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El gran navegante Andrea Doria (1466-1560) elogiaba su seguridad con su famosa cita ''No
hay navegación más segura que julio, agosto y el puerto de Cartagena'' . También lo apoya
Miguel de Cervantes en su “Viaje del Parnaso”, obra narrativa en verso, donde saliendo desde
el puerto de Cartagena, emprende la misión, después de reclutar a los mejores poetas
españoles, de librar una batalla contra los poetas mediocres. Sus versos quedan reflejados en
el mosaico que existe en la fachada del gobierno militar, frente al ayuntamiento de Cartagena.
Tras la salida de los bizantinos, el puerto perdió interés. Con Alfonso X, su reino se encontraba
inmovilizado entre la Corona de Aragón y el Reino de Granada, Cartagena fue la única salida
del reino castellano al Mediterráneo. La importancia estratégica de este puerto era básico para
la política militar del Alfonso X el Sabio.
Pero, pese a sus buenas cualidades de magnifica ensenada, había un inconveniente peligroso
que debían conocer los marinos para acceder a ella: La Laja o Losa del Puerto, o simplemente
la Losa.
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Perfil de la losa sumergida, dirección alineada con torre ayuntamiento y molino Molinete
De la época árabe queda en pie la linterna del castillo de la Concepción, que hacía las veces
de faro, para señalar la posición de la Laja.
En todos los planos desde 1500 se marcaba la localización de la molesta losa, aunque no con
la exactitud debida para el buen gobierno de las embarcaciones, ya que toda la navegación era
a vela.
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Se pensó en destruir este escollo submarino, y había un proyecto del 15 de mayo de 1854
para volar con pólvora los 10.000 metros cúbicos de piedra arenisca de la Losa,ascendiendo el
presupuesto a 1.329.960reales de vellón. Se desestimó esta idea, ya que los escombros
ocasionados por la voladura podrían impedir la navegación al disminuir la profundidad en sus
cercanías.
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Los fuertes vientos del sur y del suroeste, por la configuración de la bahía, producen
alteración en sus aguas, y dificultando la maniobrabilidad de los veleros al pasar cerca de la
Losa, con los consiguientes naufragios; pudiendo evitarse este inconveniente con la
construcción de dos diques rompeolas que defenderían la dársena de estos vientos.
Uno de ellos seria el dique de Curra, arrancando de la costa de levante, que conocemos
como playa de San Pedro y terminando en la Laja o alto fondo situado a la entrada del puerto,
eliminando al mismo tiempo el problema que causaba esta enorme roca cerca de la superficie.
La longitud del dique seria de 762 metros; el otro rompeolas, llamado de Navidad, tiene su
origen en la costa de poniente y punta del mismo nombre, y siguiendo dirección Sureste
termina, mar adentro, a los 190 metros de su arranque. Al final de cada escollera, se proyectan
dos recios y vistosos faros.
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El 17 junio de 1857 se inician las obras, a los diez años llevaban depositadas unas 500.000
toneladas de material procedente de las canteras próximas, para la confección de las
dos escolleras, más unos cinco mil bloques de hormigos, que formarían el muelle anexo.
Pese a disminuir la distancia de la primitiva bocana, que era de 520 metros, los 350 metros que
ahora separan el canal existente entre el faro de la Curra y el Espalmador son suficientes para
permitir el paso y maniobrabilidad de buques de alto porte. Y estas escolleras evitan los
movimientos de mar ocasionado por los vientos, quedando el puerto en su interior como una
balsa, al no ser afectados por ellos.
Las obras se finalizaron en 1885.
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Una descripción de las dos escolleras, para más información, puede consultarse en la revista
de obras públicas núm. 1116 de 1897 en la siguiente dirección:
http://ropdigital.ciccp.es/pdf/publico/1897/1897_tomoI_1116_05.pdf