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Este poder, por otra parte, no se aplica pura y simplemente como una obligación o una prohibición, a quienes «no lo tienen»; los invade, pasa por
ellos y a través de ellos; se apoya sobre ellos, del mismo modo que ellos mismos, en su lucha contra él, se apoyan a su vez en las presas que ejerce
sobre ellos (Foucault, Vigilar y castigar, Suplicio I. El cuerpo de los condenados).
Las personas mundanas como yo ignoramos esas formas abstrusas que adquiere el dinero para evitar que le pongan frenos a su
acumulación. Cuando se ponen de moda escándalos como los de los papeles de Panamá no me entran ganas de averiguar qué significa la
mancha de los vinculados. Supongo que el ansia de acumulación de los implicados, asesorados por los conocedores de esos sofisticados
velos (legales e ilegales), les conduce al empleo de esas herramientas oscuras. También supongo que los escándalos que se destapan son
sólo una minúscula parte. Mis pocos entendimientos me impiden saber la razón y el camino para que estos escándalos y no otros hayan
llegado a nuestro conocimiento.
A pesar de esta confesa ignorancia mía sobre los enrevesados mecanismos que usa el dinero para esconderse de sus perseguidores, lo que
atino a comprender me permite comprobar la gran fuerza con la que el principio de acumulación está instalada entre nosotros.
Almodóvar me ayuda a reflexionar.
Las iras sociales se centran en Soria. Será porque es político y no se perdona a los políticos que en lugar de hacer un mundo maravilloso,
oculten dinero en paraísos fiscales. O será porque ha sido siempre un político con amistades peligrosas y con polémicas decisiones. O será
porque es del PP y una parte de los medios de comunicación de masas que casi no dicen nada malo de políticos del PSOE llenan páginas
y horas de prensa y radio con información sobre la corrupción de los otros (hay otra parte de los medios de comunicación que hacen lo
contrario en esta estrategia política del escándalo).
Soria es parte del alma arrogante y altanera del capital. Porque poseen capitales considerables o porque tienen amistad con esos capitales
o porque han trabajado para esos capitales o porque lo harán, piensan, dicen, hacen lo que esos capitales necesitan para crecer. Esta parte
del capital es ciega, sorda y muda con respecto a las grandes contradicciones entre la acumulación y la vida.
El capital es polifónico. Te mira a los ojos y te habla de muchas maneras. La parte del capital a la que pertenece Almodóvar tiene
remordimientos, es más discreta en su comportamiento, usa palabras llenas de humanismo. Le dice no a algunas guerras imperialistas,
protesta contra los recortes del bienestar.
Sin embargo, sea soberbio o sea bienintencionado, ambos tipos ideales de capital tienen un comportamiento parecido. Ya sabíamos que
Almodóvar tenía una SICAV y ahora sabemos que algunos de esos papeles panameños dicen que hacía otras cosas para que su dinero
fuera intocable. Otro cejudo como el Gran Wyoming (http://www.libertaddigital.com/espana/2014-10-26/wyoming-explica-sus-lios-con-
hacienda-me-han-metido-un-puro-que-alucinas-1276531741/) también fue llamado por las autoridades tributarias a regularizar su
situación (los días de los papeles de Panamá suya es la frase (http://www.lasexta.com/programas/el-intermedio/reflexiones-
wyoming/wyoming-fraude-fiscal-hay-dos-espanas-que-tiene-que-pagar-aunque-pueda-que-puede-pagar-pero-
quiere_2016041300407.html) «Hay dos Españas, la que tiene que pagar aunque no pueda y la que puede pagar pero no quiere»). Más allá,
hace unos meses descubrimos que Juan Carlos Monedero (http://www.eldiario.es/politica/Monedero-proceso-penal-Hacienda-
regularizara_0_414709404.html) también era usuario de ingenierías fiscales para impedir que un dinero venido de Venezuela aminorara al
ser declarado.
Seguro que el infierno está empedrado de bienintecionados anónimos o con nombres ilustres de la progresía que camuflaron dinero para
no compartirlo. Seguro que otros caerán en esa tentación. Seguro que algunos serán pillados. Quizá un día descubran que el autor de
estas palabras hizo esto o aquello para que su oro siguiera siendo suyo.
¿Por qué?.
La sociedad está tejida sobre unas relaciones sociales complejas. Las personas somos pobres insconcientes.
La mercancía es una relación social generalizada en la que la producción social está socialmente dividida y los poseedores de mercancías
las intercambian. El dinero se distingue entre las mercancías y se convierte en una mercancía especial, que se usa como medida de
cualquier otra mercancía, facilitando los intercambios, pero que también es fácil de acumular, mucho más fácil de acumular que las tierras
o que otras mercancías.
En la Historia de la sociedad de la mercancía y el dinero han ocurrido muchas cosas. Algunas nunca han sido adivinadas por la mente
humana. Algunas son prospectadas por grupos de reflexión sobre esta categoría. Una de ellas es que las personas que intercambian
mercancías no comprenden la forma de azar que adquiere el reparto de la renta. La teoría marxista entiende una ley de esta Historia en la
que cada vez menos participantes en el juego obtienen salarios y plusvalías y cómo en la relación entre salarios y plusvalías pesan cada
vez más las segundas. Pero es difícil entender por qué un trabajo tan absurdo como el mío, archivero de un país en el extrarradio del
primer mundo, está infinitamente mejor retribuído que un trabajo fundamental, como la producción del trigo con el que hacemos harina
y pan, contenga muchos o muchísimos tóxicos, o la fabricación de tejidos de algodón mezclados con derivados del petróleo, si estos
trabajos son realizados en los terceros, cuartos, quintos, … mundos.
El estado es otra de esas relaciones sociales generalizadas. Desde hace unas décadas (una milésima parte de la Historia de la humanidad
sapiente) y en unos pocos países, el estado no ha ejercido su control social sólamente con una policía cada vez más capaz y otros
mecanismos represivos. Ha incorporado las técnicas de disciplina social bien vistas: la escuela, el servicio militar, las pensiones, la
atención médica. Está escrito en los versículos del Génesis. El primer día el dios Estado creó la escuela y vio que era buena. El segundo
día el dios Estado creó las pensiones y vio que era bueno… Contribuyó en la aparición de otras técnicas disciplinariaas como la televisión
o el internet y vio que eran buena. Ivan Illich hizo importantes intentos para quitar el velo a esas técnicas, pero socialmente es difícil el
cuestionamiento.
Mercancía, dinero y estado son formas creadas por la sociedad, pero escapan a su dominio y más tarde se convierten en sus amos difusos,
difícilmente inteligibles. Algunos entendimientos de la sociedad consideran que la sociedad todavía se puede apropiar de estas formas
para asentar desde ellas el menos malo de los mundos.
El caso Almodóvar me hace pensar una vez más que ese propósito es frágil. Una parte de la socialdemocracia considera que las políticas
tributarias son fundamentales para corregir el desigual reparto de renta que hace el capital. Vocifera contra los escurridizos capitales que
huyen allí donde le aseguran más acumulación. La personificación del capital de rostro humano que es Pedro Almodóvar muestra
su esquizofrenia, el abismo entre sus palabras y sus hechos; hay que hacer recortes entre otras cosas porque las personas como él evaden
su deber de pagar impuestos. Al final el capital predica con sus actos.
Pero todos llevamos un Almodóvar dentro, como todos llevamos un Bárcenas dentro. Ese ejército de Almodóvares y Bárcenas gana
cualquier guerra a las bandas desorganizadas de fraternidad y comunidad.
Tiene fe Amancio Ortega de que se merece su fortuna. Tiene fe Currito Smith de que se merece su salario por encima del valor de su
fuerza de trabajo. Tiene fe Pepe El Laja de que no se merece su desempleo sin ayuda estatal. ¿Qué pensarán los africanos de los campos
de refugiados o qué pensarían las más de 1000 personas que murieron en noviembre de 2013 en el derrumbe de la fábrica textil de
Bangladesh?.
Los hombres que piensan que se les paga demasiado son tan escasos como los hombres con dos cabezas. Está generalizada la sensación
de que se paga demasiados impuestos y se reciben insuficientes servicios estatales. La suma debe ser positiva.
En ningún sitio está escrito cuánta capacidad hay que aportar y cuántas necesidades se nos está permitido cubrir. En esa incertidumbre,
pese a lamentos de cara a la galería, vence el Almódovar que todos llevamos dentro, contribuiré lo mínimo, me aprovecharé lo máximo.
En esa microfísica del capital, como deseo de acumulación, es donde nace su fuerza descomunal. Los fondos de inversión o los planes de
pensiones son la forma más evidente, gigantescos capitales compuestos de pequeños, medianos y grandes capitales. El capital, como el
estado de Hobbes, es un Leviatán.
Esto es algo más que consentimiento o concordia; es una unidad real de todo ello en una y la misma persona, instituida por pacto de cada hombre
con los demás, en forma tal como si cada uno dijera a todos: autorizo y transfiero a este hombre o asamblea de hombres mí derecho de gobernarme a
mi mismo, con la condición de que vosotros transferiréis a él vuestro derecho, y autorizaréis todos sus actos de la misma manera. Hecho esto, la
multitud así unida en una persona se denomina Leviatán (Hobbes, Leviatán, Capítulo XVII)
Considero inadecuado plantearse si las plusvalías pesan más que los salarios, pues ese tipo de formulación forma parte, en el fondo,
del tejido moral que limita la profundidad del diagnóstico de la crisis y que está a la base de las no-soluciones de los programas
políticos al uso, sea cual sea su signo. Creo que el dilema habría que sacarlo de la primacía de lo marginal, para situarlo ante el hecho
de que vivimos un proceso de desaparición del trabajo abstracto y la consiguiente disminución de la masa global del salario y del
valor o plusvalía.
Saludos
Responder
Hola, Jesús.
Me ha costado descubrir dónde entendiste eso (que planteo en la reflexión que las plusvalías pesan más que los salarios). Es una
afirmación tangencial, que se refiere a la ley de El Capital por la que el hambre de plusvalía se satisface por el capital por medio del
aumento de la tasa de plusvalía. No es una propuesta de cambiar la distribución, semejante a la de los partidos. Lo central de la
reflexión es el intento de afirmar es que el instinto de acumulación está extendido socialmente en la forma que ha adquirido el
capital en la situación presente. Esa microfísica del capital, que es contraria a la idea de la perversidad sólo de los grandes capitales
personificados, es un factor de salud para el capital de las décadas próximas, lo que se opone a esa idea de ustedes de enfermedad
del capital porque se reduce la masa del valor, de lo que ya hemos hablado alguna vez.
Responder
2.
Jesús
¿No finitud del capital? La lectura parcial que haces de «la ley de El Capital» transmite la sensación de encontrarnos ante un proceso
sin fin, obviando que para su autor el capital genera su propia limitación. Cuando bota a la calle o precariza la fuente generadora de
plusvalía, cambiando su composición orgánica, está decretando su propia defunción. El tema no es nuevo, tanto Smith, como Ricardo
o Mill anticiparon el fin de la acumulación.
El capital, sea cual sea su magnitud, la representación que le demos o las peripecias del ser por él dominado, es una apisonadora sin
cualidades humanas, que en la actualidad se nutre de la misma medicina que le hace agonizar, o que, según Max Weber, sierra la
rama sobre la que se asienta: se ahoga en un océano de capital ficticio sin posibilidad de devolución, se trata de un capitalismo
invertido, necesitado de una permanente creación de burbujas especulativas dada su imposibilidad de generar valor en la medida que
el sistema lo requiere para su supervivencia, de pasar de D a D’. No es a golpe de futuro, de compra de tiempo, de esperanza de una
vuelta de la valorización global que minimizaremos los costes de la barbarie. La lucha a muerte que lleva el capital contra su propia
muerte no es más que el medio de acelerar la desaparición de nuestra especie.
¿Instinto de acumulación o forma de ser socialmente dominado por el capital? ¿De qué tipo de fantasías vivimos si no son la que los
estándares de la racionalidad dominante nos inculca? La acumulación, sea quien sea quien la lleve a cabo, la intensidad que aplique, la
forma que adquiera o la conciencia que tenga del acto, no deja de ser un reflejo de la sumisión a la lógica depredadora del capital.
En los vicios privados se fundamenta la riqueza de las naciones, pensaban Mandeville, Smith y hasta el Marqués de Sade; como
fetichismo de la mercancía lo concretizó Marx y en tanto que «pulsión de muerte» lo interpretó Freud.
Se me hace difícil pensar en «factor de salud».
Saludos.
Responder
Estamos de acuerdo en que la acumulación tiene pulsión de homicidio de la sociedad y la vida. No le importa exterminar la
biodiveridad o la diversidad cultural. O envenenar todo lo que nos rodea. O acabar con las fuentes de energía que le han permitido
hacer carrera plurisecular. También es evidente el desempleo que condena a la carencia de medios de subsistencia a una parte
mayor de la sociedad. La autofagia de la selva de los capitales. Hace poco intenté reflexionar sobre la tendencia hacia la
incapacidad, que hace a la sociedad más dependiente del capital. Cuando me refiero al hecho de que el capital esté asentado en la
sociedad no considero que sea una factor de salud para la sociedad sino para el mismo capital, que es una hidra a la que si le cortas
una cabeza le nacen varias, usando la penúltima imagen zapatista.
Las contradicciones halladas por la metahistoria marxista del capital sirven para comprender la Historia, pero la Historia es más
compleja y rebelde. La premonición de que el capital alcanzará el momento en el que ya no podrá reproducirse porque ya se
produce tendencialmente con cero valor está acompañada con esas otras conclusiones, como que ya no habrá consumidores, sólo
habrá un capital concentrado, con cero trabajo se produce infinita mercancía, et cétera. En la Historia la realidad se resiste a asumir
estas profesías. Unas chocan con otras y con otros hechos y ninguna se cumple. No entiendo ese empeño de la crítica del valor por
enfocar esa ley.
La ley, como muchas veces dice Marx, es tendencial. Obliga, fuerza, amaga, pero no concluye. Esa fe en que el capital se suicida me
recuerda a la otra interpretación de Marx del leninismo, interpretación a la que el mismo Marx abre la puerta. También esa
interpretación veía un final, feliz, en la dura historia de la lucha de clases, en la que el proletariado sepulta al capitalismo y a su
clase dirigente.
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3.
Jesús
Responder
4.
Samuel García Arencibia
Hola, Jesús.
A mí también me parece muy acertada la crítica a la sociedad capitalista de Marx desde las categorías que señalas. Me ayuda a creer
que entiendo. Jappe precisamente encontraba la virtud del intento comprensivo de Marx en su afán de totalidad, como tú dices.
Pienso que algunas continuaciones de esa obra ayudan de la misma manera y que otras obras son igual de interesantes. Pienso que
sólo nos ayuda a quiénes nos esforzamos en comprender desde ahí, porque también pienso que en la sociedad hay fuerzas que
ninguna teoría puede orientar (sólo si se convirtiera en fuerza social participaría).
Salud.
Responder