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Ciencia Clasica Arzamendia, Custidiano y Lagger
Ciencia Clasica Arzamendia, Custidiano y Lagger
Enrique
XXI
Lagger Ayelen
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Instituto Inmaculada Concepción
Consignas
Carátula
Introducción
Conclusión
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Introducción
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Desarrollo
La ciencia antigua creía en el poder supremo de la razón para resolver todos los
problemas sin necesidad de experimentos y su influjo duró dos milenios. Su principal
representante es Aristóteles, que consideraba que una piedra grande cae más deprisa que
una pequeña, aunque nunca se le ocurrió probarlo. Experimentar no estaba en el espíritu
de esa época, que ignoraba la verdadera relación entre la vida humana y la naturaleza.
El supuesto esplendor de los tiempos antiguos solo era aplicable a clases privilegiadas,
pero no a las condiciones de vida del hombre ordinario.
En términos prácticos, se considera que la ciencia moderna nace junto con el método
científico durante la Revolución Científica de los siglos XVI y XVII en Europa, de
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modo que toda la historia científica previa a ese momento puede considerarse como
antigua.
La ciencia antigua acabó en el siglo XVI cuando Galileo demostró que si dos piedras
desiguales se dejan caer simultáneamente llegan al suelo al mismo tiempo. Este
experimento fue un momento clave en la historia de la humanidad. Abrió una nueva
relación entre el hombre y la naturaleza, inaugurando una etapa de cambio en la mente
humana que fue continuada por muchos otros.
Por la época en que Mozart componía el tercer movimiento de su Sonata K. 331, alla
turca, los otomanos acampaban al otro lado del Danubio, que era, sí, la frontera entre
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dos mundos. La denominación occidental alcanzó su fruición más tarde aún, cuando la
ciencia iniciada en la confluencia de Eurasia y África emigró al Nuevo Mundo y el
Viejo se dividió por el Oder en Occidente y Oriente, designaciones políticas con nombre
geográfico. Proyectar estas gracias modernas y contemporáneas sobre la Antigüedad y
la Edad Media resulta al menos pintoresco en estos tiempos de multiculturalismo y
apertura mental. Afortunadamente, el contenido es mejor que el título. Aun así, al tener
en mente lo que será la ciencia en la Europa moderna o en los países «occidentales»
contemporáneos, como si ese fuera el final necesario de la cadena de desarrollo, pierde
la ocasión de plantear siquiera el problema de qué era la ciencia en aquellas sociedades
antiguas y medievales, qué la sostenía y qué funciones desempeñaba. De este modo,
carecemos de la menor pista de por qué la parte más atrasada tecnológica o
culturalmente, la Europa occidental, acabó reclutando a la ciencia como instrumento de
apropiación del mundo. Aunque sea trivial, debe repararse en que en el período
histórico en cuestión, la ciencia no servía para la navegación, la artillería, la minería, la
metalurgia o la industria en general. Exceptuando un poco de aritmética y geometría
elementales para el cómputo mercantil y algo de astronomía de posición para ajustar el
calendario, la ciencia no servía para nada; o, mejor dicho, el saber científico servía más
bien para el tipo de cosas para las que servían la literatura, la poesía, la teología o la
filosofía.
El gran atractivo de la obra es que el autor explica con singular facilidad los aspectos
técnicos de las ciencias matemáticas y naturales que conforman las culturas antiguas y
medievales junto con los aspectos religiosos o filosóficos, no menos técnicos, de esas
mismas culturas. Tiene sin duda la suerte de escribir sobre un tiempo en el que, como
decía Don Quijote, «todas las cosas eran comunes», de las matemáticas a la teología.
Por ejemplo, la última personalidad matemática de la Antigüedad, Hipatia de Alejandría
(370-415), escribió comentarios a las obras matemáticas superiores de Apolonio,
Ptolomeo y Diofanto; pero esta dedicación tan «de ciencias» no le impidió desempeñar
otras rabiosamente «de letras», como la dirección de la escuela neoplatónica de
Alejandría. Desgraciadamente, se han perdido sus obras, por lo que no sabemos cómo
combinaba las ecuaciones diofantinas con las doctrinas de Plotino, en las que el Uno
indiferenciado y sin cualidades «efulgura» la Inteligencia y ésta, el Alma, en una
«procesión» que convierte el mundo en un conjunto animado transido de simpatías.
Menciono el caso por dos motivos: para mostrar la unidad de todo el saber durante todo
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encontraron con tradiciones científicas llevadas a cabo por diversas escuelas que
toleraron y de las que aprendieron mucho, como los nestorianos de Yundishapur, o los
sabeos de Harrán, a los que pertenecía Tahbit ibn Qurra, y sólo a partir del siglo XII se
pusieron generalizadamente picajosos con la ciencia y el saber extranjeros que hasta
entonces habían tolerado sin incorporarlos al mahometismo. Sin embargo, los cristianos
hubieron de establecer compromisos institucionales desde el principio con el
paganismo. Aunque Clemente de Alejandría, Orígenes o Lactancio fuesen muy
obcecados con el saber (este último se oponía a la esfericidad de la Tierra porque
entonces el trigo crecería para abajo en los antípodas), el cristianismo no conquistó el
imperio romano con la espada, sino que se insinuó en la élite de un estado ya hecho, con
sus estructuras jurídicas, sus instituciones y su filosofía, por lo que tuvo que adaptarse a
ellas. Incluso durante siglos no había más textos en las escuelas que los paganos. Esto
es, los Padres debieron leer a Platón y aprender la lógica de Aristóteles, por lo que a la
larga terminaron haciendo teología dialéctica y razonando sobre el poder, la iglesia, el
estado y la cosmología.
Así pues, aunque las primeras sociedades islámicas fueron mucho más refinadas
técnica, artística y científicamente que la cristiana, ésta hubo de desarrollar una mayor
complejidad política, jurídica e institucional, que es una de las claves, siglos más tarde,
del dominio de la cristiandad sobre el resto del mundo. Un ejemplo de ello es la
diferencia entre las instituciones de la madraza y la universidad, que fue crucial para la
inserción social de la ciencia 1. Por eso, aunque el objeto principal del libro sea la
ciencia, ésta se inserta en el contexto global de la sociedad, ya que a lo largo de las
páginas queda claro que las ciencias de la naturaleza no fueron un elemento extraño que
se opusiese o a lo sumo se yuxtapusiese a las «humanidades», la ética, la política, la
retórica o la religión, sino que era una parte integral, cuando no central, de la cultura
total humana. Tal vez los animales jueguen, canten, hablen y hagan pactos y acuerdos
políticos realmente sutiles 2, pero ninguno hace ciencia. En realidad, ni siquiera todas
las culturas humanas practican una actividad tan delicada y evanescente como la
ciencia. Aquí se puede ver cómo ciertas etapas y lugares permitieron el desarrollo
fructífero de la ciencia para perderse o decaer años más tarde; cómo, al capricho de los
Ptolomeos, se desarrolló en Alejandría uno de los períodos más brillantes de la cultura
científica y filológica, para decaer con el fundamentalismo cristiano y los monjes
fanáticos del desierto de Natria azuzados por Cirilo contra Hipatia; cómo una
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civilización, la islámica, que llevó la ciencia a alturas desconocidas para los clásicos, la
dejó luego estancarse, y cómo paulatinamente y sin pretenderlo, las instituciones
europeas ofrecieron un soporte institucional que hizo de ella una actividad continuada,
cuya desaparición se tornó prácticamente imposible cuando, fuera ya del período aquí
cubierto, la ciencia se conectó con la artillería, la navegación, el comercio y la industria.
Así pues, el lector de este libro no sólo se enterará de las condenas que hizo el obispo
Tempier de algunas tesis de alcance cosmológico y físico, o de la expansión y
transformación política del islam, sino también, y sobre todo, de cómo era la teoría de la
visión de Alhazén, la astronomía de Ptolomeo, la fisiología de Galeno o la teoría del
arco iris de Teodorico de Friburgo, que es, después de todo, de lo que trata la historia de
la ciencia. Pero lo hará sin lágrimas, pues todo está contado al alcance «del hombre
culto y la mujer sensible» (como rezaba la propaganda de las obras de Ortega y Gasset).
No obstante, quien quiera habérselas con los detalles de las anomalías planetarias, con
las diferencias entre la ley del plano inclinado de Pappo y Nemorario y con otras
exquisiteces similares, encontrará en la excelente bibliografía guía bastante para
proseguir con sus inquietudes. Este es un libro de historia en el más simple y noble
sentido de la palabra: cuenta llanamente qué pasó. En las universidades de nuestro país
la historia de la ciencia suele investigarse y enseñarse en las facultades de medicina y en
algunas de ciencias y de filosofía, mientras que en otros países una buena parte de la
investigación se hace también en las facultades de historia. Tal vez este libro pueda
contribuir a que los historiadores de aquí, amén del público general, entiendan que la
ciencia es una parte considerable de la cultura humana, de las «humanidades»,
independientemente de que en determinadas épocas haya sido también crucial para la
industria, el comercio y la economía. A ello contribuirá, sin duda, la corrección y aun
elegancia con que el texto está vertido al español, no menos que la adaptación de la
bibliografía, en la que se señalan las obras de consulta más accesibles a nuestros
lectores.
Como es conocido, la medicina de la Grecia antigua tenía una sólida base mágico-
religiosa, lo que puede verse en los poemas épicos "La Ilíada" y "La Odisea", que datan
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de antes del siglo XI a.C., lo que pone de manifiesto, ya desde ese entonces lejano, el
vínculo que ha existido entre medicina y cultura, al estar presente y quedar reflejado en
ese modo de expresión literario. El dios griego de la medicina era Asclepíades. El Dios
Asclepios (Esculapio para los romanos) forma parte de las tradiciones más reconocidas,
y su simbolismo está relacionado no solo con los Dioses griegos y con la relación que
establecía entre el mundo divino, mítico, y el humano, sino que resulta fácil encontrar
parentescos con los egipcios en primer lugar, y con todos aquellos que han asumido la
misión de velar por la vida humana.3 Se dice que Asclepios participó en la batalla de
Troya, junto con sus hijos Podaleiro y Macaón, considerados también como excelentes
médicos.
Según la leyenda, Asclepíades fue hijo de Apolo, quien originalmente era el dios de
la medicina, y de Coronis o Corónides, una virgen bella pero mortal.1,5 Un día, Apolo
la sorprendió bañándose en el bosque, se enamoró de ella y la conquistó, pero cuando
Coronis ya estaba embarazada su padre le exigió que cumpliera su palabra de
matrimonio con su primo Isquión. La noticia de la próxima boda de Coronis se la llevó
a Apolo el cuervo, que en esos tiempos era un pájaro blanco. Enfurecido, Apolo primero
maldijo al cuervo, que desde entonces es negro, y después disparó sus flechas y, con la
ayuda de su hermana Artemisa, mató a Coronis junto con toda su familia, sus amigas y
su prometido Isquión. Sin embargo, al contemplar el cadáver de su amante, Apolo sintió
pena por su hijo aún no nacido y procedió a extraerlo del vientre de su madre muerta
por medio de una operación cesárea. Así nació Asclepíades, a quien su padre llevó al
monte Pelión, en donde vivía el centauro Quirón, quien era sabio en las artes de la
magia antigua, de la música y de la medicina, para que se encargara de su educación.
Asclepíades aprendió todo lo que Quirón sabía y mucho más, y se fue a ejercer sus artes
a las ciudades griegas, con tal éxito que su fama como médico se difundió por todos
lados. La leyenda señala que con el tiempo Apolo abdicó su papel como dios de la
medicina en favor de su hijo Asclepíades. Además, Plutón, el rey del Hades, lo acusó
con Zeus de que estaba despoblando su reino, por lo que el rey del Olimpo destruyó a
Asclepíades con un rayo.
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existen calzadas, recintos y templos así como estatuas, esculturas, lápidas y museos
enteros que atestiguan la gran importancia de la medicina mágico-religiosa entre los
griegos antiguos,1 de donde puede inferirse la estrecha vinculación que ha tenido y tiene
esta medicina con la cultura, en muchas partes del mundo. En la actualidad, en fecha
muy reciente, fue restaurada la escultura griega de Esculapio encontrada en Empúries
hace ya más de 100 años, y se expuso en el Museo de Badalona hasta el día 28 de
febrero de 2008. Ampurias fue una antigua ciudad griega y romana situada en el noreste
de la península Ibérica, en la comarca gerundense del Alto Ampurdán. Fue fundada en
575 a. C. por colonos de Focea como enclave comercial en el Mediterráneo occidental.
Posteriormente fue ocupada por los romanos, pero la ciudad fue abandonada en la Alta
Edad Media. Los yacimientos arqueológicos de Ampurias se encuentran sobre el golfo
de Rosas, en el municipio de La Escala en la provincia de Gerona y son unos de los
restos griegos más importantes de España.
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En Pérgamo y en otros templos los enfermos dejaban sus ropas y se vestían con
túnicas blancas, para pasar al siguiente recinto, que era una especie de hotel, con
facilidades para que los pacientes pasaran ahí un tiempo. En Epidauro las paredes
estaban decoradas con esculturas y grabados en piedra, en donde se relataban muchas de
las curas milagrosas que había realizado el dios; los pacientes aumentaban sus
expectativas de recuperar su salud con la ayuda de Asclepíades. Cuando les llegaba su
turno eran conducidos a la parte más sagrada del templo, el abatón, en donde estaba la
estatua del dios, esculpida en mármol y oro. Ahí se hacían las donaciones y los
sacrificios, y llegada la noche los enfermos se dormían, sumidos en plegarias a
Asclepíades en favor de su salud. En otros santuarios los enfermos llegaban
directamente al recinto sagrado y ahí pasaban la noche.
En este lapso, conocido como incubatio por los romanos, se aparecían Asclepíades y
sus colaboradores (sus hermanas divinas, Higiene y Panacea, así como los animales
sagrados, el perro y la serpiente), se acercaban al paciente en su sueño y procedían a
examinarlo y a darle el tratamiento adecuado para su enfermedad. En los orígenes del
culto prevalecían los encantamientos y las curas milagrosas, pero con el tiempo las
medidas terapéuticas se hicieron cada vez más naturales: las úlceras cutáneas cerraban
cuando las lamía el perro, las fracturas óseas se consolidaban cuando el dios aplicaba
férulas y recomendaba reposo, los reumatismos se aliviaban con baños de aguas
termales y sulfurosas, y muchos casos de esterilidad femenina se resolvieron
favorablemente gracias a los consejos prácticos de Higiene.
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y la sacó. Pero luego no pudo volver a poner la cabeza sobre el tronco de la desdichada,
así que tuvo que entregarla en dos trozos al padre, quien, tras haberle dado un capón al
incauto muchacho, se marchó. Esto también aparece escrito en una lápida. Fue este dios
socorredor, o por decirlo mejor, fueron sus sacerdotes los que monopolizaron la
medicina griega hasta el siglo v a.C. Solo en tiempos de Pericles asomó la medicina
laica, que se apoyaba, o pretendía apoyarse, en bases racionales, al margen de la religión
y de los milagros. Pero también esta novedad le vino a Atenas desde fuera, o sea del
Asia Menor y de Sicilia, donde se habían formado las primeras escuelas seglares.
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por una culebra. Como se habrán percatado, desde los orígenes de la medicina en las
culturas más antiguas y relevantes se ha relacionado con el reptante animal, el cual se
encuentra presente en logotipos de hospitales, facultades de medicina, ambulancias,
llaveros y otras manualidades. Y todo porque el griego Asclepio traía una, enredada en
una vara.
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4. Bibliografía de Aristoteles
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esta ciudad. Vivió su infancia en Pela y, muertos sus padres, pasó a Atarneo, con su
tutor, Próxeno, quien le envió a Atenas para que completara allí su educación.
Las obras que se conocen de Aristóteles pertenecientes a estos años hacen suponer un
período de fidelidad inicial a las ideas platónicas con cierta actitud de revisión de la
teoría de las ideas, que debía ser la de la Academia: Gryllo, Eudemo, Protréptico, Sobre
las ideas y sobre el bien son obras de juventud, al estilo de los diálogos platónicos, y
pueden llamarse obras exotéricas, o de divulgación, a diferencia de las esotéricas, que
configuran el cuerpo de obras aristotélicas posteriores. Conocido como «la mente», por
su capacidad, y también como «el lector» por su afición a la lectura, que practicaba
directamente sin la ayuda del esclavo lector como era costumbre, y muy posiblemente el
miembro más destacado de la Academia, no pasa a dirigirla a la muerte de Platón, y se
nombra en su lugar a Espeusipo. Debido a la frustración por este nombramiento, para
huir del peligro -Filipo de Macedonia había iniciado ya la conquista de Grecia y todo
macedonio era mal visto en Atenas-, o convencido Aristóteles de que la nueva dirección
no iba a mantener el espíritu platónico, acompañado de Jenócrates, uno de los
componentes con mayor fama de la Academia, deja Atenas y la Academia, y se dirige,
destruida ya Estagira por el rey macedonio, a Atarneo, en Asia Menor, donde le acoge
Hermias, señor de aquella ciudad y amigo de su familia.
Junto con Erasto y Corisco, ambos de Escepsis, citados por Platón en su carta sexta
como antiguos alumnos de la Academia, y posteriormente Teofrasto de Ereso, funda en
Asos una escuela semejante a la de Atenas, y permanece en aquella región del 347 al
345. Pasa luego a Mitilene, en la isla de Lesbos, donde funda otra escuela similar, y allí
se dedica a estudios y observaciones de ciencias naturales hasta el 342, fecha en que
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Aristóteles regresa a Atenas el 335, a los 50 años de edad y a los 13 de haber salido
de ella, e inicia la tercera fase de su vida fundando su propia escuela, el Liceo, que no
destinará, como la Academia, a la investigación de la matemática y la dialéctica, sino a
unas investigaciones de carácter más amplio relacionadas con la ciencia de la
naturaleza. Como meteco que es, no puede adquirir terrenos y se instala en un pórtico
largo de un gimnasio público, fuera de las murallas, junto a un santuario dedicado a
Apolo Licio (Apóllon Lýkeion). El nombre en griego de pórtico, perípatos, por un lado,
y el del héroe del santuario, por otro, ha dado origen a las dos denominaciones con que
históricamente se conoce a la escuela de Aristóteles: el Liceo y el Perípato. Permaneció
al frente de su Escuela hasta la muerte de Alejandro Magno, ocurrida a sus 32 años,
mientras esperaba conquistar Arabia.
Tras la muerte del rey macedón, se desató en Atenas una auténtica persecución
contra todo sospechoso de haber pertenecido al bando de los que querían una Grecia
unida y dominada por Macedonia. Aristóteles, tradicional amigo de la corte
macedónica, fue visto por los partidarios de Demóstenes como uno de ellos; acusado de
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Fue por un tiempo costumbre general entre los historiadores sostener que el
Estagirita redactó sus obras más importantes, el conjunto de las llamadas esotéricas,
durante el período de su vida transcurrido en el Liceo. Las investigaciones de Werner
Jaeger (1888-1961), expuestas en Aristóteles. Bases para la historia de su desarrollo
intelectual (1923) , intentaron demostrar que las llamadas obras de Escuela de
Aristóteles no fueron compuestas en los últimos 12 años de Liceo, sino que el conjunto
del Corpus aristotélico está sujeto al devenir de una composición llevada a cabo a través
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de los años en diversas fases sin homogeneizar: los años de juventud en la Academia,
los años intermedios de viajes en Asia Menor y Macedonia, y los años de madurez en el
Liceo; tesis, por lo demás, sólo parcialmente admitida en la actualidad. El conjunto de
las obras auténticas de Aristóteles suele dividirse en grupos que recuerdan su
clasificación de las ciencias.
Hipócrates de Cos —en griego: Ἱπποκράτης— (Cos, c. 460 a. C.-Tesalia c. 370 a. C.)
Se afirma que el padre de Hipócrates se llamaba Heráclides y era médico. Su madre, por
su parte, se llamaba Praxítela, hija de Tizane, según la tradición, Hipócrates descendía
de una estirpe de magos de la isla de Cos y estaba directamente emparentado con
Esculapio, el dios griego de la medicina. El mismo biógrafo relata que Hipócrates
aprendió medicina de su padre y su abuelo, además de estudiar filosofía y otras materias
con Demócrito y Gorgias. Probablemente continuara su formación en el Asclepeion de
Cos y fuera discípulo del médico tracio Heródico de Selimbria. La única mención
contemporánea que se conserva de Hipócrates proviene del diálogo de Platón
Protágoras, en el que el filósofo lo describe como «Hipócrates de Cos, el de los
Asclepíadas». Contemporáneo de Sócrates y Platón, éste lo cita en diversas ocasiones en
sus obras. Al parecer, durante su juventud Hipócrates visitó Egipto, donde se familiarizó
con los trabajos médicos que la tradición atribuye a Imhotep. Fue un médico de la
Antigua Grecia que ejerció durante el llamado siglo de Pericles. Está clasificado como
una de las figuras más destacadas de la historia de la medicina, y muchos autores se
refieren a él como el «padre de la medicina», en reconocimiento a sus importantes y
duraderas contribuciones a esta ciencia como fundador de la escuela que lleva su
nombre. Esta escuela intelectual revolucionó la medicina de su época, estableciéndola
como una disciplina separada de otros campos con los cuales se la había asociado
tradicionalmente (principalmente la teúrgia y la filosofía) y convirtiendo el ejercicio de
la misma en una auténtica profesión.
Hipócrates tuvo dos hijos, Tésalo y Draco, y al menos una hija, puesto que tanto sus
hijos varones como su yerno, Polibo, fueron alumnos suyos. Según Galeno, un médico
romano, Polibo fue el auténtico sucesor de Hipócrates, mientras que Tésalo y Draco
tuvieron cada uno un hijo a los que llamaron Hipócrates. Hipócrates enseñó y practicó
la medicina durante toda su vida, viajando al menos a Tesalia, Tracia y el mar de
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los textos de la colección hipocrática demuestran sin lugar a dudas que la práctica de la
observación precisa no era en el conjunto de la medicina griega una conquista de la
época clásica, sino que más bien constituía una tradición sólidamente afianzada en el
pasado y que a mediados del siglo V había alcanzado ya un notable nivel de desarrollo.
Corpus hipocrático
Sus obras fueron traducidas al inglés, por primera vez de forma completa, por el
médico escocés Francis Adams como The Genuine Works of Hippocrates (Las obras
genuinas de Hipócrates) en 1849, revitalizando el interés médico e histórico en las
obras de Hipócrates. En español está traducido todo el corpus en varios volúmenes:
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Volumen II: Sobre los aires, aguas y lugares; Sobre los humores; Sobre los flatos;
Predicciones I; Predicciones II; Prenociones de Cos. 1997. ISBN 978-84-249-1018-1.
Volumen III: Sobre la dieta; Sobre las afecciones; Apéndice a "Sobre la dieta en las
enfermedades agudas"; Sobre el uso de los líquidos; Sobre el alimento. 1997. ISBN
978-84-249-1019-8.
Volumen IV: Tratados ginecológicos: Sobre las enfermedades de las mujeres; Sobre
las mujeres estériles; Sobre las enfermedades de las vírgenes; Sobre la superfetación;
Sobre la escisión del feto; Sobre la naturaleza de la mujer. 1988. ISBN 978-84-249-
1282-6.
Biografía de Galeno
Galeno de Pérgamo nació en el año 129 en Pérgamo, ciudad bajo la influencia del
Imperio Romano, que en aquel momento era una urbe que se encontraba en la cima de
su prosperidad, como lo evidencia el extraordinario desarrollo urbanístico y
arquitectónico. Galeno era hijo de un rico arquitecto, beneficiado por la gran actividad
constructiva, aunque él fue educado exquisitamente en la lengua griega, como filósofo y
hombre de letras. Tal vez el hecho de que su ciudad natal fuera la sede de un magnífico
y famoso santuario dedicado al dios de la medicina, Asclepio, le influenció hasta el
punto de que a los 16 años decidió dar un giro en su carrera y estudiar medicina. Su
extraordinaria y variada formación, con un gran conocimiento obtenido a partir de la
lectura de numerosos libros, que él mismo poseyó, la obtuvo en Pérgamo, pero también
en Esmirna y la ciudad egipcia de Alejandría, el mayor centro médico del mundo
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Después de más de una década dedicada a formarse, regresó a su ciudad natal. Allí se
convirtió en el médico jefe de una tropa de gladiadores, mantenida por el sumo pontífice
de Asia. Los conocimientos quirúrgicos que aquella experiencia le proporcionó no
fueron nada despreciables para su posterior carrera médica.En el año 162 se desplazó a
Roma. Su éxito en el tratamiento a ricos e influyentes pacientes a los que otros médicos
habían desahuciado, sus enormes conocimientos, su capacidad retórica en los debates
públicos y su habilidad para autopublicitarse, en definitiva, le permitieron alcanzar
rápidamente la fama. Su reputación como filósofo y médico no dejó de crecer, como
también sus contactos con conocidos filósofos, y su nivel de riqueza creció en la misma
proporción. En el 166 abandonó la capital, según dijo, cansado de la envidia de sus
colegas de profesión, aunque posiblemente la razón real de su regreso a Pérgamo fue
una epidemia. En torno al año 168 fue llamado por el emperador Lucio Vero y por
Marco Aurelio para acompañarlos en las campañas militares en el norte de Italia.
Después de la muerte de Vero, regresó a Roma, donde sirvió también a los emperadores
Comodo y Septimio Severo. Aunque sus biógrafos árabes pensaron que murió a la edad
de 87 años, en torno al año 216, recientes estudios no llevan esta fecha más allá del 207.
La disputa continúa abierta.
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fundamental para poder entender el pensamiento médico de Galeno. Pero también fue
clave su formación filosófica en Esmirna, conectada a las más importantes sectas
(estoicos, platónicos, aristotélicos y epicúreos). Galeno estaba convencido de que un
buen médico debía ser también filósofo (aunque haya buenos médicos que no lo fueran).
Para ser eficaces los médicos debían contar con las armas de la lógica para elaborar un
buen diagnóstico, y la ética en su relación con los pacientes, aunque no fueran
consciente mientras se producía el tratamiento. Ahora bien, para Galeno por encima de
todo estaba la "demostración científica", la aplicación del pensamiento lógico y las
pruebas empíricas. Por ello se mostró poco dogmático y animó al médico a pensar por sí
mismo.
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Galenismo
La tesis de Galeno según la cual el médico no debe limitarse al ejercicio de una
técnica, sino que debe también ser filósofo y llevar una vida plenamente moral,
juntamente con su importante sistematización de la medicina clásica (especialmente de
origen hipocrático), generaron un movimiento de gran influencia hasta bien entrado el
Renacimiento. Pero, dicho movimiento, cercenó en realidad el pensamiento de Galeno
al tomar sus doctrinas como dogmas. Por ello, debe distinguirse entre Galeno y un
galenismo que todavía acentuó más los aspectos teleológicos. Como corriente
organizada se remonta a Oribasio, Italy Abbas y Avicena y, a través de estos autores,
dominó las teorías médicas en Bizancio y entre los árabes. A partir del siglo XI se
introdujo en la escuela de Salerno, desde donde empezó a ejercer influencia en la
medicina occidental. Durante el Renacimiento se intentaron recuperar las doctrinas
propias de Galeno, a partir de los textos griegos originales. Vesalio y otros destacados
médicos y anatomistas atacaron el galenismo, del que destacaron su errónea anatomía,
ya que Galeno solamente diseccionó animales, no cadáveres humanos.
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Conclusión
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Bibliografía
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