Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
The Completionist Chronicles Book 1
The Completionist Chronicles Book 1
—Señ or, ¡todos los estudios geoló gicos resultaron limpios! No podríamos haber hecho
nada para predecir esto—, informó nervioso el hombre que estaba frente al operador
de herramientas, la persona a cargo de cada equipo en la plataforma petrolera.
El hombre que empujaba las herramientas le devolvió la mirada con ojos muertos y
una ligera mueca de desprecio en su rostro. —¿Crees que a esos ecoterroristas que se
hacen pasar por conservacionistas les importará un carajo que haya habido un
terremoto? ¿Crees que no culpará n a Earth Friendly Oil por el mayor derrame en una
década? EFO ya está en el centro de atenció n después de que esa tripulació n perdió el
control hace cinco añ os, y luego accede al depó sito de petró leo submarino má s grande
que nadie haya visto jamás. Una semana después de hacer la llamada, ¿un terremoto
de una magnitud que arrasa una ciudad tiene su epicentro justo donde estamos
perforando? ¿Crees que dejará n que eso se haga pasar como una coincidencia?
—Bueno, lo má s probable es que no, pero ¿qué quieres decir con que hice la llamada?
— El nervioso mató n intentó hablar, só lo para ser interrumpido con una mano
extendida a la altura del pecho.
—Mirar. Sé que eres un buen tipo y que diriges un equipo muy unido. Eres muy bueno
en lo que haces. Tú también está s despedido. Necesitamos a alguien que cargue con la
culpa y usted es el ú nico candidato probable—. El conductor de herramientas suspiró
ante la mirada sombría, que fue la ú nica respuesta a sus palabras. —Mira, no es que
vayamos a despedirte sin nada. ¡Le daremos cinco añ os de salario como
indemnizació n y, si cambia su nombre, incluso le daremos una recomendació n
entusiasta!
—¿Cambiar mi nombre…? ¿Me está s culpando de esto? Ahora había una furia ardiente
en sus ojos. —¡Solo estuve aquí para poder ganar suficiente dinero para terminar mi
doctorado! Tú fuiste quien nos hizo...
—Sí, bueno, la cosa es que no podemos asociarte con nosotros después de este
incidente ya que tu nombre será para siempre el sello del dañ o al medio ambiente—.
El jefe de herramientas puso los pies sobre su escritorio, se rió entre dientes y
despidió a su ex empleado. —Seguro que
Diablos, no voy a ser yo quien caiga por esto. Há ganos saber qué nuevo nombre se le
ocurre—.
—¿Vas a jugar así? Bien. Voy a encontrar una manera de vengarme de todos ustedes,
incluso si eso significa librar al mundo de su dependencia del petró leo por completo
—. El fuego se convirtió en hielo ante la mirada del hombre. —De ahora en adelante,
puedes llamarme... Elon—. Salió furioso de la oficina y luego tuvo que esperar una
hora antes de que llegara un helicó ptero para llevá rselo. Elon decidió que ya estaba
harto de este mundo: el drama, la lucha. Decidió perseguir los sueñ os que tenía
cuando era niñ o. Trabajaría para construir una colonia en el planeta vecino, Marte.
Elon metió la mano en su bolso y echó un vistazo a la gran roca azul brillante que
había sido extraída de debajo del fondo del océano. -Centro. - Esta roca estaba llena de
poder; ¡É l simplemente lo sabía! -Corel- ¿Fue un artefacto alienígena? Casi parecía
estar susurrá ndole. Con la luz adecuada, incluso había marcas tenues que cubrían la
piedra azul con una luz brillante y ondulante. -¡Core, por el amor del abismo!- Casi
como si estuviera cubierto de cadenas.
Elon decidió estudiar este Nú cleo. ¿Centro? Sintió una extrañ a satisfacció n con el
término. Eventualmente alcanzaría su sueñ o, pero necesitaba una manera de ganar
dinero. Elon volvió su atenció n a sus intereses pasados: Internet, las energías
renovables y el espacio exterior.
Durante los añ os siguientes, Elon surgió como un fénix en el mundo de la tecnología.
Puso en marcha un sistema de pago, varias empresas y, finalmente, la cima de su
sueñ o: un centro de investigació n espacial de propiedad privada. Espacio Y. Luego el
mercado de valores se desplomó y se quedó sin dinero. Bueno, por muy poco tiempo.
Con un nuevo tiempo libre y después de añ os de posponerlo, Elon dedicó sus
esfuerzos a investigar el Nú cleo má s directamente en lugar de simplemente llevarlo
consigo como amuleto y recordatorio de buena suerte.
Después de semanas de preparació n, Elon conectó cables sensibles a la energía entre
el Nú cleo y su computadora personal en un intento de analizarlo. Su monitor
parpadeó y las métricas en el costado de su pantalla se volvieron locas. No había
manera de que su Wi-Fi acabara de transferir cuarenta y tres Exabytes de datos,
¿verdad? Elon miró fijamente su monitor en movimiento mientras aparecía un texto
en él.
<¡Guau, ya era hora! Huele un poco... a almizcle aquí. Entonces así es el mundo ahora,
¿eh? Ustedes los humanos tienen algunas —explicaciones que dar—.
CAPÍTULO UNO
—¡Beban muchachos!— Llamó el sargento Knecht. —¡Mañ ana estaremos en QRF
todo~l~l día!—
El sargento Nelson sacudió la cabeza, un poco molesto profesionalmente porque sus
soldados bebieron tanto la noche anterior a su servicio para la fuerza de reacció n
rá pida. Para ser justos, como médico, estaba en contra de que bebieran con este calor .
El lema del ejército bien podría ser —¡Bebe agua!—. Entendía la necesidad que
sentían los demá s de olvidar sus problemas, pero mañ ana estarían usando el equipo
completo en un clima de ciento diez grados.
—¡Vamos, pequeñ o Joe!— El soldado de primera clase Johnson le dio una palmada en
el hombro a su médico favorito. —Si se deshidratan demasiado, ¡haz lo que siempre -
haces! ¡Pégalos!
—Demasiado ruidoso—. El sargento Nelson fulminó con la mirada el tono demasiado
familiar: —Johnson, sabes que no puedes ser tan casual y usar mi nombre así con los
oficiales. Son muy susceptibles con eso, especialmente cuando tenemos la
oportunidad de beber. Sabes que siempre está n buscando una excusa para quitarte el
privilegio de beber—. De hecho, algunos de los barras de mantequilla (segundos
tenientes) los miraron y murmuraron algo a la gente en su mesa. El Capitá n agarró al
oficial hostil cuando este comenzó a levantarse, sacudiendo la cabeza para obligar al
agitado hombre a calmarse.
—Ademá s, no tenemos muchas vías intravenosas en este momento, por lo que será un
poco difícil 'colocarlas' como sugieres. El envío de suministros llega tarde. Demonios,
el envío de combustible vuelve a llegar tarde, por eso estamos haciendo medias
patrullas. Si tuviéramos un sargento de logística a cargo allí en lugar de ese dos bit
luey, nosotros...
—¡La-la-la!— El soldado se tapó los oídos con las manos. —¡No te escucho decir cosas
malas sobre nuestro director ejecutivo en este momento! ¡No me meto en logística,
administració n o política!— Cuando un brillo apareció en los ojos de Joey, Johnson
rá pidamente corrigió : —¡O religió n! ¡No, esta noche voy a beber!
Aunque quería decir algo, el PFC seguramente lo tenía identificado. El sargento Nelson
se rió y se recostó en su asiento; Fue divertido jugar con la cabeza de este niñ o. Bebió
lentamente su ú nica cerveza de la noche y bebió el doble de agua para contrarrestar la
deshidratació n. Buenos tiempos.
—¡Tenemos un problema, señ or!— Un operador de radio, el especialista Krout, había
sido sacado del cuartel general y puesto en servicio en el helicó ptero de evacuació n
médica cuando el ú ltimo tipo había caído con un caso grave de... muerte. —El primer
pelotó n fue alcanzado y encontraron un artefacto explosivo improvisado en el camino
equivocado. QRF está en camino, pero necesitan evacuació n y atenció n médica lo
antes posible—.
—Vaya, utiliza má s siglas en tu pró ximo informe, Krout—, se espetó una respuesta
sarcá stica. El piloto, el suboficial Lyons, calentó los rotores y pronto comenzó a volar
hacia las coordenadas proporcionadas por Krout . Giró la cabeza para mirar detrá s de
él. —¡Nelson! ¿Tú y tus muchachos está n listos para partir? Segú n el informe de
evacuació n médica de nueve líneas incluido, no había hostiles en la zona, por lo que
aterrizar para recoger a los heridos era una má xima prioridad. Joe se sintió aliviado al
saber que podían entrar directamente; su pelotó n só lo tenía dos helicó pteros y ambos
se utilizaban para recogidas rá pidas. El batalló n, casi cincuenta millas al sur, tenía la
potencia de fuego real, y no quería esperar veinte minutos má s para salvar a sus
camaradas y amigos.
—¡Siempre, señ or!— Joe gritó la respuesta. Saltando los pocos metros que quedaban
tan pronto como aterrizaron, el sargento Nelson y sus dos especialistas agarraron una
camilla y corrieron hacia los restos humeantes de un Humvee. Los heridos estaban
esparcidos en el suelo a una distancia de hasta seis metros, y varios de ellos emitían
gemidos de dolor. Esos no le preocupaban tanto como los hombres que guardaban
silencio.
Un sargento se acercó y le dio un rá pido informe de la situació n: —¡Cinco heridos, dos
de gravedad! Meyers está despierto pero no hace ningú n ruido. ¡É l... perdió su pierna!
Debería estar gritando—. Contuvo un sollozo mientras hablaba.
—Hombre diferente, forma diferente de afrontar el dolor. Nada que puedas hacer,
hermano. Buen trabajo con ese torniquete—. Nelson sacudió la cabeza mientras se
arrodillaba para clasificar a los hombres. Después de una evaluació n inicial y el ajuste
de algunos torniquetes, observó con alivio que todos
Muchos de estos hombres sobrevivirían si recibieran la atenció n adecuada y oportuna
. Cargaron a los peores heridos y se marcharon. El sargento Nelson estaba
completamente absorto manteniendo estables a los hombres... hasta que escuchó un
grito siniestro.
—¡Oh, mierda!— El helicó ptero tomó un giro brusco, lo que le dio a Nelson la visió n
perfecta de un RPG acercá ndose directamente al lado ancho del helicó ptero.
Hubo un destello de luz ardiente... justo antes de que todo se volviera negro.
CAPITULO DOS
*Bip*.... *Bip*... Joey Nelson abrió los ojos para poder gritarle a Johnson que terminara
el estú pido juego que siempre estaba jugando. Intentó darse la vuelta, pero se
encontró con que le sujetaban la cabeza. Ahora completamente despierto, miró a su
alrededor y vio blanco por todas partes. Había estado en ellos lo suficiente como para
reconocer los colores planos y la sensació n de celda de prisió n de un hospital militar.
—Frack—, fue todo lo que pudo decir, lo má s cerca de maldecir que se permitió . Al
menos por las malas palabras —duras—, de todos modos.
Una cara sonriente apareció a la vista. —¿Está s despierto? ¡Tenían razó n! Bien, justo a
tiempo. Bien bien.—
—¿Quién eres?— Joey preguntó adormilado, las drogas que estaba tomando ahora
deben ser realmente buenas. —¿Eres un doctor?—
La grasienta sonrisa tembló un poco cuando el hombre parecía estar lidiando con una
batalla interna por la moralidad. La moralidad perdió por un amplio margen. —Bien.
No. Lamento decirlo, soy abogado—.
—Que...? ¿Para qué?— Joey luchó por permanecer plenamente consciente de su
entorno. —¿Dó nde estamos? No hay abogados en este desierto abandonado por Dios,
lo ú nico bueno de todo este maldito lugar—.
—Eso está fuera de lugar—. Los ojos del hombre grasiento cambiaron a una mirada
dolida. —Estamos de regreso en Estados Unidos; ¡Debes haber estado fuera de esto
por bastante tiempo! Aproximadamente un mes, creo. El tiempo suficiente para el
papeleo.
—¿Adonde vas con eso? ¿Es usted un abogado del ejército? ¿Me está n echando ahora?
La voz de Nelson tenía un tono soñ ador mientras las drogas intentaban enviarlo a la
oscuridad nuevamente.
—No, no... bueno, sí, recibirá s una baja honorable, algunas medallas y probablemente
una pensió n, pero ese no es mi departamento. No, estoy aquí representando a su
esposa, Daisy—. Una lengua hú meda salió y humedeció sus labios.
—¿Donde esta ella? ¿Viene a visitarnos? Joey miró desesperadamente a su alrededor -
buscando a su esposa; só lo llevaban casados unos meses cuando recibió sus ó rdenes
de despliegue.
—Ella ya lo hizo, y… bueno, por eso estoy aquí. Me especializo en casos de divorcio y
necesitaba informarle que su esposa anulará su matrimonio. En este caso, ella no está
intentando recuperar nada de lo que usted poseía y solo tomará las posesiones y el
dinero que aportó a la relació n. Quiere que esto sea lo menos doloroso posible para ti
—. La falsa preocupació n en su voz hizo que Joe volviera a la conciencia.
Los ojos de Joey se salieron de sus ó rbitas, —¿Qué? ¿Por qué me dejaría, yo...? Intentó
sentarse, só lo para darse cuenta de que no podía moverse en absoluto. Había pensado
que estaba en su lugar, pero ahora aparecían en su mente ideas má s oscuras e
insidiosas sobre su estatus.
—Debe comprender lo difícil que sería para una mujer de veinte añ os casarse con un
tetrapléjico, señ or—. El abogado se detuvo en shock cuando los ojos de Joey se
quedaron en blanco y su rostro perdió el color. —¿Señ or?—
—¡Ey!— Una doctora entró en la habitació n. —¿Quién eres? ¿Está despierto? ¡Qué le
dijiste!—
—¿De qué está s hablando?— La confusió n era evidente en el rostro del abogado. —
Tengo el derecho legal de informarle...—
—¡Si está despierto, será la primera vez desde que lo derribaron! ¡Sal o haré que te
arresten! El médico gritó en un tono que rayaba en lo estridente. Corrió hacia Joey
mientras el abogado se alejaba murmurando disculpas. —Sargento Nelson, no está tan
mal, podría...—
Joey la interrumpió : —¿Estoy paralizado?—
—...Sí—, fue la respuesta reacia.
—¿Alguna vez recuperaré la funcionalidad?—
—Es... poco probable—, admitió en voz baja.
—¿Mi esposa me está dejando?— El médico tuvo la delicadeza de apartar la mirada y
no responder mientras un sollozo acompañ aba la pregunta. —Perdone mi
insubordinació n, señ ora, pero creo que es así de malo—.