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Para Helena, Sara y Francisca
(pero cada una en su propia cama)...
y para las señoritas Morales
(pero en recreo).
Hacía muchas pero muchas noches que Andrés no
quería irse a la cama. Tenía miedo de las pesadillas.
Mamá lo llamaba desde la ventana:
- Andrés, a la casa.
Andrés daba vueltas en la rueda-rueda.
- Andrés, a comer.
Andrés revolvía la sopa con la cuchara.
10 - Andrés, lávate los dientes.
Andrés recorría con el cepillo todos los dientes, ..
hasta que quedaban relucientes.
- Andrés, la piyama.
Pero Andrés necesitaba más cuentos.
Mamá seguía con Caperucita Roja. Y lo contaba
larguísimo para que a Andrés le diera sueño:
-La mamá de Caperucita mandó una canasta llena
de cosas para la abuelita. ¿Quieres saber qué cosas
llevaba Caperucita?
-¿Qué llevaba?-decíaAndrés.
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-Una botella de leche, unas tortitas de miel y 13
galletas de vainilla.
Andrés se quedaba solo. Solo con la noche, Andrés cerraba los ojos para no mirar, hasta que se
temblando de miedo. En ese mismo momento, veía a dormía de verdad.
un dragón asomado a la ventana. Entonces el dragón se metía entre sus sueños y
Andrés se tapaba la cara con las sábanas. Pero al lo perseguía por un laberinto. Justo cuando iba a
dragón no le importaba y se metía en el cuarto. atraparlo, Andrés veía la salida. Ahí afuera lo esperaba
El dragón se movía detrás de la cortina. Andrés papá, que parecía un dragón despeinado, a punto de
se hacía el que no lo había visto. Pero el dragón se escupir fuego.
sentaba a la orilla de la cama. -¡Auxilioooo, socorro!. .. ahí viene y me atrapa
-gritaba Andrés.
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yerbabuena y mejorana.
Mamá le dio tres gotas de Impaciencia.
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El doctor Astro le hizo un examen de sueño, le "Y nos hacemos millona rios, porque todos los papás
recetó un jarabe y mandó a los papás al consult orio de del mundo van a querer compra rla", soñaba papá.
la señorit a Morales, que era una profeso ra experta en Pero al dragón no lo espanta ban los remedios ni
pesadillas: los proyectos ni los regaños, sino todo lo contrar io. Su
- ¿Tres en la cama? ¡Eso está muy mal! - opinó la trabajo era asustar. Se sentía la pesadil la más feroz de
señorit a Moral es-. Si lo dejan una noche, ahí se les va la ciudad.
a quedar. -¡Auxi lio, socorro! Ahí viene y me atrapa
- Se nota que esa profeso ra solo sabe dar clases - gritaba Andrés .
-se quejaba mamá -. La cosa no es tan sencilla. Si yo -Ahor a tienes que ir tú - refunfu ñaba papá.
descubro una receta contra las pesadil las, la empaco - Yo fui hace media hora -prote staba mamá -.
en un frasqui to y la vendo en los superm ercado s. Tú tienes que ir esta vez.
Así pasab an las noches. De su cama a la de Andrés.
Una y otra y otra vez.
Hasta que una noche helada, con rayos y
tempestad, papá y mam á se rindie ron.
- ¿Puedo dorm ir en su cama?
- Con este frío, no es mala idea. Que decida tu
mamá. 25
-Est á bien -dijo mam á-. Una noche, ¡qué
más da!
Y se pusieron de acuerdo. Era la prime ra vez.
Andrés se acomodó en medio de la cama grande.
Calien tito y delicioso entre papá y mamá .
Primero estiró una piern a y luego estiró la otra.
Después soñó que era un avión y abrió los dos brazos,
como si fuera n alas. La pobre mam á ya estab a en un
bordecito, colgando de las sában as, y el pobre papá
hacía equilibrio, con sus piern as enorm es fuera del
colchón.
- Ya no aguan to más patad as -dijo papá. Y se fue,
refun fuñan do, para la cama de Andrés.
Aquí sí voy a dormir. Esta cama es muy pequeñ a
ero es solo para mí.
y cuando estaba a punto de cerrar los ojos, le
pareció ver una sombra.
Una sombra... ¿de dragón?
-Los dragon es no existen -se dijo papá a sí
mismo, con voz fuerte, de regaño.
Al dragón, ya lo sabemo s, le encant aban los
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regaño s.
Yolanda Reyes