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Serie Al comande del Rey II

Corazón de Highland 1

Stormy Glenn y Olivia Black


Sinopsis

Por orden del rey...


Llamado ante el nuevo rey, el Laird Artúr se sorprendió al ver a su viejo
amante caminar a través de la puerta. Su ira se encendió cuando el rey mandó
que se aparearan y fortificaran sus fronteras al norte. Él tenía el corazón roto
cuando descubrió que su nuevo compañero no tenía ningún recuerdo de su
tiempo juntos. ¿Puede perdonar a Dainéal y dejar atrás el pasado para
III
construir un futuro o la voluntad de su extremo resentimiento es todo lo que
podían tener antes de que comience?
El Laird Dainéal se resiste a ser obligado a aparearse, especialmente a un
hombre que sabe tiene que estar loco. A pesar de lo mucho que insiste Artúr
que se han conocido antes, Dainéal no tiene memoria del hombre.
Y él habría recordado a un hombre que fuera tan sexy que hacía doler los
dientes de Dainéal.
Ante el mandato de su rey para establecer un bastión en el norte, Artúr y
Dainéal tienen que luchar no sólo con su pasado, también con los que quieren
evitar su futuro.
Cuando la traición viene de dentro, el vínculo entre ellos puede ser lo único
que los salve.
DEDICATORIA

Olivia IV
Me gustaría tomar un momento para agradecer a la muy talentosa Stormy
Glenn. Ha sido un honor y un placer trabajar contigo. Nuestro tiempo juntas
en tu casa siempre será un recuerdo atesorado.
Espero muchas más llamadas telefónicas en el futuro. Gracias por enseñarme
y por escribir esta serie increíble conmigo.

Stormy

Escribir con Olivia ha sido una explosión. No sólo eres talentosa, eres
ingeniosa y tienes una imaginación creativa. Yo creo que tu lluvia de ideas es
mi parte favorita. Espero que toda la diversión con que hemos escrito esta
serie se transmita a nuestros amigos y lectores.
Capítulo Uno

Artúr gimió cuando se dio la vuelta y se acurrucó contra el cuerpo caliente,


desnudo acurrucado en el colchón a su lado. Probablemente no debería haber
bebido condenadamente tanto la noche anterior, pero el grupo había estado
yendo tan bien, y las bebidas fluyeron como el agua.
Su cabeza le palpitaba. Oh, espera. Esa era la puerta.
Con la idea de matar a todo aquel que estaba haciendo su cabeza latir, Artúr

V
rodó a un lado de la cama y se puso de pie. Hizo una mueca cuando sus pies
descalzos tocaron el frío suelo de piedra. Extrañaba las pieles que tenía en
casa. Tropezó hacia la gran puerta de madera y la abrió de golpe, listo para
tomar la cabeza de quien había interrumpido su sueño.
O no.
— ¿Puedo ayudarle?—, Preguntó mientras miraba a los dos, extremadamente
grandes, guardias reales de pie en su puerta. Bueno, el tipo se paraba justo más
allá de ella. Ellos no cabrían en su puerta al mismo tiempo. Ni siquiera estaba
seguro de que hubieran accedido por la puerta de uno en uno.
¿Con qué se alimentaban estos tipos?
Ah, cierto... vacas... vacas enteras.
—Laird Artúr—, uno de los guardias dijo en una voz atronadora que hizo que
Artúr hiciera una mueca, —el rey ha solicitado su presencia en la sala del
trono.
Artúr parpadeó. — ¿Ahora?
Ni siquiera había luz todavía. Estaba bastante seguro de que acababa
acostarse. Y había estado disfrutando mucho. El pequeño y lindo servidor que
había llevado a su cama la noche anterior todavía estaba metido en su cama,
que era exactamente donde Artúr quería ir.
Cuando el guardia sólo siguió mirando hacia él con una expresión impasible,
Artur rodo los ojos. Estos chicos no tenían misericordia, o sentido del humor.
— ¿Tengo tiempo para tomar una ducha?—. No era contra la ley comparecer
ante el rey con olor a sexo, pero era grosero.
El guardia se inclinó hacia delante y lo olió, su labio se rizo de vuelta en un
mueca de disgusto. Teniendo en cuenta que estaba allí de pie con su culo
desnudo, con un hermoso pequeño rubio en su cama, lo que había creado ese
olor no debería haber una sorpresa.
—Diez minutos—, dijo el guardia.
—Gracias.
—Vamos a esperar.
Oh, por supuesto que lo harían. Ambos guardias se volvieron y tomaron
posiciones delante de la puerta. Artúr los miró por un momento antes de
recordar que sólo tenía diez minutos. Cerró la puerta y se volvió, frotándose la VI
mano por la cara mientras trataba de reunir las células del cerebro en estado de
ebriedad en su cabeza.
Llamado ante el rey.
Si bien la noche anterior estaba un poco borrosa, Artur estaba bastante seguro
de que no había hecho nada que trajera la vergüenza a su clan o para enterrarlo
al calabozo. Y, mientras que él no era el favorito del rey, no era su enemigo
tampoco.
Las cosas habían sido tensas en las tierras altas, pero eran tensas en todas
partes. Las relaciones entre los seres humanos y dragones habían estado tensas
durante siglos. No era nada nuevo. Y aunque eran tensas, no había habido
batallas reales entre las dos razas en varios años.
Después de tomar el cargo de laird, luego de la muerte de su padre, había
trabajado muy duro para lograr una tregua entre su clan y el de los dragones
que compartían su territorio. Hasta el momento, a excepción de algunas
pequeñas escaramuzas por idiotas con demasiado tiempo en sus manos y el
alcohol en sus sistemas, las cosas habían estado relativamente tranquilas.
Artúr tenía realmente la esperanza de que siguiera siendo así.
Entró en el baño y se metió en la bañera, agradecido por la maravillosa tubería
de cobre que traía el agua caliente al baño. El rey era un maldito genio por
tener éstas cosas puestas.
Se fregó, haciendo el trabajo de lavado más rápido que había hecho desde la
escuela militar. Cagar, ducha y afeitado. Él había sido un experto en
conseguir que se haga en menos de diez minutos. Por supuesto, había sido
hacía más de quince años. Prefería los baños largos y calientes en la tina en la
actualidad.
Se secó, lo suficiente para que su ropa no se adhiera a su cuerpo, y luego
volvió a entrar en el dormitorio, en dirección a su bolsa de viaje.
Afortunadamente, la había preparado para unos días cuando se le había
ordenado asistir a la coronación del rey, un mes antes, asunto largo.
Agarró un par limpio de pantalones de cuero negro a juego con su chaleco de
cuero negro. La camisa blanca que llevaba debajo del chaleco era apretada
alrededor de su torso, pero suelta en los brazos, disminuyendo hasta sus
muñecas. Artúr terminó su atuendo con botas de cuero negro que iban hasta VII
justo por debajo de las rodillas y la daga ceremonial de plata en una vaina en
su cadera.
Artúr pasó los dedos por su pelo mientras se dirigía hacia la puerta, la abrió, y
salió. Echó una última mirada pesarosa al pequeño y hermoso hombre que
todavía estaba durmiendo en su cama y luego cerró la puerta. Él quería más
bien estar de vuelta en la cama con el pequeño sirviente sexy. Asistir primero
al rey en la mañana no era su idea de un buen momento. Sin embargo, una
orden era una orden, y si él iba a ser encerrado, prefería que fuese con un
amante y no con el tipo a cargo de la mazmorra... a menos que fuera muy
lindo.
Hizo un movimiento con la mano, haciendo un gesto hacia el pasillo.
—Lideren el camino.
Artúr no estaba seguro de si estaba siendo conducido a su destino por los
guardias que se apostaron a ambos lados de él y luego empezaron a bajar por
el amplio pasillo de piedra. Se sintió empequeñecido por su tamaño. Se decía
que los guardias reales eran más grandes que cualquier otra criatura en el
reino, aunque nadie parecía saber a ciencia cierta si eran humanos, dragones, o
ambos.
Caminando entre los dos hombres enormes, Artur lo creía.
El castillo del rey era un lugar grande. Le tomó más de diez minutos llegar
desde las habitaciones de huéspedes en el tercer piso a la sala del trono dos
pisos más abajo.
Artúr se mostró sorprendido por el nivel de actividad en el edificio teniendo
en cuenta que todavía estaba oscuro afuera. La celebración parecía decaer,
pero la gente seguía moviéndose alrededor, en su mayoría funcionarios y
guardias.
Costaba mucho mantener el increíblemente grande castillo del rey, Artúr sabía
qué tipo de trabajo se necesitaba para mantener todo en su lugar, y cuántas
personas se requerían. Entre los funcionarios y los trabajadores que
necesitaban para mantener un lugar tan grande y los soldados que necesitaban
cuidarlo, la cantidad de gente en los pasillos era casi normal.
Casi.
Parecía haber un poco de actividad extra, pero maldito si Artúr podía
VIII
averiguar de qué se trataba. Artúr vio a algunos nobles, pero ninguno a quien
sintiera la necesidad de dar más que un guiño cortés. Eran muy pocos los
hombres ante quienes se inclinaba.
Artúr deseó tener un poco más de tiempo para admirar los tapices en las
paredes de los pasillos. Sabía por experiencia que estaban hechos a mano y
más que probablemente con cientos de años de antigüedad. La multitud de
hilo de colores cosidos en los tapices le fascinaban. Ellos contaban una
historia cada uno por su cuenta.
También estaba fascinado por los patios y balcones que podía ver a través de
las altas ventanas a lo largo de los pasillos por los que pasaba. Los jardines del
castillo eran legendarios. El jardinero real recogió semillas y plantas de todo el
reino y lo mostraba en los enormes jardines.
Las palmas de sus manos empezaron a sudar cuando la gran puerta doble que
conducían a la sala del trono apareció a la vista. Con la cantidad de guardias
reales de pie fuera de la puerta de color rojo, estaba bastante seguro de que el
nuevo rey estaba justo detrás, así como lo que el destino aguardaba de él.
Los dos guardias que lo habían escoltado desde su habitación se detuvieron en
la puerta. Artúr trató de respirar con calma cuando se abrió la puerta, pero
parecía casi imposible, fue conducido dentro y la puerta se cerró detrás de él
con un sonido metálico de finalidad.
Desde donde estaba, Artur podía ver a un hombre sentado en el gran trono de
oro en lo alto de un largo estrado en el otro extremo de la habitación. Estaba
bastante seguro de que era el nuevo rey. De lo contrario no estaría en el trono.
Estaba prohibido.
Otro hombre, éste vestía una larga túnica púrpura que fluía, lo reconoció
cuando se puso de pie, el consejero del rey a un lado del trono.
Dos guardias fuertemente armados estaban a cada lado de la tarima. Nadie
más en la habitación.
Cuadrando los hombros, caminó por la alfombra roja recorriendo la longitud
del piso de baldosas de mármol blanco hacia el rey. Sintió los ojos del hombre
sobre él antes de que hubiera dado dos pasos. Una sensación extraña paso
sobre él, haciendo que la piel de gallina apareciera a lo largo de su piel. No era
un mal sentimiento, simplemente extraño. IX
—Su Majestad— Artúr dijo cuando llegó a la parte inferior de la tarima donde
el rey se asentaba. Se dejó caer en una rodilla, cruzando su brazo sobre el
pecho, con el puño descansando sobre su corazón.
—Levántate, Laird Artúr—, dijo el rey.
Artúr se puso de pie, dejando caer los brazos a los costados cuando se enfrentó
al rey.
Se aseguró de mirar un poco más allá de la cabeza del rey, nunca mirándolo a
los ojos. Le gustaba su cabeza justo donde estaba… mucho, muchas gracias.
Tragó saliva, sabiendo que su vida probablemente colgaba de la buena
voluntad mientras esperaba descubrir por qué el rey había llamado por él.
Esperaba que no tuviese que ver con su clan, pero estaba bastante seguro de
que lo hacía. Artúr era el laird de su clan, respondiendo sólo al rey y su
consejo.
Dirigía más de trescientos hombres, mujeres y niños que vivían en su
territorio.
El Rey Críostóir era un nuevo rey. Mientras que él había ejercido
técnicamente el cargo desde que su padre dio su último aliento, la coronación
pública no era sino hasta dentro de unos pocos días más. Era joven para ser un
rey, ganando la posición, cuando su padre falleció repentinamente hace dos
semanas.
A diferencia del rey, que había heredado su posición debido a su sangre real,
Artúr había luchado su camino a la cima para conducir su clan. Si no fuera por
el hecho de que las hazañas del rey Críostóir en batalla eran legendarias,
podría haber sentido resentimiento de que el reino estaba siendo
repentinamente conducido por un hombre tan inexperto.
Artúr estaba un poco sorprendido de que al hermano mayor del rey Críostóir
no se le había dado la corona. La sucesión real caía siempre en el primer niño
nacido, no el segundo. Pero, ¿quién era él para cuestionar el funcionamiento
de la familia real?
Mientras el rey Críostóir llevara el reino a lo mejor de su capacidad, Artúr lo
seguiría. Respetaba al hombre, y por lo tanto, estaría dispuesto a aceptar lo
que el destino del rey decidiera para él, no importaba lo que sintiera por ello. X
El Rey Críostóir iba a llevar su mundo al nuevo milenio, con suerte para
mejor.
—Mis disculpas por el retraso, Laird Artúr—, el rey dijo mientras giraba algo
azul alrededor de la copa en la mano. —Estoy esperando un invitado más para
unirse a nosotros.
—Yo estoy a su disposición, su majestad—. Artúr apoyó las piernas y juntó
las manos a la espalda, una pose militar clásica que tenía años utilizando, aún
hoy en día. Era casi reconfortante.
— ¿Disfrutaste de las festividades de la noche, Artúr?
Una pequeña sonrisa curvó los labios de Artur mientras pensaba en el lindo
pequeño jovencito que había llevado a su cama la noche anterior. —Sí, señor.
Lo encontré muy agradable.
El rey hizo una mueca como si tuviera un sabor desagradable en la boca.
Le disparó a su asesor una mirada afilada. —No me gusta estas funciones
oficiales, pero me han dicho que debo sufrirlas.
—Sí, señor—. La sonrisa de Artúr creció. El rey era un alma gemela en este
respecto. —Me parece que hay una gran cantidad de cosas que debemos hacer
que no nos gustan.
La ceja de oro del rey se arqueó. —Me alegro de que veas esa distinción.
¿Por qué? Artúr tan desesperadamente quería preguntar por qué, pero
mantuvo su pregunta bloqueada detrás de sus labios. Si el rey quería que él
supiera, le diría. Hasta entonces, Artúr necesitaba mantener su boca cerrada.
Los soldados de pie en el estrado detrás del rey se aseguraban que lo hiciera.
El sonido de las puertas que se abrían detrás de él hizo que Artúr se tensara.
Cerró sus piernas en su lugar y se negó a ceder a su curiosidad y darse vuelta
para ver quién entraba. Podía oír pasos pesados que se correspondían con el
pesado latido de su corazón. La presencia acercándose detrás de él se sentía
como una ola de poder, algo peligroso y, sin embargo bienvenido.
—Gracias por unirte a nosotros—, dijo el rey cuando la presencia estuvo al
lado de Artúr. El Rey Críostóir agitó su mano entre Artúr y el hombre a su
lado. — ¿Supongo que ustedes dos se conocen?
XI
Artúr casi gruñó cuando se volvió hacia el hombre de pie junto a él. Le tomó
hasta la última gota de su control quedarse donde estaba y no sacar su daga al
reconocer al laird dragón que pronto gobernaría el clan en su territorio una vez
que su padre diera un paso al costado. Dainéal tomaba la mayor parte de las
decisiones cotidianas, pero no le habían sido entregadas las riendas por
completo.
—Laird Dainéal—, alcanzó a decir con los dientes apretados. Él no odiaba
exactamente al hombre, pero estaba cerca. Tenían una larga historia como
adversarios, una que se extendía por años. No era probable que terminara en
cualquier momento pronto.
La ceja negra como la noche que el hombre arqueó condescendiente, era
exasperante. La mueca era incluso peor. —Laird Artúr—. Por lo menos el
hombre recordaba su nombre, aunque parecía traer un sabor amargo en su
boca.
—Señores—, el rey dijo mientras se levantaba, y empezó a pasear, como si
necesitara ordenar sus pensamientos y caminar lo ayudara. —Los dos son
terratenientes en los acantilados de la montaña. Y, mientras yo aprecio lo que
han hecho por mantener la paz entre las personas por años, me temo que ya no
es suficiente.
Mierda.
Esto no iba a terminar bien. Artúr podía sentirlo en el repentino escalofrío que
se hundió en sus huesos. La vida como él la conocía, estaba a punto de
cambiar, sólo esperaba que él pudiera atravesar esos cambios todavía
respirando.
Artúr se quedó dónde estaba, pero siguió los movimientos del rey con sus ojos
mientras el hombre caminaba por la habitación. El rey se acercó a una mesa de
mármol y piedra fija contra la pared. Abrió una caja de plata adornada con una
joya que estaba en la parte superior y sacó algo. Artúr no podía decir lo que
era cuando el rey se la guardó en el bolsillo antes de cerrar la tapa y volver
caminando frente a él y Dainéal.
—Mis enemigos han decidido utilizar la muerte de mi padre como un medio
para quitarme mi reino—. Las características del rey eran solemnes, con un
toque de ira flotando justo debajo de la superficie. —No puedo tener XII
disensiones entre mi pueblo en un momento como este. Debemos
congregarnos juntos para mantener a raya a los que pretenden destruirnos.
Artúr estaba confundido. Aunque las cosas no eran perfectas entre su gente y
la de Dainéal, estaban mejor que en algunos lugares. No se respondían con
dureza los ataques entre sí, sin importar de quiénes vinieran.
—Juntos, ustedes dominan los territorios más fuertes de mi reino—. La
pequeña sonrisa curvando sus labios envió un escalofrío abajo por la columna
vertebral de Artúr. —Los necesito para ser más fuerte, y sólo hay manera de
hacerlo. Extiendan sus manos, palmas hacia arriba.
Artúr ni siquiera dudó en sostener su mano. Una orden de su rey era todavía
una orden, no importaba qué tan confundido y preocupado él estuviera. Por el
rabillo del ojo, vio a Dainéal hacer lo mismo.
El Rey Críostóir sacó un puñal con una joya incrustada de su bolsillo.
Tranquilamente hizo un corte de dos pulgadas a través de la palma de Dainéal
y después en Artur antes de presionarlas juntas. Artúr disparó a Dainéal un
vistazo rápido cuando el rey sacó una cinta blanca de su bolsillo y la envolvió
alrededor de las dos muñecas.
—Repitan después de mí—. El rey esperó hasta que Dainéal y Artúr ambos
asintieran con la cabeza antes de continuar. La voz del rey creció siniestra
como si estuviera hablando desde lejos, pero las palabras tenían el poder de
cambiar el mundo.
—Aliento de mi aliento, sangre de mi sangre, hueso de mis huesos, alma de
mi alma. Por la vida dentro de mi cuerpo y el amor que reside en mi
corazón, toma mi mano, mi corazón y mi espíritu, para ser mi elegido. Doy
mi cuerpo que dos serán una solo. Doy mi espíritu nuestra vida será hecha.
Te juro de corazón a corazón y mano en mano, confirmo mi voto sagrado.
Los ojos de Artur se abrieron cuando el significado de las palabras lo lleno
pero una vez que empezó a hablar, no podía parar, no importaba cómo de duro
trató de cerrar los labios.
Artúr gritó cuando una luz blanca intermitente cruzó a través de su cabeza,
dejándolo ciego por el dolor. Cuando él cayó de rodillas, apenas sintió el peso XIII
que se apoyó en él, apuntalándolo.
Cuando la niebla que llenaba su cabeza finalmente se aclaró, Artur sentía
como si ya no estuviera solo en su cabeza. Había algo... casi una presencia,
una presión fuerte. No le dolía exactamente, pero no era agradable tampoco.
Artúr levantó la cabeza justo a tiempo para ver la daga de plata de la mano del
Rey Críostoir pasar a su asesor. Había una expresión resignada en la cara del
hombre, casi una mueca, como si no le gustara lo que estaba haciendo, pero
sintió que no tenía elección.
Artúr no estuvo de acuerdo con eso.
— ¿Qué ha hecho?
Capítulo Dos
La cabeza de Dainéal iba a explotar. Él lo sabía. Había tanta presión dentro de
su cráneo que apenas podía tolerar dos pensamientos juntos. Su cuerpo se
estremeció, sus músculos estaban bloqueados en su lugar, impidiéndole
moverse, el dolor a travesó cada nervio.
— ¿Qué ha hecho?
Dainéal levantó la cabeza para mirar al Laird Artúr y escuchó sus palabras
susurradas. El horror en la cara de Artúr hizo que los pelos de la nuca de
Dainéal se pusieran de pie. ¿Qué sabia el humano que él no?
—Hice lo que tenía que hacer, Laird Artúr—, El rey Críostoir respondió sin
una pizca de emoción en su voz. —Así como tú lo quieres. XIV
Confusión era el nombre del juego, Dainéal estaba lleno de preguntas mientras
observaba al rey subir los escalones de mármol blanco a la tarima y regresar a
su trono. Sus ojos estaban brillantes e inteligentes pero mantenían un brillo de
propósito que hizo que Dainéal se preguntara lo que el hombre estaba
pensando.
— ¿Qué ha pasado aquí?
Los ojos grises de Artur eran pedregosos, con enojo cuando se volvió para
mirarlo. —Él nos unió, idiota.
—No—. Dainéal rio porque no había manera de que pudiera ser unido a un
humano. Él era un dragón. Cosas como esas simplemente no sucedían. —No
seas ridículo. ¿Por qué el rey haría algo tan insa... insa...?— La voz de Dainéal
se apagó por el aspecto plano en los ojos del rey. — ¡No lo hizo!
—Me temo que lo hice, Dainéal—, respondió el rey. —Necesito que sus
pueblos se unan como uno solo. Mientras has sido capaz de mantener las cosas
relativamente pacíficas en tu territorio, no será así cuando haya batallas que
librar. Sólo mediante la protección entre sí podemos esperar lograr la victoria
sobre nuestros enemigos.
El horror robó el aliento de los pulmones de Dainéal. —No puede hacer esto.
¡Me niego a aceptarlo!
—Me temo que es demasiado tarde para rechazar, Laird Dainéal—. El rey
hizo un gesto a la cinta blanca que los vinculaba juntos. —Está hecho.
— ¡No!— Dainéal se puso de pie, con aire ausente tirando a Artúr con él.
Cuando él tiró de su mano para tratar de liberarse de las garras de Artúr, el
hombre se disparó contra él hasta que sus pechos dieron una bofetada juntos.
— ¡Déjame ir!
El rostro de Artúr enrojeció de ira mientras sostenía sus muñecas atadas.
—Encuentra la manera de rechazar esto y lo haré.
Dainéal se volvió para mirar al rey, que se limitó a sacudir la cabeza, riendo.
—Ustedes están unidos juntos. No pueden separarse—. El Rey sonrió
mientras apoyó los codos en el brazo de su trono y apretó los dedos juntos.
—Me temo que sólo tienen que aprender a vivir juntos.
XV
Dainéal jadeó cuando el verdadero significado de las palabras del rey se
hundió en él. Teniendo en cuenta que no podía separar su mano de la de Artúr,
él estaba bastante seguro de que el rey estaba hablando literalmente. Él
simplemente no entendía cómo iba a trabajar.
La cabeza de Artur se volvió en dirección del Rey, sus ojos casi
incandescentes de rabia. — ¿Cómo vamos a hacer eso?— rompió con la voz
más controlada que Dainéal haya oído. —Ni siquiera vivimos en la misma
zona.
Eso era cierto. Sus territorios limitaban entre sí, superpuestos sobre los altos
acantilados del terreno frío del norte.
El rey asintió como si entendiera su confusión y esperara la pregunta. —He
tomado las medidas apropiadas para asegurar que su nueva torre del homenaje
reunirá las necesidades de sus pueblos.
Las cejas de Dainéal se dispararon. — ¿Nueva torre? ¿Qué nueva torre?— Él
estaba bastante seguro de que habría estado al tanto de cualquier construcción
en su territorio. Volaba sobre ella de forma regular, patrullando la tierra. Una
nueva torre del homenaje habría sido vista. El Rey Críostoir agitó su mano con
desdén y las puertas en la entrada a la sala del trono se abrieron, cuatro
guardias pisaron en el interior.
—Señores, me temo que tengo otros asuntos que atender. Los tengo asignados
a una nueva habitación y sus pertenencias se movieron. Están restringidos a
esos cuartos por las próximas veinticuatro horas. Sería en su mejor interés
resolver sus diferencias durante ese tiempo.
Dainéal flotaba en un estado de confusión, mientras él y Artúr eran rodeados
por los cuatro guardias fuertemente armados y escoltados desde la sala del
trono. Él no era un hombre estúpido, de ninguna manera, pero sólo parecía no
poder entender el hecho de que había sido unido a un humano.
Cosas como esta simplemente no sucedían.
Dragones se unían a otros dragones. ¿Quién más podría entender su necesidad
de guardar sus tesoros? ¿Quién más podría ser impermeable a su fuego?
¿Quién más podría ser capaz de entender la racha posesiva en los dragones?
¿Quién más podría ser capaz de dar a luz a su huevo?
Los Dragones no se unían a los seres humanos.
XVI
Eran vanos, egoístas, y no tenían idea de cómo cuidar de la madre Naturaleza.
Utilizaban el mundo a su alrededor como si tuvieran derecho a todo y no
entendían que había un precio que pagar por el mismo aire que respiraban.
Eran imprudentes, salvajes, y con tendencia a un comportamiento violento.
Ellos se robaban uno al otro, abusando entre sí, y en general consideraban que
eran mejores que los demás. Los seres humanos eran escoria en lo que
concernía a Dainéal.
Y ahora estaba unido a uno.
Tan ensimismado en sus pensamientos, Dainéal se olvidó de prestar atención a
donde lo llevaban hasta que los guardias se detuvieron y abrieron una puerta.
Él y Artúr fueron empujados dentro tan rápidamente que tropezaron en la sala
grande.
La puerta se cerró con llave detrás de ellos.
Dainéal estaba realmente impresionado por la calidad y el confort de la
habitación. A diferencia de en la que había estado antes, esta habitación era
enorme. El techo era aún lo suficientemente alto para que él pudiera cambiar
si lo necesitaba. Deseó poder, pero esa habilidad parecía haber sido
temporalmente anulada. Al menos, esperaba que fuera temporal.
La mitad de la habitación parecía estar redondeada con ventanas de piso a
techo, un conjunto de puertas dobles en medio de ellos con salida a un balcón.
La otra mitad de la habitación estaba hecha de bloques de piedra gris.
Los tapices de colores colgando de los muros de piedra impedían el paso de la
frialdad.
En el medio de la habitación había una cama redonda amontonada con mantas
y almohadas en más colores que Dainéal pensaba era el espectro de color.
Una serie de cortinas colgaban del techo, rodeando la cama.
Asentada cerca de las ventanas estaba una mesa puesta para dos, había copas
de champán, platos de lujo, y un cubo de hielo con un frio champán. Un
carro de servir cerca, con una pila de comida humeante.
Las velas encendidas que oscilaban desde el centro de la mesa pusieron a
Dainéal nervioso. Toda la escena estaba pensada para la seducción. Sólo que
no estaba seguro quien se suponía que debía seducir a quien.
XVII
No fue hasta que trató de caminar más adentro en la habitación y sintió un
tirón en su brazo, que Dainéal recordó al humano apegado a su muñeca. Hizo
una pausa, mirando hacia el hombre de pie junto a él.
—Voy a necesitar algo más fuerte que el champán—, Artúr dijo. —Mucho
más fuerte.
Dainéal estuvo totalmente de acuerdo.
—Tiene que haber un mueble de bar por aquí en alguna parte—. Dainéal dijo
mientras miraba alrededor de la habitación, escaneando cada rincón y grieta
para la libación que tanto necesitan. —Si trabajamos juntos, podemos
probablemente encontrarlo.
—De acuerdo.
Juntos, entraron más en la habitación. Como en tácito acuerdo, buscaron por la
habitación, en dirección a la derecha y caminaron todo alrededor hasta que
llegaron a su posición anterior. Dainéal estaba impresionado por el baño que
encontraron. Bajo otra circunstancias, Dainéal podían verse a sí mismo
recostándose en la bañera con su amante, fregándose lejos el peso del día.
Excepto que él no tenía un amante por el momento.
—Ni una gota de alcohol a la vista—, Artúr se quejó. —Eso es sólo malo.
Dainéal hizo un gesto hacia el cubo de hielo sobre la mesa. — ¿No es una
botella de champán?
—Una botella no va a contar—. Artúr miró a Dainéal y hacia abajo. —Ni
siquiera estoy seguro de que una caja de champán lo haría. Tienes que tener la
mayor resistencia en el mundo con el alcohol.
Dainéal se encogió de hombros. Artúr estaba en lo cierto. Él tenía una muy
alta resistencia al alcohol. —El vino dragón de fruta es casi la única cosa que
me va a afectar en algún grado—. Dainéal no tenía idea de por qué estaba
diciéndoselo a Artúr. El hombre era esencialmente su enemigo, incluso si
estaban del el mismo lado.
—Bueno, llama al maldito servicio de habitación entonces—, Artúr espetó.
—Tengo la intención de llegar a estar tan borracho que me olvide que este
maldito lugar aún existe.
XVII
Los ojos de Dainéal estrecharon con ira en combustión lenta encendiéndose I
profundamente en sus entrañas. —Jodete, Artúr.
—Sí, no en este siglo o en el siguiente. No me agacho para cualquiera.
—Como si quisiera joderte en primer lugar—. Dainéal resopló. —Eres un ser
humano.
Los labios de Artur se curvaron. —El ser humano no es una enfermedad.
—Demuéstralo.
Dainéal nunca vio el puño viniendo hacia su rostro, pero malditamente seguro
que lo sintió. Su mandíbula cayó cuando Artúr gritó y se agarró de su nariz.
— ¿Qué mierda, hombre?— Artúr gruñó y lanzó otro puñetazo.
Este conecto con la mandíbula de Dainéal. La fuerza del golpe lo tiró un paso
atrás, pero puso Artúr en el suelo, arrastrando a Dainéal abajo con él.
Los labios de Dainéal temblaron con la necesidad de reír mientras miraba
hacia abajo a la cara atónita de Artur. —El karma es una perra.
Artúr gruñó otra vez, con la mano libre oscilando para golpear a Dainéal de
nuevo, pero se detuvo justo antes que la piel se reuniera con piel. — ¿Qué nos
hizo?— Artúr pregunto mientras se frotaba la mandíbula, un pequeño moretón
empezando a aparecer.
Dainéal sabía que Artúr se refería al rey.
Incómodo con la forma en que su cuerpo estaba empezando a reaccionar ante
Artúr a horcadas, Dainéal rodó por el suelo al lado de él. — No lo sé, pero
tenemos que averiguarlo. No tengo la intención de pasar el resto de mi vida
atado a un maldito humano.
—Lo dices como si fuera la peor cosa que te puedas imaginar.
— ¿Y crees que no lo es?— Los labios de Dainéal se adelgazaron cuando su
triste futuro rodó delante de él como una fuerte tormenta. —Yo soy un dragón,
Artúr. Tu no. Tú no sabes nada de lo que significa ser un dragón. Dudo que te
importe.
—En realidad no.
XIX
Dainéal apretó los dientes. La necesidad de sacudir a Artúr hasta que sus
dientes castañeen lo estaba montando fuerte. El hombre había sido una espina
en su costado durante años, moviéndose en el borde de su acuerdo de paz
como si fuera hecho de papel de seda.
Dainéal levantó la mano que se acercó a Artur. —Yo podría cambiar y
masticar la mano que está por arriba.
Artúr farfulló, riendo finalmente dejo salir. —De alguna manera, creo que el
rey pensó en eso. Hagamos lo que hagamos se aseguró de que no podemos
atacarnos uno al otro. Lo que sea que uno de nosotros haga al otro viene de
nuevo a nosotros.
Dainéal volvió la cabeza para mirar al hombre tendido en el suelo junto a él.
—Eso haría las cosas más difíciles, pero estoy dispuesto a correr el riesgo.
Artúr rio de nuevo. —Sí, bueno, yo no. Mi nariz todavía me duele.
Dainéal no podía dejar de sonreír.
En un solo movimiento, Artúr se sentó y miró hacia la mesa. —Necesito
comer.
Dainéal no estaba tan hambriento, pero podía picar algo. —Bien—, dijo
mientras se sentaba.
Juntos, se pusieron de pie y se fueron a la mesa. Les tomó un poco de trabajo
averiguar cómo sentarse y lo que podían comer sin tirar de sus manos
restringidas. Terminaron teniendo que mover el carro de servir junto a la mesa
para que pudieran llegar a los alimentos sin levantarse.
Dainéal les sirvió la champaña y luego se sentó de nuevo y observó a Artúr
llenar su plato y empezar a comer. Mientras que el hombre sin duda podría
llenar la basura, al menos tenía buenos modales en la mesa. Él incluso colocó
una servilleta de tela en su regazo.
— ¿Seguro que no vas a tomar nada?—, Preguntó Artúr entre bocado y
bocado.
Dainéal asintió. —Estoy bien, gracias.
XX
Las cejas de Artur se levantaron una fracción. —Así que amable.
—Dadas las circunstancias, ¿hay alguna razón para no serlo?— Dainéal
levanto sus manos atadas en el aire. —Creo que vamos a ser la compañía del
otro durante algún tiempo.
Las fosas nasales de Artur se encendieron como si el hombre apenas tuviera
en control de su temperamento. —No vamos a estar juntos un segundo más de
lo que me lleva averiguar cómo separarnos.
Dainéal frunció el ceño mientras miraba al hombre tomar todo el contenido
de su copa de champaña. — ¿Por qué me odias tanto? Entiendo la animosidad
entre dragones y seres humanos, pero algo me dice que esto va mucho más
allá de eso.
—Yo no te odio—. La chispa de una emoción fugaz en los ojos grises de
Artúr le dijeron algo diferente. —No siento nada hacia ti. No me gusta que
mis opciones me fueran arrebatadas.
— ¿Y crees que a mi si?
—No sé lo que piensas, Dainéal, y francamente, no puede importarme
menos—. Artúr trató de sonar desinteresado, pero había un temblor en el tono
de su voz que hacía juego con la emoción que Dainéal había visto en sus ojos.
Artúr estaba mintiendo.
Y eso intrigaba a Dainéal más que cualquier otra cosa.
Artúr tratando de golpearlo acabo de hacer que Dainéal se enojara. El hombre
que trataba de sonar desinteresado le daba ganas de burlarse. El que Artúr
mintiera acerca de cómo se sentía hacía que la curiosidad de Dainéal creciera
como el infierno.
Y no había nada en el mundo como un curioso dragón.
— ¿Qué piensas de esta torre que el rey dice que él ha construido para
nosotros?
Artúr levantó la vista de su plato. —Tengo que preguntarme donde la
construyó. Yo no sé ustedes, pero no he oído hablar de cualquier nueva
construcción en mi territorio ni he autorizado nada en esa escala.
Dainéal negó con la cabeza, pero estuvo de acuerdo. —Yo tampoco. XXI
Artúr cogió otro trozo de pollo, pero antes de que pudiera llevarlo a la boca, se
detuvo y luego dejó su tenedor antes de coger la copa de champaña. —
¿Queda un poco más de esa cosa?— Él asintió con la cabeza hacia la botella
en el cubo con hielo.
Dainéal alargó la mano y agarró la botella, recargo la copa de Artúr antes de
agregar un poco más a la suya. Puso la botella en el cubo de hielo y luego se
echó hacia atrás en su silla para beber, mirando a Artúr de nuevo.
Artúr bebió la mitad del líquido en el vaso y luego lo coloco sobre la mesa.
Cogió la servilleta y se limpió la boca y luego arrojó el pedazo cuadrado de
tela roja sobre la mesa. Cogió su vaso de vuelta, pero no tomó de la copa.
Sus ojos se desviaron a la vista fuera de la ventana. Todavía estaba oscuro
afuera, Dainéal no estaba seguro de lo que el hombre estaba mirando, o si él
estaba mirando algo en lo absoluto. Artúr parecía estar sumido en sus
pensamientos, su ceño fruncido mientras sus dedos se apretaron alrededor de
su copa de champaña.
—No entiendo lo qué el rey espera lograr de nosotros con esta unión—, dijo
Artúr sin apartar los ojos de la ventana. —A pesar de nuestros esfuerzos para
mantener la paz entre nuestros pueblos, vivimos en tales extremos opuestos
del espectro que puede ser que también vivamos en diferentes planetas.
—Oh, no creo que lo que queremos en la vida sea tan diferente.
— ¿En serio?—, Artúr resopló cuando se volvió para mirar a Dainéal. Sus
ojos grises eran tormentosos, turbulentos. —Los dos sabemos exactamente lo
que quieres de la vida, y sin duda no es el mismo que yo.
El temperamento de Dainéal espetó. — ¿Qué carajo es tu problema?— Le
gritó mientras él se puso de pie. — ¿Qué demonios he hecho yo para que me
odiaras tan condenadamente tanto?
Artúr se puso de pie, en, su postura de confrontación cuando su pecho choco
con el de Dainéal. — ¡Tú me follaste y luego me echaste a la acera como si
fuera un pedazo de basura debajo de tus pies!
La mandíbula de Dainéal cayó, el shock robando casi cada pensamiento que
tenía menos uno. — ¿De qué demonios estás hablando? Ni siquiera te había
conocido en persona antes de esta noche.
XXII
Capítulo Tres
Artúr respiró fuerte cuando el dragón por el que había caído hacia tantos
años antes negaba incluso conocerlo. Había dolor en su pecho, su corazón
estaba siendo arrancado de nuevo. Apenas sobrevivió la última vez. No iba a
dejar que Dainéal lo destruya ahora.
—Wow—, susurró miserablemente. —Yo sabía que estabas disgustado, pero
nunca pensé que ibas a negar incluso que me conocieras.
La frente de Dainéal se arrugó mientras fruncía el ceño. —Pero no te conozco.
Cada contacto que hemos tenido fue a través de mensajeros.
Artúr apretó los dientes. —Estás mintiendo.
— ¡Yo no miento!— Dainéal espetó, con una expresión que iba de confundido XXII
a enfurecido tan rápido que Artúr se preguntó si su cabeza iba a explotar.
—Hasta que entré en esa sala del trono, mis ojos nunca se posaron en los I
tuyos antes.
Artúr casi lo creía.
Casi.
Él podría hacerlo si no recordara el tiempo que habían compartido hacia
quince años, cuando él había ido de joven a la casa del hombre para un visita
de los militares.
Todavía tenía el tatuaje que había llegado a honrar a Dainéal. El podría nunca
decidirse a conseguir eliminarlo, incluso cuando admitió que lo que tenían
juntos sólo había estado en su cabeza. Trató de librar su mente de las visiones,
pero como siempre, era imposible.
La memoria de Dainéal lo perseguía.
El dragón había hecho su camino en su corazón en tal corto período de
tiempo. Parecía que todavía era dueño de una gran parte de él, incluso si Artúr
no podía entender por qué. Quince años era mucho tiempo para mantener un
corazón roto. El ver a Dainéal trajo todos esos viejos recuerdos y abrió todas
las heridas. Él estaba experimentando el dolor como si acabara de ocurrir.
Dainéal envolvió su cuerpo alrededor de Artúr. Sus fuertes brazos y piernas
gruesas en capullo, haciéndole sentir seguro. Su tiempo juntos estaba
llegando a su fin y parte de Artúr estaba preocupado de que este fin de
semana lleno de sexo era sólo eso: una breve aventura. Habían hablado
brevemente sobre el futuro, y aunque había algunas incógnitas, tenía fe en
que el dragón realmente se pondría en contacto con él.
— ¿Qué pasa, amante?— La voz del dragón rugió, y Artúr se estremeció.
—Creo que me estoy enamorando de ti. Y realmente quiero estar contigo—,
admitió, a pesar de que admitir sus sentimientos lo atemorizaba.
—Sé cómo te sientes. Vamos a estar juntos, te lo prometo. Pase lo que pase,
vamos a hacer que esto resulte bien— .Las palabras de Dainéal eran tan
sinceras, que Artúr le creyó y sus dudas desaparecieron.
—No miento—, Dainéal repitió, trayendo a Artúr de nuevo a la realidad. No
sabía cómo responder, así que en vez de hablar, se encogió de hombros como
XXI
si no significara nada. Agarrando el vaso de la mesa, bebió el contenido de un
solo trago. Quería beber, más de lo que podría imaginar.
V
—Dado que estamos atrapados juntos...— Miró la cinta blanca atada alrededor
de su muñeca como si necesitara el recordatorio. —Vamos a empezar de
nuevo. Soy el Laird Artúr. Me gusta dar largos paseos, la cobertura de
chocolate en todo, y las peleas de espadas.
Dainéal rio, aliviado. —Soy el Laird Dainéal. Me gusta acaparar tesoros,
respirar fuego, y…— Se encogió de hombros. —también disfruto de las largas
caminatas.
—Bien—. Asintió con la cabeza.
Parecía que Dainéal tenía un montón de fuertes cualidades de dragón. Si solo
hubiera sido más posesivo con Artúr, de la forma en que lo era acerca de sus
tesoros.
Ya no importa. Solo déjalo ir.
—Necesitamos más alcohol—, murmuró antes de tirar de la muñeca de
Dainéal. El dragón a regañadientes siguió detrás de él. Artúr aporreó la puerta.
— ¡Hey!—, Gritó. — ¿Hay alguien ahí fuera?
— ¿Qué quieres?—, Respondió una voz apagada.
—Alcohol. Un montón de alcohol.
Si él iba a pasar las próximas veinticuatro horas atrapado en la misma
habitación con Dainéal, necesitaba ahogar el pasado.
No pasó mucho antes de que alguien llamara a la puerta. La cerradura se
desactivo antes de que la gran puerta de madera se abriera. Artúr sonrió
cuando su pedido fue empujado a la habitación. A medida que el pedido le
pasaba, él agarró la primera botella que podía alcanzar. Admirando el cristal
del líquido azul, mirando la etiqueta un intrincado diseño con una imagen de
un hermoso dragón dibujado a mano.
Vino de fruta de dragón. Parecía que Dainéal sería capaz de emborracharse.
—Aquí—. Dainéal le entregó un abridor de botellas.
Artúr lo tomó y torpemente abrió la botella con el brazo que lo unía a Dainéal. XXV
Sacando el corcho, trajo la botella hasta la nariz y tomó una bocanada. El olor
potente de la fruta del dragón y alcohol invadió sus sentidos.
— ¿Vas a beber de la botella o debemos conseguir una copa?
El tono de Dainéal casi bromeando.
Artúr rio ligeramente, cediendo. —Supongo que debería utilizar los buenos
modales y usar un vaso.
—Vamos a sentarnos y ponernos cómodos. Después de tener un par de sorbos,
te alegrara estar sentado. Este material tira tu culo—, Dainéal le dijo,
llevándolo hacia la sala de estar con un suave tirón.
—He tenido vino de fruta de dragón antes, ya sabes—, Artúr se quejó.
Él no era un peso ligero. Había tenido años de práctica tratando de beber su
dolor lejos.
— ¿Lo hiciste?— Dainéal miró sobre su hombro, dándole a Artúr una mirada
cuestionadora. Cogió dos vasos mientras caminaban hacia la gran, lujosa sala
de estar.
Artúr se dejó caer en uno de los mullidos sofás, cuidando el vino. Él no quería
derramar una gota del precioso líquido. Dainéal se sentó a su lado, frente
Artúr, y levantó los dos vasos. Miró a los ojos azules hermosos, mirando a las
características familiares.
Dándose una sacudida mental, Artur vertió el vino azul, llenando cada vaso,
antes de dejar la botella en la mesa auxiliar. Tomó una de las copas de la mano
extendida de Dainéal.
— ¿Hay que brindar?—, Preguntó Dainéal y Artúr tomó un sorbo.
Inmediatamente escupió el líquido de nuevo en el cristal. —Uh... seguro.
Se aclaró la garganta, tratando de despejar el cosquilleo. — ¿Por qué debemos
brindar?
— ¿Un nuevo comienzo?—, Preguntó Dainéal, sonando inseguro.
—Por los nuevos comienzos—. Artúr chocó sus copas juntas.
Artúr se recostó contra el sofá. Podía sentir los ojos de Dainéal en él y trató de XXV
ignorar esa mirada penetrante. Tomó un trago del vino dragón. Era fuego, que
corriendo por su garganta. Su cuerpo empezó a relajarse por el líquido potente I
casi instantáneamente.
Mirando el tapiz que colgaba en la pared, lo estudió mientras tomaba otro
trago. Un hermoso castillo dominaba la desgastada pieza artesanal, rodeado de
grandes árboles. Había un hombre sentado en lo alto de un caballo en la
esquina inferior izquierda. Parecía como si estuviera separado del castillo y no
tuviera forma de volver.
Artúr tomó otro trago y se estremeció. Hormigueo recorrió su cuerpo e inclinó
la cabeza hacia atrás. Había olvidado lo rápido que el vino de fruta de dragón
afectaba a los humanos. A pesar de su deseo de ahogarse en la bebida para
olvidar el pasado, no habían tenido vino de fruta de dragón desde sus días
militares.
— ¿Qué fue eso?—, Preguntó Dainéal.
— ¿Eh?—. Artúr miró.
—Dijiste algo acerca de tus días militares—, lo alentó, y Artúr no podía
recordar.
¿Había dicho algo en voz alta?
— ¿Yo?
—Sí—.Él se rio entre dientes.
—Oh—. Artúr hizo una mueca, mirando su vaso de vino como si fuera
veneno. Y fue cuando sus labios se soltaron. —No he tenido vino de fruta de
dragón desde mis días de militar.
— ¿Cuándo estuviste en el ejército?
Artúr dejó escapar un fuerte suspiro. Dainéal lo sabía. —Hace quince años.
—No me sorprende que servimos al mismo tiempo, ya que tenemos la misma
edad—, dijo Dainéal y bebió el resto de su bebida en respuesta. — ¿Dónde
serviste?
—Prefiero no hablar de ello. XXV
— ¿Por qué?—, Preguntó Dainéal. —Podríamos haber servido en el mismo
puesto. II
¿Podrían haber?
No sólo habían servido en el mismo puesto, habían sido compañeros de armas,
entrenando juntos, luchando juntos, y, finalmente, amando juntos. Y sin
embargo, nada de eso parecía importante ahora. Dainéal todavía negaba
incluso que se conocían.
—Eso fue hace mucho tiempo—. Él necesitaba otra copa. Artúr inclino la
botella hasta que ni una gota salió. Sólo tenía la mitad de un vaso, no lo
suficiente. —Necesitamos otra botella.
— ¿No crees que has tenido suficiente?
—No—. Artúr se echó a reír mientras negaba con la cabeza. —No hay
suficiente vino de fruta de dragón en todo el reino.
Las cejas de tinta negra de Dainéal se juntaron en decepción frunciendo el
ceño. — ¿Eres un alcohólico?
Artúr rio amargamente. —Lo soy ahora.
—Los dragones tienen más control—, dijo Dainéal. —Es por eso que esto
nunca va a funcionar. Los seres humanos son débiles. Ellos beben en exceso.
Hacen todo en exceso. No conocen el significado de la palabra control.
—Así es—, Artúr escupió mientras sus dedos se apretaron alrededor de la
copa. —Ustedes los dragones son tan grandes y poderosos que nunca hacen
nada en exceso. Eres demasiado bueno para eso.
—No somos altos y poderosos pero tienes razón.
— ¡Hey!— Artúr gritó cuando Dainéal agarró el vaso de su mano y lo arrojó
al otro lado de la habitación. —Yo estaba bebiendo eso.
—No más. Te controlarás a ti mismo.
Artúr resopló. —No lo creo.
Los ojos azules vivos de Dainéal brillaron. —Me niego a estar unido a un
hombre que es un borracho.
— ¡Enójate con el rey!— Artúr estaba tan enojado que apenas podía ver XXV
directamente. Se tambaleó cuando se puso de pie. La habitación estaba
comenzando a girar. Artúr esperaba vomitar en los pies de Dainéal. —Traté de III
ser el hombre que querías una vez antes y yo no fui lo suficientemente bueno.
Me niego a hacerlo de nuevo. Cualquiera me aceptara como soy o no. No voy
a cambiar una mierda.
El rostro de Dainéal se movió de ida y vuelta, cuando el hombre se puso de
pie. Artúr casi pone su mano para sostenerse.
— ¿Por qué insistes en creer que nos hemos conocido antes?
Había tanta confusión en el rostro de Dainéal que Artur en realidad creía que
el hombre no lo recordaba. Por primera vez en quince años, considero la
posibilidad de que tal vez el hombre que por el que había caído enamorado
nunca existió. Tal vez, de alguna manera, todo había estado en su cabeza.
Y a juzgar por el disgusto con el que Dainéal lo había estado mirando
fijamente las últimas horas, parecía que iba a seguir así.
Artúr tragó saliva para librarse de la bilis en la garganta. De pronto se sintió
sobrio a pesar de la gran cantidad de vino de fruta de dragón que había
consumido. Artúr inclinó la cabeza respetuosamente, bajando el tono y dejo
que una máscara de piedra caiga con indiferencia en su rostro.
—Mis más humildes disculpas, Señor Dainéal. Por favor, no tome mi grosería
como una falta de control. Le puedo asegurar que no va a suceder de nuevo—.
Las manos de Artur apretadas, sus uñas clavándose en las palmas de sus
manos hasta que sintió que filtraban sangre debajo de ellos. —Si no es
demasiado preguntar, creo que podría tener un poco de sueño.
Dainéal parecía tan confundido como lo había estado hace unos momentos.
Artúr no estaba de humor para dar una explicación a su repentino cambio de
humor.
Él sólo quería ir a dormir y pretender que hoy nunca pasó. Podía tratar con el
infierno en que su vida se había convertido por la mañana.
Dainéal olfateó el aire, con los ojos muy abiertos. — ¿Estás sangrando?
Artúr en silencio gimió. —Cuando intenté golpearte debí haber cortado mi
mejilla con un diente.
XXI
No estaba a punto de decirle a Dainéal que tenía sus uñas cavando en sus
manos para evitar mendigar que lo reconozca, no cuando nunca sucedería. X
Dainéal probablemente sólo se reiría de él.
—Sugiero retirarse por la noche. Mañana seguro que será un día interesante.
Dainéal asintió.
Artúr podía sentir los ojos del dragón en él mientras caminaban hacia la cama
redonda y comenzó a desnudarse para acostarse. Se dio cuenta bastante
rápidamente que no iban a ser capaces de desnudarse por completo.
Agarrando el borde de su daga, Artur cortó la túnica y le pasó la cuchilla a
Dainéal. Él trató de no ver al dragón eliminar su ropa. No estaba preparado
para ver lo que una vez tuvo y nunca podría tener de nuevo.
Tenían que meterse a la cama desde el fondo, ambos acostados sobre la
espalda. Dainéal volcó las mantas en su gran cuerpo, arrugándolas para arriba
entre ellos.
—Tengo un poco de calor—. Dainéal explicó, —Así que si necesitas alguna
de las cubiertas eres bienvenido a tomarlas.
Artúr asintió porque él ya lo sabía. —Asegúrate de mantener lo suficiente para
cubrir tus pies—, dijo mientras cerraba los ojos, dejando caer su brazo hacia
abajo sobre ellos. —Sabes que tus pies siempre se enfrían por la noche.

—Sabes que tus pies siempre se enfrían por la noche.


Dainéal escuchaba la respiración de Artúr, reconociendo el momento en que el
humano se quedó dormido. Estaba demasiado confuso para conciliar el sueño.
Su mente estaba girando. ¿Cómo demonios Artúr sabía que sus pies siempre
se enfriaban en la noche? Sólo su madre lo sabía. Dainéal nunca había
compartido esa información con nadie salvo ella, y ella se había ido hacia
XXX
años.
Habiendo crecido con siete hermanos y hermanas, la admisión de una
debilidad, como los pies fríos habría conseguido ridiculizarlo y marginarlo. Su
infancia fue una lección de supervivencia. No había sido una mala infancia,
sólo áspera. Se esperaba que los niños aprendieran de sus mayores y
aprendieran pronto. Los que no funcionaban según lo esperado eran
empujados hasta el borde de su sociedad. Sus pies fríos no habrían conseguido
el exilió ni nada, pero las burlas habrían sido insoportables, sobre todo
viniendo de sus propios hermanos.
Dainéal trató de ajustarse a sí mismo en su lado para que pudiera ver al
hombre al que rey Críostoir le había unido. Como ser humano, Artur era más
que atractivo. En sus primeros años, podría haber intentado llevar al hombre a
su cama. Cuando se convirtió en terrateniente de su propio clan, él sabía que
no se lo permitiría.
Eso cambiaria ahora que estaba unido al guapo humano. Dainéal inspeccionó
las características de Artur, tratando de encontrar una memoria del hombre,
pero no había ningún reconocimiento. Desde la reunión con el humano, el
hombre insistió en que se conocían. ¿Cómo? ¿Cuándo?
Tenía tantas preguntas sin respuesta.
La mirada en los ojos de Artur lo decía todo sin embargo. Él creía que habían
sido amantes. El ser humano no podía fingir el olor del dolor y la traición que
fluía de él en oleadas de espesa desesperación.
Dainéal pensó en su conversación anterior. Artúr no quiso hablar de sí mismo.
Era aún más inflexible acerca de no hablar de su servicio militar. ¿Fue allí
donde se conocieron?
Había algunos puntos bastante en blanco dentro de su mente.
Dejando escapar un profundo suspiro, rodó sobre su espalda y tiró de la
manta, cubriendo sus pies. Sus largos días con los militares, habían
terminando con una lesión que lo puso fuera de servicio durante varios meses.
Incluso con la capacidad de un dragón para sanar rápidamente, Dainéal no
había sanado completamente. Había perdido una buena parte de su memoria
cuando se despertó.
XXX
La única razón por la que sabía que había sido gravemente herido fue a causa
de sus amigos y familiares contándole y volviéndole a contar lo que había I
pasado. Él había sufrido una lesión cerebral traumática que afectó su memoria
y cambio el curso de su vida.
Le habían dicho que Dainéal se dirigía a casa con permiso para el fin de
semana cuando se produjo el accidente. Había algo importante que planeaba
compartir con sus padres y hermanos. Sabía que era importante. Él
simplemente no recordaba qué era ese algo.
Todo el asunto era apenas un recuerdo. Se sentía como si estuviera viéndolo
desde el punto de vista de otra persona, en lugar de realmente experimentarlo.
En un momento estaba volando alto y al siguiente, estaba estrellándose abajo a
la tierra. A día de hoy, pensó, estuvo tratando de averiguar lo que había sido
tan importante.
¿Podría haber sido Artúr?
Capítulo cuatro
Artúr gimió y se movió debajo de la manta gruesa. Estaba teniendo el sueño
más increíble, pero de alguna manera sabía que estaba despertando de eso. No
quería que terminara. La humedad caliente rodeando su polla cuando la
succión se construía poco a poco, enviando su cuerpo a un torbellino de placer
del que nunca esperaba recuperarse.
Escalofríos a través del cuerpo de Artúr cuando un hormigueo de pura delicia
se extendió por su piel contra el calor del cuerpo de Dainéal. Sus piernas
cayeron a un lado mientras su cabeza rodó hacia atrás. Esto era demasiado.
La lengua de Dainéal se estaba burlando de su polla cuando el dragón lamió su
eje, corriendo su boca a lo largo de la longitud.
XXX
— ¡Joder!— Artúr gritó cuando Dainéal comenzó a zumbar alrededor de su
polla. Las vibraciones se hicieron sentir todo el camino hasta los dedos de sus II
pies. La anormalmente larga, lengua bífida parpadeaba sobre la punta de la
polla de Artúr, los labios, creando un sello de vacío alrededor de su eje, casi
haciendo que se venga.
Dainéal murmuró el nombre de Artur alrededor de su pene, enviando a Artúr a
un frenesí salvaje de lujuria. Él empezó a joder la boca de Dainéal en serio,
viendo como la cabeza de su polla se deslizó por la garganta del dragón una y
otra vez. Las piernas de Artur temblaban, su cuerpo en refuerzo cuando su
orgasmo lo atrajo cada vez más.
¿Era demasiado pronto para venirse?
Su espalda se arqueó y gritó cuando Dainéal deslizó sus dedos en el culo, por
lo que su semen salió en erupción a borbotones de cintas blancas.
La cabeza de Artur rodó hacia atrás, con la boca abierta cuando su orgasmo lo
llevo a la cima. Él estaba impotente y sin sentido en este momento cuando el
sentimiento de rayo atravesó su cuerpo.
—Mi turno.
Artúr parpadeó, tratando de aclarar su visión nublada.
¿Su turno?
— ¡Qu-Oh, madre de la perla!— Todo el cuerpo de Artúr se apretó cuando él
fue empalado en la gloriosa tachonada polla de sus sueños, que
inquisitivamente pincho y aguijoneo en todos los lugares correctos. El
arqueado de las crestas que rodeaban el eje grueso raspó a lo largo del punto
dulce de Artur con cada embestida.
La longitud asombrosa e impresionante circunferencia quitaron el aliento de
Artúr. Habían pasado demasiados años desde que había sentido algo de ese
tamaño en su culo.
Mirando hacia arriba, Artur vio que los ojos azules vivos de Dainéal
quemaban con un hambre intensa que llevo el aliento de Artúr. El dragón iba a
comérselo vivo.
Artúr cerró los ojos y empujó hacia atrás. Un empuje duro enterrando la
gruesa erección dura como el acero en el cuerpo de Artúr hasta la
XXX
empuñadura. Artúr podía sentir su corazón luchando para mantenerse al día
con las demandas de su excitación cuando Dainéal comenzó a moverse dentro
III
de él.
—Voy a follarte hasta que me venga en tu culo apretado y caliente—. Dainéal
susurró al oído de Artúr.
— ¡Dios, sí!— Su polla palpitante se balanceaba con gracia, el aire fresco
barriendo todo su calor, jodiendo a Artúr. Él arqueó la espalda cuando un
gemido sin aliento escapó de sus labios —Tan profundo... dentro. Dios,
Dainéal... Puedo sentirte.
Dainéal golpeó el culo de Artúr más duro. El cuerpo de Artúr se arqueó contra
el dragón cuando Dainéal se sumergió en él una y otra vez, las pequeñas
protuberancias que se alineaban en la longitud de la polla de Dainéal
acariciándolo, tentándolo, dibujando un gemido desde lo profundo de su alma.
Cada pulgada de su cuerpo estaba hipersensible y codicioso por el tacto del
hombre.
Artúr no pudo acercarse lo suficiente, no pudo contener a Dainéal lo
suficientemente apretado. Estaba desesperado, una necesidad en construcción
dentro de él.
Artúr apretó sus músculos internos cuando las crestas que corrían desde la raíz
del eje de Dainéal a hasta su ombligo se frotaron a lo largo del saco sensible
por debajo de su polla. Estaba tan caliente que no sabía cuánto tiempo más
duraría.
—Dainéal... oh mi... joder... Dainéal ...— Había pasado tanto tiempo desde
que había sentido este nivel de éxtasis. Nadie en los últimos quince años había
dado a Artúr tanta gratificación.
Sólo Dainéal.
Y Dainéal lo estaba volviendo loco de placer mientras estaba sobre el cuerpo
de Artúr. Sus bolas se apretaron contra su cuerpo, y él sabía que no pasaría
mucho tiempo. No cuando Dainéal le estaba follando a fondo.
— ¡Artúr!— Gritó Dainéal. —No puedo parar, no puedo…
— ¡Hazlo!— Artúr dijo cuando vio los caninos de Dainéal caer.
Cuando Dainéal mordió el hombro de Artúr, eso fue todo. Artúr arqueó su XXX
espalda y gritó mientras el placer estalló dentro de él.
Con una oleada de líquido que lo habría aterrorizado en cualquier en otro IV
momento, Artúr se vino, y se vino duro. Dainéal se hundió profundo,
alargando el clímax de Artúr. Nunca había llegado tan duro y tan
exhaustivamente. Sentía como que su semilla estaba siendo tirada de su alma
más que del saco apretado debajo de su polla.
Las caderas fuertemente pistoneadas, reuniéndose con el culo de Artúr con
cada empuje, respiraciones convertidas en cortas y desiguales. Con una pasada
de su larga lengua, Dainéal sello la herida y le dio unos cuantos golpes,
entonces se enterró profundamente cuando se vino dentro de Artúr.
El aliento de Artúr quedó atrapado de nuevo cuando la polla de Dainéal, ya
imposiblemente dura y enorme en su culo, se engroso, anclando al dragón en
el interior de Artúr mientras bombeaba su semilla profundamente dentro del
culo de Artur.
A medida que quedo sin huesos, los movimientos de balanceo de Dainéal se
frenaron antes de que el hombre más grande finalmente los rodara hacia un
lado, sus cuerpos empapados en sudor. La habitación olía a sexo y feromonas
dulces.
Artúr tomó tragos profundos de aire, tratando de recuperar el aliento. Le tomó
unos pocos minutos antes de que su cerebro empezara a funcionar finalmente
una vez más.
Una parte de él quería arrepentirse de lo que acababa de suceder, pero él no
podía. Incluso después de todos los años de indiferencia, cuando Dainéal lo
tocó sintió lo mismo exactamente. El dragón tenía la capacidad de rasgar su
corazón de par en par, abrirlo y hacer que sienta.
Humedad llenó sus ojos, lo cegó. Artúr sabía que no podría pasar a través de
otro corazón roto, no por Dainéal. Después de que el hombre desapareció de
su vida, le tomó mucho tiempo recuperarse, más de lo que quería admitir. Su
relación había sido intensa y apasionada, ardiente, más caliente que el sol del
verano. Se había enamorado de Dainéal rápido y duro. No importaba que él
fuera joven y sin experiencia, lo había querido siempre.
Labios calientes tocaron su frente, y Artúr cerró los ojos, tomando el sol en la
atención de Dainéal. El dragón le dio un beso, rozando su boca de ida y vuelta. XXX
Artúr levantó la cabeza y miró a los ojos intensos de Dainéal. El dragón sonrió
y capturó los labios de Artur en un beso de curvar dedos de los pies. Su boca V
era suave, sus labios se movían en un ritmo familiar.
Algo fue lanzado de dentro de Artúr, en el fondo. La presión en el culo se
había ido de repente, y la polla de Dainéal se deslizó libre. Artúr se alejó,
necesitando tragar el nudo de emoción atrapado en su garganta.
—Yo no sabía que sería capaz de anudarme.
Las cejas de Artur dispararon. — ¿Nudo?
Algo brillaba en los ojos azules de Dainéal mientras sonreía. —Los dragones
se anudan a sus compañeros. Es una manera de saber que realmente se han
apareado.
Artúr abrió la boca para argumentar que no se habían anudado antes, pero la
necesidad de proteger su corazón hizo caso omiso de su necesidad de negar las
palabras de Dainéal.
—Entre la mordedura y el nudo—, Dainéal dijo, —estamos verdaderamente
unidos como compañeros.
Eso es a lo que Artúr tenía miedo, y anhelaba más que el siguiente amanecer.
Dainéal suspiró cuando Artúr no dijo nada. —Si he tomado ventaja, entonces
me disculpo. Me desperté con tu polla dura contra mí y, debo admitir, no pude
resistirme. Tu... cosas, necesidad de cosas lujuriosas, que me hacen pensar
en... siento que no tengo mi control habitual cuando estas a mi alrededor.
—Yo... eh....— Él no quería que se detuviera, pero tenía que tirar de él junto.
Fue duro tener al único hombre que había amado de nuevo en su vida,
especialmente cuando sabía que el hombre no lo quería de vuelta. —Necesito
ir al baño.
Dainéal rio entre dientes, con una sonrisa brillante. — ¿Te gustaría tomar una
ducha mientras estamos ahí?
—Claro—. Artúr se deslizó de la carne desnuda de Dainéal, y juntos, se
bajaron de la cama.
Mientras caminaba hacia el baño, Artur vio el sol empezar a salir y se dio
cuenta de que sus veinticuatro horas estaban casi terminando.
XXX
A este tiempo, ayer, Artur estaba siendo despertado por la guardia del rey. VI
Haciendo una línea recta hacia el baño, se puso de pie torpemente, sosteniendo
su muñeca hacia atrás para que Dainéal pudiera quedarse fuera. Cuando no
pasó nada, comenzó a tararear una vieja canción. Él se rio y calmó
considerablemente cuando Dainéal se le unió, ayudando a ahogar cualquier
tipo de vergüenza.
Volviendo al baño caro, Artur pudo finalmente mirar alrededor. El lugar era
de mármol exquisito blanco, accesorios de oro, y una araña de cristales que
goteaban del techo. La ducha y la bañera gigante ocupaban la mayor parte de
la habitación.
Artúr se debatía entre empapar sus miembros en la enorme bañera y relajarse
bajo una ducha de cascada. La decisión fue tomada por él cuando Dainéal lo
llevó hacia la ducha. Abrió la puerta de vidrio y movió la muñeca, girando
unos mandos diferentes.
Mientras miraba la espalda del dragón, los pensamientos se agolpaban en su
mente. ¿Qué tenía el rey reservado para ellos después? ¿Tendrían la orden de
abandonar el reino e ir a su nuevo hogar? ¿Qué pensaría su clan? ¿Cómo se
sentirían acerca de vivir con los dragones?
Había aún muchas preguntas sin respuesta, pero pronto, tendría todas las
respuestas.
Dainéal dio un paso atrás, y Artúr entró en el recinto de cristal, entrando
directamente bajo el chorro. El agua caliente le golpeó, masajeando su piel, y
Artúr gimió. Cerró los ojos y volvió su rostro hacia arriba, gimiendo su placer.
Se relajó, despejando toda preocupación de su mente. Tendría tiempo de sobra
para eso más tarde.
—Voy a lavarte—, Dainéal gruñó y Artúr dio un solo gesto.
Haría cualquier cosa por tener las manos Dainéal en su cuerpo una vez más.
Aunque Dainéal sólo tenía una mano libre, se las arregló para lavar a Artur a
fondo. Una mano callosa fuerte se deslizó hacia arriba y abajo, a lo largo de
cada pulgada. Dainéal prestó mucha atención al culo, bolas y polla de Artur.
Mirando hacia abajo a la mano del dragón, Artúr se endureció mientras miraba XXX
la piel bronceada moviéndose contra su carne cremosa. Incluso después del
sexo increíble que acababan de compartir, el cuerpo de Artúr estaba preparado VII
para más, dolorido por más. Artúr no se cansaba. El magnífico dragón no se
perdió un punto. Se movía lentamente, casi como si estuviera saboreando cada
toque.
—Eres tan suave—, Dainéal susurró al oído de Artúr. —Podría tocarte por
siempre.
Esas palabras eran tan similares a la última vez que estuvieron juntos que
corto profundo en el alma de Artúr, sobre todo porque él sabía que Dainéal se
negaba a reconocer su pasado. Tal vez su tiempo juntos sólo había sido
importante para él.
—Necesitamos darnos prisa—, Artúr dijo mientras se alejaba, condenándose a
sí mismo por los sentimientos que Dainéal provocaba en él y le hizo incapaz
de tomar lo que el hombre sexy de tan buena gana le ofrecía.
Lo que había sucedido entre ellos hacía unos minutos había sido un gran error,
y Artúr sólo estaba llegando a darse cuenta de ello ahora.
No podía volver a ocurrir. Artúr necesitaba endurecer su corazón contra
Dainéal o nunca sobreviviría a lo que fuera que el rey tenía planeado para
ellos. Tal vez si fuera ante rey y le explicara la historia que tuvo con Dainéal,
el rey cedería y no haría que se quede con el único hombre que tenía el
potencial para acabar con él.
—Nuestras veinticuatro horas casi terminan—, Artúr dijo mientras salía de la
gran ducha y cogió una toalla con la mano libre. Artúr levanto sus manos
atadas juntas. —Estoy seguro de que estarás feliz de volver a tu libertad.
Artúr gritó, la toalla cayendo de su mano cuando fue tirado de nuevo en la
ducha. Dainéal lo presionó en la pared de la ducha, utilizando sus manos
atadas para mantenerlo fijo. Una ráfaga de miedo pasó a través de Artúr.
Dainéal era un dragón. Él era más grande y más fuerte.
—No juegues conmigo, humano—. El tono de Dainéal era de terciopelo, con
un filo de acero. —Tú perderás.
—Yo no…— Artúr se aclaró el nudo en la garganta que se había formado
cuando vio el alma de dragón intermitente en los ojos azules de Dainéal.
Generalmente cuando alguien llegaba tan cerca de un dragón, veía la muerte XXX
en sus ojos. —Yo no estaba jugando juegos.
—Eso es exactamente lo que estabas haciendo, Artur. Un minuto estás como
VIII
lujuria líquida en mi mano y al siguiente no puedes esperar a estar lejos de
mí—. Dainéal se inclinó, apretando la barbilla de Artúr mientras frotaba su
nariz contra la piel en el borde de la mandíbula de Artur. —Eso es un juego, y
me niego a jugar.
— ¿Por qué?— A pesar de los dedos que había envuelto alrededor de su
mandíbula, Artúr volvió la cabeza para encontrarse con los ojos de Dainéal.
—Solía gustarte jugar todo tipo de juegos—. Artúr entornó la mirada como
provocando a la ira de Dainéal. —Recuerdo que tenías un especial cariño por
el bondage—. Artur inclinó la cabeza, su atención atrapada por la visión de
la lengua bífida de Dainéal moviéndose a lo largo de sus labios, mojándolos
hasta que brillaban. —Cuerdas de seda, ¿no?
El agarre de Dainéal se aflojó, el hombre se hecho hacia atrás. — ¿Cómo
sabes eso?
Artúr levantó sus muñecas encerradas. —Esta no es la primera vez que he
jugado un poco con el bondage—. Artúr sonrió, cansado de tratar de defender
sus emociones de un hombre al que claramente no le importaba. —Aunque
por lo general yo era atado por ti, no por el rey.
Shock fue escrito por toda la cara pálida de Dainéal. Él parecía perdido y
confundido, sus oscuras cejas dibujadas juntas como si estuviera tratando de
encontrar algo dentro de su mente. Artúr tenía la imperiosa necesidad de llegar
y confortar al dragón.
Mierda, tal vez él no recuerda nada.
La comprensión de que Dainéal realmente no lo recordaba o el pasado que
habían compartido juntos hizo que Artúr se preguntara qué le había pasado al
Dragón. Se sentía culpable por tratar a Dainéal mal y suponer lo peor.
¿Qué pasó contigo?
Sus hombros cayeron, Artur sonrió con tristeza. Los dos iban a estar juntos
como compañeros. El rey había tomado la decisión y nada podría cambiarlo,
no ahora. Artúr no quería vivir con la animosidad que sentía por el resto de sus
vidas. Tenía que dejar ir el pasado y empezar a dar a Dainéal el beneficio de la
duda.
XXX
—No más juegos. Está bien. Lo siento—. Artúr se encontró disculpándose de IX
nuevo. Él ya había decidido empezar de nuevo y aquí estaba queriendo herir a
Dainéal por no admitir que habían compartido algo especial. —Vamos a
secarnos y ver al rey.
Dainéal asintió fuerte y se alejó de él. Con desiguales movimientos, Dainéal
cerró el agua y salieron de la ducha. Recogiendo la toalla descartada de Artúr
del suelo, Dainéal se la dio en la mano antes de agarrar una para sí mismo.
Artúr corrió el material de algodón suave sobre su cuerpo, manteniendo sus
ojos pegados a la espalda de Dainéal. El silencio se extendió entre ellos y
Artúr quiso llenar el espacio vacío, pero no tenía las palabras.
— ¿Has terminado de secarte?— Dainéal miró por encima del hombro.
Artúr se limitó a asentir, no era capaz de formar las palabras en su boca que
detendrían la espiral descendente en que se encontraba.
El dragón salió del cuarto de baño. Artúr se quedó detrás de él cuando le
siguió hasta la habitación principal. Era más fácil que mirar a Dainéal a la
cara. Artúr no creía que pudiese manejar la recriminación que brillaba en los
ojos del dragón. Dainéal estaba en lo correcto. Artúr le estaba dando el
tratamiento caliente y frío.
Artúr no sabía cómo cerrar la brecha entre ellos, en su mayoría porque estaba
muy seguro de que él lo había creado. Había una parte de Artúr que reconocía
que los poderes le habían dado una segunda oportunidad con el hombre que le
robó el corazón y el alma hace tantos años.
Había otra parte de él que estaba aterrorizada de que todo esto fuera un sueño
que sería llevado lejos de él como lo había sido antes.
Esa parte hizo un nudo en su estómago que rodaba cada vez que consideraba
acercarse a Dainéal.
Esas emociones se mezclaban dentro de Artúr hasta que no lo sabía en qué
dirección ir. Su intestino se apretó, y un sabor amargo se levantó en su
garganta. Artúr se cubrió la boca con la mano libre y consideró correr al baño,
pero él seguía atado a Dainéal y algo perverso dentro de él no quería que el
hombre seguro de sí mismo viera que se perdía.
El orgullo realmente era la caída del hombre.
XL
Artúr se puso un par de pantalones. Trató de pasar la túnica por la cabeza,
pero se rindió. Tendría que esperar hasta que el rey retirara la cinta para que
pudiera terminar de vestirse, sostuvo la túnica suelta en su mano y Dainéal
hizo lo mismo.
Llamaron a la puerta y se abrió. Mientras se dirigían a reunirse con el rey,
Artur sintió que su estómago caía. Sus pasos se desaceleraron hasta que
prácticamente estaba siendo arrastrado por Dainéal.
Los ojos azules vivos que le devolvieron la mirada brillaban con enfado. —
¿Más juegos, Artur?
— ¡No!— Artúr parpadeó y se aclaró la garganta, bajando su tono. —No, no
más juegos.
—Entonces, ¿por qué estás arrastrando los pies?
El corazón de Artúr golpeó cuando un susto negro puro se extendió por él. ¿Se
atrevería decir la verdad? La tensión no deseada se extendía cada vez más
apretada entre ellos. Tal vez ellos no podían recuperar lo que habían tenido
antes, pero podrían construir algo nuevo. Él podía esperar de todos modos.
—Yo no estoy jugando juegos, Dainéal. Tengo miedo de lo que sucederá
cuando esto se haya terminado—. Artúr respiró y levantó sus manos atadas,
aleteo el extremo de la cinta blanca hasta su ojo. —Me temo que voy a
perderte de nuevo.

XLI
Capítulo Cinco
Dainéal llegó a un abrupto fin, su corazón saltando en su garganta.
Artúr sonaba sincero cuando expresó sus temores, temiendo lo que Dainéal
albergaba en su corazón también, pero tenía miedo de expresar.
Artúr, un simple humano, era más valiente que él. Apretó la mano hasta que
sus uñas entraron en su palma. Su voz cayó en un susurro mientras hablaba las
palabras con las que había estado luchando desde ayer. — ¿Sabes algo acerca
de mi pasado, lo haces?
Las cejas de Artur se juntaron. — ¿Tu no lo sabes?
—No, estuve en un accidente...— Para su consternación, su voz se quebró.
—Sufrí una lesión en la cabeza que se llevó algunos de mis recuerdos. XLII
El rostro de Artúr era ceniciento. — ¿Permanentemente?—, Murmuró con
inquietud.
—Así dicen los médicos.
— ¿Entonces no...?— Una mirada vidriosa de desesperación comenzó a
extenderse por la cara de Artur. Las lágrimas llenaron sus ojos grises, lo que
hacía que se vean como nubes de tormenta turbulentas. — ¿Entonces
realmente no te acuerdas de mí?
—Lo siento—, respondió Dainéal, deseando poder decir algo más, pero eso no
sería la verdad, y no quería mentir a Artúr. Ni siquiera para que se sienta
mejor. —Yo no lo hago.
Por un breve momento, la vida parecía filtrarse fuera de Artúr. Sus hombros
caídos, un estremecimiento sacudió todo su cuerpo. Antes de que los ojos
grises de Artúr se alejaran, Dainéal vio tanta angustia llenándolos que deseaba
haber mentido. —Lo siento—, dijo de nuevo. La necesidad de disculparse por
su falta de memoria era abrumadora. Dainéal extendió su mano libre y
acarició un lado de la cara pálida de Artúr. —Desearía recordar.
—Sí—. La sonrisa de Artúr era débil y tambaleante. —Yo también.
Dainéal no tenía más remedio que empezar a caminar cuando Artúr lo hizo.
Todavía estaban unidos. Dainéal estaba empezando a pensar que quitar la
cinta no era la decisión correcta. Él tenía que encontrar una manera de
mantener Artúr conectado a él. Tal vez no con una cinta atada alrededor de sus
manos, pero de alguna manera.
—Háblame de nosotros—, dijo Dainéal cuando lo alcanzó y empezó a
caminar junto Artúr. Estaba empezando a pensar que realmente había tenido
algo con el humano.
— ¿Por qué?— Los ojos de Artur estaban apagados y sin vida cuando miró
por encima a Dainéal. — ¿Que importa?
—Es importante para ti.
La respiración de Artúr hipo. El humano trató de ocultar el dolor en sus ojos,
pero Dainéal lo vio todos modos. — ¿Por favor? Me gustaría saber. Hay
tantos recuerdos que simplemente se han ido. Grandes períodos de tiempo y
XLII
no tengo nada más que un agujero negro, donde los recuerdos deberían estar.
I
Artúr pareció considerar la petición de Dainéal, pero el dolor que hizo
palidecer el rostro mientras pensaba en esos recuerdos casi hizo que Dainéal
retractara sus palabras.
—Nos conocimos en esa academia militar. Fuiste el gran hombre en el
campus. Yo era un simple humano—. Al parecer no todos los recuerdos de
Artúr eran agridulces si la sonrisa que cruzó los labios del hombre significaba
algo. —Casi me caí de mi caballo el día que me miraste.
— ¿Cómo podría no veré? Eres impresionante.
La risa de Artúr era nerviosa. —Yo era un chico desgarbado en aquel
entonces, apenas con la edad suficiente para estar fuera de casa. Tú estabas...
habías estado fuera de tu casa por un tiempo. Eras mucho más seguro de tú
mismo, de lo que yo era—. El aliento de Artúr tembló mientras inhalaba.
—Creo que eras más seguro de ti mismo que nadie que hubiera conocido
nunca.
—Espero que eso fuera algo bueno.
La mirada de Artúr que disparó hacia él era pura lujuria, e hizo que Dainéal se
pusiera tan duro que apenas podía poner un pie delante del otro. —Fue una
muy buena cosa.
El guiño casi hizo que Dainéal se viniera.
—Eras caliente y estabas interesado en mí. Pensé que había muerto e ido al
cielo.
— ¿Nosotros... ligamos?— Dainéal todavía no estaba seguro exactamente lo
que su relación había sido.
Y al igual de rápido, la diversión cayó de la cara de Artúr para ser sustituida
por una amargura que se llevó el aliento de Dainéal. —Estábamos pensando
en pasar el resto de nuestras vidas juntos. Ibas a tu casa para contarle a tu
familia, y nunca escuche de ti de nuevo. Todas mis cartas fueron devueltas sin
abrir, y se me negó la entrada cuando traté de ir a verte, por tus órdenes, me
dijeron.
Dainéal se detuvo en seco y se quedó mirando a Artúr. Abrió y cerró la boca
XLI
varias veces, tratando de encontrar las palabras adecuadas, pero no salió nada.
¿Cómo podía haber olvidado a su humano? Yo estaba enamorado de este
V
hombre. Esa fue la única razón por la que había viajado a casa, para decirle a
su familia.
—Hubo un accidente. Me desperté en casa...— Dainéal sopló hacia fuera,
moviendo la cabeza deseando poder recordar. —Lo siento, Artur. Siento
haberte hecho daño.
—Duele menos sabiendo que no me dejaste a propósito—. La esquina de los
labios de Artur pateó en una media sonrisa. —Debería haber tenido más fe en
ti, pero cuando no oí de ti, pensé que era tu manera de poner fin a las cosas.
Levantando su mano libre, Dainéal tomó el rostro de Artúr, pasando el pulgar
sobre los hermosos, gruesos labios del hombre. —Si yo hubiera sabido que
estabas esperando por mí, me hubiera apresurado a llegar a tu lado. No te
decepcionare otra vez, te lo prometo. Esta vez, vamos a hacer que funcione.
Artúr asintió. —Sí—. Él todavía tenía un brillo cauto en sus ojos, y Dainéal
sabía que tendría que probarse a sí mismo. Envolvió la mano alrededor del
cuello de Artúr y lo acercó.
Inclinándose, puso sus labios sobre los de Artúr. Sus bocas se encontraron en
un lento, suave beso. De repente los labios de Artur se separaron un poco, y
Dainéal empujó su lengua directamente. Besó a su humano a un ritmo lento,
curvando su lengua alrededor de Artúr.
Dainéal a regañadientes se alejó. Se tomó un momento para mirar a los labios
hinchados de Artúr y la cara enrojecida, memorizando los rasgos del hombre.
Nunca quería olvidar a Artúr. Nunca quería que la imagen del hombre sea
borrada de su memoria de nuevo.
—Será mejor ir a la sala del trono—, Dainéal murmuró, y Artúr abrió los ojos.
—No quiero molestar al rey por mantenerlo esperando.
Lo último que Dainéal quería hacer era visitar al rey. Él preferiría llevar a
Artúr de vuelta a su habitación y joderlo. Él quería sentirse conectado con el
otro hombre de nuevo. En el calor de la pasión, cuando su polla estaba
enterrada profundamente dentro del cuerpo dispuesto de Artur, se había
sentido conectado.
Era la primera vez que se sentía en casa con otro ser vivo. Ahora, él estaba
XLV
empezando a preguntarse. ¿Qué pasa si en el fondo, su organismo reconoció a
Artúr como perteneciente a él? Entrelazando sus dedos juntos, caminaban
hombro con hombro hasta el pasillo hacia la sala del trono.
Dainéal se sentía mucho mejor. No estaba seguro de dónde estaba la cabeza de
Artur, pero esperaba que el humano pudiera perdonarlo por el pasado y
moverse hacia adelante. Él sólo tenía que demostrar que incluso sin su
memoria sería un buen compañero.
Cuando el guardia los vio, inclinó la cabeza antes de dar tres golpes enérgicos
en la puerta.
—Entren—, una voz sonó desde el otro lado de la gran puerta roja.
El guardia abrió una de las puertas y entró en la habitación.
Hizo una reverencia profunda. —Su Majestad, Laird Dainéal y Laird Artúr.
—Hazlos pasar.
El guardia se hizo a un lado, y Dainéal entró en la sala del trono con Artur. Se
quedó mirando hacia el frente. Ambos cayeron sobre una rodilla. Cruzar los
brazos sobre el pecho era imposible atados juntos, por lo que ambos inclinaron
sus cabezas respetuosamente.
—Levántense, Laird Artúr, Laird Dainéal—, dijo el rey.
Dainéal se puso de pie, dejando caer el brazo a su lado cuando se enfrentó al
rey.
Se aseguró de mirar un poco más allá de la cabeza del rey, nunca mirándolo a
los ojos. La etiqueta apropiada, especialmente cuando se reunía con un
miembro de la casa real, había sido inculcada en su cabeza desde una edad
muy temprana. Sabiendo cómo asociarse con sus pares del reino si esperaba
forjar alianzas y evitar la guerra.
—Sus veinticuatro horas terminan en pocos minutos—, el rey dijo. — ¿Tengo
que agregar tiempo adicional, o han podido llegar a un acuerdo mutuamente
satisfactorio?
Había algo en las palabras del rey que dijo que sabía más de lo que dejaba ver.
Pero Dainéal no era estúpido. Otra cosa que había aprendido junto a sus
lecciones de etiqueta. Si no sabías algo, farolea.
XLV
Él sonrió e inclinó la cabeza. —Gracias, mi señor, pero yo creo que Laird I
Artúr y yo hemos llegado a un acuerdo que sea satisfactoria para los dos.
— ¿Es esto cierto, Laird Artúr?
Dainéal casi sopló un suspiro de alivio cuando Artúr asintió. No era la
respuesta que había estado esperando, pero era mejor que la alternativa.
—Estamos trabajando en ello.
—Muy bien—. El rey hizo un gesto con la mano, y la cinta blanca cayó.
Dainéal tuvo un agudo sentido de pérdida mientras observaba la broca fina del
aleteo de la tela caer al suelo de mármol. Se agachó y recogió la cinta,
empujándola en el bolsillo. Se sonrojó cuando levantó la vista para encontrar
la mirada divertida del Rey Críostoir sobre él. Dainéal se encogió de hombros.
—Muy bien, señores. Lamento que no pueden pasar el resto de las
festividades, pero establecerse en su nuevo territorio los obliga a partir—.
Hizo un gesto con la mano en un amplio arco. —Su nuevo torreón les espera
en la frontera entre sus pueblos. Vayan allí y fortalezcan mi frontera hacia el
norte por cualquier medio necesario. Cuando llegue el momento, y vendrá,
voy a llamarlos para defender mis fronteras del norte. No me decepcionen.
Dainéal parpadeó ante el rey, sólo mirando. Una tarea monumental había sido
establecida ante él y Artúr. No estaba seguro de que estuvieran a la altura.
—Sire…
—Ambos tienen habilidades que se complementan entre sí—, dijo el rey.
—Sólo trabajando juntos pueden lograr la tarea que les pongo hoy delante de
ustedes.
Dainéal se alegró de que el rey tuviera tanta confianza en ellos, pero aun así...
ni siquiera era el dragón reinante en el norte. Ese honor todavía descansaba en
su padre. Concedido, Dainéal debió a heredar la posición, ya que había ganado
cada desafío con el que alguna vez luchó, pero él no se haría cargo hasta que
su padre renunciara o muriera. Estaba esperando que el dragón más viejo no
hiciera más que renunciar. La fuerza de Dainéal no estaba cerca de la de su
padre, pero él todavía respetaba al hombre.
El rey hizo chasquear los dedos, y el mismo hombre de antes dio un paso XLV
adelante, sosteniendo un pergamino. El rey lo tomó. Dainéal no sabía lo que el
hombre encontró tan divertido, pero una amplia sonrisa cruzó los labios del II
rey cuando desenrolló el papel del largo pergamino. Miró por un momento y
luego asintió con la cabeza como si estuviera satisfecho con lo que vio, y lo
rodó de vuelta.
—Este real decreto les da, Laird Dainéal, y a ti, Laird Artúr, derechos
conjuntos a la provincia donde se construye la nueva torre del homenaje, entre
ellos toda la tierra dentro de cincuenta millas de la torre. Si algo le pasa a
cualquiera de ustedes, la tierra vuelve a la corona.
—Pero, sire…— Dainéal golpeó una mano sobre su boca cuando él se dio
cuenta de que había estado a punto de discutir con su rey, un hombre que
podía ordenar su piel desollada de su cuerpo con una sola palabra. —Mis
disculpas, su Majestad.
Labios del Rey Críostóir temblaron. —Si hay una adición de su unión, el
nombre del niño se añadirá al decreto. Si algo les pasa a los dos, el niño estará
bajo el cuidado de la corona hasta el momento en que él o ella tenga la edad
suficiente para tomar el lugar que le corresponda.
— ¿Y si algo le sucede a solo uno de nosotros?—, Preguntó Artúr.
El rey sacudió la cabeza. —La tierra está ligada a los dos. Si algo le sucede a
sólo uno de ustedes, a continuación, la tierra todavía vuelve a la corona, niño o
ningún niño.
—Sí, señor—, Dainéal murmuró, inclinándose una vez más.
Ellos fueron despedidos.
Girando sobre sus talones, Dainéal se dirigió hacia la puerta. Se abrió antes de
que pudiera llegar a ella, y su hermano mayor, Sultrin, fue escoltado dentro
por la guardia. Él tomó la mano de Artúr, listo para presentar a su compañero,
pero el hombre no estaba a su lado.
Mirando por encima del hombro, vio como las emociones jugaban juntas en
las características de Artur mientras miraba al hermano de Daineal, sorpresa,
ira, y, finalmente, una máscara de indiferencia. No sabía qué hacer con el
comportamiento de Artur. El humano era difícil de entender y sus emociones
eran casi imposibles de leer.
XLV
Volviéndose hacia su hermano, abrió los brazos en señal de saludo. III
—Sultrin—. Ellos se abrazaron. —Me alegro de que estés aquí para
acompañar a mi compañero y a mí a casa.
—No hay ningún lugar en que prefiera estar que a tu lado, hermano—.Inclinó
la cabeza de una manera respetuosa.
—Ven a conocer a mi compañero, Artur—. Dainéal volvió la cabeza y tendió
la mano en oferta para su compañero. —Artúr.
Artúr la tomó, sus cálidos dedos deslizándose sobre la palma de Dainéal,
haciéndole temblar. Reprimió un gruñido, deseando que su hermano no
hubiera llegado. Quería correr con Artúr de nuevo a su suite prestada para
unas cuantas más horas de placer.
—Mi compañero, Laird Artúr—. Presentó con orgullo a su compañero, y su
hermano mayor se inclinó respetuosamente.
—Es un placer conocerte oficialmente, Sultrin—, dijo Artúr, su tono haciendo
parecer como si los dos se habían conocido antes.
Sacudiendo la inquietud de su mente, Dainéal sostuvo la mano de Artur un
poco más apretada, entrelazando sus dedos. Él sonrió hacia sus manos,
deseando que el trozo de tela todavía los mantuviera conectados. Dainéal
suavemente tiró el brazo de Artúr, señalando que era hora de irse.
—Sus pertenencias ya están embaladas y listas para irnos, Laird Dainéal—
Sultrin le informó, usando su título oficial.
—Gracias hermano. Estamos listos para ir a casa y ver la nueva torre.
— ¿Así que los rumores son ciertos, entonces?
¿Había rumores ya? ¿Por qué no los había oído?
—Tendremos que esperar y averiguarlo—. Dainéal camino el largo pasillo.
Nada más salir, tomó una respiración profunda, inhalando el aire fresco de
montaña. Él tenía ganas de ir a casa, e incluso mejor, Artúr estaría a su lado.
— ¿Hay que cambiar y volar?—, Preguntó Sultrin.
Nada se sentía mejor que el cambio a su forma de dragón. Él amaba volar por XLI
encima de las nubes, con el viento soplando a través de sus escamas. La única
cosa que podría compararse con el vuelo sería la libertad que sentía muy X
dentro del cuerpo de su compañero. La experiencia fue como nada más. La
única pregunta era, ¿estaría Artúr dispuesto a soportar el viaje en su espalda?
—Tal vez sería mejor si no cambiamos. No queremos asustar a tu pareja
humana—, dijo Sultrin, pero Dainéal no sintió ninguna verdadera
preocupación en el tono de su hermano.
Dainéal estaba a punto de ponerse de acuerdo. No quería asustar a Artúr.
Antes de que pudiera pronunciar una sola palabra, Artúr habló.
—Vamos a volar. Estoy dispuesto a montar en tu espalda, Dainéal—, dijo
Artúr, limpiando la sonrisa de la cara de Sultrin.
— ¿Estás seguro?— Dainéal miró a los ojos de Artur, en busca de cualquier
signo de inquietud.
—Sí, por supuesto—. Él asintió y Dainéal decidió tomar su palabra.
—Genial, vamos a volar—. Sultrin pasó junto a ellos a una buena distancia y
comenzó a cambiar en su forma de dragón.
—Cuando cambie, no quiero que tengas miedo de mi dragón. Yo podría
verme intimidante en mi otra forma, pero soy completamente consciente. Voy
a saber quién eres y no voy a hacerte daño—, Dainéal prometió.
—Sé que no lo harás. Confío en ti.

L
Capítulo Seis
Mientras decía las palabras que él nunca pensó que pronunciaría, Artur sabía
que eran verdad. Confiaba en Dainéal hasta en su alma. Era del hermano de
Dainéal en quien Artúr no confiaba. No sólo había escuchado la falsedad en
las palabras del dragón, recordó lo odioso que había sido la última vez que
Artúr lo había visto.
Era un recuerdo amargo que dudaba que jamás olvidaría, uno que no había
compartido con Dainéal todavía, y no estaba seguro de que lo haría. No quería
sacudir la frágil relación que estaba construyéndose entre ellos quejándose del
hermano del hombre.
Pero tal vez debería hacerlo. La amenaza que Sultrin se mantuvo lanzando por
encima del hombro prometió represalias si Artúr hablaba de la vez que se
LI
conocieron hace tantos años. Eso, más que nada, era por eso que confiaba en
Dainéal.
Era obvio por lo tenso de Sultrin que no quería que su hermano sepa que Artúr
había ido en su busca cuando no volvió, lo que significaba que Dainéal
probablemente nunca supo que fue a su casa. Sultrin había enviado a Artúr
lejos, diciéndole que Dainéal no lo quería más. Dijo que el dragón había
optado por tomar una posición de liderazgo en su familia y que no podía tener
un compañero humano si él elegía ese camino en la vida.
Artúr había desaparecido mientras pensaba que Dainéal no lo quería, pero él
había dejado su corazón detrás. Y ahora tenía que volver, y negarse a permitir
que Sultrin lo alejara de él. Él podría ser un humilde humano a los ojos del
otro dragón, pero lucharía como un hombre poseído si alguien trataba de
interponerse entre él y Dainéal ahora que tenía al hombre de vuelta.
— ¿Estás listo?—, Preguntó Dainéal.
Artúr arrancó su mirada de Sultrin y se volvió hacia su compañero, sonriendo.
—Lo estoy—. Podía sentir la emoción zumbando junto a su piel. Él había
estado montando con Dainéal antes, pero había pasado tanto tiempo que casi
olvidó como era.
—No tengas miedo—, dijo Dainéal de nuevo.
Artúr entrecerró los ojos cuando oyó el resoplido de Sultrin. El hombre quería
jugar sucio, ¿no? Artúr se puso más cerca de Dainéal, presionándose en el
costado del hombre más grande. —Hemos hecho esto antes, compañero. No
tengo miedo.
— ¿Lo hicimos?— Dainéal parpadeó luego, lentamente, comenzó a sonreír.
—Sí yo podría ver eso. Me hubiera gustado tenerte para volar.
Artúr podía ver la verdad en los ojos de Dainéal. Le acarició con un dedo más
alto la mejilla del hombre, sin importarle quien los observaba. —Me dijiste
que se necesita un vínculo muy fuerte para que un dragón permita que alguien
vuele con ellos.
—Sí—, dijo Dainéal sin aliento. —Lo hace.
La boca de Artúr se arqueó con humor. —Entonces es una buena cosa que LII
tengo un fuerte vínculo de este tipo con mi dragón, ¿verdad?
—Sí.
—Cambia, Dainéal, y vamos a casa.
Artúr vio como el cuerpo de Dainéal comenzó a cambiar y crecer ante sus
ojos. Una explosión de energía se empujó fuera de Dainéal y Artúr sintió un
hormigueo a través de él. Un resplandor les rodeaba, llenando el aire con
magia. Era un espectáculo impresionante.
Piel bronceada dorada se convirtió en escamas brillantes azules. Alas brotaron
y crecieron, extendiéndose a lo ancho a cada lado de la cambiada forma de
Dainéal. Su rostro alargado cuando dientes enormes llenaron su mandíbula.
Una larga cola con grandes escamas espinosas aparecieron. En cuestión de
segundos, Dainéal se convirtió en un arma a temer por cualquier enemigo.
El poderoso dragón sacudió sus enormes alas y estiró su cuerpo largo. Abrió
sus mandíbulas y gritó al cielo en algún idioma secreto de dragón que nadie
excepto los dragones entendían. De repente Dainéal bajó la cabeza y se quedó
mirando a Artúr. Sus ojos conectados. Dainéal esperó un momento antes de
que poco a poco se acercara. Cada paso del dragón masivo sacudió la tierra
debajo de ellos.
Artúr extendió una mano y tocó al dragón, sin miedo.
Escamas lisas saludaron sus dedos, y sonrió al recordar sentirlas hacía muchos
años.
—Eres tan hermoso—. Artúr se acercó, apoyándose en Dainéal.
Ver a Dainéal en esta forma hizo que Artúr se diera cuenta de lo mucho que
había extrañado a su dragón. Pasaron horas volando juntos, solos los dos
surcando los cielos.
—Gracias—. Las palabras resonaron en la cabeza de Artúr.
Artúr parpadeó. — ¿Dijiste algo?
La enorme cabeza de Dainéal se dio la vuelta para mirarlo. —Te dije gracias.
— ¿Puedes hablar conmigo?
—Cada dragón puede hablar con su compañero de esta manera. ¿Cómo si
no se supone que vamos a comunicarnos? LIII
—Yo nunca pensé que fuera posible.
Antes de que Artúr pudiera dejar que su mente se maravillara más a fondo en
la gran posibilidad de ser capaz de hablar telepáticamente que su dragón
ofrecida, Dainéal se colocó plano en su estómago, lo que indica a Artur que ya
era hora de subir a bordo.
—Sube para que podamos ir a ver nuestra nueva casa.
Artúr respiró fuerte y se subió a la enorme pierna. Él hizo su camino hacia el
centro de la espalda de Dainéal como lo había hecho en el pasado, aferrándose
para el despegue. El corazón latía rápidamente en su pecho, y las mariposas
volaron por el interior de su estómago. Habían pasado años desde que había
volado con Dainéal. Se sentía igual, una mezcla de excitación y ansiedad.
Tomando otra respiración profunda, cerró los ojos. En un gran salto, Dainéal
dejó el suelo y tomó vuelo. La onda de aire de la montaña pasó por la espalda
de Artúr, y él se estremeció. Tardó solamente un minuto para recordar que él
amaba volar con Dainéal. Sonriendo, abrió los ojos y miró el castillo del rey,
que poco a poco se redujo en tamaño antes de desaparecer completamente de
la vista.
Dainéal ángulo arriba mientras volaban alto, entrando en blancas esponjosas
nubes. Por unos momentos, la majestuosa vista de Artur se fue oscureciendo y
lo único que vio fue una manta de color blanco y gris. Vio a algunos otros
dragones volando en la distancia, pero él y Dainéal estaban prácticamente
solos.
Artúr se empujó a sí mismo en una posición sentada, con cuidado de mantener
su balance en el medio de la espalda de Dainéal. Si la memoria no le fallaba,
en el centro donde las alas de Dainéal se unían con su espalda estaban sus
escamas más finas y más vulnerables, una de las razones por las que un
dragón nunca daba la espalda a nadie. Esa era la razón de que la confianza
entre un dragón y su jinete era tan importante. Con un empuje de una daga,
Artur podría terminar la existencia de Dainéal.
Las escamas en el medio de la espalda de Dainéal también eran más sensibles.
Artúr sabía por experiencia pasada que si él acariciaba sus dedos sobre esas
finas escamas en lugar de aferrarse para salvar su vida, Dainéal las sentiría
como la caricia de un amante.
LIV
Volar tan alto en el aire era probablemente el último lugar que él debía hacer
algo como eso, sino que tenían que aterrizar algún tiempo. Artúr siguió
agarrando las escamas con las manos, con la promesa a sí mismo que al
momento en que aterrizara le daría a su necesidad la oportunidad de ver si las
escamas de Dainéal aún estaban receptivas a su toque.
Dainéal levantó la cabeza y dejó escapar un grito en voz alta, recordando a
Artúr que todavía volaban por el aire. Curioso en cuanto a lo que había
llamado la atención del dragón, Artúr miró hacia donde se dirigían.
Las nubes estaban empezando a escasear, el cielo azul empujando. Montañas
aparecieron en la distancia. En esta época del año, sólo las puntas estaban
cubiertas de nieve. Todo lo demás estaba cubierto, de sombras ricas de verde.
Esto hizo que las Highland sea el lugar más hermoso para vivir en todo el
reino en lo que a Artúr concernía.
Artúr se inclinó cerca de la cabeza del dragón y señaló a lo lejos. —Mira,
Dainéal.
Apenas era visible, y si Artúr no conociera el paisaje tan bien, probablemente
no lo habría notado. Pero él nació en las tierras altas. Conocía cada roca, cada
estanque, cada rincón y grieta. Y sabía a ciencia cierta cuando salió de su casa
para asistir a la coronación de rey, que no había ningún castillo excavado en el
lado de la montaña. Habría recordado una vivienda de ese tamaño.
Dainéal viró en esa dirección, volando más cerca del suelo. Artúr por un
instante observó la torre del homenaje cuya sección principal fue construida
mitad en el acantilado de la roca y mitad fuera. Había porciones más pequeñas
de la estructura que estaban o totalmente fuera del acantilado o integrado
directamente en el.
Con una torre del homenaje como ésta a su disposición, podían luchar si
llegaban hacia su camino. Desde el exterior, el lugar parecía lo
suficientemente grande como para dar cobijo a todos los seres humanos y
dragones en su territorio. No sólo el lugar era enorme, construido en la ladera
de los acantilados, defenderla, sería mucho más fácil. Fue construida de piedra
y se veía como si fuera lo suficientemente fuerte para soportar mil años. El rey
no les había otorgado un castillo opulento para pasar el día. Él les había dado
una fortaleza destinada a estar preparados para lo que el destino les pudiera
traer.
LV
Artúr de repente se sintió más entusiasmado con el futuro.
No sabía si Dainéal podía verlo, pero él tocó las escamas de dragón cerca de
su hombro y señaló de todos modos. —Vamos a tierra y comprobemos que
funciona—. Él esperaba que este fuera el castillo del que el rey había
hablado y no algún merodeador invadiendo su territorio. Realmente apestaría
encontrarse a sí mismo en la punta de la espada en el momento que
aterrizaron.
Dainéal se abalanzó hacia el suelo tan rápido que Artúr cerró los ojos. Su
estómago cayó y se preguntó si estaban cayendo en picado hacia su muerte. La
gente en el suelo se dispersó. A último momento, Dainéal se hizo hacia atrás y
sin esfuerzo aterrizó, ligero como una pluma.
Artúr se deslizó del dragón e inhalo, y beso el suelo. —No recuerdo un
aterrizaje tan duro antes—. Podía oír a Dainéal empezar a reír, incluso cuando
el hombre cambio de nuevo a su forma humana.
—He aprendido a vivir cada momento como si fuera el último—, Dainéal dijo
mientras enderezaba su ropa. Artúr nunca entendería lo que pasaba a la ropa
de un dragón cuando cambiaban. Sólo sabía que de alguna manera se
desvanecía, regresando cuando el dragón volvía a una forma humana.
Demasiado. No le importaría ver a Dainéal desnudo de nuevo.
—Aterriza así de nuevo, mientras yo estoy volando contigo y será tu último
momento.
— ¿Amenaza a su pareja tan pronto, Laird Artúr?—, Preguntó una voz desde
detrás de ellos. — ¿Es usted por lo general tan propenso a la violencia?
Los dientes de Artur se molieron juntos cuando se volvió hacia Sultrin. Sus
ojos entrecerrados, la ira nublando su buen juicio. La petulante mirada en el
rostro de Sultrin necesitaba ser borrada.
Artúr apretó los puños y dio un paso hacia adelante, pero en el último
segundo, vio el destello de cálculo de los ojos del dragón y supo que eso era
exactamente lo que quería Sultrin.
El hombre le estaba provocando, tratando de conseguir que ataque. Un ataque
a un miembro del clan podría terminas con Artúr encerrado o severamente
castigado. Artúr no sabía lo que buscaba Sultrin, pero él no caería en su
trampa.
LVI
—Dainéal es un hombre muy inteligente, con una mente muy superior, más
que nadie que yo haya conocido. Confío en que él sabe que yo estoy
bromeando—. Con esas palabras, Artur se volvió hacia su compañero y la
magnífica torre que el rey les había regalado. Él tendió la mano a su
compañero. — ¿Vamos a investigar nuestro nuevo hogar?
—Absolutamente, amor—. Dainéal entrelazó sus dedos con los de Artúr, y los
dos se dirigieron hacia el castillo, dejando a Sultrin atrás.
Eso fue lo suficientemente bueno para Artúr. No podía entender por qué
Sultrin estaba tratando de causar problemas. ¿No era suficiente que el dragón
lo había despedido hace tantos años? No era como si Artúr se mantuvo al
acecho de Dainéal. Había comprendido la indirecta y se mantuvo alejado.
Ahora, todos estos años más tarde, él estaba con el dragón. Y no se les había
unidos por su elección. Fue la decisión del rey.
Sacudiendo la cabeza, alejó todos los pensamientos de Sultrin. Él no dejaría
que el otro hombre se metiera debajo de su piel. Su misión era ser compañero
de Dainéal y gobernar esta tierra juntos.
A medida que se acercaban a la monstruosa torre del homenaje, Artur tuvo
que estirar el cuello hacia atrás para verla. La enorme fortaleza en la montaña
en la que fue construida, arrojaba una sombra sobre todo el lugar, haciéndolo
temblar. Él no podía decidir si se trataba de sus nervios o la magia que todavía
flotaba en el aire.
¿Cuánto tiempo había estado el rey planeando esto?
Artúr sentía los ojos redondos como los cantos rodados en el momento en que
aterrizaron en el gran patio del torreón de piedra. No había mucho que ver,
todo, desde la casa del guarda, y cada rincón del gran patio con el rastrillo con
su puerta de hierro pesado. Todo el lugar parecía que había sido construido
para la defensa, de la tierra dura hasta la torreta de piedra más alta.
Artúr estaba teniendo dificultades para evitar que su mandíbula se caiga
mientras caminaba por las escaleras y a través de las puertas dobles gruesas
que llevaban dentro.
En el interior, sus pasos los llevaron hasta un hall de entrada. Otro conjunto de
grandes puertas dobles de madera se asentaban en el otro extremo.
La gran sala los saludó más allá de esas puertas dobles. Tenían grandes tapices
LVII
que colgaban en las paredes. A uno lo reconoció inmediatamente. Colgaba
dentro de su antiguo castillo. Contaba la historia de su familia con hilos de
colores y detalles. En la pared opuesta, los antecedentes familiares de Dainéal
colgaban hacia fuera para que todos lo vean. La sala se jactaba tanto de
humanos y dragones, mostrándole a todos lo que entraban dentro que ahora
eran una unidad.
A excepción de la tarima de piedra en un extremo, no había más separación
entre dragones y seres humanos. Artur estaba bastante seguro de que la mesa
en el estrado era para él y Dainéal.
Dainéal le instó a caminar adelante, mientras investigaban el resto del castillo.
En su mayor parte, el ajetreo y el bullicio que normalmente se producían en
torno a un castillo era relativamente tranquilo, sólo unas pocas personas
pululando por la entrada sin prestarles ninguna atención. Esto significaba que
su pueblo no había sido trasladado a su nuevo hogar todavía.
¿Cómo reaccionará su pueblo al vivir lado a lado y trabajar con los dragones?
¿Habría un montón de confusión, o todo el mundo finalmente se mezclaría?
Había tantas preguntas que ahora estaban corriendo por la mente de Artúr que
no sabía a cuál de ellas prestar atención. Hasta este punto, no había estado
pensando en los otros. En su lugar, había estado centrado en sí mismo y
Dainéal.
— ¿En cuánto tiempo crees que deberíamos traer a nuestra gente aquí?—
Artúr preguntó mientras exploraban su nuevo hogar.
—Cuanto antes, mejor—, respondió Dainéal. —Tienen que asentarse,
acostumbrarse a vernos juntos. Aunque las cosas han estado en relativa calma
entre nuestros pueblos en los últimos tiempos, ya no hay dos aldeas separadas.
Mientras caminaban por una gran escalera de piedra al balcón del segundo
piso, Artur tragó saliva mientras miraba por encima del hombro, de vuelta
hacia las grandes puertas dobles en la primera planta que daban al exterior. —
¿Cómo crees que va tu familia a reaccionar ante todo esto?
—Es por orden del rey. Ellos seguirán las órdenes.
Artúr resopló. — ¿Crees que va a ser tan fácil?
—No—. Dainéal parecía contestar con la verdad. Artúr tenía que reconocerle LVII
eso. —Pero, ¿qué otra opción tenemos?
Artúr no sabía si sentirse sorprendido por esa declaración o insultado. Él sabía I
que hizo que su pecho doliera, como una gran presión que lo empujó hacia
abajo y no podía respirar.
—No sé exactamente lo que sucedió en el pasado—, dijo Dainéal, —Pero me
niego a desperdiciar la oportunidad de recuperar lo que teníamos antes.
—No recuerdas lo que teníamos antes—, Artúr insistió. Por mucho que le
doliera decir eso, era la verdad.
—No, pero tú lo haces.
Artúr dudaba que jamás olvidaría.
—Y vamos a construir nuevos recuerdos juntos, los que vamos ambos a
recordar—. La sonrisa mala y perversa de Dainéal hizo que Artúr se ponga
más duro que una roca. —Y podemos empezar aquí.
Artúr comenzó a sonreír cuando Dainéal abrió una habitación, tirando de su
brazo. Tenía una muy buena idea de lo que su compañero quería, y él era todo
para él.
Su boca se abrió al segundo que pateó la puerta y cerró detrás de él.
Se dio cuenta de que estaban en el interior de un dormitorio, uno que planeaba
que fuera para ellos una vez que tuviera un buen vistazo. Una chimenea hacia
señas, las llamas bailando lo instaron a seguir. Dejando ir la mano de Dainéal,
Artúr se acercó calentándose.
— ¿Estás bien? Te ves un poco preocupado—. Las manos de Dainéal frotaron
sus hombros y Artúr cerró los ojos, relajándose.
—Oh, sí, estoy bien—, dijo, poco dispuesto a compartir que estaba sintiéndose
inquieto por mezclar sus clanes. No sabía cómo iban a reaccionar e
interactuar. Sólo el tiempo le daría la respuesta. En lugar de compartir sus
pensamientos con Dainéal, Artur las mantuvo para sí mismo. No quería que el
dragón le considere un líder débil. La debilidad en el mundo de los dragones
podría conseguir un hombre muerto.
— ¿Estás listo para dar la bienvenida a todos en tu nuevo hogar?— Preguntó
Dainéal, haciendo que Artúr se de vuelta para mirarlo.
Las manos fuertes del dragón se trasladaron hasta su cuello, acariciando su LIX
piel, Artur se estremeció con anticipación. Se lamió los labios mientras
Dainéal se acercó, suavemente a su cara. Dainéal le dio un susurro de un
beso y Artúr gimió de frustración.
Quería más.
Lanzando sus brazos alrededor del cuello de Dainéal, Artur tiró de él más
cerca. El dragón se rio con diversión antes de dar a Artúr exactamente lo que
anhelaba. Dainéal comenzó con un beso gentil, pero pronto se convirtió en
algo urgente y agresivo. Tomó completo control, caminando con Artúr hacia
atrás hasta que sus piernas golpearon el borde de la cama.
Él cayó hacia atrás, y Dainéal cayó encima de él. El beso se volvió salvaje con
lengua y dientes, y Dainéal movió sus caderas, presionando su dura longitud
en el muslo de Artúr.
Artúr apenas podía respirar. Agarró el borde de la camisa de Dainéal y tiró
hacia arriba el material blando por la cabeza y lo arrojó al suelo.
—Desnudo—, él jadeó mientras trataba de zafarse de su propia ropa.
—Déjame—. Dainéal se echó hacia atrás. De rodillas sobre la cama, Dainéal
se movió lentamente, removiendo cada artículo de ropa con cuidado. Una vez
que Artúr estaba desnudo, Dainéal cayó encima de él, conectando sus labios
una vez más. —Ahora, ¿qué es exactamente qué tienes en mente?

Dainéal no se cansaba del sabor único de Artur. Capturo los labios del
hombre, él dominaba y controlaba. El ser humano por debajo de él gimió y
cambió, moviendo sus caderas, frotando su duro eje contra Dainéal. Lamiendo
la boca de Artur, alivió su camino por el cuerpo del hombre, prestando
especial atención a los sonidos procedentes de su amante.
Quería complacer a Artúr y que se aflojara.
Mordisqueo, chupo, lamio y beso, adoró el cuerpo de Artúr. Cuando llegó al
eje de Artur, envolvió un puño alrededor de la gruesa longitud, lamiendo sus
labios.
—Oh, señor—. Artúr se tensó cuando Dainéal le chupó la polla, teniendo la
LX
longitud en su garganta y la degusto. — ¡Dainéal!— Artúr dejó escapar un
grito, y Dainéal gimió de placer.
No podía conseguir suficiente. Estaba impulsado por la necesidad y el deseo.
Dainéal chupó con fuerza, moviendo la cabeza de arriba a abajo por el
hermoso eje. Pre semen salió disparado hacia su lengua y Dainéal tragó,
gimiendo por el aprecio del sabor de Artur llenando su boca.
Mientras continuaba sacudiendo su cabeza, los sonidos de Artur cambiaron.
Su respiración era áspera, su cuerpo temblando, y Dainéal sabía que estaba
acercándose. Él tomó al hombre profundamente, hundiendo la nariz en los
cortos pelos en la base del eje de Artur antes de retroceder.
—Yo voy a...— Artúr advirtió, y Dainéal se detuvo.
Agarró la base del pene y mantuvo el eje palpitante en un férreo control,
deteniendo la liberación de Artur. Jadeando ruidosamente, Artur gimió en
decepción. — ¡No! estaba tan cerca.
—No he terminado contigo todavía. Daté la vuelta... manos y rodillas—. Artúr
levanto una ceja ante su orden ronca. Él no se opuso. En cambio, se quedó
mirando a Dainéal estrechamente antes de girar lentamente.
Dainéal miró a Artúr. El hombre era hermoso, con piel suave y músculos
duros tonificados. Pasó sus ojos sobre cada curva, tratando de memorizar todo
antes de permitirse a sí mismo tocar una vez más.
Inclinándose hacia adelante, Dainéal plantó sus labios sobre el hombro de
Artúr antes de morder suavemente la carne.
El cuerpo de Artúr se sacudió, y él gimió, arqueando su espalda.
—Eres tan hermoso—, murmuró, incapaz de mantener su ritmo lento por más
tiempo.
Agarrando una mejilla del culo carnoso de Artur en cada mano, Dainéal las
extendió de par en par. Besó cada mejilla antes de colocar su cara en la arruga
y lamer su agujero. Él movió su lengua bífida fuera, bañando el culo de Artur
en saliva. Artúr dejó escapar una serie de malas palabras mientras movía su
culo hacia atrás, fallándose con la larga lengua de Dainéal.
Dainéal continuó lamiendo y mordiendo suavemente alrededor del agujero de
Artur. Usando su dedo, Dainéal rodeó el culo de Artur antes de lentamente
LXI
empujar el dígito dentro. Un escalofrío recorrió el cuerpo de Artúr y abrió más
las piernas. Dainéal movió su dedo dentro y fuera. Él añadió otro dígito, y
Artúr se movió eróticamente, de ida y vuelta, follando el aire delante de él.
—Necesito—, se quejó. —Necesito tu polla—. Esas palabras fueron música
para los oídos de Dainéal.
Usando sus dedos y la lengua, Dainéal dio a Artúr toda la atención que
necesitaba hasta que su hombre se estiro y se preparó para su doloroso eje.
Sacó sus dedos, y Artúr gimió en decepción.
—Por favor—. Él negó con la cabeza. —No puedo esperar...
Alineando su pene contra el agujero de Artur, se empujó hacia adelante. La
vista de su polla gruesa entrando en el culo abierto de Artur robó su aliento.
¿Había visto alguna vez algo tan erótico?
—Oh, maldición—. Dainéal cerró los ojos y agarró las caderas de Artur,
sosteniendo al hombre firmemente en su lugar, esperando a que el lubricante
natural, que los dragones podrían crear para liberar a través de su pre semen,
lubricara dentro del culo de Artur.
Los dragones eran naturalmente más grandes que la mayoría de los seres
humanos, Dainéal mismo tenía veinticinco centímetros de largo y cinco
centímetros de diámetro. Necesitaba tomar más cuidado al reclamar a su
compañero, asegurando que Artúr no sintiera ningún dolor en la penetración.
Sólo placer. La naturaleza había tenido en él un regalo pre semen lubricante
que inyectaba a su compañero como un lubricante que no sólo facilitaba el
camino de Dainéal, haría a Artúr más sensible a las pequeñas protuberancias
que se alineaban en la longitud de su pene y los volantes a lo largo de la
estriada.
— ¡Jodeme!— Artúr exigió después de un momento.
Dainéal sabía que el lubricante había hecho efecto, por que Artúr estaba
salvaje por el deseo. Él sacudió sus caderas hacia atrás antes de empujar de
nuevo en el culo. Construyó un ritmo rápido, alimentando a Artúr. Sus
cuerpos se ajustaban a la perfección ya que los dos se movían con fuerza y
rapidez. Piel abofeteaba contra la piel, los sonidos musicales haciendo eco en
las paredes que los rodeaban.
LXII
—Dainéal— Artúr jadeó, mirando por encima del hombro. —Estoy cerca.
Dainéal se inclinó sobre la espalda húmeda y tomó los labios de Artur en un
beso apasionado. Envolvió su brazo izquierdo alrededor del pecho,
sosteniéndolo con fuerza. Y con la mano derecha, palmeó la polla de Artúr,
jodiendo la longitud con cada embestida de sus caderas.
—Muérdeme—, dijo Artúr contra sus labios antes de inclinar el cuello,
exponiendo su hombro.
Los dientes de Dainéal se alargaron. Raspó las puntas afiladas contra el
hombro de su hombre antes de hundir los dientes más allá de la piel,
degustando la sangre de su amante en su lengua. Tragó un bocado del líquido
antes de lamer la herida cerrada.
—Artúr—, gruñó. —Vente por mí. ¡Vente para mí ahora!— Dainéal gritó.
Sus bolas subieron apretadas, sintió un hormigueo en la columna vertebral y
los músculos agrupándose cuando el nudo en el comienzo de su polla creció,
formando una bola anclándose dentro del culo de Artur. En el momento no
podía moverse por miedo a herir Artúr con su nudo, su cuerpo libero corriente
tras corriente de semilla profundamente en el culo de Artúr.
A medida que el mundo se desvaneció a su alrededor, Dainéal se preguntó si
anudarse a su humano significaba que él también podía conseguir su niño. Eso
era algo que estrictamente ocurría entre dragones, pero también lo era el
anudarse.
Hasta ahora.

LXII
I
Capítulo Siete
Los ojos de Dainéal se abrieron cuando el colchón bajo, justo a tiempo para
ver a Artúr saltar de la cama y correr para el cuarto de baño. La puerta se
cerró, pero nada podía silenciar el sonido de las arcadas. Dainéal se levantó de
un salto y corrió al baño por su compañero. Artúr estaba de rodillas,
renunciando a todo en su estómago al dios de porcelana. Estaba tan pálido
como una hoja, una fina capa de sudor rebordeaba su ceño.
Dainéal admitió estar un poco mal del estómago por lo horrible que sonaba
Artúr cuando vomitó, pero él estaba más preocupado que su compañero había
cogido algo. Tal vez habían comido algo malo. Dainéal no estaba tan bien
versado en la anatomía humana, más allá de saber que le gustaba cómo estaba
construido su compañero. LXI
Humedeció rápidamente un trapo y se agachó para limpiar la cara de Artur. La
débil sonrisa que el hombre le envió cuando levantó la cabeza instaló los V
temores de Dainéal hasta que vio los tres pequeños puntos azules en lo alto del
pómulo izquierdo de Artur.
Si él no hubiera estado tan cerca del suelo, Dainéal sabía que se habría hecho
daño a sí mismo, cuando sus piernas cedieron y se dejó caer en su trasero con
un golpe contundente.
Artúr le dio una mueca burlona y se volvió rápidamente a vomitar de nuevo,
esta vez no más de un tirón seco ya que no parecía tener mucho que quedara
en el estómago.
—Me estoy muriendo—, Artúr gimió cuando tomó el trapo que Dainéal le
tendió y se limpió la boca de nuevo.
—Um... no exactamente—. Dainéal tragó saliva. Se había preguntado si la
capacidad de anudarse a Artúr les daría aún más de un bono, y ahora lo sabía.
Él estaba mirando a una prueba innegable de color azul. Él sabía que los
puntos no aparecían hasta el séptimo día de gestación, significaba que Artúr
había conseguido el huevo su primera vez juntos.
Era increíble lo mucho que su vida había cambiado en esos siete días. Una
nueva vida, un nuevo compañero, un nuevo hogar, y ahora, al parecer una
nueva cría que traer al mundo.
Artúr levantó una ceja cuestionando y Dainéal se preguntó cómo iba a explicar
a su compañero humano que ahora estaba llevando un huevo. A medida que
los segundos pasaban, su nivel de ansiedad se elevó.
— ¿Que no sé, Dainéal?
—Estás embarazado—, dijo simplemente, dándose cuenta de que era mejor
llegar al corazón de la cuestión, en lugar de andar de puntillas a su alrededor.
— ¿Embarazado?— Artúr preguntó mientras comenzó a reírse. Era obvio que
pensaba que Dainéal estaba bromeando. Se detuvo de repente cuando él se dio
cuenta de que Dainéal no se reía, sus ojos redondos hasta que domino su
rostro pálido. —Espera... ¿es en serio? ¿Estoy embarazado?
Artúr se movió y miró su estómago, y Dainéal siguió su mirada hacia abajo.
Había un pequeño círculo en su abdomen, alrededor del ombligo. La piel
estaba descolorida, pero nada abiertamente obvio, sin embargo, visible. Era el
LXV
comienzo de una bolsa, y durante los próximos tres meses, la bolsa crecería,
tejiendo el huevo dentro. Al término de tres meses, el huevo podía ser retirado
de la bolsa y ponerse en una cesta de eclosión donde triplicaría su tamaño.
Mirando la prueba en el estómago de Artúr, Dainéal contuvo la respiración y
esperó la reacción de su pareja.
—Un bebé—. Artúr ahuecó la marca con la mano y miró a Dainéal, shock
escrito en la palidez de su rostro. —Voy a tener un bebé—. Artúr cayó sobre
su trasero.
—Vas a tener un huevo—, confirmó Dainéal. —En tres meses, el huevo será
aproximadamente del tamaño de un ser humano en el sexto mes de embarazo.
Luego nosotros trasladaremos el huevo a una cesta de eclosión, y va a
eclosionar dos meses más tarde.
— ¿Cómo vamos a transferir el huevo a una cesta de eclosión?
—La bolsa se abre y podemos quitar el huevo.
Los ojos de Artur se abrieron aún más, casi como si no pudieran sostener su
sorpresa por más tiempo. — ¿Qué tan doloroso eso va a ser?
—Nunca he eclosionado un huevo antes, pero desde mi entendimiento, la piel
se vuelve roja e irritada. Pica ya que se abre, como una quemadura de sol.
Pero, aparte de eso, no debería haber ningún tipo de dolor.
Oró por que no hubiera dolor.
—Está bien—. Artúr dejó escapar un profundo suspiro. —Creo que puedo
manejar eso—. Sus ojos parpadearon rápidamente por un momento. —Puede
ser.
Dainéal podía que su compañero estaba tratando de envolver su mente
alrededor toda la nueva información. No se veía molesto, simplemente
sorprendido. Y aunque esta era una situación nueva para Dainéal, estaba
emocionado. Él quería ser padre. Había estado soñando con tener su propia
familia durante muchos años. ¿Qué pasaría con su felices para siempre si
Artúr no quería ser papá? ¿Qué pasaría con la dinámica de su relación?
Finalmente, después de un par de minutos de silencio, Artur lo miró.
— ¿Qué estás pensando?
LXV
—Estoy pensando en que nada me haría más feliz que tener una cría contigo.
La mirada en el rostro de Artúr se transformó mientras sonreía, desterrando la I
preocupación de Dainéal sobre la reacción de su pareja. Dainéal recogió a
Artúr del suelo, con cuidado de no empujar al hombre, y lo sentó en su regazo.
Él envolvió sus brazos alrededor de Artúr y lo abrazó, acariciando su cuello.
—Estoy feliz por el bebé, Dainéal.
—Yo también, compañero—. Él sonrió.

Artúr estaba en un estado de shock. Nunca pensó que sería posible quedar
embarazado, tener una familia, o incluso estar acoplado a su perdido amante
dragón. Pero, sentado en el regazo de Dainéal, abrazados cerca del hombre
que siempre había amado, los temores de Artur se disiparon. Puede haber
tomado años para llegar a este punto, pero finalmente estaba donde siempre
había querido estar.
Si fuera completamente honesto, el saco y el huevo todavía le asustaban un
poco, pero con Dainéal a su lado, podía manejar cualquier cosa. Ellos iban a
ser padres. Iban a tener un bebé.
Si alguien le hubiera dicho el camino que tomaría su vida, habría reído con
incredulidad. Y luego les hubiera dado un puñetazo en la boca por colgar su
mayor deseo en frente de su cara.
—Me gustaría poder abrazarte todo el día, mi compañero—, dijo Dainéal
después que paso un momento de silencio pesado, exhalando un suspiro de
decepción. —Pero, tenemos que comprobar nuestras defensas y asegurarnos
de que nuestro territorio está protegido. La gente de la ciudad debe llegar
pronto.
Dainéal pasó una mano por el estómago de Artúr, ahuecando el círculo
decolorado de su vientre, el lugar donde su huevo estaba creciendo. Artúr no
pudo evitar sonreír. Su dragón iba a ser el padre más feroz que este mundo LXV
había visto nunca, y Artúr estaba deseando que llegue.
Capturando los labios de Dainéal en un breve beso, Artur a regañadientes se
II
levantó del regazo del dragón. Le tendió una mano y Dainéal la tomó, de pie
arriba. El poco tiempo que habían pasado juntos y solos no era suficiente, no
después de una larga separación, pero ambos eran líderes.
El deber con su gente llegaba primero.
Al menos hasta que todo se solucionara y sus defensas fueran fuertes contra
cualquier fuerza exterior en busca de batalla. Tenían aún más razón ahora para
asegurarse de que sus defensas estaban en su lugar.
Artúr volvió hacia el fregadero y empezó a enjuagar su boca para eliminar el
mal sabor. Vomitar no era su idea de un buen momento, y realmente esperaba
que la "enfermedad de la mañana" no durara tanto. Pero, si sólo tenía que
preocuparse de llevar el huevo durante tres meses, podrían hacer frente a
cualquier sentimiento incómodo por ese tiempo.
Cuando terminó, Artur siguió a Dainéal de nuevo a su dormitorio y poco a
poco se vistieron, cuidando de no alterar su estómago. Él no quería dejar la
habitación, pero Dainéal tenía razón. El rey les dijo que esperaban una batalla,
y tenían que estar preparados.
Dainéal pasó un brazo por la cintura de Artúr, tirando de él cerca de su lado,
cuando salían de su cuarto. Una vez que llegaron a la gran sala, Dainéal le dio
un beso rápido en los labios.
—Te veré más tarde, bebe—. Le guiñó un ojo antes de girar sobre sus talones
y alejarse.
Artúr miró su espalda, con una pequeña tonta sonrisa en su rostro, hasta que el
dragón desapareció de su vista. Sacudiéndose, Artur fue en busca de sus
guerreros.
—Supongo que sabemos que son buenos para algo después de todo—. Sultrin
se burló mientras daba un paso en el camino de Artúr. —Es bueno tener un
buen pedazo de culo en la mano siempre que desees follar.
Entrecerrando los ojos y cerrando su puño, Artur se dio cuenta de que si él no
ponía en su lugar a Sultrin por sí mismo, el dragón lo atormentaría por el resto
de sus días. El hombre ya había tenido una mano en mantener a él y Dainéal
separados. No iba a dejar que Sultrin dicte su vida por un segundo más. LXV
Sin pensar en las consecuencias, Artur retiró su brazo y dejo que su puño
vuele con todas sus fuerzas. Su puño hizo contacto con la nariz de Sultrin.
III
Hubo un fuerte crujido que se oyó antes de que el dragón soltara un poderoso
rugido.
Artúr se mantuvo firme ante el hombre que se convirtió en un feroz dragón. Se
había enfrentado contra dragones antes. Él podría hacerlo de nuevo.
Él sólo deseaba que no tuviera que enfrentarse contra el hermano de su
compañero.
Esto iba a entorpecer las reuniones familiares.
—No soy Dainéal—, espetó. —No voy a mirar hacia otro lado, mientras que
lanzas insultos hacia mí y tratas de interponerte entre Dainéal y yo de nuevo.
Mantén la boca cerrada y la nariz fuera de mi negocio o encuentra otro lugar
en el gallinero.
Sultrin rugió de nuevo, sus colmillos destellando con la luz de la mañana.
Artúr sabía que enfrentarse al dragón sin un arma probablemente no era su
movimiento más brillante, pero él estaba enojado.
—Yo no voy a ninguna parte esta vez—, dijo Artúr con un gruñido.
—Acostúmbrate.
El suelo tembló cuando Sultrin dio un paso amenazador hacia él. Por un
momento, Artur se debatió si correr por un arma. Si Sultrin trataba de tomar
un bocado de él, no estaba tan seguro de que pudiera escapar, y él no estaba en
sí mismo para pensar.
— ¿Qué demonios está pasando?— Dainéal se precipitó en la gran sala, de pie
entre Artúr y su hermano. — ¡Cambia!— Demando, y Sultrin obedeció. —
¿Por qué atacas a mi pareja?
—Él es el problema—. Sultrin señaló con un dedo carnoso hacia Artúr, como
si pusiera la culpa sobre sus hombros. —Ese humano—, escupió como si ser
humano fuera la cosa más vil que se le ocurrió. —El será la ruina de nuestro
clan.
Artúr rio sin humor. — ¿Crees que esto es mi culpa? Acepta parte de la
responsabilidad, Sultrin—. Todas las cosas que Artúr mantuvo ocultas de LXI
repente burbujearon a la superficie. Volvió su atención hacia Dainéal y vio la
preocupación de su compañero frunciendo las cejas. X
—Nos hemos visto antes, Sultrin y yo. Tu hermano fue el que abrió la puerta
cuando fui a buscarte hace quince años. Él nos mantuvo separados. Él es el
que me dijo que no me querías más, que habías decidido tomar una posición
en el clan y no te rebajarías a aparearte con un simple humano.
— ¿Qué?— Las cejas de Dainéal fruncidas por la confusión. Se volvió a mirar
a su hermano. — ¿Es eso cierto? ¿Enviaste a mi compañero lejos, sabiéndolo?
—Tenías que elegir, Dainéal— Sultrin dijo en lugar de responder a la
pregunta, pero lo respondió de todas formas. —Si ibas a tomar el control del
clan, tenías que decidir de qué lado estar. Este humano…— el dragón inclinó
la cabeza hacia Artúr —O tu familia.
—Artúr es mi familia, Sultrin—, dijo Dainéal tan firmemente que Artúr se
dio cuenta de que realmente significaba algo para Dainéal, incluso si el dragón
no podía recordarlo a él o al pasado que habían compartido juntos. —Él es mi
compañero, y pronto estaremos eclosionando nuestro huevo.
—Entonces debes considerar esto como un desafío por el liderazgo del clan—.
Sultrin dio unos pasos fuera y luego cambió a su forma de dragón una vez
más, volando alto en el cielo.
Artúr quedó mirando la espalda de Dainéal, preguntando cuáles eran los
pensamientos corriendo por la mente del dragón. Con la conexión de su gente,
el peligro de un posible ataque inminente, y todos los cambios sucediendo en
un corto período de tiempo, no estaba seguro de cómo Dainéal reaccionaría al
desafío de su hermano.
Después de casi un minuto completo agonizante, Dainéal se dio la vuelta y
enfrento a Artúr. — ¿Fuiste a buscarme?—, Preguntó.
Artúr sabía lo que Dainéal estaba hablando sin que el hombre lo explicara.
—Ibas a casa para informar a tu familia acerca de mí. Nosotros íbamos a
aparearnos uniéndonos, pero no querías reclamarme oficialmente con tu
mordida antes de hablar con tu familia. Cuando no volviste, yo estaba
preocupado por lo que viajé a verte. Sultrin contestó a la puerta. Me dijo que
habías cambiado de opinión y que pensabas quedarte para convertirte en
Laird. Él dijo que no me necesitabas más. LXX
—Y te dejó pensando que había rechazado nuestra relación, no significando
nada—, Dainéal termino, y Artúr asintió mientras trataba de parpadear sus
lágrimas de dolor recordando ese tiempo. —Supongo que puedo ver por qué
estabas enojado conmigo cuando me viste en la sala del trono.
—Fue una sorpresa ver que entrabas en la sala del trono—. Artúr recordó lo
enfadado que había estado cuando vio al dragón de su pasado dando el paso a
su lado. —A pesar de que nuestros territorios se cruzan, los dragones nos
evitan como la peste. Yo no quería verte. Simplemente dolía demasiado,
malditamente mucho.
—Lo siento por todo el dolor que te he causado—, murmuró Dainéal con tanta
tristeza tiñendo su voz que Artúr se sentía culpable por incluso sacar el tema.
No quería que Dainéal se sienta mal o incluso se disculpara. No fue su culpa.
—Todo ha sido perdonado, Dainéal. No quiero vivir en el pasado nunca más.
Tenías razón—. Artúr asintió. —Es hora de que hagamos nuevos recuerdos
juntos.
Dainéal le tendió la mano, y Artúr la tomó sin dudarlo.
Su futuro juntos empezaba ahora, y Artúr era consciente que estaba dejando el
pasado exactamente donde pertenecía. En el pasado.
—No quiero que te preocupes por Sultrin—, dijo Dainéal. —Yo me encargo
de mi hermano después. En este momento, tenemos que centrarnos en la
preparación de tener esto y a nuestro pueblo listos para la batalla. No quiero
ser cogido desprevenido por nuestro enemigo.
Artúr asintió con la cabeza. —Está bien. Tenemos que centrarnos en las
necesidades de nuestro pueblo ahora y hacer frente a toda la otra mierda más
adelante.
Artúr mantuvo un fuerte control de la mano de Dainéal cuando salían de la
torre del homenaje. Era hora de tener ambos lados, humanos y dragones
viniendo juntos. Si iban a conquistar a sus enemigos, ellos tenían la necesidad
de trabajar juntos para crear un frente unido. No podía haber disensión entre
las filas. Los seres humanos y los dragones necesitaban ver que Dainéal y
Artúr eran líderes, y que ninguno estaba por encima del otro.
Cuando se reunieron con ambos clanes, Dainéal levantó la mano, silenciando
a todos. —El Rey Críostóir ha atado a los seres humanos y dragones juntos LXX
por el bien de todos. Un enemigo fuerte ha amenazado con tomar nuestras
casas y tierras. Debemos trabajar juntos para desterrar esta amenaza. Nosotros I
debemos permanecer vigilantes en todo momento. Cualquier lucha entre
nuestro pueblo es inaceptable y será tratado con rapidez.
Voces susurradas se levantaron del grupo, pero nadie intento oponerse a la
orden del Dainéal. Artur mantenía a los dragones en su costado, mostrando a
su propio clan que estaba de acuerdo con su compañero.
—Cuando mi compañero, Laird Artúr, de una orden, espero que los dragones
la sigan como si viniera directamente de mí.
—Y espero lo mismo—, Artúr habló, dejando que su clan sepa que estaba de
acuerdo con todo lo que dijo el dragón. —Laird Dainéal habla en mi lugar.
Hubo asentimientos de acuerdo, quejas de desaprobación, de nuevo nadie dio
un paso adelante en desacuerdo total. Mientras miraba hacia fuera en los
rostros de los reunidos, Artur empezó a sentirse alegre.
Tal vez tenían la oportunidad de unir a sus clanes juntos después de todo.
De pie en el patio de formación, Artur rodo los ojos mientras observaba a su
segundo al mando golpear pechos en los ejercicios con el segundo al mando
de Dainéal. Mientras que los dos hombres no llegaban a las manos en firme,
era una cosa. La tensión en el aire entre los dos hombres creo una obstrucción
espesa en la garganta. Artur deseaba golpear a los dos hombres cabeza con
cabeza.
¿No se dan cuenta de la tarea que el rey había puesto delante de ellos? Si sus
fronteras no estaban aseguradas, sus enemigos podrían invadir y no tendrían
resistencia. Sabiendo que necesitaba poner fin a esta tontería antes de que se
intensificara, Artur camino adelante para interponerse entre los dos hombres, LXX
empujándolos aparte.
—Es más que suficiente de ustedes dos—. Él le dio a cada hombre una II
mirada de ira. — ¿Qué clase de ejemplo están dando a nuestra gente? Se
supone que debemos estar trabajando juntos aquí, no amenazando con
rasgarnos las cabezas.
—Él lo empezó—, protestó el dragón. —Él dijo que mi madre era un lagarto.
Artúr parpadeó. —Tu madre es un lagarto.
Dragón.
Lagarto.
¿Cuál fue la diferencia?
— ¡Mi madre es un dragón!— Gritó el hombre. —Ella no arrastra su vientre
en la tierra.
Oh. Bueno, esa era la diferencia.
Maldita sea.
— ¿Puede volar?— Artúr preguntó rápidamente, con la esperanza de cambiar
de tema.
— ¿Qué?— El dragón frunció el ceño. —Por supuesto que puede. Ella es un
dragón.
—Entonces la envidio. Dainéal me ha llevado a volar un par de veces. Yo lo
amo. Ser capaz de cambiar y elevarse hasta las nubes, para ver nuestro
territorio o ver la puesta de sol en el valle de abajo—. Artúr miró en torno a
los dragones en el grupo. —Dudo que todos puedan apreciar lo especial que
es.
— ¿Laird Dainéal vuela con usted?— Hubo una gran cantidad sorpresa en ese
tono, como si el dragón nunca hubiera considerado que Artúr y Dainéal
pudieran volar juntos.
—Él es mi compañero—. La voz vino de atrás de Artúr, seguro y orgulloso.
Artúr sonrió cuando se volvió para mirar a su compañero. Dainéal se paró allí
mirando a Artúr, hombros rectos, el pecho hinchado como si le hubieran
concedido las joyas de la corona. —No puedo pensar en nadie más con el que
prefiera volar. LXX
—Pero él es humano—, el soldado insistió.
—No me importa si es una tortuga, Téodóir— Dainéal espetó con voz dura
III
desafiando a que se atreviera a discutir con él. —Él es mi compañero, y
necesitas tratarlo como tal.
El dragón se puso rígido al instante. —Sí señor.
—Téodóir, eres mi segundo al mando—, dijo Dainéal. —Yo dependo de ti
para cuidar de nuestro pueblo si no puedo, y eso incluye a los humanos. Pero
si sientes que no estás a la altura de la posición, puedo encontrar a alguien
más.
—No, señor. Puedo manejarlo.
—Entonces deja de luchar. Como dijo Artúr, se supone que son un ejemplo
para los demás de cómo comportarse. Discutir con Domhnall es simplemente
mostrar a todos que no se puede, si no se llevan bien, no pueden seguir las
órdenes de su laird tampoco.
El rostro de Téodóir palideció como si nunca hubiera conectado su argumento
con Domhnall como desobedecer una orden de Dainéal. —Mis disculpas,
Laird Dainéal—. Él asintió con la cabeza hacia Dainéal luego se volvió y
asintió a Artúr. —Mis disculpas a usted, así, Laird Artur. No volverá a pasar.
Artúr asintió, dejando que el dragón supiera que no tenía resentimiento hacia
él. —Tal vez puedas enseñar a Domhnall la diferencia entre un dragón y un
lagarto para que no se repita su error.
Artúr oyó una pequeña risita de su lado y sabía sin mirar que su compañero
estaba tratando de no reírse. Ignoró a Dainéal y volvió su atención a su
segundo al mando. —Tengo duda de que la confusión de Domhnall proviene
del hecho de que él no tiene una madre. Él fue encontrado debajo de una roca.
Los ojos de Domhnall prometieron represalias si Artúr continuaba derramando
sus secretos. Y, teniendo en cuenta el número de años que se conocían el uno
al otro, había un montón de secretos. Domhnall era amigo de Artúr así como
su segundo al mando. Artúr nunca le diría a todos sus secretos, pero podría
hacer alusión a algunos.
— ¿Una roca, Laird Artúr?— Téodóir preguntó mientras miraba a su fornido
adversario. LXX
Artúr palmeó tanto a Téodóir y Domhnall sobre los hombros. — ¿Por qué no
van los dos a tomar una cerveza y lo discuten? Estoy seguro de que ambos
IV
tienen diferentes perspectivas que sería interesante escuchar.
Los dos guerreros parecían un poco confundidos, pero se fueron juntos sin
incidentes. Artúr lo consideró una victoria.
—Muy bien hecho, mi compañero.
Artúr sonrió girando en los brazos de Dainéal envueltos alrededor de él.
—Los dos tienen que aprender a llevarse bien. Vamos a necesitar su fuerza
cuando llegue el momento de pelear. Si ellos están luchando entre sí, no van a
tener la energía para luchar contra el enemigo.
—Tratar de conseguir un dragón y un ser humano trabajando en conjunto
podría ser un poco más duro que compartir una copa de alcohol.
—Oh, no lo sé—. Artúr guiñó un ojo a Dainéal. —Pareció funcionar para
nosotros.
Dainéal sonrió mientras acariciaba las manos por encima del pequeño bulto
que estaba comenzando a reunirse bajo la túnica de Artúr. —Lo hizo, mi
amor. Lo hizo.

LXX
V
Capítulo Ocho
El padre de Dainéal llegó con una explosión. Su enorme forma de dragón
aterrizó, y la tierra tembló mientras cambiaba. En cuestión de segundos, el
hombre mayor se ponía de pie alto y orgulloso donde el dragón había estado.
Él miró a su alrededor, observando el nuevo castillo, y Dainéal esperaba que
el hombre no estuviera aquí para defender a Sultrin. Una cosa era ir en contra
de su hermano, pero su padre, seguía considerándolo el laird de su clan hasta
que pasara oficialmente el título.
—Padre—. Dainéal se dirigió hacia el hombre imponente. — ¿Que lo trae por
aquí?
—Dainéal—. Su padre asintió con la cabeza en reconocimiento. —He oído
algunas noticias inquietantes acerca de tu compañero, hijo.
LXX
Gimiendo internamente, él se limitó a mover la cabeza. Por supuesto, Sultrin VI
había corrido a casa para informar de Artúr a su padre. ¿Por qué no darle una
sorpresa? ¿Acaso el hombre no sabía que al reportar un incidente a su padre
sólo hacía que Sultrin pareciera débil? No había manera de que su padre
entregaría el título de lord a un dragón débil que no podía luchar sus propias
batallas.
—Creo que me debes una explicación.
Dainéal arqueó una ceja. Una explicación para...— Él tenía una idea bastante
clara de la explicación que quería su padre, pero iba a hacer que se lo diga.
Su conversación fue interrumpida por las campanas de advertencia de peaje,
sonando haciendo eco a través del valle. Eso era. Ellos estaban siendo
invadidos. Sin decir una palabra, Dainéal cambió y se disparó al cielo, listo
para ir a la batalla.
Oyó un ruido detrás de él, que conocía bien, y sabía que su padre había
cambiado e ido al aire también. Mientras que él no necesitaba a su padre para
luchar sus batallas por él, la ayuda añadida no sería rechazada. Dainéal y los
guerreros de cara a la batalla en el suelo debajo de él necesitaban toda la
ayuda que pudieran conseguir.
Dainéal voló por el aire, lo suficientemente alto como para ver millas en cada
dirección. El grueso de la actividad parecía venir de un pequeño claro que
pasaron por las montañas de la tierra más allá del reino. Tenía sentido que el
enemigo viniera de esa dirección cuando las montañas separaban los dos
reinos.
El pequeño grupo de hombres que vio repeler por los acantilados en el patio
de la nueva torre del homenaje no tenía sentido. Tenían que haber estado
subiendo durante días para llegar a la cima de los acantilados, y la torre del
homenaje sólo había sido entregada a Dainéal y Artúr un par de semanas
antes.
En vez de dirigirse directamente a la batalla, Dainéal la rodeó hasta que pudo
obtener una mejor visión de los hombres que se movían rápidamente por una
cuerda en el perímetro de la torre del homenaje. Había cuatro en total desde lo
que podía ver, todos eran seres humanos. LXX
Y ellos estaban armados.
Eso decidió las cosas para Dainéal. Su fortaleza necesitaba ser protegida
VII
porque su familia estaba todavía dentro. Voló hacia abajo, hacia los cuatro
hombres, sin hacer un solo sonido al pasar a toda velocidad a través del aire
como una flecha. Así cuando él los alcanzó, dejó escapar un rugido fuerte e
hizo un gran arco, pasando por delante de ellos y disparando hacia arriba en el
aire.
Un hombre cayó en picado a su muerte sobre el duro suelo de abajo.
Mientras que aliviaba un problema, los otros ahora sabían que Dainéal estaba
sobre ellos. Estarían aún más vigilantes, ya que se apresuraron por la cuerda lo
más rápido que pudieron.
Dainéal los rodeó de nuevo, yendo en otra vuelta. Sus alas batieron
rápidamente en el aire, dándole aún más velocidad. Esta vez, cuando él se
acercó, Dainéal inhaló profundamente, aspirando aire a su saco de humo y
encendiendo un fuego, que él vomitó a los invasores mientras volaba sobre
ellos.
Otro cayó.
Eso dejó a dos hombres para combatir. Dainéal se deslizaba por el cielo, sus
alas batiendo contra el aire para darle ascenso. Voló alrededor en un enorme
arco, volando a baja altura sobre el campo de batalla cerca del paso y soplando
lo que quedaba del fuego en su saco de humo a los soldados que trataban de
ganar su entrada en el recinto. No serviría mucho, pero podría dar a sus
guerreros ese toque extra que necesitaban para ganar la batalla.
Una vez que se dio cuenta de que sus guerreros tenían las cosas bajo control,
Dainéal voló de nuevo hacia la torre del homenaje. Artúr había estado dentro
de la torre, cuando las campanas de alarma sonaron. Dainéal había ido al cielo
antes de que saliera al exterior. Mientras que deseaba que su compañero
permaneciera en el interior, donde podría estar seguro, Dainéal sabía que se
estaba engañando a sí mismo incluso al contemplar eso. Artúr era un guerrero.
Él iría donde fuera necesario, él estaría justo en el corazón de la batalla.
Dainéal escaneo el suelo mientras volaba de regreso a la torre, en busca de su
compañero. El destello de la luz del sol que brillo sobre el acero le llamó la
atención. Mientras volaba más cerca, el corazón de Dainéal empezó a subir en
su garganta. Él reconocería el pelo leonado marrón en cualquier lugar. LXX
Él voló más cerca, la alegría que había encontrado desde que fue acoplado a VIII
Artur parpadeo ante sus ojos. Nunca nadie le había hecho tan feliz como Artúr
lo hacía, y él lo sabía, sin una sola duda en su mente que había sido igual de
feliz con su compañero tantos años atrás. Había optado por darse una segunda
oportunidad con Artúr y sería maldito si dejaba que alguien se lo quite.
Se abalanzó, gritando tan fuerte como pudo mientras aterrizaba, colocándose
entre Artúr y el peligro. Esperaba que Artúr se agachara cuando él se dio la
vuelta, escupiendo fuego a los soldados enemigos avanzando en su posición.
Cómo llegaron a través de las líneas, Dainéal no lo sabía, pero él se enteraría
antes de que terminara el día. Y quien los dejó entrar iba a pagar.
Justo cuando abrió la boca para rugir de nuevo, Dainéal sintió un pinchazo
agudo en su parte trasera. Él gruñó cuando se volvió, dejando caer la
mandíbula con sorpresa mientras miró la contrariedad de su compañero y la
espada larga letal balanceándose un poco con la mano.
— ¿Te importa?— Artúr espetó. —Yo estaba en el medio de una lucha aquí.
No es de buena educación cortar sin invitación.
La cabeza de Dainéal giró de vuelta, sus ojos escaneando los alrededores hasta
que encontró a los dos hombres que había tratado de repeler por la ladera de la
montaña. Al parecer, habían vivido para llegar a la parte inferior.
Tan mal.
— ¡Fuera!
Las cejas de Dainéal alcanzando su punto máximo cuando Artúr hizo un
movimiento de agitar con la mano, como si quisiera decirle que despegara.
Casi pasó a preguntar a Artur si había perdido el juicio. El rugido lleno de
dolor que salió a través del aire detrás de él tiró esa oportunidad lejos de él. El
conocía ese rugido tan bien como conocía el suyo propio.
— ¡Ve!— Artúr grito, obviamente, con la comprensión de la preocupación en
los ojos de Dainéal.
Dainéal asintió hacia Artúr luego se disparó en el aire, volando en la dirección
que el rugido había venido. Vio la forma de dragón de su padre en el suelo
casi de inmediato. No había confusión en sus escamas azul real oscuras. Lo
LXX
que más le sorprendió fue el dragón de pie delante de su padre, el que tenía
escamas azules más ligeras.
IX
Ese con una garra levantada en el aire, listo para atacar a su padre abajo.
— ¡Sultrin!— Dainéal gritó al aterrizar rápidamente y cambiar, todo en un
movimiento fluido. — ¿Has perdido la cabeza? ¿Qué diablos estás haciendo?
—Te dije que te estaba desafiando por el liderazgo del clan.
Sultrin cambio lo suficiente para hablar. —Para que eso suceda, tienes que ser
realmente importante en el clan, y padre tiene que estar muerto antes de que
puedas llevar el clan.
Eso no era del todo cierto, pero Dainéal no iba a discutir con un loco. Su
padre podía renunciar y entregar el cargo a alguien que él eligiera. Él no tenía
que morir.
Dainéal aulló con indignación cuando Sultrin cambió de nuevo a su plena
forma de dragón y dio otro golpe a su padre, cuatro largas garras marcadas a
lo largo de su costado. Su padre no hizo un sonido, aunque Dainéal podía ver
la cantidad de dolor en el que estaba. El lustre natural que había estado
presente en sus ojos azules durante todo el tiempo que Dainéal lo había visto,
estaban en dolor y casi sin vida.
— ¡Voy a matarte!— Las palabras de Dainéal apenas habían limpiado el aire
antes de que estuviera saltando a su hermano, con garras expuestas. Él nunca
había sido particularmente unido con Sultrin, pero nunca lo quiso muerto.
Hasta ahora.
Dainéal dio varios golpes letales a su hermano, tratando de arrancarle la
garganta, pero causando más rasguños a lo largo de hombro de su hermano.
Dainéal sabía que tenía la pelea de su vida por delante si planeaba ganar, y lo
haría.
Sultrin podría ser un imbécil, pero era un gilipollas bien entrenado.
Cuando Sultrin fue al aire, Dainéal fue tras él, cambiando cuando saltó en el
aire. Dainéal siempre había tenido suerte en el hecho de que se movía más
rápido que casi cualquier persona que conocía. Incluso lanzándose en el aire
tan pronto él cambio, tomó a Sultrin un momento para recuperar su equilibrio.
LXX
Dainéal había sido capaz de cambiar y fue derecho al ataque. Le dio la ventaja
que necesitaba para ponerse al día con Sultrin y hundió su grandes garras en la X
piel suave bajo las alas de su hermano, uno de los pocos lugares en que un
dragón era vulnerable a los ataques. El rugido de dolor de Sultrin se hizo eco a
través de las colinas de la montaña. Dainéal sabía que había herido a su
hermano, pero no lo suficiente para detenerlo.
Dainéal lanzo sus garras y voló lejos de su hermano, dando vueltas en el aire
antes de girar y apuntar de nuevo hacia el dragón. Sultrin hizo una carrera
hacia él, como Dainéal sabía que lo haría. Él protegía su propio culo a toda
costa, y si su culo se lesionaba, Dainéal sospechaba que iba a correr para
esconderse y lamer sus heridas.
Sultrin era nada si no predecible.
Dainéal extendió sus alas e hizo un amplio arco en el aire, volando cerca de
las copas de los árboles, lo suficientemente cerca como para sentir que
cosquillean en la parte inferior de su vientre. Cuando volaban por los
acantilados, Dainéal podía oler la suciedad debajo de las piedras, gotas de
agua en pulverización contra sus escamas que iban abajo entre las grietas.
Voló, persiguiendo a su hermano a través de los altos acantilados y abajo en el
valle. Navegó a través de los campos verdes que abundaban en el campo y
hacia abajo sobre las rocas escarpadas en el borde del mar. Siguió a su
hermano todo el tiempo, a meras pulgadas de la cola con púas del dragón.
Cuando la trayectoria de vuelo de Sultrin empezó a menguar una clara señal
de que el hombre estaba sintiendo los efectos de sus lesiones Dainéal se
abalanzó. Él habría preferido simplemente llevar a su hermano al rey para el
castigo, pero dudaba que Sultrin permitiera eso. Su plan era herir a Sultrin lo
suficiente que le podría obligar a volver. Él no quería la muerte de su hermano
en sus manos, no importaba lo que había hecho. Podrían no ser cercanos, pero
todavía eran hermanos.
Dainéal atrapo a Sultrin con sus garras, cavando en profundidad.
Cuando Sultrin chilló y trató de dar un tirón, los dos fueron enviados a un
espiral descendente. El corazón de Dainéal se sacudió mientras miraba el
suelo crecer rápidamente más cerca. Intentó tirar de sus garras para liberarse,
pero estaban demasiado profundamente arraigadas en las escamas de Sultrin.
Estaba cayendo en picada al suelo tan rápido como su hermano. LXX
No había árboles para parar su caída, sólo los campos abiertos de césped. Y
tan bonito como los campos verdes se veían, ellos no lo eran absolutamente si XI
caías desde el cielo de una alta altura y a tal velocidad. Esto iba a doler como
el infierno.
Dainéal tuvo un último pensamiento de su pareja y el niño por nacer cuando el
suelo se acercó a él y a Sultrin, y luego cerró los ojos y esperó el impacto.
Cuando llegó, Dainéal sentía cada hueso de su cuerpo sacudirse por el
choque. Sus garras se liberaron de las escamas de Sultrin y rodó varias veces
antes de llegar a una parada frente al borde rocoso del río.
Dainéal miró hacia el cielo azul brillante, mientras esperaba poder respirar de
nuevo. Su pecho se sentía como si alguien veinte veces más pesado que
estuviese sentado sobre él. Era el equivalente de un dragón sentado en un
humano. Era pura agonía tratando de extraer el aire de nuevo en sus pulmones.
Y cuando sucedió, la entrada repentina de aire era tan dolorosa, que Dainéal
casi se desmayó.
Cuando su visión borrosa finalmente se aclaró, Dainéal tomó otra bocanada de
aire y luego otra. Cuando decidió que sus pulmones trabajaban suficiente para
que él viviera, Dainéal hizo un balance de sus heridas. Sabía que al menos una
de sus garras había salido, lo más probable es que todavía estuviera incrustada
en las escamas de su hermano. Tenía una herida en carne viva en el costado.
El solo no sabía si era por la caída o de su hermano. Le dolía todo otra vez,
pero no creía que nada estuviera roto. Aparte de unos pocos arañazos y
rasguños, podría haber salido de la caída relativamente indemne.
Dainéal no podía decir lo mismo de su hermano. Sultrin había aterrizado sobre
una pila de madera muerta en descomposición. Algunos habían cedido paso
bajo el peso de su caída, pero no todos. Dainéal pudo ver al menos una gran
rama que sobresalir del pecho de su hermano. Los dragones eran fuertes y
sanaban rápidamente, pero no eran inmunes a las lesiones. Ellos no eran
tampoco inmortales. Dainéal no creía que su hermano iba a sobrevivir a sus
heridas.
Dainéal se movió, gimiendo cuando otro eje de dolor atravesó su cuerpo,
recordándole que se lesionó. Puede que no tenga una rama sobresaliendo de su
pecho, pero seguro que se sentía como ello. El dolor lentamente disminuyo
cuando cambio de dragón con escamas a humano carnoso. Rodó sobre sus
manos y rodillas y luego se empujó lentamente, se puso en pie y se dirigió a su LXX
hermano.
XII
La respiración de Sultrin era áspera y trabajosa cuando Dainéal lo alcanzó. La
rama incrustada en su pecho le impedía el cambio y la curación. A partir del
tamaño de la extremidad de madera, Dainéal sabía que si tiraba de la rama,
Sultrin se desangraría antes de que pudiera cambiar y sanar. Sultrin no era
tan rápido en el cambio.
Dainéal se puso en cuclillas junto a la cabeza de su hermano, encontrando sus
ojos.
—No tenía por qué ser así, Sultrin.
Los ojos de Sultrin se abrieron lentamente. Él parpadeó un par de veces, antes
de asentarse finalmente en el cuerpo de Dainéal. Se miraron el uno al otro
durante unos momentos, y Dainéal instintivamente sabía que este era el final.
Tendiendo la mano, tocó las escamas de Sultrin, con la esperanza de aliviar
algún dolor.
—Ojalá las cosas no tuvieran que terminar de esta manera, hermano.

Sultrin movió la cabeza, asintiendo. Levantó una mano, agarrando la pieza que
sobresalía de la madera. Tomando una respiración, miró directamente a los
ojos Dainéal mientras tiraba hacia fuera. Su cuerpo se estremeció con
temblores. Dainéal se sentó a su lado, diciendo una silenciosa oración al cielo.
Sultrin pudo haber hecho algunas malas decisiones, pero al final del día,
todavía eran familia.
La respiración de Sultrin desaceleró cuando la sangre se filtró de la herida,
creando un charco debajo de él. El cambio de dragón a humano ocurrió de
forma natural, cuando su fuerza de vida dejó su cuerpo.
Una vez en forma humana, con la boca abierta y cerrada mientras se esforzaba
hablar. —L-lo siento her-hermano—. Los ojos de Sultrin se cerraron y su
cuerpo quedó inerte.
—Viaja seguro a la otra vida, Sultrin. Todo está perdonado.
Dainéal se sentó al lado de Sultrin por un momento más antes de que
finalmente se empujara a sí mismo. Sabía que el clan tendría que recoger el
cuerpo y tener una ceremonia funeral acorde con uno de los miembros de la LXX
familia gobernante, ayudando a Sultrin a pasar de esta vida a la siguiente. Pero
en este momento, Dainéal necesitaba ver a su compañero y su hogar. El XIII
necesitaba asegurarse de que su pueblo estaba a salvo.
Cambiando, se dio al vuelo, volviendo sobre las colinas y los valles que lo
llevarían a casa con su pareja.
Capítulo Nueve
Artúr buscó en el cielo cualquier signo de su compañero. El sol estaba
comenzando a ponerse, y la preocupación de Artur empezaba a crecer más
intensa.
Había estado en el medio de una lucha de espadas cuando Dainéal fue por su
padre y su hermano. Artúr no había visto a su compañero desde entonces.
Se limpió el brazo con la frente, el esfuerzo de luchar tomo peaje en su
cuerpo. Él no tenía ninguna gran lesión, pero tenía más que su parte justa de
arañazos y rasguños.
Y un feo corte en el costado por un golpe de espada bien colocado.
Dainéal iba a lanzar un ataque cuando lo descubriera. LXX
— ¿Qué hay de nuestros heridos y muertos?— Artúr preguntó cuándo vio a
Domhnall atravesar el patio. — ¿Cuántos perdimos?
XIV
—Ocho, Laird Artúr— Domhnall respondió. —Seis heridos, pero sólo uno de
gravedad.
El corazón de Artúr dolía por los ocho combatientes que habían perdido, y sus
familias. Habría más de un hogar de duelo esta noche, y uno era demasiado.
—Después de que los muertos y heridos se hayan sido atendidos, llama a
nuestra gente juntos al patio—. Artúr odiaba dar la próxima orden, pero no
había nada que hacer. —Hasta que podamos fortalecer nuestras fronteras, creo
que sería mejor si nosotros trasladamos a todo el mundo dentro de los muros
de la torre del homenaje donde estarán a salvo.
— ¿Realmente crees que estarán seguros, Laird Artúr?— Téodóir pregunto.
—Las tensiones siguen siendo fuertes entre humanos y dragones.
Artúr suspiró profundamente, frotando su mano sobre el área pequeña, donde
sabía que su hijo estaba creciendo. —Tenemos que ser un pueblo, y eso
significa que voy a ver que eso suceda—. Antes de que su huevo saliera.
Artúr no quería traer a su hijo a un mundo en el que estaría en peligro en su
propia casa, y tal vez de su propio pueblo. Artúr no tenía idea de cómo los
seres humanos y dragones reaccionarían cuando se enteraran que llevaba un
huevo de su compañero.
Habían decidido no decir nada hasta que las cosas se asentaran un poco,
usando un poco de crema de oscurecimiento para cubrir los tres puntos azules
en su pómulo izquierdo para ocultar su embarazo hasta que estuvieran listos.
Esto no era lo que tenían en mente.
El ruido repentino de alas llamó la atención de Artúr. Miró hacia el cielo de la
noche, una vez más, buscando en la oscuridad por su dragón azul. Una forma
sombría tomó lentamente forma en el cielo nocturno. Artúr no comenzó a
respirar más fácil hasta que el gran dragón azul toco el suelo y cambio en el
hombre que había estado buscando en el cielo de la noche.
—Dainéal— Artúr susurró mientras entraba en los brazos que su compañero
tendió hacia él. —Estaba tan preocupado cuando no regresaste—. El silencio LXX
de Dainéal estaba diciendo, como el férreo control que tenía sobre Artúr que la
noticia no iba a ser buena. — ¿Qué pasó? XV
Dainéal negó con la cabeza. —Sultrin está muerto.
—Lo siento—. Artúr tenía un montón de problemas con el hermano de
Dainéal. Incluso podría haber querido tomar más de una oportunidad de luchar
con él. Pero nunca quiso causar a Sultrin ningún daño real.
—Él se lo buscó, Artur—, dijo Dainéal. —Me desafió y perdió—. La
inhalación de Dainéal era inestable. —Quería poder, pero no quería ganárselo.
Artúr se mordió el labio inferior mientras observaba a su compañero mirar a
su alrededor, observando la actividad a su alrededor. —Perdimos ocho
guerreros, y otros seis están heridos, uno de gravedad.
— ¿Algún civil?— Dainéal preguntó con un suspiro en su voz.
La pérdida de vidas claramente pesaba sobre el hombre.
—Todos se han comunicado conmigo. He ordenado que todo el mundo se
reúna en el patio después de que los heridos y los muertos sean atendidos.
Creo que tenemos que tener a todos en la fortaleza hasta que podamos
apuntalar nuestras fronteras mejor, especialmente las mujeres y los niños.
Necesitan estar en un lugar seguro.
—Estoy de acuerdo.
Bueno, eso quito la preocupación de la mente de Artúr.
—Tengo que ver a mi padre.
Las cejas de Artur e dispararon. — ¿Tu padre está aquí?
En todo caso, la expresión de Dainéal creció más sombría. —Llegó justo antes
de que nosotros fuéramos atacados. Él estaba exigiendo una explicación.
Eso no sonaba bien. — ¿Una explicación acerca de qué?
—Yo creo que él supo de ti.
El rostro de Artúr se sonrojó. —Oh.
Dainéal rio. — ¿Vamos a informarle de que él va a ser abuelo?
Artúr dejó escapar un profundo suspiro. —Es una buena cosa que el rey
organizó nuestro apareamiento. Ni siquiera tu padre es lo suficientemente LXX
estúpido como para ir en su contra.
XVI
—No importaría si lo hiciera—, Dainéal respondió antes de pulsar un beso en
la frente de Artúr, su mano se movió hacia abajo para tocar el abdomen de
Artúr. —El rey te dio a mí, y yo no estoy regresándote.
—Genial—, Artúr se quejó a pesar de que él estaba secretamente complacido
por la respuesta de Dainéal. Calentó algo muy dentro de él que había estado
frío durante mucho tiempo. —Soy el premio de consolación.
—Eres mi premio—, dijo Dainéal con voz ronca. —El tesoro más precioso en
mi horda.
Las palabras de Dainéal cayeron sobre él como una suave ola en la costa, y los
ojos de Artur se llenaron de humedad. Él parpadeó rápidamente las lágrimas
lejos. Después de la batalla y la pérdida de vidas a su alrededor, no se
permitiría a sí mismo llorar. Si hubiera tenido alguna duda respecto a su
dragón, desapareció de inmediato junto con el dolor del pasado.
—Yo te amo—, dijo simplemente. Sentía mucho más por Dainéal que solo
amor, pero no pudo verbalizar todas las emociones dentro de su corazón más
que esas tres pequeñas palabras. Simplemente no parecía haber una manera de
expresar lo que sentía.
La expresión de sorpresa de Dainéal dio paso a la alegría pura mientras
sonreía brillantemente. —Yo también te amo.
Dainéal tiró de Artúr y se quedaron juntos, herméticamente pegados. Cerrando
los ojos, Artur olió en el olor único de dragón, y su cuerpo se relajó aún más,
fundiéndose en el otro hombre. Deseó que sólo pudieran desaparecer, aunque
sólo sea por poco tiempo, pero el deber llamaba. Artúr salió de mala gana de
sus brazos y dio un paso lejos del refugio del cuerpo de su pareja.
—Creo que deberíamos ver a tu padre y darle la noticia—. Artúr trató de
presentar un frente fuerte, pero estaba un poco nervioso cuando llegó al
dragón más grande. Él sólo esperaba que el hombre no tuviera una reacción
negativa hacia ellos por llevar a los seres humanos y dragones juntos.
Él no estaba conteniendo la respiración.
Artúr no conocía personalmente al dragón más viejo, pero había oído cuentos
en los últimos años. Laird Tormod no tomaba mierda de nadie, ni siquiera de
LXX
sus hijos. Hizo que Artúr se pregunte si el hombre realmente aceptaba los
dictados del rey. No sólo tenía que aceptar que su hijo se había apareado con
XVII
un ser humano, sino que el rey había dado a Dainéal y Artúr las tierras dentro
de cincuenta millas de su sustento, Laird Tormod estaba perdiendo parte de su
territorio.
Eso seguro le habría molestado.
Las manos de Artur empezaron a sudar cuando entraron en la torre del
homenaje. Los niveles de actividad del lugar habían aumentado desde que se
instalaron. La gran sala era un bullicio de actividad. Gente corría de aquí para
allá, otros sentados y comiendo o simplemente de pie ahí hablando. —Ahí
está.
Artúr miró hacia donde Dainéal se dirigía, encontrando un conjunto de duros,
penetrantes, ojos azules mirándolo desde el otro lado de la habitación. Él
cuadro los hombros y levantó la cabeza, negándose a dejarse intimidar por el
laird. Permaneció cerca de Dainéal mientras caminaban por la habitación,
asintiendo con la cabeza a la gente aquí y allá, reconociendo algunos,
simplemente sonriendo a los que él no conocía. Cuando por fin se detuvieron
ante el hombre mayor, seguía viendo a Artúr.
— ¿Este es él?—, Preguntó Laird Tormod. Con la forma en que lo miró de
arriba y abajo, Artur se sentía como un trozo de carne de res... podrido. Estaba
claro que el padre de Dainéal no lo tenía en alta estima. Eso le hizo
preguntarse si la animosidad contra la que estaban luchando entre dragones y
seres humanos era alentada por el líder del clan dragón.
—Este es mi compañero, sí—. Dainéal miró hacia atrás y adelante, como si
tratara de ver la tensión en el aire.
Laird Tormod gruñó algo ininteligible.
Artúr sabía exactamente lo que estaba pasando a través de la mente del dragón
más grande. —Tu padre no quiere que estés acoplado a un ser humano,
Dainéal.
Los ojos de Laird Tormod se estrecharon mientras que Artúr hablaba. —Tú no
hablas por mí, humano.
—Artúr—, dijo Artúr. —Mi nombre es Artúr.
LXX
El hombre resopló y se dio la vuelta, desestimando a Artúr como si no
importara. —Esto es inaceptable, Dainéal. Una vez que nuestro pueblo haya XVII
sido cuidado, vamos a ir a hablar con el rey. Estoy seguro de que puede ser
convencido de entrar en razón. I
Artúr contuvo el aliento, esperando la respuesta de Dainéal. Defenderse de
Sultrin era una cosa. Defenderse del Laird Tormod era totalmente diferente.
Este era el padre de Dainéal, el líder de su clan, o al menos el clan donde se
había criado. Él había sido enseñado desde su nacimiento a aceptar la palabra
de Laird Tormod como ley.
—Yo no voy a ninguna parte, padre—, dijo Dainéal. —Y tampoco lo hará
Artúr.
—No vas a ser acoplado a un ser humano—, Laird Tormod espetó mientras se
puso en pie. —No voy a permitirlo.
— ¡Él es mi compañero!— Dainéal insistió en voz alta.
— ¡Él es un ser humano!
Caray, que sorpresa desagradable. Laird Tormod lo odiaba porque él era
humano. El hombre no se tomó el tiempo para averiguar qué tipo de persona
era, bueno o malo. Ni siquiera se tomó el tiempo para ver si él sería un buen
compañero para su hijo. Odiaba a Artúr simplemente porque él no nació un
dragón.
—Dainéal—. Artúr agarró la muñeca de Dainéal para llamar su atención.
—Voy a ir a ver a nuestro pueblo, mientras que terminas de hablar con tu
padre. Ven a buscarme cuando hayas terminado.
Hubo pesar y una disculpa escrita en los ojos de Dainéal cuando lo miro. —Lo
siento, compañero.
—Tu…
— ¿Permites a un ser humano darte órdenes, Dainéal?
— ¿Podrías parar?— Dainéal gritó cuando se dio la vuelta para mirar a su
padre. —Artúr es mi compañero. Él está aquí para quedarse y no hay nada que
puedas hacer al respecto.
—Eso puede cambiar.
Artúr se movió cuando Laird Tormod miró en su dirección. La mirada no era LXX
tan odiosa, pero estaba llena de determinación. Durante un breve momento, un
simple destello de tiempo, Artúr se preguntó si podría haber estado XIX
equivocado acerca de cómo Laird Tormod se sentía acerca de él. Tal vez el
hombre estaba simplemente repitiendo las cosas que le habían sido enseñadas
toda su vida.
Tal vez realmente no odiaba a Artúr.
Y luego Laird Tormod se abalanzó sobre él.
Artúr se volvió y echó a correr, a mitad de camino de la gran sala escucho un
fuerte estruendo y luego un grito que estaba tan lleno de terror que hicieron
que sus oídos duelan. Redujo su carrera a través de la habitación cuando
comenzó a ver las miradas de horror en la cara de todos mientras miraban algo
detrás de él.
La mandíbula de Artúr cayó mientras se volvía.
Dainéal tenía a su padre clavado en el suelo de piedra. No se veía como si
estuviera tratando de hacer daño al hombre, todo lo contrario. Pero él no
permitía que Laird Tormod se mueva de su lugar tampoco.
— ¿Te atreves a amenazar a mi compañero?— Dainéal rugió tan fuerte que
Artúr levantó la vista para ver si el techo se iba a venir abajo encima de sus
cabezas. —Artúr es mi compañero, que me ha sido dado por el rey. Fue el
compañero que elegí mucho antes de que el rey siquiera conociera su nombre.
Una amenaza para él es una amenaza para mí.
Dainéal se apartó de su padre, la tristeza y la rabia encendían su rostro. Dio un
paso atrás, colocándose entre Artúr y su padre, y luego señaló hacia las
puertas que conducían fuera de la torre.
—Vete, y no vuelvas nunca.
El rostro de Laird Tormod lentamente se oscureció, sus labios entreabiertos
como si necesitara tomar un poco de aire, pero no podía. — ¿Podrías elegir a
este humano sobre el clan?
El aliento de Artúr quedó atrapado en la garganta cuando Dainéal asintió.
—Cada jodida vez— Dainéal respondió con vehemencia. —Artúr se suponía
que sería mío hace quince años, pero con mi accidente y la pérdida de XC
memoria no pudo ser. No voy a permitir que nada lo evite en esta ocasión.
—Él es humano—, Laird Tormod insistió en un tono que dijo que claramente
no lo entendía.
Cuando Artúr vio la cara de Dainéal empezar a enrojecer de ira, corrió hacia
delante, agarrando su brazo para obtener su atención. —Dainéal, piensa en lo
que estás haciendo. Él es tu padre.
—Él no es nada para mí.
— ¡Dainéal!— Artúr fue sorprendido por el comportamiento de Dainéal.
Estaba agradecido de que su compañero le esté defendiendo. Una racha de
protección fuerte era siempre una buena cosa cuando se trataba de
compañeros. Pero estaban al borde de la guerra. Necesitaban todos los aliados
que podían conseguir. Este era el momento de estar forjando alianzas, no
cortarlas.
Además, este era el padre de Dainéal. A pesar de cualquier animosidad que
Artúr pudiera sentir, porque el tipo era un imbécil colosal, no podía dejar que
Dainéal cortara lazos con su familia por encima de él.
—Dainéal, no lo hagas—. Tenía que estar loco para detener esto. —Sabes en
el peligro que estamos. Tu padre es una leyenda entre los guerreros. No lo
deseches porque es un culo.
— ¿Cómo te atreves?— Laird Tormod gritó, su cara enrojeciendo con
indignación.
Artúr se volvió y miró al dragón beligerante. —No está ayudando aquí—.
Esto iría mucho mejor si el tarado mantuviese su gran boca cerrada. Artúr ya
podía sentir tensar el brazo de Dainéal bajo su mano. —Dainéal, por favor—,
Artúr dijo mientras se volvía hacia su compañero. —Piensa en nuestro hijo. Él
o ella necesitan un abuelo.
— ¡Abuelo!— Los ojos de Laird Tormod cayeron al estómago de Artúr,
permaneciendo allí por un momento, como si pudiera ver a través de su túnica
al pequeño círculo en el abdomen, por debajo de su ombligo.
Cuando se dispararon a la cara de Artúr, él sabía lo que el dragón estaba
buscando. Rápidamente se frotó la manga sobre su mejilla para deshacerse de XCI
la loción que había utilizado para cubrir los tres puntos azules y luego volvió
del lado izquierdo de su rostro hacia el hombre.
— ¿Llevas una cría?— Las palabras fueron susurradas, veneradas.
Cuando Laird Tormod alcanzó hacia la cara de Artur presumiblemente para
tocar los tres puntos azules altos de la mejilla izquierda de Artur, Dainéal
dejó escapar un gruñido de advertencia. El dragón más viejo se quedó inmóvil,
con el brazo flotando en el aire. —Yo no le haré daño.
—Yo no te creo—, Dainéal gruñó con los dientes apretados.
Artúr rodo los ojos hacia el techo. —Dainéal.
—Él ya trató de atacarte una vez, Artur—, Dainéal protestó. — ¿Por qué debo
creer que no lo volverá a hacer?
—Porque él es tu padre—. Artúr se apartó de Dainéal y dio un paso hacia
Laird Tormod, rogando estar haciendo lo correcto si había visto realmente lo
que él había pensado que había visto en los viejos ojos. Laird Tormod tenía
miedo del cambio al igual que la mayoría de la gente. Eso no significaba que
su mente no podría cambiar con el incentivo adecuado.
Artúr se detuvo una vez que estaba lo suficientemente cerca de Laird Tormod
para que hombre tocara fácilmente los puntos en su cara o lo matara. —Esta es
su oportunidad, Laird Tormod. Puede dejar ir su desprecio por los seres
humanos y ayudar a Dainéal a construir un futuro para su nieto, o puede
matarme ahora y seguir el odio ridículo que ha enconado tanto tiempo entre
dragones y seres humanos. La elección es suya.
Un ruido sordo sonó desde atrás de Artúr. Él lo ignoró mientras esperaba a
ver lo que el anciano dragón haría. Se puso de pie tan cerca del hombre que si
Laird Tormod lo atacaba, Dainéal podría no llegar a él en el tiempo suficiente
para salvarlo. Todos sabían eso.
—Yo no sé si es valentía o locura que te mantiene de pie delante de mí,
muchacho.
Artúr se encogió de hombros. Él no estaba realmente encantado con ser
llamado muchacho, pero tenía problemas más grandes que un sobrenombre.
—Un poco de ambos, sospecho. XCII
Laird Tormod cruzó las manos detrás de su espalda y comenzó lentamente s
caminar por la zona frente a la gran chimenea de piedra. — ¿Por qué nuestro
nuevo rey los unió?— preguntó el hombre. — ¿Él cree que forzando un
apareamiento entre ustedes traerá a humanos y dragones juntos?
Artúr hizo un punto de echar un vistazo a las muchas personas que caminaban
alrededor, tanto humanos como dragones, antes de mirar a Laird Tormod.
—Sí, casi creo que ese era su plan.
—Es absurdo—. Las palabras fueron pronunciadas, pero había un montón
menos de calor detrás de ellas de lo que había habido sólo momentos antes.
—Los seres humanos y los dragones no se llevan bien.
Artúr sonrió cuando sintió la fuerte envoltura de los musculosos brazos a su
alrededor desde atrás, las manos de Dainéal viniendo a descansar sobre su
abdomen, donde su hijo sin eclosionar descansaba. —Yo diría que te has
equivocado. Los seres humanos y los dragones se llevan muy bien.
Capítulo Diez
Dainéal sonrió mientras miraba sobre la baranda del balcón de una de las
torres de piedra y veía a Artúr en el patio con algunos de sus soldados. Era
bueno ver a su compañero hablando con los seres humanos y dragones. No
había sido fácil llevar las dos facciones juntas, e incluso ahora todavía tenían
pequeñas escaramuzas aquí y allá. Pero en su mayor parte, todo el mundo
estaba tratando de llevarse bien.
Incluso su padre.
Eso fue probablemente lo que conmocionó a Dainéal más. Una vez que
Tormod se enteró de que Artúr lleva un huevo de Dainéal, toda la actitud del
hombre cambió. Trataba a Artúr como un príncipe, o el portador de la próxima
generación.
XCII
Dainéal negó con la cabeza y comenzó a alejarse de la barandilla cuando un I
brillo del acero le llamó la atención. Su mandíbula apretada cuando él miró al
patio y vio Artúr blandir una espada, bloqueando el empuje hacia abajo de la
espada de otro guerrero. Ello habría sido la lucha perfecta de movimiento si
Artúr no estuviera casi de tres meses y tan grande como una casa. Un
movimiento en falso y la vida de su hijo se terminaría para siempre.
Tratando de mantener la cabeza fría, Dainéal salió de la torre del homenaje. Él
no quería avergonzar a su compañero, pero no podía soportar el hecho de que
Artúr insistiera en continuar con el régimen de entrenamiento con sus
guerreros.
A medida que se acercaba, el sonido del impacto de metal contra metal le hizo
temblar.
Si algo le sucedía a Artúr o a su huevo, Dainéal no sería capaz de manejarlo.
Cuando caminaba por la esquina que llevaba al patio de formación, todos los
ojos estaban puestos en Artúr. Dainéal podía entender por qué. Su compañero
era rápido y muy talentoso con una cuchilla aunque su abdomen era enorme y
redondo. A medida que la pelea avanzaba, el hombre con el que luchaba Artúr
se acercó.
Un poco demasiado cerca para su comodidad y su espada rozó el brazo de
Artúr.
Sangre floreció, rojo filtrándose a través de la camisa blanca que Artúr estaba
vistiendo.
Dainéal dejó escapar un rugido cuando después cargo. El instinto de proteger
a su compañero y a su niño anulaba cualquier sentido común que podría haber
tenido. Él quería mutilar y matar al otro hombre, extraer sangre por causar a
Artúr cualquier cantidad de dolor. Los soldados se abrieron de izquierda y
derecha, muchos corriendo con miedo, cuando Dainéal se precipitó a través de
la multitud. Antes de que pudiera alcanzar al infractor humano Artur se puso
delante de él.
—Dainéal—. Artúr entregó su espada al soldado hombre que lo había herido y
entro directamente en el pecho de Dainéal, envolviendo sus brazos alrededor
de su cintura. —Estoy bien. XCI
Ingiriendo de vuelta la racha de pánico lo envolvió en su abrazo, Dainéal
mantuvo a Artúr, y la rabia que había estado sintiendo lentamente se evaporo,
V
muy lentamente.
—Vamos a entrar y conseguir que examinen mi brazo.
Dainéal mantuvo sus labios bien cerrados mientras caminaban de regreso
hacia la torre. Una vez que estuvieron fuera del rango de audición, Dainéal se
detuvo. Él se volvió y coloco una gran mano en el estómago de Artúr,
acunando el topetón del bebé con la palma de su mano.
—Yo no pido mucho, mi compañero, pero te pido que dejes la formación
hasta que nuestro huevo este dentro de la cesta de eclosión. Yo sé que eres un
guerrero y lo respeto, pero…
Artúr levantó una mano y cubrió la boca de Dainéal, deteniéndolo. —Yo lo sé.
Está bien. Lo siento. No quise preocuparte.
Dainéal besó la palma de la mano antes de soltarla. El alivio lo envolvió
haciendo que sus rodillas tiemblen. —Gracias. Vamos a ir a nuestra suite y
voy a prepararte un baño.
—Mientras que haya espacio para dos—. Artúr guiñó un ojo.
Dainéal sonrió a la alegría que podía ver en los ojos grises brillantes de su
compañero. Desde la llegada de Artur a su vida, se dio cuenta de lo bendecido
que realmente era. Cada día parecía un milagro, lleno de sol y luz.
Envolviendo su brazo alrededor de la cintura de Artúr, Dainéal lo llevó a su
habitación. Cerró la puerta detrás de ellos, haciendo clic en el candado en su
lugar para que no fueran interrumpidos. Agarró la parte inferior de la camisa
de Artúr y lo levantó sobre la cabeza del hombre, exponiendo la piel estirada.
Dainéal estiró una mano y acarició con ternura la piel. Cada vez que veía el
estómago de Artúr, Dainéal estaba asombrado. Mi huevo está dentro de mi
compañero. Y pronto, el huevo se colocaría dentro de la cesta de eclosión.
Dainéal se arrodilló delante de su compañero. Agarró la banda elástica
alrededor de la cintura de Artúr y sacó los pantalones. La polla de Artúr rebotó
fuera, saludando y pidiendo atención. Dainéal pulso sus labios contra la punta,
dando a la cabeza de la polla un beso antes de ponerse de pie. Artúr empujó su XCV
labio inferior, haciendo pucheros y Dainéal se rio.
—No te preocupes, bebé. Cuidare de ti.
Dainéal escoltó a su compañero al baño, ayudándolo a sentarse en el borde
de la bañera. Inspeccionó el brazo de cerca, aliviado de que el corte no era lo
suficientemente profundo como para necesitar puntos de sutura. Limpió la
herida para prevenir cualquier infección y envolvió un vendaje estéril
alrededor de él.
—Siempre cuidas tan bien de mí.
—Es mi trabajo—. Dainéal le guiñó un ojo antes de besar la nariz de botón de
Artur.
Dainéal pasó junto a su compañero y comenzó a llenar la bañera. Él mantuvo
su mano debajo de la corriente, probando la temperatura. Cuando la bañera
estaba llena y el agua apenas caliente Dainéal sostuvo la mano de Artúr y lo
ayudó a pasar sobre el borde de la gran bañera de piedra.
Todavía estaba asombrado por las comodidades que el rey había incorporado
en su torre. Los había echado a perder con lujos que Dainéal no había tenido
en su antigua casa y sólo había experimentado en el castillo del rey. La bañera
era lo suficientemente grande para dos personas. Había sido equipado con
tubos de cobre que entregaban el agua caliente después de haber sido dirigido
a través de las brasas de la chimenea, calentando el agua en el interior. Dainéal
pensó que era una hazaña increíble. El agua caliente del grifo.
Había chimeneas de piedra en cada habitación privada, las tres del gran salón,
y dos en el cuartel. Dainéal se habría preocupado si no hubiera descubierto
que el rey dispuso todo un cobertizo lleno de leña.
Había un montón de otras cosas que hicieron que Dainéal pensara que el rey
quisiera que se asienten y sean felices aquí. Dainéal estaba bastante seguro de
que podía ser feliz en una caja todo el tiempo que tuviera a su compañero y su
hijo a su lado.
Dainéal sonrió cuando Artúr se hundió en el agua, un largo gemido arrastrado
de sus labios. — ¿Se siente bien, amor?
—Oh sí.
Dainéal rio entre dientes mientras se quitaba la ropa, y la puso en la silla junto
a la puerta. Cogió el jabón y un paño limpio y se arrodilló junto a la bañera.
XCV
— ¿No vas a entrar?—, Preguntó Artúr. I
—Oh, estoy por entrar—. La sonrisa de Dainéal era lujuriosa y él lo sabía,
estaba mirando hacia abajo al cuerpo desnudo de su compañero, y era un
cuerpo voluptuoso. La intención de Dainéal era disfrutar de la vista.
Enjabonó la toalla y empezó a arrastrarla sobre la piel dorada de Artúr. Incluso
redondeado con su huevo, Artur era un espectáculo fascinante, tal vez más aún
con el conocimiento de que el niño que habían creado era fruto del amor que
sentían el uno por el otro.
— ¿Qué estás pensando?—, Preguntó Artúr.
—Cuánto te amo—, dijo Dainéal sin perder el ritmo. —De la suerte que tengo
de que me dieras una segunda oportunidad—. Dainéal sintió que algo cambio
dentro de él mientras veía la sonrisa en los labios de Artur. Era una sonrisa de
hombre completamente satisfecho con el lugar donde su vida estaba en ese
momento, un hombre en paz con el mundo alrededor de él. La sonrisa de Artúr
era una de felicidad.
Artúr se inclinó sobre el borde de la bañera. Envolvió sus brazos alrededor
del cuello de Dainéal y lo atrajo hacia sí, sellando sus labios.
—Ven aquí—, Artúr exigió tomando aire.
Dainéal sonrió. No podía negar a su compañero nada. Saltando en el agua
caliente, Dainéal se posicionó de modo que él estaba sentado detrás de Artúr.
Tiró de su compañero contra su pecho y ahuecó el estómago de Artúr con sus
dos manos. Masajeo la piel con las yemas de los dedos, se detuvo
repentinamente cuando creyó sentir el movimiento.
— ¿Qué demonios fue eso?
Dainéal se rio entre dientes mientras frotaba la mano por encima del vientre
redondeado de Artúr, su sonrisa creciendo cuando sintió el más pequeño de
los movimientos bajo su mano. —Ese es nuestro bebé en movimiento.
Los ojos de Artur eran redondos y enormes en su rostro mientras miraba hacia
abajo a su estómago. —Pensé que habías dicho que se trataba de un huevo.
—Lo es, pero la cubierta exterior no se ha endurecido completamente todavía.
Ahora mismo, nuestro pequeño dragón está creciendo y formándose para
convertirse en una cría. Cuando la capa exterior se endurezca totalmente, la
XCV
bolsa se abrirá y permitirá que tomemos el huevo.
II
— ¿Y entonces qué?
—Y luego tenemos otro par de meses antes de que la cría esté lista para
romper el huevo y venir al mundo. La cesta de cría ayudará a mantener al
huevo caliente mientras se incuba.
La mano de Artúr tocó tentativamente su estómago, aplastando lentamente y
luego suavizando su piel. — ¿Por lo tanto, él está bien allí, entonces?
—Él está bien—. El orgullo en la preocupación de Artúr sobre su cría espesó
la garganta de Dainéal. Artúr iba a ser un gran padre. —Nos está dejando
saber que está ahí.
Artúr inclinó la cabeza hacia atrás y lo miró. — ¿Estás listo para ser padre,
amor?
Dainéal sonrió mientras frotaba las manos sobre la panza pensando en el
futuro. —No puedo esperar.
—Yo tampoco.
Artúr cubrió las manos de Dainéal con las suyas. Se sentaron en silencio por
un rato, simplemente disfrutando de la presencia del otro, y la de su huevo.
—No me gusta romper el estado de ánimo romántico, pero estoy tan caliente
que tengo miedo de que mi polla va a explotar—. Artúr se echó a reír. —La
única cosa en mi mente últimamente es la comida y el sexo.
—No estoy exactamente quejándome de eso—. Dainéal movió una mano,
envolviendo una palma alrededor de la erección de Artur. Apretó la polla dura,
y el hombre gimió, sacudiendo sus caderas hacia arriba. —Voy a cuidar de ti,
pareja.
—Oh Dios…
—Sólo relájate, mi amor.
Dainéal movía lentamente el puño desde la base hasta la punta, masajeando la
carne dura de Artúr. Pasó el pulgar sobre la cabeza del eje, —Estirando la
mancha de líquido pre seminal alrededor.
—Por favor—, Artúr gimió, sus uñas romas hundiéndose en los muslos de XCV
Dainéal. —Estoy desesperado. No vayas lento.
Dainéal deslizó la otra mano bajo Artúr, levantando a su compañero de su III
regazo para darle espacio a su dedo en el culo de su compañero. —Sí,
hazlo—, rogó Artúr sin aliento.
Dainéal círculo el estrecho agujero de su pareja un par de veces. El musculo
revoloteaba bajo su tacto. Dainéal miró rápidamente alrededor del cuarto de
baño, en busca de algo que pudiera utilizar. Su pre semen lubricante,
lubricaría adecuadamente el canal interior de Artur pero Dainéal quería
asegurarse de que su compañero sintiera únicamente placer. El aceite
ayudaría.
Cuando vio un envase de aceite, sonrió. Dejando caer la polla de Artúr, llegó
sobre el borde de la bañera, extendiendo su cuerpo hasta que fue capaz de
tomar el aceite. Sacó el tapón y recubrió sus dedos con la sustancia antes de
volver su atención a Artúr.
Dainéal presiono lentamente un dígito dentro del cuerpo de Artúr. Calor
húmedo rodeo su dedo, y él gimió con Artúr. Sólo la idea de hundirse dentro
de su compañero obligo a Dainéal a acelerar sus movimientos.
Bombeo el puño, un dedo se convirtió en dos y luego en tres.
El rápido sonido de la respiración de Artúr llenó el espacio cuando él gimió
su placer. Movió sus caderas, a caballo de los dedos de Dainéal. Con una
mano en el borde de la bañera, Artur agarró el eje de Dainéal en un férreo
control.
— Jodeme—, exigió.
Tirando de los dedos libres, observó a Artúr cuando alineó su adolorida polla
con la entrada apretada de su compañera. Dainéal mantuvo las caderas de
Artur, sosteniéndolo cuidadosamente cuando el cuerpo de su compañero se
tragó su longitud. Un bajo gruñido gutural fue arrancado de su garganta
mientras miraba su polla desaparecer en el interior de Artúr. Una vez que
estaba enterrado profundamente, tomó el control.
—Oh sí—, Artúr jadeó. Colocó ambas manos a cada lado de la bañera.
—Sigue adelante...— rogó, tratando de acelerar los movimientos de Dainéal.
—Al igual que así... ohhhh.
Dainéal se tomó su tiempo, dándole placer y empujándolo a la orilla. Sus XCI
cuerpos se movían al unísono mientras se construía su ritmo, moviéndose más
rápido. El agua derramada de la bañera, salpicando contra el suelo en oleadas. X
Dainéal lamió el hombro de Artúr mientras sus dientes se alargaron.
Raspó los puntos en el hombro de su compañero, lentamente hundiendo sus
dientes en su marca, que adornaba permanentemente el hombro de Artúr. El
sabor de la sangre de Artur en su lengua fue suficiente para que Dainéal
encontrara su liberación. Sus músculos se tensaron y flexionaron, el cuerpo
se sacudió cuando se vino muy dentro del culo de Artur.
Artúr gritó su propia liberación, sus músculos internos apretando alrededor del
todavía erecto pene de Dainéal. Dainéal sacó los dientes y lamió la herida,
cerrándola. Él acarició la nuca de Artúr, inhalando el aroma delicioso de su
compañero.
Dainéal tiro la espalda de Artúr más cerca, su nudo acunado dentro de su
compañero. — ¿Mejor ahora, compañero?
—Mmm—. Artúr rodó su cabeza contra el pecho de Dainéal, los ojos grises
con sueño parpadeantes hacia él. —Es tan bueno...
Dainéal rio al ver la expresión tranquila en el rostro de Artúr cuando se
desvaneció en el sueño. —Quedo a tu disposición. Cada vez que me necesites,
amor.

C
Capítulo Once
— ¡Él va a morir!—, Artúr gruñó mientras caminaba a través de los pasillos
de piedra, a la caza de su compañero desaparecido. Una mano acunando el
fondo de su estómago grande, sosteniéndolo. La otra mano presionada contra
el centro de su espalda baja.
— ¡Dainéal!—, Gritó tan fuerte como pudo. — ¡Será mejor que vengas aquí,
escamoso-culo hijo de puta!
Siervos y soldados por igual corrieron a esconderse. Artúr sabía que estaba a
los gritos. Él también estaba enojado. Pero, maldita sea, estaba bastante seguro
que el apuñalamiento con una espada oxidada no le dolería tanto. Se sentía
como si su abdomen estuviera siendo desgarrado por dentro. CI
Quería a su compañero.
Quería estrangular a su pareja.
Dainéal nunca dijo nada sobre cualquier dolor por llevar su huevo. Él lo hizo
sonar como algo maravilloso, pero simple. Sólo llevar el huevo durante unos
meses y luego ponerlo en una cesta. Nada nunca fue mencionado sobre ser
desgarrado por dentro.
Si tuviera su espada...
— ¡Dainéal!
— ¿Tu llamaste?
Artúr giró tan rápido que perdió el equilibrio. Antes de que pudiera golpear el
suelo, dos fuertes brazos se envolvieron alrededor de él, sosteniendo.
— ¿Qué te tiene tan molesto, compañero?
La cabeza de Artur espeto. — ¿Dónde está mi espada?—. La había estado
buscando.
Una ceja de Dainéal se levantó. — ¿Por qué necesitas tu espada?
Los ojos de Artur se estrecharon a diminutas rendijas cuando solo miró a su
pareja, no contestándole. Tenía miedo de lo que podría decir si abría la boca.
Tal vez fue una buena cosa que no podía encontrar su espada.
Cuando la mano de Dainéal se movió hacia abajo sobre el abdomen, parte de
la agonía que había ido rasgando a través de su cuerpo, disminuyo. Fue solo lo
suficiente para que Artúr recuperara el aliento. Él se dejó caer contra Dainéal,
volviendo la cabeza para poder presionar su nariz más cerca de la piel de
Dainéal y respirar fuerte el olor masculino de su pareja, calmándolo aún más.
—Ah—, Dainéal dijo mientras acariciaba suavemente la piel de Artur. —Ya
veo por qué estás tan enojado.
—Me duele—. Artúr sintió que sus mejillas se calentaban cuando se dio
cuenta de que gimió las palabras. Él era un gran guerrero fuerte, un soldado.
Él era un laird. Él no debía lloriquear.
CII
—Nuestra cría está lista para venir al mundo.
—Es que…— Artúr tragó saliva ante el nudo que llenó su garganta ante la
idea de ser separado del huevo que había llevado por los últimos tres meses.
Por mucho que quería su cuerpo de nuevo, no quería renunciar a su huevo. —
¿Eso es lo que está pasando?
—Así es, mi amor—. Dainéal era todo sonrisas mientras balanceaba a Artúr
arriba en sus brazos y lo llevaba a través del pasillo.
Artúr quería golpear al dragón.
Él gimió de nuevo y se aferró a Dainéal cuando trató de ponerlo en su cama.
—No.
—Cálmate, mi amor. Simplemente estoy recibiendo la canasta para nuestro
polluelo. Vamos a necesitar un lugar para ponerlo cuando él venga a nosotros.
Artúr a regañadientes soltó a Dainéal pero lo observó con atención mientras
fue a la pequeña alcoba donde su bebé dormiría cuando llegara. Incluso los
padres de un recién nacido necesitan algo de privacidad. La pesada cortina
cubría el pequeño nicho. Les daría tiempo a solas y ayudaría a mantener el
área pequeña caliente para la cría.
El aliento quedo atrapado en la garganta de Artúr cuando Dainéal regresó,
llevando una cesta de mimbre ornamentada. Las cuerdas de mimbre que
conformaban la mayor parte de la canasta estaban hechas de un color marrón
oscuro. Pero el borde en la parte superior había sido tejida con diferentes tonos
de azul y púrpura tan brillantes que casi le cegó.
—Dainéal, es hermoso—. Artúr estaba asombrado cuando Dainéal dejo la
cesta en la cama delante de él. Se sentó para que pudiera arrastrar sus dedos
sobre los bordes y luego hacia abajo en la canasta en sí. Un colchón grueso
azul-royal estaba en la parte inferior, la manta en la parte superior
representaba la cresta, Dainéal y Artúr lo habían elegido como su propia
combinación de colores.
—Tenía la esperanza de que te guste. He trabajado en él durante semanas—.
Había la suficiente cantidad de vacilación en la voz de Dainéal para atrapar la
atención de Artur. Él lo miró, sorprendido al ver las lágrimas que brillaban en
los ojos azules del poderoso dragón.
CIII
— ¿Dainéal?— Artúr nunca había visto a su compañero tan emocional antes.
El rostro de Dainéal se sonrojó mientras se reía entre dientes, el sonido en
desacuerdo con la expresión de asombro en su rostro. —Simplemente no
puedo creer que este momento haya llagado. Nunca pensé que lo haría.
Artúr de repente se sintió más tranquilo de lo que había estado en todo el día.
Parecía que su gran, fuerte dragón necesitaba consuelo tanto como él. Artúr
sonrió mientras palmeaba el colchón a su lado. —Ven a frotar mi estómago—.
Eso daría a Dainéal algo que hacer con las manos, además de tirar los bordes
de su camisa.

Dainéal cogió la cesta y la puso en el suelo junto a la cama antes de tumbarse


en el colchón junto a Artúr. El ayudo a Artúr a inclinarse hacia atrás, apilando
varias almohadas detrás de él para mantenerlo parcialmente sentado.
— ¿Todavía duele?— Dainéal preguntó mientras empujaba la camisa de Artúr
arriba y luego acarició con la mano por encima de la gran panza. Sus dedos en
fila a lo largo de la línea que aparecía justo debajo de la caja torácica de Artur.
—Sólo un poco—, admitió Artúr. —Se siente mejor cuando estás tocándome.
—Eso es parte de la unión de compañeros.
— ¿Sí?
La sonrisa de Dainéal era inestable, pero estaba allí. —Es una prueba
innegable de que somos más fuertes juntos que separados.
—S-sí—, Artúr tartamudeó cuando una particularmente fuerte oleada de dolor
ondulo a través de su abdomen. —Wow—. Él inhaló profundamente y luego
sopló el aliento. —Eso realmente se sintió.
—Me temo que no hará sino empeorar de aquí en adelante.
Artúr tenía miedo de eso. — ¿Cuánto tiempo?
—No hay un tiempo fijo, mi amor—. Los dedos de Dainéal patinaron sobre la
línea que estaba empezando a formarse a través del abdomen de Artúr.
—Podría tomar horas o podría tomar días.
— ¿Días?—, Artúr exclamo. — ¿Estás loco?—. No podía hacer esto por días.
CIV
Estaba dispuesto a terminar con ello ahora.
—Los bebés hacen las cosas a su tiempo, no en el nuestro.
—Sí, bueno...—, Artúr no pudo discutir eso. —Él va ser puesto a tierra al
segundo que haya eclosionado—, Artúr cerró los ojos e inclinó la cabeza hacia
atrás. Dio unas profundas respiraciones cuando una serie de calambres fuertes
corrieron a través de su abdomen.
Apretando la mandíbula, Artur se centró en la abertura de la piel y el huevo
saliendo. Él agarró las mantas, apretando los puños cuando Dainéal trató de
aliviar su malestar con el roce de su mano sobre el vientre.
Un pensamiento de repente se le ocurrió, y Artúr volvió la cabeza y miró a
Dainéal. —Pensé que esto iba a sentirse como una quemadura de sol. ¿No se
suponía que mi piel iba a picar y la bolsa se abriría sin dolor?
El rostro de Dainéal pasó de ceniciento blanco, sus labios apretados. —Eso es
lo que me dijeron, pero yo no tomé en cuenta que no eres un dragón. Lo
siento. Si pudiera tomar tu dolor, lo haría.
—Lo sé—. Artúr exhaló.
Rodando su cabeza de lado a lado, Artur se preguntó cuánto más dolor él sería
capaz de soportar. No podía recordar haber sentido nunca esta cantidad de
dolor. Nada se comparaba. Ninguna intoxicación alimentaria, gripe de
estómago, o heridas que hubiera recibido en la batalla. Esto era el mismo
infierno.
Sus músculos se sacudieron y flexionaron, y Artúr se movía en la cama,
tratando de encontrar una posición cómoda, pero era imposible.
Nada le parecía cómodo excepto expulsar su huevo.
Un calambre le llegó tan fuerte que la espalda baja de Artúr se paralizo. Los
músculos en el interior fueron torciéndose poco a poco, más y más hasta que
se convirtió en casi insoportable. Artúr dejó escapar un gemido lleno de dolor
y cerró los ojos con fuerza, esperando y rezando para que se aliviara. Cuando
él pensaba que no sería capaz de aguantar más, se calmó poco a poco, hasta
que quedó laxo en la cama una vez más. CV
—Lo estás haciendo muy bien, amor. La piel se está abriendo poco a poco.
Artúr miró su vientre al descubierto. La piel roja e irritada parecía fruncirse y
separarse como una herida que estaba tratando de sanar después de una batalla
espantosa. Jadeando, Artur observo su carne tirar abriéndose. Él no era capaz
de mirar a otro lado a pesar de que lo quería desesperadamente. Fue un poco
extraño.
Otro calambre destrozó a Artúr, echó atrás la cabeza y gritó. — ¡No! No, no,
no... no creo que pueda hacer esto—. Artúr odiaba admitir lo débil que estaba.
Él no quería pelear, pero el dolor era intenso y él conocía sus limitaciones.
—Está bien—, Dainéal canturreó en voz baja. Se sentó a su lado y empezó a
masajear los miembros de Artúr, cavando sus fuertes dígitos, calmando el
dolor en los músculos tensos de Artur. —Eres fuerte, amor. Estoy tan
orgulloso de ti. Puedes hacer esto.
Dainéal siguió hablando, dando a Artúr todo el ánimo que necesitaba para
seguir adelante. Cuando llegó otro calambre, Artur pudo respirar a través de
él. Un paño frío secó la frente y abajo del lado de su cuello. Artúr gimió
cuando su piel ardiendo se refresco unos pocos grados. Se sentía increíble.
—Gracias.
—De nada—, dijo una voz profunda, y los ojos de Artur se abrieron.
Él no esperaba a nadie más que a Dainéal. Artúr estaba genuinamente
sorprendido al ver al padre de Dainéal dentro de sus cámaras. —Me disculpo
por interrumpir este momento entre compañeros—. Laird Tormod dio un paso
detrás de la cama. —He oído que gritabas y quería ofrecer mi asistencia.
—Tu ayuda se agradece, Padre—, dijo Dainéal. —No estoy realmente seguro
de qué esperar. Creo que podríamos utilizar toda la ayuda que podamos
conseguir.
Artúr cogió el paño frío y se secó la cara. —Gracias.
— ¿Hay algo que pueda hacer por ti?— Tormod le preguntó, un ligero brillo
preocupante calentando los ojos azul pálido.
La preocupación de Tormod demostró que el padre de Dainéal apoyaba su
apareamiento, y le dio a Artúr un verdadero sentido de la familia. Cuando no CVI
respondió, sin embargo, el hombre mayor dio otro paso hacia atrás, mirando
inseguro. —Voy a esperar fuera. Si necesitas cualquier cosa, por favor, sólo
grita. Será para mí un placer ayudarles en todo lo que pueda.
—Trozos de hielo—, Artúr espetó.
Tormod sonrió como si acabara de ganar una joya preciada. —Estaré de
vuelta—. Él se dio la vuelta y salió de la habitación con un claro rebote en su
paso.
Los dedos de Dainéal corrieron a través de su estómago antes de que él
colocara un rastro de besos a lo largo del hombro y el brazo de Artur. —Fue
amable de tu parte, amor. El nacimiento de una nueva vida es siempre un
momento emocionante, y nuestro bebé es su primer nieto.
La boca de Artúr se abrió cuando otro calambre sacudió su cuerpo.
Él gimió a través de él. Una vez que pasó, fue capaz de tomar un minuto para
relajarse. Cuando pudo hablar de nuevo, simplemente dijo, —Somos familia.
—Eres increíble—, Dainéal le dijo.
Artúr se rio entre dientes, pero era difícil estar feliz cuando él estaba en el
dolor.
—Estoy de vuelta—, Tormod anunció mientras se precipitó en la suite con
una bandeja de plata grande. La puso sobre la mesa lateral y rápidamente llevo
una cuchara hasta los labios de Artur. Cuando tocó el hielo en su lengua, Artur
suspiró. El líquido alivió su boca como algodón seco.
—Ya casi es la hora—, dijo de pronto Dainéal y Artúr miró su estómago.
Observó con asombro como su piel seguía dividiéndose, abierta, ampliándose
y estirándose. —Oh Dios.
—Está bien. Esto es normal—, Tormod le dijo. —La piel se abre y el huevo
será eliminado. Una vez que el huevo este de forma segura dentro de la cesta
de eclosión, su piel se va a cerrar. Vas a sanar por completo.
Artúr sólo pudo asentir con la cabeza en reconocimiento. Él todavía tenía
dificultades para creer que un huevo emergería de su cuerpo.
Sabía que iba a suceder, pero todavía era difícil aceptar la idea, incluso con la
piel separándose.
CVII
Él ni siquiera parpadeó cuando Dainéal metió las manos en la bolsa de
apertura y saco cuidadosamente su huevo. La superficie parecía ser brillante
como un ópalo, una mezcla de colores hermosos. Dainéal mantuvo el huevo
en sus manos, sosteniéndolo como si fuera la cosa más preciosa en el mundo.
Tormod puso la canasta en la cama justo al lado de Artur, y Dainéal estableció
su huevo en el cojín-azul. Una vez que el huevo estaba asentado de forma
segura dentro de la cesta, Dainéal lo cubrió con la manta y luego levantó la
vista hacia él.
Sus ojos se encontraron y sostuvieron. Artúr podía ver los ojos de su
compañero llenándose de humedad. Las lágrimas se desbordaron, y Artúr no
podían contener sus propias emociones a medida que burbujearon a la
superficie. Dainéal se acostó junto a Artúr, tirando de él cerca y envolviéndolo
en un fuerte abrazo.
Artúr suspiró y se volvió para mirar al hermoso huevo que habían creado
juntos, preguntándose qué aspecto tendría su hijo una vez que saliera.
—Te amo mucho—. Dainéal mantuvo a Artúr cerca. No había una palabra
para describir lo orgulloso que estaba de su compañero. El parto de su huevo
fue difícil y aparentemente muy doloroso, pero el hombre lo había hecho
increíble. Dainéal no había esperado que fuera tan difícil. Por otra parte, un
apareamiento entre un dragón y un ser humano era nuevo.
—Te amo, también—. Artúr bostezó, sus pestañas revoloteando como si
estuviera tratando de mantenerlas abiertas.
Dainéal sonrió y de mala gana se alejó. Levantó la canasta y la colocó entre
ellos por lo que su compañero podía ver el huevo. Con una mano temblorosa,
Artur se acercó y puso su palma contra la brillante concha azul. Él acarició
suavemente la superficie cuando una pequeña sonrisa jugo en la esquina de CVII
sus labios. Se veía increíblemente cansado con sus hermosos ojos grises
soñolientos. I
—Wow...— Artúr murmuró. —Es que... no puedo creer.
Dainéal cubrió la mano de Artúr con la suya. —Lo sé. Nuestro bebe.
—Nuestro bebé— Artúr imitó.
—Felicitaciones—, dijo Tormod y Dainéal miró a su padre. Con toda su
atención centrada en Artúr y su bebé, él había olvidado que el hombre aún
estaba dentro de la habitación.
—Gracias Padre.
—Les voy a dar un poco de espacio.
Dainéal quedó impresionado con el cambio que había visto en su padre.
Había pasado de un hombre frío y duro que desdeñaba a los seres humanos, a
ser alguien que Dainéal realmente quería como el abuelo de su hijo. Ello
significaba mucho para él, que su padre finalmente había aceptado su
acoplamiento con Artur también. Demostró que las cosas estaban realmente
cambiando para mejor.
— ¿Te importaría hacer el anuncio, Padre?
—Por supuesto—. Su padre sonrió, su pecho hinchándose. — Sería un honor
anunciar la llegada de su huevo—. Tormod se inclinó ligeramente,
mostrando a Dainéal un gran respeto antes de abandonar la habitación.
—Me gustaría que el huevo eclosionara en este momento—, Artúr murmuró.
—Yo quiero sostener a nuestro bebé.
—Yo también—. Dainéal rio. —Pero, nuestro bebé necesita tiempo para
crecer grande y fuerte antes de la eclosión. Cuando él o ella este lista, el huevo
eclosionara.
Artúr suspiró y Dainéal miró a su compañero a tiempo para verle bostezar de
nuevo. —Duerme un poco, amor—. Dainéal besó suavemente la frente de
Artúr.
Artúr le sonrió mientras sus ojos se cerraron. Su cuerpo pareció aflojarse casi CIX
al instante, como si hubiera estado esperando que Dainéal le dijera que
duerma. En poco tiempo, Artur estaba roncando suavemente.
Dainéal observó a su compañero durante unos minutos antes de rodar de la
cama e ir al baño. Llenó un recipiente con agua tibia y jabón y agarró una
toalla antes de volver al lado de Artur.
Dainéal estableció la canasta de eclosión en el suelo junto a la cama y luego se
sentó en el borde de la cama. Mojó el paño en el cuenco antes de retorcerlo.
Tan cuidadosamente como pudo, Dainéal limpio el estómago de Artúr. Utilizó
un movimiento de barrido, moviendo el paño arriba y abajo por el hermoso
cuerpo de Artur. No quería despertar accidentalmente a su amante, pero él
quería que el hombre esté cómodo, también.
Se necesitaría algunos días para el cierre total de la abertura.
Hasta entonces, Artur tenía que tener cuidado. Si la abertura no estaba limpia,
podría tener una infección.
Dainéal cogió el frasco de crema de semilla de flor de dragón que
cuidadosamente cultivo desde el día que se enteró de que su compañero
llevaba su huevo. Las semillas tenían que ser recogidas por la noche, la única
vez que la flor de dragón florecía. Había muy pocos lugares para encontrar la
rara flor.
Dainéal había volado desde un extremo de su territorio a otro para encontrar la
planta preciosa.
Después de recoger las semillas, las había empapado en leche durante la noche
luego secado y triturado en un polvo fino que se mezcló con una crema básica
para la piel. La crema se utilizaba en las escamas de los dragones cuando
alguien resultaba herido. Dainéal esperaba que el brebaje tan viejo como los
dragones fuese beneficioso para su compañero.
Recogió con cuidado una pequeña cantidad y la frotó a través de la apertura de
la piel. Si funcionaba como esperaba, ayudaría a evitar la infección y curar la
apertura más rápido. Dainéal quería a Artúr de vuelta en sus pies lo más
rápido posible. Una vez que la crema medicinal se extendió generosamente
sobre el estómago, la cubrió con un paño suave y luego tiró la manta hasta la
barbilla de su compañero.
Artúr normalmente tenía la piel bronceada como oro, ahora estaba un poco CX
más pálida de lo normal. Sabía que era una consecuencia del esfuerzo del
trabajo que acababa de pasar, pero Dainéal no podía dejar de estar
preocupado.
A medida que sus ojos se posaron en la canasta asentada al lado de la cama,
sus preocupaciones acababan de comenzar. Una cría y un compañero ya eran
suficientemente malo. Si algún huevo más llegaba, estaba condenado.
Por un momento, Dainéal no podía hacer otra cosa que sentarse allí y mirar al
hombre durmiendo en su cama. A pesar de la palidez de su piel, Artúr seguía
siendo uno de los hombres más sexy que había visto jamás. La bondad en él
corría todo el camino hasta su alma. Su honor estaba arraigado en él como si
se hubiera utilizado para crear su propia esencia.
Y Dainéal lo amaba más de lo que nunca creyó posible amar a alguien.
Después de haber hecho una cría Dainéal se sentía orgulloso y afortunado y
protector. Había tantas cosas que quería enseñar a su hijo, mostrarle a él o ella.
Y él mataría a cualquiera que tratara de herir a su polluelo.
Dos seres preciosos, que hacían su mundo completo y al que no podía
sobrevivir sin ellos. Él nunca pensó que tendría suerte con tener tanto en su
vida.
El Rey Críostóir le había acoplado a Artur para fortalecer su norte. Dainéal no
podía dejar de preguntarse si el hombre sabía que su plan iba a salir tan bien.
Dainéal estaba decidido a hacer de su territorio el más fuerte de todos, porque
este era donde vivía su corazón.

CXI
Epílogo
Artúr dio un beso en la cáscara de huevo dura y murmuró: —Te amo—. Se
puso de pie, mirando hacia abajo al huevo. Un huevo. Su hijo era un huevo.
Artúr rio para sus adentros. No creía que jamás se acostumbraría al hecho de
que había dado a luz, y mucho menos que había dado a luz un huevo. Su vida
había cambiado de maneras asombrosas cuando el rey lo había unido a
Dainéal, y no podía estar más feliz por esos cambios.
Al oír un golpe en la puerta, Artur dio la vuelta y salió de la pequeña alcoba
donde la canasta de la eclosión se asentaba. Sonrió al abrir la puerta y vio al
padre de Dainéal allí de pie. El viejo dragón estaba prácticamente rebotando. CXII
—Vamos entre—. Artúr dijo, mientras se retiraba, manteniendo la puerta
abierta.
— ¿El huevo está bien?
—Su nieto está muy bien—. El laird dragón había entrado en modo de
protección cuando el huevo salió. Le preocupaba constantemente que algo
podría pasar con el huevo o podría perderse el gran momento en el que el
huevo eclosionara. Teniendo en cuenta lo en contra de Artúr que el hombre
había estado en un principio, su actitud era un cambio refrescante, y uno
bienvenido.
El dragón sonrió mientras se acercaba al huevo y se sentó en su lugar habitual.
Tormod venía a visitarlo todos los días. Se sentaba junto a la cesta de eclosión
y le contaba historias, tratando de convencer al bebé dentro de romper la
cáscara. El dragón mayor estaba muy emocionado por convertirse en abuelo y
aún más entusiasmado de mostrar al bebé a todo el clan.
— ¿Necesita algo antes de que me vaya?
—No, no—. Tormod agitó su mano con desdén. Tenía los ojos puestos en el
huevo como si pudiera salir del cascarón en ese mismo momento, incluso
aunque todavía faltaran semanas. —Estaremos bien.
Artúr rio mientras salía de su habitación, asintiendo a los soldados asignados
para custodiar su habitación y el huevo. Dainéal insistió en que su huevo
tuviera no menos de dos soldados de guardia en todo momento.
Artúr no podía esperar a saber lo que pasaría si su bebé fuera una niña.
Dainéal estaba aún demasiado protector con él. Desde que paso por el parto,
Artur estaba completamente curado y la sensación de ser el mismo una vez
más. Le tomó un par de semanas para volver a sus pies, el proceso de curación
llevo más de lo que se esperaba. Eso no pareció disuadir a Dainéal en
absoluto. Sólo la amenaza de apuñalar al hombre con su propia espada,
cuidaba de que Dainéal ordenara a un guardia seguir a Artúr a toda hora
marchando por el pasillo, se dirigió hacia la oficina de Dainéal. Quería pasar
un momento agradable con su hombre. Desde la llegada de su huevo, los dos
no habían estado pasando mucho tiempo juntos. Dainéal manejaba el
funcionamiento del clan, mientras que Artúr se quedó dentro de su cámara,
curándose y velando por su nueva adición. Ya era hora de que pasen un poco
de tiempo juntos, preferiblemente solos. CXII
Cuando llegó a la oficina dl Dainéal, en silencio entró en la habitación y se I
tomó un momento para mirar la forma imponente de su compañero
asentado detrás del escritorio de roble. Era impresionante, y Artúr no pudo
evitar sonreír ante la imagen guapa que tenía.
Él es mío.
Él es todo mío.
Cuando Dainéal comenzó a reírse con un pergamino que estaba leyendo, Artur
entró en la habitación e hizo notar su presencia. — ¿Qué es tan divertido, mi
amor?
Dainéal sonrió mientras miraba hacia arriba. Abrió los brazos, haciendo señas
a Artur para que se sentara en su regazo. Era una invitación que Artúr no
podía dejar pasar.
Caminó alrededor de la gran mesa de madera y se sentó en el regazo de
Dainéal. Él gimió y echó la cabeza hacia atrás cuando su amante lo envolvió
en un fuerte abrazo, colocando besos dulces a lo largo de la columna de su
cuello.
— ¿Que era tan gracioso?—, Preguntó de nuevo mientras jadeaba y se retorcía
en el regazo de Dainéal. Dios, que había extrañado esto.
—El rey envió una citación. Está pidiendo un dragón y un humano de cada
territorio para un torneo en el castillo. Parece que nuestro nuevo, intrépido
líder está listo para encontrarse a sí mismo una pareja y está emitiendo un
desafío de compañeros.
—Hmmm...—. Era difícil de creer que el rey estaba dispuesto a tener un
torneo para encontrar a un compañero. Parecía fuera de lugar, incluso aunque
Artúr de verdad no sabía nada sobre el hombre mismo.
Por otra parte, el rey lo había apareado con Dainéal, por lo que podría no estar
fuera de la esfera de las posibilidades.
—Y sé que hombres perfectos enviar.
— ¿Quién?— Las cejas de Artur se arrugaron en confusión.
—Domhnall y Téodóir—, dijo Dainéal con una sonrisa, sus ojos abriendo y CXI
cerrándose con deleite.
Artúr rio entre dientes mientras se imaginaba a los dos guerreros fuertes V
compitiendo por los afectos del rey. El rey tendría las manos llenas con los
dos. —Me gustaría poder asistir al torneo sólo para verlos pelear unos contra
otros. Tengo la sensación de que va a ser bastante entretenido.
Dainéal besó el hombro de Artúr antes de acariciar su cuello. — ¿Cómo te
estas sintiendo?
Artúr se recostó en el abrazo de Dainéal. —Estoy extrañando a mi compañero.
—Oh, sí—. Dainéal raspo sus dientes contra la carne de Artur.
Artúr se estremeció, su polla endureciéndose al instante. —Tenía la esperanza
de que podrías considerar tomarme durante un vuelo.
Dainéal gruñó, vibrando su pecho. Se paró con rapidez, depositando a Artúr
en pie, antes de abrir la puerta que daba a la terraza. Dainéal cambió cuando
salió. Estirando sus alas, bajó su cuerpo, dando la invitando a Artúr a subir a
bordo.
—Sube en mi espalda, compañero.
Artúr no necesitaba que se lo dijera dos veces. Había montado en Dainéal
muchas veces antes. Ser capaz de conectar con su dragón hacia su
apareamiento más fuerte. Incluso con los recuerdos del pasado, no podía
recordar sentir este tipo de conexión con Dainéal. El estar acoplado hacia las
cosas mucho mejor.
Artúr pasó la mano a lo largo de las escamas de Dainéal antes de subir a su
espalda. Hizo su camino hacia el centro de la espalda de Dainéal y se
estableció plano, aferrándose para el despegue. Dainéal se acercó al borde de
la terraza y saltó. Sus alas bombeando hacia arriba y abajo en movimientos
pesados, ganando altura. Se elevó a través del cielo, sus alas de murciélago
estiradas a lo ancho.
Sentado, Artur mantuvo un fuerte control, mientras miraba su territorio. El
aire fresco de la montaña a la espalda de Artúr, y él exhalo. Se sentía increíble.
Artúr echó la cabeza hacia atrás y cerró sus ojos cuando el viento rozo
suavemente contra su rostro.
CXV
Era una experiencia liberadora.
—Espera, amor. Voy a caer hacia abajo. Quiero enseñarte algo.
Artúr se inclinó hacia delante, agarrándose de Dainéal una vez más. —Estoy
listo.
Dainéal lentamente descendió hacia el suelo, rodeando el lado contrario de la
montaña, donde su casa residía. Cuando tocó el suelo, Artur se deslizó de su
espalda. En cuestión de segundos, Dainéal cambio de nuevo a su forma
humana. Le tendió una mano, y Artur la tomo antes de mirar su entorno.
Su boca se abrió con sorpresa cuando Dainéal lo llevó a través de algunos
árboles gruesos. Caminaron hacia una formación de roca grande con múltiples
cascadas. El agua caía en cascada en agua cristalina a un lago
resplandeciente.
—Este solía ser mi lugar favorito. A menudo venia aquí cuando quería estar
solo. Hay una cueva oculta detrás de las cataratas. Para llegar a ella, tenemos
que nadar.
Artúr se sacó la camisa por la cabeza, tirándola al suelo.
Alcanzando el botón superior de sus pantalones, se detuvo y levantó una ceja.
— ¿Vas a desnudarte?
—Absolutamente—. Dainéal imito sus acciones.
Cuando Artúr estaba desnudo, Dainéal lo levantó contra su pecho. Él acuno a
Artúr en sus brazos y caminó en el agua, llevándolo hacia las cascadas. Artúr
envolvió sus brazos alrededor del cuello de Dainéal ya que el agua se alzaba,
cada vez más profunda. Dainéal cubrió a Artúr con su cuerpo mientras
caminaba bajo la cascada que golpeaba. Artúr mantuvo su respiración cuando
la presión trató de empujarlo fuera de los brazos de Dainéal.
Alivio lo golpeó cuando salieron de la cortina de agua.
Dainéal levantó a Artúr fuera del agua y lo colocó sobre una roca fuera del
agua. Artúr se empujó el pelo de la cara y miró a su alrededor. La cornisa no
era enorme, pero lo podía sostener fácilmente y a Dainéal.
—Wow...— Su voz se hizo eco y Artúr bajó la voz en un susurró. —No sabía CXV
que este lugar existía.
—No se puede llegar caminando aquí. I
—Ah... eso tiene sentido.
—He estado viniendo aquí durante años. Siempre que volar no es suficiente,
esta cueva es un buen lugar para esconderse.
—Nuestro propio pequeño nido de amor privado.
Dainéal gruñó profundamente en su pecho, y Artúr guiñó un ojo. Retrocedió
hacia arriba, dándole espacio a Dainéal para unirse a él. Dainéal se levantó a sí
mismo en la cornisa y se acercó lo suficiente como para flotar sobre la parte
superior de Artúr. Él conecto sus labios en un beso apasionado mientras
continuó moviéndose hacia adelante, forzando a Artúr a acostarse contra la
superficie de roca lisa.
Cuando el peso del Dainéal cayó encima de él, Artur gimió.
Había extrañado a su compañero. No habían hecho el amor desde el
nacimiento de su huevo. Dainéal siempre fue tan cuidadoso y suave. Artúr
apreciaba a su compañero, pero necesitaba que el hombre dejara el control y lo
follara duro.
Moviendo sus caderas, Artur frotó su erección contra Dainéal, mostrando a su
compañero lo desesperado que estaba.
Tirando de su boca lamió los labios. —Yo te necesito, compañero—. Empezó
a darse la vuelta, y Dainéal le ayudó a encontrar una posición cómoda sobre
sus manos y rodillas. La posición hacia doler la piel en sus rodillas, pero él no
iba a quejarse.
Necesitaba a su dragón.
Dainéal presionó su pulgar contra el agujero de Artur, frotando la espalda
sucesivamente. Artúr comenzó a moverse, necesitando más. —No tenemos
ninguna crema, bebé.
Artúr estaba a punto de rogar y suplicar, pero no necesitaba decir una palabra.
Dainéal presiono la cabeza de su pene contra el culo de Artúr. Antes de que
pudiera preguntar nada, líquido caliente recubrió su culo. Estaba tan
agradecido de que el pre semen lubricante de Dainéal proporcionara un
lubricante que no sólo aliviaría su camino, sino que lo haría más sensible a CXV
cada golpe.
Dainéal agarró las caderas de Artur antes de presionar hacia adelante
II
lentamente. La cabeza de su eje se abrió paso entre el apretado anillo de
músculo. Artúr apoyó la cabeza hacia atrás cuando Dainéal se deslizó, dejando
escapar un gemido de placer.
—Joder—, exhaló mientras apretaba sus músculos del culo. Dainéal comenzó
a moverse, empujando su polla profundo, robando el aliento de Artur.
—Extrañaba esto.
—Yo también amor.
No pasó mucho tiempo antes de que Dainéal construyera un ritmo lento y
constante que condujo a Artúr a las alturas de placer antes de sumergirse en el
abismo. Las manos de Dainéal se trasladaron hasta la espalda de Artúr. Agarró
los hombros y giro sus caderas, enterrando toda su longitud.
Dainéal se retiró antes de sumergirse de nuevo dentro de él. El lento ritmo
pronto cambio cuando Dainéal se movió más rápido, más duro y jodio a Artúr
más duro con cada golpe.
Inclinándose sobre la espalda de Artúr, Dainéal lo cubrió con su cuerpo.
Movió las manos a la superficie de la roca, entrelazando sus dedos mientras
montó a Artúr duro.
—Oh, dios...— Artúr jadeó mientras inclinó la cabeza hacia un lado, en
silencio, mendigando a Dainéal por su mordedura. —Así de bueno...
compañero, por favor—. La mendicidad era tan fácil cuando Dainéal le estaba
follando tan bien.
Dientes afilados se hundieron en su hombro, y Artúr se estremeció. Un
gruñido rasgó de los labios de Dainéal, el sonido amortiguado contra la piel
bloqueada entre sus dientes. Sus caderas se movían más rápido, alimentando a
Artúr y empujándolo más cerca del borde. Sus cuerpos se estrellaron juntos,
rodillas arrastrándose contra la superficie de la roca. Ignoró el dolor
momentáneo, y se centró en el placer.
La polla dura de Dainéal...
La fuerte forma musculosa de Dainéal...
La gran polla golpeando su culo...
CXV
El culo de Artur se cerró sobre la polla de Dainéal un momento antes de III
venirse. Su polla se sacudió, disparando chorros calientes de esperma por
debajo de él. Dainéal empujó su pene muy dentro de Artúr y grito. Los
sonidos se hicieron eco en las paredes, que combino con el rugido de Dainéal
cuando el dragón disparó su carga muy dentro del culo de Artur.
El silencio reinó. Lo único que se oía eran sus respiraciones pesadas
combinadas. Después de un momento, Dainéal ayudó a Artúr a yacer a su
lado. Enderezando las piernas, hizo una mueca. Él miró hacia abajo y vio
sangre goteando de algunos cortes a lo largo de sus rodillas. Con sus cuerpos
conectados, se relajó de nuevo en los brazos de su compañero. El dolor leve
no hizo nada para arruinar el estado de ánimo relajado en que estaban en ese
momento.
—Estás sangrando—. Dainéal se tensó cuando olfateó el aire junto a la oreja
de Artúr. — ¿Dónde? ¿Te lastimé?
—No—, se burló Artúr, sacudiendo la cabeza. Cada momento con Dainéal era
de dicha. Unos rasguños en las rodillas no eran nada de qué preocuparse.
—Son mis rodillas. Yo sólo me las raspe en las rocas.
— ¿Por qué no me lo dijiste? ¿Fui demasiado duro?—, Dainéal estaba
anudado dentro de él, pero de alguna manera se las arregló para maniobrar el
cuerpo de Artúr lo suficiente para tocar las rodillas con una suave caricia.
—Tú estuviste perfecto—. Artúr sonrió al llegar de nuevo a cepillar sus
nudillos sobre la mejilla de Dainéal. —Es por eso que yo no quiero que dejes
de hacerlo. No es la gran cosa.
Dainéal suspiró antes de reírse. Su cálido aliento tocó el oído de Artúr antes de
que él susurrara, —Te amo.
La sonrisa de Artúr se hizo más amplia, más satisfecha. —Yo también te amo.
— ¿Sabías que yo soy el hombre más feliz del mundo?— Dainéal preguntó
mientras se estiraba detrás de Artúr de nuevo, apretando su agarre.
Artúr hizo un sonido de incredulidad en la parte posterior de la garganta. —No
estoy tan seguro de eso.
La ceja de Dainéal se arqueó. — ¿Oh, en serio?
—Definitivamente—. Mirando por encima del hombro le guiñó un ojo antes CXI
de besar los labios de Dainéal. —Soy el hombre más feliz del mundo.
X

Fin
Sobre los Autores

Stormy Glenn

Stormy cree que la única cosa más sexy que un hombre en botas de vaquero es
dos o tres hombres en botas de vaquero. Ella también cree en el amor a
primera vista, compañeros del alma, el verdadero amor y los finales felices.
Generalmente, tú puedes encontrarla acurrucada en la cama con un libro en la
mano y un perrito en su regazo o en su portátil, creando al próximo hombre CXX
sexy para una de sus historias. Stormy da la bienvenida a los comentarios de
los lectores.

Olivia Black

Me enamoré de las novelas románticas hace años y leía todo lo que podría
tener en mis manos, de alternativa a Menaje y todo entre medio. Miles de
libros más tarde, sigo siendo una ávida lectora en la búsqueda de un buen
libro.
Me encanta despertar en la mañana, conseguir mi café con hielo, y sentarme
frente a mi computadora portátil. El ir en aventuras con mis personajes hace
que escribir sea el mejor trabajo en el planeta. Mi esperanza es que los lectores
encuentren algo positivo en todos los libros que escribo y disfruten el viaje a
lo largo del camino.
CREDITOS

ANIKI, ROXX, CLAU PERVY

Nuestro agradecimiento al Staff de

CXX
I

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