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05 Salomón
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BTX IV
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05 Salomón
Escrito el 25/12/2018
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Al leer esta parte de la historia sagrada, la mente del lector cristiano puede ser
movida hasta la perplejidad: Salomón, el hombre a quien Dios había dotado de
singular sabiduría, poder y riqueza; autor de dos de los libros del Canon Hebreo, y
próspero rey, se nos presenta ahora, en el ocaso de su vida, dentro de una total
decadencia moral y espiritual, en la que comete las más aberrantes violaciones al
pacto que él y su nación debían mantener con su Dios.
El particular grado de maldad del rey Salomón es más relevante, se muestra más
crudo y absurdo, por cuanto tales transgresiones fueron perpetradas por un
hombre que conocía a Dios (1R. 11.9-10) . Y fue precisamente por ello que sus
acciones tuvieron un peso determinante en el ánimo y conducta de sus súbditos.
Era el rey mismo que estaba dando el ejemplo. De allí en adelante, todo era
posible para Israel. De allí en adelante, y con la práctica de sus idolatrías, el
pueblo pudo exclamar: ¡YHVH no nos ve! ¡YHVH ha abandonado la tierra! (Ez.
8.12) .
Cuando, más adelante, las acciones de este vil personaje sean comparadas con
las de innumerables cristianos en la actualidad, el fracaso espiritual del rey
Salomón constituirá un ejemplo de gran ayuda en las conclusiones que el lector
deberá extraer respecto a su propia vida delante de Dios.
Basta ahora resaltar el triste ejemplo que el rey dejó a su posteridad: Aquél que
una vez había bendecido a toda la congregación de Israel (2Cr. 6.3) llegó a
desagradarse de tal manera ante el Dios que lo había colocado en un sitial de
honor por encima de todos los reyes de la tierra.
La experiencia personal del rey Salomón guarda también un paralelismo muy
sigificativo con el colectivo que conforma la nación israelita, la cual, habiendo sido
levantada por encima de todas las naciones de la tierra, y siendo receptora única
de la adopción y la gloria, de los pactos y la promulgación de la ley, de las
ordenanzas y las promesas; de leyes, mandamientos y estatutos del Dios único y
verdadero, llegó a fracasar rotundamente frente al Dador de todo su bien (Ro. 9.4)
.
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