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“La Lentitud” de Milan Kundera

En un año como este, en el que vivimos la ironía de tener más tiempo en nuestras manos, pero desear
que el año termine, leer “La Lentitud” de Milan Kundera es una lectura que adquiere un nuevo
paralelismo y cuya moraleja es más relevante que nunca.

“La lentitud”, publicada en 1996, cuenta dos historias paralelas, una en el siglo XVIII y otra en el
presente, que acontecen en en el mismo castillo medieval en las afueras de París. A través de estas dos
narrativas, Kundera explora dos temáticas que aun hoy día son latentes. Una es la relación de la prisa
con nuestra capacidad de construir recuerdos, y la segunda nuestro sentido de identidad, tópico
recurrente a lo largo de toda su obra, en este caso ante los círculos espectadores en los que
participamos en el día a día. Prefiero concentrarme en la primera, quizá por ser la más relevante para los
tiempos que vivimos.

La primera historia introducida por Kundera, narra un encuentro romántico vivido por un caballero de la
alta sociedad francesa del siglo XVIII, junto a Madame de T., una socialité que le supera en rango, edad y
experiencia. Ambos amantes, en el transcurso de la noche, disfrutan de las sutilezas y la sensualidad de
la pausa, de prolongar los momentos y mantener el suspenso.

La historia del Chevalier y Madame de T. se

A lo largo de ambas historias, el autor nos contrasta la actitud de realizar las cosas pausadas a través de
la figura del Chevalier, quien hace a su tiempo, prolongando los momentos de placer y euforia para
preservar su recuerdo; con la cómica y exasperante desesperación de Vincent, quien al hacer todo con
prisa pensando en la acción subsiguiente lleva la noche a un fracaso que provoca hasta vergüenza ajena.

Vincent prueba la teoría de que la velocidad es enemiga del disfrute y del recuerdo. Quiere hacer todo
tan rápido y a la fuerza, pensando en cómo va a lucirlo y contarlo en el futuro, que fracasa.

¿Realmente queremos que pase tan rápido el tiempo, aunque eso implique olvidar muchas de las
riquezas cotidianas que esto ha traído consigo? ¿O queremos aprovechar el cambio de ritmo para
recordar las cosas más pequeñas que antes nos pasaban desapercibidas?

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