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OBRAS DE TÁCITO

DIÁLOGO SOBRE LOS ORADORES

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Universidad Nacional Autónoma de México
Derechos Reservados
BIBLIOTHECA SCRIPTORVM GRAECORVM
ET ROMANORVM MEXICANA

INSTITUTO DE INVESTIGACIONES FILOLÓGICAS

CENTRO DE ESTUDIOS CLÁSICOS


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Derechos Reservados
C. CORNELII TACITl
DIALOGUS DE ORATORIBUS

TACITO

l)IALOGO SOBRE LOS


ORADORES
Introducción, versión y notas de
ROBERTO HEREDIA CORREA

UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXicó

1987
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Universidad Nacional Autónoma de México
Derechos Reservados
Primera edición: 1977

Primera reimpresión;J.98,7.

DR@ 1987, Universidad Nacional Autónoma de México

Ciudad Universitaria, 04510 México, D. F.

INSTITUTO DE INVESTIGACIONES FILOLÓGICAS

Impreso y hecho en México



ISBN 968-36-0137�5 (empastada)· · , '.,
ISBN 968-36�0138-3 (rústica)

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A mis hijos, Rubén, Roberto y Pastor (t)

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INTRODUCCIÓN

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Autor y fecha de composición
El Diálogo sobre los oradores se conservó en un solo
manuscrito, que contenía también el tratado De aquae
ductibus de Frontino, el Agrícola y la Germania de Tácito,
y fragmentos de los trabajos De grammaticis'y De rhetori­
bus de Suetonio. Desde su descubrimiento en el siglo xv,
el Diálogo ha suscitado problemas varios y complejos de
atribución, señalamiento de la época en que fue escrito y
publicado, e interpretación, que se han discutido con calor
y que todavía se discuten. ¡.a bibliografía en torno a ellos
es en extremo abundante. 1
Además de a Tácito, en lo cual concuerdan casi todos
los códices, se ha atribuido a Quintiliano, a Plinio el Joven
a Curiacio Materno ( uno de los interlocutores), a Sue­
tonio, a algún escritor desconocido; Paratore ha propuesto
a Octavio Titinio Capitón, amigo y corresponsal de Plinio
y procurator ab epistulis de Domiciano y Nerva. 2 Actual­
mente el acuerdo en la atribución a Tácito es general y
casi unánime. 8

1 Pueden consultarse a este respecto, entre otras, las siguientes obras :


R. Syrne, Tacitus, cap. IX, pp. 100 y ss., y ap. 28, pp. 670 y ss.
E. Paratore, Tacita, cap. nr y rv, pp. 101 y ss., y ap. n, pp. 583 y ss.
J. Frot, "Tacite est-il l'auteur du 'Dialogue des orateurs' ?"
A. Michel, Tacite et le destin de l'empire, cap. m, pp. 57 y ss .
G. Romaniello, ll 'Dialogus de oratoribus' ne/la definitiva soluzione
della 'vexata quaestio'.
Cfr. Bibliografíg. Además, las ediciones ahí citadas discuten o exponen
el estado de estos. problemas. ·
2 Op. cit., pp. 165-166.
8 Sigo, en lo general, las opiniones de Syrn e, Frot y Michel, expuestas.
en los trabajos citados en la nota l. La .obra de Michel resume sus opi­
niones ya expresadas con mayor amplitud en su estudio y edición del
Diálogo. Cfr. Bibliografía.
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INTRODUCCIÓN
I
Sobre la época en que fue compuesto, algunos conside­
ran que el Diálogo debió ser obra de juventud, y proponen
diversos periodos, que van desde los últimos años del
gobierno de Vespasiano hasta los años medios del de
Domiciano, anteriores a la muerte de Agrícola (93); otros
ponen su composición hacia los mismos años en que se
publicaban el Agrícola y la ,Germania (97-98); otros, en
fin, sitúan su elaboración en la misma época en que Tácito
empezaba a trabajar en las Historias (102-107). Hay
quienes distinguen fecha de composición y de publicación.
separándolas por mayor o menor lapso. La opinión más
reciente y autorizada concuerda en que el Diálogo no es el
primer trabajo conocido de Tácito, sino que fue compuesto
después del Agrícola y la Germania, y cuando ya el autor
trabajaba en las Historias. Algunos piensan en el año 102,
fecha del consulado de Fabio Justo, d�stinatario del Diá­
logo; otros consideran como más probables los años ante­
riores al 107.
Algunos de los indicios fundamentales en que se sus­
tenta la opinión de que el Diálogo fue compuesto en el
lapso 102-107, son los siguientes:
l. En el Agrícola (m, 2) Tácito da a entender que
esta monografía es su primer trabajo publicado.
2. Un autor no habría podido hablar tan libremente,
bajo Tito a Domiciano, de Vibio Crispo y Eprio Marcelo,
delatores poderosos en tiempo de Vespasiano.
3. El Diálogo muestra que su autor conocía la Insti­
tutio Oratoria de Quintiliano, libro compuesto y publicado
en .los últimos años de Domiciano (93-96).
4. En las cartas VII, 20 y VIII, 7 de Plinio, que se hallan
entre correspondencia perteneciente tal vez al año 107,

X
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INTRODUCCIÓN

hay referencias a un libro -discurso o trabajo sobré ora­


l ria-, que Tácito le ha enviado para que lo comente o
revise. Esta obra podría ser el Diálogo.
S. Régulo, orador y delator famoso, medio hermano de
Vipstano Mesala (uno de los interlocutores del Diálogo),
murió en 106. El Diálogo parece sugerir que, cuando se
escribe, Régulo está vivo.
6. Plinio en una de sus cartas dirigidas a Tácito (1x,
10), que pertenece probablemente al· año 106, cita como
de éste la expresión inter nemora et tucos, que se encuen­
tra en el Diálogo ( IX, 6; XII, 21).
,

) .

XI
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El fragmento perdido
El Diálogo, tal como ahora lo conocemos, está afectado por una
laguna entre el final del capítulo xxxv y el inicio del xxxvI,
en la parte más importante de la obra, �s decir, aquella en que
se tratan precisamente las causas del decaimiento de la oratoria.
La apreciación del tamaño de esta pérdida fluctúa, según
datos de los códices y de sus primeros descriptores, de sex
pagellae ( seis columnas: una hoja y media) a sex folia ( seis
hojas). Su proporción puede medirse considerando que lo que
resta cubría dieciséis hojas y media. En el primer caso se tra­
taría de un décimo del libro, más o menos; en el segundo, de un
poco más de la cuarta parte. Los argumentos que se han esgri­
mido para dar alguna coherencia a los datos, parecen confirmar
la primera suposición. 4
Diversos editores han supuesto una segunda laguna en el
capítulo XL, que, según ellos, explicaría el asíndeton Non de
otiosa . . . Esta laguna incluiría el final de la intervención de
Secundo, quien, de acuerdo con esto, empezaría a hablar en la
parte perdida entre los capítulos xxxv y xxxvI. De esta suerte,
la intervención de Secundo en el texto conservado abarcaría
los párrafos xxxv, 1 - XL, l. Esta tesis, que contradice los ma­
nuscritos, ha perdido partidarios; en las ediciones más recientes,
se admita o no la existencia de esta laguna, todo el texto, desde
el capítulo xxxvr hasta el XLI, es puesto en boca de Materno. 5

4 Cfr. la edición de Michel, pp. 14-16.


5· Cfr. las ediciones de Koestermann, Peterson (revisada por Winterbot­
tom), Michel y Arnaldi. Véase también: A. Michel, Le 'Dialogue des
01-ateurs' et la philosophie de Cicéron, p. 6 Y. cap. m, pp. 49-64.

XII
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Estructura del Diálogo
I. Introducción:
l. Planteamiento de la cuestión ( I, 1).
2. Método que seguirá el autor para dar respuesta (I, 2-4) .
3. Puesta en escena del Diálogo y presentación de los
personajes (n-rn).

II. Primer tema del Diálogo: poesía y oratoria.


l. Breve introducción (IV -v, 2).
A) Discurso de Apro: superioridad de la oratoria sobre la
poesía:
2. Laudanza de la oratoria:
a) Utilidad ( v, 5-7).
b) Placer (vI -vn, 2).
e) Gloria (vn, 2-4).
d) Ejemplos: Marcelo Eprio y Vibio Crispo (vm).

3. Desventajas de la poesía:
a) Utilidad y placer (IX).
b) Fama (x, 1-2).
e) Justificación de la actividad poética en los que no
tienen talento oratorio (x, 3-4).
d) Reproche a Materno por abandonar la oratoria "y
dedicarse a la poesía (x, 5-8).
B) Discurso de Materno: superioridad de la ·poesía sobre la
oratoria:
4. Frutos de su dedicación a la poesía: fama, utilidad y
placer (XI).

XIII
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INTRODUCCIÓN

5. Laudanza de la poesía:
a) Placer (xn, 1).
b) Dignidad y gloria. Ejemplos antiguos (xn, 2-6).
e) Dignidad y gloria en poetas y oradores. Ejemplos
recientes (xm, ·1-4).
d) Trozo lírico en que canta su decisión y vocación
poética (xm, 5-6).

III. Segundo tema del Diálogo: antiguos y modernos.


l. Llegada de Mesala y planteamiento del tema (xiv-xvI,
3).
A) Discurso de Apro: defensa de los oradores modernos:
2. Definición del término "antiguos" (XVI, 4 - XVII).
3. Cambio de. las formas oratorias con los diversos tiempos
(xvm).
4. Carácter y justificación de la oratoria moderna (XIX).
5. Carácter de la oratoria antigua y jucio sobre los prin­
cipales oradores (xx - XXIII, 4).
6. Invitación a la oratoria (x:x:m, 5-6).
E) Transición:
, 7. Comentario de Materno sobre el discurso de Apro. In­
vitación a Mesala para que exponga las causas del
decaimiento de la oratoria (XXIV).
C) Discurso <le Mesala: superioridad de los oradores anti­
guos:
8. Laudanza de los oradores antiguos y vituperio de los
modernos (xxv-xxvI).

IV. Tercer tema del Diálogo: causas del decaimiento de la


oratoria.

XIV
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INTRODUCCIÓN

A) Introducción:
l. Interrupción de Materno: pide a Mesala que explique
las causas del decaimiento de la oratoria (XXVII).
B) Discurso de Mesala: causas del decaimiento de la oratoria:
2. Educación. familiar antigua y moderna. Comparación
(XXVIII - XXIX, 2).
3. Desidia de los jóvenes modernos (xxix, 3-4).
4. Educación formal de los oradores antiguos y de los mo­
dernos. Comparación (xxx - XXXII).
C) Transición:
S. Petición de Materno para que describa los ejercicios
con que se preparaban los antiguos oradores.
1 .
D) Continuación del discurso de Mesala:
6. Ejercicios de los antiguos oradores y de los modernos.
Comparación ( XXXIII, 4 - xxxv).
,.
[Laguna]

E) Discurso �e Materno: causas del florecimiento de la


oratoria antigua y de la decadencia de la moderna:
7. Oratoria y poder en el régimen republicano (xxxvI -
XXXVII, 3).
8. Grandeza de reos y causas (xxxvII, 4-8).
9. Forma y costumbre de los antiguos tribunales y de los
modernos (XXXVIII).
10. Gran concurrencia e interés del pueblo en los tiempos
antiguos (XXXIX).
11. Libertad o licencia y oratoria (XL).

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INTRODUCCIÓN

12. Inutilidad de la oratoria en una república ordenada y


bien constituida (XLI) .

V. Conclusión: despedida de los participantes.

\'.VI
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Carácter y sentido del Diálogo
"l tema de la obra, según se plantea en los primeros párrafos,
es la explicación de las causas que han producido la decadencia
de la oratoria en Roma. La respuesta no se da en primera per­
sona; se rehúye así un tratamiento formal y sistemático. Tácito
ha preferido responder más libremente, refiriendo una conver­
sación, habida muchos años antes, en que se discutió ese mismo
asunto; esto le permite justificar la inclusión de temas distin­
tos al propuesto, si bien relacionados estrechamente con él:
"oratoria y poesía"; "oratoria antigua y moderna". De esta
suerte, el tema central ocúpa sólo un tercio del Diálogo, pro­
porción que debió ser notoriamente mayor, aun en el supuesto
de la menor extensión del fragmento perdido. 6
Se ha buscado identificar, de entre los cuatro interlocutores,
al portavoi del autor. Las opinione� dadas son divergentes.
Me atendré a lo que dice Tácito en la introducción. Por una
parte asienta que las opiniones expresadas por los dialogantes
son diversas, pero todas probables; 7 por otra, que "no faltó ....
quien sustentara también la opinión opuesta [ al consenso de los
demás] y ... antepusiera la elocuencia de los tiempos modernos
a los ingenios de los antiguos". 8 Debemos concluir, pues, en
primer lugar, que Tácito considera válidas, cuando menos
en general, todas las opiniones expuestas; y en segundo lugar,
que se adhiere a la mayoría en: favor de la superioridad de los
oradores antiguos.
6 Cfr. la edición de Michel, p. 15.
7 I, 3.
8 I, 4.
Todos los textos de escritores latinos citados en esta introducción han
sido traducidos directamente por el autor.

XVII

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INTRODUCCIÓN

Otros indicios confirman esta última aseveración. Cuando


Apro reprocha a Mesala su constante admiración por los estu­
dios antiguos y su incesante burla de los modernos, éste declara
en apoyo de su parecer: " ...ni creo que o Secundo o Materno
o tú mismo, Apro, aunque algunas veces disputes en contra,
de otro modo sintáis." 9 Y más adelante, después que Apro ha
hecho la defensa de la oratoria moderna y ha enjuiciado \ los
antiguos, Materno comenta: "...ni siquiera él mismo [Apro]
siente de es,te modo, sino que, según costumbre vieja y por
nuestros filósofos frecuentemente practicada, asumió el papel
de hablar en contra." 10
Podría yo añadi.r en apoyo de esta conclusión, que Apro des­
pierta · cierta antipatía, desde el inicio de su discurso, con la
explicación pedante de la palabra "antiguo" y con la ociosa
lucubración acerca del "gran año".
Hay, pues, en este primer capítulo una a firmación que atañe
a todo el Diálogo, y una advertencia que se refiere al segundo
de los temas, "antiguos y modernos".11
En cuanto al primer tema, "oratoria y poesía", el tono de la
discusión par�ce insinuar que el autor toma partido por la poe­
sía. Planteada la cuestión ( Apro en favor de la superioridad
de la oratoria sobre la poesía, y Materno en defensa de la poesía
frente a la oratoria), Secundo se rehúsa a asumir el papel de
juez, en rázón de que de antemano -confiesa- es parcial de la
poesía. 12 Por tanto, también aquí Apro queda solo en contra
de la opinión _ de los demás, que en esta primera parte del
Diálogo son solamente Materno y Secundo.
Además, resta autoridad a la opinión de Apro, el hecho

9xv, 2.
10 XXIV, 2.
1l XVI, 4-7.
i2u, S.

XVIII
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INTRODUCCIÓN

de que su alabanza de la oratoria está toda ella impregnada· de


·goísmo y vanidad. Destaca en primer término las ventajas
que se logran con la práctica de la oratoria: " ...abandona
fMaterno] -dice-- un estudio como no puede imaginarse otro
en nuestra ciudad, más fructífero para la utilidad, ni más dulce
para el placer, ni más considerable para la dignidad, ni más
hermoso para la fama en la urbe".18 De sus consideraciones
sobre el placer y la fama que proporciona la actividad oratoria,
está ausente toda apreciación de carácter moral y cualquier
sentimiento generoso; se trata de un placer egoísta y sensual
y de un renombre que busca el lucro: ... ver su casa frecuen­
tada por hombres distinguidos; sentir que ricos y poderosos
acuden a él, joven y pobre, para encomendarle sus discríme­
nes .. . "Pero, además, ¡ qué acompañamientos de togados y
salidas de casa ! ¡ Qué espectáculo en público ! ¡ Qué veneración
en los tribunales ! ¡ Qué gozo aquel de levantarse y estar de pie en
medio de los que callan y están atentos a uno solo !" 14
De ningún modo puede negarse la verdad de estas reflexio­
nes, ni su sinceridad; ni siquiera desaprobarse lo legítimo de
su emoción, convincente y vívida. Perturba el hecho de que
tales consideraciones se reduzcan al provecho personal, al de­
leite y a la satisfacción egoísta. Los ejemplos mismos que pro­
pone como frutos de la oratoria, Vibio Crispo y Eprio Marcelo,
responden a estas apreciaciones; y además ilustran con fran­
queza lo que no ha sido patente en el discurso de Apro, el
desdén de la virtud, pues -comenta- gracias a la oratoria
alcanzaron grandes riquezas y el mayor poder, a pesar de que
"ni uno ni otro [eran] eminentes por sus costumbres". 15

lBv, 4.
l4 VI, 2, 4.
15 VIII, 3.

XIX

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INTRODUCCIÓN

En cuanto al tema primordial, "causas de la decadencia de


la oratoria", no existe controversia en el Diálogo, tal como
ahora lo poseemos, ni parece haber existido. Una vez aceptado
que hay decadencia, las reflexiones en torno a las causas no
pueden ser contradictorias; hay más bien un intercambio de
opiniones. Mesala considera determinantes las causa!¡ de orden
· educativo y moral, y resume así sus conclusiones: "¿ Pues quién
ignora que, tanto la elocuencia como las demás· artes, decayeron
de aquella vieja gloria no por falta de hombres sino por desi­
dia de la juventud y negligencia de los padres e ignorancia de
los preceptores y olvido de la costumbre antigua?" 16 Materno
propone razones de índole histórica y política:. "La gran elo- ·
cuencia, como la llama, con materia se alimenta y con los movi­
mientos se excita y quemando alumbra. La misma razón tam­
bién en nuestra ciudad impulsó la elocuencia de los antiguos.
Pues . . . en aquella perturbación y licencia mayores beneficios
parecía que [los oradores] alcanzaban para sí." 17
El autor, pues, toma partido en los dos temas primeros del
Diálogo, y parece inclinado a aceptar, como complementarias,
las dos opiniones vertidas en relación con el último. Esto no
significa en modo alguno ·que repugne todas las . opiniones y
juicios de los participantes que sostienen pareceres contrarios
o distintos. Tanto en su primera intervención como en la se­
gunda, Apro expresa puntos de vista sobre sujetos particulares,
que parece verosímil que Tácito sostiene o acepta; así por ejem­
plo, los juicios sobre los oradores antiguos, las reflexiones sobre
el estilo literario, las emociones del orador. 18
16 XXVIII, 2.
17 XXXVI, 1-2.
18 Syme (Tacitus, p. 109) sostiene: Tacitus was an innovator himself.
Something of his exultant audacity and delight in violence has gone into
the portrait of Marcus Aper.·

XX
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INTRODUCCIÓN

Hacia el año 100, Tácito, que había alcanzado renombre des­


d sus años juveniles, estaba en la cúspide de la gloria como
( r, dor; no se conserva, por desgracia, ninguno de sus discur­
, pero las referencias que se conocen de algunos de ellos son
1 cuentes. En 97, siendo cónsul, pronunció el elogio fúnebre
Verginio Rufo, su antecesor, político y militar famoso, que
había rehusado el imperio en 69; tres años después participó,
junto con Plinio, en el proceso seguido a Mario Prisco, pro-
ónsul de África, causa importante y de gran notoriedad. Plinio
ha conservado el recuerdo, elogioso, de estas dos oraciones; 19
y, además, ha dejado testimonio tanto de su propia admiración
¡ or el talento oratorio de Tácito, maxime imitabilis, maxime
imitandus, 20 como del prestigio que éste había ganado. 21
De pronto cesa la actividad oratoria de Tácito. A lo menos
nsí parece; su nombre está ausente de las cartas en que Plinio
alude a procesos habidos en los años subsecuentes.
Hacia el año 1Ó6 ya Tácito trabajaba en las Historias; 22 y
posible que lo hiciera desde varios años antes. 23
El Diálogo parece, pues, corresponder a un periodo decisivo
n la vida de Tácito, que marcaría su alejamiento de las fun­
iones de orador y su aplicación entera a los trabajos históricos.
El proceso de Mario Prisco, desarrollado bajo la presidencia
d Trajano, cónsul ese año, debió pesar seriamente en la volun­
tad de Tácito; la votación de los senadores había mostrado

19 Ep., II, 1 y II, 11.


20 Ep., VII, 20.
21 Vid., particularmente, Ep., IV, 13, 11.
22 De este año es la carta famosa en que Plinio, testigo presencial, le
r lata la erupción del Vesuvio y la muerte de su tío.
28 Syme expresa la posibilidad de que el Diálogo sea un by-product de
lus Histor-ia,s.

XXI
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INTRODUCCIÓN

claramente su propia indignidad, y que la decisión seguía sien­


,do de uno solo. 24
En el Diálogo Tácito·reflexiona sobre el valor intrínseco de
1a oratoria; examina el sentido que puede tener su ejercicio en
,el régimen vigente y bajo las condiciones reales que impone el
gobierno del príncipe, así sea el mejor. Medita en sus deberes,
de hombre, de orador, de político, y en las posibilidades de
<:ohonestarlos entre sí y con las· condiciones de su tiempo. Ade­
más, su cultura y su vocación lo lleva,n a discutir ciertos proble­
mas del estilo, que traducen su inquietud y la de su época por
1a búsqueda de lo sublime.
Materno, orador talentoso, capaz de expugnar "la ciudadela
misma de la elocuencia", 211 abandona la oratoria por la poesía;
Tácito, oradór tal vez el más prestigioso de su momento, decide
abandonar· la oratoria por la "labor histórica.

.24 Plinio, Ep., n, 11. Cfr., particularmente, Laugier, Tacite, pp. 74-75 .
.25 x, s.

XXII
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Ideas del Diálogo sobre la educación
l. Educación y familia

e los interlocutores del Diálogo, Materno y Apro hacen sólo


lusiones ocasionales a_ la educación del orador; Mesala, en
cambio, se refiere a ella en forma específica y amplia. En ei
comien� de su discurso señala cuatro causas que, a su parecer;.
determinaron el decaimiento de la oratoria moderna: desidia
de los jóvenes, negligencia de los padres, incapacidad de los
profesores, abandono de las costumbres antiguas. 26 Hay aquíí
mismo, implícita, una explicación del gran florecimiento de 1�
oratoria antigua.
Describe en seguida, en forma somera o con mayor detení­
miento; la educación familiar de los antiguos. Los niños, dice,
en primer término, eran hijos de madres castas; durante sus
primeros años eran educados por la madre misma, ¡'cuyo prin­
cipal elogio era cuidar la casa y ser esclava de sus hijos". 27
Cuando ya eran un poco mayores, se encargaban a una parien­
ta de edad avanzada y de costumbres irreprochables, bajo cuya
vigilancia severa los niños estudiaban, se divertían y descan­
aban; "en su presencia, ni decir era lícito lo que parecía torpe
de decirse, ni hacer lo que no parecía honesto de hacerse". 2s
Esta austera disciplina que rodeaba al niño en el ambiente
doméstico, atendía principalmente a su formación moral; lo
circundaba de un muro que pudiera preservarlo de contagios.
maléficos, para "que, pura e íntegra y no deformada por nin-

26 XXVIII, 2.
27 XXVIII, 4.
2 8 XXVIII, 4.

XXIII
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INTRODUCCIÓN

guna pravedad, la naturaleza de cada uno inmediatamente con


todo el corazón abrazara las artes honestas; y ya se hubiese
inclinado a los asuntos militares, ya a la ciencia del derecho,
ya al estudio de la elocuencia, sólo eso tratara, eso absorbiera
completamente". 29
En Mesala se ha visto, con razón, a un representante de las
ideas pedagógicas de Quintiliano. 30 Define y defiende la doc­
trina de Cicerón, ya mucho antes propuesta por Catón, que
quiere que el orador sea primordialmente uir bonus. La forma­
ción doctrinal y técnica debe asentarse sobre una sólida for­
mación moral, cuya responsabilidad incumbe a los padres más
que a los maestros, y al hogar más que a la escuela.
El abandono de este grave deber, dice Mesala, en los tiem­
pos modernos es completo; desde su nacimiento el niño queda
en manos de "alguna esclava grécula" y de algunos siervos,
"por fo común de los más viles", de suerte que "nadie en toda
la casa tiene cuenta de lo que dice o hace ante el infante se­
ñor". 31 Pero, además, los padres completan esta influencia
perniciosa, pues ellos mismos "acostumbran a los párvulos no
a la probidad ni a la modestia, sino a la frivolidad y a la
burla''-. 32 En consecuencia, si al niño no se inculcan las cos­
tumbres de los mayores, y si se le arranca a la severa tradición
del hogar romano, queda indefenso ante los vicios, pues pierde
poco a poco la vergüenza y el respeto a sí mismo y a los de­
más. Fácilmente y desde muy temprano es presa de la desidia:
"los vicios propios y peculiares de esta urbe me parece que
se conciben casi en el útero de la madre: el aprecio por el

29 XXVIII, Ó.
• so Cfr., por ejemplo, Bardon, "Dialogue des orateurs et Institution
oratoire", pp. 120-121.
31 XXIX, l.
32 XXIX, 2.

XXIV
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INTRODUCCIÓN

l atro y la afición por los gladiadores y los caballos". 33 Es


éste uno de los más francos repudios que hay en la literatura
latina contra los espectáculos del teatro, el circo y la arena.
Mesala los ha señalado aquí, precisamente, como paradigmas
ele los vicios y como campo en que se disipan los jóvenes. Su
boga y abundancia en Roma durante el primer siglo del imperio
on bien conocidas y están suficientemente atestiguadas. 84
Lascivia, sangre y pasión eran los ingredientes principales
de estos espectáculos. Mesala no es explícito en cuanto a la
in·fluencia que tales elementos podían tener en el espíritu de
los jóvenes; 35 sólo se refiere al carácter enajenante de su afi­
ción. Con ellos, dke, "ocupado y obsesionado el ánimo, ¡ cuán
pequeño lugar_ deja para las buenas artes!" De esto hablan en
casa; sólo de· esto en el aula; ésta es la conversación más co­
mún entre preceptores y alumnos. 36

83xxix, 3.·
84 Es bien conocida la mordaz fórmula de Juvenal, panem et circenses
(X, 81) y el contexto en que se hall'a.
El arte dramático había caído en profunda postración; la tragedia y
!a comedia habían desaparecido casi totalmente de los escenarios y habían
sido remplazadas por los mimos, las atelanas y las fabulae salticae, de
temas sórdidos u obscenos por lo común, y de valor literario nulo o ruin.
Cfr. Beare, La escena romana, pp. 207-214; Friedlaender, La sociedad
romana, pp. 606-639.
Los juegos gladiatori�s incluían tanto combates de gladiadores profe­
AÍonales, como cacerías y otros espectáculos de sangre y carnicería, tales
orno luchas de fieras y castigos a condenados. Cfr. Roland Auguet,
Crueldad y c·ivilización: los juegos romanos, caps. 1, 2, 3, pp. 17-112.
Por "caballos" debemos entender la_s carreras de carros tirados por
caballos. Cfr. Roland Auguet, op. cit., pp. 129-160.
85 Vid., por ejemplo, Séneca, Ep., VII.
86 XXIX, 3. La frase 'de Juvenal citada en nota anterior se refiere a los
spectáculos del circo, es decir, a las carreras de carros. Sobre la des­
mesura de esta afición, vid. del mismo Juvenal: XI, 193-201.

XXV
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INTRODUCCIÓN

2. Educación y escuela

Cuando trata de la educación formal entre los antiguos, Me­


sala no siempre hace referencia expresa a cada uno de sus
grados o etapas; -a veces conocemos su opinión sólo porque se
• deduce del parangón establecido entre la enseñanza moderna
y aquélla.
Toma a Cicerón como ejemplo, y describe, siguiendo la últi­
ma parte del Bruto, su formación rica y variada en derecho,
filosofía y "toda la variedad de todas las artes". 37 A continua­
ción justifica la conveniencia y utilidad 'de esta formación enci­
clopédica, pues "aquél es orador, que puede hablar sobre cual­
quier cuestión bellamente y con aliño, y de· manera apropiada
para persuadir, según la dignidad de los asuntos, de acuerdo
con la necesidad de las situaciones, con deleite de los oyentes". 38
No todas las artes tienen igual importancia para la formación
del orador; no se trata, advierte Mesala, de preparar "a un
sabio ni a un seguidor de los estoicos", sino que describe la
preparacióp. de un orador, el cual "debe absorber algunas artes,
libar todas". 89 Las disciplinas filosóficas y el derecho son, sin
duda, las más interesantes. Aquéllas enseñarán a discurrir so­
bre las virtudes ("en los juicios disertamos casi siempre sobre
la equidad; en las deliberaciones, sobre la utilidad; en las ala­
banzas, sobre la hon�stidad"); •0 informarán, además, sobre
los sentimientos y las pasiones, así como sobre la forma de

37xxx, 3.
ss xxx, S. Esta definición del orador es en todo semejante a la que da
Cicerón en el De orat. (1, 15) y a la que en lugares diversos propone
Quintiliano.
311 XXXI, 7.
{O XXXI, 2.

XXVI
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INTRODUCCIÓN

uscitarlos, encenderlos, debilitarlos, dirigirlos en jueces y audi­


l rios; por último, adiestrarán en el manejo de las diversas
formas del discurso. 41 El mismo Cicerón había dicho -y
Mesala lo cita- que "cuanto en la elocuencia realizó, no en
.1 s talleres de los rétores sino en los paseos de la Academia
1 había conseguido". 42
El estudio de las leyes, caro a Cicerón y recomendado insis­
t ntemente por Quintiliano, es un conocimiento indispensable
para el orador, ·pues son muchísimas las causas, "casi todas,
n las cuales hace falta conocimiento del derecho". 42ª
Al describir los estudios de los oradores modernos, Mesala
hace un reproche, breve, a la deficiencia de lo que llama "pri­
meros elementos''.. En seguida se refiere más ampliamente a
la escuela del grammaticus ( que correspondería, en términos
generales, á la educación media), a quien incumbe la enseñanza
de la gramática y el estudio de los autores clásicos. En ella,
dice, "se trabaja poco: ni en estudiar los autores, ni en explicar
la antigüedad, ni en el conocimiento, ya de los hechos, ya de
los hombres, ya de los tiempos, se invierte suficiente trabajo.
ino que se procura con ansia a los que llaman rétores". 43
La escuela del rétor tenía como finalidad el conocimiento y
dominio del arte oratorio en su aspecto más formal, como una
técnica tradicional que se encerraba en un sistema de reglas,
procedimientos y hábitos. 44
De aquí se pasaba al foro; no había otros estudios prepara­
torios. Y no porque correspondiera al rétor instruir a los jóve-

·U XXXI, 2-6.
42xxxu, 6.

'ª xxx;,
,2a XXXI, 7.
1-2.
4t Sobre todo lo referente al sistema romano de educación puede con­
sultarse: Marrou, Historia de la educación en la antigüedad, pp. 279 y ss.

XXVII
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I�TRODUCCIÓN

nes en todas las disciplinas. Un aspecto de esta responsabilidad


tocaba al grammaticus, cuya enseñanza abarcaba, como queda
indicado, por una parte, el estudio teórico de la lengua, y por
otra, la explicación de los autores clásicos, poetas casi todos.
Esta explicación de autores ( enarratio) comprendía dos etapas
o momentos: un análisis minucioso, verso por verso y palabra
por palabra, de índole métrica y gramatical ( verborum inter­
pretatio), y un comentario del asunto ( enarratio historiarum) .
En la primera etapa el maestro podía deslizarse fácilmente a
todo tipo de consideraciones de carácter lingüístico ( etimología,
fonética, semántica); y del mismo modo, en la segunda podía
derivar hacia remotas explicaciones de carácter mitológico, his­
tórico, geográfico, astronómico. • 1

Así pues, la poesía modelaba el espíritu de los adolescentes,


y era al mismo tiempo fuente y motor de su instrucción. A
partir de los poetas y para volver a ellos, el grammaticus debía
equipar a sus discípulos con el mayor cúmulo de conocimientos
necesarios para su estudio y comprensión.
La labor del grammaticus no descargaba a los jóvenes de la
búsqueda de una formación especial en la filosofía, el derecho
y otras disciplinas, aunque sí se exigía y esperaba de este pre­
ceptor una enseñanza verdaderamente erudita. Juvenal, entre
burlas y veras, aconseja a los padres de familia: "Pero vosotros
imponed condiciones severas; que el preceptor conozca las re­
glas de las palabras, que lea las historias y conozca a todos los
autores como a sus uñas y a sus dedos, para que, si se le pre­
gunta intempestivamente cuando se dirige a las termas o a los
baños de Febo, diga quién fue la nodriza de Anquises, el npm- ·
bre y la patria· de la madrastra de Anquemolo; diga cuántos
años vivió Acestes, cuántos odres de vino de Sicilia dio a los

XXVIII
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INTRODUCCIÓN

frigios_". 45 Los jóvenes romanos desoían el consejo de Cicerón


y de sus seguidores; sus alegatos, como observa Mesala, daban
pruebas del mayor abandono: "Ignoran las leyes , ... se horro­
rizan del estudio de la sabiduría." 46 Y subraya su juicio con
una cita de Cicerón, quien llamó a la del rétor "escuela de
impudencia". 47
Esta preparación era, pues, meramente técnica y, en la prác­
tica, superficial por añadidura. El estudio de la retórica había
degradado la elocuencia en tal medida, que "la . . . señora en
otro tiempo de todas las artes, ... se aprende como uno de los
más sórdidos oficios". 48
Ya hemos visto cómo Mesala califica ásperamente la calidad
moral de los preceptores, cuando se refiere a la pasión por el
teatro y los espectáculos gladiatorios y circenses; después de
comentar que las conversaciones más comunes de los profesores
con sus oyentes versan sobre esos temas, concluye: "Pues reú­
nen a sus discípulos, no por la severidad de su disciplina ni
po,r la prueba de su ingenio, sino por la intriga de los saludos
matinales y las añagazas de la adulación." 49
No hay, por consiguiente, sólo una deficiencia de orden aca­
démico, por defecto del currículum y de su cumplimiento, por
ineptitud del profesor y negligencia de éste y de sus discípulos;
existe, además, una razón de carácter moral: el preceptor, que
los antiguos deseaban "tuviera el lugar santo de un padre", 11º
45 VII, 229-236.
46xxxn, 3.
47 xxxv, l. Cicerón la llama. así en De orat., III, 24.
48 XXXII, 4.
40 XXIX, 4.
5� Juvenal, VII, 209-210. Más adelante (237-239) añade, dirigiéndose
a los padres: "Exigid que moldee como con los dedos sus tiernos carac­
teres, del mismo modo que el que modela un rostro en cera; exigir que
sea padre de ese mismo grupo."

XXIX
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INTRODUCCIÓN

carece ahora de la autoridad y virtud indispensable para dirigir


la, educación de los jóvenes.
En la segunda parte de su discurso, y a instancias de Mater­
no, describe Mesala los ejercicios con que los oradores antiguos
solían fortalecer su ingenio, cuando ya se disponían a ingresar
en el foro, y los opone a las declamaciones en que se ejercitan
los modernos bajo la dirección del rétor.
Asienta, desde luego, algo en verdad sorprendente: "En las
mismas artes está su ejercicio"; 51 es decir, el antiguo orador
no requería de ejercicios específicos, pues el estudio de las
"artes nobles" lo instruía, lo formaba y lo preparaba como ora­
dor cumplido. En efecto, agrega, "nadie puede aprender tantas'
cosas tan recónditas, tan varias, a menos que a la ciencia se
añada la reflexión, a la reflexión, la facultad, a la facultad, la
práctica de la elocuencia". 52 Ni siquiera debía pasar por una
escuela como la del rétor; los jóvenes, una v�z empapados en
la disciplina doméstica, plenos de los estudios nobles, eran lle­
vados por sus padres junto al orador más eminente; a éste
acompañaban en las asambleas, en los tribunales y en todas las
actuaciones de su vida pública, y aun en muchos momentos de
su vida privada. Por así decir, "aprendían a pelear en el com­
bate" 53 y pronto se empapaban "de la elocuencia verdadera e
incorrupta". 54
En cambio, los ejercicios ·de los oradores modernos consisten
en las suasorias y controversias que declaman en la escuela del
rétor. Mesala piensa que los temas de tales ejercicios, ajenos
por completo a la realidad, la ignorancia de los maestros, el

111 XXXIII, 5.
112 Jbid.
53 XXXIV, 1-3.
54 XXXIV, 4.

XXX
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INTRODUCCIÓN

recinto en que se realizan, pequeño y cerrado, y el hecho mismo


de que "niños entre niños, y jovencitos entre jovencitos con
igual aplomo hablan y son escuchados", 66 todo parece contri­
buir a que las declamaciones sean más dañinas que provecho­
sas. 66
La enseñanza de la retórica griega había sido introducida
en Roma en la primera mitad del siglo u a. C. Hacia el año
93 a. C., Plocio Galo estableció la primera cátedra de retórica
latina, que desapareció en el año sigutente · por orden de Lucio
Craso. 57 Esta enseñanza no se restableció sino hasta el tiempo
de Augusto .. 68
El objeto de enseñanza del rhetor latinus era el arte de la
retórica tal como había sido inventada, desarrollada y perfec­
cionada por los griegos a partir de Isócrates, y tal como se
practicaba por todo el mundo helenístico en esa época. Los
mismos géneros establecidos por Aristóteles: deliberativo, judi­
cial y epidíctico o demostrativo; los mismos pasos de la ense7
ñanza: teoría, estudio de los modelos, ejercicios de aplicación;
las mismas partes de la retórica: invención, disposición, elocu­
ción, memoria y acción; las mismas partes del discurso: exordio,
narración, división, argumentación, digresión y peroración; en
fin, el mismo complicado y prolijo sistema de clasificaciones,
divisiones y reglas.
Así como se formó un canon de poetas para su estudio en
la clase del grammaticus, a semejanza del que se había elabo­
rado en las escuelas griegas, igualmente se estableció un canon

t.6 XXXV. 3-4.


66 Este aspecto de la educación retórica fue criticado ásperamente por
diversos autores: Petronio, Satyr., 1, 3; Juvenal, VI, 150-170; Quintiliano,
II, 10.
67 Cicerón, De orat., m, 24. Cfr. nota 47.
68 Marrou, op. cit., pp. 307-308.

XXXI
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\
INTRODUCCIÓN

de oradores e historiadores que debían estudiarse en la escuela


del rhetor. Este canon sufrió variaciones de acuerdo con los
cambios del gusto. La época de Tácito parece particularmente
conflictiva en esto, pues luchan con vigor una corriente cicero­
niana, un estilo que podría llamarse moderno y que depende,
en buena medida, de Séneca, y la tendencia arcaizante, que se
afianza cada vez más.
La tercera etapa de la enseñanza del rhetor, los ejercicios
de aplicación, se iniciaba con pequeñas prácticas estrictamente
graduadas y reglamentadas, tales como elogios, invectivas, com­
paraciones y descripciones, y culminaba en las suasorias y con­
troversias. Éstos eran ya verdaderos discursos de ensayo de
los géneros deliberativo y forense, y recibían el nombre
de declamaciones. En la suasoria se reflexionaba sobre la for­
ma de proceder en algún momento crítico, y una vez exami­
nados los pros y los contras, se proponía una decisión. Las
controversias eran causas judiciales en que se asumía el papel
de acusador o defensor, o ambos.
Desde finales del siglo IV a. C. se habían introducido en
Grecia temas ficticios para estas prácticas, de suerte que las
suasorias fueron derivando hacia sucesos y personaje·s del
pasado remoto y aun de la leyenda, y las controversias, hacia
casos imaginarios e inverosímiles y leyes obsoletas, o fingidas
. para el caso. Este tipo de declamaciones había sido introducido
en Roma tal vez por Molón de Rodas· hacia el año 84 a. C., 119
pero no se pusieron en boga sino hasta la época de Augusto. 60
Las suasorias eran consideradas ejercicios más fáciles. Como

119 Duff, A Literary History of Rome in the Si/ver Age, p. 26, nota 3.
60 Séneca el padre ( Controversias, I, praef., 12) atestigua que empeza­
ron a practicarse no mucho tiempo antes de que él redactara su obra
(ca. 37 el. C.).

XXXII

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INTRODUCCIÓN

en las escuelas helenísticas, en las• romanas fueron cayendo en


temas remotos y legendarios. Junto a motivos de la historia
y tradición romanas se acogieron y repitieron incansablemente
los temas consagrados por la tradición escolar del mundo hele­
nístico. 61 He aquí algunos· ejemplos:
"Cicerón delibera si debe pedir perdón a Antonio." 62
"Sila debe decidir si continúa en la lucha política o debe
retirarse a la vida privada." 63
"Aníbal, después de la batalla de Canas, medita s1 debe
lanzar sus tropas contra Roma." 64
"Los trescientos laconios enviados contra J erjes, una vez
que han huido los otros grupos de trescientos, enviados de
toda Grecia, deliberan si ellos mismos deben huir." 65
"Agamenón delibera si debe inmolar a Ifigenia, cuando
Calcas declara que de otro modo no es lícito navegar." 66
Las controversias eran los ejercicios más completos y el ver­
dadero coronamiento de la formación retórica. Como en el
caso de las suasorias, la escuela romana acogió, junto a escasos
asuntos romanos, los temas establecidos por larga rutina en la
tradición escolar helenística. A continuación transcribo algunos
ejemplos de causas para controversias:
"Unos jóvenes, de paseo en Ostia, compran a. unos pesca­
dores lo que pescan y pagan por adelantado; !11 recoger la red
61 El libro de Séneca e� padre ofrece una colección amplia de tales
ejercicios. Cfr., también, Marrou, op. cit., loe. cit.; Friedlaender, La
sociedad romana, pp. 689-699; Carcopino, La vie · quotidienne a Rome a
/'apogée de b'empire, pp. 139-147.
62 Séneca el padre, Suasorias, 6.
63 Juvenal, ·r, 15-17.
64 Id., VII, 160-164.
65 Séneca el padre, Suasorias, 2.
66 Id., 3.
XXXIII
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INTRODUCCIÓN

sacan un cesto lleno de oro; unos y otros reclaman fa propie­


dad." 67
"Hay una ley: la mujer seducida puede optar por la muerte
del seductor, o por el matrimonio con él, sin dote.
En una misma noche un hombre sedujo a dos mujeres;
una opta por la muerte, la otra, por el matrimonio." 68
" [ Supóngase una ley] : los hijos alimenten a sus padres
o sean encadenados.
Un hombre mató a uno de sus hermanos, que era tirano,
y habiendo sorprendido al otro en adulterio, a pesar de las
súplicas de su padre, también lo mató. Raptado por unos pira­
tas, escribió a su padre que lo redimiera; el padre escribió
a los piratas que si le cercenaban las manos, les daría el dinero
doblado. Los piratas lo libertaron. Estando en penuria su
padre, no lo alimentó." 6i
" [ Según una ley] la sacerdotisa debe ser casta y de padres
castos, pura y de padres puros.
Cierta virgen, raptada por unos piratas, es vendida. Es com­
prada por un lenón y entregada a la prostitución. A quienes
llegaban a ella, pedía el pago, pero de modo que no fuera
obligada a merecerlo. A un soldado, que había lÍegado a ella y
de quien no pudo alcanzar esta gracia, como luchara con ella
y le hiciera violencia, lo mató. Fue acusada, absuelta y enviada
a los suyos. Pide un sacerdocio." 70
" [ Supóngase una ley] : puede haber proceso a causa de
un 1 perjuicio no inscrito [ en la ley].

67 Suetonio, De rhet., l.
68 Séneca el padre, Controversias, r, S.
69 Jd., r, 7.
70 Id., I, 2.
XXXIV
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1
INTRODUCCIÓN

Un individuo, después de haber naufragado y de haber per­


dido a sus tres hijos y a su mujer en el incendio de su casa,
se colgó. Alguien de los que pasaban le cortó la cuerda. Éste
es acusado de perjuicio por aquel a quien liberó." 71
Tiranos feroces, padres desalmados, vírgenes sacrificadas,
desgracias horrorosas en las familias. Juvenal añade: raptores,
maridos culpables o desobligados, venenos vertidos, brebajes
milagrosos. 72 y· el propio Mesala resume: premios de tirani­
cidas, opciones de violadas, remedios de pestes, incestos de
madres. 78
Surgidas como entrenamiento para las actiones en la vida
política y ante los tribunales, estas prácticas fueron, sin duda,
no sólo provechosas en su origen, sino necesarias y consus­
tanciales con la preparación que se perseguía. Lá reprobación
de que son objeto por los autores que hemos recordado, no
se dirige tanto contra los discursos de ensayo como tales, sino
precisamente contra las suasorias y controversias que la rutina
escolar había implantado y que se repetían incesante y mo­
nótonamente, generación tras generación, así como contra el
carácter de que se las había revestido. Porque no parecía que
estos ejercicios persiguieran · adiestrar a los jóvenes para los
menesteres futuros de su actividad política y judicial, sino
que los jóvenes estudiaban y se preparaban para las decla­
maciones. Es sabido que Cicerón declamaba asiduamente en
privado y ante dos o tres amigos; se refería a estos ejercicios
con el nombre de commentationes o causae, y _eran una adap­
tación de los ejercicios que los retóricos griegos llamaban -&foe:L<;,
a los usos del foro romano. Quintiliano recomendaba las decla­
maciones no sólo como una práctica muy ventajosa, sino como

v, l.
71 Id.,
168-170.
72 VII,
73xxxv, 5.
XXXV

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INTRODUCpÓN

el ejercicio más completo y adecuado para la preparación del


orador, y sólo pedía que los asuntos, aunque fingidos, fueran
conformes con la verdad. 74

3. Educación y profesión

Tres destinos indica Mesala para el nmo romano: la mi­


licia, la ciencia del derecho y la oratoria. 75 La antigua educa­
ción romana, y asimismo la nueva, tenían una finalidad
semejante: la preparación del hombre público, que debía
·. intervenir en la dirección de los asuntos comunes: con las
armas, para preservar el orden interno, adquirir y pacificar
las nuevas conquistas, y velar por la seguridad de las fronteras;
con la toga, en las asambleas públicas, en el senado y en los
tribunales, o en los puestos de la administración.
Una vez que Augusto reunió en la persona del príncipe
la suma del poder · público, desaparecieron las asambleas
del pueblo, el senado sufrió grave disminución en sus poderes
y facultades, y los tribunales vieron limitadas sus funcio­
nes y aun su libertad. El orador quedó reducido a cumplir un
papel de consejero áulico o a desempeñar el oficio de abogado. 76
El alto ideal de orador de Cicerón, aquel ciudadano virtuoso,
sabio y elocuente que moderaba al pueblo desde la tribuna,
que asistía al senado con su prudencia y consejo, que dirigía
los negocios públicos con su palabra, hubo de dar paso al
orador ideal que intenta formar Quintiliano, virtuoso, sí, y

74n, 10.
75 XXVIII, 6. Cfr., también, Cicerón, De orat., 28-29.
76 Cfr. Michel, Le "Dialogue des orateurs" et la philosophie . . . ,
pp. 85 y SS.

XXXVI
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preparado y hábil; pero más que orador, abogado. La defini'­


ción pretendía seguir siendo la misma, y es la que Mesala
expone, 77 y que Quintiliano recuerda y glosa repetidas veces.
El consejero áulico éstaba expuesto a riesgos de gravedad.
La experiencia histórica mostraba que muy comúnmente vino
a dar en delator o en cómplice. Apro en su primer discurso
proporciona dos ejemplos de los peligros que conlleva este
papel: Eprio Marcelo y Vibio Crispo. Gozan de riquezas y
fama; son los más poderosos de la ciudad; rigen y gobiernan
todas las cosas; son los príncipes del foro y los primeros
en la amistad del César, quien los estima y reverencia.78
Pero Materno, por su parte, también califica a estos oradores,
y sus palabras nos hacen ver el reverso de su brillante situa·­
ción: "ese Crispo y ese Marcelo, hacia cuyos ejemplos me
llamas, ¿ qué tienen de ambicionarse en su fortuna presente?,
¿ que temen o que son temidos? ..., ¿ que, atados por la adu­
lación, ni a los que mandan. nunca parecen asaz esclavos
ni a nosotros asaz libres?" 79
Por otra parte, el caso de Séne� ilustra de manera dra­
mática los peligros, limitaciones y angustias de esta alternativa.
Su posición de consejero y, por así decir, de ministro de
Nerón, lo llevó a hacerse cómplice de sus crímenes. Los es­
fuerzos que despliega para explicar y justi'ficar su actitud, no
logran, al parecer, tranquilizar su conciencia, ni son del todo
convincentes.
Tal vez bajo el gobierno de los príncipes mejores no fuera
preciso llegar a esos extremos, pero en todo caso no era fácil
77 xxx, 5. Cicerón lo define así : "Orador será aquel que sepa desarro­
llar cualquier asunto que se presente, con prudencia, orden, elegancia,
memoria y cierta dignidad de acción." De orat, I, 64.
78 VIII, 3.
70 XIII, 4.

XXXVII
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preservar sin mengua la libertad personal y no caer en la


adulación. Materno, bajo Vespasiano, "anciano venerable y muy
sufridor de la verdad", así lo da a entender. 80 Y el mismo
Tácito, a poco de iniciarse el reinado de Trajano, optimus
prínceps, se aleja, según parece, del foro y de las actividades
oratorias. 81
En cuanto a la profesión de abogado, ésta se había ido limi­
tando en el curso del siglo I, dé suerte que hacia la época de
Trajano y Adriano aparece como una función especializada
e independiente del dominio de la ciencia jurídica. Los abo­
gados debían contar con el auxilio y asesoría de uno o más
juristas, los llamados pragmatici, a quienes incumbía estudiar
las causas y proporcionar los argumentos de tipo legal; aqué­
llos, por su parte, sólo debían aportar su voz y su estilo. 82
Tal vez a esta situación responde el matiz peyorativo del tér­
mino cousidicus con que se hace referencia a los abogados.
Ésta parece ser, pues, la finalidad a que tendía,· como a meta
propia, la educación del rétor; por eso se reducía, como dice
Mesala despectivamente, a ejercitar "sólo la lengua y la voz". 83
El tratado de Quintiliano fue compuesto primordialmente para
formar abogados; sin embargo, hay en él un afán vehemente
por restaurar la profesión en su amplitud y prestigio antiguos, y
una fuerte repugnancia por la flaqueza a que se había reducido.
La profesión de las armas no requería una preparación espe­
cial. Los cargos de mando se merecían y asignaban a semejanza
de los puestos administrativos.
Los estudios de derecho estaban en trance de pasar de la

80 Cfr. nota anterior.


81 Vid. supra, pp. XXI-XXII.
82 Juvenal, VII, 122-123.
83 XXXI, l.

XXXVIII
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1-NTRODUCCIÓN

nseñanza empmca ( tirocinium fori) a la enseñanza sistemá­


tica y formal de las escuelas, que habría de afianzarse a partir
de Adriano y de los trabajos de los grandes juristas de ese
tiempo, como Salvio Juliano, Sexto Pomponio y el mismo
Adriano. 84
Fuera de estas tres carreras honrosas, las demás profesiones
y oficios carecían, como tales, de la dignidad que les hiciera
merecer la dedicación de los jóvenes ingenuos.
Es bien sabido qúe de las disciplinas filosóficas interesó a los
romanos casi sólo la moral. Desde el siglo n a. C. hubo filó­
sofos griegos que enseñaron en Roma; y desde el famoso de­
creto senatorial conseguido por Catón en 154, para que se
expulsara de la urbe a Carnéades, Diógenes de Babilonia y
Critolao, se sucedieron de tiempo en tiempo órdenes de destierro
contra filósofos. Vespasiano en 71 y Domiciano en 85 los expul­
saron de Italia.
Indicios muy significativos de la actitud de los romanos
hacia el estudio de la filosofía son, por una parte, el puesto,
secundario y ancilar, que Quintiliano-le asigna en su tratado, 811
y por otra, la apreciación que hace Tácito de los estudios de
Agrícola: "En memoria tengo que él mismo solía narrar que
en su primera juventud el estudio de la filosofía muy tenaz­
mente había absorbido, más allá de lo concedido a un romano
y senador." 86 Ya en las obras de Cicerón hay serios reparos
a una dedicación completa a la filosofía. Este estudio no podía
constituir, a sus ojos, una preocupación primordial, que apartara
de los negocios de la república. 87

84 Cfr. Marrou, op. cit., pp. 353 y ss.


85 Cfr., particularmente, xn, 2.
86 Agrícola, IV, 3.
87 Cfr. infr�, p. LI y nota 132.

XXXIX
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INTRODUCCIÓN

El ejerc1C10 de la medicina y demás ciencias (matemáticas,


geometría, astronomía), de las bellas artes y las llamadas artes
lúdicras (música, danza, espectáculos), en cuanto práctica pro­
fesional, estaba por lo común en manos de griegos y orien­
tales. 88 La arquitectura y los trabajos de ingeniería y cons­
trucción fueron considerados siempre como obras de artesanos
u obreros; su aprendizaje no era objeto de cursos teóricos,
sino que se realizaba en forma empírica, como el de cualquier
oficio, en el taller o en el lugar de trabajo.
Parece, pues, que no existía concordancia entre los cuadros
humanos que Roma y el imperio necesitaban para la adminis­
tración de los extensos territorios y la explotación y distribu­
ción de sus recursos, y el sistema educativo general. Es opinión
común que las escuelas de retórica proporcionaron al imperio
romano, hasta sus últimos tiempos, equipos de funcionarios de
una preparación muy alta en cuanto al conocimiento y manejo
del lenguaje. Pero nada más. Y la enseñanza de estas escuelas
se mantuvo como la única educación superior; y no sólo no
sufrió desmedro, sino que fue afianzándose a lo largo de los
siglos I y II. El plan de estudios no cambió, en contra de
las recomendaciones insistentes de los grandes teóricos (Ci­
cerón, Quintiliano) y de los oradores más notables. La ambi­
ción de los jóvenes -y de sus padres- era llegar cuanto antes
a la escuela del rétor; 89 y, una vez en ésta, alcanzar la última
etapa, el desarrollo de las suasorias y controversias.
La lectura de los principales testimonios (los dos Sénecas,
·Petronio, Quintiliano, Juvenal, Tácito) deja la impresión de

88 Puede servir de ilustración la obra de Juvenal. En ese grandioso


cuadro de la sociedad romana vive todo el complejo mundo de la urbe.
Los médicos, filósofos, músicos, artistas de teatro son griegos u orien­
tales. Vid., particularmente, III, 58-125; v1, 63-77.
Sil Petronio, Satyr., I, 4.

XL
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que la finalidad de la formación retórica perdía de vista la


actividad profesional para la cual preparaba, y que se fijaba
como propósito concreto la preparación de los discípulos para
el desarrollo de tales ejercicios. Séneca el filósofo reflexionaba:
"Del mismo modo que en todas las cosas, así tamb�én en las
letras nos afecta la intemperancia; no para la vida, sino para
la escuela aprendemos." 90 Ya desde los años de mocedad de
Séneca el padre había conciencia de este divorcio entre la edu­
cación y la profesión; Casio Severo y Votieno Montano lo
exponen claramente: "Todo es inútil -en los ejercicios esco­
lásticos [declamaciones], pues ellos. mismos son inútiles." 91
"El que prepara una declamación escribe no para vencer, sino
para agradar; desea ser aprobado él mismo, no su causa." 92
Ahora bien, tal vez las escuelas de retórica no se proponían
formar el tipo de oradores que suponemos les correspondía
preparar y que sus críticos y detractores les asignaban.
Los discípulos r sus padres, dice uno de los rétores, exigían
esa instrucción y esos ejercicios, y estaban contentos y entusias­
mados con ellos. 98 Los rétores daban lo que sus alumnos y
el público pedían; y lo que pedían éstos no parecía correspon­
derse con los oradores que teóricamente debían preparar. Con
razón afirmaba Casio Severo: "Las declamaciones forman un
distinto género de hombres." 94
Así pues, la escuela se había ido convirtiendo en un fin
en sí misma, y no en preparación para una actividad profesio­
nal. Muchos prolongaban su estancia eh· el aula ha�ta mucho
después de terminados sus cursos; muchos más prolongaban

90 Ep., CVI, 12.


91 Controversias, III, Proem., 12.
92 Id., IX, 1-2.
93 Petronio, Satyr., Loe. cit.
94 Séneca el padre, Controversias, III, Proem., 18.

XLI
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la escuela y los ejercicios escolares -las declamationes em­


piezan a recibir el nombre de scholastica-- en su vida, en su
casa y en su actividad social. Las declamationes habían ido
adquiriendo autonomía; se habían ido erigiendo en actividad
ajena a los ejercicios del abogado y del orador político. Se ha­
bían ido convirtiendo en una práctica literaria con temas pro­
pios y procedimientos específicos, con sus adeptos y aficionados,
sin otro propósito que el deleite de oyentes y declamador, y la
satisfacción en la pericia para el empleo de los más variados
medios de la técnica retórica.
Ocurre preguntarse si las declamaciones no estaban confor­
mando un cierto subgénero literario de carácter deportivo, como
una especie de gimnasia mental, literaria, lingüística y aun
mímica, y como nuestros deportes y gimnasia, con plena apti­
tud de espectáculo.
Quintiliano, consciente de esta derivación del estudio de la
retórica y de sus consecuencias sobre las escuelas y los estu­
diantes, no cesa de prevenir contra "los que pretenden que
las declamaciones son obras de otra índole que las causas fo­
renses". 911 Esta elocuencia, dice, no tiene nervio ni virilidad
ni gravedad; 96 y se burla con acritud "de los que gastan su
vida en declamaciones sobre asuntos ajenos enteramente a la
realidad"; y compara su "habilidad ociosa e inútil" con la de
"aquel individuo que a cierta distancia iba ensartando, sin errar,
garbanzos con una aguja; visto lo cual por Alejandro, mandó
premiarle con un celemín de ellos". 97

95u, 10.
96 v, 12.
97 II, 20.

XLII
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4. Educación y vida política

En ninguna etapa del DiáJogo se discurre abiertamente sobre


las relaciones de la educación y la política. En su parte úl­
tima, la más original e importante, se plantea el problema
de las relaciones entre la oratoria y las instituciones políticas.
Sólo, pues, en forma indirecta se trata de la relaci6n de éstas
con la educación, y sólo Materno, en .su último discurso, alude
a este tema.
La "oratoria grande y notable -dice-- es alumna de la li­
cencia, que los estultos llaman libertad, compañera de sedi­
ciones, estímulo del pueblo desenfrenado, sin acatamiento, sin
severidad, contumaz, temeraria, arrogante, que en ciudades
bien constituidas no surge". 98 Estas duras palabras de con­
dena para la oratoria, traen a la mente el recuerd? de los
turbulentos últimos años de la república, y se oponen radical­
mente al juicio de Cicerón. 99
Esta reprobación se extiende también al mismo régimen
republicano de Roma, y aun alcanza a las democracias griegas.
Pues --continúa Materno--, así como hubo muchos grandes
oradores en Rodas, y muchísimos en Atenas, donde "todo,
el pueblo, todo, los ignorantes, todo, por así decir, todos lo
podían", del mismo modo "nuestra ciudad, mientras erró,
mientras se consumió en partidos y disensiones y discor­
dias, mientras ninguna paz hubo en el foro, ninguna concordia
en el senado, ninguna moderación en los tribunales . . . pro­
dujo, sin duda, la más vigorosa elocuencia". 100
Los regímenes democráticos ofrecen al orador grandes pre-

9 8 XL, 2.
99 Brutus, 45.
100 XL, 3-4.

XLIII
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mios (poder, honores, riqueza), oportunidades brillantes (cau­


sas importantes, grandes reos), concurrencia nutrida e interés
del pueblo; todos, factores no sólo importantes, sino indis­
pensables para el florecimiento de la elocuencia. 1º1 En Roma
estas condiciones hincaban sus raíces en el desorden y la
licencia; y a su vez, para cerrar el círculo, el poder adquirido
por el orador incrementaba las divisiones y luchas que des­
garraban la república: facciones de los próceres, luchas entre
el senado y la plebe, y el pueblo a merced del poder de la
palabra.
Además, la fuerza del discurso era tan p oderosa y necesaria
en la república, que a los mismos caudillos y jefes militares
no bastaba ser poderosos sólo por las armas, sino que debían
serlo también por su discurso, pues "nadie en aquellos tiem­
pos hubiese alcanzado gran poder sin alguna elocuencia". 1º2
Materno, en una parte de su discurso, da como explicación
de las condiciones en que la oratoria medraba, y que ésta a
su vez enardecía, el hecho de que "todo estaba revuelto y se
carecía de un único moderador". 108 Aquí palpita, post euentum,
y como interpretación histórica de la crisis de la república
romana, la idea del tutor o rector reí publicae que Cicerón
preveía teóricamente como solución de aquel círculo.
Esto hace la diferencia entre los tiempos antiguos y los
modernos. Y ·esto mismo divide la oratoria republicana de la
nueva oratoria, pues la función y el campo de los oradores
está en estrecha dependencia de las instituciones políticas.
Establecido el nuevo régimen por obra de Augusto, en cuya

101 XXXVI-XXXIX. Hay en Cicerón una apreciación similar: De orat.,


I, 4.
102 XXXVII, 3.
103 XXXVI, 2.

XLIV
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INTRODUCCIÓ�

inspirac1on y justificación doctrinal debió de influir la obra


de Cicerón; 104 reformadas o suprimidas las instituciones, de
acuerdo con la experiencia histórica y las nuevas necesidades,
el príncipe se presenta teóricamente como el nwderator, tutor
o rector rei publicae, que debe frenar los vicios antiguos y
restablecer el imperio de la seguridad, la paz y la armonía.
Por consiguiente, reflexiona Materno, "¿ qué necesidad hay
de largos pareceres en el senado, puesto que los mejores
rápidamente se ponen de acuerdo? ¿ Qué, de muchos discursos
ante el pueblo, puesto que sobre la república no los inexpertos
y los muchos deciden, sino el más sabio y uno solo? ¿ Qué,
de acusaciones espontáneas, puesto que tan rara y tan leve­
mente se delinque? ¿ Qué, de defensas odiosas y que exceden
la medida, puesto que la clemencia del que conoce va al encuen­
tro de los que están en riesgo?" 105
Parecería, pues, que se vive en el mejor de los mundos
y bajo el más justo régimen. Sin embargo, hay un tono
sutil de ironía en todo el párrafo; y aun ciertas expresiones
-opt�mi cito consentiant; sapientissimus et unus- suenan
a frases consagradas de literatura política o de propaganda
oficial. Materno debió tener en mente, al pronunciarlas -y no
puede ser de otro modo-- a Vespasiano. Tácito, al escribirlas,
debió pensar también en Trajano. En todo caso, Materno no
se refiere a una situación concreta ni a un príncipe en particu­
lar, sino que alude en forma genérica al régimen imperial y
a las condiciones teóricas o ideales de la vida política y de
los tribunales, en que la oratoria se había de practicar.
Esta imagen luminosa y llena de optimismo parece delatar

104 Cfr. Michel, La philosophie politique a Rome d'Auguste a Marc­


Aurele, pp. 27 y SS.
105 XLI, 4.

XLV
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a Materno como ardiente partidario del reg1men implantado


por Augusto, cuya máxima disciplina trajo quietud y ocio
para el• pueblo y tranquilidad para el senado, y que apaciguó
"la misma elocuencia como todas las cosas". 106 Sin embargo,
su entusiasmo no carece de matices y limitaciones cuando se
refiere a las circunstancias concretas que afectan la labor de
los oradores. El hecho mismo de que algo sobrevive del
antiguo foro -y precisamente eso que sobrevive-, "es prueba
de una ciudad no enmendada ni en la medida del deseo com­
puesta". 107 Ese régimen ideal, pues, no ha existido, y tal vez
no se realice. Ya en su primer discurso Materno ha dado
abundantes razones que justifican su renuncia a la ora.toria
por la poesía; aquélla es una elocuencia "lucrosa y sangrien­
ta", 108 reina por el temor y al mismo tiempo está sujeta al
temor, vive en la pendiente de la adulación y no es capaz
de resguardar la libertad personal, 109 y obliga a obrar cons­
tantemente en contra de la conciencia. 11º
Los nuevos tribunales, dice ya en su último discurso,
"son más adecuados a la verdad" que los del tiempo republi­
cano, si bien éstos ejercitaban más la elocuencia. 111 Este
mismo elogio no deja de ser restringido, pues añade a conti­
nuación que en el antiguo foro no se hacía violencia a la
libertad del abógado ni a la del reo, pues "nadie era obligado
a perorar dentro de poquísimas horas, y eran libres los apla­
zamientos, y cada uno se imponía medida en el hablar, y ni

106 XXXVIII, 2.
107 XLI, 1.
'108 XII, 2.
109 XIII, 4.
110 XIII, 5.
111 XXXVIII, l.

XLVI
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el número de días ni el de abogados se limitaba". 112 Además,


parece que la calificación de los nuevos tribunales como "más
adecuados a la verdad" no implica de necesidad que también
eran más adecuados a la justicia, pue� Materno señala clara­
mente que en los últimos tiempos de la república, cuando
Pompeyo impuso una especie de frenos a la elocuencia, lo hizo
"de suerte, sin embargo, que todos los asuntos se trataban
en el foro, todos de acuerdo con las leyes, todos ante los
pretores". 113 Esto significa que bajo el nuevo régimen la
justicia no siempre se impartía de acuerdo con las leyes ni
ante tribunales constituidos legalmente. Conviene recordar
aquí que ya Apro, en su segundo discurso, explica que en los
tiempos modernos la elocuencia requiere de caminos nuevos
y escogidos "por medio de los cuales el orador ahuyente el
cansancio de los oídos, particularmente ante aquellos jueces
que conocen en virtud de su fuerza y potestad y no del derecho
o las leyes". 114
No es fácil decidir a qué lado se inclina la balanza. Cabe aquí
traer a colación, por vía de complemento, un texto famoso de
las Historias, que en opinión de muchos estudiosos 115 expresa
el sentir de Tácito; me refiero al discurso que dirige Galba a
Pisón en el momento de comunicarle su voluntad de adoptarlo
como sucesor en el mando del imperio: "Si el cuerpo inmenso
del imperio pudiera permanecer y mantenerse en equilibrio sin
un rector, yo sería llamado a hacer que la república renaciese;
pero ya desde hace tiempo se ha llegado a tal grado de necesi-

112 /bid.
113 XXXVIII, 2.
114 XIX, 5.
115 Cfr. Syme, Ten studies on Tacitus, pp. 132-133. El autor no es de
este parecer.

XLVII
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dad, que ni mi vejez puede ofrecer más al pueblo romano que


un buen sucesor, ni tu juventud más que un buen príncipe." 118
Parece, por este texto, que Tácito se inclina, en principio,
por el régimen republicano; pero, por otra parte, reconoce la
necesidad de adaptación del gobierno a las nuevas condiciones
creadas por la magnitud del imperio. Es indudable que, instrui­
do por el proceso histórico de Roma y por los historiadores y
pensadores políticos, particularmente Cicerón, Salustio, Tito
Livio y Séneca, 117 acepta como necesario e inevitable el prin�
cipado.
Pero, en todo caso,- por sobre democracias y principados está
el régimen de la virtud. Para Materno, como para Mesala, la
decadencia de las costumbres trajo consigo la de la elocuencia,
las artes, la libertad y la república. El m�jor régimen de la
ciudad debe considerarse aquel en que no se sufren intrigas en
los comicios, despojo de aliados, asesinatos de ciudadanos y
todos aquellos vicios y pecados que al mismo tiempo que dieron
impulso a la elocuencia, precipitaron la república; 118 en que no
hay nocens ni miser. 119
Porque, mientras mayores eran los vicios que desgarraban
la república, mejores eran las oportunidades que se ofrecían a
los oradores para el incremento de su dignidad y provecho; y
más crecía también su autoridad, pues "ni siquiera como par­
ticulares estaban sin potestad, pues regían tanto al pueblo como
al senado con su consejo y autoridad". 120 Así, la función úl­
tima del orador era la de ser rector o moderator de la vida

1181, 14.
117 Cfr. Cicerón, De rep., u, 29; Salustio, Hist., 18; Tito Livio,
Praef., 4, 9.
118 XXXVII, 4-5.
ll9 XLI, 2.
120 XXXVI, 5.

XLVIII
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pública, y se asemejaba, por tanto, a la función del prínceps


(regens, rector o moderator rei publicae). 121 Cicerón pensó
alguna vez que él podría cumplir esta función satisfactoriamen­
te. 122 Su fracaso fue el fracaso de la oratoria en esta alta
función.
Ahora bien, en el pensamiento de Materno, el principado ha
sido necesario e inevitable a causa de la degeneración moral, e
impone graves obligaciones a todos los elementos del estado si
el príncipe ha de cumplir con su oficio de moderador, y .pre­
cisamente en cumplimíento de ese oficio. Éste ha de ser sapien­
tissimus; el senado debe estar formado por los optimi; los jue­
ces están obligados a la clemencia, y todos deben practicar las
buenas costumbres y el acatamiento al que gobierna.
El orador, perdida su función primordial, debe resignarse a
un honor más limitado y a una gloria más oscura. 123 La gran
oratoria ha desaparecido. Subsiste sólo en la medida en que es
compatible con el principado. Y no obstante, "también los ora­
dores de estos tiempos han alcanzado aquellas cosas que en una
república ordenada, tranquila y feliz era lícito concedérseles". 124
· La ironía brota de nuevo en los labios de Materno.
El buen sentido de Quintiliano dejó de lado la gran oratoria
política. Su propósito era formar abogados competentes y diser­
tos sobre la base de una educación moral sólida y con el auxilio
de un amplio bagaje de conocimientos. El buen sentido del
pedagogo se da la mano en este punto con las profundas refle­
xiones del poeta y del historiador.

121 Michel (Le "Dialogue des orateurs" et la philosophie, pp. 56-60)


plantea esta relación en forma parecida.
122 /bid.
128XLI, 3.
124 XXXVI, 2.

XLIX

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5. Educación y humanismo

Mesala, defensor y glorificador de la oratoria antigua, expone


el ideal educativo de Cicerón, guiado no solamente por sus
obras, sino también por el ejemplo de su vida. En su discurso
se contienen algunas ideas fundamentales, que Materno recoge
y completa. Tácito nos propone, así, en el Diálogo sobre los
oradores, un ideal de formación y conducta humanas que, asen­
tado en el humanismo básico romano de Cicerón, está enrique­
cido con la experiencia de más de un siglo de principado, en
que cupieron los mejores y los peores gobernantes, y en que
el espíritu ·romano, además de preocuparse por el destino de
la cosa pública, meditó largamente sobre el destino y el deber
de cada hombre.
Podemos desprender las siguientes notas fundamentales:
l. La formación moral es la base de toda educación posterior.
Ésta fue la que produjo a los Gracos, a César, a Augusto. 1211
La severidad y disciplina del antiguo hogar romano y de la
educación familiar era lo que hacía posible que "pura e ínte­
gra y no deformada por ninguna pravedad, la naturaleza de
cada uno inmediatamente con todo el corazón abrazara las artes
honestas". 126
Pienso que Agrícola podría ser la respuesta contemporánea
a este ideal. Tácito describe su educación familiar y escolar en
párrafo transcrito anteriormente. 127
2. La educación debe dirigirse a una formación integral y
sólida. El mismo Cicerón proporciona el ejemplo: estudió de-

�XXVIII, 6.
126 XXVIII, 7.
127 Agrícola, xv, 3. Cfr. supra, p. xxxIx.

L
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recho, "absorbió completamente todas las partes de la filosofía",


y viajó a Grecia y Asia "con el fin de abarcar toda la variedad
de todas las artes". 128 En efecto, no de un conocimiento téc­
nico adquirido en la escuela del rétor, sino "de su mucha eru­
dición y . muchísimas artes y de su conocimiento de todas las
cosas fluye abu'ndante y desborda aquella admirable elocuen­
cia".129
,
3. Esta formación integral, enciclopédica, debe tener un lími­
te, porque el romano es definitivamente un hombre público. Su
educación debe, al mismo tiempo que desarrollar sus aptitudes,
capacitarlo para el servicio de la república, pues sólo en la
actividad política encuentra su perfeccionamiento la sabidu­
ría. 130 Por eso Mesala, después de exponer el campo ancho y
laborioso en que se formaban los antiguos oradores, aclara:
"No describimos a un sabio ni a un seguidor de los estoicos,
sino a aquel que debe absorber algunas artes, libar todas." 131
El mismo Cicerón había puesto en tela de juicio la dedica.,.
ción intensa al estudio de la filosofía,. que apartaba de los nego­
�ios públicos. Craso, al referir que muchos de los antiguos
filósofos griegos prefirieron la quietud y el sosiego, comenta
que "se dedicaron a la investigación de las causas ... con· mayor
deleite de lo que convenía a la utilidad pública"; y añade que
tal inclinación fue seguida por otros muchos, "quizá en número
mayor del que hubiera convenido". 132
Nadie mejor que Helvidio Prisco, uno de los . héroes de
Tácito, recordado también en el Diálogo, cumple tales requeri-

128 XXX, 3.
l29 XXX, 5.
1so Cicerón, De rep., 1, 1-2.
1s1xxx1, 7.
182 De rep., 111, 15.

LI
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mientes: · "Ingenio ilustre, muy joven se dio a los más altos


estudios, no como muchos, para velar con un nombre magnifico
un ·ocio indolente, sino para que, con mayor firmeza frente a
los azares, se abrazara a la cosa pública." 133
. 4. La dedicación a los negocios de la república debe acom­
pañarse y en cierto modo limitarse por el obsequium.
El principado sobrevino como un remedio ( tal vez no el
mejor, pero sí el único viable) contra la discordia y los vicios
que habían acarreado la ruina de la república. Su oficio pri­
mordial es el restablecimiento de la concordia y la reforma de
las costumbres. El oficio del príncipe exige la mayor sabiduría
y la más alta virtud; en aras de la armonía el pueblo debe
renunciar a parte de su libertad, los senadores deben aceptar
una disminución en su autoridad, y todos están obligados al
acatamiento ( obsequium) del moderador.
Agrícola, nuevamente, ilustra esta actitud. A propósito de su
muerte, Tácito declara con vehemencia: "Sepan quienes tienen
costumbre de admirar cosas ilícitas, que también bajo malos
príncipes pueden existir grandes varones, y el acatamiento y
la modestia, si hay industria y vigor, exceder el grado de gloria
adonde muchos, por caminos abruptos pero sin ningún pro­
vecho para la república, iluminaron con una muerte ambicio­
sa." 134
S. Sin embargo, el obsequim llega sólo hasta donde empie­
zan la libertad interior y la integridad moral.
Eprio Marcelo y Vibio Crispo, ejemplos de oradores y hom­
bres públicos que han alcanzado los más altos honores y las
mayores riquezas, y que gozan de la confianza y amistad de

133 Hist., IV, s.


134 Agricola, XLII.

LII
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Vespasiano, han llegado a esos lugares prominentes y ahí se


mantienen con menoscabo de su integridad moral, 135 .con men�
gua de su libertad, 186 y a costa de la seguridad propia y aje­
na. 131
La inocencia, piensa Materno, es el verdadero guardián y
defensor de la situación personal y la seguridad de cada uno. 13�
6. Si la libertad interior y la integridad moral no pueden
mantenerse sin mengua en la vida pública, obliga la abstención
y el retiro, es ·decir, el otium.
Materno ha escogido este camino porque no quiere versé
obligado a obrar todos los días contra animum. 139 El tardío y
angustioso retiro de Séneca óbedece también a ese razonamien­
to. 140 El mismo Tácito, al parecer, optó por el otium a los
pocos años de iniciado el imperio de Trajano. 141

135 VIII, 3.
136 XIII, 4.
137 /bid.
138 XI, 4.
139 XIII, 5.
140 Cfr. una interpretación de su retiro a la luz de la moral estoica, en
Michel, La 'philosophie politiq1te ... ; pp. · 51-54.
141 Cfr. supra, pp. XXI-XXH.

LIII
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Conclusión

El Diálogo sobre los oradores es una reflexión concienzuda: so­


bre el valor intrínseco de la oratoria, sobre los ideales educa­
tivos y retóricos de Cicerón, reinterpretados y difundidos por
Quintiliano, y en torno a las condiciones políticas del principado
y al papel que cabe en ellas a la oratoria.
Los interlocutores no muestran interés por llegar a un acuer­
do, ni parece que sus posiciones pudieran conciliarse. Los tres
participantes llevan la defensa de sus convicciones hasta el ex­
tremo, sin la menor concesión al oponente. Así, Apro, en sus
apasionados discursos, primero en pro de la oratoria frente a
la poesía, y después en su defensa de los oradores modernos,
llega a tocar los lindes del ridículo. Materno, en su primer
discurso, se deja arrebatar por la emoción y abandona el tono
de la defensa para cantar, "inspirado", una laudanza de la
ocupación poética; y en su segunda intervención, cuando ex­
plica las causas del florecimiento de la elocuencia antigua, sólo
atiende a los vicios del régimen republicano y a los males que
la oratoria incrementaba. Y Mesala, ansioso por contestar los
ataques de Apro contra los oradores antiguos, se desvía del.
tema propuesto para condenar con aspereza a los oradores mo­
dernos.
Se trata, pues, de un diálogo que se desarrolla según la cos­
tumbre de los académicos. Sigue de cerca el modelo cicero­
niano 142 -recuerda, por la puesta en escena, por algunos · de­
talles de los caracteres y por ciertos aspectos de los temas, al
De oratore-, pero añade la irreductibilidad de las opiniones

142 A. Michel, Le "Dialogue des orateurs" . .. expone ampliamente este


carácter del Diálogo. Vid., particularmente, pp. 29-31.

LIV
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y, como en algunos diálogos platónicos, aspectos cómicos y ri­


dículos que restan autoridad al sostenedor de opiniones con-
trarias a las que el autor defiende.
En la primera parte del Diálogo parece quedar establecida la
superioridad de la poesía sobre la oratoria. En la segunda, se
concluye que la oratoria antigua tiene un valor más alto que

\ la moderna. En la tercera y última Mesala señala como causa


del decaimiento de la oratoria la educación, más sólida, amplia
y eficaz entre los antiguos, técnica y superficial entre los mo­
dernos; y Materno, aceptados tácitamente los puntos anteriores,
añade -y propone como explicación fundamental- el cambio
de las instituciones políticas.
Los últimos párrafos del discurso de Materno, consecuencia
de los primeros, y además conclusión de todo el Diálogo, expli­
can las condiciones políticas del principado y el puesto que
corresponde a la oratoria en este régimen. Permiten la siguiente
interpretación:
La oratoria depende de las instituciones. Como la medicina,
está ligada al mal, ya se trate de acusaciones, ya de defensas.
·La gran oratoria es indicio de graves males; el mejor régimen,
es aquel en que no se sufren los males que dieron impulso a lai
oratoria durante la república, y que la oratoria, a su vez, in­
crementó.
Pero estos males son fruto de la degeneración de las costum­
bres. El nuevo régimen ha surgido como una necesidad para
su remedio; el príncipe es el tutor de la república y el modera­
dor de todas las cosas. Y como el sostén verdadero de las ins­
tituciones es la virtud, todos están obligados a ella; el obsequium
es la respuesta de todos los ciudadanos a la función modera­
dora del príncipe.
Mientras mayor y más completo sea el reinado de la virtud,

LV
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INTRODUCCIÓN

menor •.�erá el de la oratoria. La gran oratoria debe, desapare­


cer; y.. el orador debe contentarse con lo que es lícito se le con­
ceda en una ciudad donde reinan la armonía:, la paz y la segu­
ridad.

LVI
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Nota sobre la traducción
Para la presente traducción utilicé el texto fijado por Koes­
termann para la Bibliotheca Teubneriana, en su edición de 1970.
Una sola vez, en el párrafo v, 4, me separé de él, guiado funda­
mentalmente por la edición de Michel, como lo advierto en la
nota respectiva.
He intentado dar una traducción que reúna, a la vez, un
máximo acercamiento a la palabra y al concepto del texto origi­
nal, y el mayor apego a la secuencia de sus locuciones y voca­
blos y a sus rasgos sintácticos y estilísticos, evitando verter en
forma interpretativa, explicativa o parafrástica. He procurado
seguir estos lineamientos hasta donde he sentido que el español
podía mantener un mínimo de soltura y fluidez.
Las notas al original latino ofrecen las explicaciones y acla­
raciones de gramática y léxico que he creído oportunas, para
que, a la vista de la traducción, el texto del Diálogo pueda se!
guirse fácilmente por toda persona iniciada en el conocimiento
de la lengua latina o por los estudiantes de los cursos medios de
Letras Clásicas.
Las notas al texto español aclaran alusiones o ilustran refe­
rencias sobre personajes, instituciones o sucesos, cuya identifi­
cación o comprensión son necesarias para la mejor inteligencia
de la obra. Me ha parecido provechoso remitir algunas veces a
pasajes de otras obras, del mismo autor o de otros autores, en
que se tratan temas similares o se exponen ideas complementa­
rias, afines o contrarias.

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BiblioBTafía
I. Ediciones (con o sin traducción)

CoRNELII TACITI Dialogus de oratoribus. Introd., testo e comm.


a cura di Francesco Arnaldi. Ristampa de la 2a. ed. rive­
duta. Milano-Messina, Casa Editrice Giuseppe Principato,
1965. x1x, 107 pp. (Classici latini e greci.)
TAcITUS, Duilogus de oratoribus. Edited, with introduction· no­
tes, and indexes, by Charles Edwin Bennett. Boston, U. S.
A., and London, Ginn & Company, Publishers, 1894. xxviii,
87 pp. (College series oí Latín Authors.)
CoRNELII TACITI opera minora. Recognovit brevique adnota­
tione critica instruxit H. Furneaux. Oxonii, e Typographo
Clarendoniano, 1939 (Oxford Classical Texts.)
CoRNELII TACITI opera. Oeuvres de Tacite. Dialogue des ora­
tuers. Texte latín revu et publié d'apres les travaux les plus
recents avec un commentaire critique, philologique et explica­
tif ... par Henri Goelzer. París, Librairie Hachette, 1887.
xlvii, 88 pp.
TACITE, Dialogue des orateurs. Texte établi par Henri Goelzer,
et traduit par Henri Bornecque. 4 éd. Paris, Société d'éditions
"Les Belles Lettres", 1960. 21, xli, xli pp. (Collection des
Universités de France.)
P. CoRNELII TACITI libri qui supersunt, tom. u, fase. 2: Ger­
mania, Agricola, Dialogus de oratoribus. Tertium edidit Erich
Koestermann. Leipzig, B. S. B. B. G. Teubner Verlagsgesel­
lschaft, 1970. xlix, 110 pp. (Bibliotheca Scriptorum Graeco­
rum et Romanorum Teubneriana.)

LIX
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INTRODUCCIÓN

P. C. TÁCIT, Obres menors. Text establert per Francesc Marto­


rell. Trad. per Miquel Ferrá i Lloren<; Riber. · Barcelona,
Fundació Bernat Metge, 1926. xv, 155, 155 pp.
P. CoRNELII T ACITI Dialogus de oratoribus. Tacite, Dialogue
des orateiers. Éd., introd. et comm. de Alain Michel. Paris,
Presse;; universitaires de France, 1962. 132 pp. ("Érasme".
Collection de textes latines commentés.)
Tacitus in five volumes. ·l: Agricola ... , Germania ... , Dialo­
gus. Transl. by Sir W. Peterson. Rev. by M. Winterbottom.
London,. \Villiam. H�inemann, Ltd., Cambridge, Mass., Har­
vard University Press, 1970. xv, 357 pp. (Loeb Classical
Library, 35.)

II. Traducciones

C. CoRNELIO TÁCITO, La Germania y Diálogo de los oradores.


Las t_raducciones de Álamos Barrientos, Sixto y Ezquerra han -
sido cuidadosamente revisadas y corregidas. Madrid, Espasa­
Calpe, 1932. 107 pp. (Colección Universal.)
CAYO CoRNELIO TÁCITO, Obras completas. Trad., introd., y no­
tas. Obra publicada bajo la dirección de Vicente Blanco Gar­
cía. Madrid, Aguilar, 1957. 1115 pp.
TÁCITO. Diálogo de los oradores - Agrícola - Germania. Trad.
por M. Marín Peña. Madrid, Hernando, 1950. 156 pp. (Bi­
blioteca Clásica Hernando.)
TACITUS, Agricola, Germany, Dialogue on orators. Transl. w'ith
an introd. and notes by Herbert W. Benario. Indianapolis,
New York, Kansas City, The Bobbs-Merrill Company Inc.,
1967. 116 pp.

LX
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·BIBLIOGRAFÍA

!II. Estudios

BARDON, H., "Le dialogue des orateurs et l'institµtion oratoire".


Revue des études latines, xrx, 1941, pp. 113-131.
DARDON, H., "Recherches sur la formation de,Tacite". Mélan­
ges littéraires et historiques publiées .. . par la Faculté de
Lettres de Poitiers, 1945, pp. 195-220.
BorssrnR, Gastón, Tácito. Trad. del francés por S. Jaroslavsky.
Buenos Aires, Ed. Americalee, 1944. 275 pp.
DuDLEY, Donald R., The world of Tacitus. London, Secker. &
Werburg, 1968. 271 pp.
FROT, J. "Tacite est-il l'aut_eur du 'Dialogue des orateurs' ?"
Revue des études latines, XXXIII," 1955, pp. 120 y ss.
LAUGIER, J.-L., Tacite. (Paris), Aux éditions du seuil, 1969.
189 pp. (Écrivains de toujours.)
MICHEL, Alain, Le "Dialogue des orateurs" de Tacite et la philo­
sophie de Cicéron. Paris, Klincksieck, 1962. 234 pp.
a
_MICI-lEL, Alain, La philosophie politique Rome d'Auguste a
1Vlarc Aurele. Textes choisis et présentés par· ... Paris, Ar­
mand Colin, 1969. 380 pp.
MrcHEL, Alain, Tacite et le dest·in de l'empire. Paris, Arthaud,
1966. 284 pp. ( Coll. Signes des temps.)
PARATORE, E., Tacita, 2a. ed. Roma, Edizioni dell'Ateneo, 1962.
xxiv, 799 pp.
RoMANIELLO, G. 'Il Dialogus de oratoribus' nella definitiva so­
luzione della 've.xata quaestio'. Roma, Ed. Ciranna, 1968.
74 pp.
SvME, Ronald, Tacitus. Oxford, At the Clarendon Press, 1967.
2 vols.

LXI
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INTRODUCCIÓN

SYME, Ronald, Ten studies on Tacitus. Oxford, Clarendon


Press, 1970. 152 pp.

IV. Trabajos de carácter general ( obras citadas)

AuGUET, Roland, Crueldad y civilización: los juegos romanos.


Barcelona, Aymá, S. A., Editora, 1972. 231 pp.
BEARE, W., La escena romana. Una breve historia del drama
latino en los tiempos de la República. Trad. por E. J. Prieto.
Buenos Aires, EUDEBA, 1972. 365 pp.
CARCOPINO, J., La vie quotidienne a Rome a l'apogée de l'em­
pire. París, Hachette, 1966. 351 pp.
DuFF, J. Wight, A literary history of Rome in the Silver Age.
From Tiberius to Hadrian. London, Ernest Benn Ltd., 1960.
575 pp.
FRIEDLAENDER, L., La sociedad romana. Historia de las costum­
bres en Roma, desde Augusto hasta los Antoninos. Trad. del
alemán por W. Roces. México-Buenos Aires, Fondo de Cul­
tura Económica, 1947. 1217 pp.
MARRou, Henri-Irénée, Historia de la educación en la antigüe­
dad. Trad. por J. R. Mayo. Buenos Aires, EUDEBA, 1965.
533 pp.

(Ya había terminado yo estos capítulos de la introducción, cuando


recibí la edición anotada y comentada de las obras menores de Tácito,
preparada bajo la dirección de Herni Marel, y publicada en París por
la editorial Bordas en 1973.
Hay una clara comunidad de intereses en los temas tratados en las
respectivas introducciones, y una gran semejanza en la elaboración del
esquema del Diálogo. Sin embargo, poco pude aprovechar este excelente
trabajo; sólo me serví de él para el cotejo de algunas de mis notas
al texto latino.)

LXII
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DIALOGO SOBRE LOS ORADORES
TEXTOS LATINO Y ESPAÑOL

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DialoBus de oratoribus
1 I. Saepe ex me requirís, Iuste Fabi, cur, cum priora saecula
tot eminentium oratorum ingeniis gloriaque floruerint, nostra
potissimum aetas deserta et laude eloquentiae orbata vix
nomen ipsum oratoris retineat; neque enim ita appellamus
nisi antiquos, horum autem temporum diserti causidici et
advocati et patroni et quidvis potius quam oratores vocan-
2 tur. cui percontationi tuae respondere et tam magnae quaes­
tionis pondus excipere, ut aut de ingeniis nostris male
existimandum <sit>, si idem assequi non possumus, aut de
iudiciis, si nolumus, vix hercule auderem, si mihi mea sen­
tentia proferenda ac non disertissimorum, ut nostris tempo­
ribus, hominum sermo repetendus esset, quos eandem hanc
s quaestionem pertractantes iuvenis admodum audivi. ita non
ingenio, sed memoria et recordatione opus est, ut quae a
praestantissimis viris et excogitata subtiliter et dicta graviter
accepi, cum singuli diversas [ vel easdem] sed probabiles
causas afferrent, dum formam sui quisque et animi et ingenii
redderent, iisdem nunc numeris iisdemque rationibus per-
4 sequar, servato ordine disputationis. neque enim defuit qui
diversam quoque partem susciperet ac multum vexata et
irrisa vetustate nostrorum temporum eloquentiam antiquo­
rum ingeniis anteferret.
1 II. Nam postero die quam Curiatius Maternus Catonem
recitaverat, cum offendisse potentium animos diceretur,
tamquam in eo tragoediae argumento sui oblitus tantum
Catonem cogitasset, eaque de re per urbem frequens sermo
haberetur, venerunt ad -eum M. Aper et Iulius Secundus,

1
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Diáloao sobre los oradores

I. A menudo me preguntas, Justo Fabio, 1 por qué, cuan- 1


do los siglos anteriores florecieron · con los ingenios y la
gloria de tantos oradores eminentes, nuestra edad sobre todo,
desierta y privada del elogio de la elocuencia, apenas el
nombre mismo de orador retiene. .Porque así no llamamos
sino a los antiguos; en cambio, los disertos de estos tiempos
se llaman causídicos o abogados o patronos o cualquiera otra
cosa más bien que oradores. Responder a esta pregunta 2
tuya y acoger el peso de cuestión tan grave, que o de nuestros
ingenios ha de juzgarse mal, si no podemos conseguir lo
mismo, o de nuestros juicios, si no queremos, apenas, ¡ por
Hércules!, osaría, si por mí debiera expresarse mi sentencia,
y no, repetirse la conversación de hombres, para nuestros
tiempos, disertísimos, a quienes oí, muy joven, escudriñando
esta misma cuestión. 2 De este modo, no necesito ingenio, 3
sino memoria y recordación, para referir con las mismas
divisiones y los mismos argumentos, guardado el orden de
la discusión, las cosas que escuché de prestaritísimos varo­
nes, discurridas sutilmente y expresadas con gravedad, pues
uno a uno aducían causas diversas, pero probables, 3 al
tiempo que mostraba cada uno la forma de su ánimo y de
su ingenio. No faltó, en efecto, quien sustentara tamb¡én 4
la opinión opuesta y, después de haber sido muy vejada y
burlada la antigüedad, antepusiera la elocuencia de nuestros
tiempos a los ingenios de los antiguos.
II. Pues al día siguiente de que Curiacio Materno 4 había 1
recitado su Catón, 11 como se dijese que h�bía ofendido los
ánimos de los poderosos, 6 igual que si en ese argumento de
tragedia, olvidado de sí, sólo hubiese pensado en Catón; y
como de este suceso se tuviesen frecuerites conversaciones
por la ciudad, vinieron a él Marco Apro y Julio Secundo, 7

l
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TÁCITO

celeberrima tum ingenia fori nostri, quos ego utrosque non


modo in iudiciis studiose audiebam, sed domi quoque et in
publico assectabar mira studiorum cupiditate et quodam
ardore iuvenili, ut fabulas quoque eorum et disputationes et
arcana semotae dictionis penitus exciperem, quamvis malig­
ne plerique opinarentur nec Secundo promptum esse ser­
monem et Aprum ingenio potius et vi naturae quam insti­
2
tutione et litteris famam . eloquentiae consecutum. nam et
Secundo purus et pressus et, in quantum satis erat, profluens
sermo non defuit, et Aper omni eruditione imbutus contem­
nebat potius litteras quam nesciebat, tamquam maiorem
industriae et laboris gloriam habiturus, si ingenium eius
nullis alie�arum artium adminiculis inniti videretur.

1 III. Igitur ut intravimus cubiculum Materni, sedentem


ipsum, quem pridie recitaverat librum inter manus habentem
deprehendimus.
2 Tum Secundus 'nihilne te' inquit, 'Materne, fabulae malig­
norum terrent, quo minus offensas Catonis tui. ames? an
ideo libru� istum apprehendisti, ut diligentius retractares,
et stiblatis si qua pravae interpretationi materiam dederunt,
emitteres Catonem non quidem meliorem, sed tamen secu­
riorem ?'
3 Tum ille 'leges tu, quid Maternus sibi debuerit, et agnosces
quae audisti. quod si qua omisit Cato, · sequenti recitatione
Thyestes dicet; hanc enim tragoediam disposui iam et intra
me ipse formavi. atque ideo maturare libri huius editionem
festino, ut dimissa priore cura novae cogitationi tato pectare
incumbam.'
'Adeo te tragoediae istae non satiant,' inquit Aper, 'quo
minus om1ss1s orationum et causarum studiis omne tempus
modo circa Medeam,. ecce nunc circa Thyestem consumas,

2
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DIÁLOGO SOBRE LOS ORADORES

entonces los más celebrados ingenios de nuestro foro, a uno


y otro de los cuales yo no sólo oía estudiosamente en los
juicios, sino que también de continuo seguía en casa y en
público con admirable pasión por los estudios y cierto ardor
juvenil, de suerte que recogía completamente aun sus plá­
ticas y discusiones y los secretos de sus ejercicios oratorios
privados; aunque malignamente los más opinaban que Se­
cundo no tenía discurso fácil, y que Apro, más bien gracias
a su ingenio y a la fuerza de su naturaleza, que a la forma­
ción y a las letras, había conseguido fama de elocuen-
cia. Porque no faltó a Secundo discurso puro y conciso 2
y, en cuanto era suficiente, fluido; y Apro, imbuido de toda
erudición, más bien menospreciaba que ignoraba las letras;
como si hubiere de tener mayor gloria de su industria y
labor, si pareciera que su ingenio no se apoyaba en admi­
nículos de artes ajenas.
III. Así pues, cuando entramos en el aposento d� Mater- 1
no, lo sorprendimos sentado, teniendo entre .las manos el
mismo libro que había recitado el día anterior.
Entonces Secundo -¿ En nada -dijo- Materno, las 2
pláticas de los malignos te disuaden de que ames las ofensas
de tu Catón? ¿ O por eso tomaste ese libro, para revisarlo
más diligentemente y, removidas las cosas, si algunas dieron
materia para una interpretación torcida, publicar un Catón
no mejor ciertamente, pero con todo menos riesgoso?
Entonces él -Leerás tú qué se debió a sí mismo Ma- s
terno, y reconocerás lo que oíste. Pues, si algo omitió Catón,
en la siguiente recitación Tiestes lo dirá; 8 en efecto, he
planeado ya esta tragedia y dentro de mí yo mismo la he
formado. Y por eso me apresuro a dar fin a la edición de
este libro, para que, concluido el primer cuidado, al nuevo
proyecto con todo el corazón me aplique.
-A tal punto esas tragedias no te sacian -dijo Apro- ,
que, abandonados los estudios de oraciones y causas, consu­
mes todo tu tiempo, ha poco en Medea, he aquí que ahora en

2
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TÁCITO

cum te tot amicorum causae, tot coloniarum et municipio­


rum clientelae in forum vocent, quibus vix suffeceris, etiam
si non novum tibi ipse negotium importasses, <ut> Domi­
tium et Catonem, id est nostras quoque historias et Romana
nomina Graeculorum fabulis aggregares.'
1 IV. Et Maternus: 'perturbarer hac tua severitate, nisi
frequens et assidua nobis contentio iam prope in consuetu­
dinem vertisset. nam nec tu agitare et insequi poetas inter­
mittis et ego, cui desidiam advocationum obicis, cotidianum
hoc patrocinium defendendae adversus te poeticae exer­
2 ceo. quo laetor · ·magis oblatum nobis iudicem, qui me vel
in futurum · vetet versus facere vel, quod iam pridem opto,
sua quoque auctoritate compellat, ut omissis forensium cau­
sarum angustiis, in quibus mihi satis superque sudatum est,
sanctiorem illam et augustiorem eloquentiam colam.'

1 V. 'Ego vero' inquit Secundus, 'antequam me iudicem Aper


recuset, faciam quod probi et modesti iudices solent, ut in
iis cognitionibus <se> excusent, in quibus manifestum est
2 alteram apud eos partem gratia praevalere. quis enim nescit
neminem mihi coniunctiorem esse et usu amicitiae et assidui­
tate contubernii quam Saleium Bassum, cum optimum virum
tum absolutissimum poetam? porro si poetica accusatur, non ·
alium video reum locupletiorem.'
3 'Securus sit' inquit Aper 'et Saleius Bassus et quisquis alius
studium poeticae et carminum gloriam fovet, cum causas
4 agere non possit. ego enim, quatenus ·arbitrum litis huius
invenimus non patiar Maternum societate plurium defendí,
sed ipsum solum apud . orones arguam, quod natus ad elo­
qµentiam virilem et oratoriam, qua parere simul et tueri
amicitias, adsciscere . necessitudines, complecti provincias

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DIÁLOGO SOBRE LOS ORADORES

Tiestes, cuando te llaman al foro causas de tantos amigos,


clientelas de tantas colonias y mu'nicipios, a las cuales apenas
darías abasto, aun cuando no te hubieses acarreado tú mismo
nueva ocupación, agregar Domicio 9 y Catón, es decir, tam­
bién nuestras historias y los nombres romanos, a las fábulas
de los gréculos. ºª ·
IV. Y Materno -Sería perturbado por esta tu severi- 1
dad, si la frecuente y asidua contienda entre nosotros no se
hubiese convertido ya casi en costumbre. Porque tú no cesas
de atacar, y perseguir a los poetas, y yo, a quien echas en
cara desidia por las litigaciones, ejerzo este cotidiano patro-
cinio de defender contra ti la poesía. Por lo cual más me 2
alegro de que se nos haya deparado un juez que, o me pro­
híba componer versos en el futuro o, lo que hace ya tiempo
deseo, aun con su autoridad me compela a que, abandonadas
las estrecheces de las causas forenses, en las cuales bastante
y de sobra he sudado, cultive aquella elocuencia más santa y
más augusta.
V. -Yo, por mi parte -dijo Secundo-- antes que Apro 1
rµe recuse como juez, haré lo que suelen los jueces probos
y moderados, que se excusan en aquellas instrucciones en las
cuales es manifiesto que una de las partes tiene más favor
ante ellos. ¿ Pues quién desconoce que nadie está más 2
ligado a mí, tanto por la práctica de la amistad, como por
la asiduidad de la convivencia, que Saleyo Baso, ya óptim�
varpn, ya absolutísimo poeta? 1º Por lo demás, si se acusa
a la poesía, no veo otro reo más completo.
-Esté sin cuidado -dijo 'AprO--:.- tanto Saleyo Baso co- 8
mo cualquiera otro que cultive el estudio de la poesía y la
gloria de los cármenes, aunque no pueda llevar causas. Pues ,.
ya que hemos encontrado árbitro de esta lid, yo no permitiré
que Materno sea defendido en alianza con muchos, sino que
lo inculparé a él solo ante todos, porque, nacido para la
elocuencia viril y oratoria, con la cual podría engendrar y
al mismo tiempo conservar amistades, adquirir relacio�nes,

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t
TÁCITO

possit, omittit studium, quo non aliud in civitate nostra vel


ad utilitatem fructuosius <vel ad voluptatem dulcius> vel ad
dignitatem amplius vel ad urbis famam pulchrius vel ad to­
tius imperii atque omnium gentium notitiam illustrius exco-
¡; gitari potest. nam si ad utilitatem vitae omnia consilia
factaque nostra dirigenda sunt, quid est tutius quam eam
exercere artem, qua semper arrriatus praesidium amicis, opem
alienis, salutem periclitantibus, invidis vero et inimicis me­
tum et terrorem ultro feras, ipse securus et velut quadam
6 perpetua potentia ac potestate munitus? cuius vis et utilitas
rebus prospere· fluentibus aliorum perfugio et tutela intel­
legitur; sin proprium periculum increpuit, non hercule lorica
et gládius in acie firmius munimentum quam reo et pericli-'
tanti elqquentia, praesidium simul ac telum, quo propugnare
parit�r. et. ii:ic�ssere sive in iudicio sive in senatu sive apud
7 principem possis. quid aliud infestis patribus nuper Eprius
Marcellus quam eloquentiam suam opposuit, qui accinctus et
minax. disertam quidem, sed inexercitat. am et eius modi cer­
taminum rudem Helvidii sapientiam elusit? plura de utilitate
non dico, cui parti minime contra dicturum Maternum
meum arbitrar.

1 VI. Ad voluptatem oratoriae eloquentiae transeo, cuius


iucunditas non uno aliquo momento, sed omnibus prope
2 diebus ac prope omnibus horis contingit. quid enim dul­
cius libero et ingenuo animo et ad voluptates honestas nato
quam videre plenam semper et frequentem domum suam
concursu splendidissimorum hominum? idque scire non pe­
cuniae, non orbitati, non officii alicuius administrationi, sed
sibi ipsi dari? ipsos quin immo orbos et locupletes et poten­
tes veníre plerumque. ad iuvenem et pauperem, ut aut sua

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DIÁLOGO SOBRE LOS ORADORES

abarcar provincias, abandona un estudio como no puede ima­


ginarse otro en nuestra ciudad, más fructífero para la uti­
lidad, ni más dulce para el placer, ni más considerable para
la dignidad, ni más hermoso para la fama en la urbe, ni
más ilustre para el renombre en todo el imperio y aun en
todas las naciones. Porque, si todos nuestros consejos y i,
actos deben dirigirse a la utilidad de la vida, ¿ qué hay más
seguro que ejercitar aquella arte, con la cual siempre arma-
do, lleves por tu parte protección a los amigos, ayuda a los
extraños, salvación a quienes peligran; y en cambio, a envi­
diosos y enemigos, miedo ·y terror, seguro tú mismo y pro-
tegido como por cierto perpetuo poder y potestad? Su 6
· fuerza y utilidad, cuando las cosas fluyen prósperamente,
se reconocen por el refugio y patrocinio para otros; pero si
sonó el peligro propio, ¡ por Hércules!, la coraza y la espada
no son en el combate pertrecho más firme que, para el acu­
sado y el que peligra, la elocuencia, pres.idio al mismo tiempo
que dardo, con el cual podrías defender tanto como atacar,
ya en el tribunal, ya en el senado, ya ante el príncipe. 11 'I
¿ Qué otra cosa opuso hace poco a los senadores hostiles
Eprio Marcelo, sino su elocuencia, quien, armado y amena­
·zante, burló la sabiduría de Helvidio, diserta en verdad,
pero no ejercitada, y torpe en contiendas de esta clase? 12
No digo más sobre su utilidad; puez juzgo que mi amigo
Materno en modo alguno ha de contradecir esta· _parte.
VI. Paso al placer de la elocuencia oratoria, cuyo encanto r:.
no se da en- .un cierto momento, sino en casi todos los días y
en casi todas las horas, ¿ Pues qué hay más dulce para un 2:
ánimo libre y noble y nacido para los placeres honestos,
que ver su casa llena siempre y frecuentada por el concurso
de hombres espl�ndidísimos? ¿ Y saber que eso se concede
no a su dinero, no a su care�cia de herederos, no a su ges­
tión de algún cargo, sino a él mismo? ¿ Y más aún, que los
mismos sin herederos y ricos y poderosos acuden ordinaria­
mente a un joven y pobre, para encomendarle o sus discrí-

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TÁCITO

a aut amicorum discrimina commendent? ullane tanta mgen­


tium opum ac magnae potentiae voluptas quam spectare
homines veteres et senes et totius orbis gratia subnixos in
summa rerum omnium abundantia confitentes id quod op-
4 timum sit se non habere? iam vero qui togatorum comitatus
et egressus ! quae in publico species ! quae in iudiciis vene­
ratio ! quod illud gauditim consurgendi assistendique inter
tacentes et in unum conversos ! coire populum et circumfundi
coram et accipere adfectum quemcumque orator induerit !
:; vulgata dicentium gaudia et imperitorum quoque oculis ex­
posita percenseo: illa secretiora et tantum ipsis orantibus
nota maiora sunt. sive accuratam meditatamque profert
orationem, est quoddam sicut ipsius dictionis, ita gaudii
pondus et constantia; sive novam et recentem curam non
sine aliqua trepidatione animi attulerit, ipsa sollicitudo com-
� mendat eventum et lenocinatur voluptati. sed extemporalis
audaciae atque ipsius temeritatis vel praecipua iucunditas
est; nam ingenio quoque, sicut in agro, quamquam -alia diu
serantur atque elaborentur, gratiora tamen quae sua sponte
nascuntur.

1 VII. Equidem, ut de me ipso fatear, non eum diem laetio­


rem egi, quo mihi latus clavus oblatus est, ve! quo horno
novus et in civitate minime_ favorabili natus quaesturam aut
tribunatum aut praeturam accej>i, quam eos, quibus mihi
pro mediocritate huius quantulaecumque in dicendo facul­
tatis aut reum prospere defendere aut apud centumviros
causam aliquam feliciter orare aut apud principem ipsos
illos libertos et procuratores principum tueri et defendere
2 datur. tum mihi supra tribunatus et praeturas et consulatus
ascendere videor, tum-habere quod [si] non in alieno oritur
nec codicillis datur nec cum gratia venit. quid? fama et laus

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DIÁLOGO SOBRE LOS ORADORES

menes o los de sus amigos? ¿ Acaso algún placer de 3


riquezas enormes o de un gran poder es tanto, como con­
templar a hombres de viejas familias y ancianos, y que son
apoyados por el favor de todo el orbe, en la mayor abundan-
cia de todos los bienes, confesar que ellos no poseen lo que
es óptimo? Pero, además, ¡ qué acompañamientos de to- 4
gados 13 y salidas de casa! ¡ Qué espectáculo en público l
¡ Qué veneración en los juicios! ¡ Qué gozo aquél de levan­
tarse y estar de pie en medio de los que callan y están atentos
a uno solo! ¡ Reunirse el pueblo y formarse a su alrededor y
acoger cualquier emoción de que el orador se haya reves-
tido! Enumero los gozos ordinarios de los que hablan, 5
patentes aun a los ojos de los inexpertos; aquéllos más
secretos, y conocidos sólo de los mismos que oran, son mayo­
res. Si pronuncia una oración pulida y meditada, como del
mismo discurso, i gualmente hay cierto peso y constancia de
gozo; si hubiere llevado, no sin alguna agitación de ánimo,
un trabajo nuevo y reciente, la misma inquietud recomienda
el éxito y estimula el placer. Pero el encanto de la audacia 6
intempestiva y de la misma temeridad es, si .se quiere, el
mayor; porque también en el ingenio, como en el campo,
· aunque otras cosas por largo tiempo se siembren y cultiven,
más gratas son, sin embargo, las que espontáneamente
nacen.
VII. En verdad, para declarar sobre mí mismo, no pasé 1
más alegre aquel día en que ia franja ancha me. fue conferi-
da, 14 o en que, hombre nuevo 15 y nacido en una ciudad
nada propicia, recibí la cuestura o el tribunado o la pretura,
que aquellos en que, según la medianía de este rrii escaso ta­
lento para hablar, se me concede o defender con fortuna a un
acusado, o ante los centunviros orar venturosamente en
·alguna causa, o ante el príncipe proteger y defender a aque­
llos mismos libertos y procuradores de los príncipes. En- 2
tonces me parece que asciendo sobre tribunados y preturas
y consulados; entonces, que tengo lo que no nace en otro

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TÁCITO

3 cuius artis cum oratorum gloria comparanoa est? qui<d>?


non illustres <sunt> [et] in urbe non solum apud negotiosos
et rebus intentos, sed etiam apud iuvenes et adulescentes,
quibus modo recta est indoles et bona spes sui? quorum
4 nomina prius parentes liberis suis ingerunt? quos saepius
vulgus quoque imperitum et tunicatus hic populus transeun­
tes nomine vocat et digito demonstrat? advenae quoque et
peregrini iam in municipiis et coloniis suis auditos, cum
primum urbem attigerunt, requirunt ac velut agnoscere
concupiscunt.
1 VIII. Ausim contendere Marcellum hunc Eprium, de quo
modo locutus sum, et Crispum Vibium (libentius enim novis
et recentibus quam remotis et oblitteratis exemplis utor)
non minoris <nominis> esse in extremís partibus terrarum
2 quam Capuae aut Vercellis, ubi nati dicuntur. nec hoc illis
<alterius bis>, alterius ter milies sestertium praestat, quam­
quam ad has ipsas opes possunt videri eloquentiae beneficio
venisse, <sed> ipsa eloquentia, cuius numen et caelestis vis
multa quidem omnibus saeculis exempla edidit, ad quam
usque fortunam homines ingenii viribus pervenerint, sed
haec, ut supra dixi, proxima et quae non auditu cognoscen-
3 da, sed 0<:ulis spectanda haberemus. nam quo sordidius et
abiectius nati sunt quoque notabilior paupertas et angustiae
rerum nascentes eos circumsteterunt, eo clariora et ad de­
monstrandam oratoriae eloquentiae utilitatem illustriora
exempla sunt, quod sine commendatione natalium, sine
substantia facultatum, neuter moribus egregius, alter habitu
quoque co_rporis contemptus, per multas iam annos potentis­
simi sunt civitatis ac, donec libuit, principes foi:i, nunc

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DIÁLOGO SOBRE LOS ORADORES

ni se da por decretos ni llega con un favor. ¿Qué? ¿La 3


fama y elogio de cuál arte con la gloria de los oradores
puede compararse? ¿Qué? ¿No son ilustres en la urbe, no
sólo entre los hombres negociosos y atentos a los quehace­
res, sino también entre los jóvenes y adolescentes, con tal
que tengan natural recto y buena esperanza de sí? ¿ Los
nombres de quiénes inculcan primero los padres a sus hijos?
¿ A quiénes más comúnmente aun el vulgo ignorante y este ¼
pueblo tunicado 16 llama por su nombre al pasar y señala
con el dedo? Aun los forasteros y peregrinos, habiéndolos
oído mencionar ya en sus municipios y colo11ias, tan pronto
como llegan a la urbe, los buscan y como que ansían reco­
nocerlos.
VIII. Osaría sostener que este Marcelo Eprio, de quien 1
hace poco hablé, y Crispo Vibio 17 (pues de mejor grado
uso ejemplos nuevos y recientes que remotos y 'borrados)
no son de menor renombre en las partes extremas de las
tierras que en Capua o Verceli, 18 donde se dice que nacie-
ron. Y esto no se lo proporcionan· los doscientos millones 2
de sestercios de uno y los trescientos millones del otro, 19
. aunque podría parecer que llegaron a estas mismas riquezas
por beneficio de la elocuencia, sino la elocuencia . misma,
cuyo numen y fuerza celeste han producido ciertamente en
todos los siglos muchos ejemplos de hasta qué fortuna han
llegado los hombres por las fuerzas de su ingenio; pero
éstos, como dije antes, son próximos, y que rio hemos de
conocer de oído, sino contemplar con los ojos. Porque, 3
cuanto en mayor vileza y abyección nacieron, y cuanto una
pobreza y estrechez de medios más notorias los rodeó al
nacer, son ejemplos tanto más esclarecidos, y más brillantes
para demostrar la utilidad de la elocuencia oratoria, pues sin
recomendación de origen, sin apoyo de recursos, ni uno ni
otro eminentes por sus costumbres, y además, uno de los
dos despreciado por su disposición corporal, 20 ya por mu­
chos años han sido los más poderosos de la ciudad y, mien-

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principes in Caesaris amicitia agunt feruntque cuneta atque


ab ipso principe cum quadam reverentia diliguntur, quia
Vespasianus, veq.erabilis sen ex et patientissimus veri, bene
intellegit ceteros quidem amicos suos iis niti, quae ab ipso
acceperint quaeque ipsi accumulare et in alios congerere
promptum est, Marcellum autem et Crispum attulisse ad
amicitiam suam quod non a príncipe acceperint nec accipi
4 possit. minimum ínter tot ac tanta locum obtinent imagines
ac tituli et statuae, quae neque ipsa tamen negleguntur, tam
hercule quam divitiae et opes, quas facilius invenies qui
vituperet quam qui fastidiat. his igitur et honoribus et orna­
mentis et facultatibus refertas domos eorum videmus, qui
se ab ineunte adulescentia causis forensibus et oratorio stu­
dio dederunt.

1 IX. Nam carmina et versus, quibus totam vitam Maternus


insumere optat ( inde enim omnis fluxit oratio), neque dig­
nitatem ullam auctoribus suis conciliant neque utilitates
alunt; voluptatem autem brevem, laudem inanem et infruc-
2 tuosam consequuntur. licet haec ipsa et· quae deinceps dic­
turus sum aures tuae, Materne, respuant, cui bono est, si
apud te Agamemnon aut Iason diserte loquitur? quis ideo
domum defensus et tibi obligatus redit? quis Saleium nos­
trum, egregium poetam vel, si hoc honorificentius est, prae­
clarissimum vatem, deducit aut salutat aut prosequitur?
3 nempe si amicus eius, si propinquus, si denique ipse in
aliquod negotium inciderit, ad hunc Secundum re�urret aut
ad te, Materne, non q1.1ia poeta es neque ut pro eo versus
facias; hi enim Basso domi nascuntur, pulchri quidem et

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DIÁLOGO SOBRE LOS ORADORES

tras quisieron, los príncipes del foro; ahora, príncipes en la


amistad de César, manejan y dirigen todas las cosas, y
además por el mismo príncipe con cierta reverencia son
apreciados; porque Vespasiano, anciano venerable 21 y muy
sufridor de la verdad, bien comprende que ciertamente sus
demás amigos se apoyan en las cosas que de él han recibido,
y que es fácil para él mismo acumular y conferir a otros;
en cambio, Marcelo y Crispo llevaron1a su amistad lo que
no recibieron del príncipe ni puede recibirse. Uri mínimo 4
lugar entre tantas y tan grandes ventajas ocupan las imá­
genes e inscripciones y las estatuas, 22 las cuales, sin em­
bargo, no son despreciadas por sí mismas, de igual modo,
¡ por Hércules!, que las riquezas y los bienes, los cuales
más fácilmente encontrarás quien vitupere que quien des­
deñe. Así pues, de estos honores, adornos y recursos vemos
repletas las casas de aquellos que desde el principio de la
adolescencia se entregaron a las causas forenses y al estudio
oratorio.
IX. Porque los cármenes y versos, en los cuales Materno 1
desea consumir toda su vida ( de ahí, en efecto, se originó
toda la oración), ni concilian dignidad alguna a sus autores
ni producen utilidades; consiguen un placer breve, un elogio
inane y estéril. Aunque tus oídos, Materno, rechacen 2
esto mismo y lo que voy a decir en seguida, ¿ a quién bene­
ficia que en tus obras Agamenón o Jasón hablen diserta­
mente? ¿ Quién, por eso, vuelve a casa defendido y obligado
hacia ti? ¿ Quién a nuestro Saleyo, poeta egregio, o si esto
es más honroso, preclarísimo vate,· escolta o saluda 23 o
acompaña? En verdad, si un amigo suyo, si un pariente, 3
si, en fin, él mismo en alguna dificultad hubiere dado,
recurrirá a este. Secundo o a ti, Materno, no porque eres
poeta ni para que hagas versos en su favor, pues éstos le
nacen a Baso en casa, bellos ciertamente y deleitosos, cuyo
resultado es, sin embargo, que, cuando durante todo un año,

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TÁCITO

iucundi, quorum tamen hic exitus est, ut cum toto anno,


per omnes dies, magna noctium parte unum librum excudit
et elucubravit, rogare ultro et ambire cogatur, ut sint qui
dignentur audire, et ne id quidem gratis; nam et domum
mutuatur et auditorium exstruit et subsellia conducit et
• 4 libellos dispergit. et ut beatissimus recitationem eius eventus
prosequatur, omnis illa laus intra unum aut alterum diem,
velut in herba vel flore praecerptá, ad nullam certam et
solidam pervenit frugem, nec aut amicitiam inde refert aut
clientelam aut mansurum in animo cuiusquam beneficium,
sed clamorem vagum et voces inanes et gaudium volucre.
5 laudavimus nuper ut miram et eximiam Vespasiani liberali­
tatem, quod quingenta sestertia Basso donasset. pulchrum
id quidem, induigentiam principis ingenio mereri: quanto
tamen pulchrius, si ita res familiaris exigat, se ipsum colere,
6 suum genium piopitiare, suam experiri liberalitatem ! adice
quod poetis, si modo <lignum aliquid elaborare et efficere
velint, relinquenda conversatio amicorum et iucunditas ur­
bis, deserenda cetera officia utque ipsi dicunt, in nemora et
lucos, id est in solitudinem secedendu_m est.
1 X. Ne opinio quidem et fama, cui soli serviunt et quod
unum esse pretium omnis laboris sui fatentur, aeque poetas
quam oratores sequitur, quoniam mediocris poetas nemo
2 novit, bonos pauci. quando enim rarissimarum recitationuin
fama in totam urbem penetrat? nedum ut per tot provincias
innotescat. quotus quisque, cum ex Hispania vel Asia, ne
quid de Gallis nostris loquar, in urbem venit, Saleium Bas­
sum requirit ?. atque adeo si quis requirit, ut semel vidit,
transit et contentus est, ut si 1¡>icturam aliquam vel statuam
3 vidisset. neque hunc meum sermonem sic accipi volo, tam­
quam eos, quibus natura sua oratorium ingenium denegavit,

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DIÁLOGO SOBRE LOS ORADORES

a lo largo de todos los días y en gran parte de las noches


ha labrado y trabajado cuidadosamente un libro, sea obligado
además a rogar y solicitar para que haya quienes se dignen
oírlo; y ni eso siquiera gratuitamente, pues pide prestada
una casa· y dispone el auditorio y alquila bancos y distribuye
programas. 24 Y aunque el éxito más feliz acompañe su 4
recitación, todo aquel elogio en uno o dos días, como arran­
cado- en retoño o en flor, no llega a ningún fruto cierto y
sazonado; ni recoge de ahí o amistad o clientela o recono­
cimiento que permanezca en el ánimo de nadie, sino una
aclamacion vaga y voces inanes y un gozo fugaz. Hemos 5
alabado hace poco, como admirable . y eximia, la liberalidad
9-e Vespasiano, porque regaló a Baso quinientos mil sester­
cios. Hermoso, sin duda, merecer la benevolencia del prín­
cipe por el ingenio; sin embargo, ¡ cuánto más hermoso, si
la fortuna familiar así lo exige, honrarse a sí mismo, propi­
ciar a su propio genio, experimentar la liberalidad pro­
pia! Añade que, , si quieren elaborar y acabar algo en 6
verdad digno, deben abandonarse por los poetas el trato de
los amigos y el encanto de la urbe; deben dejarse las demás
obligaciones y, como ellos mismos dicen, a los bosques y a
las selvas, 25 esto es, a la soledad hay que apartarse.
X. Ni siquiera la reputación y la fama, de las cuales sola- 1
mente son esclavos, y que confiesan es la única recompensa
de todo su trabajo, siguen por igual a los poetas que a
los oradores; pdrque a los poetas medianos nadie conoce, a los
buenos, pocos. ¿ Cuándo, en efecto, la fama de recitaciones 2
excepcionales se extiende por toda la urbe? Mucho menos
se da a conocer por tantas provincias. ¡ Cuán pocos, cuando
de España o Asia, para nada decir de nuestros galos, vienen
a la urbe, preguntan por Saleyo Baso! Y más aún, si algu-
no lo ousca, así que lo vio una vez, pasa y queda contento,
como si hubiese visto alguna pintura o estatua. 26 Y no 3
quiero que este discurso mío así sea recibido, como que
deseo apartar de los cármenes a aquellos a quienes su natu-

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TÁCITO

deterream a carminibus, si modo in hac studiorum parte


I
4 oblectare otium et nomen inserere possunt famae. ego vero
omnem eloquentiam omnesque eius partes sacras et venera­
biles puto, nec solum coturnum vestrum aut heroici carminis
sonum, sed lyricorum quoque iucunditatem et elegorum
lascivias et iamborum amaritudinem <et> epigrammatum
lusus et quamcumque aliam speciem eloquentia habeat,
11 anteponendam ceteris aliarum artium studiis credo. sed te­
cum mihi, Materne, res est, quod, cum natura tua in ipsam
arcem eloquentiae. <te> ferat, errare mavis et summa adep­
tus in levioribus subsistis. ut si in Graecia natus esses, ubi
ludieras quoque artis exercere honestum est, ac tibi Nicos­
trati robur ac vires di dedissent, non paterer immanes illos et
ad pugnam natos lacertos levitate iaculi aut iactu disci vanes­
cere, sic nunc te ab auditoriis et theatris in forum et ad
causas et ad vera proelia voco, cum praesertim ne ad illud
quidem confugere possis; _quod plerisque patrocinatur, tam­
quam minus obnoxium sit offendere poetarum quam orato-
6 rum studium. effervescit enim vis pulcherrimae naturae
tuae, nec pro amico aliquo, sed, quod periculosius est, pro
Catone offendis. nec excusatur offensa necessitudine officii
aut fide advocationis aut forttiitae et subitae dictionis im­
petu: meditatus videris [ aut] elegisse personam notabilem
7 et cum auctoritate dicturam. sentio quid responderi possit:
hinc ingentis exis<tere> assensus, haec in ipsis auditoriis
praecipue laudari et mox omnium sermonibus· ferri. tolle
igitur quietis et securitatis excusationem, cum tibi sumas
8 adversariuin superiorerri. nobis satis sit privatas et nostri

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DIÁLOGO SOBRE LOS ORADORES

raleza denegó ingenio oratorio, con tal que en esta parte de


los estudios puedan entretener su ocio e insertar su nombre
en la fama. Yo, en verdad, considero toda la elocuencia �
y todas sus partes, sagradas y venerables; y creo que no sola­
mente vuestro coturno o la sonoridad del carmen heroico,
sino también el encanto de los líricos y los regocijos de los
elegiacos y la acritud de los yambos 27 y los juegos de
los epigramas y cualquiera otra especie que la elocuencia
contenga, debe anteponerse a los demás estudios de las otras
artes. Pero contigo, Materno, es mi asunto; porque, mien- 6
tras tu naturaleza te lleva a la ciudadela misma de la elo­
cuencia, prefie_r�s errar; y habiendo alcanzado lo más alto,
te quedas en fo¡ más ligero;. de igual modo que, si hubieses
nacido en Grecia, donde es honesto ejercitar también las
artes lúdicras, 28 y los dioses te hubiesen dado el vigor y
las fuerzas de Nicóstrato, 29 no toleraría yo que aquellos
músculos enormes y nacidos para la lucha se relajasen con
la levedad de la jabalina o el lanzamiento del disco, así
ahora de los auditorios y teatros al foro y a las causas y a los
combates verdaderos te llamo, sobre todo cuando no puedes
refugiarte ni en aquello siquiera que excusa a los más, que
está menos expuesto a ofender el estudio de los poetas que el
de lbs oradores. Pues hierve la fuerza de tu hermosísima 6
naturaleza, y no por algún amigo, sino, lo que es más peli­
groso, por Catón oferidés. Y no se excusa la ofensa por
necesidad de un deber o por lealtad a una litigación o por el
impulso de un fortuito y súbito discurso: parece que me­
ditaste escoger un personaje notable y que habría de hablar
con autoridad. Me doy cuenta de qué puede responderse: 7
de aquí surgen las grandes aprobaciones; estas cosas en los
mismos auditorios particularmente se alaban y pronto son
llevadas por las conversaciones de todos. Quita, pues, la
excusa de tu quietud y seguridad, pues te escoges un ad­
versario superior. 30 Para nosotros sea suficiente defender 8
controversias privadas y de nuestro siglo, en las cuales, si

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.,.
TÁCITO

saeculi controversias tueri, in quibus [ expressis] si quando


.necesse sit pro periclitante amico potentiorum aures offen­
dere, et probata sit fides et libertas excusata.'
1 XI. Quae cum dixisset Aper acrius, ut solebat, et intento
ore, remissus et subridens Maternus 'parantem' inquit 'me
non minus diu accusare oratores quam Aper laudaverat
( fore enim arbitrabar ut a laudatione eorum digressus de­
trectaret poetas atque carminum studium prosterneret) arte
quadam mitigavit, concedendo iis, qui causas agere non
2 possent, ut versus Íacerent. ego autem sicut in causis agen­
dis efficere aliquid et· eniti fortasse possum, ita recitatione
tragoediarum et ingredi famam auspicatus sum, cum quidem
in Nerone improbam et studiorum quoque sacra profanan­
tem Vatinii potentiam fregi, <et> hodie si _ quid in nobis
notitiae ac nominis est, magis arbitror carminum quam ora-
3 tionum gloria partum. ac iam me deiungere a forensi labore
constituí, nec comitatus istos et egressus aut frequentiam
salutantium concupisco, non magis quam aera et imagines,
4 quae etiam me nolente in domum meam inruperunt. nam
statum cuiusque ac securitatem melius innocentia tuetur
quam eloquentia;' nec vereor ne mihi umquam verba in se­
natu nisi pro alterius discrimine facienda sint.
1 XII. Nemora vero et lucí et secretum ipsum, quod Aper
increpabat, tantam mihi afferunt voluptatem, ut inter prae­
cipuos carminum fructus numerem, quod non in strepitu
nec sedente ante ostium litigatore nec inter sordes ac lacri­
mas reorum' componuntur, sed secedit animus in loca pura
2 atque innocentia fruiturque sedibus sacris. haec eloquen.tiae
primordia, haec penetralia; hoc primum habitu cultuque
commbda mortalibus in illa casta et nullis contacta vitiis

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DIÁLOGO SOBRE LOS ORADORES

alguna vez fuere necesario por un amigo que peligra ofender


los oídos de los más poderosos, sea reconocida nuestra leal­
tad, y nuestra_ libertad, excusada.
XL Lo cual como hubiese dicho Apro con demasiada 1
acritud, como solía, y eón rostro tenso, Materno, tranquilo
y sonriente -Cuando me disponía -dijo-- a inculpar a
los oradores no menos largamente que Apro los había ala­
bado (pues pensaba yo que, apartándose de la .alabanza de
ellos, rebajaría a los poetas y pondría por tierra el estudio
de .los cármenes), con cierto arte me apaciguó, al conceder
a aquellos que no pudieran tratar causas, que hicieran
versos. Pero yo, si bien tratando causas puedo lograr algo 2

• y, tal vez, destacar, de igual modo con la recitación de mis


tragedias también comencé a entrar en la fama, cuando por
cierto en el Nerón destrocé el poder de Vatinio, desmesu­
rado, y que profanaba aun la santidad de los estudios; 81
y hoy, si alguna fama y renombre hay en nosotros, pienso
que tiene su origen más en la gloria de los cármenes que de
las oraciones. Y ya determiné desligarme de la labor fo- s
rense, y no ambiciono más esos acompañamientos y salidas
de casa o la abundancia de saludadores, que los bronces y
las imágenes, los cuales, aun sin quererlo yo, en mi casa
irrumpieron. Porque mejor la inocencia que la elocuencia •
protege la situación y seguridad de cada uno; y no temo
que por mí alguna vez hayan de pronunciarse palabras en
el senado, a no ser por el discrimen de otro.
XII. Los bosques, en verdad, y las selvas y el mismo 1
apartamiento que Apro censuraba, me proporcionan tan gran
placer, que los cuento entre los principales frutos de los
cármenes, pues no en el ruido ni con un litigante sentado
ante la puerta ni entre el duelo y lágrimas de los acusados
se componen, sino que se aparta el ánimo a lugares puros
e inocentes y disfruta de los recintos sagrados. Éstos, los 2
comienzos de la elocuencia; éste, el santuario; en este hábito
y atavío, favo�able a los mortales, por primera vez se infun-

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TÁCITO

pectara influxit: sic oracula loquebantur. nam lucrosae


huius et sanguinantis eloquentiae usus recens et ex malis
moribus natus atque, ut tu dicebas, Aper, in locum teli
s repertus. ceterum felix illud et, ut more nostro loquar,
aureum saeculum, et oratorum et criminum inops, poetis et
vatibus abundabat, qui bene facta canerent, non qui male
• admissa defenderent. nec ullis aut gloria maior aut augus­
tior honor, primum apud deos, quorum proferre responsa
et interesse epulis ferebantur, deinde apud illos dis genitos
sacrosque reges, inter quos neminem causidicum, sed Or­
phea et Linum �c, si introspicere altius velis, ipsum Apol-
11 linem accepimus. vel si haec fabulosa nimis et composita
videntur, illud certe mihi concedes, Aper, non minorem
honorem Homero quam Demostheni apud posteros, nec an­
gustioribus terminis famam Euripidis aut Sophoclis quam
6 Lysiae aut Hyperidis includi. piures hodie reperies, qui
Ciceronis gloriam quam qui Vergilii detrectent; nec ullus
Asinii aut Messallae liber tam illustris est quam Medea
Ovidii aut Varii Thyestes.

1 XIII. Ac ne fortunam quidem vatum et illud felix contu­


bernium comparare timuerim cum inquieta et anxia orato­
rum vita. licet illos certamina et pericula sua ad consulatus
evexerint, malo securum et quietum V ergilii secessum, in
quo tamen neque apud divum Augustum gratia caruit neque
2 apud populum Romanum notitia. testes Augusti epistulae,
testis ipse populus, qui auditis in theatro Vergilii versibus
surrexit universus et forte praesentem spectantemque Ver­
a gilium veneratus est sic quasi Augustum. ne nostris quidem
temporibus Secundus Pomponius Afro Domitio vel digni-

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DIÁLOGO SOBRE LOS ORADORES

<lió en aquellos pechos castos y no tocados por ningún vicio:


así hablaban los oráculos. Porque la práctica de esta elo­
cuencia lucrosa y sangrienta, es reciente y nacida de las
malas costumbres, y además, como tú decías, Apro, inven-
tada en lugar de dardo. Por lo demás, aquel feliz y, s
para hablar según nuestra costumbre, áureo siglo, pobre
tanto de oradores como de crímenes, abundaba de poetas
y vates, que cantaran los hechos hermosos, no que defen-
dieran las malas acciones. Y nadie tuvo gloria mayor u ,
honor más augusto, primero ante los dioses, cuyas respues-
tas se decía que revelaban, y a cuyos banquetes asistían,
después ante aquellos reyes engendrados por los dioses y
sagrados, entre los cuales hemos escuchado que estuvo no
algún causídico, sino Orfeo y Lino 82 y, si quieres examinar
más· atrás, el mismo Apolo. 38 O si esto te parece <lema- 5
siado fabuloso e inventado, aquello ciertamente me conce­
derás, Apro, que no menor honor se rinde en la posteridad
a Homero que a Demóstenes, ni que se encierra en términos
más estrechos la fama de Eurípides o Sófocles que la de
Lisias o Hipérides. 84 Hoy encontrarás muchos más 6
detractores de la gloria de Cicerón que de la de Virgilio;
y ningún libro de Asinio o Mesala 85 es tan ilustre como
la Medea de Ovidio o el Tiestes de Vario. 86
XIII. Y ni siquiera la fortuna de los vates y aquella 1
feliz intimidad temería comparar con la agitada y angus­
tiosa vida de los oradores. Por más que a ellos sus contiefü
das y peligros hayan elevado al consulado, prefiero el seguro
y quieto apartamiento de Virgilio, 87 en el cual, sin em­
bargo, ni cerca del divino Augusto careció de favor, ni
entre el pueblo romano, de renombre. Testigos, las cartas 2
de Augusto; testigo, el mismo pueblo, quien, como hubiese
oído en el teatro versos de Virgilio, 88 se levantó a una, y
a Virgilio, que acaso estaba presente como espectador, ve-
neró de igual modo casi que a Augusto. 89 Ni siquiera 8
en nuestros tiempos Secundo Pomponio cedió tal vez ante

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TÁCITO

, tate vítae vel perpetuitate famae cesserit. nam Crispus iste


et Marcellus, ad quorum exempla me vocas, quid habent
in hac sua fortuna concupiscendum? quod timent, an. quod
timentur? quod, cum cotidie aliquid rogentur, ii quibus
<non> praestant indignantur? quod adligati cum adulatione
nec imperantibus umquam satis serví videntur nec nobis
satis liberi? quae haec summa eorum potentia est? tan-
ii tum posse liberti solent. me vero d u 1 c e s, ut Vergilius
ait, M u s a e, remotum a sollicitudinibus et curis et neces­
sitate cotidie aliquid contra animum faciendi, in illa sacra
illosque fontis ferant; nec insanum ultra et lubricum forum
0 famamque pallentem trepidus experiar. non me fremitus
salutantium nec anhelans libertus excitet, nec incertus
futuri testamentum pro pignore scribam, nec plus habeam
quam quod possim cuí velim relinquere ( quandoque enim
fatalis et meus dies veniet); statuarque tumulo non maestus
et atrox, sed hilaris et coronatus, et pro memoria mei nec
consulat quisquam nec roget.'
XIV. Vixdum finierat Maternus, concitatus et velut in­
stinctus, cum Vipstanus Messalla cubiculum eius ingres­
sus est suspicatusque ex �psa intentione singulorum altio­
rem inter eos esse sermonem 'num parum tempestivus'
inquit 'interveni secretum consilium et causae alicuius
meditationem tractantibus?'
z 'Minime, minime' inquit Secundus, 'atque adeo vellem
!Ilaturius intervenisses; delectasset enim te et Apri nostri
accuratissimus sermo, cum Maternum ut omne ingenium
;ic studium suum ad. causas agendas converteret exhor­
tatus est, et Materni pro carminibus suis !aeta, utque

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DIÁLOGO SOBRE LOS ORADORES

Afro Domicio en dignidad de vida o en perpetuidad de


fama. 40 Porque ese Crispo y ese Marcelo, hacia cuyos 4
ejemplos me llamas, ¿ qué tienen de ambicionarse en su
fortuna presente? ¿ Que temen o que son temidos? ¿ Que,
como todos los días algo se les solicite, aquellos a quienes
no lo conceden se ofenden? ¿ Que, atados por la adulación,
ni a los que mandan nunca parecen asaz esclavos, ni nos­
otros asaz libres? ¿ Cuál es esta su potencia suma? Tanto
suelen poder los libertos. A mí, en verdad, «las dulces 6
4
musas», como Virgilio dice, 1 llévenme, alejado de inquie­
tudes y cuidados y de la necesidad de hacer todos los días
algo contra mi ánimo, a aquellos santuarios y aquellas
. fuentes, y no experimente ya más, trépido, el foro insano
y azaroso y una fama palideciente. No me despierte el s
murmullo de los saludadores 42 ni el liberto jadeante; 43
ni, incierto del futuro, escriba un testamento como garan-
tía; 44 ni posea más de lo que pueda dejar a quien yo quiera
(pues alguna vez, fatal, también mi día llegará); 4G y sea
yo erigido en el túmulo, no triste y sombrío, sino risueño-
y coronado, y en pro de mi memoria ni solicite nadie, ni
ruegue.46
XIV. Apenas había terminado Materno, vehemente y 1
como inspirado, cuando Vipstano Mesala 47 entró en su
aposento, y sospechando por la misma atención de cada
uno, que entre ellos había una conversación de gran impor­
tancia: -¿Tal vez llegué poco oportuno -dijo- mien­
tras tratabais una consulta secreta y la preparación de
alguna causa?
-De ningún modo, de ningún modo -dijo Secundo- 2
y más bien desearía que más oportunamente hubieses lle­
gado, pues te hubiese deleitado el cuidadísimo discurso de
nuestro Apro, cuando exhortó a Materno a dirigir todo su
ingenio y estudio a tratar causas, y la oración de Materno
por sus cármenes, florida y, como convenía que se defen-

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TÁCITO

poetas defendi decebat, audentior et poetarum quam ora�


torum similior oratio.'
3 'Me vero' inquit ' [et] sermo iste infinita voluptate
affecisset, atque id ipsum delectat, quod vos, viri optimi
et temporum nostrorum oratores, non forensibus tantum
negotiis et declamatorio studio ingenia vestra exercetis,
sed eius modi etiam disputationes assumitis, quae et in­
genium alunt et eruditionis ac litterarum iucundissimum
oblectamentum cum vobis, qui ista disputatis, afferunt,
, tum etiam iis, ad quorum aures pervenerint. itaque her­
cule non minus probari video in te, Secunde, quod Iuli
Africani vitam componendo spem hominibus fecisti plu­
rium eius modi librorum, quam <improbari> in Apro,
quod nondum ab scholasticis controversiis recessit et otium
suum mavult novorum rhetorum more quam veterum
oratorum consumere.'

·xv. Tum Aper: 'non desinis, Messalla, vetera tantum


et antiqua mirari, nostrorum autem temporum studia
irridere atque contemnere. nam hunc tuum sermonem saepe
excepi, cum oblitus et tuae et fratris tui eloquentiae nemi­
nem hoc tempore oratorem esse contenderes [ antiquis] ,
eo, credo, audacius, quod malignitatis opinionem non vere­
baris, cum eam gloriam, quam tibi alii concedunt, ipse tibi
denegares.'
2 'Neque illius' inquit 'sermonis mei paenitentiam ago,
neque aut Secundum aut Maternum aut te ipsum, Aper,
quamquam interdum in contrarium disputes, aliter sentire
credo. ac _velim impetratum ab aliquo vestrum ut causas
huius infinitae differentiae scrutetur ac reddat, quas me­
a cum ipse plerumque conquiro. et quod quibusdam solado

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DIÁLOGO SOBRE LOS ORADORES

diera a los poetas, bastante audaz y más semejante a las


de poetas que a las de oradores.
-A mí, en verdad -dijo- ese discurso me habría 3
proporcionado un placer infinito, y además, esto mismo me
agrada, que vosotros, varones óptimos y oradores de nues­
tros días, no sólo en los negocios forenses y en el estudio
declamatorio 48 ejercitáis vuestros ingenios, sino_ que tam­
bién acogéis discusiones de esta índole, que nutren el inge­
nio y proporcionan un agradabilísimo esparcimiento de
erudición y letras, tanto a vosotros que estas cosas dispu­
táis, como también a aquellos a cuyos oídos llegaren. Y 4
de este modo, ¡ por Hércules!, veo que no menos se alaba
en ti, Secundo, el que, ·al componer la vida de Julio Afri­
cano, 49 has dado esperanza a los hombres de más libros de
esta índole, que se reprueba en Apro el que aún no se ha
retirado de las controversias escolares, y prefiere consumir
sus ocios según la costumbre de los nuevos rétores y no
de los antiguos oradores. 50
XV. Entonces Apro -No cesas, Mesala, de admirar 1
solamente lo viejo y antiguo y, en cambio, de burlarte y
despreciar los estudios de nuestros tiempos. En efecto, mu­
chas veces escuché este discurso tuyo, cuando, olvidando
tanto la tuya como la elocuencia de tu hermano, 51 afirma-
bas que en este tiempo ningún orador había; con tanto
mayor atrevimiento, creo, pues no temías opinión de ma­
lignidad, ya que esa gloria que otros te conceden tú mismo
te negabas.
-Ni de aquel discurso mío -dijo- me arrepiento,' ni 2
creo que o Secundo o Materno o tú mismo, Apro, aunque
algunas veces disputes en contra, de otro modo sintáis.
Y quisiera conseguir de alguno de vosotros, que investigue
y exponga las causas de esta infinita diferencia, las cuales
conmigo yo mismo muchas veces examino. Y lo que para s
algunos es solaz, en mí acrecienta la interrogación, porque

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TÁCITO

est, mihi auget quaestionem, quia video etiam Graiis acci­


disse ut longius absit <ab> Aeschine et Demosthene Sacer- ·
dos iste Nicetes et si quis alius Ephesum vel Mytilenas
concentu scholasticorum et clamoribus quatit, quam Afer
aut Africanus aut vos ipsi a Cicerone aut Asinio reces­
sistis.'
1 XVI. 'Magnam' inquit Secundus 'et dignam tractatu quaes­
tionem movisti. sed quis eam iustius explicabit quam tu,
ad cuius summam eruditionem et praestantissimum inge­
nium cura quoque et meditatio accessit ?'
2 Et Messalla 'aperiam' inquit 'cogitationes meas, si il-
lud a vobis ante impetravero, ut vos quoque sermonem hunc
nostrum adiuvetis.'
8 'Pro duobus' inquit Matemus 'promitto; nam et ego et
Secundus exsequemur eas partes, quas intellexerimus te
non tam omisisse quam nobis reliquisse. Aprum enim solere
dissentire et tu paulo ante dixisti et ipse satis manifestus
est iam dudum in contrarium accingi nec aequo animo per­
ferre hanc nostram pro antiquorum laude concordiam.'
4 'Non enim' inquit Aper 'inauditum et indefensum saeculum
nostrum patiar hac vestra conspiratione damnari. sed hoc
primum interrogabo, quos vocetis antiquos, quam oratorum
5 aetatem significatione ista determinetis. ego enim cum audio
antiguos, quosdam veteres et olim natos intellego, ac mihi
versantur ante oculos Ulixes et Nestor, quorum aetas mille
fere et trecentis annis · saeculum nostrum antecedit; vos
autem Demosthenem et Hyperidem profertis, quos satis
constat Philippi et Alexandri temporibus floruisse, ita ta-
e men ut utrique superstites essent. ex quo apparet non multo
piures quá.m trecentos annos interesse inter nostram et De­
mosthenis aetatem. quod spatium temporis si ad infirmita-

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DIÁLOGO SOBRE LOS ORADORES

veo haber sucedido también a los griegos, que bastante


más lejos está de Esquines y Demóstenes ese Sacerdos
Nicetes y algún otro que tal '\l:ez sacuda Efeso o Mitilene
con el concierto y aclamaciones de los escolares, 52 que Afro
o Africano o vosotros mismos os habéis alejado de Cice­
rón o Asinio. 1111
XVI. -Gran cuestión has movido -dijo Secundo- y dig- 1
na de tratarse. ¿ Pero quién la explicará más cumplidamente
que tú, a cuya suma erudición y prestantí,simo ingenio se
ha añadido también cuidado y meditación?
Y Mesala -Expondré -dijo- mis pensamientos, si 2
antes consigo de vosotros que también vosotros ayudéis a
este discurso nuestro.
-Por los dos -dijo Materno- lo prometo; pues tanto 3
yo como Secundo desarrollaremos aquellas partes que enten­
diéremos que tú no tanto hubieres omitido, sino que nos
hubieres dejado. Porque Apro suele disentir, dijiste poco
antes, y es asaz manifiesto que él hace tiempo se arma en
contra, y que no sobrelleva con ánimo igual esta nuestra
concordia en el elogio de los antiguos.
-En efecto -dijo Apro- no consentiré que, sin ser 4
escuchado y defe_ndido, nuestro siglo sea condenado por esta
conspiración vuestra, sino que primero os preguntaré a
quiénes nombráis antiguos, qué época de oradores con este
concepto designáis. Pues yo, cuando oigo antiguos, en- 5
tiendo ciertos oradores viejos y nacidos en otro tiempo, y
se me representan ante los ojos Ulises y Néstor, 114 cuya
época antecedió a nuestro siglo casi mil trescientos años; 511
pero vosotros citáis a Demóstenes e Hipérides, quienes,
consta suficientemente, florecieron en tiempos de Filipo y
Alejandro, de tal suerte, sin embargo, que sobrevivieron a
uno y otro. Por lo cual es manifiesto que hay no más 6
de trescientos años entre la nuestra y la época de Demós­
tenes. 56 Este espacio de tiempo, si lo refieres a la fragilidad

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TÁCITO

tem corporum nostrorum referas, fortasse longum videatur;


si ad naturam saeculorum ac respectum immensi huius aevi,
7 perquam breve et in proximo est. nam si, ut Cicero in
Hortensio scribit, is est magnus et verus annus, quo eadem
positio caeli siderumque, quae cum maxime est, rursum exis­
tet, isque annus horum quos nos vcicamus annorum duode­
cim milia nongentos quinquaginta quattuor complectitur,
incipit Demosthenes [ vester], quem vos veterem et anti­
quum fingitis, non solum eodem anno quo nos, sed etiam
eodem mense extitisse.

XVII. Sed transeo ad Latinos oratores, in quibus non


Menenium, ut puto; Agrippam, qui potest videri antiquus,
nostrorum temporum disertis anteponere soletis, sed Cice­
ronem et Caesarem et Caeiium et Calvum et Brutum et
Asinium et Messallam: quos quid antiquis tetnporibus potius
2 adscribatis quam nostris, non video. nam ut de Cicerone
ipso loquar, Hirtio nempe et Pansa consulibus, ut Tiro
libertus eius scripsit, VII idus <Decembres> occisus est,
quo anno divus Augustus in locum Pansae et Hirtii se et
3 Q. Pedium consules suffecit. statue sex et quinquaginta
annos, quibus mox divus Augustus rem publicam rexit;
adice Tiberii tres et viginti, et prope quadriennium Gai, ac
bis quaterrios denos Claudii et Neronis annos, atque illum
Galbae et Othonis et Vitellii longum et unum annum, ac
sextam iam felicis huius principatus stationem, qua Vespa­
sianus rem publicam fovet: centum et viginti anni ab inte­
ritu Ciceronis in hunc diem colliguntur, unius hominis aetas.
1 nam ipse ego in Britannia vidi senem, qui se fateretur ei
pugnae interfuisse, qua Caesarem inferentem arma Britanni
arcere litoribus et pellere aggressi sunt. ita si eum, qui

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DIÁLOGO SOBRE LOS ORADORES

de nue�tros cuerpos, tal vez parezca largo; si a la naturale-


za de los siglos y a la consideración de la inmensa era pre­
sente, es brevísimo y está en la proximidad. 57 Porque, 7
si, como Cicerón escribe en el Hortensio, 58
el grande y
verdadero año es aquel en que de nuevo existirá la misma
posición del cielo y de los astros, que hay en este momento
preciso, y este año comprende doce mil novecientos cincuen-
ta y cuatro de los que nosotros llamamos años, 59 empieza
Demóstenes, a quien vosotros imagináis viejo y antiguo, a
existir no sólo en el mismo año que nosotros, sino también
en el mismo mes.
XVII. Pero paso a los oradores latinos, entre los cuales 1
soléis anteponer a los disertos de nuestros tiempos, no Me­
nenio Agripa, 60 según pienso, que puede parecer antiguo,
sino Cicerón y César y Celio y Calvo y Bruto y Asinio y
Mesala: a quienes, por qué adscribáis más bien a los tiem­
pos antiguos que a los nuestros, no veo. 61 Pues, para 2
hablar del propio Cicerón, sin duda fue muerto siendo cón­
sules Hirci:o y Pansa, según escribió Tirón, su liberto, 62
el séptimo día de los idus de diciembre, 63 en el año en que el
divino Augusto, en lugar de Pansa e Hircio, se designó
cónsul a sí mismo y a Q. Pedio. 64 Calcula cincuenta y 3
seis años, durante los cuales posteriormente el divino Au­
gusto rigió la república; añade veintitrés de Tiberio, y cerca
de un cuadrienio de Cayo, y dos veces catorce años de
Claudio y Nerón, y además aquel de Galba, Otón y Vitelio,
largo y único año, 65 y ya la sexta guardia de este feliz
principado en que Vespasiano fomenta la república: 66 se
suman ciento veinte años desde la muerte de Cicerón hasta
este día, la vida de un hombre. 67 Porque yo mismo en •
Britania vi a un anciano, que confesaba haber intervenido
en la batalla en que los britanos intentaron apartar de sus
playas y arrojar a César, que los invadía con sus armas. 68
De esta suerte, si a ése, que, armado, se opuso a César, o

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armatus C. Caesari restitit, vel captivitas vel voluntas vel


fatum aliquod in urbem pertraxisset, aeque ídem et Caesa­
rem ipsum et Ciceroném audire potuit et nostris quoque
, actionibus interesse. proximo quidem congiario ipsi vidistis
plerosque senes, qui se a divo quoque Augusto semel atque
6 iterum accepisse congiarium narrabant. ex quo colligi potest
et Corvinum ab illis et Asinium audiri potuisse -nam Asi­
nius in medium usque Augusti principatum, Corvinus paene
ad extremum duravit-: ne dividatis saeculum et antiquos
ac veteres vocitetis oratores, quos eorundem hominum aures
agnoscere ac velut coniungere et copulare potuerunt.
XVIII. Haec ideo praedixi, ut si qua ex horum oratorum
fama gloriaque laus temporibus acquiritur, eam docerem
in medio sitam et propiorem nobis quam Servio Galbae at�t
C. Carboni quosque alios merito antiquos vocaverimus; sunt
enim horridi et impoliti et rudes et informes et quos utinam
nulla parte imitatus esset Calvus vester aut Caelius aut ipse
Cícero. agere enim fortius iam et audentius volo, si il!ud
ante praedixero, mutari cum temporibus formas quoque et
genera dicendi. sic Catoni seni comparatus C. Gracchus
plenior et uberior, sic Graccho politior et omatior Crassus,
sic utroque distinctior et urbanior et altior Cícero, Cicerone
mitior Corvinus et dulcior et in verbis magis elaboratus.
a nec quaero quis disertissimus: hoc interim probasse conten­
tus sum, non esse unum eloquentiae vultum, sed in illis
quoque quos vocatis antiquos piures species deprehendi, nec
statim deterius esse quod diversum est, vitio autem maligr.i­
tatis humanae vetera se_mper in laude, praesentia in fastidio
esse. num dubitamus inventos qui pro Catone Appium Cae-

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DIÁLOGO SOBRE LOS ORADORES

la cautividad o su voluntad o algún hado lo hubiese traído


a la urbe, igualmente ése mismo habría podido oír al propio
César y a Cicerón, y también asistir a nuestras acciones. En �
el más reciente congiario 69 sin duda vosotros mismos
visteis a muchos ancianos que contaban que una y dos veces
habían recibido el congiario también del divino Augusto.
De lo cual puede colegirse que tanto Corvino como Asinio 8
pudieron ser oídos por ellos -pues Asinio duró hasta la
mitad del principado de Augusto, Corvino casi hasta el fi­
nal-: 70 para que no dividáis el siglo, y llaméis antiguos
y viejos a oradores que los oídos de unos mismos hombres
pudieron reconocer y como reunir y agrupar.

XVIII. He dicho esto previamente para mostrar que, si 1


de la fama y gloria de estos oradores se consigue algún
elogio para sus tiempos, éste está situado en medio, y más
cercano a nosotros que a Servio Galba o a C. Carbón y a
otros que con razón hemos llamado antiguos; 71 son, en
efecto, ásperos y groseros y rudos y disformes, y a los
cuales ojalá en ninguna parte hubiesen imitado vuestro Cal-
vo o Celio 72 o el mismo Cicerón. Quiero, pues, actuar 2
ya con más fuerza y audacia, si bien de antemano diré que
cambian con los tiempos también las formas y los géneros
del discurso. Así, comparado con Catón el viejo, 78 C.
Graco es más pleno y copioso; 74 así, más pulido y aliña-
do que Graco es Craso; 75 así, más claro y urbano y elevado
que uno y otro es Cicerón; más suave que Cicerón es Cor-
vino, y más dulce y más selecto en las palabras. Y no 3
averiguo quién es el más diserto: estoy contento con haber
probado esto por ahora, que no es uno solo el rostro de la
elocuencia, sino que aun en aquellos que llamáis antiguos se
descubren muchos semblantes, ni que desde lnego es peor
lo que es diverso, sino que por un vicio de la malignidad
humana lo viejo siempre está en elogio, lo presente, en des-
dén. ¿ O acaso dudamos de que se hayan encontrado 4

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cum magis mirarentur? satis constat ne Ciceroni quidem


obtrectatores defuisse, quibus inflatus et tumens nec satis
pressus, sed supra modum exsultans et superfluens et pa-
5 rum Atticus videretur. legistis utique et Calvi et Bruti ad
Ciceronem missas epistulas, ex quibus facile est deprehen�
dere Calvum quidem Ciceroni visum exsanguem et attritum,
Brutum autem otiosum atque diiunctum; rursusque Cice­
ronem a Calvo quidem male audisse tamquam solutum et
enervem, a Bruto autem, ut ipsius verbis utar, tamquam
a f r a c t u m a t q u e e 1 u m b e m. si me interroges, omnes
mihi videntur verum dixisse. sed mox ad singulos veniam,
nunc mihi cum universis negotium est.

1 XIX. Nam quatenus antiquorum admiratores hunc velut


terminum antiquitatis constituere solent, <ego Cassium Seve­
rum>, quem reum faciunt, quem primum affirmant flexisse
ab ista vetere atque directa dicendi vía, non infirmitate in­
genii nec inscitia litterarum transtulisse se ad illud dicendi
2 genus contendo, sed iudicio et intellectu. vidit namque, ut
paulo ante dicebam, cum condicione temporum et diversitate
aurium formam quoque ac speciem orationis esse mutan­
dam. facile perferebat prior ille populus, ut imperitus et
rudis, impeditissimarum orationum spatia atque id ipsum
3 laudabat, si dicendo quis diem eximeret. iam vero longa
principiorum praeparatio et narrationis alte repetita series
et multarum divisionum ostentatio et mille argumentorum
gradus et quidquid aliud aridissimis Hermagorae et Apol­
lodori libris praecipitur, in honore erat; quod si quis odo­
ratus philosophiam v:ideretur atque ex ea locum aliquem
• orationi suae insereret, in caelum laudibus ferebatur. nec

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DIÁLOGO SOBRE LOS ORADORES

quienes frente a Catón admirasen más a Apio el Ciego? 76


Consta suficientemente que ni siquiera a Cicerón faltaron
detractores, a quienes ampuloso e hinchado y no suficiente­
mente conciso, sino sobremanera exsultante y superfluo y
poco ático parecía. Habéis leído, cierto, las cartas de 11
Calvo y Bruto enviadas a Cicerón, de las cuales es fácil
deducir que Calvo en verdad parecía a Cicerón exsangüe y
extenuado, y Bruto, ocioso y sin cohesión; y al contrario,
que Cicerón fue desestimado en verdad por Calvo como
relajado y sin nervio, y por Bruto, para usar sus propias
palabras, como «débil y sin riñones». Si me lo pregun- 11
taras, todos me parece que han dicho verdad. Pero pronto
volveré sobre cada uno; por ahora con todos en general es
mi asunto.
XIX. En efecto, puesto que los admiradores de los anti- 1
guos suelen señalar a éste como término de la antigüedad,
yo sostengo que Casio Severo, a quien hacen culpable, quien,
primero, afirman, se desvió de esa vieja y recta vía del qis­
curso, 77 no por debilidad de ingenio ni por ignorancia de
las letras se trasladó a aquel género de discurso, sino con
juicio y discernimiento. Pues vio, como poco antes yo 2
decía, que con la condición de los tiempos y la diversidad de
oídos también la forma y el aspecto de la oración debían
cambiarse. Fácilmente soportaba aquel pueblo de antes, co­
mo imperito y rudo, la duración de oraciones embrolladí­
simas, y aun alababa el hecho mismo de que hablando alguien
consumiera un día. Pues, además, la larga introducción 8
de los exordios, y el desarrollo de una narración traída
desde muy atrás, y la ostentación de muchas divisiones, y
los mil pasos de los argumentos, y todo lo demás que en los
aridísimos libros de Hermágoras y Apolodoro se enseña, 78
estaban en honor; pues si alguno parecía haber olido la
filosofía, y además insertaba de ella algún lugar común en
su oración, era elevado al cielo por los elogios. Y no es •

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mirum; erant enim haec nova et incognita, et ipsorum quo­


que oratorum paucissimi praecepta rhetorum aut philoso-
1> phorum placita cognoverant. at hercule pervulgatis iam.
omnibus, cum vix in cortina quisquam assistat, quin elemen­
tis studiorum, etsi non instructus, at certe imbutus sit, novis
et exquisitis eloquentiae itineribus opus est, per quae orator
fastidium aurium effugiat, utique apud eos iudices, qui vi
et potestate, non iure aut legibus cognoscunt nec accipiunt
tempora, sed constituunt nec exspectandum habent oratorem,
dum illi libeat de ipso negotio dicere, sed saepe ultro admo­
nent atque alio transgredientem revocant et festinare se
testantur.
1 XX. Quis nunc feret oraforem de infirmitate valitudinis
suae praefantem? qualia sunt fere principia Corvini. quis
quinque in Verrem libros exspectabit? quis de exceptione et
formula perpetietur illa immensa volumi�a, quae pro M.
2 Tullio aut Aulo Caecina legimus? praecurrit hoc tempore
iudex dicentem et nisi aut cursu argumentorum aut colore
sententiarum aut nitore et cultu descriptionum invitatus
a et corruptus est, aversatur [ dicentem J. vulgus quoque as­
sistentium et affluens et vagus auditor assuevit iam exigere
laetitiam et pulchritudinem orationis, nec magis perfert in
iudiciis tristem et impexam antiquitatem, quam si quis in
scaena Rosci aut Turpionis Ambivii exprimere gestus velit.
iam vero iuvenes et in ipsa studiorum incude positi, qui
profectus sui causa oratores sectantur, non solum audire,.

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DIÁLOGO SOBRE LOS ORADORES

para extrañarse: pues estas cosas eran nuevas y descono­


cidas; y aun de entre los mismos oradores, muy pocos
conocían los preceptos de los rétores y las máximas de los
filósofos. Pero, ¡ por Hércules!, divulgadas ya todas estas 5
cosas; cuando en el auditorio apenas alguien asista que, si
bien no instruido en los rudimentos de los estudios, no esté
ciertamente impregnado, son necesarios caminos nuevos y
escogidos para la elocuencia, por los cuales el orador ahu­
yente el cansancio de los oídos, particularmente ante aque­
llos jueces que conocen en virtud de su fuerza y potestad y
no del derecho o las leyes, 79 y que no aceptan la duración
de las intervenciones, sino que la determinan; 80 ni tienen
que aguardar a que el orador, cuando le plazca, hable del
asunto mismo, sino que a menudo lo amonestan a su arbi­
trio, y cuando se desvía a otra cosa, lo hacen volver, y
declaran que tienen prisa.
XX. ¿ Quién ahora soportará a un orador que empieza a 1
hablar sobre la debilidad de su salud? Como son por lo
común los comienzos de Corvino. 81 ¿ Quién escuchará hasta
el fin cinco libros contra Verres? 82 ¿ Quién sufrirá aque­
llos inmensos volúmenes sobre la excepción y la fórmula, 83
que leemos en favor de M. Tulio o de Aulo Cecina? 84 En 2
estos tiempos el juez se adelanta al que habla y, a menos
que o por el curso de los argumentos o el color de las sen­
tencias o el brillo y lujo de las descripciones sea convidado
y seducido, se desinteresa. Además, el común de los asís- 3
tentes y el oyente ocasional y vago ya se acostumbraron a
exigir lozanía y hermosura en el discurso, y no soportan
mejor en los juicios una antigualla triste y despeinada,
que si alguien en la escena quisiera expresar gestos de
Roscio o de Turpión Ambivio. 85 Pero, además, los 4
jóvenes y los que están puestos en el yunque mismo de
los estudios, que por razón de su aprovechamiento acom­
pañan constantemente a los oradores, quieren no sólo oír,

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sed etiarp referre domum aliquid illustre et <lignum memo­


ria volunt; traduntque in vicem ac saepe in colonias ac pro­
vincias suas scribunt, sive sensus aliquis arguta et brevi
sententia effulsit, sive locus exquisito et poetico cultu
5 enituit. exigitur enim iam ab oratore etiam poeticus decor,
�on Accii aut Pacuvii veterno inquinatus, sed ex Horatii
6 et Vergilii et Lucani sacrario prolatus. horum igitur auribus
et iµdiciis obtemperans nostrorum oratorum aetas pul­
chrior et ornatior extitit. neque ideo minus efficaces sunt
orationes nostrae, quia ad aures iudicantium cum voluptate
7 perveniunt. quid enim, si infirmiora horum temporum tem­
pla credas, quia non rudi caemento et informibus tegulis
e:Xstruuntur, sed marmore nitent et auro radiantur?

1 XXI. Equidem fatebor vobis simpliciter me in quibusdam


antiquorum vix risum, in quibusdam autem vix somnum te­
nere. nec unum de populo, Canuti<um> aut Atti<um, dico,
ne quid loquar> de Furnio et Toranio quique alii in eodem
valitudinario haec ossa et hanc maciem probant: ipse mihi
Calvus, cum unum et viginti, ut puto, libros reliquerit,
2 vix in una aut altera oratiuncula satis facit. nec dissentire
ceteros ab hoc meo iudicio video: quotus enim quisque
Calvi in Asicium aut in Drusum legit? at hercule in omnium
studiosorum mani6us versantur accusationes quae in Va­
tinium inscribuntur, ac praecipue secunda ex his oratio;
est enim verbis ornata et sententiis, auribus iudicum accom­
modata, ut scias ipsum quoque Calvum intellexisse quid
melius esset, nec voluntatem ei, quo <minus> sublimius et
3 cultius diceret, sed ingenium ac vires defuisse. quid? ex
Caelianis orationibus nempe eae placent, sive universae

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sino también llevar a casa algo brillante y digno de memo-


ria; y lo refieren unos a otros, y muchas veces lo escriben
a sus colonias y provincias, bien si algún periodo res­
plandeció con una sentencia expresiva y breve, bien si un
pasaje brilló por su adorno exquisito y poético. Pues ya 5
se exige del orador también atavío poético, no manchado
con el moho de Accio o Pacuvio, 80 sino sacado del san­
tuario de Horacio y Virgilio y Lucano. 87 Sujetándose, 6
pues, a los oídos y gustos de éstos, ha surgido la épo' ca de
nuestros oradores, más hermosa y aliñada. Y, por tanto,
no son menos eficaces las· oraciones nuestras, porque, a los
oídos de los que juzgan llegan con. ·placer. Pues, ¿qué, 7
si creyeras más débiles _los templos de estos tiempos; por­
que no se construyen con piedras toscas y tejas. informes,
sino que con mármol briilan y con oro·. relumbran?
XXI. En verdad, os confesaré francamente que yo en 1
algunos de los antiguos apenas contengo la risa, en otros,
apenas el sueño. Y no digo uno del pueblo, 88 Canucio o
Accio, para no hablar algo de Furnio y Toranio 89 y ·otros
que en la misma enfermería muestran estos huesos y esta
flaqueza: a mí el mismo Calvo, habiendo dejado· veintiún
discursos, según pienso, apenas en una o dos oracioncillas
me satisface. 90 Y no veo que los demás disientan . de z
este juicio mío: pues, ¡ cuán pocos leen el Contra Asicio
o el Contra Druso de_ Calvo! 91 En cambio, ¡ por Hércu- ·
les!, en manos de todos los estudiosos se encuentran las
acusaciones que se intitulan Contra Vatinio, y principal­
mente la segunda oración de éstas; 92 es, en efecto, aliñada
en las palabras y sentencias, acomodada a los oídos de los
jueces; para que sepas que también el mismo Calvo com­
prendió qué era lo mejor, y que no le faltó voluntad para
hablar en forma más sublime y elegante, sino ingenio y
fuerzas. ¿ Qué ? De entre las oraciones celianas 93· sin 3
duda agradan aquéllas, ya completas, ya partes de ellas,

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<sive> partes earum, in quibus nitorem et altitudinem


• horum temporum agnoscimus. sordes autem [ regulae] ver­
borum et hians compositio et inconditi sensus redolent
antiquitatem; nec quemquam adeo antiquarium puto, ut
5 Caelium ex ea parte laudet qua antiquus est. concedamus
sane e: Caesari, ut propter magnitudinem cogitationum et
occupationes rerum minus in eloquentia effecerit, quam divi­
nvm eius ingenium postulabat, tam hercle quam Brutum phi­
losophiae suae relinquamus; nam in orationibus minorem
o esse fama sua etiam admiratores eius fatentur. nisi forte
quisquam aut Caesaris pro Deci<di>o Samnite aut Bruti
pro Deiotaro rege ceterosqué eiusdem lentitudinis ac teporis
libros legit, nisi qui et éarmina eorundem miratur. fecerunt
enim et carmina et in bibliothecas rettulerunt, non melius
quam Cicero, sed felicius, quia illos fecisse pauciores
7 sciunt. Asinius quoque, quamquam propioribus temporibus
natµs sit, videtur mihi inter Menenios et Appios studuisse.
Pacuvium certe et Accium non solum tragoediis sed etiam
8 orationibus suis expressit;, adeo durus et siccus est. oratio
autem, sicut corpus hominis, ea demum pulchra est, in
qua non eminent venae nec ossa numerantur, sed· tempe­
ratus ac bonus sanguis implet membra et exsurgit toris
9 ipsosqtie nervos rubor tegit et decor commendat. nolo
Corvinuin insequi, quia nec per ipsum stetit, quo minus
laetitiam nitoremque nostrorum temporum exprimeret; et
videmus, in quantum iudicio eius vis aut animi aut ingenii
suffecerit.
1 XXII. Ad Ciceronem venio, cui eadem pugna cum aequa­
libus .suis fuit, quae mihi vobiscum est. illi enim anti­
guos mirabantur, 1pse suorum temporum eloquentiam

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en las cuales reconocemos el brillo y la elevación de estos


tiempos. Pero la trivialidad de las palabras y la compo- 4
sición desunida y los periodos sin arte huelen a antigüedad;
y a nadie juzgo a tal punto anticuario, que alabe a Celio
por aquella parte por la cual es antiguo. Concedamos en G
buena hora a C. César que, por la magnitud de sus proyec-
tos y ocupaciones en los negocios, haya realizado en la elo­
cuencia menos de lo que su divino ingenio exigía; 94 e igual­
mente, ¡ por Hércules!, dejemos a Bruto en su filosofía,
pues aun sus admiradores confiesan que en las oraciones
es inferior a su fama. 95 A no ser que tal vez alguien 6
lea o el Por Decidio el Samnita de César 00 o el Por
el rey Deyótaro de Bruto 97 y demás discursos de la .mis-
ma lentitud y tibieza; y a no ser quien admire también
los cármenes de ellos mismos: Pues también hicieron cár­
menes y los remitieron a las bibliotecas; no mejor qtie
Cicerón, pero con· mayor fortuna, porque más pocos saben
que ellos los hicieron. 98 Asinio también, aunque haya 7
nacido en tiempos más cercanos, me parece que. hubiera
estudiado entre los Menenios y los Apios. 99 Repro.dujo
ciertamente a Pacuvio y a Accio 100 no sólo en sus trage­
dias sino también en sus oraciones; tan duro y seco es. 101
Pero la oración, como el cuerpo del hombre, aquella s,.
propiamente es hermosa, en la cual no sobresalen las v�nas
ni los huesos se cuentan, sino que una sangre bien mez­
clada y buena hinche los miembros y empuja en los múscu-
los, y el rubor cubre y la gracia realza los mismos nervios.
No quiero censurar a Corvino, 102 porque · no. fue · su e­
culpa el que no expresara la lozanía y el brillo de nuestros
tiempos; y vemos en qué medida bastó a su juicio la fuerza
o de su ánimo o de su ingenio.
XXII. A Cicerón llegó, quien tuvo con sus coetáneos 1
la misma pugna que yo tengo con vosotros. En efecto, ellos
admiraban a los antiguos, él anteponía la elocuencia de su

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anteponebat; nec ulla re magis eiusdem aetatis oratores


2 praecurrit quam iudicio. primus enim excoluit orationem,
primus et verbis delectum adhibuit et compositioni artem,
locos quoque laetiores attentavit et quasdam sententias
invenit, utique in iis orationibus, guas senior iam et iuxta
finem vitae composuit, id est postquam magis profecerat
usuque et experimentis didicerat quod optimum dicendi
z genus esset. nam priores eius orationes non carent vitiis
antiquitatis: lentus est in principiis, longus in narratio­
nibus, ,otiosus circa excessus;. tarde commovetur, raro inca-
lescit; pauci sensus apte et cum quodam lumine termi-
nantur. nihil excerpere, nihil referre possis, et velut in_
rudi aedificio firmus sane paries et duraturus, sed non
4 satis expolitus et splendens. ego autem . oratorem, sicut
locupletem ac lautum patrem famÍliae, non eo tantum volo
tecto tegi quod imbrem ac venturo arceat, sed etiam quod
visum et oculos delectet; non ea solum instrui supellectile
quae necessariis usibus sufficiat, sed sit in appara_tu eius
et áurum et gemmae, ut sumere in manus et aspicere sae-
.; pius libeat. quaedam vero procul arce<a>ntur ut iam
oblitterata et olentia: nullum sit verbum vel<ut> rubigine
infectum, nulli sensus tarda et inerti structura in morem
annalium componantur; fugitet foedam et insulsam scurri­
litatem, variet compositionem nec omnes clausulas uno et
eodem modo determiriet.

1 XXIII. Noto irridere r o t a m Fo r t u n a e e t i u s v e r ri­


n u m et illud tertio quoque sensu in omnibus orationibus pro
sententia positum e s s _e v i d e a t u r. nam et haec invitus

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tiempo; y en ninguna cosa se adelantó más a los oradores


de la misma época que en el juicio. El primero, en efecto, 2
pulió la oración, el primero, aplicó selección a las palabras
y arte a la composición; también ensayó pasajes más loza­
nos y descubrió ciertas sentencias, particularmente en aque­
Uas oraciones que compuso ya viejo y cerca del final de
su vida, es decir, cuando más había adelantado, y de la
práctica y las experiencias había aprendido cuál era el
mejor género de discurso. Porque sus primeras oracio­ 3
nes no carecen de los vicios de la antigüedad: 103 es lento
en los principios, prolijo en las narraciones, ocioso a pro­
pósito de las digresiones; tarde se conmueve, rara vez se
enardece; pocos periodos se terminan armoniosamente y
con algún destello. Nada podrías escoger, nada llevar
contigo; y como en un edificio tosco, la pared es cierta­
mente firme y duradera, pero no asaz pulida y esplen­
dente. Yo, por mi parte, quiero que el orador, como
un padre de familia rico y elegante, no sólo se proteja
con un techo tal, que aparte la lluvia y el viento, sino que
también deleite la vista y los ojos; que no sólo sea dotado
del mobiliario que a los usos necesarios baste� sino que haya
en su ajuar oro y gemas, de modo que se antoje tomarlo en
las manos y mirarlo más a menudo. Ciertas cosas, en 5
verdad, deben apartarse lejos, como ya olvidadas y malo­
lientes: no haya ninguna palabra manchada, por así decir,
de orín; no se construya ningún periodo con estructura
floja e, inerte, a la manera de los anales; huya constante­
mente de la fea e insulsa chocarrería; dé variedad a la com­
posición, y no termine todas las clásulas con una y la mis­
ma cadencia.
XXIII. No quiero burlarme de la "rotam Fortunae" y el 1
"ius verrinum" y aquel "esse videatur" en cada tercer periodo
de todas sus oraciones, puesto a modo de sentencia. 104
Porque aun estas cosas involuntariamente he citado; y mu-

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rettuli et plura omisi, quae tamen sola mirantur atque expri- J


munt ii, qui se antiquos oratores vocant. neminem nominabo,
genus hominum significasse contentus; sed vobis utique ver­
2

santur ante oculos isti, qui Lucilium pro Horatio et Lucre­


tium pro Vergilio legunt, quibus eloquentia Aufidii Bassi aut
Servilii Noniani ex comparatione Sisennae aut Varronis
sordet, qui rhetorum nostrorum commentarios fastidiunt
[ oderunt], Calvi mirantur. quos more prisco apud iudicem
fabulantes non auditores sequuntur, non populus audit, vix
3

denique litigator perpetitur: adeo maesti et inculti illam ip­


sam quam iactant sanitatem rwn firmitate, sed ieiunio conse­
quuntur. porro ne in corpore quidem valitudinem medici
probant, quae animi anxietate contingit; parum est aegrum
non esse: fortem et laetum et alacrem volo. prope abest ab
infirmitate, in quo sola sanitas laudatur. vos vero, <viri>
disertissimi, ut potestis, ut facitis, illustrate saeculum nos­
trum pulcherrimo genere dicendi. riam et té, Messalla, video
laetissima quaeque antiquorum imitantem, et vos, Materne ac
6

Secunde, ita gravitati sensuum nitorem et cultum verborum


miscetis, ea electio inventionis, is ordo rerum, ea, quotiens
causa poscit, ubertas, ea, quotiens permittitur, brevitas, is
compositionis decor, ea sententiarum planitas est, sic expri­
mitis affectus, sic libertatem temperatis, ut etiam si nostra
iudicia· malignitas et invidia tardaverit, verum de vobis dic­
turi sint posteri nostri.'

XXIV. Quae cum Aper dixisset, 'agnoscitisne' inquit Ma­


ternus 'vim et ardorem Apri nostri? quo torrente, quo
1

ímpetu saeculum nostrum defendit ! quam copiose ac varíe


vexavit antiquos ! quanto non solum ingenio ac spiritu, sed

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chas más omití, únicas, sin embargo, que admiran y copian


los que se llaman oradores antiguos. A nadie nombraré, 2
contento con haber designado un género de hombres; pero
ante vuestros ojos ciertamente se representan esos que leen
a Lucilio en vez de I-foracio y a Lucrecio en vez de Virgi-
lio, 105 para quienes la elocuencia de Aufidio Baso o de
Servilio Noniano, en comparación con la de Sisena o Va­
rr6n, 106 es desdeñable; que desprecian los esbozos de
nuestros rétores, admiran los de Calvo. A quienes, cuando 3
según la costumbre antigua charlan ante el juez, los oyentes
no siguen, el pueblo no oye, apenas, en fin, el litigante
sufre hasta el final; tan tristes y desaliñados, consigqen
aquella misma sanidad de que se jactan, no por la robustez
sino por el ayuno. Por lo demás, ni en el cuerpo siquiera ,
los médicos aprueban una salud que se da con ansiedad del
ánimo; poco es no estar enfermo: fuerte y lozano y alegre
lo quiero. Cerca está de la enfermedad aquel en quien la
sola sanidad se alaba. Pero vosotros; varones disertísimos, 6
como lo podéis, como lo hacéis, ilustrad nuestro siglo con
el más hermoso género de discurso. Porque tú, Mesala, 6
veo que imitas lo más lozano de los antiguos; y vosotros,
Materno y Secundo, de tal modo combináis con la gravedad
de los pensamientos el brillo y la elegancia d� las palabras;
es tal la elección del asunto; tal la ordenación de la materia;
tanta, siempre que la causa lo exige, la abundancia; tanta,
siempre que se permite, la brevedad; tal la gracia de la ·
composición; tal la claridad de las sentencias; de tal modo
expresáis los afectos, de tal modo temperáis la libertad;
que aun cuando la malignidad y la envidia retardaren nues­
tros juicios, la verdad sobre vosotros habrán de decir
nuestros descendientes.
XXIV. Habiendo dicho esto Apro -¿ Reconocéis -dijo 1
Materno- la fuerza y ardor de nuestro Apro? ¡ Con qué
torrente, con qué ímpetu defendió nuestro siglo! ¡ Cuán
copiosa y variamente vejó a los antiguos! ¡ Con cuánto, no

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etiam eruditione et arte ab ipsis mutuatus est per quae


2 mox ipsos incesseret ! tuum tamen, Messalla, promissum
immutasse non debet. neque enim defensorem antiquorum
exigimus nec quemquam nostrum, quamquam modo laudati
sumus, iis quos insectatus est Aper comparamus. ac ne
ipse quidem ita sentit, sed more veteri et a nostris philoso­
phis saepe celebrato sumpsit sibi contra dicendi partes.
a igitur exprome nobis non laudationem antiquorum ( satis
enim illos fama sua Iaudat), sed causas cur in tantum ab
eloquentia eorum recesserimus, cum praesertim centum et
viginti annos ab interitu Ciceronis in hunc diem effici ratio _
temporum collegerit.'

1 XXV. Tum Messalla: 'sequar praescriptam a te, Materne,


formam; neque enim diu contra dicendum est Apro, qui
primum, ut opinor, nominis controversiam movit, tamquam
parum proprie antiqui vocarentur, quos satis constat ante
2 centum annos fuisse. mihi autem de vocabulo pugna non
est; sive illos antiquos sive maiores sive quo alio mavult
nomine appellet, dum modo in confesso sit eminentiorem
illorum temporum eloquentiam fuisse. ne illi quidem parti
sermonis eius repugno, quominus fatear plures formas di-
3 cendi etiam iisdem saeculis, nedum diversis extitisse. sed
quo modo inter �tticos oratores primae Demostheni tribu­
untur, proximum autem locum Aeschines et Hyperides et
Lysias et Lycurgus obtinent, omnium tamen concessu haec
oratorum aetas maxime probatur, sic apud nos Cícero qui­
dem ceteros eorundem temporum disertos antecessit, Calvus
autem et Asinius et Caesar et Caelius et Brutus iure et

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sólo ingenio e inspiración, sino también erudición y arte,


tomó prestado de ellos mismos aquello con que después los
atacaría! Tu promesa, sin embargo, Mesala, no debe haber- 2
�e cambiado Pues ni exigimos un defensor de los antiguos,
ni comparamos a nadie de nosotros, aunque ha poco hemos
sido alabados, con aquellos en quienes Apro se encarnizó.
Y ni siquiera él mismo siente de este modo, sino que, según
costumbre vieja y por nuestros filósofos frecuentemente
practicada, asumió el papel de hablar en contra. 1º7 Así 3
pues, expónnos, no una alabanza de los antiguos (pues sufi­
cientemente su propia fama los alaba), sino las causas de
por qué tanto hemos retrocedido de la elocuencia de ellos,
sobre todo cuando la cuenta de los tiempos ha sumado que
se cumplen ciento veinte años de la muerte de Cicerón hasta
este día.
XXV. Entonces Mesala -Seguiré, Materno, el plan tra- 1
zado por ti; pues no es preciso contradecir largamente a
Apro, quien al principio, según opino, inició la controversia
sobre un nombre, como si con poca propiedad se llamaran
antiguos quienes es bien sabido que vivieron hace cien
años. Pero para mí la pugna no es sobre un vocablo; 2
llámelos ya antiguos, ya antepasados, ya con otro nombre
que prefiera, con tal que se confiese que fue superior la
elocuencia de aquellos tiempos. Ni siquiera aquella parte de
su discurso repugno, que no confiese que ha habido muchas
formas de decir aun en los mismos siglos, con mayor razón.
en distintos. .. Pero del mismo modo que entre los oradores 3
áticos se otorga el primer lugar a Demóstenes, y Esquines
e Hipérides y Lisias y Licurgo tienen el puesto siguiente, 108
sin embargo, en el consenso de todos esta generación de
oradores es estimada como la mejor; así, entre nosotros
Cicerón ciertamente antecedió a los demás disertos de su
tiempo, y Calvo y Asinio y César y Celio y Bruto con de­
recho son antepuestos tanto a los anteriores como a los

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4 prioribus et sequentibus anteponuntur. nec refert quod


inter se specie differunt, cum genere consentiant. adstrictior
Calvus, nervosior Asinius, splendidior Caesar, amarior Cae­
lius, gravior Brutus, vehementior et plenior et valentior
Cicero: omnes tamen eandem sanitatem eloquentiae <prae
se> ferunt, ut si omnium pariter libros in manum sumpseris,
scias, quamvis in diversis ingeniis, esse quandam iudicii ac
1, voluntatis similitudinem et cognationem. nam quod invicem
se obtrectaverunt et sunt aliqua epistulis eorum inserta, ex
quibus mutua malignitas detegitur, non est oratorum vitium,
6 sed hominum. nam et Calvum et Asinium et ipsum -Cicero­
nem credo solitos et invidere et livere et ceteris humanae
infirmitatis vitiis affici; solum inter hos arbitror Brutum
non malignitate nec invidia, sed simpliciter et ingenue iudi­
cium animi sui detexisse. an ille Ciceroni invideret, qui
7 mihi videtur ne Caesari quidem invidisse? quod ad Servium
Galbam et C. Laelium attinet et si quos alios antiquiorum
agitare <Aper> non destitit, non exigit defensorem, cum
fatear quaedarri eloquentiae eorum ut nascenti adhuc nec
satis adultae defuisse.

1 XXVI. Ceterum si omisso optimo illo et perfectissimo ge­


nere eloquéntiae eligenda sit forma dicendi, malim hercle
C. Gracchi impetum aut L. Crassi maturitatem quam cala­
mistros Maecenatis aut tinnitus Gallionis: adeo melius est
orationem vel hirta toga induere quam fucatis et meretriciis
2 vestibus insignire. neque enim oratorius iste, immo hercle
ne virilis quidem cultus est, quo plerique temporum nostro­
rum actores ita utuntur, ut lascivia verborum et levitate
sententiarum et licentia compositionis histrionales modos

24
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.,

DIÁLOGO SOBRE LOS ORADORES

siguientes. Y no importa que difieran entre sí por la 4


especie, puesto que en el género concuerdan. Más ceñido es
Calvo; más enérgico, Asinio; más transparente, César; más
mordaz, Celio; más grave, Bruto; más vehemente y pleno y
vigoroso, Cicerón: todos, sin embargo, muestran la misma
sanidad de elocuencia, 109 de suerte que si tomares en las
manos juntamente los discursos de todos, te darías cuenta
de que, aunque en ingenios diversos, hay cierta similitud y
parentesco de juicio y voluntad Porque, el que mutua- 5
· mente se hayan detractado, y hay algunas cosas insertas en
sus cartas, por las cuales se descubre su mutua malevolencia,
no es vicio de oradores sino de hombres. Porque tanto 6

Calvo como Asinio y como el mismo Cicerón, creo que hu-


6ieron de sentir envidia y celos, y ser afectados por los
demás vicios de la humana debilidad; único entre éstos,
juzgo que Bruto, no con malignidad ni envidia sino franca
y sinceramente, descubrió el juicio de su ánimo. ¿ Acaso
podía envidiar a Cicerón él, que me parece que ni a César
siquiera envidió? 11º En lo que a Servio Galba y a C. Lelio 7
toca, 111 y a algunos otros de los más antiguos, a quienes
Apro no cesó de criticar, no requieren defensor, pues reco­
nozco que algo faltó a su elocuencia, como naciente apenas
y no asaz desarrollada.
XXVI. · Por lo demás, si, apartado aquel óptimo y per- 1
fectísimo género de elocuencia, debiera elegirse una forma
de hablar, preferiría, ¡ por Hércules!, el ímpetu de C. Graco
o la madurez de L. Craso a los afeites de Mecenas o al
retintín de Galión: 112 a tal punto es mejor vestir la ora­
ción con una toga, aunque sea grosera, que distinguirla con
vestes teñidas y meretricias. Pues ni es propio de orado- 2
res, ni, mucho menos, ¡ por Hércules!, es siquiera viril, ese
atuendo que los más de los abogados de nuestros tiempos
usan; de tal suerte que con la frivolidad de las palabras y
la ligereza de los pensamientos y la licencia de la composi-

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3 exprimant. quodque vix auditu fas esse debeat, laudis et


gloriae et ingenii loco plerique iactant cantari saltarique
commentarios suos. unde oritur illa foeda et praepostera,
sed tamen frenquens [ sicut his clam et] exclamatio, ut ora­
tores nostri tenere dicere, histriones diserte saltare dicantur.
� equidem non negaverim Cassium Severum, quem solum
Aper noster nominare ausus est, si iis comparetur, qui
pastea fuerunt, posse oratorem vocari, quamquam in magna
parte librorum suorum plus b<il>is habeat quam sanguinis.
primus enim contempto ordine rerum, omissa modestia ac
pudore verborum, ipsis etiam quibus utitur armis incom­
positus et s�udio feriendi plerumque deiectus, non pugnat,
5 sed rixatur. ceterum, ut dixi, sequentibus comparatus et
varietate eruditionis et lepore urbanitatis et ipsarum virium
robore multum ceteros superat, quorum neminem Aper no-
6 minare et velut in aciem educere sustinuit. ego autem
exspectabam, ut incusato Asinio et Caelio et Calvo aliud
nobis agmen produceret plurisque vel certe totidem nomi­
naret, ex quibus alium Ciceroni, alium Caesari, singulis
7 deinde singulos opponeremus. nunc detrectasse nominatim
antiquos oratores contentus neminem sequentium laudare
ausus est nisi in publicum et in commune, veritus credo, ne
8 multos offenderet, si paucos excerpsisset. quotus enim quis­
que scholasticorum non hac sua persuasione fruitur, ut se
ante Ciceronem numeret, sed plane post Gabinianum? at
ego non verebor nominare singulos, quo facilius propositis
/
exemplis appareat, quibus gradibus fracta sit et deminuta
eloquentia.'

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DIÁLOGO SOBRE LOS ORADORES

ción imitan los ritmos de los histriones. 113 Y, lo que 3


apenas debería ser lícito oír, en lugar de elogio y gloria e in­
genio, los más se jactan de que sean cantados y bailados
sus esbozos. De donde nace aquella fea y absurda y, sin
embargo, frecuente exclamación, que digan que nuestros
oradores hablan lánguidamente, que los histriones danzan
disertamente. En verdad, no negaría que Casio Severo, 4
el único a quien nuestro Apro osó nombrar, 114 si se com­
parara con los que vivieron después, podría ser llamado
orador, aunque en gran parte de sus discursos tenga más
bilis que sangre. El primero, en efecto, despreciado el orden
de la materia, apartada la modestia y el pudor de las pala­
bras, desmañado aun con las mismas armas que usa, y a
menudo precipitado por el afán de herir, no pelea sino
nne. Por lo demás, como dije, comparado con los siguien- 5
tes, por la variedad de su erudición, por el encanto de su
urbanidad y por el vigor de sus mismas fuerzas, mucho a
los demás supera, de los cuales a nadie Apro se atrevió a
nombrar y, por así decir, a sacar a la batalla. Pero yo 6
esperaba que, censurados Asinio y Celio y Calvo, nos pre­
sentaría otro ejército, y nombraría un número mayor, o
ciertamente otro tanto, de entre los cuales opusiéramos uno
a Cicerón, otro a César, y en seguida otro a cada uno. Por 1
ahora, contento con haber detractado en particular a los
oradores antiguos, a ninguno de los siguientes osó alabar,
a no ser en general y en conjunto, temiendo, creo, a muchos
ofender, si a pocos hubiese entresacado. ¿ Pues cuán po- s
cos de los declamadores no disfrutan con esta su convicción
de contarse antes de Cicerón, pero claramente_ después de
Gabiniano? 115 Pero yo no temeré nombrarlos de uno en
uno, para que más fácilmente con los ejemplos propuestos
aparezca por cuáles etapas se ha debilitado y· disminuido la
elocuencia.

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TÁCITO

1 XXVII. 'Parce' inquit Matemus 'et potius exsolve promis­


sum. neque enim hoc colligi desideramus, disertiores esse
antiquos, quod apud me quidem in confesso est, sed causas
exquirimus, quas te solitum tractare paulo ante <aisti>,
plane mitior et eloquentiae temporum nostrorum minus ira-
' tus, antequam te Aper offenderet maiores tuos lacessendo.'
2 'Non sum' inquit 'offensus Apri mei disputatione, nec vos
offendi decebit, si quid forte aures vestras perstringat, cum
sciatis hanc esse eius modi sermonum legem, iudicium animi
citra damnum affectus proferre.'
s 'Perge' inquit Matemus 'et cum de antiquis loquaris, utere
antiqua libertate, qua vel magis degeneravimus quam ab
eloquentia.'
1 XXVIII. Et Messalla: 'non reconditas, Materne, causas
requiris nec aut tibi ipsi aut huic Secundo vel huic Apro
ignotas, etiam si mihi partes assignatis proferendi in me-
2 dium qtiae orones sentimus. quis enim ignorat et eloquen­
tiam et ceteras artes descivisse ab illa vetere gloria non
inopia hominum, sed desidia iuventutis et neglegentia paren­
tum et inscientia praecipientium et oblivione moris antiqui?
quae mala primum in urbe nata, mox per Italiam fusa, iam in
s provincias manant. quamquam vestra vobis notiora sunt:
ego de urbe et his propriis ac vemaculis vitiis loquar, quae
natos statim excipiunt et per singulos aetatis gradus cumu­
lantur, si prius de severitate ac disciplina maiorum circa
t educandos formandosque liberos pauca praedixero. nam
pridem suus cuique filius, ex casta parente natus, non in
cellula emptae nutricis, sed gremio ac sinu matris educaba­
tur, cuius praecipua laus erat tueri domum et inservire libe-

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DIÁLOGO SOBRE LOS ORADORES

XXVII. -Aguarda -dijo Materno- y más bien cum- 1


ple lo prometido. Pues .no deseamos que se demuestre que
eran más disertos los antiguos, lo cual en cuanto a mí cier­
tamente se ha confesado, sino que inquirimos las causas,
que tú solías tratar, dijiste poco antes, enteramente tran­
quilo y 'menos airado contra la elocuencia de nuestros tiem­
pos, antes que Apro te ofendiera atacando a tus mayo­
res. 116
-No he sido ofendido -dijo- por la discusión de 2
: mi amigo Apro, ni estará bien que vosotros os ofendáis,
si algo tal vez vuestros oídos crispara, pues sabéis que ésta
es la ley de las conversaciones de esta índole: expresar el
juicio del ánimo sin daño para el afecto.
-Contin_úa -dijo Materno- y pues de los antiguos a
hablas, usa la antigua libertad, de la cual tal vez más hemos
degenerado que de la elocuencia.
XXVIII. Y Mesala -No inquieres, Materno, causas 1
recónditas ni ignoradas o por ti mismo o por este Secundo
o este Apro, aun cuando me asignáis el papel de exponer
públicamente lo que todos sentimos. ¿ Pues quién ignora 2
que, tanto la elocuencia como las demás artes, decayeron de
aquella vieja gloria no por falta de hombres, sino por desidia
de la juventud y negligencia de los padres e ignorancia de
los preceptores y olvido de la costumbre antigua? Estos
males, primero nacidos en la urbe, pronto difundidos por
Italia, ya se derraman én las provincias. Por lo demás, 3
lo vuestro os es más conocido; yo hablaré de la urbe y de
estos vicios particulares y vernáculos, que reciben al punto
a los que nacen, y se aumentan con cada uno de los pasos
de la edad, si bien primero adelantaré algo sobre la severi­
dad y disciplina de los mayores en torno a la educación y
formación de los hijos. Porque en otro tiempo el hijo de 4
cada uno, nacido de ma<;l.re casta, se educaba no en la celda
de una nodriza comprada, sino en .el regazo y el seno de la

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TÁCITO

ris. eligebatur autem maior aliqua natu propinqua, cuius


probatis spectatisque moribus omnis eiusdem familiae subo­
les committeretur; coram qua neque dicere fas erat quod
turpe dictu neque facere quod inhonestum factu videretur.
� ac non studia modo curasque, sed remissiones etiam lususque
puerorum sanctitate quadam ac verecundia temperabat. sic
Comeliam Gracchorum, sic Aureliam Caesaris, sic Atiam
Augusti matrem praefuisse educationibus ac produxisse
6 principes liberos accepimus. quae disciplina ac severitas eo
pertinebat, ut sincera et integra et nullis-pravitatibus detorta
unius cuiusque natura toto statim pectore arriperet artes
honestas et, sive ad rem militarem sive ad iuris sc_ientiam
sive ad eloquentiae studium inclinasset, id solum ageret, id
universum hauriret.
1 XXIX. At nunc natus infans delegatur· Graeculae alicui ·
ancillae, cui adiungitur unus aut alter ex omnibus servis,
plerumque vilissimus nec cuiquam serio ministerio accom­
modatus. horum fabulis et erroribus [�t] virides [ teneri]
statim et rudes animi imbuuntur; nec quisquam in tota
domo pensi habet, quid coram infante domino aut dicat
2 aut faciat. quin etiam ipsi parentes non probitati neque
modestiae parvulos assuefaciunt, sed lasciviae et dicacitati,
per quae paulatim impudentia irrepit et sui alienique con-
8 temptus. iam vero propria et peculiaria huius urbis vitia
paene in utero matris concipi mihi videntur, histrionalis
favor et gladiatorum equorumque studia: quibus occupatus
et obsessus animus quantulum loci bonis artibus relinquit?
quotum quemque irivenies qui domi quicquam aliud loqua­
tur? quos alios adulescentulorum sermones excipimus, si

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•DIÁLOGO SOBRE LOS ORADORES

madre, cuyo principal elogio era cuidar la casa y ser esclava


de sus hijos. 117 Se escogía, empero, alguna parienta de
edad avanzáda, a cuyas costurµbres probadas y examinadas .
se confiara toda la prole de una misma familia; en su pre­
sencia, ni decir era lícito lo que parecía torpe de decirse,
ni hacer lo que no parecía honesto de hacerse. Y tempe- r¡
raba con cierta santidad y reverencia no sólo los estudios y
tareas, sino también los descansos y juegos de los niños.
Así, hemos escuchado que Cornelia presidió la educación de
los Gracos; así, Aurelia, la de César; así, st! madre Acia,
la de· Augusto; y que formaron hijos príncipes. 118 Tal 6
disciplina y severidad tendía a que, pura e íntegra y no
deformada por ninguna pravedad, la naturaleza de cada uno
inmediatamente con todo el corazón abrazara las artes
honestas y, ya se hubiese inclinado a los asuntos militares,
ya a la ciencia del derecho, ya al estudio de la elocuencia,
sólo eso tratara, eso absorbiera completamente.
XXIX. En cambio ahora, al nacer, el infante es entregado 1
a alguna esclava grécula, a la cual- se suma uno o dos de
entre todos los siervos, por lo común los más viles y .po
apropiados para ninguna función seria. De los cuentos y
errores de éstos se empapan desde luego sus áni-mos tiernos
y sin cultivo, y nadie en toda la casa tiene cuenta de lo que
dice o hace ante el infante ·señor. Aún más, los mismos 2
padres .acostumbran a los párvulos no a la probidad ni
a la modestia, sino a 1a frivolidad y a la burla, por· cuyo
medio poco a poco se insinúa la impudencia y el desprecio
de lo propio y de lo ajeno. 1111 Pero, además, los vicios s
propios y peculiares de esta urbe me parece que se conciben
casi en el útero de la madre: el aprecio por el teatro 120 y,
la afición por los gladiadores y los caballos: 121 con los
cuales ocupado y obsesionado el ánimo, ¡ cuán pequeño
lugar deja para las buenas artes! ¡ Cuán pocos encontrarás
que hablen en casa de alguna: otra cosa! ¿ Qué otras plá­
ticas de los jovencitos escuchamos, si alguna vez hemos·

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TÁCITO

• quando auditoria intravimus? ne praeceptores quidem ullas


crebriores cum auditoribus suis fabulas habent; colligunt
enim discipulos non severitate disciplinae nec ingenii expe­
rimento, sed ambitione salutatiorÍum et illecebris adulatio­
nis.

XXX. Transeo prima discentium elementa, in quibus et


ipsis parum laboratur: nec in auctoribus cognoscendis nec
in evolvenda antiquitate nec in notitia v�l rerum vel homi-
z num vel temporum satis operae insumitur. sed expetuntur
quos rhetoras vocant; quorum professio quando primum
in hanc urbem introducta sit quamque nullam apud maiores
nostras auctoritatem habuerit, statim dicturus referam ne­
cesse est animum ad -eam disciplinam, qua usos esse eos
oratores accepimus, quorum infinitus labor et cotidiana
meditatio et in omni genere studiorum assiduae exercita-
3 tiones ipsorum etiam continentur libris. notus est vobis u­
tique Ciceronis liber, qui Brutus inscribitu·r, in cuius extrema
parte ( nam prior commemorationem veterum oratorum ha­
bet) sua initia, suos gradus, suae eloquentiae velut quandam
educationem refert: se apud Q .' Mucium ius civile diclicisse,
apud Philonem Academicum, apud Diodotum Stoicum oro­
nes philosophiae partes penitus hausisse; neque iis docto-
t ribus contentum, quorum ei copia in urbe contigerat, Achai­
.am quoque et Asiam peragrasse, ut omnem omnium artium
4 varietatem complecteretur. itaque hercule in _libris Ciceronis
deprehendere licet non geometriae, non musicae,_ non gram­
maticae, non denique ullius ingenuae artis scientiam ei
defuisse. ille dialecticae subtilitatem, ille moralis partis uti-
5 litatem, ille rerum mótus causasque cognoverat. ita est enim,
optimi viri, ita: ex multa eruditione et plurimis artibus et

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DIÁLOGO SOBRE LOS ORADORES

entrado en los auditorios? Ni siquiera los preceptores tie- •


nen ningunas charlas más frecuentes con sus oyentes, pues
reúne. n a sus discípulos no por la severidad de su disci­
plina ni por la prueba de su ingenio, sino por la intriga
de los saludos matinales 122 y las añagazas de la adulación.
XXX. Paso por alto los primeros rudimentos de los que a- 1
prenden; en estos mismos poco se trabaja:. ni en estudiar
los• autores, ni en explicar la antigüedad, ni en el conoci­
miento, ya de los hechos, ya de los hombres, ya de los tiem-
pos se invierte suficiente trabajo. Sino que se procura con 2
ansia a los que llaman rétores. 123
Cuya profesión, como
he de decir en seguida cuándo por primera vez fue intro­
ducida en esta urbe, y cómo no tuvo ninguna autoridad
entre nuestros mayores, es necesario que vuelva el ánimo
hacia aquella disciplina, que hemos escuchado usaron aque­
llos oradores, cuya infinita labor y cotidiana reflexión
y asiduos ejercicios en todo género de estudios también es­
tán contenidos en sus mismos libros. Os es conocido cierta- s.
mente el libro de Cicerón que se intitula Bruto, en cuya
última parte (porque la primera contiene la evocación de
los antiguos oradores) relata sus principios, sus pasos, una
como educación de su elocuencia: que él aprendió el derecho
civil con Q. Mucio; 124 que con Filón el Académico, con
Diódoto el Estoico obsorbió completamente todas las partes
de la filosofía; 125 y que, no contento con estos doctores,
cuya copia se le había deparado en la urbe, recorrió tam­
bién Acaya 126 y Asia con el fin de abarcar toda la variedad
de todas las artes. Y así, ¡ por Hércules!, en los libros de t
Cicerón se puede descubrir que no le faltó conocimiento
de la geometría, ni de la música, ni de la gramática, ni, en
resumen, de ninguna noble arte. Él conocía la sutileza de la
dialéctica, él la utilidad de la parte moral, él los movimientos
y causas de las cosas. 1:27 Así es, en efecto, excelentes 6
varones, ask de su mucha erudición y muchísimas artes y de

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omnium rerum �cientia exundat et exuberat illa admira­


bilis eloquentia; neque oratoris vis et facultas sicut cete­
rarum rerum angustis et brevibus terminis cluditur, sed
is est orator, qui de omni quaestione pulchre et ornate et
ad persuadendum apte dicere pro dignitate rerum, a:d uti­
litatem temporum, GUm voluptate audientium possit.
XXXI. Hoc sibi illi veteres persuaserant, ad hoc efficien­
dum intellegebant opus esse non ut in rhetorum scholis
declamarent nec ·ut fictis nec ullo modo ad veritatem acceden­
tibus controversiis · linguam modo et vocem exercerent, sed
ut iis artibus pectus implerent, in quibus de bonis ac malis,
de honesto et turpi, de iusto et iniusto disputatur; haec enim
2 est oratori subiecta ad dicendum materia. nam in iudiciis
fere de aequitate, in deliberationibus <de utilitate, in lauda­
tionibus> de honestate disserimus, ita <tamen> ut plerum­
que haec ipsa in vicem misceantur: de quibus co�iose et varie
et omate nemo dicere potest, nisi qui cognovit naturam hu­
manam et vim virtutum pravitatemque vitiorum et in,tellec­
tum eorum, quae nec in virtutibus nec in vitiis numerantur.
3 ex his fontibus etiam illa profluunt, ut facilius iram iudicis
vel insti�et vel leniat, qui scit quid ira, et promptius ad
miserationem impellat, qui scit quid sit misericordia et
4 quibus animi motibus concitetur. in his artibus exercita­
tionibusque versatus orator, sive apud infestos sive apud cu­
pidos sive apud invidentes sive apud tristes sive apud
timentes dicendum habuerit, tenebit venas animorum et,
prout cuiusque natura postulabit, adhibebit manum et tem­
perabit orationem, parato omni instrumento et ad omnem

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DIÁLOGO SOBRE LOS ORADORES

su conocimiento de todas las cosas fluye ab�ndante y des­


borda aq1.1ella admirable elocuencia; y la fuerza y facultad
del orador, como las de las restantes cosas, no se encierran
en términos estrechos y breves, sin'.o que aquél es orador,
que puede hablar sobre cualquier cuestión bellamente y con
aliño, y de manera .apropiada para persuadir, según la dig­
nidad de Ios asuntos, de acuerdo con la conveniencia de las
ocasiones, con deleite de los oyentes. 128
XXXI. De esto aquellos antiguos se habían persuadido:
para realizar esto entendían que era necesario, no que de­
clamaran en las escuelas de los rétores, ni que, con fingidas
controversias y de ningún modo aproximadas a la verdad, 129
ejercitaran sólo la lengua y la voz, sino que llenaran su pe­
cho con aquellas artes en las cuales se disputa de los bienes
y los males, de lo honesto y lo torpe, de lo justo y lo injusto,
pues ést:'1 es la materia que para hablar se presenta al ora-
dor. En efecto, en los juicios disertamos casi siempre 2
sobre la equidad; en las deliberaciones, sobre la utilidad;
en las \alabanzas, sobre la honestidad; rno de tal manera, sin
embargo, que por lo común estos mismos temas se mezclan
entre sí. Sobre ellos nadie puede hablar copiosa y varia y
aliñadamente, sino quien conoce la naturaleza humana y la
fuerza de las virtudes y la pravedad de los vici�s y el signi­
ficado de lo que ni entre las virtudes ni entre los vicios
se cuenta. 181 De estas fuentes brota también el que más 3
fácilmente o excita o suaviza la ira del juez, quien sabe
qué es fa ira, y más pronto a la compasión lo impele, quien
sabe qué es la misericordia y con qué sentimientos del ánimo
se éoncita. El orador versado en estas artes y ejercicios, 4
ya tenga que hablar ante hostiles, ya ante parciales, ya ante
envidiosos, ya ante severos, ya ante temerosos, tendrá el
pulso de sus ánimos y, según la naturaleza de cada uno lo
exija, pondrá la mano y temperará la oración, habiendo sido
dispuestos todos los instrumentos, y preparados para todo

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usum reposito. sunt apud quos adstrictum et collectum et


singula statim argumenta concludens dicendi genus plus fidei
meretur: apud hos dedisse operam dialecticae proficiet.
alios fusa et aequalis et ex communibus ducta sensibus ora­
tio magis delectat: ad hos permovendos mutuabimur a Peri­
pateticis aptos et in omnem disputationem paratas iam lo­
6 cos. dabunt Academici pugnacitatem, Plato altitudinem,
Xenophon iucunditatem; ne Epicuri quidem et Metrodori
honestas quasdam exclamationes assumere iisque, prout res
7 poscit, uti alienum erit oratori. neque enim sapientem in­
formamus neque Stoicorum comitem, sed eum qui quasdam
artes haurire, omnes libare debet. ideoque et iuris civilis
scientiam veteres oratores comprehendebant et grammatica
8 musica geometría imbuebantur. incidunt enim causae, plu­
rimae quidem ac paene omnes, quibus iuris notitia deside­
ratur, plerumque autem, in quibus haec quoque scientia
requiritur.

1 XXXII. Nec quisquam respondeat sufficere, ut ad tempus


simplex quiddam et uniforme doceamur. primum enim aliter
utimur propriis, aliter commodatis, longeque interesse ma­
nifestum est, possideat quis quae profert an mutuetur.
deinde ipsa multarum artium- scientia etiam aliud agentes
2 nos ornat atque ubi minime credas eminet et excellit. idque
non doctus modo et prudens auditor, sed etiam populus
intellegit ac statim ita laud_e prosequitur, ut legitime stu­
duisse,- ut per omnes eloquentiae numeros isse, ut denique
oratorem esse fateatur; quem non posse aliter existere nec
extitisse umquam, confirmo nisi eum, qui tamquam in aciem
omnibus armis instructus, sic in· forum omnibus artibus
3 armatus exierit. quod adeo neglegitur ab horum temporum

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DIÁLOGO SOBRE LOS ORADORES

uso. Hay ante quienes un género de discurso ceñido y 5


conciso y que concluye al punto cada argumento, merece ma­
yor confianza: ante éstos aprovechará n.aberse dedicado a
la dialéctica. A otros deleita más. una oración desplegada
e igual y sacada de las opiniones comunes: para conmover a
éstos tomaremos prestados a los peripatéticos argumentos
apropiados y ya dispuestos para toda discusión. 132 Da­ 6
rán los académicos pugnacidad; 188 Platón, elevación; Jeno­
fonte, encanto; ni de Epicuro siquiera y Metrodoro acoger
algunas exclamaciones honestas 184 y emplearlas según el
asunto pida, será impropio del orador. Pues no describi­ 7
mos a un sabio ni a un seguidor de los estoicos, sino a aquel
que debe absorber algunas artes, libar todas. 185 Y por eso
los antiguos oradores, tanto abarcaban la ciencia del derecho
civil, como estaban impregnados de la gramática, la música,
la geometría. Pues se presentan causas, muchísimas cier­ 8
tamente y casi todas, para las cuales hace falta conocimiento
del derecho; pero en las cuales comúnmente también estas
ciencias se requieren.
XXXII. Y nadie responda qu!;! es suficiente que para la 1
ocas1on se nos enseñe algo simple y específico. Pues, en
primer lugar, de un modo usamos las cosas propias, de otro,
las prestadas; y es manifiesto que hay gran distancia entre
que alguien posea lo que expone o que lo tome prestado.
Además, el mismo conocimiento de· muchas artes, hasta
cuando tratamos otra cosa, nos adorna, y donde menos crees,
resalta y sobresale. Y esto no só1o el oyente docto y sagaz, 2
sino también el pueblo lo advierte, y al punto de tal modo
lo rodea de elogios, que confiesa que estudió lealmente,
que pasó por todos los grados de la elocuencia, que, en su­
ma, es un orador; el cual aseguro que no puede de otro
modo existir ni ha existido nunca, sino aquel que, como a
la batalla, pertrechado con todas sus armas, así haya salido
al foro, armado con todas las artes. Lo cual a tal punto_ s

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disertis, ut in actionibus eorum <hu>ius quoque cotidiani


sermonis foeda ac pudenda vitia deprehendantur; ut igno­
rent leges, non teneant senatus consulta, ius civitatis ultro
derideant, sapientiae vero studium et praecepta prudentium
4 penitus reformident. in paucissimos sensus et angustas sen­
tentias detrudunt ·eloquentiam velut expulsam regno suo,
ut quae olim omnium artium domina pulcherrimo comitatu
pectora implebat, nunc circumcisa et amputata, sine appara­
tu, sine honore, paene dixerim sine ingenuitate, quasi una
3 ex sordidissimis artificiis discatur. ego hanc primam et
praecipuam causam arbitror, cur in tantum ab eloquentia
antiquorum oratorum recesserimus. si testes desiderantur,
quos potiores nominabo quam apud Graecos Demosthenem,
quem studiosissimum Platonis auditorem fuisse m_emoriae
6 proditum est? et Cicero his, ut opinor, verbis refert, quic­
quid in eloquentia effecerit, id se non rhetorum <officinis>,
7 sed Academiae spatiis consecutum. sunt aliae causae, mag­
nae et grav�s, quas a vcibis aperiri aequum est, quoniam
quidem ego iam meum munus explevi et, quod mihi in
consuetudine est, satis multas offendi, quos, si forte haec
audierint, certum habeo dicturos me, dum iuris et philoso­
phiae scientiam tamquam oratori necessariam laudo, ineptiis
meis plausisse.'

1 XXXIII. Et Maternus 'mihi quidem' inquit 'susceptum a


te munus adeo peregisse nondum videris, ut inchoasse tan­
tum et velut vestigia ac liniamenta quaedam ostendisse
2 videaris. nam quibus <artibus> instruí veteres oratores soliti
sint, dixisti differentiamque nostrae desidiae et <in> scien­
tiae adversus acerrima et fecundissima eorum studia de-

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DIÁLOGO SOBRE LOS ORADORES

es descuidado por los disertos de estos tiempos, que en sus


acciones se descubren aun los feos y vergonzosos vicios de
este discurso cotidiano; que ignoran las leyes, no tienen en
memoria los senadoconsultos, aún más, se burlan del derecho
de la ciudad y, por otra parte, se horrorizan del estudio de
la · sabiduría y de los . preceptos de los conocedores. A 4
unas poquísimas ideas y apret;i.das sentencias degradan la elo­
cuencia, como a éxpulsada de su reino, de suerte que la
que, señora en otro tiempo de todas las artes, con hermosí­
simo cortejo llenaba los corazones, ahora mutilada y cerce­
nada, sin pompa, sin honor, casi diría sin libertad, se apren-
de como uno de los más sórdidos oficios.
Yo juzgo ésta la primera y principal causa de por qué 5
tanto de la elocuencia de los antiguos oradores hayamos
retrocedido. Si testigos hacen falta, ¿ a quiénes nombraré
más valiosos, que entre los griegos a Demóstenes, de quien
se refiere que fue oyente muy estudioso de Platón? 136 Y Ci- 6
cerón refiere con estas palabras, según me parece, que
cuanto en la elocuencia realizó, no en los talleres de los ré­
tores, sino en los paseos de la Academia lo había consegui-
do. 137 Hay otras causas magnas· y graves, que es justo 1
sean expuestas por vosotros, porque ciertamente yo ya llené
mi encargo y, lo que en mí es costumbre, a muchos ofendí,
los cuales, si por casualidad estas cosas hubiesen oído, tengo
. por cierto que habrían �e decir que yci, cuando he alabado
el conocimiento del derecho y la filosofía como necesarios .
para el orador, he aplaudido mis inepcias.
XXXIII. Y Materno -A mi, en verdad -dijo- me 1
parece que a tal punto no has cumplido aún la tarea empren­
dida por ti, que parece que solamente la has iniciado, y has
mostrado unos como rasgos y esbozos. Pues has dicho en 2
qué artes solían instruirse los antiguos oradores, y has de­
mostrado la diferencia de nuestra desidia e ignorancia frente
a sus muy penetrantes y fecundos estudios. Lo restante es-

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monstrasti: cetera exspecto, ut quem ad modum ex te didici,


quid aut illi scierint aut nos nesciamus, ita hoc quoque
cognoscam, quibus exercitationibus iuvenes iam et forum
a ingressuri confirmare et alere ingenia sua soliti sint. neque
enim solum arte et scientia, sed longe magis facultate et
<usu> eloquentiam contineri nec tu puto abnues et hi signi­
ficare vultu videntur.'
4 Deinde cum Aper quoque et Secundus idem adnuissent,
Messalla quasi rursus incipiens: 'quoniam initia et semina
veteris eloquentiae satis demonstrasse videor docendo, qui­
bus artibus antiqui oratores institui erudirique soliti sint,
5 persequar nunc exercitationes eorum. quamquam ipsis arti­
bus inest exercitatio, nec quisquam percipere tot tam recon­
ditas, tam varias res potest, nisi ut scientiae meditati?, medi­
tationi facultas, facultáti usus eloquentiae accedat. per quae
colligitur eandem esse rationem et percipiendi quae proferas
6 et proferendi quae perceperis. sed si cui obscuriora haec
videntur isque scientiam ab exercitatione separat, illud certe
concedet, instructum et plenum his artibus animum longe
paratiorem ad eas exercitationes venturum, quae propriae
esse oratorum videntur.

1 XXXIV. • Ergo apud maiores nostras iuvenis ille, qui foro


et eloquentiae parabatur imbutus iam domestica disciplina,
refertus honestis studiis deducebatur a patre ve! a propin­
·quis ad eum oratorem, qui principem in civitate locum
2 obtinebat. hunc sectari, hunc prosequi, huius omnibus dic­
Üonibus interesse sive in iudicii� sive in contionibus adsues­
cebat, ita ut altercationes quoque exciperet et iurgiis interes­
a set utque sic dixerim, pugnare in proelio disceret. magnus

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DIÁLOGO SOBRE LOS ORADORES

pero: que del mismo modo que de ti he aprendido qué o


aquéllos sabían o nosotros ignoramos, así también conozca
con qué ejercicios, ya jóvenes y a punto de ingresar en el
foro, solían fortalecer y nutrir sus ingenios. Pues, que 3
no sólo en el arte y la ciencia, sino mucho más en la facul­
tad y la práctica consiste la elocuencia, no creo que tú lo
negarás, y éstos parecen indicarlo con su semblante.
En seguida, como también Apro y Secundo hubiesen · t
aprobado lo mismo, Mesala, como empezando de nuevo
-Puesto que me parece que he demostrado suficientemente
los comienzos y semillas de la vieja elocuencia, señalando
en qué artes los antiguos oradores solían instruirse e infor­
marse, proseguiré 'ahora con sus ejercicios. ' Si bien en 5
las mismas artes está su ejercicio, y nadie puede aprender
tantas cosas tan recónditas, tan varias, a menos que a la
ciencia se añada la reflexión, a la reflexión la facultad, a
la facultad la práctica de la elocuencia. De lo cual se colige
que es el mismo el procedimiento, ya para aprender lo que
has de expresar, ya para expresar lo que hayas aprendi-
do. Pero, si a alguno estas cosas parecen demasiado oscu- 6
ras, y éste separa la ciencia del ejercicio, ciertamente me
concederá esto,: que el ánimo instruido y pleno de estas
artes ha de llegar mucho más preparado a esos ejercicios
que parecen ser propios de los oradores.
4XXIV. Así pues, entre nuestros antepasados aquel jo- 1
ven que se preparaba para el foro y la elocuencia, empa­
pado ya de la . disciplina doméstica, pleno de los estudios
nobles, era llevado por su padre o sus parientes al lado del
orador que ocupaba el lugar príncipe en la ciudad. 138 A :z
éste acostumbraba frecuentar, a éste acompañar, .estar pre­
sente en todas las intervenciones de éste, ya en los juicios,
ya en las asambleas, de tal suerte que recogía también sus
réplicas y estaba presente en sus discusiones y, por así decir,
aprendía a ¡:¡elear en el combate. De esto alcanzaba pronto a

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TÁCITO

ex hoc usus, multum constantiae, plurimum iudicii iuvenibus


statim contingebat, in media luce studentibus atque inter
ipsa discrimina, ubi nemo impune stulte aliquid aut contrarie
dicit, quominus et iudex respuat et adversarius exprobret,
4 ipsi denique advocati aspernentur. igitur vera statim et
incorrupta eloquentia imbuebantur; et quamquam unum
sequerentur, tamen omnes eiusdem aetatis patronos in plu­
rimis et causis et iudiciis cognoscebant: habebantque ipsius
populi diversis.simarum aurium copiam, ex qua facile de­
prehenderent, quid in quoque vel probaretur vel displiceret.
11 ita nec praeceptor deerat, optimus quidem et electissimus,
qui faciem eloquentiae, non imaginem praestaret, nec adver­
sarii et aemuli ferro non rudibus dimicantes, nec audito-
rium semper plenum, semper novum ex invidis et faventibus,
ut nec bene <nec male> dicta dissimularentur. scitis enim
magnam illam et duraturam eloquentiae famam non minus
in diversis subselliis parari quam suis; inde quin immo
6 constantius surgere, ibi fidelius corroborari. atque hercule
sub eius modi praeceptoribus iuvenis ille, de quo loquimur,
oratorum discipulus, fori auditor, sectator iudiciorum, eru­
ditus et assuefactus alienis experimentis, cui cotidie audienti
notae leges1 non novi iudicum vultus, frequens in oculis
· consuetudo contionum, saepe cognitae populi aures, sive ac­
cusationem susceperat sive defensionem, solus statim et unus
1 cuicumque causae par erat. nono decimo aetatis anno L.
Crassus C. Carbonem, uno et vicesimo Caesar Dolabellam,
altero et vicesimo Asinius Pollio C. Catonem, non multum

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DIÁLOGO SOBRE LOS ORADORES

a los jóvenes una gran práctica, mucha seguridad y muchí­


simo juicio, pues a plena luz estudiaban y además entre
los mismos discrímenes, donde nadie dice algo estulto o
contradictorio, sin el castigo de que el juez lo rechace y el
adversario lo censure y, en fin,, sus mismos acompañantes
lo desprecien. Así pues, pronto se empapabau de la elo- •
cuencia verdadera e incorrupta; y, aunque seguían a uno
solo, sin embargo conocían a todos los abogados de la misma
época en multitud tanto de causas como de tribunales, y
disponían de la gran cantidad de oídos muy diversos del pue-
blo mismo, por el cual fácilmente podían descubrir qué se
aprobaba o disgustaba en cada caso. De este modo, no �
faltaba un preceptor, qptimo en verdad y muy escogido,
que le mostrase la faz de la elocuencia, no una imagen, ni
adversarios y émulos que peleasen con hierro, no con bas­
tones, ni un auditorio siempre lleno, siempre nuevo, de
hostiles y favorables, de suerte que ni las cosas bien dichas
ni las mal dichas eran disimuladas. Sabéis, en efecto, que
aquella fama grande y duradera de la elocuencia se consigu e
no menos en los asientos contrarios que en los propios; más
aún, que de allá surge con más firmeza, que allá se afianza
con mayor seguridad. Además, ¡ por Hércules!, bajo tales $
preceptores el joven aquel de quien hablamos, discípulo de
oradores, oyente en el foro, asistente asiduo de los tribuna-
les, instruido y adiestrado por las experiencias ajenas, para
quien, como diariamente las oía, eran conocidas las leyes, no
eran nuevos los semblantes de los jueces, estaba frecuente
en los ojos la costumbre de las asambleas, muchas veces
.había conocido los oídos del público, ya se hubiese encar­
gado de una acusación, ya de una defensa, pronto él solo y
único era capaz de cualquier causa. En el decimonoveno 1
año de edad L. Craso a C. Carbón; en el vigesimoprimero,
César a Dolabela; en el vigesimosegundo, Asinio Polión a
C. Catón; no mucho más aventajado en edad, Calvo a Vati-

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TÁCITO

aetate antecedens Calvus Vatinium ns orationibus insecuti


sunt, quas hodieque cum admiratione legimus.
1 XXXV. At nunc adulescentuli nostri deducuntur in scholas
istorum, qui rhetores vÓcantur, quos paulo ante Ciceronis
tempora extitisse nec placuisse maioribus nostris ex eo ma­
nifestum est, quod a Crasso et Domitio censoribus cludere, ut
2 ait Cícero, ludum impudentiae iussi sunt. sed ut dice-
re institueram, deducuntur in scholas, quibus non facile dixe­
rim utrumne locus ipse aO: condiscipuli an genus studiorum
3 plus mali
. ingeniis afferant. nam in loco nihil reverentiae est,
in quem nemo nisi aeque imperitus intrat; in condiscipulis
nihil profectus, cum pueri ínter pueros et adulescentuli ínter
adulescentulos parí securitate et dicant et audiantur; ipsae
4 vero exercitationes magna ex parte contrariae. nempe enim
duo genera materiarum apud rhetoras tractantur, suasoriae
et controversiae. ex his suasoriae quidem tamquam plane
f le':iores et minus prudentiae exigentes pueris delegantur,
controversiae robustioribus assignantur, quales, per' fidem,
et quam incredibiliter compositae ! sequitur autem, ut mate-
� riae abhorrenti a veritate declamatio quoque adhibeatur. sic
fit ut tyrannicidarum praemia aut vitiatarum electiones aut
pestilentiae remedia aut incesta matrum aut quicquid in
schola c'otidie agitur, in foro vel raro vel numquam, ingenti­
bus verbis prosequantur: cum ad veros iudices venturo ***
1 XXXVI. *** rem cogitare, nihil abiectum, nihil humile elo­
qui poterat. magna eloquentia, sicut flamma, materia alitur
et motibus excitatur et urendo clarescit. eadem ratio in

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DIÁLOGO SOl3RE LOS ORADORES

nio, los acusaron en aquellas oraciones que todavía hoy con


admiración leemos.189
XXXV. En cambió, ahora nuestros jovencitos son lle- 1
vados a las escuelas de esos que llaman rétores, los cuales,
que poco antes de los tiempos de Cicerón habían aparecido,
y que no habían agradado a nuestros mayores, es patente
por el hecho de que se ordenó por los censores Craso y
Domicio cerrar, como dice Cicerón, "la escuela de impu-
. dencia".140 Pero, como había empezado a decir, son lle- 2
vados a escuelas en las cuales no podría decir fácilmente si
el mismo local o los condiscípulos o el género de estudios
ocasiona mayor mal a sus ingenios. Porque no hay nin�ún s
respeto en el local,. en que nadie entra que no sea igual­
mente inexperto; en los condiscípulos, ningún provecho,
pues niños entre niños y jovencitos entre jovencitos con
igual aplomo hablan y son escuchados; ·y los mismos ejer-
cicios son por una gran parte perjudiciales. Pues, efecti- 4
vamente, dos géneros de materias se tratan con los rétores:
suasorias y controversias. De éstas las suasorias, en verdad,
como francamente más ligeras y que exigen menos compe­
tencia, se destinan a los niños; las controversias se asignan
a los mayores; ¡ de qué calidad, por mi fe, y cuán increíble­
mente compuestas ! Y se añade que a un tema que repugna
a la verdad, se agrega, además, la declamación. Así su- G
cede que persigan con palabras ingentes los premios de
tiranicidas o las alternativas de violadas, los remedios de una
peste o los incestos de las madres o todo lo que en la escuela
diariamente se trata, en el foro o rara vez o nunca: 141
cuando ante jueces verdaderos se llega ...142
[laguna]
XXXVI. ...meditar el asunto, nada abyecto, nada hu- 1
milde podía expresar. La gran elocuencia, como la llama,
con materia se alimenta y con los movimientos se excita y

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TÁCITO

nostra quoque civitate antiquorum eloquentiam provexit.


2 na� etsi horum quoque temporum oratores ea consecuti
· sunt, quae composita et quieta et beata re publica tribui fas
erat, tamen illa perturbatione ac licentia plura sibi assequi
videbantur, cum mixtis omnibus et moderatore uno caren­
tibus tantum quisque orator saperet, quantum erranti populo
3 persuaderi poterat. hinc leges <1,ssiduae et populare nomen,
hinc contiones magistratuum paene pernoctantium in rostris,
hinc accusationes potentium . reorum et assignatae etiam
domibus inimidtiae, hinc procerum factiones et assidua
• senatus adversus plebem certamina. quae singula etsi dis­
trahebant rem publicam, exercebant tamen illorum tempo­
rum eloquentiam et magnis cumulare praemiis videbantur,
quia quanto quisque plus dicendo poterat, tanto facilius
honores assequebatur, tanto magis in ipsis hohoribus
collegas suos anteibat, tanto plus apud principes gratiae,
plus auctoritatis apud patres, plus notitiae ac nominis apud
5 plebem parabat. hi clientelis etiam exterarum nationum
redundabant, lros ituri in provincias magistratus revere­
bantur, hos reversi colebant, hos et praeturae et consulatus
vacare ultra videbantur, hi ne privati quidem sine potestate
erant, cum et populum -et senatum consilio et auctoritate
6 regerent. quin immo sibi ipsi persuaserant neminem sine
eloquentia aut assequi posse in civitate aut tueri conspi-
7 cuum et eminentem locum. . nec mirum, curb etiam inviti
ad populum producerentur, cum parum esset in senatu
breviter censere, nisi quis ingenio et eloquentia sententiam

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DIÁLOGO SOBRE LOS ORADORES

quemando alumbra. La misma razón también en nuestra


ciudad impulsó la elocuencia de los antiguos. Porque, 2
aun cuando también los oradores.,.de estos tiempos han al­
canzado aquellas cosas que en una república ordenada, tran­
quila y feliz era lícito concedérseles, sin embargo, en aquella
perturbación y licencia mayores beneficios parecía que al­
canzaban para sí, cuando, mientras todo estaba rev:uelto y
se carecía de un único moderador, 143 tanto sabía cada
orador, cuanto podía persuadirse al pueblo errante. De 3
aquí las continuas leyes y el renombre popular; 144 de aquí
las arengas d� los magistrados que casi pernoctaban en la
tribuna rostral; 145 de aquí las acusaciones a reos podero­
sos 146 y las enemistades legadas aun a las familias; de aquí
las facciones de los próceres y las continuas luchas del
senado contra la plebe. Cada una de estas cosas, si bien 4
desgarraban la república, sin embargo estimulaban la elo­
cuencia de aquellos tiempos y parecían colmarla de grandes
premios,. porque, cuanto cada uno podía más hablando,
tanto más fácilmente alcanzaba las magistraturas, tanto más
en las mismas magistraturas aventajaba a sus colegas, tanto
más favor conseguía ante los príncipes, más autoridad ante
los senadores, más notoriedad y renombre ante la plebe.
Éstos tenían abundantes clientelas aun de naciones extran­ 5
jeras; a éstos reverenciaban los magistrados que habían
de ir a las provincias; a· éstos obsequiaban cuando vol­
vían; 147 a éstos, tanto preturas como consulados, parecían
llamar espontáneamente; éstos, ni siquiera como particu­
lares, estaban sin potestad, pues regían tanto al pueblo
como al !;enado con su consejo y autoridad. Más aún, 6
ellos mismos se habían persuadido de que nadie sin elo­
cuencia podía, ya alcanzar, ya conservar en la ciudad una
posición conspicua y eminente. Y no es de admirar, cuan­ 7
do aun contra su voluntad eran presentados al pueblo;
cuando era poco opinar brevemente en el senado, si alguien
no defendía su opinión con ingenio y elocuencia; cuando,

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TÁCITO

suam tueretur, �um in aliquam invidiam aut crimen vocati


sua voce respondendum haberent, d.1m testimonia quoque
in <íudiciis> publicis non a�sentes nec per tabellam dare,
s sed coram et praesentes dicere cogerentur. ita ad summa
eloquentiae praemia magna etiam necessitas accedebat, et
quo modo disertum haberi pulchrum et gloriosum, sic contra
mutum et elinguem videri deforme habebatur.
1
XXXVII. Ergo non minus rubore quam praemiis stimula­
bantur, ne clientulorum loco potius quam patronorum nu­
merarentur, ne traditae a maioribus necessitudines ad alios
transirent, ne tamquam inertes et non suffecturi honoribus
2 aut non impetrarent aut impetratos male tuerentur. nescio
an venerint in manus vestras haec vetera, quae et in anti­
qu<ari>orum bibliothecis adhuc manent et cum maxime a
Muciano contrahuntur, ac iam undecim, ut opinor, Actorum
3 libris et tribus Epistularum composita et edita sunt. ex
his intellegi potest Cn. Pompeium et M. Crassum non
viribus modo et armis, sed ingenio quoque et oratione
valuisse; Lentulos et Metellos et Lucullos et Curiones et
ceteram procerum manum multum in his studiis operae
curaeque posuisse, nec quemquam illis temporibus magnam
• potentiam sine aliqua eloquentia consecutum. his accedebat
splendor reorum et magnitudo causarum, quae et ipsa plu­
rimum eloquentiae praestant. nam multum interest, utrumne
de furto aut formula et interdicto dicendum habeas, an de
ambitu comitiorum, de expilatis sociis et civibus trucidatis.

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DIÁLOGO SOBRE LOS ORADORES

habiendo sido objeto de calumnia o acusación, con su pro-


pia voz tenían que responder; cuando, además, eran obli­
gados en los juicios públicos a rendir testimonios, no
ausentes y por escrito, sino a hablar públicamente y en
persona. De esta suerte, a las mayores recompensas de s
la elocuencia se añadía también una gran necesidad; y del
mismo modo que ser tenido por diserto se tenía como bello
y glorioso, asf por lo contrario, parecer mudo y sin lengua
se tenía como deshonroso.
XXXVII. . Por tanto, no menos por la vergüenza que por 1
los premios eran estimulados, para que no se les contara
en el lugar de los clientecillos más bien que en el de los
patronos, para que las relaciones heredadas de sus mayores
no pasaran a otros, para que, como inertes y que no habrían
de satisfacer las magistraturas, o no las obtuvieran, u
obtenidas, las desempeñasen mal. No sé si han llegado 2
a vuestras manos esas cosas viejas que hasta hoy perma­
necen· en las bibliotecas de los anticuarios, y que precisa­
mente ahora son compiladas por Muciano, y ya, según
creo, en · once libros de actas y tres de cartas han sido
reunidas y editadas. 148 Por éstas se puede comprender s.
que Cn., Pompeyo y M. Craso valieron no sólo por sus
fuerzas y a:rmas, sino también por su ingenio y discur-
so; 149 que los Léntulos y Metelos y Lúculos y Curiones
y la restante muchedumbre de próceres pusieron en estos;
estudios mucho trabajo y cuidado, 150 y que nadie en aque­
llos tiempos hubiese alcanzado gran poder, sin alguna elo­
cuencia. A esto se añadía el esplendor de los reos y la 4J
grandeza de las causas, lo cual por sí mismo favorece
muchí-simo la elocuencia. Porque hay mucha diferencia
entre que debas hablar sobre un hurto o sobre una fórmula
y un interdicto, 151 o bien sobre intriga en los comicios,
sobre aliados despojados y ciudadanos asesinados. Estos 5

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5 quae mala sicut non accidere melius est isque optimus


civitatis status habendus est, in quo nihil tak patimur, ita
cum acciderent, ingentem eloquentiae materiam subminis­
trabant. crescit enim cum amplitudine rerum vis ingenii, '
nec quisquam claram et illustrem orationem efficere potest
6 nisi qui causam parem invenit. non, opinar, Demosthenem
orationes illustrant, quas adversus tutores suos composuit,
nec Ciceronem magnum oratorem P. Quinctius defensus
'aut Licinius Archias faciunt: Catilina et Milo et Verres et
Antonius hanc illi famam circumdederunt; non quia tanti
fu<er>it rei publicae malos ferre cives, ut-uberem ad dicen­
dum materiam oratores haberent, sed, ut subinde admoneo,
quaestionis meminerimus sciamusque nos de ea re loqui,
7 quae facilius turbidis et inquietis temporibus existit. quis
ignorat utilius ac melius esse fruí pace quam bello vexari?
· plures tamen bonos proeliatores bella quam pax ferunt.
8 similis eloquentiae condicio. nam quo saepius steterit tam­
quam in acie quoque plures et intulerit ictus et exceperit
quoque maiores adversarios a¡:rioresque pugnas sibi ipsa
desumpserit, tanto altior et excelsior et illis nobilitata <<lis>
criminibus in ore hominum agit, quorum ea natura est,
ut securi <ipsi spectare aliena pericula> velint.
1 XXXVIII. Transeo ad formam et consuetudinem veterum
iudiciorum. quae etsi nunc aptior est veritati, eloquentiam
tamen illud forum magis exercebat, in quo nemo intra
paucissimas horas perorare cogebatur et liberae comperen­
dinationes erant et modum dicendo sibi quisque sumebat et
numerus neque dierum neque patronorum finiebatur.
2 primus haec tertio consulatu Cn. Pompeius astrinxit impo­
suitque veluti frenos eloquentiae, ita tamen ut omnia in

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DIÁLOGO SOBRE LOS ORADORES

males, así como es mejor que no sucedan, y debe conside­


rarse óptimo régimen de la ciudad aquel en que nada de
esto sufrimos, así, cuando sucedían, suministraban ingente
materia a la elocuencia. Crece, en efecto, con la importancia
de los asuntos la fuerza del ingenio, y nadie puede com­
poner una oración brillante e ilustre, sino quien una causa
igual ha encontrado. A Demóstenes, opino, no ilustran 6
las oraciones que compuso contra sus tutores, 152 ni a Ci­
cerón hacen gran orador sus defensas de P. Quincio o
Licinio Arquías: Catilina y Milón y Verres y Antonio de
esta fama lo circundaron; 153 no porque importara tanto
a la república soportar malos ciudadanos, a fin de que los
oradores tuviesen abundante materia para hablar; sino que,
como advierto con frecuencia, recordemos la cuestión y
sepamos que hablamos de aquella cosa que surge más fácil­
mente en tiempos turbados e inquietos. ¿ Quién ignora 7
que es más provechoso y mejor, disfrutar de la paz que ser
vejado por la guerra? Empero, más combatientes buenos
producen las guerras que la paz. Semejante, la condi- 8
ción de la elocuencia. Porque, cuanto más frecuentemente
haya estado, por así decir, en batalla, y cuanto mayor núme-
ro de golpes haya inferido y recibido, y cuanto mayores
adversarios y más violentas luchas ella misma haya afron­
tado, tanto más alta y excelsa y ennoblecida por aquellos
discrímenes, anda en boca de los hombres, cuya natura­
leza es tal, que quieren, seguros ellos mismos, contemplar
los peligros ajenos.
XXXVIII. Paso a la forma y costumbre de los antiguos 1
juicios. Si bien éstas son ahora más adecuadas a la verdad,
con todo, estimulaba más la elocuencia aquel foro, en el cual
riadie era obligado a perorar dentro de poquísimas horas, y
eran libres los aplazamientos, y cada uno se imponía medi-
da en el hablar, y ni el número de días ni el de abogados
se limitaba. Cn. Pompeyo, el primero, en su tercer con- 2
sulado restringió esto e impuso unos como frenos a la elo-

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foro, omnia legibus, omnia apud praetores gererentur; apud


quos quanto maiora negotia olim exerceri solita sint, quod 1
maius argumentum est quam quod causae centumvirales,
quae nunc primum obtinent locum, adeo splendore aliorum
iudiciorum obruebantur, ut neque Ciceronis neque Caesaris
neque Bruti neque Caelii neque Calvi, non denique ullius.
magni oratoris liber apud centumviros dictus legatur,
exceptis orationibus Asinii, quae pro heredibus Urbiniae
inscribuntur, ab ipso tamen Pollione mediis divi Augusti
temporibus habitae, postquam longa temporum quies et
continuum populi otium et assidua senatus tranquillitas
et maxima principis disciplina ipsam quoque_ eloquentiam
sicut omnia depacaverat.

1 XXXIX. Parvum et ridiculum fortasse vide<bi>tur quod


dicturus sum, dicam tamen, vel ideo ut rideatur. quan- .
tum humilitatis putamus eloquentiae attulisse paenulas istas,
quibus astricti et vefüt inclusi cum iudicibus fabulamur?
quantum virium detraxisse orationi auditoria et tabularía
credimus, in quibus iam fere plurimae causae explicantur?
2 · nam quo modo nobiles equos cursus et spatia probant, sic

est aliquis oratorum campus, per quem nisi liberi et soluti


8 ferantur, debilitatur ac frangitur eloquentia. ipsam quin
immo curam et diligentis stili anxietatem contrariam experi­
mur, quia saepe interrogat iudex, quando incipias, et ex
interrogatione eius incipiendum est, frequenter probationibus
et testibus silentium (patronus] indicit. unus inter haec
dicenti aut alter assistit, et res velut in solitudine agitur.
4, oratori autem clamare plausuque opus est et velut quodam

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DIÁLOGO SOBRE LOS ORADORES

cuencia, 154 de/suerte, sin embargo, que todos los asuntos


se trataban en el foro, todos de acuerdo con las leyes, todos
ante los pretores. 155 Qué mejor argumento hay de· cuánto
mayores negocios solían tratarse en otro tiempo ante ellos,
que el hecho de que las causas centunvirales, 156 que ahora
ocupan el primer lugar, a tal· punto por el esplendor de los
otros tribunales estaban oscurecidas, que ni de Cicerón ni
de César ni de Bruto ni de Celio ni de Calvo ni, en fin, de
ningún gran orador se puede leer un discurso dicho ante
los centunviros, excepto las oraciones de Asinio que se
intitulan En favor de los herederos de Urbinia, pronun­
ciadas, sin embargo, por el mismo Polión en los tiempos
medios del divino Augusto, después que una larga quietud
de los tiempos, y el ocio continuo del pueblo, y la ininterrum­
pida tranquilidad del senado, y la máxima disciplina del
príncipe habían apaciguado la misma elocuencia como todas
las cosas.
XXXIX. Parvo y ridículo tal vez parecerá lo que voy 1
a decir; lo diré sin embargo, así sea no más que para reír.
¿ Cuánta bajeza juzgamos que a la elocuencia han traído
esos mantos, con los cuales ceñidos y como aprisionados
conversamos con los jueces? 157 ¿ Cuántas fuerzas creemos
que han restado a la oración los auditorios y archivos, en
los cuales ya casi la mayoría de las causas se desarro­
llan? 158 Pues del misnio modo que las carreras y distan- 2
cias prueban a los caballos nobles, así hay un campo de los
oradores, por el cual si no son llevados libres y desembara-
zados, se debilita y quiebra su elocuencia. Aún más, com- 8
probamos que el mismo cuidado y solicitud por un estilo
diligente. son perjudiciales, porque muchas veces pregunta
el juez cuándo empiezas, y a partir de su pregunta se debe
empezar; frecuentemente a pruebas y testigos impone silen­
cio. w9 Uno, entretanto, o dos asisten al que habla, y el
asunto se trata como en la soledad. Pero el orador nece- 4

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_ theatro; qualia cotidie antiquis oratoribus contingebant, cum


tot pariter ac tam nobiles forum coartarent, cum clientelae
quoque ac tribus et municipiorum etiam legationes ac pars
Italiae periclitantibus assisteret, cum in plerisque iudiciis
crederet populus Romanus sua interesse quid iudicaretur.
5 satis constat C. Cornelium et M. Scaurum et T. Milonem et
L. Bestiam et P. Vatinium concursu totius civitatis et ac­
. cusatos et defensos, ut frigidissimos quoque oratores ipsa
certantis populi studia excitare et incendere potuerint. itaque
hercule eius modi libri extant, ut ipsi quoque qui egerunt non
aliis rpagis orationibus censeantur.
1 XL. 1am vero contiones assiduae et datum ius potentis­
simum quemque vexandi atque ipsa inimicitiarum gloria,
cum se plurimi" disertorum ne a P. quidem Scipione aut
Sulla aut Cn. Pompeio abstinerent et ad incessendos prín­
cipes viros, ut est natura invidiae, populi quoque ut histriones
auribus uterentur, quantum ardorem ingeniis, quas oratori­
bus faces admovebant!
2 Non de otiosa et quieta re loquimur et quae probitate et
modestia gaudeat, sed · est magna illa et notabilis eloquentia
alumna licentiae, quam stulti libertatem vocant, comes sedi­
tionum, effrenati populi incitamentum, sine obsequio, sine
severitate, contumax, temeraria, arrogans, quae in bene con-
a stitutis civitatibus non oritur. quem enim oratorem Lacedae­
monium, quem Cretensem accepimus? quarum civitatum
severissima disciplina et severissimae leges traduntur. ne
Macedonum quidem ac Persar.um aut ullius gentis, quae
certo imperio contenta fuerit, eloquentiam novimus. Rhodii

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DIÁLOGO SOBRE LOS ORADORES

sita de aclamación y aplauso y como de cierto teatro, lo cual a


diario a los antiguos oradores acontecía, cuando tantas gen­
tes e igualmente tan nobles hacían estrecho el foro; cuando
las clientelas también y la tribu y, además, delegaciones de
los municipios y una parte de Italia asistían a los que
estaban en riesgo; cuando en la mayoría de los juicios creía
el pueblo romano que era de su interés lo que se juzga-
ba. Consta suficientemente que C. Cornelio y M. Escauro 5
y T. Milón y L. Bestia y P. Vatinio con el concurso de
toda la ciudad fueron o acusados o defendidos, 160 de suerte
que aun a los oradores más fríos las mismas_ pasiones del
pueblo combativo pudieron excitar y encender. Y así, ¡ por
Hércules!, quedan discursos de tal clase, que aun los mismos
que los pronunciaron no son tenidos en más _por otras ora­
ciones.
XL. Ahora bien, las asambleas frecuentes y el derecho 1
concedido de atacar a los más poderosos y, además, la mis-
ma gloria de las enemistades; cuando los más de los disertos
ni siquiera a P. Escipión o a Sula o a Cn. Pompeyo
perdonaban, y para atacar a los varones príncipes, como es .
la naturaleza de la envidia, usaban también, como los his­
triones, los oídos del pueblo, ¡ cuánto ardor á los ingenios,
qué antorchas arrimaban a los oradores !
No hablamos de una cosa propia del ocio y tranquila, y 2
que goce de la probidad y la modestia, sino que aquella ora­
toria grande y notable es alumna de la licencia, que los es­
tultos llaman. libertad, compañera de sediciones, estímulo del
pueblo desenfrenado, · sin acatamiento, sin severidad, contu­
maz, temeraria, arrogante, que en ciudades bien constituidas
no surge. 161 En efecto, ¿ de qué orador lacedemonio, de 3
qué cretense hemos oído. Se refiere que de estas ciudades era
severísima la disciplina y severísimas las leyes. Ni siquiera
de los macedonios y de los persas, o de alguna otra nación
que haya estado contenta bajo un· gobierno firme, conoce-

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TÁCITO

quidam, plurimi Athenienses oratores extiterunt, apud quos


omnia populus, omnia imperiti, omnia, ut sic dixerim, omnes
4 poterant. nostra quoque civitas, donec · erravit, donec se
partibus et dissensionibus et discordiis confecit, donec nulla
fuit in foro pax, nulla in senatu concordia, nulla in iudiciis
moderatio, nulla superiorum reverentia, nullus magistratuum
modus, tulit sine dubio valentiorem eloquentiam, sicut indo­
mitus ager habet quasdam herbas laetiores. sed nec tanti
rei publicae Gracchorum eloquentia fuit, ut pateretur et
leges, nec bene famam eloquentiae Cicero tali exitu pensavit.

1 XLI. Sic quoqtie quod superest antiquis oratoribus forum


non emendatae nec usque ad votum compositae civitatis
2 argumentum est. quis enim nos advocat nisi aut nocens
aut miser? quod municipium in clientelam nostram venit,
nisi quod aut vicinus populus aut domestica discordia agitat?
quam provinciam tuemur nisi spoliatam vexatamque? atqui
3 melius fuisset non queri quam vindicari. quod si inveniretur
aliqua civitas, in qua nemo peccaret, supervacuus esset inter
innocentes orator sicut inter sanos medicus. quo modo ta­
men ·minimum usus minimumque profectus ars medentis
habet in iis gentibus, quae firmissim� valitudine ac salu­
berrimis corporibus utuntur, sic minor oratorum honor
obscuriorque gloria est inter bonos mores et in obsequium
4 regentis paratos. quid enim opus est longis in senatu sen­
tentiis, cum optimi cito consentiant? quid multis apud popu­
lull\ contionibus, cum de re publica non imperiti et multi
deliberent, sed sapientissimus et unus? quid voluntariis
accusationibus, cum tam raro et tam parce peccetur? quid

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mos la elocuencia. Rodios hubo algunos, 162 muchísimos


atenienses, entre los cuales todo, el pueblo, todo, los igno­
rantes, todo, por así decir, todos lo podían. También 4
nuestra ciudad, mientras erró, mientras se consumió en par­
tidos y disensiones y discordias, mientras ninguna paz hubo
en el foro, ninguna concordia en el senado, ninguna mode­
ración en los tribunales, ningún respeto a los superiores,
ninguna limitación en los magistrados, produjo sin duda la
más vigorosa elocuencia, del mismo modo que un campo
indómito tiene algunas hierbas más lozanas. Pero ni fue de
tanto valor para la república la elocuencia de los Gracos,
que sufriera también sus leyes, ni Cicerón compensó justa­
mente la fama de su elocuencia con tal muerte. 163
XLI. Así también el foro que sobrevive a los antiguos 1
oradores, es prueba de una ciudad no enmendada ni en la
medida del deseo compuesta. ¿ Pues quién recurre a nos- 2
otros, sino o el culpable o el desgraciado? ¿ Qué municipio
entra en nuestra clientela, sino el que o un pueblo vecino
o una discordia doméstica perturba? ¿ Qué provincia defen­
demos, sino la despojada y la vejada? Y, sin embargo,
habría sido mejor no tener queja que tener reparación.
Porque, si se encontrara alguna ciudad en que nadie de- 3
!inquiera, inútil sería entre inocentes el orador, así como
entre sanos el médico. Pues así como el arte del que cura
tiene un mínimo de aplicación y un mínimo de provecho en
aquellas gentes que disfrutan de firmísima salud y de cuer­
pos salubérrimos, 164 así, menor es el honor y más oscura·
1a gloria de los oradores entre buenas costumbres y hombres
dispuestos al acatamiento del que rige. En efecto, ¿ qué -i
necesidad hay de largos pareceres en el senado, puesto que
los mejores rápidamente se ponen de acuerdo? ¿ Qué, de
muchos discursos ante el pueblo, puesto que sobre la repú­
blica no los inexpertos y los muchos deciden, sino el más
sabio y uno solo? . ¿ Qué, de acusaciones espontáneas, 165

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TÁCITO

invidiosis et excedentibus modum defensionibus, curo cle-


5 mentía cognoscentis obviam periclitantibus eat? credite,
optimi et in quantum opus est disertissimi viri, si aut vos
prioribus saeculis aut illi, quos miramur, his nati essent, ac
deus aliquis vitas ac [ vestra] tempora repente mutasset, nec
vobis summa i1la laus et gloria in eloquentia neque illis mo­
dus et temperamentum defuisset: nunc, quoniam nemo -
eodem tempore assequi potest rhagnam famam et magnam
quietem, bono saeculi sui quisque citra obtrectationem alte­
rius utatur.'
1 XLII. Finierat Maternus, cum Messalla: 'erant quibus con­
tra dicerem, erant de quibus plura dici v�llem, nisi iam dies
esset exactus.' 'fiet' inquit Maternus 'postea arbitratu tuo,
et si qua tibi obscura in hoc meo sermone visa sunt, de iis
2 rursus conferemi.ls.' ac simul assurgens et Aprum complexus
'ego' inquit 'te poetis, Messalla autem antiquariis crimina­
bimur.' 'at ego vos rhetoribus et scholasticis' inquit.
Cum adrisissent, discessimus.

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puesto que tan rara y tan levemente se delinque? ¿ Qué, de


defensas odiosas y que exceden la medida, puesto que la
clemencia del que conoce va al encuentro de los que están
en riesgo? Creed, varones óptimos y, en cuanto es nece- 5
sario, disertísimos, si o vosotros en los siglos precedentes
hubieseis nacido, o aquellos a, quienes admiramos, en éstos,
y algún dios las vidas y tiempos de repente hubiese permu­
tado, ni a vosotros habría faltado aquel sumo elogio y
gloria en la elocuencia, ni a ellos mesura y templanza: aho-
ra, puesto que nadie en el mismo tiempo puede alcanzar gran
fama y gran quietud, del bien de su siglo use cada uno sin
denigración del otro.
XLII. Había terminado Materno, cuando Mesala -Ha- 1
bía cosas que yo contradiría; había cosas de las cuales que­
rría se dijese más, si ya el día no se hubiese acabado.
-Se hará -dijo Materno- después a tu gusto y, si al­
gunas cosas te parecieron oscuras en este mi discurso, de
ellas nuevamente conversaremos. Y al mismo tiempo 2
levantándose y abrazando a Apro -Yo -dijo- te denun­
ciaré a los poetas, y Mesala a los anticuarios.
-Y yo a vosotros, a los rétores y los declamadores --0ijo.
Habiéndose reído, nos separamos.

4.1
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Notas al texto latino
I. cum floruerint. Tiene sentido concesivo.
ita. i. e. oratores.
causidicus. Tiene comúnmente cierto matiz peyorativo.
respondere, excipere. Infinitivos concertados dependientes de
auderem.
· ut ex·istimandum sit. Oración consecutiva.
mihi. Dativo agente de proferenda.
proferenda. Se. esset.
ut nostris temporibus. Ut tiene sentido restrictivo.
memoria et recordatione. El empleo de pares de sinónimos es
frecuente en todo el Diálogo.
opus est. Se. mihi.
a praestantissimis viris. Complemento de accepi.
dum redderent. Subjuntivo por atracción de cum afferrent.
numeris. Numeri: "divisiones".
diversam. Aquí en el sentido de adversa, como en XXXIV, S. Cfr.
Juvenal, vn, 156.
vexata et irrisa vetustate. Ablativos absolutos.
II. pastero die quam. Esta construcción también se encuentra en
Cicerón, De orat., n, 3, 12.
tamquam. Tiene matiz condicional.
eo tragoediae argumento. i. e. eius tragoediae argumento.
quos utrosque. Es más usual la expresión quorum utrumque.
ut exciperem. Oración consecutiva.
fabulas. Fabula se usó en la época postaugustal con el signifi­
cado de: "conversación", "charla", "murmuración". Cfr. III, 2;
XXIX, 4.
·aictionis. Cicerón emplea el término dictio para referirse a los
ejercicios oratorios. De ora(., I, 34.
quamvis. Generalmente introduce una oración concesiva con ma­
tiz de contingencia. Aquí la oración indica un hecho real.
consecutum. Se. esse.
in quantum = quantum. Expresión de la época imperial. Cfr.
XLI, 5.
tamquam. Tiene matiz condicional.

LXV
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DIÁLOGO SOBRE LOS ORADORES

habiturus. La supresión del auxiliar es común, particularmente


en la época imperial.
eius. Se esperaría suum, pues se refiere al sujeto.
III. ipsum. Adjetivo; se refiere a librum.
nihil. Acusativo adverbial.
terrent quo minus. El verbo terrere se ha construido a semejanza
de deterrere.
sublaiis. Ablativo absoluto. El sujeto, sobrentendido, se sugiere
por medio del indefinid9 qua. Esta construcción es común en
Tácito.
emitteres. Emittere en el sentido de "publicar" es raro.
securiorem. Tiene sentido activo.
quae. i. e. ea quae.
incumbam. Incumbere con dativo es reg1men de la época impe­
rial. Cicerón construía este verbo con in o ad.
quo minus. Tiene sentido consecutivo. Régimen extraño; debe
entenderse tal vez como análogo y paralelo a terrent quo minus
del párrafo anterior.
circa. El uso de esta preposición en el sentido de "a propósito
de", "sobre", es postaugustal.
ut adgregares. Oración completiva explicativa de novum nego­
tiu111.
graeculorum. Este diminutivo tiene matiz despectivo. Cfr. XXIX,
1; Juvenal, m, 78; VI, 186.
IV. nobis. Dativo de interés.
advocationum. Advocatio : "litigación". El genitivo con desidia
es muy raro.
oblatum. Se. esse.
satis superque. Cfr. Cicerón, De nat., 2, 1, 2.
mihi. Dativo agente de sudatum est.
eloquentiam. Este término tiene aquí el sentido general de "ex-
presión literaria" o "literatura", como en x, 4.
V. iudicem. Complemento atributivo de me.
ut se excusent. Oración explicativa de quod.
alteram = alterutram.
usu. Usus: "relaciones".
contubernii. Contubernium en la época imperial se empleaba con
el sentido, entre otros, de "convivencia", "trato familiar". Cfr.
XIII, l.
poetica. i. e. "poesía" en cuanto ocupación.

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NOTAS AL TEXTO LATINO

locupletiorem. Se decía que un acusado era locuples, cuando


tenía muchas culpas o gran responsabilidad.
cum possit. Oración de sentido concesivo.
quatenus = quoniam, como en XIX, l.
invenimus. He seguido la corrección aceptada por Michel. Koes-
termann : t inveniri.
societate. Ablativo de modo.
quod. Introduce la oración de omittit.
necessitudines. Necessitudo se usa raramente en el sentido de
necessitas; más comúnmente significa, como aquí, "relación", ya
sea de parentesco, de amistad, de trato.
complecti provincias. Debe sobrentenderse un complemento como
patrocinio.
qua. Complemento de los comparativos fructuosius, amplius,
pulchrius, illustrius.
urbis, imperii, gentium. Genitivos subjetivos.
armatus. Se refiere al sujeto de feras.
rebus prospere fluentibus. Ablativo absoluto con matiz condi-
cional.
aliorum. Genitivo subjetivo de perfugio y objetivo de tutela.
possis. Subjuntivo de posibilidad.
accinctus. Usado a menudo sin complemento con el sentido de
"armado".
certaminum. Complemento de rudem.
elusit. Término técnico de los juegos gladiatorios.
cuí partí. Oración relativa con sentido causal.
VI. momento, diebus, horis. Ablativos, complementos de tiempo.
ipsos venire. Completiva directa dependiente de scire.
veteres. La interpretación de este término es controvertida.
Goelzer piensa que la expr.esión homines veteres se opone a homi­
nes novi.
orbis. Se. terrarum.
comitatus et egressus. Especie de hendíadis.
egressus. A veces el verbo egredior, usado sin complemento, se
refiere al hecho de salir de casa. Cfr. Ann., XI, 12.
assistendi. Usado aquí en forma absoluta y, por tanto, con el
significado de "estar de pie".
induerit. Entiendo esta forma como pretérito perfecto de sub­
juntivo.
quoqite. Su significado se acerca al de vel.
meditata. Tiene sentido pasivo.

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DIÁLOGO ,SOBRE LQS·ORADORES

quoddam. Adjetivo, se refiere a pond11.r y constantia.


profert. El sujeto, indeterminado, está de algún modo implicado
en dicentium y orantibus.
curam. Cura = opus. Cfr. 1n, 3.
attulerit. Futuro perfecto. El sujeto es el mismo de profert.
lenoc'inatur. Este· término se usó en la época imperial con el
sentido de "estimular", "incrementar".
graiiora. Se. sunt.
·- · VII. laetiorem. Se refiere a diem.
'hamo novus, natus. Aposiciones del sujeto de accepi, con sentido
concesivo.
Favorabili. Con sentido pasivo: que se concilia el favor.
quam eos. Término de comparación de laetiorem.
datur. A menudo se encuentra en Tácito este verbo, con régi­
men de infinitivo.
=
alieno alio.
. fama et laus. Es notable la abundancia de pares de palabras de
significación semejante en este pasaje.
quibus modo est.. Esta oración tiene sentido condicional. Quibus
es dativo posesivo.
advenae, peregrini. Aun cuando los dos términos significan "ex­
tranjeros", advenae se opone a incolae en una de sus acepciones, y
peregrini, a cives.
aiuJ·itos. Complemento directo de requirunt y agnoscere. El verbo
audire, con el significado de "oír hablar de", es usado frecuente­
mente por Tácito.
VIII. nati dicuntur. Se. esse. Giro de pasiva personal.
sestertiiim. Con los numerales multiplicativos este término sig­
nifica: "cien mil sestercios".
praestat. En singular. Se trata de una especie de construcción
ad sensum. El sujeto ter milies sestertium es considerado como
una unidad.
ad quam pervenerint. Oración interrogativa indirecta, explicativa
de exempla.
haec. Neutro plural. Se refiere .a exempla.
cognoscenda, spectanda haberemus. Expresión postaugustal, por :
cognoscenda, spectanda nobis essent.
quoque = et quo.
quaeque = et quae.

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NOTAS AL TEXTO LATINO

donec: "mientras", "durante". Acepción de la época imperial.


ipsi. Dativo, complemento de promptum est.
quod. Complemento directo de acceperint y sujeto de possit.
tot ac tanta. i. e. tot ac tantas res. Tot es usado muy raramente
como neutro sustantivado.
quas. Complemento directo de vituperet y de fastidiat.
IX. si loquitur. Esta oración tiene sentido condicional muy debi-
litado, que se acerca al de una simple completiva.
apiul te. i. e. "en tus obras".
hoc. Lo entiendo como nominativo, sujeto de est.
inciderit. Futuro perfecto.
non quia. Se construye con indicativo, cuando el hechb que se
rechaza como causa es un hecho real. (Emout y Thomas, 346.)
domi nascuhtur. Expresión proverbial.
ut cogatur. Oración explicativa de exitus.
toto anno, magna parte. Ablativos de duración (Ernout y Tho­
mas, 133).
libe/los. Libellus: "programa", "invitación". Acepción atestigua-
da ya desde Cicerón.
ut prosequatur. Oración concesiva.
refert. El sujeto, cambiado súbitamente, es ahora Bassus.
pulchrum id quidem. Se. est.
se ipsum. Se es acusativo, complemento directo; ipsum, también
acusativo, es el sujeto.
poetis. Dativo agente de los verbos relinquenda, deserenda.
conversatio. El uso de. este término en la acepción de "trato''-,
"intercambio", es de la época· imperial.
X. quod. Neutro, por atracción del predicado pretium.
aeque quam. Construcción insólita en la prosa clásica.
rarissimarum. Rarissimus: "excépcional", "extraordinario"; acep-
ción nada usual en otros autores. Cfr. Agrícola, 7.
nedum ut. Construcción de la época imperial. Nedum = multo
minus.
Quotus quisque = quotusquisque: "cuán pocos".
tamquam deterream. Tiene sentido completivo y es explicativa
de sic (Emout y Thomas, 382).
deterream. Subjuntivo volitivo.
si modo. Parece que aquí hay fusrém de dos ideas. Esta oración
no puede tener como prótasis la anterior, sino otra que se deduce
de aquélla.

LXIX

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DIÁLOGO SOBRE LOS ORADORES

• nomen inserere famae. Construcción no rara en Tácito. Cfr.


Hist., II, 61; Ann., vr, 2.
eloquentiam. Cfr. IV, 5.
cothurnum. Metonimia muy usual, por "tragedia".
elegorum. Elegi, orum : poetas elegiacos.
efoquentia. Cfr. IV, 5.
mihi. Dativo posesivo.
summa, levioribus. Parece haber un cruce de figuras. Se espe-
raría un adjetivo como inferioribus.
ut. Correlativa de sic.
vanescere = evanescere.
tamquam. Conjunción completiva. Cfr. x, 3.
offendere. Verbo completivo de obno.xium. Ejemplo muy raro de
este tipo de régimen.
necessitudine = necessitate. Cfr. v, 3.
meditatus. Tiene sentido activo pasado.
sermonibus. Ablativo, complemento agente de f erri.
cum sumas. Oración causal.
XI. parantem me. Complemento directo de mitigavit.
sicut. Tiene cierto matiz concesivo. Cfr. XXXVII, 5.
Nerone. Pasaje muy controvertido. Algunos entienden: impe-
rante N erone.
sacra. En plural: "carácter sagrado".
partum. Se. esse. El sujeto, sobrentendido, se refiere a quid.
deiungere: "desuncir" o "desenganchar". No es muy usual en
sentido figurado.
statum tuetur. Expresión tomada del lenguaje gladiatorio.
mihi. Dativo, complemento agente de facienda sint.
XII. sardes. Aquí se refiere a los vestidos descuidados que lle­
vaban los acusados en señal de duelo.
sed secedit. Anacoluto. Se esperaría una expresión semejante a
ésta: sed in ... quo.
haec, haec. Se. fuerunt.
commoda. Se refiere a eloquentia, sujeto sobrentendido de Ín­
flu.xit.
huius. Entiendo que se refiere a la elocuencia oratoria, que Apro
exalta, por oposición a la elocuencia poética, alabada por Materno.
recens, natus, repertus. Se. est..
Ceterum. Tiene sentido adversativo.
non. Afecta al relativo.

LXX

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NOTAS AL TEXTO LATINO

ullis. Usado como adjetivo sustantivado.


augustior honor. Se. erat.
illos disgenitos. Adjetivos de reges.
ínter quos. Se. fuisse.
neminem = nullum. Cfr. xv, l.
altius. Hace referencia al tiempo.
apud pasteros. Se. tribui.

XIII. illud feli:r contubernium. Esta expres10n se ha interpre­


tado de diversas maneras : eón los dioses; con las musas; con la
naturaleza; con los propios sueños y creaciones del poeta. Yo
entiendo que se refiere a la naturaleza y a los dioses, según la
expresión de Apro en 1x, 6 y el comentario de Materno en todo
el párrafo XII.
licet eve:rerint. Oración concesiva.
epistulae, populus. Sujetos del verbo sobrentendido esse.
Testes y testis son predicados nominales.
forte. Se refiere sólo a praesentem spectantemque.
cesserit. La afirmación ha sido atenuada por el uso del sub­
juntivo.
quod timent. fsta y las oraciones siguientes introducidas por
quod son completivas explicativas de quid.
Quae est. El sujeto es Quae. Haec y summa se refieren al
predicado nominal potentia.
ultra. Hace referencia al tiempo.
tumulo. i. e. iti tumulo.
consulat. Se. senatum.
roget. Se. principem.

XIV. instinctus. Se. divino spiritu. Cfr. Quintiliano, x11, 10.


tempestivus. Adjetivo, se refiere al sujeto sobrentendido de in-
terveni.
tractantibus. Dativo, complemento de interveni.
adeo. Adverbio, con matiz de encarecimiento.
cum exhortatus est. Oración temporal de valor puramente expli­
cativo.
similior. El término de la comparación está sobrentendido, y es
el mismo que rige poetarum y oratorum.
quod e:rercetis, assumitis. Oraciones completivas explicativas de
id ipsum.

LXXI

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DIÁLOGO SOBRE LOS ORADORES

tum etiam iis. Se. afferent.


pervenerint. Futuro perfecto.
scholasticis. Término de la época imperial.
XV. excepi = audivi.
neminem = nullum. Cfr. XII, 4.
audacius. Adverbio referido al verbo cuyo complemento directo
es id.
cum denegares. Oración causal.
opinionem. Debe entenderse que opinio significa aquí la propia
reputación.
paenitentiam ago = me paenitet.
quamquam disputes. Quamquam con subjuntivo es construcción
propia de la época imperial, y común en Tácito.
impetratum. Se. esse. Pasiva impersonal.
plerumque = persaepe.
quia video etiam Graiis. Tácito ha fundido en una sola dos pro­
posiciones: ut longe absit ab Aeschine . .. Sacerdos iste Nicetes y
atque etiam longius quam Afer.
scholasticorum. Este término significa aquí: "escolares", "dis­
cípulos".
XVI. ut adiuvetis. Es oración completiva, explicativa de illud.
ipse manifestus est accingi nec perferre. i. e. manifestum est
ipsum accingi nec perferre.
inauditum et indefensum. Tal vez ésta era una fórmula corriente
del lenguaje legal. Se encuentra también en: Hist., I, 6; II, 10;
y en Ann., II, 77.
aetatem. Aetas: "época", como en v y VI; acepción bastante
usual.
antiquos. i. e. la palabra "antiguos".
quosdam. Debe sobrentenderse la palabra oratores, a la cual se
refiere también el adjetivo veteres.
utrique. i. e. Philippo et Alexandro.
,.espectum inmensi huius aevi. Expresión pleonástica. i. e. ad
inmensum hoc aevum.
pe,-quam breve et in proximo est. Expresión zeugmática: per­
qua1n breve se refiere a spatium; in proximo est se refiere a De­
mosthenis aetatem.
nam. Introduce la oración de incipit.
cum maxime = tune cum maxime.
annorum. En genitivo por atracción de horum.

LXXII

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NOTAS AL TEXTO LATINO

XVII. quid. Con valor de adverbio interrogativo.


septimo idus Decembres. i. e. septimo die ante idus Decembres.
scripsit. Scribit sería más usual.
quibus. Denota duración.
mox = deinde.
stationem. Statio, en una de sus acepciones, denota el tiempo de
guardia de un soldado.
pellere. i. e. depellere.
Ita = [taque, como en xxxv, 5 y xxxv1, 8.
idem. Se refiere a eum qui armatus.
ne dividatis, vocitetis. Oraciones finales. La principal de la que
dependen queda sobrentendida.
, XVIII. ut docerem. Final, explicativa de ideo.
quosque alias = et aliis quos.
vocaverimus. Pretérito perfecto de subjuntivo.
agere. Aquí en el sentido de "hablar" o "actuar" i;n calidad de
abogado.
mutari farmas. Oración completiva, explicativa de illud.
uberior. Se. est.
elaboratus. Tiene sentido activo.
contentus. Construido con infinitivo es raro en la época clásica.
inventos. Se. esse. Completiva de infinitivo, en· vez de la intro-
ducida por quin, frecuente en la época imperial.
qui. El antecedente de qui es el sujeto, sobrentendido, de in­
ventos.
male audisse. Expresión similar a la griega: xotxw� &xoúe:L\I tm6
-rt110�.
elumbis. Este término no se encuentra en ningún otro lugar.
XIX. admiratores. Término de la época imperial.
hunc. Se refiere a Cassium Severum.
flexisse. En sentido neutro. '¡_ e. deflexisse.
intellectu. Término de la época imperial, por intellegentia.
spatia. i. e. magna spatia.
si eximeret. Oración explicativa de id ipsum. En subjuntivo,
para indicar acción repetida.
longa principiorum praeparatio. El genitivo, .e�plicativo, parece
pleonástico.
odoratui. Se. esse.
locum. Se. communem.
videretur, insereret. Subjuntivos de repetición.
nec mirum. Se. erat.
LXXIII

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DIÁLOGO SOBRE LOS ORADORES

haec. Es el sujeto; nova e incognita son atributos.


omnibus. Se refiere a praecepta y placita.
cortina. Una de las acepciones primarias de esta palabra es:
arco, bóveda, círoolo. Algunos interpretan que en este contexto
se refiere al ábside de las basílicas, bajo la cual se sentaban los
jueces y actuaban los oradores. En acepciones secundarias signi­
fica: círculo del teatro, círculo de oyentes. Este último significado
es dudoso y está referido a la interpretación de este pasaje (Lewis
and Short, Latin Dictionary).
quin = qui non.
cognoscunt. Verbo usado en sentido absoluto y como término
técnico.
vi et potestate, iure et legibus. Ablativos de medio.
tempora. Debe entenderse: tiempo o duración de las interven-
ciones.
exspectandum habent. Cfr. vm, 2.
XX. principia. i. e. exordia.
exspectabit. i. e. escuchará hasta el final. Cfr. Cicerón, De orat.,
1, 36.
Pro M. Tullio aut Auto Caecina. Son títulos de discursos, en
aposición con quae.
aversatur. Se. dicentem.
assistentium. i. e. audientium.
impexam. Es más común en los prosistas el uso de los adjetivos
incomptus o incultits.
et. Parece expletivo. La segunda parte de la expresión sola­
mente da mayor precisión a la primera. Cfr. XXXIII, 9.
tradunt in vicem. i. e. tradunt inter se.
sensus. En tiempo de Tácito se usaba este término con el sentido
de "oración" o "periodo". Cfr. Quintiliano, IX. 4, 26.
sententia. Aquí, con el sentido de: frase, periodo o fórmula bri­
llante e ingeniosa. Cfr. Quintiliano, XII, 10, 48: Lumina praecipue
in clausulis posita, qua e feriunt aninws.
Horum. Se refiere al complemento agente implícitc;> en exigitur.
Quid enim. Hay elipsis violenta de un verbo que podría signifi­
car "decir" o "pensar".
XXI. quique alii =
et aliis qui.
in eodem valitudinario. Parece· frase proverbial. Cfr. Séneca,
Ep. 27, l.
Calvi. Se. libros.

LXXIV

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NOTAS AL TEXTO LATINO

verbis, sententiis. Ablativos de limitación.


quo minus. La expresión voluntatem defuisse envuelve una idea
de impedimento; de ahí la construcción con quo minus.
rerum. Se. publicarum.
fama sua. Ablativo, término de comparación de minorem.
lentitudinis, teporis. Como. términos retóricos sólo aquí se en-
cuentran.
studuisse. El uso del verbo studere en sentido absoluto es de la
época imperial.
toris. Ablativo de lugar.
· commendat. El complemento directo es ipsos nervos.
nec per ipsum stetit. Stare per: "depender de". Cfr. Quintiliano,
III, 6; Plinio, Ep., x, 6, 2.
quo minus. Aquí con sentido negativo.
XXII. cui. Dativo posesivo.
antiquos. Se. oratores.
iuxta finem. i. e. sub finem.
utique. Aquí: "particularmente".
circa. Cfr. m, 4.
excessus = digressiones. Término de la época imperiaL
apte. i. e. de conformidad con las leyes de la armonía o eufonía
en el final de periodo.
referre. Se. domum.
duraturus. Participio con valor de adjetivo, como en 1x, 7.
• ut libeát. Oración consecutiva.
olentia. i. e. que huelen mal.
sensus. Con el sentido de "frase" o "periodo", como en xx, 4.
fugitet. Entiendo que el sujeto es orator, que puede suponerse
fácilmente.

XXI.JI. illud. Adjetivo referido a esse videatur.


quoque. Ablativo del adjetivo quisque, referido a sen.rus.
sensu. Con el sentido de "periodo" u "oración", como en xx,
4 y XXII, 5.
C ommentarios. Commentarius: "borrador", "esbozo" o "esquema
de discurso". Cfr. Quintiliano, x, 7.
significasse contentus. El infinitivo dependiente de adjetivos apa­
rece en la prosa en la época imperial.
eloquentia. Aquí este término parece acercarse al significado de
"estilo".
ex comparatione. Giro de la época imperial.

LXXV

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DIÁLOGO SOBRE LOS ORADORES

quos. i. e. eos qui se antiquos oratores vocant.


fabulantes. i. e. dicentes, con sentido despectivo.
parum esse. El sujeto de esse está sobrentendido. A él deben
referirse los adjetivos fortem, laetum, alacrem, de la oración si- .
guiente.
in qua. Antecedente sobrentendido: is o ille.
sensum. Aquí con el significado de "pensamiento".
sententiarum. Cfr. xx , 6.

XXIV. defendit. Pretérito perfecto de indicativo.


ingenio ac . . . et arte. Zeugma: mutuatus est solamente puede
referirse en propiedad a eruditione y arte.
quae. El antecedente, sobrentendido, es el complemento directo
de mutuatus est.
immutasse. Con valor neutro.
veteri. Ablativo. Es más común la forma vetere.
in tantum. Por tantum. Cfr. II, 2.
cum collegerit. Oración de matiz concesivo.

XXV. tamquam. i. e. tamquam si, como en u, 1' y 2.


sive. No afecta a appellet, sino solamente a antiquos, y está en
correlación con las partículas siguientes. Tiene cierto matiz con­
cesivo.
qua alío m.avult nomine. i. e. alio nomine qiiod mavult.
in confesso. Expresión postaugustal. Cfr. xxvu, l.
quominus fatear. Entiendo que quominus. tiene el valor de quin.
primae. Se. partes.
haec oratorum aetas. i. é. horum oratorum aetas.
cum consentiant. Oración concesiva.
ut scias. Oración consecutiva.
invicem = inter se.
quod obtrectaverunt. Completiva de non est vitium.
malignitate nec invidia. Hay zeugma al hacer depender ambos
términos de detexisse.
invideret. Subjuntivo deliberativo.
exigit. El su'jeto es id, que puede fácilmente deducirse de quod.
cum /atear. Oración concesiva.
XXVI. actores. i. e. actores causarum. Quintiliano también em­
plea esta palabra sin complementó.
debeat. Subjuntivo (le posibilidad.
commentarios. Cfr. xxnr, 2.

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NOTAS AL TEXTO LATINO

ut dicantur. Oración explicativa de exclamatio.


armis. Ablativo de limitación.
deiectus. Por la expresión completa del lenguaje glacliatorio:
de gradu deiectus.
sustinuit. La construcción de este verbo con infinitivo es poética
y de la prosa imperial.
detrectasse contentus. Construcción semejante en XVIII, 4 y
XXIII, 2.
in publicum: "En conjunto". Uso raro (Michel).
scholasticorum. Aquí, con el sentido de "declamadores", como en
XLII, 2.
ut numeret. Completiva explicativa de persuasione.
XXVII. parce. Se. nominare singulos.
colligi. Colligere: "deducir", "concluir" (Lewis and Short).
in confesso est. Cfr. xxv, 2.
cum sciatis. Oración concesiva.
citra. Con sentido cercano al de sine. Este uso es propio de la
época imperial. Cfr. xu, 8.
affectus. Genitivo objetivo.
cum loquaris. Oración concesiva.
qua. Esta palabra está regida por la preposición ab, que va con
eloquentia.
XXVII'!. tibi ipsi. Dativos; complemento agente de ignotas.
etiam si. Depende directamente de nec ignotas.
praecipientium. Praecipientes =
praeceptores.
quamquam. Usada como conjunción no subordinante y sólo para
introducir una rectificación ( Ernout y Thomas, 350; Bassols, n,
273).
si. Tiene cierto matiz concesivo, como en XVIII, 2 (Ernout y
Thomas, 351; Bassols, II, 285).
circa. Con el sentido de "en cuanto a", como en XXII, 3.
cuique. Dativo de interés con matiz de posesivo.
temperabat. El sujeto no es propinqua; ahora se refiere nueva­
mente · a la madre. No faltan quienes consideran que el párrafo
que aquí termina se refiere todavía a propinqua.
produxisse. En el sentido de "formar". Cfr. Juvenal, xrv, 228.
educationibus. Plural bastante raro. Cfr. Ann., m, 25.
príncipes. i. e. qui futuri erant príncipes. Usado como adjetivo.
Cfr. xxxrv, l.

LXXVII
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XXIX. graeculae. Diminutivo con sentido despectivo, como en


n1, 5.
cuiquam. Como adjetivo referido a cosas, es propio de la época
impel"ial.
pensi. Genitivo de precio.
dicat, faciat. El sujeto es quisquam.
sui, alieni. Genitivos del pronombre reflexivo se y del adjetivo
sustantivado neutro correspondiente.
histrionales. i. e. histrionum.
relinquit. El sujeto es animus.
quicqttam aliud. Se. quam histriones, gladiatores, equos.
loquatur. Con complemento en acusativo este verbo tiene el sig-
nificado de "hablar constantemente" ( Gaffiot).
crebriores. Usado aquí como predicativo.
XXX. transeo. Término de la época imperial, por omitto, prae-
tereo, praetermitto.
in quibus et ipsis. Cfr. xxxv11, 4.
auctoribus. i. e. scriptoribus.
prof essio. Con este significado se usa en la época imperial.
quando introducta sit, quam habuerit. Oraciones completivas de
dicturus.
se didicisse. Ésta y las oraciones completivas siguientes depen­
den de un verbo sobrentendido a partir de refert, en la oración
anterior.
doctoribus. Según su etimología, doctor: "maestro".
ingenuae artes = artes liberales.
cluditur = includitur.
qui possit. Oración de matiz consecutivo.
XXXI. opus esse ut. Régimen muy raro.
in vicem = inter se. Cfr. xx, 4.
intelfei:tum: "sentido" o "significación". Cfr. Quintiliano, vu, 9.
illa. Neutro plural que anticipa las oraciones siguientes introdu-
cidas por ut,
infestos. Éste y los adjetivos siguientes se refieren a jueces,
sugerido por el iudicis del párrafo anterior.
venas. En plural: "pulso".· Ésta es una expresión del lenguaje
médico.
dicendum habuerit. Cfr. vm, 2 .
cuiusque. Se. iudicis.
adhibebit manum. Expresión del lenguaje médico.

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NOTAS AL TEXTO LATINO

temperabit. Id.
collectum. Aparece sólo aquí con el sentido de "conciso", "con­
densado".
meretur. Se esperaría subjuntivo, como es lo usual con la ex­
presión sunt qui.
sensibus. Aquí en su sentido más general de "sentimientos",
"emociones".
locos. i. e. topica.
ne u.ti. Oración sujeto de erit.
poscit. Presente por futuro.
in quibus. Se refiere también a causae.
Juiec scientia. Se refiere a grammatica, musica, geometría.
XXXII. sufficere ut. Giro de la época imperial.
uniforme. Este término no aparece antes de Tácito.
longe interesse. Expresión formada posiblemente por analogía
con longe abesse. La forma usual es multum o plurimum in-teresse.
possideat, mutuetur. Oraciones completivas de interesse, sin con-
junción.
teneant. i. e. teneant memoria.
sensus. Aquí con el sentido de "idea", "pensamiento" (Michel).
suo. Se refiere a eloquentia.
circumcisa et amputata. Figura de origen agrícola.
una. En lugar de unum, por ·atracción de eloquentia.
Et Cicero. Anacoluto. Se esperaría una expresión como: et apud
nos Ciceronem.
dum laudo. Dum con indicativo en el discurso indirecto no es
raro en Tácito.
XXXIII. vestigia. Aquí con el sentido bastante raro de "trazo",
"rasgo".
cetera. Anticipa la oración completiva siguiente.
neque solum contineri. Oración completiva directa de abnues y
significare.
contineri. Con esta acepción se encuentra ya en Cicerón.
puto. Oración incidental.
significare. Expresión elíptica que supone como completiva se
non abnuere.
demostrasse videor. i. e. videtur me demonstrasse.
nisi ut. Posiblemente es una expresión elíptica por nisi ita ut.
iNud. Anticipa la completiva directa dependiente de concedet.

, LXXIX
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XXXIV. principem. Usado como adjetivo. Cfr. xxxvm, S.


utque sic dixerim. El uso del pretérito perfecto en este giro
es raro.
studentibus. Tiene matiz causal.
quominus respuat. Ésta y las siguientes oraciones desarrollan el
término impune.
advocatus. Aquí con el sentido primitivo de la palabra: amigo
que acompaña a un litigante para apoyarlo.
ita = itaque.
qui praestaret. Ésta y las oraciones siguientes tienen matiz final.
faciem. i. e. formam naturalem.
ex invidis et faventibus. Complementos de auditorium.
diversis. i. e. adversis.
inde, ibi. Se refiere a in diversis subsellis.
fidelius. Raro con este sentido, pero clásico.
constantius surgere. Se. famam.
audienti. Tiene matiz causal.
notae leges. Se. erant.
insecuti sunt. lnsequi es el término técnico para significar "12er-
seguir en justicia".
hodieque. La conjunción que es intensiva.
XXXV. quod iussi sunt. Oración explicativa de ex eo.
utrumne = utrum.
securitate. S ecuritas: "carencia de preocupación o cuidado".
contrariae. Aquí con el sentido de "pernicioso", "perjudicial".
praemia. Éste y los acusativos siguientes son complementos direc-
tos de prosequantur.
vitiatarum. Genitivo subjetivo.
XXXVI. antiquorum. Se. oratorum.
quae. Sujeto de tribui.
quae tribuí. Sujeto de fas erat.
omnibus. Neutro.
saperet. De interpretación discutida. Yo entiendo este verbo en
su acepción más general: "saber".
quantum. Sujeto de poterat.
potentium reorum. Genitivo objetivo.
Hi. i. e. antiqui oratores.
ultra= sua sponte.
cum, cum, cum. Introducen oraciones de sentido causal.·

LXXX
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NOTAS AL TEXTO LATINO

censere. Término técnico que indica la exposición de su parecer


por parte de un senador.
respondendu,µ, haberent. Perífrasis usual en el Diálogo. Cf,-.
XIX, 6; XXXI, 5.

XXXVII. clientulorum. Diminutivo con sentido despectivo.


ne, ne, ne. Introducen oraciones finales negativas.
necessitudines. Cfr. v, 3.
impetrarent. Se. honores.
mm maxime. Expresión elíptica: nunc cum maxime.
Actorum. De interpretación discutida. Yo entiendo que se refiere
a los acta populi ,-omani, acta senatus u otros acta similares.
consecutum. Se. esse.
utrumne = utrum, como en xxxv, 2.
dicendum habeas. Cfr. XXXVI, 7.
sicut. Tiene matiz concesivo. Cfr. XI, 2.
cum acciderent. Subjuntivo de repetición.
non quia. La fórmula clásica sería non quod ( quo).
tanti. Genitivo de precio.
ut haberent. Oración final.
sed. Partícula de transición, no conjunc10n adversativa.
stete,-it. El sujeto, sobrentendido, es eloquentia, que lo es, ade-
más, de los verbos siguientes.
quoque. i. e. et quo.
XXXVIII. qúae. i. e. forma et consuetudo iudiciorum.
perorare. Aquí con el sentido de "terminar de hablar", "acabar
el discurso".
finiebatur. i. e. definiebatur. Cfr. XVII, 4.
legibus. Ablativo de modo o medio.
apud quos ... solita sint. Oración interrogativa indirecta depen­
diente de quod maius argumentu.m est.
quod causae ... obruebantur. Oración sustantiva, término de com­
paración de maius.
ut legatu,-. Oración consecutiva. Hace referencia a adeo.
legatur. Entiendo líber como sujeto pasivo de legatur, y dictus,
como participio en función de adjetivo y referido a liber.
prindpis. Genitivo subjetivo.
XXXIX. vel. Adverbio, rectifica lamen.
ut rideatur. Oración final, explicativa de ideo. Rideatur puede

LXXXI
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ser pasiva impersonal, o bien personal, cuyo sujeto sería la ora­


ción quod dicturus .mm.
fabulamur. Tiene cierto matiz despectivo como en xxrn, 3.
fere. Afecta a toda la oración.
contrariam. Se. esse.
ex: "a partir de".
indicit. Se. i1tdex.
tribus. Singular nominativo.
quid iudicaretur. Interrogativa indirecta dependiente de inte1·esse.
accusatos, defensas. Se. esse.
quoque. Con sentido semejante a vel, como en VI, 6.
/taque ... censeantur. De acuerdo con la opinión de Bennett, el
texto parece corrupto.
ut censeantur. Oración consecutiva.

XL. principes. Cfr. XXVIII, 5; XXXIV, l.


admovebant. Los sujetos son contiones, ius, gloria.
Quarnm. El antecedente está sugerido en las palabras Lacedae-
monium y Cretensem.
traduntur. Se. esse.
apud quos. Se refiere solamente a Athenienses, no a oratores.
dixerim. Cfr. XXXIV, 2.
donec. Cfr. vm, 3.
superiorum. Genitivo objetivo.
pensavit. i. e. compensavit.

XLI. forum. Antecedente de quod y sujeto de argumentum est.


quod. i. e. id qztod.
spoliatam ve:rntainque. Entiendo que ambos participios no se
refieren a una misma provincia.
non queri. i. e. no tener causa de queja.
minimumque. Aquí que es epexegético.
cum consentiant. Ésta y las oraciom;s siguientes regidas por cum
son causales.
cognoscentis. i. c. iudicis.
in quantum. Cfr. u, 2; xxrv, 3.
temperamentum. Término de la época imperial, por temperantia.
citra. Cfr. xxvu, 2.
alterius. Genitivo objetivo.

LXXXII
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NOTAS AL TEXTO LATINO

XLII. criminabimur. Es más usual el régimen de este verbo con


apud y acusativo.
sclwlasticis. Aquí entiendo este término en el significado de "de­
clamador", como en xxv1, 9. Cfr. scholastica.

LXXXIII
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Notas al texto espafiol
1 Cónsul sufecto en 102 y más tarde gobernador de Siria, fue
amigo de Plinio el Joven, quien Je dirigió algunas cartas.
2 El Diálogo se sitúa en el año 75.
s Tácito explica brevemente el carácter del Diálogo. Según el
método de los académicos, practicado ampliamente por Cicerón,
no se puede alcanzar la verdad absoluta, sino sólo probabilidades;
éstas se establecen por medio de discusiones en que se examinan
metódicamente los pros y los contras.
4. Curiacio Materno no es mencionado en ninguna otra parte.
De x, 2 parece desprenderse que era originario de la Galia. Algu­
nos identifican a este personaje con el Materno que, según testi­
monio de Dion Casio (LXVII, 12, 5), fue condenado a muerte por
Domiciano en 91.
li Se trata seguramente de Catón de útica, símbolo de la resis­
tencia republicana, quien se dio muerte en 46 a. C.
6 Se refiere sin duda al emperador, es decir, a Vespasiano, y
a sus allegados.
7 Apro no es citado en otra parte. Galo de origen, según se
desprende de x, 3, ascendió al rango senatorial y a la pretura..
Secundo fue amigo de Quintiliano, quien lo cita con admiración y
simpatía como a orador cuidadoso, .elegante y preciso (XII, 10.
11). Murió joven, sin haber dado el fruto maduro que su talento
prometía.
8 Tiestes y Medea fueron temas frecuentes de obras ·dramáticas.
Séneca escribió sendas tragedias sobre estos personajes; Ovidio
escribió µna intitulada Medea, y Vario compuso otra, Tiestes,,
ambas de gran renombre. Cfr. XII, 6.
9 L. Domicio Ahenobarbo, uno de los personajes más notal!>les.
y de las figuras más dramáticas de la oposición contra César_
Defensor de Carfinio, fue hecho prisionero por César y después.
liberado; tomó parte en la defensa de Marsella y murió después de
la batalla de Farsalia, mientras huía del campamento de Pompeyo.
Da He vertido graeculus por "gréculo", a semejanza de otros
diminutivos que pasaron al español, como tales, en su forma lati­
nizante (párvulo, ménsula, rótula, cánula, etcétera), atendiendo a

LXXXV
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DIÁLOGO SOBRE LOS ORADORES
'
la connotación de odiosidad y desprecio que tenía esta palabra.
Cfr. Cicerón, De orat., I, 22, 102; Juyenal, m, 78.
10 Saleyo Baso fue un poeta épico de talento vehemente. Quin­
tiliano lo menciona con elogio (x, 1, 90); Juvenal alaba su genio
y-recuei:da su pobreza (vn, 80-81).
11 "tribunal" debe referirse al tribunal de los centunviros, que
tenía jurisdicción sobre herencias y propiedades; el senado juz­
gaba sobre asuntos principalmente criminales, casos de lesa majes­
tad y otros; el príncipe presidía el más alto tribunal, el consilium.
12 Eprio Marcelo, delator célebre, amigo de Nerón, contribuyó
a que el estoico Trasea Peto fuera condenado en el año 66. Hel:vidio
Prisco, yerno de Trasea, estoico también, trató de obtener repa­
ración en los primeros días de Vespasiano; Eprio se defendió
haciendo valer su lealtad y colaboración ( Tácito, Hist., rv, 6, 43).
En 74 éste fue cónsul sufecto; Helvidio fue desterrado.
13 Una de las obligaciones de los clientes era la de acompañar,
vestidos de toga, a sus patronos, cuando de casa salían al foro y
� sus negocios. -El número de acompañantes togados era timbre
de honor y signo de poder y riqueza.
14 Se refiere a la toga de los senadores, que llevaba una franja
ancha de púrpura en los bordes. La de los caballeros tenía una
franja angqsta.
· 15 Se llamaba así al primer miembro de una familia que ingre­
saba en el :orden senatorial, ya por favor del príncipe, ya por el
ejercicio de alguna magistratura.
16 El pueblo de las clases bajas usaba túnica y no toga.
17 Vibio Crispo, de origen galo, fue orador, delator y cónsul
sufecto bajo Nerón (año 62). Quintiliano se refiere a su elocuen­
cia agradable (x, 1, 119), y Juvenal lo presenta como miembro del
consejo de Domiciano, honesto y de carácter jocundo, que nunca
derexit brac.hia contra torrentem, ni pudo u·itam impendere uero
( IV, 82-93).
�s Capua, ciudad de Campania; Verc_eli, en la Galia Transpa­
dana.
19 Benario (op. cit., p. 72) calcula que la primera cantidad equi­
valdría a diez millones de dólares de nuestros días, y la segunda,
a quince. Bennett en su edición de 1894 hace el mismo cálculo.
En todo caso debe recordarse que la mayor fortuna que hubo en
la Roma de los dos primeros siglos del imperio fue de cuatro-

LXXXVI
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NOTAS AL TEXTO ESPAÑOL

cientos millones de sestercios, más o menos, según apreciación de


Friedlaender (La sociedad romana, p. 49).
2-0 Los dos fueron delatores. No se sabe cuál de ellos pudo ser
repugnante en su persona.
21 Nacido en el año 9 d. C., tenía sesenta aiíos cuando tomó
el poder.
22 Los hombres nuevos (homincs novi) solían colocar en el
atrio de su casa, en lugar de las máscaras de sus antepasados,
medallones con la efigie del emperador, de personajes notables,
y aun de ellos mismos, con inscripciones elogiosas. El tener una
estatua de sí mismo y de tamaño natural era un gran honor que
se concedía por voto del senado o por disposición del emperador.
23 Se refiere a las visitas matinales gue los clientes hacían
a sus patronos.
24 Vívido esbozo de las dificultades que conllevaba la orga­
nización de una lectura pública. Cfr. Séneca, Ep., 95; Plinio el
Joven, Ep., 1, 13; vn, 12; Juvenal, vu, 39-47.
25 Plinio el Joven en carta dirigida a Tácito (1x, 10), cita,
1
como dicha por éste, la expresión inter nemora et facas. Para
algunos esto constituye una prueba definitiva de la paternidad
taciteana del Diálogo (cfr. Introducción, p. x1). Otros (cfr.,
por ejemplo, Arnaldi op cit., p. 22, nota 35) mantienen la duda
de que Plinio se refiera a alguna carta u obra de Tácito.
Por otra parte, expresiones muy similares eran empleadas en
esa época para significar la idea de que el mejor ambiente para
la composición de poemas era el retiro campestre; Quintiliano
dice: nemora silvasque (x, 3, 22).
26 Plinio el Joven refiere en una de sus cartas (u, 3) qué
un habitante de Gades, conmovido por la fama de Tito Livio,
fue "desde el más alejado confín de la tierra" a Roma para
verlo, y que, una vez que lo vio, regresó inmediatamente sin haber
,. visto. nada más.
27 La elegía, entre los romanos, era primordialmente poema
amoroso; Catulo, Tibulo, Propercio y Ovidio fueron sus mayores
representantes. El yambo fue, entre los griegos, el vehículo de
la invectiva; en la literatura latina este tipo de poesía está re­
presentado por algunos épodos de Horacio y algunas poesías de
Catulo.
28 Séneca (Ep., 88, 20) hace una clasificación de las artes,

LXXXVII

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y define así las artes ludicrae : las que se dirigen al deleite de


ojos y oídos.
29 Famoso atleta del primer siglo de nuestra era, vencedor
olíp:ipico en el pancracio y la lucha.
so Se refiere al emperador.
81 Vatinio fue un bufón y compañero de Nerón, bajo cuyo
amparo se enriqueció por medio de delaciones (Tácito, Ann.,
XV, 34).
82 Músicos y cantores míticos.
83 Alusión a la estada de este dios en la corte de Admeto.
84 Lisias (ca. 440- ca. 360) e Hipérides (ca. 390- ca. 322) son
los representantes de la argucia, la elegancia y la gracia.
85 Políticos y oradores prominentes del tiempo de César y
Augusto. Folión fue, además, poeta, autor de tragedias, histo­
riador y protector de escritores, entre otros, de Virgilio. Quin­
tiliano (x, 1, 113) caracteriza su elocuencia. Mesala, historiador
• también y protector de escritores, de Tibulo por ejemplo, es
apreciado por Cicerón (Bruto, I, 15, 1) y por Quintiliano (x, 1,
113).
86 Ambas tragedias gozaron de gran renombre como verdaderas
obras maestras ( Quintiliano, x, 1, 98). Vario, además, es elogia­
do por Horado; era amigo de éste y de Virgilio, cuya Eneida
editó.
· 87Según la tradición, en los últimos años de su vida Virgilio
se retiró a un villa situada cerca de Nápoles, donde murió.
88 Hay testimonios (Donato, Vita Verg., 737 H) de que las
églogas de Virgilio eran recitadas en el teatro con frecuencia
(citado por Arnaldi).
39 La veneración era un honor reservado a los emperadores.
40 Pomponio Secundo, político, militar triunfador de los catos
en tiempo de Claudio, fue poeta trágico de gran estima (Tácito,
Ann., XII, 28; Quintiliano, x, 1, 98). Pomicio Afro, su contem­
poráneo, fue, en opinión de Quintiliano (xn, 11, 3), el más
grande orador de su tiempo, junto con Julio Africano.
41 Virgilio, Georg., II, 475.
42 Vid. nota 23.
43 Tal vez se refiere a algún enviado del emperador.

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NOTAS·AL TEXTO ESPAÑOL

44 Augusto recibió importantes legados por testamento en señal


de afecto. Bajo los emperadores subsiguientes, particularmente
bajo Nerón y Domiciano, esta medida se hizo común y nece­
saria con el fin de librar los testamentos de la rapacidad del
príncipe.
45 Estas palabras, que forman un septenario yámbico, parecen
ser cita de algún poema.
4:6 A la muerte de hombres eminentes, era ·común que se solici­
tara al senado y al príncipe el honor de funerales públicos y de
erección de estatuas.
47 Tribuno militar durante la guerra entre Vitelio y Vespasia­
no, escribió después las memorias de sus campañas, fuente del
libro m de las Historias de Tácito.
Era hermano del conocido delator Régulo, a quien defendió
brillantemente cuando se le atacó en el senado, después de la caída
de Nerón. Desde entonces alcanzó gran fama como orador. Tácito
habla de él con gran simpatía.
48 Alusión a los ejercicios que consistían en desarrollar temas
de suasorias y controversias sobre asuntos fingidos y ante audi­
torios invitados, que se practicaban a manera de ensayos orato­
rios y literarios. Cfr. Introducción, pp. XL-XLII.
49 Julio Africano fue un orador famoso del tiempo de Nerón,
a quien Quintiliano (x, 1, 118) coloca al lado de Domicio Afro.
Cfr. nota 40.
50 Cfr. Introducción, pp. XL-XLII.
51 Cfr. nota 47.
52 Nicetes Sacerdos fue un retórico famoso, natural de Es­
mirna, que enseñó en Roma y fue profesor de Plinio el Joven.
Era representante característico del asianismo.
Tanto Esrnirna como Éfeso y Mitilene eran en el primer siglo
del imperio escuelas célebres de oratoria, r_epresentantes de esta
misma corriente.
53 Se refiere a Asinio Folión. Vid. nota 35.
54 Son los héroes homéricos de elocuencia más notable.
55 De acuerdo con los cálculos de Eratóstenes, la guerra de
Troya comenzó en el año 1192 antes de nuestra era.
56 Demóstenes e Hipérides murieron en 322 a. C. Hay, de
hecho, un lapso de cuatrocientos años.

LXXXIX
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DIÁLOGO SOBRE LOS ORADORES

57 A continuación Apro exp.Jicará lo que era el año platónico,


doctrina también aceptada por los estoicos.
58 Esta obra de Cicerón no se conserva. Era una defensa de
la filosofía, y la había dedicado al orador Hortensio. Este tratado
tuvo gran influencia en la vida de San Agustín.
�9 Es decir, el periodo requerido para que el sol, la luna y
los cinco planetas conocidos por los antiguos volvieran a ocupar
las mismas posiciones relativas que tenían en un momento deter­
minado.
60 Cónsul en 503 a. C., autor del famoso apólogo del vientre y
los miembros, con que logró dar fin a la retirada de la plebe al
Monte Sacro. Cfr. Tito Livio, II, 32.
61 M. Celio Rufo (82-48), político y orador famoso, amigo
y discípulo de Cicerón, quien pronunció en su defensa el discurso
Pro Caelio (cfr. Cicerón, Bruto, 79, 273; Quintiliano, x, 1, 115).
C. Licinio Calvo (82-47) fue poeta y orador de renombre, pro­
pugnador y practicante del aticismo (cfr. Cicerón, Bruto, 81, 279).
M. Junio Bruto ( 85-42), uno de los matadores de César, fue
también orador muy notable, a quien Cicerón dedicó el libro que
lleva su nombre (cfr. Cicerón, Bruto, 94, 324). Sobre Asinio
y Mesala, vid. nota 35.
62 M. Tulio Tirón, liberto y amigo de Cicerón, vivió hasta
muchos años después de la muerte del orador, tiempo que consa­
gró a honrar su memoria y publicar sus obras. Escribió una bio­
grafía del Arpinate.
63 Es decir, el 7 de diciembre.
04 Es decir, el año 43 a. C.
65 El año de los tres emperadores, el 69, fue para los romanos
el año terrible, y para Tácito, interminable (Hist., I-III).
66 La e�presión podría referirse simplemente a los años trans­

curridos desde que Vespasiano fue proclamado por el ejército,


o confirmado por el senado. Podría también referirse a alguno de
sus poderes: el tribunado, que debía· renovarse todos los años;
el consulado, tan importante en el pensamiento de Tácito, o el
propio poder militar, pues anualmente el ejército debía renovar
su juramento.
67 Se han hecho diversos cálculos para precisar la cifra total.
Debe advertirse que Apro da cantidades redondas.

XC
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NOTAS AL TEXTO ESPAÑOL

68 Se trata posiblemente de la primera campaña, en el año


55 a. C.
69 Se llamaba así la distribución gratuita de víveres o dinero
hecha por el emperador al pueblo.
70 Augusto murió el año 14 d. C.; Asinio Folión el 4; Valerio
Mesala Corvino ca. 13. ·No parece muy cuidadoso el cálculo de
Apro.
71 Servio Galba fue cónsul en 144; Cayo Carbón en 120.
Ambos fueron oradores muy distinguidos. Cfr. Cicerón, Bruto,
82 y 96, respectivamente.
12 Vid. nota 61.
73 Llamado también el Censor, fue cónsul en 195 a. C. Cicerón
(Bruto, 61) lo considera el mejor de los oradores antiguos.
74 El famoso dirigente popular, tribuno de la plebe en 123 y
122, es calificado por Cicerón (Bruto, 125) con términos seme­
jantes.
75 Cónsul en 95 a. C., notable por su ciencia y la perfección
de su estilo. Es uno de los personajes del De Gratare de Cicerón.
Sobre sus cualidades oratorias, cfr. Cicerón, De Orat., I, 34,
155 et passim; Bruto1 143-150.
76 Apio Claudio el Ciego fue cónsul en 307 y 298 a. C. En
tiempo de Cicerón se conservaba el discurso que pronunció para
oponerse a las condiciones de paz que ofrecía Pirro. Cfr. Cice­
rón, Briito, 16, 61.
77 Casio Severo, nacido en SO a. C., murió en 32 d. C., tras vein­
ticinco años de destierro. Cfr. Séneca el Viejo, Controv., m
praef. 2-8; Quintiliano, x, 1, 116; Tácito, Ann., IV, 21. Vid.
XXXVI, 2.
78 Famosos rétores griegos de los siglos II y I a. C., respecti­
vamente. Hermágoras tuvo influencia en Ciceréin ( Quintiliano,
1111 11, 18); el segundo fue profesor de Augusto (Suetonio,
Octavio, 89).
79 Este pasaje ha dado lugar a diversas interpretaciones.
Michel dice: en tiempo de la república los pretoi-es vigilaban en
nombre de la ley los jurados que constituían los principales tri­
bunales, y precisaban según cuáles leyes debían desarrollarse los
procesos. En tiempo de Apro los jueces son mucho más libres y
de hecho no dependen más que del emperador (P. Cornelii Taciti,
Dialogiis de oratoribus, p. 66).

XCI
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DIÁLOGO SOBRE LOS ORADORES

80 Pompeyo fue el primero que fijó límite a la duración de los


discursos, después del asesinato de Clodio, por medio de la Lex
Pompeia del año 52 a. C. Esta ley tuvo su primera aplicación
cuando Cicerón pronunció su discurso en defensa de Milón.
81 También Quintiliano (rv, 1, 8) se refiere a tales exordios de
Valerio Mesala Corvino, pero no los reprueba.
82 Se refiere a los cinco discursos de la llamada Segunda
acción contra Verres, que Cicerón no pronunció, porque el acu­
sado se desterró voluntariamente después de la Primera. acción.
83 Las excepciones eran medios de defensa concedidos a las
partes que tenían en contra el derecho estricto y a su favor
la equidad. El pretor, según el caso, podía conceder o rehusar la
fórmula, documento que regulaba el procedimiento para cada caso
particular, en que se indicaban al juez las solas cuestiones de que
él podía conocer (Goelzer, op. cit., p. 43).
84 Cicerón pronunció dos discursos por M. Tulio; el primero
se perdió; del segundo se conservan algunos fragmentos.
El discurso pronunciado en favor de A. Cecina versa todo él
sobre la interpretación que debía darse a la ordenanza del pretor.
85 Q. Roscio fue actor célebre del tiempo de Sila, y amigo
de Cicerón, quien lo defendió en el discurso titulado Pro Q.
Roscio Comoedo.
Turpión Ambivio fue comediante contemporáneo de Terencio,
-cuyas comedias representó.
86 Célebres trágicos romanos; el primero vivió de 170 a 90;
el segundo, de 219 a 130.
87 Las obras de Virgilio y Horado eran explicadas en )as
escuelas; estos autores eran los clásicos por excelencia. Lucano,
además de gran aceptación entre el público, debía tener gran
partido entre los oradores por razón de las características de su
talento. Dice de él Quintiliano: ''ardiente, exaltado, clarísimo
en las sentencias y ... más digno de ser imitado por los oradores
que por los poetas" (x, 1, 90).
88 Es decir, un orador del montón.
89 Todos fueron oradores de cierta fama, contemporáneos de
Cicerón.
90 El ataque va dirigido a los oradores llamados neoáticos,
uno de cuyos corifeos era Calvo, y que buscaban una estricta des-

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NOTAS AL TEXTO ESPAÑOL

nudez de estilo. Quintiliano (II, 4, 9) se refiere a esta escuela


con términos semejantes. Sobre Calvo, vid. nota 61.
91 Tal vez se trata de procesos evocados por Cicerón en el
discurso Pro Caelio (23 y ss) y en cartas Ad Att. (rv, 15, 9 y
ss), en los cuales él había sido defensor.
92 P. Vatinio, político protegido por Julio César, fue acusado
repetidas veces por Calvo, y una vez por Cicerón.
93 Es decir, de M. Celio Rufo. Vid. nota 61.
94 Juicio similar en Quintiliano, x, 1, 114. Tácito en los
Anales se refiere a él como a émulo de los más excelsos oradores
(xm, 3).
95 El juicio de Quintiliano (x, 1, 123) es muy semejante.
00 Tal vez se trata del mismo discurso citado por Cicerón en
el Pro Cluentio, 59 y 161.
97 El mismo tetrarca de Galacia, . a quien Cicerón defendió
en 45 ante César, de haber intentado envenenar a éste. Bruto lo
había defendido en 47, también ante César, con el fin de que le
fuera restituida la pequeña Armenia.
98 Nada sabemos de los versos de Bruto. César los componía,
y Suetonio (César, 56) nos hace saber que Augusto impidió que
se publicaran. Cicerón compuso muchos poemas; el más célebre, so­
bre su consulado, fue a menudo objeto de burlas (Quintiliano, XI,
1, 24; Juvenal, VII, 122).
99 Sobre Menenio Agripa, vid. XVII, 1 y nota 60. Sobre Apio
Claudio el Ciego, XVIII, 4 y nota 76.
100 Vid. xx, 5 y nota 86.
101 Sobre Asinio Polión, vid, nota 35. Ya Quintiliano (x, 1,
113) criticaba los arcaísmos de su estilo.
102 Es decir, Valerio Mesala Corvino. Vid. XVII, 1 y nota 61.
103 El mismo Cicerón _critica en el Orator (107 y ss) sus dis­
cursos de juventud.
l04 Rotam fortunae (rueda de la fortuna) se encuentra en el
discurso Contra Pisón, 22. En forma poco espontánea, pero mali­
ciosa, Cicerón, viendo los giros que hacía al bailar un amigo de
Pisón, recuerda la rueda de la fortuna. Ius verrinum, juego
de palabras que significa: caldo de puerco o justicia de Verres.
La expresión esse videatur, con ser frecuente en los discursos del

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DIÁLOGO SOBRE LOS ORADORES

Arpinate -se repite diez veces en el Pro lege Manilia,- no apa­


rece en algunos de ellos, por ejemplo, en el Pro Ligario.
1011 Lucilio, el creador de la sátira romana, vivió de 180 a
103. Lucrecio, autor del famoso poema De rerum natura, vivió
de 98 a 55.
l06 Aufidio Baso escribió en tiempo de Nerón una historia de
las guerras germánicas, y otra de su propio tiempo, continuada
esta última por Plinio el Viejo en la historia intitulada A fine
Aitfidii Bassi. Servilio Noniano fue rétor e historiador también
del tiempo de Nerón; de sus obras no han quedado noticias preci­
sas. L. Cornelio Sisena (ca. 119-67), lugarteniente de Pompeyo
en la guerra contra los piratas, escribió una historia de su tiempo.
M. Terencio Varrón, famoso polígrafo, contemporáneo y amigo
de Cicerón, escribió varias obras de historia: 41 libros de Anti­
güedades, 3 libros de Anales, 4 libros De vita populi Romani,
etcétera.
l07 Cfr. nota 3.
108 Sobre Lisias e Hipérides, vid. nota 34. Licurgo fue con­
temporáneo de Demóstenes ( 400-323).
109 Quintiliano emplea también este concepto para designar
una cualidad fundamental de la oratoria.
110 Sobre la admiración de Tácito por Bruto, vid. Ann., 1v,
34 y SS.
· 111 Sobre Galba, vid. xvm, 1 y nota 71. C. Lelio, el amigo
de Escipión el Menor, muy admirado por Cicerón, cuyo nombre
dio a su famoso diálogo sobre la amistad.
112 Sobre C. Graco, vid. XVIII, 3 y nota 74; sobre L. Craso,
XVIII, 3 y nota 75. Séneca el filósofo (Ep., 114) juzga severa­
mente la elocuencia de Mecenas. L. Junio Galión fue un declamador
célebre, amigo muy admirado de Séne.ca el padre ( Controversias,
II et passim).
113 Quintiliano (I, 10, 31; XI, 3, 57) deplora éstos y semejantes
excesos.
114 Vid. XIX, 1 y nota 77.
115 Sexto Julio Gabiniano fue un célebre rétor, contemporáneo
de Quintiliano, que posiblemente nació y enseñó en Galia. Es cita­
do por Suetonio y San Jerónimo.
116 Se refiere, sin duda, a Valerio Mesala Corvino. Por otra

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NOTAS AL TEXTO ESPAÑOL

parte, Mesala es posiblemente el único de los interlocutores de


origen romano.
117 Este magnífico elogio de la madre romana recuerda las pa­
labras que Tácito dedica a la madre de Agrícola (Agrícola, 4).
118 Cornelia, hija de Escipión Africano el Mayor, era mencio­
nada a menudo como ejemplo de virtudes maternales (cfr. Cicerón,
Bruto, 27, 104; Plutarco, T. Graco, 1). Plutarco (César, 9) hace
también el elogio de Aurelia.
110 Las mismas quejas expresa Quintiliano (I, 2 et passim); y
Juvenal (xiv, 1-255) ataca violentamente el descuido de los padres
y sus efectos sobre los hijos.
120 El teatro se fue degradando paulatinamente durante los
últimos tiempos de la república y el primer siglo del imperio.
Tragedia y comedia desaparecieron, y la diversión escénica quedó
reducida a los mimos, atelanas, recitaciones (cfr. Beare, La escena
romana, cap. XXVII: Epílogo: el drama bajo el imperio, p. 207-
214). El rechazo de estos espectáculos teatrales es patente en va­
rios escritores. Cfr., particularmente, Tácito, Ann., I, 54; 77; IV,
14. También Introducción, pp. xxrv-xxv.
121 Los testimonios sobre la pasión del pueblo romano por estos
espectáculos son abundantes. Cfr. lntrodt"ción, nota 34.
122 Cfr. nota 13.

123 Sobre las etapas de la educación romana, vid. Introducción,


pp. XXVI y SS.
124 Se refiere a Q. Mucio Escévola el Augur (159-88?), nota­
ble jurista. Después de su muerte Cicerón aprendió con Q. Mucio
Escévola el Pontífice. Cfr. Bruto, 306; De Amicitia, 51.
l25 Filón el Académico, llamado también de Larisa. Sobre su
persona y filosofía, Cfr. Cicerón, Tusc., II, 3, 9,; Acad., I, 4.
Diódoto le enseñó dialéctica, geometría y música ( Tiisc., v; 113).
126 Después de la torna y destrucción de Corinto por los roma­
nos en 146 a. C., la Grecia al sur de Tesalia y Epiro formó la
provincia romana de este nombre.
127 Éstas eran las tres partes de la filosofía antigua, es decir,
física, dialéctica y moral.
128 Definición de orador muy semejante a la que da Cicerón
en el De oratore, I, 14. Cfr. Introducción, nota 77.
129 Véanse los ejemplos que menciona el mismo Mesala en el
,

XCV
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DIÁLOGO SOBRE LOS ORADORES

capítulo xxxv. Séneca el padre proporciona abundantes muestras


en su colección de controversias; y Juvenal (vu, 160-170) se burla
de tales temas. Vid. resumen y ejemplos de esto en la Introduc­
ción, pp. XXXII-XXXVI.
130 La retórica antigua consideraba tres géneros oratorios: judi­
cial, deliberativo y demostrativo. Cfr. Introducción, pp. xxxr-xxxII.
lSl Alusión a la teoría estoica de las cosas y acciones indife­
rentes, es decir, extrañas, pero no contrarias, al Bien Moral.
132 No se trata aquí de los lugares comunes (loci communes),
sino de los topica (expuestos por Aristóteles y después por Ci­
cerón), es decir, lugares o fuentes de argumentos apropiados para
cada caso.
133 Después de Arcesilao y Cameades, los académicos busca­
ban demostrar la debilidad de cualquier dogma o idea. Cameades
asentó el principio de que no tanto se ha de buscar defender el
punto de vista propio, como destrozar el del contrario.
134 Metrodoro de Lampsaco fue el más célebre de los discípulos
de Epicuro. Solía dar a sus sentencias la forma de exclamaciones.
Cicerón (De Fin., 111 27, 88, 89) refiere algunos ejemplos.
1311 Sobre las opiniones de Cicerón y Quintiliano acerca de este
aspecto de la formación del orador, vid. Introducción, pp. xxrv­
XXVII.
13� Cf,-. Cicerón, Q,-ato,-, 15; Plutarco, Demóstenes, 6.
137 Cita de Q,-ato,-, 12. Este texto es citado también por Quin­
tiliano, xrr, 2, 23.
138 Así, Cicerón fue llevado por su padre al lado de Q. Mu­
cio Escévola ( cf,-. nota 124), y Celio estuvo al lado de Cicerón
(Pro Caelio, 4).
li39 Cicerón (De orato,-e, m, 74) refiere que Craso acusó a C.
Papirio Carbón en 119, a los 21 años. César acusó a Dolabela en
el año 77, es decir, cuando tenía 23 · años, pues nació en el año
100. El Catón acusado por Folión fue C. Porcio Catón, pariente
del Uticense. Calvo tenía 24 años cuando pronunció el discurso
aquí aludido.
no Cicerón tenía 14 años cuando L. Licinio Craso y Cn. Do­
micio Ahenobarbo fueron censores, el año 92 a. C., y condenaron
a Plocio Galo y a los rétores latinos al cierre de sus escuelas.
Cicerón en el De orato,-e ( rrr, 24) hace exponer a Craso las razo­
nes de su decisión.

XCVI
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NOTAS AL TEXTO ESPAÑOL

141 Vid. Introducción, pp. xxxII-xxxv; XL-XLII.


142 En relación con la laguna que afecta al Diálogo en este
punto, vid. Introducción, p. XII.
143 -Moderador (moderator) o rector (rector) o tutor (tutor)
de la república llama Cicerón a lo que en su realización romana
se llamó príncipe (prínceps). Cfr. Introducción, p. xx1v.
144 Alusión a las leyes agrarias y al nombre que recibían sus
propugnadores.
145 Cicerón se refiere a algunos oradores que él escuchó en su
juventud, con las siguientes palabras: "Y éstos, es verdad, habitan
en la tribuna rostral" (Bruto, 305).
146 Era ésta una forma de adquirir prestigio y poder.
147 Sin duda, con el fin de asegurar protección para sus inte­
reses, mientras estaban ausentes, y de evitar persecuciones con
respecto a su administración, después de su regreso.
148 Se trata del conocido C. Licinio Muciano, cuyo apoyo fue
definitivo en la ascensión de Vespasiano al principado (Tácito,
Hist., 1, 10; 11, 5 et passim). Después de su tercer consulado, en
el año 72, Muciano se retiró de la vida pública y se dedicó a
trabajos de geografía, historia natural e historia. Murió hacia el
año 77.
149 Cn. Pompeyo fue orador notable (cfr. Cicerón, Bruto, 239).
Marco Craso, también triunviro con César, igualmente lo fue, aun­
que estaba menos dotado (id., 233).
l50 Cicerón califica la elocuencia de estos personajes, todos
contemporáneos suyos, en el Bruto: P. Cornelio Léntulo Espínter
( cónsul en 57), en 268; Cornelio Léntulo Marcelino (cónsul en
56), en 247; Q. Cecilio Metelo Céler (cónsul en 60), en 247; Q.
Cecilio Metelo Nepote (cónsul en 57), en 247; L. Licinio Lúculo
( cónsul en 74), en 222; M. Licinio Lúculo (cónsul en 73), en
222; C. Escribonio Curión, padre (cónsul en 76), en 210; C.
Escribonio Curión, hijo (tribuno en 50), en 280.
151 Sobre la fórmula, vid. nota 83. El interdicto era una orde­
nanza extraordinaria del pretor.
152 Se conservan cinco discursos de Demóstenes sobre este asun­
to, compuestos cuando ·tenía 21 años.
153 El discurso en favor de P. Quincio es la primera de las
oraciones de Cicerón que se conservan. El discurso por Arquías
fue pronunciado en 62 a. C.

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Se trataba en ambos casos de problemas de carácter personal:


embargo de bienes en el primero, arrogación de ciudadanía en el
segundo.
ló4 Pompeyo, en el año 52, hizo votar la Le:r Pompeia de am­
bitu, que restringía el número de abogados ( que en algunos casos
había llegado a ser hasta de doce), y limitaba la duración de las
intervenciones : dos horas para la acusación, y tres para la defensa.
Cfr. nota 80.
155 Cfr. XIX, S; XXXIX, l.
1116 Vid. nota 11.
1117 Se trata de una capa con capucha, de origen galo, que se
usaba para viajar o para protegerse de la lluvia, y que se cerraba
por atrás. La toga, según el decomm romano, era el vestido apro­
piado para ·1os oradores.
158 Se utilizaban a menudo las salas de lecturas o recitaciones
y los archivos para las sesiones de· los tribunales. Cfr. Suetonio,
Vespasiano,. 10.
1119 Bajo el imperio el orador no puede seguir su plan. El juez
puede intervenir so pretexto de evitar digresiones, para modificar
la demostración, para limitar o desechar testimonios.
160 Todos estos personajes fueron defendidos por Cicerón. No
se conserva ninguno de los discursos, a excepción del famoso "por
Milón".
161 Cicerón ha dicho en Bmto, 45: "No suele aparecer el gusto

por la oratoria en el momento en que se constituye un estado ni


en tiempo de guerras, ni cuando el pueblo se libera de la monar­
quía. Porque la elocuencia es compañera de la paz y amiga de la
tranquilidad y es el fruto casi natural de un estado bien consti­
tuido."
162 Por ejemplo, Apolonio Molón; el maestro de Cicerón, Apo­
lonio de Alabanda, Hermágoras.
163 Cuando Cicerón, proscrito por los triunviros, fue muerto
por orden de Antonio ( 43 a. C.), se le cercenaron la mano derecha
y la cabeza, que fueron expuestas en la tribuna de los oradores,
en el foro ( rostra).
164 Ya antes Mesala ha comparado la profesión del orador con
el arte médica (xxxI, 4).

XCVIII
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NOTAS AL TEXTO ESPAÑOL

166 Bajo la república los magistrados ordinarios y, en su de­


fecto, cualquier ciudadano, tenían derecho a perseguir los delitos
en nombre del Estado. Bajo el imperio, salvo cuando se trata de
una injuria personal, la iniciativa de la acción pública es tomada
por el emperador o sus representantes.

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Índice de nombres
Academia, XXXII, 6. Attici (los oradores), XXV, 3.
Academici, XXX, 3; XXXI, 6. Attius, XXI, l.
Accius, XX, 5. Aufidius, Vid. Bassus.
Achaia, XXX, 3. Augustus, XIII, 1, 2; XVII, 2,
Aeschines, XV, 3; XXV, 3. 3, 7; XXVIII, 6; XXXVIII,
Afer (Domitius), XIII, 3; XV, 2.
3. Aurelia, XXVIII, 5.
Africanus, Iulius, XIV, 4; XV, Bassus (Aufidius), XXIII, 2.
3. Bassus (Saleius), V, 2, 3; IX,
Africanus, Scipio, XL, l. 2, 3, 5; X, 2.
Agamemnon, IX, 2. Bestia (L. C a 1 p u r n i u s),
Agrippa (Menenius), XVII, 1; XXXIX, 5.
XXI, 7. Britannia, XVII, 4.
Alexander (el Macedonio), Brutus (M.), XVII, 1; XVIII,
XVI, 5. 5; XXI, 5, 6; XXV, 3, 4, 6;
Ambivius, Vid. Turpio. XXXVIII, 2.
Antonius (M.), XXXVII, 6. Brutus (libro de C-icerón),.
Aper (M.), II, 1, 2; V, 1, 3; XXX, 3.
XI, 1; XII, 3, 5; XIV, 2, 4;
Caecilii Metelli, XXXVII, 3.
XV, 1, 2; XVI, 3, 4; XXIV, Caecina (A.), XX, l.
1, 2; XXV, 1; XXVI, 4, 6; Caecus (A p p i u s Claudius) ,.
XXVII, 1, 2; XXVIII, 1; XVIII, 4; XXI, 7.
XXXIII, 4; XLII, 2. Caelius (M.), XVII, 1; XVIII,
Apollo, XII, 4. 1; XXI, 3, 4; XXVI, 6;.
Apollodorus, XIX, 3. XXXVIII, 2.
Appius, Vid. Caecus. Caesar (C. Iulius), XVII, 1, 4;.
Archias (Licinius), XXXVII, XXI, 5, 6; XXV, 3, 4, 6;·
6. X X V I , 6; X X V I I I , 5 �
Asia, X, 2; XXX, 3. XXXIV, 7; XXXVIII, 2.
Asicius. (P.), XXI, 2. (Caligula), Vid. Gaius.
Asinius, Vid. Pollio. Calvus (C. Licinius), XVII, 1;.
· Athesienses, XL, 3. XVIII, 1, 5; XXI, 1, 2;
Atia, XXVIII, 6. XXIII, 2; XXV, 3, 4, 6;

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ÍNDICE DE NOMBRES

X X V I , 6; X X X I V , 7; Curiones, XXXVII, 3.
XXXVIII, 2. Decidius Samnis, XXI, 6.
Canutius, XXI, l. Deiotarus, XXI, 6.
Capua, VIII, l. Demosthenes, XII, 5; XV, 3;
Carbo ( C. Papirius), XVIII, l ; XVI, 5, 6; XXV, 3; XXXI[,
XXXIV, 7. 5; XXXVII, 6.
Cassius, Vid. Severus. Diodotus (el estoico), XXX, 3.
C a t ili n a (L. S e rgi u s), D o 1 a b e 11 a (Cn. Cornelius),
XXXVII, 6. XXXIV, 7.
Cato (C. Porcius), XXXIV, 7. Domitius, Vid. Afer. '
Cato (M. Porcius, el censor), Domitius Ahenobarbus (Cn.),
XVIII, 2, 4. XXXV, l.
Cato (M. Porcius, el uticense), Domitius (tragedia de Mater-
II, 1; III, 2, 3; X, 6. no), III, 4.
Cato (tragedia de Materno),
II, 1; III, 2, 3. Domitius (Cn. o L.), III, 4.
Cicero (M. Tullius), XII, 6; Drusus (Livius), XXI, 2.
XV, 3; XVI, 7; XVII, 1, 2, Ephesus, XV, 3.
3, 4; XVIII, 1, 2, 4, 5; XXI, Epicurus, XXXI, 6.
6; XXII, 1 ; XXV, 3, 4, 6; Eprius, Vid. Marcellus.
X X VI, 6 , 8; X X X , 3, 4; Euripides, XII, S.
X X X I I , 6; X X X V I I , 6 ;
XXXVIII, 2; XL, 4. Fabius, Vid. Iustus.
Claudius (el emperador), XVII, Furnius (C.), XXI, l.
3.
Cornelia, XXVIII, 6. Gabinianus ( Sextus Iulius),
XXVI, 8.
Cornelii Lentuli, XXXVII, 3.
Cornelius (C.), XXXIX, 5. Gaius Caesar, XVII, 3.
Corvinus, Vid. Messalla. Galba (el emperador), XVII,
3.
Crassus (L. Licinius), XVIII,
Gálba ( Servius Sulpicius),
2 ; X X V I , 1; XXXIV, 7 ;
XXXV, l. XVIII, 1; XXV, 7.
Crassus (M. L i e i n i u s), Galli, X, 2.
XXXVII, 3. Gallio (L. Iunius), XXVI, 1.
Cretensis, XL, 3. Gracchi, XXVIII, 5; XL, 4.
Crispus ( Q. Vibius), VIII, 1, 3; Gracchus (C. Sempronius),
XIII, 4. XVIII, 2; XXVI, l.
Curiatius, Vid. Maternus. Graeci, XV, 3; XXXII, S.

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Graecia, X, S. Vid. Achaia. Maternus (Curiatius), II, 1;


Graeculi, III, 4; XXIX, l. III, 1, 2, 3; IV, 1; V, 4, 7;
Helvidius (Priscus), V, 7. IX, 1, 2, 3; X, 5; XI, 1;
Hermágoras, XIX, 3. XIV, 1, 2; XV, 2; XVI, 3;
Hirtius (A.), XVII, 2. XXIII, 6; XXIV, 1; XXV,
Hispania, X, 2. 1; XXVII, 1, 3; XXVIII, 1;
Homerus, XII, S. XXXIII, 1; XLII, l.
Horatius, XX, 5; XXIII, 2. Medea (tragedia de Matenio),
Hortentius (libro de Cicerón), III, 4.
XVI, 7. Medea ( tragedia de Ovidio),
Hyperides, XII, 5; XVI, 5; XII, 6.
XXV, 3.
Menenius, Vid. Agrippa.
Iason, IX, 2. Messalla Corvinus (M. Vale­
Italia, XXVIII, 2; XXXIX, 4. rius), XII, 6; XVII, 1, 6;
Iulius, Vid. Africanus. XVIII, 2; XX, 1; XXI, 9.
Iulius, Vid. Caesar. Messalla (Vipstanus), XIV, 1;
Iunius, Vid. Brutus. XV, 1; XVI, 2; XXIII, 6;
Iunius, Vid. Gallio. XXIV, 2; XXV, 1; XXVIII,
Iustus (Fabius), I, l. 1; XXXIII, 4; XLII, 1, 2.
Lacedaemonii, XL, 3. Metelli, XXXVII, 3.
Laelius (C.), XXV, 7. Metrodorus, XXXI, 6.
Latini (oradores), XVII, l. Milo (T. Annius), XXXVII,
Lentuli Vid. Cornelii Lentuli. 6; XXXIX, S.
Licinius, Vid. Archias, Calvus,
Crassus, Mucianus. Mucianus (M. L i e i n i u s),
Linus, XII, 4. XXXVII, 2.
Lucahus (M. Annaeus), XX, S. Mucius Scaevola (Q.), XXX, 3.
Lucilius, XXIII, 2. Mytilenae, XV, 3.
Lucretius, XXIII, 2. ·
Luculli, XXXVII ,3. Nero (el emperador), I, 2;
Lycurgus, XXV, 3. XVII, 3.
Lysias, XII, 5; XXV, 3. Nestor, XVI, S.
Macedones, XL, 3. Nicetes Sacerdos, XV, 3.
Maecenas, XXVI, l. Nicostratus, X, 5.
Marcellus ( Eprius), V, 7; VIII, Nonianus (Servilius), IH,
1, 3; XIII, 4. 2.

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Orpheus, XII, 4. Scipio (P. Cornelius, el Afri­


Otho (el emperador), XVII, 3. cano Mayor), XL, l.
Ovidius Naso, XII, 6. Secundus (Iulius), II, 1, 2; III,
2; V, 1; IX, 3; XIV, 2, 4;
Pacuvius (M.), XX, S; XX], XV, 2; XVI, 1 ; XXIII, 6;
7. XXVIII, 1; XXXIII, 4.
Pansa ( C, Vibius), XVII, 2. Secundus (Pomponius), XIII,
Pedius (Q.), XVII, 2. 3.
Peripatetici, XXXI, S. Servilius, Vid. Nonianus.
Persae, XL, 3. Severus ( Cassius), XIX, 1;
Philippus (el macedonio), XVI, XXVI, 4.
s. Sisenna (L. Corneli us), XXIII,
Philo, XXX, 3. 2.
Plato, XXXI, 6; XXXII, S. Sophocles, XII, S.
Pollio ( C. Asinius), XII, 6; Stoici, XXX, 3; XXXI, 7.
XV, 3; XVII, 1, 6; XXI, 7; Sulla (L. Cornelius), XL, l.
X X V , 3 , 4 , 6; X X V I , 6;
XXXIV, 7; XXXVIII, 2. Terentius, Vid. Varro.
Pompeius M a g n u s ( Cn.), Thyestes (tragedia de Mater­
XXXVII, 3; XXXVIII, 2; no), III, 3, 4.
XL, l., Thyestes (tragedia de Vario),
XII, 6.
Pomponius, Vid. Secundus. Tiberius (el emperador), XVII,
3.
Quintius (P.), XXXVII, 6.
Tiro (M. Tullius), XVII, 2.
(Regulus M. Aquillius), XV, l. Toranius, XXI, l.
Rhodii (los oradores), XL, 3. Tullius Cicero, Vid. Cicero.
Romana, IU, 4. Tullius (M.), XX, 1.
Roscius (Q.), XX, 3. Turpio (Ambivius), XX, 3.
Rufos, Vid. Varius.
Ulixes, XVI, S.
Sacerdos, Vid. Nicetes. . Urbinia, XXXVIII, 2.
Saleius, Vid. Bassus. Valerius Messalla Corvinus,
Samnis, Vid. Decidius. Vid. Messalla.
Scaevola, Vid. Mucius. Varius Rufos, XII, 6.
Se a u r u s (M. Aemilius), Varro (M. Terentius), XXIII,
XXXIX, S. 2.

CIV
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ÍNDICE DE NOMBRES

Vatinius, XI, 2. Vespasianus, VIII, 3; IX, 5 ;


V a t i ni u s (P.), XXI, XVII, 3.
XXXIV, 7; XXXIX, S. Vibius, Vid. Crispus.
Vercellae, VIII, l. Vipstanus Messalla, Vid. Mes­
Vergilius Maro, XII, 6; XIII , salla.
1, 2, 5; XX, 5; XXIII, 2. Vitellius (el emperador), XVII,
Verres (C.), XX, 1; XXIII, 1; 3.
XXXVII, 6. Xenophon, XXXI, 6.

CV
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fNDICE

INTRODUCCióN

Autor y fecha de composición IX

El fragmento perdido XII

Estructura del Diálogo XITI

Carácter y sentido del Diálogo XVII

Ideas del Diálogo sobre la educación XXIII

l. Educación y familia XXIII

2. Educación y escuela XXVI

3. Educación y profesión XXXVI

4. Educación y vida política XLIII

S. Educación y humanismo L

Conclusión . LIV

Nota sobre la traducción LVII

Bibliografía LIX

DIALOGO SOBRE LOS ORADORES

Texto latino y español LXIII

Notas al texto latino LXV

Notas al texto español LXXXV

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