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2/5/24, 6:50 PM P.

CERIANI: SERMÓN DEL DOMINGO DE SEPTUAGÉSIMA – RADIO CRISTIANDAD

RADIO CRISTIANDAD

La Voz de la Tradición Católica

P. CERIANI: SERMÓN DEL DOMINGO


DE SEPTUAGÉSIMA

Publicado el sábado 27 enero 2024miércoles 17 enero 2024 por P.VerboVen

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2/5/24, 6:50 PM P. CERIANI: SERMÓN DEL DOMINGO DE SEPTUAGÉSIMA – RADIO CRISTIANDAD

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DOMINGO DE SEPTUAGÉSIMA

El Reino de los Cielos es semejante a un propietario que salió a primera hora de la mañana a contratar
obreros para su viña. Habiéndose ajustado con los obreros en un denario al día, los envió a su viña. Salió
luego hacia la hora tercia y al ver a otros que estaban en la plaza parados, les dijo: “Id también vosotros a mi
viña, y os daré lo que sea justo.” Y ellos fueron. Volvió a salir a la hora sexta y a la nona e hizo lo mismo.
Todavía salió a eso de la hora undécima y, al encontrar a otros que estaban allí, les dice: “¿Por qué estáis
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aquí todo el día ociosos?” Dícenle: “Es que nadie nos ha contratado.” Díceles: “Id también vosotros a la viña.”
Al atardecer, dice el dueño de la viña a su administrador: “Llama a los obreros y págales el jornal, empezando
por los últimos hasta los primeros.” Vinieron, pues, los de la hora undécima y cobraron un denario cada uno.
Al venir los primeros pensaron que cobrarían más, pero ellos también cobraron un denario cada uno. Y al
cobrarlo, murmuraban contra el propietario, diciendo: “Estos últimos no han trabajado más que una hora, y
les pagas como a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el calor.” Pero él contestó a uno de ellos:
“Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No te ajustaste conmigo en un denario? Pues toma lo tuyo y vete. Por
mi parte, quiero dar a este último lo mismo que a ti. ¿Es que no puedo hacer con lo mío lo que quiero? ¿O va a
ser tu ojo malo porque yo soy bueno?” Así, los últimos serán primeros, y los primeros últimos.

Con este Domingo comenzamos el tiempo de Septuagésima, que abarca las tres semanas que preceden
inmediatamente a la Cuaresma.

Y debemos considerar esta Parábola del dueño de la vid, de los viñadores contratados y la manera de distribuir el
salario por parte del primero a los segundos, así como sus implicancias.

Ya advertí el Domingo pasado que volvería hoy sobre esta cuestión crucial.

Ya otros años me he detenido en la explicación de este importante tema; pero, dadas las circunstancias actuales, la
judaización del catolicismo, me parece necesario volver sobre él.

Ante todo, si analizamos la Parábola en sí misma, vemos que el dueño de la viña no es de ninguna manera injusto,
y menos un déspota; todo lo contrario, es liberal y generoso con todos.

La protesta de los obreros de la primera hora es manifiestamente ilegítima; y está inspirada en el sentimiento de la
envidia. Sin este sentimiento de envidia, los viñadores de la primera hora se habrían contentado con el salario
convenido. Pero la envidia se inflama cuando sus compañeros son tratados tan generosamente.

Del seno de la envidia vemos nacer dos nuevas actitudes: una hacia los iguales, otra respecto al dueño de la vid. La
primera es el odio, directamente generado por la envidia contra sus compañeros, sin que ellos hayan cometido
ninguna falta, por el solo hecho de que se les trató generosamente. La segunda es el espíritu de rebelión, que
insinúa a los trabajadores la presunción insolente de discutir y de criticar los actos de la autoridad legítima, cuando
ella es perfectamente conforme a la justicia.

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Considerada desde el punto de vista simbólico, esta parábola puede ser considerada como una figura del
compromiso de Dios con su pueblo; que, a su vez, se impuso recíprocamente a ser fiel.

La parte leal y noble de Israel rogó, sufrió, perseveró bajo los rayos ardientes de un sol de mediodía, como los
obreros de la primera hora; observó el contrato de la alianza que obligaba a las dos partes.

Y Dios cumplió todos sus compromisos: sensible, según su promesa, a las súplicas constantes de este pueblo, el
Señor le envió el Mesías, conforme a la imagen trazada en sus menores detalles por las predicciones de los
Profetas.

Pero la mayor parte de Israel pretendió limitar a sus personas la capacidad infinita del amor de Dios; quiso hacer
del Omnipotente una especie de deudor-esclavo, reclamando para sí, no sólo los favores prometidos, sino también
su poder, su voluntad y hasta esa libertad de hacer el bien según su voluntad.

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Y Dios, como el propietario legítimo de la vid, no negaba a los obreros de la primera hora el salario prometido; al
contrario, lo daba íntegramente, sin restarle nada. Pero se complacía, al mismo tiempo, en pagar la misma suma a
los obreros de la tarde, como era su derecho, y nadie podía objetar o limitar su generosidad.

Por lo tanto, Dios no podía encontrar sino arrogante e insolente esa postura de los criados y criaturas que buscaban
subvertir el orden, queriendo imponer a su Creador y Señor su voluntad y sus pretendidos derechos del hombre o
del pueblo.

Israel tenía todas las gracias. Toda su historia es un largo milagro, jalonado de predicciones y prefiguraciones. Dios
le prodigó sus favores… Pero lo que Israel rendía como fruto, se apresuraba inmediatamente a ingresarlo en el gran
libro de su contabilidad personal…

Esta actitud merecía un castigo. Pero debía ser tal que las promesas divinas fuesen cumplidas; es decir, no debía
venir de Dios, sino tener su fuente en el mismo pecado, en la ruptura del pacto y ser su consecuencia… Israel sería
reprobado…

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Dios había hecho a los hebreos promesas grandiosas que, aparentemente, no cumplió: les había prometido ponerlos
a la cabeza de todos los pueblos… y he aquí que durante veinte siglos han estado dispersos.

Pero, es que el pueblo judío rechazó su salvación, su Mesías y su Reino… Y los Evangelistas indican la
reprobación, paciente y progresiva, del pueblo de Israel por parte de Jesucristo.

Se generalizó en la maldición a Jerusalén; que, aunque fue una profecía, fue también una maldición material, es
decir, cuando se prevé que una cosa mala le va a suceder a alguien y uno se la descubre a gritos para prevenirla; y
eso es más bien caridad, que maldición.

Se acervó en la tremenda invectiva contra los fariseos, en esos ocho «Ay de vosotros Escribas y Fariseos
hipócritas…”

Se concretó en las dos Parábolas del Convite, en que Cristo alude al retiro del Reino de los que ahora lo poseían
para darlo a otros; dobladas por la Parábola de la Viña Usurpada, en que Cristo descubrió claramente lo que le iban
a hacer a Él, y lo que les iba a pasar después a ellos.

Y finalmente, se volvió del todo directa y explícita en la Parábola de la Higuera Estéril, reforzada por la Maldición
de la Higuera el Lunes Santo; la cual se halla muerta el Martes Santo.

+++

Sí, las promesas de Dios a los hebreos fueron grandiosas… Basta recorrer los libros proféticos para ver que, desde
Abrahán hasta Malaquías, la imagen de un Rey invencible, el Mesías, y un Reino grandioso se levanta cada vez
más claramente.

Todo esto era la razón misma de la vida de Israel y de su Religión. Los hebreos custodiaban esos libros proféticos
con orgullo y eran su esperanza.

Esta profecía, que se concreta y se engrandece al rodar de los siglos, duró, pues, hasta Malaquías, el último Profeta,
que en cierto modo resume a todos. Su profecía es mesiánica y al final parusíaca, como es general en los Profetas.
Pero también están conminados de convertirse, sobre todo los sacerdotes, bajo amenaza de “ruptura del Pacto”.

En esta Profecía, como en todas, pero de manera más explícita, está la clave para entender lo que pasó.
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¿Qué pasó? El fariseísmo se formó en esos cuatro siglos, entre Malaquías y Jesucristo, el Mesías. Se trataba de la
falsificación del ideal hebreo; es decir, ese ideal fraudulento de un Mesías que debía imponer en el mundo el Reino
de los Judíos por las armas y la violencia.

Y en los tiempos de Jesús, allí está el fariseísmo, vigente con enorme fuerza…; la corrupción denunciada por
Malaquías se había consumado…

+++

Las promesas divinas eran condicionadas, y los judíos quebraron el Pacto. Pero los planes divinos no se quiebran
nunca y sus promesas son sin arrepentimiento. Al final de la profecía de Malaquías surge una promesa, que no es
condicionada, sino absoluta: es la promesa del triunfo definitivo de Israel en la Parusía. Su conversión a Dios está
profetizada…

Jesucristo declaró solemnemente la ruptura del Pacto divino con la Sinagoga; todas las amenazas divinas
contenidas en los Profetas cayeron sobre Israel; y su conversión y triunfo fueron aplazados para el fin del mundo.

En la parábola de la Higuera Maldecida, Cristo predijo, no sólo la desecación de la Sinagoga, sino, al mismo
tiempo, su futuro remoto reverdecer. Cristo contempla desde arriba los dos tiempos con luz profética, a la luz de la
presciencia divina; por encima del libre albedrío humano.

Jesucristo hizo una cosa importantísima: partió los Tiempos; que en los Profetas anteriores están mezclados,
indistinguibles.

Isaías, Jeremías, Zacarías hablan del Ungido o Mesías en sus dos Venidas en forma tal que a veces es difícil
discernir si una profecía es “mesiánica” o bien “parusíaca”. En realidad, ellas son las dos cosas a la vez, con el
acento puesto en uno u otro “Tiempo”.

Las profecías cristológicas tienen dos fases: se ha cumplido la fase mesiánica, no se ha cumplido aún la fase
parusíaca.

Entre los dos «tiempos», Cristo tenía que morir, y la Iglesia tenía que nacer y extenderse por un largo lapso; en el
cual la higuera maldita no daría sus frutos.

+++

La llamada «cuestión judía», en su fondo, que es religioso, gira en torno de tres hechos enormes: pasado, presente y
futuro:

– 1°, el Deicidio: los judíos rechazaron y crucificaron a su Mesías;

– 2°, la actual Abyección del pueblo judío, tanto moral, como física;

– 3°, la futura Conversión y Restauración vaticinada, no solamente por San Pablo en su imponente capítulo XI Ad
Romanos, sino también por Cristo y por los Profetas anteriores, clarificados por el Nuevo Testamento.

Todo el «misterio judío» está aquí.

Cuando Jesucristo, más tarde, nombró de nuevo a la higuera brotando y advirtió: “así, cuando veáis que estos
signos se cumplen…”, ¿quiso decimos que el Signo Principal de su Parusía sería el reverdecer de la Sinagoga?
Puede que sí…

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Pero, en todo caso, es cierto que el extraño milagro de la Higuera Maldecida y al punto Desecada, representan la
Sinagoga y su destino.

Nos guste o no, es verdad que los judíos detentan una llave importantísima de la historia del mundo…; y la
conversión de los Deicidas será «la resurrección del mundo», dice San Pablo…

Por ahora, ellos van con los oráculos divinos celosamente conservados en sus manos, pero con los ojos
vendados…, de modo que no los entienden…

En muchas catedrales góticas, a ambos lados de la puerta, están esculpidas la Iglesia y la Sinagoga; esta última con
la Biblia en la mano y los ojos vendados…

Cuando comience a caer esa venda, y los judíos «miren al que traspasaron», como dice el Profeta Zacarías y retoma
San Juan, y se conviertan, el Crucificado los recibirá…

+++

Toda esta historia encierra una lección gravísima para el católico, pues el cristianismo tiene las promesas infalibles
de Cristo; y en esas promesas, falseándolas, algunos se ensoberbecen o se adormecen…

Pero la Sinagoga también tenía sus promesas… Y le sucedió lo que sobrevino…

Algunos católicos extienden el “he aquí que estoy con vosotros hasta la consumación de los siglos”, o aquel “las
puertas del Infierno no prevalecerán”, o ese “Yo he rogado a Dios, oh Pedro, para que no falle tu fe”… Extienden,
digo, esas promesas y las aplican indebidamente.

Es un grave abuso… El mismo abuso de la Palabra de Dios por parte de los fariseos…

Contra este abuso está escrito: “Cuando Yo vuelva, ¿creéis que encontraré la fe en la tierra?”

Contra este abuso, San Agustín, Doctor de la Iglesia, al comentar las señales que precederán a la Segunda Venida
de Nuestro Señor, escribió: “Cuando se obscurezca el sol, y la luna no dé su fulgor, y las estrellas caigan del cielo,
y las fuerzas de los cielos se estremezcan, la Iglesia no aparecerá” (Ecclesia non apparebit).

Contra este abuso, explicando aquello de la abominación de la desolación en el lugar santo, San Jerónimo dijo:
“La abominación de la desolación puede significar también toda doctrina perversa (Omne dogma perversum). Si,
pues, vemos levantarse el error en el lugar santo, es decir, en la Iglesia, y presentarse como una doctrina divina,
debemos huir de la Judea a las montañas, esto es, dejar “la letra que mata” y la perversidad judía, acercándonos a
las colinas eternas (…); no bajar a recoger nada de la casa de nuestra vida primera, ni ir a buscar lo que está detrás
de nosotros; antes bien, sembrar en el campo de las Sagradas Escrituras a fin de recoger sus frutos”.

Por su parte, contra este abuso, el Cardenal Manning nos asegura que “los Santos Padres, tanto de Oriente como de
Occidente, tanto los griegos como los de la Iglesia latina, todos ellos por unanimidad, dicen que, durante el reinado
del Anticristo, el Santo Sacrificio del Altar cesará; y que entonces la Iglesia se dispersará, será impulsada a ir al
desierto, y será por un tiempo, como era en el principio, invisible, oculta en las catacumbas, las cuevas, las
montañas, los escondrijos. Durante un tiempo será barrida, por así decirlo, de la faz de la tierra”.

Contra este abuso, el futuro gran Cardenal Pie, en noviembre de 1859, con ocasión de la solemnidad de la
recepción de las reliquias de San Emiliano, se expresó de este modo: “A medida que el mundo se aproxime de su
término, los malvados y los seductores tendrán cada vez más la ventaja. No se encontrará casi ya la fe sobre la
tierra, es decir, casi habrá desaparecido completamente de todas las instituciones terrestres. Los mismos creyentes

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apenas se atreverán a hacer una profesión pública y social de sus creencias. La escisión, la separación, el divorcio
de las sociedades con Dios, dada por San Pablo como una señal precursora del final, irán consumándose de día en
día. La Iglesia, sociedad ciertamente siempre visible, será llevada cada vez más a proporciones simplemente
individuales y domésticas. Finalmente, habrá para la Iglesia de la tierra como una verdadera derrota: «se dará a la
Bestia el poder de hacer la guerra a los santos y vencerlos». La insolencia del mal llegará a su cima”.

En fin, la fe estará tan reducida y oculta como para no encontrarla… ¿Por culpa de quién? Por culpa del
engreimiento cristiano, contra el cual nos previene formalmente San Pablo: si la oliva verdadera por su soberbia fue
cortada; también puede ser cortado el acebuche injertado, que ni siquiera es la Oliva primitiva.

+++

Regresando a la Parábola de la Viña y los Viñadores, el sentido de los últimos serán los primeros, y los primeros
serán los últimos, es, por lo tanto, que los primeros en ingresar en el Reino deberían haber sido los judíos; mas, por
su negligencia y su culpabilidad, vendrán a ser los últimos en ingresar en la Iglesia, mientras que los gentiles serían
de hecho los primeros.

Importa mucho comprender bien este paso del Evangelio. Fijémonos, por de pronto, en las circunstancias en que el
Salvador pronunció esta parábola y el fin instructivo que directamente se propuso. Se trataba de advertir a los
judíos que se acercaba el día en que desaparecería la Ley Mosaica, para dar lugar a la Ley Cristiana, y disponerlos a
aceptar de buen grado la idea de que los gentiles iban a ser llamados a hacer alianza con Dios.

La viña de que se trata es la Iglesia en sus diversos esbozos, desde el principio del mundo hasta que Dios mismo
vino a habitar entre los hombres, y crear en forma visible y permanente la sociedad de los que en Él creen.

Las más estupendas misericordias se reservaron para este último período durante el cual la salvación había de
extenderse a los gentiles por la predicación de los Apóstoles.

En este postrer misterio Jesucristo se propone confundir el orgullo judaico. Notemos y descubramos las
repugnancias que fariseos y doctores de la ley mostraban viendo que se extendía la adopción a las naciones, en las
querellas egoístas que dirigen al padre de familias los obreros convocados a primera hora.

Esta obstinación será sancionada como merece. Israel, que trabajaba antes que los gentiles, será rechazado por la
dureza de su corazón; y los gentiles, que eran los últimos, llegan a ser los primeros, siendo hechos miembros de la
Iglesia católica, Esposa del Hijo de Dios.

La Sinagoga interpretó alegóricamente todas las Profecías que anunciaban el aspecto humilde de la Venida del
Mesías, y pasó por alto aquellas que enunciaban la ceguera que amenazaba a Israel, acomodando así las Profecías a
su «gloriosa tradición». Así condujo al pueblo judío a aquella espantosa impiedad y apostasía, que lo llevó al
deicidio, al rechazar y hacer crucificar a Jesús, Rey de los Judíos.

El misterio de la Venida de Cristo ha sido siempre una dificultad grandísima en la interpretación de las Profecías:
queda siempre la difícil tarea de separar bien los elementos de la palabra profética que se refieren a la Segunda
Venida gloriosa de Cristo para no aplicarlos, equivocadamente, a su Primera Venida.

Los judíos tropezaron. Que sirva de advertencia para nosotros: no alegoricemos las profecías acerca de la Segunda
Venida de Cristo.

El ejemplo de Israel es pues un aviso a fin de que guardemos fielmente la palabra profética, escudriñándola con
humildad, para no caer en semejante ceguera, la cual repentinamente podría causar nuestra ruina.

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Además, la misma Palabra profética nos avisa que muchos misterios que se refieren al Reino han de quedar
sellados hasta el fin de los tiempos, hasta cuando estén por cumplirse.

Que Nuestra Señora del Apocalipsis nos ilumine sobre estos misterios y nos fortalezca para afrontarlos…

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