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Para empezar, se debe tener en claro lo que plantea Ingarden en su teoría, pues para
él la obra de arte literaria es un objeto complejamente estratificado que busca la polifonía a
través de la interacción de estos distintos estratos en el acto de lectura. Para analizar la
novela, en este texto se dará foco al estrato de los objetos proyectados, ya que en este tienen
lugar las indeterminaciones y los espacios vacíos. A lo primero que se debe prestar atención
en la novela es a la construcción de mundo que realiza la autora a partir de diálogos
ilógicos e inconexos que abren cada capítulo del libro y de los cuales no se tiene certeza de
quienes son los interlocutores.
Para Ingarden “los objetos representados en una obra son objetos derivados,
puramente intencionales, proyectados por las unidades de sentido” (Ingarden, 1998), esto
quiere decir que los elementos presentes en una obra tienen cierta configuración debido a
una intención particular por parte de quien escribe para determinar un tipo específico de
lectura, que Ingarden denominara como “lectura estética perceptiva”. Sin embargo,, en la
novela las impresiones respecto a quien está hablando en los diálogos al inicio de cada
capítulo constituyen una indeterminación en sí misma, que da pie para preguntas a quien
lee. Esta acción se puede ver como intencionada por la autora, haciendo de estos espacios
vacíos una cualidad estética destacable del libro. En el caso del diálogo que abre el tercer
capítulo de la novela:
“ ─ Pero no te preocupes ─ dijo Max ─.Vos sabés que nunca voy a salir de acá.
─ No hables así ─ dije ─, no digas esas cosas.
─ Mija, usted que es una mujer sensata, váyase mientras puede.
─ Ahí va, escúchalo a Patricio. ¿Por qué no te vas?
─ Lo mismo me pregunta mi madre.
─ Ah, ¿ves? ¡Patricio!, ¡Patricio! Tarde o temprano íbamos a descubrir que mi
suegrita y yo teníamos algo en común.
─ A mí me tienen en común.
─ Es una cruda verdad. Pero en serio, ¿por qué no te vas? Allá necesitan redactores,
alguien que maneje bien el lenguaje y os mantenga desasnados a todos.
─ Cállate, Max. Estás disparatado. ¿Qué dicen los médicos? ¿Cuánto tiempo más
van a tenerte aquí?
─ ¿Para qué quieres saber eso? Si yo salgo de aquí, lo más probables es que no
volvamos a vernos. Vení, déjate de cosas… Vení para acá y háblame un poco” (Trías,
2021)
De este modo sSe puede suponer y deducir, de manera un tanto obvia en la lectura,
que las conversaciones que dan pie a cada capítulo son entre la protagonista y su exesposo.
Sin embargo, lo importante en este caso no es establecer si la conversación es o no entre
ellos, sino entender que se trata de la ruptura una relación de dependencia dañina y, hasta
cierto grado, violenta, demostrado mediante estas conversaciones de tono irónico que rayan
en la pasivo agresividad, un elemento a tener en consideración para entender el estado
mental de la protagonista en el desenlace de la obra.
No es sino hasta el capítulo diecisiete que la protagonista dice “el niño está enfermo,
estuve a punto de decir, y fue ahí que me di cuenta: necesitaba justificarlo, necesitaba
convertirlo en un síndrome para aplacar el nerviosismo ajeno y, supongo, también el mío.
(…) Él sería, para siempre, el recipiente de la enfermedad”, a pesar de que en este
fragmento es explícita la condición de enfermo de Mauro, no hay ninguna explicación sobre
esta. Más adelante la reflexión que haría la narradora sería esta “la enfermedad nunca les
perteneció a quienes jamás conocieron el agujero del hambre en su propio estómago, el
llamado irrefrenable a masticar paredes, a tragar basura”, sin embargo aquí entra en juego
la ambigüedad, dando pie a lo monstruoso en el texto, pero sin llegar al terror.
Por último, la relación con Mauro permite conocer la faceta como cuidadora de la
protagonista y de este modo es posible entender cómo piensa y siente la narradora en las
situaciones a las que se ve inmersa con el niño. Además, la relación con la infancia no es
arbitraria, puesto que también toma sentido en cuento a sus otros dos vínculos, su exesposo,
que conoce desde la infancia, y su madre, una persona negligente con ella en su niñez; de
este modo Mauro se convierte en sujeto de reivindicación de estos vínculos.
En resumen, la novela Mugre Rosa de Fernanda Trías se constituye como una
novela polifónica a la luz de la teoría de Ingarden debido a que es una obra estratificada que
permite hacer análisis complejos de la misma. En el estrato puntual de los objetos
proyectados, la obra juega con ocultar y revelar información en la lectura, dinamizando así
el relato. Además se concretizan esos lugares indeterminados en reflexiones suscitadas por
el mismo texto muy diversas, apelando a una lectura activa de la obra donde se articulan
varias discusiones alrededor de la niñez, las relaciones amorosas, la relación con la madre,
la enfermedad, el sistema de salud, la producción alimentaria, el medio ambiente y el
encierro. Del mismo modo, esta obra demanda de una lectura activa por parte de lo que
Ingarden llama un “lector esteta” que consiga articular los datos insinuados de manera sutil
en la obra, con reflexiones y discusiones más amplias en otros contextos.
Bibliografía