Está en la página 1de 8

El problema era que estaba atrapada en su base, y todo lo que tenían que

hacer era cansarla.


Cuando pensó que había oído pasos distantes tras ella, su temor volvió y
empezó a correr de nuevo, apretando su costado que había empezado a
dolerle por el esfuerzo. Corrió hacia la pared y cayó con fuerza sobre su
espalda, dándose cuenta de que el túnel estaba delante ahora. Al mirar el
fondo, vio lo que parecía ser una puerta con una luz saliendo de detrás.
Corrió hacia ella y cuando se acercó, se quedó en shock al ver una figura
familiar dibujada en la puerta. Era un sello con un águila enmarcada por
letras que apenas eran visibles por la luz q1ue tenía detrás. Empezó a leer
las letras y pudo entender una U, N e I antes de darse cuenta de que no
necesitaba usar sus limitadas habilidades para la lectura para entender lo
que ponía. Había visto un sello similar en unos viejos papeles que su
padre mantenía guardados en una caja polvorienta. Una vez le había
dicho algo como que trabajaba en la embajada de Estados Unidos antes
de El Alzamiento. No había entendido mucho de lo que significaba,
aunque los otros niños del asentamiento le habían dicho que su oadre
había sido algún tipo de hombre importante en el gobierno del Mundo
Antiguo. Le habían ducho que su familia y ella habían venido de otra
tierra llamada América, razón por la cual su pelo rubio y su piel clara
eran tan diferentes de los de sus compañeros. Pero nada de eso le
importaba mucho a Alice, o a nadie más. El antiguo gobierno y los países
habían desaparecidohacía mucho tiempo. Ahora todo el mundo,
independientemente de sus antiguos países, religiones o ideales políticos
se habían unido por una causa primordial: la necesidad de sobrevivir a las
hordas de Mordedores. Había escuchado historias de como las naciones
humanas entablaban guerras entre ellas, orifinadas por los dioses que
ellos honraban o el deseo de obtener petróleo. Alice recordaba reírse
cuando la profesora del colegio improvisado que había en el asentamiento
les había hablado acerca deesos días. Había pensado que su profesora les
estaba contando cuentos inventados ¿Cómo los llamaban los viejos? ¿Los
que habían leído los libros de antes de que los no muertos se alzaran y el
mundo ardiera?
Eso, cuentos de hadas.

Cuando Alice escuchó pasos tras ella, fue traída de vuelta a la realidad, y
forcejeó con la puerta frente a ella, tratando desesperadanebte de abrirla.
Encontró una manilla y tiró de ella con toda su fuerza, y finalmente se
abrió lentamente. La puerta estaba hecha de metal pesado y le costó toda
su fuerza y energía abrirla lo suficiente para poder pasa. Miró hacia atrás
por la puerta abierta y escuchó gruñidos antes de ver sombras aparecer
por el túnel y cerró la puerta, esperando que lo que había oído sobre que
los mordedores eran estúpidos fuera verdad. Ese viejo chiste acerca de
cuántos mordedores harían falta para abrir una puerta.
Echó un vistazo a la habitación en la que se encontraba y vio que estaba
iluminada por una sola y pequeña lámpara de queroseno en el techo y
estaba llena de papeles y archivos que abarrotaban las estanterías pegadas
a la pared. Había una pequeña mesa en una esquina y cuando camino
hacia ella, vio algunos antiguos periódicos en ella. Nunca había visto un
periódico en su vida y estaba fascinada por las fotografías y palabras que
veía. No necesitaba leer las palabras para saber que era lo que decían.
Eran reliquias de los últimos días de El Alzamiento y de los que vinieron
justo después. Eran fotografías grwanuladas de las primeras apariciones
de los no-muertos, la cual imaginó que para aquellos que nunca antes los
habían visto debería haber sido todo un espectáculo. Después, había
imágenes de de ciudades calcinadas: los restos del Gran Fuego que los
gobiernos habían desatado en tantas ciudades cuando se parecía que todo
se iba a perder. Esa fue la estéril y hostil tierra que Alice había conocido
como su hogar: los páramos a las afueras de Nueva Delhi, donde millones
de humanos habían muerto en una emboscada de Mordedores y después
millones más cuando los gobiernos intentaron contenerla usando armas
nucleares en plena batalla. El hombre había probado ser el más celoso de
los amantes, prefiriendo destruir la Tierra andes que dejarla ir. Pero eso
no había sido suficiente y de las llamas de ese apocalipsis nació una
renovada lucha entre humanos y no-muertos en las tierras devastadas que
ahora se conocían simplemente como Deadland.
ver que había otra puerta parcialmente ocultada por una silla, que estaba
entreabierta. Escuchó pasos tras ella y se dio cuenta de que lo que había
considerado un escape era únicamente una trampa mortal.
Sacó su pistola y cuando fue a quitar el seguro, recordó con desasosiego
que durante el caos se había olvidado de recargarla. Cuando vio sombras
entrar en la habitación, se dio cuenta de que no tenía tiempo para ello.
Descolgó su franco de sus hombros. En cuartos tan pequeños, no le servia
de mucho un arma de larga distancia, pero había otros métodos para
ayudarse.
De niña, Alice siempre había estado en malas situaciones y sus padres
nunca se cansaron de decirle que se retirara de vez en cuando, en lugar de
meterse en todas las peleas. Pero una vez, tras disparar a dos Mordedores
en una emboscada nocturna, su padre se había emborrachado para
celebrar y le dijo que amaba su espíritus y que no importaba la situación,
nunca debería rendirse al miedo. Estar asustado frente a los Mordedores
era lo mismo que morir, o peor, convertirse en uno de ellos.
Cuando Alice recordó las palabras de su padre, sintió su miedo alejarse.
Sabía que los Mordedores intentaban morder y convertir a cada humano
que se encontraran, pero también que los humanos que luchaban más
duro a veces los enfadaban, tanto que los destrozaban, matándolos en
lugar de convertirlos en no-muertos.
Mejor muerto que no-muerto.
Ese había sido el eslogan del colegio donde habían adquirido las
habilidades de combate y supervivencia. Donde las niñas de antes de El
Alzamiento habrían jugado con sus juguetes o visto la televisión, Alice
había crecido jugando con pistolas, explosivos y aprendido la mejor
manera de masacrar a los no muertos. Y ella había sido la mejor de su
clase.
Estaba ahora balanceando el rifle frente a ella como si fuera un bastón,
creando cortes en el aire. Tres Mordedores se acercaron, y cuando el
primero la alcanzó, lo golpeo en la frente y se inclinó hacia él,
metiéndose bajo sus piernas cuando se cayó. La siguiente era una mujer
escuálida que vestía los restos andrajosos y llenos de sangre de un vestido
hindú e incoherentemente, un enorme pendiente de diamantes en su oreja
izquierda. En la derecha no lo llevaba. Le dio una patada giratoria que
provocó que la señorita Solitario volviera a tropezar y giró el
francotirador en su mano, tirando un solo disparo que desintegró la
cabeza de la Mordedora. El tercer Mordedor, un hombre alto al que le
faltaba la mandíbula, estaba casi sobre ella cuando lo golpeó en la cara
con la culata de su rifle. Tal vez los Mordedores no sintieran dolor, pero
esto lo desequilibró lo suficiente para que Alice saltara hacia atrás un par
de metros y pegarle un disparo en el pecho. Solo un tiro a la cabeza
podría matar a un Mordedor, pero una poderosa bala de francotirador
causaba suficiente dolor y ralentizaba a su objetivo sin importar donde
golpeara. Un enorme agujero se abrió en el pecho del Mordedor y este
cayó de repente. Alice sabía que saltaría a su cuello tan pronto como se
recuperara, así que intento cargar otra bala en su rifle, así que intentó
cargar otra bala en su rifle.
Fue entonces cuando sintió su brazo derecho atrapado en un frío y
húmedo agarre que fue tan fuerte que la hizo gritar y soltar su rifle.
Orejas de Conejo estaba de vuelta y estaba girando su cara para morder
su brazo. Alice le pegó una patada en la espinilla, pero ni siquiera hizo
una mueca de dolor mientras se acercaba para darle el mordisco que sería
lo último que Alice sentiría antes de convertirse en uno de ellos.
Alice hizo la última cosa que seguramente él se esperaría. Le pegó un
cabezazo y mientras él se movía de lado a lado y aflojaba su agarre sobre
su brazo, saltó sobre la mesa y pegó su espalda contra la pared. Ya había
por lo menos seis Mordedores reunidos en frente de ella y Alice ocultó el
temor que sentía por dentro a la vez que desenfundaba su cuchillo de caza
que llevaba siempre consigo. Orejas de conejo gruñó y gritó en rabia, un
concierto infernal que pronto fue seguido pot todos los Mordedores de la
habitación. Alice había oído hablar de ese ritual anteriormente.
Significaba que los Mordedores iban a matar a un humano en lugar de
convertirlo. Alice giró su cuchillo en su mano derecha y se puso de puso
de pie con las piernas ligeramente separadas, justo como había aprendido
en incontables horas de práctica de combate sin armas. Su profesor había
sido alguna especie de comandante de élite en el ejército de los antiguos
gobiernos, y le había dicho que era su mejor alumna. Ralentizó su
respiración, fijándose en las criaturas frente a ella, intentando bloquear su
miedo, intentando seguir cuerda. Cuando Orejas de Conejo se acercó,
mantuvo el cuchillo bien sujeto y se preparó. Mejor muerta que no-
muerta.
2
Cuando Orejas de Conejo se abalanzó sobre ella, se encontró con una
fuerte patada que le hizo tambalearse sobre sus talones, y entonces Alice
le pegó una puñalada en el pecho. Él simplemente se miró y gruñó a
través de sus dientes ensangrentados antes de que Alice le volviera a
patear, haciendo que se cayera sobre su rodilla,. Alice sabía que era una
batalla perdida. Estaba desesperada porque la superaran en numero e
incluso si por algún milagro fuera capaz de atravesar con el cuchillo el
cerebro de alguno de los Mordedores, aun quedarían muchos de ellos para
poder matarla. Sea como fuere, no iba a caer sin luchar. Un morder al que
le faltaba la mitad de la cara, la alcanzó con una mano a la que le faltaban
muchos dedos. Alice puso toda su fuerza en ello y atravesó su cráneo con
el cuchillo. El Mordedor se cayó y no se volvió a levantar.
Ahora no tenía arma para defenderse.
Cuando otros dos Mordedores se acercaron a ella, Alice giró la mesa para
ponerla delante de ella, enviándolos a ambos a los lados, pero sabía que,
en el mejor de los casos, solo estaba retrasando lo inevitable. Sintió un
profundo dolor en el lado de su cabeza que orejas de Conejo había
golpeado y se cayó contra la pared.
Mientras intentaba levantarse, sintió unas manos frías agarrándola con
fuerza por las piernas y unas uñas afiladas romper sus pantalones. Se
agarró a la estantería que tenía al lado y la tiró de un golpe, algunos
papeles y archivos cayendo sobre ella. Estaba ahora siendo arrastrada por
el suelo y podía escuchar a los Mordedores chillando en anticipación de
la muerte, como una jauría de perros salvajes alrededor de su presa.
Alice miró hacia arriba para ver a Orejas de Conejo, que se cierne sobre
ella, con los ojos amarillentos y muy abiertos, la piel desprendida en
algunas partes y un hedor insoportable mientras se inclina sobre ella.
Entonces, de repente se detuvo. Un par de Mordedores intentaron
alcanzarla, perolos paró con un rugido autoritario. Alice se encogió
cuando la cogió del pelo, pero en lugar de atacarla, parecía estar
examinándola, enredándolo entre sus dedos. Alice estaba casi paralizada
por el miedo, preguntándose qué tipo de tortura tenía en mente para ella,
casi deseando que acabara con ella y le diera una muerte rápida. Alice no
podía imaginarse a los Mordedores capaces de tener emociones, pero
pudo ver un deje de duda en el rostro de Orejas de Conejo, y algo
claramente provocó que dejara de lado su sed de sangre. Fuera lo que
fuera, parecía ser algo que había tras Alice, ya que estaba mirando mas
allá de ella, donde la librería había estado segundos antes.
Estiró la mano con un dedo roto y calloso y Alice se encogió, solo para
ver que estaba buscando la pared tras ella. Los otros Mordedores estaban
ahora alrededor de él, mirándola. Un par de ellos empujaron y empujaron,
interesados por llegar a ella, pero él gruñó de nuevo y se alejaron.
Claramente Orejas de Conejo estaba al mando. Si sería algo bueno o no
Alice pensó que lo averiguaría pronto. Volvió a agarrarla del pelo, esta
vez casi tirando desde las raíces, y Alice gritó. Eso fue algo que hizo que
se fijara en ella de nuevo, y acerco su rostro al suyo. Alice intentó
fuertemente no vomitar al oler su peste y vio su roto y desgarrado rostro
aun más cerca. Estaba apenas a un par de hinchas de su cara cuando, para
su sorpresa, dijo una palabra.
“A...a...lisssssssss.”
Alice pensó que se lo había imaginado, pero cuando lo repitió para sí
mismo, retrocedió con horror. Esa criatura no solo había hablado, sino
que la estaba llamando por su nombre. No había dicho nada, pero su
reacción debía haberla delatado. Orejas de Conejo saltó hacia atrás, como
si hubiera sido electrocutado y todos los otros Mordedores dieron un paso
atrás. Estaba sola, desarmada y completamente a su merced, pero, de
algún modo, las tornas habían cambiado en un instante. Parecían estar
aterrorizados por ella. No, cuando Alice los estudió con la mirada, ellos
casi hacen una reverencia ante ella y escuchó a algunos balbucear,
intentando pronunciar su nombre, se dio cuenta de que no era solo miedo.
La estaban admirando.
Alice se levantó rápidamente, sin saber que estaba pasando, cuando
Orejas de Conejo señaló la pared tras ella. Ahora que había echado un
primer vistazo de cerca a los Mordedores fuera del calor de la batalla
donde todo lo que importaba era matarlos o ser mordida, se percató de
que mientras eran ciertamente horrorosos y eran capaces de actos
salvajemente violentos, también eran capaces de mostrar cierto nivel de
racionalidad. Esperó que si hacía lo que ellos querían, tendría al menos
alguna oportunidad de apelar a esa parte de ellos y salir de allí con vida.
Cuando se giró hacia la pared, se sintió como si el mundo se hubiera
detenido a su alrededor. En la pared había un dibujo, con líneas borrosas
y pintado de mala manera, como si hubiera sido hecho `por un niño
pequeño. Pero lo que mostraba era suficientemente claro

También podría gustarte