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El baile cantao’

Lo que trae la música Libertad era un pueblo muy alegre. No había luz,
pero en cualquier momento oías tambores y decías «hay un
bullerengue, hay una chuana, ¿en dónde está sonando?». Uno se
vestía con cualquier trajecito –sobre todo se usaban faldas sueltas– y
se iba pa la chuana. Eran grupos de señores de la tercera edad
tocando sus tambores. Los jóvenes tocábamos las palmas, vivíamos
muy felices. La música trae esa cuestión. Después, cuando se mete el
conflicto armado, la gente no puede estar en las calles. Eso afectó
mucho porque uno ya no podía estar a cierta hora, ya no se podía
hacer un bullerengue a medianoche.
En La Libertad aparecieron unos fantasmas. Nadie les veía la cara,
nadie sabía quiénes eran. Eso fue en el 2005, que matan a cinco
personas de la comunidad. Ahí comenzó a dar miedo. Venían en la
noche, sacaban a las personas, las mataban y se iban. Porque cuando
identificas a alguien dices «bueno, allá está esa persona y ya tú estás
como prevenida», pero cuando no sabes de dónde viene ni nada, es
peor. Solo llegaban las órdenes, solo llegaban en forma de panfletos.
Ya después, cuando vino el Oso, ellos dieron la cara. Eran
paramilitares.
Trabajaba como profesora y era maestra de primaria. A pesar del
miedo, me quedé y seguí luchando en La Libertad. Mi esposo, que era
de Cartagena, me decía «pero ¿tú qué haces allá? Vente para acá».
«No, no me voy a ir». «Pero vente, mira». «No me voy a ir».
Igual, me tuve que ir. Y cuando veo que las cosas se calman, que
cogen al Oso, decido regresar a La Libertad nuevamente. A mí me
gusta mucho mi pueblo. Y llegué con la idea de luchar, por eso
quisimos empezar a restaurar lo que se perdió por el conflicto. La
gente ya no creía en nadie, no creía en nada.
Formé a muchos grupos en danza. A veces ni me acuerdo de a
quiénes, pero ellos me dicen «es que usted me enseñó a bailar. Es
que yo bailo por usted». Siempre he dicho que la cultura no es
cerrada, la cultura es abierta. Por eso nos surgió la idea de integrarlos
con los viejos, para que vean que somos iguales. Nos fue muy bien

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así. Al final hicimos un fandango en el parque. Bailaban jóvenes con
señoras, y con qué seriedad.
Incluso hacíamos obras de teatro. Fue una experiencia muy bonita, la
verdad es que sí. Por eso yo le digo que imagino un futuro donde
fuéramos felices, que pudiéramos rescatar, sobre todo, la cultura del
baile cantao, las chuanas, esas que hacían que en cualquier parte
hubiera un grupo, jóvenes, adultos mayores, todo el mundo ahí
revuelto bailando. Ellos cantaban y uno les hacía el coro. Que eso
volviera sería muy lindo, a mí me gustaría mucho.
Cuando resuena la tambora
Soy nacida y criada en La Libertad. En el pueblo, cuando la violencia
se metió, nadie podía hacer nada. Todo esto truncaron, y yo me opuse,
no iba a dejar de cantar, porque esa era la costumbre de antes, del
bullerengue.
He cantado mis versos sola. Las personas no cantaban porque tenían
miedo, mucho temor. «Yo sí voy a cantar», decía. Se morían las
personas en el pueblo y no hacían velorio porque no estaba permitido.
A mí me pasaron muchas cosas, me violaron dos hijas y me mataron
un hijo, y vea cómo me tiene. Yo bailo, yo salto, yo grito. Con mi
bullerengue es que yo tengo vida, esa es la vida mía. No olvido, estoy
orgullosa de estar enseñando a los jóvenes a que sigan hacia
adelante.
Cuando la gente tenía miedo, me trataba de loca, y yo les decía «me
pueden decir lo que sea, pero yo voy a cantar porque sé que me voy a
morir y quiero dejar esto en el aire», y en eso me puse a enseñarles a
los niños.
En La Libertad a la gente le daba miedo cantar porque todo eso lo
tenían prohibido. Pa que no hicieran bulla, yo les dije «si me van a
matar, me matan, pero yo sigo cantando». Y como me trataban de
loca, hice una canción: La loca.
«Con lo mucho que he sufrido no he dejado de bailar,
lo mucho que yo he sufrido y no he dejado de bailar
y lo tanto que he llorado y no he dejado de cantar.

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Y óyelo, mamá, óyelo por dónde va,
y óyelo, mamá, óyelo por dónde ve.
Y es que el son del bullerengue es que me tiene pará,
y es que el son del bullerengue es que me tiene pará.
Y óyelo, mamá, óyelo por donde va,
y óyelo, mamá, óyelo por donde ve.
Óyelo, mamá, óyelo por donde va.
Quiero más, quiero más, el corazón partido y quiero más».

Eso ha sido lo mejor que se ha hecho para buscar la unión y la paz.


Desde que resuena la tambora usted ve que se llena esto y así vamos
cambiando el tejido social.
Los nuevos cantos
El conflicto armado no lo sentí directamente porque en ese tiempo
estaba muy pequeño, pero sí tengo las secuelas. Como una bomba
atómica, el conflicto armado llegó, destruyó. Ahora estamos
retornando a él porque, aunque se supone que ya no están los
paramilitares, no va a volver a ser lo mismo que antes.
Nos privó el conflicto armado de gozar lo que teníamos, lo que era en
un tiempo anterior.
En La Libertad las letras de rap no era que perjudicaran a los políticos,
era que decían las cosas directamente. Uno con la música puede
expresar lo que siente y eso era lo que queríamos dar a conocer.
Queríamos que la persona escuchara lo que estábamos sintiendo
frente a lo que pasaba en las comunidades con los políticos. Que pura
promesa, promesa, promesa. Van a tu casa a buscar el voto y cuando
pasan las elecciones ya no te conocen. Las letras incomodaban a los
políticos y a otras personas que de cierta forma se sentían
identificados con las canciones, no por el lado bueno, sino por cómo
estaban haciendo sus fechorías. Ellos sentían que estábamos
desenmascarándolos frente al público.
«Música, nosotros somos afromúsica, ah, ah, ah, ah,
afromúsica creando rap de conciencia,
siguiendo al Gobierno la transparencia
y entre muchos marcando la diferencia.
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Afromúsica te trae este ritmo que es el rap,
si nunca lo has escuchado, hoy tú lo vas a escuchar.
Queremos hacer conciencia y lo vamos a lograr,
vamos en contra de lo que le hace daño a la sociedad.
Y si hablamos del Gobierno, nunca iremos a parar
son la punta de la lanza, corrupción de sociedad.
Hay un padre que trabaja para conseguir el pan
y le pagan con un sueldo que le baja la moral.
Tiene un hijo al cual le quiere un futuro brindar
pero como no hay recursos se tiene que conformar».

Fuimos los primeros del territorio que sonamos los tambores después
del conflicto armado. La única comunidad que tuvo el valor de retomar
lo que hacía sin miedo, sin temor, y surgir desde las cenizas.
Considero que construimos paz en el territorio, porque les enseñamos
a los muchachos a trabajar en equipo, en unión, a compartir, a
apoyarse el uno al otro, a sacar mejores ideas y propuestas para el
bienestar de la comunidad. Hemos hecho varios trabajos comunitarios
que han sido un espacio donde se reúnen los niños, jóvenes, adultos y
adultos mayores a interactuar. Ya tú puedes ver que el señor les dice:
«Ah, mijo, pero mira, esto se baila así. Y ve, mira, esto se baila así»,
cosa que no se veía en lo del conflicto armado.
Acá había otra problemática, y es que la mayoría de los jóvenes eran
apáticos a los ritmos ancestrales por lo que estaban prohibidos. Los
cantos, los bailes, los juegos ancestrales, esas prácticas eran
desconocidas para nuestra generación. Con el rap buscamos atraer a
los jóvenes para que conozcan lo tradicional. Gracias a las mezclas
que hicimos, los jóvenes empezaron a relacionarse con lo que era de
nosotros, y de esa forma recuperaron memoria. Hemos transmitido los
conocimientos de generación a generación. Empezó nuevamente esa
cultura de compartir lo que se sabía sin miedo.

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