INTERESES Y SANCIONES EN EL CODIGO TRIBUTARIO.
EVOLUCION Y EVALUACION DE SU REGIMEN
La desvalorización monetaria que
viene sufriendo el país ha tenido mar-
cada influencia en el régimen tributa-
rio, determinando la mayoría de las
modificaciones introducidas en él, du-
rante los últimos lustros, no siempre
con la misma orientación.
En los párrafos que siguen se exa-
minará, con algún detenimiento, las in-
troducidas en el Código Tributario, res-
pecto a la cobranza de intereses por
mora en el pago de deudas tributarias,
al pago de intereses sobre tributos co-
brados en exceso y a la aplicación de
sanciones por infracción de obligacio-
nes sustanciales, tanto desde el punto de
vista formal, cuanto en lo relativo al
logro de los objetivos previstos.
Con facilidad se advierte que las fi-
guras mencionadas son muy distintas,
pues el pago de intereses moratorios
tiene por objeto resarcir el perjuicio
derivado del incumplimiento de obliga-
ciones pecuniarias y encuentra sus
fundamentos en el derecho mercantil
o en el civil, mientras que la aplica-
ción de sanciones, tiene propósitos
punitivos y se rige por los principios
del derecho penal, campos de donde el
derecho tributario las toma y debe
tratarlas separadamente conforme a su
naturaleza.
FERNANDO DE LA ROSA
Sin embargo, también es fácil adver-
tir que, aunque las mencionadas figu-
ras jurídicas tienen fines inmediatos di-
ferentes, en el campo del derecho tri-
butario confluyen al logro de un mis-
mo objetivo: obtener el cumplimiento
oportuno de las obligaciones tributa-
rias y evitar la evasión.
Tal vez por la circunstancia anota-
da, nuestro Código Tributario en su re-
dacción original utilizó lo que llama
“recargos” como un medio de sancionar
el incumplimiento de las obligaciones
de pago y, a la vez, como una manera
de obtener el resarcimiento del daño
ocasionado por la demora en el pago.
Este tratamiento determinó cierta con-
fusión de conceptos que el correr del
tiempo ha puesto de manifiesto hacien-
do indispensable la adopción de medi-
das correctoras que no siempre han sido
formuladas con cabal acierto.
Para mejor enfocar este problema,
conviene examinarlo partiendo de los
antecedentes del Código.
Durante las labores preparatorias,
la cobranza de intereses por mora y
la aplicación de sanciones por incum-
plimiento de obligaciones tributarias
fueron tratadas en forma independien-
te.
29
 Así, el proyecto del doctor Jaime
García Añoveros expresaba, en cuanto a
la cobranza de intereses moratorios:
“El obligado incurre en mora des-
de que trascurre la fecha en que
debe realizarse el pago sin haber-
lo efectuado.
Con independencia de cualquier
otro recargo o de cualquier san-
ción, por las sumas demoradas se
abonará un interés del 5% anual a
cargo del deudor. Los intereses
de demora y recargos también de-
vengan el mismo interés con ven-
cimientos anuales”. (art. 71).
El texto proyectado por el doctor
Carlos Llontop Amorós, proponía:
“El pago deberá ser efectuado en
el lugar, la fecha y la forma que
señale la ley o la reglamentación”
(art. 47, primer párrafo);
“La deuda tributaria devengará
intereses por mora” (art. 50);
“La Administración Tributaria está
obligada a exigir el pago total de
la deuda tributaria de la cual for-
man parte los recargos, sanciones
e intereses respectivos” (art. 51,
primer párrafo).
Por último el proyecto sustitutorio
elaborado por la Dirección General de
Estudios Tributarios del entonces Mi-
nisterio de Hacienda y Comercio ex-
presaba:
“El pago será efectuado en el lu-
gar, la fecha y forma que señale la
ley o la reglamentación” (art. 24,
primer párrafo).
“La deuda tributaria devengará
intereses por mora, sin perjuicio
de cualquier otro recargo o de
cualquier sanción por la mora”
(art. 27, primer párrafo).
30
Los textos transcritos permiten afir-
mar que el criterio predominante en
esos momentos fue cobrar intereses al
contribuyente moroso, desde la fecha
establecido para el pago del tributo y
por el tiempo que demorara en hacer-
lo, trayendo al campo tributario los
principios recogidos en los arts. 1254 y
1324 del Código Civil entonces vigen-
te.
No obstante estos antecedentes el
Código no reguló expresamente el pago
de intereses por mora, aunque los
consideró con nombre que sugería na-
turaleza distinta y para un solo caso.
Así, en el art. 29 dispuso:
“La Administración Tributaria de-
berá exigir el pago total de la
deuda tributaria de la cual forman
parte las sanciones respectivas, así
como el recargo a que se refiere el
art. 30”.
Ahora bien, el Código utiliza el tér-
mino “recargo” para referirse a las
sanciones por infracciones sustancia-
les, pero parece evidente que en el
caso del art. 30, este término referido
al pago del 1.5% por mes o fracción de
mes, sobre el monto de las deudas
tributarias cuyo aplazamiento o frac-
cionamiento concediera el Fisco, tiene
el significado de “interés”.
Lamentablemente, el acceso a las ac-
tas de la comisión que tuvo a su cargo
la redacción definitiva del Código
resulta muy difícil y, en estas condi-
ciones, sólo cabe hacer algún intento
para desentrañar las razones que la
llevaron a no tratar la cobranza de
intereses por mora con más claridad y
más extensión.
Con el mencionado propósito se exa-
mina, a continuación, las disposiciones
del Código Tributario que regulan lo
relativo a infracciones y sanciones.
El proyecto presentado por el doctor
García Añoveros trataba separadamente
las infracciones y las sanciones en los
Capítulos II y III del Título VI; distin-
guía, entre las primeras, las simples in-
fracciones, las infracciones de omisión
y las infracciones de defraudación y,
entre las sanciones previstas, calificaba
como multas a todas las consistentes en
el pago de una suma de dinero.
Dichas multas reconocían topes míni-
mos y máximos y su monto debía de-
terminarse en relación al menoscabo
fiscal, cuando las infracciones incidían
en el pago de los tributos, o en relación
a la gravedad de las infracciones,
cuando no incidían en ese pagó y no
determinaban menoscabo.
Este proyecto, al regular la aprecia-
ción de las infracciones y la aplicación
de sanciones, introdujo cierta ob-
jetividad, pero también dispuso que se
tuviera en cuenta determinadas cir-
cunstancias subjetivas y no concedió
trascendencia alguna al tiempo que
transcurriera desde la comisión de la
infracción hasta que el contribuyente la
subsanara o la Administración la
sancionare:
“No es necesario el dolo o la culpa
para la existencia de la infracción
tributaria, salvo los casos en que
este Código o las leyes tributarias
establecen lo contrario” (art. 125);
“Toda infracción tributaria se
presume voluntaria, salvo prueba
en contrario” (art. 126); y
“No será sancionado quien haya
creído que el hecho estaba permi-
tido por error razonablemente ex
cusable en cuanto a la existencia y
aplicación de las normas tribu-
tarias” (art. 133).
Las citas que anteceden permiten
afirmar que, en el proyecto del doctor
García Añoveros, las sanciones tenían
finalidad exclusivamente punitiva y los
fines resarcitorios debían ser alcan-
zados mediante la aplicación de inte-
reses por mora.
El proyecto formulado por el doctor
Llontop Amorós, trataba las infraccio-
nes y sanciones administrativas en el
Título II del Libro Cuarto en forma
conjunta. Entre las sanciones
consideraba las multas, recargos,
“intereses”... y otras y proponía que
para su aplicación se adoptara, en la
primera etapa del procedimiento, un
criterio objetivo.
“La Administración Tributaria apli-
cará las sanciones con criterio ob-
jetivo; no se requerirá del examen
del dolo o culpa u otros elementos
determinantes, sino en los casos
expresamente establecidos por la
ley. Sin embargo, el Tribunal
Fiscal podrá resolver apreciando
todas las circunstancias y elementos
determinantes de las infracciones,
así como graduar o rebajar el monto
desproporcionado de las sanciones”
(art. 160).
Como se advierte, tampoco ese pro-
yecto concedió importancia al tiempo
que durara la situación infractoria for-
mal o la mora en el pago de las deu-
das tributarias, pudiendo sostenerse
que, pese a la intrascendente inclu-
sión de los “intereses” entre las san-
ciones aplicables, éstas tuvieron fines
puramente punitivos y no persiguieron
el resarcimiento del perjuicio causado
por la mora que, como en el proyecto
31
del doctor García Añoveros, debía al-
canzarse mediante la cobranza de in-
tereses.
El proyecto elaborado por la Direc-
ción General de Estudios Tributarios,
trataba separadamente infracciones y
sanciones en los Títulos I y III del Li-
bro Quinto disponiendo, respecto de las
primeras:
“No es necesario el dolo o la cul-
pa para la existencia de la infrac-
ción tributaria, salvo los casos en
que este Código o las leyes tribu-
tarias establecen lo contrario”
(art. 128).
y en cuanto a las segundas:
“Las sanciones de aplicación ad-
ministrativa pueden ser: Multas,
recargos... u otras” (art. 138);
“Las sanciones tributarias son in-
dependientes y compatibles con los
recargos por mora, cobranza
coactiva y otros que no tengan ca-
rácter de sanción” (art. 139).
En cuanto a la graduación de las
sanciones proponía considerar un con-
junto de factores, subjetivos los más,
como “grado de cultura del infractor”,
“grado de dolo o culpa”, “importancia
del perjuicio fiscal” y otros, y no to-
maba en cuenta el tiempo que el con-
tribuyente permaneciera en condición
de infractor formal o de moroso en el
pago de tributos. (art. 140).
En este proyecto no se propuso la
apreciación objetiva de las infraccio-
nes y el régimen de sanciones estuvo
dirigido exclusivamente a lograr fines
punitivos, pues los resarcitorios de-
bían alcanzarse mediante la aplicación
de los intereses por mora, como en los
dos anteriores.
32
En este campo, el Código Tributario
se apartó de la orientación de los pro-
yectos glosados, trató infracciones y
sanciones en forma conjunta dispo-
niendo que las primeras fueran apre-
ciadas por la Administración en forma
objetiva y, consecuentemente, no con-
sideró causales que permitieran rebajar
o condonar las sanciones.
Respecto a las multas, señaló topes
máximos y mínimos y dispuso que se
aplicaran mediante escalas en cuya
elaboración debía considerarse el ca-
pital, la materia imponible, el tiempo y
la naturaleza de la infracción y del im-
puesto (art. 156) y, en cuanto a los
recargos, estableció que se determina-
ran en proporción a los montos deja-
dos de pagar y a la demora en satis-
facer la deuda, aplicando porcentajes
que inicialmente oscilaron entre el
1.5% y el 5%, por mes o fracción de
mes, con topes que fluctuaron entre el
50% y el 200% de la deuda.
Además, el Código estableció como
sanción, sin que se aprecie fundamen-
to suficiente para ello, otro recargo
adicional del 2% por mes o fracción
de mes, aplicable durante el tiempo
que duraran los procedimientos de
reclamación, sobre el monto que man-
dara pagar la resolución final. (art.
155).
La comparación de los proyectos con
el Código, en cuanto a la cobranza de
intereses y a la aplicación de sancio-
nes, permite advertir en el segundo una
marcada objetividad y una incon-
veniente confusión entre los objetivos
de resarcimiento y punición, así como
entre los medios para lograrlos.
En efecto, el Código, al establecer
que las multas se graduasen en razón
del tiempo que demorase el infractor en
regularizar su situación o la Admi-
nistración en sancionarlo y que los re-
cargos se graduasen tomando en cuen-
ta el monto de la deuda y la duración
de la mora en el pago, permite supo-
ner fundadamente que las sanciones
tuvieron no sólo propósitos punitivos,
sino una evidente finalidad resarcito-
ria que podría explicar su silencio ini-
cial respecto a la cobranza de intere-
ses moratorios.
La conclusión enunciada encuentra
confirmación en el hecho que, al tiem-
po de promulgarse el Código Tributa-
rio, el interés legal exigible en el caso
de incumplimiento de obligaciones
pecuniarias era del 5% anual y el que
cobraba el Banco Central de Reserva,
por sus operaciones de descuento, era
del 9.5% anual, tasas notoriamente in-
feriores a los “recargos” que oscila-
ban entre el 18% y el 60% y, por sus
montos, alcanzaban a satisfacer tanto
los fines resarcitorios como los fines
punitivos.
En las condiciones señaladas, toda
especulación dirigida a obtener fácil
financiamiento mediante la posterga-
ción del pago de los tributos, resulta-
ba inconducente y, durante una prime-
ra etapa, el régimen de recargos es-
tablecido por el Código cumplió los fi-
nes previstos.
Sin embargo, el defecto estructural
de usar el mismo instrumento, los “re-
cargos”, para alcanzar fines de diver-
sa naturaleza, resarcimiento y puni-
ción, no tardó en ponerse de manifies-
to. Transcurridos diez años de vigen-
cia del Código, el tipo de cambio del
sol en relación al dólar varió de S/.
26.82 en 1966 a S/. 69.37 en 1977; los
intereses que cobraba el Banco Cen-
tral de Reserva por sus operarios con
bancos y empresas financieras se ele-
varon del 9.5% al 14.5% y al 18% res-
pectivamente; y la banca comercial
quedó autorizada a cobrar intereses
con la tasa nominal del 17%.
Esta significativa alteración de las
condiciones económicas del país unida
a la limitada capacidad fiscalizadora
de la Administración, causaron dete-
rioro en el cumplimiento de las obliga-
ciones tributarias porque entonces, de-
jar de pagar impuestos y destinar esos
recursos a fines más urgentes o prove-
chosos, resultó, para ciertos contribu-
yentes, no sólo poco riesgoso, sino tam-
bién convenientemente ventajoso.
En estas circunstancias el D.L. 21936
modificó el régimen de infracciones y
sanciones vigente y sus rasgos más no-
tables fueron: tratamiento por separa-
do de las infracciones formales y sus-
tanciales; elevación de las multas que
debían aplicarse mediante escalas for-
muladas en relación a sueldos mínimos
vitales; aumento de las tasas y topes de
los recargos; y posibilidad de acumu-
lar sanciones cuando concurrieran in-
fracciones formales y sustanciales.
Además, atenuando la objetividad del
régimen, el citado Decreto Ley estable-
ció que no cabía aplicar sanciones cuan-
do las infracciones se originaban en la
equivocada interpretación de una norma,
siempre que ésta hubiera sido aclarada
después de cometida la infracción, y
cuando la Administración hubiera
cambiado de criterio con posterioridad a
los hechos materia del juzgamiento.
Cabe suponer que esta modificación
tuvo como fin no hacer gravitar sobre
el contribuyente las consecuencias de
la obscuridad o deficiencia de las nor-
mas tributarias -defectos que no le
podían ser atribuidos- recogiendo así
el principio que informa el art. 1141
del Código Civil entonces vigente.
33
 Las modificaciones señaladas deter-
minaron más orden en el régimen, pe-
ro no cambiaron su defectuosa carac-
terística de emplear el mismo instru-
mento para alcanzar el resarcimiento
del daño ocasionado por la mora en el
pago de tributos y sancionar esa in-
fracción, ni alcanzaron a mejorar el
rendimiento de la Administración que
continuó presentando las limitaciones
a que se ha hecho referencia.
De 1977 en adelante se acentuó la
devaluación monetaria y, paralelamen-
te, el encarecimiento del crédito, cau-
sando mayor deterioro en el cumpli-
miento de las obligaciones tributarias,
fenómeno que no pudo ser controlado
con los reajustes en las escalas de
multas ni con la elevación de los re-
cargos que, con el transcurso del tiempo
resultaron ineficaces para cumplir los
dos objetivos antes mencionados.
En 1979, el tipo de cambio del sol
en relación con el dólar llegó a S/.
250.75, los intereses que cobraba el
Banco Central de Reserva a bancos y
empresas financieras llegaron a 29.5%
y 35.5% respectivamente y los que
podían cobrar los bancos comerciales
y empresas financieras alcanzaron
tasas de 32.5% y 37.5%.
Se expidió entonces el D.L. 22686
que recogiendo la propuesta conteni-
da en los proyectos presentados por el
Dr. García Añoveros, por el doctor
Llontop y por la Dirección General de
Estudios Tributarios, modificó el art.
29 del Código Tributario incorporan-
do la facultad del Fisco para cobrar
intereses por mora en el pago de obli-
gaciones tributarias, con una tasa su-
perior en 5 puntos a la que fijara el
Banco Central de Reserva para sus
operaciones de redescuento con las
empresas financieras.
34
Esta norma, al establecer la cobran-
za de los mencionados intereses, mejo-
ró la estructura del Código Tributario
que, desde ese momento, ofreció ins-
trumentos distintos para lograr el re-
sarcimiento de los perjuicios deriva-
dos de la mora en el pago de tributos, y
para sancionar esa infracción.
De otro lado al fijar los intereses
moratorios en cifra superior al costo
que, en esos momentos, tenía el dinero
en el mercado, demostró no sólo el pro-
pósito de lograr objetivos resarcitorios
del daño ocasionado por la mora, sino
también evitar que los contribuyentes
encontraran cómodo recurso financie-
ro en postergar el pago de tributos.
Sin embargo ya se advertía que el
simple aumento en los montos exigi-
bles a los contribuyentes por el incum-
plimiento de obligaciones tributarias,
no era suficiente para obtener mejor
comportamiento y evitar la evasión.
El régimen de intereses moratorios
así establecido adoleció de parciali-
dad, pues exigía su pago a los contri-
buyentes que incurrían en mora pero
no les reconocía el derecho a cobrar-
los cuando reclamaban la devolución
de tributos pagados en exceso y el ré-
gimen de recargos quedó, por así de-
cirlo, teñido de las características del
interés en la medida que se regulaban
en razón de montos adeudados y de
tiempo demorado en el pago.
La situación anotada fue parcialmen-
te corregida en 1981 por el D.L. 187
que volvió a modificar las disposiciones
que se viene examinando.
En lo que se refiere a los intereses
moratorios estableció una tasa espe-
cial para el pago de deudas tributa-
rias en moneda extranjera y dispuso
que, en los casos de devolución de tri-
butos pagados en exceso, el Fisco re-
conociera en favor de los contribu-
yentes los mismos intereses que cobra-
ra por mora en el pago, computando-
los de la manera que, para cada tribu-
to, se estableciera mediante decreto
supremo.
Ese cómputo fue establecido, en la
misma fecha, por el D.L. 200, en cuan-
to al impuesto a la renta, precisando
que el interés debía calcularse con la
tasa de redescuento que el Banco Cen-
tral de Reserva cobraba a las empre-
sas financieras, a partir del 1° de ene-
ro del año siguiente a la presentación
de la declaración jurada que mostrara
el exceso pagado.
El tema se trató en forma incomple-
ta pues, además de regularse sólo lo
relativo al impuesto a la renta, se de-
jó vigente el procedimiento estableci-
do para determinar desde cuando pro-
cedía el pago de intereses por el Fis-
co, que no distinguía los casos en que
la conducta del obligado había contri-
buido al pago excesivo, de aquéllos en
que esa circunstancia no se daba.
Este tratamiento defectuoso ha deja-
do sin regular un campo importante que
la jurisprudencia del Tribunal Fiscal
tratará de cubrir paulatinamente.
En cuanto a las sanciones, el D.L.
187 dispuso que la Administración ela-
borara las escalas de multas tomando
como referencia la unidad impositiva
tributaria en vez del sueldo mínimo vi-
tal, y amplió, inadecuadamente, la nor-
ma relativa a la condonación de san-
ciones exigibles a los contribuyentes
morosos.
Se califica de inadecuada la modifi-
cación mencionada pues, referida a los
intereses, no debió formularse dentro
de las normas relativas al pago de
sanciones, sino dentro del texto del
propio art. 29, que también fue modi-
ficado por dicho D.L. 187, a fin de no
crear más confusión entre el régimen
de intereses y el de sanciones.
Con posterioridad a la promulgación
del D.L. 22686, la devaluación mone-
taria siguió en aumento. A fines de
1982 el tipo de cambio del dólar llegó a
S/. 992.14, los intereses que cobraba el
Banco Central de Reserva subieron a
44.5% y 52.5%; la banca comercial fue
autorizada a cobrarlos con la tasa
nominal de 47.5% y las empresas finan-
cieras con la del 54%.
En esa oportunidad, se volvió a mo-
dificar las normas del Código referen-
tes a intereses y sanciones, mediante
Ley 23509 que elevó considerablemen-
te los intereses moratorios por deudas
tributarias en moneda extranjera y va-
rió el cómputo de los que el Fisco de-
bía pagar a los contribuyentes que ha-
bían hecho pagos en exceso, dispo-
niendo su cómputo desde la fecha en
que el pago excesivo se produjo.
En cuanto a las sanciones, duplicó el
recargo por mora en el pago y supri-
mió los topes existentes.
Como consecuencia de estas modifi-
caciones, la diferencia entre los inte-
reses moratorios y las sanciones quedó
reducida al nombre y la parcialidad
que en beneficio del Fisco ofrecía el
régimen de intereses por pagos tribu-
tarios en exceso, se invirtió en favor
del contribuyente que no los pagaría si
su mora había sido determinada por
alguna de las causales que motivaban
la condonación de sanciones, pero po-
dría exigirlos al Fisco aun en el caso
de haber motivado la defectuosa deter-
minación de las obligaciones tributa-
rias que pagó en exceso.
En esos momentos, un contribuyente
moroso, descubierto por la Administra-
35
ción debía pagar además de los tribu-
tos adeudados, 52.5% + 10% por inte-
reses y 120% por recargos, por año, lo
que arrojaba una tasa total de 182.5%,
y el moroso que deseara regularizar su
situación ante el Fisco debía pagar
52.5% + 10% por intereses y 60% por
recargos, lo que arrojaba una tasa
anual de 122.5%.
La magnitud de estas cifras, infun-
de serias dudas respecto a la idonei-
dad de las medidas adoptadas para in-
centivar el cumplimiento tributario y
combatir la evasión, y respecto a la po-
sibilidad real de que los contribuyen-
tes morosos regularicen su situación.
En julio de 1984, el dólar se cotiza-
ba en el mercado de certificados ban-
carios (venta) a S/. 3,978; el interés
por operaciones de redescuento con
el Banco Central de Reserva llegó a
60% y a otro tanto el que podían co-
brar las entidades del sistema finan-
ciero.
En julio de 1984, el D.L. 300 intro-
dujo nuevas modificaciones en el Có-
digo Tributario incidiendo, necesaria-
mente, en las normas que regulan la
cobranza y el pago de intereses, así
como las referentes a infracciones y
sanciones.
En el régimen de intereses modificó
la tasa y el cómputo de los que debía
pagar el Fisco en los casos de de-
volución de tributos indebidamente pa-
gados, estableciendo que éste se hicie-
ra con la tasa que fijase el Banco Cen-
tral de Reserva para sus operaciones
con las empresas financieras, desde la
fecha en que la devolución fuera so-
licitada.
En este campo se ha vuelto a pro-
ducir desequilibrio en el tratamiento
que la ley da a los contribuyentes y el
q u e d a e l F is c o ; a lo s p r ime r o s le s
36
exige el pago de intereses desde que
incurren en mora, pero cuando debe
pagarlos el Fisco dispone que se com-
puten sólo desde que el contribuyente
lo solicita y tampoco se hace diferen-
cia entre los casos en que el obligado
contribuye a la equivocada deter-
minación del monto de los tributos, y
aquéllos en que esta circunstancia no
se da.
Este vacío tendrá que ser cubierto
por la jurisprudencia del Tribunal Fis-
cal que a falta de disposiciones expre-
sas en el campo tributario deberá re-
currir a los principios generales y a las
normas que, tratando asuntos simi-
lares, dictan otras disposiciones, como
el art. 1141 del Código Civil de 1936,
o las normas del actual Código Civil,
en especial las contenidas en los arts.
1326 y 1969 y siguientes, según co-
rresponda.
En cuanto a las sanciones, el D.L.
300, advirtiendo el exceso en que ha-
bía incurrido la Ley 23509, procedió a
rebajar las tasas aplicables entre el
4% y el 16% y a señalar nuevamente
topes máximos a los recargos que osci-
laron entre el 100% y el 400%.
A consecuencia de estas modificacio-
nes, los contribuyentes morosos, sor-
prendidos en esa situación por el Fisco
deberán pagar el monto de su deuda y
además 60% + 10% por intereses y
48% por sanciones, es decir su deuda
más el 118% al año y los contribuyen-
tes que decidieran regularizar su si-
tuación espontáneamente debían pagar
además de su deuda 60% + 10% por
intereses y 24% por mora, es decir su
deuda más el 94% al año.
Del análisis efectuado en los párra-
fos que preceden, se aprecia que en-
tre las respuestas dadas por el Fisco,
en el campo tributario, a los proble-
mas ocasionados por la devaluación
monetaria, una de las más reiteradas
ha sido la cobranza de intereses mo-
ratorios y la elevación de la cuantía
de las multas y de los recargos, con el
objeto de combatir la creciente eva-
sión tributaria.
Debe reconocerse que al mismo tiem-
po ha perfeccionado algunos instru-
mentos legales y en especial el Código
Tributario introduciendo modifica-
ciones tales como: facultad para co-
brar intereses moratorios y posibilidad
de condonarlos en el caso que la mora
fuera originada por causas no im-
putables al contribuyente; tratamiento
especial para el caso de intereses de-
vengados en moneda extranjera; obli-
gación de pagar intereses similares
cuando los contribuyentes hubieran
abonado tributos en exceso; y mejor
estructuración del régimen de infrac-
ciones y sanciones.
Es verdad que aún debe mejorarse
otros aspectos tales como el cómputo
de intereses por tributos cobrados en
exceso; mejor definición de las san-
ciones para precisar su finalidad espe-
cífica y eliminar factores de confusión
con cualquier medida resarcitoria, y
otros; pero dadas las ya numerosas
modificaciones sufridas por el Código
en sus casi veinte años de vigencia,
parecería preferible llevar a cabo esa
tarea dentro de un proceso de revisión
integral y no mediante más modi-
ficaciones parciales.
En lo que respecta al logro de los
objetivos que debía obtenerse median-
te la aplicación de las disposiciones
modificadas, es forzoso admitir que és-
te ha sido muy pobre.
La reiterada elevación de tasas y
topes en intereses y recargos no ha
contribuido a mejorar el cumplimiento
tributario. Nadie niega la existencia
de una creciente evasión y el Fisco al
tiempo que pretende defenderse me-
diante el cobro de intereses y amena-
za con la aplicación de recargos, re-
conoce la ineficacia o por lo menos la
insuficiencia de dichas medidas, y
otorga reiteradas y cada vez más
frecuentes amnistías que, al parecer,
tampoco producen los efectos previs-
tos.
Parece que la experiencia alcanza-
da lleva a la necesidad de revisar
concienzudamente el desarrollo del
fenómeno, identificar todas sus cau-
sas o, por lo menos, las más im-
portantes, y tratar de arbitrar los
medios apropiados para combatirlas,
sin circunscribirse casi exclusiva-
mente, como hasta ahora se viene
haciendo, a la reforma de los instru-
mentos legales.
Entre otros medios, cabría que re-
cordando la vieja sentencia de que es
preferible tener malas leyes y buenos
jueces, que buenas leyes y malos jue-
ces pues el buen juez puede compen-
sar los defectos del instrumento de
que dispone y el malo no sabe apro-
vechar sus virtudes, se preste más
atención al organismo administrador,
con el objeto de perfeccionarlo en to-
dos sus aspectos y ponerlo en condi-
ciones de utilizar con acierto y efica-
cia los instrumentos legales de que
dispone.
En este sentido merece elogio la
creación del Instituto de Administra-
ción recientemente establecido con el
objeto de contribuir a la capacitación
del personal de la Dirección General
de Contribuciones y la mejor y más
justa aplicación de nuestro régimen
tributario.
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