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En octubre de 2016 se anunció que el sínodo de octubre de 2018 trataría sobre “Los jóvenes,
la fe y el discernimiento vocacional”. Luego llegarían el Documento Preparatorio (desde aquí,
DP) con sus cuestionarios (enero de 2017)1, la Reunión Presinodal (desde aquí, RP) con
jóvenes de marzo de 20182 (desde aquí, RP) y el Instrumento de Trabajo (Instrumentum
laboris, desde aquí, IL) en junio de 20183. La asamblea sinodal se celebra del 3 al 28 de
octubre de 2018. La exhortación apostólica posterior, que se publicará a lo largo del 2019,
marcará sin duda el futuro inmediato de la pastoral juvenil. En este artículo doy mi visión del
IL. Por supuesto, el lector hará muy bien en no dar demasiada importancia a esta opinión mía
y formarse la suya releyendo el texto.
1. Antecedentes
1.1 El papa Francisco y los jóvenes
Ante todo, hay que recordar que la preocupación del papa Francisco por la pastoral con
jóvenes no nace con la convocatoria del sínodo, sino que ya estaba presente en su exhortación
programática, Evangelii gaudium (noviembre de 2013, desde aquí, EG), en el apartado en que
aborda diversos “desafíos eclesiales”. En tres números densos (105-106.108) afirma que “la
pastoral juvenil ha sufrido el embate de los cambios sociales. Los jóvenes, en las estructuras
habituales, no suelen encontrar respuestas a sus inquietudes, necesidades, problemáticas y
heridas. A los adultos nos cuesta escucharlos con paciencia, comprender sus inquietudes o sus
reclamos, y aprender a hablarles en el lenguaje que ellos comprenden. Por esa misma razón,
las propuestas educativas no producen los frutos esperados” (EG 105). Reconoce que “se
creció en dos aspectos: la conciencia de que toda la comunidad los evangeliza y educa, y la
urgencia de que ellos tengan un protagonismo mayor […]. Son muchos los jóvenes que se
solidarizan ante los males del mundo y se embarcan en diversas formas de militancia y
voluntariado. Algunos participan en la vida de la Iglesia, integran grupos de servicio y
diversas iniciativas misioneras en sus propias diócesis o en otros lugares (EG 106). También
afirma que “cada vez que intentamos leer en la realidad actual los signos de los tiempos, es
conveniente escuchar a los jóvenes y a los ancianos […]. Los jóvenes nos llaman a despertar y
acrecentar la esperanza, porque llevan en sí las nuevas tendencias de la humanidad y nos
abren al futuro, de manera que no nos quedemos anclados en la nostalgia de estructuras y
costumbres que ya no son cauces de vida en el mundo actual” (EG 108).
La invitación a escuchar a los jóvenes y a darles protagonismo ha sido contante en los
mensajes del Papa en sus viajes, en especial en las JM de Río de Janeiro de 2013 (“No miren
la vida desde el balcón”; “¡Hagan lío!”) y Cracovia en 2016 (“Vivir no es estar tumbados en
el sofá”). En la revista Misión Joven, por ejemplo, hemos venido ocupándonos de estos
mensajes de Francisco con frecuencia4.