Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
(Tomado de: The Penguin Historical Atlas of the Medieval World. Londres, 2005, p.
23)
La Francia Merovingia
El Imperio de Carlomagno
Expansión musulmana
La sociedad en la Alta Edad Media
TEXTOS
El pequeño número de los que sobrevivimos fue gracias no a nuestros méritos, sino a
la misericordia del Señor. Pueblos innumerables y feroces han ocupado el conjunto de
las Galias. Todo el país que se extiende entre los Alpes y los Pirineos, el que limita con
el Océano y el Rhin, ha sido devastado por quados, vándalos, sármatas, alanos, gépidos,
hérulos, sajones, burgundios, alamanos y -terrible desgracia- los panonios se han
convertido en enemigos, pues Assur ha llegado con ellos [Salmo, 82,9]. Maguncia, en
otro tiempo ilustre, ha sido tomada y saqueada. En su iglesia, millares de hombres han
sido masacrados. Worms ha sido reducida después de un largo asedio. Las prepotentes
urbes de Reims, Amiens, Arras, Tournai, Spira y Strasburgo han sido trasladadas a
Germania. Las provincias de Aquitania, Novempopulania, Lugdunense y Narbonense,
salvo un pequeño número de ciudad, han sido completamente saqueadas. Las ciudades
han quedado despobladas por la espada y el hambre. No puedo recordar sin lágrimas a
Tolosa, cuya ruina solo ha sido impedida por el mérito de su santo obispo Exuperio.
Hispania misma, tiembla recordando la irrupción de los cimbrios (...)
Teodorico, varón belicosísimo y animoso, era hijo natural de Valamir, llamado rey de
los godos. Su madre, goda, llamada Ereriliva, era católica y en el bautismo recibió el
nombre de Eusebia.
Preclaro y de buena voluntad para con todos, reinó treinta y tres años y aseguró la
felicidad de Italia treinta años y la paz para sus sucesores. Nada hizo de malo. Así
gobernó aunados dos pueblos, el de los romanos y el de los godos. Aunque pertenecía a
la secta arriana, nada intentó contra la religión católica. Ofreció juegos en el circo y en
el anfiteatro, lo que fue llamado por los romanos un Trajano o un Valentiniano, en cuya
época se inspiró. Y los godos lo estimaron como su mejor rey por el Edicto en que
estableció el derecho. Prescribió a los romanos que el servicio militar fuese como bajo
los emperadores. Fue pródigo en dádivas y distribución de víveres y aún cuando
encontró el erario público exhausto, lo restableció y lo hizo opulento con su labor. Aun
cuando era iletrado, demostró tanta agudeza, que algunos de sus dichos son aún hoy
sentencia para el vulgo; por eso no nos avergüenza recordar algunas de ellas. Dijo: «El
que tiene oro y demonio no lo puede esconder». También: «El romano miserable imita
al godo y el godo útil imita al romano» (...)
Pero también benefició a otras ciudades. Tanto agradó a los pueblos vecinos, que se
ofrecieron a pactar con él en la esperanza de tenerlo por rey. También llegaban hasta él
comerciantes desde diversas provincias, pues había tanto orden que, si alguno quería
enviar a su dominio oro y plata, podía considerarse tan seguro como si estuviera dentro
de los muros de la ciudad. Y así fue en toda Italia, que no dotó de puertas a ciudad
alguna, ni las cerró donde las había (...)
Es necesario reconocer que gobernó a sus súbditos con todas las virtudes de un gran
emperador. Mantuvo la justicia y estableció buenas leyes. Defendió su país de la
invasión de sus vecinos y dio a todos prueba de una prudencia y de un valor
extraordinarios. No cometió ninguna injusticia contra sus súbditos, ni permitió que se
cometieran, salvo que permitió que los godos se repartieran las tierras que, en tiempos,
Odoacro había distribuido entre los suyos.
En fin, aunque Teodorico no tuvo más que el título de rey, no dejó de alcanzar la
gloria de los más ilustres emperadores que hayan jamás ocupado el trono de los Césares.
Fue igualmente querido por godos e italianos, lo cual no sucede habitualmente entre los
hombres, que no están acostumbrados a aprobar en el gobierno del Estado aquello que
no esté de acuerdo con sus intereses, y que condenan todo lo que les es contrario.
Después de haber gobernado durante treinta y siete años y de haberse presentado como
temible para sus enemigos, murió de esta manera (...)
El rey Pipino celebró asamblea en Compiègne con los Francos. Y hasta allí se llegó
Tasilón, duque de Baviera, quien se encomendó en vasallaje mediante las manos. Prestó
múltiples e innumerables juramentos, colocando sus manos sobre las reliquias de los
santos. Y prometió fidelidad al rey Pipino y a sus hijos, los señores Carlos y Carlomán,
tal como debe hacerlo un vasallo, con espíritu leal y devoción firme, como debe ser un
vasallo para con sus señores.
Hablaba con abundancia y facilidad y sabía expresar con claridad lo que deseaba. Su
lengua nacional no le bastó; se aplicó al estudio de las lenguas extranjeras y aprendió
tan bien el latín que se expresaba indistintamente en esta lengua y en la materna. No le
ocurría lo mismo con el griego, que comprendía más que hablaba. Por lo demás, tenía
facilidad de palabra que lindaba casi con la prolijidad.
Cultivó apasionadamente las artes liberales y, lleno de veneración hacia aquellos que
le enseñaban, los colmó de honores. Para el estudio de la gramática siguió las lecciones
del diácono Pedro de Pisa, entonces en su vejez. Para las otras disciplinas su maestro
fue Alcuino, llamado Albius, diácono él también, sajón originario de Bretaña y el
hombre más sabio de entonces. Consagró mucho tiempo y labor en aprender junto a él
la retórica, la dialéctica, y sobre todo, la astronomía. Aprendió el cálculo y se aplicó con
atención y sagacidad en estudiar el curso de los astros. Ensayó también a escribir y tenía
la costumbre de colocar bajo los almohadones de su cama tablillas y hojas de pergamino
a fin de aprovechar los momentos de descanso para ejercitarse en el trazo de las letras.
Pero se inició en ello demasiado tarde y el resultado fue mediocre.
Hay una iglesia bien construida con todo su mobiliario, una habitación y además
edificios en cantidad suficiente. De ella dependen tres mansos. Repartidos entre el cura
y sus hombres hay veintisiete bonniers de tierra arable y una ansange, diecisiete
arpendes de viña, veinticinco arpendes de pradera. De ella procede en calidad de
«regalo» un caballo. Tiene a su cargo la labranza para el señor de nueve perches y una
ansange, y dos perches para los cereales de invierno, y debe cercar cuatro perches de
prado.
«Políptico de Saint Germain des Prés. Recoge: G. Duby, Economía rural y vida
campesina en el Occidente medieval, Barcelona, 1968, pp. 468-470.
SOBRE LA EMPERATRÍZ TEODORA
[Justiniano] tuvo una esposa de cuyos orígenes y educación hablaré ahora, así como
del modo en que, unida en matrimonio a dicho varón, socavó hasta los cimientos del
Imperio Romano.
Matad a vuestros enemigos donde quiera que los encontréis; arrojadlos de los lugares
de donde ellos os arrojaron antes. El peligro de cambiar de religión es peor que el
crimen. No combatáis a los enemigos cerca del Templo de Haram a menos que ellos os
provoquen. Más si os atacaran, bañaos en su sangre. Tal es la recompensa debida a los
infieles.
Combatid a vuestros enemigos hasta que nada tengáis que temer de la tentación,
hasta que el culto divino haya sido restablecido, que toda enemistad cese contra los que
han abandonado los ídolos. Vuestro odios solo deben encenderse contra los perversos.
Si os atacaran durante los meses sagrados y en los lugares santos, hacedles sufrir la
pena del talión; violad las leyes que en sus códigos equivalgan a la que ellos os han
violado. Temed al Señor; acordaos de que él está con aquellos que le temen (...)