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ORACIÓN DEL JUBILEO

Señor Jesucristo,
tú nos has enseñado a ser misericordiosos
como el Padre del cielo,
y nos has dicho que quien te ve, lo ve también a Él.
Muéstranos tu rostro y obtendremos la salvación.
Tu mirada llena de amor liberó a Zaqueo y a Mateo
de la esclavitud del dinero;
a la adúltera y a la Magdalena
del buscar la felicidad solamente en una creatura;
hizo llorar a Pedro luego de la traición,
y aseguró el Paraíso al ladrón arrepentido.
Haz que cada uno de nosotros
escuche como propia la palabra que dijiste a la samaritana:
¡Si conocieras el don de Dios!
Tú eres el rostro visible del Padre invisible,
del Dios que manifiesta su omnipotencia
sobre todo con el perdón y la misericordia:
haz que, en el mundo, la Iglesia sea el rostro visible de Ti,
su Señor, resucitado y glorioso.
Tú has querido que también tus ministros
fueran revestidos de debilidad
para que sientan sincera compasión
por los que se encuentran en la ignorancia o en el error:
haz que quien se acerque a uno de ellos
se sienta esperado, amado y perdonado por Dios.
Manda tu Espíritu y conságranos a todos con su unción
para que el Jubileo de la Misericordia
sea un año de gracia del Señor
y tu Iglesia pueda, con renovado entusiasmo,
llevar la Buena Nueva a los pobres
proclamar la libertad a los prisioneros y oprimidos
y restituir la vista a los ciegos.
Te lo pedimos por intercesión de María,
Madre de la Misericordia,
a ti que vives y reinas con el Padre
y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos.
Amén.

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CATEQUESIS, CATECISMO, CATEQUÉTICA

I. Resumen histórico

1. El sustantivo «catequesis» (katejesis) no se halla en el NT; allí sólo encontramos el verbo


katejein. Todavía no tiene el sentido técnico que tendrá más tarde; los autores del NT lo toman en el
sentido corriente de «contar», «instruir de viva voz» (sentido figurado, derivado del sentido físico: «
resonar» ); así en Act 21, 21-24: «Se les contó» a los judíos acerca de Pablo).

En los otros textos, el verbo katejein adquiere un matiz religioso por razón del objeto a que se
aplica. El judío ha sido instruido en la ley (Rom 2, 17-21), y el cristiano en la palabra (Gál 6, 6; 1 Cor
14, 19), en la vía del Señor (Act 18, 25), en los hechos de la vida del Señor (Lc 1, 4).

El NT no dice nada sobre las formas en que se realizó esta instrucción. El empleo del verbo subraya
únicamente el aspecto oral, y cómo la c. vive de la transmisión de lo recibido. En cuanto al
contenido, la c. abarca todo el NT. El NT mismo es una catequesis. La enseñanza específicamente
cristiana se halla expresada en él con diferentes palabras (odós, didajé, paradosis, logos; camino,
doctrina, tradición, palabra). Ciertos pasajes dejan entrever diferentes tipos de enseñanza. Así Heb
6, 1 distingue la enseñanza elemental de la instrucción reservada a los perfectos, y nos da el
contenido de la primera enseñanza sobre Cristo: la conversión, la fe, el bautismo, la resurrección y
la retribución eterna. El NT asigna igualmente un lugar especial al Kerygma, a la primera
predicación a los paganos (Lc 24, 27; Act 10, 42).

2. A lo largo de los s. II y III el vocabulario de la c. va precisándose y adoptando poco a poco su


sentido técnico. Aparecen otras palabras: catechizare, cathechisatio, que no son ni griego ni latín
clásico.

La Tradición de Hipólito emplea la palabra «catequesis» en su sentido preciso de enseñanza dada a


aquel que se prepara para el bautismo y que recibe el nombre de « catecúmeno» (Tr. Ap. 17; Cf.
Const. Ap. lib. vIII).

Así, pues, a medida que se va constituyendo el catecumenado, la palabra «catequesis» y sus


derivados van tomando también su sentido específico. Todos estos términos se refieren a la
enseñanza dentro del marco del catecumenado, ya sea a la enseñanza preparatoria para el
bautismo, la c. bautismal, o a la enseñanza que sigue inmediatamente a la iniciación sacramental: la
c. mistagógica para los neófitos. Las grandes obras catequéticas de los s. III y iv ilustran
abundantemente esta c. (Tertuliano, Ambrosio, Cirilo de Jerusalén, Juan Crisóstomo, Teodoro de
Mopsuestia, Agustín).

La c. ha conservado desde su origen la forma de la enseñanza oral y el catecumenado pronto


adoptó formas fijas: enseñanza para los principiantes, para los competentes, para los illuminati. El
contenido se refería tan. to a la doctrina (partiendo del Credo) como a la conducta cristiana (doctrina
de las dos vías, los mandamientos); ambos aspectos estaban resumidos en la liturgia.

3. C. y catecumenado están de tal manera ligados entre sí, que la desaparición del uno acarreará la
desaparición del otro. El término «c.» se pierde cuando en los s. vIII-x deja de existir la institución
del catecumenado y, con ello, una forma primitiva de enseñanza cristiana.

Después siguieron otras formas de enseñanza que recibieron nuevos nombres. La edad media
hablará de catechismus, catechizare, catechizatus (Cf. Tomás, ST III, q. 71, a. 1), refiriéndose a la
enseñanza elemental dada por los padres o padrinos al niño bautizado. El mensaje de la fe se va
transmitiendo dentro de la comunidad cristiana. La liturgia y sus formas derivadas juegan el papel
más importante.

4. La época moderna descubre de nuevo la necesidad de una institución destinada exclusivamente


a la enseñanza fundamental de la fe. Pero aquellos a quienes se dirigía esta institución, salvo raras
excepciones, no eran ya adultos convertidos, sino personas bautizadas en su infancia. El término
«catequesis» estuvo entonces a punto de revivir. Sin embargo, a la nueva institución se la designó
con el nombre de «catecismo», procedente de la edad media, el cual fue aplicado luego al libro
usado para esta enseñanza.
2
En 1529 publicaba Lutero su «Catecismo». A partir de entonces se multiplicaron los c., tanto entre
los reformados como en la Iglesia católica: Canisio (1556), Belarmino (1558), el c. del concilio de
Trento (1566).

Entre estos pioneros se mantiene la preocupación por la palabra viva, como también por una
enseñanza centrada en Cristo: «Lo más importante es que los pastores no olviden que toda la
ciencia del cristiano se resume en este punto o en las siguientes palabras del Señor: "Esta es la
vida eterna, que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y al que enviaste, Jesucristo"» (prólogo del
c. del 'concilio de Trento).

Pero, a lo largo de los tres siglos que siguen, el contenido del catecismo se alejará de la fuente
vivificante de la Escritura. La institución del catecismo y el estudio del libro del c. se revelarán
insuficientes para mantener vivo el anuncio de la palabra en la comunidad cristiana.

5. Por esta razón el término «catequesis» ha recobrado nuevamente su puesto en estos últimos
años. El cambio de vocabulario quiere mostrarnos que la enseñanza de la fe en la Iglesia no puede
reducirse a la institución del c. para niños. Ésta no es sino un aspecto, pues existe también una c.
para adolescentes, para jóvenes y para adultos. La transmisión de la fe no consiste tampoco en
aprender de memoria el libro del c. En su contenido como en su forma el c. debe presentar hoy la
palabra de Dios como una realidad viva. Todo el esfuerzo catequético contemporáneo tiende a
restituir a la c. el verdadero puesto que le corresponde dentro de la Iglesia de hoy.

II. PROBLEMAS ACTUALES

1. SIGNIFICADOS DE LA PALABRA «CATEQUESIS»

La palabra c. se emplea habitualmente en dos sentidos diferentes: en un sentido estricto y en un


sentido amplio.

En el sentido estricto «catequesis» designa la «tradición o transmisión del depósito de la fe a los


nuevos miembros que la Iglesia se va incorporando» (P. Daniélou). Éste es el sentido técnico,
histórico. Hoy día, como en los primeros siglos de la Iglesia, se trata de la enseñanza elemental
dada al convertido con vistas a la preparación para el bautismo. La c. se distingue tanto de lo que la
precede -la evangelización y el anuncio del «kerygma» - como de lo que la sigue: las formas
superiores de enseñanza destinadas a los bautizados (predicación e introducción a la disciplina
eclesiástica, etc.). En este sentido se habla de catequesis para el catecúmeno adulto. El término se
usa también para designar la primera enseñanza dada a los niños bautizados.

En sentido amplio la palabra c. expresa toda clase de instrucción en la fe, desde el primer anuncio
del kerygma hasta las formas superiores de enseñanza científica. Esta definición permite subrayar
la unidad que existe entre los diferentes esfuerzos kerygmáticos: el del primer anuncio, el de la
preparación para el bautismo y el de la enseñanza que sirve de alimento a la vida cristiana. Para
acentuar esta unidad algunos autores dan el nombre de «precatequesis» incluso a la obra de
preparación para la conversión. Esta palabra, surgida en relación con el catecumenado de adultos,
indica claramente el sentido de ese tiempo de preparación: disponer al que se convierte para la
recepción del anuncio del mensaje. En este sentido el término se aproxima al concepto de
«evangelización», que, sin embargo, resalta más la modalidad de dicho anuncio.

Los dos sentidos se aclaran mutuamente. El sentido estricto manifiesta el aspecto formal de la c.
Analizando los elementos de esta primera enseñanza de la fe, podremos precisar el contenido y la
modalidad de la c. que necesita todo bautizado. El sentido amplio exige que se tengan en cuenta
las diferentes etapas, so pena de imprecisión y de confusión: particularmente la etapa de la
evangelización y la de la enseñanza siguiente. En este sentido la palabra «catequesis» puede
designar legítimamente toda forma de enseñanza posterior a la evangelización y a la conversión.

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2. ENSAYO DE DEFINICIÓN

La c. puede definirse de diversos modos. Si la explicamos por su origen, la c. es la transmisión de la


palabra de Dios, que puede ser fuente de la c. en un doble sentido.

Ella determina el contenido de la c. En la c. debe conservarse la palabra de Dios según sus


diversos grados de importancia: en el centro ha de estar el misterio de Cristo, el misterio de aquel
que murió y resucitó por la -> salvación de todos los hombres; y alrededor de ese centro tiene que
estar ordenado todo el transcurso de la historia de la salvación. El contenido de la c. no es, por
tanto, primordialmente un sistema de ideas o un conjunto de fórmulas; es más bien el anuncio de
determinados acontecimientos, en los cuales Dios se reveló y continúa revelándose hoy. En la fe de
la Iglesia y en la inteligencia del creyente se actualizan continuamente dichos acontecimientos. Con
miras a esto se forman las distintas modalidades de la instrucción cristiana: la historia bíblica, el
mundo de la liturgia y la parte teórica de la fe, o sea, la doctrina.

Por otra parte, la palabra de Dios determina la forma de la c. Ésta es «revelación», «buena nueva».
La c. hace presente en nuestro tiempo lo que ocurrió «una vez». Debe, por tanto, estar revestida de
aquel dinamismo que originalmente era una nota distintiva del mensaje cristiano. Desde otro punto
de vista la c. puede definirse por lo indicado en el término mismo. La palabra de Dios se dirige a un
hombre, exigiéndole que él la acepte. Se puede, por tanto, definir la c. como una educación del
bautizado en la fe. Se trata, en efecto, de que por la palabra de Dios el hombre entero se convierta
y alcance la salvación. El hombre recibe la palabra de Dios no sólo en la razón, sino también en el
«corazón» (según el sentido bíblico del término). Y, así aceptada, ella transforma al hombre entero:
su visión del mundo, su comportamiento, sus relaciones, su vida de comunidad. Hace de él una
persona que vive en la comunidad de los hijos de Dios en conformidad con el indicativo y el
imperativo del reino de Dios. De ahí las diversas formas de la c., encaminada siempre a ayudar al
hombre a conseguir la identidad consigo mismo en medio de las múltiples circunstancias de su vida:
edad, ambiente, cultura, etc. Así la c. hace que cada comunidad y cada individuo, pueda conocer y
reconocer los signos y las promesas de la salvación, y dar forma a la única palabra de Dios en las
diversas dimensiones de la vida.

Los dos puntos de vista se completan. Hay que mantener el uno y el otro y definir la catequesis
como un «anuncio de la palabra de Dios con vistas a la educación del hombre en la fe». La c. así
entendida se halla al abrigo de un doble riesgo: el de inmanentismo, que sacrifica la exactitud y
originalidad del mensaje a una adaptación mal entendida, y el de ceder a una falsa concepción de la
transcendencia que ignora las condiciones reales en que Dios se da a conocer al hombre.

La c. aparece, por el contrario, como el lugar privilegiado del encuentro entre la iniciativa de
Dios que se revela y el hombre que se abre a él por la fe. Este encuentro se efectúa a través de
las diversas formas de expresión de la Iglesia. Los acontecimientos bíblicos, los signos litúrgicos,
las formulaciones dogmáticas, los testimonios de santidad son una de las formas alcanzadas por la
revelación, son una respuesta a las grandes preguntas de la humanidad. La c. halla así su «eje»
que no es otro que la relación entre Dios y el hombre, tal como se ha realizado en la encarnación
redentora.

3. CATEQUESIS Y CIENCIAS SAGRADAS

La reflexión de la Iglesia sobre la revelación recibida dio origen al nacimiento de las ciencias
sagradas. La teología, la -> exégesis, la -> teología bíblica y la -> liturgia son otras tantas fuentes de
la c. En estas ciencias encuentra la c. el contenido de su mensaje y el criterio de su ortodoxia.

Pero la c. no es mera teología, o exégesis, o ciencia litúrgica. La c. práctica utiliza los elementos
elaborados por estas ciencias, pero es tarea suya ponerlos en relación con su origen - la palabra de
Dios - y con su fin: la fe del hombre. También la forma como la c. usa el material de las ciencias
teológicas difiere del método constitutivo de estas ciencias. La c. presupone las diversas ciencias
teológicas, pero no se reduce simplemente a enseñar su contenido por encima del aspecto
científico o técnico que es peculiar de tales ciencias, la c. se preocupa por el hombre viviente, por la
iniciativa operante de Dios, la cual va dirigida al hombre concreto. Las ciencias teológicas
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suministran a la c. el material que ésta necesita y, además, las normas para enjuiciar sus métodos;
pero la c. tiene su forma propia, ella es la palabra viva al hombre actual.

4. CATEQUESIS Y CIENCIA DEL ESPÍRITU

En los últimos cien años aproximadamente las ciencias del espíritu han alcanzado un desarrollo
anteriormente desconocido. Ellas han elaborado una --> antropología que constituye un
presupuesto indispensable para la c. P,sta no puede ignorar la aportación de la psicología, de la
sociología, de la pedagogía científicas, si bien ha de evitar las acomodaciones superficiales. Esto
significa que el material de estas ciencias sólo tiene valor para la c. en cuanto se refiere a una
inteligencia del hombre que tenga en cuenta su fin. Aquí está la tarea de una < antropología
cristiana». Su cometido es explicar qué es el hombre de hoy bajo la luz de la revelación y cómo él
puede estar en conformidad con ésta, para lo cual ha de tomar en consideración tanto la Escritura y
la Tradición como los resultados de las ciencias modernas. La antropología cristiana pregunta por
las condiciones bajo las cuales el hombre de nuestros días puede aceptar la palabra de Dios y, por
eso, pregunta también por su concepción del mundo y de si mismo.

Desde este punto de vista, las ciencias que se ocupan del hombre ayudan a elaborar una c.
adaptada a las diferentes edades de la vida: infancia, adolescencia, edad adulta, y a las diversas
mentalidades de los grupos humanos: ambientes populares, cultos, etcétera. En una pedagogía
catequética se deben tener igualmente en cuenta los conocimientos fundamentales de la pedagogía
moderna, aunque siempre con miras a su propío fin, que es poner al hombre en relación con Dios.

III. CATEQUESIS PRÁCTICA

La c. presenta tantas formas en la práctica que es imposible describirlas todas. Por eso
mencionaremos solamente sus formas y campos principales.

1. Los grados de la catequesis cristiana.

a) La catequesis de iniciación o c. fundamental. Es la primera enseñanza de la fe, enseñanza que


recibe el catecúmeno cuando se prepara para el bautismo. Se da también este nombre a la
enseñanza que recibe el niño al prepararse para la penitencia y la eucaristía. Esta c. transmite la
totalidad del caudal de la fe, pero de una manera elemental, atendiendo a la unidad y al equilibrio de
los diversos elementos: doctrina, liturgia, vida. De la calidad de esta primera catequesis depende
todo lo posterior.

b) La catequesis permanente. Los elementos esenciales adquiridos en la catequesis de iniciación se


desarrollan y crecen a lo largo de toda vida. La c. permanente desarrolla sucesivamente todas las
implicaciones del mensaje, según lo exigen y hacen posible las diversas situaciones de la vida.
Aparte la predicación, la c. puede revestir las más diversas formas: cursos para adolescentes o
adultos, círculos, conferencias, etc.

c) La catequesis perfectiva, o c. de la sabiduría, va dirigida a los que por misión o por vocación
tienen necesidad de ir más allá de la c. permanente. Puede conducir a la sabiduría en sentido
teológico y a la mística o contemplación.

2. Catequesis y catecismo

Un instrumento predilecto de la c. sigue siendo el catecismo. En un marco adaptado al niño utiliza


todos los oportunos procedimientos pedagógicos para conseguir el fin de la c.: preparar al niño para
que pueda captar la palabra de Dios.

3. Catequesis y pastoral

La transmisión de la palabra de Dios se hace no sólo dentro de las instituciones catequéticas, sino
insensiblemente en todo lo que constituye la vida de la Iglesia: en la familia, en las asociaciones de

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jóvenes y de adultos, en las celebraciones litúrgicas y también en los diversos medios de -->
comunicación (prensa y radio).

Esa multiplicidad es una riqueza, pero exige cierta unidad. Ésta es obra de la gracia de Dios en lo
recóndito de la fe de cada uno, pero debe manifestarse en las múltiples formas que adopta la acción
de la Iglesia. La unidad tendencial: el misterio pascual es el punto central de la fe y de la vida
cristiana; la unidad de lenguaje: muchos cristianos sufren al no ver la relación entre las nuevas y
más vivas formas de la c. y las formas antiguas de tipo más analítico. El quehacer del pastor
consistirá en mostrar la convergencia de las diversas formas de expresión empleadas en la Iglesia.
Eso significa que entre c. y -> pastoral hay una constante interacción.

4. Los estudios catequéticos

El objeto de la -< catequética» es la reflexión sobre la enseñanza de la fe y su lugar dentro de la


Iglesia. Los estudios catequéticos se han venido renovando desde hace un siglo a la luz de los
progresos de las ciencias teológicas y bíblicas, antropológicas y metodológicas. La escuela de
Munich ocupó en este campo un lugar preponderante. Puestos en trazar el plan de una catequética
ideal, ésta debería estudiar:

a) La teología de la palabra de Dios, su puesto en la Iglesia, sus medios auxiliares, las leyes de su
transmisión (catequética formal); su contenido (catequético material): según un punto de vista
general o según aspectos particulares (catequética bíblica, litúrgica...).

b) La existencia del hombre en la fe (antropología cristiana) y, como parte esencial de este estudio,
las diversas ciencias antropológicas en su relación a la catequética (psicología, sociología...).

c) La catequética práctica, es decir la transmisión de la palabra de Dios al hombre, tanto en una


forma general (pedagogía catequética general), como en una forma adoptada a la diversidad de
edades, de ambientes, de situaciones (pedagogía catequética especial).

d) Finalmente, el vínculo entre la catequética y las otras actividades de la Iglesia (catequética y


pastoral bajo sus diversas formas...).

Jacques Audinet

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C A TE C I S M O Y C A TE Q U E S IS
"PADRE, esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero y a tu enviado
Jesucristo" (Jn 17,3). "Dios, nuestro Salvador... quiere que todos los hombres se salven y lleguen
al conocimiento pleno de la verdad" (1Tm 2,3-4). "No hay bajo el cielo otro nombre dado a los
hombres por el que nosotros debamos salvarnos", sino el nombre de Jesús. (Hch 4,12)

A) EL CATECISMO (del griego κατηχισμός, de kata [«abajo»] + echein [«sonar»], literalmente


«sonar abajo» (dentro de los oídos), es decir, «adoctrinar») es el texto en el que se
presenta una exposición orgánica y sintética de los contenidos esenciales y fundamentales
de la doctrina cristiana tanto sobre la fe como sobre la moral.

A lo largo de la historia han existido diversos tipos de catecismos, y la mayoría de iglesias


y denominaciones cristianas cuentan con sus propias ediciones.

En el caso de la Iglesia católica, sus catecismos se basan principalmente en la Tradición de


la Iglesia interpretada a la luz del Concilio Vaticano II. Sus fuentes principales son
la Sagrada Escritura, los Santos Padres, la Liturgia y el Magisterio de la Iglesia. Está
destinado a servir "como un punto de referencia para los catecismos o compendios que
sean compuestos en los diversos países" (Sínodo de los Obispos 1985. Relación final II B
A 4).

Existe una versión in extenso promulgada el 11 de octubre de 1992 por Juan Pablo II y


el Compendio, promulgado por el Papa Benedicto XVI el 28 de junio de 2005, que es una
síntesis fiel y segura del Catecismo de la Iglesia católica. Contiene, de modo conciso, todos
los elementos esenciales y fundamentales de la fe de la Iglesia, de manera tal que
constituye, de acuerdo a lo descrito en su presentación por el Papa "una especie de
vademécum, a través del cual las personas, creyentes o no, pueden abarcar con una sola
mirada de conjunto el panorama completo de la fe católica".

B) LA CATEQUESIS (del griego κατηχισμός, de κατηχεῖν,'instruir') a la tradición del depósito


de la fe a los nuevos miembros que se inician en la Iglesia católica y su posterior
instrucción. Se encuentra en el origen mismo del cristianismo, completando la doctrina
transmitida en primer lugar por el kerigma, y, durante los primeros siglos, especialmente en
la época de los padres de la Iglesia, constituyendo la doctrina fundamental sobre la que se
edifica la homilía, de gran carácter espiritual.

En la Edad Antigua se impartía principalmente durante la etapa del catecumenado, es


decir, antes de la incorporación a la Iglesia por medio del rito bautismal. Aunque ya en la
era apostólica era habitual el bautismo de niños, como se deduce del testimonio del Nuevo
Testamento1 y los Padres de la Iglesia,2 si los primeros siglos han sido los de mayor
desarrollo e institucionalización de la catequesis, fue por el gran número de bautismo de
adultos que se daba en aquella época, cuyo catecumenado comprendía cuatro etapas:

a. Primera predicación: Kerigma

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Una primera etapa que se enraizaba en la tradición del kerigma apostólico, con una primera
instrucción a paganos que desconocían casi por completo la doctrinas de la fe y de la vida
cristiana, que concluía con la admisión al catecumenado.

b. Catecumenado

Durante la segunda etapa, los catecúmenos comenzaban a formarse en escuelas


catequéticas, como la de Alejandría (dirigida en el siglo III por Orígenes). Además, asistían
a la primera parte de la Misa, donde, con frecuencia, los obispos solían dirigirse a ellos en
sus homilías; pero no podían asistir a la celebración de la Eucaristía. Este período de
instrucción solía durar tres años, y se llamaba catecumenado.

c. Tradición de la Fe

La siguiente etapa era una preparación inmediata al bautismo, donde los candidatos, en
presencia del obispo y los presbíteros, eran presentados ante la comunidad por sus
padrinos. El obispo entonces pronunciaba una homilía conocida como Procatequesis,
dando comienzo al período instrucción previa al bautismo, que se extendía durante todo el
tiempo de Cuaresma. Concluía en la cuarta semana de Cuaresma con la Traditio-Symboli,
o comunicación oficial del Símbolo de la fe por parte del obispo a los catecúmenos.
Entonces tenía comienzo la catequesis propiamente dicha, que tenía un doble aspecto:
formación en la doctrina, y formación espiritual, de ruptura con las costumbres paganas.
Este tercer período del catecumenado concluía con el bautismo de los catecúmenos.

d. Mistagogia

La última etapa era la llamada catequesis mistagógica, que recibían los recién bautizados
por parte del Obispo, durante la primera semana de la Pascua. Era una explicación a la que
solo tenían acceso los ya bautizados, acerca de los sacramentos y sus figuras bíblicas y el
sentido de los ritos.4 Es la profundización en el mensaje evangélico para educar la Fe.

En la actualidad las catequesis se dividen en los diferentes objetivos que pretenden


conseguir. Así pues, existen las catequesis de comunión, confirmación, y matrimonio, que
preparan para estos sacramentos. Además, actualmente se están recuperando las
catequesis de adultos como una nueva forma de catecumenado post-bautismal.

C) CATEQUESIS PRÁCTICA

La c. presenta tantas formas en la práctica que es imposible describirlas todas. Por eso
mencionaremos solamente sus formas y campos principales.

1. Los grados de la catequesis cristiana. El padre Liégé distingue:

a) La catequesis de iniciación o c. fundamental. Es la primera enseñanza de la fe,


enseñanza que recibe el catecúmeno cuando se prepara para el bautismo. Se da también
este nombre a la enseñanza que recibe el niño al prepararse para la penitencia y la
eucaristía. Esta c. transmite la totalidad del caudal de la fe, pero de una manera elemental,

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atendiendo a la unidad y al equilibrio de los diversos elementos: doctrina, liturgia, vida. De
la calidad de esta primera catequesis depende todo lo posterior.

b) La catequesis permanente. Los elementos esenciales adquiridos en la catequesis de


iniciación se desarrollan y crecen a lo largo de toda vida. La c. permanente desarrolla
sucesivamente todas las implicaciones del mensaje, según lo exigen y hacen posible las
diversas situaciones de la vida. Aparte la predicación, la c. puede revestir las más diversas
formas: cursos para adolescentes o adultos, círculos, conferencias, etc.

c) La catequesis perfectiva, o c. de la sabiduría, va dirigida a los que por misión o por


vocación tienen necesidad de ir más allá de la c. permanente. Puede conducir a la
sabiduría en sentido teológico y a la mística o contemplación.

D) METODOLOGÍA CATEQUÉTICA

La larga experiencia educadora de la Iglesia ha generado, por la iniciativa del Card. Cardijn
para la Juventud Obrera Católica de Bélgica, en la primera mitad del siglo XX, la ya
clásica metodología del “ver-juzgar-actuar”.
 
De ella, decía el Papa Juan XXIII: “es muy oportuno que se invite a los jóvenes
frecuentemente a reflexionar sobre estas tres fases y a llevarlas a la práctica, en cuanto
sea posible. Así los conocimientos aprendidos y asimilados no quedan en ellos como ideas
abstractas, sino que los capacitan prácticamente para llevar a la realidad concreta los
principios y directivas sociales”.
 
El ver-juzgar-actuar surgió como una metodología para la acción transformadora de los
cristianos en sus ambientes y para la superación del divorcio entre la fe y la vida.
 
Más tarde, el  Primer Congreso Latinoamericano de Jóvenes de Cochabamba, le incorporó
dos nuevos momentos: el “revisar” y el “celebrar”, quedando un proceso más completo, sin
que necesariamente implique que todos tienen que estar siempre presentes:
 
VER: 1. Experiencia de Sensibilización 2. Análisis de la Realidad
JUZGAR: 3. Reflexión Sociológica 4. Confrontación con nuestras fuentes espirituales 
ACTUAR: 5. Actuar 6. Celebrar 7. Evaluar 8. Volver a VER
 
Muchos métodos que han surgido directamente de ella y que articulan en pasos concretos
sus intuiciones fundamentales de partir de la realidad, iluminarla desde la fe, proponer una
actitud de conversión y un compromiso transformador, revisarlo y celebrarlo.
 
Más que una metodología, el ver juzgar-actuar-revisar- celebrar es hoy un estilo de vida y
una espiritualidad, que vive y celebra el descubrimiento de la presencia de Dios en la
historia, la actitud de conversión personal continua y el compromiso para la transformación
de la realidad.
 
La secuencia de estas diversas fases del proceso se suceden en forma natural unas de
otras. Sin embargo, el compromiso de trabajo por la JPIC puede comenzar por cualquiera
de ellas. Algunos se sintieron movidos a actuar al entrar en contacto con personas
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sufrientes. Otros, al cobrar conciencia del momento actual y de la magnitud de sus
problemas. Otros más, deduciendo este estilo de vida directamente de su fe o de la
reflexión evangélica. Hay quien habiéndose involucrado en alguna actividad grupal, fue
paulatinamente descubriendo todas sus implicaciones. Cualquiera que haya sido el inicio
de nuestro camino, desde él tenemos que encontrarnos con los otros aspectos.
 
¿QUÉ IMPLICA CADA ETAPA?
 
VER:
 Es el momento de toma de conciencia de la realidad.
 Ver los hechos concretos de la vida cotidiana.
 Esta mirada permite una visión más amplia, profunda y global que motivará más
adelante a realizar acciones transformadoras orientadas a atacar las raíces de los
problemas.

JUZGAR:
 Es el momento de analizar los hechos de la realidad a la luz de la fe y de la vida, del
mensaje de Jesús y de su Iglesia, para descubrir lo que está ayudando o impidiendo
a las personas alcanzar su liberación integral, llegar a vivir como hermanos y
construir una sociedad de acuerdo al proyecto de Dios.
 Juzgar ayuda a tomar conciencia del pecado personal presente en la vida de cada
uno y del pecado social presente en las estructuras injustas de la sociedad.
 Juzgar exige un conocimiento cada vez más profundo del mensaje cristiano, un
ambiente de oración, un diálogo profundo con Jesucristo presente en nuestra vida.

ACTUAR:
 Es el momento de concretizar en una acción transformadora lo que se ha
comprendido acerca de la realidad (ver) y lo que se ha descubierto del plan de Dios
sobre ella (juzgar). Es el momento de la práctica nueva y del compromiso.
 No queda reducida sólo a la esfera de lo personal sino que procura incidir realmente
en la realidad social. Es un proceso lento, y exige mucha paciencia.

CELEBRAR:
 La percepción de conjunto de todo el proceso: el descubrimiento del Dios de la vida
en la realidad personal y social (ver), el encuentro con él en la Palabra (juzgar) y el
compromiso por la transformación de la realidad (actuar), lleva a la celebración
gratuita y agradecida de la experiencia vivida. Para el cristiano, la fe y la vida están
integrados; por eso hay que celebrar los logros y fracasos, las alegrías y tristezas,
las angustias y esperanzas,… Celebrando la vida concreta se reconoce la
presencia de Dios liberador haciendo historia con su pueblo.
 
EVALUAR:
 Es el momento de la evaluación. Es tomar conciencia hoy de lo realizado ayer para
mejorar la acción que se realizará mañana.
 La evaluación enriquece y perfecciona la misma visión de la realidad y, al mismo
tiempo, sugiere acciones nuevas más profundas, críticas y realistas.

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 Sin evaluación, la acción deja de ser transformadora, no se valoran los logros ni se
aprende de los errores, no se estimulan nuevas acciones, el grupo se detiene y
muere.

11
CATECISMO DE LA DOCTRINA CRISTIANA
Compuesto por el Padre Jerónimo Ripalda, S.J. (1616) Edición de 1957

PRÓLOGO: Todo fiel cristiano está muy obligado a tener devoción, de todo corazón a la santa cruz de
Jesucristo, nuestra luz; pues en ella quiso morir para redimirnos de nuestros pecados y librarnos del
enemigo malo. Y, por tanto, te has de acostumbrar a signar y santiguar, haciendo tres cruces: la primera
en la frente, para que nos libre dios de los malos pensamientos. La segunda en la boca, para que nos
libre dios de malas palabras. La tercera en el pecho, para que nos libre Dios de las malas obras y deseos.
Diciendo así: por la señal de la santa cruz. De nuestros enemigos. Líbranos, señor. Dios nuestro, en el
nombre del padre, y del hijo, y del espíritu santo. Amén.

Las obligaciones del cristiano: lo que la iglesia romana nos muestra, lo que manda saber, creer y hacer:
credo y mandamientos. Oraciones y sacramentos. Bien pronunciado, creído y obrado digamos así:

La señal de la santa Cruz: Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos líbranos, Señor, Dios
Nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén

EL PADRE NUESTRO: Padre nuestro que estás en los cielos: santificado sea tu nombre; venga a nosotros
tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo; El pan nuestro de cada día dánosle hoy,
perdona nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestro deudores; y no nos dejes caer en la
tentación, mas líbranos del mal. Amén.

EL AVE MARÍA: Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita Tú eres entre todas
las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros
pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

GLORIA PATRI: Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre; y
por los siglos de los siglos. Amén.

EL CREDO: Creo en Dios Padre Todopoderoso, Creador del Cielo y de la tierra, y en Jesucristo su Único
Hijo, Nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo; nació de Santa María
siempre Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a
los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos; subió a los cielos, está sentado a la diestra de
Dios Padre Todopoderoso; desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos. Creo en el Espíritu
Santo, la Santa Iglesia Católica, la Comunión de los Santos, el perdón de los pecados, la resurrección de
la carne, y en la vida eterna. Amén.

LA SALVE : ¡Dios te Salve, Reina y Madre de Misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra!. ¡Dios te
salve, A Ti llamamos! los desterrados hijos de Eva, a ti suspiramos gimiendo y llorando en este valle de
lágrimas. Ea, pues, Señora abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos Misericordiosos. Y después
de este destierro muéstranos Jesús, fruto bendito de tu vientre: ¡Oh clemente! ¡Oh piadosa! ¡Oh dulce
siempre virgen María! ¡Ruega por nosotros Santa Madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzar y
gozar las promesas y gracias de Nuestro Señor Jesucristo. Amén.

LOS MANDAMIENTOS DE LA LEY DE DIOS


El primero, amarás a tu Dios sobre todas las cosas.
El segundo, no tomarás en falso el nombre de Dios.
El tercero, santificarás las fiestas.
El cuarto, honrarás a tu padre y madre.
El quinto, no matarás.
El sexto, no fornicarás.
El séptimo, no hurtarás.
El octavo, no levantarás falso testimonio ni mentirás.
El noveno, no desearás la mujer de tu prójimo.
El décimo, no codiciarás los bienes ajenos.
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Estos diez mandamientos se agrupan en dos:
Primero: amarás a tu Dios sobre todas las cosas; segundo, amarás a tu prójimo como a ti mismo.

LOS MANDAMIENTOS DE LA SANTA MADRE IGLESIA:


1. Participar en misa entera todos los domingos y fiestas de guardar.
2. Confesarse mínimo una vez al año, o antes de comulgar, o en peligro de muerte.
3. Comulgar por Pascua de resurrección.
4. Ayunar cuando lo manda la iglesia; Miércoles de Ceniza y Viernes santo.
5. Ayudar a la iglesia en sus necesidades.

LOS SACRAMENTOS DE LA SANTA MADRE IGLESIA:


1) BAUTISMO.
2) CONFIRMACIÓN.
3) EUCARISTÍA.
4) PENITENCIA.
5) UNCIÓN DE LOS ENFERMOS.
6) ORDEN SACERDOTAL.
7) MATRIMONIO.

LOS ARTÍCULOS DE LA FE: Los Artículos de la Fe son catorce: Los siete primeros hacen referencia a la
Divinidad, y los otros siete a la Santa Humanidad de Nuestro Señor Jesucristo, Dios y Hombre verdadero.

Pertenecen a la Divinidad: El primero, creer en un solo Dios, Todopoderoso. El segundo. Creer que es
Padre. El tercero, creer que es Hijo. El cuarto, creer que es Espíritu Santo. El quinto, creer que es
Creador. El sexto, creer que es Salvador. El séptimo, creer que es Glorificador.

Pertenecen a la Santa Humanidad: El primero, creer que nuestro Señor Jesucristo, en cuanto hombre,
fue concebido por obra del Espíritu Santo. El segundo, creer que nació de María Virgen, siendo Ella
virgen antes del parto, en el parto, y después del parto. El tercero, creer que sufrió muerte y pasión para
redimirnos de la muerte eterna. El cuarto, creer que descendió a los infiernos y liberó a las almas de los
justos que le esperaban. El quinto, creer que resucitó al tercer día de entre los muertos. El sexto, creer
que subió a los cielos y está reinando a la derecha de Dios Padre. El séptimo, creer que vendrá a juzgar a
los vivos y a los muertos. A los que murieron en gracia – por haber guardado los mandamientos – les
dará el premio de la eterna vida; a los que murieron en el pecado: la pena eterna.

LAS OBRAS DE MISERICORDIA:


Las obras de misericordia son catorce: Siete corporales, Siete Espirituales. Obras de Misericordia
Corporales:
La primera, VISITAR A LOS ENFERMOS.
La segunda, DAR DE COMER AL HAMBRIENTO.
La tercera, DAR DE BEBER EL SEDIENTO.
La cuarta, VESTIR AL DESNUDO.
La quinta, HOSPEDAR AL PEREGRINO.
La sexta, REDIMIR AL CAUTIVO.
La séptima, ENTERRAR A LOS MUERTOS.

Obras de Misericordia Espirituales:


La primera, ENSEÑAR AL QUE NO SABE.
La segunda, DAR BUEN CONSEJO AL QUE LO NECESITA.
La tercera, CORREGIR AL QUE VIVE EN EL ERROR.
La cuarta. PERDONAR LAS INJURIAS.
La quinta, CONSOLAR AL TRISTE.
La sexta. SUFRIR CON PACIENCIA LOS DEFECTOS DE NUESTROS PRÓJIMOS.
La séptima, ORAR A DIOS POR LOS VIVOS Y LOS DIFUNTOS.

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LOS PECADOS CAPITALES Los pecados capitales son siete:
El primero, SOBERBIA. El segundo, AVARICIA. El tercero, LUJURIA. El cuarto, IRA. El quinto, GULA. El
sexto, ENVIDIA. El séptimo, PEREZA.

Contra estos siete vicios hay siete virtudes:

Contra SOBERBIA, HUMILDAD. Contra AVARICIA, LARGUEZA. Contra LUJURIA, CASTIDAD. Contra IRA,
PACIENCIA. Contra GULA, TEMPLANZA. Contra ENVIDIA, CARIDAD. Contra PEREZA, DILIGENCIA.

LOS ENEMIGOS DEL ALMA: Son tres: DEMONIO. MUNDO. CARNE.

LAS VIRTUDES QUE HEMOS DE TENER. Las tres teologales son: FE. ESPERANZA. CARIDAD. Las cardinales
son: PRUDENCIA. JUSTICIA. FORTALEZA. TEMPLANZA.

LAS POTENCIAS DEL ALMA: MEMORIA, ENTENDIMIENTO, Y VOLUNTAD.

LOS SENTIDOS CORPORALES: VER, OÍR, OLER, GUSTAR Y TOCAR.

LOS SIETE DONES DEL ESPÍRITU SANTO: Primero, DON DE SABIDURÍA. Segundo, DON DE
ENTENDIMIENTO. Tercero, DON DE CONSEJO. Cuarto, DON DE FORTALEZA. Quinto, DON DE CIENCIA.
Sexto, DON DE PIEDAD. Séptimo, DON DE TEMOR DE DIOS.

LOS FRUTOS DEL ESPÍRITU SANTO SON DOCE: CARIDAD, GOZO ESPIRITUAL, PAZ, PACIENCIA,
BENIGNIDAD, BONDAD, LONGANIMIDAD, MANSEDUMBRE, FE, MODESTIA, CONTINENCIA Y CASTIDAD.

LAS BIENAVENTURANZAS:
Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la tierra.
Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.
Bienaventurados lo que han tenido hambre y sed de justicia, porque ellos serán hartos.
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los pacíficos, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los que padecen persecución por la justicia, porque de ellos es el reino de los de los
cielos

EL PECADO VENIAL SE PERDONA POR: participar en la santa misa con devoción. Comulgar dignamente.
Oír la palabra de Dios. Bendición episcopal. Rezar el padre nuestro. Confesión general. Agua bendita.
Pan bendito. Golpe de pecho. HECHO TODO CON SINCERA DEVOCIÓN.

LOS NOVÍSIMOS O POSTRIMERÍAS: MUERTE. JUICIO. INFIERNO. GLORIA

LA CONFESIÓN GENERAL
Yo pecador me confieso a Dios Todopoderoso, y a la bienaventurada siempre Virgen María al
bienaventurado San Miguel Arcángel, al bienaventurado San Juan Bautista, a los Santos Apóstoles San
Pedro y San Pablo, a todos los santos, y a vos, Padre que pequé gravemente con el pensamiento
palabra, obra y omisión, por mi culpa, por mi culpa, por mi grandísima culpa. Por tanto ruego a la
bienaventurada siempre Virgen María, al bienaventurado San Miguel Arcángel, al bienaventurado San
Juan Bautista, a los santos apóstoles San Pedro y San Pablo y a todos los Santos y a vos, Padre, que
roguéis por mí a Dios nuestro Señor. Amén.

ACTO DE CONTRICIÓN PERSONAL


Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío, por ser Vos quien sois,
y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón de haberos ofendido, propongo,
firmemente, nunca más pecar y apartarme de todas las ocasiones de ofenderos, confesarme y cumplir la
penitencia que me fuere impuesta. Os ofrezco mi vida, obras y trabajos, en satisfacción de todos mis

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pecados: confiando me los perdonarás por tu misericordia infinita y por los merecimientos de vuestra
preciosísima sangre, pasión y muerte, dándome la gracia para enmendarme y perseverar en vuestro
santo servicio. Amén.

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