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Petro en las redes (gobernar en un mar de tiburones)

Por Memo Ánjel

—No me extraña que él trasnoche —dije, y salí por la puerta siguiendo al chófer.

Philip Kerr. Violetas de marzo (trilogía Berlín noir)

Cambios de gobierno en América Latina

Gobernar es administrar unos recursos, unas industrias, la educación, las

relaciones internacionales y los comportamientos civiles de una sociedad. Y,

para esto, se construyen constituciones (pactos entre ciudadanos), se legitima

la democracia y se ponen en marcha unos presupuestos ideológicos acordes

con los tiempos que se viven. Así, no hay una sola forma de gobierno ni de

administración. Todo depende de las circunstancias presentes: el estado de la

economía (infraestructuras y viabilidades de abastecimiento y transformación,

empleo y capacidad de consumo), vacíos del Estado (en la legalidad y la

estructura social), situación de la modernidad (estado de las ciencias, las

tecnologías y la técnica) y condiciones culturales (producción artística,

creatividad, visiones de la vida, etc.).

Un gobierno, si quiere funcionar, debe generar desarrollo y crecimiento,

confianza y convivencia. Y estar a la par de los tiempos en asuntos de

cambios. Las sociedades mutan, los intercambios varían, la política establece

equilibrios y el gobernante (el ejecutivo, el que ejecuta) es la voz que dirige y el

oído que oye. Ya las figuras del dictador, el rey, el sátrapa son parte de la

historia. Y si bien hay gente que siente nostalgia por este tipo de gobernantes

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(hoy aparecen remembranzas nazis, fascistas, stalinistas), un país moderno ya

no se mueve bajo estos parámetros. Basta mirar los países africanos y algunos

del Caribe.

Después de la pandemia (muchos dicen que sigue), se presentaron en el

mundo cambios que ya parecen irreversibles: formas de trabajo

electrónico en redes, necesidad absoluta de ruralización para los debidos

abastecimientos de comida, cuidado en serio del planeta, decrecimiento

en actividades peligrosas y presencia activa de los jóvenes en el

desarrollo y crecimiento del país. Y si bien mucho de esto ya se había

tenido en cuenta antes de la aparición del Covid19, ahora no es un

discurso sino una realidad. La vida (con lo que es y contiene) se impone

sobre cualquier tipo de codicia.

Con base en lo anterior, las antiguas formas políticas entraron en crisis,

especialmente las de derecha que seguían el modelo de posesión de

tierra (fisiocracia), tradición en las costumbres, religión como calmante y

ejército. Latinoamérica, que nunca se independizó, sino que siguió

operando con modelos coloniales, se fue atrasando o, como en el caso de

Argentina, obligada al atraso por las potencias. Con gobiernos de

derecha, supeditados a la estructura colonial, se permitió que todo este

territorio fuera convertido en puntos de explotación de materia prima para

llevar a los países que la transformaban y luego devolvían en forma de

productos y tecnologías dependientes, a más de formas educativas que

llevaban a reconocer la cultura y ciencia de las metrópolis como el

camino a seguir a través de ideas ajenas a nuestro contexto. De esta

manera, el pensamiento racional fue producto de los países explotadores y a

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nosotros nos quedó la ficción en propiedad, esa que se representa en Cien

años de Soledad, la novela de Gabriel García Márquez, y de alguna forma en

las ideas de Castro y Chávez, que al final se deformaron. Gente acalorada es

lo que somos, eso se dijo.

Este modelo conservador, opuesto a cualquier tipo de liberalismo, se

ejerció en las capitales (Bogotá era un centro de poetas) que gobernaban

para las élites sin importarles nunca las periferias, a no ser para

reprimirlas. Y como sucede en el mundo de las cortes (el de los áulicos),

la corrupción hizo carrera, tanto en cuestiones de dineros por debajo

como en educación controlada.

Pero nada es eterno en el mundo (cantaba Darío Gómez) y la globalización

(que en este momento de desmorona) hizo posible que llegara mucha

información y, con esta, muchas preguntas acerca de las maneras de gobernar

y las infraestructuras requeridas para el desarrollo económico y el debido

convivir entre las sociedades. Informaciones que permearon la manera de

pensar, que filtraron la educación y crearon posturas vanguardistas, entre ellas

las de la nueva izquierda (el liberalismo progresista), que busca reformas

profundas en el sistema de los gobiernos anteriores (paradigmáticos y de

intereses personales) y los resultados producidos por estos. Mentalidad crítica

que ahora actúa en países como Brasil, México, Chile, Argentina y Colombia,

haciendo el intento de crear países más justos y competitivos.

Gustavo Petro y su medio año de Gobierno

La campaña de Gustavo Petro se centró en Colombia, potencia mundial de la

vida. Y con base en esta premisa (que es posible porque toca al ser humano

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sobre la Tierra y no a la cantidad de armas que tenga) el Presidente apareció

en varios foros internacionales (entre ellos la ONU), explicando en qué consiste

su propuesta: habló de cuidar el ambiente a toda costa y adelantar el proceso

de paz que se había estancado, abanderar el decrecimiento para no destruir el

planeta y ruralizar el país para lograr la independencia alimentaria; preguntar

qué es más peligroso, si las drogas o las partículas nocivas que contiene

la contaminación ambiental, y mirar a las potencias ya no como centro de

pensamiento y cultura sino de extracción desmesurada (si es del caso

usando la guerra) de materias primas para el uso de industrias

contaminantes o sistemas bancarios que buscan volver al patrón oro para

controlar los desbarajustes de sus monedas.

Lo anterior, que hace parte de la discusión de cómo gobernar hoy en día,

en algunos lugares fue bien visto y en otros se tomó como una manera de

destruir el país. Y en especial en el nuestro, en el que la polarización llega

a extremos ridículos y peligrosos, como ya pasó en la Guerra Civil

española, donde un nacional decía: entre que mi hijo sepa y crea, prefiero

que crea.

Un gobierno sin oposición es una dictadura. Y cuando la oposición es

buena, pues hace propuestas mejores que las del Estado, es bienvenida y

luce la democracia. Pero en este medio año de gobierno, asistimos a una

oposición desordenada, carente de ideas aplicables y recurrente a todo

tipo de emociones, acusaciones de piso frágil, y mentiras si es del caso. Y

esto que hacen los opositores (valiéndose del bajo nivel de educación de

los colombianos, más dados a la credulidad que al saber), crea

confusiones, delirios y deseos de que la economía se venga al suelo para

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demostrar que sus frases tienen razón. Un caso claro es el del dólar, que los

opositores dijeron que llegaría a los diez mil pesos (no ha pasado de los cinco

mil) debido a la aparición de un gobierno de nueva izquierda (liberalismo

progresista), negándose a aceptar que la fluctuación del valor de esa moneda

depende de muchos factores externos como las devaluación de este en el

mercado norteamericano, la escasez de transporte para las importaciones, los

nuevos costos de producción, los efectos generados por la guerra entre la

OTAN y los rusos, la desaceleración en inversiones, etc. De igual manera, la

oposición se va contra el proceso de paz (al que hubo que resucitar y un recién

resucitado todavía da palos de ciego), clama por seguir haciendo exploraciones

para la obtención de hidrocarburos (algo que hoy ya se cuestiona debido a su

efecto contaminante), acusa cualquier idea de decrecimiento y defiende

intereses económicos de unos pocos, haciendo creer que problemas

generados y no resueltos en el anterior gobierno solo aparecieron con el de

Petro, desconociendo toda historia y la prospectiva de esta. Y algo muy risible:

que los ricos se iban a ir del país con sus bienes e industrias, cosa que no ha

pasado porque si se van no harían sino perder y convertirse en ciudadanos de

segunda. Ya el mundo no está por conquistar, ahora es un sitio para competir.

En medio año es muy difícil que un gobierno de resultados. Por lo común, en

los primeros meses se ponen cartas sobre la mesa, se hace lobby, se

reestructuran relaciones y se ponen a prueba propuestas en el Congreso.

Recuerdo cuando la revista Semana, al año del gobierno de Iván Duque,

titulaba que estaba aprendiendo a gobernar. La foto de la portada parecía la de

un niño emocionado con un juguete. A Duque se le perdonaba, pero a Petro no

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le perdonan que en medio año no haga de este país algo que la oposición

quiere: volver a sus predios.

No soy de izquierda ni de derecha (soy un amable burgués con conciencia) y

durante mi vida he vivido en ciudades que, por diversos factores, han cambiado

costumbres (el narcotráfico es uno de los factores), manejado diferentes tipos

de propaganda y de gobiernos; he visto cómo se mueve la corrupción y cómo

de los periódicos que hacían análisis serios pasamos a la infodemia de los

celulares, que son una caja de delirios (como la de Pandora) en los que las

especulaciones son más que una información debidamente confrontada. Y en

este estado de cosas, la historia ha sido el sostén de mis opiniones. Y si me

preguntan qué opino del Gobierno de Petro, diría: sus postulados de gobierno

han sido de izquierda liberal (liberalismo progresista muy parecido al de Alfonso

López Pumarejo) y se viven en una democracia (libertad de prensa, de

empresa, educación para todos) en la que se discuten libremente la economía

con sus líneas de producción y cargas impositivas, el asunto de la salud, el

decrecimiento en todo aquello que afecte el medio ambiente (especialmente los

combustibles fósiles), la posibilidad de infraestructuras más competitivas como

las que hacen posible el tren, la necesidad apremiante de un país en paz para

poder convivir, los subsidios para los menos favorecidos y el uso de recursos

naturales sin intermediación de terceros, a más del cuestionamiento a los

Tratados de Libre Comerio y la libertad de relaciones internacionales, igual que

el tomar partido en una guerra que no nos pertenece.

Pero todo lo anterior (el producto de medio año), son cartas sobre la mesa,

asuntos que se barajan y ahí se pierde y se gana, diálogos que buscan llegar a

un acuerdo, aperturas de fronteras, posiciones sobre el papel de Estados

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Unidos (hasta dónde llega el sometimiento) y reestructura de relaciones

internacionales en medio de un ambiente de oposición política que, asumiendo

posiciones políticas (lo que incluye al Fiscal de la nación), llega a usar

astrólogos para decir qué será de Petro y el futuro del país, lo que ya es

realismo mágico enfermo de fiebres delirantes.

Un medio año de gobierno Petro, con una inflación que va en casi el 14% (al

final del gobierno de Duque ya estaba en el 10,21%), un valor del dólar que

alcanza casi cinco mil pesos (en el gobierno anterior se manejó desde 2.898

pesos hasta llegar a 4. 337 pesos), lo que ha hecho el nuevo gobierno, además

de cuadrar ministerios e instituciones y de afianzar una reforma tributaria no

muy clara, ha sido aparecer en el escenario internacional con discusiones

serias (el medio ambiente, el asunto de la guerra ineficiente contra las drogas,

la unión entre países del bloque sur del continente, la no extrema dependencia

de otros) y encontrar la manera de detener el conflicto de orden público

heredado, para dar paso al manejo de tierras productivas. Y en estos meses,

ha habido controversias (las tarifas eléctricas), se ha entrado en la guerra del

Twitter (en la que las lenguas se zafan), la mujer del presidente ha propuesto

gente que no sirve y los horoscopistas de la oposición buscan cuadraturas

maléficas y planetas mal situados para crear noticias en revistas.

En estos meses hubo extradiciones, subió la rentabilidad de los CDTs, se

ha oído a congresistas que más que propuestas lo que hacen es delirar,

han corrido toda clase de rumores y las credulidades han sido muchas.

Mientras tanto, sigue la guerra de Ucrania (que parece una feria

armamentista), en el Perú las protestas no paran, Vargas Llosa ha

ingresado a la Academia de la Lengua Francesa, la inflación en la

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argentina se parece a la de cuando existía el Austral, las subas en los

precios (falta control) han sido la constante, igual que la aparición de

hechos de corrupción heredados, que más parecen gusanos de cien

patas.

Esperemos un año de gobierno, para decir otras cosas. Hay prospectivas

y también gente que genera sustos. Somos un país de tierra caliente.

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