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MUJER E IDEOLOGÍA EN LA POSGUERRA ESPAÑOLA: FEMINIDAD, CUERPO Y VESTIDO

Author(s): Anna Pelka


Source: Historia Social , 2014, No. 79 (2014), pp. 23-42
Published by: Fundacion Instituto de Historia Social

Stable URL: https://www.jstor.org/stable/24330761

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MUJER E IDEOLOGIA EN LA POSGUERRA
ESPAÑOLA: FEMINIDAD, CUERPO
Y VESTIDO

Anna Pelka

Michael Foucault dejó señalada en sus obras Microfísica del poder y Vigilar y castigar
la estrecha relación existente entre el ejercicio del poder y el cuerpo humano, entendido
éste como espacio sobre el cual aquél interviene. Según Foucault, en las sociedades mo
dernas la forma represiva del poder se centra en la "administración del cuerpo",1 incluyen
do su formación y su control. Los fascismos europeos (nazismo, fascio italiano y franquis
mo, entre otros) contemplaron el cuerpo femenino sólo en su función procreadora y en el
marco de las respectivas políticas natalistas.2 Siguiendo a Foucault, a causa de esta bio-po
lítica3 la mujer era percibida en relación a su cuerpo, transmisor además de los valores del
régimen. Se promovía un cuerpo sano y funcional, paradigma de la "raza" y al servicio de
la nación por medio de dicha función procreadora, en contraposición a un cuerpo enfermo,
símbolo de la lejanía al ideario político. Esta concepción funcional del cuerpo femenino se
vinculaba a un canon de belleza predeterminado.
A pesar de su relevancia, el tema del cuerpo femenino como espacio de injerencias
políticas e ideológicas apenas ha despertado interés en España. Mientras la perspectiva de
género se ha incluido en los estudios sobre el nazismo e incluso el fascismo italiano, en as
pectos como la formación de ese cuerpo ideal, la belleza o la indumentaria,4 en España la
investigación se ha centrado en el lugar atribuido a las mujeres en el régimen franquista: la
función dirigente de la Sección Femenina, investigada en numerosas áreas geográficas,5 y

1 Michel Foucault, Histoire de la sexualité: La volonté de savoir, vol. 1, Gallimard, Paris, 1976, p. 184.
2 Véase: Elke Frietsch y Christina Herkommer (eds.), Nationalismus und Geschlecht. Zur Politisierung
und Asthetisierung von Korper, "Rasse" und Sexualitat im "Dritten Reich" und nach 1945, transcript Verlag,
Bielefed, 2009; Adrian Schmidtke, Korperformationen. Fotoanalyse zur Formierung und Disziplinierung des
Korpers in der Erziehung des Nationalsozialismus, Waxmann Verlag, Miinster, 2007; Simonetta Falasca-Zam
poni, "Peeking Under the Black Shirt: Italian Fascism's Disembodied Bodies", en Wendy Parkins, Fashioning
the Body Politic. Dress, Gender, Citizenship, Berg, Oxford, 2002, pp. 145-165.
3 Leonore Siegele-Wenschkewitz, Gerda Stuchlik (eds.), Frauen und Faschismus in Europa. Der faschis
tische Korper, Centauras, Pfaffenweiler, 1990, p. 2.
4 La bibliografía sobre historia de las mujeres es abundante, por lo que se menciona tan solo aquélla rela
cionada con estos concretos aspectos. Dentro del nazismo: Irene Guenther, Nazi Chic? Fashioning Women in
the Third Reich, Berg Publishers, Oxford, 2005; Almut Junker, Frankfurt macht Mode 1933-1945, Jonas Ver
lag, Frankfurt/Main, 1999; Gloria Sultano, Wie geistiges Kokain... Mode unterm Hakenkreuz, Verlag fiir Ge
sellschaftskritik, Wien, 1995; Liliane Crips, "Modeschopfung und Frauenbild am Beispiel von zwei nationalso
zialistsichen Zeitschriften 'Deutsche Mutter' versus 'Dame von Welt' ", en Leonore Siegele-Wenschkewitz y
Gerda Stuchlik (eds.), Frauen und Faschismus in Europa, pp. 228-235. Con referencia al fascismo italiano: Eu
genia Paulicelli, Fashion under Fascism. Beyond the Black Shirt, Berg, Oxford-Nueva York, 2004.
5 Kathleen Richmond, Las mujeres en el fascismo español. La Sección Femenina de la Falange 1934
1959, Alianza Editorial, Madrid, 2004; Cristina Gómez Cuesta, Mujeres en penumbra. Trayectoria y alcance de

Historia Social, n.° 79, 2014, pp. 23-42. | 23

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las políticas natalistas o represivas de la mujer.6 Al lado de los estudios propiamente histó
ricos, se alude en algunas ocasiones a la indumentaria impuesta por la jerarquía de la Igle
sia Católica en el marco de la moral específica de esa época.7 El tema de la vestimenta
queda relegado a cuestiones sobre el uniforme femenino, especialmente durante la Guerra
Civil8 o, ya en el ámbito propio de la Historia del Arte, a la alta costura española y, en par
ticular, a sus diseñadores.9 La relación del cuerpo de la mujer y su vestido con las políticas
del régimen no ha sido, sin embargo, objeto de detenido análisis.
Este trabajo se ocupará de las políticas concernientes al cuerpo de la mujer, dirigidas
a su formación para alcanzar un ideal determinado y hacerlo apto para transmitir los valo
res del régimen. Partiendo de la identificación de "lo femenino" con el rol social asignado
a las mujeres en los años posteriores a la Guerra Civil, se analizarán las concepciones esté
ticas elaboradas para, a continuación, evaluar en qué medida éstas se acompasaron a las
propuestas prácticas dirigidas tanto a las mujeres como a los sectores de la moda y la be
lleza. ¿Hubo un solo modelo válido o existieron varios, diferenciados entre sí en función
del origen social y el nivel de educación? La historiadora británica Helen Graham ha pues
to de manifiesto que dentro del franquismo no cabe hablar de "mujeres" como un grupo
homogéneo, ni tampoco de una "experiencia típica", sino que es necesario introducir ele
mentos de clase social a la hora de establecer diferencias entre ellas.10 Siguiendo esta tesis,
será necesario comprobar si las clases medias y altas disfrutaban de mayor permisividad
dentro de la esfera de costumbres que las clases bajas,11 así como las posibles incoheren
cias en la identificación de "lo femenino" por las autoridades ¿Compartían los mismos va
lores del ideario nacionalsindicalista las instituciones encargadas de su formación, es de
cir, la Sección Femenina y la Iglesia Católica?
Por otra parte, la censura, en cuanto instrumento de control, no dependía de un orga
nismo concreto. Mientras la Iglesia se encargaba de las costumbres y del cine, el control

la Sección Femenina de Valladolid (1939-1959), Ayuntamiento de Valladolid, Valladolid, 2004; Inmaculada


Blasco Herranz, Armas femeninas para la contrarrevolución: la Sección Femenina en Aragón (1936-1950),
Universidad de Málaga, Málaga, 1999.
6 Mary Nash, "Pronatalism and motherhood in Franco's Spain", en Gisela Bock y Pat Thane (eds.), Ma
ternity and Gender Policies. Women and the Rise of the European Welfare States, 1880s-1950s, Routledge,
Londres, 1991, pp. 160-177; Assumpta Roura, Mujeres para después de una guerra. Informes sobre la morali
dad y prostitución en la posguerra española, Flor del Viento Ediciones, Barcelona, 1998; Lidia Falcón, Mujer y
sociedad, Editorial Fontanella, Barcelona, 1973.
7 Rafael Torres, La vida amorosa en tiempos de Franco, Temas de Hoy, Madrid, 1996; Rafael Abella y
Gabriel Cardona, Los años del NODO. El mundo entero al alcance de todos los Españoles, Destino, Barcelona,
2008; Rafael Abella, La vida cotidiana bajo el régimen de Franco, Temas de Hoy, Madrid, 1996; Posguerra:
Publicidad y Propaganda (1939-1959), Círculo de Bellas Artes, Madrid, 2007; Carmen Martín Gaite, Usos
amorosos de la posguerra española, Anagrama, Barcelona, 2007.
8 Julio Pérez Serrano, "La mujer y la imagen de la mujer en la resistencia antifascista española: el mono
azul (1936-1939)", en Virginia Maquiera d'Angelo (ed.), Actas de las VII Jomadas de Investigación interdisci
plinaria "Mujeres y hombres en la formación del pensamiento occidental", Ediciones de la Universidad Autó
noma de Madrid, Madrid, 1989, vol. 2, pp. 353-365; Mary Vincent, "Camisas Nuevas: Style and Uniformity in
the Falange Española 1933-43", en Wendy Parkins, Fashioning the Body Politic, pp. 167-187.
9 Elio Berhanyer. 50 años de moda. Catálogo de exposición en el Museo del Traje en Madrid, Madrid,
2008; Pertegaz. Catálogo de exposición en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid, 2004; Mer
cedes Pasalodos Salgado, "Alta Costura, costura de altura en los años 50", en Indumenta. Revista del Museo del
Traje 1 (2008), pp. 23-47.
10 Helen Graham, "Gender and the State: Women in the 1940s", en Helen Graham y Jo Labanyi, Spanish
Cultural Studies. An Introduction. The Struggle for Modernity, Oxford University Press, Oxford, 2010, p. 183.
11 Véase Anna Pelka, "La imagen de la mujer. La moda femenina en la España de los años cuarenta", en
Antoni Segura, Andreu Mayayo y Teresa Abelló (eds.), La dictadura franquista. La institucionalització d'un
24 régim, Universitat de Barcelona, Barcelona, 2012, pp. 223-234.

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sobre la prensa especializada era ejercido mediante consignas que emanaban de la Direc
ción General de Prensa, según sostiene Justino Sinova.12 Esta disparidad en el ejercicio del
control debe tenerse en cuenta a la hora de analizar el impacto en la vida cotidiana de las
directrices en esta materia, pues aquélla era condicionada por los modelos publicados en la
prensa.13 En efecto, la confección casera de prendas a partir de los patrones que incluían
todas las revistas para mujeres se convirtió para muchas en la única posibilidad de conocer
qué debían vestir. Cabe deducir, por lo tanto, la notoria influencia de estas publicaciones
sobre el público femenino, que, por lo general, no podía acceder a la, de todas maneras, li
mitada oferta comercial. Y de ahí que quepa preguntarse hasta qué punto las concepciones
alentadas por el régimen repercutieron de verdad sobre la mujer española.

Feminidad y "raza"

La transmisión de los valores sociales y morales en el nuevo Estado corría a cargo de


dos instituciones: la Iglesia Católica y la Sección Femenina. El proceso de restitución a l
Iglesia Católica de su anterior protagonismo público, perdido durante la Segunda Repúb
ca, había comenzado ya en los albores de la Guerra Civil,14 sobre la base de una nueva
doctrina, el nacional-catolicismo, una simbiosis entre ortodoxia católica y nacionalismo
español. El derecho a la coeducación, el matrimonio civil y el divorcio fueron abolidos po
la nueva legislación, que volvía su mirada a la de 1889.15 Se procuró alejar a las mujeres
del acceso a los puestos de trabajo en aras de su dedicación exclusiva a la familia. Este
nuevo modelo social se basaba en una concepción patriarcal de la sociedad y en los roles
tradicionales atribuidos a ambos sexos, a partir de la distinción biologista decimonónica
que reducía a la mujer a su papel de madre, discriminándola en las áreas económicas, so
ciales y jurídicas.16 Por su parte, en virtud de un decreto de 28 de diciembre de 1939, s
encomendó a la Sección Femenina la formación política y la educación profesional de su
afiliadas, con un sentido cristiano y nacionalsindicalista.17
El ideario femenino del nacionalsindicalismo estaba vinculado a la posición social de
la mujer, así como a unas claramente definidas virtudes caracterizadoras. En primer lugar,
"la mujer de España, por española, [era] ya católica".18 La concepción constituía, al igua
que en otras dictaduras fascistas, su deber principal: "La verdadera misión de la mujer e
dar hijos a la Patria. Y ésta es, por lo tanto, su suprema aspiración. Y dentro del naciona
sindicalismo, sigue siendo más que nunca su misión ser la continuadora de la raza, de lo

12 Justino Sinova Garrido, La censura de prensa durante el franquismo, Debolsillo, Barcelona, 2006, p
302.
13 Sobre las revistas para mujeres como "documento de una época" véase Ma del Carmen Muñoz Ruiz,
"Amas de casa y trabajadoras: imágenes en la prensa femenina (1955-1970)", en Josefina Cuesta Bustillo (ed.
Historia de las Mujeres en España. Siglo xx, vol. 2, Instituto de la Mujer, Madrid, 2003, pp. 331-370.
14 Enrique Moradiellos, La España de Franco (1939-1975). Política y sociedad, Síntesis, Madrid, 2008, p.
51.
15 Helen Graham, "Gender and the State: Women in the 1940s", p. 184.
16 Jordi Gracia García y Miguel Angel Ruiz Carnicer, La España de Franco (1939-1975). Cultura y vida
cotidiana, Síntesis, Madrid, 2001, p. 93.
17 Véase Jordi Roca i Girona, De la pureza a la maternidad. La construcción del género femenino en la
posguerra española, Ministerio de Educación y Cultura, Madrid, 1996; Rosario Sánchez López, Mujer españo
la, una sombra de destino en lo universal. Trayectoria histórica de Sección Femenina de Falange (1934-1977),
Universidad de Murcia, Murcia, 1990; Dies: "Ideal de la Mujer Falangista. Ideal Falangista de la Mujer", Las
mujeres y la Guerra Civil Española, Instituto de la Mujer, Madrid, 1989, pp. 202-210; María Teresa Gallego
Méndez, Mujer, Falange y franquismo, Taurus, Madrid, 1983.
18 Agustín Ysern, "Alabanza y homenaje a nuestras mujeres", Y. Revista para la mujer 68 (1943), p. 40. 25

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HHIH

cilla, viejo*
IOS mi* que en su»
vidbuenos tiempos
lugar" re brinca algo
recordarán ha porasi
todos lo* tauna canrion
como
lleres de modistería, y hasta ae conaervaba cuidadosamente er.
diacra gramofónico* Parece que unaa señoritas elegantísimas de
hace— z años, tuvieron la os «di» de presentarse en laa carreña de
caballos, o cr laa sitias mi* dejantes—entonces ae dei-ia chic—de
su época, exhibiendo unaa faldaa... fyirtidaa por gala en dos.
Algunos añas mka tarde, laa elegantes de playa y aierra decre
taron también que d pantalón era imprescindible para tomar d sol.
por ejanpto. Y ya se las hicieran sin ndnguna disculpa estética, coran
si esa gran degancia lea permitiera aprovechar la ropa uaada dd
marido o loa hermanos
Era horrible. Gracias a Dios han reaccionado bastante, y ya. ni
siquiera por extravagancia. Ice atrae. Para emplear so virus de mal
guato <>cnen bssiante con laa peanaa de siete sudaa.
Nueatraa mushachaa. dinimicas o deportivas, van encontrando
una fórmula femenina y discreta de la falda-pantalón. Porque ellas,
naturalmente, tienden a la ropa práctica y favorecedora, y puente,
que han de acudir leja» de caaa a su trabajo o a su estudio, la bid
cteta se impone. Con ella, laa faklitaa cortas se dedaran incompatibles
e incómodas Esta*, que dan a la aihieta un aspecto perfectamente
femenino, y que ni siquiera parecen "de truco" a primera vista, no
tienen picaresco mia que d nombre. Y ofrecer, sin duda alguna, ,1a
garantía dr una amplia libertad de movimientos, sin concenonea a
lo ambiguo. Que todo ae ha de acordar en la vida pars el mejor uso
y empleo de su intención y momento.

Revista "Medina", n" 70, 19 de julio de 1942

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caminos que abrieron aquellas mujeres que se llamaron Isabel de Castilla y Teresa de Je
sús, en cuyas vidas encontramos tanto amor hacia Dios y la Patria".19
Las tareas asignadas a la mujer se desarrollaban, por lo tanto, en el hogar, donde ésta
cumplía con su triple función de madre, esposa y ama de casa. Como Pilar Primo de Rive
ra manifestó ante Franco en una concentración en Medina del Campo el 30 de mayo de
1939, "la única misión que tienen asignada las mujeres en la tarea de la Patria es el Hogar.
Por eso ahora, con la paz, ampliaremos la labor iniciada en nuestras Escuelas de Forma
ción, para hacerles a los hombres tan agradable la vida de familia".20
La subordinación de la mujer al hombre era total. Las tres funciones que tenía asigna
das -madre, esposa y ama de casa- representaban la expresión máxima de la feminidad,
perdida, según la Sección Femenina, durante la República y recuperada por José Antonio
Primo de Rivera.21 La revista Y. Revista para la mujer expresaba así "la ilusión de ser ama
de casa": "¡Por fin!, hay Estado que se ocupa de realizar un sueño de tantas mujeres espa
ñolas: el ser amas de casa".22 Pero la feminidad estaba también adornada por la paciencia,
la austeridad y la dulzura: "Queremos a una mujer que nos espera pasiva, dulce, detrás de
una cortina, junto a sus labores y sus rezos".23 Las mujeres debían ser "silenciosas, labo
riosas, plenas de modestia y humildad"24 y alegres. La revista Semana constataba que "no
hay nada más femenino que la sonrisa" y que la "sonrisa es benevolencia, dulzura, opti
mismo, bondad. Nada más desagradable que una mujer con la cara áspera, agria malhumo
rada, que parece siempre reprocharnos algo. El hombre puede tener aspecto severo; dirán
de él que es austero, viril, enérgico. La mujer debe tener aspecto dulce, suave, amable. En
fin, debe sonreír lo más posible".25
La mujer ideal debía de poseer atributos tanto físicos, que la hacían apta para la ma
ternidad, como espirituales (el amor, la paciencia o una actitud protectora), a imagen y se
mejanza de la Virgen María.26 El heroísmo, la bondad, el misticismo, la alegría, la honra
dez y la pureza se consideraban componentes de la "raza", que se definía por una postura
moral caracterizada por estas virtudes y encarnada en personajes como Isabel de Castilla o
Teresa de Jesús,27 sin una concreta determinación biológica.28 En efecto, "la mujer de Es
paña no tiene un tipo físico determinado" y "puede ser alta, baja, clara como una germana
o morena como una latina. Fuerte como una musulmana o recia como una eslava, pero
siempre tendrá el alma moldeada por el patrón único de lo español austero, exacto y medi
do",29 reuniendo "la selección de lo mejor de todas las razas que han desfilado por las
bambalinas de la geografía mediterránea", formando "el tipo hispano. Espiritual y corpo
ralmente típico. Propio". Según Antonio Vallejo-Nájera, cada individuo poseía cualidades
heredadas, unas procedentes de la familia, otras exclusivas de la "raza". Las virtudes na
cionales, como la caballerosidad, la firmeza y la espiritualidad, procedían de la identidad

19 "No hay nada más bello que servir", Medina 69 (1942), p. 2.


20 Cit. Enrique Moradiellos, La España de Franco (1939-1975). Política y sociedad, p. 73.
21 "Escuelas del hogar", Y. Revista para la mujer 25 (1940), p. 23
22 "La ilusión de ser ama de casa", Y. Revista para la mujer, 65 (1943), p. 42.
23 "Destino de la mujer falangista", Medina, 1 (1941), p. 1.
24 "18 de julio", Medina, 70 (1942), p. 4.
25 "La sonrisa de la mujer", Semana, 90 (1941), p. 14.
26 Helen Graham, "Gender and the State: Women in the 1940s", p. 184.
27 Véase Guiliana di Febo, La Santa de la Raza. Teresa de Avila: un culto barroco en la España Franquis
ta (1937-1962), Icaria, Barcelona, 1987.
28 Véase Joshua Goode, Impurity of Blood. Defining Race in Spain, 1870-1930, Louisiana State University
Press, Baton Rouge, 2009.
29 "Retrato ejemplar de la raza", Y. Revista para la mujer, 1 (1938), p. 14. 27

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española y constituían la hispanidad.30 La función de la mujer era esencial, pues por medio
de la maternidad servía como "tabernáculo de la raza que siempre se renueva".31
Los rasgos conformadores de la "raza" española partían, así pues, no de definiciones
antropológicas, sino de la tradición medieval, donde la profesión de la religión cristiana y
los hechos heroicos de los antepasados garantizaban la "pureza de la sangre".32 Se alertaba
de la amenaza que sobre este tipo nacional se cernía por la penetración de nociones forá
neas como el liberalismo y la democracia parlamentaria.33 De ahí que, frente a esa mujer
ideal se opusiese en el ideario nacionalsindicalista su antítesis, merecedora de rechazo,
descrita por el canónigo Emilio Enciso Viana como "la ultramoderna, que se las da de
emancipada y libre, y mira con desdén a las mujeres que cultivan la feminidad".34 Con ma
yor detalle se expresaba un artículo en Y. Revista para la mujer,35 donde se describían cua
tro tipos de mujeres, paradigmas de la Segunda República, identificadas por medio de los
colores verde, rojo, lila y gris. Todas ellas representan lo opuesto a la "mujer azul" la mu
jer nacionalsindicalista. El primer grupo -las mujeres verdes- representaban, según el arti
culista, a la mujer desmoralizada, entre quienes destaca a las mujeres fatales, viajeras, di
vorciadas o de maridos desconocidos; mujeres del teatro, del cine y del cabaret, o
muchachas de "vida alegre". El segundo grupo -las mujeres rojas- representaba a las "agi
tadoras políticas, propagandistas, periodistas tendenciosas, afiliadas a las juventudes co
munistas o socialistas" y "mujeres familiares de hembras rojas". El rechazo a este tipo de
mujer está claramente conectado con su opción política. El tercer grupo -las mujeres lilas
representaba a las mujeres educadas y emancipadas, lo que el autor define como estudian
tes universitarias, "muchachas que hablaban de 'querer vivir su vida'", "republicanas, por
admiración al talento de Azaña", "aspirantes a "estrellas de cine", "entusiastas del divor
cio por creer que iban a encontrar un marido mejor", "lectoras de Freud", feministas, "ad
miradoras de Alberti, Dalí y de todo lo que estuviera torcido", "muchachas que encontra
ban cursi todo lo español y distinguido todo lo extranjero". El último grupo -las mujeres
grises- representaba a las mujeres vacías e inútiles, como las "lectoras de novelas rosa,
bailarinas de danzas clásicas, apáticas, pesimistas, jóvenes obstinadas en vestir como no
podían, coleccionistas de fotos de artistas de cine". La victoria de los "Nacionales" trajo,
según el artículo, un nuevo tipo de mujer - la mujer azul: "De pronto, amanece el día es
pañol en que las españolas cambian. Todos los colores del iris, al girar vertiginosamente,
volteados por las fuerzas inmensas de la raza, en lugar de dar el color blanco que nos ense
ñó la Física, dan un color azul. Surge ese día la mujer azul". Merece la pena citar algunas
de las características destacadas por el autor, ya que son la quintaesencia de "lo femenino"
en la doctrina nacionalsindicalista. La mujer a quien se pretendía "educar" en el nuevo Es
tado era "la que comprende cual es la misión del hombre como hombre, la de la mujer
como mujer y la de la mujer como apoyo del hombre; la que es femenina sin ser feminista;
la que reza y razona; la que sabe estar en casa y andar por la calle; la que ha aprendido que
la verdadera independencia es vivir pendiente de todo; la que medita lo que va a decir; la

30 Antonio Vallejo Nájera, "Higiene psíquica de la raza", en DN de Deportes de FET y de las JONS: Me
moria resumen de las tareas científicas del I congreso Nacional de Educación Física, Jesús López, Madrid,
1943, p. 243, cit. en Kathleen Richmond, Las mujeres en el fascismo español, p. 51.
31 "Retrato ejemplar de la raza", Y. Revista para la mujer, 1 (1938), p. 14.
32 Marie-Aline Barrachina, "Religion. Biologie und Mutterschaft in der Propaganda des Franco-Regimes
1938-1945", en Leonore Siegele-Wenschkewitz y Gerda Stuchlik (eds.), Frauen und Faschismus in Europa, p.
69.
33 Antonio Vallejo Nájera: "Higiene psíquica de la raza", cit. Kathleen Richmond, Las mujeres en el fas
cismo español, p. 51.
34 Emilio Enciso Viana, ¡Muchacha!, Ediciones Studium de Cultura, Madrid, 1943, p. 16.
35 "Mujeres verdes, mujeres rojas, mujeres lilas, mujeres grises y mujeres azules", Y. Revista para la mu
28 jer, 6-7 (1938), pp. 36-37.

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Revista "Alta Costura", 1946y 1948

que se mejora cuando sufre y goza cuando se mejora; la que puede ser alegre sin ser lige
ra; la que trabaja solo en lo suyo, porque lo suyo es a la larga lo de todos; la que es justa
sin pedir justicia". Este ideal de mujer se corresponde con el prototipo de mujer definido
por el citado Enciso Viana: "la mujer perfecta es aquella que mejor realiza la misión que
Dios le ha dado en la naturaleza, la que mejor conserva las cualidades más nobles, subli
mes y bellas impresas en lo más íntimo de su ser", "la mujer cien por cien", "la mujer cris
tiana".36

El cuerpo disciplinado

La revista Y. Revista para la mujer alentaba la práctica de ejercicio físico, pues "p
la prosperidad futura de la raza, la sana constitución y las formas armoniosas, tienen
cha más importancia en la mujer que en el hombre, y estos dos hechos, la falta de oca
y la necesidad más grande que de la cultura física tiene la mujer, nos deben convenc
la importancia de los ejercicios gimnásticos".37 Dado que la valoración del cuerpo fem
no en el discurso nacionalsindicalista se ligaba a la maternidad, la salud y la higiene de
cuerpo que ha de traer al mundo un niño sano y perpetuar la "raza" se revelaban pun
centrales en las actividades de la Sección Femenina.38 Este sentido utilitarista del cue

36 Emilio Enciso Viana, ¡Muchacha!, p. 17.


37 "Cultura física", Y. Revista para la mujer, 1 (1938), p. 32.
38 "Sección Femenina de FET y de las JONS", Medina, 24 (1941), p. 12.

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femenino fue común a todas las organizaciones de mujeres de los demás regímenes fascis
tas europeos, con las cuales aquélla mantuvo contactos hasta el final de la Segunda Guerra
Mundial.39
La Sección Femenina fomentaba la práctica deportiva entre sus afiliadas, pues un
cuerpo sano y vital era sinónimo de belleza: "El deporte es la fuente de la belleza, ya que
presta al cuerpo vigor, y habiendo vigor, hay salud y, por lo tanto, belleza a raudales".40 La
educación física debía servir para disciplinar el cuerpo en aras de la maternidad y para pre
venir enfermedades, así como para "mejorar la raza para ser útiles a una España mejor".41
Mediante los "ejercicios reclamados por la estética" y "aquellos otros que son mucho más
importantes, exigidos por la fisonomía, la higiene y la moral"42 se desarrollaba plenamente
la personalidad de un modo positivo: "La raza tiene que comprender al hombre como es
en sí, compuesto de un cuerpo orgánico y de un alma espiritual; y entonces, para mejorar
la, sería preciso trabajar por formar almas lo más perfectas posible, que gobiernen cuerpos
bien organizados".43 Ahora bien, el deporte femenino no era acogido en términos de rivali
dad, atribuida solo a los hombres, ni tampoco la promoción de la gimnasia femenina im
plicaba la aceptación de mujeres deportistas y cuerpos musculosos: "En lo físico, a la ma
dre le hace falta un estado general de salud y desarrollo corporal bueno, sin que le sea
preciso poseer mucho músculo ni fuertes bíceps. La mujer atleta, la campeón, la que desa
rrolla una fuerza muscular extraordinaria [...] no puede ser el ideal de esposa para ningún
hombre, e indudablemente, en general, nunca será la mejor madre".44
Pese a la indudable inspiración en otras organizaciones fascistas en estas cuestiones,
la mayor influencia sobre Pilar Primo de Rivera provino de la tenista Lili Alvarez, finalista
en Wimbledon y ganadora en 1929 del torneo de dobles de Roland Garros, quien termina
ría asesorando en materia deportiva a la futura Sección Femenina.45 Los programas de
educación física se convertían a menudo en espectáculos, expresiones de adhesión al régi
men semejantes a los de la Alemania nazi.46 Los ejercicios incluían música y bailes popu
lares españoles, con un objetivo claro: "Una gimnasia perfecta desde el punto de vista téc
nico; pero también una gimnasia con un ritmo y una expresión auténticamente
españolas".47
La cuestión del deporte femenino se convirtió, sin embargo, en punto de desencuentro
entre la Sección Femenina y la Iglesia Católica, crítica con cualquier tipo de exhibición cor
poral.48 De hecho, la primera tenía que adecuarse a las directrices de la autoridad eclesiásti
ca. En Sevilla, por ejemplo, no se pudo practicar gimnasia en los colegios de niñas hasta la
muerte del cardenal Segura, por haberlo prohibido éste. Y en Valladolid las afiliadas a la
Sección Femenina se abstuvieron de desplazarse en bicicleta por estimarse pecaminoso.49

39 "Después del viaje de Pilar a Alemania", Medina, 28 (1941), p. 15. Véase también: Toni Morant I Ari
ño, "Junge, tapfere Spanierinnen!" - "Starkes und sportliches BDM-Mádel". Selbst- und Fremdbilder in den
Kontakten zwischen der Sección Femenina de Falange und dem Bund Deutscher Mádel in der HJ (1937
1943)", Jahrbuchfür historische Bildungsforschung, 13 (2007), pp. 187-210.
40 "El deporte en la casa", Medina, 89 (1942), p. 25.
41 "Cultura física", Y. Revista para la mujer, 1 (1938), p. 33.
42 Ibid.
43 Emilio Enciso Viana, ¡Muchacha!, p. 217.
u Ibid., p. 216.
45 María Antonia Fernández Jiménez, Pilar Primo de Rivera. El Falangismo femenino, Síntesis, Madrid,
2008, p. 64.
46 Kathleen Richmond, Las mujeres en e! fascismo español, p. 64.
47 "Hacia una gimnasia española", Medina, 62 (1942), p. 13.
48 Kathleen Richmond, Las mujeres en el fascismo español, pp. 122-123.
49 Juan Carlos Manrique Arribas, La mujer y la educación física durante el franquismo, Universidad de
30 Valladolid, Valladolid, 2008, p. 211.

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Revista "Medina", n" 131, 19 de noviembre de 1943

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Como indica Kathleen Richmond, la insistencia eclesiástica en la modestia cristiana
exigía de la Sección Femenina compromisos en relación con el deporte femenino, entre ellos
el de prescindir de aquellos deportes considerados contrarios a la feminidad (la lucha, el fút
bol, el remo).50 Igual preocupación despertaba la ropa deportiva, que no podía ser provocati
va ni exaltar el cuerpo. Pilar Primo de Rivera defendía el deporte femenino, afirmando que
"la educación física no cabe duda de que tiene sus peligros, pero tiene también inmensas
ventajas, como son la disciplina colectiva... la afición al aire, al sol... Tiene, además, la lim
pieza, que no está reñida con la honradez moral y que, en cambio, es muy agradable para la
vida en común. Y el peligro que pudiere haber para las mujeres que se aficionen a presentar
se delante del público con unos trajes que no se acomodan quizá a la moral cristiana, o la
cosa pagana que tiene en sí de darle demasiada importancia a la belleza del cuerpo está sal
vada con una vigilancia constante sobre la indumentaria".51 El conflicto se resolvió enco
mendando al asesor religioso todos los aspectos relativos al código indumentario.52

La mujer incorpórea

En la cuestión del vestir, la Iglesia Católica llevaba la voz cantante a la hora de f


el código al respecto, pues se veía obligada a "contribuir a la liberación de la moda de
dencias no recomendables",53 si bien se limitaba en este punto a seguir las directrices
das por el Vaticano. En efecto, todavía en 1957 defendía Pío XII la misión que la Ig
tenía encomendada de "moralizar este importante sector de la vida pública y contrib
elevar la moda a instrumento y expresión de una civilización bien entendida", señala
que "la Iglesia no condena ni reprueba la moda cuando está destinada al justo decoro
namento del cuerpo; sin embargo, no deja nunca de poner en guardia a los fieles contra su
fáciles desviaciones", pues "la moda no debe nunca proporcionar ocasión próxima de
cado".54
Ahora bien, este discurso de la Iglesia española sobre la modestia cristiana tampoco su
gió con el franquismo. La mayoría de sus "ideólogos" habían tratado la indumentaria feme
na en los años previos a la Guerra Civil, de lo que dan cuenta los títulos editados al respec
La ausencia de una paralela reflexión sobre la indumentaria masculina obedeció, en pal
del futuro cardenal Gomá, a que "la mujer, más que el hombre, quizás porque fue más
dora que el hombre, siente en su cuerpo el fenómeno del rubor y la ley de la vergüenza nat
¡Esto representa, señoras, una desviación profunda en vuestro sexo!"55 Su cruzada de la m
destia cristiana, "libro sobre indumentaria, netamente cristiana"56 y denuncia de la
como "la gran corruptora de las costumbres sociales" y "la manifestación asquerosa del cu
de la carne"57 no fue un caso aislado en la Europa de entreguerras. En su estudio sobre el
vimiento de las mujeres católicas en la Italia fascista,58 Michela de Giorgio pone de reliev

50 Kathleen Richmond, Las mujeres en el fascismo español, p. 67.


51 Cit. Carmen Domingo, Coser y cantar. Las mujeres bajo la dictadura franquista, Lumen, Barcelona,
2007, p. 42.
52 Kathleen Richmond, Las mujeres en el fascismo español, p. 67.
53 "¿También la moda?", Ecclesia 854 (1957), p. 1.
54 "El problema moral de la moda y sus soluciones. Discurso de su Santidad al Primer Congreso Interna
cional de la Unión Latina de la Alta Moda", Ecclesia, 853 (1957), pp. 5-9.
55 Isidoro Gomá y Tomás, Las modas y el lujo ante la ley cristiana, la sociedad y el arte, Rafael Casuelle
ras, Barcelona, 1926, pp. 26-27.
56 Ibid., p. 8.
57 Ibid., p. 146.
58 Michela de Giorgio, "Die Katholische Frauenbewegung im faschistischen Italien", en Leonore Siegele
32 Wenschkewitz y Gerda Stuchlik (eds.), Frauen und Faschismus in Europa, pp. 51-60.

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discurso con propuestas de modestia cristiana muy similar al español, que, junto con una con
dena de las modas y una cruzada contra la indumentaria inmoral, alentaba "un cuerpo invisi
ble", oculto bajo la ropa.
El discurso de la Iglesia española se enfocaba a la indumentaria femenina en tanto
fuente de pecado, de ahí que aquélla debía servir exclusivamente para cubrir el cuerpo,
evitando la exhibición de sus formas: "¡Mujer!, la llave del triunfo es la modestia: ni esco
tes, ni brazos desnudos, ni vestidos cortos, ni abiertos ni ceñidos".59 Esta moral en el ves
tir, el "vestir cristiano", a menudo es explicada desde el patriotismo: "Decídete, mujer. Ha
rás Patria si haces costumbres sanas con tu vestir cristiano".60 El citado Enciso Viana
atribuía a la mujer "el afán de exhibirse y brillar", por lo que, según él, "ha llegado a per
der su criterio cristiano, ha olvidado la doctrina de la Iglesia, relativa a la modestia", de
nunciando así la fuerza provocadora del vestido femenino, con evocaciones al pecado ori
ginal: "La mujer, mas cubierta por un ligero vestido, que más que realzar el arte de las
formas corporales las hace provocativas, y acostumbrada a la frivolidad y a la desenvoltu
ra, no sabe concebir lo que es el pudor cristiano".61
Los jerarcas eclesiásticos se sentían obligados a instruir a las mujeres sobre las reglas
del correcto vestir. Por ejemplo, el cardenal Plá y Deniel recomendaba que los vestidos no
fuesen tan cortos que descubriesen la mayor parte de la pierna. Inmorales eran aquellos es
cotes "tan atrevidos que pudieran ser gravemente pecaminosos por la deshonesta intención
que revelan o por el escándalo que producen", la manga corta que no cubriese el brazo al
menos hasta el codo o la no utilización de medias.62 La regla básica de la "modestia cris
tiana" fue fijada por el administrador apostólico de Barcelona, Miguel de los Santos Díaz
Gomara en el Boletín del Obispado del 25 de marzo de 1940: "Principio general: son con
trarias a la modestia Cristina todas aquellas maneras de vestir, sentarse, andar etc., que des
cubran o que por transparencia o ceñido acentúen las formas que deben quedar cubiertas".
63 De esta forma, se prohibían los escotes; las mangas debían alargarse hasta el codo y las
faldas hasta la espinilla; las medias eran obligatorias; el traje de baño debía cubrir hasta el
nacimiento del brazo e ir dotado de falda hasta la rodilla, mientras que fuera del baño la
mujer debía cubrirse siempre con un albornoz.
Objeto de crítica era todo tipo de exhibicionismo. El padre Ayala, jesuíta, mostraba
así su disgusto: "¡Qué modas tan indignas, tan atentatorias al pudor! ¡Pierna al aire hasta
el muslo, brazos al descubierto hasta cerca del sobaco, escotes en el pecho y en la espalda,
vestidos ceñidos al cuerpo de un modo inverecundo! ¡Casi van peor que desnudas!".64
El vestido debía esconder el cuerpo de la mujer, hacerlo invisible y modesto, de tal
manera que las revistas editadas por la Sección Femenina mostraban vestidos que ni eran
ceñidos, ni estrechos, ni cortos ni escotados. Las blusas y las camisas, en su mayoría, te
nían las mangas hasta el codo y el cuello alto. Como indica Sueiro Seoane, al vestuario fe
menino habían vuelto prendas olvidadas durante la Segunda República como corsés, cor
piños y calzones. En efecto, muy frecuentes eran las recomendaciones de usar fajas y
corsés, incluso en el verano, preferentemente de color blanco o negro.65 Domina el vestido

59 Cit. Susana Sueiro Seoane, "La Posguerra en imágenes", en Posguerra: Publicidad y Propaganda
(1939-1959), p. 84.
60 Ibid.
61 Emilio Enciso Viana, ¡Muchacha!, p. 191.
62 Cit. Susana Sueiro Seoane, "La Posguerra en imágenes", p. 85.
63 Cit. Antonio Francisco Canales, "La moralització dels costums", en Borja de Riguer i Permanyer,
Historia. Política, societat i cultura dels Paisos Catalans, Enciclopedia Catalana, Barcelona, 1997, pp. 188
189.
64 Cit. Rafael Abella, La vida cotidiana bajo el régimen de Franco, p. 114.
65 Susana Sueiro Seoane, "La Posguerra en imágenes", p. 83. 33

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amorfo, de colores apagados o negros. La indumentaria propuesta por la Iglesia Católica y
la Sección Femenina era algo contrario a la moda, la cual, de todas formas, según Enciso
Viana, "estaba en las filas de los enemigos de Dios".66 Al contraponer feminidad y mater
nidad, la moda fue denigrada por ir "contra la feminidad":

La moda presente tiende como nunca a exagerar el atractivo de la feminidad. Es esclava de este re
alce exterior de lo femenino en la forma. [...] La moda es una enemiga de la maternidad. En otros
tiempos las faldas largas y huecas, las ropas más amplias y flojas, no marcaban la línea femenina,
como lo hacen hoy. Velaban discretamente la deformación corpórea de una futura maternidad. Hoy
la moda es incompatible con ir a ser madre, y muchas mujeres desean no tener hijos por no perder,
ni siguiera por unos meses, el atractivo de su tipo y de su figura. Las mujeres de hoy son esclavas de
su feminidad, sin saber que ésta no tiene otro fin que conseguir la maternidad, y que es un mero ins
trumento en la más noble tarea de llegar a ser madre.67

Especialmente repudiada era la exhibición del cuerpo en las playas, de ahí que se mi
rasen con severidad los trajes de baño, pues "el vestido de playa amplio y completo que la
mujer española ha usado siempre ha sido desterrado y substituido por una ridicula carica
tura de desvestido impuesta por el extranjero".68 En consecuencia, se recomendaban "fal
das amplias en el talle para estrecharse al llegar a las rodillas".69
Por su contradicción con el papel tradicional de la mujer, así como por su evocación
del mono republicano, se rechazaba el uso del pantalón y otras prendas masculinas: "Nada
de masculinización, ni de carnavales milicianos o sufragistas",70 apelaba la revista Medina.
El capuchino Quintín de Sariegos concluía que "la mujer en pantalones es una mujer vesti
da de hombre, que adopta las formas de convivencia contrarias a su sexo, y esta conducta
incluye una especie de aberración del sexo, que suscita fácilmente ideas de perversión y lla
madas al pecado. Al ver a una mujer en pantalones dificulta, si es que no imposibilita, su
poner en ella virtud, modestia y dignidad".71 Dado que el pantalón era, sin embargo, espe
cialmente cómodo para el deporte, se recomendaba entonces la falda-pantalón:

Nuestras muchachas, dinámicas o deportivas, van encontrando una fórmula femenina y discreta de
la falda-pantalón. Porque ellas, naturalmente, tienden a la ropa práctica y favorecedora, y puesto
que han de acudir lejos de casa a su trabajo o a su estudio, la bicicleta se impone. Con ella, las faldi
tas cortas se declaran incompatibles e incómodas. Estas, que dan a la silueta un aspecto perfecta
mente femenino [...], no tienen de picaresco más que el nombre.72

Otro tipo de calzones oscuros con elásticas llamados "pololos" eran usados para acti
vidades deportivas como la gimnasia.73
La ocultación del cuerpo equivalía, por lo tanto, no a una ausencia de feminidad,
sino, por el contrario, a una feminidad que debía ser modesta y, por ende, conforme a la
moral cristiana. La belleza de la mujer estribaba en su naturaleza, que había de cuidarse.
La mujer tenía que estar atractiva también al realizar las faenas del hogar:

66 Emilio Enciso Viana, ¡Muchacha!, p. 189.


67 José Botella Llusiá, "Peligros de la civilización moderna para la biología de la mujer", Consigna, 27
(1943), pp. 45-46.
68 Emilio Enciso Viana, ¡Muchacha!, p. 220.
69 "¿Qué llevaréis a la playa?", Medina, 118 (1943), p. 14.
70 "18 de julio", Medina, 70 (1942), p. 4.
71 Cit. Susana Sueiro Seoane, "La Posguerra en imágenes", p. 84.
72 "La falda pantalón", Medina, 70 (1942), p. 14.
73 Véase Lola Gavarrón, Piel de ángel. Historias de la ropa interior femenina, Tusquets, Barcelona, 1988,
34 p. 272.

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[...] el cuidado del hogar no debe ser sinónimo en el ama de casa de fealdad, desaliño y suciedad
personal. Con coquetería puede hacerse el milagro de guisar, planchar, barrer, fregar, sin perder la
exquisita feminidad ni el encanto y la gracia que debe tener siempre la mujer. Nada de pelo lacio y
desordenado, nada de delanteras horrendas o de trajes inservibles [...]. Al contrario, tendremos trajes
o delanteras especialmente confeccionados para los trabajos domésticos: alegres, vivos, dinámicos,
rayas, cuadros, contrastes violentos; que cambiarán las a veces molestas tareas, en divertido entrete
nimiento.74

Respecto al cuidado corporal, Enciso Viana consideraba que las mujeres pecan de
presunción: "Esa belleza no es tuya; Dios te la dio para que fuese un reflejo de su belleza
divina, y al contemplarte los hombres encontrases en ti un medio de ir hacia El; y tú, olvi
dada de Dios, te atribuyes esas bellas cualidades y las utilizas para atraer a los hombres
hacia ti apartándoles de El".75 En realidad, la Iglesia parte en este aspecto de Tomás de
Aquino, a quien Pío XII cita en unas instrucciones del año 1940 sobre la belleza femenina,
afirmando que "una joven puede ser moderna, culta, deportiva, llena de gracia, de naturali
dad y de distinción, sin plegarse a todas las vulgaridades de una moda malsana, conser
vando su rostro que ignora los artificios, como el alma, cuyo reflejo es".76 Haciéndose eco,
los jerarcas eclesiásticos españoles condenan la realidad en el país: "se ven labios tan ra
biosamente rojos que parecen cuchilladas sanguinolentas, con un color escarlata que nin
gún ser humano ha recibido jamás de la naturaleza. Se ven uñas rojas que parecen garras
de ave de rapiña".77 No obstante, sobre el ideal en vigor, la Sección Femenina optó por una
posición intermedia en cuestiones de moda: "se debe seguir un poco la moda, pero huyen
do de todo lo exagerado que hay en ella y siempre que favorezca. Húyase de las cabezas
complicadas, con muchos rizos, o de esas permanentes de onditas paquetas que tan ordina
rias resultan, y no digamos ya nada de los tintes. [...]. El maquillaje que se lleva es pruden
te".78 Intolerables resultaban, por ejemplo, los "esnobismos" procedentes de las modas ex
tranjeras, siendo criticada así aquella mujer "que adora lo extravagante y se parece por lo
extranjero",79 entre quienes se incluían las que fumaban80 o utilizaban la moto "vespa" en
lugar de la bicicleta.81 La asimilación de tendencias extranjeras fue desde un principio re
pudiada por antifemenina.

Mujer "muy mujer"

Pese a la consideración de la moda por la Iglesia Católica como algo opuesto a Dios
y el parcial acogimiento de sus consignas por la Sección Femenina, como se ha visto, sor
prendentemente fueron publicadas numerosas revistas sobre moda dirigidas a mujeres. En
este sentido, nos detendremos a continuación a analizar a qué tipo de mujer iban dirigidas
y de qué concretas tendencias se hacían eco estas publicaciones. ¿Eran sus propuestas de
alguna manera compatibles con el ideal de mujer reseñado anteriormente, o eran tan sólo
maneras distintas de contemplar la feminidad?

74 "Limpieza, belleza y alegría", Medina, 113 (1943), p. 8.


75 Emilio Enciso Viana, ¡Muchacha!, p. 178.
76 "Problema de modestia femenina", Ecclesia, 255 (1946), p. 7.
77 Ibid.
78 "Complementos del vestido", Consigna, 46 (1944), p. 36.
79 "Alabanza y homenaje a nuestras mujeres de Acción Católica", Y. Revista para la mujer, 68 (1943), p.
40.

80 "El tabaco enemigo de la belleza", Fotos 151 (1940), p. 11.


81 Carmen Werner, "La muchacha moderna", Consigna, 1 (1954), pp. 50-51. 35

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Aunque sólo algunas se dedicaban no sólo a informar sobre las tendencias del mo
mento, sino también a dar consejos sobre corte y confección dirigidos a las clases medias
y altas, con diferentes propuestas en función de las rentas familiares, todas estas publica
ciones pretendían realzar la feminidad por medio de la elegancia, no la ocultación del
cuerpo. "La mujer, cuanto más femenina, mejor. Para ser femenina, ha de ser elegante",82
según la revista La moda en España. La feminidad como una combinación de elegancia y
cuidado del cuerpo fue resaltada por Cecilia Mantua: "La muchacha que trabaja, sea cual
fuere su cargo, ha de ser siempre muy mujer, muy femenina. Antes que empleada es mu
jer, antes que doctor, abogado o ingeniero, es mujer, y si inicia su carrera comercial basán
dose en esta reflexión seguirá adelante, triunfando, batallando".83 Estar elegante se consi
deraba, además, una "misión patriótica", ya que "desde todos los ángulos de la actividad
se puede cooperar a la obra de reconstrucción".84 La elegancia se consideraba "una prueba
de bienestar, no sólo material, sino del espíritu" y por lo tanto en España, donde todos te
nían "la obligación indeclinable de ser optimistas", "la alegría de vivir con ilusiones, con
esperanzas, con gratitudes imborrables, ha de manifestarse en todo",85 y, además, por con
traposición al período republicano: "Las mujeres tienen, en estas horas de renovación mo
ral de España, la obligación de vestir mejor. La elegancia no es incompatible con la sobrie
dad. Esta nos decreta una conducta mejor, un inquebrantable impulso de servir a España.
La elegancia es un complemento de este sentido de la vida. La ropa, el buen gusto, el refi
namiento de nuestras "toalletas", acreditan la vuelta absoluta a la normalidad que suspen
dió la lucha con los enemigos de nuestra tradición y nuestros principios morales. Pasó el
tiempo del abandono y la desidia. Se quedó para siempre atrás la terrible etapa en que ves
tir con buen tono significaba una razón para las persecuciones de los rojos. Precisamente
para distinguirnos de lo que nos quisieron arrebatar".86 El mismo punto de partida utilizó
el periódico Arriba, resaltando el contraste entre las "despreocupadas", "sucias" y desali
ñadas "milicianas rojas" frente a las mujeres del bando nacional, que tras las largas luchas
en Madrid, "se fueron mirando en los espejos y salieron a la calle arregladas, compuestas,
a lucirse, a tejer amoríos con los conquistadores [...]. Con los primeros días del sol busca
ron del fondo de baúl o del armario el traje mejor que guardaban para la fiesta, y calle de
Alcalá arriba, y Gran Vía abajo, recobraron lo que ya creían para siempre perdido".87 La
supuesta preocupación de las mujeres nacionalsindicalistas por su aspecto físico va acom
pañada de una conciencia de la moda: "Las pobres madrileñas notaron que sus trajes esta
ban anticuados, que ya no servían; que los peinados ya no se llevaban con aquellos bucles
de la primavera del 36; que la largura de las faldas no era la misma. Habían pasado tres
años, y la mujer siempre girando, siempre cambiándose, no había pasado insensible al
lado de la moda". Las muchachas nacionalsindicalistas, según el artículo, sabían "trabajar
seria y eficazmente" y, de manera simultánea, "pensar en su propio arreglo y compostura".
En este contexto de clara oposición entre las mujeres de ambos bandos, la elegancia
se convirtió en sinónimo de feminidad, por lo que pasaron a considerarse de buen gusto
todos aquellos detalles que la resaltasen. Las propuestas de las columnistas de los años
cuarenta se sitúan entre la moda internacional y la precaución frente a las extravagancias y
la excesiva exhibición del cuerpo, pareciendo así seguir las consignas eclesiásticas. Cuan
do se anunciaba que las faldas se acortaban notablemente, se incluía la pertinente corree

82 "Perfiles de la moda". La moda en España, 7 (1941), p. 3.


83 Cecilia Mantua, El libro de la mujer, Ediciones Albón, Barcelona, 1946, p. 66.
84 "Perfiles de la moda". La Moda en España, 6 (1942), p. 3.
85 "Perfiles de la moda", La Moda en España, 3 (1940), pp. 28-29.
86 "Perfiles de la moda", La Moda en España, 6 (1941), p. 3.
36 87 "La moda, parada", Arriba, 4 de mayo de 1939, n. 29, p. 3.

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ción: "quizá demasiado, pues vemos muchas que solo cubren la rodilla, esto no es bonito y
mi consejo es que no extreméis este punto, unos centímetros más de tela hacen más ele
gante".88 Interesante resulta un comentario de 1944 al hilo del racionamiento de telas en
Francia y la crisis en el sector a causa de la Segunda Guerra Mundial: "Y como en los fi
nales de la última temporada en París se impusieron algunas sanciones por estimar que los
modelos lanzados llevaban excesiva tela, no podemos saber si los de la que está en puerta
la economizarán, reduciendo el vuelo de faldas y la amplitud de los abrigos, o tratarán de
ahorrarla en el largo, aunque esto nos parece ya excesivamente difícil, pues en este caso, la
moral y el buen gusto peligrarían y no se obtendría ningún resultado práctico".89 Tampoco
se aconsejaban escotes en vestido de diario: "los escotes solo existirán para los vestidos de
noche, para los demás veremos incluso cuellos altos".90 Para los trajes de playa se reco
mendaban faldas de medio largo: "Falditas, muchas faldas, por supuesto. Un poco más
cortas que para la calle, pero no mucho...".91 Lógicamente, todos los elementos masculinos
de la pasarela internacional fueron rechazados. La influencia de lo militar en el curso de la
Segunda Guerra Mundial fue vista en España, obviamente por su conexión con la milicia
na republicana, como "un intolerable error": "la mujer, y específicamente la mujer españo
la, tan sutil, tan delicada, tan fina y tan mujer, deberá oponerse, llegado el caso, a la im
plantación de esa tendencia [...] la influencia "militar" en el atavío femenil es más lejos,
psicológicamente, de la mujer".92 En cambio, uno de los complementos más alabados fue
ron los sombreros: "la mujer española ha olvidado desde hace tiempo el detalle que sin
duda es el complemento de su toillette. El sombrero. Este es imprescindible en toda mujer
elegante".93 Otro elemento con un claro sentido patriótico fue un tipo de peinado durante
los primeros años de la posguerra conocido como "Arriba España", consistente en dejar la
nuca completamente descubierta y el pelo recogido en rizos en lo alto de la cabeza.94
Más controvertida fue la cuestión estética. Por un lado, debían evitarse la excentrici
dad o la extravagancia, "ya sea en el atavío, ya en el maquillaje".95 Por otro, alcanzar el
ideal femenino exigía un extremo cuidado del cuerpo, incluidas las intervenciones quirúr
gicas si era necesario: "La corrección de las arrugas es de una importancia capital desde
un punto de vista estético y no lo es menos en su aspecto psíquico, ya que al verse prema
turamente viejo influye sensiblemente en el estado moral y todos los actos del individuo y,
desde luego, mucho más todavía en las mujeres que en los hombres. El método más eficaz
es el quirúrgico".96 Una apariencia impecable y un extremo cuidado del cuerpo fueron
puntos clave en los consejos de las revistas especializadas, que exigían de las mujeres un
esfuerzo constante: "Conservar la piel tersa, fresca, con el encanto del pétalo de las rosas,
es un deber, casi un deber social. El mejor orgullo de una nación próspera y culta, es pre
sentar un gran número de personalidades femeninas, bellas, distinguidas y jóvenes, de cin
cuenta años, jóvenes de sesenta años. Las pomadas y cremas sirven para prevenir. Si el
mal se ha presentado, no hay otro medio que la operación: la estética quirúrgica",97 trata
miento exigido a toda clase social "para poder triunfar".98 El tipo de mujer perfecta defen

88
"Orientaciones", Vértice, 15 (1938), p. 1.
89
"Tendencias y perfiles de la moda", La moda en España, 49 (1944), p. 7.
90
Ibid.
91
"Trajes de playa y baño", La moda en España, 47 (1944), p. 17.
92
"¿La moda bizarra?", Fotos, 184 (1940), p. 17.
93
Ibid.
94
Ibid.
95
"Un tema que no se agota", Fotos 155 (1940), p. 21.
96
"Las arrugas", La Moda en España, 7 (1941), p. 10.
97
"Defienda del tiempo su belleza y la elegancia de su silueta", La Moda en España, 181 (1954), p. 58.
98
"La belleza femenina ante el Año Nuevo", La Moda en España, 196 (1955), p. 98. 37

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Revista "Medina", n" 71, 26 de julio de 1942

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dido por las revistas de moda se alejaba del modelo defendido por las autoridades morales;
sin embargo, al igual que éste, instrumentalizaba el cuerpo de la mujer para la transmisión
de consignas patrióticas.
Las mujeres españolas, por lo tanto, estaban obligadas a "hacer patria" a través de un
extremo cuidado de su cuerpo, de su belleza y de su vestido, que, además de muy femeni
no, tenía que resaltar lo español. Vértice apelaba ya en 1938 a las mujeres a no seguir las
modas extranjeras, sino a coser vestidos inspirados en aquello que recordase el carácter es
pañol." Este rechazo de las influencias externas, especialmente francesas, fue consecuen
cia del ideal de autarquía económica de los años cuarenta y el consiguiente nacionalismo
económico,100 lo que también se trasladó al sector de la moda. Francia y sus modas eran
vistas como causa de la desmoralización en materia de costumbres, como lo manifiesta la
Unión de Damas Diocesanas de Sevilla: "¡Mujer española! Tus adornos y tus arreos no
pueden ser las modas inmundas de la Francia judía y traidora, sino el recato y el pudor de
la moral cristiana. Tus ilusiones no pueden cifrarse en levantar oleadas de concupiscencias
carnales".101 La españolización de la moda buscaba desterrar el término de "moda de Pa
rís", por estar "en contra de todos los intentos que se realizan actualmente para nacionali
zar la moda en España".102
Sin embargo, aunque en ocasiones no se mencionase literalmente "la moda de París",
las tendencias de que se hacían eco las revistas de moda provenían invariablemente de
Francia. Cuando en 1947 nace el New Look, una nueva línea propuesta por el diseñador
Christian Dior y caracterizada por amplias y largas faldas, hombros suaves y cinturas ajus
tadas, la revista La moda y el hogar en seguida da publicidad a la nueva silueta femenina,
sin mencionar ni el nombre del diseñador ni el país de procedencia. A la vez, la redacción
da consejos a las lectoras para sortear los problemas derivados de la generalizada escasez
de telas y, con ello, poder seguir esta tendencia. En otras revistas como Meridiano Feme
nino es abiertamente objeto de crítica y la labor del diseñador queda reducida a "copiar
exactamente todos los figurines de la época en que peor se vistió en el planeta".103 Por su
parte, la revista La moda en España se fijó en lo relativo a la longitud de la falda: "El pro
pósito de los modistos de alargar las faldas hasta casi el tobillo, ha levantado una enorme
polvareda entre el elemento femenino. La falda que deja la rodilla al descubierto es anties
tética. La que llega cerca del suelo, es antihigiénica".104
Ajenas a la polémica sobre las nuevas tendencias internacionales quedaban tan sólo
las revistas dirigidas a la alta burguesía, como Liceo o Alta Costura. Los diseños presenta
dos en ellas se tomaban a menudo del extranjero: junto a los de diseñadores españoles, se
mostraban también modelos de la Haute Couture francesa, de Italia, de Nueva York, de
Berlín o de Viena, aceptando de paso las tendencias internacionales del momento, puesto
que las clases altas compraban sus prendas fuera del país. Así, se presentaban diseños de
todo tipo, entre ellos lujosos vestidos de noche, con ricos bordados, escotes y fantasías ar
tísticas absolutamente contrapuestas a la vigente "modestia cristiana". A partir del análisis
de diferentes revistas para la mujer se pueden observar diferencias de trato en razón de la
clase social, de lo que Esther Tusquets, al describir a su familia burguesa durante la pos
guerra, dejó constancia: "Una criada estaba obligada a vestir como una criada, y no dejaba
de sorprenderme la fealdad de las bufandas y jerséis que se tejían para los pobres, y es que

99 "Orientaciones", Vértice, 10 (1938), p. 2.


100 Susana Sueiro Seoane, "La Posguerra en imágenes", p. 167.
101 Cit. Rafael Abella, La vida cotidiana bajo el régimen de Franco, p. 114.
102 Justino Sinova Garrido, La censura de prensa durante el franquismo, p. 289.
103 "La moda para 1948", Meridiano Femenino, 23 (1948), p. 55.
104 "Tendencias y perfiles de la moda", La moda en España, 92 (1947), p. 3. 39

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ser pobre no consistía únicamente en no tener dinero, ser pobre suponía pertenecer a una
condición distinta".105
Kathleen Richmond apunta igualmente diferencias y contradicciones respecto de los
mandos de la Sección Femenina, procedentes en su gran mayoría de las clases media-alta
y alta. Al igual que en otras organizaciones de mujeres fascistas en Europa, los mandos te
nían encomendada una tarea de liderazgo que contrastaba con el mensaje de subordinación
y sumisión de la mujer predicado por tales organizaciones: en efecto, mujeres solteras y
trabajadoras defendían la bondad de las virtudes hogareñas y conyugales. Como señala
Richmond, esta situación era posible porque la propaganda presentaba a los mandos como
una alternativa a la de esposa, madre e hija, cuya existencia era legitimada por su "sacrifi
cio personal".106
Si bien a las clases altas españolas no se les censuraba su forma de vestir, el discurso
patriótico entre ellas se dirigía a la promoción de la moda estrictamente española. La re
vista Liceo, asumiendo la necesidad política del nuevo Estado, se preguntaba: "¿Existe
una moda genuinamente española?", "¿De los talleres barceloneses sale una moda con ca
racterísticas propias?", respondiéndose que Barcelona "todavía para muchos años" sigue
siendo tributaria de París.107 Cuando Pedro Rodríguez fundó en 1942 en Barcelona la Coo
perativa de Alta Costura y, asimismo, puso en marcha el primer Salón de la Moda Españo
la en la Cúpula del cine Coliseum, donde presentaron sus modelos también Manuel Perte
gaz, Santa Eulalia, El Dique Flotante, Asunción Bastida, la revista Liceo vio la razón de
ello en que los diseñadores barceloneses estaban "obligados por la guerra a una autarquía
no solamente de tipo industrial, sino también del gusto, privados de los modelos y las di
rectivas francesas".108 No obstante, la alta costura española se seguía orientando por las
tendencias internacionales, como apuntaba la revista El hogar y la moda en 1946: "Es in
dudable que hoy día es España el país más susceptible al gusto parisino. Nuestras Grandes
Colecciones de Alta Costura patentizan esta afinidad. Las circunstancias imposibilitan un
contacto amplio y permanente con París, pero, no obstante, la moda francesa se filtra
como a través de un fino tamiz, por los resquicios más inverosímiles".109 De ahí que se in
tentasen resaltar en la prensa los modelos de "tendencia española", recibiendo por ello
mucha atención las colecciones de Asunción Bastida, inspiradas en la cultura española,
sus fiestas, sus pinturas y su folclore, destacándose que "La costura española ha llegado a
la plena madurez artística [...]. España, con plena autonomía, lanza sus creaciones inspira
das en motivos populares, su "Folklore", la belleza de sus mujeres, su luz, su colorido y
sus inagotables fuentes de arte, ha conseguido despertar la atención de los grandes estable
cimientos norteamericanos que, al descubrir tan importante mercado de moda, totalmente
inédito, no han vacilado en lanzarse en él, formando en América la base del importante
movimiento que estos días están viviendo hacia todo lo español".110

La bio-política y su consecuencia. Conclusiones

Como hemos visto, el arquetipo de mujer promovido en la España de la posguer


dujo a ésta a su labor de esposa, madre y ama de casa, subordinada al hombre a to

105 Esther Tusquets, Habíamos ganado la guerra, ZETA Bolsillo, Barcelona, 2009, pp. 27-28.
106 Kathleen Richmond, Las mujeres en el fascismo español, p. 196.
107 Miguel del Puerto, "Los obeliscos de la moda", Liceo, 6 (1945), p. 9.
108 Ibid., p. 8.
109 "Las nuevas tendencias", El hogar y la moda, 1217 (1946), p. 15.
40 110 "Asunción Bastida se inspira en lo español", La Moda en España, 149 (1952), p. 34.

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efectos económicos y sociales. La mujer era percibida en relación con su cuerpo, destina
do a dar hijos en aras de la continuación de la "raza". En este aspecto de la bio-política
ocupa un lugar preferente el discurso sobre el cuerpo, incluido lo relativo a la belleza y la
indumentaria femeninas. Del análisis de diferentes publicaciones especializadas se extrae,
sin embargo, la existencia de otras concepciones, incluso abiertamente contradictorias.
Con las cuestiones morales en manos de la Iglesia Católica y, en manos de la Sección
Femenina, la formación de sus afiliadas, la feminidad se identificó con la aptitud para la
maternidad. La mujer ideal se miraba en el espejo de la Virgen María, una mujer intacha
ble y predestinada a alumbrar al hijo de Dios. La modestia cristiana supuso la "ocultación
del cuerpo femenino" y el consecuente rechazo de toda moda por ser contraria a la moral
católica. Aunque asumido por la Sección Femenina, su clara inspiración durante los años
cuarenta en otras organizaciones le llevó también a defender la disciplina del cuerpo a tra
vés del deporte, entrando en ocasiones en conflicto con la jerarquía eclesiástica.
Si bien la "modestia cristiana" sólo influyó hasta cierto punto en las revistas de moda,
por depender su censura no de la Iglesia sino de las directrices dictadas por el régimen, en
cuestiones como la belleza y el cuidado del cuerpo aquélla resultó absolutamente contradi
cha. Frente a la masculinidad de las mujeres republicanas se opuso la feminidad de las
mujeres nacionalsindicalistas, quienes debían destacar las formas de su cuerpo y extremar
su belleza, pues la mujer debía ser "muy mujer". Otro papel importante lo jugó la clase so
cial: conductas reprochadas a mujeres de clase baja eran, en cambio, aceptadas en mujeres
de clase alta. Un buen ejemplo es la llamada "chica topolino", miembro de las clases privi
legiadas, de un vestir moderno, siempre "a la última moda", precedente de la chica consu
mista de las siguientes décadas.
Estas discrepancias sobre la feminidad produjeron efectos en la sociedad. Por un
lado, la doctrina católica inspiró la actuación de la censura, mientras que las revistas de
moda iban dirigidas a la mujer en función de su clase social. Por otro lado, el Estado vigiló
el respeto a la moral pública por medio del control de los espacios públicos. Desde 1941 la
Dirección General de Seguridad daba instrucciones en cuestión de moral para el período
veraniego, "imponiendo multas a los que no observen comportamientos acordes con la
moral exigida".111
A pesar de tales restricciones y limitaciones, el ideal de mujer ansiado por la Iglesia
y, hasta cierto punto la Sección Femenina, no pareció triunfar socialmente vistos los resul
tados de una evaluación sobre moralidad pública hecha por el Patronato de Protección a la
Mujer. Se denunciaba, por ejemplo en Gerona, "la decadencia": "Gerona, enclavada entre
Barcelona y Francia, ha sufrido necesariamente la influencia desmoralizadora procedente
de esos centros de corrupción".112 Respecto a las modas de baño se observaba que "los tra
jes son cada día más ligeros".113 Según la Policía local gerundense, "algunas señoritas ver
daderamente cristianas quisieron establecer como moda algunos trajes que cubrían más las
formas [...]. Estos fueron puestos en desuso debido a la censura de algunas amigas, que
consideraban ridicula la implantación de tal moda. Corrientemente no se usa albornoz".114
La Policía observaba también "un constante aumento de la inmodestia del vestido de la
mujer" en Huelva, donde "[parecía] que cada verano [iban] las mujeres más ligeras de
ropa".115 Los bailes públicos, según las autoridades, "han sido siempre ocasión de inmora

111 "La moral y los trajes de baño", Ecclesia, 623 (1953), p. 15.
112 Patronato de Protección a la Mujer, La moralidad pública y su evolución. Memoria correspondiente al
bienio 1943-1944, Edición reservada, destinada exclusivamente a las autoridades, Madrid, 1944, p. 15.
113 Ibid., p. 50.
114 Ibid.
115 Ibid., p. 16. 41

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lidades",116 igual que las playas: "Las provincias dotadas de extenso litoral fluvial o maríti
mo, muy concurrido en verano y con abundancia de bañistas forasteros, acusan casi todas
una creciente despreocupación en materia de trajes y del uso de albornoces, especialmente
en las pequeñas playas apartadas, de más difícil vigilancia. Tal despreocupación culmina
en Barcelona y San Sebastián, más afectadas por influencias exóticas, con tendencia al
desnudismo integral".117 Barcelona era tenida como un lugar de "inmoralidad alarmante":
"En los salones de espectáculos la inmoralidad se exhibe en los escenarios, donde se re
presentan revistas francamente indecentes, se asoma a las fachadas con anuncios tan mo
numentales como deshonestos, y reina en el interior, donde se cometen toda la clase de
atrevimientos".118
En definitiva, la anhelada modestia cristiana en el vestir tuvo tan solo parciales efec
tos sobre la sociedad española, como se constata en esta relación de quejas sobre la inmo
ralidad en el país. Más exitoso resultó, por el contrario, el concepto de mujer "muy mu
jer", máxime si se tiene en cuenta la importancia que la imagen personal tendrá para
muchas mujeres de toda clase social una vez llegada la autarquía a su fin, a mediados los
años cincuenta.

116 Ibid., p. XI.


117 Ibid., p. 37.
42 118 Ibid., p. 9.

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