rse lejos en la
h isto ria del deseo m a te rn o 167.
D iálogo sui generis entre esta m ad re que p u ed e decir «me quiere
decir algo» o «es co m o si m e quisiera hablar», etc., y que tan to estu
d ia ro n (y se sigue h ac ie n d o ) W in n ic o tt co m o Spitz (e n tre los m ás
conocidos).
De todos m odos, este ro n ro n eo del bebé con su m am á y las pala
bras de ella tien en u n p u n to de apoyo en el ojo que lo m ira.
En este espacio óptico, se constituye u n espacio libidinal, y es lo
que se p u ed e llam ar tam b ién u n in tercam b io de fascinaciones recí
procas. Así ten em o s entonces que p o d em o s asim ilar al ojo a u n o de
los ap arato s de co n tro l del m u n d o circ u n d an te al bebé, y tam b ién a
u n a p a ra to de a p re h e n sió n lib id in a l en u n a d im e n sió n in m e d ia ta
con la m adre. ,
Las conexiones an terio res a esta, de ojo a ojo, ten ían , p o d em o s
decir, u n a cierta m aterialidad. AI co nector concreto y c o n tin u o que
es el co rd ó n , al que le sucede el co n ecto r discreto pecho-boca. P ero
116
en «el ojo a ojo» ya n i siquiera está la m aterialidad de la leche, se trata
de u n a m aterialid ad im perceptible dada p o r el rayo óptico.
P o r lo ta n to , de ese rayo, lo ú n ic o reg istrab le so n sus efectos:
el ojo del Otro. P ero la consecuencia fu n d a m e n tal de este e n c u en tro
será la posibilidad de la mirada.
E n la en señanza de F reud, p o d em o s e n c o n tra r antecedentes de
lo que estam os p ro p o n ien d o , ya que en «Pulsiones y destinos de p u l
sión» construye u n a secuencia que va desde la p ulsión visual (voyeu-
rism o -ex h ib icio n ism o), p asando p o r la p u lsió n oral, anal (sadism o-
m aso q u ism o ), h asta la fo rm a final de la organización de la pulsión:
a m o r-o d io . E n estas secuencias, es evidente la im p o rta n c ia del ojo
co m o o rg a n iz a d o r p u lsio n al, ya q u e es el p u n to de p a rtid a de u n a
serie de p ro c eso s cuyo re su lta d o será la c o n stru c c ió n de p ro c eso s
id en tificatorios.
P odem os resu m ir diciendo que el ojo se halla en la base de to d a
identificació n , que necesariam ente su p o n e siem p re la p resencia de
otro , p ero con to d o el valor de la función de la pulsión escópica en lo
que constituye la m irada.
En el «Estadio del espejo», p o r la m ira d a del o tro , se o rganiza
tam b ién , com o sabem os, el cuerpo; es el otro con su m irad a q uien lo
organiza.
La in teg ra ció n del c u e rp o frag m en tad o del b eb é será u n re su l
ta d o de su c o o rd in a c ió n m o to ra y la anticipación que de la m ism a
realiza el fenóm eno óptico especular.
La frag m en tació n es resu ltad o de la p arcialid ad de la in fo rm a
ció n orgánica, p u esto que la in fo rm ac ió n que el cu erp o su m in istra
es n ecesariam en te focal; de ahí q u e sea precisable. P o r ejem plo: u n
d o lo r de m uelas es localizable p o r el «percipiens» en fu n ció n de que
las sensaciones son, pese al au ra que p u ed e en to rn a rlas, p u n tu ales.
El que u n sujeto p u ed a trascen d er esa parcialidad de la in fo rm ació n
co rp o ral es consecuencia directa de la co n stitu ció n de u n a «imago»
(im ago que se verifica au n en la psicología anim al, según trabajos del
etó lo g o L o re n z y o tro s) tal q u e p e rm ite u n ific a r en u n a «gestalt»
to d o s los elem entos puestos en juego. C on lo cual podem os decir que
la constitución del Yo es absolutam ente solidaria con la constitución de
una imago en la que intervienen redes de significaciones ajenas al «per-
ceptum » mismo, como es el caso de la exigencia m aterna en la fascina
ción especular.
117
A sí, la p e rc e p c ió n es a b s o lu ta m e n te c o n g ru e n te c o n el fe n ó
m e n o de la ilusión, de d o n d e se in fiere q u e h a b la r de «im agen» en
psicoanálisis exige h ab lar d e u n a imagen producida, es decir, sobre-
determ in ad a.
C u an d o hablam os de «im aginario» hablam os de ilusión, p o rq u e
n o p o d em o s ten er garantías sobre la «verdad» de la im agen, ya que,
p o r ejem plo, decim os que «vemos» levantarse y ponerse el sol cuando,
en rigor, n o es verd ad n i lo u n o n i lo otro.
El re g istro im a g in a rio es la sede de lo s fe n ó m e n o s de ilu sió n .
E ntonces, la co n stitu ció n del yo es ab so lu tam en te solidaria con
la co n stitu ció n de u n a im ago, en la q u e intervien en redes de signifi
caciones ajenas al «perceptum » m ism o, co m o es el caso de la exigen
cia m a tern a en la fascinación especular.
Está sobredeterm inada, producida, p o r los m ovim ientos del sujeto
que m ira (el o tro especular), q u e m ira con a rro b am ien to , p ero ap a
rece y desaparece, y el n iñ o lo sigue p ero em ergiendo d e la alienación
ab so lu ta de la presencia m aternal.
S up o n em o s a estos sujetos m a d re -n iñ o que llam arem os a y «a»
en «intercam bios» ¿Qué es lo que intercam bian? Al m enos en el cir
cuito pecho-boca, m iradas m utuas. P o rq u e en el am am an tam ien to ,
ad em ás de la leche q u e allí circula, circu lan o tro s atrib u to s: dones.
P ara la m adre, p o r ejem plo, la importancia m ism a de ser m adrem .
Para la m adre, lo sepa o no, se juega tam bién un proyecto que no
es cualquiera, es el de hijo.
E n cu anto al niño, h a com enzado para él la posibilidad de la c o n
secu ció n de o b jeto s p o r ese re sq u icio q u e la m a d re deja c u a n d o lo
priva de su presencia.
Efectos, en cu an to a los esquem as lógicos de Lacan, de la in trin
cación y distinción de los registros im aginario y sim bólico, ejes nece
sarios p ara el ser hablante.
P o r lo fu n d a m e n ta d o h asta aq u í, p ro p o n g o , en m i clínica del
psicoanálisis con n iñ os llam ados «autistas», que su situación de tales
es el efecto de un singular estado de los mismos en los tiempos pre-cons-
tituyentes de la estructura subjetiva, tiem p o s en q u e au n n o cuentan
los tiem p o s lógicos de la estructura, que sitúo antes de las operatorias
que dan lugar al Estadio del espejo.
118
E n co n secu en cia, p ro p o n g o situ a r la «existencia» del llam ad o
«autism o» en u n estado «sensorio-m otor» sin investidura y sin haber
sido penetrado con eficacia por el lenguaje.
El lenguaje hace cortes discretos en la realidad, que, de lo c o n tra
rio , seria c o n tin u a . En c o n se cu en c ia , el c u e rp o to p o ló g ic o q u e le
co rre sp o n d e ría a la situ ació n au tista sería la b a n d a cilin d rica co m o
— la m etáfo ra va de m i p arte— B anda de M oeb ius antes de p ro d u
cirse la to rsió n 169. En ta n to que, p a ra la estructura m ism a del cuerpo,
sabem os q u e Lacan utiliza, p a ra su m o stració n , la superficie tórica,
q u e es o rien tab le, b ilátera y tien e u n agujero. P ero al ser orientable,
n o m e es ú til p ara el caso del autista, po rq u e, co m o m ostré, éste está
en u n a realidad co ntinua m ás p ro p ia de la b an d a cilindrica. T am bién
p o d ría p re sen tarse la situ ació n del n iñ o llam ad o au tista en su re a
lid ad c o n tin u a , co n la m o stració n lógica de co rresp o n d erle la p arte
esférica del «Cross cap» an tes del co rte , co m o si la situ ació n : antes
del corte en el autista, en lugar de u n a o p e ra to ria se tra n sfo rm a ra en
u n a «estación», q u e p ro d u c e el estad o au tista, de m a n e ra tal q u e se
tra n s fo rm a n o en u n m o m e n to tra n s ito rio sin o en u n a « estación
term in al» .
H ab lo apoyada en la clínica del «caso p o r caso» ya q u e «ningún
a u tista es igual», y creo q u e las variedades en q u e se p re sen tan p u e
d en deberse a d istin to s tiem pos, y/o m an eras de estar en la referida
* / / 170
«estación», según «causas y azares» .
A un salir de la m ism a p u ed e deberse a causas y azares. N o o b s
ta n te , en la p a rte d e este lib ro referid a a la ap licación de la clínica,
m ediante fragm entos clínicos verem os que, com o las m adres, los psi
coanalistas de n iñ o s de estas características som os pascalianos171. Es
decir, hacem os apuestas, lo cual es fundam ental.
V olviendo al corte en el «Cross cap» al que m e he referido, sabe
m os q u e éste n o se realiza en cualquier lugar, sino en el lím ite preciso
e n tre la z o n a b ilátera — superficie h o m e o m o rfa — a u n a superficie
esférica y la z o n a u n ilá te ra h o m e o m o rfa a la B anda de M o eb iu s o
119
región su p erio r que tiene la superficie esférica. El corte es eficaz en esa
zona para producir dos partes que no son topológicamente equivalentes.172
C om o efecto de dicho corte, y en esa región precisa, lo que queda
es un ilátero y lo que cayó (disco) es bilátero, coincide con la to p o lo
gía freu d ian a del ad e n tro y del afuera. D ivisión p rim e ra d e lo m ío y
de lo o tro .
El disco debe ser irrem ediablem ente perd id o para p o n er al sujeto,
ya entonces escindido y b arrad o , en el m u n d o d e lo sim bólico.
El disco desprendido h a dejado u n agujero, p ro d u cto y efecto del
ch o q u e de la p alabra del o tro que p en etró , socavó lo in m u ta b le de la
c o n tin u id ad de la esfera.
Bilatera
17 2 . G . A n n o n i, op. cit., p. 18 .
17 3 . V e r esquem a de la recta al in fin ito p. 200 de este lib ro . M ás adelante se exp licarán
aú n m ás las operatorias del m ism o .
120
Para que ese acercam iento se produzca, es necesario que la libido
cum pla su función. Para aplicar este concepto a la clínica posible del psi
coanálisis con el autista, es necesario tam b ién , co m o señala L acan174,
tan to que recordem os los cuatro térm inos enunciados p o r Freud para
la pulsión, la presión, la fuente, el objeto y el fin, como que ellos aparecen
disjuntos. Si bien la presión es identificada com o una sim ple tendencia
a la descarga, es im prescindible q ue haya un estímulo para que se logre
la p ro d u cció n de la tendencia y, com o he señ alad o 175 cu an d o descri
bía algunos aportes de las actuales neurociencias, los estím ulos provie
nen de las necesidades ham bre y sed. Pero Lacan, en su lectura de estos
textos freudianos, alerta claram ente acerca de que n o se trata d e estas
necesidades cuan d o habla de lo que ocurre en el Trieb. Para em pezar,
nos ha dicho que su satisfacción es paradójica176. El logro de esta satis
facción va m arc an d o , a su vez, los desfiladeros p o r los cuales se va
abriendo paso el sujeto en su constítucionalidad subjetiva, desfiladeros
m arcados p o r lo im posible177: ningún objeto de la necesidad puede satis
facer la pulsión.
Lacan m arca, justam ente, que lo Real aparece com o obstáculo al
principio del placer. P or lo cual la pulsión hace sus viajes, sus vueltas en
pos de los objetos posibles a satisfacerla. Conviene tom ar este «viaje», cir
cuito de la pulsión, con el verdadero sentido del «tour» francés, ya que es
límite alrededor del cual se gira y se da el escamoteo. Su esencia es enton
ces ya n o la necesidad, sino el trazado de u n acto — al que m e he referido
com o corte en la esfera— desde el punto de vista topológico, y tom ando
las consideraciones necesarias: lugar, tiem po lógico del corte, etc.
C u ando Lacan nos m u estra el circuito de la pulsión178, señala que
la m ism a tiene tres tiem pos. P ero lo esencial es q ue n o se da en el p rin
cipio del circuito u n sujeto de la pulsión, sino que lo nuevo es ver ap a
recer u n su jeto que es propiam ente el otro. P ero éste aparece p ro p ia
m en te co m o tal si la pulsión h a cum plido co n su «tour», cerrando su
reco rrid o circular.179
121
Si la ap arició n del o tro n o se cum ple, no se realiza la función de
la pulsión.
H e afirm ad o q u e n o hay u n autista igual al otro , creo q u e algu
nas diferencias pued en teorizarse según cóm o el posible sujeto a cons
tituirse haya p o d id o iniciar — o no— el «tour» pulsional. P ero la q u i
m era q ue hace m o v er al vehículo de este to u r es alcanzar lo deseable
q ue el lugar de lo m a te rn o — en este p u n to sim bólico y lenguaje—
invoque, excite y desee.
P u ed o im aginar en este tiem p o lógico al bebé com o alguien que
debe em p re n d er u n viaje q u e n o conoce y se le da u n m ap a de rutas
que n o están claram ente m arcadas, o son borrosas. Así, puede ser que
el circuito de la pulsión quede com o en últim o lugar, al n o haber seña
les, o n o en te n d e r las q u e aparecen, p o r lo cual la libido n o tien e ni
cóm o n i p o r d o n d e «echarse a andar».
E n consecuencia, puedo decir que n o se h a constituido la aliena
ción fu n d a n te . P ero sig u ien d o la clínica del caso p o r caso, a veces
e n c o n tram o s algunos aco n tecim ien to s de la «novela fam iliar» que,
resignificados p o r el analista, p erm iten considerar qué p u d o haberse
p ro d u cid o , p ero acontecim ientos p onderables — según cada n iñ o y
su contexto— h an hecho que el trazado y funció n de la m ism a haya
q u edado p erd id o .180
C onsidero q u e si esto h a o cu rrid o de esa m anera, la situación en
la q u e p u e d e q u e d a r el n iñ o p u e d e ser u n a especie de « estac io n a
m iento» en cu a n to al posible arm ad o d e la estru ctu ra subjetiva; con
122
la ventaja potencial de que, a veces, algo de esas m arcas borrosas p u e
den co n to rn earse m ejor — ap u esta del analista m ediante— , p o rq u e
en esa p o sición posible el n iñ o qu ed a com o interesado a en tra r en la
necesidad de bu scar que otro lo convoque.
A p ro p ó s ito , h ace m u c h o s años R aúl S ciarreta — in o lv id ab le
m aestro de ta n to s de n o so tro s— decía q u e los «locos» que salen al
en cuentro de los que visitan los hospitales psiquiátricos lo hacen p o r
que están com pelidos p o r la necesidad de que «el o tro los encuentre».
Desde Lacan, sabem os que el sujeto tiene vocación de significante,
con cep to so sten id o tam b ién desde la lógica, ya que C harles Sanders
Pierce decía: «El h o m b re n o es m ás q u e u n signo p ara o tro » 181.
En esa posición, es que algunos niños con el diagnóstico de autism o
q u ed an — desde los postulados que estoy considerando— en la tra n
sición de p o d e r salir de la esfera a q u ed ar solapados en el com ienzo
del arm a d o d e u n a psicosis. E n esta situ ació n , se p u e d e n to m a r los
círculos de Euler q u e utiliza Lacan p ara conceptualizar lo que llam ó
« alien ació n fu n d a m e n ta l» 182 p a ra decir q u e el n iñ o q u e llam am o s
autista no entró a ella. P or lo cual, en ese solape del que hablaba recién,
q u ed an com o al b o rd e de salir de la esfera p e ro sin la libidinización
correspondiente, y/o sin u n efecto eficaz de la m ism a. Si investido libi-
dinalm ente, qued a com o m ás listo a entrar al arm ado de la estructura
que responde a la psicosis.
Son num erosos los casos del Servicio A sistencia]183 en que, en esta
p o stu ra posible, aparecen a veces respondiendo a ciertas convocato
rias y luego vuelven a eclipsarse, es el tipo de niños que solem os llam ar
«desconectados». Al respecto, hem o s pensado tam b ién que en estos
niños — en el caso p o r caso— , y p o r reconstrucción en el trabajo clínico,
p u d o h ab er h ab id o u n trazado de la «alienación fundam ental» en el
que, « p o r causas y azares», su m a rc ad o n o fue suficiente184 y quedó
perd id a de u n a m an era tal co m o si n o h u b iera existido, con las c o n
secuencias co rrespondientes. E ntre ellas ésta de estar p o r m o m en to s
123
d esco n ectad o y o tras veces re sp o n d e r al o tro — co m o cu m p lien d o
con la vocación significante— sin p o d erla llevar a cabo con eficacia
— entran y salen— , sin poder quedarse con nosotros lo suficiente para
estar en la cu ltu ra y en la estru ctu ra de la neurosis.
En este «detenim iento», la «sonrisa social» típica de los cinco y/o
seis m eses q u e d a tro c a d a p o r u n rech azo al o tro im ag in ario del
com ienzo, abo rtad o de la alineación fundam ental. Tal vez p o r ello se
utiliza a este «otro-herram ienta»185, ya que n o se ha p odido des-pejar,
des-pegar u n cam po del o tro y arm ar u n o propio . T am bién, p o r esta
situación, los m ovim ientos corporales constituyen u n «placer» m ecá
nico, despojados de libido.
Fijados en esta posición, la co n stru c ció n subjetiva n o sigue las
operaciones que debieron sucederse, qued an d o el n iñ o autista d ete
n ido en los aspectos que señalam os, com o si tuviera cinco meses cro
nológicos, sin figuras libidinizadas, p o r lo cual no está ni al m argen de
la neurosis n i al m argen de la psicosis. Este «lugar» le es propio.
C o n respecto al lenguaje, es o p o rtu n o reco rd ar aquí que es ta m
bién m ediante el llam ado «Estadio del espejo» que se entra a ese cam po.
El estadio le p erm ite al O tro o p erar con significantes. P o r ello es que
en el m ism o se da la fonación, claro está que voz m ediante, con lo cual
se van arm an d o y u n ien d o las redes significantes. El psicótico alcanza
a a rm a r esta red p ero n o a la m an era de u n n eu ró tic o 186. En el autista
sólo h an q u ed a d o m arcas q u e n o h an p o d id o alcanzar la categoría
significante.
C on respecto al arm ado de «imagos» sonoras, es im portante, desde
m i p u n to de vista, la o p o rtu n id a d q u e la m u sic o te ra p ia d a a estos
n iñ o s ya que con sus o p erato rias en la clínica les p ro p o rc io n a como
una puerta de entrada posible al arm ad o significante.187
P o r lo expuesto, p o d em o s g u iarn o s p a ra an alizar el p u n to de
tiem po lógico en el cual puede estar un niño al que se le ha dado el diag
nóstico de autista p or «señales» tales que constituyen lo «necesario para
usar» y ob ten er la entrada al arm ado de la subjetividad neurótica.
124
Estas «señales» serían:
1. La llam ada sonrisa social, tal com o la concibió R. Spitz188. Según
el cual ex istirían líneas de d esa rro llo que, en d ete rm in a d o s
m om en to s, se unifican y fo rm an nudos a los que llam a «orga
nizadores del psiquism o». P ara él, el índice del prim er organi
zador es la aparición de la respuesta de la sonrisa. Esta aparición
es sólo el síntom a visible de un conjunto de situaciones que cons
tituyen y cu lm in an en este p rim e r o rganizador del desarrollo
del psiquism o. Este tiem p o de la sonrisa social qu ed ará com o
im p o rta n te an teced en te de la relación del infans co n el o tro
en u n tiem po en que todavía n o hay otro, es decir, en el que el
o tro es m eram en te u n agente.
2. En el decir de Spitz, la sonrisa social, en tanto organizador, in i
cia u n segundo tiem p o en el arm ad o subjetivo.
3. A co ndición de que hayan tran scu rrid o s los tiem pos a n te rio
res, el n iñ o tiene franqueada la entrada al «Estadio del espejo»,
lo que co n stituiría el «tercer tiem po».
4. La «señal» decisiva q u e m a rc a ría la e n tra d a está d ad a p o r la
llam ad a «angustia de los o ch o m eses», o tro o rg a n iz ad o r del
desarrollo del psiquism o según Spitz.
125
percepción exterior de los estím ulos, lo que señalaría tam bién un ru d i
m en tario com ienzo del «Yo», y el pasaje de la transición de la pasivi
d ad a la activ id ad dirigida en la c o m u n ica ció n m a d re -h ijo so b re la
base afectiva del placer-displacer.
La angustia, p o r lo tan to , se puede experim entar a p artir de todas
estas operato rias de la observación de Spitz, m ás específicam ente en
la segunda m ita d del p rim er a ñ o de vida.
Estos cuatro tiem pos que h e señalado189 m arcarían para E. C oriat
posibilidades de la inscripción de la estructura subjetiva190.
1. Sonrisa social.
2. E n trad a al Estadio del espejo
3. A ngustia de los ocho meses.
4. P rim ero s m o m en to s de la salida del tiem p o anterior, co m ien
zos de reco n o cim ien to de la m ad re .191
126
El otro escribe en el cuerpo del irifans. Pero si hay escritura,
¿de qué está hecho el papel?, ¿de qué la tinta? Si tomamos
como papel la superficie corporal ésta funciona a la manera
del block maravilloso. Las extensiones periféricas del sistema
nervioso central se ocupan de llevar información al cere
bro y allí queda instalado el registro definitivo. Las letras
del mensaje quedan escritas en código químico. La infor
mación se transmite por vía química y eléctrica. Podríamos
decir que, si el psicoanálisis se ocupa de los efectos de lo
escrito la Neurología se ocupa del papel.»192
127
M e parece adecuado insistir aún, com o se h a hecho a lo largo de
este libro, q ue desde distintos autores del cam po del psicoanálisis se
ha subrayado que quien presenta este objeto es el otro.
Para que este proceso sea exitoso, tiene u n valor incalculable la voz
de este otro, que no sólo im p rim irá los significantes prim ordiales para
iniciar la cadena significante cuando el bebé tom e fonemas de las nu m e
rosas inscripciones que los de los adultos que lo ro d ean «le van entre
gando» cada vez q ue hacia él se dirigen. C on lo cual, el bebé — sí todo
está suficientem ente bien, diría W in n ico tt— iniciará su balbuceo que
presentará los fonem as de la lengua m aterna. P or eso dice E. C oriat que
«a partir de cierto m om ento, bastante antes de cumplirse el año, los bebés
franceses balbucean en francés, los chinos en chino, algunos p o rteñ o s
en lu n fard o » .198 Agrego q u e los bebés ro sa d n o s en rosarigasino199.
El n iñ o , fascinado, siguiendo y escuchando, p en d ien te del o tro ,
n o s in d ica su in iciació n en el tra n s ita r p o r el «Estadio del espejo»,
seg u n d a señal in dicativa d e los tiem p o s subjetivos q u e el b ebé debe
ten er «listos p ara usar» en la inscripción subjetiva que nos ocupa.
Es su m am en te útil e interesante lo que H . Y ankelevich200 dice al
respecto: «la huella m ném ica de F reud es posible con la condición de
q ue haya pasaje al falo ( ...) . C u an d o se hace traza ya no es in fo rm a
ción o tran scrip ció n en la n e u ro n a sino sobre la superficie libidinal».
M e parece necesario recordar el proceso que m arca la enseñanza
de Lacan en cu an to al concepto de objeto en calidad de don.
Si b ien el concepto de objeto, co m o he señalado, tiene conside
raciones im po rtan tes en to d a la historia del psicoanálisis, en esta oca
sión m e parece im prescindible, p ara este tem a, ce n trar nu estra a te n
ción en el objeto com o h e citado recién: en su calidad de don y de cómo
adviene a la misma.
La idea de u n o b jeto c o rre sp o n d ie n d o d e m a n e ra a rm ó n ic a al
sujeto n o se d a en las experiencias del sujeto con el o tro desde la géne
sis d e sus in tercam bios. Lo m arca F reud, cu an d o construye su h ip ó
tesis d e alu cin ació n del objeto: «H ay u n registro, u n a h ian cia, algo
que n o va»201. R em ontándonos a Freud, este objeto busca el sujeto
128
regido p o r el « P rin cip io del Placer» es u n o b jeto sie m p re p e rd id o ,
p o rq u e lo q u e an sia e n c o n tra r es el o b jeto real d e la experiencia de
satisfacción vivida, q ue qu ed ó m arcad a p o r el efecto d e la repetición
de las rutinas del am am an tam ien to . Esta situación coloca al infans en
la p o sició n de o c u p a r el vacío q u e deja el objeto n o e n c o n trad o , «el
lu g ar del té rm in o en relació n es o c u p a d o sim u ltá n e a m e n te p o r el
sujeto»202, dice Lacan, p o r lo cual u n o de los efectos de esta dialéctica
es la identificación.
En este tiem po casi de génesis de la identificación, la relación con
el o b jeto es im aginaria. La experiencia es real, p ero sujeta a las leyes
de lo im aginario, y va a co n d u cir al sujeto al fantasm a de la in c o rp o
ración fálica. Ya que si hablam os de relación de objeto, es im prescin
dible ten er en cu en ta al falo com o u n o de sus co m p o n en tes en tan to
tercero de la tría d a im aginaria203.
La tríada imaginaria
Falo
Madre Niño
129
el o bjeto real q ue h a de colm arlo y n o podem os, allí — dice Lacan— »
realizar u n a d istin c ió n n e ta e n tre la a lu c in a c ió n d el seno m a te rn o
su rg id a p o r el p rin cip io del placer y el e n c u e n tro c o n el objeto real
(el pech o de la m ad re ).205
E ntre «realidades» y la ilusión de los objetos, cual som bras, se van
o rg an izan d o los ante-pasados de la memoria, som bras d e estas esce
nas p rim eras q u e d arán luego lugar a lo im p en etra b le de lo q u e ta n
b ien Lacan diera en llam ar «fantasm a».
D eb id o a esta situación, q u ien va co n d u c ie n d o al n iñ o a la d is
tinción entre realidad e ilusión es el hacer materno, distinción que sólo
puede lograrse si la m adre introduce en la tensión inicial de la búsqueda
del b eb é la desilusión. F reud d iría que ya está som etido a los apremios
de la vida, p o rq u e lo cierto es que cada vez que esté tensionado, b u s
cando el objeto perdido, la realidad n o va a coincidir necesariam ente
con Ja alucinación surgida de su deseo. El problem a sería, precisam ente,
q u e suceda lo co n trario : q u e siem pre haya u n a inalterable ilusión de
coincidencia, lo q u e p ro d u c iría verdaderos estragos en el logro de la
consecución de las distintas operatorias de la co n stitu ció n subjetiva.
P o r lo ta n to , p ara la instalación de la subjetividad es im p rescin
dible que suceda to d o lo c o n trario : q u e el objeto falte, que haya falta
de objeto.
D icha falta va a in stau rar u n agujero, u n a falta que es real. P or lo
tanto, lo fu n dam ental es la falta de objeto y el agente que p roporciona
la falta.
En estos tiem p o s institucionales, dicho agente es la m adre, m e
diante su presencia y ausencia. Presencia-ausencia que el n iñ o articula,
ya q u e c u a n d o está la ausencia, él p ro d u c e «el llam ado», ap e la a la
p resen cia p o rq u e y a la h a re g istra d o . E scan sió n esencial206 — d irá
Lacan— , p o rq u e de ella h a de desprenderse to d o el o rd e n sim bólico.
P o r supuesto que no todo lo simbólico. Estam os en los tiem pos que
lo propician, ya que la experiencia de aceptar la desilusión p rep ara el
ca m in o d e la castración y la aceptación de la ley que, desde u n c o
m ienzo, está co n ten id a en lo edípico, X
La m adre, co m o agente de la falta p ro p iciato ria d e to d o este a r
m ad o , m arca en estos tiem pos lógicos de la inscripción,''su poder: es
130
u n a p o te n c ia — capaz y eficaz— en el d a r y n o d ar, y es de ella que
depende el acceso del niño al m u n d o de los objetos. C uando este p ro
ceso culm in a, los objetos q u e estaban solam ente com o objetos de la
satisfacción to m a n o tra categoría. Se convierten, p o r la intervención
de la m ad re, en ta n to potencia, en don.
En este m om ento, la relación m adre-niño-falo cambia: la m adre
cae convertida en real y el objeto es simbólico, y a que ahora tiene el valor
de algo, el de don que proviene de la madre.
Esta posición inaugura la inscripción del sujeto en la alienación.
In stau rad a la alineación, com ienza a tener u n desem peño activo,
pasa al cen tro de la escena o tro elem ento esencial: el falo.
Desde los tiem pos en q ue Freud lo advierte en «Sobre las tran sp o
siciones de la pulsión, en particular del erotism o anal»207 y en la ecua
ció n « p en e-d in ero -n iñ o -reg alo » , sabem os q u e u n o de los térm in o s
con los cuales la m ujer suple la falta del falo es el niño. Para éste, sujeto
a la alineación de ella, toda potencia le es fácil: querer eso que quiere ella
de él y, p o r ello, desea convertirse en el falo que ella no tiene. Situación
subjetiva facilitada tam b ién p o r experiencias cotidianas de cualquier
m ad re «suficientemente buena», en el decir de W innicott. Su hijo la sa
tisface y calma p o r lo cual él suple co n co m o d id ad la falta del falo en
la m adre.208 Pero, en rigor y siguiendo a la autora, lo que sufre la m adre
en realidad, en este proceso, es una «diplopía», «es decir, que si bien su
hijo ocupa el lugar de falo im aginario, este hijo n o es para ella el falo en
lo real (en ese caso estaría psicótica), con lo cual, a ú n en los m o m e n
tos de m ay o r em beleso con su hijo, a la m ad re la falta algo m ás»209.
C o n ese deseo culm ina el p rim e r tiem p o del Edipo.
C o n respecto a la señal de que la inscripción subjetiva tuvo lugar,
lo in d iq u é en la llam ada «angustia de los seis meses». D ebem os decir
que la experiencia puede que n o se dé exactam ente en ese tiem po cro
nológico, p ero lo q ue es im p o rtan te es que ocurra. ¿Por qué? P orque
m uestra que el n iño ha iniciado una incipiente articulación de los acon
te c im ie n to s — d a d o q u e los a n tic ip a — , la m a m a d a , p o r ejem plo;
p o rq u e apela al llam ado cuando no está el objeto, com o dije, y porque,
207. S. Freu d, «Sobre las trasposicion es de la pu lsión , en p articu lar del erotism o anal»,
texto de 1 9 1 7 , en Obras Completas, to m o X V II, A m o rro rtu , B u en o s A ires, 19 7 6 .
208. S o b re la sig n ific a c ió n d el fa lo en la in s c rip c ió n su b je tiv a , véase de E . C o r ia t
«L eyen d o la sig n ific a c ió n del fa lo » , en N o hay relación sexual, H o m o Sap ien s.
R o sario , 19 9 3 .
209. E . C o riat, c o m u n icació n escrita a la suscrita, m ed iad o s del añ o 2008.
131
reconocida la madre potencia com o la dadora de los objetos que nece
sita, sobreviene la angustia ante la posibilidad de que, n o estando, no
pueda tenerlos. Se afirm a su deseo de tenerla a ella y, con ella, los objetos
que le p ro p o rcio n a. Esto es lo que propicia tam b ién lo afirm ado m ás
arriba: el deseo de ser eso que la m adre quiere que sea.
Esto le d a u n a garantía según E. C oriat,210 com o si el bebé dijera:
«Si es lo que ella quiere, ella va a volver y m e va a seguir queriendo».
Pero la im agen del niñ o n o es necesariam ente idéntica a la im agen
del falo que u n a m ad re pueda tener. Desde los m ism os inicios, vem os
en to n ces el carácter «paradójico, desviado, errático, excentrado»211
del deseo h u m ano. Es lo que, p o r otra parte, lo distingue netam ente de
la necesidad.
D istin ció n que instaura, en el sujeto, el estatuto de la dem anda.
Ella siem pre se refiere a o tra cosa que a las satisfacciones que se recla
m an , p ero inscribe — com o hem os señalado— la categoría del am o r
y del don.
Lo que el am o r sustrae a la necesidad crea la diferencia que llam a
m os «deseo», con lo cual se m arca el fen ó m en o m ism o de la escisión
del sujeto.
A p a rtir de esta división, el sujeto q u ed a destinado en todas sus
fu n cio n es y m o v im ien to s a la c a p tu ra del significante. Q ue, co m o
hem os visto, tiene su origen en la pretensión de ser aquel p rim ordial y
privilegiado, el falo. Significante que en estos tiem pos institucionales
es el eje de la sustitución m adre-falo-niño y de la sustitución m adre real
p o r objeto do n . Significante de la razón del d e s e o 212 que colocará al
ho m b re para siem pre en la im posibilidad de cum plir con el espejism o
deseado de ser am ado por sí mismo. Pero al recibir esta marca, el incons
ciente es lenguaje y el sujeto queda destinado a que, él, es otro, ya que
su deseo va a estar para siem pre en o tro lugar para lo cual ten d rá que
hacer los m ovim ientos que lo lleven a pertenecer a la cultura, al m u n d o
sim bólico, p ara p o d er estar con otros.
Es, justam ente, en la búsqueda im periosa del a m o r — dem anda—
y el ten er q ue so m eter el deseo a esa prueba, d o n d e el desarrollo del
niñ o tien e dirección y o rden. /
132
El niño, para desprenderse de la captura edípica de la m adre, deberá
descubrir que, ciertam ente, ella no es todo para él, que m ás allá del falo
q ue ella desea se presentifica la figura del p ad re o q u ien o cu p e en la
estructura ese lugar. Tiene que dejar de ser efectivam ente el falo de la
m adre, para ir a buscar lo que desea en otra parte p o r su cuenta y riesgo,
lo cual significa la aceptación de la castración simbólica que m arca, para
el sujeto — niño o niña— su encuentro con el padre. C ulm inación del
Edipo p o r la cual el niñ o acepta su carencia de falo con las vicisitudes
de esta co n statació n, que serán diferentes co n respecto a cada sexo,
siguiendo el cam ino que m arca la ley en el N o m b re del Padre.
N o es esto lo que ocurre cuando el producto es u n n iño que se sin
dica com o autista. N o se arm a la estructura subjetiva de u n neurótico.
P o r eso m i propuesta, en el desarrollo de m i posición de u n a clí
nica de u n a figura topológica com o la presentada. P ara indicar, desde
los postu lad o s del psicoanálisis, la situación de existencia posible del
n iñ o llam ado autista.
C om o consecuencia de esa — no ubicación— en la estructura n eu
rótica, ten em o s en general u n a serie de consecuencias que m arcarán
diferencias entre los m ism os niños sindicados com o autistas. D iferen
cias que — en m i o p in ió n — serán efecto de la situación en la cual se
«detuvieron» o «los detuvieron», sin saber, vuelvo a rep etir ju n to con
E. C oriat, p o r «causas y azares».
V oy a en u m erar — a p artir de m i observación clínica y orientada
desde el psicoanálisis— los lugares y/o dim ensiones d o n d e es posible
observar o registrar las consecuencias que la «detención» le im prim en
al n iñ o llam ado «autista»:
1. El cuerpo.
2. Del ver a la m irada. P ulsión escópica.
3. Lenguaje-significación.
4. T en d encia-pulsión.
5. El afecto.
6. El juego.
7. Las funciones y/o m ovim ientos del o tro .213
133
1. La cu e stió n del cu erp o e n el a u tista
134
Sin embargo» fu n ció n y fu n cio n am ien to se m an tien en en niveles
de organización distintos y m a n tie n e n relaciones diferentes e n tre su
existencia co m o tales, y la aportación a m b ien ta l215, de u n a m an era tal
que las características de u n o son escasas e insuficientes para explicar
per-se las características del otro. En otras palabras: la m aduración an a
tóm ica, con sus propias leyes, es condición necesaria para el desarrollo,
pero n o lo suficiente p ara explicar el co m p o rta m ien to y su evolución
en el tran scu rso del m ism o en el niño. Esto explicaría p o r qué n o hay
u n b ebé — autista o n o — de c o n d u c ta id én tica a o tro . El am biente,
«el otro», p o n e su im pronta, su m arca en lo real del cuerpo del infans.
El llamado potencial, la posibilidad defunciones que nacerán de la
combinación de la maduración biológica y la acción del otro, es lo que
alienta el inicio de la clínica con estos niños.
H e m o s señalado — p ara estos n iñ o s— u n a posición a n te rio r al
«Estadio del espejo»; pensam os que, al carecer de la im agen unificadora
del cu erp o que d icho Estadio les p ro p o rcio n a, su cuerpo se les haría
presente com o lo que Lacan denom inó «cuerpo fragm entado».216 Esto
explicaría, adem ás, la c o n tin u a actividad de m ovim ientos «sin in te n
ción» d e m u ch o s autistas, p ero n o m anejándose con fantasías al res
pecto, sino con u n cuerpo p u ro real.
C o in cid o to talm en te con H . Yankelevich cu ando considera que
el n iñ o «no entra» a la m ad re a través d e fantasías, co m o sostenía M.
Klein, sin o p o r la fa lta de la madre. N o o b stan te esta afirm ación, ya
he considerado todo el valor del aporte clínico d e M. Klein, sobre todo
a psicoanalistas que, com o yo, iniciam os nuestra práctica sin conocer
au n la enseñanza de Lacan.
T am b ién p o d em os decir que otros autistas p u ed en estar en una
situación sólo de marca con respecto a la acción del otro y que n o h an
tenido la posibilidad de pasar a la categoría de significante, marca m uy
leve en algunos, que n o alcanza a d ar el paso a «Rasgo Unario». P o r lo
cual, co m o consecuencia, aparecen re p itien d o u n a y o tra vez cierto
«refregar» de su cuerpo sobre cualquier superficie o con cualquier ele
m ento, com o si algo de la p u ra tensión de lo senso rio-m otor desnudo
y «sin m antelar», sin «lectura» de parte del otro, los pulsara a buscarla
sin saber dónde.
2 1 5 . G . A n n o n i, po n e n cia citada.
2 16 . J. Lacan, «De nuestros antecedentes», en Escritos, to m o I, Siglo X X I, B uen os A ires,
19 7 5 , p. 64.
135
Al respecto dirá E. C o ria t217: «Es cierto que los órganos de la p er
cepción filtran los estím ulos en fu n ció n de su capacidad de registro,
pero esta capacidad de registro no sólo obedece a la inform ación con-
génita sino que m odula sus límites en fu n d ó n del uso que de ella se haga,
fu n d a m e n ta lm e n te en los p rim e ro s m eses de vida». C o m o h em o s
consignado en to d o lo analizado co n respecto a la función m aterna,
es ésta fu n ció n la q u e inscribe y m o d u la los lím ites, características y
form as de las funciones corporales para lo cual debe haber hecho ins
cripción eficaz en lo real del cu erp o del niño.
P o r lo ta n to , en el au tista, pien so — c o m o ella— q u e no se h a
establecido «ία inscripción de u n sistema de marcas viables».2'6
En cam bio, en el niñ o considerado psicótico, algo de esta inscrip
ción se h a po d id o m aterializar, pero no de tina m anera ordenada, por
lo cual los o tro s sistem as del llam ado a p a rato psíquico se d isp o n en
con u n a sobredimensión de la presencia del otro.
C o n resp ecto al cu erp o del autista y su articu lació n con el «Es
tad io del espejo»219 p u ed e co n sid erarse q u e, a u n q u e c o n v e n ie n te
m en te m ielinizado, n o h a ten id o chances para en tra r en él.
Si se to m a n paso p o r paso las operaciones p ara organizar el «Es
tadio» co m p leto , en el tiem p o lógico de pre-sujeto, para el bebé, su
cuerpo p erm anece oculto. P odem os decir q u e es en este tiem p o que
algunos autistas pueden p erm an ecer sin «ver-se» jam ás, p o rq u e en el
esquem a de Lacan es necesario q u e las im ágenes del espejo cóncavo
sean reflejadas p o r el espejo plano, es decir, q u e refleje las flores c o n
ven ientem ente o rdenadas sobre el jarró n , rep resen tan d o ellas la p u l
sión, que es el investím ento necesario para que el artilugio funcione.
Si n o está el espejo p lano, es decir, el O tro e n c a rn a d o en la m adre,
queda la im agen en lo real sin im agen reflejada.
E n éstos tiem p o s instituyentes, es la m ad re qu ien hace de espejo
plano, p o rq u e n o sólo desea al bebé sino que lo necesita, p o rq u e es
su falta. Es necesario, no obstante, que n o o cu p e to d o el espacio para
la falta, po rq u e, de ser así, p u ed e precipitarlo en la alineación p e rm a
n en te de la psicosis. \
___ J
2 1 7 . E. C o r ia t, El psicoanálisis en la clínica de bebés y niños pequeños, L a C a m p a n a ,
La Plata, 19 9 6 , p. 220.
2 1 8 . E. C o riat, op. cit., p, 2 2 1.
2 19 . Esquem a sacado d e f. Lacan, Los escritos técnicos de Freud, Paidós, Barcelona, 19 8 1,
p. 1 9 1 .
136
En el autista, com o hem os venido analizando, no hay investimento.
De lo que pod em os inferir que no están las flores, p o r lo que, sólo
funciona el espejo cóncavo del artefacto lacaniano, según el cual, dicho
espejo rep resen taría la corteza cerebral.
P o r o tra p arte, Lacan d ibuja el cuerpo en lín ea llena, p o r lo cual
éste queda bajo el soporte m ism o. En consecuencia, el cuerpo p ro p io
es invisible, es pre-sujeto para el p ro p io sujeto, p o r lo que, desde m i
análisis, no h a y auto reconocimiento del cuerpo en la m ay o ría de los
niñ o s sindicados com o autistas.
H . Y ankelevich nos advierte m ás claram en te que, ciertam en te,
en d ich o esq u em a, Lacan designa al sujeto co n la letra s, sin b a rra r.
E n lo enigm ático y en la com plejidad de este proceso, este a u to r
señala además que, el niño al cual llam am os «autista», puede haber sido
parcialm ente libidinizado, si tom am os del «Estadio del espejo» sólo una
p arte del esquem a. P or ejem plo, los haces piram idales y, no obstante,
n o en trar al «Estadio». D iría que no se han puesto las flores en el jarrón
y la libidinización, en consecuencia, n o fue eficaz o n o fue suficiente.
Es que, adem ás, el espejo plano — función m aterna— n o debe ser
tran slú cid o 220. En la estructura subjetiva — para lo cual sirve el artilu-
gio q ue estoy an alizan d o — , esta co n d ició n es la q u e p erm ite q u e el
sujeto vea la im agen real com o im agen virtual, condición de la estruc
tu ra subjetiva h u m a n a que n o s hace incapaces de diferenciar la im a
gen en el fo n d o del espejo, ilusión de los objetos de la realidad, en el
registro de lo im aginario.
Es m ás, este registro — im aginario— y la realidad conform an una
superficie ú n ica, b o rd e, b a n d a de M oebius: el im aginario, en el que
coinciden im aginario y real.
Es la ficción de la vida que cada sujeto tiene, cual los versos fam o
sos de C ald eró n de la Barca: «que la vida es p u ro sueño y los sueños,
sueños son»221.
Justam ente, si hay respuesta jubilosa del bebé ante la im agen, es
p o rq u e ya fu n cio n a la p u lsió n 222 y, adem ás, la e n tra d a al cu erp o del
len g u aje del o tro ya ha q u e d a d o establecida c o m o re su lta d o de la
137
representación que el infans tiene de que es el objeto de am or — objeto
«a»— de q u ien cum ple la función m aterna. Está en pleno fu n cio n a
m ien to el narcisism o q u e Freud llam ó p rim ario y funciona a pleno el
p rin c ip io de placer, lo que co n fig u ra adem ás que se establezca la
dem anda.
C o m o n a d a de esto ú ltim o sucede en el n iñ o au tista, n o p o d e
m o s d ecir co n rig o r q u e sus actos, m o v im ien to s y co n d u c ta s estén
signados p o r u n placer, enlazado al narcisism o. En la vida de plen o
sen sorio -m o to r en la que se encuentra, podem os plantear que la exis
tencia de m ovim ientos continuos y/o interm itentes están en u n a «rea
lid ad co n tin u a» de m o v im ien to s m ecánicos q u e o b edecen a lo real
del cuerp o n o investido, sin noción de espacio y tiem po, que son las
o tras d im en sio n es de las escenas de re p resen ta ció n q u e co m ien zan
con la del cuerpo propio.
C u an d o cu lm in a el tra n sita r p o r el «Estadio del espejo», qu ed a
co n stitu id a la im agen de sí m ism o que an o tam o s i(a), la «instalación
del yo» que p e rm ite q u e el lenguaje se vuelva sim bólico y el cu erp o
im ag in ario , si la estru c tu ra es co n v e n ie n te de m a n e ra tal p ara p ro
p o rc io n a r el pasaje del Falo c o n m ayúscula, p o r lenguaje }-· cuerpo,
cayendo com o real algo del cuerpo y algo del lenguaje.
M e p arece ac ertad a y o p o rtu n a la hipótesis de H . Y ankelevich,
q uien afirm a223 que antes de que la fu n ció n m atern a oficie de espejo
en el Estadio, ésta depende de la identificación prim ordial y este rasgo
n o es sin el falo sim bólico, es la condición p ara o b ten er la posibilidad
del n u d o . Ya que el falo que está considerando es equivalente a la falta
en el O tro P rim o rd ial, p o r lo que h ab rá «yo».
D e m an era que en este tiem p o — hipótesis com o h e dicho de H,
Y ankelevich— en el su jeto , la id en tificac ió n es al falo sim b ó lico y
h ab rá «yo» si h ay agujero en este Otro.
Ju stam en te, en la identificación p rim o rd ial, p rim e ro estarán el
cuerpo y el lenguaje, pero no anudados, sino encim ados el u n o sobre
el o tro .
138
E n c im a d o s
139
D esde el p u n to de vista estrictam ente psicoanalítico, el registro
real del cu al h ab lam o s n o es previo al n u d o b o rro m e o , sin o q u e se
co n stitu y e ta l el in co n scie n te o rig in ario del cual h ab lab a F reud. Es
tam bién el in terio r del cuerpo — ese desconocido— el Real biológico,
pero lo Real es tam bién — ya en el n u d o llam ado bo rro m eo — el agu
jero de cada cuerda,
140
u n a «realidad co n tin u a» que solo va a dis-continuar si el Otro es efi
caz para interrumpirla y porterai niño sujeto a su demanda, que le m a r
cará los ritm o s de su existencia en los p rim ero s m eses de vida.
V olviendo a la situación d e la llam ada «m irada» del autista, diré
que, efectivam ente, ve, pero n o podem os decir — desde lo estipulado
p o r el psicoanálisis p ara las operatorias lógicas de la constitución sub
jetiva— que haya mirada p orque, justam ente, el p rim er tiem po lógico,
el tiempo de mirar, tam poco se h a dado en el autista, salvo en algunos.
En m í experiencia, com o he dicho, hay como un punto fugaz de fijar la
mirada en o tro , com o u n rápido destello, «se prende» a veces, otras se
va, tal com o si estuvieran en el dintel del «Estadio del espejo», sin poder
e n tra r p o rq u e n o h a h ab id o «unos ojos q u e reflejen los ojos q u e los
m iran»227. Este tiem po de la m irada es el que tiende «los hilos» que m ar
carán la escen a p ro p ia del m ira r del parlétre, las perspectivas de la
m ism a, que hacen que, cuando m iram os, estem os contenidos nosotros
en la escena. C am p o ya escópico — p ro p io del E stadio del espejo—
d o n d e la m irad a recorta, com o en u n a econom ía de bienes, espacios
determ inados, form as determ inadas.
C on el arm ad o de este cam p o se escinde el sujeto en u n a o p era
ción imaginaria: recién se d a el «yo-no yo» en u n a relación de a m o r228.
Pero tam b ién es el tiem po inm ediato posterior al corte que o rg a
niza en la superficie de la esfera el disco separable y la to rsió n en la
B anda de M oebius.
A rm ado este cam po, arm ada la escena del m u n d o que lo contiene,
se establecen las dem andas y se va recortando el A, O tro con m ayúscula
que pondrá al sujeto en un lugar y al lugar de la palabra en otro, escisión
del sujeto en la m o d alidad de lo sim bólico.
Es desde la instalación de estas operatorias y m odalidades q u e el
sujeto sí podrá «seguir» un objeto con la mirada. Además, se ha cum plido,
con esta instalación, con otra condición: tener la posibilidad de «rodear»
u n objeto, que tiene la función de «hacerlo aparecer», volverlo a p re
sentar, representarlo, siendo el m o to r de estas operaciones la pulsión
escópica. En estas coordenadas, se instala la repetición propia del sujeto
del inconsciente que im pulsa los m ovim ientos y operaciones anteriores.
141
P uede verse entonces, en fácil deducción, que los llam ados «segui
m ientos y repeticiones» del llam ado «autista» responden a otro estatuto
de existencia que es necesario diferenciar de las conductas y funciones
de u n n iño del que, p o r las mismas y p o r los puntos y señales que hem os
explicitado, se p resum e que está arm a n d o su en tram ad o subjetivo de
u n a m a n e ra q ue le p e rm itirá e n tra r al m u n d o sim bólico y cultural.
Si es posible que u n o s «ojos reflejen los ojos que los m iran», que
los devuelvan, es p o rq u e q uien p o rta los «ojos reflejadores» h a dejado
caer el o b jeto q u e lo colm aba c o n lo cual p ro d u c e el co rte Real que
causa la división del sujeto. C onstituye la m odalidad en lo real, siendo
este co rte la estru ctu ra del objeto.
P o r to d o lo expuesto, la co n d u c ta considerada típica del autista,
el percibir in m u tab le a objetos en m ovim iento, está en el percibir, en
el ver del org an ism o vivo de esta especie, según la com plejidad de su
arq u itectu ra n eu ro q u ím ica. P ero le hace falta la operación com pleta
de p asa r del « tiem p o del ver» c o m o re p re se n ta n te de su especie al
tiem p o de la mirada y ser mirado.
O stenta esta co n d u c ta de «ver» po rq u e, adem ás, n o h a co m p le
tad o el circuito de lo que se llam a cam po escópico. Es decir que no da
las dos vueltas m ínim as necesarias que van a hacer el rodeo en la estruc
tu ra m ínim a de las pulsiones parciales. Ya que cuando se term in an las
dos vueltas, recién allí, se completa el corte que producirá al sujeto barrado
y al objeto, en ese m ism o acto.
M i posición es que el niño llamado autista ha quedado, por algún azar,
detenido en esa primera vuelta, restringido a una tendencia interminable
sin intervalo para un empuje que lo impulse a terminar el circuito. D e allí
también que podamos pensar que aún libidinizado en parte, si no completa
este circuito, no ha de poder progresar en los tiempos institucionales del
Estadio del espejo.229
En cu a n to al o tro sem ejante, «a» m inúscula, que p o rta los «ojos
reflejadores», en el Estadio del espejo hace de espejo plano p ara sig
nificar el carácter sim bólico del m ism o en este tiem p o lógico, es decir
que n o es la presencia en b ru to del O tro real. Si este O tro se redujera
a la p re sen cia en b ru to , n o h a b ría espejo230. E stadio po i- el cu a l ha
pasado to d o aquel que está en la estructura que Lacan propuso para el
142
neurótico. Son los significantes que la m adre — en esas condiciones—
le dirige los que convierten al niño en significante para ella, y es esta ope
ratoria la q ue hará que él encuentre u n a im agen de sí m ism o.
Espejo
Cóncavo
143
en el cu erp o p ro p io , con lo cual puede percibir el goce de la m ad re y
el padre. Es decir que p u ed e leer algo del goce fálico circulante entre
m ad re y p ad re232sólo con algo de goce fálico en el cuerpo propio.
C u ando dicha lectura «sigue» haciendo circuito, al m ism o tiem po
que m arca, ahueca, hace la topografía del goce en el cuerpo.
Son los signos de esta to p o g rafía del goce los q u e p e rm ite n la
tran sfo rm ació n de los m ism os en significantes.
T raza freudiana que ro m p e la «transcripción» o «inform ación»
de lo neu ro n al.
H aberm e fundado en este pasaje de necesidad a pulsión sirve para
explicar las pulsiones fireudianas de lo oral y lo anal, que — com o sabe
m o s— se basan en la necesidad c o n c reta de la in c o rp o ra c ió n de lo
n u trie n te y su co n secuente expulsión.
P ero esta «lectura» del goce se basa ta m b ié n en o tras pulsiones
— las in tro d u cid as p o r Lacan— que n o tien en co m o fu en te la nece
sid ad . H a b lo de la in v o c a n te y la escópica. ¿En q u é se b a sa n estas
dos? H e aq u í u n en igm a a d e se n tra ñ a r firm em e n te en a n cad o en lo
Real de los inicios del fa n ta sm a en ta n to real del o tro real. Y q u e —
co m o ya se h a d ich o — en el caso del au tism o , parece ser que el 0 no
ha atravesado los arcos real y simbólico para hacer posible el inicio del
nudo.233
3. L enguaje-significación en el au tista
144
A lgunos autistas, co m o v erem o s en frag m en to s clínicos, p a re
cen en ten d er lo que se dice tan to en la casa com o en el C entro de D ía
— d o n d e llevo adelante parte d e m i práctica clínica— p ero algo falta,
para que estén totalm ente del lado de lo sim bólico, en el m edio p ro p io
de u n h ab lan te «neurótico».
A quí m ás que n u n ca se im p o n e «el caso p o r caso» para explicar
por qué no entró en el lenguaje o «por qué está donde está».
C reo q u e u n a explicación m ás general o m ás am plía la tendrem os
cuando logrem os saber p o r qué entra el lenguaje en el sujeto y cómo.
El p sicoanálisis tien e sus p o stulados, co m o h em o s visto, de las
co n d icio n es de o p erato rias subjetivas im prescindibles p ara q u e ello
suceda. P ero estos postulados h acen trenza co n lo biológico.
T an to E. C o riat234 co m o H . Y ankelevich235 y yo m ism a n o s p re
gu n tam o s — d e diferentes m aneras— si n o h ay u n tiem po de algo así
com o una determ inada coordinación entre lo biológico y lo «am biental»
— com o fu n ció n de la lengua m atern a— que si n o se d a en el tiem p o
justo, se pierde. O si no habrá — se preguntaba Yankelevich en la clase
citada— o «cuál es el salto im posible de explicar neurológica o genéti
cam ente au n q u e haya cam bios en el hom bre, se van a descubrir, de acá
a diez o cincuenta años ( ...) cuál es la pequeñísim a diferencia en algún
gen que da la ap titu d lingüística que n o es solam ente de aprendizaje».
M ientras, m e ocurre — com o a él u otros psicoanalistas que regis
tram o s la p rim era palabra con «sentido» de algún paciente sindicado
co m o autista, m ás allá de la inefable co n m o ció n — q u e ello «cierra»
de algún m o d o en el registro típico psicoanalítico, luego de m uchas
operato rias p u estas en acción p o r la transferencia — con los padres,
con la m adre fundam entalm ente— , cuando intentam os poner al niñ o
en triangulación: terap eu ta-n iñ o -m a d re.
Si ten em o s la o p o rtu n id a d de q u e ello o cu rra, el n iñ o dice. Nos
habla. P ero de n in g ú n m o d o estam os en condiciones de generalizar.
Al resp ecto , sostengo, c o n E. C o ria t236, la p o sició n d e q u e si el
n iñ o autista llega a algún decir, si se reconoce en el espejo, si responde
al llamado por su nombre, ha dejado la situación de ta l Pero debo decir
2 3 4 . C o m u n ic a cio n e s person ales y trab ajo d e C artel « D escifran d o niños: o b stácu los
en tiem p o y estructura», años 199 8 a 2000, en la Escuela de Psicoan álisis S. Freud
de R o sario .
2 3 5 . H . Y an k elev ich , Sem in ario , desgrabación de la clase del 22/06/02, p. 3.
2 36 . E. C o riat, C artel citado y reu n ion es de análisis y trab ajo clínico.
145
q ue en m i experiencia, o se constituye en una psicosis, co n fuerte rem i
niscencias del discurso del O tro , o queda co m o n iñ o u n tan to «raro».
M i p ro p u esta es que, p ara q u e advenga el lenguaje en tan to tal, el
n iñ o p rim e ro «lee», efectivam ente lee signos d e goce del O tro p ara
ten erlo s, cu al to p o lo g ía, en su cu e rp o . P o rq u e , ju sta m e n te , d ich o
cuerpo fue inscripto, leído p o r el O tro com o digno objeto de su goce.
Es m ediante este proceso com o el goce fálico se in troduce en el cuerpo
del niño.
Este significante fálico es, co m o sabem os, u na falta en la m oda
lidad de lo Real.
C u a n d o ella se in tro d u c e d e esa m an era, en el c u e rp o del n iñ o
d estin ad o a ser — p o r esta o p erato ria— sujeto, se pro d u ce, tam b ién
co m o efecto u n desalojo o m e rm a del goce que dich o n iñ o ten ía en
el cu erp o .23'
A esta sustracción de algo del cuerpo, com o resultado del proceso
que vengo describiendo, ya la había in tu id o M. Klein cuando hablaba
de «deflección» de la pulsión y que Lacan co m p lem en ta m u y de o tro
m o d o 238. Cito: «Vuelvo en p rim er lugar al cuerpo de lo sim bólico que
de n in g ú n m o d o h ay q u e e n te n d e r c o m o m e tá fo ra . La p ru e b a es
q u e n ad a sino él aísla el cu erp o to m ad o en sentido ingenuo, es decir
aquél cuyo ser que en él se sostiene no sabe que es el lenguaje que se lo
discierne, hasta el punto de que no se constituiría si no pudiera hablar239».
«Q uién n o sabe el p u n to crítico del cual d atam o s en el h o m b re el ser
hablante. La sepultura, es decir d o n d e se afirm a de u n a especie q ue al
c o n tra rio de cu alquier otra, el cu erp o guarda lo q u e al viviente o to r
gaba el carácter: cuerpo [corps]. C adáver [corpse] 240 queda, no se to rn a
ca rro ñ a , el cu erp o q u e h ab ita b a la p alab ra, q u e el len g u aje cada ve
riza 241 [corpsifiat] » ,242
El psicoanálisis, a partir de la obra de Lacan, to m a al cuerpo com o
el lugar p rim ero y ap ro p ia d o p ara llevar la m arca que va a o rdenarse
en series de significantes, significantes q u e este c u e rp o recibe p o r
m ed io del goce.
146
A p artir de este recibimiento» el cuerpo gozante h a de ser soporte
n ecesario, n o eventual, de la relación c o n el lenguaje y p o r lo ta n to
con el O tro.
C o m o he consignado a lo largo de estos desarrollos, este lenguaje
se recibe m ediante el goce fálico inscripto, que im pregna la palabra de
la m adre sobre el cuerpo del niño. El problem a, com o verem os cuando
trate la cuestión del otro en tanto semejante, es si la fu n d ó n de esta madre
en la palabra se presenta com o u n a «masa» entera, sin falta, para el hijo.
Esta o p erato ria lógica es im prescindible p a ra que el cu erp o del
n iñ o d estinado a ser sujeto sea lugar apto para el O tro .
La m adre debe ser portadora en su palabra de su goce fálico. E n sus
variables, p o r ejemplo, la m adre puede tener goce fálico y seguir siendo
esa «masa» entera a la que m e refería recién, al no aparecer con falta.
P ara q ue el proceso del cual vengo h ab lan d o se cum pla, en esta
to m a del cu erp o el n iñ o debe percibir la m irada de este otro diferente
a la función de ver243. Esto sucede recién cuando voz y m irada son inves
tidos co m o objeto de «don».
Se produce el corte p orque hay pulsión escópica. Este «don» inves
tid o de valor fálico hace que el n iñ o «quiera tener» «eso» que circula
e n tre sus p ad res q u e está, m ás cerca n am en te, en el cam p o del o tro
sem ejante. C om ienza a perfilarse u n a d em an d a desde el n iñ o p o rq u e
la m ad re h a logrado encajar la suya. Esta es la respuesta pulsional que,
con su cuerpo, el n iñ o da al decir — voz y m irada— del O tro.
Recién com o resultado de to d o esto va a hablar con el sentido de
co m u n icar — com o se dice en los m anuales d e psiquiatría actuales—
y p ara n o so tro s, psicoanalistas, va a estar en el m u n d o de lo sim b ó
lico co nvertido en parlétre.
T o d o p arte , en tonces, de esta sed u cció n p rim e ra q u e la m a d re
hace de su n iñ o , d o n d e el cuidado erógeno p o r excelencia es la pala
bra, la voz.
D u ra n te m is p rim ero s años de psicoanalista co n niños, p o r esas
cuestiones azarosas de las instituciones — y p o r efectos del fantasm a
p ro p io — , en los dos p rim eros niños con quienes m e tocó trabajar m e
encontré con no tenían lenguaje. Y, com o suele ocurrir, según los p ro
fesionales d eriv a d o res d e estos casos, «algo n o fu n cio n ab a» en los
niñ o s en cuestión, p ero no se sabía qué.
147
P o r esos años, yo tam p o co sabía de la im p o rtan cia del lenguaje
en la co n fo rm ació n de la estru ctu ra, Lacan recién desem barcaba en
n u e s tra p lay a de la m a n o de M assota. D igo de la m a n o , p o rq u e ni
siquiera ten íam o s alguna trad u c ció n de sus Sem inarios inéditos244.
B ien, a m í se m e o c u rrió (¿rem iniscencias en ese tie m p o aú n
recien te d e m is añ o s de m aestra de p rim e r grado? ¿Me pareció m ás
atractivo p a ra el niño? ¿Experiencias de m am á c u a n d o m i hija m u y
p e q u e ñ ita , p a ra c o m u n ic a rm e q u e te n ía frío decía: «M am á hace
m u ch o chuy»? N o lo sé, pero, todas estas cosas, sin duda, surgen del
am o r de transferencia de m i deseo puesto allí) nom brar a los animales
m ás conocidos p o r el niñoM5, preced id o s de la o n o m a to p e y a q u e los
caracteriza. R ecuerdo que com encé con el gato. El proceso era el si
g u iente: yo e m itía la o n o m a to p e y a del m au llid o , decía ¡¡Miau!!
¡¡Miau!!, y dibujaba u n gato sim ple — com o los que hacía en la pizarra
para los chicos— . El n iñ o 246 en cuestión, pasado u n tiem po247, cuando
yo «m aullaba» m e alcanzaba el gato o in ten tab a d ibujar u n o (hacía el
garabato). Luego, con sólo n o m b ra r «gato», prescindiendo del m a u
llar, él lo dibujaba. Después vinieron los patos, los pollos, con sus cua,
a ta y ¡¡pió, pío!! D espués «m am á y papá con el nene», «m am á, Gloria y
el nene»... C o m o m e fue bien, seguí ensayando con m is ono m ato p e-
yas. A lgunos niños las tom an, otros no, pero ahora — ¡después de ta n
tos años!— en cu en tro una posición teórica que les h a dado sustento
— adem ás de m is ganas y deseos siem pre nuevos «de que estén en tre
nosotros»— . El «signo» m iau los llevaba al significante porque el miau
era m ás atractivo, p ara dejarm e q u e «Yo entre en ellos». A hora sé que
era m ás atractivo p o rq u e el sonido m iau, signo q u e escondía al gato,
era m ás inofensivo que la palabra. A hora puedo generalizar al respecto
d ed u cien d o que, si la palabra, la voz, es lo m ás seductor, es tam b ién
148
lo m ás erótico y la dim ensión de lo erótico hasta ese tiem po, en estos
niños, h ab ía causado h o rro r p o r el h o rro r posible que lo erótico h u
b iera p o d id o causar en sus m a d re s248.
Esta explicación, hipótesis de H . Yankelevich, m e da la pista m ás
clara del p o rq u é del éxito obtenido con m i iniciativa, ya que los so n i
dos de los anim ales aparecían p a ra estos n iñ o s — con la varian te que
da el caso p o r caso, en tan to s otros— , co m o inofensivos co n respecto
a la voz em itid a p o r el o tro sem ejante.249
¿Por qué puede sentir la palabra del o tro com o terrorífica? Porque
adem ás de lo ap u n tado, suponem os que aparece c o m o pura sensación
terrorífica si lo hace p ara el n iñ o fu era del tiem po lógico preciso, fo r
m a n d o «gestalt» co n el m anipuleo, voz y co ntenido. Si estos elem en
tos aparecen disjuntos, p ro m u ev en terror.
Se p u ed e d ed u cir que este proceso es algo «listo p a ra usar» p ara
q u e se co n stitu y a la p o sib ilid ad de e n tra d a al E stadio del espejo. Si
este p roceso de in te rn a liz a d o n de la «Gestalt» a p u n ta d a n o o cu rre,
es posible que sea tam b ién la causa p o r la cual m u ch o s autistas colo
cados frente al espejo an te su im agen reflejada se ap arten a terro riza
dos. P o rq u e la im agen reflejada les devuelve, en su realidad de p re e
m in en cia de lo Real, la im agen que el O tro tiene de ellos.
Si el n iñ o autista habla, tiene algo así com o u n a jerga o su lenguaje
se reduce a u n a eterna ecolalia250, hay u n inicio de representación. O tro
in d icio de q u e p u ed e h ab er algo de la rep resen tació n es el h echo de
que com ience a hacer garabatos, dejando de m arcar sobre la superficie
dada. Si b ien esto puede in d icar q u e hay marca de signo de goce, esta
es insuficiente p ara p ro d u c ir u n objeto de representación.
A ese respecto, el n iñ o autista que h a com enzado a realizar estos
g arab ato s no da cuenta de ello diciendo, co m o el n eu ró tic o , «esto es
un pato», «el nene», etc.251
¿En qué existencia está cu an d o hace algún garabato?
Está — com o dije— en u n proceso que puede cam biar o no, según
el resultado exitoso de h aber in co rp o rad o u n signo de goce, pero que
248. H ip ó tesis d e H , Y an k elev ich , en el Sem in ario citado, C lase del 22/06/02 d esgra
b ad a, p. 1 1 .
249. V o lv eré sob re este tem a cuando to m e las cuestiones del O tro.
250 . Se ve rá m u y especialm ente cuando presente el caso M aría.
2 5 1 . Se v e rá cu a n d o presen te m is hip ó tesis co n resp ecto a la p ro d u c c ió n g ráfic a del
autista.
149
a ú n n o le p e rm ite «tener» al «objeto de vuelta», c o m o o c u rre en el
juego de aparecer y desaparecer el carretel. H a y — tal vez— u n ¡Fort!
(aquí), p ero sin Da. O están a ú n en u n tiem p o m u y a n terio r incluso
aquel en el que se da el célebre juego observado p o r F reud en su nieto.
P ara q ue se dé el proceso del Fort-Da es preciso que se haya p ro
du cido el corte del cual he hablado al com ienzo del desarrollo de este
trab ajo , es decir, q u e el sujeto quede escindido del cam p o del O tro ,
p ro d u c id a la falta.
Es decir que para que haya habla, lenguaje en el cam po de lo sim
bólico, debe haberse constituido el sím bolo previo, que se inicia con el
signo perceptivo del cual hablaba F reud, u n o n o es sin el otro. C u m
pliéndose la fó rm u la m ás elem ental del sujeto según Lacan: SI -S2
R ecu rrien d o a clásicos neu ró lo g o s del lenguaje co m o A lfred A.
S trau ss252 n o s d irá que, en el lenguaje h u m a n o , los factores vocales
so n auxiliares de lo que considera el lenguaje p ro p iam e n te dicho. Lo
vocal proveerá la am p litu d de variedad de sonidos — según la lengua
m atern a— que con p o sterio rid ad se usarán com o secuencias con un
sen tido dado.
Los autores coinciden en considerar que co n cu rren u n a serie de
estructuras p ara que se culm ine en el lenguaje hablado. Para ellos, se
da p rim ero u n sistema auditivo253 de sím bolos — con lo que coincidi
m os— , ya que, efectivam ente, p rim ero o cu rre este choque de la voz
h u m a n a que, co m o venim os diciendo, en el au tista p ro d u c e efectos
especiales, de u n a m ag n itu d tal que n o pasará al m u n d o de los sím
bo lo s de la cultura.
Siguiendo con los autores m encionados, este sistem a de sím bolos
auditivos se articu la al sistem a m o to r pasan d o recién a ser secu n d a
rio el auditivo. El lenguaje re m ite fu n d a m e n talm e n te a significados y
símbolos25*.
El p ro c eso se describe c o n las secuencias a p u n ta d a s h asta lle
g ar a esta artic u la ció n su p e rp u e sta de sistem as: p rim e ro a u d itiv o -
visual, luego m o to r. El b ebé h u m a n o pasaría p o r etapas que van del
llan to con sus distintas m odulaciones, h asta la em isión de gruñidos,
252. A. A . Strauss y otros, Púcopatología y educación del niño con lesión cerebral,jEudeba,
B u en o s A ires, 19 7 7 . T o m ad o de la Investigación d e los autores en la U n iversid ad
d e M ich ig an , Estados U n id os.
2 5 3 . Y o agregaría el visual.
254 . La cursiva es m ía.
150
ro n q u id o s, arru llo gorjeo, hipo, acciones todas fu ertem ente articula
das, para los autores que vengo citando, con las funciones de respira
ción, deglución. Para nosotros, psicoanalistas, ya se van insertando en
la génesis del «intercam bio» con el am biente. Sostienen que a p a rtir
de los cin co o seis m eses ya están las hab ilid ad es que el n iñ o usará
p ara h ablar, refiriéndose al b albuceo, al «juego vocal» p ro d u c ie n d o
elem entos fonéticos según su lengua.
Sin em b arg o , n o hay u n a co rresp o n d en cia de estas acciones en
el tiem p o en que el psicoanálisis las p ro p o n e, ya que el com ienzo del
«Estadio del espejo» se inicia a los seis m eses del p rim e r añ o de vida.
Lo q ue m ás m e interesa destacar de la posición de estos autores
es q ue p a ra ellos el lenguaje h u m a n o se da co m o el resu ltan te de u n
nivel de desarrollo de tres aspectos aparentem ente desligados: a) p e r
cep ció n sen so rial, b) activ id ad p ercep tiv a y c) len g u aje sim bólico.
Estos elem en to s p ara ellos aparecen desligados. D esde el p sico
análisis, sabem os que es im posible establecer las diferencias en que se
d an los tiem p o s de organizar el signo perceptivo — «Gestalt» co n sti
tu id a p o r lo visual-auditivo-sensorio an te el contacto— , de que de la
m ism a, se organice u n signo, y se b o rre d icha huella p a ra pasar a ser
significante que n o m b re las cosas del m u n d o , p o r lo cual, lo desligado
— al com ienzo— vem os que se organiza en «Gestalt». Precisam ente,
estas so n las «marcas» que, p o r distintas causas, en el niñ o autista, n o
son lo suficientem ente eficaces p ara que se p ro d u zca lo sim bólico en
lo que co in cid en los a u to re s255 con los cuales m i experiencia e h ip ó
tesis tien en m ay o r acuerdo, a pesar de las diferencias en el tiem p o en
q u e se v an d an d o los procesos, al m enos n o hablan de lo innato.
M e parece o p o rtu n o destacar tam bién que lo que desde los a u to
res q u e an alicé se señ ala c o m o m u e stra s p rim e ra s del p ro c e so de
desarrollo del lenguaje coincide con algunas de las señales necesarias
en los prim eros meses del bebé a tener en cuenta para sindicar luego si
ten em o s u n autista o no.
Si el b ebé «habla», es p o rq u e re-presenta. R epresenta al m u n d o
que lo rodea que fue n o m b rad o com o Ausessnwelt, p o r F reud, lo que
podem os llam ar «un catálogo de objetos, o m ejor de nom bres de obje
tos org an izad o s desde siem pre p o r las ciencias en sistem as»256. P ara
151
llegar a designar las cosas p o r el n om bre, el bebé com ienza por el grito
h asta que éste se co n v ierta en llam ad o . P ara q u e esto suceda, debe
p o n erse en juego to d o el circuito pulsional. Q u ien em pieza el juego,
co m o hem os dicho, es el otro.
A quí se juega entonces la representación, co ncepto que desde el
psicoanálisis tien e que ver c o n la constitución d e la estructura subje
tiva y sus tiem p o s lógicos. El sujeto es, en cu an to tal, cuando u n signi
ficante lo representa, lo representa p ara otro significante. En su form a
m ás reducida, lo que u n SI es a u n S2. M e ha parecido lo m ás claro para
indicar lo que ocurre con el sujeto, según el psicoanálisis, en este tiem po
en que p u ed e representar, p o rq u e p u ed e rep resen tarse él, co m o tal,
acudir a la fó rm u la m atem ática q u e p ro p o n e Lacan257 del «Par o rd e
nado». C o n fo rm e a ella, articulo la con stru cció n del sujeto tal com o
dice la d efin ic ió n recién e n u n c ia d a y p ro p o n g o p a ra SI la le tra a y
p ara S2 la letra b, colocando a los elem entos d e la m an era siguiente:
257. J. Lacan, Sem inario «De u n O tro al otro» (1968-1969), ficha de la Escuela de
Psicoanálisis S. Freud de Rosario. Inédito.
152
de discu rso » 258, c o n facilidad p a ra p asa r de ese ca m p o de d iscu rso
débil a la psicosis.
A rm ad o lo inco nsciente del sujeto com o significante p a ra o tro
significante, es q u e com ienza la posibilidad de la representación, ya
que el inconsciente es representante de la representación 2j9.
En el caso del autism o, según el caso por caso, los térm inos no están
o rd e n a d o s co m o p a ra q u e h ay a p o sib ilid ad d e re p resen ta r. P u ed e
h aber q u ed ad o su sp endido el p roceso en algún p u n to del m ism o de
m anera tal que n o perm ite la articulación significante. «El significante
p ro d ucién d o se en el cam po del O tro hace surgir el sujeto de la signi
ficación. P ero sólo funciona co m o significante al reducir al sujeto en
curso a n o ser m ás que u n significante, al petrificarlo co n el m ism o
m o v im ien to q ue le requiere funcio n ar, a hablar, com o sujeto».260
4. Tendencia» p u lsió n
258. ]. Lacan, Los cuatro conceptos fundam entales del psicoanálisis, op. cit., p. 242.
259. Op. cit., p. 223.
260. Op. cit., p. 213.
261. J. Lacan, Los cuatro conceptos fun dam entales del psicoanálisis, de 1964, Paidós,
Buenos Aires, 1987, p. 205.
153
Y nos recu erd a que tam b ién F reud habla de u n a superficie:
154
E n el caso del autism o — sin que hayam os enco n trad o u n autista
idéntico a otro— , puede haberse iniciado el circuito de la pulsión pero
no se ha com pletado la vuelta al objeto «a», p o r lo cual, com o dije en el
p u n to «ver-mirada», tam poco ha com pletado u n a escena. Al contrario,
éstas p u ed en ser m otivo de sus terro res, ya que p u ed e n encontrarse
fo rm a n d o p a rte de esa im agen q u e la fu n c ió n m a te rn a le devuelve
com o real, tal com o fue explicado en el p u n to en que se desarrolló el
«Estadio del espejo».
T am bién puede suceder que, ante la posibilidad de encontrarse en
el cam po del O tro, para lo cual tiene que desaparecer (afanisis), esto le
cause terror. El proceso de desaparecer es el m ovim iento necesario para
convertirse en sujeto (fading del sujeto). A esa desaparición, Lacan la
h a llam ado letal. A lgunos psicoanalistas, com o C ontardo Calligaris265,
fo rm u la n co m o causa del au tism o hab erse q u e d a d o co m o «niño
m uerto» al no dar el fading crucial y necesario p ara ser sujeto parlétre.
D e m a n e ra sem ejante, y u tiliza n d o esa m ism a o p erato ria, A le
jan d ro A rie l266 h abla de la posición del autista com o «m arca conge
lada» que, com o tal, n o se inscribe en el O tro.
Esta m arca, así congelada, n o deviene falta, p o r lo cual n o habrá
despliegue posible para u n a carencia. C arencia que en el sujeto de la
estructura neurótica es del niño y de la m adre, y que intenta recubrirse
en la «alienación» ya que la carencia del n iñ o va a ser reencontrada en
el O tro — m adre potencia— m ediante los intervalos que ella ocasiona.
En ellos es q u e p u ed e filtrarse el deseo, p o rq u e el n iñ o lo encuentra,
c u a n d o el O tro n o re sp o n d e en to d o . C u a n d o el O tro n o aparece
com o com pleto.
D e este m o d o , el p rim e r objeto del deseo es el sujeto m ism o, ya
que en ese m o v im iento de afanisis se juega su m uerte, en tan to «cosa
llena» o p u ro SNC.
Lo fu ndam ental de este tiem po es, entonces, com o lo dice Lacan,
la no reciprocidad y la torsión del retorno. En el autista no hay torsión
po rque no hay retorno. Desde lo m aterno está, a veces, lleno y cubierto
(com o verem os en algunos fragm entos clínicos y en el punto «Variables
desde el cam p o del O tro» de este libro).
265. C om unicaciones personales en clases de Sem inarios de los que formé parte en
el año 1985.
266. A. Ariel, Las psicosis, H om o Sapiens, Rosario, 1993, p. 97.
155
El cuerpo del autista n o está conform ado desde la configuración
de la falta que prom ueve el deseo del O tro, p o r lo cual n o hay «lam ini
lla» sino «casquete» esférico de registrar sensaciones y percepciones en
el p u ro real del cuerpo neuronal. Así aparecen com o «no viendo» ni
«escuchando» p o rq ue están fuera de la tem poralidad q ue se inaugura
en el tiem po de constituirse en el cam po del O tro , para lo cual, tienen
que haberse arriesgado a ir a buscar lo que les falta al cam po del O tro.
C onviene distinguir lo m ás claram ente posible, siguiendo tan to
a F reud com o a Lacan, lo q ue entendem os p o r pulsión y lo que en ten
dem os p o r tendencia porque ello proporciona p untos clave en la clínica
del n iñ o autista, en ta n to preten d em o s seguir los pasos que p u ed e ir
d an d o p ara salir de su «inm utable esfera».
R ecordem os lo que F reud entendía p o r «Drang» (presión). Sabe
mos que la presión no es la pulsión, es en estos conceptos en que Freud
m u estra articulaciones con la fisiología, la física y la energética267. En
cam bio, lo q ue el m ism o F reud y los desarrollos posteriores del psico
análisis en tien d en es que libido es una ficción, una convención.
El o tro señ alam ien to fu n d a m e n tal es q u e los té rm in o s co n c er
n ien tes a la p u lsió n — tal co m o los en u n c ia F reu d — «Drang»: p re
sió n , «Quelle»: fu e n te , «Objekt»: o b jeto , «Z iel»268: fin, sólo pueden
aparecer disjuntos.
P o r lo tan to , p ara que la organización pulsional funcione, deben
estar artic u la d o s de aquella m a n e ra q u e L acan llam ó « m ontaje»269.
En el autismo este montaje no se ha completado o tam bién podem os
deducir, según el caso p or caso, que el circuito pulsional, que el «tour»
de la pulsión, n o se h a com pletado, o h a q uedado «congelado» en un
tiem p o d o n d e sólo fu n c io n a en el té rm in o d e la presión, e n ten d id o
éste com o sim ple tendencia a la descarga.
Esto q u iere decir que h ay estím ulos, excitación, p ero sólo en la
condición de suplem ento de energía que form a parte de la «superficie»
n eu ro n al del SNC. En d eterm in ad as condiciones, la p resión, co n ce
b id a de esta m an era, p u ed e ser catectizada. P a ra ello, es necesaria la
acción del Otro, co m o h e m o s so sten id o en el p u n to «S obre lo q u e
en tend em o s p o r estru ctu ra subjetiva desde el psicoanálisis».
156
En el au tism o — esté el n iñ o en los com ienzos de la ten d en cia o
no— lo que n o hay es «objeto de la pulsion», ya q ue ella inicia su cir
cuito de ida y vuelta alrededor del objeto «a» com o causa de deseo. Si
bien el deseo está im plicado en distintos niveles del organism o, es otra
cosa q u e el org an ism o en sí. Se tra ta de partes del organism o.
En to d o caso, son aquellas que se im plican convirtiéndose en las
zonas erógenas que nos enseñara Freud, y es en ellas, que fun cio n a la
pulsión. F u n ció n que ejerce en cu an to h a pasado — condición nece
saria— por las redes significantes. Es decir, cuando el sujeto — en tan to
tal— h a h echo la en trad a al m u n d o de lo sim bólico.
En las consideraciones que Lacan hace con respecto a la pulsión,
to m a de Freud los conceptos de activo, pasivo y reflejo p ara señalar que
la pulsión se ínstala com o tal en el sujeto ju stam en te en su trayecto de
ir y volver.
Es en el tray ecto de ir y volver q ue la p u lsió n se estru ctu ra, co n
lo cual concluye en el carácter circular de la pulsión.
Este ca rác te r circ u la r señ ala los tres tie m p o s de la p u ls ió n en
d onde debe distinguirse — en sus vueltas— de lo que aparece y lo que
n o aparece en u n tercer tiem po. En este tercer tiem p o lo que se ve es
la aparición de u n nuevo sujeto. Sujeto que es el otro siem pre y cuando
la pu lsió n haya p o d id o cerrar su re co rrid o circular.
La función de la pulsión, p o r lo tan to , se realiza en tan to tal sólo
co n la ap arició n al nivel del otro.
El n iñ o sin d icad o co m o a u tista n o ha h ec h o el re co rrid o c o m
p leto n i el cierre de este c irc u ito — en ta n to q u e n o h a e n c o n tra d o
al o tro — .
Según el caso p o r caso, puede estar en u n com ienzo del recorrido
a p artir de alguna m arca inicial pero, p o r alguna razón, n o le h a dado
el em puje suficiente com o p ara seguir.270
P u ed e e n to n c e s q u e se h ay a q u e d a d o en lo q u e F reu d define
com o konstante K raft271: estado constante o, com o Lacan lo dice, ten
sión estacionaria272. Este «estado constante» p u e d e ser el estado del
autista, p o r lo cual se retuerce, grita o se golpea sin o tro sentido que
n o sea la reacción de especie viva.
270. Hipótesis presentada para explicar los «seguimientos» que el autista hace de los
objetos
271. Se utiliza el térm ino en alemán.
272. J. Lacan, op. cit., p. 185.
157
A rticu lad a sólo en té rm in o s de ten sió n , h ay acefalía del sujeto,
ya q ue p ara q u e se instituya en tan to tal, el inconsciente debe in sta u
rarse, ju stam en te en los intervalos de la d istribución de las cargas de
tensión catectizadas, investidas, p o r lo cual la función del o tro es con
dición necesaria.
Desde la dem ostración m atem ática, se trata del ro m b o que Lacan
coloca p ara señalar «el centro de to d a relación del inconsciente entre
la realid ad y el sujeto»273.
Según Lacan274, el «yo» del recién nacido, q u e F reu d llam ó «Real
Ich» está catectizado sin defensa p a ra los ascensos de la sexualidad.
Allí quedaría a veces estacionado, en m i opinión, el n iñ o autista, según
el caso p o r caso. Estacionamiento q u e le im p id e realizar lo que tan to
Freud com o Lacan describieron com o una represión en la presión cons
tante para acceder a m antener el principio del placer, h acien d o la d is
tinción: placer-displacer. Justam ente, cu an d o el bebé logra esta o p e
ra to ria q u e F reu d llam a Á ufm erkasam keit (posibilidad de atención),
logra el p rogreso del aparato m ental.
Pero puede ser que, al estar sin defensas convenientem ente estruc
turadas, p o r el tiem po p rim ordial de indefensión en el cual se encuen
tra, an te la acción de la sexualidad del otro , no se instaure esta catexis
freudiana determ inante del progreso, que es n ad a m enos q u e la aten
ción. Justam ente, lo que el niño autista no hace: atender.
E n ese m u n d o del Yo real, to d o existe alre d ed o r del m ism o, n o
hay sujeto p o rq u e el m ism o, se inicia en el cam po del O tro , en ta n to
cum plidos los tres tiem pos del circuito pulsional con su cierre corres
p o n d ien te.
Es la relación con este O tro lo que va a p erm itir el nacim iento de
la «laminilla», p ero p ara ello, el viviente pierde. Esto es lo que el autista
no hace, no pierde, no arriesga, no gana la vida simbólica.
5. A fecto en el au tista
2 7 3 . op. cit., p. 18 6 .
274 . op. cit., p. 18 9 .
158
co n d u ctas caratuladas com o «afectivas» de m an era tradicional — en
el d ecir de cualquier discurso en el cam p o de la Salud M ental— con
respecto al au tism o , se p u ed e n llam ar de esa m an era, según la p o si
ción q ue el n iñ o ocupe en el circuito de la pulsión — p o r u n lado— y si
h a p o d id o s o rte a r u n p rim e r o seg u n d o tie m p o del «E stadio del
espejo», p o r o tro.
C oloco n u ev am en te estas posiciones según el caso p o r caso, en
el sentido de que, si bien la clínica m e indica una cierta generalización,
n o p u e d o h acer com o u n a afirm ación general, en u n sen tid o em p í
rico, de q u e se va a cu m p lir en to d o niño.
En el caso señalado de la posición que o cu p a en el circuito de la
pulsión, sus conductas — llam adas afectivas— ten d rían m ás la carac
terística de « tendencia» o de p rim e r tiem p o de la pulsión, en cu an to
a sentir la presión de determ inados estím ulos en sus sensaciones, regis
tradas p o r el SNC, careciendo de lo que desde el psicoanálisis llam a
m os conductas con la intencionalidad de dar o m ostrar amor. P orque
lo señalado com o tal es u n o de los factores que le conciernen a la pu l
sión c u a n d o ya está investida p o r el a m o r del o tro y h a h echo efecto
eficaz la p alab ra del m ism o sobre el cu erp o del infans.
En c u a n to a la p o sició n posible d e e n c o n tra rse en u n p rim e r o
segundo tiem p o del «Estadio del espejo», n o les da todavía los in stru
m entos subjetivos de reconocerse a ellos m ism os com o p rim er objeto
id en tificad o , p o r lo cual n o h a n en tra d o a ú n en el ca m p o del O tro .
P u eden estar «listos para» p ero n o lo h an hecho, p o r lo cual sus c o n
ductas llam adas afectivas p u ed en ten er u n a cierta y discreta direccio-
n alídad hacia algunas p e rso n a s275.
En m i o p in ió n , deben co n sid erarse estos hechos en el caso p o r
caso co m o p a ra d ecir q u e son conductas afectivas co n el sen tid o en
que el lenguaje corriente las emplea: ofrecer o b rin d ar am o r a alguien.
C u an d o digo «am or», lo digo desde los conceptos del psicoaná
lisis, am arse a través de o tro en pleno cam po narcisista.
Se trata del am o r en su esencia, juzgado p o r F reu d 276 com o pasión
sexual cu an d o se refiere a él, com o la culm inación del circuito de la
159
libido, cu an d o ya p u ed e colocarla en o tro , en ta n to objeto buscado
p a ra su satisfacción y co n su c o m p o n en te ligado a la tern u ra.
T am b ién e n tra el co n cep to de afecto, si en su co n sid eració n lo
entendem os com o aquel q u e n o engaña en tan to a n g u stia 277. C o n si
derado así, está articulado tanto al «Estadio del espejo» com o a la «señal»
de la presencia de o tro , p o r lo tan to , el afecto desde n u estra perspec
tiva de am or y percepción subjetiva de reconocimiento de sí y de otro, tiene
que ver con la constitución subjetiva de sujeto, en la cual no se encuen
tra el autista.
P o r lo ta n to , si se h ab la d e afectos en u n n iñ o au tista, debem os
considerarlo en el orden de lo psico-fisiológico com o reacción al haber
registrado u n estím ulo.
En el psicoanálisis n o hay u n a diferencia en su génesis entre el acto
intelectual y lo afectivo. Tam poco la hay p ara H . W allon, desde el dis
curso de la psicología.
P o r lo cual, debe entenderse que afectarse y co nocer c o m p re n
der, en el bebé, están dados en u n solo acto. Es esto lo que organiza las
p rim eras inscripciones de la estru ctu ra subjetiva.
C o m o p u ed e co m p re n d erse , desde el discu rso lacan ian o n o se
plan tea lo afectivo m ás allá de la p ro d u cció n del sím bolo. Cito:
160
la m era resp u esta co n d u ctu al m ecánica de su cu erp o real; la capaci
d ad afectiva, co m o se co m p re n d e desde los p o stulados del psicoaná
lisis, le está vedada.
6. El juego
161
D esde el psicoanálisis» el juego en tra a fo rm a r p a rte de la activi
d ad d e u n bebé cu an d o ya h a captado la presencia del o tro y la de él
m ism o com o tal. Es decir q u e el proceso de génesis d e la identifica
ció n p rim o rd ia l al Φ sim b ó lico está eficazm en te in sc rip to , lo cual
p o sib ilitará — com o se h a explicado en el p u n to «V er-m irada»— la
configuración de los objetos» «lugar en la estructuración subjetiva en el
cual se instala el sujeto cu an d o el bebé p u ed e desarrollar la actividad
de “h acer aparecer y desaparecer” el carretel»286.
El n iñ o a ú n n o puede d ar cuenta del significado identificatorio de
su ju ego p e ro este será el origen de lo que en ten d em o s co m o objeto
«a», causa de deseo ya que h a iniciado, «sin saberlo», con su repetición,
en la m e to n im ia q u e «será el p re lu d io de la m etáfo ra» 287. P asaje al
m u n d o sim bólico.
El nifio autista, según haya com enzado a tran sitar o n o el p rim er
tiem p o del «Estadio del espejo», está antes del juego del Fort-Da.
E n el bebé que se está constituyendo a la m an era neurótica puede
h aber form as arcaicas del jugar com o u n a actividad destinada a captar
significantes para obtener u n a im agen del cuerpo p ropio a través de los
rasgos que va in co rp o ran d o d e «gestos» y form as del hacer del O tro.
O peración q ue se to rn a m ás eficaz cuando los gestos y form as le están
dirigidas especialm ente al bebé. Ejem plo de esto es la actividad com ún
de cu alq u ier m am á «jugando» con su bebé, em itie n d o sonidos, so n
risas, hablándole, tocándolo. C uando juega a «¿D ónde está mam á?» o
a «¡Qué lin d a m an ito que tengo yo!», y toda la variedad de juegos que
cada m am á in v en ta p a ra su bebé.
Este ju g ar espontáneo de la m am á contribuye a ese apropiarse de
significantes p o r p arte del bebé, con lo cual va co n stru y en d o la im a
gen de sí que culm ina en el citado «Estadio del espejo».
El n iño autista n o to m a estos significantes del jugar posible de una
m am á p orque la im agen de ella, com o recortada de él, n o h a sucedido,
Al n o p ro d u c irse el corte eficaz, q u e desde la to p o lo g ía h e p r o
pu esto co m o el disco que cae del cu erp o de la esfera, p o r acción del
O tro .
D e tal de m an era q ue queda separado d e ella co m o otro .
286. S. F reud, M as allá del principio del placer, A m o iro rtu , B uenos'' :s, 1993,
p p . 14 y 15.
287. L. D onzis, fugar, dibujar, escribir. Psicoanálisis con niños, H o m o 1 ens, R o
sario, 1998. /
162
Acción que desde n u estro discurso se la adjudicam os al p o d e r del
lenguaje so b re el cu erp o real del sujeto en constitución.
E n el n iñ o au tista, p u e d e h a b e r q u e d a d o la m a rc a de la acción
del O tro , p e ro la m ism a p erm a n ece congelada p o r d istin tas causas
posibles.288
D e b id o a lo recién señalado, es m u y difícil, en to n ce s, co n c eb ir
q u e el au tista ju eg a2®9, en to d o caso, m anipula su cuerpo y, a veces, en
el caso p o r caso, ciertas repeticiones de este m anipular tienen una posi
ble lectura clínica desde su propia historia en el decir de los padres290.
El «jugar» d e los niños en los prim eros años d e vida a ú n coincide
justam en te con el in ten to de separar la so m b ra del O tro, tiem pos in s
titucionales d o n d e la m arca de la fascinación de los tiem pos d e pleno
im ag in ario tien e todavía m u c h o p o d er. P o r lo cual, «el n iñ o in te n ta
en la rep etició n del juego b o rd e ar u n c o n to m o diferente»291. P ero en
el n iñ o autista n o es éste el fin de la actividad del jugar en sus esbozos,
ya q u e la plena captación del O tro del im aginario n o se ha producido.
C u an d o u n n iñ o autista hace algún corrim iento de esta posición puede
ingresar a u n co n o de b astantes so m b ras del O tro sobre él y m o stra r
co n d u ctas p ro p ias d e la psicosis. Es en el juego, p recisam en te d o n d e
p o d em o s leer características de este m al encuentro con el O tro292.
Es posib le q u e el au tista, en base a con sid eracio n es que h em o s
hecho en el p u n to c o rre sp o n d ie n te al lenguaje, haya te n id o «de e n
trada» u n m al en cuentro con el O tro, m al encuentro que tiene que ver
co n los efectos de lo erótico p ulsional del O tro. M al en cu en tro que es
a n te rio r a lo q u e e n ten d e m o s p o r escena p rim itiv a, p o r lo cual n o
p o d ría darse lo traum ático entendido com o agujero y/o corte en la red
d e significantes.
P o r lo cual en el autism o hay u n estado diferente com o consecuen
cia de este m al encuentro que se debe a u n «factor letal» y que, en tanto
«letal», n o h a p e rm itid o el n ac im ien to de u n parlêtre y sólo h a q u e
dado u n ser viviente que resp o n d e a las funciones de su SNC.
163
7. Las fu n d o n e s y/o m o v im ien to s del O tro
C uando trato el tem a del O tro, lo hago en los estrictos térm inos de
su conceptualización en psicoanálisis, sin que este O tro al cual m e refiero
sea la encam ación exacta de una m adre y/o u n padre de la realidad. Por
lo cual n o se trata de «tipificar» u n a m adre y/o padre que produzca autis
tas u o tras situaciones patológicas en la p rim era infancia, sino que se
tra ta de señalar algunas situaciones de historias de vida que son m ás o
m enos propiciatorias de m alas o buenas circunstancias p ara la consti
tu ció n subjetiva de u n n iñ o en los p rim eros meses de existencia.
D e la experiencia clínica en el C entro de D ía «Lanfranco Ciam pi»
o en la p ráctica p riv ad a consignaré algunas situaciones q u e p u ed en
ser p ro p iciato rias o p recipitadoras d e situaciones q u e en sus p rim e
ros m eses de vida y a u n d u ra n te su concepción colocan al n iñ o en la
dificultad de e n tra r en la estru ctu ra subjetiva que concebim os p ara el
neu ró tico .
Ellas p u ed e n ser:
1. E n ferm ed ad es graves de la m a d re d u ra n te el em barazo o en
los p rim ero s m eses de vida del bebé y/o enferm edades de éste
ú ltim o q u e requieren internaciones sucesivas.294
2. D uelos im p o rtan tes en la m adre.
3. Situaciones m u y íntim as, ocultas con respecto a su vínculo con
el p ad re del n iño.
4. Situaciones inconscientes co n respecto a u n a negación vaci
lan te o explícita co n respecto al falo sim bólico. (Φ ).
5. Situaciones vitales de la pareja que involucran a la fam ilia con
respecto a cam bios im p o rtan tes en el h á b ita t295.
293. J. P. Sartre, El idiota de la familia, to m o II, T iem p o C o n tem po rán eo, B uenos Aires,
19 7 5 , p. 13 .
294. N o m e refiero aq u í a en ferm edades genéticas y/o n eu ro ló gicas q u é'suelen causar
luego conductas denom inadas desde el discurso m édico com o típicam ente autistas.
2 9 5 . C o m p re n d o p o r «hábitat» m o d o s de v id a , cam bios de lu gar de residencia, en el
g ru p o fam iliar, etc, J
164
Lo en u m erad o es u n a selección n o exhaustiva, que n o d a cuenta
de to d as las variables q ue se e n cu en tran en la clínica. Sólo tiene com o
objetivo pasar revista a los casos m ás co m u n es en el tra ta m ie n to de
estos niñ o s y q ue se suelen citar en el relato de fragm entos clínicos p o r
d istin to s au to res co incidentes co n m i experiencia. P o r o tra parte, el
o rd e n d e n u m e ra c ió n d a d a ta m p o c o refleja n in g u n a secu en cia en
im portancia para la gravedad ni la determ inación del «cuadro» llam ado
«autista», sin o q ue se b asa en la rep etició n de estas situaciones en el
«caso p o r caso.»
A dem ás, m u ch as veces estas situaciones surgen co m o direccio-
nales posibles en la m arc h a de u n a «cura» p o r la lectura que de estos
d a to s hace u n p sico an a lista. D ato s q u e p a ra los p ro ta g o n ista s —
m adre, padre— carecen de algún valor en sus relatos296. Sin em bargo,
es im p o rtan te consignar que se trata de cómo significan los protagonis
tas b s hechos según la lectura clínica de un psicoanalista. En ese sentido,
hay p o r lo m en o s tres tie m p o s297:
1. El d ato «perdido» p ara los inform antes, o banal p ara ellos.
2. La cap tación que el psicoanalista hace del m ism o.
3. La m an io b ra posible con la cual este dato to m a o tra dim ensión
sig n ifican te en el discu rso d e los pad res y, en consecuencia,
o p era cam bios.
165
criado, su familia, amistades, etc. Pero esto, que yo pienso en el m om ento
de su relato, ella n o lo m e n c io n a en lo absoluto. A n te m i p regunta:
«¿Y usted co m o estaba?», n o sólo se so rp re n d ió sino q u e com enzó a
llo rar quedo, sin p o d e r p arar. E ntonces, digo algo así com o que, tal
vez, ella estaba m ás triste de lo que hasta hoy había supuesto. Sólo llora
y llo ra ...
A la sesión siguiente m e dice: «Recién en la entrevista c o n usted
m e di cuenta de lo d ep rim id a que estuve, de lo ausente que estu v e... »
E sta d e p re sió n , triste z a «olvidada», n o fu e sin co n se cu en c ia s
p a ra E lia s,..300.
166
m ie n tra s la m a d re se ag ravaba cad a vez m ás d e la e n fe rm e d a d q u e
padecía.
a. N ació p re m a tu ra a los och o m eses de gestación.
b. P erm an eció en in cu b ad o ra 31 días (los padres ten ían acceso a
la sala p e ro n o la p o d ía n to c a r)302.
c. N ace con m alform aciones en el paladar, labio lep o rin o y u n a
h ip o acu sia bilateral.
d. I a in terv en ción qu irú rg ica de labio a los 35 días de nacida.
e. 2a intervención quirúrgica para acom odar el paladar a los cinco
años de ed ad (la m ad re hacía dos q u e h ab ía m u e rto ).
f. 3a intervención quirúrgica a los ocho años de edad para recons
tru cció n del paladar.
C o m o co n se cu en c ia d e to d o lo a p u n ta d o , p e ro fu n d a m e n ta l
m e n te p o r la h ip o acu sia, la n iñ a tien e severos tra sto rn o s del h abla.
Fácil es d e d u c ir q u e fue tra ta d a p o r fam iliares co m o la « re tra
sada» y /o «tontita» y p o r profesionales co m o «autista.» A pesar q u e
la n iñ a trata b a d e hacerse en te n d e r p o r señas, n adie las in terp re tab a
com o intentos de comunicación, sino com o signos de «locura». El colm o
de esta historia es conocer el dato de q ue la hipoacusia recién se inves
tigó cuando la n iñ a contaba con siete años de edad. Su familia — pobre
eco n ó m icam en te y de in fo rm ació n — n o se dio cu en ta de que p o d ía
ser so rd a y n u estro s Servicios P úblicos d e A sistencia, siem pre a p re
m iad o s p o r la urgencia y sobrepasados p o r el n ú m e ro de pacientes,
tam p o co .
Lo m ás n o tab le y d e te rm in a n te es que ese «no darse cuenta» de
la familia m ostraba para nosotros, psicoanalistas, el lugar subjetivo que
Lina o cupaba en u n g rupo fam iliar envuelto en el duelo de la pérdida
de la m adre. F u n d am en talm en te, el padre, q uien p o n e en ella to d o s
los tem o res de m u erte in m in e n te ya vividos con respecto a su m ujer.
A b ru m ad o p o r la certeza de que, p o r la m ala fo rm a ció n del paladar
de Lina, podía m o rir ahogada — a pesar de que ya esta anom alía se había
corregido— , perm anecía vigilante de la niña. G uiado p o r sus certezas,
do rm ía con Lina cuidando que su respiración fuera la correcta.
167
La n iñ a quedó presa de los terrores y duelos de este grupo familiar,
cercada p o r los m ism os m ucho tiem po, sin salida hacia los otros, hacia
el m u n d o circu n d an te, a pesar de sus esfuerzos.
A dem ás, to d o s sus h erm a n o s le d o b lab an varias veces la edad y
co n stitu ía p a ra ellos m ás el resto m alformado viviente de la m u e rte de
la m ad re q u e u n a herm ana. Se p reguntaban, abiertam ente, si el naci
m ien to de Lina n o h abía precipitado la m u e rte de la m adre.
N o p u ed o dejar de p o n e r en relieve el h echo d e q ue los prim eros
treinta y u n días de la existencia de Lina transcurrieron en una m áquina
— la in cu b ad o ra— sin co n tacto h u m an o alguno y que apenas sacada
de allí — a los cu atro días d e nacida— la so m eten a u n a intervención
q u irú rg ic a ...
C o m o dije al com ienzo, cada u n a de las lam entables circ u n sta n
cias de la existencia de Lina facilitaban su aislam iento y, c o n ello, la
p érd id a d e la o p o rtu n id a d única en sus tiem pos lógicos co n stitu y en
tes de establecer inscripciones fundantes.
Es im p o rta n te ta m b ién co n sig n ar q u e n o so tro s tu v im o s pocas
chances p a ra q u e u n tra ta m ie n to revirtiera m u c h o las cosas, ya que
la n iñ a fue derivada a n u estro C en tro en p len a adolescencia, después
de d ar vueltas p o r distintas instituciones p a ra «retrasados m entales».
N o o b stan te lo cual los logros de Lina nos llen aro n de satisfacción303.
Si bien todas las circunstancias que escuetam ente enum eram os podían
haberla hecho au tista304, dejó de serlo p o r la intervención clínica que,
aunque tardía, fue oportuna y correcta. Ayudó el deseo de Lina que siem
pre quiso estar con los otros. N adie acudía a sus llam ados que, p o r a n o
m alías del ap a rato fo n ad o r, era n extraños y guturales, pero eran lla
mados q ue n o so tro s sí tom am os como tales y ap ren d im o s a leer e
in terpretar. F ue notable co m o la expresión gráfica de Lina fue d an d o
cu en ta de la m an era en que vivenciaba su cu erp o ya q ue al com ienzo
de su trata m ien to se d ib u jab a sin boca.305
P o r su p u esto , ten em o s m u c h o m ás p a ra decir d e Lina, p e ro lo
consignado h asta aquí refuerza la hipótesis sostenida del papel fu n
dante e instituyente que juega en la organización del sujeto la función
30 3. Se p re sen taran algun os in fo rm es c lín ico s del caso en algu n as h isto ria s clín icas
m ás adelante. ' \
304. Y a que era con sid erad a com o tal hasta su d eriva ció n al C en tro .
305. E n anexos sob re la p ro d u cció n d e los h isto riad os qu e aq u í se m en cio n an p resen
tarem os u n a breve retrospectiva de los d ibu jo s de Lina.
168
del o tro , el lu g ar q u e se le asigna, según los p o stu lad o s del psicoaná
lisis y los q ue sostengo en m i p ráctica com o psicoanalista.
Veam os o tro fragm ento clínico. M argarita, m adre, carga con his
torias de violencia y erotism o de sus padres (que n o cuenta, sino que la
desb o rd an ) llen an d o c o n ellas to d o s los espacios terap éu tico s o rg a
nizados p ara su hijo. Es de consenso en los psicoanalistas del Servicio,
com o fruto de «Ateneos de discusión de los casos», contener a los padres
hasta que se p ro d u c e el ped id o p or parte de ellos de un espacio propio
para hablar de sus cosas. Pienso que si esto no se da, los padres, no escu
chados en su sufrim iento, n o «largan» al niño, com ienzan los in c u m
p lim ie n to s d e asistencia, etc. C o m o dice u n a T allerista del C e n tro
su m am en te experim entada: «N osotros intentam os, pero la m ad re no
lo presta».306
V uelvo a M argarita, re firién d o m e ju stam en te a la sesión d o n d e
acepta to m a r entrevistas para ella, en o tro h o ra rio que las de su hijo.
Dice casi textualm ente: «U sted m e tiene que d a r garantías de q u e n o
m e va a volver a pasar», y relata que el lunes a la n o ch e se sintió m al,
que com enzó a guardar cosas m eticulosam ente en u n a caja (a las que
llam a «porquerías») al m ism o tiem po que hace com entarios, llorando,
d e có m o ella n o p u ed e estar b ie n p a ra sus hijo s c o n to d o lo q u e su
m ad re trab ajó p o r ellos (se refiere a ella y sus h erm a n o s). Q ue p e n
sando así, se fue p o n ien d o cada vez m ás nerviosa, se sentía u n a p o r
quería, pero no puede dejar de hacerlo, com enzó a ahogarse, se le cru
zaban solas las piernas y sentía que n o po d ía ab rir la boca, n o sabe p or
qué al m ism o tiem po pensaba «vos n o sos m i papá». Quería u n m édico,
p ero al m arid o le dan m ucha vergüenza estas cosas q ue a ella le pasan.
Puede decir que adem ás se excita sexualmente cuando se pone tan n er
viosa y rem em ora escenas de peleas y encuentros sexuales de sus padres.
M argarita dice estar enferm a d e algo que no sabe lo que es y tiene
m iedo. P ero n o se tra ta de u n a enferm edad m édica com probable.307
Pensé en el m o m ento en que supervisaba este caso y ahora, rem e
m o rá n d o lo , e n aquellas in c o m p re n d id a s p acien tes h asta q u e llegó
Freud. M argarita, tal com o alguna de ellas, parece sufrir de «ataques»
claram ente histéricos que — a veces— to m a n las form as que p u ed en
169
confundirse con u n ataque epiléptico. Freud, para referirse a la confu
sió n p o s ib le c o n ellos — en el en say o « D ostoy evski y el p a r r ic i
dio»308— n o s dice que el célebre escritor ru so , creía sufrir d e epilep
sia. Sin em bargo, F reud cree o tra cosa: «lo m ás pro b ab le es q u e esta
p re te n d id a epilepsia fu e ra ta n sólo u n s ín to m a de n eu ro sis, la cual
p o d ríam o s clasificar, en consecuencia, co m o histero-epilepsia; esto
es, co m o u n a h isteria grave».
A ctualm ente, en los efectores de salud públicos y au n en los p ri
vados, a este tip o de m anifestaciones suele n o dársele m u ch a im p o r
tan cia — salvo excepciones— p o r lo cual la in ten sid ad de la angustia
de los pacientes así tratados se acelera y au m en ta sus m anifestaciones
que los llen an de terror, p o rq u e creen tener algo terrible cuyo origen
n o se sabe. «Algo terrible de la cabeza», suelen decir, y q u e el m édico
n o les q u iere decir o n o se sa b e ...
El te m a es interesante, pero volviendo a lo que m e o cu p a en este
p u n to del libro, b función del otro primordial en estas m ujeres, debería
funcionar «marcando» y dando u n lugar al niño para que advenga sujeto.
E n los dos fragm entos presentados p odem os ver que, tratán d o se
tan to de u n a enferm edad orgánica com o de u n a enferm edad psíquica,
am bas o cu p a n a veces u n lugar ta n p ro m in en te en la subjetividad de
quien las p o rta que no hay lugar alguno para que el niño p u ed a e n tra r
co m o o b jeto fálico de las m ism as. Esto p e rm itiría al hijo e n tra r a la
triangulación edípica im aginaria prim era, p ara poder así ser sujetado
a otros significantes, para que funcione lo que hem os llam ado «N om bre
del Padre». Espacio que tam bién hace posible que, una vez instalado, en
él advengan otros espacios, creados p or los «no» de la m adre, haciendo
co rte al goce. P ero en estos casos se trata de n iñ o s que «están afuera»
de los significantes del discurso m aterno, n o h an sido registrados, sólo
está el d o lo r que las aqueja y en él en c u en tran el goce que las colm a;
p o r lo que, desde m i posición, sus hijos son sindicados com o autistas.
Veam os ahora qué ocurre en aquellos niños que han sido portado
res de una enferm edad en los primeros meses de vida. 309
170
N o es ex cep cio nal que em pecem os a a te n d e r en el Servicio del
C en tro niñ o s que padecen la secuela de la sífilis d e alguno de los p ro
genitores q u e p erm an ece ig n o rad a p o r los m ism os. Los síntom as de
retraso psicomotriz y lenguaje, que los niños han presentado al com ienzo
de la vida, la enm ascaran. Al n o tener éxito escolar, son ráp id am en te
sin d icad o s c o m o « retrasad o s m entales» y p u esto s en las llam ad as
«Escuelas especiales», a lo que se agrega la falta d e u n a correcta explo
ra ció n m é d ic a c o n los análisis debidos, q u e d e sc u b riría n el o rig en
o rgánico del retraso.
A m ed id a q u e los tiem pos sociales y económ icos de n uestro país
e n tra ro n a la terrib le crisis en la que nos encontram os, estas situacio
nes e m p eo raro n , ya q u e las Escuelas Especiales y a u n la que todavía
llam am os «com ún» carecen del m édico escolar q u e poseían en o tro s
tiem pos.
T en em o s la v en taja de estar d esa rro llan d o n u e stra p rá ctica en
la F acu ltad d e C iencias M édicas, lo cual n o s p e rm ite realizar d e ri
v aciones, p ero p o r lo general so n in terv e n cio n es tard ía s h asta que
el n iñ o llega a n u estro Servicio, p o r to d o el tie m p o de vida del n iñ o
q u e h a tra n s c u rrid o d e u n a in s titu c ió n a o tra, c o n pad res desespe
rad o s en alg u n o s casos, o c o n la seren a ap a tía re sig n a d a del p o b re
que se in m oviliza a n te todos los inconvenientes de tran sp o rtes, tu r
nos p a ra exám enes, y cosas q u e n o c o m p re n d e y q u e se le p id e que
lleve a cabo.
Fue in o lv id ab le p a ra n o so tro s la situ ació n de u n n iñ o tra íd o al
Servicio y e n v iad o p a ra a d m isió n al C e n tro y del q u e, c o n la D ra .
Susana B aschera V icedirectora del m ism o, tratáb am o s de analizar el
origen del retraso, sobre el cual adem ás se h abía instalado la «ausen
cia» y otras conductas que lo sindicaban com o autista en la derivación
a n o so tro s... La m adre repetía: «Doctora, y ¿no será que quedó así p o r
la fili?». H asta q u e u n día las dos al m ism o tiem p o dijim os: «La “fili”
de la que nos habla, ¿no será sífilis?». Susana com enzó la investigación
del caso con otras Cátedras y así fue n o más: era la «fili», la sífilis, recién
escuchada después de m ucho deam bular de esta m am á con u n discurso
de p o b re y h u m ild e que n o h abía hallado respuestas.
C u an d o el p rim er diagnóstico m édico n o es claro o no es en te n
d ido p o r los p adres, el n iñ o qu ed a a m erced de las ideas y/o fantasías
que los m ism os padres se hacen al respecto. Q uedan com o sentencias
o prescripciones verdaderas y eternas.
171
Este fue el factor d eterm inante — a m i entend er— en el caso que
procederé a relatar. Beto es derivado p o r O torrinolaringología porque
p resen ta retraso en la adq u isició n del lenguaje hablado, tien e cinco
añ o s de ed ad . T ien e u n a h ip o a c u sia leve, c o m en z ó con b alb u ceo
recién a los cu atro años. A ctualm ente n o se entien d e lo que dice.
Se alim entó con leche m aterna hasta los doce meses y com enzó la
m archa recién a los 16 meses. En el H ospital le dicen q u e tiene raqui
tism o y que el sostén cefálico no era el que correspondía a su edad.
En el p rim er año de vida, estuvo internado p o r colitis a repetición,
bronquitis y otitis. A los nueve meses, es internado nuevam ente p o r una
enferm edad eruptiva. A los cuatro años, es intervenido quirúrgicam ente
p o r adenoides.
Es derivado a neurología, los estudios realizados n o dan cuenta de
anom alía alguna. Al ingresar al Jardín de infantes «no se adapta», según
el in fo rm e escolar. D o n d e consta q u e adem ás de re traíd o y aislado,
cu an d o los o tro s niños in ten tan acercarse a él, les pega.
A los tres años, el p ed iatra lo deriva a u n a fon o au d ió lo g a pero,
dice la m am á, «No avanzó».
En su re la to de los a n te c e d e n te s fam iliares e n el tie m p o de su
em barazo de Beto, su m am á com enta que, com o la h erm ana del niño
— q u e ah o ra cuenta 10 años de edad— tiene trasto rn o s convulsivos,
«no querían otro chico».
A dem ás, la m am á dice sentirse m u y sola con to d o esto que pasa
con Beto. El co m en tario de la terapeuta tratan te es q u e es u n a m ujer
m u y sufrida, que fue despedida de u n a fábrica donde trabajaba m ucho.
Se siente m uy m al p o rq u e dice n o tenerle paciencia a Beto, n o lo
en tien d e y exclam a: «Yo sabía que iba a te n e r u n chico loco»...
Para la escucha de u n psicoanalista, hasta podríam os decir que en
la p re h is to ria de B eto ya está d estin ad o a la lo cu ra tem id a p o r sus
padres.
Los d ato s sobre la evolución del n iñ o en los p rim ero s m eses de
vida, retrasos en la com unicación, lenguaje, etc., concuerdan con sus
largas estadías de internación. Puedo decir, adem ás, que dicho retraso
fue ag rav ad o p o r la n ec esid ad de tra b a jo d e los p a d re s q u e, m u y
angustiados p o r esa situación, es probable q u e n o estim ularan m ucho
al n iñ o recién llegado. Siendo la m am á u n a o b re ra cansada, disco n
fo rm e p o r intensas h o ras d e trabajo m al pago, n o p u d o estar coñ su
b eb é en las in tern a c io n e s del m ism o . P o d e m o s arriesg ar ta m b ié n
q ue, co n su ap atía y su te m o r al «niño loco», es p o co probable^que
172
lo h u b iera hab lad o y/o estim u lad o 310 en los p rim ero s tiem pos d e su
existencia.
N o o b stan te, q uiero dejar claro que — co in cid ien d o con lo que
plantea Elsa C oriat— no creo que los bebés entiendan lo que los padres
dicen, a u n q u e este decir esté d ire c ta m e n te d irig id o a ellos. Lo q u e
creo es que, cuan d o distintos problem as los ocu p an de m o d o tal que
el b ebé n o cu e n ta — co m o en el caso q u e he c o m e n ta d o — , el bebé
q u ed a relegado a ser u n problem a. Bien, p ero un problem a no es un
niño. Y, com o sabem os, en el desarrollo del m ism o co m o tal, lo que
esencialm ente sucede es u n in terc am b io y ac o m o d ació n del b ebé al
m ed io . M ed io en el cual están sus congéneres, especialm ente sus
padres, fo rm an d o parte de los objetos de este m u n d o . P ero si ellos no
se hacen notar — al n iñ o — d en o tarlo s, separarlos y percibirlos se le
hace m u ch o m ás difícil.
Es posible que en los tiem pos del funcionam iento n eu ro q u ím ico
cerebral haya m ecanism os que la ciencia todavía desconoce p ero que
son esenciales para que el intercam bio del cual hablo tenga lugar y posi
bilite lo que nom brarnos desde el psicoanálisis «primeras inscripciones».
O tra situación similar a la presentada — pero con variables de la sin
gularidad propias de cada sujeto, claro está— es la que voy a proceder a
presentar en algunos fragm entos significativos de la prim era entrevista.
En este caso, confluyen enferm edad orgánica de la m adre y enfer
m edades del n iñ o . P ero tam bién el papel que el n iñ o o cu p a en el dis
curso d e la m am á.
E n la entrevista la m adre com ienza diciendo: «Él trajo toda la des
gracia de la fam ilia»... V em os que, desde el com ienzo, ya tenem os a
u n n iñ o p o rtad o r, cual E dipo d e estos tiem pos, de la m aldad p a ra la
fam ilia e n te ra ... C o ntinúa la m adre; «Me em baracé de él teniendo u n
cáncer en la g arg an ta..., yo lo p re s e n tía ...», y repite: «yo m e e m b a
racé de é l... y tam b ién estaba m u y angustiada p o rq u e había p erd id o
a m i herm ano p o r el m ism o tema». En su decir, el mismo tem a es el cán
cer del cual m uere su herm ano y el em barazo y, a u n q u e fenom enoló-
gicam ente los hechos n o tienen relación alguna, parece que to d o está
ju n to para ella: cáncer, hijo y hermano, lo cual n o es sin consecuencias.
173
Sigue relatando que el em barazo fue n o rm a l p ero se le agravó «el
p ro b lem a de la garganta», a lo que se agregaron problem as de várices
en las piernas.
Juan M anuel, el n iñ o , n ació con m u y b ajo peso (n o se acuerda,
p ero era b ajo ) prosigue: « P o rq u e yo, algo sé, p o rq u e trab ajo en u n
H ospital. Sé q u e él tam bién estaba sufriendo p o rq u e el líquido n o era
igual q ue el de todos sus herm anos, pero, tuve todos los cuidados que
había q u e te n e r» ... C ontinúa: «Si yo h u b iera con ocido antes los sín
tom as del autism o, yo m e h u b iera d a d o c u e n ta ..., u n o se da cuenta
en el llo rar de u n b eb é » ...
C u an d o Ju an M an u el es traíd o al Servicio, cuenta ya con nueve
años de edad; presenta aislam iento, n o tiene lenguaje, etc. N o obstante
los saberes q u e p ro clam a la m ad re en su decir, co n c u rrió a m uchas
consultas sin resultado alguno para el progreso de Juan M anuel. Está
radicada en u n a población cercana a R osario p o r lo cual n u n ca se le
o c u rrió viajar h asta aquí, lo hace co m o ú ltim o recurso. T erm in a la
entrevista diciendo: «No tuve p a p á ... de todos los hijos que tuve éste
fue el d erru m b e de la fam ilia»...
¿Q ué le pasó a esta m am á d o n d e h asta el cáncer q u e padece apa
rece e n su d ecir co m o u n percance casual de la vida? La m u e rte del
h erm an o con la m ism a enferm edad que ella padece parece n o desper
tarle tem o r consciente, pero este hijo, Juan M anuel, es la causa de todos
los m ales. Pareciera que «al n o saber ella sobre autism o», este n iñ o osó
hacer algo q ue ella no había previsto, y a u n así, parece saberlo de ante
m ano. C om o resultado de esta posición del saber en esta m am á, parece
com o si Juan M anuel hubiera hecho algo fuera d e program ación en las
casi certezas de ella... ¿Cóm o n o era su llanto co m o el de sus h e rm a
nos? P o rq u e si ella hubiera sabido lo que era autism o hubiera hecho lo
co rrecto ...
D estaco en todos los fragm entos presentados lo significativo de
la p rim e ra entrevista de la m ad re co n el terapeuta. En to d o s ellos, el
trabajo de intentar el viraje posible de la «mirada» tan especial de cada
u n a d e ellas a estos hijos en circunstancias de vida difíciles se im p o n e
co m o p aso necesario y p rio rita rio . Si b ien los n iñ o s in g resa n a los
P ro g ram as T erap éu tico s del C e n tro d e D ía segú n las evaluaciones
q ue surgen e n los llam ados A teneos Clínicos, do n d e cada profesional
o p in a sobre él, los datos de la p rim era entrevista, los discursos y sus
m aneras, etc., es con los padres y/o con la m adre con la que com ienza
el trabajo de u n psicoanalista, m u y especialm ente en estos casos.
174
2. D u elo s im p o rta n te s de la m a d re
3 1 1 . Sien d o un Servicio Asistencial P ú b lico estam os com p rom etid o s a elaborar h isto
rias clín icas c o n u na C a rá tu la u n ifo rm e qu e de c u en ta de los d ato s de filia c ió n
d el asistid o , a sí co m o a l uso de u n N o m e n c la d o r In te rn a c io n a l de T ra sto rn o s
M entales. D e co m ú n acu erd o con la ex D irecció n de Salu d M ental de la P ro vin cia
de Sa n ta Fe, se utiliza el C IE 9.
3 1 2 . Jean Etienne Dom inique Esquirol (17 7 2 -18 4 0 ), psiquiatra francés, discípulo de Pinel.
Fu e el prim ero en estudiar determ inantem ente las alucinaciones (creó el térm ino)
y en establecer la diferencia en la in fan cia entre retraso m ental y esquizofrenia.
3 1 3 . C . K o lk o , op. cit., trab aja este tem a con m u ch as coinciden cias c o n nuestras h ip ó
tesis, c o m o c o m p ro b a m o s a d em ás en p re se n ta c io n e s clín ica s q u e se h ic ie ro n
cu an d o la au to ra v isitara n u estro C en tro d e D ía en agosto del añ o 2 0 0 1.
175
E ncuentro que n o se produce bajo la determ inación de la voluntad
consciente de u n a m adre, sino p o r los efectos de la dirección pulsio-
nal propia de quien puede haber melancolizado su duelo. En ese estado,
su deseo n o está p u esto en el n iñ o sino en busca de lo p erd id o , que,
hab ien d o sido sustraído p o r la m u erte inapelable, n o le p ro p o rcio n a
n in g u n a chance p ara jugarse en colm ar pedidos del niñ o . C um ple de
m anera desm añada con cubrir las necesidades del pequeño, p ero estas
ap arecen b ajo el im p e rio de lo m elan c o liza n te de la m adre; jam ás
p u d iero n tran sfo rm arse en dem anda. Poco a poco — com o los niños
«aleteadores» de B ettelh eim ” '— , d ejará de d irig ir su m ira d a a la
m a d re ya q u e n o o b tien e respuesta alguna, y q u ed a rá «navegando»
alred ed o r de la «esfera» sin llegar a n in g u n a parte, con m ovim ientos
que n o están regidos ni dirigidos hacia n ada.315
Sacarlos de este largo letargo es n u estro desafio, n u estra apuesta.
U no de los m odos de llevarla a cabo se m uestra, aproxim adam ente,
en la síntesis de este in fo rm e clínico316: «Teniendo com o diagnóstico
p resu n tiv o u n “T ra sto rn o generalizado del desarro llo ” 317, en el cual
el trastorno estaría determ inado por una perturbación severa en la cons
titu ció n subjetiva, se to m a en tratam ien to al n iñ o y a su m adre com o
u n to d o , ya q u e se p en só q u e n o h ab ía allí dos sujetos sino u n v ín
culo m ad re -h ijo p e rtu rb a d o , que im pedía o — en to d o caso— o b s
tacu lizab a en alto grado, al h ijo en el acceso posible a las o p e ra c io
nes de subjetivación. En u n p rim e r tie m p o d e ab o rd aje, se decidió
tra b a ja r en sesiones con la m a m á y h ac er u n seg u im ien to del n iñ o
en los distintos espacios del P rogram a, p ro p o rcio n an d o u n a presen
cia, u n acercam iento con la terapeuta sin establecer u n requerim iento
de trabajo concreto con el m ism o, esperando el m o m en to o p o rtu n o ,
cuyo su rg im ien to estaría d ad o en el desarrollo de la relación tra n s
ferencia! c o n la m adre. M o m e n to en q u e la m a d re h ab ilita el espa
cio p a ra q u e la te ra p e u ta p u e d a to m a r la fu n c ió n de S uplencia del
O tro y, a través de situaciones de juego, p o d er ofrecer u n abanico de
se n tid o s d iv erso a aq u e llo s sig n ifican tes q u e lo sig n ifican d e u n a
m a n e ra única y cristalizada».
176
Presentam os ahora el caso de F elipe318, otra variedad de situacio
nes de duelo p o r las cuales un niñ o puede quedar relegado en tiem pos
cruciales p a ra la in stitu ció n de su arm ad o subjetivo. Este n iñ o nace y
tran scu rre su p rim era infancia en u n m o m en to en el q ue la fam ilia se
ve m arcada p or conflictos entre su padre y su media herm ana, que m o
tivan el alejam iento de ésta del hogar, aco n tecim ien to q u e es vivido
dram áticam ente p o r la m adre, quien se encontró com o im potente para
im pedirlo. Esto le originó u n a situación de duelo, con retracción libi
d in al y u n a p ercep c ió n co m o alejada de la re alid ad q u e ella m ism a
verbaliza con esta frase: «estaba como en las nubes».
El bebé com ienza con sus reclam os expresados a través de p e rtu r
baciones d e las funciones básicas del sueño y la alim entación. P e rtu r
baciones que son encuadradas desde el discurso m édico com o resul
ta d o de trasto rn o s orgánicos, diagnósticos que, a u n c u a n d o n o son
co n firm ados con los estudios solicitados — p o rq u e no los realizan—
so n su ficien tes p a ra p o sic io n a r al n iñ o e n el lu g ar de «enferm o» y
«dependiente.»
A p a rtir de allí, todas las conductas del n iñ o son pensadas com o
fenóm enos inherentes a su «enferm edad», de m an era tal que la fam i
lia se presen ta com o incapaz de p ro p o n e r o su p o n er algún cam bio en
las m ism as. Esto últim o es sostenido fundam entalm ente p o r el padre,
q u ien a lo largo de las entrevistas sostenidas m antuvo u n discurso de
certeza.
H asta aquí, u n a síntesis de los acontecim ientos vividos en la re a
lid ad q u e destacam os nosotros.
En el curso del tratam iento, a través de los despliegues efectuados,
se puede vislum brar una suerte de «congelamiento» del significante, sin
llegar a co n stitu ir u n holofraseo, que lo arroje a u n fuera d e discurso.
La m adre, d u ran te el tratam iento p u d o ir cam biando de posición
y sentirse involucrada en la problem ática de su hijo, de tal m o d o que
p u d ie ra p ro p o rc io n a r condiciones propicias p a ra la reco n stru cció n
de u n vínculo sano con el niño.
Felipe ac ep tó la p ro p u e s ta te ra p é u tic a , cuyo tra b a jo se c e n tró
en ofrecer significantes diversos a través del lenguaje que lo p u ed an
situ ar d e m an era diferente en el co ntexto de su historia, ab rie n d o la
p o sib ilid ad de hacer cadena. P ara esto, se p ro p ic ia ro n instancias de
177
juego q u e p erm itieron nuevas form as de «jugada» p o r p arte del sujeto
para ir accediendo a las operaciones sim bólicas de subjetivación.
P o r ejem plo, Felipe h a com enzado con los juegos de presencia-
ausencia, aún precarios, p ero que m arcan la antesala del Fort-Da, ope
ración que le brin d ará el acceso al universo sim bólico. De igual form a,
ha co m enzado a usar el lenguaje con in ten ció n com unicativa, si bien
de u n a fo rm a lim itada en su despliegue.
Se h an m an ten id o entrevistas en fo rm a sistem ática con el padre,
quien, posicionado en el discurso de la certeza com o se expresó an te
riorm ente, se m uestra poco proclive a aceptar posibilidades de cam bios
en sus actitudes.
C o m o u n a v arian te de este m ism o estado de cosas, ten e m o s el
caso de L eo n e l. La historia es ejem plar para m o strar distintas proble
máticas clínicas del llam ado «autismo» y su paso — en algunos casos—
a la psicosis.
La m a d re de L eonel relata en la p rim e ra en trev ista que cu an d o
estaba em b arazad a del n iñ o , v iajando en colectivo, se e n te ró de la
m u e rte del p a rte ro q u e debía a ten d e rla. Ju sta m e n te viajaba e n esa
o p o rtu n id a d p ara contarle de su em barazo.
A p a rtir de esta n o ticia — en la lectu ra del p sicoanalista— 319, el
em barazo pasó a segundo plano y ella se sum ió en u n desconsuelo eter
nizado, que hacía pensar que la figura del m édico había pasado a ocu
par un lugar preponderante en la distribución de su libido. A nivel cons
ciente, cu a n d o el n iñ o es a d m itid o en el Servicio, la m a d re relata
tam b ién que: «el sexo le da igual», q u e «el q u e quería ten er o tro hijo
era el m arido», p o rq u e ella estaba m ás entusiasm ada p ara ese e n to n
ces con re to m a r u n a carrera u niversitaria que había a b a n d o n ad o .320
Pero este últim o dato significativo ya nos lleva a otros tipos de funcio
nes y/o m ovim ientos del otro — en tanto térm ino necesario en la cons
titución subjetiva— , al que llamamos «situaciones m u y íntim as y ocul
tas con respecto al vínculo co n el p ad re del niño».
Antes de c o n tin u ar d en tro de lo que he denom inado «Funciones
y /o m o v im ien to s del o tro » , voy a c o n sid erar algunas conclusiones
sobre el d u elo de los progenitores q u e cu m p len la fu n ció n «de otro»
del n iño.
178
C om o he dicho a lo largo de este libro, especialm ente en el p u n to
en que nos referim os a los psicoanalistas en «En la huella de Lacan»,
el tem a del d u elo ha ocu p ad o y o cu p a u n lugar p re p o n d e ra n te en la
clínica del psicoanálisis en general y del que se p ractica co n n iñ o s en
particular, p o r lo cual no creo — ni es m i intención— que el tem a quede
sald ad o , p ero m e parece, n o o b stan te, im p o rta n te co n sig n ar o tro s
aspectos generales sobre el m ism o.
H ab ía dicho que suponem os a estos sujetos m a d re -n iñ o q u e lla
m arem o s a y a ’ en intercambios: ¿Qué es lo que intercam bian? Ya sea
en el c irc u ito p e c h o -b o c a , m ira d a s m u tu a s, en la “m a m a d a ” , p o r
ejem plo, adem ás de la leche q u e allí circula, circulan o tro s atrib u to s,
dones, p ara la m ad re la im p o rtan cia m ism a de ser m adre.
P ara la m ad re lo sepa o n o , se juega tam b ién un proyecto que n o
es cualquiera, es el de hijo.
P ero ese proyecto, sabem os, no siem pre es totalm ente consciente.
Es m ás, está h ab itad o p o r ideales, p o r co n ten id o s del fantasm a, p o r
lo real inaccesible del deseo que lo habita.
Deseos que datan de m u ch o antes de conocerse la posibilidad del
em barazo del bebé en cuestión. Al respecto, m e parece o p o rtu n o citar
a la psicoanalista C ristina Savid que dice: «En esta realidad m ítica, ese
h o m b re y esa m ujer, que d iero n origen a ese nacim iento ten d rá n que
extraer u n rasgo de ellos del cuerpo del hijo, este agregado es u n a p ri
m era m arca de id en tidad en u n a nueva función co m o p ad re y m adre
diferente y co m p lem entaria al de h o m b re y m ujer».321
P ero esta o p erato ria im prescindible p ara la co nstitución de hijo
y p a ra el e n riq u e c im ie n to p erso n a l de los p ro g e n ito re s en ta n to el
h ijo es un bien, com o sabemos, acotado, n o siem pre se cum ple de una
m a n e ra tal que coloque a los protagonistas de la tríad a n iñ o -m ad re -
falo sim b ó lico en b u e n o s lugares o p eran tes en la estru c tu ra. Si ello
ocu rre, la po sició n del hijo p ara estar en la cultura, en lo sim bólico,
te n d rá u n b u en «despegue», ya que desde el lugar sim bólico q u e los
progenitores le p ro p o rc io n a n se ha de e stru c tu ra r tam b ién la tra n s
m isió n de legalidad y u n a heren cia filiatoria, u n lu g ar en la «novela
3 2 1 . C . Savid , « U n a C lín ic a d el D u elo », trab ajo p resen tad o en las P rim eras Jo rn ad as
C lín ic as c o n N iñ o s del C en tro de D ía « L an fran co C iam p i» , C áted ra P siqu iatría
N iñ o s, Facultad de C ien cias M édicas, en o ctu b re d e 2 0 0 1. P sico an alista in vitad a
al C e n tro d e D ía c o m o su p e rv iso ra c lín ic a , P r o fe s o r a A d ju n ta O rd in a r ia de
«Estructura P sico ló gica In d ivid u al del Su jeto II» d e la Facu ltad d e P sico lo gía de
la U n iversid ad N acio n a l d e R o sario .
179
fam iliar» . D ire m o s q u e este h e c h o es u n c o m p o n e n te m ás d e la
c u erd a de lo sim b ó lico de la estru c tu ra subjetiva que hace su efecto
so b re el infans.
D e m an era «natural», esto o cu rre to d o el tiem p o con cada n iñ o
que adviene a u n a fam ilia, con sus variantes y singularidades, p ero a
veces este trám ite está seriam ente dificultado, p o rq u e n o siem pre los
padres pueden «reconocerse» en el hijo recién llegado, con lo cual a éste
le resultará m u y difícil encontrarse, a su vez, en ellos. Esto tan co m ú n
en el aco n tecim ien to del n acer de u n n iñ o suele estar re-p resen tad o
en esos decires com o: «Tiene los ojos del papá, o del abuelo, del tío»,
etc., d o n d e se está colocando al niñ o com o p ertin ente y perteneciente
a la fam ilia y co m o «propiedad» co n esa «m arca registrada» que se h a
dicho. C o m o dice C ristina Savid: «El cuerpo del n iñ o es el escenario
d o n d e p o d rá n re-conocerse p u ed e n verse, en lo invisible, este verse
do n d e no son, verse ahí donde n o están, es el p ro m o to r de la construc
ción de im ágenes, de enigm as, que an ticip an u n dev en ir en h ijo » ...
P ero sabem os que esta necesaria ap ro p iació n p rim e ra q u e faci
lita la alienación fundam ental debe cortarse para que el n iñ o sea sujeto,
y luego deberá refrendar esa a u to n o m ía en los tiem pos de finalizar la
infancia.
El niño, entonces, deberá hacer el duelo de «los padres sin tacha»
u n a vez m ás, y los padres, a su vez, deberán «dejar m orir» al bebé p er
fecto: «el n iñ o m aravilloso»322. P ero la co m p en sació n será q u e éste
— siendo el m ism o, pero otro— 323 seguirá a los progenitores en la saga
fam iliar.
Se juegan aquí tam bién los ideales que tienen la posibilidad cierta
d e e n c a rn a rs e , p rim e ro los de los p a d re s en el n iñ o , y lu eg o éste
en ellos.
T o d o este proceso de filiación, despegue y form ar parte al m ism o
tie m p o de lo q u e se despega, está d irig id o en g ran m e d id a p o r v a
rian tes d e la libido narcisista en sus representaciones m ás prim arias.
T odos los cam bios que los protagonistas (niños en crecim iento y
sus padres) en cam an en sus distintas representaciones. Fatalm ente, no
puede dejan de hacerlo, p o rq u e en su condición de «hablantes» están,
en esa co ndición, abiertos a la inexorable pujanza del deseo.
180
P ero en las representaciones del narcisism o se juega, vehem ente,
la pulsión de m uerte. Creo que es ella la que funciona, dueña del cam po,
cuando el n iñ o destinado a maravillas en el núcleo del deseo m aterno,
n o h a p o d id o s e r... C reo que es la q ue com anda, en gran m edida, los
duelos d e los p ro g en itores — con la singularidad del u n o p o r u n o —
en estos casos d e n iñ o s q u e n o co n fo rm a n , a nivel in co n scien te, el
n iñ o id eal d esead o p o r su p re m a tu re z , p o r su d e fo rm id a d , p o r su
«im perfección».
De allí m e parece que se n os p resen tan m uchas de las frases sig
nificativas en el discurso c o m ú n d e ciertas m ujeres tales com o: «Yo
sabía q ue iba a ten er u n hijo loco» o «él trajo to d a la desgracia a esta
fam ilia». En la escucha psicoanalítica resu en a este desen can to feroz
rep resen tan d o la pulsión de m u erte en el narcisism o, que n o deja de
repetirse, que suele hacerse, después del recorrido p o r tantas consul
tas infructuosas, a un psicoanalista, en frases llenas de am argura y furor
Éste hecho constituye u n verdadero pozo ciego que debem os sor
tear con discreto éxito en nuestra apuesta clínica. N o se trata m ás que
de conducir, a veces, u n trabajo de duelo, pero convengam os que n o se
trata de cualquier pérdida. Es más, la pérdida p o r m uerte de algún p e r
sonaje de la vida fam iliar puede verse al fin jalonado p o r u n «m i padre
hizo sufrir m u ch o a m i m adre y a nosotros», o «era tom ador, pero nos
quiso m ucho», o «era trabajador», etc. El pero señalado ro m p e el odio,
el fu ro r, y se construye u n a im agen del que se fue con algunos rasgos
positivos, «el finadito» era b u e n o ... P ero el n iñ o con su enferm edad,
su diferencia, sigue, m ientras viva, siendo vivo testigo de lo q ue no fue.
324. ). L acan , «D os notas sobre el niñ o». Según J-A M iller estas notas fu ero n en trega
das m an u scritas p o r Lacan a J. A u bry.
181
E sta re a liz a c ió n n o es sin av atares div erso s que, o b v ia m e n te ,
suelen en carn ar los niños en el cam po de las neurosis, p ero tam b ién
se hace evidente en n iñ o s afectados p o r lo que llam am os «autism o».
Al respecto, m e h an sido su m am en te útiles las consideraciones
que hace H . Yankelevich en su libro Lógica del goce325.
En estas reflexiones que vengo haciendo sobre el «O tro P rim o r
dial» generalm ente encam ado en la función de la m adre, se juega, com o
tam b ién hem o s consignado, su goce. P ero cabe p reg u n tarse si sólo el
acontecim iento del nacim iento de u n hijo coloca a la m ujer en esta fu n
ción de a « o tro c o n m inúscula» gozante, para pasar a ser luego, con
to d o su peso, u n O tro P rim ordial.
R ecu rrien d o a los postulados del psicoanálisis, debiéram os c o n
signar el tiem p o lógico, podríam os decir, en que la fem inidad da paso
a la m atern id a d en la vida de u n a m ujer.
En cualquier relato de la vida cotidiana, en las historias, novelas,
películas, se da cuenta de m anera protagónica a la m ujer hecha m adre.
E n ese p ro tag o n ism o se da cu en ta, p o r lo general, de sus goces
y b ie n a v e n tu ra n z a s . P ero p o r m u c h o s de los fra g m e n to s clín ico s
aquí considerados y en cualquier relato de «novela familiar» de cual
q u ier an a liz a n te , sab em o s q u e en ese p ro ta g o n ism o n o so n to d a s
m ieles.
Los av atares del goce de u n a m u je r v en id a a m a d re p asan p o r
m últiples o peraciones lógicas d ep endientes de su p ro p io Edipo. De
m uchas de las cuales dependerá su posición frente al h om bre. Esto se
com plejiza cu an d o el h o m b re del cual se trata es aquél con el cual ha
concebido u n hijo.
M u ch as veces existen posicio n es subjetivas in co n scie n te s co n
respecto a ese h o m b re, tales co m o rivalidades, com petencias, celos,
que p u ed e n ser el resultado del proceso de castración p o r el cual ha
pasado esa m ujer.
Si no está reconocida su castración, su incom pletud en lo incons
cien te, las re lacio n es c o n el h o m b re llev arán esa im p ro n ta , p o r lo
cual, sin q ue necesariam ente pertenezca a u n a estru c tu ra psicótica,
la « p re sen tació n » de su h ijo al p a d re estará afectad a de d istin ta s
m aneras.
182
A un antes de este tiem po lógico, si ella no ha podido anudar su falta
fálica en tanto agujero erótico con el amor al hombre, no podrá ni siquiera
funcionar com o espejo plano para el hijo. Esto no será sin consecuencias
p ara el n iño.
N o es p o co c o m ú n que en los decires de las m ad res se deslicen
distintas form as que d an cu e n ta n que el a m o r al h o m b re — p ad re de
su hijo— es de u n déficit tal que podría estar dando cuenta de este genial
co n cep to de Y ankelevich que recién he consignado.
En el C en tro de Día «Lanfranco Ciam pi» reverberan historias de
m u jeres «que se tu v ie ro n que casar» p o rq u e se em b araza ro n y sólo
hay lugar en el relato de las entrevistas clínicas para la queja, el re p ro
che, etc., dejando fuera a quien, indudablem ente, tuvo u n papel fu n
d an te en la co n cep ció n del hijo. M ujeres cansadas, ab a n d o n ad as al
tedio del d u ro trabajo cotidiano, «perdidas» com o m ujeres entre tantos
hijos n o program ados. En ellas el sexo, lo erótico, que tuvo que ten er
lugar p ara que el hijo fecunde, aparece borrado en u n a «indiferencia»
histericoide. N o son pocos los casos donde los hijos vinieron p o r la fe
y/o m an d ato religioso que profesan, pero lo erótico hacia el p ad re no
aparece en el discurso y, cuando aparecen los padres en el m ism o, co
m ú n m e n te son «verdugos», «alcohólicos violentos,» «desocupados»,
«desinteresados p o r el h ijo » ... En fin, no amados al menos en el decir.
Si a este «no am ados» que consigno lo pensam os en su contrario: los
odiados, y/o renegados, podem os llegar a tener mensajes que den cuenta
de que algo del N o m bre del Padre en estas m ujeres no se com pletó y, si
así fue, el proceso dio com o resultado u n padre en tan to «hum illado»
o co m o re su ltad o de u n p roceso de casi «renegación».
H asta aq u í he consignado el proceso de la falta de am o r erótico
de la m u jer hacia el h o m b re — padre de sus hijos— que aparece en el
discurso sin q ue ella lo diga explícitam ente. P o r ejem plo, u n a m ad re
que dice: «En realidad yo n u n ca lo quise», refiriéndose al p ad re b io
lógico del hijo, que los aban d o n ó al año de h aber nacido el n iño, que
ya p resentaba dificultades de salud. D esde ese entonces, viven con la
abuela m atern a, la m a d re c o n tin ú a d icien d o que a veces en b ro m a
dice que su hijo es en realidad hijo de su m am á, n o de ella. Luego del
nacim ien to del n iño, al que llam arem os H éctor, nació o tra bebé, que
falleció a los catorce días, no sabe m u y bien p o r qué, cree que se ahogó.
D esde hace po co tiem po, tiene o tra pareja en convivencia, pero
ya h an com enzado las discusiones. «En realidad — dice— no m e sirve
p ara nada».
183
Las h isto rias de m ad res solteras co n m u ch o s hijos conviviendo
con la m adre, y con cam bios de parejas constantes, se repite en la co n
currencia al C entro de Día. Es notable que, con tantos cambios de h o m
bres (que m arcan — en acto— que sin hom bres n o pueden vivir m ucho
tiem po), es poco com ún que hablen bien de ellos. Los com entarios sue
len ser del te n o r siguiente: «De los chicos n o se ocupa», «no le im p o r
tan», «le gustan las m ujeres», «le gusta tom ar», «cuando to m a es vio
lento», etc.
En m u ch o s casos, el «hablar mal» del h o m b re, p ad re de m uchos
de sus hijos, re tro trae al p ro p io p adre, p o r lo general tam b ién re co r
dado p o r la violencia, el alcoholism o, los golpes y, en bastantes casos,
p o r las violaciones.
C o ntam os con varios casos en que el padre, adem ás de haber vio
lado a la m ad re del niñ o historiado, es decir, a su hija, m an ten ien d o
relaciones sexuales con ella esporádicam ente, tam bién es sorprendido
teniendo relaciones con la n ie ta — hija de quien relata— , episodio que
se repite hasta que ésta — hija violada, m adre d e la n iñ a traíd a a c o n
sulta fru to de la violación— logra irse de su casa. Es decir, h a m a n te
n ido relaciones con la hija y con la nieta, p ro d u c to de la violación a su
hija, en la filiación «normal» sería nieta, pero es hija biológica tam bién.
M u ch as veces nos hem os p re g u n ta d o si la p ro m iscu id ad d e «la
villa»326 facilita y /o d eterm in a este tip o de variaciones de violencia,
prom iscuidad entre las relaciones familiares, las pérdidas de identidad
m asculina en cu an to a roles en la p roducción, con el avance feroz del
desem pleo en A rgentina d o n d e, a veces, es m ás c o m ú n que la m u jer
co nsiga alg u n a «changa» y n o el h o m b re . Lo ú n ico cierto desde el
psicoanálisis es que la libido, indom eñable, co m o sabem os, sólo halla
diques en los ideales culturales, y justam ente la población m ás n u m e
rosa asistida en el C entro es el despojo social de la m iseria en la que está
sum ergido el país desde hace décadas, p o r lo cual la cultura y la educa
ción les está vedada o m u y dificultada.
Sobre este tem a, in terc am b ia m o s conceptualizaciones posibles
en la visita al C en tro con la cual nos h o n ra ra C ath erin e K olko en el
añ o 2001, p ero, p o r m ás disquisiciones sociales que po d am o s hacer,
nuestro análisis es siem pre del caso p o r caso y debem os hacer tam bién
184
la salvedad de que este repudio al hombre de parte de la m ujer (sea explí
cito o n o ) con características distintas, obviam ente se da tam b ién en
clases sociales donde la pobreza n o form a parte de cotidianeidad alguna.
C o m o se dijo al com ienzo del tratam ien to de este tem a, tenem os
que rem itirn o s n o a las personas sino a la estructura subjetiva, que en
este caso serían las cuestiones del significante m atern o y sus p o sicio
nes con respecto al falo en ta n to significante.
U n a de las ex p eriencias q u e m ás re p re se n ta n o q u e c o n sid e ra
m o s p a ra d ig m á tic a en el Servicio A sistencial del C e n tro de D ía lo
constituye el caso de u n a n iñ a a quien llam arem os Julieta. Sintetiza la
cu estió n de u n a posición de su m adre, en ta n to m ujer, a quien, p o r
m o m en to s, en su actuar y e n sus decires, n o p o dem os sindicar com o
tal. Parece q u e a ú n n o se h a co nvertido en m u je r desde el p u n to de
vista subjetivo en tan to tiem p o s lógicos.
Julieta, su hija, es derivada a n u estro Servicio p o r la C áted ra de
N eurología, con el diagnóstico presuntivo b astante co m ú n — para los
que trabajam os en la Salud Pública— de «Trastorno G eneralizado del
Desarrollo» y el agregado de «conductas con características autistas»,
con el interrogante acerca de si n o se trataría de u n a «Psicosis infantil».
D u ran te u n tiem po quedam os, en la A dm isión del C entro, ancla
dos an te la perspectiva diferente de «Psiquiatras Infanto Juveniles» y
«N eurólogos» en cuanto a la m edicación. P o r o tra parte, la m adre de
Julieta arb itra sobre la n iñ a según su parecer, indicaciones terap éu ti
cas, m edicación, concurrencia al Servicio, etc. Se hacen — a pesar de
nuestras intervenciones— según su ritm o de vida y opinión al respecto.
C o m o observam os que la niña, en el C entro, se encontraba m ás o
m enos cóm oda y aceptando algunas consignas (no obstante sus «incum
p lim ientos), es ingresada a u n a serie de actividades en los Talleres del
C e n tro p a ra observar su desem peño. P o r esos tiem p o s co n tab a con
7 años de edad.
Según su ac o m o d a c ió n en los d istin to s Talleres, avanzó en, al
m enos, p o d er estar interesada y guardando en algunos una cierta p ru
dencia sin actos agresivos en las tareas grupales.
H ag o d e m o m e n to esta so m era d esc rip c ió n del q u e h a c e r de
Julieta según los Tallerístas y sus Terapeutas Psiquiatra Infanto Juvenil
y P sicoanalista p ara co n tra sta r la diferencia en tre la n iñ a q u e «veía»
y n o s p re sen tab a su m am á y la que se p resen tab a a los dem ás.
185
P rim er inform e de su actuación en el «Programa espacios para ser
jugando», año 1998.
3 2 7 . Las prim eras observaciones se hicieron en las horas de «com edor», que es tom ado
tam b ién com o espacio clínico.
186
personajes acom pañadas de sus gestos. En general, es cariñosa con los
dem ás, a u n q u e a veces les pega, y, c u a n d o los ve llo ra r ella tam bién
llora con m ucha angustia.
En los paseos en grupo, en general se p o rta b ien , m ira con fasci
nació n , m o strán d o n o s to d o con gritos y exclam aciones.
Le cuesta co m p artir juguetes y sobre to d o la ham aca del parque
de juegos. Le gusta disfrazarse, utiliza el espejo, puede m odelar y m a n
tien e la atención largo rato en el trabajo.
C u an d o logram os llevarla a la pileta, fue difícil conseguir q u e se
sacara la ro p a p ara p onerse la m alla, p ero al final del añ o , era u n a de
las pocas del grupo que se desvestía sola, se bañaba luego en la ducha de
las instalaciones e incluso su aspecto cam bió ya que, al com ienzo, la
m ad re la traía desgreñada y con el pelo sin arreglar. A fin de este año,
p o r su aspecto, parecía o tra nena.»328
H e señalado con cursiva los hechos que, cu an d o se analizó este
p rim er in fo rm e sobre la actuación de Julieta en el C en tro 329, nos die
ro n pistas claras de q u e parecía h ab er tran sitad o desde las conductas
tip o auristas señaladas p o r la N euróloga a u n a posición que se acercaba
m ás al cam p o de la psicosis.
N u e stra ap u esta, a n te ta n halag ü eñ o s re su ltad o s o b te n id o s en
los distintos Talleres, finalizado el a ñ o de su ingreso, nos pareció verse
com pensada.
P ero, com o suele suceder con m uchos niños, luego de los m eses
de receso330 del C en tro de D ía pierden adquisiciones logradas.
Así se in fo rm a que, d u ra n te el a ñ o 1999, h u b o dos m o m en to s en
Julieta.
En el q u e llam aro n «prim ero», se in volucrab a en las tareas, res
p etaba tiem p o s, to lerab a esperas, obedecía consignas y a u n p resen ta
iniciativas, com o, p o r ejem plo, p ro p o n e r algunos juegos y canciones,
187
pero esto lo logra si u n adulto está con ella «pegado» de m anera exclu
siva, sin q u e p u ed a alejarse, y d escubrim os ciertas actitudes que p u e
den to m arse com o de regresión: chuparse el dedo, acostarse en p o si
ción fetal, llorar com o u n bebé (coincidiendo esto con el n acim ien to
de u n a so b rin a suya).
A diferencia del añ o pasado, en que le era inadm isible aparecer
sin alg u n a ra m ita y /o p alito , a h o ra com enzó a seleccionarlas co m o
«grande» y «chiquita». R econoce tam b ién alto y bajo. C om enzó sin
tem o r el juego de «aparecer y desaparecer», disfrutando de correr y de
q u e la b u sq u en . C o m o reconoce p o r n om bres a todos sus co m p añ e
ros, sabe q u ién está ausente.
In au g u ró u n «juego» que es el siguiente: quiere ponerse las zapa
tillas y/o zapatos de los dem ás. C uando alguien n o accede, hace grandes
berrinches, Leo en la supervisión clínica tal vez u n a necesidad au té n
tica de «estar en los zapatos de otro», de cam biar de m odelo, o sea de
salir del m olde único de la madre.
A unque su lenguaje es incom pleto, m em oriza canciones. Le causa
gran angustia q ue o tro n iñ o llore, insiste en consolarlo pero, si n o lo
logra, se p o n e furiosa y lo agrede.
Pasó al garabato dejando el p u ro rayar, p o n e nom bres y reconoce
p artes del cuerpo.
Si bien reconoce u n a m ayor cantidad de elem entos, no logra aún
representar to d o lo que reconoce.
Sus logros señalados com o p rim e r m o m en to en el com ienzo del
in fo rm e están op acados p o r el hecho de q u e n o hace n ad a sin estar
pegada a u n ad u lto siem pre. A este «pegam iento» es al que le dam os
el n o m b re de «otro m o m en to » , o «segundo m om ento».
C om enzó de u n a m anera m ás asidua el trabajo en m usicoterapia
en el año 1999. En el inform e de la m usicoterapeuta331 se repite la situa
ción de n o entrar a la sala si n o es acom pañada del adulto que elige para
la ocasión. P ero lo gra luego qu ed arse en la sala, p e rm itie n d o q u e el
adulto p u ed a irse. Luego logró en trar sola. La m u sicoterapeuta centra
su trabajo d u ran te u n tiem po en que logre entrar, perm anecer y salir.
Pero cuan d o com ienza su tarea con los in stru m en to s m usicales,
rep ite el pegam iento: n o p u ed e «cerrar» con ellos: ya q u e in te n ta lle
várselos y, com o no se accede, se tira al piso y vuelve a la rabieta.
188
P ero la m usico terapeuta logra p ro d u cir: u n principio, u n ahora,
u n fin y u n hasta la próxim a.
La terapeuta consigna que, durante estos tres m om entos que logró
establecer, trajo siem pre las ram as y/o palitos, n o soltándolos en n in
gú n m o m en to , ten ien d o to d o el tiem p o en u n a m an o el in stru m en to
m usical y en la o tra el p alito y /o ra m ita en cu estió n , u tiliza n d o éste
ú ltim o co m o b a q u e ta p a ra p e rc u tir el in s tru m e n to . En el ú ltim o
m o m en to , ya dejaba la ram ita y/o palito, sólo trabajaba co n el in stru
m en to y luego se la llevaba. Luego se la olvidaba en la sala: «cortó con
lo de la ramita», con la v arian te de que, lo q u e se dejaba en la sala de
m úsica era una ram a central, p o d ríam o s decir, a la q u e había d espo
jado de todas las ramitas menores.
El trabajo terapéutico específico, desde los p ostulados del psico
análisis, fue acceder a la exigencia de co m p añ ía en los Talleres h asta
ver si bien prendida podía des-prenderse, com o sucedió. Y en u n trabajo
de con ten ció n con la m adre p ara que pu d iera sostener el tratam iento
de la n iñ a c o n asid u id a d en la asistencia e ir d e s e n tra ñ a n d o de sus
decires el lu g ar de esta hija.
El paso de la co nducta autista fue hacia ciertas características psi-
cóticas q u e la m e n ta b le m e n te fu e ro n e m p e o ra n d o a m e d id a q u e el
discurso de la m ad re p u so en palabras historias de violencias y goces
de los q u e p o d em o s decir que, en la m ed id a en q u e ella las hablaba,
Julieta las actuaba, buscando siem pre unirse a u n O tro P rim ordial que
n u n c a la h ab ía registrado.
En el añ o 2000, debim os adjudicarle o tro terapeuta p orque el psi
coanalista Angel H echen332 deja el Servicio.
En ese año la asistencia de Julieta fue m uy irregular. La terap eu ta333
q u e la to m a en tra ta m ie n to decide co m en z ar el tra b a jo sólo co n la
m ad re, con el p ro p ó sito n o sólo de lograr u n a m ay o r con ten ció n de
la m ism a, sino de sostener u n discurso q u e había com enzado a des
plegarse con todos los que le ponían un poco el oído. De allí que se haya
189
decidido «ordenar» su discurso334 para ver si esto red u n d ab a en b en e
ficio de Julieta, ya que la m adre, en acto, m ostraba sus dudas en ayudar
al v en ir y n o v en ir al Servicio.
En una de las prim eras entrevistas con la terapeuta, la m adre ocupa
to d a la sesión con lam entos y exclamaciones sobre la desgracia de tener
a u n a hija e m b a ra z a d a — adolescente de 17 años— , h erm a n astra de
Julieta. Al respecto exclama: «¡Otra vez voy a tener que pasar lo m ism o
p o r lo que pasé con Lorena!», haciendo alusión a que, adem ás de tener
que trabajar, debe cuidar de sus nietos n o program ados.
Aparecen entonces relatos con respecto a la historia de Julieta, com o
que «gateó m u y poco p o rq u e yo n o la dejaba ir al piso. N o quería que
se en su cie.. em pezó a cam inar a los dos años, yo tenía m iedo que se
golpeara». ,
A rgum enta en otras o p o rtu n id ad es: «M e p o n g o a pensar q u e es
inju sto , n o m e m erezco vivir re n eg an d o con Ju lieta» ..., o «C uando
m e enteré que estaba em barazada m e quería m o rir. Sufro cu an d o n o
estoy al lado de ella p ara ayudarla. P ero com o la atiendo a ella, n o m e
q u ed a tiem p o p ara m í. D esde q u e nació Julieta, estoy lu ch an d o , tra
b ajan d o . .. y yo m e privo de todo».
Julieta p arece o cu p ar en el discurso de la m ad re el lugar de u n a
carga que n o le deja espacio para realizaciones personales. Es evidente
q ue Julieta n o cu en ta com o tal. N o hay deseo d e hijo, po rq u e, co m o
vam os a ver m ás adelante, esta n iñ a es el testigo viviente de sus trági
cos en cu en tro s co n el h o m b re ...
Llega en u n m o m en to a decir a la terapeuta: «Alguien ten d rá que
ocuparse de ella si yo m e m uero» o «si la cuido n o tengo tiem po para m í.
Si vuelvo a q u ed a r em barazada p refiero m orir».
La m am á d e Julieta parece, ella m ism a, n o h ab e r atravesado con
b u en tiem p o el Estadio del espejo, ya que aparece atrapada en lo m ás
m o rtífe ro de lo esp e cu lar n arcisista : es «ella» o la «otra», «vida o
m uerte», p o r lo cual, tam p o co p u ed e servir de m o d elo al hijo.
La hija es, en su decir, sólo la m u estra de to d o lo q u e n o anda, lo
q ue n o fu n cio n a bien. Es, para ella, sólo objeto de su queja.
190
A h o ra co b ra «sentido» lo que Julieta, en la entrevillft d i i d t t l ·
sión, rep etía m o n o c o rd e : «Julieta n o ap ren d e, Julieta no apfCISátlIi
La m ad re , p o r o tra p a rte , le sacó los p añ ales de día, a lo· CÍA60
años de edad y dice en la entrevista, cu an d o relata el hecho: « Ju litti
n o en tendía. Julieta hace to d o m al. Ella n o se deja enseñar»,
A la p re g u n ta de la T erapeuta «¿Qué le gustaría enseñarle?» con
testa: «A hora n ad a. H u b o u n tie m p o q u e quise en señarle a leer y u
escribir».
H asta que m ás confiada en la terapeuta, en u n a sesión, puede p o
ner en palabras lo siguiente: «Julieta n o es u n a chica buscada, con Julieta
m e quedé em barazada, y al principio no quería saber nada. T om é unos
yuyos pero n o pasó nada». Insiste: «Julieta n o es u n a chica buscada, que
nosotros tuviéram os con am or, con cariño. V ino p o r accidente. P or eso
n o pongo em p eñ o en eso. Por culpa de él, vino Julieta, sino no tendría
que existir, él m e insistía para tener relaciones.»^
El tra ta m ie n to de Julieta se desarrolla co n altibajos q u e h ab lan
de este disconform ism o de la m adre puesto en acto y en todo m om ento:
resistencia a las in d icaciones de psiquiatras y neurólogos, ausencias
prolongadas al S ervido, etc.
La tera p eu ta se m u estra aso m b rad a ante la calm a y n atu ra lid a d
con q ue la m am á de Julieta cuenta que su hija hace u nos cuantos días
que n o com e. La razón de ello es que, com o o b tien en com ida de u n
c o m ed o r p ú b lico , ella n o va, p o rq u e Julieta se p o rta m al. H a y algu
nos p u n to s del re co rrid o h asta llegar al c o m e d o r q u e a Julieta la lle
n a n d e p a v o r. Se p u e d e c a m b ia r el re c o rrid o , le dice la te ra p e u ta .
P ero la m a d re se niega, ya que usa el n o ir co m o castigo para q u e Ju
lieta se corrija. D istintas m aneras de presentación de la especularidad
que las atrapa: «Yo a veces la odio y creo que ella m e odia a m í com o yo
la odio». «No p u ed o h acer n a d a p o rq u e m e está to d o el día encim a.»
«C on ella n o p u ed o hacer nada, p ero no p u ed o estar u n ra to sin ella,
n o la p u ed o dejar sola.»
Así se suceden situaciones de «errores», «olvidos», que incluyen hasta
a la m edicación, com o que u n a de las herm anas le da m ás pastillas de
las que debe to m a r, con lo cual estuvo co m o so n ám b u la varios días.
3 3 5 . N u n ca con vivió con el padre de Julieta, actualm ente n o se tratan. Las ayudó hasta
que Julieta cu m plió tres años. La m ad re dice que no le daba la hija, porque la m an
daba a b u scar co n un sobrino. El p ad re dice que él n o iba p o rq u e cuando lo hacía
discu tían m u ch o , hasta que d ejó de ir.
191
T odas las distintas situaciones concluyen en largos intervalos sin que
Julieta venga al Servicio del C e n tro de D ía.
C uando Julieta está en el Servicio ya n o quiere participar de ningún
Taller y sólo quiere estar ham acándose, sin parar, en el p arquecito del
C en tro .
Es llamativa su cara de gozo que acom paña a esta actividad incesante.
En la supervisión clínica yo apuesto a que su goce cuenta ya con un
cierto tinte claram ente sexual, pero no es el de u n a n iña m asturbándose.
Se m e ocurre, al observarla, que re-vive un goce sexual que no es m era
su stitu c ió n del m ism o , co m o sería en el ham acarse m a stu rb a to rio .
N os p ro p o n e m o s ir «cortándoselo» cuidadosam ente, sin angus
tiarla m u ch o , p ara que p u ed a ir pasando a otras actividades de las que
disfrutaba el a ñ o pasado. Si b ien Julieta h a dejado la infancia desde el
p u n to de vista cronológico, hay actividades program adas adecuadas a
su edad.
C u an d o estam os trabajando esta situación en el Equipo, recuerdo
q u e, en Las p rim era s entrevistas, e n las de ad m isió n , La m ad re h ab ía
dicho que fue objeto de la violación reiterada de su propio padre. Situa
ción de violencia tal que, evidentem ente, co n trib u y ó a que en su es
tru c tu ra subjetiva el Φ n o hiciera de m etáfo ra eficaz en los agujeros
de Real y Sim bólico. H aciéndola tam balear.
Casi al m ism o tiem po, esta pobre m ujer, en sus quejas, puede decir
a la te ra p e u ta q u e o d ia a Ju lieta p o rq u e el p a d re ta m b ié n ab u sa b a
sexualm ente de ella y la n iñ a se reía g o z a n d o ...
N o pued e en tender el goce de la niña, que carente de lo sim bólico
vive la sexualidad ta l co m o se le presenta: b ru ta lm e n te gozosa. E ran
estas escenas d e goce in efab le sin d iq u e a lg u n o las que, p ro b a b le
m ente, vivía largam ente en el ir y venir de la ham aca que deseaba fuera
in term inable.
A fines del año 2002, debim os d ar intervención a la «D efensoría
de m enores» de los Tribunales de Familia de la Provincia, p orque pasa
das las horas de retiro de los niños del C entro de D ía la m am á de Julieta
n o volvió a buscarla: el h o ra rio es a las 17,30.
C uando nos preguntábam os que iba a ser de Julieta esa noche, que
clam aba p o r su m ad re336, ésta apareció siendo ya pasadas las 20 h.
192
P u d o decirle a la D ra. Baschera: «Me fui al río, quería m a ta rm e ...
p o rq u e ten g o m ied o de m atarla a ella»...
Seguram ente estos fragm entos de terrible historia de sexo, pobreza
y lo cu ra dan p ara m u ch o s análisis pero, en este m o m en to , es el ejem
plo m ás te rm in a n te y radical de desprecio al h o m b re de p arte de u n a
m u jer pu esto en el fru to . F ru to que osaba gozar — en su locura— de
lo ú n ico q u e m ás p ro h ib id o tien e la m u jer: gozar ab ie rta m e n te del
acto incestuoso.
El hijo, fru to q u e to d a m u je r ofrece co m o o b ra de su m o m e n tá
n ea c o m p le tu d al p ad re, p a ra esta m a m á n o fue recib id o com o tal.
F u era d e Ley, Julieta n o e n c o n tró al p a d re de su m ad re , sino al
terrib le g o zad o r de la p rim itiv a h isto ria freudiana. N o se cum ple allí
n i el p ar o rd e n ad o q u e m arc a u n sujeto, ni falo Sim bólico que cu b ra
el agujero en tre Real y Sim bólico: Φ q u e ajuste am bos registros.
Al com ienzo del presente tem a, consignam os algo sobre la c o m
pleja o p erato ria q ue u n a m u je r debe hacer p ara cu m p lir con su fu n
ción, es decir, cóm o hace el pasaje de operatorias subjetivas de lo fem e
n in o a la fu n ció n m aterna.
R ecordem os a qué podem os llam ar «lo fem enino» desde el psico
análisis. D esde F re u d a n u e stro s días, en las elab o racio n es so b re la
fem inidad, se escapan las elaboraciones generalizadoras, com o si a los
psicoanalistas no s cupiera a ú n la p re g u n ta ¿Qué quiere la m ujer?
En consecuencia, G érard P o m m ie r337 p ro p o n e o to rg ar u n esta
tu to d e excepción a lo fem enino.
Sin e n tra r en u n análisis exhaustivo de la cu estió n — q u e n o es
el tem a de este libro— , es necesario puntualizar, sin em bargo, algunas
situaciones que p erm itan u n análisis de esta problem ática para indicar
las posiciones que u n a m ujer debe tom ar en la estructura subjetiva para,
desde lo fem enino, p o d er to m ar posesión de la m aternidad.
S ab em o s q u e n o h a y s ig n ific a n te de La m u jer p o r lo cu al, en
ta n to tal, com o significante, no existe.33* Lo cual significa, h a b la n d o
desd e el p u n to de vista de la e stru c tu ra subjetiv a y del sim b o lism o
— según Lacan— , que n o hay u n sím bolo que represente al sexo fem e
n ino. Ello se debe a que la m ujer n o tiene el m ism o m o d o de acceso a
la sim bolización del sexo q u e el ho m b re. T am p o co la m ism a fuente,
3 3 7 . G . P o m m ie r, La excepción fem enina. Ensayos sobre los impasses del goce, A lia n za
E stu d io , B u en o s A ires, 19 8 6 , p. 10 . y 1 3 5
3 3 8 . J. L acan, Sem in ario 3, p. 2 3 1 .
193
p ero es conveniente destacar que esta diferencia está dada p o r la c o n
d ició n de lo Im ag in a rio q u e p ro p o rc io n a u n a ausencia en la m u je r
siendo que, en la realidad, a ella n o le falta. Del lado m asculino sí existe
u n sím bolo m u y prevalente.
El proceso que se acaba de describir para am bos sexos es el resultado
de cóm o cada u n o transitó y culm inó el trayecto edípico. Es im portante
re co rd a r con respecto al trayecto del C om plejo de E dipo q u e h ay u n
tram o del m ism o que es idéntico tanto para la m ujer como para el varón.
A su vez, esta identidad está determ inada, p ara am bos sexos según
la prevalencia que lo im aginario da a la fo r m a del falo. Prevalencia
tomada a su vez del hecho de que, justamente, el falo es el elemento central
de la tríada edípica para am bos sexos. E n consecu encia, p a ra am b o s
sexos se juega, p o r este tram o , el C om plejo de C astración.
La C astración, a su vez, gira alrededor del Padre, ya que el falo en
tan to sím bolo n o tiene correspondiente n i equivalente. P o r lo cual, lo
que hace la diferencia entre hom bre y m ujer, lo que hace que el final del
sendero edípico sea diferente para la m u je r c o n respecto al h o m b re,
es la disim etría significante.
Para el tem a que nos ocupa, esta diferencia es fundam ental, nece
saria p ara la vida m ism a p o rq u e la necesaria ausencia significante en la
m u jer hará que, en ese lugar fallante (im aginario, p ero preciso), el hijo
responda a la D em anda del am or materno.
Es así co m o ejerce la m u jer la función de lo m atern o co m o resul
tado. Es decir que debe h ab e r u n lugar preciso de ausencia im aginaria
del falo que es ocupado p o r el hijo, éste debe ser objeto de la D em anda
de am o r y el hijo dem andado dispuesto a la respuesta a dicha dem anda,
se identifica al falo faltante.
P ara p o d e r lograr su ser, el n iñ o sólo tien e ese cam ino de id en ti
ficación al falo.
Según P om m ier, la m adre no puede ser privada del falo sin que el
n iñ o desaparezca, p o r lo cual supone que el n iñ o n o puede percibir la
falta, la ausencia de p en e sin te m e r m o r ir 339, p o rq u e c u a n d o el n iñ o
percibe la falta, deja un agujero en su lugar que n o tiene ninguna corres
po n d en cia a n ad a del o rd e n del saber, a n o ser u n a figura de m uerte.
P o r eso — m e parece— que en la clínica que nos ocupa la dem anda
d e a m o r h a sid o ta n escasa, a u s e n te o in e fic a z , q u e h a q u e d a d o
3 3 9 . G . P o m m ie r, op. cit., p . 1 1 .
194
p e rp e tu a d a en el n iñ o sindicado com o au tista la figura de la m u e rte
q u e lo deja in e rte en su im p o sib ilid ad d e ser. Ya q u e los cam in o s al
goce de su m a d re p erm anecen, p ara él, vedados.
E n el sujeto armado» el saber busca d efin ir el in stru m en to q u e el
goce exige. Y es el falo q u ien le presta n o m b re , pero el p en sam ien to
ig n o ra siem p re su ausencia y se desplegará in fin itam en te en la exclu
sión de lo fem enino.
P o r eso, en esta m edida, la ignorancia es fem enina. D e esto se trata
la fem in id ad ; o sten tar ig n o ran c ia — n o del ó rg a n o — sino d e có m o
lograr el goce. El falo, in stru m en to del m ism o , está excluido del p e n
sam ien to co m o faltante.
El saber y el ser fe m e n in o — si p o d em o s decir así— es m o stra r
esa falta excluyéndose de la castración.
Es en ese agujero de sab er que el sín to m a viene a anudarse. P o r
lo cual, lo fem enino tiene articulaciones con la inscripción del N om bre
del P ad re y c o n ese agujero d e saber.
H em os dicho que hay u n trayecto idéntico del Com plejo de Edipo
p a ra am b o s sexos. D e ese id én tico tray ecto vam o s a señ alar hechos
fundantes p ara la estructuración subjetiva posible a advenir. Prim ero:
tan to para el n iñ o com o para la n iña lo sim bólico h a de venirle en p ri
m e r lugar: es la incidencia de la lengua m a tern a en tan to regida p o r la
Ley p aterna. Segundo y tam b ién — casi siem pre— >del acto social de
n o m b rarlo : se le im p o n e u n apellido (se lo «anota») q u e p o r lo gene
ral es del p adre. Tercero: el p rim e r lugar del goce fálico opera cu an d o
el bebé — n iñ o o n iñ a— se convierte en objeto de a m o r d e la m adre.
En este ú ltim o hecho, aparece la am bigüedad y la dificultad para
la niña, ya q u e d ebe afirm ar su identificación, debe buscar insignias
q u e la d eterm in en com o ser. Y entonces, p o r u n lado, el padre le ofre
cerá acceso al falo, sien d o la m a d re ta m b ién en ese p rin c ip io fálica,
ya que, co m o bebé, le estaba d a n d o con su p ro p io cuerpo el falo fal
ta n te en la tría d a p rim era de lo im aginario.
Ya en estos tiem pos, ta n p rim ero s, e n tra m o s a la m isterio sid ad
fem en in a, y a su am bigüedad, e n tra n d o al m ism o tiem p o a lo enig
m ático de lo m aterno, que cree tener el falo, cuerpo del bebé m ediante.
Este tiem po lógico no aporta ninguna certidum bre a lo fem enino;
es p o r ello q u e la m u je r acude a la llam ada «m ascarada»340. P einado,
195
joyas, p erfu m es, in te n ta n b o rd e a r de ro p aje el agujero de ausencia,
p ero n o cesa de inscribirse lo que n o tien e solución: el vacío de ser y
q u e n o h ay sig n ifican te — c o m o h e m o s v e n id o a firm a n d o — p ara
n o m b ra r lo fem enino.
Así la m ujer encam a u n a falta doble: im aginaria y simbólica. Desde
lo im ag in ario , siendo lo que no es, y sin referente desde lo sim bólico.
E n el tiem po lógico en que ostente el M o, «lo tiene» cuando encam a
lo m atern o , está igualada a lo m asculino. P ero tam b ién «es el falo» en
ta n to significante del deseo del O tro . Así, es el falo si está ca p tu rad a
en el deseo de u n hom bre.
H ay u n té rm in o , el Φ , que es el ordenador de las m u tacio n es de
lo fe m e n in o y de lo m a te rn o , de las op eracio n es lógicas q u e recién
hem os consignado.
P o r alg u n a ev e n tu a lid a d , en la h isto ric id a d d e las o p e ra to ria s
subjetivas del o tro sem ejante destinado a en c am ar la función m aterna
p a ra el caso del n iñ o sin d icad o co m o autista, falló el o rd e n ad o r, n o
fue eficaz, n o estuvo, las m utaciones n o fueron suficientes, no tuvieron
lugar, etc., esto siem pre en el caso p o r caso.
Estos m o d o s sin g u lares del o tro , en sus po sib les pasajes de lo
fem en in o a lo m atern o n o están dados p o r la cultura, ni p o r sectores
socioeconóm icos diferentes, n o hace el am biente a esta cuestión deter
m in an te del arm ad o de u n sujeto del inconsciente, sino que pasa p o r
la cuestión principal de si se inscribe o no. Y la inscripción se da según
todas las operatorias lógicas q ue hem os considerado del lado del otro,
q u e n o son pocas n i sencillas. Y tam p o co se d a n en cualquier tiem po,
la experiencia hace pensar q u e tienen u n tiem po, el preciso, p ara que
la situació n o cu rra y, co m o hem os estado co nsid erando, estos tie m
pos arran c an en la p ro p ia época edípica de cada m ujer.
P o r eso m e parece que, h asta ahora, la v entaja del psicoanálisis
p a ra p en sa r estas cuestiones es que posee o p erad o res m atem ático s-
lógicos que Lacan nos legara, y nos perm iten salir de lo anecdótico de
las h isto rias fam iliares y ta m b ién de aquello q u e los d etracto res del
discurso del psicoanálisis n o s objetan: culpabilizar a los padres.
C laro es que los o p erad o res están, pero n o to d o s accedem os a
«hacerlos trabajar», hay que hacer de ellos herram ientas a nuestra m ano
para la clínica. Es p o r ello q u e — m e parece— el resultado de in stru
m ento para la clínica posible del llam ado «autismo» que H. Yankelevich
logra con el Φ es de sum a u tilidad y tiene el valor del descubrim iento,
sig u ien d o las palabras del m aestro Lacan, «quien bu sca encuentra».
196
P o r ello los fragm entos singulares de historias q u e hasta ah o ra se
h a n presentado en este libro p u ed en responder y explicarse d en tro de
u n m arco de m ay o r rigurosidad em pleando este operador, el falo sim
bólico, q u e n o s regala Yankelevich.
C om o alum na de sus sem inarios, com encé a pensar los casos bajo
esta nueva perspectiva ya que, antes de que la desplegara, es cierto que
p o día decir, con cierta solvencia, de la castración en quien en carna la
fu nción de lo m atern o , o de los avatar es graves de su infancia, justo en
los tiem p o s de b ú sq ueda de com pletud en el padre, o padres n o cu m
p lien d o la fu n ció n de tales, P ero es co m p letam en te diferente, se sale
del personalizar, cu ando se puede co n tar con esta h erram ienta que, en
ta n to tal, n o s p e rm ite m a n e ja rn o s en la lógica m a te m á tic a del d is
cu rso del psicoanálisis, co n categorías de sistem atización de m ay o r
rig o r disciplinario.
C o n fo rm e a ello es que trato las cuestiones siguientes
197
En sín tesis, d ire m o s q u e la m u jer, en re la c ió n a su lu g ar en la
estructura subjetiva, com o h em os visto, debe hacer u n a serie de m u ta
ciones estru ctu rales desde el tran scu rso de su p ro p io Edipo.
R eco rd em o s q u e, seg ú n F reu d , al e n c o n tra rs e d e sp ro v ista de
pene, acude p rim ero a la m adre, saliendo de esa posición con el c o n
vencim iento de que es la m adre la responsable de haberla hecho im per
fecta, in co m p leta (registro im ag in ario ). C o n su in c o m p le tu d acude
al padre, de d o n d e saldrá c o n la certeza de q u e necesita resarcirse de
dicha incom pletud con u n hijo, com o sustitución de la misma. Es decir,
hijo com o su stitu ción del pene faltante en lo im aginario. P ero en este
discurrir desde el descubrim iento de su falta, ya está referida al N o m
b re del Padre.
P u ed e pasar d e lo fem en in o a lo m a te rn o si en to d as estas tra n s
m u tacio n es d e su existencia co m o parlêtre y gozante, el falo verifica
el falso agujero de dos redondeles que n o están anudados entre sí, sino
u n o encim a del otro.342 Pero esta m etáfora, lam entablem ente, n o siem
pre se transm ite a los sujetos p o r venir. Es p o r ello que ahora puede ex
plicarse claram ente p o r qué algunas m adres, en su condición de n e u
róticas, con las operaciones d e verificación del falo convenientem ente
realizadas, n o ob stante rechazan la tran sm isió n de la m etáfo ra m e n
cio n ad a a u n hijo y a o tro no.
Esta in c o rp o ra c ió n es u n a o p eració n real en la estru ctu ra, es la
in co rp o ració n cabal de la ley que, en tan to tal, en este tiem p o lógico,
está rep resen tad a p o r el falo real.
En el au tism o es esta o p eració n la que n o h a ten id o lugar.
198
C ap ítu lo IV
A modo de conclusión
3 4 3 . S í se desea con su ltar la h isto ria d e este co n cep to to p o ló g ico , se pu ed e con su ltar,
de E. R o u d in esco y M . P lon , el Diccionario de Psicoanálisis, Paidós, B u en o s A ires,
1998, p. 747; y de D. Evans, el Diccionario de introducción al Psicoanálisis Locaniano,
P a id ó s, B u e n o s A ires, 19 9 7.
199
D el m ism o m o d o , q u e c u a n d o Lacan p re se n ta b a sus n u d o s ya
creaba su uso analítico.
S abem os q u e el n u d o b o rro m e o re p re s e n ta la e s tru c tu ra m ás
elem ental del arm ado n eurótico y co m o estam os considerando el a u
tism o , d eb em o s p en sa r u n tie m p o lógico u b icad o antes del posible
arm a d o de d icho n u d o .344
Antes del arm ado del n u d o borrom eo, dem ostración de la estruc
tu ra del sujeto neurótico, tenem os dos elem entos. El bebé h u m an o , en
ta n to cu erp o , y el lenguaje q u e lo rodea.
C u ando Lacan nos enseña la construcción del n u d o con la pro p ie
d ad bo rro m eica, lo hace em pleando la recta al infinito, p o r sus c o n o
cim ien to s de la g eo m etría de G. D esargues.345
3 4 4 D esde m i experien cia en la clínica del au tism o, así lo pen sé du rante m u ch os años,
p ero la tran sm isión de la enseñanza de H . Y an kelevich en sus Sem in arios m e p er
m itiero n o rgan izar m e jo r esta con cep tu alización . L o m ism o p u ed o decir de los
Sem inarios del citado Raúl Sd arreta, de los de P u ra Cancina, Juan Alberto M anin o
y de R icard o D íaz R o m ero
3 4 5 . C lases d e to p o lo gía co n el P ro f. de M atem áticas y T o p o lo g ía H . Jaim e.
3 4 6 . G . C a n to r ( 1 8 4 5 - 1 9 1 8 ) filó s o fo y m a te m á tic o alem án . F u e c a ted rá tico de
M atem áticas e n la U n iv ersid a d de H alle. F u n d ad or de la teo ría de los con ju n to s,
con lo cu al fu n d am en tó las m atem áticas pu ras y la m o d ern a ló gica m atem ática.
347. J. L acan , Sem in ario in éd ito «RSI», dictad o en los años 19 7 5 - 19 7 6 . D esgrabació n
p a ra uso intern o de la Escuela F reu d ian a de B u en o s A ires. T rad u cc ió n de la v e r
sió n M . C h o llet y notas de trad u cció n d e R . R o d rígu ez Pon te.
200
c u a n d o hab lam o s del goce. P o r ejem plo, p o d em o s decir que el goce
en la psicosis es in finito.
M e p are c e im p o rta n te d estac ar ta m b ié n q u e, en el S em in ario
citad o 34®, Lacan aclara que: «sólo el n u d o es el so p o rte concebible de
u n a relación en tre cualquier cosa y cualquier cosa, que el n u d o , si es
abstracto p o r u n lado, debe ser pensado y concebido com o concreto».
Entonces, puede decirse que, tal com o lo indica su creador, es m ediante
el arm ad o posible del n u d o que desde el psicoanálisis p o d em o s p la n
tear de m an era consistente la in tro d u cció n de lo que llam am os signi
ficante haciendo m arca en el cuerpo libidinizado del sujeto. Las varia
bles del n u d o son la única m anera de «m ostrar» que estas operaciones
ocurren. De lo contrario, cuando las tenem os en la clínica, lo que pode
m os descifrar de ellas son sólo sus efectos. Ya que, valiéndom e nueva
m en te del S em inario citado, la posible «consonancia e n tre c u e rp o y
lenguaje» — que so n polos distintos— se realiza m ed ian te lo Real, lo
que perm ite el acuerdo entre am bos polos. C onsiderando q ue el posi
ble acuerdo p rim ero se da en tan to el sujeto a constituirse, pu ed e p re
guntarse qué p u ed e esperar de u n otro.
Esto tiene que ver tam bién con los distintos m odos en que lo Real
y el cu erp o se p re sen tan en dichas presentaciones, está p articip an d o
siem pre la lib id o y o c u p a en el n u d o b o rro m e o el lugar del agujero
en ta n to tam b ién p ertenece a lo Real.
C u an d o en el n u d o Lacan ubica el G oce del O tro b arrad o (J A),
afirm a que se trata del goce, que n o debe confundirse com o si fuera el
goce del O tr o 349, sino que al O tro , en ta n to S im bólico, n a d a le es
opuesto, es p o r ello que coloca a la gran A m ayúscula barrada e indica
de esta m an era que n o hay u n goce del O tro del O tro. «Desde en to n
ces, lo q u e re su lta de ello es q u e sólo re sta lo q u e se p ro d u c e en el
cam p o , en el cam po de puesta en el plano del círculo de lo Sim bólico
con el círculo de lo Im aginario que es el sentido, y que p o r o tra parte,
lo que aq u í está indicado, figurado, es la relación de lo Sim bólico con
lo Real en tan to que de ella sale el goce llam ado del falo.»350 En esta oca
sió n , Lacan explica q ue este goce fálico n o tien e que ver co n el goce
pen ian o sino que es lo que adviene del goce del cu erp o en ta n to im a
ginario, del goce del doble de la im agen especular. Es en ese p u n to de
201
conjunción de lo Im aginario con lo Real que se sitúa el goce fälico com o
estam os co n sid eran do.
Es en lo in co nsciente del parlétre que es posible conjugar el peso
del goce fálico que, en este sentido, lo experim enta com o parasitario351.
A nteriorm ente, consideram os el concepto de infinito que el psico
análisis utiliza352. Vuelvo sobre él p ara insistir en lo esencial del n u d o
b o rro m e o , se tra ta de q u e su escritura com ienza, según la enseñanza
de Lacan, co n u n a recta al infinito, en ta n to la considera com o equi
valente al círculo, siendo éste el p rin cip io del n u d o b o rro m eo , ya que
se o rig in aría de la co m b in ació n de dos rectas c o n u n círculo353. P ara
Lacan la recta in fin ita sería «la m ejo r ilu stració n del agujero»354. Así
lo enseña la topología, ya que, n o sólo indica q ue en u n círculo355 hay
u n agujero en el m edio, sino que la recta in fin ita lo tien e to d o alre
d e d o r d e ella.
A p a rtir de esta conceptualización, Lacan le cam bia el so p o rte al
trazo U nario del cual había hablado en el Seminario «La Identificación»,
y en el S em inario «RSI» lo asim ila a la R ecta Infinita. Ella contiene la
p o sib ilid ad del a rm a d o del n u d o a p a r tir del cual te n d re m o s Real,
Im aginario y Sim bólico.
Lo fu n d am en tal del concepto de infinito, en lo que estam os p re
sentando, es que tam bién p o dem os decir que el goce fem enino es u n
goce infinito, al cual pone límite, com o hem os considerado, el goce fálico.
Volviendo al n u d o bo rro m eo , Lacan, en el Sem inario citado, dice
que el falo está en la potencia 2 del nudo, en el sentido que el significante
2 to m a su potencia desde el significante 1. U bica al falo, com o vem os,
n o en el inconsciente, sino que el falo es lím ite de la cadena significante
y es, adem ás u n lím ite jam ás alcanzado. El falo, de ese m o d o , p e rm a
nece fu era de la cadena significante, ex-siste al sujeto y se constituye
co m o falta. E n esto constituye el falo simbólico.
En cuanto al nu do, el falo está en lo real de lo Real. Podem os decir
entonces que así com o el falo ex-siste a lo Im aginario, el falo ex-siste
a lo Sim bólico. Sólo sabem os de él que, en el discurso A m o, funciona
3 5 1 . J. L acan , op. d t , p. 4 1 .
3 5 2 . M u y sucintam en te, a los fines d e exp licar las operatorias p rim eras del arm ad o d e
la estructura subjetiva.
3 5 3 . D eb e aclararse qu e el circu lo es h u ec o y la circu n feren cia com pacta.
354. J. Lacan, op. cit., p. 13 0 .
3 55 . P o r eso se trata de u n círcu lo y el ag u jero rod ea a la recta infin ita.
202
com o SI actu an d o com o o p erad o r el falo im aginario, HlUmÉIÉIjÉ
p ro p ie d a d , este falo co n m in ú sc u la sería la fu n c ió n im ftginivM N f
falo Sim bólico.
Lo im p o rtan te, p a ra la clínica del autism o, es que este falo Sim
bólico (Φ ) sim boliza la falta dada en la castración de la m ad re y, en
general, va a sim bolizar las faltas p a ra gozar, p o r ejem plo, la m am a,
las heces, voz, m irada.
N o se p u e d e tra n s m itir la m e tá fo ra de la e s tru c tu ra n e u ró tic a
c u a n d o ella n o está o rg a n iz ad a en la e stru c tu ra su b jetiv a de q u ien
encarna la función m aterna. D e allí la posibilidad de que dicha estruc
tu ra n o se arm e y el p ro d u c to sea u n n iñ o autista.
Justam ente, cu an d o n o se h a in co rp o rad o el Φ , lo probable es la
p ro d u c ció n de u n n iñ o autista. P ara q ue esto n o ocurra, es necesario
q ue «el o bjeto co m o real p u e d a ser in co rp o ra d o , gracias al n o m b re
m o rd id o p o r lo sim bólico»356.
Lo que m e interesa destacar tam bién con respecto a la función del
Falo sim bólico, según la hipótesis de Yankelevich, es que cuando esta
m os en la estructura de la psicosis, la forclusión del N om bre del Padre,
p o r ejem plo, n o co m porta u n a falta de investidura en el niño. Pero en
el caso del autism o, la ausencia de copulación del falo con el cuerpo y el
lenguaje, im piden al niño encontrarse como producto del plus gozar de
la madre.357
P ara c o n c lu ir este p u n to , d iré q u e to d o s los p u n to s an terio res
con respecto a las diferentes posiciones subjetivas y /o m o v im ien to s
del O tro P rim o rd ia l so n d istin tas variables de la e stru c tu ra b o rro -
m eica del m ism o, de sus fallas en el encaje del n u d o , de tiem pos lógi
cos del «Estadio del espejo» de este O tro q u e vuelven a p o n e rse en
evidencia, frente al bebé in erm e a su arbitrio.
Las vivencias de duelo tam b ién h a n de dep en d er de los tiem pos
de arm ad o de la estructura subjetiva de q uien lo protagonice. P ero lo
m ás fu n d am en tal de las fallas de este O tro , para p ro d u c ir autism o, es
esta no-incorporación del Falo Sim bólico q u e, c o in c id ie n d o c o n la
hipótesis de H . Yankelevich, considero que obra com o identificación
p rim o rd ial p ara el sujeto a constituirse, a p a rtir de la cual sólo p u ed e
d arse el e n c a d e n a m ie n to sig n ific a n te y te n e r , e n c o n s e c u e n c ia ,
203
las herram ien tas «listas para usar» p ara la configuración de la estruc
tu ra n eu ró tic a m o strad a en la cualidad b o rro m e ic a del n u d o .
En el co n v en cim iento de la u tilid ad q u e la topología b rin d a a la
clínica del psicoanálisis, había propuesto en el desarrollo del presente
libro que el n iñ o sindicado com o autista se podía figurar com o estando
en u n a re alid ad c o n tin u a e n la p arte de la esfera antes del co rte que
organiza el Cross-cap. C on respecto a ello, haré algunas precisiones. En
p rim er lugar, esta afirm ación no se puede d em o strar de m an era co n
creta, con algún m aterial. M e refiero al corte q ue se realiza en el lím ite
en tre la superficie b ilátera h o m e o m o rfa y la z o n a u n ilá te ra q u e d a
lugar a la B anda de M oebius, porque son figuras que necesitan de otra
dim ensión.
C o m o ejem plo de lo afirm ado recién, h asta puede decirse que no
se pu ed e co n stru ir u n a verdadera circunferencia en la realidad, ya que
a u n el an cho de u n a línea trazable tien e grosor.
P ara co n struir u n a esfera debo p artir de u n plano proyectivo que,
de u n a m a n e ra sim ple, p u e d o definir com o org anizado p o r p u n to s
d iam etralm en te opuestos.
Si u n o los p u n to s d iam etralm en te opuestos, obtengo u n a esfera
c o n el g o rro cru zado o Cross-cap. P ero no divide el espacio en aden
tro y afuera. Esta p o sib ilid ad la e n c o n tram o s en la teo ría freudiana,
cu an d o presenta el esquem a en «El yo y el ello»358, que a veces llam a
m o s «la bolsa».
204
E n cam bio, en la enseñanza de Lacan, las figuras a las cuale· NSU·
rre transform an esabolsa en cuerpos que n o tienen n i exterior n i in tf·
rio r y n o div id en al espacio en dos regiones.
Plano Proyectivo
205
P o r o tra parte, el m ism o Lacan habla359 de su in ten ció n de in tro
d u cir u n a lógica de bolsa, p ero tam b ién d e cuerda.
Ya que, si n o hay cuerda, la bolsa-esfera n o está cerrada. P o r lo
cu al p ro p o n e q u e ten em o s que im ag in ar algo q u e está en u n p u n to
de la esfera y la an u da.
C u an d o las personas h ablan, relatan, hacen pases a la escritura,
lo hacen según el ajuste de la cuerda que arm ará el Cross-cap, al m ism o
tiem p o q u e el fantasm a.
N ada de esto tiene lugar en el caso del autism o, la cuerda que ajusta
la bolsa del Cross-cap no ha tenido lugar porque, com o se h a explicado,
dicha cuerda tiene origen en é ocho interior arm ado p o r las m arcas de
los p rim ero s en cu en tros entre el recién nacido y q u ien cum ple la lla
m ada «función m aterna».
P o r lo ta n to , el fu n d a m e n to prin cip al d e este libro es señalar la
p o sició n to p o ló g ica del autista. Ú nica p o sib ilid ad de ubicación del
m ism o, ya que n o hay arm ad o de e stru c tu ra subjetiva.
La figura topológica del Cross-cap, sin ajustar, en su carácter de
bolsa y sin corte alguno, sería la ubicación m ás clara p ara u n análisis
del caso desde los postulados del psicoanálisis y lo que p erm itirá esta
blecer posibilidades de operatorias clínicas según en qué posición haya
quedado el n iño en cuanto al arm ad o de dicha figura topológica.
Así, destacando las diferencias de posición que se fueron señalando
en el p resen te capítulo, de acu erd o a las m ism as, será el «hacer» del
psicoanalista; «clínica de cortes» opo rtu n o s o de ofrecim iento de obje
to s hasta llegar a la característica de «dones, según el caso».
Siem pre se trata de contribuir a u n «armado» posible, observando
previam ente, y a cada paso, las «oportunidades» que p u ed an brindar.
N in g ú n caso se d a con «garantías».
N o salimos de la apuesta continua, p o r ello m e parecen oportunas
las palabras de José Saram ago: «Las letras gordas de la comunicación,
reclaman que estemos al centelleo múltiple de los subgestos que van detrás
del gesto como el polvo cósmico va detrás de la cola del cometa, porque los
subgestos, para recurrir a una comparación del alcance de todas las edades
y comprensiones, son como las letritas pequeñas del contrato, que cuesta
trabajo descifrar, pero están ahí. A u n q u e resguardando la modestia que
359 . J. L acan, «R SI», no editado c o p ia B ib lio teca Escuela S igm u n d Freu d de R o sario ,
p. 13 0 .
206
las conveniencias y el buen gusto aconsejan, nada nos sorprendería que,
en un fu tu ro m u y próxim o, el análisis la identificación y la clasificación
de los subgestos llegaran, cada uno por sí y conjuntamente, a convertirse
en una de las m ás fecundas ramas de la ciencia semiológica en general.
Casos más extraordinarios se han visto».360
En m i clínica cotidiana, n iñ o p o r n iñ o , to d o s los días estoy atis-
b ando, atenta, al m en o r subgesto que p u ed a ser to m ad o com o posible
señal p a ra p o d e r arm a r «algún co n trato » , a u n q u e sea p eq u eñ o , q u e
lo fije con algún interés al m u n d o de los sím bolos, sin contar n i con la
letrita m u y p equeña de los contratos a los que se refiere el au to r citado,
sino que se trata de armar alguna letra donde no la hubo o donde la marca
de la misma fu e tan frágil o débil como el calcado en papel finito que apenas
«se ve».
La co n sta n te d e esta activ id ad clínica es la ap a sio n a d a esp era a
que aparezca la o p o rtu n id a d de ese tiem p o lógico en que el h o m b re
debe separarse d e la bestia que ve in m u tab le las veleidades del vuelo
de u n a m arip o sa sin tiem po ni c o r te ... Yo vivo esperando, p ero h u r
gando, para saber esos secretos de estos «principitos», ocultos en estas
to rres red o n d as y singulares.
360. J, Saram ago , El hombre duplicado, A lfagu ara, B u en o s A ires, 200 2, p. 59.
207
B ib lio g ra fía g e n e r a l
211
F r eu d , S. (1973) Proyecto de una psicología para neurólogos. T o m o I.
Obras Completas. B iblioteca N ueva, M adrid.
---------- (1973) C arta N ° 52. T o m o III. Obras Completas. B iblioteca
N ueva, M adrid.
G a r c Ia R ier a , J. (s/f) Fichas sobre la q u ím ic a cerebral, n e u ro tra n s-
m iso res. E q u ip o s de T ra n sfo rm a c ió n C u rric u la r. F acu ltad de
Ciencias M édicas, UNR.
---------- C om u n icaciones p ersonales a la autora.
K a n n e r , L. (1989) Psiquiatría In fa n til Siglo XX, B uenos Aires.
L ed o u x , M . (1987) Concepción Psicoanalítica de la psicología infantil.
P aidós, B uenos Aires.
L a c a n , J. (1985) Escritos. T o m o I, Siglo XXI, B uenos Aires.
---------- (1985) Escritos. T o m o II. Siglo XXI, B uenos Aires.
---------- (1977) Los cuatro principios fundam entales del psicoanálisis.
Seix Barrai, Barcelona.
---------- Sem inario IX. Clase XIX. Inédito.
---------- Sem inario La angustia. Clases de d iciem bre y enero. Inédito»
L efort , R. (1980) El nacimiento del Otro. Paidós, Barcelona.
S a f o u a n , M . (1982) El ser y el placer. Petrel, Barcelona.
T u stin , F. (1990) A utism o Infantil. Paidós, Barcelona.
V e g h , I ., A. A r i e l , P. C a n c i n a y o t r o s (1 9 9 3 ) Las psicosis. H o m o
Sapiens, Rosario.
W in n ic o t , D. (1971) Clínica psicoanalítica Infantil. H o rm é , Buenos
Aires.
W a l l o n , H . (1974) D el acto al pensam iento. P sique, B uenos Aires.
---------- (1984) Los estadios en la psicología del niño. N u ev a V isión,
B uenos Aires.
---------- (1984) La evolución psicológica del niño. G rijalbo, B arcelona.
212
B ib lio g ra fía b á sic a
213