Está en la página 1de 3

Siempre que hablamos de pecado, pensamos en robos, mentiras u

homicidios, pero hoy quiero referirme a otro pecado, que por lo general
está oculto en nuestras iglesias, en nuestros hogares, y hasta en nuestras
propias vidas. Lo peor del caso es que no nos damos cuenta de que es un
pecado y que es un enemigo de nuestras almas. Es el pecado de la Auto
conmiseración, o sea tener lástima de nosotros mismos.

Usted me preguntará, “¿dónde está el pecado?

El Señor bien sabe por todo lo que estoy pasando, lo que estoy sufriendo”

Déjeme explicarle hasta qué punto la auto conmiseración es tan mala como
mentir, robar, o matar. La auto conmiseración siempre fue un instrumento
del diablo, que ha usado para apartarnos de la voluntad de Dios. Lo trató de
usar con el mismo Señor Jesucristo, lo leemos en Mateo 16: 22 al 23;
cuando Pedro le dice “Señor, ten compasión de Ti”

Cuando nos esforzamos por servir a Dios, cuando pasamos momentos de


pruebas, de dolor, también escucharemos la voz del enemigo que nos dice,
“ten compasión de ti” para que de esa manera consideremos nuestra
situación, nos lamentemos, y quitemos los ojos de Cristo. Si lo consigue nos
habrá paralizado en la fe.

Pero nosotros debemos reprenderlo al igual que lo hizo Jesús. En


Lamentaciones 3:39, Jeremías estaba contemplando a Jerusalén destruida,
estaba recordando a sus hermanos muertos en manos de los enemigos y
como el resto fue llevado cautivo. Sin embargo, el Señor no permite que
caigamos en un lamento eterno por las circunstancias de nuestras vidas, y
que pasemos recordando siempre nuestros fracasos y dolores. Lo que
realmente es digno de ser lamentado es nuestro pecado, porque una vez
arrepentidos, hallaremos perdón y la paz en el Señor como lo dice en 2º de
Corintios 7:10.
Al considerar nuestra situación y poner los ojos en nosotros mismos, y no
en el Señor, nos encontramos con todas nuestras imposibilidades, y
frustraciones, y allí comienza la auto conmiseración a actuar. Un ejemplo de
esto lo tenemos en Números 13:33, cuando los 10 espías regresan trayendo
su informe, después de recorrer la tierra, ellos dijeron que había gigantes, y
que a su parecer ellos le veían como a langostas. Cuando enfrentamos los
“gigantes” o problemas de nuestra vida desde una perspectiva humana, y
no la de Dios, terminamos considerándonos “langostas” impotentes y
pequeñas ante la dificultad. El que sabe que de Dios es la batalla, no se
considera “un pobrecito, o un desvalido” sino que sabe en quien ha creído y
descansa por completo en Él (Jeremías 20:11).

Este pecado nos lleva a manifestar en nuestra vida actitudes como: un


constante lamentarnos, falta de fe, y una deficiente entrega a la voluntad de
Dios; y si esto persiste, puede llegar a ser la antesala de la depresión y los
resentimientos. Este pecado también fomenta en nosotros el egocentrismo,
o sea que todo en nuestra vida gira en torno a nosotros mismos, y no
alrededor de Cristo.

Si nuestro pensamiento es para el Señor, tendremos paz (Isaías 26:3)


Algunos usan la auto conmiseración o la lástima para atraer la atención de
sus semejantes y tenerlos a su disposición. Quiere que todos estén
alrededor de él.

No busca a Dios, ni deposita su confianza en Dios, sino que está


depositando toda su confianza en la ayuda o el afecto que puedan darle los
demás.

La Biblia es muy clara con respecto a esto: Jeremías 17:5, llama de maldito
al
que toma esta postura ante los demás.

El que se lamenta por circunstancias de su vida, por lo general desconoce


que el Señor tiene todas las cosas en su mano.

El que es hallado en alabanza en medio de la prueba, éste alcanza victoria


de Dios para su vida, como el ejemplo de Pablo y Silas en Hechos 16:25.
El lamentarnos y compadecernos nos impide el crecimiento en la fe y no
cumplimos la voluntad de Dios; por lo tanto, alabemos a Dios en medio de
nuestras luchas, y aceptemos caminar con gozo en medio de los desiertos
de esta vida hasta que veamos la Gloria de Dios. (Romanos 8:28)

También podría gustarte