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CON DÍAS Y OLLAS VENCEREMOS DE RICARDO PALMA

Personajes

Narrador (Francisco J. de Luna Pizarro): Ivan

San Martín: Sandro

Guido: Kevin

Alfarero: Cristhian

Soldado realista: Boris

Manzanares: Kevin

Barbero: Boris

Pregones:

-Lechera, tizanera, picaronera y picantera: Rosmery

-Chichero y ante con ante: Kevin

-Bizcochero y revolución caliente: Cristhian

-Tamalero y florero: Sandro

-Frutero y Sereno. Boris


Ingresa Voz 1 (izq.), voz 2(Der.) y Narrador (Abajo)

Voz 1 y voz 2 con cámaras apagadas y Narrador escribiendo


una carta.

Narrador: Buenas noches. Les contaré algo que pasó hace


mucho tiempo antes de la proclama de la independencia. Para
ser precisos, a principios de junio de 1821, cuando
acababan de iniciarse las famosas negociaciones entre el
virrey La Serna y el general San Martín, recibió el
ejército patriota, acantonado en Huaura, el siguiente
santo, seña y contraseña: Con días -y ollas- venceremos.

Voz 1: El santo y seña es una charada estúpida.

Voz 2: ¡Disparates!

Voz 1: Tonterías

Voz 2: ¿¡No hay nada mejor que ollas!?

Narrador: Para la mayoría era una frase disparatada y los


que juzgaban a San Martín más cristiana y caritativamente
se alzaban de hombros murmurando:

Voz 1: ¡Extravagancias del general!

Voz 2: Extravagancias

Voz 1 y 2: (Risas)

Narrador: Sin embargo, el santo y seña tenía malicia o


entripado, y es la síntesis de un gran suceso histórico. Y
de eso es de lo que me propongo hoy hablar.

Narrador apaga su cámara solo tiene micro activado.


Voz 1 y 2 encienden sus cámaras.

Voz 1 ahora hace de San Martín y voz 2 hace de Guido.

Narrador: San Martín, por juiciosas razones que la historia


consigna y aplaude, no quería deber la ocupación de Lima al
éxito de una batalla, sino a los manejos y ardides de la
política.

San Martín: (A su soldado) Pisaremos Lima sin consumo de


pólvora.

Guido: Las tropas están molestas, mi general, lo miran


rabioso por su aparente tranquilidad.

San Martin: Sé muy bien que desean habérselas cuanto antes


con los engreídos realistas, pero como acabamos de
apuntarlo, pisaremos Lima sin consumo de pólvora y sin
exponer la vida de mis soldados; pues en verdad no es que
me sobren.

Guido: Enhorabuena el batallón Numancia hizo su paso a


nuestras filas luego de renegar de los realistas, mi
general.

San Martín: Tengo correspondencia secreta y constante con


los patriotas de la capital, confío en su entusiasmo y en
su habilidad para conspirar, empeño que produjo dicho paso
del Batallón Numancia.

Guido: Mi general. La correspondencia está Lista. Sin


embargo, los espías y las partidas de exploración realistas
logran interceptar las comunicaciones con nuestros amigos

San Martín: ¿Cuantás veces han frustado nuestros planes?


Guido: No pocas veces, mi general. Y esto se agrava con el
fusilamiento que hacen los españoles a quienes sorprenden
con cartas en clave.

San Martín: Eso es algo que me trae inquieto y pensativo.


Es necesario encontrar a todo trance un medio seguro de
comunicación.

San Martín y soldado miran al frente y saludan al pueblo.


Están de paseo por la ciudad de Huaura.

Narrador: Preocupado con este pensamiento, paseaba una


tarde el general, acompañado de Guido y un ayudante, por la
larga y única calle de Huaura, cuando, a inmediaciones del
puente, fijó su distraída mirada en un caserón viejo que en
el patio tenía un horno para fundición de ladrillos y obras
de alfarería.

Ingresa el alfarero, trabaja una olla.

San Martín (Izq. Arriba), Guido (Der. Arriba), Alfarero


(Izq. abajo) y Narrador (Der. abajo)

Narrador: San Martín tuvo una de esas repentinas y


misteriosas inspiraciones que acuden únicamente al cerebro
de los hombres de genio, y exclamó para sí:

San Martín: ¡Eureka! Ya está resuelta la X del problema.

Guido: ¿El alfarero, mi general?

San Martín: Por supuesto, mi estimado Guido, los utensilios


de cocina de barro cocido son de uso diario en el país,
vayamos con ese indio alfarero.

Guido: Oiga ollero. Es usted dueño del negocio.


Alfarero: Mis señores, soy dueño de la casa y el negocio. Y
gran partidario de los insurgentes. Aunque me vea viejo,
dispongan si puedo servir en algo a la causa.

San Martín: Claro que sí. ¿Podría fabricar una olla con
doble fondo? Su patria lo agradecerá.

Alfarero: Por supuesto mi general. Me comprometo a


prepararla tan diestramente que ni el ojo más experto podrá
descubrir la trampa.

Guido: ¿Y para cuándo estará lista la encomienda?

Alfarero: Yo hago semanalmente un viajecito a Lima,


conduzco dos mulas cargadas de platos y ollas de barro.
Para entonces estará lista.

San Martín: Entre las últimas irá la olla revolucionaria, y


llevará en su doble fondo importantísimas cartas en cifra.

Ingresa soldado realista.

Salen de pantalla San Martín y Guido.

En pantalla: Alfarero (Izq.), soldado realista (Der.) y


narrador (Abajo).

El alfarero está de viaje a Lima, conduce una mula.

Narrador: El alfarero viajó a Lima y se dejaba registrar


por cuanta partida de campo encontraba y respondía con
naturalidad a los interrogatorios.

Soldado realista: ¡Alto allí! ¡Viva Fernando séptimo,


nuestro amo y señor!

Alfarero: (se quita el sombrero) ¡Viva!

Soldado realista: ¿Viva qué?


Alfarero: ¡Viva el rey! ¡Muera la patria!

Soldado Realista: Todo en orden, siga su camino.

Narrador: ¿Quién demonios iba a imaginarse que ese pobre


indio viejo andaba tan seriamente metido en belenes de
política? Y que semana a semana llevaba cartas encubiertas
a los patriotas insurgentes.

Nuestro alfarero era, además, gran repentista o


improvisador de coplas.

Soldado realista: Alto allí, palangana, te regalo un peso


si haces una cuarteta con el pie forzado que voy a darte:

Viva el séptimo Fernando

con su noble y leal nación.

Alfarero: No tengo el menor conveniente, señor coronel.


Escuche usted:

Viva el séptimo Fernando

con su noble y leal nación;

pero es con la condición

de que en mí no tenga mando...

y venga mi patacón.

Soldado realista: ¡Largo de aquí, indio! Sigue tu camino o


te fusilo como si trajeras una carta a los insurgentes.

Salen todos.

II
Ingresan las 6 cámaras activas, al único que de visualiza
es al Narrador abajo al centro.

Narrador: Vivía entonces, quien les habla, Francisco Javier


de Luna Pizarro, en la casa fronteriza a la iglesia de la
Concepción, y fui el patriota designado por San Martín para
entenderse con el ollero.

Éste pasaba a las ocho de la mañana por la calle de la


Concepción pregonando con toda la fuerza de sus pulmones.

Alfarero: ¡Ollas y platos! ¡Baratos! ¡Baratos¡

Manzanares: Mi señor, ya dan las ocho y el ollero canta su


pregón.

Narrador: Atiéndelo como bien te dije.

Manzanares: Entendido... (Desde fuera) Oye indio...

Narrador: Los vendedores de Lima pueden dar tema para un


libro por la especialidad de sus pregones. Algo más. Casas
hay en que para saber la hora no se consulta reloj, sino el
pregón de los vendedores ambulantes.

Buenos tiempos en los que parece que, en Lima, la ocupación


de los vecinos es tener en continuo ejercicio los molinos
de masticación llamados dientes y muelas. Juzguen ustedes
el cuadrito de cómo distribuían las horas en mi barrio.

La lechera indicaba las seis de la mañana.

Pregona:

La lechera ,la lechera,

Leche purita casera

Leche de burra y de vaca


Para la gente flaca.

Narrador: El chichero de Terranova daba su pregón a las


siete en punto.

Pregón Chichero:

¡Chicha que el cuerpo mejora

y acaba con la desdicha…!

¡La chicha de terranova!

¡De terranova la chicha!

Casera,

casero,

ya llegó

de terranova

¡chiii-chaaa…!

de terranova.

Quien toma un vaso

pa’ calmar su sed

vuelve enseguida por dos

o tres…

Ayer traje chicha

de maní,
y hoy día vendo

¡chiii-chaaa…!

de terranova.

Quien toma un vaso

pa’ calmar su sed

vuelve enseguida por dos

o tres…

Con un vaso

de la chicha que vendo

más de un enfermo

grave, sanó.

Esta chicha buena

quita la pena

y el mal humor.

La chicha de mi tinaja

ya

se va a acabar.

Ya

El chichero,

casera,

ya se va.
El chichero

ya se va,

y mañana

volverá.

El chichero

ya se va,

y mañana

volverá…

Chicha,

Que el cuerpo mejora

y acaba con la dezdicha,

la chicha de terranova,

de terranova la chicha.

Narrador: Lo mismo hacía la tisanera.

Pregón Tisanera:

La tisanera llego

Aquí está, la tisanera

Tisana con nieve y piña, tisana

Tisana fresca.

La tisana que vendo yo

Es más fresca que agua de manantial


Tiene nieve, piña y limón

y azuquitar para su paladar

Es mi sabrosa tisana,

fresca como la mañana

Ahh aquí esta la tisanera ¡A real!,

el vaso de tisana

Hombre: Tu nunca lavas el vaso

Tisanera: Recién lo lave en la sequía

Hombre: Continua tu pregón que tu canto me deleita

Aquí tiene vuestra merced,

la tisana la para calmar su sed

Hombre: te va bien hoy, que tal?

Ujumm, ujumm

No hay calor y nadie quiere comprar,

muchas gracias caballero,

mil gracias por su dinero

Y ya! se va la tisanera ya!

se va la tisaneraaaa, tisanera, tisanera

La tisanera se va, ya se va...

la tisanera,

tisana con nieve y piña tisana...,

tisana fresca
Narrador: El bizcochero y la vendedora de leche-vinagre,
que gritaba ¡a la cuajadita!, designaban las ocho, ni
minuto más ni minuto menos.

Pregon Bizcochero:

El bizcochero, el bizcochero,

Chancay muy bueno compre casero

el bizcochero...

Narrador: La vendedora de zanguito de ñajú y choncholíes


marcaba las nueve, hora de canónigos.

EL tamalero era anuncio de las diez.

Pregon tamalero:

Tamales...

el tamalero llegó

el tamalero... ¡suave!

Casera, rico tamal,

tamalero suá...

(casera rico tamal,

a medio y a un real,

quien me llama aquí

quien me llama acá

quien me llama acá


tamalero suá...)

Y a dos pesos

le hago tamales

muy especiales

(diga usté pa'

cuándo los quiere

que yo se los traeré)

Y a tres pesos

le hago tamales

mas especiales

(diga usté pa'

cuándo los quiere

que cumpliré)

Tiene huevo y pichones

(y mani y aceitunas,

diga usté cuántos le traeré)

Además,
(son pura manteca

son de masa exquisita

diga usté cuántos le traeré)

Mañana vendré

(ya mi venta terminé

vamo' pué)

dentro de un segundo la seguiré

Tamales...

el tamalero se va...

No hay nadie que se quede sin saborear mis tamales.

Narrador: A las once pasaban la melonera y la mulata de


convento vendiendo ranfañote, cocada, bocado de rey,
chancaquitas de cancha y de maní, y fréjoles colados.

Y al mediodía aparecía...

Pregón frutero:

Fruteeee… Tamalito de uva.

Canasta llena, casero…

Camuesas, plátanos, higos.

¡El fruteeee… Llegó el fruteroooo…!


Peras, camuesas,

melocotones

de El Cercao.

Chirimoyitas, fresas

y graná

verde y colorá.

Cómpreme, nena,

«canasta llena»,

medio real.

Si mi fruta no quiere

usté comprar,

se va a malograr.

–¿Cuánto quieres

por estas uvas morroñosas,

negro regatón…?

–Para la linda niña

uva y piña

regaladas son.

–¿Y la mano de mango?

–¡Lleve usté…!
–¿Y por cada durazno?

–¡Siga usté…!

–Si tú no aprendes a cobrar…

–¡Qué!

–…te vas a arruinar.

–¡Qué va!

–¿Y por cada granada?

–Siga usté.

–¿Por qué no cobras nada?

–¡Yo sabré!

–Mil gracias por la provisión,

negro picarón…

Peras, camuesas,

melocotones

de El Cercao.

Chirimoyitas, fresas

y graná

verde y colorá.

Cómpreme, nena,
«canasta llena»,

medio real.

Si mi fruta no quiere usté comprar,

se va a malograr.

Si no quiere usté comprar

se va a malograr.

Si no quiere usté comprar

se va a malograr… ¡ah!

Fruteeee… «Tamalito de uva».

«Canasta llena», casero…

Camuesas, plátanos, higos.

¡El fruteeee… Se va el fruteroooo…!

Narrador: La una era indefectiblemente señalada por el


vendedor de ante con ante, la arrocera y el alfajorero.

Pregón Ante: ¡Ante con ante! ¡Ante con Ante casero!

Narrador: A las dos de la tarde el humitero y el de la rica


causa de Trujillo atronaban con sus pregones, además de la
picaronera.

Pregon Picaronera:

Aquí están los pícaros calientitos

Me llaman picaronera

Porque vendo picarones


Me llaman picaronera

Porque vendo picarones

Y no me llaman “ratera”

Cuando robo corazones

Y no me llaman “ratera”

Cuando robo corazones

¡ Qué ricos !, ¡ Qué ricos !

Picarones calientitos

¡ Qué ricos !, ¡ Qué ricos !

Picarones calientitos

Redondos y tostaditos

Y en su miel bien bañaditos

Van provocando los pillos

A vejetes y chiquillos

Y si los guardas un día

Ya el picarón se enfría

Si un hervorcito le das

Borrachitos los pondrás

¡ Qué ricos ! ¡ Qué ricos !


Picarones calientitos

¡ Qué ricos ! ¡ Qué ricos !

Picarones calientitos

A cinco por medio ¡ Catay !

Para cualquiera ¡ Chumay !

De los picarones ¡ Catay !

La picaronera ¡ se va !

Narrador: A las tres el melcochero, la turronera y el


anticuchero o vendedor de bisteque en palito clamoreaban
con más puntualidad que la Mariangola de la Catedral.

A las cuatro gritaban la picantera y el de la piñita de


nuez.

Pregon picantera:

Aquí está,

(aquí está)

la picantera

con su rico picante

Traigo charqui,

camarones en ceviche,

traigo mote pelado

todo bien sazonado


Ya se vá

(ya se va)

La picantera

Narrador: A las cinco chillaban el jazminero, el de las


caramanducas y el vendedor de flores de trapo, que gritaba:

Pregón Florero: ¡Jardín, jardín! ¿Muchacha, no hueles?

Narrador: A las seis canturreaban el raicero y el


galletero.

Pregón Revolución caliente:

Revolución caliente,

música para los dientes

azúcar, clavo y canela,

para rechinar las muelas !

Por esta calle me voy,

por la otra me doy la vuelta,

La chinita que me quiera comprar,

que tenga la puerta abierta.

Hablado:

Come mamacita, come corazón

¡ A gordo el paquete de revolución !


Narrador: A las siete de la noche pregonaban el caramelero,
la mazamorrera y la champucera.

A las ocho el heladero y el barquillero.

Aún a las nueve de la noche, junto con el toque de


cubrefuego, el animero o sacristán de la parroquia salía
con capa colorada y farolito en mano pidiendo para las
ánimas benditas del purgatorio o para la cera de Nuestro
Amo. Este prójimo era el terror de los niños rebeldes para
acostarse.

Después de esa hora, era el sereno del barrio quien


reemplazaba a los relojes ambulantes, cantando.

Pregon sereno:

¡Ave María Purísima!

¡Las diez han dado!

¡Viva el Perú, y sereno!

Si quieren saber ustedes

que hay detrás de estas paredes

pregúntenmelo señores

y yo se los informaré

el sereno va a contarle

todititito lo que veee...


Como por ejemplo:

Pa salir de duda cierto marido

llegó a su hogar mucho antes de convenido

en mala suerte

yo habría preferido mejor, la muerte.

Ja, ja, ja, ja...

¡Ave María Purísima!

¡Las once han dado!

¡Viva el Perú, y sereno!

Narrador: Que eso sí, para los serenos de Lima, por mucho
que el tiempo estuviese nublado o lluvioso, la consigna era
declararlo ¡sereno! Y de sesenta en sesenta minutos se
repetía el canticio hasta el amanecer.

Y hago caso omiso de innumerables pregones que se daban a


una hora fija.

¡Ah, tiempos dichosos! Punto a la digresión, y sigamos con


nuestro insurgente ollero.

III

Alfarero: ¡Ollas y platos! ¡Baratos! ¡Baratos¡

Manzanares: Señor, en seguida le doy alcance a ese cholo.

Narrador: Hay Manzanares, negrito retinto, vaya, vaya...


Con toda la lisura criolla de los budingas y mataperros de
Lima, gran decidor de desvergüenzas, cantador, guitarrista
y navajero, pero muy leal, muy leal. Solo espero que no
suceda nada extraordinario.

Manzanares: (al alfarero) Oiga usted, so cholo ladronazo,


con sus ollas que se chirrean toditas... Ya puede usted
cambiarme esta que le compré ayer, antes de que se la rompa
en la tutuma para enseñarlo a no engañar al marchante.
¡Pedazo de pillo!

El alfarero sonríe, y cambiaba la olla.

Alfarero: Claro.

Barbero: ¡Córcholis! ¡Vaya con el cleriguito para cominero!


Ni yo, que soy un pobre de hacha, hago tanta alharaca por
un miserable real.

Manzanares: ¡Apúrate so cholo ladronazo!

Barbero: Tanto se repite la misma escena de compra y cambio


de ollas y el agasajo de palabrotas, y el indio siempre
soporta con paciencia.

Manzanares: Apúrate indio, que es solo cambiar una olla.

Barbero: ¡Recórcholis! Oye, macuito. Las ollas de barro y


las mujeres que también son de barro, se toman sin lugar a
devolución, y el que se lleva chasco ¡contracórcholis! se
mama el dedo meñique, y ni chista ni mista y se aguanta el
clavo, sin molestar con gritos y lamentaciones al
vecindario.

Manzanares: Y a usted, so godo de cuernos, cascabel


sonajero, ¿quién le dio vela en este entierro?

Barbero: ¿Cómo?
Manzanares: Vaya usted a desollar barbas y cascar liendres,
y no se meta en lo que no le va ni le viene, so adefesio en
misa de una, so chapetón embreado y de ciento en carga...

Barbero: ¡María Zantícima! Hoy me pierdo... ¡Aguárdate,


gallinazo de muladar!

El barbero se lanza contra manzanares. Salen.

Narrador: Y echando mano al puñalito, se fue sobre el


perico Manzanares, que se refugió en las habitaciones de la
casa. ¡Quién sabe si la camorra entre el barbero y el
mayordomo habría servido para despertar sospechas sobre las
ollas; que de pequeñas causas han surgido grandes efectos!
Pero, afortunadamente, este fue el último viaje que hizo el
alfarero trayendo olla contrabandista: pues el escándalo
pasó el 5 de julio, y al amanecer del siguiente día
abandonaba el virrey La Serna la ciudad, de la cual tomaron
posesión los patriotas en la noche del 9.

Cuando el indio, a principios de junio, llevó a San Martín


la primera olla devuelta por mi mayordomo, hallábase el
general en su gabinete dictando la orden del día. Suspendió
la ocupación, y después de leer las cartas que venían en el
doble fondo, se volvió a sus ministros y les dijo
sonriendo:

San Martín: Como lo pide el suplicante... Escribe,


Manolito, santo, seña y contraseña para hoy: Con días -y
ollas- venceremos.

Fin

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