Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Cards of Love
Cards of Love
Página | 2
Página | 3
Esta traducción fue realizada sin fines de lucro por lo cual no tiene
costo.
Sinopsis
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Sobre la autora
SINOPSIS
Página | 5
La doctora Leah Grayson está fantaseando con una paciente que nunca ha
visto.
Leah ha asesorado a adictos de alto perfil durante casi una década, por lo
que está acostumbrada a la necesidad de discreción. Pero su último cliente, que
lleva el nombre de Sr. C, exige un anonimato total. Ella nunca ha visto su rostro,
pero su voz profunda y rica ocupa sus sueños y fantasías más traviesos.
1Este medicamento es un tipo de anfetamina que actúa estimulando las actividades mentales, por lo que
se ha vuelto popular entre los adultos que desean estudiar o permanecer despiertos por más tiempo.
Pero la HIPAA, Ley de Portabilidad y Responsabilidad del Seguro de Salud
de 1996, está destinada a proteger la privacidad, al igual que los registros
Página | 8
médicos, la privacidad siendo el principio primordial. En mi opinión, creo que
mucha de la información personal del cliente se mantiene para tener ventaja
sobre el paciente. Mi voluntad de aconsejar sin recopilar información de
identificación, aunque no es convencional, nació del deseo de tratar a todos, en
lugar de solo identificar a los pacientes que se sentían cómodos.
Mis colegas asumieron que, si un paciente o uno de sus seres queridos nos
demandaran por mala práctica al establecer una conexión entre el paciente y las
personas anónimas a quien aconsejara sería una pesadilla real. Tuve que
involucrar a mi abogado personal para asegurar a mis colegas que asumiría toda
la responsabilidad legal por cualquier consecuencia de mi política de pacientes
anónimos. Y después de unos meses de negociaciones dramáticas, ahora soy la
única psiquiatra en el centro de Seattle que aconseja pacientes sin conocer su
identidad.
Nadie debería tener miedo de pedir ayuda. Eso es lo que dice en mi sitio web
y en mi tarjeta de presentación, y también podría estar tatuado en mi frente. Ese
es mi lema.
—Buenos días, Leah —dice el Señor C con una voz tan rica como el expreso
italiano y tan genial como diciembre.
—Buenos días —respondo—. Llamaste un poco tarde hoy, así que esta
conversación puede ser interrumpida. Puedo tratar de ser lo más complaciente
posible, pero no puedo prometer que podré retrasar mis citas.
—Por supuesto, pero como sabes, cualquier cosa relacionada a mis pacientes,
mi práctica, o mi vida personal podrían estar fuera de límite.
—Bueno, eso hace bastantes cosas interesantes fuera de límites. ¿No estarías
de acuerdo, Leah?
—Oh, no sé. Creo que hay un montón de temas interesantes fuera de aquellas
que están fuera de límites. Por ejemplo, ¿tienes algún plan para este fin de
semana?
Quiero golpearme en la frente. ¿Por qué le estoy preguntando por sus planes
para el fin de semana? Ahora, quiero golpearme doble. Soy su terapeuta,
supuestamente debo preocuparme por sus planes para el fin de semana.
Especialmente, cuando es un adicto al sexo y este fin de semana es halloween. Es
la oportunidad perfecta para encontrar a una mujer que esté dispuesta a tener
una sucia aventura de una noche.
Ríe y espero que no sea porque mi batalla interna sea demasiado obvia.
—En realidad tengo planeado asistir a una fiesta de disfraces. ¿Cuáles son
Página | 10
tus planes?
—No.
Tengo que cambiar de tema, no sea que nos quedemos atrapados en este
partido de tenis verbal.
Una vez más, mi pregunta es recibida con un largo y pesado silencio. Pero lo
espero, como es nuestra rutina.
—¿Te gustaría hablar sobre algo más relacionado con tu familia o tus seres
queridos?
—No tengo hijos. —Hace otra larga pausa antes de continuar—. Puedo estar
fuera tan tarde como quiera. Hacer viajes espontáneos siempre que quiera.
Ninguna mujer me ha dicho nunca que no.
—¿Sientes que tu vida carece de desafío? ¿A menudo sientes que las cosas
son demasiado fáciles para ti?
Otra larga pausa es seguida por una profunda carcajada.
Página | 11
—Ayer, mi abogado me pidió que me reuniera con él en su oficina para un
breve resumen de algunos de los puntos más importantes del contrato de
arrendamiento del restaurante en Mercer Island. Cuando llegué, mi abogado
estaba en una llamada telefónica. Pero no soy el tipo de hombre que la gente hace
esperar. Inmediatamente le rogó a la persona al otro lado de la línea que lo
llamara luego y, después de colgar el teléfono, le pregunté a quién le estaba
hablando. Él sonrió tímidamente y dijo “ese era el gobernador”.
Mi boca se llena de saliva cuando anticipo las palabras que saldrán de la boca
del Señor C. Probablemente no debería haberle pedido que fuera más específico.
Corro el riesgo de parecer que estoy fomentando el comportamiento que está a
punto de describirme. Y mentiría si dijera que no disfruto esta parte de nuestras
sesiones. Por mucho que odie admitirlo, incluso para mí misma, a menudo tengo
que tocarme después de una sesión con el Señor C, para aliviar la tensión sexual
Página | 12
acumulada.
—No había tenido sexo con nadie en todo el día de ayer —comienza, y el
sonido de él ajustando su posición me hace que me pregunte si es posible que
esté listo para tocarse—. Pensé que podría sobrevivir el día recitando
mentalmente algunos de tus consejos. Pero pensar en tus palabras de alguna
manera tuvo el efecto opuesto, y me encontré sentado en mi auto tratando de
determinar si la terapia realmente me ayudaba a progresar o si debía follar a mi
chef pastelera, quien estaba caminando junto a mi auto en ese preciso momento.
No siento que haya progreso si pierdo algo que me hace sentir completo. En el
caso de superar mi adicción, la victoria es como perder.
—Me conoces bien, Leah. Y la chef pastelera está casada... con mi chef
ejecutivo.
—Tal vez... tal vez tuve una punzada de culpa que me decía que me
detuviera cuando me miró a los ojos y sentí la culpa que emanaba de ella. Tal vez
pensé que debería detenerme cuando deslicé la lengua en su boca y probé el licor
de naranja, un ingrediente que reconocí de una receta que su esposo creó. Tal vez
cuando deslizó su mano dentro de mis pantalones y acarició mi polla palpitante.
O cuando se arrodilló, tirando con avidez de mi bóxer para que pudiera
saborearme. Tal vez cuando arranqué la banda de su cabello y la deseché,
agarrando un puñado de su cabello oscuro mientras empujaba mi camino hacia
su interior, buscando la parte de atrás de su garganta con la punta de mi polla
como un pescador buscando almejas. O tal vez cuando me corrí en su garganta y
un largo hilo de semen salió de sus hinchados y rojos labios mientras sacaba mi
polla de su boca. Tal vez cuando bajé sus bragas y la coloqué de nuevo en el baúl,
y miré ese clítoris rosado y reluciente, tal vez pensé: no sería muy amable de mi
parte detenerme ahora. O tal vez cuando deslicé mi lengua dentro de su coño e
inhalé su almizcle, pensé: no debería darle algo que nunca tendrá con su esposo.
O es posible que, cuando chupé su clítoris y su cuerpo tembló, haya pensado: tal
vez no debería hacerla gritar demasiado fuerte.
Trato de ignorar el dolor punzante entre mis piernas, pero mi boca seca no
puede ser ignorada. Alcanzando el vaso de agua en la mesa a mi lado, tomo un
sorbo antes de responder.
—Señor C, estoy segura de que sabe que solo hemos estado discutiendo su
adicción y nuestros objetivos para su recuperación durante siete semanas, por lo
que debo reiterar que los síntomas de una adicción a menudo parecen empeorar
antes de que mejoren. Esto sucede porque el adicto se da cuenta de los síntomas,
Página | 14
cuando antes no era consciente de ellos.
—Me temo que no estoy listo para eso, Dra. Grayson. Pero lo consideraré. Lo
pensaré un poco.
—Eso es realmente todo lo que puedo pedir. Y me temo que nos quedamos
sin tiempo, pero espero que lo considere seriamente. Le deseo un fin de semana
muy seguro. Adiós, Señor C.
—No olvides ocultar ese tazón de llaves. —Le recuerdo a mi amigo Bernard
mientras toma otro conjunto de llaves de la pareja que acaba de llegar a mi
condominio en el centro de Seattle—. Como terapeutas de adicciones, sería muy
lamentable si alguien fuera se matara a sí mismo o a alguien más en un accidente
de borracho al volante.
Niego y sonrío.
—Lo sé.
Dejo a Bernard para hacer sus tareas de recoger las llaves de autos, y me uno
a nuestra otra mejor amiga y terapeuta, Linda Cromwell, mientras seduce con
palabras a mis viejos amigos de la escuela, Max y Maya Carter. Linda está
disfrazada con un blazer negro y una blusa blanca de botones con el cuello
abierto y una de esas pajaritas monstruosamente grandes que se usaba en la
década del mil ochocientos. El bigote que se dibujó sobre su labio está casi
borrado. Bernard y Linda perdieron una apuesta conmigo, así que él tenía que
disfrazarse como una bailarina, como yo, y Linda tenía que disfrazarse como
Edward Dégas, el artista famoso por pintar bailarinas.
Max y Maya se miran, intercambiando una mirada que solo dos personas
que se conocen tan bien como ellos entienden.
—Somos besos franceses —dice Max con una sonrisa enorme, entonces se
inclina en busca de un beso apasionado con Maya.
Jadeo cuando finalmente entiendo sus boinas negras, camisas blancas con
rayas negras, y la pintura de cara luciendo a eso usado por Gene Simmons y Paul
Stanley de la banda Kiss.
—¡Oh, Dios mío! No puedo creer que no lo haya entendido. Es tan obvio.
Ustedes son brillantes, como siempre. De verdad los envidio.
Dejo a Linda hablar con Max y Maya mientras me dirijo para ir a hablar con
mi exnovio y su nueva esposa embarazada.
—Solo estoy feliz de estar fuera de casa estos días —responde mientras su
esposa, Vivian, y yo unimos mejillas—. Es como romperse un diente el conseguir
que Viv salga de la casa estos días.
—Es una hermosa noche, ¿no crees? —dice el hombre que se inclina contra
la barandilla de acero junto a mí, tan cerca que su coso roza el mío.
—Lo es.
2 El estrecho de Puget es un profundo entrante del océano Pacífico localizado en la costa noroccidental de
los Estados Unidos.
Prometida. Detrás de la máscara negra, sus ojos azules se mueven de mi muñeca
Página | 18
a mi rostro y luego hacia el tipo calvo, y una inconfundible ola de ira sale de él.
—Fáltale de respeto una vez más y me aseguraré de que quedes soltero por
el resto de tu vida. ¿Entiendes?
El perdedor, que es casi quince centímetros más bajo que Wesley, asiente
rápidamente y casi lloriquea mientras pasa por las puertas francesas, donde entra
rápidamente.
—Muchas gracias. No creo que hubiera tratado de lastimarme, pero eso fue
sumamente incómodo. Gracias por interrumpir. —Estiro mi mano hacia él—. Soy
Leah. Este es mi apartamento. ¿Con quién estás aquí?
—¿Max?
Repito el nombre como si eso me ayudara a hacer una asociación entre este
extraño y mi amigo de hace mucho tiempo, pero no ayuda el decir el nombre en
voz alta. No reconozco a este hombre, pero algo sobre su voz me suena familiar
y también desconocido. Suena casi como si tuviera un acento, una vibración
apenas perceptible, pero no ubico el lugar. Casi suena a Australia o Sudáfrica,
pero es tan sutil, que creo que puedo estar escuchando cosas.
Se ríe.
—En realidad, viví en Nueva Zelanda durante seis años, por lo que a veces
me encuentro volviendo a las pronunciaciones de Kiwi. Tuve que hacer eso a
menudo mientras vivía allí, así los agricultores con los que trabajaba podían
entenderme mejor.
Esta vez no me importa cuando el codo del hombre roza el mío mientras nos
inclinamos contra la barandilla de acero. El aroma de este hombre es
absolutamente embriagador, una mezcla masculina de intenso pino y picantes
feromonas. Tengo que evitar girar mi rostro hacia él para inhalarlo.
—Igual —responde, girándose hacia mí del mismo modo que hizo el hombre
calvo, pero esta vez doy la bienvenida a la atención.
El hombre tiene presencia. Solo estando de pie aquí junto a mí, con sus ojos
en los míos, siento como si estuviera siendo magnetizada hacia él, como un
planeta atrapado en su órbita.
—Luces hermosa en ese disfraz de bailarina. Eso es lo que es ¿verdad? —
Página | 20
pregunta.
—Como que hice trampa con el disfraz. Convertí un viejo vestido en un traje
de bailarina elegante con un poco de toile y cintas. Creo que salió bien.
Su mirada me recorre.
—Creo que salió mucho mejor que bien —comenta, mirando mis brazos
mientras los frotaba un poco para calentar mi piel—. ¿Quieres entrar y buscar un
suéter o abrigo?
Al menos, creo que no conozco a este hombre. Oh, Dios, por favor dime que no
conozco a este hombre.
Contra todo lo que mi cerebro me dice que haga, doy un paso hacia él así mi
pecho está a solo unos centímetros del suyo. Estoy lo suficientemente cerca como
para sentir las olas de calor que salen de él cada vez que exhala. Cierro los ojos y
respiro lenta y profundamente mientras espero a que la parte prudente de mi
cerebro se active.
Pero antes de que eso suceda, sus manos aterrizan en la parte superior de
mis brazos, cálidas, suaves y tan tranquilizadoras cuando frota mi piel para
darme de su calor.
—Te mantendré cálida —murmura y sus labios rozan mi frente—. Ven aquí,
Leah.
3 La toile de Jouy es un tejido de algodón tipo indiana, pintado o estampado solamente de anverso.
escuchar un acento tan sutil por encima de la calidad cuestionable de una llamada
Página | 21
por Skype. Pero tengo fe en que reconocería a un paciente mío en el mundo real.
—Una belleza tan paralizante como esta debe ser celebrada en cada
oportunidad —murmura mientras sus labios rozan un lado de mi rostro
haciendo un camino hacia mi boca.
—Eso es, Leah. Sabía que estarías empapada para mí —gruñe—. Eso es,
dulce niña. Dame toda esa corrida. Dame lo que he estado deseando. —Frota su
pulgar contra mi clítoris mientras continúa follándome con sus dedos—. Córrete
para mí, hermosa. Déjame escuchar ese hermoso gemido.
—Dios, maldita sea. Es tan hermoso como pensé que sería. Mejor que
champaña vintage. Eres una obra maestra. —Me besa profundamente y, al
saborearme en su lengua, instantáneamente me excita de nuevo, pero se aleja
rápidamente—. Pronto te liberaré. Pero no esta noche, pajarita. Pronto.
Y entonces se va.
***
Dra. Grayson.
Intento alcanzar su máscara de nuevo, pero parece que no puedo estirar mi
Página | 23
mano lo suficiente para tocar su rostro.
Está justo ahí. Su rostro está justo ahí. ¿Por qué no puedo alcanzarlo?
Dra. Grayson.
Sonríe y se siente siniestro, pero solo me llena de más lujuria. Quiero que me
folle más fuerte. Más profundo. Más rápido.
—¡Oh, Dios mío! —Me levanto de un salto del sofá, utilizando mi mano para
alisar las arrugas en mi falda de lápiz—. ¿Cómo...? —Estoy a punto de
preguntarle al hombre cómo obtuvo mi información de contacto de Skype,
cuando de repente reconozco el sofá azul oscuro en el que está sentado—. ¿Señor
C? —digo, mi mirada se desvía hacia la jaula de pájaros de bronce en la esquina.
—Luces nerviosa hoy, Leah. Tus mejillas están rosas. ¿Tuviste tu propio
encuentro sexual del que te gustaría hablar?
Recupero el aliento cuando tomo el bloc y el bolígrafo que dejé caer al suelo
y me siento derecha.
Trago duro.
Sacude la cabeza.
—Samuel.
—¿Disculpe?
—Lo siento, señor Paxson, pero me tengo que ir. Lo... lo siento. No puedo
hacer esto —insisto, apresurándome a cerrar el portátil antes de que él pueda
responder.
Después de otra noche casi sin dormir, llego a mi oficina cuatro horas antes.
Considero meterme en la oficina de Bernard para arrancar una hoja de su
cuaderno de recetas y recetarme Zolpidem5, pero decido no caer en viejos
patrones. Después de todo, ese tipo de comportamiento es la razón por la que
estoy sentada en esta oficina a las cinco de la mañana en primer lugar.
A las 8:30 a.m., Linda y Bernard llegan a la oficina. Linda me trae el habitual
bollo de granola de la panadería cerca de su apartamento en Capitol Hill.
5El Zolpidem se usa para tratar el insomnio (dificultad para quedarse dormido o para permanecer
dormido).
—¿A qué hora llegaste hoy? —pregunta, tomando asiento en mi sofá gris y
Página | 27
rompiendo un trozo de su bollo antes de metérselo en la boca.
Linda se ve preocupada.
—¿Necesitas que te recete algo? Supongo que has probado todas las cosas
estándar que sugerimos: meditación, yoga, ejercicio, sin dispositivos electrónicos
dos horas antes de irte a dormir, etc. etc.
—Sé que sabes esto, pero a veces es bueno que te lo recuerden. Está bien
pedir ayuda, Leah. Y está bien tomar algo que te haga sentir mejor. No debes
tener miedo de volverte adicta al Zolpidem o al Lunesta o lo que sea que decidas
tomar. Me tienes ahora, nena. Y no dejaré que eso suceda. ¿De acuerdo?
—Bueno. Voy a tomar esa receta. Pero solo la tomaré si siento que realmente
no tengo otra opción. No creo que haya llegado allí todavía.
—Haz lo que tengas que hacer para sobrevivir. Voy a buscar esa receta.
***
A la una de la tarde, la hora en que normalmente hablaba con Samuel, miro
el bloque de citas en la pantalla de mi computadora. Después de nuestra última
Página | 28
y desafortunada cita hace unos días, le envié un correo electrónico con una lista
de los terapeutas que le recomendaba, luego eliminé su nombre de todas mis citas
futuras. Eso fue hace solo tres días, por lo que el intervalo de tiempo no se ha
llenado con un nuevo paciente.
Decido usar mi hora extra para hacer algunas diligencias diarias seguidas de
un poco de meditación. Me quito los zapatos y me tumbo en mi sofá, levantando
mis piernas para poderlas cruzar. Enderezando la espalda, cierro los ojos y
mentalmente me hablo a mí misma.
Repito estas cuatro afirmaciones muy lentamente para mí misma hasta que
empiezo a sentirme relajada y esperanzada. Justo cuando comenzaba a aclarar
mi mente y me concentraba en mi respiración para un poco de meditación,
alguien llamó a la puerta.
—Lo siento, Dra. Grayson, pero usted tiene un caballero aquí que dice que
tiene una cita, pero no puedo encontrarla en el sistema. Ahí dice que se está
tomando una hora extra para el almuerzo. Su nombre es Samuel. Se negó a dar
su apellido, pero fue muy educado. Muy amable.
—Buenas tardes, Dra. Grayson —dice con esa voz que es suave como la seda,
excepto por el leve ronroneo cuando dice mi nombre.
—No hiciste nada malo, Leah. No hicimos nada malo. No sé por qué me estás
alejando —dice dando un paso hacia mí—. Especialmente, cuando está claro que
prefieres que te acorrale.
—No sé lo que quieres decir con eso, pero tienes que irte. Sé que no hay
registro de tu identidad en mis notas, pero eso no hace que lo que sucedió entre
nosotros esté bien. Esto no está bien. Tienes que irte antes de poner mi trabajo en
riesgo. Podrían revocar mí licencia por lo que pasó este fin de semana. Eso no
puede volver a suceder.
Da otro paso hacia mí, así que mi espalda está ahora contra la pared y su
rostro está a centímetros del mío mientras se eleva sobre mí.
—¿Estás bromeando? Estás al rojo vivo ahora mismo, y no has estado en una
relación en años. ¿De verdad vas a decirme que eso no fue nada? Suelta la sopa,
Grayson.
—Entiendo, pero no puedo guardar esto como secreto. Este secretismo… ahí
es donde empieza. Cualquier adicción, empieza en un secreto. Lo sabes tan bien
como yo.
Asiente solemnemente.
—Está bien, pero solo por el bien de la prudencia, quiero afirmar que estoy
muy feliz de hablar contigo hoy… para nuestra primera sesión de terapia.
Me encojo de hombros.
—Pero, creí que hacías llamadas de Skype con tus pacientes anónimos. ¿No
lo habrías reconocido en la fiesta?
—Está bien, veo la lógica detrás de esta decisión. Pero, ¿sentiste que tenías
un deber de informar a tus compañeros terapeutas en tu consulta sobre este
acercamiento diferente?
—Está bien. Tendré que pensar al respecto. Solo tengo una pregunta. ¿Cuál
es la adicción de este hombre?
—Sexo.
***
Llego a casa unos minutos después de las seis de la tarde sintiéndome más
exhausta de lo que nunca me he sentido en mi vida. Cuelgo mi abrigo y bolso en
el armario cerca de la puerta principal, entonces me dirijo directamente a la
cocina para servirme un vaso de Riesling. Trago el primer vaso y me sirvo otro
antes de devolver la botella al refrigerador. Dirigiéndome directamente al baño,
coloco mi copa Riesling sobre la encimera del baño y abro la llave de la tina
mientras empiezo a desvestirme.
Al vislumbrar mi cuerpo desnudo en el espejo, tengo una fuerte urgencia de
tocarme mientras recuerdo la sensación de las manos de Samuel sobre mí. No
Página | 34
hay nada malo con un poco de fantasía, razono mientras me dirijo al dormitorio
para recoger mi vibrador a prueba de agua.
Sonriendo mientras lo apago, salgo del armario. Pero estoy casi en la puerta
del dormitorio cuando me detiene la repentina y conocida notificación de una
llamada de Skype entrando en mi portátil. Me giro y corro hacia el escritorio,
intentando llegar allí antes que la aplicación de auto respuesta se active. No estoy
a más de un metro de distancia cuando la llamada se responde y la cara atractiva
de Samuel se materializa ante mí.
Me congelo con una mano encima del respaldo de mi silla y la otra apretada
fuertemente alrededor de mi vibrador rosa. Con claridad visceral, estoy
repentinamente consciente de que estoy parada frente a mi cámara web
completamente desnuda mientras el objeto de mi deseo me mira con un hambre
obscena en los ojos.
Abre la boca para hablar, pero tarda un momento para encontrar las
palabras.
—Admitiré que esto no es lo que esperaba. Pero aun así estoy muy
complacido. Estaría aún más complacido si dieras un paso a un lado para que
pudiera ver ese hermoso coño que probé la otra noche. Sal de las sombras para
mí, pajarita. Revela tu verdadero ser.
—Llévame allí contigo. Te hablaré mientras tomas un baño, para que puedas
relajarte —dice, sus palabras acunando mi descuidado corazón y elevando mi
frágil ego.
Oh, mierda. Ya estoy asumiendo que habrá más de una llamada de estas.
—Eso es. Ponte cómoda. Pero tan pronto el agua empiece a sentirse fría,
quiero que salgas de la tina y me lleves contigo a tu cama. No dejaré que te
resfríes, ¿de acuerdo? —Sonríe cuando asiento en acuerdo—. Buena chica. Lo
primero que quiero que hagas es que aprietes tus pechos.
»No puedo estar allí para tocarte ahora mismo. Sé que necesitas que
permanezca alejado. Y respetaré tus deseos. Pero esta noche, voy a decirte todo
lo que te haría si estuviera allí ahora mismo. Y créeme, pajarita, si estuviera allí
contigo ahora mismo no serías capaz de caminar mañana. ¿Quieres saber qué te
haría?
Asiento entusiasta.
—Sí, por favor. Dime todo —digo mientras el dolor punzante entre mis
piernas se intensifica.
—Puedes soltar tus pechos, dulzura. Ahora, desliza una mano por encima de
tu coño, pero no metas los dedos y no toques ese perfecto clítoris. Solo cúbrelo
como si estuvieras intentando ocultar tu preciosa perla. —Sus fosas nasales se
abren un poco mientras observa mi mano desaparecer entre mis piernas—. Voy
a contarte una pequeña historia. Es la historia de lo que haríamos si no fueras mi
terapeuta. Escucha cuidadosamente, ya que estoy seguro de que este escenario
se volverá realidad más pronto de lo que piensas. Y quiero que estés preparada.
Cierro los ojos mientras levanto una pierna para apoyarla en el borde de la
bañera antes de deslizar un dedo dentro de mi palpitante coño. Un suave gemido
escapa de mis labios cuando deslizo el dedo hacia arriba y hacia abajo sobre la
entrada estriada.
—No quiero poner en peligro tu trabajo, Leah. Lo que hice hoy, apareciendo
en tu oficina, estuvo mal. Por mucho que quisiera matar por estar contigo en este
momento, no podría perdonarme si esto te afectara negativamente.
Abrazo mis rodillas contra mi pecho y miro fijamente el agua mientras gira
alrededor del desagüe.
—En realidad, es posible que desees agarrar ese vibrador ahora. Adelante,
esperaré.
»Muy bien, cariño. Entonces, ¿dónde estábamos? Oh, sí, estaba hablando de
la primera vez que nos veamos en público... me siento frente a ti y hablamos por
mucho tiempo, sobre el trabajo y cuántos hijos queremos y lugares a los que
siempre hemos querido viajar. Te digo que soy un inversor hotelero y estudié
filosofía en la universidad, lo cual encuentras divertido.
Río.
Ríe.
—Continua.
—Está bien, vas a abrir las piernas y mover el portátil entre tus pies para que
la cámara apunte directamente a tu coño. Luego, encenderás el vibrador y lo
deslizarás dentro de ti, pero no dejes que esas orejitas de conejito toquen tu
clítoris. ¿Está bien, cariño?
Muevo el portátil entre mis piernas, luego cierro los ojos y muerdo mi labio
mientras abro mis piernas y deslizo el vibrador zumbando alrededor de un
centímetro dentro de mí, por lo que las orejas de conejo todavía están fuera del
alcance de mi nudo hinchado.
—Bueno.
—Como te decía, digo que quiero tres hijos y el único lugar que no he
visitado, que quiero visitar contigo, es el Valle Sagrado de los Andes peruanos.
Un día, te llevaré allí. Pero por ahora, te saco de la cafetería y vamos a tu
apartamento. Tan pronto como entramos por la puerta, dejas caer tu bolso en el
suelo mientras te agarro por detrás. Deslizo mi mano por la parte delantera de tu
Página | 40
falda y pongo mi mano en tu coño, masajeándote a través de la húmeda
entrepierna de tus bragas. ¿Por qué estás tan jodidamente mojada?
—Estoy mojada porque todo lo que dices me excita. No solo lo que dices,
sino la forma en que lo dices. Me vuelve loca.
Sus ojos se encuentran con los míos cuando miro hacia el portátil entre mis
piernas, y una sonrisa diabólica se forma en su hermosa boca.
Cierro los ojos mientras deslizo el vibrador dentro de mí otra vez, dejando
escapar un fuerte jadeo cuando las orejas de conejo tocan mi dolorido clítoris.
—Está bien, cariño. Puedes venirte ahora. Vas a correrte más de una vez esta
noche. Pero tienes que mirarme a los ojos mientras lo haces.
Levanto un poco la cabeza y abro los ojos para mirar el portátil entre mis
piernas, mis ojos se fijan en los suyos cuando el orgasmo comienza a recorrerme.
Comienza como un nueve en la escala de Richter, seguido de una serie de
maravillosos cincos y cuatros. Me observa con atención, y solo puedo imaginar
cuánto debe querer tocarse. Si es casi tanto como quiero tocarlo, debe tener el
mayor control sobre sí mismo que cualquier hombre que haya conocido. Y solo
ese pensamiento envía otro orgasmo a través de mí mientras mi pecho se llena
de cálido orgullo.
—Está bien, estoy lista —digo mientras coloco la manta y las sábanas sobre
mí y ajusto el portátil en la mesita de noche para que todavía me señale—. La
canción es hermosa.
—Casi tan hermosa como tú, pajarita —murmura—. Está bien, cierra los ojos.
Te voy a contar la historia.
»El olor de Chanel No. 5 siempre me recuerda a mi madre. La última vez que
la olí fue cuando me acerqué a su ataúd, cuando tenía ocho años. Después del
funeral, el chófer nos llevó bajo la cubierta del portón e inmediatamente corrí
dentro, subí las escaleras y entré en el dormitorio principal. Corrí al baño y fui
directamente al tocador, donde mi madre se ponía el maquillaje y las joyas todas
las mañanas. El Chanel No. 5 había desaparecido.
Abro los ojos para mirarlo, y es tan hermoso cuando está tan vulnerable.
—Creo que ya deberías saber que seré lo que necesites que sea.
Cierra los ojos como si estuviera dejando que mis palabras se derramaran
sobre él.
—Sí, ahí es cuando comenzó la adicción. —Abre los ojos de nuevo—. Pero
me has cambiado, Leah. He estado con otros terapeutas durante el año pasado.
Nueve para ser exactos. Nadie ha llegado a mí. Nadie más que tú.
—Sigue hablando. Creo que finalmente voy a dormir esta noche. Pero quiero
quedarme dormida con tu voz.
Son las siete y media de la mañana, nueve minutos antes de lo que necesito
para estar aquí en mi oficina. Anoche fue mi primera noche sin dormir en una
semana, desde que Samuel comenzó a contarme historias al lado de mi cama con
esa calmante voz.
Sinceramente tuya,
Una de las identidades alternativas de Owen, o alter, como se les conoce más
comúnmente, es un alcohólico. Owen recibió la orden de completar la terapia
obligatoria de la corte luego de ser arrestado por segunda vez conduciendo bajo
los efectos del alcohol este año. Observo atentamente cómo Owen de veintiséis
años, habla sobre su alcohólico alter, Ralph, de cuarenta y un años. Su lenguaje
corporal y su tono dejan en claro que Ralph es una presencia no deseada en su
vida. En el video, le pregunto a Owen si a Ralph le gustaría hablar conmigo hoy.
—Ralph no se siente bien. Tomó un poco demasiado anoche. Creo que está
tratando de dormir.
—Bueno, ¿Jesse quiere salir y hablar conmigo hoy? Tengo algunas preguntas
para él si está dispuesto a conversar.
Jesse es el alter de seis años de Owen, y la única identidad que discutirá del
abuso sexual que Owen soportó a manos de su padre. Owen está a punto de
Página | 45
responder a mi pregunta cuando llega una notificación de Skype, pausando
automáticamente mi video y haciendo que mi corazón se acelere.
Es Samuel.
Sonríe.
Sonríe mientras se sienta en el extremo del sofá de lana gris más cercano a
mi escritorio. Agarro mi celular, mis dedos tiemblan mientras abro mi grabadora
de voz y presiono el botón rojo de grabación. Coloco el teléfono en la mesa de
café frente al sofá antes de sentarme al lado opuesto del sofá.
—Está bien, ¿de qué quieres hablar? Creo que dijiste que querías más
información sobre los terapeutas que te recomendé. ¿Hay algún terapeuta en
particular en la lista del que te gustaría saber más? Estoy bastante familiarizada
con todos, aunque a algunos los conozco principalmente a través de conferencias
y asociaciones.
—Leah, sabes tan bien como yo que no estoy aquí para discutir lo calificados
que son los terapeutas que nunca veré.
—Sé que parece que nadie más será capaz de llegar a ti —comienzo—. Sé
cómo se siente, confía en mí. He estado ahí. Pero tienes que creerme cuando digo
que esto es lo mejor para ti. Hay una razón por la cual una relación médico-
Página | 47
paciente debe permanecer limitada a lo que se necesita para ayudar al paciente.
—Estás asumiendo que sabes lo que es bueno para mí. Me estás diciendo lo
que crees que necesito, en lugar de preguntarme qué necesito. Lo que necesito es
a ti… como necesito el aire que respiro. —Me observa por un rato, posiblemente
esperando a que responda, antes de levantar su mano y hacerme señas con su
dedo para que me acerque a él—. Y tú sabes tan bien como yo que tú me necesitas.
De repente, puedo sentir el calor de su cuerpo junto al mío. Abro los ojos y
coloco mi mano en la pared para estabilizarme. Luce incluso mejor de cerca.
Cierra la puerta de la oficina, luego pone el seguro mientras se posiciona detrás
de mí, su mandíbula toca la parte posterior de mi cabeza mientras estoy frente a
la pared.
Asiente en aprobación.
Usa sus dedos para extender mis labios, revelando mi palpitante clítoris.
Cierro los ojos y apoyo la cabeza contra la pared de atrás en el momento que su
boca aterriza sobre mi carne adolorida. No pierde tiempo en llevarme al orgasmo
y bebe mi excitación como si fuera agua sagrada en un amplio desierto.
—¡Oh, Dios mío! —grito cuando chupa mi clítoris, sorbiéndolo en sus labios
y sosteniéndolo allí mientras lo sacude con la punta de la lengua—. Oh, Samuel.
Voy a correrme. —Puedo sentir mechones de su cabello comenzar a desgarrarse
de su cuero cabelludo cuando me muevo y aprieto mi agarre—. Oh, Dios. Oh,
por favor... por favor... por favor, fóllame.
Y, felizmente, obedezco.
—Si esta es la última vez que te veo en la vida —dice, tomando mi rostro en
sus manos—, quiero que sepas que significas más para mí que cualquier otra
mujer. —Pone un suave beso sobre mi frente y otro en mi mejilla—. Y quiero que
sepas que no hiciste nada malo. Y eres perfecta exactamente cómo eres.
Me besa de la forma en que siempre quise ser besada: lento, tierno, firme y
como si fuera nuestro último beso. Tira juguetonamente de mi labio inferior y
sonrío mientras planta un suave beso en la esquina de mi boca.
Un terrible dolor retuerce mi interior con la idea de que esta podría ser la
última vez que lo vea, la última vez que lo oiga decir mi nombre en la voz que
llegué a amar. Pero, ¿amo a este hombre? ¿O soy adicta a la forma en que me hace
sentir?
—Haré cualquier cosa que necesites que haga —dice—. Escribiré una carta,
firmaré una declaración jurada, lo que necesites que haga para probar que nada
sucedió entre nosotros. Solo dímelo y lo haré.
—No, ya no voy a mentir. Pero necesito que te vayas. Tengo que entrar. Lo
siento, Samuel. Yo... yo...
Sonríe.
Jennifer asiente.
Sacude la cabeza.
Trago duro mientras busco en mi mente una mejor mentira, pero no puedo
pensar en otra cosa que lo mucho que amé ser follada por Samuel.
—Haz lo que sientas que debas hacer, Bernard. Confío en tu juicio y entiendo
si tienes que reportarme. Si fueras tú, probablemente también lo haría. Lamento
haber violado tu confianza. Espero que puedas perdonarme... algún día.
CAPÍTULO 5
Página | 53
Salgo de la oficina de Linda con la cola entre las patas, mi ego envuelto en
una espinosa manta de vergüenza. Mi mente cambia continuamente de un lado
a otro entre la imagen de mi mano firmando la advertencia disciplinaria que
Linda escribió esta mañana y la imagen del hermoso rostro de Samuel cuando
me dijo que se estaba enamorando de mí. Es una locura pensar que estoy de
acuerdo con la decisión de Linda y Bernard de presentar una queja en mi contra
ante la comisión médica, mientras que también creo que existe una gran
posibilidad de que Samuel esté diciendo la verdad. ¿Cómo puedo conciliar este
deseo intenso y justificable con mi conocimiento de que debo pagar por mis
indiscreciones?
—Si alguien llama a la oficina para preguntar por mí, diles que tengo una
licencia de ausencia indefinida y no se sabe cuándo volveré. Por favor remite a
todos mis pacientes a Bernard. Si es en exceso debe ir a Linda. Cualquier persona
que no quiera cambiar de terapeuta, por favor envíale mi lista de terapeutas
recomendados. Envía un correo electrónico a todos mis pacientes para
informarles que no estaré disponible, pero si sienten que están teniendo una
crisis, siempre pueden ponerse en contacto conmigo, pero no como terapeuta.
Una vez que la comisión haya decidido si van a seguir adelante con la
investigación o no, me pondré en contacto para informar cuándo volveré y en
Página | 54
qué capacidad.
—Y… ¿qué pasa sí… qué pasa si él llama o viene a buscarte? —pregunta ella
en voz baja.
—Si sabes que es él, puedes transferirlo a Bernard o Linda. Si no estás segura,
simplemente guarda el número de la llamada y envíame un correo electrónico.
Ella asiente mientras camina alrededor del escritorio para darme un abrazo.
—Gracias, Jennifer.
***
—Lo estoy —digo empujando la puerta para abrirla—. Estoy bien. No tenías
que venir aquí… pero me alegro de que lo hicieras. Entra.
Sacudo la cabeza.
—Pero…
—Dije que haría cualquier cosa que quieras que haga. Así que sí, me sentiría
honrado de estar contigo esta noche.
Muevo mi cabeza más rápido ahora, poniendo mi mano entre mis piernas y
usando la escurridiza humedad para rodear mi clítoris con dos dedos. Sus ojos
se encuentran con los míos de nuevo, deslizando sus dedos por mi cabello para
mantenerlo apartado de mi rostro y poder verme.
Enredo mis piernas alrededor de su cintura y lo empujo más cerca para poder
sentir su caliente polla contra mi raja húmeda.
Sus labios rozan mi mandíbula mientras baja para besar mi cuello, pero no
responde a mi súplica. Con paciencia sobrehumana, continúa besando
lentamente un camino descendente por mi hombro, sobre mi pecho, prestando
especial atención a mis pezones antes de llegar a mi ombligo.
Hay un brillo malicioso en sus ojos cuando besa mi montículo. Pero después
de eso, toda su atención está en mi placer. Se abre camino lentamente alrededor
del pliegue de mi muslo, plantando besos sensuales en cada parte de mi piel,
desde el pequeño parche de vello sobre mi abertura hasta la piel lisa en la parte
inferior y en la parte interna de mis muslos.
—Oh, Dios. Por favor, Samuel. Por favor haz que me corra.
Y con eso, él levanta mis piernas sobre sus hombros y mi trasero hace un
sonido de chilido cuando él me desliza más cerca del borde del mostrador para
devorarme. Inclinándome hacia atrás con las manos extendidas contra el frío y
blanco mármol, dejo de respirar por un momento mientras el orgasmo se arrastra
sobre mí. Cuando termina, mis piernas todavía están temblando y mi visión está
ligeramente borrosa. Luces bailan ante mis ojos mientras jadeo por oxígeno.
Dejamos la habitación solo una vez por el resto de la noche, para tomar una
ducha y reabastecer el combustible con algo de agua y un plato de comida fría. Y
cuando apoyo la cabeza en su hombro, él me cuenta una historia para antes de ir
a dormir, que estoy segura de que nunca olvidaré. Es la historia del momento en
que se dio cuenta de que se estaba enamorando de mí.
»Leah, la manera en que amas es una forma de arte. Y es por eso que, después
de mañana, no volveré aquí. No te llamaré ni te enviaré mensajes. Pero me iré
por ti a la audiencia disciplinaria. Y haré todo lo que esté en mi poder para
asegurarme de que puedas continuar practicando la medicina. Para que puedas
seguir expresando tu amor.
Esperé con paciencia las últimas dos semanas, desde que Linda y Bernard
presentaron su queja. No puedo dejar de pensar en las posibilidades. Es posible
que su licencia médica sea suspendida por simplemente no responder a una
comunicación escrita de la comisión médica. No quiero saber qué hacen con los
médicos que tienen sexo con sus pacientes.
—Lamento mucho que hayas hecho esto —comienzo, lista para continuar
con mis disculpas, pero él levanta un dedo para detenerme.
Sacude la cabeza.
—Gracias. —Es todo lo que puedo decir, temiendo que nos puedan estar
observando.
Me burlo de este intento de charla, algo en lo que ninguno de los dos hemos
estado involucrados juntos.
—En realidad, lo creas o no, no estoy de humor para las festividades este
año. Es… en realidad, es el primer año que no he puesto un árbol de navidad.
Suena raro, pero me hace sentir… un poco perdida. —Suelto un profundo
suspiro—. Pero, estoy segura de que la alegría de las fiestas comenzará pronto.
***
Han pasado dos semanas y media desde que presenté mi testimonio ante la
comisión médica, con respecto a la queja sobre mi mala conducta con Samuel
Paxton, y finalmente recibí su carta de determinación esta mañana. Todos los días
me decía a mí misma que, sin importar el resultado, no volvería a practicar
psiquiatría nunca más. Era la única manera de mantenerme cuerda cuando gran
parte de mi vida estaba en juego. Así que, cuando la determinación llegó a mi
correo hoy, no me sentí abrumada por el alivio cuando leí que la comisión había
decidido desestimar la queja.
Mientras conduzco camino a casa con lágrimas en los ojos, siento una breve
necesidad de llamar a mi amiga Kathleen, quien me consiguió el trabajo como
profesora adjunta de psicología en la Universidad de Seattle. Podría llamarla
ahora mismo y decirle que cambié de opinión, y que quiero seguir con mi
práctica. Pero nunca he sido capaz de huir de los grandes riesgos.
Cuanto mayor sea el riesgo, mayor será la recompensa. ¿Es cliché si es cierto?
Una caja Tiffany, generalmente del tamaño que se usa para brazaletes o
collares, está en el piso debajo del árbol. La levanto y quito la pequeña tarjeta de
debajo de la cinta de satén negro. Al desplegar la tarjeta, sonrío al leer las
palabras: Feliz navidad, pajarita.
Sacudo la cabeza. Él obviamente estuvo aquí hoy. No puede estar muy lejos.
Antes de que pueda detenerme, saco mi teléfono del bolsillo de mis jeans y marco
su número.
—No me lo perdería por nada del mundo —responde con ternura—. Puedo
estar ahí en media hora.
—Tan real como tú, princesa —dice, alejando el cabello de mis ojos—. ¿Estás
cansada? ¿Quieres que te lleve a la cama?
—Pedirme venir aquí esta noche fue más de lo que podía esperar.
—¿Vas a abrirla?
Asiento.
—Estoy… yo solo… quiero que sepas que me siento de la misma manera. No
me importa lo que esté dentro de la caja. No me importa si nunca me das otro
Página | 66
regalo de navidad por el resto de nuestras vidas. Tú eres más que suficiente.
Pongo los ojos en blanco y lo empujo con mi rodilla, luego levanto la tapa de
la caja Tiffany. En el interior, hay un delicado collar de gota con un dije hecho de
diamantes incrustados en un diseño abstracto de colibrí. Una pequeña etiqueta
de platino de dos centímetros cuelga del broche y tengo que sostenerla cerca para
leer las palabras grabadas en la etiqueta: Para Melissa.
Sonríe.
—Como desees.
FIN.
COLECCIÓN CARDS OF LOVE Página | 67
https://www.cardsofloveromance.com/
SOBRE LA AUTORA Página | 68
MODERADORA
Nix
TRADUCTORAS
Mariela
beckysHR
Candy20
NataliCQ
Watson
Cili
Jessmddx
Annette-Marie
Nix
ElenaTroy
LittleCatNorth
CORRECTORAS
Nix
NataliCQ
REVISIÓN
Nix
DISEÑO
Idk.Zab
Página | 70