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El movimiento ecologista comienza a cobrar importancia mundialmente durante la segunda

mitad del siglo XX tras el apogeo de la era industrial y el modo de producción capitalista. El
trabajo de la activista Rachel Carson, Primavera silenciosa (1962), llamó la atención sobre
el deterioro de la Tierra a causa de la actividad humana en ella. Otros sucesos que hicieron
tomar conciencia sobre el medio ambiente fueron la protesta de Barry Commoner contra los
ensayos nucleares o el vertido en la excavación petrolífera en el canal de Santa Bárbara,
California en 1969 entre otros. El movimiento llevó a la creación de organizaciones no
gubernamentales como WWF, Greenpeace o Amigos de la Tierra, las cuales siguen
funcionando a día de hoy a nivel internacional.
El movimiento comenzó a ser relevante en la vida política con la creación del partido verde
alemán en 1979 con el eslogan de “ El futuro será verde” de la mano de Petra Kelly. En
España, fue gracias a los verdes alemanes que se tomó conciencia y empezaron las
protestas en contra de las centrales nucleares.

Imagen de la primera protesta antinuclear en Madrid en 1979.

En la actualidad, el movimiento ecologista, representado por Greta Thunberg, ha cobrado


mucha más importancia debido a los sucesos como el aumento del calentamiento global o
el aumento de emisiones de co2 que han demostrado que este modo de producción no da
más de sí y hay que cambiarlo por uno más sostenible para poder continuar con la vida en
la Tierra.
El impacto del movimiento ecologista ha provocado la creación de cumbres internacionales
por la ONU relacionadas con el medioambiente desde la primera en Estocolmo en 1972.
Estas cumbres tienen el objetivo de presionar a los gobiernos para que su modo de
producción sea lo menos nocivo posible para el planeta. Algunas de las cumbres más
famosas son la de Kyoto en 1997 o Johannesburgo 2002 donde se habló de reducir las
emisiones de co2 por país o actuar de modo de modo sostenible. De no cumplir lo ordenado
en estas cumbres, el país infractor deberá pagar una multa. Sin embargo, esta multa es
mucho menos inferior a los beneficios obtenidos por saltarse la norma. Además, en el caso
de las emisiones de co2, la normativa tendría que ser modificada pues los países más
contaminantes compran emisiones a países que no contaminan y por tanto, el modo de
producción no varía y sigue siendo igual de contaminante.

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