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UNA COSA TE FALTA

Un verdadero discípulo de Jesús es alguien que dice:


“Si ya no tuviera a Jesús como mi Dios, no podría
seguir viviendo”.
Jesús, mirándolo, lo amó y le dijo: Una cosa te falta: ve y
vende cuanto tienes y da a los pobres, y tendrás tesoro en el
cielo; y ven, sígueme. — Marcos 10:21 (LBLA)

Samuel E. Seo, Th. M. | 14 de enero 2022


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En mayo del año 2000, una mujer paquistaní de 22 años llamada
Fakhra Younus sufrió un ataque con ácido que dejó su cara
gravemente desfigurada. Había sido sometida a 39 cirugías durante 10
años para reconstruir su rostro. En 2012, su calvario recibió gran
atención a través de un documental titulado Salvar la cara (Saving
Face). La película eventualmente ganó un Óscar, lo cual fue el
primero para Pakistán. Sin embargo, apenas un mes después de este
honor, Fakhra se suicidó saltando desde la ventana del sexto piso de
su apartamento. Fakhra falleció a la temprana edad de 33 años.

Muchos de nosotros tenemos cosas o personas que consideramos


como pérdidas impensables o, dicho de otro modo, tesoros intocables.
Por ejemplo, algunos padres no pueden imaginar vivir con la muerte
de sus hijos. Algunas parejas casadas no pueden imaginar vivir sin sus
cónyuges. Algunos ancianos no pueden imaginar sus vidas sin sus
casas. Algunos adolescentes no pueden imaginar vivir sin sus amigos.
Algunos deportistas no pueden imaginar vivir estando paralizados.
Algunas mujeres no pueden imaginar vivir sin su belleza. Y a veces,
como Fakhra, una vez que se encuentran con estas pérdidas
impensables—es decir, cuando pierden su tesoro intocable—acaban
quitándose la vida.

El joven rico
En Marcos 10:17-22, vemos la historia del joven rico que se presentó
ante Jesús para preguntarle qué tenía que hacer para heredar la vida
eterna. Sin embargo, para este joven rico, la pérdida impensable era su
riqueza, y es esta dependencia a la que Jesús vio como una
deficiencia. «Una cosa te falta...» le dijo Jesús. Luego, le hizo dos
ofertas. En la primera, Jesús le ofreció al joven que renunciara a sus
riquezas a cambio de los tesoros en el cielo. La segunda oferta, que
era la mayor de las dos, fue: «Ven, sígueme». Era una oferta para
hacer a Jesús su mayor tesoro, como su única e impensable pérdida.

Desafortunadamente, para el joven, su riqueza era aquello sin lo que


no podía vivir, era su tesoro intocable. Peor aún, la realidad era que su
pérdida era aún mayor. Al elegir aferrarse a la riqueza como su
pérdida impensable, resultaría en su pérdida infinita y eterna ya que
perdería no solo los tesoros eternos en el cielo, sino también al
Creador de la riqueza y la vida misma.

El joven dio la espalda y se alejó de Jesús afligido y triste. ¿Por qué?


Porque se dio cuenta de que su esperanza en el simple cumplimiento
de los mandamientos no era suficiente. Quizá esperaba que, mientras
pudiera cumplir los mandamientos, Dios no tocaría su tesoro
intocable, el cual era su riqueza. Era más difícil de lo que había
imaginado. ¿Cómo iba a desprenderse de cosas que ni siquiera había
imaginado? Pero hay otra aflicción y tristeza que Marcos no
menciona. Mientras el joven se alejaba, uno solo puede imaginar los
ojos afligidos y tristes del propio Dios, el Hijo, al sentir el rechazo
mientras veía la espalda del joven que había dado su vuelta a Jesús, a
pesar de que Él era digno de ser el mayor tesoro de todos.

Discipulado costoso
Entonces, ¿quién o qué es aquello sin lo que no puedes vivir? ¿Cuál es
tu pérdida impensable? ¿Cuál es tu tesoro intocable? ¿Es tu familia?
¿Es tu riqueza? ¿Es tu belleza? ¿Es tu éxito? ¿Es tu profesión? ¿Es tu
posesión material? ¿O es Jesús? Si no es Jesús, Él te dice las mismas
palabras en este momento: «Te falta una cosa...».

Ser discípulo de Cristo es costoso. En Lucas 14:33, Jesús lo deja claro.


Dice: «Así pues, cualquiera de ustedes que no renuncie a todas sus
posesiones, no puede ser mi discípulo» (NBLA; ver también Lucas
14:26). El verdadero discipulado es una vida en la cual Jesús es la
pérdida impensable y el tesoro intocable, como Pablo quien dijo: «Y
aún más, yo estimo como pérdida todas las cosas en vista del
incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor. Por Él lo he
perdido todo, y lo considero como basura a fin de ganar a Cristo…»
(Filipenses 3:8, NBLA). Un verdadero discípulo de Jesús es alguien
que dice: «Si ya no tuviera a Jesús como mi Dios, no podría seguir
viviendo». Amén.

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