Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Preclaro y de buena voluntad para con todos, reinó treinta y tres años y
aseguró la felicidad de Italia treinta años y la paz para sus sucesores. Nada
hizo de malo. Así gobernó aunados dos pueblos, el de los romanos y el de los
godos. Aunque pertenecía a la secta arriana, nada intentó contra la religión
católica. Ofreció juegos en el circo y en el anfiteatro, lo que fue llamado por los
romanos un Trajano o un Valentiniano, en cuya época se inspiró. Y los godos lo
estimaron como su mejor rey por el Edicto en que estableció el derecho.
Prescibió a los romanos que el servicio militar fuese como bajo los
emperadores. Fue pródigo en dávidas y distribución de víveres y aún cuando
encontró el erario público exhausto, lo restableció y lo hizo opulento con su
labor. Aún cuando era iletrado, demostró tanta agudeza, que algunos de sus
dichos son aún hoy sentencia para el vulgo; por eso no nos avergüenza
recordar algunas de ellas. Dijo: "El que tiene oro y demonio no lo puede
esconder". También: "El romano miserable imita al godo y el godo útil imita al
romano". (...)
Pero también benefició a otras ciudades. Tanto agradó a los pueblos vecinos,
que se ofrecieron a pactar con él en la esperanza de tenerlo por rey. También
llegaban hasta él comerciantes desde diversas provincias, pues había tanto
orden que, si alguno quería enviar a su dominio oro y plata, podía considerarse
tan seguro como si estuviera dentro de los muros de la ciudad. Y así fue en
toda Italia, que no dotó de puertas a ciudad alguna, ni las cerró donde las
había.
"Anonymus Valesianus", Trad. Y.E. Jasson y F.E. Roberts, "Anales de Historia Antigua y
Medieval", Buenos Aires, 1949, pp. 165-178.
Retrato de Teodorico por Procopio
Es necesario reconocer que gobernó a sus súbditos con todas las virtudes de
un gran emperador. Mantuvo la justicia y estableció buenas leyes. Defendió su
país de la invasión de sus vecinos y dió a todos prueba de una prudencia y de
un valor extraordinario. No cometió ninguna injusticia contra sus súbditos, ni
permitió que se cometieran, salvo que permitió que los godos se repartieran las
tierras que, en tiempos, Odoacro había distribuido entre los suyos.
En fin, aunque Teodorico no tuvo más que el título de rey, no dejó de alcanzar
la gloria de los más ilustres emperadores que hayan jamás ocupado el trono de
los Césares. Fue igualmente querido por godos e italianos, lo cual no sucede
habitualmente entre los hombres, que no estan acostumbrados a aprobar en el
gobierno del Estado aquello que no esté de acuerdo con sus intereses, y que
condenan todo lo que les es contrario. Después de haber gobernado durante
treinta y siete años y de haberse presentado como temible para sus enemigos,
murió de esta manera (...).
I.- En primer lugar los cánones antiguos deben ser guardados por todos,
porque son ley por su prioridad en el tiempo y por su continuidad en la
observancia. Esto es, una vez muerto un obispo, en su lugar deben elegir uno
que sea agradable a Cristo. Según está ordenado, lo eligirá el metropolitano
con sus obispos sufragáneos, el clero y el pueblo de la ciudad, sin que
intervenga en ningún caso la simonía. Pero si consigue la potestad episcopal
de otro modo o manera ilegal o existe negligencia en la elección y no interviene
en la misma el metropolitano o tomara posesión de la sede episcopal sin el
consentimiento del clero o del pueblo de su diócesis, esta elección según lo
dispuesto por los padres no tiene validez.
XII.- También se acordó por unanimidad, que si algún monje o monja, que ha
ingresado por vocación religiosa en un monasterio y después ha querido
marcharse del mismo o por su propia voluntad o por la de sus familiares, y a
pesar de ser amonestado por su obispo con una carta, difiere el volver a
reincorporarse a la vida religiosa, sea suspendido de la comunión hasta su
muerte. Y no se le podrá administrar la gracia de la Eucaristía, si antes no se
ha reincorporado arrepentido, con humilde súplica, al redil del cual había salido
con toda insolencia.
XIII.- Las viudas y doncellas que cambiaron los vestidos laicos por el hábito
religioso en sus propias casas, tanto las que lo tomaron por la voluntad de sus
padres como las que lo hicieron por su propia voluntad, y luego, contra lo
establecido por los Padres de la Iglesia o por los preceptos de los cánones,
quisieran tomar estado matrimonial, no se les permita. Si alguna se uniera en
matrimonio, será privada de la comunión, mientras no repare la falta cometida;
si se niega a corregirse, será excluida a perpetuidad de la comunión
eclesiástica y de convenir con la comunidad cristiana.
XV.- Ningún judío tendrá mando militar o poder civil sobre los cristianos, tanto
si lo ha solicitado como si le hja sido otorgado por el príncipe. En consecuencia,
si se le otorgaba, será obligación del obispo de la ciudad, donde tiene su
mando, de bautizarlo junto con toda su familia, para que no esté en contra de
los cánones vigentes en la actualidad.
Ed. MANSI, "Sacrorum Conciliorum", Tomo X, col. 539, 540, 542 y 543. Recoge. M. Riu y otros,
"Textos comentados de época medieval (siglos V al XII)", Barcelona, 1975, pp. 94-98.
"Primera Crónica General de España", Ed. R. MENENDEZ PIDAL, Madrid, 1977, p. 259.
La conversión de Recaredo (586-589)
"Las historias de los godos, vándalos y suevos, de Isidoro de Sevilla", ed. C. RODRIGUEZ
ALONSO, León, 1975, pp. 261-263. Publ. A.LOZANO y E. MITRE, "Análisis y comentarios de
textos históricos. I. Edad Antigua y Media", Madrid, 1979, p. 142.
A.GARCIA-GALLO, "Manual de Historia del Derecho Español, II. Antología de fuentes del
Derecho español", Madrid, 1967, pp. 398-399.
Fideles visigodos:
Que los fieles de los reyes no sean defraudados por los sucesores en el trono
en el derecho de las cosas recibidas en "stipendium" del servicio que prestan.
Con igual providencia se da nuestra sentencia para los fieles de los reyes que,
si alguno sobreviviere al príncipe en las cosas justamente recibidas o
adquiridas de la largueza del príncipe no deba haber perjuicio, pues si
caprichosa o injustamente se perturba la merced de los fieles, nadie se decidirá
a prestar pronto y fiel obsequio en tanto todo quede en lo incierto y se tema la
causa de la discriminación en el futuro. Al contrario, la piedad del príncipe debe
proteger su salud y bienes, pues por el ejemplo se incitará a los demás a la fe,
cuando no se defraude a los fieles de la merced.
Los que están encargados de alimentar a los rebaños deben poner tanto
cuidado sobre ellos, que no causen perjuicio a nadie en sus frutos, y deben ser
tan vigilantes y hábiles, que no puedan ser devorados por las fieras, y deben
impedir que se despeñen por precipicios y peñascos de los montes y
pendientes inaccesibles de los valles para que no rueden a los abismos. Y, si
por incuria y descuido de los pastores, les acaeciere algún peligro de los
predichos, arrojándose enseguida a los pies de los ancianos y deplorándolo
como los pecados graves, cumplirán por largo tiempo el castigo
correspondiente; y, terminando éste, recurrirán con súplicas a obtener el
perdón; o, si son jovencitos, recibirán el castigo de azotes con vara para su
corrección. Se han de encomendar a uno tan experimentado, que ya en el siglo
hubiese sido apto para este oficio y tenga afición al pastoreo, de modo que
nunca salga de su boca ni la más ligera murmuración. Pero, además se le han
de dar, para las diversas ocasiones, jóvenes que le ayuden a desempeñar el
trabajo, y a este objeto se les dará vestido y calzado, cuanto sea preciso para
su necesidad; y para este servicio habrá solamente una de las cualidades que
dijimos, y no tengan que preocuparse todos en el monasterio. Y, porque suelen
murmuran algunos de los que guardan rebaños, y creen que no tienen ningún
beneficio por este servicio, ya que no se les ve en las reuniones orando y
trabajando, deben prestar oídos a lo que dicen las reglas de los Padres y
pensar en silencio, reconociendo los ejemplos de los antepasados y
desmintiéndose a sí mismos, que los patriarcas apacentaron rebaños, y Pedro
desempeñó el oficio de pescador, y el justo José, con el que estaba desposada
la Virgen María, fue herrero. Por este motivo, éstos no deben descuidar las
ovejas que tienen encomendadas, porque por ello logran no uno, sino muchos
beneficios. de ellas se sustentan los enfermos, de ellas se nutren los niños, de
ellas se sostienen los ancianos, de ellas se redimen los cautivos, de ellas se
atiende a los huéspedes y viajeros, y además apenas tendrían recursos para
tres meses muchos monasterios si sólo hubiese el pan cotidiano en esta
región, más improductiva que todas las demás. Por lo cual, el que tuviere
encargo de este servicio, ha de obedecer con alegría de ánimo y ha de estar
muy seguro de que la obediencia libra de cualquier peligro y se prepara como
fruto una gran plaga, así como el desobediente se acarrea el daño de su alma.