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MAPAS

Las invasiones bárbaras


El avance del cristianismo

(Tomado de: The Penguin Historical Atlas of the Medieval World. Londres, 2005, p.
23)
La Francia Merovingia
El Imperio de Carlomagno

Los últimos carolingios y los


primeros Capetos
El Tratado de Verdún
El Imperio en la época de Otón I
Evolución del Imperio Bizantino

Expansión musulmana
La sociedad en la Alta Edad Media
TEXTOS

LEY DE “HOSPITALIDAD” DE ARCADIO Y HONORIO (398)

Los emperadores Arcadio y Honorio, Augustos, a Hosio, magister officiorum.


Ordenamos que en cualquier ciudad en la que nos encontremos o se encuentren aquellos
que nos sirven, después de haber alejado toda injusticia tanto de parte de los
repartidores como de los huéspedes, todo propietario posea plenamente en paz y
seguridad dos partes de su propia casa y la tercera sea adjudicada a un huésped, de
manera tal que la casa sea dividida en tres partes. Que el propietario tenga la posibilidad
de elegir la primera; el huésped obtendrá la segunda que él desee; la tercera deberá
quedar para el propietario. Los obradores que están a cargo de los mercaderes no
sufrirán la antedicha división; han de permanecer en paz y libertad, protegidos contra
toda injusticia de los huéspedes y serán utilizados en favor sólo de sus propietarios e
intendentes (...)

TH. MOMMSEN, Theodosiani Libri XVI..., L. VII, 8, 5, p. 328. En A. García Gallo


Manual de Historia del Derecho Español, vol. II Antología de Fuentes del Antiguo
Derecho, p. 362.

EL CRUCE DEL RHIN EN EL AÑO 406

El pequeño número de los que sobrevivimos fue gracias no a nuestros méritos, sino a
la misericordia del Señor. Pueblos innumerables y feroces han ocupado el conjunto de
las Galias. Todo el país que se extiende entre los Alpes y los Pirineos, el que limita con
el Océano y el Rhin, ha sido devastado por quados, vándalos, sármatas, alanos, gépidos,
hérulos, sajones, burgundios, alamanos y -terrible desgracia- los panonios se han
convertido en enemigos, pues Assur ha llegado con ellos [Salmo, 82,9]. Maguncia, en
otro tiempo ilustre, ha sido tomada y saqueada. En su iglesia, millares de hombres han
sido masacrados. Worms ha sido reducida después de un largo asedio. Las prepotentes
urbes de Reims, Amiens, Arras, Tournai, Spira y Strasburgo han sido trasladadas a
Germania. Las provincias de Aquitania, Novempopulania, Lugdunense y Narbonense,
salvo un pequeño número de ciudad, han sido completamente saqueadas. Las ciudades
han quedado despobladas por la espada y el hambre. No puedo recordar sin lágrimas a
Tolosa, cuya ruina solo ha sido impedida por el mérito de su santo obispo Exuperio.
Hispania misma, tiembla recordando la irrupción de los cimbrios (...)

SAN JERÓNIMO, Carta a Geruchia. En E. Mitre, P. Azcárate y A. Arranz,


«Catástrofes medievales», Cuadernos de Historia 16, n.º 120, Madrid, 1985, Textos, p.
III.
RETRATOS DEL REY OSTROGODO TEODORICO

Teodorico, varón belicosísimo y animoso, era hijo natural de Valamir, llamado rey de
los godos. Su madre, goda, llamada Ereriliva, era católica y en el bautismo recibió el
nombre de Eusebia.

Preclaro y de buena voluntad para con todos, reinó treinta y tres años y aseguró la
felicidad de Italia treinta años y la paz para sus sucesores. Nada hizo de malo. Así
gobernó aunados dos pueblos, el de los romanos y el de los godos. Aunque pertenecía a
la secta arriana, nada intentó contra la religión católica. Ofreció juegos en el circo y en
el anfiteatro, lo que fue llamado por los romanos un Trajano o un Valentiniano, en cuya
época se inspiró. Y los godos lo estimaron como su mejor rey por el Edicto en que
estableció el derecho. Prescribió a los romanos que el servicio militar fuese como bajo
los emperadores. Fue pródigo en dádivas y distribución de víveres y aún cuando
encontró el erario público exhausto, lo restableció y lo hizo opulento con su labor. Aun
cuando era iletrado, demostró tanta agudeza, que algunos de sus dichos son aún hoy
sentencia para el vulgo; por eso no nos avergüenza recordar algunas de ellas. Dijo: «El
que tiene oro y demonio no lo puede esconder». También: «El romano miserable imita
al godo y el godo útil imita al romano» (...)

Era también amigo de las construcciones y un restaurador de ciudades. Restauró el


acueducto de Rávena, obra del emperador Trajano, y después de mucho tiempo hizo
correr agua; edificó el palacio hasta terminarlo, pero no lo dedicó y acabó el pórtico
alrededor del palacio. Además hizo las termas y el palacio de Verona y agregó una
galería desde la puerta hasta el palacio; reedificó el acueducto que por mucho tiempo
había estado destruido e hizo circular el agua, circundó la ciudad con otros muros
nuevos. También en Ticino hizo un palacio, las termas, el anfiteatro y amuralló la
ciudad.

Pero también benefició a otras ciudades. Tanto agradó a los pueblos vecinos, que se
ofrecieron a pactar con él en la esperanza de tenerlo por rey. También llegaban hasta él
comerciantes desde diversas provincias, pues había tanto orden que, si alguno quería
enviar a su dominio oro y plata, podía considerarse tan seguro como si estuviera dentro
de los muros de la ciudad. Y así fue en toda Italia, que no dotó de puertas a ciudad
alguna, ni las cerró donde las había (...)

Anonymus Valesianus, Trad. Y. E. Jasson y F. E. Roberts, Anales de Historia Antigua y


Medieval, Buenos Aires, 1949, pp. 165-178.

Es necesario reconocer que gobernó a sus súbditos con todas las virtudes de un gran
emperador. Mantuvo la justicia y estableció buenas leyes. Defendió su país de la
invasión de sus vecinos y dio a todos prueba de una prudencia y de un valor
extraordinarios. No cometió ninguna injusticia contra sus súbditos, ni permitió que se
cometieran, salvo que permitió que los godos se repartieran las tierras que, en tiempos,
Odoacro había distribuido entre los suyos.
En fin, aunque Teodorico no tuvo más que el título de rey, no dejó de alcanzar la
gloria de los más ilustres emperadores que hayan jamás ocupado el trono de los Césares.
Fue igualmente querido por godos e italianos, lo cual no sucede habitualmente entre los
hombres, que no están acostumbrados a aprobar en el gobierno del Estado aquello que
no esté de acuerdo con sus intereses, y que condenan todo lo que les es contrario.
Después de haber gobernado durante treinta y siete años y de haberse presentado como
temible para sus enemigos, murió de esta manera (...)

PROCOPIO DE CESAREA (500-565), «Histoire de la guerre contre les goths», en el


vol. I de Histoire de Constantinople, París, 1685, p. 353. En A. Lozano y E. Mitre,
Análisis y comentarios de textos antiguos, I. Edad Antigua y Media, Madrid, 1978, p.
142-143.

PRIMER EJEMPLO CONOCIDO DE JURAMENTO VASALLÁTICO EN ÉPOCA


CAROLINGIA (757)

El rey Pipino celebró asamblea en Compiègne con los Francos. Y hasta allí se llegó
Tasilón, duque de Baviera, quien se encomendó en vasallaje mediante las manos. Prestó
múltiples e innumerables juramentos, colocando sus manos sobre las reliquias de los
santos. Y prometió fidelidad al rey Pipino y a sus hijos, los señores Carlos y Carlomán,
tal como debe hacerlo un vasallo, con espíritu leal y devoción firme, como debe ser un
vasallo para con sus señores.

Annales regni Francorum, ed. Kurze, 1985. Recoge: R. Boutrouche, Señorío y


feudalismo. I. Los vínculos de dependencia, Madrid, 1980, p. 284.

SOBRE LA FORMACIÓN INTELECTUAL DE CARLOMAGNO

Hablaba con abundancia y facilidad y sabía expresar con claridad lo que deseaba. Su
lengua nacional no le bastó; se aplicó al estudio de las lenguas extranjeras y aprendió
tan bien el latín que se expresaba indistintamente en esta lengua y en la materna. No le
ocurría lo mismo con el griego, que comprendía más que hablaba. Por lo demás, tenía
facilidad de palabra que lindaba casi con la prolijidad.

Cultivó apasionadamente las artes liberales y, lleno de veneración hacia aquellos que
le enseñaban, los colmó de honores. Para el estudio de la gramática siguió las lecciones
del diácono Pedro de Pisa, entonces en su vejez. Para las otras disciplinas su maestro
fue Alcuino, llamado Albius, diácono él también, sajón originario de Bretaña y el
hombre más sabio de entonces. Consagró mucho tiempo y labor en aprender junto a él
la retórica, la dialéctica, y sobre todo, la astronomía. Aprendió el cálculo y se aplicó con
atención y sagacidad en estudiar el curso de los astros. Ensayó también a escribir y tenía
la costumbre de colocar bajo los almohadones de su cama tablillas y hojas de pergamino
a fin de aprovechar los momentos de descanso para ejercitarse en el trazo de las letras.
Pero se inició en ello demasiado tarde y el resultado fue mediocre.

EGINARDO, Vie de Charlemagne, ed. L. Halphen, Col. «Les classiques de Histoire de


France au Moyen Age», París, 1938, pp. 74-77.

EXPLOTACIÓN DE UNA VILLA CAROLINGIA

Hay en Villeneuve un manso de señor, con habitación y otros edificios en cantidad


suficiente. Ciento setenta y dos bonniers de tierras arables en las que pueden sembrarse
ochocientos moyos. Hay noventa y un arpendes de viñedo, donde pueden cosecharse
mil moyos; ciento sesenta y seis arpendes de pradera, donde pueden recogerse ciento
sesenta y seis carros de heno. Hay tres harineros, cuyos censos producen cuatrocientos
cincuenta moyos de grano. Otro no está sujeto a censo. Hay un bosque de cuatro leguas
de circunferencia, donde pueden engordar quinientos cerdos.

Hay una iglesia bien construida con todo su mobiliario, una habitación y además
edificios en cantidad suficiente. De ella dependen tres mansos. Repartidos entre el cura
y sus hombres hay veintisiete bonniers de tierra arable y una ansange, diecisiete
arpendes de viña, veinticinco arpendes de pradera. De ella procede en calidad de
«regalo» un caballo. Tiene a su cargo la labranza para el señor de nueve perches y una
ansange, y dos perches para los cereales de invierno, y debe cercar cuatro perches de
prado.

Actardo, colono, y su mujer, colona, llamada Eligilda, hombres de Saint-Germain


tienen con ellos seis niños (...) Cultivan un manso libre que comprende cinco bonniers
de tierra de labor y dos ansanges, cuatro arpendes de viña, cuatro arpendes y medio de
prado. Entrega para la hueste cuatro sueldos de plata, y el otro año dos sueldos para la
entrega de carne, y el tercer año, para la entrega de forraje, una oveja con su corderillo.
Dos moyos de vino por el derecho de usar el bosque, cuatro dineros para poder coger
madera; para el acarreo, una medida de madera. Ara cuatro perches para los cereales de
invierno y dos para los de primavera. Prestaciones con animales o a mano, tantas como
se le mande. Tres gallinas, quince huevos. Tiene que cercar cuatro perches de prado (...)

Adalgario, esclavo de Saint-Germain, y su mujer, colona, llamada Hairbolda,


hombres de Saint-Germain. Este ocupa un manso servil. Hadvoldo, esclavo, y su mujer,
esclava, llamada Guinigilda, hombres de Saint-Germain, tienen con ellos cinco hijos
(...) Estos ocupan un manso libre que comprende un bonnier y medio de tierra arable,
tres cuartos de arpende de viña, cinco arpendes y medio de prado. Hace una viña cuatro
arpendes. Entrega para usar el bosque tres moyos de vino, un setier de mostaza,
cincuenta mimbres, tres gallinas, quince huevos. Los servicios manuales, donde se le
mande. Y la mujer esclava teje sargas con la lana del señor y embucha a las aves del
corral tantas veces como se lo mandan.

«Políptico de Saint Germain des Prés. Recoge: G. Duby, Economía rural y vida
campesina en el Occidente medieval, Barcelona, 1968, pp. 468-470.
SOBRE LA EMPERATRÍZ TEODORA

[Justiniano] tuvo una esposa de cuyos orígenes y educación hablaré ahora, así como
del modo en que, unida en matrimonio a dicho varón, socavó hasta los cimientos del
Imperio Romano.

Cierto Acacio era el encargado en Constantinopla de cuidar a los animales de los


juegos del anfiteatro, por la facción de los Verdes, cargo que recibe el nombre de
«ursario». Y este Acacio, en tiempo del emperador Anastasio, murió de muerte natural
dejando a tres hijas hembras: Comitona, Teodora y Anastasia (...) La madre, falta de
varón, juntose con otro que viviera consigo y tomase a su cargo el cuidado de la familia
y el oficio del difunto. Pero Asterio, jefe de la directiva de los Verdes, habiendo dado el
empleo a otro por dinero, quiso que estos abandonaran la plaza y que lo ejerciera el otro,
más espléndido, sin impedimento alguno (...) La madre, sabiendo que acudía numeroso
público a presenciar los juegos, impuso unos capuchones a las niñas, les puso unas
guirnaldas en las manos, y las expuso a pedir limosna ante la gente. Los Verdes deciden
prohibirles en absoluto la mendicidad. Más, al poco tiempo, los Azules, habiendo
destituido al cuidador de sus animales, optan por encomendarles a ellas el menester. Y
su madre, que era todavía casadera, a todas, de alguna u otra forma, les hacía salir a
escena, a lucir su elegancia; no todas al mismo tiempo, sino de modo que cada una de
ellas destacara oportunamente(...) Comitona, la mayor, ya sobresalía entre las hetairas
de su edad. Teodora, que la seguía en edad, se colocaba una tuniquilla con mangas,
como las que suelen llevar las jóvenes sirvientas, le servía de ama de llaves, y llevaba
sobre sus hombros una arquilla, en la cual ella solía sentarse en las reuniones. En cuanto
llegó a la pubertad y sus formas estuvieron suficientemente desarrolladas, fue destinada
por su madre a la escena y, desde entonces, permaneció entre las cortesanas que los
antiguos llamaron «planípedas» o «mímicas». Pues Teodora no era danzarina ni
cantante, ni participaba en los juegos del anfiteatro, sino que, como todo el mundo sabe,
hizo en él exhibición de su belleza, mostrando su cuerpo desnudo. Luego se erigió en
directora de las escenas mímicas del teatro, interviniendo en su preparación y actuando
como actriz de ciertas chanzas cómicas.

Y además, como hubiese llegado a aquella provincia el prefecto de la Pentápolis,


Hecebolo Tirio, muy pronto se entregó con él al placer; y lo hizo con tal reiteración que
quedó encinta de él e, impedida por las molestias de la gestación, no dudó en provocarse
el aborto para poder entregarse de nuevo a la acostumbrada prostitución. Marchó
primero a Alejandría, recorrió después todo el Oriente y por último regresó a
Constantinopla, ejerciendo en todas partes aquel arte que ni tan solo debe mencionar
quien quiera tener a Dios propicio para sí.

En cuanto regresó a Bizancio, Justiniano quedó perdidamente enamorado de ella. Y


al principio tuvo que limitarse hacerla su concubina, porque estaba excluida [por su
oficio] de la dignidad Patricia. Pero muy pronto, esta Teodora (...) alcanzó gran
predicamento sobre él y a la vez ingentes riquezas (...) Y con esta socia, Justiniano echó
a perder no solo al pueblo de Bizancio, sino al de todos los confines del Imperio
Romano, hasta el punto de que se confabularon los sediciosos de ambas facciones, la
Azul y la Verde, para hacerse con el poder imperial. De no haber existido dicho mal,
nunca se hubiera producido tal evento (...)
Mientras vivió la emperatriz Eufemia, Justiniano no pudo conseguir con ninguna
treta que ella aceptara a Teodora (...) [Eufemia], no mucho después partió de esta vida.
Justino, llegado a la extrema vejez, y apenas en sus cabales, inepto para llevar las
riendas del poder, era objeto de burlas y del despecho de algunos súbditos. Los
restantes, que no se sentían cohibidos por ninguna discriminación debido a la disoluta
licencia de Justiniano, se mostraban complacientes con él, acallados sus cuidados.
Entonces Justiniano actuó resuelto a contraer nupcias con Teodora; puesto que no estaba
permitido a los varones de la clase senatorial [porque lo prohibía una ley antigua]
casarse con una mujer pública, este Príncipe hizo aprobar una ley nueva que abolía
aquella institución. Y después se unió en matrimonio con Teodora (...)

PROCOPIO DE CESAREA, Historia Secreta, caps. 9 y 10. Recoge: M. Riu y otros,


Textos comentados de época medieval [siglos V al XII], Barcelona, 1975, pp. 221-224.

LA GUERRA SANTA EN EL CORÁN

Combatid a vuestros enemigos en la guerra encendida por defensa de la religión;


pero no ataquéis los primeros. Dios niega a los agresores.

Matad a vuestros enemigos donde quiera que los encontréis; arrojadlos de los lugares
de donde ellos os arrojaron antes. El peligro de cambiar de religión es peor que el
crimen. No combatáis a los enemigos cerca del Templo de Haram a menos que ellos os
provoquen. Más si os atacaran, bañaos en su sangre. Tal es la recompensa debida a los
infieles.

Si ellos abandonan el error el Señor es indulgente y misericordioso.

Combatid a vuestros enemigos hasta que nada tengáis que temer de la tentación,
hasta que el culto divino haya sido restablecido, que toda enemistad cese contra los que
han abandonado los ídolos. Vuestro odios solo deben encenderse contra los perversos.

Si os atacaran durante los meses sagrados y en los lugares santos, hacedles sufrir la
pena del talión; violad las leyes que en sus códigos equivalgan a la que ellos os han
violado. Temed al Señor; acordaos de que él está con aquellos que le temen (...)

Si te preguntan si han de combatir en los meses sagrados respóndeles: «La guerra


durante este tiempo os será penosa»; pero separar los creyentes del camino recto, ser
infieles a Dios, arrojar a sus servidores del templo sagrado, son crímenes horribles a los
ojos del Altísimo. La idolatría es peor que el crimen. Los infieles no cesarán de
perseguiros con las armas en la mano, hasta que os hayan arrebatado vuestra fe, si esto
les es posible. Aquel de vosotros que abandone el islamismo y muera en su apostasía
habrá anulado el mérito de sus obras en este mundo y en el otro. Las eternas llamas le
quemarán eternamente.

Los creyentes que abandonaron su patria y combatieron por la fe pueden esperar la


misericordia divina, Dios es indulgente y misericordioso.

El Corán, aleya 2, vers. 186-190 y 214-215.


NOTICIAS RECIENTES DE LA ALTA EDAD MEDIA

En el diario EL PAIS (hace un par de meses)


En el número 137 de LA AVENTURA DE LA HISTORIA

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