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Los árboles se comunican entre ellos a

través de hongos micorrizas


November 15, 2021
Fuente: Gabriel Orrego
Los hongos son un grupo de organismos que no están emparentados ni con las plantas ni
con los animales. Por eso constituyen un reino propio: el reino Fungi. A diferencia de las
plantas, no pueden elaborar sus propios alimentos, por lo que dependen de otros seres vivos
para su sobrevivencia. Por eso, los hongos puedes se parásitos, levaduras y saprofitos,
encargados de descomponer la materia orgánica (algunos tan voraces que son capaces de
digerir la madera); y los simbióticos, como los líquenes y las micorrizas, que viven en
asociación con otros seres, en una relación se la que ambos se benefician.

Las micorrizas es la relación simbiótica de un hongo con unas plantas, llamada


MUTUALISMOS, para obtener a cambio azúcar y energía. Micorriza, (mico= hongo, riza=
raíz) es la asociación simbiótica entre una raíz y las hifas del hongo, que se reconocen y
encuentran en el suelo, tras un sofisticado intercambio de señales. Estos hongos pueden
ser enormes organismos que cubren varios kilómetros en los suelos de los bosques
formando un sistema de redes llamadas micelio. Los champiñones que vemos cercanos por
ejemplo a las raíces de los pinos, son el cuerpo fructífero del hongo, o sea, su órgano
reproductor sexual, por donde libera sus esporas que al germinar, producen nuevos
individuos. El 95% de las plantas tiene asociadas a sus raíces hongos micorrizas. Incluso,
se sostiene que la primera planta terrestre fue exitosa fuera del agua gracias a la asociación
con un hongo.

En los últimos años se ha descubierto que los hongos micorrizas pueden conectarse con las
raíces de más de una planta, creando un puente de comunicación entre ellas, a través de
las cuales intercambian señales y nutrientes de planta a planta, creando una red de
comunicación entre diversos organismos del bosque.

La profesora Suzanne Simard de la Universidad de British Columbia ha estudiado este


complejo fenómeno. Con su equipo de trabajo lograron mapear la extensión y arquitectura
de las redes de micorrizas utilizando técnicas moleculares, y observaron que todo el bosque
estaba conectado mediante raíces y hongos. Los árboles más grandes y viejos establecían
más conexiones, a los llama “Árboles Madre”: núcleos de vida donde convergen las
conexiones.

Estos árboles son individuos dominantes en el bosque, con su follaje elevándose sobre las
copas de los otros. Seres antiguos que representan inmensas fuentes de producción de
energía. Energía que podría ser compartida a los árboles con menos acceso a la luz del sol.
Las pequeñas plántulas recién germinadas en el sotobosque son colonizadas por la red de
micorrizas y comienzan a recibir no sólo nutrientes del suelo, sino también carbohidratos
provenientes de estos árboles ya establecidos.

En una investigación, realizada en los bosques de Columbia Británica, se plantaron


pequeñas plántulas alrededor de un árbol madre que había sido inyectado con el isotopo de
carbono13. Algunas de las plántulas fueron plantadas en bolsas que las excluían de la red
de micorrizas, mientras que otras quedaron directamente en contacto con el suelo a su
alrededor. Se descubrió que las plantas sin bolsas, además de haber recibido el isotopo
inyectado al árbol madre, tuvieron mucha mayor sobrevivencia y mejor desarrollo; por eso,
un bosque tiene más resiliencia al funcionar como una comunidad, existiendo sinergias entre
sus interacciones. Un bosque con conexiones entrelazadas por el suelo.

Se ha demostrado que, además de transferir nutrientes, estos árboles usan la red de


micorrizas para enviarse señales de defensa. En un invernadero se plantaron juntos varios
individuos de pino, algunos de ellos aislados en bolsas de poro fino. Algunos de los árboles
fueron estresados a través de una infección inducida con larvas que se comían su follaje.
Luego, los árboles que no estaban aislados de la red de micorrizas comenzaron a producir
enzimas para sobre-activar el sistema inmune y estar más fuertes, mientras que los aislados
del suelo no mostraron cambios metabólicos, quedando más susceptibles al posible ataque.

Se identificó el llamado efecto nodriza, donde árboles más viejos nutren y fortalecen a las
nuevas generaciones.

Amanda Asay, parte del equipo de investigación de la Universidad de British Columbia quiso
conocer si se reconocen los árboles entre ellos, para lo que diseñó el siguiente experimento:
en la misma maceta se plantaron tres árboles, uno más grande y dos pequeños desde
semilla. Uno de los retoños tenía parentesco con el árbol más grande (sus semillas
provenían de la misma madre). Luego de unos meses, había significativamente más
conexiones entre los que tenían parentesco, y el árbol grande le transfería más nutrientes a
la planta con la que estaba más relacioanda.

Sin embargo, las conexiones y colaboraciones no se quedan entre hermanos, ni siquiera


entre individuos de la misma especie. La profesora Suzanne Simard en su tesis de
doctorado, experimentó con abedules (Betula papyrifera) y pinos oregón (Pseudotsuga
menziesii), especies muy lejanas filogenéticamente, pero que crecen juntas de forma
natural. Ella observó que estas dos plantas, una conífera y una especie latifoliada, estaban
altamente conectadas por la red de micorrizas.

Durante el invierno, el abedul bota las hojas, mientras que el pino oregón las mantiene.
Durante esta época, el pino oregón le envía azúcar al abedul para apoyarlo en sus funciones
básicas, y cuando llega la primavera, el abedul se activa formado su vigoroso follaje y los
recursos fluyen hacia el pino oregón.

Esto estudio llevó a los investigadores a ver al bosque como un todo y que, ante la ausencia
de alguna de la partes, el organismo podría perder su vitalidad, equilibrio dinámico y
resiliencia, donde el suelo es un ente vivo que conecta a los árboles.

Referencias
Bingham, M. A., & Simard, S. (2012). Ectomycorrhizal networks of Pseudotsuga menziesii
var. glauca trees facilitate establishment of conspecific seedlings under drought.
Ecosystems, 15(2), 188-199.
Read, D. J., & Perez?Moreno, J. (2003). Mycorrhizas and nutrient cycling in ecosystems–a
journey towards relevance?. New Phytologist, 157(3), 475-492.

Simard, S. W., Asay, A. K., Beiler, K. J., Bingham, M. A., Deslippe, J. R., Xinhua, H., Philip,
L. J., Song, Y., Teste, F. P. (2015). Resource transfer between plants through
ectomycorrhizal fungal networks. In: Horton TR, ed. Mycorrhizal networks. Springer berlin
Heidelberg.

Simard, S. W., Beiler, K. J., Bingham, M. a., Deslippe, J. R., Philip, L. J., & Teste, F. P.
(2012). Mycorrhizal networks: Mechanisms, ecology and modelling. Fungal Biology Reviews,
26(1), 39–60. http://doi.org/10.1016/j.fbr.2012.01.001

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