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¿Cómo entender la pregunta que Juan el Bautista hizo desde

la cárcel?
Todos los cristianos aprendemos más temprano que tarde que nuestra fe puede tambalearse
cuando nuestras circunstancias son adversas. A veces nuestra confianza en Dios no es tan fuerte
como quisiéramos. A veces las dudas y los temores pueden abrumarnos.

Un ejemplo es Juan el bautista. Estando en prisión mientras el ministerio de Jesús se extendía, él


casi tropieza con sus dudas sobre si Jesús era el Mesías. Desde la cárcel, encerrado injustamente,
donde todo se veía gris, Juan no podía hablar directamente con el Señor y le envió una pregunta:

“Llamando Juan a dos de sus discípulos, los envió a preguntar al Señor: “¿Eres tú el que ha de
venir, o esperamos a otro?”, Lucas 7:19.

¿Cómo puede ser que Juan, el profeta que anunciaría al Mesías y que testificó de Él, dudó en un
momento con respecto a Jesús?

La duda de Juan y la respuesta de Jesús


La fe de Juan fue golpeada porque lo que veía parecía contrario a lo que él esperaba del Mesías.
¿Acaso el Mesías no traería justicia, libertad a los cautivos, y salvación? Juan era tan humano como
nosotros, y parece que esperaba que Dios obrara de otra forma en ese momento.

Este hombre tuvo su tiempo de incertidumbre, pero fue a quien le podía dar respuestas: Jesús
mismo. Nuestro Señor, entonces, no responde de la manera directa que Juan esperaba, pero su
respuesta es asombrosa:

“Vayan y cuenten a Juan lo que han visto y oído: los ciegos reciben la vista, los cojos andan, los
leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos son resucitados y a los pobres se les
anuncia el evangelio. Y bienaventurado es el que no se escandaliza de mí”, Lucas 7:22-23.

La respuesta es doblemente maravillosa por dos razones. En primer lugar, Jesús le explica a Juan
que el Mesías está haciendo lo que vino a hacer. Nada ha cambiado en el plan redentor. Las
señales milagrosas están realizándose y el evangelio se está predicando.

En segundo lugar, Jesús lo exhorta a no encontrar tropiezo en la forma en que está llevando a cabo
la obra de redención: “Bienaventurado es el que no se escandaliza de mí”. ¿Qué significan esas
palabras? El doctor Erwin Lutzer puede ayudarnos con esta bienaventuranza explicándola así:

“En nuestros momentos más oscuros de duda, el Señor no nos descalifica.”

“Bienaventurado el que comprende que debemos confiar en el corazón de Dios cuando no


podemos comprender su mano; bienaventurado el que sabe que debemos mantener un reverente
temor ante la presencia del misterio de los propósitos de Dios. Bienaventurado el que sigue
creyendo, pase lo que pase. Bienaventurado el que permite que Dios sea Dios”.

¿Podemos decir que esa bienaventuranza también es para nosotros?


Cuando la voluntad de Dios es diferente a lo que esperamos
Sabemos cómo concluyó la vida de Juan el bautista: en manos de Herodes. Nunca salió de su
encarcelamiento, expusieron su cabeza cortada delante de una fiesta impía, y su funeral no fue lo
que merecía (Mateo. 14:1-12).

Su muerte perecería sin sentido… pero solo si quitamos al Dios soberano de la biografía de este
hombre. Porque una vida invertida en la voluntad de Dios, como la de Juan, es una vida
bienaventurada y digna de imitar. A pesar de sus debilidades, Jesucristo dijo de Juan: “Entre los
nacidos de mujer, no hay nadie mayor que Juan” (Lucas. 7:28). ¡Y dijo estas palabras luego de
recibir la pregunta de Juan!

Esto nos recuerda que, en nuestros momentos más oscuros de duda, el Señor no nos descalifica.
Oremos que Él nos ayude a no tropezar cuando su voluntad es diferente a lo que esperamos. Sus
planes, aunque a veces no podemos entenderlos, siempre son mejores que los nuestros, y la cruz
es la mayor muestra de eso.

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