Está en la página 1de 27

LAS UVAS AGRIAS

Por Patricia Suárez

"Los padres comieron las uvas agrias, y los


dientes de los hijos tienen la dentera"

Ezequiel 18:2

"Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que


haya nacido ciego? Respondió Jesús: No es que
pecó éste, ni sus padres, sino para que las
obras de Dios se manifiesten en él."

Juan 9:2,3

Hace 50 años atrás


Hace 30 años atrás
Hace 15 años atrás.
Y época actual

Personajes:
Anfisa, la madre
Aldo, el amante
Pablito, el hijo
Marina, la hija
Pablito niño
Bin, la joven madre de Anfisa
Anfisa niña.

1
Escena 1
Treinta años atrás
Un ático, desordenado, polvoriento. Unas sillas de madera, una encima de otra, tapan las
ventanas. Hay telarañas, que se ven a través de la luz del día. Porque es la tarde y aun
hay sol. Encima de unos colchones de goma espuma, una pareja se desnuda y comienza
los juegos previos para hacer el amor.
ALDO: Te quiero, Anfisa.
ANFISA: Yo también, querido. Como no he querido a nadie en…
ALDO: Anfisa, hay una criatura espiando.
ANFISA: Qué?
ALDO: Que hay un chico mirando a través del ventiluz.
ANFISA: Adónde?
Aldo le muestra la ventana.
ALDO: Estaba ahí.
ANFISA: Ahí?
ALDO: Espero que no sea tu hijo. Vos no me dijiste que tu hijo estaba …?
ANFISA empieza a vestirse: Me cago en la hostia!
ALDO: Fue un segundo, apenas lo vi. Vos lo viste…?
ANFISA: Me cago en Dios que una no tenga un instante libre en esta casa …!
ALDO: No habrá visto nada, apenas lo miré salió corriendo.
ANFISA: Por la reputísima madre, Aldo. Estoy harta, harta de que nadie…
ALDO: Esperá, Anfisa. Si vos salís así, van a darse cuenta que…
ANFISA: Dejáme, Aldo. Le voy a pegar tal mamporro a la pequeña bestia que se le van
a quitar las ganas…
ALDO: No, Anfisa, no. Mirá si le cuenta al padre que vos… que nosotros…
ANFISA: La lengua le voy a cortar!!!
ALDO: Calmáte que yo hablo con él. Mañana, en la escuela.
ANFISA: Haberlo parido a ese desgraciado para que tire ahora para un extraño.
ALDO: Para el padre, Anfisa. El problema es si se lo cuenta al padre…
ANFISA: Yo nunca lo quise al padre. Vos lo sabés, yo te lo conté. No había tomado una
gota cuando te lo conté; estaba sobria y si parecía borracha es porque no haber querido
ni de lejos al padre de mi hijo es la mayor tragedia de mi vida. Igual, no me creíste.
Porque el único idiota que cree que lo quise al padre de mi hijo, sos vos.

2
ALDO: Vestite, no salgas así. Están los vecinos…
ANFISA: Te digo más, creo que ni siquiera el padre de mi hijo me quiso alguna vez a
mí. Le notaba el odio en los ojos cada vez que volvía a la casa a la noche de trabajar en
la carnicería con los delantales ensangrentados, que ni se lavaba el muy cerdo; el odio es
como una chispa verde que brilla y brillla. Te repite: “Largáte de mi casa, mala pécora”.
Para que te quede claro, te lo cuento.
ALDO: No sé si era tu hijo el que espiaba, Anfisa. No estoy seguro; no le hagas daño al
chico. Lo vi apoyado contra el vidrio… me pareció que tenía el pelo rojo… Viste cómo
son los chicos, son traviesos…
ANFISA: Un hijo de puta es. Eso es lo que es.
ALDO: Es un chico, Anfisa. Son todos así, vos sos maestra, tenés que darte cuenta
que… No te pongas así que…
ANFISA: Napalm por encima pondría.
ALDO: Los zapatos ponéte, no salgas descalza a la calle.
ANFISA: Estoy hablando del padre.
ALDO: No le vayas a pegar, Anfisa. Después, me va a agarrar bronca tu hijo.
ANFISA: Sanguijuela hija de mil putas.
ALDO: No, Anfisa, no.
ANFISA: Estoy hablando del padre, Aldo. (luchando con la presilla del zapato) La
próxima vez subo en camisón y chancletas a encontrarte, para que no me dé trabajo el
zapato, por el amor de Dios! Por qué nadie en este universo me hace caso?! Por qué no
fuimos a un hotel?!
ALDO: Dejáme que te ayude con el zapatito, Anfisa.
ANFISA; No! No me toques!
ALDO: Anfisa, es un segundo.
ANFISA: No, vos querés empezar de nuevo a acariciarme con tu instinto lascivo…
ALDO: No sé si podría, Anfisa, lo de la lascivia en este momento… yo... Lo que de
verdad quiero es que vayas a ver a ese chico, a lo mejor está muy impresionado y si nos
vio o no nos vio. Entendés que el padre de tu hijo es carnicero! Sabe manejar cuchillos,
hachuelas…
ANFISA: Síp. Ganó un concurso de faena de res, en Dolores, provincia de Buenos
Aires, Medalla de oro.
ALDO: Ay, Anfisa!
ANFISA: Una semana sin prender la televisión, le voy a castigar. Ajá! Cuando me oiga,
¡se terminó el helado, el flan, la Coca Cola, las figuritas, mierda a todo! Punto a todas
los caprichos que una le da porque es hijo único. Sabés lo que voy hacer, Aldo? Salgo

3
de acá le meto el chancletazo de su vida a ese demonio y después me voy directo al
Hogar del Huérfano y adopto seis chicos. Seis, Aldo! A ver cómo se siente él de tener
que compartir la madre con seis hermanos, eh. Ahí sí que verá si puede vivir pegado a
mis polleras! A ver si cuando intenta pegotearse a mí, uno de los huérfanos no le rompe
la mandíbula con un crack a la mandíbula!
ALDO: Un cross, Anfisa.
ANFISA: Vos dejáme obrar a mí; no te metas a pegarle vos. Me querés esperar acá
o…?
ALDO: Preferiría irme.
ANFISA desolada: Irte?
ALDO: Es que, entendéme… Tengo el corazón en un grito.
ANFISA de pronto sesuda: Pero vos te vas a casar conmigo después?
ALDO: Sí, Anfisa. Pero si el chico se entera así me va a odiar.
ANFISA: Vos me dijiste que te ibas a casar conmigo.
ALDO: Sí, sí.
ANFISA: A lo mejor me dijiste para acostarte conmigo nada más.
ALDO: No, Anfisa, no.
ANFISA: Echaste la cuenta: me acosté con la profesora de matemáticas, me acosté con
la de educación física, me acosté con la de francés, me acosté con la celadora que es un
adefesio, ¿quién me queda? Anfisa, la de lengua.
ALDO: No, Anfisa. Además no me acosté con la celadora. Eso se lo inventó ella porque
ni la miré.
ANFISA: A mí si no me vienen con una propuesta seria, no doy cabida. Una cualquiera
no soy.
ALDO: Anfisa, vos sos la joyita de mi joyero.
ANFISA: …
ALDO: Anfisa, yo estoy enamorado de vos.
ANFISA formal: Te agradezco, Aldo.
ALDO: Es la verdad. No se lo puedo contar a nadie porque vos sos casada y si se entera
tu marido, que tiene la carnicería y aunque vos digas que le va mal con la carnicería, le
va bien, al menos la carne la corta bien, nadie se queja de los cortes y…
ANFISA: Ya estoy calmada.
ALDO: Me alegro, Anfisa.
ANFISA: Es extraño cómo la calma invade a la personas en los momentos críticos.

4
ALDO: No tanto, si te hubieta dejado ir hace dos minutos estrangulabas a tu propio hijo.
ANFISA: Vaya a saber si habrá sido Pablo el que espiaba. A lo mejor te lo imaginaste.
¿Cómo iba a subirse Pablo hasta acá si tiene agorafobia? Tan chiquito y con agorafobia,
sí. Muy sensible ese chico, en eso salió a mí. Pablo es muy tímido para espiar en los
áticos si…
ALDO: Un culo de mujer siempre es atractivo.
ANFISA: Qué decís, Aldo?
ALDO: Capaz que oyó ruidos y pensó que éramos fantasmas. Subió haciéndose el
cazafantasmas y ahí nos vio.
ANFISA: Me hacés reír. El? Que está siempre concentrado en sus avioncitos de cartón
pintado, hasta le cuesta expresar sus emociones…
ALDO: Estaba ahí con la nariz pegada al vidrio.
ANFISA: Cuando lo veo que se ofuscó por algo, le incito: Pablo, hijo, sacá el enojo.
Quedarse con el enojo adentro puede hacerte mal.
ALDO: Hasta me pareció que se relamía.
ANFISA: Mirá a papá que tiene una úlcera péptica, le digo. Un día de estos la úlcera
péptica se le abre y chau papá.
ALDO: Me ponés más nervioso, Anfisa.
ANFISA: Pablito, hijo, la ira es un sentimiento muy humano.
ALDO: Así el chico un día corre, agarra la cuchilla de carnicero y me abre en canal. No
le digas esas cosas.
ANFISA: Vos no sos el profesor de moral, Aldo? Está bien o está mal guardarse las
emociones? Yo a veces las saco a relucir y a veces me las guardo. Nunca sé cuándo está
bien.
ALDO: No sé, Anfisa. Yo te vi metida en el trajecito sastre ese y…
ANFISA: Aldo, ¿vos qué estás haciendo acá en el altillo de mi casa? Honestamente,
decíme.
ALDO: Yo te amo, Anfisa.
ANFISA: Ay. Aldo. Aldo, Aldo, Aldo, Aldo. Yo también.
ALDO: Anfisa.
ANFISA; Yo también, querido. Te amo, Aldo.
Fin de Escena 1. Suena un clap!

Escena 2

5
Treinta años después, época actual.
Velatorio; sentado, Pablito, un muchacho de unos 40, de jeans y camisa limpia, metida
dentro del pantalón. Tiene un aire de irremediable timidez y se limpia los anteojos a
cada rato; es muy miope. Entra Anfisa, de negro absoluto y hasta con velo, que parece
una parodia de viuda, renguea un poco, tiene un dolor en la cadera, lo besa.
ANFISA: Vine apenas pude. (lo acaricia) Tenés que pegarte cinta scotch en las orejas
cuando duermas, se te están abriendo de nuevo.
PABLITO: Qué?
ANFISA: Las orejas. Otra vez las tenés como pantallas, igual a cuando eras chico. Que
estás muy orejón.
PABLITO: …
ANFISA: Después me acerco a verlo. ¿Se ve muy mal?
PABLITO: No. Está medio azul, por la falta de oxígeno.
ANFISA emocionada: Pobrecito tu padre, él sí que era un santo. Tu padre te adoraba,
Pablito. Vos siempre tenés que recordar eso. Que aunque nosotros no hayamos sido la
familia ejemplar para vos, él te quería más que a nadie. El no habrá sido un padre de
película norteamericana… bueno, no sé qué película citarte, ahora me vienen a la mente
las de la Mafia únicamente… pero para él vos eras todo.
PABLITO: Ya sé.
ANFISA: Lástima nunca volvimos a hablar. A hablar en serio de nuestro amor, de
nuestro matrimonio…
PABLITO: Me dejó todo.
ANFISA: A quién?
PABLITO: A quién va a ser? A mí. El local donde estaba la carnicería me lo donó hace
como cinco años, cuando fue lo de Karen, que nos íbamos a casar y así teníamos algo
con qué empezar y al final… Me dejó el departamentito de la calle California, y le hizo
sacar la plata a Gladys de las cuentas del banco y me las dio.
ANFISA: Quién es Gladys?
PABLITO: La mandó todos los días al cajero automático con las tarjetas y ella fue
sacando así lo que podía… Viste que no podés sacar todo de una sola vez en el cajero
automático; te permite un monto. La cuenta en dólares no te dá dólares, te convierte a
pesos cuando retirás por cajero… así que como eran pesos enseguida fui y cambié a
dólares; pero se perdió plata en el cambio…
ANFISA: Gladys es la señora que lo cuida?
PABLITO: Yo pensé que papá le iba a dejar el departamentito a ella. Vos sabés que la
quería.

6
ANFISA: A la cuidadora? No, no sé. Sí, bueno, supongo que sí. El era muy cariñoso
con todo el mundo. La carnicería de él la conocían en toda Buenos Aires: era famoso.
Por el trato que tenía con la gente; venía clientela desde Balvanera. Dos barrios había
que cruzar para comprarle carne en la carnicería de tu papá. Siempre cantaba, siempre
silbaba. Te conté cómo convenció al jurado del concurso de faena en Dolores para que
le dieran el primer premio?
PABLITO: Se estaba por casar con Gladys.
ANFISA: Quién? Hablás todo confuso y no te entiendo; debe ser por el pesar que hablás
así con una papa en la boca. Mirá, allá está Amelia. Está operada o está destrozada? No
veo bien; ¿esa es Amelia la hermana de tu padre? Ya enterró a todos los hermanos; qué
vieja lechuza. Se debe estar relamiendo de habérselo quitado de encima para hacer a sus
anchas; tu padre la controlaba mucho a Amelia; era muy casquivana y en el último
tiempo: ¡el bingo! Parece que no tiene malestares una mujer, para de pronto encima
inclinarse al vicio del bingo! La plata que habrá gastado en cartones.
PABLITO: Papá se estaba por casar con Gladys. Salía a bailar tango con ella.
ANFISA: Esperá, no te entiendo. ¿Quién es Gladys? Vos decís que la señora de la
limpieza llevaba a tu padre a la milonga, Pablito? Tu padre estaba perdido
evidentemente, ¿qué hacía yendo a la milonga con la doméstica?
PABLITO: No era la doméstica! Era la novia.
ANFISA: Por favor, Pablito. No digas barbaridades, respetá la memoria de… Qué hace
Amelia abrazada al cajón? Ya habrá estado chupando; pobrecita Amelia. Tu padre la
tenía por una santa.
PABLITO: No llegó a dejarle la casa, la suya. La casa que vivíamos cuando yo era
chico. No testó, y ahora yo no sé qué hacer con la casa; qué corresponde…
ANFISA: Dios mío, Amelia va a tirar el cajón al suelo si lo sacude así? Qué locura,
cómo le vas a dejar la casa a una sirvienta? Vendé la casa. Dale unos pesos, unos
dólares, la moneda que sea a la doméstica, la novia, la novia doméstica (rie)… Perdoná,
hijo mío. Yo también estoy nerviosa; lo quería mucho a tu padre. Cuando una quiere a
un hombre una vez, de esas veces que decís Te voy a querer siempre, nunca deja de
querer. Esa es una verdad como el agua. Transparente, quiero decir.
PABLITO: La tía lo abraza porque está confundida.
ANFISA: Tu tía Amelia tenía lo suyo, no te creas. Era una harpía que metía cizaña entre
tu padre y yo. Si te digo que me separé por su culpa, no te miento.
PABLITO: Cree que es su propio padre, mamá. Cree que es el abuelo Gigio cuando le
dio…
ANFISA: El quién? Ah, sí. Pero, ¿qué? Está loca, cómo va a ser… Es que ella tiene la
misma enfermedad de Elenita; uno de los psiquiatras, un genetista, me explicó que
podía ser hereditario, que podría haber un gen… Más te miro, veo que tenés las orejas
de Eduardo mi hermano. Tenés que operarte esas orejas, que te las dejen chiquitas.
PABLITO: La tía Amelia es hermana de papá. Marina es hija de tu segundo marido.

7
ANFISA: Bueno, a lo mejor la sangre de una se contamina por tener relaciones sexuales
abundantes con un hombre y cambia. Cuántas enfermedades venéreas afectan la sangre?
El HIV no es por la sangre? Capaz que ahora mi sangre está modificada por la sangre de
tu padre y le pasé la enfermedad de tu tía Amelia a Elenita. Vos sabés cuántas veces
hicimos el amor tu padre y yo? Millones de veces: vos no sabés lo que es un carnicero
ardiente.
PABLITO: Marina está bien?
ANFISA: Ver se vé bien, pero como no me habla no puedo saber. Está enojada conmigo
hace una semana.
PABLITO: Me dijo que iba a venir, si podía.
ANFISA: Es una porquería tu hermana. Ni pidiéndole de rodillas venía al velatorio. Por
favor, le pedí. Nada, una maldita. Chillaba que él no era su padre y no tenía la
obligación de estar. Pero decíme si hay que ser tan malvada.
PABLITO: No es su padre, en eso tiene razón.
ANFISA: Le hiciste un ADN a tu hermana para saber quién es el padre?
PABLITO: Mamá, vos me dijiste que es la hija de Aldo. Yo tenía ocho años y vos…
ANFISA: Ya sé, ya sé. Estoy arrepentida, mirá. Tengo un peso acá en el corazón que es
un milagro que no me caiga muerta ahora mismo como le pasó a tu padre.
PABLITO: El tenía una cardiopatía, mamá.
ANFISA: Yo también la tengo; pasa que no me la descubrieron aun. Cada vez que voy
al médico el tipo está en Babia, no sé, me hace subir a una cinta para caminar y darme
charla… Yo para caminar, me voy al parque…
PABLITO: Se llama ergometría.
ANFISA: Quién? En realidad, si me caigo muerta ahora mismo te ahorro un dolor, me
enterrás junto con tu padre, los dos en la misma tumba, como quisimos siempre, como
planeamos el día que nos casamos. Qué día maravilloso: ¡llovía tanto! La lluvia augura
alegría en el matrimonio; yo tenía el vestido todo enchastrado de barro. (breve tiempo)
Yo nunca le tendría que haber dicho a Aldo que estaba esperando un hijo. Le decía a tu
padre que la Marina era de tu padre y punto. Tu padre era un santo, no se iba a poner
quisquilloso por alimentar una boca más. Carne, no faltó nunca. Y tu hermana hubiera
salido más normal; el otro día se atacó y me quemó todos los libros de magisterio. Me
dijo que no se estudiaba más con esos libros anticuados y que ocupaban mucho espacio.
Yo la zamarreé y le dije que eran efectos sentimentales y ella me escupió que yo nunca
aprendí un cuerno y toda la vida fui una mala maestra y un mal ejemplo. Le amenacé
que si seguía así, la hacía ver por el doctor Yribarne y que la internara otra vez y esta
vez no le llevaba ni los piyamas que le gustan; que se quedara con la bata de la clínica
puesta. Me levantó la mano así como para darme un sopapo la malévola; le agarré la
mano en el aire y le dije: Mocosa de mierda, si yo hubiera sabido que iba a tener una
hija loca como una chiva, te abortaba. Ahí se largó a llorar y se calmó. Por lo menos se
calmó; después fue le hizo la sopa al padre…pero no nos hablamos desde ese día.

8
PABLITO: Tenés que ver que Marina no descuide la medicación.
ANFISA: Lo cuida al papote…
PABLITO: Sí, pero mantenerla ocupada no es igual que los remedios. Ya te lo expliqué,
mamá. Si no toma los remedios, ella se brota; es una enfermedad lo que tiene, no un
capricho. Te lo explicó con todo detalle Yribarne delante mío, cómo funciona la mente,
la cabeza de un psicótico.
ANFISA: No le digás así; no me gusta. La estigmatizás. Quiere estudiar cocina con un
chef de la televisión. El chef está peor que ella; el curso cuesta carísimo. Le pregunté a
Aldo qué hacemos, si la mandamos igual al curso del chef, para que haga algo de su
vida. Le tiembla tanto la mandíbula que tarda una hora para decir una frase; no le
entendí palabra lo que me respondió Aldo. Pero si la Marina está ociosa, más loca se
pone. No me lo niegues. Porque tiene el día entero para pensar idioteces, eso de los
metales de los que estamos hechos las personas: eso es pura pereza. El día que le dio el
ataque me vino con que ella era de bronce, puro cobre y estaño. Que había dejado de ser
una cafeterita de cobre. Qué quiere decir eso? Qué diablos lee tu hermana? Un día yo no
voy a estar en este mundo y quién se hace cargo de la Marina? Vos te creés que yo no
pienso en eso, que soy una desalmada? De qué va a vivir tu hermana? Tu padre le
podría haber dejado algo a ella sabiendo que tengo una hija loca como un demonio!
PABLITO: Mamá, dejáte de joder. No es loca porque esté ociosa. Vigilá que tome la
medicación, si no querés tener un disgusto.
ANFISA: Le cocina al papote; practica las recetas de la televisión. Un día nos envenena
a todos, vas a ver. Por eso yo no te invito a casa; si ella te invita, no vengas. Vos sos la
luz de mis ojos y mi corazón, mi hijo más querido. Te llega a pasar algo… (se quiebra y
llora)
PABLITO: Dejála tranquila a Marina que cocine…
ANFISA: Se entretiene, ya sé. Ahora practica sopas y consomés gourmet. Le hizo sopa
al papote porque sabe que con el Parkinson él se tira todo encima, no puede acertar la
cuchara con la boca y me deja la mesa y el piso hecho un asco. Lo hace para que yo
trabaje, porque ella no toca los elementos de limpieza: se le caen los anillos. (estrépito)
¡¡¡Ahí tenés: se desmayó tu tía Amelia!!! Andá a ver, no sea que esté fiambre…
Pablito se levanta y sale. Ella marcha hacia otro lado, se trae una copa de oporto.
ANFISA al aire, dice: Por la cadera; el dolor de cadera me está matando…
Pablito vuelve.
PABLITO: Ahí la lleva Juan a la casa…
ANFISA: Qué flaco está tu primo.
PABLITO: No me fijé.
ANFISA: Tenés que hacerte operar los ojos, Pablito. Es una operación sencillísima. No
dura ni quince minutos; no es como antes que a mi papá lo tuvieron ocho horas en el
quirófano para coserle los intestinos y al final se murió igual porque el cirujano era

9
antisemita. Ahora te operan en un abrir y cerrar de ojos; hacelo, Pablito. Sino, toda la
vida serás un cegato, se te van a escapar los momentos de felicidad por no poder verlos.
Creo que es una canción de Julio Iglesias que dice eso.
PABLITO: Tengo mucho trabajo, ahora. Más adelante…
ANFISA: Ya sé, hijo. Ya sé.
PABLITO: …
Anfisa le pone una mano en la pierna, cariñosa.
ANFISA; Te dije que sos mi sol, mi hijo preferido. Por vos yo me dejo cortar un brazo,
mirá: una pierna. Vos sos toda mi vida; yo no sé qué haría sin vos. Si vos te vas al
extranjero con la empresa, yo me tiro por la barranca, te lo juro. Me compro un arma en
la calle Moreno y me descerrajo un tiro en el pecho.
PABLITO: Está bien, mamá.
ANFISA; Te parece que vaya al cajón y llore bien fuerte? O es desmesurado llorarlo a
gritos a tu padre? No tengo una lágrima, pero si la tengo que hacer, me sale. O puede
resultar incómodo…? Vos decíme qué te parece mejor.
PABLITO: Quedáte acá, mamá.
ANFISA: Sí, mi amor. Te dije, Pablito, que vos sos el amor de mi vida?
Fin de la Escena 2

Escena 3
Tiempo actual; el living frente al televisor de una casa de clase media, con un gran
ventanal a un jardín. Marina y Aldo. Aldo está en un sillón con las piernas tapadas con
una manta y habla con dificultad, con pocas palabras para no agotarse.
MARINA: Papote, hice un plato francés que te puede gustar. Estoy practicando.
ALDO: Qué?
MARINA: Cocina. Puedo entrar en un crucero a cocinar. No digo que yo vaya a ser
chef de entrada, pero a lo mejor ayudar, cortar cebollas, pelar ajos, papas…
ALDO: Ayudante de cocina.
MARINA: Sí, eso. Hay cruceros de recorrido corto, los que parten de Buenos Aires y
llegan hasta Brasil, Río de Janeiro, Bahía de Todos los Santos. Podría empezar con esos.
Otros, más largo, van hasta Portugal. O el recorrido inverso, pasan por las Islas
Malvinas, el Canal de Beagle, Valparaíso en Chile. Ahí termina el recorrido y los
pasajeros deben volver a sus ciudades en avión.
ALDO: Marina, ¿vos querés viajar o cocinar?
MARINA: No sé; las dos cosas. Yo no sabía ni que existían los cruceros; fue en la
clínica Philippe Pinel que supe, por las revistas. Había revistas de turismo; se vé que los

10
psiquiatras viajan mucho. No sé si es la lectura adecuada para los pacientes; ni siquiera
sé si la Biblia es la lectura adecuada porque muchas enfermedades, trastornos, tienen
que ver con la religión. ¿Quién habrá inventado la religión? Hay que ser perverso para
inventar algo así…
ALDO: Cómo te vas a arreglar sola en el extranjero, Elenita?
MARINA: No soy una inválida; tengo un trastorno que no es mucho más grave que
padecer diabetes o hipertensión.
ALDO: Y si te quedás sin el litio?
MARINA: Y si el diabético se queda sin insulina?
ALDO: El diabético no es mi hijo.
MARINA: Me dijo mamá que Pablito fue al oftalmólogo y le descubrieron que la
miopía no era miopía; era diabetes. Dice que se tiene que cuidar, pero que no hay
remedio contra el glaucoma. Claro, que hay tratamientos y eso puede demorar la
ceguera. Pero la ceguera es inevitable. Cierto que se puede morir antes; lo puede matar
un coche, un colectivo; pueden pegarle un balazo para robarle en la calle o tal vez le
agarre melancolía por la ausencia de Karen y se tire por el balcón.
ALDO: No está viviendo en el departamento de calle California? Eso es en un primer
piso; complicado suicidarse desde un primer piso. Aparte, cuando era chico yo le enseñé
a caer bien parado. Porque a él le gustaban Los titanes en el ring y un día me preguntó:
Papote, cómo es la lucha libre? Y yo le expliqué; qué chico tan bueno era tu hermano.
MARINA: Puede caer de cabeza y se la parte. Te sirvo ahora el ragout.
ALDO: Hija, con un tostado me arreglo.
MARINA: Yo hice ragout de cordero, papote, para vos. Sabés todo lo que tuve que
hacer? Tuve que ir al Mercado de Abasto de Constitución para conseguir un cordero
bueno, fuerte, carnoso. Estaba lleno de mercaderes y de maleantes; por un pelo me
violan. Eso que ayer era toda de plata, y resplandecía: me contemplaban con
admiración, pero también con respeto. A lo mejor no me violaron porque les inspiraba
un poco de temor. Vieron a una doncella de plata pedir un cordero degollado; habrán
sospechado que era una nueva Judit…
ALDO: Qué Judit?
MARINA: Y vos no te querés comer un plato de ragout?
ALDO: Judit era maestra de literatura de la época que conocí a tu mamá. Tenía unas
curvas… Un día, no le vayas a chismear a tu mamá, me tenté y la pellizqué. ¡Era todo
relleno! Se ponía goma espuma para parecer caderona. Qué chasco! La seguí al
vestuario con el cuento del amor, para verla desnuda: ¡flaca y desgarrada como un palo
de escoba! Por favor, Elenita ni una palabra de la confiscación que te hice.
MARINA: Confesión se dice. Si querés que no hable, tomá la sopa.
ALDO: Marina, no te pongas mala.

11
MARINA: Entonces te sirvo, papote.
ALDO: Si no hay más remedio…
MARINA: Plato de porcelana, cucharas de alpaca para que se conserve el sabor.
Marina acerca al padre a la mesa y pone el plato con el ragout, ella se sienta y le
comienza a dar de comer con la cuchara. Lo embucha, le da de comer muy rápido,
cuando aun no ha terminado de tragar.
ALDO: Vos no comés?
MARINA: No, comé vos. Después yo me sirvo un plato. Me gusta comer cuando sé que
la labor está cumplida; me gusta eso, la sensación; es como volverse de oro. Debe ser
como cuando vos ibas a dar clases al Maristas y venías cansado, y me decías Labor
cumplida! y Haceme masajes en los hombros, ¿te acordás?, haceme masajes en los
hombros, en la espalda, que la tengo hecho mierda, y vos tenés unas manos de oro…
ALDO: ¡Dejáme tragar, Marina!
MARINA: No, comé más. Comé mas. Papote, Pablito me hizo una propuesta.
ALDO: Qué tiene esta comida, Marina? Qué sabor es este?
MARINA: Pablito me dijo que él puede ayudarme, hacerse cargo de mí para que yo
viva mejor. O sea, me puedo ir a vivir con él. A la casa grande, donde mamá y vos se
conocieron. Donde nació él y vivía con el finado don Francisco.
ALDO lloriqueando: Qué le pusiste a la comida?
MARINA: Tandoori.
ALDO: Marina, ¿vos lo querés ver muerto a papote?
MARINA: Te pensás que tengo el pecho de acero, que no ansío libertad, otra vida? Vos
me hablás de tal o cual señora de tu vida de casanova, pero yo no me enamoré nunca. A
mí me gustaría enamorar una vez sola, aunque sea; para saber qué gusto tiene. No, eso
es Tandoori, no es amor. Es una especia de la India; es muy sabrosa. La pedí por favor
en un restaurante indio de la calle Córdoba, que me convidaran o me vendieran
cincuenta gramos. Córdoba y Libertad, con la historia que tienen los indios y los
hindúes de sometimiento, estar en un énclave en una calle que se llama Libertd debe ser
importante: un símbolo. Le dije que sí a Pablito; me voy a vivir con él y si mamá te
quiere internar, que te interne.
ALDO: Qué… Qué…? Marina, por favor.
MARINA: ¡Me voy, papá!
ALDO: Dejáme respirar, Marina.
MARINA: ¡Me lleva Pablito con él!
ALDO: No, Marina. El te llevará a un sanatorio a que te hagan otros estudios. Tu mamá
dice que tu tratamiento está un poco anticuado y aunque vos no te das cuenta, vos no

12
razonás bien, hija. A veces no razonás bien; no te enojes por lo que te digo; y eso no
quita que seas muy inteligente. Sos más inteligente que ninguno de nosotros.
MARINA: Tengo un coeficiente intelectual alto, sí.
ALDO: Tenés que hacerte ver de nuevo.
MARINA: Otra mentira de mamá. Te dice para que te quedés tranquilo que siempre me
vas a tener al lado tuyo cuidándote; pero yo no soy una esclava de oro. La esclavitud se
abolió en la Asamblea del año 13.
ALDO: No, no es eso.
MARINA: Porque ella te quiere internar; si yo no estoy, te interna. La oí perfectamente
cuando hablaba de la clase de clínica a la que te va a llevar.
ALDO: No, Marina. A vos te va a llevar a una clínica.
MARINA: No: ¡a vos!
ALDO: No, hija. A vos.
MARINA: Yo voy a vivir en la casa de Pablito, la que le dejó el padre. No sé qué harás
vos. Don Francisco era un buen hombre y vos estás así porque pagás el pecado que le
hiciste. No me lo quieras contar con adornitos, que saco cuentas y me doy cuenta por la
fecha del divorcio de mamá y mi acta de nacimiento. Por un pelo soy hija tuya, estoy
modelada en la arcilla del pecado original. Allá puedo ver todo el canal Gourmet que
quiera, me dijo Pablito, no como acá con cuentagotas. Pablito tiene la plata de la
herencia y capaz me puede ayudar a tomar el curso. No sabe si le alcanzará la plata,
tiene que echar cuentas. El curso de cocina, para viajar haciendo de comer en los
cruceros. Sabías que hay cruceros que navegan hasta el Pacífico Sur? Hay cruceros por
Disneyworld, hay cruceros a las islas Bahamas…
ALDO: Llamá a tu mamá. Ya habrá salido del abogado.
MARINA: El abogado ni siquiera la habrá atendido porque a mamá no le corresponde
nada de lo que pide: el que se murió era el ex marido, por más que estuviera forrado en
plata; la habrá tomado por loca y la sacó del despacho a los dos minutos. Le quiere
arrebatar plata que ahora es de Pablito, a ver si puede ligar ella unos pesos, para ella. La
clínica donde te quiere meter dice que es costosa, que vale oro. Que es una clínica de
última generación, con tres enfermeros por turno y piscina climatizada todo el año.
Como un spa; hasta juegan al bridge ahí dentro. Debe ser todo cuento de ella. Vos no
tendrías que dejar que ella te interne, papote.
ALDO: Anfisa no tiene malas intenciones.
MARINA: Te dejo y te interna; para que vos estés mejor atendido en un sanatorio y ella
haga Pilates todos los días.
ALDO: No hables así de tu mamá.
MARINA: No te quiere más al lado suyo, papote. Cométe otra cuchara de ragout.
Cométe otra cuchara. Sé bueno. Cométe otra cuchara. Hay más en la fuente; hay ragout
para todo un pueblo.

13
ALDO llorando: Dejáme vivir, Marina.
Fin de Escena 3

Escena 4
Quince años atrás.
El sofá junto al ventanal, pero las persianas bajas. Todo en penumbras y ahí está Anfisa
con una manta sobre las piernas, mirando TV hipnotizada y sin interés. Hay potes de
telgopor en el piso, tazas de café, una botella de licor. Dá la sensación que hace varios
días que está en el lugar. Entran de afuera Aldo y Pablito, con camiseta de fútbol y
short. Pablito viene haciendo picar la pelota.
ALDO: Anfisa… ¿Qué pasó acá?
ANFISA: Ay, llegaron.
ALDO: Qué tufo, qué..
Pablito besa a la madre. Ella responde al beso sin interés.
ALDO: Cuánto hace que estás así?
ANFISA: No sé. Cuánto hace que se fueron de Campamento?
ALDO: Tres, cuatro días. Hace tres días que estás asi?
PABLITO: Hice un gol, mami.
ALDO: Calláte, Pablito. Fue en contra, no cuenta.
ANFISA: Me levanté, me quise levantar. Pero la verdad no pude, Aldo. Vos sabés que
me iba a levantar y todo, a hacerles una torta, esperarlos con una rica merienda y…
ALDO: Dónde está, Marinita?
ANFISA: Quién? Ah, la mandé con tu mamá. Se aburría, se aburría y bueno, que vaya a
visitar a los abuelos. Le pedí a don Horacio que la acercara… Le gusta a tu mamá estar
con la nena…
Aldo y Pablito levantan ropa, libros, revistas. Una fiesta de depresión e parálisis
espiritual.
ALDO: Es la tercera vez que pasa, Anfisa.
ANFISA: No…
ALDO: Si nos vamos un año, te quedás un año en la cama?
ANFISA: Y por qué se van a ir un año? Además no estoy en la cama esta vez; estoy en
el sofá.
ALDO: Pablo, dejá de picar la pelota!!!
PABLITO: Hice un pase de pelota que casi hace gol.

14
ALDO: Con la mano; no vale tocar la pelota con la mano en el fútbol. Es falta, ya te
expliqué.
ANFISA: No lo maltrates.
ALDO: Es una nulidad para los deportes este chico.
ANFISA: Juega bien al ajedrez.
ALDO le toma la mano a su mujer: Tenés que ir a un médico, Anfisa. Averiguar qué…
Vos decís que no sos alcohólica, tomás socialmente. Yo no sé con quién tomás
socialmente si ya no salís de casa.
ANFISA: No me mortifiques, Aldo.
ALDO: Es depresión lo que tenés. Lo leí en una revista y la Hermana Teresita me
comentó cuáles eran los síntomas.
ANFISA: La Hermana Teresita quién es?
PABLITO: La que ayuda en la cocina en la parroquia.
ANFISA: Te callás vos meterete. Tomó los hábitos o es una novicia, Aldo?
ALDO: Qué sé yo, Anfisa. Está todo el piso mojado de ¿sopa? ¿caldo? Qué asco, que es
es esto.
ANFISA: No es nada, lo patee sin querer cuando me levanté para ir al baño a la
medianoche, ayer, antes de ayer, no sé. Informále a tu hermana Teresita, que seguro que
ya te anda haciendo ojitos y cagándose en la religión como hacen siempre las sacrílegas
de la parroquia que van a arder en el infierno y van a arder un tiempo largo con toda la
grasa que tienen para chamuscar en las parrillas infernales
ALDO: Te volvió la gana de vivir, parece. Habrá que agradecerle a la hermana…
ANFISA: Ya averigüé, pero no es depresión. Es algo pasajero; tal vez sea menopausia.
Durante la menopausia a las mujeres les pasan unas cosas espantosas; hasta le vienen
deseos asesinos. Pero no es depresión. Porque en la depresión las personas no tienen
ganas de hacer nada. No es lo que me pasa a mí. Yo justo estaba viendo el programa de
Mauro; y después iban a dar unas películas de Narciso Ibáñez Menta que a mí gustaba
mucho cuando…
Lo abraza a Aldo, y rompe a llorar.
ANFISA: Se me apareció mi papá; se me apareció el abuelito, Pablo. Por eso me vine a
acostar acá: yo estoy segura que el alma de él quedó allá impregnada en la habitación.
Yo no vuelvo a dormir ahí…
ALDO: Estuviste tomando, Anfisa. Me prometiste…
Aldo, resignado, sale.
ANFISA (grita): No estuve tomando! Pablito, creéme, hijo. Yo estaba dormida y de
pronto siento una mano en la frente y una voz que dice: “Féiguele, estás volando de
fiebre”. Me senté en el acto y estaba mi papá, ahí sentado y lo veo a él como te veo a

15
vos. Me dice: “¿Qué hiciste féiguele, te olvidaste de todo, te olvidaste del papá? Vení a
darle un abrazo al papá que vino hoy de tan lejos de la Bukovina de visitar a los
abuelos, todos te mandan sus saludos, todos me mandan que te pregunté qué se te quedó
olvidado que te metiste tu vida, te metiste en las venas a tanto goy? Esiz drai a zeiger,
son las tres en punto y ya debo irme. Vení dale un abrazo a papá que siempre te
perdona. Féiguele, ¿no le vas a dar un abrazo a papá?” Me quedé quieta, Pablito, no me
podía mover; porque no se dónde yo escuché que a los muertos no se debe tocarlos:
habrá sido en una película de terror que lo dijeron. Entonces no lo abracé. Yo, a mi papá
no lo abracé. ¿Y sabés las ganas que tenía, que me moría de ganas?
Anfisa se seca las lágrimas con la palma de la mano.
PABLITO: Habrá sido una pesadilla, mamá.
ANFISA: Mi papá vino a verme desde el más allá …
PABLITO: Lo habrás soñado, mamá.
ANFISA: Hablás así porque vos no lo conociste a mi papá.
PABLITO: Me dijiste que se murió de…
ANFISA con rabia y llanto: Sí, se murió!!
PABLITO: Querés que te traiga un vaso de agua? Mamá, todos se ríen de mí en la
cancha porque no sé jugar…
ANFISA; Vení, dame un abrazo vos que estás acá. No te quedes parado ahí como un
pasmarote.
Pablo se acerca al sofá y la abraza, ella le da un abrazo apretado y llora
desconsoladamente.
Fin de escena 4

Escena 5
Mismo escenario de la escena anterior. Pablito y Marina sentados en el sofá; entre los
dos, la valija de ella. Llueve.
Marina: Pero puedo cocinarte todos los días. Te ahorrarías un montón de plata.
PABLITO: No soy de mucho comer. Con una cosita que compro en la rotisería… A
veces me cocino… Capaz estoy mal de la vesícula y cualquier cosa me cae mal. Dicen
que la vesícula… ahora te la operan con láser, me dijo mamá, que es cosa de quince
minutos.
MARINA: Te acostumbró así la bulímica de Karen. Vos te dabas cuenta que ella tenía
un trastorno? La dejaste porque trastornada o le tuviste piedad? Acá en casa vos comías
mucho más.
PABLITO: No.

16
MARINA: Comías como un cerdo.
PABLITO: Si siempre fui flaco así.
MARINA: Te voy a cuidar cuando estés ciego.
PABLITO: No voy a quedarme ciego!!!
MARINA: Pensás matarte antes?
PABLITO: No tengo por qué quedarme ciego.
MARINA: Y el glaucoma?
PABLITO: No tengo glaucoma; son cosas de mamá. Se pasa viendo el canal ese de
Home&Health…
MARINA: Ella dice que vio los análisis. Que los leyó y no te quiso decir.
PABLITO: Desde cuándo es bioquímica mamá?
MARINA: Ella dice que los vio, que los dejaste encima de la mesa y…
PABLITO: Tengo un poco de azúcar. Mi papá era diabético y se tenía que cuidar. Ya
ves que nunca quedó ciego.
MARINA: Ahora estás igual que yo.
PABLITO: Estás diabética?
MARINA: No; pero también dependo de una medicación para estar saludable.
PABLITO:
MARINA: Todo el mundo depende de una medicación para estar saludable. Dios no nos
hizo saludables. Le echamos la culpa al mundo; al smog, al stress, al agua corriente que
sabe a diablo y la culpa está dentro nuestro. Es el pecado original que nos arrastra,
nacimos de la carne y cada dolor tiene que recordárnoslo. Entonces, una aspirina, un
antifebril…y así.
PABLITO: Ves todo oscuro, Marina. Parecés el mal tiempo de afuera.
Truena.
MARINA: Mamá lo quiere dejar a mi papá, a papote. No lo quiere más, le gritó, pero
que no lo quiere más porque ella se dá cuenta que él la dejó de querer hace mucho
tiempo y que quizá no la quiso nunca. Papá, papote, no quiere que ella lo abandone.
Apenas si puede andar y la pensión de invalidez de él no…
PABLITO: Yo lo puedo ayudar, Marina. En serio te lo digo.
MARINA: Vos estás confabulado con mamá? A veces pienso si ella no querrá sacarnos
de encima a todos y subirse a un Royal Caribbean y que no le veamos más el pelo.
Royal Caribbean, saliendo de Venecia, islas griegas y Kotor, Dubrovnic; vuelos
incluidos. Se haría llamar Miss Anfisa Ini… ¿usaría el apellido de soltera en un crucero
o el de mi papá, o el tu papá, o el de los dos? Miss Anfisa Ini Lillo Tizón?

17
PABLITO: No estoy confabulado con nadie. Lo digo de buena fé, puedo ayudar a que
tu papá…
MARINA: Vos sabías que él no la quiso nunca como ella dice?
PABLITO: No tengo idea de lo que siente mamá. Ni de lo que siente tu papá. No tengo
la menor idea y creo que no debe ser importante que yo lo sepa.
MARINA: Para quién no sería importante?
PABLITO mirando la ventana, inquieto: No cambia nada lo que yo crea de ellos, de sus
sentimientos del uno por el otro. Dejé el coche afuera; espero que no caiga granizo.
Estaba anunciado granizo; leí en el diario que los argentinos somos los únicos que no
nos alegramos cuando anuncian granizada y no graniza.
MARINA: Me gustaría ser de metal.
PABLITO: Pero sos de carne y hueso, Marina. Como yo, como todos.
MARINA: Cuando era chica jugaba a que era un instrumento de metal. Te acordás?
Ahora soy un cuchillo. Ahora soy una cuchara. Ahora soy una tijera.
PABLITO: Esta lluvia. Tiene que parar…
MARINA: Me quedaba horas quieta siendo una cucharita de café.
PABLITO: Cuando pare , te ponés en camino.
MARINA: A veces lo sigo siendo. Por un rato, un tiempo.
PABLITO: Yo te voy a acompañar en todo, Marina. Vos sos mi hermana.
MARINA: Papá, mi papá, le gritó a mamá que ella no podía abandonar su sangre. Que
nadie puede volverse en contra de su sangre. Aunque haya habido reyes y políticos que
lo hacen, que lo hicieron, mandaron a matar a quienes tenían más cerca. Así que pienso
que papote le hablaba desde un lugar moral, no desde un hecho histórico. Ahí me dí
cuenta que me quería volver a internar. Antes pensé que era a él; pero como él no es su
sangre… Vos pensás que dos personas que se aman se vuelven de la misma sangre?
PABLITO: No.
MARINA: Aunque se amen mucho.
PABLITO: Aunque amen mucho.
MARINA: Mamá dice que sí. Me pusiste las revistas de cocina?
PABLITO: Sí.
MARINA: Y el libro de recetas de Julia Child? Ella era una cocinera francesa, muy
famosa en Francia; como acá doña Petrona de Gandulfo. Me costó muy caro y es
bastante nuevo aunque esté usado; fui a una librería de usados, primero y vendí todas las
enciclopedias de deporte de papote. Me dieron una plata, pero no alcanzaba. Después
llevé los libros de magisterio de mamá a vender a la librería de usados, pero no me los
quisieron comprar porque eran viejos, ya no se enseña de esa manera que dicen los

18
libros. Apenas si me tomaron uno de Jean Piaget. Con la plata que junté, entre todo y
mis ahorros, pude comprar el libro de recetas. Y volví a casa y de la rabia de tanto
trabajo que me dio todo, quemé los libros de mamá. Por eso me quiere internar; porque
dice que soy un peligro, una piromaníaca. Me quiso leer la definición de piromanía
directo del diccionario verde; pero no lo encontró porque también vendí el diccionario
verde. Me quiere internar porque no me entiende.
PABLITO: Era un libro bien gordo?
MARINA: Sí, era ese.
Un largo silencio incómodo entre los dos.
MARINA: Estás seguro de que me dejarán cocinar en el sanatorio?
PABLITO: No todos los días, pero sí. Hablé con el director; es un hombre muy
agradable, tiene ideas modernas. No le gusta que los pacientes estén internados si no
hay necesidad de tratamiento e internación, si les basta el ambulatorio…
MARINA: Me vas a llevar vos?
PABLITO: No puedo.
MARINA: Por qué? Te dá miedo manejar si llueve? O no querés que se te abolle el auto
con el granizo que no cae?
PABLITO: El director dijo que te tiene que acompañar el responsable legal. Sino iría,
pero la formalidad me lo impide. Quien responde por vos es mamá; tu papá no se puede
levantar y…
MARINA: A veces pienso que ella lo quiso más a tu papá. Porque a vos te quiere más;
te cuida: capaz que los padres quieren más a los hijos si han querido mucho a quienes
les dieron los hijos. A sus esposas, sus maridos, sus amantes.
PABLITO: Mamá no me quiere más que a vos. Cuando cumplí quince años me mandó
a vivir con mi papá. Yo no quería vivir con mi papá; él no tenía cable y además me
hacía levantar antes de entrar a la escuela para que lo ayudara a bajar la carne y meterla
en el frigorífico. Seis de la mañana, llegaba el camión con las reses. Dos por tres me iba
a la escuela con manchas de sangre; pasaba vergüenza… Me hacían bullyng; claro que
en esa época no se llamaba bullyng; te llamaban pelotudo y vos te agarrabas a las piñas
o no te agarrabas a las piñas. No salí con ninguna chica en todo el secundario, culpa de
las manchas de sangre de vaca. Al año de vivir con papá, le pedí a mamá que me dejara
volver a casa y me dijo que no, que tenía que hacerme hombre. Que solamente
aprendiendo mucho de papá, mi papá, un día llegaría a ganarel concurso de faena de res,
en Dolores…
MARINA: Te quitó de encima.
PABLITO: A la larga me hizo un bien.
MARINA: Mi papá, papote, le gustaba mucho. Por eso tiene culpa conmigo; capaz si él
no le gustaba tanto, ella no se metía con él. Y yo no hubiera nacido.
PABLITO: No pienses esas cosas, Marina.

19
MARINA: Se tocaban todo el día, todas las noches oíamos el colchón de ellos, clin clan,
clin clan. ¿Te acordás cuando vivíamos en el departamento chiquito de Corrientes y
Uruguay? Oímos el clin clan y yo te hacía señas de que eran mamá y papá, otra vez.
Están haciendo otro, te dije, otro hermano. Vos te pusiste rabioso. Le golpeaste la puerta
y mamá te abrió y te dio dos sopapos que te dejó marcada la cara. Te despegó las orejas
del golpe, dijiste. Siempre espiando, te gritó, siempre controlando. Siempre el mismo
desgraciado que no me deja vivir tranquila.
PABLITO: El carácter no la ayuda. Por eso la dejaron cesante en la escuela.
MARINA: Pero una vez… Una vez… supimos que el colchón de ellos hacía ruido
nomás porque tenía los resortes malos y cada vez que uno se volvía en la cama a dormir
de un costado, sonaba el clin clan. Creo que fue en una mudanza. No era que hacían el
amor a cada rato… quién sabe si lo hacían alguna vez para ese entonces…
PABLITO: Está empezando a parar.
MARINA: No me quiero ir.
PABLITO: Te vas a sentir mejor, Marina. Vas a ver; te prometo que a la vuelta vas a
estar mejor. Ya no vas a sentirse como una cucharita de café.
MARINA: Ni como un cuchillo de postre.
PABLITO: Tampoco.
MARINA: Ni ningún utensilio de la vajilla.
PABLITO: No. Te llevo a pasear en barco.
MARINA: Un crucero?
PABLITO: Un barco de los que recorren las islas del Tigre.
MARINA: ---
Entra la madre, alhajada, con tapado de piel.
ANFISA: Dónde está la bonita de la casa que la llevan a pasear?
Fin de escena 4

Escena 6
Pablito, en una tarima tipo de stand -up, a público. Tiene las orejas vendadas, pegadas a
la cabeza.
PABLITO
Odio cuando llueve.
Venir acá de noche, a hablarles…
Paraguas, piloto, botas de goma…

20
No vine en coche porque está anunciado granizo. Lo dejé en un estacionamiento.
Cuando dejo el auto en el estacionamiento, Dios se encarga de demostrarme que soy un
idiota. O sea, no irá a granizar. Cómo quieren que uno se alegre porque no granizó,
contra todo el anuncio meteorólogico, si pagué una fortuna en el estacionamiento?!
La verdad es que me costó bastante, pero ya estoy.
Ustedes me preguntaban antes cómo fue. El día que se volvió loca mi hermana, cómo
fue. Podríamos hablar de cualquier otra cosa, pero la pregunta para esta noche había
sido esa. Cómo fue?
Había estado ayudando a papá en la carnicera y cerramos como a las dos de la tarde,
porque había mucha gente comprando asado. Era sábado y se proveían de la carne para
el asado del domingo. Sonó el teléfono y era mi madre que me pedía que fuera a la casa,
que fuera ya. No sonaba especialmente alterada, o no le presté atención. Me pedía que
fuera yo, porque Aldo estaba entrenando al equipo de fútbol de la parroquia. Le avisé a
papá y salí. Eran doce cuadras; en el camino saludé a Levinton, el mueblero. Conocía a
los Levinton desde siempre. Mueblería que tenían, mueblería que le pegaban fuego. O
para cobrar el seguro o por manía, no sé. Cuando llegué estaba Marina parada metiendo
los tenedores adentro de los enchufes. Te esperaba, me dijo sonriente. Si ustedes quieren
saber cómo se vé una persona que acaba de volverse loca, no crean que verán nada
espectacular. No se parecía a nada para la chica de El Exorcista; era la dulce Marina de
siempre. Estoy dándole vida a todo lo que no la tiene, pronunció, Soy como Viktor
Frankestein, y con un cuchillo tramontina quiso cortar el cable de la cafetera eléctrica.
Alcancé a desenchufarla y ahí se dio vuelta y empezó a insultarme. Insultos extraños,
pero no porque hablara en lenguas. No; porque eran viejos. Mamotreto, gritaba. Parecía
que había estado leyendo la historieta de Mortadelo y Filemón, la española, o Lorenzo y
Pepita, no sé. Mi madre estaba llorando en una silla del patio; tal vez mi madre ya había
comprendido.
Tal vez lo supo siempre.
Mi hermana entonces se subió a la mesa para cortar las lámparas y fue cuando reaccioné
y llamé una ambulancia. No me venía el número a la mente. Tuve que llamar a la
operadora y preguntar a la operadora a quién debía llamar en una emergencia. Un caso
de locura, dije. La Operadora, me parece, se rió al otro lado. Resopló, se rió; estaba
segura de que ella había pensado que el loco era yo, o que me estaba tirando un lance
con ella. Me quise explicar, pero calle. Cómo se explica a una persona cualquiera que
uno no está loco? Que el loco es el otro? Lo intentaron alguna vez?
Vinieron los paramédicos y se la llevaron a mi hermana.
Después la internaron por mucho, mucho tiempo.
¿Qué se hace cuando a uno se le vuelve loca una hermana?
¿Qué se hace cuando se vuelve loca una persona que uno ama?
Primero, uno está parado como una estaca.
Después reacciona.

21
Piensa: ¿por qué no me pasó a mí?
Les aseguro que hasta al más cuerdo que está acá sentado, le pasa por la mente. Por qué
no yo? Vieron los documentales de tornados. Viene el tornado en Coal City y hace
saltar la casa, el granero, los autos vuelan por el aire, las vacas, los caballos, todo. Todo
destruido, arruinado, estropeado. La casa municipal, la iglesia, el club de tiro, el club de
basquet, todo. Pero la casa de Mister Jones está intacta. Mister Jones es alcohólico, le
pega a la mujer, le da patadas al perro, estafó a las niñas del coro de la parroquia, masca
y escupe tabaco adentro de la iglesia. Ni siquiera corrió al refugio; la casa está en pie.
Una casa bastante pobre, endeble, atacada por la carcoma…
¿Y por qué?
Mr Jones ni siquiera se convierte a la religión.
Mr Jones no busca respuestas.
El perro mueve la cola; la esposa considera cambiar de peinado.
Mr Jones se encoge de hombros y sigue adelante.
Es el peor momento para intentar entender y buscar explicaciones a los desastres, pero
por otro lado uno no tiene otra cosa mejor que hacer. Uno no es Mr Jones, un bruto.
Se preguntaron alguna vez por qué hay gente que es feliz sin darle vueltas a la cosa?
¿Por qué no fui yo quien se volvió loco?, ¿cuánto tardaré ahora en volverme loco?
¿Pagan los hijos los pecados de los padres?
Mientras, pasa el tiempo.
Ya saben, lo mejor que sabe hacer el tiempo es pasar.
Todo lo que uno tenía planeado, cuando sufre el azote de la locura, se sale de cauce.
Quien se estaba por casar, renuncia a casarse. Quien estaba por tener un hijo, prefiere
apartarse. Quien sentía, deja de sentir. Quien amaba, deja de amar.
Poco después que mi hermana enloqueció, ya que lo quieren saber, vacié un sobre de
veneno para cucarachas en un vaso con agua y lo bebí de un saque. No soportaba la
ansiedad. Hasta hacer fondo blanco. No morí esa vez; sólo tuve un poco de dolor de
estómago. No pude saber por qué; hay cosas que no las sabremos nunca.
Mi hermana se recuperó.
Más adelante tuvo otra crisis e ingresó en otra clínica.
Era siempre la misma persona dulce, alegre.
Con cada internación perdía trabajos, amigos.
Vinieron las interpretaciones.
Todo hubiera sido diferente si mi madre hubiera obrado de tal o cual manera. Si mi
padre hubiera obra de tal o cual manera. Si mi padrastro lo hubiera hecho de forma

22
distinta. Todos habían hecho todo de modo incorrecto; la locura debe ser un fenómeno
explicable. A veces, alguna explicación era temporalmente satisfactoria.
La ciencia, qué alivio.
Gracias Dios mío por permitirnos crear la ciencia.
Al cabo, tampoco esa explicación servía.
Una cosa que aprendí es que no sirve interpretar la vida de tus padres para explicar tu
conducta o la de tu hermano. No tiene el menor sentido; es una falacia completa. Lo
hacemos porque algo hay que decir al respecto. Alguien tiene que pagar los platos rotos.
Cuánto me gustaría que un día, un científico prescribiera una pastilla, un caramelo
cerebral que lo compusiera todo. De pronto, gracias a la mágica y potente solución, el
señor científico me palmeara el hombro, dijera, dijera a todos: Puede relajarse, señor,
señora. Usted no tuvo nada que ver, ni los pellizcos de la madre, ni la indiferencia del
padre, ni el semblante de Dios.
La causa, la química. El efecto, la locura.
Hasta que ese día llegue, uno debe vivir con esto.
La culpa.
¿Qué se hace cuando a uno se le vuelve loca una hermana?
¿Qué se hace cuando se vuelve loca una persona que uno ama?
Cuando ella enloqueció, la mitad de mí murió.
Murió para siempre.
Hay que vivir con esa parte muerta.
La escena termina con la madre entrando al lugar y sacando a Pablito adulto para
llevarlo a la escena 7

Escena 7 y Escena 8
Ambas escenas ocurren a la vez. Si bien la más discursiva y funcional a la obra es la 7,
la 8 no deja de ilustrar los acontecimientos y ofrecer su magia. Por eso, la escena 8
puede ser una filmación o una escena muda que conserve el sentido de lo escrito.
Escena 7
Treinta años atrás.
Entra la madre, joven, alegre, con un bebé en brazos. Lo arrastra de la oreja hasta
situarlo debajo de un árbol. Es un lugar florido, soleado, lleno de luz, en un parque.
Enfrente está el fotógrafo.
ANFISA: Ah, acá estabas. Llevo media hora buscándote. Hacer esperar al fotógrafo,
mocoso! Te podrías haber caído por la barranca, ¿por qué sos así? A quien saliste? Te

23
voy a mandar a vivir con tu padre si te portás mal otra vez. (Mira al fotógrafo y cae en
la cuenta) Te pensas que el señor fotógrafo no tiene nada que hacer que esperar a que
vos pacientemente te bajés del tobogán…
PABLITO: Me hacés mal.
ANFISA: Jodéte por no obedecer. Te digo que me esperes y te vas. Me lo hacés a
propósito, Pablito. Ajustate la cinta de las orejas, que vas a parecer un elefante sino.
Qué mamarracho este chico. Dónde está, Aldo ahora? Pero será posible que cuando
encuentro a uno, el otro se me escapa. Me cago en la hostia con ustedes dos. La tienen
contra mí, hoy.
PABLITO: Querés que lo busque?
ANFISA: No!!!
PABLITO: Se habrá ido a la cancha a ver jugar a los chicos del Sagrado Corazón.
ANFISA: Quedáte quieto adónde estás. No te toques las orejas.
PABLITO: Tu marido tiene el delirio de ser director técnico.
ANFISA: No te meto un mamporro porque está mirando el señor. Pero llego a casa y te
arranco los dientes uno por uno con la tenaza de Aldo de arreglar la bici. (Al fotografo)
Las nuevas generaciones, acá las tiene. Unos maleducados; ¿sus hijos son igual? Ah, no
tiene hijos. Lo bien que hace; no tenga nunca, mire cómo estoy yo de estragada,
anémica estoy, débil. Antes por lo menos comía carne todos los días, ahora… (A P)
Tené a tu hermana que voy a buscar a… (comienza a dársela) No, dame mejor. La vas a
hacer caer al piso.
PABLITO: No la voy a hacer caer.
ANFISA: Sí, porque ya me dí cuenta que no la querés.
PABLITO: Sí la quiero.
ANFISA: Mentiroso! Manos de manteca!
PABLITO: La quiero más que a vos.
ANFISA: Quién te lo cree eso, pegajoso? Orejudo, narigón, larguirucho, cara de huevo,
pecoso cagado de las moscas, ojos de culebra, feto mal…
PABLITO amaga llorar: Soy tu hijo!
ANFISA: Llega a venir el hombre de la bolsa, secuestra a todos los chicos del barrio
pero a vos te deja por feo y desobediente. Torpe! El rey de los torpes! Una les dá amor
todo el día y ¿qué recibe?, ¡mierda frita! ¿Por qué llorás ahora, mariquita?, hacéme el
favor lágrimas de cocodrilo, secáte las lágrimas ahora que vas a salir en la foto con los
ojos fuera de las órbitas como los perros pekineses, vas a quedar más monstruo de lo
que sos. ¡No te toqués las orejas!!! Después no la vamos a poder colgar en el living a la
foto, ¡qué digo colgar! ¡No se la vamos a poder mostrar a nadie! Sacáte los anteojos
para la foto.

24
PABLITO llora: Si me los saco no veo nada…
ANFISA: Sí, qué ves. Sí que ves.
PABLITO: No, no veo.
ANFISA: No te hagas el pillo; yo sé que ves. Entregame los anteojos.
Pablito se los quita y se los dá.
Entra Aldo, deportivo, alegre. Pellizca a Anfisa en la nalga
ANFISA: ¿Qué hacés, Aldo? Está el nene, está el señor…
ALDO: Qué linda gordita que sos.
ANFISA: Qué gordita? Gordita es Nilda la de Matemáticas; gordita es la vieja fofa de
Norma de Naturales, gorda enorme es Marciana de la Secretaría… Yo no soy gordita,
toda la vida tuve una silueta perfecta hasta que llegaste vos y me hiciste un hijo, una
hija, qué sé yo que es esto.
ALDO al fotografo: Ah, me tiene con la gordura y con los celos, dios mío. Y yo que le
pedía a San Cayetano que me diera una mujer que no fuera celosa y que no tuviera los
pies fríos… Cómo dice? Usted habla en gitano?
ANFISA: Que a San Cayetano se le pide trabajo nada más, burro.
ALDO: No entiendo lo que dice. Yo el idioma zíngaro no manejo.
ANFISA: El señor no es gitano. ¿Usted es de raza gitana?
El fotógrafo hace un gesto que no comprenden.
ANFISA bajo: Capaz que es gitano.
ALDO: A ver, hable más claro.
ANFISA: El tipo nos va a tirar con la máquina de fotos por la cabeza, con lo que lo
hacemos esperar y… vos que le faltás el respeto… porque es gitano, una tribu humana
de lo más … pintoresca.
ALDO: Ahora modula mejor, le entiendo. (bajo) Habla cruzado el zíngaro. (Al
fotografo) No tiene mujer, no se casó. Lo bien que hace, no se case nunca. Las mujeres,
la que no tiene el carácter de las cabras, tiene el de las mulas.
Anfisa lo palmotea.
ANFISA: Qué ordinario sos.
ALDO: No lo digo por vos, joyita de mi joyero.
ANFISA: Un día de estos los planto a todos y me voy. Vos te quedás con tu padre y vos
te dedicás a criar a tu hija o la metés en un convento pupila: me dá lo mismo. Agarro las
valijas y me voy sin decirles adónde: se pasarán la vida buscándome y no me
encontrarán! No me encontrarán, no me encontrarán!!! (risa loca) A lo mejor esté en un

25
crucero por los mares del Norte comiendo bacalao con los esquimales, a lo mejor en la
cima del Anapurna viviendo con los monjes budistas…
ALDO: Uh, uh, qué carácter de mierda que tenés Anfisa. Quién te va a querer más que
nosotros? Mirá la cara de infeliz de tu hijo que te mira como si vos fuera Gina
Lollobrigida. Con la misma expresión amorosa que él te mira el rostro, yo te admiro el
culo. Querés más amor que el que te damos? Es porque no sabés lo que es bueno y ser
agradecida…
ANFISA: Encima resulta que la desagradecida…
ALDO: Bueno, basta. Que vas a salir con los pelos parados, vas a parecer una chiflada.
Hernancito, sonreí a la cámara vos también. Ahí dentro hay un pajarito que sale en
cualquier momento cuando el señor hace clic…
PABLITO: Pablo me llamo.
ALDO: Es lo mismo; vos sonreí.
ANFISA: No es lo mismo Pablo que Hernán porque Pablo es tu hijo, tu hijastro…
ALDO: Ay, dios querido y bendito no abandones a tu siervo.
ANFISA: Ahora resulta que el chico y yo te ponemos nervioso.
ALDO: Vos siempre me pusiste nervioso. No sigás porque te cuelgo del pino y tiro la
nena a la fuente de las nereidas.
ANFISA al fotográfo: Ya mismo, señor. Disculpe usted, la familia… Ni le pregunto,
seguro que usted es huérfano con todos los parientes gitanos muertos en los hornos
nazis y lo bien que hace que los tiene exterminados, sin ofender: ni intente encontrar a
los suyos, sangre de su sangre y carne de su carne. Entramos todos así? Pongo la bebé
más paradita? Es un amor de nena, yo nunca pensé que las nenas eran tan lindas de
criar. Diez nenas tendría (a Aldo) con otro marido, no con vos que sos un tunante. Basta
de pellizcarme, qué incómodo. (al fotografo) Ay, pero una quiere tanto a los maridos!
No se puede vivir sin ellos hasta que de pronto una está en Mikonos rodeada de efebos
negros desnudos riéndose de la vida. Pablito mirá directo ahí que sale un pajarito. Dale
así salís lindo como un angelito. Sí, hijo, si vos sos lindo como un angelito. Amorcito de
la mamá. Dale este gusto a mamá que te adora y quiere tener un recuerdo de este día
feliz en familia, con la Elenita tan chiquita que es la primera vez que sale. Si? Arreglate
ese flequillo. No, así. (Se moja los dedos con saliva y le peina el flequillo)
PABLITO: Te dije que te quiero, mamá?
ANFISA: Lindo, precioso, preciosura. Imposible imposible que vos quieras como te
quiere mamá. El amor de mamá es enorme como un globo aerostático que vuela en el
cielo cargado de pasajeros y nunca se pincha. Vení, las cejas (repite el procedimiento de
mojarse los dedos con saliva y peinarle las cejas)
ALDO: Terminá de arreglarlo, Anfisa. Vas a criarlo maricón a Germancito.
ANFISA: Pablo se llama, aprendete el nombre de tu hijastro. Bueno, ya estamos. Ya
estamos listos, señor fotógrafo. A la una, a las dos, y… sabés como se llama el pajarito

26
que saldrá de ahí, Pablito? Amor, amor de madre, se llama el pajarito. ¡Y tres!
Flash del magnesio.

Escena 8
Cincuenta años atrás
En la oscuridad casi completa, apenas unas velas.
Muy abrigadas y encapotadas están Bin que es una mujer joven y Anfisa, pequeñita. La
madre la aprieta y la abraza a la par que habla. Delante de ellas, un cuerpo tendido y
cubierto con una sábana.
BIN: Lo mataron ellos, los doctores. No lo querían, lo despreciaban. A otro lo hubieran
operado rápido y justo; a él, lo dejaron morir. A mi Samuel me lo dejaron morir.
Malditos antisemitas.
ANFISA: Mame, se me murió mi papá.
BIN: No llores, Anfisa. Nosotras no vamos a llorar. Nada de lágrimas vamos a tener, ni
una se nos irán a ver. Ay, pobre Samuel. Le vamos a mostrar a esos perros que somos
mejores que ellos. No nos verán caer. Ya verán qué fuertes que somos; se van a
asombrar de vernos tan erguidas y con la frente alta. No llores, Anfisa. Nosotras no
vamos a llorar a papá.
ANFISA: Mame, se me murió mi papá.
BIN: Secáte, que no te vean llorar.
ANFISA: Mame, se murió mi papá.
BIN: Que nunca nos vean llorar.
Las dos se secan las lágrimas; se componen. Miran al frente, duras como soldados.
Fin de la obra MARINA

Fin de la obra

27

También podría gustarte