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no podían sostenerla, perdieron su podery
se desprendieron. De esa manera Araverá
no tuvo más remedio que vagar por el
monte desconsolada y resignada a morir.
Como un último ¡ntento y teniendo a los
Añas tras ella, vio a lo lejos un árbol casi
seco y con el tronco hueco y sin pensarlo
dos veces, en él se metió. Pasaron los
Añas cerca de ella y milagrosamente no
la vieron como si la naturalezay los dioses
conspiraran para protegerla a ella y a su
niño. Desde ese día quedó escondida
en su árbol de refugio, el que al mismo
tiempo que la barriga de Araverá crecía,
su tronco también se ensanchaba y sus
ramas empezaron a reverdecer como si la
joven y el árbol se hubieran fundido en un
intercambio de vida. Los meses pasaron y
elviejo tronco seco se había convertido en
un frondoso árbol con la panza redonda.
De repente una mañana la pampa entera
se alegró con el llanto de un bebé, que se
oyó como un canto hasta el Aguaragüe. El
hijo de Araverá y Tumpa había nacido, los
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Añas nada pudieron hacer para impedirlo
y la profecía se había cumplido. Una vez
nacido nada podían hacer para tocar al
niño que fue parido por un árbol.
Aquel niño nació, pero su madie jamás
salió de la panza del viejo tronco. Se
quedó para siempre adentro, ella había
dado su vida para que su peoueño naciera,
alimentado por las raíces del árbol. Tal
como los chamanes lo dijeron, el retoño
de Araverá se convirtió en un muchacho
fuerte y valiente que cumplió su cometido,
liberó al pueblo guaraní de la opresión de
los Añas y los desterró para siempre al
lugar sin nombre.
Araverá y Chinu Tumpa nunca más
pudieron volver a verse, pero cada vez que
llega el otoño, porque florece en otoño, el
gran árbol de panza redonda libera a la
joven convertida en bellas flores para que
pueda venir el picaflor y beber su néctar
de amor. Un amor que ni los Añas, ni la
muerte pudieron vencer.