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La abuela

Peter Hinting
Ha publicado IibroS de poemas,
Cuentos y ensayos, y eS ITIU§ conocido
como novelista. En 1973 empezo
a escri bros para nil\oS
que se caracterizan por la actualidad
de su problemâtica y su autenticidad.

Karli pierde a sus padres y es educado


por su abuela. Tanto Karli COITIO
la abuela tienen que cambiar para
adaptarse y convivir sin tensiones.
Pero vencen las dificultades y
acaban siendo muy buenos amigos.
Este libro
recibid el Deutscher Jungedbuchpreis
en 1976.
De como Karli
fue a parar a casa de la abuela

Dice la gente que a los sesenta y siete


años ya se es viejo. La abuela, no. La abuela
ha dicho siempre —y lo suelen decir muchos
viejos— que uno es tan joven como se siente.
Y la abuela se sentia bastante joven. Decia
también la abuela que por fuera era vieja y
por dentro una muchacha. Los que la conocian
bien, se lo crelan. La abuela no tenla mucho
dinero. A veces se quejaba de su escasa
pensiñn y de su difunto marido que no habia
sido precisamente una lumbrera, pero preferla
relr que quejarse. Y sabia arreglarselas. Su piso
de Munich era pequeño y casi tan viejo como
ella. El soft se venia abajo con frecuencia
cuando el peso de las visitas era excesivo.
Sñlo la estufa de fuel-oil era nueva y la
abuela .ao acababa de apañarselas con ella.
Tenia miedo de que salieran las dos volando
pof los aires cualquier dia. Cuando la estufa
empe2aba a borbotear y a hacer glu-glu, la
abuela le hablaba como si fuera un burro
testarudo. A la abuela le gustaba hablar
consigo misma y con las cosas que ie
rodeaban. Los que no la conocian bien teman
que acostumbrarse. Incluso en medio
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de una conversation empe2aba a veces a —Era el que calculaba lo que iban a
hablar consigo misma y, cuando el otro la cobrar los otros —asi explicaba Karli la fO-
miraba sorprendido, la abuela meneaba fesion de su padre.
simplemente la cabe2a como diciéndole que A veces el padre de Karli, los viernes
no se referia a é1. por la tarde casi siempre, se iba a la taberna,
A la abuela todos la llamaban abuela: volvia borracho a casa y le entfaba la llorera.
los vecinos, el panadero de la esquina, los La madre de Karli se quejaba:
chicos del patio que de vez en cuando se — iYa vuelve a estar esta calamidad
burlaban de ella pero que, en realidad, la con las dichosas larnentaciones del fin de
querian y hasta ie subian a veces la bolsa de semana!
la compra al quinto piso, porque en la casa Karli no lo comprendia. Su padre era
en que vivia la abuela, no habia ascensor. una persona mâs bien alegre y Karli se
—No somos principes —solia decir la entendia bien con él. Mejor que con su madre
abuela cuando se le acababa el. resuello en el que siempre protestaba de lo mucho que
tercer piso y tenia que tomarse un pequeño ensucia- ban los dos y de lo mucho que tenia
descanso. que limpiar.
«Frau Erna Bittel» ponia en letras de Y se pasaba el dia limpiando.
adorno en la puerta del piso. Su hijo le —Pues esto no es normal—decia el
preguntñ una vez por lo de «Frau» delante de padre de Karli.
su nombre. Los padres de Karli murieron en un
—Tu es que eres tonto —le habia accidente de automovil cuando Karli tenia cinco
respondido la abuela—. Ast es como quiero años. Habian salido con unos conocidos
que me llamen. Después de la muerte de Otto —ellos no teman coche— y a Karli le habian
la gente podria creer que soy una vieja solte- dejado en casa de la vecina. Alli acudio tam-
rona. Y eso es lo que no soy. bién el policia que le dijo a la mujer:
El hijo de la abuela tenia otro hijo. —Han muerto los dos,
De é1 y de la abuela trata esta historia. Se Al principio Karli no lo comprendiñ.
llama Karl-Ernst o se llamaba —mejor dicho— Karli tardñ mucho tiempo en poder imaginaise
porque desde un principio le llamaron Karli. que no iba a volver a ver a sus padres. Que
Karli creciñ en una pequeña ciudad se habian ido para siempre.
cerca de Diisseldorf. Su padre trabajaba en las —No es posible —solia decir.
oficinas de una fabrica. La vecina lo metiñ .en cama y un médico
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Ie puso un supositorio. A Karli le entro la risa. Io llamaba Karli y nunca hombrecito, joven-
—Ahora vas a poder dormir. Primero zuelo y monada.
tienes que dormir, hombrecito —le dijo el Le tomaba en serio.
médico. A Karli le sorprendiñ lo deprisa que se
A Karli lo de hombrecito le pareciñ liquidaba un piso y lo deprisa que el piso
idiota y e1 médico medio tonto. Aquellos liquidado se vaciaba. La abuela repartiñ los
dhas todo el mundo ie parecia medio tonto muebles.
porque no paraban de acaiiciarle la cabeza o —Todo eso no lo necesito —dijo.
de abra2arlo, porque se portaban todos de Al final a Karli le quedo una maleta
forma muy distinta. con sus cosas y nada mâ s. Y con la maleta
La abuela, no. Llegñ la abuela —tam- que arrastraba la abuela saliñ de la ciudad en
bién debia haber llorado— y empezo en la que habia vivido con sus padres. A casa de
seguida a mandar: la abuela, a Munich.
— iHay que seguir, de alguna forma
hay que seguir!
Y ante un montñ n de tias y tios
desconocidos, en pfesencia de Karli, decidiñ :
—A Karli me lo llevo yo. Karli se Ahora soy yo la que tengo al chico.
queda conmigo. vie y un nino que hasta
Uno de los tios le dijo: dentro de doce o trece anos como minimo
—EA tu edad, Erna! no podrâ valerse por st mismo. ¿He de cumplir
La abuela, al oirlo, se echñ a reir y le los cien por culpa de Karli? ¿Si no to hago
yo, quien de los parientes to hubiera recogido?
gritñ :
Al final to hubleran metido en un orfanato.
—¿Es que lQ quienes tit? Déjate de
Y eso no puede ser! j£so no! Seguro que va
tonterias entonces! a echar de menos a see padres durante mucho
Karli habia visto pocas veces a la abuela tiempo. Sobre todo a en padre. Pero ego son
pero siempre le habia gustado. La abuela
también Labladurias. Hay ninos que tienen
hablaba un poco mâ s alto de lo padres y ni se enteran de que Nos tienen. boy
acostumbrado, decia palabras que no siempre a procurar olvldarme de que soy vieja. NAfJf
eran decentes y trataba a su hijo como si y yo ya nos las arreglaremos.
fuera de la edad
de Karli. A la madre de Karli la llamaba
llorona y al padre, a veces, flojeras. A Ka£li
La abuela es diferente

Karli se acostumbra rapidamente a la


abuela, aunque e1 piso le siga pareciendo
raro. hero a1 fin y al cabo la abuela hace
ya muchos años que tiene todos esos muebles
i y no va a comprar otros nuevos sñlo por él.
Karli tiene un cuarto cast para él solo. Durante
e1 d1a la abuela lo utiliza para coser y Karli,
por la noche, tiene que ir recogiendo agujas
para no pincharse los pies.
En muchas cosas la abuela es diferente.
Una de las piimeras noches Karli, que no podia
dormir, entrñ en el cuarto de baño que esta
junto a su habitacion y encontro un vaso de
agua con los dientes de la abuela. Karli
se pego un susto terrible y no se atreviñ a
tocarlos por miedo a que se ie cerraran.
Por la mañana ie pregunto:
—¿Desde cuando se sacan los dientes
de la boca? Yo no puedo.
, La abuela se lo explico:
—Es que éstos no son mrs dientes,
Karli. Los mios se han ido cayendo todos,
los he perdido. Igual que tu tus dientes deg
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parrafada». A Karli ie resultaba aburrido pero,
se fue dando cuenta de que la abuela era
como solian darle caramelos, aguantaba y le
mâs pobre que sus padres.
decia a la abuela:
—Cuando me paguen tu pensisn de
—Me parece estupendo que repanas.
orfandad lo pasaremos un poco mejor, Karli.
Después iban de compras. A la abuela
Pero los señores funcionarios van despacio y
en las tiendas del barrio la temian. No habia
no piensan en nosotros —Ie decia la abuela.
quien le diera gato por liebre. La abuela
Karli le pregunto que quienes eran los
decia:
señores funcionafios.
—Si yo me lo tengo que pensar tfes
—Gente sentada detras de enormes
veces antes de gastarme una perra, tendré
escritorios, pasando eternamente papeles
defecho también a darle otras tres vueltas como
y mas papeles de un lado a
minimo a lo que me voy a comprar con ella.
otro. De ellos depends que le den dinero a
¿No?
uno o no le den.
Karli la ayudaba y los tenderos se enfa-
Karli se admiraba de que hubiera
daban. Uno ie dijo a Karli que dejara de una
gente tan poderosa. Karli, a veces, deseaba
ve2 de tocar los pepinos con las manos sucias
ser igual de poderoso para regalarle a la abuela
y la abuela le gritñ:
un montñn de dinero.
—iLo que faltaba! ¿Es que los lava
La abuela cocinaba mâs deprisa que la
usted tan a menudo como Karli las manos?
madre de Karli.
La abuela tenia mucha gracia y eso
—En la cocina lo unico que se hace es
le encantaba a Karli. Era una mujer que no
perder tiempo —decia.
admitia réplicas ni le tenia miedo a nadie.
Después de la comida la abuela se
Era mâs biert la gente la que le tenia miedo a
sentaba a coser a maquina y dejaba a Karli
ella. Cuando la abuela fruncia el ceño el ten-
bajar al patio. All1, al principio, Karli no
dero se ponia siempre la mar de amable.
La abuela no paraba de inventarse cosas. conocia a nadie. Los niños se burlaban de él;
Al panadero, por ejemplo, le decia cada dos decian que hablaba como un extranjero, como
por tres: un turco casi.
—Oiga usted, ies que envia los pane- Yo no soy ningun turco —ctecia
cillos a que adelgacen? Cada vez los encuentro Karli.
mls pequeño5 y mâs caros. Los primeros dras los otros niños no se
La gente no sabia qué contestable. Karli lo creian. Cuando se lo contñ a la abuela, la
abuela dijo:
—¿Por que no les has contado que eres
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un turco de la Cuenca del Ruhr? i Dios mio! ¿Tienes todavia mas? —preguntñ
iLos niños son ya tan imbéciles como los Karli.
padres! Creen que un turco ha de ser mala —tTe crees tu que los vas a ver todos
persona por el mero hecho de ser turco. de una vez? —le dijo la abuela.
Al cabo de algun tiempo a Karli le Con la abuela, por las noches, era
dejaron jugar con ellos. Y poco después se todo también muy distinto. En casa de Karli
pego por primera vez con Ralph que tenia su madre lo bañaba y, a veces, cuando se
siete años y era el unico que mandaba. No le retrasaban, llegaba el padre, se duchaban
gano pero se pego tan bien que Ralph no juntos y la banera era una fiesta.
le guards e1 menor fencor. La pfimera noche la abuela ie dio la
Ralph tenla un pequeño defecto flsico: toalla y le dijo:
hablaba ma1, como entre dientes, y en vez de — Anda, lâvate!
decir «sabes› decia ‹chabech». Y Karli, que estaba todavia hecho un
Al principio a Karli le daba risa y se lto, se echñ a llorar. Y la abuela también.
lo conto a la abuela. Karli, al verla asi, dejs de llorar y se lavs él
No esta bien que te rias de Ralph solo. A partif de entonces lo hicieron siempre
dijo la abuela—. Casi todos tenemos algun igual. La abuela se sentaba al borde de la
defecto. banera y miraba cñmo Karli se lavaba.
Yo no —dijo Karli. Se te puede ver crecer —le decia.
TO s1 —dijo la abuela—. Tu tam- La abuela lo secaba. Le gustaba hacerlo.
bién porque te crees que no tienes ninguno. La abuela frotaba terriblemente a Karli, hasta
Eso también es un defecto. dejarle el cuerpo colorado como un cangrejo,
¿Y tu? —preguntñ Karli. y le decia siempre:
Yo tengo incluso uno terrible —dijo ¿Verdad que sienta bien, Karli?
misteriosamente la abuela—. Algun dia te lo Habia otra cosa todavia muy distinta
ensenaré. a las de casa. La abuela, cuando se lavaba,
Unos dras después la abuela salis des- se encerraba en el cuarto de baño. Le tenia
calza del cuarto de baño y ie Señalñ e1 pie miedo por lo visto. Al cabo de algun tiempo
derecho. Karli se lo preguntñ.
—Mira, Karli. El meñique se me ha — iTonterias, Karli! —dijo la abuela—.
pegado al de a1 lado. Es uno de mis defectos, Lo que pasa es que no es nada agradable
sabes. ver viejos.
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—Tu lo que tienes es verguenza de


que te vea —dijo Karli. Con la abuela en
—Tienes ra2on, Karli —dijo la abuela.
A Karli no le parecia bien pero no
el Negociado
, consiguio convencerla de que dejara abierta
la puerta del cuarto de baño.
—Tu eres Karli y yo la abuela. Tu
eres pequeño y yo soy vieja. Esa es la unica A los cuatro meses largos de estar
diferencia. Karli con la abuela y una vez que lo tuvo ins-
crito en la escuela, la abuela agarrñ un berrin-
Karli se la dado cuenta en ieguida che. Todas las malarias miraba en el buzon,
TO if'Met df!fHt° TO f!$ GOZO HH 5H casa. ) 5O esperando que le llegaran, por fin, noticias del
de la educaciân moderna! ;Cielos! ¿Tendré Negociado. Pero el Negociado no le enviaba
que salir yo ahora deinuda del Nano to/o nada y la abuela se ponia cada ve2 mâs furiosa.
porque sus padres ie tuvierazz acostumbrado — No dan golpe! —grito un buen dia
o rio? Karli no sabe cl amp cto que tienen —. jVenga a comer papeles y a hurgarse las
los viejos. Y, ademâs, me da vergiienza. Ah! narices con el lapiz! jFuncionarios teman
ed que no paso. Yo soy de otra época. £n- * que ser!
torices no se era —¿câmo dina yo!— tan Karli no conseguia imaginarse a la
desvergonzado. No, desvergonzado no es abuela de oficinista pero sabia muy bien de
tampoco la palabra exacta. Hoy en dia to que qué se trataba. Su tutor, e1 jefe de su padre,
pasa es que no fee toca ya sentir vergiienza; habia solicitado que se hiciera a la abuela
y esM lien due ask sea. Pero yo no puedo cuidadora, es decir una especie de madre
camb.’aT a estas alturas. Karli tiene que adoptiva de Karli, cosa —claro— que la
comprenderlo. abuela no podia ser en absoluto; a lo sumo
abuela adoptiva. Y abuela de Karli lo habia
sido toda la vida, de modo que resultaba
también una tonteria. Para el egociado, no. Asi
que la solicitud seguia su curso legal, como suele
de- cirse. Mâs que seguir su curso legal lo que
hacia, en realidad, era arrastrarse por los des-
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pachos. La abuela necesitaba e1 permiso para serio, acomodado tras un enorme escritOriO,
que le concedieran e1 subsidio de orfandad de les dijo:
Karli. Y eso, para ella, era importante, porque —No. Compete al veintidss.
la abuela al fin y al cabo era pobre y Karli Volvieron a esperar delante del vein-
—segun decia ella— se la estaba comiendo tidñs. Karli se dio cuenta de que la abuela
viva. se estaba hartando y de que apenas iba a
La abuela entonces decidiñ «intervenif haber forma de contenefla. De un momento
cerca del Negociado›. Cuando hablaba del a otro empezaria a dar gritos. El hombre que
Negociado la abuela se expresaba siempre con los recibiñ en el veintidss era bastante joven
mucha prosopopeya. todavia, aunque ya peinase algunas canas. Tal
—Tienes que acompañarme, Karli —ie vez fuera culpa de la mucha gente por la que
dijo la abuela—. Han de verte. Tu eres la le tocaba preocupafse. El hombre mirñ a Karli
prueba, Karli. El cuerpo del delito. y le dijo, como si fuera e1 paff co.
La abuela se puso su mejor vestido y — iVaya, vaya! Asi que aqui tenemos
a Karli no paraba de acicalarlo. Karli se enfadñ. al pobrecito.
Antes de salir de casa se comiñ unos copos de A Karli le entraron ganas de sacarle
avena para fastidiaf y volviñ a ensuciarse. la lengua. Luego penss que, para ayudar a la
—i Siempre me tienes que llevar la abuela, qui2as fuera mejor hacerse de verdad
contraria! el pobrecito y puso la cara tfiste.
La abuela estaba de mal humor. La abuela se sento de golpe y pofra2o
Fueron en tranvia. La abuela guardaba en la unica silla que habia delante del escritorio
silencio. Mps que guardar silencio lo que hacia y dijo:
era ir hablando bajito, consigo misma, reci- —tVenga, hombre! iNo se deshaga
tando frases que se habia aprendido de usted en lamentaciones! iMuévase!
memoria para soltarlas en el Negociado. A A Karli le dio la impresion de que el
Karli no ie hacia ni caso. hombre iba a iniciar la huida de un momento
En el Negociado el portero les enviñ al a otro. Pero Se quedo. Le tocaba quedarse:
despacho numero diecisiete. Esperaron media era su oficio. Le pfegunts el nombre a la
hora sentados en un banco de madera y sin abuela, buscs en un armario y sacñ un expe-
hablar tampoco. Cuando por fin let tOcS e1 diente bastante gordo, de tantas cosas como
turno, un señor ya mayor y de aspecto muy se habtan escrito ya sobre Kafli y la abuela.
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En el Negociado eran famosos. Tampoco y pantalones que rompe y todo lo que hace
parecla que let sirviera de nada. falta. ¿Se cree usted que soy millonaria?
El hombre se sento muy digno detras ¿Tengo yo cara de fabrica?
del escfitofio, humedecis el dedo y se puso A Karli, entretanto, el Negociado Ie
a hojear papeles, meneando a veces la cabeza parecia estupendo.
y asintiendo de cuando en cuando. Al final —Yo como muchisimo, de verdad
dijo: —dijo—. La abuela tiene razon. Y lo de los
Es un asunto complejo. pantalones es verdad también.
Karli no sabia lo que significaba.
—;Ahi lo tiene! —dijo la abuela.
tQué es complejo?
El hombre se echo a reir.
En lugar del hombre le respondiñ la
abuela. —Trataré de acelerar los tramites de
—Yo es que no lo se tampoco. cara a la resoluciñn del expediente —dijo.
—Su ca5o no tiene nada de sencillo El funcionario se expresaba, realmente,
explicñ el funcionario—. No se trata de con mucho empaque.
una simple cuidadora sino que usted ademâs — Acelere, hombre, acelere! —le dijo
es pariente del muchacho: su abuela para ser la abuela—. De lo contrario vuelve a tenerme
mas exactos. usted aqui la semana que viene. jse lo juro!
—tNo me diga! —exclamñ la abuela. El hombre volvis a reirse.
i Consigo déjese usted de ironias! Serra un placer —dijo—. Aunque
—le dijo el hombre. voy a hacer todo lo posible para que la cosa
—Para mi son cosas bastante serias se arregle.
—le dijo la abuela—. ¿Cuando van a darle
El funcionario se despidiñ de los dos
entonces la pensiñn a1 niño?
con un apretñn de manos. Tan pronto como
—¿No se puede usted pasar sin ella?
estuvieron en el pasillo la abuela pegñ un
ie pregunto el hombre.
saltito, un brinco tan sslo porque no era ya
La abuela se levantñ, echñ a un lado la
capa2 de saltar de verdad y dijo:
silla de un golpe y dijo:
— Haga el favor, hombre! Sabe usted Lo hacemos estupendamente, Karli.
perfectamente lo que cobro de pensisn. Esta Tenemos que seguir asi. Somos capaces de
ahi, en los papeles. Y sabe usted también lo ablandarle el corazon a cualquier funcionario.
que se traga al dia un chaval asi, los calcetines Karli estaba de acuerdo.
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No puedo imaglnarme tener que solver Cuando la abuela se


a viiu'r sin Karli. Al clico me cansa, qué duda pone a contar cosas
cafe, me agota y por la noche cabo reventada.
Tal vez sea cuestiân de costumbre. Y at fin
y at cabo también se va Laci'endo mayor.
A menudo me recuerda a su padre y
entonces pirnso qcr rur/ro a tenet un
mio. Soy demasiado iueja. Su madre sena Karli no comprende que la abuela ha-
wnrbo mejor para éI. ble siempre de otros tiempos. A la abuela
Es ram que Use lnquiete todaviâ pensar no le interesa gran cosa lo que Ie paso ayer
en ella. £n realldad no est ba mat. Y era mismo. Pero de las cosas que le ocurrieron
una bueno madre. Lo unico que pasa mta. hace treinta o cuarenta años sigue acofdândose
to hacia todo de %rma difezente a la perfectamente. Todavia se acuerda de la
No se preocupaba tanto del nino. Decca pfimefa ve2 que fue en tren, de cuando se
siempre que teman que aprender temprano a casñ con el abuelo, del traje que llevaba en la
arreglérselai solos. Eso st, pero day que boda y de lo que comieron. A Karli le da
ayudarles. Asi dccii que to Lmk ella tambien. lo mismo.
A mi me pareciâ que no. No nos rr/rnHmmoi, La abuela dice siempfe:
es ci'erto. Nle crispaba los nervios. Y yo a ella —Todo ayuda, Karli. Cualquier tiempo
seguro que también. Ahora, a feces, 9iruio pasado fue m•jor.
que fue rna lâstima Laberme peleado tanto Esa es la diferencia entre Karli y la
con ella. abuela. A Karli le interesa sñlo lo que pasa
ese mismo d1a, lo que acaba de decidir con
sus amigos, lo que ha hecho y lo que pro-
yecta. A la abuela no le pafece importante
todo eso. Y menos todavia cuando le toca en-
fadarse por culpa de ello. La abuela prefiere
enfadarsc por aquellas cosa5 de las que se
acuerda todavia ‹la mar de bien›.
—Te acuerdas, Karli, de cuando el
abuelo fue a pafar debajo del tranvia y falto
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bien poco para que se nos quedara sin pierna.


aseguro, Karli, que una guerra de verdad tam-
Yo es que no consigo olvidarme de cñ mo lo poco les gusta a los niñ os. Lo pasan muy mal.
tfajeron al pobfe lleno de sangre a casa, y él Piensa en esos pobres vietnamitas. Bueno,
todavia dijo:
¿donde estaba?
—No es nada.
Y yo pensaba que el hombre se me —En lo de papa dijo Karli.
desangfaba entre las manos. Son cosas que se —Eso. .. Pues tu padre estaba todavia
quedan grabadas. en casa y, cuando empe2ñ ese terrible
Y la abuela, no obstante, hace tiempo bombar- deo, nos refugiamos todos en e1
ya que las ha superado. Lo que pasa es que sotano.. Las bombas se oian cada vez mls
sus recuerdos le siguen pareciendo excepcio- cerca. Yo me quedé tiesa de miedo y lo cogi
nales. Cuando ve en la television una pelicula en bfazos. Poco después se puso a temblar
interesante, dice: ia tierra. El techo del sotano se cala a
Todo eso es inventado. A ml que no peda2os. Alguien dijo que tenia que haber
me engañ en. Te acuerdas, Karli, de cuando sido en nuestra casa y alli fue. La casa se
nos bombardearon la casa. . . mantenia aun en pie.
Luego sigue una historia que Karli 0 casi, porque las bombas habian arrancado
ha oido contar ya multitud de veces con un tro2o del tejado. En nuestro piso no quedñ
infinidad de vafiantes. nada sano, ni un cristal en las ventanas.
Tu padre acababa de entrar de Dormimos en casa de unos parientes y, al dia
aprendiz cuando empezo lo de los bombardeos. I siguiente, empe2amos a arreglar la casa. En
Puede incluso que fuera todavia a la escuela. las ventanas pusimos cartones en vez de
Poco antes de terminar la Guerra Mundial cristales.
esos locos lo llamaron a filas, a los servicios
auxiliares de aviaciñ n, y le toco derribar Karli no la escuchaba demasiado aten-
bombarderos. jA los niñ os como esos los me- tamente porque ya conocia la historia. Karli
than en las baterias antiaéreas! pensaba en cosas muy distintas. En como
explicable por ejemplo a la abuela que no
iMe parece fenñ meno! —la inte-
rrumpio Kafli. tenia nada de particular que fueta a jugar al
—¿Fenñ meno? A ti te parece fenñ - patio de al lado porque con los niñ os de alli se
meno porque vosotros os pasais el dia corriendo entendia mucho mejor.
con las pistolas y jugado a guerras. Yo te La abuela no le dejaba.
—He de verte por la ventana, Kafli
le decia—. Ya esta bien de independencias.
Yo quiero que te las sepas arreglar sin mi,
Karli, pero. . .
—¿Qué quiere decir «sin ml»?
—Quiere decir que no siempre he de
llevarte pegado a las faldas pero que tengo que
cuidar de t1.
Y la abuela se ponia a contar en seguida
otra historia de las de hace mucho tiempo,
cuando no circulaban casi autos y habia
todavia aviones de cuatro alas, los biplanos
aquellos que tanto entusiasmaban a la abuela.
No podian caerse, Karli, no habla
forma. Se les rompia un ala y les quedaban
las Otfas tfes.
Cuando Karli se lo contñ a un amigo,
mayor que él, e1 amigo se echñ a reir y dijo
que daba lo mismo las alas que tuviera un
aviñn, y que un cohete era mucho mâs rapido
y no tenia ninguna. Karli informo a la abuela
y la abuela se quedo horrorizada.
—Los cohetes sñlo sirven para matar
gente —dijo.
Total que Kafli y la abuela nunca
acababan de entenderse. La abuela preferla
hablar de una época que Karli no conocia y
que debia haber sido también bastante rara.

Fste chlco ti'ene que saber câmo eran


tae cosas antes, cuando yo era joven, por
ejemplo, y no me llamaba todavia trna Bittel
!
sino trna Mauermei!iter, mi nombre de soltera.
¿Por q'ué ie resultarân abumsai estas historian? La abuela hace justicia
Sâlo atler• de cuando ie hablo de la guerra y
entonces quiere sab6T FOR todo details st be y Karli se averguenza de
viito dlsparar y xl hubo muertos. Eso de la
guerra tiene que estas metido muy adentro
ella
en los ninos. Y es atroz. Hoy, cuando me
acordé de câmo conoci a Otto y del hipo que
me entr0 del susto —me du:r6 Doras enteras
—, a Karli sâlo se ie ocu:me decirme: « Ye me
to has contado». Karli tuvo un mo con Ralph. Se pega-
Y to ié muy lien que no se Io be ron. Ralph tirñ a Karli dc los pantalones
contado todavia. Tal Nez Maya pasado, entre- hasta que le hizo un señor siete y se los dejñ
tanto, demaslado tiempo. . . por las rodillas. La abuela oyo jaleo en el
patio. Ese dia la abuela habia bajado y subido
dos veces las escaleras —hasta eI quinto piso—
y ya estaba bien. La pelea del patio, sin
embargo, la intranquilizo. Bajñ, vio el des-
garrñn, los pantalones rotos y preguntñ:
—¿Quién ha sido? ¿Quién le ha roto a
Karli los mejores pantalones que tiene?
A Karli le dijo:
— Te tengo dicho y repetido que
cuando bajes a jugar te pongas los pantalones
viejos!
Luego volviñ a preguntan.
—¿Quién ha sido?
Algunos niñ os habian escapado corrien-
do y los que quedaban —incluido Ralph—
no dcclan ni pro. Karli tampoco.
—iEs que he de tiraros de las orejas,
de uno en uno? —dijo la abuela.
Uno de los niñ os dijo:
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No tiene usted derecho a haceflo. La —¿Qué quieres, entonces? —preguntñ
castigaran. Karli.
Antes st que se podia y yo hago lo —Quiero saber quién fue.
que me da la gana —dijo la abuela. —¿Y luego? —preguntñ Karli.
Eso no estâ bien, abuela —dijo Luego le diré que hi2o mal. Y a su
Karli—. Tu no puedes hacer lo que te de la madre que te compre otros pantalones.
gana. No puedCS pegafle a un niñ o ajeno. No puede ser —dijo Karli.
La abuela, furiosa, avanzñ paso a paso —Es la justicia —dijo la abuela.
hacia los niñ os que se quedaron inmñ viles, ¿Y si los pantalones son caros?
mirâ ndola. —preguntñ Ralph.
—Sois unos cobardes —les dijo la — jEntonces es que has sido t6 el que
abuela.
los ha roto! —dijo la abuela.
Karli defendio a sus amigos.
A Karli ie entrñ mucho miedo y ie
No son ningunos cobardes —dijo—. asegurñ a la abuela que Ralph no habia sido.
Los pantalones se han roto jugando. La abuela volviñ a ponerse furiosa.
jEncima, miente! —dijo la abuela—. Tomñ del brazo a Ralph, que queria largarse,
Primefo cobarde y después mentiroso. iQué
y empezñ a sacudirlo. Karli ie gritñ:
verguen2a!
Karli se dio cuenta de que era ahora — No le hagas nada, abuela! iPor la
cuando la abuela empezaba a ponerse de justicia!
verdad furiosa. Tratñ de calmarla. — Os daria a todos de palos... ! —grito
—Tampoco es tan grave lo de los pan- la abuela.
talones. Me los coses y quedan nuevos Karli se sintio triste y avergonzado.
—dijo—. Para jugar me pondré siempre los Por la tarde se lo dijo a la abuela:
otros. Seguro. —Lo del patio no estuvo bien, abuela.
—iDéjate de tonterias! —dijo la abuela —iEntonceS cñsete tu mismO los pan-
—. Aqui lo que hay que hacer es justicia. talones!
Karli no comprendia lo que queria Karli se daba perfecta cuenta de que
decir la abuela con eso de «hacer justicia». a la abuela no le importaban tan sñlo los
LO5 Otros niñ os tampoco lo entendieron. pantalones. Por otra parte, ¿cñmo habia que
hacer para ayudarla?
38

to be «educaciân modema» y ered


modas no entiendo. Tampoco quiero Racer
Con la abuela
made mat. ;Qué se vayor aI diablo todos! de vacaciones
No me gusta que Karli ie junte con los cLicos
mls sucios, los mls alborotadorei y los mls
malos. Lo peorcito del barrio. No es que a
nosotros nos some eI dinero, to que jasa es
que a mi“ me dana vergiienza lr est“ de desas-
trado. Karli piensa de otra forma. Dice que es Karli lleva ya tres años con la abuela y
que no tlenen abuela y que tener abuela es dos de escuela. Tiene ahora un montñn de
to mâs importante. Y eso tampoco se Yes amigos y no es capaz de imaginarse que las
puede ecLar en cara a esos rlicos. Quizâs cosas en otros tiempos fueran muy distintas.
teuga razân Karli. ;£I sabihoudo! A veces le preguntan si le va bien siempre
con la abuela. Karli no entiende cñmo podria
! irle de otra forma. De ve2 en cuando, se
arma algun cisco pero, por regla general, la
encuentra estupenda. Tampoco se queja tanto
como las demâs viejas que vienen los sabados
a tomar café y a charlaf un rato. Las otras
empiezan ya a gemir apenas llegan a la puerta
del piso. La una que si siente pinchazos en
la pierna, la segunda que le da el hipo
después de las comidas y la tercera que si el
marido.. . Cada vez que se asoman las viejas
Karli se larga y a la abuela ie parece lo mâs
natural. La abuela se ha acostumbrado también
a que Karli escoja é1 mismo sus amistades
y ya no trata de convencerlo como al principio.
Cuando Karli cumplio los ocho años
la abuela le regalo unos pantalones nuevos
y —esa fue la sorpresa— unas vacaciones
juntos. La abuela, segun decia, no habia ido
40
41
de vacaciones desde hacia treinta añ os largos.
gritar hasta que a la vuelta, en la autopista,
Y en las ñ ltimas de las que se acordaba
—en Tegernsee, a orillas del lago— no habia pot poco se estrella contra un camiñ n.
Asi no se imaginaba Karli unas vaca-
parado de Hover, Tegernsee no esta lejos de ciones.
Munich pero para la abuela, que no tiene La abuela habia escrito en un papel:
men- talidad de automovilista, resulta ya muy
lejos. Karli, a1 que la abuela ie habia hablado «Bono para Karli (y la abuela).
unas cuantas veces de sus ultimas vacaciones, Veraneo para dos personas del 14 al 28
temia del VII en Furth inn Wa1d•.
que ie tocara volver a Tegernsee y a Tegernsee
habia ido ya de excursiñ n con la escuela. A Autori2ado y con el visto bueno de la
Karli Ie parecia ademâ s que no estaba lo sufi- abuela.
cientemente lejos para ser unas vacaciones de
verdad. Otros chicos de la escuela le hablaban Karli lo leyñ y le pareciñ raro. La abuela,
de Españ a, Italia, Holanda o eI mar Bâ ltico. mientras él leia, no cesaba de preguntarle:
El entonces —por consejo de la abue- —¿Eh, eh? ¿Qué te parece, Karli? ¿Eh?
la— les decia: ¿Donde esta eso de Furth inn Wald,
Nosotros hemos veraneado en e1 en pleno bosque? —preguntO Karli al cabo
balcon. de un rato.
Como no estaba acostumbrado a las —Err el bosque de Baviera —respondiñ
vacaciones tampoco le hacian falta. la abuela—. Y pasa el tren, que es lo impor-
—Esa gente va a Españ a a tance. Asi no tendremos que coger el autobus.
seguir pe- Yo todo eso no lo conozco. Fraulein Bloch,
leandose —le dijo la abuela—
y regresan la que viene siempre a tomar café, estuvo
mucho peor de lo que se fueron.
alli de vacaciones y nos ha reservado aloja-
Karli no estaba muy de acuerdo pefo miento. No esta ma1 de precio, todavia
en todo lo que decia la abuela habia siempre podemos permitirnoslo. Fraulein Bloch dice
algo de cierto. Y en eso, también. Ya se que son granjeros de verdad, gente amable.
lo habia contado su amigo Eberhard: Una semana antes de la partida no
Veraneamos en Españ a, en la cOSta. habia forma ya de frenar a la abuela. No
Al principio estuvo bien pero luego se arms paraba de hacer y deshacer maletas. A Karli,
la gorda y mi madre no hablñ mls con mi que le decia que no fuera tan tonta de
padre hasta que regresaron. No le volvio a empezar a hacer ya las maletas, Io echñ del
cuarto.
42 45
—Tu HO lo comprendes —le dijo—. —La maleta pesa mucho —exclamñ
Yo es que he perdido la costumbre de viajar.
Karli.
—Con una maleta, so bra —dijo Tengo un arma secreta —dijo la
Kar-
li—. Yo no tengo que llevarme tantas cosas. abuela.
El tren salia a las seis de la mañana. La abuela arrastrñ escaleras abajo el
La abuela se levantñ en plena noche y a las maletsn —con un paraguas atado y el bastñn
ues desperto a Karli. La abuela habia acabado del abuelo— y cuando llego abajo lo puso a
de vestirse para el viaje. Karli no la habia visto su lado, en la acera, y salio andando con él.
nunca de aquella forma. La abuela llevaba un El maletñn llevaba unas ruedecillas por la
traje con una falda que le llegaba casi hasta parte de abajo.
los tobillos. —Era del abuelo —dijo.
—¿No puedes acortarte un poco la A Karli —de pronto— le pareciñ todo
falda? —le dijo Karli. fenomenal. Llegaron a la Estacion demasiado
—Lâstima de tela —dijo la abuela—. tempfano y la abuela tuvo tiempo de examinar
Y, ademâs, esta de moda. detenidamente cada uno de los andenes y de
La abuela llevaba también sombrero leer todos los letreros. Al final todavia no
nuevo. 0 viejo. Uno, de todos modos, que estaba segura de si su tren salia efectivamente
nunca se ponia. La abuela solia usar pañuelos del andén seis. La abuela preguntñ a cinco
de cabeza. El sombrero incluia una aguja ferroviarios, uno tras otro, y todos le respon-
enorme, con una perla. dieron lo mismo. Karli termino por enfadarse:
—Vas a pinchar a la gente —dijo Karli. —Como preguntes a uno mâs, me
Es un alfiler de sombrero —dijo la marcho.
abuela—. Se llgvan as1. Y ya esta bien de El viaje en tren resulto divertido. La
ponerse pegas. abuela llevaba abundantes provisiones que
Karli se vistio. El café se lo tomaron compartia con todo el compartimento. Al
de pie. Comieron pan con mantequilla y, cambiar de tren ya no tenia tanto miedo.
antes de las cuatro, la abuela dijo: En Furth inn Wald preguntñ en la taquilla
—Ahora tenemos que irnos. poco
de la Estaciñn la direcciñn del granjero y si
Karli preguntñ si habia tranvias. estaba lejos.
—Hay que ir a pie hasta la Estaciñn —A pie, dos horas y pico dijo el
—respondio la abuela. taquillero.
Karli se sintis enfermo. Estaba segufo
47
especie de jadeo. Karli lo escuchaba y no
conseguia volver a dormirse. era la primera vez que lo oia, que habia te-
A la mañana siguiente, sin embargo, nido un montñn de huéspedes, pero ninguno
la abuela insistia en que habia dormido hasta ahora tan descarado. Luego asegurñ que
pésimamente y en que habfa oido a Karli e1 café era bueno y fuerte. La abuela sonrio
dar todo el tiempo vueltas en la cama. Cuando maliciosamente y pronunciñ la frase que acabo
Karli, entonces, Ie decia: de sacar de quicio a la granjera:
—Yo estaba reposando / mUy tran- —Lo mls probable es que moje usted
quilo. un rabo de vaca en el agua hirviendo. A
La abuela replicaba: eso sabe.
—iQué sabrâs th, si has donnido como La patrona invitñ a la abuela a que
un liron!
abandonara inmediatamente la casa.
LoS huéspedes eran casi todos gente La abuela dilo que ni pensarlo, que ella
mayor. Habia solO dos niños. Uno era de y su nieto eran huéspedes de pago.
Wuppertal, se llamaba Bernd tenia un año Por eso se quedaron. A la abuela le
y
menos que Karli. El otro era de Berlin, tenia parecio que e1 café se volvia todavia peor.
ya catorce años y se aburiia. Kali iba cpu —Ahora la mujer esa se venga de mi
I
Bernd a los establos y aj granero y se inven- —dijo.
taban los dos muchos juegos imposibles de En la 6nica excursion larga que hi2o
jugar en la ciudad. A Karli, Bernd ie paretlo con Karli la abuela se cayñ a un profundo
lmpatico. A la abuela también. silo de nabos forrajeros que no se vela apenas
—Pero su madre es una cursi —decfa. porque estaba cubierto con pacas de paja.
Karli no entendia muy bien lo de La abuela tampoco lo hubiefa visto porque
cursi pero no se atrevia a preguntar. Cuando iba cofriendo detrâs de una mariposa. De
la abuela se expresaba aS1 no solia anunciar pronto, desaparecio. Karli la oyñ gritar desde
nada bueno. las entrañas de la tierra. No, no gritaba,
La abuela se enfadñ con la gr era por gemia. Karli se quedñ confundido y sin saber
culpa del café de recuelo que les set:vi;tnl pot las qué hacer. Mientras la abuela vociferase era
mañanas. La abuela decia que no se podia señal de que las cosas iban bien. Cuando se
beber, que era agua sucia y que se sentia echaba a gemir es que le ocurria algo serio.
mal todo cl dia por culpa de1 br baj . La —¿Donde te has metido, abuela?
patrona cogiñ un enfado terribl y dijo qut• —exclamo Karli.
e
4g

—jEs que no lo oyes, imbécil! —con- rna rana y fue saliendo poco a poco. A Karli
testo la abuela. le entro la risa. La abuela se quedñ primero de
Karli se dio cuenta entonces de que no rodillas, se levantfi luego, se limpiñ la falda y
le habia pasado nada. Se asomo al borde del le solts una torta a Karli.
foso, vio un agujero entre el heno y oyñ jEncima que te rias! —le gfitñ—. Ya
resollar a la abuela mientras iba ascendiendo esta bien de vacaciones. iLas iiltimas!
a dufas penas. Por la noche, en la sala de estar, la
—¿No puedes ir a buscar una rama? abuela contñ la historia de una forma muy
—le dijo la abuela. distinta a como habia sucedido. Mucho mas
—¿Para qué? interesante y con rnas «suspense›. Sobre todo
— jNo me hagas preguntan tontas, lo de como volviñ a salir de entre los nabos.
Karli! Para sacarme. De un solo salto, segun ella.
—Ahora voy —di1 Karli. —Asi es como brinco yo todavia
Karli encontrs una rama larga, medio dijo—. iCon to vieja que soy!
podrida, y la metiñ en el foso. Sintio al A Karli le molestñ que la abuela
otro lado e1 enoEme pesO de la abuela. contara mentiras.
—iTira de una vez! —le gritñ la abuela. Por la noche Karli se despertñ y la
Karli tiro, se rompiñ la rama y la abuela abuela le pregunto que por qué no dormla.
empe2ñ de nuevo a lamentarse: Kafli hubiera podido responder que tenla la
—jContigo no hay manera! i nariz tapada.
Al cabo de un rato, tras un largo —Porque hoy has contado una mentira
silencio que asustñ a Karli, se la oyo apilar —dijo.
nabos. La abuela se ris.
—iQué haces? —pregunto Karli. —Mira, Karli, cuando a una le pasan
—Una escalera —dijo la abuela. tan pocas cosas como a mi hay que fantasear
Por ella fue subiendo entre suspiros. Al un poco. iNO te parece?
poco rato la abuela asomaba de la tierra hasta Karli no estaba de acueEdo.
media barriga, le miro indignada y pregunto: Fueron, en efecto, las unicas vacaciones
—¿Y ahora, qué? ¿Vuelo? que pasaron juntos. Con el tiempo la abuela
—iYo qué sé! —dijo Karli. fue inventandose nuevas historias de ese verano
La abuela trato de volar. Saltñ, se aga- despampanantes aventuras— y Karli se acos-
rrñ al borde del foso, estirñ la pierna como tumbrñ a haber vivido todo el montñn de
50

cosas que se le ocufrian a la abuela. Tampoco


le echñ mas en cara sus mentiras. Ya que no La asistente social va
viajaba, que se desahogara por lo menos.
a ver a la abuela y a Karli

¿Yo es que soy Frau Etna Bitter o ct que soy


una cuHquiera? ¿Se me puede sermonear a md
cuando a la gente ie dé la guna! No, air
no viajo mâi, por mucho que se obitine Karli. Karli estaba en tercero pero las cosas
Yo ya no estoy para esos trotes. Yo en edta en la escuela no iban bien del todo. La abue-
vida be teni'do que trabajar y me las he arre- la le ayudaba a hacer los deberes. A veces
glado siempre con la gente pero ver caras no podia mas y decia:
extranas me irrita. —Me dan dolor de cabe2a estas ton-
Claro que el cibico ha de ver mundo,’ terias. iPor qué tendréis que aprendef tanto,
ya encontraFé una soIu‹nân. Yo prefiero pobrecitos?
nuestra calve de Munich que esas vasasionei Karli en eso estaba de acuerdo. Asi
de rico en eI Bosque de Baviera. Aunque que decidio darle menos deberes a la abuela y
tenga que ir siempre detrâs de Karli y con la descuidarlos él también. La mitad como mi-
lengua fuera. ;Vieja de mi“! Karli ei mejor que nimo no los hacia. Frau Riemef, la maestra,
soya a un campamento. to imf›ortante es que se lo consintio a regañadientes dufante algun
él camine, que corra sus aventurai y que ie dé tiempo. A las tres semanas sin embargo le dio
el aire fresco. una carta para la abuela. Karli la echñ a una
alcantarilla. PefO Or la tarde le entraron los
remordimientos y le dijo a la abuela:
—Oye, abuela, he tirado una carta
para ti.
La abuela quiso saber de quién efa.
De Frau Riemer —dijo Karli.
¿Sabes lo que ponia? —preguntñ la
abuela.
—No —dijo Karli.
32

—Entonces se lo preguntas mañana a —Porque se ha perdido.


Frau Riemer —le ordenñ la abuela. —tNo se la llevñ Karli?
A Karli le entro miedo y se echo a —Desapareciñ sin de1 rastro —dijo
llorar. la abuela—. Se me habra traspapelado.
—Mañana iré yo —dijo la abuela. Karli, en aquel momento, la quiso
—Mañana no es dia de visita —dijo mâs que nunca.
Karli. Frau Riemer salio con la abuela del
—Me da igual —d'1O la abuela—. aula, volvio al cabo de unos minutos y Ie
De alguna forma tengo que saber lo que me acaricio la cabe2a a Karli.
han escrito. —Ya lo arreglaremos —dijo.
La abuela se presentñ en plena clase. Karli se quedo intrigado y deseando
Abriñ la puerta y se planto en el aula. Karli saber lo que le habia contado Frau Riemer
a poco se cae del banco, de veiguenza. a la abuela fuera de la clase. La abuela
Sus compañeros apenas si podian reprimir la resollo de nuevo.
risa. La abuela, en cambio, se quedo tan —No haces los deberes, Karli. O los
seria. Y Frau Riemer, desconcertada, le pre- haces a medias. Y siempre mal.
gunto a la abuela que era lo que la trata —Tu tampoco sabes hacerlos —dijo
por alli. Karli.
—La carta —dijo la abuela. —Yo no voy a la escuela —dijo la
—Mala cosa, verdad —dijo Frau Rie- abuela.
mer. —Pero tu eres vieja, abuela. Tu tenias
—Eso me parece también a mi —dijo que saberlo todo —dijo Karli.
la abuela. —Me he olvidado de muchas cosas
—Habra que ponerle remedio —dijo —dijo la abuela.
Frau Riemer. La abuela y Karli estuvieron viendo la
—¿A qué? —preguntñ la abuela. forma de hacer los deberes sin cometer dema-
—¿Es que no ha entendido usted la siadas faltas. La abuela suspiro.
carta? —pregunto Frau Riemer. —Tendré que aprender contigo y con
—No la he leido —dijo la abuela. tus libros, Karli.
—¿Cñmo puede usted entonces venir Quizâs fuera el asunto de la carta el
a verme, si no la ha leido? —se admirñ Frau que le5 llevo a casa a la asistente 5ocial. La
Riemer. escuela debiñ habérselo comunicado a los de
J4
la protecciñn de menores, puesto que e1 La señorita asentia a todo.
director y la maestra sabian que Karli era La abuela no podia reprimir la ira.
huérfano de padre y madre y estaba bajo Volviñ a empujar a la joven hasta la silla,
tutela. Tal vez quisieran verificar cñmo hacia la sentñ, dejñ caer los brazos sobre los horn-
Karli los deberes, si tenia un sitio tranquilo bros de la asistente social, le soplñ en la cara
para estudiar y si la abuela estaba en condi- y dijo en voz muy baja:
ciones de ayudarle en caso necesario. —Bueno, señoritinga, ¿usted qué es lo
Sea como fuere, la cuestiñn es que se que quiere? iLe pare2co una bruja como las
presentñ la asistente social. Tenia muy buen de los cuentos? i Cree usted que soy tonta?
aspecto y llevaba los ojos muy maquillados, ¿Me caigo de vieja? ¿Le he enseñado el
con sombras de colof verde. A Karli le gusto. trasero a algtin vecino? jHa robado Karli? jO
A la abuela, no. A la abuela lo que mâs le qué?
hubiera gustado hubiera sido echarla por la La señorita trato de soured, lo
ventana. La asistente social se sentñ a la mesa consiguiñ a duras penas y replicñ igual de
de la cocina y la abuela frente a ella. Karli bajito:
se habia refugiado en el sofa. La asistente —No se trata de eso. La ‘escuela se
social preguntaba muchisimo: por qué Karli ha interesado por Karli, Frau Bitte, porque no
después de la muerte de sus padres habia hace bien los deberes. Entonces creimos que...
sido recogido por la abuela, si tenia parientes
—¿Qué es lo que creyeron? —
mas jñvenes, si la abuela habia padecido
preguntñ amenazadofa la abuela.
enfefmedades contagiosas, si terña que ir a
—Bueno, pues que en estas circuns-
menudo al médico, si Karli tenia dificultades
tancias, usted, con sus afreglos. ..
con la lectura, si disponia de un cuatto para
La abuela se echñ a gritar:
él solo.
—jYo ya hace tiempo que no estoy
La abuela —haciendo rechinar la den-
para arfeglos, señorita! ¿Usted qué se ha
tadura postiza— la llevo por todo el piso,
le enseño la cama de Karli y le dijo: creido?
Karli trato de escabullirse del cuarto.
—tBien mullida y bien limpia!
La abuela lo agarrñ y dijo:
En la cocina levants la tapadera de la
olla y dijo: — jTu quédate aqui, Karli! Tienes que
—iY de comer se le da también como oirlo. Me hace falta un testigo.
DioS manda! Desde que la abuela andaba por los
negociados queria siempre tener testigos.
—Es muy importante —decia—. Des-
pués le toman el pelo a una.
J7

La señorita estaba tan asustada que dejñ amor es el mejor método. ¿No va a bastarme
de hablar de los afreglos y afirmñ que le ahora? El cLico miente y se descarna. Torite-
parecia todo bien, pefo que pasaria a verles nan,’ Lablaré con él, ie apretaré un poco las
cada dos meses y, en caso necesario, les tuercas y ie enienaré a no tener miedo de los
ayudaria. de la tutelar, nl de la asistencla social, ni!
La abuela se puso mâs amable pero de todos esos jaleos. ¿ii con nosotros dos no
dijo aun: mercian lien las comas, con qulen Can de
—Hasta el presente nadie me ha marchar bien entonces? Ahora exagero, to sé.
ayudado, señoritiña, y ahofa es tarde. Karli Pero me ayuda.
ya ha pasado lo peor.
La señorita añadio todavia algo que
hizo estfemecer a Karli:
—Podria ocurrirle a usted cualquier
cosa. O podria ponerse tan enferma que
hubiera que llevarla al hospital. iQué hacemos
entonces con el niño?
La abuela la empujo mâs alia de la
puerta y respondiñ:
— Imposible!
Ese «imposible› se lo .repetia Karli
cada ve2 que se imaginaba que una ambulan-
cia iba a llevarse cualquier dia a la abuela
o incluso que se moria. Imposible!

Puede ser que me equivoque con Karli.


Encima, Io de la carta. ¿Es que soy quizâs
demasiado buena? ¿Qué significa buena? Yo
prefiero hablar con él que gritarle. Gri'tarle
tambfeH me cansa. SOA buena con él porque
to quiero. También dicen que educar con
60

Tu abuelo, Karli, algunas veces


empinaba bastante el codo. De vez en cuando del gordo ese del tutelar de menores, o de la
te diré que hasta llegaba a casa a cuatro asistente social, o del portero, o de quién
patas y yo, entonces, me juré no probar en sea. Yo tengo miedo de cosas muy distintas
la vida esos brebajes. Incluso cuando nos y no sñ lo un miedo, muchos miedos. Tengo
invitaban o cuando celebrabamos cualquier miedo de que venga otra inflaciñ n y se me
cosa yo la bebida apenas la tocaba. Ahora es lleve todo lo que he ahorrado, como ya nos
diferente. Y ocurrio de una forma bien sucediñ otra vez. Yo entonces, en 1923, era
sencilla. El dia en que murio el abuelo yo daba casi una niñ a y mi padre, tu bisabuelo,
vueltas tampoco es que hubiera podido ahorrar mucho.
QOf a casa queriendo poner orden y enred n- Pero, de la noche a la mañ ana, el poquito
dolo todo, en realidad, mucho mâ s de lo que de dinero que tenia no valia nada. Lo que
estaba. En la mesilla de noche del abuelo antes habia costado un marco costaba, de
encontré, por casualidad, dos botellas de repente, miles de ellos. De locura! Y luego,
aguardiente y, en medio de toda la tristeza, en 1931, cuando el dinero recupero Su valor
met quedaron fuerzas todavia para ponerme lo que no hubo fue trabajo. Yo estaba recién
furiosa. Abri una de las botellas y me bebi casada, tu abuelo se habia quedado sin empleo
un buen trago, como para contrariar a1 abuelo y viviamos con lo poco que nos daban del
difunto. ¿Y sabes tu lo que pasñ , Karli? Me subsidio de paro. No conseguiamos salir de
sento bien. Me dije que era estupendo para apuros.
matar las penas. Y desde entonces me las De eso tengo miedo. Y tengo miedo
mato con una copita o dos. Sobre todo cuando
me entra miedo. de ponerme enferma. ¿Qué va a ser de ti,
entonces? Cada vez que vas a la escuela
Karli la mirñ asombrado.
tengo miedo de que te pase algo. Tengo
jPero abuela, si tu no tienes miedo!
miedo de que nos suban el alquiler del piso.
Nunca te lo he notado.
Estos son mis miedos. Y no consigo librarme
—Tu, Karli, a tus ocho añ os, ya sabes de ellos. Me rondan constantemente por la ca-
mucho. Lo que pasa es que el miedo no puede beza. Y, cuando me fastidian demasiado, voy
verse.
al aparador, me sirvo una copita de aguar-
Karli ie asegurñ que lo notaria. La diente, me la bebo de un trago y me digo:
abuela se riñ .
—jQuién dijo miedo, Erna Bittel! Y
—Tu confias demasiado en tus por un momento se me pasa.
fuerzas, jovencito. Yo, sabes, no es que Karli lo comprendiñ perfectamente.
tenga miedo
Ha descubierto que me echo un tra- A la abuela
guito de cuando en cuando. Es probable
me tenga por una viejosborracLa. He tratado
le gusta el futbol
de expllcârselo. £s curioso que cuando ie
explico estas coses me toque sentlrme siempre
como 5f’ /eers tonta. ¿Que sabe eI chi'co del
mi'edo que yo tengo? A Io mejor me com-
prende un poco. Tal ver me conozca mejor de Karli. en la escuela, no iba bien en
/o eve yo pienso. ;Ojala! Una copita de todas las asignaturas ni hacia siempre los
cuando en cuando, ego es /o que mr hace deberes, pero la mayoria de sus compañeros
falta. ;Si“se5or! le querian. Era muy ocurrente en los juegos,
servicial, se pegaba la mar de bien y, sobre
todo, jugaba estupendamente al ftitbol. Su
amigo Kiimmel, un muchacho delgado y
larguirucho al que ie gustaba la astronomia,
era e1 mejor portero del curso. Y a él
también fue al que se le ocurrlñ la idea de
formaf una buena selecciñn para ganarles a
los de tercero.
A Karli lo pusieron de libre. Lo de
libre lo habian aprendido en la radio y en la
tele. Sea como sea, se decia Karli, el libre
tiene que ser el mâs inteligente del equipo,
puesto que les da juego a todos; el libre es
el que reparte balones como solian decir los
reporteros.
Durante cierto tiempo se entrenaron
en los recreos. Los profesores se enteraron y
les propusieron encontrarse por la tarde en
el campo de juego del club local. Quedaron
en que uno de los profesores iria también.
A Karli le parecio estupendo y, apenas
64

llegñ a casa, se lo contñ a la abuela. La abuela


se pronunciñ en contra. Le explico que en un También estaba alli, con ellos, uno de
Juego tan violento podia romperse una pierna los profesores jñvenes. Les enseñs muchas
y se exporiia, ademâs, a que le abrieran la cosas: a parar el balon con el pecho o con
cabeza. e1 pie, a chutar con la puntera o el empeine.
—Ni hablar, Karli —dijo la abuela—. Karli preferia el juego de cabeza y en él era
Yo soy generosa pero es que ahi ni siquiera también el mejor. Kummel, en la puerta,
os vigilan. parecia una serpiente. Se tiraba al aire, aterri-
zaba en el barro y ie daba todo igual con
—No dejamos que nos vigilen —dijo tal de parar el balon.
Karli—. Tu siempre buscas vigilantes. Anda, En pleno juego Karli se llevñ un sobre-
déjame ir! El jueves es e1 primer entrena- salto al ver a la abuela que ie hacia señas
miento. desde el borde del campo. Karli no le hizo
La abuela no logrñ mantenerse infle- caso. Le daba muchisima verguenza. Al cabo
xible. En realidad es que no era capaz de ello. de un rato la abuela empezo a gritar. Al
Le preguntñ a Karli en qué campo jugaban. principio Karli, que proturaba no mirar en
—No muy lejos de aqui —respondio su direccion, creyo que se enfadaba. luego se
Karli—. En el ‹Griin-Weiss», sabes, donde la dio cuenta de que le animaba a él o a otfOS
gente juega al tenis. chicos.
—Si, st —dijo la abuela—. La gente — Mâs rapido, Karli! —la oyñ gritar—.
que no tiene nada que hacer, serf. Esc gordo es una mula! No dejes que te
— Tonterias! —dijo Karli—. Tu si quiten el balon!
hubieras aprendido también jugarias. El profesor fue hasta donde ella estaba
—¿Sabes cuanto cuestan esos y conversaron un rato. Karli los observaba
trajecitos
blancos? —ie pregunto la abuela. de reojo a los dOS. El profesor no paraba de
—Me da lo mismo. reir. La abuela debia decir un montñn de cosas
—A ml también —dijo la abuela—. raras.
Pero por eso precisamente no puedo yo jugar. La abuela se quedñ hasta el final del
El jueves Karli desapareciñ. El era e1 partido, animando al equipo. Lo que es enten-
que guardaba el balsn a manchas blanqui- der, seguro que no habia entendido mucho.
negras, un balñn que incluso la abuela hubiera Por eso, probablemente, se reia tanto el pro-
encontrado bonito. fesor. La abuela hablaba de defensores, exte-
riores y medio internos. Karli no sentia las
66

menores ganas de explicârselo. Tampoco lo


hubiera comprendido. Pero a partir de
entonces la abuela ie dejo ir a jugar sin des-
hacerse en lamentaciones.
En uno de los partidos siguientes Karli
se lesiono. Fue una torpe2a suya, asi que nadie
tuvo la culpa. Karli tropezñ —sin balñn,
encima— y se torcio el tobillo. Se ie hinchñ
en seguida la piema y no pudo seguir jugando.
El profesor le llevñ en su coche a casa.
A Karli lc extraho que la abuela no se
enfadase. La abuela, muy tranquila, ie dio las
gracias ‘al profesor, examino cl tobillo y sen-
tenciñ:
—No hay nada roto.
Ni siquiera fue a buscar al médico y
eso que Karli le dilo:
—iMe duele mucho, mucho!
—Ya lo sé —dijo la abuela—. Te
pondré unas compress dc vinagre y ya verbs
como se te puan los dolores. Pero tienes que
estar en cama unos dras.
La abuela se porto estupendamente.
£sc die no fue a repaitir prospectos, se quedñ
con cl, moviñ el televisor de forma que Karli
pudiera verlo desde la cama y jugaron al
parchis y a la pulga. Al tercer dia, cuando
ya Karli se aburria, quiso hasta enseñarle a
hacer punto. Karli se negñ.
Karli tenia miedo de que la abuela
no lc dejara jugar mâs a1 fiitbol. Pero no.
68

El primer dia que fue a la escuela la abuela


incluso le preguntñ: De por que Karli
—¿No jugais hoy? y la abuela
No. No jugamos hasta mañana
—dijo Karli. riñen de vez en
Cuidado ahora con la pierna —dijo
la abuela—. jPero juégame bien, Karli!
cuando

Si Karli suplera Io que pienso de éI y A veces Karli se enfada con la abuela:


/o 2or tengo que Lacerle creek a veces. £so cuando no le deja por ejemplo ir a ver la
del futbol, por ejemplo. Tuve miedo. Pensé ultima pelicula del oeste, cuando la abuela
que se iba a dar vueltas por all, que me encuentra atro2 a alguno de sus amigos,
enganaba, que era on cuento /o del amable cuando ie obliga a ponerse la chaqueta de
profesor y eI campo de futbol. Me di'o mucha mls abrigo aunque relu2ca el sol. Son riñas
vergiienza ser tan desconfoda. ;Que no vuelva cotidianas. De verdad, de verdad Karli sslo se
a iuceder, Erna Bittel! pelea por su madre. Karli ya no se acuerda
muy bien de ella pero la siente todavia
cerca; su madre sigue siendo la persona mas
querida. Para la abuela, en cambio, la persona
mâs querida es su propio hijo, el padre de
Karli. A la madre de Karli encuentra todavia
cosas que censurarle, años incluso después de
su muerte. A la abuela le parece que se
equivoco mls de una vez. Y también al educar
a Karli.
Tan pronto como la abuela vuelve a
soltarle el rollo, Karli empieza a echar chispas.
Karli tiene ya mucha practica en defender a
su madre.
Son cosas que no te importan! —le
grita Karli a la abuela—. tTu no puedes
saber como era mi madre!
70

—Lo sé mejor que tu —replica la —¿Y ahora? —exclama triunfalmente


abuela. la abuela—. ¿Tampoco soy ahora importante?
Y se arma. Karli no acaba de entender — Vete al diablo! —solloza Karli sin
pof qué la abuela le provoca de esta forma. No querer admitir que para él la abuela es ahora
tendria por qué hacerlo, por qué hablar de su tan importante como lo fue su madre.
madre. Karli lo preferiria. A veces, sin em-
bargo, pafece que se enfada a1 recordarla.
Karli es incapaz de comprenderlo.
—No es que fuerais enemigas —dice Bueno, es que a mi nuera nunca
Karli—. Al fin y al cabo era mi madre, la acabé de tragarla y esta claro que eI
mujer de tu hijo. chico sigue
—Si, claro —responde la abuela y ese -todav?a apegado a ella. Yo soy su abuela y
‹st, claro› suena siempre la mar de antipatico. vivo, ella fue su madre pero esta muerta.
En tales disputas Karli suele acabar Tampoco es que fuera ninguna santa. Y él la
llorando. Una vez hasta se abalanzo sobre la santifica. ¿No voy a poder decir yo entonces
abuela a puñetazo limpio. La abuela tardñ esta boca es mfa? 5s extrano pero Karli me
muchos dras en perdonârselo. La abuela, por provoca con in «so casa de mi madre era at“. .
lo visto, no comprende que Karli quiera to- .»,
davia a su madre como si estuviera viva. O «mi madre to hacia de otra forma. ..».
mâs todavia. Quizâs tenga celos de ella. Bueno, bueno, ;aLora me toca a mi! Y la
Podria ser. muerte no va a hacer a una persona mejor
de Io que era. Procuraré no provocarle més.
—i Si supieras lo mala que era capaz
No es nada
de ser conmigo! —le dice la abuela.
Tonterias, abuela. Tu no tienes ni
idea, tu no sabes lo buena que era mi madre
insiste Karli.
—Para ti, qui2âs —responde la abuela.
— jContigo no tenia por qué serlo!
le grita Karli—. Tu debias ser también
muy antipâtica con ella. Y ademâs t6 no eras
importante.
La abuela gana un viaje Q
gratis en avion

la abuela participaba en casi todos


los concursos de periodicos y revistas. A Karli
le ha contagiado la mania y suelen enviar
las soluciones por partida doble. Karli ganñ
una vez un casco protector de color amarillo
rabioso que ie iba demasiado grande y que
ahora anda colgado de un gancho en su cuarto.
La abuela, cuando llego el paquete con el
casco, se enfado:
—Acabas de empezar y ya ganas. Yo
llevo años concursando y nunca me toca nada.
Karli la consolñ:
—A ti seguro que te toca e1 primer
premio.
Y ie toco. La abuela ya no se acordaba
ni de qué concurso era porque participaba por
lo menos en doce. Primero se lo comunicaron
telegrâficamente:
•Ganñ premio vuelo gratis sobre Mu-
nich. Felicidades».
—¿Eso qué significa? —le preguntñ la
abuela a Karli.
—Significa que vas a sobrevolar Munich
en avion. Esta mâs claro que el agua.
74 73

—Me niego —dijo la abuela—. Que La abuela se puso a cavilar. Karli la


me lo cambien. sacñ de su ensimismamiento:
—Primero espera —dijo Karli. No hay que declararla. Por regla
Los organizadores del concurso se ha- general hasta con decir que uno esta autori-
bran dado prisa con e1 telegrama pero luego zado a fiimar. ¿Tu lo estâ s, no?
pasaron muchos dras sin que volviera a —¿Te parece que ando mal de la
saberse de ellos. La abuela, que tenia un cabe2a? —ie gritñ la abuela.
verdadero miedo al premio, no pensaba en No —dijo Karli—, ¿qué tiene que
otra cosa y cada vez que sonaba el timbre ver?
salia corriendo hacia la puerta. Luego eran De camino hacia la escuela Karli
e1 cartero o la vecina y la abuela se quedaba estuvo pensando cñ mo quitarle el miedo a la
muy decepcionada. abuela y decidiñ escribir a los organi2adores
—Me parece que me han tornado el del concurso. Por la tarde, mientras la abuela
pelo —decia. repartia prospectos, redacto la carta:
—Tampoco pueden ir tan deprisa —ie
explico Karli—. Necesitaran tiempo para «Distinguidos organizadores:
encargar el pasaje. Soy el nieto de Frau Bittel a la que se
—No lo quiero —dijo la abuela. han dignado ustedes concedes el viaje en
—Ellos no pueden saberlo —dijo Karli. aviñ n. Aprovecho la ocasion para decirles lo
— jBobadas! que mi abuela no se atreve: que no le gusta
La abuela, cuando hablaba del premio, nada el premio. Mi abuela no quiere volar
se indignaba: porque tiene miedo. Mi abuela no ha subido
—Saben muy bien que a una señ ora nunca a un aviñ n. Y yo, tampoco. No seria
mayor no se le puede regalar un paseo en mala idea que le fegalaran ustedes a mi abuela
avion. algo que le gustara. Seguro que se alegraria.
Les saluda muy atentamente.
Estaban cenando. Karli se reia. La
Karli Bittel»
abuela le gritaba que no se repantigara en
la silla y que no pusiera los codos encima
de la mesa. Karli ie pregunto: Karli encontrñ un sello, lo pego en el
sobre y lo echñ al bu2ñ n antes de que regresara
—Oye, abuela, tit dices que saben la abuela. Kafli esperaba que los aconteci-
que eres vieja. ¿Tuviste que poner la edad? mientos se precipitaran pero se equivoco. No
76 77
pasñ nada y la abuela siguiñ hecha un manojo —tEs que no te interesa nada de nada?
de nervios. Por fin, a las tres semanas, llego le gritñ la abuela.
una carta de la casa patrocinadora. No iba —Si que me interesa, abuela. En segui-
dirigida a la abuela sino a Karli y eso fue da voy. Primero tengo que ordenar las cosas
lo que mas exasperñ a la abuela. Karli estaba de la escuela —dijo Karli.
en la escuela y la abuela no tenta derecho —Eso puedes hacerlo después —dijo
a abrir la carta. La culpa era de ella pofque muy nerviosa la abuela.
le habia prometido a Karli no tocar jamas —Luego te quejas de que soy incapa2
su correspondencia, igual que él tampoco de tener las cosas en orden.
tocaria la suya. Eran cosas que no estaban — iAhora, no!
bien y la abuela andaba en ascuas. Ese dia Claro que s1. Te quejas siempre.
Karli terña seis horas de clase. La abuela por —Hoy no.
poco se vuelve loca de curiosidad. Primero Karli tardñ todavia un buen rato y la
puso la carta al trasluz para ver si podia abuela, esperândolo, media la cocina a zan-
leerse el texto. Luego penso en abrirla al
vapor pero eso seria hacerle trampas a Karli, — i Dios mio! iQué asco de niño!
asi que esperñ. Para que no se le hiciera gcmia.
tan lacga la espera se fue a la panadefla, La abuela Ie trajo un cuchillo para que
comprs media barra de pan y estuvo charlando abriera el sobre. Karli desplegñ la carta con
un buen rato con e1 panadero, hasta que éste una lentitud exasperante y la sostuvo de modo
se canso y ie dijo: que la abuela no pudiera leefla. Karli asentia
—Ya es hora de que vuelva a la tras- a medida que iba leyendo, sonriñ satisfecho
tienda, Frau Bittel. y plegñ la carta.
A la abuela ie supo mal haber entre- —¿Qué hay? —preguntñ la abuela.
tenido tanto tiempo al panadero pero es que Todo claro —dijo Karli.
no sabia qué hacer entretanto. Finalmente —¿Qué significa todo claro? ¿Cñmo se
oyñ a Karli en la puerta, se precipitñ a abrirle les ocurre escribirte a ti? La que ha ganado
y exclamñ : he sido yo, no t6 —exclamo la abuela.
—i Karli, tienes carta de los del vuelo! —T6 no querias el premio —dijo Karli.
Karli asintiñ friamente, pasñ por delante Ellos no podian saberlo —dijo la
de ella sin hacerle caso y se metiñ en su abuela.
cuarto. En efecto, no podian —dijo Karli.
78 7P
Karli se sentia pero que muy superior. iAsi la consuelan luego a una!
He sido yo el que les ha escrito. comentñ la abuela.
—¿Tu? jEstés loco! jMe estâs echando La soluciñn, en e1 fondo, ie gus â:
a perder las relaciones comerciales! —le grito no se perdia el premio, y un buen almuerzo
la abuela. no era tampoco mala cosa. A la abuela le
Karli andaba cada vez mâs tranquilo. quedaba sin embargo el miedo de pensar que
No te echo a perder nada, abuela. Karli iba a andar dando vueltas por los aires.
Lo unico que hice fue arreglarlo —dijo. —A partir de ahofa mi correspondencia
— jAnda, explicate! —dijo la abuela. comercial me la dejas en paz —dijo la abuela
Voy a ser yo el que haga el viaje para tefminar—. jLa ultima vez que te entro-
—dijo Karli—. Me lo han cedido a mi porque metes en mis cosas!
tu eres demasiado vieja.
La abuela se sentñ en el taburete de
la cocina como siempre que no era capa2 de
tenerse en pie de nerviosa o enfadada y se lo Me ea ado con eI cLico cuando se inde-
quedo mirando con los ojos muy abiertos.
pendiza y debeN Hegrarme. Da /o mismo que
—Me has robado el premio, Karli.
Karli se meta alguna que otra vez en mrs
Mi unico nieto me roba y, encima, se burla
asuntos. No he sabido comportarme. Habla
de mi con esas cartas. jEspantoso! Tendré
de ayudarle mii en estas cosas.
que dar parte a la tutelar de menores —dijo.
—Si te pones asi —dijo Karli— no te
hablo mas. Ni te digo tampoco las otras cosas
que pone la carta.
¿Qué cosas?
—A ti te toca también algo, abuela.
De consolaciñn.
— jLas sobras!
La abuela desistiñ.
—Te invitan a comer en el restaurante
del aeropuerto mientras yo vuelo —dijo Karli
—. Una señora comida.
82
81
Yo no —dijo Karli—, pero no voy a
ser nunca tan viejo. Y si lo soy, entonces les tenia que ayudaf a comer una monja.
como tu. Los habia sentados en sus sillas, inmñviles,
La abuela se rio. como si ya estuvieran muertos. Karli no les
—Si tu no me conocieras, Karli, y tenia miedo. Pero era un mundo angustiante
estuvieras aqui de visita con cualquier otra y ajeno.
persona, yo seria una de tantas viejas. De regreso a casa apenas hablaron.
Karli no dijo nada mâs. —Mala cosa, mala, vivir asi apiñados
Frau Wendelin los recibiñ en una sala dijo la abuela—. Todos viejos, terriblemente
extrañamente inhospita, con muchas mesas viejos.
redondas y viejos sillones acolchados. Frau A Karli le resultaba dificil explicarse:
Wendelin era una anciana diminuta cuya Tu eres también vieja, abuela, pero
cabe2a no cesaba de temblar. La abuela, al no asi. Tu eres vieja de un modo muv
verla, pareciñ alegrarse de verdad y le presentñ distinto.
orgullosa a Karli: No es cierto —respondiñ la abuela—.
—Mi nieto. Ya sabra usted que vive Yo soy tan viela como ellos. Lo que pasa es
conmigo. que estoy sola y, ademas, contigo que eres
En la sala hacia demasiado calor. Olia un niño. La edad entonces cambia. La veje2,
a moho y a aire viciado. Karli sudaba. Se Karli, se vuelve terrible cuando una, de tener
quito la chaqueta. Karli se diñ cuenta de que tantos viejos alfededor, deja de ver la vida.
la abuela también sudaba porque, al cabo de Eso es todo. El mundo tiene miedo de los
un rato, se quitñ incluso el sombrero. Karli viejos, Karli. Y tu, también.
no atendia a la conversaciñn de las dos viejas. Karli volviñ a pensar en el calor, la
La abuela explicaba cosas de Karli, Frau peste y la estrechez que le angustiaron. Le
Wendelin hablaba de su unico hijo que era dio la fa2ñn a la abuela y ie parecio que
aviador y habia muerto en la guerra. efa una mujer estupenda.
—Muy joven —repetia—. Muy joven.
Karli observaba a los viejos y viejas de
las mesas redondas. La mayoria se compor- Me alegro de que Karli Maya visto
taba normalmente. Algunos, sin embargo, câmo son las cosas.’ viejos y mâs viejos amon-
sonreian o se reian bajito de una forma tonados en us asilo.
extraña. Hablaban consigo mismos. A otros No me gustan ir a parar attr Por nada
84

La abuela discute @
La «Mpa, en realidad, es de Karli’. con el televisor
il no tuviera que orvparme de él andaba
a cuestas con mrs actaques, me quejana,
let daria la data a los vecinoi. Karli es mi
medicina.
Al principio Karli y la abuela solian
pelearse a la hora de elegir programa. Con
el tiempo e1 problema se fue solucionando
sñ lo, puesto que la abuela se interesaba muy
poco por la televisiñ n. La abuela preferia
coser o leer el periñ dico. Ademâ s, las peliculas
del oeste o las policiacas la aburrian sobe-
ranamente, con gran sorpresa por parte de
Karli. La abuela sñ lo queria ver peliculas que
ya conocia de antes. Y ahi si que no admitia
réplicas. Enviaba a Karli a la cama y le decia:
—Eso tu no lo entiendes porque eres
demasiado joven. Son cosas que pasaron
hace demasiado tiempo.
Karli habia visto con ella la mitad de
una de esas peliculas y la encontro
sentimental y aburrida. La abuela sin
embargo lloro a lâ grima viva.
Karli se desperto una vez por la noche
y oyo hablar a la abuela. Se asusts. La abuela
no le habia dicho que esperase gente. Karli
fue de puntillas hasta la puerta, la abriñ sin
hacer ruido y se asomñ al cuarto. La abuela
88 89
—¿Qué pelicula era, abuela? —pre- lo querian guitar con engaños a la chica a la
guntñ Karli. que le tocaba. Y eso es una cochinada.
—Es eso que llaman cine de tesis o —A mi me da lo mismo —dijo Karli
algo asi. Se trata de una fiesta de cumpleaños —. Esas peliculas son muy aburridas.
en Inglaterra o en Norteamérica, una cuadrilla —A mi me aburren las del oeste. Y,
de insensatos que no trabajan, y en vez de ademas, tampoco son verdad. (Tu has visto
ricos resulta que son pobres, y estan locos alguna vez a gente cabalgando y disparando
o hacen como si lo fueran. iVete a saber por la ciudad? —pregunts la abuela.
tu por qué! —Son cosas que pasan en América
—Pues es divertido —dijo Karli—. En dijo Karli.
las peliculas. que a ti te gustan la gente va Con todo y eso —dijo la abuela
siempre de un lado a otro con esos trajes que tenia ganas de pelea.
antiguos y no paran de llorar y de abrazarse. Karli, no. Karli se limitñ a decir:
—Tu no lo comprendes —dijo la —Pacotilla es una palabra que me gusta
abuela—. La vida antes era asi. mucho.
—No lo creo —dijo Karli—. ¿Cñmo
en la pelicula esa de la señorita en el tejado
'o se cae? Yo esas cosas no las he
queo'f1 n’ca Siempre estâ bien saber to ‹fue
iignifica pacotilla pero que Karli me tome eI
Es que se trataba de una hefencia
pelo de esa forma, por llorona, Peso st ifue no!
dijo la abuela. No tendria que consent?rselo. Algo de razân
—tQué es una herencia? —preguntñ lleva cuando dice que esas peliculas iâlo sirven
Karli. para llorar a gusto. Io que pada es que yo las
Cizando una persona se muere, el modeznas ya no has entiendo. Quizâs tuviera
dinero que le pertenecla, las casas o las fabricas que hablar un poco mâs de politica con Karli.
van a parar a otros que suelen ser los parientes Mi marido nunca quiso. Aunque ie fueran
—tratñ de explicarle la abuela. siempre mat las cosas deck.-
—Tu no tienes mucho dinero, ni casas — Yo en un partido ni hablar. ;A mt
ni fabricas —dijo Karli. en esos negocios sucios que no me metan!
—Yo no —dijo la abuela—. Pero en Y eso que hubiera podido lucLar por
esa pelicula la gente tenia mucho dinero y se sus derechoi. Cuando yo, después de la
90

guerra, me incliné per la socialdemocracia


—entre otras cosas porque me gustaba Kurt La abuela cae enferma @
Srhuhmacler q:ue era de verdad un politico
eitupendo— Otto, mi marido, renegabe como
un cocLero. Nle parece mat. Karli, cuando sea
mayor, no deberia descuidar esas cosas.

Karli no podia imaginarse que la


abuela cayera enferma. No lo estuvo durante
mucho tiempo pero poco antes de que Karli
cumpliera los diez años sucedio aquello que él
tanto temia en secreto. Dufante varios dras
la abuela tratñ de ocultarlo. Se quedaba mas
tiempo que de costumbre en la cama, ie
pedia que se hiciera él mismo el desayuno,
apenas repartia prospectos, enviaba a Karli a
la pana- deria —hacia, en resumen, un
montñn de cosas raras.
—tNo te encuentras bien? —ie pre-
gunto Karli,
, —Claro que st —dijo la abuela—.
Estoy sñ lo un poco floja. Es e1 cansancio ese
que me entra siempre en primavera.
No lo era. Al quinto o sexto dia la
abuela llegñ a la conclusion de que tenia
fiebre y de que habria pfobablemente que ir
a buscar al rnédico.
Karli se queds muy intranquilo y tuvo
que esfOr2arse porque la abuela no se lo
notara.
92

¿Quiéres entonces que vaya a buscar


al médico? —le preguntñ.
SI, hazlo —dijo la abuela.
Karli llamñ al timbre del médico fuera
de las horas de visita. La enfermera del con-
sultorio le abriñ la puerta. Parecia algo enfa-
dada:
¿he puedes venir a las horas de
consulta?
La abuela esta enferma —dijo Karli.
La enfermera lo mirñ e hizo un gesto
de contrariedad con la cabeza.
tFrau Bittel? iNo puede ser!
—Si que puede ser —dijo Karli—. Esta
enferma dc verdad. Tiene fiebre y cuando la
abuela quiere que la vea e1 médico. . .
Karli estaba a punto de echarse a llorar.
—No te preocuptes, Karli, el doctor
Hinz ira en seguida.
La scñorita se mostraba mucho mâs
amable.
Bueno —dijo Karli—. En seguida,
pero de vcrdad.
Tan pronto como vuclva de la visita
—le prometiñ la enfermera.
El médico se presentñ poco después,
efectivamente, y mando a Karli salir del cuarto
para reconocer a fondo a la abuela.
Karli, en su habitaciñn, no sabia qué
hacer y pensaba en el discurso que le habia
soltado la abuela el dia de su ultimo cum-
pleaños. Karli se imaginñ lo que pasafia si —Bueno —dijo Karli dandose cuenta
muriera la abuela y se dijo, bajito: de que 5e tranquilizaba.
—La abuela no puede morifse. La situacisn era grave y tenia que de-
Karli se sentia como si tuviera cinco mostraile a la abuela que podia confiar en él.
años. A la mañana siguiente, muy temprano,
Llamaron a su puerta. Era ct médico se la llevaron.
que venia a buscarle. Se sentaron junto a Karli, después de cerrar la puerta, se
la cama de la abuela.
echñ a llorar. Era temprano y hubiera podido
—Oyeme bien, Karli —dijo el mé- if todavia a la escuela. No lo hizo. Karli
dico—. No tienes que preocuparte. La abuela empezo a ordenar la casa como lo hacia la
tiene unas anginas de cuidado pero esta muy
abuela. Mâ5 tarde llamaron a la puerta y la
bien para su edad. ¿No es verdad, Frau
vecina le preguntñ a qué hora queria que le
Bittel?
trajera el almuerzo.
A la abuela se le ilumino el rostio y
asintiñ. —Ahora no —dijo Karli.
—No me parece prudence dejarla aqui, —Lo tienes todo que resplandece de
sin que la cuiden —siguifi diciendo el doc- tor limpio —le dijo la vecina.
—. Tu, Karli, no estâs en condiciones de Karli se alegrñ. Por la tarde estuvo
hacerlo. La abuela deberla ir a la clinica durante jugando al fiitbol y a las cinco fue a ver a
una semana. Ya lo he hablado con ella. Le la abuela a la clinica. Iria todas las tardes,
diré a la vecina que te eche un vistazo de aunque los dlas de visita fueran solo tres a la
cuando en cuando y se lo comunicaré también semana. A Karli Ie habian dado un permiso
a la asistente social. especial.
—A ésa, no —dijo Karli. La abuela aparentaba mucho cansancio
—A ésa, también —dijo el médico con y pregunts poco. Karli se sento junto a ella,
decisiSn—. Las cosas, Karli, tienen que seguir sin saber que contarle, y le diñ un poquito
su curso ordinario, de lo contrnio intranqui- de verguenza. Hubiera tenido que pensar
lizarias a tu abuela y no se pondria bien. antes cñmo entretenerla.
Entonces, bueno —dijo Karli.
—Mañana por la mañana vendra una Al dia siguiente, después de la escuela,
ambulancia a recogerla. Tu tomate un dia libre cuando estaba almorzando solo, recibiñ la
en la escuela. Yo te escribifé una dispensa. visita de la asistente social. Era nueva. Se
presents:
96 97
Soy Fraulein Hauschild. La asistente social iba a verle todas las
—Yo soy Karli Bittel —dijo Karli. tardes, se sentaba a veces con él junto al
La asistente social se ris. televisor, le repasaba los deberes, conversaba
—Ya lo sé —dijo. Y le pregunts si con la vecina. Efa muy simpatica y no pre-
podia ayudarle en algo.
guntaba. Procuraba simplemente que todo
Pues no —dijo Karli—. Ya me las
marchara bien.
voy arreglando.
Los dras siguientes pudo volver a visitor
Me parece estupendo —dijo la asis-
a la abuela. Algunas veces la misma Fraulein
tente social—. Voy a pasar todos los dras,
Hauschild lo llevaba a la clinica. La abuela
por si acaso, y si hay algo que no marcha me
se recuperaba rapldamente. Karli no tenla
lo dices. ¿La comida te la trae la vecina?
ya que inventarse nada; la abuela volvia a
Si —d'J Karli. contar cosas, preguntaba, ordenaba.
—Tampoco hace falta que seas tan
A las dos semanas justas regreso a casa.
ordenado —le dijo la asistente social.
Karli limpis bien el piso y puso en la puerta
A Karli le gusto mucho.
un letrero en el que habia escrito con lapiz
Al dia siguiente, cuando quiso ir a ver
rojo:
a la abuela, la enfermera se lo prohibit.
• BIENVENIDA!›
Hay que dejarla tranquila. Estd débil
La abuela se permitis el lujo de llegar
de la fiebre.
en taxi. Karli la oys reir delante de la puerta.
A Karli Ie entro miedo de que fuera
El cartel la alegrñ. Esta vez no lo abrazo
a ocurrir lo inimaginable y penso que tenia
la abuela a él sino él a la abuela. Era la
que prepararse.
primera vez que lo hacia. La abuela recorriñ
’ —Fraulein Hauschild —le dijo—. Sé el piso, lo examino todo detenidamente, Ie
que la abuela va a morirse. parecio impecable y dijo, dândole un empujon:
— iTonterias, Karli! —dijo Fraulein Bueno, ahora vamos a seguir, Karli.
Hauschild—. Acabo de preguntar que tal esta. La abuela iba a hacerse un café cuando
—Se mofira —dijo Kafli—. Y me sono el timbre y la vecina ie trajo un ramo
de flores, la abuela se lo agradeciñ, volviñ
llevaran a un asilo de huérfanos.
a sonar, era la mujer del panadero con una
iBobadas!
tarta. La abuela les explico la enfermedad con
Karli se dio cuenta de que Fraulein gran derroche de palabras, volvifi a sonar el
Hauschild no queria seguir hablando. timbre y se presento Fraulein Hauschild.
100

Esto se acaba, Erna Bittel, penié. Y


cuando cl muchacho se fue corriendo a buicar Karli cumple los diez
aI médico volvieron a deifllarme por la cabeza
todas esas cosas. ¿Quo f3a a ser de e/? ¿QRfko
iba a recogerlo? ¿Iria Karli a parar a un asilo?
Hubiera querido levantarme tan sâlo para que
nadie notara nada, pero me sentia temble-
mente mad y pensaba en la muerte.
la paiâ. Volvemos a estar juntos. Karli Cuando Karli cumpliñ los diez
me parece que se ha vuelto mls atento y invitñ a todos sus amigos. La abuela se porto
refieNvo. El susto ie cHâ muy fondo. Serra perfectamente, sin quejarse en absoluto, tolero
mejor que vivieran todaviâ sus padres. Para él, el ruido y jugñ incluso con ello5. Ni siquiera
claro. Para mi, no. No, para mi no. Aunque le pareciñ mal que uno de los chicos derra-
a veces, durante el dia, no pueda casi con mara zumo en la alfombra. Ese cumpleaños
mrs £uesos. Karli es para mi, a pesar de todo, la abuela le explico a Karli que las cosas no
una segunda Vfdo. Y espero aguantar unos iban a seguir asi eternamente.
a5os todav?a. Los chicos se marcharon. Karli andaba
todavia sofocado, con el precioso «chandal›
que ie habia regalado la abuela. La abuela le
hi2o sentar junto a ella en el sofa y, sin
mirarlo —tomando levemente la mano de
Karli en la suya— le soltñ todo un discurso:
Kafli, a los diez años una persona es
capaz ya de pensar, me parece a mt. Y tu
has visto muchas cosas. Puedo exigirte que
reflexiones, ¿verdad? Yo, ahora, tengo mâs de
setenta. Bueno, ya sé que no se me notan,
pero imaginatelo: sesenta años mâs que tu.
¿Eres capaz de imaginartelo?
—No —dijo Karli asustado.
—Es lo que yo pensaba —siguiñ di-
ciendo la abuela—. Tienes que reflexionar
INDICE

De cñmo Karli fue a parar a casa de


la abuela .
La abuela es diferente . 1
Con la abuela en el Negociado................25
Cuando la abuela se pone a contar
cosas ... . . . 29
La abuela hace justicia y Karli se
avergiienza de ella .
Con la abuela de vacaciones . . 39
La asistente social va a ver a la abuela
y a Karli . . 51
Los miedos de la abuela.
A la abuela ie gusta el fiitbol . 63
De pof qué Karli y la abuela riGen
de ve2 en cuando .. . .. 69
La abuela gana un viaje gratis en aviñn 73
La abuela y Karli visitan a una
anciana en el Asilo . . 81 ,
La abuela discute con el televisor .... 85
La abuela cae enferma 91
Karli cumple los diez . 101

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