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CURSO ONLINE “TÉCNICAS DE MEJORA DEL TERRENO”

ANEJO D. COMPACTACIÓN
DINÁMICA PARA MITIGAR EL
EFECTO DE LA LICUEFACCIÓN

8ª EDICIÓN
NOVIEMBRE 2019

Curso “Técnicas de mejora del terreno” 1


TABLA DE CONTENIDOS

D.1. Ventajas e inconvenientes del método…………………………………………. 1

D.2. La problemática del diseño …………………………………………………………. 7

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D.1. Ventajas e inconvenientes del método

Entre las ventajas de la compactación dinámica (cuyos fundamentos describimos en el apartado


1.2.1 del módulo 2 del curso) como técnica de mitigación del efecto de la licuefacción en
terrenos susceptibles de sufrir este fenómeno se pueden destacar su bajo coste en comparación
a otras técnicas alternativas (como las columnas de grava, las inyecciones de compactación, etc.)
y su rapidez de ejecución. Esto es especialmente relevante cuando se tiene que extender la
mejora a una superficie importante (para grandes cimentaciones, terraplenes, etc.).

Además, una ventaja práctica adicional es que el grado de densificación del terreno puede
comprobarse de forma directa durante el proceso de compactación (lo que no ocurre con otras
técnicas de compactación profunda, como la vibrocompactación, en las que los grados de mejora
tienen que ser comprobados a posteriori con nuevos ensayos in situ): se puede comprobar al
evolución de profundidades en cada cráter de impacto, que nos permiten comprobar el grado de
asentamiento (y, por ello, de densificación) así como la progresiva rigidización del terreno en la
zona de tratamiento.

Entre sus desventajas, se puede destacar el gran nivel de vibraciones que produce esta técnica, lo
que no resulta recomendable su uso en entornos cercanos a estructuras o servicios enterrados
(ya que cada impacto induce un cierto grado de desplazamiento lateral en el suelo tratado, que
puede afectar a infraestructuras cercanas). El grado de afección a las estructuras se puede
estimar en función de la velocidad de partícula inducida por las vibraciones, que es un buen
indicador de los posibles daños que se pueden producir sobre estructuras que se encuentren
apoyadas sobre ese suelo o servicios que se encuentren enterradas en ese punto de estudio. En
la fase de estudio de alternativas de mejora, el grado de afección a estructuras cercanas se
puede estimar según lo indicado en la figura D1-1.

Figura D1-1. Velocidad de partícula en función del factor normalizado de energía para diferentes tipos de
suelos en los que se aplica la compactación dinámica (FHWA, 2017)

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Si se mide la energía normalizada (es decir, la raíz del producto de la masa utilizada por su altura
de caída, dividida por la distancia a la que se encuentra el tratamiento respecto a la zona
habitada), se puede determinar el grado de perturbación que generarán los impactos. Así, en la
figura anterior se puede observar que en terrenos susceptibles de sufrir licuefacción (arenas
flojas o limos colapsables) los tratamientos pueden producir importantes vibraciones a distancias
bastante importantes.

Así mismo, en entornos habitados el ruido generado puede resultar excesivo en ocasiones.
Dumas y Beaton (1992) señalan niveles de ruido de corta duración de entre 100 y 120 dB a
distancias de 12 m, que descienden a 80 dB a 24 m de distancia. En la figura D1 anterior se puede
apreciar, a la derecha del ábaco, los niveles de percepción del ruido generado en función de la
energía normalizada de impacto y la velocidad de partícula inducida por la vibración.

Adicionalmente, en cualquier tipo de terreno serán esperables desplazamientos laterales


inducidos por cada impacto, como ilustra la figura D1-2. Esto cobra especial relevancia en
terrenos muy flojos los impactos pueden producir importantes desplazamientos laterales del
suelo en el área tratada, debido a las bajas presiones de confinamiento esperables en estos casos.
Esto provoca una importante disminución de la eficiencia del tratamiento. En estos casos, suele
resultar recomendable utilizar un encachado de piedra superficial extendido y compactado
previamente, que aumente el confinamiento y disminuya el efecto del desplazamiento lateral en
el suelo tratado, lo que aumenta los costes de esta técnica.

Figura D1-2. Ejemplo de deflexiones laterales inducidas por diferentes energías de compactación dinámica
en un terreno situado a 3 m del punto de impacto (FHWA, 2017)

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D.2. La problemática del diseño

Desde el punto de vista técnico, existe una dificultad adicional: resulta complicado hoy en día
realizar diseños que puedan predecir adecuadamente el grado de compactación conseguido a
priori, por lo que es una técnica que requiere un continuo calibrado durante su ejecución para
poder llegar al nivel de densificación proyectado. Como señalan diferentes autores (por ejemplo,
Nashed et al., 2004), para el diseño de este tipo de tratamientos se suelen utilizar experiencias
previas, fórmulas empíricas o, si el presupuesto es suficientemente holgado, áreas de ensayo in
situ, donde se vaya a realizar el tratamiento. En los últimos años, además, se están
implementando modelos de cálculo numérico que tratan de simular las condiciones del
tratamiento, aunque todavía este tipo de técnicas suele tener una importante componente de
incertidumbre en cuanto a los parámetros mecánicos esperables del terreno mejorado.

Hoy en día sigue siendo bastante habitual utilizar la fórmula Ménard (Lukas, 1995) para
determinar la masa de impacto y la altura de caída de la misma para conseguir una mejora de un
cierto espesor del terreno en función de la naturaleza del mismo (que se cuantificaba mediante
los coeficientes descritos en la tabla 3 del módulo 2), y que volvemos a reproducir a
continuación:
w
w
w
w
ww
w
w
w
ww
w
w
w
ww
w
@w
w
w
w
ww
w
Aw
w
w
w
ww
w
w
w
ww
w
w
w
ww
w
@w
w
w
w
ww
w
w
w
w
D m = nc qM t ·H m
@ A A

Donde:

• D: espesor del tratamiento proyectado (en metros)


• M: masa de impacto (en toneladas)
• H: altura de caída (en metros)
• nc: coeficiente empírico, que se pude estimar a partir de la tabla 3 del módulo 2.

Debido a estas incertidumbres, el control del suelo antes y después de la ejecución del
tratamiento debe ser suficientemente intenso, para determinar si el grado de compactación y el
espesor afectado es igual o superior al previsto.

Las profundidades de compactación pueden llegar a ser superiores a 15-20 m, como se puede
observar en las experiencias recopiladas en la figura D2-1, lo que permite identificar esta técnica
como una alternativa de interés para la densificación de suelos licuefactables cuando deba
extenderse la mejora hasta esos rangos de profundidad.

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Figura D2-1. Recopilación de profundidades de afección del tratamiento en diferentes emplazamientos para
diversas energías de impacto (Mayne et al., 1984, en FHWA, 2017)

Para poder realizar un prediseño de una campaña, se debe definir la energía a aplicar en la zona
de tratamiento, expresada como energía por unidad de superficie. Así se puede proponer esta
expresión para estimar esta energía:

M
f
f
ff
f
f·f
ff
fH
f
f
ff
f
ff
f
f·f
f
fN
f
f
ff
f
ff
f
f·f
ff
fP
f
f
ff
f
ff
f
E=
s

Donde:

• E: energía aplicada por el tratamiento


• W: peso de la masa de impacto
• H: altura de caída
• N: número de golpes por punto
• P: número de pasadas de tratamiento en el mismo punto
• s: separación entre ejes de puntos de impacto adyacentes (tamaño de malla del
tratamiento). Suele tomarse un valor del orden de 1.5 a 2.5 veces el diámetro de la masa
de impacto.

Esta fórmula permite incluir la posibilidad de que en cada pasada de tratamiento se empleen
masas de impacto diferentes. Es habitual realizar unas primeras pasadas de alta energía, con
grandes masas que se dejan caer desde una gran altura, para realizar una última pasada de
menor energía (denominada habitualmente “pasada de planchado”). Este tipo de elementos de
compactación suelen transmitir entre 10 y 35 kPa en su base de contacto, y su objetivo es refinar
la compactación de la capa más superficial del terreno (que puede haberse aflojado por el efecto
de las ondas refractadas hacia la superficie tras el impacto de las masas de mayor energía).

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En las siguientes figuras se muestran algunas masas para diferentes energías de impacto:

Figura D2-2. Ejemplos con masas de diferentes pesos: 138 kN –izquierda-; 311 kN –derecha- (FHWA, 2017)

Figura D2-3. Masa de impacto para fase de planchado (FHWA, 2017)

Para definir la energía aplicada por unidad de superficie necesaria para asegurar un correcto
tratamiento del terreno, la FHWA (2017) propone unas tablas orientativas para la fase de
prediseño en función del tipo de suelo a mejorar:

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Tabla 1. Energías de ensayo recomendadas (adaptado de FHWA, 2017)

Tipo de terreno Energía a aplicar (kJ/m3)


Suelos permeables de grano grueso (Zona 1 de la figura D2-4) 200 a 250
Suelos semi-permeables de grano fino (Zona 2 y depósitos de
arcilla por encima del nivel freático con granulometría dentro 250 a 350
de la zona 3 de la figura D2-4)
Rellenos antrópicos 600 a 110

Figura D2-4. Husos granulométricos de cada tipo de suelos, referenciados por la tabla 1 (FHWA, 2017)

En función de estas recomendaciones, se puede inferir que los suelos licuefactables se


encontrarán comprendidos principalmente en la zona 1 (aunque también se pueden incluir los
limos en la zona 2, ya que estos materiales también se han revelado en los últimos años como
potencialmente licuefactables), por lo que las energías de compactación habituales en este tipo
de aplicaciones se encontrarán en el rango 200-350 kJ/m3.

Para ilustrar el uso de este método de diseño, la FHWA propone un ejemplo cuantitativo:
supongamos que se quiere mejorar un relleno de arenas flojas (asimilable a la granulometría
correspondiente a la zona 1 de la figura D2-4) de 8 m de espesor. El proceso de resolución de un
posible diseño de tratamiento sería éste:

• Al ser las arenas flojas, sería recomendable utilizar el límite superior de energía del rango
propuesto por la tabla 1. Es decir, se propondría una energía de 250 kJ/m3.
• Para un espesor de tratamiento de 8 m, la energía necesaria por unidad de superficie
horizontal sería de valor E=250·8=2000 kJ/m2.

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• Si queremos optimizar el tratamiento, lo ideal sería utilizar una sola pasada, por lo que
P=1.
• La ecuación de diseño, que relacionaría todas las variables geométricas y físicas, sería:

M
f
f
ff
f
f·f
ff
fH
f
f
ff
f
ff
f
f·f
f
fN
f
f
ff
f
ff
f
f·f
ff
fP
f
f
ff
f
ff
f M
ff
f
f
f·f
ff
fH
f
f
ff
f
f·f
f
f
ff
fN
f
f
ff
f
f·f
f
f
ff
f1f
f
ff
ff M
f
f
ff
f
f·f
ff
fH
f
f
ff
f
ff
f
f·f
f
fN
f
f
ff
f
ff
f
f
E= Q 2000 = =
s s s
• Con la relación anterior podemos probar varias combinaciones de tratamiento hasta
hallar una solución que optimice las condiciones de contorno del problema
(disponibilidad de maquinaria, coste, plazos, etc.). Por ejemplo, supongamos que la
empresa de tratamientos nos propone la utilización de una masa de 20 t de base
cuadrada de 2.4 m de lado, con una altura de caída de 22 m. En este caso, sería:

20·9.81
f
ff
f
ff
f
ff
f
ff
f
ff
f
ff
f
ff
f
ff
f
ff
f
f·f
ff
f22
f
f
ff
f
ff
f
f·f
f
f
ff
fN
f
f
ff
f
ff N
f
f f
ff
ff
f impactos
f
f
ff
f
ff
f
ff
f
ff
f
ff
f
ff
f
ff
f
ff
f
ff
f
ff
f
ff
f
2000 = Q = 0.46
s s m
• Definimos la separación entre ejes de puntos de impacto. Probemos, a ejemplos
ilustrativos de este ejemplo, con un valor separación 5 m (la relación entre separación y
anchura de la masa de impacto es de 5/2.4=2.1, por lo que se encuentra en un rango
razonable). Así, el número de impactos necesarios en cada punto de la malla de
tratamiento sería N≥0.46·5=2.3 N=3 impactos por punto.

Este tipo de tratamientos ha dado lugar a mejoras bastante notables en diferentes terrenos
potencialmente licuefactables, como se puede ver en múltiples artículos disponibles en la
literatura especializada. Por ejemplo, Majdi et al. (2007) presentan resultados como el de la
figura D2-5, en el que se compara el registro de ensayos de penetración estándar (SPT) en un
mismo emplazamiento antes (línea discontinua) y después del tratamiento (línea continua),
realizado para mejorar la seguridad del apoyo de tanques de hidrocarburos en Irán:

Figura D2-5. SPT medido antes y después de un tratamiento mediante compactación dinámica (Majdi et al.,
2007)

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En este caso, el suelo estaba constituido por arenas flojas a semidensas hasta una
profundidad de unos 13 m. Se realizó un tratamiento consistente en dos pasadas de 9
impactos cada una con una masa de 20 t y una altura libre de caída de 20 m en una malla de
separación s=5 m, una tercera fase de planchado de 4 impactos con la misma masa pero con
una altura de caída inferior, de 11 m. Según la figura anterior, se puede apreciar cómo el
tratamiento fue especialmente efectivo en la franja intermedia del espesor tratado, con
mejoras del SPT desde valores iniciales del orden de N=20 hasta valores mejorados del orden
de N>30.

En el caso específico de los suelos limosos en los que se pueda estimar una cierto potencial
de licuación, un tratamiento mediante compactación dinámica puede tener menos eficiencia
que en el caso de suelos arenosos, especialmente si el nivel freático se encuentra cerca de la
superficie. En este caso, se puede mejorar la capacidad del tratamiento si antes de comenzar
la compactación dinámica se introducen mechas drenantes, que aumentarán la capacidad de
drenaje y densificación del suelo tras cada impacto, y disminuirá la respuesta de
envejecimiento (es decir, la densificación diferida en el tiempo), haciendo que la mejora se
manifieste de forma más rápida. Algunos autores, como Nashed et al., 2004, indican que con
esta combinación de compactación dinámica y drenes se pueden alcanzar en limos niveles de
compactación comparables a los conseguidos en arenas. Para ello indican, además, la
importancia que tiene ampliar el tiempo que transcurre entre impactos consecutivos
respecto al ratio que sería utilizado en suelos más permeables. Esto permitirá que cada
impacto tenga lugar sobre el suelo con un grado de consolidación inducida por el impacto
anterior cercano al 100%, lo que aumentará la eficiencia de la mejora.

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