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1.5.

Tipología
La violencia sexual no se limita únicamente a satisfacer necesidades sexuales,
sino que también está vinculada al deseo de poder y control, así como a diversos
problemas mentales. Tanto aspectos sexuales como no sexuales motivan la
conducta del perpetrador. El abuso sexual abarca una amplia gama de actos,
situaciones y manifestaciones sexuales en contra de la víctima (Kipane, 2018).
Se identifican varios tipos de delitos sexuales, siendo los más frecuentes:
1.5.1. Violación sexual: Es un acto de agresión en el que una persona fuerza,
manipula o coacciona a otra a participar en alguna actividad sexual sin su
consentimiento. Puede implicar penetración vaginal, anal o oral, y puede ser
perpetrada por una persona conocida o desconocida para la víctima. En donde a
nivel legal en el contexto peruano, si la víctima tiene entre catorce años de edad
y menos de dieciocho, la pena no será menor de veinticinco ni mayor de treinta
años (Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, 2012).
1.5.2. Explotación sexual: La explotación sexual implica aprovechar la
vulnerabilidad de una persona, ya sea debido a diferencias de poder, confianza o
situación precaria, para obtener favores sexuales a cambio de dinero, o
beneficios sociales. El tráfico de personas con fines de explotación sexual
involucra la coerción y manipulación de individuos vulnerables para satisfacer
deseos sexuales o generar beneficios económicos (Alto Comisionado de las
Naciones Unidas para los Refugiados, s.f.).
1.5.2.1. El tráfico de personas con fines de explotación sexual: Es un tipo
específico de trata de personas en el cual las víctimas son reclutadas, trasladadas
o mantenidas utilizando la fuerza, el engaño o la coerción para ser explotadas
sexualmente. Esto puede incluir la prostitución forzada, la pornografía, el
turismo sexual y otras formas de explotación sexual. En este tipo de trata, las
víctimas son sometidas a condiciones de abuso físico, emocional y psicológico,
y se les priva de su libertad y dignidad. Los traficantes pueden utilizar diversas
tácticas para controlar a las víctimas, como amenazas a ellas o a sus familias,
confiscación de documentos de identidad, encierro, entre otras (Rodríguez,
2016).
1.5.3. Violencia sexual cibernética: Abarca cualquier tipo de agresión sexual
que ocurre a través de medios digitales o tecnológicos, como internet, teléfonos
móviles y plataformas en línea. Esto puede manifestarse en formas como el
envío no consensuado de imágenes sexuales, el acoso sexual en línea, la
extorsión sexual (sextorsionismo), la difusión de pornografía infantil y otras
conductas similares. Esencialmente, implica la utilización de la tecnología para
perpetrar actos de violencia o explotación sexual en las víctimas (Archila, 2022).
1.5.3.1. Acoso sexual en línea: El acoso sexual en línea es una forma de
comportamiento abusivo y coercitivo que se lleva a cabo a través de plataformas
virtuales. Este tipo de acoso implica el uso de contenido sexual o mensajes
inapropiados con el objetivo de intimidar, humillar, o ejercer control sobre la
víctima. Puede manifestarse de diversas formas, como el envío de mensajes
sexualmente explícitos no deseados, la difusión de imágenes íntimas sin
consentimiento, o la realización de comentarios intimidantes o amenazantes de
naturaleza sexual (Calderón y Navarro, 2023).
1.5.3.2. Distribución de pornografía infantil: Se refiere a la acción de
compartir, enviar, transmitir o poner a disposición de otros material que contiene
imágenes, videos, o cualquier otro tipo de representación gráfica o audiovisual
de menores de edad involucrados en actividades sexuales explícitas o
provocativa. Esta distribución puede llevarse a cabo de diversas formas,
incluyendo el intercambio de archivos en línea a través de redes de intercambio
de archivos, el envío de contenido a través de mensajes o correos electrónicos, o
la publicación de material en sitios web o foros dedicados a este tipo de
contenido ilícito. En el Perú, aquel que produce o publica imágenes
pornográficas en donde se exhiben a menores entre 14 y 18 años de edad, será
reprimido con pena privativa de la libertad no menor de dos años ni mayor de
cuatro años (Del Carmen, 2014).

1.6. Modelos y teorías sobre la delincuencia sexual


Existen varias teorías y modelos que intentan explicar la agresión sexual desde
diferentes perspectivas:
1.6.1. Modelo de los delitos sexuales de Finkelhor: El modelo de los delitos
sexuales de Finkelhor proporciona una comprensión detallada de las diversas
dimensiones que influyen en la experiencia de las víctimas de delitos sexuales.
Estas dimensiones no solo existen de forma independiente, sino que también
interactúan entre sí de maneras complejas, afectando la experiencia de la víctima
y las respuestas sociales y personales al delito. Este modelo se centra en cuatro
dimensiones principales (victimización, traumatización, estigmatización y
miedo) que interactúan entre sí (Finkelhor, 1984, como se citó en Bustamante,
2018).
1.6.1.1. Victimización: Esta dimensión se refiere a la victimización directa, es
decir, el daño físico, emocional o psicológico que sufre la víctima como
resultado del delito sexual. Finkelhor identifica cuatro tipos de victimización:
traumatización, estigmatización, vergüenza y miedo.
1.6.1.2. Traumatización: Se refiere al impacto psicológico y emocional que
experimenta la víctima como resultado del delito sexual. Puede incluir síntomas
de estrés postraumático, ansiedad, depresión y trastornos de estrés agudo.
1.6.1.3. Estigmatización: Se refiere al proceso por el cual la víctima
experimenta sentimientos de vergüenza, culpa o desvalorización como resultado
del delito sexual. Estos sentimientos pueden ser exacerbados por factores como
el estigma social, la falta de apoyo de la comunidad y el autoestigma.
1.6.1.4. Miedo: Se refiere al temor que experimenta la víctima después del
delito sexual, incluido el miedo a futuras agresiones, el miedo a ser
revictimizada, el miedo a la reacción de los demás y el miedo a la pérdida de
control sobre su propia seguridad.
1.6.2. Modelo de los cuatro factores: Este modelo proporciona un marco para
comprender las motivaciones subyacentes detrás del comportamiento criminal.
El modelo propone cuatro factores (congruencia criminal, la excitación sexual
hacia los niños, el bloqueo y la desinhibición) que representan dimensiones
clave relacionadas con el comportamiento delictivo y la agresión sexual infantil
(Beech y Ward, 2004, como se citó en Bustamente, 2018).
1.6.2.1. La congruencia emocional: Sugiere que los abusadores sexuales
encuentran gratificación emocional al interactuar con niños debido a varias
razones. Primero, se plantea que estos agresores tienen un desarrollo emocional
y afectivo inmaduro, lo que los lleva a relacionarse con los niños de una manera
que refleja su propia inmadurez, estableciendo una especie de simetría
emocional. Segundo, la baja autoestima de los agresores les dificulta establecer
relaciones satisfactorias con adultos, lo que los hace sentir más cómodos y
seguros al interactuar con niños, a quienes perciben como menos amenazantes y
sobre quienes pueden ejercer control.
1.6.2.2. La excitación sexual hacia los niños: Destaca la importancia de
comprender las motivaciones tanto sexuales como no sexuales de los agresores
sexuales. Se enfoca en eliminar actitudes negativas, corregir distorsiones
cognitivas y reducir los intereses sexuales desviados. Se sugiere que la
capacidad de encontrar excitante a un niño sexualmente puede surgir de traumas
pasados, como abuso sexual, físico o emocional, lo que distorsiona su
percepción de la sexualidad infantil y puede llevarlos a malinterpretar respuestas
emocionales normales como sexuales.
1.6.2.3. El bloqueo: Indica que algunas personas podrían bloquearse en la
satisfacción sexual con adultos debido a problemas en su desarrollo sexual o
crisis normativas, lo que los lleva a buscar satisfacción en personas más jóvenes,
que consideran más controlables y manipulables.
1.6.2.4. La desinhibición: Sugiere que algunos agresores sexuales pueden
carecer de la internalización de normas sociales y morales que inhiben ciertos
comportamientos, lo que puede ser influenciado por problemas como el
consumo de alcohol o drogas, entornos familiares disfuncionales o el uso de
pornografía infantil.
1.6.3. Teoría de la desensibilización: Sugiere que la exposición continua a la
violencia en los medios de comunicación y la pornografía puede disminuir la
sensibilidad de las personas hacia la violencia sexual. En otras palabras, cuanto
más se exponen las personas a imágenes o representaciones de violencia sexual,
menos impacto emocional les causa. Esta disminución en la sensibilidad, puede
tener varias implicaciones. Por un lado, puede llevar a una percepción
distorsionada de la violencia sexual como algo menos grave o menos impactante
de lo que realmente es. Además, puede contribuir a una mayor aceptación de
comportamientos agresivos o coercitivos en las relaciones sexuales. En última
instancia, la teoría de la desensibilización sugiere que esta falta de sensibilidad
puede aumentar la probabilidad de que algunas personas cometan agresiones
sexuales, ya que pueden percibir estas acciones como más normales o aceptables
debido a su exposición repetida a la violencia sexual en los medios (Galán et al.,
2022).

1. Conclusiones
 En resumen, el caso de Mila destaca las complejas dinámicas
psicológicas que rodean la violencia sexual, aunque el código penal
peruano tipifica estos actos como delitos sancionables, frecuentemente
las víctimas no reciben el respaldo legal necesario, enfrentándose a las
repercusiones psicológicas del daño sufrido.
 La comprensión forense del delito va más allá de su tipificación legal e
implica explorar los modelos explicativos que ayudan a entender las
motivaciones detrás de tales acciones. Este enfoque considera tanto las
implicaciones legales y médicas del abuso sexual como su impacto
psicológico en la víctima.
 Sin embargo, la realidad muestra que la victimización secundaria, la falta
de capacitación de los profesionales de la salud y del sistema judicial, así
como los prejuicios sociales, pueden dificultar el acceso a la justicia y la
atención adecuada para las víctimas de violencia sexual.
 Por lo tanto, es esencial implementar políticas integrales que aborden no
sólo la persecución legal de los agresores, sino también la prevención, la
educación y el apoyo a las víctimas, con el fin de romper el ciclo de
impunidad.

2. Recomendaciones
5.1. Protección de la integridad: A nivel legal, sería necesario establecer un
protocolo de protección integral que garantice la confidencialidad de la
información, brinde apoyo psicológico especializado, facilite el acceso a
refugios seguros y establezca medidas de seguridad efectivas para prevenir
cualquier forma de revictimización. Esto asegurará que la víctima se sienta
segura y respaldada durante todo el proceso, promoviendo así su recuperación
física y emocional.
5.2. Facilitar el acceso a la justicia: Se sugiere establecer servicios de
asistencia legal especializados y gratuitos para las víctimas, que brinden
orientación y apoyo en el proceso legal, con ello se debe capacitar a los
profesionales del sistema judicial en la atención sensible a género y en el manejo
adecuado de casos de violencia sexual.
5.3. Psicoeducar a la población: Resulta indispensable llevar a cabo programas
de psicoeducación dirigidos a la población para concientizar sobre los derechos
sexuales y reproductivos de los menores de edad. Esto implica no solo el
desarrollo de campañas de sensibilización que aborden temas como el
consentimiento, la prevención del abuso sexual y la importancia del respeto a la
autonomía de los menores, sino también la incorporación de la educación sexual
en los programas escolares desde una edad temprana en donde se ofrezca acceso
a información clara y precisa sobre los servicios de atención y prevención del
abuso sexual infantil, así como los recursos legales disponibles para proteger los
derechos de los menores.

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