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La tormenta

En un destello gris y blanco, Cappy fue golpeado por unos vientos feroces.
La pequeña gaviota del
Ártico rápidamente se enderezó y se balanceó hacia arriba. Trepó cada vez más alto,
con la esperanza de salir de las nubes y encontrar a sus compañeros de viaje.
Cappy había estado volando en medio de nubes esponjosas cuando de pronto se dio cuenta de que el resto de la
bandada había desaparecido y estaba solo, llevado por los agitados vientos de una tormenta repentina. Estaba
comenzando a cansarse, así que descendió nuevamente cada vez más cerca de las olas enfurecidas. Pero ahora la
espuma de las gélidas y gigantes olas lo alcanzaron, y sus plumas se convirtieron en pequeños gránulos de hielo. El
viento feroz lo arrojó, como si estuviera jugando con él. El joven gaviotín ártico se balanceó de un lado al otro,
incapaz de orientarse y perdido en el vasto océano, entre las garras de una tormenta despiadada. El instinto le decía
que buscara tierra firme, pero la costa estaba a más de ciento sesenta kilómetros de distancia hacia el este.
Impulsado por el viento, Cappy era empujado cada vez más lejos, hacia el imponente golfo de Alaska.
Esa misma mañana, temprano, mientras la oscuridad había dado paso a los débiles rayos del amanecer, Cappy y
varios miles de sus amigos se habían elevado por el aire y habían dejado la costa al sur de Yakutat, Alaska, en di-
rección al norte. La bandada siguió la hermosa y sinuosa línea costera de

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