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Michel Farina Responsabilidad Entre Necesidad y Azarclasemierc10teo
Michel Farina Responsabilidad Entre Necesidad y Azarclasemierc10teo
Diosas griegas: Necesidad y Azar. El sujeto entre Suerte y Destino. Ibbieta y Gris se citan
en el cementerio. Conjetura e hipótesis clínicas. C’etait con. Tortura, delación,
responsabilidad.
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Psicología, Ética y Derechos Humanos, cátedra I
Responsabilidad: entre necesidad y azar
Juan Jorge Michel Fariña
tierra salvo que exista una fuerza igual o superior en sentido contrario. La ley de la
gravedad es un ejemplo de lo que llamaremos el orden de necesidad.1 En su artículo,
Juan Carlos Mosca la llama determinación. Vamos a preferir el término “necesidad”,
porque es más preciso y evita la confusión con la expresión freudiana “determinación
inconsciente”, la cual como veremos nada tiene que ver con esta determinación de la
que hablaremos hoy aquí.
Para los griegos, Necesidad era el nombre de la diosa que regía justamente aquellos
sucesos ajenos a la voluntad humana. Las personas no somos responsables de todo lo
que nos sucede. Cuando en una situación rige por completo el orden de necesidad,
la pregunta por la responsabilidad del sujeto carece de toda pertinencia. Si de
acuerdo a una fórmula con la que ya van familiarizándose, “responsable es aquél del
que se espera una respuesta”, no se espera respuesta alguna de las alumnas frente al
imperio de la ley de gravedad. Hay hechos que existen por fuera del designio humano:
desde un meteoro hasta un virus.
Si les pidiera que den un ejemplo de un suceso que va a ocurrir en el futuro de manera
inexorable, ¿en qué pensarían? Un eclipse... la muerte... No hace falta ponerse
trágicos, pero efectivamente la muerte es un ejemplo del orden de necesidad. No
sabemos cómo ni cuándo, pero hasta nuevo aviso todos sabemos que algún día
vamos a morir. No existen argumentos ante la muerte. La muerte es lo inexorable,
aquello frente a lo cual no hay palabras. Recuerden el film de Bergman “Cuando huye
el día” o el poema del enamorado y la muerte, en donde el tema recurrente es la
prórroga que los hombres le pedimos a la muerte, pero ésta, inexorable, termina
desoyendo todo alegato e imponiendo su ley.
En el libro de Ética y Cine les hemos recomendado repasar el mito de Hércules. Allí
tienen un protagónico especial las moiras, Cloto, Átropo y Láquesis. Hijas
partogenéticas de la diosa Necesidad, las tres parcas eran para los griegos las
encargadas de tramitar el tránsito hacia le mundo de abajo. Una, tejía el hilo de la
vida, la otra, medía con una vara la existencia de cada quién, y finalmente la última
cortaba con sus tijeras el hilo, soltando para siempre las amarras que nos mantienen en
este mundo. Y el fallo de las parcas era inapelable justamente porque eran hijas de
Necesidad.
Hoy en día, hemos inventado un nombre cotidiano para designar aquello que va a
ocurrir inexorablemente. Ese nombre es destino. Destino es a nuestra mitología lo que
para los antiguos se nombraba de diversos modos. Para referirse a la diosa Necesidad,
Parménides utilizaba las expresiones “In-flexible”, “Forzuda”, “Rigurosa”, “Firme”,
“Imprescindible”. También en Homero podemos encontrar “compulsión”, “Rigidez”
“Exactitud” “Inflexibilidad” “Fatalidad”.
Volviendo a nuestro ejemplo de los tubos fluorescentes, digamos que en realidad lo
sucedido no se explica sólo por la presencia de necesidad. Porque si la fila de tubos
que caía no era ésta, sino aquélla que está alejada, nadie salía lastimado porque no
hay alumnos sentados debajo de ella. En otras palabras, el accidente fue una
combinación de necesidad y azar. Junto a la ley de la gravedad fue necesaria la
coincidencia de que los tubos se desprendieran sobre las cabezas de las alumnas.
¿Existe el azar? ¿Cuál es el nombre cotidiano con que designamos al azar?
Efectivamente se trata de la suerte. Hay personas que se precian de tener buena
suerte y otras que se lamentan de no tenerla.
Si Necesidad establece una conexión entre causas y efectos, Azar desconecta tal
relación. Cuando preguntamos ¿Por qué salió hoy el sol a las 6?, o ¿Por qué la luna
1 Para el tratamiento de este acápite seguiremos el tratado de Juan David García Baca “Necesidad y
Azar”, Editorial Antrophos, Barcelona, 1985, el cual recomendamos a los interesados en profundizar el tema.
El autor hace allí un recorrido de ambas categorías tomando como eje el Poema de Parménides (siglo V
A.de C.) y el poema de Mallarmé. Un coup de dés jamais n´abolira le Hasard.
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Juan Jorge Michel Fariña
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falangistas. Sabiendo que Gris está escondido en casa de su primo, les dice “Gris está
escondido en el cementerio”. Adviene luego lo que llamamos un Tiempo 2, es decir,
una interpelación que el sujeto recibe a partir de indicadores que lo ponen sobre aviso
de que algo anduvo mal. Su acción iniciada en el Tiempo 1 fue más allá o más acá de
lo esperado. En primer lugar, los falangistas regresan de su búsqueda y para su
sorpresa no lo matan. En segundo lugar, en su encuentro con García, éste lo pone al
tanto de que esa mañana lo mataron a Gris y nada menos que en el cementerio.
Estas “últimas noticias del inconsciente”, como gusta llamarlas Gutiérrez, no pueden
menos que conmover a Ibbieta, que se ve sorprendido en el lugar del burlador
burlado. Se abre entonces la pregunta por la responsabilidad del sujeto ¿qué habrá
tenido que ver Ibbieta con todo eso? Esta distancia entre un tiempo 1 y un tiempo 2
autoriza la puesta en marcha de una suerte de conjetura o hipótesis clínica acerca de
aquello respecto de lo cual se espera una respuesta de parte de Ibbieta. Pero para
que el tiempo 2 sea genuinamente tal e interrogue verdaderamente al sujeto es
necesario que se cumpla una condición más: que la distancia que separa el tiempo 1
y el tiempo 2 no se deba exclusivamente a azar y/o necesidad.
No toda secuencia cronológica supone una secuencia lógica para establecer las
coordenadas de la responsabilidad. Tomemos un ejemplo sencillo. Para estar
presentes en esta clase, cada uno de nosotros llevó adelante una serie de iniciativas
que condujeron con éxito a que la cita de hoy sea bastante masiva. La mayor parte
de las veces, las acciones que iniciamos para un determinado fin se agotan en tales
objetivos. Elegimos una línea de colectivo para que nos lleve a determinado lugar, y
llegamos a destino sin problemas. Por suerte, porque si no fuera así nuestra vida sería
un caos permanente. A veces sin embargo suceden accidentes, pero no
necesariamente éstos tienen la propiedad de interpelarnos. Si yo tomo el 160 desde
Almagro para llegar a la Facultad, me abstraigo con un libro durante el viaje, y
cuando levanto la vista me encuentro con que estoy viajando por Córdoba con
rumbo a Villa Crespo, evidentemente voy a estar completamente desconcertado.
Porque se suponía que ya debía estar llegando a Boedo e Independencia y resulta
que estoy yendo para el otro lado. Inmediatamente me acerco al colectivero y le
pregunto por lo sucedido. Si él me dice que se tuvo que desviar porque está todo
cerrado al tránsito y debe dar un rodeo por Villa Crespo para luego volver a Boedo, mi
desconcierto será tal vez mayor. Pero comprenderé que estoy ante un accidente
imprevisto –y sin duda ante un colectivero un tanto excéntrico–, pero ante una
alteración del recorrido por la que no puedo responder. Si en cambio, el colectivero
me informa que no estoy en el 160 sino en el 168, y puedo advertir que la proximidad
de las paradas me confundió y que en lugar de estar llegando a dar esta clase tomé
el rumbo de la casa de mi madre, que vive en Villa Crespo, la cuestión puede ser bien
diferente. Porque tal vez en un día de frío, lluvia e incertidumbres personales como el
de hoy, elegí, desde mi indefensión, el refugio de mi madre en lugar de este lugar de
adulto frente al cual me sentía excesivamente vulnerable. Por supuesto puedo
desentenderme de todo esto y atribuir el error al azar. ¿Qué culpa tengo yo si las
paradas están una junto a la otra y los dos colectivos están pintados del mismo color?
Pero remitir el fallido al terreno de las coincidencias, no me releva de aquel deseo de
madre que acaba de emerger y respecto del cual debo responder.
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Constatamos entonces que el azar llevó a que los dos amigos de infancia, Ibbieta y
Gris, debieron tomar decisiones cruciales para su supervivencia. En un escenario,
Ibbieta fue conminado a revelar el paradero de Gris a cambio de su propia vida. Y en
otro escenario Gris debió buscar un nuevo escondite para poner su vida a resguardo
luego de la pelea con el primo. Si intentamos graficar la situación, podríamos pensar el
problema en términos de una suerte de triangulación. Tendríamos estos tres términos:
Ibbieta Gris
Cementerio
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pensamiento de Gris pasó primero por su amigo de siempre para recién luego ir al
cementerio. Veamos ahora el periplo de Ibbieta: conminado a confesar, a su vez
piensa primero en el paradero de Gris, y sabiendo que está en lo del primo, conduce a
los falangistas al cementerio.
Vamos a sostener entonces que ambos amigos, puestos por separado ante una
disyuntiva entre la vida y la muerte, cada uno pasó por el otro antes de elegir el
cementerio. Ello nos permite conjeturar que Gris e Ibbieta tuvieron una cita a ciegas
de inconsciente a inconsciente en el cementerio en la que, sin saberlo, permutaron sus
vidas.
Para Ibbieta se cumplió así el designio necesario de los falangistas “es tu vida por la
suya”, exponiéndolo ante su deseo descarnado. El aparente nombre al azar
“cementerio” se revela como no siendo tal. Noten sin embargo que “cementerio”
pasa a ser un significante cargado de deseo no a priori, sino a posteriori. No se trata de
una mera asociación entre “cementerio” y “muerte”, sino del efecto de resignificación
que adquieren para Ibbieta las palabras de Gris, relatadas por García. Por eso es
recién allí cuando termina de quebrarse y se ríe hasta que las lágrimas inundan sus
ojos.
Un término adquiere valor significante sólo a posteriori de un significante 2 que le da el
carácter de tal. Es en la distancia, en la diferencia entre 1 y 2 donde se produce ese
efecto. Esto pueden verificarlo en todos los ejemplos con los que recorremos el tema.
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Hace 18 años, mi tío y su familia, junto con tantos otros, partió al exilio. Entre las cosas
que dejó, y cuando nos animamos a desempolvarlas, encontré una edición de “El
Muro”. Es con este texto con el que he trabajado. En la tapa, la impresión de la palma
de una mano. En la contratapa, la aclaración:
“Esta huella pertenece a la mano de Manuel Monero, preso político en la cárcel de
Burgos (España), condenado a muerte en dos oportunidades y luego conmutado a 30
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