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Nintendo 64 Víctor Velo

Nintendo 64.
De Víctor Velo

Escena I. 18 años.

Raúl: Año 2006. Miro la pantalla, el próximo vuelo a El Paso sale en dos
horas y yo soy un niño que los futuros tripulantes miran curiosos: un
muchacho con rasgos latinos entre los rubios ojiazules
norteamericanos. Seattle. Seguro se perdió, están pensando, pero
nadie me ayuda a encontrar el lugar donde se dejan las maletas en lo
que aterriza el avión. Seattle. ¿A qué grado de idiotez tuve que llegar
para terminar aquí? Susana. No debí soltar el control del Nintendo
64. Estoy en una ciudad que no podría ubicar en un mapa con la
esperanza de encontrar a una persona entre un millar.

Escena II. 15 años

Susana: Hace años que conozco a Raúl.


Raúl: Tres.
Susana: Hace tres años que conozco a Raúl, circunstancias de la vida.
Raúl: El destino.
Susana: Una visita imprevista.
Raúl: O el destino.
Susana: Entro a su casa.
Raúl: La de mi abuela.
Susana: Entro a casa de su abuela, toda la familia reunida.
Raúl: Se trata del festejo de año nuevo, naturalmente está toda la familia
reunida.
Susana: Es año nuevo y aquello parece recién sacado de una tarjeta de
Hallmark.

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Raúl: Nada particular, cena a la que ni siquiera asistieron todos mis tíos,
primos y demás parientes. Me pone triste que no esté mi tío Óscar,
siempre hace que las reuniones familiares se pongan mejor.
Susana: Familia perfecta. Busco con los ojos a Jesús y a Judas, y encuentro a
sus símiles.
Raúl: Alguien llegó. ¿Quién es? Pregunta, Omar, mi hermano. No sé,
asómate. Asómate tú, me dice. Ponle pausa. Nel, te voy a chingar
primero, sentencia.
Susana: Mamá, qué incómodo… ¿Dónde está tu amiga?
Raúl: Mi tía Patricia, Paty para la familia, suelta un grito que retumba desde
la cocina en la que ella está, hasta la acera de enfrente:
Susana: ¡Amiga! Dos voces totalmente sincronizadas se funden en un agudo
destello que saca a los perfectos de su cena, mi madre abraza a
Patricia, Paty para los amigos, y yo quedo como un accesorio sin
importancia a un lado.
Raúl: Mi tía Paty presenta a su amiga, de años dice, casi una hermana… y
a su hija.
Susana: De uno por uno, saludo a toda la familia de la amiga Paty, ¡de uno
por uno! y ya olvidé el nombre de cada cual cuando me presentaron
al siguiente.
Raúl: No mames, dice Omar. Pone pausa, avienta el control y sale volando
del cuarto de tele. Idiota, pienso. Quito el botón de pausa y meto el
gol que empata el partido, ignorando la algarabía que hay al lado.
Susana: A Omar no me lo presentan, él lo hace solo.
Raúl: Y este es mi otro sobrino, ¡saluda Raúl!, dice la tía Paty. Buenas
noches, Ra… ¡Ay, cabrón!
Susana: El niño que juega al Nintendo se asusta cuando ve una presencia
femenina desconocida.
Raúl: En mi casa no hay primas, no hay mujeres y mi tía más joven tiene
40. El “ay, cabrón” nunca estuvo tan justificado. Suelto el control del
Nintendo.

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Susana: Suelta el control del Nintendo como si de pronto reconociera que no


es suyo.
Raúl: Como si el clásico Omar vs Raúl: o sea Argentina vs México,
perdiera de pronto todo su significado.
Susana: Lo suelta como si no le perteneciera.
Raúl: Como se suelta la infancia. (Pausa) Raúl, perdón, mucho gusto.
Saludo de mano.
Susana: Mi madre corresponde el saludo con la mano, pero yo acerco la
mejilla para besarlo, sólo por joder.
Raúl: Confusión ¿de beso? ¿De mano? ¿Las dos? Termino por golpear su
mano con mi puño sin lograr saludarla y dándole un pomuletazo
mortal en el rostro. Ella se ríe.
Susana: Pendejo.
Raúl: Omar es más listo. La invita a la sala, con los chavos, dice. El otro
chavo soy yo, pero mi hermano se ha subido a un ladrillo de madurez
que me hace invisible.
Susana: Vamos. Y el niño se queda jugando; lástima.
Raúl: Retomo el control pero ya no me importa la partida, tengo el oído
haciendo su máximo esfuerzo por escuchar lo que pasa en la sala.
Gano 8 a 2 el juego; claro, el control de Omar no tiene usuario que lo
maneje. Luego escucho decir a la tía Paty que vaya con los
muchachos. Bueno, contesto con fingido desánimo. Y en dos
segundos estoy ahí.
Susana: El niño llega, pero sólo se sienta en un sillón a observarnos.
Raúl: Una hora ahí, viéndola asentir a cada cosa que mi hermano dice y al
cual celo increíblemente por el desenvolvimiento que tiene para
dirigirse a ella. ¿Dónde lo aprendió? Somos casi de la misma edad y
yo no podría hablarle así ni a mi madre.
Susana: Omar habla tanto que me pierdo.
Raúl: Quiero decir algo interesante pero no consigo nada más allá de los
monosílabos: sí, pos sí. No. Ah. Ajá.

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Susana: Otra hora y al fin mi mamá dice: despídete.


Raúl: Susana se levanta, se despide de beso de Omar ¡de beso!, y yo me
quedo petrificado pensando que es mi turno de rozar esa mejilla,
pero no ocurre. Sólo su mano en la lejanía me dice adiós.
Susana: Me despido sólo con la mano, bye a todos, son muchísimos.
Estamos por salir.
Raúl: Tomo algo de valor, miro la sonrisa triunfal que Omar me regala
encantado, tomo más valor y veo que cerca de doce personas
despiden a Susana. Voy a hacer una tontería, voy a regalarles
material de burla para el año que recién festejamos, pero no importa,
tomo más valor.
Susana: Silencio total, Raúl me agarra violentamente del hombro y me hace
dar una torpe media vuelta.
Raúl: ¿Me das tu teléfono? Y mi voz se escucha inmensa en el silencio.
Susana: Una burla tímida empieza a emerger de entre los familiares hasta
que el golpe seco que le propina la mamá de Raúl a su hermano
mayor calma las cosas. Todos esperan mi respuesta. Escríbeme el
tuyo y te marco, ahí lo guardas.
Raúl: Lo anoto en su celular mientras siento el calor de mi cara encendida.
Susana: ¿Cómo me dijiste que te llamabas? Le pregunto, nomás por joder.
Raúl: Raúl.
Susana: Te marco.
(Pausa).
Raúl: Durante una hora, entre las risas de burla de mi hermano y jugando
el peor partido de mi vida en el Nintendo 64, espero su llamada.
Susana: No lo llamo, no es por molestarlo. La verdad se me olvidó que iba a
marcarle.
Raúl: Tres y media de la mañana, el tic-tac del reloj. Pinchi Susana. Ya no
marcó.

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Susana: Cuatro con doce minutos, día primero de enero. Desbloqueo mi


celular para echar una última partida de Snake antes de dormir. Y ahí
está, un número anotado, el de Raúl. El niño. Marco.
Raúl: El teléfono ilumina su pantalla y con ella la habitación, yo apenas
escucho la vibración sobre el buró, pero alcanzo a despertar.
¿Bueno?
Susana: La pinche tecla de colgar no funciona bien y yo en un instante
recuerdo los numerosos golpes que le he dado al celular y que hoy
me castigan imposibilitando el marca/cuelga. Él contesta. ¿Raúl?
Raúl: Sí, hola, Susana, hola… Me doy cuenta de lo desesperada que
suena mi voz e intento corregirlo, pero es tarde.
Susana: Pobrecito, esperaba mi llamada, no tiene anotado mi número pero ya
sabe que soy yo. ¿Te desperté?
Raúl: No. ¿Y tú?
Susana: ¿Y yo qué?
Raúl: ¿Te desperté?
Susana: Pues… no.
Raúl: Tú me marcaste…
Susana: Ajá.
Raúl: ¿Cómo estás?
Susana: Empezamos una plática que de la nada se prolonga bastante, pues
resulta que el niño del Nintendo 64 tiene tema de conversación. Seis
con diez de la mañana. Oye, ya te voy a colgar, mi mamá se
despertó.
Raúl: Mortalmente adormilado, pero resistiendo, le pregunto si le puedo
marcar mañana.
Susana: Me río.
Raúl: No te burles.
Susana: Hago como que lo pienso.
Ambos: Pero me (le digo) dice que sí.

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Escena II.V.

Susana: Miro la pantalla, el próximo vuelo a El Paso sale en dos horas y tengo
diez mil dudas rondándome el cerebro. ¿Vale la pena hacer el viaje?
¿Vale la pena luchar por algo que no existe? Siempre he pensado
que somos líneas paralelas, moviéndose en un mismo tiempo y
dirección, pero sin cruzarse nunca. Raúl. Mis padres. Voy a una
ciudad donde nunca me he sentido en casa, impulsada por motores
que me mueven y me estancan al mismo tiempo. En la sala de
espera pienso en Raúl, otra vez en Raúl, siempre en pinche Raúl. Y
voy a él, a inventarnos otra vez una nueva oportunidad, a mandar
todo a la mierda, seguramente. A hacernos a la idea de que es
nuestro destino estar juntos, cuando la realidad es que no somos
más que una casualidad, una muy bonita, pero una casualidad al fin,
que miramos muy tarde. ¿Me querrá todavía? (Pausa) ¿Y yo a él?

Escena III. 16 años.

Susana: ¡Eres un imbécil, Raúl!


Raúl: Ha pasado un año desde que esta ingrata mujer me separó de mi
Nintendo y ahora nos tenemos más confianza.
Susana: Hemos aprendido a dominar el maravilloso arte de mandar a la
chingada al otro.
Raúl: No es mi culpa.
Susana: ¿Entonces?
Raúl: Se me salió.
Susana: ¿Yo cuándo te he ofendido?
Raúl: Hay distintas maneras de hacerlo.
Susana: ¿Cuándo te he ofendido como tú lo acabas de hacer?

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Raúl: Ahorita no me acuerdo.


Susana: Me dijo puta. ¿Cómo me dijiste?
Raúl: Puta.
Susana: Y lo repite ¿Y por qué?
Raúl: Porque te corta y vuelve contigo cuando se le antojas y ahí vas tú de
pendeja y de… lo otro.
Susana: ¡Puta y pendeja!
Raúl: No quise decir eso, es sólo que/
Susana: ¿Qué? ¿Soy eso porque me gusta estar con un hombre que no eres
tú?
Raúl: ...
Susana: A ver/
Raúl: ¿Qué haces?
Susana: Quédate quieto.
Raúl: Susana…
Susana: (Lo besa) ¿Te gustó?
Raúl: … sí.
Susana: ¿Y te pareció el beso de una puta?
Raúl: No.
Susana: Entonces depende de una cosa: si es contigo o no.
Raúl: No me refiero a eso. Lo que pasa es que estás con alguien que no te
valora.
Susana: ¿Y tú sí lo haces?
Raúl: Más que cualquier persona en el mundo.
Susana: Entonces si tú me quieres un chingo yo ya me jodí y no puedo querer
a nadie más. ¿A eso te refieres?
Raúl: Estás tergiversando mis palabras.
Susana: No sé qué es tergiversando.
Raúl: Pues como cambiando lo que digo. Mi abuelo así dice, pues. Y yo no
digo que no quieras a otros.
Susana: ¿Entonces?

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Raúl: Sólo que me quieras a mí también.


Susana: Y lo hago, ¿por qué crees que vives prácticamente afuera de mi
casa? Me importas.
Raúl: Yo no quiero importarte nomás.
Susana: Eres patético.
Raúl: Y tú una culera, Susana.
Susana: Y tú un niño tonto. Besarte a ti, o besar a cualquier otra persona no
me hace puta ni culera, no me hace peor mujer que tu mamá, un
beso no tiene significado si aquí dentro no se siente nada.
Raúl: Mejor me voy. Digo en un murmullo inentendible que se me escapa
de la boca.
Susana: Así es mejor; de golpe, fuerte y certero. Que sepa que esas
esperanzas que guarda en su corazón nunca, pero nunca, se van a
hacer realidad. Prefiero eso a desangrarlo lento.
Raúl: Fiel a su costumbre, Susana me rompe un poquito el corazón. Pero
esta vez es distinto, está vez no puedo concentrarme en ello, debido
a la potente erección que se levantó involuntariamente dentro de mi
pantalón después de aquel delicioso beso. No escuché
absolutamente nada de lo que me dijo y lo único que sé es que
Susana, por primera vez en mi vida, me besó y yo acabó de tachar,
de mi lista de cosas por hacer antes de morir, el besar a la mujer más
hermosa del planeta. Con un golpe de adrenalina en el pecho y el
glande a punto de explotar, corro por la calle y grito y celebro y lo sé:
soy feliz. Más feliz que nunca.
Susana: Presiento que no va a regresar al día siguiente. Pero a quién engaño.
Raúl: Ya quiero que sea mañana, para volver a verla. Para encontrar
cualquier pretexto para tenerla cerca.
Susana: Me acuesto.
Raúl: Y miro al techo.
Susana: Y pienso en lo difícil que es ser amiga de alguien que te quiere.
Raúl: Y que difícil que es querer a alguien que es tu amiga.

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Susana: Pero por alguna razón, no lo quisiera fuera de mi vida.


Raúl: (Toma su celular y textea) Hola.
Susana: …
Raul: No creo que seas eso que te dije.
Susana: ¿Cómo me dijiste? Ya no me acuerdo.
Raul: Bien que sabes, Susana.
Susana: Te da más vergüenza por mensaje...
Raul: Ya, perdón L.
Susana: Escribo: pendejo. Pero antes de presionar el botón de enviar, en el
cuarto de al lado mi mamá arroja un vaso contra la puerta recién
azotada por mi papá. Lárgate con tu puta, le dice. Y entonces lo
borro todo.
Raúl: Tarda en responder. Ya valió madre.
Susana: Papá rechina las llantas de la camioneta, otra vez, como la semana
pasada, como la semana que viene. Mamá berrea, yo subo el
volumen del radio y le contesto a Raúl: Invítame una nieve mañana y
te perdono. Sólo hazme reír mañana y te perdono.
Raúl: Acepto. TQM. Enviar.
Susana: TQM. Enviar. ¿Pero para qué quieres esto? ¿para qué querernos hoy
y reventar cristales en las paredes mañana? No, Raúl, yo no te
quiero para una relación, pero te quiero para toda la vida.

Escena IV. 15 años.

Raúl y Susana en sus casas. Al teléfono.

Raúl: Ya va a empezar, ponlo.


Susana: Año 2003, en el radio hay una estación que toca los hits del momento
llamada FM-Tú. A Raúl y a mí nos encanta.

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Raúl: Puntuales, al cinco para las nueve de la noche, nos marcamos. A la


casa, no al celular porque es carísimo, para escucharla con su
segmento diario “noches de romance.”
Susana: Raúl es la persona más cursi sobre el universo, aunque sea de
closet.
Raúl: Uso la playera de Metallica mientras escucho a Sin Bandera, sin el
menor remordimiento.
Susana: ¡Sht! Ya está. Y empieza Abdón Reyes con su impostada voz,
remedo de sensualidad, a escuchar las historias de las adolescentes
mal correspondidas, de los amigos que ya no quieren ser amigos y
de los problemas juveniles más absurdos que te podías imaginar.
Raul: Pero que son importantes para nosotros y resuenan en nuestro
corazón.
Susana: Durante el programa suena diariamente la misma selección musical,
lo único que cambia es el orden.
Raúl: Invariablemente, y a pesar del ocio que esto supone, lo escuchamos
diario y coreamos algunas de aquellas canciones.
Susana: Nuestra favorita/
Raúl: La que tenemos que cantar a pesar de estar hablando de temas de
seriedad.
Susana: “Como yo nadie te ha amado.”
Raúl: Bon Jovi en español con la mejor canción romántica desde que
Bryan Adams dijera: todo lo que hago, lo hago por ti.
Susana: Y empezamos: Llorré y llorré y jurré que no iba a perderrte.
Marcando las erres idénticamente a como lo hacía Jon Bon Jovi a la
par de su sentir con esta canción.
Raúl: Traté y traté de negar este amor tantas veces, ¡beibe! Siempre
riéndonos al decir “beibe.”
Susana: Quizás esa complicidad, ese entendernos incluso por teléfono, es lo
que más extraño de nosotros.
Raúl: Con el radio se acabaron muchas cosas.

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Susana: Se nos fueron las baladas cursis.


Raúl: Las llamadas por horas.
Susana: Y tu voz de Jennifer cuando mi papá contestaba. (Imitando a su
papá) Bueno.
Raúl: (Imitando a Jennifer) Hola, ¿se encuentra Susana?
Susana: ¿Quién la busca?
Raúl: Jennifer…
Susana: Ai’ te habla el pendejo de tu amigo otra vez. El Internet mató al radio.
Raúl: Ahora bajamos la música de la red, ponemos las canciones en el
Winamp y el locutor no interrumpe los intros. Principalmente, ahora
podemos ser cursis a cualquier hora… mientras tenga los audifonos
puestos.
Susana: Aunque tenías enlazado tu Messenger con la música y todos
sabíamos qué estabas escuchando. El chat cambió el paradigma de
nuestra comunicación para siempre.
Raúl: Guardé cada conversación que asomara la más pequeña señal de tu
interés por mí.
Susana: Quince hojas en Word con una ortografía patética. Todavía las tengo.
Raúl: Esa plataforma digital rápidamente fue sustituyendo la necesidad del
contacto físico y volviéndonos torpes sociales a nivel presencial.
Susana: Hablo con 5 o 6 personas al mismo tiempo sin que ninguno de los
otros lo sepa, aunque todos hacen lo mismo.
Raúl: Le pedí su mail a Susana.
Susana: ¿Para qué? De todos modos nos vemos diario.
Raúl: Tú pásamelo. Ya van a poner internet en mi casa y así platicamos
más.
Susana: ¿Más?
Raúl: Ya escríbemelo. Es larguísimo, informal y carece de sentido. No
sabíamos lo mucho que nos arrepentiríamos en el futuro de aquellas
primeras cuentas de correo. Corro a casa.

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Susana: Yo hago lo mismo. Y comienzo el lentísimo proceso de enceder la


PC. Arrancar el Windows XP; para los ricos, los pobres seguimos con
98, pues el 2000 apesta. Espero que cargue programas que ni
siquiera uso y una inmensa cantidad de virus que metí por bajar
música pirata desde Ares. Para cuando logro abrir Messenger, Raúl
ya llegó a casa.
Raúl: Introduzco el correo y es la primera vez, de muchísimas, que mi día
mejorará considerablemente al ver que aquel monito cambia de gris
a verde, y el sss_sweetsuzy_c2103@hotmail.com se transforma en
un nickname de usuario indescifrable, con su mejor pose en una foto
de perfil francamente borrosa y un signo de prohibición que advierte:
No disponible.
Susana: (Tecleando). ¿Qué, pedo, Raúl, por, qué, no, me, hablas?
Raúl: Creí, que, no, estabas.
Susana: Es, para, gente, con, la, que, no, quiero, hablar.
Raúl: Y yo floto de amor. Ah, ok, dibujé, un, cómic, nuevo, ¿lo, quieres,
ver?
Susana: Pásamelo, al, correo. No puedes sólo tomar la foto, enviarlo y ya. Es
un proceso complejo.
Raúl: Abrir correo, esperar a que cargue, nuevo mensaje, esperar a que
cargue, adjuntar archivos, buscar el archivo, aceptar, esperar mucho
a que lo suba, enviar, esperar a que no se caiga la página. Listo,
chécalo, y, mañana, me, dices.
Susana: Raúl me envía un dibujo donde estoy en medio de dos
extraterrestres.
Raúl: Son Spiderman y Iceman, pero ella qué va a saber.
Susana: Está horrible el dibujo.
Raúl: Y eso que me esmeré. Prometo que voy a mejorar.
Susana: Me hace sonreír, me recuerda lo feliz que me hace su amistad, lo
que agradezco tenerlo y escribo: Eres, lo, mejor, que, me, ha,
pasado, este, año… y luego borro todo. Porque con Raúl no puedo

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abrirme más. Y ni siquiera entiendo por qué. Gracias, sueña, bonito.


Y espero los cinco minutos reglamentarios a que mi computadora
acabe de apagarse.

Escena V. 17 años.

Susana y Raúl acostados en el patio de la casa de ella.

Raúl: Mi abuelo decía que esa era nuestra constelación.


Susana: Esa es la osa menor.
Raúl: Para otros, para mí es la increíble y turbo chingona constelación de
donde venimos mi abuelo y yo.
Susana: Ya crece, Raúl.

(Pausa)

Raúl: Extraño al abuelo, de algún modo su muerte fue mi forma de crecer.


Susana: Sigues dibujando cómics.
Raúl: Pero más adultos, ¿no?
Susana: Son caricaturas, las caricaturas son de niños.
Raúl: Ya no te voy a enseñar el que te hice…
Susana: Me encanta que me hagas dibujos.
Raúl: Lo sé. Te hice una tira completa.
Susana: ¿Una tira de dibujos?
Raúl: No… no me entiendes. Te convertí en algo así como una
superheroina.
Susana: No, no te entiendo.
Raúl: Mira. (Le muestra un dibujo)
Susana: Que explícito. Yo no tengo las chichis tan grandes.
Raúl: Licencia creativa.

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Susana: ¿Y tengo algún nombre?


Raúl: Súper Susana.
Susana: Ah…
Raúl: Estoy trabajando en eso. Soy malo para los títulos.
Susana: (Se endereza y besa su mejilla) Me gusta. Me gusta mucho de
verdad. Es un dibujo un poquito más adulto.
Raúl: Al abuelo le hubiera gustado, decía que tenía madera.
Susana: Tú abuelo era chido. Está orgulloso de ti, yo lo sé.

Pausa

Raúl: Tú también me has hecho crecer. No sé cómo explicarlo. Pero desde


que te conozco siento que no soy el mismo, o sí, pero me siento
mejor.
Susana: Crecer significa muchas cosas. Crecer es entender que el mundo es
casi siempre una mierda.
Raúl: Casi siempre. Crecer es que te valga madre eso.
Susana: Crecer es poder hablar sobre crecer.
Raúl: O hacer dibujos con chichis grandotas.
Susana: O dejar de pedir permiso.
Raúl: O querer ganar dinero por necesidad.
Susana: Y gastarlo en puras pendejadas.
Raúl: Es entender que hay personas fundamentales en tu vida.
Susana: Y valorarlo más que antes.
Raúl: Crecer es dibujarte, en papel, en la mente, en las estrellas.
Susana: Crecer es… (Se acerca y lo besa).
Raúl: Crecer. (La toma de la cintura y la posa sobre él).
Susana: (Toma su mano y la pone en su pecho). No te pongas nervioso. Está
bien.
Raúl: ¿Esto es crecer?
Susana: No sé.

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(Silencio. Movimientos sexuales torpes e inocentes. Susana lo besa y comienza a


bajar hasta su entrepierna. Intenta desabrochar su pantalón).

Raúl: Yo… nunca.


Susana: Tranquilo.

(Pausa. Susana continúa en lo suyo)

Raúl: ¿Tú sí?


Susana: Algunas veces.

(Pausa)

Raúl: ¿Con quién?


Susana: Cállate, Raúl.
Raúl: Perdón, perdón… síguele. (Pausa) Sólo pensé que íbamos a hacerlo
juntos. Es todo.
Susana: Qué idiota, Raúl.
Raúl: Cállate, pendejo. Me digo en mis adentros. Susana se pone de pie y
me deja con una erección que se pierde en el momento. Sólo quiero
ser importante para ti. Dejar huella. Mejor me voy.
Susana: ¿Cuál es tu obsesión con eso? Eres importante y más especial que
cualquier otra persona sin importar el número de llegada. (Pausa).
Vete a la mierda, Raúl.
Raúl: Vete a la mierda tú. Sabes cómo me siento y provocas estas cosas.
Susana: No me entiendes.
Raúl: ¿Entender qué?
Susana: Que no sé por qué pero no te quiero conmigo y al mismo tiempo te
quiero para toda la vida.
Raúl: Pinchi loca.

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Susana: Pues así soy, si no te gusta ya no vengas.


Raúl: Pues ya no voy a venir.
Susana: ¡A la verga, pues!
Raúl: ¡A la verga! (Pausa larga). El amor y el resentimiento juegan en la
misma línea cuando uno todavía no alcanza a distinguirlos. De todos
modos, no pasan ni dos horas cuando el Messenger le marca un
nuevo mensaje a Susana que suplica perdón. Inmediatamente
después un correo, con una tarjeta de Gusanito.com, le pide que nos
demos otra oportunidad, como amigos, como lo que sea, pero cerca.
Susana: Ya qué. La vaca Cowco pidiendo disculpas es infalible.

Escena VI.

Susana en Seattle.

Susana: Nunca he podido pensar en Raúl de manera distinta al niño que


conocí jugando Nintendo 64 en casa de su abuela. Quizás es por eso
que no puedo estar con él más del tiempo justo, desde que lo
conozco he estado esperando el momento de salir corriendo, pero
por alguna razón necesito tenerlo cerca al minuto siguiente. Raúl
tuvo una novia, antes de que yo viajara a Seattle, antes de juguetear
en mi jardín y antes de que su abuelo muriera. El muy tonto llega a
mi casa, como cada tarde, y sus primeras palabras son, con una
sonrisa gigantesca:
Raúl: Ya tengo novia.
Susana: ¿Y a mí qué chingados?
Raúl: Nomás para que sepas que ya voy a poder venir.
Susana: Órale, está bien. Don importante ya no va a tener tiempo para mí y
viene a avisármelo personalmente. Muy amable, eh.
Raúl: ¿Y tú qué? ¿Ya traes novio?

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Susana: Está más enterado de mi vida que yo, sabe perfectamente que no
tengo novio, pero que le duela al cabrón: Estoy saliendo con alguien,
yo creo sí vamos a andar. Es mayor y va al gimnasio. O lo que es lo
mismo: es todo lo contrario a ti.
Raúl: Pues qué bien.
Susana: Pues qué bien por ti. Y así éramos Raúl y yo: dos individuos
lastimándose. Al no poder equilibrar nuestros sentimientos de amor,
nos dedicamos a herirnos por deporte. (Pausa) Lo amo, creo que lo
amo. Y es lo más triste saber que nuestra historia termina sin
decirnos nunca esas palabras. (Saca su teléfono celular) Ya voy para
allá. Sí, mamá. No soy pendeja, madre, sé llegar a tu casa. Además
voy en taxi. Oye, ¿y mi papá? No sé, sólo pensé que… tenía ganas
de saludarlo. En la noche nos vemos. (Cuelga). Hay cosas que no
cambian, hay cosas que permanecen exactamente en el lugar que
las dejaste al partir. Ojalá tu amor sea una de esas.

Escena VII. 16 años.

Raúl: Cuando murió el abuelo teníamos dieciséis años.


Susana: Y ningún entendimiento de lo que pasaba realmente.
Raúl: El abuelo era importante, Susana. Era mi papá.
Susana: Al menos se fue tranquilo, murió durmiendo, no puedo pensar en una
muerte mejor.
Raúl: Cualquiera es mejor, mi abuelo se dormía siempre pensando en lo
que haría al día siguiente, poniendo en su cabeza una buena historia
que me contaría en el desayuno antes de ir a la escuela o en cómo
convencería a mi madre de hacer las cosas a su modo. Para él,
morirse sin darse cuenta fue algo cruel.
Susana: Lo siento mucho de verdad.
Raúl: Gracias por venir. No sabía a quién más hablarle.
Susana: El funeral de don Jesús fue muy concurrido.

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Raúl: Había muchas personas que yo no sabía que existían pero que
lloraban sinceramente la partida de mi abuelo.
Susana: Ese día me enteré que el abuelo de Raúl había sido un importante
cronista de la ciudad, el oficial durante muchos años. Políticos,
amigos personales, empresarios, tenderos y personas de toda clase
acudieron a despedirse de él, amigos de corazón como se
autonombraron varios de ellos.
Raúl: El abuelo encarnaba a la perfección el sentido de la amistad.
Susana: Pero entre tanta gente, Raúl se quedó solo. Su abuelo, o lo que era
lo mismo para él: su papá, había muerto y no había quién lo
consolara con excepción mía. Cuando entro, ni siquiera le digo el
protocolario “lo siento”. Vaya ayuda que es la mía…
Raúl: A pesar de que Susana no dice ni que lo siente y que cuenta un
pésimo chiste cuando vemos al difunto en el ataúd, ahí está, como
en todo, como siempre.
Susana: A su lado, sentada, mirando al frente, con la cabeza sobre su hombro
derecho y mi mano en el izquierdo. ¿Qué más puedo hacer?
Raúl: No necesita decir nada. Susana es mi amiga. Y lo valoro, y mando a
la chingada a ese necio que se aferra a que sea mi mujer.
Susana: Raúl es mi amigo, antes que todo, antes que todos. Y no lo quiero
fuera de mi vida. Si eso representa aguantar sus arranques
amorosos, puedo hacerlo.

(Pausa)

Raúl: Te quiero mucho. Gracias por todo.


Susana: Te quiero.
Raúl: Y me besa. Un beso tierno, corto, preciso y en la mejilla. Le caías
muy bien al abuelo. Le digo más por él que por ella.
Susana: Nunca lo conocí.
Raúl: Pero él a ti sí.

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Susana: Sonrío. Nos quedamos en completo silencio. Nos tomamos de la


mano y ya no nos soltamos hasta que me tenga que ir. Hasta que
Raúl esté un poquito menos devastado. Mientras intento imaginar
qué es lo que piensa una persona cuando pierde a un ser querido.
Quiero decir, a un ser verdaderamente muy querido, como para él lo
era don Jesús.
Raúl: El abuelo se regresó a las estrellas.
Susana: Dice Raúl en voz alta y mirando al cielo. Te va a cuidar, guapo, ya
verás.
Raúl: A todos, así era él.

Escena VIII. 17 años.

Raúl: Brenda, la mejor amiga de Susana, está embarazada.


Susana: Año: 2005. Un embarazo no deseado, en una niña de 16 años, es
aún peor. Brenda está que se la lleva la chingada.
Raúl: Susana me cuenta.
Susana: Brenda está embarazada, no sabe qué hacer y Gabriel no aparece.
Raúl: Gabriel es un tatuador que vende colguijes y pulseras en la Aldama y
segunda. Lo peor: no sabe tatuar, ni hacer colguijes o pulseras y es
un pésimo vendedor.
Susana: Pero Gabriel nos vale madres. Brenda está muy asustada, sabe que
es flaca como una tabla y que el feto más pequeño saldrá a la luz en
cualquier momento.
Raúl: Brenda no va a un médico, Brenda va con su amiga Susana a quien
considera más sabia porque es un año mayor que ella.
Susana: Ya valió madre, ya valió madre, ya valió madre todo, me dice.
Raúl: ¿Qué pedo ya no estás embarazada? Responde Susana con un
optimismo bien pendejo.
Susana: El Gabriel, pinchi Gabriel. Y se pone a llorar un chingo.

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Raúl: Güey, ya dime. Contesta súper seria Susana. Claro, en ese entonces
cuando las mujeres se hablaban en “güey” sabían que la cosa iba en
serio, el güey era usado con responsabilidad.
Susana: Se fue a la verga, fui a buscarlo y ya no vive en su casa. Nos dejó.
No sé qué hacer. Dice un montón de cosas más que ya no puedo
entender. La abrazo hasta que se pueda tranquilizar. Me pongo un
ratito en su lugar, y pienso en lo aterrada que estaría si fuera la
embarazada. Raúl. Digo tan solemne como me es posible al teléfono.
Ven a mi casa pero ya, y trae el carro de tu abuelo.
Raúl: No mames, Susana. Ya sabes que no me lo presta. Respondo
totalmente mortificado, como me pongo cuando no puedo cumplir sus
peticiones inmediatas.
Susana: Ni modo, me voy a aprovechar de eso. Por favor, no sé a quién más
acudir.
Raúl: Susana siempre sabe cómo convencerme.
Susana: ¿Es mucho abuso si te digo que lo tomes prestado? Es de vida o
muerte, te lo juro.
Raúl: No está mi abuelo.
Susana: ¡Mejor aún! Vamos y volvemos en menos de lo que él regresa. Mi
plan literalmente tiene sólo eso como fundamento.
Raúl: ¿Y a dónde vamos?
Susana: Todavía me cuestiona el muy cabrón. ¡Ahorita te explico, pero vente
ya! Y cuelgo. Fiel a su costumbre, llega en cinco minutos a mi casa
con el vocho 92 del abuelo y una cara de espanto que no puede
quitar.
Raúl: Hola, Brenda.
Susana: Brenda se muere de vergüenza y no puede ni responder el saludo,
no porque vaya pedirle que nos lleve a “ese” lugar, sino porque ahora
Raúl, el muchachito buena onda, va a saber que ella ya cogió.
Raúl: Ayudo a subir a Brenda en la parte delantera y a Susana la dejo
atrás, donde entra tropezándose con mi asiento.

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Nintendo 64 Víctor Velo

Susana: Dale para la Juárez, ¿si es por ahí, verdad? ¡Brenda! ¿Sí es en la
Juárez?
Raúl: ¿Qué vamos a hacer?
Susana: ¿Qué si es en la Juárez?
Raúl: No le grites, está embarazada. ¿A dónde vamos, Brenda?
Susana: Pero Brenda no le habla, y es que, ¿qué dices? Se queda callada y
Raúl simplemente comienza a avanzar hacia la Juárez.
Raúl: Pinche Gabriel que jotito te salió.
Susana: Cállate, Raúl. No es momento.
Raúl: Nomás digo.
Susana: Pues no digas.
Raúl: Esos güeyes nunca me dieron buena espina. Se las dan de muy
maduros y mira con lo que salen.
Susana: ¿Cuáles güeyes?
Raúl: Pues el Gabriel y esos… tus amigos.
Susana: Nuestros amigos. ¿Verdad, Brenda?
Raúl: Para amigos…
Susana: Ya cállate.
Raúl: No meto una sola velocidad bien en todo el trayecto, pero ni los
jaloneos involuntarios funcionan para que Brenda reaccione y me dé
un rumbo. Fly me to the moon suena desde el viejo casete del abuelo
y esa voz, la más romántica en la historia, me hace acordarme del
Richi, un pobre diablo que estaba muerto de amor por Brenda. El
Richi te quería bien, Brenda.
Susana: Pero ella no quería al Richi.
Raúl: Quién sabe… a mí se me hace que sí, nomás que se hacía la loca.
Susana: A Brenda no le gusta el Richi porque chinga mucho.
Raúl: Pero la quiere, como te aseguro que no lo hace el Gabriel.
Susana: Pero el amor es de dos, y uno no puede querer a alguien nomás a
fuerzas.
Raúl: Yo digo que el Richi se ha ganado el cariño.

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Susana: El Richi es medio pendejo.


Raúl: Pero el Richi lo daría todo por Brenda y pinchi Brenda nomás no te
das cuenta de lo mucho que te quiere y de lo que él hubiera hecho
por ti. Él te hubiera dicho: ese niño va a tener al mejor padre del
mundo y tú vas a ser la mujer más querida de esta ciudad. Y te lo
hubiera cumplido.
Susana: Pero el hijo de Brenda no es de Richi y Richi tiene que aceptar eso
de una buena vez.
Raúl: Se hace un silencio incómodo en el automóvil, que se interrumpe
minutos después, cuando Brenda toma el valor para decirme a dónde
vamos.
Susana: Vamos a que me practiquen un aborto. Dice con un hilito de voz.
Raúl: ¡Media vuelta y me regreso a casa!
Susana: ¿Qué haces?
Raúl: No mames, ni de pedo.
Susana: Me dijiste que nos ibas a ayudar.
Raúl: No sabía a lo que veníamos.
Susana: ¿Pues qué esperabas? ¡Tiene 16!
Raúl: ¡No la voy a llevar a que mate a su bebé!
Susana: Es su cuerpo, no el tuyo. Ella decide.
Raúl: Que ella decida lo que quiera, pero no conmigo al volante.
Susana: ¡Vamos! Tomo el volante.
Raúl: Se estira sobre mí y sujeta el volante desviando el vocho 92 al carril
contrario, en el que afortunadamente no viene nadie. ¡No mames,
Susana!
Susana: Vamos a ir.
Raúl: ¡Nos vamos…!

(Jaloneos, gritos y arrebatos)

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Susana: ¡Sht! Un llanto muy leve viene del asiento del frente. Ambos nos
calmamos y volteamos a ver a Brenda, que tiene el rostro empapado
en lágrimas. En silencio Raúl toma una salida a una calle menos
transitada y estaciona.
Raúl: Ven.
Susana: Raúl saca a Brenda del carro y la lleva a caminar. No los sigo y sólo
veo desde el auto cómo él la consuela y la escucha durante cerca de
quince minutos que hablan, nunca he sabido de qué. Raúl no puede
ocultar su ceño molesto, entonces ella lo abraza y llora a pulmón
abierto en sus brazos. La cara de Raúl cambia.
Raúl: Vamos.
Susana: ¿Todo bien?
Raúl: Sí.
Susana: Avanzamos en silencio el resto del camino. Sábiamos, sin decirlo, a
dónde se dirigía Raúl. Y especialmente yo sabía que me acababa de
enamorar de él.

Escena IX. 18 años.

Raúl con maleta en mano.

Raúl: De mi casa a la estación de autobuses un taxi cobra 200 pesos.


Susana: De mi casa al aeropuerto un taxi cobra 18 dólares.
Raúl: De Chihuahua a Ciudad Juárez son cerca de 450 pesos en autobús.
Susana: En el aeropuerto debo pagar 250 dólares para volver a El Paso.
Raúl: En Juárez puedo pedirle a Humberto, conocido por el grupo de
oración, que me ayudé a llegar al aeropuerto de El Paso y darle 50
pesos para la gasolina. El boleto de avión de El Paso a Seattle
cuesta 280 dólares.
Susana: Ya en El Paso tomo el camión directo a Chihuahua. 700 pesos,
mínimo.

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Raúl: Y sumo 300 de otros gastos.


Susana: Además de los gastos sorpresa.
Raúl: 3500 pesos. Mis ahorros de toda la vida.

Escena X. 16 años.

Susana: Hace algunos años nadie iba al sicólogo cuando sus padres estaban
a punto de divorciarse.
Raúl: Aceptabas el hecho, no por madurez emocional sino porque no había
muchas opciones al respecto, te aguantabas y te mantenías en
silencio.
Susana: O vivías completamente borracha en la casa de tu amigo Efraín.
Raúl: El pendejo de Efraín.
Susana: Dos años mayor que yo.
Raúl: Tres y medio para mí.
Susana: Efraín iba a la universidad y estudiaba ingeniería en algo.
Raúl: A la Universidad del Valle de Veracruz, que dejaría de existir años
más tarde.
Susana: Principalmente Efraín vivía solo desde que sus padres se divorciaron,
y lo mandaron de Sonora a Chihuahua, para mantenerlo alejado de
ellos.
Raúl: Y la casa de este individuo se convirtió en un lugar de reunión y
escape para un buen número de personas.
Susana: La gente llega ahí luego de la escuela o el trabajo, hay personas de
todas las edades.
Raúl: Nosotros somos los más chicos, hay rucos de hasta 40 años.
Obviamente sólo me dejan entrar porque llego con Susana.
Susana: Yo conozco aquella casa por Brenda, porque quiere presentarme al
mejor amigo de su novio.
Raúl: El mejor amigo del hippie-preña-niñas de la Aldama: El Gabriel.

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Susana: Pero no son iguales, Efraín, el dueño de la casa, comprende


perfectamente mi situación: el inminente divorcio de mis padres…
Raúl: Que no tarda en suceder.
Susana: Y sabe de la necesidad de llenar ese vacío…
Raúl: Aunque sea con cerveza kloster de 45 pesos el ocho.
Susana: Eran buenos tiempos. Efraín rápidamente se convirtió en una
persona invaluable para mí.
Raúl: Y lo sabe, y usa esto a su conveniencia sin el menor reparo.
Susana: Obviamente Raúl no puede soportar que exista alguien además de él
en mi vida.
Raúl: Sí puedo.
Susana: Efraín y yo nos hicimos novios después de un tiempo.
Raúl: Chinga’o. No puedo.
Susana: Paso la mayor parte del tiempo en su casa y vivo muchas cosas con
él. Tiene más experiencia, me entiende, me escucha…
Raúl: Y le rompe el corazón cada tercer día. Cinco rupturas en menos de
dos meses. ¿Se acuerdan de cuando le dije puta? Pues el Efraín.
Susana: Terminamos yendo a un grupo católico que él coordina.
Raúl: Porque no la voy a dejar ir sola.
Susana: Cada jornada evangélica se finaliza en una ida casi ritual a la casa de
mi novio y entre mariguana y cerveza Kloster, discutimos sobre
muchos temas, que siempre llevan a lo mismo: el pinche sistema es
el que está mal.
Raúl: Una casa donde Susana deja de lado toda inhibición, se trepa en un
asiento de intelectualidad fingida y se entrega por completo a ese
muchacho de barba incipiente y cabello largo.
Susana: Estoy loca por él. Es como sentirme sofocada todo el tiempo, como si
el corazón no pudiera resistir tanto amor.
Raúl: Náuseas. Así puedo describir mis días en casa del Efraín. Vente,
Susy, vamos a platicar a mi cuarto. Le dice el universitario ebrio en
cada oportunidad.

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Susana: Y me toma de la mano ante la mirada indignada de Raúl. Yo lo sigo.


Raúl: Me quedo con los peores pensamientos y una kloster caliente en la
mano.
Susana: Sólo él y yo sabemos lo que pasa en ese cuarto cuando cierra la
puerta.
Raúl: ¿Cómo vas con eso, Susy? Dice Efraín, sin saber que odia que le
digan Susy.
Susana: ¿Por qué chingados me dices Susy? Pienso. Pues mal. Se me hace
que ya no tarda en pasar.
Raúl: Y cuando pase sólo recuerda que tú eres más que sólo una
extensión de tus padres. Y que me tienes a mí. No a ellos, porque
para ellos tú no importas. Pero para mí eres especial.
Susana: Efraín, dentro de todo, es un tipo que me ayudó a entender que la
infelicidad ajena no era precisamente mi tristeza. No puedo pensar
en mi confrontación con el divorcio de mis padres sin recordar mis
pláticas con él.
Raúl: Yo me quedo en esas escaleras, esperando a que salga del cuarto
de mi enemigo como siempre: con los ojos llorosos, con el cabello
entre los dedos y el dolor atorado en la garganta. La espero para
llevarla de regreso a casa, pues es el único momento donde al
menos podemos hablar.
Susana: No mames, cabrón. Qué chingón que siempre la acompañes.
Raúl: Me dice el pendejo de Efraín.
Susana: Es que el grupo se queda hasta tarde y ni modo de dejarlos solos.
Raúl: Y me abraza chocando hombro con hombro al despedirnos. Órale.
Susana: Caminamos como tres kilómetros a mi casa, cuando salimos de las
reuniones del grupo juvenil de oración.
Raúl: Un poco para economizar lo del transporte, pero más para que a
Susana se le baje la borrachera en el trayecto.
Susana: Dios debería de castigarnos por esto.
Raúl: Sí, debería.

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Susana: En la iglesia nos arrodillamos y luego nos arrodillan.


Raúl: Ey…
Susana: ¿Qué pedo, tú no te sientes mareadito?
Raúl: No, Susana. Nunca tomo.
Susana: Horas ahí y sin tomar nada, no te creo.
Raúl: No me gusta la kloster esa que compran, además mi abuelo podría
olerme apenas entrando a la casa y saber exactamente qué marca
de cerveza bebí.
Susana: ¿Y no te sientes mal con el asunto de Dios?
Raul: ¿Qué asunto?
Susana: Pues que vamos a la iglesia y cantamos y la chingada, pero al final
del día, venimos a la casa del Efraín a destrozar nuestros cuerpos y
a hacer, realmente, lo que queremos hacer.
Raúl: Ah, no, no tengo problema con eso.
Susana: Te vale madre…
Raúl: Es que no creo en Dios.
Susana: Se me va la borrachera. Este niño de 16 años, de familia católica y
formación metodista, acaba de decirme que no cree en Dios. No
mames, Raúl, ¿entonces a qué vas? No crees en Dios y no te gusta
la cerveza… (Silencio) Ah.
Raúl: Exacto.
Susana: Mejor ya me quedo callada.
Raúl: A veces para decirle a alguien cuánto te gusta no se necesitan usar
esas palabras.
Susana: A mí Raúl nunca me ha dicho: Me gustas.
Raúl: Yo le dije: no creo en Dios.
Susana: Como diciendo: pero creo en ti. (Pausa) Llegamos a mi casa en un
silencio mortal. Abro la puerta y voy a cerrar con llave la reja que
divide el jardín de la calle.

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Raúl: ¿Cierras? Tu papá aún no llega… Le digo sintiéndome medio


pendejo al terminar la oración: el señor a veces llega a la casa y
otras, la mayoría de ellas, no.
Susana: Sí. Ya no va a llegar. Veo cómo Raúl se despide con esa media
sonrisa tonta que pone cuando ya se va, entre lo real y lo fingido. Y
grito: ¡Raúl!
Raúl: Yo volteo con la inocente ilusión de que Susana se arroje a mis
brazos luego de la fugaz confesión de amor, pero no ocurre.
Susana: Las relaciones no duran.
Raúl: Dice ella más seria que nunca.
Susana: Ni tus papás, ni los míos, ni Efraín y yo… pero los amigos son
eternos. Sé mi amigo.
Raúl: Y cierra la puerta. Sonrío. (Pausa) Yo no sé si quería ser su amigo,
pero al menos quería serle eterno.

Escena XI. 15 años

Susana: Clásico México vs Argentina, minuto 65 de juego y el empate


persiste. El partido pendiente cancelado por condiciones extra-
cancha del 31 de diciembre se reanuda el día de hoy. Omar y Raúl,
técnicos de ambas escuadras, se enfrentan en un apasionado
encuentro donde los postes han mantenido el partido en ceros.
Raúl: ¡Penal! Arbitro, ¡eso es penal!
Susana: (Siempre como Omar) Levántese que esto es para hombres.
Raúl: Entonces no juegues.
Susana: Me la pelas, como siempre me la has pelado…
Raúl: Si este ya te lo había ganado… ¡Cerca!
Susana: Ni madre, nomás porque me ocupé. Además, cómo no ibas a meter 8
goles si… órale, marrano, las faltas por atrás son desleales, somos
compañeros de profesión.

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Raúl: ¿Pues no que como hombres?


Susana: Pero vas a aguantar… Metiste 8 porque no estaba.
Raúl: No, señor. Te empaté antes de que te fueras con Susy…
Susana: Ay, sí, ¿desde cuándo es Susy? (Aparte) 5 días lo dejé decirme
Susy, luego le expliqué delicadamente que me encabronaba el
diminutivo. (Como Omar) ¡Y se quita a dos de un movimiento!
Raúl: Pura suerte. (Pausa) Susana es mi amiga, nos llevamos bien…
Susana: Qué raro, no me había platicado…
Raúl: Pausa al partido. ¡¿Qué pedo, güey?!
Susana: Qué pedo contigo, por qué lo paras.
Raúl: Reanudar partido. Por nada… ¿te dio su teléfono?
Susana: Te lo robé.
Raúl: No mames.
Susana: Y hablo con ella seguido, eh.
Raúl: ¿Es enserio?
Susana: ¡Tira, tira, tira!
Raúl: No, no, ¡no!
Susana: ¡Gol! Minuto 89 de tiempo corrido, ¡la grada grita el gol! Y Raúl se
desploma en la zona técnica. Gabriel Omar Batistuta, Batigol, el
veterano del Inter ¡le pone sello a esto! ¡El gol, lo platicamos todos!
Raúl: Ya quita la repetición, no mames. Todavía hay tiempo.
Susana: Minutos finales del juego, México toca el balón… y termina el
encuentro. Ar-gen-ti-na gana el clásico.
Raúl: Me distrajiste a propósito.
Susana: Perdió, aguántese como los hombres.
Raúl: ¿Es neta que hablas con ella?
Susana: Pues sí, qué tiene.
Raúl: Nada, está bien.
Susana: ¿Te gusta?
Raúl: Leve ¿y a ti?
Susana: Menos que a ti.

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Raúl: Pues llégale, es de tu edad.


Susana: A ver, cabrón, suelta el control. (Se posiciona frente a él) De
carnales, y más que de carnales de amigos. ¿Qué tanto te gusta
Susana?
Raúl: Qué te importa…
Susana: ¿Qué tanto?
Raúl: Leve.
Susana: ¡La neta, ¿qué tanto?!
Raúl. ¡Un chingo, cabrón! Me gusta un chingo. ¿Ya?
Susana: ¿Y luego?
Raúl: Nada. Como que le gustan mayores…
Susana: ¿Qué no te he enseñado que no hay mujer imposible?
Raúl: (A público) Pero sí las hay y son un chingo. (A Omar) Pues sí.
Susana: ¿Entonces? Sin miedo, mi chingón.
Raúl: ¿Y si tengo un chingo de miedo?
Susana: Te voy a decir al pie de la letra qué hacer.
Raúl: Dice Omar, y adquiere un aire que me hace recordar al entrenador
fracasado del equipo perdedor que, sin ningún argumento sólido,
termina campeón en las películas.
Susana: Omar empezó desde ese día a darle tips de enamoramiento a Raúl,
cada uno peor que el último; llega con flores y rosas cortadas de mi
propio jardín, chocolates comprados a los ambulantes de la calle
Julián Carrillo y una infinidad de detalles que, para ser sincera, no sé
si me parecen tristes o patéticos. Y eso no es lo peor…
Raúl: ¿Estás seguro?
Susana: (Cómo Omar) Tú confía en mí.
Raúl: Pues va… Y canto; guitarra en mano, sin la mínima afinación y por
teléfono, una canción que jamás terminaría de escuchar.
Susana: ¿Bueno? (Escucha por un momento la canción) ¿Bueno? Voy a
colgar. No tenía identificador de llamadas y no entendía un carajo lo
que se me decía del otro lado de la línea.

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Nintendo 64 Víctor Velo

Raúl: ¿Y qué? ¿Te gustó?


Susana: ¿Qué cosa?
Raúl: La canción.
Susana: Ah… ¡eras tú! Qué bonito.
Raúl: ¿Y te gustó?
Susana: Sí… gracias.
Raúl: No escuchaste ni madre, ¿verdad?
Susana: Pero te lo agradezco de verdad.
Raúl: Diez veces lo intento. Dos serenatas fallidas, cinco a su celular en
medianoche que siempre terminaban con lo mismo.
Susana: No mames, Raúl, ya duérmete.
Raúl: Dos llamadas más al teléfono de casa que siempre está ocupado por
el Internet y la última: en vivo, recargado en la reja que divide su
jardín de la calle, suplicándole que la escuche completa. Dame
chance, te juro que es la última vez.
Susana: Dale pues. Y Raúl canta. Desafinado como animal a medio morir y la
voz temblorosa por los nervios, pero con sinceridad. Aquella canción
que me había negado a oír, quizás porque sabía todo lo que iba a
provocarme, es exactamente lo que cualquier mujer quiere escuchar:
una confesión honesta, sin alardes ni presunciones, sólo amor.
Raúl: De igual modo no me deja terminar.
Susana: Cállate, Raúl. Lo abrazo con fuerza y oculto mi cara en su cuello para
que no vea las lágrimas que están a punto de escaparse.
Raúl: ¿No te gustó?
Susana: Sí. Pero ya no le sigas porque nos vamos a enamorar.
Raúl: Ese fue el único de los consejos de Omar que sirvió. Entre los brazos
de Susana pienso un poco en mi hermano, en que quizás mi historia
con ella no existiría si no fuera por Omar y su lealtad. Porque,
aunque él lo niegue, yo sí recuerdo la cara de Omar cuando conoció
a Susana y sé cómo es su mirada cuando algo le gusta de verdad.
Claro que lo volvió loco, ¿a quién no? Pero tenía sus prioridades en

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Nintendo 64 Víctor Velo

otra parte, tenía más interés en seguir jugando el clásico México vs


Argentina sin nada más en juego que un trío de paletas Coldy o, al
pasar de los años, una cerveza robada del refrigerador del abuelo.
Hay códigos tácitos entre hermanos, existe una lealtad que nunca se
nombra pero que consta a ambas partes y en ese sentido la amistad
masculina es por eso tan duradera. ¿Otro, Omar? Papitas y soda es
la apuesta.

Escena XI.V. 18 años.

Raúl: Cuando vea a Susana...


Susana: Cuando vea a Raúl…
Ambos: No sé qué voy a hacer.
Raúl: ¿Qué se le dice a la persona con la que sueñas cuando el sueño se
hace realidad?
Susana: ¿Qué dices cuando ya se ha dicho todo?
Raúl: ¿Qué nos contamos cuando el tiempo nos sobrepasó?
Susana: Hola…
Raúl: Hola… ¿Y luego?
Susana: Nos besamos, nos miramos a los ojos, hacemos el amor y
descubrimos que no ha cambiado nada.
Raúl: O descubrimos que ha cambiado todo. Que entre los quince y los
dieciocho años se es una persona que ya nunca se vuelve a ser.
Susana: Raúl.
Raúl: Susana.
Susana: ¿Eres el Raúl que me pidió mi teléfono?
Raúl: Lo soy. ¿Eres la Susana que dibujé?
Susana: Lo soy. ¿Eres el que se apropiaba de constelaciones en el cielo, el
que me las regalaba, con el que jugaba a ser una estrella fugaz?
Raúl: Para siempre.
Susana: ¿Lo juras?

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Nintendo 64 Víctor Velo

Raúl: Como creo que lo juré desde que decidí soltar el control del Nintendo
64 para jugar a crecer.
Susana: ¿Vas a ser la primera cara que distinga cuando llegue al aeropuerto?
(Pausa).
Raúl: Tal vez.

Escena XII. 18 años.

Susana: …Y eso es algo que no puedes detener, porque yo no puedo estar


aquí más tiempo. Ellos ya no se toleran y yo ya no los tolero a ellos.
Raúl: Susana va a Seattle, con su hermana que vive allá, sus padres
finalmente se divorciaron. ¿Y tu mamá? ¿La vas a dejar sola?
Susana: Mi mamá es una pendeja.
Raúl: Susana…
Susana: Es la verdad. Mi mamá destruyó a nuestra familia.
Raúl: Bueno, también él, no es que sea el mejor ejemplo.
Susana: ¿Por qué, eh? ¿Porque toma? ¿Porque lo sacan de sus casillas de
vez en cuando?
Raúl: Estás jugando al abogado del/
Susana: Discúlpame por querer a mi papá, Raúl. Quizás si tú tuvieras uno
entenderías por lo que estoy pasando.
Raúl: Quizás.

Pausa.

Susana: Perdón, la cagué, no quise decir eso.


Raúl: Está bien. Supongo que es normal.
Susana: Necesito de tu apoyo y que entiendas que para mí es muy difícil
hacer lo que estoy haciendo.

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Nintendo 64 Víctor Velo

Raúl: Quiero apoyarte pero no puedo. Perdón. (Aparte) Tenemos dos


semanas saliendo, de verdad, como pareja. Con besos y todo. Así de
jodida mi suerte.
Susana: Me voy a ir a Seattle, Raúl. Y no hay nada que puedas hacer para
detenerme.
Raúl: … Ni siquiera podría ubicar ese lugar en un mapa.
Susana: Dice mi hermana que está lindo. (Pausa) Lo lamento, mucho de
verdad, pero no puedes ser egoísta en este momento.
Raúl: Sí puedo. Porque me lo he ganado.
Susana: Ya es mi vida un desastre, no te conviertas en un obstáculo más.
Raúl: No te vayas, Susana.
Susana: Raúl…
Raúl: Por favor, no te vayas.
Susana: ¿Y qué quieres que haga?
Raúl: No sé, vivamos juntos, quédate con tu mamá, vete con tu papá, haz
lo que sea pero no te vayas porque te juro que te sigo hasta donde
estés.
Susana: ¿Y de qué vamos a vivir?
Raúl: No son preguntas para este momento.
Susana: Me tengo que ir. No puedo con esto, es más grande que yo y
realmente necesito de tu comprensión ahora. ¿Vas a despedirme al
aeropuerto?
Raúl: Claro. (Se abrazan). No te quiero lejos.
Susana: Nunca lo voy a estar, seguiremos en contacto, hay internet, cartas/
Raúl: Puta madre, contigo siempre pierdo.
Susana: Raúl…
Raúl: Pudimos hacerlo mejor, pudimos besarnos más, hablarnos más,
entender mejor al otro. Tengo mucho miedo, Susana. Porque lo que
yo siento por ti no sólo es grande, es doloroso. Lo que hay en mi
corazón es tan grande que a veces no me cabe y lloro para que se
me escape por entre los ojos. Y aunque me duele, no quiero dejar de

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Nintendo 64 Víctor Velo

sentirlo. Pero si te vas, yo creo que esto se va contigo. Creo que


nunca voy a volver a querer a nadie como te quiero a ti, ni a abrir mi
vida como lo hice contigo.
Susana: Cállate ya, Raúl.
Raul: Sólo te digo lo que te quiero y lo que siento. Perdimos el tiempo en
otros brazos, en silencios estúpidos, en privarnos de lo que
queríamos. Por qué no me mostraste/
Susana: Porque tú me ibas a romper el corazón.

(Silencio)

Raúl: ¿Y qué has hecho tú conmigo todo este tiempo?

(Pausa)

Susana: Tuve que elegir.

(Pausa)

Raúl: No fui al aeropuerto.

Escena XIII. 18 años.

Raúl: Año 2006. Miro la pantalla, el próximo vuelo a El Paso sale en dos
horas y yo soy un niño que los futuros tripulantes miran curiosos: un
muchacho con rasgos latinos entre los rubios ojiazules
norteamericanos. Seattle. Seguro se perdió, están pensando, pero
nadie me ayuda a encontrar el lugar donde se dejan las maletas en lo
que aterriza el avión. Seattle. ¿A qué grado de idiotez tuve que haber
llegado para terminar aquí? Susana. No debí soltar el control del

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Nintendo 64 Víctor Velo

Nintendo 64. Estoy en una ciudad que no podría ubicar en un mapa


con la esperanza de encontrar a una persona entre un millar.
Susana: Miro la pantalla, el próximo vuelo a El Paso sale en dos horas y tengo
diez mil dudas rondándome el cerebro.
Raúl: Volver no es opción, pienso. Necesito encontrar a Susana, pedirle
alojamiento a su hermana y comenzar a trabajar lo antes posible. Si
funciona, me quedo, si no, ahorro sólo para volver a Chihuahua y…
puta madre, qué hice.
Susana: Dos horas para pensarlo, ir o no ir. Si mi papá me viera.
Raúl: Si mi mamá supiera…
Susana: Mejor no voy.
Raúl: Ya estoy aquí. Es hora.Tengo el corazón hecho una locomotora.
¿Qué chingados voy a hacer?
Susana: ¿Realmente quiero volver?, me pregunto, pero a lo lejos lo veo: un
muchacho de espaldas camina con la cabeza abajo y mirándose las
agujetas de los zapatos sin el menor reparo… ¿podría ser?
Raúl: Una mujer corre desesperadamente ante el bullicio y descubre a otra
que me parece un rostro familiar. ¿Susana?
Susana: ¿Raúl? Me acerco, trato de esquivar a los caminantes pero la
llamada para formar filas e ingresar a la sala de abordar bloquean mi
paso.
Raúl: Un montón de gente me divide de ella. ¡Susana! Grito, ya sin el
menor pudor y con una desesperación brutal.
Susana: ¡Raúl! Que no se vaya, es tan tonto, se va a perder. ¡Raúl!
Raúl: ¡Susana! Logro esquivar a uno.
Susana: Quito a la gente, es él, es Raúl, es…
Raúl: Una sonrisa se dibuja en mi rostro involuntariamente. Nos vemos,
nos acercamos…
Susana: Y cuando estamos frente a frente.
Raúl: La vida se nos cae a pedazos. No es Susana.

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Nintendo 64 Víctor Velo

Susana: No es Raúl. Un letrero gigante en el aeropuerto marca la fecha: 23 de


diciembre de 2020. La desesperación me jugó una mala pasada.
Raúl: Es el 20 de diciembre de 2006. ¿Qué estoy haciendo? Tengo que
volver antes de navidad. Sin un peso en los bolsillos, utilizo mis
últimos recursos para hacer una llamada. Corro al teléfono público y
marco. La voz de mi madre llorando desde el otro lado de la línea.
¿Mamá? La cagué horrible.
Susana: Tomo el vuelo. Y la resignación me abraza.
Raúl: Ese es mi último “recuerdo” de Susana. Una fantasía borrosa en
medio de una realidad que era demasiado terrible para soportarla. Mi
último acto de amor por ella fue terminar la historieta completa de su
cómic, como poniéndole punto final a una historia que sabía era
imposible recuperar, dejarla en la casa que ahora exclusivamente le
pertenece a su madre, con la esperanza de que la vea algún día.
Con la fe puesta en que de vez en cuando voltee al cielo y reconozca
mi constelación ahí, donde las cosas que parecen imposibles,
suceden.

Escena XIV

Susana: Año 2021. Casa de mi madre. Una Susana de grandes senos en mis
manos está enmarcada en el dibujo tonto de un niño tonto, un niño
que cuando no tenía las manos en su Nintendo las intentaba poner
sobre mí.
Raúl: Año 2021. Facebook se esparció por los sistemas operativos de todo
el mundo y aun así nunca logré localizarla. Aunque tampoco es que
la haya buscado demasiado.
Susana: Año 2021. Una visita al sitio que llamaba hogar y que ahora parece
un álbum de fotos empolvado
Raúl: La vida es eso: un montón de memorias que se van perdiendo bajo
las partículas del tiempo.

37
Nintendo 64 Víctor Velo

Susana: La vida es recorrer un camino conocido.


Raúl: Un esperar eterno a las cosas que no vuelven.
Susana: Un palpitar acelerado.
Raúl: Un timbre que suena.
Susana: Una voz familiar.
Raúl: Una sonrisa.
Susana: Un abrazo.
Raúl: Eres tú.
Susana: Lo soy.
Raúl: Año 2021.
Susana: De nuevo juntos. Hola, Raúl. Lo abrazo fuerte, para ya no
despegarme de él nunca, para decirle gracias por un dibujo que,
como él, apareció en mi vida en el momento preciso, para rogarle
que nunca me vuelva a dejar ir.
Raúl: La abrazo fuerte. Perdido entre un amor que despierta tan cotidiano
como aquellos días de la primera década del nuevo siglo. Susana,
los años pasan y sigue siendo la estrella más brillante en el
firmamento. ¿Qué haces aquí?
Susana: Volví.
Raúl: (Raúl la abraza fuerte. Habla entre sollozos). Volviste, tonta.
Susana: Lo soy. Y en el abrazo lloramos. Al principio de felicidad. Y luego
porque hay algo de más en ese cariño, en esa entrega. ¿Estás bien?
Raúl: No. Contestó con una sonrisa que se me escapa de entre la tristeza.
(Pausa).
Susana: ¿Raúl...?
Raúl: Perdón, ¿cuándo llegaste?
Susana: Quería verte. (Muestra el cómic) Mira, al fin lo pude leer completo.
Raúl: (Ríe) Era un depravado.
Susana: Eras muy lindo.
Raúl: Tenía mis motivos.

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Nintendo 64 Víctor Velo

Susana: También encontré mi primer celular, donde anotaste tu número, ¿te


acuerdas? Están algunos mensajes guardados.
Raúl: Todavía no entiendo de dónde saqué el valor para pedírtelo.
Susana: Siempre fuiste muy valiente, Raúl.
Raúl: No tanto.
Susana: En mi cuarto hay tanto que recuerda a nosotros: las fotos, los discos,
tengo todos tus dibujos y tus cartas, encontré hasta el casete donde
grabaste mi canción, ¿te acuerdas de....?
Raúl: Perdóname, Susana. Ya tengo que entrar.
Susana: ¿No me invitas a… ?
Raúl: No. Adentro está mi esposa. Lo digo directo y al punto. No hay otra
manera. Más palabras hubieran desatado un amor o un dolor
interminables, que no harían si no volver a la espiral que era nuestra
relación hasta ese momento. Tuve que cortar de tajo todo lo que
nunca fuimos.
Susana: No juegues…
Pausa. Una mirada larga y directa.
Susana: Perdón. Felicidades. (Lo abraza, torpe pero con fuerza). Yo también
ya me tengo que ir.
Raúl: Avísame si necesitas algo.
Susana: Claro. (Susana camina en sentido contrario a Raúl. De pronto se
detiene). ¡Raúl!
Raúl: Grita y el eco se escucha por toda la calle.
Susana: Las relaciones no duran.
Raúl: Dice más seria que nunca.
Susana: Ni tus papás, ni los míos, ni lo que sea que tuvimos tú y yo.
Raúl: Pero los amigos son eternos.
Susana: Sí
Raúl: Adiós, Susana.
Susana: Yo no quería ser su amiga, pero quería serle eterna.
Fin.

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