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El término ovíparo proviene del latín: ovum, “huevo” y parire, “parir”, o sea,
refiere a los animales que ponen huevos. En esto se diferencian de los animales
vivíparos (como el propio ser humano), que dan a luz a sus crías ya totalmente
formadas, más o menos listas para una existencia independiente.
Puede darse que un animal sea ovovivíparo, esto es, una categoría intermedia entre
vivíparo y ovíparo: sus crías nacen de huevos fecundados dentro del cuerpo de la
madre, donde también eclosionan. Las crías luego permanecen dentro de ella hasta
madurar y ser expulsadas junto con los residuos de huevos.
Por eso los huevos secos poseen una cáscara resistente que endurece en contacto
con el aire, y que los recién nacidos deben romper desde adentro para nacer. En
cambio, los huevos húmedos a menudo poseen una química especializada para
adherirse a las superficies y rehuir a los depredadores.
Los huevos pueden eclosionar al poco rato de la puesta o pueden requerir de días o
semanas de incubación.