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-Génesis y desarrollo del

“Espíritu capitalista y
burgués”: Una discusión entre
Max Weber y Werner
Sombart.

Gonzalo Andrés Pellegrini (P-2943/2)


Se puede decir que tanto Werner Sombart como Max Weber pertenecen a un mismo campo
intelectual y cultural, el denominado “pensamiento alemán”, que en una etapa ulterior de su
desarrollo (la primera etapa es la de los filósofos fundadores: Kant, Schelling, Hegel) se
interesará por renovar los estudios económicos, sociales y culturales con una clara línea anti
positivista y hermenéutica, reconociendo la complejidad de las interacciones reciprocas
entre diferentes niveles de la realidad.

A través de dos obras clásicas de esta escuela historicista alemana como son “El Burgués”
de Sombart y “La ética protestante y el espíritu del capitalismo” de Weber, dichos autores
intentarán explicar el surgimiento de la concepción burguesa-capitalista del mundo a través
de “lo cultural” y de la interacción entre Sociología e Historia.

Pero sus tesis sobre el origen del capitalismo diferirán notablemente: antes que el ascético
espíritu protestante que Weber situaba como punto de partida del capitalismo, serían otras
actitudes vitales que Sombart denominara “virtudes burguesas” las que en la Florencia del
Quattrocento, y no en el protestante norte europeo, demuestran la existencia de principios
burgueses perfectamente organizados en los laneros y cambistas florentinos.

Sombart utilizara como fuente los escritos morales e instructivos denominados “Libros de
la familia” de L.Alberti, un “burgués de viejo estilo”, para ir delineando la formación de
una peculiar mentalidad económica que tendrá como tendencia el “reducir el mundo a
cifras y ordenar estas cifras en un complejo sistema de gastos e ingresos”, y será por eso
que en la “cuna del cálculo comercial” como es Italia y más específicamente Florencia, se
erguirá el espíritu capitalista característico de la época moderna, aquí se cultivará por
primera vez una mentalidad específicamente comercial. Donde hombres como Alberti
enseñaron y pusieron en práctica las “virtudes burguesas”. Donde por primera vez floreció
la contabilidad y la estadística como método.

En Weber será el análisis de escritos inspirados en la práctica de la cura de almas, de


diversos autores, para encontrar las conexiones entre las ideas religiosas del protestantismo
ascético y el espíritu fundamental de la actividad económica; reparando en Benjamín
Franklin y en especial en Richard Baxter, que bebió de las fuentes del calvinismo, y
máximo exponente del puritanismo inglés, por su consecuente idea de la profesión. Para
esta ética religiosa la ociosidad es moralmente reprobable, placiéndole a Dios el
cumplimiento de su voluntad a través de la profesión, un fin prescrito por él, que ni aún con
la abundancia y riqueza se está exento de su cumplimiento por ser un precepto divino. De
una profesión especializada se desprende una vida ordenada, un carácter metódico de la
ascesis que incluso, a diferencia de Lutero, justifica el cambio razonado de trabajo, que será
considerado grato por Dios si es éticamente aceptado, bueno para la comunidad y sobre
todo provechoso y necesario para la salvación. Esta “obligación” a la profesión será para
Weber lo que suministrará apoyo y base ética a la conducta del empresario capitalista
moderno.

Lo que podemos observar es que en Sombart el burgués portador de ese “espíritu


capitalista” surge de las extrañas de la ciudad comercial por excelencia del renacimiento
mientras que en Weber es una doctrina religiosa a través de la idea de salvación la que
transformará la vida y la conducta del hombre, metodizándola y racionalizándola.

Para Sombart son un conjunto de cualidades psíquicas las que definen al “espíritu
capitalista” y que se objetivan en distintos principios y opiniones que constituyen la esencia
de todo buen burgués como: El afán de enriquecerse, el espíritu de empresa, la actitud
burguesa y la mentalidad calculadora. Estas características están ya presentes en el
ambiente espiritual de la Florencia del siglo 15.

En Weber, la noción de “espíritu del capitalismo” refiere a una individualidad histórica,


esto es: un complejo de conexiones con la realidad histórica, que el autor agrupa
conceptualmente en un todo, desde el punto de vista de su significación cultural. Tomando
como ejemplo las máximas de Benjamín Franklin, Weber observa el matiz ético de las
mismas que dan forma al “ethos” característico del empresario capitalista moderno.
Franklin hará referencia en su “autobiografía” a la revelación divina que le permitió
descubrir la “utilidad” (económica) de la virtud. De manera que Weber nos muestra en su
obra como los factores económicos son fundamentales en las formaciones sociales, pero no
determinantes, en este caso, la estructura económica discurre por el cauce de ciertas
creencias religiosas y el espíritu que las anima.

Weber critica las tesis de Sombart indicando que en Alberti falta el elemento decisivo: la
concepción tan característica del ascetismo protestante, de la comprobación de la propia
salvación en la profesión: es decir, las prismas psicológicas que esta religiosidad ponía en
la “industria”, las cuales faltaban en el catolicismo de los florentinos, por cuanto que eran
otros sus medios de salvación. En los escritores italianos se trata de meras doctrinas del arte
de vivir y no de impulsos prácticos individuales determinados por el interés en la salvación
y la relación protestante del hombre con su profesión, en el sentido misional, que el
capitalismo requiere para su desarrollo.

Mas allá de las discrepancias lo que si puede afirmarse es, como nos indica Wallerstein, de
que “El burgués ha sido el centro del discurso cultural moderno y el burgués como
capitalista el centro del discurso político y económico moderno” y de que “tanto
admiradores como críticos casi siempre han coincidido en que el burgués capitalista ha sido
la fuerza dinámica fundamental de la vida económica moderna”, pero aun hoy su estudio,
tanto del burgués como tipo humano, la burguesía como clase social y el espíritu burgués
como concepción de la vida y el mundo, siguen generando discusiones entre los
investigadores, una de las razones de estas controversias podría ser la que nos aclara Luis
Alberto Romero en su artículo “¿Quién es el burgués?” donde dice: “A mi juicio la duda
proviene de que el tipo del burgués es un tipo ideal, y es frecuente que no se dé en la
realidad con todos los rasgos que el tipo ideal encierra. Se es y no se es burgués. Cierto
individuo es y no es burgués, o lo es predominantemente y conserva en ciertos pliegues de
su alma otros rasgos contradictorios”.

Podemos decir que tanto las investigaciones de Weber como de Sombart siguen siendo de
fundamental importancia para comprender tanto la génesis del “espíritu capitalista-
burgués” como las bases “espirituales” sobre las que se fue edificando todo el entramado
ideológico que da sentido al mundo capitalista de hoy. El cual aun encuentra en el “afán de
lucro” y en la “filosofía de la avaricia” dos pilares inconmovibles desde su nacimiento.

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