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Apuntes

Diplomado de Psicología Positiva y Bienestar Universidad Adolfo Ibáñez


Paulina Hunt Precht 2023

¿Hemos exiliado a
Dionisio?
¿Es posible
abandonarlo?
¿Qué nos impulsa
a contactarnos
con él?
¿Quién es?
Apuntes
Diplomado de Psicología Positiva y Bienestar Universidad Adolfo Ibáñez
Paulina Hunt Precht 2023

¿Quién o qué era Dionisios?1

Las investigaciones sobre Dionisios siempre terminan en paradojas interminables y


contradicciones entre la inspiración sublime y la venganza cruel. No hay ningún molde
que podría producir estos fenómenos si uno busca una respuesta tradicional a fenómenos
irreconocibles. Mejor dicho, si nos preguntamos, ¿qué tipo de molde contendría de un
modo integral tantos atributos de lo sagrado y lo profano, tal grandeza y violencia,
entusiasmo y no-ataduras? Este molde tendría que tener una nueva forma para unir esta
serie de atributos supuestamente contradictorios. Debería ser un molde que integre lo
humano con la experiencia… tal vez un molde mental hecho de un material intangible.
Un molde que produciría una integración y reconciliación del proceso humano entero con
traducciones sagradas incorporadas dentro de la conciencia. Un molde dinámico guiado
por una futura situación mental de libertad y comprensión que sólo un futuro ser humano
podría tener. Dionisios podría haber sido formado de un molde como este.

Dionisios era un Dios sintético, una nueva configuración humana elaborada como una
respuesta a la desintegración y la crisis de su momento. Él era una síntesis de todo lo
anterior a él y la manifestación mental y psicológica del futuro ser humano. Este es el
paquete que implosionó en un determinado momento histórico. Es como si él se hubiera
manifestado en la crisis de la caída del mundo antiguo, que en su momento significó todo
desde el principio de la formación social, desde las cavernas hasta la construcción de
barcos de acero. En sus ceremonias y mitos vemos todo el proceso humano. Él era el que
comía la carne cruda, antes del fuego. Él trajo el fuego a su tirso. Él se vistió con pieles
de cazador, del leopardo y los ciervos, posesivo de su presa, cruel y vengativo. Él vino de
la Gran Diosa Madre, del misterio del nacimiento, de la muerte y el renacimiento del
mundo agrícola. Él vino de Sémele y fue purificado más tarde e instruido por Cibeles.

Era un hombre afeminado y el celebrador del falo y el sexo – él era la fusión de lo


femenino y lo masculino como lo fue Cibeles en su forma original. Él fue el Andrógino
del Futuro, la configuración de un completo ser humano. Él fue el liberador. Él era el
Dios dentro del vino y trajo una liberación reconfortante y eufórica al seguidor común y
a sus bacantes, él trajo el entendimiento del misterio del nacimiento, la muerte y la
resurrección. Él era la prueba del mito del dos veces nacido, para volver a renacer. De la
muerte de Sémele él renació de Zeus. Él renació en la creación del ser humano, hecho de
las cenizas de los Titanes. Él era el proceso del injerto, un implante de una planta a otra.
Él era el Mago, apareciendo y desapareciendo, cambiando formas y creando fantasmas.
Su forma era cambiante pero su postura interna fija. Fue un espejo para las
contradicciones que estaban a su alrededor, pero él no era parte de ellas, él estaba
separado. Él era la experiencia totalizadora del contacto con lo sagrado y profundo. Esta
experiencia produjo la reconciliación y la liberación en sus seguidores y este estado

1
Extraído de la investigación de Karen Rhon (ver en: www.parquepuntadevacas.net)
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produjo estragos en los poderosos. Su dirección estaba abierta a todos y fue seguido y
celebrado por los indefensos.

Dionisos, la locura divina.2


Ninguno de nosotros sabe nada de nada; ni siquiera esto mismo de si sabemos o no
sabemos, ni si sabemos que sabemos o que no sabemos; ni si en total hay algo o no lo
hay. Porque las cosas son lo que uno crea de ellas. Por tanto, debe moverse la razón y
abrir otro horizonte para que los dioses hablen.
Canto al bullicioso Dionisos, coronado de hiedra y de laurel, hijo de Zeus y Sémele,
miembro de la tribu de los inmortales. En los bosques las ninfas lo siguen y él llena los
espacios obscuros con gran estrépito. ¡Salve, oh Dionisos, el de los muchos racimos!

Dudando Sémele que su amante fuera el mismo Zeus, le pidió que se manifestara en
todo su poder. Al complacerla el olímpico, la aparición fue tan grande y terrible que
aquella murió fulminada. Su hijo sin nacer fue arrancado de su seno por el dios, pero al
faltarle tiempo suficiente de gestación, Zeus cortó su propio muslo e injertándolo allí
cosió luego la herida. Al llegar el tiempo, su padre lo extrajo vivo; por esto se le llama
«Dionisos», «Zeus joven», o también «el nacido dos veces». Pero Hera celando a Zeus
por sus amores con Semele buscó al niño recién nacido para acabar con él. De este modo
Dionisos tuvo que ser llevado a Egipto y educado en profundas cuevas y para mayor
seguridad el padre Zeus lo transformó en un cabrito. Era ya un joven cuando Dionisos
fabricó el vino de la vid. Allí lo descubrió la vengativa Hera y enloqueciéndolo hizo que
vagara por numerosos países, hasta que la asiática Cibeles, Gran Madre de numerosos
pueblos, lo purificó devolviéndole la razón a través de misteriosos procedimientos.
Rodeado de bacantes, fue llevando la vid de pueblo en pueblo. En uno de ellos un tirano
quiso destruir la planta sagrada pero enloquecido cortó sus propias piernas y entonces
sus súbditos lo descuartizaron para alejar la maldición del dios. Llegando a India sometió
a los pueblos con su embriaguez y sus ritos y luego volvió a Grecia. Allí su culto fue
resistido por otro gobernante que como consecuencia fue despedazado por mujeres
tomadas por el delirio y la embriaguez.

De lugar en lugar, quiso llegar a las islas griegas y para esto se ubicó en las playas
esperando el paso de algún navío. Esto finalmente ocurrió, pero los marinos tuvieron la
idea de hacerlo prisionero para venderlo como esclavo. Así fue como la tripulación vio
crecer vides por todo el barco mientras chorros de vino brotaban desde la cubierta y
Dionisos, convertido en león, rugía amenazante. Enloquecidos se arrojaron al mar
quedando convertidos en esos delfines que hasta hoy rodean a las naves, siempre
tratando de explicar a los navegantes su confuso destino. Pero Dionisos siguió su labor
misionera... Encontrando a la cretense Ariadna (aquella que con su hilo logró desbaratar

2
Del libro: MITOS RAICES UNIVERSALES de SILO (ver www.silo.net)
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los laberintos del Minotauro), redimió su amorosa pena. Siguió adelante el dios en su
carro tirado por panteras, ceñida su frente por pámpanos y hiedra, tomando en su mano
el tirso divino. Llegando a cada pueblo instituyó su culto y en las noches, al fuego de
antorchas, sus devotos embriagados danzaron al son de panderos, cuernos y flautas. En
éxtasis divino las bacantes abatían las pretensiones de la razón y al retomar su cordura
dudaban de lo visto antes y después.

Por esto, al celebrar el oscuro Dionisos con el luminoso Apolo la fusión de sus
enseñanzas, el alma humana cedió la ferocidad de su instinto desatado, y la razón lejana
bajó a la comprensión de sus profundidades. Y así, cuando la vengativa Hera reconoció
el mérito de Dionisos, éste pudo regresar al Olimpo. Sin embargo, descendió antes al
infierno y de allí rescató para la vida a la triste sombra de su madre Sémele.

El Mito de Dionisio: La expresión y el arte

Mientras más lejos quieres avanzar en dirección al futuro, ineludiblemente necesitas


volver la mirada hacia los orígenes, a las bases de tus creencias, y, quizás, encontrar ahí
aquellos relatos que te componen. Para ir al futuro, tienes que conectar con el pasado, dos
partes de un mismo instrumento. De esta forma, nuestra historia es clave en la construcción
de nuestras mañanas. Al observar-nos podemos predecir acciones, repensar-nos y construir-
nos desde nuevas decisiones y posibilidades, modificando el camino recorrido cuantas veces
sea necesario. Hablamos de mirar al futuro desde el presente sin perder lo avanzado, las
experiencias ganadas, las habilidades adquiridas.
En ese ir hacia adelante y atrás nos encontramos con diferentes mitos; fundamentos que
han estructurado a nuestros pueblos y otorgan forma a múltiples culturas alrededor de la
tierra, permitiendo observarnos en perspectiva, en un intento por resolver las preguntas más
esenciales. En los mitos está la fuerza de las imágenes que nos movilizan, las alegorías que
nos explican nuestra esencia, nuestras problemáticas comunes y nuestro sentido. Permiten
estructurar modos de relación y acercarnos (o no) a un ideal. Entenderemos el mito como
una síntesis alegórica, una forma de dar estructura y comprensión a algo que se escapa de
nuestras posibilidades como especie.
A lo largo de la evolución, innumerables mitos se han sucedido imponiendo puntos de
vista que ayudan (o no) a organizar la sociedad. Mitos creados (y recreados) sobre mitos,
que a su vez cantan sobre historias que alguien vio y se traspasaron por generaciones. Detrás
de cada acción humana, hay un mito palpitando, completando, entregando profundidad,
sustento. De ellos vienen nuestras deidades, nuestras culturas y, sobre todo, nuestras
creencias. Son por tanto nuestros mitos los que nos abren o alejan del conocimiento y son
ellos también los que nos permiten avanzar por saberes ocultos a los ojos de la externalidad.
Los mitos habitan en nuestras herencias culturales, pero también los encontraremos
adentro, construyendo silenciosos nuestras identidades, las miradas con las que percibimos
el mundo, los propósitos que nos dan sentido, los anhelos. El mundo de los dioses no está
afuera, en el Olimpo, en el cielo o en el Hades, como nos hicieron creer; está en nuestro
interior, en lo más profundo de la conciencia, donde el tiempo se vuelve eternidad. ¿Qué
tiene que ver esto con la expresión?, todo.
Si hablamos de una pedagogía que surge para trabajar la expresión, es decir, una
pedagogía cuya mirada está puesta en la expresión humana, nos encontramos cara a cara
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con un Dios que hemos exiliado de nuestras vidas: Dionisio. El gran ausente, el desplazado,
el negado, el relegado. Dionisio hijo de Zeus para Grecia y Baco, señor de las Bacanales en
Roma, fue llamado el dos veces nacido, exiliado del reino de los dioses y alejado de nuestra
vida cotidiana, de la escuela, de la educación, de la política, del deporte, del trabajo, de las
artes, incluso del amor. Para comprenderlo, lo hacemos afirmando su ausencia. Como toda
deidad, Dionisio cumple una función en la estructura mental de las personas, su lugar,
asociado al desborde, congrega todas aquellas acciones humanas de liberación energética y
descontrol, aspectos de la personalidad que han sido duramente castigados con la evolución
de la civilización, quedando la energía dionisiaca vinculada incluso a lo salvaje y, con esto,
marginada de lo socialmente aceptado. En el mejor de los casos, se relega al dios al ámbito
de lo íntimo, de lo privado, única instancia en la que el ser humano se permite explorar en
los aspectos más desconocidos de su identidad.
Pero no es fácil anular a un dios. Para lograrlo se requiere de otra deidad, una que sea
capaz de imponerse y dirigir la energía existente hacia otros propósitos. Así como Dionisio
busca experimentar el dejarse ir a través de la celebración, el otro dios tendrá como fin
mantener el control, el orden. Esto lo conseguirá actuando de la misma forma en que
Cronos se impone sobre Kairos, y con esto establece una forma de relacionarse con el
tiempo que anula todas las otras posibilidades. Apolo se levanta sobre Dionisio apelando a
la belleza y a la perfección, marginando del espacio de lo deseable aquellos aspectos
vinculados a la liberación expresiva, caótica, irracional, incomprensible.
Habitamos entre polaridades, entre lo dionisíaco y lo apolíneo, entre el control y el
descontrol. Apolo representa la proyección, la programación, el tiempo cronológico, la
aspiración, lo perfecto, la sublimación de la vida y lo bello. Dionisio es la improvisación, el
goce, el deseo, el dejarse ir, el impulso, la fusión de lo femenino y lo masculino, el sexo. Es
la expresión de la intuición, la sensualidad, el aflojamiento del control y autocontrol. En
Dionisio está la Diosa madre, es un dios que integra, que unifica; es la locura y la ternura,
como señala Karen Rhon en investigación “Antecedentes de las raíces de la Disciplina
Energética y Ascesis en el Occidente Asia menor, Creta e Islas Egeas)”, donde señala que:

Míticamente, Dionisios fue instruido en los misterios de la gran Madre Cibeles y el


misterio de la gran Diosa Madre era el misterio agrícola de nacimiento, muerte y
resurrección o renacimiento. Este era el nudo central del misterio de la vida y la muerte
y el sexo es lo que motivó la continuación del mundo natural y humano. Debido a las
copresencias, el sexo debe haber sido parte de estas ceremonias sagradas (Rhon 51).

Según Rohn, el culto a Dionisio permitía conectar con la energía creadora de la vida y el
ciclo agrícola, dos aspectos fundamentales para el desarrollo de la humanidad, sin embargo,
el dios fue exiliado de la vida moderna. En este punto es bueno preguntarse: ¿es posible
abandonarlo?, ¿qué nos impulsa a desconectarnos o contactarnos a él?, son preguntas que
se realiza también Karen Rhon en sus investigaciones, a las que podríamos agregar: ¿quién
es Dionisio en mi? y ¿cuáles son esos aspectos dionisíacos que tengo exiliados de mi
personalidad? Si aceptamos que la construcción mítica de nuestras culturas incide en la
conformación de nuestras identidades, podremos entender cómo el exilio de Dionisio se
puede traducir en la represión de una serie de características de la personalidad, entre ellas
la expresión. Quitar a Dionisio, o su energía, afecta el desarrollo de lo humano, pues su
rechazo lo transforma en una energía que se expresa delirante y produce caos. Nuestra
cultura construyó a Dionisio ubicándolo en el lugar del desborde, de la catarsis, es algo que
genera temor. Se muestra extraño, desconocido y en múltiples ocasiones asociado a un
detonante externo que permite la liberación de energía (alcohol, drogas, situaciones de
estrés, crisis, placer, etc.). Frente a esto, Karen Rohn se cuestiona:
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¿Qué tipo de molde contendría de un modo integral tantos atributos de lo sagrado y lo


profano, tal grandeza y violencia, entusiasmo y no-ataduras? Este molde tendría que
tener una nueva forma para unir esta serie de atributos supuestamente contradictorios.
Debería ser un molde que integre lo humano con la experiencia… tal vez un molde
mental hecho de un material intangible (Rhon 52).

Probablemente la dificultad presente en dar forma a una deidad con la complejidad de


Dionisio aumenta la distancia generada entre él y Apolo, representando este último una
aspiración mejor instalada en la sociedad: el control. Si bien el relato de dos dioses
influyendo en el devenir humano parece poco verosímil, es una invitación a comprender la
fuerza que tiene lo que sabemos, y dentro de eso lo que creemos como una verdad, al
momento de estructurar nuestra conciencia. Si en la vida no hay espacio para la conexión
con instancias de libertad, pero si lo hay para acciones rutinarias, entonces vale la pena
preguntarse que impide o bloquea el deseo, si es que este deseo existe, y si no existe entonces
preguntarse por qué.
La batalla de estos dioses/energía/modos de vivir la podemos registrar en una
contradicción interna muy común, generada al tener que optar entre ambas miradas en una
situación cotidiana como la que te presentamos a continuación. Puedes hacer lo que
propone el relato como un ejercicio de visualización o solo leerlo. Si te animas a jugar, te
recomendamos siempre estar en una posición cómoda, tomar consciencia de tu cuerpo y tu
respiración y permitirte disfrutar libre, sin juicios. Más adelante te daremos algunas claves
para que lo domines cada vez mejor. Si quieres, busca alguien con quien compartir la
experiencia.

Cierra los ojos.


Concéntrate en tu respiración, intenta siempre que tu exhalación sea más larga que tu
inhalación.
Imagina que vas caminando por una calle.
Es un día de sol.
A tu alrededor hay muchos estímulos que intentan captar tu atención.
Te concentras en tu destino y en las cosas que tienes por hacer al llegar.
Sabes que tienes que llegar a la hora a tu cita.
Al doblar en una esquina, por la vereda del frente, aparece una amiga muy querida,
que no ves desde hace mucho tiempo.
Ella viene hablando por celular, por lo que no te ha visto.
Al verla, tu primer impulso es ir a saludarla y darle un gran abrazo.
Antes de dar un paso, te detienes y ves la hora.
Recuerdas que vas tarde a tu destino.
Piensas que tu amiga no te ha visto ni reconocido entre la gente.
Te dices internamente que es muy probable que ella también vaya apurada.
Decides no cruzar la calle y te consuelas pensando: mejor la llamo por teléfono después.
Sigues tu itinerario trazado.
En la esquina un semáforo te obliga a detenerte, vuelves la mirada, tu amiga ya no se
ve.
Retomas tu rutina.

En el ejemplo el personaje reprime el impulso (Dionisio), dejando que gane el deber ser
(Apolo). El impulso perturba, desconfigura lo preestablecido, mientras mantener lo
planificado se acerca a lo perfecto, cumple una función orientadora. Por esto seguir el
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camino planificado tranquiliza, aunque salir de él podría implicar un mayor bienestar. La


improvisación, que abre paso a la creatividad, es castigada, produce desconfianza, duda.
Frente a ella es común preguntarse ¿y si todo falla?, antes de pensar, ¿y si todo sale mejor?
Apolo es garantía, territorio conocido, zona de confort; Dionisio es salir de la comodidad y
probar otra(s) opción(es). Diariamente nos movemos entre decisiones que nos invitan a
mantener las cosas como han funcionado siempre (lo que no tiene por qué ser negativo)
(tampoco necesariamente positivo) y otras opciones que nos proponen cambios con
diferentes grados de radicalidad. ¿Cuánto te permites habitar en la incertidumbre?, ¿en qué
circunstancias lo logras?, ¿qué sensación te genera?
En la mitología, Dionisio es visto como un Dios democrático. Él entra desde el pueblo,
con la fiesta y el vino. “Él era la experiencia totalizadora del contacto con lo sagrado y
profundo. Esta experiencia produjo la reconciliación y la liberación en sus seguidores y este
estado produjo estragos en los poderosos. Su dirección estaba abierta a todos y fue seguido
y celebrado por los indefensos” (Rhon 53). A través de él la gente es liberada de la opresión,
permite dejarse ir, en ocasiones ayudándose del beber, la diversión y el placer. Saca al ser
humano de la prisión del deber ser. En ciertas experiencias cotidianas se puede reconocer
que algo se suelta y se produce el acto de “dejarse llevar” como una sensación (acción)
concreta generada a partir de la vivencia. Es así cómo se produce una apertura emotiva y
finalmente una desinhibición afectiva, se puede experimentar, por ejemplo, cuando dos
personas se abrazan “más tiempo de lo habitual”, permitiéndose un encuentro más largo,
que entra en un tiempo eterno, conectando con un impulso afectivo. En esos momentos,
aparece Dionisio, se permitió que así fuera.
En esta conexión con lo profundo, el tiempo es un factor gravitante que determinará qué
tan en conexión se está con el plano de lo cotidiano o qué tanto se permite experimentar
otros estados de consciencia. Al entrar, por ejemplo, el sin tiempo, estado en el que no
buscamos regirnos por el avance convencional de la temporalidad, se está más cerca de
Dionisio y cuando el tiempo te encarcela, te alejas de él. En el momento dionisiaco
disminuye el juicio y eso asusta a quienes no acostumbran a perder el control. Es una energía
de la cual tenemos poco dominio, pero que, sin embargo, necesita expresarse. Muchos
impulsos asociados a la energía dionisiaca son difíciles de manejar, pues requieren, como
hemos dicho, soltar el control. Es importante conocer esto y atender a lo que nos pasa
realmente y no a lo que creemos (o se supone) nos debe pasar. Exiliar a Dionisio implica
asumir que, en algún momento, por algún lado va a regresar, por la enfermedad, por la ira,
por el desborde, por el accidente, la violencia, el descontrol, la destrucción, etc. Dionisio no
desaparece, al exiliarse regresa de la peor forma: produce la tragedia.
Pero ¿es posible la integración entre lo apolíneo y lo dionisiaco? Nietzsche, en El Origen
de la Tragedia, nos plantea que, en el teatro, el arte y la música, existe una posibilidad de
integración entre estas dos polaridades que habitan lo humano o dos formas de concebir el
arte. En una obra pueden coexistir simultáneamente imágenes relacionadas con lo racional,
lo estético y también con lo sensual, con el goce. Se puede improvisar sobre una estructura,
integrar dos aspectos que en el cotidiano parecen irreconciliables. Sería entonces el oficio
artístico un camino para avanzar hacia la unidad interna, tema profundamente abordado por
las artes a lo largo de la evolución humana. La creación artística es un refugio que permitió
a Dionisio mantenerse latente en sus siglos de ausencia.
Un paso antes de la integración propuesta por el arte, se encuentran algunas prácticas
que nos permiten ir a buscar a nuestro dios a su escondite y movilizar con ello la energía del
cuerpo. En este camino de aprendizaje hemos identificado algunas experiencias que facilitan
la búsqueda y no presentan grandes dificultades para su ejecución, acercando su uso al mayor
número de personas posible. En estas prácticas se coincide en la posibilidad de percibir el
avance del tiempo de forma extra cotidiana, y accionar sentidos que no son utilizados
habitualmente. Comenzaremos a revisar algunas de ellas.
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En primer lugar, nos referiremos a las Derivas, acción entendida como el acto de salir y
avanzar sin rumbo, caminando, andando en bicicleta, en auto, o desplazándote de la forma
que prefieras. Esta praxis es ampliamente estudiada por el psicólogo y arte terapeuta
Benjamín Pérez Krumenacker. Lo importante en la experiencia de la Deriva es lograr
experimentar la pérdida del control puesto en el logro final como máxima aspiración. En
este caso el logro de la actividad no estará dado por el “dónde llegar” sino por el “cómo ir”.
Se necesita que sea el impulso, la intuición, los estímulos del entorno, las sensaciones
registradas en la ruta, lo que vaya guiando el camino, no la razón, ni la búsqueda de lo
conocido. Se recomienda en un inicio realizar la actividad en lugares conocidos intentando
romper las lógicas con que son recorridos habitualmente, para luego ir investigado cómo
respondes a lugares nuevos, donde no tengas referencias claras.
En situación de Deriva buscamos establecer parámetros mínimos que nos permitan
mayor seguridad y facilitar el retorno al estado corriente. Estas decisiones pueden ser, por
ejemplo, determinar un tiempo de duración o un territorio en el cual desplazarse. No
obstante, en la Deriva se debe evitar trazar un objetivo, ni definir un lugar al que llegar, pues
se intenta encontrar un camino (ruta) entre las posibilidades que se presentan frente a ti,
siempre manteniendo un estado de alerta que permita protección frente a posibles peligros.
La Contemplación será otra forma de conectar con estados más interesantes de
conciencia. Habitar desde ella implica permitirse “no hacer”, abstraerse por un instante de
las responsabilidades y preocupaciones para disfrutar, por un periodo determinado de
tiempo, de un espacio natural, intentando percibirlo desde la mayor cantidad de sentidos
externos e internos posibles. Este mismo registro lo podemos alcanzar al presenciar una
manifestación artística de cualquier disciplina, donde el impacto del arte, en tanto fuerza
transformadora, afecta tanto a quien lo ejecuta como a quien lo observa. En la misma línea
podríamos ubicar el disfrutar de un espacio donde la gente se encuentra a jugar, a compartir,
a relacionarse en armonía.
Conseguir conectar con esta experiencia requiere liberarse de preocupaciones o co-
presencias que puedan afectar la práctica. Las co-presencias son entendidas como
contenidos de conciencia que se ubican en un plano secundario con relación al foco central
de la atención. Es decir, al tener en el foco de la atención en el objeto (contenido) “presente”,
que ha captado el interés de quien observa, los otros contenidos de memoria quedan
almacenados en lo que llamamos campo de co-presencia y pueden, eventualmente, tomar la
atención o acompañar al contenido central al que se está atendiendo (Ammann 113). Éstas
pueden ser derivadas de cosas pendientes por hacer, preocupaciones, afectos, deseos, metas
por cumplir, vínculos familiares, aspectos biográficos, entre otros contenidos que se vuelven
presentes al ser activados por diferentes estímulos recibidos a lo largo del día. Si la conciencia
es capturada por alguna de estas imágenes se afectará el estado de contemplación en mayor
o menor medida, dependiendo de la fuerza que tenga la co-presencia para la persona o la
capacidad de abstraerse para sostener el estado deseado.
Aprender a contemplar ayuda a trabajar la activación de una mayor cantidad de sentidos
frente a un mismo objeto de atención. Estar en medio de un bosque podría fácilmente exigir
a nuestra vista atender a la diversidad de colores presentes en el entorno, junto a esto nuestro
olfato percibirá la gama de olores que emanan de la tierra, las hojas, las plantas; el oído
registrará atento el sonido de los animales que habitan el lugar, del roce de las hojas, de las
piedras; la piel sentirá los cambios de temperatura, las texturas, las intensidades del viento;
por su parte los sentidos internos estarán recibiendo información sobre la posición que
tenemos en relación a otros componentes del entorno, de posibles molestias físicas. Si lo
deseamos, podemos sumar el gusto y tendremos una experiencia de activación de todos los
sentidos, habitando el aquí y el ahora, conectando cuerpo, mente y entorno. Lograr alcanzar
el estado descrito será uno de los desafíos de nuestra pedagogía.
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Consideraremos también el hacer cosas por gusto, rompiendo la dinámica pragmática


que nos obliga a vivir transitando entre objetivos vinculados a lo productivo. Como señala
el filósofo coreano Byung-Chul Han, estamos en la sociedad del agotamiento, una época
donde el ser humano contemporáneo se auto explota en un deseo de estar siempre en el
hacer funcional, pues éste le permite desarrollar la economía necesaria para seguir
produciendo, como una pieza más de un ciclo sin fin que deshumaniza a las personas y sus
relaciones, instalando una cultura del “para qué”.
Lo anterior implica preguntarse más de una vez por los gustos personales, además de
activar mecanismos que permitan el surgimiento de nuevos intereses, revisar cuáles son,
realmente, los deseos que quieres sostener en el tiempo y cuáles fueron adquiridos para
encajar en un contexto. Al diferenciar entre ambas categorías podremos indagar en aquellas
características que conforman nuestra identidad y que nos gustaría conservar y, también, ser
capaces de identificar aquellas conductas que deseamos trabajar para modificarlas o
erradicarlas de nuestra personalidad.
Será necesario entonces observar los impulsos que se reprimen, reconocerlos y, a su vez,
comprender en qué momentos se logra la experiencia de soltar y dejarse llevar. Permitirse
momentos de libre expresión, de ocio. El Diccionario del Nuevo Humanismo nos dirá que
el ocio es una tarea fundamental para la experiencia humana en nuestra era y que “se trata
del tiempo libre de la actividad de producir bienes materiales indispensables para la
subsistencia (...) es necesario aumentar el volumen del ocio, (…) con actividades creativas,
con la elevación del nivel cultural, el descanso y la diversión” (Silo #). El desafío es ser
capaces de observarse y descubrir aquellas actividades que ayuden a soltar, a liberar energía
y mejorar el bienestar.
En ocasiones, la experiencia de conexión profunda con el entorno afectivo se genera a
partir de instancias de contacto con seres queridos, sin que necesariamente tengan que
mediar razones concretas, sin esperar que algo suceda para justificar el momento. Ubicamos
en esta lista la capacidad de generar encuentros en los que se disponga de la energía e interés
necesario para entregarse a la compañía de un otro(a). Hablamos de conexión profunda
aspirando a traspasar las barreras de lo superficial, de lo cotidiano, de lo evidente, alcanzando
otras profundidades y sensibilidades en la comunicación.
Compartir, reunirse, generar nuevos recuerdos para alimentar historias personales y
colectivas, conectar con otras personas sin la premura del tiempo ni el hacer, disponer de
energía para escuchar, para observar, para sentir y sentirse en ese proceso. Comprender los
vínculos afectivos, revisarlos, permitirse el tiempo necesario para cerrar ciclos, para
reconciliarse. ¿Cuánto de nuestro tiempo lo disponemos para utilizarlo con otras personas?,
¿buscamos generar esas instancias o esperamos que nos busquen?, cuando logramos
reunirnos, ¿somos capaces de profundizar en nuestras experiencias o nos quedamos en la
externalidad?
En ocasiones se necesita abrir la gama de placeres conocidos y por conocer; producir
equilibrio, no por represión, sino por apertura. Nos referimos a disponerse a descubrir, a
diversificar el placer, abrir el abanico de posibilidades que tenemos para el sexo, incorporar
nuevos estilos de música a nuestras listas de reproducción, apreciar artistas y formas de arte
hasta ahora desconocidas, visitar la naturaleza presente en tu entorno o donde puedas llegar,
abordar lecturas de temas y estilos que capturen tu atención, buscar nuevas formas de bailar
o despertar talentos ocultos. Todas acciones que nos ayudan a conseguir un registro de
unidad.
Hablamos de registro de unidad desde la propuesta realizada por Silo en los doce
principios de acción válida (Silo #), donde se conceptualiza como el estado en el que se
experimenta una sensación de integración de aspectos de la personalidad. A través de estos
principios o formas de relacionarse, Silo propone una alternativa a la cultura de la violencia,
instalando la posibilidad de generar acciones que no se contrapongan con lo que las personas
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quisieran recibir. La unidad interna surge de la coherencia, es decir, de lograr pensar, sentir y
hacer en la misma dirección.
Junto al indicador de unidad interna está el de acción válida, ambos nos servirán de guía
en el proceso de analizar qué tanto avanzamos con nuestras prácticas hacia un estado de
mayor conexión. En este contexto la acción válida es aquella que no termina en quien la
ejecuta, sino en otra persona o comunidad. En este sentido, vale preguntarse ¿cuánto de lo
que hacemos es para nuestro beneficio y cuánto va directo hacia otras personas?, ¿es de
nuestro interés ayudar o aportar en la solución de problemáticas sociales?, ¿buscamos
pertenecer o vincularnos con alguna causa colectiva?
Cerraremos esta lista (que en ningún caso está terminada) incluyendo la risa, el humor y
el juego, tres actividades marginadas de los entornos formales en que nos relacionamos por
favorecer el habitar estados de mayor libertad que en general son coartados. La actitud lúdica
quita gravedad a las cosas, recordándonos que siempre es posible ver las situaciones desde
otro punto de vista y por tanto reducir el espectro de lo “irreparable”. Lo lúdico permite
conectar con nuevas soluciones a problemas frecuentes, mejorar nuestra relación con el
cuerpo y el espacio, flexibilizar nuestras miradas. Para la Pedagogía de la Expresión habitar
lo lúdico es fundamental, pues desde ahí surgirán la mayoría de las actividades y aprendizajes
propuestos.
En la lucha interna entre lo apolíneo y lo dionisíaco, el humor con su irreverencia
transformadora, que libera y rompe creencias, es un gran aliado para integrar ambas deidades
en lo más profundo de nuestra humanidad. La risa, como gran catalizador de energía,
ayudará a liberar aquellas tensiones profundas generadas a partir de la instalación de lo serio
como modo de relación, aportando, junto al humor, en la construcción de hábitos amables
de trabajo, donde la energía apunte a la liberación y no a la represión. Es importante
aprender a relacionarse de nuevas maneras, comprendiendo la diversidad de modos
existentes, valorando la diferencia como una gran virtud.
Estamos frente a un cambio de paradigmas. Nos enfrentamos como especie al gran
desafío de sostener nuestra existencia en medio de la adversidad, comprendiendo nuestra
fragilidad en medio de pandemias y guerras, entendiendo el impacto que generamos con
nuestras acciones en el entorno. Hoy, podemos ser conscientes de que somos parte tanto
del problema como de la solución. Nuestras acciones no pueden ser ajenas al contexto con
la falsa creencia de estar al margen de la realidad, pues somos nuestro contexto y por eso lo
podemos transformar, así como el medio nos transforma permanentemente.

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