Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Reforma Protestante y Guerra de Los Treinta Años
Reforma Protestante y Guerra de Los Treinta Años
Martín Lutero
En 1517, el teólogo Martín Lutero escribió sus noventa y cinco tesis. La lista contenía 95
afirmaciones que Lutero sostenía mostraban la corrupción de la Iglesia católica. Este evento dio
origen a la Reforma protestante, que actuó, en el ámbito político y sobre todo en sus orígenes, como
factor cohesionador entre la multitud de principados alemanes y, en consecuencia, como factor
determinante de lo que podría llamarse la «esencia alemana».15
En 1524 estalló la guerra de los campesinos alemanes en Suabia, Franconia y Turingia contra los
príncipes y señores, alentado por la prédica de los reformistas. Pero los rebeldes, que contaban con
la asistencia de algunos nobles hábiles en el arte de la guerra tales como Götz von Berlichingen y
Florian Geyer (en Franconia), y el teólogo Thomas Müntzer (en Turingia), pronto fueron sofocadas
por los príncipes territoriales. Unos 100 000 campesinos alemanes fueron masacrados durante la
revuelta.16 Con la protesta de los príncipes luteranos en la Dieta Imperial de Espira (1529) y el
rechazo de la "Confesión de Augsburgo" luterana en Augsburgo (1530), finalmente emerge una
iglesia luterana independiente.17
A partir de 1545 comenzó la Contrarreforma. El principal impulso lo proveyó la Orden de los Jesuitas,
fundada por el español Ignacio de Loyola. En este momento las zonas del noreste y central de
Alemania eran protestantes en su gran mayoría, mientras que el sur y oeste de Alemania
permanecían predominantemente católicos. En 1555 la Paz de Augsburgo reconoció la fe luterana.
Pero el tratado también estipuló que la religión del Estado era la de su gobernante (Cuius regio, eius
religio).
El conflicto religioso y político resultante condujo al estallido de la Guerra de los Treinta Años en
1618. El conflicto inició, en efecto, como una verdadera guerra de religión, pero, especialmente tras
la entrada de Francia en 1635, se transformó en una matanza sin principios y envuelto en el caos.
Así, la Francia católica luchó contra los Habsburgo católicos de Alemania y España por razones de
pura ventaja política y territorial. En los ejércitos protestantes, mucha de la motivación religiosa se
perdió tras la muerte de Gustavo II de Suecia. Los mercenarios llegaron a dominar el conflicto
mientras las tierras alemanas y de Europa eran devastadas.18 Como consecuencia de la contienda,
la población de los Estados alemanes se redujo en un 30 %.
La guerra finalizó con la Paz de Westfalia de 1648. El Imperio quedó de facto fragmentado en
numerosos principados independientes y tuvo que ceder los territorios de Alsacia a Francia y
Pomerania a Suecia (temporalmente), además de reconocer la independencia de los Países Bajos.
Esto no solo resultó ser el fin del sueño de los Habsburgo de un Imperio reunificado bajo el
catolicismo romano, sino que también resultó en el fin de su hegemonía sobre los asuntos europeos.
Pero a pesar de todos estos reveses, las tierras de la Casa Habsburgo sobrevivieron relativamente
intactas. Estas se convirtieron en un bloque mucho más coherente con la absorción de Bohemia y la
restauración del catolicismo. Con la desintegración del Imperio, Austria se convirtió en una potencia
independiente y continuó como la líder indiscutible del mundo alemán, título que conservaría hasta
el auge de Prusia un par de siglos más tarde.19
Sin embargo, la fragmentación no detuvo el gran desarrollo cultural que ocurriría desde el siglo xviii.
La competencia entre las diferentes partes del Imperio (clérigos, príncipes, condes y comerciantes)
llevó a un florecimiento de literatura, música y ciencia único en la historia. Así, este periodo de gran
cultura, conocido como Deutsche Klassik fue también el de mayor división y debilidad del poder
imperial.20