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El tiempo de Camilo

“El hombre es un ser situado y fechado”.


Gabriel Marcel

N o es posible entender el sacrificio y legado del sacerdote y soció-


logo revolucionario Camilo Torres Restrepo, haciendo abstrac-
ción de los acontecimientos y preocupaciones de la época en que se
desarrolló su vida. Particularmente de lo ocurrido desde mediados de
los años 50, cuando comenzó sus estudios universitarios en Lovaina,
mientras se multiplicaban, por el mundo, movimientos sociales y lu-
chas por la justicia, que se acentuaron en el decenio excepcional de los
60, del que tanto se ha escrito en exaltación o vilipendio.1
Nos limitamos a presentar una panorámica general de su tiem-
po, destacando ciertos influjos en el pensamiento y acción de Camilo
dentro del contexto de la sociedad que le tocó vivir, con sus valores,
estructuras sociales y la misma dinámica de los cambios que se venían
operando en ese decenio, a través del mundo, en América Latina y el
Caribe y en Colombia.
Es sabido que durante el tiempo de Camilo, predominó el idea-
lismo, el activismo político, la rebeldía de estudiantes y jóvenes. Las
palabras claves del decenio fueron: cambio, reformas rápidas y radi-
cales. La presión de la época era hacer la revolución.
Sin embargo, hubo quienes, como el presidente Nixon, no vieron
sino una “anticultura”, que habría creado un vacío moral y espiritual,
debilitando los fundamentos de la Sociedad Americana.2 “Anticultu-

1 Ver inter alia, Social Movements of the Sixties and Seventies, editado por Jo Freeman,
New York, 1983; The Sixties without Apology, editado por Sohnya Sayres, Minneapolis,
University of Minnesota Press, 1984; Burns Stewart, Social Movements of the 60s: Sear-
ching for Democracy, Boston, Twayne Publishers, 1990; Myron Magnet, The Dream and
the Nightmare: the Sixties legacy to the Underclass, New York, William Morrow and Co.
Inc., 1993.
2 Richard Nixon, Beyond Peace, New York, Random House, 1994, p. 235. Myron Magnet
le dedica todo un libro al mismo tema, en el que presenta la pobreza, no como un

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Gustavo Pérez Ramírez

ra” que, sin embargo, creó conciencia contra la segregación racial y se


opuso eficazmente a la guerra de Vietnam, contienda que el mismo
McNamara reconoció después como un colosal error.
Hay que comenzar por señalar que Camilo no vivió plenamente
su época sino desde fines de 1954, cuando viajó a Bélgica a iniciar los
estudios de sociología. Salía de siete años y medio de aislamiento del
mundo tras los claustros del Seminario Mayor de San José, en Bogo-
tá, donde el reglamento prohibía la lectura de periódicos y revistas
profanas, lo mismo que escuchar las noticias radiales. Solo se tenía
acceso a revistas religiosas y a los semanarios oficiosos de la Curia, El
Catolicismo; y del Vaticano, El Observador Romano.
Era una vida casi monacal, de largas horas de silencio, obser-
vando con rigor, particularmente “el Gran Silencio”, que comenzaba
cuando la campana señalaba las 9:30 de la noche; solo se rompía al
día siguiente, después de la meditación y la misa diaria, a la hora
del desayuno. No eran tiempos en que se apagaba la luz para dormir
después de ver las noticias televisadas. Se iba a dormir rumiando los
“puntos de meditación” que el director espiritual daba a los semina-
ristas en la capilla antes de retirarse a sus celdas. Y después del desa-
yuno, no había siquiera la ojeada de los titulares del periódico, sino
más oración y estudio. Hasta el almuerzo era en silencio, escuchando
la lectura del Martirologio, y capítulo tras capítulo, de los 16 volúme-
nes de la Historia de los Papas de Ludwig von Pastor.
El ayuno de noticias sobre lo que ocurría en el mundo, preparó la
mente de Camilo para absorber, con mayor avidez, lo que el choque
con la realidad hacía evidente, cuando llegó a Bélgica: un mundo en
transformación, que comenzó a conocer a través de las páginas de “Le
Monde”, el periódico parisino que leía a diario, prefiriéndolo al local
“La Libre Belgique”.

problema económico, sino cultural, atribuirle a la contracultura de los años 60, que se
opuso al capitalismo. Ver The Dream and the Nightmare: the Sixties legacy to the Under-
class, New York, Morrow and Co., 1993.

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El Camilo que conocimos

Un mundo polarizado por la Guerra Fría


Después de la Segunda Guerra Mundial, los Estados Unidos ha-
bían surgido como potencia hegemónica enfrentada ideológicamente,
en la conquista del mundo, contra la otra potencia naciente de la ban-
dera roja. Se repartieron el mundo, con sus respectivos satélites, a los
que les imponían sus “modelos” de desarrollo capitalista o socialista.
Bipolaridad de bloques que se complicó con el antagonismo en-
tre la Unión Soviética y la República Popular China, que culminó en la
ruptura Sino-Soviética de 1957. Mao Tse Tung había surgido en 1949
proponiendo otra posibilidad de movimiento revolucionario.
El imperialismo europeo hacía crisis. Culminaban las guerras de
liberación anticolonialistas en Asia y África. La guerra de Argelia, en
particular, tocó fibras muy íntimas de la conciencia latinoamericana.
Lo mismo que la independencia lograda por la mayoría de los estados
africanos.
Surgía el “tercermundismo” y los movimientos de liberación y
de reivindicación antiimperialista, que fortaleció la Conferencia de los
No-Alineados de Bandung en 1955. Los países del sur iniciaban un
diálogo Sur-Sur en confrontación con el norte económico.
Si predominaba la polarización en las relaciones entre los dos
grandes poderes mundiales, también se enfrentaban judíos y árabes,
blancos y negros; y, en Irlanda, católicos y protestantes, por razones
políticas.
En los Estados Unidos, el senador McCarthy arreciaba su cacería
de brujas, acusando al Ejército de infiltración comunista y creando
una histeria colectiva en contra de lo que significara cambio.
El clima político estaba dominado por la dialéctica antiimperia-
lista, anticomunista y de confrontación armada que marcó la época.
Muy pronto, después de que Camilo llegara a Lovaina, comenzó
a enterarse directamente de las noticias que circulaban atropellada-
mente, y que fueron haciendo mella en su espíritu: que los negros en
Montgomery boicoteaban las líneas de buses; que se generaba un mo-
vimiento contra la segregación racial bajo el liderato de Martin Luther
King; que el general Nasser asumía el poder en Egipto, empeñado
en la creación de una República Árabe Unida, que logró en 1957 con
Siria (el nasserismo iría a tener influencia en Colombia entre políticos

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Gustavo Pérez Ramírez

nacionalistas estimulados por el panarabismo, la cooperación musul-


mana, la solidaridad africana); que en Yugoslavia el almirante Tito
llegaba al poder para imponer una unidad artificial a etnias y nacio-
nalidades diferentes; que los comunistas triunfaban en Hanoi; que en
la Unión Soviética se iniciaba una nueva era después de la muerte de
Stalin en 1953, cuya política de terror sería denunciada por Jruschev
en la Conferencia del Partido Comunista, con amplia repercusión en
el mundo.
También llegaron los anuncios de que tropas soviéticas marcha-
ban sobre Hungría, lo que provocó entre universitarios lovanienses,
un movimiento de solidaridad contra la invasión. Poco después, esta-
lló la crisis del Canal de Suez.
Otras informaciones fueron alimentando las aspiraciones de Ca-
milo por la unidad: una de ellas versaba sobre la Unión Europea, de
la que se venía discutiendo desde 1952 y de la cual fue campeón el
primer ministro belga, Paul Henri Spaak, a quien tuvimos ocasión
de escuchar en Lovaina. En 1957, se firmó el Tratado de los Seis, en
Roma, que dio comienzo al Mercado Común, con la participación de
Alemania, Bélgica, Países Bajos, Luxemburgo, Francia e Italia. Al mis-
mo tiempo, se formaba la Federación de las Indias Occidentales.
Los movimientos universitarios de protesta que recorrieron Eu-
ropa y el mundo entero, ya se incubaban en los años universitarios
de Camilo en Bélgica, donde además estallarían las divisiones entre
walones y flamencos, que dividirían la universidad y el país.
Fue a comienzos de ese decenio, en 1961, cuando el abominable
régimen de Apartheid en Sudáfrica fue condenado por primera vez
por la Asamblea General de las Naciones Unidas, año en el cual se
construyó el Muro de Berlín.
En Estados Unidos, a Eisenhower le había sucedido Kennedy,
quien tuvo una de las más críticas confrontaciones con la Unión So-
viética al inicio de la Guerra Fría, por la presencia de misiles en Cuba.
Asesinado en 1963, le sucedió Johnson, tristemente célebre por la gue-
rra de Vietnam, que en 1964 tuvo una brutal escalada, que contribu-
yó a ahondar la polarización de la Guerra Fría. Estas acciones bélicas
desataron reacciones de diferentes grupos estadounidenses, especial-
mente entre los jóvenes.

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