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Charles Darwin
Publicado el 20/07/2017
Nacido en Shrewsbury (Inglaterra) en 1809, Charles Darwin parecía destinado a ser
médico como su padre, pero ya desde la infancia se interesó por los insectos y las ciencias
naturales. En el año 1831 fue reclutado como naturalista de una expedición científica
alrededor del mundo a bordo del HMS Beagle.
Tras el viaje se convirtió en foco de atención del mundo de la ciencia y se hizo célebre
por sus cualidades de observador, experimentador y escritor de talento. Escribió sobre la
formación de los arrecifes de coral y sobre los invertebrados marinos, especialmente los
percebes, que estudió durante casi diez años, así como sobre la fecundación de las
orquídeas, las plantas insectívoras, el movimiento de las plantas y la variación en animales
y plantas domesticados. Finalmente abordó el origen del ser humano.
El principio de la selección natural
▪ Disciplina: Biología
▪ Antes:
▪ 1794 Erasmus Darwin (abuelo de Charles) expone en Zoonomia su concepto de la
evolución.
▪ 1809 Lamarck propone un tipo de evolución mediante la herencia de caracteres
adquiridos.
▪ Después:
▪ 1937 Theodosius Dobzhansky aporta pruebas experimentales de la base genética de
la evolución.
▪ 1942 Ernst Mayr define la especie como un conjunto de poblaciones que se
reproducen únicamente entre ellas.
▪ 1972 Niles Eldredge y Stephen Jay Gould proponen que la evolución se produce
mediante cambios bruscos seguidos de periodos de estabilidad relativa.
El naturalista británico Charles Darwin no fue el primer científico en sugerir que las
plantas, los animales y restantes organismos no son fijos e inmutables. Antes que él, otros
habían propuesto que las especies cambian, o evolucionan, con el tiempo. El mérito de
Darwin consistió en demostrar que la evolución reposa en un principio al que denominó
selección natural y que dio a conocer en su libro El origen de las especies por medio de
la selección natural, o la preservación de las razas favorecidas en la lucha por la vida,
publicado en Londres en 1859. El propio Darwin describió su obra como una «larga
argumentación».
La confesión de un asesinato
En un primer momento, El origen de las especies chocó con la oposición académica y
popular porque dejaba de lado la doctrina religiosa que afirmaba que las especies eran
inmutables y concebidas por Dios. Sin embargo, la teoría propuesta por Darwin fue
cambiando de modo gradual la manera de entender el mundo natural por los científicos.
En la actualidad constituye la base de la biología moderna y explica de un modo tan
sencillo como convincente las formas de vida pasadas y presentes.
Durante las décadas que dedicó a escribir su obra, Darwin era plenamente consciente de
la posibilidad de que la calificaran de blasfema. Quince años antes de publicarla, confió
a su amigo el botánico Joseph Hooker que su teoría no precisaba a Dios ni la
inmutabilidad de las especies:
«Estoy casi convencido (muy en contra de mi opinión inicial) de que las especies no son
(esto es como confesar un asesinato) inmutables»
Al abordar la evolución, al igual que el resto de sus obras, Darwin se mostró cauteloso y
prudente, avanzando por etapas y acumulando una cantidad ingente de pruebas. A lo largo
de casi treinta años, integró sus amplios conocimientos sobre fósiles, geología, plantas,
animales y cría selectiva estableciendo conexiones con la demografía, la economía y
muchos otros ámbitos. La teoría de la evolución por selección natural resultante se
considera uno de los mayores avances científicos de la historia.
El papel de Dios
A principios del siglo XIX, los fósiles eran objeto de polémica. Algunos los consideraban
rocas cuya forma se debía a causas naturales, sin relación con los seres vivos; para otros
eran obra del Creador, que había querido poner a prueba la fe de los creyentes, o restos
de organismos que aún vivían en algún lugar del mundo, ya que Dios había creado a los
seres vivos perfectos.
El estudio de los fósiles llevó a Georges Cuvier a concluir que algunas especies
habían desaparecido, pero atribuyó su extinción a una serie de catástrofes, no a un
cambio progresivo.
En 1796, el naturalista francés Georges Cuvier reconoció que algunos fósiles, como los
de mamuts o megaterios, eran restos de animales que se habían extinguido. Para
reconciliar esta idea con sus creencias religiosas recurrió a relatos bíblicos de catástrofes
como el Diluvio universal. Cada catástrofe habría eliminado especies enteras, y luego
Dios habría repoblado la Tierra con especies nuevas, que permanecían inmutables hasta
el siguiente cataclismo. Esta teoría, conocida como catastrofismo, se difundió
rápidamente tras la publicación del Discurso preliminar de Cuvier en 1813.
Sin embargo, en la época en que escribía Cuvier ya circulaban ideas sobre la evolución.
El librepensador Erasmus Darwin, abuelo de Charles, propuso una primera teoría
personal. Las ideas de Jean-Baptiste Lamarck, profesor de zoología en el Museo de
Historia Natural de Francia, fueron más influyentes. En su obra Filosofía zoológica de
1809, Lamarck articuló la que se considera primera teoría razonada de la evolución, según
la cual los seres vivos han evolucionado desde las formas más simples en etapas de
complejidad creciente. En respuesta a los retos del medio natural, los rasgos físicos
individuales cambiaban en función del uso o el desuso: «El uso más frecuente y sostenido
de un órgano lo refuerza, desarrolla y agranda gradualmente […] mientras que el desuso
permanente lo debilita y deteriora imperceptiblemente […] hasta que finalmente
desaparece». La mayor capacidad del órgano se transmitía a la prole, un fenómeno que
más adelante se conocería como herencia de los caracteres adquiridos.
Aunque su teoría fue ampliamente ignorada, Darwin elogió a Lamarck por haber abierto
la posibilidad de que los cambios no se debieran a lo que él denominaba despectivamente
«intervención milagrosa».
Esta fue una de las primeras formulaciones públicas claras de sus ideas acerca de la
evolución.
Los pinzones de las Galápagos han desarrollado picos diferentes, adaptados a
dietas específicas
Comparación de especies
Esta tortuga gigante solo se encuentra en las islas Galápagos, donde se han
desarrollado subespecies únicas en cada isla. Darwin recogió aquí pruebas para su
teoría de la evolución
Los denominados pinzones de Darwin no fueron los únicos que impulsaron sus
investigaciones sobre la evolución. De hecho, fue madurando sus ideas durante todo el
viaje a bordo del Beagle y especialmente durante su visita a las islas Galápagos. Le
fascinaron las grandes tortugas que vio allí y las sutiles variaciones de la forma de sus
caparazones de una isla a otra. También quedó impresionado por las especies de sinsontes,
que además de ser distintas en cada isla, compartían similitudes no solo entre ellas, sino
también con especies que vivían en el continente sudamericano.
Darwin sugirió que los distintos sinsontes podían haber evolucionado a partir de un
antepasado común que había logrado migrar de algún modo desde el continente. Luego,
cada grupo había evolucionado para adaptarse al entorno y a los alimentos disponibles en
cada isla. La observación de tortugas gigantes, zorros de las Malvinas y otras especies
reforzó sus primeras conclusiones. Sin embargo, Darwin temía las consecuencias de esas
ideas blasfemas: «Estos hechos minarían la estabilidad de las especies».
Otras piezas del rompecabezas
En 1831, navegando hacia América del Sur, Darwin había leído el primer volumen de la
obra Principios de geología de Charles Lyell. Frente al catastrofismo y la teoría de
formación de fósiles de Cuvier, Lyell defendía las ideas de renovación geológica de la
teoría de James Hutton conocida como uniformismo. La Tierra estaba en un proceso
continuo de formación y transformación que abarcaba periodos de tiempo inmensos, por
medio de mecanismos como la erosión marina y fenómenos volcánicos idénticos a los
actuales. No había necesidad de intervenciones divinas catastróficas.
«[…] estando bien preparado para apreciar la lucha por la existencia […] se me ocurrió
de repente que, en esas circunstancias, las variaciones favorables tenderían a
conservarse y las desfavorables a ser destruidas. El resultado sería la formación de
especies nuevas […] Por fin tenía una teoría sobre la que trabajar».
La teoría de Darwin
Darwin describe la evolución como un proceso lento y gradual. Cuando una población se
adapta a un nuevo entorno, se convierte en una especie nueva, distinta de sus antepasados.
Mientras, los antepasados pueden mantenerse igual, o evolucionar en respuesta a los
cambios de su propio entorno, o bien salir perdiendo en la lucha por la supervivencia y
acabar extinguiéndose.
Repercusiones
Esta caricatura que ridiculiza a Darwin data de 1871, año en que publicó su teoría
de la evolución aplicada al ser humano, algo que había evitado en sus obras
anteriores
Ante la rigurosa exposición de esta teoría, apoyada por evidencias y argumentos sólidos,
la mayoría de los científicos aceptó pronto el concepto de «supervivencia del más apto»
de Darwin. En su libro, Darwin se guardó de mencionar a los seres humanos en relación
con la evolución, salvo en una frase: «La luz se hará sobre el origen del hombre y su
historia». No obstante, la Iglesia protestó, y la idea sobreentendida de que los seres
humanos habían evolucionado a partir de otros animales fue blanco de burlas.
Fiel a su costumbre, Darwin continuó inmerso en sus estudios en Down House. A medida
que crecía la controversia, numerosos científicos salieron en su defensa. El
biólogo Thomas Henry Huxley, defensor acérrimo de su teoría (y de que el hombre
descendía del mono), se dio a sí mismo el apodo de «perro guardián de Darwin».
Con todo, el mecanismo de la herencia (cómo y por qué algunos rasgos se heredan y otros
no) seguía siendo un misterio. Casualmente, en la época en que Charles Darwin publicó
su libro, un monje llamado Gregor Mendel experimentaba con plantas de guisante en
Brno (actual República Checa). Su trabajo sobre los caracteres heredados, publicado en
1865, constituye la base de la genética, pero la ciencia convencional lo ignoró hasta el
siglo XX, cuando nuevos descubrimientos arrojaron luz sobre el mecanismo de la
herencia. El principio de la selección natural propuesta por Darwin continúa siendo clave
para entender el proceso.