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Castoriadis tradujo los pasajes de Aristóteles que cita y advierte que “En aquellas partes en

que no había riesgo de malentendido, conserve los derivados franceses en los términos
griegos (por ejemplo, noéme, noema). De manera que también traduje phantasma por
phantasme [fantasma en el sentido de fantasía]. Traducir esta palabra, como se ha hecho,
por imagen, representación, etc. es infiel y fuertemente interpretativo. Aquí el fantasma
es obra de la phantasia, de la imaginación. En cuanto a saber lo que sea la phantasia, ésa
es la cuestión sobre la que versa el texto siguiente”.

“El alma nunca piensa sin fantasmas”

La phantasia se escapa por todas partes, no se la puede captar. Aun menos se la puede
situar en un lugar junto a la sensibilidad, junto al pensamiento.

“El fantasma no es una ‘nada’, puesto que no sólo ‘nosotros lo tenemos’, sino que está
necesariamente incluido en el pensar, puesto que es imposible pensar sin fantasma.

Aristóteles declara que ‘la imaginación es otra cosa que la sensación y el pensamiento. La
sensación está siempre presente, pero la imaginación no lo está. Por fin, las sensaciones
son siempre verdaderas en tanto que la mayor parte de los productos de la imaginación
son falsos. Pero la imaginación no es tampoco pensamiento y convicción. La imaginación
no puede pertenecer al pensamiento que es siempre verdadero, puesto que existe la
imaginación falsa. La imaginación no puede tampoco ser pensamiento susceptible de
verdad y de error, es decir opinión (doxa); puesto que depende de nosotros mismos,
podemos producirla a voluntad como los que fabrican las efigies, por más que no esté en
nuestro poder tener o no tener opiniones, puesto que ‘siempre es necesario estar en lo
verdadero o en lo falso’.

Por fin, la imaginación no puede ser, como pensaba Platón, una mezcla de sensación y de
opinión (doxa), puesto que sensación y doxa relativas al mismo objeto pueden ser la una
falsa y la otra verdadera.

Aristóteles llega a la definición de la imaginación ya mencionada como ‘movimiento que


sobreviene a partir de la sensación en acto’. Como tal, la imaginación podrá ser causa de
muchas acciones y pasiones para el ser que la posee y será susceptible de verdad como
de error. Esta última posibilidad es una consecuencia directa de la dependencia (aquí
claramente presupuesta) de la imaginación respecto de la sensación.

Si ‘el alma nunca piensa sin fantasmas’, es claro que ya no se puede decir que imaginar es
algo que esté dentro de nuestro poder, ni tampoco se puede decir que en el caso de la
imaginación se trata de un movimiento engendrado por la sensación en acto.

Y pensar ¿está en nuestro poder? No, pensamos —o tenemos una opinión— siempre.
Tener una opinión no está en nuestro poder; pues es necesario estar en el error o en la
verdad.

De manera que siempre hay fantasma, imaginamos siempre. Y ciertamente al mismo


tiempo, podemos pensar este objeto antes que aquel otro. Podemos, pues, también
movilizar este fantasma o (este género de fantasma) antes que aquel otro. De manera que
siempre podemos tener y hasta tenemos siempre necesariamente fantasma,
independientemente de un ‘movimiento de la sensación en acto’. La afirmación de que el
alma no piensa nunca sin fantasma pulveriza las determinaciones convencionales de la
imaginación y hace insignificante el horizonte en que ellas habían sido establecidas.

‘Los fantasmas son como sensaciones, pero sin materia’; ‘cada vez que uno piensa es
necesario contemplar al mismo tiempo algún fantasma’. Aquí el fantasma, imagen in
absentia del objeto sensible, funciona como sustituto o representante de ese objeto. La
phantasia es pues poder separador en lo sensible, potencia de abstracción que hace
presente lo abstracto, factor universalizante de lo dado.

“La phantasia es pues condición del pensamiento por cuanto sólo ella puede presentar al
pensamiento el objeto como sensible sin materia. La phantasia lo es asimismo en cuanto
ella separa, en la forma del objeto, los ‘momentos’ diferentes de esa forma y puede
presentarlos como abstractos, como sustraídos de los demáS. Esta función separadora, de
abstracción es indisociable (no es más que la otra cara) de su función unificadora, de
composición. Pero hay algo más en la proposición ‘y cuando uno piensa es necesario
contemplar al mismo tiempo algún fantasma’.

La imaginación que Aristóteles tiene en vista aquí es pues abstracción sensible,


abstracción en lo sensible que procura lo inteligible”.

La imaginación en general y la imaginación primera en particular pueden definirse como


una de las potencias (o poderes) del alma que permiten a ésta conocer, juzgar y pensar,
así como moverse según el movimiento local.

La sensibilidad es una potencia; su acto es la sensación, que es porque ella es al mismo


tiempo actualización de lo sensible en el objeto. La imaginación es una potencia; su acto
es el fantasma.

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