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Los caballos de los conquistadores (fragmento)

José Santos Chocano

¡Los caballos eran fuertes!


¡Los caballos eran ágiles!
Sus pescuezos eran finos y sus ancas
relucientes y sus cascos musicales…

¡Los caballos eran fuertes!


¡Los caballos eran ágiles!

¡No! No han sido los guerreros solamente,


de corazas y penachos y tizonas y estandartes,
los que hicieron la conquista
de las selvas y los Andes:

Los caballos andaluces, cuyos nervios


tienen chispas de la raza voladora de los árabes,
estamparon sus gloriosas herraduras
en los secos pedregales,
en los húmedos pantanos,
en los ríos resonantes,
en las nieves silenciosas,
en las pampas, en las sierras, en los bosques y en los valles.

¡Los caballos eran fuertes!


¡Los caballos eran ágiles!
(…)
El caballo
José María Eguren

Viene por las calles,


a la luna parva,
un caballo muerto
en antigua batalla.

Sus cascos sombríos…


trepida, resbala;
da un hosco relincho,
con sus voces lejanas.

En la plúmbea esquina
de la barricada,
con ojos vacíos
y con horror, se para.

Más tarde se escuchan


sus lentas pisadas,
por vías desiertas
y por ruinosas plazas.
Balada para un caballo (fragmento)
Jorge Pimentel

Por estas calles camino yo y todos los que humanamente caminan


por esencia me siento un completo animal, un caballo salvaje
que trota por la ciudad alocadamente sudoroso que va pensando
muy triste en ti muy dulce en ti, mis cascos dan contra
el cemento de las calles. Troto y todo el mundo trata
de cercarme, me lanzan piedras y me lanzan sogas
por el cuello, sogas por las patas, me tienden toda clase
de trampas, en un laberinto endemoniado donde los hombres
arman expediciones para darme caza armados de perros policías
y con linternas, y cuando esto sucede mis venas se hinchan
y parto a la carrera a una velocidad jamás igualada
por los hombres, vuelo en el viento y vuelo en el polvo.
Visiones maravillosas aparecen ante mis ojos. Y vuelo
y vuelo. Mis extremidades delanteras ejercen presión
sobre las traseras y paralelamente y a un mismo ritmo
antes de asentarse en el polvo retumban en la tierra.
Relincho. Y mi cuerpo va tomando una hermosísima elasticidad
me crecen pelos en el pecho y es un pasto rumoroso
el que se ondea y es una música y es un torbellino
de presiones que avanzan y retroceden en mi vuelo. Atrás
van quedando millares de kilómetros y sigo libre. Libre
en estos bosques dormidos que despierto con el sonido
de mis cascos.
(…)
Un caballo en mi casa
Wáshington Delgado

Guardo un caballo en mi casa.


De día patea el suelo
junto a la cocina.
De noche duerme al pie de mi cama.
Con su boñiga y sus relinchos
hace incómoda la vida
en una casa pequeña.
¿Pero qué otra cosa puedo hacer
mientras camino hacia la muerte
en un mundo al borde del abismo?
¿Qué otra cosa sino guardar este caballo
como pálida sombra de los prados
abiertos bajo el aire libre?
En la ciudad muerta y anónima,
entre los muertos sin nombre, yo camino
como un muerto más.
Las gentes me miran o no me miran,
tropiezan conmigo y se disculpan
o maldicen y no saben
que guardo un caballo en mi casa.
En la noche, acaricio sus crines
y le doy un trozo de azúcar,
como en las películas.
Él me mira blandamente, unas lágrimas
parecen a punto de caer de sus ojos redondos.
Es el humo de la cocina o tal vez
le desespera vivir en un patio
de veinte metros cuadrados
o dormir en una alcoba
con piso de madera.
A veces pienso
que debería dejarlo irse libremente
en busca de su propia muerte.
¿Y los prados lejanos
sin los cuales yo no podría vivir?
Guardo un caballo en mi casa
desesperadamente encadenado
a mi sueño de libertad.
8 cuartetas en contra del caballo peruano de paso [14 versos]
Mario Montalbetti

arrojo una palabra la palabra describe una parábola


la palabra describe una parábola arrojo una palabra la palabra se separa se aleja de mí
describe una parábola
la palabra describe una parábola la palabra no describe un objeto al final de la parábola
al final de una parábola puede haber puede no haber un objeto al final de la parábola
puede no haber nada pero no puede no haber una parábola
lo único que hay es la parábola que describe la palabra al ser arrojada fuera de uno
arrojo una palabra la palabra se aleja de mí describe una parábola
arrojo una palabra la palabra se aleja de mí describe una parábola
arrojo una palabra la palabra se aleja de mí describe una parábola
arrojo una palabra la palabra se aleja de mí describe una parábola
la palabra no describe un objeto que hay o no hay al final de la parábola solo describe
una parábola
al final de la parábola hay un caballo
la palabra le cae al caballo lo parte en dos tres el caballo colapsa se parte en dos tres
lo extermina
puede haber un caballo puede no haber un caballo al final de la parábola no hay un
caballo
describe una parábola
Matacaballos pero los caballos
Ana Carolina Quiñonez no entendían de reputación
y atropellaban
Para él en la última curva.
entrenar caballos Cómo podrían comprenderlo
no involucraba política ellos iban al hipódromo
ni preguntas sobre la familia pero Erasmo vivía allí.
respuestas sobre fútbol
negocios prometedores
brindis
reuniones
palabras que camuflan
malas decisiones
falta de compromiso.
«Un caballo
no puede esconder su carácter
decir que es un velocista
cuando es un fondero».
Todos duermen
pero Erasmo trabaja
siempre con la pista oscura
solo en el silencio
se puede clasificar un galope.
«Cada uno merece una rutina
incomplaciente».
Erasmo no quería que lo amen
ni que le teman
quería que lo respeten.
No los reventaba
les exigía trabajar los músculos
para extraer la nobleza.
Había querido ser jinete
pero un estirón
le cortó las alas
y lo encerró en las caballerizas.
Los buenos conversadores
no comprendían eso
y que nunca quisiera salir en las fotos.
Matacaballos
lo llamaban.
Intentaron mancharlo

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