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La Educacin de Los Valores
La Educacin de Los Valores
Unos parecen como apáticos, sin intereses, dejándose llevar por las
vueltas del mundo en cualquier dirección. Otros son inconstantes, de gustos y
aficiones que pronto abandonan. Están aquí también los muy indecisos, los
poco congruentes, los que se dejan arrastrar sin resistencia; los super-
conformistas, que no tienen idea de lo que quieren y se conforman con el punto
de vista dominante en el momento; los super-inconformistas, crónicos e
irracionales, que intentan obtener su identidad oponiéndose a las tendencias
prevalentes; y, finalmente, los “actores”, los que adoptan una “pose”: adoptan
una existencia simulada para encubrir que carecen de una existencia real.
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evidencia. Nos acercamos a ellas y reconocemos o estimamos su valor. Por otro
lado, existen realidades a las que subjetivamente asignamos un valor, sin que
quizá lo posean objetivamente.
Son las otras dos posturas típicas que pueden tenerse ante el concepto de
valor: el valor es una entidad absoluta o el valor es sólo relativo, dependiente de
la subjetividad individual. Existe otra postura que concilia el absolutismo con el
relativismo: la que reconoce que el valor no puede estar sometido a la
arbitrariedad subjetiva, por un lado; y, por otro, que el valor carece de sentido si
no es referido a una persona que lo estime como tal.
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hablar y escribir con eficacia; sentido de responsabilidad para escuchar y
participar en una discusión pública; aceptación del lugar que ocupa la oración
en la vida del hombre; ver en la lectura una actividad importante, de valor
intrínseco superior al de la mera satisfacción, etc.
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Tenemos después la propia organización de un sistema de valores,
etapa en la que se requiere que la persona dé unidad a todo un complejo de
valores y los relacione entre sí de un modo ordenado. Ejemplos: valoración
realista de las propias aptitudes, intereses y condiciones físicas; comenzar a
formar juicios sobre las líneas importantes que debiera seguir la sociedad en
que se vive; juzgar a personas de diversas razas, culturas, nacionalidades y
ocupaciones, atendiendo a su valía y conducta personales, etc.
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“. . . los intentos de formación del carácter suelen ser difusos y
excesivamente asistemáticos. Unas veces se quiere reducir la formación
personal al estudio de la ética o de una educación cívica libresca. Otras, en el
extremo opuesto, toda la acción educativa se circunscribe, como ya hemos
indicado, al mantenimiento “velis nolis” de la disciplina externa. Quienes así
actúan no advierten que educación no es sinónimo de amaestramiento, o que es
algo muy distinto estudiar teóricamente unos principios que esforzarse por
vivirlos”.
“Serán, como veíamos, las relaciones con sus compañeros y con los
profesores. Su actitud en los juegos y en deportes; su preocupación por evitar
las distracciones que les hacen llegar tarde; el esfuerzo por ir consiguiendo el
“autocontrol” en los cambios de actividad, al subir o bajar las escaleras, al
cerrar las puertas o al sentarse; preocupación por cuidar los libros y los
muebles, por su modo de vestir. . .”
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demás, en un viaje en autobús o al entrar en un establecimiento público;
fomentar la decisión y la responsabilidad cuando se les encarga la organización
de un viaje colectivo; dar ocasiones para adquirir paciencia cuando asisten a
una conferencia que les resulta poco atractiva; vencer la timidez, estimulándose
para que hagan preguntas al final de la visita a un ayuntamiento, a una industria.
. . la lista sería interminable, porque no es posible ponerle barreras a la vida y la
vida es precisamente lo que nos interesa educar”.
EDUCADOR
ALUMNO
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5. El educador favorece el encuentro alumno-valor elevando al alumno y
aproximando a él los valores (Ley del acto pedagógico)”.
Estas cinco observaciones pueden dar mucho qué pensar. ¿Hasta qué punto
entran en nuestros conocimientos –no ya en nuestra vida- los valores? ¿Hasta
qué punto los “valoramos”? Estamos –como educadores- asumiendo los valores
en que queremos se formen nuestros alumnos, de manera que se cumpla la “Ley
del desnivel pedagógico?” Hasta qué punto queremos bien a nuestros alumnos,
haciendo del amor educativo una poderosa exigencia hacia un más y un mejor?
Los dos últimos puntos se prestan a un comentario más detallado, ya que
apuntan directamente al modo, a la forma –más que a una pura técnica- de ir
educando en los valores.
Respecto a este “encuentro” con los valores, diré por último que, hoy día
especialmente, se impone la prudencia educativa, Son muchos los “antivalores”
o “disvalores” que nuestros alumnos encuentran en el ambiente (la calle, los
círculos de amigos, su relación con adultos irresponsables, los medios de
comunicación de todo tipo, etc. etc.). Pueden llegar a ser “valorados” por el
alumno poco avisado. La reflexión sobre su propio esquema o jerarquía de
valores les llevará a reconocer su equivocación. Recordemos que sí hay una
jerarquía de valores.
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suavidad, a que acepten libremente el compromiso con los valores de sentido. Y
una vez firmado el compromiso, exigírselo amablemente, con constancia, con
comprensión ante las dificultades que encontrarán en su camino.