Está en la página 1de 70

Página | 1

Página | 2
Página | 3

Esta traducción fue realizada sin fines de lucro por lo cual no tiene
costo.

Es una traducción hecha por fans para fans.

Si el libro llega a tu país, te animamos a adquirirlo.

No olvides que también puedes apoyar a la autora siguiéndola en sus


redes sociales, recomendándola a tus amigos, promocionando sus libros e
incluso haciendo una reseña en tu blog o foro.

¡No subas la historia a Wattpad ni pantallazos del libro a las redes


sociales! Los autores y editoriales también están allí. No solo nos
veremos afectados nosotros, sino también tu usuario.
ÍNDICE
Página | 4

Sinopsis
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Sobre la autora
SINOPSIS
Página | 5

tem · plan · za (ˈtemp (ə) rəns) - sustantivo

Abstinencia, moderación o autolimitación.

La doctora Leah Grayson está fantaseando con una paciente que nunca ha
visto.

Leah ha asesorado a adictos de alto perfil durante casi una década, por lo
que está acostumbrada a la necesidad de discreción. Pero su último cliente, que
lleva el nombre de Sr. C, exige un anonimato total. Ella nunca ha visto su rostro,
pero su voz profunda y rica ocupa sus sueños y fantasías más traviesos.

La adicción al sexo del Sr. C amenaza con apoderarse de su vida. Lo único


que le impide consumirlo es su sesión de video chat de una hora dos veces a la
semana con la doctora Grayson. Aunque su cámara web apunta a un área no
descriptiva de su estudio, la cámara de ella siempre apunta a esos suculentos
labios y sus largas y ágiles piernas, con las que no puede dejar de fantasear. Él
debe tenerla.

¿Leah y el Sr. C se someterán a su pasión prohibida? ¿O practicarán la


templanza cuando una cena a la que ambos asisten les presente la tentación
definitiva?
Página | 6
CAPÍTULO 1
Página | 7

Mi portátil está abierto sobre mi escritorio apuntando lejos de la silla de mi


oficina, hacia el sofá gris carbón, donde normalmente me siento cuando consulto
adictos. Como es nuestra rutina, me siento en mi lugar usual mientras espero la
llamada por Skype del Señor C. Debo de reiterar que ésta es mi rutina con el
Señor C. Ciertamente no es mi rutina con ninguno de mis otros pacientes.

Como psiquiatra especializada en asesoramiento de adicciones,


especialmente en una ciudad donde las sustancias y comportamientos adictivos
están al alcance de la mano, he aprendido a ajustarme a las necesidades de mis
pacientes por discreción. Veo muchos pacientes en persona en mi oficina en el
centro de Seattle, pero muchos son personas adineradas, adictos de alto rango
que tienen mucho que perder si su adicción se diera a conocer.

La mayoría de mis pacientes en estos días son amas de casa de magnates


tecnológicos, mujeres que buscan refugio de las noches solitarias y horarios
sobrecargados en el fondo de una botella, compras excesivas en línea u opiáceos.
También aconsejo a muchos jóvenes empresarios que tienen problemas para
adaptarse al clima sombrío de Seattle o a la presión constante para superar a sus
competidores. Estos hombres y mujeres a menudo se vuelven adictos a sus
celulares o computadoras, aunque muchos aún optan por adicciones más
convencionales de Ritalin1 o metanfetaminas. Estas conductas y adicciones
obsesivo-compulsivas surgen generalmente de su búsqueda de la próxima gran
idea.

No hace falta decir que la confidencialidad no es solo mi deber legal, es un


principio que tomo muy en serio. Es por eso que luché duro por el derecho de
aceptar clientes anónimos, cuando los otros terapeutas en nuestra práctica
pensaron que esto me abriría a mí, y a ellos, a juicios por tratar a alguien sin
recopilar datos verificados.

1Este medicamento es un tipo de anfetamina que actúa estimulando las actividades mentales, por lo que
se ha vuelto popular entre los adultos que desean estudiar o permanecer despiertos por más tiempo.
Pero la HIPAA, Ley de Portabilidad y Responsabilidad del Seguro de Salud
de 1996, está destinada a proteger la privacidad, al igual que los registros
Página | 8
médicos, la privacidad siendo el principio primordial. En mi opinión, creo que
mucha de la información personal del cliente se mantiene para tener ventaja
sobre el paciente. Mi voluntad de aconsejar sin recopilar información de
identificación, aunque no es convencional, nació del deseo de tratar a todos, en
lugar de solo identificar a los pacientes que se sentían cómodos.

Mis colegas asumieron que, si un paciente o uno de sus seres queridos nos
demandaran por mala práctica al establecer una conexión entre el paciente y las
personas anónimas a quien aconsejara sería una pesadilla real. Tuve que
involucrar a mi abogado personal para asegurar a mis colegas que asumiría toda
la responsabilidad legal por cualquier consecuencia de mi política de pacientes
anónimos. Y después de unos meses de negociaciones dramáticas, ahora soy la
única psiquiatra en el centro de Seattle que aconseja pacientes sin conocer su
identidad.

Hace más de un año que implementamos la política, mis colegas todavía


creen que estoy loca. Pero es un pequeño precio a pagar para atrapar a los adictos
que caen en las grietas y temen ser expuestos.

Nadie debería tener miedo de pedir ayuda. Eso es lo que dice en mi sitio web
y en mi tarjeta de presentación, y también podría estar tatuado en mi frente. Ese
es mi lema.

Entonces, ¿por qué el Señor C es diferente a todos mis otros pacientes?


Porque en realidad nunca he puesto mis ojos en el Señor C.

La ventana de Skype de mi portátil cambia para mostrar una llamada


entrante. Mi cuenta de Skype está programada en auto contestar. Tan pronto
como la llamada entra, recibo una notificación en la pantalla, y tengo unos pocos
segundos para rechazar la llamaba antes de que se conecte automáticamente.
Mientras me siento en mi sofá gris de lana con mis piernas cruzadas y la cámara
de mi portátil dirigida hacia mí, la llamada es contestada y una escena se
materializa en la pantalla.

El estudio del Señor C es brillante y moderno con unas estanterías de


biblioteca que exhiben libros, los cuales han sido clasificados por color. La
decoración parece como si hubiera sido elegida por un explorador de principios
del siglo XIX. El sofá de terciopelo azul media noche contrasta con las estanterías
blancas. Detrás del sofá, una mesa consola está cubierta con una exuberante
Página | 9
vegetación, y una gran jaula de latón de pájaros se encuentra en la esquina. Las
jaulas vacías utilizadas como decoración siempre me han parecido un poco
freudianas, pero no lo menciono.

—Buenos días, Leah —dice el Señor C con una voz tan rica como el expreso
italiano y tan genial como diciembre.

—Buenos días —respondo—. Llamaste un poco tarde hoy, así que esta
conversación puede ser interrumpida. Puedo tratar de ser lo más complaciente
posible, pero no puedo prometer que podré retrasar mis citas.

—Estás vistiendo de blanco.

—Sí, es un hermoso día en Seattle, de lo cual estoy segura eres consciente.

Hay un ligero silencio, como si estuviera sopesando mis comentarios sobre


el clima, intentando averiguar mis sentimientos sobre las pistas de su identidad.

—¿Puedo hacerte una pregunta?

—Por supuesto, pero como sabes, cualquier cosa relacionada a mis pacientes,
mi práctica, o mi vida personal podrían estar fuera de límite.

Suspira y se escucha el ruido en los pequeños parlantes de mi laptop.

—Bueno, eso hace bastantes cosas interesantes fuera de límites. ¿No estarías
de acuerdo, Leah?

—Oh, no sé. Creo que hay un montón de temas interesantes fuera de aquellas
que están fuera de límites. Por ejemplo, ¿tienes algún plan para este fin de
semana?

Quiero golpearme en la frente. ¿Por qué le estoy preguntando por sus planes
para el fin de semana? Ahora, quiero golpearme doble. Soy su terapeuta,
supuestamente debo preocuparme por sus planes para el fin de semana.
Especialmente, cuando es un adicto al sexo y este fin de semana es halloween. Es
la oportunidad perfecta para encontrar a una mujer que esté dispuesta a tener
una sucia aventura de una noche.

Ríe y espero que no sea porque mi batalla interna sea demasiado obvia.
—En realidad tengo planeado asistir a una fiesta de disfraces. ¿Cuáles son
Página | 10
tus planes?

—Mantengamos esta conversación sobre ti —contesto, descruzando y


volviendo a cruzar las piernas, un hábito nervioso que parece haber resurgido
recientemente—. ¿Sabes qué vestirás para esta fiesta de disfraces?

—Sí —contesta, deteniéndose ahí como si quisiera que yo siguiera con la


conversación.

—¿Quieres decirme qué usarás?

—No.

Tengo que cambiar de tema, no sea que nos quedemos atrapados en este
partido de tenis verbal.

—Durante nuestra última sesión, mencionaste que el cumpleaños de tu


madre se acercaba. Creo que fue ayer. ¿Te gustaría hablar de eso?

Una vez más, mi pregunta es recibida con un largo y pesado silencio. Pero lo
espero, como es nuestra rutina.

—No, no me gustaría discutir sobre eso.

Quiero preguntar sobre su matrimonio más de lo que quiero preguntar sobre


su madre. Creo que el Señor C probablemente es viudo. Perder a un cónyuge, o
alguien cercano, es un catalizador común para la adicción al sexo.

—¿Te gustaría hablar sobre algo más relacionado con tu familia o tus seres
queridos?

Hace una larga pausa, seguida de un suave sonido, como si estuviera


ajustando su posición en una silla de cuero.

—No tengo hijos. —Hace otra larga pausa antes de continuar—. Puedo estar
fuera tan tarde como quiera. Hacer viajes espontáneos siempre que quiera.
Ninguna mujer me ha dicho nunca que no.

Trago saliva y respiro profundamente.

—¿Sientes que tu vida carece de desafío? ¿A menudo sientes que las cosas
son demasiado fáciles para ti?
Otra larga pausa es seguida por una profunda carcajada.
Página | 11
—Ayer, mi abogado me pidió que me reuniera con él en su oficina para un
breve resumen de algunos de los puntos más importantes del contrato de
arrendamiento del restaurante en Mercer Island. Cuando llegué, mi abogado
estaba en una llamada telefónica. Pero no soy el tipo de hombre que la gente hace
esperar. Inmediatamente le rogó a la persona al otro lado de la línea que lo
llamara luego y, después de colgar el teléfono, le pregunté a quién le estaba
hablando. Él sonrió tímidamente y dijo “ese era el gobernador”.

Sonrío mientras hago una nota en mi libreta.

—¿Ese tipo de reverencia, ese tipo de poder es intoxicante para ti?

—¿Es intoxicante para ti?

Sus palabras se sienten como caramelo caliente envolviéndose a mí


alrededor, pegándose a mí, haciendo que sea difícil hablar.

—Señor C, sé que no tengo que recordarle que el propósito de la terapia es


que hagamos descubrimientos y avances en su adicción. Sé que le gusta
responderme con preguntas, es una táctica de conversación común, que es
bienvenida en un entorno social. Pero le volveré a pedir que se abstenga de
responderme con preguntas. ¿Está bien?

Este silencio dura más de lo habitual, ya que probablemente está tratando de


hacerme cuestionar mi solicitud.

—Por supuesto, Dra. Grayson. Hablando de progresos, creo que tuve un


pequeño contratiempo anoche.

Mi corazón se acelera al anticipar lo que está por venir.

—¿Qué tipo de contratiempo? Por favor sea más específico.

Mi boca se llena de saliva cuando anticipo las palabras que saldrán de la boca
del Señor C. Probablemente no debería haberle pedido que fuera más específico.
Corro el riesgo de parecer que estoy fomentando el comportamiento que está a
punto de describirme. Y mentiría si dijera que no disfruto esta parte de nuestras
sesiones. Por mucho que odie admitirlo, incluso para mí misma, a menudo tengo
que tocarme después de una sesión con el Señor C, para aliviar la tensión sexual
Página | 12
acumulada.

—No había tenido sexo con nadie en todo el día de ayer —comienza, y el
sonido de él ajustando su posición me hace que me pregunte si es posible que
esté listo para tocarse—. Pensé que podría sobrevivir el día recitando
mentalmente algunos de tus consejos. Pero pensar en tus palabras de alguna
manera tuvo el efecto opuesto, y me encontré sentado en mi auto tratando de
determinar si la terapia realmente me ayudaba a progresar o si debía follar a mi
chef pastelera, quien estaba caminando junto a mi auto en ese preciso momento.
No siento que haya progreso si pierdo algo que me hace sentir completo. En el
caso de superar mi adicción, la victoria es como perder.

—Te escucho, y te entiendo —comienzo—. Pero debes tener en cuenta la


primera regla para superar la adicción: tener en cuenta la forma en que piensas.
No pienses en lo que perderás cuando superes tu adicción. Piensa en lo que
ganarás. En tu caso, obtendrás un mayor sentido de control sobre tu negocio y
tus relaciones. ¿Y tu vida familiar?

Hace una pausa de nuevo, probablemente decidiendo si debería tomar el


anzuelo para hablar sobre su familia.

—Pero tengo control sobre mi negocio y mis relaciones. Mi problema es que


no hay nada que no pueda tener con un chasquido de mis dedos. Si quiero algo,
lo hago mío. Lo único que no puedo tener, de acuerdo con mi terapeuta y la
sociedad, es demasiado de algo. Demasiado de algo... bueno. —Se detiene por un
momento, pero me quedo callada para que pueda continuar—. No estoy casado,
así que puedo follar a quien quiera. Pero no puedo follar en cualquier lugar, en
cualquier momento y de la manera que yo quiera. Puedo comprar lo que quiera,
excepto lo que no está a la venta. Mi problema es que lo quiero todo: dinero,
poder, sexo. Lo quiero en todas partes. Lo quiero todo el tiempo. Incluso ahora.

Me aclaro la garganta mientras descruzo y vuelvo a cruzar los tobillos.

—Ahí tienes, eso es progreso. No sabía que eras soltero.

—¿Eso te sorprende, Leah?

La forma en que pronuncia mi nombre, con un suave gruñido hace que mi


pulso se acelere.
—Bueno, no, pero es una buena información para tener. Me ayuda... a
evaluar los riesgos que estás tomando al alimentar tu adicción. Entonces dígame,
Página | 13
Señor C —continúo en un tono más formal—. ¿Qué riesgo tomó anoche en su
encuentro con la chef pastelera?

Ríe con ganas y el sonido envía un escalofrío por mi columna.

—Me conoces bien, Leah. Y la chef pastelera está casada... con mi chef
ejecutivo.

Mi cuerpo se pone rígido ante la facilidad con la que describe su


comportamiento imprudente.

—Eso suena como una situación potencialmente peligrosa. ¿Cómo te sentiste


al hacerlo? ¿Hubo un momento en el que sentiste que podías elegir detenerte?

—Tal vez... tal vez tuve una punzada de culpa que me decía que me
detuviera cuando me miró a los ojos y sentí la culpa que emanaba de ella. Tal vez
pensé que debería detenerme cuando deslicé la lengua en su boca y probé el licor
de naranja, un ingrediente que reconocí de una receta que su esposo creó. Tal vez
cuando deslizó su mano dentro de mis pantalones y acarició mi polla palpitante.
O cuando se arrodilló, tirando con avidez de mi bóxer para que pudiera
saborearme. Tal vez cuando arranqué la banda de su cabello y la deseché,
agarrando un puñado de su cabello oscuro mientras empujaba mi camino hacia
su interior, buscando la parte de atrás de su garganta con la punta de mi polla
como un pescador buscando almejas. O tal vez cuando me corrí en su garganta y
un largo hilo de semen salió de sus hinchados y rojos labios mientras sacaba mi
polla de su boca. Tal vez cuando bajé sus bragas y la coloqué de nuevo en el baúl,
y miré ese clítoris rosado y reluciente, tal vez pensé: no sería muy amable de mi
parte detenerme ahora. O tal vez cuando deslicé mi lengua dentro de su coño e
inhalé su almizcle, pensé: no debería darle algo que nunca tendrá con su esposo.
O es posible que, cuando chupé su clítoris y su cuerpo tembló, haya pensado: tal
vez no debería hacerla gritar demasiado fuerte.

Trato de ignorar el dolor punzante entre mis piernas, pero mi boca seca no
puede ser ignorada. Alcanzando el vaso de agua en la mesa a mi lado, tomo un
sorbo antes de responder.

—Señor C, estoy segura de que sabe que solo hemos estado discutiendo su
adicción y nuestros objetivos para su recuperación durante siete semanas, por lo
que debo reiterar que los síntomas de una adicción a menudo parecen empeorar
antes de que mejoren. Esto sucede porque el adicto se da cuenta de los síntomas,
Página | 14
cuando antes no era consciente de ellos.

»Ha progresado en varios aspectos de su adicción. Buscar ayuda es uno de


los mayores obstáculos que ha superado. La mayoría de los adictos viven en un
estado de negación, y usted ya no está negando su adicción, por lo que es un
enorme progreso. Sé que parece que todavía estás buscando sexo a diario, pero
creo que cuando me contactaste hace siete semanas, me dijiste que tenías sexo
con tres o cuatro personas diferentes por día. Entonces, también hay progreso en
ese frente.

»Aunque parezca que estás eligiendo compañeras riesgosas, la frecuencia de


estos encuentros ha mejorado enormemente, y me siento bien por los esfuerzos
que has realizado en tu nombre. Me pregunto... me pregunto si salir de las
sombras y revelar tu rostro, aunque tu identidad puede permanecer en el
anonimato, puede servir como un segundo paso para ser dueño de tu
comportamiento y posiblemente reducir aún más tu escala al hacerte más
responsable.

Otra pausa larga y pesada cae entre nosotros.

—Me temo que no estoy listo para eso, Dra. Grayson. Pero lo consideraré. Lo
pensaré un poco.

Echo un vistazo a mi reloj.

—Eso es realmente todo lo que puedo pedir. Y me temo que nos quedamos
sin tiempo, pero espero que lo considere seriamente. Le deseo un fin de semana
muy seguro. Adiós, Señor C.

—Espero verte pronto, Leah.


CAPÍTULO 2
Página | 15

—No olvides ocultar ese tazón de llaves. —Le recuerdo a mi amigo Bernard
mientras toma otro conjunto de llaves de la pareja que acaba de llegar a mi
condominio en el centro de Seattle—. Como terapeutas de adicciones, sería muy
lamentable si alguien fuera se matara a sí mismo o a alguien más en un accidente
de borracho al volante.

Bernard sacude la cabeza mientras ajusta el leotardo debajo de su tutú rosa.

—Soy muy consciente de la responsabilidad que tenemos, Leah. Pero


¿puedes, por favor, solo por una noche, aflojarte un poco? ¿Tal vez incluso tomar
unas copas? Quién sabe, tal vez puedas encontrarte durmiendo mejor esta noche
después de dejarte ir un poco.

Niego y sonrío.

—Lo dice el hermoso hombre negro con un disfraz de bailarina.


Definitivamente tendré tus consejos en cuenta, Dr. Jones.

—Sabes que te amo, ¿no? —dice, plantando un beso en mi frente.

—Lo sé.

Dejo a Bernard para hacer sus tareas de recoger las llaves de autos, y me uno
a nuestra otra mejor amiga y terapeuta, Linda Cromwell, mientras seduce con
palabras a mis viejos amigos de la escuela, Max y Maya Carter. Linda está
disfrazada con un blazer negro y una blusa blanca de botones con el cuello
abierto y una de esas pajaritas monstruosamente grandes que se usaba en la
década del mil ochocientos. El bigote que se dibujó sobre su labio está casi
borrado. Bernard y Linda perdieron una apuesta conmigo, así que él tenía que
disfrazarse como una bailarina, como yo, y Linda tenía que disfrazarse como
Edward Dégas, el artista famoso por pintar bailarinas.

—¿Bernard está holgazaneando en su tarea de guardar las llaves de los


autos? —pregunta Linda antes de tragar el resto del vino en su copa.
—Está haciendo un gran trabajo —respondo, volviéndome hacia Max y
Página | 16
Maya—. Entonces, ¿ustedes dos de que están disfrazados?

Max y Maya se miran, intercambiando una mirada que solo dos personas
que se conocen tan bien como ellos entienden.

—Somos besos franceses —dice Max con una sonrisa enorme, entonces se
inclina en busca de un beso apasionado con Maya.

Jadeo cuando finalmente entiendo sus boinas negras, camisas blancas con
rayas negras, y la pintura de cara luciendo a eso usado por Gene Simmons y Paul
Stanley de la banda Kiss.

—¡Oh, Dios mío! No puedo creer que no lo haya entendido. Es tan obvio.
Ustedes son brillantes, como siempre. De verdad los envidio.

Dejo a Linda hablar con Max y Maya mientras me dirijo para ir a hablar con
mi exnovio y su nueva esposa embarazada.

—Ustedes dos están extremadamente brillantes —comento, hablando más


fuerte de lo normal para ser escuchada sobre la música sonando de mi parlante
inteligente.

Benjamin se inclina y me besa en la mejilla.

—Solo estoy feliz de estar fuera de casa estos días —responde mientras su
esposa, Vivian, y yo unimos mejillas—. Es como romperse un diente el conseguir
que Viv salga de la casa estos días.

Vivian toca su vientre embarazado, que está firmemente envuelto en una


malla verde que forma parte del tallo de su traje de flor.

—Ustedes estarían igual si llevaran un extra de ocho kilos a todas partes.

El disfraz de abeja de Benjamin y el de flor de Vivian no son tan sutiles como


Max y Maya, pero Ben nunca fue bueno con la sutileza. Este es el hombre que,
después de que rompí con él, procedió a aparecer en cada encuentro amistoso
mutuo que teníamos con una nueva mujer en su brazo durante seis meses.
Finalmente, tuve que decirle que sus intentos de hacerme sentir celosa no
funcionaban, pero que sería feliz de recomendarle un terapeuta que lo ayude a
superar este comportamiento compulsivo. Es un buen tipo, por lo que se disculpó
y conoció a Vivian un par de meses después. Mentiría si dijera que no me molesta
Página | 17
verlo terriblemente feliz ahora.

—Siéntete libre de acostarte en mi habitación si lo necesitas —digo a


Vivian—. Creo que voy a tomar otro vaso de vino y algo de aire fresco en el
balcón. Ustedes dos disfruten del lugar. Es muy bueno verlos.

Me sirvo otra copa de vino blanco de la docena o tantas botellas en la isla de


mármol en la cocina, luego recorro la sala de estar y llego a las puertas francesas
del balcón. El viento fresco de octubre del estrecho de Puget2 al instante provoca
piel de gallina en mis brazos. Rápidamente bebo la copa entera de vino y la coloco
en la mesa entre las dos tumbonas. Entonces, un hombre calvo que reconozco
como un conocido de Bernard se reúne conmigo en el balcón.

—Es una hermosa noche, ¿no crees? —dice el hombre que se inclina contra
la barandilla de acero junto a mí, tan cerca que su coso roza el mío.

Intento no mostrar mi leve molestia ante la invasión de mi espacio personal.

—Lo es.

Se gira hacia mí.

—¿Esta es tu fiesta? Es un poco sencilla para mi gusto, pero supongo que es


lo que obtienes cuando un grupo de terapeutas se juntan, ¿eh? —dice con una
sonrisa, que solo sirve para forzar su mal aliento en mi dirección.

Me volteo para entrar.

—Debería probablemente volver a entrar así puedo entretener a esos


terapeutas aburridos.

Pero mientras empiezo a alejarme, él agarra mi muñeca.

—Oye, no quise llamarlos aburridos. Ven, hablemos un rato —dice


agresivamente.

Las puertas francesas se abren nuevamente y esta vez un hombre que no


reconozco emerge. Está vistiendo un disfraz que luce como Wesley de La Princesa

2 El estrecho de Puget es un profundo entrante del océano Pacífico localizado en la costa noroccidental de
los Estados Unidos.
Prometida. Detrás de la máscara negra, sus ojos azules se mueven de mi muñeca
Página | 18
a mi rostro y luego hacia el tipo calvo, y una inconfundible ola de ira sale de él.

Sus ojos se encuentran con los míos.

—Cariño, ¿tienes frío? ¿Quieres que te traiga un suéter? —pregunta el


hombre obviamente dándome una salida de esta incómoda situación.

El perdedor calvo rueda sus ojos y deja ir mi muñeca.

—Podrías haber dicho que no eres soltera.

Wesley agarra el brazo del hombre fuertemente mientras intenta caminar al


interior.

—Fáltale de respeto una vez más y me aseguraré de que quedes soltero por
el resto de tu vida. ¿Entiendes?

El perdedor, que es casi quince centímetros más bajo que Wesley, asiente
rápidamente y casi lloriquea mientras pasa por las puertas francesas, donde entra
rápidamente.

Mi corazón se alivia mientras mis músculos se relajan.

—Muchas gracias. No creo que hubiera tratado de lastimarme, pero eso fue
sumamente incómodo. Gracias por interrumpir. —Estiro mi mano hacia él—. Soy
Leah. Este es mi apartamento. ¿Con quién estás aquí?

Toma mi mano y le da suave apretón.

—Estoy aquí con Max —responde el hombre.

—¿Max?

Repito el nombre como si eso me ayudara a hacer una asociación entre este
extraño y mi amigo de hace mucho tiempo, pero no ayuda el decir el nombre en
voz alta. No reconozco a este hombre, pero algo sobre su voz me suena familiar
y también desconocido. Suena casi como si tuviera un acento, una vibración
apenas perceptible, pero no ubico el lugar. Casi suena a Australia o Sudáfrica,
pero es tan sutil, que creo que puedo estar escuchando cosas.

Él no toma mi señal para aclarar su conexión con Max.


—¿Estás aquí solo para tomar aire o necesitas aclararte la cabeza? —pregunta
Página | 19
y una vez más escucho ese acento muy leve en la palabra aclarar.

—No conozco muchos australianos en Seattle. Parece el lugar menos


australiano en América, ¿verdad?

Se ríe.

—En realidad, viví en Nueva Zelanda durante seis años, por lo que a veces
me encuentro volviendo a las pronunciaciones de Kiwi. Tuve que hacer eso a
menudo mientras vivía allí, así los agricultores con los que trabajaba podían
entenderme mejor.

Una sensación incómoda me recorre mientras me doy cuenta de repente que


este hombre suena un poco como el Señor C. Por supuesto, nunca he visto a mi
paciente anónimo, pero el tono de su voz suena tan familiar. Y este hombre es
claramente muy guapo y tiene una presencia imponente. Sospecho que el Señor
C también es una fuerza para reconocer, teniendo en cuenta lo fácil que es para
que él acostarse con una mujer diferente cada noche.

La luz de la luna besa su piel y destella en sus penetrantes ojos azules


mientras camina hacia mí.

—¿Cuánto tiempo llevas viviendo en Seattle? —pregunta mientras ambos


giramos hacia las luces de la bella ciudad.

Esta vez no me importa cuando el codo del hombre roza el mío mientras nos
inclinamos contra la barandilla de acero. El aroma de este hombre es
absolutamente embriagador, una mezcla masculina de intenso pino y picantes
feromonas. Tengo que evitar girar mi rostro hacia él para inhalarlo.

—Nacida y crecida en Seattle —respondo—. ¿Tú?

—Igual —responde, girándose hacia mí del mismo modo que hizo el hombre
calvo, pero esta vez doy la bienvenida a la atención.

El hombre tiene presencia. Solo estando de pie aquí junto a mí, con sus ojos
en los míos, siento como si estuviera siendo magnetizada hacia él, como un
planeta atrapado en su órbita.
—Luces hermosa en ese disfraz de bailarina. Eso es lo que es ¿verdad? —
Página | 20
pregunta.

Mi aliento queda atrapado en mi garganta mientras él se inclina hacia


adelante y suavemente hala la manga toile3 de mi traje.

—Como que hice trampa con el disfraz. Convertí un viejo vestido en un traje
de bailarina elegante con un poco de toile y cintas. Creo que salió bien.

Su mirada me recorre.

—Creo que salió mucho mejor que bien —comenta, mirando mis brazos
mientras los frotaba un poco para calentar mi piel—. ¿Quieres entrar y buscar un
suéter o abrigo?

Me resulta difícil respirar en la presencia de este hombre. Todo lo que quiero


es que envuelva esos fuertes brazos a mi alrededor y me caliente con su calor
corporal. Esto es tan ridículo. Ni siquiera conozco a este hombre.

Al menos, creo que no conozco a este hombre. Oh, Dios, por favor dime que no
conozco a este hombre.

Contra todo lo que mi cerebro me dice que haga, doy un paso hacia él así mi
pecho está a solo unos centímetros del suyo. Estoy lo suficientemente cerca como
para sentir las olas de calor que salen de él cada vez que exhala. Cierro los ojos y
respiro lenta y profundamente mientras espero a que la parte prudente de mi
cerebro se active.

Pero antes de que eso suceda, sus manos aterrizan en la parte superior de
mis brazos, cálidas, suaves y tan tranquilizadoras cuando frota mi piel para
darme de su calor.

—Te mantendré cálida —murmura y sus labios rozan mi frente—. Ven aquí,
Leah.

Mi cerebro está rogándome que reconozca el suave gruñido de mi nombre


en los labios de este hombre. Pero mi cuerpo se niega a cooperar. Además, nunca
he escuchado al Señor C decir una sola palabra con acento. Puede ser difícil

3 La toile de Jouy es un tejido de algodón tipo indiana, pintado o estampado solamente de anverso.
escuchar un acento tan sutil por encima de la calidad cuestionable de una llamada
Página | 21
por Skype. Pero tengo fe en que reconocería a un paciente mío en el mundo real.

—¿Cuánto tiempo ha pasado desde que te tocaron así? —dice él mientras


pasa el dorso de sus dedos sobre mi mejilla.

No respondo su pregunta, esperando que mi falta de respuesta lo aliente a


continuar, y lo hace.

Su mano viaja por el costado de mi rostro hacia el costado de mi cuello y


sobre mi hombro mientras se inclina para susurrar en mi oído:

—¿Cuánto tiempo ha pasado desde que te besaron así?

Su boca se posa en mi cuello y la sensación es electrizante, enviando una


sacudida de placer directamente a mi columna y agita cada nervio de mi cuerpo.
Mi respiración se acelera a medida que la punta de su lengua traza una línea fría
y húmeda por el lado de mi cuello hasta el lóbulo de mi oreja.

—¿Cuánto tiempo ha pasado desde que tu belleza ha sido verdaderamente


apreciada?

Su caliente aliento en mi oído envía un escalofrío por mi columna. Agarro la


parte delantera de su camisa negra con botones, apoyándome él mientras su
mano va a mi cintura.

—Una belleza tan paralizante como esta debe ser celebrada en cada
oportunidad —murmura mientras sus labios rozan un lado de mi rostro
haciendo un camino hacia mi boca.

Su beso es a la vez suave y duro, tierno y codicioso, gentil y hambriento. Su


lengua sabe a hierbabuena y me doy cuenta de que probablemente no ha bebido
nada esta noche. Como terapeuta de adicciones, saber que probablemente no está
para nada borracho, hace que sus acciones sean aún más atractivas.

Su mano se mueve por la parte delantera de mi abdomen y casi no puedo


respirar con anticipación mientras toma mi montículo y masajea a través de la
tela de mi falda de bailarina.

—Oh, Dios mío —exhalo, mientras acaricia mi dolorido coño.


Envuelvo mis brazos alrededor de su grueso y sólido cuello mientras su
mano junta mi falda y luego se desliza por la parte delantera de mis medias. Jadeo
Página | 22
cuando su dedo empuja dentro de mi húmeda abertura. Sus dientes pellizcan mi
labio inferior mientras me folla con dos dedos.

—Eso es, Leah. Sabía que estarías empapada para mí —gruñe—. Eso es,
dulce niña. Dame toda esa corrida. Dame lo que he estado deseando. —Frota su
pulgar contra mi clítoris mientras continúa follándome con sus dedos—. Córrete
para mí, hermosa. Déjame escuchar ese hermoso gemido.

Mis muslos comienzan a temblar y mis uñas se clavan en la parte trasera de


su cuello mientras un orgasmo me recorre.

—Oh, joder... Oh, Dios… fóllame —murmuro.

Saca su mano de entre mis piernas y desliza dos dedos en su boca.

—Dios, maldita sea. Es tan hermoso como pensé que sería. Mejor que
champaña vintage. Eres una obra maestra. —Me besa profundamente y, al
saborearme en su lengua, instantáneamente me excita de nuevo, pero se aleja
rápidamente—. Pronto te liberaré. Pero no esta noche, pajarita. Pronto.

Y entonces se va.

***

Han pasado cuatro días desde la fiesta de disfraces y me estoy quedando


dormida en mi escritorio. Me quedé hasta tarde leyendo un nuevo libro sobre
adicción a la internet. Sentirme aturdida hace que sea fácil permitir que mis
pensamientos creen fantasías sobre el hombre de mi fiesta, de quien ahora estoy
segura de que era el Señor C. Rápidamente preparo mi portátil para el cliente de
hoy, y me siento en el sofá como es usual. Pero mientras me siento en el suave
sofá, mirando la tabla en blanco, mi fatiga me supera.

Sueño que estoy en mi oficina, teniendo sexo en el sofá con un hombre


enmascarado. Mientras se abre paso dentro de mí y grito extasiada. Pero cuando
alcanzo su máscara, se da la vuelta.

Dra. Grayson.
Intento alcanzar su máscara de nuevo, pero parece que no puedo estirar mi
Página | 23
mano lo suficiente para tocar su rostro.

Dra. Grayson... Dra. Grayson.

Levanta mi pierna para penetrarme más profundamente y jadeo de placer.

Está justo ahí. Su rostro está justo ahí. ¿Por qué no puedo alcanzarlo?

Dra. Grayson.

Sonríe y se siente siniestro, pero solo me llena de más lujuria. Quiero que me
folle más fuerte. Más profundo. Más rápido.

Necesito ver el rostro de este hombre.

—Dra. Grayson, ¿está escuchando?

Mis párpados se abren y me doy cuenta de que he estado soñando despierta


mientras yacía en el sofá de mi oficina. Sentándome, rápidamente acomodo mi
falda, que se ha subido alrededor de mi cintura, exponiendo mis bragas, que
están empapadas con mi excitación. Finalmente, miro en la dirección de la voz y
veo mi portátil abierto sobre mi escritorio como siempre está, a punto de recibir
una llamada de un cliente. En la pantalla, me sorprende la imagen de un hombre
guapo con un traje gris con cabello castaño y ojos azules penetrantes.

—¡Oh, Dios mío! —Me levanto de un salto del sofá, utilizando mi mano para
alisar las arrugas en mi falda de lápiz—. ¿Cómo...? —Estoy a punto de
preguntarle al hombre cómo obtuvo mi información de contacto de Skype,
cuando de repente reconozco el sofá azul oscuro en el que está sentado—. ¿Señor
C? —digo, mi mirada se desvía hacia la jaula de pájaros de bronce en la esquina.

—Luces nerviosa hoy, Leah. Tus mejillas están rosas. ¿Tuviste tu propio
encuentro sexual del que te gustaría hablar?

Recupero el aliento cuando tomo el bloc y el bolígrafo que dejé caer al suelo
y me siento derecha.

—Vamos a hablar de ti —digo, acomodándome y cruzando los tobillos—.


Por favor, dime cómo fue tu fin de semana.
—Bueno —comienza con una risita—. Tuve un encuentro muy interesante
en una fiesta este fin de semana. Conocí a una mujer cuya belleza no tiene
Página | 24
comparación. Una mujer misteriosa con una mente tan aguda como su impecable
gusto por los hombres. Uno podría decir que es un poco enigmática, pero prefiero
a las mujeres que sostienen sus cartas cerca de su pecho.

Trago duro.

—Suena interesante. ¿Fue esta una cita o fue un encuentro sexual?

Sacude la cabeza.

—Sería afortunado de tener una cita con esta mujer. Desafortunadamente,


temo que esta mujer está fuera de mi alcance. La fruta prohibida que no pude
resistirme de probar —dice, vocalizando las sílabas probar—. Su piel era tan suave
como un melocotón de verano. Sus labios como almohadas de caramelo que
quería devorar. Pero su coño... Dios mío. Fue perfecto. Cada golpe de mis dedos
hacía que su cuerpo se contrajera. Era más sensible que un Ferrari. Cada músculo
de su cuerpo buscaba mi toque. Y cuando me rogó que la follara, tomó cada
gramo de fuerza en mí para dejarla en ese balcón, con ese coño perfecto
empapado. No quería nada más que follarla tan fuerte, que sus gritos se elevaran
por encima de todo sonido. Pero en ese momento, tus palabras vinieron a mí.
Dijiste que debería considerar mostrarle mi rostro a usted como el siguiente paso
para hacerme responsable. Y estoy listo para hacer eso ahora. Por ti, Leah. Me
estoy revelando ante ti, para que puedas hacerme responsable. Cumpliré mi
promesa, pajarita. Te follaré duro. Pero solo cuando estés lista.

—Tú... —exhalo, mi voz falla—. Esto es... esto es altamente inapropiado,


Señor C. Yo…

—Samuel.

—¿Disculpe?

—Puedes llamarme por mi nombre real. Samuel Paxson.

Mi corazón palpita con fuerza ante la mención de este nombre. Samuel


Paxson, CEO de Paxson Enterprises, es el cuarto hombre más rico de Seattle. Solo
en el centro de Seattle, posee docenas de propiedades en el sector de hostelería4,
en su mayoría hoteles boutique y restaurantes con estrellas Michelín. En todo el
Página | 25
mundo, probablemente posee miles de propiedades. Paxson Enterprises pronto
superará a Hilton en el mercado mundial. Lo sé porque he sospechado que el
Señor C podría ser Samuel Paxson por un par de semanas. Y tenía razón.

Samuel Paxson es mi cliente. Samuel Paxson tiene una adicción al sexo.

Soy adicta a Samuel Paxson.

—Lo siento, señor Paxson, pero me tengo que ir. Lo... lo siento. No puedo
hacer esto —insisto, apresurándome a cerrar el portátil antes de que él pueda
responder.

4 Hostelería es el nombre genérico de las actividades económicas consistentes en la prestación de servicios


ligados al alojamiento y la alimentación esporádicos, muy usualmente ligados al turismo.
CAPÍTULO 3
Página | 26

Después de otra noche casi sin dormir, llego a mi oficina cuatro horas antes.
Considero meterme en la oficina de Bernard para arrancar una hoja de su
cuaderno de recetas y recetarme Zolpidem5, pero decido no caer en viejos
patrones. Después de todo, ese tipo de comportamiento es la razón por la que
estoy sentada en esta oficina a las cinco de la mañana en primer lugar.

La razón por la que me convertí en terapeuta de adicciones tiene mucho que


ver con mi adicción al Ritalin y las pastillas para dormir durante mi último año
como estudiante universitaria en la universidad Whitman. Tuve que tomarme
tres semanas de descanso durante mi primer semestre cuando mi hermana
menor, Melissa, tuvo una sobredosis de heroína. Cuando volví a la escuela,
estaba tan atrasada que sentí que la única forma de reponerme era dormir menos.
Me puse al día un mes después de haber regresado a Whitman, pero para
entonces ya era adicta.

Sentía que no podía concentrarme a menos que tomara Ritalin y no podía


quedarme dormida a menos que tomara una pastilla para dormir. Y cuando me
despertaba, tenía que tomar más Ritalin para contrarrestar el aturdimiento. Fue
un círculo vicioso que culminó en una crisis nerviosa dos semanas antes de la
graduación.

Afortunadamente, tuve unos padres muy comprensivos que no querían


verme terminar como Melissa. Después de seis semanas en un centro de
rehabilitación y un semestre de descanso, volví a Whitman y me gradué el año
siguiente. Y así fue como cambié mi camino en la escuela de medicina de un
enfoque en pediatría a un enfoque en psiquiatría e investigación clínica en el
campo de la medicina de la adicción.

A las 8:30 a.m., Linda y Bernard llegan a la oficina. Linda me trae el habitual
bollo de granola de la panadería cerca de su apartamento en Capitol Hill.

5El Zolpidem se usa para tratar el insomnio (dificultad para quedarse dormido o para permanecer
dormido).
—¿A qué hora llegaste hoy? —pregunta, tomando asiento en mi sofá gris y
Página | 27
rompiendo un trozo de su bollo antes de metérselo en la boca.

—Alrededor de cinco —respondo, rompiendo un trozo de mi bollo y


sosteniéndolo en mi mano mientras reflexiono en si debería contarle sobre mi
necesidad de robar una receta esta mañana.

Pero Linda no es mi terapeuta. Y mi próxima cita con mi terapeuta no será


hasta dentro de una semana, aunque me pregunto si debería seguir adelante en
base a mis interacciones peligrosas con el Señor C, Samuel Paxson, y mi deseo de
volver a caer en un viejo habito. Sí, definitivamente debería intentar reservar una
cita con mi terapeuta pronto, muy pronto.

Linda se ve preocupada.

—¿Necesitas que te recete algo? Supongo que has probado todas las cosas
estándar que sugerimos: meditación, yoga, ejercicio, sin dispositivos electrónicos
dos horas antes de irte a dormir, etc. etc.

Dejo escapar un profundo suspiro mientras miro a la distancia.

—Lo he intentado todo.

No menciono que el insomnio comenzó casi inmediatamente después de que


empecé las terapias con Samuel.

—Sé que sabes esto, pero a veces es bueno que te lo recuerden. Está bien
pedir ayuda, Leah. Y está bien tomar algo que te haga sentir mejor. No debes
tener miedo de volverte adicta al Zolpidem o al Lunesta o lo que sea que decidas
tomar. Me tienes ahora, nena. Y no dejaré que eso suceda. ¿De acuerdo?

Sonrío ante la feroz mirada en sus ojos.

—Bueno. Voy a tomar esa receta. Pero solo la tomaré si siento que realmente
no tengo otra opción. No creo que haya llegado allí todavía.

Se encoge de hombros mientras se levanta y se dirige hacia la puerta.

—Haz lo que tengas que hacer para sobrevivir. Voy a buscar esa receta.

***
A la una de la tarde, la hora en que normalmente hablaba con Samuel, miro
el bloque de citas en la pantalla de mi computadora. Después de nuestra última
Página | 28
y desafortunada cita hace unos días, le envié un correo electrónico con una lista
de los terapeutas que le recomendaba, luego eliminé su nombre de todas mis citas
futuras. Eso fue hace solo tres días, por lo que el intervalo de tiempo no se ha
llenado con un nuevo paciente.

Pienso en la confianza que Linda me mostró esta mañana cuando me escribió


una receta de Zolpidem. Pienso en el hecho de que no le he contado a nadie, ni
siquiera a mi propio terapeuta, sobre el encuentro con Samuel en mi balcón. Tal
vez haya una posibilidad de que aún pueda aconsejarlo mientras mantenga una
relación saludable y profesional.

Niego mientras escribo en una de las citas la palabra “almuerzo” y cierro mi


portátil. Ahora, si Samuel intenta comunicarse por Skype no estaré disponible. Y
si intenta llamar a mi línea directa, puedo dirigir la llamada a la recepcionista y
ella le informará que he salido a almorzar.

Decido usar mi hora extra para hacer algunas diligencias diarias seguidas de
un poco de meditación. Me quito los zapatos y me tumbo en mi sofá, levantando
mis piernas para poderlas cruzar. Enderezando la espalda, cierro los ojos y
mentalmente me hablo a mí misma.

Estoy agradecida por el bien en mi vida.

Mi mente es aguda y capaz de lograr cualquier cosa en la que me enfoque.

Soy capaz de liderar con amor.

En este momento, elijo liberar el pasado y espero lo bueno que me espera.

Repito estas cuatro afirmaciones muy lentamente para mí misma hasta que
empiezo a sentirme relajada y esperanzada. Justo cuando comenzaba a aclarar
mi mente y me concentraba en mi respiración para un poco de meditación,
alguien llamó a la puerta.

Respiro profundamente y me recuerdo responder a esta intrusión con amor


y compasión. Levantándome del sofá, deslizo suavemente mis pies descalzos
sobre la alfombra persa y abro la puerta de mi oficina.

—¿Sí, Jennifer? ¿Puedo ayudarte? —pregunto cortésmente.


El rostro normalmente pálido de Jennifer está enrojecido y tiene lo que
Página | 29
parece ser una sonrisa traviesa.

—Lo siento, Dra. Grayson, pero usted tiene un caballero aquí que dice que
tiene una cita, pero no puedo encontrarla en el sistema. Ahí dice que se está
tomando una hora extra para el almuerzo. Su nombre es Samuel. Se negó a dar
su apellido, pero fue muy educado. Muy amable.

Un destello de celos me recorre por la forma en que obviamente ha caído


bajo el hechizo de Samuel.

—Gracias, Jennifer. Voy a hablar con él.

Sigo a Jennifer de regreso a la oficina principal, sin molestarme en ponerme


los zapatos. No tengo tiempo. Teniendo en cuenta que solo empecé mis
afirmaciones positivas hace no más de diez minutos, a Samuel no le tomó mucho
tiempo decidir venir aquí cuando no contesté su llamada de Skype. No tengo
tiempo que perder.

Cuando Jennifer abre la puerta y espera a que entre primero en el área de


recepción, mi corazón late con fuerza en mi pecho cuando cruzo el umbral y
pongo mis ojos en el hermoso espécimen masculino de pie frente al escritorio de
Jennifer. Sus ojos se fijan en los míos y una vez más siento un intenso tirón
magnético hacia él, como una polilla a una llama.

Su mirada cae a mis pies descalzos y sonríe.

—Buenas tardes, Dra. Grayson —dice con esa voz que es suave como la seda,
excepto por el leve ronroneo cuando dice mi nombre.

Intento lanzarle una mirada severa mientras me dirijo hacia la puerta de


salida que conduce al pasillo, pero ya siento mi rostro sonrojarse.

—Buenas tardes, Samuel. Por favor sígame.

Me sigue por el pasillo y cierra la puerta suavemente detrás de él.

—Me disculpo si estoy interrumpiendo tu almuerzo —comienza, su mirada


viaja a lo largo de mi cuerpo y sonríe a mis pies descalzos de nuevo—. Pero creo
que tenemos una cita.

Tomo un largo y fortificante aliento.


—Sabes muy bien que no tenemos una cita hoy. Te envié un correo
electrónico para informarte que se cancelaron todas tus citas futuras. En mi
Página | 30
correo electrónico te proporcioné una lista de terapeutas a quienes
personalmente recomiendo. Algunos de los terapeutas que recomendaría por
encima de mí debido a su especialidad en… tu adicción particular. Te
recomiendo que continúes buscando tratamiento, pero no puedes hacerlo aquí.

Inclina su cabeza con curiosidad.

—No hiciste nada malo, Leah. No hicimos nada malo. No sé por qué me estás
alejando —dice dando un paso hacia mí—. Especialmente, cuando está claro que
prefieres que te acorrale.

Doy un paso atrás y mi pie descalzo golpea la pared, mi corazón se acelera


cuando me doy cuenta de que estoy atrapada y encuentro esto emocionante en
lugar de aterrador.

—No sé lo que quieres decir con eso, pero tienes que irte. Sé que no hay
registro de tu identidad en mis notas, pero eso no hace que lo que sucedió entre
nosotros esté bien. Esto no está bien. Tienes que irte antes de poner mi trabajo en
riesgo. Podrían revocar mí licencia por lo que pasó este fin de semana. Eso no
puede volver a suceder.

Da otro paso hacia mí, así que mi espalda está ahora contra la pared y su
rostro está a centímetros del mío mientras se eleva sobre mí.

—No quiero meterte en problemas, Leah —murmura, levantando la mano


para sostener mi rostro—. Preferiría meterme en problemas contigo en otro lugar.
Pero no puedes negar lo que estás sintiendo ahora mismo. —Su otra mano se
levanta, así que cuando sostiene mi rostro, apenas puedo respirar—. Sé que ya
has hecho tu investigación sobre mí. He hecho mi investigación sobre ti. Sé que
has estado negando tus placeres carnales. —Su cuerpo está pegado al mío ahora,
el bulto en sus pantalones está contra mi abdomen—. Ya no tienes que hacer eso,
Leah —murmura mientras su boca roza mi pómulo—. Te daré todo lo que
quieras. Haré lo que tú quieras que haga. Seré cualquier cosa que quieras que sea.
Todo lo que te pido a cambio es que no niegues este deseo —susurra a mi oído,
enviándome un escalofrío—. Déjame... —Planta un beso tan tierno en mi sien que
me duele el pecho—. Déjame tenerte, pajarita. Déjame liberarte.
Sus labios se posan en los míos y me levanto para agarrarme de las solapas
de su blazer en busca de apoyo. Su lengua empuja en mi boca mientras sus dedos
Página | 31
se enredan en mi cabello, manteniéndome inmóvil. Un gemido sale de lo
profundo de mi garganta cuando su lengua roza la mía. No puedo dejar de desear
silenciosamente que fuera su polla.

Oh Dios. ¿Qué está mal conmigo?

Pero antes de que pueda siquiera responder la pregunta en mi mente, la


puerta se abre y Bernard sale.

Rápidamente empujo a Samuel y trato de recuperar el aliento.

—Tengo que volver adentro —digo, negándome a mirar a Samuel o Bernard


cuando me doy la vuelta.

Bernard me sigue y lo dejo entrar en mi oficina.

—¿Quién era ese? —pregunta, pareciendo más intrigado que preocupado.

—Oh, nadie —replico mientras deslizo mis pies en mis plataformas y me


dirijo de vuelta a mi asiento ante el escritorio.

Suelta una risita.

—¿Estás bromeando? Estás al rojo vivo ahora mismo, y no has estado en una
relación en años. ¿De verdad vas a decirme que eso no fue nada? Suelta la sopa,
Grayson.

Levanto la vista a los amplios ojos de Bernard, y quiero mentir. Debería


mentir. Pero no puedo mentir.

Inhalo profundamente y dejo salir el aire lentamente.

—Tengo algo que contarte, pero no va a gustarte. Y vas a desear que no te


hubiera dicho. Pero vas a tener que hacer lo que sea que sientes que es correcto.
No puedo cargar este secreto. Ha pasado menos de una semana desde esa fiesta
y me ha estado devorando viva.

La curiosidad juguetona en sus ojos se atenúa mientras cierra la puerta de mi


oficina y toma asiento en el sofá.
—Escúchame, Leah. Sabes que nosotros, como terapeutas, tenemos un deber
de reportar. Sabes que eso aplica a situaciones donde alguien está en peligro o
Página | 32
lastimándose a sí mismos o a alguien más. Así que, si esa no es la cuestión, te
aconsejaría que no digas nada que pudiera ser interpretado como peligroso.

Tomo unas cuantas respiraciones profundas más mientras analizo las


palabras de Bernard.

—Entiendo, pero no puedo guardar esto como secreto. Este secretismo… ahí
es donde empieza. Cualquier adicción, empieza en un secreto. Lo sabes tan bien
como yo.

Asiente solemnemente.

—Está bien, pero solo por el bien de la prudencia, quiero afirmar que estoy
muy feliz de hablar contigo hoy… para nuestra primera sesión de terapia.

Sonrío ante su necesidad de protegerme.

—Gracias, Dr. Jones —empiezo—. El hombre al que me viste… besando es


uno de mis pacientes. —Espero un momento a que Bernard digiera esta
información antes de continuar—. No sabía que era mi paciente hasta después de
la fiesta. Debió haberme buscado en internet…

—Quieres decir, ¿él te estuvo ciber acosando?

Me encojo de hombros.

—Como quieras llamarlo, debió haber descubierto sobre la fiesta y decidió


hacerme una visita en persona. Hasta entonces, solo habíamos hablado vía Skype,
y era uno de mis pacientes anónimos.

Bernard luce confundido.

—Pero, creí que hacías llamadas de Skype con tus pacientes anónimos. ¿No
lo habrías reconocido en la fiesta?

Trago con fuerza.

—Bueno, verás, el Señor C… quiero decir, Samuel, pidió que su identidad


permaneciera anónima, incluyendo su apariencia. Así que en realidad nunca lo
vi. Pero eso no es muy diferente a cómo se hace en las terapias, lo que ahora te
permite intercambiar mensajes con tus pacientes o sencillamente hablar con ellos
por teléfono. No creí que fuera muy diferente de una conversación de mensajes
Página | 33
anónima.

Bernard luce un poco nervioso ahora.

—Está bien, veo la lógica detrás de esta decisión. Pero, ¿sentiste que tenías
un deber de informar a tus compañeros terapeutas en tu consulta sobre este
acercamiento diferente?

—Bernard, lo siento mucho. Realmente lo siento. No tenía idea que él


aparecería en mi fiesta de disfraces y me seduciría.

Eleva una ceja.

—Comprendo eso, Leah. Pero te estabas enrollando con él en el pasillo. No


parece precisamente que hayas aprendido de ese error. Te das cuenta de que es
un error, ¿no?

—¡Por supuesto! Por supuesto que fue un error —digo a la defensiva—. Lo


sé. Pero… pero… oh, Dios. Lo jodí. Lo sé. Lo sé ahora. No sucederá de nuevo.

Bernard me mira fijamente durante un largo rato, sus ojos se entrecierran


ligeramente con escepticismo.

—Está bien. Tendré que pensar al respecto. Solo tengo una pregunta. ¿Cuál
es la adicción de este hombre?

Abro mucho los ojos mientras mi corazón se acelera en mi pecho.

—Sexo.

***

Llego a casa unos minutos después de las seis de la tarde sintiéndome más
exhausta de lo que nunca me he sentido en mi vida. Cuelgo mi abrigo y bolso en
el armario cerca de la puerta principal, entonces me dirijo directamente a la
cocina para servirme un vaso de Riesling. Trago el primer vaso y me sirvo otro
antes de devolver la botella al refrigerador. Dirigiéndome directamente al baño,
coloco mi copa Riesling sobre la encimera del baño y abro la llave de la tina
mientras empiezo a desvestirme.
Al vislumbrar mi cuerpo desnudo en el espejo, tengo una fuerte urgencia de
tocarme mientras recuerdo la sensación de las manos de Samuel sobre mí. No
Página | 34
hay nada malo con un poco de fantasía, razono mientras me dirijo al dormitorio
para recoger mi vibrador a prueba de agua.

Mientras paso por mi escritorio en camino al armario, noto que mi portátil


está abierto. Un temblor de emoción me recorre cuando recuerdo ese beso con
Samuel hoy. Tras entrar en el armario, abro el cajón superior de pared para
recoger mi vibrador de conejo a prueba de agua. Lo giro para revisar que las
baterías aún funcionen y el vibrador tiembla fuertemente en mi mano.

Sonriendo mientras lo apago, salgo del armario. Pero estoy casi en la puerta
del dormitorio cuando me detiene la repentina y conocida notificación de una
llamada de Skype entrando en mi portátil. Me giro y corro hacia el escritorio,
intentando llegar allí antes que la aplicación de auto respuesta se active. No estoy
a más de un metro de distancia cuando la llamada se responde y la cara atractiva
de Samuel se materializa ante mí.

Me congelo con una mano encima del respaldo de mi silla y la otra apretada
fuertemente alrededor de mi vibrador rosa. Con claridad visceral, estoy
repentinamente consciente de que estoy parada frente a mi cámara web
completamente desnuda mientras el objeto de mi deseo me mira con un hambre
obscena en los ojos.

Abre la boca para hablar, pero tarda un momento para encontrar las
palabras.

—Admitiré que esto no es lo que esperaba. Pero aun así estoy muy
complacido. Estaría aún más complacido si dieras un paso a un lado para que
pudiera ver ese hermoso coño que probé la otra noche. Sal de las sombras para
mí, pajarita. Revela tu verdadero ser.

Debería cerrar de golpe la tapa de mi portátil ahora mismo. Entonces, debería


llamar a mi terapeuta y pedir una sesión de emergencia. Por supuesto, sé tan bien
como Samuel que ninguna de esas cosas va a suceder.

Me enderezo y coloco el vibrador sobre el escritorio antes de dar un paso a


un costado, para que pueda ver cada centímetro de mí.
—Ese es el coño más hermoso que he visto —empieza—. Pero creo que
Página | 35
deberías coger tu vibrador. Vas a necesitarlo. Adelante.

Echo atrás la silla y sujeto el vibrador mientras me siento. Estoy a punto de


preguntarle qué quiere que haga cuando recuerdo que el agua de la bañera aún
está corriendo.

—¡Oh Dios mío! ¡Tengo que cerrar la llave del agua!

Dejo caer el vibrador en el escritorio y rápidamente regreso al dormitorio.


Afortunadamente, el agua aún está a unos cuantos centímetros de alcanzar el
borde de la tina. Rápidamente cierro y me dirijo de vuelta a mi escritorio en el
dormitorio.

Ligeramente acalorada y ahora falta de aliento, miro entre el vibrador y el


portátil.

—No deberíamos estar haciendo esto.

—Llévame allí contigo. Te hablaré mientras tomas un baño, para que puedas
relajarte —dice, sus palabras acunando mi descuidado corazón y elevando mi
frágil ego.

Me muerdo el labio mientras contemplo detener esto ahora mismo, pero la


confianza en sus ojos azules, sus pómulos afilados, la pervertida curva de sus
labios carnosos son un hechizo sobre mí. Nadie tiene que saber sobre nuestras
llamadas de Skype.

Oh, mierda. Ya estoy asumiendo que habrá más de una llamada de estas.

Sujeto el portátil y sonrío a la lujuria en sus ojos mientras me la acerco al


cuerpo, la cámara apunta directamente a mis pechos mientras la llevo conmigo
al baño. Muevo unas cuantas velas y un frasco de sales de baño a un lado para
poder colocar el portátil sobre la repisa junto a la bañera. Inclinando la pantalla
un poco hacia abajo, entro a la tina y dejo escapar un suave jadeo cuando un poco
de agua salpica sobre el borde mientras me sumerjo.

—¿Puedes verme? —pregunto.

—Sí, pajarita, puedo verte perfectamente —dice, reclinándose en su sofá azul


medianoche—. Vas a hacer algo para mí ahora, ¿está bien?
Echo los hombros atrás un poco e inhalo profundamente.
Página | 36
—Está bien.

—Eso es. Ponte cómoda. Pero tan pronto el agua empiece a sentirse fría,
quiero que salgas de la tina y me lleves contigo a tu cama. No dejaré que te
resfríes, ¿de acuerdo? —Sonríe cuando asiento en acuerdo—. Buena chica. Lo
primero que quiero que hagas es que aprietes tus pechos.

Mi respiración se acelera cuando deslizo mis manos sobre mi abdomen y


costillas hasta que mis senos están acunados en mis palmas. Aprieto la carne
protuberante y lo miro a los ojos.

Sostiene mi mirada durante un momento antes de permitir que sus ojos


viajen por mis pechos.

»No puedo estar allí para tocarte ahora mismo. Sé que necesitas que
permanezca alejado. Y respetaré tus deseos. Pero esta noche, voy a decirte todo
lo que te haría si estuviera allí ahora mismo. Y créeme, pajarita, si estuviera allí
contigo ahora mismo no serías capaz de caminar mañana. ¿Quieres saber qué te
haría?

Asiento entusiasta.

—Sí, por favor. Dime todo —digo mientras el dolor punzante entre mis
piernas se intensifica.

—Puedes soltar tus pechos, dulzura. Ahora, desliza una mano por encima de
tu coño, pero no metas los dedos y no toques ese perfecto clítoris. Solo cúbrelo
como si estuvieras intentando ocultar tu preciosa perla. —Sus fosas nasales se
abren un poco mientras observa mi mano desaparecer entre mis piernas—. Voy
a contarte una pequeña historia. Es la historia de lo que haríamos si no fueras mi
terapeuta. Escucha cuidadosamente, ya que estoy seguro de que este escenario
se volverá realidad más pronto de lo que piensas. Y quiero que estés preparada.

Inhalo profundamente y dejo salir el aire lentamente mientras espero que


continúe.

»Te veo en la cafetería —empieza—. Tú ordenas café negro, y así es como sé


que te enorgulleces de privarte de los placeres sencillos como crema y azúcar. Así
es como sé que no te permitirás ceder a tus deseos más oscuros a menos que sean
irresistiblemente tentadores… compro mi café y me dirijo a la mesa, donde estás
ocupada tecleando en tu portátil entre sorbos de ese café oscuro. Cuando levantas
Página | 37
la mirada del portátil para encontrarte con mis ojos, un destello de perversión
brilla en los tuyos. Desliza un dedo dentro de tu coño. Muéstrame esa perversión
en tus ojos.

Cierro los ojos mientras levanto una pierna para apoyarla en el borde de la
bañera antes de deslizar un dedo dentro de mi palpitante coño. Un suave gemido
escapa de mis labios cuando deslizo el dedo hacia arriba y hacia abajo sobre la
entrada estriada.

—Abre los ojos y mírame mientras te tocas. Pero no toques tu clítoris —


ordena—. Eso es. Continuaré mi historia ahora, solo sigue deslizando tu dedo
hacia adentro y hacia afuera... como estaba diciendo, veo la perversión en tus
ojos. Pretendemos que somos amantes perdidos, nos reunimos por primera vez
después de muchos años. Y tal como lo comentamos, yo saludo diciendo:
“Buenos días, Señora C. ¿Está ocupado este asiento?” Y tú respondes: “Buenos
días, Señor C. Por favor, tome asiento”. —Observa mi mano en busca de un
vistazo y una sonrisa torcida se forma en su rostro—. Vas a tener que drenar esa
agua ahora y llevarme contigo a la cama.

Deslizo mi mano de entre mis piernas y dejo escapar un profundo suspiro.

—Esto es innecesario. Si vamos a hacer esto. Podrías venir y hacerlo tú.

Ríe mientras jalo el tapón de la bañera y el agua comienza a drenarse.

—No quiero poner en peligro tu trabajo, Leah. Lo que hice hoy, apareciendo
en tu oficina, estuvo mal. Por mucho que quisiera matar por estar contigo en este
momento, no podría perdonarme si esto te afectara negativamente.

Abrazo mis rodillas contra mi pecho y miro fijamente el agua mientras gira
alrededor del desagüe.

—No puedo creer esto.

—¿No puedes creer qué?

—Finalmente estás resistiendo tu adicción, y lo estás haciendo por mí. No sé


si debería sentirme halagada u ofendida.
Ríe más fuerte esta vez.
Página | 38
—Oh, pajarita, definitivamente debes estar halagada. Cuando digo que
nunca he deseado a nadie más de lo que te deseo en este momento, eso no es una
exageración en lo más mínimo. Quererte y ser capaz de resistir esa tentación me
da fuerzas, mientras que querer a otras mujeres y ceder a ese impulso me ha
hecho sentir fuera de control. Eres mi fuerza, princesa.

A pesar de la piel de gallina en todo mi cuerpo, el aire frío golpea mi piel


húmeda y siento que mis mejillas se llenan de sangre caliente. Rápidamente me
envuelvo en una bata y seco mi cabello con una toalla antes de tomar el portátil
y llevar a Samuel conmigo a la cama. Dejo caer la bata al suelo, luego retiro las
sábanas y coloco el portátil sobre el colchón. Deslizándome entre las sábanas,
sonrío cuando Samuel sisea.

—No, no, pajarita. Si tienes frío, sube la temperatura de tu termostato.


Estarás sobre de las sabanas hoy, así puedo ver cada centímetro de ti en todo
momento.

Sonrío mientras pateo las sábanas de la cama y me tumbo con la cabeza


ligeramente apoyada en un par de almohadas.

—La temperatura aquí está bien, gracias.

—En realidad, es posible que desees agarrar ese vibrador ahora. Adelante,
esperaré.

Me apresuro hacia el escritorio y tomo el vibrador, luego me apresuro a


volver a la cama.

»Muy bien, cariño. Entonces, ¿dónde estábamos? Oh, sí, estaba hablando de
la primera vez que nos veamos en público... me siento frente a ti y hablamos por
mucho tiempo, sobre el trabajo y cuántos hijos queremos y lugares a los que
siempre hemos querido viajar. Te digo que soy un inversor hotelero y estudié
filosofía en la universidad, lo cual encuentras divertido.

Río.

—¿Estudiaste filosofía? De alguna manera, me parece muy sorprendente.


—Es difícil entender el mundo a menos que entiendas la filosofía. Los
asuntos de la política global y los asuntos del corazón dependen de una sólida
Página | 39
comprensión de ideas filosóficas. —Permanece en silencio por un momento y no
puedo dejar de notar la vulnerabilidad en sus ojos mientras espera que responda
o lo juzgue, lo cual no hago—. Te digo que estudié filosofía y quiero tener tres
hijos.

—¿Tres hijos? —suelto.

Ríe.

—Eso ciertamente llamó tu atención.

Mi corazón se acelera mientras aprieto mi vibrador rosa contra mi pecho.

—Continua.

Sonríe mientras me mira por un momento.

—Está bien, vas a abrir las piernas y mover el portátil entre tus pies para que
la cámara apunte directamente a tu coño. Luego, encenderás el vibrador y lo
deslizarás dentro de ti, pero no dejes que esas orejitas de conejito toquen tu
clítoris. ¿Está bien, cariño?

Muevo el portátil entre mis piernas, luego cierro los ojos y muerdo mi labio
mientras abro mis piernas y deslizo el vibrador zumbando alrededor de un
centímetro dentro de mí, por lo que las orejas de conejo todavía están fuera del
alcance de mi nudo hinchado.

—Oh... oh, sí.

—Esta vista no tiene precio —comenta—. Está bien, pajarita, asegúrate de no


tocar ese clítoris. Eso no es tuyo. Eso es mío. ¿Bueno?

Dejo escapar un profundo gemido cuando la vibración contra mi punto G


hace que mi coño se apriete alrededor del vibrador.

—Bueno.

—Como te decía, digo que quiero tres hijos y el único lugar que no he
visitado, que quiero visitar contigo, es el Valle Sagrado de los Andes peruanos.
Un día, te llevaré allí. Pero por ahora, te saco de la cafetería y vamos a tu
apartamento. Tan pronto como entramos por la puerta, dejas caer tu bolso en el
suelo mientras te agarro por detrás. Deslizo mi mano por la parte delantera de tu
Página | 40
falda y pongo mi mano en tu coño, masajeándote a través de la húmeda
entrepierna de tus bragas. ¿Por qué estás tan jodidamente mojada?

Mi cuerpo comienza a temblar con los comienzos de un orgasmo y, sin que


me lo indiquen, saco el vibrador de mi interior.

—Estoy mojada porque todo lo que dices me excita. No solo lo que dices,
sino la forma en que lo dices. Me vuelve loca.

Sus ojos se encuentran con los míos cuando miro hacia el portátil entre mis
piernas, y una sonrisa diabólica se forma en su hermosa boca.

—Está bien, pajarita. Te has ganado el derecho de tocar tu clítoris. Pero no


olvides a quién pertenece. Adelante, enciende nuevamente el vibrador y
deslízalo hasta adentro para que las orejas de conejito laman esa perla
resplandeciente.

Cierro los ojos mientras deslizo el vibrador dentro de mí otra vez, dejando
escapar un fuerte jadeo cuando las orejas de conejo tocan mi dolorido clítoris.

—Oh Dios. Voy a correrme.

—Está bien, cariño. Puedes venirte ahora. Vas a correrte más de una vez esta
noche. Pero tienes que mirarme a los ojos mientras lo haces.

Levanto un poco la cabeza y abro los ojos para mirar el portátil entre mis
piernas, mis ojos se fijan en los suyos cuando el orgasmo comienza a recorrerme.
Comienza como un nueve en la escala de Richter, seguido de una serie de
maravillosos cincos y cuatros. Me observa con atención, y solo puedo imaginar
cuánto debe querer tocarse. Si es casi tanto como quiero tocarlo, debe tener el
mayor control sobre sí mismo que cualquier hombre que haya conocido. Y solo
ese pensamiento envía otro orgasmo a través de mí mientras mi pecho se llena
de cálido orgullo.

Sonríe mientras saco el vibrador de mi coño y lo apago.

»Creo que el segundo te tomó por sorpresa —reflexiona—. Necesitas dormir,


Leah. Te voy a contar una historia, algo que nunca le he contado a nadie, pero
quiero que te sientas libre de quedarte dormida en cualquier momento mientras
hablo. Ahora, hazme un favor y toma tu teléfono. Y pon la canción “You” de Nils
Frahm. Luego, quiero que apagues las luces y vuelvas a la cama antes de ponerte
Página | 41
las mantas encima.

Como si me hubiera programado para que no pudiera resistirme, hago todo


lo que me pide sin cuestionarlo.

—Está bien, estoy lista —digo mientras coloco la manta y las sábanas sobre
mí y ajusto el portátil en la mesita de noche para que todavía me señale—. La
canción es hermosa.

—Casi tan hermosa como tú, pajarita —murmura—. Está bien, cierra los ojos.
Te voy a contar la historia.

Cierro los ojos y me pongo de lado, así mi rostro apunta a la cámara.

»El olor de Chanel No. 5 siempre me recuerda a mi madre. La última vez que
la olí fue cuando me acerqué a su ataúd, cuando tenía ocho años. Después del
funeral, el chófer nos llevó bajo la cubierta del portón e inmediatamente corrí
dentro, subí las escaleras y entré en el dormitorio principal. Corrí al baño y fui
directamente al tocador, donde mi madre se ponía el maquillaje y las joyas todas
las mañanas. El Chanel No. 5 había desaparecido.

»En un ataque de rabia, pasé mi brazo por el tocador, enviando botellas de


perfume y frascos de cremas volando por la habitación hasta que se rompieron
en el suelo de mármol. Mi padre me agarró del cuello de mi chaqueta y me
arrastró a mi habitación al otro lado del pasillo. Me golpeó en el rostro y me dijo
que, si alguna vez volvía a encontrar en su habitación, terminaría como mi madre.

Las lágrimas se deslizan por el puente de mi nariz y mi sien, humedeciendo


mi almohada, pero no me atrevo a abrir los ojos. En cambio, abrazo el edredón
contra mi pecho e imagino que es Samuel, ahora y en ese momento a la edad de
ocho años.

—Nunca volví a entrar en la habitación de mi padre, pero lo oí a través de


las paredes y puertas. Escuché a las mujeres que trajo a casa menos de un mes
después de que mi madre falleciera. Escuché cosas que ningún niño de esa edad
debería escuchar. Durante muchos años, odié a mi padre. No fue hasta el año
pasado, cuando mi padre murió de cáncer de colon apenas doce días después de
que yo cumpliera treinta y siete, cuando me di cuenta de que nunca lo había
responsabilizado por el suicidio de mi madre. Porque no había ninguna duda en
mi mente de que el abuso mental, emocional y físico que él le había provocado
Página | 42
era la razón por la que ella había acabado con su vida.

Abro los ojos para mirarlo, y es tan hermoso cuando está tan vulnerable.

—¿Fue entonces cuando comenzó la adicción?

—¿Me estás preguntando como mi terapeuta o como Leah?

Formo una sonrisa suave y tranquilizadora.

—Creo que ya deberías saber que seré lo que necesites que sea.

Cierra los ojos como si estuviera dejando que mis palabras se derramaran
sobre él.

—Sí, ahí es cuando comenzó la adicción. —Abre los ojos de nuevo—. Pero
me has cambiado, Leah. He estado con otros terapeutas durante el año pasado.
Nueve para ser exactos. Nadie ha llegado a mí. Nadie más que tú.

Sonrío mientras cierro los ojos y acaricio mi rostro en su cuello.

—Sigue hablando. Creo que finalmente voy a dormir esta noche. Pero quiero
quedarme dormida con tu voz.

—Sí, pajarita. Como desees.


CAPÍTULO 4
Página | 43

Miro fijamente la fotografía encima del artículo en el Seattle Times y sacudo


mi cabeza. Samuel luce tan vivo y feliz en la ceremonia de inauguración de su
nuevo restaurante en Mercer Island. No quiero hacer lo que estoy a punto de
hacer, pero no tengo opción.

Son las siete y media de la mañana, nueve minutos antes de lo que necesito
para estar aquí en mi oficina. Anoche fue mi primera noche sin dormir en una
semana, desde que Samuel comenzó a contarme historias al lado de mi cama con
esa calmante voz.

Abro mi correo electrónico de clientes y comienzo a teclear un nuevo


mensaje.

Querido Sr. Paxson

Lamento mucho tener que escribirte este correo electrónico hoy. Me he


comportado de manera imprudente e inapropiada contigo. Me doy cuenta de que
poner estas palabras por escrito representa un nuevo nivel de riesgo para mí,
pero ya no puedo continuar con este interludio. No podemos continuar con este
contacto inapropiado, personalmente o por internet. No hay manera razonable
de que podamos continuar por este camino.

Por favor no intentes contactarme de nuevo. He adjuntado la misma lista de


terapeutas que te envié la semana pasada, y he cargado una copia de tu registro
de salud mental en tu perfil de paciente seguro. Haz clic en este enlace para ir
directamente al portal de inicio y se te pedirá que verifiques tu identidad antes
de iniciar sesión.

Le he dicho a nuestra recepcionista que ya no eres paciente mío, y cualquier


intento de visitarme en mi oficina resultará en una solicitud firme de que te
retires, que será seguida de una llamada a la seguridad del edificio y a las
autoridades apropiadas si no cumples.
He informado a mis colegas de nuestro contacto inapropiado y actualmente
están revisando mi declaración para determinar si deben presentar una queja
Página | 44
ante la comisión médica. Si mi caso se presenta ante la comisión, mi licencia
médica a lo mejor será suspendida o posiblemente revocada.

Espero que esto te dé la impresión sobre la gravedad de mi situación. Espero


sinceramente que respetes mis deseos y te abstengas de más contacto. Pero, sobre
todo, espero que continúes buscando ayuda para tu adicción. Eres un buen
hombre, Sr. Paxton. Harías bien al continuar tu tratamiento.

Sinceramente tuya,

Doctora Leah Grayson.

Pulso Enviar al correo electrónico, luego abro el expediente del paciente


Owen Grassley, el paciente que vendrá para una cita más tarde esta mañana. Doy
clic en un video de nuestra última sesión, para observar cuidadosamente su
lenguaje corporal y estudiar sus palabras y humor. Mientras observo el video,
escribo mis preguntas y temas que puedo traer a nuestra sesión. En el video,
Owen, quien padece DDI, Desorden Disociativo de Identidad, parece agitado y
extremadamente alerta, un posible signo de uso de estimulantes. Esto no va con
el comportamiento normal de Owen.

Una de las identidades alternativas de Owen, o alter, como se les conoce más
comúnmente, es un alcohólico. Owen recibió la orden de completar la terapia
obligatoria de la corte luego de ser arrestado por segunda vez conduciendo bajo
los efectos del alcohol este año. Observo atentamente cómo Owen de veintiséis
años, habla sobre su alcohólico alter, Ralph, de cuarenta y un años. Su lenguaje
corporal y su tono dejan en claro que Ralph es una presencia no deseada en su
vida. En el video, le pregunto a Owen si a Ralph le gustaría hablar conmigo hoy.

—Ralph no se siente bien. Tomó un poco demasiado anoche. Creo que está
tratando de dormir.

—Bueno, ¿Jesse quiere salir y hablar conmigo hoy? Tengo algunas preguntas
para él si está dispuesto a conversar.
Jesse es el alter de seis años de Owen, y la única identidad que discutirá del
abuso sexual que Owen soportó a manos de su padre. Owen está a punto de
Página | 45
responder a mi pregunta cuando llega una notificación de Skype, pausando
automáticamente mi video y haciendo que mi corazón se acelere.

Es Samuel.

Cierro los ojos para intentar ignorar la notificación, confiada de mi


conocimiento, desactivé la función de respuesta automática en mi configuración
de Skype antes de enviar el correo electrónico a Samuel. Pero cuando muevo mi
puntero sobre el botón rojo para rechazar la llamada, me sorprendo con el sonido
de la máquina de café en mi oficina emitiendo un pitido. Accidentalmente
presiono el botón verde del video.

Levanto mis hombros y me enderezo en la silla de escritorio.

—Señor Paxton. Creo que dije que ya no podemos comunicarnos. Eso


involucra cualquier tipo de comunicación, ya sea escrita, telefónica, radial o
video.

Se inclina hacia atrás y descansa su brazo en el respaldo de su sofá azul


oscuro, abriendo ese duro pecho está para mi placer visual.

—Entiendo tu necesidad de discreción. Y respeto tu necesidad de límites,


como has respetado la mía. Pero pensé que podríamos hacer nuestra última
sesión en persona. Y puedes darme más información sobre los terapeutas que me
recomendaste, para que pueda tomar una decisión más informada.

Tomo una respiración profunda intentando escuchar a la voz en mi cabeza


que me está diciendo que él solamente quiere encontrarse conmigo en persona
así puede influenciarme con su voz sexy y toque encantador, pero es como si mi
cerebro se apagara alrededor de este hombre.

—¿Quieres que imprima una copia de tu archivo para que te la lleves?

Sonríe.

—No hay necesidad de eso, Dra. Grayson.

Termina la llamada y no más de diez minutos después, hay un toque en la


puerta de mi oficina y se abre.
—Realmente deberías bloquear tu puerta principal cuando estás sola en la
Página | 46
oficina, Leah —dice él, ajustándose las mangas mientras entra en mi oficina.

Justo ante la vista de él, hombros anchos, rostro perfectamente simétrico, la


tortuosa curva de sus labios, los penetrantes ojos azules… sangre se precipita
hacia mi coño, mis labios hinchados palpitan mientras lo veo acercarse a mi
escritorio.

—Por favor, tome asiento, señor Paxton —murmuro mientras me levanto de


la silla y aliso la tela de mi falda lápiz.

Sonríe mientras se sienta en el extremo del sofá de lana gris más cercano a
mi escritorio. Agarro mi celular, mis dedos tiemblan mientras abro mi grabadora
de voz y presiono el botón rojo de grabación. Coloco el teléfono en la mesa de
café frente al sofá antes de sentarme al lado opuesto del sofá.

Samuel sacude la cabeza.

—Sin dispositivos de grabación. Por favor.

Asiento mientras me acerco al teléfono y toco el botón rojo para detener la


función de grabación.

—Está bien, ¿de qué quieres hablar? Creo que dijiste que querías más
información sobre los terapeutas que te recomendé. ¿Hay algún terapeuta en
particular en la lista del que te gustaría saber más? Estoy bastante familiarizada
con todos, aunque a algunos los conozco principalmente a través de conferencias
y asociaciones.

Inclina la cabeza mientras me ve juntar las manos en mi regazo,


probablemente consciente de que estoy haciendo esto para ocultar la forma en
que estoy temblando de necesidad.

—Leah, sabes tan bien como yo que no estoy aquí para discutir lo calificados
que son los terapeutas que nunca veré.

Dejo escapar un suspiro frustrado.

—Sé que parece que nadie más será capaz de llegar a ti —comienzo—. Sé
cómo se siente, confía en mí. He estado ahí. Pero tienes que creerme cuando digo
que esto es lo mejor para ti. Hay una razón por la cual una relación médico-
Página | 47
paciente debe permanecer limitada a lo que se necesita para ayudar al paciente.

Alza una ceja.

—Estás asumiendo que sabes lo que es bueno para mí. Me estás diciendo lo
que crees que necesito, en lugar de preguntarme qué necesito. Lo que necesito es
a ti… como necesito el aire que respiro. —Me observa por un rato, posiblemente
esperando a que responda, antes de levantar su mano y hacerme señas con su
dedo para que me acerque a él—. Y tú sabes tan bien como yo que tú me necesitas.

Trago duro y me levando rápidamente del sofá, dirigiéndome hacia la


puerta, pero se pone de pie inmediatamente y dice tres palabras que me detienen.

—Te amo, pajarita.

Me detengo justo frente a la puerta abierta, enfrentando la pared mientras


respiro pesadamente, intentando desesperadamente pensar en una respuesta.
Pero con cada respiración que tomo, puedo sentirlo en algún lugar detrás de mí,
acercándose a cada segundo, y todo en lo que puedo pensar es en cuánto quiero
que no se detenga. Quiero sus manos sobre mí. Quiero su boca sobre mí. Quiero
su polla dentro de mí.

De repente, puedo sentir el calor de su cuerpo junto al mío. Abro los ojos y
coloco mi mano en la pared para estabilizarme. Luce incluso mejor de cerca.
Cierra la puerta de la oficina, luego pone el seguro mientras se posiciona detrás
de mí, su mandíbula toca la parte posterior de mi cabeza mientras estoy frente a
la pared.

Tan pronto como sus manos aterrizan en mis caderas, satisfaciendo mi


necesidad de ser tocada, el temblor de mis manos y pecho se calma.

—Lo digo en serio, Leah —murmura en mi oído—. Estoy enamorándome de


ti. Y no porque no pueda tenerte. —Besa mi cuello y mi respiración se acelera un
poco más—. Ambos sabemos que te puedo tener en cualquier momento que
quiera. No solo me quieres, Leah. Me necesitas. —Su mano derecha acuna mi
pecho e inhalo fuerte—. Necesitas mis manos en tu cuerpo. —Desliza ambas
manos por mi cintura y me gira para que mi espalda esté en la pared—. Necesitas
mi lengua en tu coño húmedo.
Sus ojos están fijos en los míos mientras levanta el dobladillo de mi falda,
hasta que está amontonada alrededor de mi cintura, entonces se arrodilla frente
Página | 48
a mí y lentamente baja mis bragas, deslizando mis pies de los tacones mientras
quita mi ropa interior y la lanza tras él. Su mirada todavía sosteniente la mía a
medida que sostiene mi falda en alto, así puede plantar un suave beso en mi
cadera. Me sujeto al picaporte de la puerta para estabilizarme cuando arrastra la
punta de sus dedos por el interior de mi pierna, hasta que alcanza mi coño.

—Oh, mi Dios —suspiro, cuando desliza dos dedos en mi interior.

Extiende un rastro de suaves besos de un lado de mi cadera al otro, mientras


su mano derecha me folla y su otra mano afloja mi blusa.

—Quítate la camisa, pajarita. Quiero ver esas hermosas tetas.

Mi pecho es pesado mientras desabotono mi blusa y la lanzo tras él.

—Esto es altamente... inapropiado.

Se ríe, y el sonido envía un estremecimiento a través de mí.

—Es altamente inapropiado lo mojada que estás por mí —dice, sonriendo


ante los sonidos de humedad que hace cuando desliza sus dedos dentro y fuera
de mí—. Supongo que simplemente tendré que limpiarte.

Mis piernas tiemblan cuando pone un tierno beso en mi montículo,


deslizando sus dedos fuera de mí. Elevando su mirada, toma la mano que no está
sosteniendo el picaporte y la pone sobre su hombro. Entonces, levanta mi pierna
y la cuelga sobre su hombro, exponiendo mi centro hinchado para él.

Asiente en aprobación.

—Oh, sí. Es incluso más hermoso en persona.

Usa sus dedos para extender mis labios, revelando mi palpitante clítoris.
Cierro los ojos y apoyo la cabeza contra la pared de atrás en el momento que su
boca aterriza sobre mi carne adolorida. No pierde tiempo en llevarme al orgasmo
y bebe mi excitación como si fuera agua sagrada en un amplio desierto.

—No aún —dice, cuando intento bajar mi pierna de su hombro—. Uno no es


suficiente para ti, pajarita. El primer orgasmo va por cuenta de la casa. El segundo
es el que cuenta. Es por el que tengo que trabajar.
Oh, Dios.
Página | 49
Sin advertencia, toma mi otra pierna y la pone encima de su otro hombro, así
que estoy completamente fuera del suelo, con mi espalda contra la pared. Me
sujeto a su cabeza mientras se pone de pie, con mis piernas envueltas alrededor
de su cuello y mis dedos enredados en su cabello. Levanto la mirada y
mentalmente agradezco a Bernard por insistir en que consiguiéramos un espacio
de oficina con techos altos.

—¡Oh, Dios mío! —grito cuando chupa mi clítoris, sorbiéndolo en sus labios
y sosteniéndolo allí mientras lo sacude con la punta de la lengua—. Oh, Samuel.
Voy a correrme. —Puedo sentir mechones de su cabello comenzar a desgarrarse
de su cuero cabelludo cuando me muevo y aprieto mi agarre—. Oh, Dios. Oh,
por favor... por favor... por favor, fóllame.

Prácticamente me inhala cuando exploto con el orgasmo número dos. Y solo


cuando está satisfecho de exprimir hasta la última gota de mi excitación,
finalmente baja mi cuerpo sudado y tembloroso. Pero no me da tiempo para
recuperarme.

Volteándome de nuevo, para enfrentar la pared, se abre los pantalones.


Luego desabrocha mi sujetador y lo quita, así puede sostenerse de mis pechos
mientras desliza su polla en mi interior, desde atrás. Sucede tan rápido que me
toma con la guardia baja por su tamaño. Suelto un agudo chillido cuando golpea
dentro de mí y muerde mi cuello.

—Jodido Jesucristo. Tu coño se siente incluso más apretado y cálido de lo


que imaginé. —Besa mi cuello hambrientamente, mientras una de sus manos
rueda sobre mi duro pezón y la otra se desliza entre mis piernas, masajeando mi
clítoris—. Eso es —gruñe, cuando dejo salir una serie de gemidos con cada uno
de sus empujes—. Canta para mí. Canta para mí, pajarita. —Toma mi pecho
bruscamente, golpeteando en mí incluso más fuerte y pellizca mi clítoris,
haciéndome gritar con dulce y delicioso dolor—. Grita para mí —ordena,
empujando dentro de mí más profundo de lo que ningún hombre ha hecho.

Y, felizmente, obedezco.

El tercer orgasmo es el más intenso de todos. Se detona en mi coño,


disparándose por mi columna y explotando en cada terminación nerviosa, desde
mi cuero cabelludo hasta las plantas de mis pies. Mi respiración es desigual
Página | 50
cuando quito mis sudorosas manos contra la pared, buscando apoyo.

Su palpitante polla aún está dentro de mí, enviando un escalofrío a través de


mí cada vez que se retuerce. Pero en lugar de tratar de sacarla, envuelve sus
brazos alrededor de mi cintura, sosteniéndome incluso más fuerte mientras
entierra su rostro en mi cuello. Su respiración es caliente en mi piel y fuerte en mi
oído, pero no hace intento de soltarme. Y no quiero que lo haga.

Finalmente, afloja sus brazos y su polla se desliza fuera de mí mientras me


voltea para que lo enfrente.

—Si esta es la última vez que te veo en la vida —dice, tomando mi rostro en
sus manos—, quiero que sepas que significas más para mí que cualquier otra
mujer. —Pone un suave beso sobre mi frente y otro en mi mejilla—. Y quiero que
sepas que no hiciste nada malo. Y eres perfecta exactamente cómo eres.

Me besa de la forma en que siempre quise ser besada: lento, tierno, firme y
como si fuera nuestro último beso. Tira juguetonamente de mi labio inferior y
sonrío mientras planta un suave beso en la esquina de mi boca.

—¿Estarás bien? —pregunto, mientras ambos… bueno, mayormente yo, nos


vestimos—. ¿Me mantendrás al día sobre tu estado?

Sonríe mientras recupera mis tacones y se arrodilla frente a mí para ponerlos


en mis pies.

—Si no podemos estar juntos, probablemente es mejor que no


permanezcamos en contacto. No creo que pueda ser capaz de permanecer lejos
de ti. Pero no quiero que arriesgues tu trabajo por nosotros. Esto es lo último que
verás de mí, Leah.

Un terrible dolor retuerce mi interior con la idea de que esta podría ser la
última vez que lo vea, la última vez que lo oiga decir mi nombre en la voz que
llegué a amar. Pero, ¿amo a este hombre? ¿O soy adicta a la forma en que me hace
sentir?

Me observa mientras termino de ponerme la blusa y arreglar mi cabello, sus


ojos nunca apartándose de mí. Cuando termino, me ofrezco a acompañarlo
afuera. Pero al momento en que abro la puerta y salimos al corredor, mi estómago
cae al ver a Jennifer y Bernard caminando hacia la sala de descanso de empleados.
Página | 51
Miran fijamente a Samuel y a mí con ojos amplios y bocas abiertas.

—Lo veré afuera, señor Paxson —digo en un tono muy formal.

Samuel está tranquilo cuando lo apresuro a salir al corredor.

—Haré cualquier cosa que necesites que haga —dice—. Escribiré una carta,
firmaré una declaración jurada, lo que necesites que haga para probar que nada
sucedió entre nosotros. Solo dímelo y lo haré.

Sacudo la cabeza insistentemente.

—No, ya no voy a mentir. Pero necesito que te vayas. Tengo que entrar. Lo
siento, Samuel. Yo... yo...

Sonríe.

—Lo sé... yo también, pajarita —murmura, plantando un tierno beso en mi


sien.

Mientras se aleja, siento como si mi corazón, mi alma y mi verdadero ser


estuvieran marchándose con él. Renuentemente, me dirijo de nuevo adentro y de
inmediato voy a la sala de descanso, donde encuentro a Jennifer preparando café
y a Bernard poniendo su almuerzo en el refrigerador.

—Tenemos que hablar —declaro mientras Bernard voltea—. Jennifer,


¿puedes dejarnos, por favor?

Jennifer asiente.

—Por supuesto. Estaré en al frente si necesitan algo.

Espero hasta que Jennifer se va, y cierro la puerta de la sala de descanso.


Quiero decirle la verdad. Quiero que crea que realmente terminé con las
mentiras, así como le dije a Samuel. Pero el pánico se fija en mis huesos y sé que
no puedo perder este empleo.

—Esto no es lo que parece, Bernard —comienzo.

—¿Qué pasó allí dentro, Leah? —demanda.


—Él sólo necesitaba hablar sobre los terapeutas que le recomendé, y quería
Página | 52
tener una copia en papel de su historial clínico.

Bernard ladea una ceja.

—No pareció estar llevando ningún papel cuando se fue.

Mi boca cae abierta cuando mi cerebro lucha por otra explicación.

—Normalmente no cumplo con ese tipo de pedidos, pero estaba muy


molesto teniendo que cambiar de terapeuta, así que quería que se sintiera
cómodo mentalmente.

Sacude la cabeza.

—Bueno, lucía muy complacido cuando se fue. Parece que realmente lo


hiciste sentir cómodo.

Trago duro mientras busco en mi mente una mejor mentira, pero no puedo
pensar en otra cosa que lo mucho que amé ser follada por Samuel.

—No sé qué decir.

Bernard deja salir un pesado suspiro.

—Sabes que tengo la obligación de reportarlo. No solo es ilegal, es una


violación a la confianza, Leah. Esa es la principal razón por la que un terapeuta
no tiene una relación con el paciente. ¡Sabes esto!

Asiento en acuerdo, pero no respondo. Tiene razón y su apasionada


respuesta es justificada. Una de las primeras cosas que aprendes en clases de
psicología es dinámicas de las relaciones. En dinámicas de las relaciones, cada
persona quiere algo de otra. Para prevenir que el terapeuta y el paciente violen
la confianza, no deben tener ningún tipo de relación fuera del ambiente
terapéutico. Desear algo de la otra persona cambia el consejo que les das, y la
forma en que ellos perciben ese consejo.

Asiento de nuevo mientras me estiro para alcanzar la puerta.

—Haz lo que sientas que debas hacer, Bernard. Confío en tu juicio y entiendo
si tienes que reportarme. Si fueras tú, probablemente también lo haría. Lamento
haber violado tu confianza. Espero que puedas perdonarme... algún día.
CAPÍTULO 5
Página | 53

Salgo de la oficina de Linda con la cola entre las patas, mi ego envuelto en
una espinosa manta de vergüenza. Mi mente cambia continuamente de un lado
a otro entre la imagen de mi mano firmando la advertencia disciplinaria que
Linda escribió esta mañana y la imagen del hermoso rostro de Samuel cuando
me dijo que se estaba enamorando de mí. Es una locura pensar que estoy de
acuerdo con la decisión de Linda y Bernard de presentar una queja en mi contra
ante la comisión médica, mientras que también creo que existe una gran
posibilidad de que Samuel esté diciendo la verdad. ¿Cómo puedo conciliar este
deseo intenso y justificable con mi conocimiento de que debo pagar por mis
indiscreciones?

En mi oficina, tomo mi bolso y deslizo mi portátil en mi bolso de cuero. Miro


alrededor de la habitación por última vez, para asegurarme de que no he
olvidado nada. Entonces, salgo de mi oficina, sin molestarme en cerrar la puerta
cuando salgo.

—Jennifer, necesito pedirte un favor —digo al entrar en la zona de recepción.

Jennifer asiente con entusiasmo.

—Por supuesto, cualquier cosa que necesites.

Respiro hondo y lo dejo salir lentamente.

—Si alguien llama a la oficina para preguntar por mí, diles que tengo una
licencia de ausencia indefinida y no se sabe cuándo volveré. Por favor remite a
todos mis pacientes a Bernard. Si es en exceso debe ir a Linda. Cualquier persona
que no quiera cambiar de terapeuta, por favor envíale mi lista de terapeutas
recomendados. Envía un correo electrónico a todos mis pacientes para
informarles que no estaré disponible, pero si sienten que están teniendo una
crisis, siempre pueden ponerse en contacto conmigo, pero no como terapeuta.
Una vez que la comisión haya decidido si van a seguir adelante con la
investigación o no, me pondré en contacto para informar cuándo volveré y en
Página | 54
qué capacidad.

—Y… ¿qué pasa sí… qué pasa si él llama o viene a buscarte? —pregunta ella
en voz baja.

Le doy una suave sonrisa.

—Si sabes que es él, puedes transferirlo a Bernard o Linda. Si no estás segura,
simplemente guarda el número de la llamada y envíame un correo electrónico.

Ella asiente mientras camina alrededor del escritorio para darme un abrazo.

—Espero que vuelvas pronto. No será lo mismo sin ti aquí.

—Gracias, Jennifer.

Cuando salgo de la oficina donde he trabajado durante ocho años, suspiro


profundamente con un estúpido optimismo. La evaluación de la comisión
médica de la queja contra mí no será por otras dos semanas. No sé qué voy a
hacer conmigo. Si no puedo hacer mi trabajo, si no soy terapeuta, entonces,
¿quién soy?

Sacudo la cabeza mientras presiono el botón para llamar el ascensor. Es


increíblemente típico que alguien se sienta atraído por el campo de la psiquiatría
y la psicología porque buscan respuestas para su propia locura. No soy una
excepción a ese estereotipo. Y las crisis de identidad casi siempre son el
catalizador para las fallas de salud mental. Ahora más que nunca, necesito hablar
con mi terapeuta. Diablos, probablemente le pediré que me atienda todos los días
durante las próximas dos semanas.

***

Cuando salgo del ascensor en el quinceavo piso de mi edificio de


condominios, mi estómago cae al ver a Samuel de pie junto a mi puerta de
entrada con un traje gris a la medida.

Levanta la vista de su teléfono al escuchar el sonido de mis pasos


acercándose.

—Quería asegurarme de que estuvieras bien —dice, su mirada se centra en


mi rostro, buscando algo que no puedo adivinar—. ¿Estás bien, Leah?
Sonrío cuando alcanzo el teclado en la puerta y empiezo a escribir el código
para desbloquear el cerrojo. No me molesto en intentar ocultarle el código a
Página | 55
Samuel. Tengo todas las razones para creer que nunca lo usará sin mi permiso.
Sin embargo, me da un poco de emoción imaginarlo usando el código para
visitarme en mitad de la noche y tomar mi cuerpo y corazón con toda su atención.

—Lo estoy —digo empujando la puerta para abrirla—. Estoy bien. No tenías
que venir aquí… pero me alegro de que lo hicieras. Entra.

Deja que la puerta se cierre detrás de él.

—Ven, voy a tomar eso —dice, ayudándome a salir de mi chaqueta y


abriendo la puerta del armario para abrigos como si viviera aquí. Cuelga mi
chaqueta y mi bolso en el armario, luego me sigue a la cocina—. Recibí una carta
del Departamento de Salud pidiéndome que testificara sobre la naturaleza de
nuestra relación.

Coloco la bolsa con mi laptop en la barra de desayuno, luego voy directo a


la nevera para tomar la botella de Riesling.

—Sospecho que recibirás más noticias de ellos durante las siguientes


semanas —respondo, mi mano envuelta alrededor del cuello de la botella
mientras me detengo por un momento, luego decido tomar una botella de
Pellegrino6. Vertiendo dos vasos de agua con gas, coloco uno frente a Samuel y
tomo un sorbo del mío.

Se queda mirando el líquido burbujeante por un tiempo, pero no lo toma.

—Encontré otro terapeuta —comienza, su mirada va a la mía—. Pero


sospecho que no lo iré a ver por alguna adicción. No he vacilado. Es como si
hubiera un interruptor dentro de mí que se activó en el momento en que murió
mi padre. Como si mi cerebro intentara decirme eso, igual que mi madre, que no
le importaba. Porque yo no era mejor que él.

Sacudo la cabeza.

—Eso no es cierto —respondo en voz baja—. Sé que no quieres lugares


clichés, y no puedo darte un consejo terapéutico, pero te puedo decir esto: Tú
importas. Le importas a tus amigos y colegas. Eres importante para las familias

6 Marca de agua mineral con gas.


de las personas que empleas. Importas a las personas afectadas por tu trabajo y
tu caridad. Le importaste a tu madre. Y no importa lo difícil que sea creerlo, pero
Página | 56
también le importaste a tu padre.

Él me da una hermosa sonrisa que no llegaba a sus ojos.

—Pero…

—Me importas —respondo ferozmente, respondiendo a su pregunta antes


de que él tenga la oportunidad de formularla, antes de que pueda verbalizar su
incertidumbre.

Su sonrisa se ensancha y rodea el mostrador de la cocina hacia mí.

—Me haces sentir invencible —dice, levantando la mano para meterme el


cabello detrás de la oreja—. Sé que esta será probablemente la última vez que tú
y yo podamos pasar tiempo juntos, y quiero que sepas que alejarme de ti será lo
más difícil que haré.

Me empuja a sus brazos y envuelvo los míos alrededor de su cintura,


enterrando mi rostro en el hueco de su blazer, cerrando los ojos mientras inhalo
su aroma y disfruto de su calor. Besando la parte superior de mi cabeza, él me
aprieta causando una avalancha de emociones dentro de mí.

—Quédate conmigo esta noche —murmuro mi súplica—. Sé que no debería


pedirte que te quedes. Sé que es egoísta de mi parte pedirlo, pero… pero no
quiero que te vayas.

Lentamente afloja su agarre en mí y levanto la vista para encontrar su


mirada.

—Dije que haría cualquier cosa que quieras que haga. Así que sí, me sentiría
honrado de estar contigo esta noche.

Nos miramos fijamente por un largo momento, ambos aparentemente


contemplando hacia dónde se irá esta noche. Su mirada cae a mis labios, su boca
se entreabre en una pregunta silenciosa. Lamo mis labios en respuesta afirmativa.

Sus manos suben para ahuecar mi rostro mientras se inclina y coloca un


suave beso en la comisura de mi boca. Alejándose ligeramente, su mirada vaga
sobre cada centímetro de mi rostro mientras acaricia suavemente mi piel. Cierro
los ojos mientras las yemas de sus dedos se deslizan sobre mis cejas y por el
costado de mi rostro. Da un beso tierno en mis párpados, y luego besa la otra
Página | 57
esquina de mi boca.

Abriendo los ojos, mi pecho está tomando respiraciones superficiales


mientras la tibia excitación se acumula entre mis piernas. Me muevo e
instintivamente levanto mis brazos para poder quitarme el suéter de cachemira.
Lo arrojo a la isla de la cocina y él procede a quitarse la ropa, empezando por su
blazer gris y corbata negra. Sigo su ejemplo y me quito los tacones, los pantalones
negros y la ropa interior.

Esta es la primera vez que lo he visto desnudo y tengo un dolor visceral en


el estómago ante la realización de que también es probablemente la última vez
que lo veré de esta manera. Antes de que pueda detenerme, me pongo de rodillas
frente a él y la saliva se acumula en mi boca mientras observo su aterciopelada
erección.

Él me mira con una expresión de pura adoración mientas tomo su polla en


mi boca. Gime de placer mientras muevo mi cabeza hacia adelante y hacia atrás,
manteniendo un firme agarre en la base para mantener la piel tensa. Levanto mis
ojos para sostener su mirada mientras dejo que algo de la saliva en mi boca gotee
sobre la punta de su erección como lubricante.

—Mierda… —gime mientras su cabeza cae hacia atrás en puro éxtasis—.


Leah… joder, sí.

Muevo mi cabeza más rápido ahora, poniendo mi mano entre mis piernas y
usando la escurridiza humedad para rodear mi clítoris con dos dedos. Sus ojos
se encuentran con los míos de nuevo, deslizando sus dedos por mi cabello para
mantenerlo apartado de mi rostro y poder verme.

Arremolino mi lengua alrededor de la punta de su erección, disfrutando del


sonido de sus gemidos mientras le presto especial atención a su frenillo. Lo
provoco juguetonamente, sonriendo mientras saco un poco de la humedad de mi
coño. Levantando mi mano, ambos gemimos de placer cuando él chupa mis
dedos y yo tomo su polla completamente en mi garganta.

Su erección se pone aún más dura y su respiración se vuelve más caliente,


pesada y rápida cada vez que la punta se desliza más allá de mis amígdalas. Las
lágrimas caen por mi rostro debido a su tamaño. Nunca he tomado un pene tan
grande en mi boca, pero de alguna manera la forma en que Samuel me mira con
tanta reverencia me hace sentir como si fuera capaz de hacer lo imposible. Y
Página | 58
ahora comprendo ese sentimiento de invencibilidad, la sensación de que puedes
hacer cualquier cosa con esa persona a tu lado.

Él agarra un puñado de mi cabello y saca su polla de mi boca. Inclino mi


cabeza hacia atrás, tocándome a mí misma mientras él se viene sobre mi pecho.
Líneas calientes de líquido lechoso decoran mis senos mientras gimo con placer.

—Puedo hacerlo mejor que eso —dice, inclinándose para ayudarme a


levantarme del piso, luego me acomoda sobre el mostrador y extiende mis
piernas—. Ese es mi trabajo, pajarita.

Pero él no va directamente a mi coño. Agarra una toalla de papel del


mostrador detrás de él y limpia el semen de mi pecho, luego toma mi cabeza entre
sus manos y me besa. El beso es lento y tierno, pero insinúa una promesa sucia,
como un baño de verano en medio de una cálida primavera. Nunca he sido
besada así. Punto.

Enredo mis piernas alrededor de su cintura y lo empujo más cerca para poder
sentir su caliente polla contra mi raja húmeda.

—Fóllame, Samuel —respiro en su boca.

Sus labios rozan mi mandíbula mientras baja para besar mi cuello, pero no
responde a mi súplica. Con paciencia sobrehumana, continúa besando
lentamente un camino descendente por mi hombro, sobre mi pecho, prestando
especial atención a mis pezones antes de llegar a mi ombligo.

Hay un brillo malicioso en sus ojos cuando besa mi montículo. Pero después
de eso, toda su atención está en mi placer. Se abre camino lentamente alrededor
del pliegue de mi muslo, plantando besos sensuales en cada parte de mi piel,
desde el pequeño parche de vello sobre mi abertura hasta la piel lisa en la parte
inferior y en la parte interna de mis muslos.

La anticipación me está volviendo loca. Me aferro al mostrador, apenas capaz


de respirar cuando finalmente deja caer un suave beso en mi clítoris.

—¿Es esto lo que quieres? —Se burla de mí mientras pasa la punta de su


dedo por mi abertura, y la usa para masajear mi entrada.
Asiento.
Página | 59
—Oh, sí.

Desliza su dedo dentro de mí unas cuantas veces antes de retirarlo y


sostenerlo en alto con curiosidad, luego desliza el dedo húmedo en su boca. Sale
limpio.

—Oh, Dios. Por favor, Samuel. Por favor haz que me corra.

Y con eso, él levanta mis piernas sobre sus hombros y mi trasero hace un
sonido de chilido cuando él me desliza más cerca del borde del mostrador para
devorarme. Inclinándome hacia atrás con las manos extendidas contra el frío y
blanco mármol, dejo de respirar por un momento mientras el orgasmo se arrastra
sobre mí. Cuando termina, mis piernas todavía están temblando y mi visión está
ligeramente borrosa. Luces bailan ante mis ojos mientras jadeo por oxígeno.

—Santa mierda —jadeo, mientras intento recuperar el aliento.

Pero Samuel parece tener otros planes.

Se endereza y desliza sus manos debajo de mi trasero para levantarme del


mostrador. Me aferro a su cuello y enrollo mis piernas alrededor de sus caderas
mientras embiste mi interior. Usando la fuerza de sus brazos musculados, él
empuja mis caderas de ida y vuelta, de modo que está follándome mientras me
lleva a la habitación.

Dejamos la habitación solo una vez por el resto de la noche, para tomar una
ducha y reabastecer el combustible con algo de agua y un plato de comida fría. Y
cuando apoyo la cabeza en su hombro, él me cuenta una historia para antes de ir
a dormir, que estoy segura de que nunca olvidaré. Es la historia del momento en
que se dio cuenta de que se estaba enamorando de mí.

—Cuando te pregunté si me estabas hablando como mi terapeuta o como


Leah, y dijiste que serías lo que fuera que yo necesitara que fueras, ese fue el
momento en que todo cambió dentro de mí —dice mientras me acaricia el
hombro—. Fue entonces cuando supe que me estaba enamorando de ti. Y sabía
que te estabas enamorando de mí. Pero no fue hasta hoy que me di cuenta de
cuán jodidamente afortunado soy de estar aquí contigo ahora mismo. Incluso si
es solo por esta noche. Tuve la suerte de sentir tu amor, porque no es solo
cualquier tipo de amor. Puedo verlo en tu rostro cuando hablas de tu hermana.
Cómo perderla cambió tu vida. Te convertiste en médico para que otros no
Página | 60
tengan que sentir el dolor que sentiste. Ese no es solo tu tipo típico de amor. Así
es como luce el amor desinteresado.

»Leah, la manera en que amas es una forma de arte. Y es por eso que, después
de mañana, no volveré aquí. No te llamaré ni te enviaré mensajes. Pero me iré
por ti a la audiencia disciplinaria. Y haré todo lo que esté en mi poder para
asegurarme de que puedas continuar practicando la medicina. Para que puedas
seguir expresando tu amor.

Levanto un poco la cabeza, limpiando mis lágrimas derramadas de su


clavícula mientras planto un beso en el costado de su cuello.

—En realidad es solo una audiencia de evaluación. No es una audiencia


disciplinaria todavía. Pero gracias.

Él me besa la frente y me aprieta los hombros.

—Buenas noches, pajarita.


CAPÍTULO 6
Página | 61

Recibí el aviso de la evaluación inminente del Departamento de Salud del


Estado de Washington hace dos semanas. Ahora, mientras deambulo por las
tiendas en el centro de la ciudad de Tumwater, esperando mi reunión
programada con la comisión médica, me siento perdida.

El espíritu navideño está vivo en los escaparates salpicados de adornos que


promocionan las ventas navideñas; el aroma de los lattes especiados de calabaza
flotando en el café que hay junto a mí; las luces brillantes rodeando las farolas
con gigantescos bastones de caramelo; y el fuerte aroma de pino del árbol de
navidad de diez metros de altura en el centro del patio, en preparación para el
festival de luces de navidad de mañana.

Hoy, la comisión médica decidirá si deben desestimar la denuncia que Linda


y Bernard tuvieron el deber de informar. No querían presentar la queja, pero yo
insistí en que lo hicieran. No quería que se plantearan preguntas en el futuro
acerca si todavía debería estar practicando. Sin embargo, siento que mi
comportamiento debería resultar, en el peor de los casos, una suspensión
temporal, mis sentimientos claramente no son un método confiable de
pronóstico. Al menos, no cuando se trata de cuestiones concernientes a Samuel
Paxton.

Esperé con paciencia las últimas dos semanas, desde que Linda y Bernard
presentaron su queja. No puedo dejar de pensar en las posibilidades. Es posible
que su licencia médica sea suspendida por simplemente no responder a una
comunicación escrita de la comisión médica. No quiero saber qué hacen con los
médicos que tienen sexo con sus pacientes.

Entro en el edificio del Departamento de Salud cubierto de vidrio, y mi


corazón da un vuelco cuando veo a Samuel saliendo de la sala de disciplina en el
segundo piso. Luce algo agitado, pero si soy honesta, nunca lo he visto realmente
agitado, por lo que podría estar malinterpretando el ceño fruncido y la forma en
que su mandíbula está tensa. Ambos nos detenemos por un momento,
mirándonos con varios metros de distancia entre nosotros. Finalmente, la arruga
Página | 62
en su frente se va y la esquina izquierda de su boca se levanta un poco.

Respiro hondo y camino hacia él.

—Lamento mucho que hayas hecho esto —comienzo, lista para continuar
con mis disculpas, pero él levanta un dedo para detenerme.

Sacude la cabeza.

—No tienes que disculparte. Como le dije a la comisión, mantuve mi


identidad anónima de ti hasta después de que… comenzara el coqueteo. La culpa
debería recaer directamente sobre mis hombros, ya que no jugaste un papel en
ello.

Sonrío ante la forma en que inocentemente modificó la verdad para


protegerme.

—Gracias. —Es todo lo que puedo decir, temiendo que nos puedan estar
observando.

Me mira de arriba abajo como siempre, como si me estuviera desvistiendo


mentalmente.

—Luces hermosa hoy. ¿Estás lista para las fiestas?

Me burlo de este intento de charla, algo en lo que ninguno de los dos hemos
estado involucrados juntos.

—En realidad, lo creas o no, no estoy de humor para las festividades este
año. Es… en realidad, es el primer año que no he puesto un árbol de navidad.
Suena raro, pero me hace sentir… un poco perdida. —Suelto un profundo
suspiro—. Pero, estoy segura de que la alegría de las fiestas comenzará pronto.

—Una eterna optimista. Nunca dejas de sorprenderme —dijo mientras mete


sus manos en los bolsillos de sus pantalones, como si estuviera tratando de evitar
tocarme—. Bueno, espero que la audiencia salga bien. Pero, sobre todo, espero
que recuperes tu espíritu. Cuídate, pajarita.

El deseo de alcanzarlo mientras se aleja se siente como un dolor físico en cada


parte de mi cuerpo. De alguna manera, me las arreglo para resistirlo. Pero en el
camino hacia la puerta por la que Samuel acaba de salir, no puedo evitar mirarlo
por encima de mi hombro. Y una sensación abrumadora de paz me invade
Página | 63
cuando mira hacia atrás al mismo tiempo y guiña un ojo.

Me quito la chaqueta impermeable y la envuelvo con mi antebrazo, luego


entro a la sala para enfrentar mi destino.

***

Han pasado dos semanas y media desde que presenté mi testimonio ante la
comisión médica, con respecto a la queja sobre mi mala conducta con Samuel
Paxton, y finalmente recibí su carta de determinación esta mañana. Todos los días
me decía a mí misma que, sin importar el resultado, no volvería a practicar
psiquiatría nunca más. Era la única manera de mantenerme cuerda cuando gran
parte de mi vida estaba en juego. Así que, cuando la determinación llegó a mi
correo hoy, no me sentí abrumada por el alivio cuando leí que la comisión había
decidido desestimar la queja.

Por muy decepcionante que fuera, es agradable poder dejarlo atrás. Y


mientras estoy de pie junto a mi escritorio, arrojando mis pertenencias en una
caja de archivos vacía mientras veo caer la nieve fuera de la ventana de mi oficina,
siento una sensación de esperanza teñida con tristeza. Muchas culturas tienen
una palabra para describir esta combinación de emociones, pero ninguna de estas
palabras significa lo mismo. Creo que es porque las emociones son como los
copos de nieve.

Linda y Bernard me ayudaron a llevar mis cosas al auto, insistiendo


continuamente en que siempre tendré un lugar en su oficina si elijo volver a la
práctica.

Mientras conduzco camino a casa con lágrimas en los ojos, siento una breve
necesidad de llamar a mi amiga Kathleen, quien me consiguió el trabajo como
profesora adjunta de psicología en la Universidad de Seattle. Podría llamarla
ahora mismo y decirle que cambié de opinión, y que quiero seguir con mi
práctica. Pero nunca he sido capaz de huir de los grandes riesgos.

Cuanto mayor sea el riesgo, mayor será la recompensa. ¿Es cliché si es cierto?

Supongo que no es realmente un gran riesgo, considerando que fui como


profesora adjunta en lugar de un asistente. Necesito mantener cierta autonomía
mientras intento escribir un libro sobre los legados familiares de la adicción.
Llevo mi caja de pertenencias en el ascensor y subo hasta mi piso, ajustando
el agarre a medida que comienza a deslizarse por mi cadera. Cuando llego a la
Página | 64
puerta principal, solo quiero entrar, servirme una copa de vino, y relajarme en la
bañera con un buen libro. Apoyando la caja en mi pierna mientras la apoyo contra
el marco de la puerta, introduzco mi código para desbloquear el cerrojo y uso mi
trasero para empujar la puerta y abrirla.

Me doy la vuelta para mirar el interior de mi apartamento y dejo que la


puerta se cierre detrás de mí. Pero lo que lo veo frente a mí me hace dejar caer la
caja, donde aterriza con un fuerte golpe.

En la esquina de mi sala de estar, justo al lado de las puertas francesas que


dan al balcón, hay un árbol de navidad de dos metros adornado con decoraciones
plateadas y doradas que brillan con las luces parpadeantes. Doy un paso
alrededor de la caja que dejé caer al suelo y me dirijo hacia el árbol.

El olor a pino me envuelve y me transporta de regreso a mi infancia, cuando


Melissa y yo solíamos despertarnos antes que nuestros padres para así poder
quitar con cuidado la cinta de nuestros regalos para echar un vistazo. Cuando me
acerco más, mi pecho se hincha de emoción cuando me percato de diminutos
colibríes dorados decorando las ramas. Pajaritos.

Una caja Tiffany, generalmente del tamaño que se usa para brazaletes o
collares, está en el piso debajo del árbol. La levanto y quito la pequeña tarjeta de
debajo de la cinta de satén negro. Al desplegar la tarjeta, sonrío al leer las
palabras: Feliz navidad, pajarita.

Me siento en el sofá y coloco la pequeña caja en la mesa de café frente a mí.


Mientras miro la caja, en todo lo que pude pensar fue que no debería abrir esto
sin Samuel aquí. Pero no sé dónde está ni que está haciendo, y realmente quiero
abrirla en este momento.

Sacudo la cabeza. Él obviamente estuvo aquí hoy. No puede estar muy lejos.
Antes de que pueda detenerme, saco mi teléfono del bolsillo de mis jeans y marco
su número.

Él responde después de un solo tono.

—¿Supongo que encontraste tu sorpresa de víspera de navidad? —dice con


esa voz que me hace sentir completamente desarmada y segura al mismo tiempo.
—Lo hice, y tengo una preciosa caja de Tiffany en una mesita frente a mí.
Página | 65
Pero realmente me encantaría abrirla contigo aquí.

Mi cuerpo se inunda de adrenalina cuando anticipo un rechazo inesperado.


Tal vez él ya haya empezado a salir con alguien más o haya hecho que su asistente
montara el árbol de navidad o algo así.

—No me lo perdería por nada del mundo —responde con ternura—. Puedo
estar ahí en media hora.

Me toma cerca de doce minutos refrescarme. Paso el resto de mi tiempo


observando la caja y tratando de adivinar qué podría haber dentro. Siento las
familiares ganas infantiles de echar un vistazo. En cambio, decido acostarme en
el sofá y cerrar los ojos para una siesta de diez minutos.

Me despierto con la sensación de Samuel besando suavemente mi sien


mientras se agacha al lado del sofá.

—¿Eres real? —murmuro mientras mis párpados se abren.

—Tan real como tú, princesa —dice, alejando el cabello de mis ojos—. ¿Estás
cansada? ¿Quieres que te lleve a la cama?

El pensamiento de Samuel llevándome a la cama me da mariposas.

—No, quiero abrir tu regalo —respondo, levantándome—. Pero no tengo


nada para ti.

Sacude la cabeza mientras toma la caja Tiffany y me la da.

—Pedirme venir aquí esta noche fue más de lo que podía esperar.

Sonrío cuando dejo escapar un suspiro, como una colegiala enamorada.

—Creo que, literalmente, me hiciste desmayar —digo, tirando de la cinta


negra y colocándola sobre el cojín del sofá a mi lado.

Él me mira por un momento antes de finalmente decir.

—¿Vas a abrirla?

Asiento.
—Estoy… yo solo… quiero que sepas que me siento de la misma manera. No
me importa lo que esté dentro de la caja. No me importa si nunca me das otro
Página | 66
regalo de navidad por el resto de nuestras vidas. Tú eres más que suficiente.

El músculo en su mandíbula se contrae cuando parece superado por la


emoción.

—Debidamente anotado. No más regalos de navidad por el resto de nuestras


vidas.

Pongo los ojos en blanco y lo empujo con mi rodilla, luego levanto la tapa de
la caja Tiffany. En el interior, hay un delicado collar de gota con un dije hecho de
diamantes incrustados en un diseño abstracto de colibrí. Una pequeña etiqueta
de platino de dos centímetros cuelga del broche y tengo que sostenerla cerca para
leer las palabras grabadas en la etiqueta: Para Melissa.

Cuidadosamente coloco el collar dentro de la cajita y lo pongo de nuevo en


el cojín al lado de la cinta negra. Luego, lo atraigo a mis brazos y pongo mi rostro
en la curva cálida de su cuello.

—Gracias —susurro—. Mil gracias.

Aprieta sus brazos alrededor de mi cintura y yo envuelvo mis piernas a su


alrededor mientras me levanta del sofá.

—No. Yo soy el único que debería de agradecerte. —Me lleva hacia el


dormitorio y me coloca junto a la cama—. Ahora, es mi turno de agradecerte
apropiadamente. ¿Qué te gustaría que te hiciera esta noche, pajarita? —Pregunta,
pasando su pulgar por mi pómulo—. ¿Debería follarte fuerte y rápido o quieres
que me tome mi tiempo?

Trago duro mientras mi centro duele por él.

—¿Qué te parece ambos?

Sonríe.

—Como desees.

FIN.
COLECCIÓN CARDS OF LOVE Página | 67

Temperance solo es una de las muchas historias en la colección de Cards of


Love.

¿Qué carta elegirás a continuación?

https://www.cardsofloveromance.com/
SOBRE LA AUTORA Página | 68

Cassia Leo, la escritora más vendida del New


York Times, ama el café, el chocolate y las margaritas
con sal. Cuando no está escribiendo, pasa demasiado
tiempo volviendo a ver Game of Thrones.

Cuando no está mirando en exceso, generalmente


está disfrutando de la lluvia de Oregón con una taza de
café y un libro.
STAFF
Página | 69

MODERADORA
Nix

TRADUCTORAS
Mariela
beckysHR
Candy20
NataliCQ
Watson
Cili
Jessmddx
Annette-Marie
Nix
ElenaTroy
LittleCatNorth

CORRECTORAS
Nix
NataliCQ

REVISIÓN
Nix

DISEÑO
Idk.Zab
Página | 70

También podría gustarte